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GiorGIo ZEVINI y PIER GIORDANO Capra (eds.) LECTIO DIVINA PARA LA VIDA DIARIA 1 Los relatos de la Pasién TRADUCCION: MIGUEL MONTES eva editorial verbo divino Avda. Pamy 31200 Estella (Novara) 2006 La Pasion de Jestis seguin los cuatro evangelios E] misterio pascual incluye la Pasién, la muerte y la resurrecci6n de Jestis. Se trata de hechos decisivos de su vida y por eso los anuncié a sus discfpulos. Sin embargo, éstos, dominados por sus prejuicios, no com- prendieron el sentido de aquellas profecias ni consi- guieron explicarse cémo podfa sufrir y morir aquel que da la vida a los otros. Lo comprenderén plenamente s6lo después de la resurreccién. Entonces entenderan la importancia capital del misterio pascual, hasta el punto de convertirlo en el objeto privilegiado y principal de la predicacion. As{ nacié el kerigma (= anuncio), presenta- cién esencial de lo que es preciso conocer y vivir para participar en la salvacion de Jestis. Es el evangelio «lio- filizado», presentado por el apédstol Pedro en el dia de Pentecostés: «Jestis de Nazaret [...]. Dios lo entreg6 confor- me al plan que tenia previsto y determinado, pero vosotros, valiéndoos de los imptos, lo crucificasteis y lo matasteis. Dios, sin embargo, lo resucité» (Hch 2,22-24). Los relatos de la Pasi6n, muerte y resurrecci6n, pre- cisamente por su importancia capital, fueron los prime- - ros que encontraron una organizacién ordenada. Eran recordados de manera habitual al celebrar el memorial de la cena y al hablar de Jestis. No se trataba de un simple relato de cronista, como si fuera un tributo que es preciso pagar a la informaci6n o a la curiosidad, sino de un anuncio cargado de fe. Se trata de creyentes que hablan a otros que ya creen 0 que pretenden abrirse a la fe. La acogida que se brinde hoy a estos relatos también sera fructuosa en una medida directamente proporcional a la participacién en la fe. Sin embargo, estamos ante 6 Introduccién unos hechos reales, lefdos a la luz de todo el plan divino (de ahf la abundancia de las citas biblicas) y presentados con un desconcertante realismo. El relato rehtiye la tentacién de apagar la curiosidad del lector. Lo podemos notar en el hecho de que faltan todos los elementos que pudieran iluminar los senti- mientos de los protagonistas; por ejemplo, nada se sabe de los motivos que impulsaron a Judas a entregar al Maestro por un pufado de dinero (de modo con- trario al gusto de los novelistas y dramaturgos mo- dernos, «la predicacién apostdélica no muestra ningtin interés por !a psicologia de los personajes» [K. H. Schelke]). Lo notamos también en el hecho de que fal- tan los elementos edificantes, como lo demuestra la desconcertante concisién de la misma crucifixion. Hu- biera sido facil detenerse en detalles particulares que presentaran a Jestis como un héroe, como un campe6n en el arte de soportar el dolor, como una victima del poder inicuo. La comunidad primitiva no predicé nunca la Pasion sin unirla de una manera inmediata y directa con la re- surreccién; sin ésta, tampoco aquélla hubiera tenido significado. Separada de la resurreccion, la muerte de Jestis se parece a la de Sécrates o a la de algunos de los grandes hombres del pasado: tendriamos un héroe mas, pero no al Salvador de la humanidad. Jestis seguiria siendo un derrotado, una de las victimas inocentes e im- potentes de un sistema tirdnico y homicida. Entrarfa en la regla general y no seria noticia, y mucho menos «Bue- na Noticia», o sea, precisamente Evangelio. Jestis, por el contrario, constituye una excepcién llamativa y como tal ha sido dada a conocer su vida. Jestis ha imprimido en la historia una novedad que permanece en el tiempo. Pasados dos mil afios, contintia sorprendiendo y, lo que es mas importante, encontrando seguidores que hacen continua esa excepcién. La Pasion de Jestis segtin los cuatro evangelios 7 En Jestis toma cuerpo la figura del Siervo de Yahvé anunciado por Isafas. Sufre, pero sin culpa; muere, pero no por un castigo. Al morir demuestra su solidaridad con todos los hombres. Su muerte no es una situacién definitiva y, de hecho, resultar4 fecunda como la muer- te del grano de trigo echado en el surco. El misterio de la resurreccién de Cristo es el misterio central del cristianismo, como recuerda el apéstol Pablo: «Si Cristo no ha resucitado, tanto mi anuncio como vuestra fe carecen de sentido» (1 Cor 15,14). Ahora bien, a diferen- cia de la muerte, que es fAcilmente controlable porque pertenece a la experiencia humana, la resurreccién no se puede comprobar con los instrumentos normales de investigaci6én. Pertenece al mundo de lo divino y sdlo por un don puede ser participada a los hombres. De ahi la dificultad para comprenderla y para hablar de ella. La Pasién de Jests La Pasién comienza con la agon{ia en el huerto de los Olivos, seguida por la traicién de Judas, que hizo po- sible el traslado de Jesus: primero ante la autoridad judia y, después, ante la romana. La sentencia conde- natoria emanada de esta ultima por instigacién de la autoridad judia llevara a Jestis, tras pasar por indecibles sufrimientos y humillaciones, al Calvario, lugar de la ejecucién. Como fuente de informacién disponemos del abun- dante material evangélico, sancionado histéricamente por algun dato extrab{fblico que nos permite conocer, por ejemplo, que Jestis fue crucificado bajo Poncio Pi- lato, gobernador de Roma. Aunque la descripcién evan- gélica de los hechos es amplia y en ocasiones también detallada, el interés principal estriba en mostrar a los creyentes el valor que tienen el proceso, la condena y la muerte. Por eso se acentiia vigorosamente que estos acontecimientos son el cumplimiento de las afirmacio- 8 Introduccion nes del Antiguo Testamento. Jestis fue condenado a cau- sa de su pretension de ser el Hijo de Dios. Mas alla de esto, que podia ser una simple pretensi6n, la persona de Jestis, a los ojos de la autoridad judia, era una amenaza para la subsistencia del pueblo de Israel, porque criti- caba la ley dada por Dios, adoptaba comportamientos que contrastaban con los usos tradicionales, debilitaba la conciencia de la eleccién del pueblo judfo y desacre- ditaba a la clase dirigente. Era un hombre «incémodo» y, por lo tanto, debfa ser eliminado. El desarrollo total del proceso deja entender facilmente que los motivos de la condena carecen de todo fundamento. Sin embargo, si- guiendo una légica incomprensible, Jestis se somete a las reglas de un juicio sucio y no reacciona, Actia con plena conciencia y lucidez; es mas, lo sabe, lo habfa previsto. Jestis chocé con algunas fuerzas poderosas de la so- ciedad, «eligié la muerte» o ~dicho con el lenguaje del Evangelio— «tom6 su cruz». Jestis quiso asumir la con- dicién mortal de cada hombre, a fin de liberar al hom- bre del poder de la muerte debida al pecado. Su muerte no fue casual, ni una trdgica fatalidad. Bl la habia anun- ciado a los discfpulos para prevenir el escandalo que pu- diera suscitar en ellos. Experimenté el miedo a la muer- te y se sintié ante ella turbado, como también se habia turbado ante el sepulcro de Lazaro; suplicé al Padre que podia preservarlo y, finalmente, acepté ese cdliz amargo con un gesto supremo de amor infinito. La Pasion no es la historia de un condenado a muerte, sino el camino de la manifestacién mesidnica de Jestis; es epifania de su gloria, Esta observacién nos hace com- prender que el relato no fue escrito por extrafios o por personas neutrales ante los hechos, sino por hombres que participaban en primera persona en las consecuen- cias del acontecimiento en su totalidad. Esa es la causa de que el relato de la Pasi6n esté atravesado por un es- tremecimiento de vida y de que la luz de Ja resurreccion se filtre en el esbozo del sufrimiento. La Pasion de Jestis seguin los cuatro evangelios 9 El relato en su conjunto presenta una novedad con respecto al resto del evangelio. Mientras que la vida publica de Jestis esta dividida en diferentes episodios presentados con frecuencia de manera aislada uno tras otro, la Pasién presenta un cuadro organico y firme- mente organizado. Ello se debe a que esta narracién fue Ja primera en ser recogida y puesta por escrito. Lo con- firma, de una manera indirecta, el evangelio de Juan, que, aunque acostumbra a mostrarse auténomo y origi- nal en la presentacién del material, se alinea con los otros evangelistas siguiendo muy de cerca su trazado. Por otra parte, el primitivo bloque formado por la pa- si6n-muerte-resurreccién fue conectado muy pronto a la entera, aunque sumaria, biografia de Jesus. De ahi re- sult6 un complejo bastante organico que conservaba su centro de gravedad junto al bloque transmitido en pri- mer lugar, hasta el punto de que el tedlogo M. Kahler lleg6 a decir que el evangelio es «un relato de la Pasién con una extensa introduccién». La Pasion en los evangelios sinépticos Los relatos pertenecen al patrimonio de la Iglesia, y es ella quien tiene que presentarlos. La fidelidad a la tradi- cién no impide la originalidad de cada evangelista. Mateo y Marcos son muy semejantes, pero no iguales, pues cada uno presenta elementos propios. E] evangelio de Lucas se separa mucho de los dos precedentes y se acerca mds al de Juan, con el que comparte no pocas analogias. La Pasién en Marcos La Pasion no llega de improviso. Jestis fue preparan- do la particular naturaleza de su ministerio, casi la pro- voc6. Durante su vida publica tuvieron lugar dos com- plots, en Mc 3,6 y 11,18, y diversas manifestaciones de hostilidad contra el Maestro de Nazaret. El mismo no 10 Introduccion ocultaba a los suyos lo que le esperaba, y en tres oca- siones preanuncié su destino (en 8,22-10,52). La suerte de Jestis no encontr6 a la comunidad sin preparacién alguna, porque el evangelista muestra en el capitulo 13 a donde conduce el seguimiento: al sufrimiento, que se puede convertir asimismo en martirio. Los discipulos estan llamados a recorrer con Jestis el camino que lleva desde Galilea a Jerusalén: «El! tema del viaje ha sido em- pleado para demostrar que la cruz se encuentra en el centro de la cristologia de Marcos» (D. Senior). Recha- zar la cruz equivale a no comprender al que quiso hacer de la cruz el signo de su amor a los hombres, equivale a no sentir un afecto sincero por Jestis. El seguimiento es- taria seriamente comprometido. Marcos no se entrega, precisamente durante la Pasion, a una representacién oleografica de los discfpulos y nos ofrece de ellos, por el contrario, la imagen de unas per- sonas débiles y de facil hundimiento. La oracién angus- tiada de Jesus debfa servir como ejemplo para imitar (cf. 14,32), pero no encuentra correspondencia y los dis- cipulos se duermen. Jestis se dirige a Pedro preguntan- dole: «Simon, ¢duermes?» (14,37), 0 sea, dirigiéndose a él con el nombre que llevaba antes de ser invitado al se- guimiento. Parece que el evangelista quiere sefialar, con esta denominacién particular, que no velar con Cristo es indigno del verdadero discipulo. Marcos pone en guardia con su evangelio a los seguidores de Jestis recordandoles que la cruz es un momento de crisis. Pedro, que llega a renegar del Maestro (cf. 14,66-72), prueba la fragilidad crénica del creyente, una fragilidad que sdlo podra ser superada con la confianza plena en Cristo. Mientras que el discfpulo demuestra su propia fragi- lidad, Jestis da testimonio de su dignidad, definiéndose como el Hijo del hombre de la tradicién apocalfptica (cf. Dn 7,13), que se presenta en la plenitud de su gloria. Este explicita todo lo que Marcos habia anunciado des- de el principio (cf. Mc 1,1) y lo que el centurién procla- La Pasion de Jestis segtin los cuatro evangelios 11 mara (cf. 15,39) como representante de todos los cre- yentes venidos del paganismo. La Pasién es, al mismo tiempo, la revelacién suprema de Jestis y la prueba deci- siva para los disctpulos. El momento de su muerte seré el que revela la verdad por medio de dos signos (cf. 15,38ss): el velo del templo se desgarra en dos -es decir, que ha concluido la era an- tigua- y el centurién pagano reconoce en Jestis al Hijo de Dios ~o sea, que toda la humanidad ha accedido a los beneficios de esa muerte-. Estos dos signos poseen en sf mismos el valor de una conclusion y revelan el parad6- jico vuelco. La muerte de Jestis ya no es considerada como punto de llegada, sino como punto de partida: los dos signos del templo y del centurién revelan su fecun- didad y la presentan como impulso victorioso hacia la resurreccién. Se alude a las mujeres (cf. 15,40ss), a las mismas que seran las testigos de la mafiana de resurrecci6n, crean- do asi una conexién intencional entre muerte y resu- rreccion. Esta ultima se prepara con algunos gestos de bondad: José de Arimatea se anima y le pide a Pilato el . cadaver de Jestis: Pilato accede a esta peticién y «otorgd el cadaver a José» (15,45). Por otra parte, dos mujeres se fijan en el lugar en que ha sido depositado Jestis, como es obvio con la intencién de volver en cuanto les sea po- sible a honrar el cadaver. Con estos gestos de bondad se cierra un drama de maldad. Se esta preparando algo grande, y el amor, que nunca muere, estara en condi- ciones de transformar también la maldad de los hom- bres en historia de salvacién. La Pasion de Jesus, e incluso su muerte, no estan pre- sentadas como elementos negativos, como un fracaso imprevisto o como una fatalidad tragica. En consecuen- cia, la resurreccién no seré un remedio, sino que tanto la Pascua como la resurreccién serdn dos partes de un tinico proyecto que el Siervo de Yahvé profetizado por 12 Introduccion Isaias habfa esbozado y que Jestis llevar a su cumpli- miento. De este modo, el misterio de la persona de Je- stis revela su parte mas profunda y el evangelio llega a su cima. La Pasion en Mateo Una mirada sumaria a Mateo nos permite observar un relato eclesial y doctrinal presentado con un estilo claro. Mateo evita las improvisaciones y prefiere la es- quematizacién, que ayuda a comprender los hechos con la inteligencia que procede de la fe de la comuni- dad. Como judfo que escribe para judjfos, insiste sobre- manera en el cumplimiento de las Sagradas Escrituras: en Jestis de Nazaret se realizan todas las profecias he- chas sobre el Mesias, sobre el Siervo de Yahvé, sobre aquel a quien esperaba la historia de Israel y justificaba la existencia del mismo pueblo. Esbozando una comparacién répida con Marcos, considerado como la fuente principal de Mateo, encon- tramos estas principales diferencias: en primer lugar, Mateo abrevia o bien omite aquellos pasajes de Marcos que tienen valor explicativo, adaptados para lo no judif- os; por eso le parece inttil decir a sus lectores judfos que la fiesta de los 4zimos era aquella en que «se inmo- laba la Pascua» (Mc 14,12), o bien que «era la prepara- cién de la Pascua, es decir, la vispera del sébado». Por otra parte, Mateo tiende a completar la frase o a hacer mas claro el texto de Marcos: «Uno de los presentes de- senvaino la espada» de Mc 14,47 se convierte en «uno de los que estaban con Jestis sacé su espada» en Mt 26,51, a fin de que el lector sepa de inmediato y de modo claro que los discfpulos protagonizaron un intento de reac- cién violenta. Es también Mateo el que muestra una tendencia a la dramatizacién de los acontecimientos: dice que Pedro «nego ante todos» (Mt 26,70), en vez de recurrir al simple «negd» de Mc 14,68, queriendo recor- La Pasion de Jestis segtin los cuatro evangetios 13 dar as{ que su negacién fue publica, del mismo modo que habia sido publico su testimonio de fidelidad in- condicional, su presunta superioridad sobre todos los otros (cf. 26,33). Algunas prolongaciones y explicitaciones de Mateo sirven para precisar y para orientar mejor al lector, como la introduccién a todo el relato de la Pasién (cf. Mt 26,1ss); gracias a ella, establece un vinculo entre lo que precede y lo que vendra. Es como un titulo que con- tiene en embrién todo lo que va a desarrollar. Algunas notas breves ayudan a clarificar el texto o a identificar mejor a las personas, como en el caso de Judas, al que se llama explicitamente «traidor» (26,25). Mateo conoce el precio de la traicién, fijado en «treinta monedas de plata» (26,15), un elemento que se repetird siete veces a fin de mostrar la iniquidad del proceso por parte de los judfos y la realizacién del plan de Dios, que da cumpli- miento a las profecfas (cf. 27,3-10). Es atin Mateo, y sélo él, quien nos habla de la muerte de Judas (cf. 27,5) y del suefio de la mujer de Pilato (cf. 27,19). No es dificil vis- - lumbrar la intencién doctrinal de este ultimo detalle: una pagana intercede por el Justo, mientras que su pue- blo reclama la muerte de Jests. También esta el detalle del lavado de las manos por parte de Pilato, expresién de su voluntad de declinar toda responsabilidad y la consecuente asuncién de toda la responsabilidad por parte del pueblo. Este detalle slo lo encontramos en el primer evangelio (cf. 27,24ss). Una caracteristica peculiar, aunque no exclusiva, de Mateo es la de mostrar el cumplimiento de las profecfas. Veamos algunos ejemplos: Mt 26,3ss hace referencia al Sal 31,14; Mt 26,15 cita a Zac 11,12; de modo mas ge- neral Mt 26,56 atestigua: «Pero todo esto ha ocurrido para que se cumpla lo que escribieron los profetas». Decididamente, son mas importantes los afiadidos, respecto al texto de Marcos, que tienen un valor de su- 14 Introduccion brayado cristolégico: Mateo recuerda mas veces la filia- cién divina de Jestis (cf. Mt 27,40.43.54), que Marcos reserva sdlo para la revelacién final (cf. Mc 15,39). Las palabras de Jestis referidas en Mt 26,52-54 muestran su plena adhesion al plan de Dios, constituyen una justi- ficacién de la no violencia y sacan a la luz Ja autoridad que reivindica para su misién. Es también Mateo el unico que solemniza la muerte de Jestis con una serie de milagros que le confieren un alcance césmico (cf. Mt 27,51-53). Por ultimo, Mateo afiade el fragmento del piquete de guardias y de los rumores sobre el cadaver (cf. 27,62-66). Resulta sorprendente esta postura de los adversarios, que, incapaces de acoger la incontenible novedad de la resurreccién, hablan de robo del cadaver por parte de los disc{fpulos. Asi, por un camino negati- vo, se convierten en testigos de los hechos. Gracias a la aportacién peculiar de Mateo, el relato de Marcos, ya rico de por si, se vuelve mas claro y com- pleto y adquiere una nota mas eclesial. A este respecto, escribe I. Zedde: «El discipulo sabe ya por la fe que Je- stis es el cumplimiento de Israel, que Israel le rechaz6 y Jestis lo sustituy6. La Iglesia es el nuevo Israel, porque en Jesus y en la Iglesia se produce la muerte y la resu- rreccion del mismo Israel». La Pasién en Lucas Lucas presenta la Pasién, en primer lugar, como un martirio (0 testimonio), pero no como el martirio de una idea, sino de la voluntad de Dios: «El Hijo del hombre se va, segtin lo dispuesto por Dios» (Lc 22,22). La Pasion de Jestis sucede siguiendo el plan de Dios, en- cerrada en la visi6n teocéntrica de Lucas. Al evangelista le gusta subrayar algunos aspectos que serén normati- vos también para el futuro: el silencio y la paciencia ante los insultos y las acusaciones (cf. 23,9), la inocen- cia del condenado admitida por Pilato y por Herodes La Pasion de Jestis segiin los cuatro evangelios 15 (cf. 23,4.14ss), la acogida del ladrén arrepentido (cf. 23,43), el perdén otorgado a Pedro (cf. 22,61) y a los pecadores (cf. 22,51; 23,34). El testimonio de Jestis supone para los discfpulos una llamada, una cdlida y apremiante in- vitacién a hacer lo mismo. En efecto, Esteban, que en- carna al verdadero discipulo, se comportaré de forma andloga a Jestis (cf. Hch 6,59ss). De este modo, Lucas representa en la Pasién al primero y verdadero martir. En consecuencia, no constituye ninguna sorpresa que el tema del testimonio aparezca también con tanta insis- tencia en el libro de los Hechos de los apéstoles. Afin al tema precedente es el de la inocencia. La idea no es, a buen seguro, nueva, porque aparece también en los otros evangelistas, pero sdlo Lucas expone las tres acusaciones politicas que imputan las autoridades judias a Jestis (cf. Le 23,2) y el hecho singular de que Pilato declare por tres veces a Jestis inocente (cf. 23,4.14.22). A esta misma conclusién de la inocencia de Jesus llega- ra también Herodes (cf. 23,15). Igualmente, las mujeres que se lamentan a lo largo de su via crucis expresan con su llanto que Jestis no es un criminal (cf. 23,27). El buen ladrén lo afirma con toda claridad (cf. 23,41). En este sentido debemos leer asimismo la afirmacién del cen- turién a los pies de la cruz: «Verdaderamente este hom- bre era justo (= inocente)» (23,47). Recordemos que en Marcos y Mateo se habfa expresado de este modo: «Ver- daderamente este hombre era Hijo de Dios» (Mc 15,39; Mt 27,54). El tema proseguiréa en el libro de los Hechos de los apostoles. El tercer evangelio es notoriamente conocido como el «evangelio de la misericordia», porque Jestis manifiesta en mas ocasiones que en los otros su compasi6n por los pecadores, los extranjeros y las mujeres: tres categorfas que en aquel tiempo componfan el nutrido grupo de los marginados. También en el relato de la Pasion reapare- ce esta sensibilidad: Jestis cura la oreja cortada al sier- vo (cf. Le 22,50ss), mira a Pedro y le perdona (cf. 22,61), 16 Introduccion no presta atenci6n a sus propios sufrimientos, sino a los de las mujeres de Jerusalén a las que intenta consolar (cf. 23,27-31), manifiesta publicamente su perdén a los que le estan crucificando, y declara: «Padre, perdonalos, porque no saben lo que hacen» (23,34). Es también mas que conocida la especial atencién que dedica Lucas a la oracién (cf. 3,21; 5,16...). Asimismo se pueden detectar elementos novedosos en el relato de la Pasion. Mas alla de las anotaciones sobre la oracién que podemos encontrar también en Marcos y Mateo, el tercer evangelista afiade pasajes que muestran su sensi- bilidad por este tema. Jestis advierte a Sim6n de la ten- tacién inminente y afiade una preciosa garantfa: «Yo he rogado por ti, para que tu fe no decaiga» (Lc 22,32). El ya citado de Lc 23,34, que expresa el perdén de Jestis a sus asesinos formulado en forma de oracién elevada al Pa- dre: «Padre, perdénalos...». Y también dirigido al Padre, concluye Jestis su existencia terrena, apagdndose con las palabras del Sal 31: «Padre, a tus manos encomiendo mi esptritu» (Le 23,46). La Pasién en el evangelio segiin Juan El evangelio segun Juan se distingue de los sindpticos por la originalidad de su.esquema y por la sensibilidad de su contenido. Aunque en el relato de la Pasién muestra una gran afinidad con los otros escritos evan- gélicos, presenta de todos modos rasgos particulares que motivan que tratemos aparte el cuarto evangelio. Vamos a enumerar de una manera sintética las princi- pales diferencias, distinguiendo entre las omisiones y los ariadidos. El cuarto evangelio, comparado con los sindpticos, omite: —el relato de la agonfa en Getsemanf; ~—el beso de Judas; La Pasién de Jestis segtin los cuatro evangelios 17 - el proceso judfo ante el sanedrin; —los ultrajes en casa del sumo sacerdote y los escar- nios al pie de la cruz; ~ las tinieblas en el momento de la muerte. Por otra parte, Juan es el tnico que recuerda: — la impresion de majestad que ofrece Jestis a los que le detienen; — el interrogatorio de Anas a Jestis sobre su doctrina; —el amplio interés por el proceso romano ante Pilato, con las escenas del Ecce homo y del Ecce rex vester; -la discusién a propésito del cartel fijado en la cruz; —la interpretacién del reparto de los vestidos segtin el Sal 22; —la presencia de la madre y del discf{pulo predilecto a los pies de la cruz; —la referencia al cordero pascual y la lanzada que hizo salir sangre y agua del costado de Jestis. En general, podemos decir que Juan no insiste en los rasgos tragicos y humillantes, porque contempla todo sumergido en la luz del cumplimiento de la historia de la salvacién. La documentacién se vuelve més facil y convincente cuando se realiza una breve resefia de la se- cuencia de los acontecimientos. La secuencia de los acontecimientos E] relato, respetando la unidad de lugar, presenta cin- co escenas que vamos a hacer discurrir ante nosotros con su dinamismo esencial. La escena del huerto: Jestis y sus adversarios (18, 1-11) Al comienzo se presenta a los personajes: por una parte, Jestis y sus discipulos, y, por otra, Judas con los 18 Introduccion guardias. La noble soberanfa de Jestis y su dominio so- bre los acontecimientos se capta en el « Yo soy», Sus pa- labras tienen tal poder que sus enemigos y las fuerzas adversarias retroceden y caen en tierra: «Precisamente en el momento en que cabria esperar que la victima desarmada se hundiera, Juan describe a Jestis con un control pleno de la situacién» (D. Senior). El « Yo soy» se repite con insistencia y reviste un valor teolégico par- ticular: estamos en presencia de la manifestacién del nombre de Dios (cf. Ex 3,6.14). El que es buscado para ser condenado a muerte es, en realidad, el que conduce la historia y determina el destino humano. Jestis quiere salvar a los suyos. En el v. 11 acepta beber el cdliz que recibe del Padre como don. Al final, el arresto. Jestis ante Ands (18,12-27) La importancia de este episodio reside en las decla- raciones de Jestis ante el anciano sumo sacerdote, que ya no estaba ejerciendo el cargo pero seguia siendo atin muy influyente. Con Anés se cita de inmediato a Caifas, el sumo sacerdote en activo, el que habia sugerido en 11,50 que la eliminacién de un solo hombre habria de ser un beneficio para todos los judios: «Con este re- cuerdo la historia se inserta en la teologfa» (M. Galizzi). Con delicadeza, aunque. sin menoscabo a la verdad his- térica, el evangelista presenta también el contraste en- tre Pedro y Jesus. Pedro pudo entrar en el recinto gra- cias a la mediacién del «otro discipulo», conocido en aquel medio. Mientras a éste se le califica pacificamen- te de discfpulo de Jestis, Pedro no acepta tal identidad, evidentemente por miedo a sufrir consecuencias desa- gradables. Se nota el contraste entre el interrogatorio de Pedro, que reniega del Maestro, y el de Jestis, que ma- nifiesta de manera abierta su identidad, aunque es algo que puede costarle caro. Jestis dice que ha hablado. El verbo «hablar» expresa de manera adecuada la activi- dad reveladora de Jestis (cf. 12,40-50). La bofetada del La Pasién de Jestis seguin los cuatro evangelios 19 criado es como la respuesta del judaismo y del mundo a esta ensefianza. Jestis ante Pilato (18,28-19,16) Esta parte se desarrolla en siete cuadros, tantos como las entradas y salidas de Pilato. En el primer didlogo con el gobernador explica Jestis el verdadero significa- do de su realeza. El, el verdadero testigo de la revelacién mesidnica, o sea, de la «verdad» que es él mismo (cf. 14,6), es «rey» de los que escuchan su palabra. Pilato no capta el sentido, pero esta convencido de la no culpabi- lidad de Jesus, de suerte que intenta liberarlo. La coro- nacién de espinas esta colocada en el centro de la sec- ci6n y ha sido puesta en relaci6n con la realeza de Jestis: Juan no habla de los salivazos, de los golpes en la cabe- za, de las genuflexiones burlonas de los soldados, pero sf refiere las bofetadas, interpretadas como el rechazo violento de la realeza de Jestis por parte de los hombres. Viene, a continuacién, la escena del Ecce homo, que pre- para la escena final del Ecce rex vester. Ahora hay un de- talle particular que sirve a la teologia del evangelista: Je- sts es conducido ante el pueblo con las insignias reales (corona de espinas y manto purpura) y no se le devuelven sus vestidos, como dicen los sinépticos (cf. Mt 27,31). En consecuencia, Jestis sigue llevando el manto real. Esto es como decir que sigue siendo rey. Viene después otro didlogo de Jesus con Pilato. E] gobernador intenta sal- varlo presentandolo a la muchedumbre como rey, pero ésta rechaza a Jestis diciendo: «;Quittalo de en medio!». El proceso termina y Pilato entrega a Jestis a los judios para la crucifixién. La cruz de Jestis (19,17-37) Un cartel con la condena escrita en tres lenguas (la- tin, griego y hebreo) proclama la realeza de Jesus fren- te al mundo. En el relato de la Pasién se emplea doce ve- ces el titulo de «rey» y tres veces el término de «reino». 20 Introduccion Si tenemos en cuenta que Mateo usa a menudo «reino» durante el ministerio, pero una sola vez en la Pasion, comprenderemos que Juan, con este uso abundante, califica la Pasién como epifania de Cristo-Rey. Por otra parte, la tinica no dividida simboliza la unidad de la Iglesia, realizada por la muerte de Jestis, tal como habia profetizado Caifas (11,52). La escena de Marfa con el discipulo predilecto a los pies de la cruz es propia de Juan. A ellos les dirige Jestis unas palabras conmovedo- ras que sacan a la luz el intenso valor eclesial de su pre- sencia. Después de esto, Jestis pronuncia el consumma- tum est, expresi6n conclusiva del cumplimiento total de la voluntad del Padre. Jesis habia anunciado solemne- mente a los discipulos, en 4,34, que su programa de vida consistfa en la acogida total de la voluntad del Padre. Ahora, en el momento de concluir su existencia terrena, declara de manera solemne que ha cumplido perfecta- mente y con pleno amor esa voluntad. La muerte viene a sellar una vida de amor. Esto no supone ninguna sorpresa o novedad para el lector aten- to, que ya conoce la interpretacion dada por Jestis de su muerte: ésta ha de ser entendida como un acto de amor, como un don de vida para el otro, como un amor que se extiende hasta las fronteras de lo imaginable: «Al trans- formar de una manera tan profunda el significado de la cruz, convirtiéndola en signo de amor triunfal, el evan- gelio de Juan capta la paradoja intrinseca a la revela- cion cristiana y abre el misterio sin fin del amor de Dios por el mundo» (D. Senior). El iltimo cuadro es exclusi- vo de Juan. A Jestis no le quiebran las piernas, y este he- cho es conectado, gracias a la cita biblica, con el ritual del cordero pascual (Ex 12,46): Jestis muere como cor- dero pascual de la nueva alianza. Encontramos atin un precioso detalle particular que denota la sensibilidad jodnea, que se conjuga muy bien con la lectura vetero- testamentaria. La referencia corresponde ahora al pro- feta Zacarias; éste habfa hablado de una fuente que bro- La Pasion de Jestis segtin los cuatro evangelios 21 ta para los habitantes de Jerusalén (Zac 13,1), de un es- piritu de gracia y consuelo y de una mirada dirigida al que traspasaron (Zac 12,10). Del costado traspasado brota la vida del Espiritu (cf. Jn 7,38ss): la salvacién procede de Jestis crucificado. La sepultura (19,38-41) Es una conclusién. La escena nos traslada de nuevo a un huerto: esta vez es el de la sepultura y no el del arres- to. El evangelista presenta aspectos de realeza también al final. Estén presentes o se encargan de la tarea hom- bres de una notable importancia social, como José de Arimatea y Nicodemo. Jestis es sepultado como los grandes hombres de este mundo, como persona de au- toridad y con gran suntuosidad: se emplean perfumes sin reparar en gastos. No es casual que Juan indique la cantidad de aromas empleados: «unas cien libras» (tra- duciendo esta cantidad a nuestras medidas, se trata de unos 32 kilos, y la cantidad es cien veces superior a la del perfume de Maria en 12,3): parecerfa excesiva, un derroche, si no fuera por la suma dignidad del difunto. La cantidad sirve precisamente para indicar la gran im- portancia del cadaver crucificado. El tltimo acto con- siste en la colocacién de Jestis en un sepulcro nuevo. De él precisa Juan que estaba cerca del lugar de la sepultu- ra, porque estaba a punto de acabar la preparaci6n de la fiesta y, al ocaso, comenzaba oficialmente la Pascua. Los hombres han concluido su accién. Ahora corres- ponde a Dios orientar de un modo diferente el curso de los acontecimientos. Notas de la teologia jodnea de la Pasién De los multiples rasgos teolégicos de la Pasién pe- culiares del cuarto evangelio, nos limitaremos a su- brayar sélo dos: la «exaltacién» de Jestis y el papel de Maria. 22 Introduccién Jestis anuncia tres veces su Pasién, muerte y resu- rreccién en los sinépticos; a esto le corresponde en Juan el triple anuncio de su futura exaltacién: 3,14; 8,28; 12,32-34. Juan realiza una importante anticipacién: para él la exaltaci6n de Jestis acaece no con la resurreccién- ascension, sino ya en la cruz, como dice expresamente en el pasaje de 12,32ss, antes atin de que comience el relato de la Pasién. En consecuencia, el lector se vera ayudado y guiado a la hora de interpretar rectamente el relato de la Pasion. La elevacién de Jesus en la cruz se considera desde una perspectiva real y soteriolégica; desde lo alto de la cruz es desde donde Jestis atrae hacia si a todos los hombres para entregarles Ja salvacién. Algunos de los textos que hablan de la glorificacién exaltan sobre todo el aspecto soterioldgico: Jestis elevado se vuelve signo de salvacion (3,14ss); los que le miren con fe en la cruz (19,37) obtendran la vida eterna. En 12,31 es el aspecto real el que pasa al primer plano: el poder de Satands va a ser sustituido por el de Cristo, que domina desde lo alto de la cruz como desde un trono. Se comprende asi por qué el tema de la realeza asume tanto relieve en el re- lato de la Pasién, como ya hemos recordado mis arriba. La cruz es, para el cuarto evangelio, la revelacién su- prema del amor del Padre. Esto explica la total libertad de Jesus y su perfecta conciencia. En efecto, Jesis no realiza la obra de la salvacién como una victima resig- nada e impotente, sino con la actitud soberana de quien conoce el sentido de los acontecimientos y los acepta li- bremente. Esta es la cima del amor y también el mode- lo de todo auténtico amor: «Para él, esta hora es la del Padre, la hora de la revelaci6n de la luz, del amor. Hay un versiculo de la primera carta de Juan (3,16) que ad- quiere aqui todo su sentido cabal y completo: “En esto hemos conocido el amor: él dio su vida por nosotros” » (I. de la Potterie). La Pasion de Jestis segtin los cuatro evangelios 23 En el evangelio de Juan se habla de Maria de una ma- nera sobria, sin pronunciar siquiera su nombre. Se la llama habitualmente «la madre de Jestis», salvo cuando Jestis se dirige directamente a ella Namandola «mujer». Excepto la referencia de 6,42, Maria esta presente en el signo inaugural y profético de Cand (2,1-12) y en la con- sumacién del misterio (19,25-27), casi para enmarcar con su presencia discreta el comienzo y la conclusién de la vida publica, dos epifanfas diferentes y complemen- tarias del amor de Jestis por la humanidad. Ambos epi- sodios estan ligados estrechamente y se iluminan el uno al otro, como se desprende también de la remisi6n a la «hora». En este momento crucial, se llama a Maria «mujer», titulo que saca a la luz no tanto su individuali- dad, como su funci6n en la obra salvifica del Hijo. Ma- ria, la mujer asociada a la hora del Hijo, se sitta ahi, en esa perspectiva abierta, como el punto crucial donde Israel se convierte en Iglesia. Cuando Pablo VI promulg6, en 1964, el documento conciliar Lumen gentium, pronuncié un discurso en el que proclamaba a Marfa «Madre de la Iglesia». El texto biblico que fundamenta principalmente ese titulo es precisamente Jn 19,25-27. Partimos del testamento es- piritual de Jesis para comprender el papel de Maria. La entrega de Marfa a Juan por parte de Jestis moribundo esta tefiida de una humanisima delicadeza. Con todo, no hemos de abandonarnos a una interpretacién dema- siado literal, y mucho menos psicoldgica o sentimental. Las primeras palabras de Jestis estan dirigidas a su ma- dre para confiarle al discipulo; si se hubiera tratado sélo de una solicitud filial, hubiera sido mds justo lo contra- rio. En consecuencia, Jestis no pretende resolver una cuestién de familia, para lo cual, como minimo, habria elegido un momento mas oportuno. Origenes intuyé ya en el siglo II el valor eclesial del fragmento y des- pués de él otros muchos autores, sobre todo a partir del siglo V. 24 Introduccion Jestis, la Palabra eterna del Padre, ve a su madre y al discipulo amado y le dice: «Mujer, ahi tienes a tu hijo». Jestis le revela que, a partir de ese momento, ella sera también madre de todos los creyentes, representados en el discfpulo que se encuentra allf junto a ella. Es volun- tad explicita de Jestis que su madre se convierta en la madre espiritual de todos los creyentes, madre de la Iglesia. Precisamente por este nuevo papel recibe el ti- tulo de «mujer». De modo semejante, Jestis se dirige al discipulo recordando su nueva relacién filial con Marfa. Y el discfpulo, obedeciendo el deseo de Jesus, «la recibid como suya». Por eso, mas que una acogida fisica, se tra- ta de acoger un bien espiritual y de establecer una co- munion de vida, como ya observé también san Agustin: «La tom6 consigo y no en su poder, puesto que no po- sefa nada, sino entre sus deberes, a los que atendia con abnegacién». Los relatos de resurreccion Los relatos pascuales narrados por Juan contemplan el descubrimiento de la tumba vacfa y algunas aparicio- nes del Resucitado. El evangelista ha reelaborado re- cuerdos hist6éricos y temas teoldgicos ya conocidos de la tradici6n sindéptica, en un marco bastante original y personal. En esto aparece el interés apologético y teolé- gico de la resurreccién, aunque no hemos de descuidar el valor histérico de estos relatos. Nos encontramos frente a una multiplicidad de formulaciones sobre la ex- periencia del Resucitado conocidas en el Nuevo Testa- mento y empleadas por la Iglesia jodnea. «Esta variedad de formulaciones (formulas catequéticas, profesiones de fe, oraciones, relatos) muestra que la resurreccién estaba en el centro de la vida de la Iglesia. ¥ la cosa se entiende facilmente: la comunidad ha nacido de la resu- rreccién y ha comprendido a Jesus y se ha comprendido asi misma a partir de la resurrecci6n. Esta penetra todas La Pasion de Jestis segtin los cuatro evangelios 25 las manifestaciones de la comunidad. Al estudiar mds de cerca las formas en que se ha expresado la fe en la re- surreccié6n, se cae en la cuenta de que la atencién a la historia no es la misma: hay intereses teolégicos y de fe que se sobreponen y que parecen prevalecer en algunas ocasiones. Esto no niega el interés histérico. Es mas, la misma fe exige el interés histérico. Es el significado sal- vifico de la resurreccién lo que interesa, pero no habria significado salvifico si Jess no hubiera resucitado real- mente» (B. Maggioni). ¢Cémo llegaron los primeros discfpulos a la fe en Cristo resucitado? Los dos capitulos finales del evange- lio de Juan nos lo dicen claramente, aunque con moda- lidades diferentes respecto a los sinépticos. En efecto, mientras que éstos ponen el acento en la proclamacién de que Cristo «ha resucitado verdaderamente» (cf. Mc 16,6; Mt 28,6ss; Lc 24,5.6-34), el cuarto evangelio contempla la resurreccién a través de los signos de la presencia del Resucitado y los diferentes encuentros de Cristo con los discipulos, acontecimientos que concluyen con su misién y su vuelta al Padre. Para Juan, el Resucitado es Jestis de Nazaret, que fue crucificado. Y la resurreccién expli- cita la gloria que el Crucificado manifest6 ya en la cruz de una manera escondida. Ahora el Jesus resucitado vive en una condicién nueva, trascendente, y el camino privilegiado para poder encontrarle sigue siendo la fe. En consecuencia, los relatos pascuales constituyen, en la perspectiva jodnea, la toma de conciencia de la co- munidad cristiana de que la cruz no ha sido un aconte- cimiento de derrota y de humillaci6n, y la resurreccié6n es, para Jesus, el comienzo de la ascension al Padre, la nueva presencia de su plenitud de gloria. El tema que une las diferentes escenas de Jn 20 es el de la fe: la fe personal -en las dos primeras escenas: la de la carrera de los discfpulos a la tumba (vv. 1-10) y la de la aparicién del Resucitado a Maria Magdalena (wv. 11-18)- y la fe comunitaria -en las otras dos escenas: la 26 Introduccion de la aparicién de Jestis a los discfpulos en el cendculo estando ausente Tomas (vv. 19-25) y la de la segunda ve- nida del Resucitado al cendculo estando Tomas presen- te (vv, 26-29)-. El tema de la fe aparece presentado de modo progresivo de una escena a otra y se va profundi- zando de una manera gradual a través de las etapas de formacion de la comunidad, puestas también de relieve por la relacién entre el «ver» y el «creer». El texto va progresando asf hacia la meta final, que es la bienaven- turanza jodnea de la fe: «Dichosos los que creen sin ha- ber visto» (20,29). La fe eclesial del Resucitado se basa en un doble testimonio: el de las Escrituras y el de los primeros discfpulos. Si éste es el tema dominante del capitulo, se comprende la razon de que el evangelista subraye, ademas de la resurreccién de Cristo, el camino de fe pascual de la comunidad cristiana y su progresiva adhesion al misterio de Jestis, crucificado y glorioso. La fe se requiere como respuesta a la iniciativa libre y gra- tuita del Resucitado, que, una vez vuelto al Padre y en posesion de una vida nueva, entrega el Espiritu como condicién para que el hombre pueda recibir del Jess resucitado los dones pascuales: la