You are on page 1of 10
REVISTA DE E ANT ROPOLOGIA SEXUAL ale Segue ana a ne niimnero 7 & Revista dle Estudios le Antropoloygia Sexuat Primera época, volumen 1. niimero 7, sencro-diciembre 2016 cunruna| GB qreun Secretaria de Cultura Maria Cristina Garcia Cepeda Editora general isceeet Edith Yesenia Pefta Sinchez. Instituto Nacional de Antropologia ¢ Historia Editor (huésped) Joan Weadrell Fereé Diego Prieto Hemindez: Fi aie Thana! Asistente editorial Lilia Heméndez Albarrin ‘Alda Castillgja Gonzitler Comité editorial Seormiaria Menica Luis Alberto Vargas Cintadarrama (Instituto de Investigaciones, Antropokigicas-onani), Alejandro Villalobos Pérez. (Escuela Nacional de Antropologia ¢ Historia-mas:), Patricia Motinar Palma (Universidad Autonoma de Sinaloa), Marcela Suirez, (Universided Autinoma Metropolitana-Azcapotzalco), Luis Minot Arellano (Periodista independiente}, Yolot! Gemzilez 0 ile Hinologla y Antropologia Soctal-man) y Gui- Viguerma (Centro de Estudios Demogrificos, Urbanos Colegio de México), (Uhiversidad Auténoma de Sinaloa, Mexico), (Universidad de Massachussets, Estados Uni- ‘A iearraga Cruchaga (Direccion de Amtrepologia ‘i, Mbsion), Cristie Pade (Universidad de Coinibra, Cuillerme Nohex (cn, México), José Olavarria Latinoarerioana de Ciencias Sociales, Chile), Susa- (Pscuels Lacuniana, México) y José Luis Vera Nocional dle Antropologia © Historiaxa, México), ublicncidn de ka Direecidn de Antropologia Fisica del wats, 6 son pesponsabilidad exclusiva de sus autores. Nacional de Difusién del raxt. Sexual, primera época, vol. 1, mim. 7, enero-diciembee de 2016, es una pu o Nacional de Antropologia ¢ Historia, Cérdobu 48, col. Roma, C.P.06700, tle México, Editor responsable: Benigno Casas de la'Turre. Reservas de derechos al 1870-4255, Licinud de titulo: en trémite, Licinud de contenide: en timite, Domi- Sur421,, 70, piso, col. Hipddromo, C.P, 06100, Deleg, Cuauhtémoc, Ciudad ‘de iimpresidn del man, Av. THihuac 3428, cof, Culhuacin, C.R. 09840, Deleg, Lzta- ‘Distribuidor: Coordinacién Nacional de Difusiin del oun, Insungentes Sur 421, To, CP, 06100, Deleg, Cunuiniémoc, Ciudad de México. Este nimero se terminé de imprimir 6, Gon un trae Be 700 ejemplanes, 3 Editorial Edith Yesenia Pefia Sanchez 5 Retratos vilvicos Fabian Giménez Gatto 16 Entre los dichos y los trazos infantiles. Reflexiones sobre las construcciones sexuales de nifios y nifias. Diana Bazan Vargas 29 Los exéticos: luchadores diversos en construccién Leonardo Bastida Aguilar/Ariel Cruz Ortega 45 Sexo, pecado y delito: la violacién sexual a través del Codigo Penal Velvet Romero Garcia 59 Bandas feminicidas: desafeccién e impunidad en México Héctor Dominguez Ruvalcaba 72 Ladiferencia sexual: una narracién teérica desde los estudios de género Citlalin Ulloa Pizarro 90 Sexualidad, ejercicio sexual de las mujeres e instituciones. ‘Tres municipios rurales en México, 1993 ‘Alma Gloria Najera Anumada/Bertha Aparicio Jiménez/Isaura Ortiz Akmarez Performance e incertidumbre: a pornografia amateuren México ‘Héctor Daniel Guillén Rauda Relaciones de poder en la comunicacién intercultural entre el médico alépata y la indigena embarazada/familiar en los hospitales piiblicos de la zona metropolitana de Guadalajara Yazbeth Pulido Hernandez E 146 De historia, sociedad, trata y trabajo sexual en México Marcela Suarez Escobar/Carlos Humberto Durand Alcantara Resefias 163 Discriminacién y violencia. Sexvalidad y situacién de vuinerabilidad., Yesenia Pefia y Lilia Hernandez (coords.) Maria Eugenia Flores Trevihio 169 La noche sexual. Pascal Quignard Joan Vendreil Ferré 175 Prototipos, cuerpo, género y escritura. Adriana Saenz, Elizabeth Vivero, Rosa Maria Gutiérrez y Bernardo Pérez (coords.) Edith Yesenia Pefia Sanchez 179 De los autores (sembianzas) |3 Editorial Edith Yesenia Pefia Sanchez {Cémo es cue en el sigho xxi la sexualidad continda siendo un tema de controversia, que genera posturas radicalizadas y divisiones tan marcadas? El escaso avance en derechos sexuales y reproductivos se “permite” para algunos sectores, aquellos que siguen la norma social. Durante el afio 2016 hemos sido testigas en México del discurso que se construye sobre el cuerpo y la sexualidad que mueve a grandes sectores sociales para oponerse, por diferentes motives, al matrimonio universal, la adopcién por parte de parejas del mismo sexo y el derecho a la identidad sexoge- nérica. ¥ no s6lo han sido los sectores “conserwadores” (quienes incluso presenta- ron una propuesta legislativa para “proteger a la familia”), sino también amplios sectores “liberales” que se oponen a que se asuma la equidad en la diversidad sexual. ¥ a este contexto se suma la cada vez mas evidente violencia de género, la sexualidad de nifi@s y adolescentes y las discusiones sobre considerar el comercio sexual