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De carta en carta Ana Maria Machado ‘ustracones de Juan Ramon Alonso José es el abuelo de Pepe, Ninguno de los dos sabe leer ni escribir, Aunque es pequerio, Pepe ya deberia haber aprendido a hacerlo: pero es que nor- malmente no va a la escuela, prefiere ‘quedarse en casa ayudando a su abuelo. Un dia se enfadan, dejan de hablarse y deciden contarse por carta lo enojados que estan. ZQuién les escribird esas cartas? AUFAGUARA. JUVENIL, Ana Maria Machado tustraciones de Juan Ramén Alonso Rue te acuerdes. De carta en carta “eo Tos (2 a hers ‘ts {8 Detwfumene na Rami Alowo 18 Dek edo Rare © Duemelide, Ben er i A Sr hale a rnc Segre pe Stine Bo A Snip 05 Ma, ‘eat Tom, apes, MiMiteetaa' 70 ct vik tes DF cP. ‘in AF, lpg ene Meise hea 208, Ba i An Paton SSNS 21a i te tite tn Genta Mai Ug oi 18. nat Se ie op pa in| San cement ‘Sloe ta dy aire Piha enh be oN 62999600 Pn dc Che ae 2005 Ip en Che Det deta cain Nino Ean De earta en carta Ana Marfa Machado llustraciones de Juan Ramén Alonso efghi; a @ Erase una vez un nifio pequefio que vivia en una ciudad pequefia. Me parece que no fue hace mucho tiempo. Ni muy lejos de aqui. Y que el nifio, en realidad, no era tan pe- quefio. Pero atin no sabia leer ni es- cribir; como le pasaba a mucha gente en aquella ciudad, incluso a personas mucho mayores y més viejas que él, La ciudad era-antigua y se en- contraba a la orilla del mar. Tenia calles estrechas, bonitas iglesias y plazuelas. Guardaba recuerdos de otros tiempos més ricos. Conservaba unas murallas que ya no servian para na- da, pero que antiguamente se ha- bian usado para defender la ciudad del ataque de los piratas. Ten'a casas de dos pisos, con jardines en patios interiores, y terrazas con macetas llenas de flores. Y en algunos lugares, aquellas terrazas del segundo piso eran gran- des y estaban sobre unos arcos que sé apoyaban en las aceras, formando pérticos alrededor de las plazas y paseos, Una de esas plazas era la plaza de los Escribidores. Alli, debajo de las arcadas, se podian ver los bancos donde tra- bajaban unos hombres que se de- dicaban a escribir todas las cosas importantes que las personas de aquella ciudad necesitaban escribir y no sabfan: cartas, mensajes, docu- mentos. Algunos de aquellos escribido- res apoyaban la maquina de escri- bir encima de mesas pequefias, es- critorios 0 incluso cajones. Otros, que estaban empezan- do en la profesidn, escribian a ma- no y cobraban mds barato. Pero todos pasaban el dia allt, Sentados alrededor de la plaza, con- versando y esperando encargos. Esta es la historia de dos clien- | tes de los escribidores. Un nifio lla- mado Pepe y su abuelo José, Pepe y José vivian en la misma " casa, con el resto de la familia: cua- tro nifios més y los padres del nifio. La madre, Teresa, era hija de! abue- lo José. Todos los dias, muy temprano, el padre y la madre salfan a traba- jar. Los hermanos mayores iban a la escuela y Pepe se quedaba con el abuelo. Ya tenia edad para ir al colegio, pero no queria. Preferia quedarse jugando, ademés decia que tenfa que hacer compafiia al abuelo, y los padres acababan por dejario. El sefior José habia sido un ex- celente jardinero. Ahora estaba cansado, aunque todavia hacia pe- quefios trabajos en las casas de la vecindad Muchas veces José se llevaba a su nieto.con él, como ayudante. Los dos se llevaban muy bien, aunque refifan bastante. Eran muy parecidos, tercos y provocadores. Discutfan por cualquier cosa: —Escarda ese jardin. Con mi- mo, jeh..? No dejes ni una mala hierba... —Ay, abuelo, no me apetece. Por qué no hacemos esto, verds, tu quitas las malas hierbas y yo riego. —Nada de eso. Lo vas a en- charcar todo. TU siempre echas de- masiada agua, ahogas las plantas... *¢ ‘ —Y tui siempre llevas la rega- dera medio vacia, porque no pue- » des cargar con. el peso. Las plantas se van a acabar muriendo de sed, ino lo ves? Deja que yo lo haga. —jMe estas diciendo que no ‘tengo fuerzas? ;Que estoy viejo y ya no sirvo para nada? —Es que no tienes fuerzas... S6- lo estoy:diciendo la verdad... No te vayas a enfadar ahora por una ton- teria. —Eres un malcriado, eso es lo que pasa. Se lo voy a contar a tu padre. Para que te castigue, vas a ver, Como no te disculpes, cuando llegue, ja, ja, le voy a contar todo lo que haces durante el dia, El nifio no querfa que lo casti- garan, Pero no iba a disculparse. 