You are on page 1of 14
LOS LIBROS JUAN ANTONIO Masouver RODENAS DELITO POR BAILAR EL (CHACHACHA DE GUILLERMO CABRERA INFANTE i a 1 Avracuana, MAouD, 1995, | ‘uillermo Cabrera Infante es | uno de los pocos escritores de talento indiscutible que reconoce no ser lector de poesia. | Desmiente ast la opinion general zada, y que yo comparto, de que la ‘experiencia del lenguaje pottico es esencial para ser un buen prosista No solo la desmiente sino que la | desbarata: es muy probable que la peculiar originalidad de su escritura que comparte, con los mejores poe- tas, la visionaria visualizacion de lo verbal, nazca de su capacidad de | ‘sustituir la sensibilidad de la tradi- cion Ifrica por la sensibilidad de | otras experiencias antisticas, espe- | cialmente de la pictOrica, la musical | y la cinematografica y en su capaci- dad asimismo de transformar dicha sensiblidad en una experiencia, pa- ra encontrar este dificilisimo punto donde arte y vida se confunden. Por eso en “Tres en uno”, prologo a De- lito por bailar et chachacha nos dice | S que “s¢ trata de un juego de narra- ciones que quiere superar la contra- diccion entre realidad y ficci6n”. La palabra clave es, aqut, supera- cdon. En un escritor tradicional, di- cha superacion (la intensidad emo- ional que rescata a un texto de la cerénica y de la invencién arbitraria) se alcanza a través de la expresion pottica, Cabrera Infante acude a la mosica para construir y modular la especial estructura del libro: tres re- latos independientes pero que. por lo que tienen en comun (los mis- ‘mos protagonistas en una misma ciudad, La Habana, que viven una misma o parecida experiencia), son varlaciones, pero que al entrar en contacto transforman radicalmente la unidad del conjunto: de tres lec- turas surge una lectura final mucho més compleja y enriquecedora, una alegoria politica y amorosa y una { ‘exaltacion de la libertad del indivi- duo para elegir su propio destino. La miisica ha estado presente en toda la obra de Cabrera Infante, una concepcidn musical que culmina en sus dos libros mas celebrados: Tres triste tgres, que debia titularse ini- cialmente Ella cantaba boleros y La Habana para un infante difunto, teu- lo exacto, como tantos juegos ver- bales del escritor, y homenaje a uno de sus compositores favoritos, Ra~ vel, ¢co asimismo de una experien- cia amorosa. Ni conviene olvidar que la Ella que canta boleros no es la rubia Cuba Venegas, sino la otra Cuba representada por la cantante negra La Estrella. En e} caso concre- to de Delito por bailar el chachacha la ‘misica tiene una multiple presen- cia: decide la estructura del libro, expresa una ratz cultural hecha de ritmo, humor y ternura y forma vuewa 223 parte de Ia alegoriay la realidad po- Iitica desarrollada en el ultimo tex- to, el que da el titulo al conjunto. La clave musical esta subrayada por elescrtor tanto en el prélogo como en el epilogo: "El paso (y el peso) de la santeria en la primera historia que arrastra consigo a la narracion y a los protagonistas, suena o debe sonar en la segunda historia como tun bolero, una cancion con un rit- ‘mo apenas perceptible por la carga literaria de su letra. A la tercera his- toria la culmina ‘ese ritmo sin igual’. Es decir el chachacha”. Si en el ter- cer relato se nos da el significado politico de este ritmo, “que tuvo la desgracia de coincidir en su naci- rmiento con la dictadura de Batista”, en el prologo se afade un nuevo € importante significado: “el senti- ‘miento mayor que producen los bo- eros no es el amor sino el amor al recuerdo del amor, la nostalgia. Los tres cuentos de este libro estan he- cchos de recuerdos. Dos ocurren en el apogeo del bolero, el tercero des- pus de la caida en el abismo histo- rico”, De este modo, gracias ala rela- ion entre los tres textos se establece tuna estrecha relacion entre politica, amor y nostalgia Cabrera Infante noes, si hemos de creerle, un lector de poesta, pero ses un buen conocedor de Jose Mant, el autor de “Patria y mujer”, donde el alma del poeta se debate entre el amor a la patria y “el convite enamorada/ de un seno de mujer. nido de perlas",y autor asimismo de “Dos patrias”: “Dos patrias tengo yo Cuba y la noche./ ;O son una las dos?” La Habana es una presencia Constante, pero esta vista desde una lejanta doblemente extrafia. Por un lado esta el desdoblamiento cultural, simbolizado aqut por la presencia de la santerta en el primer relato; en un nivel politico, en el tercer relato, al comparar la acogida de los habane- ros a Lindbergh en 1929 ya Gagarin en 1961, y en un nivel artistico la re- ferencia, en el mismo relato, al bro de Cyril Connolly La tumba sin sosie- 0, “sabio libro” que sacia su ansia de saber. Por el otro, ademas de! desdoblamiento ests el alejamiento, la sensacion de pertenecer a un pats que ha perdido, visible ya en sus rimeros cuentos yen Tres tristesti- ares. En “El gran echo se nos dice que él siempre hablaba “como si acabara de llegar de un largo viaje al ‘extranjero, como si estuviera de visi- ta, fuera un turista 0 se hubiera cria- do fuera. En realidad nunca habia salido de Cuba”. ¥ ya desde el pre- sente carga las cosas de nostalgia’ “Le gustaba recordar, Recordar era lo mejor de todo. A veces creta que no le interesaban las cosas més que pa- 1a poder recordarlas luego” Por eso es esencial tener en ‘cuenta que los tres relatos no estan escritos evocando un pasado sino reconstruyendo un presente, el de Jos ultimos aftos de la tirania de Ba- tista y los primeros de la Revolucién castrista, con referencias muy con- cretas a la transformacion del parti- do en un Partido (en 1961 se declara el cardcter socialista de la Revolu- ion), a Gagarin y, también en 1961, afio en que se casa con Miriam Gé- mez, el cierre del magazine literario fundado y ditigido por Cabrera In- fante, Lunes de Revolucion. “El gran ecbo", escrito en 1958, procede del libro de cuentos Ast en la paz como en la guerra, y entre sus distintos te- ‘mas, nos dice el autor en el prologo a la primera edicion de 1960, estin “la perdida de la virginidad, el adul- terio, la discriminacion racial”, ast como el arribismo del personaje central. Es un cuento de una extrafia desnudez, hecho de dialogos que cocultan, de silencics, miradas y son- risas que insinuan, con una dificil tensién acentuada por la Iluvia y por la inmovilidad del escenario. El con- flicto es de naturaleza individual, aunque hay. como contraste una ‘magia colectiva y una musica obsesi- va que lleva al “extasisrtmico” “Una mujer que se ahoga” viene a ser una variacion y un desarrollo del relato anterior, dominado de ‘nuevo por una tension de naturale- za individual, por la neurosis, la arrogancia y el egotsmo de El y por 1 callado sufrimiento de Ella, gene- rosa en su entrega a un amor impo- sible y en su aceptacion de la muer- te como algo natural. Al silencio, el pensamiento, las sonrisas o las mi- tadas, estériles intentos de comuni- ‘cacion, se aftaden las continuas re- ferencias al color blanco y las dramaticas referencias a lo negro, El texto se verbaliza ligeramente y se acentua el cardcter visual y una ela- boracion cercana a la pintura, Los rotagonistas aparecen més dibuja- dos: hay referencias al teatro 0 a lo teatral y €s facil identificar el retrato del protagonista masculino con el propio Cabrera Infante. El placer como culpa y la capacidad de la ‘mujer para rebelarse son los temas ims visibles. En efecto, entre un re- lato y otto se establecen “sonorida- des encantatorias” El tercer relato, “Delito por bai- lar el chachacha” acta como con- trapunto y como catalizador. El ‘marco narrativo €s mucho mas am- plio y la informacion mucho mas abierta. La prosa se ha iberado para dar paso a la pirueta verbal, el sar- ‘casmo, el guitio cémplice, la exalta- ion, Ia alegoria, el gusto por las descripciones de los personajes fe- meninos, las referencias culturales: ¢s facil acordamnos ya de Codac el cazador de imagenes, de Bustrofe- don, el cazador y creador de pala- bras, de La Estrela, recreadora de la iusica, de los tigres y tigresas (mu- sica, palabra, imagen) de Tres tists tigres, El ritmo tambien ha