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‘Manual de Ciencia Politica Edicin de Rafael del Aguila EDITORIAL TROTTA COLECCION ESTRUCTURAS Y PROCESOS Serie Ciencias Soe Ponsa eck: 1997 Sega eden: 2000 © Eder Tana, $A, 1997, 2000 ‘Sogase, 33. 38004 Madea “ello. 93.90.40 Foe 59391 11 Emel toto@nbometes p/w na es © Rofos el Aguile, Foncico Nilo Feral, Jos Aneno de Gabe Femendo Valespin, Coot Tato, Mana Trea Galgo, Elona Garo Gus, Romsa Paine Vole, Angel Feo, Marne Tora, Pable Ore, jose Vis Nog, Miguel een, Abeta Ole hon Hentndes Bewa, re Ramin Non, jose Caza‘ Paez, Sngel Valco, Roméan Male, 1997 Dist bain Gales Ise: 2481601808 Depes egal 235/2000 Impreson Simoncas Eanes, SA CONTENIDO Nota del coondinador dela edici6n cnet Frélogo: Francisco Murillo Ferrol La politica: el poder y la legitimidad: Rafael del Aguila. 1a formacién del Estado moderno: José Antonio de Gabriel El Estado liberal: Fernando Vallespi Rupturasy crfticas al Estado liberal: socilismo, comunismo ¥ fascismos: Carlos Taibo 5, Estado Social y criss del Estado: Mara Teresa Galego. 6. La democracia: Rafael del Aguila. 7. Estructura territorial del Estado: Elena Garcia Guitién 8. Estructura institucional del Estado: Renn Palmer Valero 9. Representacién politica y participacién: Angel Rivero. 10. Cultura politica: Mariano Toreal. 11. Los partidos politicos: Pablo Onate 12. Los partidos politicos en Espana: José Vilas Nogueira 13, Los grupos de presion: Miguel Jere. : 14. Corporativismo y neocorporativismo: Alberto Oliet Pad. 15. Los sistemas electoales: Juan Hemndes Bravo. 16. Elecciones en Espafa: José Ramon Montero 17. Transiciones y cambio politic: José Cazorla Pert 18. Retos contemporsneos dela politica (0): Los movimientos socials y el ecologismo: Angel Valencia 19. Retos contempordneos dela politica (Il: Los nacionalismos: Ramidn Mae Sade nnen Indice general... 21 35 32 81 107 139 159 7 205 234 2st 27 291 319 349 391 429 4st a7 307 racién en comin: lo que debe imponerse en la discusién es la fuerza del mejor argumento sin que sea posible acudir a la coaccidn 0 a la violencia como elemento integrante de la misma. Por supuesto, lo que encada momento hist6rico ha sido considerado como mejor argumen- to varia y se transforma, pero lo esencial aqui es que los participantes sean capaces de reconocer la fuerza de cada argumento de acuerdo con sus convicciones, creenciasy valores no manipulados. Las prohi- biciones de utilizar la coaccién 0 la violencia en los procesos deliberativos de nuestras democracias estin dirigidosa garantizar esto. Ahora bien, parece que esta idea de legitimidad ligada a procedi- mientos, deliberaciones conjuntas y acuerdos racionales favorece los. valores lieral-democréticos en detrimento de otros (tradicionales, au- toritatios, etc.). Esto es, en parte, cierto. Pero lo crucial aqut es que si alguien quisiera demostrar la supetioridad de los valores tradicionales 0 autoritarios sobre los democraticos vendria obligado a hacerlo también segrin este esquema procedimental (discutiendo en libertad cigualdad y bajo la fuerza del mejor argumento la superioridad de aquellos va- lores autoritarios 0 tradicionales frente a los democraticos). Asi pues, y resumiendo, dentro del paradigma arendtiano del poder y de la legitimidad procedimental habermasiana, considerare- ‘mos una acci6n, una norma o una institucién como legitima si fuera susceptible de ser justficada como tal dentro de un proceso delibe- rativo. Y este proceso deliberativo deberd regirse por reglas tales como la libertad y la igualdad de las partes, y deberd igualmente estar guiado por el principio del mejor argumento y la exclusién de la coac- cién. Aunque ninguno de estos elementos garantiza el resultado final (que el acuerdo efectivamente alcanzado sea «el mejor», por ejem- plo), la democracia liberal se basa precisamente en