You are on page 1of 22
10. ‘Estructura histética y légica félica ‘Cémo lo hemos hecho para la estructura perversa, ‘les propongo tratar de circunscribir losrasgos estructo- rales fundamentales de la histeria, es decir, poner de manifiesto, en la dialéctica del deseo yon relacién ala puesta fica, lo que se puede considerar 4 i, pues, conviene sefialar los puntos de cristaliza- = cidn en que esta logica filica se orienta segxin un modo ‘Por més que ena histeria se trate de un hecho de es- tructara,.no es menos cierto que el pasaje del ser al te- nner constituye un acontecimiento general de la dielécti- ca edlipica. Se trata, pues, de una dimensién que inter- viene en el horizonte de todos los procesos de organiza- ign psfiruica. Lo que serd representativo de la estruc- tara histérica es el modo de asuncién astereotipada de In apuesta constituida por esa problemética del tener. Como saber: ll pa- dre imaginario 0, i or ello, al ni- 4 1} Porque el E padre es reconocido porla madre comoaquel quele ft efecto, como un deseo inscripto en la dimension del tener. Bn la medida en que el padre privadorarrancala, ‘cuesti6n del deseo del nit a ln dimensién del ser (ser el falode la madre), ese padre conduce inevitablemente al nifio hacia el registro de Ta castracién. Ese presentintientode la castracién es aquello por lo cual el nifio descubre que él n> s6lo Rees el falo,sino también que filo fey tal como la madré, de quien al mismo tiempo deseubre que lo desea alli donde suptes- tamente se encuentra. El padre accede asta su plena fancién de padre simbdlico, tanto més cuanto que la madre reconoce la palabra del pads comio la finiea stile c@plibIs demiovilizar si dese0rn efecto, en esta nueva movilizacién del deseo de la madre, tal y como ella aparece al nifio, este ltimo no puede dejar de instituir ‘al padre imaginario en un lugar donde es depositario del flo. Insisto particularmente en este vueleo dela dialécti- a del ser al tener en la organizacién de la estructura histériea, Acerea de este puntoy de su incidericia én el complejo de castracién, Lacan nos ofrece uma explica- ign sumamente valiosa: «Para tenerlo [precisa], primero ha de haherse plantea- cuyo leitmotiv es bien conocido por nosotros: «por mas i que'leo libros, no retengo nada»; «io comprendo nada = de todo lo que me enseriam, eteélerd. fa relacién con el saber constituye un terreno emi- entemente favorable a la artualizacién dolorosa de las ara denunciar tales artifi- cios cuando intentan ilusionar por el lado del saber. Desde este punto de vista, les histéricas son losjueces y ccensores més despiadados: niriguna laguna puede ser ‘disimulada, por caanto larelacién con el saber no tolera ningiin desfallecimiento. [allsistaHiea SUserbe Sit restriccién este fantasma tor sound sabeo, sing : Sued aa aan fb. A partir de entonces, pre- tender saber por Io menos alguna cosita, cuando no se puede probar que se sabe todo, es una indignidad y hasta una impostura. A todas luces, este argumento | dascistav se extionde, més allé del saber propiamente dicho, a aquellos que supuestamente lo dominan tanto ‘como a los lugares donde se lo imparte. Asi, lahistérica se ve llevada « persuadirse de ante- mano de que jamde sabré dominar nada del menor sa- ber: En tales condiciones, existe la solucicn coniplemen- P> taria del shaver como si: intentar desesperadamentegy senelmefiejoxielsaberde,otrosPara acoder al pensa- 108 ‘ \ sniento de otro ella sé convierte en su sostén itcondicio- nal mediante una empresa de adhesin imaginaria, y ‘adopta la resclucién de convertirse en su eco liso y ls- no. Una vez més, identificamos coe raago cotructural de la histérica que consiste en estar, pero sin estar réal- mente del lado de su deseo. Al hacerse portavoz del sa- ber de otro, ella neutraliza sus propias laguinas. Bsta emegafonfa> est sustentada por la eonstante prescu- pacién de gustar al otro y de constituirse como objeto © que podria colmar su falta.