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NORBERTO GALASSO 3;COMO PENSAR LA REALIDAD NACIONAL? Critica al pensamiento colonizado VOLVER A SONAR EDICIONES DEL PENSAMIENTO NACIONAL C APITULO | Pensar en nacional Una de las ensefianzas que nos legé don Arturo Jauretche ~a través cle su lucha de tantos afios—fue esta: “Hay que pensar en nacional”. Quizads muchos se sorprendan ante esta formula “pensar en nacional” pues de ella brotan naturalmente varios interrogan- tes. Si con tanto énfasis se nos convoca a “pensar en nacio- nal”, scé6mo pensamos, entonces, habitualmente? ;Pensamos, acaso, colonialmente? Pero jexiste una manera de “pensar en nacional” y otra de “pensar colonialmente”? Los estudiantes que han cursado Teoria del Conocimiento con el librito de Hessen bajo el brazo, o si son intelectuales de izquierda, apoydndose en el manual de Politzer, nos diran seguramente que existen dos formas de aprehender la realidad: el modo metafisico, que estudia al objeto abstrayéndolo del resto de la realidad que lo circunda, en un momento dado, como ente aislado carente de contradicciones internas, y el modo dialéctico, que lo analiza en movimiento, en el tiempo sujeto a permanente contradiccidn, é1 mis- 6n de contrarios y en desarrollo. Pero por supuesto —agregaran— que estas dos formas de pensar, nada tienen que ver con la cuestién nacional, de donde se deducira que “pensar en nacional” encierra una propuesta reaccionaria, con reminiscencias teluricas. Por su parte, habrd quiénes, menos filésofos y mas politicos, afirmaran que existe un pensamiento “desde la derecha” y otro “desde fa izquierda”, lo que corroborardn, seguramente, con citas de El pensamiento politico de fa derecha, de Simone de Beauvoir y con Ff hombre de izquierda, de Claude Lanzmann. De aqui resulta que el mundo, la naturaleza y la historia pue- den ser vistos y pensados de distinto modo, segtin el pensador parta de un enfoque reaccionario o revolucionario, afiorando el pasado, la derecha o vislumbrando el futuro, la izquierda. Pero en ambos casos, la reacci6n y la revolucién se colocan por encima de las patrias, de tal modo que “lo nacional” de ninguna manera podrfa caracterizar a una determinada forma de pensar y por tanto, seria disparatado valorar un pensamiento por su “patriotismo” o desvalorizarlo por su “exotismo". Estos argumentos son legitimos pues el modo de pensar es metafisico o dialéctico, de derecha 0 de izquierda— pero tas conclusiones que obtienen estos impugnadores son falaces, pues adhieren al pensamiento dialéctico sin pensar dialécti- camente y asumen ideologias revolucionarias de otras partes del mundo, sin convertirse en revolucionarios en su propio pais. Si fueran coherentes y pensaran dialécticamente, desde el campo de la revolucién, inevitablemente “pensarian en nacional” puesto que se hallan en un pais sometido semico- lonialmente por el imperialismo. La historia de los pueblos coloniales o semicoloniales prueba que en todo pais donde existe esa cuestién nacional pendiente, indefectiblemente, sus habitantes piensan en “na- cionales” o en “coloniales”, es decir, elaboran y desarrollan ideas en contraposicién al orden vigente, con lo que repudian la concepcién ideolégica del imperio que los oprime, promo- viendo asi la liberacion nacional, o enhebran argumentos que se insertan, por presencia u omisi6n, en la ideologia impuesta por el opresor imperial, con lo que concurren a la subsistencia del vasallaje. Este es un gran problema en los paises oprimidos y, muy especialmente, en aquellos donde la dominacién es semicolonial, en los cuales la sumisidn ideoldgica adquiere una importancia mayor que en los paises ocupados colonial- mente por ejércitos extranjeros. “Pensar en nacional” es, pues, en una semicolonia como la Argentina, pensar revolucionariamente, cuestionando el orden impuesto por el imperialismo, que no solo es injusto y humillante sino que, ademds, impide toda posibilidad de progreso histdrico, es decir, cierra el paso a una auténtica democracia participativa, al ascenso cultural y a las profundas transformaciones sociales. O dicho de otro modo, es pensar desde una dptica antiimperialista, no abstracta, sino nutrida en las luchas y experiencias de nuestro pueblo. [ro] éNacionalidad de las ideas? Sin embargo, este “pensar en nacional” debe cuidarse de no caer en una peligrosa deformacidn nacionalista, segtin la cual debemos apelar, en nuestras reflexiones, solamente a las ideas nacidas en nuestro suelo rechazando, por fordneas, todas aquellas generadas mas alla de nuestras fronteras. Este planteo reaccionario solo ha conducido a descalificar al “pensamiento nacional” facilitando el predominio de la concepcidn antina- cional que resguarda el statu quo. Y nada tiene que ver con la rica tradicién de nuestros ensayistas antiimperialistas. El pensamiente nacional no puede desdefiar, en manera alguna, la vacuna Sabin, ni privarnos de la musica de Chopin o Beethoven, como tampoco renunciar a Gauguin y a Goya, 0 abjurar del automévil y del avidn. Solo un conservador como Rafael Obligado podia sostener que “desgraciadamente, la electricidad y el vapor, aunque cémodos y titiles, Ilevan en si un