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LAS-MUJERES én,el movimiento x Las mujeres en el movimiento - de Jesus, el Cristo Elsa Tamez Sociedades Biblicas Unidas es una fraternidad raundial de Sociedades Biblicas nacionales que sirven en més de 200 palses. Su propdsito es poner a aleance de cada persona la Biblia completa o parte de ella, en el idioma que pueda leer y entender, ya un precio que pueda pagat Sociedades Biblicas Unidas dstribuye ms de 600 millones de Escrturas cada afo. Lo ivitamos a paricipar en este ministerio con sus oraciones y often das. La Sociedad Biblica de su pais, con mucho gusto, le proporcionar ss informacion acerca de sus actividades. Las mujeres en el movimiento de Jess, el Cristo © Elsa Tamez Publicado por Sociedades Biblicas Unidas con d permiso de la autora, ISBN 978-1-59877-076-5 Impreso en Colombia Indice Palabras de la autora INTRODUCCION Lidia, la narradora EI movimiento de Jestis y su contexto Las mujeres en el movimiento de Jesis Mujeres junto a la cruz PARTE I Mujeres que aman y desafian Carfruto 1 Maria, madre del lider del movimiento Le anunciaron a Marfa un hijo y ella cant6 de alegria De las penas y satisfacciones que vivié Maria por su hijo Maria acompaié a Jestis a una boda Maria suftié la persecucién y ejecucién de su hijo Cartruno 2 Marta y Maria, amigas de Jesis ¢Las mujeres para la casa? La confesién de Marta La amistad entre ellas y Jestis 13 14 7 20 27 27 28 31 33 34 39 39 42 44 6 + Elsa Tames CapfruLo 3 La mujer que, a pesar de la ley, no fue apedreada La crueldad de las leyes Jestis no apedreé a la mujer adiiltera PARTE II Mujeres anénimas que luchan y resisten CapPfruLo 4 ‘Mujeres en dos parabolas La viuda que luché hasta que se le hizo justicia La mujer que no descansé hasta encontrar algo muy preciado CapfruLo 5. La mujer que le robé un milagro a Jestis El sistema de pureza-impureza “El robo” de un milagro Jestis dignifics a la mujer CAPITULO 6 La mujer sirofenicia que discutié con Jestis . Problemas fronterizos | Jess se negé a sanar a una nif gentil La mujer que discuti6 con Jestis Jestis aprendis de la sirofenicia PARTE Ill Mujeres discfpulas y maestras Cartruto 7 Marfa Magdalena, una apéstol y amiga de Jestis Marfa Magdalena, la discipula mas mencionada El coraje de Marfa Magdalena 49 50 51 59 61 61 65 73 73 78 91 93, 93 95 Las mujeres en el movimiento de Jesus, el Cristo + 7 Las mujeres, primeras testigos de la resurreccién y predicadoras del resucitado ‘Marfa Magdalena, la apéstol cercana a Jestis Cartruto 8 La mujer de Samaria, una misionera Al margen del odio mutuo Un didlogo teol6gico junto a un pozo La samaritana compartié las Buenas Nuevas con su pueblo ~ CapPfruLo 9 Priscila y Lidia, dos mujeres trabajadoras y lideres de comunidades Lidia, lider y comerciante Priscila: lider, maestra y artesana CONCLUSION ‘Que las mujeres no callen en la congregacién 3Qué pasé? Bibliografia Glosario 97 97 101 102 104 106 109 109 113 119 120 125 129 Palabras de la autora He decidido contar las historias de las mujeres que siguieron a Jestis a través de un recurso literario diferente. Es decir, la narra- dota de las historias no seré yo, Elsa Tamez, sino que utilizaré la voz de un personaje femenino de la antigiiedad, llamado Lidia, una lider de la iglesia apostdlica que aparece en Hechos 16.11-15,40. A través de ella, que nos hablaré en primera persona (“yo, Lidia"), es- cucharemos valiosos testimonios acerca de mujeres que pertene- cieron, de alguna manera, al movimiento de Jestis. Son testimonios que nos motivan a las mujeres de la iglesia de hoy a repensar nues- tras vidas con relacién a la iglesia y la sociedad, Podriamos aftadir al relato de Lidia muchos otros testimonios contempordneos de mujeres de fe que aman, luchan, resisten y ensefian. He optado por hablar del “movimiento de Jestis, el Cristo”, y no de Jestis como un individuo aislado, por dos razones. La pri mera, porque hablar de Jestis como una persona aislada no tefleja la realidad hist6rica. Al Jestis de los evangelios lo conocemos como alguien que siempre va acompafiado por sus discfpulos y seguido- res (en su mayoria campesinos, y también pescadores y artesanos), quienes depositaron sus esperanzas en su predicacién y ensefian- zas sobre el reino de Dios. Se traté de un movimiento de renova- cin de sus comunidades locales que mas tarde habria de expandir- se a lo largo y lo ancho de Palestina, y Jestis de Nazaret fue su li der fundador. La segunda razén es que, al hablar del movimiento de Jestis, no debemos ver a Jestis como una persona que nos ama de forma individualista, sino como aquel que nos oftece un proyec- 10 + Elsa Tamez to comunitario de vida nueva y nos desafia a comprometernos con la transformacién personal y social de la creacién de Dios. Estoy consciente de que hay diferencias entre el movimien- to de Jestis de Nazaret en Palestina y el movimiento cristiano fue- ra de Palestina. La diferencia que se subraya comtinmente es que el movimiento de Jestis se refiere a una renovacién intema del ju- dafsmo antes de la irrupcién del “cristianismo”. Desde esta pers- pectiva, la propagacién del Evangelio después de la resurreccién de Jestis, especialmente fuera de Palestina, corresponderia, entonces, a un movimiento misionero que contribuyé al establecimiento de comunidades cristianas particularmente entre los gentiles", aun- que sin excluir a los judios. Yo prefiero hablar, sin embargo, de un sélo movimiento, un movimiento alternativo frente al control hege- ménico del imperio romano. Creo que para las mujeres es impor- tantisimo enfatizar la continuidad del movimiento de Jestis més allé de Palestina, pues es allf donde dicho movimiento intensifica su fuerza liberadora frente a la opresién patriarcal* del imperio ro- mano y las practicas tradicionales del judaismo. Esta fuerza sigue presente en las primeras comunidades cristianas a mediados del si- glo I. Para marcar esta continuidad, he agregado el término “el Cristo” a la expresién “el movimiento de Jesus”. La critica frecuentemente aguda de Jestis a su propia cultu- ra judfa no tiene nada que ver con una postura anti-judfa. Como sabemos, Jestis fue judio y como tal asumié una posicién autocriti- ca con respecto a la mentalidad patriarcal de su cultura y de la cul- tura romana, toda vez que dicha mentalidad se convertia en opre- sora, Jestis hizo lo mismo que nosotras hoy cuando cuestionamos y ctiticamos constructivamente nuestras propias culturas religiosas y sociales. He organizado estas historias de mujeres comenzando con aquellas que permanecieron junto a la cruz, porque éstas ilustran draméticamente el tremendo riesgo que ello implicaba en el con- texto histérico de la sociedad romana. La eleccién del pasaje del evangelio de Juan responde simplemente al hecho de que las mu- jeres que se describen en dicho pasaje representan claramente mis Las mujeres en elmovimiento de Jesis,el Cristo * 11 objetivos. Esas cuatro mujeres junto a la cruz ciertamente nos ha- blan de valor, amor, desafio, lucha, resistencia y discipulado. Sin embargo, también veo en ellas tres tipos de mujeres, como nuestra narradora Lidia explica en la Introduccién, He escogido un personaje biblico, Lidia, como la narradora iimaginaria de estas historias. Mi intencién es que de esta manera podamos familiarizar a nuestros lectores y lectoras con el mundo antiguo. Como recurso literario, Lidiz me permite enfatizar la con- tinuidad del movimiento de Jestis fuera de Palestina y al mismo tiempo compartir, de una manera més bien familiar, los elementos culturales de dicha época. Es probable que Lidia no conociese to- das las historias de mujeres, aunque si seguramente un gran nime- ro de elas. Lidia también nos ayuda a apreciar que Pablo, quien no menciona explicitamente la vida de Jestis, no fue el tinico en difun- dir el movimiento, Seguramente hay anacronismes* con respecto a la época cercana a Lidia y a nuestra época madera. Sin embargo, esto no afecta la intencién de todo el libro, la cual es que descubramos en el movimiento de Jestis, el Cristo, criterios que iluminen la mane- ra.en que las iglesias hoy consideran y tratan a las mujeres. “Las palabras asf marcadas con asterisco se definen en el Glosario, pigs. 129-130, Notas |. Richard A. Horsley, Saciology and the Jesus Movement (New York: Continsum, 1994), pp, 16-118 Introduccién Lidia, la narradora Yo, Lidia, les voy a contar estas historias. Soy de Tiatira y vi- vo en Filipos. Pertenezco al movimiento de Jestis, el Cristo. No co- nocf personalmente a Jestis, su fundador, pero desde que escuché acerca de él y su movimiento en Galilea por medio de Pablo y de Silas (Hch. 16.11-40), decidf incorporarme a las comunidades cris- tianas que crecieron fuera de Palestina y que llevan en su seno el mismo espiritu del movimiento de Jests, el galileo', Soy una mujer gentil convertida primero al judaismo y ahora al cristianismo?. Mi vida ha cambiado radicalmente desde que comencé a participar en las comunidades cristianas, que para mi son prolongaciones del movimiento de Jestis. Como mujer, puedo afirmar que el movi- miento de Jess, dentro y fuera de Palestina, ha logrado que las mu- jeres sean consideradas personas dignas y capaces de participar en la comunidad en un plano de igualdad con los varones. Claro que hay discusiones y dificultades dentro de las mismas comunidades, pero no se puede negar que ha habido grandes avances en relacién con la participaci6n de la mujer. De hecho, es nuestra presencia sig- nificativa, la de las mujeres, lo que est4 generando discusiones’ Cuando se escriben historias, casi siempre ocurre que a las mujeres no se nos toma en cuenta a pesar de que generalmente so- mos nosotras las que contamos las historias. Esto se debe a que las sociedades, por ser patriarcales, ven como algo natural que sean los varones quienes escriben y hacen la historia‘, En la realidad concre- ta de cada dta, la historia es diferente. Las mujeres somos muy ac- 1A + Elsa Tamez Las mujeres en el movimiento de Jestis,el Cristo + 15 tivas, Me han llegado a los ofdos muchas historias de mujeres del movimiento de Jestis en Galilea y Judea y, después, fuera de Pales- tina. Por otra parte, a mf no me gusta cuando escucho en nuestras reuniones historias acerca de Jestis acompafiado solamente por hombres, de doce hombres, para ser mAs precisos. Eso no es asf Entiendo que “doce” es un ntimero simbélico que representa a las doce tribus guiadas por el Mesfas Jests..jpero también habfa mu- jeres acompafidndolo todo el tiempo! (Le 8.1-3). Esas mujeres lo siguieron de Galilea a Jerusalén y estuvieron con él la semana que lo condenaron a muerte" Las historias que conozco sobre las mujeres seguidoras de Jestis muestran dos cosas importantes: primero, que Jests sintié una inclinacién especial hacia los sectores marginados, como los de las mujeres, los pobres y todos los que padecen discriminacién; se~ sgundo, que las mujeres encontraron en el movimiento de Jestis la esperanza de que las cosas pudiesen ser diferentes para ellas, pues siempre se las habia hecho a un lado. Yo, Lidia, les