4 ees Se quedé callado, conteniendo la rabia. El abuelo seguia rezongando: —Todos los dias lo mismo. No tienes ninglin respeto. Nunca he visto que un nifio de tu edad diga esas cosas a un viejo. En mis tiem- Pos esto no pasaba... Eres un male- ducado, Como me vuelvas a decir algo asi, vas a ver... Furioso, Pepe salid de casa, Dio un portazo, pero no se sintié me- jor. Sino queria que lo castigaran, no podia contestar al abuelo, aun- que ganas no le faltaban. Si supie- raw. le dirfa cuatro cosas, pero sin hablar. Le escribirfa al viejo una car- ta bien descarada. Pero no sabla escribir Y tampoco tenia ganas de ira la escuela para aprender. Comenzé a andar por la calle, insult6 por lo bajo, dio una patada a una lata vacia que estaba en el suelo, pero la rabia no se le pas6. Siguié caminando, hasta que llegé a la plaza de los Escribidores.Y tuvo una idea. Se acercé a uno de los hom- bres que esperaba clientes delante de su mesa y le pregunts: —Buenos dias, sefior Miguel. {Cuanto cuesta escribir una carta? —Bueno, depende del tamafio... —respondié el hombre—. {Pero para quién es? —Para mi mismo, Bueno... es para mandérsela a alguien, pero quiero escribirla yo. —iY por qué no lo haces? —Todavia no he aprendido. 7 El sefior Miguel se quedé mi- rando a Pepe. Pensd que era muy triste que un nifio de su edad no supiera escribir. Los mayores ya no podian aprender, a sus afios era muy dificil para ellos, y cuando ha- bian sido nifios no todo el mundo en la ciudad podia ir a la escuela. Pero ahora sf era posible. El sefior Miguel sabia que asf iba a perder los clientes, pero le parecia bueno que los chavales estudiaran. Y le parecfa mal que un padre y una madre dejaran faltar a clase a su hi- jo. Entonces se le ocurrié ponerle una condicién y respondié: —A los nifios de tu edad no les cobro nada. Pero tienes que ha- cer una cosa: debes ir a la escuela un dia y venir a contarme cémo es, porque tengo muchas ganas de sa- berlo.. Ese serd el precio. A Pepe esa condicién no le gusté mucho, Pero sdlo tenfa unas pocas monedas en una caja que habia dejado en casa, y no queria gastdrselas con el escribidor Ade~ més, querfa la carta ya.Asf que pro- puso: —Es una carta muy cortita. {Me la escribe ahora y yo sé la pa- go mafiana’ Claro. —Entonces escriba esto: «eres un pesado». sefior Miguel escribié.Y pre- iNada més? =4No, tengo mas. Ahora escri- ba: «jvete al infiernob», 20 El escribi6. El nifio éxtendié la mano. —Ya estd, me la puede dar. Voy a entregarla ahora mismo. —iNo la vas a firmar? ;Y no la metes en un sobre? —Ah, eh, me olvidaba... Enton- ces firme aht: «Pepe», y métala en un sobre para José El hombre hizo lo que el nifio le mandaba y le entregé el mensa- je, pensando que era para algin amigo. Después se despidieron: —No olvides tu promesa. Ma- fiana después de la escuela te pasas por aqui, jeh? Tienes que contarme cémo te ha ido. —Si, me pasaré. No se preo- cupe. 21 A\ dia siguiente, muy tempra- no, cuando la familia iba a desayu- nar, aparecié Pepe vestido con el uniforme y anuncié que se iba a la escuela con sus hermanos, Justo antes de salir, entregé un sobre al abuelo. —Torma. Es una carta para ti El sefior José la metid en el bolsillo sin leer y se fue al jardin.a trabajar, Después de almorzar, se tomo un descanso, fue caminando hasta la plaza y le entregé el sobre al sefior Miguel: —Por favor he recibido esta carta, pero no sé leer. Me gustaria que me la leyera y que luego me ayudase a responder El sefior Miguel reconocié al instante lo que habia escrito. Abrié el sobre y ley en voz baja: Eres un pesado... iVete al inferno! Pepe. Miré la cara cansada del viejo y decidié que no le iba a decir