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Juan Antonio NicoLés ‘Mania José FRAPOLLI (eorrones) EVALUANDO LA MODERNIDAD EL LEGADO CARTESIANO EN EL PENSAMIENTO ACTUAL te EDITORIAL COMARES GRANADA, 2001, 80. vara moderna ‘A pesar de la evidencia de la crisis, no resulta fii! determinar con precisiéa ni qué ha sido la Modernidad, ni qué es exactamen- te lo que ha perdido vigencia y fuerza de conviceién al cabo de var rios siglos de desarrollo cultural. Menos claridad puede haber atin cen lo relativo a cudl puede ser la altemnativa que acabe imponién- dose al final de este periodo de transicién. Sin embargo resulta im prescindible abordar estos tres aspectos de Ia cuestiGn, puesto que nuestra sociedad, queramos o no, se enfrenta a problemas que nuin- ca antes se habfan planteado en Ia tradicidn europea, e incluso a ninguna culeura habida en nuestro planeta (por ejemplo, ia pers- pectiva del agotamiento de los recursos energéticos disponibles, 0 el cardcter planetario de algunos de los problemas a resolver). Un primer acercamiento a la determinacién de Ia Modemi- dad consiste en identificar el complejo fenémeno de ta Tustra- ci6n como la linea medular del desarrollo histérico de los iti mos cinco siglos en las sociedades europeas y sus ambitos de influencia, Durante este amplio tramo de tiempo ha habido pro- puesias filoséficas muy diferentes entre sf. Desde los mids resttic- tivos y exigentes racionalismos hasta los escepticismos de mayor alcance. Se ha reivindicado co fxerza la raz6n, el sentimiento, la fe, el cuerpo, el trabajo, el lenguaje o Ia existencia. Pero muchas de esas propuestas han ido quedando en los mndngenes de la in Auencia intelectual y social. Desde este punto de vist, la tradi cidn que mas directamente ha modelado e! perfil intelectual y so- cial de nuestra sociedad ha sido el Hamado movimiento ilustrado. La presunta quiebra de la raz6n ilustrada no se produce, si es que realmente se ha producido, hasta el sigio que ahora acaba. Hl ro- manticismo no transforma la sociedad europea en sus dimensio- nes politicas, sociales, Iaborales, cotidianas, prociuctivas, etc. El fruto de su accién critica no empieza a alcanzar la luz de cierta influencia social en ciertos efrculos de ciertas sociedades, transformadamente, hasta la segunda mitad del siglo XX. No po- dria decirse, honestamente, que vivimos en una sociedad mayoritariamente, en sentido cualitativo, roméntica; como no po- dria decirse que vivamos en una sociedad escéptica 0 marxista Lo cual no impide que estos tipos de ideas 0 planteamientos ten- ga alguna presencia en nuestro contexto cultural, a veces, rele- Akerman cestode etc den 8r xante en determinados circulos sociales o Ambitos del saber 0 de Ja experiencia. Pero no son estas concepeiones las que mueven 0 configuran de modo decisivo las acciones y decisiones sociales, menos atin si se tiene en cuenta que cada ver las distintas esocie- dades» son menos independientes en su funcionamiento y con- cepcién del mundo. jendo ast, resulta decisivo abordar la pregunta, nada mueva, de cen qué consiste Ia modernidad iiustrada. Lo espeeifico ahora de Ia pregunta es que se realiza desde la perspectiva intelectual de comien- 1208 del siglo XXI, es decir, a la vista de los resultados de tres siglos de desarrollo de la concepeién ilustrada del mundo y de! saber. El objetivo que se pretende abordando esta euestién es poder enten- der con precisidn el cardcter de la crisis actual de la modernidad, Ios diagnésticos que hay acerca de sus causas las alternativas que hoy aspiran a orientar e influir en el futuro de nuestra cultura. Qui HA sto DE LA MopERSIDAD ILUSTRADA? La llustracién es un movimiento intelectal y socio-politico muy complejo, con earactersticas especiticas en los diversos pafses eu ropeos en los que surge con fuerza. Se trata de wn proceso que se pone en marcha de manera significatva en el siglo XVI con el Re- nacimiento y culmina en el siglo XVIII, cusndo Ta autoconciencia de los intelectuales es la de estar en una época de «iluminacié. Si hubiera que destacar una caracteristica comtin de todo este mo- vimiento