como trabajo ono, Qué nos dice esto de la realidad social? iEn las 4reas sociales y humanisticas estamos camprendiendo, a profundidad, la situacién que atraviesa nuestro pais en lo que respecta ala sexualidad? {Hemos podido comprender o aproximarnos a la complejidad de los discursos, posturas politicas y acciones? {Cual seria nuestro papel coma académicos e investigadores al respecto? E| panorama se muestra complejo ante un gran abanico de posturas existen- ciales, politicas, militantes y personales. La antropologia y disciplinas afines asu- men que la sexualidad es una construccién social, cultural e histérica que quarda relacién con los discursos hegemsnicos del Estado, las instituclones y sectores en las que, de alguna manera, influyen los procesos ideoldgicos como las credos de corte judeocristiano. Sin embargo, esta realidad innegable se ve rebasada por las diferentes posturas de teorias, activistas, movimientos, medios de comunicacién masiva, el espacio virtual y experiencias que-mas que nunca hacen énfasis en la necesidad de subjetivizar y darle rostro a la sexualidad, al génera, la violencia, el sexismo, la homofobia, Tendencia que ha cobrado un gran auge en las generacio- nes mas jévenes que por una parte generan un activismo y protesta recurrentes y persistentes mientras que por otra asumen un gran desencanto afirmando que el sistema es imposible de cambiar, que el cambio sélo puede darse en el grupo de amistades y/o allegados. al nim Yesewra Petia Sdwonez Estas realidades han hecho que la antropologia y otras disciplinas retornen a clertos temas como la diferencia sexual, |a construccidn del género y la sexualidad, y POF otra lado que se ponga mayor atencin a otras come el perfarmance, el femi- nicidio, el uso de la tecnologia y redes sociales para el uso de la expresién de deseos, necesidades, fantasias y practicas sexuales. E| debate social actual hace énfasis en el cuerpo, su liberacidn y apropiacién desde la infancia hasta el adulto mayor, atravesando el critico eje de la reproduc- cién y del consentimiento, la capacidad y libertad de ejercer la sexualidad como moneda de cambio y de trabajo, la exhibicién publica de! cuerpo y de las practicas sexuales coma una forma de generar cambio social y como un intenta de mover a la sociedad aparentemente impasible. Parte del esfuerzo de integrar y continuar esta revista gira en torno a la ne- cesidad de convocar y provocar a los investigadores para generar un espacio de reflexi6n en el que, mediante los trabajos publicados, podamos cuestlonar nuestra disciplina, nuestros avances teérico-metodoldgices, nuestras perspectivas de abor- daje, los enfoques y forma de aproximarnos a la realidad. Mientras que por otro lado buscamos un resultado, tal vez mas ambicioso, aquel que permita —mas alla de documentar hechos—generar difusién, pero ante todo discusién sobre la pro- duccién de la disciplina y sobre la sociedad en que vivimos, tratando de comprender el devenir histérico y los diferentes cauces que toma y que manifiesta en los acon- ‘tecimientos que se nos presentan, La gran pregunta sigue siendo, ;c6mo vamos a responder desde el campo de las ciencias sociales y en especial de la antropologia? Mediante estas inquietudes y las de much@s investigadores que han colabora- do a lo largo de la existencia de esta revista es que llegarnas al nimero siete que Ponemos en sus manos con el Compromiso de continuar difundiendo los trabajos que se realizan en nuestros campos disciplinarios, con temas tan cercanas como diversas, asi como lo es la especie humana y las miltiples manifestaciones de su sexualidad. |5 Retratos vulvicos Fabian Giménez Gatto Universidad Auténoma de Querétaro Resumen Este easayo abordara una serie de transformaciones, en el contexto de la cultu- ra visual contempordnea, en la representacién de la desnudez femenina. Como bien sefiala Linda Williams, el “show genital” —es decir, la exhibicién, en primer plano, del sexo femenino— se remonta a los origenes de |a imagen pornografica. Baste recordar los numerosas daguerrotipos estereoscépicos de Auguste Belloc, producidos en la segunda mitad del siglo x1; en ellos la genitalidad femenina es enmarcada en un plano cerrado, a la manera de L‘origine du: monde (1866) de Gustave Coubert, una didfana alegoria pictérica de las obsesiones escépicas de la fotografia licenciasa. E| precio de esta puesta en imagen del sexo es, en la eco- nomia visual del porno, la obliteracién de la subjetividad. En cambio, en el pasaje del split beaver al retrato vilvico, el sexo adquiere la significancia de un rostro, al contrario del anonimato pornogréfica, rostrificar un sexo es dotarlo de una inma- nente singularidad. El retrato vilvico opera, entonces, una suerte de desterritoria- lizacién anatomica de la imagen-afeccién, tal y