JOSEFINA MAYNADE
ASURAMAYA
EL GRAN ASTROLOGO ATLANTE
CON EL HUNDIMIENTO
Y TRAGEDIA DE LA ATLANTIDA
Couseerd
Votuarn Ne 2
B. COSTA-AMIC, EDITOR
MEXICO (1), D. F.®
ASURAMAYA (El Gran Astrélogo Atlante),
‘con el hundimiento y Ia tragedia de Ia Atlén-
tida, es el més ay
‘Obra cefiida al importantisimo tema de ta
Astrologia Ciclica, en sus vivientes relatos, am-
bientados en cada lugar y estudiados y profun-
izados por una escritora especializada como
cs Josefina Maynadé, express en forma pulera
y lteraria, los trascedendentales momentos de
‘Traspaso Ciclico que vivimos, A través de los
personajes de sus biografias —tal el caso de
ASURAMAYA, EL GRAN ASTROLOGO
ATLANTE— a autora procura que el lector
simile el viviente, auténtico significada hist6-
ico de los ciclos
Bn el libro que hoy pretentamos, te estudian
y explican temas tan interesantes como: La
prediceién de los Astros - Exodo de lot atlan-
tes hacia Oriente - Hundimiento de la Atlin-
tida - Fundacién de Egipto - El Zodiaco y la
Esfinge - El Gran Diluvio - Desviacién del
Nilo - Aparicién del Desierto Libico y del
Sahara - Inicio de las siete civilizaciones medi
terréneas is er
A este titulo ASURAMAYA, segundo de
nuestra “Coleccién Astrologia Ciclica”, siguen
FARAONAS Y SACERDOTISAS DEL AN-
TIGUO MATRIARCADO EGIPCIO y MOT-
SES, AVATAR DEL MUNDO OCCIDEN-
TAL, Esas biografias ensefion, deleitan y
reyelan la profunda sabiduria que enlaza tas
civilizaciones del mundo y el plan eculto de la
cevolucién de Ia Humanidad.
‘Creemos que nuestra Coleccién, por Jos te-
‘mas tratados, y por la seriedad y capacidad,
altamente reconocida, de si autora, ha de en-
ccontrar en todo el Continente americana, un
ppiblico vido de las ensefianzas que a través
de sus piginas se dan a conocer.
B. COSTA-AMIC, EDITOR
Mesones, 14 México 1, D. F.IMPRESO EN MEXICO / PRINTED IN MEXICO
‘TALLERES DEB. costA-autic, mprron / mesoxes,
méxrco (1), 0. ¥.JOSEFINA MAYNADE
eres ASURAMAYA
ee rin MEPNibe: EL-GRAN ASTROLOGO ATLANTE
CON EL HUNDIMIENTO
‘rirutos runticapos: Y TRAGEDIA DE LA ATLANTIDA
— EL HOROSCOPO DEL MUNDO (La Clave
Asia dete Historia in Bra de Acuario que
Courcer6x
— ASURAMAYA (El Gran As Atlante)
Gon ef hundimiento y tragedia de la Atlin: ‘eAsmmotocta Cfericas
ida, ’
— EARAONAS Y SACERDOTISAS DEL ANTI- ee
GUO MATRIARCADO EGIPCIO” (A partir
cde su fundacién por los grandes Reyes Divi
0s).
— MOISES (Su adopcién, con estudion e Tniiae
‘cin en Helipolis. Mentor del pueblo de Is.
rael, Avatar del mundo oceidental).
@ B, COSTA-AMIC, Editor
Cute atesoNEs, Oat. 14
MEXICO (1}, D. F.INDICE
‘Adiés a ia Tierra de Mu
Ataque Frustrado e.e.e.c0ccoss
Un Santuario en ef Mar
Festividad del Solsticio
Sobre el Mar de I
Visién de Isa.
Desembarco de los’ Adlantes ‘en ov Esipto
Manu, el Gran Legislador _
Inicios de la Civilizacién Egipcia
Construecién de la Esfinge por los Atlantes.
El Zodiaco y la Harmakis
El Gran. Diluvio :
Hundimiento de la Atlantida
Desviacién del Nilo
Fundacién por los Allantes de las Civiizacto-
nes Mediterrineas ....
EL Primer Hijo del Sol .
2B
35
35,
4B
55
o
87
97
107
17
127
137
M49
159
173
PRO
MIO
Norcova civilizacién nace es
Cada una de-ellas, corstituye un eslabén dentro de una
larga cadena de brillantes realizaciones.
Existe por lo comiin un auténtico lapso en et conoci-
miento histérico 0 protohistérico del misterioso engranaje
de las civitizaciones. gCual fue la madre del antiguo Egipto,
esa remontisima, avanzada civilizacién nilética? zCudt la
que otorgé tos gérmene: de aquella otra esplendorosa civi-
Uzacién prebrahménica en ta antigua India?
La tradicién esotérica o legendaria nos habla de la
Atlintida, el continente sumergido durante la gran. conmo~
ibn. geolégica coincidente con el Diluvio Universal.
Platén, et famoso filésojo heleno, nunca dijo en sus
Didlogos Tinnco y Critias que su relato de la Ailéntida fue-
ra una fibula, sino “auténtica verdad”.
