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COoLECCION CLAVES Dirigida por Hugo Vezzetti Pierre Bourdieu Los USOS SOCIALES DE LA CIENCIA Ediciones Nueva Vision Buenos Aires INSTITUTO LIBRE NF Titulo de los originales en francés: Les usages sociaux de la science. Pour une sociologie clinique du champ scientifique © INRA, Paris, 1997 “Le champ scientifique”, Actes de la recherche en sciences sociales, N° 1-2, 1976 La traduecién de Les usages sociaux de la science. Pour une sociologie clinique du champ scientifique es de Horacio Pons. La traduceién fue revisada por el autor. La traduccién de “El campo cientifico” fue realizada por Alfonso Buch yrevisada por Pablo Kreimer para Recles. Revis- ta de Estudios Sociales de la Ciencia, del Centro de Estudios e Investigaciones dela Universidad Nacional de Quilmes, vol 1, n° 2, Buenos Aires, diciembre de 1994, pp.131-160. ‘Toda reproduccién total o parcial de esta obra por cualquier sistema ~incluyendo el fotacopiado— que no haya sido expresa- mente autorizada por el editor constituye una infraccién a los derechos del autor y ser reprimida con penas de hasta seis alos, do prision (art. 62 dela ley 11.728 y art. 172 del Cédigo Penal), LS.B.N. 950-602.407-8 © 2000 por Ediciones Nueva Visién SAIC ‘Tucumén 3748, (1189) Buenos Aires, Republica Argentina Queda hecho el depdsito que marca Ia ley 11.723 Impreso en la Argentina / Printed in Argentina EEE EEE EERIE NOTA DEL EDITOR Se publican en. este libro dos textos: por un lado “El campo cientifico” un estudio ya cldsico que fire el punto de partida de la renovacién de la soviologia de la ciencia en los aiios 1970-1980; por otro, un texto reciente de Pierre Bourdieu, “Los usos sociales de laciencia. Por una sociologta clinica del campo cientifico”, conferencia pro- nunciada por el autor en el Institut National ce la Recherche Agronomique, especie de intervencion practi- cadirigida a proporcionar instrumentos de autoandlisis a los miembros de una institucién. cientffica PREFACIO El grupo Sciences en questions me ha solicitado que presente brevemente a Pierre Bourdieu antes de que éste haga su intervencién ante los investigadores delinza. Si tenemos en cuenta las relaciones de trabajo que man- tengo con Bourdieu desde hace mucho, pronto seran treinta afios, la tarea dista de ser sencilla para mi, y siento la tentacion de salir de este mal trance diciendo que nuestro autor es una de esas personalidades tan conocidas que ya no hace falta presentarlas. ‘Asi, pues, habria podido atenerme a eso si, acicateado porla dificullad, uv hubiera tratado de tomar on serio ol pedido que me hicieron. En efecto, {eémo presentar una, obra tan importante y densa como la de Pierre Bour- dieu, que estudié practicamente todo: a los campesinos, los artistas, la escuela, los obispos, los empleadores, las clases populares, ete., y que abarcé tantas disciplinas: etnologia, sociologia, filosofia, sociolingiiistica, econo- mfa, historia? ;Cémo dar cuenta de una obra que se constituyé en el transcurso de cientos de investigacio- nes que él realizé personalmente, dirigié o simplemente Jeyé y asimilé desde hace casi cuarenta afios? Frente a Ja imposibilidad de resumir en cinco minu- tos la obra de toda una vida, dado que no estamos en la televisién, tomé la decision de limitarme a lo menos discutible y acaso lo més facil, y dar simplemente algunas referencias biogréficas y bibliogréficas. ‘Usted, Pierre Bourdieu, podria haber sido invitado aqui en taz6n de sus trabajos sobre el mundo rural. Al 63 salir de la Beole Normale Supérieure, que segiin creo entender no fue para usted una experiencia totalmen- te encantadora, comenzé su carrera, en efecto, traba- Jando sobre la crisis del mundo campesino, tanto en ‘Argelia, donde durante el servicio militar hizo usted sus primeras armas intelectuales, como en la pequefia al- dea del Béarn que lo vio nacer en 1930. Su obra empieza entonces con trabajos sobre el mundo rural. Usted publica, en colaboracién con Abdelmalek Sayad, Le Déracinement,una obra sobre la crisis de la agricultura tradicional en Argelia, ala que hay que agregar Algérie 60,* que aparecerd un poco més adelante y en la que analiza el choque de la sociedad campesina argelina tradicional con el espiritu de] capitalismo. En 1962, en la flamante revista de la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, Etudes Rurales, presenta un muy largo articulo titulado “Célibat et condition paysanne” ["Celibato y condicién campesina’], en el que muestra que la crisis del campesinado no sélo tiene su explica- cién en el capitalismo agrario sino también en unos mecanismos mucho més sutiles que se refieren a la reproduccién misma, incluida la reproducci6n biolégica de los individuos. Sin embargo, si hoy ha sido invitado aqui, no es, paraddjicamente, en razén de esos trabajos rurales, sino mas bien a causa de los trabajos que marcaron la continuacién de su carrera y brindaron la materia de libros muy conocidos 0, mas exactamente, de libros cuyos titulos son muy conocidos. No sé, en sustancia, si eso se debe en usted a un sentido muy agudo del marketing editorial, {pero es posible resumir toda su obra a partir de las juiciosas elecciones de los titulos de sus publicaciones! Habfa empezado mal, sin embargo, +P. Bourdieu y A. Sayad, Le Déracinement, ta crise de Vagricul- ture traditionneile er. Algérie, Paris, Editions de Minuit, 1964, *P. Bourdieu, Algérie 60, structures économiques et structures temporeiles, Paris, Editions de Minuit, 1977, *P. Bourdieu, “Célibat et condition paysanne”, en Etudes rura- les, 5-6, abril-septiembre de 1962, pp. 32-136. 64 yaquesu primer libro, publicado en 1958 en la coleccién *Que sais-je?”, se titulaba trivialmente Sociologie de UAlgérie,* y reincidié algunos afos después con un muy descriptive Travail et travailleurs en Algérie. No obs- tante, esas primeras investigaciones le permitieron Gesarrollar un concepto destinado a un gran porvenir en sus trabajos ulteriores; me refiero al habitus. Cuando vuelve a Francia, lnego de un breve paso por la universidad como profesor adjunto, es elegido como director de investigaciones en la Ecole des Hautes Btudes. Trabaja entonces en el Centre de Sociologie Européenne, que usted crea con la bendicién de Ray- mond Aron, y que se dedica principalmente al andlisis del sistema de ensefianza. En 1964, usted publica un primer balance de las investigaciones que concibié y animé, en un libro, Les Héritiers, subtitulado “los estu- diantes y la cultura”. Esta obra, escrita en colaboracién con Jean-Claude Passeron, serd el primero de una larga serie de éxitos. En ella pone usted en evidencia el papel del capital cultural en la seleccién escolar. A continua- cién, en 1966, publica L’Amour de Vart,? en el cual, a partir de una serie de encuestas sobre la visita a los museos, profundiza esa nocién de capital cultural y analiza més en general las funciones sociales de las practicas culturales. En 1968 funda su propio laborato- rio: el Centre de Sociclogie de PEducation et de la Culture, que atin existe y con el que usted trabaja en estrecha relacidn, aunque desde 1981 esté en el Collége de France En 1970, un nuevo libro, de titulo bien elegido, La +P. Bourdieu, Sociologie de Algérie, Paris, Fur, 1958, col. “Que sais-je?”, n° 802 {traduccion eastellana: Argelia entraen la historia, Barcelona, Nova Terra, 1965). *P. Bourdieu, A, Darkel, J.-P. Rivet y C, Seibel, Travail et travailleurs en Algérie, Paris-La Haya, Mouton, 1963. *P. Bourdieu y J.-C. Passeron, Les Héritiers, les étudiants et la culture, Paris, Editions de Minuit, 1964 [traduccién castellana:Los estudiantes y la cultura, Barcelona, Labor, 1967]. =P. Bourdieu, A. Darbel y D. Schnapper, L'Amour de Vart, les musées dart et leur public, Paris, Editions de Minuit, 1966. 7 65 reproduccién, subtitulado “Elementos para una teoria del sistema de ensefianza”.* Es un nuevo éxito, pero también el inicio de los primeros malentendidos entre quienes sélo se detienen en los titulos de sus obras y creen que ese libro demuestra que la escuela no hace mds que reproducir la estructura social, cuando en realidad, me parece, se trata para usted, mas bien, de un pretexto para desarrollar un nuevo sistema conceptual, apoyado particularmente en una nocién que también tendré mucho futuro: la de violencia simbélica. Durante la década del setenta, usted trabaja en una vasta investigacién sobre los procesos de diferenciacion social, verdadera contribucién a una teoria general de las clases sociales que publica en 1979 en una obra titulada Le distincién.? El subiftulo, “Critica social del juicio”, expresaba con més claridad su verdadera ambi- cion, que era construir, en una perspectiva neokantia- na, una teorfa sociolégica de las categorias que organi- zan la percepcién del mundo social y que contribuyen con ello a hacerlo. La salida de esa obra le vale una invitacién de Bernard Pivot a su programa de televi- sién; {desde ese dia, Pivot se imagina que su renombre y hasta su eleccién, dos afios después, al Collége‘de France, tienen mucho que ver con él! Un aiio mas tar- de, otra obra, Le Sens pratique, completa esa construc- cin. En ella propone una teoria del conocimiento sociolégico y se esfuerza por situar su sociologia con respecto a la corriente objetivista simbolizada en etno- logia por Claude Lévi-Strauss y, ala vez, alas corrientes subjetivistas representadas por la fenomenologfa sar- treana §P. Bourdieu y J.