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y huachos Alegorias del mestizaje chileno MONTECING AGUIRRE. SONIA Madeos y huachos, Alegorta: del mestizaje chillenn / Sonia Musiteino AL w dle Chile: Cataioniz, 2007 ISBN 978-9S6-8308-65 1 ANTROPOLOGIA DE GENERO 38.42 ‘Coleseiéa DKS SEGLUOS. Bicemtensrio de Chile Tiisedio de pormada: Guero & Ales Nite en ilusmacién de gorsides Gustave Baldeint Fotagrafiae ¢ shotraclones interiorest “La Camuch”, Coleccién Mludonss de El Bowgue de Marle Selsdad Espinces / wanwnudacsudelbemee bingsot cou Axchivo Curslonin Composicisn: Saigs Lada. Linpsetige: Scinianoa Impresores. Santiago de Chile Dinsecide editaaia®: Avtara Infiate Refaucio Feta yollinaite ne puede sex ocpodecida, on tods 9 cu parte, ni cogioteda © omnepniticee pov distesna sigseno de menuperacida de informacion, cn ningune farts 0 tala, sea nmentnios, Setoquinion deeariaies, magnétian, ain pennies provi, por cscs, eM edinactal. Crmurtn edicitie: aguete 2007 ISBN 978-956-8309-63-4 Registre de Prspiediad Iueckecrast NP 168257 9 Soda Mavsnzines Au, 12% 23 Cenulloesia Landa, 27 Santa Ieabeel 1235, Providenass, Soniiage de Chile worw.catalenis.cl 1. Universalidad y particulaxidad: ta nociéa de cultava y la celaciin sexo/génewn Ser monjer y ser hombre, pertenecer al génere femenine o al mas- culine, definir las identidades desde esos pardmetros, nos obliga a realizar un gesto que pasa por una oirada universal, pero que se detiene en lo particular, La cultuxa, osu trama de valores, simbeolos, conductas ¢ ing- tituciones, tejida y retetida em el tiempo, parece ser el concepta estratégico para entender lo que es ser una nrujer y lo que es ser un hombre en una sociedad concreta. No se teata del concepts de cultura petrifivade en las diver- sas manifestaciones del alena humane, ni osificade en las estrac- turas ccondmicas y sociales, sine més bien en exe melo de habitar al mando, el ethos, en donde comflayen contznides y pricticas que eniregan un sentice a le vide humana. EL caréeter histéries de le cultura plantea mevamente la singularidad del ethes de cada sociedad. No obstante existir cler- tos wniversales, come la prohibicién del incesto, la realizacién particule de ellos detar’ a lox pueblos de wn estile propia, de un, lenguaie propia, de una cosmevisién propia. Las opesiciones enice maturaleea y caltura, vide y muerte, trascendencia ¢ inmanencia, femenine y masculine --entxe otras- sera revucitas, equilibradas y nominadas de acuerdo con ins mo- dow especiticos de ese habitar el mundo de les grupos humanos. La reflexién sobre Ja mujer ha emteegado valiosos amte- cedentes para entender oime la culture nombres, ex su devenix, aquellos contenidos y podcticas que definiran las diferenciaciones sexuales, Asi, ls velacién entre sexo ¥ género ser4 un asunte que se debatird en cada cultura con orientaciones distintas. Lo que en. una sociedad ex verdad inmutable, no Io ex en iva. Pero le que si parece estar clare, ex que el vinculo entre la anatormia humana y las categorfas genéricas de lo femening y Ja mesculine ne ex uni- voce mi ecilmente discernible. De este modo, habria una construccién social de iss difs- nencias enine bes sexes y antes los géneros, y es esa construocion social la que nos interesa peoblemativar en este ensaya. Mas alin, 33 el deseo es liger esa construccién con muestra prepia cul y planter algunas hipdtesis provisoriss para comprender la comsti- tucidn de identidades femeninas y masculinas en muestro ethos. 2. Majer e identidad latinowmericana: reversion de los paradigmas enrocémtricos la pregunta por muestra particularided aparece siempre que queremins reflexionar por los oontenidas de las distinciones entree amijeres y hombres. Desde hace unas décadas ha sungide en América Latina wn mevirsiento ¥ un persamiente sobre ls nuijez, Al principis, fos veferentes tadrices y prictions de les ferminisias europeas y norte- americanas fueron un paradigma de lz accién y de la interpretacién. Sin embargo, ast: Wtime tiempea se ha producide un cuestionamien- §9 9 esne celerentes y el problema de muestra especificidad, de nuestra, singularidad, de nuestre diferencia ha entrada en escena, La interregscién ba ocurrids, tal vez, porque: “...ni a los lati- noamericancs, ni a las majeres, les viene bien olvidar que su pasi- cién ne ¢ una posicién de pacer, Tampoco de poder a vo, que es el objete de la pugna, en el campo de la cultura” (¥: 19895). Pero también, porque ls poopia vivencia del feeninisene en Jas peciferias ha conduckte a reflexionar sobre el sf misma, scbve ls, identidad, sobre el manos cultural que hace de soporte ala diversi- dad de reslidades que aperan en nuestre continents. Desde el] “descubrimiente” de Simenne de Besuveir en la década, de lex 50 len ou libro Al segundo sexo), donde ba identided dela mujer se constituia desde ¢] pole deminante de lo masculine ila mujer come alteridaxd del hombre}, hasta las distintas aprecia- ciones de fa subordinacién de li mujer fen el plans saviel, ecomd- nico y polities) y le extensién universal del patriarcado, nuewes: fendmenos y nuevas lecturas de la realidad comienzem 2 proponer quiebres y fisuras dentro de los madelos interpretativos y de los paredigmas estractusacias en las metedpolis. No se trate de hacer tabla rasa de esos cnexpos tedrices sine de superarlos conservands los elementos centeales, pero relet- doz desde nucsira experiencia. Por ejemplo, la sustinebén dela opesicién piblico/privade, por la relacién casa/calle presente en, Aumécica Latina, pareciere ser ana mancra de avanzar en ese senti- do (Pizarro, 1989}. El cesuitado de hacer sospechosas las verdades 4 adoptadas en el fendenenc de deminacién (o de trasnacionaliza- cién de la cultura). es el de peoluctivizar, par medio de nuesiro imaginario mestize, aquellas ideas sebre la mujer, para proponer