quizés habria que sefialar el ansia de liertad, tanto en et aspecto te6rico del pensamiento como en el aspecto préctico de la accign, Este fue el motor que impulsé a la sociedad en una biis {queda capaz de umificar todo un proyecto sacio-politico-intelectual, obtenienco ademés éxitos espectaculares a lo largo de toda su tra. yectoria. Conviene resaltar el doble aspecto teérico y préctico de este profundo anhelo, porque ello supone una decisiva diferencia res- ecto a etapas anteriores, en las que la libertad era fendamental mente un concepto a hacer jugar en las disevsiones y un compo- nonte ya dado estructuralmente en la realidad humana. Ahora se trata mas bien de algo a alcanzar, algo que hay que trabajarse y ga- 2 ‘alos a modern nar, algo por lo que hay que luchar y cuyos limites han de ser em- pugjadas siempre mas alla. Se introduce asf una dimensién préetica que conlleva la transformacién no sélo de los métodos y fines del pensamiento; némicas, juridicas, productivas, cientificas, de comunicaci6n, ete.). La actitud itustrada difiere de la que sostiene paradigmaticamente Descartes, cuando propone mantener la moral establecida mien- tras se dilucidan las discusiones en vigor planteadas en el momen- to, Para ello elabora una emoral provisional de carécter netamente ‘conservador, cuya primera maxima era eobedecer las leyes y cos- tumbres de mi pais, conservando la religion... y rigiéndome en cual- quier otra cuestién por las opiniones mas moderadas y mas aleja- das de todo extremo» 2 El instrumento que en este contexto hha servido de vehiculo para llevar adelante todo este movimiento de transformacién so- ¢ intelectual ha sido la raxén, en uma peculiar comprensién de Ja misma, He aqué un segundo rasgo comiin a todo ese variado y complejo movimiento histérico que es la Ihustraci6n, Los intelec- tuales ilustrados depositan su confianza en Ia razén, convencidlos de que a mayor extensién de los ambitos de aplicacién de la razén, cn todos sus aspectos te6ricos y préctices, corresponderfa un ma- yor progreso general de la dad, tanto en sus aspectos cognoscitivos ‘como morales, Se produce una cierta identificacidn entre desarro- io racional y progreso humano. Dicho con palabras de F. Bacon, Ja racionalizacién de la sociedad ha de contribuir decisivamente @ «aliviar y mejorar el estado de la humanidade 5, Este fue el progra- ma planteado por Bacon y asumido por la modernidad, en su tra- yectoriailustrada, hasta muestros dias. La plasmacién efectiva del proyecto racionalista thustrado tie- ne lugar en el espacio definido por dos coordenadas: en primer lugar, la de una organizacién politica suficientemente flexible y to- 2B Descartes, Discus da mito, tru C. Lopez Quint, Alfaguars, Ma ‘dri, 1981, pg. 18 (AT, VI, 3). 3 Cir R Bacon, La gran natowredin, ed. M.A. Granada, Alianza Ealtosial, ‘Madrid, 1985, 2 parte, ‘Nova Organurm, LXXIL, pég. 127; embign LXVI, fg. 110. ino también de todas las estructuras sociales (eco- “ _Nermatasuctales eis del metaiven moe 83 Jerante como para albergar Ia necesidad-exigencia de libertad de acci6n. En este Iinea la evolucién social dio lugar a la organizacién politica que es el liberalismo capitalistay la democracia liberal que, para bien o para mal, Europa ha ido exportando a gran parte del resto del mundo, En segundo lugar, el devenir teérico ilustrado se ‘gest6 al hilo det desarrollo cientifico que se venta produciendo des- de vatios sighs atrés. Esto dio lugar a que la «cultura» ilustrada haya girado en torno a la concepcién cientifica de la racionalidad. Lo cual no significa que todo el ambito ilustrado haya identificado ra- cionalidad con razén cientifica. Tan es asi, que esta cuestién deli- rita, justamente, las dos grandes tradiciones filos6ficas jlustradas hhabidias hasta el siglo XX: la empirista y la eriticista. Esta doble via ilustrada puede hallarse ya en el siglo XVIII, pero también en los sigios XIX y XX. Algunas de las polémicas filos6ficas mas vehemen- tes de las tiltimas décadas tiene su origen, precisamente, en esta 3, LA DOBLE-TRADICION LUSTRADA Desde su genesis y consolidacién en el siglo