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Agamben Giorgio Homo Sacer PDF
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Vista en esta perspectiva, la leyenda kafkiana expone la for-
"ama para de la ley, en la que ésta se afirma con mas fuerza pre
‘Gsamente en el punto en que ya no prescribe nada, es decir
= como puro bando, E} campesino es entregado a la potencia de
Hla ley, porque ésta no exige nada de él, no le oriena mis que
su propia apertura. Segiin el esquema de la excepcién sobera-
© ma, la ley Je es aplicada desaplicandose, le mantiene en el mm-
bjto del bando abandonindole fuera de él. La puerta abiert,
B que s6lo a él esta destinada, le incluye excluyéndole y le &x-
_dhuye incluyéndole. ¥ ésta es precisamente la culminacién y la
de caminar sobre el haga en que Is imagen ha sido enterada. Si, por-
fe contato, es el jefe el que decide consagrarse, como sucedio en el
‘ako de Decio, ¥ no moete, no podié evar a cabo ningtin sto, si po
1
Biico ai privado.. 8,
Por qué constituye la supervivencia del devotus ina situa
«in tan embarazosa para la comunidad hasta et punto de obli-
zgarla al cumplimiento del complejo ritual cuyo sentido se tra-
ta precisamente de comprender? ;Cuil es la condicién de ese
‘cuerpo viviente que ya no pasece perenecer al mundo de los
16
vvivos? En un estudio ejemplar, Schilling ha observado que si el
= devotus superviviente queda excluido tanto del mundo profa-
|| no como del sagrado, se debe a que este hombre es sacer. No
| puede en ninggin caso ser restituide al mundo profano, porque
ha sido justamente su consagracién la que ha hecho que toda
4a comunidad haya podido escapar ala ira de los diasese (Schi-
ling, p. 956). Es en esta perspectiva en Ia que debemos consi
derar la funcion de la estatua, que ya hemos encontado en el
funus imaginarium del emperador y que parece unir en una
‘onstelacion Gnica el cuerpo del soberano y el del devorus
Sabemos que el signumr de siete pies de altura, del que ha-
bla Livio, no es otra cosa que el coloso- del devatus, es decir
su doble, que ocupa el lugar del cadaver ausente, en una es-
“ pecie de funeral per imagenemo, més precisamente, como eje-
cucion sustitutoria del voto que ha quedado incumplido. J. P
‘Vernant y Emile Benveniste han mostrado cuil es, en general,
la funcién det coloso: al atraer y far en si un doble que se en
* cuentra en condiciones anormales, -permite restablecer, entre
© el mundo de los vivos y el de los muertos relaciones correctas-
> (Verna, p. 229). La primera consecuencia de la muerte es, en
sigor, la de liberar a un ser vago y amenazante (Ia larva de los
“latinos, la psyche, el eidolon o el phisma de los griegos), que
‘yuelve con las apariencias del difunto a los lugares frecuenta-
dos por él y que no pertenece propiamente al mundo de los
vivos ni al de los muertos. El objetivo de los itos funerarios es
asegurar la ransformacién de ese ser incémodo e incieto en.
‘un antepasado amistoso y fuerte, que pertenece irrevocable
‘mente al mundo de los muertos y con el cual se mantienen te
laciones que se definen de manera ritual. La ausencia del ca
BE daver (0, en algunos casos, su mutilacion) puede, empero,
& impedir cl ordenado cumplimiento del rito funeratio; en estos
13505, un coloso puede, en determinadas condiciones, susttuir
al cadaver y permitr a celebracion de un funeral vicar,
roPero zqué le sucede al consageado que sobrevive? Aqui no.
se puede hablar de falta de cadaver en sentido propio, desde |
el momento en que ni siquiera ha habido muerte. Una ins-
cripeién hallada en Cirene nos informa, no obstante, de que el
coloso podia realizase incluso en vida de la persona a quien
estaba llamado a sustituir. La inseripcién lleva el texto del ju
ramento que habian de pronunciar en Tera, como garantla de
sus obligaciones recfprocas, los colonos que marchaban a Alri
cc los ciudadanos que permanecfan en la patria. En el mo=
‘mento de pronunciar el juramento, se fabricaban unos kolossof
de cera que eran arrojads a las llamas diciendo: «Que se de
rita y desaparezca el que sea infel a este juramento, él, su es-
tirpe y sus bienes-({bid, p. 222). El coloso no es, pues, un simn~
ple sustinuta del cadaver. Mas bien, dentro del complejo sistema
aque regula en el mundo clisico la relacion entre los vivos y los
muertos, representa, de forma andloga al cadaver, pero de ma-
rera mis inmediata y general, la parte de la persona viva que ©
se debe a la muerte y que, en cuanto ocupa amenazadoramente
el umbral enize los dos mundos, ha de ser separada del con-
texto normal de los vivos. Esta separacién tiene lugar de ordi-
nario en el momento de la muerte, por medio de los ritos fu
nerarios que recomponen la justarelacién entre vivos y muertos,
perturbada por el fillecimiento, No obstante, en determinadas
Docasiones no es la muerte la que perturba este orden, sino la
ausencia de ella, y la fabricacion del coloso se hace necesaria
para restablecerio.
Hasta que no se cumple el rto (que, como ha mostrado Vers
rel, no 5 tanto un funeral vieasio, como un cumplimiento sus-
Ututorio del voto: Versnel, p. 157), el devotus superviviente cs
lun ser paradojico que, aunque parece seguir llevando a cabo
tuna vida normal, se mueve, en realidad, en un umbral que no.
pertenece al mundo de los vivos ai al de los muertos: es un.
‘muerto viviente o un vivo que es, de hecho, una larva, el co-
ey
loso representa precisamente esa vida consagrada que ya se
habia separido virtualmente de él en el momento de la com:
> ‘sagracion,
5.5. Si volvemos ahora a considerar en esta perspectiva la vie
"da del bomo sacer, es posible asimilar su condicién a la de wn
“ devorus que ha sobrevivico, y para el cual no ¢s ya posible nin
guna explacién vicaria ni posibilidad alguna de ser sustiiido
“por un coloso. El cuerpo mismo cel homo sacer, en su concl-
Ein de insacrificable al que, sin embargo, se puede matar, es
la prenda viviente de su sujecién a un poder mortal, que no
‘onsiste, sin embargo, en el cumplimiento de un voto, sino que
fs absoluta © incondicionada. La vida sagrada es vids consa-
srada sin que sea posible ningin sacrifcio y mis alli de cual-
{quier cumplimiento, No es, pues, un azar que Macrobio, que
_ durante mucho tiempo ha sido consiclerado por los intéxpretes
como oscuro y corrompido (Sat, 3.7.6.) asimile al booio sacer
con las estatuas (Zanes) que en Grecia se consagraban a Jip-
ter con el importe de las multas impuestas a los atletas peri
10s, ¥ que no eran otra cosa que los colosos de aquellos que
‘habian violado el juramento y se entregaban asi vicasiamente @
la justicia clivina Caimas... sacravoram bomintim, quos zanas
- Graeci vocand). En cuanto encama en su persona los elemen:
tos que son de ordinario distintos a la muerte, el boro sacer
por ast decrlo, una estatua viviente, el doble 0 el coloso de si
+ mismo. Tanto en el cuerpo del consagrado superviviente, co-
mo, de manera todavia mis incondicionadia, en el del bono sa-
Seer, el mundo antiguo se encuentra por primera vez frente a
una vida que, separindose en una doble exclusién del contes
© to real de las formas de vida tanto prafanas como religiosas, se
F define tan s6lo por haber entraclo en una simbiosis intima con
Ja muene, pero sin pertenecer todavia al mundo de os difsa-tos, Y es en la figura de esta vida sagradas donde hace su apa
ricién en el mundo occidental algo similar a una nuda vida. |
Es decisivo, sin embargo, que esa vida sagrada tenga desde ct
principio tn caricter eminentemente politico y exhiba un vinov-
fo esencial con el terreno en el que se funda el poder sobe-
5.6. El ito de la imagen en la apoteosis imperial romana de-
be ser considerado a la luz de lo anterior. Si el coloso repre
senta siempre, en el sentido que hemos visto, una vida consa-
‘grid a la muerte, esto significa que la muerte del emperador'
Ga pesar de la presencia del cadaver, cuyos restos son ritual-
mente inbumados) libera un suplemento de vida sagrada que,
‘como sucede con la de aquel que ha sobrevivido a la consa-
graci6n, es necesario neutralizar por medio de un coloso. Es
decir, todo se desarrolla como si el emperador tviera en si no |
dos cuerpos, sino dos vidas en un solo cuerpo: una vida natu
ral y una vida sagrada que, a pesar del rito funeral ordinario,
sobrevive a la primera y que sOlo después del fiunus imagina
rium puede ser asumida en el cielo y divinizada. Lo que une
al devotus superviviente, al bomo sacer yal soberano en un.
