EL BARCO DE VAPOR
EL Mundo Inferior
Carlo Frabetti
Tlustraciones de Miguel Navia
edicionesPrologo
Hace mucho tiempo que no sé nada de ti y no
tengo tu direccién ni tu teléfono, solo un antiguo
apartado de correos que a lo mejor ya no usas, por
Jo que no sé si te legaré esta carta, Espero que st.
En los tiltimos dias me han pasado cosas tan terri-
bles y extrafias que ni yo misma me las acabo de
creer. Todo empez6 hace una semana. Papa lleg6 a
casa borracho, cosa que venia ocurriendo cada vez
con mayor frecuencia, y le pegéa mam. La tiré al
suelo y la agarré del cuello, y entonces yo cogt una
botella y se la rompf en la cabeza. Afortunadamente
‘no lo maté, solo lo dejé inconsciente.
‘Mamé me dijo que me fuera corriendo a casa de
Ia abuela, y asi lo hice. Pero al cruzar el parque,
al anochecer, me atacé un navajero, y un extrafio
hombre de negro me salvé y me invit6 a quedarme
en su casa,
El hombre de negro, al que laman Cuervo, re-
sult6 ser un vampire, pero no te asustes: es muy
5‘bueno y se ha portado muy bien conmigo. Incluso
habl6 con papa y con mamé. A papa lo amenaz6
con chuparle la sangre si no nos dejaba en paz a
mamd y a mé, ya mamd la convencié de que se
fuera a un balneario para reponerse del disgusto y
estar lejos de papa
ero pap se puso en contacto con el doctor Van
Helsing (bueno, en realidad fue Van Helsing el que
se puso en contacto con papd, pero da igual), un
experto en vampiros que es un descendiente del
doctor Van Helsing que sale en “Drécula” (pues
parece ser que Bram Stoker, al escribir su novela,
se bas6 en un personaje real; para el doctor, quiero
decir; aunque ahora que lo pienso, a to mejor para
el personaje del conde Dricula también se bas6 en
alguien real)
Van Helsing, que es un hombre de unos setenta
afios, muy serio y distinguido, vino a la ciudad,
‘me localizé en el parque (pues unos detectives que
tiene contratados habian visto a Cuervo por alli) e
intent6 convencerme de que no siguiera en casa del
‘vampiro, pero no le hice caso.
Por cierto, me dejaba algo muy importante que
ocurrié antes en ese mismo parque: una noche, pa-
seando con Cuervo, vi a una mujer muy bella y
extrafa a la que Haman Ensimismada. Salié del
estanque como si fuera una ninfa o una lamia y
me dijo que yo era la lave, Cuervo me explicé que
Ensimismada, segtin se decfa, estaba buscando la
puerta al Mundo Inferior, y que tal vez al verme
hubiera pensado que yo podia entrar en ese mundo.
Alora creo que entiendo por qué.
Pero voy a ir por orden, para no enredarme.
Como te decta, Van Helsing querfa apartarme de
Cuervo. Es un cazador de vampiros, como el de
“Dricula”, y supuse que me harta seguir, por lo
que no me atrevf a volver a casia de Cuervo. Lo
lamé por teléfono y me dijo que lo esperara ent La
‘Taberna del Lobo Solitario. Alf conocé a Lon, un
hombre lobo muy simpético (no es como los licén-
fropos de las peliculas: sencillamente, tiene pelo por
todo el cuerpo). Cuervo vino a buscarme y salinios
por una trampita que daba a las alcantarillas, por
silos hombres de Van Helsing me hubieran seguido
hasta allt.
Al dia siguiente fui con Cuervo a un baile de
disfraces de Ia gente de lo que llaman el Mundo
Flotante: personas de apariencia 0 costumbres ex-
frarias, como Lon o el propio Cuervo, que son re-
chazadas 0 perseguidas por la sociedad y por eso se
ocultan y se juntan entre ellasEn la festa, que se celebraba en una casa abando~
nada préxima a un cementerio, apareci6 otro van~
iro llamado Vlad, al que todos temen. Entonces
nos fuimos, pero Vlad nos siguié por el cemente-
rio y luch6 con Cuervo. Durante la pelea, mordf
4 Viad en la mufieca para ayudar a Cuervo, que
le rompié un brazo. Vencido, Vlad se marché con
el brazo colgando, pero de pronto se dio la vuelta y
‘me lanz6 un cuchillo (de oro, por cierto). Cuervo se
puso delante de mi para defenderme y resulté heri-
do, Nos refugiamos en una cripta del cementerio y
Cuervo me dijo que tamara a Van Helsing, pues al
haber mordido a Viad corria el riesgo de convertir-
‘me en vampira. Van Helsing me dio un antidoto,
pero mientras estaba dormida escondié un chip en
‘i ropa y luego me siguié hasta la cripta para cap-
turar a Cuervo, o tal vez para matarlo, Fue wna
suerte, pues Vlad estaba esperindome en lugar de
Cuervo, y no sé qué habria sido de mit si llega a
pillarme sola. Van Helsing lo hirié con su bastén
estoque, yo le clavé el cuchillo de oro en la pierna
xy Cuervo, que llegé en ese momento (habia salido
‘en busca de sangre), se lanz6 sobre él y lucharon
de nuevo. Los dos vampiros acabaron tirados en el
suelo sin fuerzas a causa de sus heridas, y Cuervo
‘me dijo que huyera, pues tenia que Vlad intentara
atraparme y beber mi sangre para recuperarse.
8
Viad me persiguié por el cementerio, pero estaba
‘muy dbl y se desploms. Me dijo que ibaa morir y
{que un sorbo de sangre habria bastado para salvar
su vida. Me dio pena y la dejé beber un poco de mi
sangre tras hacerle prometer que luego me dejaria
ir, Y Ia verdad es que cumplié su palabra y no me
hizo daito al recobrar las fuerzas, Incluso me regalé
su puftal de oro,
Poco después, y gracias al chip de Van Helsing,
Cuervo me encontré desmayada junto a una tumba
1 me lleo6 de nuevo a la cripta. Mientras tanto,
Van Helsing habia llamado a ta policfa y tuvimos
que huir por una tramepilla que habia en el suelo de
Ia cripta y que llevaba a un rio subterrdneo.
Por el rio llegamos a una gran caverna que hay
bajo Ia casa de Cuervo. En esa caverna acudtica
hay una columna, y junto a ella vi una cuerda que
colgaba desde un agujero del techo, que era el pozo
que hay en el patio de la casa de Cuervo. Subimos
por la cuerda (bueno, él trep6 y luego me subié con
el cubo) y por fin estuvimos a salvo.
Y ahora viene lo mejor: en 1a casa de Cuervo,
ademds del pozo normal, hay otro diminuto que
parece un macetén, pero que es un pozo de verdad.
La columna de la cweon esté hueca y el also ma
elon es su parte superior, que emerge de la tierrajusto en el patio de Cuervo. Lo descubrimos gra-
cias a una pista que nos dio Ensimismada. Pues
bien, ese pozo diminuto lleva al Mundo Inferior,
que esté muy por debajo de ta cuevn acuiitica. Qué
es el Mundo Inferior no to sé muy bien. Nadie lo
sabe, en realidad. El segundo pozo es tan estre-
‘cho que solo yo, que aunque he crecido un poco
desde la tltima vez que me viste sigo siendo muy
menuda, puedo bajar por él (a lo mejor, por eso
dijo Ensimismada que yo era ta lave). Cuervo me
bbaj6 con una cuerda y encontre un enorme libro
de tapas de plomo que es a a vez un laberinto, y
que, segiin Cuervo, es como un mapa cifrado del
‘Mundo Inferior.
