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HISTORIA UNIVERSAL DE LA IGLESIA, JUAN ALZOG, “POCTOR EN TEOLOGIA Y PROFESOR DE RXEGESIS & HISTORIA RCLESIASTICA EN EL SEMINARIO ARZOBISPAL DE POSEN. TRapverpa ab Francia Por ISIDORD GOSCHLEB Y CARLOS FELIX AUDLEY, Y AL CASTELLANO POR D. FRANCISCO PUIG Y ESTEVE, Pressitero. SEGUNDA BDICION NUEVAMENTE REVISADA Y ENMENDADA. TOMO SEGUNDO. “BARCELONA ; SIBAERIA AELIGIOSA: IMPRENTA DE PABLO RIERA, 1886. ae CG 1@21106 @) c HARVARD UNIVERSITY rh hoy rag 23 1963 ne _ > HISTORIA UNIVERSAL > | ’ DE LA IGLESIA. , t J , SEGUNDA EPOGA. . DESDE EL EDICTO DE PACIFICACION DE CONSTANTINO MAGNO : (313), . HASTA FINES DEL SIGLO VII. , ——o 5 4 LA IGLESIA CATOLICA CONSIDERADA EN SUS RELACIONES CON EL ESTADO DURANTE EL IMPERIO ROMANO. § XCYI. Fuentes ; trabajos. 4. Furnres.— Los historiadores eclesidsticos griegos y latinos indicados en el capitulo TV de introduc. cient{tica. — Euseb.— Socr.—Sozom.— Thedoret. — Philostorg. — Theodor. lector. — Evagr.— Nicephor. —Callist.— Sulpi Sever. — Rufino.—Casiodoro y Epiph.: —el Cronicon pascusl (Alexandr num): —Theophanes Confessor (277-808). — Las Actas de los Concilios en la Collectio concilior. de los siglos 1V y V: — Las obras de los santos Padres de este periodo ( Maxima Bibliot. t, Il-X1. Galland, Biblioth. t. 1V-X1I). — Las leyes imperiales relativas & los negocios eclesidsticos en el Codes theo~ my dosianus (488), c. comment. Gotofredi, cura Jos. Dan. Ritter. — Histor. : profana del pagano Ammiano Marcelino, Rerum gestarum libb. XXXI, de ellos el XIV-XXXI ( 383-78), — Zozimo, tambien pagano bajo Teodosio II lib. VI (hasta el 410). Observaciones sobre Zozimo (Memor. de la Academ. de Inscrip. t, XLIX del 1808). ; HL. Teasasos.— Baron. Annal. t, II-VII.— Natal. Alejand. Hist. eccl. saect. IV-VII.— Tillemont, t. VI-XVI.— Fleury, lib. XX-L.— Kater- | camp, t. Hy II. CAPITULO I. ‘ SITUACION BE GA WGLESLS CAPULICA BAJO LOS. EMBERARONES: BAMANOS., — VICTORIA DEFINITIVA DEL CRISTIANISMO.—SU PROPAGACION. — EL MAHOMETISMO LE SALE AL PASO. Fornras.— Riffel, Exposit. hist. de las sefaciones dels Igfesia y del Estado, t. I. Maguncia 4836. II perfodo, lib. I, p. 76-113. Hoffmann, Ruina supers- tit, Viterb, 1738 Réidiger, de Statu pagan. sub imperator. christ. post. Const. Max. Vrat, 4828. Tsschirner, Caida del Paganismo, § XCVIL. Relaviones.de Constantino Magno con la Iglesia, catélica. Forres. — Martins, Introduccion de Ia religion cristiona como religion del Estado por Const. Munich, 1813. Arendt. Const. Mag. y sus relaciones con el Cristian. (Revist. trim. de Tubioge, 1834, 3." entrega ). Especialmente Tillemont,, Hist. de los Emperadores. No cumplia ciertamente 4 la naturaleza y al espiritu de la Igle- sia catélica permanecer en constante oposicion con los diferentes Es- tados , en cuyo seno se desarrollaba ; antes por el contrario, como lo nota exactamente san Agustin, «la Iglesia catélica se dirige 4 «todes los pueblos; forma de todas las naciones una sola sociedad, «la cual vive bajo las leyes mas diversas y los mas encontrados «usos, sin’ cambiar ni destruir nada en ellos, siempre que no da- «iien a la Religion misma ; ella enseiia, por ultimo, que se debe «temer ak Dios sapremo y honrar al mismo tiempe. 4 los: reyes de la «tierra. » Educado Constantino en Ia religion pagana, habia recibido, no obstante, impresiones muy favorables al Cristianismo, asi de su piadosa y cristiana madre , como de su mismo padre, todavia paga- no. En la corte de Nicomedia habia tenido ocasion de conocer y ad- _—-T— mirar les sentimientos nobles, tiernos y herdicos 4 la vex, que el” Cristianismo inspira, mostrando inclinaciones al Evangelio desde su gobierno de las Galias, ¢ inclinandole mucho. mas 4 la religion nue~ Sy el signo mélagroso que en favor suyo hizo brillar el Sefior en el ci¢lo. . ~Transporlado de gratitud y alegria el vencedor de Majencio, ‘promulgé en Milan en 313 um edicto universal de tolerancia en ‘favor del Cristianismo ; atribuyendo al Dios de los Cristianos la gloria de tan ardua y brillante victoria, ordené que la estatua eri- gida por los ciudadanos de Roma en el Foro, en honor del vence~ dor de Majencie, llevase 4 su diestra, en lugar del cetro impe- rial, la cruz victoriosa, inscribiéndose en su pedestal las siguien- tes. palabras: « Merced 4 esta saludable insignia, simbolo de ver- » adadera fe, he librado & Roma del yugo de los tiranos, y devueF- «to al Senado y al pueblo romano sa esplendor antiguo '.» Al firmar €onstantino con Licinio el edieto de tolerancia, no dudaba que +, decretaba con semejante acto: la completa victoria y absoluto do- > minio del Cristianismo ; pero al propio tiempo se imaginaba que, como en los primeros dias del reinado de Diocleciano, podian vi- vir pacificamente el‘ Cristianismo y el Paganismo, el uno al lado del otro. Semejante ignorancia de las verdaderas relaciones del Paganismo y de la religion cristiana, fue de hecho favorable para la tiltima, per cuanto impidié que Constantino obrase de una ma- nera brusca y prematura, y por lo mismo, funesta al desarrolle natural y progresivo de Jas cosas. Por otra parte, perseguido hasta eatonces el Cristianismo del modo mas sangriento y bastabale la to- lerancia de un emperador equitativo, que prohibiese eualquiera perturbacion en el eulto divino, para penetrar muy pronto en to- das las relaciones de la vida, subir al trono, y llegar 4 ser su mas robusto fundamento. Solo asi pueden explicarse ciertos actos de Constantino. Siempre fiel al ejemplo de su padre, se redeé de gran numero de cristianos, que le eran afectos, sin alejar por esto del todo & Jos Paganos. St por una parte mandaba reedificar las iglesias cris~ tianas, arruinadas durante la persecucion; por otra, no dejaba arruinarse 4 los templos paganos, y aun seguia temando parte en 1 Buseb. Vita Const. M. 1, 40. Cf. Hist, ecel. IX, 9. —8- los sacrificios. Y si leg6 4 demostrar una sefialada predileccion por el Cristianismo, fue cuando se hubo fortificado’en su fe, y sos bre todo despues de la victoria definitiva alcanzada sobre Licinfo (314); pues esta lucha con su antiguo colega tuvo todo el cara¢- ter de una guerra religiosa, siendo asi que Licinio no empetifoa batalla alguna sin inmolar 4 los dioses é invocar su célera cou~ tra los Cristianos, mientras que Constantino habia enarbolado la‘ cruz por bandera de su ejército *. Toda una série de leyes forman (_ Ja prueba de este aserto, y muy especialmente las que promulgé Constantino cuando (323) llegé 4 ser unico duefio del imperio ; siendo asi que excito por medio de diversos favores 4 las provin- cias para que adoptasen el Cristianismo *, y eximié por un edicto _ universal de impuesto 4 la Iglesia catélica de los tributos que pe- saban sobre los templos paganos *. Sus leyes del aiio 321, sobre la pacifica celebracion del domingo *, y sobre la abolicion de la crucifixion, estan Henas de benevolencia para con el Cristianis- mo. De alli en adelante no debia ya mutilarse el rosiro del hom- bre, imagen de la belleza de su Criador *, y debian ser tambien ( abolidos los sangrientos combates de los gladiadores *. Asimismo dié Constantino un inequivoco testimonio de su respeto y su con- fianza hacia los jefes de la Iglesia catélica , ordenando que los es- clavos libertados ante la Iglesia por los miembros del Clero que- dasen libres ante Ia ley civil 7, y que el Obispo tuviese el derecho de dar una sentencia definitiva, siempre que las partes contrarias no quedasen satisfechas del fallo de los tribunales seglares *. Agre- 6 los templos que su madre Helena habia edificado en cl monte + Procurando los Paganos engaiiar 4 Licinio, le designaban 4 los Cristianos como amigos secretos de Constantino; y por lo mismo fue impulsado 4 fulmi- Dar contra ellos Ieyes severas, y 4 derramar su sangre en muchas circunstan- cias. Euseb. Hist. eccl. X, 8; Vita Coust. I, 84, sq. 11, 4, sq. * Buseb. Vita Const. M. Il, 24-42, 48-60. Cf. IV, 29, 32, 88, y II, 2. ® Codex Theod. lib. XI, tit. 1, lex 4. * Cod. Theod. II, 8,4. Buseb. Vita Const. M. IV, 18, sobre los negocios eclesidsticos. Cod. Theod, XV1, 2, 4. © Cod. Theod. IX, 5,4. Cf. IX, 18,4,y Victor el mas autiguo, abreviado, ¢. 41. Cod. Theod. IX, 40, 2. i * Cod. Theod. XV, 14, 1. 7 Cod. Theod. IV, 7,4. © Buseb. Vita Const. M. IV, 27. —-9-— Olivete y en Belen, el del Santo Sepulcro en Jerusalen y los que se erigieron por su érden en Nicomedia, Antioquia, Mambré, He- liépolis y Constantinopla, dotandolos con rentas muy pingiies *. Es cierto que conservé, como muchos de sus sucesores, el ti- tulo’de Pontifex Maximus por interés de su poder politico; mas sin embargo, no quiso ser considerado en sus relaciones con la Igle- la mas que como obispo exterior, designado por Dios para ve- lar y presidir los intereses polilicos independientes de la misma “Telesia *. Al ver a Constantino prohibir 4 Iss gobernadores y otros funcio- narios paganos que tomasen parte en los sacrificios, a fin de ir res- friando poco 4 poco el celo de los otros paganos ; prohibir abierta- mente los sacrificios privados, no obstante Ja linea de conducta que al parecer se habia trazado de conducir 4 la verdad por medio de la moderacion y de la paciencia; restringir el uso de augurios y aus- \ picios; egar hasta destruir las estatuas de los idolos, y aun los mis- mos templos para convertirlos en iglesias cristianas ; prohibir rigo- _) Tosamente * cierlas practicas inmorales de los cullos paganos, mo- numento triste de la profunda corrupcion de la raza humana ; con- fiar de mas en mas 4 los Cristianos los cargos del Estado, rodearse de ellos, y querer convertir en una ciudad cristiana 4 la nueva Ro- ma que ¢l mismo habia fundado (330), para velar desde esta nueva silla del imperio sobre Jas dos partes del mundo ; al verle, decimos, practicar todo esto, fulminaron contra él los mas ultrajantes y des~ favorables juicios sus contemporaneos iddlatras, y aun mas todavia las generaciones que le sucedieron, siendo de notar que hasta en los tiempos mas recientes hayan osado escritores cristianos asociarse 4 tan injustas como apasionadas sentencias *. Sin tener en cuenta es- tos injustos censores las repetidas pruebas de respeto y veneracion que Constantino dio al Cristianismo , pretenden dudar de su since- ridad , apoyandose en que difirié el Bautismo hasta el aiio de su 1 Buse. Vita Const. M. IL, 28-40: IV, 43-48 y 88-60. Cf. Ciampinus, de Sacr. sedific. & Const. M. exstr. Rom. 4692. Sozom. Hist. eccl. 1, 8; V, 5. + Bused. Vita Const. af. 1V, 24. 11, 28-29, 43-48; IIL, 24-42, 49, 84, 88, 88; IV, 25, 39. gan. (Lib. XVI, t, 40) lI. * Manso, Vida de Const. M. Bresl. 1817. Po —10— muerte (337), cuando en esto no hizo mas que participar de una preocupacion comun en gran numero de sus contemporaneos (*): acisanle asimismo de la ejecucion de su hijo Crispo, de Licinio, de su hermana Consiancia y de su segunda mujer, Fausta, y omjten al propio tiempo las circunstancias positivas que pueden justificar- le, y vengar el honor de un principe 4 quien la viva gratitud de la. mayor parte de sus coetaneos dié el sobrenombre de Constantino el Grande. : § XCVII. Situacion de la Iglesia catolica bajo los hijos de Constantine. Despues de la muerte prematura de Constantino el Jéven, muer- to por su hermano Constante, no léjos de Aquileya (340), este ul— timo qued6 dueiio wnico del Occidente , mientras su hermano Cons- tancio lo era del Oriente; ambos se pronunciaron con mas atrevi- miento y violencia que su padre en contra del Paganismo *. Empero obtuvieron escaso resultado en Occidente, y sobre todo en Roma, donde la oposicion se mantuvo firme. Obligado 4 huir Constante por al usurpador Magnencio, y muerto en 350, qued6 solo Constancie por dueiio del imperio (383), y prohibié al punto, bajo pena de anuerte , todo sacrificio 6 adoracion en honor de los idolos *. Tan vi- va y violenta opresion presté al Paganismo nueva fuerza y una exa- gerada importancia, precisamente cuando ya carecia de verdadera savia, y solo era sostenido por el poder exterior y politico. No era (*) Dista mucho de quedar demostrado que no sea exacto lo que sobre el bautiomo de Constantino nos dicen Iss lecciones del segundo noctarno de} ofl- cio de san Silvestre , papa. ( Nota de los Editores ). 1 Cod. Theod. XVI, 40,2 (an. 344): Cesset superstitio, sacrificiorum abo- leatur insania. Nam quicumque contra legem divi principis, parentis nostri, et hane nostrae mansuetudinis jussionem ausus fuerit sacrificia celebrare, com- etens in eum vindicta et praesens sententia exeratur. Referiase al Deut, xu, 6. Cf, Cod. Theod. XVI, 40, 3 (an. 342). * Cod. Theod. XVE, 10, 4 (an. 383): Placuit omnibus locis atque urbibus ‘universis claudi protinis templa, et accessu vetitis omnibus, licentiam delin- - quendé perditis abnegeri. Volumus etiam cunctos sacrificiis abstinere. Quod si quis aliquid forté hujusmodi perpetraverit, gledio ultote sternatar, ete. Cf. tex 5, et 6 (an, 383 et 86). -t— por lo tanto necesario destruir con violencia y por medio del rigor de Jas leyes lo que, privado ya de valor y vida, hubiera caido uy ated por su propio peso. En Roma y en Alejandria, donde los des recuerdos de log tiempos de la idolatria eautivaban aun to- tos los espiritus, fue muy dificil, si no imposible‘, la victoria, es— pecialmente desde que los escritores paganos empefiaron una lucha dgsesperada. por vengar el propio honor y orgullo. Recobré enton- _ ces el Neoplatonismo, profesado por Jamblico (+ 333), su pasada influencia. Enajendronse de entusiasmo los mas célebres oradares de aquel tiempo por los antiguos dioses, y motejaban 4 los Cristia- nos el que se prosternasen delante de las estatuas de los Emperado- } res, y que apelasen al favor de los principes como unico medio de propagar su doctrina: tambien reclamaban para el Paganismo la to— * Terancia demandada otras veces para el Evangelio. « Pretendian que *, «la emulacion de diversas religiones rivales debia contribuir 4 rea— «nimar el celo:por el culto y la Religion. » Sea de esto lo que se quiera, no se puede desconocer el celo de _/Constancio en favor del Cristianismo *, al paso que es preciso de- plorar la violencia que desplegé en las luchas degmaticas y los ne- » §ocios de la Iglesia, conducta que excité la declarada resistencia de: los mas piadosos obispos del Catolicismo. ( Véase abajo § 111). + Riidiger, de Statu pagan. ete. p. 34 sq. + EBuseb. Vita Const. M. IV, 32. —12— § XCIX. La Iglesia bajo Juliano el Apéstata. 7 q Fosnres. —Juliani opp. (orstiones VIII. Caesares, Misopogon. epistolae 65) ed. Petav. Par. 1883, ed. Spanhem, Lips. 1696, 21. in f. Jul..epp. accedupt fragm. breviora, ed. Heyler. Mog. 1828. — Ammian. Marcell. lib XXI-XX¥, '3.—Neander, el emperador Juliano y su siglo. Leips. 1812.— Van Herwer> - den, de Juliano imper. rel. christ. hoste eodemque vindice. Lugd. Bat. 1827. —Stolberg, t. XI, especialmente p. 316-437, — Katercamp, Hist. eccl. t. II, p- 287-92.— Wiggers, Juliano el Apostate. La desgracia que experimenté Juliano siendo todavia jéven al perder su madre y ver matar unos despues de otros, 4 su padre y deudos mas cercanos, muertos, segun la general creencia, de 6r- den de Constantino, ejercié en su alma una fuerte impresion que ; fué acreciendo con los aiios. Mientras que Juliano, conforme 4 las intenciones de Constantino, debia ser educado en el retiro, é ins truirse solamente en los principios del Cristianismo ', un antiguo pedagogo de,su familia materna, llamado Mardonio, procuré exci- tar su entusiasmo por los héroes imaginarios de Homero, y dirigir sus inclinaciones hacia el mundo y la naturaleza. Por mas que se tuvo cuidado sumo en alejarle de Libanio, retorico pagano, logro procurarse sus obras; y el neoplaténico Maximo, a fuerza de espi- ritualizar la doctrina pagana, legé 4 aumentar la predileccion que hacia ella sentia el apdstata *. Siendo ya el unico retoiio de la familia imperial despues de la muerte de su hermano Galo (334), y el sol naciente de la corle por la edad avanzada de Constancio, todos los partidarios del Paganismo pusieron en el jéven principe Jos ojos, procurando influir en su espiritu de diversos modos , y con especialidad durante su estancia en Atenas. Alli fue donde Grego- tio el Nacianceno, que estudiaba con él, exclamé proféticamente : «{ Qué ménstruo nutre en su seno el imperio romano!» El futuro emperador ostentaba con pueril vanidad el manto de fildsofo. Por 1 Ammian, Marcell. XXII, 9. Sozom. Y, 3.— Greg. Nacians. Or. UI. Liban, Or. V, XI. * Eunap. Vitae sophist. p. 86. Socrat. III, 4. Sozom. V, 2. Liban. Or. V. —13 — lo demés, débilmente iniciado en el espiritu’del Cristianismo para poder dominar las discusiones dogméticas de la época , andu- vo:por mucho tiempo incierto y vacilante en sus doctrinas reli- ° giosas, entusiasmandose alternativamente ya por el Paganismo, ya por el Evangelio *. Una vez en el trono, se declaré de una ma- nera abierla por el Paganismo *, del que no consiguié en suma mas e conservar su nombre y-hacer una copia abominable y mons- truosa de-la religion cristiana, no obstante sus esfuerzos por espiri- tualizarlo *. Al devolver al Paganismo sus derechos y privilegios antiguos, es- peraba Juliano devolver al imperio el pasado esplendor , y prestarle } nueva vida. Animado, pues, de esta idea, fué retirando poco 4 poco « los Cristianos los favores de que gozaban, las distribuciones anua- * nes de trigo, los derechos de jurisdiccion , y la exencion de cargos ', publicos que disfrutaban los eclesidsticos; y prohibidles asimismo \ tener escuelas, ni explicar los autores antiguos *. ‘) Juliano permitié 4 los Obispos, desterrados por Constancio, el que Nolviesen 4 sus didcesis, con la pérfida esperanza de aumentar de “ esta suerte Ja confusion entre los Cristianos *, y verles destruirse prontamente los unos 4 los otros. Pero frustrada su esperanza, hu- bo de recurrir 4 Ja violencia. En Antioquia hizo arrojar al viento las reliquias del santo martir Babilas, por estar demasiado cerca del 1 Julian, ep. 38. Liban, Or. X. 3 Ammian, Marcell. XXIL, 8. Sozom. V, 8. 3 Julian, ep. 49, 82. Greg. Nacians. Or. III. Sorom. V. 16. 4 Julian, ep. 42. —Soorat. III, 12, 13, 16, 22; IV, 4.—Sozom. V, 18,— Theodoret. Hist. eccles. M1, 6, 16, 47.— August. de Civit. Dei, XVII, 82: Snlianus qui christianos liberales litteras docere ac discere vetuit. Ammianus ~ Marcell. XXII, 10, dice tambien : Illad autem erat inclemens, obraendum pe~ i silentio, quod arcebat docere magistros rhetoricos et grammaticos, riths ni cultores; p. 324. Cf. XXV. ) Ct, Bl pérfido estreno de Juli >» seguo damm, Marcell, xxn, 5. Utque be discissa in palatium intromissos monebat, ut civilibus discordiis consopitis quisque nullo yetante religioni suae serviret intrepidus. Quod agebat adeo obs- stinaté ut, dissensiones augente licentid, non timeret unanimantem postea ple- ‘hem: nullas infestas hominibus bestias, ut sunt sibi ferales plerique christis- norum, expertus. Saepé dictitabat: Audite me, quem Alamanni audierant et Franci, etc. p. 302, sq. —m— dics Apolo, ciryos altares sm embargo no recrbian de una ciudad ian opulenta otras ofrendas que un ave, Hevada por un antigo ‘sacerdote pagans. Para demostrar asimismo au odio 4 los Cristia- nos, cencedié privilegios 4 les judios, & quienes despreciaba tanto como 4 los primenos, pero que eran al menos enemigos ddl Crfstia— nismo. Per dos -veoes ordené ia reedificacion del templo de Jerusa- den, 4 fin de desmentir la profecia de Jesucristo, de que ‘seria deg— Amuido hasta que se cusaplan los tiempos de las naciones ; mas por das veces el brazo del Todopoderoso echo 4 tierra sus esperanzas: tem- ‘bid la tierra y vamité llamas que devoraron tos trabajos empezados ' ; por dos veces brillé da cruz en el cielo, para probar 4 los hombres que nadie podr4 volver 4 levantar lo que Cristo hadestruido , y que da Iglesia que ha fundado sobre Ja piedra no seré.aniquilada por po- der alguna. 7 Pero donde Juliano explayé mas todo su odio, fue en los tres li- , bros satiricos que compuso contra el Cristianismo. En ellos prome- , tia explicar las caranes que de habian determinado 4 preferir la doc-; ‘trina de los dioses de la Grecia.é la del Galileo, que en su sentirera(_ pura invencion humana *; y sin embargo ne pedo librarse de las burlas de les mismos Paganos, quienes en vista de sus innamera- bles sacrificies de tores, deseaban, en bien de fa raza de animales ‘cornapetos, que el Emperador no volviese victoriese de la guerra + Julian, ep. 25. 4mm. Marcell, XXUI, 1. Ambisiosnm quondem apud Hierosolymam templam , —quod post multa et interneciva certamina est ex- ‘pugnatum,—instaorare sumptibus cogitabet immodicis: negotiumque meturan- dum AWypiodederat, Antiochensi, qui olim Britannies-curaverat pro praefectis. Quum stague rei idem fortiter instaret Alypius , juvarstque provincias rector, ‘raatuondi globi lammarum prop fundamenta crobris assublibus orumpentes, fecere locum eavustis aliquotios operantibus inaocesewm : hocque modo elemento destinasius repeliente , ceseavit inosptum ; p. 380. Cf. Julian. ep. 25. Mas ex- Plicitameate se halla esto en los autores cristianos. Cf. Soorat. ¥H, 20. So- V, 22. Theodoret. Hist.eccl HA, 20. Rufin. Hist eocl. XK, 87. Greg. Na- 1Y, s. in Julian. invect. H. Chrisost. Hom. 8M, adv. Jud.sermo XIV, S. Pauli. Philoatorg. VE, 9, 14. Dieringer, Sist. de os hechos di- vinos, vol. 1, p. 380-92. * Solo quedan-de la controversia de Celso los fragmentos conservados ena vefatacion de Origenes, ni de este escrito de queda otra cosa mas que 4os fragmentos citados por su adversario Cirilo de Alej. Véase § 403 al prin~ cipio. mm 15 — con los persas. Y alli sucumdbié en efecto, 4 1a edad de treinta y des aiios (363), prenunciando-estes memorables palabras : « Venoiste, Ga- -clikeo +.» La persecucion dirigida por este Principe contra el Cris~ tianismo redundé en su provecho, pues alejé de su seno 4 los que de ctistianos solo tenian el nombre. Por lo demas, solo supo excitar escasisimo interés en favor del Paganismo moribundo. $c. La Iglesia bajo Joviano y sus sucesores. Extinguido con Juliano el ultimo retofio de la familia de Cons- tantino, eligié el ejército por sucesor al emperador Joviano; el cual, no obstante su adhesion al Cristianismo, y en vista de las , isposiciones tomadas en el reinado precedente, se vié en la preci- sion, durante el suyo (+ 364), de promulgar una libertad religiesa suniversal *, 6 mas bien, adoptando cierta indiferencia respecto del jPaganismo, llegar mas facilmente 4 esle resultado. Los verdade- Fos sentimientos del Emperador, que no-eran un misterio para ma- die * , prestaron aliento 4 los Cristianos para reclamar les privilegios perdidos bajo Juliano. La libertad religiosa proclamada por Jovia~ no fue mantenida por Yalentiniano en Occidente(+ 875 *) y en Orien- te por Valente °; pero el primero, por mas que pretendiese dejar & cada cual adorar 4 Dios 4 su manera, no fue muy fiel 4 este prin- cipio. Asi fue que, no obstante la tolerancia prometida, se prohibian los sacrificios cruentes , ofrecidos por Ja noche * ; y se usé frecuentemen- te de violencia respecto del Paganismo, de suerte que fué desapa- reciendo poco 4 poco de las ciudades,-y solo se conservo en los cam- pos (paganus, paganismus): Valente, por su parte, persiguié espe- + Segun una tradicion que se encueatra en Sosom. Hist. eccl. V1, 2.— Thoodoret. Hist, eccl. HI, 24, 28. + Socrat. III, 24, 28.— Themist. or. circular. ad Jovian. ed. Petav. p. 278. 3 Sozom. VI, 3. Cf. Theodoret. Hist, eccl. IV, 4, 19. * Cod. Theod. 1X, 16, 9 (an. 374). * Themist. Or. ad Valent. de religion. Solamente en lat. ed. Petav. p. 499. © Liban, (opp. ed. Reiske, t. 11). — Theodoret, Hist. eccl. 1V, 24; V, 24. — 16 — cialmente 4 los antiguos favoritos de Juliano, a los sofistas, retéri- cos, sacerdotes gentiles y magicos, considerandolos 4 veces como reos de alta traicion. Bajo Graciano (375-83), hijo de Valentiniano, el cual se despojé del titulo de soberano pontifice, se arrancé de la sala del Senado el altar de la Victoria, y se privé 4 los templds de sus bienes y privilegios ‘, habiendo sido burlados por las represen- taciones del gran Ambrosio, obispo de Milan, los esfuerzos que ki- cieron los Paganos para recobrarlos durante el reinado de Graciano y de su sucesor Valentiniano II. § Cl. Bajo Teodosio el Grande. Fuenrss.—Jan, Stu/fkon, Diss. de Theod. M. in rem, christianam meritis. Lugd. Bat. 4828, — Flechier, Hist. de Teod. el Grande. Paris, nueva edic. ,° 1776. Cf. Rudiger, |. 1, p. 47 sq.— Augustin, de Civit. Dei, V, 26. ( : ( Teodosio, que reiné desde luego en Oriente (desde el 379) y lego 4 ser en seguida duefio absoluto de todo el imperio (392-98), con— tribuy6 de la manera mas decisiva a la completa ruina del Paganis- mo. Es muy cierto que permitié al principio de su reinado las liba- ciones & los dioses, y aun hizo abrir los templos ; pero desde 381, aiio del segundo concilio ecuménico de Constantinopla, prohibié la apostasia *, y los sacrificios en que se consultaba lo futuro por me- dio de las entraiias de las victimas. Los templos, destruidos 4 veces violentamente por instigacion de monjes poco ilustrados, no fueron protegidos por la ley , quedando sin efecto la apologia que de ellos hizo Libanio. Poco despues (392), en confirmacion del edicto de Va- Jentiniano (391), prohibié completamente por medio de una ley la entrada en los templos paganos. De esta suerte, en todas partes, y con demas‘ada frecuencia se olvidé 6 desatendié el consejo de san Criséstomo: «No es con la * . Auson. Gratiaram actio ad Gratian. c. 10, 12. Zosim. IV, 36. Cod. Theods XVI, 10, 20. * Cod. Theod. XVI, 7, 1. His, qui ex christianis pagani facti suut, eripia- tur facultas jusque testandi, etc. Cf. XVI, 10, 7. copresion y la violencia como los Cristianos deben destruir el er- «ror; con la persuasion, la ensefianza y la caridad es con lo que «deben salvar 4 los hombres. » En Alejandria se destruy6 por com- . pleto , 4consecuencia de una sedicion de los Paganos, el Serapion', ‘uno ¥e los mas grandes templos de la época, tomando parte en este acto’ de violencia el mismo Teéfilo, celosisimo obispo de Alejan- di ‘tn vez hecho Teodosio dueiio unico del imperio, prohibié bajo las mas graves penas toda clase de culto iddlatra (392 ), , Y despues de haber aniquilado la ultima esperanza del Paganis~ mo con Ia derrota de Eugenio y Arbogasto (394), entré en Roma *: } y alli pronuncié delante del Senado una vigorosa arenga, en la cual i exhorté 4 los Paganos 4 renunciar 4 la idolatria y 4 abrazar Ja wni- y a Religion que les podia procurar la remision de los pecados. Y muy - pronto se vieron, segun dice san Jerénimo, venir por tierra los tem- los abandonados y desiertos, mientras que la muchedumbre se pifiaba en las colinas donde reposaban las reliquias de los Marti- +, Sin embargo, el Paganismo conservé en Occidente fervorosos ectarios, que levantaron la cabeza al aproximarse los barbaros, Yy acusaron osadamente 4 los Cristianos de causar la caida del im- perio *. : § Cll. Bajo Honorio, Arcadio y sus sucesores. Nada obsté en Oriente, durante los reinados de Arcadio ( 350-408 ) y de Teodosio II (hasta el 450), para que en un todo se siguiese el ejemplo del gran Teodosio *. Arcadio amenazé con la pena de muer- te 4 las autoridades que mostrasen negligencia en la puntual y ri- aN gorosa ejecucion de las ordenanzas que acabamos de referir. Derri- , 1 Soorat. V, 16.— Theodoret. Hist. eccl. V, 22. — Sozom. VH, 15.— Rufin. Hist. ecel. X1, 22-30. 2 Ambros. ep. 18.— Rufin. XI, 43,— August. de Civ. Dei, V, 26. 4 Hieronym., ep. 7. ‘ Cf. Beugnot, Historia de la destruccion de! Pagarismo en Occidente, Pa- ris, 1835, 2 vol. 5 Cod. Theod. XVI, 8, 43-47; XVI, 10, 13-49. 2 ToMo 11. — 18 — haronse por érden suya todas las estataas de los dioses ; y multitud de temples, altimos vestigios del cao de los idoles, vinieron 4 tier- ra 4 impulso del ardoraso celo de los monjes. Los fésofos paganos habian renunciado 4 luchar abjertamente contra el Cristianismo. De aqui los términos hiperbélicos de que se sirve Teodosio II en yna de sus leyes (hacia el 423), en la cual asienta que ya no existia ningun pagano en Oriente : de aqui tambien la leyenda de los Siete Herma- nos, dormidos en Efeso, cuando la persecucion de Decio, y que se despertaroa Henos de alegre admiracion bajo el reinado de Teodo- sio II, al ver flotar sobre la ciudad y el mundo el victorioso estan- darte de la Cruz '. Invadido el Occidente por inundaciones de barbares, no vié es- tablecerse y propagarse en su seno el Evangelio tan pacificamen—- te como en Oriente; 4 mas de que Honorio (395-423) se mostré . alli menos severo. Es cierto que habia ordenado destruir los tem-_ plos que aun quedaban en las campiiias *, pero dispuso su con- servacion en las ciudades, como objetos artisticos, disposicion qué mas adelante hizo observar en todas partes Gregorio Magno. Por mas que Valentiniano Il] (hasta 435) quisiera probibir la idolatria +, se vid obligado 4 contener la destruccion de los templos, porque la extremidad a que el imperio se veia reducido por la invasion de los ‘ barbaros, era atribuida generalmente al desprecio en que habian caido los dioses de Roma *; y tan extendida se hallaba esta opi- nion, que Orosio y el mismo san Agustin creyeron deber comba— lirla en sus escritos. Asi fue como se conservaron aparentemente hasta el fin de este periodo algunos restos aislados del Paganis— mo, con especialidad en Cerdeiia y Corcega, @ pesar de las medi- das severas tomadas por Leon y Antemio * y el emperador Justinia- no; los primeros castigabaa la idolatria con la confiscacion de bienes, privacion de cargos y dignidades y con penas corporales (467-72 ) : el witimo llegé hasta decretar la pena de muerte contra los iddla- * Gregor. Turon. de Gloria martyr. Paris, 1740, p. 248. Reineccius, de * Cod. Thepd. XVI, 10, 47, 18. * Cf. Zosim. IV, 89, et August. de Civ. Dei, XVIII, 43. * Cod, Justin. 1, 14, 7, 8 Phot. Cod. 242. —19— tras ', hizo cerrar la escuela neoplatonica de Atenas, y permitio al obispo jacobita Juan que diese muerte a distinguidos y letrados pa- ganos *. § CUI ' Polémicas de los Paganos.— Apologistas cristianos. Foenre.— Dellinger, Man, de-Hist, eccles. t. 1, P. Il, p. 80-4. Lo que animé y prolongé sobre todo la lucha del Paganismo ; contra el Cristianismo, fue la polémica de los fildsofos y retéricos { paganos, polémica arrogante y Ilena de pretension, que no lo- , graron interrumpir las mas encontradas circunstancias. A no do- darlo, el ataque mas sério fue el que le dirigié Juliano, quien se , esforzé en sus tres libros en no atribuir al Antiguo Testamento mas que el valor de un mito; se burlé del culto de los Martires, ay legé hasta poner en duda Ja pureza de la vida de los Cristianos. ~ A las maravillas de Jests crucificado oponia el apéstata con amar- go desden las magnificencias de la literatura griega y de la do- minacion universal de los romanos *. — Casi en la misma época apa- recié el didlogo intitulado Philopatris, imitacion de los de Lucia~ no, dirigido principalmente contra la doctrina de la Trinidad y el débil patriotismo de los monjes *. La escuela neoplatonica abrié de nuevo sus academias en Atenas y Alejandria, procurando ale- gorizar y espiritualizar el Paganismo. En este ultimo punto apa— recieron (+ 333) Jamblico, Hierocles é¢ Hipatia; y alli Plutarco, * Procop. Hist. arc. p. 302. Theophan. Chronogr. p. 483. Malalae , Chro~ nogr. (hécia el aiio 600). Ven. P. I, p. 63, 82. 4 Assemanni, Bibl. orient. t. II, p. 88. > Los fragmentos que trae san Ciril. Alej. adv. Jal, lib. X (los tres prime- tos libros), especialmente publicados en 1a defensa del paganismo del emper. Julien. por el Marqués de Argens. Berl, 3.* ed. 1769. § Este diélogo se encuentra on Luciani, opp. ed Reitz. t. II Gessneri,de Aetate et auct. dial. Lucianei, qui Philopatris inscribitur, disput. ed. ILI, Goett. 4748. Segun el prefacio de Néebubr, t. XI. Corp. script. hist. Byzant, ed. Bonn. p. 1X, este diflogo debe de haber sido compuesto en tiempo del emper. Focas. (968 6 69). a* —20— Syriano,.Proclo, Maximo, Isidoro, Damascio, Simplicio y .Maxi- mo de Tiro *, ayudando 4 todos estos fildsofos en. su designio los retoricos Himerio, Temistio (+ 390) y Libanio (+ 395). Los Neo- platénicos lograron atraer 4 su causa 4 muchos paganos letrados, rechazando de las tradiciones politeistas todo lo que tenian dé mas grosero, y cuidando de ennoblecerlas con la liga de elementos cristianos. Llegaron hasta pretender que la diferencia de carap- ter de los pueblos exigia la misma diferencia en su religion, y necesitaba ese sincretismo religioso que vemos expuesto en Pro= clo, Hierocles y Simplicio *, y defendido por Calcidio * en su co- mentario sobre el Timeo de Platon,, dirigido al cristiano Osio, y por el historiador Amiano Marcelino *, quienes habian osado atacar la, invencible fidelidad de los Martires y la vida pura de tantos obispos, intrépidos confesores de la fe. A este respecto decia Proclo: «El fi- .” «lésofo no se atiene a tal 6 cual culto ; no es extraiio 4 ninguna for- «ma de religion, porque es el gran sacerdote del universo. » «Qué , «importa, aiiadia el prefecto Simaco, el camino por donde se lle- ' «ga a la verdad ? ; Tan misteriosa es, que deben existir muchas sen-: «das que conduzcan 4 ella! » Rechazando, pues, lo que el Politeis-~ mo encerraba mas opuesto al Cristianismo, y reconociendo la uni- 1 dad de Dios juntamente con otros puntos de la doctrina cristiana, * aparecié la escuela neoplaténica. A los ojos del filésofo, el Cris- 1 Libanii, orationes, ed, Reiske. Altemb. 1794 , 92, 4 vol. Themistii, orat, ed, Harduin, Par. 1684, in fol. Jamblichi, de Mysteriis Acgypt. ed Gale. Oxon. 41678, in fol. Procli, 18. Argumenta contra christianos, as{ como la refutacion en Joann. Philoponi, lib. 18 de Acternitate mundi graecé. Ven. 1338, lat. vert. J. Mahatius. Lugd. 1887, inf. Hierocles, de Providentia et fato, etc. comment. Los extractos conservados por Focio, ed. Lénd, 1673, 2 vol. en 8.°: Comment. -de aureis Pythag. versib. Rom. 1478. Par, 1383. + Simplicii, Comment, in Epicteti Enchirid. Lugd. 1640, in 4, ed. Schwei- _gheuser, p. 150, 400 sq. + Chalcidius (siglo 1¥), Comment. in Platon. Timacam (opp. 8. Hippolyti ed, Fabricius. t, 11). Fabricius , Bibl. lat. t. 1, p. 566. Moshem. Animadvers. in Cudworth, System. intell. p. 732 sq. + Amm. Marcell, Hist. XXII, 44; XXVIT, 3, pig, 480 sig. 6 pesar de su Aduniracion bicia los 108, justifica las prediciones sacadas del vuelo de los pajaros, de 18 entraiias de los animales, etc. XXI, 4 p. 263 sig. su efan or espiritualizar el Paganismo le hace decir: Mercurio no es mes que: Mundi yelocior sensus. XVI, 5, p. 415. —-a— tianismo y el Paganismo debian ponerse bajo el mismo nivel, no siendo el uno y el otro mas que manifestaciones particula- res del espiritu humano. Dios, decian ellos, esta tanto mas honra— do, cuanto mas diversas son las formas religiosas de los pueblos, pues’esta misma diversidad , en sentir suyo, llegaba 4 ser el moti- vo hei una santa emulacion y un vivo aguijon para la piedad de los fiel ‘Pero cuando salian de la esfera filosdfica y llegaban 4 los hechos positives del Cristianismo , lo atacaban entonces con acrimonia y mala fe, acumulando sofismas sobre sofismas, comparando el culto de los Martires y la veneracion de las reliquias al abolido culto de los idolos, preguntando por qué razon habia venido Cristo tan tar- de, si habia de revelar la Religion absoluta, y calumniando de va- rios modos Ja vida y los sentimientos politicos de los Cristianos. Sin embargo, los adversarios del Evangelio hacian oir de cuando \en cuando 4 los Cristianos muy amargas verdades, cuando les acu- ban de abusar, no obstante los consejos de sus Doctores, de la _Suerza que el tiempo habia puesto en sus manos; de haber hecho morir cruelmente en Alejandria 4 la docta Hipatia, y de haber im- pulsado a Justiniano 4 cerrar las escuelas filosdficas de Atenas (529), y obligado 4 los filésofos Damascio , Isidoro y Simplicio 4 que se refugiasen en Persia donde poder enseiiar libremente su doctrina. «La Religion, decia Libanio en esta ocasion, es esencialmente con- «traria 4 la violencia: solo la conviccion es aceplta 4 sus ojos; la «coaccion le repugna. {De dénde viene, pues, vuestro ciego furor «contra los templos? Destruirlos , como lo haceis, es emplear la fuer- «7a y no la persuasion ; es violar abiertamente las propias leyes de «yuestra creencia. » Estas falsas interpretaciones, estas alteraciones pérfidas del €rislianismo, suscitaron admirables apologistas. «Venid (decia «Ambrosio, refutando el eclecticismo religioso y el orgullo de la «ciencia humana), y aprended en la tierra la vida del cielo. Nos- otros estamos en la tierra, pero vivimos en el cielo. El Dios que «me ha criado es quien me ensefiara Jos secretos de la vida ce- «lestial, y no el hombre que no se conoce a si propio. » Vidse en- tonces coger la pluma para defender la verdad y refutar y arran- car la mascara 4 la vanidad del Paganismo, 4 los dos Apolinares — 2 — de Laodicea en Siria ‘, 4 Lactancio *, el Ciceron cristiano, dis- cipulo de Arnobio y preceptor de Crispo el hijo de Constantino ; y por ultimo 4 Eusebio, obispo de Cesarea * (+ 340), y al gran Atanasio, quienes demostraron perfectamente en sus obras cémo se debia refutar el Paganismo, y establecer la doctrina cri na de una manera cientifica. Firmico Materno * no anduvo tan acer- tado, cuando, desconociendo completamente el espiritu del Cris- tianismo, impulsaba en una obra, sobrecargada de textos del An- tiguo Testamento, a los emperadores Constante y Conslancio & que oprimiesen 4 los Paganos. El caustico Juliano tuvo un brillan- te adversario en el elocuente y potico Gregorio Nacianceno, con-" tempordneo suyo *, y en el vigoroso Cirilo de Alejandria, que barrié los ultimos restos de su mordaz y pérfida polémica *. Por el mismo tiempo, el sabio y piadoso Teodoreto, obispo de Ciro (+ 488), procuré extirpar los errores del Paganismo *, comparando Jas ideas cristianas con las nociones de los iddlatras, las profe- A cias biblicas 4 los oraculos paganos, los Apéstoles & los legisla-( dores de Grecia y Roma, y la sublime moral del. Evangelio 4. la de los filésofos. Probablemente entonces se compuso la Confe- rencia entre el cristiano Zaqueo y el filésofo Apolonio *, en la cual + Sobre Apolinar cf. Hieronym. de Vir. illustr. ¢: 104.—Socr. Hist. eccl. Hil, 16. —Sazom. Hist. eccl. V, 18. * Eactantii, Institutionam divin. lib. VII. —De Mortib. persecutor. (Ga- Uand. Bibl. t. 1V, p. 229 sq.) opp. ed. Biinemann. Lips. 1739; —le Brun y Dufresnoy, Par. 1748, 2. in 4. Cf. Mother, Patrol. t. I, p. 917-33. 3 Buseb. Caesar. Praeparatio evangelica, lib. XX, ed. Vigerus, Par. 1628; lib. XX (solamente I-X) c. not. Montacuti#, Par. 4628. Por completo en Fa~ bricié, Delectus argumentor. et syllab. etc. Véase § 69. Praeparat. et Demonstr. evangel. ed. Colon. 1688.— Athanasii, Sermo contra Graecos (opp. ed. Mont- faucon. Par. 1698, t. 1). ‘Firm, Maternus, de errore profan. relig, ed. (c. Minut. Felice ) Lug- Botay. 1709; ed Minter. Havniae, 1826. © Greg. Nazian. in Julian. Apost. invectivae dase. * Cyrilf. Alea. lib. X contr. impiam Julian. (opp. ed. Aubertus ) con las obr. de Julien. ed. Spanheim, Lips. 1696. ; 7 Theodoret. Graecarum passionum curatio. (opp. ed. Schulze, tom. IV, P. 686 sq. . ® Consultat. Zachaei christiani et Apollonii philes. ( d’Achery Spicileg. t. 1, BP A-44), —B— procura este defender el culto de los fdolos, comparandolo cen los henores hechos por kes Cristianos 4 las estatuas de los Empe~ radores; y Zaqueo lo refata exponiéndole la verdad. Orosio, sa- cerdote espaiiol, natural de Tarragona’, refuté la odiosa preo- cupation , extendida por el imperio en el siglo V por los historia dores Eunapo de Sardes y Zozimo, preocupacion que atribuia al dasprecio en que habian caido los dioses de Roma la raina del Es- tado causada por la invasion de los barbaros. Esta refatacion, que invitado por san Agustin habia hecho Orosio bajo el punto de vis- ta histérico, fue completada mas tarde por el mismo san Agus- tin *, considerado el punto especulativa y dogmaticamente en su profunda obra sobre el origen, la constitucion, el progreso y el fin de la Ciudad de Dios, en oposicion 4 la ciudad del mundo, 6 sea.el Paganismo. En sus diez primeros libros traza san Agustin con firme mano el cuadro de las contradicciones de las teorias po- \ Iiticas, poéticas y filosdficas de la teologia pagana, refutando sus vanas opiniones. En los doce siguientes, partiendo de esta ver- _) dad fundamental, 4 saber, que solo en Jesucristo y por Jesucristo es posible y existe en efecto el conocimiento de Dios, expone la construceion de la ciudad de Dias desde la creacion y el pecado original, al través de los tiempos del Antiguo y el Nuevo Tes- tamento , hasta el juicte final, la felicidad eterna de los justos, y el fin sin fin *. Este denonado apologista del Cristianismo exclama con firmeza *: «Si todos los reyes de la tierra, y todos-los pueblos De este martirio se hace mencion en el- Alcoran, 88, vers. 4. Acta S, Are- tae (Anecdota Graeca ed. Boissonade. t. V, Par. 1833). Cf, Asemanni, Bibl. Orient. t. 1, p. 368 sq. Abrah, Bechelensis, Hist. Arabum ,-p. 174. + Buseb. Coes. comm. in Jes. (Montfaucon, Collec. nova, etc. t. 11, $21). Cosmas Indicoploustes , Topographia christiang (en el afio $38), libb. III, 179, Montfaucon, 1.1, t. 1. Galland, Bibl. t. 1X. ‘ \ ( — 39 — debido Hevar el Cristianismo 4 la China (636) y obtencr la protec- cion del Emperador '. ; § CVI. 7 En Ayrica. jos jdvenes llenos de santo celo por Ja fe propagaron el Evange- lio en Abisinia, bajo el reinado de Constantino Magno, quienes atra- jeron 4 la verdad al rey Aizana. Eran Frumencio y Edesio, hijos cautivos del sabio mercader Meropio de Tiro *. Frumencio, consa- grado por el arzobispo san Atanasio, obispo de la Abisinia, estable- cio su silla en Axuma, y consolidé la Iglesia cristiana de aquellas regiones por medio de su actividad y las bendiciones que acompa— jiaron su ministerio. Su memoria fue bendecida por los homeritas, cuando en el siglo YI acudieron los abisinios en socorro de sus pa- -dres perseguidos: Ja iglesia abisiniana, fundada por este Obispo, se a sostenido hasta nuestros dias en medio de las sectas paganas y hahometanas, y acaso est4 destinada 4 una mision providencial en universo. De esta suerte mientras que por una parte se ve cumplirse cada vez mas la palabra de Jesucristo, al ordenar & los Apéstoles que anunciasen el Evangelio 4 todas las naciones, y extenderse gencralmente la religion catdlica; por otra, un impenetrable velo oculta @ nuestros ojos los designios del Jefe invisible de la Igle— sia; pues 4 los grandes sufrimientos que agobiaron bajo la domina- cion de los vandalos Genserico y su sucesor Hunerico (4 fines del siglo V) las magnificas iglesias del gran san Cipriano y san Agus- tin, sucedieron muy pronto su destruccion completa y la ruina de la floreciente cristiandad en el Asia, ocasionadas por el Isla-— Thismo. * Segun un manusc. siriaco-chines. cocontrado por los Jesuitas en 1625. Cf. Aircheri, China illastrata. Rom. 1667, in f. * Rufin. X, 9, asegura haber recibido estos datos del mismo Edesio.— So- eral. eccl. 1, 19.—Suzom. Hist. eccl. 11, 24.— Theodoret, Hist. eccl. I, ‘22. — Athanas, Apol. ad Constant. n. 31. Cf. Hiobi Ludolfi, Historiac Aethio- pioae, lib. IV, Fraacf. 1681, in f. Ejusd. Comm. ad Hist. Aethiop. 1691, in f. —Le Quien, Oriens ch . t. HI, p. 642. — 3 — Observacion.—La historia de la conversion de los barbaros, go- dos, vandalos, alanos, suevos, lombardos, francos y otros pueblos de origen germanico, y la de la propagacion del Cristianismo en las islas Britanicas, siquiera se haya operado durante este periodo, pertenece, en cuanto 4 su completo desarrollo, 4 la segunda época. Cuando 4 ella Heguemos, podrémos abrazar de un solo golpe de vista la grande obra de la mision cristiana en los pueblos conquis- tados para la verdad. CAPITULO II. DESARROLLO DE LA DOCTRINA DE LA IGLESIA CATOLICA EN LOS CONCILIOS, : DETBRMINADO POR RL CISMA Y LA HEREJiA, Fuenres.— Petavié, Dogm. theol. t. IV, V, de Incarnatione Verbi; lib. XVI, t. III; de Pelagianor. et semipelag. dogmat. hist. p. 807 sq: — Hock, Comp. de la hist. de la flosof. en los ocho primeros siglos. (Gac. de fil. y de teolog. cat. de Bonn, 1836, eatr. 47). En cuanto & la parte que tomé el Hstado en este desarrollo doctrinal, ef. Riff. 1. c. p. 273-480. §.CVII. Carécter del desarrollo doctrinal de este periodo. La doctrina de la Iglesia no tiene historia, pues sus dogmas son lo que han sido siempre: no hay en ellos nada nuevo, ni nada mo- dificado. Asi, pues, no es la historia lo que aqui explicamos, si- no el desarrollo de Ja doctrina de la Iglesia, es decir: que vamos & demostrar como su doctrina una é inmutable se ha manifestado su- cesivamente por medio de expresiones las mas precisas, de proposi- ciones las mas terminantes, de las mas definidas formulas , 4 la ma- nera del cuerpo humano, que siendo siempre el mismo, se desarro- Na con los afios, sin que el nimero de sus miembros 6 de sus 6r- ganos se aumente ni se disminuya‘. En el periodo de que vamos 1 Sed forsitan dicet aliquis: Nullusne ergo ia Keclesia Christi profectus ha- bebitur intelligentiae? Habetur plan¢ et maximus, sed ita tamen ut veré pro— fectus sit ille fidei, non permutatio, Si quidem ad profectum pertinet ut in se- metipsa unsquaeque res amplificetur, ad permutationem yerd ut aliquid ex alio in aliud transvertatur. — Imitetur animaram ratio rationem corporum, quae licet annorum processu nameros suos evolvant et explicent, eadem tamen, quae erant, permanent. Vincent. Lerin, Commonit. c. 29. En el siglo XVI dice el célebre Melchor Cano: Nullusne in Christi Ecclesia profectus Babebitar in- telligentiae? Minime verd gentium; possumus enim vetustis novitatem dare, obsoletis nitorem, obsceris lucem, fastiditis gretiam, dubiis-fidem, omnibus Daturam suam et naturee suac omnia. Loc, theol. iib. VH, cap. 4. —32-— hublando, los ataques de los fildsofos paganos por una parte, y por ‘otra los de los numerosos herejes, combatidos por los Doctores de la Iglesia, tan versados en la ciencia de Dios como en las letras hu- manas, ocasionaron esta exposicion formal de los dogmas cristianos. Considerada de semejante modo, esta época es evidentemen una de las mas importantes de la historia eclesidstica. La defensa de la doctrina es el verdadero centro de la vida de la Iglesia, y jamas doctrina alguna ha hecho mas rapidos progresos, ni llegé 4 ser thas prontamente el bien comun de los fieles, como la que formularon los numerosos concilios ecuménicos de este periodo; en Oriente so— bre la Divinidad y la humanidad de Jesucristo, y en Occidente sobre la antropologia cristiana. La herdica abnegacion y la invencible fuerza de voluntad de los atletas de la Iglesia en esta imponente lu- cha, y los felices resultados que obtuvieron, dulcifican singularmen- te, 4 los ojos del historiador, el cuadro de las deplorables violencias _ y ardientes pasiones que con demasiada frecuencia se mezclaron en f ella. ( § CVIL ~ A Fuentes de la doctrina de la Iglesia: Tradicion.—Santas Escrituras. \ Asi en este como en el anterior periodo', fueron las fuentesde | Ja doctrina de la Iglesia la tradicion oral de los santos Padres y la de las Escrituras. Estas se consideraban como la palabra mis- ma del Espiritu Santo, y era costumbre decir cuando se las cita- ba: El Santo Espiritu dice; y 4 los Cristianos se les recomendaba su lectura y una continua meditacion sobre ellas. Con todo, los libros que en el siglo IV se consideraban inspirados por el Espi- Titu Santo, no se reconocian universalmente como tales, reputa- : dos unos dudosos, y rechazados otros como falsos*. En esteca- // so, solo la Iglesia podia decidir su autenticidad *. El tercer con- { cilio de Cartago (397) admitiéd ya en el Canon todos los Libros 1 Véase § 79. 3 Ast es como los distingue Buseb. Hist. eccl. 111, 3; VI, 25. » Cyrill. Hieros. Catech. IV. Disce studiosé ab Ecclesia quioam sunt V. T. libri, qui verd N. T. neque mihi leges quidqaam apocryphorum. —33— santos que hoy se encuentran admitidos '. Las traducciones lati- nas estaban muy en uso en Occidente. La traduccion Hamada Ité- Tica gozaba de una gran consideracion: perfecciondla el mismo san Jerénimo 4 invitacion del papa san Damaso, afiadiéndole una versigh del Nuevo Testamento, y sirviéndose de la traduccion griega de los Setenta. Al lado de esta autoridad de la ley divina, dicg con calor Vicente de Lerin (+ hacia el 430) «admitimos tam- «bien la tradicion de la Iglesia catélica» (lo que se ha creido siempre en todo y por todos*), y esta tradicion fue siempre pro- \ clamada como la exposicion viva y permanente de la doctrina de ! la Iglesia, y como la condicion absoluta de la inteligencia de las » santas Escrituras *. Las pruebas de esla tradicion se sacaban en- \ tonces, como en el siglo III, de las decisiones de los Concilios * y ‘del acuerdo en materias de fe de los santos Padres, que, notables por su ciencia y su santidad, habian vivido y muerto en la comu- ‘hion de la Iglesia catdlica (consensus Patrum catholicorum in regula i). + Conc. Carthag. I, cap. 47. ( Harduin, t. I, p.968; Mansi, t. 111, p. 891. J Ct. can. 36 cone. Hippon. Mansi, t. III, p. 924). Cf. Kirchhofer, Coleccion de 2 fuentes para la hist. del Canon del N. T. Zurich, 1843. Mansi, t. III, p. 935 sig. ““& Commonitor. pro catholicae fidei antiquitate et universalitate adv. pro- fan, omnium beereticor. novitates, c. 3. Cum Salviani op. de Gubernat. etc. ed. Steph, Baluz.— Klipfel. Vindob. 1809; asimismo la obra de Tertul. de Praescript. heereticor. Ingolst. 1835, ed. Herzog. Vralisl. 1839. Cf. Genlerg. sobre la regla de Vicente de Lerin (Revist. trim. de Tubing. 1833, 4.* entr.): ‘sobre el crit. de la catol. dado por Vicent. de Lerin en su Commonit. ( El Cato~ lic, 1837, febrero); y las notas del jesuita Rozaven en la Gac. de filosof. y de teolog. catol. de Bonn, entrega 20, p. 203.— Elpelt , Vida y doctrina de san Vi- cente de Lerin. Breslau, 1840. 3 Vincent. Common. Quia sacram Scripturam pro ipsa altitudine alius ali- ter interpretatur, ut pené quot homines tot illinc sententiae erui posse videan- tur. Aliter namque illam Novatus, aliter Sabellius, etc. , exponit; quocirca ne- cesse est ut propheticae et apostolicae interpretationis linea propter tam varii erroris anfractus secundum normam aliquam (universalem tanquam Ecclesiae Fegulam & Deo praescriptam ) dirigatur; ¢. 20 et 27. — Augustin. Evangelio non crederem, nisi me Ecclesiae commoveret auctoritas. Contr. ep. Manich. c. 5. (Opp. t. VII, p. 184). Cf. Textos de la antig. crist. sobr. la verd. interp. de Jas santas Escrit. (Gac. teol. de Frint. 4842 y 1843). Alzog, Explicatio Catho- licor, systematis de interpret. litterar. sacrar. Monasterii, 1835. +, Vincent. Commonitor. c. 39, 3 TOMO 11, — 3k — § cIx. Doctrina catélica sobre la idea de la Iglesia, defnida en la controversia de los Donatistas. . Fornres.—I. Optatus Milevitanus (por el 368) de Schista. Donat. ed. de Pin. Par. 1700, que contiene Monumen. veter. ad Donat. hist. pete. fa controversia de Agustin. (Opp. ed. Bened. t. 1X). Il. Valesius, de Schism, Donat, — Euseb. Hist. eccles. — Hist. Donatistar. ex. Norisianis schedis excerpta. (Noris, opp. ed. Balleriné, Veron. 4729, t. 1V). —Tillemont, Memorias, etc., t. VI.— Katercamp, P. I, p. 6-29 y 891-666. La gran controversia de los Donatistas no fue otra cosa mas que la renovacion del error de los Novacianos sobre la invalidez del bau- tismo de los herejes, 4 lo cual aiiadieron esta pregunta: j Puede un sacerdote inmoral administrar validamente los Sacramentos ? O plan- teando la cuestion de una manera mas absoluta, Zla Iglesia de Jesu: cristo debe tolerar en su seno miembros. indignos de este honor po! la gravedad de sus pecados?—Y entonces fue cuando san Agustin \ hizo conocer por la primera vez todo el alcance de la controversia, desarrollando asi en sus escrilos como en sus discusiones ora- les, con una fuerza y una brillantez maravillosas , la idea de la ver- dadera Iglesia y su division necesaria en Iglesia visible é invisible, la cual constituye, no ya dos Iglesias, sino dos estados diferentes y una sola y misma Iglesia. La controversia estallé despues de la muerte de Mensurio, obispo de Cartago (311), varon de peso y buen sentido. El pueblo eligié en su lugar por aclamacion, per acclamationem, 4 un diacono leno de vigor, llamado Ceciliano, el cual fue consagrado por Félix, obis- po de Aptungua, ciudad vecina de Cartago. Al punto se formé un partido de rigoristas y fanaticos, 4 cuya cabeza se hallaba Lucila *, mujer influyente por sus riquezas é irritada contra Ceciliano, quien le habia acusado de supersticion con’ motivo de ciertas pretendidas religuias. La mayor parte de los obispos de Ia Numidia, 4 imita~ cion de su metropolitano, Segundo de Tigisis, abrazaron este par- + Cf. Optat. Milevit. de Schism. Donat. I, 46. —%— tido y eligieron como obispo de Cartago al lector Mayorino. Las 6r- denes, decian ellos, administradas por Félix, acusado de traditor, no'gon validas. Ni Félix ni Ceciliano, aiiadian ellos, pueden per- manecer en la Iglesia de Dios mientras no reconozean su falta y no st reconcilien con la Iglesia por medio de una sincera peniten- \Esta cuestion era puramente eclesidstica: mas sin embargo el par- _tido de Mayorino se dirigié 4 Constantino para resolverla, admirado de este mismo recurso‘. El Emperador por su parte ordend que la causa se examinase severamente, primero en Roma, y despues en Cartago, decidiéndose el asunto en una y otra parte en favor de ) Beélix y Ceciliano. De resultas de esto, estallé el descontento del \ partido condenado, el cual no quiso someterse. En Arles se celebré . un numeroso concilio (314) , y decidié, como se habia hecho en Ro- \ ma y Carlago, que era valida la ordenacion, siquiera fuese admi-~ \nistrada por un traditor, rechazando la renovacion del Bautismo, racticada por el partido de Mayorino *. Este apelé de nuevo de la ntencia de la Iglesia 4 la autoridad del Emperador *, dando con / este paso el primer ejemplo de una apelacion hecha por obispos al ! poder seglar. ? E] Emperador demostré abiertamente su descontento, y les inti- m6 que admitiesen la sentencia del concilio como si fuese la del mismo Jesucristo. Muerto Mayorino (318) , fue reemplazado por Do- nato, 4 quien sus partidarios apellidaron el Grande. Donato y un amigo suyo del mismo nombre, obispo de Casa~Negra, que en tiem- po de Mayorino habia sido el alma del partido, dieron nombre 4 la secta de los Donatistas. 1 Optat. Mil. 1, 22. Constantino se pronuncié muy desfavorablemente con- tra los Donatistas en un rescripto dirigido al obispo Ceciliano (en el 343), Eu~ sob. Hist. eccl. X, 6, «Habiendo sabido que gentes perversas quieren separ «al pueblo de la santa Iglesia cat6lica por medio de sus vergonzosas seduccio- «nes, sabed que he ordenado al procénsul, etc. ¥ si perseveran en esta de- «mencia, dirigios 4 los jueces, etc.» > Concil. Arelat. can. XIII, 8. (Harduin, t. 1, p. 266; Mansi, t. 11, p. 472). CI. Dr. Miinchen, sobre el primer concilio de Arles. (Gac. de Bonn, entr. 9.* p. 78). 2 Segun Optat. Milev. Donato de Cart, fue el primero que hizo esta apela- cion ; pero san Agustin dice mas exactamente que ya Mayorino la habia inter- puesto. Cf. Tillemont, t. VI, n. 4. Hist. de los Donatistas. 