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DIRECTORIO DEL OPUS DEI INTRODUCCION EI presente Directorio del Opus Dei o «liturgia de las Horas segin el rito mondstico» quiere ser la respuesta de la Comision Litargica de la Confederacién benedictina al deseo expresado por la Congregacién del Culto divino con fecha de febrero de 1964. En 1970, Pablo VI promulg6, para la Iglesia universal, el Oficio divino revisado segin las normas emanadas del Concilio Vaticano II. En la edicién de la «Liturgia de las Horas segin el rito romano», la Congregaci6n para el Culto divino introdujo, en lugar de las «Rubricas generales», un documento titulado «Ordenaci6n general de la Liturgia de las Horas» (OGLH). En este magnifico documento se encuentran, expuestos con clari- dad, los tesoros de doctrina espiritual relativa a la celebracion de las Horas del Opus Dei, tenida siempre como sagrada en la tradiciéri monastica. Con ocasién de la reafirmaci6n de tales normas por la autoridad suprema, se urge una vez mas a los monjes de nuestra generacién a que hagan del Opus Dei el ver- dadero centro de la vida espiritual en las comunidades monasti- cas. No pretendemos repetir —ni siquiera resumir— aqui cuanto con notable acierto se dice en la OGLH. Nos limitamos a pre- sentar las directrices de la tradicién monastica, revisadas a la luz de los principios de la renovacién litirgica, tal como se exponen en la OGLH. Expondremos asimismo las diferentes experien- cias de oracién que, dentro de los limites de la renovaci6n litar- gica iniciada y propiciada por el Concilio Vaticano II, se han hecho en varios monasterios. De este modo, la tradicion monas- tica entrara en contacto —en materia de oracidn— con las ten- dencias espirituales vivamente presentes en el mundo y en la cul- tura de nuestro tiempo, al amparo de aquella apertura 12* - directorio del opus dei legitimamente pluralista, en la que la Iglesia posconciliar reco- noce elementos validos para la edificacién del Cuerpo de Cris- to. Estas consideraciones no quieren ser una sintesis sistematica de teologia del Opus Dei. Son simples reflexiones destinadas a iluminar diversos aspectos de la oracidn litargica, de enorme in- cidencia en la vida monastica. Reflexiones de orden tedrico, en la primera parte, y de caracter practico, en la segunda. Al ofrecer este Directorio a todos los monasterios de la Con- federacién Benedictina, los miembros de la Comisién Litargica hacen constar con gratitud que muchas de las ideas aqui expues- tas, son debidas a monjes y monjas, cuyos consejos y sugeren- cias la Comisién gustosamente acept6. Por lo que es licito espe- rar que todos los hijos e hijas de san Benito descubran en estas notas su propia manera de entender la celebracién del Opus Dei, que es el culmen espiritual de la vida monastica. PRIMERA PARTE TEOLOGIA DEL OPUS DEI 1. Primado del Opus Dei en Ia tradicién benedictina.- La tradicién benedictina de todos los tiempos ha asignado a la ce- lebracién del Opus Dei un lugar de privilegio: como fuente de genuina espiritualidad y como medio de jalonar la jornada mo- nastica. Al conservar y observar fielmente la norma de la Regla: «Nada se anteponga al Opus Dei» (RB 43,3), el monacato se ha- ce intérprete de la constante conviccion de la Iglesia, cuando afirma que «la oracién publica y comunitaria del pueblo de Dios figura con raz6n entre los principales cometidos de la Igle- sia» (OGLH 1), y que «el cristiano esta Hamado a orar en co- min» (SC 12). La mencionada frase de la Regla de san Benito no ha de ser Gnicamente considerada como una norina disciplinar, sino mas bien como expresidn de la estima que los monjes sentian por la oracién y la celebracion litargicas. En efecto, el monje mani- fiesta‘la autenticidad de su vocacién «si busca sinceramente a Dios y es solicito por el Opus Dei» (RB 58,7). Desea matricular- teologia del opus dei - 13* se en aquella «escuela del servicio divino» (RB Prol 45), en la que «asistir al Oficio divino» (RB 19,2) es indudablemente un privilegio, mediante el cual hace patente de modo muy particu- lar «el servicio de su devocién» (RB 18,24). 2. Dimension eclesial del Opus Dei.- Siempre que las comu- nidades monasticas se retnen para la celebracion comunitaria del Opus Dei, «representan de modo especial a la Iglesia orante, pues reproducen con mayor plenitud el modelo de la Iglesia, que incesantemente alaba al Sefior con armoniosa voz» (OGLH 24). Seria erroneo pensar que esta dimension eclesial del Opus Dei deriva primariamente del hecho de que la comunidad mo- nastica celebra la Liturgia por «delegacién» o «en nombre» de la Iglesia; pues la misma comunidad, reunida para celebrar la Liturgia de las Horas, es de suyo «iglesia orante», si bien condi- cionada por limites espaciotemporales, y en ella se ejerce de hecho la funcién sacerdotal de Cristo, que constituye «la obra de la redencién humana y de la perfecta glorificacién divina» (OGLH 13; cf SC 5). En este contexto, se comprende mejor la relacién existente entre una determinada comunidad orante y la Iglesia universal. De la Iglesia universal recibimos no sélo normas preceptivas litirgicas o rabricas, sino el mismo conteni- do de la oracién, que es la expresidn de la fe («que la norma de creer establezca la norma de orar»). Si procuramos contemplar en esta perspectiva el Opus Dei, evitaremos el peligro de consi- derar la celebracién liturgica —lo que seria un deplorable error— como la mera suma de las oraciones de los distintos miembros de la comunidad, al amparo de una cierta solemnidad externa, No; la Liturgia de las Horas, celebrada por una comu- nidad monastica, no es la mera suma de oraciones privadas, si- no que mediante ella los monjes forman una verdadera «iglesia orante». 3. Signo de «comunién».