voy a contat lo que sé acerca del movimiento de Jestis, el Cristo, y las mujeres va- lientes que lo siguieron. Voy a comenzar con las circunstancias dentro de las cuales surgié este movimiento. El movimiento de Jestis y su contexto La situacién en Palestina en tiempos de Jestis era dificil y conflictiva, y después de la muerte de Jestis se agrav6 atin mds. Pa~ lestina era y sigue siendo tierra ocupada por un poder extranjero. Las tropas romanas se movilizan con frecuencia. Ver tropas extran- jeras ocupando el territorio de una no es nada agradable. A los sol- ddados romanos los conozco muy bien, pues aqui en Filipos, una co- Jonia romana, viven muchos de ellos y muchos aspectos de la vida de esta colonia son de carécter militar’, Ademds, los distintos im- puestos que hay que pagar a los romanos representan una gran car- ga. A estos impuestos se afiade el impuesto del templo, que todos los judios, aun los que viven en la didspora™, tienen que enviar a Je- rusalén’. Jestis no vefa eso con buenos ojos. La cuna del movimiento de Jestis fue Galilea, una region ba- sicamente campesina, a pesar de que alli hay bastantes ciudades helenistas*. La mayorfa de los habitantes de esta provincia (apro- ximadamente el ochenta a noventa por ciento) se dedica a la agri- cultura, sobre todo de olivos, higos y vifiedos. A Jestis siempre le gust hablar de la buena nueva, lo que él llamaba el reino de Dios, a través de imagenes del campo (Mt 13.24-30; Mc 4.26-32), por- que eso era lo que tuvo a su alrededor toda la vida. El era de Na- varet, un pueblucho insignificante, con muy pocos habitantes. Na- vatet esté en un certo y la rodean varios cerros. Los paisajes de Ga- lilea son hermosos, Yo creo que a Jestis no le gustaban las ciuda- des. Todas las ciudades griegas se parecen y su construccién es im- presionante. Yo nunca estuve en Séforis, una de las ciudades mas importantes de Galilea, a unos cuatro 0 cinco kilémetros de Naza- ret, pero me la imagino muy parecida a Filipos, aqui donde vivo. Seguramente tiene su teatro, su gimnasio, sus bafios y las casas bo- nitas de los ricos. En esas ciudades se habla griego, como aqui en Filipos; no se habla arameo, aunque sus habitantes sean judios. Di- go que a Jestis no le gustaban las ciudades porque nunca escuché una historia sobre él que mencione a Séforis, y seguramente Jestis estuvo muchas veces allf. Es posible que haya trabajado en ese lu- gar como carpintero o constructor con su padre, porque cuatro 0 cinco kilémetros no es nada lejos para un campesino’. Si se hubi ra quedado trabajando sélo en Nazaret no hubiera sobrevivido co- mo carpintero, pues dicen que Nazaret tiene apenas unos quinien- tos habitantes. Por otro lado, no hay duda de que estuvo en las ciu- dades de Betsaida y Corazin, aunque no tenfa muy buena opinion de ellas, como puede verse por los “ayes” que les lanzé (Mt 11.21; Lc.10.13). Cuando Jestis inicié su ministerio, se fue a Capernaum. Algunos piensan que se fue para trabajar en la ciudad de Tiberi des, que Herodes Antipas empezé a construir después de supe: sar la reconstruccién de Séforis. Capernaum no era una ciudad no una aldea més grande, de unos mil habitantes", aunque sin du- da un lugar mucho mas importante que Nazaret. Desde Caper naum Jestis viajaba a otros pueblos y aldeas para hablar del reino de Dios. 16 + Elsa Tamez Las mujeres en el movimiento de Jestis, el Cristo * 17 Capernaum se encuentra a orillas del mar de Galilea, donde la industria pesquera constituye una gran fuente de riqueza, cierta- ‘mente no para los pescadores independientes sino para los cambis- tas y gobernantes".. Muchas de las hstorias que he escuchado de Jesiis, como curaciones, milagros y expulsién de demonios, ocu- rieron en los distintos pueblos y ciudades a onillas del lago de Ga- lilea, 0 de Tiberfades, como también lo llaman. No puedo olvidar que una de las discipulas mas destacadas y que Jestis amé tanto fue de Magdala, otra aldea a orillas del lago. Me refiero a Maria Mag. dalena Como les estaba contando, en ese tiempo la situacién poli ca ya era dificil. En el afio 4, siendo Jestis un chiquillo, Séforis ha- bia sido arrasada por los romanos porque sus habitantes, que eran judfos helenizados, se rebelaron contra el imperio. Imagino que se traté de una experiencia muy humillante que pudo haber marcado a Jestis de nifio y a su familia. Esto es apenas un ejemplo; he escu- chado acerca de muchas tensiones y crisis entre el pueblo y los ro- manos, sobre todo en Galilea”, unz region aparentemente muy conflictiva. Muchos campesinos endeudados pierden sus tierras y después no les queda otra alternativa que ir a la cércel o unirse a movimientos antirromanos, lo cual significa huir de la ciudad para esconderse en alguna cueva. Habia y sigue habiendo varios movi- mientos que intentan hacerse eco de las aspiraciones de la gente. Hay movimientos proféticos y movimientos mesidnicos, y otros que son mas de bandoleros que cuentan con la simpatia de muchos pobres porque les roban a los ticos para darselo a los que no tie- nen’, Algunos creen que los dos bandidos que crucificaron junto a Jestis eran de ese tipo, porque a los ladrones nunca se los crucifica; solamente a los esclavos y a los subversivos, Las tropas romanas son muy poderosas y han aplastado muchos movimientos, con gran niimero de muertos. Cuando pienso en Jestis en su contexto hist6rico y social en- tiendo por qué lo seguia tanta gente: cada uno de sus gestos, pala- bras y acciones respondia a los anhelos de esperanza de sus segui- dores, hombres y mujeres por igual. Esa gente buscaba una nove- dad de vida en Jestis, y por eso se unfan a su movimiento. También comprendo por qué Jestis estuvo en peligro de muerte muchas ve- ces y por qué los fariseos y los escribas, y aun el sumo sacerdote, querian apresarlo. Tenfan miedo de que su movimiento se viera co- Ino un movimiento antitromano y que las tropas del imperio aca- baran con esta provincia como castigo por su complicidad y rebel- dia. Jestis consagré toda su vida a mostrarnos un camino diferente del que ahora vivimos en esta sociedad romana. Por eso yo lo ad- miro tanto y lo amo, y me considero discfpula del Cristo resucita- do. Para Jestis, en la sociedad debe haber cabida para todos, muje- tes y hombres, pobres e ignorantes, El reino de Dios, que fue la proclamacién central de Jestis, es un reino ideal en el cual no hay guerras ni dominacién ni hambre ni discriminaci6n, pues todas las Vidas son preciosas a los ojos de Dios. Las mujeres en el movimiento de Jestis En el movimiento de Jestis habia mujeres, y no pocas. Las mujeres eran discipulas y lo segufan en Galilea igual que los varo- nes (Le 8.1-3)" Jestis no hacfa distincién entre mujeres y varones; porel contrario, una de sus caracteristicas consistié en proponer un orden de vida diferente del modelo jerarquico* al que estamos acostumbradas. Jestis era muy atrevido en sus ensefianzas: estaba en contra de aquellos que querfan ocupar los primeros puestos y hablaba mal de las autoridades politicas que someten a los demés. “Entre ustedes no serd ast’, le decia a sus seguidores. Tampoco ha- blaba muy bien de las autoridades religiosas que se crefan muy san- fas y que marginaban a quienes consideraban impuros 0 que se aprovechaban de las viudas. Para mi, Lidia, este mensaje que no me excluye, que me con- sidera hija de Dios, persona libre e importante, le ha dado sentido 4 mi vida y a mi comunidad. Yo creo que muchas otras mujeres piensan lo mismo, También me gusta mucho la actitud autocritica de Jestis. La sociedad judia discrimina a las mujeres. Frecuente- mente las considera impuras y no les permite tomar parte impor- 18 © Elsa Tamez tante en las sinagogas. Jestis, tal vez por ser galileo y no de Judea, no le dio mucha importancia a esas tradiciones que hacen a un la- doa las mujeres”, sino que se dejé rodear y seguir por mujeres, las considers iguales a los varones y les restablecié su dignidad perdi- da a causa de las costumbres de la cultura patriarcal. En el movimiento de Jestis hay mas mujeres de lo que se nos ha permitido creer. La idea de que hay pocas mujeres se debe, en parte, a que se ha hecho mucho énfasis en los doce discipulos va- ones", Pero, como ya dije, esos “doce” fueron un nimero simb6- lico, En realidad, hab‘a muchas mujeres que también escuchaban las ensefianzas de Jestis y que lo seguian dondequiera que él fuese. Nadie puede negar que cuando vino a Jerusalén esa semana de su muerte, varias mujeres también lo acompafiaron desde Galilea. To- das las historias que he escuchado sobre la resurreccién de Jestis mencionan a varias mujeres como testigos de su resurreccién (Mc 16.5-7, 9-11; Mt 28.1-8; Le 24.1-10; Jn 20). Maria Magdalena no falta en ninguna. Creo firmemente que las mujeres estuvieron en las comidas comunitarias con Jestis” y que también fueron envia- das a ensefiar y sanar, igual que los varones. Yo lo hago ahora aqui en Filipos, donde soy activa en la comunidad y ensefio como lo ha- ria cualquier varén, Somos muchas mujeres, pero frecuentemente no se nos menciona, Es verdad que se habla bastante de Pedro, de Santiago y de Juan, y también de Andrés, pero eso no quiere decir que sélo los varones pertenecieran al movimiento. Cuando escucho las historias de Jestis, advierto que los varo- nes predominan como los acompatiantes, Las mujeres casi siempre aparecen como personas sanadas, lo cual es cierto, pues muchas mujeres buscaban a Jestis porque vefan en él y en su movimiento una nueva propuesta de calidad de vida. Y Jess siempre escuché sus peticiones. Esas mujeres eran generalmente pobres y muy ne- cesitadas. Pero también habia muchos varones que buscaban a Je~ stis y que se encontraban en esa misma condicién. Por otra parte, he sabido de mujeres de posicién més acomodada, como Susana ¥ Juana, la esposa de Chusa, el administrador de Herodes Agripa, el gobernador de Galilea, que no solo siguieron a Jestis sino que ade- Las mujeres en el movimiento de Jests,el Cristo + 19 inas ayudaron financieramente al movimiento. Yo, Lidia, no soy ri- ‘a, pero tampoco soy pobre, pues vendo telas de ptirpura que im- porto de Tiatira. La paso como cualquier otro artesano o negocian- \e: a veces me va bien, y a veces mal" Algo que a las mujeres nos atrae de Jestis es su concepto de familia. Para él, las familias son quienes escuchan y hacen la volun- ad de Dios -varones, mujeres, padres, hijos- y que, en consecuen- tia, viven como hermanos y hermanas entre si (Mt 12.46-50; Mc },31-35; Le 8.19-21). Con esto que estoy diciendo, no quiero insi- huar que esté en contra de la familia como se la entiende tradicio- jalmente, sino de un concepto patriarcal de familia. Aqui, en la cultura romana y también en la judia, las mujeres tenemos un rol muy marcado de sumisién, En nuestra cultura, el ideal de mujer consiste en ser madre, quedarse en casa y obedecer al marido, por- que él es la cabeza. La sociedad romana aqui en Filipos, como en tras provincias remanas, critica mucho a las mujeres que se salen de ese rol. Debido a que en las comunidades cristianas intentamos