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Ciro F. S$. CARDOSO HECTOR PEREZ BRIGNOLI ] | | HISTORIA ECONOMICA | ' DE AMERICA LATINA VOL. II ECONOMIAS DE EXPORTACION Y ECONOMIA CAPITALISTA CRITICA BARCELONA 1. edici6n: diciembre de 1979 2 edicién: septiembre de 1983 3. edicidn: septiembre de 1987 ; mayo de 1999 Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacion eserita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducci6n total o parcial de esta obra por cualquier medio 0 procedimiento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informético, y la distribu: cién de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo piiblicos Disefio de la coleccién: Joan Batallé © 1979: Ciro Flamarion Santana Cardoso, México, D-F. Hector Pérez Brignoli, San José (Costa Rica) © 1979: Bprroriat, Critica, Barcelona ISBN: 84-7423-964-8 obra completa ISBN: 84-7423-963-X tomo II Depésito legal: B. 23.284 - 1999 Impreso en Espafia 1999, - HUROPE, S.L., Lima, 3 bis, 08030 Barcelona Capitulo 4 LA TRANSICION AL CAPITALISMO PERIFERICO {Siglo XIX) A) LAS BASES DE LA TRANSICION Economia atlantica y revolucion indusirial La independencia de las trece colonias en 1776, la revolucién industrial en Gran Bretafia, la agitada politica y las guerras euro- peas en el perfodo 1792-1815, constituyen tres determinantes esen- ciales en Ia evolucién del mundo colonial americano a fines del siglo xvziI. La independencia de los Estados Unidos, reconocida en el tra- tado de Versalles (1783), muestra no sdlo una ruptura exitosa del dominio colonial; ofrece también, en lo sucesivo, un modelo de sociedad y de instituciones que connotaré profundamente el hori- zonte ideoldégico de las futuras clases dominantes de América la- tina. La revuelta de Haiti (1791), consolidada en 1804, sigue de cerca el ejemplo norteamericano en cuanto nueva gtieta en el tam- baleante edificio de los imperios coloniales. Pero constituye, al mismo tiempo, una advertencia clara en cuanto a la profundidad posible de los cambios sociales en ciernes, que terratenientes, co- merciantes y militares de las regiones vecinas escucharon con aten- cién. La Revolucién francesa y el imperio napolednico tienen, en el campo politico ¢ ideoldgico, un impacto tan inmenso como di- 8 HISTORIA ECONOMIGA DE AMERICA LATINA ficil de establecer con precisidn.! Ciertos efectos, més inmediatos porque derivan de los avatares de Jas guerras europeas, nos revelan una metrépoli exhausta en el poderfo militar y desgarrada en las confrontaciones internas. Trafalgar (1805), mucho més que Ba- yona (1808), sellard la suerte de las Indias; el aislamiento polftico y econémico ser4 ahora mucho mds permanente que en Ja década anterior. La revolucién industrial provocard transformaciones funda- mentales en el comercio y en las relaciones internacionales. Los mercados coloniales, y en particular los de América latina, desem- pefiarn un papel primordial en el consumo de los textiles de la primera fase de Ja industrializacién? El algodén, materia prima sica en ese proceso de expansién, serd también un producto de la periferia: el sur de los Estados Unidos, las Antillas, la India, etc. Esta inusitada expansién de los intercambios dependié estrechs- mente del predominio naval y de una zed comercial y financiera cada yez més compleja, controlada por los capitales britdnicos.* Se van asi configurando los elementos esenciales de una nueva di- visién internacional del trabajo, que tendria como centro neurdlgi- co a la industria britdnica, «f4brica del mundo». Pero la constitu- cién definitiva del modelo exigir4 todavia dos componentes que aparecen mis tarde: la imposicién del free trade, después de 1846, y la afluencia masiva de inversiones a los paises de la periferia.* 1. Hobsbawm localiza tres ciclos revolucionarios: 1820-1824, 1829-1834 y 1848, como herencia directa de la revolucién francesa; cf. Eric J. Hobs- bawm, Las revoluciones burguesas, trad. F. Ximénez, Guadarrama, Madrid, 1971, cap. VI. 2. Ci. Eric J. Hobsbawm, Industria e imperio, trad. G. Pontén, Azriel, Barcelona, 1977, caps. IV y VII; Phyllis Deane, La primera revolucién indus- trial, trad, Solé Tura, Peninsula, Barcelona, 1975*, cap. IV. 3, Cf, Hobsbawin, op. cit; P. Deane, op. cit; R. G, Albion, «British Shidping and Latin America, 1806-1914», en Journal of Economic History, vol, XI, 1951, pp. 361-374; la penetracién de los comerciantes briténicos en América latina estd magnfficamente analizada en Tulio Halperin Donghi, Hispanoamérica después de la Independencia, Paidés, Buenos Aires, 1972, pp. 84-96; D, C. M. Platt, Latin America and British Trade 1806-1914, Adam and Charles Black, Londres, 1972. 4, Cé. Leland H. Jenks, The Migration of British Capital to 1875, Tho- mas Nelson and Sons, Londres, 1963 (1. edic. 1927); A. H. Imlah, Economic Elements in the Pax Britannica, Harvard University Press, Cambridge, 1958; ‘A. K. Cairncross, Home and Foreign Investment, 1870-1913, Cambridge BASES DE LA TRANSICION 9 El auge americano del siglo XVIII Para América latina en su conjunto, la segunda mitad del si- glo xvii es una época de prosperidad general. El crecimiento de la poblacién, notorio en Brasil desde 1700, y en Hispanoamérica des- de 1750 ° contrasta con la catdstrofe del siglo anterior. La produc- cién y el comercio se expanden continuamente, sobre todo en las dreas periféticas: el norte de México, la Florida y Louisiana, el Rio de la Plata, el sur de Chile, ciertas regiones de Nueva Granada y Venezuela. En Brasil el oro y los diamantes dominan las activida- des econémicas hasta 1760; los centros mineros dardn origen a un conjunto de actividades subsidiarias: ganaderfa, agricultura, arte- sanfas, etc., de cierta complejidad. En el conjunto se puede hablar, por referencia a las I{neas de fuerza de la economia colonial en las etapas anteriores, de un desplazamiento regional hacia el Atléntico y el Caribe.° En otros términos, la vocacién de las economfas co- loniales tiene ahora, a través de un trdfico cada vez més diversifi- cado, de muchos mds puertos y rutas, un abanico de posibilida- des insospechadas. EI dinamismo de algunos rubros de exportacién: cueros del Rio de la Plata, cacao de Venezuela, plata de México, etc., no pue- de ocultar la reactivacién de muchas industrias artesanales que abastecen las regiones exportadoras y los nticleos urbanos en ex- pansién. Entre el monopolio del comercio legal y el contrabando todavia hay considerables intersticios para esas primitivas activida- des industriales. Los reajustes imperiales que acompafiaton a este auge eco- némico se conocen, corrientemente, con el nombre de reformas University Press, 1953; A. G. Kenwood y A. L, Lougheed, Historia del desarrollo econémico internacional, trad. E. de la Fuente, Istmo, Madrid, 1973 (2 vols.). 5. Cf. Nicolés Sénchez Albornoz, La poblacién de América latina, Alian- za Editorial, Madrid, 1973, pp. 125-150. 6. Cf. Richard M. Morse, «Patrones de la urbanizacién latinoameri- cana; aproximaciones y generalizaciones tentativas», en Richard Morse (ed.), Las ciudades latinoamericanas, 2, Desarrollo histérico, Sep-Setentas, n.° 97, México, 1973, pp. 11-55; Tulio Halperin Donghi, Historia contempordnea de América latina, Alianza Editorial, Madrid, 1969. cap. I. 10 HISTORIA ECONOMICA DE AMERICA LATINA borbénicas y reformas pombalinas. El caso portugués muestra una simplicidad que no se percibe en Hispanoamérica. El tratado de Methuen (1703) consagra la subordinacién a los intereses bri- tanicos, a cambio de la seguridad del imperio. El propio mar- qués de Pombal hablard, afios mds tarde, de un Portugal redu- cido a una estrecha dependencia de Inglaterra sin los inconve- nientes de la conquista militar.’ Los Borbones en cambio estuvie- ron animados no sélo por la ambicién de renovar estructuras ad- ministrativas vetustas e ineficientes sino también por la idea de conservar y engrandecer el imperio, frente a las ambiciones in- glesas, Existe una abundante bibliograffia sobre las mencionadas reformas ® y sobre los efectos concretos de su aplicacién.