-.La dimensi6n eclesial que una comunidad monastica congregada para la celebracién del Opus Dei asume, no ha de entenderse inicamente en el sentido de una unién que se ha dado en llamar «vertical», es decir, de aquella unidn que, mediante la Liturgia de las Horas, se establece entre el monje y Dios. Esta union personal con Dios s6lo sera verda- dera y auténtica en la medida en que integre ademas la dimen- sibn «horizontal», esto es, la unién entre los hermanos; y, por teologia del opus dei - 13* se en aquella «escuela del servicio divino» (RB Prdl 45), en la que «asistir al Oficio divino» (RB 19,2) es indudablemente un privilegio, mediante el cual hace patente de modo muy particu- lar «el servicio de su devocién» (RB 18,24). 2. Dimensién eclesial del Opus Dei.- Siempre que las comu- nidades monasticas se reinen para la celebracidn comunitaria del Opus Dei, «representan de modo especial a la Iglesia orante, pues reproducen con mayor plenitud el modelo de la Iglesia, que incesantemente alaba al Sefior con armoniosa voz» (OGLH 24). Seria erréneo pensar que esta dimensién eclesial del Opus Dei deriva primariamente del-hecho de que la comunidad mo- nastica celebra la Liturgia por «delegacién» o «en nombre» de la Iglesia; pues la misma comunidad, reunida para celebrar la Liturgia de las Horas, es de suyo «iglesia orante», si bien condi- cionada por limites espaciotemporales, y en ella se ejerce de hecho la funcién sacerdotal de Cristo, que constituye «la obra de la redenciédn humana y de la perfecta glorificacién divina» (OGLH 13; cf SC 5). En este contexto, se comprende mejor la relacién existente entre una determinada comunidad orante y la Iglesia universal. De la Iglesia universal recibimos no sdlo normas preceptivas litirgicas o rubricas, sino el mismo conteni- do de la oracién, que es la expresién de la fe («que la norma de creer establezca la norma de orar»). Si procuramos contemplar en esta perspectiva el Opus Dei, evitaremos el peligro de consi- derar la celebracién litirgica —lo que seria un deplorable error— como la mera suma de las oraciones de los distintos miembros de la comunidad, al amparo de una cierta solemnidad externa. No; la Liturgia de las Horas, celebrada por una comu- nidad monastica, no es la mera suma de oraciones privadas, si- no que mediante ella los monjes forman una verdadera «iglesia orante». 3. Signo de «comunién».-.La dimensi6n eclesial que una comunidad monastica congregada para la celebracién del Opus Dei asume, no ha de entenderse unicamente en el sentido de una union que se ha dado en llamar «vertical», es decir, de aquella unién que, mediante la Liturgia de las Horas, se establece entre el monje y Dios. Esta unién personal con Dios sélo sera verda- dera y auténtica en la medida en que integre ademas la dimen- sién «horizontal», esto es, la union entre los hermanos; y, por 14* - directorio del opus dei consiguiente, en la medida en que el Opus Dei —como la Eucaristia— se convierta en signo de «comunién» monstica. A los que Ilegan tarde a) Opus Dei, san Benito les ordena que «no ocupen su lugar en el coro», «ni presuman incorporar- se al coro de los que estan salmodiando» (RB 43,4.11). La razon de esta norma es, al parecer, que la presencia de todos los miembros de la comunidad en la celebracién del Opus Dei es una exigencia basada en el hecho de que la asamblea liturgica es realmente la comuni6n vital de todos con Cristo —cuyo signo es—, y no la simple reunién de un grupo en un lugar determina- do. De donde puede deducirse la gravedad de la excomunién monastica, pues el Opus Dei «pertenece a todo el cuerpo de la Iglesia, lo manifiesta e influye en él» (OGLH 20; cf. SC 26). En efecto, segiin la gravedad de la culpa, la excomunién monastica priva al monje de tomar parte activa en la celebracion del Opus Dei (RB 24,4), 0 le excluye radicalmente de participar en él has- ta que haya dado céngrua satisfaccién (RB 44,1). 4. Didlogo con Dios.- La estructura esencial de la Liturgia de las Horas es «el didlogo entre Dios y el hombre» (OGLH 33). Y como quiera que somos miembros de Cristo y osamos !amar a Dios «Padre», la Liturgia de las Horas es «el dialogo entre el hijo y el Padre», segin la antigua definicién monastica de la oraci6n. Para que el Opus Dei consiga realmente todo valor espiri- tual, se requiere en primer lugar, que cada uno de los partici- pantes se emplee a fondo en entablar un verdadero didlogo con Dios y que cada dia avance en una progresiva profundizacién de Ja oracién, hasta tener de ella una auténtica experiencia, vivién- dola en su espiritu antes de pasar a expresarla como «tributo de labios que bendicen su nombre» (Heb 13,15). En segundo lugar, hay que procurar que los elementos formales conserven su valor de medios para establecer el dialogo de forma cada vez mas in- tensa, en los elementos que le son propios: escucha y respuesta a la Palabra, asi en la salmodia como en la plegaria, comunitaria © silenciosa. Estos elementos formales y externos que integran la alabanza de la celebracién, no han de ser considerados como indiferentes, pues —segin las disposiciones de quienes partici- pan en la celebracién— pueden favorecer o entorpecer el didlo- go con Dios, al que el Opus Dei tiende por su misma naturaleza. teologia del opus dei - 15* 5. El silencio sagrado.- Para que este dialogo con Dios se tealice en condiciones de mayor eficacia, se recomienda que «se guarde asimismo, a su debido tiempo, un silencio sagrado» (OGLH 201; cf. CS 30). El silencio de la comunidad orante es el intervalo necesario «para lograr la plena resonancia de la voz del Espiritu Santo en los corazones y para unir mas estrecha- mente la oracién personal con la Palabra de Dios y la voz publi- ca de la Iglesia» (OGLH 202). En estos espacios de silencio, el Espiritu Santo, sin ‘el que no puede darse oracién cristiana (OGLH 8), «intercede por nosotros con gemidos inefables», e inspira la oraci6n «segin el querer de Dios» (Rm 8,26-27). Por definicién, la vida monastica lleva inviscerada una exi- gencia de silencio. En los monasterios debe reinar el silencio ex- terno; y los monjes se esfuerzan por cultivar el silencio interior, raz6n por la cual podria parecer menos necesario