ODISEAY
TRIMMED
aINDICE
Se jevanta eltclén .........--.- ines Yawecee aaa 5
Un muchacho se hace hombre... 62... eee eee eee 21
ACCIOEHTE oc rmisoncencs How. ys awe LLY seat Selon Suda 8 s al
Nuevos horizontes ....... ee te ee 43
Entusiasmado con la Biblia . 53
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El "hombre milagro” .... 2.0... cece eee ee ene 81
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127
EPHOBG eid cose cacy wee was maw 6 ernie ead meat SEDCapitulo 1
SE LEVANTA EL TELON
arlos mird de reojo al médico que entraba por segunda vez
C en la sala de consulta. Al parecer no le daba importancia a
su malestar. Tranguilamente —como si fuera comin que un
muchacho de quince afios se Sentara en Ja mesa de exdmenes,
vestido solamente con una bata de papel— cruzé Ia habitacién y
Sc senté en su escritorio. Escribié algo cn cl expediente que tenia
dclanic. Por ultimo se dio vuclta y dirigié su mirada a Carlos y a
su madre que estaba sentada a su lado cn una silla,
—Carlos —lijo pausadamente ajusténdose los Jentes sobre la
nariz ligeramente corva—, tengo algo muy grave que comunicarte,
éme est4s escuchando?
A Carlos se Je puso la picl de gallina, Sujet6 la bata sobre sus
huesudas rodillas y contesté:
—Escucho,
—Quisiera decirtelo de otro modo —dijo el médico sus-
Pitando—, pero mejor te lo digo de una vez.
Carlos cerré los ojos. ,Por qué el médico no guardaba su
discurso para otro momento? Era como ver una pelicula antigua,
en la que todo el mundo deseaba ser cl héroe pronunciando las
palabras magicas. Molesto, miré al Dr. Ramirez.
— Bueno?
~-Carlos, parece que vas a morir pronto. Muy pronto.
madre se queds sin aliento, Las palabras del Dr. Ramirez
hicicron eco en la habitacién de techo alto, como si buscaran un
lugar donde posarse. El ruido de una motocicleta que pasaba a
toda velocidad por Ja calle rompié el silencio.
El Dr. Ramirez, se incliné hacia adelante,6 ODISEA Y TRIUNFO
—Jovencito, de acuerdo a tu expediente, tienes quince afios y
mides 1.70 metro, jde acuerdo?
Carlos exhalé un profundo suspiro.
—Si —tespondis.
—Hace seis meses pesabas 72.5 kilogramos. Ahora pesas 43.
jEsa pérdida de peso es demasiado para un muchacho en
crecimiento!
La habitacién quedé cn silencio. Carlos hubiera deseado que cl
imédico terminara de una vez. De todos modos las cosas iban a
seguir igual.
“Por los hébitos alimentarios que tu mamé ha descrito y los
andlisis que te he hecho, parece que padeces de anorexia nerviosa,
gsabes lo que es eso?
Carlos apreté los puiios. Sentfa que 1a ira lo dominaba. "Otra
vez lo mismo", pensdé. {Que no se daban cuenta que él era lo
suficientemente grande como para vivir como le diera Ja gana? ~
{Qué importancia tenia si comfa 0 no? Después de todo, él no
tenia nada por lo cual vivir.
La madre adelant6 un poquito su silla y Carlos noté de reojo
que los nudillos blancos de sus dedos apretaban sus brazos
delgados y fldccidos.
—Doctor, he lefdo acerca de este trastorno emocional, gpodrd
usted hacer algo?
El médico se incliné hacia atr4s en Ja silla y movié la cabeza.
—Quisiera poder decirle algo positivo, sefiora. Aparie de
intefnarlo en un hospital donde lo alimenten a Ja fuerza, no hay
mucho que se pueda hacer. A veces un asesoramiento sicolégico
ayuda, pero la unica persona que puede hacer algo por Carlos, es
el propio Carlos. El tiene que "desear” mejorar y obligarse a
comer. Vamos a mi oficina y se lo explicaré mejor. Carlos, tan
pronto te vistas, ve a la oficina de al lado.
