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CMC CCUM Cem uli cy El atomo es el pasado. El simbolo de la ciencia para el préximo siglo es la CET Me BCR CRC ey dispuesto para representar todo CCM CCM CrCl me lsc te) eu POC rca tug CP Bae PR Cre tie mer Ly Pa eMC tr CT Kevin Kelly Out of Control ‘4 pena anteror eyerty ‘ee comer on ‘iron econ do ‘imsteads. hp de sce irtmpatee Creu rch Rare, Magnum La aitusion del conocimiento acerca de la crisis global ha generado la ‘aceptacién a nivel mundial de que nuestro medio ambiente es un bien fragil y imitado. Del mismo modo que el conocimiento técnica ‘ransformé el mundo rural en una sociedad industrializada, la tecno- logia de Ia informacién, junto a los nuevos conacimientos sobre el medio ambiente, estan forzando la creacién de una sociedad global; luna sociedad que reconoce la necesidad de ser plenamente cons- ciente de los efectos sociales y medioambientales de sus acciones. La microelectrénica y las redes de informacién son el ndcleo de esta transformacién, y no s6lo porque nos ayudan a tener una pers- Pectiva global 0 nos facilitan nuevas y poderosas tecnologias. Las ‘tecnologias de la comunicacién estén transformando nuestras eco- omias, nuestros modos de aprender, nuestros métodos de traba- je, nuestra capacidad de modificar'el entorno, asf como nuestros deberes y placeres cotidianos; estén inevitablemente cambiando rnuestras vidas, pero también son el centfo'de un auténtico caribio ‘en la mente humana. Las nuevas tecnologias nos capacitan para expandir el uso de_nues- {ros recursos més valiosos y mas especificamente Humanos: la imagi- rnacién creativa 0 el poder del cerebro. El uso prolifco y cada vez mas frecuente de este recurso no esta sujeto a factores que lo limiten ni tione ningin inconvenionte; ademas, funciona en favor de la gente y el entorno, Mientras que la riqueza industrial dependfa de la materia ‘s6lida como el carbén 0 el acero, Ia riqueza sostenible sobre la que ‘se asentaré la sociedad postindustrial dependerd de la materia gis. “Es indudablemente cierto que s6lo existen dos fuentes primordiales de riqueza disponibles: lo que extraemos de la propia tierra y fo que extraemos. de nuestra imaginacién creativa. A menos que empece- ‘mos a depender un poco menos de la primera y mucho mas de la se- {unda, serd inconcebible que podamos sostener a la creciente pobla- cién mundial con esténdares de vida dignos, civiizados y equ- tatvos”. (David Purtnam) i Bie El papel de la tecnologia en este contexto resulta fundamental. La microelectrénica esta provocando un cambio sustancial en nuestra ‘capacidad para conectar a la gente, en su conocimiento y poder ‘mental. Nos encontramos en un periodo de revolucién social compa- rable al provocado por la introduccién de la imprenta en Inglaterra por parte de Caxton 0 por el invento del telégrafo. Asi, el potencial {de cada cerebro se va a expandir enormemente a partir de la cons- truccién de redes de pensamiento. Pero el concepto de red brinda también grandes ventajas a una esca- la mucho mayor. Tiene el potencial de reemplazar nuestros modelos de planificacién y andlisis excluyentes y lineales por otros participati- vos y multidimensionales. La red, como la masa, ofrece toda una es- ‘ructura de posibilidades simulténeas; es eldstica, evolutiva e ilimita- da, un ideal de gran adaptabilidad. Como sistema es integrador & inclusivo y, como Kevin Kelly la describe, registra pequefios fallos para que los grandes no ocurran. Genera control sin ser autoritaria y ‘asume la complejidad. Tengo la esperanza de que Ia invencién tecnolégica jugaré un papel central para ir relegando nuestro potencial destructivo. Es una herra- rmienta que ofrece la posibilidad de crear una riqueza infinita y soste- hile. Estamos en el umbral de una nueva interaccion entre la gente, ‘el conocimiento y el entorno, y en el coraz6n de este nuevo orden ‘econémico y espacial se halla la ciudad global, el alma mater en el centro de esta