(CHGBEAE al/Ot0 es jpHiMeED| ‘pensar como ély]uego hablar como.élx,en-¢l mejor de "as easel ferzeno se previ, pensat yale amo ‘en 6a Tugar Tal inconsistentia transize con el overt decors en eldesenseotroy den oti smi que camo su mero refleo. ‘A través de esta disposicién eneontramos, por su- ‘puesto, la servidumbre privilegiada que la histérica mantiene con respecto al sujeto elegido en lugar.de ‘Ano, instituido, anticipadamente, como aquel que no ‘puede no saberlo todo. Con esta condicién, la histérica se esfuerza por convertirse en el reflejo de su pensa- miento. De agui proviene esa aptitud caracteristica del Jiscurso histérico de convertirse en discurso del dis- ‘earsodevotro. Bn este sentido, pets convertirse et dis- cenrso de tedos, Ya que es ui En nombre de esta suscripcién incondicional de la perfecciOn, otra manifestacién caracteristica de la his- ‘érica merece ser examinada:eliproblemawde layidentin ‘eacién con ta mujer que atormenta a toda histérica en Jlamediida en que se juega en ello la cuesticn de su iden- \wlldad femenina. Bs comin y corriente comprobar que la bistérieafja siempre tal o cual medelo femenino para ‘watar de asumir su propia femineidad. Histéricamen- te, evocamos ya el caso Dora, que estaba subyugada por Jas cualidades y los encantos de la sefiora K. Muy 8, un analyse hystrie (Doras, en Ging SoS eearers orem lists de un eao de histerin (ca Dora), en AE, vl 7, 1978) 304 tempranamente, Freud habfa presentido, en los avata- res de ese proceso ideitificatorio, una de las constanites més fondamentales del funcionamiento histérico, Re- vordemos en seguida que es en esta dimensién donde surge y se desarrolla toda la homosexualidad histéria, ey és ligada al proceso de identificacién que a la dimen. sién de la elecciGn de objeto amor0so. Sila histérica es tan gustosamerite subyugada por ‘otra mujer investida como modelo, es porque supuesta- mente esta ultima puede responder a la pregunta cra cial de la histérica: qué es ser una mujer? En virtud de esta pregunta central, la homosexualidad histérica no consiste en elegir a una mujer como objeto de amor ideal. Por el contrario, en esta promiscuidad homose- xual, lahistérica busca, ante todo, ser como ella, pensar como ella, vivir eomo ella, hacer el amor como ella, t= ‘er los mismos hombres que ella, ¢tc. En otros térmi- nos, se trata esencialmente de «wampirizar» a esa otra que supuestamente realiz6, a a perfeccién, su identi- dad femenina, Este modo de wampirizaciéne del modelo ferneiyino ‘permite comprender algunos aspectos de las relaciones {que las mujeres histéricas mantienen con las parejas, { (La apropiacién consumada del modelo femenino re- quiere, como minimo, compartir sus elecciones y sus tos hasta el final. sf, pues, aqiifno hay mas que «an, ‘Paso que se debe dar» afin de arrebatarle sus compaiie- ros amorosos. La experiencia muestra cuén ficilmente algunas histéricas pervierten a los compaiieros mascu- Jinos de sus amigas, Maxime cuando el compafierode la otra mujer estard siempre mejor eprovistor que el suyo propio. La cuestién dela buena eleccién vuelve a la car- ga:el otro hombre siempre tiene algo mas omejor que el ‘Que esté en uso, Lo mismo que ozurre con la ropa o los Zapatos que no se escogié, sucede con el otro hombre: resulta infinitamente més satisfactorio que ol que se hhabfa elegido, De donde surgen el mismo libreto, lammis- ‘ma quaja y las mismas desilusiones. 