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Carmen Orcastegui - Esteban Sarasa La historia en la Edad Media Historiografia e historiadores en Europa Occidental: sighs V-XTHT sun O73 bart Bt 2th rere SCn ee ie MYA Lhd a 54 060? Fad g7p Favor Rev. td 4uA,- INVENT Ard) 4b WB sets TVD an Reservados todos los dereches. De confarmided con to ton penas ae ula igerue, podrin sez casigados ton penas de mult 7 privacién de libertad quienes © plagaren, an todo o en parte, una aba Wears, prodvreren en cualquier Upo de soporte tin la preceptiva susorizacsén. ° Oretstegui y Esteban Sarasa Ediciones Cétedra, 5. A., 1991 Telémaco, 43. 28077 Madrid LS.BN.: 04-376-0999-2 pouc legal: M. 33.845-1991 1 Printed in Spain Cantina nan Selecciones Gelfieas de Id, lum. 11,500 - Madrid indice PARTE PRIMERA LA HISTORIOGRAFIA MEDIEVAL Cartruco 1; La Histona en le Edad Media .........-..6-6-5 Carituco LI: Los géneros himtéricos ........--2--. cee ee eee Capiruno IL: Ls metodologin .... 6... e ce reece eee Cariruco IV: Las fuentes y wu crition ...... 00.2 eee ee eee Captauto V: Cronologio . 6.0... cee eee tence Caplruco VI: Bl estilo 2.2.0.6. 6c e eee PARTE SEGUNDA LOS HISTORIADORES MEDIEVALES Cariruro VII: El trinsito de la historiografia antigua a la medie- val: los historiadores de los reinos bdrbaros .............. Cartruco VIII: Los historiadores francos hasta el fin de los caro- Uingios 6. ee cee cee eect erect ene e erence eens Carituco IX: La primers historiografia inglesa ...... . Capiruco X: La historiografla de la Epoca ouinida Castruco XI: La historiografle espaiola hasta cl ato 1000 .... Cariru.o XIE Le historiografia de la época feudal (sigtos x1 y x11) Cartruco XIII: El trinsito de Is historiografia medieval clisice hacia las nuevas formas y temas de Ia baja Edad Media « pactir de] sigho x1... ee eee eee eee e eee c eee e eee neenee Grandes repestorios y colecciones de fucates Narrativas de Edad 63 83 98 112 123 134 210 Introduccién Este libro es una reconstruccién de |a Historia en la Edad Media 7 una aproximacién a sus autores mis destacacos y a las obras mas signi- ficativas, tan pertonal y subjetiva corno cualquiera our de fas escrtas hasta hoy o de las que se pucdan escribir en adelante. Asimismo se tra- ta de proporcionar un alegate en defensa de la tarea historiogrifies medieval frente al tradicional deaprecio que de los historiadores de esta Gpoca han hecho los tratadistas de la teoria de [a historia, que acrancan generalmente del siglo xv1 para construir aus hipétesis 0 componer sus catélogos de titulos, autores y corrientes. Y, alemis, se pretende ofrecer un instrumento de trabajo tanto a las especialistas en Historia como a los medievalistas a través de una vision panorimica de esta faceta del quehacer intelectual, a! igual que a los estudiantes de la especialidad ¢ interesados por el tema de Jas fuentes e historiografia medicvales, en un libro de siatesis y cn castellano, accesible por ello al alumnado de nuestras facultades de Humanidades. Estos presupuestos climinan, por tanto, Iss pretensiones de quienes imaginen que el presente libro es un catdlogo exhaustive de obras 7 au- tores 0 de aquellos que busquen datos concretos sobre algun texto per- dido o desconocido, que, en todo caso, deberia ser objeto de un trabajo monogrifico, La seleccién de las obras aqui contempladas se ha hecho més en atencién a la comprensién de 1a evalucién de Ia historiografia en el madievo que en relaciéa con sus contenidos, y otro tanto sucede con respectp a los historiadores del period, De ahi que, por ejemplo, le historiografia hispdnica se aborde en su justo término y valoracién dentro del conjunto de ta europea occidental —s Ja que sc limite ¢] lie bro cn cuestién—, huyendo de! particularismo y de la interpretacion 9 sentimental que, cn muchos casos, ha sobrestimado obras quc, cn com- paracién con las extrapeninsulares de su tempo, se puede decir que no han dado Ia talla; aunque por motives pricticos se divida e] libro en areas politicas o geogrificas que facilitan Ja inclusron dc un cumulo de Utulos dentro de una icteologia imperante o de unos :ntereses politico- dinasticos conerctos a los que Ia histonografia al use sirvio con fidell- dad como sopurte y justificacion de un régimen En cuanto 4 los limites cronoldgicos del libro, ¢por qué nos queda- mos de momento ene! siglo x11? Porque desde ta desaparicién de] mundo antiguo se fue canstruyendo, lenta pero decisivamente, una historiografia propiamente medieval que recogio todos y cada uno de los ideales de la época, dindose por concluida dicha evolucion en el si- glo xii, con la continuidad de géncros anteriores y la incorporacion de nuevos géncros nacidos de la genesis del pensamiento politico ¢ inte- lectus] curopeo. Aunque incluimos ta centuria del 1200, ¢] capituio carrespondicn- te representa mis bien el colofén de la historiografia precedente y el transito hacia nuevas formas de haces historia y de concebirla, con una apertura hecia futuras composiciones y visionces de los acontecimien- tos pariculares y colectivos: historia caballeresca, nacional, urbana y burguesa, etc. Dicho proceso de mutacién iniciado cn el sigto x11 no se interrumpié a fines del xv, aunque convencionalmente termine enton- cea La Edad Media ecadémice, sino que continus en ¢] xvi 7 xvii den- tro de lo que podriamas denominar le eHistocia y la historiografla en el Antiguo Régimens, tema que debe ser objeto de otro libro mucho mis denso y ambicioso por la diversificacién, dispersion y densidad Pproducidas a partir del siglo x111, 7 que incluiria, por ejemplo, Ia histo- fnognafia de los descubrimientos ocednicos, estudisda todavia desde la Optica impenialista y triunfal o como mera descripcién de paisajes, ha- mass y y pe Paisajes, E] siglo x01, pues, como sucede en otros niveles, supone para la historiografla el Final de una evolucién, basada en presupuescos clisi- cos ya supcrados y actualizados en muchos aspectos con Jos contcnidos propics del medicvo, y ¢] comienzo de otro proceso que perduraré va- Fics siglos, ain con el lastre de cierta continuidad testimonial a un ni- ve] de crénicas universales o crlesidsticas. E) interés despertado hoy dis por la produccién historiografica como testimonio del pensamiento, formas de gobierno, mentalidad, comprensién del mundo ¢ ideario de una épaca, ke puede aplicar con menores reserves a los aflos que transcurten entre el siglo v y el x11. 10 Cada movimiento intelectual, cada renacimiento cultural y cada cons- truccién politica sdlida del ocesdente de Europa (comprendiendo el occidente mediterrineo y las Islas Britdnicas) conté con uns pléysde de historusdores, cn parte anédnimos, que se adscribieron a) ideario imperante 0 justificaron las acciones de cada cégimen encaminadas a alcanzar Ja sobcrania, ¢] poder y el predominio, aun a costa de la clau- dicacion de sus vecinos por la fuerss. Pero no toda ts historiografis coctinca fue palaciega y brillante en muches casos los historiégrafos atacaron ¢] poder, los abuses y la intolerancia; eatuvieron junto a los explotados y vencidos, reivindicaron tierras y avtonomias y criticaron a la monarquia cuando, a su juicio, hizo dejacién de sus derechos o ex- polié a Jos subditos con prestaciones ¢ impuestes abusivos. Un repaso a las obras recientes sobre el tema permite deducir nue- vas posibilidades para ¢l estudio de la Historiografia en la Edad Media fuera del caricter meramente erudite con que se la ha venido tratando. Independientemente de los valores literarios de algunas composicio~ nes o del interés lin guistice correspondiente, la llamada literatura his- téncas, aparte de fuente fundamental, y en muchos casos dnica, para le reconstruccién de una época, iene sobre todo valor