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LA CRITICA LITERARIA COLOMBIANA FRENTE A “EL GENERAL EN SU LABERINTO” E itanzamiento de ta titima novela de Gabriel Garcia Marcuer fue sin duda un acontecimiento que convul- siond todo el ambito de la cultura colombiana y puso de manifiesto miiltiples aspectos del complejo pa- norama que presenta actualmente este nivel de la vida de nuestra socie- dad; cuyo anilisis riguroso y siste- matico, constituye unatarea cadavez mas urgente, para a cualse requiere del esfuerzo de todo el conjunto de las ciencias sociales y humanas. Des- de esta perspectiva, las siguientes consideraciones sélo pretenden se- jialar algunos puntos que pueden contribuir a precisar mejor la proble- matica concerniente al campo de la literatura y mas especificamente de la critica literaria en el pais. Frente ala ola de comentarios que desaté la novela en los distintos, medios de comunicacién, tenemos la impresién de que practicamente to- “Apuntes para un debate dos los grupos que directa o indi- rectamente juegan un papel prepon- derante en la vida cultural colombia- na se sintieron obligados a manifes- tar piblicamente su opinién acerca de la obra, Lo anterior dié como re- sultado un amplio y conflictivo con- junto de juicios que, debido al poder y al prestigio del que gozan sus autores, definieron los términos dela recepcién de la novela en amplios sectores de la sociedad. Sin embar- go, al revisarlos detenidamente po- demos constatar que lagran mayoria de ellos, lejos de sustentarse en and- lisis suficientemente sélidos de la obra, son comentarios totalmente subjetivos donde subyacen unas concepciones de laliteratura que por lo general resultan incoherentes, confusas 0 por lo menos anacréni cas. Cuando no toman la novela sim- plemente como un pretexto para ha- cer publica una vieja y estrecha a istad con el autor, o para revivir UNIVERSITAS Himaniica 67 UNIVERSITAS Hunmiuia BR antiguas polémicas politicas o perso- nales con él. Dadas las caracteristicas de la obra, uno de los puntos donde se no- tan mas claramente estas deficien- cias es la dificultad para concebir los vinculos existentes entrela literatura y la historia en el doble sentido del término, que, en buena parte de los casos, impide enmarcar correcta- mente la novela dentro del contexto ideologico-cultural del cual se nutre yhacia el cual orienta, al mismo tiem- Po, su efecto estético. Sibien existe un acuerdo entre lamayoria delos autores en cuantoa que la obra, contrariamente alo que algunos pretenden, no puede juzgar- se simplemente a partir de su ade- cuacién ono adecuacién alos hechos objetivos del periodo histérico que trabaja, éste parece sustentarse sola- mente en el hecho de quesucaracter de novela le otorga una supuesta libertad para “inventar” o “fantasear” los detalles que escapan a la investigacién historica. Argumento que si bien es hasta determinado punto cierto, deja totalmente de lado el problema central. Esto es, que por su misma especificidad literaria, el material social que la obra busca a- prehender no esti constituido direc- tamente por la realidad objetiva de dicho momento de nuestra historia, sino por las lecturas o las percepcio- nes que la sociedad tiene de él. Es decir, por el amplio y heterogéneo conjunto de ideas, imagenes y repre- sentaciones que el imaginario social haelaborado, alolargo desigloyme- dio y no sélo a partir de la historio- grafia, sobre nuestra independencia de Espaiia y mas concretamente so- bre los personajes y grupos que en ella intervinieron. Dicho conjunto es recogidoy transformado mediante el proceso de formalizacién especifico de la novela, para ofrecer una nueva representacién concreto-sensible y no conceptual de esa realidad, que busca justamente cuestionar la vi- ién que el discurso historico domi- nante ha impuesto y pretende a toda costa mantener. (1). Lo anterior puede apreciarse claramente en la configuracién mis- ma del personaje de Bolivar en la novela, pues, retomando diversos elementos de varios de los persona- jes mejor logrados de toda