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gor de ajedrecistas, no de Angeles. Ya ha pene trado en las escueas el (conjetural) “idioma pri ‘mitivo” de Tlon; ya la ensefianza de su historia, armoniosa(y lla de episoxios conmovedores) haa obliterado a la que presidié mi nifiee; ya en Jas memorias un pasado fiticio ocupa el sitio de otto, del que nada sabemos con certidumbre siquiera que es falso. Han sido reformadas Ja numismdtica, la farmacologsa y la arqueolo- fa. Entiendo que la biologi ylas materaticas guardian también su avatar... Una dispersa di- tia de soitarios ha eambiado la faz del mun- do, Su tarea prosigue. Si nuestra previsiones no cerran, de aqui cien aos alguien descubriré los ‘len tomos de Ia Segunda Enciclopedia de Tlon. Entonees desaparecerin del planeta el inglés yee franeés y el mero espafol. EI mundo seré ‘Thon, Yo no hago caso, yo sigo revisando en los ‘quietos dias del hotel de Adrogué una indecisa traduceién quevediana (que no pienso dara la Imprenta) del Um Burial de Browne. Pierre Menard, autor del Quijote 1a obra visible que ha dejado este novelista es de ficily breve enumeracién, Son, porlo ta {o, imperdonables las omisiones y adiciones perpetradas por Madame Henri Bachelier en “un eatilogo falaz que cierto diario cuya tenden- cia protestante no es un secreto ha tenido la des- consideracion de inferir a sus deplorables lec- tores —si bien éstos son pocos y calvinistas, ceaando no masones y eireuncisas, Los amigos auténticos de Menard han visto con alarma ese catalogo y aun con cierta tristeza, Dirfase que ayer nos reunimos ante el mérmol final y entre Jos cipreses infaustos y ya el Error trata deem. paar su Memoria... Decididamente, una bre= ve rectificacidn es inevitable, ‘Me consta que es muy facil recusar mi po: bre autoridad. Espero, sin embargo, que no me prohibirén mencionar dos altos testimonios. Ta baronesa de Bacourt (en cuyos vendredis inolvidables tuve el honor de conocer a Hora do poeta) ha tenido a bien aprobat las lineas ‘que siguen. La condesa de Bagnoregio, uno de los espiritus més finos del prinespado de Mé- nace (y ahora de Pittsburg, Pennsylvania, des- pués de su reciente boda con el filéntropo in- ternacional Simén Kautzsch, tan calumniado jay! por las victimas de sus desinteresadas ma- niobras) ha sacrficado “a la veracidad y a la muerte” (tales son sus palabras) Ia seporil re- serva que la distingue y en wna carta abierta publicada en la revista Luxe me concede asi ‘mismo su beneplécito. Esas ejecutorias, creo, no son insuficientes, He dicho que la obra visible de Menard es fi cilmente enumerable. Examinado con esmero su archivo particular, he verifieado que consta de las piezas que siguen: 4) Un soneto simbolista que apareeié dos ve- ‘es (con variacfones) en la revista La congue (aimeros de marzo y octubre de 1898), ') Una monografia sobre la posibilidad de construir un vocabulario postico de conceptos que no fueran sinénimos o pertfrasis de los que ‘nforman el lenguaje comin, “sino abjetos ide. Jes ereados por una convencin y esencialmen- ‘edestinados a las necesidades podticas” (Nt mes, 1901), ©) Una monografia sobre “ciertas conexiones ‘© afinidades” del pensamiento de Descartes, de Leibniz y de John Wilkins (Nimes, 1903). 4) Una monografia sobre la Characterstica universalis de Leibniz (Nimes, 1904), ©) Un articulo técnico sobre la posibilidad de enriquecer el ajedrez eliminando uno de Jos peones de forre. Menard! propone, recomien- dda, discute y acaba por rechazar esa innova. ion, £) Una monografia sobre el Ars magna gene- vals de Ramon Lull (Nimes, 1906). _) Una traducci6n con prélogo y notas del Li- ‘bro dela invenciom liberal y arte del juego del ave drez de Ruy Lopez de Segura (Parts, 1907) fh) Los borradores de una monografia sobre la Logica simbélica de George Boole. 1 Un examen de las leyes métricas esencia les dela prosa francesa, lustrade con ejemplos dde Saint-Simon (Revue des langues romanes, Montpellier oewbre de 1909), #) Una réplica a Lue Durtain (que habia ne ado la existencia de tals lees) ilustrada con cjemplos de Luc Durtain (Revue des langues 0 anes, Montpellier diciembre de 1909), Ky Una traduccién manuserita de la Agua de navegar cultos de Quevedo, intitulada La bous: sole des préciens. 