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27-5 #4 10 Jio \ eee ms MARGARET MEAD ADOLESCENCIA, SEXO Y CULTURA \ EDITORIAL LAIA BARCELONA, 1975 La edicién original inglesa fue publicada por William Morrow & Company, de Nueva York, con el titulo Coming of Age in Samoa. Versién de EES Prolog de Franz Boas Cubierta de Enric Satué © by William Morrow & Co., Nueva York, 1968 én bolsillo: Editorial Laia, octubre 1972 Editorial Laia, agosto 1975 (incluides la traduccin y el disefio de la cubierta): EDITORIAL LAIA, S. A., Constitucién, 18-20, ‘Barcelona-14 Impreso y encuademado en Romanya/Valls ‘Verdaguer, 1 - Capellades (Barcelona) Depésito legal: B. 35.007 - 1975 ISBN: 8472222217 Printed in Spain A las muchachas de Tau ‘Ou te avatu lenei tusitala ia te ‘outow O Teinetiti ma le Analuma o Tau AGRADECIMIENTOS Agradezco la generosidad del Consejo Nacional de Investigacion de Ciencias Biolégicas que, al concederme su beca, me dio la posibilidad de realizar esta investi- gacién. Los gastos del viaje a las islas de Samoa fueron costeados por mi padre. También debo expresar mi mayor agradecimiento al profesor Franz Boas que inspiré y dirigié la investigacién y critic sus resul- Por la cooperacién que prestaron para el progreso de mis estudios en el Pacifico, estoy en deuda con el doctor Herbert E. Gregory, director del P. B. Bishop Museum y con el doctor E. C. S. Handy y Stella Jones de la misma entidad. Agradezco igualmente el apoyo brindado a mi tra- bajo por el almirante Sitt y la amabilidad del coman- dante Owen Mink, USN, y la cooperacién otorgada por los servicios médicos de Samoa en las personas de Ellen M. Hodgson, enfermera jefe, y el equipo a sus érdenes, y en particular a G. F. Pepe, la enfermera ~ samoana que me ensefié el idioma. Agradezco también Ia generosa y hospitalaria cooperacion recibida de Edward R. Holt, ayudante del jefe de farmacia y su ‘esposa, quienes me Ilevaron a su hogar, donde perma- neci durante cuatro meses, y me brindaron una base imparcial para estudiar a los habitantes de la aldea y permanecer ajena a sus luchas intestinas. El éxito de esta investigacién corresponde en reali- dad a la cooperacién prestada por centenares de samoa- nos. Es imposible mencionarlos a todos, pero quiero 9 expresar especialmente mi reconocimiento al jefe tri Ututi de Vaitogi y a todos los miembros de 2a farsihay asi como al jefe hablante Lolo, que me ensend los principios de las relaciones sociales de su pucblo. Igual reconocimiento dirijo a Tufele, gobernador de Manu'a, y a los jefes tribales Tui Olesega, Misa, Sotoa Asoao y Leui, a los jefes Pomele, Nua, Tialigo, Moa, laualiipe, Asi y a los jefes hablantes Lapui y Muao: 4 Jos pastores samoancs Solomona y Lakopo, a ios Profesores Sua, Napoleon y Eti; a Toaga, la esposa de toa; a Fa'apua’a, los taupo de Fitiuta; Fofoa, Laula Leauala y Felofiaina y a los jefes y probladores de lac aldeas de Manu’a y a sus hijos. Su gentileza, hospitali dad y cortesia facilitaron mi estancia entre ellos; su cooperacién e interés hicieron posible proseguir mis investigaciones provechosamente, i en el texto no utilizo tos no: los protagonistas es para evitar sumepibiliacss enor Etta y consejos recibidos en la preparacion del manuscrto estoy en deuda con el doctor R. F. Be Redict, doctor L. S. Cressman y as seforas M. E. Eichel M. M. Museo Americano de Historia Nat Marzo de 1928. te 10 PREFACIO Las modernas descripciones de pueblos primitivos nos ofrecen un cuadro de su cultura clasificada de acuerdo con los diversos aspectos de la vida humana. Nos enteramos de sus invenciones, economia domeés- tica, organizacién familiar y politica, creencias y prdcti- cas religiosas. A través de un estudio comparativo de estos datos y de la informacién que nos refiere su cre- cimiento y desenvolvimiento, nos esforzamos por re- construir, lo mejor posible, la historia de cada cultura particular. Algunos antropélogos hasta confian en que el estudio comparativo revele ciertas tendencias de desa- rrollo que, al repetirse con frecuencia, permitiran des- cubrir significativas generalizaciones con relacién al proceso del crecimiento cultural. Para el lector profano estos estudios son interesantes ebido a lo extrafio de la escena, las actitudes peculiares ceracteristicas de culturas extranjeras que hacen resal- tr con fuerte luz nuestras propias acciones y conducta. Sin embargo, una