la obra de Garcia Marquez (el Coronel de “El Coronel no tiene quién le escriba’, el Coronel Aureliano Buendia de “Cien Aiios de Soledad”, ¢ incluso el Gene- ral de “El Otoiio del Patriarca”), este no apunta en ningiin momento a constituirse en el Bolivar real de “car- ne y hueso”, como algunos afirman jiendo en cuenta sobre todo sus 0 en un héroe miti- co popular que, de todo el conjunto de representaciones existentes en torno al personaje dentro de nuestro imaginario colectivo, recoge y sinte- tiza dos tipos distintos y aparente- mente antagénicos. El primero de ellos es la enor- me cantidad de documentacién crita, tanto de primera como de se- gunda mano, que se encuentra sobre esta figura de nuestra historia, citada no sélo en la nota final, sino dentro del texto mismo de la novela me- diante distintas estrategias discu vas: sus cartas, las de sus amigos y 1. Entre los miltiples estudios sobre toora Iiteraria que tabsjan estos aspectos pueden consultarse: Perus, Frangoise, Literatura y sociedad en América Latin: EI Moderaismo, ‘México: Siglo XX, 1980. Duchet, Claude. El Proyecto Sociocritica, Articulo mimeograiado, 1985, Es importante anotar aqui como acorde con cesta perspectva de andlisis el arieulo de Juan Gustavo Cobo Borda donde estudia la figura de Bolivar en diferentes obras de la narratva Tatinoamericana, publicado en las Lecturas Dominiales de El Tiempo. enemigos, las memorias de O'Leary, el diario de un coronel polaco, diver- 808 articulos de periédico, estudios de distintos historiadores sobre el personaje y su época, eic. Esta do- cumentacién le permite al autor por una parte, reconstruir en detalle la historia no tinicamente de los ilt- ‘mos dias del General, sino de toda su vida, pues ella se integra por frag- mentos en el relato mediante diver- 08 recursos narrativos sabiamente manejados. Por ejemplo la evoca- cién, a partir de alguna relacién con un detalle o acontecimiento del pre- sente de la narracién, de distintos episodios del pasado que se van ha- ciendo més lejanos a medida que se acerca el momento de su muerte, hasta cerrarel circulo enla Hacienda de San Pedro cuando, enlas visperas del 17 de diciembre, el olor del inge- nio lo hace sentir més cerca que nunca de su infancia. Y por otra parte reelaborar el complejo pensamiento politico del Libertador, su relacién con los distintos grupos y capas so- ciales de la época y su vision sobre los paises americanos. Desde una perspectiva que sin duda se encuen- tra fuertemente marcada por los estudios de algunas de las corrientes, historiograficas colombianas y latinoamericanas mis recientes (2). Sin embargo, estos aspectos se no- velan de una forma tal que pierden todo caracter de discurso historico conceptual: los expone el mismo personaje en medio de situaciones narrativas muy concretas que jus- tifican plenamente su insercién en el relato, y bajo estados de 4nimo tan extremos que permiten solucionar las miltiples contradicciones exi- stentes. Asi por ejemplo, en medio de lairaque despiertan en elGeneral las palabras del francés en el almuerzo que le ofrecen los Campillo, expone todo su_pensamiento frente al sis- 3. Pucsen revsarse al respecte los estos — sobre el priodo que se encuentran en el Manual de Historia Colombiana (Rogol: Procultura, 1982), 0 en La Nuova Historia de Colombia. (Bogota: Planeta, 1989), tema politico mas conveniente para los paises americanos y la relacién queestos deben mantener con Euro- pa; en medio de la nostalgia que lo invade al encontrarse en Mompox con Lorenzo Carcamo, explica los verdaderos motivos de sus diferen- cias con Santander; bajo el optimis- mo frente ala posibilidad de recupe- rara Venezuela, expone su idea dela integridad, define a las oligarquias locales como sus principales oposito- res, y reconoce y explica todas las contradicciones ideoldgicas que le critican; bajo la rabia sorda que en varias ocasiones le produce el solo recuerdo de Santander, expone sus ideas sobre la deuda externa y sobre la relacién de los paises latinoameri- canos con los Estados Unidos; y en medio