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INTRODUCCION Renacimiento Liturgico 1 En 1918 publicaba Romano Guardini su libro “El Espi- ritu de Ia Liturgia” (1), Titulo sugeridor y henchido de pro- mesas. La ocasién no podia ser de mis solemne trascen- dencia y tragica recordacién. En aquella fecha critica, de angustias y quiebras morales, era como un aura saludable sobre Ios campos agostados con el horror del polvo y de In sangre, como un asidero para los espiritus, después de una hora de vendaval y de locura, como una gran voz de salvamento en Ia noche clamorosa del naufragio. Por aquella fecha Alemania se retiraba de las trincheras oon In herida abierta de Ia derrota y con las altas torres de sus ensuefios imperialistas abatidas. Sus hombres, rotos y mutilados, regresaban con Iuto en el corazén y tlerra en tos ojos, deseando olvidar el estrago de Ia contienda para dedicarse a Ia reinstauractén de su hogar y de sa templo, Cualquiera Hamada, prometedora de nuevos caminos, te- nia naturalmente que ser acogida, en aquella sazén, como un brote de esperanza, Por légica reaccién se produjo un cambio brusco ¢ inesperado. Durante muchos afios los hom- bres se habian preparado para su destruccién; se habian parapetado en lo material, buscando sélo el predominio ce- sdreo, Ia manumisién de las gentes aledafias, la grandeza (@)_En ese mismo affo aparecié en Espafia una obra de idéntico contenido y finalidad pedagégica: Valor educative de la Liturgia Ca- {liea, del Dr. Gomi. Barcelona, 1918. a EL ESPIRITU DE LA LITURGIA erigida sobre terrenales cimfentos. Se habia desertado de las milicias de la religién y de Ia metafisica para avencin- darse, con pagano propésito, en las tlendas de Ia industria, de Ia economia, de la religién positiva, Eso trajo como reato una especie de atonia moral, un exceso de civilizacién, pro- pia de los pueblos decadentes, una pérdida considerable del sentido finalista de la vida. : Asi sobrevino el atasco del espititu, encallado en los arrecifes de lo mundanal, con detrimento y posposicién de sus exigencias primarias, La gran guerra més que liquidacién de un pleito de en- contrados intereses nacionalistas o de rivalidades atavicas, fué Ia liquidactén de muchos afios de sensualidad, de crisis humanista, de pragmatismo esterilizador, de dislocacién éti- ca. El fracaso de una civilizacién, intoxicada de positivismo, no podia ser mas evidente. Urgia un virage brusco en aque- Ha ruta desenfrenada, para buscar nuevas posibilidades de salvacién, en aquella hora trigica de aturdimiento y estrago. Bien claramente lo decian aquellos soldados franceses que, entre el fragor de las trincheras, buseaban un rayo de Juz en Ia Iectura refrigerante de “L’Histoire d'une ame” y de “Le Récit dune sceur”, libros que les hablaban un Ien- guaje nuevo, que tenian para ellos aromas alguna vez pre- sentidos aunque no gustados, y les hacian renacer una po- sible vida, oreada por los alislos do la fe. Las aspiraciones babilénicas de una eivilizacién que habia cifrado sus desig- nios en la consecucién répida y aparatosa de una felicidad marxista o roussoniana, que en definitiva seria lo mismo, se desvanecian como Ia pesadilla de un suesio apocaliptico. Pero era menester pagar el interés usurario de tantos afios de locura y de tantas deudas y prevaricaciones sin saldar. Los que tuvieron ojos supieron ver Ia falla que la bar- barie civilizada abria en Ia entrafia misma de Ia cultur: Ante In tragedia de Ia muerte surgié mis imperiosa la afir- macién de la vida; y ante el estrago de las ruinas de Io que los hombres habian erigido con idolatria, broté 1a nos- talgia desbordada de vuclos espirituales, y se desaté un im- —~ Be f I IN TRODUCCION petu, Iargamente contenido, de oracin y de ruego. Sélo la refrigeracion de las aguas biblicas podian reverdecer en préspera fecundidad tantas almas agostadas. Era preciso zarpar la naye del espiritu en categorias supremas para te- ner una razén, la dnica razén definitiva de vivir. En este interesante momento psicolégico aparece el libro jer Geist der Liturgie”, de Romano Guardini, primero de una serie con que habia de mantener el fuego sagrado, durante Ia reedificacién del templo espiritual en Alemania, donde, si la reaccién religiosa fué mas viva y conquista- dora, a raiz de la Guerra, era también més imperiosa y necesaria, El alma francesa, afectiva y estética, reacciona con agi- lidad a las Wamadas del sentimiento religioso; prevarica con frecuentes apostasias, pero no opone obstinadas resis- tencias a los asaltos de la Gracia, El espiritn aleman, mis especulativo y analitico y, en el fondo, mucho més atormentado y profundo que el francés, reclama hondas evidencias y lentos procesos racionales an- tes de entregarse; no se deja conquistar por sacudidas pu- ramente emocionales ni por someras impresiones, nerviosas