cosmopolitismo irresistible”. Salo mentalidades retrégradas, asidas con ufias y dientes a los privilegios, pueden propiciar la vuelta a los chiripas que el gaucho abandon6, con buen tino, no bien proliferaron los alambrados, en los cuales su vieja prenda se enganchaba. Esta deformacién, que lleva a propugnar “filosofias o teologias argentinas”, provoca la merecida burla: spor qué no exponen sus teorias en tehuelche 0 araucano, en vez de valerse del castellano, que no nacié en estas tierras? Y si tie- nen que fundamentar con cifras, gpor qué usan numeracién ardbiga y ordenan en ntimeros romanos, en vez de hacerlo con ntimeros rioplatenses? Resulta demasiado evidente que las ideas no tienen patria, lo que no impide que haya un pensamiento nacional. Lo que ocurre es que las “ideas o pensamientos nacionales” no lo son por su lugar de origen, sino por la funcién que cumplen en la lucha antiimperialista. $i concurren a quebrar el vasallaje, son nacionales y, si favorecen su consolidacidn, son coloniales, no importando que unas y otras hayan sido elaboradas aqui o en el extranjero. La raz6n es la misma por la cual el inge- niero Alsogaray es un politico antinacional, aun cuando haya nacido en la Argentina y, en cambio, el capitan Vidt pasa a nuestra historia como héroe nacional, combatiendo junto a Giiemes, aunque haya nacido en Estrasburgo. [1] Pero la deformacién nacionalista de este planteo se llena de contenido reaccionario, pues sirve para tachar de “antina- cionales”, por “exéticas” o “fordneas”, a aquellas ideas que cuestionan el orden consagrado. En este sentido, John W. Cooke afirmaba: “Las ideas no son exéticas, ni aborigenes, ni extrafias, ni verndculas. Practicamente, todas las ideas son exdticas, si nos atenemos a que no surgieron en nuestro dmbito geografico. Si bien se mira, las ideas son exdticas en todas partes, desde que el desarrollo de la cultura es un pro- ceso acumulativo de la sociedad a través de los siglos y de los pueblos [...]. Lo que hace que una ideologia sea ‘fordnea’, ‘extrafia’, ‘exotica’ o ‘antinacional’ no es su origen, sino su correspondencia con la realidad nacional y sus necesidades. El liberalismo econdmico era antinacional no porque lo inven- taron los ingleses, sino porque nos ponia en manos de ellos. EI sistema corporativo fascista es malo, no porque haya sido implantado en Alemania o Italia, sino porque es retrégrado en cualquier parte y doblemente desastroso en un pais depen- diente. Pero las ideas que sirven para el avance del pais y la libertad del pueblo son nacionales”’. Y define Cooke: “Una concepcién nacional es aquella capaz de plantear originalmente la liberacidn sin trasladar mecanicamente conclusiones que fueron validas en otro cuadro histérico social, pero a nadie se le ocurre que tenga que ser una construccién hecha con elementos conceptuales surgidos como productos nativos”*. Frente a aquellos que deforman el auténtico contenido del “pensamiento nacional” y dando rienia suelta a su maccar- thysmo, tachan de “fordnea” a toda ideologia revolucionaria, Cooke responde: “Los principios que tomaron auge en la época de nuestra independencia también eran ‘exéticos’ para los apegados a la tradicién colonial. Las ideas de Rousseau, de los enciclopedistas, de los comuneros espaiioles, de la revolucién norteamericana, etc., ganaron la conciencia de los patriotas, con las adaptaciones que significaba el transvasamiento a una realidad como la de América Latina. Eran instrumentos * Cooke, John W., Informe a las bases del movimiento, Buenos Aires, Ediciones Accién Revolucionaria Peronista, septiembre 1956. * Cooke, John W., ob. cit, fra de nuestra libertad y chocaron contra los que crefan que toda tradicién es, en si misma, buena; toda organizacién social es- tablecida, una emanacién de la voluntad divina o el resultado de la ldgica y la naturaleza’. Y agrega: “;Qué ideas ‘nacionales’ se oponen a las ‘ex6- ticas’ de la revolucién auténtica? La economia de mercado de Alsogaray es una creacién alemana; el librecambio, un principio de la economia clasica europea, sobre todo ingle- sa; el corporativismo, una modernizacién de las relaciones feudales. ¥ el cristianismo, del que trata de valerse el orden constituido, ni siquiera es occidental: lo difundié un judio de Medio Oriente, extremista, por afiadidura”'. A su vez, Jauretche explicaba que el ser humano se plantea los grandes interrogantes en distintas épocas y en distintos lugares ~temas universales-, pero que las respuestas varian son nacionales-~, pues dependen de los rasgos propios de una determinada sociedad que habita en un espacio y un tiempo especificos. La cuestién del amor, por ejemplo, aparece en todas las latitudes y a fo largo de la historia, pero las normas que presiden las relaciones de pareja cambian. Bastaria pensar lo que dirian nuestras abuelas si conocieran la opinién de los jévenes de hoy, en la Argentina, respecto de la virginidad o de la cohabitacién, para comprender de qué modo se encara un mismo problema con diversas respuestas. Lo mismo ocurre con cuestiones como la existencia de Dios y los sacrificios humanos, la pena de muerte o el aborto, cuya valoracién se ha venido modificando a