-C. Passeron, La Reproduction. Eléments pour une théorie du aystime d’enseignement, Paris, Editions de Minuit, 1970 {traduccién castellana: La reproduccién. Elementos para una teoria del sistema de ensenanza, Barcelona, Laia, 1977] * P, Bourdieu, La Distinction, Critique sociale du jugement, Paris, Editions de Minuit, 1979 [traduccién castellana: Le distin: cidn. Criterio y bases sociales del gusto, Madrid, Taurus, 1988} “P. Bourdieu, Le Sens pratique, Paris, Kid. de Minuit, 1980. 66 A partir de 1976, usted retoma sus trabajos sobre el sistema de ensefianza y los amplia a la constitucion de Jos campos de produccién culta: artes, ciencias, etc.: tocamos asf nuestro tema de hoy. Ya en 1971, en “Le marché des biens symboliques”, un articulo publicado en L’Année sociologique,” usted habia sentadolas bases de algunos de sus anélisis ulteriores en ese dmbito, al distinguir lo que llamaba “campo de produccién restrin- gido”, espacio de produccién culta en el que los produc- tores tienen por ptiblico esencial a los otros productores, es decir, a sus competidores directos (usted pensaba entonces sobre todo en el campo artistico), con respecto al “campo dela gran produccién cultural” (el periodismo o las industrias culturales, por ejemplo, que se dirigen al gran publica) Pero muy pronto, y en esa huella, usted estudia ese particular campo restringido de produccién que es el campo cientifico y, en 1975, publica un articulo funda- cional, “La especificidad del campo cientifico y las con- diciones sociales del progreso de la razén”, en el cual rompe con la tradicién dominante de la sociologia de la ciencia y su vision tranquilizadora de la “comuni- dad cientifica”, al introducir en especial los conceptos de campo y capital cientificos; y ello, a la vez que muestra que la légica del mercado en el cual, en ultima instancia, y lo mismo que en la matematica avanzada, ‘uno no puede tener como clientes mas que a sus peores competidores, es favorable al progreso dela raz6n.* En 1984 publica Homo academicus,® una obra sobre el 4 P, Bourdieu, “Le marché des biens symboliques”, en L’Année sociologique, 9° serie, vol. 22, 1971, pp. 49-126. © P. Bourdieu, “La spécificité du champ scientifique et les conditions sociales du progres de la raison”, en Sociologie et Socié- tés, vii (1), mayo de 1975, pp. 91-118; y también “Le champ scientifique”, endctes de la recherche en sciences sociales, 2-5, junio de 1976, pp. 88-104 [traduccién castellana: “El campo cientifico”, ineluido en esta edicién, pags. 9-547]. 1 P. Bourdieu, Homo academicus, Paris, Editions de Minuit, 1984 {traduecién castellana: Homo academicus, Madrid, Taurus, 19871 eT cuerpo docente y més en general sobre la institucién universitaria, el academicismo, las luchas de las disci- plinas, el sesgo escoléstico, la crisis de mayo de 1968, ete. En 1989, nuevo libro, nuevo titulo y nuevo éxito con La Noblesse d'Etat, subtitulado “Escuelas superiores y espiritu de cuerpo”, percibido como un ataque contra la ENa* y las escuelas superiores, en particular por quie- nes salen de esas escuelas de poder, cuando en realidad se trata de un andlisis de esa institucién muy singular que es el Estado. En 1992 publica Las reglas del arte, subtitulado “Genesis y estructura del campo literario”, en el que propone una teorfa general de los campos y reflexiona sobre lo que es una revolucién simbélica. Ese libro también aborda el problema de la funcién social de los intelectuales. En ese mismo momento, usted decide dar un nuevo golpe editorial, que consiste en hacer un grueso libro, para que los periodistas no lo lean pero pese a ello hablen de él. Para esta empresa, retine un equipo de sociélogos, entre los cuales me cuento yo mismo, a fin de producir esa suma de casi mil paginas, consagrada a La miseria del mundo." Aparecida en 1993, esta obra intenta a su manera hacer accesibles, mAs alla del circulo de los profesionales, los andlisis mas avanzados de le sociologia. Algunos meses después, usted recibe, por el conjunto de su obra, la Medalla de Oro delonrs,"*distincién otorgada por primeravezaun sociélogo. * Ecole Nationale d’Administration (Escuela Nacional de Admi- nistracién), de Ta que egresan quienes después ocupardn las princi pales funciones en el Estado. (N. del T.) * Centre National de la Recherche Scientifique (Centro Nacio- nal de la Investigacién Cientifica). (N. del T.) * P. Bourdieu, Les Régles de Uart. Gondse et structure du champ Littéraire, Paris, Editions du Seuil, 1992 {traduccién castellana: Las reglas del arte: génesis y estructura del campo literario, Barcelona, ‘Anagrama, 1995] ¥'P. Bourdieu (dir.), La Misére du monde, Paris, Editions du Seuil, 1993 {traducci6n eastellana: La miseria del mundo, Buenos Aires, Fondo de Cultura Econémiea, 1989] 68 Més recientemente, usted reincide con una inversion de su estrategia editorial, porque escribe un libro muy pequeiio, para que los periodistas lo lean, pero sobre un tema del que no pueden dejar de hablar. Se trata de Sobre la televisién.® A juzgar por las reacciones que suscita entonces, es licito pensar que una vez mas usted dioenel blanco, Pero una vez:més, lo que los periodistas, leyeron erréneamente fue sin duda el titulo mismo, porque fueron muchos los que creyeron leer Contra la televisién, cuando su objetivo y no estoy mal ubicado para decirlo consistia antes bien en interrogarse sobre la posible contribucién de las ciencias sociales a un mejor dominio de esta tecnologia socialmente invasora, que ejerce una influencia creciente sobre cierta canti- dad de universos, entre ellos el nuestro. ‘No iré mas alld de este breve panorama, que sélo da una imagen muy incompleta de su produccién cientifi- ca. En efecto, también habria que mencionar muchos otros titulos, entre ellos El oficio de socidlogo,” que fue el breviario de toda una generacién de investiga- dores desde la década del cotenta, y la revista Actes dela recherche en sciences sociales que usted fundé en 1975 y sigue dirigiendo, y que goza de una gran notoriedad nacional ¢ internacional. Habria que citar, asimismo, las diversas obras en las que usted reprodujo las numerosas conferencias dictadas sobre su trabajo: Questions de sociologie,*® Cosas dichas,"* Réponses, ° P, Bourdieu, Sur la télévision, Paris, Liber-Raisons d'agir, 1996 [traduccién castellana: Sobre Ja televisién, Barcelona, Ana grama, 1997} "'B. Bourdieu, J.-C. Chamboredon y J.-C. Passeron, Le Métier de sociologue, Paris, Mouton-Bordas, 1968 (traduccién castellana: Eloficio de scciblogo: presupuestos epistemoldgicos, Madrid, Siglo xa1, 1975] : 5". Bourdieu, Questions de sociotogie, Paris, Bditions de Minuit, 1980 {traduecién castellana: Sociologia y Cultura, México, Grijalbo, 1990) . ® P, Bourdieu, Choses dites, Paris, Bditions de Minuit, 1987 {traduccién casteliana: Cosas dichas, Barcelona, Gedisa, 1985). © P. Bourdieuy L. Wacquant, Réponses. Pour une anthropologie réflexive, Paris, Bditions du Seuil, 1992 69 Razones practicas, libros que constituyen la mejor introduccién a una obra a-veces de dificil acceso para los no especialistas. Asi, pues, ahora voy a dejarlela palabra, no sin antes brindar una ultima precisi6n: la presente conferencia, titulada “Los usos sociales de la ciencia’, lleva, como sin duda lo habran advertido, un titulo relativamente tri- vial. La explicacién es simple: no fue usted quien lo puso, sino nosotros. jNo hay duda de que en el momento de editarla, nos ayudar a encontrarle un buen subtitulo! Patrick CHAMPAGNE Director de investigaciones del nna P. Bourdieu, Raisons pratiques. Surla théorie de Vaction, Paris, Editions du Seuil, 1994 [traduccién castellana: Razones précticas: sobre la teoria de ia accién, Barcelona, Anagrama, 1997) 70 INTRODUCCION ‘Agradezco a Patrick Champagne. Aprecio mucho la presentacién que ha hecho, porque da, cosa no muy habitual, una idea bastante completa y justa de mi trabajo. Eso me facilitara la tarea que debo abordar hoy. Bstoy dichoso de que me hayan invitado a participar en esta serie de conferencias, porque su organizacién me parece en buena medida un ejemplo de la forma en que wna institucién cientifica debe emprender una reflexion colectiva sobre simisma. Querria contribuir a ella planteando algunas cuestiones sobre la logica pro- pia del mundo cientifico y la forma particular que asume en el caso del inra, con la esperanza de suscitar un proceso de auitoandlisis colectivo. Creo que hoy esta- mos en