3* — 36 — 7 Siquiera descontento, admitié Constantino la apelacion, é hizo que el punto se examinase de nuevo en Milan (315). Pero la de- cision fue igual 4 las anteriores. Entonces aparecieron leyes muy severas contra los Donatistas, que tuvo encargo de ejecutar el con- de imperial Ursacio, y que dieron por resultado una violenta fer- mentacion de parte de los sectarios. Constantino creyé y aun pro- curé atraerlos de nuevo por medio de la dulzura y los miramien+ tos, y comprometié 4 los obispos de Africa & que no respondiesen con violencia 4 la de aquellos fandticos. Empero la lucha era de- masiado furiosa, de manera que la moderacion del Emperador no consiguié su objeto, y Constante, emperador del Oriente, se vid por fin obligado, muy 4 pesar suyo, 4 llegar 4 los mas extremos Tigores (347). En vano entonces, aunque ya tarde, protestaba Donato de Cartago, diciendo: ,Qué derecho tiene el Emperador . en la Iglesia? Los principales jefes del partido fueron desterrados, y gran numero de iglesias arrancadas 4 los Donatistas. Tales rigo- rosas medidas no tuvieron mas resullado que encender las pa- siones. Asi, pues, viéronse en Numidia y en la Mauritania las; masas populares alacar 4 los Catdlicos y al imperio con salvaje saiia (circumcelliones 6 circelliones). Estas turbas se daban el nom- bre, en la ceguedad de su fanatismo, de soldados de Cristo (mi- lites Christi agonistic); y tal era su furia, que los mismos obispos donatistas no se encontraban seguros. Juliano, como solia hacerlo con todos los enemigos de la fe, se mostré favorable 4 este par- tido, devolviéndole algunas iglesias (362). Optato de Mileva tra- 16 de atraerlos 4 Ja Iglesia catélica, publicando un libro, que al cabo operé muy pocas conversiones. Cada vez mas persistentes en su sistema, con una obstinacion, redoblada al parecer por las refutaciones de los Obispos catélicos, decian los Donatistas: «Ce- «ciliano, consagrado por Félix, leva en si la misma mancha «que este, la cual se ha propagado 4 los otros por medio de Ceci- «liano, pues Dios no acepta los sacrificios de los pecadores: la «Iglesia de Cristo esta exenta de manchas y de arrugas*. Desde el «concilio de Arles, la Iglesia catélica ha dejado de ser la Iglesia «verdadera; y no existen, aiiadian ellos aludiendo 4 las palabras «de Cipriano, Sacramentos vilidos mas que en la Iglesia catdlica. » + Efes. v, 26. \ -—37— Pero es el caso que pretendian ser los unicos depositarios de estos Sacramentos. El gran Agustino fue el llamado 4 concluir con el cis- ma de los Donatistas. Desde luego separé la cuestion de hecho, con- cermiente 4 Félix traditor (quaestio de sckismate), de la cuestion de dogtrina, relativa 4 los pecadores en la Iglesia (quaestio de Eccle- sia), y procuré dispertar en los sectarios el deseo de la paz y la Yynion con la Iglesia, por medio de numerosos escritos, animados _del espiritu de Dios y Ienos de vigor y caridad. Los nuevos faro— “res de los Circumcelliones obligaron 4 los Obispos catdlicos , no obs- tante Ja oposicion manifiesta de san Agustin, 4 impetrar la ayuda del emperador Honorio (404), quien fulminé leyes duras contra los Donatistas. Tuvose un concilio muy numeroso en Cartago, 4 pre- sencia del pretor Marcelino (411), y como no se admitiese en é] algunos obispos donatistas , bajo el pretexto mas orgulloso que ca~ Titativo, de que «los hijos de los martires nada tenian de comun con «la raza de los traidores,» el admirable Obispo de Hipona abogé con toda su fuerza en favor de lareunion ', y logré atraer 4 muchos mal dispuestos 4nimos. El poder seglar persiguié 4 los que se obs- tinaron en el cisma, cuyas huellas se encuentran hasta el fin de este periodo, + "Cf, Mansi, Collect. concil.t.1V, al principio Harduin, t.1, p. 1043 sq. —B— § cx. Doctrina.catolica sobre el Hijo de Dios, definida en la controversid de la herejia puramente dialéctica del Arrianismo. Forxras.— Escritos de Arrio: ep. ad Euseb. Nicomed. en Zpiphan. Hacr. 69, 1.6, y Theodoret. Hist. eccl. I, 8; ep. ad Alexand, en Athan. de Synod. Arii y Seleuc. n. 16; y Epiphan. Haer. 69, n. 7: Talia, cf. Sozom. Hist. eccl. ¥)— 21, perdido fragm. en Athanas. orat. 1, contr. Arian. n. 8 y 6. Cf. Epiphan. Hacer. 73, 75 sq. Para estos feagmentoscf, Fabricii, Bibl. gr. t. VIM, p. 800 | sq. Frag. Arianor. en Ang. Maji, Script. vett. nova Collect. Rom. 1828, t. UT. Socratis et Sozom. Hist. eccl. Los fragm. de la Hist. ecles. del arriano Pht- lostorg. (véase el supl. p. 28), ed. Gothofred, Gined.1643, in 4.—Tillemont, t. VI, p. 230-687 ; p. 737 sq.— Maimbourg, 8. J. Histor. del Arrianismo, Par. 1678.— Walch, Hist. de las herej. t. II, p. 388 hasta el fin.— Mehler, ¢ Atenas. el (rrande y la Igl. de su tiempo: Par.1844.— Wetzer. Restitat. verae hronolog. rer. ex controv. Avian. inde ab on. 898.380 exortar. Franct. 1897. | El Arrianismo abre una série de controversias esencialmente de- pendientes las unas de las otras (Arrianisno—Nestorianismo— Euti- quianismo— Monofisitismo— Monotelismo). En Ja primera faz de tan larga y viva lucha se puso en cuestion la divinidad de Jesucristo, y por lo tanto la Religion misma, y uno de sus puntos mas importan- tes y mas practicos. El Arrianismo fue una consecuencia del abuso en los términos origenistas *; pero sobre todo de la herejia antitrinitaria y sabelia- na, que ocupaba aun la cabeza de muchos pensadores. La lucha fue renovada por Arrio, sacerdote de Alejandria, formado en la escuela de Luciano en Antioquia muy instruido en materia de exégesis, elo- cuente, dialéctico sutil y vano, y muy ganoso de fama. Degradado del diaconado por haber tomado parte en el cisma meleciano, de que era partidario su obispo, no se convirtié 4 mejores sentimientos por haber Ilegado al sacerdocio. En una conferencia que tuvo con su obispo Alejandro, rechazé la generacion eterna del Verbo y su divinidad igual 4 la del Padre, abrazando respecto de este punto las opiniones de Filon. Sabemos que Filon decia que, considerando la 1 Cf. Wolf. sobre las relaciones del Arrianismo y el Origenismo. (Gac. teo~ log. y ecl. luter, 4842, entr. 3.* p. 33). —39— majestad y Ia gloria de fa esencia divina, Dios no podia de ningun modo entrar en contacto con el mando impuro (ya creéndolo, 6 ya conservandolo}, y que asi, queriendo crear este mundo se vid obli- gado 4 acabar su obra por medio de otro ser, que fue el Logos, Hi- jo de Dios. £n efecto Atanasio nos enseira’ que se encuentra en Arrio y de su partido esta insensata proposicion: «Queriendo Dios «producir la naturaleza creada, vid que sa mano era demasiado apura y su acto inmediato demasiado divino para esta creacion; \ «por Io tamto produjo desde luego un Ser unico, 4 quien Namé «sa Hijo, su Palabra, y el cual llegando a ser mediador entre ! «Dios y el mundo, debia crear todas las cosas.» Segun esta doc- * ‘rina contraria 4 las expresiones de la Escritura, contradictoria consigo misma, pues que al paso que pretende que el acto crea- + dor es incompatible con la idea de un Dios absoluto, admite tam- ‘bien que Dios produce una criatura, y. aun le concede 4 esta jatura un poder creador; segun esta doctrina, decimos, Arrio mnfundié en sa razon la creacion divina con Ja procreacion hu- mana, pensé que existia contradiccion en la misteriosa doctrina / de la Iglesia sobre la Trinidad, y creyé por ultimo que la divi- + nidad de Cristo no podia subsistir con la unidad de Dios. Hé aqui cémo argumentaba mas adelante, desenvolviendo sus opiniones: «Solo el Padre no ha sido producido: solo él toma el ser de si amismo.» Si tal es el caracter del Ser divino, si esta es una con- dicion de la unidad de Dios, el Hijo no ha podido dejar de ser producido: la base de su ser y de su esencia se halla fuera de 4: no es Dios, sino de una esencia diferente de la del Padre: es una criatura, pero la primera, la mas eminente, manifestada antes que ninguna otra por la libre voluntad de Dios, que por él crea todas las cosas. Ha habido, pues, un tiempo en que no existia el Hijo, y siempre seré una verdad que ha nacido. Sin embargo, el Hijo, continda Arrio, en sentir de los Gnésticos, tiene sobre todas las criaturas un privilegio eminente: aunque pudicra , hablando absolutamente, tomar parte en el mal, hace tal uso de la libertad y de la gracia, que de mas en mas se ha divinizado. Y Dios, 1 Athanas. Oret. H contr. Arisn. n. 24, ad fin. Los principios sobre los cuales pretendta apoyar ou doctrina, Ibid. n. 28, 28, 29. — 0 — previendo este resultade, le ha honrado con dictados pafticulares que no le convenian originariamente: Filius Det, Logos, Plenus Deus. Por ultimo, y estas son consecuencias légicas, Arrio nega— ba con los Monarquianos la distincion de las personas; sostenia con Sabelio que Dios no ha sido eternamente Padre, que lo lleg6 & ser en el tiempo cuando hizo crear el mundo por medio de su Hijo, y ensefiaba con los Maniqueos que Cristo no ha redimjdo 4 los hombres de otra manera mas que con su docirina y isu ejemplo. No habiendo hecho caso Arrio de las admoniciones de su obis- po, fue excomulgado por un numeroso concilio celebrado en Ale— jandria (321) «y arrojado de la Iglesia * que adora la divinidad. «de Jesucristo.» Tampoco hizo caso de la excomunion, y traté de crearse un partido, atrayendo 4 él 4 algunos obispos, lo cual consiguié al cabo. El espiritu humano se habia fatigado y agota-: do en las locuras de los Gnésticos, durante los dos ultimos siglos. Arrio apelé 4 la razon pura, desconocida y violada por ellog4 pero, exalténdose la razon humana, se extravié en una nuey} via. En Alejandria fueron diariamente aumentandose los adeptos. de Arrio; en Asia, donde era muy conocido de resultas de su \ estancia en Antioquia, logré atraer 4 su causa, merced 4 sus \. equivocas y sutiles explicaciones, al ambicioso Eusebio de Ni- comedia, que habia por tres veces cambiado de silla, y 4 Euse- bio de Cesarea, obteniendo, por medio de las relaciones de estos con la corte, el favor imperial y la esperanza de su rehabilita— clon. En un principio Constantino Magno solo habia considerado es— ta discusion como una vana dispula teolégica*; pero Osio, obispo de Cérdoba, le explicé toda su trascendencia, despues de haber conferenciado acerca del asunto con el obispo Alejandro. Enton- ces el Emperador, vencedor no solo de los enemigos exteriores por su brillante victoria cerca de Bizancio (323), sino tambien de Licinio, nuevo perseguidor de los Cristianos, quiso ademds conquistar la gloria de sosegar las siempre crecientes perturba- ciones de la Iglesia. Asi, pues, siguiendo el consejo de los mas emi- * Concil. Alexandr. ann. 321. Ea Harduin, t. I, p. 208-308. + Buseb. Vita Const, M. Il, 64-72. Socrat. Hist. eccl. 1, 8-7. —-H— nenles obispos', se decidié, 4 fin de no dejar entregada por mas tiempo la fe cristiana 4 la befa de sus enemigos, 4 convocar un concilio universal en Nicea, ciudad que debia su nombre 4 las vic- torias de que habia sido testigo (325). Alli se reunieron. gran ni- mero de obispos, en su mayor parte orientales: acudieron del Occidente los sacerdotes Vito y Vicente, representantes del papa san, Silvestre I; Osio de Cordoba por la Espaiia (*); por el Africa Cetiliano de Cartago; Nicasio de Die por las Galias; Protégenes por Sardica, y veinte y dos partidarios de Arrio *. Los principa~ les confesores de la fe catdlica fueron Eustaquio de Antioquia, : Marcelo de Ancira y Atanasio diacono de Alejandria, que 4 la fe y 4 los dotes de un apéstol y al heroismo de un martir unia la penetracion y la dialéctica de un fildsofo, la fuerza persuasiva y caloroso arrebato de un orador perfecto. La doctrina de Arrio fue rechazada, condenados al fuego sus escritos, y se formulé * un wud urbem Nicaeam episcopale concilium convocat. + Rufin. Hist. eccl. X, 4. Tum ille (Constantinus) ex Sacerdotum sententia 3) (*) Osio no fue solo representante de la Espaiia, sino ademAs y principal- + thente el primer representante del Papa, y el presidente del Concilio, teniendo Ja gloria de que uno-de sus obispos ha sido el presidente del ecuménico. (Nota de los Editores). + Gelasius Cyzicenus (obisp. de Cesarea en Palest. v. 476), Hist. concil. Ni- _ caeni, libb. III, de los que falta el tercero. ( Harduin, t. 1, p. 346-462; Mansi, t. II, p. 784-948). Segun Gelasio, Osio debié presidir el concilio en represen- tacion del papa Silvestre: Ipse etiam Osius Hispsnis nominis et famae cele- britate insignis, qui Silvestri, Episcopi mazimas Romae, locum obtinebat, una cum Romanis presbyteris Victone et Vincentio curr aliis maltis in consensa En [as suscripciones se encuentra el primero el nom- bre de Osio, pero estas listas de firmas son frecuentemente defectuosas en los primeros concilios universales. Cf. Tillemont, t. VI, not. 3, sobre el conc. de Nic. Natal. Alejand. Hist, eccl. saec. IV, diss. II. Por lo demés es necesario notar que los primeros concilios ecuménicos fueron Iamados en un principio Concilios gensrales de Oriente, y solo tomaron la calidad de ecuménicos por 1a adhesion de la Iglesia occidental. Las sesiones celebradas en el palacio de Cons tantino, de que habla Busebio, Vita Const. M. IIT; 40, uo, tienen nada que ver con los negocios eclesidsticos y las sesiones de los concilios, que se cclebraron, - como lo cuenta el mismo Eusebio, I. c. 3, 7, en una iglesia conveniente. 2 Symbol. Nicaen, Credimus in unum Deum, Patrem omnipotentem, et omnium visibiliam invisibiliamque factorem. Et in unam Domioum Jesam Christum, Filiam Dei, natam ex Patre, unigenitum, hoc est, ex substantia Patris, Deam ex Deo, lumen ex lumine, Deam verum ex Deo vero. Natum, — 42 -— : auevo simbolo fundado sobre el de los Apéstoles, el cual fue firma- do por trescientos 6 trescientos diez y ocho obispos, segun Sécra- tes. Desbaratando este simbolo las pérfidas intrigas de los Eusebia- wos presentes al concilio, declaré ea nombre del Espiritu Santo «que el Hijo de Dios es verdadero Dios, eagendrado de Dios (es de- «cir, siendo necesariamente de la esencia del Padre, como por.ana- «logia la contemplacion es de la esencia misma del espiritu que «contempla), y 20 hecho, de una sustancia igual 4 la del Padre «(consubstantialis). » Arrio y kos obispos egipcios de su partido, Teo- nas y Segundo, fueron desterrados a Iliria por el Emperador. La: misma suerte tocd tres meses despues & Eusebio de Nicomedia y 4: Teognis de Nicea, quienes se habian opuesto 4 los decretos del Concilio. Los Padres de Nicea terminaron al mismo tiempo la cues- tion de la Pascua, decidiendo que esta fiesta debia celebrarse todas partes el primer domingo despues del plenilunio de la prima- vera *. Tambien se esforzaron por extinguir el cisma de Melecio non factum, Homousion, hoc est, consubstantialem Patri, per quem ompia facta sunt, et quae in coelo, et quae in tera. Qui propternos homines, et pro} ter nostram salutem descendit de coelo, et incarnatus, et homo factus , est pas-\ sus. Et resurrerit tertia die, et ascendit in coelos, et inde venturas est jadi-; care vivos et mortuos. Et in Spiritam Sanctum. Dicentes autem erat, quando non erat, aut non erat, antequam fieret , et quia ex non extantibus factus est, aut ex altera substantia vel essentia dicentes esse, aut creatum, aut converti- bilem Filium Dei, hos tales anatematizat Catholica et Apostolica Ecclesia. ). de decret. synodi Nicaen. et Buseb. Cassar. ad suae paroec. ho- Athanasii (Opp. ed. Bened, Patav. 1777, t. I, p. 162-190). Theo- doret. Hist. ecel. I, 14. Socr. Hist. ecel. 1, 8. Cf. Mansi, t. I, p. 789; Har- duin, t. 1, p. 421, cop. 26. + Vogelsang , de Fide Nicaena diss. Bonnae, 1829. + Athanas. de Synodis n. 4 (opp. t. 1, p. 878) Huseb. Vita Const. M. HI, 5. Ciertamente no se obvié con este cualquier error futuro , como se deduce de las palabras de Leon. M. ep. CXXI: Paschale etenim festam, quo sacramentum we maximé continetar, quamvis in primo semper mense cele- brandom sit, ita tamen est lunatis curses conditione mutabile, ut pleremque sacratissimae dici ambigua occurrat electio, et ex hoc flat pleramque, quod non licet, ut non simul omnis Ecclesia, quod nonnisi unum esse oportet, ob- servet. Staduerant itaque SS. Patres occasionem hujus erroris auferre, omaem hane curam Alexandrino episcopo delegantes, —per quem quotannis dies prae- dicta solemnitetis sedi Apostolicae indicaretur, —owjus scriptis ad longingaio- res Ecclesies indicium generale percurreret. (Opp. odd. Migne. Paris, t. 1, Col. 1086), —-B-— Licépolis, decretando, guiades de un espiritu de conciliacion y de paz, que Melecio conservase su categoria episcopal; pero que en adelante se abstuviese de administrar érdenes, y que los obispos y sacerdotes, ordenados por él anteriormenté, fuesen reconocidos, y cologados sucesivamente en las sillas vacantes. Por ultimo, expidieron varios decretas concernientes a Ja disciplina eclesias~ tica 4. cat § CXL 2 Contiresacion de la controversia arriana. — Atanasio el Grande. ‘Furnres.— Athanas. Apol. I (ann. 380); apol. I (ann. 386); apol. III (ann. 388); Hist. Arian. de Synod. Arimin. et Seleuci; orat. IV contr. Arianos opp. t.1).— Hilarius , de Synodis s. de fide Oriental. (opp.t. 11, p. 388-408). \ espues de la muerte del obispo Alejandro, se eligi para la sillp arzobispal de Alejandria al diécono Atanasio (326). Este in- ido y formidable adversario de Jos Arrianos combatié duran— fe cuarenta aiios de episcopado 4 los enemigos del Cristianismo, Sin que le hiciese vacilar ningun género de persecucion. Dester~ rado por cinco veces, otras cinco volvié 4 subir victorioso 4 su } -silla*’el esforzado atleta de la fe. Desterrade Arrio, traté de en— gaiiar al emperador Constantino, prometiendo conformarse 4 las ecisiones de Nicea, firmando al efecto una formula de fe equi- voca *, obteniendo de este modo Ia libertad de volver (328). Tambien obtuvieron la misma facultad los obispos Eusebio y Teognis. Constantino creyé de esta suerte apresurar la paz; pero apenas vuelto Arrio de su destierro, sus partidarios comenzaron 4 perseguir 4 los mas celosos defensores de la fe de Nicea. Acu- . Saron 4 Eustaquio de Antioquia de Sabelianismo, y le depusieron, + Véase toda Ja sesion del Conc. y sus decisiones en Mansi, t. II, p. 957 & 1064.— Harduin, 1. 1, p. 300-344, 2 Athanas. opp. gr. et lat. ed. Bernard, de Montfeucon. Par. 1680 5q.'3 t. in f,—Justiniané, Batav. 177, 4 t. Cf. Tillement, t. VILL 2 Bl cleabolo de Arrio en el Conc. Hierosol. (Hard, t. 1, p. 281 sq. Mansi, 1. I, p. 4488-4188). De Eusebio y Teognis en Sozom. Hist. eccl. II, 46. —-h— no obstante la resistencia desesperada de los fieles de su igle- sia (330 *), y Hegaron no solo 4 oscurecer, sino hasta hacer odio- so 4los ojos del Emperador, valiéndose de las mas atroces acu- saciones, al gran Atanasio, quien se habia opuesto vigorosamen- te 4la rehabilitacion de Arrio en Alejandria, y la habia impedido en efecto*. Unidos 4 los Melecianos los Arrianos, y fortalecidos de este modo en Egipto, celebraron un falso concilio en Tiro, y depusieron 4 Atanasio (335*), 4 quien el Emperador, engaiia~ do, desterré 4 Tréveris , estimando llegar mas pronto & la concor- dia con el sacrificio de un solo hombre. Tambien fue desterrado Marcelo de Ancira. Pero en e] momento en que Constantino iba & reinstalar por la fuerza 4 Arrio en Constantinopla, el heresiarca fue atacado de una muerte ignominiosa, cuando se dirigia triun- falmente 4 la iglesia de los Apdstoles (335). Poco despues mupié Constantino * durante las fiestas de Pentecostes (337). Sus hijos Constantino el Jéven y Constante, adictos 4 la fe de Nicea, contrabalancearon Ja funesta influencia de Constancio, el menor de ellos. Atanasio fue devuelto 4 su atribulada iglesia, segun el deseo formal de Constante. Pero, apenas vuelto, los Eusebiands * dirigieron contra él nuevas intrigas, acusandolo de los mas infa- mes crimenes ante Constancio, que les era adicto, y 4 mas se picaba de tedlogo. Muerto en una batalla Constantino el Joven, protector celoso de Atanasio, lograron los astutos Eusebianos con- ; 1 Cf. Soerat. Hist. eccl. 1, 24.—Sozom. Hist. eccl. 11, 49.—Theodoret. 1, 24. — Athanas. Hist. Atianor. n.4(opp.t. I, p.274).— Buseb, Vita Const. M. IE, 89 sq. + Sele acusaba de haber enviado una caja Ilena de oro 4 un conspirador Nemado Filumenos ; de haber hecho romper, por medio de un sacerdote de Alejendria, llamado Mactino, el altar y el céliz de un cierto Iequiras; de ba- ber hecho asesinar 4 Arsenio, obispo meleciano, y de haber querido impedir el arribo de la flota de trigo destinado las provisiones de Constantinopla, etc. 2 Para el sinodo de Tiro véase Harduin, t. 1, p. 839 sig.; Mansi, t. II, p. 1123. sig. * Atanasio, ep. de Morte Arii (opp. t. I, p. 267 sq.) 80 expresa con este motivo con una noble generosidad. Cf. tambien epist. ad Serapion. et ad Epise. Acgypt. et Lybiae, n. 19. ® Llamados Hussb{anos, del ambicioso obispo de Nicomedia, Eusebio, por- que no les pareeia bastante digno seguir la doctrina de un simple sacerdote. Eo Atanasio. —-bB- fandir en el concilio de Antioquia (341), con excelentes decisio— nes, pérfidos decretos, que mas adelante Iegaron 4 ser el motivo de Ja deposicion del obispo de Alejandria *. Atanasio, despues de exhortar 4 su iglesia para que permaneciese firme en la fe ca- tlica, se dirigid, seguido de dos piadosos monjes, Isidoro y Ammonio, cerca del papa Julio, con el objeto de impetrar Ja prote¢cion que ya habian impetrado del Pastor supremo de la Iglesia universal los obispos desterrados, Marcelo de Ancira, Asclepas de Gaza, Lucio de Andrindpolis, y Pablo de Constan- tinopla. Por su parte los Arrianos se habian dirigido tambien al Papa, demandandole un concilio. Pero se les aguardé en vano en el concilio que el Jefe de la Iglesia celebré en Roma (343), al cual concurrieron multitud de obispos y sacerdotes del Orien- te, la Tracia, la Celesiria, la Fenicia y la Palestina. Prévia una egcrupulosa averiguacion, fueron declarados inocentes los obispos dégterrados, y vituperados severamente por el Papa los auto- res) del destierro como promovedores de sedicion en la Iglesia y desertores de la fe de Nicea. Las disposiciones hostiles de Cons- taticio no dejaron al Papa otro recurso que convocar un concilio gn Sardica de Iliria (347). En él fueron acusados los Eusebianos de los mas atroces crimenes; y en su consecuencia se separaron bajo frivolos pretextos, celebrando aparte sus sesiones, primero en el palacio imperial de Sardica y despues en Filipépolis. No por esto cesaron los occidentales en sus trabajos: declararon la inocencia de Atanasio, la ortodoxia de Marcelo y la excomunion de los Arrianos. Tambien se envi una diputacion al emperador Cons- tancio, con el objeto de suplicarle que concediese la vuelta de los obispos desterrados, y prohibiese 4 las autoridades seglares el inmiscuirse en adelante en los negocios de la Iglesia. Avergon- zado Constancio de Ja indigna supercheria de que se habia vali- * Concil. Antioch. (Harduin, t.1, p. 898; Mansi, t. II, p. 1840). Cf. Tille- + mont, t. VI, p. 347 sig. el cin. 4 dice: Si quis Episcopus & synodo fuerit de~ Positus, vel presbyter vel diaconus & proprio episcopo condemnatus, et prae- ‘sumpserit sacerdotii seu sacri ministerii aliquam actionem: non ei ampliis liceat, neque in alia synodo spem restitutionis haberi, nequé assertionis alicu- jus locum, sed et communicantes ei abjici omnes ab Ecclesia ; maximé si, post- quam cognoverunt sententiam adyersus eum fuisse prolatam, ei contumaciter communicarunt. Cf. can, 9, —K&— do el partido de Fikpépolis, intitulado concilio de Sardica, para falsificar un decrete del verdadero concilio, concedié la vuelta de Atanasio (349). El triunfo de este imtrépido confesor fue co- ronado por la tierna alegria de su iglesia, y la publica retracta~ cion de sus acusaderes, Ursacio de Singiduno en Moesia,.y Ya- lente de Nurcia. Pero la ignominia que cayé sobre sus enemigos encendié en sus corazones el deseo de venganza, y trataron de nuevo de acusar 4 Atanasio ante el débil, y tiranico Constancio, & la sazon tmico dueiio del imperio, como traidor, que procura— ba poner limites al poder imperial, defendiendo la independencia, de la Iglesia catélica . El papa Liberio impetré un concilio en! Arles (353), 4 fin de evilar nuevas acusaciones y embarazos. En’ este Concilio obtuvo Constancio, valiéndose de amenazas, la con- denacion de Alanasio, firmada por el mismo Vicente de Capua; legado del Papa. Mas cuando Ilegé 4 su apogeo la violencia dbl Emperador fue en el concilio de Milan, celebrado en 385. «lo «que yo quiero, dijo 4 los Obispos, debe ser para vosotros uha «ley de la Iglesia: tal es el poder que reconocen en mi los 0) «pos de Siria; escoged, pues, entre obedecer 6 ser desterr: «dos.» De esta suerte se frustré el intento de los Obispos de nd consentir la confusion de los negocios eclesiasticos con los del\. Estado. El despotismo sin limite ni medida del Emperador arran- c6 la condenacion de Atanasio y la adhesion del Concilio 4 pro- posiciones arrianas; y en su consecuencia fueron desterrados et firme Liberio, los valerosos obispos Lucifer de Cagliari é Hilario de Poitiers, llamado el Atanasio del Occidente *, el sabio y apacible Eusebio de Vercelli, Dionisio de Milan, el centenario Osio, y mu- chos otros obispos; y arrojado de su silla el gran Atanasio por ma- no de Siriano, seguido de cinco mil soldados armados de todas ar- mas (386). * Segan ellos Atanasio habia excitado en otro tiempo contra Constantino al emperador Constante, que acababa de ser muerto en la sedicion del germano Magnencio, y aun se habia aliado con este usurpador, y celebrado misterios di- vinos en una iglesia de Alejandria, no consagrada. Cf. Mcehler, Athan. t. I. * Hilar. de Trinit. libb. XH, ad Constant. de Synodis ady. Arianos; de Synod, et Selec. Comment. in Psalm. et in Matth. opp. ed. Bened. de Constant. Par. 1693. Maffei, Veron. 1730, t. 11, in f. Venet. 1749, 1780, t Uf, inf, Obertthiir, Wirceb. 1783 sq, t. IV. Ang. Maji, Scriptor. vet. coll. t. VI. —iT— Habiase formado desde e! principio, entre les adversarios del Sim- holo de Nicea, una opinion poco diferente de la del Concikio, sas— tentada por los dos Eusebios. Eusebio de Cesarea sostenia ena so- bordinacion menor en el Verbo no enseiada por bes Arrianos: em lugar de (homootsios ), ponia (homotowsios); Eusebio de Nicomedia rechazaba toda igualdad de sustancia ; sin embargo todos sabian ocultar habilmente su verdadera opinion, y forjaban continuamente nueyos simbolos semiortodoxos, semiarrianos, En Antioquia habian: ferjado ya tres (341); y cuatro aiios despues (345), imaginaron un ,cuarto mas desarrollado ‘. Pero cuando fueron sustituidas por le ‘fuerza las decisiones de Nicea con las de los arrianos de Milan, los ‘arrianos estrictos , seguros de su victoria, se pronunciaron mas for- malmente, y el Arrianismo llegé 4 sus ultimos limites por el capa- locio Aecio, didcono de Antioquia, y el obispo de Cicica en Misia (} 395), y Eunomio. Este ultimo, pensador superficial, pero con- uente *, oponia como Unica autoridad de fe las santas Eseriduras 4 {a tradicion de la Iglesia, y desiruia enteramente la idea del mis- teyio, pretendiendo Hegar @ la inteligeacia absoluta de Dios y sa ncia divina. Como existe, decian ellos, una distancia infinita en- ire el Criador y la criatura, de la. misma manera. Criste, siquiera ‘se halle muy elevado sobre: la creacioa, es en cnamic 4 su esenca f completamente desemejante del Padre. Por esto se les Hamé & estos “ herejes Anomeos, apellidéndose los mas moderades. Semiarrianes t Homousianos. Esta diferencia en Jas, epiaiones heterodoxas se manifests muy pronto, por animadas discusiones, en las dos reuniones de obis- pos arrianos, celebradas en Sirmio de Pannonia y en Ancira (357, 388). - Alli se redacté de nuevo un simbolo anomiano, la segunda for- mula de Sirmio (la primera databa del 351), la cual se atribuyé fal- samente 4 Osio, 4 la sazon desterrado. Este simbolo. reehaza las. expresiones (homoowsios) y (homeiotisios), como no biblicas y que por lo mismo no debian ser empleadas. Y per mas que declarasen * Las cuatro férmulas en Atanas. de Synod: n. 22-28. (Opt. t. I, p. 887-89}. Cf. Walch, Bibl. symbol. vatus, p. 400 sq. Mehler, Athanas. t. IF, p. 86 sq. +H. Valesio, in not. ad Soerat. V, 10. Kéase, Hist. y doctr. de Hunomio. Kiel, 1833. — 8B que la determinacion de la sustancia del Hijo sobrepujaba el huma- no conocimiento, decidié sin embargo que el Padre esté mas ele- vado que el Hijo en gloria, en dignidad y en dominacion, solo por su nombre, y que el Hijo le esta subordinado del todo. El concilio reunido en Ancira bajo la presidencia de Basilio, obispo de esta ciu- dad, confirmé por su parte la doctrina semiarriana, y rechazé se- veramente la de los Arrianos '. La lucha de las sectas arrianas se . hizo con este motivo mas viva. Pero queriendo por ultimo Constan- cio poner término 4 estas controversias, forz6 Ursacio en una asam- plea de su partido (388) la tercera formula de Sirmio, en la cual se pronunciaba con términos oscuros , pérfidamente calculados por ° los Semiarrianos, declarando que, segun la Escritura santa, el Hi- jo es en todo semejante al Padre; mas se pasé prudentemente en silencio la sustancia. Semejante perfidia llegé 4 engaiar al anciano, Osio, desterrado aun, de manera que se allano 4 suscribir la gunda formula de Sirmio *. Tambien se pretende que el mism; papa Liberio le presté su asentimiento, probablemente 4 la prim ra formula, que en cuanto 4 los términos no era precisamente h rética. Pero lo que parece mas probable es que Constancio, oblig do por las siplicas de las damas romanas, y temeroso de que esta- | Hasen algunos movimientos sediciosos, permitié que el Papa vol- , viese 4 Roma *. \ En los dos concilios * de Rimini y de Seleucia (359), convo- cados con miras pérfidas por el Emperador en Oriente y Occiden- te, se mostré tan inconsecuente y vacilante la doctrina arriana, + La segunda f6rmula de Sirmio en Hilar. de Synodis, n. 14. Atianas, de Synod. n. 28. Walch, Bibl. symbol. p. 433 sq.—Las actas del concil. semi- arriano de Ancira en Epiph. Heer. 78, n. 2-41, Cf. Katercamp, Hist. eccles. t. Il, p. 242-298, Mahler, Athan. t. IL, p. 202-240, + EI P. Maqueda 6 Maceda justifica completamente 4 Osio, sobre este pun- to, en su obra titulada: Osius veré Osius, sive Osius innocens. 3 El desaliento del papa Liberio y su separacion de lacomunion de Atanas. para unirse 4 los Arrian, se refleren en Athan, et Hilar. frogm. opp. t. 11, p. 517-24. Pero el silencio deSocrat. Theodoret. y Sulpit. Sever. hace creer que esto fuese interpolado por los Arrianos. * Cf Harduin, t. 1, p. 744 sq. Manst, t, IIL, p.203-338, Athan. Epist. de Synodis Arimini et Seleuciae celebrat. (Opp. t. 1, p. 872 sq.). Cf. Katercamp, Hist. eccl. t, If, p. 228, Mohler, Athan. t. If, 240, —-m— que parecia nacida el dia antes, y se decia irénicamente de los Arrianos : «Conceden al Emperador el atributo de eferno, y se lo «niegan al Hijo de Dios.» Por lo que toca 4 los Obispos catélicos, declararon solemnemente que su fe no era ni de ayer ni de hoy, y que si habian asistido no lo habian hecho para aprender lo que debian creer, sino para declarar lo que creian y oponerse 4 las novedades. Las medidas de violencia, empleadas con perseveran— cia por el Emperador, llegaron 4 arrancar aun 4 los obispos ca— t6ticos de Rimini la adopcion de un simbolo equivoco, al cual opusieron una invencible resistencia el papa Liberio, Vicente de Capua y Gregorio de Elvira. Entonces, exclama san Jerénimo, gi- mié el universo al verse arriano ‘. Aunque en Seleucia fuesen muy numerosos los Semiarrianos, los Amonianos, sostenidos por Constan- Gio, les levaron ventaja , y la mayor parte de los primeros fueron de- estos ; pero este fue el ultimo acto importante del déspota Cons- ncio (+ 362 *). ilario, y sobre todo Lucifer de Cagliari *, irritados con la fuer- za(que ejercia sobre las conciencias , 6 mas bien llegados ya 4 la de~ sesperacion , hicieron oir 4 Constancio palabras enérgicas hasta el unto de poderse creer que habian olvidado sus deberes como sub- Aitos del Emperador. ,” Llevado Juliano de la idea de introducir la, perturbacion en la Iglesia cristiana y establecer sobre sus ruinas el resucitado Paga— nismo, levanté el destierro 4 los Obispos; y al punto los obispos de Oriente, aterrados hasta entonces, abandonaron el partido de 1 Hieronym, Dial. adv. Luciferianos, n. 49: Ingemuit totus orbis , et aria- num se esse miratus est. (Opp. ed. Vallarsit. Venet. 1767, t. II, p. 191). * El pagano Améano Marcelino caracteriza muy bien en esto 4 Constancio. Historiar, XXI, 46. Christianam religionem absolatam et simplicem anili su- Perstitione confandens: in qua scratanda perplesiis, quam componenda gra- vis excitavit dissidia plarima, quae progressa fasiis aluit concertatione ver- borum: ut catervis Antistitam jumentis publicis ultrd citrdque diseurrentibus per synodos, quas appellant, dum ritum omnem ad suum trabere conatur ar- bitriam, rei vehiculariae succideret nervos. Ed. Valesii, p. 202. ® Hilarius ad Constantium August. libb. I1; contr. Constant. imperatorem (opp.t. II, p, 422-60).—Lucifer Calarit. ad Constant. libb. II; de Regib. apos- tat. de non conveniende c. haeret., de non parcendo delinquentib. in Deum ; ‘quod moriendum sit pro Filio Dei. (Bibl. max. Patr. t. IV, p. 181 sq. opp. ed. Colett, Venet. 4778, in f.). 4 TOMO II. — 10 — Jos Arrianos, que quedé reducido 4 un pequeiio numero, usando por su parte les Obispos catdlicos toda la dulzura necesaria para el restablecimiento de la concordia (concilio de Alejandria 362). Solo Lucifer de.Cagliari se mostré descontento, y su obstinada reaistet- cia dié origen al cisma de los Luciferianos *. A pesar de esta dicho- sa pacificacion, Juliano desterré por cuarta vez 4 Atanasio. En tiem- * po de Joviano obtuvo un momenténeo triunfo, y fue desterrado por quinta vez bajo Valentiniano y Valente. Solo este ultimo persiguié 4 los Gatélicos, sin que se contuviess en su carrera de odio y de violencia, hasla que logré templarlo el valor intrépido de Basi- lio el Magna *, Cuando ya se acercaba el momento del triunfo, , y la divinidad de Jesucristo iba 4 ser proclamada por toda la tier- ra, fue llamado Atanasio 4 mejor vida, pare recibir la corona que habia conquistado durante su herdica Jucha en los combates del Se- e Figr (373). ( § CxII. ¢ Caida del Arrianismo en el imperio romano. { Las numerosas divisiones surgidas en el partida de los Ariana prepararon su ruina, que fue completada por la victoriosa milicia de los Doctores de la Iglesia. Estos continuaron la obra de Atanasio, 6 © influyeron tanto mas sobre el pueblo cristiano, par cuanto habia per- manecido por sentimiento fiel 4 la verdad en medio de las apasiona- das disputas de que ella era objeto, y «sus oidos eran mas santos que «el corazon de los sacerdotes. » Entonces aparecieron en Oriente los tres grandes capadocios, unidos por Ja amistad y la fe: el profundo y grande Basilio Mag- no *, el vivo y clésico Gregorio Nacianceno *, y el tedlogo y po- 1 Hieronym. Dial. Luciferiani et Orthodoxi, |. 1. Walch, Hist. de las here}. P. II, p. 338. 2 Véase 4 Katercamp, Hist. eocl. P. 11, p. 324-25. 3 Basil. M. opp. ed. Fronto-Di |, Par. 1618, 2t. io f. Garnier, Paris, 4721 sq. 3 t. Cf. Feisser, de Vit. Basil. M. Klose, Basil. M. seguo su vida, ete. Siralsunt, 183. Obras compl, de log PP. de la Igl, Kemptan, 1899, t. 20. + Gregar. Nas, opp. ed Mereltiug, Par, 1630, 2 tip f. Clamancet. Par. 1778, Uumann, Greg. de Naz. Darmast. 1825. —-h— pular Gregorio de Nicea *. Tambien se seiialaron en este combate de la fe contra la herejia el ciego Didimo, Anfiloquio, obispo de Iconie, el poeta lirico san Efren de Siria, Cirilo de Jerusalen, Teodoro de Tarsis , Teodoro de Mopsuestia , Epifanio de Salamina y el gran Cr+ séstomo. Esta union de los obispos catélicos del Oriente y del Occi- dente * solo fue turbada en parte por el cisma de los Melecianos. Desgraciadamente Lucifer de Cagliari, ordenando al sacerdote Pau- ling , alma y jefe del partido que trataba de suceder 4 Euslaquio, did consistencia 4 este mismo partido, el cual ejercié una duradera y lamentable influencia, con la férmula tan controvertida de las » tres hipostasis (Melecianos), 6 de una Aspéstasis (Eustathianos *). El ‘obispo Flaviano, que sucedid 4 Melecio, llegé 4 ser reconocido por Roma, merced 4 la intervencion de san Juan Crisdstomo y ‘de Tedfilo, obispo de Alejandria. De este modo se extinguid en jarte el cisma (398), que no desaparecié del todo hasta su segundo cesor. Mientras que los defensores de la fe de Nicea se multiplicaban de este modo, los Arrianos perdieron 4 su principal jefe en Euzoyo, obis- de Antioquia (376), y muy poco despues al emperador Valente, jue les habia sido favorable, siquiera al fin hubiesen cambiado algo } Sus disposiciones con respecto 4 ellos (378). Teodosio el Grande (379), arrastrado por la elocuente palabra de Gregorio Nacianceno, que le habia explicado la fe de Nicea , hizo & 1 Greg. Nise. opp. ed. Morellius. Par. 1648, 2t. inf. Append. add. Gretser. Par. 1618. Ed. Bened. Par. 1780, solamente el t. I: fragment. nuey. encontrados en Ang. Maji, collect. Rom. 1834, t. VIII, ed. Krabinger, Monach. 1835. © Véase sobre el cisma meleciano 4 Walch, Hist. de las herejias, P. IV, 440. an La discusion giraba sobre la distincion siguiente: los que bablaban de ‘una hipéstasis concebian la hipdstasis como de hecho idéntica con la otisia (na- toraleza) 6 esencia; y los que sostenian las tres hipéstasis, entendian por esta palabra la personalidad. El Sabelianismo renovado por Fétino fue el que oca- siond esta disputa de palabras; y por lo mismo san Basilio declaré que debia ' decirse tres hypdstases , siendo as{ que Sabelio decia una Aypdstasis y tres per- sonas. Cf, Basil. M. ep. 38. Para explicar contra sus adversarios la individua- Jidad sustancial se usaban mas adelante estos términos: Prosépon enypdsta- ton, 6 despues de explicaciones completas, simplemente hypdstasis. Athanas, tom. (epist.) ad Antiochen. (opp. t. I, p. 618-20) ep. ad Epictet. episc. Corin- thi (t. I, p. 720 sq.). —B— pesar de su resistencia volver 4 entrar en triunfo y en medio de un aparato militar 4 aquel santo Obispo en la iglesia de los Apéstoles de Ja arriana Constantinopla. Tambien publicé el piadoso Empera- dor (380) la célebre ley por la cual se pronuncié en favor del con- cilio de Nicea , ordenando 4 todos los fieles que se lamasen cristia- nos catélicos *. En Occidente, eran los atletas de la fe el papa san Damaso, y el intrépido y piadoso obispo de Milan, san Ambrosio. Consoli- dése la paz, y los esfuerzos de todos aquellos generosos confe- sores y doctores ilustres quedaron plenamente justificados en el‘ concilio reunido en Constantinopla bajo la autoridad de Teodo- sio (381). Este numeroso Concilio , elevado al rango de segundo ecuménico por el consentimiento del Papa y los obispos de Occidente, confirms las decisiones del de Nicea, y declaré solemnemente contra los ma+ cedonios, Semiarrianos, que el Espiritu Santo debia ser adorado co* mo el Padre. Y como Teodosio hubiese, segun ya lo hemos dicho, promulgado leyes civiles para asegurar Ja realizacion de estos di cretos (384), el Arrianismo desaparecié del imperio romano, y fué 4 refugiarse entre los barbaros, godos, vandalos y lombardos, que{ por todas partes se adelantaban, y de los que habra ocasion de ha- \ blar en la historia de la segunda época. + Cod. Theodos. XVI, 4, 2: Cunctos populos, quos clementiae nostrae re- git temperamentum , in tali volumus religione versari, quam divinum Petrum apostolum tradidisse Romanis religio usque nune ab ipso insinuata declarat, - quamque pontificem Damasum sequi declarat, et Petrum Alewandrias episco- , Pum, virum apostolicae sanctitatis : hoc est ut secundum apostolicam discipli- nam evangelicamque doctrinam Patris et Filii et Spiritus Sancti uoam Deita~ len * y el poeta Efren de Siria (+ 378 en Edesia *). Diodoro, obis-+ po de Tarsis * (378 hasta el 894), y Teodoro, obispo de Mop-' suestia * (393-428), fueron los que representaron de la manera mas caracteristica las cualidades y defectos de esta escuela , asi como Juan Crisdstomo, patriarca de Constantinopla, el orador inspir y la gloria del sacerdocio, poseyé todas sus ventajas en su may pureza. Por lo que toca al objelo principal de las grandes discusio de la Iglesia oriental respecto del Arrianismo, 4 saber, la uni de la naturaleza divina y humana en Cristo, los jefes de la escu la racionalista de Antioquia, al contrario de los alejandrinos, tendian poder resolver la cuestion de una manera evidente, y tinguian y separaban de una manera 4 veces muy extraiia las dos © naturalezas de Cristo; pero, evitando con escrupuloso cuidado Ja transposicion reciproca de los atributos, solia parecer que no 1 Buseb. Hist. eccl. VIN, 13; IX, 6. Cf. Minter, Commentatio de schola Antiochena. Hafa. 181 * Hieronym. de Vir. illustr. c. 94. Cf. Socrat. Il, 9. Socom. III, 6. Busebe ‘Opuse. ed. Augusti, Elbert. 1829. Thilo, de los eseritos de Eusebio de Alejan— dria y de Eusebio de Emesa. Hall. 1832, 2 Cyrill. Hieros. cateches. hécia el 347, opp. ed. Touttée. Par. 1720, en f6l. * Ephraem. Syr. opp. ed. Assemann. Rom. 1732, 6 t. en f6l. (3 vol. siriaco- latino; 3 vol. greco-latino). Lengerke, de Ephraemo script. secr. interprete. Hall. 1828; de Ephr. arte hermeneutica. Regiom. 1831. : 5 Hieronym. de Vit. Mastr. ¢. 119. Socrat. VI, 3. Assemanni, Bibl. otiett, tI, P.I, p. 28. © Theodor‘ quae supersunt omnia ed. Wegnern, t. 1, Comment. im 42 pro» phet minor. Berol. 1834. Ang. Majt, Scriptor. veter. nova collect. Rom. 183%, t. VI, p. 1-298. 0. F. Frittsche, de Theodor. Mopsuest. vita et scriptis come ment. theol, Hall. 1836. — 9 — admitian en Cristo mas que union secundim benevolentiam 6 secundim gration. Estas dos escuelas teoldgicas siguieron su direccion respectiva, Ja una frente 4 la otra, sin combalirse positivamente, hasta el pun- to en que surgieron vivisimas discusiones sobre las diversas opinio- nes de Origenes. Por una parte se atacé, sin poder echarla por tierra , la direccion que Origenes habia impreso 4 la exégesis , y por otra no dejé de hacerse sospechar la exégesis de la escuela de * Antioquia con motivo de las nuevas herejfas que promovieron sus ” partidarios. Con todo, se conservé la direccion histérico-teolégica, siendo su principal defensor Epifanio , obispo de Salamina * (+ 403). De la misma manera se perpetué la direccion especulativa y mis- \ tica, que se descubre especialmente en los escritos atribuidos 4 Pionisio el Areopagita (siglo Y), y que Megaron 4 ser con el tiem- 0 la fuente donde bebieron los misticos especulativos *. A esta ca— goria corresponden tambien los escritos de Didimo y Macario el ntiguo. } \ § CXV. J Origenismo. —Jerénimo. — Rufino.— Criséstomo. Fornres.—Hustit Origeniana (t. IV, opp. Orig. ed. de La Rue). Doucin,, His- toria de los movimientos acontecidos en la Iglesia con motivo de Origenes, Par. 1700. Walch, Hist. de las herejias. P. VII, p. 427. Katercamp, Hist. ecel. P. I, p. 862-890. : Habjanse suscitado dificultades sobre la doctrina de Origenes des- de el final del ultimo periodo , habiendo emprendido su justificacion Gregorio el Taumaturgo, admirador y discipulo del primero. Una vez iniciada la controversia, duré siglos enteros : especialmente se echaba en cara 4 Origenes su tendencia enteramente idealista, sus interpretaciones demasiado espiritualistas y demasiado alegéricas de 1 Bpipkanéi opp. sobre todo adv. haer. y sermo de fide, ed. Petavius. Pa- ris, 1622, 2t. en fl. Colon, 1682, 2 t. en fol. 2 Dionis. Areop. epp. XII (opp. ed. Corderius, Par. 1644,2 t. en f6l. Cons- tantini. Venet. 1785 sq. 2 t. en f61. Cf. Baumgarten-Crusius , de Dion. Areop. (opp. theol. Jen. 1896, p. 265 #q.). . — 60 — . diversos dogmas , tales como los de la resurreccion y la Eucaristia, y por ultimo la facilidad con que habia introducido en las tradicio- nes de la Iglesia la mezcla de principios filosdficos contradictorios, creyendo por este medio hacer mas accesible la doctrina cristiana 4 los Paganos y gentes del mundo. Tambien se le motejaban algunas expresiones impropias sobre el Verbo y opiniones erréneas, como la de la preexistencia de las almas y la creacion eterna, fundada en que no se puede concebir mudanza en Dios, y como consecuencia de to- do esto la negacion de las penas eternas del infierno, etc. Su des-~ graciada obra, titulada Periarchon, abandonada 6 corregida en par- te por sus escritos posteriores, fue la que especialmente habia dado origen 4 estas acusaciones. Por otra parte, como el mismo Origenes se lamentaba de ello, los herejes habian introducido, con intencion siniestra, errores en sus obras; y aun cuando la contradiccion ma~, : nifiesta que existia entre estos textos interpolados y el cuerpo de la, obra hubiera debido ser parte 4 defender 4 Origenes, sin embargq’ en tales tiempos de fermentacion religiosa y apasionada polémica n se paré mientes en ello, y nuevos motivos de oposicion legaron oscurecer y envenenar su causa. A principios del siglo IV, atacé al- . gunos errores de Origenes, indicados mas arriba, el obispo de Ti- { 10, Metodio, martirizado en 309, tomando la defensa del insigne { tedlogo el tambien sacerdote y martir Panfilo en una apologia, aca- bada, despues de su gloriosa muerte, por su amigo Eusebio. A la sazon estallé la lucha arriana, y como ella agité en tan gran mane- ra los animos, casi sepulté en el olvido la controversia origenisla. Pero cuando al fin del siglo TV cayé el Arrianismo, que solo 4 la sombra del poder seglar se habia elevado y sostenido, se traté de perseguir la herejia en sus mismas fuentes , y se comenz6 de nuevo el examen de las opiniones de Origenes, designado como el padre de aquella secta *. Los principales teatros de la lucha fueron el Egip- to y la Palestina, trabandose entre los monjes origenistas y los an— 1 Ladefensa que Eusebio de Cesarea, implicado mas adelante en el Arria- nismo, hizo de Origenes, excité ya sospechas contra este dltimo. Cf. Hieronyin, lib. 1, ad Pammach. contr. Joann. Hierosol. c. 8. Sex libros Eusebius Ca reensis episcopus, Arianae quondam signifer factionis, pro Origene scripsil latissimum et elaboratum opus; et multis testimoniis approbavit Origenem jux- ta se catholicum, id est juzta nos, Arianum esse (Hieronym. opp. t. LI, p. 464). -—6i— tropomorfitas. En Palestina tomé parte en ¢l combate por un lado Aterbio ; ardiente adversario de Origenes, y por otro el insigne tra- ductor de las santas Escrituras , el vigoroso y entusiasla defensor de Ja vida monastica, Jerénimo, de Estridon en Dalmacia (+ 420), cé- lebre por sus muchos viajes , y honrado asi en Occidente como en Oriente‘. San Jerénimo habia procurado conciliar en su exégesis las ventajas de las escuelas de Alejandria y de Antioquia , lo cual le ha- bia inspirado una grande admiracion por el talento interpretador de Origenes, aunque no admitié sus ideas dogmaticas, segun lo decla- T6 en su controversia contra Aterbio. Predicando en su misma igle- sia san Epifanio, celoso defensor de la ortodoxia, acusé acerbamen- te de origenismo 4 Juan, obispo de Jerusalen (394), quien por su parte tomé 4 su cargo publicamente la defensa de Origenes. Esto \produjo nuevos embarazos, encendiéndose la lucha hasta tal punto, que Epifanio rompié la comunion con la iglesia de Jerusalen. Y no ien al cabo de tres aiios hubo logrado sosegar aquellas perturba- nes Tedfilo, obispo de Alejandria , partidario de Orfgenes , cuando lallé de nuevo la lucha, mas viva, mas apasionada y mas amarga ae nunca. Rufino, sacerdote de Aquileya , admirador y traductor de Origenes, insinué en el prefacio de la traduccion del Periarchon, * que acababa de publicar despues de haber modificado notablemente * el texto original, que Jeronimo aprobaba los errores dogmaticos de Origenes *. Se publicaron por una parte y otra numerosos escritos, y el mismo san Jerénimo se vié obligado 4 hacer una nueva traduc- cion latina del Periarchon. FA papa Anastasio condené 4 Origenes, y Rufino procuré justificarse con una formula de fe orlodoxa (401). Todos eslos movimientos Hlegaron 4 ser mas tumultuosos todavia cuando se mezclé en ellos Teéfilo, obispo de Alejandria , hombre de un entendimiento claro, pero frio, ortodoxo sin uncion, y justo sin 1 Hieronym. opp. ed. Bened. de Martianay. Par. 1693 sq. 8 t. La mejor edicion la del Domin. Vallarsi. Veron. 1734, 14 t. Venet. 1766 sq. 41 t. gr. en 4.°, y segun ella anotamos. Vita Hieronymi ex ejus potissim. scriptis con- innate in op. ed Vallarsi. Venet. t. XI, p. 1-343. Cf. tambien, sobre la vida 7 las obras de ssn Jer6nimo, Stolberg, t. XIII, XIV y XV. + Las eartas de san Jerénimo, san Epifan. Rufin. y Teof, reunides en Hie- ronymé. opp. ed. Vallarsi, t. 1. Ep. Hieron, ad. Pammach. de Errorib. Orig. et epp. ad Pammach. et Ocean.; Rufini Iavectivae in Hicronym.; Hieronym. Apo- logia adv. Rufio. (Hieron. opp. t. 11). Cf. Socrat. VI, 3-48. Sozom. VII, 7-20. — 62 — caridad. Despues de haber sido origenista, se declaré de repente contra Origenes en una carta pascual (401 ), é hizo causa comun con los groseros monjes antropomorfitas, cuyos ojos encendidos por el furor le parecian animados de un fuego divino. El mismo Tedfilo tra- 16 con inaudita violencia 4 los monjes origenistas de Nitria que ha— bian resistido 4 la invitacion de renunciar 4 la lectura de los escri- tos de Origenes. Dioscoro, Ammonio, Eusebio y Eutimio, apellida- dos los cuatro hermanos largos, notables por su saber, su piedad y ‘un ascetismo por lo regular poco ilustrado, provocaron la célera & Tedfilo, por haber acogido al sacerdote Isidoro, violentamente ex- , pulsado de Alejandria, y Eutimio y Eusebio se habian puesto fre- cuentemente al abrigo del rencor de su enemigo retirandose 4 la so- ledad. Estos monjes y muchas otras victimas de Tedfilo buscaron y hallaron proteccion cerca de san Juan Criséstomo, patriarca de Cons- tantinopla *, aun cuando este ultimo no participaba de sus opinio nes. Juan, en un principio simple sacerdote en Antioquia , poderosol orador, y admirable comentador de san Pablo, habia adquirido pi sus elocuentes predicaciones y eminente virtud una grande influe: cia en los negocios eclesiasticos de su tiempo *. Elevado este nueva, Juan Bautista por el Emperador 4 la silla patriarcal de Constantino- , pla (398), no obstante su sincera oposicion y contra la voluntad de *, Teéfilo, atacé desde lo alto del pulpito y estigmatizé 4 veces con pa- | Jabras terribles las pasiones de la emperatriz Eudoxia. Teofilo supo sacar provecho de la irritacion de la Emperatriz enojada , cuando tu- vo que defenderse ante un tribunal eclesiastico presidido por Crisés- tomo, de las acusaciones graves que habian dirigido contra él los monjes de Nitria, quienes le habian hecho lamar 4 Constantinopla por el Emperador. Gracias al favor de Eudoxia, supo de tal modo manejar el asunto, que Criséstomo, acusado 4 su vez de origenis— * mo por el Obispo de Alejandria, tuvo que defenderse ante este en Calcedonia. San Epifanio , engafiado porel vengativo Tedfilo, aban~ doné demasiado tarde 4 Constantinopla (403), donde tambien habia cometido diversos actos arbitrarios, «obligado, segun decia 4 los 1 Chrysost. vita Pallad. in ej. opp. (t. XIII). Katercamp, Hist. eccl. P. U1, Pp. 528-587. Neander, Juan Cyiséstomo y la Iglesia de Oriente de su tiempo. Sus incomparables homilfas sobre las epistolas de san Pablo. * Especialmente la homilia de Statutis. — 63 — «obispos que le acompaiiaban al puerto, a dejar la ciudad, el pa— «lacio y el teatro, » por el presentimiento de su proxima muerte, que en efecto le atacé durante su viaje. Criséstomo fue condenado por Teofilo en el Concilidbulo de la Encina, y desterrado por la corte ; pe~ ro habiendo reclamado enérgicamente el pueblo la vuelta de su Pa~ triarca, fue llamado por temor de nuevas sediciones. Amenazado de nuevo en su silla episcopal, apelé Crisdstomo al Padre comun de la Iglesia. Y aun cuando el papa Inocencio I tomé calorosamente su partido *, no por eso dejé de ser desterrado segunda vez por sus ene— , migos, quienes habian exhumado contra él un canon, hecho en otro tiempo en Antioquia con un objeto puramente particular (404). «Siempre fuerte en medio de sus sufrimientos, é invencible en su «fe y su paciencia, el santo Patriarca se dirigié al lugar del destier~ ‘ero, y murié en el camino, agobiado de fatiga y cargado de méri- ‘tos, el 17 de diciembre de 407. » «Dios sea loado en todo ; » tales fue~ n sus tltimas palabras : ellas eran el sumario de toda su vida. Sus despojos mortales fueron trasladados 4 Constantinopla y recibidos con entusiasmo por el pueblo en medio de una brillante iMiminacion que hacia resplandecer las orillas del Helesponto (438). ) Tesifilo se reconcilié con los monjes; pero Ja controversia del ori- ; genismo, no terminada aun, se reanimé muy pronto con nuevo ? ardimiento. * Cf. Baronié, Annal, ad aun. .404. Chrysost, epist. ad Innocent. ad Chry~ soat. Tambien en Galland, Bibl. t. VIII, p. 369 sig. § CXVI. Doctrina de la Iglesia catélica sobre la gracia y sus relaciones con la naturaleza humana, en oposicion d la herejia de los Pelagianos. Fornras.—I. San August. opp. ed. Bened. t. X, in 4, t. XII y XIV.— Hie- ronym. Ep. 138 ad Ctesiphont. et adv. Pelag. diall. Ill. —Orosié, Apolog. contr. Pelag. de Arbitr. libert. (opp. ed. Havercamp. Lugd. 1738).— Marit Mercator. ( contemporéneo) Commonit. adv. haer. Pelag. (opp. ed. Garne- * rius. Par. 4673, ed. Baluz. Par. 1684).—Frag. de Pelag. Coelestio y Ju- fiano de Eclano en los escritos polémicos de san Agustin y de Mercator. lagié, Expos. in epp. Pauli (Hieronym. opp. t. XI, ed. Bened. $. V).— Jag. ep. ad Demetriad. (ed. Semler, Hall. 1778) y su libelo ad Tonoc. 1. ( Hie- ronym. opp. t. XI, P.M, p. 4 sq.). August. Arch. 11, y Mansi, IV. ¢ Lugd. 4648. Amstelod. 1688. — Norisii Hist. Pelag. Par. 1673, et opp. Ve: ron. 4729, t. I.—Garnerii, Diss. VII, quibus integra continetur Pelagg. bi toria en la ed. opp. Mercatoris, t. I.—Praefatio opp. August. ed. Benedi¢. t. X, ed, Bassani, 1797, t. XIII, p. 3-106. — Petav. de Pelagianor. et semi- or. dogmatum hist. et de lege et gratia. (Theolog. dogm. t. IH, Scip. Maffei, Hist. dogmat. de divin. grat. libero arbitrio et praedestinat. ed. F. Reifendergius. Francf. 4786 in f.— Alticotéi, Summa Au- gustiniana. Rom. 4788, in 4, t. IV-VI. (Patuillet, Hist. del Pelagianismo. Avign. 1763).—Wiggers, Expos. del Augustinianismo y del Pelagianismo. Berl. 4824, t. I. —Lentzen, de pelag. doctrinae principiis. Colon. 1833. — Jacobi, Doct, de Pelag. Lips. 1842. Cf. Katercamp , Hist. eccl. t. III, p.4-70. IL. G. Vossius, de Controversiis, quas Pelag. ejusque reliquiae rom vt Las soluciones ‘dadas en la controversia de los Arrianos sobre Jas cuestiones relativas al Redentor, alcanzaban igualmente 4 la Redencion y 4 los que de ella se aprovechan, puesto que del mis- terio de la Encarnacion de Dios depende la doctrina de la nece- sidad de-la gracia. El Pelagianismo noes, pues, otra cosa que una aplicacion de los principios del Arrianismo con relacion 4 Cristo y 4 los mismos Cristianos. Si Cristo no es Dios, no puede transmitir ninguna virtud divina, ninguna gracia 4 los Cristianos ; y la necesidad de esta gracia es la que rechazaba Pelagio. Siquiera Jos Pelagianos no negasen la divinidad de Jesucristo , hubieran po- dido hacerlo sin perjudicar en nada 4 su teoria. Por mas que par- — 6 — tiesen de dos puntos de vista distintos, ambos sistemas Ilegaban al mismo término, con tal que rigorosamente se sacasen las consecuen— cias de sus principios. El Arrianismo separaba 4 Dios del hombre, y el Pelagianismo separaba 4 los hombres de Dios, dependiendo to- do en esta cuestion gravisima del dogma fundameihtal de la Reden- cion. Tratabase de saber por una parte, cual era el orfgen y la na- turaleza del pecado en el hombre; y por la otra, qué fuerza para el bien podia quedarle al hombre caido. 7 El Cristianismo presenta al hombre en oposicion con Dios, se- parado de Dios, acometido por el pecado en su espiritu y su co— razon; pero al propio tiempo presenta 4 Cristo que destruye este antagonismo, promete al hombre la gracia divina por medio de Cristo, medianero y Redentor, que regenera, ilumina, santifica y reconcilia al género humano con Dios. Inquiridse, pues, qué cosa es el hombre no regenerado y entregado 4 sus fuerzas natu- tales, frente 4 frente de la gracia divina '. Los unos respondie- ron que la redencion, la reconciliacion por: medio de Cristo es imposible (Maniqueismo); los otros que es #nifil, respuesta sur gida de la doctrina de Pelagio. Este sabio monje habia Megado 4 Roma hacia el aiio 400, en compaiiia de Celestio, abogado en otro tiempo y hombre mas franco y atrevido que él, dirigiéndose des- pues 4 Cartago, donde fueron sériamente examinadas las doctrinas que habia expuesto en Roma. Alli tambien fueron condenadas en un concilio que presidié el obispo Aurelio (412), en el momento mismo de partir Pelagio 4 Jerusalen y Celestio 4 Africa con la mira de reclutar partidarios. Pelagio entonces se encaminé 4 Efeso. Su sistema, que se li- gaba 4 algunas proposiciones sueltas del sacerdote siriaco Rufi- no *, discipulo-dé Teodoro de Mopsuestia, sobre 1a libertad hu- 1 Para Ja inteligencia de las relaciones de la gracia divina y de los esfaerzos propios del hombre, bueno seré recordar las frases tan sencillas como lumi- nosas de Anselmo de Cantorbery: «Haec prima sit agendorum regala: Sic Deo «fide, quasi rerum successus omnis & te, nihil & Deo penderet; ita tamen eis coperam omnem admove, quasi tu nihil, Deus omnia solus sit facturus. » ¥ ademAs: «Sic spera misericordiam ut metuas justitiam ; sic te spes indulgentiae « erigat ut metus gehennae semper affligat.» * Marit Mercatorts Commonit. c. 4, n; 2: Hanc ineptam et non minus Tectae fidei oppositam quaestionem (progenitores yidelicét humani generis 5 TOMO 11, — 6 — mana y el pecado original, fue ignalmente frute de un profundo orgullo y de wna reaccion contra aquellos que cobardemente se excusaban con uo poder satisfacer las exigencias del Cristianis- me. Pelagio decia *: «El peeado de Adan solo ha danado 4 su «autor, La propagacion de eate pecado (el original) es inconci- «liable con la bondad divina. Todo hombre es engendrado com «las mismas disposiciones corporales y espirituales que Adan. «La muerte fisica es natural, y aun sin la falta de Adan hubiese «acontecido, pues Dios es quien originariamente la ha ordena- «do. El mal contra el cual la humanidad lucha nace de la imi- «tacion. Todos han pecado en Adan *, es decir: todos han imitade Adam et Evam mortales a Deo creatos, etc.) sub Anastasio Rom. Eccl. sammo Pontifice, Rufiaus quondam, natione Syrus, Romam primus invexit, et, uterat argutus, se quidem ab ejus invidia muniens per se proferre non ausus. Pelagium, gente Britanoum , monachum tunc decepit, eumque ad praedictam apprimé: imbuit atque instituit impiam vanitatem, etc. (Galland. Bibl. t. VIIL, p. 645).. + Hieronym. epist. 