mas que psiquicas. Busea a Dios por los caminos arriscados de Ia razén mas que por los floridos cérmenes del senti- miento y de la afectividad, y por la raz6n desplicga también Dios su estrategia para conquistarle, Se fortifica primero de seguridad dogmatica para dar después curso libre, pero re- gularizado, a las expansiones de la emocién religiosa. Parecia un suefio quimérico hacer saltar la vena de agua, de Ia roca embravecida por las inclemencias del sol y del aire, durante tantos estios, sin granazén espiritual, de soquia racionalista, n El libro de Guardini, Agil y esquematico, pero Meno de fragancia y de vida, opera el milagro. Las juventudes — y —9— EL ESPIRITU DE LA LITURGIA esto fué lo més sintomdtico y esperanzador — se apretaron en ademin de defensa en torno del joven sacerdote, que unia a Ja gracia latina Ia profundidad nérdica. Aquel libro es hablaba, después de Ia prueba, de Ia posibilidad de una nueva vida y abria otras trayectorias a los afanes del es- piritu. Un soplo evangélico, tembloroso de promesas, aireé las almas en aquellos momentos de conturbacié El Catolicismo volvia a proctamar la vigencia inmarces- cente de sus principios salvadores y a despertar en Ios hom- bres desatinados, impelidos por el huracan de Is soberbia, Ja nocién de Ia fraternidad humana, de la convivencia es- piritual, Toda la ternura acogedora y curativa de la “Sancta Mater Ecclesia” se les ofrecia sin reservas, en toda su ple~ nitud intacta, después de aquella tormenta de Into y de sangre. Sélo Ia caridad, el amor cristiano, podian reanudar tantos vinculos rotos, tantas normas conculeadas, tantos estragos producidos por el desorden del amor, es decir, por el imperio del egoismo. Asi es como el espiritu volvié a recla~ mar su primacia, falseada por las fluctuaciones de Ia filo- sofia neokantiana y subvertida por Ia marejada de la po- sitivista. Era la hora propicia, a punto de madurez, para un ge- neroso renacimiento espiritual. Era preciso obtener el mé~ ximo rendimiento, de aquella disposicién de las almas, con las eicatrices de ta prueba abiertas y estigmatizadas con los carismas del infortunio, que se aprestaban a entrar por Jos caminos de Dios, para buscar una base eterna a sus anhe~ Jos de nueva vida, ,Cémo? Guardini tuvo un momento de intuiclén admirable. VI6 en las almas una voluntad decidida de comprender y, en ver de vagas especulaciones 0 teorias dilatorias, propuso el remedio eficaz, urgente, de signo contrario al morbo genera- dor de tantos estragos: el Renacimiento Litirgico para pro- vocar la reviviseencia del espiritu y aetivar la cireulacién de la vida cristiana, Esto pudo parecer sorprendente a quienes de Ia Liturgia tenian sélo un concepto superficial y estético, a los que en —10— twyrrboucectroy ella veian séio una serie de a serle de pricticas rituales, ceremoi teatralismo, presripciones nimias, pero sin contecing a sin trascendencia. religisa, , Gar ai estaba et error. Pero basté que Ia mano experta de Guardins fuese apartando ta. sombra, com sablduris de’ ae, sista, y mostrando ta maravil arqultecténica, del eapiita fe Ja Titurria, es dete, de toda Ia Intimidad colection de Ua sitecristiana, de un nuevo orden arginice de vida, para SREAS alas, dvldas de consistencia, reaslonasen eon Ine, Guardini realiea una. ob és G i ra apologéticn de pensador, d Srgloloro, de apéstol y de artista, al Intentar la actualizes idm de Ta Liturgia, al querer reanudar la eontinutdd Hie, lca con los primeros siclos ltirgleos, sorprende of Poe Tiinaciones del esplendor cultural en los Facto Hara de sus eatedrales, que no son mis que flo. ‘on littirgiea de una pujante y desbordada vida cristiana, siglos XII y XIN, m Guardini_ esquemati; 6, buardi 26, por decirlo asi, la metafisic t Litargia, La Iglesia es esencialmente vida ltirgiea; pes Is mama ypeerenin s toape nn ae gregacién, Ia pérdida del i tention, vids erdida del cohesive funcionamiento de le au- us EL ESPIRITU DE LA LITURGIA elementales, generadores de vida, proponer a todas las gen- tes el retorno a un género de vida que se habia dejado en lamentable postergacién, e invitarles a apretar de nuevo Ios vineulos de la fraternidad verdadera, para constituir las grandes agremiaciones cristianas, 1a gran comunidad de los miembros de Cristo, que habian de estar unidos, como el sarmiento a la vid, a Ja Santa Madre Iglesia, recibir el riego circulatorio de sus zumos misticos, y permanecer in- jertados en Cristo, buscando en él su cohesién y su inte~ graci Es decir, que era preciso, y quiz en mayor medida que nunca por haber sido mayores los asolamientos del indi- vidualismo, el retorno a la vida litirgiea, como siempre, con maternal insistencia, proclamé Ia Iglesia, Pero habia que repetir a las gentes, hasta entonces sordas y distraidas, algo gue tenian olvidado: habia que decirles lo