camo la concibe Gilles Deleuze en sus estudios sobre cine. El primer plano, como encuadre de lo expresivo, enmarca al ‘sexo como espacio de significacién, en una topologia fotogrdfica de subjetividades genitalizadas. Esta conferencia intentara dar cuenta de las multiples estrategias representacionales del retrato vilvico, explorando los avatares de la figuracién de la genitalidad femenina en el arte contemporaneo. Palabras clave: representaciones corporales, erotismo fernenino, retratos vil- vices. Abstract This essay will aprproach a series of transformations, in the context of the contem- porany visual culture about the representation of female nudity. As Linda Williams says, the “genital show —it means, the exhibition in foreground of female sex— goes back to the origins of the pornographic image. It’s enough to remember the numerous stereoscopic daguerreotypes of Auguste Belloc, produced in second half of nineteenth century, in them female genitality is framed in a close plane, like Vorigine du mande (1866) of Gustave Coubert, a diaphanous pictorial allegory 4| Fasian Gimewe? Gato: of scopic obsessions about licentious photography. The Price of this visual image of sex is, in the visual economy of porn, the obliteration of subjectivity. Instead, in the passage from split Beaver to vuvital portrait, sex acquires the significance of a face, contrary to pornographic anonymity, facing a sex is to endow it with an immanent singularity. The vulvic portrait operates like a sort of anatomical dete- rritorialization of the image-affection, as Gilles Deleuze conceiveid in his studies on cinema. The foreground, as a framing of the expressive, frames sex as a space of ‘significance, in a phatographic topology of genitalized subjectivities. This essay will attempt to give multiple representational strategies of the vulvital portrait, explo- ring the avatars of femenine genitality figuration in contemporany art. Keywords: body representations, female eroticism, wulvic portrait, La mujer goza mas con el tocar que con la mirada, y su entra- da en una economia escipica dominante significa, de nueva, una asignacién a la pasividad: ella seré el bello objeto de la mirada. Si ‘su Cuerpo se ve de tal suerte erotizada, e incitado a un deble movi- miento de exhibicién y de retirada pudica para excitar las pulsiones del “sujeto”, su sexo representa el horror del nada que ver. Defecto en la sistematica de la representacién y del deseo. “Agujero” en su ‘objetivo escoptofilica. Luce Tricaray Empecemos con una breve genealogia de este horror de! nada que ver, del que nos hablaba Irigaray (2009: 19). Antes de concentrarnos en el retrato vilvico, valdria la pena detenerse unos instantes en una serie de regularidades discursi- vas al interior de una economia escépica dominante como lo es la pornografia, en la representacidn de la desnudez femenina. Como bien sefiala Linda Williams (1999; 58), el “show genital” —es decir, la exhibicién, en primer plano, del sexo femenino— se remonta a los origenes de la imagen pomografica. Baste recordar los numerosos daguerrotipos estereoscépicos de Auguste Belloc, producidos en la segunda mitad del siglo x1x; en ellos, la genitalidad femenina es encuadrada en un plano cerrado, a la manera de L‘origine du mande (1866) de Gustave Courbet, una didfana alegoria pictérica de las obsesiones escépicas de la fotografia licenciosa. Las imagenes de Belloc inauguran, en el registro fotografico, una serie de conven- ciones representacionales que se mantienen hasta nuestros dias, entre ellas el soit beaver, el clasico encuadre porografico donde el sexa femenino, enmarcado por unas piernas abiertas y desarticulado auraticamente de la dimensién del rastro, se abre ante nuestra mirada, en una suerte de apertura ginecolégica, muchas veces facilitada por 'a propia modelo, originalmente sublendo su westido con una mano y cubriendo su cara con la otra. Doble movimiento de negacién de lo femenino, paralela desposesidn de su placer y de su subjetividad. Revaares vouwicos 17 Un daguerrotipo estereascépico de Belloc, de alrededor de 1860, es el paradig- ma, en clave pornografica, de esta nocién de 1a feminidad como mascarada. Una Suerte de coqueteria simmeliana, de afirmacién y negacién simultdnea, doble pro- ‘ceso de ocultamiento y desocultamlenta: la modelo levanta su falda con la mano derecha para develar su sexo, mientras su mano izquierda oculta su rostro, un gesto dual que condensa, en una micropolitica del cuerpo, toda la tiranta del sexo sabre el astro. En resumen, el precio de esta puesta en imagen del Sexo €5, en la economia visual del porno, la obliteracién de la subjetividad, Me parece que toda la historia de la pornografia moderna, no sélo su origen sina también su destino, est4 contenida en un punado de fotografias