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rés Bello Presentamos esta versién abreviatia de ta ‘magnifica obra Don Quijote de la Mancha, que constituye une séttira a las novelas de Caballeria y un modelo linguistlco con estilos iterarlos que darian la pauta a pos- terlores corrientes narrativas. Las figuras de don Quijote y su escucero Sancho Panza tienen un emblemético sitial en Ia Iiteratura espafola, y gracias al ca- racter universal de su tematica Ia inmortal ¢reacién de Cervantes ha trascendido el Gmbtito literario, pasando a formar parte de nuestra cultura, “Escribir para el pueblo es escribir para el hombre de nuestra raza, de nuestra tierra, de nuestra habla, tres cosas Inagotables que no acabamos nunca de conocer, Escribir para el pueble es llamarse Cervan- tes, en Espana; Shakespeare, To 1588 966-13-1877.7 Saavedra vante Editoria AN drés Be | Ko} ‘Ninguna pate de eta publicacié, include el daetio de tape, puede ser reproducida, almacenada o ransmitida en manera alguss 1 por ningin ipedio, ya sea electinico, quimico, mocinico,dptico, ‘de grubacin ode foocopia, sn permiso previo del editor Dow Quuor pg 1A Manca ‘Miguel de Cervantes Saavedra Primera edicién, 1999 Décima reirpresién, 2011 ‘EDITORIAL ANDRES BELLO ARGENTINAS.A. Gorvti $204 (C1414 BIV) Buenos Aires, Registro de la propiedad intelectual Inscripeién N° 108.822, aifo 1999 [sta décima reimpresién se termin6 de imprimir ‘en el mes de noviembre de 2011, Inmpresores: Buenos Aires Print Pte, Sarmiento 459, Lanis. Peia, de Busnos Aires Jmpreso en Argentina /Printed in Argentina MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA DON QUIJOTE DE LA MANCHA SELECCION Y ABREVIACION DE MARIA ROSA DUHART EDITORIAL ANDRES BELLO Capitulo 1 EL FAMOSO HIDALGO. DON QUIJOTE DE LA MANCHA. En un lugar de Ja Mancha, de cuyo ,. hombre na quiero acordarme, vivia, no hace mucho tiempo, un hidalgo* de los de lanza de madera, escudo antiguo, rocin® flaco y perro corre: dor. Gastaba las tres “cuartas. partes, 4 de lo que tenia en comer carne’ de vaca en vez de camero; salpicon la mayoria de Jas noches; s6lo sus penas los sabados; lentejas los vier- nes; un poco de pollo los domingos. Posefa una buena capa de pafio- negro, medias. y zapatos de terciopelo para las fiestas, y los fines de semana se daba el Iujo de usar sus prendas mis finas. Tenia en Su casa un ama de aves que pasaba los cuarenta, y una sobrina que no Hlegaba a los veinte, y un mozo Hidalgo: cabvallero de clase noble y distiiguida, ~ Rocfn: caballo pequetio de raza comin, 5 ‘ [MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA que servia tanto para efsillar el rocin como para el jardin, E ae algo tenia unos cincuenta aftos; era de contextura fuerte pero delgada, eee alargado y madrugador y amigo de la caza. abe 2 eicoleaeie) aDaBBARR Ge VEsEoN Toe més durante todo el.afio) lefa libros de caballeria, con tanto gusto que casi se olvid6 de la caza y aun de la administracion de sus bienes. Y llegé a vender parte de su tierra para comprar més libros, y asf su casa se llen6 de ellos.:Gozaba leyendo frases como ésta: “La razon de Ja ‘sinrazon que a mi raz6n se hace, de tal manera mi raz6n perturba que con razon de vuestra hermosura”. iP eee caballero perdia el con esta pala- breria..Se dedicé tanto a la lectura que pasaba las noches y los dias leyendo. ¥ aside poco dormir y ES mucho leer se le sec6 el cerebro, s¢ le lend de fantasfas, se adormeci6 su inteligencia, y para él las historias inveritadas que lefa Megaron a scr las mas reales del mundo. Conversaba mucho sobre caballe- ria con el cura de Ja aldea, con Nicolds el barbero, y igo Sans6n Carrasco. i Y ya ES plena locura, quiso ejecutar las hazafias que lefa, Limpi6 unas armas de sus bisabuelos, llenas de moho; como no encontré un casco*, se hizo un * asco o yelmo: parte de la armadura que protegia la cabeza y sa tapabe-la mitad del rosto, PON QUNOTE DE LA MANCHA 7 medio casco con cartones que parecia casco entero, Pero que le dejaba Ia nuca al aire, y le puso por resistente. Fue luego a ver a su caballo y, aunque era puro huesos y cola, le parecié que ni Bucéfalo de Alejandro’ ni Babieca del Cid lo igualaban, Pasé cvatio dias pensando en qué nombre le pondria y al fin lo llam6 Rocinante, nombre que le parecié altanero, sonoro y significative, ahora que era el primer rocin del mundo. Puesto este nombre quiso darse uno él también, Medité durante ocho dfas y al cabo resolvi6 lamarse don Quijote, y asi como su idolo se llamaba Amadis de Gaula, él se llamé don Quijote de la Mancha, Pues pens6 que asi daria gloria a su patria, Limpias sus armas, listo su casco, con nombre el rocin y él mismo, pens6 que no le faltaba mas que encontrar una dama de quien enamorarée antes de salir a buscar aventuras; porque un caballero andante sin amores era como 4rbol sin hojas, Y se decia, “Si encuentro por ahi un gigante, como ocurre tan a menudo, y lo derribo en combate, lo venzo y se inde, debo tener alguna dama a quien enviarlo para Gue se arrodille ante ella y le diga: Yo, sefiora, soy el Sigante Caraculiambro, sefior del reino de Malindra- na, @ quien vencié en singular batalla el jamas bien alabado caballero don Quijote de la Mancha, el cual 8 MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA con eite discutso, y mas cuando hall6 a quien llamar ! TE PEL aE ate et campesina, bastante bonita, de quien andvo enamorado tempo atts, pero ella munca lo supo. Se llamaba Aldona Lorenzo, y a ésta decidi6 darle el titulo de sehor: < . sus pensamientos. Buscando ua nombre que parece: ra de princesa y gran sefiora, la Namé Ducines del oboso, porque em natural de ese Iugat. Hl sombre Je parecié musical, suave y muy significativo, com todos los demas que inventara. } | i | | | I Capitulo I LA PRIMERA SALIDA No quiso aguardar mas tiempo, pensando en la falta qué hacia en el mundo por las muchas ofensas que ‘queria vengar, injusticias que corregir, errores que aclarar y deudas que pagar. ¥ asi, sin contar a persona algu- fa sus intenciones, una maiana del caluroso mes de julio se arm6 con todas sus armas, moitt6 sobre Roci- ante, tomé su lanza y su escudo, se puso su. medio yelmo, bajé la visera que le tapaba la .cara, y por la Puerta del corral salié muy contento al campo. - Pero apenas estuvo afuera, le asalt6 un pensa- miento terrible: no habia sido nombrado caballero andante y, segén la ley de la caballerfa, no podia batirse con nadie hasta que lo fuera. Titubeé un Poco, pero mas pudo su locura que la raz6n, y decidi6 hacerse armar caballero, como decia en los libros, por el primero que encontrara, Siguio su camino, dejéndose llevar por su caba- » mientras se decia: “Dichoso siglo el que conocera mis famosas hazafias, dignas de ser recordadas en el futuro”. ¥ suspiraba como si estuviera realmente ena- morado: “jOh princesa Dulcinea, sefiota ‘dle este cora- z6n que tanto sufre por vos!” ; Con éstos iba ensartando ottos disparates, todos aprendidos en sus libros. Cabalgo el dia entero y, al anochecer, su rocin y él estaban cansados y muertos de hambre. Trat6 de descubrir algtn castillo donde lo aco. gieran, como habia leido, hasta que divis6 ina posada no lejos del camino por-donde iba, y hacia alla se ° 0 [MIGUAL DE CERVANTES SAAVEDRA i6 ‘illo rigid. Al acercarse se convenci6 de que era un cast eee dando con una trompeta la sefial de su legada. Por casualidad en ese momento un campesino recogia’ su manada de cerdos tocando un cuerno, lo que le confi (6 que el enano anunciaba su presencia. a oe el posadero, un hombre gordo y bona~ chén quien, al ver lanza y escudo, prefirié hablarle 10. Sonal su, merced busca ‘posada. y lecho, n0 10 aqui, pero si todo lo demas, Eee seat eee Corel eet ta, pues mi descanso