introducir en el Oficio divino el silencio sagrado. Sin embargo, son muchos los monasterios que han experimentado los beneficios derivados de intercalar en Ja Liturgia de la Palabra, es decir, en el Oficio divino, liturgias del silencio, bien después de cada salmo —se- gun una antiquisima costumbre monastica—, bien a conti- nuacién de las lecturas, antes o después del responsorio (OGLH 202). Estos espacios de silencio permiten asimilar, saborear e in- corporar con mayor profundidad la Palabra escuchada y hacer que germine en el alma con mayor vivacidad la palabra de res- puesta (cf. Is 55, 10-11). «Ha de evitarse, sin embargo, que las pausas de silencio sean tales, que deformen la estructura del Oficio o resulten molestas o pesadas a los participantes» (OGLH 202; cf. RB 20,4: «La oracion debe ser breve y pura»; RB 20,5: «En comunidad abréviese la oracién lo mas posible»). También en este aspecto ha de moderarse todo «de suerte que los animosos deseen mas y los débiles no rehuyan» (RB 64, 19). 6. La miusica.- En su afan de potenciar el diélogo entre Dios y el hombre, la tradicién monastica ha concedido siempre a la misica un lugar de privilegio. Entre los diversos elementos y signos que intervienen en la plegaria liturgica, el canto no ha de ser considerado como algo accidental a la celebracién: es parte integrante y muy eficaz de la alabanza divina y, ademas, «viva- mente recomendado» (OGLH) 268). Y eso por tres razones: primera, «por responder mejor a la naturaleza de esta oracion y ser indicio de una mayor solemnidad y de una mas profunda 16* - directorio del opus dei unién de los corazones al proferir las alabanzas divinas» (OGLH 168); segunda, por expresar mas eficazmente el sentido pleno de la Palabra de Dios; y por dltimo, para que la respuesta a la Palabra de Dios que se ha proclamado «dimane de lo pro- fundo del espiritu del que ora y alaba a Dios» (OGLH 270). El canto no se utiliza en la Liturgia por puro estetismo, co- mo si la masica fuera un fin en sf; el canto ha de estar siempre al servicio de la Palabra, a la que comunica una nueva dimension expresiva de la oracién. Los monjes no tienen la misién de con- servar el arte musical de una época pretérita cual insigne monu- mento histdérico, sino que, sea cual fuere el tipo de musica que adopten, la utilizan como medio para expresar adecuadamente las palabras de la Liturgia y estimular convenientemente a la co- munidad orante (cf. OGLH 273). Entre los géneros musicales que nos ha legado la tradicién, ocupa un destacado lugar el can- to gregoriano, por ser el mas apto para comunicar a la expre- sin latina la intensidad oracional (Musicam sacram 50: AAS 59 (1967) 314). 7. Los signos externos.- Los miembros de una comunidad monastica participan en el Opus Dei con todo su ser, alma y cuerpo. La compostura, los gestos y la misma voz deben ser sig- no de la devocién interior, con la que la comunidad —movida por el Espiritu Santo— manifiesta la presencia del misterio de Cristo mediante una participacién viva, activa y consciente. Para que los elementos externos puedan ser signos eficaces, se requiere que sean capaces de ponernos en contacto con las realidades espirituales a que se refieren. Asi, por ejemplo, acu- dir al coro a una hora determinada no es solamente un acto de obediencia a un horario establecido: es sobre todo expresién del deseo de «ser iglesia»; los textos de la Liturgia se proclaman y se reciben con el expreso deseo de que penetren en el corazon de los oyentes; el canto o Ja recitacién de los salmos tienen como fi- nalidad que, mediante la inspirada voz de Cristo, «lleguen hasta nosotros las peticiones y alabanzas de todos los hombres; la aclamacién ha de ser el eco de un «consciente» impulso interior; los espacios de silencio son «la voluntad de penetrar mas y mas la Palabra escuchada» en el Espiritu, de modo-que brote en el alma una fuente de oracién, que responda a la Palabra escucha- da. Para que la celebracién consiga de verdad este fin, es necesa- tio: 1. que no centre la atencién en si misma —seria un signo teologia del opus dei - 17* opaco—, sino en la realidad del misterio celebrado; 2. que sea inteligible: de lo contrario seria un signo sin contenido; 3. que no se realice mecanicamente: en caso contrario seria un signo absurdo, desconectado de su fin originario, que es el de comuni- car espiritu y vida. Superados estos defectos, una correcta celebracién del Opus Dei exige que se respeten las leyes y normas establecidas, pero teniendo en cuenta que el aspecto legal, preocupado por Ia vali- dez de los ritos, no es el ingrediente unico del Oficio divino: una celebracibn —impecable desde el punto de vista de las rabri- cas— puede resultar fria, ceremonial y pseudohiératica, que desnaturalice la importancia humana de los gestos de toda la ce- lebracién. Lo que la celebracién esta llamada a significar —y a producir— no se consigue Gnicamente con la simple proclama- cién de unos textos, ni con la mera observancia de unas normas, sino también con la misma forma de fa celebraci6n: esto es, una gran dignidad en la ejecucién (dignidad, no pompa), una recita- cién sin prisas y tranquila, la presencia de espacios de silencio y, al menos en las Horas principales, la solemnidad aneja al canto. Hay que vigilar asimismo que el caracter demasiado racional o conceptual de nuestra devocién reduzca la celebracién a huera palabreria. Es verdad que la palabra es un signo importantisimo en la Liturgia, pero puede ser depauperada si se la despoja de otros signos complementarios, como son la misica, la luz, los gestos, los ornamentos, etc. Mediante tales signos, la asamblea liturgica, radicada en la fe, expresa su participaci6n en el misterio de Cristo. La modula- cién de la voz, la postura del cuerpo, la manera de pronunciar una férmula o proclamar una lectura, todo ha de estar animado por una verdad y un fervor interior, fruto de una consciente Pparticipacion. De este modo, comunicaremos a los demas «la viva presencia de Cristo» que percibimos en su Palabra y en nuestra respuesta a la misma: «No ardia nuestro corazon mientras nos hablaba? Quédate con nosotros, Sefior» (Lc 24,32.29). 