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La tarea pedagégica 059300 | CENTRO DE SERVICIOS BIBLIOTECARIOS | | Y DE INFORMATICA “JOSE MANCISIDOR” | Carlos A. Carrillo La tarea pedagégica Articulos escogidos M ‘MULTIMEDIOS Ta tarea pedapégica ‘Coordinacin editorial: Alberto Cue Primera edicién: 2000 (© Multimedios Libros y Comunicaciones, S.A. de CV. Retorno 3 No, 30, Col. Avante, CP. 04460, Delegacién Coyonesn ‘Tels: 55 4d 81 92 55 4481 93 ISBN 968.-5168-05.9 Impreso en México Presentacién Carlos A. Carrillo (1855-1903) fue unc de los pedagogos mas des- tacados de su época e hizo sentir su influencia, directa e indirecta, en las titimas dos décadas del siglo xix, Puede decirse que él en- carné el inicio de la educaci6n primaria moderma tras los esfuerzos liberales y positivistas de superar las anquilosadas tradiciones de Ja ensefianza. Al decir de Enrique Rébsamen, Carrillo fue sabio y virtuoso, lo mismo que trabajador y “ariete formidable” de la es- cuela mexicana. Nacido'en Cérdoba, Veracruz, estudié en Jalapa Ja enseftanza elemental y la instruccién superior en el Seminario Conciliar de esa ciudad, donde ingres6 apenas cumplidos los trece afios de edad. Estudié leyes y més tarde medicina pero fue el magis- terio la vocaci6n verdadera, la que lo hizo un estudiante destacado y con el tiempo un maestro seductor. Sus conocimientos no eran comunes y su personalidad era més bien compleja pues resulta imposible restringitla a los cdnones usuales de liberal 0 conserva- dor. Lejos del agnosticismo, sus escritos nunca dejaron ver incli- naciones tradicionalistas y mucho menes retrgradas; duefio de una preparacién enciclopédica ejemplar, milit6 en una posicisn cientf- fica y filos6fica que lo acercaba al positivismo de la escuela de Gabino Barreda. Su obraescrita, repartida en numerosos articulos periodfsticos, es abundante. Guiados por un solo espfritu magisterial, sus escri os despertaron un vivo interés que el tiempo no ha desmentido. Su sentido comin, su originalidad, su valentfa y franqueza, su sincera vocacién, unidos a una preparacién metédica, confluyeron con el resultado de una obra coherente en la que se hallan intrinca- «las todas las facetas de su autor como artista, lingitista, maestro uimirable, hombre de cient Por si fuera poco, tanto en Coatepec como en Jalapa y la ciudad de México hizo periédicos y revistas de educacién, ademis de que colaboré constantemente en diversos 6rganos del mismo caracter convirtiéndose asf, sin proponérselo del todo, en un escritor muy lefdo y admirado hasta el punto de que, por algtin tiempo, fue mas que un modesto gufa de los espiritus inquietos. Esta actividad de escritor, naturalmente, respondia a la atmésfera de la época pues, precisamente al comenzar la década de 1880, se intensificaron las polémicas y las discusiones, entre los maestros y estudiantes normalistas, en torno a los nuevos métodos de enseiianza y los pro- gramas educativos de las escuelas, Apenas en 1879 habfa inicia- do sus actividades el Instituto Pestalozzi, dirigido por la profesora Luz Fernandez, escuela que tanto impulso dio a la renovacién de la escuela mexicana y en la que se integr6 el propio Carrillo, De modo que, sin ser el tinico, Carrillo fue uno de los més destacados polemistas, en ejercicio del magisterio, que se ocup6 de préctica- mente todos los aspectos que concernfan a la ensefianza. En 1883 Carrillo fundé a su vez el Instituto Froebel, en memoria del maestro alemén que tanto contribuyera a la ensefianza moder- na, y, como director y profesor del mismo, lesarroll6 una actividad extraordinaria. Puso entonces al servicio de la ensefianza prima- ria el caudal de sus conocimientos, guiado por principios basi- cos de innegable eficacia. Celoso de su vocacién, se instruyé en todas las materias que habria de dominar al mantenerse al tanto de los adelantos de la educacién a través de la prensa especializada de Alemania, Francia y Estados Unidos. Si bien habfa en él un alto grado de eclecticismo la unidad de su pensamiento y de sus propésitos Io hicieron concentrarse principalmente en la escuela lancasteriana, los trabajos de la Academia de Profesores de México fundada por Protasio Tagle y la corriente de la enseftanza objetiva. Para él fue evidente la necesidad de hacer realidad una reforma escolar tratando de dar unidad y homogeneidad a muchas ideas dis- persas y mal asimiladas que, muchas veces, eran extrafdas de fuentes escritas en otras lenguas. Por ello, también, se aboc6 él mis- mo a traducir y publiear numerosos trabajos sobre la ensefianza. 6 No menos que su pluma, su actividad y su trato directo le ro- dearon de discipulos brillantes, comoes el caso de los destacados educadores mexicanos Gregorio Torres Quintero y Daniel Del- gadillo. Y asf, puede decirse que su obra ha tenido, més o menos subterréneamente, cierta continuidad, al menos hasta los prime- ros periodos revolucionarios, que condujeron a la reforma educa- tivaque iniciara Vasconcelos y que continuaran otros educadores, entre ellos otro veracruzano, Rafael Ramfrez, en la época de la presidencia de Lazaro Cardenas. Los numerosos articulos de Carrillo fueron publicados con el titulo de Articulos pedagégicos. Una primera edicién data de 1907. tra edicién, preparada por el Instituto Federal de Capacitacién del Magisterio de la SEP, en dos volimenes que suman més de ochocientas paginas, fue publicada en 1964. Esta ediciGn es exac- era, que dividia los articulos en tamente la misma que la los siguientes temas: organizacién y disciplina, legislacién y aadministraci6n escolar, cuestiones diversas, metodologfa general, moral, civismo, lenguaje, aritmética, ciencias naturales, geome- Iria, geogratia e historia, El presente volumen, que es una seleccién de esos articulos, mantiene esa divisién tematica suprimiendo tan sdlo la parte de civismo, muy raquitica por cierto, e incluye naturalmente lo més importante y representativo de esa amplia coleccién de articulos, por cierto publicados en La Reforma de la Escuela, publicacion ue 61 mismo cre6. Con la seguridad de que no es poco el valor que conservan estos escritos en la actualidad, se ofrecen aqui al- punos en espera de que reflejen Ia unidad coherente de una de las figuras mAs relevantes de la pedagogfa nacional. Los EDITORES I. Organizacién y disciplina Clasificacién de los alumnos La apatia de los padres. Su traduccién en castellano claro Hay muchos padres que se niegan a inscribir a sus hijos en los, registros de las escuelas elementales, y no pocos que, después de inscribirlos, no cuidan de enviarlos a ellas con puntualidad. Es- tos son los hechos, zde qué causa dimanan? De que los padres ven y palpan que es poco lo que adelantan sus hijos cuando los envfan; de que notan, porque no pueden cerrar sus ojos a la luz, que cuando dejan las aulas después de haber recibido la instruc- ci6n que en ellas se les imparte, de poco les sirve ésta para las, ‘ocupaciones en que tienen necesidad de ejercitarse, porque entre el hombre que se ha educado en una escuela en los primeros afios de su vida y aquel otro que nunca ha pisado los umbrales de una, no existe, cuando entran a la vida préctica, la inmensa diferencia que debja existir, y que todos tenfan derecho de esperar. Hay escuelas atestadas de alumnos confiados al cuidado de un solo maestro que, aunque se multiplique y se haga trizas, no los puede atender; un padre manda a ellas a su hijo, no adelanta éste, adelanta con una lentitud que desespera, porque es literalmente imposible que un solo hombre baste para dar instrucci6n a cien y Inds disefpulos, imposible que conserve el orden en la turbulenta ‘multitud que le rodea, € imposible que sin orden logre ningiin progreso serio; y el padre, que nota aquella nulidad o lentitud en los progresos, retira a su hijo de la escuela, o le envia con irregu- laridad, los dias que buenamente le parece. Y se alza clamor und- nime de reprobacin que condena a aquel padre, y se pronuncian 9 cenféticamente las palabras apatfa y abandono para dar la explica- cién de su conducta. Apatia y abandono; tradiizcase: pésima or- ganizacion de las escuelas piiblicas en las que se conffan ochenta, y cien, y ciento veinte, y ciento ochenta nifios a un solo maestro. Envia otro padre a su hijo a recibir la instruccién elemental, y echa de ver que no progresa, y se desalienta, y su desaliento se tra- duce en la préctica por la irregularidad con que el nifio comienza desde aquel instante a frecuentar las clases. ;Y de qué dependen Jos escasos progresos de aquel nifio? Dependen de que la escuela es una mezcla heterogénea de alumnos de todas las edades y to- dos los grados de conocimientos; de que es una amalgama mons- truosa en que figuran desde nifios de cuatro affos hasta j6venes de veintiuno, desde principiantes que estén apenas conociendo las letras hasta adultos a quienes ya reclaman a gritos el campo y el taller, y a todos se dan en comiin las mismas explicaciones y las mismas clases, porque no hay mas que un solo maestro, y ese maestro, que esti rodeado todo el dia por todos los alumnos, ni sabe en qué ocuparlos, ni puede establecer ocho o diez clases ‘como serfa preciso. Y si un padre tiene el buen sentido de pensar que es imposible que esas explicaciones y esas clases les sirvan a todos, o mAs bien, de convencerse de esta verdad por los resulta- dos précticos que palpa y, en vista de ello, dedica a su hijo a tra- bajos de mayor provecho, se le echa en cara la apatfa y abandono ‘con que ve la educaci6n de aquél. Apatia y abandono; tradtizcase: pésima organizacién de las escuelas piblicas, en que se reciben alumnos antes de la edad escolar, en que se les tolera cuando han pasado de ella, en que no se les clasifica segtin su edad y sus co- nocimientos. en que no hay el niimero de maestros necesarios, en que, no habigndolo, se da entrada a fodos los alumnos durante todo el dia. Hay més alld otra escuela que, poco a poco, van dejando desierta los alumnos que antes la poblaban. Indagad la causa de ese aban- dono, preguntadle a los padres de familia, y ellos os diran que, después de tres y cuatro afios de asistencia a las aulas, sus hijos no sabian leer, ni escribir, ni contar, y han crefdo que, entre enviar- 10 los a perder su tiempo congregados bajo la presidencia del maes- tro, y dedicarlos a los trabajos de los campos, debian optar por lo segundo, La causa del atraso os lo explicaréis muy fécilmente, si os tomdis la molestia de visitar la escuela, y veis que faltan en ella mesas para que escriban los alumnos y hasta bancas para que se sienten; que no hay pizarrones, ni mapas ni pizarras ni cuader- nos ni plumas puede ser. Y, sin embargo, no faltaré quien, sin meterse en indagaciones de tal natursleza, acuse a los padres por su proceder de apatfa y abandono. Apatfa y abandono; tradtizcase otra vez: pésima organizacién de las escuelas piblicas, que care- cen del mobiliario necesario y de los ttiles precisos. En otra escuela es el hastfo quien va ahuyentando a los nifios que concurren a ella, porque si hay una verdad cierta, por mas que de muchos sea desconocida, es que cuando los alumnos no acuden con gusto a recibir sus clases, cuando ningin atractivo Jos convida y los retiene en ellas, tras un intervalo de lucha més 0 menos largo, su repugnancia acaba por sobreponerse al empefto ‘con que sus padres los estrechan a asistir con puntualidad diaria- mente a la escuela, porque éstos, cansados de encontrar siempre la misma tenaz y sorda resistencia por parte de sus hijos, ceden 0 aflojan en su celo. ,Y quién siembra el hastio en el énimo del nifio? Los métodos erréneos que se emplean para su educacién. Poner en manos del nifio, cuando cuenta apenas ocho 0 nueve afios dg edad, un texto aridisimo, como el Epitome de gramédtica de Hefranz 0 el Compendio de geografia de Garcfa Cubas, com- pelerle a aprender de memoria todas sus lecciones, sin explicarle siquiera su contenido previamente, para minorar un tanto las es- .osas dificultades de un trabajo tan poco en armonfa con su edad y sus inclinaciones, es método muy comin en las escuelas. {Qué tiene de extrafio que todo el ser de! nifio se rebele con vio- lencia inaudita contra el suplicio a que se le quiere someter? ,Qué tiene de extrafio que cobre aversién a los estudios, y mire con desvio la escuela, en que se comprimen con mano de hierro todas ‘sus tendencias, y se sofoca el libre y esponténeo desarrollo de sus facultades? Ni qué hay de sorprendente en que espfe todas las u ocasiones, y aproveche con jtibilo todas las coyunturas de sacu- dirmomenténeamente el yugo que detesta, desertando con el més leve pretexto de la escuela? No es, pues, la apatia y el abandono de los padres, no, 1a causa que determina tan frecuentes ausen- cias; y cuando oigdis decir apatia y abandono, traducid: pésimos meétodos empleados en las escuelas piiblicas, que se oponen al desenvolvimiento natural y arménico de las miltiples activida- des con que ha dotado Dios al nifio. Y cuando ha salido el nifto de ésta y de aquélla y de la otra escuela, después de haber pasado en ella seis u ocho affos largos, después de haber asistido dfa con dfa a sus clases con religiosa puntualidad —caso que también ocurre, aunque excepcionalmen- te—; cuando su familia va a tocar el fruto de los sacrificios que se ha impuesto para proporcionarle educacién, privandose del salario corto que con su trabajo él hubiera podido ganar, y com- prdndole libros, y gastando lo que no tenfa para mantenerle decen- temente vestido, a fin de que sus condiseipulos no se desdeflaran de alternar con él; cuando sus padres se preparan a recoger la cosecha de lo que han sembrado a costa de afanes y sudores, ;sa- béis la amarga decepcién que les aguarda? Lo que ha aprendido el nifio carece casi enteramente de utilidad para la préctica. Tiene que arar la tierra, y sabe decir: yo amo, tt: amas, él ama, nosotros amamos, vosotros amdis, aquéllos aman; tiene que hacer zapa- tos, y sabe decir: la, articulo determinado, del género femenino y niimero singular; casa, nombre sustantivo comiin a todas las ca- sas, del género femenino y ntimero singular, es, tercera persona de singular del presente de indicativo del verbo ser, de la segun- da conjugacién por terminar en er, etcétera, Necesita aplicarse con tes6n al trabajo manual, y sabe tener indolentemente un libro entre sus manos, mientras su pensamiento divaga con amplia li- bertad atrafdo por puerilidades; necesita discurrir con precision y sensatez, y en lo que esta muy ducho es en aprender intermina- bles listas de palabras; necesita entender los libros, para gustar y sacar provecho de su lectura, y sabe mascullar las palabras que contienen sin entender ninguna; vaa entrar a la vida politica, vaa 2 ser miembro de un pueblo en el que tiene que ejercer derechos y que cumplir obligaciones, e ignora esas obligaciones y no tiene nocién de esos derechos; debfa arder en su pecho el fuego de un acendrado y santo patriotismo, que z la escuela tocaba encender y mantener vivo a favor de la enseftanza de la historia patria, y 1o {que se ha guardado en su memoria es el interminable y estéril catélogo de todos los gobernantes que México ha tenido; debia, en fin, salir el nifio de la escuela impregnado de amor al trabajo, de amor al orden, de amor a laeconomfa, de amor a la familia, de amor a su ciudad natal, de amor a st patria, de amor a todos los hombres, que son sus semejantes, de amor a todo lo bueno, santo y bello; y, en vez de eso, sale con la cabeza llena de las respuestas que formulé en su Compendio de moral Zamacois 0 Contreras, las que repiten sus labios autométicamente con una monétona cadencia que revela infaliblemente que aquellas f6rmulas son oscuro enigma para su pobre inteligencia. ero renuncio ya a la larga y penosa, aunque necesaria y pa- tridtica y laudable tarea de ir pasando lista a los incontables vi- cios de nuestros sistemas escolares. Basteme decir una vez por todas que siempre o casi siempre lo que se achaca a simple indo- lencia y abandono por parte de los padres, reconoce otra causa més remota, que una mirada escrutadora puede descubrir, y esa causa lejana, por dura que pueda sernos esta confesiGn, hay que llamarla con su propio nombre, hay que no ocultérnosla a noso- tos miismos, y es: la pésima organizacién, los pésimos métodos, elpésimo régimen, los pésimos textos, el pésimo sistema, en suma, de nuestras escuelas. Esta es la verdad lisa, la verdad desnuda; yo no quiero paliarla, no quiero quitarle su amargura, porque esta amargura es titil, es medicinal, es salvadora: la primera condi- cin para poner remedio en algan mal, es conocerlo en toda su amplitud, sentirlo con viveza.' (Marzo 16 de 1886.) "Bin fo que he escrito me refiero alas escaels de los pueblos pequeiios que _uardan con raras excepciones un estado lamentable. Las escuela de poblaciones «lmportancia sin earecet de defectos, no merecen tan rudas calificaciones como las que he empleado, pero estin en proporeién minima con respect a las primeras. B Un especifico contra dos enfermedades Observaciones recogidas en la clinica moral de un maestro Alllé en los felices tiempos en que educaba nifios —tarea harto més dulce y elevada que la prosaica de hilvanar articulos de pe- riédico—, en esos tiempos de recuerdo grato porque siempre sus- Piro... Pero, qué casta de idilio estoy haciendo en estos dias de positivismo liso y mondo? ;Yo sf que estoy lucido! Nada, a ponerse en tono, Lo que he de decir, y lo que digo concisamente (time is money), es que mis alumnos entraban a las ocho de la mafiana; y en vez, de ingresar a clase inmediatamente, se ponfan, 0 mejor dicho, los ponia yo a jugar. No faltaban personas que censuraran acremente mi conducta, porque en el mundo siempre hay de so- bra necios que se dan gusto criticando a todo su sabor aquello que no entienden. Pero yo me encogia de hombros ante tales cri- ticas, y segufa en mis trece. ;Y a que no adivindis qué conseguia con eso? Desde luego, aquellos alumnos eran a cual més puntual, como que se trataba nada menos que de disfrutar o de perder el juego, esa suprema bienaventuranza de los risuefios y serenos afos de la infancia. Pero ya estoy desafinado nuevamente. Cuando estaban sus miembros rendidos de jugar, y sus pulmones, tras tanto lanzar agudos y bulliciosos gritos, con apetito de reposo, los conducfa a nuestra sala de estudio; y era de ver el orden, la quietud, el silen- cio absoluto que reinaban en ella: podfa ofrse el aleteo més leve de una mosca en aquel pacifico recinto, Este era el segundo fruto que cosechaba yo del juego: el orden establecido natural y es- pontaneamente, sin castigos, sin amenazas, sin intervencién mia. Estoy seguro que més de cuatro maestros se tendrfan por dicho- sos si lo Jograran a tan fécil costa, Y luego (éste era el tercer fruto) aquellos nifios no creefan mus- tios y raquiticos como plantas de invernsculo, sino lozanos, ale- gres, vigorosos, a manera de vegetales vivificados por el sol y por el aire libre, 14 A lahora y media de estudio y clases y preguntas y ejercicio: ya empezaba la perversa serpiente del desorden a deslizarse en mi tranquilo paraiso, y comenzaban los nifios a prestar ofdos a sus envenenadas sugestiones. Mas yo la ponfa en fuga, acudien- do de nuevo al magico poder del juego, que obraba como efica- cisimo conjuro, Nueva recreacién que duraba, en teorfa, un cuarto de hora; en la préctica unos veinte minutos. Y confieso con pesa- dumbre, que era muy corta: si hoy tuviera escuela, la alargarfa a media hora, y quién sabe, quién sabe si algo més. En la tarde, lector, repetfamos la distribucién de la mafiana: juego antes de que entraran los nifios a clase; juego a la hora y media; y, jadmirate lector!, juego a veces al terminar las clases ‘cuando los alunos solicitaban tal favor; y lo solicitaban siem- pre que adivinaban que les serfa otorgado; y les era otorgado, siempre que me tenfan en sumo grado satisfecho por su aplica- cidn y sus lecciones. {Con qué fin escribo éste como bosquejo de memoria de nues- {a humilde e ignorada escuela?, preguntard quizds alguno que lo lea, «Para qué —preguntaré a mi turno yo— trata de difundir un médico el conocimiento del espectfico que sirve para combatir ina enfermedad? {Para qué cita los resultados favorables que ha obtenido en su clinica del empleo de la sustancia cuyas virtu- des preconiza? Pues asi como el cuerpo tiene sus dolencias, tiene cl espfritu (y hablo del espiritu de la infancia con relaci6n a la 1eld) también las suyas, y el maestro es el médico que ha de rlas, y como todo médico, recoge observaciones en su précti- ca clinica, Pues bien, hay dos enfermedades que por su rebeldia son la lesesperacién de los maestros de escuela: poca-puntualidad-por- parte-de-los-alumnos-para-estar-en-la-escuela-a-la-hora-de- apertura (no hay que asustarse con lo largo del nombre), y desorden-y-bullicio-en-las-clases. Castigos corporales, encierros, pensums, retenciones en la escuela, amonestaciones, premios mensuales, todo esto, y mucho més que callo, aconsejan varios suutores y administran varios maestros para combatitlas. ;Diré 15 que con poco fruto? No, no lo diré; pero permitaseme siquiera que lo piense, que con pensarlo a nadie ofendo. Otros autores se hacen lenguas de otra medicina: el juego. Esa sf que deja muy atrés a todas las otras; ésa sf que es la reina de todas. Por experiencia propia lo sé, porque la he empleado, y ya dije de qué manera. El juego, lo repito, pero no en gotas, no en dosis homeopiticas, sino en grandes cantidades, administrada por medias horas, por horas enteras en algunos casos; no alld de vez en cuando cada semana 0 cada mes, sino diariamente, tres, cua- tro, cinco veces al dia, con intervalos de hora y media; no el jue- ‘g0 en un sal6n, no el juego de prendas, no el juego acompasado, moderado, semisilencioso; no, en suma, el juego debilitado, ate- nuado, la sombra de juego, para decirlo de una vez; sino el juego animado, bullicioso, ardiente, vigoroso, el juego al aire libre, en el patio bafiado por la luz del sol; ese juego que puebla el aire de alborozados gritos, ese juego libre que entona el cuerpo y vigoriza el alma con la alegria placentera que derrama en ella, ese juego que es todo movimiento y fuerza, que rinde los miembros de can- ssancio, y deja bafiado el cuerpo de sudor. El juego, en suma; el ver- dadero juego; lo que se llama juego; eso es lo que nuestras escuelas necesitan. Probad este remedio, maestros, probadlo de la manera que os dejo dicho, dad una dosis antes de las horas de clase, y veréis como no tenéis que arrepentiros. (Octubre 16 de 1886.) El diccionario en manos de los alumnos Algunos pensamientos sobre su empleo ¢ inconvenientes 1. El manejo del diccionario ocasiona gran pérdida de tiempo. {Quiere el lector convencerse de ello? Lea una péigina de regular tamafio (en un libro de 4”); busque, en seguida, en el diccionario diez palabras contenidas en ella, y mida con un reloj el tiempo emplea- do en uno y otro trabajo. Es seguro que el segundo lo toma triple 0 16 cuddruple espacio que el primero. En qué se empleaese tiempo? En volver hojas y en pasear la vista por sendas columnas de palabras. 2. gDeben los nifios hacer uso del diccionario? Sf; pero, por regla general, no para buscar la significacién de palabras cuyo sentido ignoren. Es de presumir que el nifio sea més torpe que un adulto en eso de volver hojas y recorrer con la vista series de palabras; es también probable que en una pagina de su libro ordi- nario de lectura ignore més de diez palabras, de lo que se deduce que, con el diccionario, perder diez minutos por cada uno que aproveche. Y me quedo corto en ese célculo. 3, {Quién, entonees, le explicard las palabras que ignore? El ‘maestro; la explicacién resultardi mAs clara y breve. 4, En tal supuesto, gcon qué objeto consultard el nifio el dic- cionario? Con el de aprender a manejarlo, porque su uso es nece- sario a toda clase de hombres, desde el literato hasta el artesano 0 el gafién. Y sien la escuela no lo aprende a usar, no hard uso de é1 en el curso de su vida, Es preciso criar en los alumnos de cierta edad el hdbito y la necesidad de acudir al diccionario a consultar las dudas que se les ofrezcan, para que ese habito y esa necesidad Jos acompafien durante todos los afios de su vida. 5. El diccionario ha de ser itil al discfpulo y més tarde al hom- bre para tres objetos: a) averiguar la significacién de las palabras; +b) resolver ciertas dudas gramaticales u ortograficas; c) entender el sentido de ciertos modismos. El segundo y tercer caso mere~ cen alguna explicaci6n. Duda un nifio con qué letra debe escribir advenedizo, tiene a mano un diccionario, y... no le ocurre consul- tarlo. gor qué? Porque no tiene el habito de acudir a él en tales ocasiones. Es, pues, preciso criar este habito en él. Otro caso. Se disputa si puede decirse: obsequiar a alguno alguna cosa. Hay allf un diccionario, y nadie lo abre; él resolveria al punto la duda, censefiando que era un verbo neutro. Este uso supone el conoci- miento de las abreviaturas empleadas en los diccionarios gene- ralmente, cosa que pocos maestros se cuidan de ensefiar. Es también muy frecuente ver que persoras a quienes el uso del dic- cionario no es extrafio, no saben buscar los modismos en él. Cré- 7 dito activo y pasivo... ,qué es eso? pregunté a una discfpula mia (lefamos una carta). —Silencio por su parte—, Buscaremos en el diccionario. —No trae la explicacin —me dijo después de re- gistrarlo. Habfa lefdo todas las acepciones; pero sus ojos no se habfan tomado el trabajo de bajar hasta llegar a los modismos... iPequefieces! —exclamaré alguno—. Sf; pero esas pequefieces €s preciso ensefiarlas. (Septiembre 19 de 1889). Libro de texto iMalditos libros! Vengo de un examen, y vengo con la tristeza en el espiritu, con la desolacién hasta el borde del alma; vengo escapado, huido a arrojar mi desesperaci6n sobre el papel. Media hora me ha bastado; me- dia hora de asistir a un lucido, a un brillantisimo espectculo, en que nifias de ocho afios escribfan cantidades largas de una vara, cen que las lenguas y las gargantas elaboraban los tres por cuatros y los cinco por ochos en interminables cuentas de multiplicar y dividir con la misma pericia, la misma regularidad, la misma pron- titud, la misma perfeccién que una prensa mecénica va agarran- do pliegos y pliegos de papel, y los va aventando vestidos de letras por el lado opuesto. Los metros, los gramos, los meridia- nos, los cuadrantes, Fernel, la academia de ciencias, el terméme- tro centigrado, la densidad, el peso en el vacfo; todo ha desfilado ante mis ojos en el espacio de unos cuantos minutos, todo repetido exactamente, admirablemente, demasiado admirablemente por desgracia. El contenido de los libros se habia vertido, sin que se derramara ni una sola palabra, en los ofdos de las nifias; se habia almacenado en su memoria, sin que se evaporara ni una gota; y all estaban delante de nosotros esas nis, ostentando su memo- ria henchida, repleta, colmada de palabras, de puros sonidos, que a cada pregunta brotaban de sus labios, como brotan las notas de un organillo, cuando se da vuelta al manubrio. 18, No, yo no comprendo al nifio convertido en méquina para re- petir pensamientos ajenos, siquiera sean los més brillantes de los ids insignes pensadores; nifio quiere decir alma, inteligencia, corazén y vida, vida que aspira a la luz de Ja verdad, como la planta a la del sol. Educar al nifio no es embodegar en su cabeza frases que otro cerebro elabor6, y que para él carezcan de senti- do; no es vaciar en su memoria libros; es ensefiarle a pensar por si propio, a discurrir 61 mismo, a expresar su'pensamiento con pa- Jabras buscadas y combinadas por él mismo también; es, en suma, ejercitar todas las fuerzas de su espiritu, darle impulso para que recorra su camino, prestar alas a su actividad para que tienda el vuelo al cielo luminoso de la verdad para la que ha nacido. Cémo me he acordado en este examen de las palabras tan exactas y fecundas del escritor americano Wickersham,? que en- cierran un sistema de educacién completo! “El espiritu, dice, no es un simple recipiente que tiene que lle- harse como un cajén para medir semillas; es un poder que aspira a desarrollarse. No es una tabla rasa, una pagina en blanco, en la que puede uno escribir; sino una actividad innata que tiende a su fin, una fuerza que modifica todo lo que se pone en contacto con cella. E] horticultor deposita la semilla en buen terreno, rodea a las plantas de todos los elementos que favorecen su crecimiento (un grado conveniente de calor, de luz y de humedad), las protege ccontraTa intemperie, y espera la cosecha. “El sabe bien que el germen de vida que Dios ha encerrado en la simiente, slo aguarda una ocasi6n propicia para manifestarse.” Ahora bien, {qué tiene de comtin el sistema educativo que pro- pone Wickersham, que es el tnico que conviene a la naturaleza, ya no digo del alma, sino de todo ser viviente, con el sistema de replecién y hacinamiento que trata al alma, ese poder altisimo y divino, como un foso en que se amontonan tierra y piedras, hasta * James Pyle Wickersham, superintendente de Instruccién Pablica del Esta- \lo de Pensilvania, en su obra Methods of Instruction. 