arqucoldégico, so- cial, econdmico, artistico y mental. Si bien el hisroriador de oficio, de- dicado exclusivamente a escribir historia y a vivir de su trabajo, apare- ce muy tarde (siglo xv) —cudntos viven hoy dia de hacer Historia, cuando [a mayoria trabajan como docentes eo fos centros universita- tios y perciben su salatio como profcsorcs—, ls dedicacién mayorita- ria a este género serd la ténica de buena parte de los autores conocidos, aunque su cualificacién politica y social fuera la de clérigos, dignat- Ties, coresanos o administradores. En cuanto a le categoria humana e intelectual de los historiadores medicvales, resulta especialmente ilustrativa en muchos autercs. Bas- tarla con repassr mentalmente una lista de los que se nos vienen a la memoria para entresacar ejemplos de «claros varones versados cn miluples materias, cuyos conocimientas trascicnden su pals y su pro- pia época: desde Inidoro de Sevilla a Alfonso X el Sabio, de Beda « Froissart, del «Asin nomoe al Principe de Viana. Las bibliotccas de Jos centros en fos que trabajaron o |as suyas propias contuvicron abundan- tes qemplares de crSnicas, anales ¢ historias junto a obras de ciencia y pensamiento en general. Realmente la Historia se cultivd en época medieval-con el miamo interés que en otras etapas posteriores y bajo las condiciones propias del ambiente en que se desarrollé con profusién, al igual que sucederia n después. El hecho de que en su mayor parte fuera obra de clérigos s¢ justifica por la ideologia supranacional imperante f por la presencia absoluta de la Iglesia en todas las manifcstaciones; pero ello no quiere decir que el resultedo fuera uniforme y homogenco, mondtono y cir- Cunstancial para todos los casos, pues la respuests dada en cada ocasién no dependié tanto de dicha concepcién predominante cuanto de las motivaciones que condicionaron a sus autores, de la finalidad de sus trabajos o de ta honradez y objetividad con que los abordaron. Todes somos hombres ile nucstro ticmpo pero condicionsdos por el pasado que siempre permanere presente, por nuestro pesado indivi- dual y colectivo, por el de nuestra generacidn y el de las generaciones que nos precedieron. Lo mismo les sucedié a los escritores de historis en le Eded Media, No los prepuzguemos fuera de su contexto ni les exi- jamos el rigor, la competencia y la calidad que debe reunir nuestra hit- toriogrfia contemporines. Reconozcames su mérito ¢ importancia, pues sin ellos desconoceriamos buena parte de nucstro pasado conti- nental y no se hubiesen desencadenado los procesos historiogrificos posteriores. Siempre es justificable uns revisidn, con ojos nucvos, de la historiografia de la Edad Media curopea. PARTE PRIMERA La historiografia medieval CariTuto PRIMREO La Historia en la Edad Media La Historia no fue considerads como ciencia hasta e) Renacimicn- to ¥ durante mucho tiempo se pensd que el histonador en ls Edad Media componis sus grandes cronicas a base de ts mera y sumple yuxta- posicién de unas fuentes con otras, repitiendo conscientemente obras anteriores, que capisha al pie de la letra en muchas ocasiona, sin nin- gun criterio metodolégico ni formal. La calidad de su trabajo dependia directa 7 casi cxclusivamente de la disponibilidad de las fuentes, asi como de In habilidad pera ensamblarlas cronologicamente. Diversos autores convienen en decis que hubo cronistas o narrado- res, pero no auténticos historiadores que hicieran su trabajo a con- Giencia, pucs cl mismo espiritu de la época era incapaz de concebir cl trabajo histérico. Para algunos, incluso, la Edad Media ni siquiera tuvo sentido del pasado, ai espiritu critico, ni deseo de buscar la explicacién de los hechas: condiciones necesariss, en principio, para el historia- dor'. ' B Guente («¥ eee ca maenogmphle mcrae? Raw Hiawiges, 524, 1977, 261-275) insiste eo observar que la himriografia medicval tuvo un sentrdo del pasado, a] meace cn muchos de sus culuvadores, dose a bucns parte de los estudiosos del tema y copecialmente a P. Bucke en'se obra The Renaizsence wean of the Past (1969). YaG Monod en 1876, tfirmabs que a0 3 Pirie hablar de bitoriadores propiasosste cf te Edad Betis porque lo cronisins visto mais el presente que el pasado y deseaban coaservar pare la posterstad el recuerdo de los scontecimicatos vividos mejor que dar a sus coatemporincos une imagen fiel de jos tiempos snteriores; por Jo cual, dichas croautes fueron is- 1s Ello es cierto de una manera relativa, pucs en el est. us de la historiografla medieval se aprecia ia constante sdevomcige ie postulados vigentes en cada momento, 33 bien dentro de un esquema general mds o menos rigido. La vida, el movimiento y la pasion que animan las narraciones histéricas medievales son buena prueba de ello. Por otro lado, tamporo es del todo cortecte asegurar que la Edad Me- dia no legs s crear modelos historiogrificas propios, y que simple- mente repitié los ya existentes adaptandolas al pensamiento cristiano 7 al sentido escatolégico de los hechos terrenas. [a historiograila medie- val no cs sélo la historia de las variaciones producidas en un esquema doctrinario —e! de la doctrina cristiana—, sino una progresiva inser- cidn del espiritu en los acontecimientes concretos de Ja historia de una sociedad. Pero a pesar del gran nimero de escritores de Historia 5 compila- dores de hechos, y de Is importancia capital de muchos de cllos, Ia Historia en la Edad Media no tuvo un lugar destacado en el panorama gencral de fa cultura. Ni se ensefié ni se aprendid como disciptina ace- démica, y apenas se considerd como apartacién minima a} conoci- miento. De ahi que careciera de un método adecuado para la compren- sién por parte de quienes debian acceder a las obras de sus cultivado- res, Los testimonias que tenemos sobre los autores leidos en las cscue- las corresponden a excritores de Is Antigiedad, tanto pagsnos como cristianos, ampliindose la lista a partir det siglo x11 segdn la pauta se- iialada por Conrado de Hirsau, que habia scleccionado veintiin auto- rea sin tener en cuenta la cronologia. En su relacién, hab{an perdido la calidad de clisicos nombres como el de Cicerén, Salustio, Horacio y Virgilio, a] mezclarse con otros de Ia Antigiedad tardia; pero sin in- cluir a ningan historisdor medieval de los que podian ser conocidos hasta entonces®, capaces de preseotar los acoatecimicntos pasados y aarvarlos de forme originaria y |. limiténdose a copiar las fuentes sin mayores preocupaciones («Du pro- g7ts des érades historiques en France depais le xvr witcles, Kasur Hiserigea, 518, 1976, pig. 297). La obra mds reciente sobre la historia en 1s Edas) Media es bs de B. Goenée, Histarr of cnitare bisterigar dens Coccudent avidateel, Paris, Aubier, 1980. 2B] orden de los veintidn autores cr ef siguiente: Donat, Catéa, Exopo, Aviens, Sesdullo, Jovenco, Pricpero de Aquitania, Tendulo, Arator, Prudencio, tancio y Vinplio (E.R. Curtius, Literatare earspat y Fided Media latina, v. 1, 1976, pig, 80). Pedagogos poneriores aliadirin otros maochos sutoves a La primitive lists de Conndo de Hirsu pero tampoco inciniria « historiadoses medicvales. 