133, ad Ctesiphont. in. 1: Quae enim potest alia major ease temeritas quom Dei sibi non dicam similitudinem, sed aequalitatem dicare, et brevi sententia omnia haereticorum venena complecti, quae de phi- losophorum et maximé Pythagorae et Zenonis principis Stoicorum fonte ma~ narunt? (Opp. t. I, p. 26, 827). Ejusd, Dial. contr. Pelag. n. 20: Ariani Dei Filium non concedant, quod tu ( Pelag.) omni homini tribuis;—aut igitur Propone alia, quibus respondeam , aut desine superbire, et da gloriam Deo. (Opp. t. II, p. 716). 2 Omne bonum ac malum pon nobiseum oritur, sed agitur a nobis; capaces: ‘enim utriusque rei, non pleni, naseimur; sine virtate et vitio procreamur. De Lib. Arbitr.—Asimismo Celest. Symbol.: Peccatum non cum homine nasci- tur, quod postmodiim exercetur ab homine; non naturae delictum est, sed vo- luntatis. — Pela. ep. ad Demetr. c. 8: Longa consuetudo vitiorum , quae nos infecit & parvo panlatimque per maltos corrupit anos: ita post obligates sibi ef addictos tenet, ut vim quodammmodd videatur habere natarae. Mar. Mercator. Corumonit. c. 1, n.3, enumera seis capttulos principales deacusacion: I. Adam mortalem factum, qui sive peccaret, sive non peccaret, fuisset moriturus, TL Quoniem peecatam Adse ipsum solum laesit, et non genus buaanum. IIL. Quoniam infantes, qui nascuntur, in eo stata sunt in quo Adam fuit ante raevaricationem. IV. Quosiam meque per mortem Adae omne genus bomi-~ hum moriatur, quia nec per resarrectionem Christi omne genus homiaum re- surgit, V. Quoniam infantes, etiamsi non baptizentor, habeant vitem aeter- nam. VI. Posse esse hominem sine peecato et facilé Dei mandata servare; quia et ante Christi adventum fuerunt bomines sine peccato; et quoniam lex sic mittit ad regnum coelorum, sicut Evangelium. (Galiand. Bibl. t. VIH, p. 645). + Rom. v, 42, — 67 — «& Adan en el pecado, siquiera todos hubiesen podido vivir sin «pecado en virlud de sus fuerzas naturales. Para yencer el mal son «suficientes el poder de la naturaleza (gracia), y el buea uso de la «libertad. » De esta suerte Pelagio, antes de que se hubiese exami- nado sériamente su doctrina, podia afirmar que la gracia de Dios es necesaria para todo, aun cuando de hecho negaba positivamente la gracia, en el sentido de la Iglesia, asi como Celestio negaba mas particularmente el pecado original. Pelagio encontré un poderoso adversario en un hombre, que por los extravios de su juventud y los herdicos esfuerzos que hizo para regenerarse, habia adquirido un conocimiento profundo y ex- perimental de los errores de] Pelagianismo. Fue este hombre Aure- lio Agustin *, cuyas Confesiones (400), escritas con una simplici- dad y resignacion enteramente cristianas, nos han conservado un animadisimo cuadro de su vida espiritual y moral. , Agustino nacié en Tagaste de Numidia (364). La tierna solicitud de su piadosa madre, Ménica, le preparé desde su tierna edad pa- ip el Cristianismo; pero la literatura y la filosofia paganas seduje- Ton la imaginacion del jéven neéfito, al paso que los Maniqueos, ofreciendo 4 su ardor por la ciencia «la revelacion de la verdad por «completo, »le atrajeron &su secta, y le precipitaron en los mas yer- gonzosos desérdenes. Defraudadas sus esperanzas cientificas, comenzé Agustin & des= esperar de toda verdad. Pero Ménica loraba en presencia del Senor, y «sus lagrimas no podian ser estériles.» La filosofia pla~ tonica inspiré algun valor al maniqueo desengafado, sin pres- tarle con todo la fuerza necesaria para practicar la virtud. En tal situacion pasé dos aiios en Roma (383) y Milan (385), profesan- do publicamente la elocuencia. En esta ultima ciudad le llevé 4 oir las predicaciones del ilustre y piadoso Ambrosio la curiosidad mas bien que cualquiera otro motivo. Alli fue donde le aguarda- ‘ Augustin. Vida de Possidio, en sus obras, ed. Bened. Vita August. ex ejus potissim. s is concinoata, libb. VIIL, en el t. XV, opp. August.—De Tillemont, Memorias, etc., t. XIII. Extrac. consid. de las obr. de S. Agust. en Remi-Cellier, Hist. gener. de los autor. etc., t. XI, p. 41-784, t. XU, p. 1-685, — Stolberg, . XIV y XV.— Hloth, la santa doctrina de ta Igl. en Aur. Agust. —Sobre santa Ménica, cf. Gatss, de Monica, Bolland. Acta $5, 4 Meji. id — 68 — ba la Providencia: alli sintié por la vez primera su abismado co- razon ese nuevo deseo, esa extrafia y profunda necesidad, de que habla al principio.de sus Confestones cuando dice: «Nos habeis «criado para Vos, Dios mio, y nuestro corazon solo esta en paz «cuando reposa en Vos.» Y solo cuando entré en la Iglesia hallé Agustin el camino que conduce 4 este reposo divino. Habiendo sido bautizado por san Ambrosio, renuncié al mundo asi como & sus antiguos errores, fue ordenado de sacerdote (391), y poco despues consagrado obispo de Hipona (393). Ningun otro obispo de la Iglesia ha ejercido jamas una mas poderosa influencia sobre su época y la antigiiedad mas remota, ni reunié mayor copia de luz y de profundidad en la ciencia de las cosas divinas y huma~ nas que el gran san Agustin. Contra los Donatistas defendia la idea misma de la Iglesia catélica, su naturaleza radical, y la ne- cesidad de vivir en union con ella; contra los Maniqueos, la au- toridad de su ensefianza; y contra los Pelagianos, desarrollé log. principios de la Iglesia sobre la gracia con claridad, profundi- dad y sin igual elocuencia: fue, en una palabra, el alma de todo cuanto se hizo en la prolongada lucha que. la Iglesia sostuvo contra ellos. Al refutar las proposiciones de Pelagio, mas arriba citadas, reasumia san Agustin de este modo la doctrina de la Iglesia: «El «hombre, saliendo de las manos de Dios, era santo, inocente, «dotado de gracias sobrenaturales, hallabanse en perfecta armo- «nia todas jsus potencias espirituales y corporales, y no estaba «sujeto 4 la muerte. Cuando Adan, padre y representante de to- «da la raza humana, cometié el pecado, pecé en él y con él toda «su posteridad, la cual leva. desde entonces las consecuencias «de aquel pecado. El hombre perdié la gracia santificante, y por «lo mismo ha llegado 4 ser subdito del dolor y esclavo de la «muerte: se ha oscurecido su inteligencia y debilitado su volun— «tad. Mas inclinado por su nacimiento al mal que al bien, solo «puede volverse 4 levantar por medio de la gracia divina, sin la «cual no conoce ni su propia miseria. Pero la gracia le ha sido «dada por la vida y muerte de Jesucristo. La -gracia es la que «comienza y acaba la obra de su salvacion: le excita 6 le pre- «viene; Je sostiene 6 le ayuda, y le sigue 6 le perfecciona (gratia — 69 — . «eacitans seu praeveniens , adjuvans seu comitans , executiva seu conse- «quens). Jamas puede bastar la gracia exterior de la doctrina y «el ejemplo de Jesucristo. Tan débil es el hombre que, aun cuan—- «do posee la gracia, no puede prevenirse enteramente contra el pe- «cado, » “Ya habia dado Agustin pruebas de su actividad contra Pelagio y Celestio en el sinodo de Cartago,.presidido por Aurelio. Su celo, que abrazaba los intereses de toda la cristiandad, no se enfrié porque aquellos sectarios se alejasen de Cartago *. Siguié- les 4 Asia, y persiguié su peligroso error con sus escritos y el ardor que supo inspirar 4 su amigo Orosio. Ya san Jeronimo ha~- Dia sospechado en Pelagio algo de origenismo *, y habia atacado esta proposicion pelagiana: «E] hombre, cuando quiere, puede «permanecer enterameite libre de pecado.» El concilio de Jeru- salen, celebrado bajo la presidencia de Juan, obispo de esta ciu- dad (4185), sujet6 el caso 4 la decision del papa Inocencio I, 4 causa de que unos Padres no entendian el griego, y otros el latin. El con-- gilio de Didspolis, presidido poco tiempo despues por Eulogio, obispo de Cesarea, no terminé aun la lucha, pues tales fueron las explicaciones ambiguas de Pelagio, que los Obispos Je declararon ortodoxo *. Pero mientras que Pelagio iba vanagloriéndose por donde quiera con la ufania de este triunfo, el infatigable Agustin, prosiguiendo con ardor una causa cuya inmensa gravedad com- prendia, examin6 atentamente las actas de este ultimo sinodo, é hizo resaltar toda la ambigiiedad de las expresiones de Pelagio. Los con- 4 Los primeros escritos polémicos de san Agust. entre el aiio de 442-18 : De peccator. meritis et remissione et de baptismo parvul. ad Marcell, lib. IIT Lib, de Spiritu et littera; —Lib. de natara et gratia contr. Pelag. de perfectione® justitive hominis ad episcop. Eutropium et Paulum (opp. ed. Bassané, t. XIII); Fragm. sacados de Pelag. de Natura; de Perfectione justitiae hominis; sacados de Celestio, Definitiones, es decir, Demonstratio, hominem sine peccato esse posse. Cf. tambien los Sermones 170, 174, 178, 293, 294 ( opp. ed. Bened. in 4, t. VI, in fol. t. V): ep. 140 ad Honorat, 487 ad Hilar. (opp. t. I en las dos ed. )- 1 Hieronym. epist. 133 ad Ctesiphont. (448) adv. Pelag. (opp. ed. Vallarsi: Venet, 4766, in 4, t. 1, p. 1028 sq.); Dialog. contr. Pelagian. 111 ( opp. t. IT P. 690-806) contra Pelag. epist. ad Demetriad. et eclogee s. capitula. : + Sobre el conc. de Jerusalen y de Didspolis, cf. Harduin, t. 1, p,1207 sq. Mansi , t. IV, p. 307 sq. : — 1 — cilies-de Mileva y de Cartago (416) excomulgaron en efecto 4 Pela- gio y Celestio *, en tanto que llegaba la confirmacion de su senten- ia, que el papa Inovencio I no tard6 en enviar. Entonces creyé san Agustin ver desvanecerse préximamente elerror, una vez condenado de este modo. «Dos Concilios, decia «él al pueblo *, han enviado sus decretos 4 la Sede apostélica, y «alli han sido confirmados. Asi ha terminado el asunto: y | ojala «de le misma manera haya Ilegado el error 4 su término!» Pe- lagio, sin embargo, supo escapar por esta vez al decreto que le alcanzaba. No encontrando ya apoyo en Oriente cerca de Prailo, obispo de Jerusalen, como lo habia obtenido de su predecesor Juan, recurrié al papa Zozimo, sucesor de Inocencio, poco ins- truido 4 la sazon del asunto; y logré engaiiarle por medio de de- claraciones equivocas, obteniendo la esperanza de ser reintegra~ do en su Iglesia, y hacer admitir como ortodoxa la confesion de” fe de Celestio +. Mas como conocieran la inminencia del peligro jos Obispos de Afriea, se reunieron en un concilio general en Cartago (418), y demostraron allf tan evidentemente los erroreg de Pelagio, que convencido Zozimo le condené 4 su vez (ep. trac~ tatoria). Por su parte el emperador Honorio desterré 4 los dos sectarios de los dominios del imperio (sacra rescripta 418-21 *), desterrando al mismo tiempo 4 Juliano, obispo de Eclano en la Apulia, ardiente pelagiano, con otros diez y siete obispos de Ita~ lia. El obispo Juliano, hombre de talento y escritor instruido y + Augustin, de Gestis Pelagii 416 (opp. ed. in 4, t. XIIL, p. 237-382). Las actas del concilio de Miteva y de Cartago en Harduin, t. I, p.1244sq.; Manst, 1. IV, p. 324 sq. 2 Augustin, sermo 432, n. 40: Jam enim de hac eausa duo conoilia missa sant ad sedem apostolicam. Inde etiam resoripta venerant: cawea Gnita est ; utinam aliquando error finiatur (opp. ed. in 4, t. WII, in fol. t. V). 4 oelestit Symbol. ad Zozim. — Pelagit, Libel. fidei ad Innocent. 1, ne apa~ reei6 hasta despues de la muerte de este Gtimo y se atribuye 4 Zozimo. Cf. Har- duin, t. 1, p. 1233 sq.; Mansi, t. IV, p. 328 et 370 sq. * Sobre este concilio general of. Hardwin , t. I, p. 1230 sq. Mansi, . IV, p. 377 sq. — Agust. escribié tambien de Gratia Christi et de peccato originali goutr. Pelag. et Coelesti. 418 (opp. ed. in 4, t. KIEL, p. 288-842), en cuyos ‘Sragmentos de Pelag. de Lib. Arbite. et de Coelest. Symbol, Los reseriptos do Jos emperadores Benorlo y Teodosio en Hardwin, t. 1, p. 1280 sq. Cf. Riffel, Le. p. 332. -—-N— elegante, emprendié entonces por medio de numerosos escritos una lucha cientifica con su antigao amigo el Obispo de Hipona *. Mas moderado que el monje breton, fue el primero que sus- tituyé las doctrinas pelagianas con las del Semipelagianismo, y acu- saba 4 sus adversarios de errores maniqueos, echandoles en cara el admitir una perversidad radical en Ja naturaleza humana, con— denar el matrimonio y tender al fatalismo. Despues de haber ape~ lado en vano con sus compaiieros de destierro de Ja decision del papa Zozimo 4 un concilio universal, se dirigié 4 Cilicia, cerca de Teodoro de Mopsuestia,. donde fue condenado de nuevo por un concilio provincial. Despues de la muerte de Honorio volvié com sus compaiieros 4 Italia, procurando de nuevo, aunque en vano, hacer examinar su asunto por el papa Celestino. Infatiga- bles en sus maniobras estos sectarios volvian & Oriente, cuando Alico, patriarca de Constantinopla, les cerré la entrada; mas volvieron 4 cobrar esperanzas, cuando Nestorio subié 4 la silla de Constantinopla, pues las relaciones intimas de su doctrina con la de este les garantizaban al parecer su apoyo *. Empero sobrevinieron entonces los decretos del Papa, y gracias 4 la activi- dad de Mario Mercator, amigo de san Agustin, fueron arrojados definitivamente de Constantinopla por una ley de Teodosio II (429). Por ultimo, el concilio tercero ecuménico no tard6é en congregarse en Efeso (431), y alli fueron condenados juntamente los errores de Pelagio y Celestio y los de los Nestorianos. me esta manera conclu- y6 en Oriente el Pelagianismo *. + Entonces Agustin escribié de Nuptiis et concupisc. lib. II; de Anima et ‘ejus orig. lib. 1V; Contra duas epist. Petagianor. lib. 1V (420); Contr. Julian. Pelag. lib. VI (424). Una refatacion de Juliané contr. August. lib. Ide Nup- tiis, 4 1a cual responde Juliano contr. August. lib. 11 de Nuptiis. + Esta fatima relacion fue muy pronto reconocida claramente. Cf. Joan. Cas- siané, lib. VII de Incarnat. Christi adv. Nestor. especialmente lib, V, c. 41 Hoeresim illam Pelagiauae haereseos discipulam atque imitatricem, et c. 2, dirigida & Nestorio: Ergo vides Pelagianum te virus yomere, Pelagiano te spiri+ tu sibilare. Iguaimente Prosperé, epitaph. Nestorian. et Pelagian. hares. Nestoriana ues suocessi Pelagianae, Quae tamen est utero progenerata meo, Infelix miverae genitrix ot filia natae, Prodivi,, ex ipso germine, quod peperi, etc. + Las actes det cone. de Kfeso en Harduin, t.1, p. 1274 sq.; Mansi, t. IV. -2— Desde el 417 ya cAsi no se oia hablar del Pelagianismo; y por lo que toca 4 Celestio, hasta pasé ignorado el afio de su muerte. Por lo demas, el Pelagianismo no se hizo desde luego popular como el Arrianismo, ocupando solo las cabezas de los sdbios. Bajo este res— pecto es como decia Juliano burlandose: «No es la Iglesia lo que yo «combato, sino las doctrinas particulares. » § CXVII. Semipelagianismo.— Predestinacion. Fornrss.—Joan, Cassiani, Collat. Patr. (opp. ed. Gazous. Atreb — Fausti Reg. opp. (Galland. Bibl. t. X; Bibl. Max. PP. t. VIIL).—Prosperé Aquitani op. Par. 1711. Bassani, 1782, 2. in 4.— Fulgentit, opp. Par. 1634. — Praedestinatus s. praedestinator. haer. etlibriS. August. temeré adscripti confutatio. (M. Bibl. PP. t. XXVII). Wiggers, Hist. del Semipelagianismo. Hamb. 1838. 628). San Agustin habia dicho en sus largas explicaciones sobre la naturaleza y los efectos de la gracia: «El pecado debia por si «mismo perder 4 todos los hombres. Sin embargo, la inmensa «misericordia de Dios escogié entre esta masa de perdicion ele- «gidos, 4 quienes concede su gracia y el don de la perseveran— «cia, Estos se convierten en hijos de Dios, aun cuando se sepa— «ren temporalmente del camino recto, vuelven 4 él necesariamente , «y mueren en la gracia (praesciti, praedestinati). Son elegidos, «no porque Dios prevea que cooperaran con perseverancia 4 la «accion de la gracia, no porque lo merezcan, sino porque Dios cha querido libremente elegirlos y predestinarlos para la vida (praedes- «tinatio ad vitam). Hay otros, por el contrario, 4 quienes Dios aban- «dona y sobre los cuales se ejercila su justicia. Estos se pierden «necesariamente, no porque si quisieran salvarse no lo consegui- «rian, sino porque encuentran, su contento y su felicidad en el «mal. El hombre debe limitarse 4 adorar los impenetrables de- asignios de Dios, asi en su misericordia como en su justieia *. » 4 Augustin. de Corrept. n. 43: Quicumque ergo ab illa originali damna- tione is inae gratiae largitate discreti sunt, non est dubium quod et pro- curator eis audiendum Evangelium; et quam aadiunt, credunt, et in fide, quae -B— —San Agustin va mas alla: habla de una segunda predestinacion (praedestinatio ad poenam), insistiendo sin embargo con mucha fuer- za en la diferencia importante de las dos predestinaciones , y la di- versidad de la accion divina en los dos casos. En sus primeras explicaciones sobre la necesidad del pecado y la accion irresistible de la gracia, san Agustin se habia propues- to especialmente refutar el Pelagianismo; y esto fue lo primero que no se tuvo presente. Creyése, ly en particular los monjes del convento de Adrumetes en Africa (420) imaginaron encontrar en las obras de san Agustin la negacion completa del libre albe- drio del hombre. Agustin por su parte procuré desengaiiarlos con dos obras compuestas al efecto ‘. Bien poco despues supo por medio de dos sacerdotes galos, Préspero é Hilario, que muchos monjes y eclesiasticos de la Francia meridional, y especialmen- te de Marsella, encontraban demasiado dura su doctrina, por conservarla en el sentido arriba indicado. Admitiendo estos reli- giosos una disminucion de las fuerzas naturales, por efecto del pecado original, creian que la voluntad humana, por medio de la fe, previene la operacion de la gracia, la atrae, y de esla suer- te se opera la regeneracion. Asimismo atribuian la perseverancia necesaria para la salvacion, no 4 la gracia divina, sino 4 la li- bertad y 4 los méritos del hombre. Asi es que aun cuando admi- tian con muchos Doctores de la Iglesia que los designios de Dios Telativamente 4 la felicidad eterna de los elegidos se fundan en la presciencia de sus méritos, entendian por esto los méritos adqui- ridos, no por la gracia de Dios, sino por el libre uso de las fuer- Per dilectionem operatur, usque in finem perseverant ; et si quando exorbitant, correpti emendantur; et quidam eorum, etsi ab hominibus non corripiantur, in viam, quam reliquerant, redeunt; et nonoulli accepta gratia in qualibet aetate periculis hujus vitae mortis celeritate subtrabuntur. Haec enim omnia operatur in eis, qui vasa misericurdiae operstus est eos, qui ct elegit eos in Filio suo ante constitutionem mundi per electionem gratiae; n. 23. Quicumque ergo in Dei providentissima dispositione praesciti, praedestinati, vocati, jus- tificati, glorificati suat, non dico etiam nondum renati, sed etiam nondam nati, jam filii Dei sunt, et omnind perire non possunt, etc, (Opp. in 4, t. XIV, p. 930 et 938). 1 Augustin, de Grat. etlibero arbitr. et de Corrept. et gratia. Cf. Retract. 11, 66, 67, opp. 214-16, —u— zas naturales del hombre ‘ (Masilianos, Semipelagianos). Este error, nacido evidentemente del deseo de evitar 4 la vez el exceso del Pelagianismo, y el de una predestinacion absoluta, era sos- ,tenido por Fausto, obispo de Riez, por Gennadio de Marsella (de Fide), por muchos monjes, probablemente tambien por el célebre Vicente de Lerin (+ 486 *), y especialmente por Casiano, abad de un convento de Marsella * y discipulo de san’ Juan Criséstomo, el cual nos ha dejado los pormerores de sus conversaciones con los anacoretas egipcios en su libro de las Veinte y cuatro conferen-— cia. No bien legé esto & noticia de san Agustin, se puso 4 refutar extensamente la nueva forma del error *; pero su ciudad episco— pal no tardé en verse asediada por los vandalos, y el gran Obis- po terminé su laboriosa y fecunda vida el 28 de agosto de 450. La lucha contra los Masilianos continué poniendo ea relacion 4 Prospero * é Hilario con el papa Inocencio I. Imitélos Fulgen- 1 En el tratado de Praedestinat. Sanct. n. 38, son puestos en paralelo los principios de los Pelagisnos y Semipelagiancs en las proposiciones siguientes: Ipsi (Pelagiani ) enim putant acceptis praeceptis jam per nos ipsos fieri liberae Voluntatis arbitrio sanctos et immaculates in conspectu ejus in caritate; quod futurum Deus quoniam praescivit, inquiunt , ideo nos ante mundi constitutio- nem clegit et praedestinavit in Christo. — Nos autem dicimus, inquiunt(semi- pelagiani) nostram Deum non praescisse nisi fidem qua credere incipimus , et ideo nos elegisse ante mundi constitutionem , ac praedestinasse ut etiam sancti et immaculati atque opere ejus essemus (opp. t. XIV, p. 1011, 42). Cf. especialmente Cassiané, collat. XIII, de Profec. Dei. 1 Norisius, Natal. Alex. y otros creyeron encontrar en el Commonitor. hue- las de Semipelagianismo, Cf. por el contrario, Bolland, Acta SS. mens. Maji, Lv. * Augustin, de Praedestinat. Sanctor. de Dono perseverantise. Tambien Opus imperf. contr. Jali ‘VI. En ef tratado de Dono persever. n. 35, se define asf ta predestinacion: Praedestinatio sanctorum est praescientia et prae- paratio beneficiorum Dei, quibus certissimé liberantar, quicumque liberantur. Caeteri autem’ ubi nisi ia mesa perditionis justo divino joditio relingaontar? + Cf. especialmente Prospert, lib. eontr. collat. XIII Cassiani (opp. ed. Bassani, t. 1). Esta ed. contiene, ¢. I, varia scripta et monumenta quorum lectio operibus 8. Prosperi ac historiae semipelagianae lacem affert (*). (*) Migne en Paris esta haciendo una edicion completa de todos los Padres de la Iglesia por su drden cronolégico, 1a que parece no dejara nada que desear. (Nota de los Hdiceree). —-B— cio, obispo de Ruspa en Africa, y el autor desconocido del libro intitulado dela Vocacion de los gentiles (Prospero 6 Leon), el cual modificé al mismo tiempo algunas de las opiniones demasiado fuertes de san Agustin *. Advertido el papa Celestino por Prés- pero é Hilario de esta nueva.forma del error, se quejé del largo silencio de los Obispos galos *. La doctrina de los Semipelagianos fue solemnemente condenada en los concilios de Orange (529) y de Valencia (530), en los cuales se formulé como doctrina de la Iglesia, que el comienzo de la fe es frato exclusivo de la gracia; que la gracia, libremente otorgada, precede 4 toda buena accion practicada por el hombre, y que los que son regenerados como elegidos tienen necesidad de la gracia divina para perseverar en el bien. Estas decisiones fueron confirmadas por el papa Bonifa— cio IL *. Lucido, sacerdote galo, desarrollé en diferente sentido, pero le— gando igualmente hasta sus consecuencias extremas , las opiniones . de san Agustin. No solamente, decia él, predestina Dios 4 la felici- dad, sino tambien 4 la condenacion. Negaba la cooperacion det hombre 4 la accion de la gracia én la obra de la justificacion y de Ja santificacion, y pretendia que solo la aceion divina puede hacer al hombre justo y santo *. Este sistema, absolutamente opuesto al Pelagianismo, fue rechazado en varios concilios de Arles y de Leon (471-478). Lo que es dificil decidir es si se formé una secta propia— mente dicha de los predestinatestas. Observagiones.—La Iglesia, segun las terminantes explicaciones del papa Celestino, ha abandonade al juicio particular lo que se de- be pensar acerca del modo de la predestinacion y de la propagacion del pecado original, sin que haya de ninguna manera erigido en dogmas las opiniones de san Agustin *. + De vocatione gentiam (opp. Prosperi). * Cf. Mansi, t. 1. * Ch. Harduin, t. 11, p. 1997 sq.; Mansi, t. VIII, p. 742 sq. © Fausti Regens, ep. ad Lucid. et Lucidi errorem emmendantis libellus ad episc, en Mansi, t. VII, p. 1108 sq. > An cuando el papa Celestine dice en sas cartas 4 los obispos gals: Au- gustinum, senciac recordationis viram, pro vita sia aique meritis in nostra communione semper habuimus,, nec unquam bune sinistrae suspicionis sal~ EBESIAS RELATIVAS AL DOGMA "DK LA ENCARNACION. § CXVIM. Ojeada sobre nuevas controversias. Su importancia. Mientras que la controversia sobre la antropologia cristiana se desarrollaba cada vez mas en Occidente, el Oriente, siempre fiel & sus habitos especulativos, se abismaba gradualmente en las cues- tiones de la cristologia. Despues de haber determinado contra los Arrianos la naturaleza divina de Cristo, asi como se habia definido su naturaleza perfeclamente humana, primero contra los Docetas y despues contra el obispo Apolinar, se vino 4 la cuestion de las relaciones mituas y las reciprocas operaciones de la naturaleza divina y la naturaleza humana en Cristo. Origenes fue el primero que suscité esta cuestion. Mas adelante los Obispos catdlicos respon- dieron 4 Ja opinion arriana de la simple union del Yerbo con un cuerpo humano, que necesariamente debia de haberse unido el Ver- bo con un alma humana. Apolinar el Jéven resucité de nuevo la discusion, y entonces san Basilio Magno, los dos Gregorios y otros, al refutar su error, probaron que era necesario que Cristo asumiese todas las partes de la naturaleza humana para redimirlas, al paso tem rumor adspersit , quem tantae sententiae olim fuisse meminimus, ut inter magistros optimos etiam ante & meis decessoribus haberetur; por otra parte i ‘rofandiores vero difficilioresque partes incurrentiam quaes- tits pertractarunt, qui haereticis restiterunt, sicut non aude- mus contemnere, ita non necesse habeus adstruere: quia ad confitendum gratiam Dei, cujus operi ac dignationi nihil penitis subtrahendum est, satis sufficere credimus, quidquid secundim praedictes regules apostolicae sedis nos scripta docuerunt, etc. ( Mansi, t. 1V, p. 488 et 462). El célebre cardenal Sadolet juzga de fa misma manera con m de las observaciones hechas so- bre sus Coment. in ep. ad Rom. : Sunt enim in eo ipso, de quo loquimar, doc- tissimo nimirum sanctissimoque doctore ( August.) prorsis manifesta, quae in illem extremam et remotissimam sententiam se contulit. — Nec tamen, si non ‘consentio cum Angustino, idcired ab Ecclesia catholica dissentio: quae tribus tantiim Pelagii capitibus improbatis, caetera libera ingeniis et disputationibus reliqait, : ‘ —-%— que Apolinar sostenia que la parte mas noble del hombre, el alma yacional, no habia tenido necesidad de rescate. Al explicar los alejandrinos este dogma, insistian con ahinco en la union misteriosa de ‘la naturaleza divina y la naturaleza humana en Cristo. Por el contrario los antioquenos, y sefialadamente Dic- doro de Tarso y Teodoro de Mopsuestia, procuraban con cuidado sumo y aun con escrapulo considerar las dos naturalezas del todo separadas. De aqui las prolongadas y ardientes controversias que surgieron entre los dos partidos, no por un mero prurito de disputa, como se ha solido asentar, sino porque se ligaban 4 la cuestion con- secuencias practicas extremadamente graves. Ya sea que la huma- nidad hubiese sido enteramente absorbida en la divinidad de Cristo, segun la opinion de Eutiques, 6 ya no estuviesen originariamente unidas en él las dos naturalezas , segun Nestorio, en uno y otro ca- so los Cristianos veian desvanecerse 4 la vez la virtud humana y di- vina de la obra de Jesucristo, necesaria para la redencion perfecta y Yeal de los hombres. § CXIX. Herejia de Nestorio. FuentEs.—Los escritos de Nestorio en Garnéer, opp. Mari Mercator. II, 8. Sus cartas en san Cyrills Alex. opp. ed. Aubert. Par. 4638, 7 t, in f.—Theo- doreti, Reprehens, XIL anathematismat. Cyrilli (opp. ed. Schulze, t. V).— Liberati (arcediano de Cartago por los afios 833).—Breviarium causae Nes- torianor. et Eutychian. ed. Garnier. Par. 1678.—Leontit Byzant. contr. Nes- torium et Eutychen (Canisii, Thesaur. monument. ed. Basnaye, t.1).—So- crat, Hist. eccl. VII, 29 sq. Evagr. 1,7 sq.—Docum. en Mansi, t. IV, V, VII; en Harduin, t. 1, p. 4274 sq.— Garnier, de Haeresi et libris Nestorii en su ed. opp. Marii Mercator. t. Il.—Doucin, Histor. del Nestorianis. Par. 1689. — Walch, Hist. de las herej. P. V, p. 289-936.— Gengler, de la ‘condenac. de Nestor. y de algunas nuev. teorfas sobre la idea del Dios-hom- bre. (Tubing. Rev. trim. 1835, p. 243-290).—Aijf2!, loc. cit. p. 338-363. — Katercamp,, Hist. eccl. t. III, p. 74-159. En 428 legé 4 ser Nestorio patriarca de Constantinopla. For- mado en la escuela de Antioquia, habia adquirido alli la elo- seuencia y una instruccion variada, siquiera superficial. Su animo —%— era orgulloso y sa cele por lo regular poco ilustrado. Ya en su ‘sermon de instalacion* dié 4 conocer su cardcter altivo y arro- gante con la célebre interpelacion dirigida 4 Teodosio H: «Em- «perador, libra el imperio de herejes, y te daré el reino del cielo. «Aytdame & vencer 4 los enemigos de la Iglesia, y yo te ayudaré «4 trionfar de los persas. » En efecto, al principio se dirigié su celo ‘contra los restos de los Arrianos y Macedonianos, y especialmente ‘contra los Apolinaristas; pero por mas que se propusiese comba- tir la herejfa, cay6 en ella. Las primeras huellas del error de Nes= torio se encuentran en la opinion de un monje galo, llamado Le~ porio, que fue mas adelante sacerdote en Cartago (hacia el 426 *), Y que pretendia haber en Cristo dos sujetos independientes el uno del otro, subsistente por si cada uno, y que asi como el divino solo puede atribuirse al Logos, el humano se atribuye al hombre Je- ‘sus. Nestorio habia prometido 4 los fieles de su iglesia una ensefian- ‘a mejor que la que hasta entonces habian recibido sobre la natura- leza del Hijo de Dios, comenzando 4 realizar esto por medio de Anastasio, sacerdote nuevamente ordenado en Constantinopla. Este predicé contra la tan respetuosa denominacion de Madre de Dios i( Theotécos), tributada casi universalmente & Maria santisima, y ya indicada en el simbolo de los Apéstoles. Semejante ataque cho- 6 generalmente. Nestorio por su parte, en lugar de ahogar la naciente disputa, tomé con calor el partido de Anastasio en un sermon sobre la I Epist. 4 los Corint. 1v, 21, en el cual sostuvo «que debia decirse: Madre del Cristo (Christotécos), y que el hom- ‘bre engendrado por Maria debia Ilamarse Teoforo, que leva 4 Dios, 6 que recibe & Dios como templo en que Dios habita*. Supuesto esto, ya no era Ja Encarnacion otra cosa mas que una mera inhabi— tacion del. Logos en Cristo, y el Verbo eterno no se habia hecho hombre. Las explicaciones que mas adelante did Nestorio pusie- ron su error todavia mas descubierto. No veia en Cristo mas que dos personas colocadas la una al lado de la otra, unidas exterior y anoralmente, mientras que los Padres ortodoxos alejandrinos sostenian 1 Cf. Socrat. Hist. eccl. VII, 29. + Cf. Epist. episcopor. Africae, quam cam Leporii bello emmendationis amiserant ad episeop. Galliae. (Mansi, t. IV). + Estos sermones en Mansi, t. 1V. —%— una wnidad fisioa, y hablaban de la naturaleza dei Logos hecho car- ne de tal manera, que les atributes de las des nataralezas humana y divina podian ser reciprocamente conmutados /communicatio idio- matum seu proprietatum). No tardé en propagarse por el Oriente el rumor de esta doctrina, de Nestorio, con especialidad entre los partidarios de Teodoro de Mopsuestia, llegando asimismo al Occidente. Empero de todas par- tes se levaniaron fuertes y numerosas reclamaciones, como desde un principio se habian levantado los murmullos del pueblo en la igtesia de Constantinopla. La doctrina del Verbo hecho hombre habia sido enseiiada de la manera mas vigorosa en Occidente, contra Leporio, por san Agustin, y en Oriente por Alanasio. Este ultimo, en particular, habia atribuido 4 Cristo una naturaleza divina, hecha carne *. Sin embargo, la dodtrina de Nestorio encontré numerosos par- tidarios. Ella se recomendabe por una claridad ficticia, pues pa~ Tecia mas fieil compreader 4 Dios unido al hombre, que & Dios hecho hombre. Pretendian sus adeptos apoyarse exclusivamente en las Escrituras, en textos claros y positives, y recharaban 6 se- falaban como inconveniente la transwrutecion de hes alribatos. A. los pensadores superficiales chocaban aquellas frases de: Dies es flaco, Dios ha padecido, Dios es muerto; y com especialidad los monjes egipcios defendian 6 ataeaban con calor la expresion de Madre de Dios. En esto, Cirilo, patriarca de Alejandria, traté de so- segar la lucha, publicando una carta pastoral * para explicar y sos- temer este dictado. Parecié como que Dios suscité 4 Cirilo para sos- tener la verdad contra el Nestorianismo, asi como Alanasio y Agus- tin la habian defendido contra ei Arrianismo y el Pelagianismo. El Patriarca decia 4 kos monjes: « Vosotros llamais madre 4 la que con- «cibe y engendra segua el orden de ka naturaleza; mo madre dei «cuerpo, sino madre del hombre emtero, que se compone de cuer- 1 Athanas. de Incarnetione Verbt. ( Manet, tome. TY, p. 689). Cf. Le Quien, dissertatio Damase. IT; al pringpio de sa edicion, opp. Joann. Damasc. t. I, p. 32 sq. + Cf. Mansi, t. IV, p. 887 sq. et Cyrift libri de recta io Deum nostr. J. Chr. fide Theodosio et reginis numcepatas. Mansi, t, 1V , p. 618-884, 4 las cuales suceden las cartas de Cirilo & Nestorio, con la respuesta de este ultimo, — 80 — «po y alma, aunque solo el cuerpo y no el alma del hijo se «haya formado con la sustancia de la madre; asi, pues, decid de «Cristo: Habiendo tomado naturaleza humana el Verbo, eternamen- «te engendrado por el Padre, ha sido engendrado por Maria segun «la carne. » Empero la discusion se propagaba y enardecia. A pesar de las re- presentaciones de Cirilo, Nestorio persistia con arrogancia en su manera de pensar, ultrajando y calumniando al primero, quien tuvo que apelar al papa Celestino. Igualmente reclamé Nestorio al Pontifice de Roma. Un Concilio celebrado en esta ciudad en 430 condené la doctrina de Nestorio, conforme 4 las comunicaciones dirigidas por Cirilo, y le conminé con la excomunion, si al cabo de diez dias no se retractaba de su error; mas Nestorio traté de demorar la ejecucion de la sentencia fulminada contra él, acu- diendo al recurso de apelar de nuevo. Una carta sinodal transmi- tid todo lo acordado al obispo de Constantinopla, 4 Juan, obispo de Antioquia, y especialmente 4 Cirilo de Alejandria, investido con plenos poderes del Papa. Cirilo reunié el mismo aiio un Con- cilio en Alejandria y remitié & Nestorio en una carta sinodal, es- ctita por lo demds con un verdadero espiritu de caridad cristiana, un decreto formulado en doce anatemas* contra la doctrina de las dos naturalezas separadas en Cristo. Por su parte Nestorio res- pondié con otros doce anatemas, imputando 4 Cirilo los errores de los Apolinaristas*. De esta suerte iba la controversia hacién- dose cada vez mas viva y espinosa, cuando cambiando brusca- mente de opinion Juan de Antioquia, se puso 4 la cabeza del par- tido nestoriano, al cual se .asocié tambien Teodoreto, obispo de Ciro, varon tan distinguido por sus talentos como por su piedad, comprometiendo con este paso su memoria en la Iglesia. Teodo- sio II, no muy bien dispuesto en favor de Cirilo, convocd un Con- cilio en Efeso (431), 4 fin de conciliar los dos partidos, en el cual se reunieron cerca de doscientos obispos bajo la presidencia del mismo Cirilo, revestido de plenos poderes del Papa. En la primera sesion fue condenada la doctrina de Nestorio, y excomulgado y * En Mansi, t. IV, p. 1067-1084. + Estos contra-amatemas han sido conservados en latin por Mar. Merca~ tor, y de allien Mansi, t.1V, p. 1009. — 8 — depuesto este, quien encerrado en su casa y custodiado por sol- dados, habia rehusado obstinadamente asistir al Concilio. Por des— gracia surgié entonces una discusion muy oscura entre Cirilo por una parte, y Juan, obispo de Antioquia, algo sospechoso para sus volegas 4 causa de su equivoca conducla, y los obispos de la Si- Tia, Hegados mas tarde al Concilio, por otra. Juan, no obstante ha- bérsele hecho las mas vivas instancias, rehusé tomar parte en el Concilio, prohibié la entrada en su casa, guardada asimismo por soldados, y no queriendo dar respuesta alguna 4 los obispos, con- tluy6 por excomulgarlos, decretando la deposicion de Cirilo y de Memnon, obispo de Efeso, en dos reuniones cismaticas que cele= br6 con sus partidarios y los de Nestorio, entre los cuales se en- contraba el representante del Emperador. El débil Teodosio, que solo era accesible al partido nestoriano y 4 las noticias que por su medio recibia, ignoré el verdadero estado de las cosas hasta tanto que los obispos catdlicos enviaron una persona disfrazada 4 los monjes de Constantinopla, con el encargo de informarles de su critica posicion y de la cautividad de Memnon y Cirilo. Entonces Jos ‘monjes se dirigieron en procesion y entonando cénticos sa- grados al palacio del Emperador, quien, informado de la verdad. ordené que acudiesen 4 Calcedonia dos obispos por cada partido, & fin de que expusiesen en su presencia el asunto. Despues de va~ nos esfuerzos para conseguir la union de los partidos, fue disuelto el Concilio, se les devolvié la libertad 4 Cirilo y Memnon, y quedo reconocida la legalidad de la deposicion de Nestorio. El Patriarca depuesto fue enviado & un convento de Apamea, y elegido en su lugar Maximiano. El papa Sixto III creyé ver en todas estas cir- cunstancias otras tantas prendas de paz:‘emrpero el cisma duré todavia dos aiios, y fue necesario para apaciguar los animos en Antioquia y reunirlos en un simbolo comun, valerse ya de la au- toridad del Papa, ya del poder del Emperador, ya de la inmensa influencia de Acacio, venerable obispo de Berea; de Simeon el Estilita, maravilla de su época; de Paulo de Emeso, y del piadoso y bizarro Isidoro de Pelusa. Entonces fue solemnemente reco- nocida y proclamada la union hipostatica de las dos naturalezas en Cristo (433); y el concilio de Kifeso, confirmado por la adhe- sion del pontifice Sixto, recibié el caracter de tercer concilio ecu~ 6 TOMO II. — 82 — ménico. En esta ocasion, como en todas, hubo descontentos: Teo- doreto, Alejandro de Hierapolis, Melecio de Mopsuestia y otros se .opusieron 4 la condenacion de la doctrina de Nestorio, que, des- terrado por el Emperador, murié despues de largos sufrimientos en un oasis egipcio (440 *). Varias provincias del Oriente imita— ron el ejemplo de los descontentos, y se separaron del Patriarca anetropolilano de Antioquia. Entonces aparecié un severo edicto imperial contra los parlidarios de Nestorio, y poco 4 poco se fue~ ron sometiendo, 6 al menos volyieron a entrar exteriormente en Ja Iglesia los jefes del partido, Teodoreto, Heladio, obispo de Tar- so, y Andrés, obispo de Samosata, sin aprobar por esto la desti- tucion de Nestorio ni admitir los anatemas de Cirilo. Despues fue- ron desterrados los que perseveraron en el cisma, y se conmind con las Jeyes mas severas 4 todo el partido nestoriano, consiguién— dose con estas medidas rigorosas restablecer momentaneamente la paz extetior de la Iglesia. Pero lo que no pudo ahogarse por este medio fue el movimiento de las inteligencias y la direccion teolégica que les habian impreso los escritos de Teodoreto, verda— dero autor de esta ultima herejia. Estos escritos se habian propaga do extensamente, eran leidos con avidez y tenidos en grande es- tima. Tambien se habia extendido el Nestorianismo fuera del im- perio romano. En la escuela teolégica, fundada por los persas en Edesa, era calorosamente defendido por el sacerdote Ibas y el sabio Tomas Barsumas. Rabulas, obispo catdlico de Edesa, les persiguié con gran celo, anatematizando al mismo tiempo como fuentes del Nestorianismo las obras de Diodoro de Tarso y de Teodoro de Mop- suestia, y procurando, asi como Acacio, obispo de Melitena, abro~ quelar contra sus doctrinas 4 los obispos armenios. No se detuvo aqui: excité 4Proclo, patriarca de Constantinopla, y 4 Cirilo 4 que entresacasen de los escritos de aquellos herejes las proposiciones mas peligrosas a fin de preservar de su contagio 4 los fieles. Pere desis- tieron de su propésito cuando vieron la manera resuelta y decidida con que los orientales se pronunciaron por su doctor Teodoro, 4 fin de no perturbar 4 la Iglesia, no bien sosegada, con nuevas contro- versias que podian originar nuevas desgracias. Especialmente Ci- 1 Ct. la propia narracion de Nestor. sobre los dltimos acontecimientos de su vida en Evagr. Hist. eccl. 1, 7, — 3 — rilo ya habia probado cuémto deseaba la paz, con la union practicada en Antioquia. Ibas. dié cuenta al. obispo persa Maris, del celo que el obispo Rabulas desplegaba en defender la fe, llegan- do 4 ser mas adelante esta carta un documento importante. Elegido obispo de Edesa (436-57) despues de la muerte de Rébulas, fa- vorecié Ibas 4 los Nestorianos desterrades del imperio romano, y que solo habian encontrado refugio cerca de Barsumas, obispo de Nisibe (435-89), y desterrado anteriormente de Edesa. Bajo su su- cesor formaron los Nestorianos una iglesia particular establecida en Seleucia-Ctesifon, dieron 4 su obispo el titulo de universal /jacelich, catholicus), y fueron favorecidos por el Gobierno persa, llevado en esto de miras politicas. Sus adversarios les llamaron siempre Nes- torianos '. Estos seclarios se propagaron mucho en el interior del Asia, y excitaron alli un cierto movimiento en la cultura de les es piritus. § CXX. Herejta, de Eutiques.— Concilio ecuménico de Calcedonia. Fuentes.—Breviculus hist. Eutychianister. s. gesta de nom. Acacii usque ad 486, acaso del papa Gelasio. (Mansi, t. VII, p. 1060 sq.).— Liberatus, cf. arriba Litt, ant. § 449.—Bvagr. Hist. eccl. I, 9 sq. 11, 2. Docum. en Mansi, 1. VE, VIL, y en Harduin, t. I, 1. — Theodoreti Eranistes s. Polymorphus, dial, HII (opp. omn. ed. Schulze, t. IV, p. 4-263).—Waich, Hist. de las he- rejies, t. VI.—Katercamp , Histor. eccles. t. Hl, p. 160-263.—Riffel, 1. c. p. 364-402. Apenas se hubo concluido el acomodamiento entre Juan de An- tioquia y Cirilo, fundado en bases inciertas, cuando comenzaron & removerse de nuevo los partidos, y surgié un nuevo error. En Ja controversia contra Nestorio se noté la prodigiosa actividad de un anciano archimandrita de un convento de Constantinopla , Hamado Eutiques. Tanta fue su solicitud, que llegé 4 quejarse al papa Leon I de los progresos que hacia el Nestorianismo. ,Quién habia de esperar entonces ver caer 4 aquel celoso monje en un error ente- 1 J.-S. Assemannus, de Syris Nestorianis. (Bibl. Orient, t. 111, P. 11, Rom. 4728, in fol.). 6° — 8 — ramente.opuesto 4 aquel que con tanto ardor habia combatido? Ad- herido segun todas las apariencias 4 la doctrina de Origenes sobre la preexistencia de las almas, decia Eutiques: «Antes de la union «del Verbo con la naturaleza humana, las dos naturalezas eran en- «teramente distintas: despues de la union, la naturaleza humana «confundida con la divina fue de tal modo absorbida por esta, que «la divina permanecié sola, siendo ella la que sufrié por nosotros y «nos redimi6. El cuerpo de Cristo era, pues, un cuerpo humano en «cuanto a su forma y su apariencia exterior, pero no en cuanto 4 su «sustancia. » De esta suerte se destruia el misterio de la Encarnacion, como en el Nestorianismo. Este error, designado mas adelante bajo el nombre de Monofisitismo, se propagé bajo diferentes formas. De- nunciado por Eusebio de Dorilea 4 Flaviano, patriarca de Cons- tantinopla, fue condenado el error de Eutiques en el concilio Cons- tantinopolitano (448), y depuesto su mismo autor, por haberse obstinado en oponer la autoridad de la Escritura 4 la doctrina de los ssantos Padres; pero recurrié al poder imperial, encontrando algu- na simpatia especialmente en Eudoxia. Tambien escribié al pa- pa Leon, 4 san Pedro Crisélogo, obispo de Ravena, y al turbu- dento y ambicioso sucesor de Cirilo, el patriarca Dioscoro (despues del 444). San Leon confirmé Jo que se habia hecho en Constantinopla en una carla dirigida 4 Flaviano', en la cual expuso con rara soli-~ dez y mucha claridad Ja doctrina de la Iglesia sobre las dos natu- ralezas y su union hipostatica, contra Nestorio y Eutiques. Por el -contrario el Patriarca de Alejandria tomé el partido de Eutiques, -ereyendo haber encontrado una ocasion favorable para humillar :& los orientales como nestorianos. Asimismo, de acuerdo con el eunuco Crisafio, logré hacer convocar por el emperador Teodosio un concilio en Efeso (449), al cual envié el papa san Leon tres le- gados. Dioscoro acudié alli con una tropa de satélites y de mon- jes fanaticos, arrebaté 4 los legados la presidencia del concilio, y ni aun les permitié que Jeyesen la carta de san Leon. Al propio tiempo, hizo maltratar por medio de sus secuaces y sus furiosos 1 Leon. opp. ed. Quesnell, ep. 24; ed. Ballerini, ep. 28. — 3 — monjes al patriarca Flaviano, su enemigo personal, de una ma- nera tan cruel y tan inaudita, y violenté de tal modo la concien- cia de los Padres del concilio, que Flaviano murié bien poco des- pues, y los obispos suscribieron 4 su opinion. Esta desgraciada asamblea recibié mas adelante el infamante nombre de Vandalismo de Efeso (Synodos léstriké). Teodosio II confirmé sus decisiones; pero Leon el Grande hizo todo lo posible para anularlas y libertar 4 la Iglesia oriental de esta ignominia. E| Pontifice consiguié su objeto despues de la muerte de Teodosio, que acontecié poco des- pues (450); y gracias 4 Pulqueria, hermana del Emperador, me- jor predispuesta que este, y 4 su noble esposo Marciano (+ 457), Anatolio, elegido patriarca de Constantinopla por el favor de Dios- . Coro, fue obligado 4 entenderse con Ios legados del Papa para celebrar un concilio, en el cual se adopté y firmé la carta de Leon Flaviano, siendo depuesto Eutiques de su dignidad de sacerdote y de archimandrita (prefecto de monjes divididos en Mandras, cellae). Marciano dispuso la conduccion 4 Constantinopla de los restos mortales de Flaviano, y 4 fin de sosegar completamente los animos, siempre agitados y extraviados por tanto tiempo, convocd en Calcedonia (451) el cuarto concilio ecuménico, en el cual se reu- nieron quinientos veinte obispos, en su mayor numero orientales. Los occidentales no habian podido agregarse 4 esta considerable asamblea de obispos, por hallarse devastada el Africa por los van- dalos, y la parte occidental del imperio romano por los godos y los francos. Los cuatro legados del Papa presidieron el Concilio, y Dios- coro fue depuesto 4 causa de sus violencias, como por haber cele- brado un Concilio sin el asentimiento de la Sede apostdlica, En la sexta sesion se formulé contra Nestorio y Eutiques la doctrina catdlica, decretandose que en Cristo estan las dos naturalezas, divina y hu- mana, sin confusion ni transmytacion, division ni separacion, uni- das en una persona (hipostaticamente), y que con esla union en Ja persona subsiste la diferencia de las naturalezas ‘. Haciendo alarde el Concilio de su respeto y sumision hacia la Santa Sede, informé de ~ todo lo acordado al papa san Leon, motor de todo el bien que se habia hecho en una asamblea presidida por sus legados, rogandole * Symbol. Chalced. en Mansi, t. VIM, p. 116; Harduin, t. If, p. 486. — 8 — con instancia que confirmase sus deoretos, y seiialadamente la pre- cedencia concedida por el cénon 28' al patriarca de Constanti- nopla *. § CXXI. Continuacion de la lucha de los Monofisitas. Forntss.—Evagrius , Hist. eccl. 11-V. Docam. en Mansi, t. VII-IX.—Leon- tii Byzant. adv, Monophisitas en Ang. Maji collectio. Rom. 1833, t. VII. Los decretos de Calcedonia encontraron una fuerte oposicion en la Iglesia griega, ya tan’ perturbada y corrompida. Los Mono- fisitas excitaron espantosas perturbaciones, siendo Eutimio y Teo- dosio sus principales causantes en Palestina, quienes arrojaron de su silla 4 Juvenal, patriarca de Jerusalen, y eligieron en su lugar 4 Teodosio. Este resistié por mucho tiempo con extremada violencia, hasta 4 la polencia imperial. En Egipto se esparcieron con deliberado designio los mas contradictorios rumores, 4 sa~ ber: «Se ha condenado 4 Cirilo en Calcedonia; alli se ha adop- 1 Coneil. Chatcedon. can. 28, en Hardwin,t. H, p. 614, segua la trad. lat. Nos decernimus ac statuimus quoque de privilegiis sanctissimae Eccl. Cons tantinopolis, Novae Romae. Etenim antiquae Romae throno, quod urbs illa imperaret, jure patres privilegia tribuerunt, Et eadem’consideratione moti 150 Dei amantissimi Episcopi, sanctissimo novae Romae throno aequalia privilegia tribuerunt, recté judicantes, urbem quae et imperio et senatu honorata sit, et Gequalibus cum antiquissima regina Roma privilegiis fruatur, etiam in rebas ecclesiasticis, non secus ac illam, extolli ac magnifieri, secundam post iam existentem; et ut Ponticae et Asianae et Thraciae diceceseos Metropolitani Soli, praeterea episcopi praedictarum dioecesium, quae sunt inter Barbaros , & Praedicto throno sanctissimae Constantinépolitanae Ecclesiae ordinentur, etc. Los tegados del Papa habian desde iuego protestado contra esta disposicion contraria 4 la disciplina dela Iglesia, spoyandose en el canon 6 del concitie de Nices. Cf. Harduin, t. I, p. 626; Rigel, 1. c. p. 386. + El anuncio del concilio al papa Leon y la sdplica de confirmacion en Har- duin, t. 11, p. 685-60. Alli se dice: Scientes quia et Vestra Sanctitas addiscens et probatura et confirmatura est eadem.—Y 4 la fin: Rogamus igitur, et tuis decretis nostrum honora judicium; et sicut nos capité in bonis adjecimus con- sonantiam, sic et Summitas Tua filiis qued decet sdimplest. — 87 — atado la dectrina de Nestorio.» ¥ el pueblo, ciego de fanatismo, Hegé hasta 4 quemar los soldados del Emperador, refugiados en el templo de Serapis. Despues de la muerte de Marciano, mon- jes monofisitas, conducidos por el sacerdote Elero, dieron muer~ te al patriarca Proterio, su adversario, con otros seis eclesiasti- cos. Este mismo Eluro, elevado al patriarcado, no cesé un me- mento de ejercitar su saiia contra les partidarios del concilio de Calcedonia, hasta que el emperador Leon (457-74), asegurado ya de la adhesion de la mayor parte de }os obispos 4 los decretos del concilio de Calcedonia, mando lanzar de su asiento 4 este fu- Tieso juntamente con otro fanatico de Antioquia llamado Pedro el Batanero. Pero renovaronse y crecieron singularmente las per- turbaciones, cuando 4 su vez el emperador Basilisco (476-77) acord6 Ja reinstalacion de los expulsados, y favorecié 4 los adver sarios del concilio de Calcedonia. Trescientos obispos orientales hubo tan cobardes y serviles, que consintieron en la condenacion de Jos decretos de Calcedonia. Zenon fue el que despues de la caida de Basilisco suspendié estas perturbaciones de la Iglesia (477-91). Impulsado desgraciadamente, sobre todo por Acacio, patriarca de Constantinopla, 4 arrogarse la investidura de legislador en mate- Tias de fe, traté de reconciliar los partidos, promulgando una for- mula de union (482), en la cual, evitando las expresiones contro- vertidas de y en una naturaleza, ponia el simbolo de Nicea, y el de Constantinopla que lo completa, como la norma universal de la fe, sin hacer mas que una mencion equivoca del concilio de Calcedo- nia‘. Con esto solo consiguié Zenon exacerbar mucho mas la lucha. La mayor parte de los catdlicos rechazaron esta formula; y em 41 Este hénéticon en Evagr. Hist. eccl. Il, 14. Facundo Hermian, hace de. & un excelente coment. lib. XII, c. 4: Ea vero, quae postea Zeno imperator, calcata reverentia Dei, pro sao a1 io ac potestate decrevit, quis accipiat, quis sttendat? La qeibus potestes inconsiderata, oon quod expediret, sed sibi Meret, attendit: nec intellexit, quod now confasio faciat omtatem.— © virams - prudentem et wadique circumspectum , qué és 'aesumpeit officio sacer= dotum ! Orthodoxos vocat acephalosy si nihil b Ecclesia separates. Cur igitur eos hortatur, ut conjungantur matri spiritali, si ex ea disjuncti perman- serunt orthodoxi? Cf. Pagi, Critica ad ann. 482, 0. 23-28. Berger, Henotica osient. Viteeb. 4723. — 8 — cuanto 4 los Monofisitas, descontentos en la generalidad, se se- pararon de sus jefes, Pedro Mongo, patriarca de Alejandria, Pe- dro el Batanero, y Acacio de Constantinopla, los cuales habian suscrito el héndticon. De aqui fue que su secla se llamase la de los Acefalos. De esta suerte, cuatro grandes partidos desgarraban la Iglesia: empero la oposicion mas fuerte era la que se pronunciaba entre el Occidente y el Oriente. La comunion de la fe se rompié entre las dos Iglesias por los aiios 819, desde el momento en que el papa Félix II anatematizé 4 Acacio, patriatca de Constan- tinopla. Es cierto que el emperador: Anastasio habia prometido (491-518) atenerse sinceramente 4 las decisiones: del concilio de Calcedonia; pero exigia 4 todo obispo nuevamente instituido, que suscribiese el héndticon, y perseguia 4 los que, 4 fin de restable- cer la comunion de la Iglesia, impetraban en su defensa la auto- ridad del papa Simmaco. Esta persecucion fue provocada por las in- trigas y arrebatos del monofisita Xenaias, obispo de Hierdpolis, y del monje Severo, quienes habian introducido y procurado propagar en la iglesia de Constantinopla la proposicion monofisita, afiadida por Pedro el Batanero al Trisagio: «que ha muerto por nosotros,» y habian suscitado una sedicion con este motivo. Anastasio se mostré en esta ocasion dispuesto & restablecer la paz con el Occidente, y al efecto entré en tratos con el Papa; pero muy poco despues se puso intratable. La reconciliacion se verificé al fin solemnemente bajo Justinia- no I (518-827) y el papa Hormisdas, siendo garantizada por un edicto imperial la ejecucion de las decisiones de Calcedonia. Se ins- lituy6. una fiesta especial en la Iglesia griega en honor de este con- cilio; los obispos ortodoxos, expulsados de sus sillas, fueron lla- mados de nuevo, y lanzados & su vez muchos monofisitas. Mas con todo, muy poco despues resucité la lucha, siendo Constan— tinopla su principal teatro, y su ocasion las palabras aiiadidas al Trisagio. Siete monjes escitas pretendieron consagrar, por la au— - toridad de la Iglesia, la proposicion de: « Uno de la Trinidad fue «crucificado. » Optsose 4 esta proposicion del monofisita Severo, yen la que se presentaba el error, esta otra mas clara: « Una de «las personas de la Trinidad fue crucificada;» pero los monjes obje- taron que la palabra (Prosdpon), empleada por persona podia ta~ — 39 — marse en un sentido moral, y favorecer secretamente al Nestoria- nismo. No se detuvieron aqui: fatigaron con sus reclamaciones é inter- pretaciones sutiles al papa Hormisdas (819), quien, procurando cor- tar cualquiera dificultad, les propuso la siguiente formula: «Una de «las tres personas ha padecido segun la carne.» Y como tampoco qui- geran asentir 4 esta proposicion , despididlos el Papa, como fomen- tadores, sin saberlo, de la herejia eutiquiana *. En Alejandria se declaré la guerra entre los Severianos y Julia- nistas. Tomaron el nombre los primeros de Severo, patriarca de Antioquia, que tendia especialmente 4 confundir las naturalezas divina. y humana, atribuyéndoles la cualidad esencial del cuerpo humano, 6 sea la corruptibilidad (por lo mismo se les dié el dic- tado irrisorio de corrupticolae): los segundos eran Iamados Julia- nistas, por Julio, obispo de Halicarnaso, su jefe, el cual soste- nia que la Divinidad se habia enterrado y como abismado en la naturaleza humana, y que Cristo no habia estado sometido 4 nin- guna de las pasiones y alteraciones de la naturaleza corruptible del cuerpo, las cuales experimenté solo por la salvacion del gé- nero humano, pero sin necesidad /phantasiastae). En esto surgié ‘un nuevo partido llamado de los Temistianos 6 Agnocianos, go- bernado por el diécono de Alejandria, Temistio, y pregunté lo siguiente: «2 Cristo lo ha sabido todo durante su vida terrestre? «gHa ignorado algunas cosas?» Mas subdividiéndose los Julia— nislas se separaron en dos campos, segun que creian si el cuerpo. de Cristo habia sido criado 6 increado; y como si la secta de los: Monofisitas no estuviese ya sobradamente fraccionada*, sobre- vino Juan Filopono (hacia el 560). Este comentador sutil de Aris— t6teles confundio las ideas de la naturaleza y de la persona, fundd elériteismo *, y pretendié que la resurreccion de Jos muertos seria + Cf. Dellinger, Man. de hist. eccl. p. 184. + Joh. Damase. Scripta. adv. Monophysit, (ed. Le Quien, t, 1). Leontius (bécia el 610) de Sectis (Bibl. Max. PP. t, IX, p. 660 8q.). Walch, Hist. de las herej. P. VIII, p. 820. + Elcoment. de Filop. s. Arist. perdido: in Hexaémeron, disput. de pas- chate (ed. Corderius. Viena, 1630, in 4, aamentada en Galland. t. XII, pi- gina 474 sig.); lib. de Aeternitate mundi contr. Procl. ( Venet. 