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howard becker manual de escritura howard becker manual de escritura para cientificos sociales MANUAL DE ESCRITURA PARA CIENTIFICOS SOCIALES cémo empezar y terminar una tesis, un libro 0 un articulo howard becker 3 Sisloveintuno ediores * KI Sateen grupo editorial salto de pagina biblioteca nueva woo toa : Como empezar y terin- ‘eimp- Buenos Aires ‘Traducide por: Terese Anjén // ISBN 978.987-620.1675 1. Ciencias sociales. L Anijin, Teresa, rad. Tiealo cop 3a ial Scientists, How to Sart and Finish le (The University of Chicago Press, Chi he University of Chicago Press Jo Veintiune Edltores SA Los dibajos reproducidos al cor técher y fueron poblicados ‘en Les Frusués§, © Le Nouvel ISBN 978.987.629.167. Inpreso en: Grifica Chamorto // Dardo Rocha 1850, Ciudadels enelmes de julio de 2012 Hecho el depésito que marca laley 11.723 JImpreso en Argentina // Made in Argentina indice Prefacio Prefacio a la edicion de 1986 1, Rudimentos de escritura para estudiantes de posgrado. Un recuerdo y dos teorias 2. Persona y autoridad 3. La Unica Manera Correcta 4-Editar de ofdo 5-Aprender a eseribir como un profesional 6. Riesgo, Pamela Rickards 1y-“Sacatlo ala calle” 8. Abrumado por Ia bibliografia 9-Escribir con computadora Una tiltima palabra Referencias bibliograficas (08 SOLIALES 16 MANUAL DE ESCRITURA PARA CIE’ y haceries ver que los textos que leen son obra de personas que ienen las mismas dificultades que ellos. Mi pros n0 es ejemplar, pero, como sé lo que conllevé redactarls, puedo explicar por qué afrontar y cémo elegf las soluciones, No puedo hacer lo mismo con el trabajo de otros. Dado que hace mas de treinta aftos que antes y j6venes pro- lectores del manuscri los que Io integran me preocuparon y confundieron tal ‘como su propio trabajo los preocupa y confunde. Por esa razén he dedicado wn capitulo completo 2 mis propias experiencias como escritor. lo I fue publicado por primera vez, con ligeras modifi iones, en The Sociological Quarterly, 24 (otoiio de 1983, pp. 575- Blanche Geer, Robert A. Gundlach, Ct Joyce, Sheila Levine, Leo Litwal, Michal McCall, Donald MeClos- key, Robert K. Merton, Arline Meyer, Harvey Molotch, Michael Estoy particularmente agradecido a Rosanna Hertz por haber es- crito fa carta que inspiré el capitulo “Persona y autoridad” y por haberme permitido citarla de manera exhaustiva, La carta que me escribi6 Pamela Richards acerca del riesgo era tan completa y 1, Rudimentos de escritura para estudiantes de posgrado Un recuerdo y dos teorias Varias veces he dictado seminarios de escritura para estu- diantes de posgrado. La tarea requiere una buena dosis de auda- cia, Después de todo, cuando enseiamos un tema se supone que sabemos algo acerca de él, Haber escrito profes sociGlogo desde hace casi treinta aftos me confiere ese conoci- jento, Ademas, varios maestros y colegas no s6lo han criticado mi prosa sino que también me han dado innumerables lecciones para mejorarla, Por otra parte, todo el mundo sabe que los socié- basta mencionar la palabra “sociologia”, tal como los comediantes de vodevil provocaban las risas del publico con s6lo decir “Peo- ria” 0 “Cucamonga”. (Véase, por ejemplo, el ataque de Cowley 156] y la respuesta de Merton [1972].) Pero la experiencia y las lecciones no me han puesto a salvo de cometer los errores que todavia comparto con mis colegas. . No obstante afronié el reto, impulsado por los constantes rela- tos de los problemas crénicos que los estudiantes y mis colegas so- idlogos tenfan con la escritura, Anuncié el curso en la cartelera, EI miimero de asistentes a la primera clase me sorprendié. No sélo se anotaron diez o doce estudi bién un par de investigadores de posdoctorado e incluso algunos