variado considerablemente: frente a la posi- ‘ion estatica de! narrador esta la en- trada en escena de los distintos per- sonajes: Ella, el médico abortdlogo y el comisario de las artes y las le- Junio ve 1995 DELITO POR BAILAR EL CHACHACHA tras, A los agitados espefismos dia- leécticos, insinuaciones y silencios (ahora provocados no por la ten- sion individual sino por la tension politica 0 colectiva), sonrisas ahora falsas y amenazas, se antade la agita- ton de las distintas Ellas o mujeres que aparecen y desaparecen dejan- do estelas de sensualidad. Si en los anteriores relatos habia tun conflicto individual, ahora es un conflicto entre la voluntad del na- rrador de conservar su indepen- dencia y las presiones de la socie- dad politica para reprimirla. El conflicto no es amoroso sino politi- co. Y precisamente porque la ac- ion ocurre entre 1958 y 1961, afec- taaa la biografia del propio Cabrera Infante. Fiel a esta cronologia, Deli- to por bailar el chachachd no es un alegato contra el castrismo sino el documento de una crisis: no hay paranoia critica sino esquizofrenia, Y entre Ella, La Habana que es la ‘Cuba de la ¢poca y Ella, la "Miriam moltiple” de la dedicatoria, elige, a diferencia de los dos primeros rela- tos apoliticos, el camino del amor. Que, para Guillermo Cabrera In- fame, enfermo de cubanidad, ya no esta en Cuba. A no ser que haya dos Cubas: Cuba y la noche, # JUAN MALPARTIDA MISTERIOS GozOsos DE FERNANDO SAVATER a Epicion o¢ Heron Summa, Esmsn-Caure, Maomin, 1995, guna vez ha dicho Fernan- do Savater que como escri- tor siempre ha luchado en- tre dos tentaciones, escribir una »” JUAN MALPARTIDA obra voluminosa (Voltaire, Papini) y tuna obra cincelada y pequena (Ma- arme, Perse); pero la verdad es que no tardaria mucho en darse cuenta dde que ya no podia preferir esos es- casos centenares de piginas porque alos treinta aftos su obra ensayistica (a la que hay que sumar notables obras de teatro y algunas novelas) ya'se habia convertido en toda una ‘saga de propuestas y polemicas in- telectuales, Si hay algan escritor es- pafol al que defina cabalmente el érmino intelectual es a Savater: es un mediador, alguien que es inter- pelado constantemente para que ‘opine sobre esto y lo otro; alguien, finalmente, con vocacion de dirimir en la contienda entre lo que se quiere y lo que se puede. Su terreno no es tanto el gabinete de altas y mediadas especulaciones como el inmediato aluvidn de teflexiones servidas por una prosa que se ex- tiende para cerrarse en paradojas que estan muy lejos de querer agra- dar ala avidez de su pablico. Un verdadero pensador no es el que trata de agradar a sus lectores sino cl que no teme perdertos al contra- decirlos. Fernando Savater, afortu- nadamente, los pierde todos los dias, y, felizmente, los gana: el ver- dadero lector es, por su parte, el que no quiere contentarse con sus ideas sino que es capaz de sentir placer ante el desconcierto, la repli- ca inteligente y la busqueda, Quien piensa siempre lo mismo, gusta de- cir Savater, ha dejado de pensar, a lo que podria anadirse que, por ‘otro lado, quien piensa siempre dis- tinto nunca ha pensado nada de verdad. Cambiante, el pensamiento de Savater ¢s fiel a algunos temas; tiene lo que podriamos lamar incli- nacién. Ortega y Gasset pensaba que un filosofo solo tenia una idea, que la excesiva produccion de ideas era cosa de periodistas. Todos sabe- mos que exageraba: el fue un nota~ ble pensador y un hombre que tuvo mas de dos ideas, en el sentido pro- fundo de este término. Savater es locuaz y ocurrente, tanto que a ve- ry ces nos parece que mas que un hombre es una multitud, pero si lo oimos y leemos con un poco de atencion no tardaremos en oft un tono personal, inconfundible: el de su propia voz, una manera de decit y pensar las cosas que, estemos 0 no de acuerdo con el en tantas oca- siones, tiene lo que él atribuyd a Robert Louis Stevenson: encanto. La antologta de textos que ha preparado el cada vez menos agrafo y buen conocedor de la obra y la persona de Savater, Héctor Subirats, permite acceder a varios de los as- pectos reflexivos de la obra del pen- sador espanol. El volumen estd di- vidido en cinco apartados, no del todo rigurosos. Lo cierto es que es ‘muy dificil serlo con una obra ensa- yistica que rara vez se ha sujetado a la monografia sino que se ha entre- gado a la poligrafia: textos tentacu- lares regidos por la pasion analogi- a, una pasion demoniaca por las tentaciones que acechan al ensayis- tay que Savater logra conjurar ri- mando lo que en otros es descoyun- tamiento. Subirats setala en su inteligente y ameno prélogo, que uno de los secretos de la obra de Sa- vater ests en su estilo, y el mismo fi- lisofo ha repetido desde muy joven aquello de Borges de que la filosofia es una rama de [a literatura, Savater ha escrito que “renunciar al estilo es ceder al dogma impuesto por la co- sa, €s negarse a ensayar”. Que t0- ‘men nota la barahiinda de profeso- res (y manadas de eriticos) carentes de estlete. Otro ensayista, Enrique Gil Calvo, ha abundado sobre esto senialando que, a diferencia de otros fildsofos espafioles (entregados a ser, segun la moda, althuserianos, heideggerianos o foucaultianos, pe- ro nunca con pasién suficientemen- te para pensar por ellos mismos), Savater tiene una obra propia. ES evidente que Gil Calvo no esta di- ciendo que Savater no tenga in- fuencias (seria un pésimo escritor) sino que las ha sabido dotar de in- flexiones que le son propias. Pon- dré un ejemplo: tradujo y escribio Vuata 223 acerca de E. M. Cioran (Sobre Cio- ran, 1975), con el que le podemos ‘encontrar afinidades, ciertamente, pero sin olvidar que son muchas mis las diferencias. Quiero decit que solo por miopia se puede llegar a pensar que Savater és 0 ha sido cioraniano; mis exacto seria si vie- ramos en su admiracion y lectura de Cioran Ia atraccion por un as- pecto que forma parte de su pensa- miento: la falta de fundamentacion de los valores. Pero ante esta vision, las actitudes que adoptan el pensa- dor rumano y el espafio son distin- tas: el primero es un escéptico al que le han sido negadas las puertas del misticismo y que, en su lacida errancia, duda de todo salvo del es- cepticismo mismo. Por otro lado, cree que este mundo es el terreno del mal y que lo peor que le puede haber sucedido al hombre es haber nacido. El segundo, voluntarista y vitalista, ha desplazado el mundo de sus preocupaciones del ser a la relacién: es el deseo y la accion, la individualidad y su interaccion con la mundanidad, 1o que le interesa Savater cree en el querer de la per- sona, fil, en este sentido mas que a tuna fenomenologia de las pasiones a una fidelidad biografica: su facili- dad para identificar su propio que- rer. En otras palabras, el tema cen- tral de la obra de Fernando Savater (Gin exclutr otros asuntos que enri- quecen su obra) es la ética. Es un pensador que niega y afirma con entusiasmo. Esto le otorga cualida- des carentes en Cioran, al tiempo aque este ultimo le supera en agude- za psicologica, aunque los dos com- parten la debilidad (que es una for- taleza) por el detalle, la observacion casual, la anécdota y por llevar asus paginas, valga la paradoja, los as- pectos inesperados de la vida coti- diana, Lo insospechado es, obvia- mente, el sentido que adoptan en sus escritos. Es imposible sintetizar, sin re- sultar embarazoso y embrollado, la riqueza de la obra savateriana y tampoco hay espacio para polemi- zar en puntos menores, ast que me limitaré, como homenaje, a hacer algunas observaciones. Para un pensador tan eminentemente politi- co como Savater (en su sentido mas amplio y complejo), la accion ha de ser el centro que vertebre su pensa- miento filosofico, y la ética el cam- po espectfico de su meditacion. La accién es aquello que determina y nos determina, que nos identifica y contra la cual reaccionamos para afirmar nuestra interminable que- rencia de ser, dea spinoziana que es central en Savater. Nuestro ensayis- ta hace suyo el pensamiento de que el sujeto es una lucha incesante ‘conta lo real, contra la terquedad y resistencia de lo real: bien sea