1535); su tra — 9 — una creacion nueva. Finalmente el Monofisitismo fue llevado & sus liltimos limites por el sofista alejandrino Estéban Niobes ', cl cual sostenia que, admitiendo una sola naturaleza en Cristo, no se podia concebir en él ninguna diferencia entre lo divino y lo humano ( Niobitae). Semejante division intestina de los Monofisitas debia necesa— riamente paralizar sus fuerzas. Pero lo que les debié ser mas fa~ tal fue el reinado del emperador Justiniano (827-65), tan céle- bre por sus rapidas conquistas, por las victorias de Belisario y Narses, y mas aun por el cédigo que leva su nombre, y cuya in- fluencia se propagé hasta los siglos mas remotos. Justiniano en efecto se mostré tan celoso por el concilio de Calcedonia, que frecuentemente se llamé sinodita, Por lo demas, era tan inclinado mezclarse en los asuntos eclesidsticos, que se aplicéd sin des~ canso 4 reunir 4 la Iglesia catdlica, ya por medios conciliatories, ya por la violencia, 4 los Monofisitas, -y especialmente 4 los Seve- rianos, cuyas doctrinas se aproximaban mas al simbolo de Cal- cedonia. Pero su mujer, la astuta Teodora, con proteger 4 los Mo- nofisitas, frustré mas de una vez sus esfuerzos, cuando no los beneficié en provecho de la herejia. Asi fue que Justiniano ins-~ tituyé en Constantinopla * una conferencia entre cinco obispos mo- nofisitas y otros cinco catdlicos (831), que asi los de una como los de otra parte se apoyaban en las decisiones de Calcedonia. Los Severianos apelaban 4 supuestos testimonios del papa Julio, de Gregorio el Taumaturgo y Dionisio el Areopagita, cuyas obras, citadas 4 la sazon por primera vez, contenian una exposicion doctrinal sobre la naturaleza divino-humana. Quejabanse espe- cialmente de que en el concilio de Calcedonia se hubiese decla- rado ortodoxos & Teodoro y 4 Ybas; y esta fue la primera tea del tado de Trinidad contra Juan, patr. de Constant. (Photius, cod. 75) perdido. Cf. Leontius , de Sectis, act. V, n. 6.—Joh. Damasc. de Haeresib. c. 83. Cl.— Timotheus, presbyter do Variis haereticis ec diversis eorum in Eecl. recipiendi formalis, en Cotelersi, Monument. ecoles. Gr. t. I, p. 443 eq. * Cf. Dionys. Patr. Antioch. en Assomannt, Bibl. Orient. t. 11, p. 72. Ti- moteo en Cotelerio, 1. 1, t. IIT. * CollatioCatholicor. cum Severianis. ( Mansi, t. VII, p. 817 'sq.; Harduin, t.1, p. 833; I, p. 1189 9q.). Tambien se mencionan otras confercncies oa Assemanai, Bibl. oriental. t. 11, p. 89 sq. —-n— incendio que no tardé en estaHar cuando Ia controversia de los tres Capitulos. Los Obispos catélicos rechazaban la autenticidad de tales testimonios, y particularmente la de los escritos de Dio- nisio el Areopagita '. La conferencia no tuvo otro resultado que la conversion de Filoxenes y de otres obispos y monjes. Mas la inutilidad de esta tentativa no desesperanz6 con todo 4 Justiniano, el cual publicé un nucyo edicto, proclamando la ortodoxia de la formula: «Una de las tres personas divinas ha sido crucificada *,» cuando surgié de nuevo la controversia sobre la adicion hecha al Trisagio. Tanto el edicto, como fa sancion dada 4 Ja formula por el papa Juan II, y las sabias explicaciones que de ella hizo el did- cono africano Fulgencio Ferrando, fueron completamente inuti- les, haciendo cada vez mas desastrosa para la Iglesia la herejia de Jos Monofisitas las intrigas de la emperatriz Teodora. Esta consi- guid que fuese elegido patriarca de Constantinopla (835) el obispo de Trebisonda, Antimo, et cual, aunque favorable en secreto 4 los Monofisitas , habia dado hipécritamente publicas muestras de orto- doxia, Desenmascarado felizmente pot el papa Agapito, fue depues- to y desterrado por Justiniano *. Teodora entonces urdié otra trama todavia mas pérfida. Bajo el pretexto de que el papa Silverio trata- ba con los godos y hacia traicion al imperio, hizo que Belisario le arrojase de Roma, y le dejase morir probablemente de hambre en la isla Palmaria, donde habia sido desterrado (12 de junio de B38). Vigilio, ditcono romano y apocrisiario en Constantinopla, habiendo prometido & Teodora que sostendria el Monofisitis- + Las primeras huellas de estos en Joh. SytehepoHtan. Para los escolios, cl. Le Quien, diseert. Damasc. al frente desu ed. opp. Joh. Damasc. t.1, p. 38. ‘Tambien habla de ella el monoficita Severo, patr. de Autiog.—Véase Le Quien, ast como el ortodoxo Efremio en Focio, cod. 229. Cuando se apelaba 4 estas conferencias, se preguntaba desde luego: Hla enim testimonia, quae vos Div nysti Areopagitee dicitis, unde potestis ostendere vera esse, sicut suspicamini? Si eniza cjes erat, non potoissemt latore beatum Cyrillum. / Bonet, t, VHT, p.824)., * Cod. Just. 1, 4-6 (afio 593). La carta del popa Juap, ibid. 1, 1-8. Mansi, ¢. VILL, p. 797-800. Cf. Ins observac. de Bianio, LJ. Les esplicac. de Fulg. Forrand, ea Galland. Bibl. t. XL > Acta synodi Const. ann. 586, en Mansi, &. VIL, p. 873 sig. y sobre todo + 888. —2— mo ', fue violentamente elevado 4 la silla de san Pedro (535); mas, elegido legalmente despues de la muerte de Silverio, repudié sus pa- ‘sados errores y se declaré en favor de la doctrina ortodoxa, expian- do duramente su falta en la lucha de los tres Capitulos. Todas estas intrigas y la frecuente intervencion de la corte habian consoli- dado la posicion de los Monofisitas prestandoles mayor consis- tencia. § CXXIL Renovacion de la lucha origenista.—Controversia de los tres Capttulos (controversia de tribus capitulis Theodori, Theodoreti, Ibae).— Consecuencias del Nestorianismo. Fornres.— Facundi, Episc. Hermian. (hdcia el 847) pro defensione trium capitulor. lib. XI: lib. contr. Mocianum scholasticum. (Max. Bibl. Lugd. 1. X, p. 4-443. Galland. Bibl. t. XI, p. 668 sq.).—Fulgentii Ferrandi, di con. Carthaginiens. ep. ad Pelag. et Anatol. pro tribus capitulis. (opp. ed. Chifflet. Divione, 4649, Max. Bibl. t. 1X, p. 802sq.; Galland. t. XI, p. 668). Rustici, diac, Rom. Disputat, contr. Acephalos (Max. Bibl. t. X, p. 380 sq.; Galland. t. XI, p. 37 sq.). Norisii, Dissert. de Synodo V (opp. t. V).—Garnerit, id. ibid. (Theodoreti opp. ed. Schulze, t. V).— Ballerinior. Defens. Dissert. Norisii de Synod. V. (Opp. Norisii, t. IV).—Katercamp, Hist. eccl. t. III, p. 375-442. La ardentisima controversia del Origenismo parecia terminada en el siglo IV; pero solo habia sido postergada. Primero el Arria- nismo, y despues otros intereses la habian interrumpido. Por los aiios 530, estall6 con mas.vigor que nunca entre los monjes de la Palestina. Dos monjes instruidos , pero ambiciosos y turbulentos, llamados Nono y Leoncio, habian deliberadamente perturbado la vida silenciosa y contemplativa de los solitarios de la Nueva Lau- ra (no léjos del Jordan), dirigida por el venerable san Sabas *, extrayendo de los escritos de Origenes diversas aserciones atre- vidas y capaces de lamar la atencion. Ligados estes dos monjes + Cf. Por lo que toca al asentimiento de Vigilio al Monofisit. Liberati, Bre- vier. ¢. 92, y Victor. Tanun. chronic. in Canisi lection. antig. ed. Basnag. t. I. Su apelacion en epist. ad Justinian. et ad Mennam. ( Mansi, t. IX). + Fuente principal. Cyrillus Seythopolytan. Vita 8. Sabbae. (Cotelerii, Mo- num. ecel. t. 111). — 93 — con Domiciano, mas adelante obispo de Ancira, y con Teodoro Ascidas, despues obispo de Cesarea, pasados 4 su opinion, ad- quirieron sobre sus compaiieros de soledad una influencia de~ sastrosa que estallé 4 la muerte del abad san Sabas, por la tur- bacion que su fanatismo introdujo en la Gran Laura. Este espiritu de insurreccion y de division se extendié por los otros monaste- ries, Los monjes caldlicos, Hamados Sabaitas', oprimidos por los Origenistas, no pudieron durante mucho tiempo Hegar hasta cl Emperador, que se hallaba circunvalado por todas partes. En fin, el apocrisiario romano Pelagio, al pasar por Egipto, se llevé con- sigo 4 Constantinopla una diputacion de aquellos monjes; y de acuerdo con el patriarca Mennas, Jes proporcioné la ocasion de someter al Emperador un extracto de los escritos de Origenes, que debia demostrarle la oposicion existente entre el tedlogo de Ale- jandria y la doctrina de la Iglesia. Justiniano se aproveché de una ocasion semejante, ocasion que deseaba hallar desde mucho tiem- po atras, de erigirse nuevamente como legislador en la Iglesia. Al punto publicé un edicto (641) condenando los errores de Ori- genes, y sefialadamente los del Periarchén *. Los ardientes defen- sores de Origenes, Domiciano y el monofisita Teodoro Ascidas, se vieron obligados 4 suscribirlo, por no perder 4 los ojos del Em- perador el mérito de la ortodoxia, de que hipécritamente se re- vestian. Siguiendo Mennas las érdenes del Emperador, convocé los obispos que aun se hallaban en Constantinopla 4 un Concilio, en el cual parece que se expusieron y condenaron las quince pro- posiciones de Origenes conocidas como heréticas*. Teodoro As- cidas, siempre poderoso con el favor de la Emperatriz, supo sin embargo espantar 4 Pedro, patriarca de Jerusalen, é impedir que fomase medidas decisivas contra los monjes origenistas, y ma- is (novi Comment. Societ. Goetting. t. VII, p. 4 8q.)- Mennam Patriarch. adv. impium Orig. et nefarias cjus sentent. (Mansi, t. 1X, p. 487-834; Harduin, t. III, p. 243 sq.). 3 Segun las firmas estos quince cdnones debian pertenecer al quinto conci- fio ecaménico; pero lo que parece mas probable es que fueron decretados en esta época. Primero fueron publicados en griego por Petr. Lambecio, in Com- ment. bibl. August. Vindob. t. VII, p. 438 sq. Despues en griego, addita in- terpret. lat. Joan. Harduin, 8.3. Mansi, t. IX, p. 393-400. Cf. Le Quien, Oriens, ebristian. t. IIL, p. 210 sq. — % — nejar las cosas de manera, que estos monjes, cada vez mas in- fluyentes en Palestina, pudieron obrar contra los Sabaitas , no obs- tanle las discusiones que surgieron en su propia secta (Protec tistas é Isocristas). Pero aun no estaba Teodoro satisfecho de su yenganza. Asi fue que adoctriné con rara perfidia al Emperador, desviando su atencion de las cuestiones origenistas', y haciéndole ver que conseguiria mas pronto y mas facilmente reunir 4 los Mo- nofisitas y Catdlicos si condenaba los libros nestorianos, odiasos igualmente para unos y otros, los de Teodoro de Mopsuestia, de Teodoreto contra Cirilo y la carla de Ibas al persa Maris, en la cual era acusado Cirilo de apolinarista y maniqueo*. Y la prueba de esto es (decia él), que en la conferencia de Constantinopla, despucs de orilladas todas las dificultades, la principal queja de los Severianos se fund6 en la aprobacion que habia dado el con— cilio de Calcedonia 4 los escritos de Ibas y de Teodoreto. Con todo, el Concilio en efecto se habia desentendido de los escritos de estos tedlogos, despues que se hubieron sometido y suscrito la carla dogmatica de Leon y la condenacion tacita que ellos mis- mos hicieron de sus obras. Entonces publicé el Emperador de una manera inconsiderada un edicto teolégico * contra los tres Capitu- los (344), el que quiso llevar 4 cabo por medio de la violencia. Amenazado Mennas, lo suscribié 4 condicion de que tambien seria adoptado por el Papa. Otros se sometieron todavia con mas facili- dad. Pero en el Occidente, donde el edicto debia al parecer debi- litar la autoridad del Concilio, y los obispos eran menos serviles que en Oriente, hubo una séria resistencia ‘. Desgraciadamente el suce- 1 Esta tendeneia se encuentra manifiestamente expresada por el origenista Domiciano en Libell. ad Vigil. y eu Facund. Herman. pro Defens. trium ca- pitulor. lib. 1V. Cf, tambien Liberatus, 1.1, ¢. 24. 2 Tria kephdlaia , los tres capitulos, es decir, los tres jefes, 6 los errores de aquellos escritores eclesidsticos, reasumidos en tres capitulos 6 articulos. 3. Este edic. de Justin. hasta el fragm. de Facund. Hermian, Il y IV perdi- do. Véase Norissii, Dissert. de synodo V. ‘ Fulgencio Ferrando expone los motivos siguientes en su ep. VI ad Pelag. Anatol.: Ut concilii Chalcedonensis vel similium nulla retractatio placeat , sed quae seme! statuta sunt intemerata servyentur. Ut pro mortuis fratribus nulla generentur inter vivos scandala. Ut nullus libro suo per subscriptiones pluri- morum dare velit auctoritatem, quam solis canonicis libris Ecclesia catholica detulit. Sub fin. ( Galland, Bibl. t, XI). ' — 8 — sor de san Pedro era la sazon Vigilio, caya antigua intrusion ha~ cia menos imponente su autoridad, y que por lo mismo andaba in- deciso y flotante. Atraido 4 Constantinopla por el Empesador, rehu- s6 por mucho tiempo aprobar el edicto: «Podeis violentar 4 mi per- «sona, decia, pero no violentaréis 4 Pedro.» Mas al fin temiendo ver renacer el cisma entre el Oriente y el Occidente, y cediendo a las instancias despéticas del Emperador, a fin de terminar pronto la controversia, consintié em condenar Jos tres Capitulosea un Concilio (348), como ya lo habia hecho anteriormente en el Judicatum, dirigi- do 4 Mennas, Este asentimiento fue prestado con la condicion expresa de no dirigir ningun ataque al concilio de Calcedonia. (Salva in om— nibus reverentia synodi Chalcedon.). El vigoroso obispe de Hermiana, Facundo, y el diacono romano, Rustico, habian defendido elocuen- temente el concilio de Calcedonia contra el Judécatum del Papa, que en su sentir alacaba al Concilio. Aun cuando ningun menoscabo po— dia resultar contra la autoridad del Concilio de la condenacion de unos libros que el mismo Concilio habia pasado en silencio por mo- tivos plausibles; con todo, la opinion contraria prevalecié en Occi- dente, llegando los obispos occidentales hasta 4 romper la comunion. con el Papa, el cual de esta suerte-se encontré al lado de los orien— tales. Deseoso Justiniano de poner término 4 un peligro cada vez mas creciente para la Iglesia y el Estado, decidié al Papa 4 convocar un concilio ecuménico en Conslantinopla, al cual asistieron po— cos obispos occidentales. El Emperador fue impulsado de nuevo por Teodoro de Cesarea 4 promulgar un edicto (381) que conte- nia la refutacion formal de los tres Capitulos. De este modo espe— yaba Teodoro llegar mas directamente 4 sus fines. Vigilio enton— ces aparenté haber recobrado alguna energia: rehus6 con firmeza la aprobacion del edicto, y protegido por el pueblo contra las vio- Jencias del Emperador , se escapé & Calcedonia. Desde alli anun— cié, por medio de una enciclica dirigida 4 toda la Iglesia, los tris~ tes acontecimientos que habia que deplorar, la deposicion del obis— po Teodoro, verdadero perturbador de la Iglesia, y la suspension del patriarca Mennas y de todos los obispos de su partido *. El 1 Vigil. ep. ad univers. Ect. ( Harduin, t. II, p.3-10; Mansi, t. 1X). Cl Mansi, t. 1X, p. 62 sq.; Harduin, t. II, p. 10. Nos igitur, apostolicam se~ — 9% — Papa desterrado y perseguido-recibié entonces una brillante prue~ ba del respeto y sumision que inspiraba la suprema autoridad de la Sede pontificia. El patriarca Mennas y varios obispos, que se le unieron, declararon en una carta dirigida al Papa, que recono- cian la autoridad de Jos cuatro concilios ecuménicos, presididos por los legados y vicarios del Pontifice, asi como las ordenanzas papales concernientes 4 la fe y 4 la confirmacion de los concilios , Y que desaprobaban los decretos imperiales, promulgados contra jos tres Capitulos. Entonces el Papa levanté la censura y llegé 4 Constantinopla, aun cuando no quiso abrir el concilio, pues muy pocos obispos occidentales habian acudido 4 Constantinopla, ater- rados con las violencias ejercidas contra Reparato, obispo de Car- tago. Con todo, el concilio se abrié en virtud de una orden im- perial (553). Vigilio, por su parte, al mismo tiempo que retiraba su Judicatum, explicaba los motivos de su negativa en una mani- festacion minuciosa, dirigida al Emperador (Constitutum *), por ja cual declaraba estar presto 4 condenar los errores y las invec- tivas contenidas en los tres Capitulos, demostrando su repugnan- cia 4 condenar 4 los que ya habian comparecido ante el juicio de Dios. Diez y seis obispos habian suscrito el decreto papal y re- husaban toda participacion en el concilio sin el Papa. No obstan- te estas protestas, el concilio condené los tres Capitulos en la cuar- ta, quinta y sexta sesion *, apoydndose en ejemplos anteriores, en una opinion de san Agustin, que ordena anatematizar aun 4 los herejes muertos, y en que de mucho tiempo atras habia sido quentes doctrinam, et festinantes concordiam ecelesiasticam servare, praesen- tem facimus libellum. In primis quatuor sanctas synodos, Nicaenam treceuto- rum decem et octo, Constaatinopolitanam 450, Ephesinam primam 200, in qua in legatis suis atque vicariis, id est, beatissimo Cyrillo, Alexandrinae urbis Episcopo, Arcadio et Projecto Episcopis et Philippo presbytero, beatissimus Coelestinas Pape senioris Romae noscitur praesedisse, et Chalcedonensem 630 ‘SS. Patrum suscipimus. Et omnia — in eisdem quatuor synodis — communi consensu cum legatis atque vicariis sedis Apostolicae gesta et scripta tam de fi- de, quam de aliis omnibus causis, judiciis , constitutionibus , aut dispositioni- bus definita aut judicata, vel constituta sive disposita sunt, inconcussé, invio- labiliter — nos promittimus sequaturos. 1 Vigil. Constitutum con la firma de diez y seis obis. del didc. rom. Teéfa- nes y de otros dos diac. rom. Mansi, t. IX; Harduin, t. III. + Las act. delconc. en Mansi, t. 1X; Harduin, t. III. —9— Dorrado de los dipticos (tabla en que se anotaban los nombres de los prelados y bienhechores de las iglesias) de su propia iglesia Teodoro de Mopsuestia *, sustituyendo su nombre con el de Cirilo de Alejandria. El Papa y los obispos que estaban de acuerdo con él fueron desterrados; mas no tardé Vigilio en recaer en sus pasadas vacilaciones 4 impulso de diversas instancias. Asi fue que consintié en la condenacion de los tres Capitulos *, que habian sostenido (de- tia él) con cierta obstinacion peligrosos errores. De vuelta Vigilio para Roma murié en el camino. Su sucesor Pelagio encontré el Oc- - cidente muy opuesto al quinto concilio ecuménico que é! mismo ha- Dia admitido, y se vid en el preciso caso de dar cuenta 4 la Iglesia * de la ortodoxia de su fe *. “Solo la solicitud de Gregorio Magno pudo llegar 4 extinguir par- cialmente el cisma suscitado por los obispos del Norte de la Italia, de la Galia y de Espaiia. 7 : § CXXIII. Establecimiento de una. iglesia monofisita independiente. Et objeto del concilio de Constantinopla, que habia sido el de unir los Monofisitas 4 la Iglesia catélica, no tuvo mejor resulta— do en Oriente que en Occidente. Y no fue quien menos le perju- dicd el Emperador mismo, proclamando con un exagerado celo religioso, y poco antes de su muerte, por medio de un edicto imperial la ortodoxia de los aphthartodocetas (664). Las tentativas de su sucesor Justiniano II tambien fueron ilusorias, cuando por un edicto (568) ordend el olvido de todas las disputas nuevas, é invilé 4 los Cristianos 4 que se contentasen con alabar al Salya- dor, sin meterse 4 hacerse de él representaciones claras y distin- + Cf. Mansi, t. 1X; Harduin, t, II. En 1a collatio (sesion) V de este conc. se reunieron gran méimero de testimonios antiguos contra Teodoro. + Cf. Harduin, t. HI; Mansi, t, 1X. Las ep. Vigilii ad Eutych. patriarch. Constantinop. ed. de Marea, in Dissert. de decreto Papae Vigilii pro confirma- tione Synodi Y. En De Marca, concordia sacerdotii et imperii, 2 Y. Mandi, 1. 1X; Harduin, t. UL 1 TOMO II, — 9% — tas '. Por su parte loo Monofisitas, persistentes en au error, no tar- daron en formar una iglesia independiente, oponiendo una contra- eleccion 4 Ia del patriarca catlico de Alejandria, Paulo, nombrado por Justiniano. Los Monofisitas continuaron viviendo en una iglesia separada ba~ joel nombre de coftos; y atrajeron 4 su comunion 4 la iglesia de Etiopia *, favoreciéndoles los persas en Armenia por oposicion 4 los romanos *. En un sinodo, celebrado en 536 en Tebas, se adopt pi- blicamente el Monofisismo, y hacia el 600 los Monofisitas se sepa- raron definitiva y completamente del concilio de Calcedonia y de la Iglesia. Jacob Baradai (Zanzalo) fue uno de los sectarios mas aclivos del partido de los Monofisitas en Siria y Mesopotamia (541-78), y de aqui el que tomasen el nombre de Jacobitas los monofisitas siria— cos *. 1 Bvagrius, Hist. eccl. V, 4; Nicephor. XVII, 38. + Le Quien, Oriens christian. ete. (Paris, 1740, 3t. in f.), t. II, p. 387sq, — Renaudot, Hist. patriarcharum Alexandrinor. Jacobitar. Par. 1713, in 4, —Takieddini-Makrizii (jurisconsulto en el Cairo en + 1444) Hist. Coptorum christianor. in Aegypto, arab. y lat. ed. Wetzer. Solisb. 1828. Amigo de la Re~ ligion , 1844, p. 780. 2 Saint-Martin, Memor. sobr. la Armenia ( Paris, 1828, 1829, 2t.), t. I, p. $29 sq.; Galani, Hist. Arm. eccl. et polit. Colon. 4686, Francf, 1701, in 8. + Assemanni, Dissert. de Syris Nestor. Bibl. orient. t. IH, P. Il. Cf. Le Quien , Oriens christ. t. II. —99 — § CXXIV. Herejta de los Monotelitas. —- Consecuencias del Eutiquianismo. — Maai- mo,— Bi sexto coneilio ecuménico. Fosnrzs.—Docom.d. Manet, t.Xy XI; Harduia, t. 11, p. 1044 oq.— Anas- ” ghasié bibliothecarii (hécia el 870) collectanea de iis quae spectant ad hist, Monothelitaram,, ed. Sirmond. Par 1620.— Galland, t. XIII, p. 328q.—1i- cophori (patr. de Constantin. + 828), Breviar. hist, (1602-1769) ed. Peta- ius. Pat. 1616. Combefisié, Hist. haeres. Monothelit. novum auctuariam. Bibl. PP. t. 1I.—Ta- magnini, Celebris hist. Monothelit. et Honorii controvers. scrutin. VIM, comprehensa. Par. 1678.— Jac. Chomet , Dissert. de ortu et progressu Mono- thelit. en sa Vindielae Coneilii oecumen. VI. Pragae, 1777.— Walch, Hist. , de las herej. t. IX, p. 3 sig.—- Katercamp, Hist. eecl. t. IE, p. 460-480 y 480-500. \Los vanos esfuerzos de los dos Justinianos no fueron parle & detener al emperador Heraclio en su designio de reunir 4 los ‘Monofisitas’ y Catdlicos. Habiendo restablecido su poder en Siria y Armenia, quiso aliar 4 la iglesia del Estado la multitud de mo- nofisitas que vivian en aquellas provincias. Teodoro, obispo de Faran en Arabia, y Sergio, patriarca de Constantinopla, le inspi- raron probablemente el pensamiento de que los dos partidos se calmarian mag pronto si se les proponia no admitir en Cristo mas que una sola operacion oon dos naturalezas. Asi fue que prohibié en una carta dirigida al metropolitano de Chipre, Arcadio, que se hablase de las dos operaciones en Cristo *. Fundabase esta opi- nion en este otro ertor, 4 saber: todo lo que se hace por las dog naturalezas debe atribuirse al Logos, de manera que la voluntad humana sea absorbida por la voluntad divina.,. Como se ve, esta era una nueva forma del Eutiquianismo. La verdad, que se cer- nia oscuramente ante sus ojos, es que no se puede concebir en Cristo mas que una direccion de la voluntad, pero una direccion + Véase la correspondencia entre Ciro, obispo de Fasis (despues patriatca de Alejandria), Sergio y Teodoro, obispo de Fatan, en Mansi, t. XI: en el mismo véase la carta imperial dirigida al obispo Arcadio. 71" — 100 — divino-humana. Ciro, obispo de Alejandria, gané en efecto 4 los teodosianos de su didcesis (633 '); pero Sofronio se opuso 4 una reunion que solo estaba fundada en el error. Este perspicaz mon- je, que mas adelante llegé 4 ser patriarca de Jerusalen, defen- dié primero oralmente y despues en una vigorosa y sdlida carta sinodal * la doctrina de las dos voluntades, calificando de error eutiquiano la opinion de una sola voluntad. Semejante oposicion comprometié 4 Sergio, indeciso todavia, 4 dirigirse al papa Ho- norio * por medio de una carta habilmente escrita y muy mode- rada, representandole los resultados felices por tanto tiempo de- seados, de la reunion de los Monofisitas, y rogdndole que pre- \iniese con su autoridad el designio perturbador de Sofronio, que queria contener la reunion de innumerables cristianos 4 la Igle- sia, Con oponerse 4 una expresion necesaria para este objeto, y ya usada por Dionisio Areopagita, 4 saber: «una operacion en Cristo. » Desgraciadamente Honorio no conocié el engaiio, y consideran- dolo todo como una nueva dispula de palabras, aplaudié 4 Ser- gio el que se hubiese esforzado por ahogarla. Y como no hubo comprendido e] verdadero alcance de la controversia, acepté de~ masiado: pronto la manera de ver de Sergio ‘, sirviéndose de ex- presiones algo oscuras, por mas que repiliese en varias ocasiones que era necesario evilar con sumo cuidado las doctrinas desaten- tadas é impias de Nestorio y de Eutiques, probando que sus opinio- nes sobre las operaciones de Cristo eran sanas y ortodoxas. Pero el Papa agrav6 su falta, creyendo haberse sobrepuesto 4 toda dis- cusion ulterior con la répida exposicion de una carta privada, y no respondiendo 4 una explanacion clara y enérgica de las doc- 1 Actio XIII concilii oecum. VI en Mansi, t. XI, p. 864 sig. + Sophronii, epist. synod. en Mansi, t. XI}, p. 829. + Sergié, ep. ad. Honor. en Mansi, t. XI, p. 829. * Honorié, ep. Tad Sergium, en Mansi, t. XI, p. 837. Fragm. de la ep. 1 ad Serg. id. p. 879. Honorio fue muy débil atacando los textos de san Mateo, xxv1, 39, y de Luc. xxi, 42, tan evidentes en favor de la doctrina de las dos voluntades : «Hgase vuestra voluntad y no Ia mia,» con esta observacion su- perficial : Ista enim propter nos dicta sunt, quibus dedit exemplum, ut sequa- mur vestigia ejus, pius magister discipulos imbuens ut non suam unusquisque nostrum, sed potiis Domini in ompibus praeferat yoluntatem. En Mansi, XI, p. 642, — 101 — trinas de Sofronio, hecha, por Estéban, obispo de Dora ', mas que por medio de la prohibicion impuesta 4 los dos partidos de hablar asi de una como de dos operaciones en Cristo. Entonces el em- perador Heraclio intervino de nuevo y de una manera todavia mas decisiva. Dié unedicto de fe (688), en el cual’ hacia la mis- ma prohibicion que el Papa, aunque por otra parte favorecia se- cretamente la doctrina de una sola voluntad *. Este edicto encon- ‘tré muchos adversarios aun en el mismo Oriente; pues aun cuando el patriarca Sofronio fue muerto durante la invasion de los 4ra— bes (11 de marzo de 638), la autoridad de su nombre siguié do—" minando 4 muchos espiritus habituados 4 las especulaciones dog- . maticas, y su doctrina continué defendida por su antiguo amigo el abad Maximo *. Este tedlogo, el mas sabio y profundo de su época, consiguié en 645 que el patriarca de Constantinopla, Pirro , refugiado en Africa, abjurase el Monotelismo, con una conferencia en la cual desenmascaré completamente aquel error. El papa Yuan IY (640-42), sucesor de Honorio y de Severino, rechazé no bien fue elegido (640) la éctesis, de la que fue designado pu- ‘blicamente Sergio como su primer autor por el mismo emperador Heraclio ‘. Por desgracia, Constantino II, elevado al trono des- pues de las espantosas escenas que ensangrentaron la casa im- perial, dié por consejo de Pablo, patriarca de Constantinopla, un nuevo edicto dogmdtico (648), en el cual se ordenaba, bajo graves penas, atenerse 4 Jas decisiones de los cinco concilios ecumé- nicos, y cesar en toda discusion sobre una 6 dos voluntades y ope- raciones en Cristo *. Los fieles, cuyo valor igualaba 4 su fe, vie~ Ton en este edicto no solamente una coaccion religiosa , sino tam- bien un indiferentismo condenable. Los descontentos y oprimidos encontraron apoyo y socorros cerca del papa Martino I. Este Pontifice condené en el primer concilio de Letran (649) la doe- 4 Libellus Stephani Dorensis, Episcopi, en Mansi, t. X , p. 801-902; Har- duin, t. IIT, p. 744-749, * Harduin, t. Il, p. 791-798; Mansi, t. X. p. 94 sig. * Mazémé opp. (en gran parte contra los Monot. y especialmente su Disput. cam Pyrrho et de duabus naturis) ed. #r. Combefisius. Par. 1678, 2 t. in fol. * Decreta et epist. Joan. IV, en Harduin, t. Il, p. 609-98; Mansi, t X, p. 679 sig. ® Sobre el Tipo, véase Hardwin, t, IIT, p. 833 ig.; Mansi, t.X, p. 1020sig. — 102 — trina de los Monotelitas y al mismo tiempo la ectesis y el tipo. Teodoro de Faran, Sergio, Pirro y Paulo, autores de la herejia, fueron anatematizados *. La deposicion violenta del Papa, y sa muerte producida por los sufrimientos y ultrajes de que fue vio- tima, contribuyeron al triunfo de la verdad. La suerte de Maxi- mo y sus disefpulos los dos Anastasios * fue mucho mas cruel. En fin, para poner término 4 aquella cadena de sangrientas in- trigas que deshonraban la Iglesia y el imperio; para contener el eisma que separaba cada vez mas el Oriente del Occidente, y las perturbaciones politicas que por su causa se originaban, Cons— tantino Pogonato convocd el seato concilio ecwménico de Constanti- nopla (680) donde, con el concurso del papa Agatonio *, se dis- cutié fundamentalmente la cuestion controvertida, y se definid de esta manera: Hay en Cristo dos voluntades, corresponiientes d das naturalezas, pero una sola direcciow de la vohentad divino-humana, *. La completa unanimidad de los oecidentales habia decidido 4 los. orientales & abandonar una herejia que habia perturbado por mu~ cho tiempo 4 la Iglesia. Pirro, Sergio, Ciro y Paulo fueron con~ denados como autores, fautores y defensores del Monotelismo, y el papa Honorio censurado como imprudente favorecedor de este ° error *. Filipo Bardano (711-13) traté al parecer de resucitar las 4 Martiné, Lepist. sobre el concilio de Letran em Harduén, t. III, p. 626-676; Mansi, t. X, p. 705 sig. Las actas de Letran en Mansi,t. X, p. 863 sig.; Har- duin, t. IIL, p. 687-946. Se celebraban las sesiones en Ja iglesia patriarcal de, San Juan de Letran, edificada por Constantino Magno, 6 mas bien en un edifi- cio accesorio, Namado secretarium ; por esto se Haman las cinco sesiones de este concilio seorstoria. + Para la vida det papa Martin cf. su ep. XV y XVI y la Commemoratio eo- Tem quae saeviter ¢f sing Dei respectu acta sunt--in sanctum martyrem Mar- tinum, en Mansi, t. X, p. 841-862; Harduin, t. II, p. 676-686. > Las excelentes explanaciones que hizo Agatonio sobre la doctrina de las dos voluotades (Apéndice 4 la ep. de Leon el Grande 4 Flaviano) en su ep. ad imperatores Hera¢l. et Tiber. (Mansi, t. XI, p. 233-286, y Hardwin, t. ILE, P- 1074-1146) obtuvieroa en @ cencilio wna aprobacion undnime. Las actas reunidas del III concil, de Constant. 6 Vi ecum, en Mansi, t. XI, p. 190-928 ; Harduin, t. Wt, p. 1043-1644. * Estadefinigiongn la XVIII accion en Mansi, t. XI, p. 634sig.; Hardusn, t. IIL, p. 1400 sig. * GL Natakis Alex, Bist, ecel, sac. VII, disser, 1k de Honorii demnatione — 103 — turbaciones pasadas, prestando ayuda 4 los Monotelitas; pero su su- cesor Anastasio II los reprimié de nuevo. De dicha secta solo se con- servé un reducido numero entre los habitantes del Libano y del Ante-Libano, que se Ilamaron Maronitas por su patriarca y jefe po- Iitico Juan Maron ‘, los cuales no renunciaron 4 la herejia, ni vol- vieron al seno de Ja Iglesia romana hasta el 1182 *. Despues de tantas controversias , animadas por una fe tan viva, aunque ciega con frecuencia; despues de tantas pasiones que per- turbaron la Iglesia y el Estado, abriendo desde luego la puerta al amenazante Mahometismo, gquién hubiera podido sospechar que la Iglesia griega habia de ser atacada repentinamente de este- rilidad, y que tan pronto habia de extinguirse en clla la vida cienti- fica y rcligiosa? El conjunto de los dogmas cristianos, tal como resul- ‘taban de las sucesivas decisiones de los Concilios , fue reunido por la } primera vezen cuerpo de doctrina sistematico por Juan Damasceno, \muerto en 734 *. \ : : * Observaciones.—El sexto concilio ecuménico encontré muchas opo- siciones que necesitaron el segundo sinodo en Trullo (692), donde fueron confirmados los decretos del concilio ecuménico. Este conci- Tio fue Hamado coneilium Quinisextum, porque en él se aiiadieron ciento y dos canones sobre la organizacion y la disciplina de la Igle- sia 4 los decretos casi exclusivamente dogmaticos dél quinto y sexto concilio *. Los mas importantes y mas decisivos de estos canones, in synodo VI oecum. (t. X, p. 440-38) en ta cual se exponen al mismo tiempo os juicios de los Papas posteriores sobre Honorio. El autor concluye asi sus investigaciones: Concludamus itaque Honorium & sexta synodo damnatam noo fuisse ut haereticum, sed ut haereseos et haereticorum fautorem, utque reum negligentiae in illis coércendis; ct juste fuisse damnatum, quia eddem culpd ertoris fautores ac auctores ipsi tenentur. — Honorius cum Sergio, Cyro, etc. Monothelitis loquutus est (eorumque voces usurpavit), sed mente catholica, et sensu ab eorum errore penitis alieno: siquidem absoluté duas yoluntates Christi non negavit, sed voluntates pugaantes , ut supra ostendimus; p. 431, 432. 1 Le Quien, Oriens christian. t. IIT. + With. Tyrius, XX, 8, 3 Joann. Damasceni, Opp. Paris, 1712. © Las act. del cone. Quinisexti en Mansi, t. XI, p. 924 sig.; Harduin, t. IIL, p. 1648 sig. Cf. Nat. Alex. Hist. eccl. saec. VII, dissert. ITI de canonib. synodi Quinisextae et ejusd. epocha (t. X, p. 438 sig. ). — 104 — relativos 4 las relaciones ulteriores de la Iglesia griega y la romana fueron: el segundo, sobre el nimero de los cénones apostdlicos ; el tercero, sobre el matrimonio de los sacerdotes; el treinta y seis, so- bre el rango del patriarca de Constantinopla; el cincuenta y cinco, contra el ayuno del sdbado, y el noventa y dos, contra las image- nes que representaban al Cordero. — 105 — CAPITULO III. DESARROLLO DE LA CONSTITUCION Y DEL GOBIERNO DE LA IGLESIA CATOLICA. Foenrus.—Litt. cf. §§ 82 y 82. Las leyes imperiales, relatives é la constitucion dela Iglesia en el Cod. Teodosiano y Justin. Thomassini, Vetus et Nova Eccl, discipl. ete. Planck, Hist. de ta Socied. ecles. t. 1, p. 276. § CXXV. , \ Caractéres de las nuevas relaciones de la Iylesia y del Estado. En la primera época hemos visto 4 la Iglesia catdlica comple- tamente independiente del Estado. De aqui en adelante la veré- mos, 4 trueco de la libertad exterior que habia conquistado, ir perdiendo poco 4 poco una parte de su libertad interior, 4 me- dida que ha ido cediendo al poder del Estado en Ja administracion de las cosas eclesidsticas. Y lo que debia evitar para siempre to- da confusion de los poderes del Estado y de la Iglesia, fue que el Cristianismo habia nacido y se habia desarrollado, no con el Estado mismo, como las religiones paganas, sino por el contra— rio como una institucion divina, independiente de toda autoridad humana. Constantino Magno lo reconocié asi en diversas ocasio— nes solemnes; pero no fue siempre fiel 4 este principio. Asi fue que ya de propio motu, ya porque 4 ello fuese provocado, pro- mulgé leyes contra los herejes, convocé 4 concilio los Obispos de su imperio, y desterré 4 veces obispos inocentes (Atanasio, por ejemplo), sin abrigar por otra parte intenciones hostiles pa- ra con la Iglesia. Desconociendo frecuentemente su hijo Cons- tante las verdaderas atribuciones de la Iglesia y del Estado, obré con una violencia tiranica en los asuntos puramente eclesidsticos y dogmaticos, y oblig6 4 muchos obispos 4 sacrificar su conviccion 4 — 106 — Jas exigencias del Estado, del cual tenian sus titulos y sus honores. Otros, por el contrario, tan firmes como celosos en su fe y en su mi- nisterio, tales como los Atanasios, los Hilarios, los Basilios y los Ambrosios, protestaron con inaudita firmeza y sin ningun género de consideracion personal contra esa coaccion moral y esa intrusion inconveniente del poder secular en las cosas divinas ', prefiriendo frecuentemente la muerte a) destierro. * Athanas. Quis canon tradidit, Comites —ecclesiasticis praeesse rebus aut edicto judicia eorum, qui episcopi vocantar, promulgare? —Si namaque illad episcoporum decretum est, quid ilud attinet ad imperatorem ?—Quandonam & saeculo res hujusmodi avdita est? quandonam Ecclesiae decretum ab impe- ratore accepit auctoritatem aut pro decreto illud habitum est? Hist. Arianor. un. 51 et 52, ed. Bened. Patav. 1777, t. I, p. 296 sq. Neander (Hist. eccl. t. I, P- 190 et 569) dice que san Hilario de Poitiers hablé 4 Constancio con una li- bertad digna de ua discipulo de Cristo y de un obispo en estos términos: «14 «circo laboratis (Caesares) et salutaribus consiliis rempublicam regitis — pt «omnes, qnibus imperatis, dulcissima libertate potiantur, Certé vox exclamap- «tium a tua mansuetudine exaudiri debet, catholicus sum, nolo esse haerefi- «cus; christianus sum, non Atianus: et melius mihi in hoc saeculo mori, «quam alicujus privati potentia dominante castam veritatis virginitatem cor- «rampere. Aequamque debet videri sanctitati taae ut qui timent Dominum « Deum et divinum judicium non pollaantur aut contaminentur execrandis «blasphemiis, sed babeant potestatem ut eos sequantur episcopos et praepo- «sitos, qui et inviolata conservant foedera caritatis et cupiunt perpetuam et «sinceram babere pacem. Nec fieri potest, nec ratio patitur ut repugnantia «congruant, dissimilia congtutinentur, vera et falsa misceantur. — Si ad Adem « veram istius modi vis adhiberetur, episcopalis doctrina obviam pergeret dice— «retque: Deus universitatis est Dominus, obsequio non eget necessario, non « requirit coactam confessionem. » Ad. Const. lib. I, n. 2 et 6; ed. Bened. Ve- net, 1750, t. II, p. 422, — El lenguaje de san Hilario (lib. contr. Const.) es to- davia mas atrevido y cési llega al olvido de los deberes para los monarcas cris- tianos: Atque utinam illed potius omnipotens — Deus aetati meac et temy Breestitisses, ut hoc confessions mese in te atque in Unigenitam tuum minis- terium Neronianis Decianisve temporibus explessem !—At nune pugoamus contra persequutorem falleatem, contra hostem blandientem, contra Coustan- tium Antichristum,—qui Christum confitetur ut neget, unitatem procurat ne pax sit, hacreses comprimit ne christiani sint, sacerdotes honorat ne episcopi stat, Ecclesiae tecta strait ut fidem destruat.— Proclamo tibi, Conetanti, qued Nerosi loqauturus fuissem , qeod ex me Decius et Maximisnus audirent : Con- * tra Deum pugsas, contra Eeclesiam saevis, sanctos persequeris, praedicatores Christi odis, religionem toltis, tyranous non jam humanorum, sed divinorum es, — Antichristum praevenis et arcanoram mysteria ejus operaris, etc, n. 4-7, IH, p. 448 sq. — 107 — El ejemplo de Constantino fue seguido por sus sucesores. Ar- rastrados por el ejercicio de una autoridad absoluta y sin limites, tomaron 4 menudo parte en las controversias religiosas, promul- garon edietos de fe, y se arrogaron una influencia de las mas de- sastrogas en le institucion de los Obispos. La Iglesia griega de aque- lla época seré eternamente un espantoso ejemplo de esta falsa si- tuacion de la Iglesia con relacion al Estado. Pero el mismo exceso del despotismo puso de manifesto la fuerza y el poder inherente & la Iglesia. «La Iglesia , dice san Hilario de Poitiers ', tiene de par- «ticular que su autoridad triunfa cuando se la viola, y que su po- «der se manifiesta cuando se le ultraja, y se consolida cuando se la cabandona. » La Iglesia de Occidente se desarrollo con mas independencia, pues en él dominaba mas el principio teocratico, siendo ademas. ‘uh contrapeso para el poder del Estado la autoridad del obispo de Roma. Al mismo tiempo que cambié la situacion de la Iglesia y se modificaron sus relaciones con el Estado, se ensanché el circulo de sus atribuciones y sus negocios. Despues de su reconocimien- to politico, obtuvo la Iglesia: 1.° El derecho de aceptar dones y herencias, que los Obispos destinaron en su mayor parte 4 esta- lecimientos para enfermos, para huérfanos, y mantenimiento de ancianos indigeites *; 2.° los Obispos obtuvieron el uso de cierta jurisdiccion *, el derecho de asilo para sus iglesias *; 3.° se les im- puso & los Obispos como obligacion positiva la costumbre que hasta entonces habian observado de exhortar & los jueces 4 que tratasen con humanidad 4 los preses * y de visitar 4 los cautivos el miérco- es y el viernes. - $i por una parte los Obispos y el Clero se vieron frecuente- mente desviados de las funciones de su sagrado ministerio, & eauea de eslas nuevas obligaciones; por otra adquirieron mas 4 Hilarius, de Trinit, lib. VIL, n. 4 (opp. ed. Bened. t. II, p. 440). + Las leyes imperiales atribuyeron 4 la Iglesia catdlica ricos tevaplos paga- Bos, con los bienes adegafios, asi conto les propiedades confiseades & los here~ 408. Cod. Theod. XVI, 10, 20 y Bh. Cf. Soorat. y Soxom, Hist. ecel- 2 1Cor. vi, 7 sig. * Coed, Thood. 1X, 4b, 4-3, Cf. Binghan. 1. VIE, c. 44, vol. II. * Cod. Theod. XI, 3, 1. Cod. duat., 4, 22, 23. — 108 — fuerza para resistir al despotismo politico, y mayores medios para propagar el Cristianismo. Y lo cierto es que casi fueron los unicos que osaron oponerse 4 Jos furores de los funcionarios del Estado. A veces tambien les concedieron los Emperadores el derecho de vigi- lar 4 los prefectos de las provincias *. De esta suerte, bajo el régi- men de un poder completamente arbitrario y absoluto, la Iglesia lleg6 4 ser el asilo de la libertad y la guardiana de los derechos de los pueblos. En esta accion y reaccion de los dos poderes en aquella época, es donde se manifiestan las premisas de la alianza sagrada que debian contraer el sacerdocio y la monarquia, en interés del verdadero progreso de la humanidad. Asi es que desde entonces se ha repetido que el sacerdocio esta por encima de Ja monarquia, co- mo el alma por encima del cuerpo. § CXXVI. Aumento del mimero de las funciones eclesidsticas. FuentEs.—Thomassini, Vet. et nova Eccl. discipl. t. 111, lib. I, c. 2; de Po- testate Oeconomor. in Oriente et Occid. prioribus V Eccl. saeculi: i, Jib. I, ¢. 97, de Defensoribus ; t. 1, lib. I, c. 400, de Syncellis; t. 1. lib. IT, . Set 4, de Archipresbyt. ; t. I, lib. IT, ¢. 17 et 48, de Archidiaconis per V priora Ecel. saecula. E] némero de las funciones y cargos eclesidsticos debia ensan- charse al igual de la esfera de actividad de la Iglesia. Desde el siglo V de la era cristiana instituyeron los Obispos ecénomos * para administrar los bienes de la Iglesia; notarios (notarié, excep- tores) para la redaccion de las actas eclesidsticas; archiveros para la conservacion de estas actas, y defensores para sostener los derechos de la Iglesia ante los tribunales seglares. Por el con- * Coneil. Arelat. can. 7, en Harduin, t. 1. * Elconeil. de Calced. Actio 1X (en Harduin, t. II, p. 506), instituye ex- presamente ecénomos, 4 causa de la administracion arbitraria de los bienes de Jn Iglesia. Aunque esta administracion estuvo siempre bajo la vigilancia y di- receion de los Obispos, se acabé por erigir ea priacipio que el ecSnomo debia dar cuenta 4 las autoridades seglares como al obispo. — 109 — trario la fancion de las diaconisas decayé poco 4 poco en Occi- dente durante este periodo, sosteniéndose por mucho mas tiempo en Oriente. Los coadjutores 6 vicarios episcopales, instituidos anteriormente, cesaron en sus funciones, 4 fin de no envilecer el nombre y autoridad de los Obispos. El obispo estaba acompa- fiado del sincelo (syncellus), cuyas funciones desempeiiaba el ar- chipreste en caso de ausencia. A la cabeza de los negocios admi- nistrativos estaba el arcediano, principal personaje en Oriente despues del obispo, al cual representaba en los concilios (vica- rius delegatus): tambien administraba la diécesis 4 la muerte del obispo hasta su reemplazo. Asimismo se elevaron entonces al re- dedor de las sillas episcopales, cofradias espirituales para el ali- vio de los enfermos, y dar sepultura 4 los muertos /parabolani, fessores '). Como todos los que desempefiaban estas funciones se contaban entre los miembros del clero, y como las érdenes meno- res, instituidas de antiguo, tales como los hipo-didconos, lectores, chantres, exorcistas, porteros, etc., subsistian en Oriente, asi co- mo los subdidconos, acélitos y otros en Occidente, aparecieron di- versas leyes imperiales * imponiendo condiciones y restricciones para obtener las dignidades clericales y los privilegios que les eran anejos. Sin embargo, una ley del afio 520 alribuyé 4 la Iglesia madre de Roma sesenta sacerdotes, cien didconos, noventa subdia- conos, ciento diez lectores, veinte chantres, ciento diez porteros, al paso que por el aiio 300 no habia en Roma mas que ciento cincuen- ta eclesiasticos. * Tomados de Paraballesthai tén zoen.— Tambien se servian de la expre- sion copiatai, copiatae. El tratado de Sept. ordinibus Eccl. (Hyeronim. Opp. ed. Vallarsi, t. X, p.487 9q.), falsamente atribuido 4 san Jerénimo, designe 4 los copiatae con el nombre de fossarii, como el Gltimo érden del clero. Se- gun el Cod. Theod. XVI, 2-42, del aiio 416, no debia haber en Alejandria mas que quinientos parabolanos, y se concedieron seiscientos por la ley 43 del afio 448, y conforme al Cod. Justin. I, 2-4, se redujeron de mil ciento 4 novecien- tos cincuenta. * Ya Constantino Magno ordené el aio 320: Nullam deiaceps decurionem vel ex decurione progenitum, vel etiam instructum idoneis facultatibus, atque obeundis publicis muneribus, opportuoum ad clericum nomen obsequiumque confugere; sed eos de caetero in defunctorum dumtaxat clericorum loca subro- gari, qui fortuna tenues, neque muneribus civilibus teneantur obstricti. Cod. Theod. Justin. Noy. Innocen. Ambros. Leo M. etc. — 110 — § CXXVIL Educacion. — Celibato. — Ordenes. — Mantenimiento de tos Forwres.—Thomassini, Vet. et nova Eccl. discipl. t. 1, lib. 11, c. 60-62 (de Celibatu clericor. in Eccl. tal. et Lat.), lib. III, ¢. 2-8. De congregat, meré clerical. et de Seminar A. Theiner, Hist. de las institac. ecl. Ma- guncia, 1838, p. 1-26.— Hittsche, Hist. del celib. p. 81.—Gaschi, Origine de la dim. eccl. Aschaff. 1837. * La educacion clerical continué siendo en este periodo, comoen eb precedente, cAsi del todo practica, Los mas insignes Doctores de la Iglesia, y los tedlogos mas profundos de aquella época no habian hecho estudios especialds para prepararse al estado eclesidstico. Correspondiendo estos ilys- ‘wes varones 4 su divina vocacion, habian empleado en el servi- cio de Dios y de la Iglesia los conocimientos y talentos adquiri- dos con otro objeto. Mas el cambio de las circunstancias exteriores hizo sentir la necesidad de una cultura cientifica y teolégica es+ pecial, como ya habia sido preparada en las escuelas catequistas de Alejandria y Antioquia. Por esta razon se dié en Oriente una gran extension 4 la escuela exegélica de Antioquia, y se fundd en Edesa otra escuela para la educacion del clero persa. Panfilo, quien merecié tanto bien de Ja ciencia cristiana, cred una en- Seiianza teoldgica en Cesarea, formandose otra semejante en Nisi- be de Mesopotamia, y en Rinocorura de Palestina. El Occidente fue testigo del celo y ardor que desplegé el gran Obispo de Hipona para fomentar los estudios teolégicos. Agustin fue por sus escritos como por su santa vida un perfecto modelo para su naciente clero. A ejemplo del instituto que cre6, se fundaron en Africa y en Ila- lia gran numero de seminarios. A estos esfuerzos se unieron el de- chado de una vida sacerdotal y los numerosos escritos de los Doc- tores de la Iglesia, que inspiraban, asi con sus palabras como con Sus acciones, un santo y profundo respeto hacia la sublime dignidad del sacerdocio cristiano. Entonces aparecieron sucesivamente el 7ra- — 11 — tado de los Deberes ‘ dé Ambrosio ; el discurso sobre la Fuga * de Gregorio Nacianceno ; el incomparable Tratado del Sacerdocio de san. Juan Criséstomo *; los Sermones de san Efren el Siriaco, sobre la excelencia del sacerdocio *; las Epistolas de san Jerénimo * y de san Agustin * que se complacian en describir el bello ideal del sa- cerdote, y las Reglas pastorales de san Gregorio Magno '. Esta obra se esparcié, merced 4 su excelencia y tendencia practica, por toda la cristiandad , conservando una gran influencia en las edades pos- teriores. Los Concilios y los Papas procuraron por medio de sus re- glamentos realizar las ideas de los Doctores sobre el sacerdocio y las Ordenes sagradas. Prohibieron llegar al diaconado antes de la edad de treinta afios 4 aquellos que por otra parte podian ser iniciados desde muy jévenes en las érdenes inferiores. Se exigian asimismo cinco aiios de intervalo entre el diaconado y el sacerdocio , y diez aiios de funciones y de conducta intachable para ser elevado al epis- ado. esas leyes no fueron siempre observadas. Muchos obispos, 4 fin de Tedearse de un clero numeroso y ostentoso, ordenaban prematu- ramente 4 ciertos sujetos que no ;buscaban en el estado eclesidstico mas que las ventajas y los privilegios exteriores. La alta idea que se habia concebido del sacerdocio se comple- 16 con la obligacion del celibato, que cada vez fue siendo mas estricto para los sacerdotes, y cuyos motivos constantemente proclamados eran: la pureza exigida para la celebracion del san- to sacrificio y la administracion de los Sacramentos; la libertad 1 Ambros. de Offic. ministroram, lib. III, ed. Bened. t. 11, p. 4-442.Cum comment. de philosoph. morali yeterum, ed. Fertsch. Stuttg. 1699, in 8; ed. Lips. 1699, in 8. 3 Gregor. Nazianz. (Opp. ed. Morelli, t. I). 3 Chrysost. (Opp. ed. ster. Bengel. Lips. 1825). s Ephraem. Syr. Sermo de sacerdotio, empieza ast: 0 miraculum stu- pendum, d potestas ineffabilis, 6 tremendum sacerdotii mysteriam , spiritaleac vivum , venerandum et incomprebensibile, quod Christus in huac mundam ve- aieus, etiam. indignis impertitus est.—Genu posito, lacrymis atque suspiriis ‘oro, ut hune sacerdotii thesauram inspiciamus, thesaurum, inquam, his qui ‘eum digné et sancté custodiunt, Ed. Assemanni, syriacé, graec. et lat. t. IIT. 5 Hyeronim. ep. ad Pamach. ad Nepotian. (opp. ed. Vallarst, t.1, p. 284). © Sobre san Azustin yéase Theiner, |. c. p. 44. 7 Regulae pastorales (opp. Greg. M. ed. Bened. t. II, p. 1 8q-). — 112 — necesaria los predicadores y doctores del Evangelio para consa- grarse al estudio de la ciencia divina, y para dirigir la educacion religiosa y moral, no de uno 6 dos hijos, sino de tna multitud de fieles. Segun Eusebio , Jerénimo, Crisdstomo, Epifanio, etc., el celi- hato ha debido observarse universalmente en Oriente. Segun san Gregorio Nacianceno, la-necesidad del celibato habia llegado 4 ser una conviccion tan popular, que no se hubieran aceptado los Sa- eramentos de manos de un sacerdote casado. La negativa que opu- so desde luego Sinesio a aceplar el obispado de Tolemaida, porque esta aceptacion exigia la cesacion de todo trato con su mujer, con-— firma cuanto acabamos de decir. Con todo, no se puede negar que hubo numerosas excepciones, como lo indican aquellas palabras de san Epifanio, que ordinariamente se citan con este motivo: «Alli adonde se observan las leyes de la Iglesia, » y otras varias circuns— tancias bien conocidas. Las vivas instancias del austero obispo Paf- nucio fueron las que hicieron renovar en el concilio de Nicea la ér- den de que permaneciesen en el celibato los que se ordenasen de dia— conos, sacerdotes t obispos, siempre que no estuviesen casados an- tes de su ordenacion. El Occidente observaba mas rigorosamente aun la ley del celi~ bato, la cual se extendia hasta 4 los subdidconos, siempre que eran admitidos al servicio del altar. Ambrosio, Agustin, y especialmen- te Jerénimo, demostraron la santidad y la necesidad de esta ley. Los Papas, especialmente Inocencio I, la recordaron y confirma- ron ; y en las mismas leyes de Justiniano se insislié sobre su obser- vancia. Con todo, estas leyes fueron muchas veces desatendidas. Hubo mas aun: cuando la Iglesia griega hubo perdido de vista el verdadero ideal del sacerdocio, el concilio de 7'rullo (692), compuesto en su mayor parte de los eclesidsticos del patriarcado de Conslantinopla, no exigié ya la castidad mas que 4 los Obispos, ni ninguna promesa de celibato a los diaconos y sacerdotes antes de su ordenacion. Esto mismo se observa todavia entre los griegos. Al transmitir la ordenacion la virtud, y comunicar la ‘capacidad necesaria pafa las funciones sagradas, imprimiendo por lo mismo un caracter indcleble, no podia renovarse , asi como el Bautismo. Para — 113 — ser ordenado era preciso no haber formado parte de ninguna secta herética 6 cismatica, y no haber padecido ninguna penitencia pi- blica ; exigiéndose ademas para el sacerdocio la aprobacion del pue- blo presente con la siguiente formula: «Es digno.» Salvo algunas raras excepciones, se administraban las érdenes para una iglesia es- pecial. Tambien se necesitaban motivos graves para pasar de una iglesia 4 otra '. La manutencion del Clero se hacia, como ya lo hemos indicado arriba, por medio de los dones voluntarios que los fieles remitian al Clero, 4 la manera del diezmo que los judios pagaban 4 los sacer- dotes y levitas, segun la enseiianza de Cristo y los Apéstoles *, y las exhortaciones expresas , dadas en diversas circunstancias, por Am- brosio, Agustin, Jeronimo y otros *. A estos donativos se agregaron en aquella época un gran mimero de legados, 6 las contribuciones en trigo, sacadas de los almacenes publicos y concedidas anualmente al'Clero, segun las érdenes de Constantino Magno. En Occidente se hallaban divididas las rentas de la Iglesia en cuatro partes: Ja del obispo; la del Clero ; la de los pobres, y la destinada 4 los edificios eclesidsticos. Con todo, no faltan en este mismo periodo ejemplos de sacerdotes, diéconos y aun obispos, que vivian del trabajo de sus manos, segun la recomendacion expresa del cuarto concilio de Car- tago *, el cual determiné al propio tiempo las profesiones de que po- dian ocuparse los clérigos. . + Thomassiné, 1.1, t. 1; lib. I, €. 4-4. + Luc. x, 7; 1 Cor. 1x, 43, 3 Hieronym. Comment. in Malach.c. 3. Augustin. Comment. in Psalm. 456. Chrysostom. Homil. XV, in ep. ad Ephes. Cf. Thomassiné, t. IL, lib. 1. * Concil. Carthagin. IV, ann. 398, can, 82: Clericus victum et vestimentum sibi artificiolo vel agricultura absque officii sui detrimento paret; can. 83: Om- nes clerici, qui ad operandum volidiores sunt, et artificiola et litteras discant. (Harduin,t.1; Mansi, t. IM). Cf. Thomassiné, t. 111, lib. UI, ¢. 47. 8. Tomo II. ° — 1k § CXXVIHI. El obispo y su didcests. Fuestes.— Thomassini, t. 1, lib. (de primo et principe Cleri ordine de Epis- copata et omnibus ejusd. gradib.), c. 80-88; de Episcopis et de episcopal. Sedib. et episcopatu ipso, t. 1, lib. I, c. 4-9 (de Electionib. episcop. in Oriente et Occidente), Staudenmater, Elec. de los Obispos, p. 29-86. El episcopado se resintié sefialadamente de la nueva situacion de la Iglesia. Las persecuciones que la Iglesia catdlica acababa de pa- decer le habian proporcionado un clero firme, sélido y adornado de virtudes sacerdotales. «Son una tropa de verdaderos martires de Cris- «to,» decia sin exageracion Teodoreto, hablando de Jos trescienlos obispos Hegados 4 Nicea con todo el aparato de Ja verdadera indi- gencia. Pero de alli en adelante encubrian frecuentemente una gran. pobreza apariencias brillantes: de alli en adelante, en vez de las persecuciones y necesidades de todo género que producian en otro tiempo las funciones episcopales , procuraban estas honores y ri- quezas, que excitaban la codicia y la ambicion de los unos, al paso que alimentaban la vanidad y prodigalidad de los otros. Era indis~ pensable, por lo demas, cierto gasto y hasta alguna representacion en las comunidades de las grandes ciudades por efecto de la multi- tud de fieles. Asi es que se motejaba la simplicidad verdaderamen— te episcopal de san Juan Crisdstomo. Pero es evidente, y el mismo Amiano Marcelino lo confiesa, que la mayor parte de los Obispos permanecian fieles 4 aquella simplicidad evangélica, tan edificante y consoladora para la Iglesia *. Al principio de este periodo tomé todavia el pueblo parte en Ja 1 Amian, Marcel. XXVII, 3, despues de haber motejado 4 I Roma de que diesen festines mas suntuosos que los Reyes, continia: Qui esse poterant beati re vera, si, magnitudine Urbis despecta quam vitiis opporunt, ad imitationem Antistitum quorundam provincislium viverent: quos tenuitas edendi potandique parcissimé, vilitas etiam indumentorum, et supercilia hu— mum spectantia, perpetuo Numini verisque ejus cultoribus ut puros commen- dant et verecundos. Ed. Valesié, p. 481. obispos de — 115 — eleccion de los Obispos, ya presentando un candidato, que con- firmaban los obispos de Ja provincia, ya admitiendo el candidato propuesto por estos ultimos *. Conforme 4 un decreto del concilio de Nicea, que servia de norma, asi en Oriente como en Occi- dente, la eleccion debia hacerse en lo posible por todos los obis- pos de la provincia, 6 al menos por tres de ellos, con tal de que* diesen los auserites su consentimiento por escrito, y confirmandola el metropolitano *. El concilio de Antioquia expidié un decreto andlogo (341), y asimismo el cuarto concilio de Cartago *. En + En cuanto 4 la Iglesia griega, nos referimos al segundo concilio ecum. (384), en el cual se escribia al papa san Dmaso y 4 los obispos de Occidente: ‘Nectorium in concilio generali, communi omnium consensu, praesente Impe- Tatore, totius denique Cleri, totiusque elvitatis suffragiis episcopum constitui- mus. ( Harduin, t. 1, p.826; Mansi, t. II ,p. $86). Theodoret. Hist. eecl. IV, dice del obispo arriano Lucio: Electum fuisse episcopum non episcoporum or- thodoxorum synodo, non clericorum virorum suffragio, non petitione populo- um, ut Ecclesiae leges praecipiunt, Por lo que toca 4 la Iglesia, no tenemos mas que recordar Leonis M. ep. X, c. 6: Qui praefuturas est omnibus sb om- nibus eligatur. Leon escribe por su parte contra las peticiones en alta vor y 4 . menudo inoportunas: Mirantes tantiim spud vos per occasionem temporis im- pacati, aut ambientium praesumptionem, aut tumultum valuisse populorum, ut indignis quibusque et longé extra sacerdotale meritum constitutis, pastorale fastigium et gubernatio Ecclesiae crederetur. Non est hoc consulere populis, sed nocere; nec praestare regimen, sed augere discrimen: integritas enim praesi- dentium salus est subditoram, ete. (Opp. ed. Balleriné, t. 1, p. 639 et 638). 