paz, la alegria, la mi- sion, el Espiritu y el perdén de los pecados (vv. 19-25). Juan cierra mas adelante la narracion de su evangelio dirigiéndose a la comunidad cristiana con estas pala- bras: «Jestis hizo en presencia de sus disctpulos muchos mds signos de los que han sido recogidos en este libro. Es- tos han sido escritos para que credis que Jestis es el Me- stas, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengdis en él vida eterna» (vv. 30ss). Estos versiculos estén unidos no s6lo a todo el evangelio, sino también al capitulo 20 y a la bienaventuranza final sobre la fe. Para el evangelista, los «signos» no son solo las apariciones pascuales, sino toda la vida de Jestis, a través de la cual manifesté su gloria y el amor de su Padre a los hombres. La finalidad del evangelio es, por tanto, catequética, y, en conse- cuencia, la seleccién esta en funcién del crecimiento de La Pasion de Jestis segtin los cuatro evangelios 27 los discipulos en la fe. Esa fe en Cristo tiene un doble as- pecto: reconocer que él es el Mesias, el revelador del de- signio del Padre, que lleva a cabo la misién de reunir a los dispersados y formar la comunidad mesidnica, y es el Hijo de Dios, de la misma naturaleza divina que el Pa- dre, cuya presencia y actividad en el mundo comunica al hombre el amor de Dios. La adhesién a Cristo con- duce después a la praxis de vida. El evangelista, con su escrito, pretende poner al discfpulo en presencia de la persona de Jestis, concentrarlo en la revelaci6n y en la fe en Cristo, porque la vida cristiana nace del encuentro con su persona y vive sdlo en la comunién vital y perso- nal con él, siguiendo el modelo de fe de los primeros tes- tigos. Juan se muestra claro en su intencién y remacha con vigor que «tener la vida» significa tener la fe en Je- sts, en el Hijo unigénito del Padre, contemplando sus signos. El testimonio jodneo esta asi completamente di- rigido a la persona de Jesus que se revela y a su signifi- cado salvifico: dicho con otras palabras, a su «revela- cién» y a nuestra «fe». Pasion de Jesucristo segtin Mateo 1 El complot y la uncién de Betania (Mt 26, 1-16) 1 Cuando termin6 Jestis este discurso, dijo a sus discfpulos: ? Ya sabéis que dentro de dos dias se celebra la fiesta de la Pascua, y el Hijo del hombre sera entregado para que lo cru- cifiquen. > Entonces se reunieron los jefes de los sacerdotes y los an- cianos del pueblo en el palacio de Caifas, que era el sumo sa- cerdote, * y acordaron en consejo prender a Jesis con engafio y darle muerte. * Pero decfan: «Durante la fiesta no, pues po- dria alborotarse el pueblo». * Se encontraba Jestis en Betania, en casa de Simon el le- proso, ’ cuando se acercé a él una mujer con un frasco de ala- bastro lleno de perfume muy caro y lo derramé sobre su ca- beza mientras estaba sentado a la mesa. * Al ver esto, los discfpulos se indignaron y decfan: —¢A qué viene este despilfarro? ° Podia haberse vendido por mucho dinero y habérselo dado a los pobres. Jestis se dio cuenta y les dijo: -¢Por qué molestdis a esta mujer? Ha hecho una buena obra conmigo. " A los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mi no me tendréis siempre. ” Y al derramar ella este perfume sobre mi cuerpo, se ha anticipado a preparar mi se- pultura. * Os aseguro que en cualquier parte del mundo en que se anuncie esta buena noticia, sera recordada esta mujer y lo que ha hecho. “ Entonces uno de los Doce, el llamado Judas Iscariote, fue a ver a los jefes de los sacerdotes y ‘* les dijo: -¢Qué me dais si os lo entrego? 32 Pasion de Jesucristo segiin Mateo Ellos le ofrecieron treinta monedas de plata. 's Y desde ese momento andaba buscando la ocasi6n para entregarlo. LECTIO Ahora ya es inminente la hora de la cruz; Jestis es plenamente consciente de ello y quiere advertir a sus discfpulos. No es la primera vez que les habla de su Pa- sién, pero, a diferencia de los anuncios precedentes (cf. Mt 16,21; 17,22ss; 20,17ss), que son mas bien gené- ricos desde el punto de vista cronolégico, esta vez la in- dicacién del tiempo es mas precisa, el mensaje es mas conciso y mas decidido el tono: «Ya sabéis que dentro de dos dias se celebra la fiesta de la Pascua, y el Hijo del hombre serd entregado para que lo crucifiquen» (Mt 26,2). Después de este anuncio la narracién se desarrolla en tres escenas con un ritmo apremiante: el complot con- tra Jesus, la uncién de Betania y la traicién de Judas. Mientras que Jestis con sus palabras revela el plan de salvacién concebido por Dios, la sentencia de muerte programada por sus adversarios expresa la maldad de éstos: dos proyectos se contraponen; el segundo esta destinado a fracasar. A ello alude también el hecho de que Jestis morird el dia de Pascua, contrariamente al plan de los jefes de Israel. Sera precisamente en la fiesta de Pascua cuando se cumpla la Pascua de sal- vacién. En la tercera escena encontramos el triste episodio de la traicién de Judas. El que traiciona a Jestis no pro- cede de sus opositores, sino de su Ambito mds intimo y familiar, del grupo de los discfpulos llamados a com- partir con él la vida y la misi6n. Por treinta monedas de plata, el valor de un esclavo, estd dispuesto Judas a «en- tregar» al Maestro, pero, en realidad, es Jess mismo el que «se entrega» a la muerte por amor. El complot y la uncién de Betania 33 En este clima de complot y de traicién aparece el ges- to de amor de una mujer (vv. 6-13). El perfume no sdlo amortigua el aire opresor, sino que preludia profética- mente la victoria pascual de Cristo sobre la muerte, la victoria del don gratuito sobre la avidez y sobre la mez- quindad de corazén. Los discfpulos, tomando como pretexto la necesidad de los pobres, critican a la mujer, consideran su acto como «despilfarro». Jestis, en cam- bio, la defiende, la alaba y confiere a su humilde gesto un valor universal y eterno, convirtiéndolo en parte del «alegre anuncio» que se proclamaré a todas las nacio- nes y a todas las generaciones. MEDITATIO El gesto de derramar ese perfume tan caro sobre la cabeza de Jestis es calificado por los discipulos de «des- pilfarro», pero Jesus lo califica de «buena obra» (el texto griego dice: «accién bella»). Vivimos en una sociedad que tiende cada vez més a valorar la importancia de las cosas y de las personas en relacién con su funcionalidad inme- diata, con su utilidad y eficiencia. Nos arriesgamos a vol- vernos incapaces de una gratuidad pura, insensibles a los signos de amor, impermeables a la fuerza de los simbo- los, indiferentes a la sobreabundancia, a ese «algo mas» que hace bella la vida. Conocemos el precio de las cosas y no su valor; nos interesamos mas por las acciones eficaces que por las acciones bellas que califican a la persona. En consecuencia, no debe sorprendernos que exista en el texto de Mateo un vinculo entre la sugerencia de los dis- cipulos: «Podia haberse vendido por mucho dinero», y la pregunta de Judas: «¢Qué me dais si os lo entrego?». La accion bella es libre, original, creativa, gratuita, profética; brota de lo intimo de la persona y, como el perfume, Ilena silenciosamente el ambiente; refina, ale- gra y embellece de un modo discreto, pero imposible de 34 Pasién de Jesucristo segtin Mateo detener e irresistible. Son acciones bellas como las de Jesus, que vino para que tengamos la vida en abundan- cia (cf. Jn 10,10) y la alegria en plenitud (cf. Jn 15,11), que nos «da el Espiritu sin medida» (Jn 3,34) y que es- cribe nuestros nombres en el cielo (cf. Le 10,20). Son acciones bellas las de sus discipulos cuando obran no simplemente para cumplir leyes o por fines utilitarios, sino bajo el impulso del amor. ORATIO Ah Jestis mio, me avergiienzo de comparecer ante vos, al pensar en las injurias que os he hecho. ¢Cudntas veces os he dado la espalda y os he pospuesto por un capricho, por un compromiso, por un momenténeo y vil placer? Ya sabia entonces que con ese pecado perdia vuestra amis- tad, y voluntariamente he querido cambiarla por nada. jOjala hubiera muerto antes de haceros tamafio ultraje! Jestis mio, me arrepiento de todo corazén, quisiera mo- rir de dolor [...]. Os he despreciado y os he traicionado, y vos no me habéis echado, me mirasteis con amor, me admitisteis atm a vuestra mesa de la santa comunién. Querido Salvador mio, joh si siempre os hubiera amado! éCémo podré separarme nunca mas de vuestros pies y re- nunciar a vuestro amor (Alfonso Marfa de Ligorio, Opere ascetiche, Roma 1934, V, p. 142 [edici6n espafiola: Obras ascéticas de san Alfonso Maria de Ligorio, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1952 y 1954, 2 vols.]). CONTEMPLATIO He aquf que al mismo tiempo en que se dedicaba Je- sis a otorgar gracias y a hacer milagros en beneficio de todos, se unen los principales personajes de la ciudad para maquinar la muerte del autor de la vida [...]. He aqui El complot y la uncién de Betania 35 a Judas, que se presenta ya al pontifice y le dice: «¢Cudn- to queréis darme para que os lo entregue?» (Mt 26,15). jQué alegria tuvieron entonces los judios, por el odio que le tenfan a Jesucristo, al ver que uno de sus mismos discfpulos queria traicionarlo y entregarlo a sus manos. En esto consideramos el jubilo que, por asi decirlo, siente el infierno, cuando un alma que durante muchos afios ha estado sirviendo a Jesucristo, lo traiciona por cualquier misero bien o vil satisfaccién. Pero, oh Judas, ya que quieres vender a tu Dios, haz- lo al menos por el precio que vale. El es un bien infini- to y, por consiguiente, merece un precio infinito. Pero, oh Dios, ¢ti concluyes la venta por no mas de treinta denarios? «Y ellos le fijaron treinta monedas de plata» (Mt 26,15). Alma mia infeliz, deja a Judas y vuelve ha- cia ti el pensamiento. Dime, ¢por qué precio has vendi- do tt tantas veces al demonio la gracia de Dios? (Alfon- so Marfa de Ligorio, Opere ascetiche, Roma 1934, V, pp. 141ss [edicién espafiola: Obras ascéticas de san Alfonso Maria de Ligorio, Biblioteca de Autores Cristianos, Ma- drid 1952 y 1954, 2 vols.]). ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Ha hecho una buena obra conmigo» (Mt 26,10b). PARA LA LECTURA ESPIRITUAL gQué nos dice el gests de la mujer? sCémo aparecen nues- tros gestos frente al de ella? sY cémo, a la luz del gesto de la mujer, revelan nuestros gestos su valor cristiano? Nuestros gestos son cristianos -sean cuales sean- cuando son acogida del Sefior de modo personal, original. Cuando son un 36 Pasion de Jesucristo segin Mateo «si» al designio de Jests sobre mi, cuando lo acogemos con todo el corazén, y no sélo exteriormente. Esta acogida es la que da valor a cualquier gesto del hombre, por pequefio e insignifi- cante que sea. Una acogida personal, hecha por nosotros con todo lo que somos, y original, en virtud de una cierta imprevisi- bilidad por su parte. Es aqui donde captamos la espiritualidad del gesto: es imprevisible, como el Espiritu Santo, que sopla don- le quiere y no sabes de dénde viene ni adénde va. Aquella mu- jer estaba movida por el Espiritu. El cristiano que responde a las peticiones de Jesis en su existencia historica, demuestra de una manera personal y original que realiza un camino espiritual, que esta movido por el Espiritu. Una segunda caracteristica de los gestos cristianos es ser de- sinteresados y gratuitos, totales, gestos en los que damos todo lo que tenemos. cristiano es alguien que hace todo con seriedad. Podra equivocarse, en uno u otro caso, desde el punto de vista de la eficiencia 0 de la relacién instrumentos-resultados, pero, a pesar de todo, se entrega con seriedad, se ofrece, se pone en juego en todo lo que hace. Nuestros gestos, si son cristianos, son proféticos. La mujer no capta del todo, a buen seguro, el alcance de su accion. Es Jess wien con su intuicién revela fa profecia del gesto. Tampoco el iscipulo sencillo, que obra en la fe de la Iglesia, capta siempre el valor profético. Ahora bien, es profético cuando es evangéli- co, cuando se lleva a cabo con el espiritu de las bienaventuran- zas; y proclama la muerte y la resurreccién del Sefior, lo hace presente, lo encuentra en las diferentes situaciones. «Quien a vosotros os acoge, a mi me acoge», aunque no sepdis que me acogéis a mi. En efecto: «Maestro, scudndo te vimos sediento, hambriento, encarcelado?». Vosotros habéis hecho gestos pro- feticos sin saberlo, pero yo os digo que son proféticos, porque los habéis hecho con esa absolukdedl, seriedad, totalidad, en- trega, que revelan la muerte y la resurreccién de Jesis. La mujer ha intuido con el corazén lo que los discipulos no comprendieron con el razonamiento, y fue mas alla ue se dio a si misma sin reservas en su gesto de derramar sobre la cabeza de Jests el dleo precioso y perfumado (C. M. Martini, Un’opera bella, en Parole di vita 2 [1994] 20, passim). 2 La cena pascual (Mt 26, 17-29) El primer dia de la fiesta de los panes sin levadura se acercaron los discfpulos a Jestis y le preguntaron: ~¢Dénde quieres que te preparemos la cena de Pascua? s El contesté: ~-Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: «E] maestro dice: Se acerca el momento, y quiero celebrar la cena de Pas- cua en tu casa con mis discfpulos». '° Ellos hicieron lo que Jestis les habia mandado y prepara- ron la cena de Pascua. 20 Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce *' y, mientras cenaban, les dijo: —Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. 2 Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: -¢Soy yo, Sefior? 2 Jestis respondié: -E] que come en el mismo plato que yo, ése me entregara. * El Hijo del hombre se va, tal como esta escrito de él, pero jay de aquél que entrega al Hijo del hombre! {Mas le valdria a ese hombre no haber nacido! > Entonces pregunt6 Judas, el traidor: —¢Soy yo acaso, maestro? Y Jests le respondié: -Ti lo has dicho. 2° Mientras cenaban, Jestis tom6 pan, pronuncié la bendi- cién, lo partio y se lo dio a sus discipulos, diciendo: -Tomad y comed; esto es mi cuerpo. 38 Pasion de Jesucristo segtin Mateo 27 Tomé luego una copa y, después de dar gracias, se la dio diciendo: —Bebed todos de ella, * porque ésta es mi sangre, la sangre de la alianza, que se derrama por todos para el perdén de los pecados. ” Os digo que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta el dfa en que lo beba con vosotros, nuevo, en el Rei- no de mi Padre. LECTIO El fragmento se articula en tres partes: la prepara- cién de la Pascua (Mt, 26,17-19), el anuncio de la trai- cién (wv. 20-25) y la cena pascual con Ja institucién de la eucaristia (vv. 26-29). Cada parte esta introducida por una indicaci6n cronolégica: «El primer dia de la fiesta de los panes sin levadura», «al atardecer» y «mientras cena- ban». En todas las escenas emerge la figura soberana de Jesus: éste no se deja arrastrar por los acontecimientos, sino que los domina, llevando a su cumplimiento el de- signio del Padre. Consciente de que su «tiempo» esta cerca, imparte con autoridad 6rdenes sobre los preparativos para la cena. El es el cabeza de familia, el Sefior, que quiere celebrar la Pascua con los suyos. Durante la cena les anuncia la des- concertante noticia de la traicién. No se trata de un im- previsto: Jestis se entrega voluntariamente, pero se en- tristece por el traidor, que es un discfpulo suyo, un amigo que falta a su palabra en el amor y en el com- promiso de fidelidad. También Judas, como los otros discipulos, le pregunta a Jess: «¢Soy yo acaso, maes- tro? (v. 25), pero, a diferencia de los otros discipulos, no le lama «Sefior», sino «maestro», como hard la noche del arresto en Getsemanj. Ahora Jestis ya no constituye el centro de su vida. Jestis, en medio de esta atmésfera de inquietud y de tensién, introduce gestos y palabras sorprendentes y La cena pascual 39 tranquilizadores; reacciona ante la traicién del discfpu- lo ofreciendo su cuerpo y su sangre, signos de la nueva alianza. «Zomad y comed... Bebed todos de ella...»; se en- trega en forma de alimento que nutre y sostiene: «Esto es mi cuerpo... ésta es mi sangre»: desea permanecer en medio de los suyos més alla de su muerte. Esta entrega suya se sittia en la linea de la alianza, es decir, en la re- lacién entre Dios y el pueblo elegido, una relacién de amor, de perdén y de misericordia. Sin embargo, hay una novedad: el sacrificio de la celebracién de la alian- za es ahora el mismo Jestis, su sangre es «la sangre de la alianza, que se derrama por todos para el perdén de los pecados» (v. 28). A continuacién, esta cena, la ultima de Ja vida terrena de Jesus, anticipa su reuni6n con todos los salvados en el Reino de los Cielos. La cena de despedida es en realidad un hasta la vista, una cita para una reunién en el banquete celestial: «... hasta el dia en que lo beba con vosotros, nuevo, en el Reino de mi Padre» (v. 29). MEDITATIO Cuando los discipulos le preguntaron a Jestis: «¢ Dén- de quieres que te preparemos la cena de Pascua?», debian de pensar en celebrar simplemente la tradicional cena pascual judia, pero Jesus tenia en la mente mucho mas. Es la ultima cena con sus discipulos. Su muerte es aho- ra inminente, y el traidor, uno de sus amigos, con las treinta monedas en el bolsillo, hace como si nada y se sienta a la mesa con él. Y los otros, aunque perciben de manera confusa algo en la atmésfera, no comprenden la importancia de este momento. Mas tarde dormirdn tranquilamente en Getsemani y huiran todos por miedo después del arresto de Jests. «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar»: las palabras salen de la boca de Jestis como una espada cor- tante y provocan de inmediato una profunda tristeza y 40 Pasion de Jesucristo segiin Mateo un coro de preguntas. «¢Soy yo, Sefior?»: es la pregunta de todo discfpulo tanto ante la eucaristia como ante la cruz. Pablo advierte: «quien coma el pan o beba el cdliz del Sefior indignamente, se hace culpable de profanar el cuerpo y la sangre del Sefior» (1 Cor 11,27). Con todo, Jestis, aunque anuncia la traicién, no se de- tiene en las consecuencias, sino que quiere hacer nacer algo inédito, quiere transformar este momento en una manifestacién de amor. El amor es mas fuerte que la muerte y que el pecado, carece de limites, es sobrea- bundante, sorprendente. He aqui el don de la eucaristia. Jestis quiere estar presente en nuestra vida, continuar estando en medio de nosotros «todos los dias hasta el fi- nal de este mundo» (Mt 28,20), nos ama «hasta el extre- mo» (In 13,1), nos prepara un sitio en la casa del Padre (cf. In 14,2) y nos espera para el banquete celestial (cf. Mt 26,29). ORATIO jOh, Jesis mio, oh Dios enamorado de las almas!, cadénde os llevé el afecto que sentis por los hombres hasta convertiros en su alimento? Decidme, ¢qué os queda por hacer para obligarnos a amaros? Vos os dais por completo a nosotros sin reserva en la santa comu- ni6n; en consecuencia, es justo que todos nosotros sin reserva nos entreguemos a vos. Que amen los otros lo que quieran, riquezas, honores y mundo: yo deseo ser todo vuestro, no quiero amar a otros mds que a vos, Dios mfo. Vos habéis dicho que quien se alimenta de vos vive s6lo para vos: «El que me come vivird para por mt» (In 6,57). Asi, pues, ya que me habéis admitido tantas veces a alimentarme de vuestra carne, hacedme morir a m{i mismo, a fin de que yo viva sdlo para vos, sdlo para serviros y complaceros. Jestis mio, deseo poner en vos todos mis afectos: ayudadme a seros fiel (Alfonso Maria La cena pascual 4t de Ligorio, Opere ascetiche, Roma 1934, V, p. 145 [edicion espafiola: Obras ascéticas de san Alfonso Maria de Ligorio, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1952 y 1954, 2 vols. ]). CONTEMPLATIO Nuestro amantisimo Salvador, sabiendo que habia llegado ya la hora de partir de esta tierra, antes de ir a morir por nosotros quiso dejarnos el signo mds grande que podia darnos de su amor, como fue precisamente este don del Santisimo Sacramento. Bien fue llamado este sacramento por santo Tomas: «Sacramento de amor, prenda de amor». Sacramento de amor porque sélo el amor indujo a Jestis a entregarnos todo su mismo ser en él; y prenda de amor porque, si al- guna vez hubiéramos dudado de su amor, en este sacra- mento habriamos recibido la prenda del mismo. Como si nuestro Redentor hubiera dicho al dejarnos este don: «Almas, si alguna vez duddis de mi amor, aquf os dejo a mi mismo en este sacramento; con tal prenda en la mano, ya no podéis tener duda alguna de que os amo, y os amo mucho». jCon qué deseo anhela Jestis venir a nosotros en la santa comuni6n! «He deseado ardientemente comer esta Pascua con vosotros» (Le 22,24). Eso es lo que dijo la noche en que instituy6 este sacramento de amor. «He deseado ardientemente», eso le hizo decir, escribe san Lorenzo Giustiniani, el inmenso amor que nos tenia. Y a fin de que cada uno pudiera recibirlo, quiso quedarse con nosotros bajo la especie del pan. Si se hubiera que- dado bajo la especie de cualquier alimento raro 0 de gran precio, los pobres se hubieran quedado sin él; pero no, Jestis quiso quedarse bajo la especie de pan, que cuesta poco y se encuentra por todas partes, a fin de que 42 Pasién de Jesucristo segvin Mateo todos puedan encontrarlo y recibirlo en todos los pafses (Alfonso Maria de Ligorio, Pratica di amar Gesit Cristo, Verona 71995, pp. 27-31, passim [edicion espafiola: Prdac- tica del amor a Jesucristo, Planeta-De Agostini, Barcelona 1996). ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Tomad y comed; esto es mi cuerpo» (Mt 26,26b). PARA LA LECTURA ESPIRITUAL Como explica con una extraordinaria lucidez santo Tomas de Aquino, es bello el ofrecerse el todo en el fragmento: eso acae- ce cuando la perfectio 0 integritas se asoma en la parte me- diante la proporcién de la forma, que reproduce en lo pequefio la armonia del todo, o cuando irrumpe en ello a través del es- plendor, mediante un fulgor que es encuentro de arrebato y de irrupcién. En la celebracién del memorial eucaristico es ésta la belleza que se hace presente, porque en el fragmento de los signos -el pan partido, el vino vertido- esta el todo de aquel que es en per- sona el Amor crucificado, resucitado, que se entrega: «La me- moria litérgica -afirma el texto de base para el XLVI Congreso Eucaristico Internacional- abarca todo el misterio de Cristo sal- vador» (n. 5). La eucaristia es el acontecimiento del hacerse pre- sente la Trinidad en la historia y de la acogida de la historia en la Trinidad, accién de gracias al Padre, memorial del Hijo, in- vocacién del Espiritu Santo. En continuidad con la tradicién ju- dia de la bendicién (brakhah), que Jesis hizo suya, la accion de gracias se dirige a Dios por sus beneficios: ésta es reconoci- miento del absoluto primado de la iniciativa divina, confesién de alabanza por las maravillas realizadas por el Eterno en la crea- cién y en Te redencion, e invocacién del don que sélo procede de Dios y se realizaré enteramente en la plenitud del Reino. La La cena pascual 43 cena del Sefior suscita en quien la vive un profundo agradeci- miento, adoracién y ofrenda, educandonos para relacionar todo con Dios como fuente primera y la dltima patria, y para abrir- nos a la acogida del don que sdlo viene de él. Este tipo de gra- titud y de maravilla nos libera de la prision de nosotros mismos y nos entreabre a las sorpresas de la belleza divina. La eucaristia, por tanto, «encierra todo el bien espiritual de la Iglesia» (ibid., n. 16) y se configura por ello como la parabola viva de toda la historia de la salvacién, el acontecimiento de la entrega en la que el todo se ofrece en el fragmento y la belleza eterna se «abrevia» para darse al mundo. Vivir plenamente la eucaristia significa asi convertir el encuentro con el Sefior Jests enla razon la fuerza y la belleza de toda nuestra existencia en la Iglesia y para la humanidad. Quien vive eucaristicamente del Sefior puede hacer suyas las palabras del apéstol: «Estoy cruci- ficado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi. Ahora, en mi vida mortal, vivo creyendo en el Hijo de Dios, que me amé y se entregé por mi» (Gal 2,20). Y esto es el alba del Reino que viene, alegria que salva al mundo, anticipo de la belleza que no conoceré ocaso (B. Forte, «Eucaristia e be- lleza», en Eucaristia, porta santa giubilare, Ciudad del Vaticano 2000, pp. 95-98). 3 Getsemani (Mt 26,30-56) 8° ¥ después de cantar los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos. * Entonces Jestis les dijo: —Todos vais a fallar por mi causa esta noche, porque est4 escrito: Heriré al pastor y se dispersardn las ovejas del rebavio. * Pero después de resucitar, iré delante de vosotros a Galilea. 3 Pedro le respondi6: -Aunque todos fallen por causa tuya, yo no fallaré. * Jestis le dijo: ~Te aseguro que esta misma noche, antes de que el gallo cante, me habrds negado tres veces. 35 Pedro le replicé: Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. Y lo mismo dijeron todos los discfpulos. 3 Entonces fue Jestis con ellos a un huerto llamado Getse- mani y les dijo: —Sentaos aqui mientras voy a orar un poco mas alla. *’ Llevé consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo; co- menz6 a sentir tristeza y angustia, * y les dijo: Siento una tristeza mortal; quedaos aqui y velad conmigo. »° Después, avanzando un poco mas, cayé rostro en tierra y estuvo orando asf: Padre mfo, si es posible, que pase de mf esta copa de amargura; pero no sea como yo quiero, sino como quieres tu. * Volvié donde estaban los discfpulos y los encontré dor- midos. Entonces dijo a Pedro: 46 Pasion de Jesucristo segiin Mateo -¢Con que no habéis podido estar en vela conmigo ni si- quiera una hora? “' Velad y orad, para que podais hacer fren- te a la prueba; que el espiritu esta bien dispuesto, pero la car- ne es débil. * Por segunda vez se alejé y volvié a orar asi: —Padre mifo, si no es posible que pase sin que yo la beba, hagase tu voluntad. 8 Regres6 y volvié a encontrarlos dormidos, pues sus ojos estaban cargados. * Los dejé y volvid a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. * Entonces volvié donde estaban los disci- pulos y les dijo: -¢Todavia estais durmiendo y descansando? Ha llegado la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. “ Levantaos, vamos. Ya esta aqui el que me va a entregar. * An estaba hablando cuando llegé Judas, uno de los Doce, y con él un gran tropel de gente con espadas y palos, en- viados por los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pue- blo. “ El traidor les habia dado esta sefial: «Al que yo bese, ése es; prendedlo». “ Nada mas llegar, se acercé a Jesus y le dijo: -jHola, maestro! Y lo besé. % Jesus le dijo: -Amigo, haz lo que has venido a hacer. Entonces, se adelantaron, echaron mano a Jest y lo pren- dieron. 5! Uno de los que estaban con Jestis sacé su espada y, dan- do un golpe al criado del sumo sacerdote, le corté una oreja. 2 Jestis le dijo: ~Guarda tu espada, que todos los que empufian la espada perecerdn a espada. * ¢O crees que no puedo acudir a mi Padre, que pondria a mi disposicién enseguida mas de doce legiones de Angeles? * Pero ¢c6mo se cumplirfan las Escrituras, segin las cuales tiene que suceder asi? * Luego se dirigié a la gente y dijo: -Habéis salido a prenderme con espadas y palos como si fuera un bandido. A diario he estado ensefiando en el templo, y no me apresasteis. * Pero todo esto ha ocurrido para que se cumpla lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discipulos lo abandonaron y huyeron. Getsemant 47 LECTIO Como preludio a la escena de Getsemanf, Mateo nos presenta unas palabras de Jestis -en los wv. 30-35- que contienen uno de los temas conductores de todo el rela- to de la Pasion. Al final de la cena pascual (v. 30), Jests anuncia la préxima traicién de los discfpulos mediante la cita de un pasaje del profeta Zacarias (Zac 13,7), un texto al que Jestis afiade una alusién explicita a su resu- rrecci6n. Segin el estilo propio de Mateo, toda la obra de Jestis queda colocada asi bajo el signo del cumpli- miento de las Escrituras. La Pasidn no coge a Jestis des- prevenido; le sale al encuentro con plena conciencia, a través de la acogida del designio de Dios. El facil entu- siasmo de Pedro, por el contrario, resultar4 pronto una pretensi6n pasajera. Los wv. 36-46 constituyen el corazén de la escena de Getsemani: Jestis en oracién, contrapuesto a los discipu- los adormecidos. Mateo pone de relieve la angustia de Jesus, aunque sin insistir demasiado en ella (cosa que si hacen, en cambio, Marcos y Lucas), y subraya su deseo de huir de la Pasién, aunque recuerda al mismo tiempo su total disponibilidad a cumplir la voluntad de Dios y la profundidad de su oracién. En la descripcién de la llegada de Judas (wv. 47-50), acompafiado por la muchedumbre de los que han veni- do a arrestar a Jestis, Mateo introduce un segundo eco del Antiguo Testamento; el beso de Judas y la designa- cién «amigo», usada por Jesus, recuerdan, en efecto, el texto del Sal 55,13-14.21ss. Asistimos de nuevo, también en el corazén de la traicién, al cumplimiento del pro- yecto de Dios anunciado por las Escrituras. La escena de Getseman{ se cierra con un episodio bien conocido de los otros evangelistas -el corte de la oreja con la espada por parte de Pedro-, al que, sin em- bargo, Mateo afiade algunos detalles particulares que 48 Pasion de Jesucristo segtin Mateo faltan en los otros evangelios. De momento (v. 51), Ma- teo no dice el nombre del discfpulo que sacé la espada: ctal vez porque no merezca ser recordado? Por otra par- te (vv. 52-54), refiere unas bellas palabras de Jestis con- tra la violencia; Jestis pone en guardia sobre las conse- cuencias de cualquier acto de violencia en perjuicio de quien la ejerce. Mateo presenta a Jestis como el profeta desarmado, al que el mismo Dios se niega a defender con la fuerza; el recuerdo de las «legiones» nos sittia en el triste contexto de la dominacién romana. Por ultimo, Mateo vuelve por dos veces consecutivas (vv. 54-56) so- bre un tema ya visto: el cumplimiento de las Escrituras. Sin embargo, en el momento en que Jestis cumple el de- signio de Dios, lo abandonan sus mismos discfpulos. MEDITATIO Vemos a Jestis triste, angustiado, solo, con su carga de dolor que sus amigos no consiguen llevar con él. Nos sentimos sobrecargados con nuestras tristezas, con las angustias que nos empafian la mirada, que paralizan nuestros movimientos, nuestros suefios, nuestro deseo de vivir... Vemos a Jestis orar en distintas ocasiones a su Padre y nuestro Padre, y que invita a hacerlo también a sus discfpulos. Como ellos, tal vez también nosotros ha- gamos otra cosa. Experimentamos rabia contra Dios, que, segiin nuestra experiencia, ha parecido sordo de- masiadas veces a nuestros gritos de ayuda... O bien le ignoramos desde que, precisamente en el dolor, decidi- mos no querer tener nada que ver con él. Jestis realiza en Getsemani algo decisivo, y se trata de unas palabras de esperanza para nosotros: no hay que huir de la angustia, ni siquiera escondiéndola con algu- na forma de alienaci6n barata; es posible vivirla en co- munion con Dios. Ese Dios que nunca cesa de ser el Pa- dre: esta comunién es la respuesta a la oracién —a la de Getsemani 49 Jestis y a la nuestra— que nos proporciona la fuerza ne- cesaria para hacer frente a las pesadas situaciones de la vida provocadas por los hombres (jy no por Dios!). La oraci6n, cuando es auténtica, no anestesia el sufrimien- to, sino que nos hace descubrir que el Padre esta pre- sente: bueno, paciente, fiel. Con él también nos es posi- ble a nosotros atravesar los cenagales de la tristeza, no juzgar a los amigos que nos abandonan, incluso abrazar al traidor y devolver el bien a quien nos hace el mal. cNo sera nuestro mundo un gran Getsemanj en el que la verdad y el amor luchan contra la mentira y la mez- quindad interesada, que parecen adquirir la suprema- cia? Todos estamos invitados a no huir de este «hoy», a quedarnos con Jestis: con la confianza cierta de que el Padre no quiere otra cosa que la salvacién de cada criatura que se conffe, tal como es, a su infinita mise- ricordia. ORATIO Creo [oh Jestis] que si ante la Pasién pediste que pa- sara de ti el cliz, no fue porque no quisieras la Pasién ~por la que habfas venido precisamente, y sin la cual no habria sido salvado el género humano-, sino por otra razon. A saber: no quisiste que nadie pensara que tu, verdadero hombre, no sentiste la amarga Pasidn, por- que eres uno en la naturaleza con Dios. Por eso, con pa- labras de suiplica pediste que pasara de ti el caliz, y por dos y tres veces sefialaste -a quien lo hubiera dudado- la suma pena fisica de tu Pasion. Y asf, con la doctrina y con el ejemplo nos ensefiaste a tus seguidores cémo ante la inminencia de los peligros (aunque vengan por nuestro bien) se puede y se debe orar mas de lo que acostumbramos, para que Dios se digne alejar de noso- tros los flagelos de su ira. Y si, no obstante, no pueden ser alejados, que el ejemplo de tu Pasién nos ayude a so- 50 Pasion de Jesucristo segtin Mateo portarlos virilmente con gratitud, con paciencia, con perseverancia (San Buenaventura, «La vita mistica», en id., Opuscoli mistici, Milan 1956, p. 293, passim [edi- ci6n espafiola: Obras de san Buenaventura, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1963-1972]). CONTEMPLATIO [El Hijo de Dios y Hombre Jesucristo] nos advirtié que ordsemos cuando dijo a sus discipulos: «Velad y orad para no caer en tentacién». Y amandonos verdade- ramente y de corazén, para que no nos quedara ningu- na excusa para esta bendita oracién, el mismo Jesus quiso orar a fin de que, atraidos por su ejemplo, lo ama- ramos nosotros sobre todas las cosas. Dice, en efecto, el evangelista: «Oraba mds intensamente, y le entré un su- dor que chorreaba hasta el suelo, como si fueran gotas de sangre». Pon este espejo delante de tus ojos y esfuérzate con todas tus fuerzas por obtener algo de esta oracién, que él or6 por ti y no por si mismo. Oré atin cuando dijo: «Padre mio, si es posible, que pase de mi esta copa de amargura, pero no sea como yo quiero, sino como quieres tui». Fijate c6mo Cristo somete su voluntad a Ja divina, y obra ti siguiendo ese ejemplo (Angela da Foligno, L'autobiografia e gli scritti, Citta di Castello 1932, p. 263, passim). ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Padre mto, si es posible, que pase de mi esta copa de amargura, pero no sea como yo quiero, sino como quie- res ti» (Mt 26,39). Getsemani 51 PARA LA LECTURA ESPIRITUAL Jests pide al Padre que pase de él este céliz, y el Padre es- cucha la oracién del Hijo. El céliz del sufrimiento pasard de él, pero dnicamente bebiéndolo. Cuando Jesis se arrodilla por se- gunda vez en Getsemani, sabe que el sufrimiento pasaré en la medida en que lo sufra. Sélo cargando con él venceré al sufri- miento, triunfard de él. Su cruz es su triunfo. El sufrimiento es lejania de Dios. Por eso, quien se encuentra en comunién con Dios no puede sufrir. Jesés ha afirmado esta frase del Antiguo Testamento. Precisamente por esto toma sobre si el sufrimiento del mundo entero y, al hacerlo, triunfa de él. Carga con toda la lejania de Dios. El céliz pasa porque él lo bebe. Jestis quiere vencer al sufrimiento del mundo, para ello necesita saborearlo por completo. Asi, ciertamente, ‘el sufrimien: to sigue siendo lejania de Dios, pero en la comunién del sufri- miento de Jesucristo el sufrimiento triunfa del sufrimiento y se otorga la comunién con Dios precisamente en el dolor. Las cosas no deben suceder segiin tu razén, sino por encima de tu razén; sumérgete en la sinrazén y yo te daré mi razén. La sinraz6n es la razén verdadera; no saber adénde vas es, real- mente, saber adénde vas. Mi razén te volveré perfectamente irrazonable. Asi fue como abandoné Abrahan su patria, sin sa- ber donde iba. Se entregd a mi saber abandonando su propio saber, siguié el verdadero camino para llegar al fin verdadero. Mira, éste es el camino de la cruz; t0 no puedes encontrarlo, es preciso que yo te guie como a un ciego; por eso, no eres tu, ni un hombre, ni una criatura, quien te ensefiaré el camino que de- bes seguir; seré yo, yo mismo, con mi Espiritu y mi palabra. Este camino no es el de las obras que te has escogido, ni el sufri- miento que te has imaginado; es el sufrimiento que yo te indico contra tu eleccién, contra tus pensamientos y deseos. Marcha por él, yo te llamo. Sé discipulo, porque ha llegado el tiempo y tu maestro se acerca (Lutero) (D. Bonhoeffer, El precio de la gracia. El seguimiento, Sigueme, Salamanca *1999, pp. 55-56, passim). 4 El proceso judio (Mt 26,57-75) 57 Los que apresaron a Jestis lo condujeron a casa del sumo sacerdote Caifés, donde estaban reunidos los maestros de la ley y los ancianos. * Pedro lo siguié de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote; entré y se senté con los criados para ver en qué paraba la cosa. ® Los jefes de los sacerdotes y todo el sanedrin buscaban una acusacién falsa contra Jestis para con- denarlo a muerte. ® Pero no la encontraron, a pesar de que se presentaron muchos testigos falsos. Al fin comparecieron dos, * que declararon: Este ha dicho: «Puedo derribar el templo de Dios, y re- construirlo en tres dias». * El sumo sacerdote se levants y le dijo: —¢No respondes nada contra esta acusaci6n? ® Pero Jestis callaba, El sumo sacerdote le dijo: ~Te conjuro por Dios vivo; dinos si tt eres el Mesfas, el Hijo de Dios. * Jesus le respondié: -Tt lo has dicho; y ademés os digo que veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Todopoderoso, y que viene sobre las nubes del cielo. * Entonces el sumo sacerdote rasg6 sus vestiduras y dijo: ~jHa blasfemado! ¢Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabiis de ofr la blasfemia. “ ¢Qué os parece? Ellos respondieron: -Es reo de muerte. © Entonces se pusieron a escupirle en la cara y a darle bo- fetadas; otros lo golpeaban, “ diciendo: 54 Pasion de Jesucristo segtin Mateo —Mesfas, profetiza quién te ha golpeado. * Pedro estaba afuera, sentado en el patio. Se le acercé una criada y le dijo: -Tu también estabas con Jesus, el Galileo. ™ Pero él lo negé ante todos, diciendo: -No sé de qué me hablas. ™ Salié después al portal, lo vio otra criada y dijo a los que habia alli: Este andaba con Jestis de Nazaret. 7 Y por segunda vez negé con juramento: -Yo no conozco a ese hombre. ® Poco después se acercaron a Pedro los que estaban alli y Je dijeron: -No hay duda de que tt eres uno de ellos; se te nota el acento. ™ Entonces él se puso a echar imprecaciones y a jurar: -jNo conozco a ese hombre! Inmediatamente canté un gallo. Pedro recordé lo que Jestis le habia dicho: «Antes de que cante el gallo, me habras negado tres veces», Y saliendo afuera, lloré amargamente. LECTIO En esta escena, Mateo sigue de cerca, introduciendo poquisimas diferencias, el texto de Marcos. Los versicu- los iniciales de la pericopa (vv. 57ss) tienen la finalidad de preparar la narraci6n del proceso judfo, pero, sobre todo, el recuerdo de la traicién de Pedro. El lector se pregunta, en efecto, al ofr que se le nombra, cual sera su reaccién. En el corazén de la escena no se encuentra tanto el falso testimonio emitido contra Jesus (vv. 59-62), al que responde con un silencio total, como la solemne procla- macion del v. 64 en respuesta a la abierta pregunta del sumo sacerdote. En la respuesta de Jestis, Mateo alude de manera explicita al texto de Dn 7,13, en el que se anuncia la venida del «Hijo del hombre», un misterioso El proceso judio 55 personaje celestial, una figura mesidnica esperada para un futuro no mejor precisado. Jestis se identifica a si mis- mo con tal personaje, aunque, a través de una alusién ul- terior al texto del Sal 110,1, también con el Mesfas-Rey que esperaba Israel; un rey que, como ya hemos visto en la escena de Getseman{, no emplea la violencia y cuyo Reino es muy diferente al que muchos israelitas de aquellos tiempos —y entre ellos, tal vez, los mismos dis- cipulos— esperaban. El anuncio del v. 64 abre una di- mensi6n inesperada: Jesus, en el momento en que pare- ce derrotado, anuncia su venida para un futuro que ahora esta a punto de cumplirse. La reaccién escandalizada del sumo sacerdote (wy. 65ss) saca a la luz la dimension religiosa del proceso de Jestis, acusado de ponerse en el lugar del mismo Dios. La mencién de los golpes y de los ultrajes en el v. 67 re- cuerda el texto de Is 50,6, 0 sea, la figura del «siervo de Yahvé», otro personaje mesidnico con el que se identifi- ca Jestis. Seguin el estilo propio de Mateo, en Jesus se cumple el designio de Dios anunciado en las Escrituras; todo ello esta reforzado por la expresi6n literal emplea- da por el evangelista en el v. 68: «Mesias, profetiza quién te ha golpeado» (algunas Biblias traducen, de manera err6nea, «adivina»), aunque sin quererlo, sus persegui- dores le definen como profeta. Sin embargo, la escena del proceso judfo todavia no esta cerrada. El recuerdo de Pedro, que aparece en el v. 58, encuentra su continuacién natural en la breve es- cena conclusiva, dedicada a su triple negaci6n (wv. 69-75). Mateo, que en el capftulo 16 habfa insistido también en la fe de Pedro y en la tarea que le habfa confiado el Se- fior, no tiene miedo de mostrar sus limites. A pesar de sus pretensiones (cf. Mt 26,30-35), Pedro no es capaz de dar testimonio en el proceso emprendido contra su Se- fior; mds atin, se convierte en el primer negador. Su llan- to final le distingue de la reacci6n que poco después ten- dré el otro traidor, Judas (cf. Mt 27,3-10). 