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INTRODUCCION Significativamente, la Liturgia de las Horas seguin el rito romano (LHR) da a las primitivas «Vigilias» y a nuestros actua- les «Maitines» -si bien sdlo fuera del Oficio coral (SC 89c)- el nombre de «Oficio de lectura» (Officium lectionis), tanto por situarlo al margen de cualquier condicionamiento horario que impusiera a su celebraci6n un momento determinado de la jor- nada orante para adecuarse a la veritas horarum —acertadamen- te propugnada por los ordenamientos litirgicos-, como porque en realidad el elemento preponderante de esta celebracién litur- gica es la escucha de la Palabra. Bien lo ha comprendido la Unién monistica italiana para la liturgia, cuando denomina a esta Hora del Opus Dei «L'Ora dell'Ascolto», la Hora de la Escucha; correctamente lo ha inter- pretado el autor del himno de maitines, correspondiente al Mar- tes I de la Liturgia de las Horas segiin el rito mondstico (LHM), cuando dice en su primera estrofa -segunda del Martes II-: Los primeros instantes de este dia a escuchar la palabra consagremos, y el Espiritu ponga en nuestros labios la alabanza al Padre de los cielos. (LHM I, pp. 790.862) Asi pues, los Maitines, es decir, el Oficio de lectura extraco- ral, son el lugar privilegiado de un acercamiento fecundo a la Palabra. Ahora bien, ,qué sentido tiene y cual es realmente la utili-- dad de la publicacién del presente Leccionario bienal de lectu- ras? Al hacer, en 1977, la presentacién del Leccionario biblico- patristico, de ciclo bienal, preparado por la Unidn monastica ita- 14 - introduccién liana para la liturgia, Mons. Mariano Magrassi, arzobispo de Bari y presidente de la Comisién Episcopal de Liturgia italiana, se formulaba casi idéntica pregunta. Se preguntaba concretamente si la edici6n italiana que él presentaba nacia como contrarrépli- ca a la de la LHR, como una iniciativa privada. Antes de dar una respuesta al interrogante planteado, Mons. Magrassi —anteriormente abad del monasterio benedictino de Noci-, nos remitfa a la legislacion del Vaticano II y a las variadas vicisitudes por las que ha debido pasar la reforma littrgica pos- conciliar. Nos recordaba cémo el Vaticano II habia invitado a una reestructuracién del Opus Dei en la que «los tesoros de la Palabra divina fueran accesibles con mayor facilidad y plenitud» (SC 92a), y en donde figurase una més cuidada seleccién de lec- turas tomadas de los Padres, doctores y escritores eclesidsticos (SC 92b). Como respuesta practica a estas directrices conciliares, se ha creado un curso bienal de lecturas, independiente -aunque com- plementario— de los ciclos binarios (ferias) o ternarios (domin- gos y festivos) de la misa. El curso bienal de la Liturgia de las Horas ofrece a quienes sienten una sed mds viva y experimentan un mayor gusto de la Palabra, una lectura casi integral de los escritos apostdlicos, que permite percibir la coherencia interna y el movimiento pro- pio. Para el AT, la posibilidad de pericopas mas largas permite presentar los temas mas significativos de todos los libros. Distri- buidos segtn el ritmo de la historia salvifica, nos ofrecen una vision orgdnica evidenciando los gesta Dei que forman su trama. Los Profetas se leen en el contexto histérico en que vivieron y ensefiaron. Intérpretes autorizados de los acontecimientos salvi- ficos, nos brindan la clave para comprender su alcance en orden a la salvaci6n (cf. OGLH 152). Sin embargo, la edicién tipica de la Liturgia de las Horas nos ha reservado, por lo que a la distribucidn de lecturas se refiere -distribucién larga y sabiamente estudiada-, una sorpresa: la reduccién de las lecturas a solo un ciclo anual, con todos los cor- introduccion - 15 tes y omisiones que semejante decisién imponia. Esta decision se tom6 exactamente en abril de 1970 por puras razones tipografi- cas y econémicas. Queriendo incluir las lecturas en los cuatro volimenes previstos para la edicién tipica latina, y deseando mantener a la vez esta ultima dentro de unas razonables dimen- siones, se topé con la dificultad de incluir dos lecturas biblicas y otras dos patristicas para cada dia del afio. Por esta raz6n se pro- cedi6 a una seleccién que -concretamente para las lecturas bibli- cas— ha debido excluir necesariamente algunos libros de la