la idea de que si ‘nos equivocamos, al menos lo haremos por nosotros mismos y en muchas ocasiones, como diria John Stuart Mill, es preferible equivo- carse por uno mismo que acertar siguiendo los dietados ajenos. BIBLIOGRAFIA Arendt, H. (1977): Crisis dela Repablica, Taurus, Madrid. Beetham, D. (1991): The Legitimation of Power, MacMillan, London, Habermas, J. (1977): Froblemas de legitimidad en el capitaliemo tardfo, Amorrortu, Buenos Aires. Hague, R., Harrop, M. y Breslegin, S. (1993): Comparative Goverment ‘and Politics: An Introduction, MacMillan, London. Lukes, S. (1985): El poder: ws enfoque radical, Alianza, Madrid. Murillo, F. (1979); Estudios de Soctologia politica, Tecnos, Madrid. ‘Weber, M.: Economia y Sociedad, FCE, México. 34 Capitulo 2 LA FORMACION DEL ESTADO MODERNO José Antonio de Gabriel Universidad Auténoma de Madrid La comprensi6n de cualquier fenémeno politico contemporénco presupone un cierto conocimiento de sus origenes hist6ricos, de su sgenealogia, de sus precedentes. Cuando se analiza, por ejemplo, la cultura politica de un pafs, el conjunto de actitudes politicas que predominan en una determinada sociedad, no puede huirse de! i tento de deslindar lo que en esas actitudes hay de tradicional, de heredado, y lo que hay de novedoso, lo que supone un cambio. Légicamente, una obra como ésta tiene que renunciar, en casi todos los temas que aborda, a dedicar a la historia de sus conceptos un espacio amplio y diferenciado. El Estado, sin embargo, constituye una excepcidn, y esto nos da idea de su formidable importancia ‘como concepto y como realidad politica. El Estado, en su doble faceta de escenario y de actor de la politica, es tal vez el tinico ‘comin denominador mundial de la politica a finales del siglo xx. El acento, en nuestra época, cae sobre Ia politica estatal. Los otros mbitos de la politica, como el local, el regional o el supraestatal, ‘con ser importantes y recibir cada dia una atencién mas concreta de Jos politélogos, no pasan de suscitar un interés secundario o de despertar curiosidad por su caracter novedoso y experimental en el ‘caso de las organizaciones supranacionales de integracién. E inelu- 50 en estos Ambitos, los temas estrella tienen el horizonte estatal ‘como fondo. Por debajo del Estado, nada hace correr tanta tinta como las reivindicaciones de estatalidad de entidades subestatales, horizonte implicito o explicito de toda una eategorfa de nacionalis- mos. En el ambito de las organizaciones supraestatales, el predomi rio como objeto de estudio de a Unién Europea es tal que este 35. JOSE ANTONIO OE cABRIEL \inico dato hace ya sospechar que se trata de algo muy distinto al resto de las numerosas organizaciones internacionales. La Unién Europea se alimenta de cesiones de soberanta de sus Estados miem- bros, y periddicamente se corrigen sus objetivos fundacionales, casi siempre hasta el momento en sentido més ambicioso. Al mismo tiempo, en algunas de sus competencias, la Unién Europea busca imponer canales de comunicacién directos entre los ciudadanos y la organizacién, saltando por encima de las administraciones naciona- les 0, lo que es mas sencillo, haciéndolas suyas de alguna manera Estas tendencias sugieren que una de las miltiples visiones de la construccién europea es la que tiene como tiltimo horizonte la cons- truccidn de un Estado europeo. Enlas paginas que siguen analizaremos, en primer lugar, los pasos iniciales de un cierto tipo de Estado, el Estado europeo moderno, que triunfa en los sighos centrales del segundo milenio de nuestra era y que, con la expansién colonial europea por los cinco continentes y las sucesivas oleadas de descolonizaci6n, se generaliza como modelo universal en la segunda mitad del siglo Xx. En segundo lugar, repa- saremos brevemente las transformaciones que, nel plano de las ideas politicas, arompafiarén al nacimiento del Estado moderno, algunas de las cuales siguen presentes, a través de sucesivas reformulaciones, en la teoria y Ia préctica politica de nucstro tiempo. 