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Andrea Schwarz Le Dragoncita Onan NUEVA ALIANZA andrea schwartz 162 la dragoncita «quiéreme» un cuento para adultos (tos tls publados por Ediciones Siueme: Zink, EL jugar de Nuestra Schora (NA 160) Guateschi EI brviario de don Camilo (NA 138) Theisen, La sombra del Galileo (NA 110) S: Lovee, 40 aos en ef Chea Polar (RS 10) JEM. Balin, Frances (Peel 30) G. Besse, La aventura del pape Jacinto (Peal 218) E 'Shlink, La isi del papa (Pedal 259) | ‘edlelones sigueme - salamanca 2000 aia de a portade asen Monae Beals de Al de Tomes Slaten, {sea capil pens salen ns desi XX, ‘isl por Sve egal bdo por Genet ‘Tadeo Manel Oleg ‘ebro! seme Derblene Drache Hab mich ib, Ein Matchen fir grove Bente © Vg Heder Feibrgim Bsa 1987, 9987 © line Spoema Sk 320 Apart 338 E706 Selanne Psps Dee 8 1344-2000 TaloterFotcomposicin, SL. Inprine: Gras Yaron’ A Poigono HI Monte Sclanence 200 Gracias 4 Martina, que me pidis le csribiera alguna vez un event, YY 2 emi» mago, que a veces es también ragin yn ocasiones, gato. Sin clos no se hubiers escrito este ley me ba itd ta lta racquets ioe qu x avansin por Phetan nat tomen deta, “Tagore Tocarmo le flats y no bails, antamos lamventacionery no Hors, 1e7,32 todos tos cunts formate oe sotto i ma ci cuenta eo re eg ne Ste ri dee Droge eee a bio. Pogo de eet ae ee Cite Nene Ser! vase una vez una dragoncita que vivia sola en una eueva oscura, en Fafa de una ata mona, jueria ser una dragona normal, Se asoma- ba Gl exteron aes Pps 9 de vez en cuando, daba algunas vacltas por la cueva para ver si todo estaba en orden. Des- ppués resoplaba tan fuerte que el viejo roble temblaba y perdia follaje,e!lirdn se escondia ‘medroso bajo una hoja de arce y los eonejos que jugaban en la pradera emprendian la hhuida despavoridos. Todo eso era normal, Al fin yal abo, los deagones son as, Viven en cura, Is oeae tabe que einai, y sicnte milo de Sloe Este ra el destino de mucsa Dragon y sila tataba de cumplirfelmente Som cade tna de sus obligaciones. 10 cro nuestra dragona era_muy joven, muchas vec pregun {aba por ef sentido de todo aquello. Se abu: tia, avo cuando resoplabs o acta la ronda por la cueva. Entonces le daba por reflexio- har, algo bastante raro en un dragén, desde luego. Lo que més le gustaba era tenderse a la crt de a cueva extra el hocicay recostar Ar abea sobre las pats n Las abejas zumbaban alegres en la prader, las hojas del viejo roble se balanceaban al veo. le js dele Dragons miaban con nostalgia las golondrinas que volaban rnb, en dl cela, a Ella cumpla con su papel, es cierto, Pero aquello era vivie? uuchas cosas le rondaban por la cabeza cuando yacia asi meditabunda. Reflexionaba sobre el sentido que podia tener estar en el mundo, a la vez gue daba elas, dstrafdament, alo pei los del cogote hasta dejarlos casi anudados. Pero en ocasiones se cansaba también de pen- saz-Entonesfinab el odo y dab vagar a Si permanecia quieta largo rato, el erizo se aventuraba a salir del escondite, seguido de la eriza y cinco ercitos. Era hermoso ver la ter- niura en el trato y en el juego, la solicitad de los padres en cuidar de sus cr B La Dragoncita pretendis una vez jugar con ellos; pero los erizos seguramente, no la entendieron. Se acereé cautelosamente, dijo «jHolal» en vor baja, y de la emocion debis de escaparsele un bulido. AL instant, los eri 208 ya no eran erizos sino extrafas boas lle- nas de pinchos. La Dragoncita traté de des. cnrollarlos con la pata para averiguar donde se habian metido, pero sintié una fuerte pun zada y comenz6 a sangrar. Ia Dragoncita caminé hasta la cueva entre débiles quejidos, se lev la pata al hocieo y emper6 a lamerse la