16 Cuando las universidades incorporaron a sus programas las dife- rentes ramas de] saber, tampoco la historia licgd a ser motivo de estu- dio independiente, sino que se mantuva unto a la Gramitica y ala Re- térica come elemento aunitar para el aprendizie de estas materias, 7 relegada a un plano :::cior en la programacién docente. Pucsto que en el friwem se intentaba dar regias de condueta y ejemplos a imitar, era natura) huecar en el pasedo —es decir, en los libros de Historia— gemplos reales, per unicames:te como iustracién 0 complemento. A pesar de la poca difusin y dificil accesibilidad de los textos his- téricos para el publico en general, y del disc riminado tratamiento de la historia en los planteamientos oficiales de la cultura, todos Jos historia- dores de Ja Edad Media coinciden en explicar Jas razones esenciales que Jes mueven a eseribir: porque la Historia o una preparacién para Ja vida que ensefia lo que se debe admirar y a quién se debe imitar. Pricticamente casi todos declaran, no obstante, su indignidad y escasa preparacién para la tarea emprendida; pero, aun eonscientes de su ignorancia, picnsan quc cl bicn que puede reportane al lector o a quien escuche sus instructivos relatos, merece cl exfuerzo 3 pesar de todo‘. La Hittoria en la Edad Mecha se escribia con idea de ser compren- dida y de dar a conocer los hechos marr: 'os sin buscar, por lo general, las relaciones causa-cfccto. Aunque, por cjemplo cn el siglo x1, Gut- LunAMO DR Porrias, en su obra sobre Guillermo de Normandia, no se habia contentado simplemente con narrar los bechos, sino que intentd justificarlos pensando que la Historia debla demostrar, instruir y ad- vertir como cualquier otra disciplina: en definitiva, tenia conciencia de que escribia para la postcridad’. Pero ésta seria la excepcién, y en general las /Zaterias, los Aneles y las Crémicas no exigian, en principio, ) Juan de Salisbury tlegs s decis que nada instraye mejor ¥ mds cficarmente e Las gentes, desputs de la Gracia y be Ley divina, que el conocimiento de los hechas pasados (Histeria Peetifcels, pedlogp, cd. NM. Chibnall, 1954, Madirea! Text). ¥ lo mismo haria, entre otras, Outn de Preising, Orderico Vital y Tornds Basin: todos ellos se precian de coasiderar a Ja Historia como muginre wits, narnatis roi getter od dastrestiomem patieritatis, CXC. ¢ Gregorio de Tours es bucns pracbs de ello, al confesar, en 1a /isterie de ler Frames, os desconocimiento de las regias gramaticales: eed privs veniam legenti- bus praccor, ¢i aut in litters ant in sillabis grammaticam artem excessero, de quo ad plenc non sum inburute (Hiserieram divi X, prdtogo, od. B. Krusch y W. Lewin- poo, en MG. H., Seiten rerum erveningicoree, f, 1951). 5 Gotte Catlicle daca Nermameram cf rei: anglorem, pedlog, P. L, 149, 1216-1270, 0 mis que una simple caposicién de tos acontecimientos pretéritos; salir- se de esta limitacién suponfa chocar con la Filosofia y la Teologia, Para cl historiador medicval sicmpre cxistia el peligro de invadir el campo del pensamicnto capeculativo si intentaba interpretar algo de lo que narraba. Esta preocupacién se mantendri a lo largo de todo el mi- lenio y s6lo se abandonard cuando la cultura laica cobre carta de natu- raleza en los ultimos sighas del merlievo. La friccién entre historiado- res y fildsofos Ilevard a los unos a despreciar a los otros, y asl, por cem- plo, en el sigto x11 OTON De Faeisine sc lamentaba de que tanto los tedlogos como los filésofos se dedicaban unicamente a las adisputass, huyendo del relato. Los acusaba de estar tan ocupados en interpretar las Sapradas Escrituras que no disponian de ticmpo para leer y com- prender la Historia‘. Pero esta acusacién pierde parte de su fuerza si pensamos que Iss Sagradas Escrituras, que utilizaban los filésofos-tedlogos para sus cxé- gesis, también servian de base para el historiador. E] tedlogo, para de- sarrollar su pensamiento, tenia que parur de un primer cafuerzo de ca- acter histérico al necesitar interpretar literalmente los dos libros de historia bisicos: c] Antiguo y cl Nucvo Testamento. Por otra parte, le Biblia proporcioné a la historiografia medieval la cronologla bisica ¢ influyé en la concepcidn de las edades del mundo. Eusapic y Juson!- mo sacaron de los libros sagrados informacion para la historia sntes de Cristo —con quien habla empezado la sexta Edad—, y en estos auto- res cristiaaos se basaron los cronistas medicvales para comenzar sus re- latos con la Creacién 0, en todo caso, con la Encarnacién; adoptando Ja Semana de la Creacién como patron de la distribucién del tiempo, a las cinco edades sucedidas seguia la sexta —iniciads con el nacimiento de Cristo—, y la stptima corresponderia a la Erernidad’. De cualquier forma, ni los filésofes ni los tedlogos citan en cus cs- tudios a los historiadores, y, si lo hacen, se refieren eaclusivamente 0 los més conocides y nunca de manera directa, sino a través de los Flrr- fegies, que se mancjaban con frecuencia recogiendo extractas de sus obras. El mismo Santo Tomds de Aquino conocio a Josaro (el histo- ¢ Giremics, prdlogo, el, Hofmeister, en SR. G., = sore, 1912, 7 Sobre ta Bablis y 6a importancia en la Edad Media pucde verse el cepitulo El concepto de 1 Historia en Ls Biblia de ba obra de Lowith, E/ aumtide de de Histe- rig, Madrid 1973, E. Franceschini, «ls Biblia ¢ i Padri ocll'Alo Medincvos, en Set- fimenr..., t. 1X, Spoleto (1962), pigs. 296-328; y tambien el torno X de Sertimar..., Spokto, 1963, Utulado «La Biblis oeil'Alto Mediocros 18 ciador clisico de las judios), a Salustio, a Suetonio y a Técito; pero en ningsn momento sc deyé influir en modo determinante por ninguno de ellos —aunque los citara—; y tampoco se interesé vivamente por Jas obras histéricas de Baba kL VANSaABLE a pesar de ta admiracién sentida por su figura, ya que, segun su propio criterio, un verdadero tedlogo no tenia necesidad de discutir sobre cronologia o hechos histé- ricos salvo en el caso de que estuvicra en cuestién la doctrina cris- wana. . Vicenrh pe Brauvats, figura seftera en le historiografie del si- glo x11 y hombre de inusitadas conocimientos en e] campo del saber, explica por qué razdn la historia carecia de interés para los fildsofos y tedlogos: porque se ocupa de lo contingente y particular, no siendo un arte en el sentido dado por Aristételes a ese término, ni tampoco una Ciencia; por fo que no podia formar parte de la Filosofla, ya que ésta te- nia por objeto lo esencial y lo necesario. De ahi que para el fildsofo la Historia sdlo ofreciera ejemplos para edificar, recrear y maravillar’. Finalmente, tampoco los tedricos de las instituciones politicas o eclesidsticas de Ja Edad Media utilizaron las Crimicar de su tiempo, des- conociendo en buena medida la historiografia y acudiendo, en todo caso, a los cldsicos de la Antigiedad, especialmente a Suetonio, César o Salustio’. Cuando, a partir del siglo xu, la Teologia se hizo racional y esco- listica, deyé de utilizar Ja Historia como recurso infimo, y lo mismo ocurrirla con los moralistas y furistas, al a0 necesitar ya ejemplos para reafirmar la eficacia de sus doctrinas; conservindose como disciplina auziliar pero no necesaria. Podernos decir, a pesar de todo, que Is historia tuvo en la Edad Me- dia unos objetivos propios, aunque nunca gozara de la calidad de ser una disciplina auténoma nj mereciera una preocupacién mayoritaria, Durante mucho tiempo, en las biblictecas medicvales los libros de His- totia se dispersaban junto a los de Teologia, Gramitica o Retériea. En general las bibliotecas medicvales estuvieron escasas de libros de His- toria y no solamente las mondsticas,‘sino incluso las universitarias. Sélo a partir del siglo x1v, tanto en unas como cn otras, se empezari a dedicar una section independicate a! género histérico, aunque contan- Spemiear mature, prologo, ed. Down, 1624, + Como qemplos destacables, pademos decir que no utilizaron a los historisdo- Fea contcmporineos ni Smaregde (Vas rpis), ai Hincmaro (De erdiaw paletis), ai Agobardo, oi siquicra ce] minno Erssmo ya en el tiglo xvi. 19 do siempre con pocos cemplares‘®, Al final de la Edad Media, y debide especialmente al despertar de las ideas nacionales, la Historia empezar a ocupar un Sugar en la ensedanza y en la cunosidad de las gentes por e] pasado, acabando con las rigidas estructuras de una cnsefianza univer. sal, mantenida por la Iglesia, en