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FERNANDO LEAL ARAVENA

ABOGADO
4 PONIENTE –EX O´HIGGINS– 507
TALCA

PROCEDIMIENTO : ORDINARIO (HACIENDA)


MATERIA : INDEMNIZACIÓN DE PERJUICIOS
DEMANDANTE : MARÍA ALICIA JAQUE VELOZ
RUT : 7.954.859-6
ABOGADO PATROCINANTE : FERNANDO LEAL ARAVENA
RUT : 10.218.749-0
DEMANDADO : FISCO DE CHILE
RUT : 61.006.000-5
REPRESENTANTE LEGAL : ABOGADO PROCURADOR FISCAL DE TALCA
(José Isidoro Villalobos García-Huidobro)

EN LO PRINCIPAL: Demanda de indemnización de perjuicios. PRIMER OTROSÍ:


Acredita personería. SEGUNDO OTROSÍ: Patrocinio y poder.

S. J. L. EN LO CIVIL DE TALCA

FERNANDO LEAL ARAVENA, abogado, domiciliado en calle 4 Poniente –


ex O’Higgins – N° 507, Villa Edén, Talca, mandatario judicial, según se acreditará,
de 1) doña María Alicia Jaque Veloz, labores de hogar, cédula nacional de identidad
7.954.859-6, domiciliada en Pasaje Dr. Hernán León N° 1947, Población San Pablo,
San Javier; de 2) don Juan Ignacio Araya Crespo, estudiante, cédula nacional de
identidad 20.349.208-1, domiciliado en Pasaje Dr. Hernán León N° 1947, Población
San Pablo, San Javier; de 3) doña Alejandra Andrea Araya Crespo, estudiante,
cédula nacional de identidad 19.255.789-5, domiciliada en Pasaje Dr. Hernán León
N° 1947, Población San Pablo, San Javier; de 4) doña Lidia Ester Crespo Jaque,
labores de hogar, cédula nacional de identidad 14.544.750-K, domiciliada en Santa
Ana, Angostura interior sin número, San Javier; de 5) doña Ana Carolina Chamorro
Jaque, cajera bancaria, cédula nacional de identidad 16.255.896-K, domiciliada en
Prieto N° 943, departamento 603, Brisas del Maule, Constitución; de 6) doña María
Ester Crespo Jaque, manipuladora de alimentos, cédula nacional de identidad
13.354.674-K, domiciliada en Sacerdote Jaime Ballet N° 3495, Población San
Ignacio 2, San Javier; de 7) don Delfín Antonio Crespo Jaque, carpintero, cédula
nacional de identidad 14.054.374-8, domiciliado en Vilcún N° 933, Altos de Quirihue,
Quirihue; de 8) don Jerson Esteban Crespo Jaque, chofer, cédula nacional de
identidad 14.324.378-8, domiciliado en Esmeralda N° 875, Quirihue; de 9) doña Ilse
Ivonne Jaque Veloz, ejecutiva comercial, cédula nacional de identidad 18.574.110-
9, domiciliada en Maguillines, Pasaje Las Encinas N° 851, Constitución; de 10) don
Delfín del Carmen Crespo Pereira, chofer, cédula nacional de identidad 6.580.113-

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2, domiciliado en Esmeralda N° 875, Quirihue; de 11) don Alba de las Mercedes


Salgado Valdés, labores de hogar, cédula nacional de identidad 16.679.489-7,
domiciliada en Bicentenario V, Block N° 1328, departamento 302, Constitución; de
12) doña Margarita de las Mercedes Valdés Núñez, labores de hogar, cédula
nacional de identidad 6.726.145-3, domiciliada en Bicentenario V, Block N° 1328,
departamento 302, Constitución; de 13) don David Alejandro Araya Valdés, guardia
de seguridad, cédula nacional de identidad 14.055.082-5, domiciliado en 18 Norte
N° 1126, Talca; de 14) don Daniel Luis Araya Valdés, guardia de seguridad, cédula
nacional de identidad 12.542.830-4, domiciliado en Población Villa Sol de
Septiembre, Pasaje 2, Casa 14, Constitución; de 15) don Camilo Antonio Araya
Valdés, guardia de seguridad, cédula nacional de identidad 12.371.639-6,
domiciliado en Manuel Francisco Meza Seco, Block 470, Séptima Etapa,
departamento 202, Constitución; de 16) doña Sandra Elizabeth Huenupi Valdés,
ingeniero comercial, cédula nacional de identidad 17.901.415-7, domiciliada en Toro
Mazote 110, departamento 2920, Estación Central, Santiago; de 17) don Víctor
Alejandro Vergara Valdés, estudiante, cédula nacional de identidad 19.254.916-7,
domiciliado en Condominio Manuel Larraín, 9 ½ Oriente 2235, departamento 402,
Talca; de 18) don Alex Mauricio Bravo Meza, pescador artesanal, cédula nacional
de identidad 10.924.377-9, domiciliado en Rengifo, Torre B, departamento 202,
Constitución; de 19) don Héctor Antonio Bravo Meza, mecánico industrial, cédula
nacional de identidad 10.170.955-8, domiciliado en Vicuña Rosa 6848, Cerro Navia,
Santiago; de 20) doña Doralisa de las Mercedes Bravo Meza, labores de hogar,
cédula nacional de identidad 10.165.310-2, domiciliada en Villa Cristina, 11
Poniente, 29 Sur N° 0882, Talca; de 21) don Luis Hernán Bravo Meza, empleado,
cédula nacional de identidad 7.669.407-9, domiciliado en El Canelo 2593, Villa
Ahukanche, Padre Hurtado, Santiago; de 22) doña Angela del Carmen Bravo Meza,
secretaria, cédula nacional de identidad 7.608.247-2, domiciliada en Población Los
Guanayes, Pasaje Las Ilusiones N° 866, Constitución y; de 23) don Luis Enrique
Bravo Marabolí, jubilado, cédula nacional de identidad 3.651.685-2, domiciliado en
Población Los Guanayes, Pasaje Las Ilusiones N° 866, Constitución, a US.,
respetuosamente digo:

Que por este acto y en la representación que invisto, vengo en demandar en


juicio ordinario al Fisco de Chile, persona jurídica de derecho público, representado
legalmente por el Abogado Procurador Fiscal de Talca, don José Isidoro Villalobos
García-Huidobro, ambos domiciliados en calle 1 Poniente N° 1055, comuna y

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ciudad de Talca, ello en base a los fundamentos de hecho y de derecho que a


continuación paso a exponer:

I.- LOS HECHOS

El día 27 de febrero del año 2010, a las 03:30 horas AM, aproximadamente,
nuestro país vivió un gran sismo de 8,8 grados Richter. En la comuna de
Constitución, familiares de los demandantes, ese día y a esa hora, habitaban el
Conjunto Habitacional Cerro O’Higgins de la mencionada ciudad de Constitución,
ubicado en calle Rengifo N° 705 a 775, el cual consistía en 84 viviendas básicas en
Edificio Tipo C (de tres pisos), construidos con subsidios habitacionales entregados
por el Estado de Chile.

A la hora señalada, los Block 765 y 775, presentan un colapso de las


columnas y muros del primer piso, lo que generó pérdida de apoyo vertical y con
ello una consecuencia de descenso de todo el edificio. A raíz de lo anterior, se
producen todas las demás fallas de losa y muros superiores, colapsando y
destruyéndose los primeros pisos de los Block N° 765 y 775 de calle Rengifo,
construidos en la parte más alta del terreno, y que correspondían a dos edificios
aislados, con dos departamentos por piso en edificio de 3 pisos, quedando reducido
éstos a dos pisos por la destrucción del primero de ellos en cada caso, resultando
fallecidas en el acto ocho personas aplastadas por la construcción colapsada,
familiares de los demandantes, las que a la hora de ocurrido el sismo del 27 de
febrero de 2010, se encontraban al interior de los departamentos ubicados en el
primer piso de los block 765 y 775, y cuyos nombres son los siguientes: Gloria del
Carmen Crespo Jaque (30 años), Pedro Juan Araya Valdés (33 años), Carol
Ivonne Araya Crespo (3 años), Martina Javiera Araya Crespo (1 año), Iván
Marcelo Bravo Meza (35 años), María Fernandina Valdés Valdés (37 años),
Valentina Ignacia Bravo Valdés ( 4 años) y, Aurora Belén Bravo Valdés (5
meses).