vivir una vida fraternal sin discriminaciones, donde ya no hay “ju- dio ni griego; [...]esclavo ni libre; [...] hombre ni mujer” (Gl 3.28), eomo dice Pablo, el fundador de nuestra comunidad, somos blan- (0 de criticas En varias comunidades cristianas, como en Corinto, se estan dando retrocesos y discusiones debido a nuestra participacién (1 Co 11.2-16). Me imagino que eso también ocurrié en el mismo movimiento de Jestis en Galilea, pero no tanto como ahora en es- la region. Ojala no perdamos de vista sus ensefianzas, porque si se igue restringiendo nuestra participacién, aunque sea solamente ‘como medida de sobrevivencia institucional, como algunos andan aiconsejando, vamos a alejarnos de lo fundamental del reino de Dios anunciado por Jest. Quizés uno de los problemas en todo esto se deba al hecho dle que las mujeres galileas que siguieron a Jess hasta Jerusalén (Mc 5.40-41) seguramente regresaron a Galilea después de su muerte. En cambio, algunos de los discipulos renombrados se que- daron en la ciudad de Jerusalén, Las mujeres probablemente fun- 20 + Elsa Tamez Las mujeres en el movimiento de Jesis,el Cristo + 21 daron comunidades, pero después fueron desapareciendo de la toria. Yo me pregunto: gqué pudo haber pasado con Marta y Ma- rfa, dos mujeres muy amigas de Jestis? Ellas eran de Betania, un lu- gar cercano a Jerusalén, Por cierto que Marta habia confesado con mucha elocuencia que Jestis era el Mesias (Jn 11.27). Por eso yo. Lidia, y muchas otras mujeres del movimiento cristiano, tenemos tuna gfan responsabilidad: contar nuevamente la historia, dejando constancia de que las mujeres lideres de las comunidades somos numerosas. De esta manera podremos hacer frente a la cultura pa- triarcal que poco a poco procura restringir nuestra participacién. social Mujeres junto a la cruz Cuentan que el dfa que apresaron a Jestis en el Monte de los Olivos, los discipulos tuvieron mucho miedo, pues la situacién no era para menos. Su miedo fue en aumento con el paso de las ho- ras, especialmente cuando los romanos decidieron crucificarlo, pues a los crucificados que no habian sido esclavos se los vefa co- mo subversivos, es decir, enemigos del imperio romano. Estaba cla- 10, pues, que a Jestis se lo consideraba un subversivo y que, tarde © temprano, a sus discipulos y seguidores también se los conside- raria subversivos. es decir, enemigos del imperio. Como si eso fue- 1a poco, los seguidores de Jestis lo proclamaban “hijo de Dios" y ademés “rey de los judios”. Decirse “hijo de Dios" era una provoca- cin, pues para los romanos slo el emperador era hijo de Dios. ;Y qué gracia podia hacerles a los romanos que ése que se vefa como “hijo de Dios” también se considerara “rey de los judios", cuando sdlo al César romano le reconocfan el poder y el derecho de un rey? En esos momentos, ser identificado como miembro o simpatizan- te del movimiento de Jests, el galileo”, resultaba peligrosisimo. A\ Pedro casi lo descubrieron por su acento galileo y se vio obligado a negar que era uno de sus seguidores (Mc 14,66-72). Dicen que to- dos se encerraron en una casa por miedo a que también los encar- celaran y conderaran (Jn 20.19). Sin embargo, cuentan que varias mujeres de entre aquellas del movimiento de Jestis que vinieron| \lesce Galilea con él estuvieron observando de lejos (Me 15.40; Mt 97.55-56; Le 23.49). Segtin otra historia, algunas mujeres perma- hiecieron cerca de la cruz. (Jn 19.25). No sé c6mo pudo haber ocu- irido de esa manera, porque los sitios de crucifixién generalmente satin llenos de soldados y éstos no permiten que la gente se acer- es ni amigos. Tampoco se les permite llorar o hacer ‘liclo*, Sea como fuere, igual creo todas las historias que dicen que esas mujeres siguieron a la distancia cuanto estaba pasando, jvompafando ast a su maestro, el Ifder del movimiento, en esos jpomentos de gran agonia. Esas mujeres galileas debieron de ser mnuy valientes, de lo contratio se hubieran encerrado en sus casas, como lo hicieron los otros hombres y mujeres discfpulos y seguido- Jes (Jn 20.19). Me hubiera gustado saber mas acerca de las mujeres que ppermanecieron cerca de la cruz, pero las historias que he escucha- tlo son algo confusas en cuanto a sus nombres. Una dice que alli fstaban "Maria Magdalena, Maria la madre de Jacobo el menor y tle José, y Salomé” (Mc 15.40). Otra dice que estaban “Maria Magdalena, Marfa la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo” (Mt 27.56). Una tercera historia simplemente se Jefiere a “ias mujeres que lo habian seguido desde Galilea” (Le 23.49), y cuando menciona el sepulcro dice que entre ellas estaban_ “Maria Magdalena, Juana y Maria, madre de Jacobo, y las demas con ellas” (Le 24.10), Aunque hay cierta confusién con los nom- Ines, el de Maria Magdalena aparece siempre y en primer lugar, lo cial quiere decir que su presencia fue clara e inolvidable, y que la compafaban otras mujeres Esas mujeres que no se encerraron en una casa (Jn 20.19) también deben de haber sentido miedo; sin embargo, se arriesga- fon a observar a la distancia todos los acontecimientos. Observa- fon especialmente dénde se encontraba el sepulcro en el que ha- bian puesto el cadaver de Jestis. Parece que tenian la intencién de embalsamarlo. Pero lo més importante de lo que les estoy contan- ilo es que todas las historias narran que Jestis resucitado se apare- {i6 primero a ellas y que les dio el encargo de avisarles a los demés 22 + Blea Tamez Las mujeres en el movimiento de Jests, el Cristo + 23 discipulos (Mc 16.5-7; Mt 28.5-7; Le 24.5-10). Esto habla muy cla4 ramente de que Jestis inaugur6 un movimiento dentro del cual la mujeres participaban en un plano de igualdad con los varones. es y desafiantes. La tinica raz6n por la que las describo de esta nanera, en tres tipos o clases diferentes, es para ayudarme a orga- hizar sus historias. ‘Tenemos que reconocer que a varios de los discfpulos les cos t6 entenderlo asf. El peso de la cultura patriarcal fue muy grande y por més que Jestis ensefié y practicé las relaciones igualitarias en- tre hombres y mujeres, muchos de sus discfpulos varones no siguie~ ron su ejemplo, El mismo Pablo, que tanto se hace acompafiar po mujeres en su ministerio y que en las cérceles las ha tenido po compafieras (Ro 16.7), cuando habla de la resurreccién de Jesu: cristo no menciona para nada el hecho de que éste se les haya apa- recido primero a las mujeres (1 Co 15.3-8). La carga cultural e muy pesada, por eso insisto que hay que reivindicar los principio igualitarios del movimiento de Jes Otra historia nos cuenta que cerca de la cruz estaban cuat mujeres y un hombre, Juan (Jn 19,25-27). Se trata de una histori ‘nica, que no he escuchado en ninguna otra parte. Quiero usar es- ta historia para hablar de mujeres que simbolizan coraje y valent: justamente porque estuvieron cerca de Jestis cuando lo crucifica: ron. Dice esta historia que eran cuatro mujeres: la madre de Jests; la hermana de su madre, es decir, la tia de Jestis, Marfa, la espos: de Cleofas, y Marfa Magdalena (v. 25). Marfa, la madre de Jestis, representa el tipo de mujer que ama entrafiablemente pues el amé infinitamente a su hijo y, en tanto que madre, segurament fue marcada por su vida y su muerte, Marfa representa el tipo de mujeres que aman y desafian, y de ellas les hablaré en el capitul 1 De la tia de Jestis y de la mujer de Cleofas, no sabemos na: da, lo cual nos permite pensar en ellas como el tipo representati de las mujeres marginadas, mujeres que a pesar de su marginaci ¢ invisibilidad luchan y resisten. Masia Magdalena fue una discipu: la ejemplar y lider destacada de! movimiento; ella representa a la mujeres discipulas y maestras que hoy proliferan sobre todo fuer de Palestina, en ciudades como Corinto, Filipos, Efeso y Roma, entre otras. Todas esas mujeres fueron discfpulas amorosas, tena. 24 + Elsa Tamez Las mujeres en el movimiento de Jesis, el Cristo © 25 Notas 1. Aunque hay diferencias entre ef movimiento de Jess en Galilea y el movimiento misior 1 desplegado después dela resurecci6n (Elisabeth Schissier Fiorenza, In Memory of Her. Feminist Dheological Reconstruction of Chrigfian Origins (New York: Tie Crostoad Publis ing Co., 1994], pp. 99-104) ,estoy de acuerdo con Luise Schottroff en identfear un solo ‘mientoliberador frente a la Pax Romana, Lydia’ Impatient Sisters. A Feminist Soeial Histo ‘of Early Christianity (Louisville: Westminste John Knox Press 1995), p.9. 2. En ese tiempo los eristanos eran considerados una rama del judafsmo, Los ereyentes _gulan participando cn la sinagoga y en las casas-glesias, 3, Vea“Que las mujeres no callen en la congregacién”, pp. 119-123, 4, Elisabeth SchissierFiorenza afirma: “Las mujeres siempee han transmiido la istria, ny sigifcaiv porque se es amanda que desde fos oigenes del crisianismo las m- Jrscran epider de ess ycompartanfnciones may importantes. Cp, Suzanne Tune, Op Ci. Capitulo 3 La mujer que, a pesar de la ley, no fue apedreada (Jn 8.1-12) Yo, Lidia, voy a contarles otra historia sorprendente: junos hombres no apedrearon a una adiiltera, como lo pide la ley de Moi- ‘és! Tal vez ustedes se preguntaran cémo es posible esto, si hasta ‘aqui en Filipos, segtin la ley romana, los padres 0 esposos pueden natar a los adiilteros sorprendidos en el hecho, sin ningtin juicio previo. Pues bien, esta historia ocurrié tal vez durante la semana en ave Jestis iba a ser condenado a muerte. El estaba en Jerusalén. De la ensefiaba en el Templo y de noche se iba para el monte de los Olivos (Le 21.37-38)!. La situacién para Jestis y su movimiento era nnsa. Su practica, que para nosotros es simplemente de justicia y le misericordia, para las autoridades de Jerusalén era de total irre- rencia hacia la ley y hacia las costumbres culturales. Ademés, co- \0 mucha gente marginada lo buscaba para escucharlo o para ser wanada y otra se unia a su movimiento y lo seguia, Jestis se estaba nnvirtiendo en una amenaza a los ojos de los romanos, que son la jerza de ocupacién militar, politica y econémica de ese pais (Jn 11.47-48). ‘Come ya lo dije, en estos tiempos no hay tranquilidad en Pa- stina; no la habia cuando vivia Jess en Galilea ni la hay ahora. jan surgido varios movimientos que acogen las esperanzas del 50 + Elsa Tamez Las mujeres en el movimiento de Jest, el Cristo + 51 pueblo. Y es que la historia israelita habla de un Dios liberador que liberé a su pucblo de la esclavitud cuando los ancestros de Jestis vi vian sometidos en Egipto (Ex 3,9-10). Para nosotras las cristianas que vivimos fuera de Palestina, Jesucristo es el Hijo de Dios, y ese Dios, su Padre, es el mismo que libré al pueblo de Egipto. Ast que cen esos dias en que ocurrié lo que podriamos llamar el juicio de una adiltera, Jestis se encontraba en una situacién muy delicada. Los escribas y fariseos buscaban la manera de tomarlo preso legal- mente, y sélo podian hacerlo a través de alguna afirmacién 0 ense- fianza que para ellos eza falsa y contraria al sistema legal de Moi- sés, Por eso, Jess dejaba la ciudad por la noche y se iba al Monte de los Olivos, el que esta a la par del valle del Cedrén. siempre y cuando no entre en contradiccién con la ley romana, El adulterio (Lv 20.10; Dt 22.22-24) y la blasfemia (Lv 24.14-16) son tastigados con la pena de muerte, la cual se cumple por lapidacién © por estrangulamiento. La lapidacién o el morir apedreado es un tastigo muy cruel, pues se sufre mucho al morir lentamente. Pare- ee que en esos dias en Palestina habia una fuerte discusién sobre 6 tipo de muerte que debfan recibir los adiilteros, si por estrangu- |nmiento, que es menos cruel que la lapidacién, o por lapidacién. 