8. Momento fuerte en la vida de oracién del monje.- E\ Opus Dei no agota toda la capacidad de oracion del creyente. «En efecto, el cristiano, llamado a orar en comin, debe, no obstante, entrar también en su cuarto para orar al Padre en secreto» (SC 12; cf. OGLH 9). Y el monje, de modo especial, esté obligado a «darse con frecuencia a la oracién» (RB 4,56). Sin embargo, en el monasterio se da la primacia al Opus Dei, 18* - directorio del opus dei que —segin la comin estimacion— constituye el momento Suerte en Ja vida de oracidn del monje, al ser el oficio divino la celebracién del misterio de Cristo, comunitariamente vivido, es- cuchando la Palabra y respondiendo en la plegaria. En cuanto momento fuerte de oracién, el Opus Dei: 1. hace cada vez mas vivo el contacto no sdlo con Dios, presente ya en la comunidad (RB 19,1-2), sino también con el misterio de sal- vacién, segiin el modo peculiar con que Dios lo ofrece a la co- munidad; 2. expresa de manera insuperable la intercomuni6n de los miembros de 1a comunidad, al crear aquella sintonia (Mt 18, 19) de voz y de espiritu con la que se consigue la respuesta favo- rable dada por Dios a la oracién, en virtud de la presencia de Cristo orante en medio de la comunidad (Mt 18,20); 3. dispone al monje a abrir su alma «al afecto e inspiracién de la divina gracia» (RB 20,4), de forma que pueda «orar privadamente... mas en secreto... con lagrimas y fervor del corazon» (RB 52, 3- 4), es decir, que pueda continuar el didlogo con Dios, comunita- riamente iniciado. 9. Las Horas del Opus Dei.- Las Horas del Opus Dei no son simples intervalos que jalonan el tiempo cdsmico (que los griegos llamaban «chronos»), sino espacios que el culto con- vierte oportunamente en momentos de la historia de la salva- cién (esto es, en «kairoi»), y que nos permiten acceder a Dios. Las Horas del Opus Dei, son fracciones de tiempo que Dios nos concede (Lc 19,44) para que salgamos a su encuentro y pueda él cumplir en nosotros su promesa (Mc 1,15). Se trata de momentos (kairoi) de Cristo (Mt 26,18; Jn 7,6.8), que en cada celebracién nos sittan en la hora (Jn 2,4; 7,30 etc.) en que el Se- fior realiz6 el transito pascual (Jn 13,1), en el que Ilevé e ince- santemente llevard a plenitud la salvacin prometida. Cada Ho- ra del Opus Dei es aquella hora de Cristo, que la comunidad in- tercala en su tiempo humano varias veces al dia, para adorar al Padre «en espiritu y en verdad» (Jn 4,23). Dicha Hora tiene su origen en aquella hora de Cristo. Debe quedar bien sentado que la distribucién del Opus Dei en diversas Horas no tiene como objetivo la subdivisién del dia en unos espacios que, sumados, nos den como resultado la su- ma total del tiempo que hay que consagrar a la oraci6n. Es in- dudable que necesitamos dedicar un determinado tiempo a la oracién, ya que no nos es dado «orar en todo tiempo» (Le. teologia del opus dei - 19* 18,1) como seria lo ideal. Por eso oramos en determinados mo- mentos de la jornada. 10. Memorial del misterio de Cristo.- El Opus Dei es una oracion que trasciende cualquier otra forma de oracién y que, en consecuencia, se distingue de ellas, ya que por su naturaleza especifica es celebracién del misterio de Cristo. Como la Eucaristia —a la que esta intimamente ligado—, el Opus Dei es un memorial. No solo trae a la memoria, sino que presencializa la historia de salvacion, cuyo principio, medio y fin es Cristo. De esta forma, se confirma la sublime actividad de ese «buscar a Dios», que es el distintivo,peculiar del monje y de su oraci6n. a) En Cristo —tnico sacramento en que se opera la salva- cién de la humanidad— la oracién fue siempre «un aconteci- miento salvifico», ya que Cristo, hombre perfecto, abrié a toda Ja humanidad el acceso al Padre, para que la humanidad pu- diera entablar con él un dialogo filial. La comunidad, en su calidad de Iglesia reunida en oracién «en nombre de Cristo», goza de la presencia del Sefior (Mt 18,20). Por lo cual, en ella se presencializa una vez mas Cristo, hombre perfecto, y, en consecuencia, su oracion litargica sera —por su misma naturaleza— «un acontecimiento salvifico» (OGLH 13). b) Ahora bien: si el misterio de Cristo se presencializa real- mente en la celebraciér. del Opus Dei, es con el fin de que cada miembro de la comunidad, mediante la fe y la devocién perso- nal, pueda entrar en contacto con el miste io de Cristo y vivir gracias a él (Mediator Dei, 32,36). c) Cabe sefialar aqui cierta analogia con la Eucaristia. En la Eucaristia, el memorial se apoya en dos razones: una objetiva, que es la misma acci6n de gracias y de alabanza realmente pre- sente en el sacrificio de Cristo, renovado en el altar, con su va- Jor salvifico universal; otra subjetiva, es decir, la relacion perso- nal y el conocimiento experimental en la comunién con el cuer- po y la sangre del Salvador. Este contacto personal, mediante el cual nos sumergimos en el memorial del misterio, es precisamente:el medio por el que el Opus Dei «hace extensiva la alabanza y la accién de gracias a las distintas horas del dia» (OGLH 12; cf. PO 5), que jalonan la vida humana. De esta forma, se establece entre el Opus Dei y la Eucaristia un movimiento de flujo y reflujo; esto es, que el Opus Dei se convierte simultaneamente en preparacién y pro- longacién de la celebraci6n Eucaristica. 20* - directorio del opus dei Como quiera que el Opus Dei es de hecho «oracién-me- morial» de la historia de salvacién, y comparte esta cualidad con la Eucaristia, merece, como ella, la denominacién de «sacrificio espiritual». 1). Tres ciclos temporales.