56 Pasion de Jesucristo segtin Mateo MEDITATIO Jestis fue rechazado por los jefes de los judios y ne- gado por Pedro. Los primeros no aceptan que la Palabra de Dios, venerada y proclamada por ellos, se realice de una manera tan imprevisible tanto para su fe ventajosa como para sus estructuras religiosas. El] discfpulo, tan préximo al Maestro durante su predicaci6n, no se atre- ve a asumir el riesgo de padecer la misma suerte. Hay también muchos que no dejan pasar la ocasién de decir cosas falsas sobre Jestis con tal de complacer a los poderosos. La verdad es abofeteada cuando nos acomodamos en una posicién tranquila, en la que ad- ministramos de una manera cémoda (e indolora) nues- tra relacion con Dios y con los otros, a los que conside- ramos a nuestro servicio. La verdad es ofendida cuando el miedo se apodera de nuestro coraz6n y nos sentimos muy pequefios, rodeados por gente hostil; intentando sal- var nuestro pellejo, acabamos por vender nuestros senti- mientos mas importantes y profundos. La verdad queda despedazada cuando nos plegamos a las prepotencias de los mds fuertes y derogamos nuestro propio juicio, sin preocuparnos por formarnos una conciencia recta. Esto sigue sucediendo todavia hoy tanto en el mundo politico como en la comunidad de los creyentes; tanto en las re- laciones internacionales como en las relaciones interper- sonales. Al leer esta pagina evangélica, ¢quién no se re- conoce en alguno de los personajes que se agitan en torno a Jesus, y hablan y hablan mientras é1 calla? E] Sefior, la Verdad encarnada, declara de una mane- ra inequfvoca que es el Hijo de Dios, el Salvador. El es el unico punto de referencia del corazén del hombre, porque sdlo sus palabras son verdaderas, y quien las acoge realiza la verdad en su interior: el miedo se des- hace, se dilata la respiracién. Ojal4 nos suceda también a nosotros como a Pedro, que encontremos el coraje de El proceso judto 57 llorar nuestras mezquindades, las bajezas con las que nos hacemos transparentes. Si nos atrevemos a recono- cer nuestras mentiras, «la misericordia y la verdad se en- contrardn» (cf. Sal 84) también en nuestra existencia y le infundirdn un renovado impulso de amor. ORATIO ¢Qué es mas grande que Dios y més miserable que el pecador? Sin embargo, quisiste ser cubierto de salivazos y escarnios. Dios mio, ¢cémo toleraste cosas tan viles por tu criatura, a la que habrias podido aniquilar en un ins- tante? A quien te llamaba endemoniado le respondias con una gran benevolencia. Oh suma manifestaci6n de tu caridad: jpor nosotros escuchaste tales cosas de parte de los endemoniados! ¢Qué gran solicitud por nosotros te exponfa a todo oprobio? Fue tu gran amor el que quiso soportar tranquilamente todo esto (Giacomo da Milano, «Il pungolo dell’amore», en I mistici, Asis 1995, p. 864). CONTEMPLATIO Arrestado el pastor, se dispersaron las ovejas. Apresa- do el Maestro, huyeron los discipulos. Sin embargo, Pe- dro, como el mas fiel, le siguid, de lejos, hasta el atrio del principe de los sacerdotes. A la pregunta de la cria- da, negé con juramento y repitié por tercera vez que no conocia a Jestis. jCant6 el gallo! Pero el buen Maestro hirio al discfpulo predilecto con una mirada de conmi- seracion y de gracia. Pedro comprendié y, saliendo fue- ra, lloré amargamente. Oh tt, seas quien seas, que, a la voz de la molesta criada ~entiendo tu carne- negaste de una manera pro- caz, con la voluntad o con los hechos, a Cristo apasio- 58 Pasion de Jesucristo segiin Mateo nado por ti, al recordar la Pasién del Maestro amadisi- mo sal fuera con Pedro. Llora con una gran amargura, a fin de conseguir que te lance una mirada aquel que mir6 a Pedro cuando derramaba lagrimas. Sea doble tu pesar; uno de contricién por ti, el otro de compasién por Cristo. Que te embriague el mal sabor del ajenjo: y asi, purgado con Pedro del reato de la culpa, podras —asi te lo deseo- ser colmado con Pedro del.espiritu de san- tidad (san Buenaventura, «Il legno di vita», en id., Opuscoli mistici, Milan 1956, pp. 102ss [edicién espafio- la: Obras de san Buenaventura, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1963-1972)). ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Tt eres el Cristo, el Hijo de Dios» (cf. Mt 26,63). PARA LA LECTURA ESPIRITUAL El lugar de la accién es Sevilla; la época, la de la Inguisicion, la de los cotidianos soberbios autos de fe, de terribles heresiar- cas, ad majorem Dei gloriam. No se trata de la venida prometida para la consumacién de los siglos, de la aparicién sdbita de Cristo en todo el brillo de su gloria y su divinidad, «como un relampago que brilla del ocaso al oriente». No, hoy sdlo ha querido hacerles a sus hijos una vi- sita, y ha escogido el lugar y la hora en que !lamean las hogue- ras. Ha vuelto a tomar la forma humana que revistié, hace quin- ce siglos, por espacio de treinta afios. Aparece entre las cenizas de las hogueras, donde la vispera, el cardenal gran inquisidor, en presencia del rey, los magnates, los caballeros, los altos dignatarios de la Iglesia, las mas encan- tadoras damas de la corte, el pueblo en masa, quemé a cien he- rejes. Cristo avanza hacia la multitud, callado, modesto, sin tra- tar de llamar la atencién, pero todos le reconocen. El proceso judio 59 El pueblo, impelido por un irresistible impulso, se agolpa a su so y le sigue. El, lento, con una sonrisa de piedad en los la- ios, continua avanzando. El amor abrasa su alma; de sus ojos fluyen la Luz, la Ciencia, la Fuerza, en rayos ardientes que infor man de amor a los hombres. E! les tiende los brazos, les bendice. De él, de sus ropas, emana una virtud curativa. Un viejo, ciego de nacimiento, sale a su encuentro y grita: «|Sefior, cGrame para que pueda verte!». Una escama se desprende de sus ojos, y ve. El pueblo derrama lagrimas de alegria y besa la tierra que él pisa. Los nifios tiran flores a sus pies y cantan Hosanna, y el pueblo ex- clama: «jEs él! jTiene que ser él! jNo puede ser otro que éll». Cristo se detiene en el atrio de la catedral. Se oyen lamentos; unos jévenes llevan en hombros un pequefio ataid blanco, abier- to, en el que reposa, sobre flores, el cuerpo de una nifia de die- cisiete afios, hija de un personaje de la ciudad. -jEI resucitaré a tu hija! —le grita el pueblo a la desconsola- da madre. El sacerdote que ha salido a recibir el ataéd mira, con asom- bro, al desconocido y frunce el cefio. Pero la madre profiere: —{Si eres tU, resucita a mi hija! Y se postra ante él. Se detiene el cortejo, los jévenes dejan el atadd sobre las losas. El lo contempla, compasivo, y de nuevo pronuncia el Talipha kumi («Levantate, muchacha»). La muerta se incorpora, abre los ojos, sonrie, mira sorpren- dida en torno a ella, sin soltar el ramo de rosas blancas que su madre habia colocado entre sus manos. El pueblo, lleno de es- tupor, clama, llora. En el mismo momento en que se detiene el cortejo, aparece en la plaza el cardenal gran inquisidor. Es un viejo de noventa afios, alto, erguido, de una ascética delgadez. En sus ojos hun- didos fulgura una llama que los afios no han apagado. Ahora no luce los aparatosos ropajes de la vispera; el magnifico traje con que asistié a la cremacién de los enemigos de la Iglesia ha sido reemplazado por un tosco habito de fraile. Sus siniestros colaboradores y los esbirros del Santo Oficio le siguen a respetuosa distancia. El cortejo funebre detenido y la muchedumbre agolpada ante la catedral le inquietan, y espia 60 Pasion de Jesucristo segrin Mateo desde lejos. Lo ve todo: el atatd a los pies del desconocido, la resurreccién de la muerta... Sus espesas cejas blancas se frun- cen, se aviva, fatidico, el brillo de sus ojos. ~jPrendedle! -les ordena a sus esbirros, sefialando a Cristo. Y es tal su poder, tal la medrosa sumisién del pueblo ante él, que la multitud se aparta, al punto, silenciosa, y los esbirros prenden a Cristo y se lo llevan. Como un solo hombre, el pueblo se inclina al paso del anciano y recibe su bendicién. Los esbirros conducen al preso a la carcel del Santo Oficio y le encierran en una angosta y oscura celda. Muere el dia, y una noche de luna, una noche espafiola, ca- lida y olorosa a limoneros y laureles, le sucede. De pronto, en las tinieblas, se abre la férrea puerta del cala- bozo y penetra el gran inquisidor en persona solo, alumbran- dose con una linterna. La puerta se cierra tras él. El anciano se detiene a pocos pasos del umbral y, sin hablar palabra, con- templa, durante cerca de dos minutos, al preso. Luego, avanza lentamente, deja la linterna sobre la mesa y pregunta: —gEres tu, en efecto? Pero, sin esperar la respuesta, prosigue: -No hables, calla. Qué podrias decirme? Demasiado lo sé. No tienes derecho a afiadir ni una sola palabra a lo que ya di- jiste. Por qué has venido a molestarnos?... Bien sabes que tu ve- nida es inoportuna. Mas yo te aseguro que mafiana mismo... No quiero saber si eres él 0 sélo su apariencia; seas quien seas, ma- fiana te condenaré; perecerds en la hoguera como el peor de los herejes. Veras cémo ese mismo pueblo que esta tarde te besaba los pies, se apresura, a una sefial mia, a echar lefia al fuego. Quizé nada de esto te sorprenda... Y el anciano, mudo y pensativo, sigue mirando al preso, ace- chando la expresién de su rostro, serena y suave (Fedor Dos- toievski, Los hermanos Karamazov, http://www.ciudadseva.com/ textos/novela/graninqu.htm). 5 E] fin de Judas (Mt 27,1-10) ' Cuando se hizo de dfa, todos los jefes de los sacerdotes y Jos ancianos del pueblo tomaron la decisién de matar a Jesus. 2 Lo llevaron atado y se lo entregaron a Pilato, el gobernador. 3 Mientras tanto, Judas, el traidor, al ver que lo habfan con- denado, se arrepintié y devolvio las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y los ancianos ‘ diciendo: —He pecado entregando a un inocente. Ellos replicaron: -¢A nosotros qué? Alla tu. 5 1 arrojé en el templo las monedas, se marché y se ahorcé. * Los jefes de los sacerdotes tomaron las monedas y dijeron: -No se pueden echar en el tesoro del templo, porque son precio de sangre. 7 y después de deliberar, compraron con ellas el campo del alfarero para sepultura de los forasteros. * Por eso, aquel cam- po se llama hasta hoy «Campo de sangre». ° As{ se cumplié lo anunciado por el profeta Jeremias: Tomaron las treinta monedas de plata, precio de aquel que fue tasado por los hijos de Israel, '° y compraron el campo del alfarero, segvin lo que me mando el Sefior. LECTIO Jestis, arrestado durante la noche, procesado y juzga- do reo de muerte por las autoridades religiosas (cf. Mt 62 Pasion de Jesucristo segiin Mateo 26,47-66), fue entregado por éstas al alba a la autoridad politica (v. 2), que era la unica que tenia la facultad de crucificar al condenado. Ese fue el resultado de la nueva reunién del sanedrin (v. 1), convencido de que el infa- mante suplicio de la crucifixién infligido por los roma- nos —paganos y extranjeros— supondria un duro golpe contra los seguidores de Jestis. En caso contrario, éstos habrfan podido gloriarse de la lapidacién de su Maestro por sus correligionarios incrédulos. En este punto interrumpe Mateo la narracién del proceso de Jestis para continuar el epilogo de la vida de Judas (vv. 3-10), que viene a constituir una bisagra en- tre el proceso religioso (cf. Mt 26,57-68) y el politico (cf. Mt 27,11-26). Mateo es el nico evangelista que cuenta el arrepentimiento del apéstol traidor (v. 3a), que mani- fiesta la conciencia de la inocencia de Jestis («entregan- do a un inocente»: v. 4b) y de la gravedad de su accién («He pecado»: v. 4a). De ahi procede la decisién de resti- tuir el dinero recibido de los sumos sacerdotes como compensacién de la parte determinante que tuvo en el arresto del Nazareno (v. 3b). El arrepentimiento no va seguido de la conversién como en el caso de Pedro (cf. Mt 26,74ss)-, sino de la desesperacién, agudizada por la reaccién de los sacer- dotes, indiferentes a su drama. El gesto de deshacerse del dinero echdndolo en el cepillo de las ofrendas del templo y el suicidio por ahorcamiento (v. 5) marcan las secuencias conclusivas de la vida de Judas en el relato de Mateo. A diferencia del autor de los Hechos de los apéstoles (cf. Hch 1,16-20), el evangelista presenta la figura del traidor como la del amigo infiel (cf. Mt 26,50), recalcando el precedente veterotestamentario de Aji- tofel, que, después de traicionar a David, se ahorca (cf. 2 Sm 17,23). La preocupacién de los sacerdotes por la pureza del tesoro del templo, que hubiera sido contaminada por el El fin de Judas 63 dinero echado por Judas, revela de una manera indirec- ta su conciencia de que es fruto de un mercadeo impio (v. 6). La decisién de utilizarlo para adquirir el «campo del alfarero» ofrece la explicacién del nombre atribuido al cementerio donde eran sepultados los extranjeros (v. 7ss; cf. Hch 1,19b); la sangre de la que se habla aqui es la de Jestis en la versi6n de Mateo, y la de Judas segiin los Hechos de los apéstoles. En conformidad con la visién teolégica de Mateo, que capta en el desarrollo de la vida de Jestis el cumpli- miento del designio de Dios anunciado en las Escritu- ras, en los vv. 9ss aparece la ultima de las citas del Anti- guo Testamento con que el evangelista comenta lo que est4 narrando. El pasaje de la profecia de Zacarias (11,12ss), combinado con referencias, unas veces expli- citas y otras alusivas, a la vida de Jeremias (18,2ss; 32,6-15), nos ofrece una clave de lectura precisa de lo que sucede: Jestis es el justo traicionado y vendido. MEDITATIO La experiencia del pecado nos resulta familiar y a me- nudo cotidiana cada vez que nos consideramos como unicos 4rbitros de la vida y recorremos caminos aut6- nomos respecto a los de Dios, conocidos por las Escri- turas o intuidos en lo intimo de la conciencia. No sabemos lo que pasé en Judas para que optara por hacer arrestar a Jestis; inicamente podemos suponerlo por lo que nos cuentan los evangelios. Pero es que, a ve- ces, ni siquiera sabemos lo que pasa dentro de nosotros cuando optamos por el desamor y el egofsmo... La his- toria de Judas nos muestra que reconocer que nos he- mos equivocado es un gesto importante, de auténtica humanidad. Sin embargo, no es suficiente para reem- prender el camino con soltura: es preciso creer que es 64 Pasion de Jesucristo segtin Mateo posible un futuro diferente, que el error cometido -sea cual sea— no permanece como una marca indeleble so- bre la piel, ni como un lastre que debamos seguir arras- trando para el resto de nuestros dias. Nos es posible cambiar en todas las estaciones de la vida. Y es posible ser perdonados. Judas no se dio cuenta, o no lo creyé. Los sacerdotes del templo no se preocuparon de darle un signo de ello; no entraba en sus intereses. La mirada de Jesus, que de- rritié a Pedro en el llanto liberador del arrepentimiento y le abrié a la esperanza y a la confianza, no habria fal- tado ni a Judas ni a los sacerdotes. éY yo?, gen quién me reconozco? Es posible que en alguna ocasién haya vivido la experiencia lancinante del remordimiento, sé lo que pesan los sentimientos de cul- pa... Al reconocer mis errores, me he desvivido por bus- car una rendija de luz mientras a mi alrededor no veia mas que oscuridad... Otras veces me he encerrado en mis ocupaciones, en proyectos que debo perseguir a toda costa, hasta el punto de no preocuparme de lo que estaban viviendo los que estaban a mi lado; no he sido capaz de ofr su grito pidiendo ayuda. Tal vez ni siquie- ra pensé que, de algtin modo, yo podia ser corresponsa- ble de su dolor. La Palabra de Dios me invita, una vez mAs, a no en- cerrarme en la desolacién, sino a abrirme a la esperan- za, sea cual sea la situacién en que viva. Jestis amé y ama a cada persona; me amo y me ama, y vale la pena que me detenga un momento a recordar los momentos en que he tenido una clara percepcién de su amor. Si, es posible ser perdonados: Jestis esta dispuesto a perdo- narme incluso antes de declararme arrepentido. jSi, es posible volver a empezar! Ahora puedo convertir mi vida y, parad6éjicamente, también mis errores en canto al amor misericordioso de Dios. El fin de Judas 65 ORATIO jQué grande fue, oh Jestis, tu pena por la ingratitud de Judas! Tt le habias elegido para formar parte del grupo de tus apéstoles, le habias perdonado todos sus pecados, le habias hecho obrador de milagros, dispen- sador de los bienes de la familia apostélica. jCudnto te amarg6 la ceguera y dureza de su corazén! Meditando tus palabras, considerando tus gestos, in- tento intuir lo que pudiste haber experimentado por Ju- das, tu apéstol, y casi me parece escuchar tu lamento apesadumbrado: «Oh Judas, ¢qué te hice para que me traicionaras? Oh Judas, desventurado discfpulo, éste es el ultimo signo de amor; ¢por qué te alejas asi de tu pa- dre y maestro? Oh discipulo ingrato, yo te beso los pies con tanto amor ¢y tt me besas la boca con vil traicién? jQué intercambio! Lloro tu perdicién, caro y dilecto hijo, no mi pasién y muerte, pues para ello vine a este mundo (Camilla Battista da Varano, J dolori mentali di Gest nella sua passione, Milan 1985, pp. 42ss). CONTEMPLATIO Oh Judas, quieres vender a Dios, al Hijo de Dios, como un esclavo sin valor, como un «perro muerto», ya que preguntas no a tu voluntad, sino a la de los com- pradores. «¢Qué me dais si os lo entrego?». ¢Y qué pueden darte? Si te hubieran dado Jerusalén, la Galilea y la Sa- maria, ¢acaso podrias comprar a Jestis? [...]. Dime: cen qué te ha ofendido, qué mal te ha hecho, para que digas: «Y yo os lo entregaré»? ¢Dénde estan la in- comparable humildad del Hijo de Dios y su voluntaria pobreza? ¢Dénde esta su dulzura y su afabilidad? ;Dén- de esté su humanisima predicacién y dénde los mila- gros obrados por él? ¢Dénde estan sus lagrimas piado- 66 Pasion de Jesucristo segtin Mateo sas derramadas por Jerusalén y por la muerte de Laza- ro? ¢Dénde esta el privilegio por el cual te eligid como apostol y te hizo amigo y familiar suyo. No hubieran debido enternecer estos hechos y otros tu corazén y vol- ver a llamarlo a la piedad e impedirte decir: «Y yo os lo entregaré»? Por desgracia, cudntos Judas Iscariote —que se inter- preta «retribucién»— hay en nuestros dfas, que por la «retribucién» de alguna ventaja temporal venden la ver- dad, traicionan al prdjimo con el beso de la adulacién y de este modo se cuelgan del lazo de la condenacién eter- na (Antonio de Padua, I sermoni, Padua 1995, pp. 61ss [edicién espafiola: Sermones dominicales y festivos, Edi- torial Espigas y Azucenas, Murcia 1996]). ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Contra ti, contra ti solo pequé; hice lo que tu detestas. Pero tti amas la verdad en lo intimo del ser, en mi interior me enserias sabidurta» (Sal 51,6a.8). PARA LA LECTURA ESPIRITUAL Solo dos seres en el mundo han conocido el secreto de Judas: Cristo y el traidor. Sesenta generaciones de cristianos han fan- taseado en torno a 4l, pero el hombre de Ishkarioth, aunque haya hecho en la tierra una nube de discipulos, permanece ter- camente indescifrable. Es el Gnico misterio humano que se en- cuentra en los evangelios. Hasta los tltimos dias, hasta la dltima noche, Jesés no trata a Judas de una manera diferente a los otros. También a él, como a los Once, le da su cuerpo bajo la apariencia de pan, y su san- gre bajo la apariencia de vino También lavé y secé los pies de Judas -aquellos pies que le habian de llevar a la casa de Cai- Elfin de Judas 67 fas— con aquellas manos que debian ser clavadas, con la com- plicidad de Judas, al dia siguiente. Y cuando llega Judas, entre el resplandor de las espadas y el enrojecer de las linternas, bajo la negra sombra de los olivos, y besa —«con efusién», dice Ma- teo- la cara todavia empapada de sudor sanguineo, Jess no le rechaza, sino que le dice: «Amigo, gqué has venido a hacer?» Si Jesis no hubiera sido vendido, hubiera faltado algo a la ignominia de la expiacién; si lo hubieran pagado caro, con trescientos siclos en vez de treinta, con oro en vez de plata, la ignominia hubiera disminuido, poco, pero disminuido. Estaba previsto desde la eternidad que fuera comprado, pero compra- do con poco dinero, con tal de que el dinero entrara de todos modos, A fin de que el valor infinito resultara sobrenatural, pero comunicable, era necesario cambiarlo con un valor minimo, con un valor de metal que casi no tiene valor. sNo hacia él, el ven- dido, lo mismo, al querer recomprar con la sangre de uno solo la sangre derramada sobre la tierra desde Cain a Caifas? Cada uno de nosotros ha puesto su parte, una parte infinite- simal, para comprar a Judas esta victima inagotable. Todos he- mos contribuido a juntar la suma visible que costé la sangre del Liberador. El campo de Akeldama, que fue pagado con aquella moneda, el campo que fue comprado con el precio de la san- gre, es nuestra heredad, cosa nuestra. Y ese campo se agrandd misteriosamente, se dilaté hasta ocupar media faz de la tierra: ciudades enteras, ciudades populosas, adoquinadas, ilumina- das, barridas, ciudades de tiendas y burdeles, resplandecen en ese campo de norte a sur. Y para que el misterio sea cada vez mayor, también los dineros de Judas, multiplicados por las trai- ciones de tantos siglos, por todos los negocios cerrados y, ade- més, incrementados con los intereses, se han vuelto innumera- bles. Ahora -pueden atestiguarlo los contables, verdaderos ardspices de esta edad- no bastarian todos los recintos del tem- plo para contener las monedas generadas hasta el dia de hoy por aquellas treinta monedas que eché en él, en el delirio del re- mordimiento, el hombre que vendié a su Dios (G. Papini, Storia di Cristo, Florencia 1921, pp. 340-347, passim [edicién espa- fiola: Historia de Cristo, Fax, Madrid 197i). 