105 Es cierto quel problema dela eleeeién de un compa: eto amoroso es aquel donde la Kistérica va a jugar; lo gnés extremadamente posible, su adhesién al ideal de perfeccién. Pox ests motivo, bl desaffova s ocuparun ka- ‘gar esencial, La histérica intenta retener ¢ aquel de quien pueda estar segura, de antemano, de que respon Gerd a todassus exigencias. En esta estrategia, a histé- rea desconoce haber optado por no encontrar jamés « ningén hombre ala altura de a situacién esperada. De aahfla aficién inmoderada de algunas histéricas a esco- {ger un compaiiero inaccesible: cuanto més inabordable @ sea, més podré mantenerse la ilusién de que el feliz ele: gido no habré de devepeionarla, ‘De este modo puede comprenderse esa propensién. favorable de las bistéricas a decidirse por un compatie- 10 sextraiior, no solamente en el sentido comtin del tér- ‘ino, sino sobre todo en virtud de su cardcter radical- mente «otro (héteros). Cnaanto mids extrafio es, mas'es mantenido imaginariamente como compafiero inacce- sible, Si, por afiadidura, su condicién de wextrafio» 1o mentione en la realidad a una distancia importante y ‘més 0 menos permanente de !a histériea, entonces se convierte en el compafiero sofado. En cambi resto, De ahf el fantasma histérico, profusamente ali ‘mentado, de seria mujer deun navegante de altura (es formidable, porque es tan bueno evando nos encontra- sos), 0 deer la compaticra de un ingeniero queso pax sa varios meses por afio en el rincn més remoto de la “Antértida. Estos casos especiales son bastante poco frecuentes, pero en este tema puede imaginarse toda una serie de variaciones libres. La histérica puede suscribir soluciones mAs pragméticas, que consisten en. \Uproteger la representacién imaginaria del hombre ideal escogiendo tn compafiero amoroso ya comprometido. Este resultard tanto més el vinieo que conviene por 108 cuanto es, justamente, el hombre de otra mujer. La his- tériea puede sentirse entonces tan desolada como wuesto que, d euork snrestas diversas tribulaciones que la histérica de- Sarrolla respecto de sus compafieros amorosos, podemos destacar una constante especifica: el contrario, franeamente folklérica, que expresa con respecto a los hombres. Se ve que todo cuanto puede obrar como criterio de seleecién se trénsforma en su contrario. ‘A pesar de todo, existe un terreno elective para recoger la expresién de la queja histévica: elde lacrité- Tiologta sexual. Conscientementé 0 no, las més de las ‘voces la ritujer histérica mantiene una vigilancia espe- cial en el nivel del rendimiento sexual, tanto en su as- ‘pecto positive como negativo. Lo importante no radiea alli.Sobre todo, es menester quela llamada sosa sexual ‘sea objoto de un discurso de reivindicacién. Ast, lahisté- rica siempre podr4 eodiciar al-hombre de otra mujer, porque'es supuestamente més potente; mas experto, ¥ hhasta més infatigable. Pero, del mismo modo, su queja podré dar muestras de una criteriologia deportiva de menor nivel. Esta reivindicacién funciona tanto mejor cuanto que generalmente encuentra un correlato favorable por él Tado masculino. De abi esa lamentable competencia f&- Tica de las mujeres histéricas que viene a fortalecer la irrisiGn masculina de la carrera a la virilidad. Por un Jado, retenemos las reivindicaciones histéricas estereo- tipadas: «él no sabe hacerme gozarw; «ne me hace el amor com la suficiente frecuencia»; «su sexo es demasia- do grande» 0, sogtin el caso, «demasiado pequefion. Por ‘otro lado, tomams nota de la susceptibilidad masculi- nna infantil convocada por estas reivindicaciones en el terreno de un cuestionamienta félico. Angustiado en el nivel