sinico paradigma es que en todos estos casos nos encontramos
ante una nuda vida que ha sido separada de su contexto y que,’
al haber sobrevivido, por asi decislo, a la muerte, es, por eso
mismo, incompatible con el mundo humano. La vida sagrada
no puede habitar en ningiin caso en la ciudad de los hombres:
para el devotus superviviente, el funeral imaginario acta co-
mo cumplimiento sustitutorio del voto, que restituye al indivi-
duo a la vida normal; para el emperador, el doble funeral per
rite jar la vida sagrada que debe ser recogida y divinizada en:
Ja apoteosis; en el caso del homo sacer, por Ghimo, nos en-
contramos ante una nuda vida residual e irreducuible, que de-¢
10
bbe ser excluida y expuesta a la muerte como tal, sin que
{gin rito 0 ningon sacrificio puedan rescatarla
En Jos tres casos, la vida sagracla esta ligada, de alguna ma
nera, a una funci6n politica. Todo sucecle como si el poder a
[premo ~que, como hemos visto, es siempre vitae mecisguue po-
lestas y se funda siempre en el hecho de aislar una viea a la
‘que puede darse muerte pero que no es Sacrificable~ llevara
‘consigo, por una singular simetia, la asuncién de wna tal vida
‘en la persona misma de quien ostenta aquel poder. Y si, en ef
caso del devotus que ha sobrevivide a su promesa, es la mier-
te fallida la que libera esa vida sagrada, en el caso del sobera
‘no es la muerte la que revela el excedente que como tal pase
ce inherente al poder supremo, como si éste no fuera otra cos
{en Gitimo término que ia capacidad de constituirse a sf mismo
.yde constituira los otros como vida a la que puede dase muer-
fe pero no sacrificar
Con respecto a la interpretacion de Kantorowiez y Giesey, la
‘doctrna de los dos cuerpos del rey aparece ahora bajo wna luz
diversa y menos inocua. En efecto, a partir del momento en
que ya no es posible poner entse paréntesis su relacién con la
consagracién imperial pagana, es el sentido mismo de la te0-
tia lo que cambia radicalmente. £1 cuerpo poltico dll rey (que,
‘en palabras de Plowden, -no puede ser visto ni tocado- y, «pri-
vyado de infancia y de vejez y de todos los demis defectos a
= que esté sujeto el cuerpo natursl, magnifica el cuespo mortal
§uniéndose a é1) deriva, en itima instancia, del colaso del em-
perador; pero, precisamente por eso, no puede sepresentar
| splemente (como pensaban Kantorowicz y Giesey), la conti-
auidad del poder soberano, sino también y sobre todo el
excedente de vida sagrada del emperador que, por medio de
+ la imagen, es aislada y asumida en el cielo en el rial coma
1, 0 transmitida al sucesor en el rita inglés 0 francés. Pero to-
do esto cambia el sentido de la metéfora del cuerpo politico:deja de sere simbolo de la perpetidad de ta dignity se
convene en la dl carcterabsoluo y no hurmano de a 0:
brani. Las formulas fe mort sat eof fe Rol ne meu fa
mats se enlenden de modo mucho més literal de lo que se
Suele pensar al muerte del soberan, la vida sagrada en qu
se fundaba su poder recae sobre la persona del sucesor. Las
dos formulas sigan laconinldad del poder soberano ao
Jo-en la medida en que expresan,a taves del oscuro vinci
on uoa vidn ala que se puede dar muerte pero que es Ins
Cieable, su earkler abso
Por es0 Bodin, el eoico mis agudo del soberania moder
ode een ta Gu, se astro
sala perpetual poder poltic, en referencia 43
Einleza absolut et pout eschbe en el sexo bro de
taRepablca-on dt en ce royane quel oy ne meu
Gui ext un proverbe ancien, qu monte bien que le eoyaume <4
te fut oneques elect quil ne tent son sceptre du Pape, yf
dearchevecque de Rheims, ay du peuple, ans de Dieu seul
{Boxkino p. 585)
Consttuye, por el contrario, un delito especial que (desde que:
a pamtir de Augusto, la nocion de maiestas se asocia cada vez
mds estrechamente a la persona del emperadon) es definido co-
‘mo crimen laesae maiestatis. Desde nuestro punto de vist, no
imporez que el dar muerte bomo sacer pueda set consideracle
‘como menos que homicidio, yal soberano como mas que ho:
micidio: lo esencial es que, en los cos casos, el hecho de mma
tara un hombre no se inciuye dentro del géneto del hin
dio, Cuando, todavia en carta consttucional de Cartes Albert
de Saboya, leemos que sla persona del soberano es sige
‘eviolables, sentimos resonar en esta singular adjetivacivin un
eco de la sacralidad de la vida del bonto sacer.
Pero también la otra caracteristica que define la vils cel be
‘mo sacer, su insacrificabilidad en las formas previstas por cl si
‘0 0 por la ley, se da puntualmente en relacion con la passer
del soberano. Michael Walzer ha observada que, en lt vision
de los contemporiineos, la enormidadl de la ruptura «js in
a la muerte de Luis XVI el 25 de enero de 1793, no cansisivs
tanto en el hecho de que se diera muerte al monana, 1K
en la circunstancia de que fuera sometido a proceso y ast
tiado en cumplimiento de una condena a la pena capital (Wil
2et, pp, 184-85). En las constituciones madernas sobe-vive ti
ddavia una huella seculasizada de la insacrificabilidal ee kt vila
del soberano, en el principio segiin el cual el jefe cel Katinks
‘80 puede ser sometido 2 un proceso judicial ordinarie, Fi la
Constitucién norteamericana, por ejemplo, el impeat hist
implica un juicio especial del Senado presidido por el «hivj
Jstice, que solo puede ser celebradlo por bigh crimes cl itis
5.7. Sila simetria entre el euerpo del soberano y el del bo-
mo sacer, que hemos tratado hasta aqui de ilustrar, corres-
ponde a la verdad, nos seri posible encontrar auevas analo-
gias y correspondencias entre la condicion juridico-poltica de 48
estos dos cuerpos tan distantes en apariencia. Una primera ¢
el acto de matar al soberano. Sabemos que el matar al Bomo
Sacer no consttuye homiciio (parriidt non damnatur). Pues ‘demeanors y cuya consecuencia es tinicamente la depen in
bien, no hay ningin ordenamientojuridico (incluso aquellos: el cargo y no una pena judicial Los jacobinos que ri 1
en que el homicidio se castiga siempre con la pena capita en a4M¥i. durante las discusiones en la Convencion queriantann: le
el que el acto de dar muerte al soberano haya sido tipficado. ¥B4HF ma muerte al rey sn ms, sin necesiad de proceso sya
de forma permanente como un simple homicidio. Tal accién. 44486. taban llevando hasta cl limite, aunque probablemente sy lee
1m, tase cuenta, la fidelidad al principio de la insacrificabilidad de 3%
Ih vida sagrada, a quien cualquiera puede dar muerte sin co-
meter homicidio, pero que no puede ser sometida a las for-
mas establecidas de ejecucién,
[P-6 BLmanpo VEL LoRO
F611 Todo el carfeter del sacer esse muestra que no ha na~
+f ado sobre el suelo de un orden juridico establecido, sino que
se remonta hasta el periodo de la vida pre-social. Es un frag-
‘mento dle la vida primitiva de los pueblos indoeuropeos... La
[8 antigiedad germinica y la escandinava nos ofrecen mas alli
E de cualquier duda un hermano del homo saceren el basside
yel fuera de la ley (Wargus, vargr,el lobo, y, en sentido re-
“ligioso, el lobo sagrado, vargry veum). Lo que la antighedad
romana considera como una imposibilidad el matar al pros-
ito sin celebrar un juicio y al margen del derecho- fue una
realidad incontestable en la antigiiedad germanica: Jhering,
i usgata del bomo sacer al wargus, el hombre lobo, y el Friedlos*
Eiisin paz- del antiguo derecho germénico. El autor situaba de
testa forma la sacratio sobre e! felon de fondo de fa doctsina
Ue la Friedlosigheit,elaborada hacia la mitad del siglo XIX por
fl germanista Wilda, a euyo parecer el antiguo derecho ger-
fmanico st fundaba sobre el concepto de paz (Fried) y sobre la
Correspondiente exclusion de la comunidad det malhechor, que
Se convertia por eso en Friedlos, sin paz, y al que, como tal,
Cualquiera podia dar muerte sin cometer por ello homicidio,
También el bando medieval presenta caractersticas andlogas:
se podia dar muerte al banido"* (bannire idems est quod dice
‘re quiibet posst eum offendere. Cavalca, p. 42) 0 incluso se le
Ilegaba a considerar como ya muerto Cexbannitus ad mortem
ide sa civitate debet baberi pro moriuo: ibid, p. 50). Fuentes
‘germaanicas y anglosajonas subrayan esta condicién limite del
fanido definiéndole como hombre-lobo (wargus, wervol, lat
sganulpbus, de donde procede cl francés foup-garos), licantto-
po (lupo mannarc) Asila Ley Sélica y la Ley Ripuaria emplean
Fr formula wargus sit, boc est expulsus en un sentido que Fe
‘cuerda el sacer esto que sancionaba la posibilidad de dar suet-
te al hombre sagrado, y las leyes de Eduardo el Confesor Gl,
30.35) aman al banico wulfesheud Cliteralmente: cabeza de»
jbo) y Ie asimilan a un licéntropo (lypinum enim gertt caput
‘adie uilagationis suae, quod ab anglis wulfesheud vocal). Lo
{que iba a quedar en el inconsciente colectivo como un mons:
tuo hibrido, entre hombre y animal, dividido entre la selva y.
la ciudad ~el licantropo- es, pues, en su origen, la figura del
{que ha sido banido de a comunidad. El que sea llamado hom
Bre-tobo y no simplemente lobo Ceaput lupinums tiene Ia for
ma de una condicion jurdica) es algo decisivo en este punto:
fase nota Hl sf wader, pe. 25
ase oa If waueion, ag. 255,
1a vida del banido ~como la del hombre sagrado~ no es un
simple fragmento de naturaleza animal sin ninguna relacién
con el derecho y la ciudad; sino que es un umbral de tadife-
rencia y de paso entre el animal y el hombre, ka pbysisy el
‘mos, la exclusion y la inelusion: loup-garou, licintropo preci-
samente, 14 bombre ni bestia feroz, que habita parad6jicamente
tn ambos mundos sin pertentecer a ninguno de ellos,
62 Solo a exa luz adqulere su sentido propio el miologe
st hobbesano del coud de naturtess, Com ya hemos ws
Toc estado de naturaleza no es una epoca rel, romeo
mente anteior la undacion de fa Chad, sno Un principio
fem a sa, que aparece enel momen en que [a Ciudad
te considerada tanga disoita (algo sia, pes, s-
fade de encepcon). As, cuando FHobes finda Ta sobeanta
por medio de a tension al homo bom! Iups, es peso
Revert que el lobo es en este cas wn eco del teargisy de
Capua lupinum de as eyes de Elva el Confesor 0 si
plement fra besiay vis natural, sino os bien 2008 de
Eisner enve lo humano y lo animal, eéntzopo, hombre
gue ae taforma en lobo 7 lobo que se converte en hom
ie eB, hom acer a de rate
Sivestno no es uma condeton prejuriiea completamente
Indore al derecho de neha, sno la excepoin el
Umbra que consituyen ese derecho fabian en no ©
tanto ut guerra de fodos conta todos, cant, mas ec
mente, una condicion en que cada uno es patel ovo muda
ida yom saceren que cada uno es, ples, Wer, get
apa lupin Eta piicacion del hombre ext bei
tacon cel lobo son posbles en todo momento en el estado
deexcepci, on la dsolutio cla S60 este unbi, qUe
fo con la spe vida natural oa vida Soi, sno Tac
wrvida o Ia vida sagrada, es el presupuesto siempre presente y
operante de la soberania,
Contrariamente a todo lo que los modernos estamos habi-
tuados a representarnos como espacio de la politica en téemi-
nos de derechos del ciudadano, de libre voluntad y de contra
to social, slo la nuda vida es auténticamente politica desde e
punto de vista de la soberania. Por esto, en Hobbes, el funda-
mento del poder soberano no debe buscarse en la libre cesion,
por parte de los siibditos, de su derecho natural, sino mas bien
‘en la conservacion, por parte del soberano, de su derecho na-
tural de hacer cualquier cosa a cualquiera, que se presenta aho-
ra como derecho de castigar: Este es el fundamento ~escribe
Hobbes- de ese derecho de castigar que se ejerce cn todo Es-
taco, puesto que los subditos no han conferido este derecho
al soberano, sino que s6lo, al abandonar los propios, le han
dado el poder de usar el suyo de la manera que él crea opor-
tuna para la preservacion de todos; de forma, pues, que aquel
derecho no le fue dado, sino dejado, a él solo, y ~excluyendo
Jos limites fiados por la ley natural- en un modo tan comple:
to, como en el puro estado de naturaleza y de guerra de cada
‘uno contra el propio semejante> (Hobbes 2, p. 214).
