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1 Yaa, Fe Os ee, eel Gee Om Oe ee OS Ger by Ary as an pee ay Go Ge Car Pas aero 2) POOL dep kOe PoWsims ll hope c sia ae (C. Jul ost in Ree SOE) ete] ia ete ara ala COTE ERMC Rete Rte lca politica, Confucio renuncié repentina- mente a su Cargo y se puso en camino sin ninguna perspectiva y con muy poco CTT com Oy ss ERM Chae ROM CatC once ey OTetoiem meterecoRrilo sm mere le Ko cate co} Ce aririeced PCat core oats eer teste EUs Con mn nniacek (cM thie e cecum Leto) Petey ie Stam CCOIEME cot sm TORT rma Croce Mermeterse Mtr Mt CmS EC) PrcreMee ese can toners Ocott rat PUL ye Re oo ORS ea Ceo a ee proximo a los niveles mas elevados, aunque no por los motivos habituales. No buscaba unos nuevos ingresos ni un cargo Ces Wa Tota Gs Co STE Ta Cer TC POS e CRN e Ttln CM oct heer ts Pata ccs ey eee Cennanenter Ons tem petro in Bere Reenter ica enter ccem enn iteG) concibié su pensamiento sobre la palabra hablada con todos los matices de la Soar mee ter Mente Cnn Otic ae a eecet raccoon como nadie lo ha hecho hasta ahora.» Harold Bloom ISBN: 978-84-8 Wi Annping Chin, doctorada en Matemiaticas por la Universidad de Michigan y en Pensa- miento Chino Clasico por la Universidad de Columbia, es una de las mas reconocidas especialistas en cultura, filosofia y tradicién. chinas. Profesora en la Facultad de Historia de Yale (EE.UU), donde ensefia Confucia- nismo, Taoismo e Historia, es autora de va- rios libros y articulos donde analiza las raices y la evolucién de la cultura china desde la Antigiiedad hasta nuestros dias. Disefio de acubiert:Jason J. Heuer Imagenes dela cubierta: Idemitsu Museum of Arts ‘Adaptacin del cubierta: Jordi Gonzilez Castells Sineiiatia Asotin Nei Roan ANNPING CHIN E] auténtico Confucio Vida, pensamiento y politica TRADUCCION DE JOSE LUIS GIL ARISTU [pp EDICIONES PENINSULA BARCELONA 1 jal inglés: The Authentic Confucius © Annping Chin, 2007 Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacién escrita de los titulares del «copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccién total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informético, y la distribucién de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo pablicos. Primera edicién: febrero de 2009. © de la traduccién: José Luis Gil Aristu, 2009 © de esta edicién: Grup Editorial 62, $.L.U., Ediciones Peninsula, Peu de la Creu 4, o8001-Barcelona. correu@grup62.com grup6z.com victor 1Gvat - fotocomposicin LIMPERGRAF - impresin DEPOSITO LEGAL: B. 864-2009 IsBN: 978-84-8307-810-5 Para Jonathan, Meimef y Yar «y Bruto, cuando el cielo y la tierra conspiraban contra ély contra la libertad romana, robaba algunas horas de sus ron- das nocturnas para leer y anotar a Polibio con total seguridad. MICHEL DE MONTAIGNE Sobre la experiencia {NDICE Agradecimientos Dinastias chinas Prélogo Introduccién Adiés al hogar Familias y politica Los compafieros Andanzas EI regreso Ensefianzas Los ritos de la vida y de la muerte . Los defensores Epilogo Swany Ps Notas Nota sobre las fuentes Bibliografia Indice temitico 11 13 15 19 29 45 93 119 159 187 223 245 279 281 31I 313 321 AGRADECIMIENTOS Las personas a quienes més debo son mis padres, que crearon para nosotros un mundo, primero en Tainan (Taiwan), y luego en Richmond (Virginia). Ellos me transmitieron el amor por los textos clasicos y la fuerza para valerme por mi misma. También han sido importantes para mi los estudiosos a quienes conoci en China y Taiwén en los tiltimos cinco afios, asi como los que pertenecieron a tantas generaciones anterio- res a ellos. Es dificil expresar en palabras la influencia que han ejercido sobre este libro. El hecho de hallarme en su presencia bastaba para imbuirme de responsabilidad y afiadir apremio a mi trabajo. Mis propios estudiantes han resultado igualmente estimulantes. Su interés por Confucio me hacia mantenerme concentrada en la labor. Me siento especialmente agradecida a John Delury, con quien mantuve numerosos debates sobre los primeros fildsofos. John me acompafié, ademas, en mi viaje a Qufu. Nuestra gira se vio obstaculizada por las nieblas y estu- vo llena de riesgos, pero nunca carecié de amenidad. Es proba- ble que sin John no hubiese hallado el camino de vuelta a casa. Como en otros momentos del pasado, Andrew Wyliy me apoyé del principio al fin. Nan Graham y Samantha Martin me brindaron sugerencias importantes e hicieron que el libro ganara en claridad. Janet Fletcher fue, una vez més, perspicaz y meticulosa en la correccién del manuscrito. Obtuve un gran provecho de los comentarios de Li Feng y Liang ‘Tao. Tao Yang, Ya-hwei Hsu y Masato Hasegawa me ofrecieron una 13 AGRADECIMIENTOS ayuda fundamental en la fase final del libro. También tuve la suerte de contar con el apoyo de Abraham Parrish, conserva- dor de mapas de la Yale Library, cuya generosidad con su tiempo y su paciencia no pudo haber sido mayor. Finalmente, doy las gracias a mi esposo, Jonathan, y a mis hijos, Meimei y Yar. Ellos me han hecho més rica. También son la causa de que me sienta inquieta ante el temor de no ha- ber estado a la altura de sus expectativas. A ellos les dedico este libro. 14 DINASTIAS CHINAS Dinastia Shang (1570-1045 a.C.) Dinastia Zhou (1045-221 a.C.) Zhou occidental (1045-771 a.C.) Zhou oriental (771-221 a.C.) Periodo de Primavera y Otofio (771-481 a.C.) Periodo de los Reinos Combatientes (481-221 a.C.) Dinastia Qin (221-207 a.C.) Dinastia Han (202 a.C.-220 d.C.) Han occidental (202 a.C.-9 d.C.) Han oriental (25-220) Seis dinastias (220-589) Dinastia Sui (589-618) Dinastfa Tang (618-906) Cinco dinastias (907-960) Dinastia Song (960-1279) Song del norte (960-1126) Song del sur (1126-1279) Dinastfa Yuan (1279-1368) Dinastia Ming (1368-1644) : Dinastia Qing (1644-1912) EL AUTENTICO CONFUCIO PROLOGO Confucio dirigié todas sus fuerzas a vivir lo mejor que sabia. Su tinico deseo era que se le concediesen unos pocos afios mas de vida. Asi, «si llego a los cincuenta», decia, «seré quiz4 capaz de comprender los principios del cambio y podré librarme de cometer errores graves». La instruccién y el deseo de perfec- cionarse, junto con la conciencia de que la vida presente era la uinica oportunidad que tenia de satisfacer su deseo y su pro- mesa, fueron, por tanto, sus rasgos distintivos. Tal vez hubo otras personas, otros contempordneos suyos, que quisieron lo mismo, pero nadie lo ansiaba con tanta fuerza como Confucio ni estaba decidido a examinar tan atentamente todos los cono- cimientos que le habian sido transmitidos—historia, poesia practicas rituales y musica—para poder entender qué habia de esencial y duradero en la naturaleza humana y cuél era el des- tino de la humanidad, y «librarse de cometer errores graves». Los hombres como Confucio no estén destinados a la fama. Sus preocupaciones carecian de atractivo inmediato. En efecto, ¢quién querria, en definitiva, trabajar duramente para llegar a conocerse y reformarse, cosas ambas que no brinda- ban ni un alivio frente a la inseguridad de la vida ni un con- suelo cuando la muerte pareciese inevitable? Hasta los propios admiradores de Confucio le decian que sus fuerzas se agota- ban cuando intentaban seguir su camino. Sin embargo, el he- cho de contar con unos pocos oyentes dispuestos a reflexionar sobre lo que se les habfa dicho y exponer al mundo los méritos 19 PROLOGO encerrados en aquellas palabras iba a dar al hablante una opor- tunidad de demostrar su importancia incluso después de su muerte. Esto es lo que ocurrié con Confucio, quien, no obs- tante, se habria sentido asombrado al comprobar el alcance de su influencia con el paso del tiempo y la altura del arbol plan- tado por él en un mundo que dejé en un pasado lejano. Tam- bién Je habria inquietado el uso desmedido de cada una de sus declaraciones y las historias escritas sobre él—incluso las des- tinadas a exagerar su estatura. Hasta mediados del siglo xx, China era tan inseparable de la idea de Confucio que el proyecto de gobierno y sociedad de ese pais, su concepcidn del individuo y de las relaciones hu- manas y su modelo de cultura e historia parecian tener su ori- gen exclusivo en la mente del pensador. Para personas ajenas, como nosotros, Confucio evoca no sélo China sino también determinadas nociones como las de familia, educacién, maes- tro, estudioso, erudicién, refinamiento, humildad, civilidad, orden, obediencia, padre, mujeres oprimidas, represién de los impulsos, aquiescencia, timidez y debilidad. Le atribuimos to- dos los errores y aciertos de China porque, en realidad, no lo conocemos. Esta es la razén que me ha Ilevado a escribir el presente libro. Deseaba conocer a Confucio y queria que el li- bro fuera un descubrimiento. Desde el inicio de mi carrera docente me atrajo su pensamiento, su amor por el aprendizaje y su esfuerzo por poner la idea de la moral al alcance del ser humano. Pero, al mismo tiempo, deseaba tenerlo a él a mi al- cance; queria que me introdujera en sus ensefianzas. Y asi, du- rante dos décadas, recorrf libros antiguos, junto con sus co- mentarios, explorando pistas que pudieran aportar algo més sobre Confucio. Mientras escribia mi libro, ese impulso se con- virti en una bisqueda més rigurosa de un Confucio auténtico. Confucio nacié en 551 a.C., hacia el final de una época de- signada por los chinos con la expresién de «la Primavera y el Otofio». Su apellido familiar era Kong; recibid como nombre propio el de Qiu, y como nombre de cortesia el de Zhongni. 20 PROLOGO Desde el siglo xvn, el maestro Kong, o Konfuzi, ha sido cono- cido en Occidente por la forma latinizada de Confucio. La re- gién que consideraba su patria era Lu, un Estado regional del nordeste de China—uno de los muchos vinculados a la corte imperial de la dinastia Zhou por la historia, la cultura, los la- zos familiares y el deber moral—. Disponemos de material su- ficiente sobre el estado de Luy la historia de los Zhou—espe- cialmente para la segunda mitad de esa larga dinastia, la Zhou © Oriental, periodo perteneciente a nuestra época histérica—, pero las fuentes relativas a la vida de Confucio escasean, pues . tuvo una débil vinculacién con los poderosos de su tiempo y un cometido poco importante en sus empresas politicas, por lo que es raro que se le mencione en sus documentos. Aun asi, ° tomé desde muy pronto la decisién de que la historia que de- seaba contar deberfa provenir de esas fuentes. Si eso significa- ba la existencia de lagunas importantes en mi versién, tendria que aceptarlo. La laguna més notoria es la relativa a la esposa y al matri- . monio de Confucio. Algunas exposiciones tempranas sobre la vida de Confucio dan a entender que su matrimonio acabé en divorcio, pero no podemos saber con certeza si fue asi, pues esas fuentes fueron escritas al menos trescientos afios después de los hechos. Nuestra tinica posibilidad es presentar el divor- cio como una hipotesis entre otras. Més atin, determinados asuntos, como las relaciones matrimoniales y el divorcio, que para nosotros son de gran interés, no lo eran necesariamente para Confucio y sus contempordneos; y, aunque lo hubiesen sido, no sabemos en qué sentido y medida lo fueron. Sin em- bargo, estas lagunas no constituyen una terrible pérdida. Po- demos decir, incluso, que son el antidoto para la presunci6n. Asi lo pensaba el propio Confucio, quien dijo, «Soy lo bastan- te viejo como para haber visto escribanos (shi) que dejaban un espacio en blanco cuando no estaban seguros acerca de una palabra, y duefios de caballos que encomendaban la conduc- cién a profesionales. Hoy en dia no se dan tales casos». En 21 PROLOGO China, los escribanos asumian a veces las responsabilidades de los historiadores. Si tenemos en cuenta la observacién de Confucio sobre los escribanos de su tiempo, no deberfa sor- prendernos encontrar historiadores que tres siglos mas tarde hacfan lo mismo que ellos: rellenar los vacios que deberfan ha- ber dejado en blanco. Una vez aceptado que sélo disponemos de fragmentos, se- remos mis capaces de centrarnos en lo que tienen que decir- nos: tal vez no divulguen muchas cosas sobre la vida personal de Confucio, pero ofrecen unos fundamentos y unas bases mas que suficientes para descubrir a nuestro hombre. Las dos fuentes fundamentales de este libro son las Analectas (Lunyu) y el Comentario de Zuo (Zuo zhuan). Las Analectas son la obra mas estrechamente asociada a Confucio. Mas que de un libro, se trata de una recopilacién poco trabada en veinte secciones, en la cual se pueden encontrar muchos tipos de informacién so- bre Confucio: fragmentos de un diario de sus actividades y su ocio; partes de conversaciones mantenidas con personas a quienes conocia muy bien 0 con las que se encontraba por ca- sualidad; observaciones y valoraciones suyas (a veces descon- textualizadas), y de otros acerca de él. Esta recopilacién nos permite por si sola saber qué pensaba Confucio de los héroes antiguos y de sus contempordneos; qué le indignaba o irritaba, qué le encantaba o embelesaba, qué le parecian las competi- ciones de tiro con arco, la misica y los misicos, la poesia y la charla, y cual era su concepcién de la naturaleza y las capaci- dades humanas. En conjunto, las Analectas se niegan a presen- tar a Confucio como agente de sus propias ensefianzas: en ellas no se hermoseaba ni se privaba de provocar sorpresas. En consecuencia, nos beneficiamos de la sensibilidad de sus edi- tores, pero también Confucio sale beneficiado. La idea de reunir esas informaciones en una coleccién se plasmé, probablemente, durante los cien afios, mas o menos, que siguieron a la muerte de Confucio. Ignoramos quiénes pudieron haber sido sus primeros compiladores. S6lo un pu- 22 PROLOGO fiado de sus seguidores aparecen con bastante claridad al co- mienzo y al final del libro. Sospechamos, pues, que fueron los iniciadores del proyecto—que aquellas personas llevaron a cabo el primer intento de transmitir su conocimiento de un hombre que no deseaban ver olvidado por el mundo. La segunda fuente, el Comentario de Zuo, cubre el periodo de Primavera y Otofio de la historia china, del afio 722 al 468. Se trata de un zhuan, una serie de explicaciones y comentarios alos Anales de la Primavera y el Otomo, crénica oficial del Esta- do de Lu. Al ser un documento oficial, la crénica recoge tini- camente sucesos con derivaciones politicas relevantes: asuntos entre Estados, bodas y defunciones de soberanos regionales, pormenores acerca de los consejeros principales, éxitos y fra- casos de misiones importantes, pactos y expediciones, destie- rros y ejecuciones, levantamientos y usurpaciones, sacrificios a los antepasados y presagios de la naturaleza. La estructura, sin embargo, es esquemitica, y el contenido tan conciso que deja de lado casi cualquier drama humano. El Comentario de Zuo in- tenta completar los detalles—explicaciones del tipo de por qué estallé una guerra o fue despedido un consejero—. Pero, a pesar de que la organizacién de esta obra complementa la cr6nica a cuyo servicio se compuso—siguiendo una serie en- trecortada de entradas individuales—, la mayor parte de lo es- crito en cada entrada posee las caracteristicas de una narra- cion. En esta historia destacan los didlogos y los discursos, que dan vida a los hombres y mujeres que aparecen en ella y nos permiten deslindar lo débil de lo fuerte, lo auténtico de lo pro- bable. Y lo logran sin artilugios retoricos. En este sentido, el Comentario de Zuo tiene mucho en comin con las Analectas, cuya fuerza radica también en lo que las personas se decian y en lo que otros les oyeron comunicarse. El Gomentario de Zuo explica también la procedencia de Confucio; no sus antepasa- dos familiares, sino sus orfgenes culturales y el acicate de sus impulsos morales: cual fue, por ejemplo, el motivo de que Confucio pensara que un conocimiento profundo de la poesia 23 PROLOGO podfa incrementar el capital moral de la persona y, al mismo tiempo, favorecer su posicién politica. Confucio no pretendid ser original. Y nos lo hizo saber cuando dijo: «Soy un trans- misor, pero no un creador. Me agrada mucho la antigiiedad porque tengo fe en ella». En cierto momento, cuando mi proyecto se hallaba ain en paiiales, me planteé la posibilidad de incluir muchas mas his- torias sobre Confucio escritas antes del siglo 1. Pensé utilizar- las como se hace con las fuentes primarias y permitirles que me ayudaran a dar forma a la vida de Confucio. Pero una lec- tura més atenta me convencié de que la mayorfa de aquellas historias eran inventadas y, por tanto, abandoné la idea, excep- to en casos en que mi instinto y mi conocimiento de la época me persuadieron de que la imaginacién del narrador habia captado algo verdadero. Mi guia en esos casos fueron las Ana- lectas. Esta fuente no es, en absoluto, un auténtico informe, pero nos dice mucho acerca de Confucio ya que esboza lo que parece ser una semblanza suya. Sin las Analectas como criterio para juzgar su persona, el Confucio histérico se habria desva- necido en las creaciones posteriores que lo plasmaron, por mas espléndidas que puedan ser. Finalmente debo mencionar la obra de Sima Qian, histo- riador de la dinastfa Han, en el siglo 1 a.C., y el primero en in- tentar componer una larga y ambiciosa biograffa de Confucio que sigue siendo el criterio normativo de la historiografia chi- na. Dado que Sima Qian se hallaba cronolégicamente mucho més cerca de Confucio que nosotros (quinientos ajios, frente a dos mil quinientos), si