de su fantasmagoria viril, el hombre no puede 107 sito cargar las tintas en el plano del «rendimientov de- beprobar que la cosa no.os como su compafiera se la sig- nifica. En esta competencia trégica,los malentendides Iamentables aloanzan los niveles més altos, ya que al hombre, interpelado en su virilidad, ante todo|e intere- sa suministrar la prueba de que no es «impotenter. La histérica, asi, sabra sacar partido de los denodados es- fuerzos de su compaiiero, para convertirlo, como convie- ne, en un nuevo objeto de decepcién: «siempre quisre hacer el amor conmigo, sin preguntarme siquiera si tengo ganae> ‘En estos intercambios salvajes, sila histérica no sa- berealmente lo que ella reivindica a través de su quoja ‘sexual, debemos recanocer que su compafiero permanc- ce en la misma ceguera, manteniendo un desconoci- miento total de lo que le demanda una mujer. La histé- rea que se queja de no ser satisfecha sexualmente, las més de las veces, sin ella saberlo, adopt6 una posicién masculina. Bla adhiere al universo imaginario de la competencia filica. Su queja sexual da fe directamente de la ilusién de los criterios de consisteneia 0 inconsis- tencia sexuales que los propios hombres se dieron frente al ideal de la perfeccién viril. De hecho, los hom- bbres que, sin ellos saberlo, son presa del temor al desfa- ecimiento o la insuficiencia sexual, a menudo se ven Nevados a adoptar una actitnd de wartificio» y de ehacer como si» referente a cualquier reproche femenino que podiera hacérseles con relacién a esto. Perolas mujeres ‘conocen muy bien los trucos, las mentiras y las precau- ‘ions apuradas que despliegan los hombres para evi tar enfrentarse con semejante ataque narcisista. Sila reivindicacién sexual de la histérica adopta tal perfil, es porque ella est segura de encontrar en los hhombres los ecos favorables que le convienen. Cuanto mds se queja la histérica de estar insatisfecha sexual- mente, tanto mas moviliza la insatisfaccién sexual masculina. Ala inversa, cuanto més se ciega el hombre ‘en gu seguridad sexual, tanto mds ofrece la prueba, @ 108 través desus rendimientos, de que la histérica tiene rae 26n de esperar siempre més. Bien conocemas el dilogo tragicémico de sordos de! que tan malherides salen sus sombatientes. En pocas palabras, la histérica no sostie ne este tipo de reivindicacién sino porque con ella pone * prueba la certidaumbre de su insatisfaccién. ‘La mujer histérica no puede cerrar su eleccién en el esta eleccisn sea potencialmente revisable. Se produce siempre o casi siempre eon tanteos, ensayos, errores, apropiados para mantener més profundamente Ia «va- ilacién histérica». En general, el compaiiero seleccio- sentimental. La histérica se esfuerza por significatle ‘que se quedé con él por despecho, que es un compafiero de «segunda mano», Aqué rozamos la paradoja psiquica «que sostiene la dimensién deseante dea histériea en su relaci6n con el otro. POH tH laH6) él wot elegidos niiniea? Joc sino on foncitn de Ins exigoncias de perfosin que Jo capturan en una relacién de investidura a. Por él otro, de antemano este clegido resulta desin- ‘vestido de tal lugar de privilegio, por lo menos én el sen- tido de que la histérica le significa que toma el lugar de ‘otro que fue muy importante, incluso de otro inaccesi- bleque habia sidomejor quel. Ast, pes, tal ompaiie,, ‘70 es elegido siempre por falta de algo mejor. ‘En esta problematica, la dimensién del cuerpo 6 vuelve prioritaria en la histérica. Ella «entrega», «da» ‘su cuerpo («me entregué a él+), Esta dimensién imagi- F naria del don induce suyposieigny ficial amplia- mente sostenida por la ideclogia Sociocultural filica contempordnea. A