es batallar. ; ES coats Berle ee la seguridad de no dormir en toda la noche. nos See puerta de la posada, donde don Quijote comié un bacalao mal cocido y un pan tan negro y mugriento como sus armas. Dos mujeres jove- nes, feas y sucias, lo servian y él, feliz, se sentia en cS famoso castillo; crefa que el posadero era el duefio. castillo, que el bacalao eran truchas, y que las mucha- chas que le ayudaban a quitarse la armadura eran gran- des damas. Por eso Iés dijo con mucha amabilidad: ‘Nunca fuera caballero De pees tan bien servido Como fuera don Quijote Cuando de su aldea vino: Doncellas lo atendian a él, Princesas a su rocin. DON QUIOTE DE LA MANCHA a Pero seguia angustiado por no ser todavia caba- lero andante, pues no podria corer aventura alguna sin recibir la orden de la caballeria Llamé entonces al posadero y, encerrandose con él'en la caballeriza, se’ puso de rodillas y le dijo: —No me levantaré hasta que me concedais un don que quiero pediros. El posadero no hallaba qué decir. HI don que os pido es que maiiana bendligais mis armas y;:me arméis caballero. Esta noche no dormiré y cuidaré mis armas en la capilla de vuestro castillo, y mafiana ya podré ir por el mundo en busca de las aventuras que enfrentaré como caballe. to andante que soy. El posadero era astuto y burlén, y se dio cuenta de Ia locura de su huésped. Determiné seguirle la Corriente y le rometié que mafiana’ se harian las debidas ceremenias para que quedara armado caba. lero, y el mejor caballero del mundo. Pero mis tarde decidié acortar la ceremonia y convenci6 a don Qui- jote que con dos horas de trasnochar junto a las armas bastaba y que ya estaban cumplidas, - Tomé un libro cualquiera y, acompafiado de un muchacho que sostenia una vela y las dos mujeres sucias a su lado, se acercé a don Quijote, lo mandé arrodillarse, levant6 la mano y le dio ‘un buen golpe jombro con su propia espada, murmurando dientes, como quien reza. Una de las mucha. chas le-entreg6 después la espada, haciendo esfuer. 20S por no feventar de risa, y le dijo: 2 ‘MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA —Dios haga a su merced un caballero muy afor- tunado y le dé suerte en sus combates. * ‘Terminadas las ceremonias, no'veia ddn Quijote las horas de. salir a buscar aventuras. Ensillé a Roci- nante, lo mont6, y abraz6 al posadero, ‘diciéndole cosas muy extrafias al agradecerle por haberlo arma- do caballero. El posadero le respondi6 en su mismo lenguaje y, sin cobrarle el'alojamiento, lo vio alejarse con gran alivio. CUANDO EL CABALLERO SALIO DE LA POSADA Al alba abandoné don. Quijote’ la posada, tan con- tento de verse ya.armado caballero, que el gozo le reventaba por las venas. Pero record6 que el caste- liano le habia aconsejado llevar siempre dinero y camisas, por lo que resolvi6’ volver a su casa y aprovechar para nombrar su escudero* a un cam- pesino. vecino suyo, pobre, casado y con hijos. En esto lleg6 a un camino que se dividia en cuatro, y por imitar las encrucijadas donde los caba~ Meros andantes se ponian a pensaf cual camino to- marian, él también pas6 un rato inmévil, y al final solt6 Ja rienda a Rocinante dejando Ia ruta a la vo- funtad del rocin; Rocinante siguié derecho el camino hacia su caballeriza. Don Quijote se encontré poco mas alld con ua grupo de seis mercaderes que se acercaban con cuatro criados a cabillo y ies a pie. Apenas los divisé don Quijote, imaginé una aventura y, por imitar lo que lefa en sus libros, se afirm6 bien en los estribos, apreté la lanza, llev6 su escudd al pecho y esperd que llegaran Jos caballeros andantes, como él los crefa, Cuando estu- vieron cerca les dijo con ademén amogante: —Deténgase todo el mundo si no confiesa. que no hay doncella mas hermosa que la Emperatriz de Ja Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso. * Bscudero: sirviente de un caballéro que le levaba las armas, 13 “ MIGUEL DB CERVANTES SAAVEDRA Se detuvieron los mercaderes y por la figura que vefan y las palabras que escuchaban compren- dieron la locura de su duefio. Uno dijo en tono burlén: —Sefior caballero, suplico’a su merced qué nos muestre un retrato de esa sefiora y, aunque sea tuerta de un ojo y del otro le brote azufre, por complaceros, yo y todos estos principes que estén conmigo diremos en su favor lo que quisiéreis —iNo es tuefta ni corcovada, pero vosotros pa- garéis la gran blasfemia que habéis dicho contra la beldad de mi sefioral Y diciendo esto arremetio con Ja lanza baja contra el que habia hablado. Con tal fuerza que, si la suerte no hubiera hecho que Rocinante tropezara y cayera, el atrevido nercader lo habria pasado mal. Al caer Rocinante, rod6é su amo por el suelo. Se quiso levantar pero no pudo porque le estorbaban Ia lanza, el escudo, las espuelas y el yelmo, por lo pesados que eran. —iNo huyais, cobardes —exclam6é—, que es culpa de mi caballo que esté aqui tendido! Uno de los criados se le acerc6, tomé la lanza y después de hacerla pedazos, con uno de ellos apaleé a don Quijote. Sus amos le gritaban que no le pegara tanto, pero -estaba picado y no quiso abandonar el juego; recogié los demas trozos de Ianza y siguié golpeando al pobre caido que, a pesar de esa tempestad de palos que le cafa, no cerraba la boca y amenazaba con las penas del sna + DON QUOTE DE LA MANCHA 6 inflerno a los que creyera caballeros y a quienes ahora llamaba malandrines*, veuin at i 8 caN86 el criado y ios mercaderes pro- Siguieron su camino. El apaleado, al verse solo, trato | de levantarse, pero si‘no lo pudo hacer cuando esta. a ay Sano, gc6mo lo haria ahora, molido y casi Quiso la suerte que Pasara por ahi un vecino suyo que, al ver a un hombre tendido en ef suelo se le acerc6. Don Quijote lo tomd a por algin noble caballero y le habl6 en el lenguaje dé sus libros de caballeria, El campesino qued6 admirado al oir aquellos Gisparates. Le limpi6 el rostro que tenia cubierto de Polvo, lo reconocié y le dijo: —Sefior Quijano —que asi se debi llamar cuan: a eae jiicio y no habia pasado de hidalgo sosega- lo a caballero andante—, ;qué Je ha pasad _ tra merced? - Pe aale §Con bastante trabajo lo levanté y lo subié al Caballo; ‘recogié las armas, hasta las astillas de la lanza, tom6 de la rienda a Rocinante y se encamind hacia el pueblo, * ° Don Quijote apenas se sostenfa en el caballo y daba grandes suspicos. Pero como no dejaba de hablar tonterias, el vecino comprendi6 que estaba loco, * Malandrines: delincuentes, malvados. 6 [MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA Cuando llegaron a la casa de don Quijote, reina- ba en ella gran alboroto. Se encontraban alli el Cura y el Barbero de! lugar, los grandes amigos de don Quijote, conversando con el Ama y la Sobrina, En ‘ese momento les decia el Ama a gritos: —Hace tres dias que no aparece él ni su rocin, ni el escudo, ni la lanza, ni las armaduras. Esos malditos libros de caballeria’ le robaron el juicio Muchas veces, hablando solo, dijo que queria ha- cerse caballero andante e irse a buscar aventuras por esos mundos. Los malditos libros echaron a perder la inteligencia mas clara que habia en toda la Maneha. —Que no pase el dia de mafiana —agregaba el Cura— sin que esos libros sean quemados Entonces entendi6 el campesino la enfermedad de su vecino, y les dijo, usando las palabras de don Quijote: “Paso al sefior Valdovinos y al sefior Marqués de Mantua, que viene malherido, y al sefior moro ‘Abindarriez, que trae cautivo al valiente Rodrigo de Narvaez, sefior de Antequera. Corrieron todos hacia ellos y don Quijcte que Jo llevaran a su lecho y le curaran las heridas? Le hicieron mil, preguntas y a ninguna quiso responder, pero el campesino conté como 16 habia encontrado, y los disparates que habfa dicho