2 Concil. Nicaen. can. 4: Quam quispiam episcopum constituere animo ha- buerit, quando is super regionem, aut civitalem, aut pagum, sub metropoli- tano constitui petit, oportet ut ad constitutionem illius synodus episcoporum provinciae, qui circa eum sunt, sub potestate metropolitae ejus aut patriarchae congregetur: vel si illud iis difficile fuerit,—tres omnino episcopi ad eum con- ‘veniant, vel duo vel unus saltem necessario, etc. ( Harduin, t. 1, p. 338; Man- 4, tll, p. 670), * Coneil, Antioch. ann. 341, can. 16: Si quis episcopug vacans in Ecclesiam vacantem prosiliat, sedemque pervadat absqueintegro perfectoque concilio, hic jatur necesse est, et si cunctus populus, quem diripuit, eum habere dele- Perfectum verd concilium illud est, ubi interfuerit metropolitanus An- es. Concil. Carthagin. IV, ano. 398, capitul. 4. Quum io his omnibus (num sit natura prudens, docibilis, moribus temperatis, vita castus, etc.) examina- tus inventus fuerit plené instructus, tum cum consensu clericorum et laico- rum et conventu totius provinciae episcoporum, maximéque metropolitani vel auctoritate vel praesentia, ordinetur episcopus. ( Harduin, t.1,p. 600 6978; Mansi, t. UI, p. 049). 8* — 116 — virtud de los derechos concedidos por la Iglesia 4 los Emperadores acerca de las cosas sagradas (circa sacra), estos tomaron tambien parte en la eleccion de los Obispos, ya presentandolos, ya confir- mandolos. Pero las comunidades cristianas perdieron su influencia desde que, en lugar de elegir candidatos dignos, tales como los que ge- neralmente habian sido escogidos en un principio, recayé su elec- cion con demasiada frecuencia en sujetos vanos, ambiciosos, y has- ta herejes '. Entonces se comenzé 4 observar lo dispuesto en el con- cilio de Laodicea (372), y los Obispos fueron instituidos solamente por el Clero, los otros obispos y el metropolitano *. A pesar de es- to, emperadores violentos y tiranicos como Constante y Valente, nombraron a veces obispos de su propia autoridad, violando todos los canones de Ja Iglesia *. Vidse tambien 4 mujeres, que. abusando de su poder instituian y destituian obispos, segun su voluntad y capricho; mas tambien sucedié que emperadores, animados de sen— timientos piadosos y prudentes, evitasen escenas de tumulto, vio- lencia 6 intriga con la eleccion de un obispo digno y capaz, como Jo hizo Arcadio 4 la muerte del patriarca Nectario , nombrando 4 Juan Criséstomo, cuyo nombramiento fue confirmado por los sufragios det Clero y del pueblo. El obispo se consideraba como unido 4 su didcesis, 4 su igle- sia, por los vinculos de un desposorio indisoluble. De aqui la sé- tie de cénones que prohiben abandonar un obispado para ser tras- ladado 4 otro *. Ordenar y predicar cran las funciones especiales del obispo; y asi solo insensiblemente se fué introduciendo en Oriente la costumbre de ver predicar 4 un simple sacerdote en 1 Crisdstom. (de Sacerdotio, 1, 3) deplora amargamente los desérdenes pro- ducidos por las pasiones que animaban las elecciones de las funciones eclesiés- tices. 2 Coneil. Laodic. can. 43. (Harduin y Mansi). 4 Esto no era una aplicacion de lus derechos circa sacra, sino una intra— ‘sion violenta in sacra. Véasela protesta de sen Atonasio. Hist. Arianor. n. 81: ‘Quis canon praccipit ut & palatio mittatur episcopus? (opp. t. 1, p. 296). + Coneil. Nicaen. c. 18: Praecipimus etiam ut nec.episcopusipse, nec pres~ Dyter, nec diaconus transiliat nec migret @ loco cui praepositus est, et nomina— tim assigoatus, in aliam, non sua, nec alterius voluntate, etc. (Hard. y Man~ 44 J. Por esto renuacié el patriarcado de Antioquia Eusebio de Cesarea. — 117 — presencia del obispo. En Occidente, fue Agustin el primero que como sacerdote dié el ejemplo (*). Tambien tenia el obispo el cargo de visitar su didcesis; y cuando no lo podia ejecutar por si mismo, se encargaban de ello los visitadores, establecidos desde entonces en lugar de los coadjutores 6 vicarios episcopales. A medida que se iba propagando el Cristianismo, se erigian dia— riamente nuevas iglesias, no solamente en las ciudades al lado de la iglesia episcopal 6 catedral, sino tambien en los campos. El obispo proponia un sacerdote de su eleccion, como en otro tiem— po un coadjutor, 4 cada parroquia particular (Parotkia, ecclesia plebuna, titulo opuesto al de ecclesia cathedralis, y en Africa ecclesia matriz ). Una ley de Justiniano, promulgada el aio 341°, reconocia ya una especie de patronato, concediendo el derecho de proponer al obispo eclesidsticos dignos, 4 los que fundaban una iglesia con dataciones fijas para pagar a los eclesiasticos que se presentaban envellas. Los herederos de estos fundadores gozaban el mismo pri- vilegio. § CXXIX. Las metropolis y los patriarcados. Fugntes.— Morini, Diss. de patriarch. et primat. orig. (exercitat. ecclesiast. et bibl. Par. 1669, in fol.).—Thomassini , t. 1, lib. Ic. 7-20 (de Patriarchis; 10, de Potestate et officio metropolitanor. per quinque priora Eccl. saecu- ist. chronolog. patriarcharum (t. III, de praefation. etc. en Bollandi, Acta S3.—Le Quien, Oriens christianus, etc.— Engelhardt, Hist. eccles. t. IV, p. 27-30. El primer periodo habia visto ya nacer la institucion de las me- trépolis, la cual se desarrollé y consolidé durante el segundo. Desde el momento en que se erigieron los Patriarcas, tuvieron 4 su cargo los Metropolitanos la vigilancia suprema de todos los ne- (*) Ea Zaregoza, segun parece, lo habia hecho mucho antes el diécono san Vicente martir. (Nota de los Bditores). 4 Justiniani Novell. 87, ¢. 2; 123, c. 48; Cf. Thomassini, t. 11, lib.1, ¢.29, de jure patronatas per quinque priora Ecclesiae saecule. — 118 — Socios eclesidsticos de la provincia, y el convocar y presidir los si- nodos provinciales que debian verificarse cada dos aiios. Sin em- bargo,-era preciso que estuviesen asistidos por los otros obispos de la provincia en las decisiones sobre los negocios generales. Roma, Alejandria y Antioquia tuvieron desde muy temprano una autoridad marcada y distinta en medio de las metrépolis, autori- dad que comprendia varias provincias metropolitanas. El concilio de Nicea confirmé esta presidencia (can. VI). Estando fundada en parte la division metropolitana en la division politica del ter- Titorio *, resultaba de aqui que el obispo metropolitano fuese nom- brado exarca 6 arzobispo *. En Jo sucesivo se usé la denominacion mas eclesiastica de patriarca, que llegé 4 ser bien pronto la califi- cacion distintiva de las cinco metrépolis mas distinguidas (pa- triarcados ). A mas de Roma, de Alejandria y Antioquia, Cons- tantinopla fue igualmente elevada 4 la dignidad del patriarcado, por efecto de su importancia politica. El considerable numero de obispos que en dichas ciudades se reunian fue desde luego me tivo de muchas inquietudes y embarazos bajo el aspecto ecle- siastico. Hasla entonces Constantinopla habia estado sometida 4 un metropolitano que tenia su asiento en Heraclea. Como el con- cilio segundo ecuménico habia concedido, con detrimento de la paz y de la unidad de la Iglesia, el primer puesto despues del obispo de Roma * al obispo de Constantinopla, el concilio de Calcedonia le reconocié (451) una vasta jurisdiccion, que se extendia sobre varias didcesis de ‘las orillas del Danubio, y sobre las provincias de la Tracia, del Asia Menor y del Ponto. Pero los obispos de Roma protestaron con perseverancia; primero, contra el canon veinte y ocho de este Concilio, forjado y sancionado durante la ausencia de los delegados del Papa, y que atribuia 4 la nueva Roma * Este hecho es mas evideiate en Oriente que en Occidente. La mayor parte de las iglesias metropolitanas y de los exarcados corresponden 4 las provincias y didcesis en las prefecturas de Oriente y de Iiria. Véase 4 Engelhardt, Hist. eccl. t. 1, p. 642-47. + El concilio de Sardica (can. VI) designa asf en general 4 todos los Metro- Politanos; pero en el conctito de Calcedonia,, can. IX, es ya un titulo que solo se atribuye 4 los de primera clase. ( Mansi, t. VIII, p. 361 et 368; Harduin, t. 1, p. 644 sq.). Cf. Athanas. apol. II. Epiphan, Haer. 68. * Concil. Constantinop. can. 3. (Hard. t. 1, p.810; Manat, t. IIT, p. 509). — 119 — los mismos derechos de la antigua, y despues contra el titulo que mas adelante se arrogaron los obispos de Constantinopla de pa- triarca universal (patriarcha universalis). Sostenian que el primado pertenecia solo al sucesor de Pedro: en Alejandria fue donde mas explicitamente se desplegé la potencia del patriarcado. Heraclea, Efeso y Cesarea, metrépolis sometidas 4 la jurisdiccion de Constan- tinopla, fueron nombradas exarcados. En fin, la iglesia de Jerusa- len (Aelia), fue elevada 4 la dignidad del patriarcado * , como madre de todas las iglesias, y las tres Palestinas le fueron subordinadas (Pa- lestina I, Palestina II, Palestina salutaris). El Egipto, la Libia y la Pentapolis estaban sometidas 4 la jurisdiccion del patriarcado de Ale- jandria. Del patriarcado de Antioquia dependieron primero la Siria, la Cilicia, la Osroéne, la Mesopotamia, Chipre, la Fenicia, la Pales- tina y la Arabia, declarandose despues independiente Chipre, y agregandose la Palestina al patriarcado de Jerusalen. Es dificil de- terminar la extension del patriarcado de Roma, por cuanto ha sido cAsi siempre dificil separar los derechos del patriarcado de los del primado. No hay duda de que el patriarcado del obispo de Ro- ma, «corifeo del Occidente,» abrazaba la Italia, las Galias, la Es- paiia, la Cerdefia, la Sicilia y la Mliria oriental y occidental. En todas estas provincias ejercian por lo general los vicarios aposté- licos los derechos del patriarcado en nombre del obispo de Roma. La Iglesia de Africa , formada de tantos obispados, rehusaba some- terse al patriarcado de Roma ; lo mismo sucedia con Mauro, obispo del exarcado de Ravena, sin que por esto desconociese los derechos de primacia de la Sede apostélica. Los principales derechos del patriarcado eran : confirmar 4 los Metropolitanos, convocar los con- cilios, presidirlos, recibir las apelaciones, comunicar 4 los Me= tropolitanos los rescriptos imperiales, etc. Sin embargo, se les re~ cordaba frecuentemente 4 los Metropolitanos que tenian el deber de no decidir los asuntos graves sin el consentimiento de los conci~ lios *. 1 Concit. Chalcedon. Act. VIL. (Harduin, t. 11; Mansi, t. VI). + Concil. Chalcedon. can. 9: Si quis clericus cum proprio vel etiam alioepis- copo negotium aut litem habest, @ provinciae synodo judicetur. Id. can. 17 Fepetido. — 1290 — § CXXX. Desarrollo de la primacia del obispo de Roma. Fuentes. —Rothensée, Primado del Papa, tom. I, pag. 99: El espiritu y el caracter de esta época eran singularmente 4 pro- pésito para desarrollar y consolidar el principio del primado de Ro- ma, como condicion de la unidad y de la fuerza de la Iglesia, y para proclamar la supremacia del Papa, como representante visible de la unidad de la misma, guardian y defensor de su fe y de sus leyes, superior legitimo y Patriarca de todos los patriarcas, presidente nato y necesario de los concilios ecuménicos, y por consiguiente jefe su- premo de todo el Catolicismo *. Pero los hechos siguientes tuvieron una influencia particular y de~ cisiva en el reconocimiento de Ja primacia del Pontifice romano: ~ 1.° Las violencias que ejercian 4 veces los Obispos, los Me- tropolitanos y los Patriarcas impelian 4 los oprimidos 4 buscar un apoyo contra un poder injusto , y todos se dirigian al obispo de Roma. Ahora bien, si este hubiese Megado 4 su preeminente asiento por medio de ambiciosas invasiones *, como han preten— 1 Leo M. ep. X ad episcopos provine. Vienn.: Divinae cultum religionis, quem in omnes geates omuesque nationes Dei voluit gratia coruscare, ita Do- minus noster Jesus-Christus—instituit, ut veritas, quae antea legis et pr phetarum pracconio continebatur, per apostolicam tubam in salutem universi- tatis exiret.—Sed hujus muneris sacramentum ita Dominus ad omnium apos- tolorum officium pertinere voluit, ut in beatissimo Petro, apostolorum omnium summo, principaliter collocarit; et ab ipso quasi quodam capite, dona sua ve- trus, etc., ut aeterai templi aedificatio, mirabili munere gratiae Dei, soliditate consisteret; hac Ecclesiam suam firmitate corroborans, ut illam nec humana temeritas posset appetere, nec portae contra illam inferi praevalerent. (Opp. ed. Ballering ,t. 1, p. 633). * Si se considera.cudn abismado se halla el hombre en las tinieblas profun- das del error, cudn inclinado es 4 la disputa y 4 la ambicion, y cudn divididos estén todos los hombres entre sf, la institucion y la existencia de Ia Iglesia ca- —in — . dido algunos, y no por medio de una institucion divina cual ha sido la universal creencia ', yse hubieran dirigido los oprimides al opre- sor de todos? 2.° Mientras que en las controversias dificiles sobre los. dogmas cristianos, se veia frecuentemente 4 los Obispos y aun 4 los Patriar- cas ponerse del lado de la herejia, los Papas perseveraban, segun Jo atestiguan los mismos Protestantes *, en la verdadera fe de la Igle- t6lica es ciertamente uno de los mayores milagros que Dios ha operado, Se ha~ bla de | ion de muchos obispos y de los s{nodos de otro tiempo; pero se olvidan los mejores, que han vivido en todos tiempos exentos de ambicion y del deseo de una dominacion vana. 4 Por qué vivian uoidos? ,Por qué estaban sometidos? 4 Cémo se entendian? 4 De dénde vino que poco 4 poco permitieran 4 uno de ellos tomar Ia autoridad, la influencia y Ia iniciativa en todo? —Cier- tamente que no es él el que solo ha conseguido formar Ia unidad de la gran co- munidad , sino la fe en un Sefior, en un destino comun, el amor que une todas Jas cosas; en fin, el Seder mismo y su divino Espiritu. Léjos de haber produ- cido la Iglesia catélica, el Papa ha sido producido por el Espiritu , visiblemente manifestado en el Catolicismo de la Iglesia. ( Hirscher, Moral cristiana,3.* ed. tM). 4 Socrat. Hist. eccl. 11, 48: Eodem tempore Paulus quoque, Const. episco- Pus, Asclepas Gazae, Marcellus Ancyrae —accusati et ecclesiis suis pulsi in ‘urbem regiam (Romam) adventant. Ubi cum Julio Rom. episcopo causam suam exposuissent, ille, quae est Ecclesiae Rom. prasrogativa, liberioribus litteris eos communites in Orientem remisit, singulis sedem suam restituens simul- que perstringens illos, qui supradictos episcopos temeré deposuissent. Sozom. Hist. eccl. IM, 8: Et quoniam propter sedis dignitatem omnium cura ad ipsum (episcopum Rom.) spectabst, suam cuique Ecclesiam restituit (ed. Valesii, t. Il). Tambien Leo M. ep. 12, ad. univers. episcop. Afric. : Ratio pietatis exe- git, ut pro sollititudine quam universae Ecclesiae ex divina institutione depen- dims. (Opp. t. 1, p. 669). + «La historia de las controversias de este periodo probaré cudnto gané ew «consideracion la Sede de Roma por la perseverancia con que los obispos ro- ‘on, chsi sin excepcion, sus opiniones en materia dogmitica, que siempre alcanzaron.» Engelhardt, Hist. eccl. t. 1. Ma- reinecks, Hist. univ. dela Igl. dice con este motivo: «No era sobre el poder «exterior sobre el que se apoyaban los Pepss; su aatorided salia de un gérmen «sagrado ; ella partia de adentro: el valor, la faerza, la paciencia triunfaban «frecuentemente y conservaban todas las cosas. No se ba fijado lo bastante la eatencion en el por qué la «la dignidad episcopal, de manera, que aun en los peores dit esta dignidad no se perdia jamés del totio. Ellos conservaban cierta dignidad «en medio de las luches mas vivas y desordenadas. Su mirada no se desviaba ¢ jamés del término sefialado & todos y alcanzedo por la mayor parte. » — 123 — ‘sia con una incontrastable fidelidad: de esta suerte se confirmaba cada vez mas la conviccion de que el primado de Roma era verda- deramente de institucion divina. 3.° Por ultimo, no residiendo ya preferentemente los Empera- dores en Roma durante este periodo, dejaron por lo mismo mas libertad al desarrollo definitivo de los derechos de la primacia papal. No bien hubo estallado el Arrianismo, tan fuertemente soslenido por el hijo de Constantino, cuando se vié que todos los obispos per- seguidos, tales como Atanasio, Eustaquio de Antioquia, Marcelo de Ancira , Lucio de Andrinépolis, y mas adelante Cirilo de Alejandria y Criséstomo de Constantinopla, se dirigieron al obispo de Roma. ‘Los mismos herejes, como Nestorio y Pelagio, reconocieron la pree- minencia del Papa, buscando en él apoyo y proteccion para sus er- rores. El Papa abraz6 vigorosamente el partido de aquellos obispos, sosteniendo explicitamente que sin él ninguno podia ser depuesto : ademas, el concilio de Sardica (347), concilio tan numeroso, y que algunos consideran como ecuménico, reconocié este privilegio pon- lifical +. Tambien se reconocié en el Papa el derecho de aprobar y 1 Synod. Sard. can. 3 : Osius episcopus dixit:—Quod si aliquis episcoporum judicatus fuerit in aliqua causa et putat se bonam causam habere, ut iterum. conciliam renovetur ; si vobis placet, S. Petri apostoli memoriam honorcmus, ut scribatur ab his, qui causam examinarunt, Julio Romano episcopo: et si ‘judicaverit renovandum esse judicium , renovetur et det judices. Si autem pro- baverit, etc. Si hoc omnibus placet? Synodus respondit : Placet. Can. 4: Gau- dentius episcopus dixit: Addendum si placet huic sententiae quam plenam. ‘Sanctitate protulisti, ut, quum aliquis episcopus depositus fuerit eorum epis— coporum judicio qui in vicinis locis commorantur, et proclamaverit ageadum ‘sibi negotium in urbe Roma, alter episcopus in ejus cathedra, post appellatio— nem ejus qui videtur esse depositus, omnind non ordinetur, nisi causa fuerit in judicio episcopi Romeni determinata. Can. 7: Osius episc. dixit: Et hoc placuit , ut si episcopus accusatus fuerit , et omnes judicaverint congregati epis- ‘copi regi sius, et de gradu suo eum dejecerint : si appellaverit, qui de~ jectus videtur, et confugerit ad beatissimum Romanae Ecclesiae episcopum, et yoluerit se audiri ; si justum putaverit ut renovetur examen , scribere his epis~ -copis dignetur Romanus episcopus, qui in finitima et propinqua altera provin= ‘cia sunt, ut ipsi diligenter omnia requirant, et juxta fidem veritatis definiant. ‘Quddsi is qui rogat causam suam iterium audiri deprecatione sua moverit episc, Bomanum, ut de latere suo presbyteros mittat, erit in potestate ipsius quid ve~ Lit et quid acatimet. Si decreverit miteendos ease , qui praesentes cum episcopis — 123 — ' confirmar los concilios universales. Asi fue que se motejé 4 Diosco- ro de Alejandria el haber violado este privilegio, «lo cual era ilicito «é inaudilo hasta entonces *. » Pero los motivos que proclaman mas abiertamente el reconoci- miento universal de esta primacia, son: 1.° Las apelaciones dirigidas de todas las partes del mundo 4 los Soberanos Pontifices , y las preguntas que se les hacian sobre todo lo que concierne 4 la disciplina, y 4 las que respondian por medio de las Decretales * que datan desde el papa Siricio (en 385) ; 2.° Los legados apostélicos *, enviados 4 todos los lugares de la Iglesia, y en los que ejercian su autoridad ; 3.° Las leyes impertales , que reconocian y confirmaban los dere- chos de esta primacia. Todas estas pruebas se hallan aun corroboradas por las declara~ ciones del concilio que el rey Teodorico convocé en Roma para juz- gar al papa Simaco acusado de diversos delitos. Los obispos reu- nidos en él declararon que no habia ejemplo de que el Jefe de la Iglesia hubiese sido sometido al juicio de sus subordinados. Por lo demas , ya hemos visto arriba que los obispos de Oriente se pronun- ciaron casi de la misma manera *. Asi es que el obispo de Roma era universalmente reconocido por jefe de la Iglesia, y gozaba de su supremacia como sucesor de Pe- dro y como instituido por el mismo Cristo. «Para hacer imposible judicent, wt habeant etiam auctoritatem personee illivs, & quo destinati sunt, erit in ejus arbitrio. Si verd crediderit sufficere episcopos comprovinciales, ut negotio terminam imponant, feciet quod sapientissimo conciljo suo judicaverit. (Harduin, t. 1, p. 639 sq.; Mansi, t. HI’, p. 23 8q.). Cf. De Marca, de Concord. sacerd. et imper. lib. VII, c. 3. ‘ Haering, derecho de los Papas de confirmar tos conc. gen. (anual del nuevo coleg. real de Munich, 1840). + Epistolae Romanor. Pontif. & 8. Clem. ad 8. Sixtam IIT, ed. Petr. Cons- tant. 2 Thomassiné, lib. I, c. 447, de Legatis per quingue priora Eccl. saec. * Cf. Socrat. Hist. eccl. 1, 8: Sed neque Julivs interfuit Romanee arbis episcopus, nec qaemquam eo misit, qui locum suum impleret; quum tamen ecclesiastica regula vetet ne abeque consensu Romani pontificis quidqaam in. Ecclesia decernatur. Sosom. Hist. eecl. III, 10: Legem enim esse pontificiam. ‘ut pro irritis habeantur quae praeter sententiam episeopi Romani fuerint geste (ed. Valesius ,t. 11, p. 70 et 418). €f. De Marea, 1. 1, lib. Vc. 42, § 4. — 14 — «todo cisma, dice san Jerénimo, Cristo eligié por jefe de la Iglesia «4 uno de sus discipulos. Yo me mantengo en la comunion de Ia silla «de Pedro, porque sé que sobre esla piedra esla fundada la Iglesia. «El que no esta unido 4 la Iglesia de Roma no esta en la Iglesia '. » —«E] juicio de Roma, dice 4 su vez san Agustin, es el juicio de la «Iglesia. No tiene apelacion, y debe ser aceplado y ejecutado en to- «das partes *. Todo el que es condenado por Roma, lo es asimismo «por el mundo entero. Cuando Roma habla, debe callarse y desapa- «recer el error.» ‘ Sin embargo, hasta la segunda milad del periodo actual no se encuentra por la primera vez un nombre distinto y caracteristico de la primacia del obispo de Roma, pues 4 los otros obispos se les Hamaba tambien Papa, Apostolus, Vicarius Christi, Summus Pontifer, Sedes apostolica *. Ennodio, obispo de Pavia (Ticinum ) (510), fue el primero que dié el nombre de Papa * al obispo de 1 Hieronym. adv. Jovian, lib. 1. a, 26: Proptered inter duodecim unus eljé gitur, ut capite constitute schismatis tollatur occasio (opp. t. II, p. 279). Ep. 18: Ego nullum primum nisi Christum sequens, beatitudine tuae , id est, cathedrae Petri, communione consocior. Super illain petram aedificatam esse Ecclesia scio. Quicumque extra bane domum agnum comederit profanus est. ¥ antes: Ideo mihi cathedram Petri et fidem apostolico ore laudatam censai con- sulendam (opp. t. I, p. 38 et 30). Cf. tambien Optat. Milevit. 1.1, 1, 2: Io urbe Roma primo cathedram episcopalem esse collatam, in qua sederit omnium apostolorum caput Petrus, unde et Cephas sppellatus est, in qua una cathedra anitas ab omnibus servaretur, ne caeteri apostoli singulas sibi quisque defen- derent, ut jam schismaticus et peccator eset qui contra singularem cathedram alteram collocaret. Es todavia muy importante Gelasii Decretum de libris reci- piendis et non recipiendis ( Mansi, t. VII, p. 187, et Harduén,t. IL, p.938): Quamvis universae per orbem catholicae diffusae Ecclesiae unus thalamus Christi sit, sancta tamen Romana Ecclesia nullis synodicis constitutis caeteris Ecclesiis praclata est, sed evangelica voce Domini et Salvatoris nostri prima- tum obtinuit : Tu es Petrus, ete. 2 Augustin, lib, II ady. Julian. Pelag.c. 9, t. X : ep. 190, n. 22, sermo 132, p. 40. + Cf. Thomassini, t. 1, lib. 1, c. 4: Praesulibus quidem omnibus communia fuisse nomina Papae, Apostoli, Praesulis, etc., sed ea tamen jam tum singu- lari quadam cum honoris preerogativa Romano pontif. attributa sunt, * Cl. Sirmond, (ed. opp. Ennodi, y en Galland. t. XI), ad Ennod. |. 1V, ep.1.Le palabra Papa, empleada como titalo de honor en el cone. celebrado bajo del obispo de Roma Simaco, Act. en Mansi, t. VIII. — 125 — Roma con preferencia 4 todos los demas, y desde entonces quedé en uso este dictado en Occidente. Mas adelante, 4 consecuencia de la controversia originada por la usurpacion que del titulo de Obispo ‘universal hizo el patriarca de Constantinopla Juan el Joven *, tomé Gregorio Magno, al ver renacer la disputa y quericndo contrariar aquel soberbio dictado, el humilde titulo de Serous servorum Dei, con- servandolo los Papas sus sucesores, conforme 4 estas palabras de Cristo: «Los mayores de entre vosotros deben ser los siervos de to- «dos. » Silvestre I, Julio I, Liberio, Inocente I y Gregorio Magno st seiialaron entre los numerosos y excelentes Papas de este periodo ; pero el que mas perfectamente realizé la idea de la primacia ponti- fical fue el papa Leon el Grande (440-64 ). Este Pontifice, de caracter firme y vigoroso *, se mostré uno de los mas celosos defensores y mas sélidos apoyos de la doctrina de la Iglesia, atacada por Eutiques. «Pedro ha hablado por boca de «Leon,» exclamé undnimemente el concilio de Calcedonia, des- pues de la lectura de su carta dirigida 4 Flaviano. El vergonzoso vandalismo de Efeso afecté dolorosamente 4 Leon, de manera que este procuré por todos los medios posibles poner 4 salvo 4 la Igle- sia de sus tristes resultados. Su apostdlica vigilancia le hizo des- cubrir los espantosos crimenes de'los Maniqueos, logrando con- vertir 4 gran numero de estos seclarios, y paralizar las malas ar- ‘tes de los otros. Convocé asimismo el concilio nacional de Espaiia. celebrado contra los Priscilianistas, aliados de los Maniqueos. Sus noventa y seis sermones, de un estilo alegérico y vigoroso 4 la.vez, prueban que en medio de las cargas y negocios que le imponia la alta dignidad de sucesor de san Pedro, fucron siempre para él los primeros y mas preciosos los deberes del obispo y del sacerdote. Supo con su prudencia y su energia conservar la Iglesia de Iliria bajo la dependencia del Occidente; usar tanta gravedad como ele- + Cf. Thomassini, |. c. t. I, lib. I, ¢. 14, de controversia Gregorium Papsm ‘inter et Joannem, etc. + Leonis M. opp. ed. Quesnel. Maimbourg, Historia del pontific. de san ‘Leon; Arendt, Leon Magno y su siglo; Perthel, Vide y doctrina de Leon I. — 126 — vacion en las censuras que dirigié al violento y rebelde metropoli- tano de Tesalénica, Anastasio; atraerle 4 vias de conciliacion ha- ciéndole presentarse en Roma, y contener en los limites de la mo- deracion al ambicioso y ardiente Hilario de Arles *. Se aproveché dela desolacion de la Iglesia de Africa , devastada por los vandalos, para someterla al patriarcado de Roma *, y obligé 4 Valentiniano III 4 que reconociese en él el titulo y la dignidad de jefe supremo de la Iglesia , titulo que el Emperador le disputaba, Salvé 4 Roma (452) y la libré del Azote de Dios *, presentandose 4 AtiJa con el baculo pastoral en la mano, y revestido con sus ornamentos ponilificales, como pastor atrevido que defiende su rebaiio sin temor de perder la vida ; como jefe supremo y magnanimo de la Iglesia, cuya influen- cia sostenia sola entonces la grandeza de Roma mas bien que el po- der imperial *. Atila, segun la tradicion, se retiré aterrado, por haber visto al lado de Leon 4 san Pedro, armado de una espada y en actitud amena- zante. Aun aquellos que no reconocen en san Leon al jefe de la Igle- sia, y uno de sus mas ilustres Doctores, no le pueden negar el titulo de Grande. § CXXXI. Concilios ecuménicos. Los concilios ecuménicos, verdaderos representantes del espi- ritu catolico, fueron en estos tiempos de ardientes controversias la autoridad decisiva que terminaba todas las discusiones dogma- ticas *. + Leon. opp. ed. Ballerint, t. 1, p. 683 sq. 2 Leon. ep. 12 ad epise. Afric.; epist. 44, et Theodosit Nov. t. 24, segun la ed. de Ritter. 3 Véase Juan Muller, Viajes de los Papas (obras completas, t. VIIE). Cr. Arendt, |. c. * Palabras tomadas de Vocat. Gentium, escrito probablemente por Leon siendo diacono, ® La palabra ecuménico toma sa etimologia de la designacion del imperio Tomano (oicoumend, orbis terr.), can. VI, conc.;Constant, (381). — El espirita de estos concilios esté perfectamente caracterizado por san Hierio, de Tei~ — 127 — Desde el primer periodo, al refutar los Dovtores la herejia, ha- Dian apelado 4 la doctriaa undnime de la Iglesia reunida. Pero las persecuciones impidieron por mucho tiempo que los Obispes pu- dieran reunirse y proclamar la fe comun, de manera que fuesen en- tendidos por todos los fieles. Una vez concluidas las persecuciones, se reunieron los Obispos , lo cual prueba que los Concilios toman su origen en la esencia misma de la Iglesia, y que no dependian del Estado, sino en cuanto 4 la posibilidad de su realizacion exte- Tior *. La autoridad de las decisiones dogmaticas de los Concilios es- taba esencialmente fungada en la promesa hecha 4 la Iglesia por Cristo de no desampararla jams. Los fieles por su parte estaban seguros de que los Obispos reunidos no se habian de separar de la verdadera doctrina. Es cierto que no asistian siempre a los con- cilios ecuménicos todos los Obispos, ni aun los del imperio ro- mano; pero una vez admitidas sus decisiones por la universali- dad de los Obispos, los Concilios llegaban 4 ser ecuménicos, como Jo fue el de Constantinopla (381) por la adhesion de la Iglesia de Occidente. Las decisiones de los Concilios estaban consideradas co~ mo las palabras mismas del Espiritu Santo * y las explicaciones au- nit. X1, 4. Las expresiones del conc. de Const. sobre Ia significacion y la ten- dencia de este concilio son importantes: Sanctum et universale concilium di- xit: Sufficiebat quidem ad perfectam orthodoxse fidei cognitionem atque cor firmationem pium atque orthodoxum hoc divinae gratiae symbolum (concil Constant. li, a. 533). Sed quoniam non destitit ab exordio adinventor malitise cooperatorem sili serpentem inveniens, et per eum venenosam humanee na- turae deferens mortem, et ite orgeoa ad propriam sui voluntatem apta repe- ries, Tbeodorum dicimus, ete. —excitavit Christas Deus noster fidelissimam imperatorem , novam David—qui non dedit somaum-ocalis suis donee per bunc nostrum h Deo congregetam sacrumque conventum , épsam rectas fides reperit perfectam prasdicationem, ( Harduin , t. Ll, p. 1398). 1 Eused. Vita Constant. M. IIL, 7: « Constantino con esta reunion de obis- «pos nos da ia imagen de una asamblea apostélica » (y por consiguiente no de wna asamblea de anfictiones de Grecia ). + Ya Const. M. decia a les donstistas del conc. de Arles: Meum judiciam postulant (Doostistee), qui ipse judicium Christi exspeeto. Dico enim, ut 66 ‘veritas habet, saceedotum judiciagm ita debet haberi ac si ipse Dominus resi- dens judicet. Nihil oni his licet aliad sentice, vel aliud jadicare, nisi quod Christi magisterie suet edocti. Dice del concilio de Nicea.en la Epist. catbe- Ticae Alexandrinor. Eccles. en Socrat, Mist. col. I, 9: Quod tseceatis placuit — 128 — ténticas de las verdades de la fe cristiana atacada por la herejia ‘. Si los adversarios de la Iglesia han podido oponer algunas du- das acerca de la alta consideracion y la autoridad irrefragable de que gozaban los decretos de los concilios ecuménicos *, ha si- do apoyandose en ciertas palabras de san Gregorio Nacianceno. Este santo Obispo censuré en efecto, y frecuentemente con rigor y rudeza, la conducta 4 veces apasionada de los Obispos y de los concilios provinciales, indignandose especialmente contra la mul- titud de simbolos de fe, forjados y abandonados alternalivamente por los Arrianos; pero, por otra parte, defiende con calor y ener- gia la autoridad de aquellas santas asambleas. Al final de esta €poca se admitian unanimemente como concilios ecuménicos Jos de ‘Nicea (328), Constantinopla (381 ), Efeso (431) y Calcedonia (451), y el segundo y tercero de Constantinopla (853-680). En cuanto al concilio de Sardica (347), que el Occidente queria colocar en pri- mer lugar, asi como el Oriente & los dos in Trullo, jamas ha podido reunir el consentimiento general. Ademas del dogma , objeto prin— cipal de las decisiones de los Concilios, se trataban tambien en ellos cuestiones de derecho y de disciplina eclesidsticos de general inte- tés: tambien con bastante frecuencia se deponia en ellos 4 los Pa~ triarcas. Los decretos ratificados con la firma de los Obispos presentes eran comunicados 4 los fieles de las diversas diécesis por me- episcopis, nisi aliud existimandum est quam Dei sententia, praesertim quum in tantorum virorom mentibus insedens Spiritus Sanctus divinam voluntatem aperuit (ed. Valesit, t, 1 ,p. 26). Insiguiendo esto mismo se repetia constan- cemente el preémbulo decada decision: El Espiritu Santoloordena. Gregor. M. ep. lib. LIL, ep. 10: Sicut quatuor synodos sanctae universalis Ecclesiae, sicut ‘quatuor libros sancti Evangelii recipimus. — Chalcedonensis (1V) fides io quinta synodo non est violata (opp. ed. Bened. t. II, p. 632). 4 Juan, xvt, 48, 14. * Gregorio Nacianceno, ep. 58 ad Procop.: « Tal es mi disposicion, si he « de decir la verdad, que huyo de toda asamblea de obispos, porque todavia no ache visto uno solo que haya tenido un feliz resultado: no he visto concilio que «en lugar de destruir el mal no lo haya aumentado, y que no haya sido teatro ede las disputes mas increibles y de la ambicion mas desenfrenada, etc. » El intérprete latino Billéus en el argumento de esta carta pretende con razon que ‘aqu{ no se trata sino de los sinodos provinciales , y especialmente de los de los Arrienos. Cf, la opinion de Amiano Marcel. — 129 — dio de cartas sinodales, y recogidos en colecciones que se po- dian consultar, & fin de mantener Ja observancia de las deci- siones sinodales. La mas antigua coleccion de la Iglesia griega es la de Juan Escolastico ‘, patriarca de Constantinopla (+ 578), la cual es sistematica y esta dividida en cincuenta titulos genera- les. El Nomocanon, que compuso el mismo, contiene 4 mas de es- tos cincuenta titulos las leyes de la Iglesia que se refieren 4 ellos, y las leyes politicas de Constantino Magno y Justiniano, que cor- responden igualmente 4 dichos titulos. La primera reunion de c4- nones en Occidente es la que se conoce con el nombre de Prisca Translatio *, que fue hecha 4 instancia del obispo de Salona (hacia el 510), por Dionisio Exiguo 6 el Pequefio *, monje de la Escitia, residente en Roma. A dicha coleccion aiiadié este monje las Decre- tales de los Papas *. Por este modelo fue compuesta en Espajia la coleccion espe- cial de Isidoro, arzobispo de Sevilla * (+ 636). La Iglesia de Africa aprobé en el concilio de Cartago (419) una coleccion de cAnones propios para esta Iglesia , y que poco 4 poco pasaron al de- recho comun de la Iglesia *. Fulgencio Ferrando, didcono de Car- tago (hacia el B47), hizo extractos de estas colecciones de cdnones en su Breviario, asi como el africano Cresconio en su Concordia sis— tematica 7. 1 Guill. Voollé et Justelli, Bibl. juris. can. vet. t. II, p. 499-660. + En Balleriné, opp. Leon. M. t. III, p. 473 sig. yen Mansi, t. VI, p.1408 4 4230. Cf. Ballerini , de Antiquis collectionib. esnon. t. Al. Opp. Leon. M. et. Gallandié Sylloge. + Elsobrenombre de Pequefio (Exiguus) indica probsblemente la humildad de Dionisio: los monjes tomaban por lo regular sobrenombres de este género ; por ejemplo, Anast. el Bibliotec. : Exiguus in Christo salutem Joanni diacono ; y Bonifacio, el apost. alem. escribe: Beatissimae Virgini... Vuinfredus exi- guus in Christo Jesu intimae caritatis salutem. Véase Revis. de fil. y de teolog.. cat, de Bonn. entrega XXVIII, p. 203, 204. + Justelli, Bibl.t.1, p. 97. sq. Cf. Balleriné, Dissert. (Leon. M. opp. t. HI). ® Collect. canon. Eccl. Hispanise. Matriti, 1808, in fol. Epistolae decreta- es ac rescr. Roman, Pontificum. Matrit. 1824 in f. * Cod. Canon. Eccles. Africanae, tambien en Harduin, t. 1, p. 864 sig.; Mansi, t. IL, p. 698 sig. y Justelli Bibl. t. I, p. 303 sig. 1 Forrandi Breviar. canon, en Justellé, Bibl. t. 1, p. 448 sig. y la Concordia de Cresconio, ibid, t.1, Append. p. 33 sq. 9 TOMO II, — 190 — ‘Casi tedes bes Concilios ecuménices de este peniedo faeron con veoarlos por Jos Kanperadores. Cen sede, se demands el consemti- wmiento del Papa para la mayer parte de elles. Asi due que el con- cilio sexto eoumémins , quees indedablemente de ena época mas re- mota, -decland que el empecador Constemtino habia convecade el caacilio de Nicea de acuerdo com el papa sam Silvestre. Probable- qente Masoiano y Pulqueria demamdaron tambien el exentimiento del Papa para la:convocacion del quinto concilio eomménioo (451). En este concilio fue donde los Jegades del Papa eoharon en cara entre otras cosas 4 Dioscoro el haber tenide la intenoion de celebrar un concidie wniversal sin la autorizacion del Papa. Tambiea Pela- gio HI (587) declara que el derecho de convocar los Concilios ecu- ménioos pertenece exclusivamente al sucesor de Pedre. La presiden- cia de los Concilios , desde el primero, en el cual @aio y los sacer- dotes remanes Vito y Vicente representaren al Papa, fue reservada 4 este sin contradiocion alguna, siquiera en sa mayor parte estu- viesen-couspuestos aquellos Concilios de obigpos orientales, y por mas que csi siempre fuesen representades ea elles los obispos de Roma por medio de legados. Por ullimo ef patrianca de Constantinopla Macedonie no declaré al emperador Anastasio que no podia deci- dir nada ea materias de fe sin un cancilio ecuménico, presidido por el Papa? — 131 — CAPITULO IV. CULTO. —DISCIPLINA.——-YIDA BELGIOSA Y MOBAL DE LOS CRISTIANOS. Forrt Chardon , Hist. de los Sacraments. — Martone, de antiq. Eccl. tibus.—Las obras de Mammacht, Seluaggio, Pellicia, Binterim. Cf. Dp. Litt. § 88. Véase el sentido simbélico de los principales objetos del culto, profundamente explicado en Dionis. Areopag. de Hierarchia eclesiastica : Staudenmater, Espirita dei Cristianisme, expuesto en sus fiestas, Sacta- mentos, etc. Maguncia, 1823, 2t. § CXXXxil. Las iglesias y sus ornamentos. Foenzes.— Pomp, Sarnelli, Antica basilicogrefia. — Murators, de Templorum apud vet. christianos ornatu. ( Anecdota, t. I, p. 478 sq.) J. Muller, de las Imégenes en los santuarios de las iglesias del siglo ¥ al XIV, Tréveris, 1835. Augusti, Hist. del arte cristiano y de Ja liturgia. Libres ya los Cristianos en Jo exterior, y eediendo 4 la virtud del Cristianismo, que arrasira 4 la accion, podian manifestar en el cul- to externo sus pensamientas de piedad y sus sentimientos religiosos. Tambien verémos organizarse rapidamente el culto augusto y mis- terioso de la Iglesia catdlica, tal como se perpelad en el iranscurgo de los tiempos, en cuanto 4 sus partes esenciales y constitutivas. La victoria del Cristianismo sobre el Paganismo fue celebrada por nu- merosos simbolos. Desde nego se elevaron templos mas numerosos y magnificos. Constantino y su piadosa madre Helena dieron con este motivo un insigne ejemplo que tuvo muchos imitadores. Los Cristianos, reunidos en otro tiempo. para celebrar el culto divino en las ca~ sas particulares y en Jas cavernas aisladas, se reunieron en igle~ sias nuevas, enriquecidas por lo regular con una prodigalidad excesiva de ornamentos y de vasos de oro y plata, cargados de gt — 132 — piedras preciosas '. Los templos paganos se convirtieron en igle- sias: los magnificos edificios publicos y las basilicas donde se administraba la justicia fueron entregados al culto cristiano, to- mando de aqui las grandes iglesias los nombres de (basilicae, tem- pla). La forma ordinaria de aquellas iglesias era la que se les da todavia: una nave, y por lo regular tambien una cruz. El inte- Tior de la iglesia se dividia ordinariamente en tres partes: 1.° al Occidente, el atrio para los que no eran todavia cristianos; 2.* la nave para los penitentes y los fieles (navis, laicorum oratorium) ; 3." el coro (sanctuarium), por lo regular mas elevado que el resto, y separado de la nave por medio de balaustradas y cortinas , es- tando rodeado ademas por un portico semicircular : en este sitio se elevaba el altar. En los primeros tiempos era cdsi siempre de madera: despues del siglo.1V fue de piedra, adornado de una cruz y candeleros, colocindose en su remale una representacion del Espiritu Santo en forma de paloma. Hasta el final de este siglo no se hace mencion de varios altares en una misma iglesia *. En— tre la nave y el coro, 6 en la nave misma se encontraba sobre una 6 dos gradas mas elevadas que el pavimento un atril para ef lector. En el coro habia una silla mas elevada aun, desde la cual instruia el obispo al pueblo. En el templo ardian perennemente lamparas como simbolos de la gloria eterna del que reina sobre Ja noche y el dia. A la entrada de la iglesia habia una pila 6 fuen— te con destino 4 las abluciones. Las grandes iglesias tenian edi- ficios accesorios, tales como un bautisterio, construido regular mente bajo la forma de la rotonda romana, y salas destinadas al depésito de los muebles de la iglesia (secretarium, seu diaconicum magnum ). Casi al mismo tiempo de su creacion, se traté ya de la consagra— cion de las iglesias. Por lo regular se hacia esta consagracion por medio de una fiesta solemne, durante la celebracion de un con— cilio, conservandose su memoria con una solemnidad anual (en- caenia). 1 Hieronym. ep. ad Paulin. de institut. monach.— Ambros, de Offic. II, 28. —Chrysost. Hom. 80 in Math. —Isidor. Pelusiot. epp. lib. IT; ep. 246. 2 De la pluralidad de los altares en Ia misma iglesia. (Gaz. ecl. de la Alem, merid, Frib, 4844, VII entr. p. 227-232. Binterim, lc. 4t. P. I, p. 96). — 133 — Equivocadamente se atribuye al piadoso obispo de Nola en la Campania, Paulino, el cual vivia 4 principios del'siglo Y, la inge- niosa invencion de las campanas y de las torres que las sostienen- Semejante uso no se extendié hasta el siglo VII. Entre las image- nes que decoraban los muros de los templos y de las habitaciones cristianas, ocupaba la cruz el primer lugar. El signo de la maldi- cion, el simbolo de la infamia, se habia convertido en objeto del amor, de los votos y del respeto de todos los fieles. Vefasela elevarse triun- fante en las casas, en la fachada de los edificios, en las ciudades y en los campos ; en las montaiias y en los valles; en los navios, en los estandartes , en los libros y en todos los objetos del culto *. La cruz recordaba al cristiano su verdadera vocacion : sufrir por Dios y seguir 4 Jesucristo 4 la gloria por medio del sufrimiento. Se re- presentaba tambien en cuadros 4 Cristo, los Santos, los Martires y Jas escenas de la historia sagrada, como signos sensibles de las co— sas invisibles para los ignorantes y los sabios, y como objeto de edificacion para todos. El concilio de Trullo expidié un decreto so- Jo contra la representacion de Cristo en forma de cordero. Tambien en diversas épocas tuvieron que vituperar los Doctores de la Igle- sia el abuso de las imagenes que degeneraban en supersticiones pa— ganas. § CXXXIII. El culto en general. Foxnrxs.—Staudenmater, Relacion entre el culto y el arte sagrado. (Exp. del Cristian. etc. Maguncia , 1843, t. I, p. 228-260). Meyer, Relacion entre el culto y el arte (Zurich , 1837). Desde que pudieron los Cristianos, emplearon en su culto una gran magnificencia, que se manifesté desde luego en los orna- mentos y vestiduras que usaba el Clero los dias solemnes en las diversas funciones de su ministerio. Las vestiduras que distin- guian al obispo del resto del Clero eran: 1." entre los griegos la * Chrysost. Hom, 84 in Matth. 0. 4, August, Sermo $03, n. 3: sermo 98, a, 13, — 134 — extola (orarium primero, y despues stola); 2." un ornamento de Jana blanca, Hevado sobre los hombros /palliun), como simbelo del cordero perdido y hallado, que el buen Pastor eva encima. Este palivam, usado tambien en Occidente, fue enviado desde el Siglo VI por los Papas 4 los Metropolitanos en sefial de comunion y de dependencia; 3." la tiara 6 la mitra de tela preciosa, orna~ da por fo regular de oro y de pedreria, era en Oriente y en Oc~ cidente l simbolo de la autoridad episcopal; 4." en Occidente se agregaban ademés ef amillo y el bdcwlo '. El Clero, por humildad y 4 la manera de los monjes y de los esclavos, se cortaba los ca- bellos, 6 llevaba en lo mas alto de la cabeza una tonsura (tonsura Petri, signum passionis), la cual fae impuesta mas adelante 4 todo dl Clero *. La poesfa y la mésica contribuyeron tambien 4 aumentar la pom- pa del calto pablico. En un principio, se reclamé desde varias partes * contra el uso de la poesia cristiana que se acababa de afia- dir al de los Salmos, cantados hacia mucho tiempo en las asambleas cristianas, y contra el de la doxologia, compuesta de diversos ver- siculos de las santas Escrituras y de los himnos sagrados. Sin em- bargo, s¢ hubo de ceder poco 4 poco al universal deseo. Pero solo + Tour, de Origine, antiquit. et sanct. vestium sacerdotal. Par. 1662, in 4. —Schmid, de Omophorio episcopor. gr. Helm. 1698.—Pertsch , de Orig. usu et auct. pallii. Helm. 1784.—Schmid, de Annulo pastorali. Helm. 4708, in 4. Cf. Binterim, Memorias, etc., t. 1, P. 1I,—ElClero no usé fuera de la Iglesia ves- tido distinto en lo general hasta fines del siglo IV. San Jerénimo dice tambien de una manera general: Vestes pullas aeque devita et candidas. Ornatus et sor- des pari modo fagiendae sunt, quia alterum delicias, alteram gloriam redo- let. Ep. ad Nepotian. m. 9. (Opp. t. I, p. 264).—En el cuarto coneilio de Car- ‘tago (398) can. 45: Clericus professionem suam et in habita et incessu probet, et nec vestibus, nec calceamentis decorem quaerat. ( Harduin, t. 1, p. 982). CE. Selvaggio, 1. 1, P.M, c. 14. * Pellicia,1.¥, ed. Ritter, t.1, p.289q.—Concil. Toletan. IV, aan. 633: Om- es elerici vel lectores sicut levitae et sacerdotes , detonse superitss toto capite, iaferits solam circuli coronam relinquant: can. 41. ( Harduin, t, IIL, p. 888). —Binterim, Memories, t. I, P. I, p. 262. ® Cone. Laodic. (hacia el 372), can. $9. Cf. can. 18. ( Harduin, t. 1, p. 7941). El segundo concilio de Braga (861) decidié contra los Priscilianistas, cap. 42: ‘Placait ut extra psstmos vel canonicaram Seripturarum N. et V. T. nibil poé- tied compositum in Ecclesia psallatur: ( Harduin, t. TIL, p. 381). — 135 — & los Doctores de la Iglesia, varones de una piedad y una orto- doxia universalmente reconocidas, fue reservado el honor de expre--. sar é inspirar los sentimientos de la fe cristiana por medio de sagra— dos canticos. En Oriente fueron los mas notables entre estos autores sagrados el profundo Synesio, cuyos himnos son eltamente mis- ticos ; san Efren el Siriaco; los dos Apolinares; Gregorio Naciance- no y Basilig Magno: en Occidente, Hilario de Poitiers, Ambrosio, cuyos himnos adopts el cuarto concilio;de Toledo '; despues Clau- dio Mamerto, Paulino de Nola, Sedulio, Préspero, Gregorio Mag- no, y el mas poeta de todos ellos , Prudencio (+ despues del 405 *). EI himno llamado ambrosiano fue acogido con universal favor, el Te Deum laudamus, que se decia compuesto por Ambrosio, repentina- mente inspirado y lleno de un espiritu profético en el bautismo de san Agustin. ; Los esfuerzos generales se dirigieron 4 componer un canto ecle- sidstico digno de su objeto *, atribuyéndose el uso de las antifo~ nas (cantos alternativos) 4 san Ignacio de Antioquia. Testimonios auténticos nos las presentan usadas ya desde muy temprano en las iglesias de Cesarea y de Constantinopla. San Ambrosio y san Gregorio Magno hicieron un seiialado servicio con respecto 4 es- to, instituyendo el tan conocido canfo eclesidstico ambrosiano y gre- goriano. El segundo, cuyas nolas tienen igual duracion, se pa- rece mucho 4 nuestro canto de coro; y el ambrosiano, de notas de duracion desigual, tiene mas caracter de recitado. El canto gregoriano, tan grave y solemne, fue ensefiado en una escuela fandada por este insigne Papa, y de esta suerte se fué propagando poco & poco en toda la Iglesia. Andando el tiempo, el canto ecle~ siastico tomé un caracter mas artistico, que lo hacia mas humand que religioso : en este concepto, provocé severas censuras de los san— + Cone. Toletan, ann. 633, can. 13. ( Harduin, t. III, p. 883). * Prudent. Opp. ed. Heinsius. Amst. 1667. Collarins. Hall. 1703. Cf. es- pecialmente Rambach, antologia de los cantos cristianos, 1817, 6 vol. Hymni Ecclesiae excerpti ¢ brevierits Paris. Roman. Sarisburiensi, Eboracensi, et alinndé. Oxon. 4839. Daniel, Thesaurus hymuologices, t. I. Hall. 1841. 2 Gorbert. de Cantu et masica Saera. 1774, 2t. in 4. Cf. Ejusd. Scriptores ecclesiastici de musica, t. I, 1784. Cf. tambien Bona , Cardinalis , de Divi. Paaimodia, ¢. 17, 2. 9; sobre el canto gregoriano 4 Forkel, Historia de ta mé- sica. Lips. 1788, 2t. — 136 — tos Padres. Por ultimo, los majestuosos sonidos del érgano , verda~ deros ecos de las voces del cielo *, vinieron 4 acompaiiar y vivificar el canto gregoriano. § CXXXIV. Fiestas eclesidsticas. — Ayunos *. Fornras.—Selvaggio. 1. 1, lib. I, P. II, c.4-6; c. 7, de Jejunio quadragesi- mae.—Pellicia, |. c. t. II, ed. Ritter, p. 276 sq.—Binterim , Memorias, P. 1.—Behmer, Arqueolog. ecclesiast. christ, 2 vol. p. 56. Las solemnidades del domingo, de la Pascua y de Pentecos- tes, celebradas en el primer periodo, y los ayunos del miércoles y jueves, observados desde entonces, han -quedado sin interrupcion en la Iglesia, como dias conmemorativos de una viva alegria 6 de un profundo dolor. Las leyes de Constantino dieron un caracter aun mas elevado 4 la fiesta del domingo, ordenando que en dicho dia -vacasen los tribunales, cesasen las tareas de los jornaleros, y asis— tiesen los soldados al rezo comun. Tambien coadyuvaron al mismo objeto las ordenanzas eclesidsticas del concilio de Laodicea *. Lasde los de Arles y Nicea fijaron una misma época 4 la celebracion de la Pascua en toda la Iglesia. Pero la diversidad de los calculos de Ro- ma y Alejandria engendré cierta diferencia, que fue zanjada con la introduccion del ciclo dionisiano. Asimismo fueron observados mas general y mas uniformemente los cuarenta dias de ayuno , como pre- paracion para la solemnidad de la Pascua, durante los cuales no se debia celebrar ninguna fiesta de martir ni ningun matrimonio, etc. *. La ultima semana ‘antes de la Pascua (semana mayor) se conside; taba con especialidad santa , sefialandose en ella el jueves (dies anné- + Chrysander, Historia de los érgan. de la Iglesia. Rint. 1783. * Ch. $93." ? Cone, Laod. (hacia el 372), chin. 29, ordené no celebrar el sébado con los judios y no abstenerse de trabajar en este dia, prefiriendo para ello el domin- 60. (Harduin, t.1, p. 788; Mansi, t. II, p. $69). * Cone. Laod. can. 84 et $2: Non oportet martyrum natalitia celebrari, sed ‘eoram in sabato et dominica tantim memoriam fieri.—Non oportet in qua- Gragesima aut nuptias aut quaelibet natalitia celebrare. Cf. can. 48 et 50. — BT — versarius coenae Domini), el viernes (dies crucis) y el sabado (sab- batum magnum ). Segun teStimonios veridicos , se celebraba al prin- cipio del siglo IV la Ascension (en Capadocia, dia de salud), prece- dida, conforme al ejemplo de Mamertino , obispo de Viena (469), de tres dias de rogativas (dts rogationum'). Ademas de esto, se recor- daba frecuentemente 4 los Cristianos, «que para ellos eran iguales «todos los dias *; que todos los dias debian consagrarse al recuerdo «de la muerte de Cristo; que todos los dias podian festejar 4 Cristo re- «gucitado , uniéndose 4 él por medio de la Comunion ; que se habian «instituido s4biamente los ayunos y las reuniones publicas en la «Iglesia para los que no podian 6 no querian ofrecer diariamente 4 «Dios el sacrificio de su oracion , antes de vacar 4 los negocios mun- «danos ; pero se les advertia asimismo que los fieles habian sido ya «invitados por las constituciones apostdlicas 4 una oracion cotidiana, «que debia renovarse seis veces cada dia. » Estas horas de oracion eran: la de ponerse el sol, en accion de gracias por el dia transcur- rido ; la tercia , en memoria de la condenacion de Jesucristo ; la sexta, en memoria de-su crucifixion ; la nona, en honor de su muerte ; por la noche, para pedir 4 Dios el descanso necesario, y al canto del gallo, para darle gracias por el naciente dia *. A Jas fiestas citadas mas arriba se aiiadieron otras nuevas durante el transcurso del si- glo IV, las que completaron el ciclo sagrado de las conmemoracio- nes gralas 4 los Cristianos. La Epifania 6 la Teofania del Oriente se extendié tambien en Oc- cidente; sin embargo, tomé aqui una nueva significacion. Por el + Cuando estos dias de rogativas se hubieron extendido generalmente, y en particular en las Galias y en Espafia, las ordend para toda la Iglesia el papa Leon III. San Agustin determina de este modo el ciclo de las fiestas al final del siglo TV: Quae toto terrarum orbe servantur, quod Domini passio et resurree- tio et ascensio in coelum, et adventus de coelo Spiritus Sancti, anniversaria so- lempitate celebrantur. Ep. 4 ad. Januar. ('S. Augustiné Opp. t. 1). Cf. Conoil. Aurelianense, anno 844, c, 27. (Harduin, t. U1, p. 1011). * Hieronym. Comment, ep. ad Gal. 1v, 10, 14. Cf. Chrysost. Hom. 1, 0.1, in Pentecost. (Opp. t. I, p. 488, ed. Montfaucon ). Socr. Hist. eccl. V, 22. ® Constitut. Apostolor. VIII, 34, se afiade: 81 propter infideles impossibi- Ie est ad ecclesiam procedere, in domo aliqua congregationem facies, Episco- e, no pins ingrediatar in eeclesiam impiorum ; non enim locus hominem sanc- tificat, sed homo locum. (Galland, Bibl. t, III, p. 229; Mansi, t. 1, p. 983). — 138 — contrario, la fiesta de Navidad, 1a fiesta de la santificacion de Ja na- taraleza humana en el Verbo y por el Vérbo encarnado, habia na- cido en Occidente. Observada ya con generalidad en tiempo del papa Liberio, no se introdujo en Oriente hasta et 376, y se extendié por toda la cristiandad cuando san Juan Criséstomo la recomendé como Ja «madre de todas las fiestas *. » Aludiendo 4 la celebracion de esta fiesta en el solsticio del invier- no, notaban profandos Doetores de la Igiesia , que Cristo habia na- cido precisamente en la época de las noches mas largas y de los dias mas cortos, porque entonces la oscura noche de la incredulidad cu- bria toda la tierra, y de allf en adelante se irian disminuyendo kas tinieblas 4 medida que la fe en Cristo, Salvador del mundo, crecia eatre los hombres *. Desde el siglo VII se preparaban piadosamente los fieles para las tiestas de Navidad asi como para la de Pascua (adventus ). A lasdi- soluciones paganas , las supersticiones de las fiestas de aiio nuevo, opuso la Iglesia los ayunos, y mas adelante la fiesta dela Circun— Gsion de Cristo, simbolo de la circuncision del corazon, unica que podia poner término 4 los desérdenes del Paganismo. Aiiadiéronse ‘a esta dos nuevas fiestas: la Presentacton de Jesucristo en el templo (festum-praesent. Chr. in templo) ; la Anwnciacion de la bienaventura- da Virgen Maria (festum Ansuntiationis ), cuya fecha es incierta, pe- ro de la cual ya se hizo mencion en el concilio de Trullo (692+). La Iglesia griega celebraba tambien desde el siglo VII la fiesta de la Transfiguracion de Cristo, agregandose 4 esta fiesta otra commemo- rativa del nacimiento celeste de todos los Apéstoles, cuya solemnidad realzé el emperador Valentiniano, ordenando en este dia la saspen- sion de todas las funciones judiciales. Tambien se multiplicaron entonces los dias conmemorativos de ciertos Marlires, de lo cual ofrece ya ejemplos el primer periodo. La + Chrysostom. Homil, in diem natal, Christi (t. Hl, p. 385). + Gregor. Nyss. t. Il, p- 340.—Awgustin, serm. 190, n. 1.— Leo Mt. ser- mo: 25, n. 4. 3 Cone. Quinisext. can. 82: In onsmibus sactae quadragesimae jejanii die~ bas, praeterquam sabbato, et dominica et sancio Annuntiationis die, fiat sa- ‘crum praessnctificatorum ministeriu. / Mansi, t. XE, p. 967; Hardwin, t. HI, P. 1682.). Cf. Lamberting Commentesine de Jesu Christi eusque Matais festie. Patay. 1783, taf, — 139 — memoria del martir san Estéban se unié con mucha razon en la Igle~ sia occidental 4 la fiesta de Navidad, para demostrar que Estéban habia aleanzado la coroma del martirio por et Verho encarnado, por el cual habia dado testimonie y derramado su sangre. En Roma se celebré muy pronto con la mayor solemnidad el dia de la muerte de sen Pedro y san Pablo, como dia de sw verdadero nacimiento (29 ~ y 30 de junio). El bautismo de sangre de los nifios de Belen fue glo- Tificado como fiesta de Martires y de nifios (28 de diciembre). Por ultimo la Iglesia griega instituyé una fiesta en memoria de todos los Martires y de todos los Santos, como octava de Pentecostes, por cuanto eran vivos testimonios de la venida del Espiritu Santo. Esta fiesta se introdujo en Occidente bajo Bonifacio IV (desde el 1.° de noviembre de 606) cuando el emperador Focas le concedié el Pan— teon, convertido desde entonces en un templo consagrado 4 la santa Virgen y 4 los Martires. Excepto el dia del nacimiento de Jesucristo, no se habia celebrado hasta entonces mas que el dia del nacimiento de san Juan Bautista, el 24 de junio, época en que los dias comien- zan 4 disminuir, lo cual recordé 4 san Agustin las palabras de san Juan: «El debe crecer, y yo disminuir ', » La cruz, hallada por He- Tena, desperté en los corazones cristianos el sentimiento de una ale- Sia dolorosa; y cuando este leiio sagrado fue reconquistado por la Sloriosa victoria de Heraclio contra los persas , se celehré su memo~ Tia con la fiesta de la Exaltacion de la santa Cruz (desde el 31) (Fes- tum Exalt. s. Crucis, 14 de setiembre ). * Suan, m, 30, August. Homil, 287. — 140 — REALIZACION DEL CULTO CRISTIANO POR MEDIO DE LOS SACRAMENTOS, Foenrxs.