herida, Cuando el dolor remitis, se hizo un ovillo, ecosts la cabeza cen la cola y derramé algunas ligrimas esde entonces la Dragoncita tuvo que limitarse a contemplar cl juego alegre de los erizos. Y cuando le resultaba demasiado penoso observa dich dela pequefa familia y le lia la soledad por dentro, erraba los ojos: A intervalonentea byria el ojo derecho, lanzaba una larga y nos tilgica mirada a los erizos y volvia acerratlo, con un suspiro lento y profundo. ‘A ratos se sentia muy infeliz, descontenta desu vida, y le doa el corazén, Era esto pre cisamente lo que diferenciaba ala Dragoncita dl resto de los otros dragones. 15 Ys también la raz6n por la que yo cuen to su historia Porque dragonessoliaios que resoplen y se sentansatelechos de su Wide bay muchos en cl mundo, asf que ello, no un poco diferente. : ucedi6 durante el otofo, en el pre- ciso momento en que todo hace presagiar un duro y largo invierno. Ya en sep iembre la escarcha cubria la hierba por la ‘mafiana, las golondrinas habjan emigrado hhacia el sur antes de lo habitual y las hojas ‘comenzaban a amarillear prematuramente, La Dragoncita, entre suspiros, salié a reco- sger una carga extra de heno con la que tapizar ‘cuidadosamente la cueva para el suefio inver- nal El frio era desacostumbrado para aquella época del aio, y la Dragoncita tiritaba mien- 7 tras hacta la ronda por la euewainspeccionén- dola por iltima vez. Resopl6 y gruio con fuerza. Decididamente, no le gustaba cl invierno. «. Y poniendo un cono firme en su vor, le dijo Pesos formas yo voy busca mv En aquel momento, recogié su hatllo y presurom abandons la cueva 2 tuvo que sentarse bajo un arbol Era la primera vez que lo hacia, Se enjugs el sudor de la frente y procure inguieto corazén. ;Qué esfuerzo le ‘A través dela gruesa y tapizada puerta de Ia cueva le legaban palabras sues: El Vigjo Dragon se habia reputo de su muder y no dejaba de gritar. «La nia avida de diversio- nes», oy6 la Dragoncita, «Ser fe disparatel.. Buscar su vida... qué Pero aquello ya no le asustaba. Hal hecho todo lo posible por explicérselo. Quiz’ 3 no estuvo del todo acertada con las palabeas justas; la verdad es que habia tenido pocas asiones, hasta entonces para getitarse en hablar. Le entristecia que el Viejo Dragon no la hubiera entendido; pero ahora tenia que comprobar silo que buscabs existiarealmen- te... y silos dragoncitos podian ser felces. Habia dado el primer paso, y estaba con- tenta de haber superado el mal rago de aque- la conversacién. «Ppreuuu, suspirs aliviada, ‘Ahora podia marchar. Cargé con el hatllo y partié hacia cl bosque sombrio, siguiendo tna senda estrecha que asin podia reconocer 8 ppesar de la incipiente oscuridad de la noche. Sintié fatiga -la jornada habia sido agota- dora-, Busc6 un mullido tapiz. de musgo y se acost6 sobre él, con el hatillo bajo la eabeza, lamoche ers amin mi lag exes dl cielo, parpades a la luna de color amarillo mek ty se durmi En 1 despertaron los cantos de los paja- ros. Abrié los ojos, desconcertada {Donde estaba? Ah, si. Records los sucesos ‘del dia anterior. Se puso en pie, mir6 alrede- «lor con euriosidad... y se acarieis ol mentéa, pensativa Buscaba su propia vida... la pradera, el gate pero zadonde digs? 2En qué parte iel mundo existia aquello? ;Empezamos bient... El Viejo Dragén se reiria a mandibu- Ja batiente si la viera alt sentada. Bast6 este pensamiento para que la Dragoncita agarrase el hatillo y se pusiera en marcha, Porque esta- 35 by claro que sentada y quieta no iba a eacon- tar la pradera; ademas, tal vez. dicra con alguien en el camino a quien preguntar, Se detuvo junto a un pequenio lago. Se las la cara y trat6 de peinar los escasos