Ya la ciencia, sin olvidar las aportaciones de los re-
nombrados arqueélogos Schlieman, abuelo y nieto, ¥ a trax
vés de verificaciones dz numerosos geélogos, ama a las
puertas de notabilisimos descubrimientos. Muchos de tales
investigadores dan fe de la existencia de ese pretérito, flo~
reciente continente y de su precursora, avanzadisima civi-
lizacién, madre a su vez de la primitiva colonia atlante
que Jue Egipto en sus origenes, asi como de otras siete8 SJOSEFINA MAYNADE
civilizaciones mediterréneas, dejando aparte las antiquisi-
mas det continente americano que tuvieron. por sede México,
Guatemala y Peri.
Mediante sus céleulos astrolégico-astronémicos, sus pro-
digiosos adelantos cientificos y sus supersentides desarrolla-
dos, Wegaron. algunos iniciados' atlantes, al conocimiento
de la préxima catdstrofe cictica con el hundimiento de ta
gran Isla Auantida Uamada por los griegos Poseidonis, a
causa principalmente de su estado de decadencia. Entonces
recibieron ta orden de los padres espirituales de Venus,
venidos a la Tierra para impulsar sus eivilizaciones, de que
tuna seleccién de tales iniciados emigraran, convenientemen-
te pertrechados, a las “Tierras Puras de Khemi”, et bajo
Egipto.
A tal fin organizaron una expedicién de tres naves en
las que se contenian los mas puros gérmenes de las subra-
zas de la gran euarta raza allante, asi como una seleccién
de animates domésticos, de semillas, de enseres, salvando
ademds todo et caudal de su sabiduria, los instrumentos
cientificos, las claves interpretativas det futuro, las piedras
magnéticas o talismanes y lo més representativo de su re
ligién solar y de su vida,
Despegaron tales naves sigilosamente del lugar previsto
en la fecha indicada por los invisibles Protectores de la
expedicién y después de atravesar el entonces breve océano
Ailéntico, Uamado por ellos “Gran Verde”, navegaron al
vasto y poco profundo Mar de Libia, hoy desierto, camino
de oriente, arribando por fin a la meta predestinada de sus
designics, el bajo Esipto, donde establecieron una colonia
ailante de elevado signo y adelantadisima civilizacién.
categoria de iniciafo equivalia, en Ia sabia antigiedad, a
a de “Univerato ntogafinurude’eaektncan aria cmatee
dor le tn "waretos de iy Nigralny ower gta fo
tudes y conocimients, abl inelectales como morales y eepitules.
Devese moro, cl inilado forma en las eeucla anesas a Tot san
tuasios ran,'a la vex, sabes Y santas, inteligentes pure,
ASURAMAYA, EL GRAN ASTROLOGO ATLANTE. 9
La figura més representativa de aquella memorable ex-
pedicién de los atlantes a Egipto, Jue “Asuramaya”, el gran
astrélogo ¥ sacerdote del Sol, depositario de la més avan-
sada ciencia y de la remota tradicién, descendiente de aque-
Ua “raza sabia que nurca muere”. Asi Uamaban los ante
sues egipcios a los descendientes de Isanas, uno de los Se
fiores venidos de Venus, et planeta hermano de la Tierra,
pero més avanzado que ésta en evolucién, con el fin de
impulsar et progreso de la humanidad terrestre. Por elloy
todas las representantes y sacerdotisas de Isis, la sabiduria
oriunda de Sukra-Venus, Nevaban el nombre de aquel gran
Maestro advenido det mundo hermano.
Segiin ta tradicién, ia etimologia de Isis es Isa, nombre
‘auténtico de ta divinizada Isis antes de su latinizacién, Ast
se Uamaba la primera enigrada de ta amenazada Atlintida,
princesa y sacerdotisa, hija det rey Kron, et iltimo monarea
adlante que eligié la muerte al frente de los trigicos des-
tinos de su pueblo, sabiendo que era decreto ciclico su des-
‘aparieién en tas aguas procelosas det “Gran Verde” u
Océano Atlintico, como asi ocurrié.
Todo este trascendertal, emotivo relato, se sigue y va
Tora a través de ta presente Biografia de “‘Asuramaya”, el
gran astrdlogo atlante, a que evs consigo como el mayor
tesoro, en su emigracién, a pais de Egipto, et zodiaco y a
famoso tratado El Espe'o del Futuro, clave de interpreta:
cién de los ciclos histéricos. Es fama que en él se ense-
aban, desde Ia més remota antigiiedad, todos los avatares
acaecidos a la humanided a través de las diversas civilize:
ciones, @ partir de los origenes, asi como cuanto tendré lu-
gar en nuestro planeta en et préximo y lejano porvenir,
con sus respectivas fechas ¥ caracteristicas.
Parece ser que en ese jundamental tratado se instruyé
Claudio Tolomeo, el gran astrélogo-astrénomo alejandrino10 JOSEFINA MAYNADE
de principios de nuestra era ciclica, padre de la ciencia que
‘conocemes.