1. LA FORMACION DE LOS ESTADOS EUROPEOS EL Estado, como poder politico y complejo institucional organizado sobre un determinadoteritorio, capar de ejrcer con una eicacia razonable el monopolio de la produccién de las normas mas rele vantes y del uso pablico de la fuerza, la coercién legal sobre las Personas, ola sociedad, sometidas a su jurisdicci6n, no es un inven- to nuevo, ni es tampoco un invento europeo. Todas estas caracteri ticas, las que integran un concepto minimo pero suficiente de Esta- do, estén presentes en varias de las civilizaciones de la Antigtiedad: 1 antiguo Egipto, las civilizaciones del Creciente Fértil, la Repibli- cay el Imperio romano fueron Estados en el sentido antes citado. Ya en nuestra era, nos encontramos con Estados que, con sus altos y sus bajos, surgen y se mantienen durante largos periodos en puntos tan distantes como Bizancio, la América precolombina o China. Incluso en el perfodo al que se refiere este capitulo, la edad moderna de la historiografia europea, el Imperio mogol en la India y el Imperio ‘otomano, atin no occidentalizado, se encuentran en su apogeo. Du= 36 rante el siglo xvt, el rey de Francia busca el apoyo del sultén en Estambul para debilitar la hegemonia naval del emperador en el Mediterréneo. Espaia envia poco después una embajada al shab de Persia, competidor del sultén otomano en el Oriente Medio, con propuestas de alianza. Todos estos monarcas, orientales y occiden: tales, gobiernan Estados. ero, ya en ese mismo siglo, una reducida flora portuguesa es capazde crear y defender plazas comerciales en las ostas del lmperio savafida, el territorio del shab. Y en la India, y en China. El Estado azteca sucumbiré ante una pequeiia fuerza expedicionaria castellana. Poco a poco, todos los Imperios no europeos irén cayendo bajo el dominio o la influencia de unos pocos Estados occidentales,o bajoel de una Rusia de monarquia y aparato estatal occidentalizados. {De donde procede esa fortaleza que hace de cuatro 0 cinco Estados, relativamente pequefios y poco poblados, los duefios del mundo en el curso de tres siglos? €Qué rasgos organizativos y materiales, ideo- légicos y sociales le convierten en el germen de un modelo que, a finales del siglo xx, cubre al planeta por completo? ‘Una respuesta verosimil debe analizar tanto las transformacio- rics que tienen lugar en los reinos de Europa occidental entre los siglos xv y xvi como las interpretaciones de sus posibles causas. 1, De «el rey entre los sefiores» a «los senores bajo el rey» El Occidente medieval, por debajo de las peculiaridades de los dis- tintos reinos, presenta una serie de rasgos politicos que permiten hablar de una cierta homogeneidad. En él conviven, por un lado, una serie de reinos y principados escasamente cohesionados polit ‘camente, integrados por feudos y ciudades. Los territorios feudales, eminentemente rurales, se hallan bajo el gobierno de sefiores, que imponen tributos y administran justicia, y que por encima de todo son guerreros, pero guerretos privados. Los reinos no son unidades de poder. La coercién piiblica carece de un tinico vértice, se encuen- tra dispersa en multitud de centros. El feudal, ante todo, se repre- senta a si mismo, no ejerce su poder a las érdenes y bajo el control sgenérico del rey. En la practica el sefior feudal es rey de sus siervos. El rey gobierna como un feudal sobre las tierras de realengo, es decir, sobre aquellas que le pertenencen patrimonialmente. ¥ es con ese patrimonio privado con el que respalda su derecho a la corona y sus pretensiones de influencia sobre el resto del reino, que depen- den basicamente de sus relaciones personales con los nobles mis poderosos. 