que era el ideal de Ja Liturgia, de la vida litirgica, renovar el sentido de 1a comunidad cristina. Desde el Renacimiento se fué retirando azorada Ia Liturgia a Ios poéticos reeintos de los monasterios benedictings, a las soledades claustrales de las abadias. Fuera de ellos quedaba de ella como una sombra, como un artificio, como el recuerdo arcaico de una bella basilica en ruinas. A Io sumo se le concedia un valor deco- rativo, de erudicién o de motivo ornamental para refinados catadores. EI esfuerzo sabio de operarios perseverantes, la habia convertido en una rama interesantisima de la cul- tura. La Liturgia interesaba como fenémeno histérico a los eruditos, y como manifestaciin de pompa, de suntuosidad, de artiligico esplendor a los ojos, velados de prejuicios y de ignorancias, de los distraidos y arrastrados por Ia co- rriente anénima de los afanes y precipitaciones cotidianas. Pero la Liturgia es mucho més que eso: es ante todo, de- be ser, un fenémeno vital, una concrecién organica, una perenne y actuante forma de vida. Urgia, por lo tanto, li- hertarla de su forzoso retraimiento, mundanizarla, si cabe Ja frase, renovarla para que a todas las almas Iegara la fertilizacién de su riego generoso, y demostrar experimen- —R-— | INTRODUCCI1ION talmente “que la Liturgia Catélica — como eseribia Dom Festugiére — es Ia agrupacién mas sabia y més densa de todo valor humano, puesto al servicio no sélo de Ia Santa Iglesia, sino de In misma fuerza de Dios, que en Ia Liturgia se esconde para producir Ia maravilla de la deificacién de los hombres, y es, por consiguiente, de tan alto valor edu- eative que puede con razén decirse de ella que ha recogido el mayor ntimero de partes esenciales y, ciertamente, Ia parte més “sagrada” de la misién de Cristo (1). Ese fué el acierto y el triunfo de Guardini, Saber Negar a las almas, mostrandoles la interior hermosura, la dina mica inexhaurible, la proliferacién fecunda de Ia Liturgia, ara lograr Ia restauracién del sentido cristiano de la vida, que se habia ido disociando en peligrosas desviaciones. ¥ Jas almas, tan necesitadas de nutrimento, supieron com- ptender la potencialidad y las reservas que la Santa Iglesia Catélica atesoraba y les ofrecia, en Ia hora de Ia prueba, con prédigo desbordamiento de maternidad: s6lo por Ios cami- nos providentes que ella asignaba a los afanes humanos era posible la reintegracién de la vida a sus altos destinos. De ahi aquella magnifica polarizacién de las almas hacia el cam- po de la Liturgia, aquella nostalgia de Io eterno que, ante Ia tremenda derrota de Io temporal, se desperté en las juventu- des alemanas de la post-guerra, v ¥ era lgico que asi fuese. Se habia Megado a un cruce ae disyuntivas pavorosas y urgia una decisién radical. El espiritu aleman estaba autointoxicado de subjetivis- mo: habia convertido la metafisica en psicologia, y no acer- taba a quebrar las ligaduras del empirismo tirénico en que se habia clausurado. Se habia hecho de las ciencias y de las cosas, fines en si: la quimica, la estrategia militar, la filo- (2) Questece que la Liturgie, pig. 29. — 13 — EL ESPIRITU DE LA LITURGIA ygicas e industriales eran metas su- pines ieee me oe mae Ente nets Sims ents boos Practica, Era el triunfo procaz del naturalismo intltra » Sa ee So aes recent LenS eres ees 2S seks eet af sta i ni oer ea a le tura paregérica y una filosofia egoista, Era mrenester uns Hamada tragica. Sélo asi podia estimularse la retuned regeneracion. ¥ la guerra fué una Sremenda oda bi ties. sin ete ot one nes et Be ed eee como un general anhelo de querer salir de la cautividad de si mismos. Entonces comienza a amanecer » Ae regreso del cautiverio, cuando adn el aire estaba conmovido de Iantos y de trenos, la Liturgia se les ofrece concierto en la anarquia de sus aspiraciones y de su sen- we cea Sta Th apartamiento y ceguera de Dios, sino también a los caté- eulares y ols do que no podemos jamas. desenraizarnes del suelo germinatorio de la tradicién — como dice Mari- tain—, ni aim, cuando mds pretendemos renovarnos (1). : ins — daler 2) "1 convient done ~ sigue dcend el insigne pensador— cholerae os To pate et tacns et cee ve Fee toate dex ier it gourmet fe onde anjourd hu. Cet av to> tet Set Ge, alo te atin dnc fle est Te ps intressnte pour nous et que nous potvons Mout sah 9 ly autre sgnicalon®. rots Refomotews pigs. 3 y 4, Paris, 193 —u— 7NTRODUCcCrOY Los catélicos — escribe certeramente R. d'Harcourt (1) — se habian desviado de su trayectoria y, por una serie inve- terada ¢ insensible de extravios, Ia Igiesia era por ellos mal comprendida. Su sentido vivificante estaba ocluido para la mayoria de los catélicos. Vivian — dice Guardini — dentro de 1a Iglesia, pero no “vivian la Iglesia”. Por eso Ia Liturgia hubo de aparecérseles cual algo tan insélito y nuevo como 4 los no