condiciones de concebir formas de reflexién de un nuevo tipo. Para ello es preciso movilizar un colecti- vo alrededor de interrogantes relativamente clabora- dos, en cireunstancias tales que pueda producir una verdad sobre si mismo que, sin duda, él es el vinicocapaz de producir. Cireunstancias que, debo decirlo, no me parecen presentes en las formas mas comunes de orga- nizacién colectiva dela reflexién, ya se trate de sindica- tos, asociaciones profesionales 0 comisiones, de las que el INRA conocié muchas, encargadas de proponer trans- formaciones o reformas mas 0 menos profundas. No creo que baste reunir un grupo pera producir una reflexién cientifica, pero si creo que, siempre que se establezca una estructura de intercambio tal que ese 71 intercambio leve en si mismo ¢l principio de su propia regulacién, se pueden instaurar formas de reflexin para las cuales hoy no hay cabida, y que pueden ir mas alld de todas las especulaciones de peritos (sobre todo en “cienciometria”) y todas las recomendaciones de comi- tés y comisiones. Hse es el lugar, que hay que inventar, para cuya existencia en vuestra institucién querria hacer un aporte, intentando, muy modestamente, so- meter a un examen eritico lo més radical posible las representaciones, endégenas o exégenas, cultas 0 es- pontaneas, que han tomado como objeto al INRA, y pro- porcionar sobre todo los instrumentos de conocimiento que me parecen indispensables para la construccién de una representacién verdadera y, por lo tanto, util para la accion. LOS CAMPOS COMO MICROCOSMOS RELATIVAMENTE AUTONOMOS {Ouéles son los usos sociales de la ciencia? {Es posible hacer una ciencia de la ciencia, una ciencia social de la produccién de la ciencia capaz de describir y orientar los usos sociales de ésta? Para poder responder estas pre- guntas, debo empezar por recordar algunas nociones, condiciones de una reflexién bien pertrechada, y en particular la nocién de campo, cuya génesis evocaré rapidamente. ‘Todas las producciones culturales, la filosofia, la historia, la ciencia, el arte, la literatura, etc., son el objeto de andlisis con pretensidn cienifficu. Hay una historia de la literatura, una historia de la filosofia, una historia de las ciencias, ete., y en todos esos terre- nos encontramos la misma oposicién, el mismo antago- nismo, a menudo consideradas como irreductibles ~el dominio del arte es sin duda uno de los lugares donde la oposicidn es mas fuerte— entre las interpretaciones que podemos llamar internalistas o internas y las que pode- mos calificar de externalistas 0 externas. Grosso modo, estn por un lado quienes sostienen que para compren- der la literatura o la filosofia es suficiente leer los textos, Para los partidarios de este fetichismo del texto autonomizado, que florecié en Francia con la semiologia yque hoy vuelve a prosperar en todo el mundo con lo que se denomina posmodernismo, el texto es el alfa y el omega y, cuando se trata de comprender un texto filos6fico, un eddigo juridico o yn poema, no hay que conocer nada mas que su letra. Esquematizo un poco, pero no demasiado. 13 En contraste, otra tradicién, a menudo representada por personas que reivindican el marxismo, quiere remi- tir el texto al contexto y se propone interpretar las obras mediante su puesta en relacién con el mundo social o el mundo econémico. Hay toda clase de ejemplos de esta oposicién, y @ quienes se interesen en ella les aconsejo mi libro Las reglas del arte, en el que menciono de manera més precisa las diferentes corrientes, con el apoyo de referencias bibliogréficas. En lo que concierne a la ciencia encontramos las mismas oposiciones, con una tradicién de historia dela ciencia que, por otra parte, esta bastante proxima a la de la historia de la filosofia. Esta tradicién, notable- mente representada en Francia, describe el proceso de perpetuacién de la ciencia como una especie de partenc- génesis, por el que aquélla se engendraria a si misma al margen de toda intervencién del mundo social. Elaboré la nocién de campo para salir de esa disyun- tiva. Se trata de una idea extremadamente simple, cuya funcion negativa es bastante evidente. Digo que para comprender wna prodnecién cultural (literatura, cien- cia, etc.), no basta con referirse a su contenido textual, pero tampoco con referirse al contexto social y confor- marse con una puesta en relacién directa del texto y el contexto. Es lo que lamo “error del cortocircuito”, que consiste en relacionar una composicién musical 0 un poema simbolista con las huelgas de Fourmies o las manifestaciones de Anzin, como lo hicieron algunos historiadores del arte o de la literatura. Mi hipétesis consiste en suponer que entre esos dos polos, muy distantes, entre los cuales se presume, un poco impru- dentemente, que puede pasar la corriente, hay un universo intermedio que llamo campo literario, artisti- co, juridico o cientifico, es decir, el universo en el que se incluyen los agentes y las instituciones que producen, reproducen o difunden el arte, la literatura o la ciencia. Ese universo es un mundo social como los demés, pero que obedece a leyes sociales mas o menos especificas. ‘La nocién de campo pretende designar ese espacio 74 relativamente auténomo, ese microcosmos provisto de sus propias leyes. Si bien esta sometido, como el macro- cosmos, a leyes sociales, éstas no son las mismas. Si bien nunca escapa del tado a las coacciones del macro- cosmos, dispone de una autonomia parcial, mas 0 me- nos marcada, con respecto a él. ¥ una de las grandes cuestiones que se planteard en referencia a los campos (ylos subcampos) cientfficos seré precisamente el grado de autonomfa de que disfrutan. Una de las diferencias, relativamente simple pero siempre dificil de apreciar y cuantificar, entre los distintos campos cientificos lo que se denominan las disciplinas, seré en efecto su grado de autonomfa, Lo mismo vale para las instituciones. Po- dremos preguntarnos, por ejemplo, si el enas es mas auténomo que el ivra, éste mas auténomo que eliNSEE,* ete. Uno de los problemas conexos serd, indudablemen- te, saber cual es la naturaleza de las coacciones exter- nas, la forma en que se ejercen, créditos, érdenes, encargos, contratos, etc., y de qué modo se manifiestan las resistencias que caracterizan la autonomia, vale decir, cudles son los mecanismos que introduce el mi- crocosmos para liberarse de esas coacciones externas y estar en condiciones de reconocer unicamente sus pro- pias determinaciones internas. En otras palabras, es preciso salir de la alternativa de Ta “ciencia pura”, totalmente liberada de cualquier necesidad social, y la “ciencia servil”, sometida a todas las exigencias politico-econémicas. El campo cientifico es un mundo social y, como tal, ejerce coacciones, solicitaciones, etc., pero que son relativamente inde- pendientes de las coacciones del mundo social global que lo engloba, En realidad, las coacciones externas, cualquiera sea su naturaleza, al no ejercerse sino por intermedio del campo, son mediatizadas por lalogica de éste. Una de las manifestaciones mas visibles de la autonomfa del campo es su capacidad de refractar, re- “ Institut National de la Statistique et des Etudes Economi- ques (Instituto Nacional de Estadistica y Estudios Bconémicos). (N. del 7) traduciéndolas en una forma especifica, las coacciones o las demandas externas. {Cémo va a retraducirse en un campo dado un fenémeno externo, una catdstrofe, una calamidad (la peste negra cuyos efectos se busca- ron en la pintura), la enfermedad de la vaca loca y no sé cudntas cosas mas? Digamos que cuanto més. auténomo es un campo, mas intenso serd su poder de refraccién y mas se transfiguraran las coacciones externas, al extremo de volverse, con frecuencia, absolutamente irreconocibles. El grado de autonomfa de un campo, en consecuencia, tiene como indicador principal su poder de refraccién, de retraduccién. A la inversa, la heteronomfa de un campo se manifiesta esencialmente en el hecho de que los problemas exteriores, en especial los politicos, se expresan directamente en él. Vale decir que la “politi- zacién” de una disciplina no es el indicio de una gran autonomia, y una de las grandes dificultades con que se topan las ciencias sociales para llegar a ésta es el hecho de que personas poco competentes, desde el punto de vista de las normas eapecificas, siempre pucden inter venir en nombre de principios heterénomos sin que se las descalifique de inmediato. Si hoy en dia ustedes intentan decirles a los biélogos que uno de sus descubrimientos es de izquierda o de derecha, catdlico 0 no eatélico, van a suscitar una franca hilaridad, pero no siempre fue asf. En sociologia todavia pueden decirse ese tipo de cosas. En economia, desde luego, también, por mds que los economistas se esfuer- cen por hacer creer que ya no es posible. Cualquier campo, el cientifico por ejemplo, es un campo de fuerzas y un campo de luchas por transformar ese campo