lo que “precede a toda conciencia” (Max Scheler) 0 Jo que orteguiana- mente es definido como “contravo- Juntad”. La identidad de lo real, su coseidad, se manifiesta impenetra- ble ante la volubilidad e indetermi- nacion del sujeto, y éste no puede cumplirse si no es subvertiendo el ensimismamiento de lo real al con- vertitloen producto, en accién que, nada mds realizada, se cierra nueva- ‘mente ante el sujeto. Savater lo dice ‘con una frase muy certera: “somos lo que no deja en paz a las cosas, lo ‘que combate incesantemente contra ellas: nuestra raiz es esencialmente polémica”. En ocasiones pareciera que pensara el mundo como una clara division entre la persona y lo real (el mundo que se Tesiste 0 aco- age la subjetividad), entre uno y los ‘otros, quiza llevado por su fascina- cign por pensar aquelio que quiero y aquello que puedo hacer, o mas savaterianamente, aquello que mi querer puede. Pero, aunque la vo- Tuntad de querer si es inmanente a la persona, los contenidos de ese querer no lo son tanto: pot lo pron- to lo que queremos esta fuera de nosotros, la accion no se leva a ca- bo sino entre los demds, con los de- mas, y el sujeto mismo no puede definirse si no se tiene en cuenta que es otredad é1 mismo. Si no fue- ra asi, la ética no existria ya que es la disciplina que trata de las leyes por las cuales puedo querer mi que- rer cuando éste tiene que ver con los otros. La tragicidad de la ética savateriana viene de la conciencia de que la realidad y el sujeto no pueden reconciliarse porque la identidad que se produce entre ellos es imperfecta. A nuestra ac- cion no le satisface del todo ningu- na respuesta “porque ama mds su posibilidad que sus productos”, yo anadiria, sin salirnos del campo que pisamos, que este deseo de excelen- cia de la €tica no puede cerrarse a lo finito porque lo que quiere es infi- nito: la otredad misma. Si toda ac- cion (ética) tiene que ver con el otro, con lo que topa la infinitud de mi querer es con la infinitud del querer del otro. Y aqui surgen va- rios invitados a los que por escasez de espacio no podemos presentar, pero que por cortesta citaremas al ‘mas notorio: el amor, una pasion que, a diferencia de ta ética, st pue- de responder a la excelencia de ruestro querer porque ests mas alla de la etica, pero que. al mismo tiempo, no puede ponerse en el fu- gar de la ética porque rige, o debe regir, lo universal siendo acuerdo entre los hombres, mientras que el amor es una actitud intema que no podemos querer a voluntad pero si tener la voluntad de quererla. Tam- bien, como la ética, forma parte de la imaginacion (como ha mostrado brillantemente Octavio Paz en La lama doble). Savater lo dijo hace ya aftos con perspicacia: “El amor acierta lo que quiere la virtud mejor que la virtud misma”. Savater es muy consciente de {que la ética no lo puede todo, tam- Dien de que ésta es algo mas que un ‘mero acuerdo entre los hombres: si fuera solo esto, nuestra relacién con el otro serta apenas convencional. De hecho, Savater ha tratado de le- var la ética hacia sus extremos, los que colindan con la heroicidad, la afirmacién de lo Wibre frente a lo ne- cesario, entendiendo por lo necesa- rio desde el aplazamiento de la vir- Jomo ve 1995 MISTERIOS GOZOSOS tud para aleanzar los fines altimos (cuyo ejemplo maximo en nuestro siglo creo que lo encontrartamos en 1a justificacion de la injusticia revo- lucionaria por sus fines) como la ‘muerte misma, lo necesario por an- tonomasia. En uno de los mejores ensayos de esta recopilacion, “Tra- gedia y libertad”, Savater seftala, pensando en los trigicos griegos, el meollo entre libre albedrio y desti- no al definir esta tension ast: “la fa- talidad no tiene otro fundamento que la libertad misma, del mismo modo que lo libre hunde sus raices en lo unico que puede ser conside- rado sin restriccién alguna como fa- tal’. Esta paradoja, ante la que po- demos retr o lorar (y Fernando Savater ha elegido como Demécrito lo primero), es lo que Ilamamos hombre, no algo dado o identico si- no alguien que no termina de ser lo que €s porque su fundamento es querer, querer ser. Yen esto es en lo que Savater persevera en su dilatada obra, en imaginar, argumentar, cri ticar y defender las formas de nues- tra accion, # JEAN MEYER PUEBLOS DEL VIENTO NoRTE DE LUIS DE LA TORRE Y MANUEL CALDERA (COMPILADORES) “ SECRETARIA De CULTURA, ESTADO DE Jausco, 1994, 250 re 66 TF 5 ya noes guerra, es la pasion de Cristo”, dice un personaje de la nove- la ruse El dn epacble al hablar de a JEAN MEYER. los sufrimientos del pueblo campe- sino atrapado en la guerra civil (ag16-1921). Cualquiera de los personajes, cualquiera de los testigos que ha- blan en el libro Pueblos del viento norte pudo haber dicho, a propdsito de los anos terribles 1914-1919, 1926-1929, 1932-1939, “eso ya no es guerra, es la pasion de Cristo". A lo largo de es0s atios, el pueblo del México profundo, el pueblo del México rural fue abofeteado, arres- tado, Nagelado, tuvo que cargar su cruz y caer tres veces, caminé al Golgota, despues de haber sido co- ronado con espinas, antes de ser clavado en la cruz. En Pueblos del viento norte prost- ‘guen las Platicas de mi pueblo publi- ‘cadas con anterioridad por los mis- ‘mos autores. Nos siguen contando los sufrimientos de los que vivieron la Revolucion, el maderismo, el vi Ilismo, el carrancismo, la Cristiada, “la segunda” Cristiada, Hamada también “alberchiga”. Manuel Cal- dera y Luis de la Torre supieron buscar, alentar y escuchar a testigos ‘magnificos, La voz de ese Juan Rul- fo anénimo y colectivo que nos Hle- {a gracias a ellos nos llena de asom- bro, de tristeza, de compasién. Ese ‘gran drama es un trozo de historia del pueblo mexicano, del pueblo y no de los partidos, de los pueblos como Mezquitio y Huejiquilla el Al- to, Tenzompa y San Juan Capistra- no, Guaynamota y San Andrés Co- hamiata, y no del Estado. Por esta raz6n ni siquiera se sospecha el mantirio que vivieron, y ese escin- dalo esta ausente de los libros de historia y también de la buena lite- tatura, con la excepcién gloriosa de Juan Rulfo y de Antonio Estrada, ‘autores respectivamente del Llano en llamas y de! insuperable Rescoldo (ed. Jus, 22. edicion, 1991). Rulfo y Estrada hablaban como testigos, co- mo hijos de los actores, de las victi- mas, como nifios que habian sido testigos de un via crucis que nunca pudieron borrar de su memoria. Casi nunca he sentido con tal 2 agudeza como en esos relatos el do- lor de la humanidad; es el dolor del nif, de la mujer, del hombre, sen- tido de manera absoluta. “iPepe! —le dijo mi papi—, concédale a mi hija lo que pide. No ‘me cuelgue. Que mi hija le pague las balas que ocupe. No quiero ser ahorcado”. ¥ otro: “Alas cinco de la tarde se me acere6 un viejito, muy humillado, y me aij: —Permitame levantar a mi hijo para darle sepultura... gque puede deber un hombre que con la vida no lo pague? Me quedé callado. La muerte nos hace a todos iguales. —Que lo pongan en sus manos He dije” Cuando termine de leer el ibro, me acordé de lo que dice Eulogio Banuelos: “La jornada ha sido dura, vamos a tirarnos como palos. ¥ st, nos tendieron cobijas y petates para acostarnos... peto el suefio estaba leno de muertos que no dejaban dormir” Es como depositar flores en una tumba, El dolor no nos deja pero estamos murmurando: “Vosotros los muertos conocidos y desconaci- dos, santos y criminales, victimas y verdugos: no estén tristes. Los re- cordaremos con amor”. ‘Ademds, esos hombres, esas ‘mujeres que nids siguen hablando. de las hazafias y de las vilezas de aquellos que murieron hace 60, ha- ce 80 aos, nos obligan a recordar que no hay nada peor que la guerra. “Mi marido me vivio tan sélo siete aos, casi el mismo tiempo que duré la Revolucién. Mientras nacieron mis tres hijos vi quemar, saquear, asesinar (...). El 16 fue el hambre que sdlo viendo o sabiendo narrar... Siguid la peste y el chas- quido de su azote nos alcanz6”, ‘Al escuchar a Lucita Rivas Galle- _g0s recondé las palabras de Pushkin, ¢l gran poeta ruso, que, como eco, rezan ast: “jDios nos libre de una re- volucién! Es un acontecimiento ab- surdo e implacable. Los