- En cuanto celebracién del mis- terio de Cristo, el Opus Dei abarca la celebracin del misterio de salvacién en su totalidad, que comprende el anuncio de la salvacién, su cumplimiento en Cristo y la prolongaci6n de esta consumaci6n en la Iglesia hasta su plenitud escatolégica. La celebraci6n en el tiempo de esta totalidad, se desarrolla segiin un ciclo ternario: el dia, la semana y el afio. De esta ma- nera, se propone siempre de nuevo a la consideracién del cre- yente el Gnico «acontecimiento pascual», esto es, el transito con el que Dios llev6 a cabo la liberacién de los hombres en Cristo. El dia liturgico. Las Horas del Opus Dei nos presentan dia a dia el misterio de Cristo de un modo nuevo y directo. Cual- quiera que sea la fiesta o el misterio que en un dia concreto se conmemora, en ultimo analisis siempre se apoya en el «aconte- cimiento pascual». Es lo que afirma categéricamente Hipdlito al tratar, en su Traditio Apostolica 41, del simbolismo de las Horas, afirmando que todas ellas son «memorial de lo que Cris- to hizo». La semana litirgica expresa, por una parte, el unico misterio de Cristo, esto es, el misterio pascual, segan las sucesivas fases de su realizacion (semana del misterio de Adviento, de Navidad, etc.) y, por otra, gira en torno al dia que —a causa de la unidad y totalidad del misterio pascual expresada en la fraccién del pan— denominamos con el sublime nombre de «dia del Sefior» o domingo. El afo liturgico por ser la sintesis del gran «afio de reden- cién», que, en Cristo, recapitula toda !a historia humana (Le 4,16-21), no puede ser mas que la celebracion del acontecimien- to pascual. En esta celebracion que se desarrolla durante todo el aiio en torno al domingo —memorial de la resurreccién del Sefior—, van apareciendo las distintas festividades litargicas, en las que se conmemora de un modo particular este o aquel aspec- to del misterio de la salvacién: en primer lugar, la Pascua del Seftor, luego su Navidad, dos fiestas que, ambas, van precedi- das de un periodo de preparacién y seguidas de un tiempo de ce- lebracion de! misterio. Intimamente conexas con el misterio de Cristo estan las memorias de los mArtires y de otros santos, sig- teologia del opus dei - 21* no de la unidad de todo el pueblo de Dios en el cielo y en-la tierra, imagen del Cristo total que glorifica al Padre. 12. Culmen y fuente de la jornada mondstica.- Admitido el principio de que «nada debe anteponerse al Opus Dei», su ce- lebracién no ha de estar condicionada por ninguna otra activi- dad del monasterio. Al contrario, la Liturgia de las Horas debe jalonar la jornada monastica segin un ritmo que le es propio, de forma que, mediante la celebracién del Opus Dei, se subraye el primado de los tiempos del encuentro de los monjes con Dios. No cabe duda de que tanto el trabajo como la /ectio divina son elementos esenciales de la vida mondstica. Sin embargo, el monje que busca a Dios y desea unirse a él, encuentra en el Opus Dei.la expresién mas acabada de su vida, que es al mismo. tiempo lo mas caracteristico de la vida benedictina. En él, las Horas tienen la misién de recordar y apuntalar nuestra limita- cién humana, necesitada de unos ritmos de oracién. De esta disposicién de la Regla benedictina se sigue —como es evidente— que el Opus Dei ocupa y debe seguir ocupando el primer centro de interés y que ha de servir de pauta para es- tablecer el horario del monasterio. Dado que la vida monastica consiste en la busqueda de Dios en un contexto cultural determi- nado —lo cual postula determinadas condiciones de vida—, he- mos de afirmar que si en la ordenacidn del horario del monaste- rio aseguramos al Opus Dei el puesto preeminente que le corres- ponde, estamos observando con corazén sincero el espiritu de la Regla de san Benito. 13. Alabanza contemplativa.- El memorial del misterio de Cristo —objeto de la celebracién del Opus Dei— debe suscitar en la comunidad orante la alabanza contemplativa, como pri- mera y fundamental tensién del alma. EI primer impulso oracional que, al despuntar el dia, brota del coraz6n de los monjes unidos en comunidad, es la suplica dirigida a Dios a fin de que «abra nuestros labios para procla- mar su alabanza». El Opus Dei intenta ser —igual que el sacrifi- cio del altar— una Eucaristia, esto es, una accién de gracias y una alabanza a Dios por todas las maravillas que en su bondad obra en nosotros y que nosotros contemplamos en su misteri9. En el Opus Dei cobramos conciencia de entrar en el «momento fuerte» de aquel canto de alabanza, al que el Padre nos Ilamé‘en 22* - directorio del opus dei Cristo: «Por su medio [de Cristo], Dios hizo de nosotros su he- redad... destinados... a ser'un himno a su gloria» (Ef 1, 11-12). En la Regla de san Benito se evidencia con absoluta claridad la funcién laudatoria del Opus Dei a partir de las palabras de la Escritura (Sal 118,164) y se establece que «en estas horas alabe- mos a nuestro Creador por sus justos mandamientos» (RB 16,5). Ademas, en la Regla se ordena que los Laudes —esto es, los tres Ultimos salmos del Salterio— se digan el domingo y los dias feriales —o sea, diariamente— en Maitines (=nuestras Laudes: RB 12,4;.13,11); recuerda la presencia, en el coro mo- nastico, de los Angeles, cantores por excelencia de la alabanza divina (RB 19,6; cf. Sal 102, 20; 148,2) y adoradores natos de Dios (Sal 96,7; cf. Hb 1,6; Ap4,8-11; Is 6,2), «con quienes alegres nos unimos en la adoracién, cantando con ellos sus ala- banzas» !. Todo lo cual es una prueba palmaria de que el com- ponente «alabanza» en el Opus Dei es de capital importancia para los monjes. El monje no sélo alaba a Dios, sino que es consciente de que «por su voz, las demas criaturas» 2 alaban el nombre del Sefior, y a una con los angeles —que no s6lo son los ministros de la alabanza, sino «poderosos ejecutores de sus dr- denes, prontos a la voz de su palabra» (Sal 102,20)— se esfuerza por sintonizar en perfecta armonia su mente con la palabra que pronuncian los labios. Sdlo a condicién de que «nuestra mente concuerde con nuestros labios» (RB 19,7), sera auténtica la ala- banza. 14. El ministerio de la oracién.