Escri- tura: concretamente el libro de los Hechos de los apdstoles y una parte del epistolario paulino. Estaba prevista, no obstante, la edicién integra del Lecciona- rio en un volumen ‘aparte (Cf. LC 20, OGLH 145-146: lecturas biblicas, y 161-162: lecturas patristicas). Hasta el presente este Leccionario facultativo no ha aparecido y todos los sintomas apuntan hacia un abandono definitivo del proyecto. En este contexto se sittia la preparacién del presente Leccio- nario, que vuelve sobre el proyecto original de la Comision litir- gica romana en toda su riqueza. Los monasterios benedictinos de Espajia —al igual que los de otras naciones- han asumido este cometido, llevandolo a feliz término -no sin un gran esfuerzo técnico y un no escaso riesgo econémico- en estos dos voltime- nes, que abarcan: el primero —-volumen III de la LHM- desde Adviento hasta Pentecostés; y el segundo -volumen IV de la LHM- desde Pentecostés hasta el final del Tiempo Ordinario. No se trata, pues, de un Leccionario «benedictino», sino del Leccionario inicialmente previsto para la Iglesia universal, pero que razones editoriales han impedido realizar en toda la pleni- tud de su extensién y riqueza. En el presente Leccionario bienal de lecturas biblico-patris- ticas se da una riqueza doctrinal sin precedentes. Por lo que a la sagrada Escritura se refiere, estan representados— a distintos niveles de utilizaci6n— todos los Libros sagrados, a excepcién, naturalmente, del Libro de los Salmos, que son el elemento ora- cional més importante y no tienen, en consecuencia, lugar en el Leccionario. introduccién - 15 tes y omisiones que semejante decisién imponfa. Esta decision se tom6 exactamente en abril de 1970 por puras razones tipogr4fi- cas y econémicas. Queriendo incluir las lecturas en los cuatro voltimenes previstos para la edicién tfpica latina, y deseando mantener a la vez esta ultima dentro de unas razonables dimen- siones, se top6 con la dificultad de incluir dos lecturas bfblicas y otras dos patristicas para cada dfa del afio. Por esta raz6n se pro- cedi6 a una selecci6n que —concretamente para las lecturas bfbli- cas— ha debido excluir necesariamente algunos libros de la Escri- tura: concretamente el libro de los Hechos de los apéstoles y una parte del epistolario paulino. Estaba prevista, no obstante, la edicién integra del Lecciona- rio en un volumen ‘aparte (Cf. LC 20; OGLH 145-146: lecturas biblicas, y 161-162: lecturas patristicas). Hasta el presente este Leccionario facultativo no ha aparecido y todos los sintomas apuntan hacia un abandono definitivo del proyecto. En este contexto se sittia la preparaci6n del presente Leccio- nario, que vuelve sobre el proyecto original de la Comisién littr- gica romana en toda su riqueza. Los monasterios benedictinos de Espaifia —al igual que los de otras naciones— han asumido este cometido, Ilevandolo a feliz término -no sin un gran esfuerzo técnico y un no escaso riesgo econémico- en estos dos voltime- nes, que abarcan: el primero -volumen III de la LHM- desde Adviento hasta Pentecostés; y el segundo -volumen IV de la LHM- desde Pentecostés hasta el final del Tiempo Ordinario. No se trata, pues, de un Leccionario «benedictino», sino del Leccionario inicialmente previsto para la Iglesia universal, pero que razones editoriales han impedido realizar en toda la pleni- tud de su extensi6n y riqueza. En el presente Leccionario bienal de lecturas biblico-patris- ticas se da una riqueza doctrinal sin precedentes. Por lo que a la sagrada Escritura se refiere, estan representados- a distintos niveles de utilizaci6n— todos los Libros sagrados, a excepcién, naturalmente, del Libro de los Salmos, que son el elemento ora- cional més importante y no tienen, en consecuencia, lugar en el Leccionario. 