ereyentes. Tenfan que empezar a aprenderlo todo, a tomar un camino poco transitado, ¥ ese fué el gran aconte. cimiento que se anuncié como una resurreccién, entre vivas txplosiones de jiibilo y un revuelo de esperanzas primavera les, por Ia proclamacién de aquella “buena nueva". ila Tslesia comenzaba a despertarse de nuevo en las almas! Ahora bien: gen qué forma se les descubrié aquella mansion recién hallada? Aquella no era, ciertamente, Ia easa poco antes, en el siglo XVII 0 XIX, por los hombres habitada, no. No era Ia mansién de ayer. Aquella era la une tigua casa solariega. Era preciso, vencer un etimulo de re. sistencias y rutinas consuetudinarias que habian cegado sucesivamente tantos surtidores de energia. Lo que se in. fentaba era nada menos que remontar el pasado y recon. (uistar la Iglesia de siempre, y dar con su espiritu, por fanto tempo recatado, La Iglesia — continiia escribiendo R. d'Harcourt — se habia convertido para muchos fieles en una burocracia, en una administracién 0 ministerio de lo espiritual, El tremendo peligro de esclerosis, que por ese ca. miino acechaba a Ia fe de las muchedumbres, ha sido dec Runciado en términos explicites y acusadores por uno de Jos mis autorizados historiégrafos modernos de! Catolicis, mo alemén, que es quien ha delatado también la obliteras cién paulatina y profunda del sentido del “Corpus Mysti. cum”, que es la Iglesia, entre la masa de los catélicos: “La Seneralidad de los creyentes — escribe — no ve la Iglesia més que en su aspecto externo, en su estructura empirion (2), Nid, Introduccién a ta traduecién francesa de la obra de Guardini. Paris, 1930. ~—15— EL ESPIRITU DE LA LITURGIA y pastoral, en Ia jerarguia de los papas, obispos y clérigos. Eso constituye para ellos su esencia: sus ojos no alcanzan més. La Iglesia no es para ellos Ia esfera misma, el am- biente calido de su propia vida, sino un establecimiento 0 @ispensario en el cual se administran y eonceden, cuando es menester, determinados auxilios. ¥ esto proviene de que Ia Iglesia se les ofrece como algo puramente exterior, como algo forzado ¢ impuesto que se siente con rigides ¥ a dis- gusto en sus decretos y ordenaciones.” La Iglesia quedaba asi desmedulada; era para ellos sélo una institueién oficial. Contra esta concepeién externa y ritualista del culto y de la jerarquia, se irguié pujante y reactivamente decisivo el magnifico renacimlento litirgico de Ia post-guerra. Las almas recobraron su sentido ancestral ¥ luminoso, La Santa Madre Iglesia volvié a ser compren- ida y a abrir su amoroso regazo a todos los peregrinos de Jo eterno, a través de estas hondonadas de lo transitorio, La Iglesia Santa volvié a ser lo que es por institucién y esencia; no una organizacién tupida de redes burocraticas con merma y deterioro de sus finalidades salvadoras, sino un organismo viviente, el verdadero cuerpo mistico de Jesu- cristo, fertilizado por el riego de su gracia y de su sangre. Con esta restauracién del sentido de lo litirgico, detur- ‘bado, proscrito 9 mezelado con seculares amalgamas, rena- ci6 vigorosa Ia conciencia catdlica: se apretaron los lazos de Ia disciplina cristiana y se renov6 ef sentimiento profundo y tradicional de fo que era morar en Ia Iglesia, vivir Ia Iglesia ¥ sentir con Ia Iglesia, La fraternidad, resentida por Ia anar- quia del individualismo pietista, volvia a recobrar su sobera- nia sobre todas Ias invenciones sociolégicas y sistemas fra- ‘casados que los hombres, dando al olvido el Evangelio, habian fraguado para sostener el edificio artificioso de las relacio- nes humanas en una convivencia naturalista, en una agre- miacion roussoniana y gregaria, Ante el fracaso de tantas teorias y tantos estuerzos desesperados para eliminar de 1a ia 1o sobrenatural, Ia verdadera Iglesia conservaba su vita~ Tidad perenne y su capacidad para recoger todas las palpita- —6— TNTRODUCC&rOY in cuerpo de wa ae mentee , de una sre, de unos mismos Sacra- mente y de un mismo Altar, en Ia cual el que manda es co. ers, apr ef cna Sn a sion ala perce y pe ern, ina ented tron Aa mane ‘0s cielos, lo mismo en la intimidad del Templo, casa Asi se inicia este gran periodo di As te fe convalecencia catéli wi at at md ig ; e caliginosa de soltura moral, de libertinaje ; mts ae es tl hn $f; nc! soplo suave del Espiritu. Al restablecerse la ames ai aca entre el culto y el pueblo, se reanuda también tare an sulidatidad de todos los hermanos en Ia fe; se sien én moral sat inesa Dios y el hombre, para constituir la divine. del ets Se¢iedad teologal, apretada por el aglutinante tcuménica prod cn ytle la Talesia secupera su plenitua 10 catélic i de In Rome wale H®® vuelve a ser realmente ciudadano EL ESPIRITU DE LA LITURGIA hacia la Iglesia y empezé 2 comprenderse de nuevo Ia armonia y la grandeza de su culto, de su autoridad docente, de su je- rarquia