de Auguste Belloc; un imaginaria diagramado por lineas de visibilidad de una sinecdética vio- lencia donde la desnudez fernenina parece coincidir con una suerte de alienacion genital, es decir, una corporalidad reducida a unos pocos centimetros cuadrados de anatomla y un erotismo confinado al monte de Venus y sus alrededores. Proceso paralelo a una normalizacién del placer escépica masculina —=disculpen el pleo- nasmo— erigido a partir de una cartoorafia erégena de vulvas, piernas y nalgas anénimas. Qué lejos estamos, en este monalitico imaginario venéreo, prefigurado por Belloc en los origenes de la pornografia moderna, de la afirmacion de Luce Irigaray (2009: 21) de que “la mujer tiene sexos prdcticamente en todas partes’ A diferencia de la obviedad, en términos representacionales, del ‘orgasmo mas- culina, el orgasmo femenino constituye, par asi decirlo, el punta ciego de la mirada pornografica. Esta miopla frente al placer femenino reproduce, en el orden de lo visible, la que Rachel Maines (1999: 5) define, en el registro de la scientia sexualis, come el modela androcéntrico de la sexualidad: La definicién androcéntrica del sexo como una actividad reconoce tres pasos esen- clales; preparacién para la penetracién (“juego previo"), penetracién y orgasmo masculino, La actividad sexual que no involucra al menos los dos Oltimos no ha sido popularmente, médicamiente (y si vamos al caso, legalmente) vista como “la ‘cosa real”, Se espera de la mujer que alcance el orgasmo durante el coite, pero si no lo hace, la legitimidad del acto coma “sexo real’ no es por lo tanto disminuida. Pareciera que Maines estuviera describlendo nuestros cansinos placeres escé- picos frente a cualquier numero sexual de cua/quier pelicula parno convencional. Resulta impresionante constatar que el modelo androcéntrico funciona, como anillo al dedo, a la hora de definir el cardcter “sexualmente explicito” de la por- nografia como género, Es deci, oponemas alegremente, en la jerga de la critica cinematografica, el “sexo simulado” del cine erética al “sexo no simulado” del cine pornogrdéfico, cuando, de hecho, esta significacién de lo “explicito”, de lo “no simulado”, en definitiva, del “sexo real’’ —algo asi como el inconsciente Optica Fasian Gimenez Gatto del dispositive de la sexualidad, operando en buena parte de las practi¢as discur- sivas en torno al sexo mediatizado— ignora, olimpicamente, la representaci6n del ‘orgasmo femenino. Deberiamos preguntarnos: Zacerca del sexo explicito de quién hablamos, cuando hablamos de pornografia? Linda Williams es bastante elocuente al momento de deconstruir, desde la ge- nealogia foucaultiana y la teoria feminista, las fantasias de la imagineria porno- grafica a la hora de salicitar aquello de lo que nunca estarA segura, esto es, de acuerdo con Williams (1999: 50), no la performance voluntaria del placer femeni- no, sina su confesién involuntaria. De esta forma Williams ubica la figuracion del orgasmo fermenina —al menos, al interior de la visualidad pomogrdfica— en la dimensidn de lo irrepresentable. Tal vez ello explique, en términos compensatorios, la hiperbolizacién representacional del orgasma masculino camo suplemento de un goce femenino, por lo menos incierto, amenazado, perpetuarente por Ja posibilidad de su fingimiento. Por su parte, desde la medicina del sexa nos encontramos con fantasias y te- mores atavicos igualmente delirantes. Un ejemplo espeluznante, no tan lejano en términos histéricos —pensemos en la iconografia del hospital parisino de La Sal- pétridre en las postrimerias del siglo xx—, es el del argasme femenina corvertido en “paroxismo histérico”. Una patologizacién del placer femenino en el registro de la histeria donde, segdin Maines (1999: 7), “la sexualidad femenina fue repre- sentada como una patologia y el orgasmo femenina, redefinido como la crisis de la enfermedad, fue producido clinicamente como una terapla legitima”’. Pareciera que ni la sexografia ni la pornografia, en la constelacién temporal de lo moderno, supieron qué hacer con el orgasmo femenino, al menos desde ia invencién del vi- brador electromecanico en 1880 como herramienta clinica para él tratamiento de la histeria, hasta la reivindicacién no-patologizante de la masturbacién femenina y del orgasma clitoridiano, de la mano de Betty Dodson, en la década de 1970. En fin, tal wez los saberes y las practicas camblaron considerablemente en el transcur- sn de un siglo; sin embargo, las representaciones del placer femenino —a pesar de los cataclismos setenteros en la episteme sexual— siguen siendo bastante wictoria- nas, QuizA sea el momento de hacerlas tambalear. Moment, un cortometraje experimental de Stephen Dwoskin, filmade en Lon- dres en 1969, enmarca, durante doce minutos y medio, el rostro de Tina Frasier, mientras fuma y se masturba hasta llegar al orgasmo. Este tour de force visual en torno al autoeratismo femenino participa en los “placeres solitarios” de Tina. Frasier desde una mirada libidinal no objetualizante, alejada del voyeurismo y de la fetichizacion pornografica. ‘Moment refleja, entonces, el deseo de acompariay, en tiempo real y tras la lente, el desplieque de una progresién de signas transitivos, agenciamiento del deseo en un encadenamlento de discretos placeres, desde el primer gesto de la modelo, reco- Revaatos voevicas. 