ANDALUCIA-
“HISTORIA
Trafalgar
el desastroso final de un suefio
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a la peninsula Ibérica
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El emir de Occidente andaluz universal ALa botalla de Trafalgar
produjo una extensa
serie de obras pictéricas
tanto de autores espafio-
les como de otros de
nacionalidad francesa 0
briténica. En el primero
de los casos se encuentra
el cuadro elegido como
tema central de nvesira
porlada. La muerte de
Churruca en Trafalgar,
fue pintado en el siglo
XIX por Eugenio Alvarez
Dumont y se expone
actualmente en el
‘Museo del Prado,
ACE DOSCIENTOS afios que la escuadra espafiola mandada,
junto ala francesa, porel almirante Villeneuve suftia una severa
.
Es deci el proyecto del americano Ful-
ton, cuando propuso‘ la Marina la aplica-
ci6n a la navegaciGn de la méquina de
‘vapor como fuerza motriz para los barcos.
Aunque, en este caso, la culpa fue del
rmismoNapoleén, quien, de creereltesti-
mono posterior del marscal Marmont, ra-
‘Gal americano de charlatén. Una act
tud muy caracterfstica del Emperador,
‘opuesto por sistema a las innovaciones
técnicas de la época. Por més que, en
aquella ocasién, segin su corresponden-
cia, el «Diablo» hubiera dejado en ma-
nos de los miembros del Instituto el pro-
yecto del ciudadano Fulton.
“Tedo estohizo que, en el momento de
la batalla de Trafalgar, la aparentemente
poderosaflota francesa contara con unos
barcosanticuados. Unos barcos que,adi-
ferencia de a flota espatiola, que contaba
30 Andalucia enix Historia,
‘con buenos marinos (Gravina, Churruca,
‘Alcalé Galiano, Escafo y Valdés), nodispo-
na nide grandes marinos nide tripulacio-
znesentrenadas. Justo lo contrario delo que
‘ocurria con la armada briténica, cuyos jefes
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cee combate en Tra
falgar, de
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—Nelson, Collingwood, Calder—eran de
cextraordinaria calidad. La superioridad de
la flota britdnica no tuvo punto de compa-
racién. Se trataba, ademés, de una superio-
ridad técnica, ue, difcilmente, los france-
sesy los espafiolespodtan haber contrarres-
tadoenel encuentro.
Enel fondo la clave de la superioridad
briténica contra Napoleén estuvo.en loslo-
gros de su revolucién industrial. A diferen-
cia de Francia, que habfa suftido honda-
‘mente el traumade la Revolucién, Inglate-
ra habfa acanzado ya un desarrollo tecno-
lbgico y un utillaje industrial que fueron,
endefinitiva la verdadera causa de su triun-
fo frente a Napoleén. Raz6n por a cual al-
gunos historiadores han sostenido que, al
final, las guerras contra Napoleén no fue-
ron ganadas en ‘Trafalgar Leipzig o Water-
Joo, sino en las fabricas de algodén cle Man
chester yen las de hierro de Birmingham.
Desde luego la superioridad técnica fe
completa en 1805 por parte de los ingleses,
Y aunque teGricamente ls aliados conta-
ran con mayor nimero de batcos (18 navios
francesesyy 15 espafioles) y con mayor nd-
‘mero de cafiones (2600, de los cuales 1356
eran franceses) frente alos 2200 ingleses, su
superioridad (estratégica, tfctica, técnica,
artillera) no dej6 lugar a dudas. Por supues-
to, ! primero en darse cuenta, dela mani-
festa inferioridad de la flotaaliada desde el
primer momento fue el propio Napoleén,
ue sintié que Villeneuve, en el mesdeagos-
to de 1805, en ver de encaminarse al canal
delaMancha, se dirigi6 al sur aplazando los
planes de la invasion de Inglaterra, Pues en
verde poner proa a Calais tomé el rumbode
CCédie, cayendo en la trampa de Gibraltar.