La puerta se ccrré detrés de la madre y el médico. Moviéndose
con lentitud, Carlos se bajé de la mesa y cogid su suéter. Sc lo
puso y, después de vestirse, se dejé caer en la silla del médico. Se
sentia agotado.SE LEVANTA EL TELON 7
EI médico tenfa razén. Quizds morirfa pronto. Ya sentia que se
le escapaban las wltimas gotas de energia. Cuando todo se
terminara 1 seria practicamente un esqueleto, seco y quebradizo,
como las hojas de otofio que son arrastradas por los vientos
invemales.
Suspirando débilmente, sus pensamientos se remontaron al
pasado, al tiempo cuando era un nifio feliz y estaba contento de
vivir,
De pequefio habia tenido un buen hogar, pese al divorcio de sus
padres. Desde que su mamd se marché de la casa, habfa empezado
a ayudar a su papé en la tala de drboles, después de las clases.
Fuerte y alto para su edad, se sentia orgulloso de poder ganar el
dincro que ahorraria para comprarse un automdvil cuando tuviera
la edad suficiente. Gracias a su fisico fornido, sus compafieros de
escuela le rogaban que participara en los eventos deportivos, pero
él preferfa cmplear sus miisculos en transportar los pesados
troncos de Arboles y disfrutar del fuerte olor de la madera en bruto
cuando la sierra los cortaba. Pero ni eso Ie importaba tanto como
Ja compaiifa de su padre.
Eran mds que compaiieros. Intercambiaban ideas acerca del
negocio y hablaban de cémo ampliarlo, hecho que hacia sentir a
Carlos como un auténtico socio. Mientras proseguian con sus
planes, Carlos desarrollaba hdbitos de trabajo superiores a los de
sus amigos que sélo pensaban en las maquinitas de juego y el
pr6ximo campeonato de fiitbol.
Cristina, un afio menor que Carlos, no cra la clase de hermana
problemAtica que sus amigos se quejaban de tener, Desde que su
mama se fue, se habia desarrollado entre ellos una estrecha
amistad, y habjan aprendido a trabajar y compartir juntos sus
chascos y alegrfas. Juntos lograban sacarle partido a las situaciones
adversas.
Cristy sc esforz6 mucho para aprender a lavar ropa y cocinar
ricos alimentos que tanto él como su padre apreciaban. Con cierto
aire de nostalgia, Carlos rccordé las veces en que los tres se
ponfan a hacer planes de sobremesa para terminar la nueva casa& ODISEA Y TRIUNFO.
que estaban construyendo en Ja ladera, contigua a Ja casa rodante
que les servia de vivienda.
S6lo el recuerdo hizo sonreir a Carlos. {Tenfan tan bucnos
planes! Los negocios florecfan mientras vivian en el Estado de
Colorado, Estados Unidos, y obtenfan buenas ganancias. Los fines
de semana, y algunos otros ratos libres, trabajaban en la casa de
sus suefios, esperando que, una vez terminada, la abuelita se
mudara con ellos. Los tres esperaban ansiosamente ese momento.
jSerfa fantdstico volver a sentirse en familia!
Los afios transcurrfan apaciblemente, cada miembro de la
familia cuidaba y velaba por los demés. A pesar de las estreche-
ces, sabfan que juntos lograrfan sus propdsitos. jNada podrfa
perturbar su pequefio y confortable mundo!
Cuando Carlos estaba en el noveno grado, la tragedia golped
a su puerta.
Para silenciar las murmuraciones de sus amigos, Carlos se
quedé una tarde después de las clases para sustituir a un jugador
de pelota y lego a casa mds tarde de lo ac stumbrado. Se
sorprendié al no encontrar cn casa ni a su papd ni a Cristy. Se
cambié de ropa y dirigié al taller para realizar sus tareas
habituales después de las clases. Mas tarde, cuando escuché el
ruido de la camioncta que se detenfa junto a la casa mévil, dejé
caer Ja tabla que Uevaba y ies salié al encuentro para saludarlos.