37 JOSE ANTONIO DE GABRIEL La nobleza feudal se articula a través de alianzas privadas, enca- denando pactos de vasallaje por los que los sefiores menotes quedan obligados con otros mayores y asi sucesivamente hasta llegar, en algunos de los casos pero no siempre, al rey. El rey, se dice en la Europa alto-medieval, es primus inter pares, «el primero entre igua- les», siendo los nobles, naturalmente, los iguales. Un ejército feudal retrata bien la realidad de la distribuci6n del poder en el Occidente medieval europeo. Este ejército estaré formado fundamentalmente, hasta bien entrado el siglo xv, por caballeros, que acudiean al co bate con sus propias armas, escuderos y caballos. En general, llega- an por grupos, con un gran sefior a la cabera, al que los caballeros de su mesnada se hallan ligados por pacto de vasallaje. Puede que el rey encabece la operacién, puede que sea otro gran sefior quien Ile- ve la iniciativa, Lo que est claro es que, como en una sociedad comercial, tendraé mas peso el que mas aporte, y si hay victoria ten- dra derecho a una mayor ganancia, Porque la guerra es profesin de los seftores feudales y, junto al matrimonio, el medio tipico de ad- uisicién de nuevos dominios. La importancia de la aportacién de cada caballero, o incluso su asistencia, dependerd del interés que le vaya en la empresa o de sus pactos de vazallac, pero no de una obligacién genérica y reglada como ocurrira pocos siglos después en los ejércitos regulares de los reyes y mas tarde de las naciones. Pode- mos decir que, vistos desde el sigho xm, los ejércitos del fururo son pablicos, centralizados y burocratizados, frente al carécter privado, irregular y aghutinante de las mesnadas feudales. Lo mismo podria. ‘mos decit al comparar el reino medieval con el Estado moderno. Otro elemento mas les diferencia, hoy particularmente llamati- vo. En los ejércitos feudales suelen combatir juntos caballeros de distintos reinos. La idea nacional importa relativamente poco, aun- que no deja de haber quien haya interpretado El cantar de mio Cid como afirmacién del valor castellano frente a la doblez de leoneses y aragoneses. La propia Espafia medieval es un perfecto ejemplo de esta versatilidad de lealtades de la nobleza feudal, con sus famosas, alianzas coyuntarales entre cristianos y musulmanes. ‘As{ pues, los reinos medievales se caracterizan fundamental- mente por su marcado policentrismo y por el carter patrimonial del poder, que depende sobre todo de la propiedad de la tierra. Este policentrismo se acentia si se pasa del plano horizontal de los feudales al vertical de la estructura estamental de la sociedad o al espacial, con la dicotomfa entre las ciudades, con un estatuto muy auténomo y relaciones peculiares con la corona y el campo, feuda- lizado. 38 LA FORMACION DEL ESTADO HOOERNO Este acendrado policentrismo politico, militar, social y, no hay que olvidarlo, muy significativamente juridico, no significa caos ni desarticulacién. La Edad Media europea genera mecanismos de co- ordinacién llamados a desempeftar un gran papel, una vez moderni- zados sus contenidos, en los futuros Estados. En los reinos, desde finales del siglo x, comienzan a proliferar organismos de represen- taci6n estamental: Cortes, Parlamentos, Estados Generales, Dietas cen Jos que el rey se reiine con los burgueses de las ciudades, el alto lero y la nobleza. En estos foros se libran distintas batallas, pero la ‘mis caracteristica es la batalla fiscal del rey con las ciudades. El rey necesita dinero para financiar sus campafas y apuntalar su autori- dad entre los feudales, y sdlo las ciudades, florecientes centros mer- cantilesy artesanales, estan en condiciones de facilitarselo, natural- mente a cambio de algo. Se llega ast al sistema de pactos entre el rey y las ciudades, el pactismo medieval: las ciudades