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RUBEM FONSECA AGOSTO Traduccion de MANUEL DE SEABRA RBA Titulo original: Agosto © Rubem Fonseca, 1590. dela traducci6n: Manuel de Seabra, 1995. Todos los derechos reservados © de esta edicién: RBA Libros, $.A., 2011, ‘Avda. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona. tbalibros.com Primera edicién en esta colecci6n: octubre de 2011, REF. OATIS8. 18RN: 978-84-9006-111-4 DRPOSITO LEGAL: B-33.99$-LOrk VICTOR IGUAL, 8.1. » FOTOCOMPOSTCIGN EMPRESO POR NOVAGRAFIK Queda igurosamente prohibida sin autorizacin por escrito del editor cualquier forma de reproduccién, distribucién, comunicacién piblica o transformacién de esta obra, que serd sometide las sanciones establecidgs por la ley. Pueden ditigirse a Cedro (Centro Espanol de Derechos Reprograficas, www.cedro.org) sinecesitan fotocopiar 0 escanear algin fragmento de esta obra (evrw.canlicencia.com: 91 702 19 70 93.273 04 47). Todos los derechos reservados. IMPRESO EN ESPANA «Porque en e] circulo hueco que cifie las sienes mortales de un rey tiene la Muerte su corte.» WILLIAM SHAKESPEARE, El Rey Ricardo Il, acto Ni «Hasta ahora hemos hablado de un paradigma circunstancial (y sus sinénimes) en un sentide amplio. Ha Ilegado la hora de desarticularlo. ‘Una cosa es analizar las huellas, las estrellas, los excrementos (humanos 0 no), un catarro, las cérneas, el pulso, los campos de nieve y Jas ceni- zas de un cigarrillo; y otra es analizar los dibu- jos 0 los escritos o los discursos. La distincién entre Ja naturaleza (inanimada o viva) y la cul- tura es importante; y mas cuando aquella es in- finitamente mds superficial y variable entre las distintas disciplinas.» CARLO GINZBURG, Mitos, emblemas e indicios «La historia, dijo Stephen, es una pesadilla de la que estoy tratando de despertar.» JAMES JOYCE, Ulises El portero de noche del edificio Deauville oy6 el ruido de pasos furtivos bajando la escalera. Era la una de la madrugada y la finca estaba silenciosa. — Entonces, Raimundo? —Vamos a esperar un poco —contesté el portero. —wNo llegara nadie mds. Ya duermen todos. —Una hora més. —Mafiana tengo que levantarme temprano. El portero fue hasta la puerta de cristal y miré hacia la calle vacia y silenciosa. —De acuerdo, Pero no puedo tardar mucho. En la octava planta, La muerte se consum6 en una descarga de gozo y alivio, expe- liendo residuos excrementicios y glandulares —esperma, saliva, orina, heces—. Se aparté asqueado del cuerpo sin vida sobre la cama al sentir su propio cuerpo contaminado por las inmundi- cias expulsadas de la carne agénica del otro. Fue al bafio y se lavé bajo la ducha. La marca de un mordisco en su pecho atin sangraba un poco. En el armarie de la pared ha- bia yodo y algod6n, que sirvieron para una cura répida. Recogié su ropa de Ja silla y se vistié, sin mirar al muerto, aunque tenia la aguda conciencia de su presencia sobre la cama. No habia nadie en la porteria cuando salio. E] hombre conocido por sus enemigos como Angel Negro entré en el pequefio ascensor, que ocupé totalmente con su cuerpo voluminoso, y salié en el tercer piso del Palacio del Catete. Ca- miné diez pasos por el corredor en penumbra y se detuvo ante una puerta, Dentro, en Ja modesta habitacién, vestido con un pijama a rayas, sentado en la cama con los hombros arqueados, los pies a escasos centimetros del suelo, estaba el hombre que él Protegia, un viejo insomne, pensativo, quebrantado, Damado Getulio Vargas. Después de escuchar atentamente si provenia algun ruido de aquella habitacion, el Angel Negro retrocedié y apoyé la espalda contra una de las columnas corintias simétricamente dispuestas en la balaustrada tetragonal de hierro que rodeaba la abertura central del vestibulo del Palacio, a aquella hora silencioso y oscu- ro, Debe de estar durmiendo, pensd. Después de cerciorarse de que nada anormal sucedia en la planta residencial del Palacio, Gregério Fortunato, cl Angel Ne- gro, jefe de la guardia personal del presidente Getuilio Vargas, bajé la escalera hacia la oficina de asesor{a militar, en los bajos, comprobando durante el trayecto si los guardias se mantenian en sus puestos, si el Palacio de las Aguilas estaba tranquilo. El mayor Dornelles conversaba con otro asesor, el mayor Fiti- paldi, cuando Gregé6rio entré en la oficina. El jefe de la guardia personal, después de examinar con los dos asesores militares el plan de seguridad que adoptarian en la visita del presidente al Jockey Club el domingo, dia del Gran Pre- mio de Brasil, se fue a su habitacién. Sacé el revélver y el pufial que siempre llevaba consigo, los colocé sobre la mesita y se senté en la cama, donde habia varios diarios. Leyé los titulares con aprensién. Aquel afio habia empezado mal. Ya en febrero, ochenta y dos coroneles, apoyados por el entonces ministro de la Guerra, el general Ciro do Espirito Santo 10 Cardoso, habian divulgado un reaccionario manifiesto de golpe de Estado, criticando las huelgas de los trabajadores y hablando astutamente del coste de la vida. El presidente habia destituido al ministro traidor, sin tener otro general de confianza para ponerlo en su lugar. Gregério sabia que el presidente no crefa en la leal- tad de nadie mas en las Fuerzas Armadas desde que el general Cordeiro de Farias, que siempre habia comido de su mano como un perrito, lo habfa apufialado por la espalda en 1945. Pero final- mente habfa tenido que colocar en el Ministerio de la Guerra a un hombre en el que tampoco confiaba, el general Zenébio da Costa, aceptado sin reservas por los militares porque habia sido uno de los comandantes de la Fuerza Expedicionaria Brasilefia que haba luchado al lado de los americanas en la guerra. Para apaciguar a los militares, se habia visto obligado a exonerar del Ministerio del Trabajo a su amigo Jango Goulart. Todo eso ha- bia pasado antes de que febrero terminara. Si, habia sido un principio de afio malo, pensé Gregério. En mayo, los golpistas habian intentado el impeachment del presidente, y el traidor Joao Neves hab{fa ayudado a propagar mentiras sobre un acuerdo secreto entre Perén y Getdlio. Gregério no olvidaba lo que Joao Neves le habia dicho, cuando era atin ministro de Relaciones Exteriores: —wNo meta la nariz donde no I¢ llaman, sucio negro. Y¥ eso solo porque él, Gregorio, habia intentado establecer un contacto directo entre el presidente y el emisario del presidente argentino. Ademés, en mayo, el entierro de un periodista muerto a pufietazos por un policia conocido como Coz de Mula habia sido usado como pretexto para una manifestacién contra el gobier- no por los seguidores fanaticos del Cuervo, los «linterneros», una banda de golpistas que se reunfan en el llamado Club de la Linter- na, apoyados por las «mal-amadas», una asociacién de amas de casa histéricas. En julio, la canalla de Ja Unién Democratica Na- cional, los udenistas, siempre con propésitos de golpe de Estado, n se habia inventado una conspiracién comunista. Detras de todo se intufa la mano siniestra del Cuervo. Sobre ja cama yacia un ejemplar de Ultima Hora, el tinico dia- rio importante que defendia al presidente. En la primera Pagina, una caricatura de Carlos Lacerda. El artista, acentuando las gafas. de montura oscura y la nariz aguilefia del periodista, habia dibu- jado un cuervo siniestro sobre una vara. El Angel Negro levanté el brazo y clav6 con fuerza el pufial en el dibujo. La hoja atrave- 86 el periddico y las s4banas, perfors el colchén y acabé produ- ciendo un sonido escalofriante cuando topé con uno de los mue- les de acero. Gregério metié el revélver en la funda de la cintura y el pufial en la vaina de cuero. Se puso la americana y salié dela habitacién. Al amanecer de aquel dia 1 de agosto de 1954, el comisario de po- licia Alberto Mattos, cansado y¥ con dolor de estémago, se tomé dos antiacidos. Mientras masticaba las pastillas hoje el libro de derecho civil que estaba sobre la mesa. Siempre habia sido un pésimo alumno de derecho civil en la universidad. Tendria que estudiar a fondo aquella materia si queria aprobar jas oposiciones a juez en noviembre. Conecté la Pequefia radio que siempre tenia a su lado. Giré el selector y se detuvo cuando oyé una voz dicien- do: «La televisiin me fue negada por el sefior Assis Chatean- briand, con quien hoy el gobierno hace alianzas con el mismo desplante y cinismo con que ayer mandaba expulsarlo como trai- dor a la patria». Llamaron a la puerta. ~~Entre —dijo el comisario. El detective Rosalvo, que solia trabajar con Mattos en las guardias, entré en el despacho. El comisario estaba convencido de que Rosalvo no aceptaba sobornos de los bicheiros —las casas de apuestas—, ni de los espafiotes que explotaban la prostitucién. 