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Edward Hallet Carr no e5 s6lo uno de los mas eminentes historindores de nuestra época, sino también uma de las figuras intelectuales que mayor influencia politica han efercido, sobre todo en el dominio de la politica internacional y en momentos cruciales de Ia historia. ‘Terminada la guerra, Carr se consagré a la redaceién de su obra maestra: Ja monumental A History of Soviet Russia, La serie de conferencias que reproduce el presente libro es una meditacién’sobre el objeto, la finalidad y el método de la historia, considerada en su doble y combinado aspecto de investigacién llevada a cabo por el historiador y de los acontecimientos T H 2. Ln, | 6Quées | lahistoria? | 2 LED H Prepay O? oi del pasado que investiga. A la pregunta de si & | puede darse tuna historia objetiva responde el | autor negativamente, conveneido de que la 5 interpretacién es elemento constituyenté del a \ dato hist6rico. Al afirmar el autor que el se \ historindor debe yer el pasado con los ojos del gS presente, abunda en Ja famosa frase de Croce sh. segan Ia cual toda In historia es historia §) contemporanea. \ = = | 1 | \ \ Be, | | a Ane i, dka| Atel ia ff rx = Universidad Nacional i) Federico Villarreal ANTROPOLOGIA http://antropologiaunfv.wordpress.com https://www.facebook.com/antroposinergia iQUE ES LA HISTORIA? E. H. Carr QUE ES gsllGg, La HISTORIA? AS Difusidn gratuita. Conferencias “George Macaitlay Trevelyan” ! 1 dictadas en la Universidad de Cambridge La fotocopia no mata en enero-marzo de 1961 ol (5), Blog a un historiador por Ja precisién de sus datos cs come encomiar a un arquitecto por utilizar, en su edi- ficio, vigas debidamente preparadas 0 cemento bien mezclado. Ello es condicién necesaria de su obra, pero no su funcién esencial. Precisamente en cucstio- nes de éstas se _reconoce al historiad derecho a fundarse enjas que se han Tlamado sciencias aux liaress de Ja historia; la arqueologia, la epigrafia, in numismitica, la cronolog(a, etc. No se espera del historiador que domine las técnicas especiales mer- ced. a Jas cuales-el perito sabré determinar el origen y el perfodo de un fragmento de cerimica o de mér- mol, 0 descifrar una inscripeién oscura, 0 llevar a cabo los complejos edleulos astronomicos necesarios para fijar una fecha precisa. Los lamados datos bi (3) AL Mani Adtromomicon Liber Brinus (2.6 ed 1857, plat ma 87, 4 sicos, que son los mismés para todos les historiado- Fes, mas bien suclen pertenecer a Ja categoria de materias_primas_del_historiader que a Ia historia misma. La segunda observacién que hemos de hacer es que Ia necesidad de fijar estos datos bisicos no se apoya en ninguna cualidad de los hechos mismos, sino en una decisién que formula el historiador a priori. A pesar de la sentencia de C. P, Scott, todo pe~ Tiodista sabe hoy que la forma més eficaz de influir en Ja opinién consiste en seleccionar y ordenar los hechos adecuados, Sella decirse que los hechos ha: bla. por sf solos. Es falso, por supuesto, Los hechos s6lo hablan cuando el historiador apela a ellos: él as quien decide a qué hechos se da paso, y en qué orden y contexto hacerlo. Sino me equivoco, era un personaje de Pirandello quien decis que un hecho es como un saco: no se tiene de pie mis que si mete- ‘mos algo dentro, La tinica razén por la qué nos inte- resa saber que la batalla se libré en Hastings en 1066 estriba en que los historiadores lo consideran hecho histérico de primordial importancia. Es el historiador quien ha decidido, por zazones suyas, qué elpaso de aquel Tiachuelo, ef Rubicén, por César, es un hecho que pertenecé a la historia, en tanto que el paso del Rubicon por millones de otras personas antes y des- pus, no inieresa a nadie en absoluto. El hecho de que ustedes Ilegaran a este edificio hace media hora. a pie, en bicicleta 0 en coche, es un hecho del pasado ‘como pueda serlo el hecho de que César pasara el ‘Rubicon, Pero los historiaduies dejarén seguramente de tener en cuenta el primero de ambos hechos. El profesor Talcott Parsons calificé una vez ta ciencia de «sistema selectivo de orientaciones cognitivas 15 hacia la realidad> (6), Tal vex padria haberse dicho con mis sencillez. Pero lo cierto es que Ia historia es eso, entre otras cosas, El historiador es necesaria- mente selective. La creencia en un niicleo dseo de hechos historicos existentes objetivamente y con in- dependencia de la interpretacién del historiador es una falacia absurda, pero dificilisima de desarraigar. ‘Echemos tuna ojeada sobre el proceso por el cual un maro dato del pasado se convierte en un hecho histérico. En 1850, en Stalybridge Wakes, un vende dor de golosinas era deliberadamente golpeado hasta Ja muerte por una muchedumbre enfurecida, tras una disputa sin importancia. Es ello un hecho histérico? Hace un afio hubiese contestado que no sin vacilar. Lo habia recogido un testigo ocular en eiertas memo- rlas poco conocidas (7); pero nunca vi que ningiin historiador Id considerase digno de mencién. Hace un afio, el Dr. Kitson Clark Jo cité en sus Conferen- clas Ford en Oxford (8). ¢Confiere esto al dato el atri: buto de histérico? Creo que atin no. Su situacién ac- tual, dirfa yo, es Ia de que se ha presentado su candi- datura para el ingreso en el selecto club de los hechos histéricos. Se ecuentra ahora aguardando partida- rios y patrocinadores. Puede que en afios sucesivos veamos aparecer este dato, primero en notas a pie de pagina, y luego en el texto, en articulos y libros acerca de la Inglaterra decimonénica, y que dentro de veinte o treinta afios haya pasado a ser un hecho histérico sélidamente arraigado. Como también puc- 0, Te Zanwone y Suns, Towards «generat teory of (vec. 18s pt. 1dr. HORE De () Lord’ Games Summ, Seventy Years Showman (2: 08. 168), ‘paige. 183-199, 1G) Seria publlendas ex breve Yao ef lo de: The Mekine Victorian Englarid, a * 16 de que nadie 1a menciones, en cuyo caso volverd a sumirse en el limbo de los hechos del pasado no per. tenecientes a Ja historia, de donde el Dr. Kitson Clark ha tratado generosamente de salvarlo, ¢Qué sera 10 que decida cul de ambas cosas ha de suceder? De penderd, pienso yo, de que la tesis o la interpretacién en apoyo de Ja cual el Dr. Kitson Clark cité este in- cidente sea aceptada por los demés historiadores como valida e importante, Su_condicién de hecho historico dependeré de una cuestién de interpreta ciér, Este elemento interpretativo interviene én todos Jos hechos histéricos. Permitaseme evocar un recuerdo personal. Cuando yo estudiaba historia de In Antigiedad en esta misma Universidad, alos ha, hube de dedicarme especiak mente al tema de «Grecia en la época.de las guerras médicass. Reuni en mis estanterias unos quince 0 veirtte voliimenes, dando por supuesto que hallaria, en aquellos tomos, todos los datos relatives a mi tema. Supongamas —lo que era casi del todo cierto— que aquellos libros conteaian todas los datos que se conocian enfonces, 0 que pod{an conocerse, Ni por un momento se me ocurid investigar en virtud de qué accidente 0 de qué proceso de erosién habia so- bresivido aquella reducldisima selecciéa de. datos, entre los miles y miles de hechos que alguna vez tu- vieron que ser conocidos de alguien, para convertirse en Ios hechos de Ja historia. Sospecho que atin hoy una de las fascinaciones que ejerce la historia an- figua y medieval radica en Ia impresién que nos da de tener a nuestra disposicién todos los datos, den- iro de unos Ifmites controlables: 1a movediza barre- ra que separa los hechos histéricos de los que no Jo son se esfuma porque los pocos hechos conocidos 7 son todos ellos histéricos. Como dijo Bury, que estu- di6 ambos periodos, «el acervo de datos con que cuenta la historia antigua y medieval esta plagado de lagunas» (9). Se ha dicho que Ia historia cs un gigan- tesco rompecabezas en el que faltan numerosos tro- zos. Mas el problema principal no estriba en las lee gunasf Nuestra imagen de Grecia en el siglo v antes de nuestra era es deficiente, y no sobre todo por ha- berse perdido tantos fragmentos de ella accidental. mente, sino por ser, en Iineas generales, la imagen que plasmé un reducido grupo de personas de la ciu- dad de Atenas. Nosotros sabemos bastante bien qué opinion tenia de I Grecia del siglo v un ciudadano atgniense; pero ignoramos qué le parecia a tn es- partano, a un corintio’o a un tebano, por no decir aun persa, atin esclavo 0 8 otro residente en Atenas que no fuese ciudadano. Nuestra imagen ha sufrido una seléccién y una determinacién previas antes de llegar a nosotros, no tanto por accidente como por personas consciente o inconscientemente imbuidas de una éptica suya pecnliar, y que penssron que los datos que apoyaban tal punto de vista merecian ser conservados. Asi tambien, cuando leo en una historia contemporinea de Ia Edad Media que la gente, en la Edad Media, era profundamente religiosa, me pre- gunto cémo lo sabemos y si es cferto, Los que conoce- mes como hechos de la historia medieval han stdo casi todos seleccionados para nosotros por genera- ciones de cronistas que por su profesién se ocupa- ban de la teorfa y la practica de la religién y que por lo tanto la conideraban como algo de suprema importancia, y recogian cuanto a ella atafiia y n0 gran cosa mds. La imagen del campesino ruso pro- (©) 3. B, Womy, Selected Essays (150), pg 52 18 imdamente religioso fue destruida por la revolucién de 1917. La imagen del hombre medieval profanda- ioso, sea verdadera o falsa, es indestruc- Hble, ya que casi todos los datos que acerca de él se sonocen fueron seleccionados de antemano por per- sonas que creyeron en ella, y que querfan que los dems la compartieran, en tanto que muchos otros datos, en Jos que acaso hubiéramos hallado pruebas de Jo contrario, se han perdido sin remisién. El peso ‘muerto de generaciones desaparecidas de historiado- ‘illdad de apelacidn muestra idea del pasado. . EI profesor Butterfield apuntaba com visible satisfac: cidn, nada menos que en 1931, que «los historiadores han reflexionado poco acerca de la naturaleza de las cosas y aun acerca de la naturaleza de su propia ma- teria de estudior (15), Pero mi predecesor en estas conferencias, el Dr. A. L. Rowse, mas preciso en su critica, escribi6 de «La Crisis Mundiale de Sir Wins: ton Churchill (su libro acerca de la primera Guerra Mundial) que, aunque estaba a la altura de la Histo- ria de ta Revolucidn Rusa de Trotsky en lu que hacia a personalidad, viveza y vitalidad, quedaba por de- C15) HL. Berruxmm, The Whig faterpretaion of ' old lg tncerpretation of History (NL), 26 ‘Gsjo de elln a un respecto: «no habia detris filosofia & ia historia algunas (16), Los historiadores brit ‘sicos se negaron a dejarse arrastrar, no porque cre- seen que {a historia carece de sentido, sine porque Sei a éste implicito y evidente. La concepcién Nbe- ‘so de la historia de} siglo xrx tenia una -estrechs afi- ‘seisd con Ia doctrina econémica del iaissexfaire, a ees serena y Safieda, Que cada cual prosiga con su especialidad, y= provers la mano cculta a a armonfa universal. es hechos de la historia eran por si mismos una rocka del hecho supremo de que existia un progreso Seséfico, y al parecer infinito, hacia cosas mas eleva- ss Era aquélla Ia edad de la inocencia, y los histo- Sedores paseaban por el Jardin del Edén sin un re- sexo de filosof{a con que cubrizse, desnudos y sin grecgonzarse ante el dios de la historia. Desde enton- ‘ces, hemos conocide el Pecado y hemos experimen exo en nosotros Ja Caida; y los historiadores que en actualidad pretenden dispensarse de una filosofia eis historia tan sdlo tratan, vanamente y sin natu: catidad, como miembros de una colonia mudista, de cecrear el Jardin del Edéa en. sus jardincillos de su- Zurtio. La molesta pregunta no puede ya ser eludi- 2 hoy. Durante los dltimos cincuenta aiies se ha levado a cabo no poco trabajo serio a propésito de Ia pre gata 2Oué es Ia Historia? De Alemania, el pals que Sento iba a contribuir a perturbar el muelle reinado al liberalismo decimonénico, salié en los dos tiltimes (0) ALL, Rowse, The End of an Epoch (197), pes. 22283, 21 decenios del siglo xix el primer desafio a la doctrina de la primncfa y Ia autonomia de los hechos en Ia historia, Los fildsofes que salieron a Ia palestra ape- nas son ya algo m4s que nombres: Dilthey es el uni- co que ha sido recientemente objeto de un tardlo re- conocimiento en Gran Bretafia, Antes de cambiar ct siglo, la prosperidad y In confianza eran todavia de- masiadas en este pafs para dedicar atencién alguna a los berejes que arremetfan contra el culte de los hechos. Pero no bien hubo empezado el nuevo siglo, pasé a Italia Ia antorcha, donde empezaba Croce a abogar por una filosoffa de la historia que desde lue- go debla mucho a los maestros alemanes. Declaré Croce que tele le i nea» (17), queriends eon ello decir que Ja his consiste esencialmente en ver el pasado por los ojos del presente y a Ia luz de los problemas de ahora, y que la tarea primordial del historiadar no es recoger datos sin valorar? porque sino valora, edmo puede saber Io que merece ser recogido? En 1910 el histo- riador norteamericano Carl Becker afirmaba, con lenguaje deliberadamente provocador, que «los he- chos de Ia historia no existen para ningin historia dor hasta que él los crea» (18). Tales desaffos pasa- ron We momento casi desapercibidos. Hasta pasa- do 1920 no empezé a estar de moda Croce —y lo es- tuvo bastante— en Francia y Gran Bretaia. Y no tal vez porque Croce fuera pensador més sutil o me- (17) Bl eoatexto de exte famoro alocismo es of siguiente: “Lot re situiclanes presenter en que vibran_ dichos.scontectmlentor (B. Cam> &, ta Mistoris come Hawke de fa Liberiad, tra esp F.C. Méxieo). Us) “Altowie Monthly, octubre 1910, pg. 528, 28 estilista que sus predecesores alemanes, sino por- después de Ia primera Guerra Mundial los he- parecieron sonreimos de modo menos propicia en los afios anteriores a 1914, y éramos por tanto ‘giis asequibles a uns filosofia que se proponia dismi- ‘saic su prestigio. Croce ejercié un gran influjo sobre ‘'@ Silésofo historiador de Oxford, Collingwood, el “Geico pensador britinico de este siglo que haya rea- Filosofia de ta histo- & Novi stante para escribir el tratado sis- que tenfa planeado; pero sus papeles, publi- ‘geios y no publicados, sobre el particular, fueron re- ‘sepidos después de su muerte en un volumen editada 4545, titulado La Idea de ta Historia. Puede resumirse coms sigue el parecer de Colling- (25). ‘Collingwood, en su reaccién contra la chistoria de Jers cola», contra una mera compilacién de hechos, == acerca peligrosamente a tratar la historia camo igo brotado del cerebro humano, con fo que nos integra a la conclusién aludida por Sir George ‘Gark en el pérrafo anteriormente citado, la de que see existe verdad histérica “objetiva”s. En ver de la BHR Coumowaon, The Mes: of Hiszory (196), ple. 23 ZA Pree Short Studies Great Subjets, | (N, wle- = 35 teoria de que la historia carece de significado, se nos ofrece aqui Ja teoria de su infinidad de significados, ninguno de Tos cuales es mejor ni mas cierto que Tos demés, lo que en el fondo equivale a lo mismo. Des- de luego la segunda teoria es tan insostenible como la primera. No puede deducirse, del hecho de que una montaiia parezca cobrar formas distintas desde dife- rentes angulos, que carece de forma objetiva © que tiene objetivamente infinitas formas. No puede dedu- cirse, porque Ja interpretacién desempefie un papel necesario en la fijacién de los hechos de 1a historia, ni porque no sea enteramente objetiva ninguna inter- pretacién, que todas Jas interpretaciones sean igutal- mente validas y que en principio los hechos de la his- toria no sean susceptibles de interpretacién objetiva. Mas adelante nos detendremos en el significado exac- to de la objetividad en la historia. Pero tras la hipétesis deCOlingwood, se oculta otro peligro ain mayor, Si el historiador ve necest riamente ¢l periode histérico que investiga con ojos de su ¢poca, y si estudis los problemas del pasado come clave para Ia comprensin de los presentes, no caer sn uma concepcion puramente pragmética de Jos hechos, manteniendo gue ¢l criterio de la interpreta- sn recta ha de sor-cu adecuaciin a-algin propdsite de ahora? Segin esta hipétesis, los hechos de Ia his- ioriamo son nada, y la interpretacién Io es todo. ‘Nietzsche ya dejé enunciado el principio: «La false- dad de una opinién no encierra para nosotros obje- cién alguna contra ella... El probleme radica en saber hasta donde contribuye a prolongar 1a vide, @ preser- varla, a amparar o aun a crear la especies (26). Los pragméaticos norteamericanos, aunque menos explici- (08) Ma lt det Bien 9 dal Ma, a, 36 tamente y con menos entuslasmo, siguieran el mismo derratero. Fl conocimiento es conocimiento para al- win fin. La validez del conocimiento depende de la alider del fin. Pero aun en los casos en que no se ha profesado esta teoris, la prictica ha resultado no me- os inquietante. He visto en mi propio campo de in- yestigacién demasiados ejemplos de interpretacién scatraagante que ignoraban los hechos més elem: 3s, como para no quedar impresionado ante la reali- dad del peligro. No es sorprendente que el andlisis minucioso de los productos mas extremados de ias sscuelas historiogréficas soviética y antisoviética fo- mente a veces cierta nostalgia de aquel imaginario zefugio decimonénico de la historia meramente fic- tea. Amediades det siglo xx, gcémo hemos de definir, pees, las obligaciones del historiador hacia 1os_he- os? Creo que he pasado en los wltimos silos bas- tates horas persiguiendo y escrutando documentos, Frellenando mi relato histérico con hechos debida- mente anotados a pie de pagina, como para librarme la imputacién de tratar con demasiada ligereza do- sumentos y hechos. El deber de respeto a los hechos ec recae sobre el historiador no termina en Ia obli- wcidn de verificar su exactitud. Tiene que intentar $= no falte en su cuadro ninguno de los datos cono- silos 0 susceptibles de serio que sean relevantes en =m seitido u otro para ef tema que le ocupa o para in interpretacion propuesta. Si trata de dar del inglés séctoriano Ia imagerde un ser moral y racional, no bo olvidar Jo acontecido en Stalybridge Wakes on 421850. Pero esto, a su vez, no significa que pueda eli- ‘sinar la interpretaci6n que es Ia savia de 1a historia. ‘Eas legos en la materia —es decir, los amigos de fuera EY at de In Universidad, 0 los colegas de otras disciplinas ‘académicas— me preguntan a veces cémo aborda el hhistorindor su trabajo cuando escribe Historia. Pare que la idba mis corriente es que el historiador divi de su tnren en dos fases 0 perfades claramente dife- venciades, Primero, ciedica un largo tiempo prelimi: nar a leer sits fuentes y a colmar de datos sus cua- Mernos de notas; termidada esta fase del trabajo, Sparta de s{ Ing fuentes, tira de los cuadernos de apuates, y escribe el libro del principio al fin. Para iui, esta imagen resulta poco convincente y nada plat- ‘ible. En Jo que «maf respects, no bien Ievo algin tiempo investigando Jas que me parecen fuentes capitales, ol empuje se hace demasiatlo violento y me pongo a escribir, no forzosamente por ¢l princh pio, sino por alguna parte, por cualquiera. Luego jeer y e juntos, Aflado, suprima, dey nue a forma, tacho, conforme voy Jeyendo. La lectura viene guiads, dirigida, fecundada por Ia escritura: cuanto més escribo, més sé Jo que voy buscando, mejor comprendo el significado y la relevancia de Jo que hallo, Es probable que algunos historiadores fleven 2 cabo mentalmente toda esta escritura preli- miner, sin echar mano de pluma, de papel, ni de mé- quina de escribir, lo mismo que hay quienes juegon thentalmente al ajedrez, sin sacar el tablero ni las piezas: es un talento que envidio pero que no pucdo Pmular. Pero estoy convencido de que, para todo his- toriador que merece tal nombre, los dos pracesos que los economistas aman «inputs y soulpute se Gesarrollan simulténeamente y, en Ia préctica, san ypartes de un solo y tinico proceso. Si se trata de sepa: Porlos, o de dar a uno prioridad sobre el otro, se cae tn una de ambas herejias. O bien se escribe historia 38 ‘ijeras y cola, sin importancia ni significado; o e= se escribe propzganda o novela histérica, tiran- de los datos del pasado para bordar un género de eratitra que nada tiene que ver con Ia historia. histéricos nos coloca, por tanto, en una cién visiblemente precaria, haci¢ndonos navegar nte entre el Escila de una insostenible teoria historla como co! én_abjs jechas, ‘sos injustificada primacta del hecho sobre la in- si6n, y el Caribdis de otra teoria igualmente Ia historia como_producto subjetivo “be mente del historiador, quien fija los hechos his- Ses y los domina merced al proceso interpreta- ‘S= entre una nocién de 1a historia con centro de “geaiediad en el pasado, y otra con centro de gravedad e presente. Pero mucsira situacién es menos pre- "S= de lo que parece. Volveremos, en estas confe- Stas, a/encontrar la: misma dicotomfa del hecho y & Ssterpretacién bajo otros ropajes: lo particular %© sen, lo empirica y lo teérico, lo objetivo y Io etivo, La espinosa tayea_que ircumbe al histo: ior es la de reflexionar acerca de la paturaleza del bre. El hombre, salvo acaso en su més pristina iay en su mis avanzada vejez, no estd del todo erbido por ¢l mundo que Je rodea ni incondicio- ente sometido a él. Por otra parte, nunca es del lependiente de 41, ni lo domina incondicio- te» Le relacién del hombrescon-eLmundo cir dante es Ja relacion del _historiador con su tema. Gistoriador no es el humilde siervo ni el tirdnico © de sus datos. La relacién entre el historiador | | sus datos es_de_igualdad, de intercambio. Como o historiador activo sabe, si s¢ detiene a reflexio~ 39 I enyZt® entre el presente y el'pasado. nar acerca de lo que esté haciendo cuando piensa y escribe, el historiador se encuentra en trance conti 0 de amoldar sus hechos a su interpretacién y ésta a aguéllos. Es imposible dar Ia prim: 0. El historiador empieza por una seleccién provi sional de los hechos y por tma interpretacién provi- sional a Ia luz de Ja cual se ha levado a cabo dicha seleccién, sea ésta obra suya o de otros. Conforme va trabajando, tanto la interpretacién como la seleccién y ordenacién de los datos van sufriendo cambios su- tiles y acaso parcisimente inconscientes, consecuen- cia dela accién recfproca entre ambas. Y esta misma accién reciproca entrafia reciprocidad entre el pasa- do y el presente, porgue , por fin ese convirtié en individuo espiritual y se re conocié a st mismo como tal». Ulteriormente, el cult se ligé a Ia aparicién del capitalismo y del protestan- tismo, a Ios comfenzos de la revojucién industrial y a las doctrinas del laissez-faire. Las derechos del hom- bre y del ciudadano proclamados por Ia Revolucién Sites eran for dere El indivi. dualismo era la base de a gran filosofia decimonéni- ca del utilitarismo. El ensayo de Morley, On Compro- mise, documento caracteristico del liberalismo victo- riano, calificaba el individualismo y el utifitarismo de «religién de la felicidad y el bienestar humanos>. Un «rabioso individualismos, tal era Ia nota clave Ael progrese humano. Este puede ser un anilisis per- fectamente adecuado y vilido de la ideologia de una época histérica determinada, Pero lo que quiero de- jar claro eo que la creciente individualizacién que acompafié ala aparicién del mando moderno no Fue 44 ino _un proceso normal en una civilizacién en max: cha, Una revolucién social elev a una posicién de poder a mucvos grupos sociales, Tuvo lugar, como Siempre, por mediacién de individuos, y brindando nuevas oportunidades de desarrollo individual; y ‘como en Jas primeras fases del capitalismo Jas unida- des de produccién y de distribucién se hallaban en gran parte en manos de individuos aislados, 1a ideo- fogia del nuevo orden social dustacs poderosainente dl de Ia iniciativa individual dentro del orden social, Pero el proceso fue todo él un proceso social, Tepresentativo de un momento especifico del desa- rrollo histérice, y no puede explicarse como una re- belién de los individuos contra Ja sociedad, ni en fun- cin de una emancipacién de los individuos de sus trabas sociales. Muchos sintomas sugieren que, aun en el mundo occidental que fue foco de tal desarrollo y tal ideo- logia, dicho periado histérico ha tocado = su fin: no necesito insistir aqui sobre Jo que se denomina demo- cracia de masas, n! en ln sustitucién gradual de for. mas de produccién y de organziacién econémicag pre- dominantemente privadas por otras predominante- mente colectivas. Pero la: ideologis originada por aque! largo y fructifero periodo es todavia una fuer- za dominante en Europa occidental y en los paises de habia inglesa, Cuando hablamos en términds abs~ teactos de la tension entre Ta Tbertad ¥ Ia igualdad, o eniré Ja Tiberiad individual y Ta justicia social, ol vidanice TiclImente que Jas Tuchas mo Henen_Tugar entre Héas absiraclis. NOS mmbaies entic indi- ‘vidios en cuanto tales y la sociedad en cuanto tal, sino entre grupos de individuos en la sociedad, cada uno de los _eualls contlende por imponer 45 polfticas sociales que le son favorables, y por frus- trar las que le son contrarias. El individualismo, en su acepcién, no ya de gran movimiento social, sino de falsa oposicidn entre el individuo y la sociedad, se hha convertido hoy en lema de um grupo interesado y debido a su cardeter polémico, en barrera que di- ficulta nuestra comprensién de lo que scontece en el mundo, No tengo mada que decir en contra del culto del individuo como protesta contra Ia ten- dencia que trata al individuo como un medio y que hace de Ja sociedad © del Estado un fin. Pero no Megaremos a una comprensién del pasado ni del resente si intentamos operar con el concepto de tin Indieidue abatacio a mangen dels seciedat— ¥ esto me Tieva finalmente ala médula de mi larga digresion. La concepcién de sentido comin de La his- toria Ia considera como algo escrito por los indivi duos acerca de los individuos. Este enfoque fue deste Wego el adloptado y fomentado por los historiadores liberales del siglo 20x, y no es fundamentalmente errénea. Pero hoy nos parece excesivamente simpli ficado ¢ insuficiente, y hemos’ de profundizar mds €m nuestro examen. El saber del historiador no €3_propisdad _suya_exchisiva: hombres de varias generaciones han contribuide probablemente a su acumulacién. Los hombres cuyos actos estudia et historiador no fueron individuos sisiados que obra- ‘ban en el_vacio: actuaron en el contexto, y bajo el impulso, de una sociedad pretérita, En mi anterior conferencia describi la historia como un proceso de interaccién, come un didloge entre cl historiador: pre- sente y los hechos pasados. Quiero ahora detenerme en el peso relative de los elementos individuales y Sociales en ambos lados de la ecuacién. ¢Hasta_qué 46 \dividuos y hasta_qué punto son Ios historiadores 9 punto producto de su jad y de su é Has ta qué punto son los hechos de la his jechos acerca de individuos aislados y hasta qué punto he- chos sociales? Bl historiador, pues, es un ser humano individual. Lo mismo que los demds individuos, es también un fenémeno social, producto a la ver que portavaz EaAsciente o inconsciente de la sociedad a que per- tenece; en concepto de tal, se enfrenta com los hechos del pasado histérico. Hablamos a veces: del curso Wistérieo dieiendo que es un desfile en marchi ‘La metéfora no es mala, siempre y cuando el histo- rindor no caiga en la tentacién de imaginarse aguila espectadora desde una cumbre solitaria, 0 personaje importante en Ia tribuna presidencial. {Nada de cool El historindor to es sina un oscuro personaje mas, que marcha en otro punto del desfile. Y conforme pasa el desfile, Muctuando ya a Ia derecha ya a la inquierda, y hasta doblindase 2 veces sobre si mis- mo, las posiciones relativas de las diversas partes de 1a comitiva, cambian de continuo, de forma tal que ro seria un despropésito decir que estamos. hoy mas cerea de la Edad Media de lo que estaban nues- tros bisabuelos un siglo atrés, 0 que los tiempos de César estén més préximos a nosotros que los de Dante. Nuevas perspectivas, nuevos enfoques van sur- glendo constantemente a medida que el desfile —y con ¢! el historiador— sigue su curso. El historiador es parte de Ja histori . Su posicién én el desfile de- Stn apes eine pe ~~ Esta perogrullada no deja de ser clerta cuando 41 el periodo investigado por el historiador dista mu- cho de su propia época, Cuando yo estudiaba historia antigua, los cldsicos en Ia materia eran —y todavia son probablemente— la Historia de Grecia de Grote Ja Historia de Romi de Mommisen. Grote, un bar quero radical ilustrado que escribia en el quinto dczenlo- dl siete past, encarné las aspiraciones de Ia clase media britdnica, pujante y polfticaments progresiva, cn una imagen idealizada de In democre- cia ‘ateniense, en la que Pericles parece un refor- mador de la escuela de Bentham y donde Atenas adquirié un imperio en un acceso de distraccién. Acaso no sca del todo descaminado sugerir que el sbandono, por parte de Grote, del problema ate niense de la esclavitud, reflejara cl hecho de que el grupo social a que pertenecia no sabia hacer frente al problema de la nueva clase obrera Tabril inglesa, Mommsen era un liberal germano desengafiado por las confusiones y las humillaciones de la revalucién. alemana de 1848-1849. Mommsen, que escribia en la década siguiente, In que vio nater el término y el concepto de la Realpolitik, estaba imbuida del senti- do de Ja necesidad de un hombre fuerte que barriera Jos escombros del fracaso del pueblo aleman en sit intento de realizar sus aspiraciones polfticas; y nun- ca apreciaremos su historia en lo que vale si no nos pereatamos de que su_conocida idealizaciéa de Cé- sares producto de aquél anhelo de un hombre fuerte que salvase de Is ruina a Alemania, y que el abogado y politico Cicerén, aquel charlatan ineficaz y turbio contemporizador, es un personaje que parece direc- tamente salido de los debates de la Paulikixche en Frankfurt, en 1848, ¥ en verdad, no me pareceria paradoja absurda el que alguien dijese que la Histo- 48 ria de Grecia de Grote nos informa. en Ia actualidad tanto-acerea del pensamiento de los radicales filaséfi- cos ingleses del quinto decenio del pasado siglo como acerca de la democracia ateniense en.el siglo v antes de nuestra era; 0 que quien _desce comprender lo que 1848 cepresenté para los liberales alemanes debe tomar la Histeria-de Roma de Momsen como uno de sus likzos de texto. Lo cual no disminuye su valor como grandes obras histéricas. ce No aguanto la moda lanzada por Bury en su lee cién inaugural, de pretender que 1a grandeza de Mommsen no se funda en su Historia de Roma, sino sm el corpus de inscripciones y en su trabajo sobre el derecho constitucional romano: esto es reducir la historia al nivel de la compilaciéa. La gran_historia se escribe precsamente cuando 1e-wsin dal passde por parte del_historiadop sn flumina con_sus_cono- iientos de los problemas del presente, Se ha aeieiad @ menudo sorpresa porque Mommsen interumpié su historia ea el momento de 1a caida de Is repliblica. No le falté para seguir, ni tlempo, ni ocasién, ni conocimientas. Pero cuando Mommsen escribié su historia, atin no habla surgido en Ale- mania cl hombre fuerte. Durante su carrera activa, a cuestién de qué ocurriria una vez asumido el po- der por el hombre fuerte no era todavia problema real, Nada inducia a Mammsen a proyectar este pro- blema sobre el escemario romano; y Ja historia det erio quedé sin escribir. ee cil multiplicar los ejemplos de este fené- meno entre los historisdares moderns, Ea mai ulti: ma conferencia rendi homenaje a la Ingtaterra bajo ta Reina Ana del Dr. Trevelyan, como monument @e Ia tradicion liberal en que habia sido educado. 