6 El proceso romano (Mt 27,11-31) " Jesis comparecié ante el gobernador, y éste le pregunté: —¢Eres tu el rey de los judios? Jestis respondié: -Ta lo dices. ? Pero nada respondio a las acusaciones que le hacfan los jefes de los sacerdotes y los ancianos. Entonces Pilato le pre- gunté: -¢No oyes todo lo que dicen contra ti? 4 Pero él no le respondié, de suerte que el gobernador se qued6 muy extrafiado. '’ Por la fiesta, el gobernador solia conceder al pueblo la li- bertad de un preso, el que ellos quisieran. ' Tenfa entonces un preso famoso, llamado Barrabas. " As{ que, viéndolos reunidos, les pregunto Pilato: -¢A quién queréis que os suelte, a Barrabds o a Jesiis, el Ia- mado Mesfas? '® Pues se daba cuenta de que lo habian entregado por en- vidia. ” Estaba aun en el tribunal cuando su mujer le envié este mensaje: -No te metas con ese justo, porque esta noche he tenido pesadillas horribles por su causa. Los jefes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron a la gente para que pidiese la libertad de Barrabds y la muerte de Jesus. * El gobernador volvié a preguntarles: -¢A quién de los dos queréis que os suelte? 70 Pasién de Jesucristo segtin Mateo Respondieron ellos: A Barrabas. ” Pilato pregunté de nuevo: -cY qué hago entonces con Jestis, el llamado Mesias? Respondieron todos: -jCrucificalo! ® El les dijo: —Pues gqué mal ha hecho? Pero ellos gritaron mds fuerte: -jCrucificalo! 24 Viendo Pilato que no consegufa nada, sino que el alboro- to iba en aumento, tomé agua y se lavé las manos ante el pue- blo, diciendo: -No me hago responsable de esta muerte; alla vosotros. 5 Todo el pueblo respondio: -jNosotros y nuestros hijos nos hacemos responsables de esta muerte! 26 Entonces les solt6 a Barrabds; y a Jestis, después de azo- tarlo, se lo entregé para que fuera crucificado. 27 Los soldados del gobernador Ilevaron a Jests al pretorio y reunieron en torno a é] a toda la tropa. * Lo desnudaron y le echaron por encima un manto de color purpura; * trenza- ron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza, y una cafia en su mano derecha; luego se arrodillaban ante él y se burlaban, diciendo: Salve, rey de los judios! » Le escupfan, le quitaban la cafia y le golpeaban con ella en la cabeza. * Tras burlarse de él, le quitaron el manto, le pu- sieron sus ropas y lo llevaron para crucificarlo. LECTIO El relato del proceso romano comienza en realidad en Mt 27,1, pero Mateo interrumpe enseguida la narra- ci6n en el v. 2 para insertar el relato de la muerte de Ju- das (Mt 27,3-10). Sélo en el v. 11 vuelve el evangelista al tema que habfa dejado, describiendo la escena del en- cuentro de Jestis con el gobernador Poncio Pilato. El proceso romano 71 Como sucede asimismo en el texto paralelo de Marcos (cf. Mc 15,2-5), Mateo subraya el silencio casi total de Jesus y la consiguiente sorpresa del gobernador romano. En cuanto a su propuesta de liberar a Jestis, resultando elegido Barrabas, un famoso criminal, es preciso sefialar que, en arameo, Barrabas significa «hijo del padre». A este respecto recordemos que algunos antiguos cédices llaman a este personaje «Jestis Barrabds», agudizando de este modo la ironfa que hay detrds de la narracién: la mu- chedumbre prefiere a Jestis Barrabas, «hijo del padre», un bandido, antes que a Jestis, «hijo del hombre». EI v. 19 constituye un subrayado propio de Mateo: el episodio de la mujer de Pilato sirve para mostrar la ino- cencia de Jestis. La mujer de Pilato recibe una revela- cién divina en suefios, lo mismo que al comienzo del evangelio (Mt 1-2) les habia sucedido a José y a los ma- gos. Los vv. 24ss van en la misma linea que el v. 19; tam- bién son caracterfsticos de Mateo: asimismo, en este caso se pretende mostrar con claridad la inocencia de Jestis. A Pilato se le presenta aqui como un personaje débil y mezquino, diferente al que fue realmente y conocemos por las fuentes histéricas: un hombre duro, sediento de poder y dispuesto a realizar cualquier accién posible contra el pueblo judfo. Mateo parece hacer recaer la to- talidad de la culpa de la muerte de Jestis sobre la totali- dad del pueblo judfo. En realidad, la polémica de Mateo va dirigida contra las autoridades judias del tiempo y refleja el desencuentro existente entre el judafsmo y las nacientes comunidades cristianas. El proceso romano, trazado por Mateo con una ex- trema brevedad, concluye, en los wv. 27-31, con la des- cripcién de los ultrajes y de las torturas sufridas por Je- stis, como era usual con los condenados a la crucifixién. Mateo, siguiendo aqui el ejemplo de Marcos, no afiade ni una sola palabra de comentario, dejando al lector frente a una escena brutal: el «rey de los judios» parece ahora definitivamente derrotado. 72 Pasion de Jesucristo segiin Mateo MEDITATIO El relato del interrogatorio de Jestis por parte de Pi- lato y su desarrollo hasta la entrega del Sefior a fin de que fuera crucificado muestran a qué conduce el juicio preconcebido contra alguien. Jestis no fue conducido ante el gobernador romano para llegar a la verdad res- pecto a él, sino para que el poder constituido que este Ultimo representaba avalara lo que los jefes de los judfos ya habfan decidido. La verdad ha sido trastornada: el que es no sdlo rey de los judios, sino rey del universo, se ve tratado como un fantoche con el que se representa una grotesca y ultrajante parodia real. Jesus habfa afirmado que consideraba como hecho a él lo que se hiciera a cualquier persona, especialmente si estaba en condiciones de debilidad. Vemos que en muchas partes del mundo contintian los procesos-bur- Ja, donde se conculcan los mas elementales derechos a los pobres. No se duda en condenar o en dejar condenar aun inocente a fin de cubrir la responsabilidad de nom- bres «excelentes». Quien est4 desarmado -porque no tiene dinero, no tiene amistades que cuentan, no es «es- pabilado»— puede ser hecho impunemente objeto de vi- tuperio, directamente o por medio de la prensa. Todo ello con el beneplacito de quien no quiere comprome- terse con una «causa perdida». Impresiona lo facil que resulta, hoy como ayer, manipular a las muchedumbres, arrastrarlas a nuestro propio terreno, con una euforia acritica que aplasta la capacidad de decidir de una ma- nera aut6noma. Y asi, por voluntad del pueblo, se crucifica al Hijo de Dios. Y, siempre por voluntad del pueblo y por su bien, se lapida a mujeres, se encierra en prisiones insanas a los adversarios politicos, se acuesta en camillas para la inyecci6n letal a disminuidos mentales, se abandona al hambre a poblaciones enteras, se bombardean paises El proceso romano 73 matando decenas de civiles inocentes. Todos somos res- ponsables de la sangre derramada. Nunca es tarde para comprometernos a dar nuestra contribucion a fin de que haya en el mundo un poco menos de injusticia y un poco mas de amor. ORATIO Los pontifices te condujeron maniatado [oh Jestis] ante Pilato, suplicando que fueras [quitado de en me- dio] con el suplicio de la cruz, a ti que, verdaderamen- te, estabas exento de todo pecado. Y tti, cual cordero ante el esquilador, permanecias ante el juez, manso y si- lencioso, mientras acusadores falsos e impios, con un ctimulo de delitos inventados, con aclamaciones tumul- tuosas, piden que el autor de la vida sea muerto, que el bandido homicida y revolucionario sea agraciado. Y prefieren el lobo al cordero, la muerte a la vida, la os- curidad a la luz. jImpios y locos al mismo tiempo! Oh dulce Jestis, ¢quién sera tan duro que sea capaz de oir con las orejas o de volver a pensar mentalmente aque- llos gritos tan duros: «;Quitalo de en medio! ;Crucificalo!» (Jn 19,15), sin gemir y sin protestar? (san Buenaventura, «Il legno di vita», en fd., Opuscoli mistici, Milan 1956, p. 104 [edicién espafiola: Obras de san Buenaventura, Bi- blioteca de Autores Cristianos, Madrid 1963-1972]). CONTEMPLATIO Margarita lloré con grandes gritos la Pasién de Cris- to diciendo en cada suplicio particular: «A esto te llevé el amor por nosotros, oh Sefior». Entonces oyé a Cristo, que le decia: «Hija, has dicho que fue el amor por voso- tros lo que me impuls6 a sufrir y que el celo por vues- 74 Pasion de Jesucristo segtin Mateo tras almas me llev6 a hacer lo que hice [...]. Grita, por tanto, hija mia, que fui encadenado, esquilado, velado el rostro y escarnecido precisamente por aquel pueblo al que habia liberado con poderoso poder de la servidum- bre de Egipto. Grita que muchos acudieron a verme su- frir no para unirse a mis penas, sino para complacerse reciprocamente de mis males. Grita que fui desnudado, flagelado, abofeteado, ensuciado por los salivazos de los impios. Recuerda todos los abusos de que fui objeto, la corona de espinas, los golpes con la cafia, la liberacién otorgada a un rebelde asesino como Barrabds, mientras que no quisieron tener piedad de su rey inocente, recibi- do poco antes y honrado con ramas de palma. Pero deseo que digas de cada una de las obras que me digné hacer que lo hice por mi amor a las almas» (Giun- ta Bevegnati, Leggenda della vita e dei miracoli di santa Margherita da Cortona, Vicenza 1978, pp. 88ss). ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Sin defensa ni justicia te llevaron, Sefior. Con tus lagas nos curaste» (cf. Is 53,8.5). PARA LA LECTURA ESPIRITUAL En esta escena, Elia se encuentra en medio del escenario, de- lante del publico. Rebecca y Sara han quitado una especie de toga, mejor una estola sacerdotal larga, de una custodia, y la ponen sobre los hombros de Elia. Le dan también un libro que el anciano abre a una sefial ahora conocida. Después entona un canto al que se unen todos. Acabado el canto, los jueces -ex- cepto Elia- vuelven a sus sitios en la mesa. Los testigos de la «troupe» se disponen en el mismo orden que en el primer acto, aunque de una manera més reposada. El proceso romano 75 Eua: Respetables oyentes (inclina levemente la cabeza, en voz mas baja): Me corresponde a mi, como presidente, pronunciar la... sentencia (Suspira). La acostumbrada sentencia. ge la acos- tumbrada... (mira de manera insistente a los espectadores; sigue en voz baja). Como sabéis, es dificil despegarse de un mundo para entrar en otro... aunque ahora sentimos que una vez u otra tendra que llevarse a cabo este paso... pero retrasamos siem- pre el dia en que debamos decir adiés a todo esto... Alegrias de nuestra comunidad... (se conmueve y se interrumpe}. Que no os disguste demasiado -os lo ruego- Ia formula de nuestra senten- cia. Es una manera de manifestar adn nuestra pertenencia a la ley que condend a Jests de Nazaret... no pretende significar mas que eso. Me habia hecho Ia ilusion de que al continuar manteniendo viva la memoria de este Personaje Supremo y al pediros un testimonio a vosotros, cristianos de oy, no sdlo ha- riamos conseguido encontrar una solucién al dilema de un error nuestro antiguo y desmesurado, sino que incluso habria- mos logrado suscitar una prueba imprevista que nos habria abierto un camino nuevo para entender aquel anuncio. Por des- gracia, la esperada revelacién todavia no se ha manifestado, al menos ante nuestros ojos. Y debemos concluir que mi empresa corre ahora el riesgo de parecer, y tal vez de ser, Gnicamente la mania senil de un mistico judio. también debo tener en cuenta -y tened a bien perdonarme la sinceridad con que os hablo, yo, un judio, algo que incluso puede ofender vuestra conciencia de cristianos-, debo tener en cuenta, decia, que el mundo cristiano no parece haber abrazado el mensaje de Jess de Nazaret de un modo tan vivo y evidente que pueda revelarlo a través de su vida. Tal vez la verdadera civilizacién cristiana esté abn por co- menzar... es posible-; tal vez estemos adn en los siglos de los «primeros cristianos» —también esto es posible...-; sin embargo, yo, que he sido llamado esta noche, tal vez por Ultima vez, a pronunciar nuestro juicio, digo -todavia... (abre maquinalmen- te el libro que tiene en la mano}- que Jess de Nazaret fue col- gado en la cruz por orden del procurador romano, porque con sus magias habia seducido y desviado al pueblo de Israel (D. Fabbri, Processo a Gesu, Milan 1984, pp. 1049ss). 7 Crucifixién, muerte y sepultura (Mt 27,32-66) * Cuando salfan, encontraron a un hombre de Cirene, Ila- mado Sim6n, y le obligaron a llevar la cruz de Jestis. » Al le- gar al lugar llamado Gélgota, esto es, el lugar de la Calavera, * dieron a Jestis vino mezclado con hiel para que lo bebiera, pero, después de probarlo, no quiso beberlo. 35 Los que lo crucificaron se repartieron sus vestidos echdn- dolos a suertes. * Y se sentaron allf para custodiarlo. ” Sobre su cabeza pusieron un letrero con la causa de su condena: «Este es Jestis, el rey de los judfos». * Al mismo tiempo crucificaron a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. * Los que pasaban por allf lo insultaban meneando la cabeza “ y diciendo: -TU, que destrufas el templo y lo reedificabas en tres dfas, sdlvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz. “ Y lo mismo los jefes de los sacerdotes, junto con los maestros de la ley y los ancianos, se burlaban de él diciendo: # A otros salvé, y a si mismo no puede salvarse. Si es rey de Israel, que baje ahora de la cruz y creeremos en él. “* Ha puesto su confianza en Dios; que lo libre ahora, si es que lo quiere, ya que decfa: «Soy Hijo de Dios». “ Hasta los ladrones que habian sido crucificados junto con él Jo insultaban. * Desde el mediod{fa toda la regién qued6 sumida en tinie- blas hasta las tres. “ Hacia las tres grit6 Jest con voz potente: Eli, Eli. glemé sabaktani? Que quiere decir: Dios mio, Dios mio, ¢por qué me has abandonado? ” Algunos de los que estaban alli, al ofrlo, decfan: 78 Pasion de Jesucristo segin Mateo -Esta llamando a Elias. En seguida, uno de ellos fue corriendo a por una espon- ja, la empapé en vinagre y, sujetandola en una caha, le daba de beber. * Los otros decfan: —Deja, vamos a ver si viene Elfas a salvarlo. * Y Jestis, dando de nuevo un fuerte grito, entregé su espi- ritu. * Entonces, el velo del templo se rasgé6 en dos partes de arriba abajo; la tierra temblo y las piedras se resquebrajaron; ° se abrieron los sepulcros y muchos santos que habfan muer- to resucitaron, * salieron de los sepulcros y, después de que Jestis resucit6, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos. * El centurién y los que estaban con él custodiando a Jestis, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se Ilenaron de miedo y decfan: -Verdaderamente éste era Hijo de Dios. 5> Muchas mujeres que habfan seguido a Jests desde Gali- lea para asistirlo, contemplaban la escena desde lejos. * Entre ellas, estaban Maria Magdalena y Maria, la madre de Santia- go y José, y la madre de los Zebedeos. 7 Al caer la tarde, lleg6 un hombre rico, llamado José, natural de Arimatea, que también se habia hecho discfpulo de Jess. * Este José se presents a Pilato y le pidio el cuerpo de Je- sts. Pilato mando que se lo entregaran. * José tomé el cuerpo, Jo envolvié en una sdbana limpia ® y lo puso en un sepulcro nuevo que habia hecho excavar en la roca. Rodé una piedra grande a la puerta del sepulcro y se fue. “' Marfa Magdalena y Ja otra Maria estaban ailf, sentadas frente al sepulcro. Al dia siguiente, es decir, el dia después de la preparacién de la Pascua, los jefes de los sacerdotes y los fariseos se con- gregaron ante Pilato ® y le dijeron: —Sefior, recordamos que ese impostor dijo cuando atin vivia: «A los tres dias resucitaré». “ Asf que manda asegurar el sepulcro hasta el dia tercero, no sea que vengan sus discfpu- los, roben su cuerpo y digan al pueblo que ha resucitado de entre los muertos, y este tiltimo engafio sea peor que el pri- mero. *® Pilato les dijo: -Disponéis de un piquete de soldados; id y aseguradlo como sabéis hacer. * Ellos fueron, aseguraron el sepulcro y sellaron la piedra dejando alli la guardia. Crucifixion, muerte y sepultura 719 LECTIO Terminado el proceso religioso y politico, Jess fue condenado definitivamente a muerte: «A Jestis, después de azotarlo, [Pilato] se lo entregé para que fuera crucifi- cado» (v. 26). El cuadro que nos presenta Mateo parece sacar a la luz mas bien el movimiento de los persona- jes que giran en torno al condenado; y de este modo el evangelista, jugando con los perfiles, hace resaltar con mayor nitidez la figura del Nazareno. El Cirineo, la crucifixién, los soldados, los ladrones, los que pasaban por alli, el sanedrin... aparecen como iconos completos en s{ mismos, colocados por Mateo uno junto a otro y que tienen el hilo conductor que los une en los salmos 22 y 69. En el v. 32 encontramos a Simon de Cirene. Este debe ayudar al condenado llevandole el patibulum, una prdc- tica que no era extraordinaria, mucho mas si no olvida- mos que Jestis habia pasado la noche entre bastonazos y golpes (cf. v. 67), hasta la flagelacién por parte de los romanos, anticipo normal de la crucifixién. A continua- cién, prosigue la descripcién: Jesus, antes de ser cruci- ficado, recibe un gesto de piedad («dieron a Jestis vino mezclado con hiel para que lo bebiera»: la bebida que las mujeres judias preparaban para los condenados a fin de aliviar sus sufrimientos). Aqui introduce Mateo el v. 22 del Sal 69. Por su parte, los soldados que se reparten la ropa del condenado, echandola a suerte, no hacen mds que actualizar el v. 19 del Sal 22. La motivacién de la condena puesta sobre la cruz encuentra también su eco en la profecia de Baladn, hijo de Beor (Nm 24,17: «Una estrella sale de Jacob, un cetro surge de Israel»). La atencién de Mateo se dirige, a renglén seguido, a un triptico: los que pasaban por alli «lo insultaban me- neando la cabeza y diciendo: “Tu, que destrutas el templo y lo reedificabas en tres dias, sdlvate a ti mismo; si eres 80 Pasion de Jesucristo segiin Mateo Hijo de Dios, baja de la cruz»; el grupo del sanedrin -su- mos sacerdotes, maestros de la ley y ancianos— «se bur- laban de él diciendo: “A otros salv6, y a si mismo no pue- de salvarse. Si es rey de Israel, que baje ahora de la cruz, y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios; que lo libre ahora, si es que lo quiere, ya que decta: ‘Soy Hijo de Dios’’» (cf. Sal 22,9) y «hasta los ladrones que habian sido crucificados junto con él lo insultaban»; se trata de alusiones a la tentacién padecida por Jestis en el desier- to (cf. Mt 4,3), que se le vuelve a plantear cargada de su- gestion en esta hora tan tragica. Son comentarios de una muchedumbre obtusa, miopia sabihonda de quien cree poseer la Palabra de Dios y no es capaz de leer la evidencia confirmada por el citado Sal 22. Y es atin este Ultimo salmo el que resuena en el grito de Jestis («Eli, Eli. ¢lemé sabaktani?»: Sa) 22,2) y son palabras que los presentes malentienden («Estd Ilamando a Elias»). Mateo concluye pronto la agonia de Jestis, que «dan- do de nuevo un fuerte grito, entregd su esptritu» (v. 50), y desplaza el objetivo sobre el templo y sobre Jerusalén (vv. 51-53), describiendo una escena apocalfptica, sig- no de la era escatolégica, y proporcionando por sor- presa un anticipo de la resurreccion. La coreografia se enriquece de personajes: el centurién con los que ha- cen la guardia, las mujeres que seguian a Jestis, los amigos de la ultima hora y, de nuevo, las mujeres ante el sepulcro. Si en Marcos la conclusién parece ser el sepulcro vacfo, en Mateo todas las personas implica- das en los tltimos acontecimientos de Jestis y las ac- titudes relativas invitan al que escucha el evangelio a reconocerse en su propia incredulidad o a situarse en una perspectiva de fe. Se pasa asi al dfa siguiente (vv. 62-66), en el que la accién escénica desarrollada en el palacio de Pilato con- firmara el cardcter obtuso y la mala fe de las autori- dades