cuestionamos su exactitud en algtin punto, deberemos estar en condiciones de decir por qué la po- nemos en duda. Sin embargo, segtin sabe quienquiera que lo haya leido, Sima Qian era un historiador sumamente dispues- to a utilizar la imaginacion para que le ayudara a recrear el pa- sado. En su busqueda de una anécdota y de sus personajes, no dejaba que le pesaran las trabas de la historia ni que le pertur- baran los vacfos existentes en las crénicas. Su vida de Confu- 24 PROLOGO cio fue sdlo uno de los mas de cien estudios biogrdficos que in- tegran su obra. Nuestro conocimiento de su manera de traba- jar nos permite contemplar con mayor cuidado las cuestiones que pas6 por alto, pues, para él, inventar hechos nuevos o aportar algunos pasajes de transicion constitufa un empleo del tiempo mejor que el dedicado a la busqueda de la veracidad. Una parte importante de mi versién de la vida de Confucio es, por tanto, una respuesta a la de Sima Qian. Mi exposicién no es un relato continuo como el suyo; las lagunas de mi libro re- flejan las existentes en las fuentes. Mi narracién arranca alrededor del afio 500 a.C., momen- to en que Confucio aparece en los documentos histéricos. China se hallaba en un periodo deprimente. Se sentfa vieja y abatida, y su impaciencia por cambiar era tal que estaba dis- puesta a renunciar a cuanto tenia de bueno y a todo lo que le habia servido y dar una oportunidad a cualquiera. Confucio se hallaba entonces en la cincuentena. Habja reflexionado mu- cho sobre qué era la virtud y qué practicas de gobierno podian ser justas y eficaces, y acababa de implicarse en actividades po- liticas serias. Tras haber calculado mal la fuerza de sus adver- sarios en un enfrentamiento en [a corte de Lu, opté por mar- charse. La primera mitad del presente libro trata de sus afios de andanzas y de los tres o cuatro hombres que le siguieron rumbo a lo desconocido. Aunque estas personas se referian a si mismas como discipulos suyos, eran mas bien una especie de aprendices convencidos de que, si se instrufan con Confucio y se mantenjan a su lado, también ellos podrian adquirir sus des- trezas y su manera de ser. En el curso de este viaje, Confucio se habria sentido perdido sin sus compaiieros, y sus atributos habrian sido menos definidos si quienes viajaban con él no hu- biesen estado presentes para sacarlos a la luz, Al comienzo de mi libro, intento también situar a Confu- cio en la historia de su Estado natal durante el periodo de Pri- mavera y Otofio en un capitulo que titulo «Familia y politica». Confucio era consejero. También tenia conciencia histérica 25 PROLOGO del pasado. Sélo la historia de los primeros consejeros, en es- pecial la de los de su propio Estado, puede ayudarnos a enten- der por qué siguié aquella vocacién y qué relacién tuvo con sus ensefianzas. La segunda mitad del libro comienza con el regreso de Confucio al hogar tras catorce afios de un exilio autoimpues- to. Mi exposicion lo Ileva hasta su retiro de la politica y hasta los tltimos afios de su vida; a partir de ese momento, seguiré describiendo lo que, a mi entender, fueron sus ensefianzas. EI libro concluye con su muerte y con la presentaci6n de dos pensadores de los siglos 1v y u1a.C., Mencio y Xunzi, quienes, partiendo de la visién original de Confucio, trazaron unas sen- das més claras para quienes pretendiesen llevar una vida mo- ral. Ambos fildsofos disentian en muchas cosas, pero sus dife- rencias fueron agrandadas considerablemente en los terrenos intelectual y politico durante los dos mil trescientos afios si- guientes, lo cual los hace merecedores de nuestra atencién. Mientras trabajaba en este libro ocurrieron en China cosas extraordinarias en el campo de la arqueologia y los estudios textuales al salir a la luz dos lotes de manuscritos sobre la prac- tica de la moralidad y el pensamiento politico escritos en tiras de bambi: uno, desenterrado por arquedlogos; y el otro, sus- traido por ladrones de tumbas y vendido luego en los merca- dos de antigiiedades de Hong Kong, hasta que las tiras fueron compradas por el Museo de Shanghai en lotes sucesivos. Los textos habfan sido escritos hacia la época de Mencio y Xunzi, en el afio 300a.C. 0 en fechas previas, antes de la unificacién de China, en un tiempo conocido en la historia como periodo de los Reinos Combatientes. Desde su descubrimiento en 1993, los paledgrafos los han examinado minuciosamente y han de- batido sobre el significado de su insélita caligrafia y la serie de sentencias, en especial cuando los textos estan incompletos o tienen lagunas evidentes 0 cuando una tira de bambi consti- tuye s6lo un fragmento de su anterior estado. Entretanto, his- toriadores y filésofos especializados en la China primitiva han 26 PROLOGO seguido con gran interés los estudios publicados sobre esos materiales, pues saben que los textos desenterrados pueden contarnos un ctimulo de cosas sobre la mente china antes del inicio de la época imperial. Creen, ademas, que dichos textos cambiardn nuestra manera de entender la literatura de la tradicién heredada, incluidas las Analectas de Confucio, el Co- mentario de Zuo, los clasicos confucianos y los escritos atribui- dos a muchos fildsofos del periodo de los Reinos Combatien- tes. También yo he participado en pequefia escala en esta empresa colectiva durante los tiltimos seis afios. Entre los cua- renta y cinco textos publicados (dieciocho del primer lote, y veintisiete del segundo), Confucio se halla presente en ocho, a menudo junto con un discipulo. Estos textos atrajeron mi in- terés, como es natural, pero todo cuanto aparece en las dos co- lecciones ha influido en el presente libro. Un paledgrafo chino a quien conocf me hablé de los ries- os que se corrian al retirar del bambi la vieja capa de sucie- dad. Mientras las tiras se hallan en la soluci6n detergente, de- cia, y las palabras comienzan a surgir, algunas se separan, literalmente, de la superficie de bambu en un intento de esca- par o liberarse desapareciendo. Es la imagen que mejor me ha hecho concebir las palabras como cosas vivas. Algiin tiempo después, expresé un deseo. Aunque acepto la transitoriedad de la vida, dije entonces, quiero que las palabras sean una excep- cién; no todas, pero si, sin duda, las palabras de los clasicos y de la historia, las palabras de los poemas antiguos, las palabras de los filésofos y las palabras de Confucio. Deseo que pervivan a nuestro alcance para que podamos degustarlas una y otra vez y jugar en nuestra mente con su fragancia. 27 INTRODUCCION En una visita reciente a China tuve la oportunidad de hablar con un grupo de estudiantes de ensefianza media de Zoucheng, ciudad de la provincia de Shandong situada a sélo veinte kil6- metros de Qufu, lugar de nacimiento de Confucio. Zoucheng fue la patria de Mencio, el seguidor de Confucio. Aquellos estu- diantes querian saber qué pensaba de la ultima campajia de su gobierno para crear «una sociedad armoniosa» que mantuviera «vinculos arménicos» con el mundo exterior: si guardaba algu- na relacién con las ensefianzas de Confucio y si el conjuro de su nombre en dicha campaiia tenia algo que ver con el Confucio histérico. Y como dedicaban casi todas las horas de su existen- cia a preparar el examen ferozmente competitivo de ingreso en la universidad, preguntaron también si lo que hacian afectaba de alguna manera a la btisqueda de la armonia en un Estado co- munista y a la posibilidad de encontrar en él a Confucio. Aquellos estudiantes deseaban saber mi opinién, aunque conocian las respuestas mejor que yo, pues eran agudamente conscientes de la desavenencia entre la vida que Ilevaban y lo que sus dirigentes afirmaban imaginar para ellos. Por mds en- cantadoras que fuesen sus promesas, ningtin objetivo estatal colectivo podfa proporcionarles consuelo, a*ellos y a sus pa- dres, si el resultado de su examen de ingreso acababa en de- cepcién. La China en que viven es nueva, y esos estudiantes han superado el marxismo. Si Confucio viviera, habria com- prendido su angustia y su miedo al fracaso. 29 INTRODUCCION Los estudiantes de esa parte de la provincia de Shangdong han dedicado més tiempo a pensar en Confucio que los de cualquier otra comarca china. Estan més al tanto acerca de él porque Confucio procedia de esa regidn: era uno de los su- yos. En realidad, el orgullo de Shangdong estuvo ligado du- rante més de dos mil afios a su nombre, su perspicacia moral y su sagacidad politica. En el tiltimo siglo, sin embargo, esa asociacién se ha vuelto ambigua. En las décadas de 1910 y 1920, y bajo la creciente presién para transformar su pais en un estado nacional moderno, los intelectuales y reformadores chinos debatieron abiertamente la cuestién de Confucio: si sus doctrinas seguian siendo apropiadas para una China fati- gada y vulnerable debido a la explotacién extranjera; y lo que es mas importante: si la ética confuciana era susceptible de un mal uso por parte del Estado y los gobernantes 0 de cualquier persona politica y socialmente superior; si quienes tenfan el poder forjaban preceptos como el deber filial y el respeto fra- terno para poder blandirlos a modo de armas con el fin de ga- rantizar la desigualdad. Durante ese periodo se cruzaron pa- labras duras entre la derecha y la izquierda, pero el desacuerdo no desembocé en una violencia generalizada. Los estudiantes podian ser expulsados por profanar el altar de Confucio de su escuela, pero los actos de desafio declarado eran, en conjun- to, casos aislados. Las diferencias se saldaban sobre todo en el papel y dentro de los limites del civismo. La reconsideraci6n de Confucio adopté muchas formas, en obras de teatro y de ficcién, en estudios histéricos y por medio de la erudicién critica. Fue, en parte, un examen de conciencia de la propia China. El ataque a Confucio continué hasta los afios del comunis- mo posteriores a 1949. Pero para entonces la ofensiva no fue ya de correccion sino de destruccién, y se descontrolé por completo en el otofio de 1966, al comienzo de la Revolucion Cultural. La campaiia exigia barrer «el viejo pensamiento, la vieja cultura, las viejas costumbres y los viejos habitos». Los 30 INTRODUCCION radicales y los fandticos, carentes de pensamiento e imagina- cién, entendieron la propuesta como una libertad sin limites para brutalizar y maltratar a hombres y mujeres instruidos, aplastar las reliquias culturales y arrasar los lugares sagrados. Eran duefios de su propio destino, pero esclavizados a una idea inhumana; y asi, cuando pusieron manos a la obra, aque- llos j6venes no mostraron ningiin miramiento. Saquearon las mezquitas de Xinjiang, sometieron a vandalismo los templos de Shanxi y Shaanxi, incendiaron las estatuas de Buda de He- fei y Loyang, y tampoco perdonaron el Templo, la Mansion y la Tumba de Confucio, tres emplazamientos sagrados de Qufu, su condado patrio. Cuando llegaron los forasteros, las autori- dades de Qufu y los residentes mds antiguos se defendieron de todas las maneras a su alcance. Pero los estudiantes de las es- cuelas locales vacilaron: no sabian con seguridad dénde debfan situarse en aquel conflicto. Al final, muchos sucumbieron al simple peso de la revolucién. Los estudiantes no incendiaron el Templo de Confucio, pero abrieron su tumba «para decla- rarlo muerto sin lugar a dudas». Ocho aiios mas tarde, Confucio volvié a ser arrastrado por tierra y comparado con Lin Piao en la campafia «contra Lin Piao, contra Confucio». Lin habia sido el camarada més inti- mo de Mao y la persona designada para sucederle durante los primeros afios de la Revolucién Cultural. En 1971 murié en un accidente de aviacién. Seguin informaciones oficiales habia traicionado a Mao, y cuando su plan de asesinarlo no se mate- tializ6, él y su familia intentaron huir a la Union Soviética en un avién militar, pero el aparato se estrellé en Mongolia. Lin fue acusado péstumamente de traicién. Tres afios después, en medio de otro movimiento de masas dirigido explicitamente contra Confucio, Lin Piao fue calificado de «Confucio de la China contempordnea», pues, segtin ciertos investigadores, habia colgado en su estudio un rollo con cuatro caracteres to- mados de las Analectas confucianas. Hubo otras acusaciones con las que se intenté explicar de manera forzada por qué se 31 INTRODUCCION colocaba a Lin Piao y a Confucio bajo la misma bandera y se les sometia a las mismas sesiones de critica. En la década de 1980, una vez concluida formalmente la Revolucién Cultural, la erudici6n y la cultura clasica regresa- ron lentamente a las universidades e instituciones de investi- gacion patrocinadas por el Estado. Las Analectas de Confucio fueron reintroducidas en las aulas, junto con los clasicos con- fucianos. Desde mediados de Ja década de 1990 hasta hoy, el descubrimiento de los textos del 300 a.C. escritos en tiras de bambi ha estimulado el campo de los estudios confucianos, pero una gran parte de los trabajos y debates se llevé a cabo dentro de los limites del mundo académico. Lugares como Qufu han recibido més visitantes en las dos tiltimas décadas, pero, para los chinos, no es lo mismo contar con una industria turistica mds animada en estos centros confucianos que leer en la prensa que los dirigentes de su partido promocionan las vir- tudes de una sociedad confuciana y que su gobierno se halla en vias de establecer Institutos Confucio para ensefiar el idioma chino en Africa, Europa, Asia Sudoriental y América del Nor- te y del Sur. Este ultimo proceso es una bendicién ambigua para la gen- te de Qufu. Muchos de ellos recuerdan todavia lo ocurrido en el otofio de 1966. Algunos tomaron parte en la profanacién del lugar de enterramiento de Confucio. Unos pocos viven to- davia con los fantasmas que debian desenterrar, segin pensa- ban entonces, por la ignominia en que habjan incurrido dichos fantasmas. Ahora, en cambio, deben darles la bienvenida como espiritus benignos—y como una presencia tranquiliza- dora—en esta nueva ronda de politica virtual. Al menos, la po- Iitica no es otra embestida ideoldgica. Los Institutos Confucio ensefian chino a gente de todo el mundo. Han sido concebidos como agentes de la expansién pacifica de China—como heral- dos de buenas noticias. Es probable que Confucio no esperara nunca ser asociado con el aprendizaje de idiomas. Aunque las Analectas decian 32 INTRODUCCION que, cuando recitaba obras de los Clasicos de la poesia o del Clasi- co de los documentos, «empleaba siempre pronunciaciones correc- tas», su interés por el lenguaje se situaba en un nivel mds pro- fundo. La expresién «pronunciaciones correctas» se refiere en este caso a como deberian sonar, por ejemplo, las palabras de un poema cuando se cantaban por primera vez ante la corte real de Zhou. Como lo harfa un exégeta, Confucio creia poder acercar- se més al significado de poemas y escritos antiguos una vez res- tablecida su «pronunciaci6n correcta». No consideraba correc- to recitar las odas con pronunciacién contemporénea o en el dialecto de Lu, su Estado de origen, pues en tal caso se perderia necesariamente algo esencial o algtin matiz. Confucio no habria deseado que China ampliara su influencia haciendo mis accesi- ble su idioma. Esto no formaba parte, sencillamente, de su pen- samiento politico, y habria estado en contradiccién con sus ide- as sobre las palabras y el habla. Nunca se puede ser demasiado cuidadoso cuando se ensefia a los demés a hablar, dice Confu- cio: las palabras son una prolongacién del pensamiento, y cuan- do se pronuncian deben ser apropiadas. Sin embargo, su recien- te retorno a través de esos institutos internacionales de lengua no es un completo absurdo. Al fin y al cabo, su fama como maestro es lo que aporta cierto respeto a esos centros docentes. Confucio es conocido en China como xianshi, «el primer maestro», «el maestro anterior a todos los maestros». Sin em- bargo, en la vida real no se convirtié en maestro hasta haber cumplido los sesenta y cinco, sdlo unos pocos afios antes de su muerte. Hasta entonces, su ambicion era salvar al mundo de la decadencia mediante la influencia politica. Su familia no le brind6 ningin apoyo. Era hijo de un caballero corriente, un shi, lo que significaba que su posicion social dependia por en- tero de lo que hiciera con su vida, de a quédedicara su tiempo ya qué aplicara sus destrezas y su conocimiento.