12 Pero de hecho Rosalvo era un «come-calladoy, en la jerigonza po- licial un pasma que se corrompia de forma disimulada, sin que los compafieros lo supieran. —;Oyendo a Lacerda, doctor? La marea de lodo cada vez se extiende més. ;Ha visto la palabra que se ha inventado el tipo? Kakistocracia, el gobierno de los peores elementos de la sociedad. Los kakistécratas van a perder las elecciones. Sarazote va a ganar en Ceara, Meneghetti en Rio Grande do Sul, Pereira Pinto en Rio, Cordeiro de Farias en Pernambuco. F] pueblo ya no tiene con- fianza en Getdlio. ;Ha visto el esquema que Etelvino ha prepara- do para las elecciones presidenciales? Una lista Juarez-Juscelino, ahi lo tiene. —;Qué quieres? —Ya ha llegado el café de los presos —dijo Rosalvo—, usted pidié que le avisara. En dos celdas con capacidad prevista para ocho presos habia treinta hombres. Las celdas de todas las comisarias de la ciudad tenian exceso de presos esperando vacantes en los presidios, unos a la espera de juicio, otros ya condenados. Mattos consideraba aquella situacién ilegal e inmoral y habia intentado promover un movimiento huelguista en el Departa- mento Federal de Seguridad Publica (DFSP): los agentes dejarian de trabajar hasta que todos los presos fuesen transferidos a peni- tenciarias. El comisario no habia conseguido el apoyo de sus co- legas. Las penitenciarias también estaban llenas y la huelga pro- puesta por Mattos no tendria ninguna consecuencia prdctica, tan solo una repercusién negativa. Mattos insistfa en que ese era pre- cisamente el objetivo preliminar de la huelga, Hamar la atenci6n de la opinién piblica y obligar a las autoridades a buscar una so- lucién al problema. «Una utopia loca —le habia dicho el comisa- rio Padua—. Te has equivocado de profesién.» Los asesores juridicos del DFSP habian recibido érdenes de encontrar una manera legal de destituir a Mattos, pero lo mas que 13 consiguieron fue suspenderlo por treinta dias. El jefe Ramos, titu- lar de la comisaria donde Mattos trabajaba, habia evitado, gracias a sus amistades en Jefatura, que Mattos fuera transferido a la co- misaria de Brés de Pina, como queria el grupo de corrompidos Pata castigarlo, Esa comisaria, ademés de Iejana, tenia unas insta- laciones precarias y el mayor indice de casos policiales, inmedia- tamente por debajo de la del 2.° Distrito, el de Copacabana. No es que Ramos quisiese Proteger a Mattos, usaba su nom- bre para amenazar a los del biche, los corredores de apuestas. En una ocasién, Rosalvo, el detective, habia sorprendido a Ramos intimidando a uno de los corredores de apuestas. ~—Voy a enviarte al comisario Alberto Mattos para que te cierre todos tus chiringuitos, éme oyes? Cuando el corredor se retiré, Rosalvo le dijo al jefe: —Si el doctor Alberto Mattos descubre que esté usando su nombre, lo mata, Ramos palidecié. ——Pero 3cémo se va a enterar? Los corredores no estén tan pirados como para contérselo. Solo se puede enterar por ti, —iYo? Mono listo no mete Ja mano en agujero de calabaza —le contesté Rosalvo. Cada comisaria tenia un polt que recibia dinero procedente del juego de su jurisdiccion Para que lo distribuyera entre sus co- legas. Ese policia era conocido como el «cobrador». La cantidad recibida variaba en funcién del movimiento de los puntos yla codicia del jefe. Rosalvo, como un buen come-callado, no partici- paba en el reparto, pero recibia un buen pellizco directamente de los bicheiros, que querian estar a buenas con la mano derecha del comisario Mattos. La honestidad det comisario era vista por los infractores como una amenazadora manifestacién de soberbia y demencia. Los agentes destinados a la oficina del jefe de policta también Participaban de esa complicidad. Periédicamente, algin centro 14 de recaudacién, conocidos come «fortalezas», era invadido por la pasma, provocando siempre el mismo titular: La pouicfa DES- ‘TRUYE LA FORTALEZA DEL BICHO. Era una manera de tranquilizar las conciencias de algunos raros segmentos escrupulosos de la opinién publica. La mayorfa de la poblaci6n practicaba descara- damente esa misma modalidad de infraccién. Periodistas, jueces, altos funcionarios de] Ministerio de Justicia, a cuya estructura pertenecia el Departamento Federal de Seguridad Publica, tam- bién eran sobornados por los bicheiros. La Comisaria Especializa- da de Costumbres, que tenia como uno de sus principales objeti- vos la represion del juego prohibido, era la que mds sobornos recibfa. La madrugada de ese primero de agosto, Zaratini, el mayordomo del Palacio, que se despertaba siempre temprano, vio a Gregério sentado en un banco, cerca de la pequefia fuente de marmol, cuando abrié una de las ventanas que daban al jardin. Al ofr el ruido de la ventana abriéndose, Gregorio miré hacia arriba y vio al mayordomo. Sin contestar al saludo que Zaratini le hizo con la cabeza, se levanté y caminé en direccién al edificio donde se alo- jaba la guardia personal, anexo al Palacio. Eran las cinco de la mafiana. Gregério Iamé6 a la puerta de Ja habitacién donde dormia Manuel, el cocinero, que abrié somnoliento. —Prepdrame un mate bien caliente. Greg6rio se sent6 a una mesa del comedor vacio, Manuel tra- jo el mate. En ese instante Ilegé Climério Euribes de Almeida, miembro de la guardia personal del presidente y compadre de Greg6rio. Habia salido de casa, ubicada en un suburbio lejano, atin de madrugada para poder llegar a Ja hora. —Alguna orden, jefe? —Ven a mi despacho —dijo Gregorio ante la presencia de 15 Manuel, que estaba ordenando una mesa. No queria conversar sobre aquel asunto en presencia de otros. El lacerdismo era como una enfermedad contagiosa, peor que la sifilis o la gonorrea, no se sorprenderia si alguno de la guardia estuviera infectado, Ya solos en el despacho de Gregorio y con la puerta cerrada, le dijo: —jDemonios! ;Dénde esta ese hombre de confianza? Tenia- mos que haber hecho el trabajo en julio y ya estamos en agosto. Gregério estaba cansado ya de esperat que alguna de las victi- mas de las calumnias del Cuervo respondiera. Todos se decfan amigos del presidente, pero aparte de mofarse del Cuervo en un chismorreo estéril, lo mds que hacian eran tonterias como la del hijo de Oswaldo Aranha, que con un arma en Ja mano Te habia dado un pufietazo en Ja cara al difamador. Pudiendo matar al Cuervo, se habia contentado con romperile las gafas. Ninguno de ellos queria sacrificar la buena vida confortable que Hevaban a expensas del presidente, tomando whisky en las discotecas acom- Pafiados de putas caras. Estaba claro que de aquellos zalameros cobardes no se podia esperar gran cosa. Todos se habian hecho ricos en el gobierno, pero pocos estaban agradecidos al presi- dente. —Déjcmelo a mi, jefe -—respondié Climério, nerviaso. De hecho, Climério no tenia ningun hombre de confianza para hacer el trabajo. El jefe no queria que fuera alguien relacio- nado con el Palacio y menos atin de la guardia personal. La tinica persona que habia encontrado, un tipo. llamado Alcino, un car- pintero en paro, amigo del chivato Soares, obviamente no era una persona cualificada. Algunos dias antes, Climério habia ido con Soares y Alcino a una asamblea del Cuervo en Barra Mansa. El coche de Soares se averio y Jlegaron tarde a la asamblea. —Ese es el hombre —habjia dicho Climério, sefialando a La- cerda mientras hablaba. A Alcino le entraron las dudas cuando vio que Lacerda no era un desgraciado como Naval, al que Soares 16 le habia pedido que matara porque pensaba que era amante desu mujer, Nelly. Naval estaba esperando, de pie, en la estacién de Pavuna; Alcino disparé y maté a un desconocido que estaba cerca de Naval, que salié totalmente indemne. Climério estaba conven- cido de que Alcino no servia para aquel trabajo, pero, para no perder la confianza del jefe, cuando volvié a Rio no Te hablo del fiasco de Barra Mansa. Se habia ganado la confianza de Gregério diciéndole los nombres de los pistoleros de Lacerda, todas, o casi todos, mayores de la Fuerza Aérea: Fontenelle, Borges, Del Tedes- co, Vaz. Entre ellos estaba también un tal Carrera, que Climério creia que era del Bjército, y Balthazar, de ja Marina. Eran lacerdis- tas convencidos y llevaban armas de gran calibre. Entonces el An- gel Negro le dijo a Climério, el hombre escogido por él, que silos pistoleros del Cuerva llevaban armas del calibre 45 él tendria que hacer lo mismo. —Jefe, no se preocupe. Me ocupo de todo —habia respondi- do su compadre. Ahora, pasindose los dedos por las marcas de viruela dela cara, como siempre hacia cuando estaba nervioso, repitié lo mismo: Jefe, me ocupo de todo. —Pero pronto —dijo Gregorio. —Voy a ver a nuestro hombre en seguida. —Quizés Alcino, bien adiestrado, podia cumplir su cometido. En las celdas, el comisatio Mattos vio como los presos desayuna- ban y oyé sus quejas. Ese dia se celebraba el Dia del Preso. Por iniciativa de la Asociacién Brasilefia de Carceles, se habia institui- do un santo patrén de los presos. La eleccién de un patr6n, por sugerencia del cardenal don Jaime de Barros Camara, habia caido en la figura del apéstol san Pedro, que, segun las palabras del pre- lado, habia sufrido en vida los horrores de la c4rcel. El comisario pensdé en bromear con los presos: vy —Siempre quejandose