del delirio o la inconsciencia expresa su enorme desencanto ante la guerra, El segundo tipo de representa- ciones que la novela recoge y reela- bora para la construccién del perso- naje, est constituido por todas aque- las leyendas que el imaginario popu- lar de la época tefié en torno ala figu- rade Bolivar y que se han mantenido vivas en la memoria colectiva, duran- te ciento cincuenta afios y en buena medida al margen del discurso hists- rico oficial, Ellas giran en la obra fundamentalmente alrededor de tres aspectos de la vida del Libertador: su renuncia al poder y el viaje al exte- rior, su enfermedad y muerte, y su pasién por las mujeres, imprimién- dole al personaje una dimension eminentemente mitica ya perfilada en el epigrafe de la novela: “Parece que el demonio dirige tas cosas demi vida.” (Carta a Santander, 4 de agosto de 1823). Dimensién que se ‘opondrd constantemente a lo largo del relato a su pretendida conciencia histérica y racional, como se puede apreciar en los diversos hechos 0 co- mentarios que abiertamente contra- dicen las multiples afirmaciones del General acerca desu incredulidad en todo tipo de supersticiones y magias: por un momento parece admitir que sumejoriaen Honda se debe alama- gia del curandero que tan enfitica- mente habia rechazado la vispera; demora una noche su viaje por el rio conlaesperanza de veralos gigantes con crestas y patas de gallo, a pesar de haberse refdo de los marineros cuando se los describieron; y des- pués de haberse burlado todala vida de los poderes magicos atribuidos a Japlanta, una noche, moribundo yen derrota, se pregunta sino tendria el valor suficiente de seguir el consejo de Carreiio “de sumergirse hasta el fondo, con sus ejércitos de pordiose- 10s, sus glorias inservibles, sus erro- res memorables, la patria entera, en un océano redentor de cariaquito morado”. Tanto la renuncia al poder como laenfermedad y muerte de Bo- livar, que en iiltima instancia consti- tuyen los nudos centrales de la his- toria, ya desde el inicio de ta novela se nos presentan como dos hechos mitificados por el imaginario colecti- vo, pues en torno a ellos circulaban tantas versiones, habladurias y suposiciones que poco a poco habian ido perdiendo todo viso de realidad, no sélo para sus enemigos politicos, sino para sus amigos mas cercanos y para el pueblo en general, que ter- miné por incorporarlos al cancione- ro popular. Sin embargo, la incerti- dumbre y el misterio que los rodean se van a ir acrecentando constante- mente alo largo del relato, hasta con- vertirse en el eje central de la narra- cién y en el elemento principal que mantiene la tensién de ta lectura. Alimentados ademas por la conducta del mismo Libertador que conscien- UNIVERSITAS Hamas te 0 inconscientemente actiia para ponerlos en entredicho. Pues por tuna parte, pospone constantemente sus Viajes al exterior con cualquier pretexto y, aunque de manera ve- ada, sigue participando de la vida politica y militar del pais. Por otra, realiza multiples acciones que, no obstante el evidente deterioro de su cuerpo, son capaces de desvirtuar todas las versiones acerca de unaen- fermedad mortal, impulsado por una concepcién de la medicina y de la muerte que ponen también de mani. fiesto la constante contradiccién en- tre la dimensién mitica y la dimen- sin histérica del personaje. A pesar de su pretendido racionalismo, el General rechaza de tajo toda medic na cientificay desconfia de todos los médicos salvo del doctor Hércules Gastelbondo, el médico caribenio gordo y bonachén que llegaba a ver- To con los bolsillos ilenos de golo- sinas, repitiendo en varias ocasiones que si les hubiera hecho caso ya estaria muerto. Con lo cual no hace mas que predecirlo queen efecto su- cederia, pues un siglo y medio des- pués muchos médicos seguirian pensando que la causa inmediata de su fallecimiento habian sido los par- ches aplicados por el doctor Révérand, Ya pesar de que sus iilti- mas palabras expresan una concep- cién eminentemente histérica de la muerte, pues se queja en su agonia de no tener la