1.0s judios no se ponian de acuerdo sobre el tema, todavia’. Aqui en Filipos, se aplica la ley romana. Yo creo que ésta es peor, porque prescribe que si el padre sorprende a su hija en adul- erie, en su casa o en la casa de su yerno, puede matarlos inmedia- Jamente a ella y al hombre addiltero’. La ley de Moisés es igualmen- {e cruel, pero por lo menos en ella, para la lapidacién, se necesita que dos testigos hayan sorprendido a los adiilteros en el hecho, y ilespués se investigue a fondo para comprobar si la acusacién es verdadera. Cuando se condena a muerte por lapidacién, la respon- sobilidad del resultado del juicio -culpabilidad o inocencia- recae sobre los testigos, que son los primeros que tiran la piedra; luego Jodo el pueblo apedrear a la culpable 1. La crueldad de las leyes Nuestras leyes contra el adulterio son muy severas, especial- mente contra la mujer. Yo veo que en casi todas las culturas la ley se aplica més duramente contra las mujeres. El problema nuestro aquf en las provincias romanas y también en Palestina es que las mujeres somos consideradas propiedad privada del var6n, sea éste nuestro padre o nuestro esposo. Cuando nuestros padres arreglan el matrimonio y nos comprometen con un varén de determinada familia, o cuando nos casamos, es como si pasdramos a ser propie- dad de otro varén. Entonces, cuando se comete adulterio, se viola tal propiedad privada. No es que nuestro esposo se ponga celoso por la infidelidad, sino que, de acuerdo con nuestra cultura, su pro- piedad no ha sido respetada ni por nosotras las mujeres ni por el var6n que comete adulterio. Esto se ve muy claramente en el decd- logo que dice “No codiciarés la casa de tu préjimo, ni la mujer de tu projimo, ni su sierva ni su siervo, ni su buey ni su asno ni nada que sea de tu préjimo" (Ex 20.17). Aqu‘ las mujeres somos un ob- jeto que pertenece al marido. Yo estoy en contra del adulterio, pe- To no me gusta esto de que las mujeres no seamos consideradas personas. 2. Jestis no apedreé a la mujer adiltera La historia comienza diciendo que Jestis se fue al Monte de Jos Olivos y que muy tempranito por la mafiana se vino al Templo. ‘Ouenta también que todo el pueblo acudfa a él, entonces se sents se puso a ensefiarles, Sentarse y ensefiar implica tener autoridad. historia inicia ast porque quiere mostrarnos la autoridad espe- jal de Jestis, que no se apega a la autoridad escrita, como los es- ibas y fariseos, sino que viene de s{ mismo, de lo alto, segin se lice. Cuando estaba ensefiando, lo interrumpieron los escribas y riseos. Ellos levaban a una mujer que habia sido sorprendida en \lulterio y la pusieron en medio de todos. La historia no dice na- Para entender mejor la historia, les voy a contar algo de nuesg ln de la situaci6n de esa mujer, no cuenta si era casada 0 compro- tras leyes, El sistema legal en Jerusalén se rige por el de Moisés, 52+ Elsa Tamez Las mujeres en el movimiento de Jestts, el Cristo * 53 metida, Tal vez era comprometida, porque la lapidacién es castigo muy claro para las muchachas comprometidas en. matrimonio, Respecto de la mujer casada, no se especifica en la ley, y en este ca so, cuando no se especifica la clase de muerte, ésta se cumplia estrangulamiento. Aunque esto es confuso, porque generalment se ha aplicado la pena de lapidaci6n para toda mujer adiiltera’, ibn. No aparecieron los dos tes:igos: tal vez ella ya habfa sido juz- sjida en el Sanedrin como lo indica la ley, y habia sido considerada tuilpable. Asi que se le presenté a Jestis el problema de la condena muerte pues, como lo dije, en aquel tiempo habfa una fuerte dis- {usin respecto de la pena capital por lapidacién. Alguien me co- nent6 que los fariseos querfan reducir al minimo la condena a es {o tipo de muerte: qué bueno, pues yo no estoy de acuerdo con las jonas capitales, menos con la pena de lapidacién. La historia tampoco dice nada sobre los sentimientos de ‘mujer, pero yo, como mujer, pienso que estaba viviendo una situa: ci6n espantosa. Si era verdad que estuvo cometiendo adulteri porque a veces los esposos ponen trampas cuando quieren desha- cerse de su esposa~ su vida habria terminado, aun cuando no hu- biera sido condenada a muerte, Tenemos que cuidar mucho la re: putacién de una mujer en nuestros dias, para no caer en sospecl yarriesgarnos a ser merecedoras del abandono o la muerte. Los pa: dres pasan preocupados dia y noche por la reputacién de sus hija desde que son nifias. Bien. Segtin la historia, ellos, os fariseos y cribas, legaron y pusieron a la mujer en medio como para que t dos la vieran y la juzgaran. La historia menciona que sélo llevai a la mujer, cuando debian haber llevado a los dos (Lv 20.10). historia no dice qué pasé con el hombre. Tal vez se escapé, pues la ley afirma claramente que los dos son quienes cometen adulterio el castigo deben recibirlo ambos. He ofdo de casos en que a vek ellos escapan o sobornan, o son parte de un trato arreglado con esposo, En realidad, se cometen muchas injusticias en estos casos, No es que las mujeres nunca sean culpables, pero hay muchas in justicias detras de todo esto, sdlo porque, como mujeres, no conta: ‘mos como personas. Los escribas y los fariseos pusieron, pues, a mujer en medio, y de hecho, ella ser4 el centro de la historia ha el final. Entonces ellos le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sor: prendida en flagrante adulterio. Moisés nos mand6 en la Ley ape= drear a estas mujeres jt qué dices?” (Jn 8.4-5). Parece que los fa riseos y escribas le estaban preguntando sobre el tipo de mu que debia sufrir la mujer ~considerada ya culpable por haber sid sorprendida en adulterio~ si por estrangulamiento 0 por lapida Ahora bien, para la situacién de peligro, de vida y muerte {que estaba viviendo Jesus, la pregunta era dificil y comprometedo- ta, Fue hecha de mala fe, con la intencién de tener algo de qué gcusarlo (Jn 8.6). Querfan juzgat a Jestis culpable de algo, como lo Jbfan hecho ya con la mujer. Jestis y la mujer estaban en peligro dle muerte por el mismo sistema legal, aunque por motivos diferen- es, Si Jestis decia algo que pudiera interpretarse como blasfemia, Jambién mereceria la pena de lapidaci6n, de acuerdo con la ley ju- lia, como la sufrié Esteban (Hch 7). Pero en esos afios sélo la ley le Roma podia condenar a muerte, y esa misma ley prohibia ha- Qorlo a los judfos’, y como en este caso se trataba de la pena capi- Jul, la situacion de Jestis era doblemente peligrosa: estaba acorrala- lo, Cualquier respuesta suya podia ser fatal. $i aprobaba ia lapida- ‘eién, actuaba en contra de la ley romana y en contra de si mismo, que siempre habfa sido misericordioso. Sise pronunciaba contra la Iapidacién se hallaba en contra de la ley de Moisés, acto grave pa- tw los doctores de la ley. Me imagino que todos los ofdos estaban ilentos a lo que Jesiis dijera, pero él no dijo nada: era muy inteli- nte y entendia la situacién. Slo se incliné y escribis’ con el de- en la tierra. Cuando yo pregunto qué escribi6, por qué o qué significa es- (Jn 8.6-8), nadie sabe contestarme. Es un enigma®. Algunos lensan, basdndose en algo que dijo el profeta Jeremias (Jer 17.13), jue estaba escribiendo la culpabilidad 0 los pecados de la gente ue acusaba a la mujer. Otros contestan que tal vez lo hacia en re- rencia a la manera romana de escribir primero la condena, y lue- leerla en ptiblico. Otros que, simplemente, su escritura fue un 54 » Elsa Tamez Las mujeres en el movimiento de Jests,el Cristo + $5 acto tutinario de alguien que se mostraba distrafdo, como oc muchas veces. Yo no creo nada de esto; Jestis se desenvolvia en ambiente judio, no tenfa en mente los protocolos de la ley romat ‘tampoco creo que estuviera pensando en una cita de Jeremias que estuviera distrafdo: la situacién era tensa. De todas man este es un enigma y el hecho de que la historia lo repita dos vect lo vuelve més intrigante. A veces pienso que habria podido ser manera de escribir la ley, subrayando indirectamente la impor cia de la flexibilidad; no se trata de una ley escrita en una pi inflexible, por la cual se es capaz de apedrear y matar. La ley e: ta en tierra es como una ley que toma en cuenta compasivament todos los elementos de una situacién antes de proclamar la conc na. Es como la ley escrita en los corazones que se hace a concie cia, y toma en cuenta la vida concreta de los seres humanos. hay esclavitud en una ley escrita en el polvo. Yo, Lidia, creo que importante que haya leyes, pero que éstas sean justas y huma ileyde los ancianos hasta los jévenes, se miraron en un espejo a tra- de la mujer; Jestis logré que vieran su propia condicién. Nadie Wa inocente, nadie tenia derecho a matar a otra persona, que tam- geo era inocente. ‘Todos se fueron, dice la historia, empezando por los ancianos i tenfan més recorrido en la vida. Parece que Jestis hizo que to- s se sintieran culpables. La historia termina con un didlogo entre Jestis y la mujer. To- se fueron, pero ella siguié de pie en medio, no escapé, aunque ilo haberlo hecho al no ser apedreada. Se quedé allt, esperando segundo juicio, el de Jestis, nuestro Iider que anuncia el reino de los y oftece vida abundante. Jestis convers6 con ella y le hizo ver ie habfan desaparecido los que la condenaban, Cuando él le pre- int6: "Mujer, zdénde estén los que te condenaban? ;Ninguno te inden62" Ella repitié “Ninguno, Seftor”. Jest le contests “Tam- 0 yo te condeno, vete y de ahora en adelante no peques més” I) 8.10-11). Jestis la perdon6. El pudo haber sido el tinico con de- cho a lapidarla de acuerdo con la ley y con su propuesta de que 9 el que fuese libre de pecado lanzara la primera piedra. Pero él jaba en contra de esa pena de muerte; prefirié ofrecerle una ortunidad para que rectificara y viviera una vida honesta y digna te a la comunidad. Curiosamente, Jestis no esperé a que pidie- perdén y se arrepintiera, como muchas veces se nos exige, sino la perdoné con la plena confianza de que el perdén le haria iar de vida. Permitanme decitles que esta historia no es muy popular ii, en las comunidades cristianas. Los lideres varones no la cuen- mucho y la esconden’. No saben qué hacer con ella, pues pien- que Jestis perdoné muy facilmente a esta mujer. Para mi, esta joria es una de las més importantes, no s6lo porque Jest se pu- del lado de la mujer, la perdoné y le dio una nueva oportunidad vida, sino porque él, en mi opinién, se pronuncia en contra del joma legal, injusto y discriminatorio. La mujer sabfa que era dig- de una condena por adulterio, pues