de fuerzas. En un primer momento, se puede describir un espacio cientifico o un espacio religioso como un mundo fisico, que comprende relaciones de fuerza y de dominacién. Los agentes, por ejemplo las empresas en el caso del campo econémico, crean el espacio y en cierto modo éste sélo existe por ellos y las relaciones objetivas entre las agentes que se encuentran 16 en él. Una gran empresa deforma todo el espacio econé- mico al conferirle una estructura determinada. En el campo cientifico, Einstein, como una gran compaiifa, deforms todo el espacio en torno de si. Esta metafora einsteiniana a propésite de Einstein significa que no hay fisico, grande o pequefio, en Brioude o Harvard, que (al margen de cualquier contacto directo, de cualquier interaccién) no haya sido afectado, zamarreado, margi- nado por Ja intervencién de Einstein, asf como una gran empresa que baja los precios expulsa del campo econé- mico a toda una poblacién de pequefios empresarios. En esas condiciones y esto es importante posterior- mente para la reflexién practica, lo que gobierna los puntos de vista, lo que gobierna las intervenciones cientificas, los lugares de publicacién, los temas que elegimos, los objetos en que nos interesamos, etc., es la estructura de las relaciones objetivas entre los diferen- tes agentes que son, para emplear una vez mas la metéfora einsteiniana, fuentes de campo. La estructura de las relaciones objetivas entre los agentes determina Jo que éstos pueden hacer y no hacer. O, mas precisa- mente, la posicién que ellos ocupan en esa estructura determina u orienta, al menos negativamente, sus to- mas de posicién. Lo cual significa que sélo comprende- mos verdaderamente lo que dice o hace un agente comprometido en un campo (un economista, un escritor, un artista, etc.) si estamos en condiciones de referirnos ala posicion que ocupa en ese campo, si sabemos “desde donde habla”, como se decfa de manera un poco vaga alrededor de 1968 ~cosa que supone que hayamos podi- doy sabido hacer previamente el trabajo necesario para construir las relaciones objetivas que son constitutivas de la estructura del campo en cuestién— en vez de conformarnos con remitirnos al lugar que supuesta- mente ocupa en el espacio social, a lo que la tradicién marxista llama su condicién de clase. Esta estructura est, grosso modo, determinada por la distribucién del capital cientifico en un momento dado. En otras palabras, los agentes (individuos o insti- 7 tuciones) caracterizados por el volumen de su capital, determinan la estructura del campo en proporcién a su peso, que depende a su vez. del peso de todos los demas agentes, es decir, de todo el espacio. Pero a la inversa, cada agente acttia bajo la coaccién de la estructura del espacio, quese le impone tanto mas brutalmente cuanto mas escaso es su peso relativo, Esta coaccién estructu- ral no adopta necesariamente Ja forma de una coaccién directa que se ejerza en la interaccién (orden, “influen- cia’, eteétera). ‘Asi como en el campo econémico una modificacién de precios decidida por los dominantes cambia el medio ambiente de todas las empresas o como Sartre, en el campo intelectual de la década del cincuenta, gobierna indirectamente las elecciones de Bataille o Blanchot con sus tomas de posicién con respecto a Heidegger o Faulk- ner,! en el mbito de la investigacién cientifica, los investigadores o las investigaciones dominantes defi- nen, en un momento dado, el conjunto de los objetos importantes, es decir, el conjunto de las cuestiones que imporlan para lus investigadures, subre las cuales van aconcentrar sus esfuerzos y que, por decirlo asi, van a “redituar”, determinando una concentracién de los afanes investigativos. De ello se deduce que, al contrario de lo que hace creer un constructivismo idealista, los agentes hacen los hechos cientificos e incluso, en parte, el campo cientifi- co, pero a partir de una posicién en éste que no hicieron y que contribuye a definir sus posibilidades e imposibi- lidades. Contra la ilusion maquiavélica, ala quesucum- ben ciertos socidiogos de la ciencia, tal vez porque atribuyen alos sabios su propia visién “estratégica”, por no decir cinica, del mundo cientifico, hay que recordar en primer lugar que nada es més dificil y hasta imposi- ble de “manipular” que un campo. Hay que seialar, por otra parte, que por versado que pueda ser en la “gestion \ Cf A. Boschetti, Sartre et Les Temps Modernes, Paris, Editions de Minuit, 1985 [traduecién castellana: Sartre y Les Temps Moder- nes: una empresa intelectual, Buenos Aires, Nueva Visién, 1990) 78 de las redes” (que inquieta tanto a quienes pretenden servirse de su “ciencia” de la ciencia para promover sus teorias de la ciencia y afirmar su poder de expertos en el mundo de ésta), las posibilidades que un agente singular tiene de plegar las fuerzas del campo a sus deseos son proporcionales a su fuerza sobre él, vale decir, a su capital de crédito cientifico o, mas precisa- mente, a su posicion en la estructura de la distribucién del capital. Esto es cierto salvo en los casos, completa- mente excepcionales, en que, gracias a un descubri- miento revolucionario, idéneo para cuestionar los pro- pios fundamentos del orden cientifico establecido, un cientifico redefine los principios mismos de la distribu- cién del capital, las reglas mismas del juego. Dije que lo que define la estructura del campo en un momento dado es la estructura de la distribucién del capital cientifico entre los diferentes agentes intervi- nientes en ese campo. Muy bien, me diran, pero, gqué entiende usted por capital? También en este caso slo puedo responder brevemente: cada campo es el lugar de constitucién de una forma esperffica de capital. Camo lo estableci en 1975? (la evocacién de las fechas, es decir, de las prioridades de descubrimiento, es necesaria a ‘veces para protegerse contra las tergiversaciones, sobre todo cuando estan acompafiadas por deformaciones destinadas a disimularlas), el capital cientifico es una especie particular de capital simbdlico (del que sabemos que siempre se funda en actos de conocimientoy recono- cimiento) que consiste en el reconocimiento (0 el crédito) otorgado por el conjunto de los pares-competidores dentro del campo cientifico (Ia cantidad demenciones en el Citation index es un buen indicador, que se puede mejorar, como yo lo hice en la investigacién sobre el campo universitario francés, si se toman en cuenta los, signos dereconocimientoy consagracién como el Premio Nobel o, en el plano nacional, las medallas del cnrs y + P, Bourdieu, “La spécificité du champ scientifique...", art. cit, pd 79 también las traductiones en idiomas extranjeros), Més adelante volveré a las diferentes formas que puede adoptar ese capital y los poderes que procura a sus poseedores. Los capitalistas cientificos, si es valido que me expre- se asi, no tienen casi nada en comtia, si se hacen a un lado los efectos de las homologias estructurales, con los, capitalistas en el sentido corriente, esto es, aquellos a quienes encontramos en el campo econémico (y la confu- sin, si bien permite hacer alarde de radicalismo, es extremadamente peligrosa, dado que equivale a ignorar todas las especificidades ligadas a la logica propia del campo cientifico). Es evidente que el capital de Einstein no era de naturaleza financiera. Bse capital de un tipo completamente singular se basa en parte en el recono- cimiento de una competencia que, ademas de los efectos de conocimiento que produce, y parcialmente através de ellos, procura autoridad y contribuye a definir no sélo las reglas de juego, sino también las regularidades del Juego, las leyes segiin las cuales van a distribuirse en éste, por ejemplo, las ganancias, las leyes que haven yue sea importante o no escribir sobre tal o cual tema, que sea brillante o anticuado, que sea mas redituable publicar en el American Journal de estoy aquello que en la Revue Francaise de tal y cual Los campos son el lugar de relaciones de fuerzas, que implican tendencias inmanentes, probabilidades obje- tivas. Un camponose orienta en absoluto por el azar. En 4, no todo es igualmente posible o imposible en cada momento. Entre las ventajas sociales de quienes nacie- ron en un campo, esté precisamente el hecho de poseer, por una especie de ciencia infusa, el dominiode sus leyes inmanentes, leyes no escritas que estan inseriptas en la realidad en el estado de tendencias, y tener lo que en rugby, pero también en la bolsa, se llama sentido de la ubicacién. Por ejemplo, numerosos estudios confirman que las estrategias de reconversion que ponen en prac- tica los cientificos, y quelos llevan a pasar de un dominio a otro o de un tema a otro, son muy desigualmente 80 probables segiin los agentes, el capital de que disponen y la relacién con é] que establecieron a través de su manera de adquirirlo. Hse arte de prever las tendencias, queen todas partes se constata estrechamente vinculado