Con posterioridad, los franceses, tanto
Jos marinos como loshistoriadores,echarfan
Ja culpa de la derrota a los espafioles. De
‘momento a prensa francesa, controlada con
‘mano érrea porel «Diablo, dioescasa cuen-
ta del desastre. Pero después historiadores
nnapoleGnicos como el propio Thiers acha-
caron parte de la responsabilidad de la de-
‘rota a losaliados espafioles. Loque provo-Trafalgar
6, por parte del historiador
cspatiol Mariani, una réplica
famosa, ampliamente difun-
dida por el historiador La-
fuente, documentada tanto
con los pares auténticas de
Collingwood, de Gravina yEs-
cai, como con lsinstrucio-
nese Napolesna Villeneuve
yotrostestimonios.
Eptlogo al desastro
La suerte dificilmente
podia acompatiar, en esta
‘ocasiGn, al «Diablo» en Tra-
falgar. Su suefio de dor
nar el canal de la Mancha
siquiera fuera por unas ho-
ras—«Seamos por scis ho-
ras duefios del canal y sere-
‘mos duefios del mundo»—
dificilmente podfa hacerse
realidad con una flotacomo
la inglesa. ¥ con un jefe, por
parte francesa, como elalmi-
rante Villeneuve, que se ca-
‘ncteriz6 por su inaceién en.
bukit, y por su torpeza en.
Trafalgar. Su amigo Decrés lo
promovi6a vicealmirante en
mayo de 1804 y, después de
la muerte de Latouche-Teéville,a coman-
dante de la escuadra de Tol6n con puesto
de mando en el Bucentauro.
Segiin la versién del primer
espatiol, don Manuel Godoy, Napoleén,
0, por mejor decir, su «malisimoe ministro
de Marina, se mostr6 demasiado condes-
cendiente con Villeneuve, que debié
haber sido reemplazado desde el primer
nto, slo primero por su pereza ysu
.¥ lo segundo, que era més, por
faltarle ya la confianza y el aprecio de
todos los marinos franceses yespafiolese,
Pero el ministro le mantuvo contra vien-
isto
toymarea. Y cuando al final supo que se
hhabfa nombrado al almirante Rosily para
reemplazarle, cometi6 la imprudencia de
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TRAFALGAR
1
Cvadro de honor con el nombre de los marines expats muertos entfolgar,
cenfrentarse a Nelson en contra del con-
sejo de los demss marinos.
Prisionero de ls ingleses tras la batalla,
Villeneuve fue puestoen libertad cineome-
sesméstarde. ¥ temeroso de la reaccién del
Emperador, después de poner en conoci-
‘into del ministro de Marina que acaba-
bade llegar a Francia, se suicid en la habi-
tacién de un modesto hotel de Rennes don-
de se aloj6 (22 abril 1806). EI suicicio del
almirante fue el desgraciado epflogo del
principal protagonist de la derrota his-
panofrancesa de Trafalgar. Pero, por si
fuera poco, la forma de la muerte del al-
rirante francés dio lugar a todo tipo de
interpretaciones, que no dejaron de po-
ner en tela de juicio ala propia Marina.
Segdin unos, el al-
‘mirante se salt6latapa
delossesos de un pisto-
letazo, temeroso de dar
cuentasante un conse-
jo de guerra convoca-
doporel propioNapo-
Jeén. En las Memorias
del doctor O'Meara,
médico inglés de San-
ta Elena, publicadas
poco después de la
muerte del Emperador,
aquél dio una version,
inéditade su suicidiode
acuerdo.con el testimo-
niio de éste. Segéin el
‘ual, el almirante fran-
6s, temeroso de la re-
accién del Emperador
por haber desobedeci-
do sus érdenes y, con-
secuentemente, de ha-
berperdidola ota, de-
cidié poner fina su vida.
