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Cee CeO ce CSC Pee eee Mee a ne Pr eee OO ‘das alas formas correctas o aceptadas de ser varén, y del mismo modo fan estableciso prescripciones para ser mujer. Cuando el sistema de géneros se transforma, ambos se encuentran involucrados. Las regulaciones sobre el Poe eee) Ogee ee eC cee ce Pee ene Oe a ac SL Pe ue ee eS med sienten perjudicados por las tendencias que se observan hoy en Occidente, Pee eect One Te EL ‘ransformaciones, surgen nuevos criterios para la construcciGn de Ia identi- dat! masculina, sobre la base dela revisién citica de los estadios tempranos ese coon eee ce eee ey para elaborar sobre esa base nuevos modelos tedricos de analisis, adecuados Ae es ee es Pen eee One eee eee eeu RT See ncn ee eS ac ee ce Meee eC CCS eR Cu lad, la creacién cultural y el trabajo, son objeto de andlisis donde se itersectan hip6tesis psicoanaliticas y de género, alo que se agregan consi- Cee ee ec econ pee gee Esta obra contribuye al debate actual sobre as relaciones entre los géneros, ‘resulta de interés para quienes se ocupen de cuestiones vinculadas con la eC uae ee ecu eee ec as COLECCION FEMINISMO Y SOCIEDAD Varones MICE MEE MABEL BURIN ~ IRENE MELER Varones Género y subjetividad masculina Ny Miujeren \paitoras Burin, Mabel y Meler, rene Varones : género y subjetividad masculina / Mabel Buin e Irene Meler, ~ 2a ed, ~ Buenos Aires Libreria de Mujeres Editoras, 2008, ¥.3,400 p. cil: 15 x22.5.cm. (Feminismo y sociedad; 3) ISBN 978-987-20555-9-2 1, Sociologia. 2. Hombres. . Mele, Irene y Burin, Mabel DD 3053, © Asociacién Civil Taller Permanente dela Mujer Librerfa de Mujeres Edieoras Pasaje Rodolfo Rivarola 175 Ciudad Autdnoma de Buenos Aires ‘Tel. (0054) 11 4372-5930 E-mail: contacto@mujereseditoras.com Web Site: worw.mujereseditoras.com © Vacones. Género y subjetividad masculina, Mabel Burin e Irene Mele. Imagen de portada: "Hombres corsiendo I”, de Margarita Teaverso Exdicidn general: Maria Victoria Peseyra Rozas Diseio y diagramacién; Fernando Delmonee | delmontefad@gmaileom Hecho el depésito que impone la Ley 11.723 Nede ejemplares: 1000 Prohibida la reproduccién toal o parcial del obra sn permiso escrito de la ediorial “Todos los derechos reservados Prdélogo Mabel Burin E; coincidir para que finalmente fuera posible. Sus primeros libro es el resultado de afortunadas circunstancias que hicimo bozos los hemos realizado durance un seminario que dictamos en 1997 en la Jniversidael Hebrea Argentina Bar Ikin, como parte del, Programa I terdisciplinario de Actualizacién en Salud, Género y Subjetividad, en 1 marco de las actividades de Postgrado de la Facultad de Humanicl des. La preparacién de las clases nos provocpsinquietudes sobre céme dar forma a las reflexiones, las hipétesis asics y las prcticas elinicas que veniamos realizando como psicoasalis problemiticas del género masculino. El debate planteado con quienes participaban del scminario, personas graduadas en cicncias sociales y wumanas, promovid un refinamiento de nuestros conocimientos pre- vios. Al afio siguiente reprodujimos la experiencia de ese Seminario en la Universidad Nacional del Comahue, gracias a una gestién conjunta legio de Psicdlogos de Neuquén, y una vez mas nos vimos Incitadas a seguir a snzando sobre los temas ya trabajados y sobre fos huevos conocimientos que ibamos produciendo. No nos resulté dificil dlebatir nuestras ideas, ni tampoco exponerlas en piiblico y por escrito, pues las dos llevabamos amplia experiencia en el trabajo conjunto, ¢ inclusive ya habfamos publicado un libro, Género y Familia (Editorial Paidés, 1998) que se agoté a poco de ser editado, o sea, una experiencia “exivosa” que nos resultaba suficiente motivacién como para desear pro seguir en esta linea. También facilitaron nuestro trabajo los seminarios que dictamos en la Facultad de Psicologta de la Universidad Nacional Auténoma de México en Febrero de 1999. Agradecemos especialmente 1 valioso aporte de quienes participaron en esa oportunidad. Nuestra experiencia de trabajo compartido afiné nuestros criterios para claborar este libro, y también coincidimos en otros aspectos. No es ajeno a Ia produccién de nuestros estudios acerca de los varones el hhecho de que s res, procurando acercarnos a la comprensién del universo masculino, Nuestra insercién en las Estudios de Género se vio complementada por una prolongada experiencia de formacién en teorias femninistas, que se extiende desde los aiios 70 hasta la actualidad. As{creamos un estilo de teflexidn que procuré siempre a pesar de algu- nas sicuaciones cle debate con nuestros pares~ un encuentro Finalmente promisorio y fecundo, Nuestra amplia formacién psicoanalitica, que se habia iniciado en los afos 60 en la Facultad de Psicologia de la Universi- dad de Bucnos Aires, y que proseguimos luego de forma independiente de todos los condicionamientos instivucionales, nos permitié insistie en el andlisis profundo de la subjetividad que tbamos configurando como sujetos sexuados a lo largo de nuestra vida, tratando de no transigir ni incurtir en apreciaciones reduccionistas sobre nuestra condicién feme- tina, ni tampoco sobre la condicién masculina. Quizé también influyd ‘nuestra pertenencia generacional: formamos parte de la generacién que, cuando escribimos este libro, transitaba por la década de los 50 afios, y observédbamos cl devenit dela tiltima mirad del siglo XX y los comienzos del siglo XX1, a veces perplejas, en algunas ocasiones con esperanza y en otras con desencanto. Muchas veces hemos pensado que el hecho de pro. venir de familias migrantes con tradicién centrocuropea también pudo haber influido en nuestros modos de pensar y de analizar nuestra reali- dades. Asimismo, hemos considerado que nuestra residencia en América Latina nos provee de un marco singular para oftecer experiencias y cono- cimientos tal vez distintos de aquellos que provienen de otras tegiones. Quiz nuestra pertenencia a un pais periférico nos permita analizar estos fenémenos con cietta distancia, lo cual favoreceria no quedar atrapadas en las tensiones y tesoluciones propias de los paises centrales, aunque los engamos permanentemente en nuestta mira, Como ya lo hemos hecho en ottas oportunidades, una vez més opta- ‘mos por la perspectiva multidisciplinaria para exponer nuestros cono- cimientos y para analizar nuestras experiencias. Hemos optado por este enfoque, sabedoras de que tiene ventajas y a la vez depara problemas. Entre las ventajas consideradas privilegiamos la pretensidn de evitar la fragmentacién de los sujetos estudiados, porque nuestra concepcién acerca de la subjetividad implica su construccién socio-histérica, y esto permite evitar tanto los vieigs que surgen de las perspectivas naturals tas, biologistas y esencialistas, como los del estructuralismo ahistérico: ‘Sabemos que corremos riesgos, tanto de no ser recanocidas como psi- coanalistas por los colegas de las instituciones oficialesy como de ser criticadas por los cientistas sociales por el hecho de no abonar cada palabra con cifras. Este texto refleja nuestro modo de ir sighdo, como estudiosas de las, problematicas de género, como psicoatilistas, como mujeres compro: metidas con la defensa de los derechos de las mujeres. Estamos en con- flicto no con los hombres, ~pyes ellos han sido, son o serdn nuestros padres, novios, maridos, hijos, hermanos, nietos~ sino con cierta forma patriarcal de dominio social mascul conflicto se escucha a través de las paginas del libro. Hemos hallado otros libros sobre la masculinidad, pero fueron escri- tos con distinta perspectiva. Fn muchos casos fueron hechos por hom- bres que buscan dar sentido a sus modalidades particulates o grupales de set masculinos, tratando de comprender y recomponer masculinida- o. Sabemos que el fragor de ese des puestas en crisis por los avances de las mujeres. En otros casos, las autoras fueron mujeres, como E. Badinter, 0 E. Sullerot, creadoras de _Axcelentes ensayos sobre la masculinidad y la pacernidad. Sin embargo, consideramos que nuestro trabajo aporta una perspectiva particular, ya «que contemplamos con especial profundidad los aportes psicoanaliticos y la perspectiva de los Estudios de Género. Igualmente, en este texto hemos tratado de incorporar la produccién de autores y autoras que consideramos consistentes con nuestros objetivos. Iniciamos este libro con un capitulo introductori realizado en conjun to, sobre el concepro de género y su eficacia como herramienta te6rica para estudiar la subjetividad masculina. Analizamos las clisicas defini- ciones sobre la construccién del género con una perspectiva multidis i- plinaria, asf como las actuales nociones que lo ponen en tensién a partir del paradigma de la complejidad. Describimos los estudios tradicionales acerca de la constitucién de la subjetividad sexuada realizando un breve recorrido por la historia-occidental de la posicién social y subjetiva de varones y mujeres, hasta llegar a algunos problemas especificos actuales, tales como la desestabilizacién de la identidad de género en los sujetos contemporineos, romando para ello los anilisis del feminismo posmo- derno y su critica a la pretensién de coherencia unificadora en la nocién de identidad. Dentro del campo de los Estudios de Género planteamos algunos debate revelan su artificiosidad: las oposiciones dicotémicas que analizamos se ‘que se estructuran en torno a antinomias que finalmente ordenan alrededor de los términos Innato vs. Adquitido, Psicoanslisis vs. Sociologia, Deseo vs. Poder, y Género vs. Diferencia Sexual simbélica Consideramos que son distintas formas de plantear una tensién concep- tual que incluye problematicas acerca de la adquisicién de la subjetividad sexuada con mayor © menor énfasis sobre el cuerpo y la erogeneidad corporal, o bien sobre el particular entramado que tejen las pricticas histérico-sociales y politico-econémicas sobre los cuerpos anatémicos. También oftecemos la revisién de los debates existentes sobre cl estudio de la subjetividad desde contextos que se suponen propios de otras disci- plinas como por ejemplo la sociologfa, y que configurarfan un problema que su campo se limita vinicamence al estudio del inconsciente, Otra tensién de extraterritorialidad para aquellos psicoanalistas que consider due plantcamos es la que existe cuando intentamos articular discursos psicoanaliticos con los aportes de las hipdresis de género, al suponer que pata el psicoandlisis el motor del funcionamiento subjetivo es el deseo, ‘mientras que los estudios de género se rferiefan principalmente a as rela ciones de poder. Nuestro andlisis nos leva a considerar que las relaciones de poder estén imbricadas profandamente en el repertorio descante de varones y mujeres de modo que se vuelve irvelevante la pretensién de disociarlos. Finalmente, exponemos las divergencias existentes entre los autores que prefieren ref se a la diferencia sexual simbsilica en lugar de uslizar la categoria de géncro; consideramos que la operacién simbélica que establece la diferencia sexual requicre de la existencia previa de la femineidad y la masculinidad cultural. El capieulo siguiente, eserito por Irene Meler,esté destinado a inda gat acerca del concepto de masculinidad. Con ese objetivo, sintecia j discute diversos estudios antropolégicos e histéricos realizados sobre el tema. Confionta las hipétesis funcionaliscas que considertn a la mascu linidad como una respuesta adecuada que han encontrado los agcupa rmientos sociales humanos ante el desafio de la supervivencia colectiva, ‘on ottas teorias que destacan la importagga de las rlaciones de poder y hacen visible el conflicto que exisig’Entre los existencia de la ancestral dominaci6ii masculina También expone y discute teorias que articulan los estudios antropo c presentan cierta aspiracion a la universaidad, para plantearfinalmente la pertinencia actual de los interro légicos con hipécesis psicodinémicas q) gantes que nos despierta el estudio le otros pueblos. Las soc femporineas atraviesan por un proceso de transicién donde se observan profundas modificaciones en los roles de género y en la subjetividad sex da, Bl estudio de las culruras “ex aportar elementos que resulten titles en el disefio de nuestro fru. xcede su incerés aneedético para Bn el capftulo TTT, que se refieve a la construecién de la subjetividad masculina, Mabel Burin se centra sobre los procesos de