19 que esté cegado; como un pellejo de vino, que se lena hasta que esté repleto? EI estémago toma los alimentos, y los convierte en sangre* que va a regenerar los Grganos del cuerpo; la prensa mecénica se apodera del pliego de papel en blanco, y lo devuelve al impresor cubierto ya de letras; la m4quina bruta coge el algodén en rama, y lo entrega ya despepitado; hasta el molino transforma en harina el grano que se le confia; y s6lo el alma, esa fuerza que modifica todo lo que se pone en contacto con ella, como dice Wickersham, s6lo el alma, que es lo més divino, lo tinico divino que hay sobre la tierra, ha de ser menos que el estémago, menos que la méqui- nna, menos que la piedra de molino, porque asflo quieren los maes~ tr0s. Sélo ella ha de tener el privilegio de recibir palabras y frases y definiciones y divisiones y clasificaciones, y libros y més li- bros, para presentarlos cuando se le pidan de la misma manera que los recibi6, sin que falte ni una frase ni una palabra ni una coma; sin que haya trabajado y elaborado aquellos materiales que se le entregaron. ;Y aeso se llama educar a los nifios! ;Y ése es el sistema de educacién que prevalece, no en una escuela, no en una ciudad, no en un estado, sino en todo México! ;Y asf se forman en millares de escuelas, centenares de millares de nifios! jExdmenes, examenes! Con raz6n os detesto, porque me tragis a la memoria el estado tristisimo de nuestra instruccién, porque venis a llamar con fuerza a la puerta de mi alma, para decirme: ‘mira c6mo se rebaja la naturaleza espiritual del nifio; y me lo mos- trdis, para llenarme de indignacién con ese cuadro. Con razén he huido de vosotros, en busca de alguien con quien desahogarme. Y te he encontrado a ti, papel, a ti, que eres mi amigo, mi con- fidente, a tien cuyo seno vierto mis secretos, porque no me contra- dices como me contradicen otros; ni me replicas; ni me sostienes que Io que hacen los maestros es bien hecho; ni pretendes que Tlenar de palabras la memoria es desarrollar las facultades; ni Ila *'No hablamos con rigor ciemtifico, porque s6lo se trata de una compara~ cidn, y no de una leccién de fisiologia. 20 mas a lo malo bueno y a lo negro blanco. No; ti no haces eso, sino que vas recogiendo las palabras que salen de mis labios y las vas guardando cuidadosamente, para repetirlas a todos los que encuentres. Por eso te amo tanto. ‘Té volards mafiana, y entrards en la escuela, y penetrards en el hogar; td reproducirds allf, como eco fiel, las palabras que te voy diciendo; ti serés mi activo, mi eficaz, mi décil auxiliar; té te acereards a los maestros y hablards a los padres, y los persuadiras de que noes a fuerza de libros como se ensefia al nifio; de que no son memorias, sino inteligencias lo que debe educarse, inteligen- cias que tienen sed de movimiento y vida, y que se agostan y mueren por falta de actividad y de ejercicio. jOh! ;Sicomprendieran, si se penetraran de esta tristisima ver- dad: que la escuela, que debia ser un suelo rico en que el espiritu creciera lozano y vigoroso, no le da alimento, y lo mata de ina- icién y Jo aniquila! Si quisieran creer que los libros con sus de- finiciones, y sus reglas, y sus divisiones, que ellos riegan a manos Hienas en Jos entendimientos, son la sal que los esteriliza y les arre- bata la fecundidad que puso Dios en ellos! Bien sé yo que los libros son titiles; bien sé que encierran teso- ros de verdades; que son la herencia que nos han legado las gene~ raciones que pasaron; pero sé también que los libros que se usan cn la escuela, y como se usan en la escuela, no edifican, sino que destruyen; no dan la vida, sino que dan la muerte; y los detesto por eso, y los maldigo; sf, los maldigo, porque se abusa de ellos, porque son el instrumento con que se aherroja la actividad del ser humano, se encadena su vuelo, se despedaza su organismo. jPapel! ;Papel! Td que eres mi voz, mi eco, mi aliento; tii que eres mi brazo, mi instrumento, mi poder, mi todo, vuela y procla tna y grita una y mil veces a los maestros que la gran reforma, la primera reforma, la més necesaria, la mAs urgente de todas las reformas, es prescindir de los libros, arrinconarlos, sepultarlos cn elolvido y en el polvo, y remplazar su ensefianza drida y muerta won la ensefianza eficaz, viva y fecunda de la palabra, que derra- ma la actividad, y promueve la vida, y engendra el movimiento. 21 iOh papel! Quién te diera alma y corazén y vida, para que llena- ras tu altisima misiGn! {Quién pudiera, en vez de letra inanimada y yerta, depositar en ti palabras de fuego y acentos de pasién, de a pasin que Ileva la persuasi6n a lo intimo del alma! ;Quién pudiera arrancar de cada palabra, de cada letra que en ti escribo, réfagas de luz que iluminaran los espiritus! ;Quién te infundiera entraflas que palpitaran de ternura, de compasién y amor al nitio, de indignacién contra sus opresores y verdugos, de las que brota- ra un grito, pero uno de esos gritos que tienen la omnipotencia del amor, para decir a los que educan: “Maestros, maestros, en nombre de la vida, del alma y de la inteligencia, no uséis los li- bros como los usdis; no rebajéis, en vez de enaltecer; no humi- Iléis al espiritu, que es soplo celestial, chispa divina, convirtiéndole en vaso de materia inerte”! (Diciembre 16 de 1885.) La eleccién de textos Cada vez que tomo la pluma para discutir alguna cuestién pedag6- gica como la presente, mi espfritu pasa por una serie de fluctuacio- nes, que pueden resumirse en el siguiente mondlogo interior: —No; no es posible tratar este asunto, Es una verdad tan sen- cilla, tan obvia, tan patente, que seria ofender el sentido comin de mis lectores el intentar probarla. —Sin embargo, es preciso tratarla, Sera tan clara, tan obvia, tan sencilla como se quiera; pero el caso es que en ninguna parte se practica en México, desde Sonora hasta Yucatan. —Pero, ;c6mo —vnelvo a decirme interiormente— he de presentarme a mis lec- tores para decirles: yo os ruego que me concediis toda vuestra atencién: voy a probaros que vuestra mano derecha no es vuestra ‘mano izquierda? Porque, en efecto, muchas de las cuestiones que ‘me ocupan tienen exactamente la misma dificultad que la ante- rior. ,Cémo he de hacer eso? Es claro que no puedo, —Y sin embargo, es preciso que pueda, es necesario, es ur- gente que la trate, y que insista en ella una y dos y cien veces si 22 fuere necesario; que la presente bajo todas sus formas; que la proclame hoy y mafiana y pasado majiana; que la proclame en todos los tonos, que la proclame con todas mis fuerzas hasta que me haga of, hasta que mi perseverancia, mi tenacidad, mi im- pertinencia, mi insensatez, triunfen de la indiferencia general, y todos digan: Tiene razén, es claro. ;Vaya una cosa mds sencilla! No sabemos ni para qué se ha tomado el trabajo de probarla. Sf, es preciso que haga todo esto, y que lo haga inmediata- inte, por la sencillisima raz6n de que tal axioma lo es en la teoria; pero en la practica yace relegado en el olvido mas com- pleto. Figtirese el lector este diflogo prolongado, esta vacilacién per- petua de mi espiritu entre el sf y el no, esta lucha porfiada entre cl deseo de proclamar una verdad que no se pone en préctica y el temor de enunciar un principio de una sencillez casi pueril en teorfa, ese doble impulso de aguijén y freno, de aguijén que me inclina a hablar por el deseo de mejorar Ia escuela, y de freno {que me retiene por temor de empeftarme en probar una verdad \ivial; figtirese eso, lo repito, y comprenderé el estado actual de mi mente, y me perdonaré que porfie por derramar claridad sobre principios de la mAs luminosa sencillez. Después de este presmbulo tan largo, pero tan necesario, me \lecido, contando con la benevolencia del lector, a probar que: para elegir bien un objeto entre los de su clase, la persona mds upta es quien tiene conocimientos especiales acerca de aquel enero de objeto: En otros términos, y en ejemplos concretos. Creo que: Para elegir un cuero, es més a propésito un curtidor; Para elegir un género, un sastre o una modista; Para elegir reses, un ganadero; Para elegir un terreno, un agriculter. Y, por el contrario, pienso que: Un abogado no es competente para calificar el mejor vino; Ni un zapatero, la mejor madera; Ni un médico, el mejor dibujo; ‘Ni un herrero, el mejor terreno. Esto creo firmemente, y de mi lado esté el sentido coméin. Y si este principio es verdadero, no sé eémo pueda negarse 0 ponerse en duda que los maestros son las personas ms compe- tentes para escoger con acierto los textos escolares Escoger un buen texto clasico, es resolver este doble proble- ‘ma: 1° ¢Cudl de todos estos libros que he examinado expone mejor los principios de la ciencia a que se refiere? 2° ,Cudl los expone de una manera mas conforme a la naturaleza y desarrollo del es- piritu infantil? Para contestar a estas dos preguntas, se necesita conocer a los nifios y conocer la ciencia de que se trata, y no con ese conoci- jento vago que comunica la teorfa, sino con aquel otro preciso y minucioso que da ta pra Estos dos conocimientos el maestro es quien los tiene, y a él por lo mismo debe cometerse la designacién de los textos escola- res. (Agosio I de 1886.) Dos palabras sobre los textos ¢Hay alguna persona que crea que el mismo traje que usa un nifio de siete afios, podré continuarle sirviendo hasta que cumpla quin- ce? Ciertamente que no, porque todos saben, y algo més que sa- ben, ven que el cuerpo crece a medida que corren los afios. {Hay alguno que piense que el pequeiio de ocho afios puede evantar el pesado fardo que lleva sobre sus espaldas el mozo de quince o dieciséis? Nadie seguramente, porque todos palpan esta verdad: las fuerzas crecen con la edad, como la estatura. GY creeré alguno que pueden competir en la carrera nifios de ocho afios con jévenes de quince? ;Creerd que pueden saltar a la 059300 misma altura? Nadie tampoco; afortunadamente todos tienen el sentido comiin de creer que tales cosas son imposibles. Pero en la préctica hemos dado en la idea de que el espfritu no crece, ni se desarrolla, ni aumenta sus fuerzas; a diferencia del cuerpo, desde los siete hasta los dieciséis afios se queda estacio- nario. {Queréis la prueba de que nos hemos encastillado en tan absurda creencia? Es muy sencilla. Visitad una escuela, y examinad los libros de los alumnos. Qué texto de geograffa estudian los nifios de siete aiios? El de Garefa Cubas. ,Y los de catorce? El de Garcia Cubas. Ya lo veis, el espiritu del nifio se esta én un ser desde los siete hasta los catorce afios. Pasad a lahistoria. ;Cudles el texto de los pequefiuelos? Payno. LY el de los jvenes mayores? Payno. ;Y el de los nifios de diez afios? Payno. Es claro, el crecer es una de las flaquezas del cuer- po, de que el espfritu esta exento afortunadamente. Y Jo mismo que en geografia e historia, sucede en gramatica y cn aritmética y en geometrfa y en todas las asignaturas escolares. Yo ruego a los maestros, a los padres, a las autoridades, a los lectores, todos de este articulo, que se dignen detenerse dos mi- hnutos a reflexionar sobre lo absurdo de la préctica que censuro, Dos minutos de atencién solamente bastan para condenarla defi- nitivamente y sin apelacién, ‘Afirmo de la manera mas seria que es tan imposible que el texto adecuado para niflos de siete afios convenga a los jévenes de trece, como vestir Ia blusa de los primeros a los segundos, 0 hacer que aquéllos salven de un salto tres varas como lo hacen éstos. Imposibilidad absoluta, rigurosa, patente. {Qué debe hacerse, pues? Dar a cada nifio el texto que necesi- {c; tener tantos textos en cada materia, cuantos sean los afios es- colares. Ya no quiero tanto, me conformo con que se varie el texto cada dos afios. No faltarén adoradores de la rutina que estimen descabellada tal idea. Lo siento mucho por ellos, y si son maestros, por los pobres dis- cipulos a quienes cupo la inmensa desgracia de tener tales maestros. 2 i CENTRO DE SERVICIOS BIBLIOTECARIOS ! P Y DE INFORMATICA “JOSE MANCISIDOR” En més de un pais, notoriamente adelantado en el.ramo de instruccién piiblica, se practica el sistema descabellado que pro- Pongo. Los libros, como los maestros, no han de decir todo al alumno, sino més bien provocar las reflexiones y pensamientos de éste. Antiguamente el maestro explicaba y exponfa por sf mismo las doctrinas; hoy, con mejor acuerdo, sostiene casi siempre un did- logo con sus alumnos. Otro tanto ha de hacer el libro, y si no ena tal requisito, deja mucho que desear. No se crea que esto es imposible ni dificil; voy a copiar algu- nos cortos fragmentos de obras de este género, que prueban que es todo lo contrario. La primera que encuentro al alcance de mi mano es la Aritmética primaria de Robinson, La abro en la pé- gina 28; veamos qué es lo que dic Si un globo tiene dos banderas, ;cudntas banderas tendréin dos globos? 2 veces 2, ,cusntas son? Si un gallo tiene dos patas, tres gallos cusntas tendrén? 2 veces 3, ,oudntas son? gy 3 veces 2? Hay aqui dos botes; en cada bote siete hombres, ;cudintos hombres habré en los dos botes? 2 veces 7, juntos son? jy 7 veces 2? Basta ya; ya veis que es un dilogo entre el libro y el nifio; el primero pregunta, el otro ha de responder. Alargo mi mano, y cojo otro libro. Resulta ser una obra para ensefiar el idioma espafiol: La heuristica prosaica por Enrique Laubscher. Abrémosla en la misma pagina que la anterior. La abro y encuentro: {Qué facultades tiene el caballo, el perro, el pajaro, la rana, la lumbre, el agua, el gato, la abeja? {Qué drboles son Arboles frutales’? ;Cusles son drboles sil- vestres? ; Qué aves son domésticas? {Qué aves domésticas son ayes nadadoras? {Qué utensilios son utensilios domésticos? 6 {Qué utensilios domiésticos son muebles? {Qué animales do- mésticos son rumiantes, pero cules no lo son? {Qué partes tiene la mesa, el banco, la pizarra, el cuchillo, el &rbol, la puerta, la ventana, el libro, el carro, el sombrero? Todo el libro es asf: un didlogo perpetuo entre el libro y el dis- cipulo. Busquemos otro texto de alguna otra materia. Seré la Geome- trfa de Spencer. También la abriré en la misma pégina 28. Leamos: ‘Trécense cuatro circulos. Sobre el primero escribase el nom- bre de la figura. Alrededor del segundo péngase el nombre del contorno. En el tercero eserfbase inmediato al centro el nom- bre de éste. Y entre el centro y la circunferencia del cuarto cfrcu- lo dibijense algunos radios, y escribase su nombre sobre cada uno de ellos. {Se pueden situar dos efrculos de manera que se toquen uno a otro por un punto determinado? {Se pueden colocar tres cfreulos en hilera, y de modo que cada uno de ellos toque al que esté inmediato? ‘Toda parte de las circunferencias de un cfrculo se llama arco. No continio copiando, porque sigue el autor exponiendo ciertas doctrinas; pero bien se ve por lo transcrito que el libro va orde- nando al alumno las figuras que debe construir, y éste va constru- yéndolas; que el libro va proponiendo problemas, y el alumno los va resolviendo, Siempre en continua actividad el espiritu infan- Lil: nunca por largo rato en la actitud pasiva del oyente. Tal es el icter de los textos modernos, reflejo fiel del espfritu que ani- sma a la educacién en nuestros dias. Podrfa citar otras obras de texto escritas con sujecién al princi- pio capital de la pedagogfa: la educacién debe fortificar las poten- ‘as mentales, poniéndolas en ejercicio, pero me parece innecesario, pues los fragmentos que he transcrito bastan para dar idea general ue todas ellas. (Octubre 16 de 1886.) 7 Disciplina Recuerdos de una clase de dibujo Una clase sin disciplina no puede hacer progresos Tan, tan. Eran las ocho de la mafiana y la campana Ilamaba a las nifias a clase. Pero, sefiorita, ,qué significa esa carrera que han emprendido Jas nifias al ofr la campana? —Es que van a la fuente a lavarse las manos antes de entrar a clase. Y decia esto la maestra con la mayor frescura, como si se tra- tara de la cosa mas natural del mundo. —iPero c6mo! {En ese tropel? {Con tal desorden? —,Qué quiere usted, sefior? No puedo contenerlas por mas que hago. Siete minutos duré aquello. Por fin se fue apaciguando por grados el tumulto, y las nifias fueron penetrando al salén una tras de otra. Nosotros las seguimos cuando qued6 el patio desierto. Alli pudimos presenciar un verdadero asalto a los asientos; cada cual pugnaba por apoderarse del que mejor le parecfa. —Ya usted ve, sefior, esta escena se repite dia con dfa; en vano he agotado las represiones y castigos—. ;Castigos! Pero si no son necesarios. Voy a dar a usted el secreto para obtener el orden sin decir una sola palabra. Desde mafiana sefiala usted su asiento a cada nifia, y verd usted cémo terminan las disputas. La maestra repartié Jas muestras de dibujo, Era la clase con que se abrian los trabajos del dia. Yo hubiera preferido que se comenzara con aritmética 0 gramética para que se aprovechara esa hora en que la inteligencia est mas fresca, en el estudio de las asignaturas que requieren mayor esfuerzo intelectual. No dije nada sin embargo. Esperaba yo que al cuarto de hora de bullicio y juego que ha- bia transcurrido en éstas y en las otras, iba a suceder un tiempo de trabajo, de actividad y de silencio. ; Vana esperanza! Lo que em- pez6 fue una Iluvia, una verdadera granizada de peticiones y dis- culpas que abrumaban a la pobre maestra. 28 —Seftorita, yo no traje lapiz —Seftorita, ;quiere usted que vaya \ traer la goma que se me olvid6? —Sefiorita, ya acabé y necesito papel de marea, {quiere usted que lo vaya a comprar? —Sefiori- Luisa no vino y mi dibujo esta dentro de su carpeta que cerr6 con lave —Sefiorita, ;me corrige usted? Aquello era un verdadero fuego graneado de seftoritas. La pobre maestra volvfa la cabeza a todos lados, y por aqui daba un rega- fio, por all concedfa una licencia, por acullé descargaba un cos corrén, La clase iba quedando poco a poco desierta. La mitad de Jas nifias andaba en la calle en busca de papel, de goma, de lé- piz... de voluntad y aplicacién deberfa yo decir. Dieron por fin las nueve. {Con qué alborozo las of! Ya las ape- tecia: aquel barullo me tenia cansado. La maestra no las apetecia, las necesitaba indispensablemente: estaba mareada, ronca, exhaus- ta, Es seguro que de allf se fue en derechura a su cama a recobrar sus fuerzas con una buena dosis de reposo. No necesito decir a mis lectores lo que las discfpulas habfan aelantado en sus dibujos durante aquella hora; fécilmente lo adi- vinarén, La sefiorita que dirigfa la clase sabe dibujar perfectamente; to- davia més, tenfa un método excelente para la enseftanza; y sin em- argo no era maestra: no sabia mantener la disciplina en una clase. Porque para ser maestro no basta, como piensa el vulgo, saber loque se.vaa ensefiar; eso es lo que menos hace falta. La receta para hhacer buenos maestros es un poco distinta: | onza de conocimien- tos, 2 de método bueno para la ensefianza y 6 de disciplina... he {uf un maestro excelente. Me equivoco; todavia faltan 8 0 10 par- tes de carifio a los nifios. Esto es lo principal. (Octubre 26 de 1887.) El disfraz de los premios a la pereza emiar la pereza es una de las invenciones modernas més origi- nnales. Desgraciadamente no sé a quién corresponde el honor del lescubrimiento. 29 Premiar la pereza y hacer creer al ptiblico a pie juntillas que lo que se premia es la aplicacién, apostarfa cualquiera que es suer- te de muy dificil ejecucién. No hay tal; es la cosa més fiicil del mundo; en casi todas las escuelas particulares y piiblicas se ej cuta con gran aplauso de numerosa concurrencia, al terminar el afio escolar. La concurrencia ve distribuir los premios entre los alumnos, y no se da cuenta de que se adjudican como galard6n de Ja ociosidad. Esto parece paradoja; pero voy a demostrar que es tuna verdad inconcusa, voy a describir el ingenioso mecanismo que produce en los espectadores la mas completa de Las ilusiones. Figura 1 Si tengo un terreno dividido en seis partes (figura 1) de tal extensién que en un mes pueda ararlo descansadamente un labra- dor que trabaje con regular tes6n, y le confio la operacién de la labranza a un jornalero, qué pensaré si al cabo del mes me en- cuentro con que no ha roto con el arado més que la tierra del espacio A? No podré pensar nada, porque seré tal la ira en que me encienda, que lo despediré al instante de mi servicio por holga- zn y por inepto. Pero hay maestros de genio més templado y entraflas mas amo- rosas y blandas que las mias, corazones de oro, hechos al revés de como a mi me hizo la naturaleza, Ellos han sefialado los limi- tes del campo que han de cultivar sus disefpalos en un afio, han proporcionado sus dimensiones a las fuerzas ordinarias de sus pequefios trabajadores, lo han dividido en compartimientos que se llaman geografia, gramética, aritmética, lectura y otros cuatro © cinco, cuando no son atros ocho o diez; y cuando, al vencerse el afio, se encuentran casi todo el campo sin cultivo, a excepeién 30 «de una parte pequeiisima, o hablando en prosa lisa y Ilana, cuan- do se encuentran que un nifio no sabe jota de gramitica ni de eografia ni de aritmética, ni de ninguna otra de las materias que se cursan en la escuela, y slo conoce muy bien su geometria, es decir, s6lo ha hecho la décima parte del trabajo que debia ejecu- lar, en vez de exasperarse con tal indolencia, de imponerle el se- vero castigo que merece para que aprendiera a trabajar con mayor eficacia, no, sefior, le miman, le acarician, le toman en brazos y lo presentan al piblico porque ha hecho la hazafia de aprender muy bien su geometrfa, y le cifien una corona y el piiblico aplau- de con loco frenesi.* Si, esos premios de gramética, de aritmética, de geometria, elcétera, esos premios otorgados a un alumno sdlo porque sabe a signatura, aunque haya visto el estudio de las demds que for- n el programa, con el més soberano desprecio, estan causando estragos infinitos entre la nifiez. Hay escuelas que, gracias a ese sistema de nuevo cufto, ofrecen anualmente el escéndalo de adju- dicar treinta y nueve premios, cuando son cuarenta los alumnos «jue cuentan, Ya lo creo: ;quién no ha de ganar un premio, cuan- lo basta trabajar la décima parte del tiempo que debe para conse- guirlo? ‘\ los partidarios del sistema, yo les aconsejo que no se deten- yan a medio camino, que no dejen incompleto tan bello edificio: «que establezcan no un solo premio de gramética, sino premios de analogfa, de sintaxis, de prosodia, de ortografia; no es bastante \odavia: premios de nombre, de adjetivo, de verbo; premios de presente de indicativo, de pretérito imperfecto y perfecto y pluscuamperfecto: eso serd el non plus ultra de la perfeccién. "Init es hacer notar que los maestros de escuelas piblicas no hacen en ‘ste punto més que obedecer las prescripciones legales o las disposiciones de | ayuntamientos de quienes dependen, En cuanto alos directores de escuela pparticulares, muchos obran con Ia mejor buena fe sin conocer los datios que via el sistema de premios que han adoptado; pero hay algunos que prodi- ufos premios por lucrar, esperando dejar satisfechos a todos los padres de [omiliay atraerse mayor nimero de alumnos con tal aliciente, 31 Pero a los amigos de La Reforma de la Escuela, a esos queti- dos suscriptores que tienen sed de luz.y que abrazan con juibilo la verdad cuando se les presenta, les digo: trabajad con todo vuestro cempefio, trabajad con nosotros para sustituir ese sistema de pre- mios por otto racional, el que depende del promedio de las califi- caciones, de que hablaremos en otra ocasién. (Abril 16 de 1886.) 32 IL. Legislaci6n y administracién escolar La Escuela Normal Nacional Breves reflexiones sobre su reglamento Dando cumplimiento a la promesa que nos liga con nuestros sus- criptores, vamos a consignar aqui algunas de las reflexiones que nos ha sugerido el documento mencionado. Sobre tres puntos Gnicamente versarén: plan de estudios de la Escuela Normal, plan de la escuela elemental anexa y, finalmen- te, plan de la escuela de parvulos. Comenzaremos por poner a la vista de nuestros lectores el cua tio sinéptico de las materias que se estudiarén en los cuatro afios «jue comprende el curso completo de la Escuela Normal, junta- mente con el cuadro de catedraticos que han de desempefiarlas, 3 INSTRUCCION CIENTIFICA 0 ACADEMICA INSTRUCCION PROFESIONAL 3 Cuadro de profesores de la Escuela Normal i g s 25: |. Un profesor de gramética, lectura superior Be Sg22¢ y ejercicios de composicién y recitacién $1200 | easca 2. Un profesor de historia de México y general 1200 ——- 3. Un profesor de derecho constitucional a2 y de economfa politica 1200 a3 4, Un profesor de aritmética, élgebra, geometria ea oan Te y mecénica 1200 ahl& = Ene 5. Un profesor de fisica, meteorologia y quimica EElgi |deve|eé general, agricola e industrial 1200 EPJER [ERBE| 2s 6. Un profesor de historia natural y lecciones de cosas 1 200 gee a8¢ 7. Un profesor de fisiologia, de higiene y medicina zg is 34 eet doméstica e higiene escolar 1200 Fl egss ane 8. Un profesor de cosmografia y de geografia general gage gia y de México 1200 zi 9. Un profesor de caligrafia y de dibujo 800 ag 2 10. Un profesor de gimnéstica teérica y practica 600 i 3 z 11. Un profesor de ejercicios militares 360, a 2 12. Un profesor de 1° y 2° cursos de idioma francés 800 ae z 13. Un profesor de 1° y 2° cursos de idioma inglés 800 sale aay ly 14, Un profesor de primer curso de pedagogia 1200 ae eee [Est 15. Un profesor de segundo curso de pedagogia 1200 eae fual Bp 16. Un profesor de solfeo, canto coral Z oS y a¢ompafiamiento de violin 800 fle ga Hae De las observaciones eriticas que sobre el anterior plan pue- 3 | 8283 den hacerse, no haremos més que apuntarlas por ser muy corto el (222 HIG ia iit espacio de que podemos disponer. Son las siguientes: alee: jae? |29 agi 2488 Bite x | 538 f i u «) Acerca de los estudios profesionales edeg|fl4| is Seabeeth aE HEEL HUE Nos perce tiemees sere — = |. Lo completo del curso de estudios pedagégicos. Casi en currant pavoaais| ony RL hinguna escuela normal del pais se estudian separadamente la 35 metodologfa, la organizaci6n y disciplina escolar ni la historia de a pedagogfa. 2. El orden I6gico en que estén dispuestos los estudios pedag6- gicos, Primero es conocer la naturaleza del espiritu (psicologfa) y las leyes del pensamiento (Idgica), que estudiar los principios metodol6gicos y disciplinares de la educaci6n: los segundos de- ben deducirse de los primeros. Por eso nos parece un error estu- diar primero la pedagogia que la psicologia, como sucede entre nosotros en San Luis Potosi. Bajo este aspecto, la Escuela Normal de México aventaja a la generalidad de las de los Estados Uni- dos, en las que se sigue el orden adoptado en San Luis Potosf. 3. La extensién que se da al estudio de la metodologia, que se hace en dos afios: ésta es, sin duda, una de las ramas principalf- simas de la ciencia pedagégica. 4. La importancia que se otorga a la préctica de la ensefianza y a la observacién, pues se dispone que los normalistas observen 0 practiquen en las escuelas anexas desde el primero hasta el tti- mo aio de estudios. La ensefianza es un arte, y la habilidad en un arte cualquiera no se obtiene sino con la préctica. Ademés, cree- mos conveniente que el maestro se acostumbre desde un princi- pio a la observacién personal del espfritu infantil, de los métodos y de sus efectos: eso le permitiré después asimilarse plenamente ia teorfa. Subir de a préctica a la teorfa nos parece un buen método. En cambio, no nos parece digno de aprobacién: 1. Que los estudios profesionales no comiencen desde el pri- ‘mer aiio, Creemos imposible que, en el breve plazo de dos afios, Jos normalistas estudien debidamente las diversas materias que expresa el plan de ensefianza, que son nada menos que siete: al- ‘gunas de ellas dificiles como la psicologfa y la légica, y otras que deben aprenderse muy detenida y detalladamente, como la meto- dologia y la organizacién y disciplina escolar. 2. Que la fisiologia no forme parte del curso de pedagogia y no sea ensefiada con relacién a sus aplicaciones pedagégicas, ni por el profesor que da aquel curso. La fisiologia no sdlo es la base de la teorfa de la educacién fisica o corporal, sino que por 36 las intimas relaciones que unen al alma con el cuerpo, también sirve de fundamento, en parte, ala teoria de la educacién psiqui- a (intelectual y moral), por lo que un maestro debe estudiarla con cierta extensién y, sobre todo, estudiarla en sus aplicaciones pedagdgicas. Hubiera sido, pues, de desear que fisiologia y psi- cologia, comprendidas bajo la denominacién comin de antropolo- gia, hubieran sido ensefiadas por el profesor a quien se encomendara el curso pedagégico. 3. Que se estudien con especialidad los procedimientos de Froe- bel en metodologia. Como es bien sabido, este pedagogo se dedicd ‘con especialidad a la educacién en su primer periodo, desde que e| nifio nace hasta la edad de siete aiios aproximadamente, y los procedimientos educativos que propuso son apropiados a ese pe- fiodo de la infancia. Como la Escuela Normal de México esté \dostinada a formar maestros para las escuelas primarias en que se ‘educan nifios de siete a 12 0 14 afios, a quienes ya no convienen Jos procedimientos de Froebel, no sdlo es innecesario estudiarlos ‘con especialidad, sino que puede resultar perjudicial porque més normalistas, imbuidos en ellos, se sentirén inclinados a plicarlos en 1a escuela, en lo que cometerfan gran desacierto. 4, Que una parte de la préctica la hagan los normalistas en la ucla de pérvulos anexa, porque a) ni son propios los hombres, v0 las mujeres para la direcci6n de esas escuelas; ni b) los pro- cedimientos empleados en ellas pueden acomodarse a las prima- ‘as, que serdn las que ellos més tarde tengan que dirigir. a préctica en esas escuelas tiene que producir en los alumnos. hormales la funesta tendencia de querer emplear los ejercicios de Hoebel con alumnos de 10, 12 y 14 afios, como sucedéa en la | scuela Modelo de Orizaba, lo que es un contrasentido. 5, Que el curso completo de pedagogfa, y aun la sola parte, de mnetodologéa, esté repartida entre dos profesores distintos, cuan- lo no comprende més que dos afios. Tal disposicién rompe nece- swviamente la unidad de un estudio que tanto la necesita, lurde los 37 b) Acerca de los estudios cientificos 0, académicos En ellos creemos que todo merece elogio, a excepcién de los si- guientes puntos: 1, Respecto de las ciencias matemdticas, nos parece imposible que en el espacio de un afio los alumnos las estudien con prove- ccho todas, por sumariamente que Io hagan, mayormente si se atien- de a su edad corta y escaso desarrollo mental. Por otra parte, es inconveniente que en los tres aifos subsiguientes las hagan com- pletamente a un lado, pues lo probable es que en ese lapso mucho olvidaran. 