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Mesoamérica y el noroeste de México Beatriz Braniff C. CRM/INAH Por muchos afios he estado preocupada por Mesoamérica como dreo cultural en cuanto a que mi investigacién se ha enfocado a regiones que he Ilammado “marginales'’ de Mesoamérica, por no saber qué otro nombre emplear, La marginalidad consiste en que ellas yacen fuera de su frontera del siglo XVI es decir que son anteriores— y porque, aun cuando contienen los elementos basicos de esta area cultural, casi nunca incluyen aquellos que sirvieron a Paul Kirchhoff para definirla; nj juego de pelota, ni piramide; menos atin, chinam- pas y glifos calendaricos. Kirchhoff, sin embargo —que no era ningin tonto a pesar de no estar dentro de la “Nueva Arqueologia’’— nas dejé la puerta abierta para que los arqueolégos pudiéramos reinterpretar su lista: en ella existen los elementos para saber que estamos ante organizaciones tales como estados y cacicazgos, los que a su vez y por definicién, integraron dentro de sus sistemas politicos y econdmicos, pueblos y comunidades de niveles culturales inferiores. Ade- més es, obvio que Mesoamérica no es un estado, o un cacicazgo, sino varios, y que entre ellos también existieron interrelaciones pol iticas y econémicas. Pero nos hemos preocupado poco por esos sistemias econdmicos y pol i- ticos, dedicandonos exclusivamente a los templos mayores; y si no fuera por los documentos historicos, ni siquiera podriamos édentificar arqueolégica- mente al estado mexica. Menos aun sabernos cémo estaba estructurado el estado tolteca, ni e! teotihuacano. Es por ello que las zonas “marginales, a pesar de mostrar elementos similares a algunas regiones nucleares de Meso- américa no pueden integrarse a ellas coherentemente. Jaime Litvak, en su reciente trabajo (1975), exije-que, como parte de un modelo que nos permita llegar a entender a Mesaaméric#, debemos reconocer el intercambio y la casi simbiosis que debieron darse entre nticleos, relacion que puco ser de muchas categorias tales como contacto, intercambie comer- cio, satelizacion, equivalencia, etcétera. Proponemos ahora que como parte de ese modelo propuesto por Litvak, debemos afadir el reconatimiente de aquellos sistemas politicos y/o econd- micos a nivel de estado o de cacicazgo, sistemas que influyen las poblaciones ruralés y aun bandas nomédicas. Un modelo adaptado a sistemas preestatales mesoamericanos basado en esta clase de intercambios. ha sido elaborado y aplicade por Kent Flannery para el Preclésico de Oaxaca (1968, 1976). El autor ilustra, con ejemplos etroyraticos, fas variadas formas mediante las cuales puede existir dicho in- tercambio, algunas de eilas de las cualas el arquedlogo esta incapacitado para reconoter como son los intercambios en base a conveniencias politicas y a matrimonios arreglados; pero otras s/ podemos reconocerlas, tales como la necesidad de ciertas materias primas exdticas y el acceso a ellas en regiones préximas o apartadas. Para mi proyecto de investigacion en estas tierras alejadas de los templos mayores, y porque necesitaba yo saber por lo menos donde estaba, llegué a donde existfan tres elementos muy distantes, por cierto, de lo que Kirchhoff concibid. Para m/f, Mesoamérica se comprobaba mediante la presencia de agricultura, del sedentarismo y de la cerémica, Esta tactica nos parecia ldgi- ca, Ya que la regién marginal mesoamericana norcentral, colinda con el ia- mado Desierto de Chihuahua, donde debid ser imposible cultivar. Con base en estos tres elementos !legué a dibujar una ilusoria frontera septentrional, integrando la informacién de R. McNeish para Tamaulipas, la nuestra para San Luis Potosi y la de Charles Kelley para Zacatecas y Durango (Braniff, 1974). Esta linea o frontera es ilusoria hasta cierto punto, porque ningun mesoamericano, por més civilizado que sea, esta limitado a su aldea. Una visita ideal al mercado de Tlatelolco y otra a la Merced o Jamaica en nuestros dias, nos permite corroborar que existe una enorme cantidad de alimentos que no son cultivados; otros, como las hierbas medicinales, son traidos de la Gran Chichimeca. Es més, la gente de pocos recursos, hoy como ayer, vivia de verdolagas, acociles, huevos de hormiga, chapulines, iguanas y otros sabro- sos y proteinicos alimentos, sazonados con papalo, interpuestos eso si, den- tro de la muy mesoamericana tortilla. 