en el camino. El Cura y el Barbero decidieron entonces regis- trar la biblioteca de don Quijote y hallando alli cono- | : DON QUIOTE DE LA MANCHA ” cidos libros de caballerfa, decidieron quemarlos en él corral, dejando s6lo aquellos cuyo contenido ignora- ban. Asi fueron tragados por las llamas Las sergas de Esplandian, Don Olivante de Laura, Florismarte de Hircania, El cabaliero Platir, El caballero de la Cruz, Palmerin-de Oliva, La Diana Segunda del Solmanti- no y tantos otros. Cuando volvieron a la casa, don Quijote se- guia con sus desatinos. Llamaba arzobispo al Cura y le contaba que Roldan lo habia molido a palos - con el tronco de una encina, pero que él se venga- ria Sus amigos hicieron tapiar la biblioteca, que guar- daba los pocos libros que quedaron. ‘A los dos dias, en cuanto se levant6,.don Quijo- te fue a yer sus libros y al rio poder ericontrarlos, pregunt6 al Ama en qué parte se encontraba la bi- blioteca. —Ya no hay biblioteca ni hay libros en esta casa, porque todo se lo Ilevé el diablo —respondio el Ama. —No era el diablo —dijo la Sobrina—, sino un mago que vino sobre una nube la noche del dia que su merced parti6. Entré a la biblioteca y no sé lo que hizo dentro, pero al poco rato salié volando por el tejado y dejé la casa lena de humo, y cuando, pudi- mos ver no habia ni libros ni biblioteca. Dijo que se llamaba Mufat6n o algo asi. —Freston diria —corrigié don Quijote. —No sé, era algo terminado en ton. e 6 ‘NIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA —Asi que ese mago —dijo don Quijote, rojo de ira—, gran enemigo mio porque sabe que pronto he de vencer en combate a un protegido suyo, trata ahora de hacerme dajio. Pero no podré evitar lo que el cielo ordena. Capitiilo IV LA SEGUNDA SALIDA Y LA AVENTURA CON LOS MOLINOS DE VIENTO El caballero estuvo quince dias muy trahquilo en su casa, Aprovech6 ese tiempo para pedirle a su vecino, hombre bueno, pero muy ignorante, que le sirviera de escudero. Lo convencié diciéndole que tal vez, entre todas las aventuras que tuvieran en su caminar, en una de ellas podia ganar, sin mayor dificultad, alguna insula* de la que lo-nombraria a él su gober. nador. Ante tal promesa, Sancho Panza, que asi se llamaba el campesino, dej6 a su-mujer y a sus hijos y Se convirtié en el escudero de su vecino, Reuni6 don Quijote como pudo algin dinero, arregl6 su yelmo lo mejor posible, pidié prestada una lanza a un amigo suyo, y anuncié.a su escude- fo Sancho el dia y la hora en que pensaba ponerse en camino. Sancho dijo que Ilevaria su asno Rucio, Porque no era muy bueno para andar a pie. Don Quijote acept6 ei burro pensando que pronto le conseguiria un caballo a su escudero quitandoselo al primer caballero descortés con que se toparan. Sin despedirse Sancho de su familia ni don Quijote de Ja suya, salieron una noche sin que nadie los viera. Iba Sancho Panza muy contento, pensando en lo que le dijera don Quijote. * Insula: cualquier terrtorio pequeito y de poca importancia. 9 2 ‘MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA —Mire su merced, seftor caballero andante —dijo—, no se le olvide lo de la insula que me tiene prometida, que yo la sabré gobemar por grande que sea. —Has de saber, amigo Sancho Panza —res- pondi6 don Quijote—, que era costuinbre de los caballeros andantes antiguos dar a sus escuderos el gobierno de parte de los reinos que ganaban, de modo que si ti vives y yo vivo, bien podria ser que antes de seis dias gane yo un reino que tenga otros a su alrededor y te corone rey de uno de ellos. —De esta manera, si yo fuese rey por algin milagro, Teresa Gutiérrez, mi media naranja, vendria a ser reina y mis hijos principes. —Quién lo duda? —exclam6 don Quijote. —Yo lo dudo —replicé Sancho—, porque pien- 50 que aunque Dios lloviera reinos sobre Ja tierra, ninguno harfa que Teresa Gutiérrez pareciera reina; a Jo mas condesa, con Dios y su ayuda: Asi iban converséndo, cuando divisaron ‘unos ‘© cuarenta molinos de viento que habia en aquel lugar. En cuanto los vio don Quijote dijo a’ su escudero: —Ia suerte guia nuestros pasos mejor de lo que esperibamos, Sancho; mira ahi esos inmensos gigan- tes. Les presentaré batalla y les quitaré la vida a todos, y con el botin comenzaremos a enriquecernas, Sera un gran servicio a Dios borrar a esa gente tan mala de la faz de la tierra. —1Qué gigantes? —pregunt6 Sancho. treii DON QUOTE DHE LA MANCHA a —Aquellos de los brazos largos —respondi6 el caballero. —Esos no son gigantes, su merced, sino molinos de viento, y los que os parecen brazos son las aspas, —Bien se ve —dijo don Quijote— que no sabes nada de’ aventuras, Esos son gigantes, y, si tienes miedo, quitate de ahi pues yo voy a entrar en feroz y desigual batalla contra ellos. Y diciendo esto espoled a Rocinante, sin escuchar las advertencias de Sancho. Iba tan seguro de que eran gigantes que ni de cerca reconoci6 los molinos. —iNo huyais, cobardes —gritaba—, que es un solo caballero el que os ataca! _ Se levanté un poco de viento en ese momento y las grandes aspas.empezaron 4 moverse. Al ver esto don Quijote exclam —iNo me asustais moviendo los brazos! Y encomendiindose de todo coraz6n a su sefiora Dulcinea, bien cubierto con su escudo, con Ia lanza en tistre, arremetié a todo el galope de que era capaz Rocinante y embisti6 el primer molino que encontré. Le dio una lanzada ef el aspa, pero el viento la hizo.girar con tanta furia que rompié en pedazos la lanza y boté al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acudi6 Sancho Panza a socorrerlo, también a la maxima ve- locidad de su asno —iValgame Dios, cOmio ha quédado, no-se pue- de ni menear! No’ le dije a su merced que mirara bien lo que hacia, que eran molinos de viento? [MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA " DON QUIJOTE DE LA MANCHA. 2 * —Calla, amigo Sancho —respondi6 don Quijo- Pasado un rato Sancho le hizo notar que era te—, que las cosas de la guerra estén sujetasa | hora de comer, pero don Quijote no quiso probar continuos cambios. Ya veo claro que aquel mago | 4 nada. Sin insistir, se fué Sancho montado en el Frestén que me robé la biblioteca ha convertido a burro detras’de su amo, comiendo a su gusto y estos gigantes en molinos, para quitarme la gloria | gana, y empinando la botella ‘de vino que daba de vencerlos. Sadik Sancho Panza fe ayud6 a levantarse y a subirse al caballo, que también estaba medio deslomado. | Siguieron su camino, pero don Quijote iba muy apenado por la falta de su lanza. ~Me acuerdo —dijo— haber leido que un caba- lero espafiol, cuya espada se rompié en combate, | cort6 una enorme rama de encina y con ella machu- 6 a tantos moros, que’ le qued6 por sobrenombre Machuca; y asi se llamé él y su familia desde aquel “| dia, Yo haré lo mismo con la primera encina que me ofrezca el destino y realizaré tales hazafias que te sentirés afortunado de ser testigo de cosas que‘ pare- cern increibles. i —Enderécese un poco —respondié Sancho—, que se va de lado por el dolor del costalazo. « —Es verdad, y si no me quejo es porque no se les permite a los caballeros andantes quejarse de herida alguna, aunque se le salgan las tripas por ella. D —A mi me gustaria que su merced se quejara, porque yo me he de quejar del dolor més pequefio, ya que los escuderos no tenemos reglas como los caballeros, Se rié don Quijote de la simplicidad de su escu- dero. & Capitulo V MAS AVENTURAS Y UNA ESTUPENDA BATALLA Pasaron aquella noche debajo de unos Arboles y de uno de ellos cort6 don Quijote una rama seca que le podia servir de lanza y le puso la punta de hierro que sacara de la que se habia quebrado, No durmi6 pensando en su sefiora Dulcinea, por imitar lo, que habia leido en sus libros, cuando los caballero: pas: ban sin dormir muchas noches en los bosques y despoblados, entretenidos con el recuerdo de sus damas. En cambio Sancho, que tenia el estomago leno, y no de agua de chicoria, durmié de un solo suefio. ‘A la mafiana siguiente prosiguieron su. camino hacia Puerto Lapice al que llegaron hacia las tres de la tarde. —Aqui, Sancho —dijo don Quijote— meteremos las manos hasta el codo en las aventuras. Pero ti, aunque me veas en los mayores peligros del mundo, no podrés tomar tu espada para defenderme si mis enemigos son caballeros. -—Su merced sera muy bien obedecido. Yo soy pacifico y enemigo de meterme en lios o penden: cias. Claro que en lo que toca a mi persona no tendré muy en cuenta las leyes de la caballeria, pues las divinas y las humanas permiten que uno se defienda, Mientras asi hablaban, aparecieron por el ca- mino dos monjes benedictinos montados en enor- mes mulas, Los seguia un coche, custodiado por ™ DON QUOTE DE LA MANCHA as cyatro © cinco hombres a caballo y dos j6venes a pie. En’ el coche venia una sefiora de Vizcaya que a juntarse con su marido.. Los Monjes no venjan con ella, aunque segufan el mis- mo camino. —O yo me engafio —exclam6é don Quijote ‘al vetlos— © esta seri nuestra aventura mAs famosa. Pues aquellos bultos han de ser unos magos que Uevan alguna princesa secuestrada en ese coche, y tengo que castigarlos con todo mi poder. —Peor sera esto que los molinos de viento —dij Sancho—. Escuche sefior, aquellos son dos monjes y el coche debe ser de algin pasajero. Mire bien, no sea que el diablo lo engafie. —Ya te dije, Sancho, qué sabes poco de aventu- tas, Ahora veris. Y diciendo esto se adelanté y se puso en la mitad del camino por donde venfan los monjes y les jo: 7 —Gente endiablada y monstruosa, dejad libres a las princesas que Ilevais en el coche. Si no, recibiréis pronta muerte, en justo castigo a vuestras malas obras. Se detuvieron los monjes, admirados tanto de la figura de don Quijote como de sus. palabras, y rés- pondieron: —Sefior caballero, no somos endiablados ni mons- tru0s, sino dos religiosos de.San Benito que vamos por el camino; y no sabemos si en ese coche vienen princesas prisioneras 0 no. . 26 MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, —Nada de palabras blandas que os conozco, canallas mentirosos. Sin esperar respuesta, don Quijote le clav6 las esuelas a Rocinante y arremetié con la lanza baja contra el primer monje, con tal furia que si éste no se deja caer de la mula lo hul quiz4s muerto. El segundo trataban a su compajiero, !anz6 a su mula a corer més ligero que el viento. Sancho Panza se bajé del asno y fue a quitarle la ropa al monje caido. Llegaron en eso los dos jévenes, Sancho les explicé que aquella ropa le correspondia como botin de la batalla ganada por su seflor don Quijote, pero ellos no entendian de bromas ni de batallas y arremetieron contra Sancho, lo botaron al suelo, no le dejaron pelo en la barba y sus mulas lo molieron a coces, hasta dejarlo tendido, sin sin sentido. El monje al ver esto se subi6 a su cabalga- dura y partié, tembloroso y palido, detras de su com- pafiero que lo esperaba un poco més all4, y continua- ron su camino, més asustados que si llevaran al diablo a la espalda. En tanto, don Quijote se habia acercado a hablar con la’sefiora del coche, y le decfa que en pago del gran servicio que acababa de hacerle al liberarla de aquellos facinerosos, le pedia que diera orden de dirigit el coche hacia el Toboso, donde debia rendir homenaje a la sin par y hermosa dofia Dulcinea y contarle lo que por su libertad él, el caballero andan- te don Quijote de la Mancha, habia hectio. BON QUOTE DE LA MANCHA 2 Uno de los escuderos que acompafiaban a la sefiora escuch6 lo que decia don Quijote, se le en- frent6, y en su mal castellano, le dij —Caballero que mal andas, te mato ahi mismo yo. —Si fueras caballero, que no lo eres —dijo don Quijote—, ya hubiera castigado tu insolencia. —éYo no caballero? —dijo et escudero—. Mien tes! Yo caballero por tierra, por mar y por el diablo, y mientes ta, —Ahora lo veredes, dijo Agrejes —respondié don Quijote, y sac6 su espada y arremeti6 contra el escu- dero decidido a quitarle la vida. Este solo alcanz6 a tomar una almohada del coche para protegerse, y se lanzaron uno contra el otro como si fueran dos mortales enemigos. La seiio- ta miraba sorprendida desde el coche, que habia hecho retirar hacia un lado. . Don Quijote, encomendandose a dofia Dulcinea, atac6 espada en alto y cubierto con su escudo. Y empez6 el combate. El primero en descargar un golpe terrible fue el furibundo escudero de Vizca- ya. Lo dio con tal fuerza y tanta furia que, si no hubiera sido porque se le dio vuelta la espada, hu- biera bastado para poner fin a la tertible lucha y a todas las aventuras de nuestro caballero. Pero la suerte, que lo tenia reservado para otros sucesos, torci6 la espada de su contrario y, aunque le dio en el hom- bro izquierdo, no le hizo mas dafto que levarse de un tajo gran parte del casco y un pedazo de oreja, 1o no dejas el coche Ey MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA que lo dejé muy maltrecho. jLa rabia que sintié al verse detener de aquella manera! Pero se afirmé de nuevo.en los éstribos y con furia apreté con ambas manos su espada y la descarg6 sobre el vizcaino, dando en medio de Ia’ almohada y de la cabeza. El pobre hombre empez6 a chorrear sangre por las narices, por la boca, poi los oidos, y casi se cay6 de Ja mula si no fuera porque se abraz6 a su cuello, pero la mula se espant6, y comenz6 a correr dando corcoveos, hasta que bot6 a su jinete a tierra. Don ‘Quijote se le acerc6, majestuoso, y puso la punta de su espada entre los ojog del caido. La sefio- ra, del coche le rogé, que perdonara la vida de su escudéro, a lo cual respondi6 el hidalgo> —Con todo gusto haré Io que me pedis, bajo una sola condicién: que este caballero ha de ir al Toboso y presentarse ante la sin par dofia Dulcinea para que ella haga de’él lo que su voluntad le diga. Ia aterrada sefiora, sin entender nada, prometid que el escudero harfa todo lo.que él pedia. —Entonces no le haré mas dafio, aunque se lo tiene merecido —dijo don Quijote es Capitulo VI CONVERSACIONES ENTRE DON QUIJOTE YY SANCHO PANZA: Entretanto se habia levantado Sancho Panza, algo adolorido todavia. Presenci6 la batalla de su sefior y rogaba a Dios en su corazén que le diera la victoria y que en ella.ganara alguna insula de la cual lo hiciera gobernador como le prometiera. Viendo ya acabada la pendencia y a su amo subirse nuevamen- te a Rocinante, fue a tenerle el estribo, se arrodillé ante él, le bes6 Ja mano y le dijo: Mi sefior don Quijote, tened la bondad de darme el gobierno del reino que habéis ganado en esta formidable batalla. —Hermano Sancho, comprende ‘que ésta, como muchas otras batallas, no son aventuras de reinos, sino que son encrucijadas, en las que no se’gana otra cosa que una oreja rota, Paciencia, -ya habra otras aventuras més adelante en que te haré gobernador. Le agradecié Sancho bes4ndole otra vez la mano. y ayudandolo a montar. Se subi6 él a su asno y sigui6 a su sefior, pero poco mas alla se le acercé y le dijo: . —Me parece que seria acertado ir a refugiarse | en alguna iglesia; pues aquel con quien combatisteis qued6 bastante maltrecho y puede que nos prendan y nos metan a la cércel. —iDénde has visto o leido que un caballero andante haya sido 'encarcelado, por més homicidios que cometa? 