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fk D. Stolorow George E. Atwood nde que no existen mentes aistadas sino logo e interacciones entre ellas. De este ‘modo, los fendmenos psicolégicos pueden entonderse (y las pertu 5 <4 baciones curarse) sélo si se tienen presentes los «contextos + ‘ /0sn las relaciones entre las personas. Desde esta dptica, * i les y mas sequidas del pensamiento psicoana- ” neo, los autores reconsideran los argumentos “= les dol psicoanélisis clasico, c 0s. Stolorow.y Atwood abren el ro con una critica penetrante del mito de la mente aislada, que a su juicio ha impedide que se reconazca {ue los fundamentos de la vida psiquica son intersubjetivos: la or- ganizacién do la experiencia de si mismo, defienden los autores, esté siempre codaterminada por las respuestas de los otros. A continuacién revisan los supuestos basicos de la teoria psicoanalitica de la vida -2 Sogunda'parte del libro incliye varios ea8os | comentarios que tustran el enfoque del tral ‘eacciones terap. Hla eves el Los contextos del ser LSPs Ce | CoM Eee ORS (eLUlletck u(y psicalogiet Fe PSL oA Robert D. Stolorow BSAl- CGE George E. Atwood LOS CONTEXTOS DEL SER Las bases intersubjetivas de la vida psfquica ‘TRADUCGION DE Angels Cércoles, M. Josep Estruch, Maite Jordan, Marta Lleonart, Néiria Mata, ‘Teresa Mas, Ramon Riera y Montse Ventura 524 424 Herder BIBLIOTECA SAN JOAQUIN LIOTECAS. SBTHMGA ue: be CHILE Til orginal: Convex of Being, The Interubjectve Foundations of ychologial Life Traduccibn: Angels Oétcoles, M. Josep Enruch, Mace Jordan, Marea conart iia Mara, Teresa Mas, Ramon Riera y Montz Ventura Dito del cubirta: Claudio Bado'y Ménica Bazin © 1992, The Analytic Pres, Ins Publier: © 2008, Herder Edit SL, Parlor ISBN: 86-254.23503, iene expeso cin vi Impronta: Rensocox Depo leg B-7.985 = 2004 Prine in Spain — lips en Epa Herder won herderedoralcom En memoria de Dede yo soy a través de ti por tanto yo. . £, CUMMINGS Através del Ti el hombre deviene ¥6. ‘MaKTIN BuseR El bebé, como tal, no existe D. W Winicorr Introduccién a la edicién, espafiola, por Ramon Riera. Acerca de la traduccién Prefacio . = Introduccién ........ 6. Variedades de la alianza terapéutica...... 7. Modalidades de «impasse» terapéutico ... Epilogo . Bibliograffa . FUNDAMENTOS TEGRICOS |. El mito de la mente aislada las tres formas de inconsciente Cuerpo y mente... ‘Trauma y patogénesis . la formacién de las fantasias APLICACIONES CLINICAS indice de nombres y ‘conceptos . dns iNDICE B 21 23 a sanaa lll 147 a7 +19 201 78 INTRODUCCION ALA EDICION ESPANOLA Ramon Riera” ste libro que el lector tiene en sus manos es la prime- ra traducci6n al castellano de Atwood y Stolorow, los creadores de la perspectiva intersubjetiva'en psicoand- lisis. Esos autores tienen ya una larga trayectoria en la iblicaci6n del desarrollo de esta nueva orientacién psi- coanalitica: su primer libro, Faces in @ Cloud (Caras en tuna nube), fue publicado en Estados Unidos hace ahora unos 25 afios. uno de ellos desarroll6, El ria psicoanalitica es el resultado de la manera subjetiva que cada autor tiene de organizar el mundo psicolégico + Ramon Riera es codirector, junto a Francese Saing, del Semi- nario de Formacién Continuada en Psicoandliss Relacional Con- temporéneo, Profesor del Seminario de Kobut de la Fundaci6 Vidal i Barraquer / Universitat Ramon Lull, Miembro del Advisory Board ofthe International Association for Relational Psychoanalysis and Psychotherapy (ARPE). Miembro del International Council for Psy. choanalytic Sef Psychology. 3 a partir de las convicciones emocionales que ha de- sarrollado en su propia historia. De esta manera, la teoria queda desabsolutizada, ya que aparece como una manera patticular, de entre las mi de intentar en una nube», hace referencia al hecho de que personas que miran una misma nube even» personajes distintos, De la misma forma, nos vienen diciendo Stolo- row y Atwood en estos 25 afios, cada psicoanalista ve a su paciente a través de sus propios prejuicios teéricos y a través de sus propias convicciones emocionales. En mi experiencia se me ha hecho evidente la ten- dencia de cada autor psicoanalitico a ver siempre el mis- ‘mo personaje en la nube: Freud, cuando miraba el alma humana, solfa ver al personaje de Edipo; Melanie Klein solia ver, escondiido bajo las capas profundas del psi- ‘quismo, un bebé arcaico luchando para liberarse del Ciclo infernal de proyectar su destructividad en la madre pata verse luego perseguido por la misma; Kohut solia ver en el paciente a un personaje que busca en el analista aquellos padres empéticos que no ha tenido. Ahora bien, probablemente todas las escuelas psicoanaliticas del ‘mundo y de todos los tiempos estarfan de acuerdo en una premisa basica: el psicoanalista ofrece al paciente un lugar (los clisicos lo llaman encuadkre o setting) en el que éste se sienta con fuerzas y con la libertad de conec- tar con sentimientos, ideas, deseos, fantasfas, etc. con os que no habfa podido conectar previamente en los otros espacios de su vida. Y probablemente todos sus- cribirfan también que el efecto terapéutico del andlisis reside precisamente en el efecto reconfortante que tiene para el alma humana poder vivenciar la propia realidad ‘emocional, por dolorosa que ésta sea. Creo que la mayo- sia de psicoanalistas verfa en la nube del psicoandlisis 4 esta misma cara. Ahora bien, el problema aparece cuan- do el autor de la teoria pretende conocer de antemano que esta realidad psiquica que el paciente tiene que aceptar consiste en unas fuerzas oscuras que, de forma universal, moran en el interior de todos los humanos. Freud consideraba que el psicoandlisis reconfortaba al paciente ayudandole a descubrir y aceptar sus fuerzas pre-genitales e incestuosas y a entender los conflictos que estas fuerzas habfan generado. Klein también com- partia el principio basico de que el andlisis ayuda al Paciente a mejorar su insight sobre la mortifera diné- mica de las proyecciones de unas fuerzas destructivas y envidiosas. Ambos pretendfan que la compajifa de un analista que no s6lo no se asusta ante estas fuerzas oscu- ras, sino que ademés es un experto en sus dindmicas, es lo que permitia enfrentar valientemente esta verdad y lo que, en tiltima instancia, ayudaba al paciente. Kohut tuvo el gran mérito, desde mi punto de vista, de centrar su interés te6rico en la empatia, Ello trajo uuna consecuencia de enorme trascendencia: descubri6 que la mayoria de las teorias psicoanaliticas describian unas dindmicas que no eran asequibles a través de la yello le condujo a elaborar teorias mas cerca- nas a la experiencia’, Otros muchos autores han con- * Bl Lector puede consulta lo de Kohut (1979), publi ‘ado por Herder en castellano, ttulado Los das andiisis del St Z, en cel que se describe el andlsis de un paciente realizado en dos etapa. En a primera etapa se aplican la teorias freudianas centradas en las ppulsiones; en la segunda etapa se aplican las teorias cercanas a la experiencia de Kohut, centradas en la conexién empética con los afectos del paciente. En mi propia evoluci6n profesional, la lectura de este articulo significé un punto de inflexi6n en mi prictica con Jos pacientes. En el mismo volumen de la edicién espafiola de Her- der, elector encontrar también el limo articulo que escribié Kobut 15 tribuido, a través de otros caminos, a ayudar al psicoa- ndlisis a ir superando sus aspectos més especulativos. Bowlby, por ejemplo, mediante el estudio y observacion "ego 0 attachment del pequefio con sus adultos significativos inicié una tradicién que esta dando unos (0s para el psicoandlisis contempord- investigaci6n empirica de los dis- tintos patrones vinculares que tenemos los humanos iacién del psicoandlisis pulsio- a gran ayuda en la demarcacion de un andlisis amplio que incluya todas aquellas tenden- cias que se desmarcan de los origenes hist6ricos del psi- coandlisis centrado en las pulsiones. I’ La perspectiva intersubjetiva de Stolorow y Atwood ¢s una de las corrientes de mayor difusin del psicoa- ndlisis contemporéneo en todo el mundo. Su presu- puesto central es que no existe el analista neutral al que el paciente transfiere 0 proyecta sus contenidos intrapsi- quicos, sino que se considera que el analista tiene sus propios prejuicios y convicciones que van a interactuar con los prejuicios y convicciones del paciente, De esta forma, el analista deja de ser el experto en las fuerzas oscuras que moran en las profundidades del incons- cientey que revela (interpreta) al paciente las verdades inconscientes que éste desconoce. En cambio, la pers- (1982) sobre la empatia,ttulado Introspeccién, empatta y el semi- del individuo como constructo central, y describimos este mundo como algo que evoluciona angénicamente a partir de los encuentros de la persona con aquellas experiencias formativas cruciales que constituyen la his- Joria personal e irrepetible de cada uno. Més adelante (Atwood y Stolorow, 1984) abandonamos la terminolo- gia «mundo representacional» porque nos dimos cuen- ta de que se usaba indistintamente tanto para expre- sar los contenidas imaginarios como su estructuracion temdtica. Por tanto decidimos utilizar «mundo subje-| tivo» para describir los contenidos de la experiencia, y para designar principios invariables que de forma inconsciente y repetitiva orga- nizan aquellos contenidos dndoles un sentido y una] temitica concreta. Aunque el concepto de intersubjetividad no fue introducido en Races in a Cloud, estaba claramente { implicito en los ejemplos de cémo los mundos subje- | tivos de los distintos autores influenciaban su com- prensién de las experiencias de los dems. De hecho, 28 (lpr nn la tematica central del libro queda expresada en la frase: «el observador es lo observado» (p. 17). La primera vez que utilizamos de forma explicita el término «intersub- jetivo» en nuestros escritos fue en un articulo (Stolo- row, Atwood, y Ross, 1978) en el que conceptualizamos Ja interacci6n entre transferencia y contratransferen- cia en el tratamiento psicoanalitico como un proceso que reflejaba la interaccién entre los diferentemente organizados mundos subjetivos de paciente y analista En aquel articulo, presagiando el abundante trabajo que estaba por venir, empezamos a tener en cuenta el im- pacto que tienen en el proceso terapéutico las no re- conocidas correspondencias y disparidades entre los respectivos mundos vivenciales del paciente y del ana- lista. En el tratamiento psicoanalitico consideramos que el observadior es intrinseco a lo observado (véase tam- bién Kohut, 1982, 1984). En escritos ulteriores, la mayoria con la colabora- cin de Bernard Brandchaft (Stolorow, Brandchaft y Atwood, 1983, 1987; Atwood y Stolorow, 1984; Brand- chaft y Stolorow, 1984; Stolorow y Brandchaft, 1987), demostramos que la perspectiva intersubjetiva podia iluminar una amplia variedad de aspectos clinicos, inclu- yendo las reacciones terapéuticas negativas y las «pues- tas en acto» (enactments), la accién terapéutica y las formacién del contflicto y la resis- conclusin (Stolorow et al., 1987) de que «el contexto intersubjetivo tiene un rol constitutivo en todas las formas de psicopatologiay (p. 3) y propusimos que «la exploracién de los patrones particulares de trans- acci6n intersubjetiva relacionados con el desarrollo y mantenimiento de las diferentes formas de psicopato- 29 i} Jogia es [...) una de las areas més importantes en las préxi- ‘mas investigaciones psicoanaliticas en clinica» (p. 4), Queremos insistir en que nuestro uso del término «intersubjetivor nunca ha presupuesto el logro o el alcan- ce del pensamiento simbélico, o del concepto de uno mismo como sujeto, o de las relaciones intersubjetivas en el sentido de Stern, Aunque la palabra sintersubje- tivo» habia sido usada antes por los autores de la psi- cologia del desarrollo, nosotros no conociamos este uso cuando acufiamos el término y Je asignamos un sentido particular en nuestro marco de referencia (Sto- lorow et al., 1978). A diferencia de los autores de la psi] cologia del desarrollo, nosotros utilizamos «intersub- jetivo» para nombrar todos los campos psicolégicos formados por la interaccién de mundos de experien- Cia, sea cual seael nivel enel que estos mundos estén y organizados. ‘También queremos subrayar que, aunque el de- intersubjetiva debe mucho ala psi- a del self (véase Stolorow, 1992), icativas entre el concepto de restaurar 0 consolidar la organizacion de la experiencia | del self) y nuestro concepto de campo intersubjetivo. Un campo intersubjetivo es un sistema de influencia ‘mutua y reciproca (Bebee y Lachmann, 19882). No s6lo el paciente recurre al analista para tener una vivencia de selfobject, sino que también el analista recurre al paciente con este fin (Wolf, 1979; Lee, 1988), y lo mis- mo se podria decir acerca de la relacién nifo- cuidadores. Para expresar tal reciprocidad intersubje- iva de influencia mutua tendriamos que hablar de telacién de self-selfobject — selfobject-self. 30 ‘Todavia resulta més importante subrayar que «mun- do subjetivo» es un constructo que abarca un terreno vivencial més amplio que «selfs. Adems, un campo inter- subjetivo (un sistema formado por proca ‘entre dos 0 mas mundos subjetivos) es més amplio y més inclusivo que la relacién seléselfobject. Un ‘campo intersubjetivo existe a un nivel més general y por tanto puede incluir dimensiones de la experiencia (tales como trauma, conflicto, defensa y resistencia) que no pueden ser incluidas en la dimensién de selfobject. La perspectiva intersubjetiva es, en esencia, un posi- cionamiento metodol6gico y epistemolégico muy amplio. que considera necesaria una revisi6n radical de todos Jos aspectos del pensamiento psicoanalitico. En nuestros rimeros trabajos nos centramos en las implicaciones de este posicionamiento para una amplia variedad de aspectos de la prictica de la terapia psicoanalitica, En el presente libro queremos aplicar la perspectiva inter- subjetiva para revisar los pilares fundacionales de la teo- ‘a psicoanalitica, incluyendo el concepto de incons- Ciente, la relacién entre mente y cuerpo, el concepto de trauma y la comprensi6n de la fantasia. Empezaremos ‘con una critica de una idea que durante mucho tiempo hha impedido el reconocimiento de las bases intersub- tivas de la vida psicolégica: el concepto de la mente aislada e individual. Esperamos que, al proponer una ‘exposicién critica de esta idea tal como ha aparecido en, las distintas teorfas psicoanaliticas, podremos transmi- tir més claramente las hip6tesis que forman la base de nuestra perspectiva y podremos también situar nuestro marco de referencia dentro de la vaciedad del pensa- miento psicoanalitico, 31 Primera parte FUNDAMENTOS TEORICOS BIBLIOTECA SAN JOAQUIN SISTEMA DE BIBLIOTECAS BONTIFIGIA UC. DE CHILE Capitulo 1 EL MITO DE LA MENTE AISLADA En contraste con el punto de vista de que el hombre moderno sufre de una ausencta de mitos, en este capi- tulo desafiamos un mito central que impregna la cultura occidental contempordnea y que también se ha insi- nuado en los presupuestos fundacionales del psicoand- lisis: el mito de la mente individual aislada. Al poner de relieve el poder organizador inconsciente de este mito y proponiendo una perspectiva alternativa que enfatiza los fundamentos intersubjetivos de la vida psicol6gica, esperamos contribuir no s6lo al avance de la teoria coanalitica sino también a la profundizacién de la au- toconciencia reflexiva. Fuera de las garras constrictivas ‘corizacién psicoanalitica quedaré libre para describir la experiencia humana de formas radi- calmente nuevas. LA ALIENACION ¥ LA MENTE AISLADA El mito de la mente aislada atribuye al hombre un modo de ser en el cual el individuo existe separadamente del mundo de la naturaleza fisica y también de la vincula- 35 cién con otros. Este mito ademds niega la inmateriali- dad esencial de la experiencia humana al describir la vida subjetiva en términos sustancializados y reificados. Considerada como simbolo de la experiencia Ja imagen de la mente aislada representa la del hombre moderno con respecto a Ja naturaleza, la vida social y la subjetividad misma. Esta alienaci6n, tan ‘omnipresente atin en nuestro tiempo, tiene mucho que ver con la cultura de la tecnocracia y la herencia intelec- tual asociada al mecanicismo que ha dominado el pen- samiento sobre la naturaleza humana en el siglo xx (Matson, 1964; Barret, 1979). Sin embargo, nuestro pro- pésito en el escrito siguiente, no es offecer una critica explorar sus significados psicolégicos haciendo resaltar el mito de la mente aislada. ‘Nuestro punto de vista es que la alienacién del hom- bre moderno sitve para negar triplemente un conjun- to de vulnerabilidades especificas ¢ inherentes a la exis- tencia humana, vulnerabilidades que por otra parte pueden conducir a un sentimiento insoportable de ansiedad y angustia, Consideraremos en primer lugar ‘c6mo esté entretejida la vida humana con el mundo de Ja naturaleza fisica Alienacién de la naturaleza Al postular la existencia de la mente como una enti- dad se introduce una distincién entre forma de ser cor- poral y mental en la constitucién del hombre. Esta dis- tincién disminuye la experiencia del self humano de estar inevitablemente encarnado en lo fisico, y por ello de esta forma se atentia la sensacion de estar entera- 36 mente sujeto a las condiciones y ciclos de la existencia biolégica. Estas condiciones incluyen una dependencia absoluta del entorno fisico, el parentesco con otros ani- males, la sujecion a necesidades y ritmos bioldgicos y, quizs més importante atin, la vulnerabilidad fisica de] hombre y su mortalidad final. Una actitud no enajena- da con respecto a la mortalidad la certeza e irrevoca- bilidad de la muert ica~ conlleva ansiedad ante la perspectiva de la aniquilacién fisica y angustia frente ala transitoriedad de todas las cosas, Mientras el ser del hombre se defina y'localice en la mente, es decir, como una entidad existente aparte de un cuerpo enclavado en el mundo biolégico, se puede mantener la ilusién de que existe una esfera de inmunidad interna a las cons- tricciones de la existencia animal y la mortalidad. Esta tranquilizadora forma de diferenciarse de la naturaleza fisica puede llegar atin més lejos, hasta francas reifica- ciones del self como una esencia inmortal que trasciende literalmente el ciclo de vida y muerte. Tales reificacio- nes pueden tomar muchas formas: los diversos con- ceptos del alma inmorial, identificar el self con ideas y trabajos considerados con significado y valor eternos, ‘y proyecciones del self hacia lineas de descendencia que se extienden indefinidamente hacia el futuro (Rank, 1930; Becker, 1973, 1975). Distinguimos entre la inevitable experiencia de la encarnacién fisica del self que acabamos de explicar y una clase de estados defensivos que abarca todas las, identificaciones del self con el cuerpo fisico. Estos mos estados, correspondientes a un nivel psicol6 de las doctrinas filos6ficas del crudo materialismo y del conductismo, implican un esfuerzo para anular la sub- jetividad y reducir la existencia humana a términos exclu- sivamente de pura materia fisica. Sila persona se vuelve 37 \Gnicamente materia 0 cuerpo, no hay experiencia de angustia como reaccién a la mortalidad ya que la expe- riencia en si ha sido negada. Mas atin, la muerte pier- de mucho de su poder en un mundo que se ha vuelto ‘enteramente material y concreto, porque entonces no existe la vida de un sujeto consciente, que ha queda- do inevitablemente borrado, sino mds bien s6lo la cesa- ‘cién