acepran votar tri- bbutos a cambio de privilegios, es decir, de derechos que benetician a sus actividades tipicas y de garantias Ue libertad (entiendase autono- mia) politica y de seguridad, tanto comercial como fisica. Pero, fren- te alo que ocurrira mas tarde en la Europa continental, el rey, mas que imponer tributos, los negocia. Y los negocia con los represen- tantes de las ciudades @ los que convoca a las Asambleas Estamenta- les. Como ilustea el viejo principio inglés de fiscalidad: No taxation without representation. De alguna manera, las Asambleas Estamentales comienzan a dar- le unidad al reino, a reforzar la idea de un cierto orden unificado dentro de un territorio mas 0 menos delimitado y con una autoridad suprema, el rey, que sino es atin soberano efectivo en todo su reino, s{ comienza a ser soberano imaginado en ese espacio. Al servicio de esta idea, las monarqufas europeas comenzarén a construir una sim- bologfa y una ideologia del rey como supremo poder temporal den- tro de su reino, gracias a la legitimidad que le otorga el derecho La consolidacién de los reinos como espacios politicos que se vvan integrando poco a poco bajo una autoridad cada vez més s6lida se beneficia del fracaso de los dos grandes poderes de la Edad Media europea, el Papado y el Imperio, para reconstituir en la cristiandad un poder unitario efectivo, como hiciera efimeramente siglos antes el emperador Carlomagno. Ambos poderes se enfrentarén militar € ideolégicamente, y de su combate saldrén reforzados los reinos oc- cidentales. El ideal del Imperio, una eristiandad bajo una éinica au- toridad temporal, fracasaré ante la pujanza cada vez mayor de los, reinos. El Papado, deseaso de que su cardcter de vicario de Cristo en 39 Jose ANTONIO BE casnieL la tierra le conceda una especie de derecho de supervisién y control sobre la autoridad temporal de los monarcas cristianos, que sin ex- cepcién legitiman su poder por el derecho divino de sus dinastias a Ja Corona, aunque también mediante las construcciones que un pu- fiado de juristas que recupera y adapta del derecho romano de la época imperial, veré no s6lo cOmo los reyes reafirman su autono- ria, sino incluso cémo en el norte de Europa muchos de ellos abra- zan el protestantismo y crean Iglesias nacionales poco inclinadas a ‘uestionar la autoridad o las decisiones politicas de los principes. ‘Vemos cémo los reinos van tomando cuerpo estatal. La cuestion ahoraes si el apoyo que las ciudades, esto es, la emergente burguesia mercantil, le prestan al rey a cambio de privilegios y libertades es explicacign suficiente para la progresiva debilitacion de la organiza ‘ign feudal del poder y el simulténeo avance de un poder real cada vex més efectivo sobre todo el territorio del reino, ejerciendo cada ‘vez mas funciones estatales a través de sus agentes. También esta por ver si en el fracaso de Papado e Imperio estd toda la explicacién del triunfo de los reinos en el siglo xvi, que ni tienen pretensiones de universalidad ni son pequefios feudos autérquicos. Michael Mann aporta una teoria que trata de comprender tanto la consolidacién de los reinos curopeos occidentales en los siglos centrales del milenio como su extrordinaria fortaleza, que les per- smitiré y les impulsard a Janzarse a abrir nuevas rutas comerciales y a buscar riquezas por continentes desconocidos o exéticos para la Europa medieval. Para Mann, es el propio conflicto, la guerra entre los reinos europeos, entidades politicas de tamatio medio, mucho ‘més manejables que un Imperio como el otomano 0 el chino, pero ‘mucho més poderoso que una ciudad-estado como las del norte de Italia o que una alianza de Feudales, lo que empuja a los reyes a una incesante basqueda de apoyos y recursos en sus propios reinos. Los reyes se hacen poderosos dentro de su reino gracias precisamente a su