‘A esta condicién particular del ius puniendi, que se conti
‘gura como una supervivencia del estado de naturaleza en el
corazon mismo del Estado, corresponde en los sUbditos la
facultad no ya de desobedecer, sino de resistir a Ta violencia
ejercitada sobre la propia persona, -porque no se supone que
ningin hombre esté obligado por un pacto a no resistir a la
violencia, y, en consecuencia, no puede suponerse que dé a
oteos un derecho 2 poner violentamente las manos sobre su
petsona- (ibid), La violencia soberana no se funda, en verdad,
sobre un pacto, sino sobre la inclusi6n exclusiva de la nuda
vida en el Estado. ¥, como el referente primero e inmediato ©
del poder soberano €s, en este sentido, esa vida a la que pue~
18
[de darse muerte pero que es insacrificable, vida que tiene su
paradigma en el homo sacer, asi, en la persona del soberano,
@l licintropo, el hombre lobo para el hombre, habia establ
"> mente en la. ciudad.
En el Bisclavert, uno de fos mis bellos dais ce Maria de Francia, se
exponen con extreordinara vivezs la paricularnaturaleza del licinsopo
como umbral de trinsto entre naurleza y poles, mundo animal y
mundo humano, ¥; al mismo dempo, su estrecha vinculacion cone
soberano, fai relta los hechos de un barbn que tene una rlacidin e
‘especial cercania con su rey (le sur semur eset privez, v.19), pero que
‘ada Semana, despoés de haber escondlo ss vestidoe bajo una pie,
se censforma durante ces dias en lobo (bisclaver) y vive en el bosque,
eas presas y de la pina (a plus expés de fa gaudin’ self de pre @
de ravi). La mejer, que soxpecha algo, consiguearrncie a confesion,
de esta vida secretay le convence para que le revele donde escont: los
‘vestidos, aunque sepe que, alos perieseo fuer sorprendio en el acto
de ponérselos, se converisa para siempre en lobo (Bar si es ens por
ue /e de coo feusse aparceus flav: sere a hz jour), Sleviadese
de un coe
tides del escondaio y el barn se convert pars siempre en lcntiopo.
ice, que se conver en su amante, 4 mujer se eva los
‘sencial es en este cao Ia circunstnci, ya atetiquads en Plinio en Is
leyenda de Anus (Wat. 8, VID, del caricter temporal de la metamor
fosis, igado a la posblidad de despojarse o de recuperar @ exconclidae
su apariencia humana, La transformacion en licintropa cosesponde per
fetamente al exado de excepcién, en el ve mientras se martien® a di
racion (pecesaviamente limitada) la ciudad se cisueve los hombees en
tran en una zona de indstincién con las fers, Se encients denis en
sta historia la necesidad de cumplimensar formalidaces paniculares que
rmarcan el ingreso en fa 2004 de indfereacia, ola slica de el, entre lo
ninal y lo humnano (que se cortesponde con la clara proelamacisn del
esado de excepcion, formalmente dstnto de la norms). También en et
folelorcontemporineo se atestigua esta necesied en los tes golpes que
19cllicéntropo que ests volviendo a ser hoabxe debe dar en la puerta dela
casa antes de que se le bra (Cuando Haman ala puesta la primera vez,
J mujer no debe abit. St aber, veria al mardo todavia enteramenteIo-
bo, y éste I devorara hia para siempre al bosque. Cuando golpean
por segunda ver, la mujer no debe abrir todavia: le veria con el cuerpo
‘eansformado ya en hombre, pero con cabeza de lobo Slo cuando sel
‘ma a la puerta por tercea vez se abrir, porque entonces se han trans
formad del todo: he desaparecid el labo y respasecido e} hombre de
antes: Lev, pp. 1065)
La partici proximidad ene home lobo y soberano también se vue
‘yea encontrar en a continuaclén de aque lato. Ua aa (ast lo cuenta el
Ja ol rey va de caza al bosque donde vive Bisclaver y la walla de pe
rros descubre inmediatament al hombre lobo. Pero nada mis ver al so-
berano, Biselavert corte hacia él y se afeea a su estbo, lamiéndle las
piernas y los pes como sl implorase plead. El rey, maravilado por la hu
manidad dela fera Cesta fera tiene sentido e lnteligencia /.. Daréa la
besa mi paz /y por hoy ya no cazaré mis), Sela leva a fa come a vivie
con él, y en ela se hacen inseparable, Sigu el inevitable encuentro con
la antigua expose y el cago de la mujer. Bs importante que al final, cuan-
co Biscaver: vucive a convertise en hombre, el hecho tenga lugar en la
cama del soberano.
1a proxlmidad ene trano y hombre lobo se encuentra también en la
-eqalicaplatboica (S65d), donde la transformacién det protector en te
ano se vinculs al mito arcidico de Zeus Liceo: Pero nde comienza
la transformacién del protector en tirana? .No es clazo que se produce
‘cuando empleza a hacer aquello que se cuenta en la fabula del remplo
de Zeus Lceo en Ascade.. EL que hs gustado de entrafas ismanas, des”
‘menvzadas junto con as de las otras vicimas, fatalmente queda conver
Lido en lobo... ¥ asf cuando el efe del demes, contando con una mule
tad totalmente déei, no sabe abstenesse dela sangre de los hombres
Ce ai trba,.. No sek necesario que perezca necesaramente 2 manos de
ss enemigos, o bien que e haga tireno y que de hombre se wansforme
en fod0%
0
“ winsito permanente entre el hombre y la bestia, la natu
63. Ha llegado, pues, el momento de volver a leer desce el
principio todo el mito de la fundacién de la ciudad moderna,
de Hobbes 2 Rousseau. Bl estado de naturaleza es, en verdad,
un estado de excepcién, en el que la ciudad aparece por un
instante (que €s, a la vez, intervalo cronolégico y moment in:
E> temporal) tanquam dissoluta. Asi pues, la fundacion 10 es un
Acontecimiento que tenga lugar de una vez para todas it illo
_ tempore, sino que opera continuamente en el estado civil en la
forma de la decision soberana. Esta, por otra paste, se refiere
‘inmediatamentea la via (y no a la libre voluatal) de los cit
dadanos, que aparece, pues, como el elemento politico ori
natio, el Urphdromenon de la politica: pero esta vida no es
simplemente la vida natural reproductiva, la 20€de los griegos,
nitel bfos, una forma de vida cualificada; es més bien la nuda
vida det bomo sacery del wargus, zona de incliferencia y de
ya cultura 7
Por esto la tesis, enunciada en el plano logico-formal al final
«de la primera parte, segiin la cual la relaci6n politico-jusfdica
‘originaria es el bando, no es sélo una tesis sobre la estructura
formal de la soberania, sino que tiene un carieter sustancial,
porque aquello que el bando mantiene unidos son preciss:
mente la nuda vida y el poder soberano. Es preciso despedir:
se sin reservas todas las representaciones del acto politico or-
nario que consideran a éste como un contrato 0 una convencién
que sella de manera precisa y defintiva el paso de la naturs
leza al Estado. En lugar de ello, 1o que hay aqui es una zona,
de indeterminacién mucho més compleja entre némos y phy-
«sis en que el vinculo estatal, al revestir Ia forma de bando, es
2 siempre, por es mismo, no estatalidad y seuconatusaleza,
¥y la naturaleza se presenta siempre como néios y estado de
lexcepci6n. La errada comprensi6n del mitologema hobbesia-
10 en términos de contratoy na de banda ba supwesto la con-dena a la impotencia de la democracia cada vez que se wata-
ba de afrontar el problema del poder soberano y, al mismo
tempo, la ha hecho constiutivamente incapaz de pensar ver-
daderamente una politica no estatal en la modernidad.
La relacion de abandono es tan ambigua que nada es més
dificil que desligarse de ella. £I bando es esencialmente et po-
der de entregar algo a si mismo, es decir el poder de mante-
nerse en relacién con un presupuesto que esti fuera de toda
relacion, Lo que ha sido puesto en bando es entregado 2 la pro-
pia separaci6n y, al mismo tiempo, consignado a la merced de
quien lo abandona, excluido e incluido, apartado y apresado =
la vez, La ateja discusién en la historiografia juridica entre los
que conciben el exilio como una pena y los que lo consideran,
por el contratio, como un derecho y un refugio (ya a finales de
la repablica Cicer6n piensa el exilio en contraposicin a la pe:
‘a: exiltum enim non supplicium est, sed perfugium portusque
supplictt, Pro Caec., 34) tiene su raz en esa ambigiledad del
bando soberano. Tanto en Grecia como en Roma, los testimo-
nios més antiguos muestran que ms original que la oposicién
enire derecho y pena es la condicion, «no cualificada ni como
ejercicio de un derecho ni como situacion penale (Csif® 2, p.
11, de quien va al exilio a consecuencia de la comisién de un
hhomicidio 0 de la pérdida de la ciudadania al converse en clue
dadano de una civitas foederata que goza del fus exit
Esta zona de indiferencia, en que la vida del exiliado o del
aqua et ign imtertictus limita con la del bomo sacer, a quien se
puede matar pero que es insacriicable, sella la celaci6n politica
‘riginaria, ms original que la oposici6n schmittiana entre arni-
20 Y enemigo, entre conciudadano y extranjero, Hl extrftamiento
iutidico-religioso estrarieta) de aquél sobre quien pesa el ban-
do soberano es mds intimo y germinal que la condicién de ex-
‘wahamiento territorial Gestraneit2) del extranjero (si es licto de-
sarrollar de este modo la oposicién que establece Festo entre
va
extrarius, es decir qui extra focus sacrament issue sty ex
Iranews, €s decir ex altera terra, quasi exterraneus)
De esa forma se hace comprensible Ia ambigledad semantien
‘ya sefalada por lz cual las locuciones italianas in baado», «4 ba
‘dono signfican originariamente tanto a la merced de (a la mer-
cé di) como a voluntad propia, a discreccién libremente (a pro-
pio talento, liberamente-), como en la expresion -correse a
bandonos y banido Gbandito-) tiene a la vez el valor de ex-
cluido, puesto en bando escluso, messo al bande») y el de
abierto a todos, libre (aperto a tut, iberor, como en mesa li
bre ~-mensa bandita— 0 a rienda suelta ~a redina bancita--). EL
bando es propiamente la fuerza, a la vez atractiva y sepulsiva,
que lige los dos polos de la excepeién soberana: la nud viel
yeel poder, el Boma sacery el soberano. Y s6lo por esta razén
puede significar tanto I ensefia de la soberania (Bandum. quod
ostea appellasus futt Standardum, Guntfanonum, italice Con
{fatone, Muratoti, p. 42) como la expulsi6n de la comunidad.”
