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JULIO CORTAZAR EL EXAMEN EDITORIAL SUDAMERICANA SUDAMERICANA | PLANETA [BUENOS AIRES Nora Dito de taps: Maio Blanco Buerib{ BI Bsamen a mediados de 1950, en un Buenos Aires donde Ie imaginacion poco tenia que agregar ala historia para ob- tener los resultados que verde lector ‘Como Tz pubilcacién’del libro era entonees imposiie, silo 10 leyeron algusos amigos. Mas adelante y desde miy lejos supe que ‘sos mismos amigos habian creido ver en certos episode Uns pre Imonicion de. acontecimlentes que usttaron nuestros anaes. en P| 1952 y $8, No me seatf feliz por haber acertado a esas quinielas pte necrologias y edlidas, En ol fondo era demasado fail futuro argentino se obetina do tal manera en calcaree ecbre el presente {eos ejericios de antcpacion eatecen de todo mit. ‘Publico hoy este viejo relato porque imemediablemente me asta su libre Tenguaje, su fabula sin morale, st melancolie por- 7 también porgue Ia pesadila de donde nae sigue desplerta Y¥ anda po las calles, JUL 2 9 1986 16 © dutlo Cortes 1988. © Feira Sudanevcus 8. ii eatsacn encodes om Sodamsiane/ Manes (Etre) S.A, 1986, Humberto $45; Buenos Ate cho el dpa que previne ate 11.723 ISBN 9500703319 Inpro ent rgetina =Il y a terriblement d'années, je m’en allais chasser le -ribier eau dans les marais de Ouest —et comme il n'y ‘avait pas alors de chemins de fer dans te pays ow il me fallait voyager, Je prenais la diligence. “Que te vaya bien, y que caces muchas perdices", pens Clara, apartindose de la entrada del aula. La voz fiel Lector dejo de ofrse; estupendo lo bien aislados que festaban los salones de la Casa, bastaba retroceder un par ‘de metros para reingresar en ef silencio levemente zumba: dor de la galeria, Camin6. hacia el lado de las escaleras y se detuvo indecisa en el cruce de otra corredor. Desde ahi se ofa distintamente a los Lectores de la secciéa A, novela inglesa modema, Pero era diffell que Juan estuvie ra en uno de esos salones. “Lo malo es que con 6! nunca se sabe", se lilo Clara, Entonees quiso.ir a ver, apreto con rabia Ia tarpeta de apuntes y tomé a la izquierda, Jo mismo daha un lado. que otro. “Was there @ husband?” “Yes. Husband died of anthrax," “Anthrax? “Yes, there were a lot of cheap chaving brushes on the ‘market just then— "Nada de malo pararse un segundo para ver si Juan ‘some of them infected. There was a regular scandal ‘about it,” “Convenient”, suggested Poirot. Pero. no esta ba. Las siote y cuarenta, y Juan la habia citado a las sie- te y media. El gran sonso. Estaria metido en alguna de las” aulas, mezelado con los parisitos de la Casa, fescuchando ‘sin off. Otras veces se encontraban en la planta baja, al lado de la esealera, pero a lo mejor a Juan le habia dado por subir al primer piso. “Qué sonso. A menos que se le haya hecho tarde, a menos que...” ‘Otras veces era ella la que legaba tarde, “Vamos hasta la ‘otra galeria, seguro que anda metido por ahi", dans les mélodies nous 'avons v les emprunts et les échanges s'effectuent tres souvent par- 'y nada, no estaba.” “Este Lector tiene buena voz", se dijo Clara, pardndose cerca de la puerta. La sala estaba muy iluminada y se veia el carte- Tito con el titulo del libro: Le Livre Des Chansons, ou Introduction @ la Chanson Populaire Francaise (Henri Davenson). Capitulo Il. Lector: Sr, Roberto Chaves. “Este debe ser el que ley La Brayére el aflo pasado”, ppens6 Clara. Una voz liviana, sin énfasis, soportando bien el tumo de cinco horas de lectura. Ahora el