2, Seria de desearse que el curso de mateméticas comprendie- rael estudio de la trigonometria plana, prescindiendo de las f6r- ‘mulas que no tienen aplicacién sino a la esférica. La trigonometria es de gran utilidad préctica. 3, Respecto de las ciencias fisicas, hubiera convenido, a nues- tro parecer, el estudio completo de la geografia fisica 0 fisica del globo, en vez de reducirse solamente al de la meteorologfa, que es una de sus partes. Siguiendo el plan de Eliseo Reclus en su gran obra La Terre, 0 el de Maury, hubiera resultado este estudio de gran utilidad. 4, Las Lecciones de cosas estén, sin duda, fuera de su lugar agregadas al estudio de la historia natural y dadas por el mismo profesor que éstas. Si se trata de explicar la teorfa de las leccio- nes de cosas, de ensefiar cémo se han de dar en la escuela prima- ria, entonces su ensefianza corresponde a la metodologia de la que forman parte, y debe ser dada por el profesor de esta tiltima asignatura. Si se trata de dar las clases de historia natural en for- ma de lecciones de cosas, diremos que tal forma da para nifios, y nifios pequefios, y enteramente impropia para j6venes de 15 0 16 afios de edad. 5. En cuanto al tiempo dedicado al estudio de la histori: nal y universal, parece corto. Hubiera sido, a nuestro jui ferible distribuirlo en el curso de los cuatro aftos. (Noviembre 16 de 1886.) 38 La Escuela Normal de Jalapa \ndlisis sumario del plan de estudios de este establecimiento Deseariamos dar a conocer a nuestros lectores la Exposicién de motivos que acompaiian al Plan de estudios de la Escuela Nor- mal de Jalapa, y extenderlos, en seguida, en las consideraciones «que sugiere la lectura de tan importante documento; mas su gran extension y los reducidos limites de nuestro periédico nos lo prohiben, Hemos de contentarnos, pues, con irlo analizando par- cialmente, distribuyendo los articulos en que consignemos nues- {ro andlisis en diversos nimeros. Hoy dedicaremos el primero al estudio de la pedagogfa y ciencias auxiliares que en ese plantel deben curarse. La pedagogta en la escuela normal Tenemos presente que, no hace muchos ntimeros, nos lamentéba- mos en algiin articulo de que en la mayoria de las escuelas nor- males del pais no se otorgaba a la pedagogfa el lugar preferente que le corresponde en esos establecimientos, destinados cabal- mente a la formacién de buenos maestros. Por extraifa e inverost- mil que esta aseveracién pueda parecer, no es menos cierta: la ciencia y el arte de la educaci6n, que deben constituir el fin pri- mero de una escuela normal, no son debidamente atendidas en las que se han planteado hasta ahora en el pafs. La Escuela Na- cional de México es la primera de que nosotros tengamos noticia que ha colocado a la pedagogia en su reglamento en el puesto importante que merece, y que la ha constituido en un estudio s6- lido, serio y ordenado, ¥ con todo, atin deja que desear el men- cionado reglamento: dos afios, lo hemos dicho ya, es tiempo insuficiente para los estudios pedagégicos, si han de hacerse con- nzudamente como debe ser, La Escuela Normal de Jalapa ha ido més adelante: ha extendido el curso de estudios profesionales 39, alos cinco afios que en ella han de pasar los normalistas; ha dis- puesto el encadenamiento de materias que abarca, tal vez en un ‘orden mejor; y por fin, en el estudio de otras asignaturas o en la elecci6n de profesores ha tenido Ia vista fija en la pedagogia, como en el norte que le marca el rumbo. Noble y exacta idea de una escuela normal, que es, ante todo, y sobre todo, un plantel destinado a formar los futuros educadores de nuestra nifiez! Mas empecemos por copiar la parte relativa a la pedagogfa, de a Exposicién de motivos, que acompatia al mencionado Plan de estudios, para que nuestros lectores tengan a la vista el funda- ‘mento sobre que discurrimos. A ella agregaremos algunas otras frases dispersas en el cuerpo del mismo documento, en la convo- catoria o en el reglamento, que revelan cuénta importancia se atribuye a la pedagogfa en la recién inaugurada escuela. Helos aqui: Primer afto 1. Antropologia pedagégica, seis horas semanarias. Para educar al hombre se necesita, ante todo, conocer su natu- raleza. Este curso de antropologfa es, pues, la base indispensable de los estudios sobre la educaci6n intelectual, moral y fisica del hombre, asf como también para los de la didéctica, metodologia y disciplina escolar, los cuales se fundan en principios fisiolégi- cos y psicolégicos La fisiologfa, en particular, sirve de base a la educacién fisica yalahigiene escolar y doméstica, cuyos elementos se tratarén al ‘mismo tiempo. La psicologia pedagégica, haciendo abstraccién de las cues- tiones que se refieren a la especulacién filos6fica, dirigiré al fu- turo educador en la formaci6n del ser intelectual y moral de sus educandos. Su importancia para las escuelas normales ha sido reconocida por el insigne Pestalozzi, y este ramo se considera hoy en todas partes como de primera necesidad. 40 Se seguird el método inductivo, y a cada paso, como es natu- ral, se hard la aplicacién de las leyes psicol6gicas respectivas a la cnsefianza practica, En varias escuelas normales se tratan separadamente los dos cursos de fisiologia y psicologia; pero como el cuerpo y el alma del hombre estén en continua accidn recfproca, parece més con- \eniente tratar estas materias simulténeamente en un solo curso, ul. que la pedagogia moderna ha denominado antropologia peda- 16 También algunas escuelas de este género han colocado este curso en el segundo aflo escolar, y Io han hecho preceder, en el primero, de una introduccién general a las ciencias pedagégicas. [La materia es algo dificil para los alumnos del primer afto, pero lambién es indispensable esta subdivisién si se atiende a que los ‘lumnos normalistas tendrén que dedicarse durante el segundo ilo a ejercicios précticos, para los cuales necesitan el conoci- Iiento de las leyes psicol6gicas. Si no pueden terminarse las materias relativas al curso, en el primer afio, se concluiran en el primer semestre del segundo. Es esta cuestién que sélo puede resolverse en el terreno de la prictica, Segundo y tercer aito Pedagogta. 3 + 3 horas, Curso completo de diddctica, 0 teoria yeneral de la ensefianza. Curso de teorfa de la disciplina y otro curso de metodologia, traténdose con toda extensi6n los ramos ue corresponden a la introduceién primaria elemental, y ligera- snente los de la superior. Se tratardn también cuestiones de pedago- ula general, y se presentardn en forma biogrifica algunas nociones Ue la historia de la pedagogfa, especizImente del siglo actual. 4 Cuarto y quinto ato Pedagogia. 3 +4 horas. Metodologia. (Los ramos de instruccién primatia superior.) Pedagogfa general ¢ historia de la pedagogfa. (Copiado de la Exposicién de motivos.) 2. La oposicién (de las plazas de profesores en la Escuela Nor- mal del Estado) constaré de dos partes. La primera, para conocer la instruccién de los opositores 0 examinandos, se hari por me- dio de dos disertaciones breves, escritas, una que verse sobre la ‘metodologia del ramo de que se trate, y otra sobre una cuestién de pedagogia general. La segunda, para calificar su aptitud espe- cial para enseffar las materias a que aspiren, por una leccién de prueba con los alumnos de la escuela préctica, y a falta, por aho- ra, de alumnos en la Escuela Normal, con quienes debieran veri- ficar otra prueba prictica, con una exposicién oral sobre un tema de la materia respectiva. (Copiado de la Convocatoria.) 3. Articulo 3°. En todos los afios de ambos cursos profesionales se verificardn ejercicios précticos en la escuela prictica anexa a Ja Escuela Normal, y para los alumnos de 3°, 4° y 5° afto de estu- dios se acordarén visitas a otras escuelas de instruccién primaria del estado. Los ejercicios précticos se hardn en la forma y tiempo que determine el director de la Escuela Normal, y t otras escuelas, cuando lo crea conveniente el director, previa apro- bacién del ejecutivo. (Del Reglamento de la Escuela Normal.) 4. Los ejercicios pricticos de ensefianza en la escuela prictica anexa a la Normal mereceran especial atencién, y la parte practi- ca corresponder en un todo a la teorfa. (De la Exposicién de motivos.) 5. Légica. 4 horas. Los futuros profesores de instrueci6n pri- ‘maria elemental han recibido algunas nociones de légica en el curso de psicologia; los de instruccién primaria superior vuelven a estudiar la materia en su iltimo aio, Moral. 3 horas. La lectura, explicada en los cuatro afios prece- dentes, ha offecido mil oportunidades de dar a Ios alumnos lec~ ciones practicas de moral. Ademés, este ramo se ha estudiado en 42 cl curso de antropologia, teoria de la sensibilidad y voluntad, (De la Exposicion de motives.) Copiado lo anterior, sefialaremos los puntos que mAs dignos de clogio nos parecen, haciéndolo en proposiciones numeradas, para breviar la exposici6n y fijar mejor nuestras ideas en el énimo de Jos lectores. |, En esta escuela, como en Ja futura de la capital de la repti- blica, el estudio de la pedagogfa se inicia con el de la psicologia, Jigica y moral, Si los nombres de estes dos itimas materias no figuran en el plan de estudios, es porque estén incluidos en la psicologfa, de la que verdaderamente forman parte, como se con- firma por Ia lectura del fragmento niimero 5. Este orden de estudios, como lo hemos hecho ya notar, en otra ‘casién, coloca a las escuelas que lo han adoptado en un nivel, hho slo superior a las restantes de! pais, sino a la generalidad de Jos institutos normales norteamericanos. Hoy, que conocemos el n de estudios de las escuelas normales argentinas, agregare- ‘nos que también la nuestra es superior bajo este respecto a las de ‘quel pats; y bien sabido es que la Repiblica Argentina figura en jyrimera linea, por los progresos que ha alcanzado en la instruc~ ‘in, entre las naciones del continente americano. 2. La fisiologfa también se estudia antes que la pedagogia y con aplicaci6n a ella, a diferencia de lo que en México sucede. Hasta qué punto merece nuestra aprobacién este sistema, lo indi- can claramente las siguientes Ifneas eseritas con anterioridad a la ‘in del Plan de estudios que enalizamos. nbio no nos parece digno de aprobacién: 2. Que la fisiologia no forme parte del curso de pedagogia y hho sea ensefiada con relacién a sus aplicaciones pedagégicas, ni jpor el profesor que da aquel curso. La fisiologfa no s6lo es la de la teorfa de la educacién fisica 0 corporal, sino que por |us {ntimas relaciones que unen al alma con el cuerpo, también 4B sirve de fundamento, en parte, a la teorfa de la educacién psiqui- ca (intelectual y moral), por lo que un maestro debe estudiarla con cierta extensiGn, y sobre todo, estudiarla en sus aplicaciones pedagégicas. Hubiera sido, pues, de desear que fisiologia y psi- cologia, comprendidas bajo la denominacién comtin de antropo- logia, hubieran sido ensefiadas por el profesor a quien se encomendara el curso pedagégico. Entre las escuelas en que figura la antropologia pedagdgica como el fundamento necesario de la pedagogia propiamente di- ccha, nos es grato mencionar el Pedagogium de Viena, que ha al- canzado una fama europea bajo la direccién del eminente doctor Dites. 3. La adopcién del método inductivo para el estudio de esta asignatura (la antropologia) merece nuestros més vivos y caluro- s0s elogios: ésta es una rama de las ciencias naturales, y no puede llevar otro camino que el que en ellas ha sido coronado de éxito tan brillante. Tal método aplicado a la psicologéa, y cabalmente a la psicologia pedagégica (su aplicacién a la fisiologia quizas no parezca extrafia), es el que hoy recomiendan sabios como Sully y como Berra; y es de notar que las Outlines of psychology del primero llaman actualmente la atencién de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, y del segundo me bastard decir que con su obra sobre La ciencia de la educacién logré fijar la atencién de Euro- pa sobre su retiro de Montevideo (Uruguay), y que las revistas pedagégicas de Francia, Austria e Italia daban cuenta con elogio de la obra, no bien publicada. 4, La antropologfa que va a estudiar ser esencialmente peda- gdgica, y como textualmente lo dice la Exposicién de motivos, a cada paso se hard la aplicacién de las leyes psicol6gicas respecti- vas a la ensefianza préctica, Y es conveniente lamar sobre este punto Ia atencién, porque son muchas las personas que ereen que la fisiologta, verbi gratia, debe ensefiarse en una escuela normal como en un colegio preparatorio o en una facultad de medicina, y ala verdad, que no es asf. Asf como un mismo objeto puede pre- sentar distintos aspectos segtin sea el punto de vista desde el cual 44 «observa, asf también una ciencia, con ser una, se estudiard de \Jistinta manera segdn las aplicaciones précticas que de ella se \ntenten hacer. En la escuela normal lo que ha de estudiarse no es \una antropologia cualquiera, sino una antropologia pedag6gica; ho el primer manual de fisiologia que se venga a las manos, sino \fisiologia pedag6gica; no, tampoco, una psicologia cualquiera, sino una psicologfa en relacién con laeducaci6n y la ensefianza. La antropologa estudiada de este modo viene a constituir como un primer curso de pedagogia rigurosamente cientifico; y tan cierto 69 esto, que en el tiltimo congreso pedagégico de Paris se expre- 6 el deseo de fundir en un solo curso el estudio de psicologia y ‘noral, por una parte, y de pedagogia por otra, que se hacen en las, escuclas francesas. 5, En lo que sf no podemos estar conformes con las opiniones de nuestro respetable amigo el sefior Rébsamen, autor principal de! plan de estudios, es en considerar la higiene escolar y domés- \ica como parte del estudio de la antropologfa: la higiene es una ciencia de aplicacién que, en nuestro concepto, debe formar par- le de la pedagogia en la escuela normel. Si al mencionarla expre- uinente como una rama de los estudios antropolégicos, se quiso \ndicar Gnicamente que de las leyes fisiolégicas que se vayan (undo a conocer se hardn las explicaciones higiénicas conducen- los a la educacién doméstica y escolar, nada nos parece més lau- \lable; pero no es esto, a la verdad, lo que de la lectura del plan de studios se deduce. 6. También sentimos que no se haga un estudio especial de la ovpanizaci6n y régimen escolar 0 economia de las escuelas, que ‘nos parece estudio importantisimo, sobre todo en un pais demo- ratico en que cada estado, o mejor dicho, cada municipio esta \lamado a establecer el régimen de sus escuelas; en un pais en jue el pueblo mismo y no el gobierno, es quien ha de organizar la escuela, en que por lo mismo, se necesita divulgar ideas justas y ‘xuctas acerca de la organizacién mas adecuada de la escuela. En | generalidad de los colegios normales norteamericanos, la eco- nomia, el régimen o gobierno de la escuela, como alli se llama, 45 constituye un estudio independiente a que se otorga no menos importancia que a la de los métodos de ensefianza. Métodos de instruccién y economia de las escuelas son los estudios promi- nentes en ese grande pueblo americano, que en ninguna de sus instituciones pierde de vista los principios de libertad y self government. En este punto si llevard ventaja, a nuestro juicio, la escuela de México a la de Jalapa. 7. Otra particularidad que no debe pasar inadvertida en la or- ganizacién de la futura escuela normal es la suma de conocimien- tos pedagégicos que se exigen a los profesores que en ella han de tener empleo. La lectura del pérrafo de la convoeatoria que més arriba hemos transcrito es muy significativa a este respecto: de- ben poseer conocimientos de pedagogia general, de metodologia especial en el ramo que van a enseflar, y nétese esto bien, meto- dologia aplicada a Ja enseftanza de la escuela primaria, puesto que una de las pruebas a que se les somete es la de dar una lec- cidn a Jos alumnos de la escuela préctica. Y hacemos hincapié en esto tltimo, porque una persona puede tener excelente método para enseflar una signatura a j6venes de 15 a°20 afios, e ignorar al mismo tiempo Ia manera de ensefiarla a nifios que sélo cuentan de 8 a 10. Y en la Escuela Normal de Jalapa se ha creido necesa- rio, con raz6n, que los profesores no solamente estén en aptitud de ensefiar la materia que profesan a los normalistas de 15 aiios, sino que sepan, ademas, el método que debe emplearse para la ensefianza de la misma en la escuela primaria. {Es necesaria esta instrucci6n en pedagogia y metodologia por parte de un profesor encargado de la ensefianza de cualquiera asignatura en la escuela normal? Sin duda que sf; ese profesor tiene que enseiiar esa asig- natura de una manera especial, fijéndose especificamente en el método de trasmisiGn, en las relaciones de la ciencia profesada con las facultades mentales. Oigase a este respecto lo que dice Johonnot. Primero. En la escuela normal, las asignaturas comunes deben estudiarse en sus relaciones con la mente del discfpulo. Se procu- raré que la atencidn del estudiante esté siempre fija en la relacién 46 que cada clase de conocimientos terga con las facultades que intervienen para adquirirlos o formarlos. El estudiante normal yprende para instruir y cultivar la mente de sus disefpulos; y, si hha de hacer esto con inteligencia, tiexe que conocer la relacién cxistente entre las facultades mentales y el material empleado para cultivarlas. Segundo. La instruccién normal en las asignaturas comunes debe ser rigurosamente analitica, El estudiante comtin, cuando std adquiriendo conocimientos y cultura intelectual, no suele fi- jurse tanto en el camino recorrido como en el fin logrado; pero cuando adquirimos conocimientos para comunicarlos a los de- mils, debemos saber qué pasos conducen a su adquisicién, qué relaciones tienen los hechos y verdades entre sf y con la mente, y qué orden es preciso seguir para presentar las ideas a quien ha de aprenderlas. Tercero. La instrucci6n normal en las asignaturas comunes debe ser también sintética, El maestro no sélo ha de abrir el camino por el andlisis, sino que, ademés, ha de saber conducir a sus dis- cipulos al punto de partida por medio de la sfntesis. 8. Finalmente, y para encerrar bajo este mtimero todo lo que ios resta por decir, pues va alargdndose este articulo desmedi- \Jamente, nos parecen disposiciones muy plausibles: a) Que no se deje a los maestros de ensefianza primaria ele~ imental sin algunas nociones, aun cuando sean sumarias, de la historia de la pedagogia, especialmente en lo concerniente al si- jlo actual, Es el siglo en que mayores progresos ha aleanzado la Ciencia pedagégica; b) Que aun en otras asignaturas, como en el estudio del len- uae, Se ocupe a los normalistas en redactar disertaciones peda- ©) Que la préctica no la hagan exclusivamente los que se desti- ‘wen al magisterio en la escuela anexa a la normal, sino que hayan \le visitar también otras distintas, En efecto, asf como el médico uo podrfa estudiar con fruto el curso de una enfermedad ni la \wcidn terapéutica de un medicamento en un solo individuo, por- 47 que sus generalizaciones carecerfan de base amplia que les sit- viera de robusto apoyo, asi tampoco el educador puede inferir con seguridad el efecto general de un método o régimen discipli- nario del ejemplo aislado de una escuela. Para que una induccién tenga solidez y ofrezca garantias de acierto, ha de ser producto de muchas y variadas observaciones. Dejo, por hoy, la pluma, para ocuparme de otra asignatura en distinto articulo.' (Enero I de 1887.) Las juntas superiores de instruccién Contestacién a un articulo del seftor doctor Cutberto Peria El sefior doctor Cutberto Pefia ha publicado en el nimero 20 del Boletin Cantonal de Cordoba el articulo que a continuacién re~ producimos, intercalando las observaciones que nos han pareci- do conducentes. Las juntas de instruccién Nada mas grandioso ni més noble que ensanchar cada dia el circulo estrecho de nuestros conocimientos, utilizando no s6lo los trabajos que ven la luz en nuestro suelo, sino también aque- los que son hijos de los hombres de otros paises. Nuestras lectores nos disculparsin que hayamos ocupado en este méimero tan considerable espacio con un asunto algo ajeno de nuestros estudios habi- tuales que se refieren a la escuela primaria; pero sireflexionan que una escuela, normal es come el tronco del que nacen buenas escuelas elementales, conven- dn en que Ia organizaciGn de aquéllas esta {ntimamente conexa con el plan de esta publicacién, Nosotros estamos persuadidos de que la fundacién de dos escuelas normales tan importantes, como Ia de México y Jalapa, ejercerd la ‘is benética y poderosa influencia sobre el estado de Ia instruceién primaria en todo el p 48. Las investigaciones cientificas, las mejoras materiales, el progreso intelectual, no son el dominio exclusivo de ningtin pueblo. Desde la més remota antigiiedad, el cetro de la civilizaci6n ha cambiado continuamente de residencia, y cuando una na- cién, que por espacio de algunos siglos lo empufiara, se ha visto precisada a abandonarlo, deteniéndose en su marcha a consecuencia de la ley fatal e ineludible de evolucién, en el acto se levantaba otra a su lado, que toméndolo, ha proseguido con nueva vida y fuerzas nuevas la obra comenzada. Por eso es que hoy vemos a la ciencia constituida en un es- lado tinico, sin fronteras, y que no tiene més limites que los del mundo civilizado: sus dominios son tan vastos, que en ellos nunca se hace la noche completa, y el reposo absoluto también cs imposible en ellos. Su lema es muy sencillo: “Avanzar, siempre avanzar.” Esta es una verdad seria, y sin embargo es tan bella, que a s tiene la apariencia de una metéfora, o la magnificencia de una utopia. {Cémo llegar al fin deseado? {Sipor no disminuir los medios de adelanto, si por procurar la mayor suma de conocimientos, acogemos todo, sin juzgar- lo, sin discutirlo, sin compararlo, lograremos més presto el re- sultado? Indudablemente no. Los trabajos individuales son la riqueza de la ciencia: més claramente, la moneda que circula con libre cambio en sus do- minios; y si por temor de empobrecemnos los aceptamos todos, sin averiguar su valor real que no es siempre el nominal (como por desgracia sucede en estos momentos con nuestros pesos), seguramente podemos exponernos a.un serio contratiempo. Estas ligeras reflexiones nos han sugerido un articulo que bajo el némero 7 publica el sefior Carlos Carrillo, en el ntime- ro 14 de La reforma de la escuela elemental, al que ha dado por titulo el que encabeza estos renglones. ve 49 Siguiendo la ley general del progreso, este sefior estudia no s6lo lo que en el pafs ve la luz sobre la delicadfsima materia de instruccién piiblica, sino lo que del extranjero nos viene, lo que demuestra su infatigable anhelo y su constante dedicacién, por lo cual lo felicitamos. Pero de esto, a aceptar todo lo que nos dice, hay una distancia enorme, que no podemos franquear, sin hacer algunas etapas, para tener el tiempo suficiente de descanso, y durante él reconcentrarnos en nuestras meditacio- nes, con el objeto de averiguar si esas monedas brillantes que nos brinda tienen su valor real y positivo, en consonancia con el nominal que viene fastuosamente representando. En las Iineas anteriores se concreta el sefior Pefia a sentar el ‘guiente principio: No debemos acoger indistintamente todas las reformas, sin juzgarlas, discutirlas y compararlas. No puede darse méxima més sana: es la misma que hemos venido poniendo en préctica desde hace tiempo. Por eso en el mimero 12 de nuestra revista no copiamos todo el proyecto de reformas a la ley de ins- truccidn espafiola, sino los articulos que nos parecieron dignos de estudio; por eso entre ellos seitalamos con un asterisco los que creimos de oportuna aplicacién en México; no acogimos todo; juzgamos, discutimos, comparamos y elegimos lo que mejor nos pareci6, con criterio enteramente propio. El Proyecto de reformas a la ley de instruccién publica espaitola, contiene el siguiente inciso: “Las juntas provinciales de ins- truccién publica, se compondrén exclusivamente de personas facultativas.” El sefior Carrillo, copiéndolo, aftade: “esto de- searfamos ver consignado en todas nuestras leyes escolares Entre nosotros hay establecidas también, como en Espafia, juntas de instruccién en casi todos los estados, y aqui, como alld, adolecen de los mismos vicios. En ellas hay médicos, abogados, periodistas, todo, menos maestros. No conocemos a fondo (porque si no es imposible, si muy dificil), el estado que guarda la instruccién paiblica en Espafia;, 50 pero a juzgar por el proyecto de reformas, creemos que la cosa, por all debe andar poco més 0 menos como por acé, pues que de reformas se trata, y lo bueno no se reforma; pero aun supo- niendo que en la Peninsula se encuentre en un estado brillanti- simo, no debe de esto deducirse lo que quiere el sefior Carrillo. Nosotros no hicimos valer en pro de la reforma que propusimos, jue en Espafia se hubiera iniciado otre anéloga, ni insinuamos jue en Espafia guardara la instruccién publica estado brillantisi- mo, sino que la fundamos en razones que suponemos que el sefior Peiia habré encontrado justas, puesto que en su articulo no las impugna. Desgraciadamente aunque él lo quiera, y con é1 lo queremos todos los que deseamos vera México engrandecido, venimos a \ropezar con el gravisimo inconveniente de que no podemos, y no podemos por la raz6n sencillfsima de carecer de los medios para ello, Si estudiamos concienzudamente a nuestro pais, veremos «que excepcién hecha de la capital de le repiblica, de lade algu- nos estados y de muy pocas cabeceras de cant6n o de distrito, stan en la mas completa imposibilidad de dar cumplimiento a los vehementes deseos del sefior Carrillo, por la carencia abso- luta de maestros, entiéndasenos bien, ano ser que demos aquella calificaci6n a personas que por sus pocos conocimientos 0 ca- rencia de aptitudes, no la merezean, En tal situaci6n, si se quiere dar asentamiento a las indicacio- nes del sefior Carrillo, 0 se cae en el ridiculo de promulgar una ley sub conditione, es decir, que mande formar esas juntas con maestros “si los hubiere”, lo cual conducirfa al caos, 0 mien- tras el pafs se provee de ellos (resultado del tiempo, de la cal- ina, del reposo, del trabajo y del estudio), forzoso es recurrir a lomenos malo que hay, la pesadilla del sefior Carrillo, los abo- uados, los médicos, los escritores, los periodistas, etcétera. SI Nosotros nos referimos alas juntas superiores de instruecién que son las que corresponden a las provinciales espafolas, y las que forman generalmente los reglamentos escolares; y como éstas residen en las capitales de los estados, basta que en dichas capita les haya maestros id6neos para que la reforma que propusimos sea posible. {Por qué rechazar tan duramente y con tanto desprecio como To hace el seftor Carrillo a personas que tan de buena voluntad y sin estipendio alguno, han contribuido por largos afios a pres tar su apoyo a la instruccién? Esto no es equitativo ni justo, Ciertamente que no. Lo que debe hacerse es rechazarlas con sua- vidad y guardéndoles el aprecio que merecen por su buena vo- Tuntad, ya que no por sus servicios eminentes; pero rechazarlas siempre, porque no siendo idéneas, como me parece que lo demos- tré con argumentos que el sefior Peiia no ha contestado, no serfa justo conservarlos en las juntas, con perjuicio de la instrucci6n, Pero aun hay més todavfa; sin el concurso de los médicos que’ han dado a conocer la anatomfa y fisiologia humana y compa~ rada, y como corolario de ambas la higiene; sin el de los fil6- sofos que se han ocupado largamente en sus elucubraciones: sobre la psicologia; sin el de los letrados que han venido edifi- cando, dando vida propia e independiente, a las leyes escola res; sin el de los ingenieros que cultivando y perfeccionando de continuo las matemfticas en sus diversos ramos. las han levado hoy a un grado sorprendente del adelantamiento; sin el de los periodistas que diariamente amplifican ciertas cues- tiones de vital importancia; sin el de los fil6logos que hacien- do del lenguaje el punto objetivo de sus trabajos, tienden a mejorarlo a cada instante, ,qué seria hoy la pedagogia? No encuentro en el diccionario una palabra para dar la debi- da respuesta. 