con el vientre Heno. Pero si incluso te- néis un santo patrén y atin queréis mas. El disgusto que sentia cuando entré en las celdas le hizo cam- biar de disposicién. Si no fuera un comedén, un conformista co- barde, aprovecharia el Dia del Preso para liberar a todos esos jo- didos encarcelados. Sin embrago, se limité a anotar sus quejas y volvid a su despacho. A las once miré el reloj, ansioso por que pasaran los sesenta minutos que faltaban para que terminara la guardia. Pero en ese instante Ilegé una radio patrulla (RP). La Central habfa recibido Ja comunicacion de un hemicidio. Alberto Mattos Ilamé a Rosal- vo para que le acompafiara al local. —Ya pasan de las once. Por qué no deja el 121 para el doctor Maia? —Aun neo es mediodia. Tomaron la vieja camioneta de la comisaria, que antes habia transportado el desayuno y atin estaba sucia del café de los presos. Cuando pasaron por un bar, Mattos ordené parar y se tom6 un vaso de leche. La acidez no dejaba de morderle el estémago. La RP les esperaba en la puerta del edificio Deauville. Los dos policias subieron a la octava planta. En el vestibulo " habfa un guardia con el detective que dirigia la RP. La puerta del apartamento estaba abierta. Mattos y Rosalvo entraron en una salita y vieron a dos hombres elegantemente vestidos con trajes caros. En un espejo de la pared, el comisario vio reflejado su ros- tro sin afeitar, la camisa arrugada, la corbata ladeada, el traje ba- rato que llevaba. Por el espejo reconocié a uno de los hombres, el més bajo y grueso: Galvao, el famoso criminalista. Al poco de ter- minar la carrera de derecho, cuando atin no habia entrado en la policia, Mattos habia trabajado como asistente del defensor pu- blico y habia representado a un pobre hombre que se habia meti- do con una banda de estafadores. Galvao era el abogado del jefe de la banda. El Gnico absuelto habia sido el cliente de Mattos. 18 Galvao y el otro se dirigieron a Rosalvo, que iba mejor vestido que el comisario. —Soy el detective Rosalvo —dijo este al comprender el equi- voco—. Este es el comisario, el doctor Alberto Mattos. —Galvao —dijo el abogado alargando la mano. Parecia que no Je habia reconocido. Una voz baja, amable, pero llena de auto- ridad—. Estoy aqui como amigo de la familia. Este es el doctor Claudio Aguiar, primo de la victima. — Quién les avisé? . La rudeza de Mattos no parecié incomodar a Galvao. Sin per- der su compostura de gran abogado contesté que la empleada. Hab{a llamado a la policia y después a Claudio Aguiar. —Crefa que ta policia Hegaria antes que nosotros. — Cémo se llama e] muerto? —Paulo Machado Gomes Aguiar. — Profesién? —Industrial. — Soltero? ;Casado? —Casado. — ;Donde esta su mujer? —En la casa de campo, en Petrépolis. Todavia no la han avi- sado... —jNo Ja han avisado...? —Quisimos ahorrarle el horror de ver a su marido asesinado, de la brutalidad de la investigacién criminal... Es una persona muy delicada... Estaban muy unidos... —aclaré Galvao. — Dénde esté el cuerpo? Espero que no hayan tocado nada. —Ni siquiera hemos entrado en la habitaci6n. —Me parece que usted, senor Galvdo, no tiene nada mas que hacer aqui. Ni el sefior... —Aguiar —dijo el primo del muerto, que habia estado calla- do hasta entonces. 19 Pero el abagado y el primo segufan sin moverse. Mattos se aflo- j6 un poco mas el cuello, Tragé saliva. Resoplé. Galvao se metié la mano en el bolsillo de la americana. De una cartera de cuero sacé una tarjeta. —Si necesita algo... El comisario se guardé la tarjeta en el bolsillo. ~—Digale a la esposa de la victima que quiero verla el lunes. En la comisaria. —No seria preferible... —empezé Galvio. —F] lunes por la mafiana, —-Muy bien. Galvao tocé ligeramente el codo de Aguiar, que aparté el brazo. —Vamos —dijo el abogado con su voz ronca. —Otra cosa —dijo Mattos—, antes de salir digale ala emplea- da que encontré el muerto que venga a hablar conmigo. Una mujer de cuarenta afios, de uniforme negro con delantal blanco y una especie de cofia en la cabeza, aparecié en el vesti- bulo. -—3Cémo se Ilama? —Nilda. —;Dénde esta el cuerpo? Mattos y Rosalvo siguieron a la empleada, —Espere fuera, Nilda. El muerto, un hombre de unos treinta afios, grande, muscu- loso, delgado, estaba tendido sobre la cama totalmente desnudo. En el rostro, varios hematomas. Marcas en el cuello. Las sibanas estaban manchadas de sangre, materia fecal y orina. Los dos poli- cias se movieron cuidadosamente por la habitacién para no des- truir los posibles indicios. Mattos empujé con el codo la puerta entreabierta del cuarto de bafio, no queria mezclar sus huellas di- gitales con las que pudiera haber, Un espejo grande ocupaba toda la pared, por encima de una superficie de marmol sobre la que descansaban frascos de perfume, cepillos, jaboncillos y otros ob- 20 jetos. Con el code, el comisario retiré Jacortina de la ducha. Cuan- do examinaba, sin tocarlo, un jaboncille con algunos cabellos cortos, un resplandor Ilamé su atencién. Se puso de rodillas. Era un anillo ancho de oro. Se lo metié en el bolsillo de la americana sin que Rosalvo se diera cuenta. El anillo hizo un leve tintineo al chocar con el diente de oro que Mattos siempre Hevaba. Cuando comprendié que el anillo habia tacado el diente, le asalté una sen- sacién de asco: impulsivamente, el comisario cambi6 el diente al otro bolsillo casi dejandolo caer al suelo. —Llama al Departamento de Exdmenes Periciales y pide un examen —dijo Mattos, intentando esconder su momentanea con- fusién. —jA1 Instituto Médico Legal también? —pregunté Rosalvo. —Si, claro. Rosalvo se acercé a la mesilla de noche, donde habia un te- léfono. —Ese no. Puede tener huellas. Nilda esperaba en la puerta de la habitacién. —;Hay otros empleados en !a casa? —La cocinera y el criado. Estan en la cocina. El comisario, acompafiado por Nilda, fue hacia la cocina. Una mujer gorda con un delantal y un hombre vestide con pantalones listados y chaleco negro, sentados a una mesa, se Jevantaron asus- tados. —-Esperen fuera. Voy a hablar con Nilda. Después los Wamaré —-dijo el comisario, cerrando Ja puerta. —3Fue usted la que llamé a la policiat —Si —dijo con la voz temblorosa. Era otra de Jas cosas de- sagradables de ser policia: cuando no sentia odio, la gente tenia miedo de él. —3Cémo descubrié el cuerpo de su amo? No se apresure. _Fuia llevarles el desayuno, lamé y nadie contestaba... —Les, ga quién? 2 ~~Al doctor Paulo y a dofia Luciana. —éLa mujer no se habla marchado? —Yo no lo sabia. Se habia ido Por la tarde y no lo sabia. —sQuién se lo dijo? —El primo del sefior, el doctor Claudio. —sY después? ——El doctor Paulo se despierta temprano ¥ pensé que habia salido ya y que dofa Luciana estaba en el bafio. Entonces abri la Puerta y... vi aquello... hui... — iY después? ~~Llamé a la policia... y en seguida al doctor Claudio... ~-$Qué hora era? Silencio. Rosalvo entré en la cocina. —éEran las once? —aLas once? No... No me acuerdo... —Miente, Nilda... La cmpleada se echo a Norar. —No hay motivo para que lore. Tranquila. No le voy a hacer nada. Pero tiene que dejar de mentir, Si deja de mentir no voy a enfadarme. Usted dijo que su patrén se despierta temprano. Su- Pongamos que llegé con el desayuno a eso de las ocho. Vio a su patron muerto. No sabia qué hacer ¥ pens6 en el primo de su patron y le llamé y él le dijo que esperara, que no hiciera nada, que vendria en seguida. Entonces el primo del sefior llegé con el abogado, aquel sefior bajito con voz baja y e! bajito dijo que espe- Tafa uN poco mds antes de Hamar a la Policia y usted hizo lo que Je mandaron. ;Verdad que fue asf? —Si. —-Puede dejar de Horar. No estoy enfadado con usted. ——E] doctor es una persona fina, no es un kakistécrata —dijo Rosalvo. —Entonces, entre descubrir a su Ppatrén muerto y Iamar a la policia pasaron unas tres horas, 22 —Ahi esté el meollo —dijo Rosalvo. —Quiero que me diga lo que e! primo de su patrén y el abo- gado hicieron durante ese tiempo. Finalmente Mattos consiguié poner en orden las ideas de Nil- da y saber lo que habfa pasado. Galvao y Aguiar habfan tardado en llegar. Mientras, Nilda hab{a informado a la cocinera y al cria- do de lo que habia descubierto, pero ninguno de los dos tuvo coraje para ir a ver al muerto, Cuando los visitantes llegaron, fue- ron en seguida ala habitacién, pero se quedaron poco tiempo alli. Nilda no entré con ellos. Aguiar salié muy nervioso y Galvao le dijo varias veces que se tranquilizara y le pidié a Nilda que hiciera café fuerte. Cuando ella trajo el café, Aguiar estaba sentado en el sofé del sal6n con la cabeza entre las manos, como si estuviera llorando. Galvao habia hecho varias Hamadas, mencionando al- gunas veces el nombre de dofia Luciana. —jNo iréa la carcel? —pregunté Nilda cuando vio que el co- misario anotaba su nombre en un bloc. —No, no ird. Quizé ni siquiera la necesite mas, Tranquila. Que venga la cocinera. Nila cocinera ni el criado sabian nada util. — Me trae un vaso de leche, por favor? —dijo Alberto Mattos ala cocinera. —;Quiere también unas galletas? —No, gracias, sole 1a leche. Mattos habia acabado de hablar con el criado cuando Negaron los hombres del Departamento de Exdmenes Periciales (DEP). El experto era Anténio Carlos, un técnico que Mattos respetaba por sus conocimientos. El comisario le dijo que Galvao y un primo de Ja victima habian entrado en la habitacién y le pidié que compro- bara si algtin indicio podria haber sido destruido. —No creo que Galvio hiciera algo asi —dijo el experto. ~-gNi para proteger a un cliente? —Hombre, visto asi, no sé... Un abogado es un abogado... 