—Brenner, Expos, histérica de la administracion de los Sacramentos. (Bomb. 4818-1824, 3. t.). § CXXXV. ‘El Bautismo.— La Confirmacion *. Forntes.— Selvaggio, I. ¢. lib. UL, ¢. 4-7. —Pellicia, 1. ¢. t. I, p. 14 sq. Ch. Binterim, Memorias, t. 1, P. I. Behmer, t. Il, p. 268. Cyrill. Hierosol. Ca- tecis. mystagog. I-III. Dionis. Areopag. de Hierarchia eccl. c. 2 y 3. A medida que se fué desarrollando el culto, se expresé de una manera mas significativa el sentido profundo de estos dos Sacra- mentos. Ademas del exorcismo, el obispo soplaba sobre el catect- meno, y tocaba sus orejasdiciendo : Ephphetha*, como un signo de la inteligencia espiritual que iba 4 despertarse ; le ponia sal ben- dita en la boca, simbolo de la ciencia divina, y algunas veces leche y miel (signum regenerantis gratiae et suavitatis evangelicae), y ungia generalmente su cabeza con aceite consagrado. Asi el agua como el aceite se bendecia de diferentes maneras, probablemente conforme 4 una tradicion apostélica. Durante la ceremonia, te- nia el catecameno en la mano un cirio encendido, vuelto hacia el Occidente, en seiial de que se consagraba 4 Cristo. Entonces se revestia de una alba blanca, simbolo de la vida santa y pura 4 la cual se consagraba (candidatus). Poco 4 poco se hizo general en Oriente y Occidente el Bautismo de los nifios, y san Gregorio Na— cianceno vituperaba ya severamente la inquieta solicitud de las madres, que temian bautizar 4 sus hijos en una edad demasiado tierna. «| No dejeis al mal tiempo para ganar terreno ! ; Que vues- «tros hijos sean santificados y consagrados al Espiritu Santo des- * Ct. 88. * Mare. vit, 34. — 1 — «de la cuna! ; Su debilidad os contiene, y os hace temer el impri- «mir en su alma el sello divino ! ;| Oh madres de poca fe! Ved 4 Ana, «consagrando al Seiior 4 su wnico hijo, y educdndole 4 la sombra «de los altares. ; No temais por lo que es mortal, sino tened con- «fianza en el Seiior t!» Por mucho tiempo hubo ocasion de dirigir estos cargos 4 los adultos que dejaban su Bautismo para una edad avanzada. La Epifania, y especialmente la fiesta de Pentecos- tes y el tiempo de Pascuas, eran las épocas destinadas 4 la ad- ministracion del Bautismo. Los nedfitos se vestian de blanco, tra- je que conservaban durante toda la semana, y no lo dejaban hasta el sabado siguiente. ( Dominica in albis , sc. depositis, s. dominica post albas ). Ya no se administraba el sacramento de la Confirmacion al mismo tiempo que el del Bautismo, como en el periodo precedente, porque de aqui en adelante los sacerdates eran los que comunmente bauti- zaban. La Confirmacion quedo reservada 4 las atribuciones especia- les del obispo, quien la administraba ordinariamente durante las vi- sitas de su didcesi. El aceite empleado en este Sacramento se con- sagraba sobre elaltar; con este motivo dice san Cirilo leno de santa gravedad: «Guardaos de despreciar este aceite saludable, y de con- «siderarlo cual un aceite comun ; asi como el pan de la Eucaristia, «consagrado por las palabras sacramentales, no es ya un pan ordi- «nario,sino el mismo cuerpo de Cristo; de la misma manera este «aceite, santificado por la invocacion del Espiritu Santo, no es ya un aceite ordinario que opera una uncion vulgar, sino el don de «Cristo y de su Espiritu, hecho eficaz por el mismo poder de «Dios.» 1 Greg, Naz. Or. 40, tI, p. 644. 2 —-12— § CXXXVI. La Ewcaristia, centro de todo el culto *. Fountes.—J. A. Assemanni. Codex litargicus Eccles. univ. Roma, 1749-1766, 18 vol. in 4. Las Hiturgias de ta Yel. griega : 1.° de la Kgl. de Jerus. 6 de San- tingo y san Cieilo; 2.° de Constantino, 6 de san Basilio y de san Juan Cri- ‘6st. 3.° de Alqjandria, 6 de sea Marcos, y de Cirilo ; 4.° los jacobites ‘egipcios se servian de la litargia de Alejandria, y de otras dos atribuidas & ‘san Gregorio Nacianceno y & san Basilio; 8.° las eti6picas, doce liturgias de fos jacobitas egipcios ; 6.° les nestorianas , tres liturgies sirfacas, la mas antigua , Hamada la liturgia de los Apéstoles, la de Teodoro de Mopsnestia y -de Nestorio. En ta Iglesia de Occidente, la liturgia remana; 1a de Milan 6 de ‘san Ambrosio, anélega 4a del Oriente; 1a galicana; en Espaiia, la litargia ‘Gética espafiola 6 muzérabe. Cf. Muratori, Liturg. Rom. vetus. Ven. 4748, 2 vol. inf, —Mabilion, de Liturgia Gallicana, Par. 1729, in 4,—Pamelié Li~ targicon ecel. latin. Coton. 1874, 2 vol. in 4.—Grancolas, las antiguas litur- gies, y el entigno sacramentario de la Iglesia. Par. 1704, 3 vol. in 4. Las éi~ feremcias de estes liturgies, may cuidadosamente indicadas en Martene, |. 1, lib. I, ¢. 3-8, & I, p. 97 sig. y Dellinger, Compend. de la hist, eccl., t. 1, p. 274-282, Cf. Pellicia, 1. 1, ed Ritter. t.1, p. 183 5q. Binterim 1. ¢. t.1V, P. I y UI;t. H, P. I, p. 93. Kessing , Diferencias de las liturgias griegas y ‘romanes demostradas por el cinon de la misa. (Frib. Revist. teolég. 1841, t. VI, p. 228-278), Al principio de esta época, un golpe de martillo sobre un metal, y desde el siglo VII el sonido de las campanas Hamaban 4 la iglesia 4 los Cristianos para asistir 4 las oraciones diarias de maiiana y tar- de, y 4 la celebracion de los santos misterios. Esta celebracion con- sistia en dos partes principales. Asistian 4 la primera los catecume- nos, y aun los mismos Paganos (missa catechumenorum); 4 la se~ gunda solo debian asistir los fieles bautizados. La misa de los catectmenos principiaba, segun las diversas li- turgias , ya por el canto de los Salmos, ya por la lectura de un pasa- je de las santas Escrituras. Todos los asistentes cantaban los Salmos & auna voz, 6 ya, desde el siglo IV en Oriente, y desde san Ambrosio en Occidente, separados los fieles en dos coros, los cantaban alter- nativamente. El primer salmo se cantaba como el intrdifo de la mi- + Véase el § 92. — 13 — 8a actual /imfroius ): despues, conforme 4 las litargias mas antiguas, seguia, asi como hoy se practica, una invocacion 4 la misericordia. divina (Kirie eleison), y la doxologia, mas 6 menos extensa (gloria. El obispo saludaba al pueblo (pax vobis), y dirigia una oracion en nombre de toda la asamblea (colleca, quia fidelium vata ab eo quast colligebantar ): sentabase entonces en su tromo, y el lector deade el ‘atril 6 pulpito Jeia en lengua vulgar ua pasaje de les Epistolas de Jos Apéstoles 6 del Antiguo Testamento, ordinariamente en un libro donde estas lecciones se hallaban colocadas segun los tiempos del aiio. Sucedia 4 esta lectura el canto deun salmo (graduakis), y des- pues el mismo lector (solo diacono desde el siglo IV) leia el Evangelio, que desde su trono 6 desde lo alto del altar expli- caba el obispo, acompaiiandolo de reflexiones practicas y fami- liares /tractatus ): otras veces pronunciaba un discurso sobre el pun- to que mejor le parecia (sermo). Cuando el pueblo se hatlaba con— movido, solia acontecer, por efecto de los habitos paganos, que demostrase su aprobacion por medio de aplausos tales, que un dia se vid san Juan Crisdstomo en el caso de interrampir su discurso, exclamando: «Ni esto es un teatro; ni son comediantes 4os que ve- enis 4 oir aqui. » En otra ocasion exclamé asimismo: « Vesotres me «habeis aplaudido; jay de mi! yo quisiera lorar*! » Termina- nada la homilia, el diacono separaba 4 los infieles, catecimenos, energumenos y penitentes, cerraba das puertas, ¢ invilaba4 Jos que podian permanecer en el temple 4 rogar por ios afligides , el Clero, la Iglesia, todas las clases del pueblo, ios amigos y los enemi- gos: entonces los asistentes se daban mituamente el dsculo de paz. Desde un principio abundan las pruebas de la fe de la Iglesia catélica en la Eucaristia, come verdadero cuerpo y verdadera san— gre de Jesucristo, y como verdadero sacrificio; pero se encuentran mas numerosas aun en los Padres de esta época y en las ceremonias particulares y significativas de la missa fidelium, enteramente cor- respondientes 4 las de la misa actual. Iniciando Cirilo 4 los hom- -bres bautizados en Jos misterios de 1a Eucaristia, les decia: «Si «Cristo en otro tiempo convirtié el agua en vino parecido 4 la san~ «gre, en Jas bodas de Cand, zno le hemos de creer cuando con- * Homil. 26, in ep. I ad Corinth, — 114i — «vierte el vino en sangre? Recibamos, pues, lo que se nos ofrece «con la firme conviccion de que es el cuerpo y. la sangre de Jesu- «cristo. Se os da el cuerpo de Cristo bajo la forma del pan, y su «sangre bajo la del vino, 4 fin de que, recibiendo el cuerpo y san- «gre de Jesucristo, llegueis 4 ser con él un cuerpo y una sangre. «No considereis el pan y el vino como simples elementos: son el «cuerpo y la sangre de Jesucristo; el Salvador lo ha dicho: ; Si vues- «tros sentidos se rebelan, que os afirme la fe, y sea ella vuestra cer- «tidumbre! No juzgueis por el paladar; sino estad plenamente se- «guros por la fe, de que es realmente el cuerpo y la sangre de Je- «sucristo lo que habeis recibido '. » 1 Cyrilli Cateches. mystagog. IV, 0.2, 3, 6 (Opp. ed. Touttée). Tambien 'S. Gregor. Nycen. Orat. catech. c. 37: Per Verbum Dei et orationem statim in Verbi corpus transmutatur panis sanctificatus.— Ambros. de Mysteriis, c. 8: Iota esca, quam accipis, iste panis vivus, qui descendit de coelo, vitae aeternae substantiam subministrat—est corpus Christi.—C. 9: Forté dicas: Alind vi- deo; qaomodd tu mihi adseris quod Christi corpus accipiam ? Et hoc nobis adhuc superest, ut probemus.—Quéd si tantum valuit humana benedictio (III Reg. Xvi, 38) ut naturam converteret, quid dicimus de ipsa consecratione divina, ubi verba ipsa Domini Salvatoris operantur? Nam Sacramentum istad, quod accipitis , Christi sermone conficitur. Qudd si tantum valuit sermo Eliae, ut ignem de coelo deponeret, non valebit Christi Sermo, ut species mutet elemen- toram?— Sermo Christi, qui potuit ex nihilo facere quod non erat, non potest, ea quae sunt, in id mutare quod non erant? (Opp. ed. Bened. t. II). Cf. tam- bien 4 san Juan Cris, Homil. 24 y 27 in I Corinth, et Homil. 83, in Matth.— Eide, Hist. de los dogm. t. II, sobre la Encaristia como sacrificio, Cf. Cyrillé Cateches. mystagog. V, que explica Ja litargia del sacrificio de la misa. Chry- sost. de Sacerdot. III, 4: Cim videris Dominum immolatum et jacentem, et sacerdotem sacrificio incumbentem ac precantem , omnesque pretioso illo san- guine rubentes, an putas te adhuc cum heminibus et in terra esse? an non potius in coelis translatum? O miraculum ! d Dei benignitatem! y en la litur- gia de san Criséstomo se dice: Tibi inclinata cervice supplico et te rogo: — dignare, ut & me peccatore, et indigno peccatore , servo tuo, haec dona offe- rantar. Ta enim es qui offers et offereris, assumis et distribueris, Christe, Deus noster. Hieronym. ep. 24, ad Damas. (al 146): Vitulus saginatus, qui ad poenitentis immolatar salutem , ipse Salvator est, cujus quotidie carne pas- cimar, craore potamur;—hoc convivium quotidie celebratur, quotidie Pater Filium recipit: semper Christus credentibus immolatar. (Opp. t. I, p. 79, 80). Gregor. M. Dial. de vita et miracul. PP. Italicor. lib. IV, ¢. 88 : Debemus quo- tidianas cornis et sanguinis hostias immolare. Hinc pensemus quale sit pro nobis hoc sacrificium , quod pro absolutione nostra passionem unigeniti Fi semper imitatur (Opp. ed. Bened. t. II, p. 473); pero con especialidad se de- — 145 — El diacono y el subdidcono tomaban del pan y vino ofrecido por Jos fieles la parte necesaria para la comunion. Esta ofrenda se se- fiala en el ofertorio (offertorium) y en las oraciones que le ante- ceden, como un sacrificio de propiciacion por nuestros pecados, como él sacrificio de la victima sin mancilla engendrada por la Virgen Maria. Desde el siglo IV se habla del uso del incienso en el sacrificio de la Eucaristia. Despues del ofertorio, el didcono presentaba al obispo el agua para lavarse las manos, y hacia un nuevo examen de con- ciencia, 4 fin de que no ofreciese el sacrificio, guardando algo en su corazon contra su hermano. Entonces se exhortaba al pueblo 4 ele- var sus sentimientos al cielo (praefatio): «Elevemos nuestras mira- «das al Seiior con temblor y miedo; elevemos nuestros corazones «(sursum corda).—Los elevamos hacia el Sefior,» respondia 4 una voz el pueblo. «Demos gracias al Seiior nuestro Dios, » continuaba el obispo, y el pueblo respondia: «Es justo y digno. » El prefacio ter- minaba con el himno de los Angeles: «Santo, Santo, Santo es el Se- «ior Dios de los ejércitos, » que el pueblo entonaba en union con el clero. Aqui comenzaba la parte principal de la misa (actio, secretum), llamada cénon desde Gregorio Magno : en ella se conmemoraba 4 to- dos los fieles, al obispo y al patriarca, al emperador y la empera- triz, 4 los bienhechores de la Iglesia, y especialmente al Papa, asi en Oriente como en Occidente, inscribiéndose al efecto su nombre en los dipticos de la Iglesia. En el momento en que el obispo iba & consagrar, se descorria, segun la liturgia oriental, la cortina que cu- bria el santuario; y el obispo elevaba el pan consagrado, convertido por medio de la oracion y en virtud de las palabras de la institucion divina en el cuerpo de Jesucristo. A su aspecto los fieles se prosternaban y adoraban. El uso de la ben tener presentes las expresiones de tos Padres del primer concilio de Nicea : Jn divina mensa ne humiliter intenti simus ad propositum panem et poculum; sed attollentes mentem , fide intelligamus sitam in sacra illa mensa aynum i lum Det, tollentem peccatum mundi, incruenté & sacerdotibus immolatam; et Pretiosum ipsius corpas et sanguinem veré sumentes, credere haec esse nostrae Fesurrectionis symbole (én Gelasié Hist, conc. Nicaen. lib. I, c. 30; Harduin, t.1, p. 429; Mansi, t. II, p. 887). 10 TOMO 11, — 146 — ‘devacion no se practicéd en Occidente hasta mas adelante; pero, se- gan el testimonio de san Ambrosio y san Agustin, se adoraba la Ey- caristia antes de la Comunion '. Seguia despues la oracion por los muertos en la comunion de Ja Iglesia, obispos, emperadores, legos, etc., y 4 continuacion, segun varias liturgias, como la de Cirilo de Jerusalen, el Pater, el Agnus Dei, y-el dsculo de paz, dado por el ohispo, y que se trans- mitia jerarquicamente de grado en grado hasta los simples fieles. La misma jerarquia se observaba para la Comunion: el obispo, Jos sacerdotes, el clero inferior, los ascetas, los monjes, los re- ligiosos y los legos, recibian sucesivamente las santas especies con eslas palabras: El cuerpo de Cristo, la sangre de Cristo; 6 estas otras: Guarde tu alma el cuerpo de Nuestro Setior Jesucristo. Se decia la ultima oracion, y se despedia la asamblea (missa, de- missio ). El sacrificio eucaristico se ofrecia por los fieles vivos y diffin- tos, y con especialidad por estas ullimos el dia de su muerte, s- gun el testimonio de Tertuliano, y el tercero, noveno y centési~ mo cuadragésimo despues del fallecimiento, segun las consti~ tuciones apostdlicas. Despues de este periodo, principié ya 4 diferir la liturgia de los difuntos de la de los vivos*. Tambien se ofrecia el sacrificio para obtener gracias particulares, tales come la Iluvia, la cesacion de la esterilidad y la garantia de ciertos pe- ligros (misas votivas). La comunion publica se daba ordinaria~ + Et quia illam carnem manducandam nobis ad salutem dedit , nemo autem illam manducat nisi prius adoraverit , sie inventum est, quemadmodim ado- retar tale scabellum pedum Domini , at non soltun non peccemus adorendo, sed ecceraus non adorando, Ambros. * Constitut. Apostolor. VIII, 30: Congregamini in cocmeteriis, lectionen sactorum librorum facientes, atque psallentes pro defunctis martyribus et om- nibus a saeculo sanctis, et pro fratribus vestris, qui in Domino dormierunt: item antitypam regalis corporis Christi et acceptam seu gratam eucharistiam offert in ecclesiis vestris et in coemetertis , etc. — Ibid. VIII, 42: Quod spectat ‘ad mortuos, celebretur dies III in psalmis, lectionibus et precibus, ob eum qui tertia die resurrexit ; item dies IX in recordationem superstitum et defuacte- rum, atque dies XL juxta veterem typum: Mosem enim ita luxit populus; de- nique dies anniversarius pro memoria ipsius. (Galland. Bibl. t. IIL, p. 468 233). August. Confess. lib. IX, c. 42, habla: De Sacrificio prelii nosteii pre defuncta matre Monica. -— MI — - mente en las dos especies, aunque siempre se creyé que la sus- tancia del Sacramento estaba toda entera en cada una de las dos especies, asi en el pan como en el vino, segun lo explican claramen- te las palabras del Apéstol: Cualguiera que come 6 bebe indigna- mente *. Sucedia ademas desde el primer periodo, que cuando los Cristia- nos se veian perseguidos, 6 iban 4 emprender algun viaje largo, en particular por mar, se les permitia conservar en su casa la santa Eucaristia: los monjes eran los que mas generalmente disfrutaban de este privilegio, cuando no tenian en su soledad algun sacerdote. La Iglesia no temia entonces que se tuviese menos respeto y re- verencia al cuerpo del Seiior en las casas privadas que en los temr- plos. En estos casos, asi como en la comunion de los enfermos, la Eucaristia no se administraba sino en una especie, Ja del pan, considerandose tan santa y tan entera como la de las dos es+ pecies. Tambien es evidente que solo se daba la Comunion @ los nifios bajo la especie del vino, uso que se establecid desde un principio*. Para la Eucaristia se usaba el pan con levadura, casi generalmente en Oriente y en Occidente, y hasta el tiempo de Focio no se pronuncié la Iglesia occidental por el pan sin levadura. En las dos Iglesias hubo siempre mutuo acuerdo para mezclar un poco de agua con el vino, cosa que tambien se hacia en los prime- Fos tiempos. El profundo respeto que inspiraba el santo Sacramento hizo que los mismos fieles no recibiesen la Eucaristia mas que en ayunas: el concilio de Cartago lo consigné asi en una ley, admitiendo una sola excepcion, el Jueves Santo, en cuyo dia se recibia la Eucaristia por Ja tarde en memoria del momento de su institucion. Los excesos de que muchos fieles se hacian culpables provocaron la severa pro- hibicion de las dgapes, fiestas primitivamente anexas a la cele- bracion de la Eucaristia *. Los concilios de Laodicea (372) y de Hipona (393) prohibieron al menos que se celebrasen en las igle~ sias. * 1 Cor. x1, 27. + Selvaggio, .1, lib HI, ¢. 9, § 4 et 2, etc. 10. % Selvaggio,1. }, lib. LI, ¢.9, de Aga P.2,d.828q. 10* Bintorim, Memorab. t. U, — 148 — § CXXXVII. Disciplina del secreto. Tal como lo habia recomendado el Salvador ', los predicadores del Evangelio y los ministros de la Iglesia observaron desde un princi- pio cierta reserva en el anuncio de la misteriosa doctrina del Maestro ante los profanos, todavia no iniciados en el Cristianismo. Esta re- serva se observaba en todo lo concerniente 4 los Sacramentos, y con especialidad 4 la Eucaristia, apellidada por las diversas litur- gias el Santo de los Santos. Las catéquesis de san Cirilo nos ensefian que ni aun los mismos catecimenos estaban completamente iniciados en el sentido misterioso de este Sacramento hasta despues de haber recibido el Bautismo. Y cuando se tuyo mayor cautela, fue mientras duré la oposicion de los Paganos, y las controversias dogmaticas, sostenidas con ellos, podian darles conocimiento de los sagrados misterios. De aqui es, que se veia 4 los Doctores de la Iglesia encerrarse en una concienzuda reserva, cuando se creian rodeados de infieles, y hablar de la Eucaristia especialmente de una manera vaga y gene- ral, como de un simbolo, de una figura, aiiadiendo estas frases: «Los iniciados nos comprenden, » 6 ya citar la formula de la consa- gracion en términos oscuros, como lo hace san Epifanio*. Y cuan- ‘do los soldados enviados de improviso 4 la iglesia de Constantino- pla echaron por tierra el cAliz consagrado, san Criséstomo, al dar cuenta al papa Inocencio de este deplorable suceso, habla con dolor ¢ indignacion de la profanacion de la sangre consagrada de Jesu- cristo; al paso que Paladio solo hace mencion del simbolo derrama— do* en su relato dirigido 4 un publico compuesto de fieles y de in- fieles. + Epifanio cita una vez la f6rmula de ta consegracion de esta manera : Tou- 16 mon esti tode. * Chrysost. ep. ad Innocent. papam : Neque hic malum stetit : — et sanctis- simus Christi sanguis, ut in tanto tumulto, in praedictoram militam vestes — 119 — _ Asi se puede comprender cémo es que los autores luteranos y re- formados citan aun en su favor 4 algunos Padres de la Iglesia, que enseiian, no obstante, de la manera ‘mas formal y positiva la fe ca- télica, es decir, la conversion del pan y del vino en la sustancia del cuerpo y sangre de Jesucristo. § CXXXVII. El sacramento de la Penitencia.—Disciplina de la Penitencia.— Indul- 7 gencias. Foenres.—Cf. Litt, § 90. Boileau, Historia confessionis auricularis. Paris, 1684 sq.— Hlée, la Penitenc. trat. histéric. y critic. Francf. 1828.— Binte- rim, t. V, P. I, p. 468 sq. Desde que la vida de la Iglesia pudo, como acabamos de expo- nerlo, manifestarse en toda su libertad y su energia, se vid pro- nunciarse de una manera mas positiva la fe en el poder de alar y de desatar del sacerdote, y en la necesidad de la confesion formal de los pecados. Tampoco en este punto faltan pruebas desde un principio. San Juan Criséstomo * enaltece, como especial privi- legio del sacerdote, ese poder sobrehumano que se ejerce, no como el de los principes del siglo sobre el cuerpo, sino sobre las almas, y produce en el cielo lo que opera en la tierra. San Am- brosio * sostiene contra los Novacianos que el ejercicio de este po- der esta wnicamente reservado al sacerdote. San Paciano, obispo de Barcelona (por el 370), exhorta con teson 4 los fieles 4 que no en- ¢ffundebatur. (Mansi, t. 111, p. 1089). Palladius , Vita Chrysost. ed. Bicotii, Lut. Paris, 4680, in 4: Et in diaconam procaciter illisus, symbola effudit. Presbyteros verd grandaevos fustibus in capite feriens, sacrum fontem cruore conspersit. P. 85. 4 Chrysost. de Sacerd. lib. III, c. 8. + Ambros, de Posnit. lib. I, c. 2. Conclaye citendo & san Juan, xx, xxi y ‘Xx: Accipite Spirit, Sane. : quorum remiseritis, etc.: Ergo qui solvere non potest pecestum non habet Spiritum Sanctum. Muous Spiritus Sancti est off- cium sacerdotis, jus autem Spiritus Sancti in solvendis ligandisque criminibus est; quomod® igitur munus ejus vindicant de cujus diffidunt jure et potestate? (Opp. ed. Bened, t. II, p. 302). — 180 — Gaiien al sacerdote'. San Basilio Magno dice sin titubear : «Suee- «de con los pecados lo mismo que con las enfermedades corporales; «solo se habla de ellas al médico entendido y habil, y no se con~ «fiesan aquellos sino al que puede curarles.*. » — «Enseiia sin reeelo «al sacerdote los secretos de tu corazon, dice asimismo san Grego-. «rio Niceno *; descubre los misterios de tu alma, como des- «cubres al médico las llagas de tu cuerpo, que él tendré cui- «dado de tu honor y de tu salvacion.» Léese en la vida de san Ambrosio *, «que un pecador le confesaba sus pecados, y fue- «Ton tantas las lagrimas derramadas por el santo Obispo, que hizo «correr las del pecador, hallandose el sacerdote tan contrito como el «penitente: pero guardando fielmente el secreto de la confesion re- «cibida, solo hablé de ella 4 Dios en sus suplicas; y de esta suerte enseiié & sus sucesores en el sacerdocio 4 ser para sus hermanos «los intercesores cerca de Dios, y no sus acusadores ante los hom- «bres. » La confesion de los pecados era secreta 6 publica, siendo solo en esta forma cuando la falta era publicamente conocida*, 6 cuando un vivo arrepentimiento 6 el celo por la penitencia inspiraban el deseo y el valor de tal confesion, 6 ya cuando graves motives ha~ cian que el sacerdote la creyese necesaria. Desde el primer periodo despues de la persecucion de Decio hubo necesidad de dulcificar la disciplina de la penitencia y la duracion de las penas eclesiasticas. Con todo, continuaron en vigor cuatro grados de penitentes y de penitentencia publica. San Ambrosio so~ metié con notable firmeza al gran Teodosio 4 la penitencia publi- ca *, por haber ordenado en un momento de célera y de ciego fu- ror, que sus soldados degollasen 4 siete mil habitantes de Tesaléni- a. Los mismos eclesidsticos, y aun los obispos, estaban sometidos este género de penitencia, los cuales se trataba con sumo rigor, + Paciani ep. 3 ad Sympron. contr. Novatianor. error. et paraenesis ad poe- nitentiam. (Bibl. M. PP. t. IV, p. 308-317). + Basil, M, Regulae brevior. ad. interrogat. 229. (Opp..ed. Garnier, t. I). 2 Gregor. Nyss. or. 43, ad eos qui darius atque acerbius aljos judicant. * Paulinus, in Vita8. Ambrosi. (Galland. Bibl. t. 1X). 5 Augustin, sermo 82, dice : Corripienda suntcoram ommibus quae pecean- tor omnibus, Cl, Sermo 384, n..2et 9. © Synes. ep. 87, 72, 89. Theadoret. V, 17, 18.Sosom. VII, 24. Rufn. XI, 16.. — 131 — segun sabemos por los deeretos del cuarto concilio de Toledo’. Eat este perfodo se encuentran ya ejemplos de la gran excomunion, de la que el obispo daba parte hasta 4 los metropolitanos mas lejanes, de manera, quee! excomulgado se eneontraba por lo regular com- pletamente abandonado, y aun padecia graves perjuicios en sus're- Ineiones civiles. Ae datar’ desde la persecucion de Decio y del cisma de los No= Yacianos, se instituyé un sacerdote penitenciario, que oia las confe~ siones secretas, seiialaba la especie y el grado de la penitencia, y vigilaba la conducta de los penitentes , fijando la época de su ad- mision 41a santa Comunion. Un grave escandalo, ocasionado & consecuencia de una confesion publica, determiné 4 Nectario, patriarca de Constantinopla, 4 abolirla (390). De este modo cayé ex desuso tan antigua practica. En Oriente fue ddade primero s¢ preceptad la confesion secreta hecha 4 un. sacerdote elegido por et penitente, el eval determinaba, como sucedia antes, eb género de Pentitencia, deyandose 4 la conciencia del penitente fijar et momento de su ejecucion, asi como el de su admision 4 la comunion sa~ crosanta. Los diversos grados de la penitencia publica fueron desapa~ reciendo poco 4 poco, siendo Leon Magno el que extendié, con especialidad en Occidemte, la practica de la confesion privada *. + €f.en cuanto al obispo penitente Bacilides, Euseb, Hist. eccl. V. El.cap. synod. Tolet, IV; en Harduin, t. U1; Mansi, t. X. * Socrat. Hist. eccl. V, 19, de presbyteris poenitentiam gerentibus et quo- mod ea tempestate sublatifaerint. Sozom. VIII, 16; Niceph. XII, 28. > Loon, ep. 168 ad episcop. Campan. De poenitentia quae & fidelibus postu- latar, ne de singuloram peccatorum genere libello scripta professio publicé re~ citetur, cum reatus conscientiarum sufficiat solis sacerdotibus indicari confes- stone secreta. Quamvis enim plenitudo fidei videatur esse landabilis, quae: propter Dei timorem apud homines erubescere non yeretur, tamen, quia non, omnium hujusmodi sunt peccata, ut ea, qui poenitentiam poscont, non timeant Publicare, removeatar, tam improbabilis consuetado, ne multi & poenitentiae remediis arceantar, dum aut erubescunt , aut metaunt inimicis suis saa facta reserari, quibus possint legum constitutione percelli. Sufficit enim illa confessio, quae primim Deo offertur, tum etiam sacerdoti , qui pro delictis poe aitenttum precator accedit (opp. t. I, p. £434). Augustin. sermo 83 de tempo- re, c. 7: Si peccatum secretum, in secreto corripe; si peccatum publicum est et apertum, publicé corripe, ut tlle emmendetur et caster timeant. Cl. Tho- massiné, 1.1, t. 1, lib. 1, ¢, 7. — 182 — Pero 4 fin de evitar que los sacerdotes obrasen arbitrariamente ab ‘imponer Jas penas candnicas, y 4 fin de que la disciplina de la pe- _ Tiitencia se administrase con la gravedad, dignidad y uniformidad convenientes, los doctores de la Iglesia san Gregorio el Tauma- targo primero, y despues san Basilio, Anfiloqueo de Iconio y san Gregorio Niceno redactaron con este motivo unas epistolas cané- nicas en Oriente ', mientras que san Ambrosio y san Paciano en el siglo IV daban para el Occidente instituciones sobre los mismos puntos *. Tos Andando el tiempo se redactaron libros penitenciales. Por el si- glo VII, compuso uno en Oriente Juan el Ayunador, y Teodoro, arzobispo de Cantorbery *, otro en Occidente. Ya en el anterior pe- Yiodo se fueron debilitando los sentimientos de la verdadera peni- tencia en una nfultitud de pecadores, quienes se proveian de cartas de recomendacion de los mértires, para librarse del rigor de las penas candnicas; pero esta relajacion fue mucho mas sensible cuan- do comenzé 4 enfriarse el primitivo entusiasmo que supo inspirar el Cristianismo. El numero de los que consentian en someterse humil- demente 4 las practicas severas de la penitencia de los primeros tiempos se aminoraba de dia en dia. La mayor parte solicitaba la dulcificacion de las penas eclesidsticas fulminadas por los decretos de los antiguos concilios /indulgencia), 6 la conmutacion de estas. penas en otras de mortificacion y de caridad. Segun el ejemplo de san Pablo, quien despues de haber arrojado al incestuoso de la igle- sia de Corinto, le habia admitido de nuevo 4 la comunion, en vista de su penitencia y del vivo sentimiento de su dolor *, siquiera hu— biese merecido mas dilatado castigo, la Iglesia consintié en suavi- zar una parte de las penas eclesidsticas; pero al mismo tiempo im— puso por condiciones positivas que hubiese sincero arrepentimiento, . 1 Basiliz, Mag. ep. canonicae ( opp. t. IIL). Amphilochéi ep. Synod. ( Cote- Jorié Monum. gr. t. II. Gallandi¢ Bibl, t. VI). Gregorié Nyssenté ep. canonica ad Letoium, Melitens, epise. + Ambros. de Poenitentia, lib. 1 (opp. ed. Bened. t. II); Paciané paraene~ -sis ad Poenit. (Max. Bibl. PP. t. 1V). 4 Joannis Jejunator. Libellus poenitential. ed. Morinus en sa Comment. histor. de poenitent.—Theodoré Cantuariens. poenitentiale ( D’ Achery Spicile— gium,t.1V), * Cor. v, 4 sig. Cf, I Cor. rv, 88 sig. — 153 — peligro de muerte, peligro de petder la fe, 6 conversion de algun pecador por medio del celo del penitente. En cuanto 4 la completa Temision de las penas eclesidsticas, no se encuentran mas que ejem- plos aislados *. A esta naciente tibieza se oponia por lo regular un exceso con— trario, un celo extremado por las mortificaciones de la penitencia. Simeon Estilita fue el mas extraordinario ejemplo de esto mismo *. Vivié durante treinta aiios (desde 420) sobre una columna, cerca de Antioquia, como un mediador entre el cielo y la tierra. La ad- miracion de sus contemporaneos le dié el sobrenombre de estrella del mundo, maravilla del universo. El obispo Teodoreto, testigo ocular de estos prodigios, no sabia cémo poder convencer 4 la pos— teridad de la realidad de un hecho conocido de su tiempo y del mun- do entero. § CXXXIX. El Matrimonio.— La Extremauncion.—La sepultura. Forntss.—Cf. § 94. Binterim, Memorias, t. VI, p. 1, 2, 3.—Pellicia, t. II, p. 444 sig. . En los Padres de este periodo se encuentran numerosos y for- males testimonios sobre la santidad del matrimonio, su dignidad sacramental y la bendicion sacerdotal que le consagra *, la cual 1 Muratori, Diss. de redemptione peccator. (Ant. Ital. med. aevi V).— Binterim,t. V, P. 2 y 3. El sacerdote Mdscimo, que se habia hecho del partido de los Novacianos y se convirti'en seguida, fue en el siglo HI un ejemplo de remision completa de toda pena eclesidstica. Cf. ep. Cornelii ad Cyprisn. (inter ep. Cypr. 46). Kamper. Hist, indulgeatiar. Thomassint, t. 1, lib. IL. + Theodoreti Hist. religiosa, c. 26. Bvagrit Hist. eccl. 1, 13. 2 Innocentié I ep.9 ad Probum: De eo, cujus de captivitate reversa est uxor, Matuimus, fide catholica suffragante, illud esse 'conjugium, quod primitiis erat gratia divina fundatum, conventumque secundae mulieris, priore supers tite, nec divortio ejecta, nullo pacto posse esse legitimum. (Harduin, t. 1, p. 1008). Ambrosius, de Abraham. lib. I, c.:7: Cognoscimus velut praesalem custodem- que conjugii esse Deum, qui non patiatur alieaum thorum pollui; et si quis fecerit, peccare cum in Deum, cujus legem violet, gratinm solvat. Et ideo, quia in Deum peceat, sacraments coslestis amittat consortium (opp. ed. Be— ned. t. I, p. 302). — Bi — ‘$e verificaba durante el santo sacrificio, Hevando los contrayentes enlazadas las manos con cintas de color rojo y blanco, en seital de la indisolubilidad de sa union. En cuanto 4 este ultimo punto, se nota alguna incertidumbre. En Oriente se interpretaba en un sen tido favorable al divorcio el estilo equiveco de san Mateo, v, 32, y ux, 7, resolviendo la cuestion en este misme sentido las leyes im- periales. Sin embargo los c4nones apostdlicos pronunciaban la indi- visibilidad absoluta, y amenazaban al infractor con la excomunion. La indisolubilidad fue siempre wn punto de disciplina evangéliea y apostélica en Africa y en Roma '. El matrimonio entre ortodoxos y herejes fue prohibido, y declarado nulo en Oriente en muchas oca~ siones *. En su paralelo entre el sacerdote judio y el sacerdote cristiano, demuestra san Juan Criséstomo que la institucton apostélica de Ia Eztremauncion es uno de los privilegios particulares del sacerdocio cristiano *. San Agustin’ y otros nos suministran pruebas ciertas de la administracion de este Sacramento, cuya forma y caractéres estan expresamente definidos en el Sacramentario de san Gregorio Magno. Cuando moria un cristiano, sus despojos mortales santificados por el uso de los Sacramentos y destinados 4 una resurreccion gloriosa, eran depositados en lugares consagrados (ariae, coemeteriae, dormi- toriae), en medio del canto de los Salmos, entonado por hombres destinados 4 estas piadosas funciones ( parabolanianos, enterradores): despues se rezaba sobre el sepulcro, y se ofrecia el sacrificio, si la ceremonia se verificaba por la mafiana. La Iglesia habia estimulado los fieles 4 honrar la memoria de los muertos por medio de abun- ' Canones Apostolor- can. 47: 8i quis laicus sua ejecta uxove alism daserit, ‘Yel ab alio solutam, segregetur. ( Hordwin, t. 1, p. 22). Cf. Lisbermann, Ins- titat. theol. ed. V, t. ¥, p- 348-b4. + Concil. Laod. ann. 373, eau. 48: Quod non oporteat indifferenter ecclesias- tieos ( orthodoxos) foedere naptiarum hacreticis sucs filios filiasque cooyengere. ‘Igualmente, can. $1 (Harduin, t.1, p. 788 sig.).Cf. Conc. Trullsn. ana. 692, can. 72. Photi Nomocanon, tit. X51, cap. 13. > Chrysost. de Secerdot, tit IIT, ¢. 6. * Augustin, sormo 245, de Temp. (segun ott. de Cassario en el sig. ¥). dnnocont. F, ep. bad Decentiom Eugubia. cspital. 8. Hasdein, 3. 1, p. 998; Mansi, t. 111, p. 4031). — bb — antes limosnas y solemnes aniversarios, que conmemorande 4 los difuntos los mantenian en relacion con la Iglesia militante. Solo se negaban los honores de ta sepultura 4 los ajusticiados, los suicidas y todos aquellos que por falta saya morian sin haber recibido el Bau- tismo y los otros Sacramentos. § CXL. Vida religiosa y moral de los Cristianos. Libre ya el Cristianismo en'su manifestacion exterior y dominan- te en el Estado, debia ejercer su influencia en todas las acciones y en todas las circunstancias de la vida. Muy pronto, en efecto, se re- conocié esta influencia en todas las acciones de la vida civil, asi gra- ves como insignificantes, pues en todos se infiltraron las ideas cris- tianas, siendo vivificados por ellas. Y no contribuyeron poco & con- Solidarla las numerosas fundaciones de caridad y la multitud de es- tablecimientos de educacion que se crearon. Sin embargo, garantizada la pax 4 los Cristianos, produjo en ellos gran tibieza y relajacion. Ya en el primer periedo se habian quejado los Doctores de la Iglesia de que las treguas concedidas & los Cristianos en las diversas persecuciones no hubiesen sido favorables al desarrollo de la vida cristiana. Asi es, que ya no se encontraba aquel amor fraternal tan fntimo y duradero de los pri- meres tiempos: asimismo los Cristianos no concedian: 4 los Paga- nos la tolerancia que durante las persecuciones habian. reclamado con tanta elocuencia en favor del Cristianismo sus ilustres apolo- Abrazar el Cristianismo no era ya exponerse. 4 las privaciones y 4 las persecuciones; era, por el contrario, asegurarse el camino de la proteccion, los honores y las riquezas'. De esta suerte, la Iglesia acogié en su.seno una multitad de cristianes que solo Jo eran en ef nombre y en la forma, los cuales se aprovechaban. de las ventajas anejas 4 este titulo, conservaban su vida disoluta y sus costumbres * Hieronym. Eecle. nunc potentia et divitis quidem major, virtutibu vers mirior facta est, In vita Matchi (opp..t. E, p48). — 136 — paganas, no hacian mas que obras exteriores , sin tener verdaderas disposiciones cristianas. Mientras que por una parte gran numero de cristianos se diri- gia en peregrinacion 4 Jerusalen 4 visitar los lugares donde habia vivido el Salvador, y el sepulcro donde la emperatriz Helena ha- bia erigido la iglesia de la Resurreccion, para orar alli con ar- diente fervor y consagrarse 4 una vida semejante 4 la de su Dios; por otra veiase con dolor agregarse 4 aquellos piadosos peregri- nos una turba de malos cristianos, impulsados por motivos pura— mente -humanos, y 4 veces supersticiosos. Muchos Padres de la Iglesia* se quejaron de esto mismo, y san Jerénimo legé 4 de- cir que lo que convenia 4 los Cristianos no era haber estado en Jerusalen , sino haber vivido alli de una manera acepta 4 Dios. Si las frecuentes y vivas controversias del Oriente aumentaron el va~ Jor y la fe de los fieles, contribuyeron tambien por desgracia 4 per- turbar el 6rden legal y 4 introducir en las costumbres una rara bar- barie *. Se engaiiaria altamente, sin embargo, el que pretendiese envol- ver en tales acusaciones 4 todos los Cristianos de aquella época. Los incomparables caractéres de tantos santos y esclarecidos doctores, la afectuosa adhesion de tantos fieles hacia sus obispos, y el entusiasma que les inspiraba tan generosos sacrificios para la manutencion del clero y las fundaciones piadosas, prueban que el gérmen de. la vida reinaba aun en la Iglesia, animando 4 los pastores y al re- haiio. Tampoco deben perderse de vista los incesantes esfuerzos, por lo regular coronados con el éxito, de los mas célebres obispos de en- tonces en favor de la abolicion de la esclavitud. San Juan Criséstomo entre todos fue infatigable. No se pueden contar todas las ocasiones en que habla del origen y de la naturaleza de la esclavitud, y de los cambios que Cristo habia introducido en las ideas de libertad y de los derechos del hombre. Asimismo insistié con aquel estilo grave, profundo y penetrante que le era peculiar, en la necesidad de las relaciones cristianas y fraternales entre los amos y los esclavos, y * Gregor. Nyss. Or. de eis qui adeunt Hieros.—Epp. ad Ambros, et Besi- lissam. Cf. Hieronym, ep. ad Paulin, + Isidor. Pelusiot. ep. lib. TI, ep. 493. — 187 — en la educacion y cultura que debia darse 4 estos ultimos; pe- ro Io que con mas fuerza reclamé para ellos fue la libertad. Los frutos de estas vivas y afectuosas exhortaciones se conocieron muy pronto en una larga série de leyes imperiales favorables 4 los esclavos. Por ultimo, lo que especialmente caracteriza 4 este periodo bajo el aspecto religioso y moral es la vida de los monjes. § CXL Idea de la vida mondstica. Pretender explicar el monaquismo diciendo que nacié del clima del Egipto, es lo mismo que creer explicar el origen de los gusanos diciendo que nacen de la corrupcion del polvo. Una idea mas alta es la que nos hace concebir el monaquismo. Hay hombres que por un Ilamamiento especial, por un instinto enteramente divino se ven impulsados' desde ‘este mundo 4 vivir la vida de los Angeles, y se sienten irresistiblemente arrastrados 4 una exislencia pura y con- templativa. Este hombre es el monje: sacude los grillos que le ago- Dian y le sujetan 4 la tierra, vende lo que posee, y renuncia al ma- trimonio '. Sin embargo, la naturaleza humana tiene una necesidad imprescindible de la sociedad. El hombre comprende que solo no puede llevar 4 cabo nada que sea grande, ni llegar facilmente al fin que se propone. Asi es que el solitario se agrega 4 otros solitarios, y de esta suerte surge un monasterio. En él se encuentran todos unidos por la virtud de cada uno; en él cada cual se somete 4 la prudencia de los otros, puesel monje aislado desconfia de su flaque- za, al paso que los monjes reunidos tienen Ja conciencia de su forta- leza. Entonces nacen como necesariamente y se comprenden con fa- cilidad los votos de pobreza, de castidad y de obediencia, bases de todas las reglas y de todas las formas monisticas. Es evidente que esta vida santa de los monasterios no fue siempre floreciente; pues debe tenerse en cuenta que ciertos tiempos y circunstancias la forti- fican y favorecen mas que otros. Y aun cuando se encuentran hue~ Ilas de esta vida perfecta entre los Esenios y los Terapeutas en el + Lue. xx, 38. — 138 — Tibet y en la China, solo el Cristianismo puede darnos de ella una idea verdadera y completa. La vida monéstica no es mas que la aplicacion rigorosa, la realizacion perfecta del Cristianismo. La im- perfeccion de las cosas humanas nos persuade de que esta realiza- - cion no ha correspondido siempre & su bello ideal: muchos hechos asi nos lo prueban; pero esto no impide el que no sea raro encen- trar entre los monjes los mas bellos caractéres de su tiempo y los maestros de los mas grandes Doctores de la Iglesia. San Atana- sto, san Basilio, san Gregorio Nacianceno, san Juan Crisdstomo , san Efren, san Jerénimo, san Agustin y tantos otros, adquirieron por medio de sus relaciones con los monjes la viva luz de que inun- daron 4 su siglo y 4 las edades posteriores. La santa gravedad de sus costumbres, la noble dignidad de su continente, la sabiduria de su doctrina, la profundidad de sus sentimientos, la elevacion de sus ideas y la uncion de su palabra nose parecian en nada 4 la sabidu- ria exterior, vana y pomposa de los filésofos de Atenas y de Alejan- dria. Tales eran los frutos maduros de la vida ascética y recogida , ala cual se consagraban en la soledad aquellos sabios varones, 6 los que habian cogido bajo la direccion de los monjes del Egipto y de Ja Siria. «En ninguna parte, dice san Agustin para caracterizar la «vida monastica, he visto hombres mejores que los buenos que se cencuentran en les conventos; y no los ke conocido peores que los «malos que habitan en ellos. » Pasiones que ofenden 4 la naturaleza, cierto humor sombrio, exacerbado hasta la desesperacion, 6, bajo otra forma, una santidad orgullosa y farisdica, son los caractéres mas comunes de los malos monjes. -— 130— § CXLU. La vida monéstica en Oriente. —San Antonio. Furnres.—Joann, Cassiané, de Institut. coenobior. et collationes monachor. (opp. ed. Gazaeus. Atrebati, 4628, in fol.).— Palladii ( + hacia el 420) Hist. Lausiaca (Coll. Patrum Eccl. Gr. t. III).— Theodoreti, Histor. religiosa, etc. (opp. ed Schulze, t. IIL, p. 11).—Soerat. Hist. eccl. TV, 28 sq.—Sozom. }, 12-44; HII, 44; VI, 96-84: Vida de varios ermitafios y muchas cartas de san. Jerénimo. — Martene, de Antiquis monach. Ritib. Lugd. 1690. — Holstenit, Cod. regul, monasticar. , etc. (Véase p.48, n.3).— Helyot, Ordenes monhs- ticas y militares. Par. 4714-49, t. VIII, in 4. — Schmidt, los monjes, religio~ sas, érdenes relig.-milit., sus reglas, su historia, Augsbourg, 1828.— Bie denfuld, Origen, desarrollo, etc., de los conventos de monjes y de religio- sas en Oriente y Occidente, segun documentos originales. Weimar, 1837, 2 t. suppl. 1840. Se encuentran ascetas y ermitaiios desde el primer periodo de la historia de la Iglesia. Con todo, e] verdadero fundador de la vida mo- nacal fue san Antonio *. Hijo de nobles padres, ricos y cristianos, los perdio desde muy joven. Siendo todavia nifio, no encontraba placer en contribuir 4 Jos juegos de sus: compaiieros: permanecié privado de toda ins— truccion cientifica ; pero se sintid desde entonces atraido 4 la vida contemplativa. Cierto dia oyé las palabras del Salvador, dirigidas al rico del Evangelio: «Si quieres ser perfecto, vende todo cuanto atengas *;» cn otra ocasion oyé las siguientes: «No os. inquieteis «por el dia de maiana *.» Conmovido profundamente con estas frases, vendié de repente todos sus bienes, no obsiante su juven- tud; renuncié 4 las riquezas de la lierra, y se consagré 4 imitar Ja vida de los piadosos ermitaiias de aquel tiempo. Necesité muy grandes esfuerzos, y tuvo que sostener terribles luchas contra su naturaleza y contra Satanés; pero salié victorioso, merced 4 Ja 1 Athanasit Vita 8. Antonii (opp. t. 11, p. 480 sq. ). Hieronym. de Vir. ill, ¢. 88. Cf. Tillemont, t. VII, p. 108 sq. Mehler, Atanas. M. t. If, p. 90-143, > Mat. xix, 24. 2 Mat. vi, 34. — 160 — Gracia que le sostuvo, y-no abandoné la soledad que habia elegido hasta Ja época de la persecucion de los Cristianos bajo Maximi- no (311). Entonces se presenté en Alejandria para consolar 4 los fieles, ante los cuales aparecié como un Angel protector enviado del cielo. ¥ cuando volvié 4 su soledad querida, le acompaiiaron al desierto muchos de sus discipulos y admiradores. Alli, estos fieles hijos, rodeando 4 su padre con su obediencia y su adhesion, rivalizaban con él en virtud y piedad, pasando de la contempla- cion de los bienes futuros, objeto de sus esperanzas, 4 los trabajos manuales, que les proporcionaban los medios de ser los bienhe- chores de los pobres de las regiones vecinas. Antonio permanecié siempre humilde y reservado en medio del respeto universal que le rodeaba, y que aumentaba su poder de hacer milagros. Un dia le presentaron 4 un endemoniado para que lo curase. « hom- «bre, le dijo al que le conducia, gpor qué me imploras? 4 Por «ventura no soy yo un hombre como ti? Sicrees en Crislo 4 quien «yo sirvo, vé, pidelo 4 Dios con fe, y te curards.» En otra oca- sion recibié una carta del emperador Constantino y de sus hijos, y entonces dijo & sus monjes: «No os admireis de que el Empe- «rador nos escriba: é1 no es mas que un hombre; pero debeis ma- «ravillaros de que Dios haya dado su Ley 4 los hombres, y nos «haya hablado por medio de su Hijo.» En su respuesta al Empe- rador se expresé de este modo: «Me regocijo de que honreis 4 «Cristo: lenad vuestros deberes de emperador, meditad en el jui- «cio final, y pensad en que solo Cristo es verdadero y eterno Rey. » Su espiritu naturalmente fecundo, el habito de contemplar la na- turaleza y de meditar en las santas Escrituras, cuya sustancia se habia asimilado, suplian en él abundantemente la falta de cultura humana y de instruccion cientifica. Asi es que sabia hablar 4 los sdbios y 4 los letrados, consolando 4 unos y otros. Como hubie- ran venido 4 tentarle dos filésofos griegos, les dijo: «4 Por qué ve- «nis 4 hablar con un insensato?—No lo sois, le respondieron los «dos sabios. —En ese caso, convertios en lo que yo, replicé An- «tonio.» Burlabanse un dia de que no supiera leer, y pregunto él santo ermilaio: «4 Qué es anterior, el espiritu 6 la letra? — El «espiritu, le respondieron.—El que esté dotado de un espiritu «sano no necesita de la letra; pues él lee en el gran libro de la na- — 161 — «toraleza, escrito por la mano del mismo Dios, respondié An- «tonio. » 7 «Vuestra Religion no tiene pruebas, le objetaban ciertos filé- «sofos.—zCémo, replicé el monje, se adquiere cualquiera co- «nocimiento, y especialmente el de Dios? ,Es demostrativo, 6 «nace inmediatamente de la fe? ,Cual es el mas antiguo de los dos, «el conocimiento fundado en la fe, 6 el producido por la demostra- «cion?—El que descansa en la fe, le respondieron. —Luego, re- «puso Antonio, este conocimiento es mas noble y mas seguro que «el que se apoya en vuestros argumentos sofisticos. Vuestros silo- «gismos {han logrado convertir al Helenismo 4 algun cristiano? «Pues nosotros que anunciamos la fe de Cristo hemos destruido «vuestras supersticiones. » El santo anacoreta contribuyé con gran eficacia al triunfo de la verdad y de-las sanas ideas sobre la naturaleza de Cristo, y al res- tablecimiento de la paz en la Iglesia, cuando las controversias de Ar- rianos y Melecianos. Los peligros futuros de la Iglesia le fueron re- velados en una vision extatica, anuncidndoselos 4 sus hermanos con lagrimas en los ojos. Por espacio de mucho tiempo ansié ver 4 Pablo, el solitario dela Tebaida, y, en efecto, poco antes de la muerte de este, fué 4 visi- tarle su santo émulo y contempordneo. Presintiendo ya Antonio el momento de la suya, se perdié en lo mas profundo del desierto, no sin haber exhortado antes y por ultima vez 4 sus monjes 4 que se precaviesen contra cualquiera error, y conservasen las tradiciones de sus padres. Alli murié 4 la edad de ciento cinco afios (356) de- jando, aun cuando nunca estuvo casado, una posteridad mas nume- rosa y floreciente que las batallas de Leuctres y de Mantinea, lega~ das por Epaminondas 4 su patria. Jamas se le vié sombrio ni triste: su alma estaba siempre muy sosegada, y su espiritu sereno. Semejante vida, contada por un bid- grafo como san Atanasio, debia excitar el entusiasta deseo de imi-- tarla en todas las almas capaces de comprenderla. Los monjes, guiados por tanto tiempo por este santo maestro, fueron abandonando poco poco su soledad, y se reunieron y for- maron sociedades mas fntimas, cuando san Pacomio fund6 (340) en la isla de Tabena, sobre el Nilo, un monasterio (coenobion, claus- i TOMO II, = 168 — trum), déndoles una regla de vida comun. Por la misma época, Amonio en Jos montes de Nitria, é Hilarion en el desierto de Gaza, fundaron reuniones semejantes; y de aqui se fué extendiendo la vi- da monéstica por la Palestina y la Siria, siendo Eustaquio de Se- baste el que mas se esforzé por propagaria en aquella provincia y en el Asia Menor. Valente procuré en vano contener este movimien- to de los espfritus hacia la vida mondstica, por temor de que fuese arrastrado 4 ella gran numero de los soldados de su ejército. San Basilio Magno ejercié en Oriente una influencia inmensa sobre la vida monastica. No solo dié reglas nuevas, sino que fund6 en las cercanfas de Neocesarea un convento, que fue un verdadero anteihu- ral contra el Arrianismo. Mientras que en el seno mismo de la Igle- sia catélica las controversias de los Antitrinitarios del siglo III y las de los Arrianos en el IV dieron 4 los entendimientes cierta tenden- cia racionalista y especulativa, extraiia 4 la practica del Evangelio, preparaba el monaquismo una reaccion, sitenciosa en un principio, pero despues ruidosa y viva '. Conservando los monasterios el ver- dadero sentido de la doctrina cristiana, prestaron 4 ka Iglesia nue- Ya vida, y nuevo vuelo 4 literatura cristiana. En un principio faeron legos los monjes, y solo eran sacerdotes tos jefes de los conventos, estando todos sometides 4 la vigilancia episcopal *. Con el tiempo, llegaron 4 ser los conventos hos principa~ kes planteles del Clero yde tos Obispos. Todas las reglas exigian les tres votos de que ya hemos heche mencion, aun cuamdo no se con- sideraban como irrevocables. Con todo, la vwelta de an monje 4 le vida mandana era jazgada come ta pracba de una fe tibia y de ume voluntad vacilante. San Criséstomo describe la manera de vivir ks monjes de la manera siguieute: cEl caste de tos bimmas saludabe «el dia naciente; seguia la meditacion sebre tas samias Rscrituras. cA 1a tercia, sexta y moma, Se resaba tn conus ; el tempo restante ‘ese consagraba al trabajo.» Ei frato de este trabajo servia por Jo re- gular para salvar & egiones enteras do los herrores del bamlwe en tiempos de escasez, HA género de vida ims siagelar entre les mon- Jes, fae sm contradiccion el de les Estititas, Simazon el Estilita en- * Cf. la literat. crist. y el monaquismo en el siglo IV. (Garres y Phillipps, Paginas histér. y polit. t. VI, p. 332-38). * Thomaseini, 4.1, %.2, Hb. IAL, cap. 2. — 163 — contré muchos imitadores en Oriente: en Occidente se vié un did~ cono estilita cerca de Tréveris. El deseo de practicar una vida angelical debia encenderse tam- bien en el corazon de las mujeres, tan capaces como son de la abne- gacion cristiana. Asi fue que se reunieron para vivir en comun vir- genes en la flor de sus aiios y viudas experimentadas. Segun se dice, la hermana de san Antonio presidié la primera de estas reu- niones, para las cuales escribié san Pacomio la primera regla. Da- base 4 las piadosas solitarias elnombre egipcio de nonnes (virgenes). San Basilio Magno lasintrodujo en Capadocia. Un velo , una pequelia mitra de oro, corona de la virginidad, y 4 veces un anillo eran sus insignias exteriores. Si tenemos presente, por aitimo, que el monaquismo se extendié desde entonces por gran parte del Occidente (y la historia de los pueblos germanicos nos hara conocer su poderosa influencia); si consideramos la variedad de las costumbres, la diversidad de carac~ téres de tantos pueblos , la diferencia de climas de tantos paises, tan contrarios 4 las costumbres egipcias; si reflexionamos en la violencia que la vida mondstica ejerce contra la naturaleza humana; y si 4 pesar de todo esto vemos 4 los Cristianos del Africa, del Asia y de Europa abrazarla con el mismo entusiasmo , practicarla eoa la mis- ma fidelidad y conservarla con la misma constancia; nos sebra razon para rechazar como insuficiente cualquiera explicacion fundada en ‘simples motivos naturales de tiempos, de laganes 6 circunstancias, Y nos vemos obligados 4 confesar que el universal ferver com quese ebrazé un género de vida tan duro y tan extraerdinario no podia ‘nacer de pensamientos terrestres y mundanos. 11* — 164 — § CXL. Adversarios de la vida eclesistica. 1.° Prisciliano, rico espaiol,, dotado de una palabra elocuente, Pero oscura, esparcié bajo el reinado de Teodosio I una doctri- na, renovacion del Gnosticismo, 6 mas bien del Maniqueismo, el cual jamas habia quedado enteramente destruido. Dicha doctrina, que encontré prosélitos en un conventiculo de. aquella época *, admitia como puntos fundamentales la teoria de la emanacion, el Dualismo; negaba la distincion de las personas de la Trinidad, é imponia grandes abstinencias y singulares pruebas respecto de los. sentidos. El gnéstico egipcio Marco, que vino 4 Espaiia donde se unié 4 una mujer distinguida llamada Agapa, y el retérico El— pidio, pasan por verdaderos fautores de esta herejia. Prisciliano se hizo su discipulo, logrando ganar para su causa 4 muchas mu- jeres y dos obispos catdlicos. Higinio, obispo de Cordoba, fue el primero que descubrié esta secta, Itacio de Mérida é ltacio de * Sosuba & Osonoba la combatieron con ardor. El concilio de Cae- sar-Augusta (Zaragoza) excomulgé 4 Prisciliano y 4 sus adep- tos (380), confirmando la sentencia el emperador Graciano; pero - Prisciliano supo ganarse el favor de la corte, y ya Itacio se veia sériamente’ amenazado, cuando el emperador Graciano fue der- ribado por el usurpador Maximo, quien se decidié por el segun- do. Citado Prisciliano ante un concilio en Tréveris , fue condenada en él, y ejecutado con sus partidarios, Felicisimo, Armencio y otros, despues de haber confesado que habia ensefiado doctrinas inmorales, y que habia orado desnudo en asambleas nocturnas 4 Jas cuales asistian mujeres (385). En vano san Martin de Tours dirigid 4 Maximo suplicas y representaciones: la sangre de los herejes corrié por primera vez, 4 consecuencia de una senten- cia eclesidstica. San Ambrosio y los mas dignos representantes de 4 Sulpicié Severi Hist. sacr. 1, 46, 84; IH, 44 sq. Orosii Commonit. ad August. de errore Priscillianor. in op. Augustioi, t. VIII. Leon. ep. 15 ad Turibium, Cf, Walch, Hist. de las here}. t. III, p. 378, — 165 — Ja Iglesia se mostraron indignados de la crueldad de Itacio, y no quisieron seguir teniendo con él relacion alguna. Prisciliano fue por mucho tiempo venerado como martir entre los suyos. El conci- lio de Braga (563) tuvo todavia que decretar leyes contra sus par- tidarios. 2.° Audio (Udo), lego, nacido en Mesopotamia, habiendo desconocida en parte. la necesidad del cambio verificado en las relaciones de la Iglesia con el Estado,’ vituperé inocentemente la conducta. de los éclesiésticos, mas mundana que apostdlica. Per- seguido y- excomulgado, se separé de la Iglesia catélica, fun- dando algunos obispados entre los godos. Los Audianos debieron de haber recibido de su obispo doctrinas antropomorfitas, protestaron contra los decretos de Nicea sobre Ja Pascua, y evitaron toda comu- nicacion con los Catélicos hasta su completa extincion , 4 principios del siglo V *. _ 3.2 Un tal Adelfio formé en Mesopotamia la secta de los Adelfia- nos, vulgarmente denominados Masalianos, los cuales no admitian otro medio eficaz para triunfar del demonio mas que el rezo. Todo ‘trabajo que interrumpiese la oracion era pecado para ellos, y los Sacramentos no tenian valor para aquel que habia legado 4 la per- feccion espiritual. No poseian nada, pues tal era la exageracion de Su espiritualismo, que se hubieran creido degradados con la pose- sion de bienes terrestres, y erraban sin domicilio fijo. Estos secta- rios se propagaron principalmente en la Siria *, 4 pesar de las de- cisiones severas del concilio de Antioquia (390). 4.