de un grupo particular de procesos fisiolégicos. Alienaci6n de la vida social ‘Un segundo campo de alienacién simbolizado en el mito de la mente aislada es el de las relaciones del individuo con los otros seres humanos. La idea de la mente como una entidad separada implica una independencia del ser esencial de la persona con respecto a la vinculacién. con los otros. La imagen de esta entidad mental, loca- lizada en el centro de la realidad y susistiendo al cos- tado de otras mentes, reifica en primer lugar la expe- riencia tan comiin de la soledad psicol6gica. Aquellos que han cafdo en el poder de este mito dicen que cada individuo conoce s6lo su propia conciencia y que en tenecientes a otras personas. Esta ostensible soledad contoldgica» (Mijuscovic, 1988), que ignora el papel constitutivo de la relaci6n con el otro en la constitucién, de cualquier tipo de experiencia de la persona, atribu- ye universalidad a un estado subjetivo bastante particular caracterizado por la sensaci6n de un aprisionador extra- fiamiento de los otros: Este es un estado en el cual uno no se siente ni reconocido ni entendido en el nivel de los afectos més profundos de si mismo; ademés, es un estado en el que el anhelo de ese tipo de conexién sus- 38 ( tentadora con Jos otros ha sucumbido a la resignacién ya la desesperanza‘ Este aislamiento, tan persistente y profundamente arraigado en nuestra cultura, propor- ciona, en nuestra opini contexto intersubjetivo especifico que convierte en insoportable la experiencia de la angustia y precisa la negacién de la vulnerabilidad humana, negacién que es inherente al mito de la men- te aislada. Ademas, en este mito el dolor asociado con Ja soledad alienada del hombre modero se ve reduci- do por la vision tranquilizadora del aislamiento perso- nal como algo constitutivo de la condicién humana y, por tanto, como el destino comtin a todo el género humano. Otras experiencias materializadas en la imagen de la mente aislada son las experiencias de la individuali- dad psicoldgica y de la constancia del self*La nocién de que la mente existe de forma separada respecto a su entorno y respecto a otras mentes es inherente a la idea de la mente como entidad. Al ver la entidad-mental como™ algo separado, permite que no se considere como algo contingente ninguna relaci6n particular entre la perso- nay lo que le rade Nosotros comparamos esto con la experiencia de ser’ to, que es la estructuracién de una autoconciencia que est integramente enclavada en los contextos intersubjetivos sustentadores y for- mativos. De forma similar, en el caso de la constat la.imagen mitica de la mente es una de las cosas casi espaciales que retienen una integridad duradera como propiedad absoluta de su naturaleza. Se considera que la estructura de una mente asi posee su propia cons- tancia interna, aunque sus contenidos especificos pue- dan cambiar a lo largo del tiempo. Esta idea contrasta nuevamente de forma chocante con las experiencias de ‘constancia-de-uno-mismo y de la continuidad de la 39 identidad personal, que siempre provienen de contex- tos intersubjetivos constitutivos. ” (7 Una actitud no alienada de la inevitable vinculacién | del hombre con los otros provoca una experiencia de angustia por el hecho de que el destino de los seres humanos sea tan irrevocablemente dependiente y vul- nerable a los acontecimientos que ocurren en el medio {interpersonal El enclavamiento intrinseco de la expe- rriecia-de-uno-mismo (self'experience) dentro de los ‘campos intersubjetivos significa que nuestra autoesti- ma, el sentido de nuestra identidad personal, incluso nuestra propia experiencia de tener una existencia dife- renciada y duradera, dependen de las relaciones sus- tentadoras especificzs con el entomo humano que nos roded, Las reificaciones de las que hemos hablado crean ilusiones tranquilizadoras de autosuficiencia y autono- mia y, por ello, sirven para rechazar la intolerable vul- nerabilidad de la estructura especifica de la vida psico- égica ante los acontecimientos interpersonales sobre los cuales el individuo s6lo tiene un control limitado, Alienacién de la subjetividad La tercera y mds importante forma de alienacién es el extrafiamiento del hombre de las caracteristicas de la subjetividad misma. Como hemos dicho anteriormente, los rechazos de la vulnerabilidad que han cristalizado en el mito de la mente aislada se han conseguido a través de la reificacién de varias dimensiones de la Subjetivi- dad. Estas reificaciones confieren a la experiencia una u otra de las propiedaces cominmente atribuidas a las cosas en el plano de la realidad material, Jocalizacién espacial, extensién, sustan 40 nente y otras cosas por el estilo. Asi, la mente ocupa su lugar como una cosa entre las cosas. En este proceso se pierden las propiedates de la vida subjetiva misma, que ‘queda engullida dentro de la mente-entidad cosificada y concebida en términos de las categorias que en el mun- do fisico se aplican a los objetos tangibles. Invariablemente asociada a la imagen de la mente ais- Jada esté la de una realidad externa o mundo a la que se supone que la entidad-mente mira como si fuera algo externo“También aqui encontramos una reificacién, en este caso una reificacin que implica que la experiencia del mundo es algo real y existente separadamente de uno mismo? Qué propésito psicol6gico se puede atribuir a la reificacién de la experiencia consistente en pensar que existe un mundo perdiurable separado de uno mismo? Dentro del mito de la mente aislada, se considera que dicho mundo tiene una inequivoca existencia en si mis- ‘mo; cuando el mundo experiencial es vivido como si tuvie~ ra sustancia, entonces queda transformado en una meta- fisica absoluta, un universo valido para todos los seres /humanos. Todo ello contrasta con el sentido subjetivo de que existe un mundo de realidad permanente y sustan- cial separada de uno mismo (self), experiencia que ha sido constituida y sostenida por campos intersubjetivos particulares. La negacién de la vulnerabilidad, reificando la experiencia del mundo exterior a uno mismo (mundo. extemo al self) ¢s el resultado de cierta inseguridad pro- fundamente arraigada en las condiciones de la vida moder- na, Sibien la permanencia y sustancialidad del mundo se constituyen y mantienen a través de campos intersubje- tivos, en una cultura impregnada de una persistente sole- dad psicolégica queda muy poco para protegera'una per sona del sentimiento de que la solidez:de las cosas esta desapareciendo por completo. a La imagen de la mente que mira hacia fuera, hacia el mundo externo, es una imagen heroica o un mito heroico, en el que se describe la esencia interna de la Persona que sobrevive en un estado que esté separado de todo lo que sostiene realmente la vida. Este mito apa- rece de muchas maneras y variaciones, Podemos dis- cernir su presencia en cuentos de personas invencibles que superan grandes adversidades mediante heroicos actos solitarios, en trabajos filos6ficos que giran en torno @ una concepcién de un sujeto aislado, monédico, y en doctrinas psicolégicas y psicoanaliticas que se centran exclusivamente en los procesos que ocurren dentro de la persona aut6noma. Pasamos ahora a considerar las formas en que el mito de la mente aislada aparece en el psicoandlisis clésico y contemporineo. \VARIANTES DE LA MENTE AISLADA Freud, el fundador del psicoanilisis, construyé desde el io el escenario en el que se iban a desarrollar las diversas versiones de la doctrina de la mente aislada. En practicamente todas las fases de su teorizacién meta- psicol6gica, Freud describié la mente como un «aparato ‘mental, una méquina procesadora de energia que cana- liza energias pulsionales que surgen endégenamente desde dentro del organismo. Segtin este punto de vis- ta, la organizacién de la experiencia que se est de- sarrollando est4 formada por los éxitos, fallos y trans- acciones en el procesamiento de las energias pulsionales que emergen desde el interior. La experiencia de lo que uno le rodea, por ejemplo, esté conformada por las vicisitudes de las presiones del impulso innato, y el entor- a no contribuye a la organizacién de la experiencia tini- camente en la medida en que afecta a lis vicisitudes del impulso. Por consiguiente, la organizacién de la experien- cia ¢s en tiltimo lugar el producto de fuerzas internas, y elaislamiento de la mente se materializa simbélica. mente en la imagen de una méquina impersonal: Esta imagen se puede entrever en todas las variantes de la teoria psicoanalitica freudiana, En la psicologia del yo freudiana, por ejemplo, se reconoce la importancia del entorno en la regulaci6n de las experiencias de desarri al desarrollo», pero la imagen de una ment yaislada queda retenida bajo la forma de un punto final ideal del desarrollo éptimo. Hartman (1939) concep- tualiz6 el desarrollo del yo como un proceso segtin el cual la regulacion a través del entorno viene a ser reem- lazada por la autoregulacién auténoma, una regula- cl6n que él expresa mediante una metéfora espacial reificada que denomina «internalizacién», como si el entorno se volviera eventualmente innecesario porque ¢s literalmente «traido adentro». Esta idolatria de la mente aut6noma encuentra una vivida expresién en !a descripcién de Jacobson (1964) de las consecuencias de la formaci6n del superyé en las vivencias del indi- viduo. Segiin su punto de vista, antes de este logro del desarrollo, la autoestima del nifio es altamente vulne- rable al impacto de las experiencias con los otros. Como resultado de la consolidacién del supery6, se dice que a autoestima se vuelve estable y relativamente inde- endiente de las relaciones con los otros, de modo que sno puede ser tan ficilmente afectada como antes por las experiencias de rechazo, frustracién, fracaso y otras arecidasr y es «apta para resistr (..] as injurias psiqui- % ; Stolorow et a8 0 incluso fisicas hacia el self (p. 132). En este mode- Jo, la vulnerabilidad de la autoestima, que deriva del hecho de que la experiencia que tenemos de nosotros mismos (autoexperiencia) est4 profundamente encla- vada en un contexto intersubjetivo cambiante, queda infancia temprana, antes de la estructura- ismo. En contraste, se supone que el yo aut6nomo del nifo mayor sano o del adulto ha logra- do la inmunidad a las adversidades que se presentan en el entorno. Este punto de vista sobre el desarrollo que tiene la psicologia del yo, que enfatiza la autonomfa como un resultado evolutivo exitoso, se mantuvo en la temprana teorfa de Kohut (1971) sobre la formaci6n de la estructu- ra del self.a través de la «frustracién Gptima» que con- duce a la «internalizaci6n transmutadora» —Ia formacién, gradual de partfculas de estructura psfquica que ejer- cen las funciones reguladoras que hasta entonces haban sido realizadas por los otros. Tal como desarrollaremos de forma mds completa en la proxima seccién y en el capitulo 4, nosotros reemplazamos la teorfa de la inter- nalizacién transmutadora, que eleva una variante de la mente aislada a una meta ideal del. desarrollo, por una concepcién de la integraci6n y tolerancia crecientes de Jos afectos que evoluciona dentro de un contexto inter- ivo continuado (Socarides and Stolorow, 1984/85; , 1987)°Sostenemos que la experiencia ‘emocional siempre se regula y se constituye en un con- texto intersubjetivo Como ejemplo de las consecuencias clinicas de la idealizacién de la autonomta por parte de la psicologia del yo, consideramos la nocién habitual de que en la fase de terminacién exitosa de un andlisis la transferencia deberfa resolverse 0 disolverse, lo cual significa que se 4 sdesiedemma debe renunciar a la vinculacién emocional con el analista. Desde este punto de vista, los senti- mientos transferenciales residuales se ven como un ele- ‘mento infantilizador, que socava el progreso del pacien- te hacia la independencia. La mente aisiada y autonoma se describe aqui no como el punto final del desarrollo temprano éptimo sino como el resultado ideal de un psicoanilisis con éxito. En contraste, una perspectiva que reconozca que la experiencia y su organizacion estén inextricablemetne enclavadas en un contexto intersub- jetivo puede aceptar e incluso dar la bienvenida al vincu- lo residual del paciente con el analista como una fuen- te potencial de sustento emocional para el futuro! (Stolorow y Lachmann, 1984/85; Stolorow et al., 1987) ‘También se pueden encontrar residuos de la doc- trina de la mente aislada en cierto ntimero de marcos tedticos que se han hecho pasar por alternativas radi- cales a la psicologia del yo freudiana ~por ejemp! lenguaje-accidn de Schafer, la teorfa de las relaciones de objeto, la psicologia del self de Kohut y el psicoandli- sis interpersonal. Schafer (1976) argumenté de forma convincente que los constructos de la psicologia del yo freudiana representan metdforas espaciales no etiquetadas como tales, cosificaciones concretizadas de experiencias sub- jetivas sin sus fisica, como serian las fantasfas. Con- ceptos metapsicoldgicos, tales como «estructuras psiqui- cas», euerzase y «energias» tratan los estados subjetivos como si fueran una especie de entidades que poseye- fa propiedades tales como sustancia, cantidad, exten- si6n, fuerza impulsora y localizacién. Schafer propone » agradecemos ala Dra. Sheila Nami que nos haya llamado ta atencién sobre este punto. 45 ‘un nuevo lenguaje-accién para el ‘minaria las reificaciones metapsicolégicas mecénicas y se centraria en la persona-como-agente, es decir, en la persona que es agente de sus acciones y que, consciente e inconscientemente, escribe el guidn de su propia vida. En este marco, la acci6n en sf misma se convierte en cl sujeto de la conceptualizacién e interpretacién psi- coanalitica, especialmente la accién negada, junto con las razones personales conscientes ¢ inconscientes para estas acciones. Sibien hemos encontrado sumamente valiosa la cr tica de Schafer a la metapsicologfa freudiana, nos pare- ce que él no esta libre de la culpa de cosificar un aspecto de la experiencia al igual que aquellos a quienes critica. La dimensi6n que Schafer sustancializa y universaliza es la experiencia de ser el agente de la experiencia per- sonal. Bn realidad, en el sistema de Schafer la expe- riencia de iniciativa (es decir, de ser agente de la propia experiencia) es elevada al nticleo ontoldgico de la vida ppsiquica, Por tanto, su marco no puede abarcar aquellos estados de la experiencia en los cuales la sensaci6n de ser el agente de la experiencia personal ha quedado atro- fiada 0 menoscabada como consecuencia de interfe- rencias y trastornos en el desarrollo. Més importante atin, la continua interrelacién de la experiencia de ini- ciativa (y de la experiencia del self en general) con el contexto intersubjetivo, en la visibn de Schafer, queda oscurecida por la imagen reificada de un agente omni- Potente que crea por si mismo sus propias experiencias (be aqui otra variante de la mente aislada), 1a omnipotencia de la mente individual alcanza su ‘cumbre en ciertas versiones de la teoria Kleiniana de las relaciones de objeto, muy especialmente en la aplica- inica del concepto de identificacién proyectiva, Kernberg (1975), por ejemplo, transforma la descrip- ci6n de Klein (1950) de una fantasia primitiva en un ‘mecanismo causal muy eficaz a través del cual se supo- ne que una persona desplaza partes de s{misma hacia el intérior del psiquismo y del cuerpo de otra. Consi- deremos, a este respecto, su discusién de la pelicula de Ingmar Bergman, Persona: Una pelicula reciente (..]iustra el derrumbe de una mujer inmadura aunque bésicamente normal; una enfermera encargada de cuidar a una mujer, muy enferma psicol6- sgicamente, que presentabs [...] una personalidad narci- sista tipica. Confrontada ala fia explotacién sin escripulos ala quees sometida, la joven enfermera se derrumba gra- dualmente [...] La mujer enferma parece capaz de vivie s6lo cuando puede destrui lo que es valioso en otras per- sonas [..] En un desenlace dramético, la enfermera de- sarrolla un intenso odio por la mujer enferma y, en un momento determinado, la maltrata can crueidad. Bs como si todo el odio que exista dentro de la mujer enferma Inubiera sido transferido a la que le ayuda y la destru- vera desde su propio interior (pp. 245-246, la cursiva es nuestra} ‘Yemos aquf una clara caricatura de la mente aislada. Se observa cémo el sujeto crea no sélo sus propias expe- riencias sino, incluso, las experiencias de los dems. Se describe un sistema de influencia unidireccional, en el que cada cosa que uno experimenta del entorno es con- ‘templada como si fuera un producto de la actividad intra- psiquica omnipotente de uno mismo. El impacto del entorno no se encuentra en ningtin lugar. Kernberg (1976) presenta una revisi6n de la teoria pulsional de Freud en la cual describe los bloques de a7 construccién bisicos de la estructura de la personali- dad como unidades constituidas por una autoimagen, ‘una imagen del objeto (otro) y un afecto. Las unidades con una valencia afectiva positiva son llamadas a fun- dirse con la pulsién libidinal, mientras que las de valen- cia negativa forman la base para la pulsién agresiva. A pesar de que Kernberg reconoce la importancia del afecto en la motivaci6n y el desarrollo, una vez inte- ‘grados en unidades self-objeto-afecto perdurables, los estadlos afectivos se ven como si se comportaran como pulsiones estimuladas en los confines de una mente ais- Jada y desencadenaran todas las formas de actividad defensiva distorsionadora. De ese modo se pierde la continuada interpenetrabilidad de la experiencia afec- tiva en ua sistema intersubjetivo. ‘gresos hacia el aflojamiento de las garras dé la doctrina \de la mente aislada en el pensamiento psicoanalitico Icontempordneo. El concepto de «funcién de self |GKohut, 1971, 1977, 1984), al enfatizar queda organizacién lde la experiencia de uno mismo (self experience) esté siempre codeterminada por la responsividad que sen- timos en los otros; es un ejemplo fundamental. En cho- “Eante contraste con el punto de vista dé la psicologia del yo sobre el desarrollo, Kohut (1984) escribi 1a psicologia del self sostiene que las relaciones de self selfobject forman la esencia dela vida psicol6gica desde el nacimiento hasta la muerte, que un movimiento desde Ja dependencia (Simbiosis) hasta la independ rnomia) en aesfera psicol6gica no es mids posible [..] que el correspondiente movimiento desde una vida depeti- diente de oxigeno a una vidi independiente de él en la esfera biol6gica [p.47] En lo que se refiere a la situacién psicoa tuna de las contribuciones mas importantes de la psico- Jogia del self ha sido la creciente atencién al impacto del analista/investigador sobre el campo que éste investiga, Kohut (1984) dibujé un paralelismo entre el desplaza- ‘miento del andlisis tradicional hacia la psicologia del self yeel desplazamiento desde la fisica newtoniana ala fisica planckiana de las particulas atémicas y subat6micas, en la cual «el campo que es observado incluye necesaria- mente al observadom (p. 41). Segin Kohut, mientras el andlisis tradicional «ve al analista s6lo como un observa-! dor yal analizando s6lo como el campo que el observa- doranalista inspecciona», la orientacién de la psicologia | del self Gelf psychological orientation) «ceconoce y ade", as Crane aie scene] wane une ro sencia humana intrinsecamente significativa> (p.37). Apesar de este fuerte desafio al mito de la mente aislada, todavia persisten vestigios de este mito en los escritos de la psicologia del self