Ja que no tenian cabida las historias nacionales. En Ia concepcion de Ia Historia por parte de sus cultivadores en época medieval, la sombra de San Agustin se proyecta a lo lango de casi todo el periodo. E} obispo de Hipona habia creedo el modelo inicial de comprensiéa de los hechos humanas que contenias los criterios vilidos para la Filosofia de la Historia vigente en Ja Edad Media. El fin de la Historia consistia en adivinar en ella a Dios como sefior de Ja misma, predominando su providencis sobre las intenciones de los hombres. En Ia divisidn tradicional agustiniana, que todavia accptari Santo To- mis de Aquino, la ¢poca cristina tendria una duracién indefinida, como realizacién del plan divino de la Historia. EJ cristianismo reafir- maba, pues, una concepcién lineal del desarrollo historico, con una fe- cha clave que dividia la historia de la humanidad en dos grandes perio- dos: antes y después de Cristo. Asi, « lo largo de! milenio se compagi- naran las Crémicas que arranquen desde los origenes del mundo con las inicien su relato en cl nacimicnto de Cristo". Para San Agustin ls disléctica que movia e! proceso histdrico era la constante lucha entre dos ciudades: la terrenal (nmtas diabolt) y la celes- 10 Ba 1388, el caullogo de la bibliotecs de In Sorboos tenia una seccién de His- toria, que contenia cencialmente obras de interés tenlégico, y ours de crénicas, que recogia obras bagiogrificas, Pero hasta fires del sigho rv no sc distinguindn en los canlloges los historiadores griegos y larinos de los auderaseras bicteriri (B. Gue- née, eY-a-4-il une historiographie...», pigs 272-273). 1" Sobre [a Filosofia de ta Historia cn Ja Edad Media pueden verse, entre ocras, Las obras de L. Dojovnne, La filaanfie de he Historie on ba Astigacdad y cx ba Edad Media, Buenos Aires, 1958; R. G. Collingwood, Le ides de de Histone, Mésico, 1972, K. Lowith, E7 semtide de la Historia, Madrid, 197%, J. L. Gareia Venturini, Filefie de ie Hateria, Madrid, 1972; H. L Marrou, Saint Augnstin, Orose et I Augustinisme iswrkjuce en Jettiamw. . XVIL Spoleso (190), piga, 59-86. Para Collingwood oo sc puede hablar de Filosofla de la Historia hasta cl sigho avn, pacs antes de que considerarte cata materia debe existir ua intenio constante y sistemético de cluborar un cuerpo de conocimiento histénien, lo que para avestro autor no courrirts, cxactamente, haste Becon (1561-1626) (en asaya sake ka Fifi de ie Hise, Barectoon, 1970, plgy 176125). Pero sevin mvachon eotores Jos. oicgoen ef carécter de fildeofo himods « Agunin, como bad coe Croce 0 con Trocitsch (en Der Histerivams amd seine Probie ocurre, por am, Tobiogs. 1 2 te (aritas Dat) El enfrentamiento entre ambas debia durar hasta el fin de los tiempos, con el tnunfo de la Jerusalén celestial. De este modo, el desarrollo lineal del proceso histérico tiene para é] una direccién y un sentido unico: e] avanee irreversible del plan divino de la salvacién de tos hombres. Pero cl tiempo cn San Agustin sc hace historico al hacer- se también humano, porque no llega a negar la libertad del hombre para actuar, rechazando todo fatalismo propio del mundo pagano an- tiguo. ee Filosofia de la Historia en la Edad Media se conform, pues, a parurde San Agustin desde un punto de vista tenldgico, existiendo a lo largo del milenio escasos intentos de modificar ef critesio agustiniano sobre el desarrollo historic’. specialmente, la historingrafia alemana desde cl siglo xit presenta’ unos rasgos cualifieados, en autores de gran talla, que prcsuponen una mutacién precoz de concepciones arite- riores; tal es el caso de Huco pa San Victor, monje alemdin ¢ historia- dor, que manifiesta una especie de epetimismo histéricos plasmado en la decadencia de Occidente, de Europa y, en ultimo término, del cris- tianismo'?, Pesimismo histérico que se reflep también cn la obra de Oron bk Fasisinc, quien veri en la pugna Papado-Imperio el origen de Ia decadencia del espiritu occidental, al romperse en buena parte el eaquema agustiniano de las dos ciudades con el desprestigio de la Igle- sia y del poder espiritual. Para este hittoriador del siglo x11, el enfrenta- miento entre los hijos de la luz y los de Las tinieblas muestra un pesi- mismo al que es necesario encontrar uns solucién y una esperanza que él asociaba al oculto crecimiento, lento pero progresivo, del reino de Dios, que scabaria superando todas las catdstrofes mundanas. En su Gate Friderai primi'), e\ triunfo sobre 1a decadencia viene personificado en la actuacién de un monarca fuerte y justo: Federico Barbarroja Y su contemporineo Anselmo de Havelsberg, obispo de Ravens, considera ya el triunfo sobre le decadencia con la superacién de la misma, con- virtiendo Ia historia universal en Ia gran obra educativa de Dios"*. ” De mins mom: sirqentantis geterum, ed. W. NM. Green, co Spornlem, 18, 1943. ) Ed Waitz, en SR G., & mmm, 1912. '« Ee pesimamo bistérico, propio de la himoriografis alemana a partir del si- ji Gregona om, bs a igicee, do pocblo'y dele Peovoraria la desiric. cibo de! orden establecida. a 2! Pero el patron ideoldgico de Ia historografia medieval, apenas mo- dificado a lo largo del periodo, no impedira que tas nuevas tendencias se afirmen por medio de modelos historiogrificos, De este modo, toda historia ¢s universal, comprendiendo dexic Adin hasta la época en que e} historiador escribe su obra, pero adaptindose a sugtos histéricos mutables de caracter social, politico o cultural’. Asi, a pesar de que en un principio se siguen esencialment: dos modelos historiogrificos, el monéstico —como la famosa Hutona de tas frances le Gascorio DA Touas'*— y el real —como ls Vide de Cerlomagne de Ecininaapo"—, dichos modelos evolucionarin poco a poco con sucesivas derivacioncs en los grandes centros abaciales ligados 2 las dinastias europeas —San Albano en Inglaterra y Saint-Denis en Francia“—, 0 en las historias caballereseas de los linsjes feudales —como las Crdéascas de lor Dusgmes de Normandia de Duoon ok SAN Quintin'’. Mas adelante, las historias nacionales, las relatos de Cruradas y las historias urbanas florecerin sintomdticamente a partir del siglo xi —sunque tengan ralces ante- riores— y la autobiografla mostrard sus posibilidades de éxito en el campo historiogrifico como un leano precedente del bumanismo re- Macentista. Hasta el siglo xv no sparecen documentados fo que podriamos de- finir como chistoriadores de oficics o profesionalcs de la Historia, que figuran en las néminas de los gastos reales y perciben por su trabajo un sueldo regular. Si bien desde e siglo xin, y especialmente en Francia « partir de Felipe Augusto, se pueden considerar algunos personajes de cierts im- Eo Ovén de Fieising se eocueotre el germen de Ls bey de los tres eatadins que desarrollaré ¢l sfikisofo de la historias Anselmo de Ha! n los libros de rus Didier ls Historia debe valorurec positivarnente porque en ells educa el Espirito Santo —verdadero motor y portador de} prograso— a ts humanidsd. 13.G, Lefebvre, £/ amimnente dt he bnsorngrefia mederse, Haxceiona, 1974, 43, ee tte una rocicne trchccito tl facta de a Mart ek Frame de Grego rio de Tour a cargo de R. Latouche, en La Seite! dédition ker Bolter Leterme, Paris, 1963, en dos tomos, 1) Vie Kari Mag ti a, P. L, 97, 25-62; 0 ed. Bouquet, Rasa V, pags 88-103. Tembitu publicads co versida frnecsa por L. Halpin cx Le cay. qusi de Phisteire det France an Maye Ag, Paris, 1938. 