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El gran forastero ous Mauricio Gonzalez EL BARCO : DE VAPOR Ilustraciones de Sebastian Ilabaca Durante Los GLTIMOs ANos se han po- pularizado distintas versiones respecto a los acontecimientos que culminaron en la famosa tragedia de La Granja, muchas de ellas basadas en rumores sin ningdin sustento, Pero yo cono- cia historia desde adentro, estuve ahi cuando estos hechos ocurrieron. He decidido que ya es tiempo de que todos se enteren de la verdad, y en las siguientes pagi- nas plasmaré los extractos més relevantes de la vasta investigacién que he Ilevado a cabo para esclarecer este caso (jl primero que investigo!), Si bien no conoci en profundidad al joven Jambwa, varios de los que vivieron junto a él durante ese tiempo accedieron a darme su de- claraci6n, luego de mis insistentes visitas. A 7 veces pienso que, mas que por sacar la verdad a la luz, el motivo por el cual me permitieron entrevistarlos fue el deshacerse de mi lo antes posible (y eso que a la mayoria los visité solo tres o cuatro dias después de haberme bafiado por tiltima ver, asi que no estaba tan sucio), Me reservo el derecho de otorgarle un titulo a cada uno de los casos que serin presentados, porque asi se me hace mas facil reconocer los archivos entre tanto documento suelto. Por ms que intento mantener todo bien organiza- do, mi dormitorio insiste en desordenarse solo. Quizas a ti también te haya pasado alguna vez, go no? Bueno, la cosa es que no quiero que se burlen de esa parte de mi proceso, porque la verdad estoy bastante cansado de que me cues- tionen por todo. jEn especial lo que respecta mi apellido! Hubo algunos animales que no quisieron otorgarme ni siquiera una entrevista breve, solo por mi apellido. j{Lanto les costaba regalarme dos minutos de su tiempo?! ¢Acaso avalgin vegano lo increparian por tener el ape- Ulido ‘Cerda’? Obviamente que no, porque qué ine él. Uno no es responsable de tener pellido que tiene, creo yo. in, te agradezco a ti, que estas leyendo sto, por hacerte un tiempo y escudrifiar en bus- de lo que sucedié realmente en La Granja. Ya aiste bien, S.R. Coyote wel \ El siguiente es un testimonio escrito por Diana, quien por esos dias custodiaba el orden y la seguridad en La Granja, Diana es una fina pastor alemén, de tama fio considerable, bella y cautivante, pero a la vez imponente y algo intimidante. Hoy vive en una parcela al sur del pais y asegura no tener intencién de volver a trabajar en un fue ‘uro proximo. Es un poco desconfiada y por lo mismo cuesta llegar a ella, pero fui incapaz de escapar a su amenazador encanto, Me gust6 desde que la vi por primera ver. Diana, si alguna vez les esta investigacin, por favor avisame. Me encantaria conversar y comer algo, lo que tt quieras, Piénsalo. Seria bueno para los dos recordar vigjos tiempos de La Granja, DIANA, LA GUARDIANA (LA MEJOR DE TODO EL UNIVERSO UNIVERSAL) Caso 1, ARCHIVO #042 Mi nombre es Diana. Vivi en La Granja a partir de mi tercer mes de vida y desde enton- ces me dediqué a cuidarla de cualquier intruso © desorden que pudiera afectar la produccion dela misma. La Granja era un lugar hermoso, admirado y envidiado por muchos, Esta belleza se debia en gran parte a lo ordenado que era el Amo, quien distribuia todos los espacios ¢ implemen- tos con gran sabiduria; yo lo queria mucho. El vivia con su familia en una cabafia de aparien- cla muy acogedora a pocos metros de la entrada al recinto, precedida por un bello portén y un jardin Leno de colores y matices, tan reconfor- tantes a la vista, que eran dignos de una deli- cada pintura, Més alla de la cabaiia habia un 12 ‘mplio terreno en el cual los animales deam- bulabamos libremente. Estabamos todos jun- (0s, sin esos corrales asfixiantes que separan a las distintas especies de animales como sucede en otras granjas. Todas las mafianas, el Amo ba alimento para sus gallinas, sus vacas, sus cerdos y un plato especial para mi, aunque era yo quien me encargaba de que los demas ho se engolosinaran y se comieran todo de una pasada; esto porque el Amo les volvia a dejar alimento cada vez que vaciaban los comederos, y no faltaban los aprovechadores, sin criterio, que abusaban de su buena voluntad, También estaban los que se la pasaban bebiendo litros y litros de agua en el abrevadero que el Amo habia puesto a unos quince metros de la ca- bafia. A pesar de estos casos puntuales, en La Granja era comin respirar aires armoniosos y cargados de un aroma riastico muy relajante, lo que, sumado a sus bien cuidados pastos, verdes arbustos y al bonito cerro que se alzaba justo en el centro del terreno, otorgaban un aspecto muy fotogénico. Sin embargo, muchos intentaron traspasar losalambres de pitas que cercaban meee, pe- rimetro, principalmente con la intenci6n de robarnos las gallinas, La mayoria de ellos fees ton humanos, pero hubo una vez que incluso tn puma lo intent6. Y bueno... zortos. Vario, vortos. Pero nunca nadie lo logré mientras yo ¢stuve ahi. Eso es algo de lo que inica forma de entrar Sentimiento del Amo, pero aun ast yo sicmpre Procuraba seguir observando atenta cada tmen Vimiento de los extratios, Casi todos los que ve- nian a La Granja se daban cuenta de exo yse fomPortaban como correspondia; los que ne, bueno, digamos que se Hevaban uns recuerdo inolvidable de mi parte, Pero el dia en queel Amo llegé con Jambwa fue distinto. -Y cémo no iba a serlo? Algo asi po ocurre todos los dias. Estoy segura de que hasta en el otro lado del mundo (dene he es- Cuchado decir que todas las cosas son extrati, Yal revés se habrian sorprendido con tal acon ‘ecimiento, Obviamente, fue una de esas corre que sabes que no volveris a vivir en tu vida, un evento extraordinario, para nada comin, Quitar la vista de Jambwa no era tarea facil, por evidentes razones, Ese dia, hasta las galli, tnasy las vacas adoptaron una actitud vigilante, rando atentamente al extraiio con recelo y sconfianza, pero sobre todo con incertidum- le, (EL Amo se habia vuelto completamente loco? Quizas... pero de ser as, también yo me habia vuelto loca, porque por primera vez en Vida no senti la necesidad de observar fija- fa un extrafio que entraba a La Granja, reluso considerando las particulates carac. (eristicas de aquel individuo, Tal vez fue su semblante dulce y timido lo que me provocé tuna sensacién de absoluta confianza. No, ese fhigante bonachén no mataria ni a una mosca y estaba demasiado asustado como para inten- tar robar algo. Ademis, no tenia cara de ser un ‘siduo consumidor de gallinas; me encarifé ton éla los pocos minutos de su legada, pero ilecidi que era mejor dejar pasar algo de tiempo ws de acercarme. La esposa del Amo se Ilevé una gran impre- sién cuando lo vio. Estaba igual de disgustada con su presencia como varios de los habitantes de La Granja. Los nifios, en cambio, quisicron a Jambwa desde el momento en qui on, peto el Amo no los dejé acerearse aquel primer dia, a modo de precau ‘Al cabo de una semana, Jambwa seg) La Granja y todos empezamos a notar que, al parecer, su presencia seria algo definitivo. Habia mas de algan animal molesto con esta situaci6n, pero en lo personal, a mino me ge- neraba ningan tipo de malestar, Hasta ese mo- mento, Jambwa habia sabido comportarse muy bien, y si no fuese porque su peculiar figura Hamaba poderosamente la atenci6n a cualquie- ra que tuviera al menos tn ojo, habria pasado practicamente desapercibide —Diana, querida, jo deberias ir a interro- gar a esa cosa que el Amo ha traido a nuestro hogar? -me dijo un dia el Gallo-. Mi fami- lia esta bastante alterada con su presencia y ta pareces indiferente a la situacién, ,Acaso te da miedo acercarte? 16 —Cierra el pico -le espeté. Debo ser honesta, el Gallo no me caia para nada bien y ya habiamos tenido varios conflic- tos en el pasado. —El Amo confia en él. No es asunto mio, ni mucho menos tuyo. —Perdona si te he ofendido, querida, Esta- ba acostumbrado al modus operandi de tu pre- decesor. |Kikiriki! Cuanta falta nos ha hecho Iguien como el viejo Tobias hoy por hoy, ;no crees? El jamas habria aguantado una situa- i6n asi en sus tierra —Tobias ya no esta, Gallo. —Es evidente que no -murmuré maliciosa- mente, antes de darse la vuelta y retirarse co- rriendo antes de que le arrancara sus plumas una a una, Algo de raz6n habia en las insidiosas pa- abras de ese pajarraco. En los dias que Jam- bwa llevaba alli, no se le habia visto conversar n nadie mas que con Quirén, el caballo del Amo. Yo habia fingido estar siempre ocupada reyguardando La Granja, pero no por miedo a Jambwa, como habia sugerido el Gallo; mas uv bien temia que él se asustara y reaccionara mal ‘quella tarde. Se sobresalt6 un poco cuando me ami presencia, lo que seria peligroso para to- vio sentada frente a él, pero no se movi6, en que hizo fue volver a cerrar los ojos ¥ me pareci6 que intentaba aguantar la resp. dos. Sin embargo, tarde o temprano tendriames cambio, lo racién, Qué haces? ~pregunté con vor firme. tando que pareciera casualidad que me topara Yavi que estabas despierto, con una criatura de sus proporciones, Jambw. Jambwa apenas abrié uno deus gemtles ojos se encontraba acostado, al parecer disfrutande marrones; lo abrié muy poquito, como cuande, del calor que generosamente nos regalaba el Sol te despiertas y sabes que debes levantarte rapi- do, pero la comodidad del lugar donde duermes te seduce més que cualquiera de tus responsahi- lidades. Dej6 ese ojo entreabierto, lo suficieme Para verme y garantizarme su atencién, —Me estoy haciendo el muerto, seforita ~Fespondié casi en un susurro, ain inmévil, Como dices? —Ya sabe, el muerto. Cuando uno se queda muy, muy quieto... —Créeme que ten, cerseel muerto ~admiti con algo de vergtienza recordando mis tiempos de cachorra, cuando me ganaba unas ricas galletas haciéndole es truco a los nifios-. Lo que no entiendo es por ué lo estas haciendo. ;No sera que solo cree muy dormil6n? Ya es tarde y nial Amo ni, mii nos gustan los perezosos, — No, seforta, le prometo que no soy flojo ~su voz fue convincente y sons como si este viera avergonzado de que alguien pudiera pen. sar eso de él, —dEntonces, por qué no te levantas? ‘ase lo dije por unos segundos Jambwa 8 hank ote nico ojo qui estaba usandy y 10 hacia alrededor, para luego volve, aentre- Flo y enfocarlo en mi, Me estoy haciendo ~Ab, bueno... pues para que los demis es. 1 felices, de sus gallinas y pollos, tina majestuosidad que parecian apreciar. Pa, defecto genético, pro el Gallo se asegunee de decirle a todo el mundo que aqucla ne una prueba indisutible de si acendensoe gada a a realeza, yde que todos debin so trseafortunados de estar cerca de lS) insufrible ser que nos mitaba con slewenn Podia llegar a decir cosas bastante ride Pero aun as lograba convencer a varios son Sus farsas, Repentinamente, una réfage de viento lo desestabiliz6 e hizo que se cayera de Ia roc, aterrizando de leno en el spars ba de los cerdos, El Gallo se le vanto lo mas ray ‘i do gue pido, mirando hacia tds lados asegurarse de que nadie mis hubicse vin bochornoso Petcance, ¢ intent6 retomar su Postura arogante pretendiendo qu nada fn bia pasado. Nos miraba ala distancia con nn ojos entrecerados yc barro sepugnante teando lentamente desde sus plums Jamto, ¥ yo contuvimos la rsa y rtomamos mace conversacién. 