de mis colegas docentes mas jévenes, un patrén de matricula que 20. MANUAL De PSCRITURA PARA CHENTIFICOS SOCIALES se repitié en atios posteriores. Sus preocupaciones y sus proble- mas con la eseritura superaban el temor de quedar en ridiculo or tener que volver @ las aulas, Mi aucacia fue més allé de dictar un curso cuyo tema no do- siquiera me preparé para la clase, porque (al ser $o- cidtogo, no profesor de composicién) mo tenia la menor idea de cémo darla. De modo que, ese primer da, entré al salén sin saber qué haria. Después de unas pocas y balbucientes observa- iminares, tuve una revelacién. Hacia ya varios afios Jeyendo las “Entrevistas con escritores” det Paris Re- ‘view, ¥ siempre habia sentido un interés ligeramente obsceno en quello que los autores entrevistados revelaban sin pudor acerca de sus habitos de escritura. De modo que me dirigf a una ex estiidiante de posgrada y vieja amiga, que estaba sentada a mi inquierda, y le dije: “Louise, zcémo escribes?, Le expliqué que no estaba interesa- do en ninguna observacién ad hoc sobre su preparacién acadé- mica sino, por el contrario, en los detalles materiales, concretos: si escribia a maquina 0 a mano, si utilizaba alguna clase especial de papel o trabajaba « alguna hora del dia en particular. No sabia cual seria su respuesta. La corazonada dio resultado. Casi sin darse cuenta, Louise re- Jat6 detalladamente una compleja rutina que debia cumplir paso por paso, Aunque su relato no la avergonzaba en Io mis minimo, algunos de los presentes se mostraron un tanto incémodos mien- tas ella explicaba que s6lo podia escribir en paginas amarillas de tamafo oficio, con renglones, y utilizando una phumna esilogré- fica verde; que primero debia limpiar toda la casa (esta results ser una actividad preliminar comin a casi todas las mujeres pero no a los hambres, quienes en cambio tenfan mayor propension a sacaries punta a veinte apices); que s6lo podia escribir entre tal y cual hora, etcétera. Supe que habia dado en el clavo y peasegui cat la siguiente vic tima, Con un poco mas de renuencia, describié sus habicos igual de peculiares. El cercero dijo que lo lamentaba, pero que preferia no responder. No se fo permits. Resulté que tenia un buen mo- tivo para no querer contestar. Todos fo tenian. Para entonces ya que ven! RUDIMENTOS DE ESCRETURA PARA ESTUDIANTES DE_POSCRADO 21 habian advertide que lo que sis compatieros relataban era algo sumamente yergonzoso, algo que tiadie quertia compartir con otras veinte personas, Pero me mostré implacable: hice que todos contaran todo y no di el brazo a torcer. El ejercicio produjo mucha tensi6n pero también muchas bro- mas, un enorme interés y, en tltima instancia, una sorprendente relajacion. Serialé que todos se sentfan aliviados, y que logicamen- te debian estarlo, porque si bien sus peores miedos eran una lect ra-y doy fe de que lo eran, los miedosajenos no es iban en zaga, Era una enfermedad comin a todos. Asi como algunas personas se sienten aliviadas al descubrir que los atesradores simtomas fisi- cos que han estado ocultando son “algo que les ocurrea muchos”, saber que otros tenfan habitos de escritura bizarros debia ser, y evientemente era, buen. Prosegni con mi interpreracién, Desde cierto punto de vista mis discipulos estaban describiendo sintomas nearéticos. Sin embargo, desde una peespectiva socialagica esos sintomas eran rituales magicos. Segiin Malinowski (1948, pp. 25-36), las perso- nas realizan esa clase de rituales para influir sobre €l resultado: de algin proceso que no creen poder controlar racionalmente. Describié as cl fenémeno, tras haberlo observado entre los isle- figs de Trobriand: Para la construcciOn de canoas, el conocimiento empiri- co del material, de la tecnologia