que suefian ‘con revoluciones imposibles, o bien ua 223 son jovenes y no conocen a nuestra gente, o son crueles de corazén, per- sonas que no dan un centavo por su propia cabeza, y menos atin por la cabeza de los demas’. Recordaré también que entre las tues palabras, martirio, perdén y re- conciliacion, la mas importante, la ue ocupa una posicién capital y i- ge a las otras dos, es la segunda: el perdon. Su etimologta (perdon = por el don) significa que es un don que viene después de una ruptura, el “per” evoca la separacion, como ‘en “perder”, pero también el cami- no que pondra fin a dicha separa- cion. Por lo tanto permite iniciar una historia nueva. El perdén es uuna forma sublime de donar. No es olvido, es duelo aceptado que con- vierte el mal en nueva oportunidad. No borra el acta, no borra el crimen contra los inocentes. Al contrario, esta fundado en el vigor de la memoria: no de la me- ‘moria para la venganza que nos en- ierra en el ciclo del eterno regreso de la “vendetta” sino de la memoria que permite entender las conse- ‘cuencias del mal (nuestras dificulta- des para vivir en paz con los demas, para llegar a la democracia politica, para aceptar los contlictos y las con- tradicciones, por ejemplo), y en- frentar el porvenir. La reconcilia- cion a la cual lleva el perdon deja abierta una ruptura causada por el mal pasado. Asi el perdon es alqui- rmia que transmuta el mal sin borrar su recuerdo, Se propone abrir un nuevo camino, darle vuelta a la pa- gina, escribir un nuevo capitulo. Pueblos del viento norte permite vivir el duelo necesario frente al sufrimiento de las victimas y de los sobrevivientes. Sin memoria no hay duelo, sin duelo no hay per- don posible, sin perdén no hay re- conciiacion. Con reverencia y gratitud, salu- do a esos hombres quienes, de ge- neracion en generacién, como los vandeanos de Francia, los cristeros de México 0 los rescatados de la shoah y del Gulag, han transmitido piadosamente la memoria salva- guardada. Han contratado el cami- no humilde de la memoria oral, anterior a la escritura, hasta que tun dia los compiladores, con sus grabadoras, los han ayudado a romper las numerosas conspiracio- nes del silencio. Ahora, gracias a ellos, ya sabemos: no podremos fingi ignorancia. ‘Me perdonarin —y ni modo si sufre un poco la laicidad a la mexi- cana, peto, despues de todo, estoy aqut en la patria chica de Anacleto Gonzalez Flores y de Antonio Go- mez Robledo—: recordare las pala- bbras del apéstol Juan quien, al reto- mar e| mandamiento de Cristo, de amar a Dios y al projimo como a st mismo, dice: “quien pretende amar «a Dios y no ama a su hermano, y no ama 4 su projimo, aquél es un men- tiroso". Permitanme, en conclusion, de- dicar este libro a la necesaria me- tmoria y al no menos necesario per- don, a la amistad de los mexicanos entre ellos y a la amistad entre los pueblos del mundo, # FABIENNE BRADU LA LUZ OBLICUA DE PALOMA VILLEGAS a ‘Meaco, ExA, 1995, 253 re abria que empezar regoci- H Jjandonos doblemente: pri- ‘mero, por la aparicion de esta buena novela que es La luz obli- «ua y, con ella, por la revelacion de ‘una nueva novelista en el despobla- do escenario de los narradores me- xicanos. En efecto, La luz oblicua es la primera novela de Paloma Ville- gas, contemporanea de la genera- cion de Héctor Manjarrez y Jorge ‘Aguilar Mora, que todavia no con- taba con un interlocutor femenino a la altura de sus obras y experien- cias, Al sefalar a dos de los compar- sas literarios de Paloma Villegas, no pretendo encasillarla en un grupo, un estilo o una escuela (que, por lo demés, no existe como tal), sino simplemente situarla en el tiempo mexicano que le correspondi vivir Y que es precisamente el que se pro- revivir en su novela La luz oblicua recrea los afios se- tenta y tempranos ochenta con una sola fidelidad: la conviecion, here- dada del feminismo, de que la vida privada es vida publica. Aparte de esta fidelidad que funciona en un ‘modo mas Iiterario que ideol6gico, Paloma Villegas tiene la gran virtud de resistir la tentacion de la nostal- Bia, pero sin, por lo tanto, renegar del pasado por la via de la denosta- ion o de la sétira. Logra mantener este equilibrio dificil de conseguir —entre una mirada distanciada y tuna emoci6n todavia viva—, princi- palmente porque encaré su proyec- to como una obra literaria y no co- mo un testimonio-testamento de la “lost generation” post sesenta y ‘ocho. Lo que le interesa y sabe, es contar historias, y poco, mucho me- nos, contar la Historia de una época reciente, Sin embargo, La luz obticua es también un retrato de época, marcada sobre todo por el signo de la evolucién, que algunos personajes de la novela resienten como una rogresiva pérdida de ideales, for- ‘mas de vida, creencias, ec., ¥ otros celebran como una natural madura- cion, atribuible a la edad, al éxito profesional, a los desmentidos de la Historia, etc, Por esto, la novela es- capa de la nostalgia a la que condu- ce, casi inevitablemente, el retrato fijo, la fotografia de grupo, el fresco realista de los mures publicos. Palo- ma Villegas se ha esforzado en retra- tar un movimiento, en conducit a sus personajes de un punto a otro de su breve existencia, sin otra pre- Jomo ve 1995 PUEBLOS DEL VIENTO NORTE ‘ocupacion que la de mostrar distin- tos recorridos del “red set” universi- tario 0, como ella misma la nombra: “la zquierda bonita” A pesar de que la novela esta na- rrada desde la voz del alter ego lite- rario de Paloma Villegas, las figuras centrales son una pareja compuesta por Julio, un mexicano que llega a la novela de regreso de Alemania, y por Anna, su companera alemana que, a su vez, se apresta a realizar su propio descubrimiento y con- quista de México. Poco tiempo des- pues de la legada a México, la pare- Ja comparte con otro matrimonio tuna casa de Mixcoac, donde se en- sayarin nuevos estilos de vida ins- pirados en el feminismo alemdn y su version mexicana, y por los de- mas complicados personajes que acuden a esta casa-laboratorio de pasiones y apuestas existenciales. La habilidad de Paloma Villegas consiste en revivir este tiempo me- xicano desde el punto de vista de la extranjera, lo cual le permite mas movilidad y mas sesgo que si lo hu- biese hecho desde dentro. Después de la revuelta callejera del sesenta y ocho, la década de los setentas estuvo marcada por un re- pliegue que obedecia a las ideolo- gias derivadas del gran cuestiona- tmiento inmediatamente anterior. El Sigantismo de las estructuras parti- darias estallo en pequenos grupos de anzlisis; el feminismo contribu- 6 abriendo la lave de las confesio- nes intimas y poniendo en la escena publica la diseccién de la vida en las alcobas y en las cocinas; de la re- belion se paso a la experimenta- cién, en una forma mds racional y razonada que los ensayos beatnik, comprometidas con la droga y la no siempre llevadera promiscuidad, Por todo esto, es comprensible que Paloma Villegas se haya propuesto una recreacién de los setentas a tra- vvés de los ambientes caseros, coti- ddianos, tntimos, donde se jugaba la puesta de cambiar la vida, como cada generacion formula su azarosa busqueda de un mundo mejor. “a ABIENNE BRADU La luz oblicua to nos dice si esta busqueda fue mejor o peor que ‘otras, Simplemente la evoca en su complejidad cabal: con sus empe- fos y claudicaciones, sus momen- tos festivos y sus trances lastimosos, su ingenuidad, su buena fe y sus cerrores, gracias a la capacidad de la escritora por encarnar todo lo que estoy enumerando en personajes de ceamme y hueso, y en situaciones que precipitan las dificultades del nuevo ‘modelo de convivencia. Lo cierto es ‘que es0s setentas, que hoy nos pa- recen tan remotes, fueron mas pa- raddjicos de lo que tal vez recorde- mos de ellos: obsesionados por las relaciones de pareja, por la vida prt- vada, por los derechos sobre el ‘cuerpo, resultaron ser exasperada- mente discursivos y poco vividos. La tuz oblicua refleja bien esta para- doja, asi como el riesgo de que el ‘comstante analisis de la vida se con- virtiera, a pesar de las buenas inten- clones, en una forma de control so- bre los