aque- llo, En vez de eso, fingid estar le- yendo algo parecido. Asi, si Pepe por casualidad reclamaba después, & podria decir que se habla con- fundido,Y leyé: Estds my cansado... IVete al. invierno! Pepe. 24 El viejo suspird y dijo: —FPor favor, espere un poco. Voy a pensar la respuesta. Se senté en un banco de la plaza. Al poco rato, volvié y pre- gunts: —{Puedo pagar con flores? No tengo dinero, pero mi jardin esta precioso, Usted escribe, yo le trai- go unas flores en un jarro con agua, las pone ahi al lado y las va vendiendo... Ganard més dinero de lo que yo pudiera pagarle. El sefior Miguel acepto. Entonces el viejo, que ya habla recibido algunas cartas a lo largo de su vida y sabia mas 0 menos cémo solfan ser; le dicts un men- saje: 25 Estimado nieto? Espero que al recibo de la presente te encuentres bien de salud. Por aqui, todos bien, a Dios gra- cias. Teresa se quemé con una cazuela la semana pa- sada y Tonico se tropezd con una piedra, pero no fue nada grave. Después se rascé la cabeza, pensé un poco, decidié que ya ha~ bia dado noticias de la salud de la familia y que no necesitaba decir mucho mas, porque Pepe vivia en casa y ya sabia todo eso, Suspiré y continué: 26 El que anda my cansado soy yo, como ya te has da~ do cuenta, y yo que pensa~ ba que ni te fijabas en mi... Hay veces que me en tran ganas de parar, tum- barme y no levantarme nun- ca m&s. 0, por lo menos, echarme una siestecita en una hamaca después de co- mer. Pero con este calor eso no me iba a sentar bi- en tampoco. Si pudiese se~ guir tu consejo e irme al invierno me iba a venir estupendamente. Pero me parece que todos los in- viernos estén my lejos y el viaje cuesta my caro. eal 28 De cualquier modo, agra- dezco que te acuerdes. Cuando llegé a ese punto, el abuelo dejé de dictar y comentd: —Me parece que ahora va una de esas cosas que se ponen al final de las cartas y yo no sé, ese asunto de «sirvase aceptar» no sé qué y el «reconocimiento de mi es- tima y consideracién». Una vez re- cibf una carta del Gobierno y ponia eso, Me la termina usted. —No, no hace falta —dijo el sefior Miguel—. Basta con que diga «in abrazo de tu abuelo»... A\ sefior José no le convencié: —No, no, de eso nada. Quie- ro hacer las cosas como es debido. 29 El nifio tiéne que aprender y edu- carse, jsabe? ” Se lo pensd mejor Recordé al- gunas cosas y prosiguié: —Ponga ahi también: «Eres un atrevido y un malcriado, pero... atentamente, tu abuelo». El sefior Miguel creyé que el ni- fio merecia ofr aquello. Escribié exactamente lo que el viejo le iba dictando. Después do- bIé el papel, lo metié en el sobre y se lo dio al sefior José, que se mar- ché. Justo a tiempo, porque Pepe aparecia ya por el otro lado de la plaza. Trafa un aguacate maduro en la mano, se lo ofrecié y le explicd: —He venido a cumplir mi pro- mesa y a contarle cémo me ha ido” 30 la escuela. En la hora del recreo he jugado mucho y del arbol que hay en el patio he traido este aguacate para usted. ZY ena clase? (Qué hiciste? —Sélo palotes y circulos. He hecho un montén de garabatos y unos redondeles con el Idpiz. La profesora dijo que eran pricticas para luego escribir las letras.Y que soy muy hébil, Me ha prometido que si vuelvo mafiana me ensefia a escribir «abuelo», asi que creo que voy a ir, Sélo mafiana, pero voy a ir A dia siguiente, a la salida de la escuela, Pepe aparecid de nuevo ef la plaza, con la carta del abuelo, para que se la leyera el sefior Mi- guel. El hombre ley todo lo que 31 estaba escrito, sin cambiar nada. El nifio escuché, puso cara de no en- tender. Después dijo: —Escriba ahi «eres un viejo loco». ¥ luego esas cosas del final, igual que me ha hecho él a mi «Pe- ro.. atentamente, tu nieto». (Qué quiere decir eso? —Que puede estar enfadado, a veces, pero que te quiere mucho, —Entonces péngale lo mismo aél, El sefior Miguel escribié un rato, después pregunté si queria que lo leyera para ver si estaba bien.Y ley6: Abuelo? Te quiero mucho, aun- que a veces me enfado un 32 poco y digo que pareces medio loco. Disculpa. Un