* Confucio no * La palabra «shi» es distinta de «sbi, que significa . No pensaba que un hidalgo necesitara ser tan compe- tente en tareas de condicién social inferior, pero, segin decfa, no le habia quedado mas remedio, pues «era pobre y de baja extracci6n> y no pudo ingresar en el servicio funcionarial con tanta facilidad como los jévenes de familias destacadas; por tanto, el mero hecho de sentirse preparado «no le per- mitié demostrar su valia en la funcidn publica». Asi pues, si- guié adelante pacientemente con su trabajo y sus tareas y fue ascendiendo paso a paso desde el oficio de contable y guar- dian del ganado a puestos de relativa importancia en la buro- cracia estatal. Cuando accedié al cargo de ministro de asuntos penales Confucio contaba ya con un grupo de seguidores entre los que se hallaban Zigong, Yan Hui y Zilu. En primer lugar, la mayo- rfa de aquellos hombres tenfan pocos recursos. Aunque proce- dieran de familias adineradas, si no eran los primogénitos, sdlo solian recibir una minucia de la herencia tras la muerte de sus padres, nunca lo suficiente, desde luego, para poder vivir. Asi, al convertirse en aprendices de un caballero y recibir sus ense- fianzas, esperaban valerse por sf mismos algiin dia, tras adqui- rir las aptitudes y la profesién caballeresca. Entretanto confia- ban en su maestro para que les proporcionara apoyo material y contactos que les ayudasen a emprender una carrera politica. Los discipulos de Confucio crefan que podria hacer de ellos lo que él mismo habia Ilegado a ser. Y como aprendices de un oficio, pasaban ajios al lado de su maestro, emulandolo y cui- dando de él como si fuera su padre. Optaban por vincularse a quien, por su condicién de maestro, era de por si un sefior en pequefio. De ese modo, cuando Confucio decidié marchar de 48 ADIOS AL HOGAR Lu el afio 497, no sélo abandoné su empleo, sino que corrid también el riesgo de perder a todos sus seguidores. Las Analectas, que son el primer documento que tenemos sobre Confucio, mencionan sélo una vez el asunto de su mar- cha por sorpresa: Los hombres de Qi ofrecieron un presente de cantantes y bai- larinas. Juhanzi acepté a aquellas muchachas y no acudié a la corte en los tres dias siguientes. Confucio se marché. Mencio, discipulo de Confucio de cuarta generacién, da una explicacién distinta: Confucio era el ministro de Asuntos Penales del Estado de Lu, pero [el soberano] no adopts las medidas propuestas por él ni aproveché su talento. Confucio, no obstante, participé en un sacrificio oficial. A continuacién no le dieron una porcién de carne del animal sacrificado. Asi pues, se marché de inmediato y no tuvo siquiera tiempo de quitarse su gorro de ceremonias. Acontinuacién, Mencio afiade: Quienes no entendian a Confucio pensaban que estaba resen- tido por no haber recibido su parte de carne. Pero quienes le entendfan sabfan que tenfa que marcharse porque [la élite go- bernante de] Lu habia actuado en contra de los ritos. Cuatro siglos mas tarde, Sima Qian, historiador de la dinastia Han, unié las dos versiones, incluy6 unos pocos detalles esca- brosos, eliminé las incoherencias y presenté un relato mas completo. Segtin su versién, en el afio 497 Confucio habia al- canzado tal éxito en su administracién que «los vendedores de carne de cordero y cerdo dejaron de cobrar precios desorbita- dos, las mujeres y los hombres caminaban por lados distintos de la calle, nadie recogia del suelo cosas dejadas en los cami- nos y los extranjeros que llegaban a la ciudad no tenian que 49 EL AUTENTICO CONFUCIO buscar funcionarios que los alojaran, pues todos les hacian sentirse como en casa». Los consejeros del Estado vecino de Qi observaban aquella situacién con preocupacién creciente. ‘Temian que, con Confucio al cargo del gobierno, el soberano de Lu pudiera «convertirse muy bien en el siguiente caudi- Ilo», lo que significaba que su pais serfa el primero en ser de- vorado, pues era el mds cercano a Lu. Con el fin de impedir que ocurriese, los hombres de Qi decidieron frustrar los pla- nes de Confucio: Escogieron a ocho bellas muchachas de Qi, las vistieron con ropajes espléndidos, les ensefiaron a bailar al son de la musica de Kanglo y las enviaron con sesenta parejas de caballos pintos ante la puerta de Gao, al sur de Ja ciudad. Jihuanzi, que salié disfrazado varias veces para dar una ojeada, cay6 en la tenta- cién de aceptar los presentes. Convencié al duque Ding para que diera una vuelta con él por el camino real a fin de echar un vistazo a las bailarinas. Los dos se entretuvieron el dia entero observando a las muchachas y descuidaron, por tanto, los asuntos de Estado. Al llegar a ese punto, Sima Qian nos cuenta que Zilu, seguidor de Confucio, inst a su maestro a abandonar su puesto y mar- charse a otra parte. Confucio, sin embargo, se mostré reticen- te, pues deseaba conceder otra oportunidad al soberano y a su principal consejero, y dijo a Zilu: «Hoy se celebraré un sacri- ficio en las afueras de la ciudad. Si nuestro soberano compar- te porciones de la carne sacrificial con los funcionarios de la corte, me quedaré». El episodio concluye explicando que «no se ofrecié carne a los funcionarios», y Confucio, decepciona- do, abandoné Lu. A pesar de su desdichado final, se trata de una historia op- timista; en realidad, resulta demasiado estimulante para ser creible. El autor desea hacernos creer que, si se le hubiese au- torizado a hacer llevar a cabo sus planes, Confucio habria sido 50 ADIOS AL HOGAR capaz de realizar hazafias impresionantes. Asi, cuando tuvo a su disposicién el cargo de ministro de Asuntos Penales, nos dice Sima Qian, Confucio consiguié imponer en el plazo de tres meses el orden civil y la armonja social en un mundo en el que las transgresiones habfan sido endémicas durante tanto tiempo que la gente comenzaba a aceptar como norma la falta de honradez y la discordia. Sima Qian debié de haber exage- rado o maquillado las cosas, lo cual es comprensible, pues es- cribia en un momento en que China estaba unificada tras mu- chos siglos de divisién politica, y las ensefianzas de Confucio habjan resultado especialmente utiles para los tedricos y ges- tores del nuevo orden. A pesar de su acendrada independen- cia, Sima Qian no podia mostrarse totalmente libre de la in- fluencia de un punto de vista confuciano. Asi, al igual que la mayorfa de sus contempordneos, respaldaba a Confucio y pro- yect6 sus expectativas en su biografia de aquel hombre. Mencio era menos optimista. Fue el heredero mas impor- tante de Confucio, pero, segtin escribe, cuando Confucio era ministro de Asuntos Penales, el soberano no aprovech6 su ta- lento. Como Mencio era también discfpulo del nieto de Con- fucio en segunda generacion, debié de haber estado mejor in- formado que Sima Qian. Mencio nos dice asimismo que Confucio esperaba una excusa para dejar Lu, por lo que, nada més producirse «una infraccién menor» del ritual, desapare- cié del mapa. Esta explicaci6n parece encajar mejor con la ver- dad respecto al comportamiento de Confucio en 497 a.C., pero Mencio oculta, no obstante, alguna cosa. :Por qué se mar- ché, por ejemplo, con tanta prisa? Si sabia en todo momento que debia irse porque su soberano no habia considerado im- portantes ni a él ni sus planes, zpor qué no se preparé para aquel momento inminente? En cuanto a las bailarinas de Qi, tal vez formen parte de otra historia. La interacci6n entre estas tres fuentes tempranas y sus evidentes contradicciones representan a la perfeccién el difi- cil problema de introducir orden y significado en nuestra 51 i. EL AUTENTICO CONFUCIO comprensién de la vida de Confucio. Podriamos comenzar con los Anales de Primavera y Otofo, la crénica de Lu, Estado natal de Confucio. Pero como la estructura de los Anales es esquemiatica, y sus entradas estén reducidas al minimo, tene- mos que utilizar esta fuente junto con el Comentario de Zuo para comprender algo sobre los tejemanejes del periodo de Primavera y Otofio. Y este documento contempordneo dice que, en 498 a.C., el afio anterior a la partida de Confucio, una sublevaci6n interna estuvo a punto de provocar la destruc- cién de Lu. Durante un tiempo parecié que a los rebeldes les habia faltado poco para eliminar a su soberano junto con los cabezas de las tres familias hereditarias, quienes no eran sdlo los principales ministros del consejo gobernante sino también los parientes més préximos del soberano. Si los rebeldes hu- biesen tenido éxito en su enfrentamiento y hubiesen conse- guido coronarse, ello habria supuesto la ruptura formal de los vinculos feudales de Lu con el rey Zhou. En otras palabras, Lu no habria seguido siendo un Estado feudal del reino de Zhou, y su historia se habria visto obligada a iniciar un nuevo capitulo. Sin embargo, las cosas no terminaron de ese modo. Segiin el Comentario de Zuo, Confucio desempefié una fun- cién decisiva en aquellos acontecimientos, y lo hizo, en reali- dad, mucho antes de que la rebeli6n llegara a materializarse. Segin comprobamos, las Analectas pueden corroborar una gran parte de esta historia. Los Anales de Primavera y Otoio, sumamente esquemati- cos, a los que se adjunta el Comentario de Zuo, tienen once en- tradas para el afio 498. Tres de ellas tratan de asuntos de otros Estados—la muerte y el funeral de un sefior feudal; las haza- fias militares de un Estado contra otro. Una menciona una ce- remonia celebrada en otofio para rogar por la Iluvia; otra, un eclipse de sol en el mes undécimo. Las restantes entradas alu- den a la depravacién y la violencia existentes en Lu durante aquel afio: en primer lugar, el jefe de la familia Shusun se puso al frente de un ejército y arrasé una ciudad que habja sido el 52 ADIOS AL HOGAR bastion familiar durante generaciones; luego, poco después, el cabeza de la familia Jisun—el consejero principal Jihuanzi— intento hacer lo mismo con su propia ciudad. El Comentario de Zuo explica que Zilu, discipulo de Confu- cio, era uno de los administradores del clan Jisun y que fue él quien animé a las familias hereditarias a destruir sus ciudades al decirles que seria mejor comenzar de nuevo que permitir que los rebeldes se hicieran con el control de sus bases de po- der. Siguiendo el consejo de Zilu, los Shusun arrasaron su ciu- dad de origen, y los Jisun estaban a punto de hacer otro tanto con la suya cuando uno de sus administradores, Gongshan Bu- niu, «tomé el mando de los hombres de Bi y lanz6 un ataque por sorpresa contra la capital de Lu». Desesperados, «el du- que y los cabezas de las tres familias», sigue diciendo el Co- mentario, «entraron en los terrenos del palacio de los Jisun y subieron a la terraza Wuzi». Los rebeldes intentaron «apre- sarlos, pero no lo consiguieron». «Las flechas pasaban rozan- do al soberano» mientras éste aguardaba su fatal destino. En ese momento, Confucio, por su condicién de ministro de Asuntos Penales, ordené a dos oficiales del Estado encabezar un asalto contra el bando insurgente. «Los hombres de Bi hu- yeron al Norte. Las tropas del gobierno los persiguieron y aplastaron en Gu. Los dos dirigentes rebeldes huyeron al Es- tado de Qi. Inmediatamente después, el clan Jisun destruyé su fortaleza de Bi». La tercera familia, los Mengsun, cambiaron, sin embargo, de opinién. Cuando les Ilegé el turno de des- mantelar su base de poder, el administrador principal conven- cié al cabeza de familia para que no lo hiciera. «La ciudad de Cheng es la seguridad de los Mengsuh», dijo aquel hombre. «Sin ella, los Mengsun dejarén de existir». A finales del 498, el soberano envié un ejército para rematar lo que la familia Mengsun no habia podido Hevar a cabo por si misma, pero la expedicién fracas6. Fuentes posteriores en uno o dos siglos al Comentario de Zuo afirman que fue Confucio, y no su seguidor Zilu, quien 53 EL AUTENTICO CONFUCIO estuvo tras los planes para arrancar de raiz las Tres Familias. Una de esas fuentes dice: Cuando Confucio trabajaba al servicio del clan Jisun, tras ha- berse mostrado décil durante tres meses, les dijo que un hogar particular no debia tener un arsenal de armas; que una ciudad de distrito no debia disponer de murallas de cien zi de longi- tud. A continuacién capitaneé una division militar y destruyé en primer lugar la ciudad de Hou, y luego la de Bi. Otra versién Ilegé incluso a atribuir a Confucio el mérito de «haber repuesto al duque en su cargo y haber asestado un duro golpe a las familias particulares». Pero las informaciones del Comentario de Zuo, que es la fuente mis fiable, suponen que los trastornos de 498 no reforzaron al soberano de Lu ni debi- litaron significativamente a las Tres Familias. El comentario no atribuye un gran mérito a Confucio. Sin embargo, al afir- mar que Zilu fue el instigador de la destruccién de las ciuda- des, implica a su maestro. En las Analectas, Confucio sefiala en més de una ocasién que Zilu era el discipulo que haria cual- quier cosa por él, y también el mas necesitado de su aproba- cin. Esto, no obstante, no le granje6 su carifio. En cierta oca- sién, en un momento de angustia moral, Confucio exclamd6: «Si no puedo seguir el camino adecuado en este mundo, me haré a la mar y me dejaré llevar a la deriva en una balsa de bambi. La persona que me siga seré Zilu>. Seguin se nos cuen- ta, Zilu se sintié extremadamente contento al oir esas pala- bras, mostrandose dispuesto a que se pusiera a prueba su leal- tad y fortaleza, sin darse cuenta de que su maestro habia hecho aquella observacién con fines retéricos. Confucio, respon- diéndole con frialdad y sarcasmo, le dijo: «Zilu ama el valor mis que yo, pero es demasiado burdo para entender cualquier sutileza». Confucio era ministro de Asuntos Penales cuando Zilu guid diestramente a las Tres Familias hasta la primera fase de 54 ADIOS AL HOGAR su autodestrucci6n haciéndoles creer que la drdstica accién que estaban a punto de emprender era su tinica opcién para salvarse. Como Zilu carecia de tacto y de juicio, sospechamos que debié de haber consultado a Confucio sobre la manera de proceder. ¢O se traté de una idea del propio Confucio? Ade- més, dado que Confucio era la primera autoridad legal, debie- ron de haber sopesado los riesgos y constatado que su plan po- dia desembocar en una insurreccién. Las Analectas informan sobre el conocimiento de Confucio acerca de la actividades de los insurgentes en Lu y su relacién con los dirigentes rebeldes. Uno de los lideres, Gongshan Fu- rao, habia invitado a Confucio a trabajar con él poco antes de su nombramiento formando parte del gobierno del duque. (Este Gongshan era el mismo Gonshan Buniu cuya incursién en la vida politica desencadené la crisis de 498). En ese mo- mento, Confucio era consciente de las ambiciones de aquel hombre: Gongshan era el administrador principal de la fami- lia Jisun, y contaba, probablemente, con apoyo suficiente en el ejército privado del clan familiar y entre los residentes de la ciudadela como para organizar una toma del poder. La acepta- cién de la oferta de Gongshan habria significado que Confu- cio estaba dispuesto a derrocar un poder politico antiguo y confiar el destino de su pais a aquel advenedizo mas joven y mas duro. Cuando Zilu supo que su maestro mostraba deseos de considerar la oferta, se preocupé y pidié a Confucio que lo pensara de nuevo. Zilu le dijo: «Tal vez nos hallemos al final de nuestro camino, pero, ¢por qué debemos acudir a Gongs- han?>. La respuesta de Confucio reyela su gran ambici «Ese hombre debia de tener en su mente algtin propésito cuando me llamé. Si él puede utilizarme, :no puedo yo, quiza, hacer realidad una dinastfa Zhou en el este?». Aunque no tenia adénde ir, Confucio no se planteé nunca la posibilidad de hacerse a la mar. En cambio, si tomé6 en con- sideracion la cueva de los bandidos. No es que pensara con- vertirse en uno de ellos, pero sf en c6mo aprovechar la opor- 55 EL AUTENTICO CONFUCIO tunidad que se le ofrecia para intentar llevar a cabo lo que es- peraba conseguir. Confucio deseaba igualmente que «se le sa- cara partido». Entre sus seguidores es probable que sélo Zilu interpretase equivocadamente su anterior declaracién acerca de dejar el mundo y la considerase sincera; también fue él quien més se preocupé por la disposicién de Confucio a tra- bajar con gente de mala fama o conducta deshonesta, o inclu- so a reunirse con ellos. Cuando, en otra ocasi6n, Zilu se en- caré con Confucio por su manera de juzgar un asunto similar citando en su apoyo las palabras del propio maestro, éste le respondié que, desde luego, era verdad que habja dicho: «Un auténtico caballero no entra en la propiedad de alguien que ha actuado personalmente de forma no virtuosa». Pero con- tinud: Acaso no se ha dicho también: «Es duro lo que no se deja tri- turar», y «Blanco es, desde luego, lo que puede resistir un tin- te negro»? Ademés, :podria ser yo como una calabaza seca que cuelga del extremo de una cuerda para que nadie la coma? Pocos hombres eran tan duros, tan oscuros o tan peligrosos como Yan Hu, otro administrador de la familia Jisun. No mu- cho antes de que Gongshan abordara a Confucio, Yan Hu ha- bia intentado hacer lo mismo. En esa primera ocasién, el pro- pio Confucio se mostré cauteloso e intenté de la mejor manera posible evitar encontrarse con él cara a cara. Asi, cuan- do Yang Hu le envié un cochinillo como obsequio, Confucio aguardé a que Yang Hu saliera de su casa para ir a presentarle sus respetos. Pero ambos se tropezaron en el camino de vuel- ta. Yang Hu fue el primero en hablar: «jVen aqui!», le dijo a Confucio. «Quiero hablar contigo». Y a continuacién le solté un discurso: ¢Llamarias benevolente a un hombre si mantuviese aferrada en su seno una joya preciosa mientras dejaba que su hacienda 56 ADIOS AL HOGAR se hundiera en el desorden? Yo dirfa que no. {Llamarias sabio a un hombre que, ansiando participar en el gobierno, dejase escapar sus oportunidades una y otra vez? Yo diria que no. Los dias y los meses pasan deprisa. El tiempo no esta de tu lado. Cuando Yang Hu hubo terminado, Confucio dijo: «Muy bien. Tendré que aceptar el cargo». La respuesta de Confucio a Yang Hu es elusiva. No nos permite saber si se limité a secundar Jo que habia dicho Yang Hu para evitar un enfrentamiento, 0 si estaba seriamente dis- puesto a aceptar su oferta de empleo. Sin embargo, lo que si se deduce con claridad de esa breve anécdota es la relacién de Confucio con Yang Hu. Confucio temia reunirse con él, y, a pesar de sus conocimientos y su buen cardcter, no era lo bas- tante fuerte como para superar su incomodidad y su miedo a Yang Hu. Confucio, por tanto, traté de eludirlo