través del tiempo asi como, dentro de una misma 6poca, entre diferentes paises. De aqui define Jauretche: “Lo nacional es lo universal visto por nosotros”, éUniversalidad de fas ideas? Las ideas no tienen patria, pero tampoco validez universal, especialmente en el campo de las ciencias sociales, donde las peculiaridades del desarrollo de cada sociedad determinan la conveniencia 0 la inconveniencia de su aplicacién. La expe- riencia de otros pueblos puede resultarnos muy Util y es absurdo rechazar cualquier ideologia que haya conducido al progreso * Cooke, John W., ob. cit. fis histérico de otras sociedades, pero es suficiente aplicarla a la Argentina, sin adaptacién ni acomodamiento alguno, por la sola circunstancia de su éxito lejano? Evidentemente no. Dado que cada pais tiene sus especificidades y se encuen- tra en distinto estado de desarrollo, que su economia, sus clases sociales, su cultura, etc., son productos de su propia e intransferible historia, la aplicaci6n de métodos o programas elaborados para otros paises, en otra condicién geografica y en otro momento socioeconémico, no concurre a lograr la liberacidn y resultan, por mas revolucionarios que sean, son elementos de confusién que el aparato antinacional hace jugar a favor del orden colonial. A principios de siglo, Ricardo Rojas escribe: “El espiritu argentino debe continuar recibiendo ideas europeas, pero debe asimilarlas y convertirlas en sustancia propia, como lo hace el britanico glotén con la dulce carne de las ovejas pampea- nas”*. En esa época, cuando atin Rojas mantiene sus arrestos nacionales, alerta contra los dos peligros: el rechazo de toda idea que no haya nacido en nuestro suelo, lo que significa condenarse al atraso; y la aceptaci6n de toda idea proveniente del extranjero, importada mecdnicamente, sin reflexién ni adaptacidn alguna, lo que contribuye a la consolidacién de una cultura colonial: “Las ideas extranjeras que vienen a crear cultura en la tierra del Plata, aqui se transforman, en la medida del medio, para encarnarse y vivir, pero ya se sabe que las ideas no son patrimonio de las patrias actuales... {Ideas francesas. ..! ildeas italianas...! jldeas alemanas...! Esto, squé significa? Ideas grecolatinas, en todo caso... Ideas cristianas o budistas, mas bien... Ideas humanas, en realidad. No tiene patria la luz expansiva, ni el sonido vibrante, Dhyanes de redencién humana sobre Ia angustiosa tierra, jeso son las ideas!”. Porque el juvenil Ricardo Rojas no le temea las ideas y no las rechaza como a monstruos maiditos, pero tampoco se rinde ante ellas, colonialmente: “No luchéis contra nuestra raza, enemigo. No os obstinéis contra nuestra vida, extranjero. {Todo ha de ser argentino sobre la tierra argentina!”*. * Rojas, Ricardo, La restauracién nacionalista, Buenos Aires, Ministerio de Justicia e Instruccién Publica, 1909, p. 359. * Rojas, R., Blasdn de plata, Buenos Aires, Losada, 1954, p. 148. [4] Manuel Ugarte ahonda, atin con mayor lucidez, en esta cuestién de las ideas importadas que prescinden de nuestra propia realidad: “Frente a las problemas que se plantearon des- de los origenes de su vida libre, la América Latina atendié mas a menudo a buscar ejemplos que soluciones propias. Nunca se pregunté: ‘;Qué es necesario hacer?’. Fruto de una tradicién dogmitica, su actividad result6, ante todo, memorista y fa in- terrogacién se concreté, mas bien, en estas palabras: ;qué es lo que hicieron otros? El sistema adormecid a los pueblos del Sur en una atmésfera sobrecargada de imitaciones. En el orden politico, sociolégico, artistico, municipal, el ideal supremo fue trasplantar lo que existia en las naciones, en las ciudades o en las almas que admirabamos desde lejos... Desde las constitu- ciones y las formas politicas, hasta el uniforme de los soldados, pasando por la edificacidn, las modas y la ideologfa, cada paso marcé un trasunto fiel de lo que se habia visto o leido, posponiendo casi siempre la concordancia y la necesidad de adquirir fisonomia propia, sacrificando en todo momento las impulsiones del propio ser, en aras de lo artificioso y de lo ajeno... En vez de crear, con el esfuerzo diario, valores nuevos y una civilizacién diferenciada, ensayamos vivir de reflejo y de las rentas de otras civilizaciones. En vez de tener caballo propio, montamos a la grupa de los demas”*. Agrega Ugarte que parece “como si no fuera ya posible inventar o renovar, como si todo debiese ser trasplantado del escenario grande al chico, como si la Unica aspiracién fincase en multiplicar ‘dobles‘ de lo que nacié en otras evoluciones sociales, bajo otros climas, con otros componentes, en otros siglos. Esta mania de imitar ha sido el origen de la situacién disminuida en que se hallan nuestras republicas [...]. Solo hombres nuevos, con ideas nuevas, han de resolver los problemas propios basdéndase en sistemas adecuados a las necesidades y a la situaci6n de cada zona’. Alla por los afios veinte, Manuel Ortiz Pereyra también apunta esa necesidad de entender la propia realidad: “Nuestros gobernantes y nuestro intelectuales han vivido y todavia viven * Ugarte, Manuel, La nacidn latinoamericana, Caracas, Bil 1978, p. 272. * Ugarte, M., ob, cit. ioteca Ayacucho, fhs| con los ojos puestos en Europa [...]