52 F'rancamente no vemos la fuerza del argumento anterior, que po- «nia resumirse asf: La pedagogia necesita del auxilio de otras ‘encias, luego los profesores de estas ciencias pueden resolver on acierto cuestiones pedagogicas,y ser miembros ttiles de las juntas de instruccién. ;Qué pensaria el sefior Peiia si nosotros urgumentéramos de aniloga manera? ; Qué pensaria, sinos oyera \lecir: la fisica, la quimica, la boténica, son ciencias auxiliares de \u medicina, Iuego un estudiante que ha concluido estas ciencias, puede ejercer la profesién de médico? {Le convencerfan tales fazones? A tales consideraciones se pueden anteponer también hechos reales y tangibles, {,Quién fue durante mucho tiempo presidente del congreso pedagégico en la capital de la repiiblica? ‘{,Quién ventilé en aquél, cuestion2s importantes de higiene y psicologfa? Un apreciable médicc: el sefior Ruiz, ;Sacrile- gio! exclamard el sefior Carrillo, Justicia sin pasién, contestaremos nosotros Probablemente también el sefior Carrillo sabré quign ha sido, no de hoy, de algunos aifos atrés, uno de los mas ardientes partidarios de la reforma de la instruccién en Espafia, Es nada menos que un médico, el ilustre doctor don Pedro Mata. Leal sefior Carrillo su obra titulada La razén humana, y en ella encontraré. mucho, muy bueno sobre el atributo mas noble del hombre, considerdndolo desde su infancia hasta su decrepitud, 1 doctor Ruiz ventil6 cuestiones importantes de higiene. Lo com- prendemos perfectamente: es médico. Ventilé cuestiones de psi- ‘ologla, También lo comprendemos: para nadie es un secreto que w ha dedicado con especialidad a los estudios filoséficos. Pero {aweaso todos los médicos Io han hecho? , Acaso los abogados, los jperiodistas, los ingenieros conocen la higiene y la filosoffa como 33 £17 ;,Acaso todas las cuestiones que han de resolver las juntas de instruccién son de higiene y de psicologia? ; Acaso pedagogia e higiene, pedagogia y psicologia son términos sinénimos? El doctor Mata ha sido uno de los més ardientes partidarios de la reforma escolar. ¥ es lo mismo, preguntaremos, ser ardiente partidario de una reforma, que tener los conocimientos necesa- rios para Hevarla a cabo, y para organizarla en sus detalles? Y dando que los sefiores Mata y Ruiz fueran excelentes para miembros de una junta superior de instruccién, ,qué regla puede sacarse de dos casos excepcionales? Si el sefior Peita, consultando Jos recuerdos de sus lecturas, no ha podido citar mis que estos dos nombres en apoyo de su tesis, ;no es ésta la més clara prueba de que tales hombres no abundan? Aqui concluimos, mas no ser sin dar las gracias al sefior Peita por las observaciones que a nuestro escrito tuvo a bien dedicar. Quienes con rectitud de miras critican nuestras ideas, son nues- tros més eficaces colaboradores en la tarea escabrosa de descu- brir la verdad, y de purgarla de todo error que la mancille: tienen, pues, justo titulo a nuestra gratitud. (Septiembre I de 1886.) Un sistema que deberiamos imitar La organizacién de la instruccién piiblica en Echar una ojeada a la organizacién que se ha dado al sistema escolar en paises extrafios, en que la instruccién pablica ha al- canzado alto gradu de prosperidad, siempre cs conveniente; y cuando estos paises tienen con el nuestro la analogfa de estar re~ gidos por instituciones democraticas, puede traernos atin mucho mayor provecho el examen de su sistema escolar. Bueno es, pues, bosquejar répidamente el de la gran repiblica vecina Siendo en ella, como entre nosotros, cada estado independien- te en su régimen interior, es natural que la organizacin de la ensefianza puiblica difiera de uno a otro; pero en todos tiene, sin 34 ‘embargo, analogias que acusan un origen comin y que permiten hablar en general del sistema norteamericano. Un rasgo de este sistema que debe llamar la atenci6n del lector iniexicano es que las autoridades escolares constituyen un orga- ‘nismo independiente del politico o administrativo. Asi como entre nosotros el Poder Bjecutivo es perfectamente distinto del Judi- cial y las autoridades politicas independientes de las del orden Judicial, asf también entre ellos las autoridades escolares forman una rama especial y distinta de la administracién publica. Asi como entre nosotros? el juez de paz de cada municipio esté su- hordinado al de primera instancia del cantén y éste a su vez al Tribunal Superior del Estado, asf también entre ellos el trustee del distrito escolar depende del superintendente del condado y ‘le a su vez. del superintendente general del estado.’ Asi como ‘entre nosotros serfa una anomalfa que un juez. de paz. estuviera subalternado al alcalde municipal, 0 que un juez de 1° instancia lo estuviera al jefe politico, asf entre ellos parecerfa no menos lar y extrafio que una autoridad escolar dependiera de otra dle orden meramente politico. Por lo demés, esta organizacién no ©» peculiar ni caracterstica del sistema norteamericano, antes mas bien comtin a todos los pafses en que ha alcanzado cierto desa- vollo la ensefianza piblica, y la encontramos en varias naciones eropeas, en las que los funcionarios escolares estén subordina- centre’sf jerérquicamente, con independencia completa de los ile! orden administrativo. Para entender el mecanismo del sistema, diremos una palabra sie cada una de las autoridades e instrucciones escolares del estado, eondado y municipio, comenzando por las del primero. Y Me refiero al estado de Veracruz, cuya organizacién me es mejor conocid Debo advertir de paso que esté empleada con inexactitud la palabra de- Jpoule, porque en un pais tan penetrado del espiitu del self-government, como |» juan repabliea norteamericana, es tanta la suma de independencia que goza | ondado, que aquella palabra no puede usarse sino en sentido muy limitado, 19 después veremos. 35 I. Consejo de educacién (board of education). En algunos es tados de la Unién, como en los de Illinois y Kansas, por ejemplo, no existe esta institucién, pero la hay en la generalidad de los estados. En general el consejo esté formado por el superintendente del estado y de los condados y ciudades principales, o por representan- tes de cada distrito, mas algunas veces suelen ser, ademés, miem- bros de él el director de la escuela normal, como en California, 0 el director de la universidad del estado, como en Indiana. En al- gunos estados esté formado por varios funcionarios del orden administrativo, como en el de Mississippi, en donde se compone del superintendente de educaci6n, del secretario de gobierno y del attorney, o en el de New Jersey, en el cual es més numeroso el cuerpo, siendo miembros de él, entre otros, los presidentes de la Cémara de Diputados y de Senadores. De esto resulta que el consejo es un cuerpo mis 0 menos de~ mocrético y mas o menos sujeto a las influencias del poder poli- tico, segtin el estado en que se considere; mas como generalmente lo forman los superintendentes de estado y de condado, y estos funcionarios, como después veremos, son electos popularmente en la mayorfa de los estados, resulta que casi siempre el board es bastante independiente. Es una especie de congreso que legisla sobre la educacién, o cuando menos, que la reglamenta. Que legisla, he dicho, y en efecto, no he exagerado al expre- sarme de tal modo refiriéndome a algunos estados. En Alabama, por ejemplo, el board of education es un cuerpo legislativo en la estricta acepcién de Ia palabra;! sus disposiciones pasan al ejecu= tivo para que les haga observaciones; pero cuandy no las hace, 0) cuando, a pesar de ellas, el board insiste en lo decretado, por una mayorfa absoluta, adquieren sus disposiciones caricter de ley; s6lo el Congreso puede revocarlas. En lowa también tuvo el board durante cierto tiempo plenos poderes legislativos en Io concer- «With full legislative powers, dice la ley, refiriéndose a él 56 we a educacién,’ aunque siempre subordinados al veto supe- rior del Congreso. En la generalidad de los estados son, sin embargo, mucho inenos amplias las facultades cometidas al board. En Massachu- selts, por ejemplo, las obligaciones del que creé la ley de 1837 se reducfan a informarse del estado que guardaban las escuelas pi- blicas y de los resultados en ellas obtenidos, y a esparcir con la mayor profusi6n que le fuera posible noticias acerca de los méto- dos de educacién mas recomendables y més fecundos en buenos resultados. En Connecticut el board puede seftalar los libros de texto para las escuelas, prescribe la forma que han de tener los informes escolares, dirige la escuela normal, convoca congresos de maestros, ejerce por medio de su secretario la inspeccién ge- neral de las escuelas del estado y procera, sobre todo, despertar y mantener vivo el interés ptiblico por las escuelas. En California, cl board reglamenta los estudios de les escuelas piblicas, pres- cribe los libros de texto que deben usarse, sefiala los que son propios para las librerfas escolares, expide certificados a los maes- {ros y sefiala el modo como han de ver:ficarse sus exdmenes pro- fesionales. Como se ve, las funciones del board varfan mucho en los di- \ersos estados. Por mi parte, yo preferirfa el board con funciones meramente consultivas, esparciendo informes acerca de los me- jores métodos de edueacién practicados en otros paises 0 en otras jpartes del mismo pafs, y despertando el entusiasmo piblico por las cuestiones escolares, pero prescribiendo y ordenando poco; y lo preferirfa porque me parece que esta forma es la que més res- ppota la independencia y autonomia local de los diversos munici- pios. y amf me inspira veneraci6n profunda esa grande y augusta cosa llamada libertad, en cuyo poder fecundo para el bien tengo lu fe mas viva y mds ardiente. Full power to legislate and make all needful rules and regulations in lation to common schools, dice la Constituci6n local refiriéndose a él 37 Il Superintendente general de educacién (state superintendent, state school commissioner). El board of education que, como acabamos de ver, es un cuerpo colegiado que no se retine sino a intervalos, necesita un agente ejecutor de sus decisiones. Este es el superintendente general de educacién, quien en aquellos esta- dos que carecen de consejo de educacién desempefia ademas funciones iguales 0 muy anélogas a las de este cuerpo. Generalmente es un funcionario elegido popularmente; sin embargo en algunos estados, como en Kentucky y Minnesota, es nombrado por el gobernador de acuerdo con el senado; en otros, como en Nueva York, por el senado y el Congreso; y en alguno finalmente, cual es Massachusetts, designado por el board, de cuya corporacién es secretario. De todos modos, la regla general es que el pueblo lo elige, y no sé de ningan estado en que la ley haya cometido exclusivamente su nombramiento al Ejecutivo. De esta manera se logra que el superintendente goce de gran in~ dependencia en el ejercicio de su empleo y no se sienta inclinado al desempefiar sus funciones a obsequiar las insinuaciones del ‘gobierno, de quien nada ha recibido ni espera recibir. En cuanto a la duraci6n de sus funciones, generalmente es de cuatro afios; pero hay estados, como Iowa y Kansas, en que esta limitada a dos, y otros, como Massachusetts, en que se prolonga hasta ocho. Entiendo que en la generalidad de los estados es re- elegible este funcionario indefinidamente; pero no es cosa que puedo asegurar. Por lo que dejo escrito ya se colige que las atribuciones del superintendente deben de variar entre limites bastante amplios. Efectivamente, en aquellos estados en que viene a remplazar al board of education, es natural que sus funciones tengan gran lati- ‘ud; mientras que en aquellos otros en que es mero ejecutor de las decisiones de esa corporacién, con el cardcter de presidente 0 secretario de la misma, su cfrculo de accién esté notablemente circunscrito, Pero aun en este tiltimo caso, como el board, segdn ‘vimos en el pérrafo anterior, esté investido de poderes mas o menos latos, es consiguiente que las facultades del superintendente sean 58. uiiversas en los varios estados, creciendo o menguando en pro- in de las que tiene el respectivo board. Para dar mas clara idea de las facultades y obligaciones de un uperintendente, no estara por dems indicar, siquiera sea de un ‘odo sumario, las que le competen en unos cuatro 0 cinco esta- dos.” Paso a hacerlo. En Maine (advertimos que éste es uno de los pocos estados en «que no existe consejo general de educacién), el superintendente ‘es el consejero y director de las juntas locales escolares; tiene bligacin de recoger y publicar los detos relativos a las escuelas diel estado y de dar a conacer algunos sobre las de otros estados y pulses; a 61 e toca mantener vivo el interés piblico respecto de los, juntos de educacién, presidir anualmente el congreso de maes- \ros del estado y las juntas locales de los mismos en cada conda- «Jo; 61 prescribe las materias de ensefianza (quedando a las juntas Jocales la facultad de sefialar materias adicionales); funciona como perintendente de Ia escuela normal del estado, y presenta, por in, todos los afios al Congreso una memoria en que da cuenta de \us actos y del estado de la educacién. ‘n Massachusetts, el superintendente, que es secretario del /oard of education y elegido por los miembros de éste, tiene obli- juucidn de acopiar datos y noticias acerca de la condicién que jyuardan las escuelas pablicas y resultados que de ellas se obtie- wen; y de dar publicidad a estos datos y noticias, procurando que «ireulen con profusién por todos los puntos del estado; debe dar a conocer asimismo los métodos mejores y més eficaces para la lucacién y la ensefianza, con objeto de que todos los nifios que vsistan a las escuelas piblieas reciban la mejor educacién posi ble. Anualmente tiene que presentar a la legislatura: 1° Una me- ‘noria pormenorizada de sus actos, incluyendo en ella las obser- vaciones que su reflexiGn y experiencia le sugieran acerca del estado que guarda la educacién popular, reformas que necesita y Los datos que comunico a mis lectores me los suministra generalmente Howard en su opdseulo Common schools and elementary instruction. 59. mejoras de que'es susceptible; y 2°.Un extracto de los informes presentados por todas las juntas locales. ‘Con més amplitud encuentro expuestas en el opdsculo men cionado en nota anteriormente, las funciones del superintendente general en el estado de Nueva York. He aqui su extracto de ellas: Respecto de las escuelas normates. Es presidente de la junta ejecutiva de la escuela normal en Albany y a él le toca sefalar el niimero de alumnos que cada condado puede enviar a la misma, Es miembro igualmente de la junta encargada de elegir los luga- res en donde deben establecerse escuclas normales suplementa- ris, y cuando dichas escuelas se han fundado, conservael gobiee no superior de ellas, nombrando las juntas locales encargadas ‘su administracién, aprobando sus reglamentos, prescribiendo la forma de las memorias que han de presentarle y autorizado con su visto bueno el pago de toda cantidad destinada a su sostent miento. A él corresponde aprobar los programas de estudios que deben cursarse en estos establecimientos, los sueldos que han de disfrutar los profesores de ellos y a él toca decidir a su arbitrio si Jas escuelas han de ser para varones o para mujeres. Respecto de otras escuelas superiores. De oficio es regente de 1a universidad, presidente de la junta on teachers” classes de las ‘academias, miembro de la junta de sindicos del asilo de idiotas y de la Universidad de Cornell. Respecto de las conferencias de maestros. A él esté encomen- dada la direcciGn general y la inspecci6n de las conferencias de maestros en los diversos condados del estado; esta facultado para nombrar profesores que den clases 0 conferencias en ellas, pa- ‘gdndoles sus honorarios, y él autoriza cl pago de todos los ee erogados por los comissioners” para su convocaci6n y celebra~ 7 Son unos funcionarios elegidos popularmente en aimero de 112. Entre otras obligaciones tienen la de inspecciona las escuelas de sus distritos, de cxaminar los edificios escolares para ver si son adecuados a su objeto, impi- ‘endo Ta apertura de escuelas en los que sean enteramente impropios; de ext= {ninar alos maestros y expedirles su diploma, y de recomendar las asignaturas Ge deben curarsey textos de que debe hacerse uso para la ensefianza. 60 cin, La ley le impone el deber de visitar estas conferencias y de lar las instrucciones y direcciones necesarias para que funcionen \lcbidamente y con provecho. Respecto de las escuelas primarias y de la educaci6n en gene- yul. El superintendente tiene la direccién general de las escuelas jpublicas, las visitas, se informa de la manera como son adminis- \vadas, y da advertencias y consejos acerca de la ensefianza y dis- ciplina de las mismas, A 61 corresponde distribuir de una manera ‘equitativa y proporcional entre los diversos condados la cantidad ‘on que el estado contribuye para el sastenimiento de las escuelas: 6) recibe y forma un extracto de todos los informes de los diver- 408 distritos escolares del estado y revisa las cuentas de sus in- Jresos y egresos. Es el consejero y director nato de todos los funcionarios escolares y maestros y el consultor de todos los ha- bitantes en general en todas las cuestiones relativas a legislaci6n ‘scolar. Tiene obligacién de presentar anualmente a la legislatura \una memoria sobre el estado que guardan las escuelas y todas las instituciones de ensefianza que estan bajo su direccién, indican- do en ellas las medidas que a su juicio deben adoptarse para que jrosperen y se obtengan de ellas los mejores resultados. De propésito me abstengo de afiadir cualquier comentario a los datos anteriores; quiero que el lector, consultandolos y com- jparindolos, forme por s{ mismo idea de las funciones que ejercen jeneralmente los superintendentes de estado, tomando nota de |us diferencias de legislacién que a este respecto existen en los estados, En muchos, como fécilmente observar, més bien que prescribir u ordenar, le toca simplemente informar, aconsejar y; jobre todo, despertar o avivar el intesés pablico por las cuestio- vwes educativas, Fécil me serfa, si pudiera extender los limites de este articulo, demostrar que este cardcter meramente consultative lc la superintendencia lo ha tenido especialmente en cada estado «9 la 6poca en que se dio organizaci6n a su sistema escolar. Como pienso que nosotros nos encontramosen ese periodo y como creo {que una de Ias condiciones necesarias para que la educacién pi- Hica alcance todo el desarrollo de que es susceptible, es que se 6 respeten cuanto se pueda la iniciativa y libertad locales, desearfa que si se crearan en nuestra repiblica estos funcionarios —y se- ria muy itil sin duda su creacién—s6lo se les invistiera de facul- tades consultivas que no menoscabaran la independencia municipal en lo més minimo. Sistema muy opuesto al que hoy, por desdicha, alcanza general favor y predominio. IML. Superintendentes de condado.* Asi como en cada estado hay un funcionario que preside a la enseiianza popular, asf tam- bién en cada una de las subdivisiones inmediatas del estado hay un empleado especial a quien est encomendada la inspeccién de las escuelas piiblicas. Este empleado tiene diversos nombres, ta- les como county superintendent, county comissioner, county su- pervisor, circuit superintendent, etcétera, y yo le designaré con el de superintendente de condado,’ que es el més general. EI superintendente es elegido por el pueblo en casi todos los estados; pero a esta regla forman excepcidn algunos, como el de Maine, en donde Io nombra el gobierno a propuesta del superin- tendente general, otros como el de Nueva Jersey, en donde son nombrados por el board of education central, y otros, por fin, ‘como el de Illinois antiguamente y hoy el de Pennsylvania, en {que son electos por las juntas de educacién locales, lo que si bien se mira, constituye siempre una elecci6n popular, aunque indi- recta en segundo grado, para emplear la jerga electoral." La duracién de sus funciones oscila entre cuatro afios y uno, siendo el de dos afios el término mas corriente. * Puede consultarse ttilmente acerca de estos funcionarios el capitulo IV, Inspeccién de las excuelas, de la parte IX de la obra de Baldwin, Direccién de las escuelas, pp. 370-381 ® Sabido es que Tas subdivisiones de un gran mémero de estados de la Unign Americana llevan el nombre de condado (county) "© Baldwin, en el lugar citado anteriormente, enumera otro modo de elec- i6n; por los tribunales del condado o circuito; pero en los optisculos que he podido consultar relatives a este asunto, no he encontrado mencionado ningiin estado en que se practique. Me inclino a creer, aunque disto mucho de asegu- ratlo, que ha cafdo en desuso esta manera de eleccién. o EI numero de estos funcionarios suele ser considerable, pues por razén de la densidad de ta poblacién y por otras causas, es ‘ny crecido en muchos estados el ntimero de subdivisiones terri- \oriales; asf en Neblaska ascienden los superintendentes a 40, en Mississippi son 70, y en Indiana Hegan a 92, habiendo otros esta- dJos en que alcanzan una cifra avin més alta. Como es de suponerse, no en todos los estados son rigurosa- Jnente idénticas las funciones que desempefian los superinten- lentes de condado; pero no son tampoco tan diversas que no se fvicuentren entre ellas muchas analogias. Daré a conocer brevemente las atribuciones que la ley les en- eomienda en algunos estados. En California, en donde el superintendente dura dos afios en suvempleo, debe visitar todas Tas escuelas del condado a lo menos \una vez por affo, cuidar de la exacta observancia de las disposi clones y circulares emanadas del board of education central, diri- pir las conferencias (institutes)'' de maestros, archivar el periédico ile educacién del estado y todos los documentos y memorias que Je son enviados por el superintendente general, por los emplea- dos escolates y por los maestros, y Hevar un libro de actas en que eslén consignados todos sus actos asf como los de la junta exami- uwlora de maestros. fn Ilinois (en este estado el superintendente dura cuatro afios ‘en su empleo) visita una vez por afic todas las escuelas de su condado), tomando nota de las asignaturas que se cursan, textos «jue se emplean y todas las particularidades concernientes a su Wisciplina y administracién. Esta encargado de dar las direccio- \wes y Consejos que estime necesarios 0 convenientes a todos los empleados escolares y maestros del condado cuando se refieran a Jnclodos de ensefianza y reglas o principios pedagégicos. Cuida \umbién de la exacta observancia de las circulares emanadas del \iperintendente general "De estas institutes diremos algunas palabras mds adelante Debe procurar la celebracién de conferencias (institutes) de maestros, poniendo cuanto esté de su parte para su buen gobierno y éxito completo. En Maine (y lo que sucede en este estado acontece en otros muchos), los superintendentes son miembros del board of edu- cation, y en tal virtud, tienen ademés de sus otras atribuciones, la obligacién de congregarse anualmente durante el periodo de se- siones de Ia legislatura para discutir con la comisién de instruc- cién pablica de esta asamblea las medidas mas convenientes para el progreso de Ia ensefianza y preparar de acuerdo con ella los proyectos de ley relativos a la educacién popular. En Pennsylvania, los superintendentes de condado examinan y expiden diplomas a los maestros, visitan las escuelas, instruyen 4 los profesores sobre la mejor manera de dar sus clases, procu- ran que se retinan en conferencia (institute) y, en suma, ejercen la inspeccién general de los intereses escolares de su condado. Tie~ nen, ademas, obligaciGn de presentar a la direccién general de ¢s- tudios informes mensuales y una memoria anual mas completa. Indicaré, por tltimo, las funciones del superintendente en uno de los estados en que la insurreccién esté quiz4 més centralizada, elde Indiana, Tales como las resume Holcombe, son las siguientes: El es —dice— quien examina a los maestros, quien visita & inspecciona las escuelas, quien dirige las conferencias (ins- tinue) generales y cuida de la celebracién de las locales, quien juzga en apelacién las diferencias suscitadas entre los maes- tros y empleados escolares, quien retne y compila los datos estadlisticos referentes a la educacién, y quien sirve de érgano intermediario de comunicaci6n entre la autoridad central y las escuelas.”” "= En un discurso lefdo ante la Asociacién de la Educacién Nacional reuni- dda en Saratoga en julio de 1885. El autor es de Indiana, 64 1'n algunos estados como el de Nueva York la ley exige ciertos ‘equisitos de instruccién y aptitud a las personas que han de des- cmpefiar la superintendencia; mas en otros cualquier individuo puede ser elegido para dicho cargo. Innecesario parece agregar que los superintendentes reciben ‘una remuneraci6n del Estado por sus servicios. IV. Juntas locales escolares (trustee, board of trustees, board of directors, eteétera). Llego, por fin, a los funcionarios que juz- yo de més importancia en el sistema escolar americano. Ni el superintendente de estado, ni los superintendentes de condado, ejercen influencia comparable, en mi concepto, a las de las juntas locales de instruccién, aun en aquellos estados en que ésta se encuentra més centralizada, Tenemos un superintendente de estado, es cierto —exclamaba Case en un discurso—;" pero za qué estén reducidas sus atri- buciones? Fuera de la facultad que le compete de decidir las cuestiones que surgen entre los funcionarios escolares, de dar consejos en todo cuando ataite a las escuelas, sin poder siquie- ra hacer obligatorias sus decisiones, y de pagar, por fin, las subvenciones del estado, {cules son sus poderes? —yo pre- gunto, Un oficio que deberfa ser esencialmente activo se ha conyertido casi en judicial, y la influencia del individuo que lo cjerve sobre las escuelas es tan eficiente, tan intima, tan viva, como i se encontrara confinado en la luna. Y Io que digo del superintendente de estado puede decirse en menor escala de los superitendentes de condado. \ estas palabras del coronel Case s6lo debo agregar que la pintu- 1 que hace del sistema escolar de Pennsylvania conviene, con loves diferencias, a los otros estados de la Unién. Brainard Case, de Marietta, en un discurso pronunciado en la 23° reunién Je la Asociacién de Maestros de Pennsylvania celebrada en Allentown en julio de |S, El discurso se referfaa los defectos de la legislacin escolar en Pennsylvania, 65 Es conocida exageracién pretender, como Case, que la influen- cia de los superintendentes es casi nula; al contrario, la ejereen grandisima sobre las escuelas; pero lo que si es cierto es que la ejercen sin menoscabo de la libertad del individuo, del distrito, del township.'* Los superintendentes pueden visitar las escuelas, llamar la atenci6n de los maestros sobre los defectos que en Ta ensefianza noten, tratar de persuadirlos de la bondad de ciertos métodos y procedimientos, dirigirse a las juntas locales escolares haciéndoles patentes tales y cuales faltas para que las remedien, recomendéndoles tales y cuales medidas para que las adopten, pueden hablar con los padres de los alunos, con los vecinos del istrito sobre los mismos puntos, pueden valerse de Ia prenst periédica, del folleto repartido por miles y miles de ejemplares de la palabra hablada pronunciando discursos en meetings y uniones a los que convocan a los habitantes, para demostrarl las ventajas de lo que proponen; pueden, en suma, todo cua quieren mientras se trata nada mis de llevar el conocimiento a Jos espiritus. Cuando ponen todos estos medios, cuando empl toda su actividad, todo su celo en demostrar a las juntas locales, a los maestros, al pueblo, Ia conveniencia de lo que aconsejan, {nen su derecho, dentro de sus atribuciones, estoy por deci ds, dentro del ejercicio de un deber; pero desde el instante ef ue pretendieran implantar autoritariamente y a viva fuerza es ejora atropellando Ia libertad municipal, se encontrarian sit poder ninguno: la ley ata sus manos, sus funciones son meramen te consultivas. Confieso que uno de los especticulos que hace en mi énimo expresi6n mas honda es el de ver en el pueblo nort americano a la autoridad, al Estado, armado de todo el poder. d toda la fuerza necesaria, para llevar a cabo sus designios llando todas las resistencias y venciendo todos los obsticulos, verlo —digo— detenerse de pronto e inclinar la cabeza con re peto ante esa cosa tan pequefia (pero a la vez tan grande): la auto: £1 township americano viene a corresponder a nuestro municipio, aung con grandes diferencias. 6 homia y la libertad individuales, En ese respeto que deja campo sblrto aa etividad!s inclatva de todon Tou miembros de la eo: ‘nunidad, reside el secreto de la grandeza y desarrollo portento- \os, sin precedente y sin igual en los anales de la historia humana, del gran pueblo norteamericano. , Después del anterior preambulo que lleva el objeto de atraer vi vamente la atencién del lector hacia uno de los rasgos caracterfsti- «0s del sistema escolar americano, me encarrilo de nuevo y prosigo mi tarea de darle a conocer las diverses autoridades eae | condado se halla generalmente dividido en distritos (dis- iricts) y en cada uno de éstos hay casi siempre una junta, o més fara vez, como en Arkansas, un solo individuo que administra los {ntereses escolares. En Nueva York la ley deja en libertad al dis- Wvito para nombrar, a su arbitrio, una junta o un solo comisionad de educacién. 