YY hace un rato, no sé por qué, me he acordado de
pronto de que, cuando era pequefa y ti me contabas
cuentos, a veces me hablabas del Mundo Flotante y
de las extraftas personas que formaban parte de él
Qué sabes de ese mundo? Has ofdo hablar tam-
bién del Mundo Inferior? Creo que eres a tinica per-
sona que puede comprenderme y ayudarme en estos.
momentos. Ademés de Cuervo, claro. Espero que te
egue esta carta y me contestes pronto.
Un beso muy grande,
: Bice
10
1 Los siete cuentos
Eosrana anocheciendo, Bice y Cuervo conver:
saban en voz baja, como si estuvieran conspi
rando, en la acogedora cocina de la casa del
‘vampiro, sentados a ambos lados de la mesa
de madera.
No habian transcurrido ni veinticuatro ho-
ras desde su descenso al Mundo Inferior, pero
la nifia ya estaba ansiosa por volver. La célida
luz de la lampara que colgaba sobre la mesa
iluminaba una hoja de papel en la que Cuervo,
acababa de dibujar un sencillo esquema.
1n, esto es Io que sabemos —dijo el
vampiro apoyando el indice sobre el dibujo—
A. unos veinte metros bajo nuestros pies hay
tuna pequefia laguna subterranea, y por debajo
de ella, a unos cincuenta o sesenta metros de
profundidad, hay un canal artificial, una espe~
cie de gran caferia de tres metros de didimetro
por la que circula una suave corriente de agua
que la Ilena hasta la mitad. Esa corriente lleva
ua una cueva circular de unos veinte metros de
didmetro con un pequefo islote en el centro...
{Crees que la cueva y el islote también son
artificiales?
—No creo —contest6 Bice sin apartar los
ojos del dibujo—. Asf como el canal, ttinel, ca-
fierfa 0 como queramos lamarlo es un tubo
perfectamente redondo y liso, Ja cueva y el is-
lote parecen naturales.
—Bien —prosiguié Cuervo—. En el islote
hay un enano de yeso igual al que tenemos
12
aqui en el patio y un gran libro de 512 paginas
con tapas de plomo... :Tamaio aproximado?
—Unos sesenta por cuarenta centimetros
—estimé la nifia—, y unos quince centime:
tros de grosor.
—;Tan gordo? Deberia tener muchas ms
paginas, entonces.
—Es que son muy gruesas, como de perga-
mino; aunque el tacto es muy extraito, pareci-
do al de la capa de Vlad.
—Telarafta. Tiene sentido.
—{Por qué?
—Evidentemente, han hecho un libro tan
grande y pesado para que nadie pueda llevar
selo, Pero si fuera facil arrancarle las hojas, las
tapas de plomo no servirfan de nada.
—Nunea se me ocurrirfa arrancar las hojas
de ese libro maravilloso —coment6 Bice.
—Pues seria lo mas prictico para levarselo
y leerlo con calma. Pero si las hojas han sido
tejidas con hilo de telaraita, ni con unas tijeras
de podar podrias cortarlas.
—Puedo fotografiar todas las paginas —su
girié la nina,
3B—Si, es0 tendlras que hacer —convino Cuer-
vo— Necesitaras una cémara digital con flash,
Y mucha paciencia.
—Pero antes puedo volver a bajar e ir sal-
tando de cuento en cuento, siguiendo las indi-
caciones del libro. Tardaré muy poco, y luego,
con calma, podemos conseguir la méquina y
fotografiar el libro entero.
Tienes raz6n. Lo primero es seguir esa se-
cuencia de cuentos. Seguro que oculta alguna
clave.
—Y de paso puedo echarle un vistazo al
segundo ttinel, el que hay al otro lado de la
Ni se te ocurra —Ia interrumpié Cuer-
vo— Ya has corrido bastantes riesgos.
—Solo asomarme, para ver cémo es.
—Bueno, asémate si quieres, pero no en-
tres. Recuerda que, si te pasa algo, no puedo
bajar a buscarte.
Por segunda vez, pero con la misma emo-
cin que la primera, Bice descendié por el an-
gosto pozo. Cuervo iba soltando poco a poco
Ia larga cuerda cuyo extremo habia atado a la
4
cintura de la nifia, que en pocos minutos este
vo en el canal subterréneo, suspendida sobre
la embarcacién que parecia media cascara de
nuez gigante.
—jUn poco més! —le grité a Cuervo por el
pozo.
El vampiro solt6 lentamente el siltimo me.
tro de cuerda y Bice se pos6 con suaviclad so-
bre el pequefio bote. Se solts la cuerda de la
cintura, desamarré la embarcacién y se dejé
evar por la suave corriente hasta la cueva
Gircular. Luego se impuls6 hacia el islote cen:
tral con el tinico remo del bote que parecia un
enorme cucharén de madera, y tna vez.en tie-
11a volvi6 a abrir el gran libro de pesadas ta
pas de plomo, en cuya cubierta, en relucientes,
letras doradas, destacaba el misterioso titulo:
LIBERINTO.
‘Como si cumpliera un antiguo rito, leyé de
nuevo el brevisimo texto de Ja pagina 1:
Es mejor sufrir una injusticia que cometerla.
Debajo, en letra més pequefia, ponia:
15Si crees que esta méxima es correcta, pasa a la
pagina 2.
Si crees que es incomecta, pasa a la pagina 3.
Bice pas6 a la pagina 2, en la que habia un
poco mas de texto, y ley
Erase una vez un rey que habia hecho de la
maxima de Socrates ("Es mejor suftir una injusticia
que cometerla”) su lema y su consigna, por lo que
era llamado et Rey Justo.
En cierta ocasién, el Rey Justo decidié tomar a
su servicio a un nuevo consejero. Se presentaron
umerosos candidatos y el rey los puso a prueba
jugando con ellos al ajedrez. Solo dos consiguie-
ron ganarle; los demas fueron despedidos. A con-
tinuacién, el rey dispuso que los dos candidatos
que le habtan ganado se enfrentaran durante doce
partidas. Uno de ellos las gané todas, y el rey eli-
{gi6 como consejero al perdedor. ¥ la eleccién det
rey sorprendi6 doblemente a sus cortesanos, pues
no les parecia ni razonable ni justa.
Si estés de acuerdo con los cortesanos, pasa a
(a pagina 4.
16
Si la eleccién del rey te parece comecta, pasa a
(a pagina 5.
Bice pasé a la pagina 5 y ley6:
El rey explic6 su decision en estos términos:
‘Jugar bien al ajedrez suele ser un signo de inteli
gencia, pero jugar muy bien suele ser un signo de
necedad, pues solo un necio o un Loco le dedicaria
a este juego todo el tiempo y el esfuerzo que re:
quiere llegar a dominarlo”.