formacién de Ja masculinidad a lo largo de la historia en Occidente, con marcados acentos sobre los ideales constitutivos de los sujetos que se nominarin asi mismos como varones. Los ideales de género masculino dejan sus marcas en la subjetividad, de modo que se analizan sus efectos sobre los desarrollos afectivos y descantes que expresan los varones de nuestra cultura, asi como sobre los modos de subjetivacién del cuerpo erdgeno para cl g En el capfculo TV citukido “La sexualidad masculina, Un estudio psi: coanalitico de género", Irene Meler toma como objeto el estudio del \ero masculino. ejetcicio de la sexualidad masculina. Realiza algunas consideraciones me todol6gicas que resultan necesarias para especificar st enfogue respecto de la sexualidad, y a continuacién emprende el andlisis del modelo he- ‘geménico tradiciona U pata las pricticas sexuales masculinas. Se devela el carfcter reactivo de muchas actitudes pseudo masculinas y se contrasta con modelos altetnativos ¢ innovadores para un ¢jercicio del erotismo que evite la ostentacién virl en aras del bienestar subjetivo y vincula Las claudicaciones respecto del ideal de potencia sexual masculina son objeto de un estudio psicodinamico, donde también se incluyen algunos datos provenientes de investigaciones sexoldgicas. Asimismo, analiza la sexualidad masculina homosexual contemplando canto los aspectos dindmicos como los diversos regimenes simbélicos que han creado el contexto y el sentido para estas précticas a través del tiempo. Finalmente establece un nexo significativo entre los dispositives que regulan las sexualidades heterosexuales y las homosexuales, destacando la importancia del estudio de los vinculos sexuales desde la perspectiva de las relaciones de poder En el capitulo V, que trata acerca de los procesamientos de la hostili- dad caracteristicos de los hombres, Mabel Burin describe diversas hip6- tesis que ponen énfasis ya sea en los aspectos biolégicos de un cuerpo ‘masculino puesto en tensién por su disposicién hormonal (por ejemplo Ja testosterona) 0 por su masa muscular, o bien enfatizan las condicio- nes de los contextos familiares y culturales que hacen posible que la hostilidad masculina procure su descarga fundamencalmente mediante al ejercicio de la violencia sobre otros. Bl andlisis se completa con es- tudios sobre sociedades de democracias avanzadas donde la hostilidad ‘masculina y el ejercicio abusivo del poder se expresa de formas sutiles peto no por ello inadvertidas. En el capitulo V1, titulado “Creacién cultural y masculinidad”, Ire- ne Meler comienza realizando un estudio psic analitico donde discure la teoria freudiana acerca del Superyo, aspecto que ha originado pro- fandas controversias debido a la indole sexista del pensamienco psi- coanalitico con respecto de la sexualidad femenina y la feminidad. El caricter abstracto y supuestamente impersonal de la conciencia moral masculina resulta desmistificado cuando se revelan los dispositivos de dominacién sectorial que subyacen a la formulacién de una legalidad supuestamente universal. Pkopone también cl registro y el estimulo de ‘modalidades alternativas para promoyer la creacién cultutal, que no sé sustenten con exclusividad en el modelo de la renuncia pulsional, para buscar sus fundamentos en el discurso de Donald Winnicott, psicoa- nalista inglés que destaca la importancia del juego y la creatividad para obtener un sentimiento fntimo de vitalidad y autenticidad. Finalmente, lucgo de reconocer y agradecer los esplénudos frutos que ha brindado la creatividad masculina, plantea algyés lineamientos para una trans- formacién cultural que permita eléspliegue de los talentos femeninos y la creacién conjunta de una calcura no androeéntrica. A continuacién, presentamos dos capitulos referidos a la pacernidad, por considerarla una de las problematicas fundacionales de las nuevas inscripciones genéricas masculinas. El capitulo VIL, escrito por Irene Meter, parte del reconocimiento acerca de la etisis actual por la que acraviesa la paternidad como institucién. Describe tendencias alterna- tivas observables en determinados sectores sociales, que coinciden en | promocién de un ejercicio parental independizado con respecto del estatuto conyugal. En el complejo paisaje postmoderno se encrecruzan los varones que teivindican el derecho de desvincularse de sus obliga- tones paternas, con aquellos que claman por el respeto de sus derechos a convivir y cuidar de sus hijos. En este contexto contradictorio, surge tuna representacién compartida que Funda la paternidad en el vinculo y en Ia asuncidn de responsabilidades. Esta versién psicosocial de la fancién paterna, no excluye sin embargo que se asigne importancia ala continuidad del patrimonio genético Analiza algunas imAgenes paternas que circulan en un rerritorio am- biguo, donde se mezclan los aspectos imaginarios con situaciones cuya realidad Fictica resulté desmentida mas de una vee: El padre terrible, el padre legislador y el padre cuidador, constituyen imagenes que conden. san experiencias historicas, fantasias reciprocas y realidades cambiantes. El analisis de las modalidades diversas de ejercicio parental, se artcula ‘on las transformaciones que ha experimentado la maternidad a lo largo E] capitulo VIL, citulado “Padres, hijas, hijos tales como la importancia de la figura paterna en al adquisicién d subjetividad sexuada para varones y para nifias, no desde la tradicional posicién de tercero que habra de separar al bebé de su made, sinc ‘on tna posicién propia, no impuesta por el vinculo materno-Filal tanto padre, Junto con el anilisis de diversos modos de paternalizaci6n, 3c ofrecen experiencias psicodiagndsticas y psicotersipicas del vinculo padie-hija y padre-hijo adolescence que ilustran las hipécesis te6rico: linicas expuestas. Encl capitulo queciesra el libro, denominado “Atendiendo el malestar de los varones”, Mabel Burin expone diversos debates acerea de eémo la actualidad, asocidndolos con otras reflesiones sobre la salud mencal masculina y los modos de enfermar caracteristicos de los varones. Los conceptos de crisis y de conflicto son centrales para la comprensién de estos debates, y se incluyen cuestiones tales como la adiccién al trabajo y la crisis de desempleo para describir algunas de las problemsticas que ponen en juego el malestar de los varones. Finalmente, ofecemos reflexiones que, a manera de Epilogo, nos han acompanado a lo largo de la claboracién de este texto. Dedicamos este libro, con tenaz optimismo y carifiosa curiosidad por el faruro, a nuestros nieros, [rene Meler se lo dedica a su nieto Nicolés, y Mabel Burin a su nieta Laia. Que nuestros buenos deseos los acompatier | ~ | | plculo | c Una herramierita tedrica para el estudio de li | rabjetividad masculina. Mabel Burin e iene Mele + Capitulo UL La masculinidad, Diversidad y similitudes entre los grupos humanos. rene Mees Construccibn de la subjetividad masculina. Mabel Buri + Capiculo La sexualidad masculina. Un estudio pricoanalitico de género. Irene Mele + Capitula V La hostilidad: modalidades de procesamiento propias de la masculinidad. Mabel Burin Greacién cultural y masculinidad. Irene Mel + Capitulo VIL Los padres, Jnne Meler * Capitulo VIII Padees, hijas, hijos. Consideraciones tebrico-clinicas. Mabel * Capitulo IX Atendiendo el malestar de los varones. Mabel Burin * Conclusiones Un final promisorio. Mabel Burin eI Indice 30 389 Capitulo I Género: Una herramienta tedrica para el estudio de la subjetividad masculina. Mabel Burin eee =) ee FE concep we uci agvicsa Lor linus debs inion disc have dificil su delimitacin 0 el “control de fronteras’, de modo que se te fertlizar este concepto con aportes provenientes de la antropologia, la historia, la sociologia, la psicologia, el pstcoanilisis y otras discipli nas. Con ello, no s6lo enriquecemos, Wperspectiva de andlisis de las probleméticas que analizamos, sino%ue ademis las colocamos en un punto de encrucijada, expresads hoy en dfa en el quehacer cientifico con ef «érmino de interdisciplinariedad. La atmésfera de crisis que en igeneral roca alos paradigmas cientificos en los ilsimos aiios ha tenido sus efectos también sobre la nocién de género. La Filosofia neo-posit vista, expresin obligada en otras épocas del modo de produccién del conocimiento cientiico, ha dejado de consticuir la base epistemolégica necesaria y tinica para la valoracién de los conocimientos producides actualmente, El criterio de determinismo estricto, los postulados de simplicidad, los supuestos de causalidad lineal, constituyen algunos de los fundamentos que se estin cuestionando actualmente por parte de Ipé disciplinas con que operamos para explicar y debatir las probleméti cas del masculino hoy en dia. Los nuevos criterios que utilizamos para reformular los tradicionales modes de inscripcién gené cientes a la subjetividad masculina incluyen, ica descritos habitualmente como pertene primer lugar, la no- ibn de complejidad, Esta postura requiere la flexibilidad para utilizar pensamientos complejos, tolerantes de las contradicciones, capaces de sostener la tensién entre aspectos antagénicos de las conductas y de los problemas que resultan de este modo de pensar El término “género” circula en las ciencias sociales y en los discursos con una acepcién especifica y una intencionalidad explicaiva. Dicha acepcién data de la década del 50, cuando el investigador John Money (1955) propuso el cérmino “papel de género” (gender role) para deseri bir el conjunto de conductas atribuidas alos varones y las mujeres. Des- de la perspectiva del andlisis de la subjetividad ha sido Robert Stoller (1968) quien establecié mis nitidamente la diferencia conceptual entre 2s que, debido a problemas anatémicos congénitos, habjan sido educados de sexo y géneto, basindose en sus investigaciones sobre nifios y n acuerdo con un sexo que no se correspondia anatémicamente con el suyo. La idea general mediante la que se diferencia “sexo” de “género” es que el sexo queda determinado por la diferencia sexual inscrita en el cuerpo, mientras que el género se relaciona con los significados que cada sociedad le atribuye. Segtin lo plantea Gomariz (1992), de manera amplia podria aceptarse que son reflexiones sobre género todas aquellas que se han hecho a lo largo de la historia del pensamiento humano acerca de los sentidos y las consecuencias sociales y subjetivas que tiene pertenecer @ uno u otto sexo, por cuanto esas conseciencias, muchas veces entendidas como “naturales”, no son sino formulaciones de géne- ro. Los Estudios de Género, en forma amplia, se refieren al segmento de la produccién de conocimientos que se han ocupado de este ambito de la experiencia humana: ls significaciones atribuidas al hecho de ser vvat6n o ser mujer en cada cultura y en cada sujeto, ‘Una de las ideas centrales, desde un punto de vista descriptivo, es que los modos de pensar, sentir y comportarse de ambos géncros, més que tener una base natural ¢ invariable, se deben a construcciones sociales y familiares asignadas de manera diferenciada a mujeres y a hombres. Por medio de tal asignacién, a partir de estadios muy tem- pranos en Ja vida de cada ciertas pautas de configuracién psiquica y social que dan origen a la feminidad y la masculinidad. Desde este criterio descriptivo, el género fante humano, unas y otros incorporan se define como la red de creencias, rasgos de personalidad, actitudes, valores, conduetas y actividades que difete bres, Tal ordenamiento es producto de un largo proceso histético de construccién social, que no sélo produce diferencias entte los géneros a mujeres y a hom femenino y masculino, sino que, a la vez, implica desigualdades y j- rarguias entre ambos. Los estudios de género utilizan una perspectiva de analisis que denuncia la lagica binaria con que se perciben las dife- rencias y, en este caso, a diferencia sexual. Meciance esta ldgica binatia la diferencia es conceptualizada en términos “o lo uno o el otro”. El sujeto posicionado en el lugar de Uno'ocupa una posicién jerérquica superior, en tanto el Otro queda desvalorizadg Mediante esta ope- racién légica, en la que sélo habria lugar pat& Uno, el Otro ocuparia tuna posicién desjerarquizada. Desde lasperspectiva del andlisis de la subjetividad Uno estard en la posici ‘quedard en posicién de objeto. Los Estudios de Género, analizan esas oposiciones y jerarquias, hacien- do visible