con un origen social y escolar elevado y que permite apoderarse en el momento oportuno de los buenos temas, los buenos Ambitos de publicacién (o, en otra parte, de exposicién), ete., es uno de los factores que determinan las diferen- cias sociales ms notables en las carreras cientificas (y es mas patente atin en el arte moderno). Ese sentido del juego es ante todo un sentido dela historia del juego, un sentido de su futuro, Asi como un buen jugador de rugby sabe dénde va a ir la pelota y est ya en el lugar en que va a caer, el buen jugador cientifico es quien, sin tener necesidad de calcular, de ser cfnico, toma las decisiones redituables, Quienes nacieron en el juego tienen el privilegio de la calidad de “innatos”. No necesitan ser cinicos para hacer lo que hay que hacer en el momento preciso y recoger la ganancia. Hay por lo tanto estructuras objetivas, y también luchas con respecto a ellas. Los agentes sociales no son, desde luego, particulas pasivamente movidas por las fuerzas del campo (aunque a veces se diga que se parecen mucho a eso: si se observan ciertas evoluciones politicas, por ejemplo la de muchos de nuestros intelec- tuales, ,e6mo no decir que las limaduras siguen ver deramente las fuerzas del campo?). Tienen disposi nes adquiridas; no desarrollaré este punto aqui que yo llamo habitus, es decir, maneras de ser permanentes, duraderas, que pueden llevarlos, en particular, a resis- tir, a oponerse a las fuerzas del campo. Quienes adqui- rieron lejos del campo en que se inseriben unas disposi- ciones que no son las que exige ese campo, corren el riesgo, por ejemplo, de estar siempre desfasados, des- plazados, mal ubicados, incémodos en su pellejo, a contrapelo y a destiempo, con todas las consecuencias que ustedes se podrén imaginar. Pero también pueden entrar en lucha con las fuerzas del campo, resistirse a 81 ellas y, en vez de plegar sus disposiciones a las estruc- turas, intentar modificar las estructuras en funcién de sus disposiciones, para conformarlas a ellas. Como quiera que sea, el campo es objeto de lucha, tanto en su representacién comoen surealidad. La gran diferencia entre un campo y un juego (que no deberian, olvidar quienes se arman de la teoria de los juegos para comprender los juegos sociales, y en particular el eeoné- mico) es que el primero es un juego en el que las reglas mismas se ponen en juego (como lo vemos todas las veces que una revolucién simbélica -la que efectia Manet, por ejemplo~ redefine las condiciones mismas de acceso al juego, es decir, las propiedades que en éste funcionan como eapital y dan poder sobre él y sobre los otros jugadores). Los agentes sociales estan insertados en la estructura en posiciones que dependen de su capital y desarrollan estrategias que, en sf misma: dependen en gran parte de esas posiciones, en los limites de sus disposiciones. Esas estrategias se orien- tan, ya sea hacia la conservacién de la estructura, ya hacia su transformacién, y en términos generales se puede comprobar que cuanto mds ocupa la gente una posicién favorecida en aquélla, mas tiende a conservar a la vez la estructura y su posicidn, en los limites, no obstante, de sus disposiciones (es decir de su trayectoria social, su origen social), que estén mas o menos de acuerdo con su posicién. 82 LAS PROPIEDADES ESPECIFICAS DE LOS CAMPOS CIENTIFICOS ‘Tras haber recordado de este modo las propiedades muy generales de los campos y tomar adrede ejemplos ‘enel campo econémico 0 el literario, lo mismo que en el cientifico, querrfa ahora presentarles répidamente los caracteres especificos de este tiltimo. Cuanto més auto- hhomos son os campos cientificos, mas escapan a las jeyes sociales externas. Al principio descarté una forma de reduccionismo consistente en reducir las leyes de acuerdo con las cuales funciona un campo @ las leyes sociales exteriores, cosa que llamo error del cortocircuito. ‘Pero hay una segunda forma de reduciouismo, mas sutil, lo que se denomina “programa fuerte” en sociolo- gia de las ciencias, “radicalizacién” indebida de las posiciones que yo defiendo y que consiste en reducir Jas estrategias de los sabios a las estrategias sociales queson siempre unode sus aspectosy asus determinan- tes sociales, e ignorar la sublimacién de los intereses externos, politicos -esto va de suyo- 0 internos, ligados ala lucha en el campo, que es impuesta por las leyes sociales de éste (y en especial por las coacciones inhe- tentes al hecho de que cada uno no tenga otros clientes que sus competidores). Sublimacién que, técitamente exigida a todo nuevo ingresante, esté implicada en esta forma particular de la illusio inherente ala pertenencia ‘a un campo, vale decir, la creencia cientifica, como interés desinteresado e interés en el desinterés, que induce a admitir que, como suele decirse, el juego cientifico merece jugarse, que la cosa vale la pena y que 83 define los objetos dignos de interés, interesantes, impor- tantes, capaces, por lo tanto, de merecer la inversign En otras palabras, el campo, es decir, mas precisa- mente, la economia antieconémica y la competencia regulada de las que es Ambito, produce esa forma par- ticular de illusio que es el interés cientifico, esto es un interés que, en comparacién con las formas de interés que tienen vigencia en Ja existencia corriente (y en especial en el campo econémico), aparece como desinte. resado, gratuito, Empero, més sutilmente, el interés ‘puro’, desinteresado, es ‘un interés en el desinterss forma de interés conveniente en todas las economias de los bienes simbélicos, economias antieconémicas en las gue, en cierto modo, lo “redituable” es el desinterés. (Esa es una de las diferencias més radicales entre el “capita- lista cientifico” yel capitalista a secas.) Dello se dedues que las estrategias de los agentes siempre tienen, en cierta forma, una doble cara, son ambiguas, interesadas y desinteresadas, porque estan inspiradas por una especie de interés en el desinterés y pueden darse dos descripciones opuestas pero igualmente falsas, por ser unilaterales; una hagiografica e idealizada, la otra Cinica y reduccionista, que hace del “capitalista cienti- fico? un eapttalista como los demés. Tenemos asf testimonios de director 6 revisias norteamericanas de fisica que cuentan gee leg investigadores los Haman tanto de dia como de noche, angustiados, porque se puede perder el beneficio de veinte afios de investigacién por cinco minutos de retra. so. Es comprensible que, en esas condiciones, estemos lejos de la vision hagiogréfica de la ciencia, que os desmentida por todo lo que conocemos dela verdad dela investigacién: los plagios, los robos de ideas, las dispu- tas de propiedad, otras tantas prdcticas que son tan gnfguas como la elencia misma. Los sabios son intere- , tienen ganas sades, tlenen ganas de llegar los primeros, de ser los Pero la paradoja de los campos cientificos es que producen ala vez esas pulsiones mortfferas y su control, 84 Siusted quiere vencer aun matematico, hay que hacerlo mateméticamente, mediante la demostraci6n ola refu- tacién. Desde luego, siempre existe la posibilidad de que el soldado romano le corte la cabeza a un matematico, pero se trata de un “error de categoria”, como dirian los fildsofos, Pascal veria en ello un acto de tirania consis- tente en utilizar en un orden un poder que pertenece a otro orden. Pero semejante triunfo no es tal, segdn las normas propias del campo. Ocurre lo mismo con el éxito de esos autores que, al no poder llegar ala consagracién de acuerdo con las normas especificas del campo litera~ rio, logran incorporarse a la Academia Francesa y se pasan el tiempo escribiendo en los diarios o mostrando- se en televisiOn. Muchas consagraciones temporales en el orden espiritual tienen una funcién compensatoria semejante. Cuanto mas heterénomo es un campo, més imperfec- ta es la competencia y més legitimo resulta que los agentes hagan intervenir fuerzas no cientificas en las luchas cientificas. Al contrario, cuanto més auténomo es un campo y mas cerea esté derma campetencia pura. y perfecta, m4s puramente cientifica es la censura, que excluye la intervencién de fuerzas meramente sociales {argumento de autoridad, sanciones profesionales, ete.); Jas coacciones sociales adoptan la forma de coacciones légicas y reciprocamente: para hacerse valer, hay que hacer valer razones, y para triunfar, hay que hacer triunfar argumentos, demostraciones y refutaciones. La Incha cientifica es una lucha armada entre adver- sarios que poseen armas tanto més poderosas y eficaces, cuanto mas importante es el capital cientifico colectiva- mente acumulado en y por el campo (por lo tanto, incorporado en cada uno de los agentes), y que se ponen de acuerdo al menos para invocar, como una especie de arbitro final, el veredicto de la experiencia, es decir, de lo “real”. Esa “realidad objetiva” a la que todo el mundo se refiere de manera explicita o técita nunca es, en