° La con- clusién que parece derivarse de los estudios més profundos y acuciosos es, no sdlo la muy evidente de que los suefios de po- derfo imperial de «proyectistas» como Campillo y Ward, o los ministros de Carlos III, fracasaron, ya en la tiltima década del siglo, sino también 1a de que los reajustes administrativos y fisca- les tuvieron el efecto de entrabar notoriamente la prosperidad econémica, y de desatar odios y rencores que los grupos socia- les implicados dificilmente Megarian a olvidar después. 7, Cf A. K, Manchester, British Préeminence in Brazil, its rise and decline; a study in European expansion, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1933, caps. I y Il; Celso Furtado, Formacién econdmica del Brasil, trad. D. Aguilera, F.CE., México, 1962, pp. 40-46. 8. Stanley y Barbara Stein, La herencia colonial de América latina, trad. ‘A. Licona, Siglo XXI, México, 1970, pp. 83-117; Charles Gibson, Espana en América, tad. E, Obregén, Grijalbo, Barcelona, 1976, pp. 264-298; Eduardo Accila Farias, Reformas econdmicas del siglo XVIII en Nueva Espaiia, Sep-Setentas, México, 1974 (2 vols); Marcelo Bitar Letayf, Econo- mistas espaitoles del siglo XVILI, sus ideas sobre la libertad del comercio con Indias, Cultura Hispdnica, Madrid, 1968. 9. Cf. John Lynch, Administracién colonial espafiola, 1782-1810, el sis- tema de intendencias en el Rio de la Plata, trad. G. Tjarks, Eudeba, Buenos Aires, 1967"; D, A. Brading, Mineros y comerciantes en el México borbénico (1763-1810), trad. R. Gémez, F.CE., México, 1975; John R. Fisher, Govern- ment and Society in Colonial Peru, The Intendand System, 1784-1814, The Athlone Press, Londres, 1970; del mismo autor, Minas y mineros en el Pert colonial, 1776-1824, Instituto de estudios peruanos, Lima, 1977; Anthony McFarlane, «El comercio exterior del virreinato de la Nueva’ Granada: conflictos én la politica econémica de los Borbones (1783-1789)», en Azuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Universidad Nacional de Colombia, n.° 67, Bogoté, 1971-72, pp. 69-116. BASES DE LA TRANSICION at John Lynch ha propuesto una hipétesis estimulante, que ha sido retomada por autores como Brading y Bakewell.” Las re- formas borbénicas habrian significado la «segunda conquista de América». Un gran esfuerzo por parte de Espafia para volver a tomar a América en sus manos. El ataque frontal a ciertos privi- legios de la Iglesia, la reorganizacién militar, la reforma admi- nistrativa, las oleadas de inmigracién peninsular (butécratas y comerciantes) tenfan un fin primordial: el de aprovechar al mé- ximo los beneficios de la dominacién colonial. Esta segunda ofen- siva conquistadora no podria entenderse si no se afirma que a finales del siglo xvi «Hispanoamérica se habfa emancipado de su inicial dependencia». Las sociedades americanas empleaban sus tecursos en su propia administracién, defensa y economia; lograban apropiarse de una gran proporcién de la riqueza que generaban. El gobierno colonial consistfa, en realidad, en un verdadero compromiso entre la soberanfa imperial y los intereses de los colonos. En esta perspectiva las reformas borbénicas pue- den verse entonces como un supremo esfuerzo espafiol por reen- contrat el camino de Ja prosperidad a costa de las colonias. Exac- tamente ésta era la ambicidn de los «proyectistas» antes men- cionados. Si se acepta la tesis de Lynch se impone otra consecuencia de cardcter general. Las bases estructurales que impulsan a todos los paises latinoamericanos, durante el siglo x1x, a integrarse al mercado mundial como productores de materias primas, resul- tarfan mucho més un legado de los reajustes imperiales del si- glo xvrir que de la situacién colonial anterior. No convendria ol- vidar que el impetuoso auge econémico del siglo de las luces tuvo beneficiarios locales de significacién. Estos terratenientes y co- merciantes, que encabezardn las luchas por la independencia, se- én, de ahora en adelante, los principales interesados en buscar un crecimiento econdémico basado en la expansién de las expor- taciones. Es indudable que en este punto esencial los intereses nativos cada vez més poderosos coincidian con la polftica impe- tial; como aseveraba el virrey Revillagigedo: 10. John Lynch, Expafia bajo los Austrias, Peninsula, Barcelona, 1972, II, pp. 194-228; del mismo autor, Las revoluciones hispanoamericanas, 1808- 12 HISTORIA ECONOMICA DE AMERICA LATINA No debe perderse de vista que esto es una colonia que debe depender de su matriz, la Espafia, y debe corresponder a elia con algunas utilidades, por los beneficios que recibe de su proteccién, y asi se necesita gran tino para combinar esta de- pendencia y que se haga mutuo y reciproco el interés, lo cual cesaria en el momento que no se necesitase aqui de las manu- facturas europeas y sus frutos, El proceso de cambio social: caracteristicas basicas La transicién al nuevo orden colonial quedar4 completada, en casi todos los paises latinoamericanos, hacia fines del siglo xxx. Pocos procesos de nuestra historia presentan la complejidad.y va- tiedad de situaciones de este periodo de pasaje de una situacién dependiente a otra, que se extiende, segiin los casos, a lo largo de una centuria. Cualquier intento de comparacién exige definir cier- tos criterios fundamentales, que ayuden a reconocer los tipos prin- cipales en cuanto al mencionado proceso de transicién. La elec- cidn de esos criterios no es, naturalmente, independiente de la ma- nera como se caracterice a las sociedades en el punto de partida y el de Iegada. La referencia a los capitulos 3 y 5 de este texto re- sulta imprescindible para una visién mds efectiva del conjunto. En el proceso de vinculacién al mercado mundial se distinguen dos fases diferentes." La primera se extiende desde la indepen- dencia hasta mediados del siglo xix y se catacteriza por la aper- tura al libre comercio, la entrada masiva de manufacturas britdni- cas y la pérdida, en pocos afios, de la masa de metal precioso circu- lante. La penuria de capitales y las elevadas’ tasas de interés son un rasgo habitual que indica, en cada caso, la debilidad de las ex- portaciones al mercado mundial y la reticencia profunda de los in- versionistas ingleses, escarmentados sin duda por la crisis de 1825. 1826, trad. J. Alfaya, B. McShane, Ariel, Barcelona, 1976, pp, 9-35; D. A. Brading, op. cit.; P. J. Bakewell, Mineria y sociedad en el México colonial, Zacatecas (1546-1700), trad. R. Gémez, F.CE., México, 1976. 11. Talio Halperin Donghi, op. cit, pp. 146-159 y pp, 207-216; del mismo autor, Hispanoamérica después de la independencia, cit., cap. IL. BASES DE LA ‘TRANSII ‘ON 13 En estas condiciones sdlo fueron viables unos pocos productos de exportacién: aquellos que como la ganaderia exigieron minimas inversiones iniciales o los tintes (grana, afiil) y minerales precio- sos que aseguraban un producto de poco yolumen y alto valor. Al no existir condiciones para mddificar los sistemas de transporte in- terno, sélo fue posible reeditar actividades de taiz colonial, como es el caso del trigo y la mineria chilenas, el café de Venezuela 0 del valle del Paratba, del aiiil y la grana en América central, La segunda fase se configura después del medio siglo: con la afluencia masiva de capitales extranjeros que se invierten en obras de infraestructura y en empréstitos a los gobiernos; y una fuerte demanda, en los paises industrializados, para los productos pri- matios. En rigor ninguno de estos elementos es absolutamente nuevo, pero sf resulta inédita la escala de las transformaciones en juego. El proceso de transicién puede caracterizarse como un con- junto de cambios a nivel de la economia y la sociedad nacionales, exigidos para hacer posible la expansidn en gran escala de las acti- vidades exportadoras. Estas transformaciones se efectuaron a tra- vés de tres procesos bfsicos: la abolicién de la esclavitud, la refor- ma liberal y la colonizacién de 4reas vactas. Estos tres mecanismos estdn presentes, en mayor o menor grado, en los procesos de tran- sicién de todos los paises latinoamericanos, pero seria ilusorio creer que en todos los casos operan en forma similar. En los pai- ses que durante el perfodo colonial se caracterizaron por una eco- nomia centrada en la plantacidn