22 Los escuché hablando anoche -me res- 16. Tengo un buen par de orejas, sabe? tmidamente- Uno de los pollitos pregun- Podia jugar conmigo y su madre le respon- ho, porque yo lo aplastaria. No sé por habra dicho eso, si yo jams he aplastado Los demés pollitos se asustaron mu- Su papa les dijo que temia que yo estuviera hasta el dia en que me muriera Entonces, ‘te los pollitos murmurs que esperaba que © ©Curriera pronto, para que los dejaran jugar Nuilos... Por eso decidi hacerme el muerto nque para serle franco, sefiorita, me esté 'do mucha hambre. ;Podria tracrme algo usted, para no tener que moverme? Supongo que entenderan el inmenso enfado '€ Me provocé el Gallo, pero preferi guardar ©oMpostura. Confiaba en que ya llegaria la ©pertunidad para darle una lecci6n, asi que de- “di que seria mas productivo y agradable en- curgarme de hacer sentir mejor a Jambwa en La Granja para que no tuviera que pasarse la vida haciéndose el muerto hasta agradar al resto, —Lo siento, pero no creo que yo sola sea capar, de traerte la cantidad de alimento que necesitas, Jambwa -Ie dije intentando desviar tun poco el tema del Gallo-. Qué tal si vamos juntos a buscar algo para que comas? {Te pare- ce? Y por cierto, solo llimame Diana. Recuerdo que caminamos tranquilamente durante un par de minutos. En realidad solo queria presentarle a Jambwa un espacio de La Granja que quedaba detras del cerro; un lugar extenso al cual podria ir cada vez que quisiera algo de tranquilidad. Era el lugar que yo ocu- paba con el mismo fin, y al cual nadie més te- nia permitido acercarse. Estaba justo antes de la entrada a un bosque bastante sombrio, uno al que casi todas las criaturas temfan y evitaban. El cercado, que solia separar las dependencias de La Granja con ese temible bosque, se habia destrozado tras una seguidilla de impetuosos inviernos, pero sus vestigios atin cumplian una misi6n relativamente restrictiva, Todos sabian que el bosque estaba mas alla de los limites permitidos; durante el dia, me encargaba de 1 constantemente que nadie transgredic- sa regla. —Creo que aqui podras comer tranquilo, Jambwa. Hay suficiente comida para ti, s0 no? Le indiqué todo el sector previo al bosque. ra un espacio del porte de un estadio, repleto ic arboles lo suficientemente grandes como para centretener a Jambwa por un buen tiempo. Inclu- so tenia una amplia poza de agua y otra que, tras desprendimiento de tierra, el afto anterior, quedado convertida en lo que ahora seria perfecta y cnorme piscina de barro. Ni que lo digas! De haber sabido que tia este lugar, no habria racionado tanto el mento que me ha dado aquel buen hombre »s ltimos dias. iNo, no, no, nada de pasarte de listo con la Je adverti, aunque en un tono mas de broma que en serio-. Pero tienes razén, el Amo es un buen hombre y cuida de todos nosotros, 50 a los mas desagradables. Jambwa sonrio timidamente como dudan- si decir lo que estaba pensando, Finalmente, susurré con simpatica dulzura: - —{Lo dices por el sefior Gallo? Asenti con la cabeza, sin disimular una son- risa cémplice, como si nos estuviésemos con- tando una travesura, —Pues si, pero no se lo cuentes a nadie —le dije-, Sera nuestro secreto, al igual que este lu- gar. Ven aqui cuando te plazca, pero recuerda no cruzar el bosque. Jambwa se volteé a mirar el lugar menci nado. Debido a su entusiasmo por el amplio y ‘oportuno espacio que le habia presentado, no PFest6 atencion al Kigubre follaje, que se impo- ‘nia mas alla de la verja ruinosa que delimitaba ‘uestras ticrras; las ramas y hojas del bosque se ‘mecian con la suavidad amenazante de un de- redador que se oculta para accchar a su presa, —@or qué no? ~pregunté con genuina cu- tiosidad. —Porque no -respondi rotundamente, No queria contarle cosas que pudicran asustarlo innecesariamente. —Pero, :por qué no? —Ya te he dicho que Porque no, —Pero debe haber una raz6n. - quien simplemente pegs resoplido y devolvi6 su mirada a lo que 108 convocaba. Al cabo de a correr lo de una Conté dias después, cre- que no volveria a sentir jamas, Muchos rumores se * quienes aseguraban haber visto con {a Propios ojos a los fantasmas de los inca pai due entraron alli para no regresar jamés, "no eran mas que patraiias, pero debe, F que mas de una ver senti un escale. ssecorrer mi espalda al pasar sola cerca del Pero hoy no era el caso, porque vaya acompafiadal Desde ese dia, supe que habia encontrado migo en Jambwa. Hasta ese momen, »co amigo cercano en La Granja era Pero a veces me aburtia un poco por. Hiaa hablar demasiado, Era un cal lg 27 increiblemente sabio y Ileno de experiencias, yo lo respetaba muchisimo por eso, pero mu- chas veces terminaba convirtiendo nuestras conversaciones en extensos mondlogos. Hubo ocasiones en que Quirén solo respondia a mis preguntas con mas preguntas, como querien- do incentivarme a encontrar la respuesta por mi misma; una formula muy interesante, pero que igual lograba irritarme a veces. La verdad, siempre habia querido dedicar un buen mo- mento de mis dias a reir, correr, saltar y sim- plemente pasarlo bien, mas que enfocarme, de forma exclusiva, a ser la impavida guardiana de La Granja. Con Quirén no podia hacer esas cosas, porque él siempre terminaba muy can- sado tras las largas jornadas de trabajo junto al ‘Amo. Pero con Jambwa, al fin podria disfrutar de tonterias como esas, cuando tuviera algén rato libre en mis faenas, y él ya no tendria que hacerse el muerto durante todo el dia para no molestar al Gallo. Asi es que, sintiendo cémo este entusiasmo se iba concentrando en mis pa- tas, me eché a correr junto a mi nuevo amigo con una alegria desbordante a flor de piel, al 28 igual que él. Jugamos, reimos, y luego de un ato me recosté felizmente a la sombra, mien- tras Jambwa comia vorazmente de los Arboles. Me sentia relajada, contenta e incluso protegi- da, aun cuando estoy tan cerca de ese extraito bosque. ;Quién se atreveria a hacerme dafio con semejante compafiero? Con el tiempo, comprendi que la llegada de Jambwa nos habia cambiado la vida a cada uno, hos gustara o no. Y no era para menos! Después de todo, un enorme elefante viviendo en una granja no es algo que se vea todos los dias, 58 Vind o "oS § BIBLIOTECA 3 \Qtrutqs®/ Ahora, dejo con ustedes un testimonio que contiene una reveladora conversacion entre dos criaturas que, por aquel tiempo, residian en La Granja, escrito por mi buen amigo Wilson. ‘isicamente, Wilson era un mapache como cualquier otro, sin ningiin rasgo que lo dife- renciara demasiado, salvo la cicatriz que atra- vesaba verticalmente su ojo izquierdo. No era demasiado grande, pero si lo mirabas deteni- damente se notaba. Sin embargo, a pesar de lo nada extraordinario de su aspecto, Wilson no era un mapache como los otros pues, a mi pare- ‘er gozaba de un ingenio mis clevado, astuto, nivel de un zorro como yo, Es muy inusual encontrar mapaches por es- {as tierras, aunque de igual forma lo es encom, “con un elefante. Pero como dicen por ahi, wida es imposible”. tienen mucha razén! Muchas locuras, sin sentido aparente, ocu- a diario en el mundo, pero de lo nico que Estoy seguro es de que todo ocurre por una ra. r6n. Cuando no lo parezca, es porque aiin no hemos sido capaces de apreciarlo, Et Bosque ESPANTOSO. (Y Las DAMAS RECHONCHAS, DE PIEL MAN- CHADA, QUE COMEN PaSTO A ESCONDIDAS) CASO 1, ARCHIVO #056 Levabamos demasiado tiempo excapando, mis cerca; podiamos cir el pasto seco quebrindose agitadamente bajo sus patas y también sus ladridos furioses ¥ descontrolados. Nuestras patas, por su parte, Parecian estar a punto de arder en llamas; ne odiamos parar, pues nuestras vidas dependian de ello, El dicho popular “patitas para qué las fluiero" no podria haber calzadlo mejor. Es més, he llegado a pensar que lo invent6 alguien que, al igual que nosoeros, escapaba desesperada, mente de una jauria de perros rabiosos, Y con to no quiero decir que los perros que nos esa. ban persiguiendo estaban contagiados de rabia, 32 ue tenian toda la apariencia de ser de esa clase de caninos a los — ‘Solo hay una forma, Saal le gritéa mi 180, que iba algunos metros por delante de arrancando sin tregua, —iOlvidalo, Wilson! —iSon sabuesos, zorro tonto! —iBs que yo tampoco me atrevo a entrar! ~voeifero mi compaiiero, justo antes de trope- se con una infame piedrecilla. Contrario 4 que se podria pensar, este impasse no lo de- Vo ni por un instante, y continud avanzando icluso a mayor velocidad. El problema fue que, en vez. de hacerlo corriendo lo hizo rodan- frenéticamente, como si fuera el neumatico tin auto de carreras que esti a segundos de ar primero a la linea de meta, Antes de lo que esperabamos, llegamos ala Frontera que separaba aquella gran praders seca 3 del lugar al que ni Saal ni yo querfamos entrar eto yo sabia que era la tinica oportunidad de salvarnos. Oimos unos aullidos y logramos di- visar las siluctas de aquellos rastreadores enfada- dos acercéndose precipitosamente. Una mirada de panico y un gesto de resignacién bastaron ara que mi amigo y yo nos decidiéramos, —De todas las cosas estiipidas que hemos hecho, esta es la peor —dijo Sail. Entramos en el bosque. Aparentemente, era un bosque como cualquier otro, pero trans- mitia una sensaci6n escalofriante, como si te estuvieras internando en un laberinto donde sabes que hay algo mas observandote en la os- curidad; algo o alguien sin buenas intenciones Y que, aunque no lo veas, es lo que determinara hacia donde te dirigirén tus propios pasos, de tal modo que el camino que tomas en tealidad €s una confabulacién sombria de los arboles Para llevarte a perder la razén y atraparte entre Sus ramas y raices maliciosas, ;Qué entretenido suena describirlo asi! En realidad, siempre me gustaron esas cosas de tipo paranormal, como criaturas extrafias y lugares encantados que 36 ‘lan bastante miedo. Son geniales, ;verdad? Deberia existir uno de esos parques de diversio- nes que tienen los humanos, pero solo para ani- ales, Yo me la pasaria en la casa del terror! Lamentablemente, ese bosque no me causa- bel entusiasmo que me provocaria un parque dle diversiones. Estar alli era definitivamente equivalente a entrar en otra dimensién: una dlonde el peligro era pricticamente tangible en claire. De hecho, ya no se escuchaba ladrar a los perros, aunque solo estuvigramos a algunos metros de distancia, —Tenias raz6n, Wilson me dijo Saiil entre los jadeos propios de un maratonista que acaba de terminar la carrera de su vida-. Esos sabue- ‘0s jamais se atreverian a entrar aqui, y ya veo por qué. Evidentemente, nos habfamos salvado de ser capturados y despedazados por ese montén de Petros que ahora acechaban al borde del bos- c. Sin embargo, al estar ahi en ese tenebroso ar en el que el crujir de las hojas secas y las mas podridas resonaban con un eco espec- tral, habia algo que me inquietaba muchisimo, 5 por cada vez que *esPiribamos aquel aire fro y pesado, ~Tenemos que salir de aqui -le dije a Saal cn ¥02 baja, temiendo que los irboles me es- cucharan, ~ Puts no podemos ~me respondid.. Olvi- das que hay un montén de saburene esperindo- ‘hos ansiosos allé afiuera? Saiil estaba en lo maces se abrieran paso hacia nuestro all mante refugio. Mientras tanto, Saal ¥ Yo co- 36 no, ahi. estabamos, en Situacion para nada favorable, con nuestise NOS y estémagos vacios, Era claro que no podriamos fugarnos por el imo lugar donde ingresamos, al mene no un buen rato; Peto yo no queria seguir pa- do alli ni un segundo mas, Hay que salir por el otro lado ~sentencié, Qué otro lado? ~inguiris Sat No creeras que este bosque debe tener otro extremo, —Pues ciertamente lo parece, —No todo es lo que parece 6 dice ser tes: di intentando relajarme un Poco ante tanta ‘On-. Por ejemplo, té eres un Zorro, pero mas Sail Rigoberto Coyote ~pude nots, eo Mi amigo se olvidaba un momento del —Con mi nombre no, Wilson. Sabes quees tun tema delicado para mi respondié con aire ofendido-. En fin, si de veras crees que este bos- que tiene otra salida, lo ideal seria continuar avanzando en linea recta hasta atravesarlo, — Brillante, Coyote! ;O mejor dicho “bri- ante, zorro”? Me confundo.... —Te odio, Wilson. Caminamos sin prisa, pero sin pausa por el tétrico montén de érboles putrefactos. Llegé tin Momento en el que nos percatamos de que nuestros pasos seguian una especie de ritmo muy particular, casi musical. Nos caus6 tanta Bracia, que por unos minutos hizo que estuvié- Famos mas pendientes de mantenerlo que del ambiente escalofriante que se erguia a nuestro alrededor. De repente, el ritmo se perdid debi- do a unos pasos fuera de tiempo. —Felicitacione: lodia -me dijo Saé caminar, Nos quedamos petrificados con nuestras pa- cn actitud caminante, como si alguien nos biera congelado mientras avanzabamos, Ni lante, sitwindose frente a nosotros. El asuens {ue que no lo hizo por nuestra derecha ni por testra izquierda, sino que paso a través de St10s paralizados cuerpos, impactandonos ‘on un Frio espantoso que solo podia provenir ‘lealguien