A raíz de la destrucción de los edificios del Cerro O’Higgins, con ocasión del
terremoto del 27 de febrero del 2010, 83 personas -distintas de los actuales
demandantes- también demandaron al Fisco de Chile en juicio ordinario de
indemnización de perjuicios por daño moral, causa Rol C-433-2014, del Primer
Juzgado de Letras de Talca, caratulada “ALEGRMA/FISCO DE CHILE”, proceso en
el cual la Iltma. Corte de Apelaciones de Talca acogió la demanda interpuesta (Rol

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Corte Civil-54-2016), ordenando pagar una indemnización a cada uno los


demandantes por daño moral y, que luego en la Excma. Corte Suprema, se
rechazaron recursos de casación en la forma y fondo deducidos por el Consejo de
Defensa del Estado, manteniéndose a firme las indemnizaciones fijadas por el
tribunal de alzada maulino.

Cabe señalar que, el fallo del máximo tribunal del país (Rol Civil-5365-2018),
en su Considerando Décimo séptimo, establece una verdad judicial irredargüible:
”Así, es la omisión en la que incurre el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, es
el aspecto de hecho que constituye la falta de servicio que genera la
responsabilidad del Estado, puesto que resulta inadmisible que, con pleno
conocimiento que el conjunto habitacional tuviera defectos de construcción,
no haya adoptado medidas para establecer si aquello podía ser objeto de
trabajos que permitieran afianzar la estructura o si, por el contrario, el estado
de la construcción revestía un peligro para quienes la habitaban. En efecto, la
circunstancia particularísima de estos autos, que determinan la decisión
respecto de la prescripción alegada, vinculada a que la conducta omisiva
proviene de un órgano de la Administración del Estado es relevante, toda vez
que éste, a diferencia de un particular, tiene un rol de garante, toda vez que de
conformidad con el artículo 1° de la Carta Fundamental, aquél está al servicio
de la persona. Lo anterior es reiterado por el artículo 3° de la Ley N° 18.575,
que establece, además, que la finalidad de los referidos órganos es promover
el bien común atendiendo las necesidades públicas en forma continua y
permanente y fomentando el desarrollo del país a través del ejercicio de las
atribuciones que le confiere la Constitución y la ley, cuestión que, en la
especie, fue desatendida. Es en este aspecto que se debe enfatizar que Chile
es un país sísmico, por lo que el estándar de las construcciones determina
que deben estar preparadas para resistir eventos de esta naturaleza. El
conjunto habitacional Cerro O’Higgins, claramente no cumplía tal estándar,
pues fue construido defectuosamente; empero, no es la falla en la
construcción o la falta de fiscalización de la calidad de la construcción aquello
que constituye la falta de servicio. No. Lo que se reprocha específicamente es
la falta de adopción de medidas concretas a partir del conocimiento cierto
respecto de las fallas de construcción, pues es indudable que la condonación
de la deuda hipotecaria es una medida del todo insuficiente, por el contrario,
a través de aquello se da a los vecinos la falsa impresión de que pueden seguir
habitando sus inmuebles porque aquello no reviste peligro, en circunstancias

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que la autoridad no realizó gestión alguna para verificar que aquello fuera así,
exponiendo a las familias al riesgo que finalmente se concretó el 27 de febrero
del año 2010, oportunidad en que producto del sismo que afectó a esa zona
del país, el conjunto habitacional colapsó.”.

En mérito de lo anterior, existe una verdad judicial plasmada en un fallo de


la Excma. Corte Suprema, que ha establecido que el Estado de Chile incurrió en
una falta de servicio, consistente en no haber adoptado las medidas concretas a
partir de su conocimiento cierto respecto de las fallas de construcción del Conjunto
Habitacional Cerro O’Higgins de la ciudad de Constitución, exponiendo a las familias
que allí habitaban, riesgo que finalmente se concretó el 27 de febrero de 2010,
cuando el edificio colapsó. Es decir, el Estado de Chile es RESPONSABLE de la
muerte de las ocho personas antes individualizadas, a quienes tenía el deber de
proteger, adoptando las medidas para evitar lo que finalmente ocurrió. Ellos aún
vivirían si los agentes del Estado hubiesen cumplido con sus deberes, mis
representados tendrían vivos a sus hijos, a sus padres, a sus hermanos, a sus seres
queridos, mas hoy solo tienen su recuerdo y el trauma de haberlos perdido de la
manera más trágica imaginable.

Los demandantes María Alicia Jaque Veloz y Delfín del Carmen Crespo
Pereira son los padres de la fallecida Gloria del Carmen Crespo Jaque y abuelos
por línea materna de las niñas fallecidas Carol Ivonne Araya Crespo y Martina
Javiera Araya Crespo; los demandantes Juan Ignacio Araya Crespo y Alejandra
Andrea Araya Crespo son hijos de la fallecida Gloria del Carmen Crespo Jaque y
del fallecido Pedro Juan Araya Valdés, asimismo, son hermanos de las niñas
fallecidas Carol Ivonne Araya Crespo y Martina Javiera Araya Crespo; los
demandantes Lidia Ester Crespo Jaque, María Ester Crespo Jaque, Delfín Antonio
Crespo Jaque, Jerson Esteban Crespo Jaque y Ana Carolina Chamorro Jaque son
hermanos de la fallecida Gloria del Carmen Crespo Jaque y tíos por línea
materna de las niñas fallecidas Carol Ivonne Araya Crespo y Martina Javiera
Araya Crespo y; la demandante Ilse Ivonne Jaque Veloz es tía por línea materna
de la fallecida Gloria del Carmen Crespo Jaque y tía abuela de las niñas fallecidas
Carol Ivonne Araya Crespo y Martina Javiera Araya Crespo.

La demandante Margarita de las Mercedes Valdés Núñez es madre del


fallecido Pedro Juan Araya Valdés y abuela por línea paterna de las niñas
fallecidas Carol Ivonne Araya Crespo y Martina Javiera Araya Crespo; los

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demandantes David Alejandro Araya Valdés, Daniel Luis Araya Valdés, Camilo
Antonio Araya Valdés y Alba de las Mercedes Salgado Valdés son hermanos del
fallecido Pedro Juan Araya Valdés y tíos por línea paterna de las niñas fallecidas
Carol Ivonne Araya Crespo y Martina Javiera Araya Crespo.

Los demandantes Sandra Elizabeth Huenupi Valdés y Víctor Alejandro


Vergara Valdés son hijos de la fallecida María Fernandina Valdés Valdés y
hermanos de las niñas fallecidas Aurora Belén Bravo Valdés y Valentina Ignacia
Bravo Valdés.

El demandante Luis Enrique Bravo Marabolí es padre del fallecido Iván


Marcelo Bravo Meza y abuelo por línea paterna de las niñas fallecidas Aurora
Belén Bravo Valdés y Valentina Ignacia Bravo Valdés; los demandantes Alex
Mauricio Bravo Meza, Héctor Antonio Bravo Meza, Doralisa de las Mercedes Bravo
Meza, Luis Hernán Bravo Meza y Angela del Carmen Bravo Meza son hermanos
del fallecido Iván Marcelo Bravo Meza y tíos por línea paterna de las niñas
fallecidas Aurora Belén Bravo Valdés y Valentina Ignacia Bravo Valdés.

El dolor experimentado por los demandantes es inconmensurable, ellos eran


parte de la familia de los fallecidos, hasta el día de hoy sufren los efectos
psicológicos, morales y afectivos de la tragedia vivida, los cuales nunca fueron
reparados por el Estado de Chile, incumpliendo nuestro país con sendos fallos de
la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que una y otra vez ha condenado
a nuestro país por violar garantías reconocidas en la Convención Americana y en
donde la reparación a víctimas de violaciones al Corpus Iuris Interamericano es una
exigencia para un país signatario del tratado. El fisco prefiere dilatar, no responder
y eludir su evidente responsabilidad, saben que si una causa de esta naturaleza se
internacionaliza, serán inevitablemente condenados, porque es evidente que se
generó una responsabilidad del Estado, y que en este caso en particular, dicha
responsabilidad ya está declarada por un fallo de la Excma. Corte Suprema, amen
que de acuerdo al derecho internacional, dicha responsabilidad es
IMPRESCRIPTIBLE.