2» 20 MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA —Yo no tengo idea de lo que quiere decir oci- midio —respondié Sancho—, pero sé que si uno la hace va a parar a la crcel. No te preocupes, que yo te salvaré, Pero dime una cosa, chas visto caballero mas valeroso que yo en la tierra? {Has leido de alguien con mgs fuerza que yo al atacar, con mas destreza al herir ni con mds mafia al derribar? la verdad es que no he leido ninguna histo- ria en toda mi vida, porque no sé leer ni escribir, pero si puedo decir que no he servido en toda mi vida a un amo mas valiente que su merced y quiera Dios que no lo pague caro. Lo que le nego es que se deje curar, porque le sale mucha sangre de esa oreja. Yo tengo vendas y un poco de ungiiento blanco, —Ojala hubiera traido una botella del balsamo de Fierabrés; con una sola gota se ahorran tiempo y medicinas, Qué bilsamo es ese? —pregunté sorprendido Sancho, —Es un balsamo cuya receta conozco —res- pondié don Quijote—, con el que no hay. que temer a la muerte ni a herida alguna. Si algin dia en una batalla me parten por mitad, pondrés la parte del cuerpo que haya caido al suelo sobre la otra mitad que quedara en la silla, cuidando de que encaje perfectamente, Luego me das a beber dos tragos del balsamo y veras que quedo més sano que una man- zana, DON QUOTE DE LA MANCHA a ‘—Entonces —di mo al gobiemo de + Sancho—, renuncio aqui mis- insula prometida'y no quiero " olf cosa en pago de mis buenos servicios que me deis la receta del balsamo. El octavo de litro valdea mils de dos reales y no necesito més para pasar esta vida honrada y descansadamente, Pero quiero saber si es muy caro fabricarlo, —Con menos de tres reales se pueden hacer a Jo menos seis litros, —iPecador de mi! —exclam6 Sancho—, ;Qué espera su merced para ensefifrmelo? = Amigo, mayores secretos he de confiarte, pero Por ahora cfirame, que la oreja.me duele més de lo que yo quisiera, Sac6 Sancho de las alforjas* algunas vendas y un uagtiento, Pero al ver don Quijote el estado en que guedara su medio yelmo, crey6 perder la raz6n y alzando los ojos al cielo di ~Juro por el Creador de todas las cosas que haré como el Marqués de Mantua cuando juré vengar a muerte de su sobrino Valdovinos y prometié no comer ni hacer otras cosas que no me acuerdo, hasta tomar venganza del que cometi6 esta canallada, —Mi sefior don Quijote, piense. que si el caballe- fo cumplié y se presenté ante mi sefiora Dulcines del Toboso, ya no merece otra pena ~Has hablado bien —dijo don Quijote—, anulo cl juramento, pero guardo la promesa de no comer y * Alforias: bolsas para levar comestibles en los viajes 2 MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA otras cosas hasta que Je quite por fuerza a algin caballero otro yelmo tan bueno como este. —Y si no topamos en muchos dias hombres armados con cascos, gqué haremos? {Va a hacer todas las locuras del viejo ese, el Marqués de no.sé qué? ‘Mire que por estos caminos no andan hombres arma- dos sino carreteros y aitieros que ni han oido nom- brar los yelmos. i —Bueno, dejemos eso entonces de lado y ve si traes algo de comer, porque luego iremos en busca de algén castillo donde alojar esta noche. Alli hare- mos el balsamo de que te hablé, porque jvoto a Dios que me duele la oreja! —Tengo cebolla y un poco de queso y algunos pedazos de pan —dijo Sancho—, pero no es manjar para tan valiente caballero como su merced. —iNo entiendes nada, Sancho! —respondié don Quijote—. Es un honor para los caballeros andantes no comer en todo un mes. ¥ aunque en mis libros se deja entender que no podian pasar sin comer y sin hacer todos los otros menesteres naturales, porque eran hombres como nosotros, se dice que comian s6lo cosas tan sencillas como las que ti me ofreces ahora. —Perdoéneme su merced, es que como no sé leer ni escribir no conozco las reglas de la caballeria: Pero de aqui en adelante pondré en mis alforjas arta fruta seca para su merced que es un caballero, y para mi, que no lo soy, cosas mas sabrosas. Y sacando lo que trafa, comieron los dos ale- gremente. Subieron luego a caballo y se apresura- Sa — L DON QUIOTE DELA MANCHA a ron por Ilegar a las chozas de unos pastores de cabras que se divisaban no muy lejos, pues la, no- che caia ya, ‘Los cabreros los acogieron con buena vohuntad y los invitaron a compartir su cena, Quiso don Quijo- te que Sancho se sentara'a su lado, pero éste se resistia. —Prefiero comer a solas, su merced, aunque agradezco la honra que me hace un caballero andan- te, a mi que soy su humilde’escudero. —Pero te has de sentar, que al'que se humilla Dios lo engrandece. Los cabreros no entendian aquella jerigonza de caballeros andantes y escuderos y se limitaban a co- mer en silencio. Una vez con el est6mago Ileno, don Quijote dijo: —Dichosa época la que Iainan dorada, En esos tiempos no se necesitaba mas que levantar la mano para coger una fruta; los rios ofrecian sus aguas; las abejas su miel. Todo era paz en ese entonces, todo era amistad. Las palabras de amor eran simples y sencillas y las mujeres vivian sin temor. Pero en nuestra detestable €poca nadie est4 seguro. Por eso se instituy6 la orden de los caballeros andantes, para defender a las mujeres, amparar a las viudas y soco- rer a los huérfanos y a los pobres. A esta orden pertenezco yo, hermanos cabreros, que me acogisteis sin preguntar quién era, y 0s doy las gracias. Quedaron contentos los cabreros'con estas pala- bras, y todos se tendieron a dormir. Capitulo VIE LA AVENTURA CON LOS MALVADOS ARRIEROS ‘Al dia siguiente, se despidieron de los cabreros y continuaron su camino. Llegaron a un.prado de fres- ca hierba, junto al cual corria un, apacible arroyo. Desmontaron y dejaron a Rocinante y. al burro que comieran a'su gusto por el pasto. 7 at Sancho, sabiendo 1 manso que eta el rocin, Ie solt6 las riendas. Pero quiso la suerte y el diablo (que nunca duerme) que anduvieran también pacien- do por alli las yeguas de unos artieros que descansa- alrededores. eee pues, que a Rocinante le dieron ae de juguetear_ con Jas seiors yeguas. En cuanto las oli6, perdi6 su acostumbrada calma y, sin pedir permi- so a su duefio, tomé un trotecito coqueto y se fue a invitarlas. Pero al parecer ellas preferian comer y to recibieron con las herraduras y los dientes, con ta furia que al poco rato le rompieron las pe y qued6 sin su silla. Pero lo peor para Rocinante fue que acudieron los arrieros y le dieron tantos palos que Jo derribaron y lo dejaron todo molido en el suelo. ‘Al ver la paliza de Rocinante, acudieron don i incho. a ‘estos no son caballeros, Sancho —jadeé don Quijote, sino gente de baja ralea. Ayidame a vengar lo que le han hecho a Rocinante. —iQué diablos de venganza vamos a tomar —respondié Sancho—, si son mas de preinte y nosotros sélo dos, o’mejor dicho, uno y medio! DON QUIOTE DE LA MANCHA 3 —i¥o valgo por ciento! —exclamé don Quijote. Y-eché mano de su espada y arremetio contra los arrieros, y 16 mismo hizo Sancho Panza siguiendo el ejemplo de su amo. Don Quijote, de la primera estocada le hizo una profunda herida en la espalda a uno de ell Al verse los arrieros. atacados por aquellos dos hombres, tomaron sus estacas y éomenzaron @ gol. Pearlos con vehemencia, Al segundo golpe dieron con Sancho en’el'suelo y lo mismo le ocurié a don Quijote, al que de nada valieron su destreza y valen- ta, y quiso la fortuna que fuera a caer a los pies de Rocinante, que todavia no se levantaba, Viendo los arrieros el estado en que habfan que- dado sus contrincantes, ataron las’ yeguas y prosi. Buicron su camino, -dejando a los dos aventureros aporreados y de pésimo humor. El primero que reaccioné fue Sancho. iy, sefior don Quijote! —dijo'con voz lasti- mosa! —iQué quieres, hermano Sancho? —contest6 el hidalgo’en el mismo tono doliente. —Que me dé un poco del balsamo magico, si 16 tiene a mano. —Si lo tuviera, nada nos faltaria, Sancho. Pero te juro que lo tendré antes de dos dias. —2Y en cuantos dias cree su merced que