felicidad de creer en la vida del otro mundo, a lo largo de st existencia tuvo dos premoniciones acerca de ella en las que creyé ciega- mente. Una fue la certidumbre de que moriria en su cama pobre y des- nudo, y sin el consuelo dela gratitud piiblica, que de hecho era la que lo Tevaba a moverse sin ningiin temor en las lineas de fuego dando asi origen a la leyenda de que se creia invulnerable. La otra fue el suefio acerca desu cumpleafios mimero 47, el cual s6lo se convirtié en un tiltimo espejismo que, tras la depresién cau- sada por la muerte de Sucre, le dié la fuerza y el optimismo suficientes pa- ra reiniciar en vano su lucha por la integridad. ‘Ahora bien, el caricter legen- dario de la pasién de Bolivar por las mujeres, que como él mismo lo afir- ma siempre did lugar a las invencio- nes y suposiciones més fantasticas y extravagantes que corrian de boca ‘en boca a todo lo largo y ancho del paisa pesar de la cautela que él tenia para ocultar sus andanzas, se recrea en la obra mediante la narracién de varias historias, la mayorfa de ellas ficticias; donde esta siempre presen- te un clemento fantastico, magico 0 misterioso. Entre las cuales podria- mos destacar la de sus escandalosos amores, reconstruidos por fragmen- tos a todo fo largo del relato, con la quitefia Manuela Stenz, quien se re- construye en la novela como una he- roina mitica con caracteristicas simi- lares alas de Bolivar, la del encuen- tro con la Reina Maria Luisa, a escla- vaqueencontré desnudzalaluzdela luna lena de una noche dederrota;la dela cita secreta con Miranda Lynd- say, quien lo engaiié seduciéndolo paa salvarlo del atentado que le teni- an preparado en Jamaica; ta de sus tormentosos amores con Josefa Sa- grario, lamomposina dealcurnia que Ilegé a su cuarto con un atuendo de oro oculto bajo un habite franciscano yalacualafios despuéséldesterraria sin darse cuenta; la de la noche al pie del Cerro de la Popa, en la que se le aparecié una nifia con el cabello adornado por unas luciérnagas que le iluminaban el rostro con un resplandor fantasmal, quien, a pesar de ver el estado lamentable del cuerpo del General, seguia afirman- do que los rumores acerca de una enfermedad mortal eran totalmente falsos. Sin embargo le que mejor aprehende lo que significaba para ol pueblo este aspecto de la personali dad del Libertador, es la de Anita Lenoit en Tenerife, donde vemos al General correr tras un fantasma creado por laimaginacién popular, al demorar su viaje para averiguar por esta mujer que supuestamente habia sido su amante y de Ia que sdlo se encontraria una tumba con su nom bre que, por mas de un siglo, se c vertiria en lugar de peregrinacién para los enamorados. Si bien encontramos en la no- vela muchas otras leyendas sobre el Libertador: aquellas que se refieren a la enorme cantidad de cartas que escribié a lo largo de su vida, a los libros que ley6, a los kilémetros que recorrié a caballo, ala magia irresis- tible de su seduccién, a sus iras babi- Wnicas, 0 asu inmensa generosidad, Jas que hemos analizado hasta el ‘momento ya nos permiten compren- der ficilmente por qué este héroe mitificado por un pueblo que termina vendiendo mechones de su cabello como si fueran los deun santo, choca tan violentamente con el Bolivar rigi- do de bronce y piedra que, sin ser tampoco el real, se erige en las pagi- nas de la historia tradicional. Del cual podrian ser buenos ejemplos, al- gunos de los retratos realizados por los pintores de la época menciona- dos en la novela, quienes, a medida que su gloria aumentaba, iban trans- formando los rasgos negroides de su rostro hasta implantarlo en la memo- ria oficial con el perfil romano de sus estatuas. Sin pretender haber realizado un andlisis exhaustivo de Ia novela, estos elementos nos permiten defi- nir de una manera mucho més con: creta el efecto estético de la obra so: bre el panorama ideolégico-cultural en el cual se enmarca, ubicindolo especificamente dentro del conflicti- vo ambito de la historia colombiana actual. Caracterizado por el enfrent- amiento, particularmente polémico