que Levaba mucho tiempo sin vide, Lo que vimos nos erizé todo el pelaje. Se trataba de un enorme perro de color perlado y contornos difusos. De sus extremidades se des. Prendia esa densa nicbla parpura que nutria al bosque de perverso mistetio, Sus ojos negros, Wilson, arruinaste la me- | molesto pero sin dejar de nente al llegar a ellos, y lograban trans lun sentimiento de condena eterna, —No deberian haber entrado aq con su vor espectral, Yo no he sido, zorr0 mentiroso ~replique. —iUps! Lo siento, he sido yo dijo una vor desconocida y gutural detras de nosotros, 38 i de acogedor, pero lamentable- ente, Ya Nos tenemos que retirar.., —Silencio ~interrumpié el perro, y su voz produjo una cadena de ecos por el bosque, anulando con una sola palabra todo intento de valor por parte de mi amigo, el zorro-. Este bosque no tiene misericordia con los intrusos ni los irrespetuosos —la nicbla que salia de sus atas comenz6 a envolvernos lentamente, como tuna boa constrictora-. Me temo que tendran que quedarse aqui para siempre... —iiAy, noll! jjPor favor, sefior perro fantas- mal, no nos mate!!! -suplicé mi amigo, gritan- do entre sollozos-. Le juro que no nos metimos aqui por gusto. La verdad, es harto feo su bos- que, con todo respeto se lo digo. Le vendria bien una manito de gato -la niebla parecié apretarnos atin mas-. jjNo, no, nada de gatos, claro que nol!! Solo entramos aqui para que no ‘nos mataran otros perros, y ahora sale usted de la nada, y también es un perro, y también nos quiere matar... —Ya cillate, zorro bobo ~le espet6 el perro, evidentemente saturado de la verborrea de 42 | Les ha Ilegado la hora y no hay nada que puedan hacer para evitarlo, Era el fin, lo sabia. Como habia dicho aquel «speluznante ser, no habia nada que pudiéra- thos hacer para evitarlo,estabamos atrapados a “ui merced, sin nada vivo alrededor que pudiera indarnos alti tipo de auxilio. Me puse muy ervioso. ¢Cémo no estarlo? En cuestién de se. gundos mi existencia en este mundo llegatia a su fin y nadie se enteraria nunca qué fue lo que ps6 con el zorro y conmigo... Fue entonces cuando se manifest6 una infi- tna luz de esperanza: desde que era muy peque- , mi familia se dio cuenta de que, cada ver que me ponia nervioso por algo, estornudaba, ‘una supe si se trataba de alguna especie de alergia a los nervios o qué; solo sé que suce- dle y que, afortunadamente, esta ver no fue la @cepeion, Nunca pensé que un estornudo pu- dlcra resultar oporcuno, pero lo cierto es que stornudé estruendosamente y sin taparme, ya que mis patas seguian tiesas hasta ese mo. nto; todo el contenido de mi nariz estall6 dle forma espectacular y atravesé con viscosa tundencia a la criatura sombria que ame- nazaba nuestras vidas. —iAbhhhhhh, qué ascoooo!!! ~aleg6 el pe- 170 espantoso, distrayéndose por no mas de dos segundos, los suficientes para que Saiil y yo nos ccharamos a correr a toda velocidad, como si hhubiésemos logrado recargar nuestras energias mientras estabamos paralizados de miedo. Sentiamos que el endemoniado espectro nos Pperseguia furiosamente, mientras el zorro y yo pareciamos dos saetas disparadas por alguna deidad griega. No tengo idea de cémo lo lo- gramos, pero al poco tiempo pudimos divisar el final de aquel terreno maldito y cruzamos hacia el otro lado sin mirar atrés, sin siquie- ra considerar la posibilidad de que pudiera tratarse de algén precipicio u otro lugar ain mis siniestro que el que dejabamos atras. Sin embargo, la vida parecia darnos una nueva oportunidad, pues la luz no tardé en golpear ‘nuestros ojos, al mismo tiempo en que un aire infinitamente mas agradable y ligero llenaba de vida nuestros pulmones. —jLo logramos, Wilsor n efecto, lo habiamos logrado. O tal ver biamos muerto y aparecido en El Paraiso, que lo que veian mis ojos era inconcebible. te hermoso: Ileno de colores cargados de vida, con sonidos tan sutiles y bellos que pro- fan una armonia que bien podria interpre- re como el cantico alegre de la naturaleza isma, Se notaba que aquel lugar era cuidado y conservado con mucha bondad. Habia una cerca maltrecha que parecia poner un alto al bosque, pero bastaba con dar un paso mas alla Para encontrarse con un étea verde del tamaiio ‘len estadio, Nos acercamos a una gran poza de agua que habia cerca y bebimos de ella, tablemente sedientos. No era para menos ¢sierto? El agua sabia tan pura y fresca que nos Vitaliz6 de forma instantanea, Nunca habia isfrutado tanto beber agua; cada gota era un dlcleite imposible de describir en palabras, Res- otra vez. Decidi que preferia no pensar en que acabibamos de vivir, y recordarlo solo como una pesadilla, La vida continuaba y, por ‘a, era mejor concentrarse en encontrar algo que acallara los reclamos ruidosos de ‘huestros estmagos vacio —Wilson, me parecié ver un lindo elefante yendo hacia el otro lado de aquel cerro, Pensé que mi amigo seguia conmocionado y alucinaba, evidentemente traumado por lo que acababamos de vivir. El haber estado cara a cara con una muerte horrenda debi dejarlo mal de la cabeza. [Elefantes, ni mas ni menos! Qué tonteria, —iShhhhhhhh! ~te dije, pues me habia Percatado de algo-. No digas locuras y calla. te, Sail... Mira hacia allé, no somos los tnicos disfrutando las bondades de este lugar, Cerca de nosotros y sin haberse percatado de nuestra presencia, a solo unos metros de la Poza de agua en la que recign habfamos bebido, dos criaturas pastaban golosamente. Eran gor. das, bastante més grandes que nosotros, y te- nian un pelaje blanco con manchas negras. De sus cabezas se asomaban timidamente un par de cuernos pequefios. Comian y comian, sin Parar, la tierna hierba que tapizaba el sector, Como si la vida se les fuera en ello, movienda sus bocas de forma grotesca. Una de el po- dlivertidas caras de placer extremo con cada *cado, mientras que la otra tenia un gesto de exagerada preocupacién, Nos acercamos a ellas ‘igilosamente, ocultindonos detras de los étbo. les que nos rodeaban, —Parece que tenian muuuuuuucha ham- "e, ¢no? ~murmuré Saul-, ¢Encendiste? Mutttuuuucha” hambre—rio ahogadamente. Muu” como hacen las vacas —Qué broma mas mala -Le dije, haciéndole Best0s para que se callara y escuchara lo que versaban aquellas sefioras; quizas podian ner informacion valiosa sobre las tierras don. lc habiamos ido a parar, Nos acercamos un poco mis y entonces pude s. —@Supiste que uno de los hijos del Amo re- 2 un diploma en el colegio por sus buenas notas? ~pregunts la que parecia preocupada, te movia sus patas delanteras con nerviosisma, ~iQué horror! ~dijo la otra, dejando caer bolo de pasto en el suelo, —Nefasto, 46 Ist me agradé ese nifio. Son todos unos inconscientes y egoistas. —¢A quién se iran a comer ahora? —A alguno de los terneros, de seguro. La vaca volvié a dejar caer un bolo de pasto. Claramente, no habia considerado esa opci6n. —EI Amo no se atreveria... — Ja! Por celebrarle tonteras al nifio ese, el Amo asaria La Granja entera -insistié la otra vaca, que no dejaba que ningiin bolo de pas- to cayera de su boca-. Necesitara una buena cantidad de carne para no quedar mal con los invitados. Hubo un silencio incémodo, mezcla de tr teza ¢ indignacién. De repente, la vaca a la que se le escapaba el pasto de la boca arqueé una de sus cejas, como considerando una alterna- tiva dudosa. =i por qué no se lleva al clefante? Miré a Sail, que me sonreia con satisfacci6n. Al parecer no estaba tan equivocado cuando dijo que creia haber visto un clefante, minutos atras. Pero, jcémo podia ser eso posible? 43 —No creo que lo haga, le tomé demasia- lo carifio ~aclaré la otra vaca-. Ademas, ese clefante es capaz de hacer el trabajo de varios bueyes a la vez. —iNi que lo digas! ‘Toribio ya esta desarro- llando una depresién por pensar que el Amo lo pilard pronto. El gigante ese le arrebat6 todas sus faenas, de un dia para otro... a vaca la miré con asombro. Esta vez, si 6 caer un bolo de pasto, —(Entonces era verdad todo lo que escribié el Gallo en esa carta? —Bueno, no es mentira, pero debo admitir exager6 un poco toda la situacién, zno crees? Su compafiera tomé el bolo que habia deja- caer y lo engull6 de una sola vez, mientras wi su cabeza en sefial de negacién, —Ni idea. Lo que es yo, ya no sé qué pensar 1 voz sonaba desesperanzada-. A propésito, is a la reunién de comunidad que convocé Gallo? Ahora, ambas vacas parecian nerviosas —Pues no sé, no me parece que el tipo sea nalo como lo hizo ver en la carta... De pronto, una tercera voz, muy chillona, ¥ y salié de la nada. —& ustedes dos Iué estan haciendo aqui? q ‘q {eas vacas abrieron sus ojos al puneo on el roles. Una gallina 7c estin comiendo el pasto nuevo que est sembrando el Amo? ~continué la gallina, nen ot fone de vox agudo, cada vex mas inn inte a verdn! Espérense a que le cuente a Diana sobre esto... Antes de que la amenazarlas, las vacas s4 ras, cubierta del polvo que levantaron al partir tan j{Pentinamente. Me giréa mirar el cersg ys0- bre el mismo pude vera un, hermosa perra Pastor aleman, mirando hacia donde habian pasado las vacas, Se acercs y miré hacia quedé como hipnotizado, lida Wilson, creo que me he enamorado, —iPedazo de tonto! ~no podia creer lo que cl zorro estaba diciendo-. sAcaso no recuerdas Suardiana del paradisiaco lugar af que habia. nos llegado, mientras descendia con clegancia hacia una especie de trigal a la bajada del cerro, —Déala que me atrape, Wilson, (Qué estas diciendo, Sail? —Solo déjala que me atrape ~repitié mi '80. Debo decir que jams lo habia visto.q, — No digas estupideces le dijeyaieritas y algo nervioso ante la idea de tence que escapar 51 anino ese nto, un ruido extrafio Llamé mi atencién-, Oye, zorro, qué es lo que tienes ahi? Sin despegar su mirada flechada de la guar- diana entre el centeno, Satil levanté una de sus patas. Estaba empufiando con firmeza el pes- cuezo empolvado de la regordeta gallina que habia ahuyentado a las vacas hacia un rato, la que indtilmente usaba sus tiltimas energfas en tun pataleo desesperado por la asfixia inclemen- te. No tardé mucho més en dejarse tomar por los brazos de una oportuna muerte, que acudi6 a liberarla de su tormento y, con un tiltimo ca- carear ahogado, perecié. Fue asi como, tras una angustiosa odisea, nuestra ansiada cena al fin estaba servida. Antes de continuar, debo comentarles que (por obvias razones) fue absolutamente im- Posible obtener una declaracién por parte del Gallo que residia en La Granja. El tuvo un rol preponderante en el desencadenamiento de los sucesos que dicron lugar a la tragedia, Sin embargo, gracias a mi natural perspicacia, fui apaz.de encontrar un documento que se crefa perdido durante el desafortunado suceso, el cual evidencia el reprochable actuar del Gallo y refleja su espiritu sedicioso y ruin, A continuacién, les dejo una copia de la car- « que el Gallo envi6 a varios de los animales que residian junto a él en La Granja, dias antes cle que la desdicha se tomara aquellas tierras, LAS PREOCUPACIONES DEL SENOR GALLO (CARTA DE UN PAJARRACO MISERABLE QUE NI COCINADO EN UNA CAZUELA ME CAERIA BIEN, PORQUE SEGURAMENTE QUEDARIA DESABRIDA Y CON SABOR A PANAL USADO) Caso 1, ARCHIVO #049 Estimados y estimadas animales de La Granja: Me dirijo a ustedes, por medio de la presente, con graves y tortuosas inquictudes relaciona- das con la insospechada Ilegada del “mamifero proboscideo”, de nombre Jambwa, y su aparen- te permanencia en La Granja, que por afios ha sido nuestro cémodo y seguro hogar. Quiero partir contextualizandolos un poco en el interesante y vasto mundo de las cien- cias naturales. El elephantidae en cuestién no es una especie propia de este ambiente. En el caso de Jambwa, el entorno natural que le pro- porcionarfa un desarrollo prospero se encuen tra a cientos de kilémetros, en el corazén de 56 la sabana africana, la cual tiene caracteristicas considerablemente distintas a las que se hallan qui. Nunca es bueno ingresar especies extran- jeras a un habitat distinto; si no me creen, los nivito a investigar en cualquier publicacion cientifica, Veran que todos los estudios res- Idan dicha afirmacién pues tanto la’ raza ntroducida como el habitat que lo hospeda