una mirada “otra” (que tal vez también thunine el rostre femenine del primer mando, del viefo mundo), an poce mds cercana a las vivencias pluridimensionales que conforman nuestro ethos. La utilizacién de les conceptos aniversales del patriarcade, de fa subordinacién de la mujer, de su alteridad, etc., se ba trans- formado en lugar comdn de les trabajos sociokigicas, antropali- gicos y ecenfmicos en relacién al mundo femenine. De pronto pareciera que nada mds habria que investigar, pues esos para- digmas lo expiican todo y en todas partes —corne una ubicuidad twascendente-- y que al sélo nornbrarlos develeran cl universe a estudiar Pero, muchas veces, esos canceptos son deshordados por la realidad con que operamos en nuestro cotidiane y ya ne sirven, camo soporte tedeica. Cuando cllo ocurre, generelmente asiumi- aos la imposibilidad de expresar de otra manera aquelle que se ha dereamadn y atragantadas preforimes dejar para mds tarde el duro trabaje de pensar en cme decinves fo que ne dicen esos tér- mines. A ese silencio se agrega el hecha de que come intelectuales latingamericaas realizames el gesto de Ja imitacién de un loges que po pertenece a muestra historia, que tamblén colonizadas nos vemos obligadas « repetig y a ser penetradas por la trasnacionali- zacién de] conecimiento. Sin emberge, creemes que a través de un proceso de an~ toeritics y de cuestionamiento a ese ademin de copia podemos avanzar leventands algunas hipdtesis y acercamiientos provisorios, que nus permitan leer muestra identidad desde el marco de las di- ferencias, dele purticularidad, mas que desde la universalidad. Eso no significa que no reconozcarnos le existencia de una relacién y de una tension entre lo universal y lo particular, sine mas bien se teate de un intento per especificar, por nembrar y peoducir em el discarse de les mujeres latincamecicanas una silucta que defina au territorie, y que al hacerlo defina los otros espacios y siluctas que la acornpafian en. su constitucién como género.* ines muy cerca de lo que Henaietia L.. Misore (L988) na “antwopologla Tecnuinista, ) ha snperaco tante a ia “ambro- pologia de la mujac” flos andlists unidlrecckonales) come x la “antrapelngia del 3S 3. Ek marianiamoe y la coliwrs latinaemericom Hay consense entre diversas antoras (Stevens,1973; Falma,1990; Ary,1990; Melhas,1900, enize otras) que el icono mariano tiene vital importancia en Arérica Latins para le constraccién de lay identidades genéricas y para Ja reproduccién de ciertos valores ligades a lo fenenine. Empera, la tematizacién de este simbale toma diversas orientariones segiim se trate de postaras ligadas a la. iglesis catélica, criticas a esta, o blen a interpretactones sucioldgi- cas, antropolégicas o heministas, ‘La images de la Virgen, su culto y muchos de los valores az0- cindss a ella, comstinuyen una peoblemitica de estudia que hey dis, no séle compete a tadloges o a creyentes, sino que excede al campa de ls fe y el dmbite de Jo religioso prepiamente tal. Esto, porque la representecién de lo mater que expresa, es un signe anligue que permanece en el tlempe, anclada en el psiquisme de diversas so- ciedades+ Asi, el modo de encarar este simbolo est4 estrechamente vinculado a la nocién. de culnua y a las pesicionss tedricas que se sustenten en velacién, al papel de hs religioso en la vida social. Es posible percibir, en [a literatura sobre ol tema, posturas pro y anti Virgen. En el primer case, encontrames andlisis que enaltecen a Marla concebida desde la religiosidad pepulax Ha- bria una Marla de los desheredados, de los marginales, y wna de Jos diominantes, del poder oficial de la Iglesia (Salinas, 1985}. “ pinturss religiosas de le crucifixidin nes entregac una Marla ergui da apurande el ciliz del sufrumiento a) pie de Is crux. Este emager fuerte es ef sjemple de tantas otras que cargadas de hifos y dolores, cargen tambiée la crus del puchlo pobre y ie ayucdan 2 caning’ (Del Pendo, 1986:77, cursivas nuestras}. Le figura de la Virgen, pare estas aproximaciones —Kgadas a la Teclogia de la Likera- 2 ge inonacpone Sodas bag difereiociag: tes vie en un sajeto concrete jvéese el ne ‘clon 1980), ¢ en cuanto recometrnocién aqucols- maibélice de le diosa raadre en ol desarraills cultzcel, inidad. Sit relecture de los cltaicos de la prehistoris y ls intenpretecién (les de acierds a ou sentido giléntic o androcrétics, son un apos para bz compeeusién del peso y centida de bo fanreningomeneenal em ka consti clén de las tee cultura, * cidn—, seria andloga a ba de las mujeres populares de América La- tina y, por tanta, tendria un valor crucial pare el camino de trans- formacién social y también para la dignificacién y participaciém de la mager: “El Magnificat. de Maria, oracién de wna mujer del pueblo, creyente y madre, es paradigma de nuestra oraciin, Todas sus dimensiones de mujer quedan recogidss y expresadas en ese canto de gratitud y humildad, de solidaridad y esperanza, de amor yde fe? (Op.cit.7%). Eatonces, estos plantearmlentos enfatizarén el sirnlvole de Maria, desde su imagen encarmada ene] munde popu- lag y reinterpretada por évte, haciéndole wna fuente de lihecacién tante para la sociedad come para las mujeres. Bow otra parte, deritro de las corrientes pro-Virgen, pade- mos sefalar uguetinn que la ven come una Agura universal. que trasciende jas clases. Maria seria pare estas, la recuperadura de: ja grandeza de le mujer {Vignolo, 1982). Fsta angumentaciin se basa en les siguientes supuestes: “El poder masculine creis ha~ ber completada la desteuecidn de todus Ins vestigios de la cultura matricénivica del pasado. Pero en ese mamente singular, con, la emergencia del cristionisme, la antigua imagen dels Dioga-Madre y Virgen —que tiene un hijo agéniee euya muerte ha de loeer has- ta el reencueatns en la fiesta dela resurrecciia—- resungid