1) Un prefacio al eatdlogo de la exposicién de Iitografias de Carolus Hourcade (Nimes, 1914), ‘m) La obra Les problemes d'un probleme (Pa- ¥s, 1917) que discute en orden cronologico las soluciones delilustre problema de Aquilesyla tortuga. Dos ediciones de este ibro han apare- ‘ido hasta ahora; la segunda trae como epigt. fe el consejo de Leibniz Ne eraignez point, rmonsieur, la forte, y renueva los capitulos de. dicados a Russell y a Descartes, 1) Un obstinado andlisis de las “costumbres simtéctioas" de Toulet (N.R. F, marza de 1921), Menard —recuerde-— declaraba que censurar'y alabar son operaciones sentimentales que nada tienen que ver con Ia critica, (0) Una trasposicién en alejandrinos del Ci- ‘metiére marin de Paul Valery (V. RE, enero de 1928), »p) Una invectiva contra Paul Valéry en las ‘Hojas para la supresion dela realidad de Jacques Reboul. (Esa inveetiva, dicho sea entre parén- tesis, es el reverso exacto de su verdadera opi- nin sobre Valery. Este ast lo entendi y la amis- {ad antigua de los dos no comis peligro.) 4) Una “definicion’ de Ia condlesa de Bagno- regio, en el “victorioso volumen” —laJocucion 5 de otro colaborador, Gabriele d’Annunzio— {que anualmente publica esta dama para ree- tificar los inevitables falscos del periodismo y presentar “al mundo y a Talia” una auténtica efigie de su persona, tan expuesta (en razén mie sma de su belleza y de st actuacién) a interpre taciones errinens o aprestradas 1) Un cielo de admirables sonetos para la ba- ronesa de Bacourt (1934). 5) Una lista manuserita de versos que deben suoficacia ala puntuacién.! Hasta aq (sn otra omisién que unos vagos sonetos eircunstanciales para el hospitalario, ‘© vido, album de Madame Henri Bachelier) la obra visible de Menard en su orden eronols- ico, Paso ahora nla otra: la subterréne, la in- terminablemente heroiea, la impar. También iay de Ins posibilidades del hombre! la incon ee [No queria componer otro Quijote —lo cual €5 fii sino el Quijore. Intl agregar que no ‘encard nunca una trascripelén mecsiniea del original: nose proponta copiarlo, Su admirable ambicién era producir unas paginas que cote cidieran —palabra por palabra y linea por It ‘nea— con las de Miguel de Cervantes, “MI propdsito es meramente asombroso” me ‘eseribi6 el 30 de setiembre de 1934 desde Ba- yonne. “El término final de una demostracién teokigiea @ metaisica —el mundo externo, Dios, la casualidad, las formas universales— no es ‘menos anterior y comin que mi divulgada no- vela, La sola diferencia es que los filésofos pu blican en agradables vokimenes las etapas in termediarias de su labor y que yo he resuelto perderlas.” En efecto, no queda tn solo borra- dor que atestigie ese trabajo de afos. El método inicial que imagins era relativa mente sencillo, Conocer bien el espaol, ecu perar la fe catdlica, guerrear contra los moros ‘contra el tutco, olvidar la historia de Europa centre los afios de 1602 y de 1918, ser Miguel de Cervantes, Perre Menai estudis ese procedi miento (sé que logr6 un manejo bastante fel dal espanol del siglo xvt) pero lo descarté por fell. ;Mas bien por imposible! dirt el lector De acuerdo, pero la empresa era de antemano im- posible y de todos los medios imposibles para llevarla a término, éste era el menos interesan- te, Seren el siglo xx un novelsta popular del si- slo xvu le parecié una disminucién, Ser, de al una manera, Cervantes y Hegar al Quijate le pareci6 menos arduo —por consiguiente, me- ‘os interesante—que seguir siendo Pierre Me- rand y legar al Quijote, a través de las expe- Fiencias de Pierre Menard, (Esa conviceién, dicho sea de paso, le hizo exchurel prélogo au tobiografica de Ia segunda parte del Don Qui- jote. Incluir ese prélogo hubiera sido crear otro personaje —Cervantes— pero tambign hubiera significado presentar el Quijote en funein de ese personaje y no de Menard. Este, natu mente, se negs a esa facilidad,) “Mi empresa no es dificil, esencialmente" leo en otra lugar dela carta, “Me bastaria ser inmortal para llevar a cabo.” ¢Confesané que suelo imaginar que la termin6 y que leo el Quijote —todo el Quiote— como si Io hubiera pensado Menard? Noches ppasadas, al hojear el capitulo xxv1 —no ensaya do