sufren consecuencias negativas ~pavorosas en nuchos casos-. Recuerden la situacién con los tores hace un tiempo, que terminaron con- irtiéndose en una plaga sumamente dafina ara todo el ecosistema surefio tradicional, y ain es erradicada como corresponde, a pesar de los esfuerzos incesantes de tantas vidas nobles, que lucharon sabiendo lo perjudicial que seria cntregar sus tierras a agentes forasteros, Muchos podrian apelar a los bellos concep- tos de solidaridad y gencrosidad, pero en este caso me pareceria un error descomunal con- fundir el “ser un buen samaritano” con “dar el visto bueno” a situaciones que, en un fu- turo mas cercano de lo que creen, favorezcan tuna invasién absoluta por parte de entidades extranjeras; las mismas que, eventualmente, terminaran por suprimir todas nuestras cos. tumbres y tradiciones, amenazando la armonia y los hogares que hemos logrado sacar adelante con tanta pasién y brio. Pensemos en nuestros hijos y las Futuras generaciones, Es cierto que el elefante Lleg6 tras un evento lamentable que ocurrié cerca de aqui. El sinies- tro que acabé con aquel respetable zoolégico fos entristecié a todos y nadie quedé ajeno a la conmovedora y trigica historia en la que el Fuego despiadado cobré las vidas de tantos animales. Me consuela pensar que, tal ver, las Hamas consumieron sus cuerpos para liberar sus espiritus atribulados por el cautiverio y la Icjania de sus verdaderos hogares, Sin embargo, no podemos ser siempre no- sotros los designados por defecto para brindar apoyo a quienes aparentan estar suftiendo situa ciones complejas. Me parece correcto decir que deberiamos partir por casa y destinar e308 cui- dados y dedicacion a nuestros pollos, terneros y lechones. De lo contrario, llegara el dia en que ellos nos recriminen con fiereza por el escaso 58 ho que recibieron de nuestra parte, al entre- ‘nuestro tiempo a seres ajenos al niicleo fumi- 1; los mismos extrafios que, para ese entonces, se habran adjudicado todas y cada una de las idables oportunidades que, de otra manera, pudicron estar garantizadas para nuestros hijos. Si creen que exagero, les pido que dirijan su da a Toribio, uno de nuestros mas ama- y esforzados bucyes. ;Le debemos tanto! Y, sin embargo, ahi esta el pobrecillo sin poder bajar, ya que Jambwa ha tomado su lugar 1 las labores que por aiios realizaron tanto como sus ancestros. ;Acaso estaba haciendo al sus tareas? ¢Merece Toribio tal degrada- n? La respuesta es un rotundo no. Ningin mal sincero podria poner en duda el trabajo onesto ¢ inigualable del hermano Toribio, No, for. Nuestro camarada no merecia tamafio -splazamiento por causa del gigante invasor, Pero mas alla de las complejidades laborales, hay otto pensamiento que irrumpe sin piedad en mi mente y me angustia por las noches: {por qué Jambwa fue el tnico sobreviviente del incendio? No entiendo cémo un animal de tamafia envergadura haya sido el nico capa de fugarse, habiendo tantos otros dotados de mayor agilidad y flexibilidad, ; rado la posibilidad de que Jam victima, sino tal vez el victimario de tan fati- dico acontecimiento? Haya existido 0 no una intencionalidad detris, lo cierto es que el ori ten del Fuego no haa sido esclarecido, y tengo derecho a poner en duda la version que liber de toda culpa al tinico ser que parecis contar con buena fortuna entre tanta desgracia 60 ndependiente de siesta clase de teorias solo tminan en la creatividad de mi mente, la ver- «les que los inconvenientes que ha causado ribo del elefante a La Granja son indiscu- hasta para el ojo ingenuo, Los espacios se itado, la comida tendra que racionarse mentar una boca adicional, y para nada uta. Incluso la comunicaci6n entre noso- mismos se ha visto entorpecida, por temor diferencias de opinién que podria generar 10 debate sobre el tema, Todo esto es en extremo lamentable y se ha vuelto insostenible. Yo no quiero que mis po- llos sigan viviendo encerrados en el gallinero Por temor a algiin arrebato de esa colosal criae tura, sin siquiera poder salir a jugar como lo es tan natural a su edad, ya que el mas minimo desliz. de Furia o entusiasmo exacerbado de una bestia de sus proporciones podria ser catastré- fico para cualquiera de nosotros, mas atin para nuestros pequefios. Por si esto fuera poco, debo recordarle que el gran asado con el que el Amo preten: de celebrar los éxitos académicos de su retoi seré muy pronto, y los tinicos que no parecen, preocupados por tan infortunado evento so} Diana (cuyo actuar frente al elefante ha deja mucho que desear, ya que su trabajo es prot gernos ante todo), Quir6n y Jambwa. Pien: que es ofensivo que el Amo ni siquiera ha considerado la idea de obtener la carne que cesita a partir de un solo gran animal, en v de iniciar una masacre en la que varios de n sotros perderemos la vida para complacer ladares humanos. Y, lo que es peor, a pesar 62 nuestra magnanima hospitalidad, el elefante ni siquiiera se ha ofrecido, por cortesia, a tomar nuestro lugar, plasmando asi su completa falta ‘le empatia y priorizando sus intereses propios sobre las vidas de quienes lo acogieron en su nomento més dificil. Esta es una actitud que, ciertamente, encaja mas con un perfil psicopa- co que con la personalidad discreta y bonda- ddosa que pretende demostrarnos, Dicho esto, los invito cordialmente a todos una reunién de comunidad, de carécter ex. traordinario, a realizarse en la medianoche de tmazana, en las laderas del bosque. Les pido de coraz6n que no divulguen esta informacién, o nuestra cuestionable encargada de seguridad podria intentar impedir la realizacion de tan hecesaria asamblea y poner trabas al ejercicio de los derechos que nos corresponden, por el solo cho de ser residentes en La Granja, los mis- Nos que por afios hemos fortalecido con esfuer- 20 y amor, por nuestras libertades y tradiciones, Un afectuoso kikiriki para todos, de parte de su siempre fiel despertador matutino, ElGallo, 6 El siguiente testimonio comprende una pe- Tove la fortuna de quedarme con una buena quefia entrevista que le hice a Lord Charles idad de sus finas cecinas, de las que atin me Hogswine, un cerdo inglés, originario del con. dado de Yorkshire, Inglaterra, quien acompafia- do de su pareja, Lady Linda Hogswine, habité en La Granja junto al resto de los animales, Ell humano, conocido como “EI Amo,” los habia traido directamente desde Londres, la ciudad donde se criaron desde que eran unos pequciios cochinillos, y que jamas lograron dejar atris, én especial su singular acento “cockney”, pro- Pio de aquella gran metr6poli europea, Actualmente, Lord Hogswine se encuentra llamado litigo repartido a lo largo de todo el pais en forma de i me tenia un ro- delicioso pernil ahumado, manteca y tocino, 66 CHANCHO O’CLOCK (COCHINO DE ALTA ALCURNIA) Caso 1, ARCHIVO #028 EI dia de la entrevista con Lord Charles Hogswine me sentia nervioso, porque el cerdo cra unos de los mas distinguidos miembros de la sociedad animal. Atin asi estaba confiado en que lograria obtener algiin dato relevante de 1, que me otorgara una mayor claridad respec- toa los turbios antecedentes que tenia sobre la tragedia. Si mi amigo Wilson hubiese estado en mi lugar, probablemente ya habria tapi- zado su hogar con el viscoso producto de sus estornudos, debido a su Trastorno de Espasmo Nasal Ansioso (si, «s un diagnéstico inventado Por mi, pero reconozcan que suena mejor que “Sindrome de Nariz. Explosiva con Mocos In- bre que a mi parecer era de pésimo gusto), 66 Me encontraba en un despacho ostentoso clegante, adornado con muebles de caoba y rrdes dorados, cortinas color vino tinto y una sa fotografia que lo retrataba en La Granja, | parecer tomada poco después de la llegada de Jambwa. En ella se podia apreciar la belleza simplista de los vivos colores que caracteriza- al recinto, y la version mas alegre de los alli habitaban, Se vefa al “Amo” sonriente, brazado de su familia; al Gallo, con su cres. marilla y sus numerosos pollos situdndo- se adelante del “Amo”, intentando sutilmente ganar un primer plano, al que se sumaban un de gallinas, unas mas regordetas que otras; «los vacas, de cuyos hocicos colgaban restos de pasto, acompariadas de un par de bueyes con rostro deprimido y varios terneros. A Lord or Hogswine se le veia posando con propiedad junto a su esposa, cuyo rostro parecia haber sido quemado con un cigarrillo. Finalmente, aun costado de la foto, se podia ver a Diana, Quirén y Jambwa. Sin embargo, a pesar de la presencia de Dia- na en aquella fotografia, fue otro el cuadro que capt6 mi inocente mirada de forma inevi table. Y debo decirles que, hasta el dia de hoy, lamento haber visto algo tan grotesco. De vez en cuando me pregunto qué hice para merecer semejante atrocidad. En fin, se trataba de un enorme retrato con aires barrocos, que se alza- ba detras del escritorio ubicado en la posicién central del despacho. En él se podia apreciar a Lord Hogswine con rostro orgulloso, y expuesto’ de la forma mas bochornosa que puedan ima- ginar, parado solamente sobre sus dos carnosos jamones trascros... ¢s decir, suculentos perniles traseros... ;Perdén! Sobre sus dos patas traseras. Supuse que la pintura pretendia emular a Adan €l personaje biblico}, por medio de un desnudo frontal, que impactaba desagradablemente a la vista, Pero resultaba imposible dejar de apre- 68 ciar la macstria del artista al lograr plasmar cada detalle del rollizo y rosado cuerpo de Lord Hogswine, con sombras y matices tan realist que hacian que el retrato lograra el improbable efecto de ser atin mas repulsivo, El detalle de la manzana roja en su boca eventualmente me nabria hecho Horar de la risa, si no fuese porque en aquel preciso instante la puerta del despacho se abrié a mis espaldas. —Ah, joven Coyote ~dijo la inconfundible voz con acento inglés de Lord Hogswine-. Yo Veo que usted es una animal con ojos que saben precian /a arte. Esta vez. si que tuve que hacer un esfuerzo descomunal para contener Ia risa —Desde luego, Lord Hogswine; es un re- ato inolvidable para cualquiera que lo vea respondi con mi actitud mas profesional. Le gradezco haberme concedido un tiempo para esta entrevista. —Oh, no hay problema, my friend. JEmpe- zamos? Noté que Hogswine miraba su reloj de be sillo reiteradamente. | —Por supuesto... {Tiene usted mucha prisa mi Lord? ; joven Coyote, hay poca tiempo. Debo. asistit a una reuniGn mucha importante. Como sabes, la puntualidad es fundamental for me —Entiendo, mi Lord, descuide. | mas breve posible, Lo haré lo tan insolito. Afortunadamente para mi ina cabezota quedé cubriendo una d tes mas vergonzosas del cuadro, Me dispuse a comenzar la entrevista. Si a grabadora y la encendi, dejandola sobre el n escritorio. Luego, tomé mis apuntes y me acla-~ ré la garganta, pero no fue buena idea porque me puse a toser descontroladamente. zAcaso también tenia una especie de sindrome que se activaba en momentos de ansiedad? Le habria Mamado “Desorden de Tos Compulsiva In- oportuna’, Por suerte se me pas6 cuando mi entrevistado me facilité un vaso con agua, asi que lo consideré un hecho aislado. Pedi discule pas, me volvi a aclarar la garganta (esta vez sin efectos adversos) y comencé la entrevista, Sail Rigoberto Coyote (SRC): Cuénteme, Lord Hogswine, ,qué recuerda sobre Jambwa, el clefante? Lord Hogswine (LH): Jambwa era un elefan= te mucho grande. El dia que lleg6 a La Granja apenas podia pasar por el porton y todos que- damos asombrados con su tamanio. Tenia una trompa gigantesca y largos colmillos, pero a pesar de todo se vefa mucho timido. Incluso yo recuerda que hubo un dia en que no quiso ni levantarse. No se movié hasta que Miss Diana fue a hablarle y, al parecer, lo castigé echan- dolo hacia /a patio trasero de La Granja, de- s del cerro. Mr, Gallo estaba mucho contento cuando eso pas6, SRC: Y usted, gcémo lo consideraba? LH: ZA Mister Gallo? Era un gentleman; creo que era descendiente de una familia de la no- leza europea... SRC: No, no. Me referfa a cémo consideraba a Jambwa, el elefante. LH: Oh, well, previo a la tragedia, admito que no me agradaba mucho, pero tampoco lo aborrecia. En cambio, Lady Hogswine no lo soportaba, asi que