com un poder inapelable’ Para ef autor, por la mediscién de Maria (ane mujer), se hize pesilie la encarnacidn de Dios en la historia y ex. ls naturaleza, heche que trajc consigo la disolucién de la tensién. enive culaars fermenina/munde patriaccel, “Este os el verdadero instante de ia liberacién de lz mujer y también del vardn, con res~ pects a la brutal relacién amo-esclave, la Gnica en la que habia es~ tade inmersa toda su historia... Al igual que la Revelaci“an de Dios, ja liberacién de la mujer expresada en la jnmaculads Concepeién, de Maria, requecta —requiere aim hoy-- pars su triuniy definiti- vo, de un transite arduo. penaso y secular? (Op.cit:32). Dentre de las posturas criticas a la representacién de la Vir~ gen estén las que, situadas generalmente en planteamientos femi- ~~ nistas, ven em au simbélica y en ei merlale femenine que de elia semana, wi teforzamiento. de la discriminacién y subardinacién dele naujee. Axi por cjempla, el trabajo pioncro de Evelyn Stevens (1973) ha remarcade que el marianisme en América Latina, mas que una prictica religiosa es un estercotipo cultural que dota a hombres ya mujeres de determinados atributos y conductas. Asi, 3? ella ve que et ovarianisme y el machisme operarian compuntamen- te en el orden social mestizo, en tamto pairones ideales ssignades a los géweros. Como estereotipa (espirituahidad, pureza, abmegs- cién, sactificie, virginided, maternided,etc.), el marianianve pwe- de o no realizarse en lax pricticas cotidianas femeninas; pero lo fundamental es que este “ideal” entregard a toxias las mujeres lati- noame;ricanas “..0un fuerte sentido de identidad y de continuidad histérica” (Op.cit.98), Este tratamiento del marianisn (y del machismo} ha servi- do a otras investigadores que han abordade el tema. Sin embargo, en estas (me refiero, por ejemplo, x Mellus y a Ary) encontra- mos mo taote le idea de patrén cultwral sino que bisicamente de ideclogia: “Previamente he explarado lus ideelegiss de machisma y marianisme @ indicado que, aumque ambes ideclogias tesea eomponentes que son espectficos de cada géneco, luntas integean ‘une teoria, de les sexs” (Melhus, 199049), De esta manera, podenves apreciar que el sinbole de la Vir- gen Maris en mvestxo continents ca “pensade” desde diversas ép- ‘ticas, las unas biberadoras, las otras opresoras. Almuins améilisis arrancan de la teologla, otros de la politica, otres de las cienciss sociales o del feminismes. Nuestra mirada se acerca més ala idea de que el marignisme es un simbole cultural universal, que sequiere pacticularidades en el ethos mestize latinoamericans, pues su per- fil, en este tervitoria, es sinerético. Es un emblema que se ha trans- mitids histévicamunte y que al ser vigente, es significative, En tante: mite —come narracién de las diversus advacaciones mestizas de Ja Viegen—— estd asaciade a un rite y a un culte, Es decir, po es una, figura desligeda de una prictics y de una liturgia. Fensamos que el marignisme, en este sentido, ex un soparte clave del imaginario tmestize, de su cultura mas ligada al cite que a la palabra (Moran- dS, 1980). 4 Este, por ejemnple, aparece nftidhs en is siguients: narracién biogrific dal excritor Gorsdlez Vere: “(hai madive) no fue jars 2 ‘a ighsie por inclinac: pata servir cle madizins o testige a quien se lo pidiese. Su senciller ls ‘rato directo con la Virgen cacla vez que no logrsiba vencer una difics an 2s cusete, o en of jarilin, cusmle stabs ools, Luags de invocar su ayude vais com dlsviisd of comins y au corandn ge serenade” (16). Se decis, lu nelaci¢n eon Je Virgen pusile no ser “ingtituelonelizads™ (en ta Iplesis) y les vitos ssoctades pueden ser ho- garefics y personales, arecisasnents pongie al soparte cultural mestiee is permits, 38 Nuestra hipétesis es que la alegoria maxiana se ha erigido como relato fundante de nuestra continent, hundaciéa expresada, em. categories mds cencanas a lo cuminose que ala racionalidad for- mal, mas cerca de! mite que de Is historia. E) mito mariano resuelve nnesire problems de origen —sex hijos de una made dulia y de wi padre espaol y nos entrega una identidad imequivoca en una.” / Madre Coman Ge Virgen}, (Pax, 1859 y Morandé, 1981), por elle ex preciso reachualizar permuutentemente ese vineulo a través del wits (las peregrinaciones. les cultes a Maria, los festajos en su honor). Pur otra lade, creemws que la gestacién de ia imagen de la “ma- ter coruin” ha ocurikds paralela a la negacién de nuestro ser mesti- ze, o mis bien ha side la “tabla de salvackin! peru la constitburkim de una identidad aparentemente 9 problemdética. Si todos somes en- gendrealos por esa “Magna Mater” la aceptacién de ser hijes de dos culhuras, de un padre blanco y de wa madre india, se oblitera, En este sentide, tal vex, el macianisme, et cite y rite, he permitide que el proceso de “blanucaniients cultural” comin ce Acnérica Latina se prnduzca, umortignands fo conflictive de asumirse come mestizo. Fl marisnisme secia un elemento central par el encubsimbente de uuesiros origenes hiviérices, al proponer une génesis trasoandente, in nacimients eslective desde el vientre de Ie dicsa-meactne, Desde esta perspective, el mite nos hace, por ur lade, crearnes are “historia” @ una “novela familiar” en términos pai- coanaliticos), y por el otro nos arroja, casi sin percibirlo, ab drama de nuestra historiciklad (la necesidlad de su ocultacién}. Decimes drama, porque aquello negado pagnard siempre por meaparecer. E] siaahole mariano latinoamericano, precisaments por ser products del sincretisme religioso, enancia en sf mismo los desplazamien- tas y enérecruzamientos de des fo més, si consideramus el aparte atticanc) coamovisionas que se han heche sintesis en el plane de Is experiencia, pero ne an el de la “conciencia® Ideade la éptica de las identidades de género, el sible ma~ ainio oe ye un marco cultural, que asignard a las categorias dele fernenino y ly masculine cualidades especificas: ser madre y ser hijo, cespectivamente.’ Las implicencias de estas categorias & Stevens (1978) detects exte fenione perace existie una hiperbolizacién de la y hombres: “everyone knows that they a o imy presente an Chile, en donde ide madee y nino pecs eiujaces ‘coma nities’ whose its 8 ¥ en lag vivencias y experiencias de mujeres y hombres poblaran. su, universe psiqnice y danin modelos de accion. coherentes com ell espelisme que dibyjan, En este dambite, pensares que el arraige de Ia innaginerfa mariana y sus steibutes de “le mater” para lo fomenine y “le hijo” para lo masaaine, denuncia una tensién que, originada en Is his- toria, tiende a solucionarse a través de une representaciin gue ke sublima. El vacio que expresa es ef de lo masculina come padre, yel de le femening y lo masculine come entidades sexuadas. Ca- rencia qne, en el primero caso, hipetetizames, Gende a lenarse con el fenémena del “macitisme” La fuga de la sexualidad, en eb segurule case, se denotart en le compleja cclacién, de la “madre con el hijo”: incesto simbdlice y por tints “perversidn” y transgre- sién de los dedenes.? Por otro lado, la figura de le “macdne salen? bien puede hablar del ejercicio de ta sexualidad fuera de la insti~ tucién matrimonial, Mas, ese “cuerpo libre* que ells representa es aceptade par estar asociade a la repoduccidin (al hijeva), de made contrari seria simplemente un cuerpe “libertine? prostituide. Persamos que el huece simbélica del pater, en el imaginacia meatize de América Latina, secé sustituide con una figura mascu- lina poderosa y viclenta: el caudillo, el militax, el guercillero’? El ishneas, and obstinacy must be foegiven Geenuse ‘they cen't help th chey axe: These attitudes are expressesi with alleninsbla ¢ fshionslble women's magaaine tx Clk sykiou you pasticulerly sdieies?” a incerely, 1 would creation 2 humble women from the shire whe didi our laundry. She had ten childeen, snd fev husband spent lis tee cirunkk snd aist of wank, She teak in washing am inning, sind gave her chibtinen © gowel start in) ie, She iy the typical chi (certain) sector of our society, She struggles valiwntly writil the ex S Serie necesaria contar con investiguclones rolaclonadas ¢ le condweta ews) de horaibres y mujeres en eniesiva pals. Alguces detes velotives s Chile nos hecen praser qus las prescripcioes sobre la vinginilad prenentrinonial axtém ancla- dae en, @! glans de los “modeles @ seguir’ pc fa realidad) Prictice sexual teruprana cue cule presmtande we alte Rigiler despids del metsimania. 7 Este Sonémens es snalizads gor ‘ot Harwin Vidal (19393, ou ve, exculpide on hi configniackén del Sérelve de Thule, la care del paddee susents El Ejéreite, se constinists, simidlicamante, por equelios “metines binmenecieas” a padre ausente se troca asi em presencia teflida de-petestad poli- tica, ecomémica y bélica, Presencia que lena e] espacio que esté fuera de la casa; pero que impone en ells al hélite funtasmatico de su tnperia, aunque sea séle par evocscidn o visiin fngax. ‘Citra forma de poblar el lugar vacante del padre —come lo diiéramos--- es 2 través del machismo, Podeiamos leer aqui una suerte de recuperacitn del padre fundacicnal (el eapaitol}, que se mranifiesta en la opesicién conquistacder (masculine)/conqnistada {fernenina), que semeja el grite del pader desde la ausencia, y le necesidad de legitimacién de lo mesculine en tanto pater, en uina red simbélica que lo excluye. Pero, también podemos encontrar, etro tasfondo de esta reslidad: “ef macho se ideatifica con el conduistador. Su poder, su voluntad sin Mimites, su superiovicdad lo hunde en uxa hornmosexualidad reprimida. El macho tiene la fuer. za para herix, raja, mater, humiller. Le supervalorizacidn dei ma-_ che se ahaga en una homosexnalided clandestina. Esto se expresa on las fiestas tradiclumales en Centre América, come le de San Jevénime en Nicaragua, en donde hay une exeltacién del machis- imo que sc santifica en la relacién homosexual, Son Jerdaime pecs con el diablo disfrazado de mujer. Entences el hontbre vive baio la mascara, le mentixa, el disfraz. La simulacién es en este mundo su forma de autenticidad. La relactém con el muri fomenine se vive come conquiste, come lucha, come violacién. La rigidez que fa sociedad le iapone al macho, lo vuelea en ia embriagues, su mas auténtica disirez” (Palma, 1920-34). Crecimos, no obstants, que tanto en la representacién del macho come en la del guerrero, lo que ocurre cx la no asuncién de lo masculine en tante hambye y de le femenine en tanto mujer. La inequitad de los sexos que estructura ia culaure mestiza, nor brendo a lo femeniag come madre y a lo masculine come hij s¢ exterioriza um esas formas de lenac la brecha que ha dejade el padre ausents, que her eptade pov el padre susente, yor ol eagatel (al exteanjero blanco}, por #i *conquistaclor”; “En este contextc: , ee repercusiones desorientaderes pare |a paleclogie sestinn prwvocadas pos [x ieregular sttuscidn de ia madre mapuche abanonnds par #l padee conmuistadon mechasada por at etna y drswutarinade porla Igesix Caedlien, fneson reatelts got loa mentinas almulbneaanente con whe fuerte lealted al padre susemte y con neva farocidled dirigida contra lon parientes de Ta romaine” (Cp. k.: 72, ah De esta manera, les abigarradns pliegues que el manta ma- tiane extiends, tocan no séle a las especificidades de génere sina que se amplian a las formas de morar en el mundo de nuestres sociedatles, Sus implicancias som sociales y politicas, crwan las clases, los sexes y las etnias (realizéndese, sim duda, diferencial- niente en clas). Por tratarse de ama construccién caltural, permea y define un made de ser. Constatamos avi, un hecho que gravity en una