red de conocimiento. En esta era tecnolégica, los problemas y oportunidades abundan en igual medida. En el aspecto positivo, la robstica y la electronica estén roamplazanda fieicamenta préeticas de trabajo agetadaras y ropatitivas Las condiciones laborales han mejorado radicalmente y las 80 horas de trabajo semanales de hace cien afios han pasado a ser las 37 horas ‘actuales. En ese mismo perfodo, la innovacién en los campos de la me- dicina y la tecnologia han doblado la media de esperanza de vida hasta casi los 80 afos, y se prevee due aumente. Los aue estén naciendo actualmente pueden razonablemente esperar vivir mas de cien aiios. = = = = = 2s) eB = aot 1500 =_— — =. m= a ‘cata Se tobe aca ie hos deminyen ‘eperienamert como Drips receupcetaes ‘mat sat: oh Serna pare de raat ‘ios af uso mo poten seo tral se Por vez primera desde la revolucién industrial, Ja mayor parte de las ‘actividades humanas no estén dominadas por el empleo o la familia, ‘De hecho, ambos factores resultan mas bien “intervalos” dentro de luna vida. Estadisticamente, el trabajo ocupa hoy menos de un tercio de la vida laboral de un adulto que, a su vez, ocupa sélo la mitad de ‘su vida. El periodo dedicado a la familia se ha reducido también sen- siblemente y esas tendencias nos dejan la mayor parte del tiempo sin Uebajv v jubiladus para pouer gozar de nuestras activiaages no productivas y de tiempo libre, Pero, mientras este desarrollo aporta enormes oportunidades, ge- nera también desafios y costes sociales considerable -el mas im- portante de ellos, el desempleo-. La robotizacién no s6lo nos exime de trabajos laboriosos sino que también esta reemplazando a los propios trabajadores. La vida sin trabajo queda falta de propdsitos, y vivir en una sociedad de consumo sin los recursos econémicos ‘que se derivan del trabajo es, dedicidamente, alienante. Algunos sindicatos y companias, como Volkswagen y Hewlett-Packard, estan Intentando distribuir la cantidad limitada de trabejo disponible redu- ‘ciendo aun més la semana laboral. Curiosamente, hemos pasado de tener demasiado trabajo a tener demasiado poco. La Vida de una persona se ve hoy menos definida por sus capacida- des, su oficio 0 su profesién, asi como por la religion y los lazos co- ‘munitarios. En muchos paises, los j6venes deben encarar la amena- za del desempieo permanente desde el mismo dia en que aban- donan la escuela, y esa angustia de los desempleados, los que no ‘cuentan con los suficientes medios y los amenazados por la esca- ‘sez, esté en la raiz del abuso de drogas, el odio contra la sociedad, el vandalismo y la desestructuracion social Las respuestas de los politicos no son mas que palabras cargadas de buenas intenciones, sin un andlisis riguroso de las causas de las actitudes rebeldes de hoy. Se hacen llamamientos que exigen una mayor disciplina. més seguridad y condenas més duras y, por otra parte, se sorprenden de la reincidencia criminal. Nos enfrentamos. Bie Ble ‘con la fragmentacién de nuestra sociedad, la ruptura de nuestras co- munidades y de nuestras familias. Este entorno social inestable se ‘esta acrecentando y parece que la Unica alternativa para llenar el va- lo vital de las personas es la televisi6n. Cabe adoptar innovaciones radicales para poder resolver esta crisis. En este capitulo quisiera examinar de qué manera un cambio en ‘nuestra comprensién del papel de la cultura urbana, la reforma de nuestros sistemas econémicos y mecanismos de gobierno pueden ‘conducimos a un futuro sostenible. Me permitiré aventurar ciertas especulaciones acerca de cémo podria ser ese futuro Nunca como hoy habiamos estado tan vinculados electrénica y fisi- ‘camente, pero tampoco habiamos estade tan aisladoe on el plano social. La libertad individual ha menguado nuestra interdependen- cla y, por consigulente, nuestro sentido del interés comdn. Para re- ‘equilibrar las fuerzas, necesitamos alentar e incentivar la partici- acion en aquellas actividades que ayudan a consolidar