2 No contenta con lo que la Mesoamérica Marginal me ofrecia en términos de traumas teéricos. decidi estudiar arqueoiégicamente el estado de Sonora, donde, como aseguran que dijo Vasconcelos “termina la civilizacion y comien- za la carne asada’. Desde el punto de vista teorico, la situacién alli es todavia peor, como veremos en los ejemplos que siguen Sonora en el siglo XVI quedaba muy lejos de Mesoamérica. Un poco més al norte, en Arizona y Nuevo México, tierras que habian sido mexi- canas, los antropdlogos norteamericanos han definido un area cultural llamada ‘‘Suroeste”, que evidentemente lo es sdlo de los Estados Unidos. Nuestro amigo Paul Kirchhoff también se interes6 profundamente en ella, pero cambié de tactica para definirla, y en vez de hacer un listado como lo habia hecho diez afios antes para Mesoamérica, determind que el drea cultural debiera definirse en razon de la subsistencia indigena. De acuer- do con esto, no podia aceptar que dentro del Suroeste se agruparan como si fueran la misma cosa, los grupos recolectores-cazadores y las pob!acio- nes agricolas. Sugeria, ademas, que los primeros tenian una larga historia en fa region, mientras que los seyundos eran una rama de Mesoamérica (Kirchhoff, 1954) Criticas muy importantes a este trabajo acompafiaron a esa presentacién, una de las cuales se referia al hecho de que en el Suroeste existen microambien- tes variados, por fo cual la poblacion tenia muchas alternativas de adapta cién y que por ello no era facil separar a los recolectores de los cultivadores. Es mas —y tal como lo admite Kirchhoff — algunos pueblos eran tanto cultiva- dores como ndmadas, lo cual proponia un problema clasificatorio dificilmen te superable dentro de esta rigida clasificacion. De todas formas, de este trabajo surgieron términos que todavia empleamos como es el de América 120 Arida para incluir a recolectores-cazadores, y Oasis América para los cultiva- dores; ambas éreas culturales incluidas dentro de una superdrea llamada el Gran Suroeste, que incluye a las poblaciones del norte de México. Pero este nombre de Suroeste o de Gran Suroeste, contiene una carga politica que no es congruente con la antropologia ni con Ia historia. £1 Sur- oeste lo es de Estados Unidos y, por consiguiente, es una zona marginal de aquella nacién establecida hace apenas 250 afios. Derivado de io anterior, resulta que Sonora y todas las regiones nortefias mexicanas tienen una ignominiosa posicion de ser marginales de zonas ya marginadas. Ahora que, si !0 vemos de otra manera, el Gran Suroeste es, en realidad, hasta hace poco, el Gran Noroeste de México; pero si como antro- pdlogos que somos, deseamos obviar a situacién politica reciente, Sonora, Chihuahua, Arizona y Nuevo México son mas bien al Noroeste de Mesoamérica. Es interesante constatar las diversas versiones que sobre esta region “tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos” tienen algunos antropélogos. Para unos, el Suroeste se extiende desde Arizona y Nuevo México hasta Gua- Najuato y Aguascalientes (Woodbury, 1979); para otros, el Suraeste forma parte de Mesoamerica en un tiempo (Wiegand, 1977:31) y para otros més, Sonora y Chihuahua estan en tierra de nadie (Sanders y Price, 1968, fig. 3). De acuerdo con algunos arquedlogos, la emergencia del Suroeste esté ligada a desarrollos cuyos origenes se encuentran en Mesoamérica, tales como la agricultura, la ceramica y, por ende, el sedentarismo (Haury, 1976). Otros le dan poca importancia a esta “difusién’” como explicacidn del desarrollo de aquella region (Martin y Plog, 1973). Di Peso (1974) insiste en ver a Casas Grandes, Chihuahua, como una agencia mesoamericana en tierras de la Gran Chichimeca, pero R. McGuire dice que esto no puede ser porque los intrusi- vos cerdmicos en esta ciudad proceden del norte y casi ninguno de Mesoamé- rica (McGuire, 1980). En cuanto a la cerémica, équé es en realidad lo que ésta representa? £No habremos exagerado mucho los arquedlogos al usarla como base para instau- rar imperios, estados, influencias, difusiones y colonizaciones? Debo confe- sar que estuve a punto de tirar mis tepalcates a la basura. En cuanto al con- cepto de drea cultural, llegué a pensar que cual era el objeto de poner lineas © puntitos alrededor de cosas que ni conocemos. 