XVII ha habide al menos dos concepeiones de la razén que se han desarrollado pa- ralclamente, Esta duplicidad explica algunas de las dscrepancias importantes formuladas en ta actalidad respecto a ln caraterizn én de la wadicién iustrada, respecto ala valoracion de sus logos, y respecto alas perspectias ce futuro que cae pronostiari Los elementos de discusin son fundamentalmente dos: el pa- pel del método en el marco de la racionalidad y la relacién entre rain y praxis. Por un lado se ha desatrollado una tradicign que considera que lo més propio y expectfico de la concepeién lustre ade la racionatidad ese! méad. Este constiuye la piedra angular para decidir acerca del grado de racionalidad de un determinado saber, El metodologiciamo es una versin actial del citicismo. En esta Iinea se ha desarroliado la tess de la unidad de método, ya presence en R, Descartes, y que alcanza desde Hume hasta el racionalismo eritico pasando pot el neoposiivisme logico. El mé- todo propio de todo saber legitimo y expaz de resolver problemas ¥: por tanto, de proporcionar progreso es el de las ciencis empfit 84 Eraluando meri cas (en las diversas versiones que histSricamente se han ido elabo- fando). De ah que la historia més creativay valiosa de fa tusta Gin Genda a identifcarse con la historia del desarvollo dela cien- cia empfrica. El ansia de libertad es interpretada como desarrollo ‘Gentiico, en la finea planteada incialmente por Bacon. La no adop- ign por parte de ciertos saberes de esta metodologia tiende a inerpretarse como resistencias dogmtcas a la implantacién det cepfrtw ilostrado (FL, Albert) bien, como romantica iracionaismo (Of. Bunge). ste planteamiento resulta especialmente nitide y radical en ta obra de M. Bunge. En Lee raion ente la fleofiay la scialogia caracterza 2 la Thstracién como «cientifcismo: adopcién del en- foque cientifico para el estudio tanto de la sociedad como de Ia naturaleza»4, Su comprensién estrictamente positivista de Ia cien- cia le lleva a considerar toda otra tradicién, inclufdo Kant (!}, como romanticismo. Este comprenderia desde Rousseau y el idealismo alemén hasta el marxismo, a fenomenologia de Husserl, Schopenhauer y Nietsche y la hermenéutia desde Heidegger hasta cl posmodernismo, Esta acttud tan poco matzada le eva a redt- tirlos problemas gravisimos que la tracicin lustrade posiivista ie ne hoy planteados a simples sabusoo», «pesar de los cuales la fe en tale razén ha de se, segin él, inquebrantabe ylaGnica actitud le- gitima es la de «seguir hacia adelante» 5. El criticismo se identifica on fa convastacién empiica ye impulso secularzador con el ma terialismo. Bsa interpretacion de I tradici6n ilstrada es conside- sada como la representacin actual de «la mayor parte de los valo- res bésicos de la vida civiizada contemporénea. ata inorpretacin de fa ran ha estado asociada con frecuen- cia a una determinada concepcin de la relacin entre la reflexion sobre la praxis y la raz6n. En conereto tenden a excluir todo To relativo ala comprensidn y I orientacién de la conducta humana del Ambito ela racionalidad. Acerca de lo que ha de hacerse, de © 34, Bunce, La rian oni filonfiay sciologio, EDAF, Madrid, 2000 (ed. orig, 1998), pig, 208. thea pgp 288 4. Akerman atales lense de a metaen musdersa 85 lo que es justo o injusto, bueno © malo, premiable 0 castigable no cabe la argumentacién racional porque se trata de una parcela de ta vida humana transida de sentimientos, irracionalidades, deseos, temores, intereses, etc. Por tanto, en tiltima instancia, nuestra con- ‘ducta no puede ser racionalmente regulada, porque racionalidad significa metodologia cientifico-empirica. Por ello s6lo caben dos actitudes: 0 bien intentar hacer de la filosofia moral una ciencia, con una metodologta similar a la de cualquier otra ciencia emp ca (H. Albert), 0 bien reducir el anilisis de ese ambito a una des- cripeién de emociones (D. Hume) o incluso al sinsentido (primer Wittgenstein, Carnap) o a In simple negacion de Ia existencia de tuna «razén practicar (W. Quine). Se ha desarrollado también una segunda tradici6n dentro del ‘marco ilustrado