° Ciertos usos eclesidsticos dieron origen 4 recriminaciones exageradas y oposiciones sin medida, 4 causa de sus abusos y de ‘8u falsa aplicacion. Asi es que el sacerdote arriano Aerio de Sebas- te sostuvo que obispos y sacerdotes eran iguales, cuando su an- tiguo amigo Eustaquio fue elevado 4 la silla episcopal de Sebas- te; que la oracion y la limosna por los muertos eran. inatiles, y que las solemnidades pascuales eran supersticiones judaicas *. * Bpiphan. Heer. 70. Theodoreté Haeret. fabul. 1V, 10. Hist. eccl. IV, 9. * Tambien llamados Masselinos en Armenia y en Siria despues del 360. Cr. Epiphan, Heer. 80.—Thoodoret. Baer. fabul. 1V , 11: Hist. eccl. 1V, 10, — Photié Cod. 52. — Walch , Hist. de las herej. t. Il, p. 484. % Epiphan, Heer. 78.— Philastréi Heer. 73,— August. de Haeresib, ¢. 83. — 166 — Eustaquio (+ 330), por su parte, cayé en un extremo contrario: imponia severos ayunos aun en los domingos y otras festividades, consideraba impuro al matrimonio, y prohibia todo trato con los sacerdotes casados, contra varios expresos canones del concilio de Gangres * (del 362 al 370). Joviniano *, monje romano, sensual Y epicareo, se pronuncié contra la consideracion de que gozaba el monaquismo. El monje, decia él, no es mas santo que cual- quiera otro hombre. La felicidad eterna es una: todas las recom- pensas del cielo no se merecen, sino que se dan 4 todos iguales; que un poco mas 6 un poco menos de pehas en este mundo no pue- den aumentarlas ni disminuirlas: lo mismo debe pensarse de los pe- cados y de los pecadores. La virginidad no tiene privilegio alguno sobre el matrimonio, decia en union de Helvidio *, discipulo del arriano Auxencio de Milan (390). Maria cesé de ser virgen despues del nacimiento de Cristo. Vigilancio *, sacerdote galo (402) , dirigié su polémica contra el celibato, el culto de los Santos y las reliquias, Hamando 4 los Catdlicos adoradores de ceniza y polvo. «No hay nada de muerte «en eSte culto, respondia con ardor san Jerénimo; antes por el «contrario la [piedad de los fieles ve en él otra cosa distinta. Al chonrar las reliquias, su corazon se eleva hacia los Santos que «viven en Dios, que es el Dios de los vivos y no de los muer- «tos. Aun cuando el sentimiento de un piadoso respeto pueda «extraviarse, siempre merece respeto. Jesus alabé 4 la mujer «que perfumaba sus piés; y censuré 4 sus discipulos porque le- «vaban 4 mal una accion poco conveniente 4 sus ojos.» Helvidio y Bonosio fueron aun mas léjos que Joviniano, al pretender que Maria tuvo de José 4 los hermanos y hermanas de Jésts, de que habla el Nuevo Testamento. San Ambrosio opuso 4 Bonosio la creencia invariable de la Iglesia catélica en la perpétua virgini- + En Mansi, t. IL, p. 4098. Cf. Socrat. 11, 43. 2» Hieronym. adv. Jovin. lib. Id. (opp. t. 11. p. 238 sq.). Aug. de Haeresib. ¢. 82.—Siricii ep. ad divers. episc. adv. Jov. (Constant. ep. Pont. 663 sq. = Ambr. Rescript. ad Sirie. (Constant. p. 670 sq. )- + Hieronym. adv. Helvid. (opp. t. IL, p. 208 sq.).— Gennadius, de Vir. ill. “¢. $2.— Aug. de Haer. c. 84. — Wack, Hist. de las herej. t. HI, p. 877. * Hieronym. adv. Vigilant. (opp. t. Il, p. 387 sq.);-ep. Gt ad Vigilant; €D. 209 ad Riperiam (opp. t. 1). — 167 — dad de Marfa‘, Al mismo tiempo rechaz6 la Iglesia como blasfe~ matoria la adoracion de Marfa, practicada por los Coliridianos de la Arabia. 5.° Los Paulicienos * (publicanos, populicanos), & quienes se ha procurado idealizar y transfigurar en nuestros dias, no eran mas que los Priscilianos del Occidente, teniendo el mismo origen y tendencia que los del Oriente. Descendian de los Maniqueos por Paulo y Juan, hijos de la maniquea Callinicia de Samosata. Estos dejaron el lugar de su nacimiento, 6 intrigaron en Arme- nia, fundando en Epiparis una escuela que llegé 4 ser el plantel de la secta, cuya existencia se prolongé hasta el tiempo de Cons- tantino Pogonato (668-88). Bajo este mismo Emperador, did cier- to aliento 4 la secta el llamado Constantino de Mananalis, cerca de Samosata en Siria, el cual se creyé llamado 4 fundar, en opo- sicion 4 la Iglesia catélica, nuevas comunidades apostdlico-pawli- Gasas, segun las formas de los Gnésticos y los principios de los Maniqueos eclécticos (hacia el 680). Estas comunidades no ad- mitian mas que las epistolas paulinianas, como fuentes de la verdad revelada, ademas de los cuatro Evangelios: rechazaban el Antiguo Testamento, las epistolas apostélicas, el Apocalipsis, Jos simbolos de la Iglesia, toda la literatura eclesidstica y todas las formas litargicas, Pretendian que el cristianismo pauliniano era la manifestacion ultima del verdadero Dios, -y que la Iglesia catélica era el reino del espiritu de las tinieblas. Era tal su orgu- lo, que pretendian tambien ser los solos dignos del nombre de crislianos; y que su comunidad era la verdadera Iglesia catdlica, al paso que los cristianos no paulinianos no eran mas que ro- 1 Ambr, de Instit. virginis (opp. t. II, p. 249 9q.). Cf. Sirioié ep. 9, 1.1. + Lafuente mas antigua, y descubierta hace poco, es Joh. Uznionsis Arme- nianor. Catholici oratio cont. Paulicianos , despues del 748 (opp. ed. Aucher, Venet. 1834).— Photius, in Wolfi Anecdota Gr. Hamb. 1722, t. 1y II, yen Galland. Bibl. t. XII, p. 603.— Petri Sicult, por los 872, Hist. Manichaeor. ed. Raderus. Ingolst. 1604, y Max. Bibl. PP. Lugd. t, XVI. H. Schmid, or. oriental. Hafa. 1826. Engelhardt, los Paulician. (Winer y rio, 1827. t. VII). Gieseler, los Paulician. (Estud y crit de Ullmann y Umbreit, 1829, t..11, entr. 4."). Cf. Exposicion concisa, fundamental sacada de las fuentes arm. y gr. de Windischmann. (Tubinga, Rev. trim. teol. 1835, p. 49-62). — 168 — manos. Y por mas que procuraban ocultar sus errores bajo fér- mulas ortodoxas, favorecian las opiniones fantasticas y miticas de los Gnésticos y Maniqueos, considerando al sol como una ma- nifestacion visible de Dios, y lamandole Cristo. Respecto de la humanidad de Cristo, participaban los Paulicianos de los errores de los Docetas. La redencion no era para ellos otra cosa mas que un procedimiento de purificacion comenzado por Cristo, y que debia acercar poco 4 poco 4 todos los espiritus 4 su fuente divi- na. Su exclusivo espiritualismo les hacia rechazar, con un orgu- Hoso desprecio de la materia, todos los medios de salvacion de la Iglesia catélica. E] emperador Pogonato encargé 4 Simeon, dig- natario del imperio, para que los persiguiese, el cual en efecto hizo ejecutar al jefe de la secta. A pesar de esto, continud la sec~ ta conservando un jefe, rodeado de compaiieros de ruta (compere- grini), y notarios como hermanos auxiliares. El mismo Simeon, despues de haber sido su perseguidor, legé 4 ser su jefe u obis- po, bajo el nombre de Tito en Cibosia de Armenia, y fue conde- nado & muerte con otros muchos en una nueva persecucion, du- rante el reinado de Justiniano II (685-98). Paulo, uno de los paulinianos mas principales, se escapé de la muerte y se consa— gré activamente 4 la propagacion de la secta, estableciendo su silla en Fanarea del Helesponto. El emperador Leon el Isaurio, 4 quien habia seducido el hijo de Paulo Genesio (Timoteo), fue protector de los Paulinianos. Mas adelante encontré un jefe vigo- roso en Sergio (Tychicus) (hacia el 777), personaje leno de or- gullo que se llamaba 4 si propio la luz, la guia de salvacion y el buen pastor, y se hizo adorar por sus discipulos intimos como el Paraclito, al cual invocaban, afiadiendo al final de sus oracio- nes lo siguiente: «Tenga piedad de nosotros el Espiritu Santo. » Semejantes excesos y tan extraiias novedades dividieron la secta y excitaron ardientes discusiones en su seno. Por ultimo, los seve— ros edictos del emperador Miguel Rangabé (811-13), de Leon el Armenio (813-20) yde Teodora (845) los redujeron a entrar en la Iglesia catélica despues de una expresa abjuracion de sus errores *. + La f6rmula de le abjaracion en Galland. Bibl. t. XIV, p. 87 sig. Exsecror ¢t anathemate devoveo eos omnes qui dicunt corpus @ malo principio prodiisse, et quae mala sunt existere naturd. Exsecror nugacem ac fatilem Manetis fabu- — 169 — Los que se obstinaron sufrieron atroces suplicios, quedando de este modo la secta casi enteramente destruida '. Ojeada retrospectiva. Para apreciar mejor la prodigiosa influencia de la Iglesia caté- lica en el imperio greco-romano durante esta época, es necesario comparar los resultados obtenidos con la situacion religiosa y moral del imperio antes dela introduccion del Cristianismo. ,Quién no se ha de Ilenar de admiracion y de respeto hacia aquellos pueblos ge- nerosos, recordando con cuanto entusiasmo acogieron griegos y ro- manos la predicacion del Evangelio; con cuanto heroismo lo defen- dieron durante las persecuciones; con qué fidelidad emplearon su ciencia profana en explicar y desarrollar los dogmas cristianos en una literatura , cuyas obras maestras quedarén siempre como mo- delos de las escuelas cristianas, y como fuentes de las mas nobles inspiraciones; recordando, por ultimo, con qué fuerza han consti- tuido y organizado la Iglesia, realizado las ideas cristianas por me- dio delos simbolos misteriosos de un culto sublime, y dado al mundo Tam , quam ait primum hominem nobis dissimilem formatum, etc. Exsecror 0s qui dicunt Dominum nostram Jesum Christum specie tantim manifesta- tum fuisse, ete., qui Christum solem esse dicunt, et solem ac lunam caeteraque sidera venerantur, ete. Exsecror eos qui transmigrationem animarum statuunt, quam et animarom de vase in ves defusionem oppellant, ete, Anathema iis qui sanctam Deiparam Mariam contumelia afficiunt, —qui & communione vene- randi corporis et sanguinis Christi abhorrent, —quique baptismum asper- nant, ete, + Los Hypsistarianos en Capadocia, de cayo partido habia sido adepto en otro tiempo el padre de san Gregorio Nacianceno, no eran en efecto, segun Boehmer, una secta cristiana, sino los restos de una religion primitiva exten- dida en el Asia, 6 mas bien, segun Ullmann, un sincretismo formado del Ju- daismo y de la antigua religion de los persas , 6 de otro modo, el ensayo de una fusion de los elementos cristianos y peganos en medio de la fermentacion reli- Biosa de los primeros siglos de la Iglesia. Los Masalianos 6 Bufemitas (cocli- colae) se asemejaban & los Hypsistarianos: despreciaban toda divinidad, y no adoraban mas que al solo Dominador, honréndole por mafiane y tarde en tem- plos particulares con chaticos y oraciones. Cf. Bahmer, de Hypsistariis prae- fatus est Neander. Berol , 1824. — Uumann , de Hypsist. Heidelberg, 1823.— Fognres: Epiphan. Heer. 80. Oyrill, Alex. de Adorat. in spir. et verit. Gregor. Naciane, or. 18, § 8. Gregor. Nyssen, adv. Eunom. — 170 — innumerables ejemplos de virtudes, de abnegacion y de santidad? j Cuan pura seria esta gloria ante Dios y los hombres, si la Igle~ sia griega no hubiese abierto Ja puerta con sus fatales é intermina- bles controversias, por una parte, al fanatismo musulman, y por otra 4 un indiferentismo espiritual, mas funesto todavia!!! SEGUNDO PERIODO. PREDOMINIO DE LA ACCION DE LA IGLESTA EN LOS PUEBLOS GERMANOS Y ESLAVOS HASTA EL SIGLO XVI. § CXLIV. Basgos caracteristicos de la Iglesia catéhico-romana durante este pertodo. Fornras.—Ct. Mohler (hojes hist. y polit. t. X, p. 864-74). Wihrer, inf. benef. de la Iglesia en la edad media para disminuir la ignorancia, la tos- quedad y la anarqufa de esta época. (Petz, Nueva Revista teol. aiio 1831, t.1, p. 249). Hemos observado ya que desde el primer perfodo, y principal- mente durante las controversias del Arrianismo, época en que los bérbaros invadian el imperio, se convirtieron al Cristianismo mu- chos pueblos de origen germanico. Mas como se desarrollé entre elios la vida cristiana bajo una forma particular y del todo distin- ta de la de los griegos y romanos, y no tomaron parte alguna en Jas luchas doctrinales que preocuparon 4 los demas casi exclusi- vamente; hubiera sido engorroso escribir al mismo tiempo su his- teria, y por este hemes creido deber tratarla aparte para presen— — 172 — tarla mas facil y mas clara. Son estos pueblos, desde luego, un teatro nuevo donde toma la accion del Cristianismo formas espe- ciales. Constituyen la Europa occidental; no la vieja Europa, conocida desde tan antiguo, sino una Europa al parecer recien nacida, habitada por razas extranjeras que levantan un nuevo érden social sobre los despojos de la dominacion romana; y 4 pe- sar de ser conquistadoras y evar unida 4 sus banderas la victo- ria, sujetan su espiritu y su corazon 4 la Iglesia y 4 la religion de los paises que han vencido. En estos paises y en estos tiempos en que, segun la bella expresion de Herder *, la nave de la Iglesia levaba la suerte del mundo, se nos presenta la Iglesia bajo un aspecto nuevo, con una influencia que no habia podido aun ejercer en ningun tiempo. Fuerte por haberse hecho propias jas luces y la civilizacion del mundo romano, fuerte por su mi- sion, y sobre todo por la poderosa unidad de su sélida jerarquia, llega 4 ser en esta época la tutora de las nuevas razas europeas; y 4 la sombra de este titulo, penetra inmediatamente en todas las relaciones publicas y privadas, extiende su jurisdiccion hasta so- bre asuntos puramente civiles, se hace jefe de la sociedad, y llega al apogeo de su poder como Arbitra y juez entre los Principes , los sibditos, los pueblos y los Estados. Algunos autores no han querido ver en esta nueva situacion de la Iglesia sino un objeto de amarga critica y el origen de todos los males de la edad me- dia; pero otros mas templados, y sin duda mas justos, han reco- nocido en ella el unico medio de conservar durante esa infancia de Ja sociedad civil toda especie de cultura espiritual y moral, y el unico medio de preparar y operar para los siglos posteriores el desarrollo de esta cultura. Esta accion benéfica, esta influen- cia saludable de la Iglesia en la edad media, ha sido allamente reconocida y defendida por hombres de un talento indisputable, cuya escuela y profesion de principios impiden que se les tenga por parciales. Herder, el panegirista espiritual de la humanidad, dice en sus Ideas : «La jerarquia romana era quizis un yugo necesario, in- «dispensable para las rudas generaciones de la edad media. Sin ‘Herder, Ideas sobre la filosofia de la historia. Stuttg. 1828, t. IV, p. 208. — 128 — «ella la Europa hubiera sido probablemente el juguete del des- «polismo, un teatro de luchas eternas, un verdadero desierto de «la Mongolia *.» El grande historiador de la Suiza dice tambien sobre este punto: «Todas las luces actuales, cuyas consecuencias no permite aun apre- «ciar el genio emprendedor de la Europa, brotan en su origen, «tanto para nosotros como para todas las partes del mundo, de la «jerarquia que, 4 la caida del imperio, sostuvo y dirigié al género «humano. Did, por decirlo asi, al espiritu del Norte de la Europa, «tristemente encerrado en el estrecho circulo de ideas limitadas y «mezquinas, el impulso eléctrico que animandole y vivificandole le «hizo lo que es hoy dia, 4 pesar de muchos obstaculos, por medios «muy diversos *. » Es indudablemente un deber riguroso para el historiador con- cienzudo demostrar con hechos sélidos y veridicos una u otra de estas opiniones.. Por nuestra dicha los estudios histéricos de los tiempos modernos, habiéndose hecho mas exactos é imparciales, no menos entre los Protestantes que entre los Catdlicos, han der- ramado sobre la cuestion de que vamos ocupandonos, y sobre la edad media en general, ideas incomparablemente mas exactas, en términos que en adelante aun los espiritus mas prevenidos se veran forzados 4 admitir en lugar de la esclavitud, groseria y ti- nieblas que se achacaban 4 la edad media, la libertad, la no- bleza, las luces y la grandeza moral que tan visiblemente la distin- guen. Tales son los testimonios : 1.° De Gatui, Voz de la edad media, Halle, 1841, pref. p. vi: «Esperamos que no quedaran estériles y sin eco estas voces, porque «ya no estamos en aquel periodo de rigidez luterana (es un pro- «testante el que habla), en el que se desechaba al presentarse «toda obra que tuviese la menor relacion con la edad media del «Catolicismo. Yano estamos en aquellos tiempos de ciencia super— «ficial, que contemplaba en la Reforma la aurora de la brillante «luz de que hoy dia estamos disfrutando, y miraba la edad media «como una noche tan oscura y de tanta desolacion, que solo podian + Ideas sobre la filosofia de la historia, t. IV, p. 303. Cf. p. 194. + Juan de Muller, bist, de la Suiza, lib. IN, c. 4: «Jerarquis.» —-1%h— challare on fa obrar 4 sus anchnras el oscurantiamo y la bar- «barie.» 2.° De Santiago Garmm, Antigiiedad del derecho aleman, pref. p. Xvr: «Los sibios de nuestros dias juzgan la edad media con la misma equidad que nuestros antepasados de la antigua Germania. ‘«gDe qué sirve el haber reproducido las viejas poesias que tan ma- -eTavillosamente nos pintan la vida activa y alegre de los germanos? -«Las habladurias sobre el derecho del mas fuerte y el feudalismo . «son sin fin. Se discurre como si en nuestros dias no hubiese ni mi~ -aseria ni injusticias; y como si los males de los tiempos pasados ha- «biesen sido tales, que no hubieran dejado lugar 4 la menor ale- «gria. ¥ sin embargo, estamos bien persuadidos que la servidumbre «de la edad media fue mucho mas suave y llevadera que no la opre- «sion en que estén gimiendo nuestros paisanos y trabajadores de fa- «bricas; pues la dificultad en que se hallan para casarse los po- «bres y los criados toca 4 los confines de la servidumbre, etc., etc. » 3.° Dantzt, Controvers. teolog. Halle, 1834, p. 73: «Repetimos «todos exactisimamente , 4 la manera de papagayos, que aquellos «tiempos fueron unos periodos de tinieblas y de corrupcion, y antes ‘nos empefiarfamos 4 demostrar que dos y dos hacen cinco, que 4 «dejar de sostener que la edad media estuvo envuelta en tinieblas «tan espesas, que llegaban 4 ser como palpables, y que podia cor- «tarselas con una navaja...» PRIMERA EPOGA. DESDE EL ESTABLECIMIENTO Y LA CONSOLIDACTON DE LA IGLESIA CATOLICO-ROMANA ENTRE LOS GEBMANOS ¥ ESLAVOS SASTA GREGORIO VII (700-1073). FUNDAMENTOS DE LA SUPREMACIA DE LA IGLESIA.EN LA EDAD MFEDIA. PRINERA PARTE. Primeras relaciones de Ia Iglesia cristiana con les germanos hasta la muerte de Carlo Magno (814). Wie he hecho todo para todos para satvartos & odes. Cor. rx, 2. § CXLY, Fuentes generales. Furnres.—1. Meibomit rer. Germ. Seriptores. Helmst. 1688 9q. 3. t. in fol. Leibnizit, Script. rer. Bransvic. illustrationi inservientes. Han. 1707 sq. 3t. in fol. Freheré rer. Germ. Scriptor. ed. Struve. Argent. 1717 sq. 3 t. in fol. Harzhemit, 8. J. Concilia Germ. (usq. 4747). Colon. 1789 sq. 44 t. in fol. Ussermanni, Monumenta res Alemanicas illustr. typis St. Blasian, 2t. in 4. Ports, Monumenta Germ. historica. Han, 1826-41 , 6 t. in fol. (Los tomos I, IL, Vy VI contienen Scriptores, los tomos III y IV Leges). Bashmer, Fon- tes rer. German. Stuttg. 1843 sq. t. II, fae publicado en 1844. Cf. Dakimann, — 17% — Docam. autént. de Ia hist. de Alemania. Get. 1839.— Du Chesne, Histor. Francor. scriptor. Par. 1636 6q. 8 t. in fol. Bouquet-Dom. Brial, Rer. Gal car. et Franc. Scriptor. Par. 1738-1833, 19 t. in fol.— Muratoré, Rer. Ital. Scriptor. Mediol. 1723 sq. 27 t. in fol.—ccard, Corpus hist. medii aevi. Lips. 1723 sq. 2 t. in fol. Cf. Rasler, de Annalium medii aevi condit. et de Atte crit, in ann, Tub. 1788 sq. in 4. Gregor. Turonens. Histor. eccles. Francor. continuada por Fredegar. hasta el aiio 641, ed. Ruinart, Par. 1699, en fol. (Bouquet, t. 11, p. 78). Beda, Ve~ nerab. Hist. eccl. gentis Anglor. Jornandes, de Reb. Geticis, hasta el aio de 840, ed. Fabricius. Hamb. 1706, en (61. (Muratoré,t. 1, p.187). Isidor. Hispal, Hist. Gothor. Vandalor. Suevor. hasta el affo de 628, ed. Resler, Tub. 4803, en 4.° (Isidor. Pacens. hicia el 784). Chron. (Du Chesne, t. 1). Paulus Warnefridé, diaconus, de Gestis Longob. lib. VI, hacia el 868-744. ( Muratori, t.1, P.1, p. 398 sq.). Annales rerum Francicarum: Laurissen- ses, 741-829, continuadas despues del aiio 788 en los Anales Eginhardé, del 741-829, En los Anales Fuldenses, del 744-901. Bertiniani, del 741-882. (Ports, 1, p. 424 5q.). IL. Baronio, Annal. Natal. Alex, Hist. eccl. saec. VI. sq. Fleury, Stolberg-Kerz, Hist. de la Relig. de Jesucristo, t. 16-25. Binterim, Hist. de los conc. na- con. y provinc. de la Alemania desde el siglo 1V al concilio de Trento. Ma- guncia; para esta época véanse los tom. I y Il. Historiadores profanos, Phil- Kipps, Hist. de la Alem. t. 1, II. Berl. 1832-36. Rahs, Manual de le hist. de Ja edad media. (Berl. 1846). Viena, 1817.— Luden, Hist. univ. de los pue~ bios y de los Estados de la edad media. Jena, 1824, 2 t.— Idem. Hist. del pueblo aleman, t. I y IV. Rhem, Manual de la historia de la edad media. Marb. 1824-38, 3 t. Leo, Compendio de la hist. de la edad medi fale, 1830, 2 t. Idem, Compendio de la hist. univ. 2. t. Halle, 1836. Maller, Compendio de Ia hist. de la edad media. Lovaina, 1844. Manual de la hist. de la edad media, por el mismo autor, 4 vol. Schlegel, Filosofia de la hist. 2 t. Obras de J. de Muller, de Herder y de Schlosser. 171 -— § CXLVI. Religion de los germanos. Fornres.—I. Tacit. de Sita, morib. et popul. Germaniae, passim. Cf. Tacit. Annal. XII, 87. Historiar. IV, 65, Abrenuntiatio diaboli et indiculus su- perstitionom et paganisrum c. commentar.(Ekart, Comment, de reb. Fran- cor. orient. Wirceb. 1729, tom. I, p. 408 sq. ep. Bonifacii, ed Wurdtvein, p. 126 sq.). II, Kreuzer, Simb6lica, continuada por Mone, t, VI. Fr. de Schlegel, Filosof. de la hist. t. I, p. 37. Phillips, Hist. de la Alemania, t. 1. Berl. 1832. Jaime Grimm, Mitol. de la Alem. Geet. 1838. Unland, Mitol. de Thor. Stuttg. 1836. TAcito es el primero que nos ha dado 4 conocer el caracter que te- nian los pueblos de la Germania desde que entraron en relaciones con los romanos. Segun la tradicion antigua, honraban como padre de su raza 4 Thuisto, que nacido de la tierra propagé su especie por medio de Mannus, su hijo. Eran indudablemente de origen asia- tico, como indica su misma denominacion de Reche, extranjero 6 proscripto. La época de su emigracion es incierla; pero data proba- blemente de cuando se extendié la grande asociacion de los pueblos asirios, época en que pudo moverles 4 emigrar el ayance de los es- citas. Tacito pinta 4 los germanos como un pueblo hijo de la natu- raleza, guerrero é intrépido hasta 4 la vista de la muerte, equitati- vo y fiel, lleno de consideraciones para la mujer, en la que respe- taba la imagen y la semejanza del hombre, unido intimamente 4 lo pasado por la tradicion y la poesia. Limitabanse en general sus rela- ciones sociales 4 los individuos de las tribus que llevaban el mis- mo nombre. Seguian hasta en la organizacion de sus ejércitos el érden de familia, amaban sobre todo la libertad y la independen- cia; y solo cuando lo exigia una necesidad extrema se sujetaban 4 la voluntad de un jefe. Consideraban los castigos que de este recibian como la mayor de las afrentas; tenian el estar desar- mados y privados de la libertad por la peor de todas las condi- ciones, y no contaban entre los hombres libres sino 4 los que con su propio brazo sabian defender su vida. Reconocian, sin em- R TOMO 11, — 178 — bargo, entre el hombre libre y el esclavo ciertos grados de depen- dencia mas 6 menos grande, no consintiendo nunca en que ni la muerte pudiese separar al germano libre de las armas y el caballo con que habia conquistado y defendido la libertad de que go- zaba. * La religion de los antiguos germanos, como la de todos los pue- blos primitives, menos poética y artistica que el Paganismo de los gtiegos y los romanos, consistia en una simple adoracion de la na— turaleza muy parecida 4 la de los antiguos persas , con cuya lengua tenia la suya mucha analogia '. Sus ideas sobre la Divinidad eran grandes y bellas. «Creian indigno de la majestad de los dioses en- «cerrarlos dentro de las paredes de un templo y darles formas hu- «manas; les consagraban florestas y bosques, ¢ invocaban con nom- «bres divinos ese. Ser misterioso que les revelaba el respetuoso sen- «timiento de sus almas*, » Carecian de un culto solemne como el de los galos *. No se puede, con todo, hacer una aplicacion general de estas des- cripciones de Tacito y César. El mismo Tacito hace mencion de un templo de Tafna en el pais de los marsos ‘, y la hacen de otros mu- chos las relaciones posteriores de nuestros misioneros. Hablan tam- bien César y Tacito de la adoracion de una ¢rtada divina 4 la cual da aquel los nombres de Sol, Luna y Vulcano, y este los de Mer- curio, Hércules y Marte ; y estas tres divinidades germanas han sido igualmente descubiertas aun por los misioneros, entre los cuales Columbano hallé tres fdolos en el lago de Constanza. Hallase ade- mas el numero 3 representado en la formula de abjuracion del si- glo VIII. Estaba 4 la cabeza de estas divinidades germanas Wouton, que ya atendia desde lo alto de un trono 4 la tierra y 4 la ocupacion de los hombres , ya dirigia una caza salvaje al través de los aires, ya disponia batallas, 6 empleaba el tiempo en otros ejercicios de + Véaset. 1, § 28. + Tacit. Germ. ¢. 9. Cf. Agath. Hist. 1, 7. + Caesar. Germani multim ab hac (Gallor.) consuetudine differunt; nam neque druides habent, qui rebus divinis praesint, neque sacrificis student. De Bello Gall. VI, 24. * Taoit. Ann. I, 84. Cf. Grimm, lo. cit. p. 88. — 179 — este género. Estaban 4 su lado la cazadora Hulda, que apacenta- ba sucesivamente tranquilos rebaiios, recorria con Wouton las nubes, recordaba 4 las mujeres sus obligaciones domésticas, y espantaba 4 las que se dejaban vencer por la pereza; luego los hijos de Wouton, Donar, que lanzaba el rayo y desde el seno de Jas nubes arrojaba sobre el suelo germano el martillo de la guer- ra, y Zin, el manco, respetado como el dios de las batallas. Apa- recia despues de estos dioses terribles una familia de divinidades mas blandas que velaban por la fertilidad de los campos, tales como Ingo, Nerpus, y sus hijas Frouvo, la amable compaiiera de Wouton, y la diosa Ostara que hizo triunfar la primavera del in— vierno. Tan soberbios é intratables se mostraban los germanos para con Jos hombres, como sumisos 4 las érdenes de la divinidad manifesta- das por boca de los sacerdotes. Celebraban los sacrificios principal- mente en los montes, al pié de rocas y manantiales, en el seno de sombrios y misteriosos bosques de encinas ; derramaban sangre hu- mana sobre el Rugen en el lago de Hertha, donde precipitaban un joven de cada sexo. En las cuestiones dudosas de derecho rémitian Ja resolucion al juicio de los dioses, que conocian por medio del due- Jo, las varillas rinicas, y otros. Para reconocer el origen de un nijio Je colocaban sobre un escudo y le sumergian en el agua, dandole por legitimo si volvia 4 parecer en la superficie. Cuando, por fin, el germano era separado de los placeres y dolores de la tierra, le tri- butaban los suyos los ultimos honores de una manera simple y séria, sin bullicio y sin pompa. Sepultaban el cadaver, y no le daban por monumento fanebre mas que un terron u otero cubierto de verde césped '. 1 Tacit. Germ. c. 27. Funerum nulla ambitio; —monumentorum arduom ‘et operosum honorem ut gravem defunctis aspernantar. Estas palabras son no- ‘tables, cuando se las compara con lo que dijo el mismo Técito sobre su arqui- tectura. 12° — 180 — § CXLVH. Doctrina religiosa de los germanos en la Escandinavia. 1. Edda rhytmica. s. antiquior. Soemundina dicta, ed. Thorlacius, 4787-1828 , 3. en 4.° El Edda prossico empe- zado por Snorre Sturleson (+4241), concluido en el siglo XIV. Snorna-Edda Stockh. 4818, traducido por F. Rhiis. Berl. 4812. El poema Muspilli, publ. por Schmeller. (Munich, 1832, tI, P. Il). Cf. Saxo Grammaticus y Adam Bremensis. FoEntss.- Finn Magnusen, etc. Hafa. 11, Stuhr. Creencias, ciencia y poesia de los antiguos eseandinavos. Copenh. 1828. ‘Togis, Alkane mythol. del Norte. Leipz. 1894. Hochmeister, Myt. del Norte. Hanover, 1832. Petersen y Thomsem , Guia para el conocimiento delaantig. septentr. publ. por la Sociedad Real para le ant. sept. Todos los elementos de la fe comun de estos pueblos estén reuni- dos en la mitologia de los germanos del Norte; pero es entre estos mas sombria la religion y mas evidente su analogia en la adoracion de la naturaleza con los antiguos persas. Oiin, la divinidad supre- ma, crea el mundo del cuerpo del gigante Ymer, muerto al objeto, de donde nacen guerras interminables entre los dioses creadores y Ja raza de los gigantes. Thor es el dios del trueno y el principe de Ja guerra; Freyr 6 Freya Ja fuerza plastica y fecunda de la natura— “Jeza, y ambos dirigen el destino de los hombres. Odin da la victo- tia, la gloria y el talento para el canto; Freya, los placeres y los dolores del amor. Los hombres falsos y cobardes sufren crueles tor~ mentos en el Nifleim; los que han muerto sin gloria van errando como sombras por el reino de Hela; \os que han sido elegidos por “Jos Falkyres y han muerto gloriosamente en el campo de batalla, se elevan al Walhalla, donde hasta ef fin del mundo continéan su vida herdica en compaiia de los dioses. Los sacrificios no eraa mas que alegres festines donde se bebia en cuernos; y solo en tiempos difi- ciles y peligrosos se derramaba en holocausto la sangre huma- na. A pesar de estas dulces manilestaciones entre los dioses y los hombres, el espiritu general del Edda es triste y sombrio. El dolor y la muerte alcanzan hasta los dioses; el mismo hijo de Odin, Baldur, ha muerto. Un oraculo anuncia que se desencadena~ — 181 — ran un dia los antiguos poderes del abismo para anonadar Ja huma~ nidad ; que retenidos estos aun por la fuerza de los Asen, la mas no- ble raza de los héroes de los tiempos primitivos , acabaran por rom- per sus ataduras, y despues de una lucha terrible, arrastraran al abismo 4 todos los Asen y 4 todos los héroes de Walhalla. Se arrui- nara el mundo y sera consumido por las llamas. Saldré una nueva tierra en la que viviran una inocente pareja humana, algunos hijos de los dioses muertos y Baldur que volverd del mundo inferior. Rei- na, sin embargo, sobre todas esas extraiias fantasias la fe en un po- der desconocido y supremo que domina estas luchas, y es el prin- cipio de todas las fuerzas-de la naturaleza y el autor de la definitiva restauracion del mundo (Alfadur ). Este hosquejo de la doctrina religiosa de los germanos nos da al mismo tiempo una idea de su caracter, nos manifiesta cémo los iba preparando al Cristianismo, y nos hace comprender: 1.° La pura y delicada fe con que abrazaron el Evangelio ; 2.° el profundo respeto que en los primeros tiempos de la Iglesia tuvieron 4 los sacerdotes cristianos, 4 pesar de ser estos casi todos extranje- Tos; 3.° las formas diversas y numerosas de las Ordalias, pruebas del fuego y juicios de Dios; 4.° el genio de su arquitectura y de su Pintura religiosas. Sus iglesias, de cupulas elevadas, de innumera— bles y esbeltas columnas, de bovedas atrevidas, de torres gigantes- cas, de flechas delicadas y ligeras, Ilenas de flores esculpidas, hojas entalladas en la piedra y figuras extraiias y encantadoras, {no son acaso los simbolos de las florestas de la Germania consagradas ya 4 la adoracion del Dios verdadero? La oscuridad misteriosa y santa de esos templos , esas ojivas caladas con tanto arte, al través de las cua- les juguetea el sol magicamente como al través de las cimas trans— parentes de los altos bosques, ,n0 son los reflejos de los antiguos santuarios de la Escandinavia? — 182 — CAPITULO I. PROPAGACION DEL CRISTIANISMO ENTRE LOS PUEBLOS GERMANOS.— RELA— CIONES DE ESTOS CON LA IGLESTA CATOLICA. Forntxs.—Graciano, Hist. de la propag. del Cristian. en los Estados de Eu~ ropa, nacidos de las ruinas del imperio romano. Tub. 1778, 2 vol. Deellin~ ger, Man. de la hist. ecles. t. 1, P. I, p. 138-244. § CXLVII. Los godos *.. E] nacimiento de Jesucristo, que tan gran movimiento produjo en el mundo espiritual, no influyé menos en las relaciones del mundo politico. Los pueblos del Norte y del Este se precipitaron en tropel delante de la luz que acababa de nacer, é inundaron precisamente los paises en que, segun'los decretos divinos, se habia consolidado desde luego la Iglesia de Jesucristo. En el siglo II de la era cristiana salieron los godos de la Escan- dinavia, y se establecieron en las orillas del mar Negro. Fijaron~ se los ostrogodos entre el Don y el Dniester; y entre el Dniester y el Theiss los visigodos. Algunos prisioneros* fueron entre ellos & mitad del siglo III los primeros predicadores del Evangelio; y en el concilio de Nicea (325) estuvieron ya representados por su obispo Teéfilo*. Conservaron la fe catélica hasta los tiempos del emperador Valente; mas cuando molestados por los hunos (326) y divididos por otra parte bajo las banderas de Fridiger y Atana— rico, pidieron los visigodos asilo 4 aquel Emperador, se convir- tieron al Arrianismo, por no haberles sido concedido sino bajo esta condicion el derecho de establecerse en la ribera meridional del 1 Cf. Stolberg, t. XII-XV 4 cada paso. ? Sozom. Hist, ecl. 11, 6; Philostorg. Hist. ecl. 1,5. * Socrat. Hist. ecl. I, 44. — 183 — primer rio arriba mencionado. Debiése sobre todo esta conver~ sion 4 la actividad de su obispo Ulfilas (entre 360-80), el inventor de los caractéres géticos y el traductor de la Biblia en lengua goda '. Cuando Teodosio impuso en todo el imperio romano la obligacion de sujetarse 4 la fe de Nicea, los godos, por oponerse 4 los roma- nos, persistieron en el Arrianismo, que pasé de los visigodos 4 los ostrogodos, 4 los vandalos, los borgoiiones y 4 los suevos, pueblos que forzaron 4 los Catdlicos 4 abrazarlo donde quiera que se esta- blecieron *. Despues de la muerte de Valente, sirvidse Graciano de los go- dos (379-80) ; y entonces Juan Criséstomo, patriarca de Constanti- nopla, trabajé con mucha actividad para esparcir entre ellos mas y mas el Cristianismo. Formé en aquella ciudad misionistas godos, organizé una iglesia en la que se celebré el culto en la misma len- gua que ellos hablaban, y tuvo en ella ocasion para pronunciar uno de esos discursos elocuentes, tan familiares 4 este grande orador, en el cual, al exponer la milagrosa conversion de esos pueblos barba- ros, demostré con este hecho la realizacion de la profecia de Isaias * y la virtad civilizadora del Evangelio *. Sorprendié su conversion & san Atanasio, que exclamé con el mismo gozo: «2 Quién ha recon «ciliado por medio de una paz sélida 4 los que se aborrecian de «muerte sino el Bien Amado del Padre, el Salvador de todos los «hombres, Jesucristo, que lo sufrié todo por amor 4 nosotros y por «la salvacion de nuestras almas? La profecia de Isafas (11, 4) se ha «realizado, y jcosa increible! esos pueblos cuyas costumbres son «naturalmente barbaras, y que en tanto que han sido iddlatras «se han arrojado unos contra otros y han estado siempre con «las armas en la mano, han abandonado la guerra para entregarse «4 la agricultura desde que han admitido la doctrina de Jesucristo. » + Socrat. Hist. ecl. UI, 33.—Sozom. VI, 37.—Theodor. IV, 33.—Trad. de la Biblia de Ulfilas, por Chr. Zahn, 1808.—Ulfilas, V. y N. Testam. fragm. ed. de Gabelents y Lebe, t. I. Altenb. 1836, t. II. Lips. 1842 (con un vocaba- lario comparado y una gramética de la lengua goda). Hugo, Introd. al Nuevo Testamento, P. I, p. 492. * Cf. Walch, Hist. de las herejies, P. Il, p. 883-69. 3 Jeafas, xv, 25. * Homil. VIII. Opp. Chrysost. t. XII, ed. Montfaacon. — 184 — Mucho mas sorprendido qued6é aun san Jerénimo, cuando en su grata de Belen recibié una carta en que los dos godos Sunnia y Fre- tella * le consultaban sobre las discordancias entre las traducciones latinas y las greco-alejandrinas. «4 Quién lo hubiera creido? dijo, «los godos barbaros examinan los textos originales de la lengua chebraica, mientras duermen los griegos y no se acuerdan de «ellos. » § CXLIX. EI Cristianismo entre los visigodos.—Reinos de estos en la Galia y en Espatia. La misma Roma fue tomada por los visigodos arrianos 4 las érde- nes de Alarico (410). Jamas hubo ciudad que cayese mas vergon- zosamente en las manos de sus enemigos; pero tampoco hubo jamas ciudad conquistada que tuviese que sufrir menos de sus vencedo- res. Esta dulzura y esta humanidad revelaban sin duda la naturale- za y las costumbres del pueblo germano, pero eran al mismo tiem— po pruebas de la poderosa accion del Cristianismo. Dejé Alarico & Roma sin que sea facil indicar los motivos que 4 ello le indujeron; y 4 poco, considerandose demasiado débiles para sostenerse en Ita- lia, se retiraron los godos acaudillados por Ataulfo (412) hacia las Galias, donde fundaron bajo el rey Vallia entre el Loira y el Garo- na un reino que tuvo por capital Tolosa, y no tard6 en extenderse a una gran parte de la Espaiia. Fue este reino, entre los fundados en Europa por los germanos, el primero que presenté poco 4 poco un cardcter cristiano, aunque muy desfigurado aun por algunos rasgos de barbarie. Entre los primeros conquistadores de Espaiia, vandalos, alanos y suevos, fueron estos ultimos desde luego catéli- cos; mas se hicieron arrianos cuando su rey Remismundo se casé con la hija del visigodo Teodorico (464). Devastaron las ciudades del mismo modo que las iglesias, pasaron 4 degiiello 4 los sacerdo- tes y 4 los obispos catélicos, muchos de los cuales, como Pancracia- + Hieronym, ep. 106: Quis boe erederet ut barbara Getarum lingua hebrai- cam quaereret veritatem, et dormitantibus, immd contendentibus Graecis, ip- sa Germania Spiritus Sancti eloquia scrataretur? (Opp. t, I, p. 644). — 185 — no de Braga y Patanio, llenaron de gloria la Iglesia espaiiola cor su valor herdico. No fue luego menos deplorable la suerte de la Igle- sia catdlica bajo el rey visigodo Eurico (+ 476). Segun refiere Si- donio Apolinario, obispo de Clermont, «desterré Eurico un gran «numero de obispos, y probibié nuevas elecciones. Quedaron asf «muchas iglesias , tanto en Espaiiacomo en Jas Galias, huérfanas de «pastores, y se hundieron entre sus propias ruinas; crecié la yerba «al rededor de los santuarios, y hasta en los allares habitaron las «fieras entre los escombros de los templos destruidos '. » Alarico, su hijo (806), aunque arriano, obré con mayor moderacion; pero re- nové con furor la persecucion de los Catélicos Leovigildo, y llegé hasta hacer morir en Tarragona 4 su propio hijo Hermenegildo por haber abrazado el Catolicismo y negadose resueltamente 4 abjurarlo (885). Recaredo, su sucesor (despues del 887), fue adicto 4 la Igle- sia catdlica, & cuyo favor se declaré publicamente en un concilio compuesto de obispos catélicos y arrianos (887); y un concilio de Toledo (889) lanz6 entonces repetidos anatemas contra el arrianis~ mo de los godos. No tardé en volver 4 florecer la Iglesia catélica regida por obispos hispano-visigodos, tan perfectos como san Isido- ro, arzobispo de Sevilla (+ 636), é Ildefonso, arzobispo de To- ledo. 1 Sidon. ep. 6 ad Bas. Sirmondi, opp. t. 1. Max. Bibl. PP. t. VI. Galland. Bibl. t. X ; Gregor. Turon. Hist. Francor, Il, ed. de Ruinart, p. 77. — 186 — § CL. Persecucion de los Catolicos en Africa por los vandalos. Foenres.— Victor, epise. Vitensis, que escribié como testigo ocular (487), lib. V, Hist. persecutionis Africanae sub Genserico et Hunerico, Vandalor, regib. ed. Chiffletius, 8. J. Divione, 1664, en 4.° (Hist. persecutionis Van- dal. Ruinarté. Par. 1694 , en 8.°: Venet. 1732, en 4.° Mex. Bibbl. PP. t. VII, p. 676 sq.). S. Fulgentié, episc. Ruspensis, vita (por su dise(pulo Fernando) ‘Mox. Bibl, PP. t. 1X; Procopins Caesariensis, bistoriar. lib. VII, ed. gr.et lat. et ed. Claud Maltreti, Paris, 1662 sq.; Ven. 1729, et in Corp. Scriptor. Bonnse. Papencordt, Hist. de la domin. vandélica en Africa. Berlin, 1838. Cf. Neander, Memorabilia, t. III, P. 1, p. 3. Los vandalos, oprimidos en Espaiia y llamados por el romano Bonifacio, se embarcaron para el Africa 4 las érdenes de Genserico (429). Su natural grosero y su fanatismo arriano hicieron llegar al colmo los males de la Iglesia africana, que desde entonces no pudo ya levantarse de su abatimiento. Fueron tales las desgracias que hi- cieron pesar sobre ella, que Salviano, obispo de Marsella, se crey6 obligado 4 tomar la defensa de la Providencia divina contra las du- ‘das que se alzaban en muchos corazones. Despues de haber sujeta~ do todo el Norte del Africa romana, se puso Genserico 4 oprimir y & perseguir 4 los Catdlicos; y fue para estos harta fortuna el adveni- miento de su hijo Hunerico (477-84), que por haber contraido ma~ trimonio con Eudoxia, hija de Valentiniano III, y por las buenas disposiciones del emperador Zenon se les presenté mas favorable~ mente que su padre. Cartago, privada de pastor durante veinte y cuatro aiios, vié entonces ocupada su silla episcopal por el firme y piadoso Eugenio (479); mas no por mucho tiempo, porque por los ataques del arriano Cirilo fue cruelmente maltratado, no menos que cinco mil catélicos. Mantenjanse estos, sin embargo, en todas partes fieles 4 la doctri- na que profesaban. Los de Sicca y Lara, encerrados en estrecho es- pacio y martirizados en todos sus miembros, entonaban aun himnos 4 la gloria de Jesucristo; y los hubo en Tépasa que aun despues de cortada la lengua hablaban y alababan al Seiior '. * Elmismo Gibbon, que no quiere ver en todas partes mas que cosas natu- Tales, se ha visto obligado por Ja fuerza de las pruebas hist6ricas 4 admitir y — 187 — La conferencia religiosa que tuvo lugar en Cartago (484) en- tre los obispos catélicos y les arrianos aumenté todavia los sufri- mientos de los fieles. Pudieron poco 4 poco los obispos desterra- dos volver 4 entrar en sus didcesis bajo Gontamundo (494); mas Trasamundo (496-523) atormenté de nuevo 4 los Catélicos; les prohibié, aunque en vano, elegir prelados, y viendo que el ni- mero de estos no disminuia, desterré 4 Cerdeiia hasta ciento y veinte, entre los que se encontraba Fulgencio, obispo de Ruspe, sabio é intrépido defensor de la Iglesia. No obtavieron los Caté- licos la paz sino de manos de Hilderico, 4 quien por solo este he- cho asesiné Gelimer su pariente; y aun entonces hubieran de- bido sufrir nuevos y mas duros males, segun Ja sangrienta per- secucion que les amenazaba, 4 no haber sido socorridos oportu- namente por Justiniano, que por medio de Belisario destruyé en ‘Africa el imperio de los vandalos y restablecié la dominacion roma- na (833); pero no pudo ya desde entonces volver 4 florecer mas en aquella parte dilatada del mundo la Iglesia germano-cristiana. Desaparecieron desde el 670 los ultimos vestigios del Cristianismo ante las siempre crecientes invasiones de las doctrinas del Isla- mismo. § CLI. Relaciones de los borgonones con la Iglesia catolica. Furntes.—( Plancher ) Hist, de Borgoiia. Dijon, 1739. Collatio episc. prae- sertim Aviti Vienn. epise. coram rege Gundebaldo. (D’ Achery, Spicilegium, t. IIT, p. 304). Los borgoiiones habian abandonado desde el aiio 407 los esta— blecimientes que tenian en las orillas del Vistula, y fundado en las Galias 4 lo largo del Rédano y el Saona un reino, cuya capital fue continasr este hecho en su historia. Victor, Viten. V, 6; Procopius, de Bello Vand. I, 8 (opp. ed. Bonn, 1, 348); Evagr. IV, 4. El testimonio del platénico Enoas Gaza sobre la ruina de la dominacion vandalica esté citado por Theo- phrasto en Galland. t. X, p. 636. Justiniano dice tambien en Ia ley I, tit. 27 del Cédigo: « Vidimus venerabiles viros qui abscissis radioitis linguis poenas «suas mirabiliter loquebantar.» Cf. Tilemont, t. XVI, et Schrackh, Histor. eccl. P. XVIII, p. 101. — 188 — Ja ciudad de Lyon. Créese por oscuros indicios que volvieron en el 413 al seno de la Iglesia catélica; pero accidentalmente, porque * durante el reinado de Gondebaldo abrazaron el Arrianismo. Segun pruebas suministradas por el obispo Avito de Viena abrigé Gonde— baldo en secreto el proyecto de abrazar de nuevo la Religion catd- lica; pero fue detenido por el temor que le inspiraba el arriano Teo- dorico. No se cumplieron sus secretos deseos hasta que su hijo Se- gismundo, mas resuelto, y recibiendo la influencia de los francos, volvié despues del 817 al Catolicismo con muchos borgojfiones, de entre los cuales desaparecié enteramente la doctrina arriana cuando en 534 quedaron sujetos 4 la dominacion franca bajo el monarca Godomaro. § CLI. Estragos de los hunos en Alemania, en las Galias y en Italia. Los pueblos de que acabamos de hablar fueron en su mayor parte molestados é impelidos por los movimientos de los hunos. Atila, su jefe, del que hablan aun Ja devastacion y las ruinas, atravesé la Germania 4 la cabeza de una muchedumbre de pue- blos uncidos 4 su yugo, y atacé en las Galias el reino unido de los visigodos y los francos (444). Las ciudades del Rhin, Colo- nia, Maguncia, Worms, Espira, Estrasburgo, y las ciudades ve- cinas Tréveris, Metz, etc., quedaron casi enteramente destruidas, no menos que sus iglesias. Despues de la indecisa batalla. de Cha- lons (481) dirigiése Atila contra Italia para anonadar ese pais devastado ya; pero alejado de Roma por la aparicion de san Leon el Grande *, «gloriosa victoria del espiritu sobre la fuerza «material,» no. tardé en exhalar su ultimo suspiro. Dispersése entonces su innumerable y terrible ejército; viéndose ya sin jefe, lo saqueé todo, lo devasts, lo pasé todo 4 fuego y sangre. Dios solo podia salvar la cristiandad de tan tremendo azote; y parecia, & la verdad, en esta época que se derramaba la gracia sobre la * Oros, Hist. adv. pagan. VII, 32, 38; Socrat, Hist. eccl. VII, 30; III, 30. Cf. Pagi, Crit. ad ann. 413, 0. 13, et Prosper. ia Chron. ad ann. 438. + Véase el § 130. — 189 — Iglesia con mas abundancia aun que los pecados‘ y los crime- nes que asolaban y devastaban el mundo. Aparecieron 4 la sazon en la Iglesia lumbreras y columnas de verdad, tales como san Leon el Grande, san Lupo de Troyes, san German de Auxerre *, san Severino *, cuyo nombre y origen son del todo desconocidos, ¥ su émulo san Hilario de Arles, varones todos que ejercian una grande autoridad sobre Alila y otros muchos caudillos de hordas barbaras. § CLI. Los ostrogodos y los lombardos en Italia. La maravillosa aparicion de san Severino hizo humillar la ca- beza 4 Odoacro el Hérulo *, conquistador de la Italia y destruc- tor del imperio de Occidente (476). Aunque arriano Odoacro, ase- guré durante los once afios de su reinado 4 la Iglesia catdlica cier- ta paz que no terminé hasta que los ostrogodos, que habian salido de la Pannonia 4 las érdenes’ de Teodorico (488), hubieron con- quistado la Italia, la Sicilia, la Recia, la Noricia, la Vindelicia y Ja Dalmacia, y hubieron fundado con estos pueblos su dilatado im- perio. Declararonse arrianos Teodorico y su reino; pero merced 4 los prudentes consejos de su sbio canciller Casiodoro, fue 4 me- nudo imparcial para la Iglesia, y manifesté mucha deferencia con ella. No se ensaiié contfa los Catdlicos hasta el fin de su reinado de treinla y seis afios, en que, habiendo concebido sospechas contra ellos, é irritado por una ley contra los Arrianos dada por Justino, emperador de Oriente, dejé morir en la carcel al papa san Juan (’526), y conden6 a muerte 4 los consulares Simaco y Boecio acu- sados falsamente. Fue duro y largo el cautiverio de estos dos varo- nes; mas Boecio procuré templarlo con los consuelos que ofrecen la ciencia y la Religion, y escribié su bello tratado de Consolatione phi- losophiae. + Rom. vy, 20. 2 Cl. Stolberg-Kers, t. XVII, p. 424. 3 Bugippit Vita 8, Severini. (Bolland. Acta Sanctorum, mens. jan. t. I, p. 483.) © Stolberg-Kerz, t. XVI, p. 474. Bugippit Vita, c.7. — 199 — Cesé en gran parte esa opresion de los Catélicos bajo los suceso- res de Teodorico , muerto en 526, cuyo imperio destruyé, legando 4 borrar hasta su glorioso nombre, Narsés, general de los ejércitos de Justiniano. Aparecieron 4 su vez en Italia los lombardos , 4 quienes capitaneaba Alboino (568). Resuelto parecia por los decrétos de la Providencia que ninguna provincia romana habia de subsistir en Occidente. E} Arrianismo de los lombardos y la anarquica dominacion de los treinta y seis duques que sucedieron 4 Alboino (574-84) explican las cruel- dades de que fueron victimas en esta época los Catdlicos italianos. El imperio griego tuvo entonces sus limites occidentales en las ciudades marilimas de la Liguria, en la punta inferior de la Italia , en los du- cados de Roma y de Napoles, y en el exarcado de Ravena, residen- cia del exarca griego. En estos tiempos de crueles sufrimientos para la Iglesia levanto el Seftor 4 San Gregorio el Grande * (590-606), para consolar 4 la Italia y probar 4 la Iglesia catdlica que estaba aun gobernada por el Omnipotente. La distinguida cuna de Gregorio, que pertenecia 4 una familia senatorial, su bello caracter y sus va~ riados conocimientos, le elevaron con rapidez al eminente cargo de gobernador de Roma. No contento con estos honores , y ambicionan— do un modo de vivir mas puro y mas sublime, convirtié 4 la muer- te de sus padres el palacio que habia heredado en un convento, del que le sacé a pesar suyo el papa Pelagio IT para enviarle con el ca- racter de apocrisiario 4 Constantinopla. La severidad que ejercia consigo mismo y con sus subordinados en todo lo que concernia & los intereses de la Iglesia hizo que fuese elegido para el pontificado ala muerte de Pelagio (890). Fue Gregorio entonces verdadera— mente grande. A él debe la Iglesia catélica de Occidente la pompa misteriosa de su culto y su canto grave y solemne ; 4 él debe la In- glaterra las misiones que dieron origen 4 su Iglesia, misiones cuya santa idea fue inspirada al Pontifice por la vista de un esclavo de 1 Véase su biografia por Joannes, Eccl. Rom. diacon. et Pablo Warne/rid, en Gregor. M. Opp. ed. Bened. Par. 1708, 4 t. en f6l. (en el t. 1V.) locupl. Gal- Uecioli. Ven. 1768 sq.—Stolberg-Kers ,t. XX, p. 346, — 19 — aquel reino. Fue el primer escritor de su época ; fue tambien el re~ formador del Clero. Vid que la corrupcion general habia invadido las costumbres de los eclesiasticos ; y habiendo concebido la idea det verdadero sacerdote, como lo prueba su Regla pastoral, y poseyendo al mismo tiempo la fuerza y la abnegacion necesarias para realizar- la, supo descubrir entre los individuos de su clero 4 los que con— servaban aun la inteligencia y las virtudes que han de caracterizarlo. Los envié a las diversas comarcas de Italia para que satisfaciesen las necesidades generales y borrasen con el poder de la palabra divina las huellas del Paganismo que empezaba 4 levantar por uno y otro lado la cabeza. Extendié luego su vigilancia y su celo en defender Jos derechos del sacerdocio 4 toda la Iglesia ; combatié con éxito gran numero de abusos; hizo sentir su pastoral solicitud hasta 4 las co— marcas mas apartadas , en las que abrié casas de huérfanos y escue- las para los pobres , hasta entonces desconocidas. Un hombre tan ac— tivo, tan influyente 4 no habia de merecer el sobrenombre de Grande que le dieron sus contemporaneos, y la posteridad ha confirmado? Sus esfuerzos para levantar todo lo que concernia al Cristianismo inspiraron respeto 4 los Jombardos arrianos. Cuando Teodolinda, viuda del rey Autaris, ¢ hija del duque de Baviera, casé con ek rey: Agilulfo, convirtiése este Principe con muchos lombardos, y preparé asi la préxima conversion de todo aquel pueblo al Catoli— cismo. — 192 — § CLIV. Benito de Nursia. Monacato occidental. Forxres.— Mabillonii Annales ord. 8. Bened. (usq. 1187. Par. 1703-39). Luc. 4739-48, 6 t. en f6l. en el Praef. saec. I, p. 77. Observat. de monachis in Occid. ante Benedictum. Dacherié et Mabillonit Acta sanct ord. 8. Bened. (sq. 4400) 1688-1701, 2 t. en {61. Vida de san Benito en Gregor. M. Dialo- gor. lib. I1. Opp. ed Bened. t. 11, p.207-76. Cf. Bolland. Acta 88. m. martii, 1. IIL, p. 247. Regla de Benito en Holstenii Cod. regul. monast. t. 1, pigina 111-138. ¥n la época en que la Italia y la Iglesia estaban amenazadas de una devastacion completa por las continuas invasiones de las hordas barbaras, creé la Iglesia, en virtud de la fuerza divina que siempre Ja anima, la Orden de los Benedictinos , que no solo libro entonces 4 la Iglesia cat6lica de una disolucion inminente , sino que tambien asegur6 su duracion, y fue el motor y el conservador de la cultura -espiritual de los siglos posteriores. Los primeros monjes que vid y admiré el Occidente habian sido Ammonio ¢ Isidoro , compaiieros de san Alanasio en el tiempo en que este grande Obispo vino a recla- mar la proteccion del papa Julio. Desterrado 4 las Galias, tuvo oca- sion ese herdico defensor de Ja divinidad de Jesucristo de inspirar en ellas un respeto santo y un religioso ardor para la vida monacal, cuyo interés mantuvo y aumento despues con la vida de san Anto- nio. Tuvo luego este género de vida sabios y celosos propagadores : Ambrosio y Jerénimo lo consolidaron en Italia ; Agustin lo elogié en Africa; Martin, obispo de Tours *, lo introdujo en el Norte de la Francia, y Casiano en el Mediodia. Sobre el aiio 400 , dos mil monjes pudieron ya acompaiiar los res- tos de san Martin. Obligé, empero,.el rigor del clima 4 templar la austeridad de las reglas del Oriente, resultando de esto cierta a: bi- trariedad , que en medio de los trastornos de 1a invasion hubiera tal ‘vez Ilevado el monacato 4 una completa ruina, 4 no haber deparado Ja Providencia un hombre que dié 4 los claustros una vida sdlida y 1 Sulpicté Severide Vita B, Martini lib. dialogi tres; epp. tres. Gregor. Tu- on, de Miracal. 8. Martini. — 193 — verdadera, y salvé una institucion destinada 4 prestar mas tarde tan eminentes servicios 4 la Iglesia. Desde los primeros afios de su ju- -ventud el amor & la soledad y el disgusto por las cosas terrenales ha- pian levado 4 Benito de Nursia, nacido en 480 y muerto en B43, 4 los desiertos de Subiaco. Objeto de la piadosa veneracion de los pas- tores de la comarca, fue pronto Benito conocido, glorificado en toda la provincia, y elegido abad de un convento; mas viendo que sus monjes manifestaban repugnancia 4 entrar en la vida mas espiritual que queria introducir entre ellos, fund6é en Monte Casino un nuevo monasterio (829), en que reunié 4 los que participaban de sus sen- timientos. Su actividad fue el modelo de la que desplegé mas tarde su Orden. Su regla, fundada en un gran conocimiento de la natura- leza humana, es una mezcla de prevision y de sencillez, de severi- dad y de dulzura. El abad debe instruir con el ejemplo y dirigir 4 cada monje segun su caracter y sus disposiciones naturales; los mon- jes deben respetar en su superior el representante de Jesucristo y obedecerle ciegamente. El novicio esté sujeto 4 un aiio de prueba ‘durante el cual se le debe recordar lo sério de su vocacion y lo es- trecho de la regla. Sabiendo ademas Benito apreciar prudentemente los peligros de la vida del claustro , ademas de las preces canénicas prescritas en aquellas palabras del salmo cxvi: «Siete veces por «dia he cantado vuestras alabanzas, » dié 4 sus monjes ocupaciones continuas, pero variadas, tales como trabajos manuales,, instruccio- nes para la juventud, lecturas, copias de manuscritos y de libros. Setenta y dos palabras sacadas de las santas Escrituras contenian la norma de toda la vida religiosa de los monjes. La sabidurfa de la regla y la tendencia de los espiritus de aque- Ila época en poco tiempo condujeron 4 Benito una juventud innu- merable. Placido y Mauro son los que mas se distinguieron entre sus discipulos ; trabajaron con actividad en esparcir su Orden por la Si- cilia y por las Galias: y el papa san Gregorio el Grande, deseoso de favorecer con todo su poder esta Orden que le colmaba de gozo, le concedié el palacio de sus padres para que estableciera en él un mo- nasterio. 13 TOMO 11, — oi — § CLY. El Cristianismo entre los francos. Triunfo del Catolicismo. Fvenres.—Gregor. Turon. Hist. Francor. t. IT, p.27sq.ed. Rutnart, Par. 1099. (Bouquet, t. M1, p. 78). Cf. Schlosser, Hist, univ. t. If, P.I, p. 09. Rehm, loc. cit. t. 1, p. 296. Luden, Hist. del pueblo stenman, t. IMI, p. 89. Los francos salfes y ripuarios fueron, de todos los germanos, los mas utiles para el triunfo de Ja Iglesia catélica de Occidente. Clodoveo, jefe de los francos salios (481-611), habiendo destrui- do con sa victoria sobre Siagrio (486) los ultimes restos de la do- Minacion romana, habia fundado la monarquia de los francos en la provincia de la Galia, de que se habia apoderado entre el.Soma y el Sena, y desde el Sena hasta el Rédano y el Loira. Dispuesto ya desde mucho tiempo en favor del Cristianismo por su esposa Clotil- de, princesa de Borgoiia , resolvié abrazar la religion cristiana , des- pues de haber invocado el Dios de los Cristianes para alcanzar sobre los alemanes la victoria largo tiempo disputada de Tolviaco (496). San Remigio de Reims le instruyé y Je bautizé el dia de Navidad 4 él y 4 tres mil frameos '. Una tradicion posterior 4 esta época cuenta _ que un Angel bajo del cielo el aceite sagrado con que fue ungido Clodeveo al tiempo em que'se saludaba.