yo no tuve mayor cercania personal con él durante esa época, para evitar troubles, SRC: (Por qué no lo soportaba Lady Hogswine? LH: Porque al parecer Jambwa le robo unas . que habia guardado luego de una excur- sin con el Amo, a long time ago, SRC: {Irufas? LH: Oh, yes, Lady Hogswine era una talen- tosa cerda buscadora de trufas, Luego de su til tima salida junto al Amo, escondié algunas a nodo de sowvenir-y para ella eran sus mas pre ciados tesoros. Dos dias después de la [legac rR n de Jambwa, sus trufas desaparecieron. Mr. Ga- Ho, que andaba por ahi cerca, le dijo a ella que seguramente el elefante habia usado su buen olfato para robarle las trufas y venderlas SRC: -Pero por qué Jambwa iba a querer vender trufas? LH: Joven Coyote, deberias saber que las true fas se venden como si fueran joyas culinarias. SRC: Estoy consciente de su valor, Lord Hogswine. Lo que no entiendo es para qué Jambwa iba a dedicarse a traficar trufas. LH: No lo sé, pero nuestro amigo Mr. Ga llo siempre fue inteligente, y Lady Hogswine never puso en duda sus palabras. Confiabamos en él por su linaje noble, reflejado en su cresta amarilla. SRC: {Y a usted le convencié la version del Gallo? LH: Of course, gpor qué él diria algo asi sin tener fundamento? SRC: No lo sé, pero hay antecedentes en mi investigacién que apuntan que el Gallo no le tenia ningiin aprecio a Jambwa, y que habria ho varios comentarios insidiosos y prejui- ciosos contra é LH: Pues de ser asi, él habra tenido una mo- tivo, joven Coyote. Mr. Gallo y su familia eran de muy buena clase, Seguramente vio a Jam- bwa haciendo alguna cosa mala y quiso sacar- lo de La Granja para cuidar Jas valores que él inculcaba a sus pollos. SRC: Me resulta bastante extraito. En fin, équé me dice de la reunién previa al asado? LH: Yo no fui a esa reunién, Para ser hones- » ese dia habia comido mucho comida y me olia el estémago, por lo que iba al banio cada diez. minutos. Habria sido very indecoroso asis- tira la reunién, Lady Hogswine dijo que me jedara reposando, y que ella iria en represen- 6n de los dos. SRC: {No le tenan miedo al bosque? LH: Claro que le temiamos al bosque (Quién no? Pero la carta que Mr. Gallo envié lccia claramente que se juntarian en las lade- 's del bosque, no en su interior; estaba prohi- ido cruzar hacia all SRC: {Pero sabia usted que dicha reunion finalmente se hizo dentro del bosque? u SRC: {Lord Hogswine? Lo sabia? LH: I'm sorry. No, no lo sabia, (Estas seguro de eso? SRC; Es un hecho confirmado, al igual que la ausencia de Lady Hogswine. LH SRC: Esta usted bien, Lord Hogswine? LH: Oh, no lo creo, joven Coyote. Lo que di« ces me resulta very dolorosa de oir, ya que Lady Hogswine me aseguré haber ido la reuni6n con todos Jas demas. SRC; Lamento que deba enterarse de esta manera, yo pensé que usted ya estaba al tanto... {Qué fue lo que supo acerca de la reunién? LH: Me contaron que se habia decidido to- mar unos medidas respecto a Jambwa. Medidas drasticas para evitar aquel asado, que nunca ol menos, no como se es SRC: ;Le mencionaron a qué medidas se re- ferian? 16 LH: Yo no recuerda bien, pero creo que algo relacionado con su trompa. Seguramente para que no se comiera la comida de fas demas y para que no robara mas cosas. SRC: ;CuAl cree usted que fue un factor determinante en el desafortunado evento que tomé lugar en La Granja? LH: No creo que me corresponda juzgar a die, pero yo pienso que tal vez Mr. Gallo ido haber puesto demasiado énfasis en algu- cosas, exacerbando los temores de Jas de- s. No me malentienda, joven Coyote, yo no poa Mr. Gallo... pero tal vez la situacién se do manejar de otro manera. SRC: 2A qué se refiere con “exacerbar temo- res de los demas”? LH: Lo que pasa es que la resto de los ani- les de La Granja estaban mucho preocupados cémo iba a afectarlos a ellos la Iegada de bwa. Muchos temian por sus trabajos, otros - el elefante fuera un especie de inadaptado social 0, peor atin, que tuviera malos intencio- yes. Falta mucho para acabar? SRC: La verdad, me quedaban algunas pre- guntas, pero me saltaré a la diltima. Esta tal Miss Diana que mencioné previamente... LH: Miss Diana era la guardiana de La Granja. Llegé cuando Tobias, el guardia ante- rior, ya se habia puesto mucho viejo para el trax bajo; poco después se fue de vacaciones y nunca regresd, Seguramente se qued6 disfrutando de su retiro y... ;Oh my God, la hora que es! SRC: Estamos terminando, lo prometo. Y tengo claro quién es Miss Diana, créame. Lo que queria preguntarle era si tenia por ahi al- guin teléfono para contactarla, 0 su direcci6n si fuera posible, Es que me gustaria tomar su declaracién también... LH: Oh, well... Tengo entendido que ella se fue a vivir al sur del pais. Creo que yo tengo sus datos por aqui, in my notebook. Permitame revisar... SRC: Témese su tiempo, no tengo apuro. LH: Oh, yes. Aqui esta todo... Miss Diana. Te Jéfono e e-mail, No tengo su direcci6n, Im sorry. | SRC: Perfecto! Con eso basta, no se preocu- | pe. No se imagina cuanto se lo agradezco. rane 78 Las siguientes paginas exponen el testimo- io de unas ratas que Wilson y yo conocimos nte los dias que vivimos ocultos en las cer ‘as de La Granja. Nada hacia presagiar que, 1 pesar de que tuvimos un pequefio conflicto as, lograrfamos ver mas all de nuestras ferencias y hacer un trabajo colaborativo por breve periodo de tiempo, que pudo haber sido mayor, de no ser por la tragedia. Las ratas lograron infiltrarse en el bosque, er percibidas, y escuchar las cosas que se hablaron durante la reunién de comunidad convocada por el Gallo, sta es la declaraci6n de su vocero ofici rata conocida como “Diecisiete”., LOS ROEDORES FORAJIDOS (REUNION SECRETA EN EL BOSQUE) Caso 1, ARCHIVO #063 ‘Diecisiete, haz esto; Diecisiete, haz esto, otro”. Ya me tenian aburrido con tantas érde~ nes. ;Cémo si yo hubiese sido la tinica rata dis- ponible para hacer las cosas! Sin embargo, vefa a Veintitrés sin hacer nada mas producti: vo que rascarse el ombligo, a Once durmiend. hasta tarde, y a Cuatro probandose diferent peinados frente a un trozo de espejo roto. Ne es facil ser una rata, pero el destino determi: que a mi me lo haria atin mis dificil. —jDiecisiete! —(Qué quieres ahora, mama? —respon agotado. —Anda a buscar agua a La Granja, porqu se nos esta acabando. iLo que me faltaba! Inmediatamente supe que no sacaba nada con discutir ni intentar que tro tomara mi lugar en tan ardua labor, Des- me colgué la tapa de botella de jague bucal, que utilizaba como balde para sportar agua, y dejando escapar un suspiro © agotamiento, me dispuse a emprender rum- bo hacia una zona de La Granja que quedaba 4s de un cerro, Alli habia una enorme poza igua, que nos servia de suministro por mu- cho tiempo, sin que los habitantes de La Granja se enteraran de ello, por supuesto. Para mi mala suerte ya se estaba haciendo tarde, asi que ten- dria que apresurarme para evitar que la noche yyera mientras andaba por alld sin compaftia, Quizas podrian pensar que una rata como yo preferiria “tomar agua prestada”, al alero del ciclo nocturno, para pasar desapercibido, pero no era el caso cuando se trataba de La Granja. ‘A pesar de la presencia implacable de una perra guardiana durante el dia, era preferible correr cl riesgo de ser descubierto por ella que acer carse a oscuras a ese lugar, sencillamente por- que estaba demasiado cerca del bosque. Todo el 83 mundo teme a ese bosque, asi que imaginense el pavor que me provocaba la idea de pasar por ahi de noche, Cualquiera habria temblado de solo pensarlo. —Espéranos, Diecisiete -of decir a otras dos ratas cuando iba saliendo de casa-. Iremos, contigo. Se trataba de mis dos fornidos y curiosos primos, Trece y Quince. Ambos habian salido de la misma camada y era extremadamente di- ficil distinguirlos a simple vista. Para evitarse este problema, mi tio esperé a que estuvieran tun poco mayores y los envié a la costa para ta- tuarse con el gran Pepe Gaviota, una verdadera | celebridad en el arte del tatuaje con tinta de | pulpo. Mi tia se enfadé muchisimo, pero con el tiempo fue aceptando que no habia sido tan mala idea, ya que desde cntonces bastaba con mirar los ntimeros tatuados en sus lomos para dentificarlos; aunque en mas de una ocasion, mis primos bromearon diciendo que se tatua= ron el ntimero del otro. Quince agarré un envase vacio de tempera escolar y me lo pas6. 86 —Lleva este también, es perfecto ~me dijo. —Pero si ya llevo un recipiente -le respondi tun poco molesto, ensefiindole la tapa de enjua- gue bucal. —Si, pero asi la Hlenaremos mas rapido. —Llenar qué? No fue necesario que me respondiera. Tre- ce traia a duras penas una botella plastica de medio litro sobre la espalda. Tomé el envase de tempera y Quince se fue a ayudar a su herma- no. Se pusieron uno detris del otro, y la botella qued6 perfectamente apoyada, de forma hori- zontal, sobre los dos. —Vamos, Diecisiete -ordend Quince. —Si, antes de que me arrepienta afiadié ‘Trece acomodandose para partir. Demoramos unos pocos minutos en Ilegar La Granja, pero me hacia sentir mucho me- jor ir acompafiado de mis primos. Olisqueé un poco para verificar que no hubiesen puesto ve- reno para ratas cerca de alli, Una vez. que estu- ve seguro de que no habia peligro ni moros en la costa, hice una sefia a mis primos y, tal como en una operacién comando, nos infiltramos en 85 esos hermosos terrenos para obtener lo que buscabamos. El pasto del lugar nos superaba en altura, dandonos la ventaja de pasar relati- vamente desapercibidos. Llegamos a la poza de agua y, rapidamen- tc, colocamos la botella en el borde para que se Ilenara sola, dentro de lo posible. Luego, Quince toms el envase de tempera y comenz6 a vaciarlo cn la botella para “acelerar el proceso de Ilenado”. Habia que salir rapido de allio la guardiana podria percatarse de nuestra presen= cia, asi que me puse manosa la obra y comencé a ayudar con mi tapa de enjuague bucal. Llevabamos aproximadamente tres cuartos de botella lena cuando escuchamos una tos detras de nosotros. —Vaya, vaya, qué tenemos aqui? Esperaba que al girarme no estuviera tras nosotros la enorme guardiana que custodiaba La Granja. Mis primos, por su parte, ya se hae bian volteado y miraban boquiabiertos a lo que sea que estaba alli. Al igual que mis primos, me quedé contem= plando at6nito a un extrafio animal que no ha- 86 bia visto jamas en mi vida; debia medir unas tres cuatro ratas de alto, y su pelaje era gri- sdceo, con bordes negros alrededor de sus ojos y mejillas. Tenia una cicatriz vertical que atra- vesaba su ojo izquierdo y una cola con franjas, como anillada, bastante divertida. Nos miraba con desdén y eso me molesté un poco. —jOye, Coyote, mira lo que encontré por aca! ~grit6, —iYa voy! -le respondié una voz cercana. Oh, rayos, Habia oido hablar de los coyotes. Son unas criaturas parecidas a los perros y se dlestacan por ser excelentes cazadores, despia- dados y solitarios; sin embargo, en cuanto lleg6 me di cuenta de que no era un coyote. A este animal si que lo conocia bien, y no me quedaba ni la menor duda de lo que realmente era. —Eso no es un coyote ~sentencié Trece, ali- viado como yo. — (Por qué lo Hamaste Coyote? Si solo es un. zorto ~pregunt6 Quince a la criatura extrafia. Inmediatamente, ¢l extrafio animal no iden- tificado se eché a reir sin disimulo alguno, aproveché para formular mi gran duda. —Qué animal es ese? -le pregu tonto -me respondié secamente-, Qué es es0 que llevan ahi? —Una botella -le respondi. —Para el agua -aclar6 Trece. El mapache paré de reir y, tras secarse las lagrimas, tomé una fruta que traia consigo y se acercé a lavarla en la poza de agua. — Por qué haces eso? ~inquirié Quince, —Para sacarle el veneno -respon darle mayor importancia. 