que las mismas han sido construidas mediante un largo proceso historico-social, y que no son “naturales”. En este texto analizaremos las marcas que deja el ordenamiento de la desigualdad entre los géneros, Fl autor parte de la exiscencia, postulada por Stoller, de una identi- ficacién primaria del nifio con su madre, lo que genera una especie de feminizacién inicial respecto de la cual el varoncito debe reaccionar, es conservadloras. RD mientras que la i stablece en los comienzos de su vida una sélidg base para su femincidad. Desde esa perspectva, mis que la ansiedad de castracidn, Sostiene que la menaza mas temida para el niio ¢s el rexorno a Ia simbiosis con la madre, donde se perderia su st mismg independience. Por lo tanto, la lucha por la masculinidad es una bare Ula conéra los deseos regresivos, una “revuelta contra la infancis" Pero, agrega Gilmore las ideologfas acerca de la masculinided son también ‘epresentaciones colectvas, y esto ocurre porque la regesién no sdlo amenaza al individuo, sino que pone en peligro a la sociedad en sy Conjunto, Esta poscuta es interesante, debido a que articula dle forma Significativa diversos niveles cle andlisis. Ms adelance retomaréel andl, sis de los desarrollos teéricos de Stoller, Herde y Grenson Bn su estudio comparativo, l autor comienza por las cultura: medi- Brniness. Tanto en Creta como en Andalucia, set un hombre signif © poseer una modalidail pragmitica y activa, involucrarse en la vide Pulblica en la interaccion con otros hombses, mediante actos y logros: Wsibles yconcretos. Exste una busqueda de éxito y fama, que también se expresa a través de Servicios prestados a otras varones y a sus familia, Gilmore caracteriza a la masculinidad mediterranea fila social, un amor por el proscenio de la vida, Curiosamente, eft 4 Ulises como ejemplo histatico, destacando sus supuestas virus Me permiiré disentir con su benévola visién acerca del vardn medi- terrinco, a quién él describe como un ser generoso, atiesgado y algo Ostentoso, mientras que también podemos verlo com sista en constante bisqueda de convalidacién piblica, que no vacla en abandonar a su familia en aras de avencuras 0 Figuracién (en la vetsibn modesta y contempornea del bar ola cantina), y que cxige una fide, dad a la cual no corresponde. & como una agora- 10 un sujeto narci- En relic con el sexo y el matrimonio, a cartcterizacin que hace Gilmore del ideal masculino en el Mediterrineo, inclye la valoclaacion de la aserividad sexual y la competencia en la fecundacién. Un verde. deto hombre debe desparramar su semilla, Esta desctipcién es verosimil, pero resulta llamativa la ausencia de registro por parte de Gilmore acerca del caricter conflictivo de este im- vo en relacibn con el ideal del amor romédntico y con la obligacién de idelidad que al menos en el nivel manifesto es reciproca para ambos ‘ednyuges en las sociedades contemporineas, Muchos matrimonios se ban dela cdl descurimiento por pare a capo de na re Jacién amorosa que cl marido sostiene de fogntt paralela con el vinculo cconyugel Aiin en los casos en que se superétla crisis desencadenada por haberse hecho visibles tanto la doble gleccién de abjeto amoroso como al doble cédigo de moral sexual por el cual se rige el varén, quedan profundas secuelas que en ocasiones facilitan la aparicién'de trastor- nos depresivos en las mujeres durante su edad maduta, El autor parece considerar a los hombres como sumisos cumplidores de una penosa obligacién. De ese modo desestima la necesidad de dar cuenta de las satisfacciones eréticas y narcisistas que obtienen a través del cumy riento de sus “obligaciones inseminatorias”,y de la asimetrla existente ‘entre su experiencia y la de las mujetes, cuyo estatuto al interior de ‘ste régimen simbélico puede oscilar entre cl ce una esposa dignificada social y, moralmente pero desatendida desde el aspecto emocional y ‘er6tico, 0 una amante descada aunque degradada en cuanto a su con sideracién social. La autosuficiencia cconémica es otro de los emblemas masculinos. Atin en los hogares donde las mujeres trabajan, se espera que el hombre contribuya con el ingreso principal. Como dice el autor, la masculini- dad se mide al menos parcialmence en dinero, Asi como es necesario reconocer cudn pesada es para be varones : sxigencia de prover el sostén econémico, y cudn penoso les resul fase cn oS campo, también es esclarecedor reflexionar acerca de las ‘casiones en que los proveedores desertan, ya sea por causa de la guerra, el desempleo 0 el divorcio, y de qué modo las mujeres quedan libradas a ‘ts propios recursos, situacidn que se agrava porque deben hacerse cargo dela doble uncidn de sostener y ciara los hijos. A lo largo de la historia, el hombre proveedor no ha resultado tan seguro como prometia, y mu. chas veces ha cobrado sus aportes econdmicos asignindose prestogativas especiales en el dtea de la sexualidad, mediante la tolerancia respecto de las aventuras extra conyugales o a través de conductas de abuso, asi como ‘en lo que respecta al poder de decision acerca de las reservas econémicas, Un relato que sélo cuente cémo los hombres se sacrifican para sustentar a mujeres y nitios, resulta notablemente parcial, ya que ese sostén no siempre es confable y resulta en muchos casos oneroso. La proteccién constituye otro emblema masculino. El cotae fisico, en- fientar peligios, involucrarse en conflictos, son condiciones del “hombre de verdad”. Fl varén se expone a ser herido, pero con el objetivo de tomar ventaja de tal exposicién y datiar al adversario. La finalidad tltima es obte- ner el reconocimiento al heroismo. Gilmore dice que el verdadero hombte gana renombre permancciendo entre u familia y la destruccién. De ingiin modo es posible desestimar la importancia del valor ance al peligro, y es cierto que las mujeres no hemos sido entrenadas espe- cialmente en este aspecto, ya que siempre fue preferible que sobrevivié- ramos para cuidar de los hijos y continuar asi la existencia del grupo. Pero; jdebemos contemplar a los hombres como héroes que nos salvan de los ataques asesinos? ZNo son acaso los varones victimas de la mascu- linidad de sus vecinos? Al aspecto defensivo dela virilidad, que Gilmore destaca, debemos contraponer su vertiente ofensiva. Los conflictos que nos lenan de terror y nos impulsan a reclamar la proteccién masculina, derivan de la amenaga surgida de los hombres de las otras comunidae des, ya sea por parte de aquellos que provienen de los sectotes sociales bajos, cuando realizan delitos violentos, o de los sectores socials altos, cuando implementan maniobras fraudulentas o politicas corruptas. Bs cierto que a medida que las mujeres participamos en el mundo pitblico, comenzamos a integrarnos tambign a las estadisticas del delito. Pero, asi como la masculinidad a que se refiere Gilmore representa la version tradicional, vemos que atin en las sociedades actuales la mayorfa de Jas mujeres es victima de la delincuencia y raramente aparece como victimarias. No pretendo insinuar la gxistencia de una supuesta maldad ‘masculina esencial, sino que me limito a hacer visible un aspecto no ‘manifiesto, que la visibn del autor acerca de la masculinidad social no toma en cuenta. ’ Jas mismas consideraciones se aplican a la caracterizacién de los hombres como guerreros auténomos. Gilmore menciona el cérmino marroqut ‘rajula’, que significa auronomfa person y fuerza. Una ver ns, ét28 son cwalidades valiosas, siempre qual precio pagado por las ‘mujeres no sea, por un lado, jugar el rol 4&quien depende y es débil para que el var6n auténomo deslumbrey y por el otro, padecer el peso dela fuerza de nuestros enemigos, aunque en la vida urbana éstos sean artebaradores de carteras, comerciantes inescrupulosos, banqueros esta- fadores, o ministros de economia. ‘Abandonando la cuenca del Mediterrinco, el autor nos transporta hacia cl sur del Pacifico. Truk, ubicado en la ronesia, es un paraiso. tropical donde sus habitantes, antes organizados en forma tribal, hoy se han occidentalizado, lo que se evidencia en una conducta masculina basada en la violencia y el alcoholismo, La denominacién nativa para Ja masculinidad es “pwara’, y se asemeja al machismo hispano. Los tmukeses,fiieron guetreros en ottos tiempos. Los varones son destinados aproveer de recursos y asumir siesgos, mientras que se cultiva la domes- ticidad y el sometimiento femenino, Las peleas callejeras se remontan ala lucha entre linajes. Gilmore encuentra una conexién entre la aser- tividad masculina y la existencia de linajes segmentarios o feudos entre unidades corporativas simétricas, Los isleios protegen a sus mujeres respecto de la aproximacién de fos extrafios, idealizan la masculinidad y denigran el afeminamiento, presumen de ser indiferentes al dolor y beben para darse coraje en las Peleas. Su machismo los lleva a desdefar la atencién médica y la auto- preservacién, Una interpretacién familiarista que el autor propone pata esta conducta, considera que constituye un intento de tomar distancia Fespecto de las mujeres mayores, con quienes en muchos casos conviven, y2.que el parentesco es matrilineal. Gilmore afade a esta observacién inspirada en cl psicoandlisis una explicacién sociolégica funcionalis, cuando considera que este estilo subjetivo resulta iil para las riesgosas excursiones pesqueras necesarias para sobrevivir. En curanto a fa sexualidad, se espera que sean asertivos, inicien a sus mujeres y sean promiscuos. El temor al fracaso, o sea la impotencia, los angustia en grado sumo. Deacuerdo ala opinién de Gilmore, el machismo ¢s una exageracién de la actitud masculina defensiva en contextos peligrosos. Compara a los eruleeses con los cow bos y con los machos hispanos, cuya mascarada de cucleza c insensiblidad constituye una bisqueda de proteccién, para no dejar ver al nifio tembloroso que albergan en su interior. Nuevamente, corresponde preguntarnos si esta respuesta ha sido funcional, y sobre todo, si continia siéndolo. El desarrollo de los mo- vimientos de mujeres y del feminismo, constituye una expresién del ‘hecho que para muchas, los esforzados guerteros son percibidos como tuna amenaza, ya que su hostilidad se vuelca también sobre las mujeres y nifios que se supone defienden. Tal vez podriamos refinar la caracteri2a- cidn que Gilmore nos ofiece acerca del machismo, si consideramos que los aspectos de la masculinidad social que se han cultivado como sostén y defensa de los nifios, mujeres y ai 10s, tesultan mds comprensi- bles mediante el recurso a la categoria psicoanalitica de narcisismo, La imagen de si se inviste de afecto y deseo, y ese amor a un si mismo engrandecido, esa auto-adoracién hacia la figura del rey o el guerrero, puede estimular el rebajamiento de los otros con el fin de sostener de ese modo la grandera de la auto imagen, El machismo representa ast tun extravio frecuente, donde el jefe gobiema para su propio beneficio, ¥ domina o explora a sus protegidos, Se trata de una problemitica que va més alld de la perspectiva de género, y que tal vez sea aplicable a toda relacién de’poder. Gilmore estudia también a los mchinaku, indios brasileros que viven ena selva, pescando, cazando y cultivandio mandioca con una tecnologia dela edad de piedsa. Son pacifigos y cl autor descrbisia su lema como Sflaga el amor y no la guerra”, Sin embargo, tienen una stricta divisién ‘sexual del trabajo, y consideran que la masculinidad es el valor social mas ‘devado. Aunque no son violentos, esto no impide que desarllen una Fiera compecitividad en el nivel material y que exista para lo varones un Jmperativo de desempetio sexual exitoso, Se espera que un varén sea vigo- toxo, enérgco ytrabajador. Aprecian a los homes altos y corpulentos, y vvaloran el tamafio del pene. Un valor maseyfifi es la generosidad, la falta de egoismo con sus amigos. Tambiénideben exponerse puiblicamence, desarrollar una Mluida oratoria e integvenir en las decisiones politicas. El ‘ontrajemplo es el “trash yard man” u “hombre del basurcro”, similar al “rubbish man” u “hombre basura” de Melanesia. Para ilustrar la importancia de los temores preedipicos respecto de la regresién hacia la dependencia de la madre, Gilmore relata la leyenda ‘mebinaku de la mujer tapir, ser mitico que rapta a un nifio y captura su bbrazo en el interior del ano. EI nifio recibe alimentos a discrecién, pero ‘cuando saca su brazo, lo encuentra atrofiado. Este relato