destinos ajenos. Ahora bien, lo que me importa destacar aqut es que este exitoso re trato de época se debe, antes que ala reflexion que sin duda subyace a la novela, al talento narrativo de la au- tora, Paloma Villegas es duena de varias cualidades literarias que sue- Jen echarse de menos en los novelis- tas debutantes: ella sabe narrar, sabe escribir y sabe retratar a sus perso- najes con ejemplar eficacia de recur sos. Arriesgaria ademas que sabe ‘exactamente lo que quiere contar, lo cual le da a su prosa y ala estructura de la novela una precision que po- dita confundirse con un don de pe- netracion sicologica. Ast, con senct- lez y claridad, introduce a un nuevo personaje y, con algunas adjetivos, la | sospecha que despierta la joven en- tre el grupo: “Era extremadamente blanca y de baja estatura. La cintura muy fina, las manos y los pies muy pequenios, infantiles, contrastaban con un cuerpo bien formado, 0 1o que ast se llama, Su pelo castafo, largo y suelto cafa hasta la mitad de la espalda, y su mirada era ancha y “ lenta. Los labios abultados mante- ‘nfan ua sonrisa sin transparencia El conjunto no era destumbrante aunque si agradable. Toda ella pare- cia redondeada y suave, salvo por la fuerza de los labios y la fragilidad de Ja cintura, que se anadian creando desasasiego: cintura y boca trazadas on exceso, problematicas, hostigan- tes, como un sabor que domina de- ‘masiado un platillo” Creo que existe un adjetivo ade- cuado para calificar La luz oblicua: es una novela honesta, Con él, quie~ ro decir una novela sin autoengano ni complacencias, que tiene claros sus limites y su propésito, que muestra antes que demostrar, y que tuvo el valor de arrojarse a las aguas del pasado sin la cortapisa de que toda juventud propia fue mejor que Ja ajena, Hacia el final de la novela, la narradora confiesa: “Pensé que a mi no me molestaba que la gente cambiara. En realidad, mas bien me fascinaba". Mas alla del talento na- rrativo de la autora, es esta manera de ver el paso del tiempo lo que se- duce y, sobre todo, convence. # JORGE FE. HERNANDEZ DIPLOMACIA CON EL PRETERITO a ‘Luss Wea, La MeRencn MeDNENAL DE ‘Mpaco, FoNoo be CutuRA EconoMic, 1994 (secUNDA EDICION), 680 FY LA HE- ‘ect mee DEL BRAsL, FONDO DE CuL- TuRA EcONONACA, 1993, 400 1 ace una década, el Dt. Luis ‘Weckmann entregé ala im- prenta un abultado meca- nuscrito, La herencia medieval de Vora 223 Mexico (COLMEX, 1984) que resu- mia toda una vida consagrada a la investigacion historica, no exenta de vocacion juridica, y aparejada aun notable desempeto en el Servicio Exterior Mexicano, La combinacion de bagajes vo- cacionales e intelectuales ha arroja- do una larga lista de titulos que conforman la obra de este historia- dor —con un pie en la jurispru- dencia y un caminar en la diploma- cia, De hecho, Luis Weckmann es como un embajador ante el preteri- to, un viajero hacia el pasado que ro busca la insipida sucesién de fe- chas con afanes estadisticos, sino e1 empeno humanista de conocer al pretérito con honestidad. Es inves- tigador que busca biograftas con perfiles humanos y no interpreta- ciones mecanicas o novelisticas (Carlota de Belgica. Correspondencia 4 escritos sobre México en Archivos uropeos, 1861~1868; 1989). A través de papeles y circunstancias, Weck- mann es también un investigador mas preocupado por las flechas de la interrelacion y significado, que por la fechas a memorizar (Las relaciones franco-mexicanas, 1823-1885, 1962), La herencia medieval de Mexico, se convirtio muy pronto en clasico de la historiografia contemporinea, leido y aplaudido mas alla de las fronteras del mundo hispanoameri- ano. Pareceria que Luis Weckmann realizaba un desdoblamiento diplo- titico: las relaciones internaciona- les en un marco de relaciones in- temporales; Europa y lo llamado ‘occidental en un nuevo intercambio de caras credenciales con Mexico y el mundo nuevo que se confundis en un tiempo con Oriente. El éxito de su mision diplomatica-historica, hizo que el libro del Dr. Weckmann pronto se volviera inencontrable, con lecturas en fotocopia que justi- ficaban — y exigian— redicion y reimpresion. Pero, ademts, Charles Verlinden (de la Real Academia de Bélgica y Miembro de numero de la Real Academia de la Historia) al escribir la Presentaci6n adelanta- ba otra exigencia, al preguntarse Cuando aparecerin otros voltime- nes de la misma especie, relativos al Pera, al Brasil, alos Estados Unidos oval Canada?” ‘Ahora, el Fondo de Cultura Eco- nomica ha puesto en circulacion no solo la esperada reedicion de La herencia medieval de México, sino también la primera edicion de La herencia medieval del Brasil, primer eslabén de un elemento panameri- ‘ano —anterior a proyectos boliva- rianos o librecomerciales— que ha- bia sido desdeftado o ignorado por historiadores, juristas e investigado- res. Antes de realizar un panorama que incite a ta lectura —y relectura de estos libros— es preciso afadir otro libro de Weckmann, Constanti- no el Grande y Cristobal Colin, Estu- dio de la supremacta papal sobre islas, 1091-1493, editado en 1949 por la UNAM, que también se habia vuelto clasico inencontrable y que tambien ha reeditado recientemente el Fon- do de Cultura Econémica. Aunque merece resefia aparte —y otro rese- hista, por los intringulis juridicos que decriben el vinculo entre la Doctrina Omni-insular de Constan- tino y su vinculacién con las Bulas Alejandrinas— valga para subrayar la importancia y circulacién actual de las obras de Weckmann, adems de reiterar la valiosa condicion his toriografica del catalogo del Fondo de Cultura Econdmica, radiogratta y cardiograma de la historia y las his- torias en México. En los treinta anos que tardé Luis Weckmann en preparar La he- rencia medieval de México, se con- feccioné una aporiacién novedosa —no exenta de azoro— al conoci- miento de nuestro pasado. Acos- tumbrados a definiciones simples 0 axiomas imbatibles, historiadores y lectores en general, se habian aco- modado en la sencilla dicotomia {indigenismo—hispanizacion o en muy digeridas formulas convertidas en etiquetas: la raza de bronce. el encono destructor del Conquistador anonimo 0 reconocido, la utopia prehispanica expresada en murales Tevolucionaros o danzas encon- chadas, etc. En los ltimos anos, se han abolido muchos cartabones, rultiplicando los vertices de nues- to conocimiento del pasado: José Lutis Martinez ha presentado en so- ciedad al repudiado —y descono- cido— Hernan Cortés, Luis Gonza- lez ha revelado la memoria intima de mayusculos espacios minuscu- los, Enrique Krauze ha probado y ‘comprobado e! poder de la biogra- fia en distintos formatos y muchos otros investigadores del pretérito han develado rincones hasta hace poco tiempo desdefiados o mal vis- tos. Es decir, la historiografta local de los ultimos alos —la Memoria mexicana estudiada por Enrique Florescano— no ha tenido limita- ciones, ni en época ni en tema, pa- ra coniirmar la impredictibilidad del pasado y la inconmensurabili- dad de su espacio. Para quienes vislumbraban la fundacién de Nueva Espana como 1a imposicion barbara de unos in- trusos solo guiados por el afin y la sed del oro 0 para quienes la ocei- dentalizacién de la utopia indigena rompié la perfecta geometria de aquel espacio, hay suficientes estu- dios que —en apego al innegable fendmeno de! mestizaje y la mesco- Tanza— demuestran que el pasado fue mas complejo que lo que cabe en un aplauso o en un repudio. Mu- cchas circuntancias y avatares con- formaron la cronometria particular de nuestra cronologia virreinal y ‘mas que una lamentable bitdcora de destrucciones y olvidos, nuestra historia es el abultadtsimo recuento de asimilaciones, integraciones, sin- cretismos, combinaciones que —sin dejar de considerar dolores, doblo- nes y descalabros— muestran mas tuna ronda de utopfas que tenacen y se transforman continuamente. Asi lo ha demostrado Guillermo Tovar de Teresa que, con el hallazgo de un tratado renacentista que proyectaba la ciudad utopica y que fue leido y Juio ve 1995 DIPLOMACLA CON EL PRETERITO anotado por el Virrey de Mendoza, encontré la correspondencia entre la