esclavista, el problema de la abo- licién, en otros términos, la necesidad de un cambio radical en el mercado de trabajo, determinar4 las soluciones consideradas como posibles, para el conjunto mds amplio de transformaciones exigi- das: mercado de tierras, de capitales, legislaciGn, etc. En los paises con poblaciones indigenas densas el proceso de reforma liberal gi- tard sobre todo en torno a la cuestién de la tierra. En mayor o menor grado la desposesién de la Iglesia y el avance sobre las tie- tras de las comunidades y la venta de baldfos, tendrén el doble efecto de crear simult4neamente una oferta de tierras y de mano de obra. Los casos de colonizacién en un drea vacta se definirdn ante todo por la necesidad de la inmigracién masiva y, en casi 14 HISTORIA ECONOMICA DE AMERICA LATINA todos los casos, por una apropiacién preliminar de las tierras a poblar. En dos ejemplos, sin embargo —el valle central de Costa Rica y la Antioquia colombiana— el monto global de los inmi- grantes es de poca significacién. B) LA ABOLICION DE LA ESCLAVITUD Como al hablar del esclavismo en la época colonial, nos limi- taremos a aquellas regiones que tuvieron en la esclavitud negra el fundamento de las relaciones de produccién. 1. La DISOLUCION DEL SISTEMA ESCLAVISTA: FACTORES CENTRALES Fernando Henrique Cardoso define en tres puntos los limites de la elasticidad del esclavismo americano, es decir de su capaci- dad de cambiar y adaptarse sin pérdida de sus caracterfsticas ¢s- tructurales fundamentales: ” a) que la trata negrera pueda seguir efectudndose, para que el mercado de mano de obra sea abastecido adecuadamente y a precios aceptables; 5) coyunturas econémicas que propicien grandes ganancias sin que se necesite cambiar las estructuras productivas, caracteri- zadas por una «economia del despilfarto»; c) que no se ejerza la competencia de una produccién cuya mano de obra sea libre, asalariada: al desarrollarse, el capitalismo lleva a la destruccién del sistema esclavista. Estos puntos se derivan del contraste entre «capitalismo ra- cional» y «esclavitud irracional», y de la consideracién de los re- quisitos indispensables para que una explotacién esclavista resulte rentable, que hallamos en Max Weber y, anteriormente a éste, par- cialmente en Marx.3 Podemos tomarlos como base para nuestro 12. Fernando Henrique Cardoso, Capitalismo e escravidao no Brasil meri- dional, Difusio Européia do Livro, Sao Paulo, 1962, pp. 199-200, 308-311. 13, CE Ciro F. S, Cardoso, «El modo de produccién esclavista colonial ABOLICION DE LA ESCLAVITUD il) andlisis, tratando de verificar si definen efectivamente los limites del sistema esclavista. a) Teniendo en cuenta las caracteristicas del movimiento de- mogréfico natural entre los esclavos en la mayoria de las socieda- des esclavistas de América, resulta Idgico considerar que la aboli- cién de la trata, a Ia larga, asestarfa un golpe irremediable al es- clavismo americano. Sobre la interpretacién del largo proceso de abolicién de la trata —y en particular de la prioridad y del papel activo, mili- tante, de la Gran Bretafia en dicho proceso— se enfrentan dos po- siciones opuestas. El punto de vista tradicional es el de Ragatz y de Eric Wil- liams, o sea la tesis que vincula el fin de la trata y posteriormente Ja abolicién de la esclavitud al proceso de declinacién de las Anti- llas azucareras en la segunda mitad del siglo xv y a principios del xrx. Con la revolucién industrial, el mercado inglés pasé a ser cada yez més amplio, con tendencia a abarcar al mundo entero. Desde entonces, la posicién relativa del Caribe briténico en ese co- mercio tendié a perder importancia, tanto mds cuanto las islas es- taban intrinsecamente agotadas y decadentes debido a los efec- tos de la explotacién extensiva del suelo. La trata seguia siendo una actividad importante para el puerto de Liverpool, pero lo era cada vez menos en el comercio britdnico total. Los intereses industriales ascendentes pasaron a combatir el mercantilismo en todas sus formas, chocando con los privilegios monopolistas an- tillanos y con el esclayismo colonial en su conjunto. Este con- texto histérico global explicarfa el éxito, en 1807, del movimien- to abolicionista de la trata, cuya actuacién caracterizada por di- versas corrientes teligiosas y humanitarias, y por lfderes como Thomas Clarkson, James Ramsay, William Wilberforce, fue im- portante sobre todo en las tres tiltimas décadas del siglo xvuz y los primeros afios del siglo siguiente. Explicarfa también, poste- en América», en varios autores, Modos de produccién en América latina, Cuadernos de pasado y presente, Siglo XXI, Buenos Aires, n° 40, mayo de 1973, pp. 193-242; Max Weber, Economia y sociedad. Esbozo de socio- Toga comprensiva, trad. de J. M. Echeverria y otros, Fondo de Cultura Econdmica, México-Buenos Aires, 1964, I, pp. 131-132. 16 HLISTORIA ECONOMIGA DE AMERICA LATINA riormente, la abolicién de la esclavitud (en 1833-1838) y de los privilegios mercantilistas de que gozaban jas Antillas britdnicas (en 1846, al abolizse en Inglaterra el proteccionismo aduanal al azticar de las islas). Esta teoria parecia muy légica y coherente, y fue aceptada por diversos historiadores a partir de su exposi- cién por E. Williams en 1944.% Recientemente, sin embatgo, Seymout Drescher lanzé un ata- que demoledor contra ella, aunque limiténdose a Ja etapa de la abolicién de la trata. Apoydndose en curvas y cuadros estadisti- cos elocuentes, demostré: 1) que los jntercambios entre la Gran Bretafia y sus Antillas, lejos de haber declinado entre la inde- pendencia de los Estados Unidos y 1a abolicién de Ja trata, aumen- taron mucho a fines del siglo xvi—I y en seguida se estabilizaron un nivel bastante més alto que el de Ja primera mitad del siglo (época de apogeo para Williams); esta prosperidad comercial se manifestaba no sélo en términos absolutos, sino también en el elevado porcentaje (incluso hasta 1822) que representaba en el conjunto del comercio pritdnico; 2) el valor de la propiedad y de la produccién esclavistas, en el mismo periodo, no disminuyé en las Antillas, sino aumenté sustancialmente; 3) el comercio de esclavos, y en general el comercio con Africa, practicado por los ingleses, llegé a su auge 4 principios del siglo xix, en vispetas de la abolicién de la trata; 4) el algodén bruto antillano fue més importante en las importaciones britdnicas que el norteamerica- no hasta los primeros afios del -siglo pasado; 5) la produccién y el comercio azucareto del Caribe briténico conocieron su apogeo en 1788-1815, ampliando Gran Bretafia su potencial esclavista con nuevas conquistas coloniales (1793-4806) que inclufan am- plia provisién de tierras virgenes, compensando cualquier dismi- nucién de productividad en las «viejas» Antillas. En seguida, Drescher busca las causas de la abolicién de Ja trata en los argu- mentos mismos de los debates parlamentarios britanicos al respec- to, entre 1788 y 1806. Dichos argumentos tenian que ver sobre 14, Cé Eric Williams, Capitalisme et esclavage, Présence Africaine, Paris’ 1968 (trad. cast: Ed, Siglo Veinte, Buenos, Aires); del mismo, autor: Paris, Columbus 10 Castro: The History of the Caribbean, 14921969, Har per & Row, Nueva York, 1970, caps. 16 y 17. ABOLICION DE LA ESCLAVITUD 17 todo con los problemas morales, y la «hemorragia de hombres» que sufria Africa, a consecuencia de una prosperidad esclavista que nadie negaba; y con los peligros de revueltas masivas de los es- clavos, semejantes a la de Saint-Domingue a partir de 1790. Los abolicionistas crefan que la expansién econémica a corto plazo de- sembocarfa, ya sea en la revuelta, ya sea en una declinacién de larga duracién (ligada al crecimiento especulativo del endeuda- miento de los’ plantadores)." No cabe duda de que el trabajo de Drescher constituye una respuesta adecuada a la demostracién economicista que Williams oftecié de su tesis, y que sus argumentos estadisticos son proba- blemente decisivos para un debate a ese nivel. Nos parece, con todo, que el autor comparte la incapacidad demostrada por la es- cuela econométrica norteamericana en todos sus trabajos histéri- cos, de vislumbrar