religiosas, que, en el juego de la Providencia, no hacen mds que predisponer los signos inequfvocos -la Crucifixion, muerte y sepultura 81 guardia, el sellado de la piedra del sepulcro- del alba fulgurante de la resurreccién de Cristo. MEDITATIO ¢Como puedo entrar yo en esta escena donde tu, Je- sus, estés presente, aparentemente, de un modo pasivo, cuando, en realidad, retines a todos y todo a tu alrede- dor: israelitas y no israelitas, mujeres, amigos, la gente que pasa por alli, guias del pueblo y soldados, y la mis- ma creacién? Todos miran hacia ti, unos de lejos, otros de cerca, otros incluso bajo tu cruz, como los soldados sentados para guardarte a ti, que estas clavado en el lefio. Después de cantar los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos. ” Jestis les dijo: ~Todos vais a escandalizaros, porque esta escrito: Heriré al pastor y se dispersaran las ovejas. * Pero después de resucitar, iré delante de vosotros a Galilea. » Pedro le replic6: -Aunque todos se escandalicen, yo no. * Jestis le contesté: Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes de que el ga- llo cante dos veces, t me habrds negado tres. » Pedro insistié: —Aunque tenga que morir contigo, jamas te negaré. Y todos decian lo mismo. LECTIO El tema sobre el que gira la pericopa es el de la co- muni6on de Jestis con sus discipulos en el momento final de su vida terrena: jel momento de la verdad! Ahora la situacién se esta precipitando y los discipulos se dan cuenta. Con todo, la parte inicial (vv. 12-16) habla de una aparente tranquilidad por parte de la comunidad apos- télica. Ha llegado la Pascua y los discipulos le pregun- tan a Jestis dénde pueden prepararla para que pueda comer la Pascua. Jesus les responde con la misma tran- quilidad y les da unas indicaciones. A pesar de esta im- pasibilidad narrativa, el texto comunica un clima de La cena pascual 97 tensi6n: va a suceder algo terrible. De la lectura surge una muerte anunciada. En efecto, llegada la noche y preparado el banquete, hay algo que turba la «comida» de la Pascua (vv. 17-21): sentados a la mesa los Doce, no celebran un banquete de comuni6n, puesto que uno de ellos, uno «que estd ce- nando conmigo» (cf. Sal 41,10), esta fuera de la comu- nién, es un hipécrita, es un traidor. Y Jestis viola la apa- rente serenidad para decir la verdad: ese banquete no es auténtico, porque uno entre los Doce quiere excluirle precisamente a él, al Maestro, de la comunién («El Hijo del hombre se va...»: v. 21). Alguien que no le quiere le rechaza, le expulsa. Aclarado esto, Jestis no reacciona absteniéndose de comer, sino haciéndose pan con su cuerpo y vino con su sangre. La sangre de la alianza (cf. Ex 24,8) derramada por muchos (cf. Is 53,12), que asume un cardcter sacri- ficial. Jestis se ofrece a si mismo para esa comuni6n perdida. Es la institucién de la eucaristfa (vv. 22-25). Tras el gesto, Jestis explica lo que ser4 esta «eucaris- tia» (vv. 26-31). «Todos vais a escandalizaros» (v. 27): el pastor sera golpeado con el rebafio. Ante estas palabras, Pedro se muestra generoso y promete una fidelidad ili- mitada. Sin embargo, el Sefior conoce bien el 4nimo medroso del primero de los que llamé. Y sabe que no sera asi. Sin embargo, él es el primero en confiar ain en sus discfpulos, cuando les dice: «Después de resucitar, iré delante de vosotras a Galilea» (v. 28, cf. Mc 16,7). MEDITATIO E| relato de la ultima Pascua de Jestis suscita profun- das emociones: amistad, traiciOn, prisa, fidelidad, aban- dono, entrega de si... se entrelazan y nos llegan a cada uno de nosotros, interpelandonos en primera persona. 98 Pasion de Jesucristo segéin Marcos ¢Qué estas viviendo tti? ¢Cémo reaccionas tt ante Jestis, que te ofrece pan y vino y te dice: Soy yo, aliméntate de mi, vive de mi? El instinto de la fe nos hace responder con Pedro: «Sefior, yo me quedaré contigo en cualquier circunstan- cia, no seran obstdculos para mi ni el sufrimiento ni las contradicciones en que pueda encontrarme». Sin em- bargo, ¢podemos estar tan seguros al mismo tiempo de que no le traicionaremos? Jestis nos invita también a cada uno de nosotros, me invita también a mf, a esa cena. Me siento turbado por dentro: soy consciente de mi sincero deseo de mantener una amistad con él, pero también lo soy de que no pue- do contar con la voluntad de bien que siento si é] mis- mo no me da fuerza. Renuevo mi fe: la entrega que hace Jestis de su cuer- poy de su sangre supone, para cada hombre y para cada mujer, la posibilidad de establecer una relacién vital con él. Sin su entrega nos invade el abandono, que des- miente las mds generosas declaraciones de fidelidad. Su cuerpo y su sangre son hoy, para m{ y para cualquier persona, su amor fiel, del que puedo alimentarme para ser, con él, amor para todos. ORATIO Dulcisimo Sefior Jesucristo, traspasa la médula de mi alma con el dardo de tu amor, que es suavisimo y so- bremanera saludable [...]. Haz que mi alma esté ham- brienta sélo de ti, de ti que eres el pan de la vida eterna bajado del cielo, el pan de los angeles y el alimento de las almas santas, nuestro pan de cada dia y super- sustancial, que es «capaz de procurar toda delicia y de sa- tisfacer todo gusto, manifestando tu dulzura» (Sab 16,20ss). Tu, a quien los Angeles desean dirigir la mira- La cena pascual 99 da, eres siempre tt el que codicia y gusta mi coraz6n, de ti rebosan las profundidades de mi alma saboreando tu dulzura. Que yo tenga siempre sed de ti, fuente de la vida, de la sabiduria, de la ciencia, de la luz eterna, de ti, torrente de delicias, abundancia de la casa de Dios [...]. Sefior Jesucristo, pan de vida (Jn 6,48), sAciame de ti, para que sélo tenga hambre de ti, embridgame de ti, para que no tenga sed de nada mas que de ti. Conserva mi mente en ti, Sefior, para que cuando Ileguen las som- bras terrenas no me separe de ti, verdadero sol de justi- cia (Mal 4,2) (Giacomo da Milano, «E] pungolo dell’a- more», en I mistici, Asis 1995, pp. 808.814). CONTEMPLATIO Por eso, todos los que vieron segtin la humanidad al Sefior Jestis y no lo vieron ni creyeron, segtin el espfritu y la divinidad, que él era el verdadero Hijo de Dios, que- daron condenados; del mismo modo ahora, todos los que ven el sacramento que se consagra por las palabras del Sefior sobre el altar por manos del sacerdote en for- ma de pan y de vino, y no ven ni creen, segtin el espiri- tu y la divinidad, que es verdaderamente el santisimo cuerpo y sangre de nuestro Sefior Jesucristo, estan con- denados, como atestigua el Altisimo mismo, que dice: Esto es mi cuerpo y la sangre de mi Nuevo Testamento, que ser derramada por muchos (Mc 14,22.24); y: Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eter- na (cf. Jn 6,55) [...]. Por eso, joh hijos de los hombres!, ¢hasta cuando se- réis duros de corazén? (Sal 4,3). ¢Por qué no reconocéis Ja verdad y creéis en el Hijo de Dios? (cf. Jn 9,35). Ved que diariamente se humilla (cf. Flp 2,8), como cuando desde el trono real (Sab 18,15) descendié al seno de la Virgen; diariamente viene a nosotros é1 mismo en hu- milde apariencia; diariamente desciende del seno del 100 Pasion de Jesucristo segtin Marcos Padre al altar en manos del sacerdote. Y como se mos- tr6é a los santos apéstoles en carne verdadera, asf tam- bién ahora se nos muestra a nosotros en el pan consa- grado. Y lo mismo que ellos con la vista corporal veian solamente su carne, pero con los ojos que contemplan espiritualmente crefan que él era Dios, asi también nosotros, al ver con los ojos corporales el pan y el vino, veamos y creamos firmemente que es su santisimo cuerpo y sangre vivo y verdadero (Francisco de Asis, Ad- moniciones, en Fuentes Franciscanas, Admonicién 1). ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Tomad, esto es mi cuerpo» (Mc 14,22). PARA LA LECTURA ESPIRITUAL Mil veces me ha visitado el recuerdo de esa noche, y ahora sé bien que mil veces més volvera a visitar mi mente. La tierra se olvidaré de los surcos que hieren su pecho; la mujer olvidara el dolor x el placer del alumbramiento, mas yo no me olvidaré de aquella noche mientras esté vivo. Una vez, estando fuera de los muros de Jerusalén, nos dijo Jesis: ~Vayamos a la ciudad a comer en la posada. Cuando Ilegamos ya era de noche y todos teniamos apetito. Tan pronto como nos vio, el posadero se apuré a recibirnos cor- dialmente, conduciéndonos al comedor de la planta alta. Jesis nos pidid que nos sentaramos alrededor de la mesa, pero él per- manecié de pie y dijo al posadero: —Tréenos una jarra, agua y toalla. Luego nos miré dulcemente y nos dijo: —Sacaos westras sandalias. La cena pascual 101 No entendimos sus intenciones, pero obedecimos. Llegé el posadero con lo que Jesés habia pedido y fue entonces cuando nos dijo su voluntad: —Os lavaré los pies, porque es preciso que yo les quite el polvo del viejo camino para que poddis entrar libres en el Nuevo Camino. Quedamos perplejos y ruborizados. Simon Pedro se levantd y pretext: -3Cémo permitiré que mi Sefior y Rabi se moleste en lavarnos los pies? —Lavaré westros pies -replicé Jess- para que no os olvidéis de que aque! que sirve a los hombres sera més grande que todos los hombres. Paseé su vista por nosotros y agregé: -El Hijo del hombre que os ha elegido por hermanos y cuyos pies han sido ungidos con ungiientos drabes y secados por el cabello de una mujer, quiere, a su vez, lavar vuestros pies. Eché agua en la jofaina, se arrodillé y nos lavé los pies, co- menzando por Judas el Iscariote. Cuando hubo terminado, se sentd entre nosotros. Su rostro resplandecia cual una aurora sobre un campo de batalla luego de una noche de combate sangriento, El posadero y su cényuge trajeron la comida y el vino. Antes lavado yo tenia apetito, pero después lo perdi. En mi_gar- ganta habia llama sacra que no quise apagar con vino. Tomé JesGs un pan y dio un pedazo a cada uno de nosotros, dicién- Os: —Tal vez ya no comeremos més pan juntos: comamos, pues, este trozo en recuerdo de nuestros dias de Galilea. Acto seguido, llené su vaso de vino y, después de beber un sorbo, lo pasé a nosotros, diciéndonos: —Bebed este vino recordando la sed que juntos hemos cono- cido. Bebed con la fe de una vendimia nueva y mejor. Cuando me ausente de vosotros, partid el pan cada vez que os reundis aqui o en otro lugar, y bebed tal como en este momento lo ha- céis; luego mirad en derredor de vosotros, que quizé me halla- réis alli. 102 Pasidn de Jesucristo segtin Marcos Y nos repartié pescado y ganga, igual al ave que da ali- mento a sus pichones. A pesar de que comimos muy poco, nos sentiamos hartos y satisfechos. Apenas dimos unos sorbos, nos parecié que la copa que teniamos delante era un espacio entre esta tierra y otra distinta (K. Gibran, Jesds el hijo del hombre, hitp:/ / www bibliotecasvirtuales.com). 3 Getsemani (Mc 14,32-52) » Cuando Ilegaron a un lugar llamado Getsemant, dijo Jestis a sus discfpulos: —Sentaos aqui, mientras yo voy a orar. »* Tomé consigo a Pedro, a Santiago y a Juan. Comenzé a sentir pavor y angustia, * y les dijo:- -Siento una tristeza mortal. Quedaos aqui y velad. SY avanzando un poco mas, se postré en tierra y suplica- ba que, a ser posible, no tuviera que pasar por aquel trance. *° Decia: -jAbba, Padre! Todo te es posible. Aparta de mi esta copa de amargura. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres ta. 37 Volvié y los encontré dormidos. Y dijo a Pedro: Simon, ¢duermes? ¢No has podido velar ni siquiera una hora? * Velad y orad para que podais hacer frente a la prue- ba; que el espfritu esta bien dispuesto, pero la carne es débil. Se alejé de nuevo y oré repitiendo lo mismo. “ Regres6é y volvié a encontrarlos dormidos, pues sus ojos estaban cargados. Ellos no sabfan qué responderle. *' Volvié por tercera vez y les dijo: -¢Todavia estdis durmiendo y descansando? jBasta ya! Ha llegado la hora. Mirad, el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. * jLevantaos! ;Vamos! Ya esta aqui el que me va a entregar. * Aun estaba hablando Jestis, cuando se presenté Judas, uno de los Doce, y con él un tropel de gente con espadas y pa- los, enviados por los jefes de los sacerdotes, los maestros de la 104 Pasion de Jesucristo segiin Marcos ley y los ancianos. “ El traidor les hab{a dado una contrasefia, diciendo: -Al que yo bese, ése es; prendedlo y llevadlo bien seguro. “© Nada mis llegar, se acercé a Jest y le dijo: -Rabbi. Y lo besé. ** Ellos le echaron mano y lo prendieron. “’ Uno de los presentes desenvain6 la espada y, de un tajo, le corté la oreja al criado del sumo sacerdote. * Jestis tomé la palabra y les dijo: —Habéis salido con espadas y palos a prenderme, como si fuera un bandido. ® A diario estaba con vosotros ensefiando en el templo, y no me apresasteis. Pero es preciso que se cumplan las Escrituras. % Entonces todos sus discipulos lo abandonaron y huyeron. * Un joven lo iba siguiendo, cubierto tan sdlo con una sAbana. Le echaron mano, * pero él, soltando la sdbana, se escap6 desnudo. LECTIO Después de haber sefialado otras veces la hostilidad de los jefes de Israel e incluso la distancia y la traicién de sus mismos discfpulos, Marcos cuenta el punto cul- minante de la soledad y el dolor en la vida terrena de Je- stis (wv. 32-42). El drama se desarrolla en Getsemanf, un pequefio huerto situado al este de Jerusalén, cuyo nom- bre significa «prensa». Jestis se dirigid a él con sus dis- cfpulos, a fin de no estar solo ante la muerte que siente llegar y para que recen junto a él. Quiere tener atin mas cerca a los primeros que habia llamado: a Pedro, San- tiago y Juan (cf. Mc 1,16-20). Sin embargo, cuando em- pez6 a sentir miedo y angustia, a experimentar hasta el fondo el abismo de su humanidad, a sentir los mordis- cos de esa tristeza sin fin que hace presa en el corazén de un hombre frente al misterio del abandono y de la muerte (cf. Sal 42,6.12), éstos no consiguieron velar con Getsemant 105 él. Cuando Jestis volvié a buscarlos los encontré dormi- dos. «El espiritu estd bien dispuesto, pero la carne es dé- bil» (v. 38), les dice Jestis. Es preciso orar y velar... Jestis vivid solo el encuentro mas fuerte con Dios, su Padre. Frente a un Padre que le pedfa la ofrenda de su vida, Jesus no se mostré6 un héroe; al contrario, suplicé: «jAbba, Padre! Todo te es posible. Aparta de mi esta copa de amargura». Sin embargo, no se sustrajo a la copa de amargura de aquella prueba, de aquel misterio, de aquel dolor. Ya ha llegado la hora: todo lo que habfa predicho tres veces se est4 cumpliendo (cf. 8,31; 9,31; 10,33ss). El traidor estaba cerca. Jestis debe terminar de orar e invi- ta a los discfpulos a levantarse. Efectivamente, Judas llega enseguida con su beso de mentira para abrir el relato del arresto de Jestis (wv. 43-52). Se trata de la composicidén de cuatro breves episodios: la captura, el corte de la oreja, el apdéstrofe de Jestis al grupo que ha venido a arrestarlo, enviado por los sumos sacerdotes y por los maestros de la ley, y la huida de los discipulos. A través de estos acontecimientos se desa- rrollan temas citados frecuentemente antes: la traicién de Judas, la poca fe de los discipulos, el cumplimiento de las Escrituras. Ante la cobardia y el caracter poco fia- ble de los hombres, Jestis dice con amargura: «Habéis salido con espadas y palos a prenderme, como si fuera un bandido. A diario estaba con vosotros ensefiando en el templo» (vv. 48ss). Jestis se queda solo. MEDITATIO «Quedaos aqui y velad». La invitacion de Jestis es una invitacién acongojada. Nos conmueve. Es su momento de dolor y tal vez el de nuestro desconcierto. «Quedarse» en ciertas situaciones graves es extrema- damente incémodo; nos entran deseos de huir. Y hoy 106 Pasion de Jesucristo segiin Marcos huimos: de nosotros mismos, de los otros, del miedo, del sufrimiento, de la responsabilidad... Como minimo, intentamos huir, pero la mayoria de las veces nos en- contramos en condiciones todavia peores. ¢Acaso po- dremos vivir toda nuestra vida huyendo? «Quedaos aqui». Jesis nos pide que miremos las co- sas como son, que no abandonemos nuestro sitio y permanezcamos «despiertos». Dormir es un modo de evitar la realidad. Velar, en cambio, significa ser cons- cientes de quién somos y de lo que esta sucediendo. Je- stis no se esconde: llama por su nombre a la debilidad que experimenta, a la tentacién que advierte, al miedo y a la angustia que siente. Se conffa libremente al Pa- dre y lee en su propia vida el cumplimiento de las Es- crituras. Libremente se deja besar por Judas y atar por los soldados. Jestis entreg6 su libertad al Padre permaneciendo en su amor. A nosotros nos cansa amar porque nos apega- mos sobremanera a nuestra (mal entendida) libertad, en la que acabamos apresados; la tinica via de salida nos parece entonces la de la fuga. «Quedaos aqui y velad»: es la invitaci6n que nos lanza Jestis a crecer como perso- nas verdaderamente libres. ORATIO Jestis, Sefior y dominador, ¢por qué en tu alma bata- Ilan tanta ansiedad y tanta angustiosa oracién? ¢Acaso no ofreciste al Padre tu sacrificio absolutamente volun- tario? Sf, es verdad. Pero lo hiciste para que nosotros, que creemos en tu naturaleza humana, fuéramos con- firmados en esta fe; para que en las pruebas de los tre- mendos dolores nos viéramos sostenidos para esperar, y para que tuviéramos estimulos mas grandes para amar- te; por eso expresaste la debilidad natural de la carne Getsemani 107 con signos evidentes, por los cuales aprendemos que tu sufriste verdaderamente nuestros dolores y que tuviste que tragarte los amargos sufrimientos, no sin un dolor vivo y real (san Buenaventura, I! legno di vita, en {d., «Opuscoli mistici», Milan 1956, p. 101 [edicién espafio- la: Obras de san Buenaventura, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1963-1972]). CONTEMPLATIO Mira, hija mia, al acercarse mi Pasién, recurri a la oracién. Haz tu también, te ruego, asf. En esa hora no puede haber cosa mas agradable para nosotros. Del mismo modo que los hombres del mundo ambicionan ver revestida a su amada mas.con un vestido que con otro, asi también a nosotros nos gusta mas verte vestida con el vestido de la santa oracién que con cualquier otro vestido virtuoso. Plugo a mi Padre mostrarme por anticipado todas las penas que deberfa padecer en mi Pasién, precisamente mientras estaba en oracion. En ella me despojé de toda mi voluntad humana y dije: «Que se cumpla tu volun- tad». En aquella sufrida oracién, me inflamé hasta tal punto de amor que pedi morir en medio del maximo su- frimiento, no en beneficio mfo, sino sélo por amor a mi Padre y por la salvacién de los hombres. Tres veces vol- vi a la oracién a fin de hacerte comprender a ti y a to- dos los que verdaderamente quieren amarme que no basta con orar una sola vez, sino que es preciso perse- verar mucho tiempo en la oracién. Y, en efecto, recordad que, aunque yo era Dios y habia venido a esta tierra precisamente sdlo para pa- decer, puesto que era también verdadero hombre, cuando se acercé la hora de la Pasién me vi obligado a suplicar: «Si es posible, pase...» Lo mismo, hijita, te 108 Pasion de Jesucristo segtin Marcos digo a ti (Camilla Battista da Varano, I dolori mentali di Gesu nella sua passione. I ricordi di Gest, Milan 1985, pp. 57ss). ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Siento una tristeza mortal. Quedaos aqui y velad» (Mc 14,34). PARA LA LECTURA ESPIRITUAL Pero qué te ocurre? Yo no me habia dado cuenta de que estaba llorando, ni si- quiera me habia preocupado de que aquello pudiera suceder. Por qué lloras? La verdad es que desde siempre me vuelvo a encontrar en el monte de los Olivos... y en aquel momento, si, es extrafio, en aquel momento preciso en que, posando la mano en el hombro de Pedro, hizo é! aquella pregunta —bien indtil, en suma, casi in- genua, pero tan cortés, tan tierna-: gDuermes? Era un movi- miento animico muy familiar, muy natural, del que hasta aquel momento no me habia dado cuenta, y de pronto... —gQué es lo que te ocurre? -repitid el cura de Torcy, con im- paciencia-. Ni siquiera me escuchas... estas sofiando. Quien quiera rezar, amigo mio, no debe sofiar. Asi la plegaria se dilu- e en suefio, y no hay nada més grave para el alma que esa emorragia. Abri la boca para responder, pero no pude... Peor ain. sNo es bastante que nuestro Sefior me haya concedido esta gracia de re- velarme hoy, a través de la boca de mi antiguo profesor, que nada podria arrancarme de! puesto elegido para mi desde toda la eternidad, que soy prisionero de la santa agonia? sQuién se atre- veria a enorgullecerse de semejante gracia? Me sequé los ojos y me soné la nariz tan torpemente que el sefior cura sonrid. Getsemant 109 -No te crefa tan nifio. Estés a flor de nervios, pequefio (pero al mismo tiempo me observaba de nuevo, con una atencién tan viva que sentia acallar todas las penas del mundo. Vela mover- se su mirada, estaba casi al margen de mi secreto. jOh! jEs un verdadero duefio de las almas, un sefior!). Al final, me encogi de hombros, con el aire de un hombre que renuncia. Vamos a dejarlo asi, no podemos seguir hasta la noche en este tugurio. Después de todo, es posible que el buen Dios te mantenga en la tristeza. Sin embargo, he observado siempre que estas pruebas, por muy grande que sea el fastidio en que nos sumergen, no falsean nunca nuestro juicio en cuanto lo exi- ge el bien de las almas» (G. Bernanos, Diario di un curato di campagna, Milén 1948, pp. 264-266 [edicién espafiola; Diario de un cura rural, Plaza & Janés Editores, Barcelona 1971). 