48 Sobre ta produccida y actividad histonogrifics de eto: dos grandes centros qronacalcs wéase de ls obra de D. Hay, Aamalats and hectoriaes (Loodecs, 1977), el ca- pitalo 4, tinalado Madirval Hicteriegrapily at sis Prise: from he Thirtanath ts the Fifteenth Couteric, 63-66. De ate et primers Narmada PL, 141, 609-758 22 porancia cn cl mundo cultural y poliuco como «historiaderes oficia- less, ¢s concretamente dos siglos después cuando aparece citado, en 1437, por primera vez, un monje de Saint-Denis como ecronista ofi- cial de Franciam. Se trata de Jean Cuantiaa, quien compuso una Core augue de Chartes V11 ret de Frame® cacrita en francés, en una redaccién concisa y drida aunque lIlena de interés, donde narra los aconte- eimientos franceses hasta 1461. En esta época, el cronista mencio- nado ya recibia de la Corona un pago por su tarea, resultando asl una especie de historiégrafo real sometido a los intereses de Ja casa rei- nante. Poco después de Chartier, algunos monjes de Saint Denis figu- ran en los pagos del Tesoro como continuadores de Is labor de sus pre- decesorcs. En 1463, Luis XI nombraba a Jaan Castat. ecronista de Francias y éste, a su vez, designaba, afios mds tarde, a Guittuamo Danicot coma chistoriador oficial del rey. Pero de ninguno de las das se ha conser- vado su obra, por lo que no podemes discernir claramente la diferencia entre los oficias desempefiades por uno y otro. Sin embargo, queda de- mostrada la voluntad regia de disociar dos actividades que, hasta cn- tonces, hablan permanccido unidas y que consistian en escribir la his- toria del monarca reinante y componer una historia de Francia”. Pasiblemente, Jean Castel se reservaria la tarea de registrar dia a dia fos principales acontecimientos del reino y Guillermo Danicot tendria por misién escribir todas las gestas concemientes al reino de Jos fran- cos2. Muerto Danicot en 1472, Roseato Gacuin al solicitar su va- cante precisaria en su informe de peticién la diferencia entre el oficio de chistoriadon 7 el de ecronistes, sefialando que sus fincs le acercaban mds a] primero porque crefa cn Ia conveniencia de escribir una historia de Francia en latin, al igual que habla hecho en frances su antecesor. Aunque Gaguin no obtuvo finalmente el cargo, dejaba a la posteridad la clara escisién que existia entre los fines perseguidos por c! historia- dor —hacer historia de un reino— a diferencia de los del cronista —caenibir Ja historia de un reinado. » Ed. Vallet de Viriville, Paris, 1858, tres tomas. Cf. B. Guenée, Histoires, annales, chroniques: Essai sur les genres histori- ques au Moyen Ages, on Amaia, t. Il (1973), pig 1012 ® Sobre Danicot véase J. Leseiller, «Ua histortographe de Louls XI demewe inconnu: Guillsame Danicot, en Afelanger d“Archeelagie ot dH isteire de P Ficak froma de Rowe, v.43 (1926), pigs 1-42; y Ch. Samara, «Un owvrage de Guillaume Dani- cot, historiogmphe de Louis Xs, en ald, & 45 (1928), pags. 8-20. D Cir. B Guende, ablinoires, annals, chroniques...., pigs. 1013-1014. 23 “Tasspoce cn Heals ballsenes beeneiadores ale oficioe antes del six peor Musee Sustnn, ae ingcabe en 146 an Sasso co zaliaan de ‘ade fo ape ceri oa tepice de Vinee seat a erie de que me fbr oe pembs de ser uns mens reenpilacite de matersales ert ne Bist a Gibcras pomenormense Contidersin que la tie Sct ¢ anportante bicona de Venetia debis meriberse en latin, toc ne snicodologis apeopeada y ne extilo caeanto y sdocunde Al lameeda del Sigsiendo nue ct ou hig neo ad | anoracrones Gor cl gubiernn de ia eepdblice: — tregar » Sacudc, empcendiendo la marca 2 perme del maternal secopdiedo anieriormente™, Enel caso de Eepafia, sbundan ios acronistas oficialen a lo large {Bel tigho er, pero todos ellos ocuparse cargos piato al monarce, bie 2 bas cncillecias 0 xeceeaster de Escada, © como sepresentacics di Plomisicas o exabspdores Al tener come misiée secundaria el his ota: jos. reinados cocsrmporinens sin sparecer como swtéations ‘ras mitiones 7 gozaros de la calidad de cronistas con earicter Boo sifico, De alga modo, los eyes, con eves stembramienton we edelan- ‘aro # les Cones de loa deversot reins en la designacson de croniseas de lor miamog pucs, par eesmplo, las de Aragia 20 coearon el cargo Ihascx 1547, ‘Ou tan se ponte atwertir en Inglater 0 Alem, pases co (Queda por considerar qat tipo de pblico earachaba ole ot rela ‘ex hisedeicos ca la Edad Media. Poes bea, fos ecitos de Hisrois ipe- facron conocidos salvo por equellas personas. las que dizectamen- ethan dinigidoe reyes, shades, iF pane Orch: avail Lage = daca ee, tazan. Asi, por cemplo, subemos que cee: bee de cers leet algunos sclaion de Histocia en dererminados mo~ mensos del dia™ y el misma Jomrvinix nos da teatimonio de la prolifera Gi. F. Giver, Marbaenati and Garant, Pics ant hicry im socmenth-emcary Finan, Pacrcon, 5, pie DAP. Tyee Re 1G 99, mm ©) Hsien de Sait COCKIK ed N de Paris, 1874, 0 cn Frese i Paris, de 1952, 0 Cft, J. Chaurand, é 1124p, Coker ae Cd a wr dept Crees 4) ones que aparecen soa: descriptor reram, conscriptor ges- tarum, relator temporam, recitator, chrosograplras, historicus, seripeoe histor rum, auctor historinrum, o historiogrephus 3% “a fiesa que escribe por obediencia y obligado por la sumisién a su abad", y Liuprxanpo oF Cansona lo hace a peticién de su obispo". Owe tanto ocurre con las finalidades perscguidas por los historiadores: Ean- wen escribe para guardar Ja memoria de Ias cosas f ser de utilidad los futures estudiesos"', mientras Enmique on Hestincoon lo bace para imaginar cl futuro a través de Ia reconstruccién del pasado. Todos ellos intentan ajustarse 2 la realidad de! tiempo pretérito, distinguiendo muy bien su rclato del meramente postico que admitia la cxposicién en verso de hechas ficticion Es interesante apuntar esta idea de distincién entre historia y poesia en la Edad Media porque los propios contemporineos la tenian clara, y, ademds, porque en ello queda implicito que Ja Cancién de Gesta no cra historia propiamente dicha, come tampoco Jo era |a hagiografla; aunque una y otra pudieran tener a veces una cicrta base bistérica. Pero esta distincién no era nue- va en Ja época que tratamos, porque ya Aristétcles en su Padsics la habla sefialado, ¢ Istpono, en sus Evimelopias, atestiguaba dicha diferencia. Dentro de la época medieval, cronistas franceses como JEAN Lx Bai, Faorssant y Mateo 08 Esconcury, sefialarin en su dia los peligros de la rima en el trabajo hiscdrico frente a los defensores de la misma como solucién para favorecer Ia retencién en la memoria de Jos hechos na- mrados en verso’. Los temas objeto de comentario y narracién por parte de los histo- riadores medievales comprendian esencialmente los acontecimientos principales de! pasado y de los aflos en que ellos mismos vivieron. Si bien en un principio Eusebio de Cesarca daba prioridad a los hechos de los papas y de los obispos, la densidad de los acontecimientas politicas 1) aUniversos qui bane historiam legerint, sive legi audierint, ct auditam intellezerins, deprecor, ut cum in ea abqui inurbane compositum invencnnt, t veniam, quis hanc seribere compulsus tw per obedientuam.. coacedan! (P. L, 155, 669). 12 eReverendo tociusque Sanctitss pleno, dompno Recemundo, Liberntanse eclesine episcopo, Liutprandus, Ticinensis eclesine, suis con meritis, levites, walu- tem. Beconio ingens parvaate petitone pum, pater kanssime, direuli, qua rots Europae me mmperstorum ticut is, qui non auditu dubius sed vi- tiones certus, ponere compellctas (P. L. 1%, 75). 1) aVideor mibi videre magnum quid posteris pracstitisse qui suis gests tem- oh otilitti studentes, itterarum memorisc tradidere (P. L., 159, 's Historia practerita quasi pracsentia viru repracsentat, futur expracteritis i dipadicam (P. L., 195, 799. 7 13 Cf, B. Lacroix, sp. ait, ply, 17. 