la so- cledad. Podriamos aprovechar el potencial de tiempo libre que nos ofrece la nueva era tecnoldgica para extender el concepto de tra: bbajo de manera que incluyera un mayor abanico de actividades cul- turales -trabajo en familias, derechos humanos, grupos de conse- j0.al cludadano, organizaciones juveniles, cuidados sanitarios, me- dio ambiente, artes y educacién continuada-. Esta tarea, una for- ma de ciudadania creativa, asimilaria las necesidades sociales {que el mercado obvia y alimentaria cualidades que humanizan e inspiran nuestras vidas. ciudadania creativa” conlleva participacién en las actividades comunitariag asancialmenta ereativas. Rinamiza las comunidades: podrfa llenar vacios vitales en muchas vidas carentes de propésito; roporciona prestigio social, satisfaccién e identidad y ataja las cau- sas de buena parte de la falta de armonta y alienacién en la socie- dad. Al mismo tiempo, podria generar las bases para una fuerza de trabajo més creativa y motivada. Pensemos en fa sociedad como un taburete de tres patas construido ‘a base de mercado, gobierno y cludadania. La primera peta crea co pital de mercado, fa segunda capital publica y la tercera caprtal so- cial. Jeremy Rifkin, The Environment of Work) ‘A largo plazo, los beneficios sociales, medioambientales y econdmi 08 de este tipo de trabaj civco podrfan transformer las pautas de la vida urbana. Hemos contemplado el desarrollo de nuestras ciudades como responsabilidad estricta de los sectores pablico y privado por ‘separado,y la ciudad postindustrial requiee la particiacién de toda Ja cludadanta. Desplegar la energia laboral de los desempleados, las facultades desaprovechadas de los jévenes y la experiencia de los ‘adultos para solventar problemas ignorados por el sector piblico y por Un sector privado exclusivamente guiado por el rendimiento, supon- drfa una colaboracién decisiva para sustituir la pobreza, la dependen- ‘a y la allenacién por la igualdad, la iniciatva y la partcipacion Las iniciativas medioambientales, la educacién e incluso el pablico, eneran riqueza social. Si empezamos a contemplar todas esas act!~ vidades como trabajo productvo, el resultado sera una sociedad crea tiva. Una sociedad creativa deberia garantizar el derecho a un trabajo Civil a todos los desempleados. La sociedad entendida como un todo ssale ganando de la ciudadania creativa porque es capaz de generar riqueza social. La forma de una ciudad puede animar una cultura urbana que aliente ala ciudadania, y este importante papel necesita ser reconocido. En mi opinién, fa cultura urbana es fundamentalmente participativa. Se ‘manifiesta en las actividades que tienen lugar tinicamente en el en toma densa @ intaractivn de las citdadas Fetas actividades van das. {de lo mas cotidiano y ordinario a lo més extraordinario, desde lo mas ivertido a lo mas profundo. Desde acaloradas tertulias de café has- ta la audicion de un concierto, se trata de actividades que definen e| cardcter particular de una ciudad, otorgan identidad a una sociedad urbana, captan la esencia de su gente y adnan a la sociedad. La cul. tura es el alma de cada sociedad y su mejor arma contra la re presi6n, sirve para diferenciar a la gente en esta era de globalizacion ¥ uniformidad. He hablado sobre la capacidad de la ciudad para animar esta inter- ‘accién enriquecedora y también de su nociva capacidad para ahogar la. El 4mbito pdblico juega un papel fundamental a la hora de promo: ver la cultura urbana en favor de la ciudadania, Por ambito publico no 's6l0 me refiero a espacios como la Piazza San Marco de Venecia 0 la plaza Garibaldi de Ciudad de México. Estos lugares mantienen fun- clones sociales y simbolicas importantes, pero son el apice de la je- rarquia de espacios que empieza con la calle local que une casa y escuela, tienda y trabajo. El espacio pdblico seguro © integrador, en todas cus formas de lo colosal a lo mas intimo- resulta fundamental para la integracién y la ccohesién