y jugar con él, y cuando se vio pillado, tavo que escuchar en silencio la dis- quisicién de Yang Hu sobre moralidad y sabiduria. La crénica antigua—los Anales de Primavera y Otono—no dignifica a Yan Hu dandole un nombre, sino que se limita a re- ferirse a él como «el bandido». Sin embargo, aquel hombre no era un simple bandolero. Dominé la politica de Lu durante cinco afios, por lo menos—del 507 al 502—, sin la menor con- sideracién hacia las Tres Familias. Yang Hu habia tenido un predecesor en Nan Kuai, otro administrador que habia traba- jado para la familia Jisun veinticinco afios antes. Aquel hom- bre habia formulado planes para reorganizar el clan, expulsar a los miembros principales de la familia y reforzar la posicién del duque de Lu. Sus intenciones tal vez fueran nobles, pero él era un chapucero y tan evidentemente incompetente que has- ta la gente de su localidad natal se mostraba escéptica. Se bur- laban de la «simpleza de su plan» y del «enorme engreimien- to» que suponia que el administrador de una familia pudiera sofiar con «ayudar a un soberano a planificar su futuro». En visperas de la rebelidn, dos de sus principales lugartenientes lo 57 EL AUTENTICO CONFUCIO abandonaron. Asi pues, la conjura se deshizo sin haber tenido siquiera una oportunidad. Yang Hu era més audaz e inteligente que Nan Kuai. Ade- mas, el mundo estaba dispuesto a aceptar a alguien como él. Dispuso durante un tiempo de apoyos fundamentales en las tres familias y del manejo del gobierno, hasta que pensd en usurpar el poder. Y estuvo a punto de completar el trabajo ini- ciado por Nan Kuai. Pero, a diferencia de éste, Yang Hu actué siempre al servicio de sus propios intereses y nunca fingié mi- nar la fuerza de las familias hereditarias con el fin de fomentar la posicién del soberano. A Yang Hu le habria gustado proba- blemente hacerse él mismo con el poder. Ninguna cuestion de decencia habria conseguido retenerlo. Cuando Confucio se topé con él, Yang Hu era todavia un administrador, pero esta- ba ya dispuesto a comportarse como un rey. Llamé a Confucio a su presencia y quiso saber por qué se mostraba reticente a servir al Estado. Confucio debié de haber entendido la pre- gunta en el sentido de por qué no se habfa puesto al servicio de Yang Hu. El Comentario de Zuo nos ofrece un vivo relato de la muer- te politica de Yang Hu en el afio 502: El primer dia del décimo mes, durante el invierno, se ofrecie- ron sucesivos sacrificios y oraciones por los sefiores feudales fallecidos del Estado de Lu. En la segunda jornada, el sacrifi- cio di se celebré colectivamente en el templo del duque Xi para todos los sefiores feudales difuntos. En la tercer jornada, Yang Hu preparé un banquete para la familia Jisun en el jardin Fu y ordené a los soldados y los carros de la capital ponerse en pie de guerra diciéndoles: «El cuarto da esté a la vuelta de la esquina». El plan de Yang Hu consistfa en asesinar a Jihuanzi, el conse- jero principal, mientras acudfa al banquete, y lanzar luego un ataque contra los demas miembros de las familias Jisun y Shu- 58 ADIOS AL HOGAR sun sirviéndose del ejército del Estado. Al tercer dia, Yang Hu marché directamente al lugar del festejo; Jihuanzi viajaba a cierta distancia en un carruaje rodeado por una escolta militar leal a Yang Hu «que portaba espadas y escudos anchos». El hermano de Yang Hu vigilaba con sus hombres la retaguardia de la comitiva. Jihuanzi sabia que se estaba acercando al final de su trayecto. De pronto se volvié al cochero y le dijo: «Tus antepasados han servido en mi familia como buenos adminis- tradores. No puedes continuar su tradicién?». El cochero res- pondié que era demasiado tarde para que Jihuanzi le plantea- ra semejante demanda: «Yang Hu esté al cargo del gobierno. Todo el mundo le obedece en Lu. Oponerse a él es un suici- dio. . Esa situacién de «paz y estabilidad» no fue fortuita sino que se obtuvo con dureza, segtin muestran los documentos, pues aquellos primeros gobernantes tuvieron también su cuo- ta de problemas. Al morir el rey Wu, su heredero legitimo, el rey Cheng, era slo un nifio, demasiado inmaduro e inexperto para consolidar un imperio conseguido de manera rapida e inesperada—en realidad, en funcién de una tinica victoria. Ni siquiera su atribucion a la intervencién divina—la afirmacién 68 FAMILIAS Y POL{TICA de que «el cielo envié la destruccién sobre los Shang» y «dio alos Zhou la autoridad para gobernar>—ofrecia una seguri- dad firme de que los Zhou pudieran conservar el mandato del cielo. El duque de Zhou, hermano del rey fallecido, intervino en ese momento critico nombrandose regente de la corte y presentindose como «pantalla» protectora de su joven sobri- no. Dos hermanos del duque de Zhou se sintieron molestos por su iniciativa y organizaron en el Este una sublevacién que desembocé en una guerra prolongada que estuvo a punto de acabar con la dinastia antes de que pudiera haber probado for- tuna. Concluida la guerra, el duque de Zhou mand6 ejecutar a uno de sus hermanos y desterrar al otro. Y para defender la di- nastia de ulteriores insurrecciones en el Este elaboré una es- trategia. Envid a parientes del rey a emplazamientos tacticos de la regién pidiéndoles que crearan en ellos asentamientos permanentes con gente trasladada desde sus zonas de origen en el Oeste. Luego, se sirvid de aquellos asentamientos regio- nales para esbozar una relacion entre los gobernantes locales y el rey de Zhou. El plan ideado por el duque de Zhou al servi- cio del principe, el sistema feudal fengjian, se convertiria en el cimiento del gobierno Zhou y seria el logro mas destacado de Ja dinastia. El sistema de feudo fengjian alcanz6 su pleno desarrollo en los primeros afios de los Zhou. Mediante los gobernadores re- gionales, el rey Cheng y su heredero pudieron supervisar la consolidacion de la dinastia Zhou desde su capital occidental y expandir adicionalmente la extensi6n e influencia de su impe- Tio sin gastar en exceso la energia de una dinastia todavia jo- ven. Estos dos reyes coordinaron siempre sus 6rdenes con los Tituales celebrados en la corte. Siempre que nombraban a un miembro de la familia imperial para crear una colonia en otro lugar, mantenjan una audiencia en la capital, y la ceremonia si- guiente inclufa un banquete y una libacién, ademas de una de- mostracién de tiro con arco. Los escribas de la corte se halla- ban presentes en esos actos. Solian preparar un acta de la 69 EL AUTENTICO CONFUCIO orden real y de las palabras pronunciadas e inclufan una des- cripcion de los ritos. Al finalizar la investidura, el mandatario nombrado marchaba con una copia del acta y solia ordenar que se grabara sobre un recipiente de bronce para conmemo- rar aquel importante momento de su vida. Las inscripciones de bronce de los primeros sesenta afios de la dinastia Zhou pa- recen corroborar la opinién tradicional de que aquél fue un periodo de «paz y tranquilidad»; también demuestran que los reyes mantenian el control pleno de los ritos de la corte y las decisiones militares. Por tanto, era légico que Confucio auna- ra estos dos aspectos. Segtin él, cuando hay un gobierno justo, es el rey quien se encarga de los ritos, la misica y las expedi- ciones de castigo. La situaci6n comenzé a desintegrarse a comienzos del si- glo x a.C. Uno de los reyes permitié que su ambicién supera- ra la capacidad del ejército de los Zhou, por lo que la totalidad de sus tropas occidentales fue barrida en una devastadora cam- pafia emprendida en el Sur contra un grupo no chino. Sus su- cesores consiguieron reconstruir el ejército de la monarqufa, pero la confianza y el coraje que habfan caracterizado a los pri- meros Zhou quedaron considerablemente reducidos. Esto significé ademas que las tribus no chinas no temieron ya po- ner a prueba la fuerza de los Zhou cuando lo consideraban oportuno. Al intensificarse la amenaza de una agresion extranjera, los soberanos regionales de los territorios orientales comenzaron a tener ideas propias sobre el grado de autonomia que podian reclamar y sobre cudnto debian ceder. La mayoria estaban em- parentados con el rey Zhou por consanguinidad o por matri- monio, pero el tiempo y la distancia fisica habian estirado aquellos lazos hasta hacerlos demasiado tenues. Al constatar que la lealtad feudal se estaba adelgazando con rapidez, el rey Mu, de finales del siglo x a.C., introdujo reformas institucio- nales destinadas a transformar la naturaleza del gobierno para que dejara de apoyarse exclusivamente en la familia por suce- 7° FAMILIAS Y POLITICA sion hereditaria, aceptase nombramientos ajenos al sistema hereditario y empleara a hombres y mujeres con conocimien- tos y dotes administrativas. Las reformas tuvieron efectos du- raderos en la corte de los Zhou en el Oeste y en los reinos feu- dales del Este. Siglos més tarde, el duque de Lu ofrecié a Confucio en su gobierno el puesto de ministro de Asuntos Pe- nales porque habia demostrado ser capaz de realizar bien su labor en el desempefio de una serie de cargos de nivel inferior. Confucio no heredé aquel cargo de su padre. La historia institucional china emprendié un rumbo dis- tinto bajo el rey Mu, pero las iniciativas de este monarca no ayudaron a la dinastia a hallar un respiro frente a las discordias internas 0 las presiones del extranjero; tampoco contribuye- ron a que los reyes de Zhou recuperasen su anterior prestigio. Las propias familias aristocrdticas que vivian cerca de la capi- tal parecian reticentes a prestar su apoyo al rey, por lo que éste acostumbraba a seducirlas con donaciones de tierras a cambio de sus servicios y sus tibias muestras de lealtad. Como los go- bernantes de la época no recaudaban impuestos de sus sibdi- tos, su tinica fuente de ingresos eran los dominfos del rey. Y a medida que se reducian las propiedades del monarca, sus pro- blemas financieros se iban agravando. Las fuentes tradicionales y las inscripciones en bronce nos cuentan que, en el siglo 1x a.C., «algunos de los numerosos se- fiores»—por ejemplo, el gobernante del Estado de Qi, vecino del de Confucio—estaban dispuestos a cuestionar la autoridad de su soberano haciéndole la guerra, en especial cuando inten- taba intervenir en sus asuntos internos. Sin embargo, si el rey de Zhou hubiese contado con el respeto y la dignidad inhe- rentes a la idea de realeza, la resolucién de las cuestiones suce- sorias o de cualquier crisis surgida en un reino feudal habria sido prerrogativa suya. Los escritos de los historiadores tem- pranos permiten ver que los reyes de aquel periodo carecian de cualquier autoridad o influencia moral y que ninguno lo- graba transmitir la sensacion de poseerlas. Todos habjan caido 71 EL AUTENTICO CONFUCIO al nivel de los sefiores feudales; y al comportarse como sus va- sallos, se habian convertido en seres humanos y eran, por tan- to, prescindibles. La ejecucién de un rey se produjo en 771 a.C. Aquel hom- bre fue cazado y masacrado al pie de una montaiia como un animal tras haber invitado sus enemigos a «un pueblo hostil» procedente del Noroeste a marchar contra su capital y saque- ar su palacio. Casi inmediatamente después de la muerte del monarca, los gobernantes regionales ayudaron a su heredero legitimo a trasladar su corte a la capital oriental, en la Llanura Central. El nuevo soberano era una figura disminuida—se ha- laba lejos de su hogar, sin ejército ni dominios. Los gober- nantes regionales acabaron dandole lo que necesitaba para ser rey, pero su ejército, sus propiedades y su influencia politica eran miniisculos comparados con los de sus antecesores. Los gobernantes regionales le decian también que debja prestar mas atenci6n a sus obligaciones rituales y desempefiar el papel simbélico de un rey. El reinado de Ping marcé el comienzo del Zhou Oriental, la segunda mitad de la dinastia Zhou. En su historia de ese periodo, Sima Qian escribe asf sobre el desplazamiento del poder: En tiempos del rey Ping, la casa imperial se debilité. Mientras los gobernantes regionales actuaban en funcién del principio de que el fuerte podia comerse al débil, los Estados de Qi, Chu, Qin y Jin surgieron como las nuevas potencias. La auto- tidad politica del imperio qued6 también en manos del princi- pal de ellos. Confucio caracterizarfa este periodo como un tiempo en que el camino moral no prevalecié porque eran los soberanos re- gionales quienes organizaban los ritos y la mtsica y las campa- fias militares. En aquellas circunstancias, decia, . Confucio co- menté refiriéndose a este final: A Zhaozi de Shusun le resulté tremendamente dificil no de- volver [a Niu lo que éste habia hecho por él]. [El antiguo con- sejero] Zhou Ren dijo en cierta ocasién: «Quienes estan en el gobierno no deberian otorgar recompensas por favores priva- dos ni castigar por rencillas personales». Es significativo que el capitulo final de la vida y muerte de Shusun Bao concluyera con Zhaozi—el hijo que tuvo de una concubina y heredero ilegitimo, cuyo ascenso al poder fue la culminacién de una serie de acciones injustas cometidas por otros antes de él. Mas notable es atin el juicio de Confucio so- bre este hombre. Confucio consideraba a Zhaozi un individuo extraordinario: habfa utilizado su influencia politica pensando unicamente en el bien publico, un objetivo casi irrealizable pues debia todo—su posicién y su poder—a favores particula- res y a personas que sdlo persegufan intereses egoistas. Al elo- giar a Zhaozi, Confucio no pretendia pasar por alto la inco- rrecci6n de unas practicas que lo habfan Ievado a ocupar un lugar destacado. Mas bien descubria algo admirable en el ca- racter de Zhaozi en medio de la politica turbulenta del perio- do de Primavera y Otofio. En opinién de Confucio, lo que hizo Zhaozi estaba de acuerdo con el ii, es decir, los dictados del decoro—normas no fijadas, como las leyes, pero expresadas como una rectitud cuya autoridad radica en la integridad de los actos del indivi- 82 FAMILIAS Y POLITICA duo. Du Xie, el asesor de Shusun Bao, fue otra persona desta- cada en la historia de aquel periodo por su conocimiento y practica del /i. Tras la muerte de Shusun insistié en que su se- for tuviera los funerales de un consejero principal y que su ataiid fuera transportado en la «gran carroza> que le habia dado en el pasado el rey de Zhou. Su propuesta chocé con la oposicién del consejero principal Jiwuzi, el inquieto joven que habia acabado ascendiendo hasta hacerse cargo del gobierno de Lu, tal como habia predicho Shusun Bao tiempo atras. Ji- wuzi no habia recibido nunca del rey una «gran carroza», por lo cual le disgustaba que un funeral de tal categoria pusiera a Shusun Bao por encima de él, a pesar incluso de que ya habia muerto, y dijo que, como el antiguo gran consejera.no habia viajado nunca en vida en la gran carroza, no habia raz6n para que se le transportara en ella hasta su tumba. Du Xie le res- pondio: Mi sefior acudi6 a la corte de Zhou en nombre de nuestro go- bernante para presentar sus respetos al rey, quien, impresiona- do por su conducta, le recompens6 con una gran carroza para honrar a sus antepasados. En cuanto mi sefior regresé a casa, entregé el obsequio a nuestro gobernante, quien no 036, por supuesto, desobedecer la orden del rey y se lo devolvié, por tanto, a mi sefior. En aquel momento, nuestro gobernante pi- dié a sus tres consejeros principales que pusieran por escrito todo cuanto habfa sucedido: vos, sefior, que estabais al cargo de Ia casa y del registro de tierras, anotasteis los nombres y ti- tulos de todos los implicados; mi sefior, que estaba al cargo de los asuntos militares, redacté una descripcién detallada de la carroza; Mengsun, que estaba al cargo de las obras publicas, levanté acta de los logros que habjan merecido aquella recom- pensa. Ahora que mi sefior ha muerto, no utilizar ese vehiculo para su entierro equivale a hacer caso omiso de lo decretado por el rey. Los documentos de esas actas se guardan en los ar- chivos del Estado. No respetar esos documentos significa de- rogar las funciones de los tres consejeros. Todos asumimos 83 EL AUTENTICO CONFUCIO que debemos obedecer las érdenes de nuestro soberano. Pero (por deferencia hacia el gobernante de Lu], mi sefior no se atrevié a hacerlo en vida, y si ahora que esté muerto no se le permite utilizar la carroza, :qué otra oportunidad le quedara? El argumento de Du Xie era irrebatible. Demostré que, hasta entonces, todos cuantos habjan tomado parte en el asunto de la gran carroza se habian comportado con propiedad. El ho- nor otorgado por el rey de Zhou a Shusun Bao era tan notable que éste no consideré apropiado alardear de él ante su propio gobernante, quien, tras haber constatado la naturaleza delica- da de aquel don, hizo que se documentara su importancia ri- tual para no ofender a su superior. Todo ello forzé al conseje- To principal a comportarse como era debido. Asf pues, Jiwuzi condescendié, y Shusun Bao marché a la tumba con dignidad y esplendor. Aunque la historia concluyo bien para el protagonista—su muerte habia sido vengada, y el Estado de Lu le habia otorga- do un funeral acorde con su rango y fama—, no fue un sinto- ma optimista de la situacién en que se hallaba aquel mundo. Du Xie «marché de Lu en cuanto hubo concluido el funeral». Habia hecho todo lo posible por su sefior utilizando su cono- cimiento de la estructura politica de Zhou y de las normas to- davia vigentes. Ahora tenfa que cuidar de si mismo por si el consejero principal planeaba vengarse. Du