identidad que tome sus materiales de un soporte mitico ¥ vitual; wne identidad que se medela en un susteato ctemice ¢ que sé reactualiva em pricticas citlticas. Es sabido que América Latina habla y se hace presencia —em. un semtide mayeritacio— a teavds de la wadicién oral, de sn imagineria mestiza de indie, negro y lance, de su literamea, de su fabulaciéa y de va fantasfa. La pre- duccién flosética, racional, ha estado atrincherada en las élites intelecinales {lsicas o religiosas), Esta distancia ocasiona, muchas veces, distuxaiones en la comprensién de reslidadies que mas que “conciencia® son experiencia de los sajetos y que, por tanta, se revelan por camines que los modelos légicos aprehenden sélo er parts. Fs este ef caso, cresmos, de la vivencia cultweal del maria~ nisme, Los andélisis sobre la mujer on nvesive tercitorio pedrian ser adn ends fecundos si profundizamos en el espacio de los alrshalos que rodean. au constitucion come sujete. El papel de éstos se toma crucial pave conocer la construccién social de lox géneres. En este seniide el feome marian muestea, por shova, stile el vértice de un. iceberg que flota on la superficie del cuerpo social mestize. Aden- trarse on su interior significa despojarse de lag cargus idesligtcas y imansitar un sendero en donde conocer el simbolo y re-conocer- sé en él, es tambidn asumirse en las intrincadas redes de la cultura mestiza. Pensamos que esta aproximacién podré hacer iructificar un pensamiento que, siento critica y propositive, desate wm cait- bio que superando ias tracdiciones culturales, las comtemple en su desarrollo, L, Mestiizaje ¢ identidad latinoamericana El punts de partida, para acercames a une definicidn del sec mujer y ser hombre en nuestro territerio, se sinta en el gran problema de la existencia o ne de wna cultura latinoamericama y por tanto de una identidad latinoamericana. Aligunes autores come Pedro Mo- raudé, Octavio Paz vy Jorge Guzmrin, entre otros, encaminan sus: reflesiones hacia la axeveraciin de que somos una cultura ritual cuye nude fundacional es el mextizaje aceccide durante la Con- quiste y Colonizacion. La conjancién de les cultaras indigenas — 2 Muchos cases Hegras— con las europeans posibilitd wna sinte: social, desde la cual, en. un juego de deboraciones y reelaboracio- nes, habria surgido un estes particular: lo cultura mestiva latines- mecicana. Asi, nuestro continente seria producto de un encuentrs entre culturas que se combinaron para ferar una necva? La garticularidad de esta culbure se sevela, entre ciras cosas, ent qure: “Los sujetos latinoamericanos se han cefinido a si mismes desde diversas posiciones de subalternidad, em una imbricacién smuy entraftable que no admite posiciones maniqueas: en cada aujeto coexiste el ‘uno’ y el ‘otro, el dominate y el dominedo; el conquistador y el conquistads; el blanco y el india; ef hombre y la mujer... Fl latinoamericane construyd su identidad en la Calo- nia, al ideatificarse con ef espatel y percibir su diferencia.” (Val- dés:6). Arguedas, por su lado, sefiala lo mestize latinsamericanc con total claridad: “Yo mo soy um aculturado; yo soy un peruane que orgulinsamente, come un demanio feliz, habla en cristiano y en indie, en spatial y en quechua” (citado por Valdés:8). Sin duda, aéle un mestize puede auto-referiese come un demonio feliz.” 8 Covicenmenta, dentro de In cosmovisiéy: indignsa, encomirumas, en el caso ending, la ides de que la Concquiata fixe wn Pechacasti, es decir una catéstrafe cfs. mica, euys signiticads ltims es que eh reunco se hace le neve. 2 Por otro lads, come sostions Angel Rama *..comexpondest s Agguedas des~ cubrle la positividad del extwete social meatiza, serd quien cucate con delicedeza Bu Decura y wiguagueante grote histérice..” (vtaze el prdlogo al llben Foraunclé ds sia cules nacional iudemericans, de Ineé Maris Anynedes). Otros antores han precisado que Is cultura mestixa de América Latina encuentra en el barroce su més pristina faz: “¥ al mesiizo... camenzd a dejar su propia expresién en ¢] barroca. Ei medele se recibfa y se chandenaba on multitud de detalles. La cencepcién general se respetabs. Pern than siende diferentes los modelos humenos. Las frutas nuestras, las flores del irépice, se iben tallands lentamente. ¥ los dinses, aus dioses, adquirian su si- iio en el abigarrado barraquismo... Esa fue la primers gran protes- ta. Lo que creaba cl mestizo era lo que cbedecia a su fuege intima, Fue la gran rebeliém eapivitual. La mds profunda" (Morales: Sibieo ef barroce define una época cultural europea, sect en érica donde se desplegara, otorganclo especificidad a tado al teevitorio, Ej berroce “anenciasd® su “modernidad® por su cardc- ter urbane, masive e integrador, Pere el socidlngs Carios Cousitio, 2 diferencia de la flustracién, que intentaria resotver el problema de Je, integracidn social a través del mercado, & barroco lo haria apelando “wa in capanidad de sintesis contenida en ia sensihilidad y en les espacios representatives. Mas que el mercado, lo que predomina en la sociedad berroca es ol templa, el teatro y la corte” (AS81123). Asi, los aspectos ceremoniaies y rituales cobrartn un gran valor"? las manifestaciones artisticas serén duadanventalmente visuales, ornameniales “..¢] barroce agpira a penetrer por los oles ne para promover la conviccién racional sino para mover la representaciéa sensible" (Op.cit.: 114}. Esta cultura barnoca no se caracteriza por ser “culta? textual e Dusteada, sine ids bien popular, oral.:! 