Se supone que ese importantisimo tratado del espacio
celeste denominado Espejo del Futuro, donde se definian
todos los ciclos histéricos desde los origenes de la humani-
dad, desaparecid en ta iiltima destruccién definitiva de ta
Biblioteca de Atejandria cuando ta invasién de los érabes
en el sigle noveno, al iniciarse para el mundo occidental
{a dilatada Edad Media « través de la que se cernié sobre
Ja humanidad, en nuestro ciclo, un denso velo de limitacién
y de ignorancia,
Actuatmente, en los albores del nuevo ciclo presidido por
el signo zodiacal de Acuario, resurgen las verdades olvidar
das, Fl signo opuesto y complementario de Acuario, Leo,
trono det Sol, da la pauta de toda manifestacién espiritua,
la ténica que debe encarnar la nueva humanidad sellada
por la Era naciente.
Ha sonado ta hora de dar, a manera de puente tendido
entre la tradicién sabia det pasado y la esperanza de re
surgimiento espiritual del préximo futuro, las sintesis vivi-
ficadoras de las verdades eternas. Ya que en todos los pe-
Hiodos de traspaso cictico o de entreeras, tal fendmeno de
enriquecimiento de la conciencia de la humanidad ha te-
nrido lugar. Asi se ha realizado en tiempos pretéritos y ast
se realizaré en el futuro, porque es ley de los ciclos suce-
sivos y del sabio engranaje de la gran cadena evolutiva en
et planeta Tierra,
Hallémonos, pues, atentos y avizorantes, con la mente
licida y abierta, dispuestos a recibir las grandes revela
ciones de un pasado que ya constituye el archivo del eterno
presente, la experiencia preciosa de las edades, la memoria
perenne ¥ viva, siempre actual, de la Naturaleca, la gran
hherencia de la humanidad,
Siga ahora el lector la presente ambientada biografia
de “Asuramaya” y las drannéticas y elocuentisimas inciden-
cias del éxodo de ta tierra condenada a desaparecer, ast
ASURAMAYA, EL GRAN ASTROLOGO ATLANTE 12
cotho el relato de la fundscién de Egipto y los origenes de
nuestro gran Ciclo de Rueda o Aiio Helical en que vivi-
mos y nos desenvolvemos.
iM.capiruLo 1
ADIOS A LA TIERRA DE MUSobre el Gran Verde, el inmenso Mar Atlante en
perfecta calma, comenzaba a insinuarse Ia alborada
del primer dia de destierro para los navegantes del
“‘Argha”, la nave guiadora.
Y por vez primera también en su larga vida,
Asuramaya, el sumo sacerdote del Templo del Sal
de la Ciudad de las Puertas de Oro, experimenté una
oleada secreta de dolor y de impaciencia.
Como si empujara violentamente con ambas ma
nos el barandar de popa donde permanecia apoyado
de codos casi toda la noche avizorando el horizonte
ide poniente, se hizo sibitamente atris y comenzé a
andar a largos pasos de un extremo a otro de la
cubierta de la embarcacién.
Con aire contrariado, musité:
—Parece como si hoy amaneciera mis tem:
prano
Sonrié del desatino de sus propias palabras.
Movié negativamente la cabeza, y siguié deambulan-
do nerviosamente por la eubieria.
Por fin, detiivose frente al horizonte oriental.
Sobre el mar se abrfa una dilatada franja de luz
rosada, Era la promesa del di
Se acaricié la canosa barba trenzada, aparté los
cahellos que Ia brisa marina desperdigara sobre sti
alta frente surcada, cefiida por una banda de tela de16 JOSEFINA MAYNADE
ino amarillo, y levanté los ojos al cenit, de un trans-
parente tono cobalto, aun cuajado de estrellas,
Del mediocielo al horizonte esclarecido de oriente,
una gama maravillosa de colores turquesa, amarillo
lechoso y malva, iba a fundirse con el rosa insinua-
do del amanecer marino.
Aquel bellisimo especticulo, tuvo la virtud de
calmar los nervios sobreexcitados del anciano sacer-
dote-astrélogo.
Su mirada profunda se poss sobre la inmensa y
radiante estrella matutina, Sukra veneranda, recién
aparecida, la predecesora del Padre Sol.
—10h, Hermana esclarecida de la Tierra! —ex-
clamé con’ vor segura y grave, levemente temblorosa
por la emocién—. {Que tu Espiritu de luz nos guie
y proteja para que, en esta terrible hora de prueba
del mundo, podamos salvar el divino caudal de tu
herencia!
Cerré los ojos breves instantes y luego paseé la
magnética mirada en torno, como si todo lo envol-
viera en su silente bendicién.
‘A pasos lentos se dirigié de nuevo hacia el extre-
mo de popa y a la difusa claridad del naciente dia,
escruté otra vez, ya con mirada serena, la lejania
de poniente.
La nave se deslizaba veloz, apenas movida por
el inmenso mar tranquilo, dejando tras de si la sen-
da plateada de su estela.
A cierta distancia, bogaban al mismo paso, im-
precisas atin, oscuras y enormes como domados mons-
truos marinos, las otras dos embarcaciones del éxo-
do, cargadas con Jas preciosas reliquias de la expe-
dicién, ordenada por los Padres Espirituales de la
Nueva Era. Porque en aquellos bultos flotantes que
sumisamente les seguian, iba cargada le flor de la
raza ario-atlante y de las més evolucionadas subra-
zas de la raza-raiz, preparadas y seleccionadas por
ASURAMAYA, EL GRAN ASTROLOGO ATLANTE IT
el sabio Iegislador Manu que comandaba la expedi-
cién.