Lector hacia ‘una pausa, dejaba caer un silencio como’ una cucharada de tapioca. Los oyentes sabfan, por In duracién det lencio, si se trataba de un punto'y’aparte o de una llama- dda al pie de pagina, “Una llamada”, pens6 Clara. El Lee- tor leyé: ‘Voir lédessus la seconde partie de la thése de ©. Brouwer, Das Volklied in Deutschland, Prankreich...” Buen Lector, uno de los mejores. “Yo no serviria, me distraigo, y' después corro como un perro.” Y' los bbostezos’nerviosos al rato de leer en voz alta, se acordé de que en quinto grado la sefiorita Capello de hacia leer ppasajes de Marianela. Todo iba tan bien las primeras pag nas, después los bostezos, el lento ahogo que poco a poco le ganaba la garganta y la boca, la seforita Capello on su cara de dngol oyendo en éxtasis, In pausa forzada para contener el bostezo —le parecfa sentirlo otra vez, lo transferfa al Lector, lo lamentaba por él, pobre diablo, y otra vez la lectura hasta el sigulente bostezo, no, con toda seguridad no serviria para la Casa. “Aquél es Juan”, penis. “Af viene tan tranquilo, en Ia hina como siem: ae Pero no era, sélo un muchacho parecido. Clara rabié y se fue al lado opuesto de Ia galeria, donde no habia lee- turas y en cambio se olfa el café de Ramiro, “Le pido 10 una tacita a Ramiro para sacarme la rabia.” Le molestaba haber confundido a Juan con otro. La gorda Herlick hu- biera dicho: ‘“,Ves? Trampas de ia Gestalt: dadas tres Iineas, cerrar inmiginariamente el cuadrado, Dado un cuer- po més bien flaco y un pelo castaZio y una manera de caminar arrastrando un ocio porteio, ver a juan”. La Gestalt podia... Ramiro, Ramiro, qué bien me vendria luna taza de su café, pero el café’ es para los Lectores y para el doctor Menta. Café y lecturas: Ia Casa. Y las ‘ocho menos cuarto. Dos chicas salieron casi corriendo de un aula. Cambia- bban frases como picotazos, ni vieron a Clara en su apuro poor llegar a la escalera. “Capaces de irse a escuchar otto capitulo de otro libro. Como si movieran el dial de la radio, de un tango a Lohengrin, al mercado a término, a las heladoras garantidas, a Ella Fitzgerald... La Casa debe- fa prohibir ese libertinaje. De a uno en fondo, queridos foyentes, y a no prenderse de Stendhal hasta no acabar Zogoibi.” Pero en la casa mandaba el doctor Menta, sier- vo de la cultura. Lea libros y se encontraré a si mismo, Grea en Ia letra impresa, ea Ia vor. del Lector. Acepte el ppan del espfritu, “sas dos son capaces de subir para Je a Menghi alguna novela usa, o vertos espafioles tan bien dichos.por la seRorita Rodriguez. Tragan todo sin ‘masticar, a la salida comen un sindwieh en la cantina de la Casa para no perder tiempo, y se largan al cine oa un concierto. Soin cultas, son unas ricuras. En mi vida he visto pedanterfa més al divino boten....” Porque hubiera sido initil preguntarle a una de esas chicas qué pensaba de lo que ocurria en la ciudad, en las provincias, en el pais, en el hemisferio, en la sania madre tierra. Informa- ciones, todas las que'uno quisiera: Arquimedes, famoso ‘matemético, Lorenzo de Médicis hijo de Giovanni, el gato con botas, encantador relato de Perrault, y asi’ su- cesivamente... Estaba otra vez en la primera galeria. Al- unas puertas cerradas, un zumbido de mangangé, el Lec- tor. Les Temps Modernes, N* 50, diciembre 1949, Lector, Sr. Osmén Caravazsi| “Yo deberia hacer la prue- bba de off revistas”, pens6 Clara. “Puede ser divertido, primero un tema y después otro, como cine continuado! La lectura empieza cuando usted lega.”” Se sentia