19 Gctavio Paz en eu libro Sor Juana lings de la Cruz o las Trempes de la Fe. sxpreca: "Una y otra vox ee be snireyads ls extrem celigicsided dz Ie kpore y en Ei ccctreste viglents entre sxvsviced y di agames en tocas lag manilestaciones de la Edad Barreca y 3 co: pulses y a todus las clases” (1987 108), cl barroce latingamuericans se evidencia también er su cesicter ecurndecicn, integracion de tes plurslidades qultstrgles denivo de un aueve mance. Este se plasmé en el idesrio ile la orden jesnlstivs, cuys proyecto la base del aagets ¢ la ¢ ye s ie eetublecer un orden de convivencla euive loz puablot centreda. ama of respote 3 todos los partiralarismos cultursies, En rete sentide representa la pecfacta con- teacara del proyecte ecuménion tustrade, construide » partic de ona sf al poegresc que homagenizerin « todes lox culturas sobre la haae del primadn de in vacionalidad formal. £l reconseimients del barreos come un proyecto mg. ders, pero no ilusteade, de recunstitucion de le eckmnens, constiteye um purite & De este modo, investir a Amdrica Latina como una cultura mestiza, barroca y ritual, es penssala como una pacticularidad, en donde se amaigamaron sangres y simbolos, en una historia de com plejas cornbinaciones que torna, muchas veces, diffe] definir sa rostro, Las mismas denominaciones del territarie patentizan su ir- certeza: Ameética, Nuevo Mando, Hispanoamdcica, Latinvamérics, Indoamérics, siendo las tres lltimas las que muestran el intente por singularizar el jueyo de la etnicidad multiple, dandole dominancia 4 unos componentes por sobre otros: el latino, vid y practio’ un nueve orden de relaciones. La barragania es la, manifestacién mis palpoble de esta tensién y de sx resoluciém: demuestra la factibilidad de 2aumix um costre blancs fla consti~ tucién de una familia legliima} y de une no-blance (a poligamia, el smancebernienta, la madre soltera, et huache). Creemos que esta experiencia ha quedade cosno huella en nuestra ser mestize, fvorectendo, por ejemplo, valores como el “culto a la aparienciat Este rasgo pervive y se actualiza en anestro tevritoria, tal vez com otres ademanes que los histéricos, pero con visages que evocan el “ladinismo* de hacer aparecer Ja realidad como algo que ne es.'* Por ello, el simalacre serd una de las actitudes evidentes de tx constitucidn mestizs, la pagsia en escena de eu singularidad. Por otra parte, como pecde desprenderse de los estuilias de Selazay (19%) y Pinte (1988) fa economta raral y minera del Chile ido, es interrsante seielac que, precteaments, en el mundo indi fo-an los puchlos de indios, los maxtrimonios y au deaoeadencin ode mestizes y espanoles (CE Mellafs. 1984 y Mution, 1 18 Be bastante comin en familie de clase media o altz, que hijes nacides de rele clones premetrionmnisles, sobre todo de hijas enemas, aparmucan core résioypos cet idl que signiiserts a aborts, Basa silo say populares en general, sa abiertaceen bioligionsy padres soctiles), aparece disirasnda en 2 en sacinnws ceungoasince, lniges fougatindiose entre gadies Sires estarmiontos, eolonial propici# ka eeproducciin del huacharaje™ —come lo trata et peimero— y también del tacho —como le descubse ef segundo. El lecho” de las zanss oineras del Norte Chico, agrega otro matiz a la temilia de una madre y sus hijes: el ache ex el huacho que, desplazado de su expocio natal, “ampara’ a la muje no a ona, a mechas confonme a su deambular. “Segin un documento de 1756 (al “lachiamo”} se le pedela definir come un sewlocsntrate entre un horsbre y ana mujer, mediante el cual ed varén presta protecciéin la hembra, a cambio de vivir ociose y mantenide por su protegida, Sin embargo, tal definicién... se apoya més bien on el caricter peyo- sative gue dieron las autoridades a esta prictica, porque, en otras documentos, en que aparece el térenine, se usa no para csfewinwe a oclosas y inal entretenidos, sine a trahajadores communes y comien- tes... (Pinted7). Pareciers sec que la nocidém de “lacho” esta ligada aja prostitucién que se prodajo en los enclaves mineras. No obs~ iante, misme historindor relativiza el fenémens al constater que muchas de las caujeres que fisemon calificadas comme “escandalasas? por vivir con “lachos’, ecan casadas, por lo que “1a familia en esta region estaba muy expuesta a las presiones del medio, dando pase a formas de supervivencia bastante perticclares, més propias de las circunstancias que de las normas que trateban de impener fas au- tonidaces civiles y relighwas” (Op.cit.88)" Las “circunstancias” a las que elude Jorge Pinta, creemes son aquellas que el huacho mestixe lleva come signa de su constitu- cién: el shandeno, io exrition del padre que emula el hijo. £1 pater, en tante cetegoria @distente, pere vacia de presencia en la familia, IP Serefiere sl conjusito de hijos depieimos (ver Lena). 20 La palnboe lacho slude al gslin populur. El verbe lachar designs enamorss, hacer al amoz. Segrim Lenz fa etimologia eerie mapiche y powrendiia de le palabra la00 snapachiends. . 21 Lannedicitie oral del newte guanta x de esta altuncién, contunda las sve taree de esos velaciones dade ka perspective dt la mujer. La leyenda de le Adaiince esun inen gjennple, Hasta, antes de le Independencia oe cdacis qus la Adaisna era tuna flor fone de come » brass, Un di, Bag al lager um joven srdneaee a) dematexss, Quedé iechizada por bs isllona de ls via. naorenn y se qwsedé am el por blade. Unie noche softé con cn duende que le irilint ol sitle precise ax donde se en- omtrehe Is veta pendida, Eleven minero se fue. La niiia quacib expeosrede al negness de gu anit, pero este no valvid més. La muchachs, muarié de penn y hie enterreda uum dis de aguasero, Al otve dfs chumbud el sol y ol valle ae cubaid de floes rojas. Ast matié la Atataws (CE Pisth: 55). se desplaza al lacha que substituye al que no esta, slende l mismo ausente de otre espacio donde una mujer engeadescon él hijas que seguirén su viaje, una mujer qué permanccerd sola, tal vez esperan- de que otro dachs) acupe el lugor de squel que partis. El modelo de ane familia centrada en la madxe, abarcé du- rante la colonia a tedas les clases sociales; encomenderos y solda- des, indiss de