EL Rey Justo dio una fiesta para presentar a a
corte a su nuevo consejero. Todos los cortesanos
se acercaron a felicitarlo, menos uno que dijo: “EL
rey tendra sus razones para elegir a ese hombre
como consejero; pero yo no veo ninguna raz6n
para felicitar a alguien que ha competido en un
torneo de ajedrez buscando la victoria y no la ha
conseguido".
EL rey, que lo oy6, lo tomé a su servicio como
secretario para sorpresa de los presentes, quienes
comentaron: “Por qué premia el Rey Justo a un
insolente que les ha faltado el respeto a él y a su
recién nombrado consejero?”,
wvSila decisién del rey te parece acertada, pasa 0
la pagina 10.
Sino te lo parece, pasa a la pagina 11.
Bice pasé a la pagina 10 y leyé:
EL rey explicé asi su decision: “Solo quien tiene
el valor de decir to que piensa, merece plena con-
fianza. Tal vez sea inoportuno en alguna ocasién,
‘incluso insolente, pero no me engafars’.
EL Rey Justo tenfa una hija, y la princesa tenia
dos pretendientes. Uno de ellos, para demostrarle
su amor, luché con un dragén que custodiaba un
fabuloso tesoro, lo venci6 y te llev6 a la prince-
sa como presente un cofre tleno de joyas. El otro
pretendiente le regalé a su amada una cesta llena
de manzanas de su huerto. Para sorpresa de todos,
ella escogié at segundo.
Si a ti también te sorprende la eleccién de la
princesa, pasa a la pagina 20.
Si estas de acuerdo con ella, pasa a la pagina 21.
Bice pas6 a la pagina 21 y ley:
18
La princesa explic6 asi su decisién: “Un hom-
bre que arriesga su vida para conseguir riquezas
materiales es un necio un fanfartén ambicio-
so, mientras que quien cultiva un huerto y rega-
la excelentes manzanas es una persona sabia y
bondadosa.
Tras explicar su decisién, la princesa lamé a su
presencia al pretendiente elegido y le pregunto:
Como consiques una fruta tan deticiosa?”.
““Tomando a mi servicio a los mejores hortela-
nos para que cuiden de mi huerto secreto”, con-
test6 é con orgullo
“Por qué no lo cuidas ti personalmente?", qui-
so saber la princesa,
“Porque no es propio de un caballero dedicarse
a la horticultura. Pero yo mismo he seleccionado
las manzanas mas hermosas para oftecértelas como
prueba de mi amor”
“Quiero conocer a tus hortelanos —dijo en-
tonces la princesa—. Entre ellos escogeré a mi
esposo.’ “j£s inaudito! —exclam6 consternado el
caballero—. Yo he escogido para ti las mejores
‘manzanas, yo soy el duefio del huerto, y quieres
19por esposo a un insignificante hortelano que no es
mas que un instrumento a mi servicio.
Si estds de acuerdo con el caballero, pasa a ta
pagina 42.
Si estds de acuerdo con la princesa, pasa a la
pagina 43.
Bice pasé a la pagina 43 y ley6:
La princesa explicé asi su decision: “Quien
se beneficia del trabajo de otros y se considera
su amo, no merece mi amor, que solo entregaré
a alguien capaz de conseguir con su dedicacion
y su esfuerzo frutos tan admirables como estas
‘manzanas".
Fue luego al huerto de su despechado preten-
diente, con el rostro cubierto con un velo para que
no la reconocieran, y vio allé a ocho hortelanos.
Cuatro de ellos estaban frotando con suaves patios
las manzanas que colgaban de las tupidas ramas
para resaltar su brillo, Los otros cuatro, sentados
a la sombra de un Arbol, leian un gran libro de
plantas leno de hermosas ilustraciones..
20
La princesa despidi6 a los que estaban sacando
brillo a las manzanas y dijo a los que estaban le-
yendo que se quedaran con ella.
“No es justo que nos despida a nosotros, que
estabamos trabajando, y elija a los que estaban
leyendo comodamente sentados a la sombra’, di-
jeron los excluidos al marcharse.
Si la eleccién de (a princesa te parece acertada,
pasa a la pagina 86,
Si estés de acuerdo con los hortelanos despedi-
dos, pasa a la pagina 87.
Bice pasé a la pagina 86 y leyé:
La princesa explicé ast su decision: “Sacarles
brillo a las manzanas solo mejora su apariencia,
por lo que es una tarea superflua, cuando no en-
gafiosa. Los que leian un libro de plantas, por el
contrario, estaban aumentando sus conocimientos
de boténica y preparéndose para obtener mejores
frutos’.
Mientras la princesa hojeaba el libro de plap~
tas, dos de los hortelanos que se habjan quedado
aempezaron a recoger las escasas hojas caidas que
habia en el suelo del cuidadisimo huerto. Los otros
ddos se dedicaron a contemplar las nubes y a escu-
char el canto de los péjaros.
Al cabo de un rato, la princesa despidi6 a los
primeros, que se fueron murmurando: “Es injusto
a quienes estaban distraidos mientras no-
sotros trabajabamos”.
Si estds de acuerdo con los hortelanos despedi-
dos, pasa a la pagina 172.
Si la eleccién de la princesa te parece acertada,
pasa a la pagina 173.
Bice paso a la pagina 173 y ley6:
La princesa explicé asi su decision: “EL huerto
ya esta limpio, e insistir en su limpieza denota
tuna minuciosidad rutinaria y excesiva. El canto de
los pajaros y el movimiento de las nubes permiten
prever el tiempo, y prestarles atencién indica una
mayor y mas sensata preocupacién por las plantas
que recoger del suelo unas pocas hojas caidas’,
22
Entonces la princesa se quité el velo y se lo
entreg6 a los dos hortelanos restantes.
“",Qué penséis de este velo que cubria mi ros-
tro?”, les pregunts.
Uno de ellos, al reconocer a la princesa, cayé
de rodillas ante ella con expresién arrobada. EL
otro examiné el velo con el cefto fruncido, sin
darse por enterado de la identidad de la ilustre
visitante,
La princesa despidi6 al que se habia postra-
do ante ella, que se fue rezongando: “Es injusto
que despida a quien le muestra todo el respeto
que merece y elija a quien ni siquiera le presta
atencién’.
Si te parece acertada la elecci6n de la princeso,
pasa a la pagina 346.
Si estds de acuerdo con el hortelano despedido,
pasa a la pagina 347.
Bice pas6 a la pagina 346 y ley6:
La princesa explicé asf su decisin: “Quien se
postra ante mf, no puede ser mi igual”.Entonces el diltimo hortelano le devolvié el velo
y dijo, respondiendo a ta pregunta que ella habla
formulado antes: “Este velo que ocultaba tu rostro
‘es como el velo de ilusion que a menudo nos impi-
de ver la realidad profunda de las cosas".
“Tdi serds mi esposo”, dijo la princesa, compla-
cida con la respuesta. Pero él replicé:
“No. Mi eleccién es ser hortelano, no principe,”
“Gracias —dijo ella sonriendo—. Al elegir ser ta
‘mismo, me has sefialado el camino. Renuncio a mi
condicién de princesa y a mi obligacion de buscar
consorte, y elijo ser yo misma,”
Si te gusta este final, pasa a la pagina 511.
Y sino, también.