constituye una advertencia respecto del deseo de evadir las responsabilidades propias de Ia pertenencia a la sociedad. El brazo no desarrollado es tanto un pene ‘eastrado como un brazo incapaz de trabajar: A partir de esto concluye que a masculinidad es una propuesta ambivalente, una construccién cultural basada en necesidades grupales, que compensa a la hesicante y resistente naturaleza. La postura masculina es la negacién social respecto de un deseo antisocial de huir de los tigores del trabajo cultural. Esa lectura replica en forma irreflexiva la clisica divisién imaginaria que hha asignado la cultura al dominio de la masculinidad, mientras que con- sidera a las mujeres parte integrante de una supuesta naturaleza. Niega la contribucién femenina al trabajo cultural y ala reproduccién social, y asig- ‘na alos varones de forma unilateral el mérito de la vida en comunidad, Desde la perspectiva de la subjecvidad, debemos tencr en cuenta que, asf como todos los seres humanos sofiamos en ocasiones con abju- tarde todo esfuerzo para sumimos en una especie de nirvana regresivo, cexisten también poderosas tencencias hacia el crecimiento. Fl disfrute ‘que acompaiia al desarrollo de las propias capacidades, se observa ya en los nifios deambuladores, cuando rechazan la ayuda de los adultos para desplazatse por sus medios. Ambos deseos, progresivos y regresivos, =: tin presentes en todos, se trate de varones © de mujeres. La asertividad se ha inhibido en las mujeres, para reafirmar ast su estacuto subordi- nado y se ha hipertrofiado en los varones para consolidar su dominio genético, Una de las razones por las cuales el sistema polarizado de géneros esté cn crisis, se relaciona con el carter nocivo que tienen esos arreglos para la salud fisica y mencal, ya que cultivan personalidades tigidas y estereotipadas. En su resefia acerca de la cultura de los baruya de Nueva Guinea, donde diferencia entre “Grandes Hombres” y “Hombres Basura’, Gil- more reficre que en estas tribus neoliticas, el “Big Man’ o “Gran Hom- bre’, combina el carisma personal con el liderazgo politico y un rol filantrépico. Actia como lider guerrero y unifica a sus conciudadanos, cestableciendo una unidad politica. Es indispensable que acumule poder econémico, actuando como un banquero primitivo, racionalizando la produccién y otorgando crédito. Pero el objetivo no es st enriqueci- ‘miento personal, sino el de sus compafieros y debe dar siempre mas de Jo que recibe. EI “Rubbish Man” se caracteriza por su falta de compromiso social y baja productividad. Es pasivo, asténico, un pardsito. También es un fraca- so en su desempefio sexual y esto importa en cuanto afecta a su fecundi- dad. Los baruya son poligamos, y deben tener al menos cuatro hijos. Los datos de Gilmore parecen ser inexactos a este respecto, ya que Godelier diferencia especificamente a los baruya de las sociedades con “Big Men”, en funcién del hecho de que no acumulan recursos ma- teriales. Es posible que el autor los confundiera con alguna tribu de costumbres similares. De todos modos, el ideal de masculinidad radica una vez més en la riqueza, poder politico, valentia y potencia sexual, asi como la genero- roceccién. Veremos luego, que la percepcién de Godelier, asi ‘sida y 6 “{omo Ia caracterizacin que realizan Stollery Herde sobre los sambia de ‘Nueva Guinea, no coincide con la perspectiva que adopta este autor Gilmore agrega 2 estas caracteristicas, que un hombre se valoriza “siresuelve problemas colectivos en forma creativa, Esta actitud es la “coniraparte de la maternidad, Fl autor considera que el rol de provee- ‘dor consticuye una especie de nutricién masculiza, equivalente a la getid nucticia de la made. i bien reconogpafe las mujeres proveen ‘entre el 30 y el 40% de la subsistencia en.xédas las sociedades conoci- das (is cifras que manejan algunas feyninistas son mayores, ver Ore- ner, op. cit.), no toman riesgos, en especial cuando estén embarazadas ‘p amamantan. Cita datos que aporta Peggy Sanday que demuestran _que en el Mediterréneo, la cuna del machismo, es donde las mujeres onttibuyen menos a la subsistencia. En Africa Occidencal, se registra ‘una gran contribucién femenina, y allf existe escaso interés en la mas- ‘eulinidad convencional. Gilmore afirma que los hombres tienen generalmente asignada la tarea de prover proteinas animales, luchar contra los predadores y ‘hacer la guerra. ‘Al mismo ticmpo, son prescindibles, ya que una poblacién pucde ‘esistir més, rente la pérdida de hombres que la de mujetes. Los ‘hombres, segin afirma el autor, no son naturalmente més valientes que Jas mujeres, y se requiere el desarrollo de conductas contrafébicas cul- turalmente condicionadas, Para continuar con el anilisis del sesgo masculinista del enfoque de Gilmore, podemos preguntarnos: silos hombres son considerados des- ‘de una perspectiva biolégica como el sexo prescindible, esta afirmacién, _¢ho significa acaso que en su ausencia las mujeres logran subsistir, aun- {que sea en peores condiciones? $i esto cs asi, como parece demostrar la situacién de muchos hogares monoparentales con jefatura femenina, luna vez superado el peligro de los predadores, tal vex los buenos servi- sios de la masculinidad tradicional estén llegando a su fin, y sea necesa- ‘a una reformulaciin de los criteris colecivos de masculinidad, para optimlzar sus conctibuciones positivas y atenuar su aspecto ofensivo abusivo, Gilmore analiza los rituales de masculinizacién, que existen en mu chos pueblos y representan el desprendimiento con respecto de la ma. dre, la muerte del nifio ysu renacimiento como hombre que cs recibido en la comunidad masculina, Entre‘los judo, el Bar Mitevah constituye una ceremonia de este tipo. La adaprabilidad de la comunidad judfa respecto de los cambios sociales, explica que, asi como las muchachasisraelfes integran elec ‘0, las puberes de sectores no ortodoxos han adquirido el derecho a una cetemonia de pasaje similar, el Bat Mitzvah; pero eso no impide que el modelo ancestral sea masculino, La ceremonia del Bar Miezvah cs individu, peto participa la comu: nidad en su conjunto, El joven debe recitar de memoria pasajes de la Torah en hebrco, Adin en esta forma intelectual, existe exposicién pui- blica y riesgo de fracaso. El test de memoria y comprensién se relacio- 1na.con los valores intelectuales y la importancia asignada al potencial de aprendizaje. Atin cuando entre los judios de las grandes ciudades, scetin piensa Gilmore, las mujercs son dominante, existen los tipos contrapuestos del “mensch” y al “schlemiel”. El “mensch” o “persona” &S capar, protector, econémicamente seguro, y considerado con sus de- pendientes. El “schlemiel” o “schmendtick”, tétmino que alude a un ser Pequefio ¢ insignificante y no se aplicaa las mujeres, es incompetente y fracasado, Habria que analizar en forma més cuidadosa la afirmacién de Gil- more acerca de que las mujeres son dominantes entre los judios. Si bien cntre la comunidad los maridos judios son considerados imés favorablemente que los gentiles, yefectivamente no suielen ser violen. tes, bebedores o inficles en forma manifesta, contintian ejerciendo un cierto grado de dominancia, en cuanto a las grandes decisiones eco- némicas, resicenciales o educativas. Las mujetes de los sectores mis rizados gozan de buen tratoy sus necesidades son atendidas. = ios tassdin” otros grupos religiosos que estin registrando ‘un resurgimienco en la actualidad, sin embargo, atin tienen proserito ales, no repulan los nacimiencs y deben usar peluca para oul far sus Cabellos, asi como someterse a bafios rituales o “mikvah” para urificarse después de la menstruacién, Podemos acordar acerca de ie entre los judios modernizados, las mujergs'gozan de un elevado estatuto, pero la igualdad total no ah lofi explica la persistencia jideales acerca de la masculinidac a que agregar que Gilmore olvidé mencionar Ia practica de la ircuncisién a los siete dias de nacido, omisidn significativa, que abre tn capitulo interesante dentro de lo que denomina rieuales de mas- cailinizacién, cuya discusién nos llevaria a establecer un nexo entre la ‘masculinidad, e! poder y la rivalidad incergeneracional, consumada en algunas ocasiones a través de equivalentes simbélicos del filicidio del hijo vardn, ese alter ego que evoca al varén adulto a la vez Ia muerte y Ia inmorealidad Otras fuentes de informacién a las que el autor recurre, derivan de culturas cyyo sustento depende en forma principal de la ganaderfa, rales como los Samburu, un pueblo pastoral que reside a orillas del Nilo, de ‘taza negra, que vive en Kenya. Los varones samburu estén tan obsesio: nados con su riqueza en ganado como los judios con el conocimiento, los trukeses con las peleas y acumulacién de bienes y los mehinaku con fa pesca. Pero esa acumulacién de ganado no es realizada en beneficio propio, ya que el varén samburu debe ser generoso al punto de la auto negacién. Existen comperencias de generosidad entre amigos o aliados, as como, luego de cesar las guerras a parti de la “pax br fuente de prestigio viril son las expediciones dedicadas al cuatrerismo. Dado que esa sociedad es acéfala y se organiza en linajes segmenta- tios, existe un fuerte acento en el honor grupal y el prestigio personal de los hombres. La autosuficiencia material el estarato de “dador”, y la ‘enerosidad, son fundamentos de la estima viril Otro emblema al que se sefiere Gilmore es la fertilidad, Un samburu debe tener mucho ganado y muchos hijos. Las apritudes protectoras se caultivan a través de un sistema de clases de edad, marcados por ritua. les especificos, y que van llevando hacia la tan apreciada masculinidad, Existen Los nifios, luego los adolescentes 0 “moran”, y Finalmente los mayores. La adolescencia comienza entre los catorce y quince aiios y se prolonga al menos por doce aitos. Ningiin adolescence puede casarse o ctiar nifios hasta que mata su primer buey. La adolescencia comienza a través dela circuncisién, y el joven no debe dar ninguna scfal de temor © dolor so pena de deshonra para si mismo y para su linaje. Un linaje «que produce un joven que “corris”, queda categorizado como consumic dor mds que como donance de un valor. Existe un tabi de beber leche de las vacas que pertenecen a su propio pueblo, siendo que ésta es una de las principales fuentes de alimento, Gilmore interpreta esta prohibicién como una desaprobacién simbélica de la dependencia. El joven afirma de ese modo que renuncié al pecho materno en favor de las gratificacio- nes més mediatizadas propias del trabajo cultural. El joven no necesita ids ser marernizado, y a partir de ese momento todas las mujeres sera consideradas como receptoras mas que como dadoras de comida Esta caracterizacién promueve la continuacién del comentario antes iniciado, ya que puede deducirse con claridad que, cuando la masculi- id se edifica sobre el repudio de Ia dependencia, los deseos pasivos son proyectados sobre las mujeres. Estas pasan entonces a ocupar un es tatuto inferior, sobre la base de la negacién de su real contribucién social para la subsistencia del grupo, asi como la provisién inicial de alimento y ‘cuidados que brindan al infante, La asertividad femenina se ve inhibida mediante este proceso de rotulado. Por lo tanto, la respuesta al don de fa leche materna ¢s la ingratitud, y la masculinidad dominante no sélo sitve a los fines de la defensa colectiva, sino que cumple esta funcién a ‘expensas de la reversién de la situacién vital originaria de dependencia del Infante con respecto de la madre, con el costa de la descalifc mujeres y la inhibicién del desarrollo de algunas de sus capacidades. én de las Jin el dtea de la sexvalidad, los samburu utilizan el atractivo erético dels jovenes para desafiar a los adolescents a salir a tobar ganado, En ahi coloquil, Ia palabra “apurr” significa tanto robar como seducir. ‘De ese modo, la pasividalnarcisista es cambiada por una actitudhde ab- la actividad. Bsca prictica es sugerente, en tanto nos recuerda que Jos deseos de dominio que encarna la masculinidad, son pattimonio ‘comin de los sexes humanos en su conjunte, 2 Otro ejemplo de lo que Gilmore llama el compo ganadero-guerrero de [Aca del Este, se encuentra entre los Masai*Viven entre Kenya y Tanza- niay tienen el mismo sistema de clases de edad que los Samburu. Para los tsa la masculinidad cs un estatuto que se adquiere, eincluye eoraje fsico afin de salvar