Familias completas, hombres, mujeres y_nifios
sanos y hermosos, Ievaban sus estros, animales do-
mésticos, aves y ganado seleccionados, asi como se-
millas, herramientas, tiles y materiales diversos de
trabajo. Todo menos armas. Las huestes dirigidas por
Manu y Asuramaya, irfan al destierro, no como fue-
ron las migraciones anteriores de los atlantes, como
conquistadores, sino en son de paz. Este era el man-
dato de los Guias celestes.
E] gran sacerdote del Sol experimenté en aquel
momento la plena confirmacién de la arriesgada y
sloriosa empresa que le fuera encomendada y cuyo
embarque se efectuara, con todo sigilo, la noche an-
terior.
Todo habia salido a la perfeccién.
Respiré profundamente la brisa refrigerante del
‘mar, cuya superficie, levemente ondulada, se irisaba
con las tempranas luces del alba.
En Ja Tinea lejana del horizonte, aleanz6 a
visar entonces Ia silueta oscura y alargada de la cos-
ta de la gran Isla abandonada.
Con un esfuerzo de la vista y de Ia voluntad,
traté de descubrir, a la débil luz del incipiente dia y
al amparo de la sinuosa cordillera del sur, la gran-
de y en tiempo glorivsa Ciudad de las Puertas de
Oro, capital de la Tierra de Mu, la Isla Atlante.
Con la avida mireda del recuerdo, recorrié, sus
anchas vias embaldosadas de marmoles, en euyas cu:
netas discurrian las freseas aguas de las cumbres;
volvié a ver sus jardines y sus fuentes, sus numero.
sas quintas de recreo y, rodeando a la ciudad, la
muralla de esmeralda viva de sus bosques, que le-
gaban, siguiendo el declive de la urbana acrépolis,
hasta los diversos brazos radiales de los muelles y los1B JOSEFINA MAYNADE
embarcaderos del puerto, que se adentraban en el
mar.
Pero con ser todo tan grandioso y bello, lo que
realmente centraba la evocacién del anciano sacer-
dote de la Ciudad de las Puertas de Oro, eran los
Templos de muros transparentes y lumbres perpe-
tuas, consagrados a la adoracién del Sol, de la Luna
y. de los Astros; eran los altos y vedados observato-
ios astronémicos, dotados de instrumental avanza-
disimo, en posesién de aquellas inmensas esferas ar-
milares movidas con fuerza atémica, y cuya maqui-
naria ingente de precision, preveia todos los fen6-
‘menos celestes y terrestres; y eran las Escuelas de
Sabiduria anexas a los Templos, donde se ensefiaban
a los més aptos las Ciencias Iniciéticas, la quimica y
Ta terapéutica, la fisica y la arquitectura, y las di-
vinas artes de acuerdo con el arquetipo de perfec-
cién, ademas de la escritura jeroglifica, cuyo saber
fomentaba tantas otras dependencias nobles que cons-
titufan la trama culta y legal de la sociedad.
Cubriése con Ja diestra los ojos, intentando bo-
rrar el recuerdo,
zPor qué malversaste tan gloriosas dadivas?
—murmuré—. ;Por qué, a pesar de tanto progreso
material, caiste moralmente tan bajo? Oh, desgra-
ciada Tierra de Mu! jA-qué tremendo desastre te
haallas abocada! zA qué césmico castigo te has hecho
acreedora por tus pecados, por tus terribles trans-
gresiones a la divina Ley que rige Ia evolucién en
el mundo y en el Universo?
Suspird al rememorar las causas de aquellas tre-
mendas transgresiones que conducfan a la perdicién
Ta patria abandonada y sintié de nuevo que una pena
ncontenible atenazaba su corazén.
Prosigui6, en voz baja:
—Y a pesar de todo, te amo tanto’
tras mi mente mantenga vivo tn recuerdo,
Mien-
te amaré
Asuramaya,20 JOSEFINA MayNADE
siempre, joh, desgraciada Tierra de Mu, patria de
mis mayores!
EI venerable anciano apoyé la frente en sus dos
brazos cruzados sobre el barandar y trat6 de anclar
sus recuerdos en la pura luz de sus propios origenes,
cuando ignoraba la maldad de los hombres y la hea.
titud Jo Tlenaba todo de una doble luz.
Y viése a si mismo, nifio ain, en los albores de
la conciencia, solazandose por los prados y bosques
que rodeaban la ciudad de Romakapura, su tierra
nativa; se vio asistiendo, después, ya en la capital,
a las clases en las aulas penumbrosas, anexas ai
Templo del Sol, recibiendo las lecciones de los mas
sabios sacerdotes-astrélogos, sobre la Ciencia Madre
de todas las Ciencias.