4 El proceso judio (Mc 14,53-65) * Condujeron a Jestis ante el sumo sacerdote y se reunie- ron todos los jefes de los sacerdotes, los ancianos y los maes- tros de la ley. * Pedro lo siguid de lejos hasta el interior del pa- tio del sumo sacerdote y se qued6 sentado con los guardias, calentandose junto al fuego. °° Los jefes de los sacerdotes y todo el sanedrin buscaban una acusaci6n contra Jestis para darle muerte, pero no la en- contraban. * Pues, aunque muchos testimoniaban en falso contra él, los testimonios no coincidfan. * Algunos se levanta- ron y dieron contra él este falso testimonio: 5 _Nosotros le hemos ofdo decir: «Yo derribaré este templo hecho por hombres y en tres dias construiré otro no edificado por hombres». » Pero ni siquiera en esto concordaba su testimonio. © Entonces se levanté el sumo sacerdote en medio de todos y pregunto6 a Jestis: ~¢No respondes nada? (Qué significan estas acusaciones? * Jesus callaba y no respondfa nada. El sumo sacerdote siguiéd preguntandole: —¢Eres tii el Mesfas, el Hijo del Bendito? ® Jestis contest6: -Yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo. * El] sumo sacerdote se rasgo las vestiduras y dijo: —¢Qué necesidad tenemos ya de testigos? “ Acabdis de oir la blasfemia. ¢Qué os parece? 112 Pasion de Jesucristo segtin Marcos Todos lo juzgaron reo de muerte. “ Algunos comenzaron a escupirle y, tapandole la cara, le daban bofetadas y le decian: -jAdivina! Y también los guardias lo golpeaban. LECTIO En el evangelio de Marcos, el proceso judio se articu- la en cuatro momentos: la situacién (wv. 53ss); el testi- monio de la acusacion (wv. 55-59); la tapadura de la cara (wv. 60-62); la condena y los insultos (vv. 63-65), La estructura y los detalles del relato responden a una demanda kerigmatica mas que a la exactitud histé- rico-juridica. La reunién nocturna e informal del sane- drin, en casa del sumo sacerdote, es, en realidad, deci- siva, hasta tal punto que Marcos reduce a una alusi6n la sesi6n o sentencia oficial del dia siguiente (15,1). El pro- ceso de Jess forma un episodio tinico con la negacién de Pedro: se introduce juntos al Maestro y al discipulo, con un contraste creciente preanunciado por el «de le- jos» que corresponde mal al seguimiento. La acusaci6n se atranca en un clamoroso callején sin salida, constituido por intentos desesperados y fracasos reiterados: a esa alternancia fatal se obliga el que quiere convencer de pecado a Jess. Marcos subraya la incohe- rencia a través de la sucesi6n de negaciones, el desinflado de los testigos de cargo (todos, muchos, algunos, uno) y su discordancia puntual. El sentido preciso de la acusa- cién (v. 58) se nos escapa; es cierto que la tensién Jests- templo, como sede de un poder religioso replegado sobre s{ mismo y fuente de exclusién, es central en Marcos (ca- pitulos 11-12), hasta el desgarramiento del velo (15,38). Precisamente el sumo sacerdote pide explicaciones a este respecto. Pero Jestis calla: ni explica ni justifica. El silencio puede dar a entender también una identidad, la El proceso judto . 113 del cordero sin voz de Isaias 53. Viene entonces la pre- gunta de fondo, mas para la fe que para el proceso: «¢Eres tu el Mestas?», que, al recordar la confesion de Pedro (Mc 8,27-30), nos hace prestar atencién al alcan- ce revelador del relato. Sin embargo, a diferencia de en- tonces, Jestis responde de manera explicita: «Yo soy». Afiade incluso algunas precisiones: el «secreto mesiani- co» es indtil ahora. La situacién en la que se encuentra Jest connota de por si su estilo mesidnico. A nadie le vendria a la mente interpretarla de modo triunfalista. Por otra parte, sdlo Jestis puede decir quién es, propor- cionando asi el cargo para acusarle que no pueden en- contrar los que le juzgan. Lo hace combinando dos fi- guras entrafiables a la primera predicacion cristiana: el Hijo del hombre «que viene entre las nubes del cielo» (Dn 7,13ss) y el rey davidico que «se sienta», como vicario de Dios, «en la tierra» (Sal 110,1). De por sf, se trata del len- guaje mesianico de la época. ¢Por qué gritar que se tra- ta de una blasfemia? Tal vez la asociacién aumenta la pretension: «sentarse a la diestra de Dios» (rey), pero «en el cielo» (Hijo del hombre) significa equipararse a Dios. La autoatribucién de ambas figuras por parte del pri- sionero suena como un delito de lesa majestad mesidni- ca. Pero, sobre todo, detrds de estas palabras figura la polémica pospascual, el escdndalo frente a la profesién de fe cristiana en el Mesias crucificado. En las reacciones de los sanedritas hay otros dos ele- mentos dignos de ser sefialados. El sumo sacerdote se desgarra las vestiduras: este gesto le estaba prohibido por el Levitico (21,10). Marcos lee en él el caducar del mundo cultual que representa. Y «todos lo juzgaron reo de muerte» (v. 64). En la Pasién, Marcos opone nueve ve- ces a Jestis contra «todos», como sucede en el cuarto canto de] Siervo de YHwH, donde todos estan contra el tinico: «Andabamos todos errantes como ovejas, cada cual por su camino, y el Sefior cargé sobre él todas nuestras culpas» (Is 53,6). 114 Pasion de Jesucristo segitn Marcos MEDITATIO Marcos acaba de decir que «todos sus discipulos lo abandonaron y huyeron» (14,50). Y sentimos también que nuestra meditacién, a lo sumo, puede «seguirle de lejos» con Pedro. Y es que, ahora, ya es muy grande la distancia que se abre entre el Inocente y nosotros. Es- tamos entre «todos» aquellos que se escandalizan (14,27.29), presumen de sf mismos (14,31), le abando- nan (14,50), conspiran (14,53 y 15,1), buscan de qué acusarle (14,55), le condenan (14,61), le ultrajan (15,16). Todos, sin excluir a nadie, insiste Marcos. Y vie- ne la sospecha de que los siglos de imputacién de su muerte a los «pérfidos judios» no sean mas que un in- tento vano y culpable de escapar de aquel «todos». Que- démonos dentro, por una vez. Es nuestro lugar en la Pa- sin, si no queremos «hacer vana la cruz de Cristo» (1 Cor 1,17). Alli se sitian, poniéndose en primer lugar, los santos. Y no se trata de una falsa humildad. Alli se situa también el cuarto canto del Siervo de YHWH, redactado todo él sobre el contraste entre él y nosotros, y sobre el vuelco que su muerte obra en las conciencias, hasta re- conocer que es la iniquidad de todos nosotros, la nues- tra, la mfa, la que le mato. Jestis tiene, del Siervo, el si- lencio, un componente importante de los relatos del proceso: «Como cordero fue Ilevado al matadero... no abrié la boca» (Is 53,7). Es la «entrega» traducida en actitud existencial. El que «se entregé a st mismoa la muerte» (Is 53,12) calla, porque «quien calla otorga». Callar ante una acusacién de este tipo expresa la rendi- ci6n mas originaria de toda resistencia: el abandono del Hijo. Ahora bien, su silencio tiene que ver también con nuestro pecado. Es el silencio del «Cordero de Dios que carga con el pecado del mundo» (Jn 1,35). Carga con él y no lo lanza sobre nosotros hablando, justificandose, acusandonos, aclarando las responsabilidades. A ciertas horas, el silencio absorbe el mal. Impide su propaga- El proceso judio 115 cién en cadena, cual mancha de aceite. Pero el precio es la entrega incondicionada de si mismo, de la que sélo el Inocente es capaz. Otro componente esencial es la afir- macién de Jestis: «Yo soy» (v. 62). Secreto mesidnico en la hora del éxito, palabra mas que mesidnica en la hora de la excomunién. La autorrevelaci6n en su punto cul- minante suena como una blasfemia. El escdndalo es mortal. Y es él quien, con el silencio o con la palabra, paga su precio. ORATIO Oh, Dios mio, te he infligido grandes e infinitas pe- nas, tanto si estoy condenada o salvada. Oh Sefior, no of nunca que el pecado te ofendiera tanto. De lo contrario, creo que nunca hubiera pecado, ni siquiera ligeramen- te. Sin embargo, Dios mio, no hagas caso de lo que digo, que con todo esto obraria atin peor si tu piadosa mano no me retuviera. Pero, dulce y benigno amador mio, son tantas las penas que me dices que ya no me pare- ces Dios, sino mas bien un infierno. Y me pareces mas que infernal. Y otras veces, por simplicidad y compa- sion, te llamaba infierno (Camilla Battista da Varano, I dolori mentali di Gest. Le opere spirituali, Jesi 1958, pp. 154ss). CONTEMPLATIO Y ahora, adversarios como éstos se retinen a tu alre- dedor, Sefior bendito, a millones, vienen en grupos mas numerosos que las langostas, las orugas 0 los azotes del granizo, de las moscas, de las ranas enviadas contra el fara6n. Aqui estén todos los pecados de los vivos y de los muertos y de los que todavia no han nacido, de los condenados y de los salvados, de tu pueblo y de los ex- 116 Pasion de Jesucristo segiin Marcos tranjeros, de los pecadores y de los santos. Aqui estan las personas que mas quisiste, tus santos y tus elegidos estan sobre ti; tus tres apdstoles, Pedro, Santiago y Juan, aunque no como confortadores, sino como acusa- dores, como los amigos de Job, «lanzando ceniza contra el cielo» y acumulando maldiciones sobre tu cabeza. Na- die era capaz de soportar aquel peso, excepto Dios... Es la larga historia de un mundo, y sélo Dios puede cargar con su peso. Esperanzas frustradas, votos rotos, luces apagadas, advertencias desdefiadas, oportunidades per- didas; el inocente traicionado, el joven endurecido, el penitente que recae, el justo aplastado, el viejo que men- gua; el sofisma de la incredulidad, la terquedad de la pasién, la obstinacién del orgullo, la tirania de la cos- tumbre, el céncer del remordimiento, la tortura del desencanto, la enfermedad de la desesperacién... estan sobre él y dentro de él. Estan con él, ahora, en vez de aquella paz inefable que ocup6 su alma hasta el momen- to de su concepcién (J. H. Newman, «Sermoni cattolici», en Opere, Milan 1983, pp. 199ss [edicion espafiola: Ser- mones catélicos, Ediciones Rialp, Madrid 1959). ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Jestis callaba y no respondia nada» (Mc 14,61). PARA LA LECTURA ESPIRITUAL Has tropezado una vez en serio. Es preciso que hayas trope- zado una vez en serio. Has tropezado una vez de noche. Has tropezado, has chocado de noche, has tropezado en el lefio de la cruz, que se izaba en la sombra, en aquella noche Gnica. Y desde entonces tropiezas siempre en el punto doloroso que te hiciste en el cuerpo de Jesis. El proceso judio 117 Son numerosos los hilos que ligan a todo ser a Jests, al ser de Jesis; numerosos hilos, hilos invisibles, hilos eternos, hilos in- finitos, hilos misteriosos; infinitamente misteriosos, eternamente misteriosos; interiormente, entre si, reciproca, mutuamente ya, tan extrafiamente ya, ya cada alma a cada cuerpo; y reciproca, mutuamente; con un vinculo tan secreto, extrafio, increible, tan misterioso; con un nexo tan tragico, aunque, ademas, en con- junto, con un solo trazo al infinito {por consiguiente, tanto mas infinitamente misterioso, mucho més infinitamente tragico), toda alma y todo cuerpo al cuerpo de Jesis, todo cuerpo y toda alma al alma de Jesés. Gracias a la comunién, a esta comunién. Qué red inextricable, hijos mios... He aqui lo que es vuestra comu- nion... Todo esté unido a todo y a todos reciproca, mutuamente, pero todo esta asi ligado directa, personalmente. Todo esta |i- gado a todo y a todos entre si y en conjunto, al mismo tiempo, todo eso esta ligado al cuerpo de Jests. Hay una plena reso- nancia de todo con todo. Y en la persona de Jesis. El Pecado mds uefio (y se comete pronto, hermanos mios; es la cosa mas Ral de hacer, la mas veloz: un instante) tiene una resonan- cia eterna (Ch. Péguy, «Dialogue de I’histoire et de l’ame char- nelle», en Oeuvres en prose complétes, Paris 1988, III, 780s). 5 La negacién de Pedro (Mt 14,66-72) ** Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, lleg6 una de las criadas del sumo sacerdote. ” Al ver a Pedro calentandose jun- to a la lumbre, se le quedé mirando y le dijo: ~También ta andabas con Jess, el de Nazaret. * Pedro lo negé diciendo: -No sé ni entiendo de qué hablas. Salié afuera, al portal, y canté un gallo. © Le vio de nuevo la criada y otra vez se puso a decir a los que estaban allf: -Este es uno de ellos. ® Pedro lo volvié a negar de nuevo. Poco después también los presentes decfan de nuevo a Pedro: -No hay duda. Ti eres uno de ellos, pues eres galileo. 7 Bl comenz6 entonces a echar imprecaciones y a jurar: -Yo no conozco a ese hombre del que me hablais. 7 En seguida cant6 el gallo por segunda vez. Pedro se acor- dé de lo que le habfa dicho Jestis: «Antes de que el gallo can- te dos veces, tt: me habrds negado tres», y rompis a llorar. LECTIO La introduccién de la pericopa (véase mas arriba v. 54), con el verbo técnico del seguimiento (akoluthéo), la si- tuaba entre los relatos de los discfpulos, lecciones para 120 Pasion de Jesucristo seguin Marcos los cristianos. Pero sincronizando los dos aconteci- mientos -si Pedro «estaba abajo, en el patio», lo estaba respecto a Jestis, que estaba arriba, en la casa (v. 66a)-, Marcos revela el alcance cristolégico del episodio. El paralelismo subraya el contraste entre Maestro y disci- pulo. El cuerpo central es la escena del reconocimiento- negacién (vv. 66b-72a), siguiendo el esquema «a tres», in crescendo: cada reconocimiento de Pedro va intro- ducido por una y (kai); la negacién que sigue, por un pero (dé). 1) Una criada reconoce a Pedro como uno de los que andaban «con Jesus»: para Mc 3,13-15 se trata de un componente esencial de la misién de los Doce. Pedro niega: «No sé ni entiendo de qué hablas», y se aleja hacia el portal (vv. 66-68). 2) La misma escena se repite (hay tres «de nuevo» en el relato), pero esta vez se amplia el circulo. La criada se- fiala a Pedro a los presentes y define su identidad como la de uno de los que forman parte del grupo de los dis- cipulos de Jestis: «Este es uno de ellos» (wv. 69-70a). 3) La tercera vez son «los presentes» los que recono- cen en Pedro a «uno de ellos», pues es galileo. Las res- puestas precedentes han confirmado las sospechas en vez de disiparlas. Su reaccién es exasperada: insiste («comenz6 entonces a...») y pone a Dios por testigo. Pe- dro llega hasta el fondo en su negacién: a la insisten- cia, afiade la remocién del nombre de Jestis. «Todos vais a escandalizaros» (Mc 14,27), habia anunciado Je- sts. Si en el Nuevo Testamento escandalizarse signifi- ca separarse de Jestis, la separacién toca aqui fondo (vv. 70b-71). El versiculo final (v. 72) refiere el recuerdo de las pa- labras de Jestis y el llanto. El iltimo gesto de Pedro en el evangelio de Marcos no es la triple «negacién». La protagonista del versiculo de arrepentimiento es la pa- La negacién de Pedro 121 labra de Jestis. Marcos recuerda la profecia de la nega- cién (14,27-31) como pauta de lectura de esta pericopa. La correspondencia entre acontecimiento y profecfa es perfecta, estA «calculada» («dos veces... tres veces»). La palabra-acontecimiento de Jestis equivale en Marcos a las Escrituras: se cumplen al pie de la letra y han de ser recordadas en cada circunstancia. Pedro habia sido ya testigo de esa eficacia en la higuera estéril (Mc 11,21), pero el campo de accién de la Palabra es aqui el mismo Pedro. Su vida queda conmocionada hasta que «rompié a llorar» . MEDITATIO Vamos a seguir el consejo de Marcos, que nos sugie- re meditar la negacién de Pedro a la luz de la profecia de Jestis (Mc 14,27-31). No es un cédigo moral, sino su Palabra la que juzga nuestra vida. Jestis, de camino ha- cia Getseman{, anunci6 el escdndalo de todos los disci- pulos (14,27), que les precederfa a Galilea después de la resurreccién (14,28) y, por ultimo, la negacién de Pedro (14,30). Pedro reacciona al primer anuncio con un aunque to- dos st, yo no. Al tercero responde diciendo que esta dis- puesto a padecer con Jestis antes de renegar de él. De modo significativo, el segundo no parece afectarle. La raiz del pecado de Pedro —y del nuestro- se encuentra ya toda ella en estas reacciones. Si nos limitéramos a nuestro episodio, seria facil identificar el pecado con la falta de valor, con la cobardfa, con el ceder al mie- do. Nos quedariamos en un plano que tiene muy poco de «cristiano», arriesg4ndonos a deslizarnos al puro andlisis psicolégico (y a hacernos justificar por don Abundio: «El valor es algo que uno no puede darse a si mismo»). 122 Pasion de Jesucristo segiin Marcos Ahora bien, lo que sucede en el patio es sélo efecto. La causa, en su fuente, es la falta de fe en Jesus, esta en la falta de escucha, de acogida, de estima a su Palabra. Pedro ha renegado ya de Jestis, contradiciendo sus pa- labras proféticas pronunciadas sobre su vida. Pedro cree mas en si mismo que en el Maestro. Cuenta con el conocimiento que tiene de sf mismo, de Jesus, de la si- tuacién. Prefiere basarse en su «buena» voluntad y en sus fuerzas, y poner entre paréntesis el conocimiento que el Sefior tiene de él y de sus limites. Y lo hace por- que molesta a sus planes de accion. Las preguntas en el patio no hacen mas que sacar a la luz una actitud de fondo preexistente. Pedro se prefiere a si mismo a Jestis. En cuanto a proyectos, vision de las cosas, fuerzas y cer- tezas, Pedro se siente a gusto en los suyos propios y nie- ga, olvida, los de Jesus. Jestis ya ha sido suplantado, eli- minado, puesto fuera de juego. En su lugar... esta Pedro. Esta es la rafz del pecado: negar a Cristo poniéndose en su lugar. De este callején sin salida sdlo nos salva Jests. Su palabra-acontecimiento se muestra mas humilde- mente eficaz que toda nuestra remocién interesada. ORATIO jSefior Jesucristo! Ta no viniste al mundo para ser servido y, por consiguiente, tampoco para hacerte ad- mirar y adorar en la admiraci6n. Tt eres el camino y la vida. Tu pediste sdlo «imitadores». Despiértanos, pues, si nos hemos dejado coger por el entorpecimiento de esta seduccién, sdlvanos del error de quererte admirar y adorar en la admiracion, en vez de seguirte y de aseme- jarnos a ti (S. Kierkegaard, «Esercizio del cristianesi- mo», en Opere, Florencia 1988, p. 807 [edicién espafio- la: Ejercitacion del cristianismo, Ediciones Guadarrama, Madrid 1961)). La negacion de Pedro 123 CONTEMPLATIO Vi que, si hubiera otro Dios, en todo semejante a este Dios nuestro, benignisimo y clementisimo, e hiciera por su amor todas las cosas que él ha hecho por amor nues- tro, quedarfan atin, no obstante, dos cosas como deuda que no podrian ser pagadas nunca. La primera es el acto de amor. Porque es él quien nos am6 primero y no nosotros. Esto queda como deuda, no es posible pagar- lo. La segunda es que este otro Dios padeceria por un Dios como él, en todo igual a su infinidad; pero él pa- decié por nosotros. Y ésta es la segunda cosa que queda como deuda y no es posible pagarla. Vi también que todo nuestro amor a Dios es, en rea- lidad, un odio pésimo; toda nuestra alabanza, un insul- to; todo nuestro agradecimiento, una blasfemia en com- paracién con lo que convendria a un Dios asi. Y vi de modo claro que la gloriosa madre de Dios, junto con todo el género angélico y humano, no es suficiente para dar gracias a la divina caridad por la creacién de la mas pequefia flor... Pensad ahora la profundidad a la que me encontraria considerando los beneficios y gracias que he recibido, ademas de las hierbas y las flores. Entonces dejé verdaderamente de contar conmigo misma y con mis buenas obras. Entonces rechacé con todo el corazén las dulzuras divinas, para no afiadir deudas a las deudas e ingratitud a la ingratitud. Y si Cristo se me hubiera aparecido, yo habria cerrado los ojos para no verle. Entonces, con la cabeza inclinada hasta tocar el sue- lo, pedi a Ja divina Majestad la gracia de ponerme siem- pre, mientras viva, de manera ininterrumpida, a los pies misericordiosos de su Hijito crucificado... Vi que el amor, desembarazado y apasionado, sin ningtin orden ni medida, que Dios siente por la criatura es tan grande que, volviendo en mi, decia: jOh locura! jLocura! Nin-

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