39 posteriores supuso la inclusi6n de otros temas relacionados con los re. yes ¥ personajes importantes de cierto rango: duques, condes, etc. Ei cronista medieval era consciente de que su tarea no podia abarcar todo, porque, como dice Huco pg SAN Victon en cl siglo x11, epesta tempo- rum infinita pere sunt", Pero también en ocasiones hallamos narra- dos los hechos mais sencilles de la vida cotidiana: como ocurre con Gasconio ps Touas en su obra sobre los francos, donde no séto la his- toria de los reyes tiene su lugar, sino que las anéedotas de la vida diaria ¢ incluso de su propia familia completan el relato. Por otra parte, como sicmpre han existido periodos mis abundan- tes en acontecimientes”, nos encontramos por ejemplo, en el siglo x1, con Guinizawo os Porrieas, que nos habla de que en ocasiones no ha ido concluir su relato por un excesivo conocimiento de hechos acerea de Guillermo de Normandia, y justifica las omisiones por tra- tare de sucesos demasisdo conocides''. Ante 1a afluencia masiva de datos, el historiador debe, pucs, scleccionar continuamente cuando re- basan ‘rus propias posibilidades. Ya en el srisvam se destaca la importan- cia de saber elegir, eliminar y limitarse a los hechos mis importantes; y Oren pe Faatsine lo recuerda asimismo en su Cérenica"’, al igual que Guittesxo pg Tino en so Hitena reram™ 0 GUILLBAMO DE MALMES- BURY cn su Gere repom angler”. Las criterias a seguir para saber qué es lo que hay que seleccionar a la hora de ponerse a relatar los acontecimientos quedan sefialados por Huco ox San Vicror, quien los cesume en las personalidades gestoras de los hechos, e] lugar y el tiempo. Pero queda claro que el efe central de! relato sigue siendo 1a personalidad histérica y los sucesos a ella re- feridos, con lo que —dird Raut Grapun en el siglo x173— Ia narracién adquiere validez y claridad para el piblico al que va destinada. Como el pertonaje clave de le Edad Media es, por supucsto, el rey y la encar- aacién ¢n su persona de los poderes terrenales encaminados al bien co- 4 En De tribas marimnit crmastentiis gettorem, ed. cit., pig, 491. "7 Cfe, P. Rousset, «Un problame de ie: l'événement ct. percep- naar Fb Aetna Saari ire ny “Senet ope \0 Histarr dt Guillaume by Congubrent, |, 20 (ed. Forevil! en Len clarrigues de P hiztes. 0 de Frese on Moyen Ag, 25, 1952, pig. 44). nal ” Ed. Holmenstes, Scripuren rrrem germencoren ie umm sindernan, pig, 4, ® Historia trem in parte: tremsmerints geterom (1095-1184), PL, 201, 218. "Ed Stubbs, Aram iritemicorne medit ani s7iptero, 90,0 1, pdg. 518. trie Cromsiantiis gritoran, c1. ch, pig 49). © Eo Historian lei V (0M. G. H., Srpuere, VIL, pigs. 60-61). a mun ya los destinos de ia Iglesia, y en ultimo término de Dios, su pre- sencia crea, en definiuva, el acontecimiento, convirtiéndose en protec- tor del pueblo y de los suyos, y determinanda el hecho histérico™, La tmportancia de las pe-snnalidades regias en la historiografia medieval se refleja inciuso cr ‘a h:storia mondatica que, aun tratando esencialmente los temas acetumbrados dentro de exta modatidad, no olvida generalmente los acontecimientos de la politica y se sirve de los reyes para apoyar cronologicamente el texto, centrando la narracién enel tiempo. Huco nn Frauay justificard esta presencia tegia por el hecho de ser monarcas cristianos quicnes aparecen en los relatos de historia y, por tanto, acreedores de un lugar en el desarrollo gencral de la vida eclesiastica+*. Por otro lado, el papa y los obispas o abades siem- pre serin en la Edad Me-lia personajes conflietivas a la hora de conzar sus incidencias, por lo que los historiadores preferirin los reyes 0 prin- cipes para evitar las posibles complicaciones ideolégicas o morales que $e pudieran derivar. Una vez establecido qu [as personas regias centran la narracién, es légico que los acontecimientas bélicos relacionados con ellas ocupen un lugar preferente en la seleccién de los temas. La guerra pasa a ser el suceso clave del relato, incluso de forma exagerada en historiadores como Greconio oa Tours, Faupecanio o Nrrnarp. Asi, por cjem- plo, Fredegario continua la historia inicisda por Gregorio de Tours co- menzando donde éste se quedé —en Chilperico— y centrando la na- rracién basicamente en ucs temas: los hechos del tiempo histérico (ge- ta temporum), los actos de los reyes (arta mpumr) y las guerras de los pue- blos (bells gentiua)?. Pero en muchos casos no se responsabiliza a los reyes directamente de la guerra, sino que se implica esencialmente a los pueblos, ya que los monarcas son considerados como seres supcriores, incluso se llega a considerar la cherejla» como causa de una guerra civil que puede dirigir el rcy para combatirla con las armas. Our tema narrativo tradicional en la ¢poca medieval cs el de] mo- nasterio y su abad, centrindose cn las consagraciones del cenobio, que- 4 Cfr. B. Lacrosy, op. oF. plg 22. 3 Sobre la imporrancia de Ia hisrariografis real medicval, véase: R. Bezole, Les enigians ot ta formation be ke kttereturs comrsecse en Occidrat, «1, pigs. 119 y wa; y tam bata H. Beumsnn, «Dic Historiogrephie des Mirtelalters als Quelle, Gar Idecnges- texteabere des friberen Mittelalers, Darmstadt, 1969, pdgs 40-79. 25 En Historia axleciastice, prélogo (M. G. HL, Siripaere, DO. 2 Grremie, pedlogo (M. G. H., Seripieras rermm aerevengicerem, II, pig. 125). 41 Fellas con otras comunidades monidaticas, visitas o acontecimientos lo- cales. Aunque ef monje-cronista intercale hechos referidos al papa o al principe contemporineo, su pluma « hace mas fluida y apasionada al narmar los sucesos cirectamente relacionados con su monasteno. Un clasicu eemplo de ello lo tenemos en Ja Crdaca de Mongry (1095-1152), que se inicia con fa fundacién y primeras adquisiciones del dominio moanacal, siguiendo luego con Ia consagracisn de ta Iglesia y emis su ccsos acaccidos en el lugar, intercalande en su momente la noticia de la mverte de Felipe I 0 las tuchas de Luis VI con e! rey de In- giaterra®. En ocasiones hay acontecimicntos que despiertan capecialmente le curiosidad de los autores, que los viven directa o indirertamente, por su trascendencia y actualidad: tal cs ¢) caso de las Cruzadas. Dicho tema proporciona # quienes lo trabajan mulurud de nuevas posibilida- des narrativas, obligdndolos e refleaionar sobre los importantes hechos Pprotagonizados por los cruzados en Tierra Santa. Las Cruzadas fueron el acontecimiento medicval que meor permitié a sus comentaristas de- assrollar su sentido narrative y profesional como historiadores; apro- vechindose en muchas ocasiones para ensalzar |e personalidad de un pueblo, asociindolo al clegido por Dios, cn su actuaciéa ca Oriente. Aal lo hace, por cjemplo, Guianaro px Nocant en sus Gests Dei per free”, lo que sc puode calificar, en una época temprana, como ¢3 el siglo xut, de cierto «patriotismos no unido a la persona de un rey, sino a la personalidad de un puchlo”, Ea conjunto, y denuo del criterio sclectivo de los historisdores, podemos decir que a la hora de seleccionar Jos hechos se preficren, como es Iégico en la mentalidad medieval, los aspectos edificantes frente a fos inmorales, y, por supucsto, los cristiancs Frente 9 los paga- now Lo cua] no quite que en algiin caso conereto se Ileguen « contar sucesos desfavorables a determinsdos monarcas con el objeto de que la Posteridad pueda apreovir Is Jexeiéa de que los hechos negatives traca siempre _desgracias a los pueblos o a las pcrsonas que los han protago- nimdo™. Pes en general x prefieren los hechos bucnos 1 los aloe, Ed. Mirot, Collertion de textes, 1912 » En P.L, 156, 679-638. © Chr. ). Chaurand, @. av., MS. 1 Adi ocurte con Carlos V] ia en La CAremigar de Oherics VI (0 Chremigur du relggrace de Sent Demis), (300-1422 (cd. Bellaguet, Paris, 1839-1852, «1, 599) mt roto San Agustin com San jerdaio, Cann, Selvin de Marslla, Ca a2 aunque WANGORIO DA IOUES alIrme que sc pucoc acuaiT sassusis- mente a unos y otros alternindolos para la mejor comprensién de los ules ¥ reprobackin de los negatwos'. Ed