Bice pas6 a la pAgina 511, la pentiltima, y
leyo:
Tocando para Elisa
se evita su sonrisa,
Era un mensaje misterioso e inquietante.
2Quién seria aquella Elisa? ¢Y por qué habria
que evitar su sonrisa?
24
Bice anoté en un pequefio bloc las frases
més importantes y los mimeros de las paginas
de los cuentos que habia ido leyendo. Luego
cerr6 el libro de tapas de plomo, volvié a subir
al bote y remo hacia el otro tiinel.
Parecia idéntico al que la habia levado has-
ta la cueva circular. Pero al llegar a su boca y
cenfocar la linterna hacia su interior, vio que a
uunos diez metros el gran tubo se bifurcaba en
dos aparentemente iguales.
Cuervo le habia dicho que no entrara en el
ttinel, pero la curiosidad era demasiado fuer-
te. No corrfa ningtin peligro, pens6. El agua
flufa tan lenta de la cueva al ttinel tubular que
su movimiento casi no se percibia. No habia
ninguna corriente que pudiera arrastrarla ni
alguna otra amenaza.
La nifia remé con decisién y se adentré en
el tunel. Al Tegar a la bifurcacién comprobé
que los dos ttineles que partian del primero
eran iguales a este. Tan iguales que también
se bifurcaban al cabo de unos diez metros
{Hasta cuando —hasta dénde— se repetiria
aquella pauta? Fl impulso de seguir adelante
era muy fuerte. Pero Bice no queria hacer
esperar a Cuervo. Ya habia averiguado todo
25lo que podia averiguar en aquel segundo
descenso a la antesala del Mundo Inferior.
26
2. Lasonrisa de Elisa
Corrve escuchs con gran atencién los siete
cuentos que Bice, ayudandose con las notas
de su bloc, le conts uno tras otro. El vampiro,
con los ojos
jos en los apuntes que habia ido
tomando mientras hablaba la nifia, dijo tras
una pausa:
—Y dices que el otro tiinel se bifurca en dos
iguales, cada uno de los cuales se bifurca a su
vez.
—Asies.
—Por cierto —comenté Cuervo alzando |
ojos del papel y mirando fijamente a la ninia—,
para ver que las primeras ramas también se
bifurcan has tenido que adentrarte en el tinel
—Solo unos metros —se excus6 Bice—. Di-
jiste que podia asomarme.
—Has tenido que llegar hasta el fondo det
primer tramo. Y eso es algo mas que asoma
se. Si quieres vivir lo suficiente como para
27llegar a superar el metro y medio de estatura,
tienes que ser mas prudente.
—De acuerdo, seré mas prudente. No iré
a casas de desconocidos, no me juntaré con
vampiros..
‘Cuervo no pudo contener la risa.
—Sigamos. Pero te advierto que luego vol-
veremos al tema de la prudencia. No es para
tomédrselo a broma... Bien... A partir de la sen-
tencia de Socrates de la pégina 1 y al saltar de
un cuento a otro, has tenido que hacer ocho
elecciones que te han llevado, sucesivamente,
a las paginas —Cuervo consulté sus notas— 2,
5, 10, 21, 43, 86, 173 y 346.
Si, e50 es.
—Por una parte, tenemos un libro en el que
cada cuento se bifurca en otros dos cuentos
similares, y, por otra, tenemos una serie de ti-
neles que al parecer siguen el mismo esque-
ma, Si la red de ttineles sigue ramificandose
de la misma forma binaria, y estoy casi seguro
de que es asi, en cada bifurcacién tienes que
clegir entre el tunel de la derecha y el de la
izquierda,
gual que en el libro! —exclamé Bice—.
Al final de cada cuento tienes que elegir entre
tuna pagina impar, que siempre queda a la de-
recha cuando lees un libro, y una pagina par,
que siempre queda a la izquierda.
Tu recorrido al leer los cuentos del Libe-
rinto ha sido par, impar, par, impar, impar, par,
impar, par. Creo que tus elecciones han sido
correctas y, de ser asi, la pauta a seguir en el
laberinto de ttineles seria: izquierda, derecha,
izquierda, derecha, derecha, izquierda, dere-
cha, izquierda,
—2Bajo a comprobarlo? —propuso Bice con
voz ansiosa.
—Ni hablar. Ya has corrido bastantes ries-
gos para tu edad. Para cualquier edad. Antes
de seguir adelante, tenemos que preparar bien
cada paso, Estamos en el umbral de algo muy
importante, Bice. Y muy peligroso.
—Por cierto, ste dice algo lo de la sonrisa
de Elisa? —pregunto la nifa tras una pausa—
Suena tan misterioso...
—Blisa es un personaje semilegendario; la
madre de todos los vampiros, segtin algunos.
Y por eso se llama “la sonrisa de Elisa” la
mueca del vampiro.
29—{La mueca del vampiro? —repiti6 Bice
con una mezcla de asombro y aprensién.
—Algunos vampiros, antes de morder a sus
victimas, ensefian los dientes en una mueca de
salvaje alegria. Es la mueca del vampiro, que
se parece a la sonrisa crispada de algunos per-
turbados. Por eso se llama también “la sonrisa
de Elisa”.
4Y lo de “tocando para Elisa”?
—La leyenda dice que la madre de todos
Jos vampiros, al igual que las fieras, se aplac
ba con la miisica. Esto, como la mayoria de las
leyendas, tiene algo que ver con la realidad,
pues lo tinico que puede calmar a un vampiro
enfurecido es cierto tipo de miisica, como la
sinfonia “Pastoral” de Beethoven 0 algunos
conciertos de Vivaldi.
—Lo tendré en cuenta cuando te enfades
—brome6 Bice—. Qué vamos a hacer ahora?
—Descansar —contest Cuervo con con-
viccién—. Yo estoy bastante débil tras mis
enfrentamientos con Vlad y necesito una
pequefia cura de suefto... A veces los vampi-
ros dormimos dos 0 tres dias seguidos para
reponer fuerzas... Y ti también necesitas un
30
lescanso, tanto fisico como mental. La tiltima,
semana ha sido bastante ajetreada, gno crees?
313. El vampiro vegetariano
Be se haba pasado ta matana en casa
leyendo y tenia ganas de salir a dar una vuelta.
Cuervo se habia ido “al lugar mas adecua-
do para descansar en paz”, segtin Ie habia di-
cho riendo al despedirse, 0 sea, al cementerio,
¥y no volverfa en dos o tres dias. Por una parte,
a Bice no le apetecia salir sola; pero, por otra,
no le hacia ninguna gracia la idea de pasarse
varios dias encerrada en casa, de modo que
decidi6 dar un paseo por el parque.
Hacia una tarde célida y soleada, y el par-
que estaba Ileno de flores y aromas. Por un
rato, Bice olvid6 sus preocupaciones y pase6
confiada a la sombra de los frondosos arboles.
Pero de pronto le parecié que un hombre la
seguia a cierta distancia. Por su aspecto (alto,
bien trajeado, con gafas oscuras) podia ser
uno de los detectives de Van Helsing. Direc-
tamente, no tenia nada que temer de él, pero
32
no podia permitir que la siguiera hasta casa y
averiguara dénde vivia Cuervo.
Stibitamente, Bice eché a correr, doblé
a la derecha para salir del campo visual de
su presunto perseguidor y se escondié entre
unos matorrales no muy tupidos, que la ocul-
taban sin impedirle ver lo que ocurria a su
alrededor.