II.- El DERECHO

i.- De la responsabilidad del Estado

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El artículo 38, inciso 2º, de la Constitución Política de la República, señala


que cualquier persona que sea lesionada en sus derechos por el Estado podrá
reclamar antes los tribunales de justicia.

Este precepto consagra una verdadera acción constitucional para hacer


efectiva la responsabilidad de los organismos del Estado, cuando éstos por su
actividad provoquen un daño a una persona, ya sea natural o jurídica.

En efecto, la Corte Suprema ha sentenciado que: “la responsabilidad del


Estado por actos de la administración,(…), emana de la naturaleza misma de esa
actividad estatal, en cuanto organización jurídica y política de la comunidad y de las
variadas acciones que debe desarrollar en el ámbito de las funciones que les
corresponde llevar a cabo para el cumplimiento de los fines y deberes reconocidos
en el artículo 1 de la Constitución Política, para lo cual debe hacer uso de todas las
potestades y medios jurídicos y materiales que ella le otorga, lo que hace que las
distintas responsabilidades que puedan causar esas acciones, se sometan a
normas y principios de la rama del derecho público”. (cfr. Excelentísima Corte
Suprema, 26.01.05, “Bustos Riquelme con Fisco de Chile”, Rol Nº 3.354-03,
considerando Nº 11.).

El fundamento básico de esta responsabilidad legal o extracontractual del


Estado está contenido en diversas disposiciones de rango constitucional,
supraconstitucional y legal, -y todas ellas cuando menos- son normas propias del
ámbito del derecho público.

Para ilustrar mejor este mismo punto es pertinente tener presente la


jurisprudencia de la Excelentísima Corte Suprema, para ello pueden revisarse entre
otros, casos como “Caro con Fisco”, “Bustos con Fisco” y “Albornoz con Ortiz
y Fisco”.
Así en el caso “Caro con Fisco” la Corte Suprema ha sentenciado: “que, como
lo ha sostenido reiteradamente esta Corte, el principio de la responsabilidad del
Estado, si bien se ha consagrado en el inciso segundo del artículo 38 de la
Constitución Política de la República no indica cuál es su naturaleza, de suerte que
para determinarla debe necesariamente recurrirse a la ley, en este caso, el artículo
4 del D.F.L. 19.653, que fijo el texto refundido coordinado y sistematizado de la ley
Nº 18.575, Orgánica Constitucional de bases generales de la administración del
Estado. Esta disposición previene, que el Estado es responsable por los daños que

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causare los órganos de la administración en el ejercicio de sus funciones, sin


perjuicio de las responsabilidades que pudieran afectar al funcionario que la hubiere
ocasionado.” (cfr. Excelentísima Corte Suprema, 19.10.05, “Caro Silva con Fisco de
Chile”, Rol N° 4004-2003, considerando Nº 6.)
Por otra parte, en el caso “Albornoz con Ortiz y Fisco” se refuerza la misma
idea, esto es: “que, tal como lo ha decidido anteriormente esta Corte, la
responsabilidad del Estado por los daños que causen los órganos de su
administración enunciada en el artículo 4 de la Ley Orgánica Constitucional de
bases de la administración, es de derecho público y de carácter genérico, por
emanar de la naturaleza misma de su actividad en el ámbito de las funciones que le
corresponde llevar a cabo para los fines que le cometen la Constitución Política y
las leyes, para lo cual debe hacer uso de las potestades, medios y acciones
materiales conducentes a ellos.” (cfr. Excelentísima Corte Suprema 13.12.05,
“Albornoz con Ortiz y Fisco de Chile”, Rol Nº 4006-2003, considerando Nº 19).
Luego, para una adecuada comprensión y delimitación de la responsabilidad
del Estado, por los hechos que sustentan la presente demanda, resulta insoslayable
remitirnos al Capítulo I de la Constitución Política de la República, sobre las Bases
de la Institucionalidad, donde el Constituyente desarrolla los principios basales
desde donde se estructura todo el sistema institucional. Así, el artículo que da inicio
a nuestra carta primera, en su inciso 4º prescribe que “El Estado está al servicio de
la persona humana y su finalidad es promover el bien común”. En concordancia con
lo anterior, el art. 5º reafirma en su inciso 2º que “El ejercicio de la soberanía
reconoce como limitación el respeto a los derechos esenciales que emanan de la
naturaleza humana. Es deber de los órganos del Estado respetar y promover tales
derechos, garantizados por esta Constitución, así como por los tratados
internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes”.
La conjunción de ambos preceptos resume la doctrina completa del
constitucionalismo, o sea, del Poder limitado por el Derecho, para servir a la persona
sobre la base de los principios que caracterizan a la civilización, centrado en los
valores de la dignidad y los derechos inalienables del ser humano. (cfr. Cea, José
Luis., Derecho Constitucional Chileno. Tomo I. Ediciones Universidad Católica de
Chile. 2002. Pág. 210).
Al respecto, se puede transcribir lo señalado por el Tribunal Constitucional
del país en cuanto: “que de lo expuesto en las consideraciones anteriores se infiere
con nitidez que el ordenamiento institucional estructurado por la Constitución de
1980 descansa sobre ciertos principios y valores básicos, entre los cuales cabe
señalar...: la libertad del hombre, que los derechos fundamentales de la persona

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humana son anteriores y superiores al Estado y la Constitución, razón por la cual


no los crea sino que los “reconoce y asegura”; que el Estado en cumplimiento de su
finalidad propia, cual es promover el bien común, debe darles segura y eficaz
protección ...; que el ejercicio de la soberanía que se realiza por el pueblo y por las
autoridades que la Constitución establece reconoce como limitación el respeto a los
derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana;…que todos estos
principios se encarnan en disposiciones concretas de la Carta Fundamental como
son, entre otros, los artículos 1°, 4°, 5°, inciso segundo, y 19, en especial su número
3, inciso séptimo; y que estos preceptos no son meramente declarativos sino que
constituyen disposiciones expresas que obligan a gobernantes y gobernados tanto
en si mismas, como también, en cuanto normas rectoras y vitales que coadyuvan a
desentrañar el verdadero sentido y espíritu del resto de las disposiciones de la
Constitución” (cfr. Tribunal Constitucional de Chile 21.12.1987, “Requerimiento en
contra del Señor Clodomiro Almeyda, Rol Nº 46, considerando 19°, 20° y 21°).
De este modo, las disposiciones reseñadas en conjunto con los arts. 6º y 7º
de la Constitución, que a su vez establecen los principios de la primacía
constitucional y de juridicidad, respectivamente, conforman el denominado estatuto
de la responsabilidad extracontractual del Estado. Responsabilidad que como
ha quedado en evidencia, emana de la naturaleza misma del ente estatal como
persona jurídica compleja creada para la realización del bien común.
Ahora bien, este conjunto de normas y principios no han hecho sino
reconocer aquello que a nivel internacional se ha venido desarrollando por más de
un siglo. En efecto, concepciones tales como bien común, la superioridad ontológica
de la persona frente al Estado o la dignidad humana como límite a la soberanía
estatal, formaban ya parte integrante del corpus iuris internacional conformado por
el derecho internacional humanitario, así como del derecho internacional de los
derechos humanos, del cual el Estado de Chile – ciertamente – forma parte.
Justamente, el Estado de Chile mediante la suscripción de declaraciones y
convenciones, así como concurriendo con su voto en la aprobación de múltiples
resoluciones por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas y de la
Organización de los Estados Americanos, o bien mediante la vigencia de la
costumbre internacional y los principios generales del derecho reconocidos por las
naciones civilizadas (Vid. Art. 38 Estatuto de la Corte Internacional de Justicia) ha
ido adquiriendo progresivamente una serie de obligaciones que responden a la
obligación general de “respeto de los derecho esenciales del hombre” por parte de
los Estados. Tal obligación se desprende del preámbulo y, entre otros, de los
artículos 3.K, 16, 17, 32, 44, 45, 46 y 136 de la Carta de la Organización de los

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Estado Americanos, en concordancia con los preceptos de la Carta de las Naciones