segéin la historia, la mujer adciltera y Jestis lo crefa. Lo que era y es injusto es el sistema Sigamos con la historia: Jestis no se pronunciaba sobre el so, tal vez porque no queria o porque estaba pensando qué con tar de manera inteligente. Pero como insistieran, se levanté devolvis la pregunta, dejando la ejecucién como responsabi de cada quien. Dijo: "Aquel de vosotros que esté sin pecado, je la primera piedra” (Jn 3.7). Esta sentencia es genial, sabe que lapidacién es imposible porque todos somos pecadores. De manera salv6 a la mujer de la lapidaci6n y se salvé a s{ mismo aprieto en que lo pusieren los que querfan aprehenderlo, Para las mujeres, esta sentencia es muy importante, pues mos juzgadas y discriminadas por cualquier cosa, por gente que ‘ye sus propias faltas, tantas veces mucho mayores. Ya lo habia cho Jestis: “ia paja ves en el ojo ajeno, mas la viga jams ves en. tuyo” (Mt 7.3; Le 6.41). Nadie se atrevié a lanzar esa primera piedra. La responsal lidad de matar a alguien es mucha cuando no se sigue ciegament la ley. Yo veo que muches veces seguir la ley esconde la culpabi dad personal y legaliza las asesinatos, como el de Jestis en la ci que se hizo con la legalidad necesaria. Cada uno de los present 56 + Elsa Tamez Las mujeres en el movimiento de Jesis, el Cristo + 57 legal que condena a la muerte horrenda de la lapidacién. Lo qi Notas también es injusto es que sea sélo a la mujer, en este caso, o que |, La mayorta de los eruditos piensan que originalmente esta historia no pertenecia al evange- ley se preste para ser manipulada por quienes buscan deshac I dean; de ec el vocabulro es totalmente diferente al de Juan. Adem no aparece en de sus esposas 0 prometidas. En esta historia, Jestis est4 en cont secret sl tg inn de ern Lair mpeg de ese sistema legal injusto®. pace oes 4) Cp. Xavier Léon-Dufour, Lectura del evangelio de Juan, (Salamanca: Sigveme 1982). ‘La mujer adiiltera de esta historia desafia de manera diferet wi. te a como lo hacen las mujeres de las historias anteriormente J, Hay diferentes castigo dependiendo de las circunstancias. Los padres pueden mala asa tadas. Ella nos desafia a todos y a todas a vernos a nosotros ysl adter soso neve in frgan ens cas en a casa des yer xposo ‘mos como en un espejo, y ano condenar con facilidad a los d en puede hacerlo bao cirtasereunstancis. Un castigo comin, especialmente pa las eres de Ta sociedad alta, ea el exilio y la confiscaci de la propiedad. Mary R. Leftowi ‘Maureen B. Fant, Women’s Life in Greece and Rome (Baltimore: The Johas Hopkins Uni- ity Press, 1992), p.102, Enel caso de Susana, que aparece en las adiciones griegasafiddas a Daniel,en Dn. 13,56 stra este proceso, y también la posibilidad de falsostestigos. Los ancianos juece inventan utero porque ella no consnts en tener relacionessexuales con ells. En Dt. 17.2- se ha- el proceso para los blasemes Asse observa en Ex 16.38-40, Esto fue por el ao 30 E.C, Cp. Rymond E. Brown, £1 Evangelio segtin Juan I-XI, Op. p57. La palabra griega significa “dibuja”, “hacer trazos 0 signos" 0 “escribir”. Las interpretaciones que compare Lidia son las interpretaciones de algunos comentarios jules. La que Lidia propone al finales mi propuesta, La historia del texto, aun cuando es bastante antigua, no fue rconocida sno hasta muy tar- ra muy dite! para las comunidades aceptar el perdén de Jess a una adler. Para los Ii- <1 adulterio era inaceptable en Tos bautizados, podtan ser excluidos de la comunidad y in el amor de Dios. Xavier Lesn-Dufour, Op. Cit, p247. Para Luise Schotroff, un aspect importante poco visto en este relato esl etic a Ia bru Wd del pariacalismo contra la vida de las mujeres a través de su poder para regular su se- lida. En Ia historia, el adulterio es pecado, pero no un pecado que merece la pena capital 5 Impatient Sisters. Feminist social History of Early Chrstonty(Lousvile: Westins- John Knox Press, 1995), p185, Parte II Mujeres anénimas que luchan y resisten A mf, Lidia, me ha llamado la atencién una versién muy par- ticular que cita los nombres de las mujeres que estaban cerca de la rw de Jestis de Nazaret. Ya dije que en nuestros tiempos hay que sor muy valiente para estar cerca de un crucificado, y que las histo- fias varfan sobre los nombres de estas mujeres. Para mi lo més im- portante es saber que eran mujeres, y que nos dan un ejemplo muy. srande de valentfa. Pero me causa curiosidad que en una de las his- lorias de Jestis crucificado se mencione a una tia de Jestis, es decir ‘la hermana de Marfa’, y a otra Marfa, mujer de Cleofas. Nunca hie escuchado hablar de estas mujeres. Ellas estén totalmente au- sentes de todas las historias que se cuentan sobre Jestis de Naza- fet", Como por experiencia propia yo sé que las mujeres no somos fomadas en cuenta en las historias, a menos que alcancemos una iuran fama imposible de borrar, no me parece raro que Jesés haya lenido una tia que también era parte del movimiento y que haya veniclo de Galilea a Jerusalén con las otras mujeres, ‘Me hubiera gustado saber mas de estas dos mujeres, Saber, por ejemplo, qué las motivé a participar en el movimiento de Jest, yo Jas llevé a estar tan cerca del mismo lider que lo siguieron sta en el momento de su muerte. ;Serifa que la tia slo vino para Acompafiar a su hermana Maria, la madre de Jesiis arriesgando su vida, 0 seria también porque ella, asf como la otra Maria, esposa de Cleofas, querfan solidarizarse con Jestis, su lider, condenado a la muerte de cruz por los romanos? Las historias callan sobre la existencia de la tia de Jests, no harran sobre ella absolutamente nada. Pero tampoco narran mu- cho sobre sus hermanos, a pesar de que uno de ellos, Santiago, lle- x6 a ser el jefe de la iglesia de Jerusalén después de la resurreccién tle Jestis, Las historias callan respecto de Maria, la mujer de Cleo- 60 + Elsa Tamez fas, pero tampoco dicen mucho del mismo Cleofas. Asi que yo creo que se trata de dos mujeres de came y hueso, muy cercanas al movimiento de Jestis. Como ellas, hay muchas mujeres de la vida diaria que pasan’ inadvertidas, pero que son ejemplo de lucha y resistencia conti nuas, De ellas aprendemos mucho y son dignas de ser menciona- das cada vez que tenemos la oportunidad de hacerlo. Ahora voy a hablar de este tipo de mujeres. Notas 1. Sobre el problema de los nombres y el niimero de mujeres véase la Introduccién. 2 ste es el nico lugar donde se menciona la tia de Jesis. No se sabe absolutamen- te nada de ella ni de la mujer de Cleofas. Hay un Cleofas que aparece conversando con otro compafiero en el camino de Emauls (Lc, 24.18), pero no se sabe si es elespo- so de esta mujer que aparece en Ja. 19:25, Capitulo 4 Mujeres en dos pardbolas 1. La viuda que luché hasta que se le hizo justicia (Le 18.1-8) Yo, Lidia, les he contado hasta aqui historias reales sobre mujeres. Pero he escuchado también parabolas contadas por Jestis cuyas protagonistas son mujeres. Para mi, estas mujeres son muy reales también, pues una parabola siempre toma ejemplos de la vi- da cotidiana para ofrecer una ensefianza. Esta parabola trata de la lucha y resistencia de una mujer po- bre y viuda. Cada vez que escucho la historia de esa viuda, me ani- mo a seguir resistiendo en este contexto en el cual vivo. La resis- tencia es imprescindible para nosotras las mujeres que no nos con- formamos con la vida sometida que llevamos, llena de obstaculos para realizarnos como personas. Muchas de las historias de muje- fes que yo encuentro en las escrituras estn marcadas por la resis- tencia y la perseverancia. Cuando resistimos y luchamos sin desfa- llecer contra cualquier ofensa que se nos hace, logramos lo que uscamos. Jestis conté la parabola de la viuda obstinada, con la inten- cién de que sus seguidores perseveraran en la oracién y lucharan contra la injusticia mientras legaba el reino de Dios.' Siempre que cuentan la pardbola ponen énfasis en la importancia de orar sin ce- sary al terminarla parabola Jests les asegura que Dios les hard jus- ticia. 62 + Elsa Tamez Dice la parabola que habia un juez en una ciudad. No dice cen qué ciudad, pero aqui todas las ciudades son muy parecidas, son diferentes del campo. En las ciudades hay muchas atracciones y también mucha perversién, atracos, pleitos, inmoralidades, injusti- cias y falta de solidaridad. Se sabe bien que hay autoridades de las ciudades que frecuentemente son corruptas, pues buscan su pro- pio interés y aspiran a ser alabados por el pueblo. Frecuentemente se alian entre sf los jueces, los sacerdotes, los gobernadores, los je~ fes militares y los més ricos. Pero esto no es nuevo: en los profetas leemos las criticas que ellos hacen a los reyes, jueces, sacerdotes y profetas falsos de Israel y Juda. No es que no haya gente buena, pero abundan los corruptos. Parece que donde hay dinero y poder hay corrupcién. La historia de la parébola especifica que ese juez era malo, no temia a Dios ni respetaba a los seres humanos. Yo creo que es- ta clase de jueces abunda en todas partes. La insistencia con que las escrituras piden que se haga justicia a la viuda y al huérfano se explica porque generalmente se preferfa escuchar a la gente que te- nfa poder, prestigio y dinero y no se hacia justicia al pobre®. La his- toria insiste dos veces en que este juez no respetaba a nadie, tam- poco a Dios (Le 18.2-4). Sefiala a Dios y a los seres humanos por- que los dos van juntos: respetar a nuestro préjimo es temer a Dios, yal revés, oprimir al débil es ultrajar a Dios; asi dicen las escrituras (Pr 14.31). ‘También en esa ciudad, contintia la parabola, habia una viu- da que acudia constantemente a él como juez, solicitandole que le: hiciera justicia. Tenemos en la historia dos personajes opuestos en- tre sien todo sentido, que viven en la misma ciudad, y no podta ser’ de otra manera: las ciudades estén llenas de contrastes, muchos vi- ven a expensas de otros, como aqui en Filipos*, La injusticia aqui es estructural. Yo me doy cuenta de todo esto porque soy vendedora de pirpura y me relaciono con todo tipo de gente. Las mujeres te- rnemos que ser muy astutas para que no se aprovechen de nosotras. Decfa que la manera de ser de la viuda era totalmente opues- taa la del juez, Ella era una mujer pobre, viuda, es decir indefen- Las mujeres en el movimiento de Jestis, el Cris * 63 sa, Adems, tenfa un caso legal pendiente contra alguien que le hi- 70 algo malo. Al leer su historia recuerdo a muchas mujeres de hoy en nuestras ciudades grecorromanas, pero también a mujeres de iempos muy antiguos. La viuda, el huérfano y el extranjero son en la cultura judia las personas mas desvalidas, sus derechos les son negados y sufren frecuentes atropellos. Por esto encontramos la re- peticién de varias leyes a su favor, por ejemplo, una que dice ast "No maltratards al forastero, ni lo oprimirds, pues forasteros fuis- tcis vosotros en el pafs de Egipto. No vejards a viuda alguna ni al huérfano” (Ex 22.21-22). Para mf est muy claro que el problema de las viudas tiene que ver con nuestro sistema patriarcal. Las mujeres pertenecemos 4 los hombres como si fuéramos una cosa, y no se nos dan dere- chos pata decidir sobre nosotras mismas. Se espera que nos defien- ddan el padre, el marido o nuestro hijo mayor. Entonces, cuando «quedamos viudas no se nos hace caso si no nos defiende un varén. ‘0 me da mucha rabia, Yo soy muy critica de las culturas que oprimen a las mujeres, busco ser fiel a la tradicién religiosa jadeo- cristiana cuando veo que Dios defiende a los desvalidos. Como fo- taster y mujer aqui en Filipos, me encanta escuchar en la sinago- ga la lectura que dice que nuestro Dios no admite sobornos, hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al forastero y le da pan y ves- tido (Dt 10.18). La pardbola no aclara cul era la injusticia que se habia co- metido contra la viuda. A veces se dice en la vida real que a las viu- das les quitan violentamente sus casas (Le 20.47). Sé de casos de viudas judas que van al juez para reclamar su derecho de Levirato, os decir el derecho de casarse con el hermano de su marido muer- to, para darie hijos en su nombre.’ Nosotros no sabemos por qué |n viuda de la parabola va al juez, pero seguramente tenia que ser algo muy importante para su supervivencia, pues insiste incansa- blemente en que se escuche su peticién, El punto de esta parabola que yo, Lidia, quiero resaltar es la obstinacién de la viuda, Dice la historia que ella iba constantemen- te donde el juez y le decia “Hazme justicia contra mi adversario” (Le 64 + Elsa Tamez Las mujeres en el movimiento de Jest, el Cristo + 65 183). La viuda estaba, simplemente, reclamando su derecho. Lo hacfa recurriendo a los tribunales y parece que no le quedaba otra manera de lograr la justicia, porque volvia y volvia al juez. El juez, encargado de hacer justicia, no hacia lo que debia hacer. Me imagi- no que la situacién de la mujer era desesperada, porque es muy mo- lesto estar yendo a los tribunales todo el tiempo, pudiendo hacer otra cosa. Ella estaba segura de su derecho y no estaba dispuesta a dat su brazo a torcer y aceptar la opresién de la cual estaba siendo victima. Yo conozco los tribunales de las ciudades helenistas, son deprimentes para los pobres y esclavos, aqu{ no es raro que los que tienen poder ganen. Una sale amargada de estas idas y venidas a los tribunales. Me imagino que los tribunales no romanos han de ser parecidos, pues, por ejemplo, la injusticia de los jueces era muy fre~ cuente durante la monarquia de Israel. que era un gran arrogante, tuvo que ceder a la peticién de la viuda pobre y perseverante. Yo, Lidia, creo que el ejemplo de la viuda de esta parabola es grande para nosotras las mujeres. En la sociedad patriarcal en la cual vivimos tenemos que salir adelante a toda costa. No debemos encerramos pasivamente en los roles que la sociedad nos asigna, pues asf perderemos todas las batallas. No podemos aceptar las in- justicias que se comenten contra nosotras y ponernos a llorar cru- zadas de brazos, sintiéndonos débiles. Tenemos que resistir y lu- char’, Nadie habrfa esperado que una mujer como la de la parabo- |a tuviera el coraje de golpear al juez si éste no resolvia su caso. Am- bos seguramente estaban por perder la paciencia, pero el juez tuvo que ceder, porque ella resistis mas y logr6, a la vez, que la viera co- mo una amenaza que lo avergonzaria en piblico. La viuda insiste, la perseverancia es para ella el tinico medio para vencer, Dice la parabola que durante mucho tiempo el juez no quiso escucharla y hacerle justicia (Le 18.4). Eso significa que real- mente gast6 mucho tiempo visitando al juez. Era pertinaz la viuda, Tal vez se propuso no abandonar su caso hasta tener una respues~ ta positiva de parte del juez, Y el juez se cans6 de verla todos los dias con la misma histo- ria; pero no s6lo esto: algo insélito sucedia; creo que el juez empe- 76a tenerle miedo. Esta sefiora se presentaba tan decidida todo el tiempo frente a él, que posiblemente se estaba volviendo un escan- dalo a los ojos de los demas. Tal vez. el juez tenfa miedo de perder el honor y caer en la vergiienza ptiblica, pues é! mismo acept6 q esta mujer, en cualquier momento, podia darle una bofetada y po nerle morado el ojo. Y todos se darian cuenta de lo que habia su cedido, lo cual afectarfa su honor. Por eso un dia el juez se dijo a si mismo: “Esta viuda me causa muchas molestias, voy a hacerle ju ticia, no vaya a ser que un dia de estos venga y me dé una gran fetada” (Lc 18.5)’. Finalmente, ella logr6, con su presencia decidi dae insistente, que se le hiciera justicia. El juez no lo hizo por vo- luntad propia, pues los derechos de las viudas no le interesaban; ce) dié porque fue vencido por la accién perseverante de la viuda. El, Dicen que Jests, al terminar la parabola exhort6 a los que le estaban escuchando a que siguieran el ejemplo de la viuda y oraran sin cesar, Esto significaba que sus seguidores debjan perseverar en Ja oracién y también en la lucha dia y noche porque, aunque la si- tuacién era dificil y parecia no cambiar, Dios, que no es como el juez malo, iba a responder pronto, As pues, la garantia del triunfo de la justicia nos la da Jestis, pero a sus seguidores nos toca ser ter- cos en la oracién y en [a lucha por la justicia. 2, La mujer que no descansé hasta encontrar algo muy preciado (Le 15.8-10) Yo, Lidia, tengo muy presente en el contexto en que vivo ‘aqui, en Filipos, otra parabola similar a la anterior, Se trata de una mujer que no desmaya hasta encontrar la moneda que perdi6. Es- ta parabola, aunque muy breve, nos ensefia mucho sobre nuestras hermanas pobres y su lucha por sobrevivir. Cada vez. que la escu- cho, me pongo en su lugar yme angustio cuando ella busca la mo- nedita que perdié, y me alegro intensamente cuando la encuentra. Entonces, siento profundamente el amor de Dios por nosotras cuando Jest la compara con Dios. 66 + Elsa Tamez Jestis conté esta pardbola después de otra que tiene un men- saje parecido. Se trata de un pastor que cuida cien ovejas y pierde una, la busca hasta que la encuentra y se alegra de haberla hallado. Dicen que Jestis conté estas dos parébolas cuando fue criticado ppor fariseos y escribas porque se juntaba con publicanos y pecado- res y comia con ellos. ‘Tengo entendido que los publicanos o recaudadores de fon- dos ptiblicos o impuestos son judios subalternos poco influyentes, que responden a un jefe principal de la recaudacién de impues- tos’. Son mal vistos, porque recogen los impuestos para el imperio romano, y también porque no ¢s raro que cobren mas de lo que deben y se queden con el sobrante. No ganan mucho por su tra bajo, obtienen més si roban. Sufren discriminacién por su trabajo impuro y son considerados pecadores. Cuando Jestis vivia, les gus- taba escucharlo porque el maestro no hacfa acepcién de personas. Conozco el caso de uno que vivia en Jeric6, llamado Zaqueo, que se convirtié y devolvié mucho més de lo que habia robado (Le 19.2-10). Publicanos y pecadores son personas que tienen que cargar con un estigma de inferioridad. Padecer de un estigma es terti- ble. Yo, Lidia, lo sé, porque soy una mujer liberta, y aunque com- pré mi libertad hace afios, no se me quita el estigma de haber si- do esclava®, Pues bien: la gente que se creia muy santa, en este caso al gunos fariseos y escribas, criticaban a Jestis y decian: “Este acoge a los pecadores y come con ellos” (Le 15.2). Entonces Jestis conté las dos parabolas, la de la oveja perdida y la de la moneda perdida. Yo les voy a contar la de la moneda. Estoy segura de que ustedes han escuchado més la parébola de la oveja perdida, porque se habla més de ésta que de la pardbola de la mujer que perdié la moneda, Yo veo que muy pocos ponen atencién a esta mujer, y casi siempre cuando cuentan su historia, enfatizan sélo en el amor de Dios por los pecadores. Pero yo no: a mf, Lidia, me gusta introducirme en el mundo de las mujeres y observar todos los detalles, porque alli, en los ejemplos escogidos, encuentro buenas ensefianzas", Las mujeres en el movimiento de Jestis, el Cristo + 67 La parabola empieza asf: “;Qué mujer que tiene diez drac- mas, si pierde una, no enciende una limpara y barre la casa, y bus- ca cuidadosamente hasta que la encuentra?”. La historia no dice cémo perdié la moneda, pero esto no importa, porque lo que se su- braya en la historia es que la mujer la buscé y no dej6 de buscar hasta encontrarla. La mujer de la parabola es extremadamente pobre, o mejor, miserable”, Diez dracmas es muy poco dinero. Se sabe que una ver, Herodes dio ciento cincuenta dracmas a los soldados de su cjército y a los oficiales les dio mucho més que eso". Si compara- mos lo que tenfa la mujer con la recompensa que recibieron aque- llos soldados, vemos que la suma que ella tenia era insignificante Una dracma equivale a un denario de plata. Un denario es el sala- rio de un dia de trabajo para un campesino que trabaja para su pa- trén (Mt 20.14-16). Con el costo de la vida en Palestina y ac, en Filipos', diez dracmas alcanzarfa apenas para sobrevivir unas po- cas semanas, La mujer busca con mucho esmero esa monedita que se le extravi6, pues para ella significa mucho. La historia de la parébola cuenta con detalles lo que la mu- jer bace para encontrar la dracma. Primero, enciende la luz. Esto quiere decir que su casa era oscura, posiblemente tenia sélo un cuarto sin ventanas", necesitaba luz para buscar la pequefia mone- da perdida, Luego barre la casa. Con la escoba de palma podré buscar por todos lados e introducirse en todos los rincones. Si el suelo era rocoso, como lo es en algunas casas pobres, podré escu- char el sonido y ast dar con ella". Y finalmente, insiste la parabola en que la busca con mucha diligencia y no se detiene hasta que la encuentra. Algunos piensan que la dracma tiene que yer con el tocado que llevan las mujeres adornado con monedas, Este seria la dote, que para las mujeres es muy importante, por eso no se quitan el to- cado ni cuando duermen. Se tratarfa, entonces, de un tocado muy pobre”. Pero yo creo que no se trata de esto. Veo en ella a una de las muchas mujeres que estén obligadas a trabajar aqufy allé en Pales- 68 + Elsa Tamez tina y en todo el mundo. Porque si la vida de los hombres pobres es dura, mas lo es la de las mujeres. Eso de que la mujer es cuida~ da por su esposo es un cuento de nuestra sociedad patriarcal”, Por ejemplo, una persona necesita al afio doscientos denarios para so- brevivir. Un jornalero padre de familia, con esposa y seis hijos, ne~ cesita de otras entradas, los doscientos denarios no le alcanzan, asf que las mujeres se ven obligadas a trabajar y dar el dinero a su ma~ rido. Se necesita del aporte econémico de la mujer para que sobre- viva toda la familia. ¥ si son viudas con hijos, la necesidad de tra- bajar dia y noche es una realidad. Peor atin, las mujeres reciben menotes salarios que los hombres. Lo que un jornalero gana en un. dia, la mujer lo gana en dos dias. Necesita trabajar dos veces para recibit el mismo salario que el var6n, Muchos nifios trabajan des- de los seis afios y esto es una gran injusticia”. Yo no vivo en condiciones de necesidad tan extremas; la