Espers unos minutos, pero el hombre de las,
sgafas oscuras no apareci6, Habia sido una fal-
sa alarma. Aliviada, se disponia a salir de su
escondite cuando aparecieron un nifto y una
nifa de su edad y se sentaron en un banco que
habia justo al lado de los matorrales entre los
que estaba agazapada. Bice decidié esperar un.
poco para no levantar sospechas; se irfa cuan-
do los nifios estuvieran distraidos.
—jEstés més tranquilo? —le pregunté la
nifia del banco a su compafiero.
—Tranquilo? —exclamé él, un nifio mas
bien regordete, aunque sin llegar a obeso—.
No volveré a estar tranquilo en toda mi vida!
—No te pases, Tomi —dijo la nifta—. No es
para tanto.—{No es para tanto? —casi grité é—. jUn
maldito vampiro esté a punto de chuparme
hasta el tuétano y ti dices que no es para
tanto!
Alofr la palabra vampiro, Bice se estreme-
ci6 en su escondrijo y aguz6 el ofdo para no
perderse detalle de la conversacién.
—Lucarda tuvo un trastorno momenténeo
dijo la nifia—. Pero en cuanto le hablé, te
solt6 sin hacerte el menor dao.
—iCasi me rompe la mufieca! —protesté el
nifio—. 2Y el dafio psicolégico, qué? jNo po-
dré volver a dormir solo mientras vival jY ten-
dremos que mudamos de casa!
No exageres, Tomi, célmate.
—Claro, yo siempre exagero. A todo el
mundo le gusta tener un vecino vampiro, me-
nos al exagerado de Tomi, que se asusta por
‘cualquier tonterfa, como que intenten chupar-
Je la sangre.
—Te he dicho que Lucarda es vegetariano;
solo toma sangre vegetal...
En ese momento, Bice decidié que era me-
jor abandonar su escondrijo y hablar directa-
mente con aquellos nifios.
34
—Hola —dijo saliendo de entre los
matorrales.
—jAaaah! —grit6 el nino.
—Lo siento, no queria asustarte —se dis-
culpé Bice—. Me estaba siguiendo un tipo
sospechoso, me escondi ahi y no pude evitar
ofrlos.
—iVamonos! —exclamé el nifio agarrando
del brazo a su amiga y levanténdola literal-
mente del banco.
fomi, tranquilo, que solo es una niiia!
—Aiijo ella, pero fue inditil: su amigo la arrastré
de la mano y se la llevé de allf casi corriendo.
“Lucarda... Lucarda...”, repiti6 Bice mental-
mente mientras miraba alejarse a los nifios. EL
nombre le sonaba familiar, pero no sabia por
qué.
Cerca del parque habia una oficina telef6ni-
ca. Decidié probar suerte con las gufas y acer-
6: solo habia un Lucarda, y no vivia muy lejos
de allf. Apenas entré en la porterfa le salié al
encuentro una mujer grandota y sonriente,
con el pelo rizado y tefiido de rubio.
—Hiola, preciosa —a salud6 cordialmen-
te—. :Buscas a alguien?
35—Hola. ¢Vive aqui el sefior Lucarda? —pre-
gunto Bice.
__ Si, ahi mismo —contesté la portera se-
Aalando una puerta de la planta baja—. Pero
ahora no esté en casa.
=2¥... Tomi?
—Ah, eres amiga de Tomi. Vaya, qué ami-
guitas tan guapas tiene el tunante. Si, vive en
el 2° derecha. {También conoces a Luli?
{La amiga de Tomi?
—Si, Lucfa. Bs que yo la llamo Luli porque
me recuerda a la pequefia Luli, la de los c6-
mics. gSabes quién es?
—Si, claro —contesté Bice sonriendo.
—Pues Luci vive en el 1° derecha, justo
debajo de Tomi. Ahora estan en casa los dos.
Puedes subir.
—Muchas gracias, sefiora.
—iHuy, sefiora! —rié la portera—. Llama
me Rosi...
Bice subié por la escalera y se detuvo ante
la puerta del 1° derecha. Vacilé unos segun-
dos, pero al final llam6. Le abrié Lucia. Las
dos nifias se miraron en silencio.
—Pasa —dijo por fin Lucia.
36
—Gracias.
La habitacién de Lucia era sencilla y aco-
gedora: un escritorio, un viejo pupitre escolar
convertido en mesita de ordenador, una estan-
terfa Ilena de libros, un balcén con macetas.
Pero lo que més llamé la atencién de Bice fue
una mufieca que habia encima de la cama.
Era una mufieca de porcelana muy antigua,
con un precioso vestido de raso azul celeste y
unos bucles dorados que parecian de cabello
natural; tenfa la cara blanca como el marfil y
la boca roja como la sangre.
—{Cémo nos has encontrado? —pregun
46 Lucia—. Tomi se empené en tomar un taxi
para que no pudieras seguimos.
Mientras estaba escondida entre los ma-
torrales he ofdo que tu amigo, Tomi, Hamaba
Lucarda al... vampiro —contest6 Bice—. Viene
en la guia telefonica, y solo hay un Lucarda
—:Sabes algo sobre los... vampiros?
—Un poco, zy ti?
—Un poco.
Las dos nifias volvieron a mirarse en silen-
cio durante unos segundos.
37—Bstd bien, yo me he presentado en tu casa
sin avisar y me toca hablar primero —dijo
al fin Bice. Y en pocas palabras le conté lo
més importante de sus experiencias junto a
Cuervo.
—iVaya! —exclamé Lucia tras of el relato
de Bice—. Mis aventuras vampiricas se que-
dan en nada al lado de las tuyas.
—Pues lo del vampiro vegetariano suena
muy interesante...
—Ahora te lo cuento. Pero espera que llame
a Tomi. Vive justo encima.
Lucia salié al balcén y llamé a su amigo,
que se asom6 enseguida
Qué pasa, Luci?
—Baja un momento.
—Estoy haciendo los deberes.
—Esto es més importante.
Ya lo sé.
Como lo sabes? —pregunts Lucia,
sorprendida.
—Porque cualquier cosa es mas importante
que hacer los deberes. Pero ya sabes que mi
‘madre no opina lo mismo.
—Dile que yo te he dicho que es importante
y te dejard bajar.
—Es humillante que mi propia madre se
fie mas de ti que de mi —se quej6 Tomi, pero
entré de nuevo en su cuarto y a los pocos mi-
rnutos lamaba al timbre,
‘Al entrar en la habitacién de Lucia, no pudo
contener un grito.
—iAaaah! {Como ha Hegado ella hasta
aqui? —pregunté el nifio seftalando a Bice con
cara de espanto,
—Hia entrado volando por la ventana —iro-
niz6 Li
—Me llamo Bice. He oido su conversacion
en el parque y... Bueno, yo también conozco a
un vampiro y he pensado que a lo mejor po
driames... colaborar.
—Luego te lo cuento con detalle —le dijo
Lucia a Tomi—. Ahora, vamos a contarle lo de
Lucarda,
—iEs de fiar? —pregunis el nifto mirando
a Bice de reojo.
Yo creo que si —contesté Lucia—. Y
aunque no lo fuera, zqué podemos perder
conténdoselo?