cabellos gue gaan por so frente; sempre le resultabe ificl, porque eran bastante rebeldes; pero Snalmente queds muy sasfecha congo misma por su aspecto, y pensé muy ufana: Ahora puede presentarse el gato...», Con ansias de aventura, mir6 hacia el pequesio ago; en algin sitio tenia que haber alguien para preguntarle. Pero no enconteé a nadie. Pues nada... sigamos adelante». I bosque resultaba interminable y no habia prados a la vista. Era imediodia, y la inseguridad se iba apoderando de la Dragoncita. Le dolian las patas, sini hhambre...y nirasto de pradera En aquel momento, al alza la vista, entre- vi6 algo posado en un érbol. La Dragoncita agra mire alse hallaba un exrato jaro negro con galas en el pico, absorto en Bctura de un iro: La Dragons slegrd de encontrarse con un pijaro sabio porque podria indicare eémo llegar hasta la pradera Avanzé ripido hasta el drbol y golped su tronco cortésmente. =iEh, amigo! zte puedo interrumpie un momento? haciendo -grazné con tono ido el psjaro, sin apartar la vista de la lectura~. Qué quieres? (No parece interesarse mucho por mi cuando no se digna ni siquiera mirarme, pensé la Dragoneita; pero contesté:) Estoy buscando algo. ¢Sabes dénde puedo encontrarlo? Lee ahi contest el pfjaro, siempre enfras- cado en la lectura. Y agarrando con su minds- cula pata derecha un libro que descansaba bajo_una hoja grande, se lo arrojé a la drago- na, Esta mit6 sin entender nada, pero lo toms entre sus manos. «El arte de vivir, decia el tiewlo con letras doradas, y la. Dragoncita pens6: «Seguro que esto me ayudaré», ‘Busc6 un sitio comodo y empez6 a ler. El {indice prometia cosas interesantes. Uno de sus epigrafes era: «Autodesarrollo» (la Dra- goncita evocé en seguida las mariposas; pero Gl autor no pateciareferve a ella), Otro, “Teoria de la vida» (pero gexistia e502). La Dragoncita hoje6 el libro para adelante y ppara atrds, ley6 con desgana, y cuanto més Tefa, menos se enteraba, Todo aquello sonaba ‘muy bien; el autor parecia entender algo de la vida, a juzgar por las muchas recetas que aba; pero los dragones no figuraban para 38 ‘sada en el libro. Y la Dragoncita tampoco pudo encontrar una descripein del camino {que levaba ala pradera. Aquello no le servi, Cerré el libro y corrié al arbol en busca del péjaro sabio. ~Perdona, voce6 hacia lo alto. ~éQué quieres ahora? No ves que esto leyendo? oa Tid debes de entender algo de la vida, cuando lees tanto. Dime, por favor, zc6mo puedo ser felis? ~La vida esta deserita en los libros. Lee. ¥, por favor, déjame en paz. Tengo que leer atin ereintay seis bros mas. estaba corgullosa de ello, y erey6 firmemente que ‘Moyak no tomarfa ala ligera tan noble pala- bra. Tacia el mediodia, a Dragoncita estaba cansada y hambrienta. «Un rato para desean- Sarm, pens6, y fue a buscar algén paraje her- oso. $ac6 pan y queso, y comid un poco: Luego se tumnbo placidamente,entrelazando las manos bajo la cabeza, y mir6 al ancho cielo con verdadera Iruicidn. Se le cerraron Tos ojos sin arse cuenta csperts Ia Dragoncita cuando el sol declinaba a poniente, Sobre= saltada por un golpe, 2guz6 las oreja. Algo habia ali... Una melodia flotaba en el aire, tuna bella y suave melodia, melancoliea y ale~ sgreala vez, {Qué habta dicho Moyak? «Cuando oigas la melodia, baila. Estés triste o alegre, bala. centrégate la melodia... no aguardes a que ‘otros. bai igo. Quiza la melodia se haya desvanecido antes de haberla encont do... Baila aunque estés sola, aunque nadi baile contigo... No te preocupes de lo que 101 otros puedan decir o pensar. Puede que no te Comprendan, que se burlen, porque ellos no yen a meld. TSbala 8 melodia, hazte YY ‘la Dragoncita empez6 a bailar... se balances