Los acostumbrados saludos cfusivos de su papa y su hermana
extrafiamente habian desaparecido. El padre tampoco sonrié al
seguirlos al interior de la casa. Sin decir palabra se dejé caer en
una silla de la cocina, con una expresién de suprema angustia en
el rostro. Tenfa pdlidos los labios y le temblaban las manos
mientras las apoyaba sobre las rodillas.
Carlos quedé helado, y volviéndose a Cristy pregunto:
—j, Qué pasa?
Cristy sollozaba sin poder hablar. Pero cl padre rompié el
silencio.
—A ... acabo de matar 2 una nifia ...SE LEVANTA EL TELON 9
—jQué ... qué ...? —Carlos lanz6 la pregunta fijando su mirada
en Cristy.
El padre se incliné hacia adelante y cubrié su rostro con las
manos.
—Fui a la escucla a buscar a Cristy y tuve que estacionarme
indebidamente, ti sabes cémo es allf cuando terminan las clases.
Habfa unos nifios’ jugando al frente y un muchachito que
supucstamente debia estar cuidando a su hermanita pequefia se
descuid6, La nifia gateé hasta quedar debajo de la camioneta sin
que nadie se dicra cuenta.
A Carlos le dio un vuelco el est6mago.
—Por supuesto, ni yo ni nadie vimos a la nifiita. Cuando la
camioncta arrancé, senti un golpe extrafio seguido de los gritos de
los rifios.
Los ojos del padre de Carlos imploraban comprensién.
—-Cuando miré por el retrovisor para averiguar por qué gritaban
... bueno, jfue algo horrible!
Cristy abrazo a su padre.
Ti no tuviste 1a culpa —sollozaba, tratando desesperadamente
de consolarlo. :
Un instante después se volvid a Carlos.
—Después que se fue la ambulancia nos Mevaron a la estacién
de pelicia. No creo que acusen a papé; pero Carlos, jno te
imaginas lo terrible que ha sido!
Torturado por el sentimiento de culpa al haber tronchado una
vida tan joven, el padre cambis de la noche a la mafiana; de
optimista y carifioso, se convirtié cn una persona retrafda y
amargada. Por las noches, en lugar de hablar y bromear con sus
hijos, se sentaba en la sala a oscuras, mirando el piso. Poco a poco
su tristeza contagié también a Cristy, que fue perdiendo su risa
habitual. Ya Carlos no tenfa tanto interés en que terminaran las
clases para volver a casa y a su trabajo acostumbrado.
Un dfa, un vecino bien intencionado, en su afin por animarlo,
rodeé a Carlos con el brazo y le dijo:10 ODISEA Y TRIUNFO
—Sé que tu familia est4 sufriendo por lo ocurrido, pero estoy
seguro que Dios ticne un propésito en todo esto.
Carlos sintié que algo se paralizaba en su interior. Aunque
nunca iba a la iglesia, de alguna mancra se imaginaba a Dios
como un ser bondacoso, un tanto parecido al Santa Claus que los
nifios quieren. Pero si Dios es capaz de escoger a criaturas
inocentes y utilizar a un padre bueno como cl suyo para cumplir
un propésito tan horrible, entonces, sin duda, jese Dios no era para
él
Los meses siguicron su curso monétonamente y Carlos y su
pap siguieron trabajando juntos, pero éste permanecfa siempre
callado, como si hubiera perdido cl desco de hablar. Por varios
meses lo torturé el recuerdo del terrible accidente.
Poco a poco el padre volvi6 a la normalidad, y cuando
acababan de reiniciar la construccién de la casa, los golpeé
nuevamente la tragedia. Sucedié de repente. Un dia tenfan mds
trabajo de lo acostumbrado, pero al siguiente, se quedaron sin él.