podre- mos mover los pies? No te lo sé decir —dijo el molido caballero—. Pero yo tengo la. culpa de todo: no debi atacar 4 6 MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDIA hombres que no estuvieran armados caballeros, como yo. Por lo cual, Sancho Panza, cuando veas que semejante gentuza nos ofende, no esperes a que yo ponga mano en la espada, sino que toma t6 tu espa- da y castigalos a tu soberano gusto. No le parecié bien a Sancho la orden de su amo. —Sefior —dijo—, yo soy un hombre pacifico, manso, tranquilo, y sé perdonar injurias porque ten- go mujer e hijos que alimentar. Asi que de ninguna manera pondré mano en la espada ni contra gentuza ni contra caballero, y desde ahora perdono todas las ofensas que me han de hacer. —Quisiera que el dolor de esta costilla se apla- cara para poder hacerte entender, Sancho. {Vas a perder tu reino por temor a defenderlo? Porque has de saber que en un reino conquistado nunca estén quietos los-4nimos y el gobernador ha de tener sabi- duria para gobernarlo y valor para defenderlo. Con Jo que nos ha acontecido ahora, no estoy para platicas sobré el valor. Trate més bien de levan- tarse y ayudaremos a Rocinante, aunque, no lo mere- ce porque fue él el causante de todo este upales. iJamés lo esperé de Rocinante, que me parecia per- sona seria y pacifica como yo! —Aprende, amigo Sancho, que la vida de los caballeros andantes esta sujeta a mil peligros y-des- venturas y que las heridas causadas por instrumentos de palo no son una ofensa. Te lo digo para que sepas que, por molidos que quedemos en esta pelea, # DON QuyjoTE De LA MANCHA AO estamos ofendidos, porque las a ; mas con aquellos hombres nos apalearon eran sus estacac y ninguno de ellos tenia espada ni pufial a —No me dieron tiem, e po para darme cuenta —dijo ae Porque me Pegaron apenas puse ess mi espada, dle manera que me quitaron la vista de los jos y la fuerza ‘de los pies, y cai donde ahora me pe Y¥ no me importa si fue ofensa o no lo de los tacazos, Jo que me importa es que me duelen los golpes que me dieron y que me han de quedar impre- 505 en la memoria y en las espaldas. —Deja de quejarte, Sancho, y . , Y saca fuerzas de eee como haré yo, y veamos cémo esta Roci- inte, que se ha Ilevado lo peor de la batalla. KE —No me extrafia —dijo Sancho—, siendo éi tam- én caballero andante. Lo que me extrafia es que mi burro haya salido bien librado. ae —Siempre la suerte deja una las desdichas. Lo digo porque esa reemplazar a Rocinante castillo donde me curen la noche, si uerta abierta en bestiezuela debera para levarme ‘hasta algin las heridas antés que caiga —Pues yo he ofdo a su merced decir que es muy de caballero andante dormir siempre al sereno, enamaes? 28 cuando no pueden mas o estén muy namorados. Pero dejemos esto, Sancho, -y vamonos antes que le suceda otra desgracia al asno. 3st ya seria del diablo —coment6 Sancho saspin, colando escapiar teinta ayes de dolor, y sesenta piros, y ciento veinte reniegos contra quien lo llevo >@GO Ode. Es [MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA d6 en Ja mitad del levant6 el escudero y que Camino como un meio aro, sn lopar enderezarse i 10, que anc jen. Pero asi y todo, ensill6 su asno,, B cade con tanta libertad que gocara aquel i Levanto luego a Rocinante, el cual, si pudiera BS eguramente no se,habria quedado atris:en los quej dos. Sancho acomod6 4 don Quijote sobre el burro, amarr6 a Rocinante a éste y se encaminé hacia lo qu i6 debia ser el camino real, : , a Pey'ia suerte, que empezaba mejorar, 1os levé or una ruta donde descubri6 una posada, que para ea Quijote fue un castillo. Porfiaba Sancho Baer jue era castillo, y tanto dur6 ean cealcaaon bar Ja discusi6n. Hegaron a ella sin acal pee ea ae més averiguaciones, con todos sus acompafiantes. Capitulo VIII 1O QUE SUCEDIO EN LA POSADA El posadero, al ver a don Quijote atravesado en el asno, pregunt6 a Sancho qué enfermedad sufria. cho srespondié que al pegado en las costillas, Tenia el posadero una esposa caritativa, . San- caer de una roca se habia que se apiadaba de las calamidadés de sus projimos. Acu. ci prontamente a curar a don Quijote, ayudada por su hija, una muchacha muy Hermosa, También ha. bia en la posada unia criada, ancha de cara, gorda de cogote, de nariz chata, con un ojo tuerio y el otro no muy bueno. Era de baja estatura y el peso de las espaldas la hacian mirar al suelo mas de lo que ella quisiera. Entre las tres hicieron una cama para don Quijo- te en un desvan que daba claros indicios ‘de haber servido en otto tiempo, de pajar, en el cual se alojaba también un arriero que tenia su cama cercana a la de don Quijote. Esta constaba de cuatro mal alisadas tablas sobre dos bancos medio-cojos, y un colchon que por lo delgado parecia colcha, relleno de peloto- nes duros como pefiazcos, dos sébanas y una frazada cuyos hilos se podfan-contar. En esa horrible cam: luego Ia posadera y su hi de arriba abajo, mientra a se acosté don Quijote, y ja Jo Henaron de ungtientos 's Maritornes, que asf se Ila- maba la criada, las alumbraba,-La posadera dijo que aduellas heridas més le parecian causadas por golpes que por una caida, 39 0 MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA —No fueron golpes —dijo Sancho—, sino que a roca ténfa muchos picachos'y cada uno le ha heel : un mofet6n. Si le queda ungilento, sefiora, a 1 también me duelen un poco los lomos. —Entonces también te caiste. ; No mie cai, pero del susto de ver caer a mi amo, me duele a mi todo el cuerpo como si me bieran dado mil palos. ; a eee pasado —dijo la hije— que de a iba toda molic iar que me caia despertal poli. sae Ahi estd el toque, sefiora —dijo Sancho—, ois sin sofiar me hallo con tantos ‘moretones como ‘mi efor don Quijote, rE eave como se llama ese caballero? —pregunt6 Ma it es. i on Quijote de la Mancha —respondi6 a cho Panza—, y es caballero aventurero y el mejor de! do. rain sQué es caballero aventurero? —pregunto otra itornes. Seo eee suave eres en el mundo qué no lo-sabest Pati leado como em- Pues 3 alguien que tanto se ve apaleado como emt. perador; hoy es desdichado y maflana ten coronas de reinos que dar a su escudero. if —i cémo es que vos no tenéis, al parecer, siquiera un condado? —pregunt6 la posadera.. —Aiin es temprano —repuso Sancho—, porye® hace apenas un mes que andamos buscando aven- turas. Y a veces se busca una cosa y se encuent otra. r | 4 ON QUOTE DE LA MANCHA rt Don Quijote escuchaba todo muy atento, y sen- tandose como pudo en su lecho, dijo: ~—Creedme, hermosa sefora, que sois afortuna- da de haberme alojado en vuestro castillo. Mi escu- dero os dirt quién soy. Yo os ‘seguro que tendré escrito’en mi memoria el servicio que hoy me hacéis, Confusas estaban Ja posadera y su hija y la buena de Maritornes oyendo {as palabras del caba- lero andante, como si hablara en griego. Pero con gran amabilidad curaron las heridas del hidalgo y de su escudero. Esa noche don Quijote no dormia, pensando las mil locuras que siempre lenaban su mente. Se imagi- naba estar en un famoso castillo (que casiillos le recian todas las posadas donde alojaba) y que la del castellano se habia enamorado de él. Se-puso nervioso al pensar en su dama Dulcinea del Toboso, y juré que jamas le seria infiel. Pensando en estos disparates vio de pronto apa- recer a Maritomnes, y, debido a la oscuridad, la tomé Por la que crefa su enamorada. La cogié de un brazo y le dijo en voz baja: ‘ ~Quisiera, hermosa dama, poder amaros, pero tengo dada mi vida a Ja sin par Dulcinea del Toboso, inica sefiora de mis pensamientos, . Maritomes, sin entender nada, procuraba soltar- se. El arriero escuch6 el ruido; se acerc6 al lecho de don Quijote y descargé tan terrible pufietazo en las