tal y como se configuré en el siglo XVIIE: la que ticne como punto de referencia a Kant. Bl ansia de libertad es en- tendida como autonomia racional. EI método de la ciencia queda enmarcado en una teorfa de la racionalidad que distingue dos mo- dos de accién correspondientes a dos dimbitos de aplicaci6n: la ra- 26n ejerciendo la accién cognoscitiva en el Ambito de la realidad patural, cuyo resultado ¢s la ciencia empfrica, y la razén en cuanto que valora y determina lo que ha de hacerse, y cuyo ambito es la accién humana. Tste tiltimo uso de la razén constituye el émbito de la raz6n prictica y es el que fija los fines propios del hombre, que han de regir también la accién cientfica. Para esta tarea dise- fia el método trascendental, especilico de la reflexién Gilosofica y istinto, por tanto, de los métoddos de las ciencias empiticas. El ejer- cicio de este método de reflexién determina, en el easo de Kant, Ia referencia a la dignidad humana como valor absoluto y los intere- ses universales de la raz6n, en cuanto exigibles 2 todo ser racional. 1a tradici6n kantiana ha dado lugar al neokantismo de la Es ccuela de Marburgo, una cierta tradicién humanistaS, y llega hasta hoy en Ia teoria evolucionista del conocimiento y en las diversas variantes de Ia ética discursiva. Ghz J. Cont, sllustracions, en M. Moreno, Diccionario de ensamionto contenpondnua, San Pablo, Madrid, 1997, pags. 68-72. 86 vauand fanedeenind Las dos tradiciones ilustradas aqui distinguidas se han desarro- lado paralelamente, con influencias mutuas y elementos comunes, Comparten el impuiso y Ia orientacién basicos que en el s. XVIII, recibié la cultura europea hacia la explotacién de la raz6n, hacia 1 criticismo, Ia secularizacién del pensamiento, Ia brisqueda de la autonomia y de la libertad en todos los érdenes. Ciencia y ética han constituido el binomio en tomo al cual han girado las miitiples variantes que a lo largo de dos siglos se han desarrollado. Conjun- tamente constituyen el legado actual de la tradicién ilustrada, tal y como ha llegado a Jas puertas del siglo XI. Las diferencias signifi- ccativas en ia caracterizacién, interpretacién y uso filoséfico de lo que fue el impulso ilustrado explica la multitud de valoraciones que hoy pueden enconirarse ante la tradicin ilustrada, incluso entre ‘quienes dicen compartir esa herencia. En cualquier caso, el conjunto de la orientacién racionalista ilustrada de la Modernidad esta hoy en cuestién. Tanto el proyecto Kantiano como el proyecto empirista de racionalidad han desem- ocado, por diversas razones, en tal ctimulo de problemas, que el siglo XX ha sido, en parte, la historia de su revisién, tanto de los, fines iniciales como de los logros obtenidos por ahora. Los resulta dos de tal revision arrojan balances muy dispares, incluso contra- rios, pero en st conjunto visualizan una situacién de crisis El debate acerca de las causas y configuraci6n de la crisis de la modernidad ilustrada esté teftido de cierta experiencia de decep- in ante las grandes promesas de tal proyecto. Resulta obvio que no se ha conseguido «aliviar y mejorar el estado de Ia humanidad» cen su conjunto. De ahi que hayan surgido cn las tiltimas décadas diversas propuestas que acogidas bajo el rétulo de xposmodernas», pretenden romper con la trayectoria de la Modernidad. G. Vattimo, formula la situacién del hombre actual, después de las criticas de Nietzsche y Heidegger, como la de «aquél que comprendié que el nihilismo ¢s su tinica chance. Hoy comenzamos a ser, a poder ser, nihilistas cabalesr, porque hemos comprendido, al fin, que «del ser como tal, ya no queda nada» Por eso, «la biblioteca dentro de a > G.Varnnio, Bn de ia mederidad. Gedisa. Barcelona. 