88. Mis primos y yo nos miramos simultanea- mente, invadidos por el terror que le tenfamos asa palabra. —Veneno! -le grité-. Has estado lavando cosas envenenadas en esta poza de agua? El mapache continuaba sumergiendo la fru- tan el agua para luego frotarla rapidamente Con sus manos, como sacandole brillo. das -contest6 indiferente-. Pero mejor prevenir que curar, ;cierto? ‘Todo pas6 muy rapido. Al cabo de unos ins- tantes, mis primos y yo nos abalanzamos furio- sos sobre el mapache, quien ni siquiera podia respondernos con certeza si habia contamina- do nuestra agua 0 no. Fue entonces cuando el zorro aproveché la oportunidad para pagarle con la misma moneda: se eché a reir a carca- jadas mientras veia al mapache desesperado, tratando de evadir nuestros golpes y rasguiios. Como estébamos cansados por haber cargado los envases para el agua, nuestro arrebato no duré mucho. —Ratas locas, qué les sucede! botella con el agua no envenenada, nos fuimos a conversar con ellos bajo la sombra de los r- boles. Aunque en realidad todo era sombrio, pues la noche ya se habia dejado caer y la tinica fuente de luz. era una luna en fase creciente.. El mapache nos cont6 cémo habian atravesado el bosque, y nosotros no lo podiamos creer. Tam= bién nos mencioné que en La Granja ahora vi- via un clefante, que todos los dias se instalaba en el mismo sector donde estabamos conver- sando, y en caso de que apareciera debiamos estar atentos, ya que en mas de una ocasién lo acompafiaba la guardiana. Por un instante crei que nos estaban tomando el pelo porque, a decir verdad, no tenia idea de lo que era un clefante, pero una vez que me lo describieron se me hizo absolutamente inconcebible que una bestia asi pudiera habitar en ese mismo lugar junto a los demas animales de La Gran- ja, Lo que si les crei fue lo del perro fantasma, Porque nosotros también lo habiamos visto en una ocasion pasada, aunque él no se percaté de Nuestra presencia, jmenos mal! Era medianoche y, de pronto, aparecié una luz a un costado del cerro. Se escuchaban vo- ces susurrantes acercandose hacia nosotros, rapidamente. Nos escondimos en la parte mas sombria y observamos con cautela. Venian por nosotros? Al parecer no. Se trataba de una fila de animales de La Granja que caminaban rumbo al tenebroso bosque vecino, encabezados por un gallo de cresta amarilla, que llevaba consigo una vela. Noté que el zorto estiraba el cuello para ver si su amada guardiana iba con ellos; afortu- nadamente para nosotros, no estaba presente, ‘Tampoco el supuesto elefante, lo que me hacia dudar atin mas de su existencia, —Oye, Gallo -dijo un buey con rostro tris- te, que iba al final de la fila-. :Por qué segui- mos avanzando hacia el bosque? Se supone que la reunién seria aqui... —Este lugar no es seguro, Toribio ~con- test6 el Gallo-, Hace unos dias, Clotilde vino acd a buscar a tus vacas y desde entonces esta desaparecida. Wilson y el zorro se miraron sorprendidos, 93 —Como si el bosque fuera mas seguro! ~es- peté una de las vacas. EI Gallo se volte6 con rostro soberbio, con tun gesto que expresaba cierta satisfaccién. -respondié con firmeza, Algo me decia que no estaba mintiendo, pues parecia muy convencido. —~Alguien quiere queso? -dijo la gallina que acompaiiaba al Gallo-, Es de la despensa del Amo. Queso. La gallina habia dicho queso. Mis primos y yo alzamos nuestras narices y lo com= probamos: Oh, si... el inconfundible y sublime aroma del queso nos confirmaba su presencia seduciéndonos a la distancia hacia esos anima- les. No fue necesario que Trece, Quince y yo nos habkiramos para ponernos de acuerdo; una mirada bast6 para que supiéramos que ese que- so seria nuestro. Queso? ~pregunté otra de las vacas-. Qué asco me da el queso. Queso. Queso. Queso. —Apuren el paso o Diana se dara cuenta, luego vemos lo del queso ~advirtié el Gallo. Queso, Queso. Queso. Queso. Queso. = los cerdos? —dijo Toribio. —Lord Hogswine esta indispuesto y Lady Hogswine dijo que se quedaria cuidandolo ~contesté la gallina-. (Una lstima! Se perde- ran este buen queso. Queso. Queso. Queso. Queso. Queso. Queso. Como si el flautista de Hamelin nos estu- viera Ilamando con su melodia, Trece, Quince y yo seguimos el aroma del queso. El mapa- che y el zorro nos hicieron gestos para que nos quedaramos, pero era imposible resistirse: ahi estamos caminando hacia el bosque espan- tos0, detras de la multitud. Pasamos una verja destruida y, pocos pasos mas alla, el aire cam- bio, haciéndose mucho mas denso. El bosque de noche cra realmente espeluznante: infinitos Arboles negros se torcian hasta'adoptar postu- ras monstruosas y una neblina color parpu- ra sc imponia amenazante. La gallina dejé el queso cn el suelo y nos sentamos a esperar el momento oportuno para robarlo. Todos los demas animales se sentaron en semicirculo para disponerse a escuchar al Gallo, ‘Bienvenidos, amigos! —les dijo, extendien- do sus alas lo mas que pudo-. Agradezco mu- cho su tiempo, gracias por veni —Baja la voz, Gallo ~le advirtié el buey mic rando alerta en direccién a La Granja-. Diana nos descubrira. —jTranquilo, Toribio! ~le contesté el Gallo, alzando incluso mas la intensidad de su voz—. Este bosque esta encantado y una de sus mas notables caracteristicas es que aisla todos los sonidos, asi que si alguien grita por auxilio con todas sus Fuerzas, no sera mis que un vano gas- to de energia. Todos quedaron estupefactos ante la aclara- cién del Gallo, quien sonreia con malicia dis- frutando las expresiones horrorizadas de sus contertulios, A cé6mo sabes tanto tii? ~pregunté una de Jas vacas con voz temblorosa. Los ojos del Gallo se ensombrecieron y son: rio atin més perversamente. Parecia haber esta- do esperando que le hicieran esa pregunta, 96 —Porque tengo un amigo aqui -respondi6 con un tono de voz inquietante-. Les gustaria. conocerlo? Nadie respondié. Un escalofrio me recorrié el cuerpo. Defini- tivamente, al; Un violento torbellino de nicbla pirpura se form6 delante de ellos y, poco a poco, fue to- mando la forma de un enorme perro color per- lado, aunque no era muy “HD”, que digamos, El contorno de su figura no estaba bien defini- do, era mas bien difuso, pero eran sus ojos los que lograban destacar aiin en la oscuridad de la noche; parecian un par de malvados aguje- ros negros, de esos que hay en el espacio y que consumen hasta el mas infimo rayo de luz. que se le acerca (lo vi en la tele una vez). —{obias? ~inquirié Toribio, en cuanto pudo articular el habla tras semejante espec- téculo-, {El perro que custodiaba La Granja antes que Diana? {No estabas de vacaciones? La opaca ¢ intimidante mirada del peri spectral se pos6 con desprecio sobre su inter locutor. —Me mori, tonto, Lo de las vacaciones fue una historia que el Amo le inventé a sus hijos para que no se dieran cuenta, El buey agaché su cabeza, avergonzado y asustado, ‘Tobias aproveché el silencio para co- menzar a hablar. Su voz. solo podria describirse como fiinebre. —El Gallo ha estado viniendo al bosque desde hace unos dias y me conté que un vil forastero esta causando estragos en mi granja. {Ustedes estan de acuerdo con eso? jor supuesto que no!!! ~exclamé la ga- lina con gran entusiasmo. Los demas animales se quedaron observan= dola sin decir una sola palabra, lo cual provo- 6 un silencio bastante incémodo para todos los presentes. —Era una pregunta retérica, carifio -le su- surré el Gallo-. Se supone que no tienes que responderla porque sabemos la respuesta. | 98 La gallina se avergonz6 de igual forma que el buey, pero su caracter le impedia quedarse callada; era una de esas criaturas que siempre necesitaba ser duefia de la tltima palabra. —Pues para la otra avisen, qué se yo cémo diferenciar una pregunta de verdad de una restorantica. Se prodyjo otro silencio, atin mas inc6modo. —Retérica, carifio. —jAy! Papas, patatas. Es lo mismo —senten- cié la gallina. La niebla parpura los rodeé a todos, como si fuera una enorme serpiente buscando su cena. —No tengo tiempo para sus tonterias. Debo seguir recorriendo el bosque en busca de al- mas incautas -continué Tobias con tono ma- ioso-. Pero lo diré de la forma mas simple y directa que pueda, para que sus cerebritos lo entiendan: primero que todo, y que les quede bien claro, no crean que voy a tolerar que, en mi ausencia, hagan lo que se les dé la gana con mi Granja. {Un elefante viviendo junto a todos los demas, como si nada? jInconcebible! La niebla seguia colandose amenazante tre los asistentes a la reunién. —Segundo: el asado con el que el Amo tende celebrar los logros académicos de su hij acabard con la vida de varios de ustedes de ma brutal y dolorosa. Mi consejo es que se hagan del elefante esta misma noche, para el Amo y su familia no puedan concentra en realizar el asado, zentienden?-. La niebla concentré alrededor del Gallo y la gallina, ‘Tobias sonrié espeluznantemente-. Asi mat mos dos péjaros de un tiro. Los animales intercambiaron miradas n¢ viosas. Parecia que varios estaban incémod en desacuerdo con Tobias, pero no se atrevii a manifestarlo, A esas alturas, mis primos y ya nos habiamos olvidado del queso, pues parecer era bastante cierto todo eso del e! claramente esos animales de La Granj no tenfan buenas intenciones con respecto a él El fantasmal Tobias se qued6 muy qui to durante un instante que se hizo eterno. Yo creo que disfrutaba del silencio sepulcral que provocaba su presencia. De pronto, adopt6 la 100 posici6n de un depredador a punto de atacar y grufié de una forma asombrosamente aterra- dora. Después salt6 sorpresivamente sobre los demas animales, quienes gritaron escandalosa- mente, presas del panico... Y, entonces, desapareci6. El perro espectral se deshizo en nicbla parpura, dejando atras solo el eco inquictante de su risa malvada, jun- toa.un ciimulo de expresiones de espanto. — (Qué vamos a hacer? ~pregunt6 la vaca, Juego de recobrar la compostura. —Tranquila, mi querida amiga -respondi6 el Gallo enseftandoles una larga soga que esta- ba en medio de todos, justo en el lugar donde segundos atras habia estado Tobias-. Créanme que ya esta todo preparado para poder desha- cernos de ese elefante esta misma noche, pero antes necesitaré que todos se comprometan a apoyar el plan, —Pues tendras que explicérnoslo con lujo de detalles, Gallo -aleg6 Toribio-. No pienso meterme en un complot de este calibre sin co- nocer el plan, por mucho que nos venga a inti- midar un perro fantasma. ‘Todos los demas animales hicieron un gesto de aprobacién a las palabras del buey. Yo creo que tenian miedo, Me parece excelente, Toribio -le respon- dié el Gallo-, Para eso mismo cité esta reuni6n, con el fin de establecer un objetivo comin y lograrlo juntos. Por supuesto que les explicaré el plan ahora mismo. Lo olvidaba, alguien va a querer queso? Queso. Queso. Queso. Queso. Queso, Queso, 102 cnet Lo que sigue es la transcripci6n de una gra- baci6n que registra la declaracién de Quirén, el caballo del humano al que todos los anima- les de La Granja llamaban “Amo”. El se hizo amigo de Jambwa desde el primer dia y se convirtié en su gran consejero, pasando a ser el animal que mas lo conoci6 durante el tiempo que vivi6 en La Granja. Quirén es un caballo de raza Clydesdale, los cuales se caracterizan por tener una cabeza ele- gante, mirada noble y expresi6n inteligente. Lo que mas destaca en su apariencia son las abun- dantes cernejas que cifie en sus cuatro patas (las cernejas son esos mechones de pelo que los caballos tienen justo arriba de sus cascos). En el caso de Quirén, estas cernejas eran de color beige, al igual que su crin y su cola. En cambio, el resto de su macizo cuerpo era de un color negro azabache brillante. No conozco su paradero actual, pues luego de la tragedia decidié no regresar a este lugar por mucho tiempo; pero sé que atin conserva el contacto con varias de sus viejas amistades. Por cierto, fue tras una larga conversaci6n con el sabio Quirén que deci investigador, siendo esta la primera declaracion que recolecté en mi vida. LA HISTORIA DE JAMBWA (EL VORAZ INCENDIO EN EL Z0OL6GICO) CASO 1, ARCHIVO #001 Gienes lista la grabadora? Ok, Oye, para un poco. Qué es esa luz que tier ahi? ¢Como dices? ;Qué ya empez6 a grabar? piezo. O mejor tt avisame ¢Comienzo no mas, entonces? ,Cierto? iYa, ya entiendo! Disculpa, es que a veces me supera tanta tecnologia. Bueno, por supuesto que recuerdo las cosas ien lo amé desde el momento 16. Fue hijo tinico, como es usual en los de su especie. {Te imaginas lo que debe ser estar embarazada de dos 0 mas elefantes? Una proeza! Su padre destacaba