Unidas, de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, del Pacto de Derechos Civiles y
Políticos y de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
Todo lo anterior, esto es, el desarrollo de este complejo normativo conocido
como Derecho Internacional de los Derechos Humanos, ciertamente ha importado
un cambio significativo en la configuración de la responsabilidad estatal.
Concretamente, en materia de Derechos Humanos, los Estados tienen una
obligación de resultado, cual es, la efectiva vigencia de los derechos y libertades
consagrados en los instrumentos internacionales.
De allí, la responsabilidad del Estado por violación a los Derechos Humanos
surge con carácter OBJETIVO, toda vez que el ilícito por violaciones a los derechos
fundamentales se produce en el momento en que el Estado actúa en violación de
una norma obligatoria, sin necesidad de que exista falta o culpa por parte del agente.
(cfr. Aguiar, Asdrúbal. La Responsabilidad internacional del Estado por violación de
Derechos Humanos. Revista Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Vol.
17, IIDH, 1993. Pág. 25). Se trata en consecuencia de una responsabilidad
objetiva en donde no interesa la presencia de dolo o culpa en el accionar dañoso
del Estado. La responsabilidad internacional del Estado nace al momento en que
con su actuar se infringen los límites que le señalan los derechos humanos como
atributos inherentes a la dignidad de las personas, sin necesidad de que exista falta
o culpa por parte del autor material del acto.
Confirma normativamente esta interpretación, el encabezado del artículo 19
de la Constitución Política que establece los derechos y deberes constitucionales al
señalar de modo categórico que: “La Constitución ASEGURA a todas las personas:”
Así las cosas, el Código Político reconoce y asegura la vigencia de los
Derechos Humanos, obligándose ante la comunidad internacional a su efectiva
vigencia a través del artículo 5º inciso 2º que sanciona e incorpora toda la normativa
internacional aplicable en la especie. Correlativamente, el art. 1º de la Convención
Americana de Derechos Humanos reza: “Los Estados Partes en esta Convención
se comprometen a respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a
garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción,
sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión,
opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición
económica, nacimiento o cualquier otra condición social.”.
Finalmente, el artículo 19 Nº 20 de la Carta Fundamental indica que “la
Constitución asegura a todas las personas la igual repartición de las cargas

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públicas”. Aquí se consagra la idea básica, según la cual, nadie está obligado a
soportar una carga que no haya sido establecida por la ley, ni aun en pro del bien
común, como lo establece la jurisprudencia de la Corte Suprema.

Como ha quedado de manifiesto, la correcta resolución del caso sublite


requiere la aplicación armónica de la Constitución Política, de los tratados
internacionales sobre derechos humanos y de la Ley de Bases de la
Administración del Estado. A contrario sensu, en este conflicto son improcedentes
las reglas propias del derecho de daños contenidas en el Código Civil, toda vez que
dicho estatuto –como es fácil comprender– se construye sobre premisas y principios
diferentes a los del derecho público y al derecho internacional de los derechos
humanos, constituyendo un error de lógica y sistemática jurídica la aplicación de
normas de derecho privado a las situaciones en que se persigue la responsabilidad
del Estado por actos dañosos, ya que ambos difieren en su naturaleza y fines,
destinado a otras conductas e intereses. (Léase al respecto, arts. 27 y 28 de la
Convención de Viena sobre el derecho de los tratados).
La diferencia entre uno y otro sistema de responsabilidad es evidente. Por el
momento basta con recordar que: “es claro que el perjuicio causado a un particular
por otro o por el Estado en cuanto sujeto de relaciones privadas, es diverso al
perjuicio que se le puede causar a un particular por una actuación ilícita y dañosa
de un Estado con relación a los derechos y libertades fundamentales de la persona
humana.” (cfr. Nash, Claudio. Las reparaciones ante la Corte Interamericana de
Derecho Humanos. Santiago de Chile, Centro de Derechos Humanos de la Escuela
de Derecho de la Universidad de Chile. 2004. Pág.23).
En el mismo sentido ha resuelto la Excma. Corte Suprema en fallo reciente
en que pronunciándose en un recurso de casación en el fondo ha señalado “Que,
estas normas de rango constitucional imponen un límite y un deber de actuación a
los poderes públicos, y en especial a los tribunales nacionales, en tanto éstos no
pueden interpretar las normas de derecho interno de un modo tal que dejen sin
aplicación las normas de derecho internacional que consagran este derecho a la
reparación, pues ello podría comprometer la responsabilidad internacional del
Estado de Chile.” (cfr. Excelentísima Corte Suprema 06.03.18, “Sepúlveda/Consejo
de Defensa del Estado”, Rol Nº 2471-2018, considerando octavo).
Asimismo, el fallo de la Excma. Corte Suprema que condenó al Fisco de Chile
por su responsabilidad en lo ocurrido en el Cerro O´Higgins de Constitución, la
madrugada del 27 de febrero de 2010, contiene una prevención del Excmo, Señor
Ministro Sergio Muñoz Gajardo que va en la misma dirección de lo antes señalado,

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en que expresa con claridad meridiana que “..resulta improcedente acoger la


excepción de prescripción de la responsabilidad de la Administración por falta de
servicio, sobre la base de las siguientes argumentaciones: a.- La responsabilidad
del Estado-Administrador se encuentra establecida sobre la base de la normativa
de Derecho Público, de forma independiente y autónoma, incluso en ocasiones
contradictoria con el Derecho Civil, según se ha expresado, por lo que no resulta
aplicable esta rama del derecho a la responsabilidad del Estado Administrador. b.-
La normativa de Derecho Público no contempla, con carácter general, la regulación
de la prescripción extintiva de derechos y acciones. Por el contrario la ha establecido
el legislador respecto de ciertas acciones específicas – entre las cuales no se
encuentra la materia de autos –, las cuales se refieren particularmente a temas de
responsabilidad, como es el artículo 40 de la Ley 19.966, que de estimarse aplicable
la normativa referente a los plazos de prescripción extintiva regulada por el derecho
privado resulta francamente redundante. c.- Los distintos sistemas jurídicos, incluido
el de raíz romano-germánica, como es el chileno, derivado del español, la
prescripción no es un principio general, todo lo contrario, es una sanción, una
excepción, que se interpreta restrictivamente y estrictus sensu, para los casos
previstos y sólo para esos casos, de existir dudas no se hace aplicable. d.- La
prescripción constituye una sanción para los titulares de derechos y acciones que
no las ejercen en los plazos que dispone el legislador. Es, precisamente, por esa
naturaleza sancionatoria de la prescripción extintiva, que no es posible aplicarla por
analogía desde las normas de Derecho Privado, puesto que la Administración se
rige, por el Derecho Administrativo, que forma parte del Derecho Público, que como
se ha dicho no la contempla con caracteres generales o por lo menos para la acción
interpuesta en autos. e.- Es por ello que debe considerarse que lo demandado ha
sido la indemnización de perjuicios, que se funda en la lesión de los derechos de
los actores. La oposición, en lo que interesa al recurso, se sustenta en la
prescripción extintiva de la acción. De este modo queda definitivamente establecida
la discusión y es respecto de ella que ha de recaer la actividad probatoria y la
sentencia para mantener la debida congruencia procesal en la causa. Es así que
los requisitos de la sentencia favorable están constituidos por que se acrediten los
supuestos de hecho de la acción interpuesta y que el demandado no justifique su
oposición, que es lo acontecido en la especie, puesto que no se ha establecido la
existencia un régimen normativo, aplicable al caso, de extinción de responsabilidad
por el transcurso del tiempo. Si bien el artículo 1698 del Código Civil establece:
“Incumbe probar las obligaciones o si extinción al que alega aquellas o ésta”, lo
cierto es que el desarrollo de la jurisprudencia ha redefinido el onus probandi,