9 Consideremes ahora la imponente ¢ importante obra de quien, para Is mayoria de nosotros, es el més grande historiador briténico surgido en el cai académico.desde_la primera Guerra Mundial: Sir Lewis Namier. Namier era un verdadero conserva- dor, no el tipico conservador inglés, que analizado més de cerca resulta liberal en un 75 %, sino un conservador como no hemos visto entre los histo- tiadores briténicos en los wltimos diez afios. Entre mediados del siglo pasado y 1914 era poco menos que imposible para un historindor britdnico concebir el cambio histérico como no fuera para mejor. Des pués de 1920, entramos en un periodo en que el cam- bio empezaba a asociarse con el temor por el futuro, y podfa verse como transformacién para peor, perio- do éste de renacer del pensamiento conservador. Al igual que el liberalismo de Acton, el conservaduris- mo de Namier extrajo fuerzas_y profundidad de su faigambre continental (4). A diferencia de Fisher © Toynbee, Namier carecia de raices en el liberalis- mo decimonémico, y no las echaba de menos. Des- pués de que la prinfera Guerra Mundial y la paz frustrada revelaran la bancarrota del liberalismo, Ia reaccién no podia revestir mds que una de dos for. mas: socialismo 0 conservadurisme. Namier surgié como el historiador conservador. Trabajé sobre dos campos escogidos, y fue significativa Ia eleccién de ambos. En historia inglesa, retrocedié hasta el alti- mo periodo en que la clase dominadara pudo empe- (0) Acasa meresca In pena spuntar que et dnlea otro eseror co sermudor britinioo importante del periodo que separa las dos qucrras ‘Bundlales, T. S. Ello, gord (usblen de | ventaja de unos antec estes no beltinleor; nadie gue hublers sido educado en Gran Bro ‘28a antes de 19 podia Wurarse del todo del inhibidor infhujo de Bt tradlcign Mberal. 50 | | fiarse en alcanzar racionalmente posicién y poder en el seno de una sociedad ordenada y por lo gene ral estética, Alguien ha acusado a Namier de eliminar de kb historia 1a mente (5). Acaso no sea una frase del todo afortunada, pero de ella se deduce lo que trataba de decir el critico. La politica, cuando ac- cedié al trono Jorge Ill, estaba aim immune del fanatismo de las ideas, asi como de esa apnsionada fe en el progreso que habia de irrumpir en el mun- do con Ja Revolucion Francesa, y que desernbocaria en ¢l siglo del liberalismo triunfante, Ni ideas, ni revoluci6n, ni liberalismo: Namier opté por presen- tarnos el cuadro refulgente de una edad_Ubre toda- —aunque_go_por_mucho_tiempo— de todos esos Peligros— toni tigaa ,20 4d, poeyreto. Pero Ia cleccién por parte de Namier de un se gundo tema, fue igualmente significativa, Namier pasé, sin detenerse en elas, junto a las grandes revo- juciones modernas, la inglesa y la francesa y la rusa; mo escribié mada digno de atencién sobre ninguna de ellas, y en cambio decidié brindarnos un. pe- netzante estudio de a revolucidn europes_de 1848: una revolucion que fracas6, un paso atras en toda Europa para las esperanzas nacientes del liberalismo, una demostracién de la impotencia de las ideas fren- tea la fuerza armada, de los demécratas cuando se enfrentan con los soldados, La intromisién de las ideas en el serio negocio de 1a politica, es fitil y peligrosa: Namicr eché sal sobre la herida, sobre la motaleja de aquel humillante fracaso, calificdndolo (5) La critica original, em ua artiovlo. andaimo de The Times Li terer) Supplement del 24 de agosto de 1883, acerca de “La concep. cidade In Hintocia de Namler", cela wali “Se acid a Derwin de Slinaar dei uriverso ls mente: y Sir Lewis ha sido ol Darwin de 1s historia polltca, em amis de un concepto”. 51 de srevolucién de los inteleciuales». Y nuestra con- clusién no es mera inferencia; porque, aunque Na- mier no escribicra nada sistemstico sobre 1a filo- sofia de la historia, en un ensayo publicado hace unos afios se expresaba con su claridad y tajante precision usuales. «Asi gues, decfa, «cuanto menos amordace el hombre el Uhre fuego de su mente con na_docirin wun dogma politicos, tamto mejor para ju _pensamiento», Y tras de mencionar, aunque nO rechazar, el cargo de que habia climinado la mente de la historia, proseguia: Algunos filésofos politicos se quejan de una «calma chicas y de la actual ausencia de discw sién sobre politica general en este pais; se buscan soluciones précticas para problemas concretos, en tanto que programas e ideales son relegados al alvido por ambos partidos. Pero a mi esta actitud me parece traslucir una mayor madurez nacional, yrno puedo sino desear que siga largo tiempo inata- cada por los fermentos da In filosofia politica (6). No quiero por ahora entrar a discutir este enfo- que: lo reservo para una conferencia ulterior. Mi propésito aqui se limita a ilustrar dos verdades importantes: la primera, que no puede comprender- seo apreciarse Ja obra de un historiador sin captaF antes la iin desde a qué él Ja aborda; Ta se- gunda, que dicha posicién tiene a su vez raices en una base social e histérica. No cabe olvidar que, como Marx dijo en una ocasién, el educador nece- sita ser educado él previamente; dicho en la jerga contemperénea, el cerebro de quien practica lava- (985), pgs 5.2, (6). Nanen, Persona 52 dos de cerebro ha sido Javé EL histosiador, antes dé ponerse a escribir historia, es producto de storia. sere iatociadores de que acabo de hablar —Grote y Moniimsef, Trevelyan. y Namier— babfan sido fam: @idos, por asi decir, en un mismo molde social_y politico; no hay cambio mercado alguno entre sus primeras y sus Ultimas obras. Pero algunos historia: jado en sus trabajos, no una sociedad yw ee ae doo ae tes. El mejor ejemplo que yo conozco es el del gran historiador alemén, jecke, cuya vida y obra fue roa més largos de lo corriente y abarcaron una serie de cambios revolucionarios y catastréficos en les des- finos de su pais, Ab{ tenemos, on efecto, tres Mel neckes, portavoz cada cual de una ¢poca histérica diferente, y expres4ndose cada cual por una de sus tres obras principales. El Mcinecke de Weltbiirger- thurnsitid_Nationalstaat, publicada en_1907, ve con confianza la realizacién de los ideales nacionales ger- Snanos en el Reich de Bismarck, y—como tantos pen- Sadores del siglo xix desde Mazzini en adelante— identifica el nacionalismo con la forma més_elevada del universalismo: Jo que es producto de la barro- ca secuela guillermista a la era de Bismarck. El Met Secke de Die [dee der Staatrison (7), publicada en 1935, habla con la mente insegura y atOnita de le repiblica de Weimar: el mundo de Ia ‘politica se ha convertido en palestra del conflicto, no resuelto, entre Ia razén de ‘Estado y una moralidad exterior a la po Ltica, pero que 10 ‘puede en tltima instancia pasar (7) Le idea de tn Raxén de Ertado, trad. oxp., Madrid, Insite d= Etudiog Potts, 53 por encima de la vida y seguridad del Estado. Final- mente, el Meinecke de Die Entstehung des Historis- ‘mus, publicada en_1936 cuando habia sido barrido de sm honresa posicién académica por el torrente nazi, profiere un grito de desesperacién, rechazando un istoricismaque pacsee admitir que todo cuanto exis- te est bien,-y. tambaledndose inseguro entre Ia re- latividad histérica y un absoluto supra-racional. A la Ppostre, cuando Meinecke habia presenciado, ya viejo, el hundimiento de su pais bajo una derrota militar més total que la de 1918, recay6, inerme, en Ja creen- Gia en una historia 2 merced de un destino ciego, xorable, formulada en su Die Deutsche Katastrophe de 1946 (8). El psicélogo o el biégrafo se interesarian aqui por la trayectoria seguida por Meinecke como in- dividuo: Io qué occupa al historiador es la forma en que Meinecke refieja en el pasado histérico tres —y hasta custro— periodos sucesivos, agudamente con- trastados, del presente. © permitasenog tomer un ejemplo eminente mis préximo a nuestro pais. En los iconoclastas afios treinta y tantos, cuando el partido Liberal acababa de ser despojade de su fuerza real en Ie politica bri- ténica, el profesor Butterfield escribié un libro titu- lado La Interpretacion Whig de ta Historia, que fue acogido con un éxito tan resonante como merecido. Bra una obra notable en muchos aspectos y entre elles porque, pese a criticar a Jo largo de unas 130 paginas la interpretacién liberal, whig, no menciona —por lo que yo he pedide observar sin ayuda de un Jo de Machiavaliim, en 195%; ncato exagera cl supravacional en el tereer porindo de Malnecke, 34 indice un solo whig salvo Fox, que n0 era histo- riader, ni un solo historiador salvo Acton, que no era ‘whig (9). Pero todo lo que al libro le falta en precisicn } detalle se compensa con una invectiva brillante, No Je cabla al lector ya dada de que la interpretacién Ti- eral era mala cosa; y uno de los cargos contra ella formulados era el de que «estudia el pasado refirlén- dolo al presente». Aqui, el profesor Butterfield se mostraba categérico y severo: El estudio del pasado con un ojo puesto, por deciz}o asi, en el presente, es Ia fuente de todos Jos pecacios y sofismas en historia... Es la esem- cia de lo que designamos por la palabra sahisté- ica» (10). Posaron doce alos. La moda iconoclasta pasé. Bl pals del profesor Butterfield se hhallaba sumido en una fira que solfa decirse se Jibraba en defensa de las fibertades constituctonales encarnadas por la tradi- cién liberal, y bajo Ia direcci6n de un gran lider que incesantemente invocaba el pasado, «con un ajo puesto, por asi decirlo, ¢n el presentes. En un peque fio libro titulado Et Inglés y su Historia, publicado ‘en 1944, el profesor Butterfield, no tan sélo decidié que In «inglesa> era Ja interpretacién liberal, whig, de Is historia, sino que aludié con entusiasmo a ela ‘alienza del inglés con su historia» y al shermanamien- to del pasado y el presenter (11). Llamar la atencién we ect BCs eat des of eS “ramuamlento seat yr interpretation of History (SBD, Be sean pA arma, The Eglin end He History (9H), eh at 2, 45, 35 sobre estas mutaciones en el enfoque no es cri hostil. No me propongo refuter el. prote-Butterfield con el deutero-Butterfield, ni carear al profesor But- terfield ebrio con el profesor Butterfield sobrio. Me doy perfecia cuenta de que, sé alguien se molestase en leer detenidamente algunas de las cosas por mi escritas antes, durante, y después de Ia guerra, podria sin dificultad hacerme reo de contradicciones © in- congruencias tan palmarias por lo menos como las que he sefialado en otros. Hasta creo que no envidiay fa al historiador capaz de afirmar honradamente ha- ber pasado cincuenta afios sin modificar radicalmen- te su visién de algunos puntos. Me propongo sélo mostrar Jo fielmente que Ia obra del historiador re- feja k ‘secleded en gue tialajs. No sélo fluyen los aconiecimientas; fluye el propio hisioriador. Cuando e toma una obra histérica en las manos, no basta mirar el nombre del autor en la cubierta: hay que ver tambien In fecha de publicacién en que fue es cerita, porque ello puede resultar ain mds revelador. Si raz6n tenia el filésofo cuando decia que no se pue- de cruzar dos veces el mismo rio, acaso sea también verdad, y por igual motivo, que dos libros no pueden ser escritos por el mismo historiador. ¥ si por un momento pasamos del histeriador in- dividual a lo que pudieran Hamarse grandes corrien- tes de In produccién histérica, atin se hace més pa- tente en cudn gran medida es el historiador producto de su sociedad. En el siglo x1x los historiaclores bri- dela historia una demostracién del principio del pro- “vias de progreso notablemente ripido. La historia re- bosaba significado para los historiados britdnicos 56 Sientras parecié seguir nuestra senda: ahora que x ha torcido, la fe en el significado de Ia historia se == convertido en herejia. Después de la primera Gue- =r Mundial, Toynbee Mevé a cabo un denodado in- sento de sustituir una visién lineal de la historia por una teorla cfclica: Ia tipica ideologla de una s0- ‘en decadencia (12). Desde el fracaso de Toyn- ‘ee, los historiadores britinicos se han Jimitado en. seigsjorla a abandonar el juego, y a declarar que la Soro ne Sie Mogi pauta Ss-abaalto. Om ‘Sivial afirmacion de Fisher al respecto (13) tuvo casi tenta resonancia como el aforismo de Ranke el siglo pasatio. Si alguien me dice que los historiadores bri- SEnicos de Jos Ultimos treinta afios experimentaron estos cambios de parecer como resultado de una peofunda reflexién individual y tras haber quemado =o poco aceite en Ia soledad nocturna de sus buhar- 22las, no Jo pondré en dnda. Pero seguiré viendo en sto pensamiento individual y tanto derroche de sctite un fenémeno social, producto y expresién de ‘=a transformacién fundamental en el cardcter y la csanera de pensar de mmestra sociedad desde 1914. No hay indicador més irhportante del cardcter de una ted que sl tipo de Historie gus esibe-o dela de escril Ges jstoriador holandés, muestra en STascinadora monografia traducida al inglés bajo el titulo de Napoledn, en pro y en contra cémo los jut ‘Glos sucesivos de los historiadores de Napoleén en el go x1X francés reflejaban los cambios y canflictos 62) Marco Auello, en el ocaso del Imperio Rosiano, se consolxba setzionanio acerca de “cero todo 10 que ulwir poss ocurHiS ye on Zipesado y wohoerd = acontecer en al furuto” (A sf mismo, 3) 72); S'S sdbido, Toynbee tomd Ia ides de la Decndencin de Oocidente SSpengier. Gay ntroduccidn, feckadi a4 de diciembre de 19M, 2 A History = Ebene, a7 en los moldes de 1a vida politica y el pensamiento franceses a Io largo del siglo. El pensamiento.de-los historiadores, como el de los demAs humanes, viene moldeado por sus circunstancias de tiempo y lugar. Acton, que reconocia sin reservas esta verdad, tratd ae encontrar en la historia una forma de escapar a elle. La historia debe ser quien nos libre, no sdlo de a indebida sitfuencia de otros Wempes, sino dela indebida influencia del nuestro, Esto sonard quiz4 como una definicién por demas op- timista del papel de Io historia. Pero me atrevo a pensar que el historiador, cuanto mAs consciente es desu jia_situacion, mas capaz es de trascendk ¥ mejor armado est para aquilatar Ta naturaleza esencial de Ias diferencias entre si sociedad y con- cepciones y Tas ce otros periods y paises, que el historiador empefiado en proclamar que él es un in- dividuo y no un fenémeno social. La capacidad del hombre: de elevarse por sobre su situacién social ¢ histérica parece condicionada por su capacidad de aquilatar hasta qué punto esté vinculado a ella. Dije en mi primera conferencia: antes de estudiar Ja historia, estudiese el historiador. Ahora quisiera siiadirs antes de estudiar al bistoriador, estidiese su ambiente histérico y social. Elhistoriader, siendo él lividue, ¢s asimism: de Ja historia ¥ desde este doble punto de vista ti (1) Aeron, Lectures on Mogern History (180), pl. 33, 58 ‘ze el estudioso de la hisotria que aprender a anali- zale. Dejemos ahora al historiador y paserios a consi- denr el otro término de mi ecuacién —los hechor ela historia—a Ja luz del mismo problema. 2Qué es fiento dé los Individuos o Ia accién de las fuerzas_ sociales? Aqui piso un camino frillado. Cuando hace E05 iios publicé Sir Isaiah Berlin un luminoso y cElebre ensayo titulado Historical Inevitability —a saya tesis principal volveré a aludir en estas confe- rencias— le puso por epigrafe una expresién de .S. Eliot: ; y a sodo Jo largo del casayo satiriza a quienes creen que evastas fuerzas impersonales» son el factor decisive, de Ja historia, y_no los teoria de la historia de la nariz de Cleopatra, Ia con- cepeién segun Is cual To impoi eset canicter y ¢l compartamient: ‘Sene un rancio abolengo. La tendencia a proclamar al genio individual como fuerza creadora de Ja histor ‘¢3 catacteristica_de_las_fases_primitivas de la_com éencia_hisiérica— Los griegos antiguos gustaban de ‘autizar los logros del pasado con los nombres de béroes epénimos supuestamente responsables de ellos, a atribuir su épica a un bardo lamado Home- 9, ¥ sus leyes o instituciones a un Licurgo o un So- $a. Igual tendencia vemos en el Renacimiento, cuzn- do Plutarco, biégrefe morslista, fue figura mucho mas célebre © influyente en el resurgir clasico que os historiadores de Ja Antigiiedad. En Gran Bretafia, particularmente, todos hemos aprendido esta teoria, 59 casi cabria decir desde Ia cuna; y acaso hoy debié- yamos reconocer que tiene algo de pucril, o cuando ‘menos de puerilizante, Era hasta cierto punto plau- sible en tiempos en que In sociedad era mas sencilla, y el negocio pablico estaba entre Jas manos de un pufiado de individuos conacidos, Pero es evidente que no encaja con la sociedad de nuestra épocs, mucho mis compleja; y el nacimicnto, en el siglo 21x, de Ja nueva ciencia socioldgica fue una respuesta a esta creciente complejidad. Pero Ia vieja tradicién se re siste a morir, A comienzos de este siglo, podia adn sentenciarse que «la historia ¢s la biografia de los grandes hombress, No hace mas que dicz afios, un distinguido:Bistoriador nortenmericano acusaba a sus colegas, quiz no del todo seriamente, de «geno- cidio de les personajes histéricos» al tratarlos como ehechuras de las fuerzas sociales y econémicas» (15). Los adeptos de esta teoria tienden hoy a ser circuns- pectos, pero tras ciertas pesquisas he hallade una excelente formulacién contemporinea en la intradisc: cién de uno de les libros de Miss Wedgwood, que eseribe: a El comportamiento de los hombres_como_in- dividuos me interesa mas que su Comportamiento como grupos o clases. La historia puede escribirse con este sesgo lo mismo que con otro cualquiera; no tiene por qué inducir més ni menos a erro! Este libro... es un intento de comprender cémo sent(an aquellos hombres, y por qué, sein su pro- criterio, obraron como lo hicieron (16). (1) Americ ier Review, LVL, 1 toe SD ma 20. — (16) 6. ¥. Wenownno, The King's Peace (1958), pig. 17. 60 agui una declaracién precisa. ¥ como Miss Pao es una escritora de éxito, muchos serén, estoy seguro, quienes piensen conso ella. El Dr. Row: Sones dice, por ejemplo, que el sistema isabelino se Sino abajo porque Jacobo Lera incapaz de comprene Gerlo, y que la revolucién inglesa del siglo xv1r fe ce econiecimiento accidental» debido a a estupidez Gr los dos primeros monarcas Estuardos (17). Hasta Sir James Neale, historiador més austero que el dor tor Rowse, parece a veces mis ansioso de expresat su admiraciin por Ia reina Isabel que de explicar 10 {que representaba Ja monarquia Tudor; y Sit Isai Berlin, en suseciéa mencionado ensayo, esti tremens damente preocupado ante la posibilidad de que [os historindores puedan dejar de denunciar a Gerigis Kan ya Hitler como hombres malvades (18). Ca t60- a del rey_bueno_y el rey_mlo,le—que. ‘herttos “nos acereamos.atiempos mas recien Be anal Scifiear e comunismo de «parto del ‘Sezebro de Kari Marx» (tomo esta flor de una recien te circular de agentes de cambio y Bolsa) que ani par sus origenes y su cardcter; més holgado ats pair In revelucion bolchevique a Ia tonterfa de Nico” He IIo a! oro alemén que estudiar sus profunds ee as sociales, y ver en las dos Guerras Mundiales at en he ean ets, 28 SE, pone hl candy “is tenders a> Fee Sead erigacs_ no TOTS) goog de avigue V2 von mera tenders Ste ee oe io 61 él resultado de Ja perversidad individual de Guiller- mo II y de Hitler que Ja consecuencia de algan bon- dimiento profundo de! sistema de relaciones inter- nacionales. La afirmacién de Miss Wedgwood combina pues 4gs_proposiciones. La primera es que el comporta i jombres como individuos difiere de su 2 earig-Hlsiibras de gripes clase, dor puede optar por profundizar en ‘uno x of. a gu anfojo. Ia tequnia er que esteier el comportamiento de los hombres eit CuantS-iadivi. dus es tanto como Investigar los motivos conscientes més en el primer punto, No es que la nocién del hom. bre como individuo induzca ni més ni menos a error gue su nocién camo miembro de un grupo: lo que induce 1 ¢s el intento de separar ambas nes. ELindividuo es por definicién un miembro de una sociedad, o probablemente de mig de una socie- dad, ldmesela grupo, clase, tribu, naciém o Jo que s¢ quiera. Los primeros bidlogos se limitaban a clnsifi- car las especies de pAjaros, peces y animales terres: tres, repartiéndolos en jaulas, acuariums y vitrinas, Y no intentaron estudiar Ja criatura viva en relacién con su ambiente. Acaso las ciencias sociales no hayan Salido todavia hoy del todo de aquella fase primitiva, Hay quienes distinguen entre Ia psicologia come cien- scin del individuo y 1a sociologia como ciencia de la so- siedad: y se ha acufiado el epiteto de «psicologismor Para motejar con él la nocién segtin la cual todos ‘os problemas sociales son reductibles en ultima ins- tancia al andlisis del comportamiento humano indivi- dual. Pero los psicdlogos que dejaron sin estudiar el a : mundo circundante del individuo no fueron muy le jos (19), Resulta tentador distinguir entre la biografia ‘que trata del hombre como individuo y Ja historia que se ocupa del hombre como parte de un todo, ¢ insi- auar que Ia buena biografia es mala historia. «Nada juce mas a_ error pei aE ean el hombre. storia —escribié Ac- ae] hombre se la histori ‘ocasién— que el ado. Ee iadltamaes (20) Pero tabla esta in es irreal. No pretend tampoco amparar- me tras el adagio victoriano calocado por G.M. Young, en el frontispicio de su libro La Inglaterra Victoria- na: «Los criados hablan de personas, y los sefiores discuten de cosas (21)». Algunas biografias ea yen valiosas aportaciones a la historia: en mi de estudio ae ejemplos destacados las biografias de Stalin y de ‘Trowsky escritas por Isaac Deutscher. Orras, en cambio, pertenecen a la literatura, lo mismo que In novela histérica. «Para Lytton Strachey», es- cribe el profesor Trevor-Roper, «los problemas histé- ist hw met rere eae eh as ee ha eee er ee SESS area es Sion: ceenee hs See ge ee ae Sor eas eerie Bye ay ee Coma ds Sarma aa chee Saran Fe ta ee my OT a ire bess He 2 Sp Eee Re es Tuned, os Pasarrarer sd aan feet ricos eran siempre y tinieamente problemas de com- portamiento y de excentricidad individuales... Los problemas histéricos, los problemas de Ja politica y de la sociedad, nunca traté de resolverlas ni siquiera de plantearlos» (22). Nadie esta obligado a leer 0 es- cribir historia; y pueden escribirse libros exeelentes agerea del pasado, que nada tenen que ver con Ja historia, Pero creo que fenemos derecho, por acuerdo convencional, a reservar —como me propongo hacerlo enestas conferencias— la palabra «historia» para de- si el proceso de la investipacién en el pasado del hombre en sociedad. Ta segunda proposicién de Miss Wedgwood, a sa- ber, que 1a historia tiene por objeto investigar por qué los individuas «obraron como lo hicieron, segtin su propio criterio», resulta sumamente raraa primera vista; y sospecho que la autora, al igual que otras personas razonables, no predica con el ejemplo. Y si Jo hace, su historia ha de ser muy singular. Todos sa~ Hen hoy ae Jos eres humane’ Ro Soe ae Sensralmente, obran por motives _de_Jes_que tienen jena conciencia o que estan dispuestos @ confesary y excluir In penetracion de las motivaciones Incons- Gientes o inconfesas ¢s desde luego una forma de ponerse a trabajar con un ojo yoluntariamente ce- rrado, Esto es, empero, lo que segdn algunos debe ha- cer el historiador, Se trata de lo siguiente. Mientras decimos que el Rey Juan era muy malo, por su ava- Ticia o su esiulidez vu su ambicién de hacer ¢l tiranc, hablamos en términos de cualidades humanas com- prensibles aun al nivel de la historia para parvulos, Pero cuando empieza a decirse que el Rey Juan era el instrumento insconciente de intereses creados (22). Trevon-Romn, Historical Zxseys (1987), Pig. 21, 64 opvestos a la ascensiOn al poder de los barones feu dales, no sélo se introduce una visiGn mas comple} y elsborada de la maldad del Rey Juan, sine que pa- rece estarse sugiriendo que los acontecimientos histé- ricos no vienen determinados por acciones conscien- tes de individuos, sino por ciertas fuerzas exteriores y todopoderosas que dirigen 1a voluntad inconsciente de éstos. Esto es