cansa- da, fue hasta donde la galeria daba sobre el patio abierto. ‘Yihabja estrellas y limparas. Clara se sent6 en uno de los, frios bancos, busc6 su tableta de Dolea con avellanas. Desde una ventana de arriba legaba una voz seca y clara. Moyano, o quizé el doctor Bergmann que habia leido todo Balzac en tres afios. A menos que fuera Bustaman- te... En el tercer piso estaria la doctora Wolff, gangosa ‘con. su Wolfgang gangoso Goethe; y la pequefia Mary Robbins, lectora de Nigel Balchin. Clara sintio que el chocolate la enternecia, ya no estaba enojada con su ma- ido; a las ocho no le molestaron las campanadas del gran elo} de la esquina. En el fondo le culpa la tenia ella por venir a la Casa, porque @ Juan maldito si le importaban las lecturas, En un tiempo en que resultaba difieil dictar ‘cursos interesantes 0 pronunciar conferencias originales, Ta Casa servia para mantener caliente el pan del espiritu. Sic, Para lo que verdaderamente servia era para juntarse ‘eon algiin amigo y charlar en vor baja, cumpliendo de paso el vistoso programa de trabajos pricticos combina- 0 por el doctor Menta y el decano de la Facultad. “Pero claro, doctor, pero claro: la juventud es la juven- tud, no estudian nada en su’casa, En cambio si usted les hace ofr las obras, dichas por nuestros Lectores de prime- ra categoria (cobraban sueldo de profesores, esas comu- copias), la letra con miel también entra, zno es cierto, doctor Menta? El doctor Menta... Pero si sigo reconstru- yendo sus eanalladss”, pens6 Clara, “‘acabaré por creer en Ia Casa,” Prefirié morder a fondo la tableta de Dolca. ¥ al fin y al cabo Ia Casa no estaba tan mal; s0 pretexto de ‘difundir la cultura universal el doctor Menta habia aco- ‘modado a docenas de Lectores, pero los Lectores leian y las chicas escuchaban (sobre ‘todo Iss chicas, siempre ‘buenas alumnas y tan atentas al programa de trabajos ppricticos), y algo quedaria de todo es0, aunque més no fuera Nigel Balchin. 2 “Mafiana a Ia noche ~explicé Juan, BI examen final Si, pero claro que vamos a almorzar. ¥ al concierto, se- guro. El examen es a la noche, hay tiempo para todo. ‘Cuando colgé, rabiando por lo mal que habia ofdo a ‘su suegro y lo tarde que se le hacfa, vio a Abel que en- traba al bar por la puerta de Carlos Pellegrini. Abel esta- ba de azul, palidisimo y flaco, como de costumbre no miraba a nadie de frente y se movia a lo eangrejo, evitan do més las caras que las mesas, ‘—Abelito —murmuré Juan, acodado al mostrador. iAbelito! ero Abel se quedé en un rincén sin verlo 0 a lo me- jor sin querer verlo, mirando Ia pared. Juan revolvié el café, Lo habla pedido por costumbre, sin ganas de tomarlo, Nunca le habia gustado telefonear desde un bar sin. pedir antes alguna cosa. De espaldas, Abel parecia todavia més flaco, cargado de espaldas. Hacfa tanto que no se vefan, en oiros tiempos Abelito no tenia ese traje ‘azul, “Anda con plata”, pens Juan, En realidad lo mis natural hubiera sido que Abelito y él se. saludaran, faungue fuera desde lejos y sin darse la mano. Nunca se hhabfan peleado, como para pelearse con Abel. Se acord6 vagamente de las babosas que aparecian a veces en el ‘cuarlo de bafio de su casa, cuando volvia tarde en sus tiempos de estudiante. Pobre Abelto, realmente era de- masiado compararlo con... Trag6 el café tibio y demasia- do dulee, mit con cariio el paquete con la coliflor. Des- de el primer momento habia instalado el paquete sobre el mostrador, cerea del teléfono, para que no fueran a pPlantarle una mano o un