y de ciertos principios de estabilidad ¢ hidrodinémica funciona conjunta y es trechamente asociado con la magia, sin que ninguno de estos dos ambitos se deje contaminar por el otro. Por ejemplo, {los islefios] comprenden perfectamente ‘bien que cuanto mis ancha sea ba apertara de la esco- ra, mayor ser la estabilidad y menor sera la resistencia al esfuerzo. Pueden explicar con precision por qué de- ben darle un ancho tradicional a esa apertura, medida cen fracciones de Ia longitud total de la canoa. También pueden explicar, en términos rudimentarios pero clara- maeaite mecsnicos, qué deben hacer si se levanta un (em- poral, por qué la escora debe estar siempre del lado del 22 MANUAL DE ESCRITURA PARA CIENTIFICOS SOCIALES ‘empo, por qué cierto tipo de canoa funciona y otro no. De hecho, poseen un sistema completo de principios de navegaci6n, con una terminologéa complejay rica, eans- mitido por tradici6n y obedecido con tanta racionalidad Y coherencia como los marineros modernos obedecen la ciencia moderna [...) Pero mas alla de todo conocimiento sistemitico y mets- dicamente aplicado, [los islerios] todavia estén a merced. de mareas poderosas ¢ incalculables, de ventarrones sie bitos durante la estacién de los monzones, y de arrecifes desconocidos. ¥ es entonces cuando aparece la magia, realizada por primera vez durante la construccién de la canoa, repetida al comienzo y durante el transcurso de las expediciones, y convocada nuevamente en momen- os de verdadero peligro. (pp. 3031) tal que los mazineros de Trobriand, los socislogos que no podfan afrontar racionalmerte los peligros de la eseritura util zaban encantantientos migicos para contrarrestar la angustia, sin afectar realmente el resultado. De modo que les pregunté a mis alurnos: “gQué es lo que tie- nen tamto miedo de no poder controlar racionalmente pay obligados a utilizar todos estos hechizos y rituales magicos No soy freudiano, pero estaba convencido de que se resistirian # responder la pregunta. No se resistieron, Por el contrario, con- ‘estaron sin prejuicios y exhaustivamente, Resumiendo ei proton- gado debate que sigui6 a mi pregunta, temfan dos cosas, Tenfan miedo de no poder organizar sus pensamientos, de que escribir fuera un gigantesco y confuso caos que los llevara ala locura. Yha- blaron sentidanente, de un segundo temor: temian eseribir algo que estuviera “mal” y que los otros (sin especificar quiénes) se rieran de ellos. Esa parecta ser la justficaciGn principal del ritual (Otra persona, que también escribia sobre papel amarillo de tama. fo cart, siempre comenzaba en la segunda pagina. Le pregunté Por qué. “Bueno -respondi-, porque, si alguien aparece de re- Pente, siempre puedo cubrir lo que he escrito con ta pagina en blanco para que el otro no lo vea.” verse RUDIMENTOS OF ESCRITURA PARA ESTUDIANTES DE POSGRADO 25 Muchos de los rituiles garantizaban que lo escrito no pudiera tomarse por un producto “terminado”, de modo que nadie pudie- rareirse del resiltado, Era un pretexto muy arraigado, Creo que, precisamente por eso, incluso los escritores que pueden escribir sin dificultad en la computadora a menudo emplean métodos que implican una enorme pérdida de tiempo (entre ellos, la escritu- ra manuserita). Cualquier cosa escrita a mano sin duda no esté terminada, y por fo tanto no ¢s pasible de ser criticada como si efectivamente lo estuviera, Sin embargo, la mejor manera de im- pedir que el projimo considere nuestra escritura como una mani- festacién seria y confiable de nuestras capacidades es no escribir absolutamente nada. Es imposible leer lo que jamas se ha escrito. Algo importante habia ocurrido en esa clase. Como les advertt aquel primer dia, todos los estudiantes habian dichoalgo que en cierto modo