9 nociendo la presencia de la cémara —asintiendo con la cabeza, mientras sus ojos permanecen cerrados—, pasando por los sutiles gradientes de un crescendo mas- turbatorio, hasta llegar a los signos elocuentes de! paroxismo sexual, del momento orgasmico y de su resolucién, Esta “instancia de intimidad”, de “participacién”’o de “didlogo”, expresiones usadas por el director a la hora de reflexionar sobre las condi- clones de posibilidad de este cuadro sintomatoldgico del placer femening, lo colocan ‘en la posicién de un participante involucrado més que de un mirdn andénimo, o bien, en el lugar de un retratista mas que de un porndgrafo (me atreverla a decir, un retrato de la pequefia muerte que funciona mds en el registro del amor que en el del sexo). Esta suerte de compromiso con el afecto no ha hecho mas que potenciarse en la visualidad contemporanea, a través de una multiplicidad de aliteraciones de la formula de Qwoskin. Va un apresurado recuento. El cortometraje feminista Come Together (2006) de Mia Engberg: una exploracién de la hermandad femenina en una oda visual a la amistad, a la masturbacién y al orgasmo, a partir del montaje de sels autorretratos hardcore realizados, por Engberg y cinco de sus amigas, con teléfonos celulares. La serie de cortometrajes Hysterical Literature (2012) de Clay- ton Cubbit: un divertido experimento orgaésmico-literario en torno a la confesién involuntaria del placer femenino durante sesiones de lectura en woz alta, gracias a los Incontralables efectos erotizantes del célebre masajeador de espalda Hitachi ‘Magic Wand, Por ultimo, pero no menos importantes, son las resonancias digitales del placer escépico prefigurado por Moment, en sitios electrénicos como Beauti- ful Agony (en \inea desde 2004), donde una suerte de empoderamiento femenino parece articularse, desde |a autenticidad del placer, con la visibilidad orgadsmica en el espacio de la rostridad. Sintomas todos ellos de una “ética de la mirada anti- voyeuristica’’ (Crimp, 2005: 180), es decir, de placeres visuales no-pornograficos. En el terreno del arte contemporaneo, el retrato vilvico ha tenido, hasta la fecha, un estatuto, por decir lo menos, problematico. Una intervencién de Zoe Leo- nard —realizada en 1992 en Kasel, en el marco de Documenta IX, en la Neve Galerie— puede ser un buen ejemplo de ello.+ Leonard se encargé de descolgar warios cuadras de las salas de la galeria, sustituyéndolos por una serie de fotogra- flas de vulvas de su autoria. Estas fotografias se enfrentaban a retratos ferneninos del siglo xvin, el sexo de las mujeres, invisibilizado en esas pinturas, reaparecia, camo contrapunta, en los retratos de Leonard. En el espacio muselstico la presen- Cla de esta serie de 19 close-ups genitales (de sels amigas de la artista, que hablan aceptado gustosas participar en el proyecto) metaforizaba la entrada triunfal de lo obsceno —aquello que esta fuera de escena— en el espacio artistico, y en este sen- En atra acasién, y en funcién de otras probleraticas, recuperé esta inmtervencién de Leonard ejemplo de lo que podriames conceptualizar en términas de pornografia hipertéllca; algunas ie Ideas son reescritas aqul adquiriendo un matiz bastante diferente a su versidn original. Véase Giménez Gata (2001: 149 ss). 10| Faaudy Gimener Gatto tido imprimia en el sexo femenino la fuerza de |a literalidad pornografica, “inerte y agresiva”, como dir Leonard (1993): Tenia previsto un conjunta mucho mds complicada de imagenes para Documenta, pero unos seis dias antes me fui a Alemania a instalarlas, y decidi que todos esos complejos impulsos se contendrian en una sola imagen: el sexo de una mujer. Esa nica imagen serfa inerte y agresiva, eso representaria el invisible pera implicita sexo en las mujeres de las pinturas, las artistas inexistentes, y |a nunca dirigida sexualidad de las mujeres de las pinturas. [....] Decidi quitar todos los retratos de hombres y paisajes, y sustituirlos por las fotografias. Hay algunas pinturas con hombres, pero son periféricas o ligadas muy especificamente a la interaccién con las mujeres. (...1 Las mujeres y su sexo. Esto es lo que estaba ausente en las pinturas, En tensién con las representaciones pictéricas de lo femenino a lo largo de la. historia del arte