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expresando que corresponde la carga probatoria a quien reclama del órgano


jurisdiccional la declaración de un derecho, puesto que debe justificar los hechos
que constituyen los supuestos de existencia y validez de la pretensión. Del mismo
modo, le asiste a quien sustenta la oposición, acreditar la procedencia y los hechos
fundantes de la misma, esto es, que los sucesos que impiden, modifican,
transforman o extinguen la pretensión proceden en el evento que se reclama y se
encuentren acreditados. Son los presupuestos de la pretensión, en este caso el
hecho calificado de falta de servicio, el que corresponde probar al actor y aquellos
que tienden a desvirtuarlos, son de cargo del demandado. Por su parte el
demandado ha sostenido que la excepción de prescripción constituye una institución
de aplicación general, universalmente aceptada y regulada en nuestro derecho en
el Código Civil, el cual hace expresa mención al Fisco. Sin insistir en que la simple
argumentación sustentada en la aplicación de normas de Derecho Privado importan
la negación de la disciplina del Derecho Administrativo, ésta alegación resulta del
todo improcedente, puesto que sin lugar a dudas de ninguna naturaleza, como se
ha expresado, la prescripción constituye una sanción para el titular de un derecho
que no solicita reconocimiento al órgano jurisdiccional en el tiempo máximo que el
legislador contempla. Esta naturaleza sancionatoria impide que se aplique la
institución de la prescripción extintiva por analogía, con mayor razón cuando se
sustenta en la afirmación que la responsabilidad “extracontractual” es el régimen
general del “Derecho Común Civil”, puesto que el régimen común lo constituye el
derivado de la responsabilidad contractual y, en todo caso, la Administración no se
rige por la responsabilidad aquiliana, sino que por principios propios, es una
responsabilidad legal. Pretender aplicar las normas del Código Civil, considerándolo
como derecho común, supletorio a todo el ordenamiento jurídico resulta exagerado
y desproporcionado, por cuanto el Código Civil tiene una innegable importancia para
todo el Derecho, sin embargo, la evolución de las ciencias jurídicas ha permitido
establecer principios y normas propias para determinadas materias, lo cual el mismo
Código reconoce, al estipular en el artículo 4°, que las disposiciones especiales “se
aplicarán con preferencia a las de este Código”, como ocurre precisamente con
derechos de fisonomía propia como el laboral. De esta forma el Código Civil es
supletorio a todo el Derecho Privado, al que orienta. Pero no debe olvidarse que si
bien el fenómeno de la codificación se plantea para construir un sistema integral,
estructurado y coordinado de la legislación, la descodificación se ha transformado
en la manera empleada por el legislador para adoptar, de manera dinámica, la forma
en que adecua a las nuevas realidades situaciones emergentes que no se
encuentran en el sistema existente, atendidas sus principios, finalidades y valores

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propios. De esta forma los principios y normas especiales han emergido en relación
con el Derecho Público en general y el Administrativo en particular, como una
descodificación material, pues responde a postulados diversos y, en no pocas
ocasiones, entran en pugna con los del derecho privado, que regula las relaciones
desde un plano de igualdad, con plena autonomía de las personas para obligarse.
No obstante, esta rama emergente definida y representativa de la supremacía de la
finalidad de servicio público, la cual se aparta de aquellos postulados de la
autonomía de la voluntad e igualdad entre partes. f.- Principio de interpretación pro
administrado. El profesor García de Enterría expresa que la jurisprudencia española
ha desarrollado el principio de la referencia, citando al efecto la sentencia de 24 de
julio de 1989, que expresa que debe tenerse en cuenta “que el principio de
prohibición de la interpretación contra cives obliga a buscar la más favorable a la
subsistencia de la acción, máxime cuando se trata de acciones personales” (obra
citada, página 431). g.- En todo caso, el principio de interpretación pro administrado
se identifica con el “pro homine o favor persona”, que tiene por objeto aplicar
siempre la norma que mejor asegure y garantice la vigencia de los derechos.” (cfr.
Excelentísima Corte Suprema 20.03.19, “Hortensia del C. Alegría Gómez con Fisco
de Chile”, Rol Nº 5365-2018, prevención Ministro Sergio Muñoz Gajardo).
En mérito de ello, parece prudente –para no incurrir en la denominada falacia
lógica del error de categoría– reproducir aquí el razonamiento de dos jueces de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos, quienes se han pronunciado con
franqueza en relación a lo inadecuado que resulta extender por la vía de la analogía
ciertos conceptos propios del derecho civil para resolver conflictos que versen sobre
violaciones a los derechos fundamentales del ser humano. En efecto, estos jueces
han dicho que: “los conceptos jurídicos, por cuanto encierran valores, son producto
de su tiempo, y como tales no son inmutables. Las categorías jurídicas cristalizadas
en el tiempo y que pasaron a ser utilizadas –en un contexto distinto del ámbito del
derecho internacional de los derechos humanos– para regir la determinación de las
reparaciones se vieron fuertemente marcadas por tales analogías de derecho
privado: es el caso, v.g., de los conceptos de daño material y daño moral, y de los
elementos de damnum emergens y lucrum cessans. Dichos conceptos han estado
fuertemente determinados por un contenido e interés patrimoniales, -lo que se
explica por su origen- marginando lo más importante en la persona humana como
es su condición de ser espiritual. Tanto es así que hasta el mismo daño moral es
comúnmente equiparado, en la concepción clásica, al llamado “daño no
patrimonial”. El punto de referencia sigue, aun, siendo el patrimonio. La
transposición pura y simple de tales conceptos al plano internacional no podría dejar

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de generar incertidumbres. Los criterios de determinación de las reparaciones, de


contenido esencialmente patrimonial, basados en analogías con los del derecho
civil, jamás nos ha convencido, y no nos parecen enteramente adecuados o
suficientes cuando se los transpone al dominio del derecho internacional de los
derechos humanos, dotado de especificidad propia.” (El destacado corre por mi
cuenta). (cfr. Corte I. D. H., caso Loayza Tamayo. Reparaciones (art. 63.1
Convención Americana sobre Derechos Humanos). Sentencia de 27 de noviembre
de 1998. Serie C Nº 42. Voto razonado conjunto de los jueces Cançado Trindade y
Abreu Burelli. párrafos 7 y 8).
Consecuentemente, que la materia de que trata la presente causa quede
gobernada bajo normas de carácter público e internacional por sobre las meramente
privadas, implica reconocer la autonomía y orgánica particularidad del complejo
normativo de los derechos humanos, de modo tal que no solo cabe afirmar el
carácter objetivo de la responsabilidad del Estado, sino además la
imprescriptibilidad de las acciones patrimoniales derivadas de las violaciones a las
garantías y derechos establecidos en el Corpus Iuris Interamericano. En efecto, en
toda sociedad democrática y liberal los ataques y los daños causados por parte de
los agentes del Estado constituyen un tipo específico de violación que deja al
infractor en el deber de responder ante la comunidad internacional y a la víctima en
situación de ser legítimamente reparada.
Por su parte, la citada Convención Americana –tratado internacional
ratificado por Chile y actualmente vigente en su territorio por la vía del artículo 5º
inciso 2º, de la Constitución Política– señala con claridad la existencia del deber de
reparar que se le impone a todo Estado que haya sido responsable de violar alguno
de los derechos fundamentales de la persona humana que se encuentren
garantizados por dicha convención.
Si bien por un lado es efectivo que en ninguna disposición de la Convención
Americana se señala expresamente la imprescriptibilidad de las acciones
civiles, por otra parte, la ausencia de regulación jurídica expresa impone al juez
interpretar, o más bien, integrar la normativa existente con los principios generales
del derecho respectivos que, en el caso concreto, orientan al Derecho administrativo
y en especial al Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Así se encuentra
establecido en el Art. 38 de la Corte Internacional de Justicia, al disponer que: “La
Corte, cuya función es decidir conforme al derecho internacional las controversias
que le sean sometidas, deberá aplicar: c) los principios generales del derecho
reconocido por las naciones civilizadas”. Principios generales del derecho que
reconocen la imprescriptibilidad de las acciones reparatorias derivadas de

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violaciones a los derechos humanos. (Cfr. Excelentísima Corte Suprema