descripcién sistematica de las acti- widades humanas nos proporciona muy escasa com- prensién de las actitudes mentales del individuo. Sus pensamientos y acciones aparecen meramente como expresiones de formas culturales estrictamente defi- nidas. Aprendemos poco sobre su estructura racional, sus ‘mistades y conflictos con sus semejantes. El aspecto personal de la vida del individuo se ha eliminado casi en le presentacién sistemética de la vida cultural del pue- blo. El cuadro es uniforme, al igual que una colec- én de leyes que nos dicen cémo debemos o no com- i Portarnos, lo mismo que reglas establecidas que definen el estilo del arte, pero no la forma en que el artista ela- bora sus ideas de la belleza; como un catalogo de inven- ciones que no establece la forma en que el individuo supera las dificultades técnicas que ellas presentan. Y, sin embargo, la forma en que la personalidad re- acciona ante la cultura es una cuestién que debe im- portarnos. profundamente y que convierte el estudio de Jas culturas extranjeras en un campo de investigacion fructifero y eficaz. Estamos acostumbrados a considerar todas esas acciones que constituyen el contenido de nuestra cultura como modelos que seguimos automé- ticamente en tanto son comunes a toda la humani- dad. Se hallan hondamente arraigados en nuestra con- ducta. Estamos moldeados en sus formas de modo tal que no podemos pensar sino que deben ser validas en todas partes. La cortesia, la modestia, las buenas maneras, la con- formidad con normas éticas definidas, son formas uni- versales, pero su contenido especifico no lo es. Es instructive saber que los modelos difieren de la ma- nera més inesperada y es atin mas importante observar cémo reaccionan los individuos ante estos modelos. En nuestra civilizacién el individuo esta rodeado de dificultades que tendemos a atribuir a rasgos humanos fundamentales. Cuando hablamos de las dificultades de la nifiez y la adolescencia, pensamos en ellas como en periodos inevitables de adaptacién por los cuales deben pasar todos. El enfoque psicoanalitico est4 ampliamen- te basado en esta suposicién. El antropélogo’ duda de lo correcto de estas opinio- hes, pero hasta ahora casi nadie se ha tomado el traba- jo de identificarse suficientemente con una poblacién pri- mitiva a fin de obtener una comprensién de estos pro- blemas. Por lo tanto, sentimos gratitud hacia Margaret Mead por haber intentado una identificacién tan com- pleta con la juventud samoana, dandonos un cuadro Ii- sido y claro de las alegrias y dificultades con que tro- Piezan los jévenes en una cultura tan distinta de la 12 nuestra. Los resultados de su seria investigacion con- firman la sospecha largamente allmentada por los antro- pélogos, acerca de que mucho de lo que atribuimos a naturaleza humana no es més que una reaccién frente a las restricciones que nos impone nuestra civilizacion. Franz Boas 13 EF : PROLOGO A LA EDICION DE 1961 En Ia isla de Bali se piensa que los ancianos se re- encarnan al morir en los nietos, razén por la cual no pueden encontrarse ambos vivos al mismo tiempo. Como | ocurre a pesar de todo algunas veces, cuando un anciano se encuentra con su nieto, antes de poder hablar con él debe darle una moneda. Al escribir este prélogo treinta ¥ cinco afios después de haber publicado Adolescencia, sexo y cultura en Samoa, me encuentro también un poco como si estuviese pagandole a alguien —quiza al iector— una moneda; o en lugar de una moneda, como Si intentase la tarea bastante més ardua de considerar por qué este libro va a ser leido tantos afios después Gel clima de opinién en el que fue pensado y escrito. Mi padre, critico incansable aunque amistoso, me | jo en cierta ocasién que ya nunca escribiria un-libro ‘en bueno como este primero porque, al tiempo que sme haria mayor y mAs juiciosa, legaria a «saber dema- | Ssedo» y los libros serian de lectura més pesada. Estuve | de acuerdo con esta opinién durante cierto tiempo has- | t= que un psicoanalista europeo me dijo que al leer el | libro habfa tenido la impresién de que debia estar : escrito por una sefiora muy anciana. Diez afios antes, a les veinticinco de haberlo escrito, tuve que preparar el prslogo para una nueva edicién y desde entonces ‘no concedi mayor importancia a este asunto. De todas ma- neras, volviendo al problema aunque de mala gana, he advertido contrastes en la manera de pensar y en las conclusiones que se apuntan en este libro entre media- des de la década de los veinte y la de los sesenta. 