Is esta estructura de bando la que tenemos que aprender a
reconocer en las relaciones politicas y gn los espacios piiblicos
‘en los que todavia vivimos. Mas fatima que toda interioridad
J) mds externo que toda exterioridad es, en la ciudad, el coto we
‘dade por el bando (-bandita.) de Ia vida sagrada, Es el némos
soberano que condiciona cualquier otra norma, la espacializa
ci6n originaria que hace posible y que tige taca localizacisn y
toda territorializacion. ¥ si, en la modernidad, la vida se sitia
cada vez mis claramente en el centro de la politica esata (com
verti, en los términos de Foucault, en biopolitiea), si, en nues-
{ro tiempo, en un sentido particular pero realisimo, todos los
‘ludadanos se presentan virwalmente como bomsines sacri ello
“es posible s6lo porque la relacién de bande ha constitice des.
de el origen la estructura propia del poder soberano,
+ Vease now Ua J wade, pe. 5naa
Si el elemento politico originario es la vida sagrada, resulta,
comprensible que Bataille buscara la figura acabada de la so-
bberania en la vida aprehendida en Ja dimensién extrema de la
verte, del erotismo, de lo sagrado, del lao y, al mismo tiem
po, dejara impensado el nexo esencial que la amarra al poder
Soberano (-La souveraineté dont je parle ~escribe en el libro
homénimo concebido como tercera seccién de la Part matidt-
te- a peu de choses a voir avec celles des ftats, Bataille 1, p.
247). Lo que Bataille trata de pensar es, con toda evidencia, esa
‘misma nuda vida (0 vida sagrada) que, en la telacién de ban-
do, constiuye el referente inmediato de la soberania, y el hax
bet reivindicado la experiencia radical de ella es precisamente
Jo que hace que, a pesar de todo, su intento sea ejemplar Sk)
“4
E ‘guiendo en esto, sin darse cuenta de ello, el impulso que lle
© waa la modernidad a hacer de Ia vida en cuanto tal aquello
que se ventila eseacialmente en las luchas politica, ba tratado
de hacer valet la propia nuda vida como figura soberana ms,
en lugar de reconocer su cardcter eminentemente politico (©
smis bien, biopolitico), inscribe la experiencia de ella, por una
parte en la esfera de lo sagrado, que entiende erroneamente
segtin los esquemas dominantes en la antropologia de su em
poy tomados de su amigo Caillois, como originariamente am-
bivalente, puro e iamundo, repugnante yfescinador,y, por otra,
en a intesoridad del sujeto, a quien tal experiencia se le ofve-
ce siempre en instantes privilegiados y milagrosos. En ambos
cass, en el sacilicio ritual como en el exceso individu, la vi
da soberana se define para é! por medio de la transgresion ins
-tantinea de la prohibicién de mata
De este modo, Bataille confunde desde el primer momento
el.euerpo polico del hombre sagrado, expueso absolutamente
aque se le mate pero que es también absolutamente insuei-
cable, que se inscribe en la logica de la excepcién, con el pres-
tigio del cuerpo sacrificial, definico de manera diversa por la
Jogica de la transgresion. Si comresponde a Bataille el mérito de
huber vuelto a sacar a la luz, aunque fuera de manera incons-
lente, el nexo entre nuda vida y soberana, la vida queda en
completamente apresada en el circulo ambiguo de lo sagra-
do, Por exe camino no era posible otra cosa que la repeticion,
real o en forma de farsa, del bando soberano, y se comprende
bien que Benjamin llegara a estigmatizar (segin el testimonio
| de Klossowski) las investigaciones del grupo de Acépbale con
‘una formula perentoria: Vous travaillez pour le fascism.
Y¥ no es que Bataille no aisbe la insufciencia del saciiio
siel que éste sea, en Gltima instancia, una omediae (dans Je
sacrifice, le saciflant sidentie a animal feyppe de mom. Aine
simeurtil en se voyant mourt, et, méme, en quelque sone,ppar sa propre volonté, de coeur avec Varme du sactifice. Mais
Cest une comédiel: Bataille 2, p. 336); pero de lo que no con-
sigue dar cuenta (como muestra la fascinacién que sobre él -
ejercian las imagenes det chino martirizado, que comenta am- |
pliamente en Les larmes d’Bras) es de la nuda vida cel bomo
sacer, que el aparejo conceptual del sacrificio y del erotismo
no consigue apurar.
Hay que atribuir a Jean-Luc Nancy el mésito de haber pues-
to de manifiesto la ambigiedad del pensamiento de Bataille so-
‘be el sacrifcio y haber afiemado decididamente, frente a toda
tentacion sacrificial, el concepto de una vexistencia insacrifica-
bles, Pero, en el caso de que nuestro anilisis del bomo sacer
haya dado en el blanco, la definici6n que offece Bataille de la
soberania mediante la transgresin resulta inadecuada com res-
ecto a la realidad de esa vida que esté expuesta a la muerte
cn el bando soberano; como insufiente es asimismo el con
ccepto de -insacrificable- para explicar la violencia que esti en!
juego en la biopolitica moderna, El bomo saceres, en elect,
insacrificable, y, sin embargo, cualquiera puede matarle, La di-
imensién de la nuda vida que constituye el referente de la vio-
Tencia soberana, es mas originaria que la oposici6n sacrfica- 1
puede definise por completo mediante el par conceptual ido- 7
reidad para el sacrificio/inmolacién en las formas prescritas
por el ritual (que, en las sociedades que conocian el sactifcio,
ho tiene nada de oscuro). En la modernidad, el principio de la.
sacral de I vida se bn emancipado as por completo de
yy no la del sacrificio Cy de aqui la insuficiencia de las desmiti-
ficaciones, por justas que sean, propuestas hoy desde muchos
lados, de la ideologia sacifical). Lo que ahora tenemos ante
‘nuestros ojos es, en rigor, una vida que est expuesta como tal
6
| nueva soberania biopolitica y, com¢
‘una violencia sin precedentes, pero que se manifiesta en las
formas mis profanas y banales. Nuestro tiempo es aquél en el
que un fin de semana festivo produce mas vietimas en las a
topistas europeas que una campaia bélica; mas hablar, en se
lacién con esto, de una ssacralidad de! “garde-ral’+ es, obvia-
mente, s6lo una antifrasis (La Cecla, p. 115).
Desde este punto de vista, el haber pretendido restituir al ex-
terminio de los jucios un aura sacrificial mediante el término
sholocausto- ¢s una ieresponsable ceguers historiogrifica. El ju-
dio bajo el nazismo es el referente negativo privilegiaclo de la
tal, un caso flagrante de
omo sacer, en el sentido de una vida a la que se puede dar
‘muerte pero que es insacrificable. HI matarios no constiuye, por
50, como veremos, a ejecueién de una pena capital ni un st-
cifci, sino tan s6lo la actualizacién de una simple posibilidad
de recibir la muerte que es inherente a la condicién de jucfo
como tal. La verdad dificil de aceptar para las propias vicimas,
pero que, con todo, debemos tener el valor de no cubyir con
velos sacrificiales, es que los judios no fueron exterminadlas en
el transcurso de un delirante ¥ gigantesco holocausto, sino, ic
“teralmente, tal como Hitler habia anunciado, como piojos., es
decir como nuda vida. La dimensién en que el exterminio two
lugar no es la religion ni el derecho, sino la biopolitca
Si es verdad que la figura que nuestro tiempo nos propone
es la de una vida insactficable, pero que se ha convertido en.
eliminable en una medida inaudita, la nuda vida del bomo sa-
er nos conciemne de modo particular. La sacralidad ¢s una i
nea de fuga que sigue presente en la politica comtemporinea,
que, como tal, se desplaza hacia regiones cada vez més vastas
yoscuras, hasta legar a coincidir con la misma vida biolégica
de los ciudadanos. Si hoy ya no hay una figura determinable de
antemano del hombre sagrado es, quizs, porque todos somos
virualmente homines sacriPARTE TERCERA
EL CAMPO DE CONCENTRACION COMO
4RADIGMA BIOPOLITICO DE LO MODERNO1. La pourrizactOw DE 1A viDA
“UL. Bn los Glkimos afios de su vida, mientras tabajaba en la
mbito, los dispositivos del poder, Michel
Foucault comenz6 a orientar sus investigaciones con una in-
stencia cada vez mayor en lo que definia coma bio-politica,
1s deci la reciente implicacion de la vida natural del hombre
“en los mecanismos y los cAlculos del poder. Al final de la Vo
luntad de Saber recapitula, como hemos visto, en una fortit-
lacion ejemplar el proceso mediante el cual, en los umbrales
~ de la Edad Moderna, la vida pasa a ser lo que realmente ocu
© pa el centro de la politica: -Durante milenios, el hombte sigs
© siendo lo que era para Aristételes: un animal viviente y capa!
ademas de existencia politica; el hombre moderno es un ani-
stmal en cuya politica esté puesta en entredicho su vida de set
viviente.. No obstante, Foucault continué investigando tenaz-
‘mente hasta el final los -provesos de subjetivacions que, en el
ttnsito entre el mundo antiguo y el modemo, llevan al indivi-
duo @ objetivar el propio yo y 2 constituirse como sujeto, vin
cculaindose, al mismo tiempo, a un poder de control exterior,
pero no transfirié su instrumental de trabajo, como habrfa sido
legitimo espera, a lo que puede aparecer como el lugar por
excelencia de la biopolitica moderna: la politica de los gran-
des Estados totaltarios del siglo veinte, La investigacion, que
se habia iniciado con la seconstruccién del grand enfermement
«en los hospitales y en las prisiones, no coneluye con un ar
sis de Tos campos de concentracién,
Por otta parte, si los penetrantes estudios que Hannah Arendt
dedicé en la segunda posguerra a la estructura de los estados
totalitaros tienen una limitaci6n, ésta es precisamente la falta
de cualquier perspectiva biopolitica, Arendt establece con cla:
ridad el nexo entre dominio totalitario y esa particular cond
cién de vida que es el campo de concentracién (El totaltass-
mo ~escabe en un Proyecto de investigacién sobre fos campos
de concentracion que, por desgracia, no tuvo continuidad tie-
‘ne como objetivo tlkimo la dominaci6n total det hombre. Los
‘campos de concentracién son laboratories para la experimenta-
ciéa del dominio total, porque, siendo la naturaleza humana lo
que es, este objetivo sélo puede alcanzarse en las condiciones
extremas de un infierna construido por ef hombre» Arendt 2
p. 240). Pero lo que se le escapa es que el proceso es, de al~
‘guna manera, inverso y que precisamente la transformacién ra
dlieal de la politica en espacio de la nuda vida (es decir, en un
campo de concentracién), ha legitimado y hecho necesario el
dominio total, Sélo porque en nuestro tiempo la politica ha par
sado a ser integralmente biopoltica, se ha podido constituir, en
luna medida desconocida, como poiltica totalitaria
Que los dos estudiosos que quizis han pensaclo con mayor
agudeza el problema politico de nuestro tempo no hayan con
seguido entrecrazar sus propias perspectivas es ciertamente un
buen indicio de la dificultad de este problema. El concepto de
snuida vidae 0 wida sagradas es el foco através del cual vamos
"a ttatar de hacer converger sus puntos de vista. En tal con:
cepto, politica y vida han pasado a entrelazarse de manera tan,
‘intima, que no se deja analizar con facilidael. & la nuda vida y
a sus avararesen el mundo modemo (la vida biol6gica, la se
xualidad, etc) le es inherente una opacidad que es imposible
clarificar si no se cobra conciencia de su caréeter politico; in-
versamente, la politica moderna, una vez. que entra en sim-
biosis con la nuda vida, pierde esa intligibidad que todavia
nos parece caracterfstca del edifcio juridico-politica de la po-
Titica clasica
1.2. Ha sido Karl Lowith el primero que ha definido como
| spolitzacién de la vida el caricter fundamental de la politica
de los estacos totalitarios y, al mismo tiempo, el primero que
hha observado, desde este punto de vista, la cutiosa relacién de
contighidad entre democracta y totalitarismor
sa neutalizacion de las diferencias poliicamente relevantes M
selaiva pérdida de importanca de Ins decisiones se han desi olla
2 partir de la emancipacioa del Tercer Estado, la formcion dela de
rmocracla burguesa y su trnsformacién en democrucia idostial de
‘masas hast leg al punto devisivo en que todo esto se ha trocado
en sv opuesto:en un politzaci total de todo (toate Poltiser
incluso de las exferas de Ia vida as neutales en apariencia, Ast ern
pez6 en la Rusia marrsta un Estado del eabajo que es mis inten:
| vamente esata que todo Yo que oe lia conocido ues en los Extacos
de los soberanos absolutes; ea a tala fascists un Estado corpo,‘que regula normativamente no s6lo el rabajo nacional, sino el des-
(puss del trabajo y toda la vida espirtual, y en la Alemania nacional-
socilsta un Estado integralmente organizade, que poliiza por medio
de las Leyes raciles incluso la vida que hasta entonces habia sido pee
vada (L8th, p33).