- La plegaria del Opus Dei puede muy bien ser considerada como el carisma peculiar por el que el Espiritu Santo confia a la comunidad monastica su pro- pio ministerio «para la edificacién del Cuerpo de Cristo» (Ef 4,12), al que cabria calificar de «ministerio de la oracién». Los monjes, «dedicados, por su inmenso amor a los bienes celestes, exclusivamente al culto de Dios... cual personas a él consagradas como supremo sefior del universo y en beneficio del género humano..., ejercen su sacerdocio tanto por si mis- mos como en bien de los demas» 3. Mediante su oracién y a tra- vés de su vida informada por la plegaria, se pone de manifiesto 1. 2. 3. Misal Romano, Prefacio de los Angeles. Misal Romano, Plegaria eucaristica IV, n. 117. EUSEBIO DE CESAREA, Demostracién evangélica, 1,8: PG 22,75. teologia del opus dei - 23* el papel que les corresponde en la conversion de la humanidad (AG 40; cf. OGLH 17). Este ministerio «para la edificacién del Cuerpo de Cristo» el monje lo ejerce por medio del Opus Dei, primero en el seno mis- mo de la comunidad, pues cada vez que la comunidad monasti- ca se constituye en «iglesia orante», «Cristo asocia siempre con- sigo a su amadisima esposa la Iglesia, que invoca a su Sefior y por él tributa culto al Padre eterno» (SC 7; cf. 83); en ella, «la construccién se va levantando compacta, para formar un templo consagrado al Sefior... una morada de Dios en el Espiritu» (Ef 2,21.22; cf. 1 Pe 2,5). En segundo lugar y trascen- diendo la propia comunidad, alcanza al mundo entero en espera de la salvacién. «Reproducen mas de Ileno el modelo de la Igle- sia, que incesantemente alaba al Sefior con armoniosa voz, y cumplen con el deber de cooperar —principalmente con la oracibn— en la edificacién e incremento de todo el Cuerpo mistico de Cristo» (OGLH 24). «Por tanto, la comunidad ecle- sial ejerce su verdadera funcién de conducir las almas a Cristo no sdlo con la caridad, el ejemplo y los actos de penitencia, sino también con la oracién» (OGLH 17). 15. Elemento el mds caracteristico de la espiritualidad mo- ndstica.- El Opus Dei no sdlo es Ia actividad privilegiada de la comunidad monastica: es el elemento mas caracteristico de su espiritualidad. Gracias al Opus Dei, esta espiritualidad es: 1. una espiritualidad objetiva que, mediante la celebraci6n litargi- ca, actualiza ciclicamente la historia de la salvacion; 2. una espi- ritualidad dialogal y contemplativa, que se actualiza principal- mente en la oracién; 3. una espiritualidad de comunién, que tiene por meta la revelacién al mundo del amor de Dios. Una espiritualidad objetiva, La vocacién monastica es fun- damentalmente una conversién: «Arrepentios y creed la buena noticia» (Mc 1,15), conversi6n a la que el monje desea entregar- se intensamente viviendo de la fe en Cristo y en su presencia salvifica. Ahora bien: el misterio de Cristo captado por la acti- vidad interior, es decir, por la fe, comprende todos los aspectos del misterio tal como sucesivamente se van conmemorando en Ja celebracién litargica. A este ritmo, la comunidad orante se va progresivamente sensibilizando con todo el misterio de Cristo en su realidad objetiva, «creciendo hacia aquel que es la cabeza, Cristo» (Ef 4,15) y al mismo tiempo en la celebracién halla el ritmo de su propio crecimiento, que tiende a configurar la co- 24* - directorio del opus dei munidad con el mismo misterio, segin los diversos aspectos que van apareciendo en la sucesion de tiempos y dias litargicos. Espiritualidad dialogal y contemplativa. Mediante el contac- to con la Palabra de Dios, iniciado en el opus Dei y continuado en, la oracién secreta y silenciosa, el monje es conducido a la contemplacién cara a cara y cada vez mas intensa de la gloria de Dios, hasta ser transformado en su imagen con resplandor cre- ciente (cf. 2 Co 3,18). Espiritualidad de comuni6én. La diaria repeticién del Opus Dei no seria auténtico signo de comuni6n, si se limitase al solo momento de la celebracién y no fuera capaz de crear en el mo- nasterio un talante de comunidén, elemento basico de la espiri- tualidad benedictina. Esta espiritualidad es de cufio cenobitico y se define como una «comunién de vida».|Conviene, pues, insis- tir nuevamente en que el Opus Dei es la celebracién del misterio de Cristo, mediante el cual cada dia comparecemos ante «la ma- nifestacion del amor (agape) de! Padre, que por nosotros envid al mundo a su Hijo tnico (1 Jn 4,9). Sélo veremos realmente a Dios en el Opus Dei —sdlo se nos revelara su amor (agape)—, si por amor estamos unidos a nuestros hermanos en una auténtica comunién. Pues tnicamente en este supuesto «Dios permanece en nosotros» (1 Jn 4,12). La regla de san Benito se sitda en este mismo nivel (ver mas arriba, n.° 3: Signo de comunion). 16. El peligro de un ritualismo vacio.- Aunque el Opus Dei, por ser la presencializacién del misterio de Cristo, posee una dignidad tan grande, con todo si su celebracién no es esperada con un vivo deseo, diariamente renovado, como el momento culminante de todo el dia, corre el grave riesgo de degenerar en huera palabreria, tanto mas vacia cuanto mas solemne sea el aparato ritual que la envuelve (RB 20,3). Que tal peligro no es meramente hipotético, ahi esta la expe- riencia para demostrarlo. Consta, en efecto, por la historia de la espiritualidad, que las campaiias divulgadoras de la oracién mental fueron provocadas por el deseo de reavivar la devocién, ausente muchas veces de las celebraciones liturgicas. El ritmo siempre igual, la inmutabilidad de las formulas una y otra vez repetidas, pueden dar paso franco a la rutina —que de tan mala prensa goza—, si no se las vivifica con un impulso interior. La Ppreocupacién —nacida de una atenta observancia ‘de la ley— que tiene mas en cuenta la cantidad del rezo que su calidad, mas la forma externa que su contenido real, puede ser otro escollo que haga derivar hacia un vacio ritualismo, desconectado de la teologia del opus dei - 25* vida espiritual. Para asegurar la plena eficacia del Opus Dei —y de la Liturgia globalmente considerada—, «es necesario qué los fieles —por tanto, también los monjes— se acerquen a la sagra- da Liturgia con recta disposicion de 4nimo, pongan su alma en consonancia con su voz y colaboren con la gracia divina, para no recibirla en vano» (SC 11). E] habito de dialogat intimamente con Cristo, que ha de ser caracteristica de la vida monastica, podra liberar de verdad al monje de una desganada celebracién del Oficio divino. Este ha- bito se nutre de la asiduidad de la /ectio divina; meditar, rumiar, saborear la Palabra de Dios que la sagrada Escritura nos trans- mite. SEGUNDA PARTE LA CELEBRACION DEL OPUS DEI 17. Signo liturgico y realidad significada.