Al principio no creyeron que la industria maderera se hubiera ido
a pique. Quizd se trataba de un revés temporal. Pero pronto sce
desvanecieron sus esperanzas. Por todas partes se veian
abandonadas las rastras de transportar madera y los aserraderos
estaban paralizados. Con todo, Carlos y su papdé se mantenian
haciendo algunos trabajos por aqui y por alld, reparando cosas,
esperando y confiando. Pero las cosas no cambiaron. Poco a poco
se les acabaron los ahorros y tuvieron que abandonar su suefio de
ver terminada la nueva casa.
En un ultimo esfuerzo desesperado para no perder su pequefia
propiedad, Carlos contribuyé con su dinero ahorrado, pero aun asf
tuvieron que vender el taller, la casa rodante y la casa semi
construida. Sumamente descorazonados, los tres cargaron en la
vieja camioneta las pocas pertenencias que les quedaban y se
dirigieron al pueblo de Durango, Colorado, con la esperanza de
encontrar trabajo. Mientras recorrfan las calles de Bayfield por
Ultima vez, Carlos se despidié de su pueblo en silencio. No era
facil dejar atrés todo lo conocido y querido. Stibitamente loSE LEVANTA EL TELON 11
invadié una honda depresidén. Ya no le quedaban ni Sos suefios.
Tampoco le quedaban amigos. Hasta habfa perdido la esperanza
de que su abuelita fuera a cuidarlos.
El espectro del cambio estuvo a punto de aplastarlo en las
semanas que siguieron. Sentfa asfixiarse en el apariamento
atestado de Ja estrecha calle en aquel pueblo desconocido. ¥ él,
que amaba tanto el espacio abierto. El papd encontré trabajo
corrido hasta Ja tarde, pero Carlos no podfa ayudarlo. El tiempo
pasaba muy lentamente. El dinero escaseaba el primer dia que
entré a clases para estudiar el décimo grado; y por supucsto, no
conocia a nadic en la escuela. Se sentfa agobiado por el desdénimo
y la soledad, que paulatinamente fueron acentudndose hasta Negar
al extremo de no querer hablar con nadie.
En las largas y solitarias horas que pasaba cn su Cuarto, pensaba
en io que habia ofdo decir a los predicadores por la televisi6n
respecto a Dios. Hasta los cantos declaraban que Dios cuidaba de
todos y s6lo queria lo mejor para ellos. jSe rid sarcdsticamente!
4Cémo es posible que hubicra llegado a ser tan crédulo? Si Dios
cra tan amante, gc6mo es que no podia ver que su papa cra un
hombre respetuoso de las leyes, que nunca habia engafiado a nadie
y siempre estaba listo a ayudar a los que lo rodeaban? 4Por qué
habfa permitido que perdieran su casa, sus amigos y hasta la
posibilidad de que su abuelita fuera a vivir con ellos?
Lentamente lo fue embargando un sentimiento de hostilidad
hacia un Dios tan cruel, que fue en aumento hasta convertirse en.
una pasion negra y horrorosa en su interior, que impregns cada
célula de su ser. Este sentimiento saturé de tal modo su naturaleza
que licgé cl momento en que ya no podia dirigirle a su hermana
o a su padre una palabra cortés, y al extremo de Megar a odiarse
a si mismo.
Un caluroso dia, tras haber pasado la tarde malhumorado y
ocioso en su cuarto, salié caminando pesadamente y obscrv6 el
reflejo de su propia imagen en el espejo del pasillo. Al ver su pelo
castaiio desgrefiado, los ojos hundidos y la constitucién alta y
pesada de su ffsico, hizo una mueca de disgusto. Siempre habia12, ODISEA Y TRIUNFO
tenido buen apetito, pero en vista de que realizatia trabajo pesado
después de las clases, se mantenfa en buenas condiciones fisicas.
Ahofa su musculatura, una vez vigorosa, estabs flaccida. Cons-
ciente de esa situacién, repentinamente se le ocurrid que estaba
malgastando el dinero que su papa ganaba trabajando arduamente,
en comida que a su parecer no necesitaba.