4 ste 0 éstos son designados corrientemente con el nombre de (nustee o director, y la junta que forman con el de board of rustees © board of directors." Los miembros de estas juntas son electos popularmente, duran casi siempre tres afios en el ejercicio de sus {unciones y desempefian su empleo gratuitamente, a lo menos en ‘patiencia, De esta dtima regla no conozco mais excepeién que elestado de Indiana, en donde cada miembro de ellas goza de un wieldo de 2 délares diarios. Con todo, en muchos estados va ga- juundo terteno 1a opinién que considera ventajoso retribuir los servicios de estos agentes de educacién, y es probable que acabe por triunfar, No exige la ley condicién ninguna de instrucci6n o splilud para el desempefio de este cargo. Las juntas de educacién no son nimerosas, sino que estén com- )uestas casi siempre de tres, o cuandc mas, seis individuos. Se fenuevan cada afto parcialmente, entrando uno 0 dos miembros Depo hargunt obervacin. En traduc ones de bras nate | \snine schoo directors habitslmente sea vero por decors dee lo ue dfclay a vecesimpostbita la inteligenca dele ques le. So Wm exacts ex miembros dela junta local de esculso de educacn 67 (segiin la junta consta de tres 0 seis) a sustituira los que se retiran. por haber terminado su periodo, Cuando son tres las personas que forman la junta, una de ellas funciona como presidente, otra como secretario, y la tercera como tesorero, turndndose anualmente en. estos oficios, de manera que cada uno ha desempefiado los tres al concluit su periodo de tres aifos. Aunque la ley declara concejiles y gratuitos estos cargos, como quiera que el secretario tiene asig~ nada una remuneracion y el tesorero percibe un tanto por ciento de lo que colecta, y como los miembros de la junta van desempe- fiando estos oficios por riguroso turno, resulta que los cargos no son gratuitos mas que de nombre, mas no en la realidad. Y basta ya de hablar de Ia organizacién de estas juntas; diga ‘mos algo de sus atribuciones. Para dar alguna idea de ellas a mi lectores, apuntaré las que tienen en los estados de Nueva York y Pennsylvania. En Nueva York pueden convocar asambleas populares, impo- ner contribuciones locales para el sostenimiento de las escuelas, comprar terrenos y levantar edificios para las mismas o alquilar locales donde se instalen, contratar maestros que ensefien, pagar les, y en general, administrar los intereses escolares del distrito. Tienen obligacién de cuidar de que se conserven en buen estado los edificios escolares y los bienes y propiedades que tenga el distrito para fomentar con sus rentas la instrucci6n; y anualmente deben presentar un informe a los empleados superiores de educa= cidn que contenga los datos necesarios para formar la estadistica: escolar del distrito. En Pennsylvania pueden imponer contribuciones, recaudarlas, edificar y amueblar edificios para escuelas, contratar maestros y pagarles, designar los libros de texto que deben usarse, fijarel plan de estudios que debe seguirse y establecer el modo de calificar: los alumnos. Los tribunales pueden remover a los miembros di estas juntas cuando no cumplen sus deberes. r No me detendré, porque lo juzgo ocioso, en copiar aqui las) atribuciones de las juntas en otros estados; no ofrecerfan sin divergencias de detalle de poca importancia 68 Que de las juntas locales depende exclusivamente que las cuclas sean buenas, regulares o malas, éptimas o inservibles, es wna verdad que se deduce sin trabaje de la exposicién que he hecho de las funciones que desempefian esas juntas. Si una junta, en vez de imponer una contribucién de un peso a ‘ala veeino del distrito, le cobra solamente un real; si en conse- euiencia de esto, busca un estafermo para domine a quien paga \liez pesos mensualmente, en vez de procurarse un maestro ver- tiadero a quien retribuyera con ochenta o cien; si arrumba a los snuchachos en un galerén destartalado, en vez de instalarlos en lin lugar higiénico, adecuado, provisto de los muebles y de los ‘paratos necesarios; si les reparte textos inservibles; sien vez de laborar un programa de estudios con sujecién a principios cien- lifieos, zurce uno en que va enhebrando estudios a la buena de Dios conforme le van pasando por las mientes: si eso hace Ia tal junta, la escuela 0 la quisicosa que establezca sera mala, malfsi- ‘nu, lo que se Hama mala, sin que baste poder humano a reme- hurlo, Las leyes de educacién del estado podriin ser inmejorables, | inspector general habilisimo, el de condado apto como el que {unis ¢ incansable en el desempefio de su oficio: podrin uno y otro Vivitar la escuela dfa con dfa; nada valdrd, ésta seguird lo mismo elernamente, siempre mala, malisima, Aquello no podré ser nun- ©, pero nunca, una escuela buena, ni regular; vaya ni siquiera injenos mala, El encino nunca daré higes, por mas que se cultive. Por el contrario, si la junta escolar oftece salarios elevados, «liye maestros habiles, si proporciona para la escuela locales ade- \nidos, sila dota de los aparatos y muebles necesarios, si da a los slumnos los mejores textos. si traza un plan de estudios confor- ine a los prineipios metodolégicos, si todo esto hace —repito— ,quién duda que las escuelas del distrito serén excelentes? Y lo «rin sin necesidad de los inspectores; ‘0 serdn aun cuando éstos Jninea se dignen visitarla, aunque su dizeceién sea mala, aunque ellos no entiendan una jota de pedagogfa ni direccién de escuelas. V, Juntas escolares de las ciudades. La organizaci6n descrita en el capitulo anterior es la de los pueblos pequefios, la de las 0 escuelas rurales. En las ciudades y las villas, en la city 0 el borough segiin la clasificacién norteamericana, ¢s algo distinta la organi- zacién, Pero no porque predomine menos Ia influencia local ni porque nada se cercene a la libertad municipal: la junta local existe siempre, siempre electa popularmente como en los distritos rura- les, siempre con las mismas facultades ¢ igual independencia que ‘en aquéllos, digo mal —con més independencia y mayor ampli- tud de facultades, De otro cardcter, que no de éste, son las diferen- cias que hay entre la organizaci6n escolar urbana y la rural. Mas ‘como seria largo entrar en su enumeraci6n y descripcién, y som, por otra parte, extrafias al objeto que me propongo en este estu= dio, me limito a advertir al lector que existen esas diferenciai para que mi silencio no induzca a nadie a error. VI. Conferencias de maestros (institutes). En nota anterior off cf dedicar unas palabras a lo menos a estas institutes y ahora pas a hacerlo. Seré breve. {Qué es una institute? Dificil es decirlo, porque las hay dé muchas clases; pero ya que me es imposible definirla, emplearé otro método para dar idea de lo que es. Para celebrar una institute se retinen todos los maestros de un condado o de un estado en un lugar, generalmente en una ciudad de importancia. Permanecen allf un espacio de tiempo que varfa centre tres 0 cuatro dias y tres o cuatro semanas. Cuando perma necen reunidos dos, tres 0 cuatro semanas generalmente recibel clases de una manera sistemética durante todo este tiempo sobre las diversas asignaturas que tienen que ensefiar, y ademas, y muy: especialmente, sobre los métodos de ensefianza y el arte de go: bernar las escuelas. Las clases son dadas por regla general pol profesores de gran habilidad a quienes se paga muy bien este tra bajo, y algunas veces por los profesores de la escuela normal di estado. Pero a veces los recursos no alcanzan para organizar di esta manera las conferencias de maestros, porque esta organiza cién es cara. Entonces los mas hdbiles de los maestros allf reuni dos son los que ensefian; las clases estén menos sisteméticament in del todo; ademas, educadores entusiast «jue quieren prestar gratuitamente su concurso para el progreso solar, dan en estas reuniones conferencias sobre temas pedag6- yiv0s. Por fin, cuando los maestros no permanecen reunidos més {que tes © cuatro dfas, entonces la instruecién que reciben se re~ duce a conferencias que dan pedagogos —generalmente de gran feputacién y de sobresaliente mérito— y que versan sobre los inctodos de ensefianza, sobre la disciplina y organizaci6n escola- Jes, sobre la influencia del maestro y de la escuela, sobre sus felaciones con el organismo social, etcétera. Como se ve, no to- «dus las cuestiones tratadas son pedagégicas; pero todas atafien al \nuiestro, sirven por lo menos para despertar su entusiasmo y Io uprovechan; muchas de ellas son también titiles a los padres de Jos alumnos, y en general, a los vecinos de la ciudad, En todos los estados hay anualmente una conferencia general (slate institute) a la que concurren todos los maestros del estado, y dems, en cada condado una conferencia en la que se congre~ juin los maestros de é1 (county institute). Comtinmente el estado 0 el condaco subvenciona las confe- wncias, pero con una cantidad muy corta; la fuente principal de \o» recursos con que se sostienen son las cuotas que pagan los niembros de las mismas por inscripeién, més altos para los que Ji son maestros recibidos y acuden allf en busca de instruccién (¢stos constituyen la mayorfa); para los que solicitan un diploma; n, para las personas extratias al magisterio que tienen gus- wen oft a los oradores que hablan en las reuniones. Fn algunos estados los encargados de Ia ensefianza en las (nviitutes deben reunir ciertos requisites; en otros, no. [La asistencia a las conferencias por lo general no es obligato- ‘iu para los maestros (esto leva el sello norteamericano). Se les se les estimula, se les persuade, sf. ;Se les compele? No. hho tendrfa que decir atin de las institutes, a las que tanto, Junio debe el progreso de las escuelas norteamericanas; pero no juiedo, no me cabe dentro de los limites de este articulo. n Aut doy punto a.este bosquejo que,, aun perfilado tan de prisa, tan incompleta e incorrectamente, quizas a algunos serd iti {Quiero acaso que se copien servilmente en México todos los detalles del sistema escolar americano, sin atender a las muchas. y grandes diferencias que nos separan de ese grande pueblo? Mal hharfa quien me prestara tales intenciones, Pienso que tenemos mucho que aprender en él, bastante que trasplantar a nuestro sue~ Jo con las convenientes modificaciones, pero criando un sistema nacional y propio que armonice con nuestras necesidades y cor nuestro estado, y no vaciando el nuestro sin discrecién en el mol- de de la nacién vecina. Sobre todo, lo que yo quisiera que de ell toméramos es, no el cuerpo, sino el espiritu que vivifica su sist ‘ma escolar, como todas sus instituciones, ese espiritu de sel government impregnado de respeto a la personalidad humana, Ja libertad y autonomtfa del individuo. (Diciembre 26 de 1888.) El Congreso de Instruccién. Tentativa para uniformar las leyes de educacién en el pats En México —como saben bien nuestros lectores— ha sido lib hasta ahora cada estado para legislar sobre materias de instruc= cién: no fue la enseftanza piblica uno de los ramos cuya organi- zaci6n se avocé el Congreso federal. Haciendo uso de la liber= tad que disfrutaba, cada estado expidié su ley de educacién, y —Io que era de esperarse— las leyes resultaron distintas, Se fue ms adelante en este camino. Hubo estados que creye= ron que era bueno otorgar al municipio cierta suma de libertad, y le dejaron que reglamentara la instruccién primaria como lo cre: yera conveniente. Asi lo hicieron, y también los reglamentos re- sultaron diversos. Era claro; lo raro hubiera sido lo contrario. En tal estado las cosas, crey6 el Ministerio de Instruccién Pé blica de la nacién que esa diversidad de leyes y reglamentos n era nada buena. En su concepto ocasiona graves dificultades a l ® enveiianza y perjuicios notorios a los alunos y a los profesores, \ constituye una anarquia lamentable que debe cesar, siendo pre- ‘vo que los estados uniformen su legislaci6n y sus reglamentos escolares.%® {Est en lo justo el ministerio? Quien escribe estas Jincas no se atreve a afirmarlo, aunque se inclina a creerlo. Para lograr la uniformidad de legislacién apetecida, el gobier- iyo federal ha promovido la celebracién de un Congreso de Instruc- Gn que debe reunirse en la ciudad de México el 1 de diciembre jproximo, el que estard formado exclusivamente por los delega- dos que designen los gobiernos de los estados, Distrito Federal y \orritorios (un representante por cada estado). Los puntos principales que se some‘erdn a la deliberacién del ‘Congreso son —segiin la circular del Ministerio de Instruccién Publica de 1 de junio— tos siguientes: 1° Instrucci6n primaria laica, obligatoria y gratuita. La uniformidad de esta instrucciGn comprenderé: la edad en «jue forzosamente ha de recibirse, las asignaturas que han de cur- sarse, los programas de ensefianza, los aftos que debe durar ésta y Jos medios de sancién que hagan efectivo el precepto. Establecimiento en las poblaciones, de escuelas de péirvulos, \le nifios y de adultos; en los campos, de escuelas rurales y maes~ os ambulantes. )” Instruccién preparatoria, gratuita y voluntaria, Launiformidad de ésta comprenderé: las materias que la cons- \iwuyan de completo y riguroso curso como preparacién para to- «las las profesiones, distribucién y orden cientifico en que han de jonsefiarse, programas y ndmero de afios que debe durar, ¥" Instrucci6n profesional, voluntaria y protegida por el Estado. | auniformidad de ésta comprenderé: materias que formen cada curso; orden y método en que deben enseftarse, nlimero de afios "Las palabras escritas en cursiva estin tomadas textualmente de la circular J ipida por el seRior ministro de Justicia e Instracci6n Publica a los gobernado- ‘ese fos estados con fecha 1 de junio del presente aflo, convocando el Con- juose de Instruceién. B que ha de durar la ensefianza; programas, préctica profesional y reglas a que deben sujetarse los eximenes profesionales. Las resoluciones que adopte el Congreso carecen naturalmen- te de fuerza legal, y para hacerlas obligatorias seré preciso que cada estado expida leyes y reglamentos de instruccién en conso- nancia con ellas. {Qué sucederd si algtin estado se niega a cortar su ley con arre~ glo al patron que el Congreso de Instruccién adopte? Constitucio- nalmente no habré medio de obligarlo a ello; pero es seguro que no se ha de presentar tal caso. Se uniformardn, pues, las legislaciones; pero, ,cuénto tiempo durardn iguales? {Cada estado es duefio de introducir innovacio- nes, cuando y como le plazca? Entonces vano fue el trabajo di vaciat las leyes en el mismo molde. {No es duefio de hacerlo? {Quién le privé de esa facultad? ,C6mo? {Con qué derecho? ,Y a manos de quién pas6? ;A las del Congreso de Instruccién? ;0 alas del federal? ara quien observa la corriente que hoy lleva a manos del po- der central las facultades distribuidas antes entre los gobiernos particulares de los estados de nuestra repiiblica, la respuesta a las cuestiones anteriores no puede ser dudosa: para consolidar la obra de unificacién de las leyes de ensefianza, es preciso privar a los estados de la facultad de legislar sobre este ramo, trasladdndola a otro cuerpo que no puede ser sino el Congreso General. Pensar que asf se hard, es cuerda y fundada conjetura, (Octubre 12 de 1888.) 14 Una palabra sobre el Congreso de Instruceién Lu uniformidad de ta instruccién primaria Primera cuestién Hob ESCOLAR |. primera de las cuestiones que el Congreso debe discutir es, soptin la circular del 16 de junio, la siguiente: ,A qué edad ha de jcibirse forzosamente la ensefianza primaria? La examinaré jumariamente. Bajo su aparente unidad, encierra dos cuestiones: ;A qué edad debe empezar el nifio a ira la escuela? ,A qué edad deja para él Ale ser obligatoria la asistencia? ‘A la primera, respondo con convicci6n: a los seis afios. Que el Wiiho comience a asistir a la escuela hasta una edad més avanza- lh, pocos o ninguno habré que lo sostengan; mas es probable que se alven en el Congreso algunas voces pidiendo que la asistencia swolar empiece a Ios cinco y quizas atin a los cuatro afios de lad, Tal ha sido 1a costumbre en algunos estados del pais; .y \uicn puede dudar que la costumbre ejerce gran imperio sobre el hombre para torcer su juicio? Cualesquiera que sean las razones jue se aduzean en pro de esa asistencia escolar prematura, a ellas Jay qué oponer una razén suprema: el interés de la salud y el \iesarrollo fisico del nifio, que son ineompatibles con la discipli- juve la escuela primaria, Esta razén vale por todas, y a todos los yumentos en contrario se debe contestar sencilla e invariable- Jnonte. No es posible; necesitamos nifios vigorosos y sanos, y no Jos tendremos si a la edad de cuatro aifos los encerramos en la escuela primaria, Surge aqui una cuestién accesoria: si cada nifio ha de ingresar 4 lu escuela al cumplir los seis affos, no pasaré dfa en que no von a sentarse a los bancos escolares algain alumno nuevo; desde eijero.a diciembre tendrd el maestro que estar admitiendo disef- 1S pulos. Y esto es inaceptable, lo declaro en nombre de todos los ‘maestros: con tal sistema no hay disciplina ni progreso posibles. {Qué hacer, pues? El remedio es sencillo y nos lo sugieren los reglamentos escolares de varios pafses europeos: declarar que no se admiten alumnos mds que al principiar el afio clisico, siendo obligatoria la asistencia a la escuela para todos aquellos nifios que en dicha época hayan cumplido seis afios de edad. ‘Técame ya dilucidar Ia segunda cuesti6n: , qué edad termin: la obligaci6n escolar para los niflos? Pero esta tan intimaments ligada con la duracién del curso de estudios, que creo preferibl tratar ambas conjuntamente cuando legue a esta tiltima su vez. Segunda cuestién [RAMOS DE ENSENANZA Para uniformar la ensefianza primaria es también condicién n cesaria —y quizas la mas necesaria de todas— determinar cuales deben ser las asignaturas escolares en todos los estados. Y cabal mente este punto de importancia trascendental es de resolucié muy ardua. Se ensefiard tan s6lo lectura, escritura, lenguaje aritmética, como quieren unos? {Se ensancharé el programa dan: do en él cabida al canto, a la gimnasia, al dibujo, a la historia, las ciencias naturales con la geogratia, ala instruccién civica in cluyendo nociones de economia politica y de derecho usual, comé pretenden otros? ;Se tomar un término medio entre ambas opi: niones? Y entonces, zeusles materias se eliminaran? ;Cuéles ‘mantendrén? ;O se adoptars el partido de establecer diversas ca tegorias de escuelas —dos cuando menos, urbanas y rurales unas en donde se ensefien todos los ramos mencionados, otras e donde la ensefianza se reduzca a los mis esenciales? ;Y en cas de optar por esta clasificacién de escuelas, no se rompe con ell Ja uniformidad que se intenta establecer? Confieso que no sé c6n desenmarafiar estas preguntas, condensando en breves Iineas u 16 estudio que necesitarfa para caber con holgura las paginas de un Iibro. Para evitar divagaciones y dar algin orden a mis ideas, comen- ‘ure por exponer el principio que, en mi concepto, debe normar toda investigacién acerca de las asignaturas escolares. Es muy conciso, no debemos indagar cual es el plan mejor, ni siquiera ©] bueno, sino cual es el practicable, dadas nuestras actuales con- diciones. ‘Ala luz de este principio debe exam‘narse cada una de las asig- juturas que para la escuela se proponen, con el fin de decidir si jw de admitirse o desecharse. Asf lo haré, recorriéndolas todas y ‘pregando algunas indicaciones relativas a la direccién que debe durse a la ensefianza de cada una. Lectura. Debe figurar en los programas escolares. El maestro debe procurar sobre todo que los alumnos entiendan lo que teen, considerando el arte de leer bien en voz alta como un objeto, unque importante, secundario, La escuela debe criar en el nifio el hibito de ta lectura inteligente, el gusto, y estoy por decir, la jjisisn por ella, Io que exige una acertada eleccién de los libros {que se pongan en su mano. Pienso que sin una biblioteca escolar Jy pequeia, pero selecta, es imposible obtener el fin sefialado. Fscritura, También debe incluirse en todo programa. No debe \»pirar el maestro a que sus diseipulos adquieran una forma de Jeira notable por su belleza, sino a que escriban con ortografia, oluridad y rapidez. \ritmética. Este ramo, como los anteriores, debe ensefiarse en \ovla escuela. Su estudio abarca dos partes esenciales, que son: sloterminar qué operaciones aritméticas deben ejecutarse para re- jolver una cuestién practica que se proponga y ejecutar material- -sas operaciones, Generalmente en las escuelas s6lo se ta segunda patte, mal que a todo trance debe corregirse ¥ «jue me parece de facil remedio. El programa de aritmética para | peneralidad de las escuelas debe ser bastante limitado, cons Jiendo en la ensefianza de operaciones de enteros cortas y con wplicaciones pricticas, el estudio de los quebrados més sencillos mente yusuales, como medios, tercios, eteétera, hasta décimos, y opera- ciones de denominados con nuestras medidas usuales. El conoci- miento de las reglas de aligacién, compaiifa, descuento, etcétera, no es de inmediata utilidad para los campesinos y las clases obreras de las ciudades ni tampoco puede ser dado con acierto por la generalidad de los maestros. Tampoco creo que puedan enseflar éstos fructuosamente el sistema métrico, por lo que, aunque juzgo ttil su estudio, no opino que debiera hacerst obligatorio. En las escuelas en que se estudie deben emplearst medidas y pesas reales para dar cardcter objetivo a la enseflanza, Lenguaje. Por raro que parezca, no creo que a esta asignatur deba darsele cabida en los programas de todas las escuelas. Rec nozco que es el ramo principal de ensefianza, el que en cierta ma- nera abarca a todos los demés, lo creo itil, necesario, indispen- sable; y a pesar de esto lo excluyo de los programas como estudi obligatotio porque los maestros de escuelas rurales no pueden ensefarlo. Los maestros de nuestros pueblos y rancherfas son hombres que ganan por término medio 15 pesos de sueldo men- sualmente, y por consiguiente, en lo general son personas de es- casfsima cultura intelectual; que saben muy reducido néimero de palabras; cuyo lenguaje abunda en locuciones populares e impro- pias y cuya pronunciacién adolece de muchos vicios; que, pose- yendo corto caudal de ideas, son incapaces de formar gran ntimero de juicios y, por lo mismo, de construir las proposiciones que son su expresién; que, en fin, por falta de cultivo del raciocinio y habitos I6gicos no aciertan comtinmente a expresar sus ideas de una manera ordenada, clara y metédica. ;¥ cémo estos maestros han de poder ensefiar a hablar a sus alumnos? ;C6mo han de poder dar una clase de lenguaje? En las escuelas rurales lo tinico que se puede enseflar a los nifios relativamente al idioma patrio, es a escribirlo con correc- cién, para lo cual el maestro les hard copiar algunos parrafos del libro de lectura, primero teniéndolos ala vista y més tarde después de haberlos lefdo dos o tres veces, escribiendo al dictado. Para despertar la emulacién y obtener mayores progresos, es conve- 18. icnte que los escolares se corrijan mutuamente estos ejercicios. [De [a lectura explicada también recogerdn abundante fruto. Lin cuanto al estudio de un texto gramatical cualquiera, debe proscribirse de una manera absoluta en la escuela primaria; si el jnuestro cree conveniente ensefiar alguna regla sencilla y practi (4 sus disefpulos, debe hacerlo verbalmente y de una manera Jncidemtal en las lecciones de lectura u otras, y aun en esto es de jocomendarse mucha sobriedad. Geografia, No debe constituir un ramo de ensefianza obligato- tio, porque muchos maestros la ignoran. En las escuelas en que se aprenda, debe prescindirse por completo de los textos usuales, porque ninguno de los hasta ahora impresos en México se acerca siguiera a lo que debe ser un libro de este género. No hablo de ‘tras condiciones que deberd Ilenar la ensefianza, porque el lec- {or las hallard expuestas en cualquier tratado de metodologia bueno que consulte, Historia, De este ramo hay que decir lo mismo que del ante- {ior Los textos publicados para uso de las escuelas no valen nada. Lo mejor que pueden hacer los maestros que tengan que ensefiar- lu es procurarse obras de cierta extensién,” Ieerlas cuidadosa y aicntamente, y dar clases orales exponiendo los sucesos més no- lubles. De no ser asi, vale incomparablemente mas suprimir este estudio. Geometria, Sin que constituyera un ramo especial de ensefian- 1, cre6 que en las clases de aritmética el maestro deberfa expli- ir c6mo se mide la superficie de un recténgulo, de un tridngulo, \Je un polfgono irregular y quiz4s el volumen de un prisma recto. Aunque hay muchos maestros que ignoran esto, se encuentra ex- plicado tan claramente en algunos libros elementales" de precio "Por ejemplo, la Historia antigua de México, por Clavijero, la Historia de 1 conquista, por Prescott, los Tres siglos de México, por Cavo, México a tra- es ile tos siglos, escrita bajo la direccién de Riva Palacio, etcétera "Entre oxros, por ejemplo, en la Geometria aplicada, por madame Pape (arpuntier. Tereer aio. 9 ‘muy médico, que les bastarfa leer la explica al punto y poder transmitirla a sus alumnos. Por otra parte, estas nociones son de grande utilidad en la vida préctica, aun para los: agricultores y campesinos. De no ensefiarse a medir distancias y acalcular superficies y voltimenes —verdadero fin de la geome trfa—, aconsejarfa que se suprimiera el estudio de este ramo, pues: el ensefiar a los nifios la jerigonza de oblicuo, obtuso, ixdsceles, escaleno, equildtero, romboide, pentdgono, hexdgono, octdgono, poltgono, secante, tangente, paralelepipedo y otros términos a este tenor, para lo que sirve es para Ilenar sus cabecitas de humo, Insiruccién cfvica. Los conocimientos comprendidos bajo esta’ designacién son de incuestionable utilidad, 0 mejor dicho, de im= prescindible necesidad en un Estado republicano como el nues= iro, en el cual la ley llama a todos a la direcci6n de la cosa ptiblica. En esta clase debe ensefiarse al nifio: a) Cudl es la organizacién del municipio y cudles son las fun= ciones del ciudadano en él. 'b) Cual es la organizacién del estado y cuales son las funcio- nes del ciudadano en él. 6) Cul es la organizacién de la nacién y cuéiles las funciones: en ella del ciudadano. En las raras escuelas en que esta clase esti establecida, s censefia generalmente lo relativo a la organizacién nacional, lo que es un defecto capital e imperdonable, ya se juzgue desde el punto de vista cientifico, por ser la ensefianza fragmentatia, ya se considere bajo el aspecto metodolgico, porque no se procede de To inmediato para llegar a lo mas remoto. Las lecciones deben, pues, comprender los tres puntos indicados, en el mismo orden en que se han sefialado. Como la generalidad de los maestros —incluidos los de las ciu- dades— ignoran cémo estan constituidos el municipio, el estado y la repablica 0 sélo 1o saben de una manera confusa, general y vaga, la ensefianza civica tiene que tropezar con gravisimas difi- cultades. De ellas trataré en articulo especial, pues si intentara hacerlo aqui, traspasarfa conocidamente los limites naturales del ‘Slo se 80 presente, limiténdome en él a decir que mientras no se hayan ecrito textos que traten esta asignatura, 0 mejor dicho, libros pyura uso del maestro que encierren Ia doctrina que él tiene nece- idad de conocer, con notas que le ilustren acerca del método que \lebe adoptar en la ensefianza —libros necesariamente distintos java cada estado—, seré imitil prescribir por ley ta instruccién bligatoria en este ramo, porque a esa ley no se le podré dar cum- plimiento, Lecciones de cosas. En otra parte de este periédico he expre- ‘uido ya otra vez la opinién de que estas Lecciones, més bien que ‘signatura especial, constituyen una base comiin sobre la cual iiebe descansar la ensefianza de los restantes ramos; mas omoquiera que esta idea tardaré tiempo en abrirse camino, y por ‘ra parte, no es tan expedita su realizacién como la de dar lec- ‘lones especiales sobre objetos, independientes por completo del esludio de las otras asignaturas escolares, creo que debe optarse jjor este titimo extremo transitoriamente, mientras no sea posi- ble establecer la ensefianza objetiva en su concepto verdadero. Al maestro pueden servir de guia para dar este género de lec- clones, las de Sheldon, que corren entre nosotros ya traducidas al iiellano, por lo que pienso que sin graves inconvenientes pue- le declararse obligatoria en todas las escuelas esta ensefianza, pues si bien es cierto que muchos maestros que sélo seran capa- ‘os de seguir servilmente las huellas del autor, no recogerdn de ‘ste ejercicio para sus alumnos todo el sruto que puede producir empleado con peticia, tampoco ser enteramente estéril en sus nanos, a pesar de las desfavorables condiciones en que se Ie usa. Nociones de ciencias naturales. Creo que hasta el pensamicn- Wo de incluirlas en un programa comiir. para todas las escuelas \lebe desecharse por irrealizable. Bs materia ignorada por el co- ‘iin de los maestros, y el aprenderlas y acertar con el método wlcctiado para enseffarlas no es tarea de un dia Dibujo, canto. Me parece obvio que ninguno de estos dos ra- inos puede ser ensefiado en todas las escuelas por faltar a los \nwestros conocimientos especiales en ellos. 81 Gimnasia. Me parece que las clases de gimnasia bien pueden introducirse en todas las escuelas, siempre que se limiten, com debe ser, a los ejercicios hechos sin aparatos 0 con apara movibles. Aun en las escuelas en donde pudiera establecerse u1 gimnasio y dotarse un maestro especial que poseyera los conoci- mientos y practica necesarios para enseffar los ejercicios de apa ratos fijos, no aconsejarfa que se enseflaran éstos, que nis absolutamente necesarios aun para los adultos, ni son convenien- tes para nifios menores de 12 0 13 afios, antes nocivos, segti consideran gimnastas e higienistas muy autorizados, ni por fin, s compatibles fcilmente con las exigencias del sistema simul neo y de la buena disciplina, porque ni es posible establecer tant aparatos de cada clase cuantos nifios sean, ni tampoco lo es vit lar eficazmente a un tiempo mismo a quienes ejecutan los ejerci cios y a quienes los contemplan con el cuerpo ocioso, atisband s6lo el momento oportuno de introducir desorden y alboroto."” No deben tampoco olvidar los maestros que hoy se reput con fundamento los ejercicios gimnisticos como medio ciente para la educacién fisica, libréndose mayores esperan; para el desarrollo corporal en la carrera, el salto, las excursiones, los paseos y, sobre todo, los juegos de accién y movimiento qi en los ejercicios acompasados y monétonos a que se sujeta ak alumnos durante la clase de gimnasia; por lo que aquéllos debe introducirse en todas las escuelas sin medirles mezquinamente el tiempo al regatearles unos cuantos minutos en provecho de k cultura intelectual, antes brindéndoles espacio ampliamente cot ‘mano liberal, que son fuente de salud, vigor y vida para el cuer po, vigor, vida y salud que se desbordaran sobre el espiritu. ‘Moral. No hay que confundir la educacién moral con la ensi fianza de la moral, considerada como un cuerpo de doctrina. U hombre ilustrado puede saber al dedillo todos los preceptos de la fi ° Para los ejercicios sin aparatos © con aparatos movibles, los maestr cencontrarén un gufa excelente en la obrita de Eugenio Paz, titulada Curso dé sgimnasia de salon. 