ven- ta de la purpura me ayuda a salir adelante a mf y a los de mi casa. Claro que debo trabajar muchisimo, el doble de lo que trabajan los varones, Me gusta que en el movimiento de Jestis no haya acepcién de personas, y més atin, que haya una consideracién muy especial para los ms marginados. En muchas de las historias del movimien- to de Jestis y las mujeres, vemos la solidaridad de Jestis con ellas y esto para mi, Lidia, que tengo mi ingreso econémico més o menos asegurado”, es una invitacién a que nosotras también seamos soli- darias con ellas. Disculpen que me salga de la historia, pero creo que estas aclaraciones son necesarias para entender mejor la parabola. Entonces, la mujer pobre de la parébola buscé con angustia’ su monedita porque representaba parte de su vida, Ella no era una mujer rica que compraba la otra purpura, la que yo no vendo, esa que se saca de un animal marino, y que es un articulo de lujo. Tam- poco era una de las mujeres de la casa del César que despilfarran el dinero: para ellas una dracma que se pierde es insignificante. En realidad la oveja y la dracma perdidas eran de mucho valor para quienes las perdieron, por eso se enfatiza en las parabolas en el cui- dado que tuvieron para buscarlas". Las mujeres en el movimiento de Jestis, el Cristo + 69 Cuando la mujer encontré la moneda, dice la parabola que se llené de alegria. Tan grande era su alegria que invité a sus veci- nas a festejar el hallazgo. ¥ les dijo: “Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que habfa perdido” (Le 15.9). Tal vez para muchas personas este hecho de apariencia trivial es poco significativo, pero para estas mujeres pobres asegurar la vi- da es motivo de felicidad. La dicha de la mujer se desbord6; todo su trabajo en la busqueda de lo necesitado y perdido tuvo buen re- sultado, Habria estado triste si no hubiera encontrado la dracma después de tanto esfuerzo. Su alegrfa rebosé al grado de que no pu- do contentarse con guardar su felicidad para sf. Sintié una necesi- dad inmensa de compartir su dicha con sus vecinas. Y ellas, que se- guramente estaban en condiciones similares porque vivian en el mismo sector, entendieron su situacién y se alegraron junto con ella, Se trataba de una alegria compartida y solidaria. Yo, Lidia, mujer con mejor posicién, porque soy negociante de pairpura, encuentro hermosa esta paribola porque me invita a ser solidaria con estas mujeres. Después de que Jestis conté la parabola, hizo de ella una her- mosa explicaci6n, Comparé la alegria de esta mujer ~y la del pas- tor que encontr6 su oveja~ con la alegria de Dios compartida con todos sus angeles cuando uno de los llamados pecadores, como los publicanos y los marginados, se convierte al mensaje de buenas nuevas de Jestis y su movimiento, La vida de estas personas tiene tanto valor para Dios como el valor de la dracma y de la oveja pa- 1a sus propietarios. Con esta parabola, Jestis desafié a los fariseos y escribas que estaban allf a que miraran a los publicanos y pecadores de manera diferente, como personas dignas. Yo, Lidia, gentil convertida al cristianismo y ademés liberta y mujer, doy gracias a Dios por su so- lidaridad con los pobres y las estigmatizadas por nuestra sociedad grecorromana patriarcal. 70 + Elsa Tamex Notas 1. Elevangelista Lucas narra esta perfcopa conscente del retraso dela parusi; busca la per- severancia de las comnidades. Lucas coloa la prdbola después de la mencién escatol6gica sobre los das del Hijo det Hombre. 2. Estos eran tes de los requisitos fundamentals para perenecer als estat altos dela so- ciedad dentro de las Grdenes de senadores,cabllrosy dccuriones. Sin embargo, rgen también ‘ara ls sociedades del medio orente como Ire segtin lo deducimos por a cftica de los pro- fetas. Por oto Indo, la realidad de hoy dia no stan alejada de esa tendenca 3. Véase también Pr 17.5; 1525; 19.17; 222228. 44. Los mareados contrastes son evidentes en Roma, y por ende en todas las ciudades helenis- tas, Aunque la narredora Lidia habla de su experiencia cotiiana en una ciudad helenista fuera de Palestina, Jo mismo puede aplicarse a las cnades helenistas de Palestina Haba una gran cantidad en tiempos de Jess. Cp. Joaquin Goavilez Echeparay,Arqueologtay evangelis (Es: ‘ella: Verbo Divino, 1994), p45, 5. Ena Biblia hebrea leemos el e850 de Tams. Ela no va al juez, pero se disfaza de prosti= ‘ta para embarazarse de su suegro y ax tener descendencia; también ocure algo similar en el. ‘aso de Ruth y Booz. Si los jueses no las oes, las mujeres tienen que inventar tetas para a cere justia. (6. El sistema legal romano era dual, habia tibanales para los rics y nobles y ottos para los pobres. Las pends tambign eran diferentes, duns pra los esclavosy pobres,y suaves para los de alios strats, Cp. Elsa Tamer, Conira toda condena (San José: DEL, 1990), 7. El término griege hypopiazein es fuerte y significa dar una bofetada, It. gopear en el oo. ‘Seguin Joseph Ftzryer es un trmino tomado del boxeo: “Lest she come and give me a black ye" (Cp. The Gospel according o Luke, X-XXIV (New York: Doubleday & Company, 1985), 'p.79) Las versiones generalmentesuavizan el trio y traducen importunar, acaba coa la pacienca,Ivoni Richter Reimer lo traduce como bofetad,y habla del miedo patriarcal ala bo- fetada, “El poder de una protagonist, La orscié de personas excludes”, en Revista de Iner- pretacién Biblica Latinoamericana (RIBLA), 125, 1997), 62. 8, El andliss de Luise Schocroff de esta misma pardbola enfatiza también la resistenci; de ‘ms, muestra qu la tea alos roles de las mujetes va muy unida ala extica a la sociedad in justamente estructurada econémicamente, sin lt primera no hay una verdaderaliberacién Ldias’s Impatient Sisters. Feminist Social History of Early Christianity p. 110. 9, X, Leén-Dufour, Diccionario del Nuevo Testamento (Matti: Cristiandad, 1977), p24. 10. Cprene Foulkes, Problemas pastorales en Corino, (San Jose: DEL y SEBILA, 1996), p. 48 11, El mejor anlisis de la parabola que conez0s el de Luise Schotoff, en el cual analiza la situacén econémica de esta mujer pobre y s1icha por la sobrevivenca. Voy a asumir su in- vestgacin en Ia relecrura de esta pardbola. Lia's... p. 91-100. 12, La pardbola dela oveja perdda también pe ser de un pastor asaariado que gana un de. nario o una drecma al dfay que busca con aniedad Ia ovejaperdida porque no es de El. Cp. Schotoff, Lydia’. bid, p. 91, Las mujeres en el movimiento de Jesis, el Cristo * 71 13. J. tamyer, 1081 11. Bl costo del panera carsimo, as que el grano, la gente pobre sin tierra, tenia que com- pra easi todo lo que necesitaba. Schotwoff, Lydia’... OP- Cit, 96, 15, Joachim Jeremias, Las pardbolas de Jesis (Estella: Verbo Divino, 1970) .166 16, tid 17 tid, 18, Luise Schotwoff, Lydia’... Op. Cit, p.9. 19, Ibid, pp. 93-95 20, Sobre Ia situacién evonsmica de Lidia véase el capitulo 9, sobre Lidia y Priscila, 21, Sharon H. Ringe, Luke, (Louisville, Westminster John Knox Press, 1995), p20. 22, Ibid. Capitulo 5 La mujer que le robé un milagro a Jestis (Me 521-43) 1. El sistema de pureza-impureza Yo, Lidia, he ido superando muchos elementos patriarcales de la cultura grecorromana que me marginan como mujer. No ha sido facil para mi, porque las tradiciones culturales se ven como na- turales y, por lo tanto, como imposibles de cambiar. Pero la nove- dad del judo galileo, Jesucristo, ha sido 'a fuerza principal que nos ha levado a cambiar a muchos hombres y mujeres. Para las muje- res judias de Jerusalén ha sido un poco més dificil que para las mu- jetes judias de Galilea, pues éstas no son tan apegadas a los precep- tos del Templo de Jerusalén’, Sin embargo, los fariseos, que viven en toda Palestina, incluso en Galilea, ponen mucho énfasis en to- do lo que tiene que ver con pureza e impureza. Tal vez por esto Je- stis se refirié con frecuencia a esta situacién. Por lo que escucho, Jestis se distancia de ese sistema de pureza y critica a los fariseos y esctibas que quieren imponerlo entre la poblacién. La cercania de Jerusalén y el templo con sus sacerdotes difi- culta en Palestina, mas que aquf en Filipos, el que las mujeres se li- beren de las normas religiosas del sistema de pureza. Por eso, cuan- do escucho una historia como la de la curacién de una mujer con flujo crénico de sangre y su reincorporacién en la sociedad, doy 74 + Elsa Tamez gracias a Dios por mostrar nuevos caminos por medio del judio ga~ lileo llamado Jestis?. Para entender mejor la historia de esta mujer enferma, es im- portante, primero, que les cuente algo sobre el sistema cultural-re- ligioso: lo conozco bien porque yo, gentil, soy una convertida al ju- daismo y pertenezco también al movimiento de Jestis, el Cristo’. Pues bien, en la sociedad judia de donde procede Jest, las cosas se ordenan u organizan a través del sistema llamado de pure- za‘. Es decir, el comportamiento se orienta por lo que se considera puro o impuro. Lo impuro es todo lo que no cabe en nuestra ma- nera de ver las cosas. La norma para todos y todas es que nos con- duzcamos por el camino de lo puro y evitemos lo impuro, lo sucio. Las personas pueden ser puras 0 impuras; por ejemplo, los paga- 1nos 0 los samaritanos son vistos como impuros. También lo son un cadaver, un enfermo, una mujer que menstria, etc. Las cosas tam- bign pueden ser impuras, como cualquier utensilio tocado por al- guien impuro, 0 cierto tipo de alimento. Son impuros ciertos luga- res: la casa de un pagano, por ejemplo, o su ciudad. El templo es un lugar puro y varios dias como el sabado o los dias de fiesta reli- giosa son considerados sagrados y se deben guardar sin excepcién. Hay también reglas bien detalladas para que la gente o las cosas se purifiquen, por ejemplo, la de lavarse bien las manos hasta el codo antes de comer; la de bafarse bien después de pasar por un lugar impuro; a ley estipula todo lo que no se puede hacer el sabado. Es- te complicado sistema no era bien acogido por Jestis: El sanaba en sabado, a veces no se lavaba las manos y entraba en casa de gente considerada impura, segtin la ley; por eso era muy criticado por los, fariseos, los més rigurosos en el cumplimiento de los preceptos. Este sistema de pureza trafa muchas desventajas a las muje- res y también a los pobres. La mujer era considerada impura por su cuerpo que menstriia cada mes o que da a luz y queda mens- truando por muchos dias. Asf, tenfa que someterse constantemen- tea las reglas de purificacién. Las personas impuras debian ser se- paradas de la comunidad. Maria, por ejemplo, quedé impura du- rante cuarenta dias cuando dio a luz a Jests, y para purificarse lue- Las mujeres en el movimiento de Jestis, el Cristo + 75, go de aquel tiempo, tuvo que comprar dos tortolitas, que era la ofrenda més barata, y ofrecerlas en sacriticio (Le 2.21-24). Imagi- nense, entonces, la situacién que en tal ambiente puede vivir una mujer enferma de flujo crénico de sangre. La historia que voy a contar trata de una mujer que sufre esa enfermedad, Cuentan mucho esta historia’, y siempre, dentro de otra his- toria, Esto me llama la atencién. Asi, Jesis iba de camino a resuci- tar a una nifa, hija de un jefe de sinagoga llamado Jairo, cuando acontecié la historia a la que me refiero, Después contintia la his- toria de la hija de Jairo, Es decir, voy a contarles una historia que, ‘como muchas historias de mujeres, no son planeadas, se hacen en cl camino, por el atrevimiento de cada ura de ellas y se llevan a ca- bo para su satisfaccién. Estas historias que pueden ser cotidianas y.a la vez, extraordinarias para las mujeres, a veces se dan a cono- cer ya veces no, pues suceden como paréntesis de la vida que con- tintia. Jestis hizo que esta historia no quedara en el anonimato. 