incapacidad para imponer una pax fuera de él. Francia, Inglate- rra, Aragon y Castilla (luego Espafa), Portugal y los Paises Bajos, ‘guerrean y se alfan sin cesar entre los siglos xiv y xv. Todo ese esfuerzo bélico, como acabamos de apuntar, ¢s costoso, ¥ requiere de algtin modo la sinergia de todas las fuerzas del reino, militares, productivas,técnicasy organizativas. Yaqui esdonde se pro- duce la novedad. El rey, al contrario que un déspora antiguo, carece de la fuerza necesaria para extraer imperativamente los recursos que necesita para la guerra. Para obtenerlos debe recurrit ala negociacién ‘con los sectores de la sociedad que estan en condiciones de aportarlos ¥ que, en contrapartida, pueden obtener ventajas haciéndolo. Como 40 LA FORMACION O&4 ESTADO MODERN apuntaban ya las Cortes, la tendencia a gobernar con la sociedad, una sociedad de nobles y de comerciantes, vaa ise acentuando ya generar tun nuevo tipo de autoridad real despoticamente débil pero infraes- tructuralmente fuerte. La guerra o su posibilidad, como escenario permanente del sistema de Estados europeos que llegard asu madurez enla Paz de Westfalia, propiciarS el rSpido avance de unos reinos cada ‘vez més y mejor organizados, de cardcter cada vez.mdsestatal. Y estos reinos deberdn apoyarse, ya que no pueden imponerse sin ms, en una sociedad cada vez més integrada y, en cierto sentido y con todas las reservas, cada ver mas nacional. Andando el tiempo, estos reinos de la Edad Moderna se convertirén en los Estados-nacidn a los que nos referiamos en nuestra introducci6n. 2. Caracteristicas institucionales del Estado moderno Los reinos del Renacimiento, y principalmente los més pujantes, estos, Francia, Espatia e Inglaterra, van creando wna nueva estruc- tura institucional al servicio, fundamentalmente, dela guerra. El rey esta a su cabeza, y por ello esta estructura nacerd con un cardcter Imarcadamente patrimonial, integrada por servidores del monarca Este cardcter patrimonial, exasperado durante el absolutismo fran- cés de Luis XIV (L’Etat c'est moi), ya en el siglo xvii, se iré poste riormente diluyendo y tomando un cardcter mas pablico hasta ha- ccerse claramente nacional con el paso de la legitimidad dindstica de derecho divino a la contractual y proto-democratica tipica del libe- ralismo del siglo x1x. Pero en este capitulo no llegamos tan lejos: nos quedamos en el Estado del Renacimiento y con el absolutista de los siglos xvi y xvit. El ejército es la primera necesidad del monarca europeo durante este perfodo. Un ejército nuevo, muy amplio y mercenario, de ca- racter cada vez mas permanente, Un ejército, ademas, no caballeres- co. No es que los nobles queden fuera del oficio de guerreros. Si- gguen en él, ysiguen al mando, pero ya no constituyen el grueso de Tas fuerzas. No son ya guerreros privados que se conciertan para it al combate, son soldados del rey en un ejército del rey que el propio rey financia. Obedecen a un mando unificado con objetivos milita- res directamente relacionados con la politica dindstica, La irrupcién de las armas de fuego y de los nuevos barcos, el cardcter mercenario de los nuevos ejércitos y su mayor tamafio con- vierten la aventura militar en una empresa con un coste sin prece- dentes. La guerra devora la casi totalidad de los ingresos del rey. La presién fiscal aumenta o disminuye en funcién de las campafias. Al a JOSE ANTONIO DE GasniEL servicio de estas necesidades fiscales surge todo un cuerpo de audi- tores, recaudadores, etc., que se expandiran por todo el reino para intentar saciar, de forma ordenada y reglada, la voracidad de dinero de la maquina militar. Al mismo tiempo, la complejidad de los asuntos a tratar y resol- ver por el rey, en continuo aumento, da origen a la creacién de rganos asesores y ejecutivos cada vez més especializados. Con el Estado moderno