- El Opus Dei —delebrado por el ministerio de la comunidad monastica— esta integrado por una serie de actos humanos, es decir, de actos que —como dicen los filésofos 4— «proceden de la voluntad delibe- tada». Estos actos tienen valor de signo, mediante los cuales se establece en la oracion un contacto con el misterio de Cristo. Si la forma de celebracién —en cuanto suma de actos— no es realmente una actividad humana, ,cdmo podra contener una realidad divina o ser significativa de cualquier valor santifican- te? Entre la celebracion externa y la realidad destinada a conte- ner se da la misma interrelacin existente entre «signo signifi- cante» (sacramento) y «realidad significada». En consecuencia, si la celebracién no es «signo», no es nada. Mas atin: ademas de la relacion objetiva entre el gesto y lo que el gesto significa, se tequiere la aportacién humana —la conciencia—, capaz de comprender esta relacién y percibir el significado del, gesto. Lo que sigue es aplicable a toda la Liturgia: «Una liturgia real es una liturgia capaz de ser interiorizada, capaz de producir realmente la res (significada) en el alma del pueblo fiel, capaz de ser recibida y personalizada en la conciencia del hombre..., una 4. I. GREDT, Elementa Philosophae aristotelico-thomisticae, n. 881, 1. 26* - directorio del opus dei liturgia que pueda consumarse realmente en el corazon de los hombres» 5. Si la asamblea monastica no adopta un talante espiritual, por el que se reconoce como Iglesia, mal podria pensar que su oracién tiene un valor derivado «ex operé operantis Ecclesiae». Pues donde no hay Iglesia, mal puede haber «Iglesia orante». Digase otro tanto de los gestos que de suyo son significativos de la oraeién (por ejemplo, la elevacion de las manos en forma de cruz). Ninguno de ellos és signo litirgico adecuado, a menos que esté informado por la presencia interior del espiritu. De lo cual se deducen dos consecuencias: 1. que en nuestras celebraciones no deben disminuirse los signos externos, ya bas- tante limitados por la indole de la Liturgia de las Horas (cf. mas arriba, n.° 7); 2. que habra de incrementarse el valor de estos signos mediante la presencia interior del espiritu que, con el va- lor simbélico, les da vida y los hace suyos. Sélo con esta condi- cién seran «signos -humanios» y, en consecuencia, signos efica- ces, 18. Asamblea «sarita».- El Opus Dei debe configurar una asamblea que, en su misma estructura, sea sensiblemente distin- ta de no importa qué otro grupo comunitario. 5. Cuando tedos tos miembros de una comunidad se reinen para celebrar, en el Opus Dei, el unico misterio de Cristo, la asamblea resultante tiene esta propiedad: la de intentar condu- cir ininterrumpidamente a cada uno de sus participantes a una més elevada unidad espiritual y, por.lo mismo, queda sublima- da sobre cualquier otra manifestacién comunitaria en e] monas- terio. El transito de una cierta dispersion (diversidad de traba- jos, de ocupaciones y la consiguiente diversidad de actitud inte- rior) a aquella unidad que es presupuesto para la celebracion li- targica (y que en ella se produce), solo es posible si el alma abandona consciente y deliberadamente dicha multiplicidad pa- ra preparar la unidad de signo preponderantemente interior. Asi pues, se requiere un rapido y vigoroso proceso de purifica- cién (y tal vez de pacificacion) del espiritu, un esfuerzo por crear espacios de silencio sdlo quebrantado por la «voz», en la que se reconoce y se encuentra «a Jesiis solo» (Le 9,36). Por tanto, hay que preparar la asamblea litargica creando un espacio intermedio entre la oracion y las restantes ocupa- Y. CONGAR, Sacerdoce et Laicat, Paris 1962, p. 166. teologia del opus dei - 27* ciones de la vida. Lo cual podria conseguirse, por ejemplo, ha- ciendo la sefial con cierta antelacién al comienzo de las Horas del Opus Dei, o mediante la costumbre bastante generalizada de la statio, es decir, reuniéndose la comunidad en un lugar proxi- mo al coro momentos antes de la hora del Oficio, para esperar juntos y disponerse interiormente a la celebracién de la Hora; 0 de cualquier otro modo, procurando que los miembros de la co- munidad, aunque lleguen privadamente al coro, dispongan de espacio suficiente para recogerse antes de la celebracién. Conviene, sin embargo, advertir que este espacio intermedio no debé entenderse como una ruptura entre las diferentes ocu- paciones de nuestro dia, sind mas bien como catalizador de las mentes antes de acceder al momento fuerte de la vida monasti- ca. Para mantener la «intensidad» de la celebracién, se reco- mienda: 1. mentalizar las comunidades para que los signos no se desvirtien ni queden privados de contenido; 2. cuidar de que los monjes adquieran una buena preparacién en cuestiones biblicas y patristicas para que puedan entender con mayor facilidad los textos liturgicos y ofrecer asi una tierra bien dispuesta a la se- milla divina; 3. impartir al monje una adecuada formaci6n mu- sical y ceremonial, que tal vez pudiera descuidarse por el temor de que nuestras celebraciones degeneren en espectaculo o en un cgncierto. 19. Lo antiguo y lo nuevo en el Opus Dei.