social. La democracia halla su expresién fisica en los es- pacios mas abiertos de Ambito pablico, en la calidad de la vida de la calle, y para ello es crucial el modo como los edificios contienen © acttan como tel6n de fondo de las leyes esponténeas y cadticas de la vide cotidiana de la ciudad. Somos, quiz4, la primera genera ccién comprometida con los derechos de igualdad y, de ese modo, debemos enfrentamos al desafio de crear un émbito piblico que ‘sea verdaderamente integrador y accesible para todos. Debemos Perseverar en nuestras tentativas para desarrollar esta institucion a fin de que refleje nuestra nueva era. Los derechos humanos perflan la libertad del espacio publico: sin ellos se convierte’‘en una falacia -basta pensar en los sucesos de la plaza de Tiananmen-. La libre expresién de los derechos ciuda- danas an al aspacia ithann consolida la experiencia de libertad y alimenta esos derechos l tiempo que los protege. El 4gora griega Constitu‘a una de esas expresiones espaciales de derechos socia- les, si bien eran derechos reservados a una clase privilegiada. La accesibilidad fisica e intelectual del espacio pablico es la gran prueba ce los valores de una sociedad y demuestra, hasta aué punto trabajar por una ciudad integradora promueve la tolerancia y el pensamiento radical. No es ninguna casualidad que, bajo los re- gimenes fascistas u otros regimenes represivos similares, te cit dad aparezca segregada y proyectada para abrumar al individuo. Compartir los espacios pablicos supone romper con los prejuicios y nos fuerza a reconocer las responsabilidades comunes, consoll- dando asi las comunidades. La libertad del espacio pablico debe sor defendida oon ol miome en tusiasmo que la libertad de expresion, Necesitemos damos’ cuenta de que el espacio pablico incluye a nuestras insttuciones semipriva- das -escuelas, universidades, centros comerciales, sedes de dist to-y debemos asegurar que es0s espacios sean accesibles para to- dos y que se proyecten desde la mayor exigencia cualitativa. 1 ‘abuso del control privado requiere responsabilidades pablicas. Asi, por ejemplo, cuando una calle es sustituida por un centro comercial, los promotores deben hacerse cargo de los servicios necesarios Para la comunidad. La libertad del ciberespacio debe también inci se en nuestra definicion del espacio pablico y salvaguardarse como foro paiblico para ayudar a crear comunidades equitatvas, ‘Actualmente estamos construyendo ciudades que segregan y brutall- zen mas que chvlizan y emancipan. Pero la revolucion reciente en hnuestras actitudes hacia el entorno natural nos aportan un modelo til. La descrineién de los érologistas de nuestra ralacién con ta na. turaleza -no somos sus propietarios sino sus deudores y tenemos responsabilidades ante las generaciones futuras- es igualmente apli cable al espacio publico de las ciudades. Nos estamos habituando a pensar en la naturaleza como un bien definitivo; ahora debemos ha- Cer lo propio con el espacio pablico e invertir en la dimensién pablica de nuestros espacios y en la vida pablica nuestros ciudadanos, eCémo surgiré ta ciudad sostenible? La economia no puede sosla- yar esta sostenibilidad deseada y, por ello, tenemos el deber de ‘examinar nuestras consideraciones basicas en el seno del pensa- ‘miento econémico. Desde el advenimiento de la industrializacion se hha hecho hincapié en “la extracci6n y el consumo” y, durante fos pa- 5. 