occidental, lo que prevalece en el gesto fotografica de Leonard es la facticidad; sus retratos poseen la fuerza de los hechos, parecen servir de eviden- cla, de prueba de existencia. Paradéjicamente, tado esto parece condenar a las mu- jeres a la anatomia como destino (Freud dixif); uno no deja de asombrarse de la ironia que encierra todo este proceso de desocultamiento. Este imperative de maxi- ma visibilidad nos lleva a preguntarnos si lo femenino no aparece sobre los muros de la galeria, se hace visible rodeado de pinturas del siglo xvi, inicamente para desaparecer mejor, para convertirse en algo “demasiado bueno para ser cierto”. Las fotografias de Leonard, a pesar de sus buenas intenciones, no son mas que un nuevo avatar de lo que Baudrillard Ilamé la violencia de lo neutro; en esta ver- sidn transestética del grado cero de la genitalidad, el cuerpo femenina deja de ser el espacio de lo indeterminada —al que aspiraba Irigaray—; al contrario, en esta sobredeterminacién pornogramatica, la mujer se reduce desafortunadamente a su sexo descarnado. De esta forma la estrategia escépica de Leonard no hace mas que repetir “la violencia del sexo neutralizado” (Baudrillard, 1993: 32) a la que nos tiene acostumbrados la pornografia mas tradicional, en tanta una forma particular, en la esfera de lo sexual, de produccién de lo real. El artista John Hilliard ha parodiado, en la fotografia Close-up (1994),? esta autonomizacién escépica de la genitalidad femenina, que termina clausurando al propio cuerpo como espacio de subjetividad y de deseo. Paraddjica desnudez sin intersticies, plena, unaria, convertida en una suerte de voraz agujero negro. Esta “sobreexposicién organica’’ (Marzano, 2006: 167) suele leerse, sobre todo en las diatribas psicoanaliticas contra la pornografia, como la anulacién de toda subjetividad, como el agotamiento de tado deseo, El propio Jean Baudrillard, a pesar de su genialidad —que, entre otras cosas, lo ubica en las antipodas del 2 Una repeoducciOn de la fotografia puede encontrarse en la revista Exit, rim, 29, Madrid, 2000, p, 39. Reevaaros wuwtcos i psicoandlisis—, no esta libre, a la hora de abordar lo pornografico, de cierto ono apocaliptico: * Desmultiplicacidn fractal del cuerpo (del sexo, del abjeto, del deseo): vistos muy de cerca, todos los cuerpos y los rostros se parecen” (Bau- drillard, 1993: 37) Yo no estaria tan seguro. Quiza la afirmacién de Baudrillard sea valida al inte- rior del universo pornografico; sin embargo, si analizamos el despliegue de singula- res formas de exhibicién genital en el contexto de lo paspornagréfico —lo que me gustaria llamar retrato vilvico—, tendriamos que invertir la formula: visto muy de cerca, ningin sexo se parece. En el pasaje del split beaver al retrato wilvico, el sexo adquiere Ja significancia de un rostro; al contrario del anonimato pornogrdfico, rostrificar un sexo es dotarlo de una inmanente singularidad. Los dipticos de la serie Pussy Portraits (2009), de Frannie Adams, articulan en su intermitencia esta resonancia del sexo y del rastro. Sus close-ups genitales son acompefiados por un retrato, en plano cerrado, del rastro de sus modelos, El efecto de rostrificacién genital se potencia, metalépticamente, a manera de un contrapunto de detalles anatémicos, de un encadenamiento sutil entre las peculia- ridades de una topologla fisondmica y genésica. Efectos de superficie, fotogenia, oscilacién dz la mirada, cartogratias de una rostridad que emerge del cruce de dos coordenadas cartesianas, en él plano trazado por la sonrisa y la sonrisa vertical de las modelos. No esté de més sefialar que el retrata vilvico opera una suerte de desterritorializacién anatémica de la imagen-afecci6n, tal y como la concibe Gilles Deleuze (1964: 51). El primer plano, como encuadre de lo expresivo, enmarca al ‘sexo, ya no Gnicamente al rostro, como espacio de significacién, en una topologia fotogrdfica de subjetividades genitalizadas. En el terreno de la imagen movimiento, el cortometraje Face to Panty Ratio (2011), de Richard Kern, explora, durante poco mas de dos minutos y al ritmo de ‘una melodia de T. Moore, los gradientes de la relacién entre el rastro y la ropa inte- lor Esta topologia erética es abordada desde un voyeurismo de signo contrario, es decir, desde una mirada que oscila entre el fetichismo de la lenceria y la fascinacién por el rostro femenino, complicidad de lo objetual y dé la subjetividad en un delica- do equilibria, contrapuntedndase en una sucesién de tomas que se posan sobre el rostro y sobre el sexo, apenas aludido, de sus modelos. Kern explora los gradientes del retrato vilvico a partir de la reversibilidad del placer escépico, es deci, una escopofilia no limitada a lo genital, capaz de erogenizarse ante el minimo detalle Indumentario, gestual o