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Es este “no dejar que surja resistencia alguna” el que interroga un lugar de
sujeto que el psicoanálisis ha delineado constituido a partir de la articulación de
espacios heterogéneos tanto en su relación “con el sistema” como en relación a
sí. En Han la psicopolítica es entendida como un “conocimiento de dominación”
(Han, 2014, p. 14) que interviene en el psiquismo para volverlo prereflexivo y
transformar a los sujetos en objetos manipulables y mensurables en un sistema
por el cual el sujeto mismo se somete exponiéndose. Los dispositivos
electrónicos, las redes sociales, los enjambres de datos que los propios sujetos
ofrecen y que circulan en forma transparente e hipercomunicada, conforman
una “psicopolítica digital” que excluye toda negatividad.
Han homologa así las formas de subjetivación con las formas del
sometimiento que cada tiempo histórico despliega, aunque omite la tensión
paradojal que habilita la posibilidad constitutiva de devenir sujeto siempre “en
vías de emancipación” a través de sus fallas, vacíos, producciones
sintomáticas, sublimatorias, propias de la condición humana. En Psicopolítica,
el psiquismo se presenta como un material informe, plano, abierto a total
manipulación, como una tabula rasa programable absolutamente.
Pero Han simplifica el lugar del sujeto unificándolo: fue topo, hoy es
serpiente (2014, p. 18). Metáforas animales que esencializan formas de ser.
Paradojalmente, la descripción que realiza establece una dicotomía, fácilmente
reconocible: un sujeto determinado entre configuraciones históricas bajo formas
que cristalizan los espacios y los tiempos. El topo, figura de la sociedad
disciplinaria, vive en contextos de encierro, es trabajador, habita territorios que
lo anteceden y lo prefiguran definidos por muros, fronteras, umbrales. La
serpiente, en cambio, en palabras de Han, “delimita el espacio a partir de su
movimiento” (2014, p. 18), es un empresario que se desliza por territorios sin
demarcaciones previas y cuya auto explotación sin límite resulta eficaz para el
régimen neoliberal. Mientras que el topo es lento y se halla sometido a
espacios ya establecidos, la serpiente es veloz, productiva, se mueve con
fluidez por el mundo de la competencia y el proyecto de sí mismo.
¿Es posible la desaparición del sujeto tanto psíquica como política y, con ella,
de toda posibilidad de experiencia emancipatoria?
Sin embargo, los momentos políticos, esos que están atravesados por la
igualdad (Rancière, 2010) no dejan de ofrecerse a lo largo de la historia de la
mano de sujetos que hablan, escriben, sueñan, aman, resisten, dan cuenta de
sí mismos y le hacen lugar a una igualdad diferenciadora en un mundo cada
vez más desigual.
Las preguntas que nos mueven, entonces, más allá de nuestras críticas al
“sujeto transparente” que Han describe, son ¿cómo hacerse cargo
políticamente de un pensamiento sobre el sujeto? y ¿desde qué pensamiento
político es posible abrir grietas para una “experiencia” emancipadora en el
sentido en que experiencia se distancia del mero experimento de la
modernidad (Baquero, 2002)? En tanto el experimento es aquello que se
controla, se anticipa en su totalidad y donde los sujetos tienen ya su lugar
asignado, la experiencia se habilita y se dispone sin imponerse, se le “hace
lugar” desde la singularidad de cada sujeto, en torno a lo común que los reúne
(Greco, 2012).
Un mundo sensible se presenta o nos recibe, nos acoge y nos constituye como
seres parlantes, nos hace seres destinados a situarnos espacial y
temporalmente y a desplazarnos –una y otra vez- de nosotros mismos por
efecto de la palabra como forma de movimiento; pero también nos ubica con
cierta insistencia, casi sin que lo advirtamos, en lugares fijos, allí donde
nacimos, por una herencia recibida, por un nombre adjudicado, por una
biografía o un género asignados culturalmente, por un tiempo histórico que nos
subjetiva. Un cierto ordenamiento institucional, social, familiar, lingüístico,
corporal, sensorial, gestual –que se vive como formando parte de una
naturaleza- nos acoge y nos nutre, nos hace ver, hacer y pensar. Cuando
Jacotot, el maestro ignorante de Jacques Rancière (2003) insiste: “¿qué ves,
qué piensas, qué haces?” es porque mueve a sus estudiantes para que una
cierta intervención de y sobre lo sensible se produzca, donde estas acciones
(ver, hacer, pensar) puedan ser percibidas en tanto no naturales y no
instrumentales. Fruto de un trabajo, “trabajosas” y a la vez apasionadas; no
tanto para ver, hacer y pensar algo totalmente diferente de lo visto, hecho y
pensado hasta el momento, sino para que sean llevadas a cabo a partir de una
extrañeza, un empeño desnaturalizador, una certidumbre de que es posible
ver, hacer y pensar bajo otras formas.
1
Parte de este texto se encuentra en el texto El espacio de lo político (Greco, 2012).
Pensar lo político en términos de pasiones y cuerpos nos lleva a una
concepción de sujeto dividido que se presenta menos como esencia y más
como cuestión de procesos y relaciones, actos y palabras, no de sujetos
aislados, unitariamente definidos y categóricamente identificados. La pasión
implica a un sujeto que no se halla inscripto en ninguna oposición sujeto-objeto,
ni actividad-pasividad, ni mente-cuerpo, ni individuo-colectivo. Por el
movimiento que le imprime la palabra, el sujeto es más proceso de
subjetivación que recorte identitario; es alteridad, más que identidad; es la
causa del otro/a.
Referencias bibliográficas
Alemán J. (2012). Soledad: común. Políticas en Lacan. Buenos Aires: Capital
Intelectual.
Alemán, J. (2017). Entrevista. Radio La Patriada. Disponible en:
http://www.fmlapatriada.com.ar/me-opongo-aceptar-neoliberalismo-sea-
dispositivo-construccion-perfecta-la-subjetividad/
Blanchot, M. (2012). La palabra analítica. Buenos Aires: La Cebra.
Butler, J. (2009). Dar cuenta de sí mismo. Violencia ética y responsabilidad.
Buenos Aires: Amorrortu.
Han, B.-Ch. (2014). Psicopolítica. Barcelona: Herder.
Han, B.-Ch. (2016). Topología de la violencia. Barcelona: Herder.
Foucault, M. (1996). ¿Qué es la Ilustración? Madrid: La piqueta.