16 - introduccién Al ciclo bienal biblico corresponde un ciclo bienal patristico, segtin estaba previsto. Se abre asf con una mayor abundancia el tesoro de la tradicién de la Iglesia: nada mas y nada menos que 2.127 lecturas pertenecientes a unos 217 autores diferentes. Numero de autores aproximado, dado que el contingente de «andnimos» no nos permite precisar siempre la cifra de autores personalizados. En la seleccién de las lecturas patristicas se han seguido los criterios que presidieron ya la seleccién de la prime- ra serie de lecturas. Dos principalmente: a) equilibrio entre la aportacién de la tradicién occidental y oriental, entre antigiiedad y época moderna, para presentar en todas sus dimensiones la més valiosa y solvente tradicién catéli- ca. Si hacemos abstraccién del bloque de «anénimos», tenemos que 156 autores representan la tradicién occidental, y 61 la oriental. Esta desproporcién real entre oriente y occidente, ade- mas de a los destinatarios inmediatos de la LHR: mundo occi- dental, se debe al contingente de lecturas seleccionadas para el propio de los santos, cuya fiesta se celebra en el calendario romano, en el que existe una normal desproporcién entre santos del oriente y del occidente. b) conexién de estas paginas con las articulaciones littirgicas del dia y del tiempo (Cf. OGLH 165). Como se ve, en el presente Leccionario biblico-patristico para el Oficio de lectura 0 Maitines segiin el rito mondstico, impresiona «la riqueza espiritual de los textos, a los cuales, ade- mas de los monjes, podran asimismo tener provechoso acceso los sacerdotes, religiosos y laicos tanto para la lectio divina como para la meditacién de la palabra de Dios, o bien -y esto se refie- re particularmente a los pastores de almas- para un fecundo ministerio basado en la palabra sagrada» (Cf. OGLH 165; Carta del Card. Villot, Secretario de Estado, al P. Paolino Beltrame- Quattrochi, responsable del Leccionario monastico italiano, del 21 jul. 1978). introduccién - 17 ANTOLOGIA DE TEXTOS SOBRE EL SENTIDO DEL OFICIO DE LECTURA Sobre la importancia de la lectura de la Palabra de Dios, de los santos padres y escritores eclesidsticos, y sobre las cautelas con que debe hacerse esta lectura de modo que sirva para la edi- ficacién y no para la desedificacién del espiritu orante, puesto a la escucha atenta de lo que Dios ~a través de sus mediaciones— quiera hablarle al coraz6n, ofrecemos esta antologia o florilegio de textos los més significativos, escogidos de la Regla de los mon- jes, de la Constitucién Sacrosanctum Concilium, sobre la sagra- da liturgia, del Concilio Vaticano II, de la Constitucién apostdli- ca Laudis Canticum, con la que Pablo VI promulgé ef Oficio divino reformado segin las directrices del Vaticano II (1 noviembre 1970), y, finalmente, de la Ordenacién general de la Liturgia de las Horas. REGLA DE LOS MONJES En las Vigilias, léase los escritos de inspiracién divina, asi del antiguo como del nuevo Testamento, como también los comen- tarios que de ellos han hecho los més renombrados y ortodoxos Padres catélicos (9,8). SACROSANCTUM CONCILIUM En la celebracién litirgica, la importancia de la sagrada Escritura es sumamente grande (maximum momentum). Pues de ella se toman las lecturas que luego se explican en la homilia, y los salmos que se cantan, las preces, oraciones e himnos littir- gicos estén penetrados de su espiritu, y de ella reciben su signifi- cado las acciones y los signos (n.° 24). En cuanto a las lecturas, obsérvese lo siguiente: a) Ordénense las lecturas de la sagrada Escritura de modo que los tesoros de la palabra divina sean accesibles con mayor facilidad y plenitud. 18 - introduccién b) Estén mejor seleccionadas las lecturas tomadas de los Padres, doctores y escritores eclesidsticos. c) Devuélvase la verdad histérica a las pasiones o vidas de los santos (n.° 92). LAUDIS CANTICUM En esta Constitucién apostélica, Pablo VI afirma que en el Oficio divino reformado se han tenido presentes las consignas de Ja Sacrosanctum Concilium. Veamos algunos textos: 1. Sagrada Escritura El tesoro de la palabra de Dios entra més abundantemente en la nueva ordenacién de las lecturas de la sagrada Escritura, ordenacién que se ha dispuesto de manera que se corresponda con la de las lecturas de la misa. Las pericopas presentan en su conjunto una cierta unidad tematica, y han sido seleccionadas de modo que reproduzcan, a lo largo del afio, los momentos culmi- nantes de la historia de la salvaci6n (n.° 5). Aquel suave y vivo conocimiento de la sagrada Escritura que respira la Liturgia de las Horas... [ha de convertirse] en la fuen- te principal de toda la oraci6n cristiana. [...] La lectura més abundante de la sagrada Escritura... hard que la historia de la salvacién se conmemore sin interrupcién y se anuncie eficaz- mente su continuacién en la vida de los hombres (n.