un proceso en toda su amplitud. La tendencia metodolégica de esa escuela, que desconfia de cualquier explica- cién de conjunto, consiste en interpretar episodios histérico-eco- némicos aislados de la totalidad social, de lo que resulta la frag- mentacién de la historia econémica en pequefios sectores o com- partimentos, cada uno tratado en sf y por si mismo. En el caso que nos interesa, el telén de fondo esta constituido por un proceso de dimensiones macro-histéricas y mundiales: el advenimiento del capitalismo como sistema dominante, lo que modifica —no simul- tdéneamente, desde luego— todos los niveles de la estructura so- cial, inclusive la ética y las representaciones mentales colectivas relativas a la mano de obra y al trabajo. En este nivel estructural més amplio, argumentos basados en una bonanza coyuntural son netamente insuficientes como para negar, por ejemplo, que se haya dado un conflicto entre el capitalismo ascendente y todos los as- pectos del «antiguo régimen» econdmico. El trabajo de Williams nos parece correcto en sus consideraciones histéricas mds amplias, pero su ettor consistid en hacer depender su demostracién de un marco estrecho, limitado a los problemas del comercio de la Gran 15. Seymour Drescher, «Le “déclin” du systeme esclavagiste britan- ibolition de la traite», trad. de C. Carlier, en Annales, E.S.C., de 1976, pp. 414-435. 18 HISTORIA ECONOMICA DE AMERICA LATINA Bretafia con sus colonias y de 1a pretendida decadencia antillana. ‘Al razonar en un contexto histérico global, las consideraciones humanitarias y morales de los abolicionistas tienen su lugar y son Iégicas, pero carece de sentido manejar en abstracto una «causali- dad éticay, No es una coincidencia que el pais m4s avanzado en Jas transformaciones capitalistas haya tomado la delantera en las iniciativas contra la trata y en seguida la esclavitud colonial: ello forma un bloque con Ia abolicién de las Corn laws, de los gremios, de las actas de navegacién, etc., mas all4 de cualquier consideracién estadistica sectorial. Seria ridiculo considerar que Inglaterra era intrinsecamente» mAs <ética»y compardndola con las demas me- trépolis. La trata britdnica fue abolida en 1807, y desde entonces la Gran Bretafia pasd a ejercer presiones sobre las demés potencias, y después sobre los nuevos pafses americanos, para que hicieran lo mismo. Las presiones variaron desde la diplomacia y los argu- mentos financieros (suma ofrecida a Espafia en 1818) hasta el envio de la flota britdnica a patrullar las costas de Africa y de los mismos paises esclavistas receptores de los esclavos de trata (Bill Aberdeen de 1845, dirigido contra Brasil). Es cierto que aun en plena fase de acciones navales contra el comercio de esclavos nota- mos contradicciones en Ja actitud britdnica: existian intereses ca- pitalistas ingleses vinculados a la financiacién de Ja trata hacia Bra- sil y Cuba. Es cierto, también, que si bien la presién britdnica fue una variable central, otras intervinieron en cada pais que abolié Ja trata, por lo que el proceso de abolicién del comercio de escla- yos pudo ser diferente en cada caso. Phillip LeVeen intenté eva- luar cuantitativamente la eficacia de la politica briténica contra la trata africana, Ilegando a la conclusién de que su impacto fue con- siderable, no slo de manera directa —160.000 esclavos tomados a barcos negreros y liberados, 1.500 buques capturados, entre 1820 y 1865—, sino igualmente haciendo subir mucho los precios de Jos esclavos de trata. Aun si el comercio de cautivos siguid exis- tiendo con gran prosperidad, principalmente hacia Brasil (hasta los afios inmediatamente siguientes a la extincidn oficial de la trata en 1850) y hacia Cuba (hasta 1865 aproximadamente), sus ties- gos y costos de operacién aumentaron al punto de disuadir una ABOLICION DE LA ESCLAVITUD 19 parte de los tratantes potenciales y de estimular la bisqueda de formas alternativas de aprovisionamiento de mano de bora.” Podemos distinguit cierto miimero de soluciones inmediatas, una vez terminada la trata afticana: La tinica alternativa verda- dera, eficaz a largo plazo, estaria constituida por patrones demo- gréficos que permitieran el crecimiento vegetativo de la poblacién esclava; encontramos este tipo de estructura demogrdfica en los Estados Unidos aun antes de su independencia. No necesitamos entrar aqui en la polémica actual sobre si hubo 0 no «crianza» de esclavos en los Estados Unidos en el siglo x1x,"” puesto que de he- cho, fuera de dicho pats, los patrones demogrificos no se orienta- ron a un crecimiento vegetativo de Ja poblacién cautiva; en otras palabras, en América latina y en el Caribe Ja alternativa menciona- da no se dio, Restan las alternativas eficaces sélo a medio 0 corto plazo: la trata interna y ciertas reorganizaciones del sistema pro- ductivo, de que hablaremos més adelante. En Brasil, una de las soluciones intentadas después del cierre de la trata africana’ hacia ese pais en 1850 fue la compra de escla- vos de las provincias entonces menos présperas del norte y del nordeste por los exitosos hacendados del café, cuyas haciendas se situaban en el valle del Parafba (ubicado en partes de Rio de Janei- ro, Minas Gerais y Sado Paulo). Una tesis reciente demostré esta- disticamente que todavia mds importante fue la trata intra-provin- cial en Rio de Janeiro, desde municipios menos ricos hacia Ja fron- tera del café. La trata interna fue una solucién adoptada por casi 16. Ver Phillip Le Veen, «A Quantitative Analysis of the Impact of British Suppression Policies on the Volume of the Nineteenth Century Slave Trade», University of California, enero de 1972 (ponencia), Probable- mente el mejor estudio diplomético y politico de las presiones briténicas al tespecto se refiere a Brasil; Leslie Bethell, A abolicao do tréfico de esclavos no Brasil, trad, de Vera Neves Pedroso, Editora Expressio e Cultura en coedicién con la Editora da Universidade de Sao Paulo, Rio de Janeiro, 1976 (el original en inglés es de 1970). 17. La polémica sobte la «crianzay de esclavos es algo muy curioso, si consideramos que los contemporaneos no tenfan la menor duda al respecto, dentro y fuera de los Estados Unidos: ver por ejemplo, Robert, Conrad, Os iiltimos anos da escravatura no Brasil 1850-1888, trad. de F. de Castro Ferro, Civilizacao Brasileira, Rfo de Janeiro, 1975, pp. 43-44. 18, R. Conrad, op. ci, cap. 4; Emilia Viotti da Costa, Da senzala a colonia, Digusao Européia do Livro, Sa0 Paulo, 1966, cap. 3; Ismenia Lima 20 HISTORIA ECONOMICA DE AMERICA LATINA todos los paises esclavistas, en mayor o menor medida, luego del cierre de la trata africana. En ausencia de un cambio radical de los patrones demogrficos de la poblacién esclava, no podria ser sino un paliativo, una solucién momentdnea que posponia pero no podfa impedir el colapso del sistema esclavista: esto muestra que es justo, en el contexto latinoamericano y del Caribe, considerar a Ja continuacién de la importacién de esclavos de Africa como uno de los limites de elasticidad de dicho sistema. 