codo éntima. Ahora un rubio fen mangas de camisa hablaba a gritos por teléfono. Juan ‘miré una vez mis a Abel que se habia sentado en la otra punta del café, pag y salio levando con mucho cuidado ‘el paquete. Camin6 por Cangallo, sorteando a los transedintes apurados, Hacia ealor, hacia gente,, Los cafés de las esquinas estaban lenos, “Pero a esta hora, ,qué earajo hhacen todos estos tipos?”, pens6 Juan, “Qué vidas, qué muertes estin incubando? Yo mismo, qué diablos tengo {que hacer en Ia Casa. Mas me hubiera valido topario a ‘Abel, preguntarle por qué anda con la cara planchada...” ‘AI verlo en el café, ese ripida sospecha de que quizé ‘Abelito... Pero es que’ a nadie le gustaba Abelito; raaén ‘de mis’ para encontrarselo en los cafés, Pobre Abel, tan solo, tan buscando algo, “Gi buscara de veras ya nos habria encontrado”, pen- 3 ‘Cruz Libertad, cruz6 Taleahuano, La Casa tenia las luces extra de los jueves, “No se pierden un aula, meten seis mil escuchas en tandas de a mil, Cusnto lamenta Menta no tener el Kavanagh...” Yen su despacho estaria, de azul oscuro o de negro, revisando expedientes, ftendiendo a un piblico lleno de buenas intenciones, reemos que deberia repetirse el curso de Dostoievsky, y 1 de Ricardo Giliraldes. Se pierde demasiado tiempo ecn las revistas centroamericanas. {Cuindo se abriré la cine- ‘mateca? El doctor Menta lamenta, pero en el aula 31 ti hen para seis semanas més con Pérez. Galdés, “Nada f fil dirigr la Casa”, pens6 Juan. Subié los escalones de 4 dos y casi choca’con el figto Gémez que salia corrien- do. Avis si andi rajando de la policia —Peor que eso, me escapo de la gordita Maers —dijo et ‘ato. Cada vez que me pesca se pone a explicarme Dar- win y la eonducta de los antropoides. “Mii madre ~dijo Juan. =¥ la suya, porque me habla de la familia y de una hhermana que tiene en Ramos Mejia, Hasta luego, Te va Dien? “Si, me va biem :¥ vos? —¥6 estoy en Impuesto a los Réditos —dijo el Bato y se fue, Kigubre. Juan cruzd ia galerfa hasta el patio donde-con-seguri- ad-Clarafuriosa, Se le acered por detrés, le Ts. “4 —Odioso ~dijo Clara, alcanziindole el final del Dole Olés 2 cumpleafios. Corréte para que me siente. T rnés el aire de la victima, del sujeto de laboratorio. El doctor Menta lamenta, ~Asqueroso. sac Be Feebis con a acta que ast sla fuentes, a “Son las ocho y veinte Sif, tiempo ha seguido y nos ha pasado. BI tiempo, como un niio que llevan de ta mano Y que mira hacia atras iste hai-kai lo escribi hace dos afios, date una idea.. Clara, en este paquete tengo un coliflor prodigioso. “ifoméielo y's! querés vomitilo. Ademés s€ dice la fo es para comerlo —explicé Juan~. Este coliflor ‘et para levar en un paquete y admirarlo de cuando en ver. Creo que el presente es un momento propicio para Ja admiracién del coliflor. De modo que... Me gustaria mis no verla ~dijo Clara, orgullosa. —Apenas un segundo, para que lo conozcas. Me costé tuno noventa en el Mercado del Plata. No pude resistir a la hermosura, entré y me lo envolvieron. Era més hermo- so que un primitive flamenco y ya sabés que yo... Bal- cconed un poco. “Es linda, la’ veo muy bien asf, no la destapés del todo, “Tiene algo de ojo ‘de insecto multiplicado por miles —tijo Juan, pasando un dedo sobre la apretada superficie grisacea—. Fijéte que es una flor, enorme flor de la col, Coliflor. Che, también tiene algo de cerebro vegetal. Oh, coliflor, qué piensas? —4Por eso te retrasaste? Bi. También le telefoneé a tu papi que nos invita a almorzar mafiana, y lo estuve mirando a Abel. “Sabés perder al tiempo —dijo Clara. Abel y paps... Prefiero la eoliflor. 