° 8). 2. Santos Padres La lectura cotidiana de las obras de los santos Padres y de los autores eclesidsticos, dispuesta segtin los decretos del Concilio ecuménico, presenta los mejores escritos de los autores cristia- nos, en particular de los Padres de la Iglesia (n.° 6). De los textos de la Liturgia de las Horas ha sido eliminado todo lo que no responde a la verdad histérica; igualmente, las lecturas, especialmente las hagiogréficas, han sido revisadas a fin de exponer y colocar en su justa luz la fisonom{a espiritual y el papel ejercido por cada santo en la vida de la Iglesia (n.° 7). introduccién - 19 ORDENACION GENERAL DE LA LITURGIA DE LAS HOoRAS 1. Oficio divino y santificacién humana La santificacién humana y el culto de Dios se dan en la Liturgia de las Horas de forma tal que se establece aquella espe- cie de correspondencia o didlogo entre Dios y los hombres, en que «Dios habla a su pueblo... y el pueblo responde con el canto y la oracién», Los que participan en la Liturgia de las Horas pueden hallar una fuente abundantisima de santificaci6n en la palabra de Dios, que tiene aqui principal importancia... Por tanto, no sélo cuando se leen las cosas que «se escribieron para ensefianza nuestra» (Rm 15,4), sino también cuando la-Iglesia ora y canta se alimenta la fe de cuantos participan (n.° 14). Las lecturas y oraciones de la Liturgia de las Horas constituyen un manantial de vida cristiana (n.° 18). 2. El Oficio de lectura El Oficio de lectura es principalmente una celebraci6n littr- gica de la palabra de Dios (n.° 29) y se orienta a ofrecer al pue- blo de Dios -y principalmente a quienes se han entregado al Sefior con una consagraci6n especial- una mds abundante medi- tacién de la palabra de Dios y de las mejores paginas de los autores espirituales. Pues si bien es verdad que en la misa diaria se lee ahora una serie més rica de lecturas biblicas, no puede negarse que el tesoro de la revelacién y de la tradicién conteni- do en el Oficio de lectura es de gran provecho espiritual. Traten de buscar esta riqueza, ante todo, los sacerdotes, para que pue- dan transmitir a otros la palabra de Dios que ellos han recibido y convertir su doctrina en «alimento para el pueblo de Dios» (n.° 55.) 3. La lectura de la sagrada Escritura La lectura de la sagrada Escritura, que conforme a una anti- gua tradicién se hace publicamente en la liturgia, no sdlo en la 20 - introduccién celebracién eucarfstica, sino también en el Oficio divino, ha de ser tenida en maxima estima por todos los cristianos, porque es propuesta por la misma Iglesia, no segtin los gustos e inclinacio- nes particulares, sino en orden al misterio que la Esposa de Cris- to «desarrolla en el transcurso del afio, desde la Encarnaci6n y la Navidad hasta la Ascensién, Pentecostés y la expectaci6n de la dicha que esperamos: la venida del Sefior». Ademés, en la cele- bracion litérgica, la lectura de la sagrada Escritura siempre va acompafiada de la oracién, de modo que la lectura produce fru- tos més plenos, y a su vez la oraci6n [...] es entendida, por medio de las lecturas, de un modo més profundo y la piedad se vuelve més intensa (n.° 140). En la distribucién de las lecturas de la sagrada Escritura en el Oficio de lectura se tienen en cuenta tanto aquellos tiempos sagrados en los que, siguiendo una tradicién venerable, se han de leer ciertos libros, como la distribucién de las lecturas de la misa. De esta forma, pues, la Liturgia de las Horas se coordina con la misa de modo que la lectura de la Escritura en el Oficio com- pleta las lecturas hechas en la misa, ofreciendo asi un panorama de toda la historia de la salvacién (n.° 143). 4, El curso bienal de las lecturas Hay un doble curso de lectura biblica: el primero -que va inserto en el Libro de la Liturgia de las Horas [segun el rito romano]- comprende tan sdlo un afio; el segundo, que se puede utilizar libremente, va incluido en el Suplemento -no aparecido todavia- y es bienal, lo mismo que el curso de lectura del tiem- po ordinario en la misa ferial (n.