. Mientras estimuldbamos la inmigracion de las personas, ibamos organizando la emi- gracién de nuestras ideas. Nos hicimos emigrantes de esa laya y con tal amplitud, que no nos conformamos con empapar nuestros espiritus en las fuentes de los pensadores y de los profesores de allende el océano. Nos decidimos a traerlos en persona, para que acabaran de ensefiarnos las ciencias de ellos, justamente cuando mds necesitabamos estudiar y aprender las ciencias nuestras |...]. Asi, europeizaron con- traproducentemente nuestras inteligencias hasta el punto de que hoy todo lo vemos, en nuestra casa, del color del cristal con que miran ellos en la suya [...]. Asi, la sobresaturacion de europeismo que afecta a nuestras cabezas puede conducirnos a cualquier parte, menos a la solucién de nuestros problemas 0a fa satisfaccién de nuestras necesidades que son locales, exclusivas, tinicas, como es dnico nuestro pais”*. Y agrega: “Todos miraron las cuestiones criollas con ojos extranjeros. Y ocurrid que, cuando los americanos se vieron en la necesidad de publicar libros, se encontraron con la co- rrelativa obligacién de apoyar sus tesis en citas de los inicos autores de entonces, todos extranjeros... Y ahi tiene el lector explicado por qué este afio de 1928, Leopoldo Lugones ha ganado un premio por su libro sobre cosas de la Hélade, mientras yo me voy a ganar el mote de macaneador porque me ocupo de las ‘heladas’ y demas siniestros que afectan la agricultura de mi pais’*. Con menos humor y mayor dramaticidad, el lector se explicard también por qué, tanto Ugarte como Ortiz Pereyra, fueron silenciados y condenados como “malditos” durante tantos afios y, aun hoy, apenas empiezan a ser conocidos, mientras cualquier plumifero sin vuelo, inflado por los grandes diarios, posa de “intelectual” en los estrados universitarias o en las mesas redondas de la SADE. Esa importacién de teorjas 0 ideologias -exitosas en otras regiones y en otras épocas— provoca resultados inesperados. El liberalismo, indiscutiblemente nacional en Inglaterra, Francia * Ortiz Pereyra, Manuel, La tercera emancipacion, Buenos Aires, |. Lajouane y Cia., 1926, pp. 72-74, * Ortiz Pereyra, M., ob. cit, p. 82. [6] o Italia, donde presidié la formacién de los Estados Naciona- les, se convirtid en liberalismo antinacional en Ja Argentina, al servicio de la dominaci6n inglesa. Si bien hubo liberales nacionales como Moreno, Dorrego, Rafael Hernandez o el Alberdi de sus tltimos afios, si bien la bandera del sufragio levantada por Yrigoyen significaba, también, retomar las ban- deras democraticas de la Revolucién Francesa, en general, las teorias liberales fueron convertidas, por la oligarquia, en melancdlica y conservadora ideologia al servicio del coloniaje. Del mismo modo, el socialismo que, mas alld de sus matices, resulta expresién politica de las masas trabajadoras del Viejo Mundo, al ser importado a la Argentina, sin adecuacién a nuestra realidad, solo logré arraigar en sectores artesanales y cuando aparecis el proletariado industrial, no logré entenderlo ni expresarlo. Hubo, si, algunos auténticos socialistas que in- tentaron la insercidn de las teorias de izquierda en la realidad nacional, como Manuel Ugarte o el grupo “Frente Obrero”, pero en general, socialistas y comunistas jugaron como ala izquierda de ta oligarquia y enfrentaron a {a propia clase que decian representar. Esta paradoja, con rasgos dramaticos para tantos sinceros militantes, tiene su origen, precisamente, en esa errénea conviccién de que las ideas tienen validez universal, con prescindencia del momento histérico y del espacio geogra- fico donde pretenden ser aplicadas. Ello conduce, entonces, a graves errores politicos y en politica, como decia Talleyrand, hay algo peor que el crimen y es el error. Civilizacién o barbarie Esta idealizacién de lo fordneo alcanza su maxima ex- presidn en /a difundida alternativa planteada por Sarmiento. Para este, el progreso, la sabiduria, la cultura, en fin, la “civi- lizacién”, reside en Europa y Estados Unidos, mientras que el atraso, la ignorancia y la brutalidad, es decir, “la barbarie”, son propios de nuestro pais y del resto de América Latina. Mas alla de la intencién del sanjuanino, este lema alcanzé enorme difusién pues la clase dominante lo juzg6 conveniente para legitimar su acuerdo con la burguesia imperialista britanica, como Unico camino para nuestro pais. [7] La refutacidn mas temprana de esta tesis provina de José Marti quien, sin mencionar a Sarmiento, desarrolla la concep- ci6n opuesta: “Cree el soberbio que la tierra esta hecha para servirle de pedestal, porque tiene la pluma facil o la palabra de colores y acusa de incapaz e irremediable a su repdblica nativa, porque no le dan sus selvas nuevas modo continuo de ir por el mundo de gamonal famoso, guiando jacas de Persia y derramando champafia. La incapacidad no esta en el pais naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza Gtil, sino en los que quieren regir los pueblos originales, de composicién singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de practica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquia en Francia. Con un decreto de Hamilton no se para la pechada al potro del flanero. Con una frase de Sieyés no se desestanca la sangre cuajada de la raza india. A lo que es, allf donde se gobierna, hay que atender para gober- nar bien, y el buen gobernante en América no es el que sabe cémo se gobierna el aleman o el francés, sino el que sabe con qué elementos esta hecho su pais y cémo puede ir guidndo- los, junto para llegar por métodos e instituciones nacidas del pafs mismo, a aquel estado apetecible, donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del pais. El espiritu del gobierno ha de ser el del pais’"". Luego agrega: “sCémo han de salir de las universidades los gobernantes, si no hay universidad en América, donde se ensefie lo rudimentario del arte del gobierno, que es el andlisis de los elementos peculiares de los pueblos de Amé- tica? A adivinar salen los jévenes al mundo, con antiparras yankees o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen [...]. Viene el hombre natural, indignado y fuerte, y derriba la justicia acumulada de los libros, porque no se la administra de acuerdo con las necesidades patentes del pais. Conocer es resolver. Conocer el pais, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el tinico modo de librarlo de tiranias. La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. Marti, José, Nuestra América, “El Partido Liberal de Méjico”, 30 de enero de 1891. [re La historia de América, de los incas a acd, ha de ensefiarse al dedillo, aunque no se ensefie la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es mas necesaria. Los politicos nacionales han de reemplazar a los politicos exdticos. Injértese en nuestras republicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras reptblicas y calle el pedante vencido, que no hay patria en que pueda tener el hombre mas orgullo que en nuestras dolorosas reptblicas americanas’". Y fustiga severamente a quienes comparten el juicio deni- gratorio sobre nuestra América: “A los sietemesinos solo les faltard el valor. os que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demas. No les alcanza al arbo! dificil el brazo canijo, el brazo de ufias pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de Paris, y dicen que no se puede alcanzar el drbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos daflinos, que le roen el hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses o madrilefios, vayan al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni, de sorbetes. jEstos hijos de carpintero, que se avergiienzan de que su padre sea carpin- tero! jEstos nacidos en América, que se avergiienzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los crié, y reniegan, ibribones!, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades! Pues, ;quién es el hombre? zEl que se queda con la madre a curarle la enfermedad, 0 el que la pone a trabajar donde no Ia vean, y vive de su sustento en las tierras podridas, con el gusano de corbata, maldiciendo del seno que lo cargé; paseando el letrero de traidor en la espalda de la casaca de papel? jEstos hijos de nuestra América, que ha de salvarse con sus indios y va de menos a mas; estos desertores que piden fusil en los ejércitos de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus indios, y va de mas a menos! jEstos delicados, que son hombres y no quieren hacer el trabajo de hombres! Pues el Washington que les hizo esta tierra, jse fue a vivir con los ingleses en los afios en que los vefa venir contra su tierra propia?””. También Ricardo Rojas quien, aftos después, conciliando T idem. "idem, fis con La Nacién y La Prensa, seré un sarmientino mas, refu- ta esa formula del sanjuanino: “Civilizacién y barbarie... trasciende a odio unitario y nosotros buscamos una teoria desapasionada y de valor permanente. Expresa, pues, un inicio ‘europeo’, puesto que transpira desdén por las cosas americanas y nosotros queremos ver nuestro pasado como hombres de América. Barbaros, para mi, son los ‘extranjeros’ del latino y no pueden serlo quienes obraban con el instinto de la patria, asi fuera un instinto ciego. Por eso yo diré, en adelante: el ‘exotismo’ y el ‘indianismo’ porque esta antite- sis, que designa la puja o el acuerdo entre lo importado y lo raizal, me explica la lucha del indio con el conquistador por la tierra, del criollo con el realista por la libertad, del federal con el unitario por la constitucién y hasta del nacionalismo con el cosmopolitismo, por la autonom/a espiritual". En otra oportunidad, agrega: “Esa ‘barbarie’ tan calumniada por los historiadores, fue el mas genuino fruto de nuestro terri- torio y de nuestro caracter. 1a montonera no fue sino el ejército de la independencia luchando en el interior y casi todos los caudillos que la capitaneaban hab/an hecho su aprendizaje en la guerra contra los realistas |...]