a los nifios yal ganado de las amenazas. También attaviesan por una dolorosa cireuncisién La diferencia respecto de las mujeres, que también son circuncidadas, es que éstas pueden pacear y grit. Debo agregar que ésta no es a nica diferencia, La circuncisién mas- culina no limita de ningin modo la capacidad sexual y erbtica del va- rin. Desde una perspectiva simbolica, al dejar el glande del pene a la vista, exacerba ln imagen de poder y placer. La cizcuncisién femenina es mucho més dafiosa para la salud, priva a las mujeres del orgasmo clitarifeb y as sella simbdlicamente como posesiones erdticas de un hombre, que las utilizaré para un placer sin reciprocidad. La descrip- cién de Gilmore evidencia un flagrante androcentrismo. Los varones masai son caracterizados como econémicamente inde- pendientes y valerosos, o sea, dominantes sobre las personas y recursos, Jo que se relaciona con su éxito reproductivo. Un hombre debe ser agre- sivo en el cortejo y potente en la prictica sexual. Sobre todo, serrata de que revierta su estatuto de consumidor, para ser un producto Es necesario agregar otta reflexién respecto de la abnegacién econé- mica, tal como la describe Gilmore, Desde el hombre masai hasta el va- nin urbano de clase media alta, es cierto que los varones de sectores me- dios yalros proveen en muchos casos de dinero suficiente a sus mujeres € hijos. Pero esto no impide que extraigan profundas satisfacciones, tanto del poder que proporciona el manejo del dinero, como de la ade quisicién de bienes valiosos que consideran como propios, tales com autos, barcos,’o ganado, asi como de la coma de decisiones econdmi importantes y del hecho mismo de la acumulacién y del eriunfo an sus semejantes. Las mujeres, por su parte, se sienten valiosas en. can Fémeninas cuando reciben dones econdmicos de los hombres, y en estos casos de la posibilidad de disfrutar de la dependencia, un actitud que esté prohibida para sus esposos. Sin duda existen ventajas desventajas para ambos géneros en este tipo de arreglo. Lo que me pa rece necesario destacar es que de ningiin modo se trata de un sactifc ‘masculino, sino que los sinsabores de Ia masculinidad encuentran un clevada tecompensa. Por otra parte, el-varén proveedor es una creacién histérica que e nuestros dias en Occidente tiende a modificarse, tanto por el he de la creciente incorporacién femenina al mercado de trabajo, comp por los efectos de la revolucién tecnolégica y la creciente crisis del pleo, que afecta més seriamente a los varones en tanto ataca el gje su identidad viril, que a partir de la Revolucién Industrial ha es constituida por el trabajo. En cuanto a la asignacién a las mujeres de la devaluada funcién de con: sumig, debemos tener en cuenta que sin consumo no existe la posibili de produccién, y que en el capitalismo contemporiineo existe una conciencia acetca de la importancia del consumo como fancién econ ica. De todos modos, cualquiera sea la valorizacién de ambos aspect de la actividad econémica, lo cierto es que en las sociedades moderni das, produccién y consumo se comparten, por lo cual habré que b otros emblemas para la masculinidad, asi como para la feminidad. Si continuamos con el estudio comparativo, podemos pasar las ciedades del Este y Sur de Asia. Los chinos, expresan su masculinidad: forma cutiosa, rehusando concurrir ala consulta médica, ya que a derse no es viril. Dado que los chinos proscriben el individualismo, hombre ideal debe desareollar coraje, confianza en si mismo, iniciath ens trabajo se dsciplinad e independiente, en especial respecto de Jas mujeres. Nunca debe quejatse Es importante ser buen trabajador y tenet fuerza, tanto Fisica como mencal Txisce un padecimiento psicosomético, llamado “Koro”. Consiste en sioxomas debilitantes,ansiedad aguda, palpitaciones, molestia precordia- Jes, emblores e ideas de muerte inminente, Podemos considerarlo como ‘un equivalente del “ataque de panico”, que se ha difundido en los ltimos aos en Occidente, Bl sintoma més dramétigo*consiste en pensar que el 1 se-va.a retract y esconder en el vient. O sea que es una expresién fel remora la pérdida de la masculinidad. Se encuentra en China del Sur, Taiwan, Indonesia y se han reportada casos en Tailandia e India, Curio- samente, no desaparece con la modetnizacién, sino que parece aumentar Se han registrado verdaderas epidemias de “Koro”. Afecta a hombres j6- vyenes cuya personalidad es débil y dependiente, con escasa confianza en su virlidad. En sinesis,constituye una forma de histeria masculina, que ana aspectos conversivos con manifestaciones de angustia y que refleja Jas presioncs sociales subyacentes para adquitir masculinidad, {ps bindies se caracterizan por una curiosa coexistencia de una cul- tura hiperviril, la “ksatravirya”, en las dreas tribales influenciadas por Jos coniquistadorcs mogoles, tales como Pakistan, Punjab, Kashmi Bangladesh etcétera, que coexiste con tendencias hacia la androgini presents en otras regiones del pafs. El “izzat” es una concepcién ma- chista del honor viril que va unido a la reclusién femenina o “purdah”, ‘Alas usuales cualidades de sostén familiar, proteccién, asuncién de riesgos y trabajo duro, se les suman actitudes de agresién y venganza en funcién de la autoafirmacién, ‘Al mismo tiempo, existe una poderosa corriente de representaciones Sociales acerca dela ambigiiedad sexual y la ambivalencia respecto de los roles de género, comentado por numerosos observadores. La mitologia hinds cst lena de imgenes andréginas, asi como de hermafroditismo y cambios de sexo. Existen estudios psicoanaliticos que relacionan este observable com la fuerza inusual del vinculo temprano entre madee ehijos. El regreso hacia la madre es un motivo universal en el cual convergen tendencias preedipicas y edipicas. En la mitologia hinds, aparecen relatos acerca de uniones de dcidades maternas con nies, quienes estin en fun. ‘idn de consortes. Al parecer, el culto a Ja diosa Kali requiere una actitud de rendicién regresiva ante su imagen. Se encuentran leyendas de héroes culturales que se feminizaron exitosamente. Entre los varones hinchies existe un notable temor a la impotencia, Algunos teéticos y politicos hinddes, repudiaron expresamente las trax diciones que permiten la expresién de deseos pasivos en los varones, abogando por una cultura viril en aras del desarrollo nacional. El swami, Vivekananda predicé contra los temas andréginos, consideréndolas enervantes, disolutos y afeminados. Admiré el valor britinico, y deseé reflocar la “ksatravirya’. De acuerdo con la opinién de Gilmore, se tra tarfa de una construccién o reconstruccién de la masculinidad, recom- binando elementos indigenas con otros derivados de los colonizadores, fen un culto a la virilidad que constituye una respuesta a oxigencias pricticas del momento, o sea, la “invencién de una tradicién”. Este ejemplo es sumamente interesante, porque sugiere una relacién centre las representaciones colectivas acerca de la masculinidad social y a feminidad, y la actitud cultural generalizada ance la vida. L hind es conocida por su actitud contemplativa y cierta pasividad, que incluso se utilizé en la lucha por la descolonizacién, Parece comprensible {queen esa tradicin la masculinidad no se construya mediante el repudio dela feminidad ya que, mientras se observa una insistencia transhistorica en asociar masculinidad con actividad y feminidad con pasividad, vemos que en exe contexto las tendencias bisexuales, en realidad activas y past vast, tienen la posibilidad de expresarse con mayor libertad. 1B 1987, plane svn er acca da asncain que inte ene dics Freudian oe meal y acivided sco ce eink y pastiad. Feud sense a slr te ‘incl, per no puesta tendenela bemologat ambos ars de pesos. La via Ustomatcling con lo activ dene ear el aq mceculeaal den ominai6n maxing Pars compeendcr ete aspects fel il econlar que Fouculk, en su Hiroe dela Sosa describe qu Ts conducts pass eb posta pra ler vaznes igo de I cae ciudad sto que ease una corespondcnci imaginrs entre pectin sexual y dominic sin embargo, debemos recordar que se trata de un pais pobre, afi do por In superpoblacién el atrAso y La miseria, Para armar un modelo de idencidad genes fomendable renunciar a la actividad consttuctiva, sino que conviene ica compatible con el desarrollo, sin duda no es ce~ epantrla equitacivamente entre ambos géneros. El problema de las fociedades captalistas no es la pasividad y la contemplacién, sino la eslerda concentracién de capital y la exclusién de amplios sectores de a poblacién. En ese contexto, donde Ig 6gica vill ha legado a su imixima expresin, se recutte a las muyéfes en el mundo palico, en dos condiciones disimiles. Por un lado, en funcién tradicionalmente masculina, o sca en la funcién publica, pero aspirando a que aporten teansparencia y confabilidad, con el supuesto de que la rapacidad viril no seri repetida por las mujeres poltticas. Por el otro, asignandolas a poltcas sociales, se las integra en una extensin de su papel tradicional ‘como madres y esposas, buscando que atemperen cl rigor “paterno” yy hagan asi soportable la dura ley de la vida, en su versi6n patriarcal ‘apitalista. Pro el sistema en si mismo no tiene conexidn con lo que tradicionalmente se asigné a las mujeres, o sea las devaluadas aunque indispensables caracteristicas de consumo, dependencia y vulnerabili- dad Tampoco se conecta con las fortalezas tradicionales que las muje- ref supicron desarrollar al interior de su condicién subordinada, como ser: la resistencia, la supervivencia, el cuidado de los debiles, y la rea- linaci6n de maltiples funciones en apariencia incompatibles, mediante fa creacibn de redes solidarias. Tal ver, si tomamos como inspiracién el intento de reconstruccién culeural del swami Vivekananda, podamos disefar un modelo para ambos géneros que cultive modalidades subje- tivas adecuadas para un desarrollo con equidad. Los japonetes desarrollaron una nocién de masculinidad que tiene algo ‘en comin con los ideales occidentales, pero al mismo tiempo comparte algo de la flexibilidad polimorfa de la cultura hind, Dentro de una tra- dicidn que cultiva el sentido del deber, el honor, la subordinacién a los Imeresescolectivos, la diligencia y la renacidad, existen dos tendencias, tuna més dura o machista llamada “koha’ y otra més bland, denominada “nanpa’, mds adecuada para el hombre que ttabaja en una empresa En Japén, es muy importante conciliar los intereses privados con el inte rés general. El camino hacia la masculinidad es duro y supone pruebas, Existen tradiciones guerreras, vinculadas al cédigo samurai o “bushic do”, vinculadas con una lealtad ciega hacia el sefior y su familia, 0 seq tuna Iealtad no cuestionada hacia la autoridad constituids. El egotsmo «s un vicio mayor; y el auto-sacrificio es valorizado. En las mujeres se caltiva la “vergiienza”, y las virtudes domésticas. Ast como el samurai itinerante era heroico y promiscuo, el hombre de empresa adapta esos valores a la necesidad de integrar una organizacién estable. El héroe iarcial era arrojado pero sabio, de estarura pequefia pero tenaz, sincera « idealista, Bl auto-sacrificio llegé a su exacerbacién con los “kamikae 1228" 0 guerreros suicidas, que no suponian que tendrian una vida en ef mis alld y sélo ansiaban reconocimiento, para morir como hombres, Esta es una versién de la masculinidad, donde el aspecto letal se mues. «ran forma descarnada, El objetivo vital era saldar la deuda que se ha contraido con los padtes y con la comunidad. Latradici6n “nanpa” presenta un héroe aventurero, que resuelve pro- bblemas, pero es bondadoso, paternal y tiene fortaleza interior. La lealtad filial es muy importante. Eficacia y actividad constituyen valores con temporineos. Fl espiritu de empresa al servicio de la nacién, la familia y la compafifa ¢s considerado masculino. Lo que separa a los hombres de los nifios es la aceptacién de las responsabilidades sociales De esta caracterizacién se desprende que las mujeres son asimiladas a los nifios de forma imaginaria y que se rescrva para los varones todo lo que sea considerado como virtud ciudadana y adultex social, Las mujeres japonesas suelen adquirir importancia en el interior del hogar Es verosimil conjerurar que la negacién omnipresence de las capacidades femeninas de crecimiento, responsabilidad y adulter, deriva de la envidia masculina ante la posibi- lidad que poseen los