° 145). EI curso bienal de las lecturas esté dispuesto de forma que casi todos los libros de la Escritura son lefdos cada aiio; se asig- nan a la Liturgia de las Horas aquellos textos més largos y mas dificiles que apenas pueden tener cabida en la misa. Pero mien- tras el nuevo Testamento se lee integramente todos los aiios, parte en la misa, parte en la Liturgia de las Horas, se han selec- cionado de entre los libros del antiguo Testamento tan sélo introducci6n - 21 aquellas partes que son de mayor importancia para la inteligen- cia de la historia de la salvacién y para el fomento de la piedad. Sin embargo, la coordinaci6n entre las lecturas de la Liturgia de las Horas y las lecturas de la misa, para que no se propongan los mismos textos en los mismos dfas o se distribuyan con relati- va frecuencia los mismos libros para las mismas €pocas del afio (lo que dejarfa a la Liturgia de la Horas pericopas de menos importancia y perturbaria la lectura seguida de los textos), exige necesariamente que el mismo libro figure en afios alternos en la misa y en la Liturgia de las Horas o, al menos, dejar cierto inter- valo de tiempo si se ha de leer en el mismo afio (n.° 146). Los libros del antiguo Testamento se distribuyen segin la historia de la salvacién: Dios se revela a si mismo en el decurso de la vida del pueblo, que es guiado e iluminado paulatinamen- te. Por ello los profetas son lefdos entre los libros histéricos, teniendo en cuenta el tiempo en que vivieron y ensefiaron. Asif, el primer afio, la serie de lecturas del antiguo Testamento pre- senta juntamente los libros histéricos y los ordculos de los pro- fetas, desde el libro de Josué hasta el tiempo del exilio inclusive. El segundo aifio, después de las lecturas del Génesis que se han de leer antes de Cuaresma, se continta la narracién de la histo- ria de la salvaci6n desde el exilio hasta los tiempos de los Maca- beos. En ese mismo aiio se incluyen, ademas, los profetas mas recientes, los libros sapienciales y las narraciones de los libros de Ester, Tobias y Judit. Las cartas de los apéstoles que no se lean en perfodos espe- ciales van distribuidas teniendo en cuenta ya las lecturas de la misa, ya el orden cronolégico en que fueron escritas (n.° 152). El curso de un afio queda abreviado de modo que todos los afios se lean algunas partes seleccionadas de la sagrada Escritu- ra, habida cuenta de los dos ciclos de lecturas de la misa a los que sirven de complemento (n. ° 153). A las solemnidades y a las fiestas se les asigna lectura propia; en caso contrario se tomard del Comin de los santos (n.° 154). Cada una de las pericopas guarda, en la medida de lo posi- ble, cierta unidad; por ello, para no sobrepasar los limites ade- cuados, que, por lo demés, son distintos segiin los diversos géne- 22 - introduccién ros literarios, se omiten a veces algunos versiculos, lo cual es sefialado en cada caso. Pueden, no obstante, ser leidas con pro- vecho integramente en un texto aprobado (n.° 155). 5. La lectura de los Padres y de los escritores eclesidsticos Segiin la tradicién de la Iglesia romana, en el Oficio de lec- tura, a continuacién de la lectura biblica, tiene lugar la lectura de los Padres o de los escritores eclesidsticos (n.° 159). En esta lec- tura se proponen diversos textos tomados de los escritos de los santos Padres, de los doctores y de otros escritores eclesids- ticos, pertenecientes ya a la Iglesia oriental ya a la occidental, cuidando, no obstante, de conceder un lugar preferente a los santos Padres, que gozan en la Iglesia de una autoridad especial (n.° 160). Ademés de las lecturas asignadas para cada dia en el libro de la Liturgia de las Horas, hay un leccionario libre que contiene una mayor abundancia de lecturas, para que sea mas accesible a los que rezan el Oficio divino el tesoro de la tradicién de la Igle- sia. Se concede a todos la facultad de tomar la segunda lectura o del libro de la Liturgia de las Horas o del Leccionario libre (n.° 161). Ademas, las Conferencias episcopales pueden proponer otros textos acordes con las tradiciones y la mentalidad de su demarcacién, los cuales han de incluirse a modo de suplemento en el Leccionario libre. Dichos textos estarén tomados de las obras de escritores catdlicos insignes por su doctrina y santidad de vida (n.° 162). La finalidad de esta lectura es, ante todo, la meditacién de la palabra de Dios tal como es entendida por la Iglesia en su tradi- cin. Porque la Iglesia siempre estimé necesario declarar autén- ticamente a los fieles la palabra de Dios, de modo que «la linea de interpretacién profética y apostdlica siga la norma del senti- do eclesidstico y catélico» (n.