. La ‘barbarie’, siendo gaucha y puesto que iba a caballo, era mas argentina, era mas nuestra. Ella no habria pensado en entregar la soberania del pais a una dinastfa europea. Por el contrario, la defendié’*. Por eso, Rojas repudia a quienes quieren “el progreso a toda costa”, aceptando para ello que “la raza sucumba entregada, en pacifica esclavitud, al extranjero” y en cambio, postula la defensa de la “civilizacién”, pero como cultura propia en desarrollo, enlazada al progreso de Ja humanidad, es decir, “el progreso con un contenido de civilizacién propia que no se elabora, sino en sustancia tradicional”"’. Yendo més allé que Rojas, Jauretche demuele ef lema sar- mientino: “‘Civilizacién o barbarie’ significa que la idea no fue desarrollar América segdin América, incorporando los elementos de la civilizacién moderna, enriqueciendo la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quien abona el terreno '. Rojas, R., Blasén de plata, ob. cit, p. 105. “ Rojas, R., La restauracion nacionalista, ob. cit., p. 305. 1 dem, p. 91. [20] donde crece el arbol. Se intenté crear Eurapa en América, trasplantando el Arbol y destruyendo lo indigena que podia ser obstaculo al mismo, para su crecimiento segdn Europa y no segtin América. La incomprensién de lo nuestro preexistente como hecho cultural 0, mejor dicho, el entenderlo como hecho anticultural, llevé al inevitable dilema: todo hecho propio, por serlo, era barbaro y todo ajeno, importado, por serlo, era civili- zado. ‘Civilizar’, pues, consistié en desnacionalizar, si Nacion y realidad son inseparables”". “Quien profesa esta zoncera —agrega Jauretche— se siente civilizador frente a la barbarie. Lo propio del pais, su realidad, esta excluida de su vision. Viene a ‘civilizar’ con su doctrina [...]. No parte del hecho y las circunstancias locales, que excluye por barbaras y, excluyéndolas, excluye la realidad. No hay ni la mas remota idea de creacién sobre esa realidad y en funcién de la misma [...]. Como la realidad es, para él, la barbarie, la desestima. De ninguna manera intenta adecuar la ideologia a esta: es esta la que tiene que adecuarse, negan- dose a si misma, porque es ‘barbarie’ |...]. Si la realidad se opone a la aplicacién de la ideologia segun se transfiere, la inadecuada no es la ideologia de transferencia, sino la reali- dad, por barbara”. De este modo, “civilizar” resulta la manera mas adecuada de favorecer al coloniaje, dado que el enfoque del impe- tialismo es idéntico: restar toda importancia a la realidad del pais sobre el que avanza, la cual deberd ser modelada colonialmente. “tdentificar a Europa con la ‘civilizaci6n’ y a América con la ‘barbarie’ -insiste— lleva implicita, necesariamente, la necesidad de negar a América para afirmar a Europa, pues una y olra son términos opuestos: cuanto mas Europa, mas civilizacién; cuanto mas América, mas barbarie; de donde resulta que progresar no es evolucionar desde la propia na- turaleza de las cosas, sino derogar fa naturaleza de las cosas para substituirla”™. Asi, este modo de pensar significa pensar de afuera hacia "* Jauretche, Arturo, Manual de zonceras argentinas, Buenos Aires, A. Pefia Lillo editor, 1968, p. 25. " Jauretche, A., ob, cit., p, 29. ™ Jauretche, A., ob. cit., p. 24. [a1 adentro, desde el pais imperial que ejerce o intenta ejercer la dominacién, con su éptica, con su tradicién, con sus intereses; es “ver el pais desde el otro lado del puerto”. Asi, fa “cultura” es Europa y el “progreso” también [y, por supuesto, los Esta- dos Unidos] y la incultura, la abulia, el atraso, la corrupcién administrativa, la desorganizacidn, los golpes de estado, el autoritarismo, etc., son latinoamericanos y solo podrian re- mediarse mediante la introduccién creciente de la influencia extranjera. Pensar desde aqui Hay que pensar, pues, la realidad argentina. No solo con- sumir libros y “traducir” recetas. Ni tampoco rechazar libros © experiencias lejanas por revolucionarias. Pero acercarnos al libro, la conferencia, el periddico 0 la discusién, dispuestos a pensar por nosotros mismos, “desde aqui”, teniendo como Ambito insoslayable esa realidad sobre la cual incidiran nues- tros esfuerzos y se aplicaran nuestras propuestas, esa realidad que es injusta y que debe ser transformada. La crisis argentina es profunda y solo un pensamiento re- volucionario podra ofrecer soluciones para abrir un camino nuevo. Pero él no se nutrird de recetas importadas, ni tampoco de una reflexién ahogada en el estrecho marco local, Solo la sintesis superadora nos Ilevara hacia el rumbo cierto, ese rumbo hacia el que se orientaba Homero Manzi, alla por el afio veintitantos: “Fuimos con un grupo de estudiantes univer- sitarios a ver a Yrigoyen, hasta su casa de la calle Brasil, para describirle nuestra angustia ante la reaccién que paralizaba los impulsos de la Reforma del 18. Aquella vez senti que su alma se encendia detrés de los serenos ojos grises y escuché de sus labios este juicio: ‘Yo sofié que la Universidad habria de ser la cuna del alma argentina. Pensé que la ciencia que llegaba desde la vieja Europa iba a ser un instrumento al que la Universidad daria emoci6n nacional. Y pensé también que esa cultura argentinizada en justicia se convertiria en un ejemplo para las juventudes de América. Pero me he equivocado |...}. He visto que lo que nos llega, no toma nuestra forma y que corremos el riesgo de esclavizarnos con modelos ajenos, que [22 no habran de servir para profundizar nuestro destino [...]