14.10.2009, “López con Fisco de Chile”, rol Nº 5570-2007, Voto disidente del
Ministro Sr. Sergio Muñoz Gajardo. Considerando Nº 18).
Al respecto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos – haciendo suyo
el razonamiento fijado por la Corte de la Haya desde los albores del siglo XX – ha
establecido que: “es un principio de derecho internacional, que la jurisprudencia ha
considerado “incluso una concepción general del derecho”, que toda violación a una
obligación internacional que haya producido un daño comporta el deber de repararlo
adecuadamente. La indemnización, por su parte, constituye la forma más usual de
hacerlo (…) la reparación del daño ocasionado por la infracción de una obligación
internacional consiste en la plena restitución (restitutio in integrum), lo que incluye
el restablecimiento de la situación anterior y la reparación de las consecuencias que
la infracción produjo y el pago de una indemnización como compensación por los
daños patrimoniales y extrapatrimoniales incluyendo el daño moral.” (Las negrillas
son del original). (cfr. Corte I.D.H., caso Velásquez Rodríguez. indemnización
compensatoria. (Art. 63.1 Convención Americana sobre Derechos Humanos.
Sentencia de 21 de julio de 1989. Serie c, Nº 7. Párr. 25-26).
Por lo anterior, resulta imposible abstraerse del hecho de que toda violación
a un derecho al interior del sistema interamericano (del cual, Chile, por cierto, es
parte) trae aparejada la obligación de reparar el mal causado. En esta materia la
norma rectora es el Art. 63 del Pacto de San José. (cfr. Ilustrísima Corte de
Apelaciones de Santiago, 18.01.06, “Marfull González con Pinochet Ugarte”, Rol Nº
37.483-2004, considerando Nº18.)
Por lo tanto, en Chile –dada su calidad de Estado miembro del Sistema
Interamericano– la lógica que debiera operar en casos de violaciones de derechos
de alguna persona tendría que ser la misma: reparar íntegramente el mal
causado. Obligación del Estado que queda sujeta al constructo normativo de las
Derechos Humanos y a sus principios formativos, a saber: el principio pro homine,
entendiendo por tal la interpretación de sus preceptos en el sentido más favorable
a la persona; el principio de progresividad de sus normas abiertas a una evolución
conceptual; el principio de la congruencia de aquellas, entre otros. (Cfr. Nikken, P.
“El concepto de derechos humanos”, en Estudios Básicos de Derechos Humanos,
IIDH, Costa Rica, 1994. pp. 15-17.)
De la misma manera, y tan solo para citar algo de la jurisprudencia más
moderna de la Corte Interamericana, cabe tener presente que sobre el citado
artículo 63 de la Convención Americana también se ha dicho que: “ese precepto
acoge una norma consuetudinaria que constituye uno de los principios

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4 PONIENTE –EX O´HIGGINS– 507
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fundamentales del derecho internacional contemporáneo sobre la responsabilidad


de los Estados. Al producirse un hecho ilícito imputable a un Estado, surge de
inmediato la responsabilidad de este por la violación de la norma internacional de
que se trata, con el consecuente deber de reparar y hacer cesar las consecuencias
de la violación. (…) la reparación del daño requiere, siempre que sea posible, la
plena restitución (restitutio in integrum), que consiste en el restablecimiento de la
situación anterior. De no ser esto posible, como en el presente caso, el tribunal
internacional debe determinar las medidas que garanticen los derechos
conculcados, eviten nuevas violaciones y reparen las consecuencias que las
infracciones produjeron, así como establecer la indemnización que compense por
los daños ocasionados. El Estado obligado no puede invocar disposiciones de
derecho interno para modificar o incumplir la obligación de reparar. Esta queda
sujeta en todos los aspectos (alcance, naturaleza, modalidades y determinación de
los beneficiarios) al derecho internacional.” (Las cursivas son del original). (Cfr.
Corte I.D.H., Caso Masacre Plan de Sánchez. Reparaciones. Art. 63.1 Convención
Americana sobre Derechos Humanos). Sentencia de 19 de noviembre de 2004.
Serie Nº 116. párrs. 52-53).
En resumen: el fundamento en virtud del cual un Estado queda obligado a la
ejecución de una reparación determinada frente a una persona que haya sido
víctima de violaciones a sus derechos fundamentales, se rige por normas y
principios del derecho público e internacional de los derechos humanos, logrando
sujetar dentro de sus esferas, por vía de la progresividad normativa, un sistema de
responsabilidad autónomo que se conforma transversalmente desde los primeros
acuerdos interestatales sobre el jus in bello, tal como se ha expresado en el libelo
de esta demanda y como por lo demás lo ha reiterado la jurisprudencia del máximo
tribunal del país: “Que, además, la acción civil aquí deducida por los demandantes
en contra del Fisco, tendientes a conseguir la reparación íntegra de los detrimentos
ocasionados, encuentra su fundamento en los dogmas generales del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos y su consagración normativa en los
tratados internacionales ratificados por Chile, los cuales obligan al Estado a
reconocer y proteger este derecho a la reparación completa, en virtud de lo
ordenado en los artículos 5°, inciso segundo, y 6° de la Constitución Política de la
República.” “Los artículos 1.1 y 63.1 de la Convención Americana de Derechos
Humanos preceptúan que la responsabilidad del Estado por esta clase de sucesos
queda sujeta a disposiciones de Derecho Internacional, que no pueden quedar
incumplidas a pretexto de hacer primar otros preceptos de derecho interno, por
cuanto, de ventilarse un hecho ilícito imputable a un Estado surge de inmediato la

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responsabilidad internacional de éste por la transgresión de una regla internacional,


con el subsecuente deber de reparación y de hacer cesar los colofones del agravio.”
(cfr. Excelentísima Corte Suprema 06.03.18, “Sepúlveda/Consejo de Defensa del
Estado”, Rol Nº 2471-2018, considerando séptimo).

ii.- De la imprescriptibilidad de las acciones civiles contra el Estado


Sabido es por ese tribunal, que el Consejo de Defensa del Estado,
usualmente, en su defensa de los intereses fiscales alega la prescripción de las
acciones civiles contra el Estado, desahuciando de esta forma los Tratados
internacionales a que está sujeto nuestro país, particularmente, la Convención
Americana de Derechos Humanos y los fallos de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, generando con ello responsabilidad internacional para nuestro
país.
A tal respecto, cabe señalar que son imprescriptibles las acciones
indemnizatorias interpuestas en estos autos contra el Estado, conforme a 70
sentencias (formativas, anexas y complementarias), de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, de las cuales se desprende lo siguiente:
En casos que involucran violaciones de la Convención Americana, el deber de
reparar es uno propio del Estado para una justa compensación. Este deber no
descansa en la iniciativa procesal del afectado o en la aportación privada de
elementos probatorios.

(Corte I.D.H.: Caso de la Masacre de Pueblo Bello Vs Colombia; Caso de las Masacres de Ituango
Vs Colombia; Caso del Penal Miguel Castro Castro Vs Perú; Caso Gomes Lund y otros Vs Brasil;
Caso Ibsen Cárdenas e Ibsen Peña Vs Bolivia; Caso Gelman Vs Uruguay; Caso Vera Vera y otra Vs
Ecuador y; Caso Bueno Alves Vs Argentina).
Expliquemos de manera muy simple, lo que se desprende de los fallos
anteriormente citados:

1.- La prescripción, supone de acuerdo a las normas simplemente legales (internas),


que un afectado no ejerza las acciones, dentro de un determinado tiempo. Eso
implica que se exige al afectado, el efectuar una acción (Demanda: que es la
“especie”) dentro de una “generalidad” jurídica (actividad procesal: que es el género)

2.- Ahora bien, los fallos interamericanos ni siquiera exigen de parte de las víctimas,
ningún tipo de actividad jurídico procesal, para tener derecho a la reparación.
Luego entonces, las referidas acciones, no pueden prescribir.

3.- Ahora citando los fallos interamericanos sobre esta temática, se desprende lo
siguiente:

En casos que involucran violaciones de La Convención Americana, la


responsabilidad del Estado configura el deber de reparar, el que no depende
de la actividad procesal de las víctimas. La responsabilidad del Estado por no
haber reparado las consecuencias de las violaciones de La Convención

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Americana, no se ve anulada o disminuida por el hecho de que no se hayan


intentado utilizar vías civiles o administrativas indicadas por el Estado.
(Corte I.D.H.: Caso Goiburú y otros Vs Paraguay; Caso Villagrán Morales y otros Vs Guatemala;
Caso Durand y Ugarte Vs Perú; Caso Las Palmeras Vs Colombia)

4.- Según la Corte I.D.H., el deber del Estado de reparar, no depende de que las
victimas ejerzan acciones, de hecho ni siquiera les exige una “actividad procesal”.
Pero más aún, la Corte I.D.H., se ha encargado incluso, de dejar muy en claro, que
este deber no desaparece ni disminuye, ni siquiera por que las víctimas no hayan
intentado vías civiles o administrativas indicadas por el Estado.

iii.- Del Control Difuso de Convencionalidad que empece a vuestro tribunal


1.- Sabido es por ese tribunal que el art. 5° inciso segundo de la Constitución Política
de la República (CPR) establece que “El ejercicio de la soberanía reconoce como
limitación el respeto a los derechos esenciales que emanan de la naturaleza
humana. Es deber de los órganos del Estado respetar y promover tales derechos,
garantizados por esta Constitución, así como por los tratados internacionales
ratificados por Chile y que se encuentren vigentes”. En tal entendido, los tratados
internacionales referidos en la norma constitucional, tienen un rango
supraconstitucional, vinculante para TODOS los órganos del Estado, quienes no
pueden hacer otra cosa que respetar y promover tales derechos.