um disparate, por supuesto. En I La Historia nade hace, ni posee una riqueza jmmensa, ni bra batallas. Es el hombre, el hom-- bre real y vivo, quien lo hate todo, quien posee ¥ lucha (23). Las dos observaciones que he de hacer sobre el particular nada tienen que ver con una concepcion abstracta de la historia, y se basan en la observacién puramente empirica, Es Ja primera que la historia es en gran medida cuestién de mimero. Carlyle fue responsable del desa- fortunado asexto de que «la historia es Ja biografia de los grandes hombres». Pero oigdmosle en la mis grande y elocnente de sus. obras histéricas: El hambre, la desnudéz, y una opresién conven- cida de estar en su derecho gravitando pesada- (2) MuneEnans, Gesamnauspahe, Ti 3. mente sobre 25 millones de almas: esto, y no las vanidades horidas ni las flosotias refutadas da abogados filésofos, de ricos tenderos 0 de la no bleza rural, fue el primordial instigador de la Re- Yoluaiin Francanss y lo propio ocurrira en todas revoluciones semejante ee sjantes, en todos los pal- ©, como dijo Lenin, cla politica empieza donde estén las masas, na donde fay miles, sin io donde hay millones; ah es donde empieza la politica sevias (25), Los millones de Carlyle, tanto como los de Lenin, eran millones de individuas: no habia nada imperso- nal en ellos, Las discusfones sobre el particular con- funden a menudo anonimnto con impersomalidad. Ni In gente deja de ser gente ni los individuos de ser in- dividuos porque desconozeamos sus nombres. Las evastas fuerzss intpersonaless de T. S. Elfot eran los indivieuos a quienes Clarendon, un conservador més atrevido y franco, llama «la gentuza sin nombre> (26). Los ttillones andnimos eran individuos que actuaban conjuntamente, mis o menos comscientemente, y cons titufan una fuerza social. En condicloues normales el historiador no necesitard saber de un solo y unico campesino descontento, de una sola aldea insatis- fechs. Pero millones de campesinos descontentos en miles de ald@i5-son faclo que ng puede descot ningiin Kistoriados. Las rezones por las que una per- sona ‘cualquiera se abstiene de casarse no interesan al historiador, coma no sea que las mismas razones de (W) History of the French Revolution, 8 rl he Fane evn 1 ex. Gummo, A Bret View Sur ved, Sa vey of the Dongerous Per- lus iret o Chec & Slate in Mr Hobbes Book ented Le 66 terminen Je abstencién de miles de otros individuos de ln misma generacién, originando con ello una mengua considerable del indice de casamicntos: en tal caso podria ser que resultasen significativas desde el punto de vista de Is historia. Ni hemos de turbar- nos ante Ia manida afirmecién de que los mavimien- tos los inician minorias, Todos los movimientos efes- tivos tienen unos cuantos adalides y multitud de se guidores; pero esto no quiere decir que In multitud ho sea esencial para su triunfo. En historia, el mi-_ mero cuenta, ““Tengo bun prucbas mejores en apoyo de mi se gunda fobservecién. Autores de muchas y distintas tycusls.de_penssmiento_han coimelaido-en_apintar que las acciones de. seres humanos individuales tie- FFesultados que no s8 proponia ni de> sl_act fmpoco nadie més. El eristiano eres que el individuo, al obrar conscientemente para sus propios fines, no slempre altruistas, es el agente inconsciente de los designios divinos. El evieios pri- vados, beneficios puiblicos» de Mandeville era una ex- presién temprana y deliberadamente paraddjica de rete descubrimiento. La mano oculta de Adam Smith yla eastucia dela razéms de ‘Hegel, que impulsa a los jndividuos a obrar por hhacerse instrumentos de suis fines, por més que ellos. _satisfa- sini sus propion Seoe son demasiado conocidas para requerir citas. «En lo produceién social de sus medios de producciéne, escribla Marx en_el prdlogo a su Critica de la Economia Politica, clos SeIgS TUMaRSS entran en copcretas y necesarias rela jones independientes de su voiuntads. «El hombre vive conscientemente para si, pero es instrumento in- consciente de Ja consecucién de los histéricos y unt 67 versales anhelos de Ja humanidads, escribis Tolstoy en Guerra y Paz, haciéndose eco de Adam Smith (27). ¥ aqui, para concluir con esta antologia que ya se esta haciendo larga, citaremos al profesor Butterfield: «Hay, en la naturaleza de los acontecimientos histéri- cos, algo que tuerce el curso histérico en una direc- cién que ningin hombre se propuso nunca se- guir> (28). Desde 1914, después de transcurride un siglo sin otras guerras que conflictos menores locali- zados, hemos pasado por dos guerras mundiales. No serfa explicacién plansibe de este fenémeno sostencr que eran mis los individuos que querian Ia guerra, o menos los que queria 1a paz, durante la primera mitad del siglo xx que en Iss dltimas tres cuartas partes del xrx. Dificil resulta creer que un individuo cualquiera se hubiese propuesto, 0 descara, la gran depresién econémica de los uiios treinta y tantos, Y sin embargo fue, a no dudarlo, traida por Jas acciones de individuos, cada uno de los cuales se proponia conscientemente otro fin radicalmente distinto, Tam- poco puede decirse que el diagnéstico de una discre- pancia entre las intenciones de un individuo y los tesultados de su accién, deba siempre aguardar al historiador retrospectivo, «| Xo sep imeneign tea eases escribié Lodge de Woodrow Wilson en ode 1917, spero tengo la impresion de que le Searvaria Torsone acontecimientoss (29). Es ir contra foda evidéncia sugerir que Ja historia pueda escribi fandéndose en -<éxplicaciones en terminos de 21) 1, Tausror, Guerra y Be, i, cm. (a i. ‘Bewrmcias, The Biglishrman a sing 10. 29) Clindo por BL W, TucKMat, Fhe Zimmerntaue Teleurarn (9 HB BAR, wa ese BF Feegrame Zimmer, a or 68 His tisrory (194), pe manas» (30), 0 en el relato hecho par sus ‘proplos-actores de los motivos por los que descendié envuelta en una auréola de gloria desde Galileo ¥ Newton, Los qué estudiaban Je sociedad, deseosos, = sablendas 0 no, de probar la condicién cientifica de sus estudios, adoptaron igual Jenguaje y creyerom seguir el mismo procedimicnto, Parece que los primeros aue salieron a Ja palestra fueron! "economistas politicds, con la fay de Gresham y con Tas leyes del. mercado en Adam apelé a «las leyes del comercio, que " son 1a8 leyes de Ja naturaleza y por ende las Leyes de Dios (3)*. Malthus mecanizé una ley de la pobla- cién; Lasalle una ley férrea de los salarios; y Marx, ¢n la Introduccién al Capital, afirmé haber descubier- to «la ley econémica del movintiento de Ja sociedad juckle, en las palabras finales de su Hlis- toria de ta Civitizacién, manigest6 e] convencimiento de que el curso de tos asuntos humanos estaba «im pregnedo de un noble principio de regularidad uni- versal e inmutable», En ia actualidad esta termino- Jogia nos parece tan anticuada como pretenciosa; pero le suena casi tan enticunda al fisico como al in- vestigador de Ja sociedad. Un afio antes de promun- ciar Bury su conferencia inaugural, el matemstico franets Henri Poincaré publicé un pequefio volumen titulado’ a Science et Uhypothese, que inicio una revolucién del pensamiento cientifico, La tesis_prin- cipal de Poincaré era que las proposiciones eqinsiias por fag HOMES do enc Son camo no_meras_definici iP iciones_n_convenciones disfrezarias acerea del usa_del_Ienguaje-hindtesis encaminadlas a cristalizar y organizar un pensamicnto st jétas a lilterior_verificatién, modificaciin-orefuta- idn. Todo lo cual es hoy poco menos que un lugar comin. La exclamacién de Newton «ffypotheses non fingo suena huera en la actualidad: y por mas que los cientificas, aun quienes se dedican a las ciencias sociales, hablan a veces de leyes, en honor, por asi decirlo, de’ sjos tiempos, ya no creen en su exis- 2) TAOWE gt Detlle on Sere (5), xx The Wer ated Hirt in fr Bate aide yas co ence Ph, ey commen el pbs, ec tan aces fulgee Te Divan Province 58 cacpa Ss Sele an ee tencia en el sentido en que creyeron universalmente en ellag los cientlficos de los siglos xvi y xx. Es cosa admitida que los clentificos no hacen descubri- mientos ni adquieren Huevos conocimientos médian- ino mediante la enunclacién de hipStesis que abren elcarsino nuevas investigaciones. Un libro de texto acerea del métado cientifico, escrito por dos filéso- fos norteamericanos, describe el_método de la cien- oa Obtenemos las pruebas de los principios ape- jando al material emp{rico, a lo que se supone son shechos»; y seleccionamos, analizamos ¢ interpre- tamos el material empfrico basimdonos en los principios (4). Acasa hubiera sido mejor la expresién de «recipro- cor que la de «clreulars; porque el resultado no es ‘un retorno al punto de partida, sino un adelanto ha- cia nuevos descubrimientos por medio de este pro- eso de interaccién entre priscipios y hechos, entre tearia y prdctica, Pensar requiere siempre la acepta- cign de ciertas présuposiciones basadas en la obser- ‘yacion y que hace ible cl pensar cientifico, pero sujetas a revisién de este mismo pensar. Las hipétesis en cuestion pueden resultar vélidas en cier- tos contextos o para determinados fines, aunque re- sulten luego falsas en otros casos. En todos les casos la prucba definitiva gs Ja empirica de saber si son de hecho titles para promover nuevos enfoques © incre. mentar nuestro conocimiento. Los métados de Ru- @ MR, Comme y B, Nas, Introduction to Zogle and Scletific Method (15H), nl. 58, D therford fueron descritos no hace mucho par uno de Sus discipulos y compaiieras de trabajo més distin- Eraen él necesidad imperativa saber cémo fun- sionan los fenémenos nucleares, en el mismo sen tido en que podria hablarse de saber lo que oct: ria en Ja cocina. No creo que buscase una expli- eacién bajo Ia forma clisica de una teoria funda- da en unas cuantas leyes bdsicas; mientras est» viese al corriente de lo que iba aconteciendo, esta- ba satisfecho (5), Esta deseripcién conviene igualmente al historiador, que ha abandonado la busqueda de leyes fundamen- tales y se contenta con la investigacién de cémo fun- cionan las cosas, Ja condicién y calidad de las hipétesis utitisadas Por el historiador el proceso de su investigacion $e asemeja singularmente a las ‘Que caracterizan Tas hipétesis de que se vale el cientifico. Témese, por jemiplo, el TanvOSG-Clagndstico de Marx Webce, boc vio una relacién entre el protestantismo y el capita: Hismo. Nadie calificaria hoy de ley esta afirmacién, pese @ que en uma ¢poca anterior pudo haber sido acogida como tal. Es una hipétesis que, aunque algo modificada en las investigaciones que inspit6, ha mi Jorado sin Ingar a duda nuestra comprensién de am- bos movimiemtos. © tomemos por ejemplo un aser- Ge ies date ds Macks GET pee Soreet oe te ane sociedad con un sefior Feudal; el telar mecinico nos (Sh Sle Chances Eun, en Trinity Review (Cambridge, tercer te mesire, 100, pap. 18 80 da otra con un capitalisia industrials (6). Esto 20 es, en la terminologia moderna, una ley, aunque probablemente la hubiera denominado asi su autor; pero si una hipétesis fructifera que nos indica el ca- mino a seguir para una investigacién ulterior y una comprensién nueva. Estas hipétesis son instrumentos \prescindibles_para el pensamienis. ET conocido economista aleman de principios de siglo, Werner Sombart, confesé cierta «turbacién» que se apode- rabz de los que habian abandonado el marxismo: Cuando quedamos sin las cémodas férmulas que hasta la fecha han side nuestros guias por en- tre las complejidades de la existencia... es como si zozobraramos en un océano de datos, hasta que encomtramos un nuevo punto de apoyo o aprende- mos a nadar (7). La controversia acerca de la divisién de la historia Bee ee ee ean oe ee eas én la medida en que nos ilumina, y que depende, en. Saree Soe ele eS Se ee miné la Edacl Media, discrepan en la interpretacién de ciertos acontecimientos. No es este problema cues- tign factica; pero tampoca puede decirse que carezca PE aT ee secloges geogrifics sing una Hiptiesis" beblor de historia europea puede ser una ns, Getamtaurste, {G WiSStmaes The Ounce of Copaton (Tead log 8h pas a 81 hipétesis correcta y fructifera en ciertos contextos, © inducir a error y confusiéa en otros. La mayoria de-los historiadores parten de Ia base de que Rusia forma parte de Europa; otros lo niegan con pastén. La tendencia propia del historiador puede juzgarse ppartiendo de las hipétesis que adopta, Tengo que ci far una declaracién general acerca de los métodes de ia ciencia social, porque procede de un gran espe- ciallsia de esta cfencia que se formé en las ciencias fisicas. Georges Sorel, que fue ingeniero antes de empezar a escribir, cumplidos ya los cuarenta afios, acerca de los problemas de la sociedad, destacé In necesidad de aisler determinados elementos en una situncién dada, atin a riesgo de caer en un exceso de simpliticacién: Hay que proceder a tientas; deben ponerse a eae atiects garcia getebles, seer sol Eiettarea. con tpraciapclees prowbaalas 3a modo que siempre quede> aUiras las puerss @ una correecion progresixa (8). = Es ésta una proclamacién bien distante del si- glo xtx, cuando cientificos e historiadores como Acton esperaban, que Ilegase ¢l dia en que quedara estable- sido, por medio de Ia acumulacién de datos bien yeri- ficados, un cuerpo de conocimientos que Jo abarcase Coley ci reverora do usa vie pe siempre todos los prot discutidos, Hoy, tanto los clentificos como los historiadores siigae i nae sae desia de avauzarprogiesivemente de_una hipdtesis ‘Parcial a le siguiente, aisiando”sts hechos al pasarios (Simm, Metrtaye dune thdoite dx protria (19), pla = a por el tamiz de sus interpretaciones, y verificando és tas con los hechos; y los taminos que cada cual sigue no Me parecen esencialmente distintos. En mi pri- mera conferencia cité una observacién del profesor Barraclough segin la cual Ia historia no es cen absolute factica, sino tna serie de juicios admitidos Cuando me hallaba preparando estas conferencias, un fisica de esta Universidad definié, en una emi- sin de Is BLB.C, una verdad cientific afirmacién que ha sido put mi ‘experios en Ia materia» (9), Ninguna de estas formu: Jas es-del todo satisiactoria, por razones que iréa surgiendo cuando tratemos del problema de la obje- tividad. Pero es notable que un fisico y un hisotriador formulasen cada cual per su lado igual problema con palabras casi idénticas. Las anslogias son sin embargo trampa peligrosa para os no avisados: y quiero pasar a considerar, con a mayor xespeto, Jos reparos en virtud de los cuales por grandes que sean las diferencias entre las cien- ties matemdticas y las naturales, o entre las distin tas ciencias comprendidas dentro de estae categorias, puede establecerse cuna distineién fundamentat ents. estas ciencias y Ia historia y Se presta @ eq ifamar ciencia a Ta historia, y acaso también a las de- mis ciencias sociales. Estos repares —mds convincen- tes unos que otros— s¢ resumen asit 1) Js historia se coup solamente de Jo particular en tanto que Ta Cencia estudia Io general; 2) la historia no ensefa padaj 3) Je histori le pronosticar; 4) Ia histo- Sees formcamente subjetiva porque el hombre $2 est observando.a si mismo; y 5) la historia, 8 dife- (9) De. 5, Ziman, en The Listener, 18 de agosto 1960, 83 rencia de la ciencia, implica problemas de religién y moralidad. Trataré de exarinar sucpsivamente da uno de estos puntos. En primer lugar, se alega que la historia se ocupa_ deo particular, mientras que Ia ciencia atiende a lo general y universal, Puede decivse que este punto de vista nace con Aristételes, que declaraba que la pot sia era ems Filos6fica» y «mds seria» que la histori porque la primera perseguia la verdad general y la historia Ja particular (10). Muchos autores ulteriores haan discriminado de modo parecida entre Ja ciencia y Ia historia, desde entonces hasia Collingwood in- elusive (11), Parece que esta opinidn parte de un error inicial. Todavia. sigue siendo verdad la famosa frase de Hobbes: «Nada en el mundo es universal s: vo-los hombres, ya aue-cade cose nGrbrada es indi. vidual y Singular» (12). Ello es Mmdudablemente clerto en lo que se reliere a las ciencias fisicas: dos forma- clones geoldgicas, dos animales de la misma especie, dos dtomos, no soft nunca iguales. Pero la insistencia, en el cardcter tnico de los acontecimientos histéricos tiene el mismo efecto paralizador que la perogrullada tomada por G. E, Moore del Obispo Butler, y que en una gpoca fue objeto de veneracién por parte de los filésofos «analiticos» del lenguaje: «Cada cosa es lo gue es y no otra cosa distintas, Adentrndose por ¢sta senda se llega pronto a un a modo de nirvana filoséfico en que no puede decirse nada importante acerea de nada. YO) dats, a BG. Cousnowor, Heard loeglnaton (1938 12) Leviathan, 1, Iw. "i a 84 El mismo uso del lenguaje compele al historiador, ‘as{ como al cientifico, a generalizar. La guerra del Pe- Ioponeso y la segunda Guerra Mundial fueron muy distintas, y ambas fueron Umicas. Pero el historiador Tama guerras a las dos sin que proteste por ello mas que el pedante. Cuando Gibbon califics de revolucio- nes el establecimiento del Cristianismo por Constan- tino y la aparieién del Islam (13), estaba generalizan- do das acontecimientos Unicos, Los historiadores mo- dernos hacen lo propio cuando escriben acerca de Jas revoluciones inglesa, francesa, rusa y china. EL torisdor no esta realmente interesado en lo dnico sino én lo que hay de én To unico. En los afios veiniliantos las discusiones por parte de los histo- riadores acerca de las causas de la guerra de 1914, daban cominmente por supueste que o bien debia achacarse a la torpeza de los diplomaticos, que ha bian obrado en secreto y sin el control de la opi- nicn piiblica, o a la desafortunada divisidn del mun- do en estados territoriales soberanas. Un decenio més tarde daban por supuesto que sé debié a las riva- lidades entre potencias imperialistas, arrastradas por jas tensiones del capitalismo decadente al reparto del mundo entre ellas, Estas usiones implicaban to- das una generalizacién acerca de las causas de la guerra, o por lo menos de sta en las condiciones del siglo xx. El historindor se vale constantemente de la pone. Si no son claras las pruebas de que Ricardo ase- Sinara a los principes en la Torce de Londres, el his: tociador se preguntara —acaso mas inconsciente que conscientemente— si era costumbre de los gobernan- UBD Decline ond Fall of the Roman Empire, cap, XX, cp. tes de su tiempo liquidar Jos posibles rivales al trono; y st juicio estars, y con raz6n, influide por tal generalizaci6n. Elector de historia, lo mismo que el autor, es un senerallzador erdnico, que aplica ia observaciin del historiadora_olros contexios histéricos que conoce ‘bien, o-aun-a_sn propla-época. Cuando leo la Revolu- cin Francesa de Carlyle, me doy cuenta de que estoy generalizando una y otra vez sus comentarios, apli- edndolos al tema que me interesa particularmente: la revolucién Rusa, Véase por ejemplo esta cita acerca del Terror: Horrible en tierras que hablan conocido una justicia equitetiva pero no tan extrafio en tierras que nunca Ia conocieron. O- esta otra, ain mis significativa: Léstima es, aungue sea muy natural, que la his- tori de este perfodo haya sida casi siempre es- crita en trance histérico. Abundan la exageracién, y In execracién, y Ja elegia; y a Ia postre, Ia oscu- ridad (14). © ésta, de Burckhardt ahora, acerca del desarrollo del Estado moderno en el siglo xvi: Cuando menos hace que surgié el Poder, me- nos posible le resulta permanecer estacionario, nlf? Mistry of the French Revtuon, Tv, np. %: HK 5 eank 86 primero porque quienes le dieran vida se ban acostumbrado a més movimiento répido, y porque son y seguirin siendo imovadores per Se; y se- gundo, porque las fuerzas por ellos Ievantadas a sometidas sélo pueden emplearse para ulterio~ res actos de violencia (15). Es un contrasentido decir que Ia generalizacién es cxtraia a la historia; la historia se nutre de generali- Zaciones. Como dice claramente Mr. Elton en uno de os voltimenes de la nueva Cambridge Modern Histo- 1, slo que distingue al, historiador del recopilador de datos bisidricoscs1o_generalizaciéne (16); podia haber afiadido que lo mismo distingue al clent{fico del naturalista o coleccionista de especimenes. Pero no se suponga gue la generalizacién_nos_permite eoustruir um amplio esquema dela historia en el Giie han de encasillaysé Tos acontechimientos espect feos, Y Como Marx es uno de los autores a menudo ‘Scusado de construir um esquema de ¢stos, o de creer en él, citaré, a modo de recapitulacién, un pérrafo de una de sus cartas, que coloca cl problema en pers: reetiva, adecuada: Acontecimientas notablemente paresidos, yesultadas_totalmente_dispares. Est io por separado cada una de estas evoluciones, y compa- véndolas Tuego, es facil encontrar Ja clave para la comprensién de este fendmeno; pero nunca es po- sible dilucidarlo utilizando iz Mave maestra de al- {28} 1. Bune, Jutyents on History end Historians (HM, 28) Cambridge Modern History, i (1958), 7. guna teoria histéricofilosdfica cuya gran virtud consiste en estar por encima de la historia (17). 4a historia se ocupa de la relacidn entre to dnico_y So'general- EY hifstorindor no puede disoctarlos, nt dar preferencia a lo uno contra lo otro, como_tampoco sti.en su mano disociar ef hecho de la interpreta eo ee eee ab = ‘Acaso sea éste el momento de una breve observa- sién acerca de las relaciones entre la historia y-la sociologia. Actualmente la sociologin se enfrenta con dos peligros opuestas, el de convertirse en ultratedri- a y el de convertirse en ultracmpirica. E primero es el peligro de perderse en generalizaciones abstracias y sin sentido sobre la sociedad en general. La Socie- dad_con maytiscula ¢s una falacia tan_descaminada como ia Historia con maytiscula, Rondan este peligro aie ig_sociologia la Tarea exclusiva de generalizar partienda oe les acsnimienton dnicor registrados por_ta-historia: se ha sugerido que Ia f0- ciologia se distingue de la historia en que tiene «le yes» (18). El otro peligro es el que previé Karl Mann- pelt, MAE Eres, Ova ied. ann, car de gue 1 pisrafo se publics en ot petiddico miso Ofechestvennye Zipiaki en Wf. Parecs gus el prose Popper ‘abel a lacy os el que denowina “error central Sel hstorlnne”, & asber, ln Yicciéa. de que las tendencias o ‘corrienter histrleas “pusden deri. ‘varse inmediatamente de as soles lever univerasles" (The Poverty of Historlciom (1957, pags. 128129); exio es precisamente lo que eyar be Mare. (18) Farece que wl es tx opinidn del profesor Popper (The Open ‘Society, en try" Eneraies, 2e ei, 151, ah 32% teaduceion coped Ta Socieded Ablertay stis enemigos). Desgracladameate, da un ejem- po ee [ey soclologica? “Dondequiera que fa hberisd oe peauiamienio, Se comunicacion del mismo, exten cticazmente protegidas por las tn Tuciones legales y les intiiuclones que garantigan a la dlscusion ‘poviblidad de act publica, habra progres clentiflen”. Esto se escribio Ea DBE 6 108. y fe Inspirabe en la conviscidn de gue lar democrar las ‘occldentalespermanecerian a le cabeza del progreso.clentfic, a8 heim hace casi una generacién y que en la actualidad esti muy presente, el de una sociologia adividida en una serie discreta de problemas técnicos de reajuste sotial» (19), La sociologia se ocupa de sociedades his- térieas cada una de las cuales es tinica y ha sido mol- deada por antecedentes y condiciones histéricos espe- cificos. Pero el intento de eludir ja generalizacién y In interpretacién, limit&ndose a los problemas lamados Spices dr canmeraciha 4 anki, bis guncioe y andlisis, sdlo conduce a S6nvertirse en inconscitnte apologista de una cledad estatica. fica Si ln poclologla ha de convertiss.cn campo fructifero de estudio, tendré que ocuparse, como Ia historia; de Ja relacién existente entre lo par ticular y-Io general. Pero también debe hacerse di- nica, dejar de ser un estudio de fa sociedad en reposo (porque tal sociedad no existe), y pasar a serlo del cambio y del desarrollo sociales. Por lo demas, yo dirfa que cuanto mds soclolégica se_haga la_his- toria_y_cu Grica_se haga la sociclogia, tanto mejor para ambas, Déjese ampliamente abierta aun tréfico en doble direccién la frontera que las separa El problema de ta generalizacién esti estrecha- mente vinculado a mi segunda pregunta, la de las lec ciones que ensefia la historia, Lo que realmente im- porta de Ia generalizacion es que por su conducto tra- tamos de aprender de la historia, y de aplicar la lec- ‘lguess, 0 cundo menos scriamenie malirecha, por 10 ocutrido ea 1a Union Sovietica, Noes ya unm ley, sino nl siquiera une geoerall- saci tiga, (5) Ko Mawnan, Ideology and Uropia (rad. tnglesm 1930, phsi- na ZB. 39. cién deducida de un conjunto de_acorietcimientos otro conjanto de scontecimientos:, cunndo Eenite amos estamos, aun sin saberlo, tratando de hacer precisamente eso. Los que rechazan la generalizacion Piinsisten en que la historia no se ocupa mas que de Jo finico, son quienes, como era de esperar, nicgan que de la historia pueda aprenderse nada. Pero la Giemacidn de que los hombres nada aprenden de la jnistoria viene contradicha por multitud de’ hechos observables, No hay experiencia més corriente que Geta, En 1919 me hallaba yo presente en In Confe- rencia de la Paz de Parfs, coma miembro subalterno de la delegacién britdnica. Todos Jos miembros de la delegacin crefan que podriamos sacar grandes lec- ciones del Congreso de Viena, el diltimo de los gran des congresos de paz europeos, celcbrado cien afios antes. Un tal capitin Webster, empleado entonces gn el Ministerio de 1a Guerra, hoy Sir Charles Webs: ter, eminente historiador, escribid un ensayo dicién donos cudles eran aquellas Jecciones. He conseryado dos en mi memoria. Una era que resultaba peligro so, cuando se estaba dando mueva forma al mapa de Europa, dejar al margen el principio de autodetener- minacién, La otra era que resultaba peligroso tirar fos documentos seeretos a 1a papelera, cuyo conteni- do serfa fatalmente adquirido por el servicio secreto de alguna otra delegacién, Estas lecciones de Ia histo- tia las temamos nosotros como un evangelio e influ- yeron en nuestra conducta. Es éste un ejemplo re- cliente y trivial. Pero seria EA¢ descubrir en Ia histo- tia relativamente remota la jnfluencia de las ense- fianzas de un, pasado ain mis rmeoto. Todo el mun- do conoce el impacto de la Grecia antigua sobre Roma. Pero no estoy seguro de que algin historiador 90 haya tratado de Mevar a cabo un anilisis preciso de fas leceiones que aprendieron los romenos, 0 que crtyeron haber aprendido, de !a historia helénica, El examen de las ensefianzas sacadas por Ja Europa occidental de los siglos xvrr, xvirt y 20x de la historia del Antiguo. Testamento podria aportar interesantes resultados. La revolucién puritana de Inglaterra no puede comprenderse sin él; y la concepcién del pue- blo elegido fue un factor importante en el surgir del nacionalismo contempordneo. Bi sello de una instruc- cin clésica marcé profundamente la nueva clase re tora briténica en el siglo x1x. Grote, como ya hemos dicho, sefialaba Atenas como el prototipo de la nueva democracia; y me gustaria yer un estudio de las am- plias ¢ importantes ensedanzas impartidas a los edift- cadores del imperio britanico por la historia del im- perio romano, fueran. ‘ellos conscientes 0 no de haber- las asimilado. En mi campo de estudio, los forjado- yes de Ja revolucién rusa estaban profundamente im presionados —y casi diria que obsesionados— por las leceiones de la revolucién Francesa, de las revolucio-. ‘neg de 1848 y de la Commune de Paris de 1871. Pert he de recordar aqui la puntualizacién que requiere el doble eardcter de la historia, Aprenier de te: toria no es nunca un proceso en une sola ‘Sprender aceon del presente ala Juz del pasado quic re también decir aprender del pasado ata luz 42) una mas peofunda_comprensin_tante del paste? como del presente, por su comparacion reciproce El tercer punto que quiero tratar ¢s el del papel que desempena el prondstico en Ja historias no pi Ea aprenderse ninguna Ieccion de la historia, se nos dice, porque Ia historia, a diferencia de la ciencia, no pue- de prever el futuro. Este problema estd imbricado en ‘un tefido de equivocos. Come hemos visto, los cienti- ficos ya no tienen tanto afin como antes por hablar de las leyes de la naturaleza. Las_llamadas leyes cien- tificas que afectan a nuestra vida cotidisha son de hecho afirmaciones dé tendencias, afirmaciones de lo qué ocurriré en igualdad de condiciones, o sea en ‘condiciones de laboratorio. No tratan de predecir Jo que acontecerd en los casos concretos. La ley de la gravedad no prueba que cierta manzana determinada ‘caera al suelo: puede pasar alguien que la recoja en una cesta, La ley de la éptica segdn la cual la Inz se transmite en linea recta no prueba que un rayo de luz determinado no sea refractado o no sufra una difraccién debido a la intervencién de algiin objeto. Pero ello no quiere decir que tales leyes carezcan de utilidad, ni que dejen de ser en principio vilidas. Las teorias fisicas modernas, se nos dice, se ocupan sola- mente de las probabilidades de que se verifiquen los acontecimientos. La ciencia actual est’ més inclins- da a recordar que la induceién sélo puede conducir Iégicamente a probabilidades o a una conviecién ra- zonable; esté ms dispuesta a ver en sus afirmaciones normas o elementos de orientacién generales, cuya validez sélo puede comprobarse mediante la accién especifica. «Science, d’ot prévoyance, d’oti actions, como decfa Comte (20). La clave del problema del prondstico en historia s halla en esta distincién en- tre Jo general y Ja especifico, entre lo universal y lo singular. EI historiador, como hemos visto, no tiene 2) Canes te phlasophite post mas remedio que generalizar; y_al_hacerlo aporta orientaciones_generales para Ja accién ulterior, las Gales, aunque no predicciones especificas, son wll das a la vez que utiles. Pero no puede pronosticar ‘contecishientos especificos, porque lo especifico es peculiar y porque interviene el elemento accidental. Esta distincién, que preocupa al fildsofo, es perfec tamente clara para el hombre ordinario. Si dos 0 tres nies de un colegio contraen el sarampién, se de- duce que Ia epidemia se propagard; y este pronGsti- co, si asi Jo Tamamos, se funda en una generalizacién de la experiencia pasada, y es gufa itil y valida para obrar en consecuencia, Pero no se puede Uegar a la prediccién especifica de que Carlos 0 Maria cantrac- rin el sarampién. Lo mismo hace el historiador, No st espera del historiador que prongstique una revo: lucién en Ruritania para el mes que viene. La clase @@ conclusiones que se intentarén’deducir, en parte e un canocimiento especifico de los asuntos de Ru- ritanin y en parte de un estudio de la historia,es que Jas condiciones de Ruritania son tales que puede har ber una revolucidn en un futuro no Jejano si hay quien prenda la mecha, o si alguien del gobierno no hace algo por impedirlo; y esta conclusién puede ir acom- pafiada de estimaciones de Ja actitud que cabe espe- Tar adopten los diversos sectores de la pobacién, par- tendo de la analogia con otras revoluciones. La pre- Giecion, si podemos Hamarla asi, slo puede cumpli $2 Ge ocurrir acontecimientos peculiares, que no pue- en, por su parte, pronosticarse. Pero ello no significa qua las inferencias deducidas dé la historia acerca del futuro carezean de utilidad, o dejen de tener una va- lidez condicional que sirve tanto de guia para la ac- cién como de clave para nuestra comprensién de 93 cémo suceden las cosas. Mo ‘rato ide, superis aus 4 inferencias del especialista en cienciss-sociales ¢ del bistoriador puedan_competir_con las_del fisico en ‘Guanto a la precisidn, o que su inferioridad al respec- to sea achacable solamente a un mayor atraso de las ciencias sociales, Fl ser humano es desde cualquier punto de vista Ja entidad natural mas compleja que conocemos, y el estudio de su comportamiento puede muy bien implicar dificultades distintas de las que ‘ocupan al fisice o al naturalistas. Solamente quiero afirmar gue ni las metas pi Jos métodos son funda mentalmente dispares. LH stove ce yd + Liegamos al cuarto punto, que implica um argu: mento mucho mis convincente en pro de un deslin: de tajante entre Ias ciencias sociales —incluida Ja historia— y Jas ciencias de la naturaleza. Segan ¢1, en las ciencias sociales sujeto y objeto pertenecen a In misma categoria y existe entre ambos.una intersc- cién, Los seres humanos, ademas de ser los entes “naturales m&s complejos y variables, tienen que ser estudiados por atros seres humanos, y no por obser- vadores independientes de otra especie. Aqui no que- da satisfecho el hombre, como cuando estudia cien- cias biologicas, con saber en qué consisten los cle- mentos fisicos que lo componen y.con conocer sus propias reacciones fisicas. El socicogn of eeamaits ° 6 bistoriador, necesitan Sooaar €@ Lorman df di moa en las que él albedrio_es_alga_activo, si es que desean enterarse de por que¢ los seres hue manos objeto de su estudio quisieron obrar como 10 hicieron, Esto cres_entre_el observador_y_lo_obser- vado una relacién que es privativa de Ia historia y dé 4 Jas ciencias sociales, El punto de vista del historiador interviene irrevocablemente en cada una de sus ob- servariones; 1a relatividad impregna el tejido de la historia, En palabras de Kari Mannheim, «hasta las categorias en que se subsumen, recogen y ordenan las diversas experiencias varian segdn la posicién social del observador» (21), Pero no sélo es cierto que el cariz del especialista en ciencias sociales interviene necesariamente én todas sus observaciones. También es clerto que el proceso de observacién afecta y mo- difice aquello mismo que se viene observando. Y ello puede ccurrir en dos direcclones opuestas. Los seres humans cuyo comportamiento pasa a ser objeto de andlisis y de pronéstico podran ser puestos en guar- dia con Ja prediccién de consecuencias que no de- sean, y ser inducidos por ella a modificar su accién, de modo que el pronéstico, aunque correctamente basado en el andlisis, resulte falso. Una de las razo- cs por ls que Ja storia se xenllc muy esensis ve” as ve- ceseatre pueblos flsidricamente conscientes, es que iss dra yersonae son sabedoras, en la segunda refresentacién, del desenlace de ia primera, y su ac cién viene afectada por tal conocimiento (22). Las bolcheviques sabian que la Revolucién Francesa habia terminado en un Napoledn, y temfan que su propia revolucién acabase igual. Por eso desconfiaron de Trotsky, de sus lideres el que aires mds napoleénicos tenia, y pusieron su confianza en Stalin, el que de ellos se asemejaba menos a Napoledn. Pero este pro- ceso puede realizarse en sentido contrario. El econc- mista que, tras el andlisis cientifico tle Ins condicio: U1 K. Mancina, Zdectogy aad Utopia (1936), pds, 12 Gi Ene arguments a aldo. destrrllsdo por el antor en The Bolshevik Revelation, 1971925, 11980), 2, 95 nes econémicas imperantes, pronostica una préxima alza o baja acentuada, contribuye, de ser grande su antoridad y convincentes sus argumentos, a que tenga lugar el fenémeno predicho, y esto en virtud del mis- imisimo pronéstico. El especialista en ciencia politica que, con la autoridad de la observacién histérica, es- timula el convencimiento de que el despotismo nun- ca es duradero, puede contribuir asi a la cafda del tiruno. Todos conocen Ia conducta en elecciones de los candidatos que pronostican su propio triunfo con el fin consciente de hacer mas probable el cumpli- miento del prondstico: y cabe sospechar que cuando economistas, expertos en ciencia politica e historia- dores se aventuran a pronosticar, les inspira a veces: el deseo inconsciente de precipitar la realizacién de Ja prediccién. Acaso todo cuanto pueda decirse de tan complejas-retaciorits’sin riesgo de equivocarse, sea que la interaccin entre el observador y lo ob- servado, ‘entre el_especialista en clencias sociales y sus datos, entre el historiador y los suyos, es conti- ‘Sava y_varia incesentemente; y que al. parecer ésta es una, caracteristica distintiva de la historia _y de Jas igncias sociales. — ‘Tendria tal vez que mencionar aqui las opiniones de algunos fisicos que en los ultimos afios han ha- blado de su ciencia en términos que parecen sugerir analogias ain m4s sorprendentes entre el universo Lisico y ¢1 mundo del historiador. En primer lugar, dicen que sus resultados llevan inherente un prin- cipio de incertidumbre o de indeterminacién. En mi préaima conferencia hablaré de Is naturaleza y de los limites del Hamado determinismo en historia, Pero tanto si la indeterminacién de la fisica moderna re- side en la naturaleza del universo, como si es simple 6 manifestacién de nuestra hasta el presente imper- fecta comprensién (este punto sigue discutiéndose), yo abrigaria las mismas dudas respecto de ver en ello analogias importantes con nuestra capacidad de hacer pronésticos. histéricos, que las que tuve hace lungs afios respecto de los intentos de algunas entu- siastas de ver en ello pruebas de In actuacién del libre albedrio en e] universo. Se nos dice luego que en la fisica moderna las distancias espaciales y los lapsos temporales dependen de! movimiento del «ob- servador», En Ia fisica moderna todas las mediciones eslan sujetas a variaciones inherentes debidas a la imposibilidad de fijar una relacién constante entre el wobservador» y el objeto de observacién;_ tanto el sobservador».como_la cosa .observada —es decir, tan. {34 sijelo Gomo el dbjeto— intervienen en el resul- fado final. dela obseruacign. Pero, asi como tales descripciones se aplicarfan con unos retoques mini- mos a las relaciones entre el historiador y los objetos de su obsorvacién, no creo en cambio que la esen- cia de tales relaciones sea en la realidad comp: table con la naturaleza de Jas relaciones entre el fisico y su universo; y pese a que en principio mi cometido es més reducir que ampliar Ias diferencias que separan el cnfoque del historiador y el del cien- tifico, de nada nes scrviré intentar eliminar por arte de magia estas discrepancias, apoyandonos en ana- logias imperfectas. ‘Mas aunque creo que Ia implicacién del especialis- ta en ciencias sociales o de! historiador en ¢l objeto de su estudio es de oro caracter quc la del Fisice, y que los problemas planteados por la relacién entre sujeto y objeto son infinitamente mas complicados, la cuestién no acaba aqui. Las teorias clasicas del cona- 7 > cimiento, que-prevalecicran a todo lo largo de los-si- glos XVI, XVII y 0x, presumian todas la exisiencia ie tu icotorale tajants entre ol auleio. sonore yeel objeto conocido. Como quiera que se cqncibiese el proceso, el miodelo construide por los fildsofos mastraba el sujeto y el objeto, el hombre y el mundo exterior, divididos y separados. Fue aquella la gran era del nacimiento y desarrollo de la ciencia; y las teorias del conacimiento estaban poderosamente in- fluidas por Ja visién propia de los pioneros de la cien- cia. El hombre quedaba flagrantemente contrapuesto al mundo exterior. Pugnaba con éI conio con algo in- tratable y poténcialmente hostil: intratable porque era dificil de comprender, potencialmente hosti! por- que era dificil de dominar. Con los éxitos de la cien- cia moderna, esta visién ha sido radicalmente trans- formada, Es harto menos probable que el cientifico de hoy vea en las fuerzas de Ia naturaleza algo contra lo que debe Incharse, que algo con que cooperar, algo adaptable a sus propésitos. Las teorias clisicas del co nocimienta ya no eaeajan con In ciencia contemporé- nea, y menos que con cualquiera con la fisica. No es sorprendente que durante los tiltimos cincuenta afios los fildsofos_hayan empezado a ponerlas en tela de juicio y a reconoctr que ¢l proceso cognitivo, lejos de sepaéar claramente el sujeto del objeto, implica cieria intexrelacién e interdependencia entre ambos. Esto es, sin embargo, muy importante para las cien- cias sociales, En mi primera conferencia, sugert 1a idea de que el estudio de Ja historia resultaba dificil de conciliar con Ja tradicional teoria empfrica del co- nocimiento. Quisiera ahora defender el punto de vista segiin el cual Jas ciencias sociales en-su-cenjunto, por af Fecho de implicar al hombre tanto en calidad de 98 objeto como de sujeto, tanto come investizador come cosa investigads, son incompatibles con cualesquiers teorfas del conecimiento que defiendan un divorcio rigido_entre sujeto y objeto. La sociologia, en sus intentos por adquirir carta de naturaleza como cuer- po de doctrina coherente, ha creado, con muy buen criterio, una rama que se denomina sociologia del co- notimiento, Pero no ha llegado muy lejos por este ca- mino, sobre todo, creo yo, porque no ha pasado de dar vueltas y mas vueltas dentro de la jaula de una teorfa tradicional del conocimiento. Si los fildésofos, ‘bajo el impacto primero de Ia ciencia fisica contem- porinea, y ahora bajo el de la ciencia social moder- ‘ba, estén comenzando a salir de este efreulo y cons- ‘truyen para los procesos cognitivos algun modelo mas al dia que el viejo de la bola de billar, con su impac- to de los hechos sobre una conciencia pasiva, sera ‘un augurio favorable para las ciencias sociales, y para Jn historia en particular. Es éste un punto de cierta importancia sobre el que volveré cuando pasemos a examinar Jo que se entiende por objetividad en la historia. Llegamos finalmente, y no por ser lo menos impor- tante, a discuitr la opinién segin Ja cual Is historia, dado que esta intimamente ligada a cuestiones de religién y de moral, se distingue de las ciencias en ge neral, y acaso hasta de las demas ciencias sociales. Acerca de Ja relacién entre Ja historia y Ja religion, diré solamente lo indispensable para que mi postaza quede clara. Se puede ser um buen astrénomo ore yendo en un Dios que creo y ordend el Universo, Pero Ia buena astronomia es incompatible con la 9 ereencia en un Dios que intervien a su antojo cam- biando el curso de un planeta, posponiendo un eclip- se, 0 alterando Jas normas del juego césmico. Asi- mismo, hay quienes opinan que un buen historiador puede creer en un Dios que ha ordenade y dado sen- tido al eurso de la historia en su conjunto, aunque no puede creer en una Divinidad al cstilo del Antiguo Testamento, que interviene en la matanza de los amalequitas, o que hace trampas con el calendario, alargando las horas de sol en beneficio de los ejérci- tos de Josué. Como tampoco puede invocar a Dios como explicacién de acontecimientos historicos par- ticulares. El Padre d'Arcy traté, en libro reciente, de formular esta distincién: De nada le sirve a un investigador contestar a cada problema histérico sefialanco en él el dedo de Dios. Hasta que se ha llegado tan lejos como el que mas en el andlisis de los acontecimientos mun- danales y del drama humano, no se pueden tracr cotacién consideraciones més amplias (23). Lo mato de este punto de vista es que parece hacer de Ta religion e} comodin de la baraja, reservado para las bazas realmente importantes que no pueden ga narse de otro modo, Kar! Barth, el tedlogo luterano, hhizo algo mejor, pronunciande una total separacién entre la historia divina y la historia secular, pasando a segunda al brazo secular. E] profesor Butterfield, di ne me equivoco, lo mismo cuando habla de (2) MC. ARCH, The Sente of Hstry: Seowar end Seer (S99) pin: toe precede Polbins “Donde ven pole encoatrar Bi Gr to que ocure, no. debe sccurcese a lot lowes” (audo Ss Keon Parc The Theory of the Mlzed Constitution Om Antiquity fh. ¥. Woe pags 9 100 uaa historia «técnica». Historia (écnica es la timica clase de historia que cualquiera de_nasatms puede x puede escribir la iinica que jamés escribié él mismo. Pero con el uso de tan curioso epiteto, deja a salvo el de- recho de creer en una historia esotérica 0 providen- cial de la que los demas no hemos de ocuparnos. Es criteres como Berdyaev, Niebuhr y Maritain decla- ran tratar de mantener 1a condicién auténoma de la historia, pero insisten en que la meta o el fin de Ia Historie oe halla stgad fuera de lla En cuanto a mi, me_parece dificil conciliar_la_integridad de_la historia_con_Ja_creen en alguna fuerza suprahis- a de fa que dependan su sentido y su importan- cia, lldmese tal fuerza el Dios de un Pueblo Elegido, tn Dios cristiano, Ia Mano Oculta del deista, o el Es- piritu del Mundo de Hegel. En estas conferencias par- tire de la base de que el historiador tiene que resol ser sus problemas sin recurrir a ningiin ders ex ma china de esa clase, de que la historia es un juego que, por asi decirlo, se juega sin comodin en Ia baraja. La relacion entre Ia historia y la moral es mas compleja y las discusiones en torno a ella han sufri- do en el] pasado de varias ambigiiedades. Es practi- camente innecesario decir cn la actualidad_que el historiador no Hene por qué formular juicios mora- Jes acerca de la vida privada de los_persanajes de su ‘narraciGn, Las posiciones del historiador y el mora- jsta no son las mismas, Enrique VIII pudo haber sido a la vez més marido y bun rey, Pero el histori: dor no se interesa por el piimero de ambos aspectos mas que en la medida en que afectd a los aconteci- mientos histéricos. Si sus crimenes morales hubie- ran tenido tam pocas consecuencias para los nego. 101 cios puiblicos como les de Enrique MI de Inglaterra, el historiador no tendria necesidad de inquirir en ellos. Lo cual vale para las virtudes tanto como para las vicios, Se nos dice que Pasteur y Einstein fueron hombres de vida privada ejemplar, santa incluso. Pero suponiendo que hubieran sido maridos infieles, padres desalmados, y colegas sin escripulos, ¢que- darian menguadas sus respectivas obras, de impor- tancia histérica? ¥ son éstas Ins que interesan al his- toriador. Se dice que Stalin fue cruel y desalmado con su segunda mujer; pero en mi calidad de histo- riador de los asuntos savicticos, no me afecta mucho. Ello no quiere decir que la moralidad privada carez- ca de importancia, ni que la historia de Ia moral no sea parte legftima de la historia. Pero ¢l historiador bps Actions en pre de las vidas privadas de indivi flan por Sus inas. Tiene otras cosas que hacer, Ta mayor de las ambigiiedades surge em torno a Ja cuesticn del enjuiciamiento moral de los actos pu Dlicos. La conviccién de que es deber del historiador pronunciar juicios morales acerca de sus dramsatis personae tiene un rancio abolengo. Pero nunca tuvo In fuerza que en Ja Gran Bretaiia del siglo xrx, cuan- do contribuian a ella tanto las tendencias moralizado- ras de Ia épaca como un culto sin trabas del indivi- dualismo. Rosebery apunté que lo que Jos ingleses querian saber de Napoleén era si habia sido «un hom bre bueno» (24). Acton, en su correspondenci Creighton, declaraba que «la inflexibilidad del cédigo_ moral es él secreto de la-autoridad,-de-o-dignidad— y_de Ia utilidad de Js Historias, y queria hacer de (ah) Ronesant, Napoleon: The Last Phose, pig. 34, 102 la historia «un drbitro de las controversias, uni para el caminante, el detentador de 1a norma moral Be Tanto los poceres seculares como hasta los reli- giosos tienden a menguars (25), opiniGn_originada por_su fe-casi mistica en la objetividad y la supre macia_de los hechos histéricos, lo que, por lo visto, impulsa y autoriza al historiador a pronunciar en nombre de la Historia entendida como una suerte de potencia suprahistérica, juicios morales acerca de los individuos participantes en los acontecimientos histéricos. Esta actitud asoma todavia algunas veces bajo formas insospechadas. Bl profesor Toynbee des- cribié Ia invasién de Abisinia por Mussolini en 1935 como un «pecado personal premeditado» (26), y Sir Isaiah Berlin, en el ensayo ya citado, insiste con summa vebemencia en que es deber del historiador «juzgar a Carlomagno o a Napoleén, a Gengis Khan, a Hit- ler oa Stalin, por sus matanzas» (27). Este punto de vista ha sido ya lo bastante combatido por el prafe- sor Knowles, que en su conferencia inaugural cité 1a acusacién de Motley contra Felipe II («si hubo vicios de los que estuviese exento, fue por que no es dado 5) Aeron, Histaricat Essays and Studies (907), pha, 516, (26) Survery of Fatermational Affairs, 1935, 3. (22) I. Baten, Histories! Inevlabitty, pigs. TTI. Za actitad de Sir, Berlin recuerda Ia vislén de aquel e3forzado jurisia. conserva dor dst siglo pando, Fltrjames Stephen: “El derecho peu! parte pues cel principio cle que es moralmente Meio oda a fos eximizales. Er tuaumnente ‘corveniente que los crlmlasles sean adlados, que Jos cantiges que sc les infill seon ageoeladot de ill mado ‘que scan fexpresiin ‘de dicho od, y ave lo justfiquen en la medida en qua panes juitifeario y animerlo Int disporieiones pillicas para expre- Flan davoreeienio de un sano sentiment natural”. Z1Gory of the Cuienal Law of England (Ie88), fi, Bl82, eitado por 1. Raa sone Sir Fomes Fiiziames Stephen (15), pig. 30. La mayorla de lon ‘riminilogos ‘to comparien ya estas opiciones, Pero lo quem ésia fbjeto aqul es que, cuulqulers que sea'su walldes tm otro campo, 20 ton aplleables a tos veredictes en historia. 103, @ 1a naturaleza humana alcanzar ta perfeccién, ui siquiera en el mal»), y Ia descripcién de Juan sin Ti ‘ra por Stubbs («manchado por todos los crimencs que pueden rebajar al hombre»), como modelos de juicios morales acerca de individuos que no es In in- sumbencia del historiador pronunciar: «EL_bistoria- illo (28), Pero también Croce tiene un pérral excelente acerca del particular, y que quisiera citar: te acusncion olvida Ia-gran diferencia d¢ du usstons treles (eee imadibon 2 MSeSS) son vives, actives y_peligroses, an-tanto que aquslios otros hombres ya comparecieron ante el tribunal de_sus_coctdneos y no pueden ser nuevamente condenados 0 absusligs. No puede hacerseles res. ponsables ante ningin tribunal, por el mero hecho de que son hombres del pasado que pertenecen a la paz de Jo pretérito y de que en calidad de tales no pueden ser més que sujetos de la historia, ni Jes cabe sufrir otro juicio que aquel que penetra y comprenda el espfritu de su obra... Las que, so pretexto de estar marrando histeria, se ajetrean con ademdn de jueces, condenando acé ¢ impar- tiendo su absolucién alla, y pensando que tal es la tarea de la historia... son generalmente reconoci- dos como carentes de todo sentido histérica (29). Y por si alguien vacila en aceptar que no sea cosa nuestra cl pronunciarnos acerca del valor moral de GHD. Knowees, The Historian and Charecter (9582, pigs. +5, ‘. “(29) B. Choce, tu Historia come haztia de Ja Wbertad, trad. espa Méxko, PCE. 104 Hitler 0 de Stalin —o si se quiere, del senador MeCar- thy—, diré que es porque fueron contempordneos de muchos de nosotros, porque cientos de miles de per- sonas que sufrieron directa © indirectamente sus ac- tos viven atin, y porque, por estas razones precise mente, nos resulta dificil enfocarlos como historiado- res y renunciar a otras posturas desde las cuales po- drfamos justificadamente enjuiciar moralmente sus actas; es ésta una de las cohibiciones —la principal ditie yo— del historiador de 1a época contempori- nea. Pero, qué beneficios reporta a nadie hoy el se- fialar los pecacios de Carlomagno, o de Napoleén? Rechacemos pues Ia nacién que hace del historis- dor um juss de hovea.y euchillo_y pasemos si probe ing; mis _arduo pero mas provechoso, de Tos julelos morales, no ya acerca de individuos, Se CHimientos, instiiuciones 0 politicas del pasado, Estos 50n [os julcios importaites del Historiador; y Tos que insisten con tanto fervor en la condena moral de los individues, aportan a veces sin saberlo una coartada a grupos y sociedades enteros. EI histeriador frances Lefévre, tratando de exonerar a la Revolucién Fram cesa de la responsabilidad por los desastres y la san- gre de las guerras napolecnicas, los atribuyé a «la dictadura de un general... cuya temperamenta... 10 se avenia facilmente con la paz y la moderacién (30). ‘Los alemanes de hoy acogen encantados las denun- cias hechas contra la perversidad de Hitler, viendo en ellas un sustitutivo conveniente del juicio moral del historiador acerca de la sociedad que le engendrd. Husos, ingleses y norteamericanos se suman gusto sos a las criticas personales en contra de Stalin, Ne- (00) Pouples et civttations, ol. xiv! Napotdon, pie. $8 105 ville Chamberlain o McCorthy, haciéndolos eabezas de turco de sus errores colectivos. ¥ lo que es mas, Jos juicios morales elogiosos acerca_de_individuos pueden ser tan induciores s érror y tan nocivos como la demomcia ms mismos, EI reconocimiento de que algunos. propietarios de esclavos fueron hom- bres de espiritu elevado ha sido argumento perma- nente para dejar para ulterior ocasién Ia condena, por inmoral, de la esclavitud, Max Weber se refiere fala esclavitud sin amo en que ¢l capitalismo sprit Siona al obrero o al deudore, y opina con razén que el historiador tiene que formular un juicio moral acerca de In institucién, y no sobre los individuos {que la creaton (31). EI historiador no so constitye gn juez de un déspota oriental determinade. Pero no sele pide que permanezca indiferente y neutral entre, pongamos por caso, el despotismo oriental y las inst fuciones de la Atenas de Pericles. No sentenciardal esclavista concreto. Pero allo no quita para que com dene_a In sociedad esclavista. Los datos hhlstdricos presuponen_como vim6s, cierto grado detaterpreta Cid: y las inferpretaciones histéricas siempre Mevan {pherentes juiclos morales, o, si se prefieren expresio- hes de apariencia menos comprometida, juicios de nes_de 8 apariencia menos comprometida, juicios de salon Pero esto es sélo el principio de nuestras dificul- tades. La hist ‘es un proceso de lucha en que los ‘resultados, se nos antojen buenos 0 malos, th o indirectament fimero que lo segun- Inara. de nos arupor CearmnadOs, ¥ exDEnses de-atras grupos. Pagan los perdedores. EI sufrimieny to es connatural a la historia. No hay gran periodo (From Me Weer: Ess mS O99), 5 106 histérico qué no tenga sus bajas cabe a sus triunfos. Es ésta cuestién tremendamente complicada porque carecemos de metro para comparar el mayor bien de algunos con 16s sacrificios de otros: sin embargo debe buscarse alguna medida para esto. No cs que se trate de un problema privativo de Ja historia. En la vida corriente nos encontramos mais veces de las que pensamos ante la necesidad de escoger el. mal menor, o de hacer mal que redunde en bien. En his- toria, se discute a veces este aspect bajo la riblica de cel coste del progreso» 0 «él precio de Ja revolu- ciéns. Esto nos puede inducit a error. Como dice Bacon en su_ensayo On Innovations: «La conserve Gién de Ja costumbre a contrapelo es cosa tan pertur- badora_como una innovacién>. Tan gravaso resulta para los no privilegiados el preeio dé la conserva- cién como cuiesta Ia ihnovacién a los que se ven des- pojados de sus privilegios. La tests segiin la cual el. bien de unos justifica los sufrimientos de Tos demas @& inherente a todo goblemo, y es tanto una doctrina égnservadora come lo €5 radical. EI doctor Johnsen invaca poderosimente el argumento del mal menor para justificar el mantenimiento de las desigualdades existentes: . Mejor es que algunos sean desgraciades que no que nadie sea feliz, lo que seria el caso en un es- tado de igualdad generalizade (32). (32) Baswa, Life of Doctor Johnion, a, di 1176 (Bverymet eo. i, 10) Eo phe Yo candorosn: Hurckihaed: Gudeements om Hise fry and Mucorieas, trad. ing, Pig. 5), derrama Tigeimas sobre los ‘Gemidon atleyclados" de lay vicinus del progreto, “quienes, por to cree, clquisieren nade fuerm de pérta fuer", mas permancx ca Sido Gi mato co To que hace m los gemidos de lar vletimas del antle gua réginien que, #2 Feueral, no tenfan nada que conservar. 