Alli, andando Jos afios, alcanzaria el méximo co-
nocimiento a través del proseguido estudio y de las
duras, graduadas pruchas de la iniciacién integral
que pocos individuos resisten. Por sus merecimientos
se le confiaron, con el tiempo, altos cargos sacerdo-
tales, los archivos secretos del Templo con los Anales
Astrolégicos que contenian las leyes que rigen el
Universo y la sabiduria de los astros, con el Hamado
“Espejo del Futuro”, el Libro atlante de las Pre-
dicciones.
~_ Merced a su consagracién absoluta a la gran
Giencia, y a su pureza y devocién, el Uno sin nom-
bre le confié un dia el Poder y la Palabra, y le
abrié con el talismén celeste, la Piedra del Cielo,
el ojo de la frente.
Desde aquel dia, vio. Mas vio todo: lo bueno y
Jo malo del mundo y de los hombres. Vio el doble
tenebroso de su raza en declive pervertir las verda-
des eternas y transgredir las leyes y aplicar en pro.
vecho propio los altos poderes transmitidos para el
bien de la humanidad en aras del egofsmo y la sen-
sualidad més desenfrenados. Vio torcer los pensa:
ASURAMAYA, EL GRAN ASTROLOGO ATLANTE 21
‘ientos y los deseos y manchar astralmente los 4ditos
seeretos de los Templos consagrados a la deidad.
Como una cinta magica, liicidamente iluminada
Por la memoria, vio también, como otras veces, la
consumacién dramatica de los mis horrendos casti-
gos sobre aquellos que transgredieron los poderes y
los conocimientos, convirtiendo la magia tedrgica en
repugnante hechicerfa, torciendo las leyes de la evo-
lucién en involucién, degenerando asi a los reinos
inferiores para Ia satisfaccién de las propias pasio-
nes y los inenarrables pecados, empleando los pode-
res para el mal. Y vio de nuevo el trégico sino de
la tierra maldita borrar el horizonte de poniente.
EI habia hecho todo para neutralizar las fuerzas
teliricas y universales provocadas por aquellos que
tan hondamente la transgredieron, Viése a st mismo
clamar a Ia Deidad burlada sobre los altares, invo-
cando en vano a los Gufas protectores; vidse abra-
zando el tesoro de las edades nobles: los Anales y
os Archivos que clevaron a tan grande altura a la
antigua Atléntida, otorgados como el mayor de los
dones por los Padres venidos de Sukra-Venus para
ofrecer al mundo los gérmenes de su avanzada evo-
lucién y ayudar al planeta hermano. Y he aqui que
aquella divina herencia, el gran legado celeste, habfa
sido burlado, maldito y arrastrado por sus vulnera-
dores al lodo de los mas bajos y tenebrosos fondos
del alma humana. .
Y vidse por fin, apartado de los hombres, ence-
rrarse afios y afios en la alta torre inabordable del
Templo del Sol, conversar con los Espiritus de los
Astros y sus puros mediadores, hacer acopio de fuer-
za y de sabidurfa, consagrado a Ia salvacién de la
humanidad.
Hasta que Hegé un dia en que recibié el mensaje
directo de los Padres que rigen la evolucién de to-
dos los seres y los cestinos de nuestro mundo, Y22 JOSEFINA MAYNADE
desde aquella hora gloriosa, él fue su confidente en
el Templo del Sol de Ia desgraciada Ciudad de las
Puertas de Oro, un tiempo cuna de una altisima ci-
vilizacién, y degenerada ahora hasta la mayor hon-
dura por los pecados cometidos por sus falsos sacer-
dotes, los magos negros.
Asuramaya sintié en aquel instante que un fuego
de redencién ardia en su pecho y le subia oprimien-
do y quemando su garganta. Y que aquel fuego que-
brantaba su integridad y fortaleza. Y se abandoné al
amargo Ianto.
Lloré en silencio, intensamente, conyulsivamente,
porque sabia la magnitud del fin y el abismo que
iba a abrirse en aquel mar a la sazén tranquil
cuando, agitado por las fuerzas revulsivas de lo pro-
fundo, se consumarfa la accién purificadora de la
Madre del Mundo, dispuesta al nuevo gran parto
ciclico.
Se enderez6, ya més tranquilo. Volviése de cara
al oriente, como si desviara la propia faz interna del
desolador recuerdo y aun la misma infausta pre-
vis
EI primer rayo de sol alumbré la nobilisima faz
del anciano sacerdote.
‘A través de sus hiimedos ojos, el horizonte orien-
tal se le aparecié como una apoteosis de esplendores.
Los rayos de luz se transformaban en cfrculos vi-
brantes que se dilataban concéntricamente en franjas
gloriosas, con todos los colores del iris.
—i0h, divino Osir! —exelamé, arrobado—, ;Se-
fior de todas las Iniciaciones, Sol, oculto, Guia vivien-
te de todos los santuarios secretos que han sido y
que serén, en tanto los hombres obedezcan tu ley,
ractiquen tu amor, administren para el bien tu sa-
jidurfa y te adoren con absoluta fe! ;Ayiidanos a im-
plantar el sfmbolo que tu nombre entrafia en las
Ss
ASURAMAYA, EL GRAN ASTROLOGO ATLANTE 23
tierras puras, para que por los siglos de los siglos
sea venerado!