trinidad Erasmo-Moro y el arqui- tecto Alberti, con fray Juan de Zu- mndrraga, Vasco de Quiroga y el pro- pio Mendoza, En este tono historiografico, La herencia medieval de México, revela luna veta abundantisima, mas poco conocida, de nuestros siglos XVI y XVI No se trata de un catélogo fo- tografico de arcos de dovela o ci pulas medievales enratzadas en nuestra urbanistica local o arquitec- tura regional, sino el complicado entarimado de ideas, costumbres, practicas y modos que perme aquella época. Weckmann desen- trano los sentimientos y el espitiru de Cruzados de frailes y soldados, inoculados tanto por la fe cristiana ‘como por la imaginacion caballe- resca, los estudia y ubica en ese es- ccenario —suspendido entre los cie~ los y los infiernos— en donde cobra vértigo el milenarismo men- dicante y la disputa entre nomina- listas y Tealistas. Su libro no solo es el compendio explicativo de formas artisticas y culturales romanicas, mudéjares 0 goticas y su transplan- tacin en Nueva Espafia, sino tambien el panorama astrologico, magico, hermético, medicinal 0 herbolario que tambien tuvo su re- nnacimiento en estas tierras Mientras en Europa se gestaba e] barroco —que posteriormente ten- dria en México una traduccion y exquisitez insélita y monumental— en Nueva Espana se instalaban y ventilaban formas netamente me- dievales no sélo en construcciones, sino en danzas, romances y literatu- ras, Pero esta suerte de Paracelso en- tre nosotres es también un til argu- mento de que el Nombre de la rosa también nos define, y el libro de Weckmann asienta —mis alla de dijes u objetos— la herencia medie- val expresada en ideas y organiza cion novohispanas, Aqui hay que subrayar la combinacion vocacional de Luis Weckmann: su relacién con ‘Clio lo ditige como excelente histo- “6 JORGE F HERNANDEZ. riador, mas su cultura juridica le permite desenmarafar legados me- dievales espanoles, portugueses, italianos o de Flandes que transmi- tieron ¢ instalaron aqui institucio- nes y valores europeos. Es mas, quien lea estas paginas se encontra- ra con formas y figuras medievales que, casi extintas en Espana, rena- ieron en Nueva Espafta: el munici- pio y formas municipales, ante una poblacién que redefinia estructuras afejas 0 el oficio de adelantado, en lun espacio que redefinia las fronte- ras hasta entonces conocidas. Del universo caballeresco, im- pregnado de busqueda de honores y pulimiento de honras, al servicio de Reyes y para mayor gloria de Dios, Luis Weckmann no solo detecta las similitudes heredadas, sino que dis- tingue las diferencias que se dieron en estas tierras, por lo que se confir- ma esa transpeninsularidad de los es- anoles conquistadores, ese animo que hace de los trasatlantizados un ‘grupo cortesiano, distinto y diferente al mundo cortesano peninsular. Co- mo lo sefiald don Silvio Zavala, en cl prologo a este libro, “Lo que de- bemos a este autor es un Hacido ana- lisis que pone de relieve esa heren- cia medieval en nuestra historia, con sus abundantes valores, tradi- ciones, cargas y servidumbres”. Del estudio detallado de un mundo que. a partir de 1492, se encontro envuelto en descubrimientos cons- tantes y de una época que esctchs boa ya la definicién “Edad Moderna” (que aunque definida en un salon de clases y a posteriori indicaba el final del Medievo, se encuentran no solo nuevas caracteristicas para co- nocer la Conquista y Colonizacién de Nueva Espana, sino utiles indica- dores o apuntes iniciales de pricti- ‘cas, modos o maneras que ain ron- dan lo que ahora es Mexico. Por s6lo dejar un ejemplo, quiza del es- tudio de nuestra genética medieval, se desprenda la posible explicacion ala confusion entre responsabilidad y poder que tantos problemas y ‘malentendidos ha causado. ry En este sentido, la vocacion plu- ral del historiador Luis Weckmann hizo que La herencia medieval de Mé~ xico se convirtiera en esa suerte de movil diplomatico entre naciones y tiempos. Su libro une en el plano de Jas mentalidades al pretérito con el presente y, mas alla de Espafia, al territorio mexicano con diversas embajadas europeas, Desde 1517, con la expedicion de Hernandez de Cordoba, hasta mediados del siglo XVI, Weckmann realiz6 el viaje in- tercontinental de herencias medie- vales, al tiempo que apunt6 las he- rencias juridicas —aun vigentes— centre naciones, No en vano, Verlin- den apuntaba la necesaria sucesion de estudios de este tipo: descubrir y estudiar las herencias en otras par- tes de este Nuevo Mundo, no como catilogo de arcadas en Nueva Ingla- terra o de bovedas en Peri, sino co- mo compendio de ideas y de for- mas que demostrasen otra unin de ‘muesttos origenes, ‘As{ como abundan los panegiri- 0s indigenistas que hermanan a los pueblos americanos en el vasto uni- verso y la amplisima variedad de cosmovisiones cuasicompartidas, desde Montana hasta Tierra del Fuego, ast deberia tambien estu- diarse el panamericanismo colons! neohispano, neoinglés, neoocciden- tal. Weckmann le tomo la palabra a Verlinden y emprendié el diploma- tico viaje historiografico hacia La herencia medieval del Brasil. Con las seguridades que le resultaron de su anilisis medieval mexicano, bas6 su indagacion brasilena en wna certe- 2a; contrario a lo bien estudiado y coneluido por Johan Huizinga, en el sentido de que la Edad Media tu- vo un otoo evidente, Weckmann demuestra que, si bien no en espiri- tu primaveral, Espafia y Portugal aon vivian un verano medieval que mantenta vigentes muchas institu cciones ¢ ideas premodernas en la epoca de sus descubrimientos y conquistas. Auscultada ya en pro- fundidad la genética medievalista espafiola en Mexico, Weckmann vunta 223, viajo hacia el mundo portugues y neoportugues ‘As{ como la historiografia relati- va a nuestros siglos XVI y XVII des- “" (CHRISTOPHER DOMINGUEZ MICHAEL Cupisropner Dowincuez MICHAEL GeorG LuKACS DE ARPAD KADARKAY a TRADUCCION De FRANCESC AGUES, EDIGONS AUrONS EL MAGSANIM, VALENCIA, 1994, 801 re a vida del filosofo hungaro Georg Lukécs es una de las mas patéticas del siglo XX. Utilizo la palabra patético tanto en el sentido etimologico como figura- do del término. La de Lukics es la historia de la perversion de una in- teligencia que s6lo encuentra su metifora cabal en el Fausio de Goe- the. Pues nadie como Lukics, lo ha dicho Lezsek Kolakowski, vendié su alma al diablo con semejante co- nocimiento de causa. Y vaya que e! alma de este fldsofo era valiosa pa- tala causa del comunismo. Entre los cientos de grandes espiritus que el Mefistéfeles marxista gano, nin- guno estaba tan formidablemente preparado para vivir el drama inte- lectual contemporineo como Lu- kkies. Quiza solo Wittgenstein, para empezar, pueda competir con él en cuanto a un entome formativo tan rico, Los maestros del joven Lukacs fueron Georg Simmel y Max Weber. Sus amigos, Bela Balazs, Bela Bar- tok, Zoltan Kodaly, Emst Bloch, Leo Popper, Stefan George. Su mas tem- prano y devoto admirador fue Tho- mas Mann, que lo vid una sola vez €n su vida, lo que le basto para re- tratarlo como Naptha en La monta- fha magica. Hentik Ibsen recibié a Latkes en su casa cuando su admi- rador huingaro tenia veinte ans. Hungria, esa “nacién-ferry que vay viene de Oriente a Occidente”, “3 como la definio el gran poeta Edre ‘Ady, permitié a Lukas una profun- da educacion literaria y filosofica. Hijo de judios convertidos al pro- testantismo en un pais catolico, Lu- kkacs represento en toda su grandeza Iaexcelencta metafisica del fin de siglo centro europeo. Su primer li- bro, El alma y las formas (1910), lo convirtio en el més relevante de los titicos literarios de su tiempo. De esa obra hermosa y opaca tomé Mann la argumentacion para La ‘muerte en Venecia. Destumbrada por la extrana fusion lograda por el jo- ven Lukacs entre la autobiografia espiritual y el tratado teologico, una lectora escribid: “Es el primer criti- co que he encontrado en toda mi vida cuya filosofia, transcrita en sus ensayos, te magulla y ensangrienta.” El joven Lukacs aparecia como el mas contundente de los discipu- los de Nietzsche que Occidente es- peraba. Y el exitoso critico se wlana- ba de ser el unico