3 Nos hemos acostumbrado a pensar que Mesoamérica es el ombligo del mun- do, y que en ésta, los valles centrales lo son todavia més. Se admite, por ejemplo, que el centro de México, “mesoamericaniz6"’ regiones tales como el Occidente de México, y como el Suroeste de Estados Unidos (que de aqui en adelante prefiero llamar el Noroeste). Nunca se nos ha ocurrido pensar, mas que a algunos chichimecas anar- quistas, que lo opuesto también es factible: evidentemente la presencia de Occidente en el Centro de México es muy poderosa en el Preclasico: los va- lles centrates podrian considerarse marginales de Occidente y de lo olmeca. &Podriamos atrevernos a sugerir —sin insultar a nuestros colegas mesoameri- canos— una colonizacién chichimeca a la caida de Tula?; y peor aun, éuna colonizacién chichimeca en la formacién y creacién de Tula? Y, équé quiere decir colonizar? Si en el INAH tenemos una Direccién de Monumentos Coloniales dife- a rente a la de Monumentos Prehispanicos, équiere, decir que nunca antes de 1521 hubo colonias? Serd que sdlo los europeos tienen la facultad de colo- nizar las tierras de indios. Esto es absurdo, y sdlo to traigo a colacién como ejemplo culminante de nuestros encajonamientos mentales. El propio Kir- chhoff nos decia con gran arrepentimiento: “. . .] si sdlo le hubiera exigido al dibujante que aquella frontera mesoamericana nortefia la pintara con una linea de puntos en vez de una \inea compacta [. . .] para lo unico que ha ser- vido es para cobijar a los mesoamericanistas [. . .]’’. Es cierto, esa slida linea, como la Muralla China, ilusoriamente ha hecho pensar a los arquedlogos que los mongoles nunca la atravesarian, Mongoles ha habido siempre en Mesoamé- rica, desde la época de los mamutes hasta la Revolucion y aun dentro del mo- mento del Negro Durazo y del Grupo Alfa. Y esto lo digo no necesariamente en tono de desprecio: de alli salié Tula y el México posrevolucionario. Falta saber qué pasard en el México poslépezportillista y posreaganista. 4 Es cierto que dentro del Noroeste existen muchos elementos similares y algu- nas veces idénticos a los de Mesoamérica: hay hasta pirdmides y juegos de pe- lota. Pero ya sabemos que los contactos existieron desde el Pleistoceno. Lo que nos interesa conocer es cémo fue que estas exportaciones mesoamerica- nas Ilegaron alld y, ademés, necesitamos entender qué es lo que ellas repre- sentan dentro de los sistemas econdmicos tanto mesoamericanos como no mesoamericanos. Kelley (1974) ha presentado un interesante modelo que sirve para proponer como, a través de ciertos contextos intermedios, pudie- ron haber viajado algunos conocimientos y objetos desde Mesoameérica hasta el Noroeste. Pero me parece que también debemos comenzar a analizar y jerarquizar estos elementos supuestamente mesoamericanos. Por poner s6lo un ejemplo: el complejo maiz-frijol y calabaza que se da en el Noroeste, no es de la misma categoria que el juego de pelota y la pirmide. Pienso que el Primero puede darse dentro de contextos que podemos llamar compesinos o aldeanos; mientras que el segundo puede estar representando una coloniza- cién directa por parte de alguno de los estados mesoamericanos a través de estos simbolos ideolégicos de poder. Las formas de intercambio requeriran de diferente explicacion. 