por su compasién, y se encargé de transmitir Fuertemente este valor al pequefio Jambwa. Juntos salfan a recorrer la sabana africana durante las tardes buscando a quién ayudar, Hubo una vez en que una leona hambrienta intent6 atacarlos, pero el padre de Jambwa logré alejarla con sus gigantescos col- s, sin hacerle ni un rasguito, Jambwa no endia por qué su papa habia sido tan gentil con un animal salvaje, que habia tenido la clara intencién de matarlo, Entonces, Jambwa le pre- gunt6 que por qué no la habia atacado de vuel- embistiéndola con sus colmillos o pisindole cola con sus enormes patas; pero su padre se it a indicarle con la trompa un baobab cer- no, detrs del cual se escondian las pequefias as de la leona, un montén de pequefios feli- hos rollizos, de torpe caminar, completamente indefensos y probablemente tan hambrientos como su madre. Jambwa comprendié entonces cl significado de la compasi6n, una virtud que 107 da la impresi6n de ser més determinante en la vida de quien la recibe que de quien la ejerce, pero finalmente es al revés. Sin embargo, el ser tan compasivo puede lle- var a que otros tomen ventaja de ello, Eso fue lo que ocurrié luego de que el padre de Jambwa rescatara a una cria humana que estaba atrapa= da en una grieta. El pequefio le agradecié sin« ceramente por haberlo salvado, pero al llegar a st aldea y contar lo sucedido a sus familiares y vecinos, los codiciosos hombres tomaron sus armas répidamente y se adentraron en la sabae na para buscar un grupo de elefantes, cazarlo y asi vender el marfil de sus colmillos. Mu pocos elefantes sobrevivieron al ataque sor sivo de los humanos. Jambwa y sus padres al canzaron a ser rescatados por unos americano Ellos se diero el tiempo de curar sus lesiones con mucha s vidad y dedicacién. Al parecer, no todos los manos eran malos después de todo. No lo que realizaban un safari cer quizas habia algunos que también conocian € significado de compasion. Fue asi como la familia de Jambwa termind embarcada hacia este continente. Una vez aca, fucton a parar a un circo de dudosa reputacion, ese lugar, Jambwa y sus padres aprendicron muchos trucos entretenidos: jugar a la pelota, caminar en dos patas, hacerse el mucrto, ludar agitando las orejas y cosas por el estilo. Lamentablemente, tuvieron que aprenderlos a costa de soportar los maltratos reiterados por parte de los humanos que trabajaban alli, quie- s solian usar duras varas para golpearlos cada ver que erraban en algtin movimiento durante 1s ensayos para los espectaculos. Hubo un dia en el cual los humanos se ol- vidaron de darle agua al padre de Jambwa. ie durante una muy larga jornada, en la que, vietima del cansancio, cometié el error de do- blar mal la rodilla durante el show y se cay6 estrepitosamente en escena y si bien no hubo ningtin herido entre el piblico, los responsa- cs del circo se encargaron de castigarlo se mente por el bochornoso incidente que vo pasar. Cuando la gente se fue, uno de los sa- les encargados tomé un objeto afilado y lo utilize 109 para herir al gran elefante. Se oy6 un gran truendo de dolor desde la trompa del malog) do elefante, el que resoné por todo el lugar. pequefio Jambwa observ6 con los ojos Ik gue su padre hacia un descomunal esfuerz por ponerse nuevamente de pie; vio c6mo s papa camin6 a duras penas hasta fa jaula en gue vivian, dando cada paso como si cada de sus patas pesara el triple, para finalment desplomarse frente a él y su madre, respi con gran dificultad, {Como era posible que papa no se revelara contra los humanos y 3 tara todo a su alrededor? Es cierto, todos los animales del circo su- frian: estaban, encerrados la mayor parte del tiempo en jaulas diminutas, que los deprimian enormemente, pues en sus venas corria la san- gre cilida de una selva libre, en donde todos Jos dias habia alguna razén y espacio para co- rrer hacia donde quisieran. Pero en el circo, las cosas no eran asi; alli Los animales tenian que moverse solo cuando se les ordenaba, de lo con- trario eran “corregidos” con temibles métodos. Jambwa recordaba muy claramente una vez. que la jaula de los elefantes qued6 junto a la jaula de una leona alarmantemente desnutrida y cubierta de parisitos. Bl elefante tard6 poco cn percatarse de que se trataba de la misma leo- nna que habia intentado atacarlo a él y a su papa tiempo atras, cuando solo conocian los peligros de la plena libertad y no los del cautiverio, que a su juicio eran infinitamente peores. balla... famélica, Ilena de terribles cicatrices y muy alejada de la belleza natural que su vigor salvaje imponia en la selva. Tenfa una expre- sién de tristeza en el rostro que nunca sanaria, con surcos marcados por el caer de sus kigri- mas, pues en st coraz6n se albergaba el veneno palpitante de saber que jams volveria a ver a sus cachorros, es0s que habian quedado com- pletamente solos en la sabana africana, abando- nnados a la intemperie, detras de algén baobab, a merced de la vida misma. Jamas podria verlos convertidos en indomables fieras, admiradas y temidas por todos los otros seres vivos, sino que tendria que conformarse con una duda eterna sobre su bienestar. Jambwa supo que el tinico a anhelo de esa leona era que ningin humano se hubiese topado con sus pequefios hijos y, por sobre todo, que no hubieran terminado como esclavos en un circo. Durante doce afios, Jambwa y sus padres vie vieron en esa clase de condiciones, hasta que un dia un grupo de humanos que se ded baa defender a los animales interrumpié una de las funciones del circo para abrirles los ojos a los espectadores. Se armé un gran alboroto, pero una vez mas Jambwa aprendié que inclue so criaturas como los humanos podian sentir el don de la compasién que tanto le inculeaba su padre, Hubo una gran pelea entre los del circo y los que defendian a los animales. Intervino la policia para apaciguar los animos. Dias des- pués, el horrido circo fue clausurado debido a la evidencia de los miltiples y atroces mal- tratos contra los distintos animales que alli se encontraban, y la familia de Jambwa fue adquirida por un respetable zool6gico, que se encontraba no muy lejos de esta granja. En el zooldgico se encontraron con mas clefantes y con un mont6n de otros animales. Los huma- hos que trabajaban alli los alimentaban y cui- daban muy bien, y nunca los obligaban a hacer trucos ni cosas por cl estilo, Jambwa me conté que, a medida que avanzaba el tiempo, comen= 26 a sentir que la alegria se asomaba timida pero decididamente en sus vidas, por primera ‘vez. en1 mucho tiempo. Su papa habia sanado de sus heridas y su mama sonrefa tiernamente de nuevo, dejando atrés esa expresion de angustia tras los afios de encierro y dolor. Era evidente que no gozaban de la misma libertad que les ofrecia su tierra natal, pero al menos aqui esta- quilos. Incluso, tal vez, de ser felices juntos... jEsta cosa sigue grabando, verdad? Est bien, esta bien, Solo me estaba asegurando, sigo, entonces, En qué estaba? Ah, si, la feliz. vida de Jam- bwa en el zooldgico. Bueno, amigo mio, lo cierto es que a veces destino puede llegar a ser muy cruel. A Jamb le tocé aprender eso de la peor forma imagi ble. Cuando me conté sobre el incidente q 114 acabé con el zoolégico, no supe qué decir para contenerlo. 'Y eso que soy muy bueno para ha- blar! En fin, a veces las cosas que pasan en el mundo parecen no tener sentido, sno lo crees? Recuerda bien lo que te diré ahora: todo en esta vida sucede por una raz6n, No lo olvides nunca. EI siniestro en el zool6gico comenz6 tras una falla eléctrica, la que produjo algo que Jambwa solamente habia visto en el circo, cuando un humano lo escupia desde su boca: fuego, esparciéndose ferozmente por todo el zoolégico, quemando sin piedad todo lo que encontraba a su paso. La noche se habia sumi- do en un caos colosal. Alaridos, Ilantos y gritos de auxilio se ofan sin cesar mientras las llamas inclementes comenzaban a cobrar sus prime- ras victimas. Jambwa quiso ayudar, pero su pa- dre le ordené correr hacia el muro mas Iejano; desde alli pudo ver cémo su papa y su mama, junto a otros elefantes, se pusicron trompas a la obra y comenzaron a sacar agua desde el abre- vadero para lanzarla sobre el fuego. Repetian el pfoceso una y otra vez y, a momentos, parecia que el fuego retrocedia. Jambwa los observaba 5 admirando su coraje y determinacin, y confié en que lograrian mantener la situacién contro lada por un tiempo mas, hasta que pudieran recibir ayuda de los humanos; pero, lamenta- blemente, eso no fue suficiente, Una repentina rafaga de viento hizo que el fuego se expandicra mucho mas, y los elefantes se vieron obligados a retroceder. Jambwa qui- so ir a ayudarlos, pero el fuego ya estaba cada vez mis cerca; el humo no le permitia ver hacia donde avanzar. La angustia volvi6 a apoderarse de su corazén, pero justo en ese momento al- Suien arrojé un poste gigantesco delante de él, el cual gener6 una especie de muro que mantuvo las Hamas a raya y, en consecuencia, a Jambwa asalvo. El joven elefante supo de inmediato que la idea del poste habia sido obra de su mama y su papa; sin embargo, no los veia por ninguna parte. Delante de él solo podia ver la ardiente barrera que frenaba el avance de las llamas. Un Gltimo estruendo, proveniente de las trompas de papa y mami, basté para que Jam- bwa supiera que el suefio de la familia feliz se habia acabado. Todo terminé consumi 116 aquel siniestro implacable, el cual dejé una marca de miedo imborrable en el joven elefan- te; una herida abierta en su espiritu, como la que habian hecho a su padre en el circo. Cuando al fin llegaron los bomberos y lo- graron controlar el incendio, era muy tarde para los demas animales. Jambwa, encerrado entre el gran muro de concreto y la barrera creada por el poste, logré salvarse y ser el tinico sobreviviente de tan lamentable acontecimien- to. El joven elefante, lejos de encontrar consue- lo se sinti6 culpable por no haber hecho algo ims para intentar salvar a sus padres y eso le causaba una mayor desaz6n. Jambwa me dijo que esa vez lloré como nun- caantes, y que con el tiempo habia descubierto que si cerraba sus ojos con mucha fuerza podia ver a su familia sonriéndole de nuevo, al mis- mo tiempo que dejaba de observar este mundo oscuro y vacio donde ya no existian. Uno de los bomberos lo entregé a un hom- bre que habia viajado un buen trecho y le ofrecia un nuevo hogar. Muchos dudaron de las intenciones de aquel sujeto, pero al no u7 tener mas ni mejores a a Jambwa con la condicién de que lo cuidara y legarantizara un espacio donde pudiera sen- tirse a gusto; de esta forma, en su corta vida. Al llegar al hogar de aquel hombre, Jam- bwa apenas logr6 pasar por el estrecho portén, y qued6 maravillado ante el hermoso lugar al que habia ido a parar: era La Granja. Mas ade- lante, me conté k i i aquel momento, no solo por todo lo nuevo que veia, sino también porque fue capaz de percibir recelo y molestia por parte de animales que ni siquiera lo conocian. De hecho, esa misma noche, fue a conversar conmigo un momento. Me conté parte de su historia y me pidi6 que por favor me queda- ra despierto hasta que él se durmiera, porque tenia mucho miedo. Sin conocer més detalles de su vida, quise saber a qué podia temerle un animal tan monumental como él. Me respondié que al fuego. Al decirlo, su rostro hizo un claro esfuerzo por contener las 118 ligrimas de un dolor que, claramente, seguia presente, Esa noche me dediqué a hablarle extensa- mente sobre La Granja y los demas animales que alli vivian, Jambwa parecia fascinado hasta con el mas pequefio de los detalles, y esto me motivaba a continuar hablando. Finalmente, miré hacia el cielo y yo aproveché de hablarle un poco sobre las estrellas, que aque- Ila noche brillaban como nunca antes. Sabes? Me gusta pensar que el resplandeciente especti- culo que nos brindaban fue la forma en que el niverso le agradecia por su fortaleza y ponia fin sus suftimientos. No siempre uno tiene la opor- tunidad de contemplar algo tan extraordinario y tranquilo, Para mi era todo una sorpresa agrada- ble. Después de todo, un elefante viviendo en una granja no es algo