durante este afio a raiz de la publi- cacién del texto para bachillerato de Salomén Kalmanovitz y Silvia Du- sn, entre los sectores més tradicio- nales de la disciplina que, segin Ma- rio Arrubla, “encuentran sus temas en los personajes y los hechos mas destacados de la historia del pais, ndo el nivel investigativo ala in de un ciimulo de detalles factuales organizados por fechas y componiendo su nivel valorativo se- gin una apologética en la que corren alapar la ingenuidad y la hipocresia” (3); y los representantes de las nue- 3, ARRUBLA, Mario. Colombia Hoy. Bogoti: ‘Siglo XX, 1981, p. 7, 4. MELO, Jorge Orlando, “La Literatura Histérica en Manual de Literatura Colombiana. Bogold: Procultura y Planeta, 1988, Tomo I. ?Para el estudio del panorama actual de la historia en Colombia puede consultarse ademds de los atieulos de Arrubla y Melo, el de SSlomin Kalmanovitz “La vieja Historia" en Gaceta de Coleultura, N° 2, mayo;junio de 198. vas corrientes que, fundamentando ‘su trabajo en distintas lineas tedricas eideolégicas de Ia historiografia mo- derna, se esfuerzan por construir de cara al futuro, un pasado que mues- tre “lacomplejidad del proceso hist6- rico colombiano, sobre la base de una manejo cuidadoso delas fuentes, de una utilizacién amplia de materia: Jes de archivo, de la apertura a nue- vos enfoques y tematicas, de la utili- zacién de los aportes de las ciencias sociales “ (4). A partir de esta ubica- cién podemos identificar mucho mas claramente cual es el sustento social e ideoldgico no sélo de la vision de nuestra historia que cuestiona la no- vela, ya definida anteriormente co- mo la que la historiografia tradicio- nal ha impuesto y quiere mantener. Sino, lo que es mas importante, el de la visién-representacién elaborada por la obra para tal cuestionamiento, que, de acuerdo al andlisis realizado, podriamosdefinir como una sintesis, formalizada entre la nueva visién a- cerca de la época ofrecida por los es- tudios de las corrientes histéricas mas recientes, y una vision tradicio- nalmente marginada y relegada a formas de expresién exclusivamente orales: la popular (5). Frente a esta situacién cabe entonces volver a preguntamos qué pasa con Ia critica literaria en el pais, ().Afirmar de tajo queno existe una critica especializada que sustente sus estudios en concepciones y teo- rias literarias suficientemente es- tructuradas y actuales, seria ya ir demasiado lejos. Sin embargo ésta, ‘ocupada en el trabajo sin duda indis- pensable de seguir y adecuar a 5. _Apartide lo cual bien por establocerse un paralelo con algunas de las obras de Alejo Carpentier como El Reino de este Mundo. 6, Véase al respecto las entrevstas publicadas en Gaceta de Colcultura, N®2, mayojunio de 1989, donde se plantea esta misma pregunta a varias personalidades vinculadas al campo dela Tteratera en el pais, nuestra realidad los multiples avan- ces en el campo tedrico de los estu- aX ie~< - dios literarios de distintas latitudes, parece haber olvidado su funcién frente al piblico lector. Dejando li- bre el espacio que le corresponderia SC__enlosmetios masives de comunica W— cién, a los llamados “lideres de opi- nién” o a los propagandistas de la floreciente industria editorial, que ft S=] = sin contrapeso alguno, siguen impo- dy ‘xiéndoleaun piblico real o potencial 7 Vy cada vez mas amplio, sus visiones ob- soletas de la literatura, entendida, por lo general, como un espacio sa- grado y sin nexo alguno con la reali- dad. Las cuales no hacen mas que contribuir a ahondar la brecha que atin divide el panorama cultural co- lombiano, entre la que podriamos de- nominar una tradicién culta, restrin- gida aestrechos sectores della socie- dad, y una tradicién popular que no ha dejado de evolucionar alimentan- dose de las mas variadas fuentes. A pesar de que, en miltiples ocasiones y muy especificamente en el caso que nos ocupa, las obras inscritas en la primera se nutran y encuentren su fuerza renovadora, precisamente en Ja inmensa riqueza de la segunda® 2 —

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