nunca por él— reconoct el estilo de nuestro amigo y como su vox en esta frase excepcional: as ninfas de os rio, la dolorosay huimida Eco, Esa conjuncisn eficaz de un adjetivo moral y otro fisico me trajo a la memoria un verso de Shakespeare, que discutimos tna tarde: Where a malignant and a turbaned Turk. Por qué precisamente el Quijote? diré mues- tro lector. Esa preferencia, en un espartl, no hhubiera sido inexplicable; pero sin duda To es cn un simbolista de Nimes, devoto esencial- mente de Poe, que engendré a Baudelaire, que fengendré a Mallarmé, que engendré a Valéry, {que engendré a Edmond Teste, La carta preci tada ilumina el punto. "El Quijote”, aclara Me nard, “me interesa profundamente, pero no me parece ¢edmo lo diré? inevitable, No. puiedo ‘maginar el universo sin la interjeccién de Poe: ‘Ah, bear in mind this garden was enchanted! co sin el Bateau tre ocl Ancient Mariner, pero sme sé capaz.de imaginarlo sin el Quijote. (Ha- blo, naturalmente, de mi eapacidad personal, no de la resonancia historica de las obras.) El Qu jote es un libro contingente, el Quijote es inne ‘cesar, Puedo premeditar su escritura, puedo ceseribilo, in incurri en una tautologia, A los ‘doce o trece anos lo le, tal vez imtegramente, Después he releido con atencién algunos capi tulos, aquellos que no intentaré por ahora. He csursade asimismo los entremeses, las comedias, Ja Galatea, las Novolasejemplares los wabajos sin dudalaboriosos de Persles y Segismuada y el Viaje det Parnaso... Mi recuerso general del Quijote, simplificado por el alvido yl indiferen «ia, puede muy bien equivaler a la imprecisa {mogen anterior de un libro no escrito, Postale a esa imagen (que nadie en buena ley me pce de negar) es indiscutible gue mi problema es harto més dificil que el de Cervantes, Mi com Dlaciente precursor no rehusé la colaboracién del azar: iba componiendo la obra inmortal un poco a la diable, llevado por inercas de lengua Jey dela invencién. Yo he contraido el mister. so deberde reconstruirlteralmente su obra cs- Ponténes, Mi solitario juego esté gobernado por dos leyes polares. La primera me permite ens yar variates de tipo formal opsicolégico: In se- ‘gunda me obliga a sacrifcarlas al texto ‘original ya azonar de un modo inefutable esa anigu- lacién... Aesas trabas artificial hay que sumar ‘otra, congénita, Componer el Quijote a princi bios del siglo xvu era una empresa razonable, ecesaria, acaso fatal; a principios del xx, es ca. si imposible. No en vano han transcurrida tes cientos aos, cargados de complejisimos he- cchos. Entre ellos, para meneionar ugo solo: el mismo Quijote, Appsar de esos tres obstéculos el fragmnen- tario Quijote de Menard es mas sutil que el de Cervantes. Este, de un mode burdo, opone a las Ficciones caballereseas la pobre realidad pro- vinciana de su pais; Menard elige como “reali dad! la tecra de Carmen durante el siglo de Le- panto y de Lope. (Qué espafoladas no habria aconsejado esa eleccign a Maurice Barrés 6 al doctor Rodriguer Larreta! Menard, con toda naturalidad, las elude. En su obra no hay gita- nerfas ni conquistadotes ni misticos ni Felipe I ti autos de fe. Desatiende o proseribe el color local. Ese desdén indica un sentido nucyo de la novela historica, Ese desdén condena a Sa- lammbs, inapelablemente No menos asombroso es considerar capita los aistades. Por ejemplo, examinemos el xx- vr de la primera parte, “que trata del cutioso dliscurso que hizo Don Quixote de las armas y las letras”, Bs sabido que Don Quijote (como ‘Quevedo cn el pasaje andlogo,y posterior de La ‘hora de todos) fala el pleito contra las letras y fn favor de las armas. Cervantes era un viejo ‘militar: su fallo se explica. ;Pero que el Don Quijote de Pierre Menard —hombre contempo- riineo de La trahison des cleres y de Bertrand Russell reincida en esas nebulosassofisterfas! Madame Bachelier ha visto en ellas una admi- rable y tipica subordinacion del autor a la ps cologia del héroe; otros (nada perspicazmente) luna ‘ranseripcion del Quijote; la baronesa de Bacourt, la influencia de Nictesche, Aesaterce ‘a interpretacion (que juzeo irrefutable) no sé si me atreveré a afiadir una cuarta, que condi- ‘xe muy bien con la casi divina modestia de Pe- Fre Menard: su habito resignado o inénico de propagar ideas que eran el estricto reverso de Jas preferidas por él, (Rememoremos otra vez su diatriba contra Paul Valery en la efimera ho. Ja superrealista de Jacques Reboul,) El texto de Cervantes y el de Menard son verbalmente iden ‘eos, pero e segundo es casi infinitamente mis Fico. (Mas ambiguo, dirin sus detractores; pe rola ambiguedad es una riqueza) Es una revelacin cotejar el Don Quijote de Menard con el de Cervantes. Este, por eemplo, ‘seri (Don Quijote, primera parte, capitulo rs 1a verdad, cuya madre es la historia, dda ‘el tiempo, depéste dels acciones,testigo de lo pasado, ejemplo y aso de lo presente, ad. vertencia defo por vent Redactada en el siglo xvu, redactada por el ‘ingenio lego" Cervantes, esa enumeracién es ‘un mero elogio retérien de la histori. Menard en cambio, escribe 1 verdad, cuye madre es la historia, émude ‘del slempo, deposit dels acciones, tstigo de ‘io pasado, emp y aviso de lo presente ad- ‘veriencia defo por ven {La historia, madre de la verdad; ta idea es asombrosa. Menard, contemporineo de Wi iam James, no define la historia como una in- ‘dagacion dela realidad sino como su origen, La verdad histérica, para él, no es lo que sucedi fo que juzgamos que sucedis. Las cliusulas finales —cjempl y visa de lo presente, adverte a de lo por venir— son descaradaanente prag: maticas, También es vivido el contraste de los estlos, Bl estilo arcaizante de Menard —extra jero al fin—adolece de alguna alectacién. No ast el del precursor, que maneja con desenfade clespafolcorriente de su época No hay ejercicio intelectual qe no sea final. ‘mente indtl. Una doctrina filosética es al prin- cipio una deseripcién verosimil del universo: ran os aos yes un mero capitulo—euando no van pérrafo oun nombre de la historia de laf Josofia, En la literatura, esa caducidad final es un ms notoria, "El Quijote” me dijo Met jue ante todo un libro agradable: ahora es una ‘ocasion de brindis patridticos, de soberbia gra- ‘matical, de obscenas ediciones de lujo. La glo ia es una incomprensién y quicé la peor” [Nada tienen de nuevo esas comprobaciones nihilistas; lo singular es la decisién que deellas derivé Pierre Menard. Resolvi6 adelantarse ala vanidac! que aguarda todas las Fatigas del hom- bre; acometio una empresa complejisima y de antemato fitil, Ded sus escriplos y vgiias a repetir en un idioma ajeno un libro preexis: tente, Multiplies Ios borradores:corrigis tenaz- ‘mente y desgarré miles de piginas manuseri- tas.! No permitié que fueran examinadas por nadie y cuidé que no le sobrevivieran, En vano he procurado reconstruirlas. He reflexionado que es licito yer en el Quijote “fina” una especte de palimpsesto, en el que de- ‘ben trashacirse los rastros —tenues pero n0 i escifrables—de ia ‘preva’ eseritura de nuestro ‘amigo, Desgraciadamente,s6lo un segundo Pie- re Menard, Invirtiendo el trabajo del anterior podria exhumar y restcitat esas Troyas, “Pensar, analiza, inventar (me escribi6 tam bin) no son actos anémales, on la normal res piraci6n de la inteligencia, Glorificar el ocasio- nal cumplimiento de esa funcién, atesorar 1, Recuer suscuademos cusdreulidos, ss negra tx ‘hares, sus peculiar sinostpopafcen #3 tes de insect. Bn los atardeceres le pura sala ea mina por or arvabales de Nine, sla evar consigo ‘en cundernoy Hace un lage opt ntiguos y ajenos pensamientos, recordar con Inerédulo estupor lo que el doctor universalis pens6, es confesar nuestra Iangisidez o nuestra Darbarie- Todo hombre debe ser capaz de todas Jas ideas y entiendo que en el porvenit loser” Menard (acaso sin quererlo) ha enriquecido ‘mediante una téenica nueva el aite detenido y rudimentario de Ia lectura: la técnica del an- ‘ronismo deliberado y delas atribuciones ero- eas. Esa técnica de aplicaci6n infinita nos ins- ta recorrer la Odisea como si fuera posterior ala Fncide y el libro Le jar dus Centazre de Madame Henri Bachelier como si fera de Ma- ‘dame Henri Bachelier. Esa técnica puicbla de aventura los libros més ealmosos. Atribuir a Louis Ferdinand Céline o a James Joyce a tacion de Cristo no es una suficiente renova ci6n de esos tenues avisos espiritales? ‘Nimes, 1938

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