nace la burocracia moderna, el gobierno de las pe- ticiones, los documentos y los tinteros, con sus Conscjos, Audien- cias y Cancillerfas. Felipe If encarnara mejor que ningin otro mo- natca este nuevo estilo de gobernar. Este aparato se introduce también en los ambitos auténomos caracteristicos de la Edad Media, precisamente para mitigar ese ca- acter reforzando el poder central. En los feudos ir suprimiendo las inmunidades jurisdiccionales y gravara directamente a los campesi- nos. En las ciudades, las libertades iran restringiéndose y sus autori- dades quedardn estrechamente vigiladas por agentes del rey, como los corregidores castellanos o los intendentes franceses. La depen- dencia romana de la Iglesia decaeré o sera directamente eliminada, como en la Inglaterra de Enrique VIIL Esto no significa que la nobleza quede apartada de los asuntos del gobierno. La nobleza se vuelve cortesana, instruida y palaciega, pero sin dejar de ser militar. Surge con fuerza un nuevo tipo de ciudad aglutinadora de los que son algo o aspiran a algo en el reino: la Corte, la residencia habitual del rey, precursora de las modernas capitales de los Estados. Al mismo tiempo, y en este mismo ambito, burgueses con estudios universitarios desempefiardn cargos de gran importancia dentro de la administracién del rey. El dominio del derecho y de las cuentas pasan a ser capacitaciones fundamentals para abrirse camino en ese mundo. Por esta via, la via cortesana, nobleza y comercio quedaran vinculados al rey y al reino, y con frecuencia el matrimonio los integraré en una sola clase. La sed de dinero del Estado acelerar a menudo el proceso, a través de la pro- ‘gresiva venalidad de cargos administrativos y titulos nobiliarios. Este puede ser un retrato del Estado del Renacimiento, de los reinos occidentale del siglo xvi. El monarca ha ido tomando, pro- sresivamente, poder y competencias sobre espacios mas amplios. El Ambito de su poder se ha afirnado sobre un territorio delimitado y la idea de frontera ha surgido con fuerza. Los vinculos entre los stibdi tos y el rey han ido haciéndose cada vez més directos a través de la fiscalidad, la justicia yla burocracia, Correlativamente, la autonomia politica de las ciudades y la importancia de las asambleas de repre- 42 sentacién estamental se ha debilitado, con la importante excepcién de Inglaterra, llegando en muchos casos hasta la atrofia total. El rey legitima su gobierno apelando ala voluntad de Dios, no postulandose como cabeza de la nobleza o como sefior mas poderoso. ‘Yano quedan huellas feudales en lajustficacin de su autoridad. La monarqufa absoluta, que se abre camino en la Europa conti- nental, desde Portugal hasta Rusia, en los dos siglos siguientes, acen- tuaré esta tendencia. Bl monarca absoluto patrimonializa y personi- fica la autoridad politica al maximo. Eles el supremo poder temporal dentro de los mites de su reino, en el que no reconoce superior. El es la unica fuente de la legislaci6n y la justicia. Decide sobre la gue- rray la paz y dirige el ejército y la administracién. En una palabra, en él reside la soberanta. ‘Como antes apuntamos, el modelo de relaciones internacionales que sale de la Paz de Westfalia (1648) ilustra perfectamente el nuevo orden politico, esto es, la rotunda victoria de los Estados tanto sobre los poderes medievales con pretensiones de universalidad como so- breel policentrismo politico medieval. Europa queda constituida por Estados soberanos que no reconocen autoridad superior, y que se se ‘encuentran ejetos ala légica dela lucha por el poder entre ellos. Esta competencia es a menudo militar, yel embrionario derecho interna- ional ni puede ni pretende contrarrestar el uso efectivo de la fuerza como principio rector de las relaciones internacionales. Las regula-

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