1a contigbiclad entre democracia de masa y Estados totalita-
1 no tiene, sin embargo (como Lowith parece considerar aqui
siguiendo las huellas de Schmitt) la forma de una transforma-
‘i6n imprevista: antes de emerger imperuosamente a la luz de
nuestro siglo, el rfo de la biopolitica, que arrastra consigo la vi-
dda del homo sacer, discurre de forma subterrinea pero conti-
‘hua, Es como si, a partir de un cierto punto, cualquier aconte-
cimiento politico decisivo tuviera siempre una doble faz: los
espacios, las libertades y los derechos que los individuos con-
quistan en su conflieta con los poderes centrales preparan en
cada ocasi6n, simultineamente, una ticita pero creciente ins-
cripci6n de su vida en el orden estatal, ofreciendo asf un nue-
vo y mis cemible asiento al poder soberano del que querfan li-
berarse.-H "derecho" a la vida ~ha escrito Foucault para explicar
Ja importancia que ha asumido el sexo coma tema de con-
Frontacién poliiea-, al cuezpo, a la salud, a la felicidad, a la sa-
tisfacci6n de las necesidades, el “derecho", mis alli de todas
las opresiones o “allenaciones*, a encontrar lo que uno €s y t0-
do lo que uno puede ser, este derecho tan incomprensible pa-
ri el sistema juidico clisico, fue la replica politica a todos esos
nuevos procedimientos de poder: (Foucault I, p. 175). El he-
ccho es que una misma reivindicacion de la nuda vida conduce,
cen las democracias burguesas, al primado de lo privado sobre
lo pablico y de las Kberades individuales sobre las obligacio-
nes colectivas y, en los Estados totaltarios, se convierte, por el
ccontratio, en el criteria politico decisivo y en el Iugar por ex-
ccelencia de las decisiones soberanas. Y s6lo porque la vida bio-
logica con sus necesidades se habia convenido en todas par
tes eneel hecho politicamente decsivo, es posible comprender”
Ja rapidez, que de otra forma seria inexplicable, con que en
nuesto sig las democracias parlamentarias han podido trans-
formarse en Estados totaltatios, y los Estados ttalitarios con
verse, cai sin solucién de continuidad, en democracias par
lamentarias. En Jos dos casos, estas transposiciones se han
producido en un contexto en el que fa politica se habia tran
formado ya desde hacia tiempo en biopaltica y en el que lo
«que estaba en juego corsistia va exclusivamente en determinar
qué forma de organizacién resultaria més eficaz para asegurar
Al euidado, el control y l disfrute de la nuda vida. Las istin-
cones politicastradicionales (como las de derecha e i2quier
a, lberalismo y toalitarismo, privado y piblico)piesden st
claridad y su iteligibilidad y entran en una zona de indeter-
minacién una vez que su referente fundamental ha pasado a
ser la nuda vida. Incluso el repentino deshizamiento de las la-
ses dirigentes ex comunistas hacia el racismo més extremo (co-
mmo en Serbia, con el programa de slimpieza ética) y el ena
cimiento en nuevas formas del fascismo en Europa tienen aqui
su aia
Simulténeamente ala afirmacién de la biopoliica, se asst
en efecto, aun desplazamicato y a una progresiva ampliacion
mis alla de los limites del estado de excepcidn, de las deci
siones sobre la nuda vida en que consist la soberania, Si, en
todo Estado modeso, hay una linea que marca el punto en el
que la decision sobre la vida se hace decision sobre Ia muerte
© yen que la biopolitica puede, asi, wansformarse en tanatopo
ltica, esta linea ya no se presenta hoy como una frontera fifa
{que divide dos zonas claramente separadas: es mas bien una
linea movediza tras de Ia cual quedan situadas zonas ms y unis
amplias de la vida social, en Ias que el soberano entra en una
simbiosis cada vex mas intima no s6lo con el jurista, sino también con el médico, con el cientifico, con el experto o con el
sacerdote, En las paginas que siguen, incentaremos mostrar que
algunos acontecimientos fundamentales de la historia politica
de Ia modernidad (como las declaraciones de derechos) y otros
‘que, por el contrario, parecen representar una intrusiGn in-
comprensible de principios biol6gico-cientificos en el orden
politico (como la eugenesia nacional-socialista con su elimina
‘ion de la wida indligna de ser vivida 0 el debate actual sobre
la determinacion normativa de los eriterios de la muerte) solo
adquieren su verdadero significado cuando se restituyen al co-
in contexto biopolitico (o tanatopolitico) al que pertenecen.
En esta perspectiva, el campo de concentracién, como puro,
absoluto e insuperado espacio biopolitico Tundado en cuanto
tal exclusivamente en el estado de excepci6n), aparece como
el paradigma oculto del espacio politico de la modernidad, det
que tendremes que aprender a reconocer las metamorfosis y
los disfraces
1.3. El primer registro de la nuda vida como nuevo sujeto po
lidco esti ya implicito en el documento que, segiin un crterio
muy extendido, se encuentra en la base de la democracia mo-
derna: el Writ de Habeas corpus de 1679. Cualquiera que sea
el origen de a formula, que se encuentra ya en el siglo XII,
para asegurar la presencia fisica de una persona ante un tribu-
rnal de justicia, es singular que en su centro no estén ni el an-
tiguo sujeto de las relaciones y de las libertades feudales ni el
futuro citoyen, sino el puro y simple corpus. Cuando en 1215
Juan sin Tierra concede a sus sabditos la «Gran Carta de las
libertades., se dirige -a los arzobispos, obispos, abades, con-
des, barones, vizcondes, gobernadozes, oficiales y alcaldes,
las ciudlades, a los burgos y a las villas, ms en general, los
hombres libres de nuestro reino», para que puedan gozar de
sss antiguas libertades y libres costumbress y de las nuevas li
bertades que ahora se reconocen especificamente. El Att. 29.
‘que pretende garantizar la libertad fisica cle los sibditos, reza
asi: Ningiin hombre libre (bomo liber) sea arrestado, encarce
lado, desposeido de sus bienes, ni puesto fuera de la ley Cutla-
.getur) o molestado en Forma alguna; nosotros no pondremos
| mano sobre 61 ni permitiremos que nadie la ponga (vec su
‘per eum ibimus, nec super eum mittimus) si no es ras un jui-
Go legal de su pares y segin la ley del pais- Andlogamente,
un antiguo writ que precede al Habeas corpus y estaba dest
nado a asegurar la presencia del imputado en un proceso, le
‘va la nibrica de bomine replegiando (o repigliando).
Considérese, en cambio, la fGrmula del writ, que el Acta de
1679 generaliza y transforma en ley: Praeeipimiustibi quod Cor
‘pus X, in custodia vestra detentum, ut dicitur, una cum causa
captionis et detentionis, quodlcumque nomine idem X censea-
tur in eadem, habeas coram nobis, apud Westminster, ad sub-
Jiciendura... Nada mejor que esta formula permite medit la di-
ferencia entre la lbertad antigua y la medieval, y la que esti
fn Ia base de la democracia moderna: el nuevo sujeto de la po-
Itica no es ya el hombre libre, con sus prerrogativas y estat,
tos, y nf siquiera simplemente boo, sino corpus: la democra-
‘da modema nace propiamente como reivindicacién y exposicion
de este cuerpo: babeas corpus ad subjiciendum, has cle tener
‘un cuerpo que mostrar,
Que, entre fos diversos procedimientos jurisdiccionales des-
tinados a la proteccion de las ibenades individuales, fuera pre-
cisamente el Habeas corpus el que recibiese forma de ley y se
convirtiera asi en inseparable de la historia de la democracia
occidental, se debe ciestamente a circunstancias accidentales;
pero igualmente cierto es que, de este modo, la naciente de-
‘mocracia europea ponia en el centro de su lucha con el abso-
Intismo no bios, la vida cualificada del ciudadano, sino 200, la‘nuda vida en su anonimato, ineluida como tal en el bando so-
berano (todavia en las formulaciones moderaas del writ the
body of being taken... by whatosover name he may be called
‘bere in)
‘Lo que emerge a la luz desde las mazmosras para ser ex-
‘puesto apud Westminster es, una vez mis, et cuerpo del bomo
sacery, una vez més, una nuda vida. Tal ¢s la fuerza y, al mis-
‘mo tiempo, fa intima contradiecion de la democracia moderna:
ésta no suptime la vida sagradsa, sino que la fragmenta y dise-
mina en cada cuerpo individual, haciendo de ella el objeto cen-
tral del conflicto politico, Y aqui esta precisamente la raiz de
su secreta vacacion biopolitca: el que mas tarde se presenta
i como portador de derechos y, con un curioso oximoron, co
mo el nuevo sujeto soberano (subjectis superaneus, es decit
que esté por debajo y, al mismo tempo, por encima), s6lo pue-
cde constiuirse como tal repitiend la excepcién soberana y ais
Jando en si mismo corpus, la nuda vida. Si es cierto que la ley
tiene necesidad, para su vigencia, de ua cuerpo, si se puede
hhablas, en este sentido, det «deseo de la ley de tener un cuer
por, lt democracia responde a tal deseo obligando a la ley a
preocuparse de este cuerpo. ste caricter ambiguo (0 polar)
de la democracia es mucho mis evidente en el Habeas corpus,
por el hecho de que, si en su origen se dirigia a asegurar la
presencia del imputado en el proceso y, en consecuencia, 2
impedir que quedara sustraido al juicio, en la nueva y definit-
vva formula, tal situaci6n se transforma en obligacién para el
rmagistrado de exhibir el cuerpo del imputado y de exponer los
motivos de su detencién, Corpus es sn ser bifronte portador
tanto de la sujecion al poder soberano como de las libertades
individuals.