través de tal ideologia, 1a lmujert histérica aparece imaginariamente como aquella por la cual el hombre puede adyenir, como aquella por la cual 1a incompletud del hombre puede recibir un objeto de satisfaccin tan perfecto como sea posible. No es’ sor- : prendente que Ia histérica retenga asf al nino resulte una preocupacién ausente en el hombre * hiistérico. Muy por el contrario, esta muy presente, pero es soportable a condicion de ser as{ mediatizada, Esta mediaciGn suele acompasiarse de una compul- sién a la masturbacién sustentada por fantasmas de » connotacién parvérsa, cobre todo puestas en escena eré- ticas de mujeres homosexuales. Elexhibicionismo constituye también una manif tacién perversa frecuentemente moviizada por el his- 1 Véase supra, eap. DX, pgs. 70-6, 121 ‘ribo masculind; como usta en escena del euerpo (y tio como develamionto del sexo, sein ocurré enlas ver~ dadéras perversiories).A través de esto exhibicionismo, el histérieo ritera algo de de la parodia. poco que el otro se dejo apresar en esta captura imagi- nnaitia, él goce és 6ptimo. De hecho, todo esedindalo, toda denuncia, arresto o inculpacién intervienen aguf como otros tahtos testimonios dé que la puesta en escena mentirosa fimeion6 bien? “Mas allé'de‘este camuflaje perverso destinado a ¥ mantener el objetofe el histérico re cure frecuentemente obs manifsacén stom 2 wai ‘ia total ose presente én la forma abortada de la eyacu- acién pregoz, el principio que gobierna esta defensa en la relacién Gon el sexo del otro permanece idéntica. Se poya én un mismo mecanismo imaginario que con: ‘duce al histéricoa’confundir eldeseo ya virilidad. Bsta confusién enctientra su origen en una interpretacién ‘particular quel histéricodesarrolla frente ala deman- dade una mujer. ‘Tal dematida jamés es rectbida por él como una soli- ‘itacién deseante dirigida a un deseo de hombre. Por el contrario, siempre es percibida por el histérieo como uns orden. do QD 1 cos tr mings, todo ocurre como si Ia relacion deseante se fun- issalerimoeino eaheeh Gomes Joquela mu) i n 2 Bxpose una obeérvacién clinioa sobre tales manifestaciones ‘perversas en un caso de histeria masculina, en mi dbra Le pre et {2 fonction en peyehanalyee, op. cit, véaze el cap. V, La finetion paternelle ot ses avatars, pags. 99-105. @ ings toca, or Rtn al ree Se atoco una speten 122 --tuacién de ser objetos de compensacién de la falta ma- rrico masculine no'se slente depusitasiv de tal ubjetu, rap = ne su impot confusion entre el deseo y la viri- lidad traduce asf una confusién acerca dé la indole del objeto, entre el 6rgano yl falo fe las ilustraciones mas tipicas de esta proble- mastica histérica es la que nos ofrece el caso caracteristi- co del play-boy. Para la mayoria de ellos, cada primer encuentro pon una nueva mujer resulta singularmente en la expresién de su impotencia. Bsto no es tan enig- maético como lo parece a primera vista, en cuanto se de- tectan los meeanismos inconscientes utilizados..En el > -play-boy se puede destacar la conjuncién de varios ras- ‘20s sintomatioos que contribuirén a inducir ese proceso deimpotencia. Briste ya una relacién inconsciente muy ‘ominante con la madre. Desde ese punto de vista, po- demos considerar la impotencia como una respuesta a Ja demanda inconscienté de la madre: él sigue apegado a’ella: Por este motivo se expone a multiples experien- cias donde el fracaso sexual més o menos parcial viene +! ‘a testiioniar que ninguna otra mujer, salvo ella, puede movilizar eu deseo. O, lo que eslo mismo, que el histéri- cono tiene el falo, por lo menos en Ja medida en que su = madre pudo darle a entender que tal vez lo tena. Del ‘mismo