servicie y mestizos se trasladaron permanentemen- te de espacios. La prolongada Guerra de Arauce y le economia mineva y agricola, favorecieron una constante migraciin de los hormbres. Las mujeres permanecfan por meses, « incluso mios, so- go de estancias y familias, socializande a las hijos junto @ sirvientas y parentelas femeninas. Cade madre, mestiza, india a dirigié el hogar y bordé laburiosamenne wn effias en. donde su imagen se extendié poderosa. Nog interesa remaxcer entonces, que la cultura mestiza lati- nosmericana posibilité, per asi decirlo, un models familiar en don- de les identidades genécicas ya no covrespondian ni a ia estructura indigens ni a la europea, prevaleciende el micleo de una madre y sus hijos. Este hecho interrogs a las formas en que se peodujeren las identificaciones primuerias. ;Cémo fundala gu identidad mascolina un hosche cuye padre era un ausente? ;Come se constitula la iden- tidad de la mestize huacha frente une madre presente y dnice eje de la vida familiax? Creemos que la respuesta se amide pare la mujer ex la constitucién inequiveca de so identidad como madre (espeje de la propia, de la abuela y de toda ln parentela femenina) y para el hombce en ser indefectiblemente ui hija, ne un vandn, sins el hijo de una madre (Moraruié, 1984). La figura del padve trdnsfuga, es tarebiés [s imagen del poder, un dominio Iejanc y masculine que reside en los expacios fuera del hogar Glentre de éste el poder In detenta la madre), El afecto que prodiga la progenitera es cl Gnieo ceferente antoresa, le silueta de ose nouler encinta Hurnina las som- bras que ha deiads el virtual paclre de Los mestizos. & Ea Reguthlies, rune ded mace y als ler madee replegados sm fas boradns sostales 7 on al imaginarin mestixe Sion el periods colonial, la barragania y los famciliag constinaidas por une madre y sus hijos freron un modelo farniliar comdn, Is época de la Republica viene a transformar, al menos en el discurso y en las “restrieciones" sociales, esas formulas. Para los indepen- dentistas se trataha de acceder, por fin, al sitial de ls civilizacién, Le entronizacién de uniones ilegftimas, el coacabinatv y la madre sultera, eran vistos come productos de una sociedad que no habia logrado ef estadio del progreso, une sociedad en donde el pexo de In tradicién indigens pervivla en los mestians y dificultaba ef ac- cose ¢ esa afiorady civilizacién. La sexualicad debit asi ser cens- treftida y por tanto, la “libertad” de las mujeres —en, cuanto a su enerpo— sancionads. Pensamos que el proceso que ocurre en el sighs XIX chileno, es uno en donde las capas altes de la sociedad se cifien discursive- mente el modelo tunilier cristiane-eccidental, mondgamo y fon- dado por Ja ley del padire, y las capas medias y populares persisten. reproduciende una familia centred en la madre y com un padre ausente, Es interesante nota, que ya en los albores del sighe XX y muchas décadas después, aumque las clases deminantes asistian a este: proceso de “blanqueamiente’ subterdacamente proscguinn en alles lex uniones ilegitinas y la slernbra de haacharaje. La inatitu- cién de la empleada doméstica en la ciudad, dela china dindis} que sastituia a Ja madre en Ja cianza de les hijos-— y la estruchara ba~ cendal en el campo, dan cuenta de la presencia de estas relacioncs, La china, la mestizy, la pobre, oontinud siende ese “oscuco objeto del deseo” de los hombres; era ells quien “iniciaba” alos hijos de la fernilia en fa vida sexual; pero también era la suplantedore de ia madire, en su calidad de “nana”(niftera). China-madre y china- oxo se conjuntenia para ceproducir ba elegoria madire/ hijo de iss constituciones genéricas en nuestro pais. Enel munde inguuilines, la imagen del hacendado como el “perverso trascendental* (Morandé 2% El uyo de le pelabes “chine” adquiere on metro lenguaje vata compliceds gplicacisn: “quienes la utifizeban earan insula para sebordinastos sociales, ellos ineben come epiieto de carte paca Uhtnar a sus emadas... Ex eb 0, a, palabra se anovla ere “china de rnierda, on al lade male, y el extrenia “mi chinite* em ef ote. La distiv "unsatoas” fonmads por blaness puros ¥ wn “ellos” que son indios, ne correspands alls cea! del langueje por parte nuestra. Log hablemtes que nsaban “chine podian Hlyotuer entre la posisiin de blance: (cuncdo ismultalsans a ou servidherbre} y la de inding (curewio se accxian © uae saornborace intimided arética com aus amas)" (Guasndn, 1990: 90-90). 1980), es decir como el fundador del orden, lo hacia poseer el de- recho de procreer huaches en las hijas. hermanas y maieres de les camperines adserites 4 su errs. Agi, numeroses vastagos hadefa- nos pablaron & campo com una identided confuse. Per otra parte, podemos constatar que Ja dlegitimidad y el abandone de nifios fueron tembitn pricticas oomunes en la épaca republican. Las casas de huérfanos, los hospicios, se extendieron a Jo large del territoria, tal vex como expresion. del concepte pri- vado y paternaliste de la beneficencia social (Mellaie, 1988), pero tsinbiés come soportes de una ética que condenaba el infantic!- dio y ol aberto, “amortiguindalos” a través de esas instituciones. A su vex, las casas de expdsites paliaban, en parte, la mortalidad de los nities de las familias pobres, déndeles una posibilidad de sobrevivencia.> Pensarnos que sera en este perfode en donde con mayor vi- gor se exprese el “culto ale apariencia” que ya hemos descrite para i Chile colonial, Todo simularé estar dentro de un orden “civilizs- die’ ceprimiéndose una serie de flestas y pnicticas populares que permitian ai libre discarse de une sexaslidad y de una rituslidad {Max Salinas, 1985). Las cosiurabres coloniales —concubinate, atnancebamiente, etc.