¥ tendiendo ambos brazos en direecién al Astro
del dia, bendijo el ancho mar hasta el infinito.
Ya reconfortado, miré en torno con los ojos en-
ternecidos.
Estaba solo.
La puerta extrema que daha a las cabinas de
fondo, permanecfa cerrada todavia. Ni siquiera el
timonel, ni el guardian de turno sobre cubierta. Sélo
el Sol, cuerpo celeste de la divinidad, y él, su hu-
milde y obediente devoto,
“En adelante —pens6— mi lugar sobre cubierta
seré junto al Sol alado, el simbolo que sirve de di
visa y que preside la proa de la nave misionera.”
Para convencerse a sf mismo y a manera de for
mal promesa, dijo en voz alta, con recio e impera-
tivo acento:
—La consigna fue dada desde el principi
volver la vista atrds. La vista y el pensamiento
noDeclinaba la tarde del segundo dia de navega-
cién,
Sobre la cubierta del “Argha” se hallaban reu-
nidos casi todos los hombres que formaban la tri-
pulacién, Las mujeres, permanecfan en sus cabi
La calma del mar corria parejas con 1a limpi
dez del cielo, Todo se deslizaba de acuerdo con las,
més optimistas previsiones.
Por el costado de la embareacién que daba al
norte, la segunda de las tres naves que constitufan
la expedicién, acelerando la marcha, habia osado
arrimarse tanto al flanco del “argha” guiadora, que
ambas tripulaciones, abocadas a lo largo de los ba-
randares, se hablaban en vor. alta, gesticulando e in-
tercambiando objetos, expresiones y noticias.
Todo marchaba normalmente, de acuerdo con el
previo planteamiento de ambos dirigentes: el sumo
sacerdote Asuramaya y el gran legislador Manu.
Luego, todo habia discurrido sin el menor tropiezo,
desde el nocturno y sigiloso embarque en las tres,
naves abastecidas y ataviadas, gracias a la guardia
secreta prestada por el propio rey Kron, el ‘nico
testigo alld en la gran Isla, hasta el desamarre y la
fuga. Asi habfan podido zarpar en el més absoluto
anonimato, del muelle extremo del arrabal del puer-
to de la misma Ciudad de las Puertas de Oro.28 JOSEFINA MLAYNADEE
EI tiempo les favoreefa, ya que nada habia alte-
rado el estado apacible del mar y ni una sola nube
habia velado el sol de dia ni las estrellas de noche,
Por vez primera, todos se sentian con 4nimo tran:
quilo y optimista después del tenso, mantenido si.
silo que debia rodear la noble aventura, segin la
voluntad de los Padres celestes.
Apoyado de codos en el barandar opuesto, de
espaldas al mar, el anciano sacerdote departia con
Manu, organizador y director de la expedicién, Mas
al artimarse la segunda nave y alentizar la marcha,
el piloto del “Argha”, los dos permanecieron silem.
ciosos contemplando la perfecta maniobra, sonriendo
a las amistosas efusiones de intercambio de ambas
tripulaciones.
Por fin ces6 el sordo rumor de los motores de
las embarcaciones, impulsadas por fuerza atémica.
Las hélices metdlicas batian, como en un tiltimo es.
tertor, ya sin fuerzas, las postreras brazadas en el
agua quieta. Ya sélo vibraban en el aire translicido,
las palabras animadas de los alegres tripulantes y a
regular distancia, el rumor acelerado de la tercera
nave que bogaba a todo motor, insinuando una an-
cha curva protectora en torno a las dos naves herma.
nas, quietas y aproximadas,
Cuando al fin, el sol comenzaba a hundirse en
el mar incendiado del poniente, la nave cireunvalan.
te cerré el breve periplo circular, dibujado por su
propia estela, y el sonido prolongado de la caracola
de mando surgid, potente, del “Argha” capitana.
Simulténeamente las hélices de blanco metal re-
soplaron ruidosamente casi en la superficie del agua
formando un breve remolino de espuma, y Ia prime-
ta embarcacién reinicié 1a marcha, dejando rezaga-
da a la compaiiera.
Tomé velozmente la delantera el “Argha” y una
vez enfiladas de nuevo las tres naves, reemprendie-
ASURAMAYA, EL GRAN ASTROLOGO ATLANTE 29
ron el previsto rumbo sobre el inmenso mar sin ori-
Mas, bajo Ja guia de las primeras estrellas.
Los hombres se desperdigaron, cada cual a su
tarea. Sélo unos pocos permanecian ya sobre cu-
bierta.
Manu avanz6 unos pasos hacia el centro de la
embarcacién, dio unas breves drdenes a un mocetén
altisimo que a regular distancia las aguardaba, y
se situ Iuego ante Asuramaya, que permanecta en
idéntica postura, apoydo de codos en el barandar.
Este contempl6 un buen rato la figura del legis
lador erecto y reconcentrado ante sf, como evadido
del medio en que se hallaba. ;
iQué hermoso aparecia, sobre el fondo del cielo
y del mar, a la vaga claridad opalina de la serena
anochecidi :
Su tez grave, de un claro moreno encendido, con-
trastaba con el bozo negrisimo y la breve barba rala
que lo enmareaba. Sus grandes ojos fijos, de un azul
profundo, clavados en un punto de la Iejania, pare-
cian escrutar més alli de las cosas y de los seres.