4) La segunda condicién de supervivencia mencionada por ¥. H. Cardoso apunta hacia las caracterfsticas de «despilfarro» «irzacionalidad» del sistema esclavista, y la imposibilidad de ra- cionalizar una economfa sin abolirlo previamente. Este tipo de afirmacién es comtin a Marx y a Weber, y diversos autores si- guen utilizdndola todavia.” Es, sin embargo, el punto mds débil en la enumeracién de F. H. Cardoso. La primera duda que po- drfamos plantear al respecto tiene un alcance metodolégico y ted- sico amplio: ¢es licito evaluar el grado de racionalidad de econo- mias no capitalistas segtin patrones o criterios del capitalismo? éNo conduciz4 al anacronismo un procedimiento de este tipo? Nuestra respuesta seria un decidido no a la primera pregunta, y un no menos decidido si a la segunda, al tratarse de la época colonial. Fs cierto, no obstante, que tratamos del siglo xix, cuando la comparacién del esclavismo con el capitalismo no sdlo era po- sible, sino muy frecuentemente hecha, ya que las concepciones y varios elementos del sistema dominante a nivel mundial (el ca- pitalismo) penetraban cada vez mds el sistema subordinado (el esclavismo de tipo colonial, ya en proceso de disolucién). Sea como fuera, se ha exagerado la imposibilidad de efectuar cambios técnicos y organizacionales en una economia esclavista de tipo colonial. En Brasil, una de las respuestas halladas por Jos propietarios de esclavos al finalizar la trata africana en 1850 ‘Martins, .” El ferrocarril, inaugurado en 1908, proporcionard una solucién definitiva. A partir de entonces no sdlo la articulacién entre la sierra y la costa serd econémicamente cada vez més significativa sino que también varios productos serranos como el maiz, la harina y las papas comenzardn a exportarse con algin éxito." La expropiacién de las tierras de la Iglesia tuvo, como efecto adicio- nal, una liberacién progresiva de la mano de obra. Aunque el Es- tado no suprime las deudas de los peones, al pasar a adminis- trar las propiedades eclesidsticas, la falta de continuidad en la teglamentacién de las deudas crea una brecha juridica que faci- lita dicha liberalizacién. En 1918 al suprimirse la prisién por el incumplimiento de deudas contraidas por el jornalero agricola, es decir al eliminarse el concertaje, desaparece la coaccién juridi- ca y es posible una migracién todavia mayor hacia la costa. La respuesta terrateniente fue un incremento en el ntimero de los huasipungueros de las haciendas y el endurecimiento en sus condi- ciones de trabajo pero desconocemos los alcances efectivos de dicha medida.” Una observacién final sobre la situacién de la poblacién in- digena. Al parecer las comunidades de la sierra perdieron la mayor parte de sus tierras en el siglo xvi. A través de un pro- ceso que no conocemos con claridad, el desarrollo de Jas formas de trabajo dependientes (huasipungos y conciertos) no elimind por completo los hdbitos, las practicas y las formas culturales de Ja comunidad indigena.® 80. El Ecuador visto por los extranjeros (viajeros de los siglos xvmt y x1x), Estudio y selecciones de Humberto Toscana, Editorial J. M. Cajica, Ducbla (México); 1960, p. 32. 81. Pontificia Universidad Catdlica del Ecuador, Apuntes para. op. cit., pp. 42-47. 82. Op. cif., pp. 49-50. 83. Para 1948 la mayorfa de las comunidades indigenas tradicionales, es decir, que disponfan de tierra, habfan desaparecido, quedaban 189 comu- nidades con 118.000 habitantes, mientras que Ja poblacién indigena de Ja sierra se estimaba en 1.000.000. Cf. César Cisneros, Comunidades indi- genas del Ecuador», en América Indigena, vol. IX, n° 1, enero de 1949, pp. 37-55, 58 HISTORIA ECONOMICA DE AMERICA LATINA Guatemala™ Después del fracaso de la Federacién centroamericana y su jntento liberal (1839), el régimen conservador de Rafael Carrera y posteriormente de Vicente Cerna estuvo basado en una alianza de los burécratas y comerciantes de la capital, la Iglesia y una masa rural numerosa dedicada al cultivo del nopal y a la ex- plotacién de la grana o cochinilla, producto de tinte cuyo auge fue alcanzado en 1854, y cuya zona de produccién se extendia sobre todo en los alrededores de la capital (Antigua, Amatitlén, Guatemala, Petapa, etc.). Las fincas eran cuidadas por ladinos y mestizos que eran apatcetos y arrendatarios en tierras pertene- cientes a criollos ausentistas de 1a capital, o propietarios. Tratan- dose de plantaciones pequefias y de un producto de valor relati- yamente alto por unidad de volumen, no se creé un sistema am- plio de crédito rural, ni tampoco una ted de transportes. Los co- merciantes capitalinos y la Iglesia proveian el financiamiento en forma de adelantos a las cosechas que compraban y exportaban; el embarque se hacia por el Pacifico, y la grana llegaba al litoral a lomo de mula o cargada pot indios. Como la exigencia de mano de obra no era grande, las comunidades indigenas de las tierras altas fueron, en gran medida, dejadas en paz; la masa indigena constitufa, por cierto, uno de los pilates de sustentacién del ré- gimen conservador. Sin embargo, la grana dejé de ser una solucién viable para Ja economia nacional, lo que empezé a evidenciarse hacia me- diados del siglo x1x. Ademds de ser un producto demasiado vul- $4, Thomas R. Herrick, Desarrollo econdmico y politico de Guatemala durante el periodo de Justo Rufino Barrios (1871-1885), trad. de Rafael Piedra Santa, Editorial Universitaria de Guatemala -EDUCA, Guatemala, 1974; George E. Britnell, Sanford A. Mosk et. al., Economia de Guatemala, Seminario de Integracién Social guatemalteca, Guatemala, 1958; Augusto Cazali Avila, «El desarrollo del cultivo del café y su influencia en el régimen Gal trabajo agricola. Epoca de la reforma liberal (1871-1885)», I Congreso Centroamericano de Historia Demogréfica, Econdmica y Social, Costa Rica, febrero de 1973 (mimeografiado); Alfonso Bauer Paiz, Catalogacidn de leyes y disposiciones de trabajo de Guatemala del pertodo 1872 a 1930, Univer- sidad de Guatemala, Guatemala, 1965 (mimeografiado); Ciro F. S. Cardoso } Héctor Pérez Brignoli, Centroamérica y.... op. cit. ORMAS LIBERALES 59 nerable a las plagas y variaciones climéticas, la cochinilla de Guatemala —pais que era el principal productor— empezé a sufrir la competencia de las nopaleras de las islas Canarias, y des- de 1858, de los colorantes sintéticos. La expansién de la grana habia estado muy ligada a la de los textiles de Europa, briténicos sobte todo y en la década de 1860 se presenta una coyuntura critica; cae la demanda y también los precios del producto. Esto cred una situacién dificil, puesto que no existian todavia alter- nativas bien establecidas. Fue en este contexto que la expansién del café se volvié irresistible. Desde mediados del siglo pasado, el gobierno conservador habia empezado a propiciar débilmente el cultivo del café y de algunos otros articulos, reanudando los esfuerzos de los tiltimos gobiernos coloniales (exoneraciones fiscales de 1803) y de Gél- vez (premios a la produccién de café). En la época del primer in- tento liberal, algunos cafetales se habian plantado en Santa Lu- cia, Escuintla, Zacapa y Antigua. La Sociedad econémica de los amigos del pais hizo mucho por la difusién del producto y de las técnicas necesarias para su cultivo y beneficio, las cuales eran al principio absolutamente desconocidas. Con la expansién gradual del producto, se iba constituyendo un grupo social ligado al café y dispuesto a defender sus intere- ses, Algunos de los cafetales, en Escuintla y Suchitepéquez, fra- casaron, pero otras plantaciones surgian en Petapa, La Paz y So- lol. Hacia 1862, el mismo Catrera demostré estar consciente del agotamiento de la fase de la grana y de la necesidad de otra so- lucién, pero ni él ni su sucesor, Cerna, podian llevar a cabo una decidida politica de reformas, sin la cual el café no alcanzaria su desarrollo pleno: no podian hacerlo porque ello significaria sa- cudir en profundidad las bases mismas de su poder. El café ne- cesitaba un cambio radical del sistema de tenencia de la tierra, del crédito agricola, del control sobre la mano de obra y del sis- tema de transportes. La revolucién liberal de 1871 —organiza- da desde México y bajo influencia directa de la ideologia liberal mexicana—, Ilevando al poder a Garcia Granados y después a Justo Rufino Barrios (1873-1885) realizé las reformas necesarias. Hay indicios de que, hacia fines del gobierno de Cerna, los gru- HISTORIA ECONOMICA DE AMERICA LATINA pos mercantiles de la ciudad de Guatemala trataban ya de es- tablecer una alianza con los cafetaleros emergentes. Las expor- taciones de-grana declinaron hasta desaparecer virtualmente en 1884, Los tres procesos que cambiaron el sistema de tenencia de ia tierra en un sentido favorable a la expansién del café, y que constituyen la llamada reforma agzaria liberal, son: 1) la naciona- lizacién de las propiedades eclesidsticas; 2) la aboliciéa del censo enfitéutico; 3) la politica de venta y distribucién de baldios. En el conjunto, el objetivo perseguido fue la transformacién de la propiedad de la tierra, limitada por supervivencias coloniales, en una propiedad cabal, libre de trabas, cuya transferencia resultara facil. Luego de algunas medidas parciales contra los monasterios