sta nueva -centralidad del cuerpo en el mbito de Ja ter
minologfa politico-juridica pasaba asi a coincidir con el proce
so mis general que confiere a corpus una posicién tan privile-
188
giada en la flosofia y en la ciencia de la €poca barroea, de Des-
cartes 4 Newton, de Leibniz a Spinoza. No obstante, en la re-~
flexi6n politica, incluso cuando corpus pasa a ser lx metifors
central de la comunidad politica como en el Leviatdn o en el
Contrato social, mantiene siempre un estrecho vinculo con la
nuda vida. Aleccionador es, a este propdsito, el uso del térmi-
‘no en Hobbes. Si es cierto que el De bomine distingue en el
hombre un cuerpo natural y un cuerpo politico (homo enim
non modo corpus naturale et, sed etiam civitats, id est, ut ta
Ioquar, corporis politic’ pars: Hobbes 3, p. 1), en el De Cive lo
que funda tanto la igualdad de los hombres como la necesidadl
de la Commonwealth es precisamente el que pueda darse muer
teal cuerpo.
‘Yi reparamos en los hombres maciiros y vemos ov files aes
tmuctura del cuerpo humano (que al destuise destuye también toda
su fuerza, vigor y sabidura; yo Fe que es incluso pura el nis dha
smatar al mis fuerte, no hay raz6n para que algvien, Randose de ss
foerzas, se crea que la naruraleza le haya hecho superior a los dems,
Iguales son fos que pueden lo misma unos canta etos. Ahora bien,
los que pueden lo mis, es dect, mat, denen igual poder. Por lo tan
to los hombres son por nazualeraiguales enue si (Hobbes I, p. 1)
La gran metifora del Leviatdn, cuyo cuerpo esté formadlo por
todos los cuerpos de los incivichios, ha de ser leida a esta luz
Son los cuerpos, absolutamente expuestos a recibir Ix muerte,
de los sibditos los que forman el nuevo cuerpo politico de Oc:
cident.
1592, LOS DERECHOS DEL HOMBRE Y LA BIOPOLITICA
2.1. H. Arendt titula el quinto capitulo de su libro sobre el
imperialismo, dedicado al problema de los refugiados, La de
caderica del Estado-nacion y el fin de los derechos del hombre.
Fsta singular formulacion, que liga fos destinos de los derechos
del hombre a los del Estado-naci6n, parece implicar la idea de
tuna conexién intima y necesaria entre ellos, que la autora de-
ja, empero, sin aclarar, La paradoja que H. Arendt suscita en
teste punto es que la figura -el refugiado~ que habria debido
encatnar por excelencia al hombre de los derechos, sella, por
el contraro, la crisis radical de este concepio. -La concepcién:
de los derechos del hombre -escribe~ basada sobre la supuesta
existencia de un ser humano como tal, se vino abajo tan pron-
10 como los que la propugnaban se vieron confontrados por
10
+ (Arendt 2, p. 299). En el sistema cel Estado-nacidn los preten
© Pero parece llegada ya el m
primera vez a hombres que habian perdido toda cualidadly re-
lacion especificas, excepto el puro hecho de ser humanoss
didos derechos sagrados e inalienables del hombre aparecen,
desprovistos de cualquier tutela y de cualquier realidad desde
el momento mismo en que deja de ser posible configuratlos
f, como derechos de los ciudadanos de un Estado. Lo anterior es-
‘4 implicito, si bien se mira, en la ambigledad del propio tte
lo de la declaracion de 1789: Declaration des droits de Tor
‘me et du citoyen, donde no esti claro si los dos términos sirven
para denominar clos realidacles auténomas 0 forman un siste-
‘ma unitario, en que el primero esta ya siempre contenido en
el segundo y oculto por él; y, en este tltimo caso, qué tipo de
relaciones mantienen entre ellos. La boutade de Burke, qe a
los derechos inalienables del hombre cleclaraba preferir con
mucho sus derechos de inglés (Rights of an English mart) 2
quiere en esta perspectiva una insospechada profundidad
HL. Arendt no va mis all de unas pocas aunque esenciales
alusiones en el andlisis del nexo entre derechos del hombre ¥
Estado nacional, y, quizis por eso, sus sugerenctas no han te-
nido continuidad. Tras la Segunda Guerra Mundial el énfasis
instrumental sobre los derechos del hombre y Ia muliplicacién,
de las dectaraciones y de los convenios en el mbico de las o-
ganizaciones supranacionales han terminado por impedir una
sauténtica comprensién del significado hist6rico del fenémeno.
nto de dejar de estimar las de-
claraciones de derechos como proclamaciones gratuitas de va
lores eternos metajuricicos, tendentes (sin mucho éxito en ver
dad) a vincular al legislador al respeto de principios éticos
ecernos, para pasar a consideratlas segtin lo que constiuiye su
funcion historica real en la formacion del Estado-nacién mo-
demo. Las declaraciones de derechos representan la figura or
ginaria de la inscripci6n de la vida natural en el orcen juridico-politico del Rstado-naciOn. Esa nuda vida natural que, en et
Antiguo Regimen, era politicamente indiferente y pertenecia,
fen tanto que vida creatural, 2 Dios, y en el mundo clasico se
distinguia claramente al menos en apariencia en su condi-
cin de 208 de la vida politica (bios), pasa ahora al primer pla
no de la estructura del Estado y se convierte incluso en el fun-
damento terreno de su legitimidad y de su soberania,
Un simple examen del texto de la declaracion de 1789 mues-
tra, en efecto, que es propiamente la nuda vida natural, es de-
cir el puro hecho del nacimiento, la que se presenta aqui co-
smo fuente y portadora del derecho, -Les hommes ~reza el ar.
naissent et demeurent libres et égaux en droits: (mas sigurosa
aque todas, descle este punto de vista, es la formulacién del pro-
yecto elaborado por La Fayette en julio de 1789: «Tout homme
nait avec des droits inaliénables et imprescriptibles). Por otra
parte, no obstante, la vida natural que, al inaugurar la biopol
tica de la modernidad es situada asf en la base del orden ne
mativo, se desvanece de inmediata en la figura del ciudadano,
fen el que los desechos son «conservados: (art, 2: eLe but de tou
te association politique est la conservation des droits naturels
cet imprescriptibles de thomme). ¥ justamente porque la de
laracion inscribe el elemento del nacimiento en el corazon
mismo de la comunidad politica, le declaracién puede atribuir
Ia soberania a la -nacibn- (att. 3: -Le principe de toute souve-
raineté résice essentiellement dans la nation). La nacién, que
etimol6gicamente deriva de nascere, cietra de esta forma el
circulo abiesto por el nacimiento del hombre,
2.2. Las declaraciones de derechos han de set, pues, consi-
sleradas como el lugar en que se realiza el trinsito desde la so-
berania real de origen divino a la soberania nacional. Asegu-
ran la exceptto de la vida en el nuevo orden estatal que sucede
182
al derrumbe del Ancien Régime. Bl que, merced a esas decta
raciones, el sibdito: se wansforme en ciudadano, como no ha’
dejado de senalarse, significa que el nacimiento ~es decir la
‘nuda vida natural como tal~ se convierte por primera vez (me~
ante una transformacién cuyas consecuencias biopoliticas
podemos empezar a calibrar s6lo hoy) en el portador inme-
diato de la soberania. El principio del nacimiento ¥ el princi
pio de Ia soberania, que estaban separados en el Antiguo RE
simen (en que el nacimiento solo daba lugar al swt, al stibelto)
se unen ahora de forma irrevocable en el cuerpo del sujeto 50°
Derano- para constiuir el fundamenta del nuevo Estado-nacion,
[No es posible comprender el desarrollo ni la vacacién -nacio-
zal y biopolitica del Estado modeso en los siglos XIX y XX
sise olvida que en su base no esti el hombre como sujeto li
bre y consciente, sino, sobre todo, su nuda vida, el simple na-
cimiento que, en el paso del silbcito al ciudadano, es investi
da como tal con el principio de soberania. La fiecién implicta
aqui es que el nacimienio se haga inmediatamente nactén, de
modo que entre los dos términos no pueda existir separacion
alguna. Los derechos son atribuidos al hombre (o surgen ce é1)
s6lo en la medida en que el hombre mismo es el fyndamento,
‘que se desvanece inmediatamente, (y que incluso no debe mun:
ca salir a la Iuz) del ciudadano.