historiador constatard, pucs, los hechos que interesan al pablico en general, tanto ti éstox son bucnos como si ton merecedores de olvi- do, dando cuenta del «biens 7 del emails y depndo adivinar en todo momento uns realidad reconfortante y esperanzadora, pensando que también el Antiguo Testamento recoge no s6lo los milagros y las pro- feclas, sina admis Jos sucesos negatives. Ein definitiva, es la herencia agustiniana que perdurs a Jo largo de toda Ia Edad Media, dando eu ca- racteristica impronta a todo lo que sobre historia y narratrva se escribe en los sighos merticvales. La lucha entre las principins del bien y del mal sirvc en potencis pare desasrollar Ja capacidad mis o menos culti- vads de los historiadores que se aventuran en Ia empresa de dar cono- cimiento de los sucesos acsecidos en su entorno o recogidos a través de sus antecesores, srodoro, Isidoro de Scvilla y, siglos mis wurde, Guillermo de Malmesbury a Gene ae apron chal ateciog camarees de Gules I); reekecte ber blur de koe malor a1os y de leu herhox desfaroaables« lea pelocipes, « los que,» PE tar de todo, se les sigue considerando como seres superiores dignos de de wencmciéa ¢ inchuo, en almin caso cxiremo, merecedores de una considerarién especial al stzi- buirles propiedades tunmanirpicas. 33 Otro tanto acurre con Roberto di Monte (continuados de la obra de Sigeber- to de Gemblouz en ¢) aiglo x11), que insistc en la neceaidad de exponer las bue- nas acclones como ccmplo y fas malas pars reprobarias y cviasias (P. L, 43 Cartruto IV Las fuentes y su critica EJ rrabajo de! historiador requicre como labor previa el andlisis eri- tico de las fuentes utilizadas para construir cl relato con veracidad y ri- gor histérico. Esta necesidad tambien fue sentida, logicamente, por los historiadores de la época medieval, y sin perder nunca de vista sus pro- pios condicionantes socioculturales hay que estudiar de qué forma di- chos escritores procedieron a la eleccién de sus fuentes 5 a la critica textual de las mismas. Se debe conocer, pucs, cudles fueron las bases del criterio a seguir por les historiadores en la clasificacién de las fuentes en la Edad Me- dia, Es evidente que dicho criterio obedecia 4 tres postulades: lo que habian visto y conocido personalmente, lo que habian podido escu- char de sua contemporineces y lo que fundamentalmente habian podi- do leer © consultar directamente de sus antecesores. Buna bo deja bien claro cuando escribe en cl siglo vini su Historia eclesidstica: oc ha basado en lo visto, lo cido y lo Ieido’. Asi, el testimonio ocular es el primero a considerar, después la tra- dicién oral —constante en todas las manifestaciones culrurales de la Edad Media— y en iltimo término lo escrito. Este predominio del co- nocimiento directo de los acontecimientos sc refleja uns y otra vez en algunos de los autores de la ¢poca: OTon DB Pasisin, recogiendo el ‘ abface de histoves ecrlesiastins Britannis Britannia et maxime gratis angloram, prost vel ex Litrexts antiquorem, vel Seni Seen edd Cognition: Wire pou, Pes, 2a res ips a i. testimonio de Flavio Jovefo, al comenzar su Getta Frederic escribe que es. cosrumbre antigua el que los narradores de hechos histéricos ¢ his toriables tengan que ser quienes los hayan vivido, porque ehistoria vie- ne del griego Apsteres, quc signifies vers’; GuILLAAMO DE TiR0 sefala que Is historia mds grabsda cn la memoria es siempre la que hemos vis- to, mejor que Is que hemos podido oft’ y, finalmente, Ecinstanno, en- ire otros ejemplos que se podeian seguir citando, se considera respon- sable de narrar los acontecimientos del reinado de Carlomagno por ha- berlos vivido‘. En muchos casos existe un expreso deseo de la persona a quicn va dirigida la obra —que suele ser un monarca o una dignidac eclesidst:- ca— de que el cronista relate los acontecimientos de su carte o de monasterio para que pucdan ser conocides y transmitidos a la posteri- dad: tal ocurre con Enrique III de Inglaterra y su historiador oficial Matao Paais, quien asi lo hace constar en su Cévemica score’. Este predominio de lo vis:ial sobre fo ofdo o leido se mantendri a lo largo de toda Ja Edad Media hasta el sigto xvi, y las mejores paginas de muchos de los historiadores de la época se basardn en el testimo- aio de lo vivido personalmente: desde Gracorio of Tours hasta Froissanr¢. Pero, aun insistiendo en le preferencia por el testimonia ocular, en muchas ocasiooes era frecuente que los narradores se vicran obligados a acudir al testimonio de segundas personas que conocian directamen- te las peculiaridades de ios hechos. Sabre todo en fas grandes ireas te- mdticas era légico que la dispersién geografica y cronolégica de los su- cesos requiriese la colaboracién indirecta de estos testimonios volunta- Fios que «a su maneras relatarian los pormenores mis significativos a quienes debian escribitlos para la posterioridad. El tema de las Cruza- das, siempre atractivo y estimulante, se prestaba especialmente a este sistema de escribir sobre relacas personales y experiencias de quienes visitaron, con tan importante motivo, Ticrra Santa. Por eso, los gran- des historiadores de las Cruzadas no necesitaron viajar a Oriente para componer sus magnas obras, sino que se sirvicron de relatos de otras 2 Lb cap. 42 (Sepere rem pomancorem in sem wholerem, pig, 150). J En Misteria rerea, P. L., 201, 639. * En Vite Careli, prefacio (ed. Halphen en Let Clanigner dy /Histere de Frome, 4 Pe um bitmmcre meio arpa, 57, 4, pagan 644-645, § Cir. Lacroix, op. cit, pig, 49. 4S personas que si lo hicieron. Foucuna pn Cuagtans, Guisnato on No- cost, Oavkatco Vitat, Baupom ne Bovacunn, Guicaawo np MaLMessvay acudicron todos ellos 2 testimonios de otras perionas a! eenbir sobre las tamortales hazatias de los cruzados y también sobre sus eStrepitosos fracasos, EI mds importante de todos, Guiagato nx Nosanz, en su Geta Dai per frances, \lega a sefialar incluso que la idea de sentarse a exeribir sobre 1as Cruzadas le vino al oir contar los hechos de la toma de Jerusa- ken cn 1099 en boca de algunas cruzados que presenciaron la conquis- ta; completando Ia narracién con los datos de una obra que nunca cita ¥ quc le sirvio de apoyo para el conjunto de su trabajo’. El interés que pone Guiserto oz Nocant er wc: ...nat la informacion recibida para evitar las posibles criticas de quienes Jeperan su obra, deja sdivi- nar la importancia prestada en su época a Ie relacion de los aconteci- mientos por testigos directos. Este sutor, para reforzar Is credibilided de su narracion, aun recordando Is ventaja del testimonio directo, ar- guménta que siempre los historiadores han afadide a lo que vicron te cuanto aprendicron de otros®, Lo cual cs una prueba irrefutable del euidado puesto por Jos historisdores medicvales a !a hora de seleccionar los sucesos narrados, aunque esta scleccién no in- cluyera necessriamente la seriedad en le critica de los mismes ni el re- chazo de lo que en principio pudiera parecer inverosimil Esta particularidad del predominio de lo oido por necesidad de las Circunstancias se da también en otra de las grandes drcas temiticas na- rrativas de la Edad Media: la primera historiografia normanda Los mejores cultivadores del tema, como GuILLBAMO DE JUMISGES”, se ser- virin también del tertimonio de personas contemporiness de los he- chos relatados. Pero la misma sensibilidad del hombre medieval para aceptar el testimonio oral de Jos hechos obligard una y otra vez a los historiadores a recapacitar y reafirmar la validex de dicho medio de conocimiento. Los propies cronistas, para justificar su actitud y los resquemores que su obra pudiera impultar, sefialarin que estas aspectos se consideran ya en la Biblia, encoatrindonos con testimanios cscritos sobre el