39No, nada, es0 es verdad —admitié Tomi—
Bueno, cuéntaselo tt, que tienes més labia
—De acuerdo... Lucarda, cuyo nombre es
un anagrama de Dracula, es nuestro vecino
de la planta baja —empez6 a decir Lucia di-
rigiéndose a Bice—. Lleva poco tiempo en la
casa y Tomi, que es més listo de lo que parece,
sospechs de é! desde el principio.
—Fnseguida me di cuenta de que era un
chupéptero —intervino el nif.
—Lueego descubrimos, con ayuda de la ve~
ina del piso de al lado... prosiguié Lucia
—Camila, una chica guapisima —dijo Tomi
con ojos sofadores.
—Si me interrumpes continuamente, no
voy a terminar nunca de contarselo —protes-
t6 Lucia,
—Es que te dejas cosas importantes —se
justificé el nifio,
Ya sé que la belleza de Camila es muy,
pero muy importante —ironiz6 Lucia—; pero
para que Bice se entere de lo que ha pasado,
no creo que sea fundamental.
—Esta bien, esta bien, ya me callo —dijo
‘Tomi poniéndose colorado hasta las orejas.
40
Bueno, pues resulta que Lucarda es un
vampito, pero renegado —continus Lucia—
Sc nioga a tomar sangre y combate alos demas
\Vampiros. Ha inventado un sucedéneo a base
dle zumos y productos quimicos. Ello Hama
“sangre vegetal”
—Si, pero en cuanto ve un poco de la au-
intervino de_
téntica se pone como una moto
nuevo Tomi. fs
—Deduzco que tuvieron algtin problema
con su vampiro vegetariano —coment6 Bice.
Si —admitié Lucfa—. Ayer fuimos a su
casa, Tomi y yo. Nos invité para ensefiarnos
su laboratorio y explicarnos algunas cosas.
Todo estuvo bien hasta que Tomi, que siempre
est tocando lo que no debe..
—iNo, si tendré yo la culpa! —protesté el
—Bueno, pues Tomi se pinché con un ob-
jeto punzante no identificado —prosiguié
Lucia— y pegé uno de sus gritos... Lucarda
se volvié y vio la gota de sangre que se habia
formado en el pulgar de Tomi...
aAbrié la boca como para decir algo mas,
pero se corts, como si estuviera eligiendo las
palabras con cuidado.
—Se abalanzé sobre mi —dijo entonces el
nifio con cara de terror—, me agarré de la mu-
fReca con una mano que parecia una tenaza y
se quedé mirando mi sangre como si no hu-
biera nada més en el mundo. La miraba con
tuna cara que pensé que me iba a dejar seco de
un chupet6n...
—Se quedé unos segundos como en tran-
ce —explicé Lucia—, pero en cuanto le hablé
reaccion6. Solté a Tomi y se fue corriendo.
—jAdénde? —pregunts Bice.
—No lo sabemos —contesté Tomi con un
encogimiento de hombros—. Ya te he dicho
que se puso como una moto. Se marché co-
rriendo de su propia casa, dejandonos all.
—Y ustedes, ¢qué hicieron?
—Nada. Nos fuimos a casa —contesté Lu-
cfa—. Qué podiamos hacer?
—{No se lo contaron a nadie?
—Solo Camila sabe de qué se trata. ¥ esta
de viaje —dijo Tomi con pesar.
42
——Conozco a una persona, un doctor, que
sabe mucho de vampiros —dijo Bice tras una
pausa—. Puedo preguntarle si sabe algo de
Lucarda.
—Esta bien, pero no digas su nombre ni
dénde vive —dijo Lucia.
—Tampoco le digas nuestros nombres, por
si acaso —afiadié Tomi,
—De acuerdo —asinti6 Bice mientras saca-
ba el movil y marcaba un ntimero—. Doctor
Van Helsing... —dijo al cabo de unos segun-
dos. Lucia y Tomi se miraron con sorpresa.
—A\é, Beatriz, como estés? —Ia saludo el
doctor al reconocer su voz.
—Bien, gracias, zy usted?
—Muy bien, gracias. ¢Alguna novedad?
—Nada importante. Solo queria preguntar-
le si sabe algo de un vampiro que ha inventa-
do una especie de sangre vegetal
Sj, es una de esas historias que circulan
por el Mundo Flotante. ;Quieres que nos vea-
‘mos un momento para hablar de ello?
—2En el parque?
—De acuerdo, Beatriz. Dentro de media
hora estaré en el banco de costumbre.—Gracias, doctor.
En cuanto Bice hubo apagado el mé:
‘Tomi exclamo: ioe
—iHlas dicho Van Helsing?
—Si.
Como el de Drscula?
—Es un descendiente del de Dracula —ex-
plico Bice— y tambien se dedica acombatira
los vampiros- Al parecer, el autor dea novela
se bas6 en una persona real para el personaj
del do i a
‘el doctor... Acordamos juntarnos en el par-
que dentro de media hora, gquieres venir?
—Si, claro —contest6 Lucia sin dudarlo.
—Yo se supone que tengo que ha
cer los de-
beres —dijo Tom indeciso. ese
—Tu madre te ha dado permiso para bajar
ami casa —Ie recordé Lucia,
—Es verdad. Y para ir a la calle solo tengo
que bajar un piso més... Vamos! —exclamé el
4. Van Helsing
Cave tos niftos egaron al parque, Van
Helsing ya estaba esperéndolos, aunque ain
no habia pasado media hora. Se levanté del
bbanco en el que estaba sentado apoyéndose en
su baston de puio de plata y salud6 a Lucia
y Tomi con una leve inclinacién de cabeza. El
nifo se lo habia imaginado mas joven. Tenia al
menos setenta afios, y Tomi se pregunt6 como
podia un vejestario con bastén luchar contra los
vampiros.
—Van Helsing, a vuestro servicio —dijo el
anciano—. Hola, Beatriz.
—Hola, doctor. Ellos son... mis amigos
dijo Bice—, y conocen al vampiro del que le
he hablado por teléfono, el de la sangre vegetal.
Pero por ahora no van a decir nada, ni siquie~
a sus nombres. Solo queremos escucharlo, si
quiere decirnos algo.—De acuerdo —dijo Van Helsing con una
cansada sonrisa, mirando fijamente a los nifios
con sus penetrantes ojos grises.
Se sentaron los cuatro en el banco y, tras
una pausa, el anciano dijo:
—Ante todo, debo decirles que lo de la san-
gre vegetal es un cuento. Los vampiros necesi-
tan ciertas sustancias que solo hay en la sangre
‘humana y que ellos no pueden producir ni asi-
milar a partir de otras fuentes. Yo soy bioqui-
mico, ademas de médico, y estoy en contacto
con los principales investigadores del mundo
en este campo. Ningtin particular con un la-
boratorio privado puede estar més adelantado
en sus investigaciones que toda la comunidad
ientifica internacional
—Pero... nuestro conocido lleva varios afios
sin probar la sangre —dijo Lucia.
—Si eso es cierto, no es un vampiro —repli-
6 Van Helsing sin titubear—. Y si es un vam-
Piro, eso no es cierto.
—Pero... —empez6 a decir Lucia.