Xie era un hombre inteligente. Es probable que, de ha- berse quedado, hubiese podido sobrevivir a la violencia y las traiciones de la politica del periodo de Primavera y Otofio. Su habilidad para pronunciar grandes discursos sobre asuntos im- portantes le habria permitido ayudar a otros a superar sus cri- sis, pero consideré que ya habia hecho bastante y estaba can- sado. Asi que se marché. Por aquellas mismas fechas, en el Estado de Zheng, un hombre eminente llamado Zichan fue abordado por quienes controlaban la politica después de que su soberano fuera ase- 84 FAMILIAS Y POLITICA sinado por un primo en una reyerta familiar «por la calle don- de tenian sus puestos los vendedores de corderos». Los politi- cos pidieron a Zichan que les ayudara a superar aquel periodo dificil. «¢Os consideriis aliados mios?», les respondio brome- ando. «:Quién sabe cémo poner fin a las calamidades de nues- tro pais? Si quienes tienen el mando lograran ser fuertes y a tos, nuestros problemas ni siquiera habrian comenzado. e momento, pienso dedicarme a mis asuntos». Sélo después de que el consejero hereditario mas destacado ofreciera a fee su propio cargo empez6 éste a prestar alguna atencin a la idea. Pero seguia mostrindose escéptico, y dijo a los conseje- ros: «Las familias hereditarias son numerosas. Mychas perso- nas necesitan favores, y asi es imposible hacer nada». Cuando se le aseguré que «era libre para gobernar a su gusto», decidié ir. aa las Analectas, Confucio dice de Zichan de Zheng: «Era respetuoso en su comportamiento, reverente en el servicio a su sefior, generoso en su preocupacién por las personas nor- males, y justo en emplearlas para trabajar». Quienes conocian a Zichan pensaban que entendfa qué era el decoro (1) y no ce- derfa en sus principios ni siquiera bajo coaccién. Sin embargo, ese mismo Zichan sobornaba a los poderosos para conseguir que se hicieran cosas, y decia: «Es dificil no ser codicioso; pero una vez que se hayan satisfecho los deseos de una Pee es- tara dispuesta a poner manos a la obra y lograr que se agan las cosas». Durante el periodo de Primavera y Otofio, no hubo probablemente mejor consejero que Zichan. Posefa sutileza y flexibilidad y era un genio en adaptarse a la situacion existen- te «sin desviarse de su rumbo». Sin embargo, determinadas palabras, como «lealtad» y «escrupulosidad» no son adecua- das para describirlo. i ; En el siglo vi a.C. no hubo en Lu nadie que intentase pe cer lo que Zichan habia hecho por Zheng, y ningiin miembro de las familias hereditarias se preocupé lo suficiente por Lu como para invitar a un extranjero de talento—alguien con ha- 85 EL AUTENTICO CONFUCIO bilidad e instruccién—a que les ayudara a sacar a su pais del derrotero que Jo Ilevaba al desastre. Zigong, el discipulo de Confucio, interesado en clasificar a la gente, pregunt6 en cier- ta ocasién a éste qué tipo de hombres «consideraria lo bastan- te buenos como para estar en el gobierno». Zigong esperaba que, si se le proporcionaba un criterio, podria evaluar mejor a las personalidades politicas de Lu contempordneas suyas y co- tejarlas con quienes posefan los verdaderos requisitos. Confu- cio respondié que las personas apropiadas para estar en el go- bierno «son conscientes de su comportamiento, y cuando se les envia al extranjero no cubren de ignominia la misién que su soberano les ha encomendado». La conversacion continué de la siguiente manera: «¢Quiénes serian los mejores después de ellos?». «Quienes son buenos hijos en opinién de sus parientes y unos jovenes excelentes desde el punto de vista de sus vecinos y pai- sanos». «, y prometio vengarse. i a Aquel mismo afio, el 517 a.C., los Jisun y otra gran familia, los Hou, Ilegaron a las manos por una pelea de gallos. Los Ji- 87 EL AUTENTICO CONFUCIO sun «equiparon a sus aves con placas metélicas»; los Hou «les acoplaron garras de metal». Tras la victoria de los Hou, Ji- pingzi monté en célera y comenzé a construirse una casa en tierras que eran propiedad de aquéllos. Jipingzi se gané las iras de una tercera familia, los Zang, tras haber dado amparo a uno de sus miembros. Finalmente humillé a su propio soberano, el duque Zhao de Lu. Cierto dia en que se celebraba una cere- monia oficial para honrar al padre del duque, Jipingzi realizé un sacrificio similar por sus antepasados; y, como era més po- deroso que su sefior, «se congrego una multitud en casa de los Jisun para ejecutar la danza wan», mientras que en el patio del duque sdlo aparecieron dos bailarines. Asi pues, cuando el tio de Jipingzi propuso una insurreccién y dejé que su plan se fil- trara hasta el duque Zhao, éste se inclino por respaldarlo. EI duque Zhao pensé que podria sacar partido a la desin- tegraci6n de los Jisun para reafirmar su autoridad como go- bernante de Lu. Los Houy los Zang le dieron también su apo- yo. Sin embargo, Zijiazi, el consejero del duque, opinaba de manera distinta y dijo al duque Zhao que no confiaba en los hombres que se hallaban tras la conjura, pues todos ellos se sentian personalmente agraviados por el consejero principal Jipingzi. Zijiazi comenté: Estos hombres de miras estrechas conffan en tu suerte para vencer en este asalto. Si fracasas, sera tu reputacién la que sal- ga malparada. Por tanto, no lo hagas. La gente de Lu ha per- dido la confianza en sus gobernantes desde hace generaciones y no es seguro que las cosas cambien de repente a tu favor. EI duque Zhao de Lu no atendié al consejo de Zijiazi, lanz6 un ataque contra el palacio de Jipingzi utilizando tan sélo a sus oficiales militares y maté al hermano de Jipingzi que estaba de guardia en la puerta. Jipingzi subié a la terraza y suplicé al du- que Zhao que reconsiderara su actitud. Pidié a su soberano que «llevara a cabo una investigacién formal» de crimen antes 88 FAMILIAS Y POL{TICA de «mandar a hombres con escudos y lanzas para prenderlo», y que le permitiera esperar junto a un rio cercano los resulta- dos de la investigacion. El duque Zhao le denegé su demanda. Jipingzi intenté entonces convencerle con otra idea. En este segundo caso le propuso retenerlo preso en su localidad natal de Bi. E] gobernante volvidé a denegarselo. Tras una tercera peticién rechazada también por el duque Zhao para que se permitiera a Jipingzi salir libremente de Lu con un séquito de cinco carruajes cargados de hombres, el consejero Zijiazi ha- bl6é con el duque: «jOtérgale su deseo!», le dijo, y continué: Ha estado tomando decisiones politicas durante mucho tiem- po. Los pobres confian sobre todo en él para obtener sustento y sus seguidores son, por tanto, numerosos. No hay manera de saber si no se producir4n alborotos al caer la noche. No dejes, pues, que cunda el enfado de la multitud. Una vez que se haya acentuado, ird a mds si no haces nada por mitigarlo. Y al cre- cer la furia y el descontento, la gente abrigara necesariamente pensamientos sediciosos. Esos pensamientos hallarén simpatia y apoyo entre quienes buscan provocar disturbios. Y entonces lo lamentarés. De ese modo, Zijiazi imploraba a su soberano con la voz de un consejero sensible, como Ja del duque de Zhou antes de él y la de Confucio después de él, que tuviera en cuenta la situa- cién—la posibilidad de que se produjesen «alborotos al caer la noche—y llegara a un acuerdo mientras se hallaba en posicién ventajosa. El duque Zhao no le hizo caso una vez mas. Entre- tanto, algunos miembros de Ja familia Shusun observaban los acontecimientos desde la barrera. Tras haberlo discutido, Ile- garon a la conclusion de que la pervivencia de los Jisun les re- sultaria, probablemente, mas provechosa que su aniquilacién, al margen de cuales fueran sus sentimientos sobre Jipingzi. Estaban de acuerdo en que «sin los Jisun no existirfan los Shu- sun» y, por tanto, enviaron refuerzos a casa de Jipingzi para 89 EL AUTENTICO CONFUCIO «expulsar a la guardia personal» de su soberano. No costé mucho que los Mengsun unieran sus fuerzas a las de los Shu- sun y los Jisun y dejaran al duque Zhao solo en su esperanza de resarcimiento y restauracion. Una vez derrotados sus hom- bres, y cuando el duque se hallaba en una situacién sumamen- te desesperada, su consejero Zijiazi le indicé su Ultima salida: [Di a Jipingzi que] han sido otros quienes te han presionado a actuar de esa manera. Déjale salir del pais y cargar con las cul- pas. Ti, en cambio, deberias quedarte en Lu. Y Jipingzi segui- r sirviéndote. No tendré la osadia de no corregirse. Sin embargo, el duque Zhao «no pudo soportar la humilla- cién», marché al lugar donde se hallaban la tumbas de su fa- milia, «se despidié de sus antepasados» y cruzé la frontera del Estado de Qi. De ese modo, el soberano de Lu abandon6 su pais por motivos personales dejando al azar los espiritus de sus antepasados, y en un limbo a sus descendientes. Pero la histo- ria de este hombre no concluyé hasta siete afios después. Zijiazi siguié al duque Zhao al estado de Qi y continud siendo su protector. No se limit6 a salvaguardar a su soberano, sino también lo que quedaba del orgullo y soberania de Lu. Cuando el duque de Qi ofrecié al de Zhao mil aldeas que su- maban veinticinco mil hogares, Zijiazi pidid a su soberano que renunciara al obsequio diciéndole: El cielo no nos retribuye dos veces. Si desea ser generoso, no ira mis alla de lo que ya ha dado a los descendientes del duque de Zhou. ;Deberia bastarte con Lu! Si lo pierdes por haber acepta- do el papel de un stibdito poseedor de unos hogares que suman mil she, ¢quién intentard reinstaurarte como gobernante? Entretanto, otros seguidores del duque Zhao deseaban un pacto formal «para confirmar sus objetivos» y «separar a los culpables de los inocentes». También quisieron comprome- go FAMILIAS Y POL{TICA terse a «no tener nada que ver con quienes constitufan en ese momento el gobierno de Lu». Pidieron a Zijiazi que tomara partido, pero éste se negé diciendo: No soy una persona lista y no puedo compartir vuestras opi- niones. Creo que todos somos culpables de lo ocurrido [en los tiltimos meses]. Ademdés, me gustaria negociar con quienes controlan la situacién en la patria para poder sacar a nuestro soberano de su actual apuro. 7 En el gobierno de Lu, el cabeza de la familia Shusun tenia la misma idea. Se trataba de Zhaozi, la persona elogiada en cier- ta ocasién por Confucio por haber actuado de manera justa y correcta al negarse a poner en peligro el interés piblico por atender a sus obligaciones particulares. Al ver que Jipingzi ha- bia dado muestras de contricién, Zhaozi le insté a que invita- ra a su soberano a regresar y a que enmendase todos los erro- res, También se ofrecié a acudir ante el duque en nombre de Jipingzi para discutir las condiciones de su vuelta. Jipingzi ac- cedié al plan, pero en el momento preciso en que Zhaozi con- cluia las negociaciones, cambié de intencién. El invierno de aquel afio, el dia cuarto del décimo mes, Zhaozi «se aisl6 y se negé a comer y beber». «Rezé a sus antepasados pidiéndoles permiso para poner fin a su vida, y al undécimo dia murid». Al soberano de Lu no se le permitié regresar nunca; pasé sus tiltimos afios en una pequefia ciudad situada al otro lado de la frontera. Tampoco su consejero Zijiazi volvid a Lu. Muerto el duque, las familias hereditarias impusieron al hijo del duque como sucesor en el gobierno. Aunque pidieron a Zijiazi que retornara y trabajase con ellos, él se negé a responder y, en cambio, desaparecié y no se volvié a oir hablar de él en la his- toria de Lu. Consejeros como Zijiazi y Zhaozi vivieron, al parecer, en vano. Los hombres a quienes sirvieron no inspiraban respeto ni confianza. Sin embargo, su presencia era a menudo la causa or EL AUTENTICO CONFUCIO de que otros intentaran reformarse. Asi, cuando las palabras de un gobernante eran toscas y despreciables, cuando parecia que le gustaba el «cieno», en expresi6n de los autores del Zuo, y cuando su carécter carecia por completo de cualquier ten- dencia moral, la sola vision del soberano en compaiifa de uno o dos de aquellos valiosos consejeros podia infundir esperan- zas. Pero ese sentimiento era, por supuesto, poco sélido. Las personas auténticamente innobles lo seguirén siendo, segin observaba Confucio. Unas décadas antes de que el duque Zhao fuera obligado a salir de Lu, se produjo una situaci6n si- milar en el Estado de Wei.* Los viejos conocidos del soberano de Wei se dieron cuenta de que no habia experimentado nin- guin cambio tras «haber vivido doce duros aiios en el exilio»— «su semblante no reflejaba angustia> y «sus palabras no de- mostraban ninguna generosidad». Sin embargo, sus mejores consejeros permanecieron a su lado durante aiios y negocia- ron para él condiciones que el gobernante no fue capaz de sa- tisfacer. Al final, todos se marcharon a lugares lejanos y desa- parecieron sin dejar rastro. La respuesta de Confucio a la situaci6n de su época fue algo distinta. Tras haber salido de Lu en 497, siguié ofrecien- do sus servicios durante los siguientes catorce afios a personas cuya falta de nobleza conocia. Solia escuchar sus conversacio- nes, que a menudo eran puro cieno. Al final, regres6 a su pa- tria y ensefié lo que habia aprendido. Pero nunca dejé de cre- er en lo que podian lograr los buenos consejeros, aunque a otros pudiera parecerles que habian fracasado. * Wei se refiere aqui al Estado de Wei durante el periodo de Primave- ray Otofio, y se ha de distinguir del Estado de Wei del periodo posterior de los Reinos Combatientes. Algunos estudiosos occidentales han translitera- do a caracteres latinos el Wei del periodo de Primavera y Otofio escribién- dolo como Wey. 92 I LOS COMPANEROS Confucio no se encontré solo durante sus catorce afios de an- danzas. Le siguié un pufiado de estudiantes y admiradores. Estuvo bien que las cosas sucedieran de aquel modo, pues Confucio iba en busca de entenderse a si mismo y su auténti- ca vocaci6n, aunque, como ocurre con la mayoria de esta cla- se de buisquedas, no se lanzé a ella con un propésito conscien- te. Sin sus compafieros no habria sido, probablemente, tan agudo y hicido como iba a serlo en sus tiltimos afios. Sin ellos, podria haber muerto en el camino mucho antes de que su obra llegara a su conclusién. Cuando Confucio se puso en marcha, no escapaba de su pasado ni de nada concreto. No emprendié aquel cambio por necesidad. Tampoco se sintié motivado por una conversién espiritual. Su decisién fue, en conjunto, de carécter practico. Por poner un caso, no se comporté como su contemporéneo Fan Li, algo més joven que él, quien dedicé la mayor parte de su vida a la politica y, después de haber Ilegado a lo mas alto, dejé tras de si aquella vida y asumi6 una identidad nueva en otro lugar. Mas tarde, Fan Li prosperé en el comercio y se convirtié en uno de los hombres mis ricos de la historia del Periodo de Primavera y Otojio. Fan Li escapé porque le remordia la conciencia. Cuando se hallaba al servicio del soberano de Yue, se las ingenié para destruir a un consejero modélico de otro Estado rival sin mas Motivo que su propia conveniencia. Aquel consejero sufrié 93 EL AUTENTICO CONFUCIO una muerte horrible. El remordimiento, sin embargo, no pa- ralizé a Fan. Viajé al Este y, luego, al Noreste; aplicé su habi- lidad politica a los negocios, gané y gast6 millones y se sintié satisfecho llevando una vida de comerciante generoso. Los hombres como Fan Li no perdian el tiempo. No nece- sitaban compaiieros con quienes discutir las cosas ni interlo- cutores que les obligaran a pensar con mayor claridad. Eran personas animosas dotadas de una buena cabeza y, cuando se portaban mal, ocultaban su culpa bajo la alfombra y pasaban a otra fase de su vida. No buscaban conversar sobre cuestiones que propusieran su subjetividad particular como tema de re- flexién. Confucio era distinto. Consideraba un motivo digno de re- flexién y debate el acto mismo de entablar conversacién. «Hay algo descorazonador», decia, «en un grupo de hombres que pasan el dia juntos sin abordar en sus conversaciones el tema de la moralidad y deseando alardear tnicamente de su pequefio ingenio». A Confucio le encantaba charlar sobre la conducta 0 moralidad recta y virtuosa, pero se mostraba discreto al escoger interlocutor. Comentaba que «no hablar con una persona ca- paz de absorber lo que uno dice equivale a desperdiciarla. Y ha- blar con alguien incapaz de asimilar lo que decimos equivale a desperdiciar nuestras palabras». Disfrutaba conversando con los jévenes, pues los consideraba més répidos, mas audaces y mis originales y pensaba que, por comparacién con los hom- bres de su misma edad, tenfan sentimientos més generosos en todos los sentidos. La mayoria de sus compajieros de viaje eran unos treinta afios mds jovenes que él. Confucio pasé probablemente més tiempo hablando con Zaiwo y Zigong que con cualquier otra persona. A Zaiwo le gustaba discutir. Zigong era un conversador elocuente y ele- gante. Las Analectas los destacan individualmente como segui- dores de Confucio que «sobresalfan en la conversacién». Aun- que Confucio preferia la compafiia de Zigong, necesitaba también a Zaiwo, quien no siempre era agradable o facil de 94 LOS COMPANEROS convencer. En las Analectas, las referencias a Zaiwo son esca- sas, pero nos ofrecen unas impresiones nitidas sobre su carac- ter. Duerme y habla demasiado, le gusta reflexionar por su propia cuenta sobre un problema, y es inteligente y perspicaz. Confucio se sentia irritado e inquieto con Zaiwo—e refifa y se preocupaba por él como