23 Los hombres del DEP hicieron fotos, tomaron impresiones de Jas huellas digitales y papiloscépicas de la estatuilla, de las puertas, del teléfono y de la mesilla de noche. Junto con el comisario abrie- ron cajones y armarios, inventariaron el material que se llevarian, las sdbanas, la ropa del muerto que estaba sobre una silla, una agenda de cuero brillante y el jaboncillo con pelos. —Esto se queda conmigo, por el momento —dijo Mattos, guardando la agenda, Los de las pompas fiinebres cargaron el muerto en una caja de metal machacada y sucia. Los expertos salieron tras ellos. —jPuedo irme? —pregunté Rosalvo—. Hoy es el cumplea- fios de mi mujer. —Marchate. El criado, al fondo de la sala, tosi6. —jPodemos marcharnos? —Vale mas que esperen a la sefiora hasta que llegue de Petré- polis. Al salir, Mattos habl6 con el portero que estaba en la finca durante el dfa. A las seis dejaba el servicio y era sustituido por Raimundo Noronha. Pero Raimundo habia salido. —Digale que vaya a la comisaria cuando pueda. Quiero ha- blar con él. Cuando llegé a la comisarfa, hizo el parte y pasé el servicio al comisario Maia, que iba a sustituirlo. En ese momento, el jefe Ra- mos, que raramente iba ala comisaria en domingo, entré6 en la sala. —Todo bien en la guardia, doctor Mattos? ;Algo en especial? —pregunté Ramos. —Todo est4 anotado —respondié el comisario secamente. Ramos cogié el registro. —Un homicidio... Vaya, un hombre importante... Un figu- rén... sYa lo sabe la prensa? Gaivao le debe de haber liamado, pensé Mattos. —Autor o autores desconocidos... —continué Ramos. Dejé 24 el registro de nuevo sobre Ja mesa. Como siempre hacfa cuando estaba indeciso y nervioso, empez6 a jugar con elanillo de fin de carrera, de oro con un rubi en el centro y dos figuras en alto relie- ve a ambos lados, una bascula y una tabla de la ley. —;Tiene alguna pista? _—Me marcho a casa. Cuando descubra algo le informaré. Cogié el revolver que siempre dejaba en el cajon cuando esta- ba de guardia, lo colocé en la pistolera del cinturén y sali6. Llamaron a Gregério al teléfono varias veces, pero después de la comida solo atendié tres Hamadas. La primera llamada decia: -—Es sobre el permiso de la Cexim. Es necesario que hable con usted hoy. —Hoy no puedo —contestd Gregorio. _—Es muy importante, teniente- Vale mas que hablemos. No es solo por mi interés. También a usted le interesa. _—No me fuerces, Magalhaes. Hoy no estoy de buen humor. —No estoy forzando nada, no me malinterprete, pero pasd algo grave, el presidente de la Cemtex... —Hoy es domingo, no puedo hacer nada. Dentro de poco tengo que acompafar al presidente al Jockey Club. Ll4mame ma- fana —dijo Gregorio secamente, colgando el teléfono. La segunda llamada: —,Cuando se hard el trabajo? __Uno de estos dias —-contesté Gregério—. ‘Tranquilo, no quiero riesgos inutiles. —Si le pasa algo, que no lo creo, ya que sé que usted actuara con la prudencia necesaria para evitar cualquier dificultad, de- positaré la cantidad convenida a su nombre en el extranjero. Sera un hombre rico. Muy rico, Confie en mi, tal como yo confio en usted. 25 eee La tercera Hamada: —Cudndo se va a encargar del tipo? —Uno de estos dias, doctor Lodi. Euvaldo Lodi era diputado federal y un importante lider de la Federacién de Industrias. Alas tres dela tarde, el jefe del Gabinete Militar de la Presiden- cia, el general Caiado de Castro, flego al Palacio del Catete. Poco después llegé el ministro de Hacienda, Oswaldo Aranha. Ambos fueron introducidos en el despacho del presidente. Poco después de las cuatro, la comitiva presidencial, formada, entre otras per- sonas, por el general y el ministro, entré en los coches que espera- ban en los jardines del Palacio. Fl mayor Dornelles se senté junto al chéfer en el vehiculo que transportaba al presidente y a su es- Pposa, dofia Darcy, Gregorio dio instrucciones a los escoltas de la Policia Especial. Hizo un gesto a Dornelles para que la comitiva partiera. Su ve- hiculo, ocupado por otros tres miembros de la guardia personal, segufa inmediatamente al coche del presidente. Precedida por las motos de los escoltas de boina roja, la comitiva salié por la entra- da de la calle del Catete en direccién al hipédromo de Gavea. Como Gregério teria, el presidente fue abroncado cuando el locutor del Jockey Club anuncié su llegada por Ios altavoces. El presidente fingi no oir los silbidos que provenian de las tribunas de los VIP. De las tribunas populares no vino ningun aplauso, ningtin apoyo, jEs asi como el pueblo trata al doctor Gettlio?, pensé Gregério. ;Después de todos los sacrificios que habia he- cho y hacia por los pobres y humildes? Durante el oporto de honor, servido por la direccién del Joc- key después de la carrera, el Angel Negro, con la expresién turba- da, se colocé detrés del presidente, acariciando el mango del pu- fial que llevaba en el cinturén, oculto por la americana. 26 Mattos vivia en la octava planta de un edificio de la calle Marqués de Abrantes, en Flamengo. Un pequefio piso interior, con sal6n, dormitorio, baito y cocina. El bafio era la mejor pieza de la casa, espacioso, con una enorme bajiera antigua, con pies de metal re- produciendo las patas de un animal. En el salén cabia tan solo ‘ana mesa con dos sillas, una estanteria lena de libros y una mesi- ta con un gramé6fono y estanterias para discos. Sobre la mesita descansaba un Album de discos de 78 revoluciones, entre ellos La Traviata, y otro con La Bohéme en un long-play, ademas de los respectivos libretos en italiano. E] dormitorio también era peque- fio: tenfa un sofa cama Drago y una mesilla con una lampara de Jectura. A pesar de ser agosto, hacia calor en el apartamento y estaba mal ventilado. La ventana de la habitacién daba a un pequefio patio interior. El vecino de enfrente discutia con su mujer. Mattos podia verlos y oirlos haciendo gestos y gritando. Cerré la ventana, encendié la luz y enchufé la radio, Luego se quité la americana y la corbata, colocé el revélver sobre la mesa, abrié el sofé-cama y se tumbé con pantalones y zapatos. Estaba acostumbrado a dor- mir vestido. Le desperté el timbre del teléfono. El locutor de la radio decia: —El presidente de la Reptiblica, doctor Getilio Vargas, acaba de llegar al hipédromo de Gavea. Cogié el teléfono. — Me quieres ver hoy? . Era Salete. Sintié una punzada breve de deseo, que pasé en seguida. No era un buen dia. Ademis, la acidez lo estaba ma- tando, —Estoy cansado. —;No estabas pensando en mi? —Ahora no pienso en nada. —Los de la policia siempre piensan en alguna cosa. No seas malo. 27 —Estoy muy cansado. —Voy y te pondras mejor... El policia volvié a escuchar la radio. Aragonés, montado por L. Rigoni, habia ganado el Gran Premio de Brasil, El habria apos- tado por Joiosa, debido al misterio del nombre: jjoyo, joya, joyeu- se? 3O la espada del Cid Campeador y otros caballeros ilustres? Pero la yegua legé en segundo lugar. Tenia que descubrir al autor de un asesinato y estaba escuchando una carrera de caballos... Co- gié el libro de derecho civil. Como policia, metia gente en la car- cel; como juez, iba a hacer que se pudrieran en un calabozo in- mundo de comisaria. Grandes perspectivas. Le dio ganas de lanzar el libro contra la pared. Si empezaba a lanzar libros contra las pa- redes es que estaba realmente chiflado. ;Volver a trabajar como abogado? Su ultimo cliente le habia dado una gallina como pago por sus honorarios. Bueno, en realidad fue la madre, porque el cliente estaba en la carcel. Una mujer infeliz, como las madres de todos los criminales que eran capturados. La pobre mujer habia decidido que deb{a pagarle de alguna manera. Se acordaba de su cara feliz cuando le dio la gallina, viva, envuelta en un periédico, con las patas atadas con una cuerda. Le habia contado el caso a Alice. Su antigua novia se habia sorprendido. Vivia en otro mundo, donde no habia gallinas con las patas atadas envueltas en periddicos. Alice. Alice. Se quit6 la camisa y volvié a dormirse. Se desperté con el timbre de la puerta. —Me gustas asi, sin camisa —dijo Salete abrazandolo. Mattos se libré del abrazo, fue a ta habitacién y se puso la ca- misa sucia de la guardia. —Si quieres, podemos ir al cine Sao Luiz. —No quiero ponerme americana y corbata. ~—Entonces vamos al. Polyteama. En aquel antro no hace falta llevar americana y corbata. 