82 |, puede, como dice un autor, tener depositado en su entendi- \niento un curso completo de ética, y ser, no obstante, un bribén consumado, mientras que otro ignorante y rudo que desconoce toda jeoria moral, es tal vez dechado de virtudes religiosas, domésticas y vivicas. De facil explicacién es este fenémeno para quien re- flexiona que la moralidad y la virtud son habitos, y que en tal con- ‘copto, ni se adquieren ni se arraigan por el conocimiento y estudio ile preceptos, sino por la ejecucién y repeticién de actos morales. Juzgo ttl tener presente esta distincién entre la educacién moral ) | enseftanza de Ja moral como una doctrina, cuando se discute tin de determinar las materias que corresponden a la ins- \jucci6n primaria, porque si bien es cierto que el fin soberano de Jwescuela es educar moralmente a los niffos, acostumbriindolos a obedecer ciegamente en todas sus ocasiones a la voz del deber y ‘\ (omarla por norma de todas sus acciones, es un principio no snenos verdadero que este fin no se alcanza con imbuir en el en- \endimiento de la nifiez méximas morales, sino més bien con cul- {ivarsus sentimientos, dar rectitud a su voluntad y acostumbrarla por medio de constante ejercicio a la préctica del bien, No ha de voncluirse de lo dicho la inutilidad absoluta de las reglas mora- les, sino su insuficiencia tinicamente, pues si bien se mira, todo selo para merecer el nombre de moral debe ir gobernado por la Juz6n, y presupone, por consiguiente, el conocimiento por parte del entendimiento de la bondad y congruencia de la accién. Mas eslos conocimientos no es preciso que estén ordenados metédi- camente en el entendimiento constituyendo un sistema de moral cientifico y completo. Atribuyo, pues, poco valor al estudio de la moral hecho de una ra sistematica, y no creo que en la generalidad de las escue- jus debiera constituir una clase especial que se diera en horas dcterminadas, sino que més bien quisiera que toda la ensefianza estuviera penetrada y como vivificada por un espititu y tendencia ‘oral superior, y que el maestro aprovechara todas las lecciones y ocasiones que se le presentaran en el curso del dfa para inculcar en sus alumnos incidentalmente las lecciones morales oportunas. Inu 83 En cambio, doy mucha importancia y recomiendo en gran manera las lecturas morales, que ponen a la vista de los nifios acciones ejemplares dignas de ser imitadas por ellos. He pasado revista a cuantos ramos de ensefianza aspiran it~ cluir en los programas de Ia escuela primaria los propugnadores de la educacién enciclopédica, y de lo que dejo escrito acerca de cada uno, fluye la conclusin de que considero inadmisibles, da- das las condiciones de nuestros maestros, otros que no sean I lectura, escritura, aritmética, lecciones de cosas, moral y gimna- sia, todo ello con la extensién y condiciones arriba apuntadas, Esto por lo que se refiere a programas comunes y obligatori para todas las escuelas, que en algunas de ellas bien conozco qi puede ensancharse el cfrculo de la instruccién. Segtin el niimero y extensién de las materias que hayan d cursar los disefpulos, podrén clasificarse las escuelas en tres ¢: tegorfas: la primera que comprenda aquéllas en que el prograt de estudios esté reducido a los limites que el pérrafo anterior s Fiala; la segunda que contenga aquellas otras en que, aparte de esas materias ensefiadas quizé con més aptitud y perfecci6n, se est= dien el lenguaje, la geograffa ¢ historia nacionales y acaso algu- nas nociones de ciencias naturales cuando sea posible; y la tercer y tiltima, que incluya los establecimientos de educaci6n cuyo pr ‘grama sea ms completo y extenso, sin traspasar nunca los limi tes de Ia enseianza elemental. En muchos de nuestros estado\ existe ya esta triple divisién de escuelas, cada cual con su progra- ‘ma respectivo que se acerca mas 0 menos al que yo propongo. Determinar en qué localidades deban establecerse escuelas de cierta categoria y en cudles de otra es cuestiGn ardua, cuya reso- lucién requiere, para ser acertada, el conocimiento de muchi peculiaridades locales que han de tomarse en cuenta, sin que set posible sujetarla a reglas generales. Atender tinicamente al cens de la poblacién, a su riqueza, a su importancia actual y porvenit probable, a las ocupaciones preferentes de sus habitantes para solucién de tal problema, es adoptar un criterio falso pues no cada una de estas circunstancias, considerada aisladamente, el 84 jnolivo que ha de determinar nuestra eleccién, sino el conjunto ule fodas ellas y muchas otras mas. No es entre todas la de menor ovo la dotacién de que disfrute el maestro, porque si es mezqui- Jui, puede predecirse sin temor de errar que el maestro comiin- niente serd de conocimientos escasos y vulgares e inteligencia desmedrada y poco perspicaz, y claro esté que tal maestro no pour ensefiar ramos que ignora y cuyo conocimiento no puede ‘ulquirir por la cortedad de sus alcances. Ni vale replicar que se )uscard maestro entendido en los ramos que deben ensefiarse para jonerlo al frente de las clases, por la porfia en buscarle con tales vondiciones, sin quererlo remunerar cual correspone, s6lo servi- fl para mantener Ia escuela perpetuamente clausurada. Si he que- ‘ido tocar este punto es para demostra- que muy frecuentemente | cuestiones de ensefianza vienen al cabo a resolverse en cu Aiones econémicas, en las que nada se consigue con programas y Jeyes y congresos y discusiones, sino se apresta al mismo lo que : més importante que todo eso —casi lo esencial—: el dinero, «jue es el nervio de todas las empresas. Pero tiempo es ya de volver «lu cuesti6n principal, cerrando un paréntesis tal vez inoportuno. Clasificacién de escuelas —diversidad de programas para cada \ina de estas divisiones, Determinacién de los lugares en que de- bun establecerse escuelas de esta o aquella categoria abandonada cada caso a Ta apreciacién de persona que conozca los datos hiocesarigs para resolucién tan delicada —he aqut las conclusio- vies @ que me ha Hevado la sumarisima e incompleta investiga- ci0n a que me acabo de entregar. Si son 0 no compatibles con la uniformidad que aspira a dar \ la instruccién primaria el Ministerio de Justicia e Instruccién Vublica, es cuestién que toca decidir a mis lectores; pero por mi parte es la nica uniformidad que juzgo realizable: uniformidad ou la clasificacién de las escuelas, uniformidad en los programas \bligatorios para las escuelas de cada clase; pero no uniformidad «que borre las diferencias y arrebate la libertad de introducir asig- jaluras facultativas, conforme a las exigencias de cada localidad. \spirara uniformidad més absoluta, que nivele todas las escuelas, 85 ‘que vacie en el mismo molde las del campo y las de la ciudad, es aspiracién estéril y vana, porque es contraria a la naturaleza de cosas separadas entre sf por diferencias esenciales. Si la existen- cia de escuelas de distintos érdenes y con diversos programas es un mal —cosa que pongo muy en duda—, es un mal necesario, etemnoe incurable, porque perpetuamente subsistiré la diferencia. de condiciones en que esté fundado. Tercera cuestion Los PROGRAMAS DE ENSENANZA Siendo tres las categorfas de escuelas que en mi concepto deben establecerse, y exigiendo cada una de ellas programa especial, se desprende que deberian elaborarse tres programas distintos cuando ‘menos para responder a la cuesti6n propuesta en tercer lugar en la circular ministerial. No puede caber dentro de los Ifmites de un articulo de periédico la exposicién de ese triple programa, ma- yormente si a él corren agregados los fundamentos en que des- cansa cada una de sus prescripciones —como seria natural para demostrar su justicia y conveniencia, Esta razén me excusa de esbozar los planes de estudio que creo mas adecuados para cada escuela: y porque la tuve presente desde el capitulo anterior, apunté al tratar de cada asignatura escolar alguna que otra indicaci6n que juzgué digna de tomarse en cuenta para su ensefianza, Cuarta cuestion DURACION DE LA PRIMERA ENSENANZA Para fijar la duracién del periodo escolar es necesario atender a diversos datos, de los cuales es el primero la extensién del pro- ‘grama de primera ensefianza, Apenas es necesario decir que mien- 86 {vs mayor es el nimero de asignatures en é1 contenidas y més \sivo, extenso y minucioso el estudio de cada una, se ne- ‘sila més largo tiempo para levarlo a cabo. [a segunda de las condiciones a que est4 subordinada la dura- i6n de la instruccién primaria es la naturaleza misma de los, amos que abarca, los cuales pueden ser de comprensién tan facil sean accesibles a los pequefiuelos de muy tierna edad, o en orrar, por el contrario, dificultades s6lo superables por entendi- inientos ya un tanto fortalecidos y desenvueltos, requiriendo, por slo mismo, edad algo mayor. Sin salir de los limites de la infan- ics tanta Ia diferencia que se advierte en el orden intelectual entre un niffo de seis afios y otro mayorcito de 12 a 13, que sin esageracién puede afirmarse que son seres totalmente distintos. De més dificil explicaci6n, a la par que de mayor aleance, es la \ercera y Gltima condicin que contribuye a determinar los limites dle la enseftanza elemental. Es la educaci6n, vista bajo cierto as- pecto, nada més que un habito, ya de obrar conforme a la raz6n sojuzgando los apetitos y pasiones, ya de juzgar y raciocinar en {odo caso conforme a la verdad esquivando el influjo de las causas {que nos orillan al error; y nadie ignora cue los habitos ni nacen ni snedran ni se arraigan tenazmente al espiritu, sino por virtud de la repeticién de actos anélogos durante un periodo de hientemente largo. Atin formados los hbitos y consolidados, nun- «1 pueden mirarse como una adquisicién definitiva e irrevocable ‘lol espiritu, pues la inaccién en que suelen dejarse dormir las culiades psfquicas a que corresponden los va aflojando con lenta pyro segura mano, y acaba de desquiciara la larga los mas afiejos y incjoradheridos. En estos principios se funda la necesidad de dejar \ los nifios bajo el influjo de la educaci6n tiempo bastante para que sis habitos intelectuales y morales no slo asomen en flor y como en promesa, sino que cuajen y maduren bien. Después de pesar con detenimiento las razones que anteceden, ine inclino a fijar en ocho afios la duracién de la ensefianza pri \naria, en cuyo término caben con holgura y pueden distribuirse in hacinamiento ni estrecheces todas lus asignaturas del progra- comprer 87 \ielas unos seis u ocho afios por término medio, estudiando du- junle este tiempo las materias fijadas por los planes de estudio sespectivos, los cuales, con ser entre sf bastante desiguales, pue- \jon calcularse aproximadamente equivalentes, En los millares sie escuelas establecidas en estos pafses han podido observarse slurante largufsimo periodo los resultados de! trabajo mental im- Jjuesio a los nifios por los programas vigentes, y no han debido parecer nada buenos cuando es hoy casi undnime la opinién de nidicos y pedagogos en declarar que ese trabajo no pueden so- }yellevario los alumnos sino con detrimento —y detrimento gra- ye muchas veces— de su salud y desenvolvimiento orgénico. Las yeademias de medicina, los congresos higiénicos, las conferen- ‘elas pedagégicas se han ocupado de esta cuestién, y tan impor- {unle se la juzgay tan vivo y general es el interés que ha despertado, jue ya se cuentan por centenares las monograffas publicadas para Jivcutirla, sin incluir entre ellas los articulos que le han consa- judo las revistas de educaci6n y las disertaciones lefdas en las vonferencias de maestros, cuyo ntimero sobrepasa con mucho al de aquéllas. Hasta un nombre especial ha habido necesidad de uplicar tanto en Francia como en Inglaterra y Alemania al efecto )ioducido sobre el cerebro y el organismo en general por un tra- Jnajo desmedido; y los vocablos surmenage, overpressure y Uberburdung, con que es designado respectivamente en la lengua tie aquellas naciones, y que han ingresado al caudal del lenguaje comiinedan por si solos testimonio de la extensién, frecuencia y \wiversalidad de un mal tan desastroso como patente. Esta lec- ‘ma, dejando a los nifios hueco para el desempeito de las faeni domésticas y pequeiios trabajos que les encomiendan sus fa lias, para la vida y las expansiones del hogar, para el trato con compafieros de su edad, para el juego, en fin, y el inocente es cimiento. No faltan estados en nuestro pafs ni pafses en el extr jero en donde la instrucci6n escolar esté limitada a un periodo, seis afios; pero yo he querido ensancharlo algtin tanto, porg cuando es tan breve suele suceder, en tratandose de program: algo comprensivos y compactos, que las horas que naturalmé deberian bastar para el estudio resultan muy escasas y obligan alumno a hurtar el tiempo al trabajo, a la vida doméstica, al canso y al juego para completarlas, con lo que la escuela inv: todas las esferas de actividad del nifio, Entonces los ejercicios lecciones chupan todos los jugos de la vida infantil: roban alc po su frescura, sus cares, su color, su fuerza, su salud; sofo los santos y dulces afectos de familia que unen a hermanos hermanos y a hijos con padres con estrecho nudo; secan los put goces que nacen al calor y arrimo del hogar y cuyo recuer embalsama la vida, y hasta matan la alegria bulliciosa y la seret dicha que inundan y doran con su luz los afios risuefios de infancia. Este cuadro no es —pluguiera el cielo que lo fue mera creaci6n y capricho de la fantasfa sino, por desventura, Vi y palpable realidad en todas aquellas partes, no s6lo del extrai sino del propio suelo, en donde la adopeién de programas escol res excesivos y abrumadores han estorbado y sofocado Ia vi extraescolar del niflo, convirtiendo a éste en simple maquina aprender lecciones. La necesidad de este plazo de ocho aiios para lenar el progr ma escolar sin menoscabo de la salud del nifio, pudiera decirs {que es ya una verdad demostrada experimentalmente. En Frat cia, en Bélgica, en todos los cantones de la Suiza y en todos | estados confederados de Alemania’ los nifios concurren a las, Alsacia Lorena, de 6a 14 aflos; Noruega, de 8 a 15 alos; Austra, de 6a 14 wns: Espatia, de 6 a 9 aftos; Sajonia, de 6 2 14 aftos; Wurtemberg, de 6 a 11 ans; Francia, de 6 a 12 aos; Dinamarca, de 8 a 15 afios; Portugal, de 7 115 aos; Suiza (segin Ios cantones), de 6 a 12 aio, de 6a 14 y de 6a IS. 1 stos datos estén tomados de la obra de Aleintara Garcia, Teor ypréctca (r lw educacién y la enseftanza, y aunque estin algo rezagados no los hemos licado por earecer de una fuente en donde tomar los datos actuales res- \o de todos los paises ® En los diversos Estados europeos la obligacién escolar comprende a lk nifios de las edades siguientes: Prusia, de Sa 14 aflos; Baviera, de 6 a 16 aio 88 89 cién de la experiencia hemos de aprovecharla aligerando los pro- ‘gramas de instruccién primaria cuanto sea posible y repartiéndo- Jos entre mayor niimero de aitos, para que en ninguno sea el trabajo abrumador e imposible de sobrellevar. La ley que rige en el Dis- trito Federal sefiala seis afios para la ensefianza primaria; no es ampliar mucho ese término el extenderlo a ocho, sobre todo cuan= dose considera que en muchos estados ya las leyes han sanciona- do esta extensin.”" Llegaria a la misma conclusién sien vez. de fijarme en el nt mero y extensién de las materias que el programa abarca, convir= tiera mi atencién a la naturaleza y dificultad de algunos de eso: ramos. Para poner un ejemplo, citaré la historia y el estudio de k organizacién politica nacional, cuya comprensi6n exige ciet desarrollo de la inteligencia a que no suelen llegar los nifios antes de los 11 0 12 aos de edad. Pero ni ésta ni la anterior son razones tan persuasivas para mi, como la tomada del concepto mismo de la educacién, que segin arriba dejé consignado es conjunto de habitos que requieren tiem- po para su formacién y arraigamiento, Para quien se pare a consi- derar la cuestién de Ia asistencia escolar obligatoria desde este punto de vista, que, a ino me engafio, es el mas alto y bien coloca- do para abarcarla tan completamente cuanto es hacedero y resol- verla como corresponde a su importancia y magnitud, el problema viene a plantearse en la siguiente forma: ;Puede la educacién escolar dar al nifio en el espacio de seis afios habitos morales bas- tante vigorosos para que continéien desarrolliindose por su propio impulso? :El entendimiento, el juicio, el raciocinio de nifios que 2! Los estados que han fijado en acho aiios la duracién del periodo escolar son los siguientes: Nuevo Leén, San Luis Potosf, Puebla, en los cuales se ex: tiende de los 6 alos 14; Tlaxcala (de 4 a 12); Zacatecas (de 5 a 13), y Yucatin (de 8 a 16), Hasta hay dos estados en que el periodo escolar dura més de ocho. alos, a saber: Sonora (dle 5a 14) y Jalisco (de 4 a 14). En otros dos estados, sin Iegar a ocho, dura mas de seis; éstos son Michoacin y Tabasco (de 7 a 14), Podré haber otros estados en la repaiblica en donde la asistencia escolar sea: obligatoria por més de seis afios; pero yo lo ignoro. 90 |inn pasado seis afios en la escuela y que han cumplido los 12 de edad, estan bastante ejercitados para no necesitar de extrafia ci6n? @Seis affos, en suma, de educacién moral e intelectual (on suficientes para imprimir una direecién segura y persistente |i vida ultraescolar del nifio? ;Ese témino basta para formar jjombres que piensen sana y que obren moralmente? Yo, en ver- tind, no puedo responder afirmativamente a estas preguntas, y es robable que muchos piensen, como yo, que educacién tan breve liene que ser por fuerza insuficiente. Por eso quisiera prolongarla dos affos por lo menos. A quienes ine repliquen que atin tal término es breve para conseguir los re- sullados a que aspiro yo, los que exigirian una educacién prolon- udu hasta los 18 0 mas afios de edad, debo responderles que con {undamento pudiera sostenerse que Ia educacién debe ser obliga- Joria hasta esa edad, y que tal doctrina ya ha salido de los pafiales ile la pura teorfa para convertirse en realidad en algunos paises. Si yo sefialo un término mucho més limitado para la educacién, © primeramente porque me refiero a la primaria y también por- {jue me contento con lo que es posible, sin querer las cosas a nedida de mi deseo por justo y legitimo que sea. De las tres razones apuntadas, las dos primeras s6lo valen para \Jomostrar la necesidad de prorrogar el periodo escolar hasta la «vlad de catorce afios en aquellas escuelas en donde los progra- ‘nas abarquen muchas materias e incluyan ramos de estudio diff- vil; pero Gitima es general y aplicable a toda escuela por breve y sencillo que sea su plan de estudios. Las rurales quedan, por lo \unto, comprendidas dentro de la regla general. Dificil parece que estas escuelas cuya ensefianza esté limitada \ lan corto ntimero de asignaturas puedan Ilenar con ellas el pe- ‘iodo de ocho aftos; pero si se reflexions que nada impide acortar lus leceiones diarias de modo que sélo duren tres o cuatro horas y que el afio escolar puede del mismo modo reducirse a seis 0 cinco meses de estudio, se ve cudn facilmente queda obviada esa apa- rente dificultad, Este arreglo hasta presenta ventajas especiales, porque se aviene admirablemente con los deseos y necesidades 91 de las familias pobres que, acostumbradas a aprovechar el traba- {jo de los nifios desde pequeftuelos, quieren a todo trance retener- los en sus casas y se resisten tenazmente a enviarlos a la escuela, Cuando ésta no venga a cercenar mas que unas tres horas a los trabajos domésticos, y eso solamente una temporada del afio, de- jando a los chicuelos libre el resto de tiempo para que sus padres dispongan de ellos como les acomode, esas resistencias amen- guaran notablemente si no desaparecen por completo. tra pregunta que pudiera hacerse y que a mf me ha sugerido la lectura de varios reglamentos de instruccién vigentes en el pais, es si para las niflas debe ser obligatoria la ensefianza tantos afios como para los varones. ‘Muchos estados establecen diferencia entre ambos, asignando un periodo escolar més breve a las mujeres; pero me parece difi- cil justificar esta disposicién, sobre todo si se tiene presente que las nifias tienen que aprender labores de aguja, aprendizaje que les absorbe una parte no pequefia de las horas semanarias de clase. ‘Tampoco holgarfa la declaracién de si los nifios pueden conti- nuar asistiendo a la escuela, cuando en ello tienen voluntad, de pués de terminar el periodo prescrito por la ley. Quieren algunos reglamentos que se deje a los nifios abiertas las puertas de las escuelas para tales casos; otros disponen que se les impida la asis- tencia, Tengo yo por mejor esta tiltima disposicién, cuyas razo- nes omito dar aquf por haberlas expuesto con alguna extensién en otto lugar de este periédico. Quinta cuesti6n ‘SANCION DE LA ENSENANZA OBLIGATORIA Antes de entrar de Ileno a la cuestién, es conveniente consignar que no es hoy cuando se piensa en introducir en nuestras leyes la ensefianza obligatoria; en la mayor parte de los estados, si no es que en todos, la disposicién que la prescribe cuenta algunos aiios 92 dle fecha, y naturalmente se ha cuidado de sancionarla conminan- «lo-a los padres que no cuidan de enviar a sus hijos a la escuela con multas, arrestos y hasta penas de mayor gravedad. Que a pesar de estas leyes no concurre a las escuelas el nime- ro de alumnos que debiera es cosa que todo el mundo sabe; y que (ul hecho debe atribuirse a la incuria de las autoridades en casti- ur a los infractores es también una verdad de todos conocida. Ni s6lo entre nosotros acontece que las leyes que imponen la obligacién escolar tropiezan con obstéculos que impiden lleva Jus al terreno préctico; una ojeada pasada sobre las estadfsticas escolares extranjeras nos demostrarfa que el mal que lamenta- mos no esté circunscrito a los limites de nuestro territorio. La observacién de lo que entre nosotros acontece y de lo que acontece y ha acontecido en paises extrafios, permite incluir la regla general de que el planteamiento de la ensefianza obligatoria no se consigue sino gradual y trabajosamente; y esta regla autori- za la conjetura, casi rayana en la certidumbre, de que cualquiera «jue sea la sancién adoptada por el Congreso de Instruccién para cestrechar a los padres al cumplimiento de la ley no dard resulta- dos inmediatos de grande significacién. Estamos en el periodo inicial de la evolucién de la ensefianza obligatoria, y no es posi- ble saltar en un instante hasta su término. No por esto disuado de buscar los medios de acelerar esa evo- lucién y de traer a los padres a la observancia de la ley escolar; pero quiero que trabajemos para estos fines, persuadidos de que si, por ejemplo, a pesar de que en Austria la instruccién es obligatoria, cn las provineias de Hungria, Croacia y Galitzia solo asisten a las escuelas 55 y 14 alumnos respectivamente por cada 100 de los obligados a concurrir. En [espafia tambign dejan de asistr alas escuelas dos tercios de los alumnos que leben recibir educacién. En Grecia y en Turquia la ley de enseitanza obligato- via es también letra muerta, Aun en los paises en donde ahora se cumple la ley, por datar ya de muy antiguo y haberse arraigaéo con el transcurso del tiempo tn el pueblo la costumbre de enviar alos niftos a la escuela con regularidad, hhubo un tiempo, en los primeros afios de esta ley vigente, durante el cual no se seat6 sino muy imperfectamente. 93 serd obra del tiempo el conseguirlos, Previa esta advertencia, paso a proponer las medidas que me parecen conducentes. Lo primero que convendria hacer serfa imponer a los padres la. obligacién de inscribir a sus hijos, tan luego como cumplieran la edad escolar, en un registro llevado en cada municipio por el oficial que la ley designara. Hoy el cuidado de averiguar quiénes son los nifios que deben asistir a la escuela corre de cuenta de los jefes de manzana, quienes todos los afios tienen que repetir la operacién molesta de formar la lista de esos nitios, sin recibir remuneracién por su trabajo. El padre que no se presentara a re= gistrar a su hijo serfa castigado con multa, no muy leve, para que no descuidara el cumplimiento de obligacién tan fécil y de qu ningtin perjuicio le resulta, En los mismos registros se asentari el nombre de la escuela a donde el nifio concurriera. Los maestros, por su parte, tendrfan obligacién de remitir men= sualmente lista de los alumnos que hubieran tenido faltas de asis- tencia, en el curso del mes, al oficial encargado de llevar el registro. Pero seria preciso que Ia ley fijara claramente lo que constituia una falta de asistencia, sin desplegar excesiva severidad, sino antes bien mostrandose benigna y tolerante. Pretender que porque él nifio falt6 unas horas o una maftana o si se quiere un dia entero a In escuela, ya incurrié en falta y ha de lamarse al padre y amo= nestarlo, 0 multarlo o encerrarlo en la cércel si a mano viene, 0 despojarlo de su paterna autoridad, es pretensién tan desmedida ¢ inaudita que escribirla en la ley serfa perder a sabiendas el tiem- po, porque de seguro no habria nadie que procediera a cumplirla con tan erudo rigor. A mi entender no deberfa haber falta de asis- tencia en cl sentido legal, sino cuando el nifio hubiera faltado a la escuela ocho dfas en el curso de un mes, bien fueran continuos 0 con interrupciones. Si las faltas de esta clase Ilamaran la atenci6n en alguna escue~ la por lo numerosas, lo més conveniente serfa que un inspector la visitara con objeto de inquirir las causas de asistencia tan irregu= lar, Pudiera ser que la crueldad o ignorancia del maestro o Io, inservible de la escuela dieran ocasiGn a estas faltas reiteradas, y 94, centonces habrfa que remover al maestro, o mejorar la escuela; y pudiera acontecer también que los vecinos fueran mas rehacios que otros a la escuela y a sus ensefianzas. En este dltimo caso quizas la medida que diera mejores resultados seria que el ins- pector convocara a una reuni6n a los renuentes y quizds a todo el vecindario, en la cual tratara de persuadir a los primeros por me- dio de una conversacién amistosa y sencilla, y huyendo de todo aparato y ostentacién de autoridad, de las ventajas que resulta- rfan a sus hijos de asistir a Ja escuela con regularidad, y en gene- ral de los beneficios que deriva el hombre de la instruccién, Si las faltas fueran pocas, pero repetidas por parte de los mis- ‘mos alumnos, el primer paso que deberia darse serfa siempre ave~ riguar la causa de que dimanaban. Habria familias que no pudieran enviar a sus hijos a la escuela porque st suma pobreza las incapa- citaba para comprarles los libros y titles necesarios; otras todavia nds miserables, carecerfan hasta de ropa con que vestir a los ni- ‘los para que pudieran presentarse delante del maestro y de los condisefpulos; algunas necesitarfan del pequeiio jornal ganado por los mayorcitos, para su subsistencia; y en otras, finalmente, no se hallarfa otra causa que descuido y culpable abandono, naci- dlos del menosprecio en que suelen tener la instruccién quienes, por no haberla disfrutado nunca, son incapaces de apreciar sus ventajas y presentir sus goces. Todos estos casos se presentarian, y cada uno de ellos requiere tratamiento especial: a unos nifi hhabria que darles gratuitamente los libros y enseres que necesita- tun; a otros serfa preciso recomendarlos a asociaciones de bene- ficencia y caridad que dieran a sus familias el necesario auxilio con medida discreta; a los de més alld seria preciso dejarles libres \lgunas horas del dia para el trabajo, combinando las cosas de tal ‘nanera que ni se sacrificara enteramente su ensefianza, particu- Jarmente la de los ramos més indispensables, a la necesidad de us familias; ni éstas tampoco se vieran privadas por completo \Jcl pequeito salario ganado con aquel trabajo, que les era necesa- tio para poder vivir, con necesidad tan grande que s6lo la cono- cen y la sienten quienes han pasado las horas amargas y sombrias 95 ‘cin que urge organizar por todas pertes, con este u otro nom- (nie, con el objeto de propagar la educacién entre todas las clases, snayormente entre las desvalidas y menesterosas, y de engendrar eicllas aficién vivisima y tenaz apegoa las escuelas populares y «todo cuanto les atafie. Por un habito tan funesto como invetera- tio, que desde muy antiguo venimos mamando con la leche y jecibiendo de padres a hijos con la sangre, nosotros lo aguarda- {nos todo de manos del gobierno y la administracién sin poner de Jiuestra parte ni el esfuerzo mas leve para acercarnos a aquello {jue deseamos; tenemos la fe mas ciega 2 infantil en la omnipoten- i de los alcaldes, jefes politicos y gobernadores, y creemos, 0 lo que es peor, vivimos como si creyéramos, que los bandos, 6rde- ‘ies, leyes o dmense como se quiera, que de ellos emanan, encie- fran no se qué magica virtud a cuyo influjo han de brotar escuelas, sbvirse caminos, levantarse puentes, prosperar la agricultura, flo- rover a industria, avivarse y ensancharse todas las clases y circu- Jr, en suma, por todas las ramas del Arbol social la savia mas {ica, vivificante y generosa que lo haga crecer con vigoroso em- jiuje. ¥ eruzados de brazos aguardamos ese crecimiento, y cuan- slo pasan aiios y afios sin verlo asomar, nos impacientamos y nos \iuejamos, y recriminamos, pero no sacudimos nuestra pereza, i aventamos muy lejos nuestra eterna, nuestra inmensa desidia, no hos arrojamos al trabajo con viril valentia, librando la esperanza dle levantar el edificio de nuestra grandeza, no en la didiva y en el {avor extrafios, sino en nuestro trabajo personal y propio, en nues- Wo esfuerzo, en nuestro