un padre—, pues tenia malos habitos y era descuidado con las palabras. En una escenga aparece dur- miendo a plena luz del dfa. Tras enterarse de ello, Confucio arremete contra él: «;No se puede tallar una madera podrida ni revocar una pared de barro y estiércol! :De qué sirve re- prender a Zaiwo?». En otra escena, el duque Ai de Lu pregunta a Zaiwo por el material que deberfa emplear para construir un altar al dios de la Tierra. Zaiwo le responde: «Los soberanos de la dinastia Xia usaban pino; los de la dinastia Shang, cedro; los soberanos de Zhou, usaron castafio (/i), pues decfan que hacia temblar (/’) a la gente». La conversacién tuvo lugar cuando Confucio no habia vuelto todavia a Lu. Mas tarde, al ofr hablar de ella, co- menté: «No es posible modificar con una explicacién lo que ya se ha hecho ni intentar recuperar lo que ha desaparecido. Y nadie censura lo que ya ha pasado». Como ocurre con varios comentarios de Confucio recogidos en las Analectas, éste no parece guardar relacidn directa con el asunto debatido. La ma- yoria de los estudiosos del pasado intentaron restar importan- cia al problema explicando que Confucio decfa simplemente a Zaiwo que no inventara «teorias disparatadas» sobre los moti- vos por los que los gobernantes de Zhou habfan usado castaiio Para construir sus altares. Segtin Liu Baonan, estudioso del siglo x1x, la respuesta de Confucio a Zaiwo era mucho mas compleja de lo que parecia. Basdndose en la historia de aquel periodo, creia que el duque Ai, hijo del duque Ding de Lu, buscaba que Zaiwo le aconse- jara no sdlo sobre la construccién de un altar reducido a ceni- zas hacia poco, sino también sobre la manera de manejar a las ‘Tres Familias, y que la respuesta de Zaiwo: «Los soberanos de 95 EL AUTENTICO CONFUCIO Zhou usaron castafio (/), pues decfan que hacia temblar (/i) a la gente», era un mensaje en clave que instaba al duque Ai a actuar con determinacién. El duque Ai y Zaiwo tenfan que «hablar en un lenguaje criptico», afirmé ese estudioso, pues estaban tramando el derrocamiento de las Tres Familias. Con- fucio, no obstante, conocia aquellos planes 0 se dio cuenta de lo que se ocultaba tras el pretexto de aquel debate. Les dijo que no era posible «recuperar lo que habia desaparecido», re- firiéndose al poder que los gobernantes de Lu habjan poseido en otros tiempos; y que no se debia «censurar lo que ya ha pa- sado», aludiendo a las acciones y a los hechos de épocas ante- riores que habian conducido a la casa ducal a su mala situaci6n. en el presente. Si este estudioso esta en lo cierto, es probable que Confu- cio hubiese impedido a aquellos dos hombres llevar adelante su conjura, pero eso no puso fin al intenso odio y desconfian- za que se tenian mutuamente el duque Ai y las Tres Familias. ‘Tampoco disuadié a ninguno de los dos bandos de buscar los medios para eliminar al otro. Segtin el Comentario de Zuo, en el afio 468, una década después de la muerte de Confucio, el du- que Ai apelé a todos los sefiores feudales a quienes pudo acce- der para que le ayudaran a destruir a las Tres Familias. Afirmé que las familias intentaban asesinarlo. Su peticién se quedé en nada y tuvo que huir a un Estado meridional. Los documentos no mencionan siquiera cudndo o dénde murid. Seguin la lectura de Liu, Confucio previ la posibilidad de que se produjeran estos hechos, aunque no vivi6 para verlos. También se mostré perspicaz respecto al duque Ai y a Zaiwo. E] duque Ai «era incompetente, por lo que no deberia haber acometido mas de lo que podia manejar». Zaiwo tenia dema- siada perspicacia, lo cual no le favorecfa, pero no era simplista ni astuto y, en contra de lo que han supuesto otros estudiosos, no solfa presumir de saber algo que ignoraba. Era muy inteli- gente, pero no suficientemente juicioso. Podia ser brillante discutiendo, pero, al final, irritaba a su oponente y cansaba a 96 LOS COMPANEROS quienes le escuchaban porque carecia de tacto 0, quiza, de sen- sibilidad. Un ejemplo de ello es una conversacién que mantu- vo con Confucio sobre los ritos de duelo. Zaiwo sostenia que observar tres afios de luto tras la muer- te de un padre era un plazo demasiado largo, pues significaba tener que dejar de lado muchas otras cosas. «Si un caballero descuida durante tres afios los ritos [ajenos al duelo], estos ritos se hundiran en la ruina. [De la misma manera], sino practica la misica durante tres afios, la misica se ird a pique>. Segiin Zai- wo, de la misma manera que la naturaleza se renueva cada afio, asi también quienes guardan luto deberian reanudar al cabo de un afio sus trabajos y sus juegos y el resto de sus actividades ri- tuales. «Un aio entero es mds que suficiente», decfa: «¢Y serfas capaz de comer arroz y vestirte de brocado y estar en paz contigo mismo?», le pregunté Confucio. «Si, lo seria». «En ese caso, hazlo de todas formas. Pero un caballero de luto no disfruta con la comida sabrosa, no encuentra placer en la miisica y no descansa ni en su propio hogar. Por tanto, no come arroz ni viste de brocado. Pero, si ti no tienes problema en hacerlo, jadelante!». Las Analectas nos cuentan que, en ese momento, Zaiwo aban- doné la habitacion y Confucio se volvié a los demas para de- cirles: «;Qué insensible es Zaiwo! Un hijo no deja los brazos de sus padres hasta haber cumplido los tres aiios. Todo el mundo observa tres afios de luto. ¢No recibié también Zaiwo tres afios de amor y afecto de sus padres?». Es raro que las Analectas registren lo sucedido tras haber concluido una conversacién. Y todavia es més rara la escena descrita anteriormente, en la cual se permite al lector oir las palabras de Confucio en ausencia de Zaiwo, su principal inter- locutor. Este dato incrementa la tensi6n, visible ya mientras Zaiwo se hallaba presente; nadie pudo dejar de darse cuenta de 97 | | EL AUTENTICO CONFUCIO que la conversaci6n giraba en torno a las palabras «comodi- dad» (an) e incomodidad (bu’an), utilizadas para hablar de si alguien podia o no sentirse cémodo al hacer tal o cual cosa du- rante un periodo de luto. Es imposible adivinar por qué esa conversacion ha llegado hasta nosotros bajo esa forma. Pero el hecho de que se nos haya transmitido nos muestra que la rela- cién de Confucio con Zaiwo era tensa—que Zaiwo era una persona despiadada y podfa provocar con facilidad el enfado o la irritacién de su maestro. Zaiwo podia hacer que Confucio pareciera tener mal ge- nio, pero también podfa impulsarlo hacia otros rumbos ines- perados. Esta faceta de su relacién se ilustra en otra conversa- cién recogida en las Analectas: Zaiwo pregunt6: «Si se dice a un ser auténticamente humano, aun renren, que alguien ha caido en un pozo y no puede salir, ¢bajaria él mismo para ver que podfa hacer [sin preocuparse por su seguridad personal]?>. E] Maestro dijo: «:Por qué iba a hacerlo? Un caballero, un junzi, podra ir a echar una ojeada, pero no se lanzaré a una trampa. Podran engafiarlo, pero no entramparlo». Podemos decir que al formular la pregunta tal como lo hizo, Zaiwo estaba tendiendo a su vez una trampa a su maestro. En las ensefianzas de Confucio, el renren, la persona profunda- mente humana y de cardcter sumamente noble, constituye un excelente ejemplo de calidad moral. Zaiwo debia de saberlo muy bien, y ésa fue la raz6n de que comenzara aludiendo a esa clase de hombres y preguntara a Confucio si una persona asi descenderia a un pozo por haber ofdo que alguien se hallaba en él «sin poder salir». El renren no es de ingenio torpe. No acude a hacer compa- fifa al hombre del pozo para ofrecerle su solidaridad. El dis- tintivo de su cardcter deriva de su constancia para ser capaz de «establecer una analogfa a partir de lo que tiene a mano» 98 LOS COMPANEROS —para ser capaz de sentir la angustia y el miedo, el dolor y el placer de otra persona partiendo de su propio conocimiento de esas cosas. Mucha gente posee esa misma capacidad, pero acta a impulsos y por arranques. Zaiwo debié de haber aprendido también esto de su maestro, por lo que consideraba razonable dar por supuesto que un renren bajaria al pozo antes de intentar encontrar la manera de sacar de alli al hombre que habia caido en él, y que lo haria sin pensar, Creo que Zaiwo no se estaba burlando de Confucio. O bien temia por la seguridad del renren, pues un hombre de sus caracteristicas se expondria a ser engafiado; o bien pensaba que Confucio ponia muy alto el liston—en realidad, tan alto que era imposible imaginar a un renren que viviera en un mun- do de personas reales. En su respuesta, Confucio no quiso ha- blar de los renren, como si se diera cuenta de que Zaiwo le es- taba condicionando, sino que dijo que un juz, un caballero, un hombre decente y respetable, «irfa a echar una ojeada>, pero que no caeria en una trampa. Un caballero puede ser en- gafiado, como cualquier ser humano, o quiza mas, al tener ma- yor sensibilidad para los sentimientos humanos, y es menos probable que sospeche de algo que parezca razonable. Sin em- bargo, nadie puede «entramparlo». Confucio pensaba, probablemente, en consejeros como Zijiazi. Muchos intentaron engafiar a aquel hombre—sobre todo su propio soberano, el duque Zhao—; sin embargo, cuando el duque de Qi ofrecié al duque Zhao una parte de su reino, Zijiazi vio una trampa en el obsequio y aconsejé a su se- fior que lo rechazara. Confucio podria haber estado hablando también de si mismo. En dos ocasiones, los mayordomos prin- cipales de dos familias hereditarias distintas lo mandaron Ila- mar cuando planeaban una insurreccién. Confucio quiso ir a echar una ojeada. Su discipulo Zilu intent6 detenerlo. Zilu se sentia preocupado, no porque aquellos lugares pudieran ser una guarida de leon, sino pensando en que Confucio tal vez saliese de ellos tan deshonrado como los hombres en cuya 99 EL AUTENTICO CONFUCIO compaififa habia estado. Confucio le tranquilizé diciéndole: «Blanco es, desde luego, lo que puede resistir un tinte negro». Esto podria ser otra manera de decir que a él, Confucio, po- dian engafiarlo haciéndole creer que los mencionados mayor- domos iban a confiarle la reorganizacion y reforma de sus ha- ciendas, pero nadie le embaucaria haciéndole pensar que la conducta de un estafador era un comportamiento recto. No nos consta cual fue la respuesta de Zaiwo. Pero no po- demos imaginar que deseara volver al tema del renren. Habia utilizado aquella idea a modo de sefiuelo para hacer hablar a su maestro de cosas mas tangibles—de lo que harfa no un hom- bre perfecto sino un caballero en la situacién descrita por él. Zaiwo consiguié lo que habia pretendido; :por qué iba a que- rer, pues, aferrarse a su presa? Zigong era otro discipulo diestro en llevar a Confucio a su terreno. Como sintonizaba mas que Zaiwo con el tempera- mento y estilo de instruccién de su maestro, sentimos que su conversacién agradaba mas a Confucio. Las Analectas dicen: «Zigong era afable» cuando «cuidaba de su maestro», lo que no significa, sin embargo, que fuera sumiso o décil. Los dos disfrutaban estando juntos y compartiendo ideas acerca de muchas cosas, como poesia y politica, historia y practicas ri- tuales, y también acerca de otros discipulos y de si mismos. Confucio podfa ser tremendamente honrado con Zigong, y éste solia escucharle y, a continuacién, responder siempre a lo que Confucio habia dicho, y no a lo que sus palabras podrian haber dado a entender. No iba a la caza de juicios ocultos y no se ponia a la defensiva. Esa era la razon de que pudieran con- versar tan bien. La expresién més fuerte usada por Confucio para describir a Zigong, que podria sonar como un reproche, es la palabra gi. Qi es un término que designa un recipiente, un utensilio, un objeto que sirve para un fin. Segiin las Analectas, la primera persona que pregunté a Confucio: «;Qué piensas de mi?», fue Zigong. 100 LOS COMPANEROS «Que eres un recipiente [¢/]», dijo Confucio. «Qué clase de recipiente?». «Un bu 0 un Jian, una vasija que contiene ofrendas de sorgo y mijo en el templo de los ancestros». Algunos estudiosos han interpretado la segunda pregunta de Zigong como un signo de desasosiego. Segin ellos, Zigong deseaba saber si aquélla era realmente la gpinién que Confu- cio tenia de él y si éste podia aclararle lo que queria decir, pues, en otra ocasi6n, Confucio habia dicho también: «Un ca- ballero no es un recipiente, no es un gi»—es decir, que un ca- ballero podia abordar diferentes tipos de problemas y amol- darse a numerosas situaciones, por lo que no es un objeto de uso especifico. Segiin los mencionados estudiosos, cuando Confucio se dio cuenta de que su comentario podia haber he- rido a Zigong, intenté atemperar el efecto y lo definié como una vasija sagrada que contenfa las ofrendas de grano de un templo. Esta clase de interpretaciones subestiman a Zigong y a Confucio y simplifican la naturaleza de su relacién. Creo que Zigong era consciente de su rapidez para adqui- rir destrezas y maestria. También sabia que, en definitiva, esa fuerza podia impedirle llegar més alto al hacerle sentirse satis- fecho siendo el mejor en una o en varias profesiones impi- diéndole asi realizar progresos mayores. Las Analectas nos cuentan que era bueno en varios terrenos, como hablar, eva- luar a las personas y hacer dinero. Esto significa que, de haber estado al servicio del gobierno, podria haber sido un espléndi- do diplomatico, un buscador de nuevos talentos o un astuto gestor econémico. (Es posible que cuando lo comparé con un objeto del templo oficial, Confucio le estuviera diciendo que tenia en alta consideraci6n su talento administrativo). En cier- ta ocasién, un consejero de Wei, su Estado de origen, dijo a Zigong: «Lo que importa en un caballero es la materia de la que esté hecho (zhi); por tanto, ¢para qué va a necesitar esfor- zarse en adquirir refinamiento (wen)?». Al darse cuenta de que 10r EL AUTENTICO CONFUCIO aquella observacién era un comentario sarcdstico, Zigong le replicé con brusquedad: «Siento oir que hables asi de un ca- ballero. La lengua puede ser mas rapida que un tiro de caba- los». Y luego afiadié: «La materia de la que uno esta hecho no es diferente del refinamiento; el refinamiento no es diferente de esa materia. Si se le quita el pelo a la piel de un tigre o un leopardo, no se diferenciaré de la de un perro o una oveja». Si Zigong estaba convencido de que «la materia» de un ca- ballero no era «diferente del refinamiento», es posible que es- tuviese defendiendo su reputacién personal—dando a enten- der que aunque fuese un hombre de muchas destrezas, todo cuanto aprendiera influirfa también en su conducta y sus deli- beraciones. Confucio parece apoyar la opinién de Zigong acerca de si mismo en una declaracin en la que comparaba a este discipulo con otro, Yan Hui, de quien pensaba que se ha- llaba lo més cerca posible de la perfeccién. Segan Confucio, Hui esta casi alli, pero vive en la pobreza. Si [Zigong] no acep- ta su suerte. Es bueno haciendo dinero, y [por ese motivo] tiende a valorar las situaciones y sopesar los aspectos favora- bles y los desfavorables; y a menudo acierta en sus conjeturas. Zigong no se conformaba con sus circunstancias personales. Para modificarlas, habia aprendido a hacer dinero, y de ese modo se habia convertido en una persona astuta y observado- ra, lo cual configuraba a su vez su pensamiento y sus actos, su juicio y sus predicciones. Asf, «la materia» de la que estaba he- cho no diferia de su «refinamiento». :Prefiri Confucio a Yan Hui mis que a Zigong? Si; lo sabemos por otros datos. Pero aqui se limita a decir que Yan Hui es Yan Hui; y Zigong, Zi- gong—el primero habia llegado casi a hacer realidad sus posi- bilidades morales, pero «era a menudo pobre»; mientras que el otro no se sometia a su situacién y, por tanto, habia adquiri- do muchas destrezas y una mente analitica. Confucio aprecia- ba a ambos. 102 LOS COMPANEROS Otro dia, Confucio pregunté a Zigong: «¢Quién es mejor, ti o [Yan] Hui?». : «;Cémo me atreveria a compararme con Hui? Al aprender una cosa, entiende diez. En mi caso, tras haber aprendido una cosa, sdlo entiendo dos». «No eres tan bueno como él. Ni ti ni yo somos tan buenos como él». 7 Es posible que Confucio considerara a Yan Hui um hombre me- jor; mejor que cualquier otra persona conocida por a, y mejor que él mismo. Pero apreciaba a Zigong porque mantenia sus po- siciones. Planted a Zigong mas preguntas que a cualquier otro, como si buscara un punto de vista diferente 0 previese una sor- presa. Con Zigong podia esperar también que sus tiras y aflojas adquirieran vida propia. En cierta ocasion, Zigong preguntd: «gQué piensas de la expresién: “Pobre, pero no servil; rico, pero no arrogante”?». : : Confucio respondié: «No esté mal, pero adn es mejor a otra: “Pobre, pero alegre; rico, pero amante de los ritos”>. Zigong continué: «El Libro de las odas dice: “Como un hueso limado; como un colmillo afilado, / como un jade tallado, como una piedra pulida”. 2Es eso lo que quieres decir?». Confucio dijo: «Sf [Zigong], s6lo contigo puedo hablar de las Odas. En cuanto te digo algo, eres capaz de ver su importancia para lo que no se ha dicho». La conversacién comienza con un tema y concluye con otro. Confucio aporta el impulso inicial haciendo que la declaracién original de Zigong se vuelva mis afilada y sutil. Esto induce a Zigong a declamar unos versos de un poema que, segun Con- fucio, capta el espiritu del momento y es el meollo del asunto. Y elogia a Zigong por haber llegado por si solo a ese punto. Por tanto, no exagera cuando dice: «Si [Zigong], sdlo contigo puedo hablar de las Odas». 