definitiva, mas que lo que los investigadores partici- pantes en el campo en un momento dado concuerdan en. 85 considerar como tal, y sélo se manifiesta en el campo a través de las representaciones que dan de ella quienes invocan su arbitraje, También puede suceder lo mismo en otros campos, como el religioso ol politico, en el que, en particular, los adversarios luchan por imponer principios de visién y divisin del mundo social, sistemas de clasificacién en clases, regiones, naciones, etnias, etc., y no cesan de poner como testigo, en cierto modo, al mundo social, de hacerlo comparecer ante el tribunal, para pedirle que confirme o invalide sus diagnésticos 0 sus pronés- ticos, sus visiones y sus previsiones. Pero lo que consti- tuye la especificidad del campo cientifico es que los competidores se ponen de acuerdo sobre unos prin- cipios de verificacién de la conformidad alo“real”, sobre unos métodos comunes de convalidacién de las tesis y las hipétesis; en sintesis, sobre el contrato tacito, inse- parablemente politico y cognitive, que funda y rige el trabajo de objetivacién Como consecuencia, en el campo se enfrentan cons- trucciones sociales antagénicas, representaciones (con todo lo que la palabra implica de exhibicién teatral destinada a hacer ver y hacer valer una manera de ver), pero representaciones realistas, que se pretenden fun- dadas en una “realidad” dotada de todos los medios para imponer su veredicto a través del arsenal de métodos, instrumentos y técnicas de experimentacién colectiva- mente acumulados y colectivamente puestos en accién, bajo la coaccién de las disciplinas y las censuras del campo y también por la virtud invisible de la orquesta- cién de los habitus. Asi, pues, todo seria para bien en el mejor de los mundos cientificos posibles si la légiea de la competen- cia puramente cientifica fundada en la mera fuerza de las razones y los argumentos no fuera contrarrestada y en algunos casos incluso anulada por fuerzas y coaccio- nes externas (como se ve en el caso de Jas ciencias que atin estén a medio camino en el proceso de autonomiza- cién y en las que sigue siendo posible disfrazar las 36 censuras sociales como censuras cientificas y vestir de razones cientificas unos abusos de poder social especi- fico, como la autoridad administrativa o el poder de nominacién a través de los jurados de concursos). De hecho, el mundo de la ciencia, como el mundo econémico, conoce relaciones de fuerza, fenémenos de concentracién del capital y el poder y hasta de monopo- lio, relaciones sociales de dominacién que implican un embargo de los medios de produceién y reproduccién; experimenta también luchas cuya apuesta es en parte el control de los medios de produccién y reproduccién especificos, propios del subuniverso considerado. Si es asi, se debe, entre otras razones, a que la economfa antieconémica —volveré a este punto~ del orden propia~ mente cientifico sigue enraizada en la economia y, a través de ella, da pabulo al poder econémico (0 politico) yalas estrategias propiamente politicas que apuntan a conquistarlo o conservarlo. La actividad cientifica implica un costo econémicoy el grado de autonomia de una ciencia depende en parte de Ya medida en que necesita recursos econémicos para desenvolverse (en ese aspecto, los matematicos estan mejor ubicadas que los fisicos e incluso que los bidlogos). Pero depende también, y sobre todo, del grado en que el campo cientifico est protegido contra las intrusiones (en especial, a través del derecho de entrada més 0 menos elevado que impone a los nuevos ingresantes ¥ que depende del capital cientifico colectivamente acu- miulado) y en que es capaz de imponer sus sanciones positivas o negativas. LAS DOS ESPECIES DE CAPITAL CIENTIFICO Se deduce que los campos cientificos son el ambito de dos formas de poder, correspondientes a dos especies de capital cientffico: por un lado, un poder que podemos lamar temporal (o politico), poder institucional e insti- tucionalizado que est ligado a la ocupacién de posicio- nes eminentes en las instituciones cientificas, direccio- hes de laboratorios o departamentos, pertenencia a comisiones, comités de evaluacién, etc, y al poder sobre los medios de produccién (contratos, créditos, puestos, etc.) y reproduccién (facultad de nombrar y promover carreras) que asegura esa posici6n prominente; por otro lado, un poder especifico, “prestigio” personal que es més 0 menos independiente del precedente segin los campos y las instituciones, y que se basa casi exclusiva- mente én el reconocimiento, poco o mal objetivado e institucionalizado, del conjunto de los pares o su frac- cién més consagrada (en especial, con los “colegios invisibles” de eruditos unidos por relaciones de estima reciproca). Debido a que Ja innovacién cientffica no se produce sin rupturas sociales con los presupuestos en vigor (siempre correlativos de precedencias y privilegios), el capital cientifico “puro”, aunque se ajuste a la imagen ideal que el campo quiere tener y dar de si mismo, esta, al menos en la fase de acumulacién inicial, mas expues- to a la impugnacién y la critica, controversial, como dicen los anglosajones, que el capital cientifico institu- cionalizado, y en ciertas disciplinas puede suceder que 89 los grandes innovadores (Braudel, Lévi-Strauss, Du- mézil, por ejemplo, en el caso de las ciencias sociales) hayan sido marcados con estigmas de herejia y violen- tamente combatidos por la institucion. 4 Las dos especies de capital cientifico tienen leyes de acumulacién diferentes: el capital cientifico “puro” se adquiere principalmente gracias a los aportes reconoci- dos al progreso de la ciencia, las invenciones o los descubrimientos (las publicaciones, especialmente en los érganos més selectivos y prestigiosos, por lo tanto aptos para otorgar prestigio, a la manera de bancos de crédito simbélico, son su mejor indicador); el capital cientifico de institucién se adquiere esencialmente me- diante estrategias politicas (especificas) que tienen en comtin demandar tiempo ~participacién en comisiones, juradbs (de tesis, de concursos), coloquios mas o menos ficticios en el plano cientifico, ceremonias, reuniones, etc.-, de modo que es dificil decir si, como lo profesan de buen grado sus poseedores, su acumulacién es el prin- cipio (a titulo de compensacién) o el resultado de un menor éxito eu la acumulucién de la forma mas especi- fica y més legitima de capital cientifico. Dificiles de sumar practicamente, las dos especies de capital cientffico difieren también por sus formas de transmisién. Bl capital cientifico “puro” que, escasa- mente objetivado, muestra cierta vaguedad y sigue siendorelativamente indeterminado, siempre tiene algo de carismatico (en la percepcién comin, esté ligadoa la persona, a sus “dones” personales, y no puede ser objeto de un “nombramiento por decreto”); en ese concepto, es extremadamente dificil de transmitir en la practica (aun cuando, a diferencia del profeta, el modisto o el poeta, el gran investigador puede comunicar la parte més formalizada de su competencia cientifica, pero sélo gracias a un prolongado y lento trabajo de formacion 0, mejor, de colaboracién, que insume mucho tiempo; y aun cuando también pueda, como cualquier poseedor de capital simbélico, “consagrar” investigadores, formados no por él, construyendo su reputacién, firmando con 90 ellos, publicandolos, recomendéndolos a instancias de consagracién, etcétera). : Al contrario, el capital cientifico institucionalizado tiene mas 0 menos las mismas reglas de transmisién que cualquier otra especie de capital burocratico: aun que en ciertos casos deba asumir las apariencias de una “eleccién pura”, en especial por medio de unos concursos que, de hecho, pueden ser muy similares a los de reclutamiento burocratico, en los que la definicién del ‘puesto esté, en cierta forma, preajustada alas medidas del candidato deseado. (Es indudable que el conflicto entre los dos principios se hace més visible en las operaciones de cooptacién que procuran perpetuar el cuerpo de investigadores: los duefios del capital cienti- fico institucionalizado tienden a organizar los procedi- imientos los concursos, por ejemplo de acuerdo con la légica de la nominacién burocratica, mientras que los poseedores del capital cientifico “puro” tienden a situar- se en la logica “carismatica” del “descubridor”.) Dicho esto, en un muy hermoso articulo' que, por la minucia de la observaci6n, el rigor del andlisis y la justeza (modest) de la teorizacién, se situa en la posi- cién exactamente contraria a la tendencia actual, a la vez mediatica y cinica, de la sociologia de las ciencias, Terry Shinn ha mostrado que las dos especies de capital cientifico y las dos formas de poder pueden coexistir dentro del mismo laboratorio, en ciertos casos para el mayor provecho de la empresa colectiva, con el director de laboratorio por un lado, quien, muy informado del estado de la investigacién, en especial gracias a la frecuentacién de los comités y las comisiones, encarna de algan modo la “ciencia normal” y produce trabajos orientados hacia la generalizacién, y por el otro, investigador prestigioso que se consagra a la construc cién de “modelos integradores” y aporta a sus otros colegas, seniors y juniors, una especie de inyeccién de ‘Higrarchies des chercheurs ct formes des recher- ae siences sociales, 74, septiembre ches", en Actes de la recherche en s de 1988, pp. 2-22. 