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Toque de alienación

Por Roberto Martínez (26-Abr-1997).-

Cuando una comunidad recurre a la violencia para hacer justicia,


manifestar su inconformidad contra los abusos de poder o simplemente
para quitar a otros lo que sienten que les corresponde, desencadena
una reacción contra sí misma que acaba en menor o mayor medida con
su libertad y capacidad de autodeterminación.

Existen simultáneamente en el mundo manifestaciones de la capacidad


que el ser humano tiene de construir obras, instituciones y
monumentos, y casos de alienación de sociedades enteras que han
perdido el dominio de sí mismas y cargan el yugo de la anarquía a la
espera de la limosna internacional que calme sus males.

No hace falta abrir un libro de historia para encontrar ejemplos de lo


anterior.

En muchas partes del mundo hay hombres y mujeres que viven cada
día como si fuera el último, porque no saben si van a perder su vida a
causa de la inseguridad pública o las fuerzas castrenses que buscan
controlar la zona con ametralladora en mano.

En Albania, por ejemplo, 6 mil tropas conformadas por soldados de


ocho países europeos llegaron para salvaguardar los envíos de ayuda
humanitaria y calmar la anarquía reinante tras el colapso de
fraudulentos fondos de inversión que permitió el Gobierno del
Presidente Sali Berisha.
La población ha robado armas del Ejército y por las noches los disparos
interrumpen el silencio.

Lo que comenzó como profundo malestar de la población por haber


perdido sus ahorros terminó en una situación más deplorable y
empobrecedora.

Por un lado, la turba encolerizada no respeta la vida ni la propiedad


privada, y por el otro, el manifestante agresivo se convierte a los ojos
del los elementos de seguridad en un malhechor y deja de ser el
afectado que necesita ayuda.

En Cisjordania, fuerzas del Ejército israelí decretaron un toque de


queda en el campamento palestino Jalazun, luego de que una bomba
molotov fue arrojada a un vehículo militar dejando heridos a 11
soldados israelíes y un civil de la misma nacionalidad.

Aquel palestino que quiso hacerse el héroe, terminó robándole a su


gente la libertad de disfrutar las noches agradables caminando por la
plaza.

En la ciudad de Medellín, Colombia, desde que se desató la guerra


contra la narcoguerrilla las autoridades municipales han utilizado el
toque de queda, supuestamente para proteger a la población, cuando la
incidencia de estallidos de auto-bombas ha crecido.

Los narcotraficantes quisieran ser reconocidos como empresarios


legítimos, generadores de empleo y riqueza para la Nación, pero no
piensan dos veces antes de matar a cientos de inocentes para presionar
a las autoridades a cumplir con sus demandas.

Un grupo reducido y poderoso limita la libertad de toda la sociedad


cuando recurre a la violencia para obtener lo que quiere y la libertad es
un derecho de todo ser humano que debe ser inalienable.

En nuestro país, en la ciudad de Nuevo Laredo, algunos grupos de


jóvenes se reúnen en las esquinas hasta altas horas de la noche y
combaten el aburrimiento con actos de pandillerismo. Tan sólo en el
último mes han robado la vida a dos muchachos.

Las autoridades de Nuevo Laredo proponen una solución drástica a


este problema de delincuencia juvenil que van en aumento. El Cabildo
local ha lanzado una consulta popular vía telefónica para tomar la
decisión de establecer un toque de queda para menores de edad.

Quitarle a las personas la libertad de ir y venir según sus gustos o


necesidades no puede ser la solución. Lo vemos en las cárceles. Los
presos tienen un horario y restricciones de movimiento, y aun así hay
conflictos violentos entre ellos.

Estamos como sociedad tan acostumbrados a ver en las películas que


los problemas surgen y se resuelven en menos de dos horas mediante el
uso de la violencia que pensamos que lo mismo se puede aplicar a la
realidad.

No nos damos cuenta de que así como Willy, el coyote, el eterno


cazador del Correcaminos, se cae innumerables veces al precipicio y no
se muere, así las películas son otro tipo de caricaturas con personajes
reales, pero que escenifican situaciones que surgen más de la
imaginación que de la realidad.

En la vida real no podemos construir nuestra sociedad como bomberos,


que sólo trabajan cuando comienzan fuegos y poco hacen por
prevenirlos.

Tampoco podemos comportarnos como directores de cine proponiendo


soluciones "de película" que fracasan por improvisadas e inocentes
cuando se aplican a la realidad.

Los problemas sociales hay que afrontarlos en dos frentes: uno


correctivo y otro, más importante, preventivo. Si por pereza o apatía no
trabajamos preventivamente para lograr transformaciones sociales
mediante reformas pacíficas, tarde o temprano nos veremos tentados a
corregir el rumbo con el uso de la fuerza bruta y ciega.

Las balas no son teledirigidas y en más de una ocasión han muerto


justos por pecadores.

Si los jóvenes de Nuevo Laredo se portan mal, tal vez el problema es de


fondo. ¿Se inculca el deporte y la cultura en ellos desde chicos? ¿Tienen
espacios para desarrollarlos? ¿Tiene la comunidad organizaciones que
formen en los valores? ¿Existen suficientes oportunidades de empleo
para los estudiantes? Apuesto a que hay más lugares de vicio que
canchas de fútbol y casas de cultura en esa ciudad.
¿Cuál es el mensaje que quieren programar en las mentes de estos
jóvenes? Acaso van a repartir volantes que digan: si no te gusta lo que
te ofrece la comunidad, quédate en tu casa por las noches o te meto a la
cárcel?

Por ahí no va la cosa. Los jóvenes se caracterizan por ser idealistas. Los
jóvenes son dinámicos y creativos y tienen energía de sobra. La
comunidad de Nuevo Laredo tiene que canalizar esta energía joven
para beneficio de todos. De otra manera detendrán indefinidamente el
progreso de su ciudad.

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