cuerpos femeninos de embarazarse, dar a luz y ali- tuna ver que han entrado en la menopau pentara os bebé Esta hip6tess fue planteada entre otros autores, por psinamalsas como Karen Horney (1926) y por antropélogas como Francoise Heriter (citada en Sullerot, 1979). Pasaremos ahora analiza, siempre siguiendo a Gilmore, dos'excep- sdones esta tendencia general a elaborar una masculinidad asociada al dominio, valor, provisién, proteccién y promiscuidad. Como vimos, Jnexistencia de sociedades en las cuales la mascufinidad no es un valor esacado,desaca cl peso de as variables eylales por sobre puesta esencias transhistéricas, we En Tahiti, existe una falta de difergnciacién entce los roles sexuales, que resulta extraia para los observadores occidentales. Las mujeres ta- hitianas tienen un estatuto elevado y pueden hacer casi todas las cosas quehacen los hombres. Hay mujeres jefas ce tribu, que detencan poder real, algunas mujeres dominan e incluso castigan a sus maridos, pueden participar en deportes con varones y conversan libremente con todos, ‘in estar recluidas. El pintor P. Gauguin describi6 a los hombres de esa cultura como andréginos, diciendo que enconts6 algo viril en las muje- 1es, algo femenino en los varones. ‘Otros obscrvadores reportan en el mismo sentido: los hombres no paregeh més agresivos que las mujeres, y las mujeres no son ms suaves © maternales que los varones. No existe divisién sexual del trabajo, ni angustias para probar la masculinidad. En las conversaciones, los Jhombtes no muestran rechazo por identificarse con posiciones feme- ninas. El afeminamiento masculino es frecuente y aceptado. No hay distinciones gramaticales que indiquen género, y los nombres propios se aplican indistintamente. Los hombres no protegen a sus mujeres respecto de los extraiios, sino {que promueven que éstas se ofrezcan sexualmente. Parte de la hospi talidad era oftecer sus hijas. No cazan, no guertean ni tienen organi- racién feudal. La economia promueve la cooperacién, Los hombres ‘comparten como valor la “timidez”, que proscribe la venganza. Exis enrrealidad prohibiciones respecto de la agresién, Sin embargo, se encuentra un rito de pasaje para los varones, con sistente en una superincisién del pene. Se racionaliza diciendo que saludable y no constituye un test, ya que los niffos pueden Hlorat Las priicticas homo: blo existe un “mahu” similar al “berdache” de los indios americanos) Plains, 0 al “xanith” de los musulmanes omanies. Es un transexual que! lige scr una mujer honoraria, Es altamente respetado. Vive como una. mujer, se afeita,viste ropas femeninas, y realiza finas labores femeninas por las cuales es apreciado, Son homosexuales practicantes, entrete: ido a jévenes y a hombres mediante el ofiecimiento de sodomia y felacidn. El hombre tahitiano “normal”, usualmence asume la posicién pasiva en su relacién con el mahu, Podemos agregar que en la relacién que se contrata entre varones y travestidos en las ciudades de occidente, ambién el “travesti suele ser demandado como activo, pese a que «st no es su preferencia sexual explicita, Tal ver esta prictia represente, en- cuales masculinas estan aceptadas. En todo pues tre otros motivos, una forma refinada de violentamiento respecto de las varones que desean ser considerados como mujeres, ya que los clientes parecen gozar contrariando a un sujeto que prefiere ser penetrado, al exigirle penetrar a cambio de dinero, Gilmore concluye que, entre los tahitianos, la masculinidad no cons situye una categoria importante Los semai son un pueblo de Malasia que tampoco ha desarrollade tun esquema de género. Pequefios en cuanto a tamafo fisico, han su: frido sucesivas derrotas por parte de pueblos vecinos mas belicosos, y reaccionaron adoptando una politica de huir en lugar de luchar. Se caracterizan por su diversidad genética, producto del hecho de que no defienden a sus mujeres de avances sexuales extranjeros. La agresividad, gue consiste en resist los avances de cualquier otra persona, ya sean de indole sexual u otra, se denomina “punan” y es tabit, Todo acto que feustra a otra persona, por moderado que sea, es “punan”. No existen los celos sexuales y el adulterio es rampante, Los nifios producto de uuniones con extrafios son bien tratados, porque ellos no soportan ver nifos descuidados. Los hombres semai no se preocupan por el i... Ja parernidad o las barrerat sociales. Han incorporado esa auto imagen pacifista en el nivel subjetivo fo parte de los ideales para el Yo. Ellos suelen decir: “nunca nos - “cuando nos amenazan huimos". Son famosos en Malasia imide y actitud masoquista. A menudo se refieren a su propia sui Meriridad respecto de otros pueblos, se lamap ast misios“slvajes, ‘obeusos y estipidos”. a ‘Como no se puede disciplinar a los nifiggcaparecc el concepto de “bood”, que significa no tener ganas de hacer algo, y cuando los ifos eben alge= tna indicacion, basta que expresen: “Yo bod”, pata cerar el aunt ‘Ana Maria Fernéndez?, se refirié a una tendencia semejante que ob- serva entre os jovencs de Occidente, En ocasién de reclamar a un cola hporador docente el cumplimiento de una tarea encomendadsa, el joven respond: “Lo que pasa es que no es mi deseo”, Le result ilustrativo ‘onfrontar su I6gica personal, sustentada en el cumplimiento del deber, ‘on la logica de su joven colaborador, basada en la realizacién del deseo. Una percepctén semejance me motivé a recomendara los odontopedia- taas,en ocasién de un congreso de esa especialidad donde fui invitada comosexpositora, a que sustentaran las campafias de promocién de la ‘salud bucal en suscitar el deseo de ser limpios, més que en el temor a las caries dentales. Cualquier inferencia acerca del futuro de Occidense queda por cuenta del lector Volviendo a los pueblos exéticos, recordemos que los semai no dis- tinguen entre espacio piiblico y privado, ni recluyen o protegen a sus ‘mujetes. El concepto de “s{ mismo” carece de sentido, Ponen muy esca- soacento en la propiedad privada, indiviclualismo 0 ambicién material Su economia es de subsistencia. Queman parcelas y las cultivan. No ‘existe la propiedad privada de la tierra, ni de las herramientas 0 tiles de labranza. Les gusta cazar y sélo lo hacen los hombres, utilizando 2 Tonenis pesca en el Congreso Metropolitano dela ocicin de Picblogos de Buenos ‘Ais, 1998. para ello una pipa de soplar dardos envenenadlos, hecha de bambi. $4 oman piezas pequefias, cuya caza no es riesgosa. que eligieron luchar para sobtevivir. Dado que no existe una pre- osicién genética en ese sentido, esas actitudes deben set aprendidas veces con gran esfuerzo, Los pueblos que cligiion huir ante el w nceestaron construirideologas de la masculinidad. Este pueblo asigna escasa importancia a las diferencias sexuales, pe el géneto se registra en su lenguaje en forma destacada, siguiendo ef importancia ala edad. Las mujeres participan en la discusién de prob ‘mas colectivos al igual que los hombres, aunque pocas entre ella leg a ejercer Ia jefatura riba La divisién sexual del trabajo es una opcién preferencial, no prescrip. tiva ni proscriptiva. Sin embargo, si alguien cruza géneros en cuanto la actividad, se espera que se destaque en ese campo. Por ejemplo, parteros masculinos son muy prestigiosos y las jefas mujeres in mente poderosas. Existe una asoci Jato del guia acerca de que la ttima reina maya habia dng dl deren su hijo Pakal, quicn de ese modo se hgbitia constiuido en el ex gobernante masculino, Seria interessiteindagar acerca de la jén simbélica entre pene y arma, comin a todo los pueblos cazadores. Por ese motivo, cuidan y elaboran mucho ss ipas-arpones, En sintesis, en ambas sociedades, la tahitiana y la semai, los hom bres son relevados de la obligacién de probarse asi mismos a través enfrentar tiesgos. No existe la busqueda de recursos naturales y por tanto no es necesario competi o enfirentarse. Dado que la economia cooperativa, la ambicién resulta devaluada, El auror concluye que existe una clara correlacién entre las ideolog respecto de la masculinidad y el estilo cultural disefiado para vivir en contexto material, Gilmore discute el peso relativo de las condicios ‘materiales y la ideologia. Sin poder resolver la cuestién de la causa pie ‘mera, al menos se puede suponer una relacién de retroalimentacién e la cual, la ideologia, una ver establecida, asiste e intensifica cf estilo adaptacién al medio ambiente. Si una cierta respuesta es favorable p lasupervivencia del grupo y al mismo tiempo reconcilia las necesid sgrupales ¢ individuales, supone que existird una tendencia a retenet aexistencia de excepciones confirma, como dijimos, la teoria femis ta acerca de la construccién social del género. Las culturas que creat Ja ideologia de la masculinidad parecen ser, de acuerdo con Gilmor se pregunta si existe una estructura profunda que constituya otipo global de la masculinidad. Si bien existen sociedades que una masculinidad basada en el logro y otras que permiten que bres se relaen y sean pasivas, el tipo presionado de masculinidad ce sere] més fiecuente. La vida en la mayor parte de los lugares es dura ey los varones se hacen cargo de las tareas peligrosas por ca swanatomia. Las ideologias acerca de la masculinidad fuerean a los es a adaptarse so pena de verse desposeidos de su identidad, lo que dad se asocia con el sre. Si bien las mujeres tambien deben rea- sctifcios para adaptarse a sus roles de género, ells estén generalmente el control de los hombres, por lo cual la coercién es mis directa, Los en cambio, especialmente en contextos atomizados, no siempre bajo el control de otras, por lo cual se requiere crear una fuerte ideo- ‘Las normas internalizadas garantizan su desempefio, ore supone que la masculinidad es una respuesta especifica ante dé- its estructurales y psicoldgicos. Los hombres tienen como obligacién en. a mayor parte de las culturas, impregnar a las mujeres, proteger a quienes den de ellos del peligro y proveer a sus descendientes y parientes. Ese personaje casi global se puede llamar “Hombre-Fecundante- Protector-Proveedor”. Sin embargo, pese al elevado prestgio atril do ala masculinidad, para ser hombre, es necesario aceptar que se es prescindible. Las ideologias de género son representacioncs colectivas que ptesionan, a la gente para actuar en ciertos modos que implican a menudo sacri cios, pero que usualmente tienen wna finalidad adaptativa inditecra, Los datos muestran una estrecha conexidn entre la organizacién so- cial de la produccién y la intensidad de la imagen masculina. Por lo tanto, las ideologias de género reflejan las condiciones materiales de vida. Dice el autor citado: “Podemos earacterizar a la masculinidad (..] como una confabulacién ‘itica que santifica la constructividad masculina {..] Su umbra erkico representa el punto en el cual el joven produce mds de lo que consume y da ‘mds de lo que toma. La masculinidad es la barrera social que la sociedad debe evigir contra la entropia, los enemigos bumanas, las fuerzas de la na- suraleza, el tempo y toda las debilidades bumanas que ponen en peligro la vida del grupo.” Gilmore considera que su funcionalismo dialéctico reconoce una fie liacién marxista, no por su énfasis en las condiciones materiales, ni por la relacién dialéctica entre condiciones materiales ¢ ideologia, sino de- bido al supucsto de que toda formacién social es producto del trabajo hhumano actuando sobre la naturaleza. Toda formacién social duradera ‘equiere pata su continuidad y progreso de un nivel sostenido de traba- jo, que produzca orden y sentido a partir del flujo de la naturaleza, ‘Sin embargo, no toma en cuenta un aspecto fundamental de la teoria ‘marxista, como ha sido su énfasis en el conflicto existente entre diversos sectores sociales, y en la tendencia humana a explotar a sus semejantes, estableciendo relaciones de dominacién. La sociedad que percibe Gil- ‘mote parece un conjunto homogéneo, cuyos intereses son comune co no es ash y lo que beneficia ¢ ciertos sectores puede perjudicar a ‘nos. El feminismo ha cornado visibles los perjuicios que el sistema sexo-géneto caracterizado por la dominacién masculina ha ocasio- jhado a las mujeres, para permitir con posterioridad la percepelin de algunos inconvenieates ocultos en Ia aparentemente favorecida con- dicidn masculina. Por otra parte, parece explicar los modos de ppoduccién en fancién ide las caracteristicas del ambiente natural er€I