europeo que podia darse el lujo de ser tragico Su destino colm6 esa precoz espec- tativa, Lukics se convirtio en el per- sonaje de la Opera temprana de su amigo Bela Bartok, El castillo de Bar- azul (1919). Pero a diferencia del duque de Barbazul, Lukics no in- tentaria enterrar a sus mujeres en el foso del castillo, sino a toda la tradi- ion intelectual moderna En esta biografia monumental de Lukies que resefiamos, Arpad Kadarkay —que fue discipulo suyo y ahora ensefia en los Estados Uni- dos— rastrea en su origen la apari- cion del filésofo como gran comisa- rio de la cultura stalinista. El odio lukacsiano contra el pensamiento de la modernidad nace de su lectu- ra juvenil de la Decadencia de Max Nordaul. Lukas fue una consecuen- cia extrema, casi criminal, del deca- dentismo nietzscheano de 1900, ¥ como Nordau y Otto Weininger, Lukas se sintio obligado a escribir su propio bestiario para denunciar a las alienadas creaturas modernas que habia que borrar de ia faz de la civilizacion. El intento de exoreis- Vora 223 mo practicado por Lukacs es un macabro y fascinante capitulo de la demonologia universal. La conversion de Lukacs al mar- xismo ocurrié en dos semanas. Tras haber criticado el bolchevismo por su naturaleza maquiavelica, Lukics fue poseido por la negatividad de sus propios argumentos. “El bol- chevismo”, escribi6 al convertirse, “descansa sobre la nocién metafisi- ca de que todo lo bueno puede ve- nir de lo malo, Que es posible, co- mo dice Ramazukhin en Crimen y castigo llegar a la verdad mintien- do...” ¥ Lukacs pact con el diablo como quien firma un cheque, trans- valorando todos los valores con tna celeridad que hubiera aterrado a Nietzsche y a Dostoievski. Deposito en un banco sus escrito inéditos de juventud y, dias después. era vice- ‘ministro de cultura de la epublica sovietica hingara que Béla Kun acaudillé tres meses en 1919. Hijo de un banquero millonario, Lukics ni siquiera se dié tiempo de cambiarse de ropa al ingresar al Par- {ido Comunista. Con su traje domi- nical de jugador de golf arengaba a los hambrientos soldados en el fren- te, llamandolos a convertir la guerra imperialista en revolucién proleta- tia. El seftorito converso no se limi- ta la propaganda: dirigié ejecucio- nes sumarias, mando destruir la documentacion bancaria de los ami- gos de su papa, requisé las mansio- nes donde semanas atras cazaba zortos, ¥ en fin, disen6 la nueva cul- tura socialista con la intencién de aplicarla en pocos dias. Pero el So- viet huingaro se esfumd. Su amoro- sisimo padre se tragé las humilla- ciones y corrompié a la policia para sacar vivo a su hijo del pats. Los hermanos Mann se dispontan a ini- ciar una campafa internacional pi- diendo la libertad para la joven es- trella de la filosofia europea. Lenin, furioso con Béla Kun por el fracaso de la revolucién hungara, se fijo en Lukacs como relevo al frente del partido. Pero el puritano dictador ruso quedé estupefacto cuando ley6 lo que estaba escri- biendo Lukes en esos momentos: “La ética comunista convierte en el deber mas elevado aceptar la nece- sidad de hacer el mal. El verdadero comunista esta convencido de que la dialéctica transforma el mal en virtud.” Eso era demasiado hasta para Lenin, Una cosa era practicar el terror revolucionario y otra justi- ficarlo con argumentos teologicos que provenian de Stirmer o Kierke- gaard. Contra Lukacs y sus amigos, Lenin redact6 de inmediato El iz- quierdismo, enfermedad infantil del comunismo en 1921 Instalado en Mosca, Lukacs es- cribe Historia y consciencia de clase (1923), obra cumbre del marxismo occidental. Criticos tan severos de la tradicion marxista como Kola- kowski admiten que ese libro es el mas coherente de los desarrollo sistematicos que la dialéctica de Marx podia propiciat. No pensaron lo mismo Bujarin y Zinoviev, quie- nes colocaron la obra en el indice rojo al iniciar la “bolchevizacion” de 1926, destinada a purgar a losofia soviética de profesores ale- manes y dandis filosofantes como Lukas, Karl Korsh y Ernst Bloch. Lukics se retracto por segunda vez y regres6 a Viena en calidad de bu- récrata clandestino del partido. Pe- ro su reputacién filosofica seguia siendo enorme entre su viejo ctrcu- Jo: tanto las amargas reflexiones de Weber, antes de su muerte, sobre la politica y la ética, como Ideologia y utopia (1929) de Karl Mannheim fueron respuestas a su descarrilado amigo bolchevique Sartre quiso ser paradéjico cuan- do escribié que nunca fue tan feliz como bajo la ocupacién alemana, peto Lukics fue estrictamente veraz al decir que sus afios en Mosca (1930-1945), bajo el stalinismo, fue- ron los mds hermosos de su vida Refugiado en el Instituto Marx-En- gels —que dirigia David Riazanov, el olvidado bolchevique que fue una de las pocas victimas directas de Stalin que lo insultaron en el pati- bulo—, Lukacs desarrollo a la per- feccion lo que su bidgrafo lama su “mascara silénica”. El filésofo igno- 16 el asesinato de casi todos sus ca- ‘maradas heingaros, califico los pro- cesos de Mosct’ como “juicios conceptuales” y pidio a su mujer que agradeciera al partido la “ree- ducacién gratuita” que su hijastro estaba recibiendo en el Gulag. A ‘cambio, Lukics gozé de tranquili- dad y renta para escribir El joven Hegel (publicada hasta 1948) siem- pre y cuando cumpliera con los li- belos criticos que le encargaban sus jefes. Eran famosas en Moscu las Pesquisas que Lukics hacia —pues no leta ruso— de clasicos en lengua alemana, Mientras predicaba el rea- lismo socialista, el fldsofo se delei- taba en privado con Heine, Oscar Wilde 0 con La anatomia de la me- lancolta de Burton. Arpad Kadarkay cree que la de- vocion de Lukacs por el stalinismo fue tan sincera como su pretension estética de conectar al marxismo con la literatura clasica. Su fanat mo ideologico no le impedia ver la colosal estupidez de los escritores proletarios, que se cuidaba de ala- bar siempre que podia. Considera- bba que esa literatura era un reflejo fenoménico propio de una edad de transicién. El joven Hegel, en con- tuaste, es una obra muy por encima de sus folletos stalinistas, donde Lukacs (siempre sutilmente auto- biogrifico) se identifica con el tedri- co de la dialéctica burguesa en ca- lidad de filosofo que sublima la inmadurez social y politica de la so- ciedad en la que vive, Lukacs, in- conmovible ante los crimenes de Stalin, cafa en hondas depresiones cada vez que los burdcratas sovieti- cos arremetian contra Hegel, Goe- the o Balzac, Su “realismo critico" era un intento patristico por cons- truir un limbo para todos aquellos escritores del capitalismo que no habian tenido tiempo de postrarse ante la Revelacion marxista, Y su polemica con Bertolt Brecht no solo fue la reposicion, bajo el socialism, Jumio De 1995 GEORG LUKAS de la querella entre clasicos y r0- manticos. Lukas veta, en el drama turgo aleman, un quintacolumnista de la vanguardia moderna en el se- no de la ortodoxia clasicista En 1941 Lukics fue arrestado Los cargos eran més bien nebulosos Raikosi, el fururo comisario de Hun- aria, ogro su liberacion pero no pu- do obtener la devolucion de un in- rmenso manuscrito sobre Goethe que Lukics perdio para siempre. ¥ tras la victoria contra Hitler, el comisario regreso a Hungria amparado en el prestigio itelectual de Lukics: Durante la inmediata postguerra Lukacs vivio la paradoja de ser al mismo tiempo padre del marxismo occidental que jefe del pensamiento sovietico. Participé con brillo en los Rencontres Internationales de Ge- neve —foro que pretendia reanimar la cultura europea tras la catastrofe nazi— y allt discutio con Karl Jas- pers, Julien Benda y Stepehen Spender. Mas tarde, en Paris, Sartre logro hacerlo sangrar por la herida: el heroe del existencialismo, recor- dandole sus escritos de juventud, lo acuso de “existencialista secreto” Los comisarios tomaron nota de la punzante acusacion sartreana, y cuando la ruptura con Tito quebro ese ambiente de relativa distension intelectual internacional, le pidie- ron cuentas a Lukics. Como le ha- bia ocurrido siempre, sus intentos por mantener al marxismo en situa- cidn de combate teérico en