Sélo si se comprende esta funcién historica esencial de las
declaraciones de derechos, es posible llegar a entender tam
bien su desarrollo y sus metamorfosis en nvestto siglo, El na
zismo y el fascismo, dos movimientos biopaliticas en sentido
propio, es decir, que hacen de la vida acural el lugar por ex
celencia de Ia decisién soberana, surgen cuando, tras la gran
‘convulsién de los fundamentos geopoliticos de Europa subsi-
auiente @ la Primera Guerra Mundial, sale ala lz la diferencia
hhasta entonces oculta entre nacimiento y naci6n, y el Estado~
nnacién entra en una crisis duradera, Estamos acosnumbrados a
168compendiar la esencia de la deologia nactonalsocialista en el
sintagma suelo y sangre: (ut und Boden), Cuando Rosenberg
pretende sintetizar en una férmula la vision del mundo de su
partido recurre precisamente a esa endiadis. La visi6n del mun
Jo nacionalsocialista~escribe- arranca de la conviccién de que
la sangre y el suelo constituyen lo esencial de la germanidad,
¥y que, por tanto, es la referencia a estos dos datos lo que de
be orientar una politica cultural y estatal (Rosenberg, p. 242)
Pero se ha olvidado con demasiado frecuencia que esta for
aula politicamente tan determinada tiene, en rigor, un origen
juridico del todo inocuo; no es otra cosa, en efecto, que la ex-
presién que condensa los dos criterios que ya desde el dere
tho romano sirven para defini la ciudadania (es deci, Ia ins
‘ripeiéa primaria de la vida en el orden estatal): ius soli Cel
‘pacimiento en un terntorio determinado) y fs sanguints el na~
‘Gimiento de padres ciudadanos). Estos dos ctiterios juridicos
tradicionales, que, en el Antiguo Régimen, no tenian un signi-
ficado politico esencial, porque se limitaban a expresar una
simple relacién de sujeci6n, adquieren una imporancia nueva
¥y decisiva a partir de la Revolucién Francesa, La ciudadania ya
rho define ahora simplemente una sujecion genérica a la auto-
dad real 0 a un sistema legal especifico, ni se limita a encar-
nar sin més (como considera Charlies, cuando ef 23 de sep-
tiembre de 1792 pide a la Convencién que el tiulo de ciudadano
sustituya en todos los actos piiblicos al tradicional monsietro
siour) el nuevo principio igualitario; designa ahora el nuevo es
tatuto de la vida como origen y fundamento de la soberania ¢ ©
identifica, pues, kteralmente, en las palabras de Lanjuinais a la
Convencion, a les mombres du souverain. De aqui el caricter
central (y la ambigedad) de la nocién de «ciudadania en el
pensamiento politico modemo, que hace decir a Rousseau que”
ja... ha comprendido el verdadero sen-. |
‘ningGin autor en Fra
tido del término “ciudadano”; pero de aqui también, ya en el
164
twanscurso de la Revolucién, la multiplicacién de las disposi
clones normativas encaminadas a precisar qué hombre era cit
dadano y qué hombre no lo era, y a articular y restringir gra-
ddualmente los circulos del ius solty del tus sanguinis. Lo que
hasta entonces no habia constituido un problema politico (as
preguntas; Qué es francés? .Qué es alemin?.), sino s6lo un te-
ima entre otros de los debatidos por las antropologias filosélt-
‘cas, empieza ahora a presentarse como cuesti6n politica esen-
ial, sometida, como tal, a un constante trabajo de redefinicién,
hasta que, con el nacionalsocialismo, la respuesta a la pregun-
ta Que y quiénes son alemanes?. Cy, en consecuencia, tam-
bién sequin y quiénes no lo son?) coinciden inmediatamente
con la tarea politica suprema, Fascismo y nazismo son, sobre
todo, una redefinicién de las relaciones entre el hombre y el
cludadano, y por muy paradéjico que pueda parecer, solo se
hacen plenamente inteligibles cuando se sittian a la [uz del
transfondo biopolitico inaugurado por la soberania nacional y
las declaraciones de derechos. 4
Unicamente este vinculo entre los derechos del hombre ¥ kt
mueva determinacién biopolitica de la soberania permite en.
tender correctamente ef singular fenémeno, repetidamente se-
‘talado por los historiadores de la Revolucion Francesa, en vit=
tad del cual, coinciciendo inmediatamente con las declaraciones
de los derechos inalienables ¢ imprescriptibles conferidos por
el nacimiento, los derechos del hombre en general pasaron 2
Aiferenciarse en activos y pasivos. Ya Sieyés en sus Prélinat-
naires de la constitution, afirma con claridad que -les droits na-
turels et civils sont ceux pour le maintien desquels ta société
est formée; et les droits politiques, ceux par lesquels la socié-
té se forme. Tl vaut mieux, pour Ia clarté du langage, appeler
les premiers droits passifs et le deuxiémes droits acifs.. Tous
Jes habitants d'un pays doivent jouir des droits dle citoyen pas-
® Sif... tous ne sont pas citoyens actif. Les femmes, duu moinsdans Netat actuel, les enfants, les étrangers, ceux encore qui ne
contribueraient en rien & fourir !'&ablissement public, ne doi-
vent point influencer activement sur la chose publique: (Sieyes
2, pp. 189-206). ¥ el parrafo de Lanjuinais,ctado anteriormente,
después de haber definido a los membres du souverain, prosk-
gue con estas palabras: «Ainsi les enfants, les insensés, les mi-
neurs, les femmes, les condamnés peine afflctive ou infa-
mane... ne seraient pas des citoyens+ (Sewell, p. 105).
Mas que ver simplemente en esas distinciones una mera res-
triceién del principio democritico e igualitario, en flagrante
ccontradiccin con el espiritu y la letra de las declaraciones, es
preciso saber captar su coherente significado biopolitico. Una
de las caracteristicas esenciales de la biopolitica moderna (que
llegar en nuestro siglo a la exasperaciOn) es su necesidad de
volver a definir en cada momento el umbral que articula y se
para lo que esté dentro y lo que esti fuera de la vida, Una vez
{que la impolitca vida natural, convertida en fundamento de la
soberania, traspasa los muros de la offas y penetra de forma
‘cada vez mis profunda en la ciudad, se transforma al mismo
tempo en una linea movediza que debe ser modificada ince-
santemente. En la 20, politizada por las declaraciones de de-
rechos, hay que definir de nuevo las articulaciones y los um
brales que permiten aislar una vida sagrada. Y cuando, como
ya ha sucedido hoy, la vida natural esta integralmente inclulda
fen la polis, esos umbrales se desplazan, como veremos, mas
all de las oscuras fronteras que separan la vida de la muerte,
para poder reconocer en ellos a un nuevo muerto viviente, a
tun muevo hombre sagrado,
2.3. Si los refugiados (cuyo miimero no ha dejado de crecer
cen ningiin momento en nuestro siglo, hasta llegar a incluir hoy
a una parte no desdefable de la humanidad), representan, en
cl orden del Estado-nacién moderna, un elemento tan inquie
tante, es, sobre todo, porque, al romper la continuidad entre
hhombre y ciudadano, entre nacimionto y nacionalidad, ponen
en ctsis la ficci6n originaria de la soberania moderna. AL ma
nifestar a plena luz la separacion entre nacimiento y nacién, el
refugiaclo hace comparecer por un momento en la escensa pO:
ltica la nuda vida que constituye el presupuesto secreto de ella
Y en este sentido, es verdaderamente, como sefiala H. Arendé,
el shombre de los derechos. su primera y Unica aparicion real
sin la mascara del ciudadano que continuamente le recubre.
Pero, precisamente por esto, su figura es tan dificil de definir
politicamente,
A partir de la Primera Guerra Mundial, en efecto, el nexo na-
cimiento-nacién ya no esta realmente en condiciones de cum
plir su funcion legitimadora en el seno del Estado-naci6n, y los
dos términos empiezan a mostrar su iixemediable disociacion
Junto a la jtrupcion en el escenario europeo de refugiados y
apsitridas (en un breve lapso de tiempo se desplazaron desde
sus pases de origen 1.500.000 rusos blancos, 700,000 armenios,
500,000 balgaros, 1.000.000 de griegos y centenares de miles de
alemanes, lningaros y rumanos), el fendmeno més significativo
fen esta perspectiva es la contemporinea intvoduccién en el of
den juridico de muchos Estados europeos de normas que per-
imiten la desnaturalizacion y la desnacionalizacién en masa de
“ os propios ciudadanos. La primera fue en 1915 Francia, en re
lacion con ciudadanos desnaturalizados de procedencia -ene.
| migay en 1922 el ejemplo fue seguido por Belgica, que revacé
> Ja naturalizacién de ciudadanos que hubieran cometido actos
vantinacionalese durante la guerra; en 1926 el régimen fascista
promulg6 una ley anloga en relacién con los ciudadanos que
se hubieran mostrado -indignos de la ciudadania italiana, en
1983 el turno correspondié a Austria y asi sucesivamente, has-
ta que las leyes de Nuremberg sobre la sciudadania del Reich
1s¥y sobre la ~proteccién de la sangre y del honor alemaness, Ile=
Yaron hasta el extremo este proceso y dividieron a los ciuda-
‘anos alemanes en ciudadanos de pleno derecho y ciudadanos
ide segunda categoria, intsoduciendo asimismo el principio de
que la ciudadania es algo de lo que hay que mostrarse digno y
que puede, en consecuencia, ser siempre puesta en tela de jut
cdo. Y una de las pocas reglas a que los nazis se atuvieron de
Forma constante en el curso de la solucién final, fue que los
judios c6lo podian ser enviados alos campos de exterminio una
vvez que hubieran sido completamente privados de Ia naciona-
lidad Gincluso de la nacionalidad residual que les correspondia
después de las leyes de Noremberg).
‘Bstos dos fenomenos, estrictamente correlacionados por lo
dems, ponen de manifiesto que el nexo nacimiento-nacion so-
bre el que la declaracién del 89 habia fundado la nueva sobe~
rania nacional, habia perdido ya su automatismo y su poder de
autorregulacion. Por una parte los Estados-nacion Ilevan 2 ca
bo una reinsercién masiva de la vida natural, estableciendo en
su seno la discriminacion entre una vida auténtica, por asi de-
irlo, y una nuda vida, despojada de todo valor politico Cel nt-
‘smo y la eugenesia de los nazis s6lo son comprensibles si se
restituyen a este contexto); por otra, los derechos del hombre,
Que s6lo tenfan sentido como presupuesto de los derechos del
Gudacano, se separan progresivamente de aquellos y son uti-
tizados fuera del contexto de la ciudadania con la presunta fi-
nalidad de representar y proteger una nuda vida, expulsada en
medida creciente a los mérgenes del Estado-nacion y recodift-
ada, mis tarde, en una nueva identidad nacional. Bl carécter
Contradictorio de estos procesos figura, sin duda, entre as cau
Sas que han dado lugar al fracaso de fos esfuerzos de los va-
fiados comités y organismos mediante los cuales los Estados,
la Sociedad de Naciones y despues la ONU, han tratado de a
cer frente al problema de los refugiados y de la salvaguarda de
tos derechos del hombre, desde el Buré Nansen (1922) hast
ti actual Alt Comisarado para los Refugidas 951) cuya te
tvidad no puede tener, de acuerdo cons propio eto, ca
set polo noice hay ih
Gale en oo caso, que cuando los fuga no presencia
casos individuals, sino, como sucede aor ca vez con ma
yor fecuencia, un fenomeno de masa, ant esis organisa
ones como los Exados individuals, a pesr de as solemnes
lnvoctciones los derechos sagradose nnlienales del hot
bre, se han mostado abeoiuamenteIncipaces no slo de re.
solver el problema, sino inchiso de aftontarto de manera ade-
cad
2.4 taseparicion entre lo humaritaroy lo polo que e-
cameos viiendo en I acwaldad ea fase extra de ses
Sin ente los derechos del hombre y los dress del ctu
ano, Las organizaciones humaniaas, que hoy fanquenn de
manera ceclente ais onanzaconessipranacioale ope
den empero, comprender cn ima incl la vida ucmana
fads queen ta igura dela vida © dela vi sgrada y por
cso mismo manionen, a pesarsuyo, una secrets solar
om las facras a ay que londan que combat Bs sultente
ta mia alas relents cimpafas pubicaras desnudse 4
recog fondos para los emigrados de Ruanda pars dase cuen-
fede que a ide humana es considerada aq exclosiamente
{y hay sn dua buenas zones para ell) en eu condcn de
da tgrada, es dec, expusa fla mere a manos de cs
ur inacaiicable,y que sblo como lal se converte en
Fo de ayuda yprotecén Loss anplovante del ihe roar
Gt, cuya frog se quire edibie par obtener diner, pero
alque ues cel encontar todavia con vid, constuyen qu
dase emblema mis pregnante dela nuda vida en nuesto te
wwpo, esa nuda vida que las organizaciones humanitarias necesi-
lan de manera exactamente simétsica a la del poder estatal. Lo
humanitario separado de lo politico no puede hacer otra cosa
que reproducir el aislamiento de la vida sagrada sobre el que
se funda la soberania, y el campo de concentraci6n, es decir
el espacio puro de la excepci6n, es el paradigma biopolitico
que no consigue superar
Se impone desligar resuetamente el concepto de refugiado
(y la figura de vida que representa) del de los derechos del
hombre y tomar en serio la tesis de H. Arendt que vinculaba la
suerte de los derechos a lz del Estado-naci6n moderno, de tal
forma que el ocaso y la crisis de éste suponen necesariamen-
te que aquéllos queden anticuados. Hay que considerar al re-
fugiado como lo que en verdad es, es deci, nada menos que
‘un concepto limite que pone en crisis radical las categoria fun-
damentales del Estado-nacion, desde el nexo nacimiento-na-
ci6n al nexo homibre-ciudadano, y permite asi despejar el te-
‘reno para una renovacion categorial que ya no admite dilacion
alguna, con vistas a una politica en que la nuda vida deje de
‘estar separada y exceptuada en el seno del orden estatal, aun-
gue sea a través de la figura de los derechos del hombre.