y de sus profundidades dogmaticas. Como esta reno- vacién de lo litirgico era integral y no se paraba en las ma- nifestaciones culturales externas, sino que se apoyaba en la piedra angular de la fe y del dogma, se eludié todo peligro de que degenerase en efimeras floraciones sentimentales. “El renacimiento litirgico — ese:ibia el Dr. Mayer, profesor de ‘Teologia de Ja Universidad de Freising — ha revelado a los Inicos Ia esencia misma de 1a Iglesia, que no radica cierta- mente ni en el caricter juridico, ni en el estado eclesiastico, ni en Ja predicacién de 1a moral, ni en el sencillo anuncio del Evangelio o la ensefianza del Dogma, sino en Ja vida sa- cramental litirgica, en Ia celebracién de los misterios del culto” (J). Asi ha podido decir Guardini, con razén, que Ia Liturgia esta toda entretejida de Dogma y se fundamenta basicamente sobre Ja verdad teoligica. Por eso Ia renovacién litiirgica tal como Ia proclamaba Guardini, y la proclamaron siempre Ia Iglesia, contra las corruptelas particularistas, y los sabios monjes benedictinos, celosos depositarios del alma de Ja Liturgia, significaba no sélo el retorno a Ia Iglesia tradicional, sino Ia derrota de la Piedad sin jugo, de la religiosidad devocionera, del catolicis- mo individualista, que habia introducido Ia disgregacién até- mica en el reino de Cristo y que era preciso invalidar por 1a socilizacién profunda del sentimiento religioso, por la con- cleneia de Ia perfecta vida colectiva y el sentido de Ia unl- dad cristiana, de Ia unidad biolégica y organica que es esen- cial en el concepto de Iglesia y en la razén de ser miembros animados de su cuerpo mistico. Asi se derrocaba la falsa equivalencia, la perniciosa sino- nimia establecida entre Liturgia y ritualismo, ceremonialis- mo, pompa y cultual, bajo cuyas pomposas frondosidades no circulaba, fresca y renovadora, Ia sanere arterial de la vida (1) Vid. el ensayo Liturgie ct vie Iaigue, 1927, publicado en Wisderbeoconang von Kivche und Kultur in Deutschland, Ck. yor . Harcourt, —8— ‘NTRODUCcCr1OYN crsinos ano aga — a Sts Doster ht ett camenia er nn sets tla i eeu din penny este se pene de ee Be esima as toa ee SS Dai sidaa; ‘nO es sentimiento, sino Sentimentalismo; no es titur- 1, si ce gen eters habia senerlizado fn falea estimacion, wi og oe ae tive muchos cna gue a0 Sereda romana Prescripeiones, de rubricas minuciosas, de ritos inte. ‘es, Pero inanes. Se le concedia una ci anes tinal ones atc etal de Pero escasa o ninguna trascendencia vital. ¥ con ello se on Mane ge tara eal sn le ils aebseriaextensno amas asin‘ lit ge ears de ta a7 rma dn vida eristiana, Ya que no hay religién, ni verdadera ni falsa tne el in i un bade res 0 saeramentos sensibles. Como no hay, no puede haber tema one y nase a i nie ida dete hte on Dies espiritu religioso de la comu- Por eso la Liturgia es teocéntrica: Crist is es do aravtacin de las alman El Homage a oe 82 Spo ye ima eee cat mh emict iS on ands eee Beh remota rc ca waa aan, Sa ei lue es el acto externo de reli; rién, sincrénic Parents nes Bot a nc da fray ea en ln algae de ae ee aie 2 te {ometido a las servidumbres de la materia, y tiene que some, ian wn haste ee Hence some ios. Los filésofos discuten Jargamente acerca de Ja inter- () Valor educative de ta Liturgia i Coma heaton gla Lita Cato, pigs sn, 21, Bact —19 EL ESPIRITU DELA LITURGIA sen oon eon mn and le “a Me claps nn ee tne some yD zt ees Seams ae 7 oe sn eu it dn bn — ie 6 A a et tn Jectiva en su trato con Dios. etn sha in San Ds oe nts Meta en om nidad cristiana en ejercicio; es funcién profundamente vi- ee un epee Oa See seat oon Ce ta eka Were 0) Jo tanto, también funcién social y humana en alto grado. Es ee Ls ecm se nt mae ee eat mgs ri seen ven ‘vida divina de los hombres y trasmisién de 1a vida cristiana we eo aie rns cn iy 2 Mt rn at aga uote peak ee ar tte a Sterna 7 So ie Ane ah sen a a spas oer sor atlas ei, earns Se eS ae Sia ne —20— IN TRODUCCION de San Benito Ia Liturgia es “Officium servitutis Ecclesie”, “Anticuamente Ia Liturgia — dice Dom Festueiére (1) — arreglé para su uso Ios retiros de las Catacumbas y cons- truyé las basilicas; en otros tiempos y baio otros cielos Ie- vant6 nuestras Telesias abaciales roménicas y nuestras cate drales géticas. Ella contrajo profunda alianza con el arte de nuestros padres”. La Litureia es — seein Dom Beauduin (2) —Ia teolocia del pueblo; vulgariza el Dogma, haciéndole pa- sar al espiritu, al corazén, al alma de los fieles con su arte pedagéeico consumado. La Liturgia brota del hecho de Ia Comunidad viviente religiosa, que es producto de Ia aportacién regulada de las enereias individuales. Si en todas, mucho més en Ia sociedad Titiirgica se requiere 1a sabia coordinacién del sentimiento colectivo, de las emociones e iniciativas individuales, de los anhelos, fervores y simpatias