1995. pig. 28. Aer een a eee dee mtn moderne 87 cual habita el hombre tardo-moderno, y dentro de la cual se local zasu experiencia de la verdad, es una biblioteca de Babel>®, Pero este diagnéstico necesita ser matizado, puesto que no to- das las reacciones que actualmente estén en discusiéa ptieden ser inelufdas dentro de lo que especificamente se ha llamado «posmodernidads, Por ello conviene analizarlas y confrontarlas de- talladamente. No todas coinciden exactamente al diagnosticar 1a sitwaci6n actual, ni mucho menos en las causas que la han prod ‘ido, ni menos atin en cuales serian los carinos 0 alternativas po- sibles y deseables para salir de la crisis. Las piezas basicas que se rmanejan en este rompecaberas son Ia concepcién de la razn y su configuracién cientifico-téenica (frente a lo que esa concepcién de Ia razén ha colocado en un segundo plano), la realidad y la posibi- lidad misma del progreso moral (frente al hecho de la destruccién del hombre por el hombre), y la experiencia del hombre actual con sus multiples dimensiones (frente a una concep experimentalista de Ia experiencia). Con ellas se pretende encos trar huz en la crisis. 4, REACCIONES ANTE LA CRISIS DE LA MODERNIDAD ‘Se han realizado anslisis de las reacciones a la isis de la Mo- demnidad desde diversas perspectivas. Asi por ejemplo, desde Ia s0- Che Alain TOURAINE, Criton dee Modernidad, BCE, Buenos Aires, 1994, ig. 178. 88 al nante durante el siglo XVII y cuyas rafces se remontan hasta el Re- nnacimiento. Estas seis Iineas se pueden agrupar a su vez en tres actin des basicas. Cada una de elas se caracteriza por su posici6n respect, alos tes pardmetros siguientes: diagnéstico de la stuaciGn actual, va- Joracién del proyecto de la Tustracin y alternativa para el futuro. Los ‘ipos de reacciones que pueden distinguirse con estos crterios consti tuyen orientaciones basicas, puesto que, segin los casos, hay tanto ele- mentos comunes entre grupos distintos, como diferencias importan- tes entre antores 0 corrientes inelufdos en tun mismo conjunto. 4.1, Reaccién continuista Is la de quienes, con mayor o menor grado de conciencia de Ja crisis estén convencidos de la validez fundamental del eonjunta de opciones que supuso el giro ilustrado en Ia historia de la culeu- ra europea. Por ello los Gltimos siglos de la misma han ido en la direcci6n correcta, a pesar de los miiltiplesy dificiles avatares en que se ha visto envuelta. De ello se deriva que Ia mejor alternativa es proseguir dentro del marco de la trayectoria realizada hasta aho- ra, intentar solucionar desde el interior de dicho marco los pro- bblemas, sin duda graves, actualmente planteados. Esta reaccién de continuidad general del proyecto ilustrado puede ejecutarse de diferentes modos. Al menos dos corrientes re- Jevantes hoy pueden ser inclufdas en este apartado: el Racionalismo Gritico y el Naturalism. 4.1.1. Racionalismo Critic ‘Movimiento encabezado por Karl Popper ycontimuado de ma- nera relevante por Hans Albert. El diagnéstico es que Ia actual es tuna situacién de crisis, pero superable dentro del mismo modelo de racionalidad en el que estamos. Bésicamente ta trayectoria hae bida desde el siglo XVII ha sido correcta, puesto que se ha ido im- poniendo Ia racionalidad cientifico-técnicaindustrial, La crisis se debe precisamente a que el espiritu ilustrado, asf entendido, no se ha implantado en grado suficiente. Avorn setter bese cde metaiea madera 89, Por tanto, Ia valoracién del proyecto de la Iustracin es que se trata de un planteamiento valido en fo fundamental, aunque atin no ejecutado. Albert considera su racionalismo critico como heredero del impulo ilustrado: «Quien se sabe comprometido con Ia tradi- ci6n de la Ilustracién y del pensamiento eritico puede esperar con tranguilidad el desarrollo de esta controversia» . Ahora bien, Albert destaca de la Hlustracién su aspecto eriticista, y dentro de éste, s6lo sus elementos metodoldgicos. De ahf su propuesta pan-criticista y falibilista, que rechaza cualquier tipo de fundamentacién del saber. En su lugar propone el principio de examen critica, que sustituirfa In estrategia del principio de razén suficiente ". El problema es que ese espiritu pan-criticista no se ha extendido, de hecho, a todos los Ambitos del saber. Albert encuentra miltiples resistencias por parte de determinados saberes a adoptar el rasgo més caracteristico, en su opinién, de lo que es el saber erftico (racional): el método cientifi- co, Especialmente relevante en este sentido es