que se vea muy seguido. Ya, detén la grabadora. Si, yo creo que con esto basta. jEsta bien asi? Lo que pasa es que no soy muy bueno con esto de la elocuencia, amigo... Cémo dijiste que te llamabas? ipsop Je) tia ‘orequa uig “oBany ap aonAOA 289 10d awsed v euoaane 9s arpeu A ‘eype Bey 01994 -e1 pp opor opeanboyg uriqey seurey] se] “en op vzod yy eioey ourur -¥9 [> ooiput aur A eueig] oltp- uspond on— ene xeasnq sopoa uekea ‘sopezed rye uaponb 2s oN! — “soppurtue so] ap 01 -so1 [B xeuo_ovan z99e4y Q1uDnUT ‘Sure 1 40g ‘ersusrou0o ef Joprod v opuezadura eqea -so anb eaqure{ v xeroqyy ered wBos vy 1901 2p Uuo1oonasut e] Op 9] uaInb ‘uosT!A\ ap opeu oy] [e tusueaeIpawtUT UORoIpHoe seweE Se] jopides poe eer uo aqudyy ns eqeioureoe 9] anb odwon ye oltp >- opmbues ‘or ouewsoy ‘opnbuezy— “opreurpes gnuarur 2 eaquare{ & QD120e 2S LOST! “cyesuenme ap 7A ug, is[euttue sors ur soqog anb org! ‘esquoeu vzuep ns que sopeznoudiy ‘oBany yo opuestu opednoo eqeaso eyr0Xeur vy “uoToUaIe Wore -soad sou soood ‘sousopuoosa ap opelop sour -eiqey of & sees se] ‘uosprAy ‘Seanare seo y “onx9 oypnut urs anbune *e0q vy aod sendsos eqeiuaiuy “opans pe soonaq ap ode9 4 gsuaduroasap as oauoad ap ‘sur opTTasts31 uig ‘eduion ns eqeisade anb w8os ry 10d uatq sendsox sopod urs eraepor ‘oBony [ap solsy soz -aur sounsye ozejdsap as emquae{ ‘ores ug, ‘opeaesop viqey oust Pp anb ousoyyur Jap poorour v [9 ua operyuos ueiqey anb soy sopoa e ofap offeg |p ‘see ALITUF UTS ‘OLNOD Ise ONY { *SeUUET] SLT INU sey -reosng vat sod epta tur aeBsorzre wud vy wIDT] -eA anb t19 ou oauawioUL aso Ud oad euNaI0} eun u9[ea onb soprpuais soy ua3iq] gseyna ueso anb 19049 uvispog? ‘see sns 9p uos9d -29 01N3s0 1009 ap suo ap sa1adso seuN, ‘ONNSATUIS Jap dduEAk J> OANdap OU OIs9 4 IS “exeB9q] O8ony Jo anb ap sou opnd anbs POI OpPNs JP UIGurEI Opudidapauuny ‘s999A SULA O3S9 OZIE "BUGRD ET ap JOLIDIXD epeY>Ey vy epor zefour ered exanSueur 9p opour e oziyan dwon ns uoo enge op pepnurs ues3 eun orqosqe & souvumy soy ap eueqes ey ap ¥2199 Uueqeaso anb soropeaaiqe so] & otf 2g ‘vapt un Joust opored ourures ns uo ord “usiquiey PSTEINE B OZUDLLIOD BaquIEl ‘uoLIod Jap opEy Je ossLAnaso sapeUNTUE Soy Sopor opuency jos aauryop> Jp auany & aurea tip onb ede! uouiod pp wisey sopezuey ened ‘patty ap sopeoytinod ueinos anb sopetutue soy 9p oun epes e -eperoqyy ws eduson ns 40> op -uewwoa ‘ouvuzedso orozion§ un ap ousip afex0> P Woo seurey] sey v a1uD4y OpuaDEY emquIE] v ony 14 onb oy “se o8e o opuvuronye ‘epre5 e sod opeazvus sso erpod anb 9suad :14 0] op -ueng amaureyerpowrur ops90%9 ap zed ny ou ‘ou A “etpoons anb of reporde vaed vansadsiod solout uo ro129s uN eIDeY gUIUTED A >rEEAdT DWV copursed eqiss sodes |? “vun1oUD v394 ou voea eunSje nb ap soaue yaour py crerrea exed opuepnusorsgy“uostt “opr] on0 Je UOIaKeD soTJod sort, “om ope] Je oxe9 eueI] jung! “aeSoy ns ueru “hsuo9 seure]] sey OWOD opuETTUT reBNy [> UD epedezefe souwumy ap eypsurey eun v sas apnd ‘prodroouros au opueng “eluery v7] ap uorz0d [pp 2199 ezaqeo ap opuades guTULIa1 & sorte soy 10d 9[0, euonbod expard eun vzony owstut 04 38 oUtoo “Te 9p solo] vzsaNy UoD ozuE] aut A urea aur o8]2 ‘o1uord ap ‘onb vasey gsuad oso SOUDUE TY “orpuadut Je seIderS ‘soBture srw sod opeyrumy 328 exed ouro> aauaroyyns of eumtatA ou anb so a{qeqoud seu of ‘sesoo sey v oatnisod ope] p opusta onbuny eprpuoiosd yur v aay O[MOIPH [> FaDey ap eqeqede ‘9s OF eA ‘Ig ‘ou -od un seuronb v gouvoye ou anb us vuoz ef Ud oxquioyy [> awOpULGoS £ oUA0Y4190g 9 10d opeurtop ‘seusoid sey axaus oqes [> uoD see epey opesedsip tyes ‘opnSe susuresozu0d =P opty|ne un anBod oBony [> oD o19e2U0 considerablemente mas lento. Pude ver que ain habia una cuota de esperanza en el rostro de los humanos, la esperanza de no perder su hogar por completo. Después de eso, Jambwa tomo un poste de Juz.con su trompa e intenté arrancarlo del sue- lo, pero no lo lograba. Al parecer seguia debi- ido por lo de su trompa y por los esfuerzos realizados hasta ese momento. Aun asi, conti= nuaba en su intento por desprender el poste. — (Qué esta haciendo? ‘Se ha vuelto loco? —EI humo debe haberlo dejado mal de la cabeza. —De seguro esta muy enfadado. —Quiras ahora nos quiere matar con ese poste. Quirén hizo caso omiso a los comentarios y cabalgé hasta donde estaba su amigo para ayudarlo a empujar el poste. Otros animales se le unieron, incluso el humano que pareci ser el duefio del lugar. Nadie entendia para qué Jambwa hacia eso, pero todos fuimos a ayudar- Io, inclusive los bueyes y vacas que rato atras 136 habjan confabulado en su contra. Al parecer, Jambwa se habia ganado la confianza y el res- peto de todos los presentes tras sus recientes actos cargados de valor y compasi6n. Las llamas se seguian acercando con sinuo- sa malicia, pero finalmente los animales de la Granja pudicron soltar el poste lo suficiente para que Jambwa lo arrancara con su poderosa trompa. Una vez que lo tuvo bien agarrado, los demas animales se devolvieron rapidamente al portén y Jambwa dispuso el poste en el suelo para hacer un cortafuego a unos metros por de- lante de la cabafta, creando una especie de ba- rrera que sirvi6 para mantener el fuego a raya. A todos nos dio la impresi6n de que Jambwa sabia perfectamente lo que hacia. Desde nuestra posicién, podiamos ver no solo que el fuego consumia La Granja casi por completo, sino que ademas Ilegaban las llamas despiadadas al bosque con premura. Y al voraz fuego hambriento de victimas no le import6 que el bosque estuviera encantado.... Vimos una especie de explosién y unas Lla- mas de color parpura. Podria jurar que escuché 137 acompaiiado de un “ykikiriki!” mas agudo y el quejido que se me escapé PU CMetEn OMT Re ner e nT C OnE! perdidos. En el mejor de los casos no se habrian carbonizado del todo y atin estarian relativa- mente comestibles, no? Pero, una vez mas, el clefante nos sorpren- did, Por alguna razén insistia en no rendirse ante las feroces llamas, aunque en sus ojos se hacia evidente que les tenia mas miedo que cualquiera de nosotros. {Qué lo motivaba en- tonces a enfrentarlas? Jambwa salié de la improvisada “zona se- gura provisional” que habia elaborado con el poste, y corri6 a través de las llamas hacia el costado del cerro ardiente, donde al parecer se encontraban los cerdos. —Es como en las peliculas ~comenté Dieci- siete asombrado, Claro! Era en ese lugar donde habiamos vis- to llegar a la chancha de dudosa actitud hace un rato, Si atin vivian, debian estar all Ya nadie divisaba a Jambwa, sino que solo se veia fuego a diestra y siniestra. jIonto elefante! (Qué sacaba con arriesgar su vida por animales que ni siquiera lo habian querido tener alli? Seguramente estaba mal de la cabeza. Proba- 140 blemente ya habia muerto, porque seguia pa sando el tiempo y Jambwa no regresaba. Si, era indudable que el elefante habia cedido ante el fuego. Peor atin, lo habia hecho en vano. “Fuis- te bueno, paquidermo!”, pensé. Era ma que un ser tan especial hubiese perecido de esa manera: quemado ¢ intentando salvar a un grupo de animales que no habian sido del todo hospitalarios con él... Pum! Un cerdo rosado y rollizo cayé senta- do justo a mi lado. —Imposible -dijo Wilson, que también contemplaba la escena. De entre las llamas, Jambwa surgié corrien- do hacia nosotros como un superhéroe en una de esas escenas cliché con el Fuego estallando tras él; era un simbolo de gran esperanza en medio de la descomunal tragedia. El elefante legé hasta nosotros con miiltiples quemaduras €n su Cuerpo, pero en su rostro se reflejaba mas satisfaccién que dolor. —W Lady Hogswine? -pregunté a Jambwa el tipico desubicado disconforme. —No pude encontrarla -respondic la gran figura de la jornada, adoptando un semblante cabizbajo, ntinuaba acercéndose hacia | habiendo consumido ya el gue ardia como un pande- sepium. En ese momento, oimos las siremay de la esperanza acercandose y, en cuestin de minutos, los bomberos sacaban sus mangueras & implementos. Con un coraje del tamaris de tn elefante, cada uno de ellos ayudé 4 lidiar , mientras otros bomberos Ros evacuaban uno por uno del lugar hacie tuna zona mas segura, El tiempo Fue pasando y el fuego reducigndoxe Un bombero se acereé al Amo y su fami lia, y los felicit por la idea del cortafuego. El ‘Amo aclar6 que habia sido Jambwa el ane de Semejante hazafia, y los bomberos fueron 1. siuiendose alrededor para escuchar la histor ig in forastero que habia salvado tan. ‘as vidas durante la tragedia, sin termin de 142 dar crédito a lo que ofan. Segtin explicé uno de ellos, que parecia ser el mas experimentado, el hecho de haber puesto ese poste y mojado los alrededores de la cabaiia fue la tinica raron por no nos habia convertido en una escalofriante version del asado que planeaba el ‘Amo para su hijo. Al oir esto, Jambwa cerré log ojos Fuereemente, dj6 escapar dos gigantescas lagrimas, suspir6 entre sollozos de emocion y luego dijo en voz alta: iGracias, mama! (Gracias, papa! iAgradecimientos! Claro que habia leyado la hora de agradecer, Uno por uno, os animales y humanos pre Sentes se acercaban a acariciar a Jambwa, a darle las gracias por el descomunal esfuciyo que hizo para salvar a los habitantes de La Granja. Luego se retiraban para seguir apo- yando en las labores destinadas a apagar el incendio. Wilson incluso le obsequié una de las frutas que habia alcanzado a robar, lo que, viniendo de Wilson, era un gesto sumamente conmovedor. Cuando al fin fue mi turno de interactuar con el elefante, me sentia bastante emocionado, Era como estar frente a una celebridad. ” nadie ‘me sacé ninguna foto! Jambwa me miré con sus ojos bondadosos y me dijo: =i td, quién eres? No te habia visto por acd, —Amigo mio —le dije tratando de poner la voz en el tono mas grave que pude, para com- pensar un poco la vergiienza que todavia me provocaba el aullido que di cuando intenté im- presionar a Diana-, soy el futuro novio de esa belleza que tienes alli. Le indiquéa la encantadora perra pastor ale- man que descansaba en su regazo. —iBres novio de Diana? -se volteé hacia ella, que se habia puesto muy colorada, no sé si de la rabia o la vergitenza-. Oye, no me habias contado que tenias novio... —Futuro novio —lo corregi para no meter- me en problemas. O sea, en mas problemas. Jambwa se largé a reir estridentemente. 2 cémo te llamas, futuro novio de Diana? 144 —Satil Coyote, mi colosal amigo. ¥ déja- me decirte algo: estoy pensando seriamente escribir un libro que cuente esta historia, tu montén de dinero trabajando juntos. Qué te parece? Diana estaba cada vez mas y mas roja, como siel impetu de las llamas del incendio hubiera Iegado a encender su rostro. Seguramente, yo también le gustaba. —Espera un momento. ;Dijiste Coyote? ~pregunté Jambwa. Oh, no. Ya sabia para dénde iba esto, Mi maldici6n se hacia presente. —Asi es, zAlgiin problema con eso? -inten- té sonar relajado, pero la verdad ya me estaba enojando. El elefante se encogié de hombros. Wilson y has ratas justo se acercaban a decirme algo en aquel momento. —No lo sé, tu nombre es confuso =respon- dié Jambwa-. Pareces mas un zorro que un coyote, Mis amigos Ilegaron justo cuando Jambwa solté esa bomba y estallaron en risas, legando a escupir los trozos de fruta robada que mas- caban, Asi fue como absolutamente todos se empezaron a reir de mi. Y cuando digo todos, me refiero a TODOS, incluyendo a los demas animales que ain esperaban para hablar con Jambwa. Ya me dio rabia de nuevo. ;Por qué no pue- den dejarme en paz. con mi apellido? Se acabé. No pienso seguir escribiendo para ustedes. A todo esto, nunca pensé en la manera de terminar esto... Rayos. 2Cémo era que acababan los cuentos? Su- pongo que algo ast igual serviria para concluir una investigaci6n seria como esta, 70 no? Ah, ya me acuerdo cémo era. “Colorin colorado, esta gran investigacién se ha acabado”, ZEstara bien asi? Tampoco es la idea parecer informal. En fin, ojala que a todos los que lean esta historia les dé el Sindrome de Nariz. Explosi- 146 va con Moces Incontrolables en el momento mas inoportuno. Lo que es yo, me voy de via- je al sur. Entonces... Chao.

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