los avergonzaba y nadie se habfa muerto por eso. (Lo que ocurrié se parecfa mucho a lo que podriamos lamar las “nuevas terapias californianas’, donde las personas desnudan su psique 0 su cuerpo en piblico y descubren que la desnudez no mata.) Me sorprendié que los integrantes de la clase ~muchos de los cuales se conocian bastante bien~ no supieran nada sobre los habitos de trabajo de sus compafieros y, de hecho, jamas hubieran visto sus eseritos. ¥ decidi hacer algo al respecto. En un principio les habia anunciado a los futuros integrantes de la clase que pensaba concentrarme, antes que en la escritu- ra, en la edici6n y la reescritura, Por lo tanto estableci que, para ser admitidos en la clase, debjan presentar un articulo ya escrito sobre el cual practicarian téenicas de reescritura, Pero antes de arremeter con 10s mencionados articulos, decidf mostrarles qué significaba reeseribir y editar. Una colega me presté el segundo borrador de un articulo que estaba redactando, Distribui su apar tado sobre "Métodos”, de tres 0 cuatro paginas, al comienzo de la segunda clase, y dedicamos tres horas a reescribirlas. Dado que los socidlogos tienen la mala costumbre de emplear veinte palabras alli donde bastaria emplear dos, pasamos la ma~ yor parte de la tarde eliminando las palabras que estaban de mas. Para orientarlos recurri a un traco que solia utilizar en mis cla- ses particulares. Apoyando la punta del lipiz sobre una palabra 24 MANUAL DE ESCRITURA PARA CIENTEFICOS SOCIALES © tna oracidm, preguntaba. “ZEs necesario que esto esté aqui? Si 29 0 90 lina Ist en que tno singin ee ‘biamos, al hacer un cambio, perder fos matices por ‘uy leaes ane fueran- del pensamiento del autor. (Tenia en mente las cc Blas que siguio C. Wright Mills en su renombrada “traduccion” de Fagmentos de Talcott Parsons [Mills 1959, pp. 27-31]). Guan naclic defendla ta palabra o la frase, yo las eliminaba, Cambie lan Consircciones pasias por construccionesactvae come Clones, dividi oraciones largas... en fin, hice todas las cosas sie ‘Sos mismos estudiantes habian aprendido a hacer en primer site cecompsti, A cate de tes horas habiames redvcido ls cua in tos de pagina sin perder nin fampoco ningin dell esencal nt MR Ma Jrabajamos sobre una sola oracién larga ~que abarcaba las po- SDIS implicaciones de lo expresaco hasta el motnento~ durante Suen rato; climinamos palabras y frases hasta que cl arc queds reducido asc mode tenes in ° gina, Por al . S25 (malntencionaament, peo mi alumi no coat Buros de que asf fuera) que eliminéramos toda ta oracida y ia reemplazaranos por un parco y escueto “ZY qué?", Finalmente alewien se atrevio a romper el perplejo silencio. “Uted posta arreglatselas asi, pero nosotros no.” Entonces hablamnos del tono J egamos al conclusion de que yo tampoco podria “arregiaeme, bean ‘menos que hubiera preparado adecuadamente al lector para clase de tono y que el ono fuera, denis, apropido Los estudiantes sintieron mucha lsstima por Reroxamente habia donato ls agin quero eee {ion quiningica.Pensaban que la habiamos humillado, y que era {ipa Suerte que no estuviera presente pues de lo contraro podria aberse mucrto de vergtienza. Esa clase de empatia era unk clara ‘manifestacion de sus sentimientos no profesionales; no se daban cuenta de que quienes escriben de manera profesional > adem cscriben mucho~ siempre reeseriben sus textos... tal como mer ‘otros to acababamos de haces. Yo queria que creyeran que eos brine ra habia y que dean estar pavers ir muchisimo, de modo que les dije (con absoluta sinceridad) ni RUDIMENTOS DE ESCRITURA PAA ESTUDIANTES DE POSGRADO 25, que por lo general reescribo mis manuscritos entre ocho y diez veces antes de que sean publicados (pero no antes de darselos @ jeer a mis