personales para hacer crista Iizar toda esa superabundancia espiritual en Ia “oracién co- lectiva”, en In plegaria uninime, integrada por voces innu- merables, de Ia Santa Ielesia, Madre comtn de los que en ella viven. Por eso Ia primera condicién que Ia Liturgia im- pone es Ia renuncia generosa a las propias expansiones, que no encajen dentro de Ia reglamentacién comin; es el some- timiento de toda tendencia antropocéntrica, de toda insur- zencia egoista, del mandarinismo instintivo de Ia autonomia de nuestros sentidos. En la vida Mtdrgica no hay “yo” — dice Guardini — sino sélo “nosotros”. Los individuos en ella, ‘io son mieros agregados o sumas numéricas, sind membros ‘vivos unidos a un tronco comin, El individuo se ordena a Ia comunidad litirgica y se somete a su disciplina, no para anu- Iarse anénimamente, sino para reportar de ella energia, y en- trar en el torrente de Ia vida divina que circula por el cuerpo mistico de Ia Iglesia. Ello supone, como base primordial, el espiritu de sacrificio, Ia negacién de toda finalidad utilita- ria, La trascendencia enorme de la Liturgia est en que fa (1) La Liturgie Catholique, pag. 14, Cit. por Gomé. @ La Piété de PEolise, pig. 93. Tb. —2ar— a . EL ESPIRITU DE LA LITURGIA vorece el ejercicio de esa pura actividad, que es Ia suprema en el hombre, de rendir adoracién al Dios que creé las vidas y las almas, y de “vivir”, que es el hecho decisivo, unidos a ‘Cristo, Cabeza de este organismo animado que es Ia Iglesia. Si fuéramos individuos aislados, no tendria razén de ser Ja Liturgia: pero constituimos Ia gran familia cristiana, y hemos de vivir colectivamente la vida de Cristo. Claro es que todo esto no atrofia, ni mucho menos, Ia vida individual; més bien la enriquece, Ia estimula y canaliza por los seguros eauces de Dios. Cuanto mas intensa sea Ia vida co- lectiva cristiana, mas profanda ser Ia vida individual y priva- a. “Toda oracién—dice Msr. Kerkhofs (1)—que implique una comunicacién con Dios, es decir, Ia oracién piiblica y Ia ora- cién privada, pueden en realidad compararse 2 una audien- cia privada o publica. Ante Dios, no difiere una y otra de lo que difieren ante Ia consideracién de los hombres”. “La ora- clén privada en lo secreto se trueca de suyo — dice el P. Ser- tillanges (2) — en cosa comin, por virtnd de Ia unidad es- piritual que nos liga. ¥, por otra parte, Ia oracién colectiva retiene todo lo esencial de Ia privada, porque Dios nos ve a ‘cada uno de nosotros, concretamente, tal y como somos, a Ia vex que contempla la comunidad de todos los creyentes, apretados en unldad, a despecho de las dispersiones que Ia vida cotidiana implica”. No existe, pues, el peligro, potenciado por Tos esclavos de su misera subjetividad piadosa, de que la Liturgia devore ¥ absorva, anuléndola, Ia vida privada de oracién, Jas eleva- ciones contemplativas del individuo, Ia pura actividad per- sonal (3). Lo que hace es someter al individuo a disciptina, a (i) Pritre tturoique et pritre privée en ef vol. Priére Liturgique it Vile Chrétonne, pags 129" Cours et Conferences des Semaines li- furpiques. ‘Tome. Namur, 1632. (@). La Pritre, pig. 33%, Art Cotholique, roxy. Tb. {G) Veace el doeumentao y bello ensayo de Rodolphe Hoornaert, Liturgie et. Contemplation, en el que, expone fas relaciones y_armo- ee eitce ambes enistente, Etudes Carmélitaines, Mystiques et Mis. Slonnaives, Abril 1932. —2— IN TROODUCCION ordenamiento: canalizar las dos corrientes poderosas de Ia vida privada y colectiva, y hacerlas desembocar en el océano de Dios, de donde afiuyen, transformadas en agua de gracias, para alimentary sostenor Ia unidad del individuo con Ia colectividad cristiana, a la que vive intimamente asido por los vineulos hereditarios del amor de Cristo. EP. Mersch ha analizado agudamente Ia bella férmula citada del P. Sertillanges; “La Priére dans le secret est deja chose commune en raisson de Punité spirituelle qui nous lie”, fandado en Ia doctrina admirable del cuerpo mistico, de Ia unién vital existente entre los cristianos con su divino Maes- tro y de los mismos entre si, y concluye con estas categ6ri- cas palabras: “No existen oraciones cristianas aisladas; pues en ese caso dejarian de ser cristianas, Un cristiano no lo es ni puede obrar en cristiano, sino sélo en virtud de Ias liga~ duras que le unen a todos sus hermanos en Ia fe y a Jesucris- to, Su oracién, por consiguiente, es universal, catélica, piibli- ca, unida a todas Ins demas plegarias cristianas, por el prin- cipio que Ia anima y Ia convierte en oracién cristiana” (1). Pero nétese bien que no hay en ello mixtificacién alguna, que no se trata de reducir Ia oracién particular a la oracién colectiva, sino sélo de elevar a aquella de categoria, de in- sertarla en un sistema orgénico de vida, en el que se armo- nizan, se refuerzan y se entiquecen