107 Pero es en los periodos de cambio radical cuando el programa reviste su forma més dramética; y este 5 Ja oportunidad en que més facil resulta estudiar to actitud def historiador. Veamos por ejemplo Ja historia de ln inslustriali- zaciin de Gran Brelafia entre, digamos, 1780-4 1829. (ai no habrd historiador que no trate la revolucion jedustrial, probablemente sin discusién, como usa ‘gran hazafia acarreadora de progreso. También des cribird la expulsién del campesinado lejos de sus Herras, el amontonamiento de los obreros cn fébri- cas antihigiénicas y viviendas insalubres, la explota- Gin del trabajo infantil. Diré seguramente que hubo fabusos en el funcionamiento del sistema y que algu- hos patronos tuvieron menos esertipulos que otros, y ahondard con cierta uncién en él surgir gradual de yea conciencia humanitaria, después de establecido tl sistema, Pero partiré del supuesto, seguramente sin Gecitlo de modo explicito, de que las medidas coerele tivas y explotadoras eran parte ineludible, durante a primera fase cuando menos, del coste de ls indusici Jizggign-Tampoco he ofde jamis’a un fistoriader que dijera que, en vista del precio, hubiers sido mejor Getener ka mano del progreso y no industrializar: y de existir tal historiador, seguro que pertenecera a la escuela de Chesterton y de ‘Belloc, y los historiado- res serios dejardn, con razén, de tomarle en serio. Este ejemplo me resulta singularmente Interesante porque espero llegar pronto en mi historia de Ia Ru- fia soviética al problema de 1a colectivizacidn campe- sina, vista como parte deb coste de la industrializa- cién; y sé perfectamente que si, imitando a Tos histo: riadores de la revoluciGn industrial britanica, deplo- ro las brutalidades y los abusos de ta colectivizacion 108 pera trato el problema como parte inevitable del pre- cio que debe satisfacerse por una politica de indus- trializacién conveniente cuanto necesaria, seré acu- sado de cinismo y de laxitud en el enjuiciamiento del mal. Los historiadores hacen gala de esta laxitud cuando enfocan la colonizncién decimonénica de Asia y de Africa por parte de las naciones occidentales, justificdndola per sus efectos inmediatos en Ja econo- mlz mundial, pero ademas por sus consecuencias a fargo plazo para los pucblos atrasados de estos con- tinentes, Al fin y al cabo, se dice, la India contempo- rinea es hija de la dominacién britanica; y la China de nuestros dias es producto del imperialismo occi dental del siglo pasado, mestizado por el influjo de la revolucién rasa. Desgractadamente, ni los trabajado- res chinos que trabajaron en las fAbricas posefdas por los oceidentales en los puertos que les reconecian los tratados, ni los que trabajaron en las minas sudafri- canas, ni los que tuvieron que luchar en el frente occidental. durante la primera Guerra Mundial, han sobrevivido para disfrutar de cualesquiera gloria yentajas que hayan podide provenir de la revolucién china, Quienes pagan el coste son muy pocas veces los que cosechan los beneficios. EI famoso y colo- rico parrafo de Engels es atinado, para desgracia nuestra: La historia es acaso la més crue! de_todas las diosas y conduco su carro. triunfanie por sobre TiSnToWes de cadavers, no c6lo durante Ja gugres co «pacificoy. ¥ nosotros, hombres ymujerss, so- 109 nos armamos de valor para el progreso verdadero asta que nos TnipulsinUnos sufrimientos casi fuera de toda proporéién (33)- —— El famoso gesto de reto de Ivan Karamazov no pase de ser una falacia heroica. Hemos nacido en una so- ciedad, nacemos en Ia historia. No llega ningun mo- mento en el que se nos ofrezea un billete de entrada, con la opcién de aceptarlo o rechazarlo. Ei historia dor no tiene, frente al problema del padecimiento, ninguna solucién ms definitiva que Ia del tedlogo. También ¢i echa mano de 1a tesis del mal menor y del mayor bien. ¢Pero no implica sumisién de la historia a un pa trén suprahistérico de valor el hecho de que el his- toriador, frente al clentifico, se vea por Ia naturaleza misme de su material de trabajo, mezclado en seme- jantes problemas de juicio moral? No 1o creo. Supon- gamos que nociones abstractas como son lo ebuenor y lo «malo»,-y otras Calificaciones mas elaboradas que de ellas parten, se encuentran situadas mds alls de Jas lindes de'Ja historia, Pero aun as(, estas abstrac- cionés desempeiian en el estudio de la moralidad his- térica un papel muy parecido al de las férmulas ma- teméticas y ldgicas en la ciencia Hsica, Son categorias imprescindibles del pensamiento; pero carecen de sentido y no pueden aplicarse hasta que s¢ les instila un contenido especifico. Si prefieren una metéfora dlistinta, diremos que los precepts morales que_apli- camos tanto a la historia como a Ja vida cotidiana son como cheqlies bancarios; Heven wa parte eacrite carn de 24 de fever de 194, Danks, os Kant Mere nd BASES Sag cortndence HUS108 C0, le 1 110 y otra impresa. La parte impresa consiste en pala- “bras abstractas como Tas de Hhertad, igualdad, just- ia. Son éstas Categorias esenciales. Pero el Cheque carece de valor hasta que rellenamos la offa parte, en la que se dice cuanta libertad concede mos a quidn, a quiénes consideramgs como nuestros iguales, y Hasta que punto- Tor form en que Nenamos- el cheque de una vez para otra es-algo que depende de la historia. EI proceso por el cual se da a las con- “tepeiones morales abstractas un contenido histé- rico especifico es un proceso histérico; y ademés nuestros juicios morales proceden de un marco con- ceptual que es é1 mismo creacién de la historia. La forma favorita que adopta Ja controversia internacio- nal contemporénea acerca de los problemas morales es Ia de un debate acerca de sendas pretensiones de lbertad y democracia. Los conceptos son abstractos y universales. Pero el contenido con que se rellenan hha variado en el curso de la historia, de un tiempo para otro, de un lugar para otro; cualquier problema tice poerea de at apllencién FRERESEIO Ser CoE preadido 7 debatido-ca Termainos MATSReoe, Poop Thos un ejemplo algo menos popular; se ha tratado de utilizar Ia nocién de la sracionalidad econémica> como criterio objetivo y no sometido a controversias para juzgar y aquilatar la conyeniencia de las politi- cas econémicas, El intento fracasa inmediatamente. Los tedricos educados en la veneracién de las Jeyes de la cconomfa clasica condenan en principio la planifi- cacién, calificdndola de intromisién irracional en los procesus ccouvuivos ruciomales; asl, los planificado- res se nicgan a que su politica de precios esté sujeta aia ley de Ja oferta y la demanda, y Ios precios care- cen en un sistema planificado de una base racional. iu Desde luego, cabe Iz suposicién de que los planifics dores obren a menudo de modo irracional, y por lo tanto neciamente. Pero el criterio en fancién del cual deben ser enjuiciados no es el de la vieja eracionall- dad econémicas de la economia clasica. Personal mente, prefiero la apinién contraria, que califica de esencialmente jrracional la economia incontrolada, inorganizada, del laissez{aire, y que ve em ta plani- ficacién un intento de {ntroducir en el proceso ja sracionalidad econémicar, Pero lo tinico que me Pre ‘pongo dejar claro ahora es que ssulta materialmente Frposibe rir un metro abewacto y supeahiss por el cual se puedan_medis las acsiones histsrieas: Ambas partes encuentran jnevitablementé en este medida el contenido especifico aprapiado a sus com diciones y & sus aspiraciones histéricas propias. ‘Aqui veside la verdadera falta de tos que tratan de blandir un criterio o valor suprahistéricos desde los cuales pronunciar sus juicios acerca de acontecimien- tos o situaciones histéricos, derivese su criterio de la eroridad divina postulada por los tedlogos, o de une Razén o una Naturaleza, estaticas ambas, al estilo de las postuladas por tos filésofos de ta Mustracion. No es que sobrevengan percances nr Ja aplicacién del patrén, ni que él metro sea defectuoso en sf. Bs que’ ‘1 intento mismo de levantar este punto: de referencia universal es ahistérico y contradice la propia esen- cia de 1a historia. Aports una respucsta dogmatica a jag preguntas que su profesion abliga al historiador a plantearse ‘sin cesar! él historlado: que acepta de antemnano las contestaciones a tales interrogan' tes sale a trabajar con los ojos vendados y remiega de su pro- 5 movimiento; y cl movimiento tesién, La historka e> movimier 35 os bisforad Terolica comparacttn, Por 680 Tetiden tas historiado 2 yes a expresar sus juicios morales en palabras de fn- dole comparativa, como las de «progresivo» y «reac cignarioe, y no con absolutos rigidos como los de sbucno» y «malow; se trata de intentas de definir so- clos entre si, y no refirjéncolos 2-algain-paittin-abso- "Jute. ¥ ademés, cuando examinamos esos valores su: juaslamente absolutos y extrahistdricos, vemos que también ellos estén de hecho vinculados a ta historia. E. nacimicnto de un valor o ideal determinado, en um momento © en um lugar determinado, queda ex- plicado por las condiciones histéricas del momento del lugar. El contenido practice de absolatos hinote tisos como la igualdad, Ia libertad, la justicia.o el de- recho natural varia de un perfodo para otro. de_un_ continente para el otro. Cada grupo tiene sus valores ie estin arraigados cn lz historia, Cada grupo se protege a si mismo contra Ja irupcién de valores txtrafios e inoporiunes, que moteja con epitetos en- vilecedores, como los de burgués y capitalists, o an- tdemocratico y totalitaria, o, més brutalmente ain, antiamericano © antibriténico. La norma de com zaracién o el valor abstractos, divorciados de la so- ciedad y dirimnidos de 1a historia, son una entelequia, Jo mismo que el individuo absiracto, Fl historiader serio os aguel que reconoce el caréeter histérica: me todas los valores, y no quien yeclama para sus propias valores una objetivi abrigamios y los puntos de referencia de_que pert nos en nilestros fuicios son parte de Te historia, y gon tan susceptibles de Tnvestigacion histérica como: cualquier otro aspecto de la conducta humana. Pocas ciencias —y las ciencias sociales menos que ning 13 na— pueden pretender hoy que gozan de una inde- total. Pero Ja historia no se balla en una situacién de fundamental dependencia respecto de algo situado fuera de ella, lo que Ja diferenciarfa de cualquier otra ciencia. Quisiera ahora resumir !o que Meva dicho acerca de la pretensién de 1a historia de que se la incluya catre las ciencias, El término de «ciencia» abarca ya tan distintas ramas del conocimiento que se valen de tantos métodos y técnicas diferentes, que la carga de la prueba antes parece corresponder a los que tratan de exctuir de la familia de las. ciencias a la historia, que a quicnes abogan por lo contrario, No es casual que los argumentos en pro de Ja exclusién no proven- gan de'los cientificos deseosos de librar su selecta compafiia de la presencia de los historiadores, sino de historiadores y filésofos que ansian vindicar para Ja historia la categoria de rama de las humanidades. La disputa refleja el prejuicio de In vieja divisién en- tre Ciencias y Letras, en la que éstas, las humanida- des, debfan representar 1a amplia cultura de Ia clase rectora, en tanto que las ciencias representaban Ja ¢s- pecializaciOn de los técnicos a su servicio. Las propias expresiones de ehumanidadess y «humanismos son en sf mismas, en este contexto, una prueba de supervi- vencia de tan arraigado prejuicio; y el hecho de que Ja antitesis entre Ja ciencia y la historia carezca de sentido en cualquier idioma que no sea el inglés su- giere el cardcter espectticamente insular del prejuicio. ‘Mi principal objecidn contra la negativa a calificar de ciencia a la historia radica en que justifica tiia el abismo entre las llamadas edos culturass, Este 14 zbismo es en sf mismo producto del viejo prejuicio, basado en una estructura de clases de la sociedad inglesa que perienece también a tiempos dejados atrds; creo yo que la distancia que separa el historia- dor del Gedlogo no es por fuerza mas inranquedble atimayor que Ia que separa al geélogo del Hsico- Pero no €5, a fil Juicio, forma de salvar el abismo Ia de ensefiar ciencia elemental a los historiadores ¢ histo- ria elemental a Ios cientificos. Es éste un callején sin Salida al que nos ha {levado la confusién mental. Al fin y al cabo los propios cientificos no proceden asi. Nunca he sabido de ingenieros a quienes se aconsejara asistir a clases elementales de boténica. Una solucién que seme ocurre es Ja de mejorar la calidad de nuestra historia, la de hacerla—si me atre- ‘Wor decirlo asi— mas cientilica, Ia de endurecer nues- tis exigenicias hacia quienes quieren seguir esta ca- rrera. La historia, como disciplina académica en est Universidad, reviste para algunos Ja apariencia de un colector hacia el que confluyen quienes encuentran demasiado dificiles Ios Clasicos y demasiado serias las Ciencias, Una impresin que quisiera comunicar con estas conferencias es que la historia es especiali- dad mucho més dificil que Ios Clasicos, y tam seria ‘como cualquitra de Jas ciencias, Mas el remedio in- dicade implicarfa, en los propios historiadores, mayor fe en Jo que hacen, Sir Charles Snow, en una reciente conferencia sobre este tema, tenfa razén cuando contrastaba el optimismo «agresivo» del cien- uifico con Ja «voz timarata> y el ssentimiento anti- social> del por é1 denominado sintelectual litera: rio» (34). Algunos historiadores —y mds adn algunos (4). P, Show, The Two Cultures ant the Scientific Revelution (195), res. 48. 115 de los que escriben acerca de la historia sin ser bisto- iadares— pertenecen a esta categoria de los «intelec- tuales literarios». Tanto les ocupa decirnos que la his- toria no es una ciencia, y explicarnos lo que no puede ni debe ser o hacer, que no les queda tiempo para explotar toda su riqueza actual y potencial, La otra forma de sanar 1a herida consiste en_fo. mentar en cintificos e historiadores una mejor com Prension de la jdentidad de sus metas; y aqui reside Ia principal importancia del nuevo y creciente interés por la historia y filosoffa de Ja ciencia, Los cientificos, os especialistas de les ciencias sociales y Tos histo riadores, se encleitran todos trabajando en distintas Tamas del mismo estudio: el estudio del hombre y de_ siimiunds cireundante, de los efectos aeeste sobre el Wambre, y de los efectos del hombre sobre el mundo que Ie rodea. El objeto que se propone alcanzar la investigacién ¢s ¢l mismo: incrementar la compren. investigacién ¢s ¢l mismo: incrementar la compscn. sion-y ta dminacion de_su-ambiente por of hombre Las premisas de partida y los meétodos del Tisico, del gedlogo, del psicdlogo y del historiador, varian mucho en detalle; y no es mi propésito el de sumarme a la opinién de que, para ser mas cientifico, ¢] historiador debe seguir mas fielmente los métodos de la Pero tanto él como el fisico ticnen en comin ¢l pro Ddsito fundamental_de tratan de expliear, y-el Brose dimiento fundamental del pregeTary resend EL historiador, lo mismo qué cualguler, giro cientifico, mi proxima conferengia examinaré los modos de for mular la pregunta y las formas en que intenta cou testarla. ne Vv LA ACUSACIGN EN LA HISTORIA Si se pone leche a hervir en un cazo, rebosa cuando hierve. No sé, ni he querido nunca saber, por qué ocurre; si se insiste mucho, Jo atribuiré proba: blemente a una propensién de la leche a subir, lo que es perfectamente cierto pero no explica nada, Pero es que no soy un especialista de Jas ciencias naturales y fisicas. Del mismo modo, puede leerse 0 eseribirse acerca de los acontecimientos del pasado sin tratar de saber por qué ocurrieron, 0 decir sélo que la segunda Guerra Mundial tuvo lugar porque Hitler Ia queria, lo que es perfectamente cierto pero no explica nada. Pero entonces debe uno abstenerse de cometer el solecismo de amarse estudiante de historia o historiador. El estudio de la historia ¢s un estudio de causas. El histariador, como dejé dicho al final de mf anterior conferencia, pregunta continua- aente ;Por qué?; y mientras esjera pode? day una conestaciGn, nO hay descanso para ¢l, El gran histo- Herodoto, ¢] padre de Ja historia, definié su meta al principio de su obra: conservar el recuerdo de las hazafias de griegos y barbaros, «y especialmente, mi ny que nada, decir Ia causa de que Jucharan unos contra ‘Giros*. Hallé pocos discipulos en et mundo antigo: Tasta a Tucidides se ha acusado de no tener una nocién clara de la causacién (1). Pero cuando, en el siglo xvi, empezaron a echarse los fundamentos de Ja historiografia moderna, Montesquieu, en sus Con- sideraciones aceroa de fas Calisas de Ta Grandeza de las Romanos 'y de su Decadencia, pal (68 prin- cipios de que «existen unas catisas generales, sean ellas morales o fisicas, que opetan en toda monar- quia, que Ia encimbran, Is mantienen, y Ia derro- can», y que stodo cummromosinre esti sometdo a tas causas>, Unos afios més tarde, en el Espiritu de las Leyes, desarrollé y generaliz6 esta idea. Era ab- surdo suponer que «un sino ciego ha sido causa de cuantos cfectos vemos en el mundo. Los hombres no estén «gobernados tan sdlo por sui caprichoss; Si conus sigue certs leyes-o prinipion deci dos de la stiafiraléza de las cosas» (2). Durante cer- ca de 200’ aios, después, historiadores y filésofos de Ja historia estuvieron muy atareados buscando orga nizar Ja experiencia pasada de la humanidad con el descubrimiento de las causas de los acontecimientos histéricos y de Jas leyes que los rigen. Estas leyes y causas se concibieron unas veces como algo mec& nico, y otras en términos bioldgicos; ya como algo metafisieo, ya como algo econémico, o como algo psicoldgico. Pero era doctrina aceptada de todos que Ia historia consistia en hacer desfilar os_aconteci- entos del pasado en una secuencia ordenada donde el efecto. «ST nada tenéis que decimnos —escribfa Voltaire en st (1) EM, Comanan, Thucydides Mytdistortews, passine. @) De Pesprie des Zols, Prefacio y can. us articulo sobre Ja historia, en 1a Eneiclopedia— salvo que un bérbaro sucedi6 a otro en las riberas del Oxus y del Jaxartes, qué més nos da?» En las siltimos afios, el panorama ha cambindo un tanto. En la actua- lidad, y por razones que discutimos en la anterior conferencia, ya no hablamos mis de eleyes» histéri- cas} y hasta Ia palabra «causa» ha pasado de moda, debido en parte a ciertas ambigiiedades que no he de anslizar aqui, y en parte a su supuesta asociacién con el determinismo, de que me he de ocupar ahora, Hay pues quienes en vez de hablar de «causa» en his- toria, aluden a la eexplicacin» o Ta «la Iégica dea situaciéne, o de « rela gia Dicey), o sitio, rechazan el andlisis causal (de gor qué ocurris) trocindole por el enfoque funcional (de cdrio pasé), a pesar de que esto parece implicar de modo ineludible el problema de cémo Megé a pasar de. ese moda, que retrotrae al investigador a la pre- gunta de gPor qué? Otros distinguen entre diferentes clases de causas —mecénicas, bioldgicas, psicolégicas, etcétera— y consideran que la causa histériea es ca tegorfa sui generis. Aungue algunas de estas discrimi- naciones tienen cierto grado de validez, acaso sea en este momento més provechoso destacar lo que tienen en comin tadas las clases de causas que detenernos en Io que las separa unas de otras. Por mi parte, me limitaré a utilizar la palabra ecausa» en su acepeién vulgar, dejindome de esog refinamientos particulares. Empecemos por preguntarnos qué hace el hist iador en Is prictica cuando se enctientra_ante Ja dad de atribuir_causns alos acontecimientos. mera caracteristica del enfoque del problema por parte del historiador es que asignard general- 119 mente varias causss.al_ mismo acontecimiento. El evo- nomista Marshall escribié una vez que «debe evitarse par todos los medios posibles que se estudie, como muchos hacen, la accién de una causa por separado. sim tener en cuenta las demds, cuyos efectos estén fundides con los de ella» (3), El examinando ad a Ja pregunta <;Por qué estallé la revolucién en Rusit en 19172», Courestage aINGIEMIG a oe FOly Sasa ten. dria suerte saliendo con un aprobado mondo, El his- toriador se enfrenta con miltiples causas. Si se en- cuentra en Ia necesidad de analizar las causas de la revolucién bolchevique, podra aludir a las sucesivas derrotas militares rusas, al colapso de la economia musa. bajo Ia presién de Ia guerra, a Ia eficax props ganda de los boicheviques, al hecho de que el gobier- no zarista no resolviese ¢] problema agrario, a la con- centracién de un proletariado empobrecido y explo- tado en las fibricas de Petrogrado, al hecho de que Lenin supiera lo que se proponia y que nadie Io su piera del otro lado —en suma, a todo un conjunto heterogéneo de causas econémicas, politicas, ideold- gicas y personales, de causas a largo y a corto plazo. Pero esto nos conduce ya a la segunda caracteris- tica del estudio del historiador. Fl estudiante que, respondiendo a nuestra pregunta, se limitase a enu- ‘Mmerar una tras otra hasta dace causas de la revolu- cién rusa, sin mas podré ganarse un notable, pero seguramente no una nota mejor, el veredicto del rie bunal seria sin duda el de «bien informado pero sin imaginaciéns, El verdadero historiador, puesto ante Ja lista de causas que leva reunidas, senura una com- pulsién profesional a reducirlas a un orden, a esta- (3) Memorials of Alfred Mershall, ed. A.C. Pigou (90S), pigix a 120 blecer cierta jerarquia causal que fijar las relacio- ina necesidad, quizd, de de- ‘O qué clase de elas, debe considerar- se «en tiltima instancia» o «en iilkimo andlisis» (ex- presiones favoritas de los historiadores) como la caue sa basica, la causa de todas las causas. Tal es su Ti terpretacioa de su tema de estudia; se conoce al his- toriador por ias causas que invoca, Gibbon atribuyé Ja decadencia y Ta caida del Imperio Romano al triun- fo de la barbarie y de la religién. Los historiadores liberales ingleses del siglo x1x atribuyeron el surgir del poder y de Ia prosperidad britanicos al desarrollo de instituciones politicas que encarnaban los princi. de Ja libertad constitucional. Gibbon y los histo: riadores ingleses del siglo pasado se nos aparecen hey anticuados porque desatienden las causas eco- némicas que los historiadores contemporaneos han traldo al primer plano. Toda dicusién histérica gira én tormo ds Ia cuestién de Ia prioridad de las causas, Henri Poincaré, en fa obra que mencioné en mi an- terlor conferencia, apunté que Ia ciencia avanzaba la vez shacia la variedad y la complejidads y «hacia Ja sencillez_y Ta unidads, ¥ que este doble proceso aperentamncnta PHdgyies ara condicién necesaria para el conocimiento (4) Esto es no menos cierto en ‘cuanto hace a Is historia. El historiador, al ampliar Y profundizar su investigacién, acumula constante- mente mas y mds respuestas a Je pregunta de Por qué? La proliferacién estos afios de Ia historia econé- mica, social, cultural e institucional —por no hablar de una penetracién ntieva de Jas complejidades de la historia politica, ni de las nuevas técnicas de la (HH, Pomeant, Ca Science ef "Hypottye (1900), pigs, 220%, 121 psicologia y de Ia estadfstica—ha incrementado enor ‘memente el nimero y Ia gama de nuestras respuestas. Cuando Bertrand Russell dijo que «cada paso adélan- te-de Ia ciencia nos aleja mis de las bastas uniformi- “dades primero observadas, levdndonos « una mayor “Giterenciacion de Tos Tenciencs antecedentes y com semnentes y a un Cire circule” cada ver mass Wiatado de ‘aniecedentes Teconocider como relevantes= (5), des ‘eribié con precision la situaciéa de 1a historia. Pero i historiador, en su necesidad imperativa de com- prender el pasado, se ve ante la nesesidad al mismo tiempo de sim; lificar la multiplicided Se sus FSB ‘8e-de subordinar una contestacion a otre, y de introducir eferto orden y unidad en ¢l caos de los acontecimientos y en la baratinda de las causas espe- cificas, obrando en todo ello lo mismo que el cieuts fico, «Un Dios, una Ley, un Elemento, Y un aconteci- miento divino remoto», o la busca, por Henry Adams, de «alguna gran generalizacién que acabe con la exi- gencia de uno de que se Je instruyas (6), tado esto suena a broma anticuada en afdos modernos. Pero sigue en pie el hecho de que el historiador debe tra~_ bajar mediante la simplificacién tanto como Ja multi- Slicacién de las causas. La historia, como Ja ciencit avanza gracias a este proceso doble y en apariencia contradictorio, iL ne ee ‘Tengo aqui, en contra de mi deseo, que detenerme en dos obsticulos levantados en nuestro camino —llav mados el uno «el Determinismo en In Historia, o la Perversidad de Hegel», y el otro «el Azar en In Hise toria o la Nariz de Cleopatra». Debo antes que nada decir una o dos palabras acerca de Ja razGn por (8) B, Resse, Mystic end Logic (1915), wig, 188, (0) The Eduction of Henry Adams (ston, 1928), pig. 24 12 qué mos los encontramos en este lugar. El profesor Karl Popper, que en los afios treinta y tantos escribié jens ana obra de gran seriead teeren del nue vo aspecto de la ciencia, traducida hace poco al ix- glés con el titulo de The Logie of Scientific Enqui- ry (2), publicé en inglés durante Ia guerra dos libros Ue indole nds popular: ‘The Open Society ard let Enemies y The Poverty of Historicism (8). Fueron escritos bajo la poderosa influencia emocional de la reaecién_ contra Hegel, tratado, junto con Platén, de sntecesorespiritual del nasisms, y contra el mérvis: tho mds bien superficial que caracterizaba ¢l clima intelectual de Ia izquierda inglesa de unos afios antes. Los blancos principales eran las, a su decir determi- nistas, filosofias dela historia de'Hegel y Marx, que quedaban_unidas bajo el concepto vergonzoso_de chistoricismo» (9). En 1954 Sir Isaish Berlin publi- £6 su Historieat Inevitabiity. Dejé el ataque contra as2 Som pci est 4 st, tg ii tin BT sala passd naeia a Sen ie ees Ss ces'en que No ern_ precisa ma eccwsén, ‘porque fas sores Seen mcnlras See eee eam heal Bie ce pee recreates erp a gpg gh gee ey ieee i ees Cee eo oe orien ee eee te ore Sede rae i a ore oS oe ae ete eee eee So oie ap asa anaes ee ee ee Seas el Mlle abazen tanta las doctclas gu sale. tn ie See See See te cee rd a he tor Ae eyo tasar acne oe ee Se ces siencias sbelaes que supone que a meta principal Frmhtca Histdrict Hasta catonses el teraloo “historian te bet 123 Platén, acaso por cierto respeto cohibidor hacia ese viejo pilar del «sistema» de Oxford (10), y afiadié a la acusacién el cargo, que falta en Popper, de que el shistoricismor ie Hegel y de Mars es censurable ‘eque al explicar las acciones humanas en términos & Tica la négaeiOn del libre albedvio hama- “a qué abandonen ligacioa supuesta de que hablé en mi anterior conferencia: la de prenunciar la sentencia moral con- denatoria contra los Carlomagnos, los, Napoleones y los Stalines de la historia, Fuera de esto, no es mu- cha la novedad. Pero Sir Isaiah es escritor merecida- mente popular y ampliamente lefdo. Durante los il mos cinco 0 seis afios, casi no ha habido en este pais en Estados Unidos quien escribiese un articulo con Ta historia por tema, o una critica seria de una obra hietérica, sin sacar Ja lengua can aire entendido a Hegel, Marx y el determinisme, y sin apuntar to ab- surdo que resulta desconocer cl papel que desem- pea el accidente en la historia. Quizé sea poco correcto bacer a Sir Isaiah responsable de sus isch pulos. Hasta cuando se pierde en dislates, se hace merecedor de nuestra indulgencia haciéndolo de una forma estimulante y atractiva, Sea camo sea, no hay nada nuevo en todo ello. Charles Kingsley, que no fue «l més distinguido de los profesores que ocupa- ron la cAledra Repius de Historia Moderna, y que de corrlentemeste come la traducein Inglesa et le tn ewenerisnear™: Tae el. prolesor Popper lstingwe entre hisgor\” Same" 2) Mhadiensis ae vm element mas de confusion & Game Satuan wilzacion del tering, M,C. D'ARey, en The Sense Of Hitory: Seeular and Sacred (1999), pig, i uss a palabra “istorii Fe emo “ideniies muna Olosofia de tx Dietorla Pig) in embargo c) ataque contra Patén camo el primera de los fastletas partld de un hombre de Qaford, 2. H, Grossmae, en wnt serie Sconferenclas redloféniess" Pato. Today (1937, ‘ia vento 124 seguramente no habia lefdo nunca a Hegel ni ofdo ha- blar de Marx, mencioné en su conferencia inaugural de 1860 el «poder misteriaso (que tiene el hombre) de quebrantar las leyes de su propio sers, como prue- tba de que no puede haber en la historia ninguna «se- cuencia ineludible» (11). Pero afortunadamente ha- biamos alvidado a Kingsley. Son el profesor Popper y Sir Isaiah Berlin quienes, juntos, han forzado este caballo de batalla muerto desde antiguo a volver a una vida aparente; y hard falta alguna pa tes de que vuelva a normalizarse la situacién. Me ocuparé pues del determinismo primero, al que definiré, espero que sin dar pie a comtroversia, como la conviccién de que todo cuanto ocurre tiene una o varias causas,_y no—podia haber ocurrido de otro modo_més que si algo, en la causa.o.las causas,_hu- biese sido asimismo distinto (12). El determinismo @ Un problema, no de la historia, sino de toda con- ducta humana. El ser humano cuyas acciones no tie- nen causa, y son por Io tanto indeterminadas, es una abstraccién tanto como el individuo situado al mar gen de la sociedad, del que hablamas en una de las anteriores conferencias. El aserto del profesor Pop- per de que «todo es posible en las cosas huma- nas» (13), 0 nada significa, o es falso. Nadie, en la vida de cada dia, puede creer cosa semejante. El axio- ma de que todo tiene causa es una condicién de nues Te omprende] jue_a nuestro alre- (1) ©. Rinaey, The Limite of Ease lence ar Applied to Histo ” (ie. Bae 2. " ee 1a aaa ayn. que, sendo vo que ocurre nenar de mado especies y to pours tr asta, Pen Sesue podria eri, Implen nade mas gue 20 eva Jos datos fe- we eee eae an any Presented to. Gran Carer ‘datos To qh 9: 198), H,paty, 125 dedor acontece (14), La pesadilla que emana de las Spovelas de Kafka proviene de que nada de lo que acurre parece tener causa determinada alguna, nrcaur Sa que pueda descubrirke: [o que conducé a Ta total desintegracion personalidad Wumena; que se Basa en la supdsiciOn de que Tos acontecimientos tie- nen causas, y de que pueden deseubrirse bastantes de estas causas como para claborar en la mente hump a una imagen del pasado y del presente Jo suficien- temente coherente como para servir de guia para Ja accién. La vida cotidisna seria imposible de no supo- erse que el comportamiento Inumano est determi- ‘nado por causas descubribles en principio. Erase una ‘vez. un tiempo en que los hombres peasaron que era Dlasfemo investigar en las causas de los fenémenos naturales, porque éstos estaban obviamente regidos por 1a divina voluntad, La objecién de Sir Isaiah Berlin a nuestra explicacién de por qué los seres humanos obran como lo hacen, partiendo de la base de que el albedrio humano es quien gobierna las ac- clones humanas, pertenece al mismo orden de ideas, yacaso indica que las cienciss sociales se hallan hoy en la misma fase de desarrollo que las ciencias de ja naturajeza cuando se utilizaba contra ellas este argumento. . ee cémo resolvemos este problema en le vida de cada dia, Cuando vais a wuestras ocupaciones cotidianas soldis encontraros con Smith. Le saluddis con una observacién, afable pero trivial, acerca del ig sea i te satiated ces, me FS £2 Par oes eb ts tne Sal Se aan thot a A pe le me Oa A Sle Bro i 20 ee ke hanes ee ada". 