Podemos encontrar uno de estos remanentes en el persistent uso del término ‘self para referirse‘a la ver a un agente con existencia pro- “Bia (un iniclador independiente de acci6n, segiin cl enfo- “qe de Schafer) ya una estructura psicol6gica (la orga- nizacién de la experiencia de uno mismo). Tal como epi jolorow et al., 1987), ‘mezcla de estos dlos usos se pueden ilustrar con l ca frase que suele aparecer en la literatura de | sel frapmentado se esfuerza 1 y 2) un agente Con existencia propia (también llamado self) est llevando a cabo acciones para restaurar la cohe- ——— 49 si6n de esta organizaci6n de la experiencia. Esto crea una fuerte complicacion a nivel te6rico. Claramente, no son las plezas de algo (fragmentos del self) lo que se csfuerza por llegar a una meta (restauraci6n). Mas impor- tante atin, el segundo uso de self como entidad exis- tencial independiente transforma al «Yo» experiencial, que es un agente activo, en algo cosificado, de modo no distinto al aparato mental impersonal de la teorfa freudiana. Bste residuo de la doctrina de la mente ais- i Iada nubla la contribucién central de Kohut -el reco- nocimiento de que la experiencia-de-tuno-misino (self experience) siempre se organiza dentro de un contexto intersubjetivo constitutivo. > Se puede ver un segundo resto del mito de la men- teaislada que persist en la psicologia del selfen la idea de que el self posee un programa nuclear innato 0 desig- nio inherente (Kohut, 1984) esperando a que un medio responsivo le capacite para desplegarse (véase Mitchell, 1988). A diferencia de la psicologia del yo, que postul Fe mts sunsous Cozag'un nc al eal dal de sarrollo, la psicologfa del self parece aqui colocar este ideal en la prehistoria genética o prenatal del individuo, ‘como un potencial preexistente que s6lo requiere la ‘oportunidad de ser actualizado. Una idea como ésta con- [ trasta marcadamente con nuestra opinién de que la tra- yectoria de la experiencia de uno mismo es determinada ‘en cada momento del desarrollo por el sistema inter- [ subjetivo en el cual cristaliza, ‘Tal como sefialdron Bacal y Newman (1990), Kohut parecia reacio a considerar su marco como una teoria relacional, probablemente porque buscaba preservar el vinculo con la tradici6n intrapisiquica del psicoandlisis freudiano. Aunque las reificaciones persistentes de los conceptos de self, selfobjet, y relacién de selfselfobjet 50 amenazan en convertir la psicologia del self justamen- te enel tipo de crudo interpersonalismo o interaccio- riismo social que Kohut deseaba evitar. Podemos encon- trar una solucién para este dilema en la perspectiva_ intersubjetiva. El concepto de una perspectiva inter subjetiva busca centrarse en ambas partes: en el mun: do del individuo y de la experiencia interna y sambi en su interpenetracién con otros mundos en un conti nuo flujo de influencia mutua reciproca. Desde este punto de vista, se cierra la grieta entre las esferas intra- psiquica e interpersonal, y la vieja dicotomia entre ellas queda verdaderamente obsoleta (véase también Beebe, Jaffe y Lachmann, 1992), Encontramos otra variacién del tema de la mente aislada en las recientes formulaciones te6ricas de Basch, (1988). Considerar el trabajo de Basch es particular- ‘mente interesante porque él es a la vez un prominente abogado de la psicologia del self de Kohut y un franco representante de una tendencia psicoanalitica con- tempordnea que busca desarrollar la teoria psicoanall tica a partir de las neurociencias. Presenta un marco conceptual propuesto para superar la «contrapro- ducente grieta levantada desde hace mucho tempo entre psicologia y biologia», una «teorfa sobre la psico- terapia basada cientificamente [...] unificada y unifica- dora» (p. 15). Aqui se intenta la unificacién de psico- logia y biologia de un modo que retorna al espiritu del desdichado «Proyecto de psicologia para neurdlogos» de Freud (1895), a saber, la reduccién del funciona- miento psicolégico a procesos mecénicos que ocurren en el sistema nervioso humano. Basch recurre a una imagineria metaforica que extrac de la moderna y la informatica, y contempla la actividad psi- coldgica, esencialmente, como ciclos de retroalimen- a tacién, de combinacién de patrones y correccién de errores, que tienen lugar en el cerebro. Hay dos aspectos importantes del pensamiento de Basch (1988) que delatan la infiltracién del mito de la mente aislada en sus escritos. El primero de ellos se refiere a su opinién sobre la relacién entre la persona y la realidad. Sostiene que el individuo no se relaciona, con un mundo externo que tiene existencia indepen- dente por sf mismo, sino siempre y Ginicamente con una realidad que «es una construcci6n creada por el, cerebro del observador (p. 60). Por ejemplo, sugiere que cuando él una vez fue a buscar un trozo de jabon. perdido, aunque pudiera haber sentido que estaba bus- cando algo que estaba localizado en un mundo exterior 2a él, en realidad estaba tratando de encontrar «un patron de sefiales sensoriales que se afiadirian a lo que ya tenia en la cabeza -un patr6n codificado de rasgos sensoria- les etiquetados como “jabén"s (p. 60). Incluso la propia madre 0 el propio padre se perciben como si no pose- yeran ninguna existencia literal en un mundo aparte del self, sino que se les considera como ejemplos de «en- tidades imaginarias que existen sélo en el cerebro» (p. 101). Seguramente cuando uno busca un padre 0 madre desaparecidos, como en el caso del jabén per- dido, uno realmente esté tratando de encontrar sefiales tieas etiquetadas como «madres 0 «padres. Observamos aqui tuna posicin de constructivismo radical que raya el solipsismo, y que ademés se emplaza dentro de los limites fisicos del créneo humano. Esta posicién parece implicar- una contradiccién en si misma: en un nivel con- tiene una demanda que en otto nivel niega. Por un lado, Basch niega la verdad literal de la experiencia del indi- 52 tseiacciaa viduo acerca de la existencia, fuera de los limites del self, de objetos independientes; sostiene que tales objetos s6lo son «construcciones» localizadas dentro del cere- bro humano. Por otro lado, Basch si da existencia inde- pendiente a un tipo de tales objetos externos; los cere- bros en si. Esta aparente paradoja surge, en nuestra opinién, del desconocimiento por parte de Basch del uso del cerebro como un simbolo cosificado de la men- te aislada, que produce experiencias fuera de su propia actividad aut6noma constructiva. La segunda manera en que el mito de la mente ais- lada se pone de manifesto en las conceptualizaciones de Basch aparece en sus opiniones sobre la motivacion humana y especialmente las fuentes de la autoestima individual, Segin Basch, la principal motivacién sub- yacente en toda actividad psicolégica es la bisqueda de competencia, que él define como ea capacidad del cere- bro para establecer orden en los diversos estimulos que continuamente bombardean los sentidos» (p. 27). En el nivel de la introspeccién y la reflexién, la competencia se convierte en la experiencia de la autoestima. Basch explica: «La verdadera autoestima, un genuino sentido del self de uno como merecedor de alimento y protec- ci6n [...] €s el resultado de la experiencia de compe- tencia, la experiencia de funcionar apropiadamente [...] nadie puede dar a oiro la experiencia de competen- cla: uno debe lograrla por st mismo» (p. 26, la cursiva es nuestra). Ms adelante aclara: «el patrén por el que uno juz- ga su propia competencia 0 incompetencia es siem- pre interno, no externo» (p. 59). Este juicio de la compe- tencia y Ia autoestima se ha hecho en términos de emparejamientos bien o mal hechos entre las repre- sentaciones cerebrales del propio comportamiento 0 de 33 Jas circunstancias en las que uno se encuentra, y los patro- nes neurales preexistentes que funcionan como la meta que se persigue. Esta curiosa doctrina niega especifica- ‘mente que las experiencias dle competencia y autoestima se deriven de transacciones interpersonales concer- nientes al sentimiento que uno tiene de uno mismo en la. comunidad humana. De nuevo, encontramos el. ‘sujeto auténomo que para ser sostenido y funcionar como ser humano necesita poco mas que series de sefiales sen- sotiales que encajen con patrones neurolégicos previa- mente codificados, Consideremos ahora el constructo central de la metapsicologia de Basch, el llamado self-sistema (self system). Este sistema se define como una entidad bio- [ogica consistente en una organizaciGn jerérquica de reac- ciones (feedback) error-correcién interrelacionadas. Aunque Basch afirma que es insatisfactorio reducir la actividad compleja usualmente designada con el término «mente» a la actividad neurolégica del cerebro, su con- cepto de self-sistema hace precisamente esto. Esta enti- dad es una creaci6n del cerebro, esti localizada dentro. “ del cerebro, y controla y guia al cerebro en su relacién con el mundo, Ademés, describe el self-sistema como Jo que habilita al cerebro para funcionar, «como una computadora que se autoprograma» (p. 106) y que uti- liza disposiciones de «software» que funcionan como «guardianes del orden, que aseguran la competencia ¥€n Ultimo término, la autoestimay (p. 105). En esta imagen del cerebro como una computadora que se au- toprograma y que se relaciona Gnicamente con sus pro- pias construcciones internas, encontramos una mate- j6n evidente de la mente aislada en un 6rgano fisiologico que ha sido dotado con los atributos de una persona. A El psicoandlisis interpersonal surgié del intento de Sullivan (1953) de reemplazar el determinismo intra. iquico de la teorfa freudiana por un énfasis en la con- dicién central de la interaccién social. Efectivamente, Sullivan deseaba volver a situar la psiquiatria y el psi- coanilisis dentro del dominio de las ciencias sociales, Sus esfuerzos quedaron deslucidos, desde nuestro punto de vista, por su vacilante perspéctiva de inves- tigaci6n, que oscilaba entre adoptar una posicién dentro de los mundos vivenciales de quienes estén implicados en una interacci6n (una perspectiva intersubjetiva) o mantenerse fuera de la transacci6n y presumir que se hacian observaciones objetivas susceptibles de «vali- dacién por consenso», Esta viltima postura queda ilus- trada por el concepto de Sullivan de adistorsi6n pz t&xica», un proceso a través del cual las experiencias corrientes que una persona tiene de los otros se dice que son «leformadas» como consecuencia de su his- toria interpersonal pasada. Deseamos enfatizar aqui que el concepto de distorsién paratéxica consagra otra variante de la doctrina de la mente aislada, una men- te separada de una realidad «objetiva» que o bien apre- hende exactamente, o bien distorsiona. Esta postura‘] objetivista contrasta con la intersubjetivista, en la que se supone que la realidad personal de uno mismo esta siempre codeterminada por rasgos del ambiente y por Jos particulares significados alos que éstos son asi- milados, Z El psicoanilisis interpersonal contemporéneo esti] bien representado por el esfuerzo de Mitchell (1988) Por desarrollar un «modelo relacionab integrado, a par- tir del trabajo de Sullivan y de los teéricos de las rela- Ciones de objeto britinicos, muy especialment: baim (1952). La descripcién general de Mitchell de la 55 teorizacién del modelo relacional en psicondlisis es alta- mente compatible con nuestro punto de vista: Desde esta perspectivala untdad bisica de estudio no es élindividuo como tna entidad separada cuyos deseos cho- can contra una realidad externa, sino un campo interac- ional dentro del cual el individuo surge y en el que se esfuerza por estar en contacto y por artcularse a s{ mismo. [ Hldeso sempre se parmens anf contet de la rla cionalidad, y es este contexto et que define su sentido. Ta mente est compuesta de configuraciones relaciona- les [..] Se considera que la experiencia se estructura a través de las interacciones [..] (pp. 34]! ‘Apesar de la armonia que existe entre su visin de conjunto y la perspectiva intersubjetiva, en el trabajo de Mitchell aparecen restos ce la ment mente en la apicacin clinica de su que continuamente se ocupa en para atraer al analista hacia los viejos patrones de relacién con los que el paciente ha quedado comprometido ya los que es profundamente leal. Respecto del analista, se dice que inevitablemente se descubre a sf mismo como un «coactor en el drama apasionado del paciente «que pone en acto (enacting) los viejos escenarios del pacien- te» (p. 293) y que inexorablemente cae en «las categorias predeterminadas del pacientes (p. 295). El paciente -o, ‘mejor, la mente del paciente~ se describe aqui como el director principal de la escena psicoanalitica, mucho mds al modo del agente omnipotente de Schafer (1976) y el sistema de influencia unidireccional encarnado en la teo- sfa de la identificaci6n proyectiva. Se presta una atencin insuficiente’al hecho de que el paciente se vuelva co- 36 actor en el drama del analista, al impacto reciproco sobre la experiencia del paciente de las categorfas preconfigu- radas del analista (incluyendo la suposicién de que los pacientes recurren a estrategias), transmitidas, por ejem- plo, a través de las interpretaciones del analista. Nos pare- ce que en este abordaje clinico el elegante modelo rela- ional de Mitchell se desploma finalmente en tna variante del mito de la mente individual. @Por qué, tal como hemos visto, ¢s la mente aislada, un demonio tan dificil de exorcizar, incluso para aquell que se han dedicado asiduamente a esta tarea? Tal com hemos propuesto antes, nuestra idea es que esta omni- presente imagen reficads sirve bajo todas sus formas para experiencia humana en un contexto intersubjetivo consti- tutivo. La méquina impersonal, el ego aut6nomo, el agen- te omnipotente, el self pristino e inviolal imégenes de una mente aistada del impact del eniorno contrarrestan, parafraseando a Kundera ), Jo que se podrfa denominar se! insoportable encla- jiento [embeddedness] del ser. Andlogamente a los estaclos aslados en el desarrolo temparano (Ogden, 1991), éstos proporcionan un «parachoques contra la tensién continua de estar vivo en un mundo de seres humanos», La ontocénesis DE LA EXPERIENCIA PERSONAL [Nosotros sostenemos que el desarrollo de la experien- cia personal siempre tiene lugar en un sistema inter- fee continuado, Antesiormente (Atwood y Stolo- 7 ow, 1984), resumimos la perspectiva intersubjetiva del desarrollo psicolégico en un capitulo escrito en cola- boracién con Brandchaft: El desarrollo psicolégico y la patogénesis son ambos (..] conceptualizados en términos de contexts intersubjeti- vas espeeificos que conforman el proceso de desarrollo y facilitan u obstruyen la negociacion det nifio de las tareas indispensables para la evoluciGn y el paso exitoso a través de fases del desarrollo, Hl foco de observacin es el terre Psicoldgico en desarrollo consttuido por Ia interacci de las subjetividades, organizadas de manera diferente, del ni y de sus cuidadores [p. 65). Se ha acumulado un impresionante cuerpo de datos "de investigacién que documentan que la organizacién en evolucion de la experiencia del nifio debe verse como una propiedad del sistema de regulacién mutua nifio- | cauidadiores (véase Lichtenberg, 1983, 1989; Sander, 1985, 1987; Stern, 1985, 1988; Beebe y Lachmann, 1988a,b; Emde, 1988a,b). Segtin Sander (1985, 1987), es el sis- tema nifio-cuidador el que regula y organiza la expe- riencia de los estados internos del nifio, El desarrollo ‘ide la competencia autorreguladora, por tanto, es una competencia de los sistemas. En un trabajo mds tecien- te, Sander (1991) ha mostrado que incluso la sensacién de ser distinto, Gnico, y de la iniciativa personal pro- viene de ~y estd sostenida dentro de- un sistema para el desarrollo, en el cual hay una «especificidad de ade- cuacién» sincrénica entre los estados cambiantes del nifio y la habilidad del cuidador para reconocerlos, Tam- bién Stern (1985) habfa descrito con gran detalle varios sentidos del self'a partir de las interacciones de las nifios on «los otros autorreguladores» (Selfregulating others). 8 Beebe y Lachmann (1988a, b) han mostrado que los patrones recurrentes de mutua influencia entre madre € hijo proporcionan la base para el desarrollo del self y de las representaciones de objeto. Estos autores sos- ticnen que en las representaciones més tempranas lo que est representado es «un fenémeno diédico emer- gente, estructuras de la interaccin, que no pueden ser descritas en base a ninguna de las dos partes de la pare- ja por si sola» (Beebe y Lachmann, 1988a, p. 305). Una opini6n similar de la base interaccional de la formacién de la estructura psfquica esta implicita en la discusién que hace Lichtenberg (1989) de los esquemas o «guic- nes» que subyacen a la experiencia de diversos sistemas motivacionales, y en la descripcién de Emde (1988a) de eestructuras de la personalidad que se desatrollan a partic de la internalizacién de «patrones de relacién nifio-cui- dador, Cada uno de estos autores describe, con distin tos lenguajes, como patrones recurrentes de transac- ciones intersubjetivas dentro del sistema en el que tiene lugar el desarrollo dan como resultado el establecimiento de principios invariantes que, inconscientemente, orga- nizan las subsiguientes experiencias del nifio (Atwood y Stolorow, 1984; Stolorow et al., 1987); una esfera de inconsciencia que nosotros denominamos el sincons- ciente prerreflectivor (prereflective unconscious) (véa- se cap. 2). Son estos principios ordenadores, que han} cri izado dentro de la matriz del sistema nifio-cui- dador, los que forman las piezas esenciales peatecct| truccién de la personalidad, Algunos pueden ver una contracliccién entre el con- cepto de principios preestablecicos a lo largo del de- sarrollo que organizan las experiencias subsiguientes y nuestra repetida discrepancia de/en el sentido de que la experiencia siempre est4 enclavada en un contexto 39 intersubjetivo constitutivo. Esta contradiccién es mas aparente que real. Una persona entra en cualquier situa- cién con un conjunto establecido de principios orde- nadores (la contribucién del sujeto al sistema inter- jetivo), pero es el contexto el que determina cules le entre la serie de estos principios serén llamados a |, organizar la experiencia. La experiencia queda organi- zada por un principio invariante concreto s6lo cuando hay una situacién que en sf misma se presta a ser asi organizada. Por ello, la organizacién de la experiencia ‘puede verse como codeterminada por ambos: por los principios preexistentes y también por un contexto con- tinuado que favorece a uno u otto de ellos por sobre Jos demds. ‘Ejemplos de esta codeterminaci6n se ven ficilmente cen el curso del tratamiento psicoanalitico, en las cam- relaciones figura-fondo entre lo que nosotros 4 (Stoloraw etal, 1987) hemos denominado la dimension dle selfobject y la dimensiGn repetitiva de la Wansferencia. Enladimensién de selfobject el paciente anhela-que el analsta le suministre experiencias de selfobject que estu- vieron ausentes 0 fueron insuficientes durante los afios de formacién (Kohut, 1971, 1977, 1984). En la dimen- |siGn repetitiva, que es fuente de conflict y resistencia, cl paciente espera y teme la repeticién con el analista mo teldn de fondo, segtin el paciente perciba que cl analista esté 0 no en sintonfa con sus necesidades y tados emocionales. Por ejemplo, cuando se vivencia \|que el analista esta mal sintonizado, y por tanto se pre- \sagia una repeticién traumatica de un fracaso del de- sarrollo temprano,entonces la