de sentido y trascenden- cia todas Ias actividades del individuo, concurrentes a la onseeucién de una finalidad suprema. Las frases -del-P, ~-Mersch no suponen, entiéndase bien, Ia anulactén de la ple- garia individual, como podria deducir con floja légica algin espiritu quisquilloso y asustadizo por Ia flaqueza dogmitica de su fe y la cortedad de su teologia, sino que quieren decir s6lo e6mo Ia oracién privada, en virtud del principio univer- sal de amor que Ia influye, sin dejar de serlo, adquiere el rango de plegaria cristiana y universal, porque cualquiera movimiento 0 vibracién de Ia mis infima parte. miembro (1). Pritre du chrétion, Pridre des membres en la Nouvelle Reowe Theologique, pig. 104. Feb. 1931. —23— EL ESPIRITU DE LA LITURGIA del cuerpo pertenece a la totalidad orgénica del mismo (1). Bien sabido es que si Ia oracin cristiana tiende por impulso native a unirse con Ia oracién de Cristo, de Ia cual recibe efi- ciencia, como Ia vida cristiana tiende a Ia unificacién moral con Cristo-para-justifiear_tas palabras admlrables del Apés- tol; y sila Liturgia no admite Ia bifurcacién de Ia plegaria publica y privada en direcciones divergentes, sino que las hace brotar de un mismo manantial para, después de seguir su curso propio, haceria confluir en un mismo centro, mu- cho menos admite que dejen de ser distintas, que se puedan invertir arbitrariamente o suprimir cualquiera de ellas. El mismo Evangelio — dice el Obispo de Lieja, Kerk- hofs (2) — que nos manda pedir al Padre comin en Ia so- ledad de nuestro retiro, “clausso hostio” (3), nos dice también que “donde quiera haya dos o tres reunidos en mi nombre alli estoy Yo en medio de ellos” (4). Por eso se precave sa- biamente Ia Liturgia contra todo exclusivismo, y procura Ia consonancia fecunda de Ia vida y de Ia oracién eristiana, {1)_ EI P. Herwegen expone coneretamente cémo ta Lituraia 5 piblica, no sélo en euanto hace referencia a la totalidad, sino tam- bién ewando cleva el rango de ta oracién particular, pues dentro de fa Iglesia Tas plegarias individuales se truccan en ‘Liturgia, situin- dose asi sobre un fundamento objetivo y rebasando Ja limitacién y contingencias de fo meramente individual. Ahi radica su grandera y cficacia. Toda Ja Creacidn, cn Ia Liturgia, es coro de alabanza. al Criador lo particular, refejo de todo. el’ Cosmos. “Die Liturgie der Kirche — dice textualmente — ist aber offent- lich nicht bloss in dem antiken Sinne, dass sie nur das Ganze Beriick- ichtigt, sie erhebt und verklirt vielmehe auch das Gebet des ein- zelnen. Auch das Gebet der Finzelseele wird in ihr zur Liturgi Das Gebet des einzcinen wird aber durch die Liturgie auf ein obj tives “Fundament gestellt, auf ein grosses, iiber rerichtet, ber die Enge und Zufilligkeiten des Indi fgchoben, Die ganze Schdpfung lobt in der Liturgie den SchOpfer, der cinzelne spiezelt in sich das, Universum”” Introduccién al Espiritu de le Liturgia, de R. Guardini, como se verd mis adelante. (2) Vid. Priére Litwroique et Vie Chretidune, pig. 331, G) By. S. Math. 6, 6. @) Ib, 18, 20 IN TRODUCCtION publica y privada, determinando con precisién su rango ¥ In jerarquia de su valor espeeifico, pero haciéndolas servir a Ia armonia funcional del individuo, en su doble condicién de ser individual y social; de ese modo es como queda encua- Grado dentro del orden eésmico que comprende a toda cria- tura. “Ordo ductt ad Deum”, dice-S.Agustin, wu El edificio de Ia Liturgia descansa sobre el fundamento ob- jetivo de la verdad dogmatica. Sin dogma no hay Liturgia. No es practicismo sentimental aunque, en parte, a eso 10 hayan reducido las corruptelas contempordneas, y de ahi ese catolicismo epidérmico, desatomizado, sin fuerza colectiva, aque impera con féeil y extenso dominio en muchas almas, por ausencia del vigoroso sentido litérgico de la vida cristia- na (1), No sélo faltaba el sentimiento vineular de familia, de congregacién cristiana unida por la comunidad de ideas ¥ fines, sino también el sentido vital profundamente dogmitico fe Ia Liturgia Catética (2). De ahi el enorme interés que despert6é esta nueva manifestacién metafisica de lo litir- ico, que Guardini traté de instaurar sobre los pilares més sélidos y esenciales de Ia iden de Cristianismo. Sélo por una falsa concepeién de la Liturgia ha podido decir Mauclair la torpe frase de que el “Cristianismo es un vasto error senti- mental”. El Protestantismo quiso fundar convencionalmente Ia ()_“Separar la idea, de fa accién y reducir la vida cristina af automatismo de unas prictcas rituales — dice el Dr, Gomi, que ro se comprenden, es mutilar Ia accidn cortendo el mudo por. donde recibe Ja savia; es hacer de la Religidn una funcién somitiea”, Obr. cit, pag. 115. (2) Léase con atencién el profundo y bello capitulo en que Guar- dini trata de Ta supremacia del Logos sebre el Ethos, para ver eOmo sin verdad no hay Liturgia y cémo el sentimentalismo, por’ consi= auiente, es su més solapado enemigo. 