. Ese dia —agrega Manzi~ mi asombrada adolescencia realizé la sintesis de su pensamiento: jnacional, pero no nacionalista y universal, pero no universalista...!’"", Es decir, “nacional” en tanto antiimperialista y ligada a nuestra realidad, pero no “nacionalista”, expresién de medie- valismo y xenofobia; y “universal”, en tanto progreso y avance de la humanidad en su conjunto, pero no “universalista” en el sentido de mentalidad colonial que asume servilmente fas irradiaciones de los grandes centros imperiales. Manzi aprendia lo fundamental en aquella entrevista con Yrigoyen y le dio vuelo a esa vocacidn nacional, tanto en el cancionero como en la militancia de FORJA. Ello le permitié escribir, afios después, entendiendo que la identidad nacio- nal se sustenta en el protagonismo popular, esta hermosa pagina: LO POPULAR Alguna vez, alguien que sea duefio de fuerzas geniales, tendra que realizar el ensayo de la influencia de lo popular en el destino de nuestra América, para, recién entonces, poder tener nosotros fa nocidn admirativa de lo que somos. Esta pobre América que tenia su cultura y que estaba realizando, tal vez en dorado fracaso, su propia historia, y a 1a que pronto, iluminados almirantes, reyes ecuménicos, sabios cardenales, duros guerreros y empecinados catequistas ordenaron: iCambia tu piel! ;Viste esa ropa! jAma a este Dios! jDanza esta misica! | Vive esta historia! Nuestra pobre América que comenz6 a correr en una pista desconocida, detras de metas ajenas y cargando quince siglos de desventajas. Nuestra pobre América que comenz6 a tallar el cuerpo de Cristo cuando ya miles y miles de manos afiebradas por el arte y por la fe, habian perfeccionado la tarea en experiencias luminosas. Nuestra pobre América que comenz6 a rezar cuando ya eran prehistoria los viejos testamentos y cuando los evangelios habian escrito su mensaje; cuando Homero habia enhebrado su largo rosario de versos, y cuando el Dante habia cumplido su divino viaje. “ Ford, Anibal, “Homero Manzi”, en Historia popular, Buenos Aires, CEAL, 1971, p. 19. 23 Nuestra pobre América que comenzo su nueva industria cuando los toneles de Europa estaban traspasados de olorosos y antiguos alcoholes; cuando los telares estaban consagrados por las tramas sutiles y asombrosas; cuando la orfebreria podia enorgullecer su pasado con nombres de excepcién; cuando verdaderos magos, seleccionando maderas, concavidades y barnices, sabian armar instrumentos de maravillosa sonoridad; cuando la historia estaba Ilena de guerreros, el alma llena de misticos, el pensamiento lleno de fildsofos, la belleza lena de artistas y !a ciencia llena de sabios, Nuestra pobre América a la que parecia no corresponderle otro destino que el de la imitacidn irredenta. Todo estaba bien hecho. Todo estaba insuperablemente termi- nado. ~3Para qué nuestra musica? -jPara qué nuestros dioses? —jPara qué nuestras telas? ~)Para qué nuestra ciencia? —jPara qué nuestro vino? Todo lo que cruzaba el mar era mejor y, cuando no teniamos salvaci6n, apareci6 lo popular para salvarnos. Instituto de pueblo. Creacién de pueblo. Tenacidad de pueblo. Lo popular no comparé to malo con lo bueno. Hacia lo malo y cuando lo hacia, creaba el gusto necesario para no rechazar su prapia factura y, ciegamente, inconscientemente, estoicamente, presto su aceptacién a lo que surgia de si mismo y su repudio heraico a lo que venia desde lejos. Mientras tanto, lo antipopular, es decir lo culto, es decir, lo perfec- to rechazando todo lo propio y aceptando tado lo ajeno, trababa esa esperanza de ser, que es el destino triunfador de América. Por eso yo, ante ese drama de ser hombre del mundo, de ser hombre de América, de ser hombre argentino, me he impuesto la tarea de amar todo lo que nace del pueblo, todo lo que llega al pueblo, todo fo que escucha el pueblo?*. “0 Alén Lescano, Luis, p.49. [24] Homero Manzi, poesia y politica, Buenas Aires, 1974, 'é AP{TULO II La sabia organizacién de la ignorancia Probada la importancia de “pensar en nacional”, resulta legitima este interrogante: spor qué los argentinos no pensa- mos, naturalmente, “en nacional”, es decir, en funcidn de nuestra propia realidad? ;Por qué es necesario realizar un enorme esfuerzo para reflexionar sobre nuestros problemas y encontrar soluciones para los mismos? La explicacion reside en nuestra condicién semicolonial, es decir, en nuestro caracter de pais formalmente independiente, con su himno, su bandera y sus fiestas patrias, pero en cuya historia, varios presidentes de la nacién fueron abogados de empresas inglesas [Quintana, Ortiz] y varios ministros de Economia fueron empleados de monopolios yanquis [Krieger Vasena, Martinez de Hoz, etc.]