83 sados doscientos afios, se han creado técnicas y tecnologias alta- mente eficientes pero orientadas hacia un gasto y un consumo Ik neal. El énfasis sobre el PIB sugiere que el crecimiento econémico, per se, es un beneficio, aunque ignore criterios a largo plazo como la fertilidad de! medio ambiente o el bienestar de la sociedad. Si ini- ciamos un cambio conceptual que contemple los recursos de con- servacién y reciclaje, podremos anticipar lo suficiente la respuesta del mercado con la misma eficiencia y capacidad. zPero, cémo po- demos orientar ese cambio de direccién? La actual tendencia del mercado se basa en tasar los bienes por su. caste de produccién, sin incluir el impacto de su uso. Asi, en EEUU y ‘muchos otros paises, el petréleo resulta mas barato que el axua mi eral, a pesar de que el consumo de petréleo provoque contaminaciGn ¥y erosion de Ia fertiidad de la Tierra. Nuestro modelo de vida derro- ‘chador se asienta sobre la base de un petréleo barato ¢A qué precio? {Al de serios dafios medioambientales a largo plazo, contaminacién e ingentes costes sanitarios derivados de todo ello. En un solo afio con- sumimos, de hecho, millones de afios de energia almacenada por el planeta, perludicando fatalmente el sistema vital de sostén de la hu- Imanidad. Estamos consumiendo la riqueza de futuras generaciones. Los intereses de mercado no son el Gnico factor de esta nociva reall- ‘dad. Un informe reciente del Worldwatch Institute de Washington re- velaba que los gobiernos del mundo occidental eran responsables de ‘unos gastos piiblicos de mas de 500,000 millones de d6lares que, practicamente, estaban dedicados directamente a perjudicar al medio “ambiente. Las actividades de los sectores privado y publico deben asi ilar un equilirio sostenible si queremos progresar hacia nuestra ca- lidad de vida, algo que ya ha sido publicamente reconocido: “Para que el desarrollo sea sostenible, las consideraciones me ‘dioambientales deben pasar a ser un elemento crucial en las deck ‘siones que asumen los gobiernos y las industrias. Y para que esto ‘suced2, 50 necesita mejor informacién sobre el modo como el desa- ‘rallo econdmico afecta al entorno. La meta definitiva serfa la integra o'e'e gram aiense msn ee | salud y la seguritad Gober Lim ut st )\ Geen ue muestra a recente Sepuraln arte ls civae et iby as de os adores (eco de tim coo a ‘Race oe BenortarEeonsrco Scat (OES) ci6n de las balanzas econémica y medioambiental en las cuentes de Estado”. (White Paper del Gobierno Briténico, enero de 1994) Es una necesidad apremiante establecer un nuevo concepto de eva- ‘uacién global de la economia. La sostenibilidad puede verse como medida de eficacia si sabemos contemplarla mediante criterios am- plios, complejos y a largo plazo, y no con criterios simples, restringl- dos € inmediatos. Representa un orden superior de eficacia econémi- ‘ca que nos beneficia a todos, en lugar de @ unos pocos en detr- mento de la mayor, EI mercado funciona con criterios responsables, altamente eficaces, flexibles y a corto plazo, pero debemos tender a una ecuacién econé- mica que integre los factoras sociales y medioambientales a largo pla 20. Un abanderado de la sostenibilidad como David Pearce, profesor ‘de Economia en la London University, proclama que el interés privado puede ser gestionado por los gobiernos para que la eficacia a corto plazo no incurra en deficiencias sociales y ecol6gicas a largo plazo. Los gobiernos deberfan imponer cargas o “impuestos ecoldgicos” so- bre las actividades que daiien e! medio ambiente, de manera que los costes externas se reflejen en el precio de compra de los bienes. Ello orientaria a las fuerzas del mercado hacia una produccién més ecolégica y, manteniendo la eficacia y la competitividad del sector pri- vado. colaboraria en la consecucién ce un medio sostenibla, Basta pensar en la gasolina. Desde la crisis de la OPEP en 1986, los precios del petrdleo han vuelto a caer por debajo de los de la anterior crisis. Las mejoras que se llevaron a cabo en el sector automouilistico ppara reducir e! consumo de combustible tras la crisis de 1973, han cexperimentedo un vuelce inverse. Muchos prupiviarius ue weliculos, alentados por los bajos precios, escogen ahora coches mayores, mas pesados y con motores més potentes. Aumentos de precio dictados Por ciertas tasas desanimarian répidamente a los consumidores an- tes de comprar vehiculos derrochadores de energfa y alentaria a los Productores a ineorporar innovaciones tecnolégicas encaminadas a re ducir