5 Finalmente, y como parte del tema expuesto en el parrafo anterior, debemos aceptar que los habitantes de una drea cultural pudieron haber salido fuera de ella en actividades de ampliacién de sus fronteras, especialmente cuando se llegé a un nivel de cacicazgo 0 estado. Un modela interesante comienza a apli- carse en la arqueologia, es el llamado “sistema mundial” que fue originalmen- te ideado para entender el proceso de la ampliacién de los estados y naciones europeos del siglo XVI fuera de sus territorios originales (Wallerstein, 1974). Es evidente que este tipo de ampliaciones territoriales han existido desde antes de la formacion de naciones capitalistas europeas: las romanos salieron de su ‘“4rea cultural’ e integraron dentro de su control politico y econdmico, a germanos, galos y judios, en la misma forma como hoy los Estados Unidos 122 han ampliado su quinto patio para inctuir a Puerto Rico y Taiwan y, en reali- dad, a todo el mundo, La ampliacién de fronteras, como todos lo sabemos, No necesariamente tiene que ser politica, sino simplemente econémica, para lo cual la ideologia es, entre otras, un arma estupenda: la “rubia de catego- ria” impresiona y funciona ahora, como probablemente la pirdmide y Quetzal- céatl en épocas prehispanicas. El concepto de “sistema mundial” adaptado a Mesoamérica, ha sido ya esbozado para entender las posibles conexiones en- tre ella y el Noroeste (Pailes y Whitecotton, 1979). En los pérrafos anteriores he presentado algunas consideraciones acerca de lo mucho que nos falta saber sobre Mesoamérica, y seguramente existen otras omisiones mds. Quisiera ahora aportar algunas sugerencias para estruc- turar un modelo para entender a Mesoamérica como drea cultural, pero me parece igualmente importante, el no sdlo dirigitnos a ella, porque seria refor- zar atin més el cardcter egocentrista de templo mayor, que sdlo explica los procesos histéricos parcialmente. Por ello, mis ideas van dirigidas, aunque sea en forma burda todavia, a estructurar un modelo aplicable a cualquier drea cultural, lo que nos facilitaré definir su esencia y distinguirla de otra, Estas sugerencias provienen de la ideas de muchos autores que he condensado en un trabajo demasiado fargo para ser resumido aqui (Braniff, 1983). En esta redefinicién me ha guiado especialmente el concepto de “‘eco- sistema’’ empleado por Sanders y Price (1968) para distinguir a dos unidades culturales dentro de Mesoamérica. Este concepto deseo ahora hacerlo exten- sivo para aplicarlo a un drea cultural. En otras palabras, e! drea cultural es un ecosistema dentro del cual juega un papel fundamental el medio geogré- fico. Las estructuras espaciales como Jas que hemos mencionado anterior- mente, tales como sistemas estatales o de cacicazgos; y las estructuras tempo- rales tales como la “tradicién” su origen, cristalizaci6n y transformacién en otra cosa, estén integrados dentro de ese ecosistema. Es decir, que existen dentro de un similar ambiente geogréfico y se ajustan y adaptan a él, con base en un conjunto de similares sistemas econdmicos, tecnoldgicos, ideol6- gicos y sociales. Este concepto de “integracién’’ corresponde al término “simbiosis” utilizado por Sanders en varios de sus trabajos. ‘Ampliemos un poco més estos términos: consideramos que el medio geo- grafico contiene ciertas particularidades que presionan a sus habitantes a se- leccionar ciertos tipos de adaptacion. Las formas terrestres, la lluvia, la tempe- ratura, las plantas y los animales que se producen en ese medio, ciertamente exigen una especial adaptacin y solucién cultural (Martin y Plog, 1973). Por ejemplo, no es lo mismo intentar cultivar en el centro de México, que en So- nora; puesto que en primer caso estamos dentro de los trépicos donde seguro va allover; y en Sonora, por estar fuera de ellos, jamds se sabe qué va a pasar. Mientras la agricultura de temporal es muy factible en la primera region, en la segunda sélo la irrigacion permite asegurar la supervivencia de los grupos cultivadores. La irrigacién en ciertas partes de Mesoamérica fue la forma de obtener un surpluss, que a su vez permitié la densidad de poblacion requerida para alcanzar el desarrollo propio de la civilizacion de tipo urbano. Del ejem- plo anterior se deriva el hecho de que el cultivo y la irrigacion tienen una dife- rente explicacién y juegan un papel disimbolo, de acuerdo a un medio geo- grafico también diferente. El sistema econdmico, como todos los demas factores, esta interrelacio- nado simbidticamente. En este caso, nos referimos al ajuste cultural que el medio geogréfico exige para lograr su explotacién: debemos reconocer en qué Consisten los sistemas de explotacién, su eficiencia, su interrelacién con los 123 procesos de trabajo y las relaciones de