Occi- dente, finalizaban con la reprimen- da y la humillacion sovieticas. En 1949 Rékosi manda ejecutar 4 Lasl6 Rajk e impone la dictadura comunista en Hungria. Lukes tra- ta de escabullirse pidiendo un ano sabdtico para escribir su Etica. Ra- ost le responde que, en ese mo- mento, no es precisamente “una ética comunista” lo que se necesita y le dicta personalmente una re- tractacién por su insistente y noci- vo cosmopolitanismo. El resultado es la publicacion, en 1953, de El asalto ala razén, el mas abyecto de sus libelos, “un crimen intelectual” ” (CHRISTOPHER DOMINGUEZ MICHAEL de la Guerra Fria, en el que Lukics condenaba a toda la tradicion moderna bajo el epiteto del irracio- nalismo. La Decadencia de Max Nordau era reescrita, en lengua sta- liniana, por uno de sus lectores, mas de medio siglo despues. La oportunidad de la tectifica- cion vino con la revuelta hungara de 1956. Lukics ingres6 al gobierno rebelde de Imre Nagy. Pero sospe- chosamente el fildsofo renuncié ho- ras antes de la invasiGn sovietica. Su biografo —que en otras ocasiones ¢s complaciente— sugiere que Lu- ics fue advertido por gente del cir- culo de Jrushov para que se aparta- ‘aa tiempo. Pero se nego a apoyar a los rusos y alcanz6 a asilarse en la embajada yugostava. Finalmente, él y otros “contrarrevolucionarios” fueron puestos en manos de los so- vieticos y confinados en el castillo de Snagoy, en Rumania Lukacs, con esa facilidad retori- ca tan suya a la hora de rescatar es- critores aparentemente incompati- bles con su estética e incluirlos en el canon, estaba tratando de salvar a Kafka de la hoguera cuando ocuris la revolucién hningara de 1956. Lu- kkics afirmaba que Kafka era un es- ccritor realista que retrataba la alie- nacion capitalista. También intent tuna machincuepa similar, despues de Praga 68, con Solhienitsyn. El caso es que en 1957 se vio preso, en una situacién kafkiana, en un castillo igualmente kafkiano. Los condenados a muerte eran suntuo- samente atendidos por agentes de ‘Ceaucescu disfrazados de mesetos y ‘ujeres. El viejo Lukacs pasaba de ser Barbazul a convertirse en una de ‘sus vietimas. Una vez mas Occiden- te vino al rescate, Bertrand Russell —que presidia el prosovietico Con- sejo Mundial de la Paz—amenazé a Mosct con su renuncia si Lukacs no era liberado y exonerado. Lukscs volvié al ostracismo en Budapest. Su ultima década la dedi- 6 a una tarea de Sisifo, la escritura de su Estetica, esa colosal demostra- ccion del fracaso del marxismo co- 50 mo fitosofia, El 68 rejuvenecié a Lukics, otra vez rodeado —como en 1910— de inteligencias brillan- tes y apasionadas como sus alum- nos Mészairos, Agnes Heller y Fé- eng Feher. Pero fue poco lo que Lukécs pudo hacer para conciliar su reformismo de 1956 con la fide- Yidad a los dogmas del socialismo real. Y es que, como concluye Ar- pad Kadarkay, la totalidad diatéctica disefiada por el fildsofo era un ins- trumento perverso que lo mismo servia para justificar el stalinismo que para negarlo, Por ello los whi- ‘mos marnistas siguen leyendo a Lu- kts 0 como el mas complejo de los guardianes de la fe, 0 como un he- terodoxo cuya ansiedad mitenarista le permitio sobrevivir a la vesanta, Fiel a la cultura vienesa de 1900 que nunca perdi6, Lukics murié releyendo a Freud, en busca de esa alienacién del ser que fue el para- digma de su obra, la fuente de su grandeza y de su miseria. Georg Lu- hedcs, de Arpad Kardakay es una biografia que se lee como la gran novela de terror del intelecto filosé- fico de nuestro siglo. 4 Epvarpo MiLAN PARA NO IR A PARTE ALGUNA DE CESAR ANTONIO MOLINA. “ Pur—Texr0s, VaLENcas, 1994 a discusion sobre poesia es algo que de tan confuso pue- ide Negar a ser rechazable, es- to, al menos, en su generalidad. No solo el lenguaje se ha dantado en sus Vuna 223, distintos niveles de significacion: el lenguaje pottico tambien. Sin em- bbargo, no se puede dejar de ligar a la poesia el discurso sobre la poesta, una de las patentes de la moderni- dad, a la que, por otra parte, no se escapa asi como asi. Puede decirse que lo ideal seria un equilibrio. no una mitad y mitad, no una reparti- ci6n en los textos entre lenguaje ob- jeto y metalenguaje, sino un equili- brio que dependa de la intimidad del texto consigo mismo y de las re- laciones del texto con el mundo Era evidente que a una crisis del pensamiento deberia corresponder tuna crisis del pensamiento y del ac- to pottices. Lo raro es que la critica demore tanto en darse cuenta que no todo son “juegos del lenguaje” 0, si todo lo es, esa totalidad jugueto- nna termina por confirmarse en el espejo de una esencialidad o en el discurso neuralgico y apremiante de la historia, La obra completa hasta este li- bro de César Antonio Molina (Espa~ fha, 1952) esta reunida en Las ruinas del mundo (Anthropos, 1991). En 1988, al escribir sobre Elfin de Finis terre, el penaltimo libro de Molina, to situé en un movimiento limite: el que sabe que a un paso mas sobre~ viene el abismo. En esa situacion hhubo un reconocimiento topoldgi- co, mas bien una ecuacién: finiste- rreafindecir, que para m{ era la ex- plicacién de la posicion de César Antonio Molina ante la poesta, una posicion ética que cuidaba el limite del lenguaje como una zona de sombra que hay que saber porque siempre, de alguna manera u otra, la poesia es una transgresion de los limites del lenguaje. El cuidado del limite en Molina es una preserva- cion. Ese limite es el que marca lo ‘que se puede y lo que no se puede en poesia, aunque la poesta, como terreno de Ia libertad del poeta, pueda parecer justamente la ausen- cia de limite. El poeta moderno —el poeta en la sociedad capitalis- ta, el baudelaire— fue centro como conciencia de una lucha que signé al arte y a la poesta modernas: la cuestion de los limites del arte y del mundo, piedra de toque para la in- diferenciacion, el valetodo y el caos, La posicion de Molina intentaba rescatar una precaucién, aun cayen- do en una precariedad del decir que puede fundamentarse, para un “mo- derno”, en el nombrar las cosas no por su nombre sino por el nombre atribuido tradicionalmente a las co- 2s, no tanto por el arquetipo pero sin duda por la tradicion, Y se en- contraba en esta encrucijada: si la modernidad dltima es ruptura en la medida en que es conciencia, cual es el nombre de las cosas que se puede decit? El mito sirve a Molina para restablecer los partmetros mas allé del discurso de la modernidad, de la caducidad pretendida de las utopias y de la clausura ideologica, esta ultima expresion seguida de un signo de interrogacion totalizante, en la medida en que es imposible lausurar la ideologia como si fuera ‘otro supermercado que viol el pac- to social al aumentar los precios. El mito preserva a la poesia para Moli- na porque la poesia es una forma del lenguaje mitico. Para no ira par- te alguna no significa una reticencia al movimiento o al desplazamiento sino una no necesidad topologica, La poesia no conquista continentes, no visita balnearios ni tampoco Apeninos. La poesia es. Ante esta rmanifestacién tan evidente de resis- tencia, ante este limite mas que re- marcado se comprende perfecta- mente la poética de Molina, su parquedad formal, el desnivel entre la profundidad de su esperanza —la ppermanencia de lo pottico como va- Jumio ve 1995 PARA NO IR A PARTE ALGUNA lor, como acto— y la poca proble- matizacion de la superficie del tex- to. Para noir a parte alguna no solo impide la promesa de desplaza- miento o de acompafamiento: corta cl posible contagio como si el poe- ma fuera un ritual inictatico en el que el héroe debe ir solo. No ir a parte alguna, mas alla de la paradoja que sugiere la ambignedad del len- gugje, es no alejarse, esfumar volca- nes, playas o cualquier otro punto de fuga. Es quedarse, rebatir toda la cescetizacion viajera decimonénica para devolverle a Heidegger el ho- nor de la casa. Molina logro ubicar tun no-lugar poético en un lugar: ‘escribir. Poesia es escribir poesia te- ner memoria, asumir que, al fin de ‘cuentas, alguien lo tiene que hacer. Yes mucho mejor, en estos tiempos, que quien lo haga sea el poeta. #2 a

You might also like