28 —No me gusta el cine. —Antes te gustaba. —Salete cogié la pistolera con el revélver, que estaba sobre la mesilla de noche—. La peli es El diablo rie el iltimoa. Ti lo tienes en el cuerpo. —Una sonrisa indecisa. —~Deja el arma, por favor. —Ya sabes que me gusta coger el rev6lver. — {Quieres hacerme el favor? Salete colocé el revélver sobre la mesilla. —Hoy no soy buena compafiia dijo Mattos. ~~Siempre que sales de guardia estas asi. Vamos ala cama, que te pongo bien. —Tengo que bafiarme. —Pero gtienes agua? —Hoy si. Ahora es un dia si, un dia no. —Te preparo el bafio. Mientras Salete Ilenaba la bafiera, Mattos se quedé leyendo el libro de derecho civil. —Ya est4, puedes venir —grité Salete. —sPor qué vas toda vestida de negro? —4No sabes que esta de moda? sNunca oiste hablar de Juliet- te Greco, la musa del existencialismo? Voy a bafiarme solo, —-Mattos cogié a Salete por el brazo y, delicadamente, la empujé fuera del cuarta de bafio. Fl comisario estaba dentro del agua templada cuando Salete llamé a la puerta, — ;Puedo? No, Salete abrié la puerta. Vio la ropa de Mattos desordenada en el suelo. —Una de las cosas buenas de este apartamento viejo y horri- ble es la bafiera. Creo que también voy a bafiarme. En esta bafiera caben fAcilmente dos personas y en mi casa hoy no ha Ilegado el agua —dijo Salete—. Pero antes voy a arreglar este desalifio. 29 Cogié las ropas del suelo, las Hevo a la habitaci6n y las puso sobre una silla, Guardé los calzoncillos en su bolso. En seguida se quité el vestido, la combinacién ¥; solo con las bragas, pues no usaba sostenes, fue al cuarto de bafio. Delante de Mattos, para que él pudiera ver sus gestos, Salete se quits las bragas y entré en la bafiera. Pasé las piernas alrededor de Ja cintura y los brazos alrededor de los hombros del comisario. Mattos sinti6 los pechos firmes de la chica contra su espalda. —Deja que te enjabone. —Estoy muy cansado. Salete fregé la espalda de Mattos. El pecho, el vientre, el pubis. —Vuélvete hacia mi —dijo Salete. Parecfa atin més bonita. Se habia soltado el mofio y tenia las puntas de los cabellos mojadas. ~—iCudntos afios tienes realmente? ——Sabes muy bien mi edad —dijo Salete, levantando una de las piernas de Mattos, haciendo asi que se sumergiera de espaldas en Ja bafiera. —Necesitas cortarte las uiias de ios Pies. —Dices que tienes veintiuno, Pero yo creo que tienes die- ciocho. : —Me pones menos edad Porque piensas que soy tonta. ~—Eres lista ¢ inteligente. —El otro dia dijiste que era burra, ——Eres analfabeta, Eso queria decir, ~—Sé leer muy bien. Te lo mostraré cuando salgamos de la bafiera, —iPor qué no me ensefias el carné? —Para que no veas la foto, salgo muy fea. De la bafiera se fueron a la cama, Durante un rato é1 se olvidé de todo, de los miserables y jodidos criminales, de las jodidas vic- timas, de los jodidos polis corrompidos, de los jodidos polis ho- nestos, jo ee ~——iQuieres que lea para ti? ;Sirve este libro que nunca te deja? —Sirve. —Articulo 544. El 4lveo abandonado de un rio del dominio publico o privado pertenece a los propietarios riberefios de las dos m4rgenes sin que los duefios de las heredades por donde el rio abriere nuevo cauce tengan derecho a indemnizacién alguna. Se entiende que... —Déjalo. Lees como un adulto. —Los abogados hablan entre si de una manera muy extraiia. No sé cémo puedes aguantar este libro. —Odio esa mierda. —Alveo. ;Qué caray es eso? —Alveo abandonado. Es la depresién de terreno que servia anteriormente de lecho a un rio. Salete rio. — Los rios cambian de lugar?. —Dudar es sefial de inteligencia. No encontrar respuestas es sefial de ser burra. Asf eres ti. —Soy burra, pero no duermo en un sofé cama Drago, Comprendiendo que habia irritado al comisatio, Salete le dijo que necesitaba comprar una cama decente. ——-No es tan cara como parece. ;Sabes una cosa? Te voy a re- galar una cama. — Tu coronel te ha dado hoy la pasta? ;Por eso has venido? —£1 no es mi coronel. — Qué es entonces? —wNo me gusta esa palabra. — Qué es él, entonces? —Es una persona que me ayuda. ~~—Casa, comida, ropa, pasta para el peluquero, para ir de tien- das, la discoteca. ~—Si quieres, lo dejo y vengo a vivir contigo. —2¥ las juergas en el Night and Day, en Le Gourmet, en el 31 Vogue, en el Ciro? 3Prefieres vivir con un policfa honesto en vez de con un ladrén rico? —Magalhaes no es un iadrén. ~iQue no es un ladrén? ;Cémo puede un funcionario del gobierno tener toda esa pasta? Te regal6 un apartamento en la playa, un coche, fue de viaje a Europa contigo, te pag un buen dentista que te arreglara la boca. —Yo no soy culpable de que tus dientes sean tan malos que no tengan arreglo. . —Ese tipo es una rata. ——No me gusta ofr hablar de él de esa manera. Luiz es buena persona, —Entonces marchate. Estas aqui porque quieres, Salete salié de la cama. Se quedé quieta, erguida y desnuda al lado de Ia cama, sin saber qué decir, Ella acostumbraba a decir que no tenja en las caderas esas dos pulgadas de mas que habfan impedido que Marta Rocha fuera elegida Miss Universo. La belle- za del cuerpo desnudo de Salete hacia ain més doloroso el dis- gusto que Alberto Mattos veia en su rostro. El comisario cerré los ojos. Oy6 que Salete decia: —Me voy. Oy6 como se vestia y anadia: ~—jPor qué me haces esto? Luego oyé la puerta de la calle cerrandose. Abrié los ojos, Habfa una mancha oscura en el techo de la habitacion, Proba- blemente una infiltracién del piso de arriba. Llevaba alli mucho tiempo, pero era la primera vez que se daba cuenta. Salié del sof-cama. Buscé la agenda de teléfonos que habia co- gido del apartamento de Gomes Aguiar. Reconocié algunos nom- bres. En la letra G, Gregério Fortunato. En la letra V, Vitor Frei- tas, seguido de la palabra senador, entre paréntesis. Mattos habia ofdo hablar del influyente senador del PSD. Pero lo que le intere- 32 s6 mas estaba cn la letra L: Luiz Magalhaes. El nombre del tipo que estaba con Salete. Sacé ej anillo que habia encontrado en el cuarto de bafio del muerto del edificio Deauville. Lo examin6 con atencién, por pri- mera vez. En la parte interior tenia grabada la letra F. Las primeras paginas de los peridicos Hevaban titulares sobre el asesinato del industrial Gomes Aguiar. La policta, segtin el jefe Ramos, tenfa una pista sobre los autores del «atraco» que no po- dia revelar para no perjudicar las investigaciones. Varias fotos de Gomes Aguiar y una de Alberto Mattos, con el pie «Comisario que dirige las investigaciones», Mattos llegé a la comisaria a las ocho treinta de la mafiana. Que- ria llegar temprano, para poder pasar por la carcel antes de la de- claracién de Luciana Gomes Aguiar, pero se retrasé ayudando a un hombre a empujar un Citroén negro averiado en la calle. Le dijo que se sentara al volante y empujé él solo el Citroén un buen trozo de la calle, en medio del trdfico, pero el motor no arrancé. Dejaron el coche cerca de la acera y Mattos, junto con el chéfer, le echo un vistazo al motor, pero solo consiguié ensuciarse de grasa Jas manos y el cuello de la camisa. Al comisario Maia, que estaba de guardia en ese momento, no Je molestaba que Mattos visitara las celdas los dias que él estaba de servicio, Maia detestaba ir a las celdas. «No me gusta el olor», decia. El desayuno de los presos también se habia retrasado, El car- celero acababa de empezar a distribuir el café y el pan. Los presos conversaban animadamente, algunos refan. El hombre se acos- tumbra a todo, pensé Mattos. a5 —Doctor, doctor, sy mi inyecci6n? —dijo un estafador cono- cido como Fuinha, intentando meter la cara entre las Tejas. —iNo te di una dosis ayer? ~—-Claro, doctor, pero atin no estoy bien. ;Quiere comprobar- Jo? Si aprieto sale una gota. —Fuinha empezé a desabrocharse la bragueta. ° —No necesito ver nada —dijo Mattos. El comisario le dijo al guardia que trajera la caja de metal con Ja jeringuilla y las agujas, el frasco de alcohol y las dos ampollas de penicilina, una con el polvo y la otra con el liquido, que acostum- braba a levarse a la comisaria. Cada vez que Ilamaba a un médico para que diera una inyecci6n a un Preso con gonorrea, nadie ve- nia. El guardia trajo el material y lo puso sobre una mesilla en el pasillo. Mattos levanté la tapa de metal de la caja, Hené esta con agua hasta cubrir la jeringuilla y las agujas, la puso sobre la tapa, rellend la tapa con alcohol, lo encendid y esperé a que el agua hirviera. Clavé la aguja en la tapa de caucho de la ampolla con lquido, lo aspird, clavé la aguja en la otra ampolla y le inyect6 el liquido, luego quité la jeringuilla dejando la aguja clavada en la tapa, sacudié bien la ampoila para mezclar el polvo con el iquido, encajé de nuevo la punta de vidrio de Ja jeringuilla en la aguja y aspiré la mezcla. Desde la celda, Fuinha asistia a estos lentos pre- parativos. Colocé un brazo desnudo hacia fuera, cerré los ojos cuando la aguja penetr6 en su brazo. —Algtin enfermo mds? —pregunté Mattos. —Yo, doctor. —Un preso se acercé a las rejas. ~~Este tipo no tiene nada, doctor, es cuento ——dijo Odorico, el «jefe» de la carcel, un hombre fuerte con un coraz6n rojo tatua- do en el brazo y la sempiterna frase de «amor de madre», conde- nado a més de trescientos aiios de carcel por robo y asesinato. —Déjame decidir a mi —dijo el comisario. Odorico se call6. Acatar una orden de Mattos no era una hu- millacion. 