modo, ella pudo darle a entender que lo era. * Aguf encontramas una configuracién félica frecuenté por la que ciertos hombres, siendo nifios, se vieron en si- toma. La impotencia se devela entonces como un com- promiso entre aquello @ través de lo cual una mujer puede gozar (la puesta a prueba falica supuestamente = exigida por la mujer) y permanecer fiela la madre, pre- ‘sentdndose ante una mujer como un objeto de represen- E tacién y no como uno de «consumo» posible. Bn la realidad, este proceso se traduce en la obsesién ‘permanente del play-boy: tener a tal mujer, luego a tal 128 « a ~ otra (cosa berd mia. . »).Asf, pues, la mujer es investida’ ‘© somo un trofeo que, en un plano de exhibiciGn ostenta- toria de la virilidad, permite sostener la rivalidad con los otros hombres, es decir, aquellos que el histérico std seguro de turista se encuentra en representacién félica perma: nente: el no tener el falo, sefiala metaféricamente con su rent cidn, que las més de las veces esté enojosamente ausen- teen tales sujetos, El fantasma filico se organiza pues, de un modo singulat: no pudiendo gozar de un pene comin, una mujer siempre podré gozar de ese pene ‘musculoso a través de su mirada sobre él. El gusto in- mioderado de los culturistas por la exhibicién se explica entonces por ef hecho de que ese «dar para ver» del cuer- Po, que se presta a todos los concursos, nunca es més que una competencia de ereccién del pene. La eyoeulacidn precoz —la cual nunéa es otra cosa ‘que un orgasmo precipitado— depende de un proceso ‘siquico un poco diferente del de la impotencia, aunque se inscriba en la misma problematiea. La eyaculacién precoz testimonia un peligro imaginario en el nivel del acto sexual con una mujer. Si este acto sexual os posi al {que por Jo tanto ests en condiciones de asumir su acto ‘hasta su consumacién. Este desenlace es siempre el mismo: una mujer sélo puede gozar si el hombre le su- ministra la prueba de su dominio filico, Se comprende Por qué este rendimiento imaginario es fuertemente ‘ansiégeno. Aqui, lo que va a interrumpir y a la vez pre- ipitar el proceso es la angustia, El objetivo esperado, 14 de fica neaniemen lancer. El trabajo del misculo evoca metaforicamente la erec- particularmente amenazaidér, es el goce femenino. Ahora bien, para la histeria masculina, tinicamente quel que tiene el dominio absoluto del falo puede asu- ir el goce femenino, es decir, déminarlo, En efecto, el goce de la mujer es percibido siempre como una derrota ante el poder filico victorioso,’Al no poseer el atributo que le permitirfa lograr dicha victoria, el histérico slo puede sentirse él mismo sometido al poder de quien lo tiene. Inconscientemente, se encierra, pues, en una dimensién imaginaria de eapitalacién ance dicho poder flico. Por ello, se identifica inconscientemente con su, compatiera y goza por eyaculacién precmz, tal ¥ como imagina que una mujer goza, suewmbiendo al poder £6. lico, Cuanto més seguro esté de que el goce de ld mujer no puede resistir al poder filico, tanto més 6l mismo se instala en la posicién de aquel que no Io tiene, tanto mds goza de manera precoz, Estos hombres suelen presentar construcciones fam- tasmaticas significativas: los verdaderos hombres viri- les. Esos hombres tales que les basta con penetrar a las mujeres para que ellas gocen instanténeemente; yhas-~ tael fantasma del superhombre que sabe hacer gozar a todas las mujeres, aquel que ajusta las cuentas a todas las frigideces femeninas, aquel que hace gozar a las mujeres a repeticién, aquel a quien Jas mujeres piden merced oa quienes suplican que se detengan, sueum- biendo en el desvanecimiento del goce....

You might also like