que se desarrolla cada ‘ealtura. Esta perspectiva ignora la imporgaincia de lo que se ha llamado jas mentalidades”, aspecto desarrollgdo en Francia por una corriente hristoriogrifica, Si atencemos a la consticucién de mentalidades colecti- sas, diferenciadas de acuerdo con cada época y lugar, obtendremos una hpetramienta més compleja para analizar el surgimiento de los modos de produccidn y dela idleologias sociales asociadas con los mismos. Un ejemplo ilustrativo se encuentra cuando comparamos el uso diferente que chinos y occidentales dieron a la pélvora. Mientras los primeros la templearon para fabricar fuegos a segundos elaboraron armas para la conquista de territorios y la lucha iclales con fines ceremoniales, los on otros pueblos. El invento fue el mismo, pero la mentalidad tradi- ional j- conscrvadora de una sociedad contrasté con el espiritu innova- dor, Conquistador y aventurero de la otra. Fl autor agrega a la consideracién acerca del ambiente material y la ideologia, un factor psicol6gico, ya que la regresion psfquica constituye el obsticulo principal para ef desarrollo del trabajo humano, el mayor Impedimento para su constructividad. La regresiOn tiende a evadir la tealidad y retornar a estadios anteriores del desarrollo. Por ese motivo, se ha creado una masculinidad reactiva, contrafébica. Cita a Freud, quien relacioné la regresién con la pulsién de muerte y a Kohut autor que a través de su concepto del Yo Bipolar describe un polo derivado del objeto del Yo maternal, 0 sea de la simbiosis con la madre, mientras que el otro, es el polo que involucta los ideales masculinos. Re- tomaré esta cucstién cuando discuta la propuesta de Stoller y Heerde. Gilmore destaca el aspecto nutricio y dador de la masculinidad, como el auto-sacrificio que demanda. El aspecto nucticio de las mujeres resulta més evidente, ya que ellas nutren con sus cuerpos y con su afees tividad. Pero los hombres también nutien a su sociedad, dlerramand su sangre, su sudor y su semen, trayendo comida a casa para las madres y los nifios, y produciendo nifios. Para cumplir con esos propésitos, de. ben ser distantes para alejarsea fin de cazar o luchar; son egoistas con d fin de amasar bienes; para ser buenos con los suyos, deben ser fuertesy hasta despiadados con sus enemigos; para amar, deben ser agresivos en el cortejo. Todo es0 no ¢s innato y requiere un doloroso aptendizaje, ‘Una ver. terminada esta caracterizacién, debemos analizarla con pone deracién, reconociendo que el esfuerzo feminista por hacer visibles log efectos de la subordinacién social de las mujeres, no ha petmitido en los primeros tiempos destacar los aspectos positivos y adaptativos de ly masculinidad social. Sin embargo, la visién del autor oscurece el con: ficto y no ilumina los aspectos abusives y ofensivos que tan frecuente- mente se han asociado a la masculinidad. Estas cuestiones son de gran importancia, debido a que estamos en tun periodo de cambio revolucionario respecto de los roles de género sexual. Tal vez el modelo de masculinidad y feminidad que se estable- ci6 en la mayor parte del mundo, haya sido la respuesta que los grupos humanos encontraron en es0s tiempos en su biisqueda de la supervi vencia. A fines del milenio, existe una biisqueda mundial de modelos innovadores, acerca de los cuales Elizabeth Badintes, (op. cit.) da buena ‘cuenta, cuando se refiere a los diversos estilos alternativos que algunas sociedades avanzadas han ensayado respecto de la masculinidad social. Una teoria acerca de las relaciones de poder Para conftontar la posicién funcionalista de Gilmote, puede resultar itil analiza el texto de Maurice Godelier, un antropélogo marxista que, como dije, se dedies al escudio de la tribu Baruya de Papiia Nueva Guinea, en La Produecién de Grandes Hombres (1982), el auror acara que “qabjero de su esti es el pods; yen especial el poder que un sexo jerce sobre el O10. : ! rapias fueron independientes hasta 1960, y su organizacién so- ect de lases sociales y de Estado. Actualmente estén bajo el jnio australiano. : : eitecso de que no hubiera clases sociales ngsuponia que no existie ran desigualdades: = in, la oprein incluso “fal la desiqualdad entre losses, suboninain, la presi Isc de sae son rida scala ai con ene de ls clas scales, sino que som anteriores a els y asen otra ture” Gon estas palabras, Godelier nos informa tanto acerea de su vision con- ici, no fancionalista, como de su distanciamiento con respecto de a Jhipétsis de F Engels (1884) acerca de a condicién de las mujeres el sur- gimiento de a clases sociales. Engels consderaba que las mujeres ulieron fina derota histércaa partir de a acumulacisn de riquezas por pare de los yatodes,consecutiva al desarrollo dela agricultura de arado y de la ganade- ta, Porconsiguinte, su hipéess consista en suponer que la opresién de fnero ha surgido como resultado y a la ver exponente de la estratificacign social la acumulaci6n de recursos por parte de un sectos en este caso los vyarones. Godelier parece sugeric que las jerarquits tienen un origen menos material, més relacionado con el poder y con el narcsismo. Bre los baruya,existen jerarquias sociales encre los varones. La pro- duecién de “Grandes Hombres” es el complemento de la dominacién masculina, También exsten mujeres destacadas, pero rodas ella son con- sideradas infeiotes a los hombres. Resulta Uamativa la disociacién exis- tente en esta tribu entee el poder y ha riqueaa. "La riqueza no da poder y el poder no aporta riquezas.” Godelier explica esta caracteristica sobre la base de que, para el in- tercambio de mujeres, éstas no son equivalentes a riquezas, ya que una mujer sélo se compensa con otra mujer. Cuando discute la importancia relativa de la sexualidad, el autor con- sidera que ésta aparece como un discurso destinado a brindar legitimi dad y sentido a las jerarqufas existentes. “os varones se adornan mucho més que las mujeres, cuyo aspecto es deslucido. Existen una 0 mas casas de hombres, rodeadas de una palizacla y prohibidas para las mujeres, Los varones viven alli dese ‘nueve afios, edad en que se inician, hasta los veinte o veintih afios, “edad en quese casan. En las ottas casas viven los maridos con sus mujeres ‘yeces varias de elas-, sus hijas no casadas y los varones menores de afios. Pero aunque este espacio es bisexualexiste una segregacion sqqal en su interior. Cerca de la puerta viven’fa mujer y los nifios. Mas ddl fuego del hogar, esté el espacio del“marido y alli van los hombres jtantes, Las mujeres nunca deben pasar por encima del hogar, porque genitales pueden abritse y contamina los alimentos masculinos. En cuanto a los medios de subsistencia, las mujeres pucden trabajar tierra pero jamas la poseen. Los titiles y armas son fabricados por los “El predominio visible de la sexualidad aparece como disimulado reco. nocimiento de su invisible subordinacién a las demds relaciones existentes entre los hombres y las meres.” Sobre la base de este concepto, Godelier cuestiona el papel fundante que el psicoandlisis asigna a la sexualidad en la construccién de la subjeti- vidad. Tiende a considerarla como un aspecto particularmente adecuado ombres, incluso los bastones de cavar que usan las mujeres, Existe una para brindar racionalidad y consolidar as‘ las relaciones de poder. lusiin de las mujeres respecto del uso de armas, ya que la guerra y la En su estudio, destaca los esfuerzos masculinos, ocultados a las muje ‘aaa son consideradas como tareas de hombres. También estén exclui- res, para producie sin ella alos “Grandes Hombres” de la produccién de la sal Los habitantes de la antigua Papuasia vivian en estado de guerra Puede advertirse que la visidn de Godelier esta muy lejos del funciona- perpetua entre ellos. Los baruya fueron un grupo expulsado de su Este autor, considera que la divisién sexual del trabajo y los roles tetritorio originario y que luego se apoderé de otro. Son una tribu -género, lejos de constituir artilugios destinados a la supervivencia del acéfala compuesta de quince clanes. La residencia es patrilocal. Viven spo, son recursos para establecer las jerarquias sociales, y la domina- cn una regién montafiosa y son agricultores, criadores de cerdo y ‘masculina como el arreglo basico sobre el que ellas se sustentan. productores de sal vegetal de potasio. Hasta 1940 utilizaban herr Tas mujeres son recolectoras de bayas ¢insectos, matan a bastonazos mientas liticas, 0 de hueso y bambd. Luego tomaron contacto con tas 0 peces y pescan ranas, En cuanto a la agriculeura, los hombres los productos de Occidente, el hacha de acero y el machete. Cultivan in el bosque y las mujeres desbrozan el sub-hosque, recogen los basicamente patatas dulces. La propiedad del suelo es colectiva, y las. sérculos y los cuecen. Ellas crian cerdos, cultivan cafas y hacen tapa- mujeres conservan el derecho de utilizar el suelo de sus antepasados, peto no lo heredan ni transmiten, Existe una clara divisién social del trabajo por edad y sexo. La primera impresién de Godelier le mostré la existencia de una fter- te jerarquia, primero, entre hombies y mujeres y luego entre todos lo ocinan y crfan a los pequetios. Godelier compara ambos tipos de trabajo y concluye que las tareas meninas, exigen menos fuerza fisica utilizada en forma intensa, ican menos riesgo de accidentes, exigen menos coopcracién material tr individuos y demandan menor creatividad. Por esos motivos son hombres y los guerreros, lamados “aulatta”. calificadas como inferiores. Ahora bien, la divisién del trabajo no sitve como causa explicativa del dominio, porque lo presupone. Es decir que si bien algunas de las tareas son més dificiles para las mujeres, otras les sesultarian perfectamente accesibles y sin embargo les estin probibidas, Da la impresién de que Godelier, en su afin por hacer visible la dome nacién, no registra que existe una cierta funcionalidad en algunos arte- slos. En todo caso, podemos conjeturar que el dominio se ha montado sobre esa racionalidad,estlizando excesivamence los roles y construyendo jerarquias sobre la base de los mismos. En la distribucién de a carne de caza las mujeres reciben los peores trozos, (Gilmore relaaria la misma situacién destacanclo que son los varones quienes aportan proteina animal), Sobre la came de cerdo, criado por las mujeres, as tienen mis derechos, peo los hombres controlan el proceso. En cuanto al dinero, las mujeres obtienen un poco vendiendo patatas y lo guardan para sus gastos. Pero también espetan que los hombres compartan con ellas lo que ganan en las plantaciones. En el rerreno de las précticas mégicas, los hombres poscen un poder ‘mayor que las mujeres respecto del cultivo de tubétculos, y lo mismo ‘scurre para la fabricaci6n de la sal, la construccién de casas y la cxza. Las 'ujeres gozan de mayor reputacién en lo quese refiere ala ctia de cerdos, el cultivo de los jardines de caas 0 el deseo de tener 0 no nifos Entre los baruya, el acto sexual es peligroso porque contamina y debi- lita al hombre. El peligro emana de las secreciones vaginales de la mujer yen especial de su sangre menstrual. El parentesco baruya es patrilineal y el matrimonio, respecto del cual hay diversas alternativas, se realiza sobre la base del “ginamarc’, 0 sea, dcl inrercambio directo entre hermanas. Como vimos, unia mujer s6lo se compensa con otra, y los tomadores son inferiores a los dadores. En las sociedades donde las mujeres se obtienen mediante el pago de tuna dote, se abre la posibilidad de acumular bienes para acumular mu- jeres, o viceversa. Esta es una condlicién esencial del poder de los “Big Men’ de otros grupos. los modos, los hombces ejercen visiblemente més poder que y ejercen ese poder sobre las mujeres. Una mujer baruya puede negarse a aceprarun esposo, pero éta es una decisién muy grave, tue el matrimonio de sus hermanos depende de ella. También inter- Ben la conceriacién de alias para sus bijs,y para dar opinida ‘onsultan al clan de origen, Sin embargo, una mujer no puede aban- donat a su marido una vez casada, mientras“que un hombre tiene el derecho de repudiar a una mujer y envy ‘aunhombre de otro linaje. A la mucH€ del marido, su esposa o esposas son distribuidas entre sus hermarros o primos paternos. Sin embargo, tuna mujer mayor puede ir a vivir con alguna de sus hijas. Godelier sintetiza los fundamentos del poder masculino en la exclu sién de las mujeres respecto de: la tierra, los ditiles