facial. Esto gracias a una edicién que articula, desde un erotismo de la intermitencia, 53 tomas de bragas, 41 tomas de rostros y 11 tomas que conjugan el rostro y las bragas en el mismo cuadro, en una suerte de voyeuris- mo rapsddico, sincopado, vertiginoso. En el otro extremo del espectro, la serie Deux mille photographies du sexe d'une femme (1969-1972), de Henri Maccheroni, se ubica en las antipodas de 12] Fantdn Gimenez GarTo esta especie de juego combinatorio y relacional propuesto por Kern, siendo, quiz hasta hoy, uno de los proyectos mas fascinantes de retrato vilvico, mas que nada por una especie de decadentismo escépico, de fascinacién por la repeticidn, de obsesién monotematica, puesta en abismo de un sexo femenino fotografiado hasta el infinito. El tour de force de Maccheroni, el obsesivo registro fotografico del sexo de una mujer por un lapso de casi cuatro afios, parece rebasar el puro voyeurism del fotégrafo o el exhibicionismo de su modelo, para conducirnas a una especie de embriaguez escépica, de deseo, mas o menos delirante, de llevar el acto fotogra- fico hasta sus limites. Fotografiarlo todo, en este caso una vulva, desde todos los Angulos, todas las condiciones de luminosidad, todas las posturas, expresando, en términos baudrillardianos, el vehemente deseo de fotografiar su sexo para hacerlo desaparecer, desapareciendo 61 mismo en el proceso (Baudrillard, 2000: 146). En fin, ni mas. ni menos que el empecinamienta poética de un hambre enamorado, en una variante fuertemente genitalizada del viejo tema de la musa. Quizas, en estas 2 000 fotografias del sexe de una mujer, la cuestidn de la alteridad radical na sea otra que la de la abstraccién formal, como sefiala Baudrillard (1989: 26): “Toda la diferencia entre los sexos reside tal vez, mas que en |a pasién por un ser singular, en la pasién por la abstraccién formal, y la posibilidad de morir por ella, aunque — esté encarnada por una mujer”. En esta linea, los retratos que integran la exhibi- cién Portraits and Playthings (1996) de Beth B., responden, segdin su autora, al deseo de “[...] celebrar a las mujeres, la Individuacin de las mujeres. Deconstruir el mito de que un cofio es el mismo que el siguiente”? Las 31 fotograflas en blanco y negro de Portraits and Playthings se distinguen, tanto visual como conceptual- mente, de las decimonénicas convenciones representacionales del split beaver. Los retratos vilvicos de Beth B., al igual que las imagenes de la serie The ¥ Project Collection de Petter Hegre, parecen subvertir las practicas mas asentadas de es- copofilia; el minimalismo de ambas series —su simplicidad y elegancia formal, sus coqueteos con la abstracclén— contrasta con la fetichizacién microrrealista que suele acompafiar, en el limitado espectro del registro pornografico, la representa- cidn de la genitalidad femenina. Siguiendo las huellas de Maccheroni, los retratos vilvicos de Beth B. y Peter Hegre encuentran su ldgica en la pasién por la abstraccién formal, en su caso ya na un sexo singular fotografiado de infinidad de maneras sino una multiplicidad de sexos fotografiados de idéntica manera; un sutil encadenamiento de figuras que produce, de nuevo, un efecto de singularidad, de repeticién con diferencia, a la manera de las esculturas waginales del artista britanico Jamie McCartney. Su proyecto mas ambicioso hasta la fecha, el poliptice escultérico The Great Wall of > Entrevista.a Beth B., a cargo de Paul H-O,enel clip Gallery Beat. Geth B at Deitch Prajacts disponible en Chttp wer youtube corvwatch vm! 4Yrwut03uk} consultado el 30 de agosto de 2014; traduciin mia, Reveatos vouvicos 113 Vagina (2011), se compone de maldes de yeso de 400 vulvas, sobriamente distri- buldos en 10 paneles, en una monumental escultura de pared de nueve metros de extensién, Los retratos vulvicos de McCartney —el registro escultorico de algunas de las infinitas variaciones anatémicas del sexo femenino— producen una suerte de estremecimiento patafisico; el monolitico espacio representacional de la genita- \idad femenina es subvertido a fuerza de indicialidad y acumulacin. Una estrategia escépica que encuentra su correlato bidimensional en la serie I'll Show You Mine (2011), cancebida por Wrenna Robertson y fatografiada por Katie Huisman. Los 60 dipticos que componen la serie se publicaron en un libro homénimo, acompafiades del nombre de pila de las 60 mujeres que participaron en e| proyecto, asi como de un breve relato autobiogrdfico a propdsito de su relacién con su propia genitalidad. En este sentido, una especie légica confesional enmarca estos retratas vulvicos, inscribiéndolos en el espacio de la subjetividad, del nombre propio y de la historia personal de la modelo. Segdin Wrenna Robertson, responsa- ble de la edicién del libro, las fotografias —tomadas bajo las mismas condiciones de iluminac’6n, desde los mismos Angulos de camara— pretenden enfatizar la rea- lidad de la anatom{a femenina en lugar de su representacién artistica. Esta figuratividad confesional, esta documentalizacién anatémica, ya habla sido puesta en juego por Michael Rosen, Jill Posener, Tee A. Corinne y Michael Perry, los cuatro fotdgrafos convecados por Joani Blank (2011). En las 32 foto- graflas recogidas en el libro editado por Blank, el imperative de hipervisibilidad genital —/e/tmotiv representacional del split beaver— se eleva a la enésima po- tencia, gracias a una gestualidad que encarna un exhibicionismo exacerbado. En Femaiia, el empoderamiento genital est atravesado par una histriénica afectacién histérica, convertido en una suerte de hiperbdlica prestidigitacion esc6pica, sujeto a una tactilidad clinica, salvajemente ginecoldgica. Petals, de Nick Karras (2003), es, en cambio, un experimento retratistico mu- cho mas afortunado. Tal vez por la ausencla de dedios intrusivos e inquietos mani- pulando la capucha clitoral y los labios mayores, que pululan, cama les decla, en los cuatro portafalios que integran Fermalia; en este sentido, la sutileza de los retratos: wilvicos de Karras se aleja de esa especie de visibilizacién forzada, de pantomima fotografica de la genitalidad femenina. A su vez, la iteracién, en los 48 retratos de la serie Petals, del mismo primer plano genital —un poco a la manera en que la insistencia del plana cerrado enmarca los rostros de la serie One del fatégrato japonés Ken Ohara (1970)— se conwierte en un ejercicio de esbeltez, de mesura, de ascesis escépica, a diferencia de la mirada hiperbélica y enfatica de Femaiia. De este modo, el andlisis de estas dos estrategias representacionales disimiles sugiere, al menos, la aparicién de una incipiente taxonomla del retrato vilvico, capaz de incluir, en su desplieque, nuevos delirios clasificatorios en la sistematica de la representacidn y de! deseo, inéditas cartografias escépicas de los paraddji- 14] Faeiin Gneéwez Gatto cos modos de ver el horror del nada que ver. Pero no olvidemos lo esencial, desde la risa de Deméter ante la exhibicién genital de Baubo: el sexo femenino ha sido invisibilizado, o bien, sujeto a una visibilidad encubierta.* Quizas el retrato vilvico produzca, entre la documentalizacién anatémica y la abstraccién formal, nuewas lineas de visibilidad en torno a la desnudez femenina. Quién sabe cudntos sexos se oculten, todavia, en el cuerpo de una mujer. Referencias bibliograficas ‘Adams, Frannie (2009), Pussy Portraits, Frankfurt, Reuss. Aubenas, S. y P, Comar (2003), Obscénités. Phatographies interdites o'Auguste Belloc, Paris, Albin Michel/Bibliothéque Nationale de France. ‘Baudrillard, Jean (1989), Coo! Memories, Barcelona, Anagrama. — (1993), De fa seduccién, Barcelona, Pianeta. = (2000), E/ intercambio imposible, Madrid, Cétedra. Blank, Joani (ed.) (2011), Fernafia, Hong Kong, Last Gasp. Borzello, Frances (2012), The Maked Nude, Londres, Thames & Hudson Crimp, Douglas (2005), Posiciones criticas. Ensayos sabre Jas politicas de arte y fa identidad, Madrid, Akal. Deleuze, Gilles (1984), La imagen-movimiento. Estudios sobre cine 1, Barcelona, Paidds. Giménez Gatto, Fabian (2011), Erética de la banalidad, México, Fontamara. Irigaray, Luce (2009), Ese sexo que no es uno, Madrid, Akal. Kapsalis, Terry (1997), Public Privates. Performing Ginecology from both Ends of the Speculum, Durham, Duke University Press. Karras, Nick (2003), Petals, Korea, Cristal River Publishing. Leonard, Zoe (1993), “Entrevista con Laura Cottingham”, en Journal of Contern- porary Art: disponible en Chttp:/Awwwenfocarte.com/2.1 3/enttrevista. html]; consultado el 30 de agosto de 2014. Maines, Rachel P. (1999), The Technology of Orgasm. "Mysteria”, the Vibrator and Women’s Sexual Satisfaction, Baltimore, Johns Hopkins University Press. Marzano, Michela (2006), La pornografia o ef agotamiento def deseo, Buenos Aires, Manantial. Naumann, F.M.y D. Nolan (2010), The Visible Vagina, [llinois, Johns Byrne Com- any. Rees, Emma L. E. (2013), The Vagina. A Literary and Cultural History, Nueva York, Bloomsbury. Robertson, Wrenna (ed,) (2011), MM Shaw You Mine, Canada, Show off Books. ++Vase, por ejemplo, dos brillantes acercamientos, desde la historia cultural, al tema que nes ocupa; Rees. (2013) y Sanyal (20120, Rerratos vouncos 115 Sanyal, Mithu M. (2012), Vulva. La revelacidn del sexo invisible, Barcelona, Ana- orama. Wallace, M, M. Kemp y J. Bernstein (2007), Secluced: Art and Sex from Antiquity to Now, London, Merrel Publishers Limited/Barbican Art Gallery. Williams, Linda (1999), Hard Core. Power Pleasure, and the "Frenzy of the Visi- ble“, California, University of California Press. ‘a cea, cuLruna| mun

You might also like