pasticu- lar en Bada”, Guavasio ps Cantaasuny" o Faoissaat! enue otros, YP. L, 156, 682 ° Che. J. Chaurand, op. at, pig 382 5 En Haters mtorr, PL, 149, 779-780. © Ba Hamre exksienics, pecfocko (P.L, 95, 21-24). ts Junto a los testimonios ocularea y orales estin las fuentes escritas, a Jas que tienen que acudir todos los historiadores cuando quieren narrat hechos pasados, EJ primer problema que se plantea es el de las fuentes 3; pero sobre ello hay que puntualizar que la presencia de titulos gricgos ch Jas obras de histona no supone necesariamente el conoci- miento de esta lengua. [04 transmisorcs de ba historiografia gricga fuc- ron Justino, Jerénimo y Rufine —a travea de Eusebio— y, sobre todo, Orosio, a] que citardn continuamcnte todos los historiadores, y 2 tra- vés del cual se conocer’ en la Edad Media a San Agustin. Le fuente primordial es la Biblia latinizada, cuya autoridad seré in- discutible 7 cuya ensedanza te mantendra invariablemente unida a to- das las manifestaciones culturales de Ia época medieval. Orosio, en ¢] sigho v, habia recordado en su Mittoria adversus papenes que |a Sagrada Es- critura segule siendo la fuente csencial de toda Ia historiografla, y lo mismo ocurre con la mayor parte de los tustoriadores hasta cl ai glo xin”. La segunda fuente en importancia la proporcionard Flavio Josefo, al que se llega a denominar sucess destorsegrapdas, rehabilitado por Je- rénimo y colocado a Ja cabeza de las historiadores cristianos por Casio- doro"s, A continuacién, y por orden de preferencia, aparecen: Eusebio de Cesarea y sus continuadores Rufino y Epifanio, los uaductores lati- nos de Eusebio, Orosio, Marcelino de Iliria (geégrafo y ccondlogp), Je- ténimo, Prospero de Aquitanis y el compilador Gennede de Mar- sella’. Eusebio de Cesarea y Jeronimo, comentaristas de las Escrituras, son los verdaderos creadores de la historiografla eclesiistica, que tea- drd a lo Largo de la Edad Media cacelentes continuadores, Pero el pri- mer historiador cristiano que ofreceri una compilacién de toda le his- toria de la hurnanidad —pagana, cristians, romans y birbora— seré Orosio, cuya obra vendrd a sustituir a partir del siglo v a los restimenes paganos de Justing, Floto y Eutropic, Otros nombres que sonarin des- de la Alta Edad Melis, y que irin edquiriendo notoriedad, aparecenin " En Creme, prélogo (Ream bitemicerum muds acvi sripsres, 73, \, pigi- OO crm pl n Alosonce sl feb encoatramas cn ou peélogos de ix obs de Beda, Fre: calfo de Limcux, Rad! Ghbes y muchos otros, * Quien en ed siglo vi realizd la peimern Lists de fuentes de 1a histosiogralla caintizna en Occidente en sus /asitatioes, 'S Cér. Lacroix, op. aat,, pigs. 62-63. 47 a medida que se vayan definiendo las diversas nacionalidades. Cada uno de los pueblos que se asienten en el continente europen wsbre tos csmuentos del Impeno Romano de Occidente, tendrd un historiador genuino y caracteristico que servini de fuente primitiva a tados los de- mas. Los francos contardn con Garconto pa Touns y mi /futeria de les frames desde e] siglo vi, los hispanos con Isipono Dk SRviLLA y su Hate- via de lus gudet, véndales y sweres desc el siglo vit, los anglosajones con Bana y su Hutoris relesidstica desde ¢} sigho vin, los lombardos con Pav- Lo Didcono y su Historia de las lombardes ¢ Histerra romana, desde cl si- gto vit. fos sajones con Wiourinn pu Coavny y us Grates de bes sajones desde el siglo x y los normandos con Dupon oe Saiwt-Questin yu Historia da fas normandas también desde cl siglo x. Todos ellos componen la sprimera historiografla medieval con ca- racter nacionals, pero destacando Ia personalidad y figura de Baba. por su prestigio posterior al scr motivo de inspiracién para muchos historiacores de Jas Islas Britinicas y de fuera de ellas, y de Isipono pn Savitta por a enciclopedismo y erudicién. Finalmente cabe sefialar que tambien Jos historiadores madicvales acudirin a 1a consulta directs de los archivos, sobre todo a partir del si- glo x11, cuando comiencen a formarse y adoptarse los criterios que han Legado hasta nuestros dias. De esta manera los cronistas claborarin sus obras a parur de los textos ballados, previa seleccién de los mismos. Ya en los siglos xn y x11 Guitegawo ps MALMESBURY, GBAVASIO DB Canrrasuay, Rocatio pp Howrpen y Mareo Paaus utilizarin docu- mentos como fuentes histéricas, llegando a aplicar cn ello uns cierta critica sobre todo en lo reference a Ja catalogaciéa de los mis impor- tantes'*. A partir de este momento, la documentacién iri adquiriendo cada vez mayor importancia en la historiografia medicval hasta alcanzar su mdxima expresién y posibilidades en las grandes crénicas italianas de Vittant, Morosini y SANUDO, en las que la importancia del estilo se supedimri 2 la precisién informative, lo que supondri la inclusién de fucvos criterios respecto a ba seleccién de os materiales usados!’ Sin embargo, hablar de uns ecritica de fuentem en la época medie- val siempre resulta un tanto expuesto, ya que la negacién de la misma, cientificamente hablando, estaba en la propia menulidad de quienes 16 Cir, F. lect, E/ mumade sondirned, . "Se BR Delort, fare ee cet de fHisters, Paris, 1959, pag, 50. 48 culttvaban Is historia, de quienes la escuchaban o Iclan, y de quienes la transmitian, Los primitives fines de Ia hietaringrafia medieval basaban sus intenciones en agradar ai lector ¢ ilustrarle en sus relacioncs can el munilo a través de la divinidad, lo que no impedia en multiples ocasio- nes sacrificar le veracidad de los hechos por muy inverosimiles que se ntaran. En general, ta infenior:dad de la critica textual en la Edad Media queda manifiesta en la ausencia de toda idea de edeasrrollo histénco=: ¢] pasado cra para el historiador 0 bien convencional ¢ inamovible —incluyendo lo fabuloso— o bien, por el contrario, podia conside- rarse semejante al presente del autor, de ahi cl anacronismo extrema que ofrece Ia historiografla medieval a fo largo de todo cl periodo. En definitiva la debilidad de la critica medieval no dependia de la limitacion de Las fuentes y mateciales disponibles, sino que venia obli- gda por las intenciones de los autores que no solian buscar un relato preciso y cientifico de los hechas reales: antes bien, un relato cxacto de los atributos divinos, una (cologia inconmovible establecida sobre la fe y la mann que permiticra determinar « prien lo que debié haber pasado y lo que debia pasar en el proceso histérico. La antitesis entre necesidad objetiva y voluntad subjetiva conllevé en la Eded Media el descuido en Is exactitud histérica, c hizo cacr a veces alos historiadores en una indo- cumentada credulidad y en una ctega aceptacién de las tradiciones'*, Hasta bien pasada la época medieval no se puede hablar de una ver- dadera critica cientifica de las fuentes, tal y como la entendemos hoy, ni, mucho menos, de una comprobacién rigurosa de los hechos en la tarea de los historiadorcs. Pero ello no obsta para reconocer que en de- terminados autores sc intuya un deseo, mis o menos manifiesto, de in- tencar hacer critica veraz y objetiva. La duda asoma a veces en los tex- tos de los historiadores: tal ocurre con Rave Giasga, que desconfia de to que e) puchlo tiene por veridico", o con Gunso DR NocENT, que dessrrolla su espiritu critico a! utilizer los relatos orales 7 textes escri- tos buscando la verdad”. De los tres tipos de fuentes, la basada en la tradicién ora! cra la mds susceptible de critica, Todavia a fines de ta Edad Media algunos histo- tiadores francesea como JUAN LA But, Faoissaxr o MATEO pg Es- SC RG. F idee de le bisterie, México, see se a ™ Cit. P. La conception de Vhisoire o 1‘ A Hissin da Mom Ay, ed L Halpben, Parts, 1951, pig 524, = 49

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