flacas quijadas del caballero, que le bai la boca de sangre. No contento con esto, se le subié arriba de a [MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA las costillas y lo pis varias veces, como si fuera tierra. El lecho, que era poco firme, se vino al suelo, y al estruendo despert6 el posadero y fue a ver qué pasaba. Despert6 también Sancho, que dormia a los pies de don Quijote, y que al ver un bulto casi encima suyo, empez6 a'dar golpes de: pufio para todos la- dos, muchos de los cuales alcanzaron a Maritornes, que se los devolvié uno a uno y empezé entre-am- bos una verdadera batalla campal. Entr6 el posadero y también se les fue encima. Y asi como suele decir- se:,“el perro al gato, el gato al ratén, el ratén a la arafia...”, le daba pufietazos el arriero a Sancho, San- cho a Maritornes, Maritornes a Sancho, el posadero a Maritornes. En eso se apagé la vela del posadero y €n la oscuridad se pegaban con mas fuerza, sin ver dénde caian los golpes. - ‘Alojaba aquella noche en la posada un cuadrilie~ 10° del Cuerpo Policial que, al ofr el estruendo de la pelea, entré al aposento gritand —Deteneos.en nombre de la justicial Al primero que encontré fue a don Quijote que estaba tirado en su cama boca arriba, sin sentido. El cuadrillero'lo tom6. de la batba y al ver que no se movia, pens6 que estaba muerto y que los que alli se * Cuadrillero: componente de un grupo dé cuatro personas 0 cya duilla, Aqui se refiere a una cuadrilla de la Santa Hermandad que cera el Cuerpo Policial que perseguia a los malhectiores. DON QUOTE DE LA MANCHA s €ncontraban eran sus asesios, a ¥ gtit6 con mayor ‘erren la puerta de la posada! nadie, han matado a un homb __ Esa voz reson6 por sobre las demas, dej6 la pendencia en ef punto en que se hallabe. al posadero se retir6 a su habitacion, el atriero a su cama, Maritornes a su pieza. Solo los desventurados don Quijote y Sancho no. se pudieron mover de donde estaban. Solt6 por fin el cuadrillero la barba de don Quijote y salié a busi " ; los criminales. a ingen ea * iQue no salga PROSIGUEN LOS TORMENTOS EN LA POSADA Volvi6 en si don Quijote y llamé a su escudero con voz. quejumbrosa —Sancho, amigo, ¢duermes? —jQué voy,a dormir —respondié Sancho—, si parece que todos los diablos bailaron conmigo esta noche! 7 —Créo que este castillo esta encantado, Sancho. Quiero contarte algo, pero como soy enemigo de que se hable mal de nadie, has de jurar que guarda- ras el secreto hasta después de mi muerte. —Juro —dijo Sancho—, y ojalé lo pudiera con- tar manana. —JMe quieres ver muerto tan pronto? —No es por eso, sino-porque soy enemigo de guardar mucho las cosas y no quisiera que se me pudrieran de tanto estar guardadas. —Como sea —prosiguid don Quijote—, confio en tu catifio y te contaré la historia extrafia que me sucedi6 esta noche; 'de pronto vi a mi lado a la mas hermosa doncella que pueda haber eri Ja tierra, tan hermosa era que los diablos se pusieron celosos y cuando estaba hablando con ella, vino una mano pegada al brazo de algin monstruoso gigante y me dio un golpe tremendo en Ja cara, que tengo hasta ahora bafiada en sangre. Y después me pegd por todas partes de tal manera que estoy peor de lo que me dejaron los arrieros. Es pot eso que pienso que este castillo esti encantado, que a esta doncella la “ DON QUOTE DE 1A MANCHA a custodia algin negro enorme, y que no debe ser para mi ' —Para mi tampoco —repuso Sancho—, , porque. cee eens age ee Wesdichado de mf, que no soy caballero andante y me caen las peores palizas! No te aflijas, amigo mio, que ahora haré el bal: samo magico y sanaremos en un abrir y cerrar de ojos. En eso volvi6 a entrar el cuadtillero a ver al muer. to, Cuando lo vio Sancho,'como apenas lo ituminaba la Vela que llevaba en la mano, pregunt6-a su amo: _—#Seré este el negro encantado que vuelve para castigamos, si es que se le olvid6 algo? —No puede ser el negro, porque los hech no se dejan ver de nadie. . Ca —Pero se dejan sentir —replic6 Sancho. EH cuatkillero se somprendi al verlos hablando, a pesar de que don Quijote seguia tendido, sin : moverse de puro dolor. ono —2C6mo estas, buen hombre? —pregunt6 acer- cando la vela a la cara de don Quijote. —#Asi se habla a un caballero andante, majade- ro? —respondié don Quijote. No le gust6 esto al cuadrillero, : , y le pegé con la Palmatoria en la cabeza, dejindolo semiaturdido, y como el lugar volvié a quedar a oscuras, se dio media vuelta y se fue, inal —Sin duda, sefior —dijo Sancho—, este es el negro que guarda’el tesoro y para nosotros s6lo tiene puiietes y palmatoriazos. @ 46 MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA Asi parece —repuso don Quijote—: Anda, San- cho, a pedir al mayordomo de este: castillo que me dé-un poco de aceite, vino, sal y romero para hacer el balsamo."Greo que Jo necesito porque me sale mucha sangre de la herida que me hizo aquel fantas- ma. Se levant6 Sancho con bastante dolor de huesos y fue a oscuras en busca del posadero. Se encontr6, antes con el cuadrillero que estaba escuchando a la uerta. . : —Sefior, quien quiera que sedis, hacednos el favor de damos un poco de romero, aceite, sal y vino, que tengo que curar a uno de ‘los mejores caballeros andantes que hay en.la tierra, el cual est4 en aquella cama, herido por el negro encantado. EI cuadrillero lo tomé por loco, y lamé al posa- dero, pues ya amanecia. El posadero entreg6 a San- cho todo lo que pedia el hidalgo. Don Quijote hizo de inmediato una mezcla que vaci6 en-una aceitera de hojalata que le regalé el posadero. Para demostrar las virtudes del balsa- mo, virtudes imaginadas por él, bebi6 ‘todo lo que no cupo en la aceitera. Apenas terminé de beber empez6 a vomitar y a sudar. Pidié que Io taparan y 16 dejaran solo. Durmié més de tres horas y desperté sintiéndose muy aliviado.y crey6 que en realidad habfa acertado con el balsamo de Fiera- bras y_que, gracias a aquel remedio, ahora podia participar en batallas y pendencias por peligrosas que fueran. DON QuiioTe be tA manors o Sancho Panza también tom6 por milagro la mejo- tia de su amo y le rog6 que le diera lo que quedaba todavia eri la olla, que no era poco. Se lo dio don Quijote y Sancho, confiado y alegre, se lo bebi6é de un trago. Y empez6 con tales sudores y desmayos que ctevé llegada su ditima hora, y maldecia el balsamo. ~El problema es, Sancho, que esto te ocurre por no estar armado caballero. —Si su merced Io sabia, por qué diablos me dej6 probarlo? Al rato hizo efecto el brebaje y el pobre escude- ro comenz6 a desaguarse por los dos canales, tanto que la estera en que se habfa echado quedé inservi- ble. Asi estuvo cerca de dos horas y al final no qued6 aliviado como su amo sino mas debilitado, Pero don Quijote quiso partir en busca de aven- turas, pues le parecia que el tiempo que pasaban alli se lo quitaban al mundo y a los que necesitaban su ayuda y amparo. Ensill6 él mismo a Rocinante y al jumento de su escudero. Subié a Sancho arriba del burro y, montados ya, tomé una lanza corta que encontr6 por alli para reemplazar la suya. Desde la puerta llam6 al posadero y le di “Gracias, sefior castellano, por vuestras bonda- des. Si os puedo pagar vengindoos de algtin enemi: 80, sabed que mi oficio es ayudar a los necesitados y vengar a los’que reciben insultos, Bl posadero le contest6 en su mismo lenguiaje: —Sefior caballero, no ‘necesito que su merced me vengue de nada. Solo necesito que me pague el “8 [MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA gasto que ha hecho esta noche en Ja posada, tanto la paja y cebada para sus animales como Ja cena y camas. —4De modo que ésta es una posada? —Y muy honrada —respondié el posadero. —He vivido engafiado —dijo don Quijote—. Pen- sé que era un