dimensién conflictiva y 60 resistencial pasa a ptimer plano y las necesidades de self object del paciente pasan a ser ocultadas, Por otro lado, cuando el analista es capaz de analizar cuidadosamente la experiencia del paciente de la ruptura del lazo tera- péutico, y demuestra entender los estados afectivos reac- tivos del paciente y los principios que los organizan, enton- ces la dimensién de selfobject queda restaurada y fortalecics, y la dimensién confictiva/resistencial/repeti- tiva tiende a retroceder para ocupar el plano de fondo. En nuestra experiencia, las transferencias repetiti- vas intratables estén codeterminadas (en grados varia- bles) por ambas partes: por la presiGn implacable de los principios invariantes del paciente, un producto de la ausencia o de la precariedad de principios alter- nativos para organizar la experiencia, y también por jonadlos con {a actitud del analista que por retraumatizaci6n repetida del paciente (véase capftulo 7). Un tratamiento psicoana’ Itico exitoso, descle nuestro punto de vista, no produce cambib8 terapéuticas alterando 0 eliminando los prin- cipios organizadores invariantes del paciente. = la mejora se consigue a través de nuevas experiencias de relacién con el analista a medida que aumenta la capa- cidad del paciente para la autoconciencia reflexiva, de | ‘manera que se facilita el establecimiento y consolida- cin de principios alternativos que, de esta forma, ensan- chan el repertorio vivencial del paciente. Dicho en tér- minos més generales, la formacién de nuevos principios organizadores en un sistema intersubjetivo es lo que constituye la esencia del cambio que induce al desarrollo alo largo del ciclo de la vida. =! Deberia quedar claro que el punto de vista inter- subjetivo del desarrollo psicolégico no debe confun- dirse con un ambientalismo ingenuo. Mas bien incluye a Jo que Wallace (1985) felizmente denomina «causacién interseccionals (intersectional causation). Se entiende en todo momento que las experiencias formativas del nifio emergen de -y son-determinadas por- la inter- seccién de su organizacién psicoldgica tal como ha evo- lucionado hasta ese momento y rasgos especificos del entorno que le cuida. En este modelo, el desarrollo de a organizacién psicolégica del nifio siempre es visto como un aspecto de un sistema nifio-cuidador que evo- luciona y madura. Estudios de las vicisitudes del sistema de desarro- lo estén dando origen a una teoria psicoanalitica de la ‘motivacion radicalmente modificada, La idea de la moti- vacién en términos de funcionamientos de un aparato ‘mental que procesa energias del impulso instintivo ya no resulta, obviamente, adecuada. En cambio, se ha lle-| ‘gado a reconocer cada vez més, tal como lo defiende acertadamente Lichtenberg (1989), que «as motiva- eRe la experiencia vivida» y\ que la vitalidad de la experiencia motivacional sel cambios con carga afectiva entre los nifios y sus cui- | dadores» (p. 2). Més importante atin, en nuestea/ opinién, ha sido el cambio desde la pulsién al afecto como constructo motivacional central en el psicoané- lisis (véase Basch, 1984; Demos y Kaplan, 1986; Jones, 1995). La afectividad, ahora lo sabemos, no es un pro: ducto dé mecanismos intrapsiquicos aislados; es una| propiedad del sistema de mutua regulacién nifio-cul- dador (Sander, 1985; Rogawski, 1987; Demos, 1988). ) Stern (1985) ha descrito de forma finamente detallad: Ja regulaci6n de la experiencia afectiva dentro de la diada nifio-cuidador a través de procesos de compar: ibjetivmente’y de sintonia afectiva mutua. «El | intersul ia afes a ( Bistoria de las transacciones afectivas de la persona. Po I cambio de la pulsién al afecto resittia la teo- tia psicoanalitica de la motivacién plenamente dentro de la ésfera de lo intersubjetivo. Desde esta perspec- tiva, no se ve el trauma temprano de desarrollo como una inundacién por parte de las pulsiones de un aparato mental mal equipado. Més bien, tal como de-_ sarrollamos en el capitulo 4, la tendencia de las expe. riencias afectivas a crear un estado del self desorgani- Fado 6 desintegrado se considera originada por sintonias afectivas tempranas defectuosas ~tupturas délsistema nifo-cuidador— que llevan a la pérdida de | Ta capacidad de regular el afecto (Socarides y Stolorow, 1984/85). Estos son los peligros de base que haran sonar la alarma de los posteriores estados de ansieda Como demostramos en el capitulo 2, el cambio de Pulsién al afecto lleva inevitablemente a una visi6n, “Intersubjetiva de la formacién del conilicto Psiquico y jente se ha denominado «inconsci€nte dinamicos, rr ~~ Periffannos ahora considerar, desde una perspec“) tiva intersubjetiva, el desarrollo de un componente de | Ja experiencia personal que tiene gran importancia _| ica: el sentido de la realidad. La génesis del sentido de la realidad (the real) ‘Vamos a tratar aqui el proceso por el cual un nifio adquie- re una experiencia del mundo y de si mismo como real Eltérmino «realidad», tal como nosostros lo usamos, se reficre a algo subjetivo, algo experimentado como sen- 6 NIAADDADAIAADADADIIAI IDI IYO timiento 0 como sensacién, més que a una esfera exter na del ser con existencia independiente de la del sujeto hhumano. En la teorfa freudiana clésica, se describe la realidad de esta ultima manera, y el desarrollo psicol6é- sgico se conceptualiza como un ir contactando gradual- ‘mente con las condiciones y constriccciones de este mundo externo independiente. Segtin Freud (1923) y otras tedricos clésicos (Ferenczi, 1913; Fenichel, 1945), las experiencias de frustraci6n y decepciGn son un punto clave para el proceso de establecer contacto con la rea- lidad. Estos momentos dolorosos pero inevitables impul- san supuestamente al nifio a dejar un modo de funcio- namiento indiferenciado y contribuyen a la separacién de un yo que asi tiene en cuenta la independencia del mundo externo y que, de esta forma, puede operat baj ‘ado principio de realidad. Nuestro enfoqu contraste, se centra en cémo se establece en el nif sentido (sense) de que lo que él experimenta es real ‘en cémo este sentido de lo real se desarrolla dentro de, ‘una matriz intersubjetiva facilitadora. on anterioridad hemos destacado (Stolorow, At- wood y Brandchaff, 1992) la importancia que tiene para el desarrollo una funcién de selfobject que contribu- yaaa articulacién y validacton del mundo de expe- riencia personal que el nifio va desplegando, y la hemos denominado como funcién de selfobject que delin al-solf (the self-delineating selfobject function). O amos que el desarrollo del sentido de la realidad del | nifio se produce principalmente no como resultado de la frustracion y la decepcidn, sino mas bien a través de la'sintonia emocional validante por parte del entorn tuna sintonfa/suministrada a través de un completo espectro de experiencias afectivamente intensas, posi- tivas y negativas. Ast, la realidad cristaliza en el interfaz “4 de subjetividades que interactiian y que estan afecti) vamente sintonizadas. Lafluncién de selfobject que delinea-al-self (the self." delineating selfohject function) podsia describirse alo largo de un continuum del desarrollo, desde las formas de validacién sensomotoras tempranas que se produ- cen en las transacciones preverbales entre el nifio y * el cuidador, hasta posteriores procesos de validacién que cada vez mas tienen lugar a través de una comu- nicacién simbdlica e implican la toma de conciencia por parte del nifio de que los otros son centros de subje- tividad separados. Existen formas preverbales de validacién implicitas en el didlogo sensoriomotor en las que queda expre- sado que el cuidador capta el sentido de los estados sub- jetivos cambiantes del Esta comunicacién, que se da principalmente a través de modulaciones del tacto, Ja forma de sostenerle en brazos, la expresion facial, y el ritmo vocal y la entonaci6n (Stern, 1985), crea un cam- po intersubjetivo que se hace eco y espejo de las expe- siencias que le van sucediendo al nifo. Bste campo pro- porciona patrones sensoriomotores que articulan los diferentes aspectos de lo que el nifio percibe y siente, ¥ pone los cimientos para el sentido de la realidad del ‘mundo y también del naciente self del nif. ‘Nuevas formas de validaci6n se tornan posibles una vez que el nifio se vuelve consciente de los otros como sujetos que tienen experiencias (Stern, 1985), En esta fase, los actos de identificacién participatoria del cui- dador con los estados subjetivos del nifio van siendo comunicados, cada vez més, a través de simbolos, ver- bales y otros, que permiten la evolucién gradual de un mundo simb6lico del self y del otro, experimentado ‘como real por el nifio. 65 Se pueden dar graves trastomnos de este proceso de desarrollo en cualquier fase sila sintonfa validadora esta profundamente ausente. stas circunstancias, el nifio, a fin de mantener aquellos lazos que son vit para su bienestar, se ve obligado a acomodar la 0 zacién de su experiencia a lador. Cor gada de la comunicacién simt Jos otros como centros de subjetividad, una acomoda- cidn asi puede desembocar en un mundo subjetivo cons- tituido en buena parte por una realidad ajena impuesta desde fuera (véase Brandchaft, 1991), En Jos siguientes capitulos se exponen diversos de- enlaces patol6gicos de los trastornos en el desarrollo del sentido de la realidad el estrechamiento severo del dominio de la conciencia reflexiva de uno mismo (reflec- tive selfawareness) (capitulo 2); perturbaciones en el desarrollo de la afectividad y de la cohesion mente-cuer- po (capitulo 3); dudas atormentadoras sobre la realidad de injurias trauméticas tempranas y sobre la validez de la experiencia de uno mismo en general (capitulos 4 y 5), la elaboracién de formaciones de fantasfas dra- ‘miticas que concretizan el proceso de usurpaci6n ps- colégica (capitulo 5). 66 Capitulo 2 LAS TRES FORMAS DE INCONSCIENTE En este capitulo vamos a aplicar la perspectiva inter- subjetiva para reconsiderar lo que es la piedra angular del pensamiento psicoanalitico: el concepto de los pro- ‘cesos mentales inconscientes. En un intento anterior de reconceptualizar el incons- ciente, nosotros (Atwood y Stolorow, 1984) distinguimos dos formas de inconsciente que son importantes para el psicoandlisis: el inconsciente pre-reflexivo y el inconscien- te dindmico, més conocido. Los dos differen del «precons- ciente» de Freud (1900, 1915) en que pueden hacerse conscientes slo con gran esfuerzo. Bl término incons- ciente pre-reflexivo se refiere a la formacién de la expe riencia a través de unos principios organizadores que operan fuera del conocimiento consciente de la persona: } "kos principios organizadores del mundo subjetivo de una persona, tanto si operan positivamente (dando lugar a la mutua regulaci6n de la experiencia afectiva dentro del siste- ma evolutivo. Entonces escribimos: * Los contextos intersubjetivas especificos en los cuales ef conflicto toma forma son aquellos en los que el estado afectivo central del nifio no puede ser integrado porque falla el requisito de una responsividad empética por parte| del entorno cuidador. Estos estados afectivos no agrados se vuélven fuente de conflicto interno durante], toda la vida, porque son experimentacios como amen: 7zas para la organi persona y para el miant son imprescindibles p: raciones defensivas de ‘welven a entrar en juego cuando reaparecen en la situa- cin analitica en forma de resistencia {...] El origen de Jo que tradicionalmente se ha denominado «inconsciente din4mico» puede encontrarse en el secuestro defensi- centrales, que se remonta nla integraci6n de los afectos [pp. 91-92} Desde esta perspectiva, el inconsciente dinamico no se considera constituido por derivados pulsionales reprimidos, sino por éstados afectivos que fireron tania: dos defensivamenté porque no habfan conseguido evo- car una responsividad empittica por parte del entorno de Ia Infancia. Este secuestro defensivo de los estados afectivos centrales, que intenta proteger de la retrauma- C tizacién, es la principal fuente de resistencia en el trata. miento psicoanalitico, y también de la necesidad de dis- frazar estos estados cuando son representados en los suefios (Stolorow, 1989) Este cambio de Jas pulsio constitucién de lente dindmico no es un simple cambio de terminologia. Como hemos dis- [= en el capitulo 1, la regulacién de la experiencia afectiva es una propiedad del influencia reciproca y mi entendemos que el inconsciente dinamico toma forma dentro de un siste- ma de este tipo, se nos hace evidente que la frontera entre consciente ¢ inconsciente es siempre el producto de un contexto intersubjetivo especifico. Con su atencién a itudes de los procesos ‘mentales inconscientes, el psicoandlisis, hasta hace poco, hatenido poco que decir sobre la ontogénesis de la con. ciencia, Es nuestro enfoque, tal como hemos explicado en el capitulo 1, la experiencia consciente del nifio se va articulando progresivamente a través de ls repues- tas validatorias del entorno de la infancia, La experien-) (cia afectiva del nifio, por ejemplo, se va = | progresivamente y se va elaborando cognitivamente a| través de las respuestas empaticas de los cuidadores| a sus estados y necesidades emocionales (Socarides Stolorow, 1984/85). Esta sintonia empatica debe, por descontado, ser comunicada de forma que sea la ade- cuada al momento evolutivo de las capacidades psico- l6gicas del nifto. De esta concepcién de que la conciencia se articu- i la dentro de un sistema intersubjetivo se puede derivar que dos formas parecidas ¢ interrelacionadas de incons- [ ciente pueden desarrollarse a partir de situaciones en Jas cuales esté ausente el requisito de una responsivi- 7 ~ dad validatoria’. Cuando las experiencias infantiles no son respondidas de forma regular, o son activamente rechazadas, el nifio percibe qué aspectos de su propia experiencia no son bienvenidos o son peligrosos para el cuidador. Entonces se deben sacrificar (reprimir) cier- tos sectores del mundo experiencial del nifio para sal- vaguardar asi la relacién que es necesaria para la su-| ‘Tal como ya hemos sugerido, éste es el origen del inconsciente dindmico. Ademis, otras caraci, terfsticas de la experiencia del nifio deben permanecer| inconscientes, no porque hayan sido reprimidas, sino porque, al no haber habido una validacién por parte del contexto intersubjetivo, simplemente nunca estaran en disposicién de hacerse articulables. En ambas ins tancias, el limite entre consciente e inconsciente se se como algo que esté en un cambio constante, producto de la sensibilidad cambiante del entorno hacia diferen- tes regiones de la experiencia infantil, Creemos que esta conceptualizacién contintia siendo valida después de la nifiez, de manera que se puede observar ficilmente en Ja situaci6n analitica, en la que la resistencia del paciente puede fluctuar como consecuencia de las percepciones || de las variaciones de la receptividad y sintonia del ana-| * lista con la experiencia del paciente. La idea de un limit flexible que forma parte de un sistema intersubjetivo con- trasta grandemente con la noci6n tradicional de la barre- ‘a represiva como una estructura intrapsiquica fifa, «una divisi6n definitiva y bien definida» (Freud, 1915, p. 195) ‘que Separa los contenidos conscientes e inconscientes, "Bn un trabajo antetior (Stolorow et al, 1987), hemos sugerido ue el fallo masivo de la funcién de validacion de la percepcién (urante el desarrollo) es un importante factor en la predisposicion alos estados psiccicos. a ‘Durante el periodo preverbal de la infancia, la arti- culacién de la experiencia infantil se logra a través de Ja sintonfa que se comunica a través del didlogo sen- soriomotor con los cuidadores (Stern, 1985). Duran- te esta fase temprana, el inconsciente resulta de situa- ciones de sintonfa y de falta de sintonia. Hacia la mitad del segundo aio, el nifio es capaz de usar simbolos, lo que hace posible el lenguaje. Este és un momento cru- cial que deja huella en el desarrollo de porque, de aqui en adelante, la experiencia se hace cada vez mds articulada y codificada e: Jos verbales. Como Stern (1985) enfatiza, los simbolos hacen posible «compartir significados sobre la expe- riencia personal que han sido creados mutuamente> (p. 172). Con la maduracién de la capacidad simbélica del nifio, los Simbolos asumen gradualmente un lugar importante, junto con la sintonfa sensoriomotora, como sees através de los cuales la experiencia del nifio iclonal qué promuen tcdesarrolo: En este Area de a experiencia en la cual Ja conciencia se va articulando progresivamente en sim- bolos, el inconsciente se corresponde a lo no simboli- Cuando el acto de articular una experiencia es percibido como una amenaza a una relaci6n indispen- sable, la represi6n puede en ese momento ser activada para impedir la continuacién del proceso de codificar ‘esa experiencia en simbolos. En este punto del de- satrollo de la conciencia, se pueden aplicar aspectos de la formulacién de Freud (1915) del proceso de la represién: «Una representacion que no es puesta en palabras [...] permanece en el Inconsciente en estado de represién» (p. 202). Para resumir, podemos distinguir tres formas interre- Jacionadas de inconsciente: (1) el inconsciente pre-re- R | | _flexivo -los principios organizadores que inconscien- ‘temente dan forma y tematizan las experiencias de una persona; (2) ef inconsciente dindmico ~experiencias a las que se negé articulacién porque fueron percibidas como amenazas hacia las relaciones que son impres cindibles; y (3) el inconsciente invalidado ~experien- cias que no han podido ser articuladas porque nunca evocaron respuesta del entorno. Queremos sacl que estas tres formas del inconsciente derivan de con+ textos formativos intersubjetivos especificos. Creemos que esta conceptualizaci6n cercana a la experiencia acerca del inconsciente, sus diferentes formas y sus orfgenes, da una respuesta definitiva a aquellos criticos (por ejemplo, Kernberg, 1982) que del mundo consciente, y también a aquellos te6ricos (por ejemplo Rubinstein, 1976) que argumentan que la existencia de los procesos mentales inconscientes pueden sélo ser explicados recurriendo a conceptos lejanos a la experiencia en el campo de la neurobio- ygfa’ Nosotros consicleramos que la investigacién empé- tica continuada coristituye el método para investigar aquellos principios que organizan inconscientemente la experienciaAl enfatizar la actividad investigadora del analista, esta definicién se opone a aquellos malenten- didos segiin los que la empatia psicoanalitica se equi para de forma literal y concreta a la satisfacci6n de las necesidades de selfobject del paciente y a sus deseos arcaicos. En nuestra opini6n, el tipo de accidn terapéutica del tratamiento psicoanalitico difiere en cada una de las tres reas del inconsciente que hemos descrito. El psicoa-? nflisis es esencialmente un método para esclarecer el) B inconsciente pre-reflexivo, y ello se consigue investi- gando cémo la experiencia que tiene el paciente de la relaci6n analitica se organiza de forma inconsciente y repetida, a partir de aquellos significados que se han. ido formando durante el desarrollo mental. Este and- lisis se realiza desde la perspectiva de la propia subje- wvidad del paciente, aunque siempre teniendo en cuenta el impacto que tiene el analista en la organi- zacion de la experiencia del paciente. Esto facilita el ‘compromiso y la expansién de la capacidad del paciente para la reflexién sobre si mismo, y gradualmente esta- blece al analista como una presencia comprensiva, 