amigos). Dado que, como explicaré més adelante, mis uilos pensaban que a los “buenos escritores” (es decir, a sus profesores) las cosas les salian bien en ¢l primer intento, mi con- fesién los El gjercicio tuvo varios resultados. Los estudiantes quedaron cexhaustos; jamas habian dedicado «ante tiempo ni tanta atencién un texto escrito, jamas habfan imaginado que alguien pudiera consagrar tantas horas a esa tarea. Habian visto y experimentado una cantidad de artificios comunes de edicién. Pero el trofeo legs mis manos al final de la tarde cuando, exhausto, un estudiante ese estudiante maravilloso que dice lo que todos estin pensando pero saber. que no les conviene decit~ dijo: “Pero, Howie... Cuak quiera podria decir tas cosas como usted las dice”, Por supuesto ue sf MY fablamos un rato acerca de eso Lo que yo habia dicho era sociol6gico en s{ mismo... 0 mas bien la manera de decislo hax bia sido sociologica? Téngase en cuenta que no habiamos reem- plazado ningin término técnico sociolégico. El problema no era ‘ese (casi nunca lo es). Habiamos reemplazado las redundancias, Ja “eseritura caprichosa’, las frases pomposas (entre otras mi béte noire personal, “Ya manera en que", usualmente facil de susti por un sencillo “como” sin petder otra cosa que la pretencios dad)... en fin, todo lo que pudiera simplificarse sin perjudicar las ideas. Llegamos a la conclusin de que fosautores intentaban dar sustancia y peso alo que escribian sonando académicos, incluso a costa de lo que en realidad quertan decir. Descubrimos varias otras cosas en aquella tarde interminable. Algunas de esas expresiones largas y redundantes eran irreem- plazables porque no ocupaban el lugar de ningim sentido subya- cente, Eran marcadores Ue posicién; indicaban el lugar donde el autor tendria que haber dicho algo més sencillo, aunque en su momento no habia tenido nada mas sencillo que decir. No obs tante, esos huecos debian ser lenados porque, de lo contratio, el autor se quedaba con una oracién por la mitad, Los escritores no utilizaban al azar aquellas frases y oraciones sin sentido, ni tampo- co por sus malos habitos de escritura. Algunas situaciones evoca- ban marcadores de posi Los escritores emplean con frecuencia expresiones sin sentido Para encubrir dos clases de problemas, que reflejan serios dile- ‘mas de lricoria'sociol6gica. Un problema esté relacionado con la es la identificacién del agente de la acci6n: zquién hizo las‘cosas que, seguin alega el texto, fueron hechas? Los sociélogos a menudo prefieren los enunciados que dejan la Fespuesta a esa pregunta en una nebulosa, principalmente por- que muchas de sus teorfas no informan quién esta haciendo qué. En muchas teorias sociol6 que nadie las haga. Es sustantivos abstractos. Si decimos, por ejemplo, que “Ios desviados fueron etiquetados como tales”, no tenemos necesidad de decir quién los calific6. Eso es un error 10 8610 un producto de la mala escritura. Uno de los hitos de la teorfa del etiquetado de la desviacién (Becker, 1963) es, precisamente, que alguien etiqueta a la persona desvia. da; alguien con el poder de hacerlo y con buenas razones para querer hacerlo, Si dejamos afuera a estos actores malinterps ‘mos la teorfa, tanto en la letra como en su espiritu. No obstant 5 un postulado comin. Los socidlogos cometen errores tedricos similares cuando dicen que la sociedad hace esto 0 aquello, o que cultura obliga a hacer cosas a la gente... y los socidlogos escri- ben asi todo el tiempo. La incapacidad o la falta de voluntad de los sociélogos para for mular postulados causales conduce, del mismo modo, a escribir mal. El Ensayo sobre el entendimiento humano, de David Hume, nos uso nerviosos a todos a la hora de demostrar conexiones cau- sales. Ysi bien