castillo. Si es una posada, tendréis que perdonarme, sefior posadero, pues los caballeros an- dantes jams pagaron nada en una posada, a causa de sus sufrimientos en busca de aventuras dia y noche, con calor y con frio. —Poco tengo yo que ver con esas cosas. Pagad- me lo que me debéis y dejaos de cuentos.y de caballerias, que con eso yo no como. —Sois un mal posadero —replicé don Quijote. Y espoleando a Rocinante salio de la posada con su lanza en alto, sin que nadie lo detuviera y sin mirar siquiera si su escudero lo seguia. El posadero se diri- gid entonces a Sancho Panza para cobrar los gastos, pero éste le dijo que si su sefior no queria pagar, él tampoco lo haria, pues fa misma regla de no pagar en posadas corria para él, que era su escudero. Quiso la mala suerte del.desdichado Sancho que entre los que estaban en Ja .posada se encontraran varios mercaderes,. gente alegre y aficionada a los juegos. Se acercaron a Sancho, lo bajaron del burro, lo tendieron en una frazada, lo Hevaron-al corral y alli comenzaron a mantearlo y a reirse de él. Los gritos de Sancho Hlegaron a oidos de su amo, el que de un galope volvié a la posada. Al DON QUOTE DE LA MANCHA ° llegar al corral vio lo que le hacidn a su escudero, que subia y bajaba con tanta gracia y rapidez, que si no estuviera tan enojado se habria reido también. Le dolia tanto el cuerpo que no pudo bajarse del caballo y desde alli lanz6‘una cantidad increible de tos a los manteadores; pero éstos no cesaban de reir ni el volador Sancho de quejarse, amenazar y rogar, lo que no servia de nada, hasta que los merca- deres se cansaron. Lo subieron al burro, lo arroparon con su chaqueta, y la compasiva Maritomes le evo un jarro de agua, Pero don Quijote, rio le permitié beber. —No bebas eso que te matara, Sancho le dijo—. Aqui tengo el balsamo que con s6lo dos gotas te sanard. Sancho volvié hacia é1 sus ojos vidriosos y ‘dijo con muy poca suavidad: —iHa olvidado su merced que no soy caballero © quiere que termine de vomitar las pocas tripas que me quedaron de anoche? Guardese su licor con to- dos ios diablos y déjeme en paz. Y bebi6 un trago del jarro, pero al ver que era agua, la bot6 y pidi6 a Maritomnes que le llevara'vino. Le obedecié Maritomnes y después de beber, Sancho tom6 las riendas de su asno y salié de la posada, contento de no haber pagado nada, sin saber que el posadero se habfa quedado con sus alforjas, Capitulo X ENCUENTRO CON LOS CARNEROS Legé Sancho al lado de su amo adolorido y medio desmayado, y casi sin poder hacer andar al asno. | —Ahora comprendo, Sancho —dijo don Quijote al verlo—, que aquel castillo 0 posada estaba encan- tado, porque esos que te golpearon para entretener- se, ;qué podfan ser sino fantasmas y gente de otro mundo? A mi me tenfan encantado y no pude mover- de Rocinante siquiera, que si asi no fuera yo te hubiera vengado, como corresponde a un ca- ballero andante. “También me hubiera vengado yo, si pudiera, caballero 0 no caballero, pero no pude.. No creo que fueran fantasmas los que se divirtieron a costa mia, sino hombres de carne y hueso como nosotros. Lo que yo saco’en cuenta es que estas aventuras. que andamos buscando nos van a traer puras des- venturas, Lo mejor serfa, para mi gusto, volvernos a nuestra aldea y dejar de andar de la Ceca a la Meca, coino dicen. —iQué poco sabes, Sancho, de esto de la ca- balleria! Calla y ten paciencia, que ya Megara el dia en que verds la recompensa. Qué mejor puede haber en el mundo que vencer a tu enemigo.en una batalla? —Yo no sé —tepuso Sancho—, sélo sé que desde que somos caballeros andantes jamas hemos ganado una batalla, fuera de la del escudero vizcai- no, y atin en esa su merced salié con media oreja de- DON QUIOTE DE LA MANCHA 3 menos y con medio casco menos. Después de eso, todo hi sido puros palos y més palos y pufietes; y ahora el manfeo que-me hacen personas encantadas de Jas que no puedo vengarme.. Poco. puedo saber del gusto de ganarle a un enemigo, como dice su merced, +—Esa es la pena que tengo —dijo don Quijote—, pero trataré dé encontrar una espada magica que na- die pueda encantar y que corte como navaja, como la Ardiente Espada del Amadis de Gaula. —Lo malo es que esa espada s6lo serviré para los que estén armados caballeros, y a los pobres escuderos como yo, que se los coman las hormigas. Esto conversaban don Quijote y Sancho Panza, ando vio el.caballero que venia hacia ellos. una inmensa y espesa polvareda, Mir a Sancho con los ojos iluminados y le dijo: —Este es el dia en que verés ‘lo que me tiene guardado mi suerte, el dia en que demostraré el valor de mi brazo y en el que haré cosas que queda- rin esctitas en el libro de la Fama, {Ves aquella polvareda que se levanta alli? Pues es. provocada por un enorme ejército que vierie marchando. —Han de ser dos ejércitos —dijo Sancho—, por- que de esa otra parte se levanta también otra grandi- sima polvareda, Don Quijote se alegré sobremanera, pues pens6 que eran sin dada dos ejércitos que iban a enfrentar- se en la mitad de aquella espaciosa llanura. Como su mente estaba lena de las fantasias, batallas, encanta- 3 ‘MIGUEL DE CERVANTES SKAVEDIA mientos, locuras, amores y desafios que se cuentan en los libros de caballeria, no vio que la polvareda la levantaban dos grandes manadas de ovejas y came- tos que se acetcaban desde diferentes puntos por el mismo camino. Y habl6 con tal conviceién que San- cho le creyé. <_—Sefior le pregunté—, zy qué haremos.noso- tros? — Nosotros? —repuso don Quijote—. Defender 2 los pobres y desvalidos. Has de saber, Sancho, que ese ejército que viene frente a nosotros lo conduce el gran emperador Alifanfar6n, sefior de la isla Trapo- bana; ese otro que viene a mis espaldas es el'de su enemigo el rey Pentapolin del Arremangado Brazo, llamado asi porque siempre entra en las batallas con el brazo derecho desnudo. —#or qué se odian esos dos seftores? —Porque Alifanfarén es un farioso pagano que esté enamorado de la hija de Pentapolin, que es ctistiana y muy hermosa. Su padre no la quiere en- ttegar al pagano si no deja a Mahoma y se hace cristiano —Por mis barbas! —exclamé Sancho, fascinado—. Hace muy bien Pentapolin y yo le voy a ayudar. —Hards tu deber, Sancho, pues para entrar en semejantes batallas no es necesario ser caballero. —i¥ donde dejaré a mj asno para encontrarlo pasada la pelea? —Lo mejor es dejarlo ir a su suerte, porque tendremos tantos caballos cuando salgamos vericedo- [MIGUEL D§ CERVANTES SAAVEDRA tes que hasta Rocinante corre peligro de que lo cam- bie’ por otro. Por ahora, nos retiraremos a aquiella loma, porque te.quiero mostrar a los caballeros mas famosos que forman en los dos ejércitos. Asi lo hicieron, y don Quijote, viendo en su imaginaci6n lo que no existia, dijo alzando la voz: . Ese caballero que ves ahf es el valeroso Laur- calco, sefior de Puente de Plata; el otro de las armas con flores de oro es el temido Micocolenibo, gran duque dé Quirocia; el, otro es Brandabarbarin de Boliche, sefior de las tres Arabias, que tiene por escudo una puerta que, segiin dicen, es ina de las del templo que derribé Sans6n. Més allé va el jams vencido Timonel de Carcajona, cuyo escudo tiene un ‘gato de oro, con una palabra que dice “Miau", que es el principio del nombre de su dama, que se llama Miaulina, hija.del duque Alfefiquén de Algarbe; aquel de las armas azules es Espartafilardo del Bosque, el poderoso duque de Nerbia. Y fue nombrando muchos y muchos més. San. cho colgaba de sus palabras y de tanto en’ tanto volvia lacabeza para tratar de ver a quienes su amo nombraba. —Seiior, no veo a ningGn caballero de los que dice su merced. (Sern fantasmas como los de ano- che? —

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