el consumo de gasolina y la contaminacién que producen. Ble ge ‘Actualmente, gravar con impuestos ciertas actividades se contempla ‘mas como un modo de recaudar fondos que como un recurso que puede modificar los comportamientos individuales y corporativos. Los impuestos se aplican segin grados tolerables por el mercado y el electorado. Asi, las tasas sobre la gasolina o los vehiculos vienen determinadas por el deseo de rentabilizar al maximo la recaudacién ssin amenazar e| status quo econémico, en lugar de hacerse por con- sideraciones sociales 0 meaioamoientales. Las poltticas medioambientales que alientan una mayor productivi- ddad de los recursos ~mas reciclaje y menos residuos~ pueden dar u- gar a dinémicas beneficiosas. Con la densificacién del mercado labo- ral, Se espera que se genere empleo urbano a gran escala y grandes ‘oportunidades financieras. Resulta bastante l6gico: sustituir el verti- do de residuos ai mar, su incineracién o enterramiento, por ejemplo, por procesos de repraceso o reciclado requiere mayores culdados. La productividad de los recursos se puede mejorar equilibrando los impuestos sobre la mano de obra y la mecanizacién. Las poltticas Impositivas gubernamentales tienden a favorecer 1a mecanizacion ‘como medio de aumentar la produccién. Como resultado, se subven- ciona la automatizacion creando estructuras impositivas que desani- ‘man aquellos procesos que precisan de mano de obra, ofreciendo ‘ventajas fiscales a la inversién en tecnologia mientras que se cont: nda gravendo el trabejo tout court. Sin embargo, la prosuncién de ‘que la méquina es mas productiva que la mano de obra laboral pue- de ser err6nea. En algunos casos, el empleo de una persona conlle- va beneficios sociales o medioambientales que superan, de lejos, la aparente eficacia de la maquina. Consideremos ei caso, a priori obvio, del cobrador de los autobu: ‘ses londinenses, hoy en dia cercano a la extinci6n. Desde que se ‘emprendié la racionalizacion y la privatizacion de los autobuses ur- ‘banos y la orientacion de “rentabilidad” que conllev6, 1a tarea del cobredor pasé al conductor. Asi, las compafiias doblaron su pro- ucei6n de un dia para oO, al ofrecer la misma ruta con la mitad de la plantilla y el mismo equipamiento, No obstante, lo que sobre el papel puede parecer adecuado, ignora toda la amplitud del impacto econémico, social y medioambiental ‘que genera ese cambio: los autobuses se demoran en las paradas {alargando el tiempo del trayecto, entorpeciendo el tréfico y egravan- do los problemas de la emisién de humos); no hay asistencia adi- cional para los discapacitados, los ancianos o turistas; ninguna cara familiar para los nifios; y se tiene la sensacién de una menor segur (02a, @ 1a ver que se encuentra a tartar la animacion genereda por el cardcter, a menudo pintoresco, del cobrador; nada de todo ello favo- rece una actitud de sentir como propia fa zona de pasajeros del ‘autobis; y todo ello sin contar con la pérdida de empleo de varios Cientos de cobradores. Se nos demuestra que Ia gestion de los au tobuses resulta ahora mas barata y que los beneficios se reparten entre el resto de empleados y los gestores, pero no existe prueba ‘alguna de que este sistema haya mejorado la red de transporte ot- blico ni de que la gente lo use con mayor frecuencia. Los costes -en tiempo y gasolina derrochados, en contaminacién, atascos y desem- pleo- los paga la propia sociedad. y el ahorro derivado de este in- ‘cremento de la rentabilidad resultan pura ilusion. Este ejemplo es s6lo la punta del iceberg. Los altos grados de “efi Ciencia” alcanzados por las multinacionales, que controlan alrededor del 50 % de todos los ingresos, enmascaran los lastres sociales y ‘medicambientales de las ciudades consumistas. Un articulo reciente en Le Guardian describia de qué modo los filipinos se estaban prepa- rando para convertirse en el tigre asiético, con un programa de mo-

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