21a ‘qué los anteriores principios onganizadores invariantes se van adaptando, pudiendo entonces darse modos alternativos de vivenciaiséa si mismo y a los dems. El inconsciente dindmico se transforma principal- mente a través del andlisis de las resistencias, es decir, a través de la investigaci6n, en la transferencia, de las expectativas y miedos que el paciente tiene de que si Je expone al analista sus estados afectivos principales y sus deseos, entonces se encuentre con la traumtica fal- ta de responsividad con la que se encontr con los cut dadores de su infancia. Al considerar siempre aquello que el paciente percibe en el analista, en especial aque- ll que hace que el paciente anticipe una posible retrau- matizaci6n, este tipo de andlisis establece un vinculo analitico que gradualmente va expandiendo la zona de seguridad, de manera que aquellas partes de la expe- riencia del paciente que con anterioridad habfan sido ssecuestradas podran set sacadas de su escondite e inte- agradas. Probablemente la atenci6n analttica hacia el 4rea del inconsciente invalidado forma parte de todos los andlisis, pero es especialmente importante en el trata- = m4 | miento de aquellos pacientes que han suftido graves trastornos en la articulacién de la experiencia percep- tiva y afectiva durante su desarrollo. Estos pacientes, que a menudo tienden a presentar estados de frag- mentacién, de desorganizacién 0 psicosométicos, vivieron una infancia en la que extensas éreas de su experiencia no consiguieron evocar la sintonfa valida- dora por parte de sus cuidadores. En consecuencia, las percepciones de estos pacientes han quediado poco definidas y son dificiles de sostener, ficilmente pueden quedar usurpadas por los juicios de los dems, y sus afectos tienden a ser sentidos més como estados cor- porales difusos que como sentimientos elaborados sim- bélicamente. En estos casos, la investigacién y la sinto- nia del analista con la experiencia interna del paciente, siempre desde la perspectiva del paciente, sirve para articular y consolidar la realidad subjetiva del paciente, cristaliza su experiencia, y la eleva a niveles més altos de organizacién, reforzando la confianza del paciente enssu validez, Nosotros sostenemos que éste es el pro- ceso en el que se funda el sentimiento de sf, y por tan- to cuando esta funcién de selfobject, tan vital y basica, aparece en el analisis, decimos de forma especifica que se ha instaurado una transferencia de selfobject deli- neadora del self (Stolorow et al., 1992). Vamos a utilizar ahora una analogfa visual que nos ha sido util en las discusiones de estas ideas con estu- diantes y colegas. No nos proponemos introducir un nuevo modelo topografico de la mente con metéforas espaciales que queden reificadas (es decir instauradas como reales), sino que pretendemos s6lo dar luz a tas interrelaciones entre las tres formas de inconscien| a medida que se han ido estableciendo en el curso del desarrollo. Imaginemos un edificio con diferentes pisos 6 AANA AADN AA ADADAAADAADAD AID V9V9N 9 99.9.99.9945'9 yun subterrineo que queda por debajo de la superfi- Cie. La conciencia corresponde aqui a las partes del edi- ficio que estén por encima del nivel del suelo; los pisos ‘més elevados presentan las 4reas del conocimiento en las cuales la persona ha conseguido comparativamente mayor desarrollo e integracién. Bl inconsciente dind- mico apatece en la base de la estructura, bajo ¢ del suelo y fuera de la vista. Aquf se encuentran los con- tenidos que son expulsados del conoci ciente, por su asociacién con conflicts peligro subjetivo. El inconsciente pre-reftexivo no tiene una parte concreta en este ejemplo, pero corresponde al proyecto de un arquitecto que instaura el esquemma con el que se ird construyendo el edificio. Este proyecto puede ser pensado como un conjunto de principios organizadores que especifican un patron de relaciones entre varias partes del edificio. Lo mi un lado no tienen un contenido subj pero en cambio son los principios que organizan estos, contenidos en patrones caracteristicos. Bl inconsciente invalidado aparece en nuestra analogfa en forma de ladrillos, maderas, y otros materiales que no se usaron y que han sido dejados alrededor del edificio y en el ‘sétano; nunca formaron parte de la construccién, pero habrian podido ser utilizados. Estos objetos varios representan experiencias que nunca han sido articu- ladas e integradas en la estructura de la conciencia y que, en consecuencia, continéian durante mucho tiem- po inconscientes mientras esté ausente la validacién necesaria TLUSTRACION CLINICA ‘A continuaci6n vamos a ilustrar, mediante la discusién de un suefo, las diferentes formas de inconsciente. ‘Hemos seleccionado un suefio muy breve que se dio al comienzo de un episodio psicético de una joven de 19 altos. la sofiante estaba en el campo sentada ante una peque- fia estructura que dijo que parecia un cobertizo. Al mirar hhacia dentro, encontré un lavabo. Cuando se fij6 en la taza, el agua empez6 a borbotear, a espumeat y rebosar hhacia fuera. La taza se agit6 cada vez més hasta que un agtiser explosivo, de un material incandestente no iden- tificado, hizo erupci6n en el viter, tumentado en violencia sin limite aparente. En este punto, la sofiante se despert6 presa del terror. En la historia infantil de esta paciente lo que resul- taba central era que habia sufrido abusos sexuales importantes por parte de su padre. Desde los dos afios de edad, su padre la utiliz6 para gratificaciones sexua- les (principalmente) orales varias veces a la semana. Estas pricticas, que ocurrian tarde por la noche, se man- tuvieron en total secreto ante el resto de la familia y continuaron hasta bien entrada la adolescencia de la ppaciente. Era tna familia que mantenfa una imagen de gran normalidad ante la comunidad. Mantenta el cés- ped bien cortado, participaba de las actividades del yecindario, y regularmente iba a la iglesia. Existia una profunda divisidn entre la vida normal llevada durante el dia, y las priicticas sexuales de la noche entre padre e hija. Cuando fue suficientemente mayor para enten- n der que su relaci6n no era la que tienen los padres con estaba lo suficientemente evolucionada para entender lo que estaba sucediendo. También la presionaba para disfrutar de los episodios sexuales, diciéndole que eran parecidos a las précticas de las familias de los reyes durante otras eras histéricas. El padre le cont6 que lo que estaba sucediendo entre ellos era precursor de las relaciones entre padres ¢ hijos del futuro. La nece- sidad de la paciente de adecuarse a aquella vision del padre sobre su relacién especial se reflejé durante el periodo de su psicosis en el delirio de que ella habia sido enviada a la tierra por Dios para tener intercam- bios sexuales con todos los hombres de la tierra a fin, de iluminar sus espititus y elevar sus humores depre- sivos. Fl vinculo con su madre también era profunda- ‘mente problemético. En una ocasién, cuando la pacien- te tenfa 6 afios y le conté a su madre algo de lo que estaba ocurtiendo con su padre, ésta le rind yle pegs por decir mentiras. La verdad sobre el incesto no empe- 26a emerger hasta mediada la adolescencia, cuando otra nifia de la familia se quejé del comportamiento sexual del padre. Durante los afios de la nifez, la paciente parecta ser ‘una nifia bien adaptada. Tenfa muchos amigos y exce- lentes notas en la escuela, e intentaba satisfacer a sus padres, El tinico signo de dificultad que mostré fue una tendencia.a fantasear que sus profesores y padres la animaban a intentar controlar. Acordonando las expe- riencias nocturnas de abuso sexual, y bloqueando el conocimiento\del impacto destructivo de estas expe- riencias, se identific6 a nivel consciente con la figura de nifia normal y talentosa, que se correspondia con la 8 imagen que se tenfa de ella desde fuera. El permitirse experimentar 0 expresar el confuso embrollo de emo- ciones ocasionadas por el incesto hubiera amenazado sus vinculos con las personas mAs cercanas, principal- menté su madre y su padre. Como iremos viendo, una clara conciencia de lo que ocurria también tuvo un efec- to desintegrador en su sentimiento de ser ella misma, ‘Sin embargo algunos indicios acerca de cémo aquella situacion impactaba en ella aparecieron en sus suefios recurrentes. Dos pesadillas repetitivas la obsesionaron durante su nifiez, y s6lo pudieron ser descifradas bas- tantes afios después en su psicoterapia. En un suefio, lla estaba en la cocina de la casa familiar y observaba la presencia de unas manchas extrafias y oscuras en el suelo. Cualquier objeto o parte de un objeto que que- dara encima de cada mancha se esfuraba y desapare- cfa. Mientras lo observaba, se aterrorizé al comprobar que las manchas oscuras empezaban a expandirse, de ‘manera que la parte iluminada era cada vez menor. Bn el suefio empezé a dar pasos y a saltar torpemente entre las manchas que iban creciendo, en un esfuerzo de- sesperado para evitar su propia aniquilacién. Durante las sesiones de su psicoterapia, este suefio se enten- dié como una expresién infantil, en simbolos metafési- cos, de la creciente amenaza hacia su supervivencia psi- colégica que estaba experimentando en su familia. En el segundo de los suefios recurrentes, se encontraba postrada mientras su cuerpo era estirado alternativa- ‘mente en direcciones opuestas por dos filas de cuerdas, con pequefios ganchos prendidos bajo su piel. Peque- fas criaturas parecidas a elfos tiraban de las cuerdas y estiraban su piel, primero en una direccién y luego en la otra, Este suefio pudo ser entendido como la con- cretizacién de su sentimiento de que su propio self era atalatatatatataltatatatatatatatatatatatatatatatatavetatatatataratatatai tironeado de forma contradictoria por las dos figuras de su padre: uno, el adorable y responsable padre del mun- do diurno; y el otro, el abusador sexual de mirada las- civa que invadia sus noches, Encontramos aqui un motivo adicional, y quiz4s atin mAs central, para que su experiencia incestuosa quedara tan separada y repri- mida, Si permanecfa consciente de todo lo que pasaba en casa, tanto durante la noche como durante el dia, se tenia que enfrentara la amenaza de ser tironeada y final- mente descuartizada por las contradicciones que se la habian impuesto. ‘Volvamos al suefio que es el centro de nuestra dis- cusién y examinémosto desde el punto de vista de las distinciones entre las diferentes formas del inconsciente. inconsciente dindmico, que consiste en sectores de la experiencia que han sido sacrificados para salvaguardar relaciones necesarias y proteger un sentido de la integridad del self, esta representado por el material subterrineo que se encuentra bajo el cober- tizo, Lo que el suefio retrata en realidad no es el incons- ciente dindmico en si, sino més bien la ruptura de la represi6n y la invasién en la conciencia de aquello que anteriormente habia sido dinamicamente inconscien- te. En términos de la vida de la paciente, podrfamos decir que los contenidos de su inconsciente dinamico consistian principalmente en los aplastantes afectos, _generados por su situacién familiar, afectos que nunca habfan sido completamente articulados 0 comunica- dos a nadie. inconsciente pre-reflexivo en el suefio aparece en Ja geometria de la imagineria, en la cual aparece una divisién espacial entre el mundo de la superficie -el rei- no diurno, publico y consciente de una familia adora- ble-y el mundo subterrdneo ~el nocturno, principal- 80 ‘mente la vida inconsciente de abusos ¢ incesto. Un prin- ipio invariable, profundo y central, que organizaba el universo subjetivo de la paciente, pertenecia a esta dico- tomfa, Segtin este principio organizador, dible aceptacién por parte de los demas conseguir y mantener colocando sisteméticamente sus verdades emocionales en el subterréneo. El cobertizo del suefio, un receptaculo simbélico para tales conte- nidos inaceptables, proporcionaba una via para elimi- nar aquellas dreas de su vida subjetiva que amenazaban la integridad del mundo diurno de su familia. Elinconsciente invalidado aparece en el suefio en la naturaleza indiferenciada e inidentificable del material burbujeante que erupcionaba del vater. Hay que resal- tar que lo que salfa no eran objetos especificos que pudie- ran ser identificados y clasificados, y que habrian podido corresponder a un conjunto de sentimientos y recuer- dos especificamente articulados. Por el contrario, se tra- taba de una masa inundante de algo que ella no reco- nocia. Las experiencias que esta paciente necesit6 celiminar de su vida consciente nunca habjan sido reco- nocidas ni validadas por nadie. Por el contrario, fueron especificamente invalidadas por ambos padres: por el padre cuando redefinfa el incesto como un tito especial € insistia en que ella lo disfrutara, y por la madre cuan- do se enfad6 y castigé a su hija por inventar mentidas, Esta paciente, al principio de su tratamiento, no tenfa Jo que se podria llamar un conocimiento emocional de Jo que le habia pasado. A pesar de ser consciente de que habfa sido victima de incesto (pero no de su gran alcan- ce), no tenfa el sentimiento de haber sido victimizada, abusada, 0 explotada. Igualmente sabia que su madre habia ignorado su situacién, pero nunca habia experi- mentado un sentimiento de traicién o abandono por al parte de ella, La exploracién de la historia de la pacien- te en el contesto validador del dtélogo analitico dio lugar ala emergencia, elemento por elemento, en un proce- so que duré cerca de dos décadas, de un sentido emo- ional més profundo del lugar devastador que habia ocu- pado en su familia. Fue de gran ayuda poder investigar de forma detallada los delirios y alucinaciones que de- sarrollé durante el periodo de su psicosis, que parectan ‘estar asocindas con rasgos, que previamente habian sido inconscientes, de su historia traumética; rasgos que habian quedado sumergidos a través de su acomodacién alas necesidades de sus padres. El resultado de este escla- recimiento fue una gradual redefinici6n de su identidad, que pudo incorporar la realidad de que la experiencia central de su infancia consistié en haber sido victimiza- da, explotada, y traicionada. El inconsciente dindmico y el inconsciente invali- dado coinciden el uno con el otro en este caso. 1s reac- clones emocionales reprimidas de la paciente hacia la situacién de su familia fueron partes de su experiencia ‘que nunca fueron validadas por nadie durante los afios de su infancia. Lo que emergié de la represi6n al prin- cipio de su episodio psic6tico fueron recuerdos y sen- timientos que no estaban claros, que quizds hubieran podido ser integrados en su vida consciente. Su expe- riencia en ese momento fue, sin embargo, una inun- dacién de impresiones emocionales desorganizadas, que no podia ni entender ni articular. Aunque se pueden escribir teéricamente claras distinciones entre las dife- el terreno de la rea- lustra, estas diferentes formas se ponen de manifiesto formando una cada amalgama. 2 Capitulo 3 CUERPO Y MENTE El foco principal de este capitulo es la relacién entre la mente y el cuerpo. El problema mente-cuerpo, consi- derindolo como una cuestién metafisica, tiene una lar- gay complicada historia dentro de la flosofia, de manera que se han propuesto distintas soluciones ~materialis- mo, idealismo, paralelismo, interaccionismo (véase el resumen que hace Wallace, 1988). El psicoandlisis clé- sico ha adoptado una solucién materialista, asignando prioridad ontoldgica a la cuesti6n fisica ~el cuerpo y sus, «pulsiones-y ha interpretado la onganizacién de la expe- riencia como una expresién secundaria de los aconte- cimientos corporales. Los conceptos derivados de las ciencias naturales son transformados en algo concreto y la experiencia es vista como un epifenémeno de estas concretizaciones. La doctrina materialista, con su inevi- table concretizaci6n, se presta gustosa para el mito de Ja mente aislada. ‘Lo que aqui nos concierne es la relaci6n entre men- te y cuerpo en la experiencia. De esta forma evitamos Ia consideracién que hacen los fildsofos de estos tér- minos como referentes para cualquier clase de entida- des existentes que sean absolutas o tangibles; tampoco ‘vamas a discutir los conceptos de cuerpo y mente como términos del discurso lingufstico. En cambio, nuestra investigaci6n se centrar4 en el cuerpo y la mente como polos o elementos de la vivencia que tenemos de noso- tros mismos (selfrexperience), y en las distintas for- mas de conciencia que podemos tener de la relacién mente-cuerpo. Escondido en el campo de esta contro- versia filoséfica insoluble existe un conjunto de pro- blemas, en relaci6n a la invest ‘son profundamente significativos y que conciernen ala naturaleza y condiciones de las diferentes maneras en que podemos experimentar la relaci6n entre la mente y-el cuerpo. ‘amos a describir las principales maneras de vivir subjetivamente la relacién entre la mente y el cuerpo; al mismo tiempo describiremos también el contexto: intersubjetivo especifico que se asocia con cada una de ‘estas formas de relacion mente-cuerpo. Con el desarrollo de esta cuestidn, esperamos dar luz a los fundamen- 10s psicologicos de uno de los grandes problemas de la filosofia metafisica y también contribuir a una mejor comprensién de esta dimensién central de la experiencia que el ser humano tiene de si mismo. LA EXPERIENCIA DEL AFECTO Nuestra tesis es que, en nuestra experiencia subjetiva, Jos limites entre mente y cuerpo son la consecuencia de unos contextos intersubjetivos especificos. Un campo enel que esto queda claramente demostrado es la expe- riencia del afecto. En el terreno de la experiencia afectiva, la frontera que separa cuerpo y mente se origina en situa- ciones intersubjetivas que son muy similares a aquellas a cen las que se forma la divisiOn entre lo consciente y lo inconsciente. En efecto, tal como veremos, estos dos limites de la experiencia son en gran parte coincicentes. Krystal (1988) sugirié que un aspecto decisivo det desarrollo afectivo es la evoluci6n de los afectos des- cuando estos se experimentan jel cuerpo, hasta aquellos estados subjetivos que gradualmente pueden ser articulados verbalmente. Kristal acentvia también el importante papel que juega, en el proceso de maduracién del nifio, la habilidad del cuidador para identificar correctamente y para verbalizar los afectos tempranos del nifio. Las respuestas en sintonfa empitica fomentan que estados afectivos corporales sean integrados en significados codificados simbélicamente, los cuales, finalmente, con- dlucirdn a la cristalizacién de los distintos sentimientos. El grado en que una persona puede llegar a experimen- tar los afectos como mente (es deci, como sentimien- tos) en lugar de tinicamente como cuerpo, depender por tanto de la presencia de un contexto intersubje- tivo facilitador. En la ausencia de este contexto facilitador, este pro- ceso de transformacién ficilmente quedaré alterado, con lo cual los afectos continuardn experimenténdose principalmente como estados corporales. Por tanto, en estos casos, se establece un tipo de divisién mente- cuerpo que hace que el campo experiencial vivido ‘como corporal sea comparativamente muy grande, ‘eincluint aquellos estados afectivos que ordinariamente se suelen vivenciar como esencialmente mentales. Este proceso se puede ver de forma paralela a lo discutido enel ca Por un lado, tal como sucedia con los origenes del inconsciente invalidado, los afectos no pueden evo- 8 lucionar a partir de los estados corporales si no exis- te alguna forma de responsividad validadora por parte del entorno que permita la articulacién simbélica de smos. En estos casos la persona permanecerd « [p. 64], coloca el énfasis en el «tamafio» de la contrariedad~e, implici tamente, la ecantidad» de la afeccién depresiva— como el factor decisivo que determina sila contrariedad ser pato- _génica 0 intensificadora del crecimiento. Por el contratio, ‘nosotros proclamamos que lo decisivo es la capaciclad de 1esta del medio a las reacciones depresivas (y oteas) del nfo. Pasamos por tanto del énfasis en la efrustraci6n ‘ptima», a consicerar central la sintonfa empética con las afectos [p. 75-76 yss.]