25 — EL ESPIRITU DELA LITURGIA s‘yeligign det espivitu”, falseando una frase biblica, sin enlto, Ui skabeles, ni Litargia, ni manifestaciones externas, y abt mtd af resultado de su fracaso, de su falta de intimidad, de Su gelider, de su ausencia de humana simpatia: quiso subli- wor la_autonomin espiritual y segé las raices de In pledad piblica, atrofié Ia emocién popular, el sentido intimo de £2 rifaridad cristiana, atosizada por el exceso de egocentrismo, “Reducir 1a Religign a lo puramente espiritual, es relegarla fa In regién de los astros”, ha dicho un insigne apotogista (1). Ta Liturgia es, pues, una gran sintesis doctrinal e histé- vies, Utiliza toda contribuctén o factor humarios para efer~ Gitar y perfeccionar al hombre en funcién de Ias cosas de Dios (@. A Ia ver que proseribe el automatismo cultual, porque ella es corriente de vida, postula los grandes con- Pontos de jerarquia, unidad y orden, de donde dimanan su Srofunda trabazén disciplinar, su légica inflexible, su peren- vegnd metafisica, Por ser no sélo rito sino funcién soctal 1- ferta al individuo de su antropocentrismo renacentista, de ee protestante y kantiana soledad subjetiva; y por ser fun- tion individual, nserta en un mundo arménioo de actividay ‘sustrac para su salvacién del pelagianismo rousso- Ges, se sustrac para o roun= ) Moussard, Apologie du culte catholique, pie. 6, “En ta me- ca eet Meet ean eo ae ia Bia, Angela de o> Time Ratan Fay oraciOn del. cucrpo, fos labios que oran, el pecho te capt, el roo que se taniur, Tas manos guts fala, © que suspirg Clerpo que. s¢ posta, estriha Ja, fuerza de ta vida reli- Tip fotima de hombres y pueblos”. Dr, Gomé, obr. cit, "Por Tos Se Tetnablcs — escibe Sure — el hombre Tlena en cierla ma since sens y, neciprocarente estos se afirman y robustecen Por Seen ae settee De wirute et Stott Religions, Tract, %. Le 2 8 EE Ok te alte tie, cst sa pic, se, manifesto tion datéciane, auset {rappante qifll est possible, son bruit, sa_ po eer acon observance tniversellement et, vsiblementt in- Fe en race tes détails de la vie publiqae et de 1a vie intérieure, SSC al teat ce on fait ey fee, ls emp etfs witables varices (Siganke Asal fautil dire hardiment ove les cloches, te maigre, fe Tanne. at ies inetetions profondement sages, et, de chose ere ats, ndcessires.indispensables”. Joubert, Pensées, p&- ginas’ 38 y 99. Paris, 1909. — 6 — f IN TRODUCCION niano, del comunismo sentimental, de Ia socializante agremia- cién mecinica. En toda concepcién individualista Ia vida es un fin en si; en la grandiosa “Weltanschauung” de Ia Li- turgia Ia vida no es mas que un medio, ennoblecido por el resplandor que le comunica la claridad de finalidades supre- mas. Asi es como puede comprenderse Ia efleacia liberadora de la Liturgia para que el alma, recluida en su mazmorra psi colégica, recobre Ia personalidad y salga gozosa a reanu- dar su comercio inteligente, nutrido de relaciones, con el mundo de lo objetivo. ¥ de ahi también su profunda virtud pedagégica para la elevacién integral del individuo. Con ra- zén se puede asegurar que la Liturgia Catélica es una obra admirable de equilibrio, Es contemplacién y accién, es teoria ¥ ejercicio, es experiencia y cultura, es intimidad y expre- sién (1). Si toda Ia vida cristiana debe ser accién, Ia Litur- gia debe ser profundamente dindmica como expresién que es de esa misma vida, dice el Dr. Gomd. Toda la vida de Ja Liturgia se reduciria a un mecanismo de férmulas, de juegos malabares, de ornamentacién capri- chosa, si no fuese, como Io es en realidad, expresién de un contenido, es decir, si no estuviese animada por Ia corriente poderosa del Dogma y de Ia Verdad. Sin Verdad y Dogma no puede haber Liturgia. Asentada Ia Liturgia sobre esa inconmovible base metafisiea, es ecua- cionable, en ef orden de su ejecucién, con la magnifica ¥ abareadora férmula de “Religién y Cultura”, ¥ de ese modo (1) Es lo que grificamente dice Guardini en otra de sus obras mAs celebradas: “Der Weg zur liturgischen Lehen geht eben nicht Gurch blosse Belehrung, sondern er geht vor allem durch das Tun, Schauen und Tun sind die Grundkrafte, in die alles Ubrige_einge- senkt werden muss, Erleuchtet durch kiare Leher; in dem Zusam menhang der katholischen Tradition verwulzelt durch che Unterweisung: das gewis . Aber ein Tun muss es sein — und, nicht war, etwas wirklich fu ist mehr, als bloss es iiben, damit es Fichtig.gekconnt werde! Tun ist etwas Elementares, in dem’ der ganze ‘Mensch stehen muss, mit sienen schaffenden Kraften; ein Iebendi- es Vollzichen must es sein: ein Iebendiges Erfahren. Aufassen, Schauen”. Vid. Von Aeiligen Zeichen, pig. 9, Mainz, 1929. a

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