tesén, en nuestra industria, en nuestra jntcligencia, en nuestros perseverantes sacrificios. ;En nuestros ios, sf, que sélo a costa de ellos medran los individuos y Jos pueblos! La esterilidad de los esfuerzos gubernativos para promover el progreso social, cuando no son secundados por la wecidn colectiva de los gobernados, es un hecho de cuya verdad hiosotros menos que nadie podemos dudar, porque nos la ha ense- judo una larga experiencia, Para remediar esa esterilidad en la purle que atafie a la difusién de la enseftanza, es necesaria la for- macién de esas sociedades populares de que arriba hablé, las cuales de la desnudez y la miseria. Al lado de estas providencias varia- bles para cada familia y cada nifio, deberian ponderarse indistinta y generalmente a todos los padres las excelencias de la educa~ cién, pintdndolas con tan claros y vivos colores, que se les infun= diera grande estimaci6n por ella y se les inclinara a sobrellevar gustosos ciertas privaciones, a trueque de legar a sus hijos un bien tan digno de codicia, Dificil es, lo reconozco, este ministerio de persuasion que ne‘ sita ser desempefiado por persona animada del mas vivo entusias- ‘mo por la educacién, llena de celo para encender este entusiasmo en otros, armada de paciencia para sobreponerse a las dificulta des y superar las resistencias que halle, y dotada del ingenio, ha- bilidad y mafia necesarios para convencer a las familias de I bondad de la instruccién y de la necesidad de que sus hijos acu: dan a Ja escuela para recibirla; sf, lo repito, dificil es es lado laborioso; pero esa dificultad no ha de desalentarnos para’ buscar personas que se encarguen de él, ya que es el medio mas adecuado para lograr la difusién de la enseffanza. El maestro ha de ser el primero en ejercerlo en cada poblacién; a él le toca ins- pirar alas familias de sus alumnos y a todo el vecindario en cuyo seno est un amor vivo a la instruccién y un deseo serio de que sus hijos no carezcan de ella, porque es formarse idea tristisima de un maestro el considerarlo como un hombre reducido al mun« do de los nifios, cuyo horizonte no se extiende fuera de Ia escue- Ja, cuya influencia no traspasa los muros de su clase, cuando debe dilatarse y dejarse sentir en todos los hogares, porque el maestro ideal, el maestro cuya figura radiante tengo presente ante mi men- te, debe ser el alma moral de la comunidad en que reside, el cora- z6n cuyo latido se sienta en todas partes, porque es quien reparte la vida y el calor del sentimiento y de la idea a todos los miem- bros que la forman, Ese es el arquetipo al cual tienen que aspirar y converger cuantos abrazan la hermosa y augusta profesin del magisterio. Después de los maestros, y coadyuvando a su accién eficaz- mente, deben trabajar sociedades populares, de amigos de la edu- 96 ” contribuirén a derramar la educaci6n por nuestros campos, a ha- cerla penetrar hasta las clases humildes de nuestras ciudades y a acelerar, en una palabra, nuestra evoluciGn educativa en la medi- da que es dado abreviar el curso de cosas cuyo desarrollo obedece a las leyes naturales, y que no maduran al compas de la impa- ciencia de nuestro deseo. Colaborando con la accién de maestros y de asociaciones, tra bajarfan los inspectores escolares a fin de lograr que todos los nifios asistieran a las escuelas con regularidad. Ocioso parece advertir que al asignar esta funcién al cuerpo de inspectores, me Jo supongo bastante numeroso en cada estado para ejercer w vigilancia real y provechosa, y organizado de manera que a ci uno de sus miembros corresponda velar sobre una circunscrip: cidn de corto radio, cuyas escuelas pueda conocer y visitar con alguna frecuencia, con cuyos maestros esté en verdadero e fnti= mo contacto y —para declarar todo mi pensamiento sin reser vas— cuyos nifios no le sean totalmente extrafios, sino que por cada uno sienta interés y de cada uno de los cuales siga los pro- gresos en Ia medida de lo posible. Supongo a estos inspectores adornados de todas las prendas que reclama su oficio, y muy empapados, sobre todo, en Ia idea de que sus funciones son esen= cialmente de cardcter ético, muy apartadas de todo formalismo juridico y administrativo, y de aquéllas que s6lo pueden realizar los corazones que saben el secreto de abrirse un camino hasta otros corazones en los que encienden con su contacto el entusias- ‘mo que los inflama en favor de una doctrina o de una idea. A inspectores tales como los que pinto se acudirfa en los casos en ‘que maestros y asociaciones de educaci6n hubicran agotado va- namente todos sus esfuerzos sin obtener de algunos padres que 6ést0s enviaran a sus hijos a la escuela con toda asiduidad; y enton« ‘ces esos inspectores no se desdefarfan de bajar al hogar que se les sefialara, por humilde que fuera, no para llevar all la agria repre~ sin ni la amonestacin cefiuda, ni el seco procedimiento del im= pasible funcionario, sino la blanda persuasién, el celo afectuoso, la solicitud lena de bondad y hasta de cierta varonil ternura, q 98 también se avienen con esa augusta cura de las almas con que los inspectores se hallan investidos. Raro seria el caso en que su in- ‘lujo, ejercido de tan discreto y amistoso modo, no triunfara de las resistencias mas tenaces; y las familias més recalcitrantes, cediendo décilmente a su autoridad y exhortaciones, y quién sabe si tanto mds diligentes cuanto antes se mostraron remisas, no de- jarfan pasar un dia sin Mevar a sus bijos a la escuela para que aprovecharan plenamente la educacién de que haban estado pri- vados tanto tiempo, Insensiblemente me he ido apartando de la consideracién del punto principal que deberfa haberme ocupado en este articulo, cual es el sefialamiento de la sancién penal més eficaz para obit. fara todos al acatamiento de la ley que les manda enviar a sus hijos a la escuela; y, en vez de discutitlo, me he engolfado en el bosquejo de planes que no pocos calificardn de irrealizables y \quiméricos. Con todo, y aunque me aguardo esa censura, no diré ue me arrepiento de mis divagaciones, que no tengo por entera- mente impertinentes, ya que en ellas inquiero los medios de au- mentary regularizar la asistencia escolar, que es al fin y al cabo el objeto que trata de lograrse por mecio de la sanci6n penal. Mas, como quiera que de todos modos se ha de llegar a extre- nos en que, agotados ineficazmente los medios de persuasién y ule dulzura, no queden disponibles més que los coercitivos, cum- plc indicdr cuales de éstos se deben elegir. ¥ digo adrede indicar, Y no inguirir ni averiguar, porque es excusada toda averiguacién \lesde el momento en que se sabe que las autoridades administra- \ivas s6lo estén facultadas para imponer multas 0 arrestos, y que « conviene —como creo que todos convendrin— en que ellas, ‘on exclusién de las judiciales, deben ser las encargadas de cast jr a los infractores de la ley de ensefianza obligatoria, Arrestos y multas serén, pues, las penas que sancionen la ley, sin que de inguna de ambas pueda prescindirse: no de los primeros porque ¢|infractor insolvente burlarfa el castigo, ni de las segundas por- \e es dudoso que se arrestara a gentes de cierta jerarquia social. ‘estas generalidades tiene que reducirse lo que acerca de la san. 99, cién escriba, porque no he de enredarme por ningtin motivo en discusiones de menudencias tales, como si la multa ha de ser de tantos reales ms o tantos menos, 0 si el arresto ha de alargarse @ tal o cual niimero de dias. Este era el momento oportuno de cerrar mi articulo; pero no he de hacerlo sin apuntar tres indicaciones que me parece bueno tener a la vista al legislar sobre la asistencia a las escuelas. Es la primera que las rurales no permanezcan abiertas mas de algunos meses en el afio, para conciliar la concurrencia de los nifios a ellas con las faenas agricolas que tienen que desempefiar y que generalmente estén determinadas por las estaciones. Pat serenar la inquietud de lectores asustadizos a quienes infunda alate ma mi insinuacién, les recordaré que en Estados Unidos no s prolonga mas alla de cuatro o cinco meses la temporada de es cuela en los distritos rurales de buena parte de los estados, y cuent que no hablo solamente de los relativamente atrasados del sur del oeste, sino de esos viejos estados que fueron la cuna y son el niicleo de la civilizacion americana. En Pennsylvania, para no citar mAs que uno, la asistencia escolar obligatoria no traspasa al término de cinco meses, y han sido inttiles cuantos esfuerzos se han intentado el afio anterior para obtener que la legislatura pro- rrogara ese periodo. ‘Andloga a la que antecede es la segunda indicaci6n, Por mu has razones, pero entre ellas para facilitar a asistencia escolar y que ésta llegue a Ia préctica en vez de quedarse escrita en las eyes de los archivos, quisiera que las lecciones no duraran arti de cuatro horas diarias en las escuelas rurales. Tampoco esta se gunda proposicién es una novedad, y en apoyo de ella puede acu al ejemplo de uno de los paises alemanes cuyo sistema de eductt cién raya més alto y ha merecido universal encomio —Ia Sajo nia, cuyas escuelas rurales estn organizadas de Ia manera qi acabo de indicar, con el fin precisamente de que los nifios divi ddan su tiempo entre el estudio y los trabajos de agricultura en ql sus padres los emplean. ‘Mi ciltima indicacién se refiere a las escuelas urbanas. Al la 100 «ie os alunos de familias acomodadas que ls frecuentan, viene \colocarse el contingente que les suministran las clases pobres y laboriosas dela sociedad, Side ls primeros nifios puede obtenerse ua asistencia continua durante todo el dfay regular en el curso uel afio, es dudoso que se obtenga la concurrencia de los segun- dos de la misma manera, y hasta injusto me parecerta exigirla Perc eie eect enrestrcinicestneelceinesteniented el campo. No sucede en la ciudad que haya una época del aflo destinada os trabajos y otra de descanso relativo, como es lo comiin en el campo; por lo cual es probable que los nifios de familias pobres no tengan dificultad en asistir ala escuela todos los dfs; pero es justo reducir sus horas de asistencia diarias para que puedan ayu- dara sus familias. Con tres horas de asistencia obligatoria a la escuela me parece que les bastarfa, y que quedarfan en la misma linea que los campesinos; pero es preciso que durante ese tiempo estudien las asignaturas de més capital importancia, Este punto debe tenerse muy presente en la distribucisn diaria de clases que iwopte cada escuela, ordendndolas de modo que la lectura, escri- ura, lenguaj, aritmética y moral, ue son las més esenciales, se den en horas seguidas al principio o al fin del dia. Sexta cuestin [LAS ESCUELAS DE PARVULOS Si bien se mira, la cuesti6n relativa al establecimiento de escue- lus de pérvulos no deberia incluirla en el estudio en que vengo ‘ocupdndome, comoquiera que la educacién dada en esos institu- \os precede a la denominada propiamente primaria, la cual for- sna el asunto exclusivo de este articulo. Esto no obstante, no me resuelvo a desentenderme de ella enteramente, por estar com- pyrendida en el ntimero de la circular ministerial a que este articu- lo se refiere; y asf le dedicaré cuando menos dos palabras. 101 Comenzaré por declarar que no me parecen por ahora de abso luta necesidad esas escuelas en nuestro pais. Si abundaran en México las ciudades populosas y manufactureras, si viera yo que ‘en ellas, estrechados por la necesidad de ganarse su sustento, pa des y madres de familia acudfan a las fabricas en numerosos ‘grupos, si advirtiera que desde las primeras horas de la mafiana hasta que la noche habia cerrado dejaban desiertos sus hogares ¥ expuestos a sus hijos, tiernos y desvalidos, a los mil peligros fist cos y morales que pululan en esas grandes aglomeraciones In ‘manas y estén como en acecho de la infancia, si viera —repit ese cuadro sombrio, serfa el primero en abogar por el estableci- miento de escuelas de parvulos y antes que de escuelas, de asilo de cunas; pero cuando nuestras ciudades son, con algunas conti das excepciones, de censo relativamente corto, cuando la miseri y peligros de los grandes centros urbanos son —puede decirs desconocidas en ellas, cuando nuestras costumbres sociales yu ‘mayor facilidad de ganarse la vida que en otras regiones retien en el hogar a la mujer habitualmente, en donde puede estar cuidado de sus hijos, preciso es convenir en que no son de im= prescindible necesidad esas escuelas y que su creacién pued aplazarse para cuando estén satisfechas otras necesidades de oF den anterior. Ni aun siquiera admito que hoy por hoy sea conveniente el establecimiento de tales escuelas. Hasta sus fautores mas decidi= dos tendran que convenir conmigo en que las primarias son di necesidad mAs estrecha y urgente y que reconocer que no tene= ‘mos, ni con mucho, cuantas exige el numero de nifios que debe recibir educaci6n y que las existentes son por tal manera defes tuosas, que reclaman reformas radicales. Emprendamos hoy tarea de fundar esos millares de escuelas que nos hacen falta y transformar esos otros millares de las que son inadecuadas pa su objeto, en institutos titiles que correspondan a las exigenci de la ciencia y cultura modernas; para dar remate a tan ardui empresa, apenas son bastantes los esfuerzos de todos adunadoss no distraigamos una parte de ellos para emplearlos en otro obj 102 1o, quizds laudable y meritorio, pero de seguro de una importan- cia secundaria comparado con la educacién primaria propiamen- \e dicha, que por lo pronto debe absor2er nuestro pensamiento y cnergia, Ni necesarias ni convenientes por lo pronto... tal es, pues, mi ‘pinién acerca de las proyectadas escuelas de parvulos. Mas si de todos modos se han de establecer en algunas ciuda- Ales, es preciso insistir en que los gastos originados por su funda- ny Sostenimiento sean erogados por los tesoros municipales respectivos y de ningdn modo por las cajas generales del Estado la federaci6n. Si México 0 Guadalajara, por ejemplo, se empe- flan todo trance en erigir escuelas pata pérvuls, ya porque sean alli verdaderamente necesarias, ya porque asf lo crean errénea- mente sus autoridades, que las erijan muy enhorabuena, con tal (jue ellas mismas las costeen; pero que no pretendan con notoria injusticia que los gastos ocasionados por la educacién de los par- vulos que en ellas habitan sean sufragados por todos los habitan- les de Jalisco o de la reptblica. Es preciso decir muy claramente y sin consideracién de ningin género, que ninguna ciudad tiene \lerecho a explotar a un Estado 0 a una nacién en provecho pro- pio; que la fundacién de escuelas de pérvulos a expensas de la hnacidn o del Estado constituye una explotacién de esa naturale- ‘4, ¥ por consiguiente merecerfa una reprobaci6n tanto més vi- yorosa y,enérgica, cuanto que serfa en tiltimo andlisis un robo velado bajo formas legales y autorizado por los funcionai curgados del mantenimiento de la justicia y el orden social. s en- Septima cuestién [LAs PSCUELAS DE ADULTOS Reconozco que la instruccién y educacién de los adultos supera 0) importancia a la educacién preparatoria de los pirvulos; ésta wo liene mas objeto que hacer més fécil y fructuosa la tarea de la 103 escuela primaria; mientras que aquéllas proporcionan al adulto que no ha tenido en su nifiez voluntad u ocasién de recibir la primera ensefianza el mismo inestimable beneficio que las es- cuelas elementales a los niios. Desgraciadamente a los adultos no se les puede compeler de la misma manera que a los nifios a concurrir a las escuelas destina= das para su instrucci6n, y como son pocos los que al conocimien- to de las ventajas que suministran los conocimientos retinan Ik fortaleza y constancia necesarias para dedicarse al estudio en st edad, pocos son también Ios que acuden a recibir las lecciones con asiduidad, sacando de ellas verdadero provecho. Este resultado mezquino obtenido de las escuelas para adult debe disuadimnos de intentar por ahora su fundacién, y aconsejar nos la conveniencia de concentrar nuestros esfuerzos en las es ccuelas primarias para nifios, de resultados incomparablemente més amplios y fecundos. (Febrero 12 de 1890.) Ideas sueltas acerca de algunos asuntos escolares En algunas escuelas estén divididos los alumnos en tres grupos pero la escasez de recursos con que cuentan para su sostenimien- to no permite pagar a un maestro que dirija y ensefie a cada uno, Tal cuidado pesa exclusivamente sobre el director, con dafio di los progresos de los alumnos. ;No cabria aplicar algin remedio este mal, sin aumentar los presupuestos de gastos de los respec- tivos establecimientos? Tal vez sf. De la misma manera que quiet quiere aprender un oficio ingresa a un taller en donde, bajo k direccién del maestro artesano duefio de él, hace su aprendizaje sin percibir en los primeros meses 0 afios estipendio ninguno pot sus servicios, asi también en cada escuela podrian recibirse j6v nes que, habiendo concluido su educacién primaria, quisie dedicarse a la carrera del magisterio. A éstos se les confiaria kk direccidn de un grupo bajo la vigilancia especial del director la escuela; recibirfan sus direcciones y consejos, y aun una clas 104 «special fuera de las horas reglamentarias de escuela, y se amaes- \warian asf, te6rica y précticamente, en el arte dificil de la educa- cin y Ia ensefianza. Se les podria exigit como condicién que \uvieran una edad determinada, como, gor ejemplo, 16 0 17 afios | menos, y no recibirfan remuneracién ninguna por sus trabajos; {qué mejor remuneracién que aproveciar el tesoro de experien- clay doctrina de un maestro que contara algunos afios de practica ‘nel magisterio, y que poseyera en su profesién conocimientos s6lidos? Tal sistema es, bajo ciertos respectos, preferible a las ‘escuelas normales; lo recomiendan pedagogos de mucho valer, y esta practicado en algtin pafs, como en Inglaterra, en muy amplia scala, en donde tales aspirantes son designados con el nombre de pupil-teachers. Si, para proveer los empleos de ayudantes en Jus escuelas que tuvieran esta plaza con goce de sueldo, la ley olongara la preferencia a las personas que hubieran hecho su préc~ fica de la manera arriba dicha sobre otras destituidas de ella, 0 mmejoratin, si estableciera como condicién precisa para optar aquel empleo la de haber sido practicante durante un periodo de /po mds o menos largo, en vez de fiar la ayudantia a las inexpertas, ‘nanos del primer solicitante, no faltarian j6venes que quisieran vervir de auxiliares gratuitos en las escuelas, con lo que ganarfan ‘no poco los actuales directores de ellas, de cuyos hombros se quitarfa una parte del peso que hoy los abruma; los nifios, que eslarian mejor atendidos, y aprenderfan mejor y més pronto; y por fin, las escuelas més tarde, que contarfan con ayudantes du- ‘hos ya en la practica de su oficio. \ las mujeres deberia ensefidrseles en las escuelas medicina do- incstica. gPor qué? Porque ellas serdn mas tarde el médico de la {amilia en las pequefias poblaciones —y de éstas hay millares— «que carecen de é!. :Por qué? Porque aun en las grandes poblacio- ses, en que puede Hamarse a las puertas de la ciencia para pedir 11 auxilio, a muchos su pobreza les veda este recurso. {Por qué? Porque aun en las familias acomodadas siempre seré 1a mujer \juien cure las ligeras dolencias, y preste los primeros socorros en 105 Jas més graves, Dicen algunos que no hay tiempo para dar en las escuelas esta ensefianza. Si se suprimieran las listas de los golfos de Asia, y los cabos de Africa, y el catélogo de los reyes toltecas y chichimecas y otras lindezas de este jaez, digo yo que tiempo no faltaria. ‘A varones y nifias deberfa ensefiarse la higiene. A quien me preguntara qué titulos tiene esta ciencia para que se le dé cabid: en los programas escolares, me contentarfa con responerle dén- dole su definici6n. Si este medio no bastara para persuadirle it diatamente de la necesidad de agregar este estudio a las asignatur escolares, aun suprimiendo alguna de las menos titiles, confi que desesperarfa de traerle al buen sendero, y omitirfa todo argu: mento para convencerle: hay personas con quienes no es buen argilir, porque se pierde el tiempo. jPoner en tela de juicio la com veniencia de ensefiar al nifio el medio de vivir sano, y prolongs la vida! ;Tener un instrumento con que pueden ahuyentarse lai enfermedades hasta cierto punto, y vacilar en ponerlo en manos del nifio! ;Y discutir la utilidad de darselo! ;Saber el secreto p: aumentar la duraci6n de la vida, y no apresurarse a comunicarl al nifio! ;Todavfa més, examinar seriamente si serdi bueno 0 revelarselo! Y mientras tanto, se le ensefian los nombres de todos Jos partidos 0 cantones de todos los estados de México, y tal vei las enrevesadas denominaciones de los gobiernos de la Rusia, Hay aberraciones que sdlo se explican por la fuerza tenaz, increi= ble, inconcebible de la preocupacién y la rutina. No diré que también la economfa politica debe ser una de las asig= naturas escolares, porque el desarrollo de esta verdad exigiria,n unos renglones, sino un concienzudo y largo articulo. Pero si in dicaré que en la escuela deben darse nociones de derecho usual y para que no parezca mi pretensién demasiado aventurada, | pondré al amparo de la sombra ilustre del sabio e insigne Fénelon, Bien puede tratar de difundirse, al declinar el siglo XIX, la id que vio nacer el XVII. No quiero que la escuela primaria se con: vierta en un plantel de abogados o jurisconsultos; pero quiero, 106 tengo el valor de decir en voz alta mi opinién, que se le den al hifio aquellas nociones de derecho a que tendré que acudir a cada jpso en su vida futura, porque ha de vivir en medio de Ia socie- Jad, porque la vida social es un tejido de contratos y de relacio- ies jurfdicas que el hombre no puede sin riesgo ignorar. Multitud «le personas se ven que pierden trescientos, quinientos, mil y més pesos por ignorar nociones de derecho muy sencillas que hubiera sido facilfsimo enseftarles en ta escuela. Celebran un contrato, lo hacen constar en una simple escritura privada, llega la época de xigir su cumplimiento, y se encuentran, no con poca sorpresa dle su parte, con que el contrato no tiene valor, porque debfa estar consignado en escritura ptiblica. Ellos ro lo sabfan; pero en cam- bio sabfan a punto fijo el niimero exacto de pies ingleses que Inide el Everest 0 el Dhawalagiri situados en el Himalaya a miles, ile leguas de distancia. Otros pierden, cuando menos lo esperan, luna casa o un rancho que han comprado porque no han registrado jw escritura de venta que se les otorgé. Ignoraban que era preciso uumplir con tal formalidad; pero no ignoraban, en cambio, el nti- mero de habitantes que tiene Nuevo Leén, 0 mas bien dicho, el {jue tuyo hace cincuenta afios tal vez, porque lo aprendieron muy tien de memoria hace diez afios en 1a escuela, en un texto que \enia cinco afios ya de impreso, y que era la cuarta edici6n de un {nanuscrito que contaba 12 cuando se verificé esa reimpresi6n, y \iue habia sido formado con vista de datos estadisticos que re- \nontaban, cuando menos, seis aflos atras. Y Inego jqué datos! \ué fidedignos!, ;qué escrupulosamente recogidos! Otros indi- Viduos se quedan en la calle porque a la hipoteca con que ellos an asegurados sus derechos, resulta que le faltan tales 0 cua- les requisitos que la invalidan; pero, en cambio, {quién les quita \s ploria de saber la lista de todos los planetas desde Mercurio Janta Neptuno, el ntimero de leguas que mide cada uno en redon- Wo, cl ntimero de dfas, hora, minutos y segundos en que voltea sobre si mismo, y otras mil y mil curiosidades que no tienen pre- ‘10 por lo dtiles que son? Los breves apuntamientos que anteceden demuestran la nece- 107 sidad de introducir innovaciones capitales en la designacién Jas asignaturas escolares: tal necesidad es patente, por mas qu generalmente sea desconocida. pobernantes, confieso ingenuamente que me Ja infunden atin ‘nayor la vigilancia y amor paternales. En los pueblos regidos \Jomocréticamente hay atin mayor peligro en poner en manos del jobierno tal atribucién, porque allf los puestos pablicos se han convertido en una especie de moneda con que aquél remunera \os servicios que en las elecciones se le prestan. Si se adopta un plan tan vicioso, es muy de temer que les escuelas vengan a parar ‘on manos de favoritos ineptos e intrigantes. (Mayo 16 de 1886.) Si conffo a un maestro de obras la construccién de un edificio, clige los albafiles que han de secundarle. Si yo los designara, nf podria con justicia hacerle responsable de Ia bondad, belleza: solidez de la fabrica que levantara, y él tendria derecho de deci ‘me: si quieres que sea responsable yo de la obra, déjame escogs ami albedrio a mis operarios. ;Por qué, pues, en Ia escuela no deja al director de ella la facultad de designar las personas qi en calidad de ayudantes, han de auxiliarle en la obra nobilis de educar las almas? {Por qué, cuando una voluntad extrafia asocia personas que no les merecen tal vez confianza, que coadyuvan quizs a sus esfuerzos, por qué, pregunto, ha de pe sobre ellos la responsabilidad de los actos de esos subordina que no han elegido, ni pueden remover a su arbitrio? No se ocultan los inconvenientes que ofrecerfa en la préctica el dejar Jos directores duefios absolutos y exclusivos de elegir a sus ay dantes; pero pudiera concedérseles la facultad de proponer ul tema de candidatos entre los cuales elegirfa el ayuntamiento 0 autoridad de quien la escuela dependiera. Las escuelas mixtas Una ventaja y un inconveniente de ellas Pnliendo aqui por escuelas mixtas aquéllas a que concurren ni- fivs de ambos sexos, y en las que reciben en comtin las clases. En Europa se ven con cierto recelo 2sta clase de escuelas; en Francia hubo una época, y no muy remota, en que no se permi- ‘in sino con grandes precauciones: para que estuvieran reunidos jilios y nifias en la misma sala, los primeros se colocaban a la dlorecha, las otras a la izquierda, y entre ambos habia un tabique ile madera bastante alto para impedir que se vieran unos a otros. En Estados Unidos, por el contrario, es muy corriente ver es- cuclas mixtas, y no s6lo escuelas elementales a las que no concu- \ven més que nis y niflas de seis a 12 aftos de edad, sino colegios, \s superiores, universidades, formadas de jévenes de 14, 15, 18 y 21 afios de edad, Alli esta mezcla parece la cosa més natural del mundo, y pocos piensan que ofrezea peligro. \ mf me parece, y me refiero exclusivamente a las escuelas clomentales, que el ensefiar a nifios y nifias reunidos no deja de \ener sus inconvenientes. Desde luego hay clases que las nifias \leben recibir y que a los varones no convienen: tales son Ia de Jbores manuales y la de economfa doméstica. Por el contrario, Jay asignaturas adecuadas y aun necesarias para los varones, que (on impropias para las niflas. ;Para qué sirve a éstas el estudio de {GA quién corresponde hacer los nombramientos para maestros| las escuelas piiblicas? A quien incumba la obligacién de pag sus sueldos y de hacer los gastos de Ia escuela. Esto es un pring pio de sentido comin y de justicia. Si yo he de pagar los honor rios del médico que me asiste, por qué lo ha de elegir mi vecin No me parece cuerdo dar al gobierno de un estado intervenci ‘en el nombramiento de los maestros de las escuelas que los mi nicipios sostienen a sus expensas. ;El gobierno tendré acaso yor interés en que la escuela de un lugar esté bien dirigida, q Jos miembros del concejo municipal de la poblacién, que tien muchos de ellos a sus propios hijos en la escuela? Por much confianza que me inspire el desinteresado y paternal amor de I 108 109 la economfa politica, del gobierno vivil 0 él de las nociones de agricultura e industria? Mientras las ocupaciones de los hombres y las mujeres sean distintas —y lo serdn todavia largo tiempo dado nuestro estado social— la instruccién que reciban ambos sexos debe ser diferente, porque debe habilitar a cada uno para funciones diversas. ‘Aun la ensefianza de aquellos ramos que convienen igualmen: te a varones y mujeres, no ha de darse con la misma extensiGn con las mismas aplicaciones a unos que a otras. Bien esté qui nifios y nifias aprendan la aritmética; pero aquéllos haciendo es pecialmente aplicaciones al gobierno civil, a la estadfstica, a agricultura, alas operaciones industriales, éstas al gobierno de st propia casa, Bueno es que ambos tengan nociones de las cienct fisicas; pero aquéllos con referencia a los trabajos agricolas, al necesidades de la industria, éstas con relacién a la economia d méstica y a la cocina. Unos y otros deben recibir instruccion en el lenguaje y ensefiarse a redactar; {pero para qué se ha de ejercitay a las nifias en levantar actas, 0 escribir dictémenes o form: cursos? Y no es que quiera yo cerrar ala mujer las puertas de tra= bajos, industrias o profesiones propias para ella, no; sino que veo que este cambio social no puede realizarse maflana, y que nunca se realizaré tan completo como lo suefian algunos visionarios. En las escuelas mixtas hay que ensefiar a todos los alumnos Jas mismas clases y ensefirselas de la misma manera y con igual amplitud, y éste es el mal que yo les veo a tales establecimientos; pero en cuanto a considerarlos peligrosos para la educacién mo- ral de los nifios y nifias que a ellos asisten, no me lo parecen. Hubo un tiempo en que pensé de distinta manera; pero Ia expe= riencia me ha hecho mudar de opinién. Hoy voy mucho més all4, Creo que reunir nifios y nifias en un mismo local es medio valioso de mejorar la moralidad de la es= cuela, Esto parecerd a algunos el mayor dislate, y sin embargo, si quieren leer los renglones siguientes, verdn que es cosa muy na: tural. Todos los que han tratado de cerca a los nifios, aun de ed: muy pequefia, saben que las conversaciones que tienen entre si 110 hho son siempre muy edificantes que digamos. Los que pintan la jnfancia como una edad de serena inocencia son pintores de oidas poetas que tienen por realidades sus ensuefios. Y lo que digo de jos varones es también extensivo a las nifias: aun las educadas con mayor recato y vigilancia mas solfcita, no son precisamente ve dechado de candor y pureza que sus madres suefian. En estas condiciones estableced escuelas separadas para cada sexo y ve- (is que la inmoralidad aparece y se p:opaga casi indefectible- mente. Reunidlos a ambos en una misma escuela, y observaréis ‘emo el respeto mutuo es un dique que contiene el mal. Hace algunos afios lef un informe de! director de una oficina de ‘vorreos de una gran poblacién, cuyo nombre no ha conservado mi snemoria; y fue para mf grato encontrar consignada en ese docu- jnento una observacién enteramente andloga a la apuntada arriba, y que en aquel entonces habfa ya tenido yo ocasién de hacer. En la ficina susodicha habfa empleados, caballeros y sefioritas, y el au- \or del informe consideraba esta mezcla como muy conveniente, y | recomendaba como muy propia para mantener la moralidad en \os empleados, con estas tres condiciones: que las sefforitas fueran varias, que hubiera trabajo suficiente para todas ellas y una exacta Vigilancia por parte del superior. Lo mismo diré yo de las escuelas ihistas: con estos requisitos no s6lo no ofrecen riesgo alguno, sino \iue. 0 mi juicio, son preferibles a las otras por su mayor moralidad No sorpocos los que piensan de distinto modo, y por esta ra- (on agradecerfa a los maestros que tuvieran experiencia de los, jesultados que se obtienen en dichas escuelas, me comunicaran sus observaciones y opinién. (Agosto 5 de 1887.) 