- De acuerdo con Krystal (1988), opinamos que la esencia del trauma reside en la ex] to insoportable: Tal como implicaba la cita precedente, sin embargo, la intolerabilidad a un estado afectivo no. puede explicarse tinicamente, ni tan solo principalmente, en base a la cantidad o intensidad de los sent dolorosos que un acontecimiento dafiino genera. Tal ‘como enfatizamos en el capitulo 1, la experiencia afec- tiva del nifio es una propiedad del sistema nifto-cuidador, y se regula dentro de este sistema. Desde el punto de vista del desarrollo, los estados afectivos traumaticos deben entenderse en relacién con el sistema relacional en el que estos estados afectivos toman forma. Nuestra tesis central en este capitulo es que el trauma en el de- sarrollo temprano se origina dentro de un contexto for- ‘mativo intersubjetivo cuyo aspecto central es una falta de sintonfa afectiva (una rotura del sistema de regula- cin mutua entre el cuidador y el nifio), que lleva a la pérdida por parte del nifio de su capacidad de regula- cidn de los afectos y, en consecuencia, a un estado inso- portable, aplastante, desintegrado y desorganizado (véanse Socarides y Stolorow, 1984/5; Stolorow et 1.987). Postulamos que el afecto doloroso 0 temi se vuelve traumatico cuando no se da por parte del 99 ¢ ¢ c c ¢ c ¢ « c ¢ c c c ¢ C c c c c ¢ « ¢ c ¢ c ¢ c le C € e ¢ entorno aquella capacidad de respuesta empatica que el nifio necesita para ser asi ayudado a ser capaz de tole- rar, contener, modular y aliviar este impacto. Balint (1969) reconocié el context relacional del trauma y postuld las tres fases que contribuyen a que éste se produzca en la nifiez. Primero, un nifio depende. de un adulto de confianza, Segundo, este adulto demues- tra ser indigno de confianza a través de la sobreestimu- lacién o de la negligencia y rechazo del nifio. En la ter- ccera fase, la més crucial, el nifo trata de «obtener alguna comprensién, reconocimiento y consuelo» (p. 432) del adulto que perpetré la ruptura. El adulto, sin embargo, rehtisa reconocer la perturbacién, niega que haya habi- do excitacién o rechazo, a menudo culpa al nifto del trastorno y rechaza también sus esfuerzos de bisqueda de recuperar la confianza. Uno de nosotros (Stolorow, 1993) ha ofrecido una conceptualizaci6n semejante del trauma en el de- sarrollo, utilizando el marco de la psicologia del self psicoanalitica y enfatizando el destino de los estados afectivos dolorosos del nifio dentro del sistema dé de- sarrollo: Ta mayoria de pacientes que acuden a nosotros para el andlisishan suftido, cuando eran nifios, repetidas y com- plejas experiencias de carencia de selfobject, que de for- ma esquemética se pueden describir en dos fases. En la primera fase, el cuidador responde a una necesidad de selfobject primaria del nfo con repulsa o frustracién, generando entonces una reaccién emocional dolorosa en el pequefio. En la segunda fase, el nifio experimenta el deseo de selfobject de encontrar una respuesta empé- tica.a su estado afectivo dotoroso que le pueda ayudar a ‘contenerlo y modulatlo. Pero los padres que repetida- 100 mente rechazan las necesidades de selfobject primario son incapaces generalmente de proporcionar una respues- ta empitica a las reacciones emocionales dolorosas del nifio. El nifio percibe que sus sentimientos reactivos dolo- +0508 no son bienvenidos o resultan lesivos paca el cul- dador y deben ser por tanco secuestrados defensivamente ppara poder conservar asf un vinculo que le es necesario. Bajo tales circunstanci sos apartados resultan una eterna fuente de conflicto interno y una causa de vulnerabilidad ante los estados {traumaticos; en el andlisis, la reexposiciGn de estos sen- timientos al analista tiende a ser objeto de una enérgica resistencia. No puede dejar de subrayarse que las experiencias infantiles dafinas ~pérdidas, por ejemplo- en y por si mismas no han de ser necesariamente traumdticas (0 al menos no de forma duradera) 0 patogénicas, siempre que tengan lugar dentro de un medio con capacidad de respuesta (Shane y Shane, 1990). Dolor ‘no equivale a patologia. Es la ausencia de sintonia y de respuesta adecuadas a las reacciones emocionales dolo- r0sas del nifio lo que las hace insoportables y por tanto una fuente de estados trauméticos y de psicopatolo- gia. Esta conceptualizaci6n incluye tanto los acontect- mientos traumdticos aparatosos y claros como las mas sutiles «repercusiones ambientales» (impingements, Winnicott, 1949), sobreestimulaciones (Greenacre, 1958) o heridas narcisistas (Kohut, 1971), los «traumas silenciosos» (Hoffer, 1952) 0 «traumas acumulativos» (Khan, 1963) que tienen lugar de forma continuada a Jo largo de la nifiez. Mientras Khan (1963) concep- tualizé el trauma acumulativo como el «resultado de Ja rotura de la funcién de escudo protector por parte 101 de la madre a lo largo del desarrollo del nifio» (p. 46), nosotros entendemos ese trauma continuado més en términos de la falta de tespuesta adecuada a los sen- timientos dolorosos del nifio cuando se ha‘roto este eescudo protector. Tal como Kohut (1971) subray6 repetidamente, ese trauma acumulativo a menudo pro- viene de una patologia de cardcter especifica de los padres, los cuales necesitan utilizar al nifio narcisista- mente, ¥ posibilita que puedan suministrar la fancién de reconocimiento, de aceptacién y de res- puesta empitica a los estados afectivos dolorosos reac- tivos del nifio. Las imagenes que describen un trauma aparatoso y claro, ya deriven de recuerdos o de fan- tasfas, o de una combinacién de ambos, a menudo codi- fican de forma metaférica estos modelos més sutiles de interaccién temprana recurrente, que incluirian la explotacién emocional y la mala sintonia con el nifio (Stolorow et al., 1987). Falto de un contexto intersubjetivo integrador afec- tuoso, contenedor y modulador, el nifio traumatizado debe disociar el sentimiento doloroso de sus expe- riencias en curso, esto da a menudo como resultado estados psicosomaticos o divisiones entre la experien- cia subjetiva de mente y cuerpo (capitulo 3), 0 el reple- gamiento tras un escudo protector (a modo de capullo) (Modell, 1976), a salvo de las heridas potenciales que podrfan resultar de sus vinculos con otras personas. Incluso cuando es capaz de recordar las experiencias traumaticas primeras, el nifio puede quedar asediado por terribles dudas acerca de su veracidad 0 sobre la realidad de su experiencia en general (capi- tulo 1), lo cual es una consecuencia inevitable de la ausencia de empatia validadora que, para nosotros, es el aspecto central del trauma psiquico. El nifio trau- 302 matizado no lograré desarrollar la capacidad de tolerar Jos afectos ni la capacidad de utilizar los mismos como, sefales que proporcionan informacién; y los afectos dolorosos, cuando son sentidos, tenderin a generar estados traumaticos (Socarides y Stolorow, 1984/5; Sto- lorow et al,, 1987; Krystal, 1988). Un nifio asf puede sen- tirse impulsado a renunciar «a imaginar, esperar y desear Jo que podria ser posible, puesto que todo ello s6lo ha aportado una vulnerabilidad insoportable y una tre- menda frustracién» (Shabad, 1989, p. 118) y puede de- sarrollar una « “sensacién de fin del mundo”, es decir, un profundo pesimismo frecuentemente acompafiado por temores crénicos y un estilo de vida depresivo» (Krystal, 1988; p. 148). En general, puede decirse que «el efecto duradero de los traumas sobre el desarrollo se deriva del esta- blecimiento permanente de principtos organizado- res invariantes e inexorables que permanecen fuera de la [...] influencta de la autoconciencia reflexi- va o de las experiencias posteriores» (Brandchalt y Stolorow, 1990, p. 108). El nifio traumatizado, por ejem- plo, puede «concluir» que sus propias necesidades insa- tisfechas y su dolor emocional son expresiones de defectos repugnantes y vergonzosos de su self y por tanto deben desterrarse de su experiencia consciente;, de este modo, el nifio acaba sintiendo que sus propios estados reactivos son los causantes de las experiencia, trauméticas que los produjeron. Bl establecimiento de tales principios organizadores, que a menudo llevan a 1a total sustitucién de la realidad subjetiva del propio nitio por la del cuidador (véase el caso de Jessica, capi tulo 5; también Brandchaft, 1991), por una parte per- mite conservar el vinculo con el cuidador que tesponde de forma inadecuada y dafina, y por otra protege fren- 103 NAANARAANAAADADDAAAADAINADNIIAYAY teala retraumatizacién. Estos principios organizadores, una vez formad inconsciente (capitulo 2), y sensibilizan intensamente a la persona traumatizada ante cualquier experiencia posterior que permita ser interpretada como una repe- ticin real o inminente del trauma original, y que por tanto va a exigir la movilizaci6n de la actividad defensiva (Ornstein, 1974). La retraumatiz posterior tiene Iugar cuando existe una réplica casi exacta del trauma original, una confirmacién de los principios organizadores que surgieron del trauma ori- inal," o una pérdida o interrupcién de un vinculo sos- oe: que haya proporcionado un modo alternativo de experiencia organizativa, sin el cual los antiguos rincipios invariantes se vuelven a traer a escena. En ningin otro lugar la doctrina de la mente aisla- da es més perjudicial que en la conceptualizaci6n del trauma, A pesar del temprano intento de Ferenczi (1933) de contrarrestar el descuido por parte del psi- coandlisis de la importancia del abuso ~particularmente del abuso sexual, en la patogénesis de las neurosis sugitiendo que los analistas en realidad reproducen el trauma original con sus errores garrafales y cegue- ras, s6lo recientemente el abuso sexual y otros abu- 508 fisicos frecuentes de los nifios han sido considera- dos de forma sistemtica por los psicoanalistas (por ej, Millar, 1986; Levine, 1990; Kramer y Akhtar, 1991). Atri- buir el caos afectivo o el retraimiento esquizoide de pacientes que sufrieron abusos infantiles a fantasfas» 0a eorganizaciones de personalidad borderline» equi valea culpar a la victima y, al actuar asi, se reproducen "Este proceso de la retraumatizacion resuté provechosamente aclacado en las discusiones con Claudia Kohner, 104 Jos rasgos del trauma original. La asuncién de que el trauma se produce por el hecho de que el nifio'no pue- de canalizar las energias pulsionales que surgen de su interior, en vez. de buscar la causa en la creacién relacional de una excitaci6n intolerable, de dolor o de sentimientos de desamparo, tiene un claro paralelis- ‘mo con la explicacién del psicoandlisis clésico de las transferencias negativas y de las resistencias en térmi- camente dentro del paciente. Del mismo modo que el nifio que ha sufrido abuso no podria culpabilizar a sus padres debido a la necesidad que tiene de ellos, Y por tanto se sentirfa forzado a reprimir o rechazar las, experiencias de abuso, es probable que,.sin la ayuda del analista, el paciente traumatizado se sienta compe- lido a suprimir su conciencia de las rupturas que se puedan dar en su andlisis, 0 a culparse por ells, tra- tando de este modo de sobrevivir a los traumas del andlisis del mismo modo que lo hizo con los traumas de su nifiez. ‘Tanto Winnicott (1963) como Kohut (1959) subra- yaron la crucial importancia terapéutica del reconoci- miento y admisi6n de la vatidez, desde la perspectiva del paciente, de Ia reexperiencia en la relaci6n transfe- rencial del traumatismo original: Lareacci6n ante el fllo actual (del analista] [..] lene sen- {ido en la medida en que et fallo actual es, desde el punto de vista del niio, el fallo del entomno original [Winnicott, 1963, p. 209] Noh Para el paciente gravernente traumatizado] el el 10 e$ la pantalla que sirve para proyectar la estructura interna [...] sino la continuacién directa de una realidac 105 |v temprana que fue demasiado distante, clemasiado recha zante, © poco merecedora de confianza analis- ta] es el antiguo objeto con el que el analizando trata de ‘mantener contacto [Kohut, 1959, p. 218-219] CCualquiera que haya utilizado los conceptas psicoa naliticos de la psicologia del self al conducir un psi- coanilisis ha podido observar los efectos benéficos derivados del andlisis de las rupturas que se experi- mentan dentro del vinculo analitico. A través de sus escritos, Kohut (1971, 1977, 1984) explicé estos efec- tos terapéuticos invocando su téorfa de la frustraci6n, Optima, que lleva a la internalizaci6n transmutadora; una formulacién que, tal como resaltamos anterior- vente, incorpora metiforas cuantitativas y mecanicis- tas de la metapsicologia clésica, reliquias de la doctrina de la mente aislada. impresién es que el impacto terapéutico is de estas rupturas se explica mejor a la luz de la historia del paciente que ha sido trau- ‘matizado por una sintonia afectiva ausente o inade- cuada. Al conducir un andlisis de este tipo, el analista investiga e interpreta los diferentes elementos de la ruptura del vinculo analitico desde dentro del marco de referencia subjetivo del paciente: las cualidades 0 actividades del analista que generaron esta ruptura, los principios que organizaron sus significacios, su impac- to sobre el vinculo analitico y sobre la autoexperien- cia del paciente, el trauma sobre el desarrollo tem- prano que replicé, y, especialmente importante, las expectativa y temores del pacientes sobre cémo res- ponderé el analista a la articulacién de los senti tos dolorosos que siguieron en consecuencia (St row et al., 1987). Desde nuestro punto de vista, es el 106 significado transferencial de esta actividad investigadora € interpretativa lo que deviene la principal fuente de accién terapéutica; en la transferencia el analista es vivido como el padre secundariamente deseado, recep. tivo, comprensivo que, a través de su capacidad de res- , esostendré» (Winnicott, 1954) y final- viard la reaccién emocional dolorosa que ha sido revivida ante la repeticion de aquella experiencia de ruptura que se habia dado en el prano, De este mode, el vinculo an. ce y expande, y se da una mayor libertad que permi- te la emergencia de los deseos del desarrollo primatio a medida que el paciente va sintiendo una mayor con- nza en que sus reacciones emocionales frente a expe- tiencias de rechazo y decepcién serdn recibidas, com- prendidas y contenidas por el analista. Paralelamente, Se pone en marcha un proceso de desarrollo en el que os anteriores estados afectivos reactivos dolorosos que habian quedado secuestrados, la herencia de la historia del paciente de trauma en el desan tan gradualmente integrados y transformados, y la capa- Cidad del paciente para tolerar los afectos queda pro- gresivamente reforzada a intensidad emocional de la relaci6n analitica, al volver a movilizar en la transferencia deseos del de- sarrollo que habian sido frustrados y vulnerabilidades ‘emocionales dolorosas, es tierra fértil para potenciales retraumatizaciones del paciente. En nuestra opinién el temor o anticipacién de una posible retcaumatizacién Por parte del analista es la parte central del fendmeno de la resistencia en el psicoanilisis. El temor a la retrau matizaci6n puede set evocado por la mera presencia fisica del analista, o incluso por su benevolente interés ‘en conocer la experiencia del paciente, que podria des. 107 pertar la amenaza de quedar expuesto de una forma humillante y vergonzosa, Este temor a quedar expuesto, - que puede ser provocado por el proceso analitico inde- pendientemente de lo «empatico» y lo aceptante que el analista crea ser, resulta claramente ilustrado por un suefio analitico que ha sido narrado recientemente por Bromberg (1991): Enel suefio, el anlista, sin disfraz y con un porte serio ‘yuna sontisa genuinamente célida, lanza ala falda de la paciente una bolsa que contiene un monstruo de dos cabezas, La paciente esté aterrorizada porque sabe que tiene que abrir la bolsa, pero no puede decirle al ana- lista lo asustada que esté porque el monstruo simple- ‘mente se voluerd mas grande {p. 40ly ss. la cursiva es nuestra] Deducimos de la imagineria de este suefio que esta paciente anticipa que su analista va a responder a la exposiciOn de sus crecientes sentimientos dolorosos con la misma falta de sintonfa que recibi6 de sus cui- dadores originales, volviendo a evocar asi el trauma {infantil original y la consiguiente visién de s{ misma como, ‘un monstruo repugnante. Lo que deseamos enfatizar es que la necesidad de ‘un paciente de amurallarse frente a su propia afectivi- dad, frente a sus anhelos de conexién con el analista y frente a las interpretaciones del analista esté siempre suscitada por percepciones de cualidades o activida- des del analista que, en s{mismas, conducen al temor ala anticipacién por parte del paciente de la posible repeticin de un trauma infantil. Resulta esencial para el andlisis de la resistencia que esto sea reconacido, investigado e interpretado por el analista. 108 ocd ‘Nuestra conceptualizaci6n de la relaci6n entre trau- ‘ma y patogénesis y sus implicaciones en el andlisis de la resistencia, estén bien ilustradas en el caso de Jessica en. el préximo capitulo. a Capitulo 5 LA FORMACION DE LAS FANTAS{AS (serito en colaboracién con Daphne S, Stolorow) Freud (1900) usé el ino «fantasia» para hacer refe- rencia a sofar despi consciente e inconsciente- mente, y remarcé su tud con los suefios nocturnos, Las fantasias, al igual que los suefios, convierten las con. figuraciones de la experiencia en imdgenes perceptivas coneretas. Las fantasias pueden favorecer toda la gama de funciones psicoldgicas que se encuentran en el tra- bajo clinico psicoanalitico: satisfaccién de descos, defen- $a, autocastigo, etc. Nos interesa resaltar la funcién espe- cffica de la fantasia en aquellas situaciones intersubjetivas en las que experiencias afectivas importantes no consi- guen evocar respuestas de validacién adecuadas del entorno. En estos casos, las imagenes sensoriomotoras concretas de la fantasia dramatizan y reifican la expe- tiencia emocional de la persona, dandole asi un sentido: de validacién y realidad que de otra forma se encon- ttarfa ausente. Una funcién andloga puede ser propor- ionada por cierto tipo de acciones a través de las cua- les la persona intenta articular experiencias que nunca podrian ser codificadas sim ‘Como uno de los muchos ejemplos posibles de esta concepcién de fantasia, consideremos las fantasiasarcai- a alalaiataatalaiaiaiatatatata‘atataiatataiatalatatatalatatalatatatataio cas grandiosas-exhibicionistas que Kohut (1971) crefa, que eran de importancia central en el desarrollo tem- prano del self. Peto a diferencia de Kohut, nosotros no consideramos estas fantasias grandiosas como la base fundamental primaria para el desarrollo, Por el contra- rio, nuestra opini6n es que estas fantasias se construyen de forma reactiva en situaciones en las que las princi- pales experiencias afectivas de excitacién, expansionis- mo, orgullo, eficacia y placer del nifio en si mismo no evocan la respuesta de validacién necesaria de las figu- ras de los padres’ Las imagenes concretas de las fanta- sias grandiosas dramatizan y afirman a la vez las expe- riencias afectivas invalidadas y representan también lo que el nifio percibfa que se le pedia para poder obtener Ja respuesta que no se ha producido.