y conventos (con la toma de sus bienes), en 1873 el Estado liberal decidié el traslado a una oficina del gobierno del control del con- junto de las propiedades eclesidsticas, seguido de su confisco. La Iglesia posefa en Guatemala grandes extensiones de tierras rura- les y muchos inmuebles urbanos. En numerosos casos, se trataba de bienes que escapaban a las transacciones comerciales por en- contrarse inmovilizados (manos muertas). Ademds, la Iglesia se habia siempre identificado politicamente con los conservadotes. Las propiedades eclesidsticas incautadas sirvieron de respaldo al Banco nacional creado entonces. Muchas de las tierras antes per- tenecientes a la Iglesia fueron distribuidas gratuitamente o ven- didas, con Ja especificacién, muchas veces, de que deberfan ser plantadas de café y otros productos de valor comercial. La abolicién del censo enfitéutico se. dio en 1877. Dicho sis- tema consistia en una forma de alquiler de la tierra que creaba derechos perpetuos de ocupacién por parte del arrendatario, aun- que la propiedad formal no cambiaba de manos. La ley que ex- tinguid este tipo de censo especificaba que los arrendatarios de- berfan comprar las tierras que ocupaban, disponiendo para ello de un plazo de seis meses. E] precio fue fijado segtin el principio (arbitrario) de que el monto del alquiler anual era equivalente al 3% del valor de la parcela. El pago se harfa al gobierno, pero las municipalidades en cuya jurisdiccién se encontraran las tie- LAS REFORMAS LIBERALES 61 tras asi vendidas recibirian un interés de 4 % sobre dicha tran- saccién. Aunque el precio fijado no era alto, pocos indios o ladinos pobres tenfan la posibilidad de reunir el dinero necesario en seis meses. La ley de 1877, en tales circunstancias, parece haber cum- plido la funcién de desposeer a muchos ocupantes de tierras co- munales o ejidales arrendadas, ya que prevefa la venta en subasta ptiblica si los ccupantes no las compraban dentro del plazo fijado. 74.250 hectéreas de tierras fueron redimidas de censo por la aplicacién de esta ley. En lo que concierne a Ja adjudicacién de baldios —a los cua- les se incorporaron también tierras eclesidsticas y lotes arrendados en censo enfitéutico no adquiridos por sus ocupantes—, la po- litica de los gobiernos liberales fue de distribuirlos o venderlos en fciles condiciones de pago, para favorecer el cultivo del café (como en El Palmar, Costa Cuca y Salam4) y de otros productos. Los fondos obtenidos de tales ventas fueron con frecuencia em- pleades en Ia adquisicién de mdquinas beneficiadoras de café para uso colectivo de les nuevos plantadores. De 1871 a 1883 fueron vendidas 397.755 hectareas de tierras piblicas. Se consideraban como baldios igualmente las tierras ocupadas sin un titulo formal de propiedad, asi que hubo casos de ocupantes expulsados por la fuerza de sus lotes. La intencién del gobierno era de favorecer la constitucién de medianas propiedades, evitando la formacién de latifundios, pero, como en México, tal finalidad no fue alcanzada. Aunque en ciertos casos —probablemente en la zona cafeta- lera sobre todo— la reforma agraria liberal provocé la despose- sién de campesinos, en el caso de Guatemala no se abolié el sis- tema de ejidos y tierras comunales, que siguid vigente en buena parte del pais. A veces, el gobierno mismo traté de adjudicar nuevas extensiones de ejidos a pueblos mal provistos, comprando haciendas con tal finalidad. La mayorfa de la poblacién guatemalteca estaba constituida por indigenas comunitarios, los cuales seguian teéricamente so- metidos a los sistemas coloniales de prestaci6n de trabajo: pero ya hemos visto que, durante la fase conservadora, siendo mo- destos los requerimientos de mano de obra de la cochinilla, poca presién fue ejercida sobre las comunidades de las tierras altas. 6 HISTORIA ECONOMICA DE AMERICA LATINA E] café, sin embargo, requerfa mds brazos, y en sus inicios la caficultura guatemalteca sufrié serios problemas por la escasez de trabajadores. Las fincas cafetaleras estaban ubicadas en zonas casi despobladas de la costa y de la bocacosta. Los jornaleros dispo- nibles eran pocos, y aunque se utilizaba el sistema de reclutar trabajadores indigenas haciéndoles préstamos o avances, habia quejas constantes de que estos dltimos no cumplian con las obli- gaciones contraidas, sin que existieran mecanismos de coercién que los forzaran a ello. Las medidas del gobierno liberal respecto de la cuestién de la mano de obra fueron numerosas y de diversos tipos. En mar- zo de 1876, una circular de Barrios a los jefes politicos especifi- caba claramente que deberfan proporcionar a los finqueros que lo pidieran el miimero de mozos que necesitaran, hasta un maximo de cien, sacados de las comunidades indigenas de su jurisdiccién, garantizando su relevo por ottos trabajadores a intervalos regu- lares, durante el tiempo que exigieran los trabajos agricolas en curso. Los jornales se pagarian por anticipado al alcalde o go- bernador del pueblo de origen de los mozos, fijandose el monto segtin las costumbres vigentes en la regién. Los trabajadores que no cumplieran con las obligaciones impuestas serfan castigados; ademas, las autoridades locales deberfan velar de una manera ge- neral por la represién de la ociosidad y la vagancia. Pero la pieza maestra del sistema de control sobre la mano de obra que iba a durar unos setenta afios en Guatemala, fue el teglamento de jornaleros de abril de 1877. Este decreto —por el cual el gobierno recibié efusivos agradecimientos de los hacen- dos— y otra ley del mismo afio, la que abolfa el censo enfitéutico, formaban un solo cuerpo. La desposesién de una masa de indios y ladinos pobres creaba una reserva de mano de obra, y se com- plementaba con dispositivos que permitian el reclutamiento for- zoso, por ciertos periodos, de indios provenientes de las comuni- dades de las tierras altas, completando asi el aprovisionamiento de brazos que necesitaban las plantaciones. El reglamento de jornaleros era un instrumento legal que brindaba a los finqueros importantes y a las autoridades locales la facultad de forzar los indios comuneros al trabajo en las fincas, sometiéndolos —como COLONIZACION EN AREAS VAC{AS 63 también a los peones residentes— a un control rigido. En sep- tiembre de 1878 una ley de represién a la vagancia vino a com- pletar el aparato de control sobre la mano de obra rural. La revolucién liberal trat6 de dotar a Guatemala de un sis- tema financiero moderno. El dtezmo eclesi4stico fue abolido. Los bienes de la Iglesia, confiscados en 1873, sitvieron de respaldo a la creacién de un banco nacional, que al afio siguiente paséd a funcionar como un banco comercial corriente de depésitos, cré- dito y emisién. El fracaso del Banco Nacional levé a que a par- tir de 1877 se permitiera la instalacién de bancos cometciales pri- vados. El Cédigo civil (1877) reglamenté los préstamos hipote- carios sobre tierras y volvié obligatorio el registro publico de propiedades e hipotecas. En el conjunto, la politica financiera de la reforma liberal no fue del todo exitosa, en particular en su aspecto monetario, y en su incapacidad de eliminar del todo la usura (practicada principalmente por plantadores alemanes con vinculos crediticios en Hamburgo y Bremen). Finalmente, el gobierno liberal traté de incentivar la cons- trucci6n de caminos y ferrocarriles, la creaci6n de un puerto en el Atlantico y efectué contratos con compaiifas navieras extran- jetas, todo ello en funcidn de la comercializacién del café. El sis- tema de ferrocarriles, empezado con capitales nacionales y tec- nologia forénea, terminé bajo el control total de capitales nor- teamericanos (proceso que se completé en 1912). D) LA COLONIZACION EN AREAS VACIAS Nos ocuparemos ahora de aquellos casos en los cuales la transicién al capitalismo dependiente se produce a través de un proceso de colonizacién en una regién vacia que, durante el auge exportador, adquirir4 un rol dominante en el conjunto de Ja econom{a nacional. 