126 tiempo, o acerea del estado en que se encuentran los asuntos del college © de la Universidad; contesta con observaciéa igualmente amigable y sin interés, ‘ca del mismo punto. Pero supongamos que una mafisna Smith, en vez de responder a vuestro se Indo como siempre, procrumpe en una violenta dia- triba contri vuestra persona. 20s encogeréis de hom. bros, tratando el exabrupto como una manifestacién del libre albedrio de Smith y del hecho de que todo ¢s posible en las cosas humanas? Me temo que no. Antes bien, diréis probablemente algo ast como! «{Po- bre Smith!, como usted seguramente sabe, su padre fallecié en un hospital mental, o si no, «{Pobre Smith!, debe de tener més problenias con su mujer. Es decir, tratartis de diagnosticar la causa del com- fiamiento, aparentementa Wesproviste. a alla do Smith, con Ta conviecién firme de que hay una causs. er asi, Incurrirs, jayl, en Ia ira de Sir Isaiah Berlin, que se lamentaria amargamente de que, con aportar una explicaciém causal del comportamiento de Smith, habéls caido en la presuncién determinis- ta de Hegel y de Marx, y habéis eludide vuestra obli- gacién de denunciar © Smith por grosero. Pero en la Vida ordinaria, nadie adopta este -punto de vista, nadie supene que se trate de wn problema donde emtran en juego el determinismo o la responsabili- dad moral, con incompatibilidad recfproca. El dile- ma légico del libre albedrio o del determinisma no se plantea en la vida real. No se trata de que unas accio- es frumanas sean libres y otras no lo sean. El hecho es que todas las acciones humanas son tanto bres el cual se Tas considera. El problema prictico que se Planted es tambi¢n distinto. Bl acto de Smith tuvo 127 ‘una o varias causas; pero en a medida en que vino causado, no por alguna compulsién exterior, sino por imperativo de su propia personatidad, Smith era mo- ralmente responsable, porque es condicién de la vida Social que los seres humanas adiliog fomales sean Horalimepie-responsables d= su propia personalidad ‘Si debe hacérsele responsable en este caso concreto, es cosa que depende de vuestro juicio particular. Pero en caso afirmativo, eso no significa que pensdis que no tiene causa su accién: la causa y la respor sabi- Jidad moral son categorias distintas. ‘Se acaban de ae ee ats Univenidadun Instituto y una Catedra de Criminologia. Estoy seguro de que = nin- guno de los que trabajan en la investigacién de Ins causas del crimen se le ocurriré suponer que cso tarea le obliga a negar al criminal su responsabilidad moral. Pero volvamos al historiador. Lo misma que el hombre ordinario, cree que ias acciones humanas tienen unas causas que en principio pueden descu- prirse. La historia, lo mismo que la vida de cada dia, seria TNpORTDIE ST Ho se Partlera de, este supue supues- i, Funcion especial del his(riador es la de investigar dichas causas. Puede pensarse que esto despierta en él un interés particular hacia e! especto determinado del comportamiento humana: mas no rechaza el li bre albedrio —salvo cuando se basa éste en Ia hip tesis insostenible de que las acciones voluntarias no tienen causa. Como tampoco le turbs Ia cuestion de To ineludible. Los historiadores, como otros, c2en aveces en la retérica, y dicen de un aconiecimiento que era einevitabl acriendo decir tan slo que Ta confluenicia de factores que lo hactan ie era arrolladora. Escudrifé recientemente mi propia his- 128 toria en busca de le palabra incriminadora, y no puédo otorgarme certificado de salud plena: en un parrafo escribi que, después de la revolucién de 1917, un choque entre los bolcheviques y In Iglesia Orto- doxa era «inevitable». No cabe duda de que mejor hubiera sido escribir: «probabilfsimar. Pero, excusaré si digo que encuentro Ja correccién un tan- to pedante? En Ia practica, los historiaderes no supo- jue un acontecimiento es ineluctable antes de que haya ocurrido, Suclen discutir caminos alternati- ‘Wos por Ios que podian haber tomado los actores de la marraci6n, partiendo de la idea de que la opcién era posible, aunque continian, con razén, explicando por qué se siguio una via en vez de la otra, Nada es inevitable en Is historia, salvo en ¢l sentido formal” de que, de haber dcurrido de otre modo, hubiera sido porque las causas antecedentes eran necesariamente otras, Como historiadar, estoy perfectamente dispues- toa renunciar a los términos de sinevitable», «inde fectibles, «inexorable», y aun (19), Tacit, también historlador de la decadencia de su pais, fue otro de los historiadores antiguos que se entregaron a largas disquisicianes acerca del azar, (0) Para sl argumento de Bury scerea del particlar, wésee The ee of Progress (1820), gs, 3035304, (3) Decline and Fall of the Roman Empire, cop. 38. Resuita dle vertigo apuniar que Tos grfegas, despues dr’ su eonquista por los ro. fmacos, dieron ttmbiéa en ‘entretenerse onc! juego Hsténica Ge ius Fhuda’sep pero mo fue", eonsuela favarlia de fos derrotadact St Ale Janero Magne na hublese Muerto Joven, s¢- declan, “haben cong lado eccldente, y Roma habla pasado a ser sible de los reyes ar aos" CK vow Four, The Theory of the amiced Constiution in AN sgainy (SY, IEA, pe 35) 133, La renovada insistencia, por parte de los escritores briténicos, en Ja iruportancia del accidente en la his- toria, viene de la 6poce, inangurada cl siglo presente, y acentuada ya a contar de 1914 en que crecia una sensaci6n de incertidumbre y de aprensi6n. El primer historiador briténico que pulsara esta nota después de um largo intervalo parece haber sido Bury, quien, en un articulo de 1909 acerca del «Dacwinismo en te Historias, Jamé la atencién sobre «el elemento de Ia coincidencia casuals, que «ayuda» en medida no pequefia «a determinar los acontecimientos en la evo- Tucidn_socials; y el afio 1916, dedicé un articulo por separado a este tema, tituindo: «La Nariz de Cleopatra» (20). H. A. L. Fisher, en patrafo ya cita- do, reflejo de su desilusién ante el desmoronamien- to de los sueies liberales después de la primera Gue- ara Mundial, supliea a sus leetores que reconozcan ‘«el papel de Jo contingente y lo imprevistos en Ia his: ‘toria (21), La popularidad, en este pais, de una teoria de 1a historia que hace de ésta un capitulo de acci« , ha coincidide com el aacimicnto, en Francis, de una escuela de filésofos que Feeeree poe er tencia —cito el famoso EY Ser y ta Nada de Sartre— emo tiene causa, ni razén, ni es necésariae. En Alema- 2m) ton doe etn a que sgh 20 aude 4 balan seinprene ao ae, ‘Selected Bsscys (1930); pera los comentarios de Colling- Sed ns Ee pet an govaaton ot Pe, ok Sia The Ides of ory, pas iF. SE gia rape, La ca aie ace Tort ee Eta rer eh sly for. 4 Cay tn Ee te rac i eeprom coos pre ae Sis atgc a tac fee ot tela te ascents eer a aden a SrleS It Sop ei ee tise cat congener 7 eerste hat ne'er proato dl Mera 6 ebacete See SOeee Ses ae 14 ‘nia, el anciano historiader Meinecke, como ya deja- mos dicho, se impresions al final de su vida ante la importancia del papel que el azar desempefia en Ia historia. Afeé a Ranke no haber dedicado bastante atencién a este fenémeno; y después de Ia segunda Guerra Mundial, atribuyé los desastres nacionales de Jos pasades cuarenta afios a una serie de accidentes, Ia vanidad del Kaiser, Ia éleceién de Hindenburg para Ja presidencia de Ja repiblica de Weimar, el cardcter obseso de Hitler, ete.; In bancarrota, en suma, de la mente de un gran historiador bajo ln presién de los infortunios de su pais (22). En un grupo o una nacién que navega por los acontecimientos histéricos con vientos adversos, las teorfas que destacan el papel del azar o del accidente en la historia son las que prevalecen. La idea de que tos resultados de los exd- menes son todos una loteria seré siempre popular entre los que no pasaron del aprobado. Pero una cosa es revelar las fuentes de que mana una conviccién y muy otra demostrar su error; y to- dayia nos queda por descubrir qué es con exactitud Jo que hace 1a nariz de Cleopatra en las paginas de la historia, Parece que el primero en tratar de defen- der Jas leyes de Ja historia contra esta intromisién fue Montesquieu. «Si una causa particular, como el resultado accidental de una batall, ba reducido un Estado a Ja nada —escribio en su obra acerca de la grandeza y ln decadencia de las romanos— es porque hab usa general que bien qu Alin Hse pudiese hupdirse-corma sols batallas, Los marxis- tar también han tenido ciertas dificultades con aste G2) Los pirrufos significativas para eh caso vienen eitadas por W. Stark cu su inroduselén 0 F. Minecke, en Machlevalism, pst me exon 435 problema, Marx no escribié mas que una vez acerca de éi, y sélo en una carta: La historia mundial tendria un cardcter muy mistico si no hubiese en ella lugar para el azar. Este mismo azar se comvierte Se en ‘parte de la Inea genera] de desarrollo y viene compensado por otras formas de azar. Pero la aceleracién y el retraso dépenden de elementos accidentales como éstos, en los que se incluye el cardcter «usual de los individuos que se encuen- tran al frente de un movimiento que se inicia (23). Mary ofrecia asi una apologia del azar en la histo- ria Tends un triple punto de vista En primer Taga, ‘no es muy importante; puéde «acelerars o «retardars, pero estd implicito que no puede alterar de modo Fadical el curso de los acontecimientos. En segundo jugar, un azar viene contrarrestado por el otra, de forma que a la postre el elemento casual se ha minado a s{ mismo. Tercero: el azar se iustra espe Gialmente en el_caracter de los_individuos (24). Trotsky reforzé Ia teoria de la compensacién y el autecancelamiento de los accidentes, mediante uns analogia ingeniosa: El proceso histérico todo 6 es una refracci6n de Ia ley Histériea al jor To accidental. Con jerga biolégica, dirlamos que la ley histérica se realiza mediante Ia seleccién_ natural de los ac: eldentes (25). Mansy Evens, Obras (ed, unxmn, 10g, GE) TREES cara rex eptogn i pnla ol tse" 3 el gel ZEGEaS tle ends et lint manera Temata aatprnde tse uns say leas nee (i, si. 136 Coniieso que ni me satisface ni me convence esta teo- ria. Bt papel que en la historia desempefia el acciden- te se viene exagerando mucho en nuestros dias, y lo hacen quienes estén interesados en destacar su im- portancia. Pero existe, y decir que solamente acelera © relarda pero no altera, no pasa de ser tanto como jugar con las palabras. Como tampoco veo razén al- guna para pensar que un acsecimiento accidental como la muerte prematura de Lenin a los 54 aftos. venga autométicamente compensado por otro acc dente de forma que quede restablecido el equilibrio del proceso histérico. Tgualmente impropio es el punto de vista que sos tiene que el accidente en la historia es mera medida de nuestra ignorancia —nada més que un nombre para calificar alpo que ignoramos (26), Desde luego, esto ccurre a veces. Los planetas recibieron su nom- bre, que como se sabe significa «paseantes sin itine- rario fijo>, cuando se suponfa que pasaban por el firmamento sin rumbo fijo, y no se comprendia la re gularidad de sus movimientos. Decir que algo ha sido un azar desafortunado es una de las formas mas frecuentes de eximirse de In cansada obligacién de examinar sus causas; y cuando alguien me dice que la historia es una sucesién de accidentes, tiendo a sospechar Ia presencia, en mi interlocutor, de cierta pereza mental o de una corta vitalidad intelectual. Es practica corriente entre los historiadores serios apun- tar que algo que hasta la fecha se habia tratado como 426) Ast Jo vein Tolttoy: “Nos vemos compelidas a recuer en ef fatslismo como explieacisn de agontssimisntor’Irraclonales, ct dec ie acontecimientos. euya racionalldad ao ‘nleanzamat 3 compreade Guerra y Pax, libre TX, exp. Vs wéave tamblin. § ct. pagina 136 rota 137 elemento accidental no Jo era en absoluto, pues cabe ima explicacién racional y puede encajarse de modo significative en el marco mis amplio de los aconte- Gimientos. Pero tampoco contesta ello del todo @ nuestra pregunta, El accidente no cs sencillamente flgo que 10 comprendemos. La solucién del proble- ma del accidente en Ia historia debe, a mi juicio, bus- carse dentro de un orden de ideas totalmente dis- tinto, Ya vimos anteriormente que la historia -erupieza con Ja seleccién y el encaminamiento de_los Thechos, por parte del historiador, hiscia si conversion en he chos histériens. No todos los hechos som histéricos, Pero la distincién entre hechos histéricas y hechos ahistéricos io es ni rigida mi constante; y, por decir asi, cualguler hecho puede ser ascendido a Ja catege- de 10 histérico después de comprobadas st wneia y su impértancia. Vemos ahora que en 1a forma de enfocar el historiador el estudio de las cau- sas estamos ante un proceso hasta cierto punto pax tecido, La relacién del historiador con sus causas tiene el mismo caricter doble y recfproco que la re- lacién gue le une a sus hechos, Las causas determi- nan su interpretacién del proceso histérico, y su in- én determina la seleccién ue de las casas gu modo de encauzarias, La jerarquia de ‘causes, la importencia relativa de una u otra causa Ode este 0 aquel conjunto de ellas, tal es Ia esencia de su imerpretacion. ¥ este aporta la clave del pro blema de lo ucvidental en Is historia, La forma de la nariz de Cleopatra, el ataque de gota de Bayaceto, el mordisco del simio letal para el rey Alejandro, 1a |—fueron todos ellos accidentes que 138 modificaron el curso de la historia. Resulta vano Witar de suprimirlos, 0 pretender que, de una u otra forma, carecieron de efecto. Por otra parte, en la medida en que fueron accidentales, no forman parte de mma interpretacién racional de la historia, ni de la jerarquia que de Ias causas significativas tiene com- puesta el historiador. El profesor Popper y el pro- fesor Berlin —los vuelvo a citar como los miembros més distinguidos y més. lefdos de la escuela que re- presentan— parten de la idea de que el intento del historiador de hallar significado en el proceso histé- rico y de deducir consecuencias de él, es tanto como tratar de reducir «el conjunto de a experiencia» a un orden simétrico, y que la presencia del accidente en Ja historia condena de antemano al fracaso todo lo gue en este sentido se trate de hacer. Pero ningun historiador cuerdo intenta nada tan fantAstico como atarcar «el conjunto de la experiencia»; no puede atarcar més que una reducidisima fraccién de los hechos, aun dentro de su sector propio o del aspecto de Ja historia que ha escogido. El mundo del histo- riador, lo mismo que el mundo del cientifico, no es copia fotografica del mundo real, sino mis bien mode- fo operativo_que_le permite; con_eficacia_variable, comprenderlo dominatlo. El historindor destila de Ja_experiencia_del_pasado, o fa experiencia. pusada como Mega a conocer, aquella parte que Je-pa- rece_reducible a una explicacién_y una interpreta in“racionales, y de ello deduce unas conclusiones. que podrin servir de guia para i accién. Un popr- lary scrito, hablando de Tos logros de la ciencia, se refiere gréficamente a los procesos de la mente humana que, «escarbando en el amasijo de- 139 pone y sistematiza los datos relevantes observados, S que son irrefevanies, hasta que tiene épsido tin Telit de “Conscimiento’ racional ¥ l6zi- ‘cor (27). Con algdn reparo acerca de los peligros del Gubjetivismo exagerado, aceptaria estas palabras como imagen del modo en que trabaja la mente del historiador. ; Puede que este procedimiento sorprenda 2 los fic Jésofos y aun a algunos historiadores. Pero es algo con que estén perfectamente familinrizadas las personas corrientes que vacan a sus (areas pricticas. Pondre- mos-un ejemplo. Jones, de regreso de una fiesta en Ia que consumié ms de su cuota normal de alcohol, yal volante de un coche cuyos frenos resultan no del todo eficaces, atropella y mata, en un cruce notoria- mente sin visibilidad, a Robinson, que atravesaba el arroyo para comprar unos cigarrillos en 1a tienda situada en el cruce mismo. Después de resueltos los problemas inmediatos, nos congregamos, en la comi- sarfa local por ejemplo, para inguirir las causas del acontecimiento. ¢Se debié al estado de semiembria- guez en que se ercontraba el conductor, en cuyo caso habria pie para incriminacién penal? gO se debis a los frenos deficientes, en cuyo caso habré que deci dos palabras al garaje a cuyo cargo corrié la revisiéa del coche una semana antes? gO debe pensarse que se debi6 al cruce sin visibilidad, debiendo entonces Hamarse la atencién de las autoridades responsables? Mientras nos hallamos discutiendo estas cuestiones pricticas, irrumpen en In hahitacién dos caballeros “que no trataré de identificar— y se ponen a ex Plicarnos, con verbo facil y convincente, que de no (TI) L. Pye, The Anminilation of Man (19, wig. 1. : 140 haber quedado sin tabaco Robinson, no habria cru- zado la calle ni por fo tanto habria sido atropellado: que cl deseo de fumar de Robinson fue por lo tanto cause del Gbito; y que la encuesta que alvide este elemento causal serd tiempo malgastado, y las con- clusiones que de ella se deduzcan carentes de senti- doy futiles. Bueno, qué hacernos? En cuanto se nos deja una oporturidad de penetrar en ese torrente de elocuencia, vamos lIfevando amable pero firmemente ‘ nuestros dos visitantes hacia la puerta, y damos al porterd instrucciones de no dejarles entrar de nuevo bajo ningwin pretexto, volviendo a nuestra encuesta. Mas, :qué respuesta tenemos para nuestros entrome- tidos? Desde luego murié Robinson por fumador. Tado lo que puedan decir los devotos del azar y de lo contingente en Ia historia es perfectamente cierto y perfectamente légico. Tienen sus argumentos esa légica implacable que hallamos en Alicia en el Pais de las Maravillas y en A través del Espejo. Pero, mientras que a nadie cedo en la intensidad de mi ad- miracién por estos macuros ejemplos de la erudicién de Oxford, prefiero conservar mis diferentes tipos de légica en compartimientos aparte. La manera dé Dodgson no es Is manera hist6rica. La historia es por lo tanto un proceso de seleccin qué se leva a cabo atenldendo a la relevancia histor a: Volviendo a tomar Ta frase de Talcott Parsons, la storia es un «sistema selective> de orientaciones, nO sélo cognitivas, sino también causales, hacia la realidad. As{ como el historiador selecciona del océa- no infinito de los datos los que tienen importancia para su propésito, asi también extrae de Ja multipli- Gidad de las secuencias de causa_y efecto Jas histéri- camente significativas, y sélo ellas; y el patrén 141 pretacion racionales. Las otras secuencias de causa ¥ efecto deben rechazarse como algo accidental, no porque sea distinta la relacién de causa y efecto, sino porque la propia sccuencia es irrelevante. El bistaria- dor nada puede hacer con ella: no es reducible a una interpretacién racional, carece de significado tanto para el pasado como para ¢! presente. Verdad es que Ia nariz de Cleopatra, o In gota de Bayaceto, o el mor disco que infligié cierto mono a Alejandro, o la muer- te de Lenin, o el hecho de que Robinson fumase ci- garrillos, tuvieron resultados. Pero carece de sentido Ia proposicién general de que los gencrales pierden Ins batallas porque estén enamorados de reinas gus as, 0 que las guerras ocurnen porque los reyes tic- nen monos domesticados, © que hay atropellos y muertes en Ine carreteras porque la gente fuma ciga- rrillos. En cambio, si se dice al hombre de la calle que Robinson murié porque el conductor estaba ebrio, 0 porque los frenos no funcionaron, 0 porque habfa en la carretera un cruce sin visibilidad, le pare cérd tuna explicacién perfectamente adecuada y racio- nal; y si opta por pronunciarse, es probable que diga que ésta y no el deseo de fumar en Robinson fue Ia causa «real» de su atropello mortal. Del mismo modo, si se dice al estudiante de historia que Ins luchas ha- bidas en Ia Unién Sovigtica en los afios 20 se debie ron 2 discusiones acerca del ritmo de industrializa- cién, o acerea del mejor procedimiento para inducit a Jos campesinos a cultivar trigo para alimentar las ciudades, o sun a las ambiciones personales de de res rivales, pensard que son éstas explicaciones racio- nales ¢ histéricamente significativas queriendo decit 142, que también pueden aplicarse a otras situaciones his- téricas; y que son causas ereales» en el sentido en que el accidente de Ia muerte prematura de Lenin no lo fue. Hasta puede que, si es dado a la reflexién acer- a de estas cosas, recuerde el tan citado como mal comprendido aserto deyff@g@l en Ia introduccién de ia det Derecho, a ‘Volvamos a detensrnos aunque sélo sea un instan- te en Ins causas de In muerte de Robinson. No nos resulté dificil reconocer que algunas causas eran ra- cionales y areales> en tanto que otras eran irraciona- les y accidentales. Pero ga qué criterio atendimos al distinguir de esta forma? La facultad de razonar se. suele ejercer con algin fin. Puede ocurrir que los intelectuales rezonen, o piensen que razonan, por err tretenerse. Pero, en general, los seres humanos razo- nan por algo, ¥ cuando reconociamos como raciona- les ciertas explicaciones, y cuando descartébamos otras por irracionales, estébamos, en mi cpinién, dis criminando entre explicaciones que sirven un fin y las que no lo sirven. En el caso que ahora discutimos, tenfa sentido suponer que la disminucién de los ex. cesns alcohélicos en los conductores, o un mayor control de Ia condicién de los frenos, ¢ 1a mejora dela construccién y disefio de las carreteras pueden sérvir al fin de reducir el mimero de las muertes producidas en el trifico. Pero eareeia totalmente de sentido suponer que el nimero de éstas menguaria impidiendo que se fumen cigarrillos. Tal ema el cri- terio en que apoyamos nuestra distincién. ¥ lo mis mo puede decirse de nnestra actitud ante las causas dela Historia, Tambiéa oqul discriminant etre ca sag racionales y causas_accidentales. Tas primeras, 143 por ser potencialmente aplicables a otros. paises, ‘otros periodos y condiciones otras, conducen @ gene ralizaciones y leeciones fructiferas que pueden dedu- cirse de ells: sirven el fin de ensanchar y profun- dizar nuestra comprension (28). Las causas acciden- tales no pueden generalizarse; y como son exchist yas en Ia plena acepcidn de la palabra, ni nos ense- fan Iecciones ninos llevan a conclusioncs. Pero aqui, quiero indicar otra, cosa mas. Es precisamente esta nocién de una meta por aleanzar lo que da su clave a nuestro enfoque de Ja causacién en la historia; y esto implica por fuerza juicios de valor. La interpretacién en la historia, como vimnos en muestra Conferencia an- ferior, viene siempre ligada a juicios valorativos, y | causalidad esta vincula jnterpretaciéo. Con palabras de Meinecke —el eran Meinecke, el de los afios 20, sla busca dé causalidades en la historia imposible sin la veFerencia a los valores... detrais de ja busca de las causalidades, sitmpre esti, directs 0 indirectamente, la busca de valores» (29), Esto nos Fecuerda Te que dije antes acerca de la doble y reci- proca funcién de la historia, de fomentar nuestra comprensién del pasado a la luz del presente y la del presente a la luz del pasado. Todo lo que, como el Toco enamoramiento de Antonio por la nariz de Cleo- patra, deja de contribuir a esta doble meta resulta Spt teh, een npg nn ros ee bn. a seer RB rng teins one de es a sr eri aa ee Sa te Se eae Sete Ce Poe Rg ge, PMG tp i ae ge ae daar : 148 muerto y este riador. Llegados a este punto, viene para mi la hora de confesar un procedimiento desleal de>que me he va- ido ante ustedes, aunque, como no les habré costado ningim trabajo ver a su través, y como me ha per- mitido en varias ocasiones acortar y simplificar lo que queria decir, quiz4s habrdn sido lo bastante indul- gentes como para ver en ello un apropindo instru- ‘mento taquigrdfico. Hasta el presente me he servido de modo permanente de la expresién convencional de spasado y presente», Pero como todos sabemos, el “como Jinea divisoria imaginaria entre el pasado y el futuro. Hablando dal presente, ya. be tied Subrepticiamente otra dimensién temporal en la dis- cusién. Creo que seria ficil demostrar que, como el pasado y el futuro son parte del mismo lapso tempo- ral, existe intertelacidn entre el interés por e] pasado y el interés por el futuro, La I{nea de deslinde entre los tiempos prehistéricos y los tiempos histéricos se {Fanques cuando Tos Hambves dejan’ de vivir silo-ch To por su pasado como por su futuro. La historia em- Pieza cuando s¢ transmite la tradicién; tradicién significa.eltraspaso-de-los-habitas y.las lecciones del pasadk futuro. Empieza a guardarse memoria del pasado en beneficio de ulteriores generaciones. «El pensamiento histérico —escribe el historiador-holan- dés Huizinga— siempre es teleoldgico» (30). Escribia face poco Sir Charles Snow refiritndose a Ruther: ford que «como todos los cientificos.., tenia, casi sin desde el punto de vista del histo- (00) J. Huningn, truductdo at inglés en Variiies of History, selee. se de P. Siern (1957), lp 29 145 pensar lo que significaba, la médula impregnada det futuro (31). Sospecho que los buenos historiadores, Jo sepan ono, tienen Ja médula impregnada del Tutu- re m ¢Por_qué?, el historiador_ ro. Ademis_de_ta_pregunia. también plantes Ia interrogante cAdénde? (1) The Baldwin Ape, diigide por John Reymond (1960), psi aa be 146 v La HISTORIA como PROGRESO Se me dejaré que comience citando un parrafo del profesor Powicke, en su conferencia inaugural como ocupante dé Ta cétedra Regius de Historia Moderna en Oxford, hace treinta aos: El ansia de una interpretacién de Ja historia est4 tan arralgacla que, si no tenemos un enfoque constructivo del pasado, somos arrastrados al mis- ‘teismo.o-al cinismo.