2.- Entre los tratados internacionales que son vinculantes para el Estado chileno,
como ya se dijo, se encuentra la Convención Americana de Derechos Humanos
(CADH), siendo su única intérprete la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(CIDH); así, lo que resuelva tal Corte internacional tiene la misma exigibilidad y
fuerza que una disposición de la Convención, y es deber de ese órgano
jurisdiccional, como órgano del Estado, respetar y no violar los fallos de la CIDH.

A tal respecto, un fallo de la Cuarta Sala de la Excma. Corte Suprema,


pronunciándose acerca de cambio de nombre y sexo registral a persona
transgénero, que fue publicado en la página web del Poder Judicial, hace expresa
aplicación de principios internacionales de Derechos Humanos y de la Convención
Americana, señalando que "En cuanto a la vigencia de esta interpretación para
el Estado de Chile, cabe recordar que la Corte Interamericana es el órgano a
quien los Estados partes de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos encargaron la función de aplicación y de interpretación autoritativa
del tratado. Por tanto, la interpretación que el tribunal regional le da a la
Convención, incluso en la Opinión Consultiva recién mentada, tiene carácter

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de autoritativa para Chile.." (cfr. Excelentísima Corte Suprema 29.05.18, “Oscar


Gonzalo Barrera Cea”, Rol Nº 70.584-2016, considerando octavo); en tal entendido,
lo establecido por la CIDH a través de sus sentencias, es vinculante para los todos
los órganos de los Estados signatarios de la Convención, entre ellos, el órgano
jurisdiccional.

En dicho contexto, el Control de Convencionalidad es el mecanismo que se


ejerce para verificar que una ley, reglamento o acto de las autoridades del
Estado, se ajustan a las normas, los principios y obligaciones de la
Convención Americana de Derechos Humanos, principalmente, en la que
funda la competencia contenciosa de la CIDH. Es una herramienta para el
respeto, la garantía y la efectivización de los derechos descritos en la Convención
Americana de Derechos Humanos.

3.- Que, en el caso de autos, vuestro tribunal deberá resolver la demanda de


autos y en dicho contexto sabemos que la contraria querrá hacer primar
normas de derecho interno, como la norma civil que establece el plazo de
prescripción para accionar, lo cual viola diversas sentencias de la CIDH, como
ya se señaló. A tal respecto, cabe señalar que el Control de Convencionalidad
opera Ex Officio, es insaneable e imprescriptible y vuestro tribunal no puede
excusarse ni negarse a cumplirlo, ni siquiera argumentando tal negativa en
normas de derecho interno – como sería la norma del Código Civil acerca de
la prescripción u otra – ni en las falencias de nuestro ordenamiento jurídico,
hacerlo implicaría incurrir en notable abandono de deberes.

4.- Por otra parte, existiendo una sentencia definitiva ejecutoriada de un Tribunal
Superior de Justicia de nuestro país, como es el fallo dictado por la Excma. Corte
Suprema en los autos Rol N° 5365-2018, caratulado “Hortencia del C. Alegría
Gómez con Fisco de Chile”, que en idénticas circunstancias condenó al Estado de
Chile a pagar una indemnización por daño moral a las víctimas del Cerro O’Higgins
de Constitución, producto de los hechos ocurridos la madrugada del 27 de febrero
de 2010, corresponde que el tribunal de US., haciendo “Control Difuso
Convencionalidad”, en mérito de lo señalado en el fallo de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos del Caso “Castañeda Gutman versus México” – que obliga
al órgano jurisdiccional a dar el mismo tratamiento jurídico a situaciones análogas o
similares –, aplique el derecho de la misma manera y acoja la presente demanda
ordenando la reparación de cada uno de los demandantes por parte del Estado de

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Chile, asimismo, existiendo múltiples fallos interamericanos que han establecido la


imprescriptibilidad de la responsabilidad del Estado, corresponde que el tribunal de
US., realice también Control Difuso de Convencionalidad en tal sentido.

5.- Finalmente, ya existe jurisprudencia de nuestros tribunales superiores de justicia


que han señalado que el órgano jurisdiccional debe fallar con apego a los tratados
internacionales. En mérito de todo lo anterior, es necesario que el tribunal de US.,
realice el correspondiente Control Difuso de Convencionalidad y ante la
eventualidad que vuestro tribunal dude o discrepe de los fundamentos esgrimidos
por mi parte para solicitar Control Difuso de Convencionalidad, y a fin de evitar
violaciones al Corpus Iuris Interamericano, lo cual podría derivar en notable
abandono de deberes de ese tribunal, y como lo establece por lo demás el fallo de
la CIDH del caso “El Amparo versus Venezuela”, el cual compele a los órganos del
Estado a evitar violaciones a las garantías reconocidas en el Sistema
Interamericano, será necesario que se realice Requerimiento de Opinión Consultiva
al Sistema Interamericano, vía Ministerio de Relaciones Exteriores.

Cabe señalar que, sobre el deber de prevenir violaciones al Corpus Iuris


Interamericano, de los fallos de la CIDH, se desprende lo siguiente: La
responsabilidad del Estado se compromete a partir del momento en que deja él de
cumplir una obligación internacional, independientemente de la verificación de falla
o culpa de su parte, y de la ocurrencia de un daño adicional. Más que una presunta
actitud o falla psicológica de los agentes del poder público, lo realmente
determinante es la conducta objetiva del Estado (la debida diligencia para evitar
violaciones de La Convención Americana). Se configura así, la responsabilidad
objetiva o absoluta del Estado a partir de la violación de sus obligaciones
convencionales en materia de protección de los derechos garantizados en la
Convención Americana. Sobre dicha responsabilidad objetiva reposa el deber de
prevención. Las obligaciones internacionales del Estado implican la supresión de
prácticas de cualquier naturaleza que entrañen violación a las garantías previstas
en la Convención, y el desarrollo de prácticas conducentes a la efectiva observancia
de dichas garantías.

Es preciso representar entonces, y conforme a lo manifestado, que si vuestro


tribunal discrepa o duda de las argumentaciones expuestas por esta parte, debe
ineludiblemente (conforme a su deber de prevenir violaciones al Corpus Iuris
Interamericano establecido en las sentencias de la Corte I.D.H.), oficiar al Ministerio

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de Relaciones Exteriores, requiriendo que el Estado chileno (Presidente de La


República), solicite una opinión consultiva al Sistema Interamericano, a fin de que
dicha instancia internacional pueda responder, si los hechos acaecidos en
autos constituyen o no violaciones al “Corpus Iuris Interamericano”.

iv.- El daño provocado y el monto de la indemnización que se solicita

Como se señaló en el apartado de los hechos, producto de lo ocurrido mis


representados perdieron a sus seres queridos, existiendo un actuar negligente del
Estado de Chile, de lo que deriva que cada uno de los demandantes ha sido víctima
de DAÑO MORAL, pues han debido sufrir angustia, aflicción, dolor, sufrimiento,
pesar, frustración y depresión, lo que les ha afectado en su vida social, personal,
familiar, así como en las proyecciones y futuro de la misma, desde que tomaron
conocimiento de la pérdida de sus familiares fallecidos la noche del 27 de febrero
de 2010, hecho irremediable.