103 EL AUTENTICO CONFUCIO Entonces, ¢qué ocurria con Yan Hui? ;Por qué Confucio no podia hablar con él sobre las Odas? Yan Hui posefa una sen- sibilidad ms sutil que la de Zigong y, caso por caso, era supe- rior a él. Sin embargo, Confucio sentia una mayor afinidad con Zigong y, por tanto, cuando le dijo: «Ni ta ni yo somos tan buenos como [Yan Hui]», no lo dijo por pura modestia. Habja comprobado que él y Zigong eran almas gemelas. Am- bos tenfan que adquirir destrezas para salir adelante, e ins- truirse para refinar su material congénito; ambos tendian a cuestionarse a si y a los demés respecto a lo que sabian y lo que no sabian; ambos eran inquietos y, por tanto, no les resultaba facil hallar la paz. Yan Hui era diferente de ellos. En un primer momento, Confucio sospeché de la afabili- dad y la calma de Yan Hui y de su aparente falta de interés in- telectual por disentir. Decia de él: «Hui no resulta de ninguna ayuda. Le gusta todo cuanto digo». Y: «Supongo que si hay al- guien capaz de escucharme con una atencién sin desmayo, es Hui». Cuando esas dudas le Ilevaron a preguntar si Yan Hui no era, tal vez, «esttipido», se fijé en lo que hacia «en privado» y descubrié que aquel discipulo era capaz de «poner en prac- tica» lo que habia aprendido—que «no era, en absoluto, un estiipido». Yan Hui constituia una anomalfa entre los discfpulos de Confucio. Le agradaba todo cuanto decia su maestro, pero también se contentaba con «vivir en un barrio miserable con un taz6n de mijo y un cazo de agua». A diferencia de Zigong 0, puestos a ello, de la mayoria de la gente, se sentia satisfecho con cualquier circunstancia de la vida. La pobreza no le con- trariaba, pues no podja apartar su mente de las cosas que con- sideraba de mayor importancia. Pienso que lo que dijo en cier- ta ocasién el filésofo Mencio acerca del antiguo gobernante Shun vale también para Yan Hui: Cuando Shun habitaba en lo més recéndito de las montafias, vivia entre drboles y pefiascos y tenia por compafieros a cier- 104 LOS COMPANEROS vos y cerdos. Entonces, la diferencia entre él y los montafieses sin cultura era escasa. Pero cuando escuché una sola palabra buena, cuando fue testigo tan sélo de una buena accién, fue como el agua que abre una grieta en los diques del Yangtse o del rio Amarillo. Nada pudo ofrecerle resistencia. Yan Hui habja nacido con unas tendencias similares y con idéntica compulsién para encaminarse hacia el bien. Confucio lo describié como alguien que «no abandona su benevolencia durante tres meses seguidos», mientras que «otros son bene- volentes por impulsos y arranques». Yan Hui podia conservar su benevolencia porque nada era capaz de apartarlo de ella. Otros la practicaban de forma esporddica porque considera- ban agotador el esfuerzo que requeria. De todos los discipulos de Confucio, Yan Hui era también el mas vido de aprendizaje y el més constante, pues le impul- saban el mismo amor por el bien y el mismo sentimiento de inevitabilidad que a su maestro. El mismo hablaba con el mé- ximo convencimiento sobre este asunto—sobre su apremio y su deseo de aprender. Segtin cuentan las Analectas: ‘Tras emitir un suspiro, Yan Hui dijo: «Cuanto més levanto la vista hacia la instruccién, mas elevada me parece. Cuando més penetro en ella, mas dura me resulta. La veo ante mi. ¥, de pronto, se halla a mis espaldas. Pero mi maestro sabe cémo convencerme para que avance, y lo hace paso a paso. Me ex- pansiona con literatura y cultura y me empuja hacia ella con los ritos. Aunque quisiera abandonarla, no me seria posible; pero, tras haber hecho cuanto he podido, me sigue pareciendo lejana, por encima de mi. No sé por dénde empezar, por mu- cho que lo desee». Yan Hui habia emprendido una biisqueda Ievando a su maes- tro junto a él o un poco por delante. Le escuchaba «con una atencién incansable» y «sin disentir nunca». Su propio maes- tro dud6 de la capacidad de Yan Hui, hasta que observé el 105 \ EL AUTENTICO CONFUCIO apremio con que éste se aplicaba a poner en prictica lo apren- dido. Segiin constataria Confucio finalmente, lo que permitia a Yan Hui pasar de una cosa a diez era la mayor elevacién de su mirada y su superior penetraci6n, unidas a la frustracién de tener que acometer la tarea con sus propias fuerzas y a su de- seo de no rendirse. Sin embargo, a pesar de su empuje y sus dotes de agudeza y comprensién, Yan Hui necesitaba ser ins- truido por alguien que supiera espolearlo y refrenarlo—y lo que le hacia falta no eran sélo las «buenas palabras» de esa persona, sino también su presencia en el largo viaje que trans- curria a menudo en soledad. Cuentan que cuando, en un lugar llamado Kuang, Confu- cio estuvo en peligro de ser asesinado por una multitud hostil que le confundié con Yang Hu, un personaje nada popular, Yan Hui no se encontraba a su lado; se «habia quedado atras». Cuando por fin logré alcanzarlo, fue Confucio quien expresé alivio al ver que Yan Hui no habfa sufrido ningiin contratiem- po. Confucio le dijo: «Pensaba que habias muerto». A lo que Yan Hui respondié: «Cémo iba a atreverme a morir mientras ti estés vivo?». Yan Hui fallecié antes que Confucio, quien, al ofr la noti- cia, se afligié tanto que hasta sus propios seguidores se sintie- ron preocupados, pues parecia haber perdido toda conten- ci6n—cualquier sentido de la proporcién—en su dolor por Yan Hui. Cuando le contaron que su comportamiento habia sido aquél, Confucio respondié. <¢Por quién iba a mostrar tanta pena sino por Hui?». Afios mds tarde, Confucio diria a los demas que tras la desaparicion de Yan Hui no hubo nadie que pudiese ocupar su lugar—nadie que tuviera su tempera- mento y amara el aprendizaje tanto como él—: «Yan Hui no traslad6 nunca su enojo a los demas y nunca incurrié dos veces en el mismo error». Confucio crefa también que sus discipu- los se mostraban més cercanos a él en vida de Yan Hui, dando a entender con ello que o bien los demas gravitaban hacia él porque les encantaba Yan Hui, o que él mismo se encontraba 106 LOS COMPANEROS més tranquilo, mds amable y mas agradable al tener a ‘Yan Hui asu lado. Es posible que Yan Hui ganara en estatura gracias al recuerdo. Se convirtié en la tinica persona que, segtin Confu- cio, podria haber hecho realidad las capacidades morales que se hallan al alcance de un ser humano. Pero éste es el tipo de hipétesis bienintencionada que solemos formular sobre quie- nes mueren antes de tiempo. i Confucio vivid con aquel pesar hasta su propia muerte. Sin embargo, fue mejor que Yan Hui se marchara antes que a. Lo que dijo a su maestro tras la crisis de Kuang—«;Cémo iba a atreverme a morir mientras ti estés vivo?»—parece dar a en- tender que Confucio lo necesitaba mas que él a Confacio. éEra esto verdad? El critico mas agudo de Confucio, y tam- bién el mds clemente con él—un pensador del siglo 1v ac. lla- mado Zhuangzi—, reflexioné mucho sobre esta cuestién. La relacion entre aquellos dos hombres proyectada por Zhuang- zi en sus escritos combina una lectura comprensiva de lo que sabia acerca de ellos con sus propias reflexiones en torno a la manera de reconciliar la naturaleza transitoria de la condici6n humana y nuestra obstinada resistencia a desprendernos de los viejos afectos. En una de las escenas esbozadas por Zhuangzi, Yan Hui dice a Confucio: Cuando caminas, camino. Cuando trotas, troto. Cuando galo- pas, galopo. Pero cuando te lanzas a una especie de carrera que no deja ni siquiera un rastro de polvo, todo cuanto puedo ha- cer es buscarte con la mirada desde el espacio que has dejado vacio. Zhuangzi hace hablar aqui a Yan Hui metaforicamente sobre lo que Confucio y él comparten y no comparten en el curso de la vida. Yan Hui dice que es capaz de «hablar», de «establecer distinciones» e, incluso, de «discutir el Tao, la via moral», igual que su maestro, pero que slo puede «buscarlo» maravi- Ilado «con Ja mirada» cuando ve que es capaz de «inspirar 107 EL AUTENTICO CONFUCIO confianza sin pronunciar palabra», de «abrazar a todos sin parcialidad» y de «atraer hacia sf a los demas sin la paraferna- lia de un rango elevado». En su respuesta, Confucio elude la cuestién que Yan Hui acaba de plantear y se centra, en cambio, en la tristeza que ha percibido en la voz de Yan Hui cuando hablaba de su distanciamiento. El distanciamiento lleva a la separacion y al dolor de ver cémo lo que nos es familiar se ale- jay desaparece—esto es lo que, segtin imagina, esta diciendo Yan Hui. Pero Confucio no explica ni llega siquiera a mencio- nar la preocupacién de Yan Hui por las disparidades existentes entre ellos, y dice a su discipulo: He recorrido la vida marchando del brazo contigo. Ahora que me has perdido de vista, ¢c6mo no ibas a desesperar? Sin em- bargo, es probable que sdlo hayas visto de mi lo que es visible. Pero lo visible ya se ha ido. Para ti, buscarlo como si todavia existiera es como buscar un caballo una vez acabada Ja feria. Al pensar en ti, te he olvidado por completo. Al pensar en mi, me has olvidado por completo. Aun asf, zpor qué deberfas afligir- te? Aunque hayas olvidado mi viejo yo, hay algo de mi que nunca olvidards. La conversacién sélo existié, probablemente, en la cabeza de Zhuangzi, pero es un ejemplo asombroso de cémo el arte imi- ta la vida. Una vez que Confucio hubo asimilado el golpe de la muer- te de Yan Hui, parecié razonable y calmado. El padre de Yan Hui pidio a Confucio que vendiera su carroza para poder comprar un atatid externo. Confucio se nego. Pero, a pesar de las objeciones del maestro, sus discipulos dieron a Yan Hui un enterramiento fastuoso. Confucio se sintié decepcionado. Con- sideraba impropios un atatid externo y un funeral costoso, pues Yan Hui provenia de una familia pobre. Ademis, esa cla- se de exhibiciones no guardaba relacion con lo indiscernible— con lo que no caerfa en el olvido. 108 LOS COMPANEROS Cuando el propio Confucio enfermé de gravedad y pare- cid, por un momento, que no saldria adelante, Zilu dijo a los discipulos que se hallaban presentes que actuaran como admi- nistradores de su maestro. Confucio no tenia entonces un car- go piblico, y a Zilu le preocupaba que pudiera fallecer como un estudioso sin empleo y ser enterradt como tal, sin las for- malidades que acompafiaban a la muerte de un ministro. Confucio habia alcanzado este rango bajo el duque Ding, pero al dejar su empleo se desprendié también de todos los privilegios ajenos al puesto. Un antiguo ministro no era lo mismo que un ministro en funciones, y no habia que conside- rarlo como tal. Asi lo prescribfan las normas rituales de los Zhou. Y mientras la persona en cuestién no fuera nombrada para otro cargo de categoria ministerial seguia siendo un shi, un caballero o hidalgo corriente, ademas de un hombre sus- ceptible de ser empleado por su erudici6n. Al carecer de em- pleo, un caballero corriente no estaba facultado para tener ad- ministradores. Pocos dias después, el estado de Confucio mejor6, y el maes- tro reconvino a Zilu por «haber recurrido a argucias demasia- do tiempo», y dijo: Al aparentar que tenia administradores, cuando no los tengo, ga quién estabas tratando de engafiar? Al cielo? Ademés, zno preferirfa acaso morir en los brazos de unos pocos buenos amigos que en los de unos administradores? Y aunque no hu- biese podido ser enterrado como un ministro, eso no signifi- carfa que hubiese muerto al borde de un camino. Las fuentes antiguas hacen hincapié en que Zilu era un yeren, «un hombre de campo», y no un guoren, «un hombre de ciu- dad». Ambas categorias, yeren y guoren, habian sido instituidas mucho antes, en los primeros afios de la conquista de los Zhou. Quienes habian marchado al este con sus sefiores vasa- llos para instalarse en los nuevos territorios recibfan el califi- 109 EL AUTENTICO CONFUCIO cativo de guoren, «gente de ciudad», o «gente del Estado». Residian en localidades fortificadas, cumplian sus deberes mi- litares y civiles, tenfan cierto peso en las decisiones politicas y eran miembros del Estado. Quienes se hallaban ya en los te- tritorios en e] momento de la llegada de los colonos se Ilama- ron yeren, «gente del campo». Vivian en la zona rural circun- dante. Los Estados guarnicionados a los que quedaron adscritos podian exigir de ellos algun tipo de servicio militar, pero no les concedian la condicién de miembros. Los yeren, por tanto, no ejercian ninguna influencia politica; pero, al mismo tiempo, se les dejaba llevar el tipo de vida que siempre habjan conocido. Las cosas cambiaron al aumentar la presién para obtener recursos militares y econdémicos. A mediados del periodo de Primavera y Otofio, alrededor de un siglo antes del nacimien- to de Confucio, algunos grandes Estados feudales comenza- ron a integrar a la gente del campo en su estructura politica. Ciertas distinciones entre los yeren y los guoren acabaron por desvanecerse; otras, en cambio, perduraron. Zilu, por ejem- plo, era probablemente miembro de pleno derecho del Estado de Lu—ejercié una influencia considerable mientras fue ad- ministrador de la familia Jisun—, pero siguié siendo un nati- Vo, opuesto, en cuanto tal, a las sutilezas de los colonos e in- cluso a su refinamiento. El antiguo historiador Sima Qian nos cuenta que cuando Zilu conocié a Confucio Ilevaba un atuen- do ofensivo—un «gorro con cresta» y un «cinturén de piel de jabali»—y se mostr6 «grosero con Confucio». Seguin este re- lato, fue Confucio «el primero en intentar influir en Zilu me- diante la practica de los ritos»; y cuando Zilu estuvo dispuesto a aceptar sus ensefianzas, otros discipulos «tuvieron que inter- ceder por él para que fuera admitido en su grupo». Una vez admitido, Zilu, que era s6lo nueve afios més joven que Confu- cio, se convirtié en su asistente y se nombro a si mismo su guardién. Las fuentes tempranas recalcan también que Zilu era de Bian, un distrito de Lu con fama de haber sido la cuna del 110 LOS COMPANEROS hombre mis valiente de la historia del periodo de Primavera y Otojio. Se contaba de él que se habia enfrentado solo a dos ti- gres, atacando y matando a los dos. La gente le tenia tanto miedo que los soldados de un ejército enemigo no se a ron a atravesar Bian en cierta ocasién en que fueron enviados xpedicién contra Lu. ‘ a i Seale que la valentia fuera endémica en Bian, pi fuesen muchos los hombres de Bian que se sentian obliga | a hacer honor a la fama conseguida por su héroe para su lugar de nacimiento, pues también Zilu acabé siendo conocido entre discipulos de Confucio como un amante del valor y = la persona més capaz de participar en actos de bravura. También fue él el hombre ante quien Confucio puso de relieve que no bastaba con ser «leal», «franco», «valiente> e «indomefiable». Aunque una persona posea esos atributos, que pueden eae honorables y valiosos, si no ama Ja instruccion, dice Confucio, comenzaré a tener problemas: mantendré su palabra «por ra- zones equivocadas», o sera tan sincero que «se convertira en una amenaza», tan valiente que «. Luego, como no sabia cudndo debja callar, Zilu insis : «¢Puedo pregun- tarte, entonces, acerca de la muerte?». «Ni siquiera eres ae de entender la vida, ¢c6mo podrias entender la muerte?», le respondié Confucio en tono brusco. a : Otros discipulos comenzaron a tratar a Zilu de aque modo, debido, tal vez, a la existencia de demasiadas escenas en que Confucio podia parecer despectivo o cortante cuando ha- blaba con él. Las Analectas identifican la ocasién precisa cS que se produjo esa situacién. Cierto dia, Confucio dijo: «;Qué hace el latid de Zilu en mi cuarto?». Quienes le oyeron, en- tendieron sus palabras en el sentido de que Zilu no era lo bas- tante bueno como para apreciar sus ensefianzas mas ane y sus pensamientos més grandiosos, por lo que no habia lugar para él en su habitaci6n interior. A continuacién comenzaron arehuir a Zilu. Cuando Confucio se dio cuenta, les corrigié su conducta diciendo: «Es posible que Zilu no haya entrado en la habitacién, pero ha subido a la sala». i a Zilu no posefa la agilidad intelectual de Zigong niel er te—y hasta inquebrantable—deseo de Yan Hui de conocer e bien, pero era una de esas raras personas que «no se amie avergonzadas por hallarse cerca de un hombre que i. = de zorro o tején mientras é] iba ataviado con una toga he girones y acolchada con seda vieja». Ademiés, era tan digno le confianza que, ante un tribunal, le bastaria «pronunciar bed pocas palabras para poner fin a una disputa legal». = em par go, Zilu nunca pudo llegar a ser algo mas que un : . sist sd dor de primera clase. No tenia codicia ni malignidad; era g' 113 EL AUTENTICO CONFUCIO neroso y valiente y nunca traicionaria a quienes amaba 0 a cualquiera con quien se sintiese ligado por un sentimiento de deber. Sin embargo, Confucio le dijo: «Esa no es precisamen- te la manera de ser bueno». Confucio conocia a aquel discipulo desde hacia mucho tiempo y se daba cuenta de que el cédigo de honor que regia la vida de Zilu podfa embotar su juicio y reducir su percepcién si seguia creyendo que, «habiendo gente [que gobernar] y al- tares para los dioses del cereal y la tierra cultivable (a quienes servir], por qué deberiamos estudiar ritos y musica, poesfa e historia antes de que se nos invite a aprender?». Confucio te- mia por Zilu debido a las decisiones tan extremas que era ca- paz de tomar y a lo que podia hacer tanto a los demas como a si mismo, y predijo que «no fallecerfa de muerte natural». La muerte