15 Este estudio fue el primero Hevado a cabo por una antropéloga profesional y escrito para profanos cultos, en el que todos los adornos clasicos de los trabajos de investigacién realizados con beca y destinados a conven- cer a los propios colegas —y a confundir a los profanos— fueron deliberadamente olvidados. No trato de enfren- tarme a los especialistas contemporéneos con la espe- ranza de marcarles algin tanto de tipo teérico, sino que estoy luchando por el futuro de los jévenes, que en los Estados Unidos estén siendo muchos menos de los que deberian, por el hecho de que nosotros apenas he- mos entendido lo que puede derivarse de una diferencia cultural, en términos de tensidn y fatiga, en cuanto a realizacién personal o bien en cuanto a frustracion. Me Parece que la gente a quien més interesaba’ ganar no eran ni los antropélogos profesionales ni los psicélogos Sino los profesores, y aquellos ya salidos de la adolescen- cia, que pronto seran padres y que planteardn a sus hijos una determinada concepcién del mundo. En la década delos veinte el mundo era joven y es- taba Ileno de esperanza. Parecia que muchos problemas iban a solucionarse con toda rapidez en el momento en que dominaramos los hiechos cientificos necesarios que permitieran juzgar la importancia de la lengua hablada en la familia, las presiones familiares sobre los nifios, Ja falsa interpretacién de la importancia de la raza y el color, los efectos que se derivan del distanciamiento ar- tificial en lo que respecta a los'datos sobre el nacimien- to, la procreacién y la muerte a que se somete al nino. Comenzabamos ya a utilizar tales métodos en el estudio de esos problemas. Algunos Ilegébamos a pensar que bastaba aplicar tales métodos y presentar los resultados, para que se vieran liberadas montafias de energia y nos fuese posible revisar nuestra cultura con el fin de hacer- la mas acorde con las necesidades y las potencialidades humanas. Partiendo de la base de que la cultura és obra del hombre y que el hombre es libre de construirla segiin los deseos de su propio corazén, vi este libro —y 16 también quienes lo han utilizado— como un comienzo de mayor flexibilidad e imaginacién. i Pero aquella energfa liberada posefa también entre sus ingredientes la rebelién y la autocritica, los odios y la desesperacién cinica que se nutrian en la continuada crisis del mundo posterior a la Primera Guerra Mun- dial, el derrumbamiento econémico en Europa, la crisis y la depresién en los Estados Unidos y los nacientes totalitarismos que iban a echar por tierra todo lo que habiamos conseguido. Quienes veian la sociedad ameri- cana de los afios veinte coino-un monstruo rapaz y de- yorador habran acogido este libro como una escapato- riz, como una huida en el espiritu que podria ponerse = relacién con una huida corporal a una isla de los Mares del Sur donde el amor y la tranquilidad estén 2 Is orden del dia. Es posible que una parte de la satis- feccién que el libro puede proporcionar a quienes desean contraponer «lo primitivo» —como natural y paradisia- ©2— a «lo civilizado» —no natural y represivo— hayan eccontrado una buena fuente en mi inexperiencia; en este primer libro, incluso cuando entré en contacto con tres pueblos primitivos, dominadores y bruscos con sas hijos, los samoanos permanecen inevitablemente como el prototipo de «lo primitivo». En aquel momento Bisel stvertirio cman proomciaba’ uns confor <2) quizds el mayor problema que debia exponer resi- crete cn te td socisdad stiols —en la que les individuos deben forzosamente compartir una tal st=plicidad y, por tanto, una falta de complejidad— y == sociedad como la nuestra en la que, con nuestras complicadas instituciones, la complejidad y la tension === acompafiadas por una mayor intensidad y profun- Sided en aquellos que se educan en ella. Intenté encon- ter formas para expresar el sentido de cuanto habia: sees conseguido en la larga carrera del hombre hacia la . Si no hay por qué culpar al nifio, ‘empoco debe haber un programa cuyo cumplimiento seeds exigirse del maestro, excepto el de la tolerancia. seSrico continué observando la conducta de los ado- Sescentes norteamericanos y afio tras afo iba justifi-

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