(1), 7 Se entenderd, creo yo, por «misticismor aquella concepeién segén la cual el significado de Ja historia radica en algim lugar fuera de ella, eu el ambito de la teologia o-enel reino de la escatologa, idea ésia de escritores como Berdyai jicbuhr_o Toynbee (2). Por «cinismo» se alude a Ja actitud de aquellos para quienes, como hemos visio en varios ejemplos men- cionados, la historia carece de significado, o leva implicitos miiltiples significacios igualmente validos © parejamente invilidos, o tiene el sentida que arbi- trariamente sc nos antoje darle. Estas son, en la ac- (1)_F, Pawems, Modern Historians avd the Swedy of History (1955), pig. 1, () “La historia rebosa ex ta teslogls*, como sfirms trunfalmente ‘Toynbee (Civilization on Trial prelacio (1844), Hay trad, espatlay Le cblleeién pussta d praeba). ui tualidad, las dos concepciones mas populares de la historia. Pero las rechazar¢é ambas sin vacilar un ins- tante. Esto nos deja con la curiosa pero sugestiva nocion de fu_sufoque’ sonsoste oe Camo no tengo medio de saber 1 que el profesor Powicke queria decir cuando se valié de Ia expresién, trataré de darle mi interpretacién propia. Lo mismo que las civilizaciones antiguas de Asia, Ja civilizacién clasica de Grecia y de Roma era bisi- ‘camente ahistorica, Como ya vimos, Herodoto tuvo, como padre de la historia, pocos hijos; y los escrito- res de Ia Antigiiedad clasica se interesaron tan poco, en conjunto, por el pasado como por el futuro. Tuch dides era de la opinién de que nada importante habia ccurrido en el tiempo anterior a los acontecimientos que él describe, y que era probable que nada imper- tante ocurriese despues. Lucrecio deducia la indife- rencia del hombre hacia.el futuro de su indiferencia hacia el pasado: Considérese cémo no nos importan las pasacias edades del tiempo eterno que precedié a nuestro nacimiento. Es ello un espejo que nos brinda la naturaleza, cn e] que se refleja el tiempo futuro de después de nuestra muerte (3). Las visiones potticas de un futuro mejor revistie- ron Ja forma de visiones de un retorno a una edad aurea pasada —visiém cfelica que asimilabs los pro— cesos de la historia a los propios de Ta natursieza. La historia no ibaa fimguna parte: como no habia sen- tido del_pasado, tampoco lo habia del futuro. Sélo Marne, Ul, 92. Ds Ren 148 ‘Virgilio, que en su cuarta égloga habia formulado ta idea elfsica de un retorno a a edad de oro, tuvo en la Eneida la inspiraciém momenténea de salirse de ta concapcién efclica: «fmperivem sine five dedi» era un persamiento de le mis poco clisico, que Iuego hizo que se viera en Virgilio un profeta cuasi-cristiano. Fueron los judios, y los eristianos tras ellos, los que imtrodujeron un elemento del todo nuevo postu- Jando una meta hacia la que se dirige el proceso his- térico: teleolégica de Is historia, De esta forma adquirié Is historia sentido y propdsito, pero a expensas de su cardcter secular. El aleance de la 1s historia implicaria autométicamente el _la_historia; misma_historia_se_tornaba Tal fue la nocién medieval de la historia. ‘EFRenacimiento restablecié la concepcién clisica de ‘un.mundo-antropocéntrice-y-de-ta-primacia-dela-ra- zén, pero sustituyé la pesimista visién clisica del fu- tira por una visién optimista derivada de la tradi- cidn judeocristiana. 2) tiempo, que en una época ‘habia sido hostil y corrosive, pasé hora a ser favo- sable, creador: compdrese la pregunta de Horaci «Deinnosu quid non imminuit dies?» con Ia sentencia de Bacon: «Veritas remporis fitian: Los racionalistas de la Ilustracién, que fueron los fundadores de la madera histortogratis, conservaron Ia visién teleo- logica judee-cristiahs, pero secularizaron la meta: pudieron as{ restablecer el cardcter racional de! pro- pio proceso histérico. La historia 5 tié en el progreso hacia Ia consecuciai EECIOR Terre nal dela condicion homens. Gibbon, el mayor de los historiadores de Ta Tustracién, no se arredré ante Ia naturaleza misma de su tema, y a pesar de ésta for- mulé «la agradable conclusién de que cada época, en 149 ¢1 mundo, ha incrementado y sigue acrecienda, In ri- queza real, la felicidad, el conocimiento, y acaso la ¥irtud, de Ia raza humanas (4). El culto al progreso Hegé a su cénit cuando Ia prosperidad, el poderio y la confianza alcanzaron su punto culminante en Ja Gran Bretafia; y los escritores ¢ historiadores briténicos feron de los mas ardientes participes del culto, Este fenémeno ¢s demasiado conocido como para necesi- tar mas ejemplos; me limitaré a citar uno o dos pa- rrafos para probar qué poco tiempo hace que Ia fe en el progreso ha dejado de ser un postulado de todo nuestro pensamiento. Acton, en a memoria de 1896 sobre el proyecto de la Cambridge Modern History, que cité en mi primera conferencia, sludié a la histo. ria como eciencia_progresivas; y en Ja imtroducelén al primer volumen de Ia historia escribia que eno po. demos dejar de suponer un progreso en las cosas hu manas, siendo ésia la hipdtesis cientifica de que debe partir la historia queseescriha». En el sltimo volu- men de Ia historia, publicado en 1910, Dampier, que era tutor de mi college cuando yo era estudiante, se mostraba convencido, sin asomo de duda, de que «los tiempos venideros no verin limite alguno en él creci- miento del poder del hombre sobre los recursos de la naturaleza ni de su inteligente utilizacin de los mis- mos para el bienestar de su raza» (5). En vista de lo (8) Gumox, The Decline ond Fall of the Roman Empire, capiss- a. peel ocasldn. de esis digrsifn fue el dereumbarslenlo’ delim festa de ‘octtente. Un eridaa' en The finer Literary Supplement Go TP ooviembre 1980, tra cltar este pasrafo, se pregunta al Gibbon aoe tia realmente decic lo que las palabras expresan. Desde luego que ti SRE prove gor alipente Ba te Sol seeicr salnje St portote Sm gue hive que aqucl acorea del coal escrfber verdad bien Wustrada for sie crllco, que ata de transfer su esceplclimo d mediados ESI sig Sx n tn csciior do finales del allo Hr. (3) Cambridge Modena History: 1ts Origins, Autorship and Produc- sion (1807, pig. 18; Cambridge ‘Modene Httory, 1 (1904), 4; xl (310), m 150 que estoy diciendo, creo que es mi obligacién admitir qu: tal cra la atmésfera en que me instrui y que puc- do ratificar sin vacilar las palabras de Bertrand Rus- sell, que me leva media generacién: «Creci cuando el optimismo victoriano estaba en plena pujanza y... queda en mi algo de aquella visién esperanzada que entonces era cosa facil compartir» (6). En 1920, cuando Bury escribié su libro La Idea det Progreso, ya predominaba un clima més apagado, que i reproché, siguiendo Ta moda det dia, a (8), Ne tengo vara para medir la libertad, y no sé cémo poner en Jos platillos de la misma balanza la menor libertad de unos pocos. y 48) B. Reseda, Portraits From Memory (1956), plg. 17. (1) 1.'B. Bony, The Tdea of Progress (1920), papa. vlL- vl (8) B, Russa, Roriralis From Memory (184), pap. 151 la mayor libertad de muchos. Pero, cualquiera que sea el sistema de medidas de que se parta, no puedo sino considerar la afirmacién camo algo fantastica mente alejado de la verdad. Me atraen mas algunas de esas fascinantes miradas que A. J, P. Taylor echa sobre Ia vida académica de Oxford. Toda esta discu- sién acerca de In decadencin de Ia civilizacién, esct be, «no significa mas que una cosa, que les profeso- res universitarios solian tener servicio doméstico y ahora en cambio tienen que lavar ellos mismos la vajilla> (9). Como es natural, para los anteriores cria- dos, el lavado de la vajilla por los profesores puede ser un simbolo de progreso. La pérdida de Ie supre macfa blanca en Africa, que preocupa a los partida rios de la conservacion de! Imperio briténico, a los republicanos afrikaner y a los inversores en titulos del cro y del cobre, puede antojarseles progreso 2 ‘otros. No veo razén alguna por Ia que, cn este asun to del progreso, deba yo preferir ipso facto el vere dicto del sexto decinio de nuestro siglo al del dltimo decenio del pasado; la decisién del mundo de habla inglesa a la de Rusia, Africa y Asia; o la sentencia del intelectual de clase media a la del hombre de la calle que, segin nuestro actual Primer Ministro, se- flor MacMillan, munca estuvo tan bien como ahora Déjesenos por ahora suspender nuestro juicio acerca de si vivimos un periodo de decaclencia o de progreso, y vamos s examinar con algin mayor cuidado lo que implica el concepto de progreso, las premisas subya- centes a €ly hasta donde se han hecho insostenibles en la actualidad, (2) The Observer, 2 junio 199. Quisiera comenzar por poner orden en la marafia del progreso y de la evolucién. Los pensadores de Ja llustracién @doptaron dos puntos de vista aparente- mente incompatibles, Se propusieron reivindicar el lugar del hombre en el mundo natural; las Jeyes de Jn historia se equipararom a las leyes de la naturale 2g, Por otra parte, crefan en el progres, ¢Pero qué “base habia para ver en Js naturaleza algo en progre- so, para considerarla como algo que esté cn trance constante de avance hacia wna meta? Hegel orillé la dificultad discriminando de modo tajante entre Ia historia, que progresa, y la naturaleza, que no lo hace. La revolucién darwiniana parecié remover todos los ‘obstaeulos equiparande evolucién y progreso: la na- Turaleza, come Ia historia, se revelaba a la posire progresiva. Pero esto dio ligar a un error de com Preasién mucha més grave, haciendo que se confun- diese Ja herencia biolégica, que es la fuente de la evolucién, con la adquisicién social, que es la fuente prog 0. La distincion es familiar y eviderte. Péngase un bebé europen en una familia china, y el nifio crecerd con Ia piel blanca pero ha- blando chino. La pigmentacién cutdnea es herenci biologica; el lenguaje, una adquisicién social transmi- tida por el conducto del cerebro humano, La evolu- cidn por herencia debe medirse en milenios o en mi- Hones de afios; no se conoce ningin cambio biolégico medible ocurrido en el hombre desde el comienzo de la historia escrita. EI progreso por adquisicién pue- de medirse en generaciones. La esencia del hombre como ser racional radica en el desarrollo de sus ca- pacidades potenciales mediante Ia acumulacién de 133 la experiencia de las generaciones pasadas. Se dice que el hombre contempordneo no tiene un cerebro mayor, ni una superior capacidad innata de pensa- miento que su predecesor de hace 5.000 aiios. Pero la eficacia de su pensamiento ha side varias veces muiltiplicada al aprender ¢ incorporate su experien- fee cpeciiacin ap las jeneraciones precedentes. La triinsmision de caracteristicas adquiridas, que los bid- Jogos niegan, es el fundamento mismo del progreso social. La ja_es el progreso mediante la trans- misién de las técnicas adquiridas, de wna generacion ala siguiente, — a eTeeo. noes preciso ni se debe imaginar ef pro- greso como teniendo un principio o tin final definidos. La creencia, que no hace cincuenta afios estaba toda- via ampliamente difundida, de que Ia civilizacion se inventé en cl valle del Nilo en el cuarto milenio an- tes de nuestra era, no resulta més crefble hoy que aquella cronologia que colocaba Ja creaciéa en el afio 4004 antes de Cristo. La civilizacién, cuyo maci- miento acaso tomemos como el ‘punto de arranque de nuestro hipdtesis del progresa, no fue desde lucgo tuna invencién, sino un proceso de desarrollo infinita- mente lento, en el que hubo probablemente ocasiona- les saltog espectaculares hacia delante, No necesita- mos preocuparnos de cuindo empez6 el progreso —o In civilizacién. La hipétesis de un término finito del progreso llev6 a un error mis grave. Se ha censurado justamente a Hegel por ver el final del progreso en Ia monarquia prusiana —resultado éste, al parecer, de una interpretacién demasiado forzada de su nocion de la imposibilidad de pronosticar. Pero 1a aberra- cién de Hegel fue superada por aquel eeminente vic- toriano», Ammold de Rugby, que en su conferencia 154 inaugural en la ciitedra Regius de Historia moderna en Oxford, en 1841, afirms que la historia cont ‘rénea seria in dltima fase de Ia historia de Ja huma- ‘nidad: “«Parece Wevar Ja impronia de la plenitud del tiempo, como si no cupiera mis alld de ella una historia futuras (10). El prondstico de Marx de que Ja revolucién proletaria réalizaria el fin ultimo’ de Muna sociedad sin clases era Iégico y moralmente me- mos vulnerable; pero la presuncién de un término de Is historia tiene un matiz escatolégico mds apropiado Para um tedlogo que para un, historiador, y revierte en Ja falacia de una meta situada fuera de Ia. histo- tia. No cabe duda de que un término finito encierra elementos atrayentes para la mente humana; y la visién de Acton de una marcha de Ia historia que es proceso sin fin hacia la libertad parece tan poco esti- mulante como vaga. Pero si el historiador ha de sal- var su hipdtesis de pragreso, efeo que debe estar dis. Re tear ok Srocees cyanea ‘exigen- clas y condiciones de los periodos sucesivos impon- aan Su Contenido especifico. Y esto es lo que implica latsis dé Acton de que Ja historia no es solamente constancia del progreso pasado sino una «ciencia pro gresiva», 0, con otras palabras, que la historia es pro- gresiva en Ios dos senticos de Ia palabra —como cur- so de los acontecimientos y como documentacién de su constancia, Déjeseme recordar Ja descripcién que del avance de Ja libertad en Ia historia hace Acton: Es por los esfuerzos combinades de los débiles, llevacios a cabo por necesidad imperativa, para re sistir al dominio de la fuerza y del perjuicio pro- (10, Aue, Am Inausra Ltrs on the Study of Mader i tory (UH), pag. 34, 7 as : 155 pio constante, por los que, en el répido cambio pero Jento progreso de cuntrocientos afios, se ha preservado la libertad, se la ha afianzado, amplia- do, ¥ por fin comprendido (11), Acton entend{a Ia historia cn tanto que devenir como ee ilbertet, y la historia en tanto que constancia de los acontecimientos ocurridos como a progreso hacia 1a comprension de Ia libertad: ambos procesos corrian parajas (12). E] fildsofo Bradley, que escribia en una epoca ét que las analogias estaban de moda, observé que «para la fe religiosa el final de Ia evolucién se presenta como algo que... ya ha desem bocado» (13). Para el historiador el final del progreso todavia no ha desembocado. Es algo todavia infinita- mente remolo, y los indicadores que hacia él senalan solamente se hacén visibles para nosotros conforme adelantamos. Lo que no disminuye su importancia. La bnijula es guia util, hasta impreseindible. Pero no es un mapa topogréfico de nuestro itinerario. El.eon: tenido de 1a historia no puede ser captado mas que 3 medida que vamos experimentéindola. veeercca obervaciéa. por mi parie: nadie en su sano juicio creyé nunca en esa clase de progreso que avanza en Iinea recta, ininterrumpida, sin altibajos, sin desviaciones ni soluciones de contimiidad, de forma que aun el giro mds adverso no es por fuerza contrario a la conviccién de la existencia del progre: so mismo. Es claro que hay periodos de regresién AM) Acwoy, Lecturer on Moder History (1905), 4a. SL. Ui) Revatesrecnne Seotogia y Utopin, trad esp. Made, Agule tact 1858) asocia también “la voluniad (del hombre) de dar forma a Ss historia” com su "enpacidad de compeenderi’ (1) FH Baan, Ethical Stnades (1S, p Bs. 156 -lanto como fases de progreso. Y lo que es mas, seria Precipitado pensar que después de un retroceso el fiicvo avance partiré del mismio punto o seguir Ta misma linea. Las cuatro o ires civilizaciones de Hegel Ode Marx, las veintiuna civilizaciones de Taynbee, la teoria de un ciclo vital de las civilizaciones que pase por lag fases de auge, decadeneia y caida —todos es- tos esquemnas no tienen sentido en si mismos. Pero son trasunto del hecho observado de que ol esfuerzo que se necesita para llevar la civilizacién adelante se extingue en un lugar y renace luego en otro, de for ma que cualquier progreso por nosotros observable en la historia es desde luego discontinuo, tanto por Jo que al sitio se reficre coma en cuanto al tiempo. Asi que, si fuese incapaz de pasar sin formular leyes de In historia, una de éstas rezaria que el grupo —sea él una ¢lase © una nacién, un continente o una civili- zacién, lo que se quiera— que desempefia el papel principal en el avance de Ia civilizacién en un periodo Bo sexi probablemente el que desempeie igual papel en el pericdo siguiente, y ello por la sencilla razén de que estaré demasiado imbuido de las tradiciones, los intereses y las ideologias del perfodo anterior como para poder adaptarse a las exigencias y las con- iciones del siguiente (14). Con lo que muy bien pue- de ocurrir que lo que a un grupo se le antoja periodo de decadencia, a otro le parezca inicio de un nuevo (19), Para un dlagnsetico de esta ituaclin, wlase R$, L¥s0, Know: edge Jor Wha? (N.Y, 1929, pig. 88: “Loa personas de eda! pro ects slim a menoia én questa colturs otlemtadss hacia et pasado, ‘ro Igual “relstencia “gue a una amenasa. Ba probable que” toda ‘in cultora que az hulle en una tage avanzada de pentida relative de enerala, de desimexracién, tenga asi ues orientscign predominant Hcin'unn ‘edd de ro dejada afris, mientras ae vive 2 desmana Ia ida el pros 187 paso adelante. 2 progreso ni dgnttion ni puede i nificar progreso igual y simultfneo para toflos. No Sear cus Gist OG anestros recientes profetas de la decadencia, nuestros escépticos que no ven en la historia sentido alguino y que afirman que el pro- greso pasé a mejor vida, pertenezean al sector del moundo y a Ja clase de Ia sociedad que han desempe- fiado triunfalmente un papel protagonizador y pre- dominante en el avance de la civilizacién durante va- rins generaciones. No les consuela que se les diga que la funcién que su grupo desempedé correrd aho- ra acargo de otros. Es evidente que una historia que les ha hecho tan ruin faena no puede ser ante sus ojos un proceso racional o significativo.-Pero, si he mos de retener Ia hipdtesis de progreso, creo tenemos que aceptar Ia condicién de la linea que brada. ~~Y por fin liego a la pregunta de endl es el conte nido esencial del progreso atendiendo a Tracaién his- iSziea. Los que hichan, pongamos por caso, por exten “der a todos los derechos civiles, o por reformar la prictica penal, o por allanar las desigualdades de raza o de riqueza, conscientemente se proponen el solo alcance de estas metas; no tratan, de forma cons- ciente, de «progresar», de plasmar en ta realidad al guna «ley» o ehipétesiss histérica de progreso, Es el historiador quien aplica a sus acciones su hipdtesis. de progreso, quien interpreta sus atciones como pro- ase Baro als no tavallda eT concepio de progrese. Me agrada encontrarme en este punto de acuerdo con Sir Isaish Rerlin, por cuanto «progreso y reaccién. por més que se hayan desquiciacio estas palabras, no son conceptos vacios» (15), Es suposicién previa én (05) Farcign Atfaire, ev, ns 3 (Juno, 5), pl. 3, 158 Ia historia el que el hombre es capaz de sacar pro- vecho —no que siempre To Raga— de Ta experiencia de sus predecesores, je el reso descansa, en en Is naturaleza, sobre Ia_wansmision.del_acervo asi_adquirido. Este legado incluye tanto los bienes materiales como la capacidad de dominar, trans- formar y utilizar el mundo circundante, Y desde luego ambos factores estén estrechamente relacio- nados, y reaccionan reciprocamente, Marx hace del trabajo humano el fundamento de todo el edificio; y parece que esta formula es aceptable sicmpre que se dé al «trabajo» una acepcidn Jo bastante amplia, Pero Ja mera acumulacién de recursos no yaldré si no va acompaiiada de un conocimiento y una experiencia tenicos y sociales mayores, y ademas de un mayor dominio del mundo que rodea al hombre, en su sen- tido més amplio. Hoy por hoy, pocas personas, segin creo, pondrian en tela de juicio el progreso habido tanto en la acumulacién de recursos materiales y de conocimientos cientfficos como en nuestro dominio del mundo circudante en el sentido téenico. Lo que s¢ pone en duda es que ¢l siglo xx haya sido testigo de algin progreso en nuestra ondenacién de Ia so- siedad, en nuestro dominio del mundo social ambien- te, nacional o internacional; se pregunta en fin si no hha habido una marcada regresin en este aspecto. zAcaso no ha tenido Ia evolucién del hombre como ser social un retraso fatal frente al progreso de Ia tecnologia: Los sintomas que inspiran esta pregunta san evi- dentes, Pero ello no es dbice s que me parezca que esti mal planteads. La historia ha conocido muchos cambios de rumbo, pasando Ia iniciativa y el liderato 159 de un grupo a otro, de un sector del mundo a otto: el momento en que surge el Estado moderno y en que el centro del poder pasa del Mediterréneo a la Europa occidental, y el periodo de la Revolucién francesa son ejemplos destacados dentro de la época moderna. Estos perfodos son siempre tiempos de violentas sublevaciones y de luchas por el poder. Las wiejas antoridades se debilitan, las viejas lindes de- saparecen; el nuevo orden emerge de un choque feroz de ambiciones y resentimientos, Yo sugerirfa que es- tamos ahora pasando por un perfodo de éstos. Me parece sencillamente falso decir que nuestra com- prension de los problemas de le organizacién social que nuestro sincero deseo de organizar Ja sociedad a la luz de esta comprensién han menguado: hasta me atreveria a decir que son mucho mayores, No es que nuestras habilidades hayan decrecido, ni que declinen nuestras cualidades morales. Pero el perfode en que vivimes, de conflicto y de levantamiento, de- bido a la mutacidn del equilibrio del poder entre continentes, naciones y clases, ha incrementado enor- memente la tensi6n 2 que estan sujstas estas capa: cidades y cualidades, ha limitado y frustrado su efi- cacia para logros positives. Sin querer infravalorar Ta fuerza del reto que los tiltimos cincuenta afios han Tanzado a 1a conviccion del progreso en el mundo occidental, sigo sin creer que el progreso en ia histo ria haya tocado a su fin. Pero si se me pregunta més acerca del contenido del progresa, creo que s6lo me cabe contestar algo as{ como lo siguiente: Ia nocién de una meta tinita y claramente defmiblé del_pro- reso oT hiscorta~ antag veto postulada por los persadores del siglo xix, ha resultado inaplicable y rma. La creencia en él progresa no significa la 160 creencia en un proceso, cualquiera que sea éste, aulo- Malico € Ineluctable, sino en el desarrollo progresivo de las potencialidades humanas. EI progreso e> mn término abstracto; y las metas concretas que se pro- pone alcanzar la humanidad surgen de vez en cuando del curso de la historia, y no de alguna fuente situada fuera de ella. No profeso ninguna fe en la perfectibi. Jidad del hombre ni en un paraiso terrenal venidero. En esto, estaria de acuerdo con Jos tedlogos y los misticos que dicen que la perfeccién no es alcanza- ble en Ja historia. Pero me basta con la posibilidad de un progreso ilimitado —o progréso que no esté Smet ningin Walle Que posambe dooms tenet en cuenta progres hisia melst que a5Te pueden ise definiendo conforme avanzamos haci ellas, y cuya validez nada mAs puede comprobarse en e] proceso de alcanzarlas. Ni tampoco sé eémo po- ris perdurar Ia sociedad sin una concepcidn del pro- greso parecida a ésta. Toda sociedad civilizada impo- M@ sacrificios 4 In generacién viva en beneficio de Beneraciones atin no macidas. Justificar estos sacri- ficios en nombre de un mejor mundo futuro’es Ja contrapartida secular de su justifcacién alegando algin designio divino. Con palabras de Bury, «el Principio del deber para con Ia posteridad es corola- rio directo de Ja idea de progreso» (16). Acaso no re- quiera justificacién este deber. Pero si la necesita, no sé de otra forma de justificarlo. Esto me trae al famoso rompecabezas de la obje- tividad en Ja historia. La palabra misma de objeti- vidad Induce @ error y plantea un mar de interro- gantes. En una conferencia previa defendi ya la opi- nién de que las ciencias sociales —y entre ellas la (8) J.B, Boxy; The Idea of Progress (1220), pg i, 161 ‘historia— no pueden acomodarse a una teor{a del conocimiento que disfoca e|_sujeto del objeto y que sostiené una rigida separacién entre e at ose ‘Voivamos al triste caso de Ia muerte de Robinson. La ob;etividad de nuestra investigacin de este acon “fecimiento_dependia, no de nuestra adecuada capta- y Ia cosa observada, Necesitamos un nuevo modelo que Baga jsticia al complejo proceso de interrela- cidn e interaccién que media entre ellos. Los datos de In historin no pueden ser puramente objetivos, Ya que se wuelven datos histéricos precisamente en virtud de Ia importancia que les concede el histo- Tiador. La objetividad en Ja historia —si es que he- mos de seguir utilizando este vocablo convencional—, no puede ser una objetividad del dato, sino de la re- lacién, de Ia relacién entre dato inierpretacion, en- tre el pasado, el presente y_cl Taira. No he de val- ver Sobre las razones que me indujeron a rechazar por ahistérico el intento de juzgar los acontecimien- tos histéricos erigiendo ‘un patrén valorativo abso- Tuto fuera de Ja historia y al margen de ella. Pero tampoco es apropiado para el mundo de la historia el concepto de la werlal agsee a ced gue lo Sea para el mundo de_la clencia. Sdio el tipo més sencillo de afirmacién histérica puede considerarse absolutamente cierta o absolutamente falsa. A un nivel més complejo, el historiador que discute, por ejemplo, el veredicto de uno de sus predecesores, so- lera condenarlo, mas que por absolutamente falso, por inadecuado, parcial, a erréneo, o como producto de un punto de vista que las pruebas ulteriores han relegado al olvido o-han hecho irrelevante. Decir que la revolucién rusa se debié a la estupidez de Nico- Tas TT 0 al genio de Lenin es inadecuado —tan inade- cuando que es desde luego descaminado. Pero no pue- de ciertamente tildarse de totalmente falso, El histo- Tiador no trabaja con absolutes de ninguna clase 162 Gién_de los hechos —que no se diseutian— sino de la distincign entre los datos reales a importantes, que nos interesaban, y los datos accidentales, que podiamos permitirnos el Iujo de olvidar. Nos pare- cié facil practicar este deslinde porque nuestro pa- trén o test de importancia, la base de nuestra abje- tividad, eran claras y consistian en Ja‘relevancia res- pecto a Ia meta propuesta, a saber la reduccién de os accidentes de trafico. Pero el historiador es per- sona menos afortunada que el investigador que tiene ante sf el propésito sencillo y concreto de reducir Jos accidentes de tréfico, También el historiador ne- cesita, en su tarea interpretadora, su_patrén de Ia su patrén de la ‘importinelsde-los tintos, que es también su patran de shletividd. para distinguir- entre lo significative y tampoco él puede hallarlo fuera de levancia frente a la meta propuesta, Pero es ella ‘una meta necesariamente en