—Querida nifia Ia interrumpié el doc-
tor—, los vampiros son seres tertiblemente
desequilibrados, incluso los que, en principio,
46
parecen tener buenas intenciones —afiadio
mirando a Bice.
—2Y por qué iba a decimnos lo de la sangre
vegetal? —pregunté Lucia.
—No lo sé —contest6 Van Helsing—. Tal
vez para ganarse su confianza. O tal vez sea
un falso vampiro.
—{Un falso vampiro? —repitié Bice con
sorpresa.
—Hay perturbados que se creen vampiros &
incluso llegan a beber sangre, pero que en rea-
lidad no lo son. Espero que sea ese el caso de
su conocido. Porque si es un auténtico vampi
10, les ha mentido y trama algo, y en ese caso.
corren un peligro gravisimo.
—{Todos los vampiros son malvados? —pre-
sgunté Lucia.
—Més que malvados —contest6 el anciano
con expresin sombria—, son la encarnacién
misma del mal
—Doctor, esti usted vivo porque hace unos
dias un vampiro le perdoné la vida, a pesar
de que usted queria matarlo a él —dijo Lucia
mirandolo fijamente a los ojos.
47—Es cierto —admitié Van Helsing tras una
pausa—. Cuervo podria haberme matado. Es.
més, desde su punto de vista deberia haber-
me matado, pues corre un gran peligro dején-
dome con vida, y lo sabe. Y sin embargo, no
me mat. Supongo que no lo hizo para no de-
cepcionarte, Beatriz... En cualquier caso, reco-
nozco que actué con nobleza. Tal vez algunos
-vampiros puedan tener buenas intenciones de
vez en cuando, pero el mal siempre acaba pre-
valeciendo en ellos.
—Cémo puede estar tan seguro? —pre-
gunté Lucia.
—Llevo muchos aftos combatiéndolos, que-
rida nifia. Muchos aos...
‘Tras una pausa, Van Helsing sacé un par de
tarjetas de visita y le dio una a Lucia y otra a
Tomi.
—Como ya sabe Beatriz les dijo—, si ne-
cesitan ayuda o quieren contarme algo, pue-
den llamarme a cualquier hora del dia... o de
la noche. Y puesto que de momento no van a
decirme nada mas, ni yo puedo decirles tam-
poco nada més sin un mejor conocimiento del
caso. Con su permiso, me retiro,
48
‘Van Helsing se levanté del banco apo}
dose en su bastén, les dedicé una leve inclina-
cién de cabeza y se marché caminando muy
erguido. Durante unos segundos los niftos lo
miraron alejarse en silencio.
— {Qué les ha parecido? —pregunt6 Bice.
Fs un poco viejo para luchar con Jos vam-
piros —coment6 Tomi-—, pero me gusta. Yo se
Jo contaria todo. Necesitamos ayuda y.
—Si le cuentas a alguien te va ait mal —lo
interrumpié Lucia—. Camila dijo que no di-
gamos nada.
Fst bien, esté bien. Si lo ha dicho Cami:
la, me callaré —dijo Tomi guardéndose la tar-
jeta de Van Helsing en el bolsillo—. Y ahora,
gqué hacemos?
—De momento, volver a casa —contestd
Lucia—. Est anocheciendo y tt atin no has
hecho las tareas.
495 La furia del vampiro
Mhrwenas volvian a casa (en taxi y dando
un rodeo, para evitar que puidieran seguirles
los hombres de Van Helsing), Tomi le pregun-
1a Bice
—¥ ese Cuervo amigo tuyo.. nunca ha in-
tentado morderte ni te ha mirado de una ma-
nera extrafa?
—No —contests ella sin vacilar—. Siempre
me ha tratado muy bien, Es el hombre mas
amable y simpstico que conozco,
—Lo ves a menudo? —quiso saber el nifo,
-Vivo en su casa.
—2Vives con un vampiro? —exclamé Tomi,
Provocando la sonrisa del taxista, que pensd
que los nifios estaban jugando a algo.
—Pues si, y es muy divertido.
Por si acaso, no se bajaron del taxi delante de
«asa, sino en la calle paralela, y no partieron has-
ta cerciorarse de que nadie los habia seguido
50
—jHay luz en casa de Lucarda! —exclamé
Tomi al coblar la esquina, sefialando una ven-
tana de la planta baja, cuyas cortinas, al ser
movidas por la brisa, dejaban escapar un te-
nue resplandor amarillento,
Sin decir palabra, Lucia eché a correr, se
metié en la porterfa y Ham6 a la puerta de
Lucarda. i
—zQué haces? le grité Tomi desde el por-
tal, sin atreverse a entrar.
Lucia lamé varias veces, pero nadie abri6
la puerta, Por fin el nifio se atrevi6 a entrar en
la porteria y le dijo:
— {Estas loca? jPodria haber abierto!
—Para eso llamo —dijo Lucia con aplo-
‘mo—. No pongas esa cara de horror, Tomi, Tu
adorada Camila dijo que no tenfamos nada
‘que temer de Lucarda.
—Porque no ha visto la cara que puso
ayer... —replicé él
Bice se sacé del bolsillo una especie de tar-
jeta negra y dijo:
Si quieren, a lo mejor poemos entrar.
—2Qué es eso? —pregunté Lucia.
BL—Fs un trozo de radiografia. Lo mejor para
abrir una puerta cuando no tienes la Have
—contest6 Bice—. Es un truco que me ha en-
senado Cuervo.
Ni hablar —dijo Tomi con una mueca de
espanto—. Si no abte, es porque todavia est
hecho una furia, como ayer. Yome voy a hacer
las tareas.
No es muy tarde. Quédense un rato en
casa y luego volvemos a intentarlo —pro-
puso Lucia. Bice asintié con la cabeza y Tomi
no se atrevi6 a negarse por no parecer un co-
barde, de modo que subieron al primer piso.
Lucia lamé a la puerta de su casa, pero nadie
abrié.
—Qué rato, mi madre deberia estar en casa,
Cuando fuimos al parque, estaba a punto de
Hegar, por eso no tengo la lave.
Bice volvié a sacar el trozo de radiografia
—Yo si —dijo con una sonrisa.
mi
—¢De verdad puedes abrir con eso? —pre-
gunts Lucta
—Sino esta
puesto el seguro, sf —contest6
Bice—. Quieres verlo?
Lucia asintié y Bice destizé la fina Lamina
flexible entre la puerta y el marco hasta des
plazar el resbalén de la cerradura.
increible! —exclam6 Tomi al ver la puer-
ta abierta—. Tienes que ensefiarme ese truco,
Es muy facil... ~empezé a decir Bice
pero se corté al ver la cara de preocupacion
de Lucia, que exclamé:,
Hay luz en la habitacién de mi madre!
Por qué no nos abri6? {Mama!
Corrié hacia el dormitorio y, al llegar a la
puerta, que estaba abierta de par en par, lanz6
un grito ahogado. Bice y Tomi, una vez junto
a ella, comprendieron por qué: la madre de
Lucia estaba tumbada en la cama, con los ojo
abiertos y mortalmente palida. Alrededor del
cuello llevaba un paiiuelo de seda, a pesar de
que no hacia nada de frio.
Lucia corrié junto a su madre y se abraz6
aclia.
Mama!