91 imaginacién cientifica (esta divisién del trabajo, obser- vada en un laboratorio de fisica, vuelve a encontrarse en muchos grupos de investigacién pertenecientes a las disciplinas mds diversas) Por razones prdcticas, la suma de las dos especies de capital es, como ya lo sefialé, extremadamente dificil. Y €s posible caracterizar a los investigadores por la posi- cién que ocupan en esta estructura, vale decir, por la estructura de su capital cientffico 0, mas precisamente, por el peso relativo de su capital “puro” y su capital “institucional”: en un extremo, con los posezdores de un fuerte crédito especifico y un escaso peso politico y, en el extremo opuesto, los poseedores de un fuerte crédito politico y un débil crédito cientifico (en especial, los administradores cientificos). Si se da el caso de que la acumulacién de un fuerte crédito cientifico (frente a los pares) favorece ala larga, yen general en el ocaso (vale decir, cuando es demasia. do tarde), la obtencién de créditos econémicos y politi. Cos (concedidos por los poderes administrativos. poli. ticus, vtc.), la conversién de capital politica (espectfico) en poder cientffico es (jpor desdicha!) ms facil y mas répida, sobre todo en el caso de quienes ocupan pasicio. nes intermedias en las dos distribuciones (de prestigio y de poder) y que, mediante el poder que estan en condiciones de ejercer sobre la produccién y la repro. duccién (participacién en el Consejo Nacional de las Universidades [cxu], en las comisiones del cvs, en los Jurados de los concursos de reclutamiento y promocion, ete.), pueden asegurar la perpetuacién de la ortodoxic contra la innovacién (en especial, gracias a alianzas complejas por medio de las cuales los delegados sind:. cales —a menudo destinados a convertirse en cuadros administrativos— pueden dar su apoyo a los empleado- res més apegados al orden cientffico establecido). Las relaciones de fuerza simbolicas dentro del campo Gientifico no tienen Ja claridad contrastante que puede darles un andlisis cientifico dedicado a cuantificar has. talas propiedades més impalpables, como la reputacién 92 internacional. Por medio, en particular, del dominio que garantiza sobre las instancias y los instrumentos de consagracién, academias, diccionario, premios 0 dis- tineiones (al menos nacionales), el poder sientffio ins- titucional (que, al estar vinculado al control de los cargos en a universidad y las instituctones de investi- gacién, es més o menos estrictamente nacional, lo cual contribuye a explicar el desfase entre las jerarquias nacionales y las jerarquias internacionales) logra pro- ducir un efecto de halo casi carismético, en especial sobre osjovenesinvestigadores, amenudoinclinados(y no sélo por servilismo interesado) a atribuir cualidades cientificas a aquellos de quienes dependen para avan- zar en su carrera, con lo que éstos pueden asegurarse clientelas déciles y todo el cortejo de citas complacientes jes académicos. ; * One haen de interferencia, al menos a los ojos de los “juniors”, que contribuyen en una medida importante a construir el capital simblico (ese “ser percibido”,perei- pi, qne depende de la percepcidn y la apreciacién de los agentes intervinientes en el campo), es el hecho de que, como ya loindiqué, el erédit cientificopueda,alalarga, ssequrar pese a todo una forma de erédito polition (e término siempre se toma en el sentido especifico) de consagracién temporal que, en ciertos contextos, puede ser un factor de desencantamiento e incluso de descré- dito (uno de los problemas de los innovadores, cuando Tlegan a la consagracién, sobre todo en literatura, es conservar los prestigios asociados a la ruptura herética vanguardia). : oe fiabriaaue analizar los efectos, en el funcionamiento del campo cientffico, de esta dualidad de poderes. {Seria el campo cientificamente mas eficiente si los més pres- tigiosos fueran tambien loe més poderosos? Y si supone- mos que sf, {seria necesariamente mas soportable? : Todo lleva a pensar que todo el mundo (0 casi) sale ganando con esa divisi6n de los poderes y ese compromi- so bastardo que evita lo que podria tener de pavoroso una especie de teacracia epistemocratica de los “mejo- 93 res” 0, a la inversa, un cisma total de ambos poderes, gue condenara a los “mejores” a la mas absoluta impo- tencia. Pero es inevitable ver con cierto pesar lo que puede tener de “funcional”, no para el progreso de la ciencia sino para la comodidad de los investigadores menos activos y productivos, el hecho de que el poder temporal sobre el campo cientifico sea la mayor parte de las veces otorgadoa una tecnocracia dela investigacion, es decir, a unos investigadores que no son necesaria- mente los mejores desde el punto de vista de los crite- ios cientificos, Lo cierto es que cuanto més limitada eimperfectasea Ja autonomfa que un campo ha adquirido y mas marca- dos se hallen en él los desfases entre las jerarquias temporales y las jerarquias especificas, tanto mas los poderes temporales que a menudo se erigen en relevos. de los poderes externos podran intervenir en las luchas especificas, especialmente a través del control de los puestos, los subsidios, los contratos, etc., que permiten a la pequefia oligarquia de los miembros permanentes de Jas comisiones mantener sus clientelas. El hecho de que las diferentes disciplinas cientificas necesiten, para desenvolverse, recursos econémicos en grados diversos, hace que ciertos investigadores, a veces convertidos en administradores cientificos (mas omenos directamente asociados a la investigacién), puedan, por medio del control de esos recursos que les asegura su capital social, ejercer sobre la investigacién un poder que podemos calificar de tirdnico (en el sentido que le da Pascal), porque no tiene su origen en la logica especifica del campo. Asi, en raz6n de que su autonomia con respecto a los poderes externos nunca es total y de que son el ambito de dos principios de dominacién, temporal y especifica, todos estos universos se caracterizan por una ambigiie- dad estructural: los conflictos intelectuales también son siempre, desde cierto punto de vista, conflictos de poder. Cualquier estrategia de un sabioentrafiaalavez una dimensién politica (especifica) y una dimension 94 cientifica, y la explicacién siempre debe mantener uni- dos los dos aspectos. Sin embargo, el peso relativo de uno y otro varia mucho, segiin el campo y la posicién dentro de él; cuanto mds heterénomos son los campos, mayor es el desfase entre la estructura de la distribu~ cién en el campo de los poderes no especificos (politicos), por una parte, y la estructura de la distribucién de los poderes especificos: el reconocimiento, el prestigio cien- tifico, por la otra. Hay incluso universos en los que ambas estructuras estan invertidas: la distribucién de los profesores de letras y de ciencias humanas de la ensefianza superior francesa en el espacio del campo universitarioes tal que cuanto mas cerca estén del polo del poder, menos prestigio tienen (medido por indicadores tales como el rango en el Citation index, la cantidad de traducciones y toda una serie de otros elementos): por un lado, los individuos més poderosos, en particular desde el punto de vista del control de la reproduccién del cuerpo (quienes tienen asiento en elenu, en los grandes jurados de concursos, etc.) y de la perpetuacién del paradigma, de la ortodoxia; por el atro, los individuos que tienen prestigio, notoriedad, reconocimiento, sobre todo inter- nacional, pero poco poder. Esta discordancia genera toda una serie de efectos. Permite a quienes fracasan armarse historias e impu- tar por ejemplo su mala posicién intelectual a su mala posicin en el orden del poder, o denunciar a los posee- dores de prestigio como si se tratara de poseedores de poder. También permite a los dominantes temporales en contraste con los dominantes espirituales jugar con la ambigitedad de la estructura para preseniar estra- tegias destinadas a reproducir su posicién como es- trategias concebidas para promover la ciencia. Vale decir que en esos universos, para que progrese la cientificidad, hay que hacer progresar la autonomia y, més concretamente, sus condiciones practicas, me- diante la clevacién de las barreras a la entrada, la exclusién de la introduccién y utilizacion de armas no 95 96 especificas y la promocién de formas reguladas de competencia, tinicamente sometidas a las restricciones de la