su polémica con la Hermenéutica. Esta se niega a asumir Ia tesis de la unidad de méto- do basindlose en que la relacién entre el sujeto del saber y su objeto de investigacién es esencialmente distinto en el caso de las ciencias naturales y en el de las ciencias sociales. Este argumento es para Albert un rasgo més cle oscurantismo, dogmatismo y resistencia al espiritu ilustrado de transparencia racional Respecto a la alternativa para el futuro, el Racionalismo Crit co propone continuar adelante con el proyecto iniciado en Ia Thus- tracién, radicalizarlo y evar la luz de Ia razin a todos los émbitos del saber. El ideal seria, por tanto, una sociedad organizada segiin los ednones del desarrollo critico-racional, esto ¢s, cientifico. Se trata pues, de una alternativa continuista con el modelo imperante has- © HL Auneer, Tratado sobre le vaxén etica (ed. orig 1968), Sur, Buenos Aires, 1973, pag, 182. Para una valoracién detallada de los aspectosepistemoldgicos dela pro- puesta de H. Albert puede verse J.A. NicoLis, o! fundamento imposible en el racionalismo erftico de H. Albert», Sisteme, 88 (1989), 117 12%: y w2Es el racionalism erftco wa relativiemo?, Didlogo Maacn, 7 (1987), 14-80; Estos Fuasfcs, 86/102 (1987) es un nimero dedicado monogréficamente al ansisis, Vevaluacién de la filosofia de este autor. pet nan moderna ta ahora, aunque con correcciones internas. Mantiene el impulse {que inaugurara Bacon a finales del s, XVI"? Pero la estrategia adoptada por Albert para «el esclarecimien- to critico del saber y del obrar en su totalidad, frente al dogma que se pretend inmune a la razéne esta ligado a la matriz filos6fica del propio racionalismo critico: el neopositivismo légico. A pesar de que surge como critica del mismo, hereda de él al menos su ‘metodologicismo' en dos sentidos: la prioridad de método (lo que hhace a un saber racional es la utilizacién de Ia metodologia cient fica) y la concepeién del método como instancia especifica y co- ‘miin a toda ciencia, unificadora, por tanto, de todo el saber racio- nal (ideal de ciencia unificada). Dice K. Popper: «Puede descr la teorfa del conocimiento... como una teorfa del méledo empiri co» !, Asi entendido, la distancia respecto al paradigma ilustrado que representa I. Kant es considerable. 4.1.2. Naturalismo El proyecto de naturalizacién de la razén tiene ya una larga trayectoria, y ha sido interpretado de multiples formas. Pueden en- tenderse en cierto modo como naturalistas desde Nietsche hasta algunos pragmatistas americanos. Pero actualmente existen dos co- rrientes naturalistas que pueden situarse en la Srbita de la tradi cin ilustrada, aunque con diferencias entre si. Se trata de la epis- temologia naturalizada de W. Quine y de la teorfa evolucionista del conocimiento, desarrollada por K. Lorenz, G. Vollmer y EM. Wuketis entre otros 7 La continuidad respecto al proyecto original ilusttado se pone ‘de manifiesto si se entiende la naturalizaci6n de la razdn como wna 12 fF Bacon, op. cit, CXXVI, pig, 180-1. 19K Pownun, La liga dela investigciin cetfca (ed. orig. 1988), Teen, Madrid, 6 reimp., Madrid, 1982, pig. 39. 6 Gf, F Broncano, «La naturalizacién de Ia raxéne, en L. Oli (ed Reimann, TeotarO310, Md, 1095, pe 929-29, em vas cles bee cde metaea moderna 9 erpretacion del impulso secularizador del siglo XVIII, La natu- ralizaci6n es 1m modo de evar a cabo la impronta seculatizadora propia de la modemnidad ilnstrada. La naturalizacién es una ver- sién actual de la secularizacién. Las dos corrientes mencionadas ast ‘men Ia transformacién de la comprensién del mundo mediante ca- tegorias teolégicas en una comprensién al hilo de Ia categorizacién {que ha hecho posible la ciencia moderna. Ambas comparten la con- ‘lanza en que la taz6n ¢s el instrumento mis adecuado para conse guir el progreso humano y Ia actitud de que hay que seguir adelan- te con la trayectoria cientifico-racional tal y como se ha venido desenvolviendo hasta ahora. Sin embargo, cada uno de estos plan- teamientos filos6ficos estén asociados a cada una de las dos tradi-

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