evolucién, ya que Ja in- terpretacién cambiante del pasado es una funcién ne- cesaria de la historia. La tradicional presuposicién de que el cambio debe siempre explicarse en funciéa de alge fijo e inmutable es contraria a la experiencia del historiador. «Para el historiador —dice Butter field, reservandase acoso iaiplfcitamente la esfera en que el historiador no necesita seguirle—,lo unico absoluto es el-cambio» (17). Lo absoluto en In histo- (17) H. Bermmmmms, The Whie Interpretations of History C930), Die gna §&'compirese co In slguleste formulucloa, mis elaborad, de Noe MARIN, The Seelatogy of the Rencissance (trad, tng i545, 163 Tia no ¢3 algo del pasado de que se parte; no es tam- poco algo en el presente, ya que todo pensamiento Presente cs necesariamente relativo. Es algo xin in- completo y en proceso de devenir —algo en el futuro hacia el que nas movemos, que s6lo empieza a cobrar forma cuando partimos en su direcci6n, ya cuya luz, sonforme vamos adelamtando, vamos dando forma gradualmente a nuestra interpretacién del pasado, Esta es la verdad secular que se oculta detris del mito religioso de que el significado de Ia historia serd revelado el Dia del Juicio. Nuestro criterio no es un ibsoluto_¢n_el_sentido estético de algo que perma- nece igual ayer, hoy, y para siempre: semejante abso. Juto es incompatible con la naturaleza dé la historia Fero es un absoluto en cuanto a huestra interpreta. cidn del pasado. Rechaza la dptica relativista segin Ja cual una interpretacién vale tanto como otra, 0 que cualquier interpretacién es cieria en su tiempo y lugar, y aporta la piedra de toque con la que final- mente habra de juzgarse nuestra interpretacién del pasado. Este sentido de direccién en Ia historia es el tinico que nos permite ordenar ¢ interpretar los acontecimientos del pasado —tarea ésia del historia dor— y liberar y organizar las energias humanas del Presente pensando en el futuro —tarea del hombre de Estado, del economista, del reformador social, Pato él proceso mismo sigue siendo progresivo y di- namico. Nuestro sentido de la direccién y nuestra in- terpretaclén del pasado estén sujetos a modificacion Yevolucién constantes conforme vamos adelarite, Hegel revistid su absoluto con ¢l manto mistica ‘ya sentida relativo sade mis el problema decsivo radiea en. saber ‘cull predoming, si La quictud 0 el" cambio". EY cau teria @l elements. postive y absolute, In qulettid, el elemento subje: ‘vo y relatives 164 de un espiritu mundial, y cometié el error cardinal de abocar el curso de 1a historia a su din en el presente, en vez de proyectarlo en el futuro, Reconocia en el pasado un proceso de evolucién continua, y se lo negé al futuro, de modo incongruente. Los que, desde Hegel, han reflexionsdo més profundamente acerca de Ia naturaleza de la historia, han visto en ella una sintesis del pasado y del futuro. Tocqueville, que no se Neg6 a liberar del todo del lenguaje teolégico. de su tiempo y que dio a su absoluto un contenido de- masiado estrecho, percibié sin embargo Ia esencia del problema. Después de aludir al desarrollo de la igualdad, como fenémeno universal y permanente, proseguia asf: Si se Uevase a Jos hombres de nuestro tiempo a concebir al gradual y progresivo desarrollo de 1a Tgualdad como pasado a la vez que futuro. de Estoril, este sols deseabrimento revestinin dicho desarrollo del caracter_sagrado que para ellos tione Ja voluntad de su amo y sefior (18). Podria.escribirse um capitulo importante acerca de este tema todavia inacabado, Marx, que compartia algunas de las inhibiciones de Hegel én cuanto a mi- rar hacia el futuro, y que se interesaba sobre todo en arraigar firmemente su ensefianza en Ja historia se vio compelido, por la naturaleza de su proyes solute de la Ta idea del progreso, aunque Jo hizo claramente con la misma intencién, como una «teoria que implica una (uy Tocmurvitte, Prefacio = La Bemocracla en Amdrice. (Hay. tra ttucelon exp.) 165 sintesis del pasado y una profecia del futures (19). Los historiadores, dice Namier con paradoja buscada que luego ilustra con su habitual riquezn de ej plos, cimaginan el pasado y recuerdan el futuro» (20), ‘Sélo el future-puede darnos Ja clave de Ja interpre tacién del pasado; y sélo en este sentido nos es dado ‘Fablar de una objetividad basica en Ia historia. Es a 1a ver explicacida y justificacién de Ja historia que el pasado ilumine nuestra comprensién del futuro, y que al futuro arroje luz sobre el pasado. 2Qué querémos pues decir cuando elogiamos a un historiador por su abjetividad, o cuando decimos que tun historiador es mas objetivo que otro? No desde luego que sabe cSma hacerse com Jos datos adecua- dos, o dicho con distintas palabras, que aplica el pa- trén adecundo para aquilatar la importancia de sus datos. Cuando calificamos de objetivo a un historia decir que sabe elevarse por encima de Ia limitada Wisién_que coresponde a su propia situacién en la sociedad y en Ta historia —eapacidad Ia suya en tal BS un, seg FETA confereaele previa, depende en parte de su capacidad de reconocer hasta qué punto se halla Insite. en dicha situacion, de fete nocer por ende Ja imposibiliciad de una total objeti- vidad. En segundo lugar queremos decir con elfo que “BIBE Proyeciar su visién hacia el futuro de forma tal ue él mismo penetra eI pasado mas profundamente {ae modo nue aursast Gus See Hlatoriaderes immediate. Ningin historiador actual compartiria Ia confianza de Acton en la posibilidad de una ehisto- (9) J.B. Bony, Tee dees of Progress (1920), phe 5. (2) 1. B Nawten, Conglicts (19), pe. 70. 166 tia definitivas. Pero algunos historiadores escriben una historia mas duradera, con un cardcter ms defi- nitive y objetivo que Td de otros; y son éstos los his- toriadores que poseen 1a que quisiera llamar vision a largo plazo del pasado y del futuro. El historiador ort amd no puede sccrearse a Tx obletdvidad més jue en Ta medida en que se aproxima a Ja compren- iém del futuro. Asi que, cuando hablé en una conferencia anterior de la historia como didlogo entre el pasado y el presente, mas bien debfa haberla definido como di4- logo entre los acontecimientos del pasado y las metas del futuro que emergen progresivamente. La interpre- tacién que da el historiador del pasado, su seleccién de lo importante y de lo significative, evolucionan conforme van emergiendo gradualmente nuevas me- tas. Para tomar el mds sencillo de Jos ejemplos po- sibles, mientras el fin principal parecié ser la orga- nizacién de las libertades constitucionales y de los derechos politicos, el historiador interprets el pasado en términos constitucionales y polftices. Cuando las metas econémicas y sociales principiaron a sustituir los fines constitucionales y politicos, los histeriadores se volvieron hacia interpretaciones econémicas y so- ciales del pasado, En este proceso, podrd el escéptico alegar que la nueva interpretacién no es mds cierta que la anterior, que cada cual vale para su perfado, No obstante, como la preocupacién por las metas eco- némicas y sociales representa una fase més amplin y ms avanzada del desarrollo hurmano que Ja que se centra en las metas politicas y constitucionales, puede decirse que la interpretacién social y econémica de Ja historia representa una fase mis avanzada, en la historia, que la interpretacién exclusivamente poll: 167 tica. No es que se rechace in anterior interpretacién, sino que queda a la vez incluida en la nueva y supe. rada por elt. La historigrafi es una ciencia pre gesiva en el sentido de que trata de alearzar una curso de los acontecimientos que también es proz suna_visién constructiva del pasado». La moderna historiografia se ha desarrollado en los dos tltimes siglos con esta doble creencia en el progreso, y no puede pervivir sin ella, ya que es esta conviccién la que Je aporta su patrén de Jo significativo, su piedra de toque para Ia distincién entre jo real y lo acci- dental. Goethe, en una conversacion hacia el final de Su vide, corté con alguna brusquedad el nudo gor- diano: Cuando las eclades estan en su decadencia, to- das las tendencias son subjetivas; pero por otra Parte, cuando las cosas estin maduras para una nueva época, todas las tendencias son obje tivas (21). Nadie tiene 1a obligacién de, creer en el futuro de‘la historia ni en el futuro dela sociedad. Puede que nuestra sociedad sea desiruida o se extinga al final de una Ienta decadencia, y que Js historia vuel- va.a caer en la teologia —es decir ene] estudio, no de los logros humanos, sino del designio divino—, o en Ja literatura —es decir en la narracién de cuentos Teyendas sin proptsito ni significado. Pero esto no $74 historia en el centido on que la Yenimus conc. éiendo en los iltimos doscientes afios, 1) Cada en H. Hutenes, en ond Ideas (88), a 50, Trad. esp: Hombres « ideas, a: 168 Todavia tengo que ocuparme de In conocida y popular objecién que se opone a cualquier teoria que sittia el criterio decisive de juicio histérico en el fu: turo. Semejante teoria, reza el Fepara, pl ica que @ dxilo es el criterio decisive del juicio y que lo que venga, si no Jo que hay, esté bien, sea como quie- ra. Durante los iiltimes doscientos afios Ia mayoria de los historiadores, na s6lo han supuesto una direc- cién seguida por el movimiento de Ia historia, sino que, a sabiendas suyas 0 no, han creido que esta di- reccién era en su conjunte la direccién justa, que In Ihumenidad se movie de Jo malo a lo mejor, de lo mas bajo 6 lo superior. El hisforlador, ademés ile tgoone- cer la direccién, la aprobaba. La prueba de signi fieaclen que apliesba ‘a su enfoai del pasado con ado_con- sistia ademas de en un senticlo del curso seguido por <] devenir histérico, en un sentido de su. propio em- Pefio moral en que siguiese dicho curso. La alegada dicotomia entre «ser» y a un orden existente «trayendo a primer plane las fuerzas que han triunfado, y relegando hacia el fondo las que han sido derrotadas por las primerase (23). Pero acaso no es ésta en cierto sentido Ia esencia del tra: bajo del historiador? El historindor no debe infrave- (gens ta opoctn: no debe representa la victoria. ce Se a on wane ido fue hija de un duro combate. A veces los que fueron vencidos contribu- yeron tanto como los vencedores al resultado final. (22) Gmmon, The Dectine and Fall of the Raman Empire, capt tla be GD) Be H. Tawamn, The Agreran FroBiem in the Steen Conary (0st), pl 170 Son éstas méximas familiares 2 todo historiador. Pero, por lo comtin, el historiador se ocupa de los que, vencidos 0 derrotados, llevaron algo a cabo. Yo no soy un especialista de Ia historia de! fatbol. Pero sus paginas esidn seguramente saturadas de Jos nom bres de los que metieron goles al adversario en tanto que no se habla de los que quedaron en off-sid La famosa afirmacién de Hegel de que en historia «s6lo pueden legar a nuestro conocimiento_aquellos pueblos que Forman un Estado» (24), fa sido ati damiente criticada por reconocer un valor exclusivo a una forma de organizacién social y por dejar fran- co él paso a un censurable culto al Estado. Pero en prineipio, 1o que Hegel trataba de decir es correcto, y refleja la familiar distineién entre prehistoria historia. Sdlo los pueblos que han sabido organizar en cierto grado su sociedad dejan de ser salvajes pri- mitivos y penetran en el recinto de Ia historia, Car- Iyle, en su Revolucién Francesa, lamé a Luis XV una verdadera encarnacién de Solecismo Mundial», Es evidente que le gusté a metAfora, parque la co- Toca de smevo en un parrafo ulterior més largo: {Qué nuevo y vertiginoso movimiento univer- sales ste: de instituciones, acuerdos sociales, mente individuales, que una vez cooperaron en su funcionamiento y ahora giran y muelen en Joca colisién? Ineludible; es el estallida de un Sole sismo Mundial, por fin agotado (25). a Bowne on the Psy of itary (on, ta WD, ao Ccanuste, The French Revolution, 1 eap. 41 Ts Ul, capt m1 ‘Una vez més el criterio utilizade es histérico: lo que ern adecuado para una época se ha mudado en solecismo en otra, y por esta rzén queda condenado. Hasta el mismo Sir Isaiah Berlin, cuando desciende del olimpo de Tas abstraciones filosdficas y pasa 2 considerar situnciones istSricas concretas, parece haber llegado al mismo punto de vista. En una con forencia radiada a poco de In publicacién de su libro pese_a sus defectos 1 ‘«mas alto ejemplo en el ‘Siglo pasado de un hombre de Fstado_dotado de las mayores capacidades 6 ides ce juicio politico», comparandale de modo favorable ‘gon hombres como Jost 1 de Austria, Robespierre, Lenin y Hitler, quienes no alcanzaron a plasmar en In realidad «sus metas positivasr, Me parece ineorrecto cete veredicto, Pero lo que me interesa en el momen: to presente es el eriterio de que Berlin se eS en su juicio. Bismarck, dice Sir (Saiah, comprendio la materia con que trabajaba; los gemas se dejaron arrastrar a lo lejos por teorias abstractas que no fan- cionaron, La moraleja a deducir es que «el fracaso proviene de la resistencia opuesta a lo que mejor funciona... en apoyo de algin método o principio sis- temético con pretensiones de validez universal» (26). Dicho de otro modo: el criterio del juicio, en la his teria, no ex agin prinipio~desedicente_valdee No es sélo —casi HO necesito fecirlo— cuando analizamos el pasado cuando invocamos este criteria de «lo que mejor funciona. Si alguien les dijese que pensaba que, en la coyuntura) presente, 1a unién de (as) Enjelin azeren del “Jolelo Palitioa” en et Tereer Programm d= 1a BBG, 19 de junio 157. 172 jorales, como sun_genios y 2 Gran Bretaia con los Estados Unidos de Norteaméri ca en un solo Estado y bajo una soberania unica, era jo mejor, podria ser que conviniesen ustedes en que idea es razonable. Si prosiguiese diciendo que Ia jmonarquia constitucional es preferible a la democra- ‘cia presidencial como forma de gobierno, también re- conocerian, quiz, que no estaba descaminado. Pero gupongamos que entonces les propusiera dedicarse & janzar una campaiia en pro de la reunidn de ambos pa(ses bajo Ia Corona britsnica; seguramente contes: farian que es perder el tiempo, De intentar explicat el porqué, tendrian que razonarle que los problemas de esta indole deben debatirse partiendo, no de la base de un principio de aplicacién general, sino de jo que, dadas ciertas condiciones histéricas, mejor funeionaria; hasta puede que cometieran ustedes el pecado capital de hablar de la Historia con Hi mayds- ula, y que le dijeran que 1a Historia esté contra él La tarea del politico no es la de considerar mera~ mente lo moral y (céricamente deseable, sino tam- bien la de investigar las fuerzas existentes en elm do, y como pueden ser dirigidas o manipuladas hacis realizaciones probablemente parciales de tos fines propliesios. Nuestras decisiones peliticas adoptadas Fria luz de nuestra interpretacion de Ja historia Mevan inherente esta transaccién, Pero nuestra interpreta: cién de la historia tiene insertas sus raices en Ia seisma transaccién. Nada hay mis radicalmente falso ‘que la ereccién de algin patrén supuestaments abs: tracto de lo deseable y que Ja condena del pasado de acuerdo con este patron. A la palabra éxito, que $2 hha impregnado con conno jones Jurbias, déjescnos mejor funcio- jas veces con sustituir Ja locucién neutral de_slo_4 “Ya que he entrado a discutir 173 Sir Isaiah Berlin en estas conferencias, me alegra poder cerrar la culenta con, por lo menos, este acuer- do parcial. Pero la aceptacién del criterio de «lo que funciona mejors no hace su aplicacién ni fécil ni evidente de por si. No es un criterio que'estimule veredictos sin preparar previamente, mi que se avenga a lanocién de que en cualquier caso, bien estd lo que hay. Los fra- casos en que se vienen abajo posibilidades existen- tes no son desconocidos de la historia, y ella recano- ce lo que Iamaré ta «realizaciOn diferadar: los iraca- sos aparentes de hoy pueden revelarse luego contri- asin vial « i seslieaca de manana cag toe ios a Tos profetas antes de su tiempo, Y una de Iss ventajas de este criterio sobre el de un supuesto prin- cipio universal y fijo consiste en que puede pedimnos que pospongamos nuestro juicio, o que lo formule- mos con las reservas cxigidas por cosas que todavia no han acontecido, Proudhon, que hablaba libremen- te en términos de principias morales abstractos, per- doné el golpe de Estado de Napoledn TH después de haber prevalecido éste; Marx, que rechazaba el crite- rio de los principios morales asbtractos, condené a Proudhon por haberlo perdonado. Si volvemos la vista atris desde una perspectiva historica mas Targa, coin« cidiremos seguramente en que Proudhon estaba equl- vecade y Marx en lo cierto. El logro alcanzado por Bismarck nos brinda un excelente punto de partida para el examen de este problema del enjuiciamiento histérieo; y en tanto que acepto el criteria de Sir Isaigh da o_que mejor funcjonas, no dejo de que- dar sorprendido ante la estrechez de los Ifmites tem- porales dentro de los cuales parece contentarse con aplicarlo, ¢Funcioné bien lo que Bismarck cre6? 174 Mas bien pensarfa yo que desembocé en un desastre ingente, No quiere esto decir que trato de condenar al Bismarck que ereé el Reich Alemén, o a la multi- tud de alemanes que lo deseaban y coadyuvaron @ su creacién. Pero, come historiador, todavia me quedan. muchas preguntas por plantear. ¢Llegé el desastre porque habfa resquebrajaduras ocultas en el edificio- del Reich? gO porque habia er las condiciones in- ternas que lo trajeron r Ia vida algo que lo destinaba a volverse agresivo y a buscar la auteafirmacién? 20 porque, cuando se hubo creado el Reich, el escenario europe © mundial estaba tan ocupado, y eran tan fucries ya las tendencias expansivas de las grandes potencias, que la emergencia de otra gran potencia también expansiva era bastante para traer una coli- sién fortisima y reducir a ruinas tado el sistema? Se- gin Ja tiltima hipdtesis, seria un error hacer a Bis- marek y al pueblo alemén responsables del desastre, por Jo menos tinicos responsables del mismo: no se puede echar la culpa al iitimo que llega. Pero un ple objetivo de Ta obra de_Bismarck y de-cémo por el historiador, y mo estoy seguro de que pueda todavia contestarlas definitivamente todas desde su actual posicién. Lo que diria es que el historiador del tercer decenio de este siglo estaba mas cerca de un juicio objetivo que el hisotriador del pemaltima decenin del siglo pasado, y que el historiador de hoy esté més préximo de este juicio objetivo que aquél; caso se halle ain mds cerea quien historie en el aio 2000. Esto ilustra mi tesis de que la objetividad en le historia no descansz ni puede apoyarse sobre un patrin fijo ¢ inamovible de juicio, al aleance de la ‘mano, sino sobre uno que Se estructura en el futuro, 15 ¥ que evoluciona conforme avanza el curso de Ia his- toria. La historia adquiere significado y objetividad establecé una relacién coherente entre el lo. aro. Volvamos ahora a mirar la alegada dicotomia en- tre el hecho y el valor. No se pueden derivar valores de los hechos. Esta proposicin es verdad-en_parie y falsa.cn parte. Basta con examinar el sistema de va- Jores que prevalecen en cualquier periode o pais para convencerse de lo mucho que vienen impuestos por Jos hechos que proporciona e] mundo circundante, En una conferencia anterior IImmé la atencién sobre el contenido cambiante de palabras valorativas como li- bertad, igualdad, justicia. Véase si no Ia Iglesia cris tiana como institueién dedicada en gran parte a [a Propagacién de valores morales, Comparense: los va- lores del cristianismo primitivo con los del Papado medieval, o Jos valores. de éste con Jos de las Iglesias Protestantes del siglo xix. O comparense los valores Promulgados en Ja actualidad por, pongamos por caso, la Iglesia catdlica en Espafia, con los propaga- das por las Iglesias cristianas en Nortéamérica. Estas, diferencias en Jos valores brotan de diferencias en el hecho hist6rico, Tomense por ejemplo en considera- ¢ién los hechos histéricos que han hecho que se con- siderasen generalmente inmorales en cl ultimo siglo y medio Ja esclavitud, Ia desigualdad racial o la explo- tacién del trabajo infantil, que fueron todos en algin tiempo algo moralmente neutro o Tespetable. La Proposicién sogim la cual no pueden deducirse valo- tes de lus hechos es, por lo menos, parcial y desea- minada. Déjescnos decirio a la inversa. No pueden de- rivarse hechos de los valores. También esto e par cialmente verdad, pero también puede inducir a error 176 | y hemes de formular reservas. Cuando tratamos de conocer los hechos, las preguntas que planteamos, y por fo mismo las respuesias que Gbfenemos, vienen inspiradas por nuestro sistema de valores. Nuestra Hex de los bechos cle nucstro mundo amabicatal exta moldeada por nuestros valores, es decir, por las ca- tegorfas a cuyo través percibimos los hechos; y esta imagen que nos hacemos es uno de los hechos im- portantes que debemos tener en cuenta. Los valores penetran en los hechos y son parte esencial de ellos: Nussivas-Valres son pevie caovelad de los inateamoe tos de que vamos provistos come seres humanos. Me- diane nuestros valores actia nuestra capacidad de adaptarnos al mundo que nos circunda, y ellos nos dotan de nuestra habilidad de adaptar a nosotros el mundo ambiente, de adquirir ese dominio sobre 41 que ha hecho de la historia un relato de progreso. Pero evsidado con levantar, dramatizando la lucha del hombre con ¢l mimdo que le rodea, una falsa antite- sis y una separacidn inexistente entre hechos y valo- res. El progreso en Ia historia se logra por el conduc- to de Is interdepencencia y 1a interaccién de hechos ¥ valores. El historiador cbjetive es el historiador que mas profundamente penetra este proceso reci- proce. “Una clave para Ja solucién de este problema de los hachos y los valores ¢s Ia que nos brinda la acep- cién que damos de ordinario a la palabra «verdad: —términe que tiene un pie en el mundo del hecho y otro cn ¢l mundo del valor, y que se compone de ele- tmentos de ambos. Y no ¢s ¢ste un rasgo idiosincré- ticp del idioma inglés. Las palabras que desigoan Ia verdad en las lenguas latinas, el alemén Wahrheil, el m7 ruso pravda (27), tienen todas este doble caricter. Todos los idiomas parecen requerir este vocablo para tuna verdad que no es mera afirmacién de’ hecho ni meet af, sino que sbarea ambos clear tos, Puede ser un hécho el que yo estuviese €n Lon- ‘dres Ja pasada semana. Pero normalmente no to lla- marin verdad: carece de todo contenido valorativo. ‘For atra parte, en la alusién de los Padres Fundade- res de los Estados Unidos, en la Declaracién de Inde- ‘pendencia, a Ja verdad de por sf evidente de que todos Jos hombres han sido creados iguales, podrén pensar ‘que el contenido valorativo de la afirmacién predo- mina sobre el contenido factico, y por esta razén poner en duda su derecho a que se Ja considere une verdad, Bl émblto dela verdad histérica se halla en alguna patie entre estos dos polos —el_polo morte de los hechos carentes de yalor y el polo sur de los isis de valor, toduvia jucbando’por traneformerse ellos mismos en hechos. El historiador, como dex dicho en mi primera conferencia, se encuentra en hecho ¥ el valor. No bay modo de separarlos. Puede ser que, €f un mundo estitico, se vean ustedes obli- gados a promtmiar un divorcio entre hecho y valor. Pero la historia carece de significado en un mundo estitico, La historia es,sn-sumisma.csencia, cambio, movimiento, o —si no se oponen a esta palabra pa- la de moda— » ‘Vuelvo por Jo tanto, para concluir, a la descrip: cién del progreso por Acton, como «la hipétesis cien Gn) EL cavo de Ja palsbre pravda recta de expecal interés por- “aie ca vin palabra russ pr capronar ta verdad, tie. Pero PSU oT Eiri alnclay soe verdad coo hero y ver ud come valor pros es ln verdad jumana ex anes aspect, is fea verdad dion en tmbor stpectas, tambien In verdad acer Ee Dior y to verded en tanto que sevelocSa avian, 178 tifica sobre Ia que debe escribirse la historia». Se pue- de, si asf se desea, convertir la historia en teologia haciendo que cl significado del pasado dependa de algun poder extrahistérico y supra-racional. Se puede también, si se quiere, mudar la historia en literatu- ra —coleccién de narraciones y leyendas acerca del pasado, sin significado ni importancia, La historia Hamada as{ con propiedad sélo puede ser escrita por Jos que ven yaceptan en Ia historia misma un sentido de direccién. La conviccién de que provenimes de alguna parte asti estrechamente vinculada a la ereen- Gia de_que vamos m Jado, Una sociedad que ba perdido Ta fe en su capaci pesar en el fu- turo dejaré pronto de ocuparse_de su_propio progre- 30 en el pasado, Y, como dije al comenzar mi prime- Ta conferencia, nuestra concepcién de Ia historia re-_ jeje nuestra concepcion de Ia sociedad. Vuelvo con “€sto a mi punto de partida, declarando mi fe en el Fuiuro de Ia sociedad y en el Futuro de la historia, 179 are ET 1 ya tetor : — i tines fo VI UN HORIZONTE QUE SE ABRE La concepcién defendida en estas conferencias, de joria como un proceso en permanente movi amie, desivg Wel cual Se maceve oY Matonindn Pa rece obligarme, para termiMar, @ Unis Cuantas refle- xiones acerca de la posicién de la historia y del histo- THador on muesivo Heuigg Vidinoe en un Uetipe ce que las prediccionés de catdstrofe mundial, aunque no por vez primera en la historia, estén en el aire, y gravitan pesadamente sobre todos, No es posible si verificacién ni su refutacién, Pero con todo son mu- cho menos seguras que el pronéstico de que todos hemos de morir; y como Ja certidumbre del cumpli- miento de este vaticinio no nos impide la formacién de planes para nuestro propio futuro, pasaré a discur tir el presente y el futuro de mestra sociedad fun- dindome en Ia presuposicién de que este pais -y si no él, alguna parte importante del mundo— sobrevi- vira g los avatares que nos amenazan, y que la histo- ria proseguird, Los afios de mediados del siglo xx encuentran el mundo en un proceso de cambio seguramente mas profunde y mds arrollador que cualquiera otro de los que se han apoderado de 41 desde que el mundo medieval se deshizo en ruinas y se pusieron las bases del mumdo moderno en los siglos xv y XVI. El.cam- 181 bio es sin lugar a duda producto fundamentalmente de Tos descubrimientos c inventos cientificos, de su més difundida aplicacién, ¥ de Ios hechos acarreados por ellos, directa o indirectamente. Bl aspecto més visible del cambio es una revolucién social compara- ble ala que, en los siglos xv y xv, inauguré In subi- da al poder de una nueva clase basada en las zas y en el comercio, y:mis tarde en la industria. nueva estructura de nuestra industria y la nueva estructura de muestra sociedad presentan problemas demasiado amplios como para que me adentre en ellos agu{, Pero la mutacién tiene dos aspectos mas inmediatamente relevantes para mi tema: lo que lamarfa un cambio en profundidad, y tm cambio en. Inextensién geografica, Trataré de aludir brevemente a ambos, La historia comienza. cuando los hombres empie- zan'a petsar on el transcmso del tiempo, no en fun- cidn de procesos naturales lo de las estaciones, lapso de Ia vida humana—, sino en funcién de uns serie de acontecimientos. especificos en que Jos hom- ‘bres Se hallan comprometidos conscientemente y en los que conscientemente pueden influir. La historia, dice Burckhardt, es (17). Sin embargo hay un punto en que desearia rendir tributo al profesor Popper. Permanece defensor empecinado de la razon fio sf asadas o presentes por el irracionalistno. Pero si miramos el contenido ae su prescripcién de «estructuracién social por tro- zos», veremos lo limitado que resulta el papel que asigna e le razén. A pesar de que su definicién de Ia sestructuracién por trozos» no es muy precisa, sé nos dice de modo especifica que queda excluida la critica de «los Finess; y los prudentes ejemplos que trinda de sus actividades legitimas —la

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