El panfleto Francais, encore wn efor st vous voulez dire républ-
cains que, en la Philosophie dans fe boudotr, Sade hace leer al ibertino
Dolmancé, es el primero y, quiaas el mAs radical manifesto biopeliico
le la moderna, En el momento mismo en que la revolucion hace del
nacimiento -es decir, de la nuda vida~ el fndamento de ls soberania y
Ue los derechos, Sade pone en escena (en toda su obeay, en particular,
ae 120 fourmées de Sodom) el theatrum polticuns com teato de
nuda vida, en que, por medio de la sexual, ls propia vida fisilogi-
‘de fos Cuerpos se presenia como elemento paliico puro, Pero en ni
gona ot obra estan explicit a relvindicacida del significado palitco
‘de a proyecto como en exe Pampble, en que e ugar politico por exce-
lencia pasa a se las malsons donde cualquier eivdadano puede conve:
far piblicamente a cualquier ovo para abligule a sasfcer los propios
deseos. No sb le flosofia Lefort, pp. 1001 sino también, y sobre todo,
la politica pasan aqut por el tamiz del Boudoin es mis, en et proyecto
de Dolmancé, et boudoir ha sustuico itegramente 2 Ie cite, en una
dimension en que plblico y privado, mila vida y exitencla politica
Iereeamblan los papeles
1a imponancia crecente del sidomasoquismo en I moderidd tiene
su az en este intercambio, puesto que el sadomasoquismo es, precis
sere, es ena def sexi qve conse en hacer surg en el art
ner la nuda vida. Sade, ademas, no slo evoca consclentemente sant
logla con el poder soberano (il rest point dlhomme -escibe- qui ne
veulle ée despote quand il bande.) sino que también encantamos aqui
la sera entre homo sacery soberano en la complicidad que liga al mi
soqulsta con el saclco, af vctina com el ved.
[a acwalidad de Sade no consiste en haber anunciada por sntcipaa
el puimado impotitico de a sexualidad en nuestra impoliica tempo, por el
contraro, ss auténtica modernidad ese en haber expuesto de modo it
comparable el signticado absolutamentepoliico (es dec, -biopolitico-)
ea sexualidad y de la misma vida sola. Al igus que en los ont
pos de concentacin de nuestro sgl, el carter totalaria de la orga
acl de la vide el casillo de Sing, con sus minuciosos reglamen:
{0s que no dejan fuera ningén aspecte de la vida fisolglea (ni siquesa
1a fanesin digestive, obsesivamente codificada y hecha pablics, tiene su
‘az en el hecho de que por primera vez ba sido pensida ua organiza
én normal y colectiva (polities, pes) dela vids humana, finda tn
cameate sob la nuda vie3, VIDA QUE NO NERECE ViVi
3.1. En 1920 Félix Meines, que era ya entonces uno de los
ms acreditados editores alemanes de ciencias filoséficas, pu-
blicé una plaquette gris azulada que llevaba el titulo: Die Frei-
‘gabe der Vernichtung lebensunwerten Lebens (La autorizacion
para suprimir la vida indigna de ser vivida). Los autores eran,
Karl Binding, un estimado especialista de derecho penal (un
cencarte pegado en el ikimo minuto a la segunda de cubierta
informaba a los lectores que, habiendo muerto durante la im-
presién el doct. fur. of phil, ésve debia ser considerado »su tl-
timo acto por el bien de la humanidad) y Alfred Hoche, un
profesor de medicina que se habia ocupado de cuestiones re-
lativas a la ética de esta profesion,
El libro nos interesa aqui por dos razones. La primera es que
m
para explicar la impunibilidad del sucidio, Binding se inclina
4 concebirlo como expresin de la soberania del hombre vive
sobre su propia existencia, Puesto que el suiccia ~aegumen
ta--no se deja comprender ni como un delto (por ejemplo, co
:mo una violacion de un cierto tipo de obligacion con respec-
to a uno mismo), y puesto que, por ota pate, no puede tampoeo
ser considerado como un acto juridicamenteindiferene, sno le
queda al derecho otra posibilitad que considerar al hombre vt
vo como soberano de la propia existenca (als Soueerdi ier
sein Dasein Binding, p. 14) La soberania del viviente sobre
si mismo configura, como la decisién soberana sobre el est
do de excepcion, un umbral de indiscerniblidad entre exte-
rioridad e interioridad, que el ordenamiento no puede, por tan
to, ni excluir i incluie i prohibir ni permite Cel ordenamiento
jutidico ~escribe Binding. soporta el acto a pesar de las nota
bles consecuencias que tiene para él No considera que tenga
¢l poder de prohibit) (bid)
De esta particular soberania cel hombre sobre lt propia exis
tencia, Binding infiere, sin embargo, ~y ésta es la segunda ¥
rio urgente cazén de nuesto interés la necesidad de autori-
zara supresién de la vida inigna de ser viva. El hecho de
que con esta inquietante expresin Binding designe simple
snente el problema de la lciud de kt evtanasia no debe hacer
que se minusvaloren la novedad y la importancia decisiva del
concepto que aparece de este modo en la escena juicica eu-
ropea [a vida que no merece ser viva (0 vivir, segtin el por
sible significado literal de la expresin alemana lebersuece
ton Leben), justo a su conelato implicito y mis Familia: la vida
+ digna de ser vivida (0 vivir). La estructura biopolitica finda-
mental de la modemnidad —Ia decisién sobre el valor (0 sobre
el disvalor) de la vida como tal- encuentra, pues, Su primers
aniwulaci6p juridica en un Pamphlet bienintencionad a favor
de Ia eutanasia,No comprende que el ensayo de Binding despertara la cusiosidad de
Schon, que lo eta en ss Theorie des Pertixanen en el contexzo de una
catia 4 la Introduccién del concepto de valor en el derecho. Quien
determina un valor ~eseae- ff siempre eo ffso un no valor. El sentido
de esta determinacién de un no valor es la supresion del no valom
(Gchmit 5, p. 85). El autor emparenta las teotas de Binding sobre lx vida
{que no merece vivir con la wis de Rickert, sepia la cual a negacion es
cl eiterio para establecer si algo pestenece al Ambito del valor y ve wer-
dadero acto de valoracion es lt negaci. Schmit no parece dase cuca
ta ag de hasta que punto la logics del valor por él ericada se parece
41a de su teora de Is soberania,en que la verdadera vida de la rela es
1a excepeién
32. El concepto de -vida indigna de ser vividar es esencial
para Binding, porque le permite encontrar una respuesta a la
interrogacion juridica que pretende formular: La impunidad de
la supresion de la vida gdebe quedar limitada, como en el de-
secho actual (excepcién hecha del estado de necesidad) al sui-
cidio, o bien debe extenderse al matar a terceros?, La solucion,
del problema depende, en realidad, segtin Binding, de la res-
puesta que se dé a la pregunta: «Existen vidas humanas que
Jayan perdido hasta tal punto la calidad de bien juridico, que su
continuidad, tanto para el portador de la vida como para la so-
ciedad, pierde asimismo de forma duradera cualquier valor
‘Quien formula seriamente esta pregunta (prosigue Binding) se da
cent con amargurs de qué Forma tn responsable Solemos tatar ls
vides més reas de valores (wertoliten Leben) y colmadas de Ia ma
vor volun y fuerza via, ¥ con euéntos cudados -& menudo ini
les del todo, com cunts pacienci y energia nos aplicames, por e
contravi, mantener en exisencla vids que ya no eon dignas de ser
vivid, hasta que la misma sausleza, muchas veces con cruel tar
danza, las priva de la posblidad de consinuar. Imaginese un campo
14
e batalla cubierto de milares de cverpos jovenes sin vie, © ns a
na en donde una catistrofe ha producido la muerte de cenienes Je
trabajadoreslaborosos, yeepreseatémonos al mismo tiempo micstas
Instiuciones para deficentes mentale (dioteninstituen) los cuidae
‘dos que prodigan a sus pacientes: no se podel evita Is commacion an
tees sinisto contrast ence el sacificio del bien humano mis pre
ado, por uaa parte, y el enorme evidado qu, por ots, se prog 8
‘unas exitencias que no sto eirecen en slasohto ce var algun (er
Hosen, sino que, incluso, han de ser valoradas negativamente (Bit
ding, pp. 27-29
El concepto de -vida sin valor (0 -indigna de ser vivid) se
aplica ante todo a Jos individuos que, a consecuencia de en-
Tetmedades 0 heridas deben ser considerados -perdicios sin po
sibilidad de curaciéns y que, en plena consciencia de sus con:
diciones, desean absolutamente Ia 4iberaci6n- (Binding se sirve
del término Eridsung, que pertenece al vocabulatio religioso y
significa, entre otras cosas, redenciéa) y han manifestado de
una u otra forma ese desea, Mas problemética es In condicién
del segundo grupo, constituide por los -idiotas incurables, tan-
tw en el caso de que lo sean por nacimiento, como en el de fos
{que hayan llegado a esa situaci6n en la Gihima fase de su via,
‘como, por ejemplo, [os enfermos de parilisis progresivas, -Es
tos hombres -escribe Binding- no tienen ni la voluntad de vi
vir ni la de moti. Por una pare, no pueden das su consenti-
miento, al menos de forma verificable, a que se les clé muerte
ero, por otra, ésta no choca con una voluntad de vivir que
deba ser superada. Su vida carece absolutamente de objetivo,
pero ellos no la sienten como intolerable. Incluso en este ca-
50, Binding no atisba raz6n alguna «ni jusidiea, ni social, ni re
ligiosa, para no autorizar que se dé muerte a estos hombres,
que no son otra cosa que la espantosa imagen invertida (Ge