pocos soci6logos son tan escépticos como Hume, Ja mayorfa entiende que, a pesar de los esfuerzos de John Stuart U, el Circulo de Viena y todo el resto, corren graves riesgos aca- démicos cuando alegan que “A causa B”, Los socidlogos tienen in- numerables maneras de describir la covariaci6n de los elementos, | | RUDIMENTOS DE ESCRITURA PARA ESTUDIANTES DE POSGRADO 27. cen su mayoria expresiones vacuas que insintan aquello que nos gustaria ~pero no nos atrevemos a- decir. Como tememos decir que A causa B, decimos: “Tienen tendencia a covariar” o “Parecen estar asociados”, Las razones para hacerlo nos conducen, wna vez més, a los ri- tuales de la escritura, Escribimos ast porque tememos que otros nos atrapen cometiendo errores obvios si escribimos de otra ma- nera y se rian de nosotros. Es mejor decir algo inocuo pero seguro que algo audaz que tal vez no podriamos defender de las criticas. No seria objetable decir “A varia con B' si fuera lo que realmente queremos decir; y ¢s por cierto razonable afirmar “Creo que A causa B y mi informacién me respalda al mostrar que covarian’. Pero muchas personas utilizan esas expresiones para insinuar ase- veraciones mas fuertes, que no tienen el coraje de hacer. Quieren descubrir causas porque las cau resantes en el plano cientifico, pero no quieren la responsabilidad filoséfica que €s0 conlleva. ‘Todos los profesores de composicién en lengua inglesa y todos Jos manuales de escritura critican e! uso de las construcciones pa- sivas y los sustantivos abstractos y la mayoria de las otras faltas que mencioné. Yo no inventé 50s esténdares, De hecho, los aprendf tomando clases de composicién. Aunque los estandares son inde- pendientes de cualquier escuela de pensar arraiga en Ia tra nteraccionista simbélica de la sociologia. Mi colega brasileito Gilberto Velho insiste en que estos son es- tandares etnocéntricos notablemente favorecidos por la tra anglonorteamericana del discurso directo, pero que en realidad no son mejores que el estilo florido e indirecto de algunas tra diciones europeas. Creo que se equivoca, dado que algunos de los mejores escritores en otros idiomas también utilizan el estilo directo. En el mismo tenor, Michael Schudson me pregunt6 -no sin raz6n- cémo deberta escribir alguien que cree que las estructuras las relaciones de produccién capitalistas, por ejemplo- causan fenémenos sociales. ise te6rico tendria que usar construcciones ppasivas para indicar la pasividad de los actores humanos involt- 28 MANUAL DE ESCRITURA PARA CIENTINICOS SoctALES, exados? La pregunta exige dos respuestas, La mas simple es que sen muy pocas las teorias serias sobre la sociedad que no dan lu- gara laagentividad humana, ¥, lo que es mas importante atin, las construcciones pasivas ocultan incluso la agentividad que se atri- buye @ los sistemas y las estructuras. Supongamios que un sistema se encarga de etiquetar a los desviados. Decir “los desviados han sido etiquetados” también encubre esa agentividad. Gran parte de lo que eliminamos det articulo de mi colega aque- lls tarde podria definirse, atendiendo aos propdsitos de la clase (y tomando la eritica de Wayne Booth ala “mentira {académica] polisilabica de prosapia griega” [Booth, 1979;p-277) como prece- dente legitimador), como “calificaciones mentirosas"; vale decir, frases vagas que manifiestan una disposicién general «‘abandonar Ja afirmacién realizada, ante la primera objecién: “A tiende aestar relacionado con B", "A posiblemente podria tender a estar rela- cionado con B bajo determinadas condiciones", y otras clasifica- ciones igualmente cobardes. Una calificacién real dice que A esta relacionado con B excepto bajo determinadas circunstancias espe-

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