° 163). Mediante el trato asiduo con los documentos que presenta la tradicin universal de la Iglesia, los lectores son Ilevados a una meditacién més plena de la sagrada Escritura y a un amor suave introduccién - 23 y vivo de la misma. Porque los escritos de los santos Padres son testigos preclaros de aquella meditacién de la palabra de Dios prolongada a lo largo de los siglos, mediante Ia cual la Esposa del Verbo encarnado, es decir, la Iglesia, «que tiene consigo el pen- samiento y el espiritu de su Dios y Esposo», se afana por conse- guir una inteligencia cada vez mds profunda de las sagradas Escrituras (n.° 164). La lectura de los Padres conduce asimismo a los cristianos al verdadero sentido de los tiempos y de las festividades liturgicas. Ademis, les hace accesibles las inestimables riquezas espiritua- les que constituyen el egregio patrimonio de la Iglesia y que a la vez son el fundamento de la vida espiritual y el alimento ubérri- mo de la piedad. Y por lo que se refiere a los predicadores de la palabra de Dios, tendran asf todos los dias a su alcance ejemplos insignes de la sagrada predicacién (n.° 165). 6. La lectura hagiografica Con el nombre de lectura hagiografica se designa el texto de algin Padre o escritor esclesidstico que habla directamente del santo cuya festividad se celebra 0 que puede aplicarsele recta- mente, o bien un fragmento de los escritos del santo en cuestidn, o bien la narracién de su vida (n.° 166). En la elaboracién de los propios particulares de los santos se ha de atender a la verdad historica y al verdadero aprovecha- miento espiritual de aquellos que han de leer o escuchar la lec- tura hagiografica; se ha de evitar cuidadosamente todo lo que suscite tan sdlo la admiraci6n; més bien se ha de poner a la luz la peculiar indole espiritual de los santos, de un modo adecuado a las condiciones actuales, asi como su importancia para la vida y la espiritualidad de la Iglesia (n.° 167). Antes de la lectura misma, y para instruccién tan sélo, no para ser proferida en la celebracién, se pone una breve noticia hagiogrdfica, que contiene datos meramente histéricos y descri- be brevemente la historia del santo (n.° 168). 24 - introduccién 7. El silencio sagrado, subsuelo de la escucha de la palabra Como ha de procurarse de un modo general que en las accio- nes littirgicas «se guarde, a su debido tiempo, un silencio sagra- do», también ha de darse cabida al silencio en la Liturgia de las Horas (n.° 201). Por lo tanto, segiin la oportunidad y la prudencia, para lograr la plena resonancia de la voz del Espfritu Santo en los corazones y para unir més estrechamente la oracién personal con la pala- bra de Dios y la voz publica de la Iglesia, es licito dejar un espa- cio de silencio después de las lecturas, tanto breves como largas, indiferentemente antes o después del responsorio. Ha de evitarse, sin embargo, que el silencio introducido sea tal que deforme la estructura del Oficio 0 resulte molesto o fas- tidioso para los participantes (n.° 202: cf. RB, 20). 8. Los responsorios A la lectura biblica, en el Oficio de lectura, le sigue su propio responsorio, cuyo texto ha sido seleccionado del tesoro tradicio- nal 0 compuesto de nuevo, de forma que arroje nueva luz para la inteligencia de la lectura que acaba de hacerse, ya sea inser- tando dicha lectura en la historia de la salvaci6n, ya conducién- donos desde el antiguo Testamento al nuevo, ya convirtiendo la lectura en oraci6n o contemplaci6n, ya, finalmente, ofreciendo la fruicién variada de sus bellezas poéticas (n.° 169). Asimismo, la segunda lectura lleva anejo un responsorio idé- neo, pero que no va tan estrechamente ligado con el texto de la lectura, favoreciendo asf ms la libertad de la meditaci6n (n.° 170). Los responsorios, junto con sus partes que han de ser repeti- das, conservan, por tanto, su valor, incluso cuando la recitacién ha de ser hecha por uno solo. No obstante, la parte que se suele repetir en el responsorio puede omitirse en la recitacién sin canto, a no ser que la repeticién venga exigida por el sentido mismo (n.° 171). El Paular, 15 de octubre de 1983 Fiesta de santa Teresa, doctora de la Iglesia

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