abrazo de tu nieto, Pepe. —jUsted lo ha confundido to- do! —exclamé Pepe muy enfada- do—. Yo no he pedido disculpas. Quite eso. El sefior Miguel lo borré, —Y falta lo de «atentamente». —No he escrito «atentarnen- te», porque he puesto «un abra- zo». Queda mejor, cuando escribe un nifio a su abuelo. —jEntonces por qué me ha escrito él «atentamente»? Yo tam- bién quiero. —Porque él es més viejo, de una época antigua, antes se decia asi..Y también porque un dia reci- bid una carta donde ponia eso y ha querido repetirlo. Pepe se quedé admirado: —{Mi abuelo recibié una car- ta con esas cosas? {Una carta de quién? ;Quién escribe esas cosas a mi abuelo? —No sé. Algin amigo. Puede que el Gobierno. iY qué quiere el Gobierno de mi abuelo? —Alguna cosa de la pensién, tal vez... A Pepe le parécid que ya ha- bia preguntado demasiado y se call6! Pero se quedé con la pala- bra. Si algun dia volvia a la escue- la iba a preguntérsela a la profe- sora. 35 El sefior Miguel le alargé la carta: —£l sobre es cosa tuya. jNo dijiste que ibas a aprender a escri- bir «abuelon? —Y lo he aprendido. —Pues entonces, enséfiamelo! Pepe se esmerd con los gara- batos y los redondeles. —jTerminado! —se lo mostré, _ orgulloso. Allf estaba: ABuELO. —Ahora sélo falta que me pa- gues la carta, —jPagarle? —Clarg. De la misma forma, Ve a la escyela maiana y a la salida ven a contarme lo que hayas aprendido. Al otro dia, cuando: Pepe apa- recid, el sefior Miguel ya habia lefdo 36 su carta al abuelo y le habia escrito una respuesta, pero no podia con- tar como era, porque el nifio no iba a recibirla hasta que volviera a casa. Pero el escribidor escuchd con aténcién al nifio contar las nuevas letras y los nUmeros que estaba aprendiendo en el colegio. También conversaron sobre la pension, por- que la profesora le habla explicado lo que era. —Mi abuelo estd muy cansado, ha trabajado toda la vida, ahora tie- ne derecho a una pensién —con- cluyé el nifio—. O sea, recibir-un' di- nero para descansar, —No es sdlo eso —respondié el sefior Miguel—. Hay que saber si cotizé en su dia, es decir, si tenfa un empleo y si el patron y él pagaban they cae te i todos los meses para guardar algtin dinero para cuando él llegara a viejo. —Se lo voy a preguntar —dijo. Pepe, decidido. Y cuando llegé a casa, recibid la carta que el sefior José habla dictado en respuesta. Enseguida reconocid su nombre: Pere. De la misma forma que lo escribia la profesora. El todavfa no consegufa hacer aquellas letras derechas, pe- ro ya sabia que formaban su nom- bre. Sin embargo, lo que habia dentro, no lo reconocia. Iba a te- ner que llevarselo al dia siguiente al sefior Miguel. Pero para lo de la pensién, no le haefa falta carta. El sefior José y él sf podian hablar de eso, de mo- do que comenzaron a charlar, sin 38 discutir, Los padres de Pepe esta- ban asombrados: —Qué le pasa a este nifio? Ahora va al colegio todos los dias y ya no sé pelea con el abuelo... A\ pasar por la plaza, después de clase, Pepe descubrié que la nueva carta del abuelo decia esto: Querido nieto: Espero que sigas bien. Yo estoy cansado y lo paso un poco mal con este calor. Yo también te quiero mucho, incluso cuando estoy enta~ dado. Incluso entonces, te quiero igual. Echo de menos tu ayuda, pero estoy my contento porque estds yendo al colegio y escribiéndome ungs cartas my bien he- chas. We siento my orgu~ lloso de mi nieto. asi que dentro de algin tiempo no voy a necesitar més los ser- vicios del sefior Miguel. Ti mismo vas a poder ayudarme con unas cartas my impor- tantes que necesito escribir al Gobierno desde hace m- chos afos. Atentanente, tu abuelo José. Pepe escuché y se queds calla- do. El sefior Miguel pregunté: —jQué vamos a responder? —Nada. 41 El escribidor se extrafié: —jPor qué? {Yano quieres ir a la escuela para pagarme? Pepe se rid y explicé: —No, no es nada de es0.Voy a ir a la escuela de todas maneras, porque he entrado en el equipo de fiitbol de mi clase y mafana tengo un partido importante. Y también porque la profesora nos estd leyendo un libro, un trozo ca- da dia, y quiero saber cémo sigue la historia, Ademds, tengo que pen- sar en lo que voy a querer que us- ted escriba. Y Pepe lo pensé mucho. Hablé con el abuelo, hizo unas preguntas a la profesora. 