Solo entonces la mujer parecié darse por
enterada de su presencia. Miré a su hija como
si acabara de despertarse, esboz6 una sonrisa
33¥ dijo con una voz extrafia, solemne y excesi-
vamente pausada.
—Hola, Lucia.
—2Qué te pasa, mama?
—Nada, hija; estoy un poco fatigada y qui-
se descansar un rato.
—;Por quié tienes ese pafiuelo?
—Me duele un poco la garganta. No te
preocupes, hija, no es nada,
—Estas muy péilida, mamé. Voy a llamar al
médico.
—iNo! —exclam6 la madre, casi con violen-
cia—, No necesito ningiin médico. Solo des-
cansar... Descansar... Sal, por favor,
Lucia, con Ios ojos lorosos, volvié junto a
Bice y Tomi, que miraban desde la puerta sin
atreverse a entrar, y dijo con voz angustiada:
{Qué hago? No quiere que lame al mé-
dico, pero.
En ese momento se oyé un grito procedente
del piso de abajo.
__ —IEs en casa de Lucarda! —exclamé
Tomi—. jY parece una chica!
54
—Vamos —dijo Bice, y eché a correr hacia
la puerta. Lucia la siguié con decisién. Tomi
vacil6 unos segundos, pero quedarse solo le
daba adn mas miedo que ir a casa de Lucarda,
asi que fue tras las nifias.
Bice abrié la puerta de la planta baja con la
misma facilidad con que habia abierto la de
Luecfa, Los tres nifios se quedaron unos instan-
tes como petrificados, sin atreverse a cruzar
el umbral. Pero un nuevo grito los decidis a
entrar. En el sal6n habia una chica tirada en
el suelo que se esforzaba por incorporarse.
Llevaba un buzo, camiseta y zapatillas de-
portivas, y parecia que acabara de recibir una
brutal paliza. Tenia un ojo morado, los labios
hinchados y un desgarrén en la camiseta
Los nifios corrieron a su lado y la ayudaron a
levantarse.
Qué te pas6? le pregunt6 Bice.
Es horrible —dijo la chica sollozando.
‘Tenia unos veinte aftos y era muy guapa y at-
letica. Parecia una gimnasta 0 una nadadora.
Mientras Bice y Tomi la ayudaban a sentar-
se en una silla, Lucia inspeccioné répidamente
toda la casa. No habia nadie mas.
55,—Bstaba haciendo jogging —conts la joven
entre sollozos—, y al pasar bajo esa ventana
escuché un gemido... Es facil alcanzar el alféi-
zar desde la calle, y yo soy bastante agi, asi
que me he asomado por si alguien necesitaba
ayuda. No vianadie, pero of otro gemico pro-
cedente de la habitacion, un gemido de mu-
jer:.. Pensé que podia ser una enferma o una
anciana que se habia caido, y entonces entré.
iNo va a creer lo que he visto! Van a pensar
que estoy loca!
56
No vamos a pensar que estés loca —la
tranquiliz6 Bice—. Salta a la vista que te han.
atacado.
— Bs demasiado horrible! —sollozé la chi-
ca—. Estaba... Estaba... jEstaba mordiéndole
el cuello! Un hombre alto, moreno, vestido de
negro... Le estaba mordiendo el cuello a esa
pobre mujer, como un lobo matando a un cor-
derillo... Senti tal horror que me he quedado
paralizada... No podia hacer nada, ni gritar..
Entonces él me vio, solté a su victima y se
57abalanzé sobre mf, con la boca ensangrenta-
da y echando fuego por los ojos... Me golpéo.
{an fuerte que perdi el conocimiento... ;Dénde
esta la mujer? ZY ese... ese monstruo?
—Tranquila He dijo Lucia—, aquino hay
nadie més. Vamos un momento a mi casa, si
quieres, para que te laves un poco... :Llama-
mos a un médico?
No, no, estoy bien —dijo la chica, algo
més tranquila—, No tengo nada roto, solo es-
toy un poco magullada.
Subieron a la casa de Lucia, cuya puerta,
con las prisas, habia quedado abierta (era algo
que pasaba cuando Tomi salfa tiltimo de algain
sitio). Mientras la joven deportista se lavaba y
se arreglaba un poco, los niffios se asomaron a
la habitacién de la madre de Lucia, que dor-
mfa plcidamente, aunque estaba muy palida.
‘Cuando, al cabo de unos minutos, la chica sa-
1ié del bao, se acercé a los nifios y vio a la
madre en la cama.
{Es ella! exclamé con horror—. {Es la
mujer a la que ese monstruo estaba mordien-
lo! Qué pasa aqui? {Qué es esto?
58
—Creemos que a mi madre la atacé un.
perturbado —dijo Lucfa haciendo un esfuerzo
para contener las lagrimas.
—;Puedo... hacer algo? —pregunts la joven
tras una pausa.
—Ya has hecho bastante acudiendo a la a-
mada de mi madre —contest6 Lucia—. Mu-
chisimas gracias.
—Tengo que irme, en mi casa estarén
preocupades... Les dejo mi teléfono, por s
‘caso —dijo la chica sacando del bolsillo un
papelito que le dio a Bice. Y acto seguido se
marché a toda prisa
Ni siquiera nos dijo cémo se Hama
—comenté Tomi mientras la puerta de la calle
se cerraba tras la apresurada joven.
—Esté muy nerviosa, y muy asustada —
dijo Bice—. Y no es para menos. Pobrecilla
{Qué vamos a hacer ahora? —pregunts
el nifio,
—Tii sube a tu casa, antes de que tu madre
‘empiece a preocuparse —Ie dijo Lucia—. Ya es
casi la hora de cenar.
Si, serd lo mejor —convino Tomi
a
59.Yo voy a llamar a Camila —contesté Lu
cla con determinacién.
— Pero si esta de viaje! —exclams el nino.
—Si, pero antes de... irse me dijo la fornta
de localizarla si la necesitibamos. Y creo que:
la necesitamos.
—jClaro! Si, por favor, Ilamala y que venga
cuanto antes —rogé Tomi—. Bueno, si necesi
{as algo, me pegan un grito. Estaré en mi ha-
bitacién haciendo las tareas —afadio a mode
de despedidla, y se fue a su casa.
Solo cuando el nifio se march6, Lucia se
permiti6 a sf misma llorar desconsoladamen-
te. Bice la abraz6 en silencio.
60
6 Elelixir de la eterna juventud
Bice estaba sola en la habitacién de Lucia,
que le habja pedido que se quedara con su
madre mientras ella iba a avisar a Camila. No
habia querido que la acompanara ni le habje
dicho adénde tenia que ir para localizar a su
vvecina. Se sent6 en la cama y toms la mufteca
de porcelana que tanto la habia impresionado
al verla por primera vez. Sus labios rojos como
Ja sangre parecian sonreitle con complicidad,
mientras sus ojos de cristal se clavaban en los
de Bice. La nifia acaricié suavemente el cabello
de la mujieca, y en el mismo momento una
‘mano levisima, fantasmal, acaricié su propia
cabeza. Bice se volvié sobresaltada y vio junto
a ella a la madre de Lucia. Tba descalza, y ha-
bia entrado tan sigilosamente que la nifia no
la oy6 acercarse.
Lucia... —dijo la mujer con la mirada per-
dida y voz ausente.
61