produccion. El sistema tecnolégico estd claramente relacionado con el ajuste al medio, pero también esta deter- minado por otros aspectos de la propia comunidad, como son su organiza- cién social y su ideologia. Por ideologia entendemos a los elementos no materiales que se presentan en forma estructurada y que son requeridos para ajustarse a un medio am- biente geogrdfico y cultural. La ideologia impregna y se reproduce en todos los aspectos de una unidad cultural, y es por ello un instrumento que nos sir- ve para reconocer un drea cultural. En ciertos aspectos, la ideologia es un sistema de representaciones que refleja directa o indirectamente los intereses de una “clase’’ social determinada. La ideologia en sociedades precapitalis- ‘tas se realiza a través de formas religiosas y miticas, lo que es mucho més in- teresante que los sistemas modernos de difusidn ideolégica a base de dichos y dicharachos tales como “democracia”, “revolucién”, “por el placer de ser”, etcétera. EI elemento ideolégico reconocido dentro de los simbolos, mitos y ritos, puede llegar a servir para identificar a uno o varios sistemas politicos y eco- nomicos. Inferimos y proponemos que dentro de un drea cultural, los ele- mentos ideoldgicos, que son los instrumentos de cohesién politica y econd- mica de uno © varios poderes, serén similares y compartidos por todas las estructuras que la conforman. Finalmente por estructura sociolégica, entendernos aquella organizacién de la sociedad requerida para ajustarse a la explotacién del medio geografico y cultural. Aqui se contempla, entre otros aspectos, las formas de division de trabajo y las relaciones que existen con respecto a los medios de produccién, lo que incluye el reconocimiento de las formas de poder. Estos aspectos se materializan, para el arquedlogo, en los aspectos demograficas, tales como el patron de asentamientos, la densidad de poblacion y la distribucién de élites. Podriamos comenzar a aplicar este modelo para redefinir a Mesoamérica y diferenciarla de un Noroeste, en forma aunque sea preliminar y superficial, Pues, como es evidente, necesitamos hacer una investigaci6n mucho més de- tallada. Mesoamérica. Ella se desarrollé dentro de una regién que yace bajo el Trépico de Cancer y bajo el Desierto de Chihuahua. Por ser regién tropical, recibe suficiente Iluvia, por lo cual la base de subsistencia fue la agricultura de temporal. Esta facultad hizo al pueblo mesoamericano profundamente arraigado en la tierra y en la ideologia consecuente. La economia, la tecnolo- gia y la organizacion social estuvieron acordes a esta esencia de pueblo cul- tivador. La agricultura del maiz fue la base da la subsistencia y el sistema de explotaci6n —de roza— mantenia a una poblacién permanentemente asenta- da. La irrigacion y otros efectivos sistemas agr icolas permitieron la existencia de poblaciones mas densas y concentradas, las que constituyeron los centros de poder, comercio y tributo alcanzando el nivel de civilizacién urbana. Estos ndcleos de poder incluian dentro de sus sistemas econdmicos y/o politicos, a zonas rurales; y es Muy probable que se hayan extendido fuera del drea cul- tural mesoamericana para incluir dentro de su “sistema mundial” localidades y regiones de otras dreas culturales, como el Noroeste. La ideologia fundamental mesoamericana contiene conceptos ligados a la agricultura y la fertilidad, que se expresan en simbolos, mitos y ritos que contienen el sello particular mesoamericano, el que incluye en forma caracte- ristica, el pensamiento de un orden césmico y un equilibrio que, a su vez, es el resultado de dos compuestos inseparables. Estos conceptos se plasmaron 124 en todo tipo de creaciones tanto materiales como del pensamiento. La sime- tria es evidente en la arquitectura, especialmente en el centro civico o cere monial, en el juego de la pelota, en concepciones tales como el diay la noche, la vida y la muerte, el calor y el frio, el hombre y la mujer, los animales del cielo y los animales del inframundo, entre otros. Algunos disefios realistas como las representaciones del jaguar, del lagarto y de la serpiente, de las aves y la combinacién de ellos como las