de Zilu fue, de hecho, anémala y sin sentido, ‘También demostré, entre otras cosas, que su educacién le ha- bia fallado. Se habia comportado a su manera mostratidose . Aunque tal vez fueran cumplidores con sus patronos, siguié diciendo Confucio, «hay, no obstante, cosas que no harian. Por ejemplo, no matarfan a sus padres 0 a sus soberanos [si se les ordenara hacerlo}». Confucio tuvo un seguidor que podria haber sido un gran ministro. Este hombre, Zhonggong, posefa las caracteristicas 116 Los CoMPANEROS y la capacidad de alguien grande. Confucio dijo en cierta oca- sidn: «A Zhonggong se le podria dar un asiento orientado al Sur», lo que significaba que podia convertirse en un auténtico rey si se viese en el lugar de un gobernante. El padre de Zhonggong era, segtin se nos cuenta, una persona de clase hu- milde 0 insignificante. Consciente de ello, Confucio compara- ba a Zhonggong con «un ternero nacido de un buey de la- branza», pero «con la piel de color castafio y unos cuernos bien formados». «:Permitiria el espiritu de las montafias y los rios que se le desdefiara, aunque no nos pareciese lo bastante bueno como para ser utilizado en un sacrificio?», preguntaba Confucio. Confucio elogio a Zhonggong més que al resto, con la po- sible excepcién de Yan Hui. Sin embargo, las Analectas, la fuente mis fidedigna sobre sus discfpulos, sdlo nos proporcio- nan unas migajas de informacion acerca de él. En consecuen- cia, Zhonggong sigue siendo el mas enigmatico del grupo. Es posible que la explicacién de este anonimato casi total sea la mala suerte o la casualidad. O, si cedemos al escepticismo y sospechamos alguna maquinacién humana, podriamos imagi- nar que los discipulos 0 editores mas jévenes pertenecientes a una generaci6n posterior eliminaron deliberadamente cual- quier informacién acerca de él. Se sabe que, tras la muerte de Confucio, los celos y la competencia provocaron profundas divisiones entre sus seguidores. Pero, de ser cierto, gpor qué no se suprimieron todos los datos? ¢Para qué dejar una huella de aquel hombre? ;Por qué permitir que sobreviviera su he- chizo? Durante sus afios de andanzas, Confucio no consideré nunca a sus seguidores parte de una escuela; y, desde luego, no de su escuela, pues no la tenia. Confucio se puso en camino sin ser impulsado por los dioses o por alguna visién. Necesitaba un empleo adecuado y no pens6 que tuviese muchas cosas so- bre las que predicar. Zigong, Yan Hui y, posiblemente, Zaiwo le siguieron porque amaban el aprendizaje tanto como ély 117 EL AUTENTICO CONFUCIO crefan que estaba dotado de destreza para guiarlos, no por la fuerza sino como un conductor magistral capaz de espolearlos y refrenarlos por la senda de la vida humana. Zilu le siguid como lo habria hecho un administrador—con lealtad y amor, y aprendiendo unas pocas cosas sobre el refinamiento siempre que estaba dispuesto a ello. Ran Qiu le acompanié, probable- mente, por entretenerse, buscando una oportunidad en el caso de que Confucio consiguiera un empleo de categoria. Asi, cuando los Jisun le Ilamaron, Ran Qiu volvié a su patria, Zhonggong es un misterio, por lo que ni siquiera podemos formular conjeturas. Pudo haber sido el sexto hombre; y tal vez hubo mas. ; 118 ANDANZAS Confucio pasé mucho tiempo en el extranjero. Aquellos afios, del 497 al 484, constituyen un desaffo para la imaginacién del historiador. Contamos con pocos datos sobre ellos, y, en cam- bio, con demasiadas lagunas, algunas de las cuales resultan di- ficiles de Ienar, incluso recurriendo a la fantasja. A lo largo de los siglos, los estudiosos han peinado las fuentes en busca de cualquier rastro de sus movimientos y de algiin destello reve- lador y se han centrado en las siguientes preguntas: ;d6nde es- tuvo Confucio, cudndo y cuanto tiempo? ¢Quiénes fueron sus anfitriones o patrocinadores, y cémo se les dio a conocer? ¢Por qué se marché de los distintos lugares? {Lo hizo por in- quietud o por frustracion, o eran los demds quienes deseaban que se fuese? :En qué apuros se encontr6? ¢Cuiles fueron los momentos importantes de aquel viaje? Y si acaso dijo algo en esos momentos, :cémo entenderemos sus palabras? :Pudo ha- ber querido decir mas de lo que dijo? Las informaciones sobre los viajes de Confucio aparecen dispersas a lo largo de las Analectas y en los escritos de los fi- I6sofos que vivieron en los doscientos cincuenta afios poste- riores a la muerte de Confucio. Pero se nos presentan como fragmentos 0 como episodios aislados, la mayoria de los cua- les son demasiado pulcros, demasiado acartonados 0 dema- siado bien articulados como para ser auténticos. Sima Qian fue el primer historiador que ensarté las piezas en forma de relato continuo. Cuando le parecia que podia mejorar una 119 | EL AUTENTICO CONFUCIO historia, le afiadfa genio y dramatismo. ‘También se mostré generoso aportando elementos de transicién y rellenando huecos. Aparte de eliminar y contrapesar determinados asun- tos que podian empajiar el buen nombre de Confucio, la ver- sién de Sima Qian presenta asimismo problemas logisticos. Seguin el itinerario esbozado por este historiador del periodo Han, Confucio debié de haber recorrido a pie miles de kilé- metros y haber estado en siete Estados distintos en diversos periodos y, a veces, en mds de una ocasién. Podriamos pre- guntarnos por qué iba a querer Confucio recoger sus cosas y ponerse en marcha tantas veces. ¢Por qué iba a querer correr el riesgo de entablar relaciones poco amistosas en lugares inexplorados y exponerse a la posibilidad de enfermar o su- frir hambre en los largos trayectos entre ciudades, cuando podria haberse instalado en algtin lugar que, con el tiempo, resultaria, quiz4, agradable? Hasta un hombre inquieto por naturaleza habria podido constatar, pasado un tiempo, que un determinado lugar era tan bueno como otro. Sima Qian no intenté responder a estas cuestiones. Su deseo era com- pletar su relato con accién y aventura manteniendo asi a Confucio en movimiento. Una fuente mis fiable es el fildsofo Zhuangzi, que vivid doscientos afios antes de Sima Qian y, por tanto, dos siglos mas cerca de Confucio. Zhunagzi simplifica el viaje. En vez de llevar a Confucio de aqui para alld e intentar encajarlo en do- cenas de emplazamientos, como harfa més tarde Sima Qian, lo situ6 en cuatro Estados: Wei, Song, Chen y Cai. Las Analectas mencionan también que Confucio se detuvo brevemente en She, un distrito sometido a la jurisdiccién de Chu. Asi, si nos atenemos a estas fuentes, Confucio partio de Wei, pasé de Song a Chen y Cai, y posiblemente a Chu, y en su viaje de vuelta se detuvo en Chen y vivid unos pocos afios mas en Wei antes de regresar a Lu, su patria. Esto significaria que, al con- trario de lo que da a entender Sima Qian, no dejé un lugar para retornar luego a él, repitiendo este esquema en tres 0 120 ANDANZAS cuatro ocasiones, y tampoco se comporté como un hombre incapaz de decidir qué hacer y dénde pasar la vida. En su relato, Zhuangzi sugiere también que no fue la pri- mera vez que Confucio sali al extranjero. Sabemos que pasé algiin tiempo en el estado vecino de Qi, y que esa estancia pudo no haberse producido durante su famoso viaje. Seguin las Analectas, el duque Jing de Qi pregunté en cierta ocasién a Confucio acerca del gobierno, y éste le respondié: «Que el gobernante sea gobernante; el sibdito, stibdito; el padre, pa- dre; y el hijo, hijo». Aquel mismo soberano pens6 dar un em- pleo a Confucio, pero vacilé sobre la categoria a la que pensa- ba ascenderlo y el dinero que iba a pagarle, y al final abandoné por completo la idea diciendo: «Soy demasiado viejo. Temo no poder aprovechar su talento». En consecuencia, se nos dice, «Confucio se marché». De su relacién con el duque Jing parece deducirse que, cuando visité Qi, Confucio era ya conocido fuera de su Esta- do natal en el mundo més amplio de la politica; por tanto, no debja de hallarse en la treintena, ni siquiera en la cuarentena, pues a esas edades trabajaba atin como empleado particular de una familia hereditaria. Esto lo situaria en Qi hacia el afio 505, cuando el arrogante Yang Hu se imponja a todo el mundo en Lu. Confucio pudo haber marchado a Qi para evitar ulteriores enfrentamientos con Yang Hu. Durante el viaje que estamos estudiando, Confucio mar- ché directamente al Oeste, al Estado de Wei, que se hallaba a unos doscientos kilémetros de distancia. Ni siquiera pensd en dirigirse a Qi, en el Noreste. El soberano de Qi que habia ma- nifestado en otros tiempos cierto interés por contratarlo habia muerto para entonces, y la relaci6n de Confucio con su hijo no €ra amistosa. Tres afios antes, con ocasién del pacto de Xiagu, habia hecho que el nuevo duque de Qi pareciera inepto y es- casamente instruido en asuntos de decoro, como un ristico, o lo que es peor, como alguien incapaz de distinguir la cultura Zhou del modo de vida de los barbaros. En consecuencia, 121 EL AUTENTICO CONFUCIO Confucio no esperaba que le trataran bien, ni siquiera con equidad, si aparecia por Qi. Wei era diferente. Confucio dijo en las Analectas: «Los dos gobiernos de Wei y Lu son como hermanos». Los antepasados de los soberanos de Wei y Lu fueron Kangshu y el duque de Zhou. Ambos eran hermanos de madre y mantenjan relaciones sumamente amistosas. Segtin el Comen- tario de Zuo, un consejero de Wei recomendé en cierto mo- mento a su propio gobernante que no reaccionara con dema- siada precipitacion y violencia ante una transgresién cometida por Yang Hu contra su Estado. El consejero dijo: «Entre los hijos del rey Wen y [su esposa] Taisi, sélo el duque de Zhou y Kangshu se llevaron bien. Si imitas el comportamiento de un vulgar maton, no estarés cayendo en su trampa?». El «vulgar maton» era Yang Hu, que no descendia del duque de Zhou: ha- bia obtenido su poder con malas artes y su conducta no repre- sentaba el estilo de vida de Lu. Asi pues, el consejero de Wei pedia a su soberano que no respondiera a los actos de aquel hom- bre—que no se rebajara al nivel de Yang Hu—,, sino que siguie- se el ejemplo de su antepasado y diera a Lu un trato fraterno. Luy Wei eran como hermanos en otros sentidos. Durante el periodo de Primavera y Otofio era comtinmente sabido que ambos Estados no carecian nunca de hombres dotados de in- tegridad y talento pol{tico. Si una persona de cierto rango ha- bia actuado, por ejemplo, de manera ignominiosa en el Estado de Qi, seria muy reticente a marchar a Lu o a Wei, pues no podria presentarse ante los consejeros de esos Estados.* El * Unejemplo de ello es Dilu Zifang, del Estado de Qi. Era el adminis- trador familiar de un ministro de ese Estado y rechazé la ayuda de un ene- migo de su sefior, incluso cuando su vida se hallaba en peligro, pues en ese momento pensaba en huir a Lu o Wei. Dilu Zifang dijo a otras personas: «Si entablara vinculos personales con el enemigo estando al servicio de mi sefior, no seria capaz de enfrentarme a los caballeros de Lu y Wei [cuando los viral». Ver Chungiu Zuozhuan zhu, Duque Ai, afio XIV; edicién de Yang, pp. 1.685-6. 122 ANDANZAS propio Confucio decia ufano: «El Estado de Qi se puede pa- recer al de Lu si experimenta un gran cambio. [Y el gobierno de] Lu puede encarnar una forma de vida [poral y buena] si cambia profundamente». Qi fue inferior a Lu desde el princi- pio, pues su fundador, aun siendo una persona capaz, era infe- rior al fundador de Lu—hijo del duque de Zhou—, tanto en caracter como en visién politica. Sin embargo, quinientos cin- cuenta afios mas tarde, el soberano de Lu habia acabado por no diferenciarse del de Qi. El hecho de descender del duque de Zhou no le conferfa ya ninguna ventaja: no era superior ni en probidad ni en competencia, y su perspicacia no pasaba de ser ordinaria. Confucio se daba cuenta de ello, pero seguia creyendo que las cosas podfan experimentar un vuelco en Lu si se producia un cambio profundo—que los habitantes de Lu podrian esperar el tipo de estabilidad que sélo un gobierno virtuoso era capaz de crear. Su optimismo se debia a que tenia fe en «los caballeros de talento de Lu». En realidad, le parecia que entre ellos habia mds personas con capacidad para ser buenos consejeros que entre cualquier otro grupo de hom- bres, y los buenos consejeros eran su esperanza en una época de corrupcién moral y desgobierno politico. La historia de los consejeros de Lua—hombres como Zha- ozi y Zijiazi—pudieron haber dado a Confucio fe y motivos para creer que las cosas podian cambiar para mejor en su Es- tado natal. Sin embargo, cuando vivid como huésped en el Es- tado de Wei, mostré la misma clase de optimismo respecto a la situacion politica reinante alli. El soberano de Wei era en €se momento el duque Ling. Confucio hablé sin tapujos sobre la depravacién moral de aquel hombre. Cuando alguien le Pregunté cuél era la raz6n de que «un gobernante asi no per- diera su Estado», Confucio respondié que se debia a que el Estado de Wei tenia a la persona adecuada «como encargada de los huéspedes extranjeros», un sacerdote honrado «que cuidaba del templo de los antepasados», y a un general capaz como «responsable de los asuntos militares». . EI «rincén suroeste» es el punto mas oscuro de una habita- cién, donde no hay ventanas ni ninguna fuente de luz; hace re- ferencia a Nanzi, sentada en el interior del palacio. El . Las descripciones de Confucio en las Analectas coinciden con lo que nos dice Mencio acerca de él, pero nos dan también més claves de por qué no podja mantenerse tranquilo. Un hombre mayor pregunté en cierta ocasién a Confucio: «¢Por qué eres tan inquieto? ;[Vas de un lado a otro] para poner a prueba tus dotes de persuasién?». Confucio le respondié: «No me atrevo a practicar ninguna dote de persuasion. Sim- plemente, me preocupa que el mundo se empeifie en ser tan ig- norante». También dijo a otras personas: . No mucho después, el heredero legitimo de Wei, hijo del duque de Ling con otra esposa, fue enviado en embajada al Estado de Qi, y «mientras atravesaba el territorio de Song, escuché a un labriego cantar esta cancién: “Ahora que has satisfecho a tu cerdo rijoso, / ha llegado el momento de mandar a casa a nuestra bella cerda”». Aquella cancién hu- millé de tal manera al heredero que intenté hacer asesinar a Nanzi. La conjura fue desbaratada y el duque Ling, incapaz de castigar a Nanzi o separarse de ella, mand6 a sus soldados en busca de su hijo. El heredero legitimo huyé al estado de Song y slo regres6 para reclamar sus derechos trece afios mas tar- de, después de que su propio hijo hubo sucedido a aquel padre que lo habia desterrado. La crisis sucesoria de Wei le costaria mas tarde la vida a Zilu, el discipulo de Confucio. Este capitulo de la historia de Wei no hace en absoluto jus- ticia a lo que sabemos acerca del duque Ling. Segtin la mayo- rfa de las informaciones, no fue una victima facil, a pesar del atractivo de sirena que Nanzi ejercia sobre él. El Zhuangzi nos cuenta que el duque Ling «bebia vino y se refocilaba en los placeres sin prestar atencién al gobierno del Estado»; que «se dedicaba a dar batidas y cazar con redes y flechas encordadas, descuidando sus obligaciones para con otros sefiores feuda- les»; que «tenja tres esposas con las que se bafiaba en la misma bafiera». Parece ser, pues, que el propio duque Ling era un cerdo rijoso. También fue la persona a la que Confucio esperé prestar servicio. No sabemos cémo consiguié un empleo con aquel gober- nante ni si su puesto tuvo alguna importancia. Es probable que Confucio viera al duque Ling en muy raras ocasiones. En las » Analectas se registra tan solo un encuentro entre él y Confucio: E] duque Ling de Wei pregunté a Confucio sobre formacio- nes militares. Confucio le respondié: «Sé algo acerca del uso de recipientes rituales, pero no he aprendido nada sobre 131 EL AUTENTICO CONFUCIO mando de tropas». Al dia siguiente, Confucio decidié mar- charse de Wei. Confucio debié de haber esperado largo tiempo para tener una audiencia con su soberano, y decidié dejar Wei porque la pregunta que le planteé el duque Ling le permitié darse cuen- ta de que estaba aconsejando a la persona indebida. Lo tinico que interesaba al duque era ganar guerras, mientras que Con- fucio slo podia ensefiarle los procedimientos civilizadores de los ritos. Sin embargo, Sima Qian no sélo exagera en su relato la es- tima de aquel gobernante por la valia de Confucio y la fre- cuencia de sus encuentros, sino que imagina también que la ruptura se debié a motivos personales, que fue consecuencia de la poca atencién prestada por el duque Ling y de un me- nosprecio ocasional hacia Confucio: EI duque Ling y su esposa [Nanzi] compartfan una carroza con el eunuco Yong Qu como escolta y con Confucio como ayu- dante de este tiltimo. Confucio dijo: «Todavia no he encontra- do a un hombre que ame la virtud tanto como el rostro fasci- nante de una bella mujer». Y, enfadado y humillado, dejé Wei. El episodio es conocido. Sima Qian nos cuenta que Con- fucio se marché de Lu por motivos similares, y que se fue can- tando esta cancién: La lengua de una mujer puede hacer huir a un hombre, sus insinuaciones pueden causarle la perdicién. Entonces, spor qué no he de vagar de un lado a otro hasta haber concluido los atios que se me han dado? Abrigaba Confucio estos sentimientos hacia las mujeres? ¢Pensaba realmente que eran la ruina de los hombres, de sus vidas y sus carreras y de su posibilidad de llevar una existencia virtuosa?

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