36 El mentiroso era un hombre gordo, un reincidente condena- do a cinco afios de reclusion por estafa. — Qué te pasa? —Un dolor en el pecho. Se sofoca uno aqui. —Tosié dos veces. —Es realmente insoportable! —exclamé Mattos—. No de- berias estar aqui, ninguno de vosotros deberia estar aqui. Pero no puedo hacer nada. El mundo no se preocupaba por aquella escoria, que se jo- dieran unos encima de otros como gusanos inmundes. La policia existia para esconder aquella podredumbre de las miradas y las narices delicadas de las personas de bien. — No seria bueno que un médico me examinara? —-Astuto, el estafador. Quizd consiguiera engafiar al médico. La enfermeria de la policia era mucho mds confortable que las celdas. —wNo intentes engatusar al doctor comisario —lo amenazé Oderico. El reo miré al jefe de los presos. —Si, ya me siento mejor —dijo. —Ve a desayunar —dijo Mattos, Rosalvo aparecié con O Cruzeiro y la Tribuna da Imprensa. ~—~Caramba, doctor, ;quiere leer las bajezas de Lutero Vargas, el parasito de la oligarquia? —No. —2Y la historia completa de los once mil délares que han ro- bado a Lutero Vargas en Venecia? —No. —i¥ esto de aqui? Armando Falcio da a conocer el contra- bando de Jereissati en Ceara. El presidente del PTB de Ceara per- tenece a la banda de ladrones que se apoderé del gobierno. ;Sabe cudl es el principal contrabando? Lino irlandés S-120. A la gente del nordeste les encanta vestirse con lino irlandés S-120. —No me interesa. —Y esto también: por sugerencia de Brandao Filho, delegado vr de Orden Puiblico nombrado por indicacién de Jango Goulart, el general Ancora, jefe de policfa del DFSP, decidié inscribir en la hoja de pagos a los chivatos de la Policia. Fijese bien: antes las autorida- des trabajaban con delatores sintiendo repugnancia; hoy dia ni si- quiera queda esa repugnancia. —Pausa—. Lacerda no es nada facil. El comisario siguié callado. —7iPuedo hacerle una pregunta? ~—Puedes —contesté el comisario, —A ver, jes usted lacerdista o getulista? —éTengo que ser una de esas dos mierdas? No, sefior —dijo Rosalvo cuando vio la mueca del comisa- rtio—. E] jorobado es el tinico que sabe sobre qué lado dormir, Luciana Gomes Aguiar, acompaiiada por el abogado Galvao, Ilegé a la comisarfa a las diez. El Policia sintié una instintiva hos- tilidad hacia la mujer, por la expresi6n de su cara y por la elegan- cia de su traje negro. No pasa de una plutécrata de buenas mane- ras, pens6. Como Alice. —Ya sabe —dijo el abogado—, que dofia Luciana esta dis- Puesta a colaborar con la policia para descubrir al asesino 0 asesi- nos de su marido. Pero le gustaria declarar lo mas pronto posible, —Antes de tomar declaracién formal a dofia Luciana, me gus- taria hacerle algunas preguntas. Luciana accedié con un gesto. ~~{Tenia algin enemigo su marido? -—No. —~iTenia la costumbre de dormir desnudo? Luciana no contesté. Miré hacia Galvao, como si dijera: ses- toy obligada a aguantar esto? —EI doctor Gomes Aguiar no fue asesinado Por ningtin ene- migo. Fue victima de un robo, lo que nosotros denominamos la- trocinio —dijo Galvao, persuasivo. —iTenia la costumbre de dormir desnudo? El cuerpo fue en- contrado desnudo sobre la cama. 38 —Paulo no era un hombre de costumbres rigidas —dijo Lu- viana. —Doctor, yo a veces duermo con pijama y a veces sin. Creo que la mayoria de la gente se comporta asi —dijo Galvao. —jNot6 que faltara algo? ——Todavia no lo sé. —)No lo sabe? —No, no lo sé. —No vi ropa femenina en la habitacién donde... —Dormiamos en habitaciones separadas. Mi alcoba est4 en la planta superior. —El apartamento es un dtiplex, como habra podido compro- bar —anadié Galvao. Los dedos finos de Luciana exhibian solo un anillo de brillan- tes. El anillo de oro encontrado en el suelo de la ducha del muerto era muy ancho para pertenecer a aquellos dedos. Mattos metié la mano en el bolsillo, sus dedos palparon el diente de oro. El anillo se encontraba en el otro bolsillo. — Ha visto alguna vez este anillo? —No. —Estaba en el suelo de la ducha. —No es de mi marido. £1 nunca usaba anillos. — Me permite? —pidid Galvao. Se puso el anillo en uno de sus dedos—. Un hombre de dedos gruesos. — Su marido tenfa problemas con algun socio? jO con algtin empleado de la empresa... cémo se [lama la empresa? —~Cemtex —dijo Galvao—. No, no tenfa problemas con so- cios o empleados. —4El senador Vitor Freitas era amigo de su marido? —XMi marido tenia muchos amigos. El senador Vitor Freitas era uno de ellos, —3Y Luiz Magalhies? ~—No sé quién es esa persona. 39 ~—3Tenja usted una buena relacién con su marido? —Vivian en una relacién matrimonial perfecta de amor y res- Peto —dijo Galvao, con el tono de voz que usaba en el tribunal. El comisario se acordé de una frase que Emilio, el maestro, acostumbraba a decir: lo mejor del matrimonio es la viudez. El semblante palido de Luciana no mostraba dolor alguno, solo pon- deracion y dignidad. ;Qué clase de Persona era? Mattos Ilamé al escribano Oliveira y empez6 a tomar declara- cién a Luciana. Luciana Gomes Aguiar y el abogado Galvao se retiraron. A Mattos empe7é a dolerle el estémago. El médico Te habia dicho que tenia una ilcera en el duodeno y que cabia la posibilidad de que la dlcera sangrara en cualquier momento. Que se alimen- tase cada tres horas segiin el régimen prescrito, leche, arroz pasto- 80, patatas hervidas, pollo cocido. Que evitara el café, el alcohol, los retrescos, los cigarrillos y las comidas picantes. Que evitara las preocupaciones. Que vigilara las heces. Si se volvian oscuras como el marro del café era sefial de que habia sangrado y quizé necesitase ser ingresado para una intervencién quirargica de ur- Bencia. Ahora Mattos presidia un auto de detencion en flagrante por un delito de lesiones corporales, en el que autor y victima eran res- pectivamente marido y mujer. La competencia para redactar, presidir y firmar los autos de flagrante, asi como de firmar las sentencias, era de su jefe y, en su ausencia, también del comisario. Durante el acto aparecié su jefe. —Permiso, vuelvo en seguida —dijo Mattos al abogado del agresor, que estaba presente. Cogié a Ramos por el brazo y lo condujo al corredor. —-Haga como que todavia no ha llegado. Deje que yo me en- cargue de este caso, —El abogado me ha visto. Es un principiante. No se preocupe. —¥ Cual es el articulo? —El 129. Marido y mujer. — Marido y mujer? 3Y vas a aplicarle un flagrante al tipo solo porque le dio unos cachetes a su mujer? —Precisamente por eso. El hecho de ser su mujer es un agra- vante para mi. —Pero no ante la ley —dijo Ramos controlando su irrita- cién—. He visto ala mujer y no tiene marcas de lesién. —Estén bajo el vestido. Voy a pedir que le hagan un examen médico. —Eres més papista que el papa. Te aseguro que la mujer se pondra contra nosotros. Lo hacen siempre. ——Todo el mundo esté contra nosotros, siempre. —Cuando legue a juicio, el picapleitos absolverd al marido. 4¥ sabes lo que pasard en el juicio? —Si. La mujer le dira al juez que las contusiones exhibidas durante el examen médico fueron causadas por mf. —Mas o menos eso. Déjalo. No te metas nunca en medio de una rifia entre marido y mujer. Una vez, Rosalvo, precisamente después de haber terminado su carrera de derecho y haber empezado la de psicologia forense en la Escuela de Ja Policia, habia hecho esta descripcién de Ra- mos, utilizando confusamente las teorias de Bertillon, Kraepelin, Kretschmer: cara trapezoidal, perfil ortognatico, parietales des- viados, craneo en quilla, constitucién picnica, temperamento vis- coso, Viscoso, picnico, ortognatico. Mattos se puso a reir con desprecio. —3Te ries? Después no digas que no te he avisado. —Sé lo que me hago ~--dijo el comisario, de nuevo serio—. Voy a terminar el flagrante. Autor, victima, abogado y escribano esperaban al comisario. at —Entonces, doctor, stodo resuelto? —dijo el abogado. —Todo. Vamos a proseguir con el auto. —Doctor, mi cliente fue impelido por un relevante valor moral, inmediatamente después de la injusta provocacién de la victima, —Eso deberé dectrselo al juez. —Doctor, hasta usted, que es un hombre culto, al contrario que mi cliente, un estibador del puerto, un hombre rudo yanal- fabeto, hasta usted perderia la paciencia si su esposa le dijera lo que la mujer de mi cliente le dijo. —Ya le he pedido que me disculpara —susurré humildemen- te la mujer, desde el fondo de la sala. —Ella esta arrepentida, sabe que hizo mal, pidié disculpas, ino la oye? —dijo el abogado. —Este delito es de accién ptiblica, no me interesa la opinion de Ja victima. Vamos a continuar con el flagrante. —Doctor, le dijo a mi cliente que es un pichafria. Es que al- guien puede ofr a su propia esposa llamarle pichafria sin perder la cabeza? jEh? ;Por favor! —Nadie estd mas autorizado a decir que un hombre es un pichafrfa que su propia mujer —dijo el comisario. E] flagrante se Ilevé hasta el final, fue firmado y la mujer, en- viada a examen médico. El marido pagé una pequefia fianza como mandaba la ley y fue liberado. Mattos se sacé un Pepsamar del bolsillo, lo masticé, lo mezclé con saliva y se lo trag6, El habia cumplido con la ley. Era el mun- do mejor ahora? Entre tanto, en el centro de la ciudad, Salete Rodrigues, ataviada con un jersey de lana que, seguin la revista A Cigarra, las existen- cialistas habian lanzado, entraba en el ascensor de un edificio de la avenida Treze de Maio y salia en Ja planta 12, domicilio de la Fundacion Getulio Vargas. 