para roturar, las armas, la fabricacidn de sa, los objetos sagrados y el parentesco. aun herm: 10, 0 incluso “Las mujeres baruya estén por tanto subordinadas a los hombres mate rialmente, politicamente y simbéblicamente,”” En esa sociedad se registra la existencia de violencia fisca y violen- Gia psicoldgica(insultos, desprecos,ideologias que rebajan) hacia las mujeres. Pero se require de consentimiento para la dominacién, y se cxean dispositivos sociales y psicoldgicos para creatlo. “También existen diversas formas de resistencia. La “mAquina’? que produce el dominio de los unos y el conse ninas y masculinas. Parafraseando al mismo Godelier, podemos considerar que su teo- rfa es una “maquina” de resistencia, mientras que Gilmore ha elabo- rado una “maquina” para lograr algiin consenso respecto del actual sistema de géneros. jiento de las otras son las iniciaciones feme- Estudiando el ciclo de vida de un hombre, Godelier relata que mien- tras es bebé el padre no lo mira, y sélo cuando llega a los doce 0 quince 3 Ged cmpe a dcnnninacin “quis” como un sinbnimo de ko qu prs Foucal Don salt, bubicen sd desea como un dps de sega soi 114 su madre en las tareas domésticas. Cuando se anuneia la puber le perfora la nari, por parte de alga pariente, A lee quince i. ‘8 fos mens, Avisa a su madre y va la parte ba de agen it espacio reservado a las mujeres. Se aloja en una chova de sant hicrbas construida por sus patientas femeninas sin comecy call beber esperar la ceremonia “ichangitni’, “a Lavan a visitar pero ella casino responde, foturo suegro le enviaré una docena de cap ‘queda comprometida, Las amontona sobre El dia de la gran ceremonia, hijos chicos, Hevando redes con luna hoguera central en torno de fas mujeres bajan al rio con las i vwuelven a la aldea. Los hombres La joven es levada cerca de la erosimil pensar que se elaboran explicaciones pseudo-tacionales fescurecen el dominio masculino y la utilizacién que los varones. respecto de las mujeres, para satisfacer su erotismo, fijado en la mulacién oral por las pricticas homoeréticas entre noviciés, y ala ‘manceneslas a distancia por temor a la reincorporacién de la vulne- pilidad depositada sobre ella. 7 wrante la noche, cada tanto, las j6venes, gepresentan escenas para fara la iniciada sobre sus deberes, migftras las ancianas no cesan Jamenazarlas. Al alba, las iniciadas y stis madrinas descienden discre- rente hasta el rio, la madrina se retuelca en el barro con la iniciada “jmitando Ja cépula. Después se lavan y permanecen de cuclillas en el ua, Se cubren con follaje y esperan a las demas mujeres. Al parecer, las ‘recién paridas amamantan a las iniciadas. Godelier ve en ese tito secreto ~ una forma de resistencia femenina contra la hegemonia de los hombres, ‘ya gue valoriza la leche matetna, desdeftada en ese sistema simbilico en ‘encficio del semen. TLuego todas bailan y se restriegan con ortigas, haciendo como que ‘no les duce, y restriegan fuertemente a la joven, mientras le dicen su nombre de iniciads. Godelier compara los diez afios de ceremonias sucesivas que se requie- ren para llegar a ser hombre con esa tinica ceremonia femenina. Los hom- ye fabrican taparrabos, as de comteza. Si as acep ‘su cabeza. cientos de mujeres se reiinen con s comida y mantas pata la noche. Hay Ja cual comienza la ceremonia. Lueg iniciadas y al mediodfa siguiente la de. tienen prohibido asistir, hhoguera y se sienta sobre as picrnas de nuda les va a dar una piel nue vay rele aston de cavar dirigen ax si Vie engas agresivas atlas j6venes, con el siguiente contenido: No deben resin los dea sexuales del marido, no deb i » no deben permitir el acercamiento de otros hom. bres, no deben reise del matido, no deben cortar canes sn ge rom excepto si llegan visitas. Tampoco deben matar a su & ya que los hombres se encariaian ma tn ere al pan més de hacer jardines, is cuando tienen hijos y se preocu- bres denigran a las ceremonias femeninas, y temen que ellas se junten para reise de ellos, humillalos y lanzarles sus “porquerias”. Por cso las hhacen objeto de asaltos simulados cuando ellas retornan a la aldea. El contenido de la ceremonia femenina es aceptar el dominio masculino. Bl autor detalla las funciones atribuidas al esperma masculino: produ- «ce los hijos, si predorninan los fluids femeninos, seré nifa, silo hacen los masculinos, nace un vardn. También alimenta a las miajeres para for- talccerlas y para que tengan leche y alimenta a los novicios pata mascu- linizarlos. Los donadores de semen son muchachos virgenes,jamés po- dian ser casados, lo que seria considerado humillance, Se forman parejas hhomosexuales transitoris, prematrimoniales. Desconocen la sodomia. de beber a las iniciadas, como simbolo del pene. Entre los baruya, se acostumbra a practicar la “Taio tia de Ia desfloracin sino luego de reglas y partos, con el Propésito de Ge las mujeres recuperen sus Fuerzas. Podtiamos pregunteracs a a pricticaserélograr que los hombres obcengan '¥contaminacién que atribuyen al flujo menstraal, orgasmos evitando L El espetma es considerado como la més poderosa y nutricia de sustancias corporales y se utiliza para otorgar legitimidad a la domi nnacién masculina, Existe remor y asco ante la sangre menstrual, que «es percibida como sucia y contaminance. Se supone que debilita al :ujeres, asi como podria debilitar a los hombres. Por ese motivo, sepregacién de sexos. Las mujeres no pueden evitar dejar caer fluida ccorporales sobre el suelo, el cual esté habitado por gusanos y setpientes aque toman esas sustancias para enfermar y matar al hombre, a la mujee y asus plantas y cerdos. Las mujeres son consideradas por lo tanto, como contaminantes y peligrosas. La mujer no debe estar arriba en el coito por que podria derramar sus fluidos sobre el varén. Los adultos no se besan, pero si besan a los bebés Las relaciones sexuales son potencialmente peligrosas y contaminants, y hay que rodearlas de rituales. Una presa de caza, una vex muerta, coma ef género femenino, Bl ‘masculino designa el movimiento, la vida y la fuerza, y el femenino sus ‘opuestos (debilidad fisica, pasividad e ignorancia). Los baruya ticnden por un lado a negar o minimizar los poderes fe- meninos, asi como a suponer que los varones deben dar poder a las mu jeres. Sin embargo, existe la idea de una creacién primordial femeni de todas las cosas inventadas que confieren superioridad a los hombres Jas fautas, los arcos y la sal. Pero, de acuerdo a sus mitos, los hombres se apoderaron de esas cosas con una violencia que resulré necesaria para que reinara el orden. Godelier considera que los mitos son actos de violencia, instrumen tos de legitimacién de la dominacién masculina. ‘Cuando estudia ls jerarquias sociales intragéneto, destaca que existen mujeres chamanes (nunca tan poderosas como los chamanes varones) ¥ guerteras, en el sentido de ser fuertes y agresivas. Las jerarquias entre los hombres son cultivadas con mayor cuidado y se dividen en guetreros o “aulatta”, chamanes o “kulaka”, hombres con “kwaimatnie”, (objetos iigicos que sdlo poseen los que pertenecen a clanes conquistadores), ‘earadores de casuatio o “kayargumala” y el “tsalmaye” o fabricante ‘al prvilegio de los hombres con “Iewalmacnie” es que les ofrecen Joss. No participan en la primera linea de las guerras, y no intercam- ‘al, Son considerados como los postes de la “tsimia”, Su préstigio no les reporta poder politico, ni ventajas materiales. Ellos son los guat- janes del dominio de los hombres sobre las mujeres. “fu) lo mascalino (os hombre) para domingi-dbe contener el poder de seine, y pare contenere debenaproptie primer de heroine elas mujeres originarias que son sus primeros soportes.” Estas jerarquias entre varones constituyen la consecuiencia Iégica de una sociedad que inicia su estratificaci6n a partir de la dot una masculinidad hegeménica, que representa el ideal 1 criterio organizador para todos los hombres. Al mismo tiempo, ta modalidad masculina teafirma la supremacia de los hombres sobre das las mujeres, Entee los baruya, los guerreros representarfan este “ideal, dunque existen diversas modalidades de jerarquia social, algu- ‘has de origen hereditario, como es el caso de la posesion de “ke natnie”, mientras que oteas pueden ser adquiridas sobre la base de cetistcas genéticas (Fuerza y tamafio corpora) y subjetivas (coraje habilidadcs aprendidas). Podemos pensar que en las actuales socie- des avanzada el sistema de géneros funciona de modo semejante, si I, y sirve enemos en cuenta que, mientras en los sectores bajos y medios mu- 8s mujeres aportan en forma paritaria para el sostén del hogar, y en “ ocasiones son las proveedoras principales debido al desempleo de los “exposes, los altos puestos dircctivos y el poder econémico sigue estan- ‘do.en manos masculinas, como nos lo recuerda con cierta deleccacién Gilles Lipoversky (1999), un sofisticado y postmoderno defensor de la dominacién masculina. 6 los nexos entre pagler y erotismo son complejos, y di- Si retomamos la relacién que se plantea entre sexualidad y pod me la Gia que para Godelier, i senualidad esti ad a am 4 ps autores les asignan un orden de precedencia diferente. Tal ver. quina veni ‘locua” para dar racionalidad a arreglos de poder que son ajenos. No considera que en una sociedad sin clases se revertiria la dom nacién masculina, En diltima instancia, no elabora una hipétess g explique el origen y sentido de la dominacién masculina, pero la tom Visible en forma inequivoca, El aspecto mis sugerente y a la vez polémico de su estudio, es se opino, el cuestionamiento que realiza acerca del rol fundance que el p Coandlisis ha asignado a la sexualidad para la estructuracin de a subje ‘ividad humana, Parece subordinar la sexualidad alo arreglos de po considerindola como una herramienta eficaz para instalarjerarquias, Su énfasis en el conflcto deriva de la importancia que asigna a ls relaciones de poder. Cualquier intento fancionalista de atribuir ung legitimidad sustentada en la supervivencia grupal a la dominacién mas- culina, esta ausente de su discurso, Desde una perspectiva psicoanalitica, podemos aportar la hipétesis de que en el caso de la relacidn existente entre mujeres y varones, a dominacién se ha erotizado, lo que explica en buena medida su persis. tencia en situaciones donde se contradice con la autoconservacién de las mujeres y de los nifios, ‘efinados, que también dejen un espacio para la indeterminacién. tcoria psicodindmica 2 2 ollery Herdt (1982) desarrollan su enfOque tedrico desde una Ps eva psiconnaltica y a la ver antropol6gica. Gilbert Herdt convivié igo tiempo con los sambia, una tibu de Nueva Guinea muy semejan- dios baruya estudiados por Godelier. Estas tribus cultivan un estilo ‘masculinidad feror con el fin de obtener éxito en la guerra y en la caus, Robert Scoller desarollé su prictica como psicoanalista y studi, tre ots temas, casos de transexualismo, a partt de los cuales de- aolldsignificativos aportc, incluyendo el concepto de género en el us psicoanalitico. BRB ss placa alginate acvea del consi de In masculinidad en el conteato de las elaciones familiares, y buscan amala sts props mediante el cruce de observaiones relizadas en studios tnogriicos sobre pueblos “primitivos” con otras obtenidas en rmedios urbanos occidentales. ‘También es interesante indagar acerca de formas inadvertidas de a primera hipétesis consiste anaes ae ue eee crotizacién del dominio estamentario o de clase. Judith Butler, en _ a eae Sanus su ensayo Gender is burning (1993), plantea la existencia de nexos Eiarer cx la posibilidad ae ail — Meese oa complejos entre homocrotismo, travestismo y subordinacién étnica ‘no interrumpe de un modo eficaz esa fusién, Pl ¥ de clase, Los varones homosexuales negros o latinos, convertirse en transexual. Encontraron que las madres de los varones segiin piensa anscxual, Ea uy ! feed abian sido nifias masculinizadas, que evitaron cl la autora, ensayan una forma particular de obtener dones por parte sgescanalcs be ‘ “eles homes Bnets pode que potcen el dinero yl poder ge erates elon tle ee que ellos anhelan, De modo que cl erotismo homosexual se explicarla Si ocurre que tienen un nifio que consideran hermoso, buscan fi i i pensar sus frustraciones mediante la presencia y el contacto constante Shiny oouggedeede | o mmane ended jose cual aes plgucamentfemeina lao dee yet

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