- El ordenamiento litargico del Opus Dei, tal como aparece. estructurado en los capitulos 8-20 dela Regla de san Benito, es un claro testimonio de que los monasterios benedictinos poseen su propia tradicién litargica. Esta tradicién se apoya en dos principios: 1. el monas- terio es considerado como una comunidad eclesial concreta, puesto que posee su propia Liturgia de las Horas; 2. esta Litur- gia de las Horas no es la mera reproduccién de otra preexisten- te: en su estructura hallamos elementos libremente adoptados,| transmitidos por antiguas instituciones —especialmente monas- ticas—, a la vez que se da amplia cabida a las nuevas exigencias de orden eminentemente practico. La Regla benedictina se aparta con gran libertad del «cur- sus» catedralicio; reintroduce las Horas de Tercia, Sexta y Nona (RB 16-18), herencia de una antiquisima tradici6n cristiana; ins- taura la celebracién diaria de la Vigilias nocturnas (RB 8-11), que fuera del monasterio se celebraban inicamente una vez por 28* - directorio del opus dei semana (el domingo), en los aniversarios (memoria de los marti- res) 0 en ocasién de las estaciones (sabado de Témporas). La misma ponderada libertad se manifiesta en la adopcién de venerables tradiciones monasticas como, por ejemplo, el nu- mero de salmos en las Vigilias nocturnas (RB 9), el uso de Prima y Completas (RB 16-17), la proclamaci6n del «Padrenuestro» por el abad en el Oficio matinal (Laudes) y vespertino (RB 13,12). Mas importante todavia fue la nueva distribucién de la salmodia de las Horas del dia y de la noche (RB 18), y la intro- duccién de los himnos en las distintas Horas del Opus Dei (RB 9,4 etc.). Otras iniciativas se dejan a las necesidades concretas de la vi- da, como por ejemplo, el mayor o menor nimero de monjes que integran la comunidad (RB 17,16), las diferencias entre el verano y el invierno (RB 8-10), imperativos laborales (RB 48,7), e incluso, por eventyales distorsiones del horario, la falta mate- tial de tiempo (RB 11,12). Finalmente, existe una gran libertad para estructurar el Salterio de otra manera, caso de que la distri- bucién propuesta no agradare (RB 18,22). En la actualidad, el monacato benedictino, heredero de esta tradicién y animado de idéntico espiritu, se abre a un cierto plu- ralismo en la forma de celebrar el Opus Dei, persuadido —tras madura deliberacion— de que esto en nada perjudicara la uni- dad del espiritu de oracién y de contemplacién fundada en la Regla benedictina y en su tradicién. Mas aun: el deseo sentido en los monasterios de revitalizar el Opus Dei partiendo de la normativa del Vaticano II, ha toma- do, en estos ultimos tiempos, una doble direccién: una, repre- sentada por los monasterios que desean conservar sustancial- mente el «cursus» litargico de la Regla benedictina, adaptando- lo a las exigencias, relativas a la revisién litargica, emanadas del Concilio, y a las modificaciones sugeridas por la historia de la liturgia; otra, propiciada por aquellos monasterios que usando en diversa escala de los «indultos» a la ley fundamental, conce- didos por el Consejo para la ejecucién de la Constitucién sobre la sagrada Liturgia, del 29 de diciembre 1968, se atienen a la mens de la Sagrada Congregacién para el Culto divino, que en carta al Abad Primado, del 8 julio 1971, propuso: «Se admiten diversas modalidades en la celebracion liturgica con el fin de que todas las comunidades, segin su propia fisonomia y sus ac- tividades externas, puedan coincidir en el nicleo comin de la celebracién del Oficio divino». Estos monasterios han adopta- do una distribucién sdlmica y de lecturas distintas de la del teologia del opus dei - 29* «cursus» de la Regla benedictina, que sin embargo garantiza la celebracién espiritual valida de la Liturgia de las Horas. Unos y otros estan de acuerdo y pretenden salvaguardar lo que es pro- pio de la Liturgia de las Horas y que la Sagrada Congregaci6én del Culto divino —en el texto citado— definid asi: «Oracién prolongada, hecha en comin, distribuida en el tiempo». Pero desean al mismo tiempo responder mejor a unas exigencias espi- rituales derivadas de la cultura contemporanea, sin olvidar las contingentes circunstancias de cada comunidad. 20. Limites objetivos de la creatividad.- Cuando una comu- nidad monastica se constituye en asamblea litirgica para ce- lebrar el Opus Dei, acepta desde el principio como propia una oraci6n objetivamente determinada, tanto por lo que afecta a la forma externa, como por lo que a su contenido se refiere. De acuerdo con lo dicho en el n.° 19, la comunidad goza de una ponderada movilidad cuando se trata de elegir el esquema que prefiere para la celebracién del Opus Dei, pero una vez hecha la opcién, no le asiste el derecho de modificarlo en el cur- so de la misma celebracién. Mucho menos le asiste este derecho al monje en particular, excepto en los casos en que, por razon de la funcién que desempeiia, le corresponda proclamar, por ejemplo, las moniciones (didascalias) introductorias, la oracién de los fieles y la conclusi6n de la misma, asi como la clecciog de la colecta. Asi pues, una vez comenzada la celebracién, la asamblea de- ‘be atenerse: 1. Al texto objetivamente determinado, que es el propio de la celebracién que va a realizarse de acuerdo con el tiempo liturgico y la Hora de que se trate; 2. A la forma objeti- vamente determinada, bien por la estructura misma de la ce- lebracién, «de modo que se tenga siempre la salmodia, precedi- da del himno; luego la lectura, breve o larga... y, finalmente, las preces» (OGLH 17); bien por las exigencias de la asamblea orante, que se complace en orar segin unos mddulos pre- viamente establecidos: por ejemplo, el modo de alternar salmos y lecturas, nimero y distribucién de los salmos, canto o recita- cién de los mismos: por un cantor o por el coro, segan un es- - quema responsorial o antifénico; sin olvidar las diversas postu- tas corporales: de pie, sentados, genuflexiones, elevacion de las manos, etc.). 21. La triple dimensién del Opus Dei.- Para ser auténtica, la celebracibn del Opus Déi requiere que en la asamblea litargi-

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