. Este pais semicolonial -a falta de un ejército extranjero de ocupacién- solo puede funcionar si existe un aparato ideolégico ocupado durante las veinticua- tro horas del dia, en probar que el orden constituide no implica vasallaje, sino que opera en beneficio de los propios colonos y, por lo tanto, no debe ser violado. En las colonias, los vasallos protestan y se rebelan, pero un soldado extranjero, en cada esquina, los llama a sosiego y asegura la explotacién colonial. En las semicolonias, la superestructura cultural convence a amplios sectores de la poblacién de que no estan sometidos al vasallaje y sus males se originan, no en una opresién im- perial, sino en diversos factores: raciales [“indolencia” de los nativos], morales {la corrupcién administrativa], siquicos {cl tropicalismo revolucionario], culturales [la ignorancia de las masas] 0 histéricos [la colonizacién espaiiola]. Y cuando logra convencer a los nativos que portan armas, el imperialismo alcanza su desiderdtum porque tiene fuerzas de ocupacién sin gastar un peso, ni molestar a sus soldados. Jauretche dice a este respecto: “Hay un mecanismo que se encarga de hacer tontos a los argentinos para que no entien- dan lo que pasa [...]. Lo ha dicho Spranger: ‘Hay dos modos de dominar un pais: en las colonias directas, la encargada de persuadir a los colonos de las conveniencias del Imperio es la artilleria. Pero en las semicolonias, con apariencia de inde- pendencia politica, la persuasién se hace pedagdgicamente, dominando los instrumentos de formaci6n de la inteligencia ee “La instrumentacién cultural se encarga de que el pais ’se venga zonzo’. Pero no se viene grande, como en el cuento, porque se queda zonzo chico, pues para eso se lo azonza. Y consigue también, pedagédgicamente, que la artilleria nativa sea persuasiva, De aqui es que suele suceder que los que andan con los libros no entienden los intereses del pais y solo los entienden los que leen alpargatas, en lugar de libros. Estos saben poco, pero [levan la ventaja de no saber lo que ensefian los colonizadores, Y no saber, cuando el saber es tonteria, es sabiduria”’. Hacia fines del siglo XIX, al convertirse la Argentina en granja de Inglaterra, la clase dominante, extranjerizada en su base econémica y dependiendo su felicidad y su vida del amo britanico, se extranjeriz6 mentalmente. Habia entregado el destino del pais a cambio de compartir, con porcentaje minori- tario, el producto de la explotacién colonial y, por tanto, eufé- ricamente, mientras importaba articulos extranjeros, importdé también las ideas necesarias para justificar su claudicacién como la clase social que preferia ser capataza en una colonia y no burguesia en una nacién. Esa oligarquia no se acipayé ideoldgicamente después de un concilidbulo interesado entre todos sus miembros, sino que, naturalmente, su condicidn de representante del imperialismo en la Argentina la llevé a pen- sar como el amo y a desdefiar al resto de sus compatriotas, a considerar normal —y no vergonzoso- tado negocio ferroviario que encadenaba al pais, pero la enriquecia a ella. Asi se hizo liberal en economia, mitrista en historia, afrancesada en lite- ratura, antilatinoamericana en politica exterior, inglesa ensu alma. En pocos afios, se construy6 una concepcion colonial " Jauretche, A., en revista Hipotenusa, 3/8/1967. [26] apenas recubierta por un bamiz de patriotismo zonzo y chirle, de efemérides patria, que le permitia conservar el uso de los simbolos y cantar el himno, aun cuando los presidentes de la Nacién fueran servidores del Imperio. Asi, mientras nuestro destino se decidia en ei River Plate House de Londres, Lugones y Dario cantaban al “Centenario” y se hablaba con desparpajo de la Argentina blanca y civilizada, elegida por Dios. Esa concepcién colonial que la oligarquia cultiva a partir de su subordinacién econémica al imperialismo inglés —cuya fecha clave podria ser el afio 1904, cuando asume Quintana— fue difundida al resto de la sociedad, en especial a los sectores mas cultos, difusién que ella llevé a cabo, también naturalmente, como hace toda clase dominante que es duefia de diatios y revistas {ahora de radios y TV], que controla la educacién y de cuyas filas salen abogados que manejan la Justicia, escritores que marcan el camino de la cultura, académicos, politicos, etc. La erdenacién colonial establecida fue lo bastante sélida como para mantenerse hasta 1930, momento en que la crisis econémica mundial resquebrajé esa pieza de relojeria que el imperialismo habia orquestado con su granja. Recién entonces, los intelectuales mas agudos y honestos pudieron empezar a atisbar la verdad argentina. Hasta entonces, hubo varios que apuntaron |Gcicdamente a ciertos temas clave, como Magnasco, Ortiz Pereyra y Ugarte, entre otros. Pero recién con la crisis del treinta, cuando la estructura semicolonial comienza a desmoronarse, Scalabrini Ortiz avanza en el descubrimiento de la realidad nacional, de esa realidad escamoteada por una escenografia de cartén: “Todo lo que nos rodea es falso e irreal, fatsa la ‘historia que nos ensefiaron, falsas las creencias econémicas con que nos imbuyeron, falsas las perspectivas mundiales que:nos-presen- tan, falsas las disyuntivas politicas que nos ofrecen, irreales las libertades que los textos aseguran”?. Después agrega: “Hay que volver a la realidad y para ello exigirse una virginidad mental a toda costa y una resolucién inquebrantable de querer saber exactamente cémo somos”. 2 Scalabrini Ortiz, Ratil, Politica britanica en el Rio de fa Plata, Edit. Femandez Blanco, Buenos Aires, 1957 p. 11. 1 Scalabrini Ortiz, R., borrador Archivo RSO. [27]

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