Part I

Section I.
Novelty
The first and the simplest emotion which we discover in the
human mind, is Curiosity. By curiosity, I mean whatever desire
we have for, or whatever pleasure we take in, novelty. We see
children perpetually running from place to place, to hunt out
something new: they catch with great eagerness, and with very
little choice, at whatever comes before them; their attention is
engaged by everything, because everything has, in that stage of
life, the charm of novelty to recommend it. But as those things,
which engage us merely by their novelty, cannot attach us for
any length of time, curiosity is the most superficial of all the
affections; it changes its object perpetually, it has an appetite
which is very sharp, but very easily satisfied; and it has always
an appearance of giddiness, restlessness, and anxiety. Curiosity,
from its nature, is a very active principle; it quickly runs over the
greatest part of its objects, and soon exhausts the variety which is
commonly to be met with in nature; the same things make
frequent returns, and they return with less and less of any
agreeable effect. In short, the occurrences of life, by the time we
come to know it a little, would be incapable of affecting the mind
with any other sensations than those of loathing and weariness, if
many things were not adapted to affect the mind by means of
other powers besides novelty in them, and of other passions
besides curiosity in ourselves. These powers and passions shall
be considered in their place. But whatever these powers are, or
upon what principle soever they affect the mind, it is absolutely
necessary that they should not be exerted in those things which a
daily and vulgar use have brought into a stale unaffecting
familiarity. Some degree of novelty must be one of the materials
in every instrument which works upon the mind; and curiosity
blends itself more or less with all our passions.
Parte 1
Sección I
Novedad.

La primera y más simple emoción que descubrimos en la mente

humana, es la Curiosidad. Por curiosidad, me refiero a cualquier deseo que
tengamos por, o placer que tomemos en, la novedad. Vemos niños corriendo
perpetuamente de lugar en lugar, que van en busca de lo nuevo: captan con
gran entusiasmo, y con bastante poca elección, cualquier cosa que se
presente ante ellos; todo les llama la atención, porque todo tiene, en esta
etapa de la vida, el encanto de la novedad que les cautiva. Pero en la
medida que esas cosas, que nos atraen meramente por su novedad, ya no
pueden mantenernos interesados por más tiempo, la curiosidad se convierte
en la más superficial de todas las afecciones; continuamente cambia de
objeto, tiene un apetito bastante agudo, pero demasiado fácil de satisfacer;
y tiene siempre una apariencia de inconstancia, agitación y ansiedad. La
Curiosidad, por su propia naturaleza, es un principio muy activo;
rápidamente pasa sobre la mayor parte de los objetos que se le presentan, y
pronto agota la variedad que es tan común de observar en la naturaleza; las
mismas cosas vuelven con frecuencia, y vuelven cada vez con menos y
menos efectos de algo placentero. En pocas palabras, las situaciones de la
vida, cuando llegamos a conocerla un poco, se vuelven incapaces de afectar
la mente con alguna otra sensación que aquella de la repulsión y el hastío,
si muchas de esas cosas no fuesen adaptadas para afectar la mente por
medio de otras fuerzas además de la novedad en ellas, y por medio de otras
pasiones además de la curiosidad en nosotros. Estas fuerzas y pasiones
serán consideradas en otro lugar. Pero sea lo que sean estas fuerzas, y
cualquiera que sea principio sobre el que estén afectando la mente, es
absolutamente necesario que no se vean aplicadas en aquellas cosas que el
uso diario y vulgar ha llevado a estancarse en una familiaridad desafectada.
Algún grado de novedad tiene que existir en la materia de cualquier
instrumento que busque activar la mente humana; y que la curiosidad
pueda confundirse en la medida de lo posible con el resto de nuestras
pasiones.