42 —3Qué desea? —pregunté la recepcionista detras de una barra. Salete dijo que queria matricularse en el curso de secretaria- do. La informaron de que las asignaturas del curso eran portu- gués, taquigrafia, matematicas y mecanografia. Habfa un curso nocturno y otro diurno. Para matricularse, el candidato necesita- ba poseer el certificado del bachillerato superior. El rostro de Salete se ruboriz6 al oirlo. Dio las gracias y salié corriendo. Estuvo nerviosa en el vestibulo mientras esperaba el ascen- sor. Estaba segura de que la recepcionista, al ver su rubor, lo ha- bia adivinado todo, que ella solo habia acabado la ensefianza pri- maria y, por tanto, que no podia mostrar ningun certificado de bachillerato. En julio podria haber tenido un empleo en el Sena- do. Estaba con Magalhaes en la discoteca Béguin, asistiendo a la presentacion del cantautor existencialista Serge Singer, cuando Magalhies le habia dicho: —Te voy a meter en el tren de la alegria del Senado. —Maga- Jhaes tenia muchos amiguetes senadores y le seria facil conseguir- Je un empleo—. Ni siquiera hay que ir allf, solo cobrar a final de mes. Ella le habia dicho a Magalhdes que tenia pocos estudias y él le habia contestado que el Senado estaba lleno de gente que habia entrado por enchufe. Ella tenia cierta reticencia y le habia dicho que no hiciera nada. Ahora cada vez que escuchaba su programa favorito en Radio Nacional, con Iara Sales y Helder de Boscoli, titulado Tren de la Alegria, se arrepentia de no haber aceptado el nombramiento. A fin de cuentas, podria haber aprendido meca- nografia; incluso Iegé a ir a una escuela de mecanografia en un piso de la calle de la Carioca y habia visto una cantidad de peque- iias mulatas raquiticas déndole a los teclados. Si aquellas infelices aprendian mecanografia, ella también podria aprender. Cuando llegé a la calle sintié una gran consuelo al ver que los hombres volvian la cabeza para verla pasar. 43 Aiin era temprano para ir al centro espiritista de Ja madre In- grdcia, en Rocha. En una farmacia compré un frasco de Vanadiol. Segtin Ja radio, era bueno para los nervios. Caminé por las calles Gongalves Dias, Ouvidor y Uruguaiana mirando los escaparates, Entré en la tienda A Moda Y¥ quiso probarse un vestido que estaba en el escaparate. —ta tienda no esta en consonancia con su nombre —le dijo ala dependienta—, esta muy pasada de moda, Como la tienda tenfa poco movimiento, Salete y la depen- dienta empezaron a hacerse confidencias en voz baja poco des- pués. La vendedora confesé que ya no aguantaba trabajar en aquel lugar, que la gerente era una urraca, Salete le dijo que su vida tampoco era para tirar cohetes. Le gustaba un hombre y vivia con otro; lo tinico que la salvaba era tener dinero Para comprar ropa. Cuando se sentia muy infeliz, continud, se compraba un vestido huevo, uno de esos modelos que hacia que las personas la mira- ran por la calle. Le gustaba que las Personas la miraran as{ cuando iba bien vestida, Eso la ayudaba a sentirse un Poco mas, un poco més, hummm, libre. ~—La ropa elegante me ayuda a triunfar en la vida. Al ver que la chica era comprensiva, Salete le hablé de su pa- sado, aunque sabia que era una crueldad meter ideas en la cabeza de una chica sin cara ni cuerpo para ascender posiciones. Si ella no vistiera siempre tan elegante atin estaria en la casa de dofia Floripes en la calle Mem de Si, cerca dela Cruz Roja, follan- do con bancarios y dependientes. Le conté que gracias a su forta- leza pudo despreciar los malos consejos y ias malas compaiiias, como los de la misma dofia Floripes, que decfa que guardara el dinero para épocas de vacas flacas. ——Una puta tiene una vida corta, los pechos caen de la noche ala mafiana. Y est4 también la celulitis. No lo gastes todo en ropa y adornos. Si no fuera por la ropa y los adornos, no se habrian fijado en 44 ella los hombres importantes que empezé a acompaiiar, politicos, gente de la alta sociedad, mandamases del gobierno, y hoy todavia estarfa usando agua de colonia Regina en vez de perfume francés. —Pero hay que tener un cuerpo bien moideado para que la ropa te siente perfecta. Alrededor del mediodia fue a comer al Colombo. Magalhaes decia que el Colombo ya no era frecuentado por gente de bien, como antes, pero le gustaba mucho entrar en aquel gran salén de techos altos con paredes recubiertas de espejos, y se emocionaba con su pequefia orquesta tocando valses de Strauss. Solo habia visto algo tan bonito en Europa, durante el viaje con Magalhdes. Fue al cine Palacio a la sesién de las dos, a ver la pelicula La tunica, con Victor Mature. Lloré durante la proyeccién. Después del cine cogié un taxi y fue al centro espiritista. En- tregé a la madre Ingrdcia los caizoncillos que habia cogido en casa de Mattos, para que la vieja hiciera su trabajo, Cuando Hegé a su piso, Iam6 a Magalhaes y le dijo que le gustaria ir a una discoteca esa noche. Salete queria ir al Béguin, pero Magalhies dijo que tenia que encontrarse con alguien en el Night and Day. La disco quedaba en el entresuelo del hotel Serrador, en Cine- landia, esquina de la calle Senador Dantas, entre los cines Odeén, ala izquierda, y Palacio, a la derecha. Desde la ventana acristalada de la discoteca se podia ver el lado oriental de] Palacio Monroe, a aquella hora vacio, A la derecha, las luces de las fachadas de los cines hacian resaltar la mancha oscura de los jardines del Paseo Publico. ——;Podrias conseguir que me dejen entrar en el té del Vogue los domingos? Ayer intenté ir y no me dejaron entrar. — Por qué te interesa tanto entrar en ese baile? —Magalhaes sabia que solo las chicas y chicos ricos frecuentaban las tardes de domingo del Vogue. Nunca dejarian entrar a una putita. 4S -—Querfa escuchar a la orquesta de Fats Elpidio. —Hay docenas de otros sitios donde puedes escuchar a la or- questa de Fats Elpidio. No tiene que ser entre todos esos tontos burgueses de mierda. Poco antes de empezar el show de media noche, el maitre acompanié hasta Magalhaes a un hombre cuyo traje oscuro de contable desentonaba con las telas de tusor, lino o panama blanco de los demas hombres presentes. —Siéntese —dijo Magalhies. El hombre se senté después de hacer con la cabeza un gesto de cortesia a Salete. —2El japonés mandé el encargo? —H sefior Matsubara me pidié que le entregara esto —dijo el hombre secamente, sacéndose un sobre del bolsillo. Magalhaes se percaté entonces, a pesar de la semioscuridad de la discoteca, de que el recién Iegado también era japonés. —iHa venido directo desde Marilia? —pregunté Magalhacs, metiéndose el sobre en el bolsillo—. ;Tuvo buen viaje? —afiadio, intentando ser amable, El japonés no respondis. Se levanté. —Algtin mensaje para el sefior Matsubara? —Puede decirle que su contribucién no sera olvidada. El hombre giré la espalda, ahora sin saludar a nadie, y se fue. En el sobre habia un talén de quinientos mil cruzeiros, una contribucién a la campazia del diputado Roberto Alves, secretario privado del presidente. No hacia mucho, Matsubara habia conse- guido un préstamo de dieciséis millones en el Banco de Brasil. Magalhdes hizo una sefial al maitre, que se acercé. -—Champan —dijo Magalhies. —iAlguna predileccién? Tenemos Veuve Cliquot, Taittinger, René Lamotte, Moét et Chandon, Krug, Pol Roger —recit6 el maitre con orgullo. 