64 ONOMIGA DE AMERICA LATINA 1. FAcTORES GENERALES Las nociones de «frontera» y de «oferta ilimitada de tierras» acuden de inmediato a la mente. Frontera exige una calificacién previa: agricola, cultural, tecnoldégica... y es indudable que para pasar del estadio de la descripcién a un esbozo de explicacién, resulta imprescindible la referencia a las caracteristicas estructu- rales de Ja sociedad en cuestién.™ La idea de oferta ilimitada de tierras exige calificaciones atin mds precisas. Convendrfa aplicar- la, a riesgo de provocar confusiones imttiles, sélo si se dispone de un modelo més o menos explicito de crecimiento econdémico.* El mapa 5 muestra, en grandes rasgos, las zonas de Suramé- tica efectivamente ocupadas en el perfodo de la Independencia y Jas dreas de colonizacién en los siglos xrx y xx. Como puede ver- se, la expansidn de la frontera afecta a todo el continente. Peto la importancia econémica de esos traslados de poblacién es desi- gual. En unos casos (la mayoria) se trata de movimientos de pe- netracién relativamente lentos, que guardarin durante mucho tietnpo el cardcter pionero, las actividades econdémicas de esas zonas, aun cuando de importancia, seguirdn siendo secundarias en el conjunto de la economia nacional. La colonizacién de la zona selvatica en Ecuador, Peri y Bolivia tiene ese cardcter, y algo parecido sucede en ciertas 4reas interiores de Paraguay, Bra- sil y el sur de Chile. En otros casos, asistimos a una ocupacién de territorio mucho mds rdpida y al surgimiento de una pujante economia de exportacién que adquiere un rango dominante. Las Ianuzas del Rio de Ja Plata, Sao Paulo y en menor medida Ama- z6nia en Brasil, la regi6n de Antioquia en Colombia y el valle cen- tral de Costa Rica constituyen los ejemplos més significativos. Para caracterizar estos procesos de colonizacién examinare- mos tres vatiables fundamentales: las condiciones de acceso a la 85. Cf, Enrique Florescano, Tulio Halperin Donghi, ef. al., Tierras nuevas, expansion territorial y ocupacién del suelo en América (siglos XVLXIX), El Colegio de México, México, 1973. 86. Un intento de aplicacidn al caso argentino, algo discutible, se encuentra en Guido Di Tella, La estrategia del desarrollo indirecto, Edito- rial Paidés, Buenos Aires, pp. 51-63. COLONIZACION EN AREAS VACIAS 65 propiedad de la tierra; las caracteristicas del poblamiento; la pe- netracién del capital extranjero (ferrocarriles, cometcio, etc.), Una tipologia operacional de los distintos casos puede construirse distinguiendo dos situaciones: una en la cual la inmigracién eu- ropea es masiva y aporta el grueso del poblamiento (Argentina, Uruguay y Brasil); otra, en Ja cual la migracién interna juega el rol decisive (Colombia y Costa Rica). 2, Los T1Ppos BASIGOS DE COLONIZACION Argentina: la regién pampeana®™ La economia del virreinato del Rio de la Plata tenia dos cen- tros de gravedad: el alto Pert, cuya mineria menguaba en la mayor parte del siglo xvii1, y Buenos Aires, puerto y capital, con una actividad mercantil cada vez mds importante. Entre estos dos polos se situaba el interior de la Argentina actual, dedicado a actividades agricolas diversificadas (cereales, cafia de azticar, vifiedo, olivares), artesanfas diversas y una ganaderfa orientada hacia la produccién de mulas destinadas al transporte. La exten- sién geografica de las rutas comerciales y la precariedad de las co- municaciones hacian depender a la economia del virreinato de un delicado equilibrio interregional que se rompié con el desa- trollo muy rdpido de la regién pampeana. La hegemonfa econé- mica y politica del litoral argentino comenzé con la creacién misma del virreinato en 1776, pero adquirid forma definitiva ha- cia fines del siglo xrx cuando el ferrocarril integré las economfas del interior en un verdadero mercado nacional. La ganaderia rioplatense se desenvuelve en funcién de las ex- 7a Ch Mare letierson, Reoninaile Arenneibarta, American Geo graphical Society, Nueva York, 1926; Carl Solberg, Immigration and Natio- alism, Azgentina y Chile, 1890-1914, The University of Texas Press, Austin- Londres, 1970; James R. Scobie, Revolucién en las Pampas, trad. F. Mazia, Solar/Hachetie, Buenos Aires, 1968; Torcuato S, Di Tella, et. al., Argentina, Sociedad de Masa, Eudeba, Buenos Aires, 1965; Torcuato 8. Di Tella y Tullo Halperin Donghi (eds.), Los fragmentos del poder, Ed, Jorge Alvarez, Buenos Aires, 19655 ‘Talia Halperin Donghi, «Argentinas, en latin America, A piide..., op. cit,, en n. 35, pb, 49-162, 66 HISTORIA ECONOMICA DE AMERICA LATINA Mapa 5 La frontera en Sudamérica en los siglos XIX y XX époea Independencia 1s de In gronters en ak ya at espobladas Fuente: G. J, Butland, «Frontiers of Settlement in South American, en Revista Geogrdfica, nim. 65, Instituto Panamericano de Geografia ¢ Historia, Rio de Janeiro, diciembre de 1966, pp. 93-107. COLONIZACION EN AREAS VACIAS 67 portaciones de cuero y sebo, y desde principios del siglo x1x con la difusidn del «saladero», de tasajo. Se trataba de una actividad completamente extensiva, en la cual el mayor valor de la in- versién estaba constituido por el ganado.* Como las alternati- vas de la guerra de la Independencia arruinaron la ganaderia de Entre Rios y Uruguay, desde alrededor de 1815, la campafia de Buenos Aires resulta principal beneficiaria de las perspectivas co- merciales favorables para esos productos. La ganaderia del «sala- dero» entra en crisis en la década de 1830: grandes sequias en 1830-1832 y el bloqueo francés 1838-1839; hacia 1840 entran a competir los «saladeros» del sur de Brasil, Santa Fe, Corrientes y Entre Rios. Es en esa coyuntura desfavorable que ciertos gana- deros introducen ovejas de raza merino abriendo el camino para las exportaciones lanares. EI ciclo de la lana cambia radicalmente, desde mediados del siglo, las caracteristicas del desarrollo ganadero. El mestizaje y el mejoramiento racial de los animales, el cercado y alambramien- to de los campos, y mano de obra con cierta especializacién, se tornaron tequisitos indispensables. Entre 1865 y la década de 1880 Jas Janas representaron casi el 50 % del total de exporta- ciones; el resto se repartia entre los cueros, el tasajo y ottos pro- ductos del saladero. Los dos procesos de expansién que acabamos de resumir exi- giepon un avance creciente de Ja frontera hacia el sur y el oeste de la pampa. La primera expansidén, notoria en los afios 1820, culmina con la campafia al desierto de Rosas en 1833. Las leyes de enfiteusis dictadas en 1822 y 1826 se convierten en la préc- tica en un mecanismo de venta de las tierras publicas, cosa que sucede sobre todo en la década siguiente. Puede afirmarse que entre 1820 y 1830 se constituyen las principales fortunas terra- tenientes de la campaiia de Buenos Aires.” E] segundo proceso 88. CE, Tulio Halperin Donghi, «La expansién ganadera, en la campafia de Buenos Aires (1810-1852)», en Los fragmentos del poder, op. cit., pp. 21- 73; Alfredo J. Montoya, Historia de los saladeros argentinos, Editorial Raigal, Buenos Aires, 1956. 89. CE. Jacinto Oddone, La burguesta terrateniente argentina, Ediciones Libera, Buenos Aires, 1967"; Andrés M. Carretero, «Contribucién al conoci- miento de la propiedad rural en la provincia de Buenos Aires para 1830», en 68 HISTORIA ECONOMICA DE AMERICA LATINA de expansién, vinculado al ovino, culmina con la campafia al desiet- to de Roca en 1879 y el exterminio de los indios. La apropiacién masiva de las nuevas tierras y Ja consolidacién de una poderosa clase terrateniente constituyen los aspectos mds notorios de este proceso.” La inmigracién europea cobrar4 auge recién hacia 1880. Ea una primera fase, iniciada hacia 1840, arriban cantidades mode- radas de inmigrantes. Ciertos grupos de irlandeses, escoceses, vas- cos y franceses participan activamente en la introduccién de la ganaderia ovina y logran integrarse, gracias al éxito econdmico, a la clase terrateniente del litoral. Entre 1850 y 1890 se produce en Santa Fe un proceso de co- lonizacién agricola*! que, gracias a la accién enérgica del go- bierno provincial, logra dotar a los inmigrantes de pequefias y medianas propiedades. La zona central de Santa Fe, que se benefi- ciaba del transporte fluvial, fue la que conocié el mayor desartro- llo en este sentido, Pero al extenderse la colonizacién hacia el sur de la provincia, acompafiada ya desde 1870 por las Iineas ferroviarias, el paisaje agrario resultante deja de ser el de pre- dominio de la pequefia y mediana propiedad. La combinacién en- tre ganaderfa y agricultura, visible hacia 1880 en el sur de Santa Fe y en el norte de la provincia de Buenos Aires, se convertird en los afios siguientes en el rasgo mds tipico de la estructura agra- tia de la regién pampeana. La crisis de 1890 pone fin en Santa Fe al mencionado proceso de colonizacién. La inmigracién masiva, que entre 1903 y 1904 alcanza saldos Boletin del Instituto de Historia Argentina, Dr. Emilio Ravignani, t. oe segunda serie, n° 22-23, 1970, pp. 245-292; Andrés M. Carretero, La pro- piedad de la tierra en la Epoca de Rosas, Editorial El Coloquic, Buenos Aires, 1972. 