En este caso existe un daño de carácter moral que se expresa en dolor,


sufrimiento, angustia, sensación de pérdida, rabia e impotencia ante una situación
injusta y trágica, que mis representados no están jurídicamente obligados a
soportar. La situación a la que se han visto enfrentados configura claramente un
daño moral que según la Jurisprudencia es un daño indemnizable.

El daño moral es el que afecta a los atributos y facultades morales o


espirituales de una persona, es un dolor, un pesar, una angustia, molestias
psíquicas que sufre una persona en sus sentimientos a consecuencia del hecho
ilícito, y en general toda clase de sufrimiento moral o físico. Alessandri define el
daño moral como “el dolor, pesar o molestia que sufre una persona en su
sensibilidad física, en sus sentimientos o afectos o en su calidad de vida”. El
mismo autor sostiene que el daño moral se identifica con la expresión “el precio del
dolor”. Según este catedrático el carácter indemnizable del daño moral no cumple
sólo una función reparatoria, sino también compensatoria, ya que la indemnización
del daño moral debe perseguir hacer de nuevo la vida más liviana a quien ha
soportado una dura carga, y utiliza para ello la expresión “las penas con pan, son
menos”. Cierta Jurisprudencia define al daño moral como “aquél que lesiona un
derecho extrapatrimonial de la víctima” estableciendo que “es la lesión o agravio,
efectuado dolosa o culpablemente, de un derecho subjetivo de carácter inmaterial
o inherente a la persona y que es imputable a otro hombre” (Corte de Apelaciones
de Santiago, 13 de marzo de 1985, RDJ, tomo LXXXII, sec. 2, página 6). También

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como “atentados a derechos personalísimos del ser humano que no tienen un


contenido económico” (Corte de Apelaciones de Santiago, 01 de julio de 1997, RDJ,
Tomo XCIV, sec. 2, página 79). Es más, la doctrina más moderna ha expandido el
concepto de daño moral ya no sólo circunscrito a un daño sino a “una lesión de
cualquier interés cierto y legítimo de la víctima de contenido no patrimonial” (José
Luís Diez y Ramón Domínguez Águila).
Respecto de la prueba, tanto la doctrina como la jurisprudencia mayoritaria,
coinciden en señalar que el daño moral no requiere prueba. Según la opinión
dominante, basta que la víctima acredite la lesión de un bien personal para que se
infiera el daño. Idéntico criterio hallamos a nivel internacional, donde a la fecha ya
es jurisprudencia constante y pacífica de la Corte I.D.H. que el daño moral no
requiere prueba.
Así las cosas y según los hechos relatados anteriormente, bastará en
consecuencia, realizar el ejercicio empático de ponerse en el lugar de alguien que
pierde a un ser querido, manteniendo una situación de angustia, pérdida e
impotencia, todo ello sufrido con ocasión de un actuar negligente de órganos del
Estado.
En este contexto, imaginar una cifra que pueda reparar todo este daño es
imposible. No obstante, la justicia exige pretensiones y medidas de reparación
concretas. Por ello nos permitimos solicitarle, a su señoría, que se condene al Fisco
de Chile al pago de una suma total por concepto de daño moral ascendente a
$ 2.143.344.000.- (dos mil ciento cuarenta y tres millones trescientos cuarenta y
cuatro mil pesos), a razón de las siguientes cantidades para cada uno de los
demandantes que se individualizan con las sumas requeridas a continuación, o bien,
lo que Usía determine en justicia:
a. Hijos de víctimas:
i.- Juan Ignacio Araya Crespo: $ 145.836.000.-
ii.- Alejandra Andrea Araya Crespo: $ 145.836.000.-
iii.- Sandra Elizabeth Huenupi Valdés: $ 145.836.000.-
iv.- Víctor Alejandro Vergara Valdés: $ 145.836.000.-
b. Padres de víctimas:
i.- María Alicia Jaque Veloz: $ 100.000.000.-
ii.- Delfín del Carmen Crespo Pereira: $ 100.000.000.-
iii.- Margarita de las M. Valdés Núñez: $ 100.000.000.-
iv.- Luis Enrique Bravo Marabolí: $ 100.000.000.-
c. Hermanos de víctimas:
i.- Lidia Ester Crespo Jaque: $ 80.000.000.-

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FERNANDO LEAL ARAVENA
ABOGADO
4 PONIENTE –EX O´HIGGINS– 507
TALCA

ii.- María Ester Crespo Jaque: $ 80.000.000.-


iii.- Delfín Antonio Crespo Jaque: $ 80.000.000.-
iv.- Jerson Esteban Crespo Jaque: $ 80.000.000.-
v.- Ana Carolina Chamorro Jaque: $ 80.000.000.-
vi.- David Alejandro Araya Valdés: $ 80.000.000.-
vii.- Daniel Luis Araya Valdés: $ 80.000.000.-
viii.- Camilo Antonio Araya Valdés: $ 80.000.000.-
ix.- Alba de las M. Salgado Valdés: $ 80.000.000.-
x.- Alex Mauricio Bravo Meza: $ 80.000.000.-
xi.- Héctor Antonio Bravo Meza: $ 80.000.000.-
xii.- Doralisa de las M. Bravo Meza: $ 80.000.000.-
xiii.- Luis Hernán Bravo Meza: $ 80.000.000.-
xiv.- Angela del C. Bravo Meza: $ 80.000.000.-
d. Tía de víctima
i.- Ilse Ivonne Jaque Veloz: $ 40.000.000.-
TOTAL: $ 2.143.344.000.-

POR TANTO, en mérito de lo expuesto y disposiciones legales citadas,


RUEGO A US.: Se sirva tener por interpuesta demanda de indemnización de
perjuicios por daño moral, y realizando Control Difuso de Convencionalidad, con
Requerimiento de Opinión Consultiva de ser necesario, se ordene el pago de una
indemnización ascendente a la suma total de $ 2.143.344.000.- (dos mil ciento
cuarenta y tres millones trescientos cuarenta y cuatro mil pesos), demanda que se
interpone en contra del Fisco de Chile, representado legalmente por el Abogado
Procurador Fiscal de Talca, don José Isidoro Villalobos García-Huidobro, ya
individualizados, por el concepto antes indicado, o la suma que S.S. disponga,
conforme al mérito de autos, cantidad que deberá ser reajustada de acuerdo a la
variación del IPC, desde la fecha de interposición de esta demanda y el pago
efectivo de la indemnización que en definitiva se establezca, con los intereses
legales correspondientes durante el mismo período, todo ello con expresa condena
en costas.

PRIMER OTROSÍ: Ruego a US., tener por acompañadas, con citación, copias
autorizada de escrituras públicas de mandato judicial, las que dan cuenta de la
investidura en virtud de la cual actúo y que a continuación se individualizan:
1.- Mandato otorgado con fecha 16 de mayo de 2019, ante el Notario Público de
Constitución, don Álvaro Gonzalo Mera Correa, Repertorio N° 1106-2019.

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FERNANDO LEAL ARAVENA
ABOGADO
4 PONIENTE –EX O´HIGGINS– 507
TALCA

2.- Mandato otorgado con fecha 17 de mayo de 2019, ante el Notario Público
Suplente de Santiago, don Cristián Andrés Del Fierro Ruedlinger, Repertorio N°
1451-2019.
3.- Mandato otorgado con fecha 17 de mayo de 2019, ante el Notario Público de
Talca, don Teodoro Patricio Durán Palma, Repertorio N° 4820-2019.
4.- Mandato otorgado con fecha 17 de mayo de 2019, ante el Notario Público de
San Javier, don Fernando Marcelo Coloma Amaro, Repertorio N° 758-2019.
5.- Mandato otorgado con fecha 20 de mayo de 2019, ante el Notario Público de
Quirihue, don Raúl Enrique Leiva Uribe-Echeverría, Repertorio N° 527-2019.
Los documentos se acompañan debidamente escaneados en formato PDF y con
firma electrónica avanzada, en cumplimiento de lo dispuesto en la Ley N° 19.799.
6.- Mandato otorgado con fecha 27 de febrero de 2020, ante el Notario Público de
Talca, don Teodoro Patricio Durán Palma, Repertorio N° 1565-2020.

SEGUNDO OTROSÍ: RUEGO a S.S., tener presente que en mi calidad de abogado


habilitado para el ejercicio de la profesión y mandatario judicial, asumo
personalmente el Patrocinio y Poder en estos autos.

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