Desesperado por acabar con el mal humor, Carlos decidié
mejorar su apariencia. Comenzando esa misma tarde, redujo a la
mitad su racién de comida y empezé a corre: después de las
clases. Fue bajando de peso, pero eso no alieré sus sentimicntos.
Sigui6 reduciendo Ia cantidad de alimentos hast1 que finalmente
perdi6 por completo el apetito.
No pas6 mucho tiempo hasta que su papa y su hermana notaron
que no comia.
—Hijo, no puedes dejar de comer y manten:rte saludable al
mismo tiempo —le dijo su papé una noche, cuan:!o Carlos rehusé
cenar—, sé que estamos cortos de dinero, pero nos alcanza para
comer.
Cristy también le Hamé Ja atencidn.
—Termina ese poquito de carne asada —le dijo.
Para quitdrselos de encima, Carlos se impuso la desagradable
tarea de comer normalmenie otra vez. Lucgo iba al baiio c
introducfa los dedos en la boca hasta vomitar la indeseable
comida,
Si bien mantenfa contenta a la familia porque “comia" y se
autocomplacfa metiéndose los dedos en la garganta, se sentia cada
vez mds deprimido y encerrado,en si mismo, La ropa empezé a
quedarle floja, ai grado de tener que ponerse un cinturén para
evitar que se le cayeran los pantalones y usar sudteres abultados
para disimular su flacura. Finalmente tuvo que hacerle otro agujero
al cinturén, pero cuando se miraba al espejo, atin odiaba lo que
vela.
Por ultimo empez6é a perder el sucfio. En la quictud de las
largas noches, mientras meditaba cn su miscrable suerte, asomaban
a su mente pensamicnios funestos acerca de Dios. De algunaSE LEVANTA EL TELON 13
manera tenfan que desaparecez, jporque no queria tener nada que
ver con un Ser tan cruel! Se acordd del tocadiscos que habian
vendido antes de irse de Bayfield. Ahora ni siquicra habia una
radio en casa. jSi tan s6lo pudiera tener aunque fuese uno de esos
aparatos portatiles con audifonos, podria ahogar esos pensamientos
desagradables! Pero no tenfa esperanza. Ni siquiera tenia un
centavo cn el bolsillo, y no le iba a pedir dinero a su papa.
Carlos se habia hecho de un par de amigos en la escucla, a
pesar de la triste perspectiva que reflejaba su vida, y muchas veces
habfa notado que ellos tenian din ro cn los bolsillos. Al principio,
la tentacién de robarles dinero fue algo fugaz, pero con el
transcurso de los dfas empez6 a idear métodos para haccrio. Por
fin, durante una clase realizada en cl gimnasio, se escabullé hasta
los guardarropas de los estudiantc s y extrajo un par de dolarcs de
los bolsillos de sus amigos.
Después de repetir ei acto deshonesto varias veces, pudo reunir
lo suficiente para comprarse una radio, pero ni eso Io libré de los
terribles pensamientos acerca de Dios.
Poco a poco fue debiliténdose por la falta de alimentos y perdié
interés en la escuela. No cumplia las tareas, y no le hacfan mella
las amoncstaciones de los maestros. No le importaba en abscluto
que sus amigos sospecharan de Gl como el presunto ladrén. De
hecho, ya nada parecia afectarle. Sigui6 perdicndo peso y
vegetando en su habitacién. .
—Hijo, jtienes que decirme qué es lo que te pasa! —exploté
una noche su padre mientras Carlos se apresuraba cn ir al bafio a
vomitar la cena.
— Déjame en paz! —-le respondié a su padre en tono airado.
El padre lo sujet6é por los hombros. Instantdéncamente se le
demud6 el rostro.
—Carlos, jno eres sino un costal de hucsos! Qué te pasa,
muchacho?
Carlos se desprendid de las manos de su padre.
—jA nadie Je importa! —grité——. {Fu deberias saber que ya no
tengo nada por lo cual vivir! He tenido que sepultar todos mis