1 Congreso Internacional de Ensefianza Primaria Su composicion. Cuestiones discutidas. Su programa J). seguro que todos mis lectores han visto 0 leido algo acerca de Jy Exposicién Universal que en estos momentos atrae tantos cu- 1 riosos a Paris; pero es tambign seguro que hay muchos de ellos {que no tienen noticia del Congreso Internacional de Ensefianza Primaria que con motivo de la Exposicién se ha celebrado. Voy decir tres palabras sobre él. Y ante todo, cémo esté formado. Lo componen extranjeros y nacionales: los primeros son unos 80; los segundos unos 1 400, Hay extranjeros de todas las nacionalidades europeas (entre ella dos sefioras) y de varios pafses americanos; alli estén representa dos Chile, Brasil, Argentina, las pequefias reptiblicas vecinas El Salvador y Nicaragua, y nuestro México también por el licen ciado Serrano® y por el sefior Ferrari Pérez. No son naturalment maestros de escuela todos los miembros del congreso, ni aun si quiera todos los de nacionalidad francesa: junto a los 600 maes tros que allf representan a la escuela primaria, hay directores profesores de escuelas normales, inspectores, rectores de acadk mia, etcétera. Las cuestiones sometidas a las deliberaciones del Congres fueron las siguientes: Ta, {Qué latitud y qué forma debe darse a la enseftanza profe- sional (agricola, industrial y comercial) en las enscuelas prima- rias, tanto elementales como superiores y en las escuelas normales? 2a. ; Qué participio conviene otorgar a las mujeres en la ense= fianza primaria, ya como maestras, ya como directoras de esta- blecimientos de educacién, ya como inspectoras? 3a. {Qué cardcter y qué organizacién deben tener las escuelas practicas anexas a las normales, o los establecimientos andlogos a aquéllas Estos puntos podfan ser discutidos por escrito, en memorias dirigidas al presidente del consejo de organizacién del Congreso, ‘o verbalmente en las discusiones del mismo. Las memorias es- critas por franceses fueron muchisimas; las presentadas por ex= tranjeros s6lo seis. ® Licenciado Miguel Serrano, director de la Escuela Normal de México, 12 El Congreso estaba dividido en tres secciones, cada una de las cuales se reunfa en local distinto y deliberaba exclusivamente sobre una de las tres cuestiones propuestas. Cada miembro del Congreso tuvo que declarar, pues, previamente a cual de las tres secciones deseaba pertenecer. Las resoluciones adoptadas por ca- «la secci6n se discutieron después en asambleas generales a las que coneurrieron todas las secciones. Menos de una semana duré el Congreso; instalado el lunes 12 ude agosto, cerr6 sus sesiones el viernes 16. El programa de la semana fue el siguiente: Domingo 11. 9 de la noche. Lunch en los salones del Ministe- io de Instrucei6n Pablica, Lunes 12. 10 de la mafiana. Sesi6n de apertura presidida por cl ministro de Instrucci6n PGblica. Distribucién de los miembros cn las secciones. Nombramiento de la mesa directiva de cada seecién. 2 de la tarde. Deliberacién en las tres secciones. Martes 13. 9 de la manana y 2 de latarde. Deliberaci6n en las tres secciones. Miércoles 14. 9 de la manana. Primera asamblea general. 2 de (a tarde, Matinée en el Teatro Francés. Jueves 15. Visita a las dos escuelas normales superiores de en- sefianza primaria de Fontenay-aux-Roses (de maestras) y de Saint- Cloud (de maestros). Viernes 16. 9 de la mafiana. Segunda asamblea general. 2 de a tarde, Sesién de clausura presidida por el ministro de Instruc- cin Pablica. 10 de la noche. Recepcién en los salones del Ministerio de Instrucci6n Péblica por el seflor ministro Mis lectores deseardn conocer las resoluciones adoptadas en el Congreso; nada mas justo que satisfacer este deseo, lo haré en uno de los nimeros préximos. (Octubre 5 de 1886.) 13 La ensefianza agricola, comercial e industrial Resoluciones adoptadas por el Congreso Internacional de Instruceién Publica respecto de su introduccién en las escuelas primarias y normales Deseosos estarin mis lectores de saber qué resolvieron, por fin, aquellos 1 500 delegados a quienes dejamos reunidos en Paris, estudiando cuestiones de ensefianza primaria. Van a saberlo des- de luego; por lo menos en parte. Bien se acordardin que el primer punto sometido a la delibera~ cién del numerosfsimo Congreso era el de la ensefianza agricol comercial e industrial. ,Debfa o no, darse en las escuelas? La primera secci6n se encarg6 de estudiar el asunto. Oigamo lo que dijo. 1. Han de saber mis lectores que muchos quieren que a cada escuela primaria vaya anexo un pedazo de terreno, y no por su- puesto de unas cuantas varas, sino de un tamaiio regular, un ver- dadero campo. Alf saldrn muchachos y maestro con su arado o su azada o lo que més convenga, y labrardn y sembrarén y abonardn la tierra, y hardn plantaciones y las limpiardn de las hierbas nocivas y harén otras mil cosas, como si fueran gafianes verdaderos. Dicen otros —tal vez mas cuerdos 0 més asustadizos— que ese campo de labranza para los escolares es una utopia de gran tamaiio, que darfa al traste con los estudios y las clases. La primera seccién del Congreso fue de esta segunda opinién. Resolvié que en la escuela primaria elemental era lo més cuerdo prescindir del campo, sustituyéndolo con algunos tiestos para sembrar, con las plantas del museo escolar, y con las observacio- nes y experiencias que hicieran los alumnos en el huerto de la escuela y en sus excursiones. Los maestros de escuela elemental han de reducirse a enseitar a los chicos lo que sus padres y los vecinos del lugar no les pueden decir, verbi gracia: cémo crecen Jas plantas, c6mo se alimentan, c6mo empobrecen los terrenos en 14 «jue estén sembradas, cémo se restituyen a éstos las sustancias per- dlidas, eteétera, apoyando, eso si, sus lecciones con algunas pe- «queitas experiencias. En cuanto a las escuelas primarias superiores, ésas sf pueden tener el campo susodicho para que los alumnos trabajen y hagan experiencias, en el concepto de que éstas versen especialmente sobre los cultivos propios de la localidad, Muy discreta se mostré la seccién en lo concerniente a la en- seilanza agricola que corresponde dar en las escuelas normales. Dijo sencillamente que la ensefianza debe de ser tal, que habilite 4 los normalistas para dar lecciones ce agricultura en escuelas clementales y superiores, Contestaci6n irreprobable, a fe mia; pero que nada nos ensefia. 2. Pasemos a la ensefianza comercial. ‘Tampoco este punto suscit6 grandes discusiones. —i.Los pequerios alumnos de las escuelas elementales han de hacer un estudio serio y especial del comercio? —No, dijo la seceién, -Entonces, han de salir de la escuela sin saber lo que es un ccontrato, una venta, una compra, una transacci6n, un documento privado o un instrumento pablico? Sin saber extender un paga- ‘6, ni endosar una libranza? —No, tampoco; pero para aprender estas nociones no se necesitan lecciones especiales; en la clase ule escrityra, en la de lectura, en la de moral, todos los maestros «jue saben lo que traen entre manos han dado y darn siempre cosas nociones usualles. Asf, pues, nada de ensefianza comercial en las escuelas ele- mentales. En las primarias superiores ya es otra c s ies 0 nifias los alumnos conviene que hagan un estudio especial \lel comercio. Pero todavia con una distinciGn: ;se trata del apren- dlizaje de lenguas vivas, de contabilidad, de caligrafia? —Que se hhaya en todas las escuelas, como que, al fin, siempre sera ttil a los j6venes, aunque no abracen la carzera del comercio—. ,Se \vala de otros estudios, por ejemplo, del conocimiento de las mer- ean varo- 115 cancias, del de las vias y medios de transporte? —Entonces que s6lo se haga en las escuelas situadas en Ios grandes centros dé poblacién, En siima, estudios comerciales més completos en las fprandes ciudades; més sencillos y limitados en las pequefis. Respecto de las escuelas normales se resolvi6 que no debfait ensefiar més que nociones de derecho usual, contabilidad y tent fa de TOS. y 7 Ya sso faltaba discutir lo relativo a ensefianza industrial. ‘Alofr la seccién enseftanza industrial, tradujo: trabajo manual y sobre este tema empefi6 vivisima y protongada discusién. ‘Los delegados extranjeros, sobre todo, abogaban con gran cal por la introduccién de los trabajos manuales en la escuela. it do en apoyo de sus pretensiones los felices resultados obteni fen multitud de lugares del continente europe donde se hal planteado, Cada cual tenfa un ejemplo que citar y pormenores qi acerca de él. ; oe Adon franceses, por el can se mostraban host ‘mayor parte a los trabajos manuales. ves oabo de mucho dscutir, el presidente de la seccién hubo dé declarar que la discusién se habfa extraviado; y que la enseftanca industrial era cosa distinta de los trabajos manuales. Por ta pris mera expresién debfan entenderse tan s6lo los trabajos ejecutae dos en la escuela para preparar al nifio al ejercicio de alguna profesién industrial, como la carpinteria, herreria, etcétera. Por Ja segunda, los trabajos ejecutados para educar la mano, la vistay Ta inteligencia, / * xa caplicacion| devolvié la calma al Congreso. Todos convi= nieron en que la ensefianza industrial en el sentido definido porel presidente no cabe en la escuela primaria ni normal. ‘Asi se resol vid casi sin discusi6n, pues no quedaba tiempo para ella. “4.A lo anterior s6lo me resta agregar que la Asamblea General dio su aprobacién a las tesoluciones de la secci6n, con leves vie riaciones que no afectaron el fondo de lo acordado. (Octubre 2f de 1889.) 116 Hadmenes: (Oportuno parece decir una palabra acerca de los exdmenes, pues- ) que estamos precisamente en la época en que estos actos se verifican en la generalidad de las escuelas. Una palabra nada mas elo que vamos a decir, porque querer agotar la materia seria eipefiarse en escribir un volumen muy grueso. Son los exdmenes ocasién de infinitos abusos por parte de los nalos maestros, de inmerecido descrédito para muchos buenos, enlendidos y leales, y de gravisimos engafios para los padres de {ummilias. ; Cul es la causa de esto? Son tantas que ni siquiera po- sJomos apuntarlas todas: nos contentaremos con indicar algunas. Fis a primera, que en un examen quiere juzgarse de la suma de {nstrucciGn de cada alumno por la parte pequeiifsima, por la mues- mw microsc6pica que se exhibe de elle. Tal nifio sacé muy \una cuenta de denominados, y por aqui se pretende formar juicio We sus conocimientos en aritmética; el de més all analizé una ‘yracidn por sintaxis, y esto se toma como punto de partida para jnlerir su grado de instruccién en gramética. ,Quién no ve que \les juicios es facilisimo que resulten erréneos? Y, sin embargo, abundan los padres de familia que, porque el nino sacé la cuenta a las mil maravillas, 0 enumeré sin equivo- curse todos los cabos e islas de la Europa, o dio satisfactoriamen- \e la demostracién de geometrfa que se le pedfa, salen del exa- en contentisimos, persuadidos de que su hijo es un pozo de ncia; y se van haciendo lenguas de la escuela y poniendo al inaestro por las nubes. ;Y eso que éste tal vez no pasa de ser un \stuto embaueador, que se aprovecha de la candorosa credulidad de padres y familias; un picaro a quien le da un comino engaiiar indignamente ta confianza que en él se deposita, con tal de pro- porcionarse por este medio su subsistencia honradamente! Porque hay, en efecto, tales mercenarios —no les llamo maes- twos porque no quiero profanar tan venerable y santo nombre—, «jue saben explotar en provecho propio la facil y buena fe de las {amilias; y no lejos de aqui, en una ciudad de proverbial cultura, 7 he conocido yo establecimientos de instruccién en que, en vispe- ras de presentarse a examen los alumnos, sefialaban a cada cual las preguntas que se le habfan de dirigir y le amaestraban en res- ponderlas, de suerte que aquella funci6n literaria resultaba siem= pre de extraordinario lucimiento. “Esto no es una falta —me deeft una vez indignado un padre de familia que acababa de descubris un amafio de esta clase—, esto es un erimen.” Otros maestros, sin llegar a tal extremo, sabiendo perfectamen: te cuales son las materias y partes de cada una en que més sobr Je cada alumno, tienen especial cuidado de que las preguntas q le dirigen recaigan Gnicamente sobre aquellos puntos, mantenik doen la sombra lo que no conoce tan bien o enteramente ignora, Mientras tanto, maestros verdaderamente dignos de este not bre, que han trabajado empefiosa y concienzudamente durani todo el afio, pueden presentar exémenes muy deslucidos, 0 cua do menos, inferiores en brillo a los primeros, porque no son capa ces de recurrira indignos artificios para deslumbrar; y en aquell actos s6lo procuran dar a conocer con lealtad y honradez el esta do de instrucci6n que en realidad han alcanzado sus alumnos. Pero si un examen no puede ser medio seguro para apreciar la calidad, digdmoslo asi, de los conocimientos, menos atin puede servir para medi la cantidad de ellos. Un alumno respondié con acierto a las seis o siete preguntas que sobre gramitica se le hi- cieron. Muy bien. ;Prueba esto, acaso, que contestarfa con la misma lucidez a otras que se le dirigieran sobre la misma asigna= tura? De ninguna manera: acabamos de verlo. Pero, siquiera me puede dar luces para conjeturar la suma de instruccién que posee neste ramo? Mucho menos. Silas preguntas versaron sobre sin= taxis, gquién puede asegurar que el nifio sabe la analogia? Porque el alumno haya sabido contestar acertadamente, interrogado s0- bre el uso de los acentos, zpuede sacarse en consecuencia que conoce la construccién de los periodos, los regimenes de las pa- labras, la conjugacién e irregularidades de los verbos? Pasemos de la gramdtica a otra materia, a la aritmética, p ejemplo; y supongamos que el niflo resolvié una cuenta de inte 118. 1s, ¢Sabré multiplicar quebrados?, ,sabré escribir cantidades que contengan ceros? Ya no indago cémo lo sabré; glo sabré siquie~ 10, glo habré estudiado alguna vez? Y silo ha estudiado, ;n0 lo habré echado en olvido por completo? Yo he presenciado en un colegio preparatorio un examen de ‘dioma inglés a que se sujetaron varios jévenes, y les he ofdo responder brillantemente; y he visto al puiblico salir entusiasma- do del sal6n; y he sido testigo de las brillantisimas calificaciones que obtuvieron, Y saben mis lectores el tiempo en que aquellos jovenes habjan concluido su curso de inglés? En cinco dias. Y eon este dato, gcalculan a qué estarfan reducidos sus conocimien- os? Se los diré: sabfan las diez primeras paginas de un método para aprender inglés, cuyo autor ni recuerdo, ni importa recordar. liso sf, las sabfan a fondo, como que las habian estudiado, sin regua ni descanso, durante todo el curso. Y de la misma manera he tenido ocasién de ofr a un alumno «jue se examinaba de rafces griegas, cuyos conocimientos en tal famo se reducfan a cincuenta races que habfa aprendido en el Manual de Oloardo Hassey; y he sabidc de otros que se examina- ban de literatura, sin mas que haberse aprendido perfectamente un capitulo de un texto muy pequefio. Pero hay otra tercera causa todavia que, agregdndose a las dos anteriores, contribuye en gran manera a producir los funestos re- sultados de los exdmenes piiblicos, que tanto lamentan en varios paises los hombres expertos y entendidos que no se deslumbran con el falso brillo del oropel que al vulgo engatia Es ésta: que las personas que concurren a presenciar este acto literario, careciendo generalmente de los conocimientos que se requieren para juzgar del grado de adelantamiento de los exami- nudos, se gufan més bien en sus apreciaciones por el garbo y soltura con que responden éstos, que por la bondad y exactitud ile las respuestas; y creen que quienes por natural timidez u otra causa cualquiera no demuestran el mismo despejo que sus com- puieros, es por ser més ignorantes que ellos; en lo que padecen rave yerro no pocas ocasiones. 119 ‘Acudiré a mis recuerdos personales en busca de algunos ejem= plos en comprobacién de lo que asiento porque no quiero que se ‘me tache de exageraci6n. El primero que se ofrece a mi memoria es el de dos jvenes a quienes me tocé sinodar en un examen piblico de idioma latino que sustentaron ante lucidisimo concurso. Uno de ellos respon: dfa con voz apagada, hija de su cortedad y timidez genial, a preguntas diversas que yo le iba haciendo; pero sus respuestas, por lo exactas y completas, nada dejaban que desear. El otro, q no era de suyo nada encogido, antes osado y brioso, contes con desembarazo y voz clara y entera a todas mis preguntas, aul que a casi todas con poquisimo acierto y aun a muchas ti desatinadamente, que s6lo por no dejarle corrido ante la flor asistencia que el sal6n Ilenaba, hacfa como que pasaban ini vertidos a mi vista yerros tan de bulto. Quiso la ventura del alumno audaz y la mala suerte del cor de genio que fueran muy contadas las personas de entre el audi torio conocedoras de la lengua latina, asf es que la mayor pi quedaron plenamente persuadidas de que el primero sacaba no: toria ventaja al segundo, siendo precisamente lo contrario. ‘Adin més claramente prueba lo erréneo de los juicios que for ‘man los espectadores de un examen el hecho que paso a referit; Querfase examinar de raices griegas un joven que las des nocia completamente; y para salir airoso de su empefio, después de haber tomado muy bien de memoria unas cuantas péginas la obra que servia de texto, concertése con su sinodal para que k preguntas de éste no salieran del reducido cfrculo de sus conock nientos. Prometié el sinodal cuanto cl alumno quiso; pero, leg da la hora del examen, bien fuera por olvido, bien, como yo creo, con intencién dafada de dejar al otro mal parado, comen: el sinodal a menudear preguntas tan salpicadas y esparcidas todo el terreno de las races griegas, que no era posible que I contestara satisfactoriamente el sinodado. No se intimids éste por tan poca cosa, pues, revisando al au torio de una ojeada, bien eché de ver que quienes le formaban 120 cvan muy peritos en achaques de griego y de etimologias, con lo «jue Se solt6 a responder con dnimo sereno y desenfado singular, con general aplauso de cuantos le ofan, a quienes cautivaba el Jonaire y soltura de que daba muestra y eran tan desatinadas las respuestas que daba, que cuando se le preguntaba, por ejemplo, \u significacién y origen de la palabra forosfera,* él contestaba con aplomo que era un instrumento recién inventado para contar lus pulsaciones del coraz6n, que se componia de los vocablos yriegos fos, que significa coraz6n, y tosfiro, que quiere decir contar las pulsaciones. ;Y con tales dislates dejaba a sus oyentes bo- quiabiertos! Pero, sin ir a caza de tales ejemplos, que son excepcionales, { quién no ha visto y no ve diariamente en exmenes piblicos a personas desprovistas enteramente de conocimientos en las ma- s de que se examinan los alumnos? Qué criterio, qué regla lienen tales personas para poder juzgar de los adelantos de aque- Hlos alumnos, para poder discernir cuéles responden atinadamente, y cules s6lo contestan vaciedades? Y, sin embargo, ;quién no Jes ha ofdo fallar con tono magistral y sentencioso que tales alum- nos han hecho grandes progresos, y tales otros estin muy atra: «los, gquign no ha escuchado a persoras que no saben una jota, verbi gracia, de geografia, resolver doctoralmente que los nifios Jo han hecho divinamente en geograffa? ,Quién no ha sido testi- yo alguna vez del entusiasmo que despierta en el puiblico un exa- men en que s6lo lucen los niffos su memoria, mientras que se acoge con indiferencia y con frialdad aquel otro en que los nifios icreditan su comprensién e inteligencia? {Quién no ha visto, en uuma, censurar lo bueno y aplaudir lo malo; silbar a quien mere- ce palmas, y adjudicar coronas al que es digno de silbas? eatin los modernos descubrimientos astronémicos el nicleo del Sol, que ‘vopaco, est envuelto por una capa luminosa, ue esa laque se llama forosfera. sta palabra se compone de la raiz griega foot, que encierra la idea del cuerpo Ininoso, y sfaéra, que significa globo, de manera que, vale tanto como globo lu- ‘ninoso, El hecho aguf referido es histérco. 121 Bs preciso que las personas que asistan a un examen vayan persuadidas de que, para calificar a los alumnos, se necesita algo ‘mas que tener ofdos para escuchar las respuestas que dan, y vista para observar su desembarazo; que se requieren conocimientos. periciales; que se necesita saber bien, por una parte, las materias sobre que el examen versa, y por otra, conocer las leyes que rigen’ el desenvolvimiento del espfritu del nif; es preciso que se con ‘venzan de que, por punto general, ellas ni saben bien tales mate: rias, ni menos atin conocen las leyes que gobiernan el espirit humano; y es preciso, en fin, que persuadidas de entrambas ¥ dades, obren conforme a ellas, absteniéndose de emitir sus fall sobre materias que desconocen por completo. Pero este articulo carecerfa por completo de utilidad prictica me cifiera solamente a censurar los vicios de que adolece la orgé nizacién actual de los exémenes. Antes de destruir, es preci pensar en edificar algo que sustituya a lo que se quiere echar p tierra Brevemente, pues, porque ya otra cosa no consiente la exten: sin excesiva que van tomando estas lineas, indicaré el sistem que, a mi juicio, convendria seguir en los examenes para obteni resultados favorables de ellos. 1, Los exdmenes se verificarfan cada dos meses. Como en tan corto término seria poco lo que los alumnos hu: bieran estudiado, el examen podrfa versar casi sobre la totalid de las materias aprendidas, y no sobre una pequefifsima parte dk ellas, como ahora sucede. 2. Las materias presentadas a examen serfan exclusivament Jas estudiadas en el bimestre correspondiente. Esta prevencién tiene el mismo objeto que la anterior. 3. E] maestro tendria obligacién de presentar un cuadro minu: cioso de las materias estudiadas durante este término. Este serviria para que el jurado calificador pudiera conock con exactitud la suma de conocimientos que en aquel tiempo bfan adquirido los alumnos, y tuviera por consiguiente una bas 122 para juzgar si habfan aprovechado bien el tiempo, o lo habian malgastado. |. Las preguntas que se hicieran a cada alumno no se dejarfan eleccién del maestro o sinodal, sino que serian designadas por medio de un sorteo. Este sistema es seguido con muy buen éxito en varios colegios ule instruccién secundaria; aleja todo peligro de colusién entre el Inaestro 0 sinodal y los alumnos; y da, si no la certeza completa, ‘(una gran probabilidad de que todas las materias que constan en 1 cuadro presentado por el maestro, han sido estudiadas por los fos. 5. Los exdmenes serfan privados. No opino que deba prohibirse la entrada a estos actos a las personas instruidas y sensatas, capaces de juzgar con acierto del {sito obtenido en ellos por los educandos, antes aconsejaria que {era invitado el mayor ndimero de éstas que fuera posible; pero pienso que dar acceso indistintamente a los exémenes a todo li huaje de personas, aunque carezcan de conocimientos, lejos de ser benéfico, es perjudicial en sumo grado, (Diciembre 16 de 1885.) reforma en los exdémenes \Cudntas lecciones se aprenden asistiendo a unos ex4menes con spiritu de observacién! En el mes pasado he concurrido a va- ‘ios, més atin, he intervenido en ellos, y he recogido mi cosecha tle ideas, tal vez exactas, tal vez no, las que, como siempre, traigo ‘mis lectores, trabajadares como yo en la obra bella de educar al hw, para que las pensemos y discutamos todos, ayudéndonos gablemente. {Por qué, me digo yo, en los exdmenes se ha de preguntar al ino siempre lo que ya sabe? {Por qué no algunas veces han de \ecaer las preguntas que le dirijamos sobre aquello que ignora, jpwra medir la fuerza de su entendimiento? Si se pregunta al nifio lo que ha aprendido ya, y responde satisfactoriamente, qué acre- 123, dita en suma? Una buena memoria. ,Y¥ hoy que todos claman, contra el cultivo exclusivo de 1a memoria en la escuela primaria, habremos de contentarnos con que salgan de sus bancos buenos memoristas? Si en vez de eso, le interrogamos sobre cosas qué aun no conoce pero que puede descubrir por si mismo, porqut tiene los datos suficientes para ello, entonces si se puede juzgat del vigor de su entendimiento y de su raz6n, hermosas facult que sirven a la vez al hombre de apoyo y luz en el camino de k vida. Esto, y més, me decia a mf mismo, sentado descansadament en mi silldn en Ia sala de exdmenes, perdido en un laberinto reflexiones volando con el pensamiento por las escuelas de Mi choacan, de Guerrero... de quién sabe cudntas partes més... $0 fiando con dar un apretén de manos, con cambiar unas cuant palabras, con esos maestros perdidos a centenares de leguas distancia, cuyos ecos me llegan de vez.en cuando, y parece com que me dicen: trabaja, trabaja y no te canses, que nosotros ofmo y pensamos y probamos lo que ti nos dices; trabaja, trabaja, qt Si hay algo falso en lo que escribes ti, también hay semillas ‘verdad que nosotros separamos, como el zarandador va apartan= do el grano de la paja. Mis lectores perdonaran lo incoherente de mi articulo: voy r tratando la serie de pensamientos que desfilaban por mi imagina- cidn; si eran inconexos, ,qué culpa tengo yo? ;No es mi deber di pintor de retratos, pintar tales cuales eran mis ideas, sin agraciatl ni embellecerlas? Ciertamente, me decia yo a mf mismo, siguiendo el hilo d mis reflexiones después Ue aquella expansién afectuosa que ali geraba mi alma; ciertamente los exdmenes deben ser asf com Jos pienso, no de memoria, sino de entendimiento. Para los exé ‘menes de lectura no se da al nifio el libro que habitualmente lee que quizds se sabe casi de memoria, sino otro nuevo, el prim que se halla uno a la mano para probar cémo lee 1o que no repasado, lo que no ha visto nunca, Ese debe ser el tipo de tod los exémenes. 124 En aritmética también, no se pone al nifio el problema que ha cjecutado en clase para que lo resuelva, no, eso serfa un engaiio; sino otro nuevo, enteramente desconocido para él. Y en escritura, {no se le envfa al pizarrén a escribir la primera frase que al sinodal viene a las mientes?, ,acaso para demostrar sus adelantos en or- \ografia, se elige la frase que le ha servido de muestra setenta veces en su cuaderno? {Pues, por qué no ha de ser lo mismo en todas la materias? {Un nifio ignora la regla de tres o la de aligacién? Muy bien, pues por eso mismo se la preguntaré, que as{ podré medir su inte- ligencia, su aptitud para discurrir, ;Pero, qué!, glogrard resolver un problema de este género? ,Por qué no, si es inteligente? Tales problemas son simples aplicaciones de lz multiplicaci6n y divi- sidn de enteros; estas operaciones ya las conoce; tiene, pues, el extremo del hilo que le permitird salir del laberinto. ¢Logra salir al punto con destreza? Muy bien: sefial de clara inteligencia; més lurde en ta lucha por la existencia saldré triunfante. Duda, vaci- Ja, se confunde y no acierta por lo pronto con la salida, pero al fin halla? Su inteligencia no es mas que mediana. No logra, por {in, salir del paso por mucho que batalla? Indicio claro de corte- \iad de alcances; es probable que en el curso de su vida no des- cuelle entre los demas; antes bien, quede siempre rezagado en las Jiimas filas. En suma, el examen ha servido para aquilatar la \nlcligencia de los alumnos, para discernir las que son de buena Jey y las que tienen liga. Eso era cabalmente lo que se querfa Aqui Ilegaba de mis reflexiones cuando me tocé mi vez de ‘aminar. Ocasién propicia era la que se me presentaba para po- vier en prdctica mis teorfas; no habfa que desperdiciarla. Y en ‘lecto, Io hice tal cual Jo pensé. Era una nifia a la que examinaba, y cl examen versaba sobre lectura. La lectura abre anchisimo hiorizonte para tender el vuelo por donde uno quiere. Y yo lo ten- Wi por la esfera de la mecénica con Ia nia a quien examinaba, porque Ia pagina del libro ostentaba el dibujo de una maquina, ue me invitaba a dar aquel rumbo a mis preguntas. La interroga- no sabfa una palabra de mecénica, como supondré el lector; y 125

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