42 A\ dia siguiente, a la salida de la escuela fue a dictar al sefior Miguel la nueva carta: Sefior Gobierno: Mii abuelo ha trabajado toda la vida y esté my cansado. Necesita descansar y ya no puede estar sudando bajo el calor del sol. Ne-~ cesita sentarse y quedarse mirando al mar, tomando agua de coco y pensando en la vida. 0 charlando y ju- gando al dominé con los amigos, debajo de alguno de los Arboles que ha planta~ do. Mo quiere tener que preocuparse mAs por el tra- bajo. 43 Tiene derecho, ésabe? ¥ sabe otra cosa? Es el mejor jardinero del barrio, venga sélo a ver las flores y los jardines. Pregunte a cual- quiera por los jardines del sefor José. Pero ahora ya no puede cuidar de 14s plantas todo el tiempo, hay horas en que prefiere descansar. Y si tengo que ayudarle yo, acabo no yendo a la escuela. Quien ha dicho que tiene derecho ha sido mi proieso- va. Es my guapa y sabe m- chas cosas. Ensefia a mocha gente. Puede ensefarle in- cluso a usted, sefior Go- bierno. Si usted quiere aprender con ella,sle voy a explicar! la escuela queda enfrente de la iglesia y todavia hay pupitres vac{os en mi clase. Pero en el equipo de futbol no hay si- tio. sélo en el banquillo de reserva. Salvo si juega usted my bien. Responda enseguida, porque mi abuelo estdé viejo y ya no puede esperar mcho tiempo. Atentamente, Pepe. El sefior Miguel escribié la car ta. Aproveché y mandé otra, suya, en el mismo sobre, explicando al 46 personal encargado de los pensio- nistas algunas cosas que segtin él faltaban. Al cabo de unas semanas llego una respuesta del Gobierno, en la que pedian al sefior José que pasa- ra por una oficina de Atencién al Ciudadano. Pepe quiso ir con él, pero no queria faltar a la escuela y el abuelo acabé yendo con el se- flor Miguel. Todavia hubo que reunir un montén de cartas y documentos, pero finalmente el sefior José aca- bé consiguiendo una pensién. Estaba muy feliz, claro, tanto que contaba a todo el mundo que era su nieto quien lo habia conseguido. 47 A\ poco tiempo, dos amigos suyos vinieron a pedir ayuda a Pepe que, para entonces, ya habfa aprendido aleer y escribir, Pepe les ayudé, por supuesto. Después vinieron otros. Mucha gente lo necesitaba. Pepe llegé a creer que, cuando creciera, iba a ser escribidor: Pero fue descubriendo otras co- sas y teniendo otras ideas. Pasé el tiempo. Los dias se hi- cieron. semanas, las semanas se hicieron meses, los meses se hicie- ron afios. El abuelo consiguid des- cansar hasta el final de su vida. Inviernos y veranos. Pepe fue cre- ciendo y siguié estudiando. Muchos dias, semanas, meses y afios. Pero después no se hizo escribi- dor Acabs trabajando en la oficina de Atencién al Ciudadano, ayudan- do a las personas que necesitaban pension y cosas asf. También descubrié que le gus- ta mucho escribir, Por eso, de vez en cuando, escribe cosas que no son cartas. Mezclando un poco de recuerdos con un toque de inven- cidn. Historias, Como esta misma. Quien quiera, que haga lo mismo. abcdéfghijk... _ ANA MARIA MACHADO. Nace en Rio de janeiro, Brasil,en 194.Al principio, empez6 a estudiar pintura, luego + Geograffa; sin embargo, no tardé mucho en cambiar de carrera: se matriculé en Le- tras y realizé un doctorado en Lingtistica, Ejercié como profesora universitaria y co- mo periodista. Pero en 1969, se vinculé a Recreio, una revista para nifios, y ahi se ini- cié como autora de literatura infantil Des- de entonces ha vendido mas de cuatro millones de ejemplares de sus libros. En el afio 2000 fue galardonada con el Premio ‘Andersen, En los uitimos quince afios se ha dedicado a la promocién de la lectura, tan- to en su pais como en’el extranjero: par- ticipa en innumerables semninarios, congre- sos y conferencias sobre lectura y Iteratura infantil.

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