serpientes-lagartos, serpientes-aves, quet- zal-céatl; y Otros disefios geométricos como la Greca Escalonada y probable- mente el Xonequilli, contienen conceptos relacionados con la fecundidad, como son el agua, la Iluvia, las nubes, el inframundo, e! cielo y las plantas cultivadas. El Huey Tlatoani era indispensable para la armonia del universo, Pues no sdlo era la conexién con el orden cdsmico, sino también con el mundo de los hombres (Mancha y Rivera, 1984; Braniff, 1985). La organizacién social incluia varios niveles o estratos sociales claramente definidos en los ndcleos estatales, y deben haberse repetido en forma simpli- ficada dentro de toda Mesoamérica. A nivel socioeconémico, guerreros y co- merciantes eran los exponentes del tributo y del intercambio, aspectos éstos contradictorios en cuanto a que uno es el producto de la guerra y el otro el de la reciprocidad: pero en la practica se comenzaba comerciando y se aca- baba tributando (Mancha y Rivera op. cit.). Dentro de esta organizacién, el “pochteca’” funcionaba tanto como el comerciante como el militar, pero dentro del sistema estatal mesoamericano establecido: por ello pienso que este término de pochteca no es el correcto para aplicarlo y explicar situacio- nes de “‘difusién’’ ni de colonizacién en ambitos extramesoamericanos. Noroeste. Este término incluye en cierta manera el de Suroeste, mas no el de Gran Suroeste. Esta drea cultural comprende los estados de Sonora, Chihuahua, Arizona, Nuevo México y norte de Sinaloa y excluye las culturas identificadas dentro del Desierto de Chihuahua. La regién queda fuera de los trépicos y en general se caracteriza por un medio geogrdfico drido, aunque existen zonas de oasis como los rios y la misma Sierra Madre. Estas variadas condiciones, dominadas siempre por la generalizada aridez, permitieron la existencia de varios tipos de adaptacién humana que requirieron siempre de flexibilidad cultural para lograr la super vivencia. La gama de adaptaciones incluye desde aquellos némadas que hu- bieron de adaptarse al medio desértico, némadas semiagricolas, agricolas se- minémadas, hasta los pueblos cultivadores que, sélo con base en la irrigacion lograron cierto sedentarismo y aun indices de civilizacion. Pero la densidad de poblacién jamés alcanzé la de Mesoamérica. La situacién ecolégica es de tal manera fragil, que la supevivencia de los grupos cultivadores fue siempre dificil y algunos nUcleos adelantados, como fueron Casas Grandes, Mesa Verde, Chaco, Snaketown y Los Muertos, desa- parecieron o revirtieron a niveles culturates de menor jerarquia. Esto cons- trasta grandemente con la condicién mesoamericana, donde los grupos sedentarios han existido siempre y donde, aunque algunos grupos de poder desaparezcan, son prontamente suplantados por otros de la misma catego- ria. En el Noroeste no existe un solo ecosistema como en Mesoamérica, sino un conjunto de ellos cuya interrelacién me siento incapacitada, por ahora, de analizar y describir. Con este esbozo he pretendido ilustrar los conceptos que debiéramos incluir dentro de un modelo para definir lo que es un drea cultural; pero es evidente que requerimos de discusién y de critica constructiva. Seria intere- sante también ver cémo se comporta el Occidente de México en relacion a 125 los elementos que, me parece, son caracteristicos de Mesoamérica; interesante serd aplicarlo igualmente a las regiones “‘marginales” de Mesoamérica donde, a partir de este bello estado de Querétaro, era "| un lugar de miseria, dolor, sufrimiento, fatiga, pobreza y tormento [...] es un lugar de rocas secas, [...] de lamentaciones [. . .], de muerte de sed, de hambre, es un lugar de mucha sed y de mucha muerte” (Sahagdin, 1963:256). Bibliogratia Braniff, Beatriz, 1974 “Oscilacién de la frontera septentrional mesoamericana”, en La arqueologia del Occidente de México, pp. 40-50, Betty Bell (ed.}, Guadalajara, México. 1983 E/ concepto de drea cultural, mecanoescrito. 1985 La frontera protohistérica Pima-Opata en Sonora, México, Proposiciones arqueolégicas preliminares, tesis doctoral, me- canoescrito. Di Peso, Charles C., John B. Rinaldo, y Gloria J. 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