* Otro tipo de fantasfas que puede surgit como con- secuencia de la experiencia de invalidacién implica ima- y la edisyunci6n intersubjetiva>. La pri- mera de ellas se ilustrar4 con ejemplos en los que los principios que estructuran las experiencias del pacien- te dan lugar a expresiones que son muy parecidas a las configuraciones centrales de la vida psicologica del tera- peuta. La disyuncién, por el contrario, ocurre cuando el terapeuta asimila el material expresado por el paciente en configuraciones que alteran significativamente el sig- nificado originario que tienen para el paciente. La fre- 1. Impasse es una vor francesa que significa : LA VIA REGIA Habiendo revisado e ilustrado los tipos de situaciones intersubjetivas que, cuando no son reconocidas, pue- 7 + aE den llevar a serias obstrucciones del proceso terapéu- tico, volvemos ahora al tema central de este capitulo, es decir, la nueva comprensi6n y la mejora del proceso terapéutico que se alcanza cuando Jos principios orga- nizadores inconscientes de las experiencias del pacien- te y del terapeuta en un impasse son investigados y acla- rados con éxito. Elcaso de Alice Alice era una profesora de 34 afios de ascendencia orien- tal que habfa iniciado la terapia dos afos antes del impasse que describiremos porque estaba deprimida por una relacién que tuvo con un hombre mayor que ella con quien habia estado saliendo durante un afio. Alice sintié que ese hombre se habia interesado mas en sus propias actividades que en ella y habia dejado de atender sus necesidades. En particular, sentfa que la habia ignorado cuando requerfa atencién y carifio. Alice era una mujer atractiva y elegante, cuyos modales sose- gadas a menudo servian pata esconder su agitado esta- do mental. Habja estado casada durante mds 0 menos un afio poco después de los 20 afios de edad, pero su matri- monio terminé cuando su marido empez6 a apartarse yella fue sintiendo cada vez més rabia contra él, No tenia hijos, una carencia que acabé siendo una decepcién para lla, y experimentaba un crénico sentimiento de pérdi- da junto con un sentimiento persistente de no ser feme- nina y de ser un fracaso como mujer. Sélo podia apar- tar estos sentimientos cuando estaba trabajando y describia lo feliz que se sentfa ensefiando a leer e impar- tiendo clases de historia a sus alumnos. A menudo ima- 178 : 7 ginaba que ellos eran sus nifios y asi conseguia un ilu- sorio sentido de completud. Alice describia una permanente vivencia interior de falta de confianza en su atractivo, Era hija Unica, naci- da cuando sus padres eran bastante mayores. Su padre habia deseado desesperadamente un nifio varén, lo que era habitual en su contexto cultural. A lo largo de su infancia su madre y otros parientes le habian explicado repetidamente el desespero de su padre cuando ella naci6, Parece ser que éste habia llegado a convencerse de que, dado que su mujer habia quedado embarazada muy tarde en su matrimonio, el bebé estaba destinado a ser el nifio que él siempre habia querido, Quedé des- tozado cuando Alice nacié y abandoné precipitada- mente la familia durante varios meses. Cuando volvi6, yde forma continuada a lo largo de su infancia, la igno- 76 y tuvo poca relacién con ella, dejando su cuidado enteramente a su madre. La paciente le insistia al tera- peuta en que su padre nunca habia sido abiertamente cruel con ella, pero que la hacia sentir como si no exis- tiera para él. El padre parecfa completamente absorbi- do por su trabajo profesional y ella creyé que él la vefa como un obstéculo para perseguir sus ambiciones. Se ‘mantuvo distante y desconectado de ella hasta su muer- te repentina cuando Alice tenia 16 afios. Su madre era una mujer muy ceitica y perfeccionista que a menudo parecia desbordada por las tareas domés- ticas. Le habfa contado a su hija en varias ocasiones, de tuna forma bastante neutra, las reacciones de su padre en relay ento, pero la paciente tuvo la persistente impresién de que su madre también se habia sentido avergonzada por el hecho de no hubiese naci- do varén, Su madre la animé en su aficién a los libros, or los que se sinti6 cada vez més atrafda, de manera 179 que amedida que iba haciéndose mayor se fue retra- salir académicamente decidié dedicarse @ la ensefianza. Durante las sesiones iniciales de la terapia, al des- cribir la relacién que mantenia con su novio, Alice no podia dejar de sentir que éste estaba volcado en si mis- mo y preocupado solamente por él. La paciente expli- caba que s6lo querfa hablar sobre su trabajo y que no mostraba interés en las actividades de ella. Describia ‘c6mo se sentfa abandonada y maltratada, y c6mo esto Ja ponia furiosa contra él, En general, sentfa que la rela- cin con el terapeuta era una ayuda para ella, pero en 1es, cuando el terapeuta sefialaba cémo se sentia consigo misma cuando era ignorada, la pacien- te sentia que eso implicaba que sus vivencias con su novio no eran reales y que las estaba inventando. En estas ocasiones, Alice se enfadaba con el terapeuta € insistia en que éste estaba interesado en probar alguna de sus teorias y en realidad no tenia interés en com- prenderla. Entonces el terapeuta se detenia en el andli- sis de estas vivencias de la paciente y le resultaba claro que Alice no lo habia sentido a su lado y que le necesi- taba para entender lo dificil que era su novio para ella. Alice podfa a veces entender que la relacién con su novio Je hacia revivir, de forma automdtica, su infancia; volvia ano sentirse valorada como mujer, y estos sentimien- tos reforzaban y aumentaban su enfado hacia nueve meses después de iniciado el tratami decidié interrumpir la relaci6n con su novio; lo que le resulté especialmente dificil fue no poder dejar de pensar qué podiria haber hecho para haberle resulta- do més atractiva. En particialar, se solfa centrar en sus atributos fisicos y su sentimiento predominante era el 180 de no ser atractiva. El erapeuta le clarificé otra vez.coma ‘onganizaba el sentido de sus experiencias en consonancia sentimiento de deficiencia. También le los recurrentes y dolorosos sentimientos asociaclos con el rechazo de su padre por haber sido una nif Tan pronto empezé a sentirse mejor con su deci- si6n, comenz6 a tomar forma en la transferencia el siguiente patron |: Alice empez6 a centrarse cada vez més en el terapeuta como fuente de un inte- rés roméntico. Gradual y progresivamente este patron fue aumentando de intensidad por un periodo de varios ‘meses. La paciente se sentia avergonzada al principio, pero explicé que encontraba al terapeuta atractivo y querfa encontrar un hombre como él. Le dijo que esta- ba preocupada por si él se sentirfa incémodo y se apar- tarfa de ella, Considerando la preocupacién de la pacien- tea través de un principio organizador de é1 mismo, el terapeuta le aseguré que no se apartaria de ella. Tam- bién le comunicé su comprensién de que sus senti mientos representaban el deseo de consolidar y cons- ‘ruir un sentimiento de sf como mujer que nunca habia ocurrido en su familia, Pronto el interés roméntico de Ja paciente se fue tifiendo de fantasias sexuales, Le con- fi6 que tenia suefios eréticos con él, pero dijo estar demasiado avergonzada para describir los detalles. Empez6 a pedir mayor correspondencia por parte del terapeuta. Dijo que tenfa la sensacién de que él la encon- traba atractiva y que lo sentfa con toda certeza. El tera- peuta capté Jo importante que era para clla sentirse especial ante él, En algunas ocasiones Alice habia res- pondido enfadada diciendo que sabia que ella era muy especial para él y que le irritaba que él no se lo confir- ‘mara directamente. El terapeuta, en ese momento absor- 181 bido por su conflict consigo mismo, contesté de forma erronea y afirmé que, en efecto, ella era alguien especial y que necesitaba tener este sentimiento de si misma. ‘Tras 18 meses de terapia, la paciente realizé un via- je de ocho semanas con un grupo de nifios en un reco- rrido cultural a través de varios paises extranjeros. Cuan- do volvié estaba feliz y emocionada por lo que habia hecho pero sintié de forma aguda la ausencia de un hombre con quien compartir sus emociones. Haba pen- sado en el terapeuta a menudo durante el viaje y habia fantaseado con que ambos disfrutaban de toda belleza juntos. Cuando ella empezé a contarle peuta que le habfa comprado un regalo, éste reas inquietandose y le dijo que no era necesario que le tra- jera un regalo. La paciente se quedé cabizbaja y enton- ‘ces se enfad6. Ella sintié que el terapeuta la habia recha- zado completamente y que, aunque é! previamente la haba animado a una relacién especial con él, ahora cam- biaba su actitud. Sintié que la habla engafiado y dijo que considerarfa seriamente buscar un nuevo terapeuta. Alo largo de las siguientes sesiones la paciente expres6 una intensa necesidad cle que el terapeuta le dijera directamente que la encontraba atractiva y sexual- mente excitante, Sus demandas de recibir una afiema- ‘ci6n concreta de su self sexual se hicieron cada vez més intensas. Fl terapeuta, sintiendo esa enorme presi6n, finalmente reconocié que ella era una mujer atractiva a quien muchos hombres encontrarian deseable. La paciente se puso furiosa por lo que ella sentia que era una respuesta tibia. Continué demandando que sim- plemente reconociera que se sentia sexualmente exci- tado por ella, Reiterd su conocimiento de que en rea- lidad nunca harian nada sexualmente, pero a pesar de ello queria que él le demostrara que estaba interesado 182 yexcitado, Como reaccién a sus crecientes demandas, el terapeuta se fue volviendo cada vez més distanciado emocionalmente y, adoptando un estilo més intelectual, pregunté por qué se estaba sintiendo tan necesitada, esta vez. La paciente se mostr6 entonces todavia mas indignada, sintié que él la estaba abandonando y que por tanto le tendrfa que dejar. Fue en este punto en el que el terapeuta pidié supervisién con la intencién de entender qué habfa ocurrido entre ellos, se hizo claro que un entre los principios organizadores del paciente y del terapeuta. Bl principio invariante de la paciente era que nunca un hombre habfa tenido interés en ella como mujer. Esto era la consecuencia, de la repetida experiencia de que su padre se mostrara totalmente desinteresado en ella por no ser un varén. Ella habia desarrollado con el terapeuta una intensa necesidad (necesaria para su desarrollo) de obtener una respuesta especular a su feminidad ~deseo que final- mente se habia erotizado. El terapeuta habia intentado mostrarse flexible como respuesta a las necesidades de la paciente. Sus esfuerzos por ser responsivo, sin ‘embargo, habian sido codeterminados por un arcaico principio organizador de si mismo. De nifio habia sido requerido a dedicarse a mantener la autoestima de su madre haciendo de espejo de sus atributos fisicos. Por afiadidura, su madre periédicamente estaba rabiosa con él por algin desaire que le habfa infligido. A pesar de que estos episodios no eran frecuentes, eran muy temi- dos importantes para él. Lleg6 a ser absolutamente imperioso para él anticipar qué podia hacer enfadar a su madre para asi evit de tratamiento, la intensa necesidad de la paciente de 183 ‘ c € ¢ € c ri é € c c C ( ( c ¢ ‘ c é Cc ¢ . C c C i « G c C ° que-sus atractivos sexuales fueran reconocidos, junto con su propensién a enfadarse cuando se sentia herida, habjan hecho revivir estos dolorosos temas de la histo- tia del terapeuta. Su autoestima quedé cada vez més centrada en mantener el equilibrio emocional de la paciente en lugar de investigar y elucidar su propia expe- riencia interna. Las demandas de la paciente fueron entendidas, a través de un principio organizador arcai- co del terapeuta, como que se requeria de él, de forma literal y concreta, que satisfaciera los. deseos de afir- macién de la paciente para impedir asf que ella pudie- ra revivir con él los dolorosos fallos evolutivos de su infancia. Sin embargo, al haber seguido el camino de ofrecer una satisfacci6n directa, se habia sentido de for- ‘ma progresiva en conflicto con sus ideales personales ‘como analista. De esta forma, el terapeuta se habia mos- trado ambiguo en sus mensajes a la paciente sobre su reciente sentido de la feminidad, Mientras unas veces laafirmaba de forma concreta en un intento de ser res- ponsivo y flexible, otras veces las consecuencias poten- ciales de su responsividad y las crecientes demandas de la paciente le asustaban, y entonces reaccionaba apar- téndose con fifas intelectualizaciones. En las siguientes sesiones el terapeuta le transmitié 2 Alice esta comprensidn de su interaccién y de como se habia ido desarrollado. Le comunicé que habfa inten- tado ampliar la variedad de interacciones con ella en un intento de responder a sus necesidades. Ella, sin embar- g0, habia percibido -y habia reaccionado ante ellas las oscilaciones del terapeuta, es decir las alternancias entre una postura de responsividad en espejo yla postura de retraerse con preguntas de mayor distancia intelectual que la hacian sentir como un cobaya con el que se expe- rimenta, Llegado a ese punto, el terapeuta quiso esta- 184 icién més clara de sus propios limites para asi poder restablecer la atmésfera terapéutica entre ellos. Le dijo que su ideal de s{ mismo como analista le impedia responder directamente a sus preguntas sobre sila encontraba sexualmente atractiva y excitante, Reco- nocié que a causa de un conflicto consigo mismo -entre un sentimiento de tener que ser responsivo con ella y nto igualmente fuerte de tener que cum- plit con sus ideales analiticos~ algunas veces se habia como cuando rechaz6 su regalo. Dijo que, dentro de los limites de su propia vision de si ‘mismo como analista, le gustarfa trabajar con ella para reestablecer su relacién. La paciente respondié muy favorablemente. Ella dijo que, aunque pens6 que su pro- ceder habfa sido algo estiipido, entendia qué habia ocurrido y ahora tenia una idea de qué podia esperar. Indic6, respondiendo a la pregunta del terapeuta, que no habfa experimentado su nueva postura como un retraimiento de ella como consecuencia de no ser sexual ‘mente atractiva, ni tampoco renuncié a sus sentimien- tos y deseos. Alclarifcar la disyuncién intersubjetiva, ambos rees- tablecieron una atmésfera facilitadora entre paciente y terapeuta ¢ hicieron posible una comprensién més, profunda de los principios organizadores de la expe- riencia de la paciente en la transferencia. La paciente continué teniendo sentimientos roménticos hacia el terapeuta pero las demandas de una respuesta con- creta disminuyeron. Simul rente, la paciente se hizo consciente de su com subyacente de que el terapeuta seguramente la rechazaba a causa de sus, sentimientos romanticos y eroticos. Alice y el terapeuta, llegaron a entender que el temor central y més dolo- 1080 de Alice en la transferencia no era que fuera recha- 185 zada como sexual mente no atractiva sino que sus sen- timientos y anhelos de corresponder causado rechazo y reteaimiento en el terape temor iba acompafiado de la creencia de que él debia sentirse sucio y asqueado por su relacién con ella y que debia sentirse aliviado cuando ella dejaba la consulta Asi, al conseguir la claificacién del impasse se pudo des- velar la profunda conviccién de la paciente de que sus deseos emocionales eran repugnantes y un signo de un. defecto que exisifa dentro de sf misma, Esta conviccién, junto con sus raices infantiles, pudo entonces llegar a ser el principal foco de la investigacién analitica. » En cuanto al terapeuta, la nueva comprensién d propios puntos vulnerables y de que pi on firmeza sus ideales analiticos a la paciente le cred un mayor sentimiento de confianza. Pudo entonces con- templar los sentimientos de enojo y decepcién de la paciente como un componente inevitable del proceso de consolidacién de su sentimiento de si como-mujer, y ‘no como el anuncio de un desastre que tenfa que impe- dir, La clarificacién de la disyuncién intersubjetiva le libe- 16 de la exigencia de concentrarse en aliviar la angustia de la paciente y le ayud6 a crear una atmésfera en la que €1se sintiera con una mayor libertad para poder ser res- ponsivo de forma natural, desde una postura de inves- tigacién empatica continuada Elcaso de Sarab Sarah, una fisioterapeuta de 27 afios, soltera, empez6 el tratamiento a causa de una vivencia recurrente de si misma que consistia en sentirse una criatura pequefia y vulnerable, perdida en un mundo amenazador de adul- 186 tos poderosos. Fn realidad era una profesional respetaca yon éxito, con numerosos colegas que le pedian con- sejo y con muchos pacientes que confiaban en sus capa cidades. Subjetivamente, sin embargo, se iba sintien- do cada vez més invadida por sentimientos de extrema indefensi6n, como si fuera una ninita débil e inadecuada que es lanzada repentinamente al poderoso mundo adul- to, cargado de roles y responsabilidades, Sarah habia hecho un intento anterior de psicote- rapia mientras estudiaba en la universidad, pero este tratamiento acabé desastrosamente después de dos afios, cuando su terapeuta empez6 a a para la satisfaccién de sus necesidades sexuales. Esto tuvo un. efecto devastador. Cuando finalmente pudo expresar su confusi6n y sus dudas en relacién a su intimidad ft sica, el terapeuta, muy enojado, le dijo que se daba cuenta de que se habia equivocado al esperar que ella serfa capaz de tener un «amor maduro». Este comen- tario tuvo un efecto devastador en Sarah. El terapeuta le hizo sentirse completamente abandonada y no mos- tré ninguna comprensién de sus reacciones. El resulta- do final de todo ello fue que Sarah resolvié que nunca més volveria a confiar tan profundamente en otra px sona ¢ intenté que aquel episodio quedara completa mente fuera de su mente durante los siguientes afios. De hecho, este patrén de ser emocionalmente aban- donada y explotada estuvo muy presente a lo largo de toda su vida, Durante sus primeros afios fue gravemente descuidada por sus padres, deprimidos y alcohélicos, que més bien confiaban en ella para que los cuidara. La Jinica forma consistente de vivenciar una conexién con, sus padres era convertirse en su cuidadora, de manera que los principales aspectos dle su self en desarrollo se organizaron a partir del rol de cuidar. Este rol excluia 187 RERATAAAACaSAITAARA ATA AAAT AAA AA AA especialmente mostrar cualquier necesidad de ser cui- dada por su padre o madre; de hecho, expresar cual- quier estado de necesidad parecia que indefectiblemente sgeneraba que sus padres se volvieran resentidos y enton- ces reaccionaban presiondndola para que se hiciera adulta ‘© mostraban su enfado y rechazo por suponer una car- ‘ga para ellos, Este patrdn se podia observar en los pr- ‘meros recuerdos de la paciente: podia recordar las veces en que lloraba incontrolablemente en su camita y su madre respondia chillindole para que se callara mien- tras le arrojaba violentamente una botélla. Entre las consecuencias a largo plazo de esta tem- prana situaci6n en Sarah quedé un estilo de relacion interpersonal caracterizado por dara los dems pero no pedir nada directamente para ella. Este estilo influy6 no sélo en su eleccién profesional, centrada en el campo de las minusvalias, sino también en sus relaciones inti ‘mas, Su historia consistia en una serie de romances en Jos que ella desempeftaha un papel de cuidadora de hom- bres que le daban muy poco nada cambio. Ante estas, relaciones tan frustrantes solfa reaccionar con angustia y depresién, pero vivenciaba estos sentimientos como sig- nos de que habia algo malo dentro de ella més que como reflejos de la forma en que estaba siendo maltratada. Los primeros meses de la terapia de Sarah parecie- ron desarrollarse muy fécilmente. Explicé a larga his- toria desu vida con todos sus trstes detalles, incluyendo Ia historia de su relacién con su primer terapeuta. Su ‘nuevo terapeuta escuché comprensivamente lo que ella ‘explicaba, y, pesar de que not6 la rapidez.con que pare- cfa abrir las diversas reas de su experiencia, no pudo anticipar la tormentosa transferencia que pronto se est blecerfa, Hubo un suefio temprano, donde se simboli- zaba el proceso que estaba ocurriendo, en el que la 188 paciente volviaa la ciudad donde habia nacido, se apraxi- maba a una casa grande y entraba. tba pasando habita- ci6n por habitaci6n y,finalmente, entrabaa un pequenio bafio en el que un nifio cubierto de suciedad, cortes y hematomas estaba encogido de miedo contra la pared. Comentando el suefio, ella y su terapeuta entendie- ron esas imagenes como un retrato del desarrollo de su descubrimiento (de ambos) de la criatura alslada y pro- fundamente herida que habitaba dentro de ella. El impasse que describiremos cristaliz6 cuando el terapeuta le comunicé una interrupcién de seis sema- ras en la terapia que tendrfa lugar en el verano. Reco- nociendo que tan larga separaciGn podria ser excep- cionalmente dificil para ella, le sugirié que podia llamarle por teléfono. Sarah no mostré ninguna reaccién espe- ial ante esta novedad durante unos dias pero después conté un suefio referente a un animal viejo y sarnoso tumbado sobre su espalda en el desierto. Cuando el terapeuta sugirié que quiz4 el suefio tenia relacién con sus planes para el verano, se sintié visiblemente asus- tada, diciendo de forma vacilante que quiz4 estaba expe- rimentando un abandono inminente. En este punto el terapeuta volvié a reconfortarla diciéndole que él podria petmanecer en contacto con ella por teléfono y le recor dé que todavia tenfan unos meses para decidir emo Ilevarfan a cabo la separacién. Ante la sorpresa del tera- peuta, Sarah reaccioné a este intento de reafirmacion indose todavia mas alterada, levantindose y ale- jindose de él. Cuando le pregunté por lo que estaba sintiendo, ella contest6 que no podia soportar estar en el despacho por més tiempo y que quetia itse a casa, El terapeuta le pidié que no se fuera y que le hablara de lo que estaba sintiendo. De nuevo, Sarah reaccioné con temor y no le fue posible hablar. La sesién continud 169 oe | en gran parte en medio de un silencio tenso hasta que legé la hora, momento en el que Sarah se precipit6 hacia la puerta. A ppartir de ese momento, la paciente empezé a llegar tarde a las sesiones. Explicaba que no le resultaba nada facil tenerse que contener para no salir corriendo cuan- do llegaba y, por otra parte, tenia poco que contar. El terapeuta redoblé sus esfuerzos para entender el signi- ficado que tenfa para ella aquella inminente separacién y fue intentando diferentes maneras de aliviar el inex- plicable y creciente impacto disruptivo que habia gene- rado. Le dijo a la paciente que estaba seguro de que podrfan encontrar la forma de tener contactos ocasio- nales por teléfono a lo largo de ese periodo e incluso se ofrecié a verla alguna vez hacia la mitad de las seis sema- nas de interrupcidn aprovechando un breve retorno. Después de cada uno de estos esfuerzos por explorar y suavizar el efecto de su marcha, Sarah reaccionaba todavia con més temor y se mostraba incapaz de comu- nicar sus sentimientos. Entonces Sarah explicé unas pesadillas recurrentes en las que ella llegata al edifcio para la sesién pero, de alguna manera, el despacho se habfa desvanecido y era incapaz de encontrarlo. Como, la situacién empeord, el terapeuta empez6 a sentirse més y mds impotente. Algunas veces lleg6 incluso a sen- tirse consumido por la ansiedad a causa de todo ello. Sarah not que su terapeuta estaba cada vez més preo- cupado y esto acabé de complicar las cosas ya que centonces empezé a sentir que suponfa una pesada car- ga para él. Durante las vacacfones, la paciente evité tener con- tactos de ningtin tipo y rechaz6 las llamadas del tera- ‘peut; éste experimenté su actitud como una gélida hos- tilidad. Finalmente, ella le envié una carta diciéndole 190 aT ‘que la habfa tratado con una insensibilidad brutal. ¥ aia. did que se habia sentido completamente traicionada por él y que por consiguiente iba a dejar el tratamiento, ‘Todavfa sin comprender qué habia sucedido, test6 por escrito que lamentaba la finalizaci6n de su rela- cién y tenfa la esperanza de que si cambiaba de opinién pudiera volver y que serfa bien recibida, Sarah finalmente volvié después de varias semanas y sus sesiones conti- nuaron. El impasse, sin embargo, fue persistiendo a tra- vés de distintos episodios ulteriores én los siguientes 18 meses y sélo se fue clarificando muy lentamente. Estos episodios repetitivos consistian en que cada vez que se daba una separaci6n o cualquier otra circuns- tancia que mostrara algtin tipo de falta disponibilidad por parte del terapeuta, Sarah entraba en crisis. En cada ‘uno de estos casos, ante los intentos del terapeuta de entender y alviar su dolor, Sarah volvia a reaccionar reti- randose y entonces el tratamiento se mantenfa de una forma muy precari, la claificacién del impasse se dio ce forma gradual y trajo consigo no sélo una nueva comprensién de la paciente sino también un cambio concomitante en la comprensién de sf mismo por parte del terapeuta. las crisis que Sarah suftfa estaban principalmente rela- cionadas con su percepcién dle que su terapeuta no demostraba interés por la criatura tremendamente asus- tada y vulnerable que de forma repetida ella vivencia- ba ser. Los intentos del terapeuta por reafirmarle que ya encontrarian una manera de superar aquellas dis- rupciones producidas por separaciones ocasionales, ran vividos por Sarah como demandas que se sintiera mejor y no se asustara. Esto vir las escenas de su temprana infaneia en las que sus padres esperaban de ella que aguantara circunstancias 191 muy penosas, incluyendo algunas largas separaciones de ellos, y se comportara como la nifia adulta que ellos necesitaban que fuera. Su primer terapeuta también le dijo que esperaba de ella que fuera «maduray y le hizo sentir que si habia perdido toda conexisn con él era a causa de haber fallado en eso. Una verdad fundamen- tal en la vida de Sarah era que nunca s¢ le habia per- fo set una nifia y con su nuevo terapeuta estaba experimentando otra vez esta misma situacién desas- trosa. Por tanto, la expectativa del terapeuta de que se podian poner de acuerdo en planificarla separacion, chocaba con su el sentimiento de ella de que una in- terrupci6n tan larga en sus sesiones seria algo total- mente imposible de soportar. Lo que més disruptivo para ella no fueron las seis semanas de separacién en. si mismas, tal como més adelante ambos entenderian; el problema central era que Sarah sentia que su tera- peuta no podia comprender ni aceptar la paralizante tristeza y el desespero que su marcha estaba produ- ciendo, Sus bienintencionados esfuerzos para concer- tar contactos con tal de ayudarla sélo escenificaban su falta de comprensi6n. A su vez Sarah habia inter- pretado también estos esfuerzos de su terapeuta como un mensaje implicito de que no debia sentirse tan alte- rada, con lo que todo ello acababa representando un rechazo a su self infantil. Este self habia quedado escin- dido desde muy temprana edad como consecuencia de repetidos sucesos que le habian llevado a creer que la expresiGn de sus necesidades amenazaba los vinculos con las personas cercanas a ella. Ella sentia que si sur- gian aquellos deseos infantiles, tan largamente repri- midos, de ser comprendida y cuidada amorosamente, ‘entonces serfa rechazada por imponer esta carga tan pesada a alguien de su alrededor. ¥ este peligro parecié 192 hacerse realidad cuando su terapeuta le informé por primera vez de sus planes para el verano. ‘Alo largo del periodo de impasse, el terapeuta no so suftimiento, pero no comprendié completamente la naturaleza de este suftimiento, que consistia en el deses- ites de una pequefia criatura. Al contrario, fcultades que ella estaba {i responsable de su dolor. Este sentimiento de mag- nificar su responsabilidad contribuy6 a la intensa angus- ia de ella y formé parte de un circulo vicioso que reforzaba la imagen de s{ misma como una criatura intrin- secamente agobiante y mala a quien nadie podria nun- ca amar. Los cambios en la comprensién de si mismo por par- te del terapeuta que contribuyeron a la resolucién del impasse surgieron, en gran medida, de su andlisis per- sonal, que se desarrollaba en paralelo al tratamiento que se ha descrito. Bra una persona en la que también habia un self infantil escindido, pero con un trasfondo dife- rente al de la paciente. Habia crecido en una familia que habia quedado profundamente afectada por la muerte repentina de su madre, cuando él tenia ocho afios. Est madre habia sido el centro emocional de la vida fami- liar y su pérdida habia destrozado totalmente a todos los miembros de la familia. El terapeuta, cuando nifo, habia reaccionado a esa conmocién masiva, desarro- ando una identificacién con su madre y adoptando el rol de cuidar y dar soporte a sus afligidos padre y her- ‘manos. Su propio sentido de desolacién interna quedé oculto en este proceso, quedando enterrado, por asi decirlo, como su madre. La consecuencia fue que gran 193 parte de su estilo de relacién con los otros empezé a centrarse en temas de cuidado y de salvacién que le ser- vian para protegerse de unos sentimientos aplastantes de impotencia y soledad. Su imposibilidad de rescatar Sarah, cuando ésta se debatia en la desesperaci6n, hizo ‘que quedara en entredicho su principal manera de man- tener el equilibrio de sus propias emociones. ‘Como resultado de un trabajo ar terapeuta empez6 a tener la experiencia inmediata de su propio self infantil con todos los sentimientos corres- pondientes. La integracién gradual de esa antigua par- te desconocida de si mismo tuvo lugar a partic de la vin- culacién con su analista, que proporcioné elementos de soporte y un contexto conteriedor que habia desa- parecido en la destrozada familia de su juventud. Un tema central en su andlisis fue el hecho de reconocer ‘emo habia quedado dafiado, no sélo por la pérdida de su madre, sino igualmente por la falta de dispo: ‘emocional tanto de su padre caino de los otros miem- bros de la familia en el periodo que siguié a la muerte de la madre, A medida que, poco a poco, esta integra- ‘cién tenfa lugar, su percepcién de la paciente también ‘empezé a cambiar. Entonces pudo empezar a percibir el self infantil de ella con una mayor claridad. Tam! comprendié que en esa parte de ella habfa un indes- criptible fondo de desespero y soledad, sentimientos que una y otra vez. habfan aflorado en la transferencia, Y comprendié de forma especifica por qué todos sus cesfuerzos para aliviar el dolor de Sarah durante sus sepa- raciones habfan fracasado: las separaciones eran sim- plemente inmanejables para la pequefia nifia dentro de ella, y s6lo necesitaba que él le respondiera mostrando su comprensién y aceptaci6n. Sus esfuerzos por rea- firmale contenian la expectativa de que ella se las apa- 14 it fiaria bien durante su ausencia, algo que estaba muy lejos de cémo ella se sentia, Esta expectativa hizo que Pareciera que él ya no volveria a estar disponible para Contactar con ella y esto quedé simbolizado en los sue- fios en que el despacho desaparecta, Las reafirmaciones fueron, ademés, sentidas como rechazos de su self infan- til, rechazos que reproducfan los miiltiples episodios traumaticos que se habfan dado con sus padres y con su primer terapeuta, El terapeuta, con el aumento de su capacidad para aceptar y tolerar las desbordadas y catastr6ficas emo- ciones de su infancia, fue también mds capaz de tole- rar y contener los sentimientos correspondientes de su paciente. Al no confundir las vicisitudes del trata- miento con el trauma de su temprana situacién fami- liar, ya no sintié la imperiosa necesidad de rescatar a su paciente de su dolor y desesperaci6n. En la medida en que cambid sus anteriores intentos de mejorar su sufri- miento y los focaliz6, en cambio, en transmitirle su com- prensi6n sobre cémo se sentfa ella, Sarah empez6 len- tamente a relajarse en su presencia. Este cambio en el campo intersubjetivo hizo posible que ella le hablara de sus deseos, en la fantasia, relativos a lo que ella anhe- laba més profundamente de él; previamente, Sarah habia estado demasiado asustada para poderlo mostrar. a fantasia consistia en que ella era sostenida por los brazos protectores de su terapeuta hasta que se sumia poco a poco en un suefio tranquilo. Esta imagen con- ctetizaba una necesidad de un vinculo que estaba cris- talizando en ese momento entre ambos, un vinculo de sostén y contencién en el que la paciente podia experi- mentar uria segura aceptacién de su self infantil y des- cubrir asf que podta tener una vivencia de integracién de sus emociones. 195 Discusion Hemos presentado dos breves ejemplos clinicos (los casos de Peter y Robyn) en los que, al no existir una auto- conciencia reflexiva por parte del terapeuta, los patro- nes de transacciones intersubjetivas se establecieron de tal forma que llevaron a un estancamiento terapéutico. En contraste, hemos ofrecido dos casos clinicos mas extensos (los casos de Alice y Sarah) que ilustran nues- ta tesis de“que en un impasse, al investigar y esclarecer aquellos principios que inconscientemente organizan las experiencias del paciente y el terapeuta, se puede alcanzar una nueva comprensién y mejorar asf el pro- ceso terapéutico. * Los casos de Robyn y Alice tienen en comtin que ambos habfan sufrido una falta de reconocimiento especular en su infancia, de manera que en el curso del, tratamiento esta necesidad de reconocimiento volvié a aparecer. Pero al ser rechazada esta necesidad por el terapeuta, entonces tomé una forma sexualizada, El tera peuta de Robin continué sin ser consciente de la con- figuracion psicolégica que le llevs a rechazar los deseos, de su paciente con el resultado de que la erotizacién de Ia transferencia se atrincheré de forma desesperante. El terapeuta de Alice, por el contrario, se fue haciendo consciente de la actividad de su organizaci6n incons- ciente, cosa que a su vez hizo posible iniciar la investi- gacién de la temprana constelacién emocional subya- cente en las demandas erotizadas de su paciente. 1Los casos de Peter y Sarah son similares en tanto que, en ambos, se dio una coincidencia de areas de actividad defensiva entre paciente y terapeuta que dif- cult el proceso de la investigaciGn analitica. A dife- 196 rencia del terapeuta de Peter, sin embargo, el terapeuta de Sarah pudo elaborar en su propio andlisis el recha- 20 defersivo de sus dolorosos sentimientos infantiles, pudiendo entonces ser capaz de tomar contacto empa- tico cOn el self-infantil traumatizado y aislado de su paciente. En los casos de Alice y Sarah, los terapeutas alcan- zaron un buen nivel de autocomprensi6n a través de la reflexi6n, lo cual les permitié reconocer y com- prender las conjunciones y disyunciones intersubje- tivas que habfan producido el impasse terapéuti Hubo, sin embargo, una diferencia importante en la manera en que los impasses fueron resueltos en esos dos casos. El terapeuta de Alice revel6 a su paciente aspectos de su propio mundo psicoldgico que habian contribuido al impasse. Esta apertura demostré ser altamente faclitadora del progreso del tratamiento por que, al mostrarse a s{ mismo dividido entre sus deseos de ser sensible y sus deseos de conservar sus ideales, se diferencié del terrible padre que se habia apartado ice por ser mujer. Por el contrario, el terapeuta de Sarah se abstuvo sabiamente de revelarle a ella lo que habia descubierto acerca de las renuncias de su pro- pia y dolorosa infancia, que habian interferido en su capacidad de comprender el self infantil de Sarah. Lo hizo porque, sin duda, Sarah habrfa experimentado a autorrevelaci6n del terapeuta como una repeti- cién de las expectativas de sus padres de que ella d cuidara sus propias preocupaciones y se dedicara a cui- darlos a ellos. Lo que el terapeuta puede o no puede revelar sobre su propia contribucién a un impasse deberfa estar guiado por su comprensién de lo que tales revelaciones pueden significar para la particular transferencia de cada paciente. 197 Nosotros (Stolorow et al, 1987)'sostenemos que la a esencialmente por su de investigacién empstica. Lo que aho- ra subrayamos es que esta investigacién debe incluir Ja continua reflexién sobre la participaciGn de la propia subjetividad de! terapeuta en la marcha del proceso tera- péutico. Dado que la experiencia del paciente de la rela- ién terapéutica esté codeterminada por la organizacién, de actividades de ambos participantes en el diflogo tera- péutico, el dominio de la investigacién analitica debe abarcar el completo campo intersubjetivo creado por el interjuego entre los mundos subjetivos del paciente y del terapeuta. Como hemos visto, una investigacion con- ducida de esa forma puede transformar el estancamiento terapéutico en una via regia hacia una nueva compren- si6n analitica para ambos, paciente y terapeuta. © EPILOGO 1a doctrina de la mente aislada en psicoandlisis ha sido asociada histéricamente con la epistemologia objetivista Esa posicién describe una mente aislada, radicalmente separada de la realidad externa, la cual o bien puede apre- hender con precision esta realidad externa, o bien puede distorsionarla. Los analistas que adoptan un objetivis- mo epistemolégico presumen de tener acceso privile- sgiado a la esencia de la realidad psiquica de los pacientes ya las verdades objetivas que oscurecen la realidad psf- uica del paciente. Por el contrario, el punto de vista inter- subjetivo, que pone el Enfasis en el interjuego constitutive entre los mundos de la experiencia, conduce inevitable- mente a una postura epistemol6gica que esta mejor defi- nida como «perspectivista» (Rorty, 1989; Orange, 1992). Esta postura no presume ni que la realidad subjetiva del analista es mAs cierta que la del paciente ni que el analista puede conocer directamente la realidad subjetiva del paciente. En contraste con una posici6n relativista radical ue niega la existencia de una realidad psiquica que pueda ser conocida, la postura perspectivista asume la existen- Cia de la realidad psiquica del paciente pero afirma que s6lo es posible aproximarse a esta realidad en funcisn de Jo que la perspectiva del propio analista pueda abarcar. Deseamos subrayar que no estamos animando a los analistas a abstenerse de utilizar teorfas que guien y orde- 199 | a Eww we eee : NA ABARANDBRIA ANAND ADANDADAADADIDADIVIVIAAVADADIA IVA nen los datos clinicos. En lugar de eso, reclamamos que los analistas puedan reconocer el impacto de sus sis- temas te6ricos en el tipo de eapacion del mundo sub- jetivo de sus pacient i curso del proceso analitico. E: si mismo, un objetivo de investigaci6n an: Heros sidi ablemente conducidos a la con- sideraci6n de los limites de la reflexién sobre uno ‘mismo.

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