suavemente a un lado y a otro, aca~ ricié el are, bails. ‘Aquella melodia del coraz6n le hizo posar las plantas de sus pies en el suelo muy deli- cadamente, como si con ello tratara de pro- tegerla para que no se desvaneciera. Pero cuanto mas se convertia ella misma en melo- dia, més vivos eran sus movimientos, més enérgicas sus pisadas... para volver al suave Dalanceo, Es hermosa ~pens6- realmente hermo- sav. Y algo en su interior le decfa «3, lo es». Tista fusion con la melodia era lo que ella habia anhelado siempre en lo fntimo de su corazén. ‘La melodta fue alejéndose, y el encanta mento desaparecié imperceptiblemente de la Dragoncita. lla se descubrié en medio del bosque, con las manos extendidas, como queriendo abra- zar la vida... y se sintié profundamente feliz Por un instante habia aleanzado la meta de su nostalgia. Pero sabia al mismo tiempo que 102 : _ bien asi “pens, pues no strat de sy ase pode pu oe re 103 ausadamente gird sobre sila Dra~ goncita y se encontrd de nuevo junto al bo que labia cobijado, De pron- to, un nuevo sobresalto: all habia algo... algo bianco con pintas negras que la miraba fija- mente, La Dragoncita avanz sigilosa, conte hhiendo la respiracién... Era el gatito sofado, cl que, segin le anunci Moyak, quiza se pre- ‘sentara, si habia llegado el momento. Se acercé precavida, paso a paso. El gato podia espantarse, dar un salto escapar. Pero ho, permanecid quieto, los ojos lenos de curiosidad,fijos en la dragon. 108 Buenos dias, dijo la Dragoncita Hola —respondié el gato, expectante-. Qué bien has bailadot ee Ah! -la Dragoncita se ruboriz6 ligera- mente, ¢Me has visto? “Hm... era hermoso verte, Pero... ¢por gue not ienas? : La dragona seguia perpleja. Se raseé cabers, pero por fin se acomods junto a gato, y'sin més le pregunts ~{Sientes miedo de -No -respondié el gato-. gPor que iba a sentirlo? “Porque hasta ahora todos han sentido miedo de mi por ser una dragona. “Es posible ~a la Dragoncita se le dibujé tna sonrsa eno rosto~ pero los dragones son simples animales; go es que los otros no tehan vst bllar nunca? La Dragoncita le miré bastante soxprendi- da (por qué sabia eso lt? —gPor qué te sorprendes? Puede ser una buena explicacién zn? Después de rellexionar, la Dragoncita hhubo de reeonocer que el gato podia tener razén. Miré al felino y, al prolonger la mirada, sintié enardecérsee el corazén, Algo le hor” ‘migueaba en las entrafas. Deseaba acercarse, 105 titubeaba, avanzaba va J. medio camino, se detenia de nuevo. No, No se faba, y jle gustaria tanto acariciar so piel... Elgato adiving este deseo, pero por Xietica no quiso acceder. “Oyemdijo circ qu no seequvoess Sen que estas pensando eee ee centendido bien-. Voy de viaje, en pos de mi “Him...,es0 nos interesa a ambos. Dime, ae parece que hagamos juntos un trecho del ‘La dragona se vio un poco sorprendida por cesta propuesta un repentina y a la ver tan stractiva, “Bueno, si quieres... “Si no? ~pregunté el gato-. Yo no te puedo prometer nada; pero podemos intentar Ser compateros de viaje, ete parece? 12 Dragoncita estaba sorprendida por lo que sel habia vento e rma de repente. Y en su desconcierto bused apoyo en algo que era verdad: "A. propésito, yo me llamo «Quiéremes, Sh dis el i Ya lo hago ~respondis el gato, atrevido~ Pues yo me lamo Fernand 'Y nuestra Dragoneita, de mirarterrorifico, se qued6 patidifusa. Presentia que el camino iba a ser apasionante. gPor qué no? Si -dijo al gato, reflexiva-, quiero ir con- tigo. El gato hizo una sefial de asentimiento, ome su mochly se a cargé al espa y ij: Bien, qué nos retiene aqui? Y partieron los dos en direccién al sol, ya

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