1s —Contaba ademas con tu perdén ~dijo Juan. Aparte de que estamos a tiempo de ofrio un rato a Moyano. Yo s6 que a vos te gusta tanto la vor de Moyano. El gran Acariciador aetstico, el violador telefénico, —Sonso. =Pero siesta bien asi, Bl tipo lee con tal perfeccién que ya no interesa lo que lee. Ya mf me gustan las tres fubias que se sientan a bebérselo en a primera fila, EL pobre, el galin superheterodino, Esperi que rehaga el pa- quote, me podrian estropear el coliseo, el colosal coliflor, € billante colibriyo, el colifato. De un salén de Ia izquierda, al principio de la galeria, venia como una salmodia ahogada por las puertas de vie dio. “Leen a Balmes”, pens6 Clara, ‘‘o sera Javier de Viana...” Una. pareja legaba corriendo, se separaron para leer los cartolitos en las puertas, cambiando seas iracun- das. Zas, de cabeza en Romance de Lobos, lector Galiano Sllredi. Un chico de grandes anteojos lefa aplicadamente el ema de la Casa, letras de oro en la pared, art de la lecture doit laisser Vmagination de Vaud teur, sinon tout d fait libre, du moins pouvant croire G sa liberté Stendhal (Pero nadie ignoraba que la frase era de Gide, y que se 1a habfan vendido al doctor Menta como buena.) Taventar el ideario apécrifo", pens6 Clara. “‘Hacerle decir a un procer lo que debio dea y no dijo; ajustar la ‘nipida temporalidad, dar al César lo que deberfa sor del César pero que dijeran Federico II 0 Irigoyen...” “Vamos dijo Juan, tomindola del brazo—. Con tal que haya sills ‘A mitad de Ia escalera se pararon a examinar el busto de Caracalla. A Clara le gustaba el gesto dominador de las cejas, cerrindose sobre los ojos como puentes Siempre lo acariciaba al pasar, deplorando la rajadura de Ja nariz que le daba un aire bellaco. =Un dia te va a plantar un mordisco en la mano. Ca- racalla era asi. 16 Los Césares no muerden. Y con ese nombre tan dulce, Caracalla, sefor de los romanos. No es un nombre dulee ~dijo Juan~. Restalla como Jos létigos de sus cocheros. —Confundis con Caligula No, ése suena a raiz amarga. Dos granos de calfgula ‘en un vaso de miel, O si no esto: El cielo esté caligulado, gquién lo desencaligularé? Adios, doctora Romero. Buenas noches, jévenes —dijo la. doctora Romero, bbien agarrada del pasamanos. Movéte, Juan, Moyano habré empezado a leer hace veinte minutos. —Fuiste vos la que se paré a masturbar a ese pobre Cé: ~zQué querés? Se lo merece, es bueno conmigo. Nadie Jo mira; €1, que fue tan mirado. Pero Cara calla “dijo Juan—, Los romanos eran asf La doctora Romero esta hecha un elefante. El elefante se da vuelta y contempla mi paquete. Ha olido el colifior. =¥ vas a entrar con eso al aula —dijo Clara, Haris ruido con el papel, molestaras a todo el mundo. ~Si pudiera ponerme el coliflor en el ojal, Zeh? Capri cho caracallesco, ‘Te parece hermoso, verdad? Un coli flor como ya no hay més. “Bs pasable. En casa las compran més grandes. Tu famosa ease dijo Juan El Lector paus6 su final de capftulo. Antes de iniciar 1 siguiente dio tiempo a las toses, la apariclén de paue- los, el ripido comentario. Como_un pianista veterano, concedia unos segundos de relajacion pero no demasiado, no se fuera ese fluido, esa sustancia tensa que pegaba su You ala gente, su lctura a las atenciones no sempre Tnclinéndose levemente, ‘Moise prenait de lige, mais aussi de Vapparence. Les banquiers ses contemporains, qu'il avait

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