— fueron duranente condenadas, no ohs- tante continuar desarrollandese en la vida eotidiana de todos les segmentos scerales, pero apareciendo imputadas fuertements 3 los sectores popalares y campesines. bl. La mirada desde e] huacko HJ historisder Gabriel Salazar, en su sugerente texto “Ser nitie huache en le historia de Chile” (1900), asume la vox de las bi- jos sin padre —curiasamente es un trabajo histérics eserite em la prinners persona del plusal— conformenda, come lo expresa, una Ristorie desde los bordes, que ilustra magnificamente el “dreams” do 2 Salinas y Delgado dicen os reeruplozar otexe teers de clisninasién de his, tales on Sic, cary corer haste fines « HUE, ols maxecte por hance o imenicitin, Frecuentes textimonioa de la pense y de In crinicn de la époen hacen eaferencis al hallaage de cadSveses de secién nackdos en calles y caminas, A ellos aludia Santiago Linckay, on 3898, definitndclos ome ee) 56 del padre susentz, de su hife huache y de ls madre sola, de la cons- titucidin de modelos de identided genérica en los albores del Chile independiente y conimporines. Fara exie autor, en el sigh 3X chilens, ser hijo de wn ped-ge- fn implicaba *. hocerse la idea de que papd no ema sing un accidente —o una cadena dle incidentes— en la vida de su peole. J.os hombres come Maico —el gavin ne formehan familia. Se sentian compell- dos, mas bien, a “andar Js tierra’ Emtonces, ¢l padre se tansionmaba, em un ser “Jegendarie pero inttil.. el antihéroe de ky que era de- seable em le sociedad” (Op.cit.:58). “Pobre papa, daba lastima. A ve oes, cone mernlesaude, sparecis en el ranche de cunt. Come un proscrite culpable, o come padre irresponeahle que era. Una leyenda penosa” Pero esta no ora adlo la realidad del padre-gaitin: el padre inquilino emerge sumiso al lade del patron, y autoritarie en sa hogar: «,.jn6 han sentide en piel viva all escozar de cime é deja emtear a bos potnenes al ranche, que vienen a divectirse cun la mana, o las tas, & las hermanas de uno?" (Op.cit993. 5 inquiline ne podia opanarse a este derecho" del pasnin por estar en su propiedad, per ello, “...papd inquiline ora un hersbre ostentosamente sometide, en presencia y ojos de sus nachos hitos” (Op.cit-a0), zoe plantea que estas padres, ch gain ausemte y eb in- qguilino, impulsaban a sus vasiagus a dejar el micleo familias, pues éste era un pooyecto fracesnde, 7 asi los hijos pasalzan a ser “hoa- chog, por opeién de dignidad” Alge muy similar ccurriria con el parce pequeio propietario, quien, la mayeria de las veces pre- sionade por sus deudas debia abandonar a su peole. Entonces, la imagen paterna del siglo XIX y comiensos del ¥X, es la de alguien «que perdié su batalla, Neda que pudiera retener a los hijos al lade de ellos. Que abriese un camino anche y¥ firme pars que, tras su ojemplo, se desarrollaram los muchos hijes que echaba al amunde, Nos repelia y lo repeliames... el hecho real ex que resul- tames huachos. Nites y muchaches que estaban demés sobre ell camine(Op.cit.:62). La figura de la matey, sin embargo, permanece: "am au fra- cast, los hombres escapabar de sus hijos, mamé en cambio no podia escapar de nesotyas” (Op.cit:63), Mas, Is siliveta de Ja ma- dre es amahivalente. La pobreza la obligabe a repartir a algune de sus inuchos hijes, a abandonarles eit una casa de expdsitos, 0 a recurrir al “amancebamiento” y a la prostitucién para sostenerlos: 87 “mand are ona de lax mujeres llamadas abandonadas, pero era joven. Vivia sola y straia hombres como mescas” (Op.cit.85). A pesar de eflo, la madre presente surge come la cobijadara de la fa- wailia de huaches: come lavancdera, fritangwere o fonclista, ebtenta ingreses para mantener el hogar. Cuando esta madre se comvierte on asulariads, y se hace por ejemplo, costarera u obrera, es vista come cambiando st “..iaele- pendencia escandslosa, por una devencia enfermixa. Cuando mama creyé dignificarse fus juste cuande nos recluyd en una especie de careal ... y fue juste alli cusndo reaparecié papa, viniende derrutade no s¢ de dénde, dispuesto esta vez a vivir con su farnilis “proleta- iia’ Salazar sitia este procesa 3 prinelpios del sighn XX. Pero, ja faunilia proletaria tampoce se realizd bain la estructra caménica de Ja cultura cristiana occidental: el alecholisine paterno, la prestitu- ciéa de las hermanas, compelia nacvamente a tos hijos a abandemar el hogax, “Habia que comprendecio, la vida pare nosetres ... consis- tia cn buscacnes enixe nosotmes mismos, puertas afuera, En srmar relaciones entre huaches y para huachos{Op.cit..66). Finalmente, el autor planteardé que esta unidn conformarg le piedra més firme de la identided popular y que “La carnaraderia de los huachas cons- tituyd, el arigen histérice del machismo populer® (Op. La lectura de oste mirada desde el huache poses varios ma- tices. Ling de ellos es que trae 2 escena la experiencia colectiva de la iegitimidad, como hecho fundante de una cosmovisién que otorga a los suistos ans especificidad social. Se trata de viver~ cias recopiladas en ol siglo pasado y 2 comienzes del presente, na- wrades desde la dptica del hacho-hijo. Fl otre pliegue del texto ~ develador de esa visién— es el silencio sobre Ja haacha. Sélo en fate madre, de los vastages abandonades por el padre, es posi- ble reconocer lo fernenine. El hablante-historiador, a pesar de él misare, al nombrar s esa madre fermula el reclame inconscien- tc del hnache: ella es una prostitute, une “escandalose; y ademas vive su inaternidiad como un estorbo {CE las paginas 62-66). Por 26 Tate contrasts von Jo que nosotres vishumbvamos en el mundo rural, cone en ei vaso de Guincharaali (vinntscine,2905) om ef cusk ies looeras, pesendoras de am oftcie y cschas wnoes de tierzws, ovienteben cu matemnidad en colieria come verte 4 ided ine ¢ inchisa coon fuente de oxgilla, Freundes Cova Fels noe dijo: “tengo 1G lijos y toxtos de padres distintod 8

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