coherencia logi ica y la verificacién experimental. EL ESPACIO DE LOS PUNTOS DE VISTA Entre los usos sociales de la ciencia hay uno, en efecto, que casi siempre se olvida aunque no es, sin duda, el menos importante: él que consiste en poner la ciencia, y més especialmente la ciencia de la ciencia, al servicio de la ciencia, de su progreso. {Un anélisis puramente descriptive como el que propuse puede conducir a tomas de posicion prescriptivas? Una de las virtudes de la teoria del campo es que permite romper con el conoci- miento primero, necesariamente parcial y arbitrario todos ven el campo con cierta lucidez, pero a partir de un punto de vista dentro de él que no ven-, y con las teorfas semieruditas que no hacen més que explicitar uno de los puntos de vista sobre el campo. ‘Para hacer que se entienda, suelo tomar el ejemplo de dos anilisis criticos de los intelectuales, publicados a fines de la década del cincuenta: en un libro que supo gozar de cierta notoriedad, El opio de los intelectuales, Raymond Aron esbozaba un retrato de quienes él [lama- ba “intelectuales”, vale decir, segiin la definicién enton- ces vigente, los “intelectuales de izquierda”, cuyos re- presentantes més acabados eran Sartre y Simone de Beauvoir; en una serie de articulos aparecidos en Les Temps Modernes, la revista de Sartre, Simone de Beau- voir proponia una evocacién metédica y argumentada del “pensamiento de derecha” (encarnado, a su juicio, por Aron y algunos otros). \Peromés alld dela oposicién radical que los separaba, uno y otro tenfan en comin tomar por una representa- 97 cién estrictamente objetiva de su objeto més que un punto devisia particular yrala vovauoesen muy hicidos (con esa lucidez interesada que inspira la competencia, vivida como rivalidad u hostilidad) sobre el punto de vista de su competidor, eran ciegos en lo que sereferia a simismos y, sobre todo, con respecto al punta de vista a partir del cual captaban a su antagonista, es deci, al hecho de que, inscriptos en el mismo campo, coup 7 ae antagénicas, principios de su De tal modo, el andlisis cientifico de un : cjemplo el de las instituciones de investigaciém, facwlta. des, CNRS, INSEE, INSERM," etc., dentro del cual el IRA ccupa una posicién determinada, o el del mismo 1a, que también funciona como un subcamporelativamente auténomo organizado alrededor de sus propias oposicio- nes, puede, a primera vista, parecer muy présimo a las representaciones que los agentes producen, en especial para las necesidades de la polémica contra sus compe- tidores. La diferencia, no obstante, es radical: en efecto a las objetivaciones parciales e interesudas de los agen- tes intervinientes en el campo, se opone la objetivacion de éste en cuanto conjunto de los puntos de vista (en el doble sentido de visiones adquiridas a partir de un punto del campo y de posiciones de éste a partir de las cuales se adquicren esas visiones interesadas), que implica una toma de distancia eon respecto a cada uno de los puntos de vista particulares y cada una de las tomas de posicién, corrientemente criticas Esa toma de distancia objetivante (que puede aplicar- se al propio sujeto objetivante ctando toma por objeto. como yo hice en Homo academicus, el mismo campo del que forma parte) esta implicada en el hecho de situar * Centre National dela Recherche Scienti ci nt ional dels: ‘ientifique (Centro Nacion: Ge.Ja Investigacion Cientificn), Institut National de ‘Statioique ct Etudes Economiques (Instituto Nacional de Estadisticay de Bstu- dice Beonémicos), Institut National de la Santé et dela Recherche Medicale jacional de Salud e Investigaciones Médicas). 98 esos puntos de vista en el espacio de las tomas de posicién y referizlos a las posiciones correspondientes, yale decir, desposeerlos de su pretensién “absolutista” a Ja objetividad (vinculada con la ilusién dela ausencia de punto de vista) y, ala vez, también explicatlos, dar taz6n de ellos, hacerlos comprensibles, inteligibles, Se advierte que al margen de cualquier intencién moralizadora, el punto de vista que objetiva los puntos de vista y los constituye como tales, y al que a menudo se describe, erréneamente, como “fijacién” reduccionis- ta, entrana la sustitucién de la vision polémica, parcial y arbitraria, de los agentes mismos que, como tal, es falsa aun cuando lo que revela, devela o denuncia contenga una parte de verdad, por una visién compren- siva e indulgente de acuerdo con la férmula “compren- der es perdonar” de las diferentes posiciones y tomas de posicién. Por eso, constituye un aporte posible a la Eomprensién mutua de los ocupantes de las diferentes posiciones en el campo y, al mismo tiempo, ala integra- Hien de esta instituci6n, que no implica de ning’in modo Ja supresion de las diferencias de puntos de vieta. ‘Ademés, lejos de conducir, como podria creerse (y como con frecuencia se quiere hacer creer), a un relati- ‘vismo que no da la raz6n a ninguno de los competidores por la verdad, la eonstruccién del campo permite esta- blecer 1a verdad de las diferentes posiciones y los limites de validez de las diferentes tomas de posicién (preten- dientes 0 no a la verdad), cuyos defensores concuerdan tacitamente, como ya loindiqué, en movilizar los instru- mentos de prueba o de refutacién mas poderosos que les aseguran las conquistas colectivas de su ciencia. Tam- bién permite romper con las semiobjetivaciones erudi- taso las objetivaciones semicultas que s6lo difieren por su pretension de las que producen los agentes sociales, en la vida de todos los dias, apoyéndose en el conoci- miento interesado (y a veces muy bien informado) que pueden tener de sus competidores. isa es la razén por la cual, en los andlisis de la estructura y el funcionamiento del Ra que trataré de 99 esbozar, voy a atenerme a hacer prudentes sugerencias, y les dejaré Ja tarea de completarlas y prolongarlas segtin las lineas de puntos, consciente como soy de la inmensa informacién, que una encuesta sistemdtica deberfa ante todo recoger, de la que ustedes disponen sobre unos y otros, unos sobre los otros, sobre las pertenencias -politicas y sindicales, en especial-, las afiliaciones, las carreras, etc., y que constantemente se Pone en uso en los ejercicios de “sociologia salvaje”, a menudo bastante cercanos, salvo por la ausencia de reflexividad, al andlisis cientifico. El andlisis fundado en la captacién del juego como tal rompe con los juegos (y los dobles juegos) de las image- nes antag6nicas, al poner en evidencia que éstas reve. Jan tanto sobre quienes las producen (y sobre su posi- cién en el campo) como sobre aquellos a quienes se refieren y su posicién. Esas representaciones sociales interesadas y parciales que se viven y se presentan como objetivas y universales (sobre todo dentro de universos eruditos en Jos que los agentes disponen, debido a su profesion, de poderosos instrumentos de universalizacién) son de hecho armas en las Iuchas internas. Asf, por ejemplo, la retérica de la “demanda social” que se impone particularmente en wna institucién cien- tifica que reconoce oficialmente las funciones sociales de la ciencia, se inspira menos en una preocupacién real por satisfacer las necesidades y expectativas de tal o cual categoria de “clientes” (pequenos o grandes agricul. tores, industrias agroalimentarias, organizaciones agri. colas, ministerios, ete.) e incluso por obtener de ese modo su apoyo, que por asegurar una forma relativa. mente indiscuttble de legitimidad y, al mismo tiempo, una inyeccién de fuerza simbolica en las luchas internas de competencia por el monopolio de la definicién legiti- ma dela préctica cientifica (en esta perspectiva, podria- mos someter a un andlisis metédico, que relacionara las tomas de posicién y las posiciones, las actas de los Estados Generales del desarrollo agrfcola de 1982). 100 intesis, no hay que esperar revelaciones radica- tes:del anise sociolégico. Esto, muy especialmente en une institueidn que, como el INRA, ocupa una posicién dominada desde el punio devista del prestigiocientifcn en el campo de las instituciones de investigacién v una posicidn en voladizo entre investigacion aplicada y la investigacién fundamental, y que a causa de ello se inclina doblemente @ una inquietad y una ansiedad sobre si misma particularmente propicias a una lucidez punzante y a veces hasta un poco patolégica y auto Te que aporta el anélisis sosioldgice y que, en cierto sentido, cambia todo, es principalmente una puesta on perspective sistemética de las visiones, perspectivas que los agentes producen para las necesicades de sus luchas practices dentro del campo y que, a despecho de todo lo que hacen pata “universalizarlas”, como en el ejemplodela invocacién dela “demande social”, encuen- tran su origen on las particularidades de uns posici en el interior mismo del campo y, asi puestas le pie, cambian radicalmente de sentido y funcién 101

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