2. “El robo” de un milagro La historia empieza diciendo que Jestis regresa en la barca a la orilla del lago. El habia estado en la otra orilla, en Gerasa 0 en Gadara, no lo sé*, una regién gentil. Acababa de sacar muchos de- monios del interior de una persona de aquel lugar (Mc 5.1-20). Cuando regres6 en su barca, encontré que lo estaba esperando una gran multitud de mujeres y hombres. Todos querfan acercarsele, se- guramente para ser sanados o pata escucharlo, pues él hablaba muy bonito de cosas de la vida, nuevas y mejores pata todos y to- das. Los pobres y los més necesitados lo segufan por todas partes; pero no sélo ellos: también algunos de cierta posicién, como Jairo, lo buscaban, pues vefan en él a alguien que respondia con eficacia a sus necesidades. Yo creo que vefan el movimiento de Jess como una alternativa muy concreta para sus vidas. Cuando Jestis habla- ba del reino de Dios, de los pobres como bienaventurados, del pan yla vida abundante que él oftecfa, y cuando criticaba la opresién y las cargas del sistema religioso, ciertamente la gente que lo escu- 76 + Elsa Tamez chaba sofiaba con un verdadero cambio. La misién de Jesis, el Cristo, era realmente atractiva para muchos en Palestina, pues dos versiones de la historia (Mc 5.21; Le 8.40) insisten en que habia mucha gente siguiéndolo. Jairo habfa pedido a Jestis que fuera a su casa a sanar a su hi- ja que estaba a punto de morir. Cuando Jestis se fue con Jairo rum- bo a la casa de éste, lo siguis tanta gente que casi lo asfixiaban. En- tre la multitud estaba una mujer. La historia no dice su nombre, asf que era una mujer del pueblo, anénima. Ella padecia de una enfermedad de flujo de sangre desde ha- cia doce afios, segtin dice la historia. Se trataba, entonces, de un estado de enfermedad muy grave. Las mujeres sabemos que per- der sangre es como perder vida. Esta mujer estaba muriéndose len- tamente. Pero eso no es lo peor: para aquella cultura, ella era una persona impura. Esto significaba que debia ser marginada de 'a co- munidad y no debfa tocar a nadie, pues convertia en impura a ca- da persona, cada cosa que tocaba, Por esto no podia convivir con los demés: nadie debia dejarse tocar por ella para no caer en impu- reza. As{ que, més que una enfermedad, la suya era una dolencia social’. Como ella no debia tener relaciones sexuales por su estado de impureza, tampoco tenfa la posibilidad de tener hijos. Su enfer- medad la llevaba a la esterilidad, otro estigma poderoso contra las, mujeres. Yo creo que a ella como persona, le afectaba mas la situa- ci6n de marginacién constante, que la propia molestia de la enfer- medad, Aparte de sufrir en su cuerpo todo aquello que la enferme- dad fisicamente le producia, debfa padecer la marginacién respec to de la sociedad en que vivia. Era considerada enferma y pecado- ra, ya que para este sistema cultural, pecado y enfermedad iban juntos. Por esto, cuando Jestis sanaba, generalmente decia delante de todos: “tus pecados te son perdonados' Cuenta la historia que esta mujer habia suftido mucho. Ha- bia hecho grandes esfuerzos para curarse y salir de esa situacién, habia visitado a cuanto médico pudo, pero ninguno logré curar su mal. Aqui en Filipos, y seguramente también en Palestina, los mé- dicos profesionales son caros, los visita slo la gente que puede pa- Las mujeres en el movimiento de Jesus, el Cristo * 77 gar, mientras que los pobres van a curanderos o sanadores tradicio- nales. Dice la historia que, a pesar de que ella gast6 todos sus bie- nes en médicos, este gasto no le sirvié de nada: més bien cada dfa se sentia peor. Ademés, se empobreci6, Como la historia cuenta que gast6 sus bienes, posiblemente ella era una viuda que habia te- nido dinero y queds en la pobreza a causa de su enfermedad. En nuestra cultura sélo los varones pueden disponer de bienes, nunca una mujer, a menos que sea viuda. Esta mujer anénima e impura, perdida entre la multitud que apretujaba a Jestis, tenia una fe increible, pues pensaba que sana- rfa con s6lo tocar el manto de Jests, y, con ello, su vida cambiaria por completo Creo que la terquedad de esta mujer es digna de ser conta- da, pues a pesar de que ella habia hecho cuanto estuvo a su alcan- ce, sin resultado, seguia luchando. No se conformaba con su situa- in de marginacién. Probablemente, se crefa una persona digna, a pesar de que la sociedad la hacia indigna. Queria ser sanada y veia en Jests tal vez la mejor posibilidad de lograrlo, pues habia of- do mucho acerca de sus curaciones. Pero no se atrevi6 a pedirselo directamente, como Jairo, Tal vez pensaba que no tenia derecho a hacerlo, por ser mujer. Sabia, sobre todo, que no debia tocar a otra persona por su estado de impureza, 0 quiz pensaba que no era co- rrecto interrumpir a Jestis en su camino, ya que él iba directamen- te a casa de Jairo, un hombre respetable, para hacerle un favor. Pe- 10 yo pienso que ella creia tanto en el poder sanador de Jestis, que estaba segura de que, con sélo tocar ella el manto de Jestis, éste la sanaria, Como muchos taumaturgos tienen esa fuerza curativa, y como ya habia ofdo mucho de los milagros de Jestis, supongo que lla crefa que él tendrfa esa misma fuerza. Entonces, dice la historia, se acercé por detras, es decir clan- destinamente, a Jest, entre la gente, le tocé el manto, y al instan- te sinti6 que estaba curada, Para la cultura judia, especialmente pa- ra la impuesta por los lideres religiosos, su accién fue un gran atre- vimiento, Os6 tocar a un hombre siendo ella impura y con eso se atrevi6 a transgredir la ley sobre la pureza. Pero gracias a esa osa- 78 + Elsa Tamez dia, finalmente quedé sana e integrada en la sociedad. Volvi6 a ser considerada persona digna. Esta es una gran leccién para todas las mujeres. En una sociedad cuya cultura las margina por su sistema, las mujeres tienen que ser atrevidas e ir contra las costumbres a fin de cambiar ese orden discriminador. Yo, Lidia, creo que la historia pudo haber terminadso allt ella se habja curado, nadie se habia dado cuenta y Jestis habria segui- do su camino a la casa del jefe de la sinagoga. Pero no: la historia quiere mostrar otra cosa. El problema es que la mujer queria arre- batar a Jestis una curacién a hurtadillas, sin que él se diera cuenta, pero eso no era bueno ni para ella ni para las mujeres marginadas por el sistema de impureza ni para la misién de Jests. 3, Jestis dignificé a la mujer Era bueno que la multitud supiese que la mujer fue curada al tocar a Jestis; que Jestis no quedé impuro cuando fue tocado por una mujer que tenia flujo de sangre. Si se ponia a la luz la accién de la mujer atrevida, las demas mujeres marginadas se sentirian animadas a cambiar los modelos que las marginaban. Ademés, la intencién de Jestis, lider del movimiento, no era la de mostrarse co- mo un taumaturgo: ya habia suficientes chamanes. El era mas que un curandero: queria que el pueblo, especialmente los marginados y entre ellos las mujeres, construyeran una nueva manera de vivir y de relacionarse entre si. Yo creo que si las cosas se hacen sélo des- de abajo, dificilmente cambia todo el sistema. Cuando cuentan la historia, se observa la insistencia de Jestis en descubrir a la persona que lo habia tocado. Jestis sintié que una {fuerza habia salido de él, al mismo tiempo que la mujer sintié que habia sido curada. ;Qué interesantel: parecerfa que hubo una rela- ci6n clandestina entre Jestis y la mujer, pero s6lo ella tenfa concien- cia de esto. Jess sabfa que una persona en especial lo habia tocado en medio de la multitud, y se propuso identificarla. Detuvo la marcha a la casa de Jairo, se par6 en el camino, y no quiso seguir adelante Las mujeres en el movimiento de Jestis,el Cristo + 79 hasta encontrar a esa persona, Para mi, Lidia, su labor no podia ha- ber terminado con una curacién robada en la clandestinidad. Pre~ gunté a la muchedumbre, “:quién me ha tocado los vestidos?" (Me 5.30). Para los discipulos, que siempre aparecen como personas a quienes les cuesta entender a Jestis, la pregunta del Maestro era tonta, Asi, le respondieron: “Estas viendo que la gente te oprime y preguntas ;'quién me ha tocado’?" (Mc 5.31). Jestis ni siquiera se dligné contestarles; solamente siguis buscando a la persona que se habfa atrevido a obtener de él la curacién sin su consentimiento, ‘A la mujer no le qued6 otra alternativa que confesar. Salié atemorizada del anonimato, y temblorosa se postré ante él, como lo habia hecho el jefe de la sinagoga. Entonces, delante de todos y todas, conté a Jestis toda la verdad, es decir, toda su vida pasada, lo que habia sufrido y cémo habia llegado a esa situacién, Este fue otro paso importante de la mujer: el atreverse a contar ptiblicamen- te sus sufrimientos y su marginacién. Ella no sabia lo que le iba a ocurrit. No sabia si Jestis iba a enojarse porque ella le ‘robs’ la curaci6n, o si iba a devolverla a su estado anterior, Sélo confes6 su accién. Pero Jestis no le reproché nada. Yo, Lidia, creo que a Jestis no le importaba que le “hurtaran” su fuerza curativa: més bien le interesaba mostrar un camino de vi- da nueva, pues él no era un curandero que aliviaba temporalmen- te. él deseaba que esta mujer, marginada durante tantos afios por su enfermedad, fuese dignificada, tuviese palabra propia y fuese un ejemplo para muchas mujeres. Por eso, él la llamé "hija", Esta es una palabra de afecto, pertenece al ambito de la familia. Ast la in- tegré a la sociedad, pero no dentro del marco pureza-impureza, si- no de una manera diferente, como miembro de una comunidad que no la menospreciaria por su cuerpo. Al haber tocado a Jestis sin que él la recriminara por su impureza, ella sabe que nunca mas ser impura aunque tenga su menstruacién normal. Lo mas impor- tante fue que luché, resisti6, os6 tocar a Jestis, nunca se dio por vencida, Su fe la san6 y con eso, la salvé del mal social en el que se hallaba recluida. Jests le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad” 80 + Elsa Tamee Notas 1, Richard A. Horley, Galilee. History, Politic, People (Valley Forge, Pennsylvania: Trinity ress Intemational, 1998) ,p.23. 2. Llama Ia atencién et hecho de que se coloque esta historia y otras, que evidentemente es- ‘a relacionadas con ol sistema de purezs-impureza en Galilea, donde supuestament [a pobla- ines mis libre e los precepts y del templo. El hecho de que Jess, quien se movi casi ex-

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