é este come 4 un nuevo Cons- tantino *. El papa Anastasio II vid en el elegido de Reims la espe- ranza de la Iglesia, y to fue em efecto. Los catilicos de les Galias triunfaren con'Clodoveo, y su victsria los puso 4 salvo de la perse- cacion de los Arrianos ; quedaron sujetos los borgedones 4 les fran- cos, y perdieron los visigedos casi todas las pasesiones que tenian en las Galias. Desgraciadamente el Catolicisme fue tambien ua ins~ trumento polftioo en mames de Clodeveo, que dejé 4 sus cuatro hi~ jos un imperio grande, pero mauchado ope asesinatos y otros cri- + Prostérnate, orgulloso sicambro, dijo san Remigio & Clodoveo al bautizar- Je, quema lo que has adorado, adora lo que has quemado. » Hinomari Vita . Remigii, c. 3. ( Hinom. opp. t. 1, Par. 164, en fol. et Surius, Vita SS. ad. diem 13 januat.). Cf. de Murr, la santa ampolla de Reims, Nuremb. 4801. 7 — 195 — amenes. Reinaron por largo tiempo en la familia real la discordia y el libertinaje; fueron castigadas con pena de destierro las censuras de los Obispos, y saqueados los bienes de la Iglesia por los mismos cuyo poder sostenia. § CLVL El Cristianismo on las islas Britinicas. Evenrxs.—S. Patriot opus. (Max. Bibl. t. VII. Galland. Bibl. t.X , p.£89 8q.) ed. Paraeus. Lond. 1688. Probi Vita Patricii. (Bedae Venerab. opp. ed. Bas. 41863, t. 111). Columbae Vita,d’Adamaan (Canisit, Lection. antiq. t. I, p.6784 708, et de Cumnineus. / Mabillon, Acta 88. ord. 8. Bened. t. 1). Beda Vo- nerab. Hist. eccl. Anglor. od. Smith. Cantabr. 4728, en (61. — Ussersé Brite- nicar. eccles. Antiquitates (Dublin, 1639, en 4.°). Lond. 1687, en fol. Lin gard, Antigiiedades de la Iglesia anglo-sajona. Newcastle, 1806, 2t. Juan Lanigan, Historia eclesidstica de Irlanda, 2 ed. Dubl. 4829, 4 vol. Thomas Moore, Hist. de Irlenda. Par. 1838, c. 9-13. Schraedl, Introd. y consolida~ cion del Cristianismo entre los pueblos anglo-sejones. Passau, 1840. Hace ya mucho tiempo que han caido en descrédito las tradicio- nes que pretendian que el Evangelio habia sido anunciado en Bre- taiia por Santiago el Mayor, Simon el Zebedeo 6 el apéstol san Pedro. En vano tambien, para poner 4 un apéstol 4 la cabeza de su iglesia episcopal , han querido demostrar en los dltimos tiempos los tedlogos ingleses que fue la Iglesia britanica fundada por san Pa- blo *. Pero es probable que el Cristianismo no tardé en ser predica- do en la Gran Bretaiia, y que muchos bretonessufrieron por el Evan- gelio en la persecucion de Diocleciano *. Hay pruebas irrecusables en Ia historia de.Pelagio y de Celestio de que Paladio, enviado co- mo obispo 4 Irlanda por el papa Celestino, encontré ya alli comu- nidades cristianas , 4 las cuales hizo desde luego concebir por su ac- tividad las mayores esperanzas. Desgraciadamente no las satisfizo Paladio, quien faltaba no solo el conocimiento del pais, sino tam- * Tradic. de la antigua Iglesia brit. (Revista de fil. y de teol. catél. de Bonn. ent. 15, p. 88). + Beda Venerab. Hist. eccl. 1, 4. Cf. c. 17, 24; Lingard, Hist. de Inglat. tle. 13* — 196 — bien la perseverancia para mision tan dificil. El verdadero apéstot de la Irlanda fue el belga san Patricio, que se preparé durante mu- cho tiempo para esta santa mision, ejercitandose en todo género de virtudes y en toda clase de negocios cristianos. Autorizado este por el papa san Celestino para emprender su obra, y acompaiiado de cierto numero de galos tan resueltos como él, fundé desde luego el obispado de Armagh, y del 432 al 465, en que murid, convirtio una gran parte de los habitantes de la Irlanda *. El numerosoclero que form6, las escuelas y los seminarios unidos 4 los conventos que fund6, y el monasterio de religiosas establecido en Kildara (490) por santa Brigida, completaron luego la conversion de los irlande- ses. En efecto , las escuelas de los monasterios de Erin fueron pronto Jas mas florecientes de la cristiandad , y su reputacion se extendid & las mas lejanas regiones, y dié lugar 4 que Ia isla de los Santos * ejerciera mas tarde una grande influencia sobre el Cristianismo del continente, El obispo breton Niniano empezé la conversion de los pictos del Sud (en Escocia) en el aiio 412; y despues del 565 acometié el ir- landés Columbano la de los pictos septentrionales. Fund6 este ulti- mo en la isla de Hy (Iona), una de las Hébridas, un convento cuyo abad ejercié despues de la muerte de Columbano, acaecida en 597, cierta jurisdiccion hasta sobre los obispos escoceses y los pictos del Norte de la Bretaiia. Los mas antiguos habitantes de esta comarca se habian ya en gran parte convertido antes de acabarse el siglo IV; mas cuando un tratado de alianza Ilevé 4 ella los anglo-sajones en 449, obran- do estos mas como conquistadores que como aliados, arrojaron 4 los bretones cristianos 4 la parte occidental de la isla, y destruyeron las iglesias. Desgraciadamente el Clero, desde entonces degenera- do, no supo ya inspirar ningun sentimiento de resignacion ni de 1 Bolland. Acta SS. mens. mart. t, II, p. 817; mens. febr. t. III, p. 134, 47% * User, 1, p. 943 sig. divide estos Santos en tres clases : 4." desde san Patri- cio en 432 hasta el B42, y contiene 380 obispos y fundadores de iglesias tenidos todos por santos y lenos del Espiritu Santo; la 2." desde el 540 hasta el 598 comprende sobre 300, la mayor parte abades, sacerdotes y obispos; la 3." que alcanza hasta el 663 abraza 100 santos. — 197 — elevacion 4 los crislianos perseguidos *. Desmoralizados estos por Ta esclavilud, y Henos de odio contra sus perseguidores, no abri- gafon el menor deseo de comunicar 4 los anglo-sajones las luces del Evangelio, que no brillaron 4 los ojos de los vencedores hasta que, compadecido de ellos san Gregorio el Grande, llegé sujetar- los al yugo de la cruz *. Cuando el rey de Kent, Etelberto, cas6 con la princesa Bertha, mujer de raza franca, 4 la que acompaiié & Inglaterra el obispo Luidhardo, envis alli al mismo tiempo el pon— tifice san Gregorio 4 Agustin, abad de un monasterio de Benedic- tinos, y 4 cuarenta monjes de la misma Orden, para que anun- ciasen los anglo-sajones la doctrina de la Redencion y la de la santificacion en Jesucristo (897). Consintié Etelberto en recibir el * Bautismo, y fue su ejemplo seguido por muchos de sus sibditos, & Jos que atrajo al Cristianismo la sabiduria de Agustin , que, confor- me 4 las excelentes instrucciones de san Gregorio el Grande, no opo- nia mas que una indulgente moderacion 4 las preocupaciones paga- nas de los vencedores de la Bretaia *. Durovernum, mas tarde Can- torbery, fue erigida'en metrépoli, y tuvo 4 Agustin por su primer arzobispo *. 4 Véase una descripcion muy dura de la triste situacion del clero y del pue- blo bretones en la Epist. Gildae Sapientis (del siglo VI, en Gale ), Scriptores hist. Britann. et Max. Bibl. t, VIII, p. 748 sq. Galland, t. XII, 189. + Gregorio fae movido & compasion al ver puestos de yenta en el mercado de los esclavos 4 jovenes anglo-sajones, notables por su belleza, sa tez y el color de sus cabellos. El Venerable Beda cuenta ast esa entrevis! it. HL, 4: Gregorio pregunta: ;De qué pais sois?—Aooy angelicam babent faciem, et tales angelorum decet esse cobaeredes. yDe qué provincia?—Respuesta: De Deiri.—Gregorio: Bene, de ira erati.—4Cusl es el nombre de yuestro rey?—Respuesta: OElla.—Gregorio: Allelaya oportet can- tari. 3 Véase sobre todo la excelente contestacion dada por san Gregorio 4 san Agustin( Greg. M. Epistolar. lib. XI, n. 288q. Opp. ed Bened. t. 11, p. 14098q. en Beda Venerab. loc. cit.), y particularmente la carta dirigida & Melito, obispo de Léndres: Dicite (Augustin) quid dit: mecum de causa Anglorum cogitans ¢ractavi: videlicét quia fana idolorum destrai in eadem gente minimé debeant, sed ipsa quae in eis sunt idola destruantur. Aqua benedicta fiat, in eisdem fanis ‘aspergatur, alteria construantar, reliquiae ponantar, quia si fana eadem bene constructa sunt, necesse est ut A culta daemonum in obsequium veri Dei de- Deant mutari. (Opp. t. 11, p. 4476. Véese en fin Ia nota b de la ed. Boned. ). 4 San Gregorio (ep. XI, u. 65, ann, 601) designa como metrépoli la ciudad — 198 — La conversion del resto de Ja heptarquia anglo-sajona fue mas di- ficil. Melito, enviado por Gregorio el Grande, llegé con la ayuda de Etelberto 4 hacer aceptar el Bautismo 4 Sabercto, jefe del reino de Essex , y & fundar el obispado de Londres (604); mas los hijos de Jos dos reyes convertidos permanecieron aun afectos al Paganismo. Lorenzo , sucesor de Agustin , fue desterrado de su silla hasta la con-— version del rey Eadbaldo. En el reino de Essex el Cristianismo fue c4si anonadado hasta que lo volvieron 4 fijar y 4 sentar en él los northumbrios nuevamente convertidos (653). El Northumberland habia admitido la fe cristiana despues del matrimonio del rey Edwi- no con Edilberga, hija de Etelberto (625); pero no se hizo bauti- zar Edwino con sus hijos y su pueblo sino dos aiios despues, cuan- do los mismos sacerdotes paganos derribaron con sus propias manos Jos altares de sus idolos. El obispo Paulino , que acompaiié 4 Edil- berga, fue el primer obispo de York. Extendidse el Cristianismo desde Northumberland 4 los demas reinos de la heplarquia, y fue ad- mitido en la Ostanglia hasta por su rey Corpwaldo (627), en Wes- sex hasla por su rey Cinegilo, animado por Oswaldo de Northum- . berland. Entre los mercios, paganos los mas salvajes, que destruian sin cesar todas las divinas semillas que germinaban en las provin— cias mas cercanas, Alchfleda, mujer de Peada, hijo del tenaz paga- no Penda, fue la que mas trabajé para el triunfo del Cristianismo ; pero manché, segun dicen, su santa mision vendiendo infamemente - 4 su marido. Obtuvo Wulfera del rey Edilwalch permiso para hacer esparcir la semilla y recoger algunos frutos del Evangelio por medio de mi- sioneros enviados 4 los tenaces y rebeldes habitantes de Sussex, cu- yo apéstol fue Wilfrido, obispo de York, arrojado de la Northum- bria. Habiendo, por fin, el papa Vitaliano enviado 4 Bretaiia al s4- bio monje griego Teodoro, arzobispo de Cantorbery, y al abad Adriano (669), se fandaron escuelas de teologia , de matematicas y de Léndres situada,noen Hent, sino-en Essex, convertida al Cristianismo selo @espues del 604, Contaba probablemente-con la influencia preponderante det dretwwalda (rey supremo), Etelberto de Kent, yle escribia: Vestra Gloria cog- Bitionem uaius Dei, Patris, t Spiritus Sancti, regibus et populis sibimet subjectis festinet infundere (ep. XI, ». 66). Sau Gregorio podia ya:saber por ‘Féeko, Ann, XLV, 33, que Londres rata ciudad masimportante.de Jogleterra. — 199 — de lenguas clsicas , que fueron unas prendas de duracion y de pro- greso para la Iglesia anglo-sajona *. A consecuencia de esta predicacion sucesiva de los misioneros ro~ manos, irlandeses, francos y anglo-sajones , fundiéronse poco 4 poco en una la Iglesia irlandesa y la antigua bretona. Esta, sin embargo, levanté una muy fuerte oposicion contra la adopcion del rito del bau- tismo romano, contra el nuevo ciclo alejandrino sobre la Pascua, en vez de su antiguo ciclo de ochenta y cuatro afios, y contra la forma de la tonsura *. Mas no results de esto un cisma manifiesto , 4 pesar” de que en el Norte de la Irlanda y en el claustro de la isla de Hy duraron por muy largo tiempo estas dificultades. Tuvose para resol- verlas una conferencia en Streaneshall, hoy Whitby, en presencia de los reyes northumbrios , Oswio y Alchredo. Oswio, reconociendo la autoridad del Pontifice, se declaré por el ciclo pascual romano ; pero no fue este introducido ni admitido en el Norte de la Irlanda ni en el convento de Hy sino por los esfuerzos que hicieron el abad Adamnan y el sacerdote inglés Egberto, 4 cuyos desvelos fue de- bida la paz de la Iglesia, unida desde entonces. + Véase sobre todo & (Enrique Wharton) Anglia sacra. Lénd. 4794, 2t. en f61. Opus alieno feré labore compositum, se lee en la dedicatoria. + Distingufanse entonces tres especies de tonsura: la de Pedro, 61a romana, que consiste en un pequefio circulo en la coronilla; la de Pablo, que consistia en afeitar:enteramente la cabeza sio dejar coronilla de cabello; la de Simon el ‘Mago, muy usada entre los irlandeses y los antiguos sajones, que no rapaban sino la parte anterior de la cabeza en forma de media luna, tonsura que deri- vaba quizé su nombre, segun las Recognitiones Clementis Romani, lib. 1, c. 12, de Luna, compafiera de Simon. Hom. Clem. 11, 25. Blend. — 200 — § CLV. Introduccion del Cristianismo en Alemania y en los paises limétrofes. Forntas.—Annales Eccles. Germ. Sig. Calles, 8. J. (t.1,11, Viennae, 1786 sq. 6+. en f6l.) Winter, Hist. de las iglesias de la antigua Baviera, del Austria y del Tirol, Landsh. 1813, 2 P. Alb. Muchar, Noricia rom, (P. I, dela An- tig. hist. eecl. de Austria). Graetz, 1826. Hefele, Hist. de la introd. del Cris— tian, en la Alemania merid. Tub. 1837. En los siglos II y III habia ya sido introducido y adoptado el Cris- tianismo en las regiones del Danubio, en la Helvecia, en la Noricia, en la Recia y 4 lo largo del Rhin, donde se habian erigido iglesias florecientes; pero iglesias y ciudades cayeron precipitadas por‘el impetuoso torrente de las invasiones; y la historia, hasta el siglo VII, no da sobre las que permanecieron en pié sino noticias tan escasas como inciertas. Fue evidentemente debido 4 la providencia de Je- sucristo sobre su Iglesia, que durante todas estas extrailas revo- Tuciones del continente fuese el Cristianismo plantado y culti- vado en las apacibles comarcas de Irlanda y de Inglaterra, 4 fin de que estas pudiesen 4 su vez enviar: misioneros cristianos y obreros evangélicos para fundar la Iglesia de Alemania y restaurar Ja de los francos. : La iglesia episcopal de Vindomisa (Windisch), en la Helvecia, data de los primeros tiempos. Bubulco fue el primero de sus prela— dos, y leemos su nombre en un sinodo celebrado el aiio de 877 en Epaona , y sabemos que su jurisdiccion abrazaba una gran parte de Alemania. Aparece despues de él como obispo de Vindorisa en un concilio de Albernia y en dos de Orleans (541-49) Gramaticd, al cual sucedié Maximo, que con gran ventaja para la conversion en- tera de Alemania trasladé su cdtedra 4 Constanza, 4 cuya didcesis agrego el rey franco Dagoberto I, entre el afio de 628 y 638, Augs- burgo, Basilea, Estrasburgo, Lausana y Coira. Durante la dominacion franca, la ley ostrogoda dada por Teo- dorico vino 4 ser el pedagogus ad Christum *, y el celo apostdlico + Cf. Hefele, loc. cit. p. 214-40. — 201 — del irlandés Fridolin, de Trudperto y de Pirminio funds la fe cris- tiana en Alemania. Columbano, que habia creado el convento de Luxeuil en los Vosges, predicaba en 611 el Evangelio en las ori- llas del lago de Constanza; y arrojado de alli, se habia retirado 4 Italia, donde murié cuatro afios despues en el convento de Bobbio. Gall, uno de sus doce compaiieros, tuvo que quedarse en Suiza por causa de enfermedad; eché con este motivo junto al rio de Steinach los cimientos del convento de San-Gall ', que lleg6 4 ser mas tarde tan célebre y tan util 4 la Iglesia. Rehusé este santo va— ron el titulo de jabad del monasterio de Luxeuil, no menos que el de obispo de Constanza, cuyo pueblo al oirle predicar habia ex- clamado: «El espiritu de Dios ha hablado hoy por boca de es- «te hombre. » Recomends para el obispado de Constanza 4 su dis- cipulo el diécono Juan, y murié probablemente en Arbon el dia 16 de octubre del aiio 627, despues de haber empleado sus ultimas fuerzas en organizar la comunidad del sacerdote Willimar , su vene- rable amigo *. Su sepulcro no tardé en ser un lugar de peregrina- cion. En el pais de Passau ( Castra Batava) fue predicado el Evangelio 4 los Paganos y 4 los Arrianos en 440 por el misionero belga Va- lentin , que, rechazado con desprecio, se dirigié, autorizado por Leon el Grande, hacia el Tirol, y despues de una vida santa y laboriosa recibié alli la corona de la justicia. Aparece & poco en la Pannonia y en la Noricia san Severino, que Se granjed en todas partes la veneracion de los pueblos y el respe- to de los mismos reyes barbaros. Sus trabajos santifican , y sus mi- lagros y profecias admiran y convierten 4 los pueblos de los paises de Passau y Viena (+ 482). Mas nuevas invasiones arruinan aun & los poderosos obispados de Juvavum (Salzburgo), Reginum ( Ratis~ bona), Quintana, Passau y otras iglesias *. Los eslavos destruyen 1 Ct. Hefele, p. 308. + Lames antigua vida deS. Gall estd en la obrade Ports, Script. rer. Germ. t. IIL, corregida por Walafrido Strabon, Vita 8. Galli, (Mabillion, Acta 8S. ord. 8. Bened. saec. II), Véase el sermon de 8. Gall cuando la consagracion de Juan, en Galland. Bibl. t. XII, p. 781. + Hansiz, 8. 3. Germania sacra. August, Vind. 4737, 2 t. en (61. Prodro- mus, t. IIL, bid. 788. Cf. Canisit Lection. antiquae, t. HI, p. 11. — 202 — Ja metrépoli de Lorch. Algunos misioneros francos parece anuncia- Ton desde luego el Evangelio 4 los bojares, establecidos en la No- Tuega y la Vindelicia; y 4 fines del siglo VI, su duque Garibaldo, padre de Teodolinda , es ya cristiano. E] duque Teodon, pariente de este, que reinaba en una parte de la Baviera, era pagano aun ; pero habiendo llamado junto 4 si 4 san Ruperto, obispo de Worms, se hizo cristiano con muchos de sus subdites, movido por las pala— bras de este gran Prelado, que restauré la iglesia de Javavia y la consolidé fundando en ella un monasterio. El verdadero apéstol de la Baviera fue, sin embargo, el obispo franco Emmeram, que, de- tenido en Ratisbona por el duque Teodon para predicar la doctrina de Cristo 4 los avaros, gentiles de la Pannonia, fue condenado 4 muerte por Landperto, hijo del Duque, cuyas injustas sospechas ha- bian dispertado su infatigable asiduidad y sus trabajos incesantes *. El monje franco Corbiniano funds la iglesia de Frisingen y llegé 4 ser su obispo (+ 730). Habian sido ya arrojadas algunas semillas del Cristianismo * en la Franconia actual, despues que fue destruido por los francos el poder de Turingia (527), y se debié 4 la actividad del monje ir- landés Kiliano , que convirtié cerca de Wurizburgo al duque Goz- herto, y preparé los felices resultados de sus compaiieros, el sa~ cerdote Coloman y el diacono Totnano. Pero fueron asesinados los tres, cuando, como otro Juan Bautista, condend severamen- te Kiliano el matrimonio ilegitimo de Gozberto con su cujiada Gei- lana, y concité con esto contra si la venganza de esta mujer cul- pable. En las orillas del Rhin florecian ya desde el siglo IV los obis- pados de Colonia, Maguncia, Spira * y Estrasburgo; en las del Mosela y del Meuse, los de Tréveris, de Metz, Toul y Ver- dun; cn Bélgica, la iglesia episcopal de Tongres, trasladada 1 Véase de miraculis beati Emmerami, lib. 11. (Cantsius-Basnage, 1, loc. cit. t. IIT, P.T, p. 108 sq.). + Sagittarit Antiquitates gentitismi et christianismi. Thuring. Jen. 1688, ‘en {6l, Vita 8, Kiliani. ( Cantsius-Basnage, loe. cit. t. II, P. 1, p. 1635q.)- > Geissel, la catedral de Spira (\lamada ta catedrat del Emperador). Mo- nogr. topogr. et hist. 3 vol. Maguacia, £826-(inclayendo al tnlsme tempo ona historia del obispo de Spira). — 208 — despues del aiio 452 4 Maestricht, y los obispados de Tournay y Arras. Fueron atormentados todos por frecuentes invasiones , y al- gunos desaparecieron enteramente; pero hacia el aio 600 el er- mitaiio Goar, en cuya honra fue edificado el templo de su nombre, trabajé ya eficazmente para restaurar 4 lo largo del Rhin el Cris- tianismo ; y hacia el 620 pudo ya san Amando, obispo de Estras- burgo, 4 quien sostenia el rey Dagoberto, propagar el Evangelio por la Bélgica. Tavo, empero, san Amando, nombrado obispo de Maestricht en 649 , rudos combates que sostener con su clero; tan- to, que suplicé por largo tiempo al papa Martin que le permitiese dejar el obispado ; y habiéndolo conseguido fué 4 morir pacificamen- te-en el convento de Elnon en 684. Animado del mismo ardor apos- \lico habia fundado Audomar el monasterio de San Berlin y evan- gelizado santamente los pueblos. Habia ganado despues la corona del martirio el irlandés Livino, y plantado, al fin, la fe en todos los corazones el obispo de Noyon, Eloy, cuya obra fortalecié y engran- decié el Seiior. § CLYIIL. Conversion de los frisones por la intervencion de Carlos Martel. Victoria de este sobre los drabes. La conversion de esta tribu ruda y feroz presentaba muchas di- ficultades. Intentéla primero el eminente san Eloy ', platero que lego 4 ser obispo de Noyon, y procurdla luego el anglo-sajon Wilfrido, obispo de York *; pero ne empezaron 4 dar frutos las. misiones hasta que Pepino de Heristal hubo sujetado los frisones: 4 la dominacion franca. Protegido por Pepino y enviado por el papa Sergio en 692, aparecié como misionero en esta tribu el an- glo-sajon Willibrord *, sacerdote irlandés que fundé Ja metrépoli: de Utrecht , y fue consagrado arzohispo de ella bajo el nombre de + Neander, Memorab. Il, 1, p. 408. (D'Achery Spicileg. t. 11). 2 Vita 8, Wilfridi ab Eddio conscripta, ¢. 27. Cf. Beda Venerab. Hist. excl. V, 10. 4 Vida de Willibrord por Alcwin, D. Mabillondé Acta 98. ord. 8. Bened. saec. IM, P. I, p. 604. — 204 — . Clemente. Uno de sus mas celosos compaiieros, Suidberto *, que habia escogido por teatro de sus trabajos la Frisia occidental , obli- gado 4 retirarse de ella cuando fue invadida por los sajones , fund6 el convento de Kaiserswerth en una isla del Rhin que le entregé Pepino. Otro de los compaiieros de Willibrord, Wulfram , obispo de Sens, pasé al territorio de los frisones cuando estos no habian sido aun vencidos por los francos, y no se esforzé menos en pro- teger y hacer mas eficaces los esfuerzos de aquel gran sacerdote ; mas no alcanzaron todos juntos su objeto tan pronto como preten— dian. El salvaje Radbot, principe frison, retrocedié ante el Bau- tismo al saber que como cristiano no habia de encontrar en el cielo sus compatriotas; y solo despues de su muerte (719), y cuando Carlos Martel hubo sujetado esa parte de la provincia de los fri- sones, pudo Willibrord, que habia sido levado por su celo apos- t6lico hasta Dinamarca, continuar con buen éxito su obra y tener el consuelo de dejar 4 ese pueblo salvaje conquistado para el Evan- gelio. El valor herdico de Carlos puso por otra parte término 4 las con- quistas rapidas, y 4 la amenazadora dominacion del Islamismo. Impelidos por un fanatismo ciego y por sus instintos devastadores, se habian apoderado los arabes en poco tiempo de la Siria, la Pales- tina, el Egipto y la Persia, y conquistado bajo los Ommiades (707) las provincias del Noroeste de Africa. Amenazaba la media luna Ja Europa cristiana, cuando, destronado en Espaiia el visigodo ‘Witiza por un poderoso partido de descontentos, que eligié en su lugar al gran Rodrigo, deseosos de vengarse los hijos y los par- tidarios del Rey caido Iamaron en su socorro 4 los nuevos inva~ sores, y abrieron ancho campo 4 sus conquistas. Muza, goberna- dor de la Mauritania, despues de haber enviado 4 Taric 4 la ca- beza de un ejército que destruy6 todo el poder de D. Rodrigo en las orillas del Guadalete, pasé personalmente 4 Andalucia, der- rib6 el reino de los visigodos , y conquisté la Espaiia hasta las pro- vincias del Norte (712-14). Abderrahman, emir de Espaiia, que quiso unir durante su gobierno el Oriente y el Occidente, pe- netré al frente de los arabes en Ja Aquitania; y Hevaba ya sujeta la Francia meridional hasta el Loira, cuando Carlos Martel le de- * Beda, loc. cit. V, 12. Cf. Bolland. Acta 88. ad. 4 m. martil. — 205 — tuvo en Poitiers (732), le derroté completamente, y anonadé para siempre su poder en Francia. Fueron tratados en Espaiia los Cris- tianos bajo los arabes como una secta tolerada; pero mirados cons~ tantemente con desconfianza, y sujetos no pocas veces al pago de insoportables tributos '. No tardaron, empero, en levantarse contra Jos invasores los cristianos de los montes de Asturias y Vizcaya, que fueron fundando poco 4 poco condados y reinos indepen- dientes. § CLIX. Trabajos de san Bonifacio. Foenres. — Bonifacii ep. ed. N. Serarius. Mogunt. 1608 et 1629, Max. Bibt. 1. XII, p. 70 Wiardtwein, Mogunt. 4789. Willibaldé (v. 783) et Othionii Vita S. Bor (¥.41100). (Mabillon, Acta SS. ord. S. Bened. t, HI, IIL, Bollandé Acta SS. mens. jun, t. I, p. 482 sq.; Canisié Lection, ant, t. I, P. I. Pertz, Mon. German. hist. t. II, p. 331 sq.). Seraréi Res Moguntiacae. ‘Mogunt, 1604, ed. Johannes, Francf. 1722. Setters, Bonifacio, apéstol de la Alemania, Maguncia, 1845. Binterém, Hist. delos Cone. de Alemania, tf. Las diversas tentativas hechas para convertir la Alemania y fun- dar en ella el Cristianismo no hubieran podido producir todos sus frutos, sino hubiese habido un azo comun para reunir las igle- sias aisladas y los esfuerzos individuales. Levanté Dios 4 este efec— to un hombre que con su fuerza, su dulzura, su prudencia y su invencible perseverancia, no solo organiz6 de una manera sélida la Iglesia catdlica de Alemania y aseguré su duracion, uniéndola intimamente con el Jefe supremo de la crisliandad, sino que hasta pudo llevar la bandera de la cruz al suelo de tribus germanicas sumidas aun en el Paganismo y la barbarie. Fue este hombre el sa~ cerdote anglo-sajon Winfrido, que nacié en Kirton en elaiio 680, y fue educado é instruido en los dos monasterios mas florecientes de Inglaterra, en el de Excester y en el de Nutesoelle. Sintiéndose Winfrido lamado 4 la conversion de los Paganos, se fué 4 Roma como los primeros misioneros anglo-sajones, 4 fin de hacerse au- torizar para ello por el pontifice Gregorio II * (718). Dié pruebas ‘ Aschbach , Hist. de los Ommiades en Espaiia. Francf. 1829, 2 t. 4 Véose esta autorizacion en Wardtwein ,ep. 2; en Serarius, ep. 118. *— 206 — de su desidido afecto ta Iglesia catélica romana, primero en la Turingia, y luego entre los frisones, donde obtuvo grandes re~ saltades bajo la autoridad del arzohispo de Utrecht, Willibrord, y Ja proteccion de la dinastia de los francos. A su regreso al pais de Hesse y 4 la Turimgia, bautiz6 4 los principes Detdig y Die- rolf, y fundé un convento en Ameneburgo. Llamado nuevamente 4 Roma por el papa Gregorio, despues de haber hecho su profe- sion de fe y prestado juramento de fidelidad 4 la Iglesia romana*, fue consagrado obispo para todas las iglesias que debian fundarse ‘en Alemania. Sostenido por la confianza del obispo de Roma y el favor de Carlos Martel, convirtié 4 casi todos los habitantes del Hesse y la Turingia, despues de haber derribado con santo atre- ‘vimiento el roble de Geismar., objeto antiguo del culto de los Paga- nos. Dedicése especialmente 4 fundar conventos * en los que po- tia monjes y religiosas de Inglaterra, que debian conservar y + Othlo, 1. 1, cap. 49, trae este juramento: Promitto ego Bonifacius , Dei gra- tia episcopns, tibi, beate Petre, apostolorum princeps, vicarioque tuo, beato Gregorio papae, et successoribus ejus, per Patrem et Filius et Spiritum Sanc- tum, Trinitatem inseparabilem , et hoc sacratissimum corpus tuum, me om- nem fidem et puritatem sanctae fidei catholicae exhibere, et in unitate ejusdem fidei, Deo operante, persistere, in quo omvis christianorum salus esse sine du- bio comprobatar: nullo modo me contra unitatem communis et universalis Ecclesize, suadente quopiom,, consentire, sed, ut diti, fidem et puritatem ‘meam atque concursam tibi et utilitatibus tuae Ecclesiae cui 2 Domino Deo ‘potestas ligandi solvendique data est, et praedicto vicario tuo atque successo— ribus ejus, per omnia exhibere. Sed et si cognovero antistites contra institute -antiqua 88. Patrum conversari , cum eis nullam habere communion aut con- junctionem; sed magis, si valuero prohibere, prohibebo; si minus, hoc fide- Fiter statim domno meo apostolico renuntiabo. Quod si, quod absit, contra bu- us professionis meae seriem aliquid facere quolibet modo, seu ingenio, vel ‘occasione tentavero, reus inveniar in aeterno judicio, ultionem Ananiae et Saphirae incurram, qui vobis etiam de rebus propiis fraudem facere praesump- sit. Hoe autem indiculum sacramenti ego Bonifacius, exiguus episcopus, manu propria scripsi, atque ponens supra sacratissimum corpus. Petri, ita ut prae- seriptum, Beo teste et judice, feci sacramentam, quod et conservare repro- mitto. * Los conventos de Obrdorf, Fritlar, Ameneburgo, Bischofsheim , y sobre odo el tan inluyente de Fulda fueron sus creaciones. Véase & Othlo, I, c. 4, 30. En Willibaldo, c. 8, se lee: Ex Britanniae partibus servorum Dei plurima -ad cum tam lectorum quam etiam scriptorum (copistas), aliarumque artiam ‘eruditorum virorum congregationis, convenerat multitudo. — N71 — propagar la influencia del Cristianismo. Despues de quince aiies de fecundes trabajos pasé por tercera vez 4 Roma, donde en 732 recibié de Gregorio HII el palio, como insignia de su obispado uni- versal de toda la Alemania. Eslablecié su silla metropolitana en Maguncia, teniendo sujetos 4 su jurisdiccion trece obispados (743). Alcanzé ademas hacer reconocer los derechos politicos de los ecle- ‘sidsticos, expuestos con demasiada frecuencia 4 las violencias de Jos reyes y 4 los males tratamientos de les grandes, y alcanzé de- jar su posicion del todo asegurada. A su ultimo regreso de Roma despues de haber trabajado para restaurar las iglesias de la Ba- viera, arruinadas por los Avaros, y fundar otras nuevas, dividié esta provincia en cuatro didcesis, Saltzburgo, Freisingen, Ratis- bona y Passau; unié fuertemente por medio de la institucion de sinodos regulares los nuevos obispados, y empezé la reforma ge- neral y la moral del pueblo, 4 las que contribuyeron ya las leyes emanadas de los sinodos y acomodadas 4 las necesidades de los tiempos, ya el uso que introdujo de enseiiar al pueblo ciertas ora- ciones en lengua alemana, y servirse de esta misma lengua para la lectura de las epistolas y los evangelios para las instrucciones y para la administracion de ciertas partes no esenciales de 1os Sa- cramentos. Carlo Magno y Pepino cancibieron eatoaces el pro- yecto de hacer introducir por él el uso de les sinodos en el reino franco; y aunque estaba ya viejo, sintié renacer aun en su cora- zon el voto de convertir 4 los frisones, que habia hecho ya cuando muy joven. Resigné su arzobispado en manos de Lulo, uno de sus mas eminentes discipulos, y se dirigié al pais de los frisones con la conviccion de que habia de encontrar en él] su tumba_ (735). Habia ya administrado el Bautismo 4 millares de paganos; los ha- bia organizado en una comunidad cristiana; y estaba ya aguar- dando el regreso de sus hijes espirituales para administrarles la Confirmacion, cuando qued6 sorprendido por la Hegada de nu- merosas y alegres comitivas, entre las cuales debid reconocer pronto encarnizades enemigos. En vano quisieron defenderle sus amigos: se opuso abiertamente 4 toda resistencia, y muriéd con ellos como martir el que habia vivido siempre como apéstol (5 de junio de 785). Las iglesias de Lieja, Maguncia y Fulda se dis~ Pularon su cuerpo; pero fue deposilado segun su voluntad ex- — 208 — presa en el convento de la ultima didcesis, que era para él la mas querida de sus fundaciones, Fue esto una verdadera gloria para el monasterio y un dulce consuelo para el abad Sturm, el disci- pulo que mas amé el apéstol. Roma, con la consumada prudencia que la caracteriza, perpetué la memoria de este prelado de la Ale- mania, dandole el nombre de Bonifacio, cuyo espiritu siguié vivien- do en sus discipulos Sturm, Gregorioabad de Utrecht, y Burghard obispo de Wurtzburgo, y rigié por largo tiempo los destinos de esa grande iglesia. § CLX. Conversion de los sajones. Fuentes. — Welter, Introd. del Cristian. en Westfalia. Munster, 1833. L. de Bornstedt , 8. Ludger, primer obispo de Munster, y la conversion de los fri- sones y de los westfalianos. Munster, 1842. Los sajones, pueblo guerrero sin reyes y sin ciudades, opusie- Ton Ja mas larga y tenaz resistencia al Cristianismo. Los mismos medios empleados para convertirlos fueron, en parte, la causa que mas ‘se opuso 4 su conversion. En la primera mitad del siglo oc- tavo dos misioneros ingleses, dos hermanos Ilamados Ewaldos, intentaron predicarles el Evangelio; pero no sacaron de sus es- fuerzos mas que la corona del martirio. Una doctrina que pro- clamaba el desprecio del mundo y de sus goces, y que anunciaban enemigos tan odiosos como los francos, parecié insoportable 4 ese pueblo tan sensual como grosero. Gregorio de Utrecht obtuvo algo mejores resultados; pero compuestos los sajones de westfa— Jianos, ingleses y ostfalianos, y no dejando de hacer continuas correrias por los reinos limitrofes de los francos, obligaron 4 estos 4 emprender una guerra general para sujetar 4 sus enemigos, im- ponerles violentamente el Bautismo y asegurarse, por medio de su conversion , de su obediencia, Empezaron estas tentativas en el mo- mento en que Carlo Magno emprendié la sumision de los sajo- nes (772); obra que prosiguié con un ardor infatigable y cési sin — 209 — inlerrupcion durante treinta aiios de porfiados combates'; y que inauguré, por decirlo asi, destruyendo su antiguo fdolo, el Irmin- sul, 6coluna de Irmin, imagen en la que probablemente se con- fundian la idea de un Dios invisible y el recuerdo de Herman, Ar- minio. Su prudente ministro Alcuino le excitaba 4 convertirlos mas por la persuasion que por la fuerza; pero en vano, porque Carlo Magno continué su obra considerandose como un instru- mento de Dios destinado 4 vengar las injurias hechas 4 la Iglesia. En (788) los jefes sajones Wittekindo y Albuino consintieron, despues de su derrota, en recibir el Bautismo, é hicieron concebir algunas esperanzas; pero pronto se desvanecieron estas al empe- zar el 793. La dominacion opresora de los francos y la exaccion del diezmo eclesidstico produjeron una sublevacion general, cuya inevitable consecuencia fue la ruina del Cristianismo. Solo en 803, despues de la entera y definitiva conquista de los sajones, pudo creerse 1a Iglesia establecida de una manera sélida en el Norle de Alemania. Carlo Magno, empleando todo su vigor, .pues todo se necesitaba para tamaiia empresa, fundé, sin embargo, en esa lu- cha sangrienta y encarnizada, iglesias, conventos y obispados ta- Jes como los de Osnabruck , Munster, Paderborn, Minden , Brema, Verden y Seligenstadt, 4 los que afiadié mas tarde Ludovico Pio el obispado de Hildesheim y el importante convento de Corvey, rama de la abadia franca de Corbia, que prepararon y determina- ron la verdadera conversion de esos pueblos por tanto tiempo re- beldes. : Estos resultados positivos fueron principalmente el fruto de los trabajos apostélicos de muchos misioneros ilustrados, entre los cuales se distinguié el frison Ludgero *, discipulo de Grego- Tio de Utrecht y de Alcuino, que despues del 787 no ces6 de predicar el Evangelio 4 los westfalianos con un valor herdico y una constancia infatigable, y fundé un obispado en Mimiga- deford (Munster), donde su memoria se’ ha conservado con ve- neracion hasta nuestros dias. Murié en 809. Su sepulcro, que esta Funk, Conquista de los sajones por Carlo Magao. GSetlouer, Arch. pora servir & la hist. y 4 la literat. 1833, t.1V, p.293). + Véase su vida, escrita por Alfredo su segundo sucesor en el obispado de ‘Munster. Esta continuada en la obra de Perts, Monumenta, t. I. 14 TOMO II. — 10 — en la abadia de Werden, glorificado por numerosos milagros, lleg6 4 ser pronto el objeto de frecuentes peregrinaciones. No fueron me- nores los trabajos y los méritos del sacerdote inglés Willehald, que 4 peticion de Carlo Magno fundé y consolidé el obispado de Bre- ma, y murid en 788. Ojeada general retrospectioa. El conjunto de estos trabajos evangélicos nos manifiesta que el Cristianismo, propagandose durante el reinado de Carlo Magno hasta el Elba, habia extendido entre los germanos, como entre los romanos y los griegos, sus numerosas y frondosas ramas. En efec- to, en Alemania como en el imperio la palabra de Dios habia en- contrado los‘ mayores obstaculos; y mas aca como mas alla del Rhin habia preparado el Sefior para su Iglesia una multitud de obreros fieles y escogidos, que anunciaron con valor la doctrina de Jesucristo, é hicieron eficaz su predicacion eon frecuentisimos iilagros, Hemos visto que las ideas religiosas de los germanos debian predisponerlos al Cristianismo; y asi fue que los misione- ros obraron poderosamente sobre su espfritu manifestandoles el ningun poder de sus idolos, destruyendo impunemente a su vista Jas eslatuas de sus divinidades, usando al fin para con ellos de la dulzura tan recomendada, por san Gregorio el Grande. Leéjos de espantar con una severidad imprudente 4 los paganos que se acer- caban 4 la Iglesia, ni 4 los nuevamente convertidos, procuraban Jos misioneros contemporizar é ir mezclando poco 4 poco las ideas cristianas con las preocupaciones gentilicas y los usos iddlatras de Jos germanos. A las antiguas fiestas del Paganismo sustituyeron Jas de los Santos. Alzése la cruz en los altares que habian sido de los idolos, y los templos se convirlieron en iglesias. Asi fueron atraidos los germanos 4 la.gracia del Bautismo, y educadas las ge- neraciones nuevas segun los preceptos y los usos de la Religion cristiana, y la Iglesia pudo concebir desde entonces la esperanza de ver la virtud del Evangelio penetrando mas y mas en el corazon, en Jas costumbres y en la inteligencia de los pueblos reducidos ,4 su imperio. —m1— CAPITULO II. SITUACION PARTICULAR DE LA IGLESIA CATOLICO-ROMANA FRENTE A FRENTE CON LAS POBLACIONES GEBMANICAS, —CAMBIOS QUE RESULTAN DE ES~ ‘TA SITUACION PARTICULAR EN LA ORGANIZACION DE LA MISMA IGLESIA. Fopnres, —Capitularia regam Francor. ed. Baluz. Ven. 1772-73, 2. en f6l.— Thomassini, Vetus et nova Eccl. Disciplina. — Plank, Hist. dela const, de la Iglesia, t. 1l.— Grimm, Antig. del derecho germénico. Geett. 1828.— Binte- rim , Hist, de los conc. nacionales de Alem. P. I y II. Série de los obispos y arzobispos de Alemania. P. I, p. 282-340, § CLEL Relaciones de la Iglesia con los Estados germénicos. La Iglesia, acabamos de decirlo, penetré con su vida y con to~ das sus instituciones en la vida, las costumbres y las institucio- nes de los pueblos germénicos, como lo habia hecho entre los griegos y los romanos. Las naciones que se humillaron bajo el yugo de la cruz vieron que la Iglesia estaba esencialmente unida con el mismo Cristianismo, y creyeron que debia ser por una con- secuencia forzosa una institucion divina. Atendiendo 4 un prin- cipio de jurisprudencia alemana «cada cual conserva su derecho aprimitivo *,» la Iglesia y sus ministros conservaron el derecho romano y la coleccion dionisiana 6 espaiiola de los canones ecle- siasticos *. Poco 4 poco, especialmente en el reino de los francos , pasaron positivamente esos canones a-formar parte de las leyes * Walter, Corpus juris Germ. antiqui. Berol. 1824 sq. 3 t. Pertz, Monum. Germ. t. Il y IV. Cf Regesta Carolorum, documentos originales copiados (782-918 ) por Bahmer, Francf, 1834, en 4.° 2 Cf. Cone. Aur. I (del aiio $44) can.I: Id constitaimus observandam, quod ecclesiastici canones decreverunt et lex Romana copstituit. ( Harduin, t. I, P- 1008 ). 44° — 12 — del Estado y de las capitulares. Es evidente que las relaciones que la Iglesia habia tenido con pueblos civilizados no podian per- maanecer siendo las mismas, tratandose de pueblos barbaros 4 los que se debia instruir y reformar. La Igesia, para alcanzar su ob- jeto y ser fiel 4 su mision, habia, pues, de seguir un sistema nue- vo, habia de aspirar 4 una independencia mayor, habia de procu- Yar aumentar su influencia sobre la vida civil, habia de extender su jurisdiccion para esparcir mas y mas las ideas cristianas por la masa. de los fieles. Pasando su vida los eclesidsticos en la meditacion de las cosas divinas y humanas, parecian tan aptos por lo menos para admi- nistrar justicia, como los hombres acostumbrados desde su ju- ventud 4 vivir con las armas en la mano. Lo eran por otra parte mucho mas, porque eran los inicos que poseian una verdadera instruccion, razon por la cual se habia mandado en Espaiia du- rante el reinado de Recaredo que los jueces debiesen asistir é los concilios para aprender en ellos el derecho ', y que los obispos hubie- sen de observar cuidadosamente la manera como se administraba Ja justicia. Diclése una disposicion semejante en el reino de los francos en el aiio 888. Todo lo que concernia al matrimonio era juzgado como cosa santa por los sacerdotes, de una manera mas Ppositiva aun entre los germanos borgofiones que en la antigua Roma. Las disposiciones testamentarias, sobre todo en lo tocante 4 los bienes legados 4 la Iglesia, estaban sujetas 4 los obispos. Los eclesiasticos gozaban de inmunidad como por derecho romano; pertenecian 4 la jurisdiccion episcopal, y no eran entregados 4 la justicia ordinaria sino por faltas graves y despues de una degra- dacion solemne *. Asi es como se confundieron totalmente en cier- * Cone. Tolet. III, capitul. 18: Judices verd locorum, vel auctores fiscaliam patrimonioram, ex decreto gloriosissimi Domini nostri simul cum sacerdotali concilio in uoum conveniant, ut discant quam pié ct justé cum populis agere de- deant, Sunt enim prospectores episcopi secundim regiam admonitionem , qua- liter judices cum populis agant, ita ut ipsos praemonitos corrigant, aut inso- Jentias eoram auditibus principis innotescant. (Harduin, t. 111, p. 482). Un edicto de Clotario: Si judex aliquem contra legem injusté damoaverit, in nos- tti absentia ab episcopis castigetur, ut quod perperé judicavit versatam melits discussione habita emmendare procuret. (Balus. t. 1, * Capitoler. lib. VIL, ¢. 422: Placuit ut clerici non di — 213 — tas circunstancias la Iglesia y el Estado: hecho que se manifesto de una manera especial en las dietas y en la institucion de los missi dominici, compuestos de eclesidsticos y de legos, 4 quienes se encargaba la ejecucion de todas las leyes ‘. Es cierto que si por una parte el respeto que se tenia 4 la Iglesia y la veneracion que se profesaba 4 los sacerdotes por su mision, por su saber y su in— teligencia, abrian una larga carrera 4 la actividad é influjo que es- tos ejercian; la ambicion de los principes y su afan de dominar promovian por otra peligrosos atentados contra la independencia y los progresos de la Iglesia; pero no fue raro ver reinar una feliz armonfa y una confianza mutua entre los dos poderes. Concedié en- tonces la Iglesia al poder secular una consagracion religiosa que le dié un cardcter sagrado y venerable, garantia necesaria de su exis— tencia en pueblos groseros y rebeldes; y le otorgé voluntariamente la facultad de influir en la eleccion de los obispos, en la direccion de sus concilios y en la confirmacion de sus decretos *. El Estado & su vez presté su brazo a la Iglesia para la ejecucion de sus leyes y de sus estatutos. Casi no es necesario recordar. aqui que esta accion simultanea y bienhechora de los dos poderes, que no se manifest6 sino de una Propriis episcopis. «Fas enim non est ut divini muneris ministri « temporalium potestatum subdantar arbitrio. Nam si propriorum episcoporum «jussionibus inobedientes existerent, tunc juxta canonicas sanctiones per po- «testates caeteras adducantur, id est, per judices sacculares. » (Baluz. t. I, P. 746; Vorllé et Justellé, Bibl. jur. t. II, p. 1364). * Capitularia reg. Franc. ed. Baluz. Tractatus de missis do De Roye, Andevagensis (t. 1, p. L-CXLVII); Muratori, Diss. de missis re- giis (t. 11, P. VI-XX ); ejusdem Antiquitates Ital. med. aevi, t. 1, p. 488 sq. * Ya cn la ep. syn. Aurelian. I (aio $44) ad Clodoveum regem , se dijo: «Quia tanta ad religionis cathol. cultum gloriosae fidei cura vos excitat, ut sa- «cerdotalis mentis affectu sacerdotes de rebus necessariis tractaturos in unum «colligi jusseritis, secundim yoluntatis vestrae consultationem ,ct titulos quos dedistis, ea quae nobis visum est, definitione respondimus; ita ut si ea quae «Dos statuimus etiam vestro recta esse judicio comprobantur, tanti consensus «regis ac Domini mejori auctoritate servandam tantorum firmet sententiam «sacerdotum. » (Harduin,t. II, p. 1008). As{ habia convocado Carlo Magno cinco concilios en el aio 813. Los obispos reanidos en Tours observaron al fin de sus conferencias: «hemos seiialado las capitulares que deben sujetarse al «Emperador; » mas no se referian sino 4 objetos puramente disciplinares. icis Franc. — mh — manera sucesiva en los Estados germdnicos que iban poco & poco censolidandose, fue la idea fundamental de la legislacion en et grande imperio de Carlo Magno, y triunfé definitivamente de la barbarie deteniendo Jas ultimas invasiones de aquellos pueblos tar- bulentos. § CLXU. Bienes de la Iglesia. — Manutencion de los eclesidsticos. Hacia mucho tiempo que un piadoso reconocimiento movia & muchas familias romanas antiguas 4 legar bienes 4 las iglesias de Jos Estados sujetos en adelante 4 los germanos; pero la mayor parte de estos bienes se habia perdido en medio de la gran tor- menta de aquellas incesantes invasiones. La veneracion particu- lar de los germanos 4 sus sacerdotes y la feliz fusion de los ele- mentos romanos y germanicos, producida por el Cristianismo, debian, sin embargo, hacer presagiar que aquellas donaciones debian llegar 4 ser mucho mas considerables luego que estos pue- blos barbaros empezasen 4 civilizarse. Y, en efecto, 4 fines del reinado de Carlo Magno manifestaronse mas y mas en las rege- neradas y lozanas poblaciones de la Germania Jos sentimientos de gratitud para con la Iglesia, é hiciéronse entonces mas y mas fre- cuentes los donativos para el sosten del culto y clero '. Antes de esta época los eclesidsticos en general, y en particular las escue- las y los conventos, habian vivido 4 menudo en la escasez, tanto, que los concilios de Tours y de Macon’se creyeron obligados 4 exhortar vivamente 4 los fieles 4 pagar el diezmo, como mandado por el mismo Dios *; y Carlo Magno hizo en 779 del pago de este tributo una ley del Estado. Muchos obispos y abades, habiendo Negado 4 ser seiiores feudales, habian adquirido, no obstante, po- sesiones y riquezas considerables, y habian entrado con este mo- tivo en relaciones enteramente nuevas con los poderes publicos. La avaricia habia penetrado en el corazon de ciertos prelados, culpables 4 veces hasta de infidelidad en la administracion y re- * Thomassini, loc. cit. P. II, lib. 1, c. 19-23. * Ibid. c. 6-7. — 15 — parto de los bienes eclesidsticos; y de aqui nacieron varios de- eretos sinodales en los siglos VII y VIII, recordando los regla- mentos, segun los cuales los individuos dei clero inferior debian estar exactamente informados del estado en que se encontraban las posesiones y rentas de la Iglesia. Los Obispos, para no sentir tanto la fatiga que llevaba consigno la administracion de esos bienes, se asociaron ecdénomos entre los germanos como eatre los romanos y los griegos *; y es muy de notar que 4 medida que se fueron civi- lizando los Estados, fueron seglares los que administraron los bie- nes de las iglesias, los de los conventos y los de los Obispos. En pueblos aun atrasados, regidos por principes de instintos belicosos, se vieron, y no pocas veces, los bienes eclesiasticos robados y dividi- dos entre los soldados. § CLXIN. El Clero.—Su situacion. La situacion particular de la Iglesia catolica frente 4 frente de Jos germanos debia ejercer sobre la dignidad episcopal una no- table influencia. Obispos y abades se encontraban bajo todos as~ pectos mezclados en los intereses del feudalismo, cuyo’ exacto co- nocimiento explica por si solo la historia de la edad:media, y da 4 conocer mejor que ningun otro la posicion de los conquistadores francos en las Galias. Se puede atribuir sin duda 4 la codicia de ciertos obispos y abades su deseo de poseer bienes alodiales; pero no se puede por otra parte desconocer que si las semillas espiri- tuales que germinaban entre esos pueblos groseros debian robus- tecerse y extenderse, era preciso que el Clero procurase alcanzar una posicion duradera y sélida, y estar en relaciones continuas con los poderosos y los grandes, los unicos que ejercian 4 la sazon ‘una-influencia sobre el pueblo. Y gquién duda que para esto de- bia adquirir feudos, bases del sistema politico de los francos *, y * Fhomassini, loc. cit. P. 11, lib. 1, c.1,8, 9. + Cf. Luden, Hist. univ. de tos pueblos de tos Estados de ia edad media, fib. I, c. 44, P. 1, p. 150-470. Id. Hist. de Alemania, lib. Vil, ¢. 4-5, p. 2854 909. Phillips, Hist. de Alemania, t. I, § 25, p. 498. — 16 — amico medio de hacerse digno de respeto & los ojos de los gran- des del Estado? El pueblo por otra parte preferia siempre ver una ‘comarca en manos de un seiior eclesiastico que en las de un lego, porque su suerte era incomparablemente mejor bajo la autoridad del baculo que bajo el imperio de la espada. La espada no habria sacado jam4s al mundo germanico de la barbarie, si la Iglesia no hubiese roto ese poder material, y no hubiese hasta cierto punto dado al espiritu mas luz, mas aire y mas espacio; y asi es como los Obispos verdaderos se: sirvieron del mismo feudalismo para cumplir una mision elevada é importante. Preciso es, sin em— bargo, dejar consignado que el feudalismo, haciéndolos vasallos de los Reyes, los sujeté de una manera muy perjudicial 4 la Igle- sia. Las cosas divinas fueron entonces subordinadas muchas ve- ces 4 las humanas, y los eclesidsticos se vieron arrastrados con los demas vasallos al tumultuoso estrépito del mundo. Fue en- tonces tambien cuando se echaron Jas semillas de aquella larga y deplorable lucha entre el altar y el trono, entre el sacerdocio y el imperio. La eleccion de los Obispos no dependia ya sino de la vo- Jluntad arbitraria de los Principes, cuando, segun los cdnones eclesidsticos, debia resultar del concurso de los fieles, el Clero y Jos obispos provinciales. Carlos Martel, sobre todo, dispuso de los obispados como si fueran feudos, los distribuyé, por conside- raciones del todo extraiias 4 la Iglesia, entre sus hombres libres que se ordenaban 4 toda prisa, despreciando los intervalos pres- critos por los cdnones. Para obispos nombrados de esta suerte, los negocios eclesidsticos habian de ser y eran puramente accesorios. Celosos de su autoridad temporal, tenian en una dependencia de- gradante 4 los eclesidsticos, que eran en su mayor parte siervos de Ja Iglesia; porque, segun los usos constantes de los germanos, todo hombre libre estaba obligade al servicio de las armas, y na- die podia abrazar el estado clerical ni el monacal sin autorizacion del Estado '. La necesidad de acudir 4 la guerra cuando se lla~ * ElCone, Aurel. I, en el reinado de Clodoveo , afio 844, decreta: can. 4: Ut nullus saecularius ad clericatus officium praesumatur, nisi aut cum regis Jossione aut cum judicis voluntate. (Harduin, t. 11, p. 1009). Lo mismo lee- mos en fa capitular de Carlo Magao, ann. 808, c. 18: De liberis hominibus, qui ad servitium Dei se tradere yolunt, ut pris hoc non faciant qaem & nobis —anT— maba para ella la nobleza del reino, disperté en el Clero aficion & las armas; y numerosas leyes eclesidsticas y civiles debieron pro— hibir severamente 4 todo clérigo el sentar plaza de soldado *. La Iglesia, es verdad, protesté desde luego contra esta usurpacion en materia de elecciones, y procuré prevenir estos abusos di— ciendo que no reconoceria al que fuese nombrado por los Reyes, y no fuese elegido candnicamente por los obispos provinciales *; licentiam postalent. (Baluz, t. 1, p. 298). Hé aquf porque tambien el concilio Toledano IV, celebrado el aiio 613, concedia permiso en su cénon 74 para or- denar de presbiteros y de didconos 4 los siervos: De famulis Ecclesiae consti- tuere presbyteros et diaconos per parochias licet; quos tamen vitae rectitudo et probitas moram commendat, ea tamen ratione ut antea manumissi liberta- tem statis sui percipiant, et denud ad ecclesiasticos honores succedant ligiosum est enim obligatos existere servitati, qui sacri ordinis suscipiunt dig- nitatem. ( Harduin, t. III, p. 802). 4 Cone. auctor. Bonif. ann. 742, can. 2: Servis Dei per omt Portare vel pugnare , aut in exercitum et in hostem pergere, omnind probibui- lis tantim, qui propter divinum mysterium, missarum scilicet so- Jemnia adimplenda et sanctorum patrocinia portanda, ad hoc electi sunt : id est unum vel duos episcopos cum capellanis et presbyteris eoram princeps se~ cum habeat, etc. (Harzheim, Cone. Germ. t. I, p. 49. Cf. Binterim, Hist. de los cone. de Alem. t. I, p. 147). Carlo Magno no se opuso 4 estos abusos de una manera formal sino despues que las heridas y aun la muerte de machos eclesidsticos en el campo de batalla hubieron producido una impresion viva y Penosa. Acontecié esto en 803, yen la capitular VIII se lee: Volumus ut nul- Jus sacerdos in hostem pergat, nisi duo vel tres tantiim episcopi, electione cae- . terorum, propter benedictionem et praedicationem populique reconcil nem, et cum illis electi sacerdotes , qui bené sciant populis poenitentias dare, missas celebrare, de infrmis curam habere, sacratique olei cum sacris preci- bus unctionem impendere, et hoc maximé providere ne sine Viatico quis de saeculo recedat. Hi verd nec arma ferant, nec ad pugnam pergant, sed tantom sanctorum pignora et sacra ministeria ferant et orationibus pro viribus insis~ tant. (Balus. t, I, p. 287). * Ya Gregorio de Tours se queja de la arbitrariedad introducida en la dis~ tribucion de los cargos eclesidsticos: «Jam tunc germen illud iniquum coepe- «rat pullulare, ut sacerdotium aut venderetur & regibus aut compareretar & «clericis.» ( Vitae Patrum, c. 4, deS. Gallo, episc. Max. Bibl. t. XI, p. 939). Cf. Gregor. Hist. Franc. IV, 48; VIII, 39; IX , 23. Véase Philipps, loc. cit. 4.1, p. 673,—Contra estos abusos véase el Conc. Arvern. del afio 838, can. 2: « Diligenter itaque (in eligendis sacerdotibus) quisque inspiciat pretiam do- « minici gregis, ut sciat quod meritam constituendi deceat esse pastoris. Epis- «copatum ergo desiderans, electione clericoram vel civium, consensu etiam — 18 — ‘pero esta amenaza no detuvo siempre 4 los que tenian en su mano el poder; y no fue restablecida la libertad en las elecciones ecle- ‘siasticas sino por los esfuerzos de san Bonifacio y las leyes posi- tivas del piadoso Carlo Magno. El uso de la sancion imperial, pa- recida 4 la del imperio greco-romano, se establecié de hecho por si misma; los privilegios de los Metropolitanos fueron igualmente confirmades; pero su ejercicio fue 4 menudo estorbado por la po~ sicion politica de ciertos obispos *. Bonifacio procuré obviar estos « metropolitani ejusdem provinciae pontifex ordinetur. Non patrocinia poten- «tum adhibeat, non calliditate subdola ad conscribendum decretum alivs hor- «tetur praemiis , alios timore compellat. » ( Hardwin,t. II, p. 1481). Conc. Au- rel. V, ann. 849, can. 10: « Ut nalli episoopatam praemiis aut comparatione « Hicest adipisci, sed cum yotantate regis , juxta electionem cleri et plebis, si- «cut in antiquis canonibus tenetur scriptam , & metropolitano, ete. » (Harduin, t. 11, p. 4448). Conc. Paris. 111, ann. 887, can. 8. ( Hardwin, t. III, p. 339). Lo mismo se lee en el Concilio V de Paris celebrado el afio 616 en su e4n0n primero. (Harduin, t. Il, p. 881). Cf. Gregorit M. epp. lib. KI, cp. 61 ad ‘Chlotar. Fraacor. regem: «Pervenit ad nos quod sacri illic ordines com da- «tione pecuniae conferaatur. Et yebementer affligimur, si ad Dei dena non «meritis acceditor, sed praemiis prosilitur. Et quia haec simoniaca haeresis «prima in Ecolesia surgens, apostoloram est auctoritate damosta, petimus ut ‘apro mercede vestra congregari synodum faciatis, etc. » (Opp. t. II, p. 1147 sq.) En fin, Carlo Magno en su capitular primera, san. 803, cap. 2: « Sacroram «canenum non igeari, ut in Dei nomine sancta Ecclesia suo liberits potiretar ‘«honore, ad sensum ordini ecclesiastico praebuinsus ut episcopi per electio- «nem cleri et populi, secundim statuta canonum, de propria dioecesi, remota «personarum muneram scceptione, ob vitae meritam et sapientiae donum eli- «gantar, ut exemplo et verbo sibi subjectis esquequaque prodesse valeant.» Baluz, t. 1, p. 269). 1 La répida extension de los derechos y privilegios de los Metropolitanosfae Timitada en Germania, porque les divisiones poifticas del Estado no corres— pondian 4 es de la Iglesia, como sucedia en ol imperio griego-romano. Por -otra parte, los concilios provinciales, que tanto debian contribuir 4 esta exten- ‘sion, no pudiendo ser celebrados sino con ef consentimiento del rey, se con- fandian con las dietas del imperio, de donde nacian nuevas trabas para la or= ganizacion de los derechos metropolitanos, que iba siendo cada dia mucho mas Aébil. Gregor. Turon. Hist. Francor. Vil, 20: Interim dies placiti advenit, t episcopi et juesu regis Gunthramni spud Malesoensem urbem cotlecti sunt. —Sigeberti regis epist. ad Desideriom episc. (sobre el aiio 680): «Nobis cum «nostris proceribus conyeait ut sine nostra scientia synodalis concilius in regno ‘nostro non agatur, necad istas kelead. septembr. nulla conjunctio acerdovem, wer his-qui ad nostra ditionem pertinere noscuntur, non fiatur.» /Baluz.t.1).

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