46 Gregério Fortunato se sorprendia de que solo algunos politicos, como Gustavo Capanema, se dieran cuenta de los cambios que Uiltimamente habian ocurrido en el temperamento del presidente. Capanema, que habfa sido ministro de Educacién del doctor Ge- télio durante la dictadura y ahora era lider del gobierno en la Ca- mara, habia dicho en voz baja en un grupo: —Hace veinte afios que lo conozco, y de hombre alegre y efusivo Getilio se estd volviendo cada vez mds triste y reservado. Todos opinaban que seguramente era debido a la vejez, que hactfa infelices a las personas, pero el presidente no era un viejo; era Getulio Vargas, un hombre asi no tiene edad. £1 conocia las razones de la infelicidad del presidente: la amargura causada por todas las traiciones que habia sufrido, el disgusto por la cobardia de sus aliados. El mayor Fitipaldi, su asesor militar, decia que Jos amigos del presidente, que habfan sido beneficiados con honores y galardones, no eran mas que hipdcritas y traidores. Si habia un hombre en el mundo que se merecia ser feliz, por todo lo que habia hecho por los pobres y los humildes, ese hombre era Ge- tlio. La meditacion de Gregério fue interrumpida por una llamada de su esposa, Juracy. Mantuvieron un didlogo 4spero. Al jefe de la guardia no le gusté oirla quejarse de que él se estaba convirtiendo en una visita de lujo en su misma casa y colgé. En seguida llegé la llamada de Magalhies. —Tengo la pasta del japonés. —No te digas nada a Roberto. Tréeme el talén. —3No le parece que se molestar4 cuando lo sepa? —Conozco a Roberto desde que limpiaba el retrete del doctor Getulio en la hacienda Itu, cuando estébamos en el exilio. No te preocupes. El doctor Lodi quiere un encuentro con usted. —Ya estuve con el diputado aqui, en mi habitacion, en el Pa- lacio, sé lo que quiere. a7 —2¥ cl permiso de la Cemtex? —El permiso ya esté concedido. No ha sido facil. Cincuenta millones de délares es mucho dinero. —iDios mio! ;Podré cambiar el permiso a otra empresa? Era sobre eso que Je queria hablar ayer. El nombre de la otra empre- Sa es... ——iCrees que el gobierno es el culo de la madre Juana? ;La casa de la suegra? ;Ahora me lo dices? Después de todos los pro- blemas que he tenido para conseguir ese permiso? —EI presidente de la Cemtex ha sido asesinado. Eso lo cambia todo. Usted podria hablar con Souza Dantas... —Demasiad tarde, —-Por favor, por Nuestra Sefiora, el Permiso tiene que ser transferido a otra empresa, Brasfesa. —Demasiado tarde. —Su parte esta en juego. : —Lo que es del hombre, el gato no se lo come. Digaselo a sus amigos. Después de colgar el teléfono, Gregorio anoté en un papel la conversacion que hab{a mantenido con Magalhdes. En su casa te- nia un archivo con las informaciones confidenciales que consi- deraba importante registrar; en una ficha pondria que habia con- versado con Magalhaes sobre Cemtex y Brasfesa. Necesitaba encontrar un lugar seguro para aquel archivo. Sus relaciones con Juracy empeoraban cada dia debido a los celos estipidos de su mujer, «Un dia hago una locura», le habia dicho ella durante una discusién. Una mujer celosa era capaz de todo. 48 Eran las seis de la mafiana cuando el teléfono sond. —Soy yo. Silencio. — Te acuerdas de mi? —Alice. Habian pasado solo tres afios. —Sé que te gusta despertarte temprano, por eso te llamo a esta hora... Era como si él estuviera al borde del abismo, a punto de caer. Tres afios antes habia llamado a la casa de Alice. Su madre se ha- bia puesto al teléfono y le habia dicho que ella no queria hablar con él, que no volviera a ilamar. Alice se habia marchado al extranjero, habia pasado seis me- ses en Europa. De vuelta, se habia casade con un tipo forrado de pasta, de cuyo nombre no se acordaba. Tres afios. Al borde del abismo. —Me gustaria verte. Tomar un té. ;Qué tal la Cave? ;Todavia sigue abierta, no? -—S{. Pasé por delante el otro dia. — Puedes? ;Hoy? ;A las cinco? —De acuerdo. Después de colgar, el comisario se acordé de que tenia una cita con Emilio, el maestro, alas cinco y media. Come tenia tiem- po, dado que era muy temprano, el comisario decidio hacerle un homenaje a Emilio escuchando La Traviata. Su grabacién, hecha 49 en la Scala de Mildn en 1935, no era completa, solo tenia ciento once minutos, le faltaba el aria No, non udrai rimproveru, la caba- letta de Germont al final de Ja primera escena del segundo acto. Eran trece discos de 78 revoluciones, que Podian apilarse en el tocadiscos, Cada ocho minutos y medio, el comisario tenia que cambiar el disco. A veces eso le irritaba. Asi que, antes de terminar de escuchar todos los discos, en el segundo acto, Mattos desen- chuf6 el graméfono, orden los discos en e] Album y salid. Mattos habia pedido a Rosalvo que investigara la vida pasada de Paulo Gomes Aguiar, Claudio Aguiar y Vitor Freitas. No habia mencionado a Luiz Magalhaes. —Paule Machado Gomes Aguiar —dijo Rosalvo, consultan- do un cuaderno que sostenia en su mano—, brasilefio, blanco, nacido aqui en el Distrito Federal el 12 de enero de 1924, Su padre era médico, la madre sus labores, ambos muertos. Estudié en el colegio Sao Joaquim e hizo la carrera en la Facultad Nacional de Derecho, donde se licencié en 1947. Nunca ejercié como abogado. Se casé en 1950 con Luciana Borges, hija de un banquero. Consta que se cas6 por dinero. En 1951 fundé la empresa de importaci6n y exportacién Cemtex, que en poco tiempo se convirtié en una de las mas importantes del pais. Tiene contactos con altas autorida- des del gobierno. Se cree también que puede ser testaferro de gru- Pos extranjeros. Lei en A Tribuna... —Deja las intrigas politicas para el final. Primero los hechos. —Los trapicheos sospechosos de Cemtex son hechos, Por ejemplo: la empresa consiguié un permiso de importacién de Cexim por valor de cincuenta millones de délares. El Banco de Brasil nunca ha dado tanto dinero a nadie, se ve a la legua que se trata de una sinvergiiencerta mas patrocinada Por algtin persona- je de arriba. Gomes Aguiar era amigo del senador Vitor Freitas, que probablemente es uno de los que enredan con él. —Continua, —Gomes Aguiar tenia una vida social muy activa. Eché una 50 ojeada a unas colecciones de periddicos viejos y vi fotos suyas con Vitor Freitas en las columnas de sociedad. Y también con el pri- mo y otras figuras de la alta sociedad, sobre todo Pedro Lomagno, hijo del fallecido Lomagno, tey del café. —Continta. —Claudio, su primo, también estudié en el Sie Joaquim. Después salié del pais y estuvo mucho tiempo fuera; su padre era diplomatico o algo parecido. Estudié economia en Londres. Sobre el senador Freitas es posible que frecuente el «Senadito». Cuando se cansan de hacer discursos, esos senadores tan salseros acos- tumbran a atravesar la calle para echar un polvito relajante. Dicen que las chicas del Senadito son una maravilla. —iDénde esta ese Senadito? —;No lo sabe? —Rosalvo estaba sorprendido de verdad, pero fingié que estaba muy sorprendido—. Es en el edificio Sao Borja, avenida Rio Branco, 227, delante mismo del Senado. Muy cerca. Tengo ganas de dejarme caer por alli, pero dicen que la madama es dura de pelar y con esos apoyos no creo que pueda sonsacarle facilmente. Serfa bueno conocer a alguna de las putas que el sena- dor acostumbra a follarse. —La vida sexual del senador no me interesa. ---A mi tampoco me gusta meter la nariz en la vida sexual de nadie. Pero el senador debe de ser de esos a los que les gusta expli- car sus triunfos a las chicas en Ja cama, tomando champan. A me- nudo se consiguen informaciones muy utiles. —No tienes la mas minima nocién de ética, Rosalvo. —Perdén, doctor. —Lo que me interesa saber es si Gomes Aguiar tenia enemi- gos, problemas con socios, cosas de ese tipo. No me interesa la chachara de esas mujeres y menos atin sus chismorreos. —No quiero discutir con usted. Usted es el jefe y siento el mayor de los respetos. De hecho, Rosalvo temia al comisario. Estaba seguro de que 5u Mattos no estaba bien de fa cabeza, las muecas que hacia, la huel- ga alocada que habfa intentado organizar, aquello de salir desar- mado en las investigaciones, y sobre todo la manie de no aceptar pasta del bicho. jCojones, el tio se desplazaba con tranvia, ni si- quiera tenfa cache, y despreciaba la pasta de los bicheiras! Habta que tener cuidado con él. ——Usted es nuevo en la Policia... no es que yo quiera ensefiar- Je, gquién soy yo? Solo soy mas viejo, casi un anciano de cincuen- ta y cince afios de edad, treinta de policia... Lo vinico que he aprendido cn todas estos afios es que en un asesinato solo hay dos motivos. Sexo y poder. Ahf estd el meollo. Solo se mata por pasta © coho, con perdén por la expresién, o por las dos cosas juntas. Asi es el mundo. —Pausa—, Tengo que hacer unas investigacio- nes. 3Me necesita? —Aquel caso del taller... 3El padre del chico ya ha compare- cido? No, doctor. El chico dijo que el viejo no tiene a nadie que vigile el naranjal. Se trataba de un pequeiio taller de coches; durante una tifa, Cosme, el mecénico, habia matado a un tipo que habia dejado el coche para arreglar de un golpe de destornillador en la cabeza. El mecanico, un hombre delgado de veintidés afos, tenia un enor- me hematoma bajo el ojo izquierdo. E1 taller era de su padre, un portugués que en el momento de la rifia estaba ausente en el na- tanjal que la familia tenia en Nova Iguagu. Una testigo habia complicado las cosas declarando que habfa visto a un hombre con una camisa gris golpeando con algo a la victima en ia cabeza, Cuande fue detenido, Cosme llevaba una camisa roja. —3La mujer ha regresado de su viaje? —No, fui a su casa el viernes y nadie sabe cuéndo vuelve. Se- guro que padece esa enfermedad que dijo usted de verlo todo gris. —Para saber con certeza sila mujer padece de visién acromé- tica es preciso que le hagan un examen en el DEP. 52

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