Las aletas vibrantes de su nariz perfecta, denotaban
una naturaleza activa, siempre alert
Llevaba a la sazén una veste gris perla, sujeta a
la cintura con un cefiidor de oricalco, taraceado con
metales de distintos colores. Un gran collar enhe-
brado de piedras raras de distintas formas e inserip-
ciones, pendia sobre su ancho pecho. Cubria su ca-
beza la toca cuadrada, habitual entre los atlantes de-
elevada categoria, sin més adorno que un aro de oro
que la sujetaba sobre su frente, semioculto por las
dos bandas caidas de tela igualmente gris.
Alto y majestuoso, era en verdad Manu digno de
ser el heredero de aquellos sus venerables predece-
sores que constituyeran la semilla perfecta de las ra-
zas y subrazas humanas que se fueron desenvolvien-
do en la remota Atlantida.30 JOSEPINA MAYNADE
En su belleza, en su apostura y especialmente en
Ia expresién de su rostro, atisbaba Asuramaya la
divina ascendencia venusiana de sus gloriosos ante-
pasados Iegados del planeta gemelo de la Tierra
Para impulsar la evolucién de 1a humanidad.
iCudn imponente y majestuoso aparecfa en aque-
Hos momentos, vuelta la faz de perfil, los brazos
cruzados sobre el pecho!
Tan extasiado se hallaba el sumo sacerdote del
Templo del Sol, contemplando « su gran colaborae
dor, diseipulo y compafiero, que no aleanzé a adivie
nar, como otras veces, su preocupada actitud y su
pensamiento.
El legislador parecié de pronto salir de su abs-
traccién. Miré en torno, y al cerciorarse de que na-
die habia en la proximidad, dijo al anciano con vou
mesurada, a la par que enérgica:
iAsuramaya! No quisiera que cerrara la no-
che sin transmitirte el secreto comunicado recibido
por la venerable princesa y sacerdotisa, Ia flor de
Jas mujeres que transportamos al éxodo de salvacién,
Aquellas palabras de ansiedad contenida, deja-
ron entrever al anciano sacerdote cierto grado de
preocupacién por parte de Manu.
Le pregunté anhelante:
A qué mensaje te refieres? Precisamente, yo
departi con la princesa Isa largo rato, a prima tar-
de, y nada parecia alterar la hermosura de su sem-
blante, ni Ia placidez de su alma. Sin embargo, no
se me oculta que debe temer siempre por la suerte
de su amado padre, el Rey, quien renuncié a com-
Partir nuestra compafifa y nuestra aventura para no
abdicar de su alto cargo responsable y no abando-
nar a su pueblo en la tremenda catéstrofe que se
avecina. .. Mas ella, como iniciada en los Grandes
Misterios, posee el conocimiento directo de los he-
chos y de sus causas, y por tanto, las claves de toda
ASURAMAYA, EL GRAN ASTROLOGO ATLANTE 31
superacién personal en aras del bien de la humani-
dad. Por lo demés. ..
Manu le atajé, con ostensible inquietud:
—No, no se trata ce ello, mi venerable Maestro.
La razin de su temor estriba en Ia certeza del peli-
gro que nos acecha a nosotros...
—,Peligro? —susurré maquinalmente Asura-
maya.
si —se apresuré a reafirmar su hermoso in-
terlocutor—. Peligro. Poco antes de venir a tu en-
cuentro, cuando el sol se hallaba a media carrera
centre el cenit y el poniente, halléndose la princesa,
como acostumbra con frecuencia, en actitud laxada
¥ receptiva, capté telepéticamente un mensaje de su
padre, el buen rey Kron, desde su Palacio de la Ciu-
dad de las Puertas de Oro, advirtiéndola para que
nos prevengamos contra un proyectado ataque aéreo
contra nuestra expedicién, Nuestra fuga fue descu-
hierta por el general de los ejércitos, a pesar de to-
todas las precauciones tomadas. Amparado en leves
sospechas, consults a los magos negros, hechiceros
del Templo de la Madre Negra, y ast obtuvo los
datos de nuestra partida y del lugar aproximado en
que nos encontramos.
—Entonces, de nada ha servido el Jema de si-
Tenciar Ia lengua y el pensamiento desde mucho an-
tes de nuestra salida —dijo, con gesto contrariado,
Asuramaya—. Lo peor de todo es que al general le
mueve el despecho y el deseo frustrado. El ama a
Isa con apasionada, sensual vehemencia y sélo le
obligé hasta ahora a frenar sus abyectas ansias el
saberla la virgen méxima, la sacerdotisa confiada a
mis drdenes y al exclusivo servicio del culto del
Templo del Sol.
—Asf es —confirms Manu—. Mas lo que impor-
ta ahora es prevenirse sin perder tiempo. Parece ha
fletado una nave aérea del ejército, armada con un32 JOSEFINA MAYNADE
estilete destructor, poderosa arma de guerra y que
se dirige hacia esta latitud con el fin de localizar-
nos, sorprendernos y destruimos.
—Si, hay que prevenirse cuanto antes —respon-
di6, decidido, después de una breve reflexién, el sus
mo sacerdote.