90. “CE. J. Oddone, op. cif.; Miguel Angel Cércano, Evolucién bistérica del régimen de la tierra publica, 1810-1916, Eudeba, Buenos Aires, 1972* (1 ed. 1917); Roberto Cortés Conde, «Algunos rasgos de la expansién tettitorial en Argentina en la segunda mitad del siglo x1x», en Desarrollo Econémico, abriljunio de 1968, pp. 3-29; Romain Gaignard, «Origen y evolucién de la pequefia propiedad campesina en Ja pampa Argentina», en Desarrollo Econémico sb Ljunio de 1966, pp. 55-76. 91. Cf. Ezequiel Gallo, «Ocupacién de tiettas y colonizacién agricola en Santa Fe (1870-1895)», en Tierras Nuevas, op. cit., pp. 92-104. COLONIZACION EN AREAS VACIAS 69 superiores a las 100.000 personas por afio, conoce otro destino. Estos agricultores europeos Ilegarian a una pampa ocupada en cuanto a los derechos de propiedad sobre la tierra. Las leyes de colonizacién dictadas a escala nacional no tuvieron aplicacién efec- tiva.” El gran propietario ganadero procedié entonces a ceder parcelas de campo a los colonos inmigrantes, a través de un con- ttato de arrendamiento o aparcerfa, que duraba en promedio unos cinco afios, y que exigia la entrega final del campo sembrado con alfalfa, forrajera esta Ultima indispensable para el engorde de ganado vacuno de calidad. Este modelo de asociacién entte agri- cultura y ganaderfa permitié, por la abundancia y fertilidad de las tiertas, una expansién sin precedentes de los saldos exporta- bles de cereales y lino, por una parte, y de productos ganaderos por otra. Conservé la hegemonfa del sector terrateniente y de- terminé un desarrollo agricola caracterizado por escasas inver- siones. La afluencia de capital extranjero, particularmente britdnico, fue esencial en este proceso de expansién agricola. Para 1900 la ted ferroviaria totalizaba 17.000 km, en visperas de la primera guetra mundial alcanzaba 34.000 km. La red, extendida en aba- nico desde el puerto de Buenos Aires, no sdlo aporté el trans- porte indispensable para los productos exportables, subordiné de hecho la economia argentina a los intereses britdnicos, dando forma final a lo que H. S. Ferns * denomind una «ecuacién poli- tica anglo-argentina». El ferrocarril integrd definitivamente las economias del interior en un verdadero mercado nacional. La hegemonia politica de los terratenientes de Buenos Aires se asen- té entonces sobre bases mds duraderas, con un poder que a escala nacional implicé acuerdos con las oligarquias provinciales. Asi, el azticar de Tucuman y el vino de Cuyo no sdlo lograron supetvivir; pudieron también expandirse al calor del auge de la zona pampeana.* 92. CE. Miguel Angel Cércano, op. cit; Gastén Gori, Inmigracion y colonizacion ea la Repiblica Argentina, Eudeba, Buenos Aires, 1964, 95._ HLS, Retno, Gray Bretaha y Argentina en dl siglo XIX, tad, A. L. Bixio, Editorial Solar/Hachette, Buenos Aires, 1968, pp. 486 y ss. 94. Para una descripcién de las economias regionales desde fines del 70 HISTORIA ECONOMICA DE AMERICA LATINA Uruguay * Hasta 1811 la Banda oriental era una inmensa estancia ga- nadera que giraba en torno al puerto de Montevideo. La compe- tencia de esta tiltima plaza con Buenos Aires, notoria desde fi- nales del siglo xvimt, se ahondé con las rivalidades politicas de los afios 1808-1810. De esos afios a la independencia, obtenida en 1828, transcurte un periodo de luchas incesantes que atruinan por completo la industria saladeril. Artigas, que encabezaba un movimiento de amplias bases populares, intenté durante el eff- mero gobierno de la «Patria vieja» (1815-1817) una verdadera «reforma agrariay.® El «Reglamento provisorio», redactado en 1815, promovia la colonizacién disponiendo la adjudicacién de los terrenos disponibles «...con prevencién que los més infelices se- ran los més privilegiados...». «En consecuencia, los negros li- bres, los zambos de esta clase, los indios y criollos pobres, todos podrén ser agraciados con suerte de estancia, si con su trabajo y hombria de bien propenden a su felicidad y a 1a de 1a provin- cia.» También establecia en su articulo 12, que «los terrenos re- partibles son todos aquellos de emigrados, malos europeos y peo- res americanos que hasta la fecha no se hallan indultados por el jefe de la provincia para poseer stis antiguas propiedades». Es sabido que la invasién portuguesa, a la que no fueron ajenas las maquinaciones de Buenos Aires, puso fin en 1817 al experimento artiguista. 5 La independencia no trae la paz. Los conilictos intestinos, con siglo xix hasta los afios 1920, cf. Pierre Denis, La République Argentine, la mise en valeur du pays, Armand Colin, Paris, 1920. 95. Cf. Juan Antonio Oddone, La formacién del Uruguay moderno, Endeba, Buenos Aires, 1966; Simon Hanson, Utopia in Uruguay, Nueva York, 1938; Luis Carlos Benvenuto, Breve historia del Uruguay (Economia y Sociedad), Editorial Arca, Montevideo, 1967; Rail Jacob, «Algunas consi- deraciones acerca de la formacién econémica del Uruguay 1726-1930», po- nencia presentada al V Simposio de Historia Econdmica de América latina, Comisién de Historia Econémica de CLACSO, Lima, 5-8 de abril de 1978 (mimeografiado). 96. CE. Nelson de la Torze, Julio Rodriguez y Lucfa Sala de Touron, La Revolucién agraria artiguista, Montevideo, 1969 (2° ed., Siglo XXI, México, 1978). EN AREAS VACIAS a tegulares intervenciones de los vecinos argentinos y brasilefios, dificultan el trabajoso resurgimiento ganadero: la guerra Grande (1839-1851), luchas civiles h: el triunfo de Venancio Flores (1851-1865), la guerra del Paraguay (1865-1870), nuevos conflictos desde el asesinato de Flores (1868) que concluyen temporalmente con la paz de 1872. Recién bajo el gobierno del coronel Latorre (1875-1880) se logra cierta estabilidad institucional que no aca- bard de completarse hasta 1904. La apropiacién efectiva del suelo ocurrira, después de la guerra Grande, con la difusién del alambrado,” y alcanzard su ritmo més intenso después de 1871. Debe notarse que como el alambramien- to precedié a la mensura general del pais, no hubo control algu- no sobre las tierras fiscales. E] Cédigo rural de 1876 definis ju- tidicamente las propiedades, y a través de la reforma de 1879 que establecié la «medicién forzosa» en la construccién de las alam- bradas, perjudicé a los propietarios menores, que de no poder enfrentar los gastos del cercado tuvieron que vender tierras y ganado. La pacificacién de la campafia y la centralizaci6n del poder mds o menos efectivas desde el gobierno de Latorre, cons- tituyeron la condicién politica para estos cambios que reflejan también la lenta agonia del saladero y el auge creciente de las exportaciones de lana. Con la penetracién creciente del capital britdnico,* muy no- toria después de 1870, se delinea una ecuacién de intereses, si- milar, por otra parte, a la que ya existia en la otra orilla del Plata, que enlaza terratenientes y comerciantes, puerto y campafia, Lon- dres y Montevideo, en un citculo estrecho, que puede conside- rarse completo con la aparicién del frigorffico hacia fines del siglo xix. La inmigracidén europea jugé un papel preponderante en la configuracién del Uruguay.” En la década de 1830 comienza la 97. CE. Ratil Jacob, Consecuencias sociales del alambramiento (1872- 1880), Ediciones de a Banda Oriental, Montevideo, 1969 . Cf Peter Winn,

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