Ylohizoestudiandosu
propia anatomia a tra-
v¥és de un grabado del
coraz6n, que sobrepu-
soasupecho;ysobre el
que, enel sitio preciso,
después de haberse entrenado previamen-
te, clav6 el alfiler que acabé con él. Otra
versién de su muerte, ndada en el test-
rmonio del sargento Guillemard,y difun-
dida en su tiempo por varios periédicos
después de la muerte del Emperador, daa
la noticia de que el almirante fue asest
cdo de varias pufaladas en el pecho.
men que fue achacado por algunos aini-
bbemos que, pese al quebranto para su
negocio que hubo de suponerles la ac-
‘tuaci6n del juez Gongora, los tres con-
tinuaron en la actividad tipogeéfica en
los aios siguientes.
Al hilo de las pesquisas judiciales
salieron ala luz importantes elementos
para conocer la actividad de la impren-
ta en Sevilla por aquellas fechas. Asf,
por ejemplo, se puso de relieve la im-
portancia en el mundo editorial de las
obras de carsicter religioso, donde El
perfecto cristiano era obra comin a to-
das las imprentas. También las obras de
DA era uno de Ic
Polibese cree ccm leery
divulgados estaban en la Sevilla del barrocofray Luts de Granada
goraban del favor del areca
pdblico, asf como las Guiote
comediasdelos gren- “Teeiaace
Nocional
des “ingenios”, entre
los que destacaba sobre todos Lope de
‘Vega, acompaiiado de figuras como
Ruiz de Alarcén, Rojas Zorrilla, Vélez
de Guevara o Guillén de Castro. Junto
acellos, figuras que entonces gozaron
del favor del piblico, pero que el paso
del tiempo situé en un plano menos im-
portante, como es el caso de Pérez de
Montalbén, novelista y autor teatral.
‘También habja interés por los llamados
entonces calendatios y pronésticos, que
se hacfan anualmente, como el que so-
Jicitaba editar el impresor Juan Gémex
de Blas, bajo el titulo de Pronéstico
lunario para el ait que viene de 1641 u
‘otto titulado Pronéstico gracioso,redt-
culo de dsparates para el entreten
to de las gentes. Frente al predominio
dela literatura religiosa y de las obras de
teatro, la novela aparece en una propor-
‘i6n mucho més reducidla, no alcanzan-
do cl diez por ciento de los ttulos reco-
sidos, siendo el mas repetido la Histo-
ria de Oliveros.
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—PRONOSTIE
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DURANTE LA ETAPA BARROCA, LA LIBERTAD DE EXPRESION
ERA FUERTEMENTE CENSURADA POR EL PODER.
En cuanto a las tiradas de las edi-
ciones, aunque algunas expresiones
como veinte balas (en clara alusién a
Jas resmas de papel utilizado) no resul-
tan muy explicitas, se repite varias ve-
ces la cifra de mil quinientos ejempla-
res para ediciones acabadas, lo que
parece indicar que era ese un néimero
habitual durante la €poca.
‘También al amparo de las pesqui-
sas judiciales sabemos que algunos de
los libreros instalados en Sevilla eran
verdaderos mercaderes de libros con
una vasta red de relaciones comercia-
les que se extendian por numerosas.ciu-
dades, como era el caso de Juan L6pez
Romén, cuyas actividades se extendian
Toledo, Cuenca, Valladolid o Ma-
Arid; precisamente por aquellas fechas
esperaba el envio desde la corte de
una edi
ceielee pleta —en total
fededcaron — yeinte balas deli
Specs bros— de una
sleet &¢ obra titulada Ce-
elque oqetse Lada sobre Judit,
impresses que estaba He
honer del gando a la adua-
Fronceco dena hispalensecon
Sole y Gono
grandes dificul-
tades por causa de los artierosy de las
inclemencias del tiempo.
En definitiva, Ia libertad de ex-
presién, que nunca ha sido del agra-
do del poder establecido, era enton-
ces wi
quimera y un delito grave-
mente perseguido. Algunos impreso-
res de la Sevilla del Barroco, que vi-
vi6 en el mundo editorial una crisis
muy similar a la que sufti6 en otros