—En verdad —afiadié Menu— ti eres el tinico
que puede evitar la fatal agresién, que proyectan
Hevar a cabo con tan terrible arma. Ti tienes el po-
der de hacerlo y por ello vine a advertirte. Por lo
dems, contamos con la proteccién de los Espiritus
de los Astros y con los Padres de la gran Era que
comienza.
—Asi es —aseveré el noble anciano—. Y la re-
cepeién del aviso es una forma previa que paten-
tiza tal protecci
‘Acto seguido, desaparecié por la portezuela de
proa, cerrindola tras de si.
Transcurrié un buen rato. Ya cerrada totalmente
la noche, se encontraban otra vez juntos, bajo la
sombra amparadora del Sol alado que exomnaba la
proa del navio, atisbando el cielo de poniente, el
sumo sacerdote y el gran legislador.
Por fin rompié éste el espectante silencio pronun-
ciando estas palabras, en voz baja:
La oscuridad de la noche sin luna, les hard
dificil la localizacién de las naves en pleno mar,
con las Iuces totalmente apagadas.
Miro inquisitivamente, con sus grandes ojos azu-
les a Asuramaya, y afiadié con voz més dulce
—Has velado durante tres noches consecutivas.
Acuéstate un rato. Yo me quedaré vigilando. Creo
que hasta que amanezca.
—No importa —respondié con decisién el ancia-
no—. Permaneceremos juntos en nuestro puesto de
honor. Tengamos la seguridad, pase lo que pase, de
ASURAMAYA, EL GRAN ASTROLOGO ATIANTE 38
que Hevaremos la empresa a buen fin, Asi esté pre-
visto. {Qué se cumpla la divina voluntad!
—Yo me someto a la tuya —dijo Manu.
Y ambos permanecieron silenciosos, mirando el
cielo.
La noche transcurrié sin novedad.
Al apuntar el alba, una doncella al servicio de
a princesa abrié sigilosamente la portezuela que
daba a las cabinas, miré en torno sin salir del um-
bral y cerciorada de que nadie habia en Ia cubierta
més que las dos personas a quienes buscaba, avanz6
resueltamente y a pascs ligeros y menudos se diri-
gié hacia el angulo de popa donde se hallaban, a la
sazén, Asuramaya y Manu, Se acercé al anciano, y
musité a su ofdo unas palabras, Inmediatamente des-
andé el camino y desaparecié de nuevo cerrando la
puerta suavemente tras de si.
Intercambiaron ambos hombres, entonces, algu-
nas consignas y se dirigieron hacia el &ngulo de pro
Y deshaciendo unos voluminosos envoltorios que alli
tenfan preparados, tendié Manu a ambos lados del
saliente que formaba el portal de las cabinas, dos
toldos oscuros para no ser vistos.
—iTodo previsto? —dijo entonces Manu.
—Todo —respondié, con resolucién, Asuramaya.
Efectivamente, la noticia de Ia Iegada de 1a na-
ve aérea, no se hizo esperar. Mas en el gran radio
de vuelo a que obligaron al piloto las tinieblas noc-
turnas y la falta absoluta de puntos de localizacién,
retrasaron sin duda el objetivo de la pesquisa,
E] oscuro bulto flotante aparecié por fin, mas
no por la direccién de poniente, sino por el lado sur.
Al divisar el piloto, a la luz del temprano dfa,
las tres naves emigradas, dio un rodeo y enfocé de
frente al “Argha” que encabezaba la recua nave-
gante.a4 JOSEFINA MAYNADE
Una vez situada en el punto estratégico del ata-
que, dibujé con extrema agilidad un esguince en el
aire en direccién a la proa de la nave, y descendié
Tentamente hasta que su. enorme bulto alargado y
flotante, aparecié junto al “Argha” ante los ojos es-
cudrifiadores de ambos vigilantes.
Mas en el preciso instante en que Ja nave aérea
apuntaba la mortifera arma con su enorme estilete,
a manera de un monstruoso unicornio, a Ja armadura
delantera de 1a embarcacién, extrajo Asuramaya de
debajo de su manto la varilla que contenia el miste-
ioso fuego blanco, sélo en_posesién de los altos
iniciadores del Templo del Sol y cuyo poder, con-
ducido por la voluntad adiestrada, nada ni nadie
podia resistir. Y apuntando con ella al atacante mor
tero aéreo, pronuncié unas extrafias palabras magi
cas que cores Manu, en tanto éste adelantaba las pal-
mas de ambas manos en direccién del temible ene-
migo.
Tnmediatamente, una chispa cegadora brot6, dis-
parada, de la varilla talismanica. Y como por arte
de encantamiento, a nave aérea apostada enfrente,
dispuesta al ataque, estallé en el aire, incendiada,
¥ eayé verticalmente como un hdlido, con estruendo
espantoso, en el mar.
El “Argha”, salvada milagrosamente de aquella
tremenda amenaza de destruccién, se desliz6 majes-
tuosamente sobre las olas ritmicas en el momento en
que cerraban el abismo donde fuera precipitado el
terrible instrumento de destruecién.
capiruto m1
UN SANTUARIO EN EL MAR