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JOSEFINA MAYNADE ASURAMAYA EL GRAN ASTROLOGO ATLANTE CON EL HUNDIMIENTO Y TRAGEDIA DE LA ATLANTIDA Couseerd Votuarn Ne 2 B. COSTA-AMIC, EDITOR MEXICO (1), D. F. ® ASURAMAYA (El Gran Astrélogo Atlante), ‘con el hundimiento y Ia tragedia de Ia Atlén- tida, es el més ay ‘Obra cefiida al importantisimo tema de ta Astrologia Ciclica, en sus vivientes relatos, am- bientados en cada lugar y estudiados y profun- izados por una escritora especializada como cs Josefina Maynadé, express en forma pulera y lteraria, los trascedendentales momentos de ‘Traspaso Ciclico que vivimos, A través de los personajes de sus biografias —tal el caso de ASURAMAYA, EL GRAN ASTROLOGO ATLANTE— a autora procura que el lector simile el viviente, auténtico significada hist6- ico de los ciclos Bn el libro que hoy pretentamos, te estudian y explican temas tan interesantes como: La prediceién de los Astros - Exodo de lot atlan- tes hacia Oriente - Hundimiento de la Atlin- tida - Fundacién de Egipto - El Zodiaco y la Esfinge - El Gran Diluvio - Desviacién del Nilo - Aparicién del Desierto Libico y del Sahara - Inicio de las siete civilizaciones medi terréneas is er A este titulo ASURAMAYA, segundo de nuestra “Coleccién Astrologia Ciclica”, siguen FARAONAS Y SACERDOTISAS DEL AN- TIGUO MATRIARCADO EGIPCIO y MOT- SES, AVATAR DEL MUNDO OCCIDEN- TAL, Esas biografias ensefion, deleitan y reyelan la profunda sabiduria que enlaza tas civilizaciones del mundo y el plan eculto de la cevolucién de Ia Humanidad. ‘Creemos que nuestra Coleccién, por Jos te- ‘mas tratados, y por la seriedad y capacidad, altamente reconocida, de si autora, ha de en- ccontrar en todo el Continente americana, un ppiblico vido de las ensefianzas que a través de sus piginas se dan a conocer. B. COSTA-AMIC, EDITOR Mesones, 14 México 1, D. F. IMPRESO EN MEXICO / PRINTED IN MEXICO ‘TALLERES DEB. costA-autic, mprron / mesoxes, méxrco (1), 0. ¥. JOSEFINA MAYNADE eres ASURAMAYA ee rin MEPNibe: EL-GRAN ASTROLOGO ATLANTE CON EL HUNDIMIENTO ‘rirutos runticapos: Y TRAGEDIA DE LA ATLANTIDA — EL HOROSCOPO DEL MUNDO (La Clave Asia dete Historia in Bra de Acuario que Courcer6x — ASURAMAYA (El Gran As Atlante) Gon ef hundimiento y tragedia de la Atlin: ‘eAsmmotocta Cfericas ida, ’ — EARAONAS Y SACERDOTISAS DEL ANTI- ee GUO MATRIARCADO EGIPCIO” (A partir cde su fundacién por los grandes Reyes Divi 0s). — MOISES (Su adopcién, con estudion e Tniiae ‘cin en Helipolis. Mentor del pueblo de Is. rael, Avatar del mundo oceidental). @ B, COSTA-AMIC, Editor Cute atesoNEs, Oat. 14 MEXICO (1}, D. F. INDICE ‘Adiés a ia Tierra de Mu Ataque Frustrado e.e.e.c0ccoss Un Santuario en ef Mar Festividad del Solsticio Sobre el Mar de I Visién de Isa. Desembarco de los’ Adlantes ‘en ov Esipto Manu, el Gran Legislador _ Inicios de la Civilizacién Egipcia Construecién de la Esfinge por los Atlantes. El Zodiaco y la Harmakis El Gran. Diluvio : Hundimiento de la Atlantida Desviacién del Nilo Fundacién por los Allantes de las Civiizacto- nes Mediterrineas .... EL Primer Hijo del Sol . 2B 35 35, 4B 55 o 87 97 107 17 127 137 M49 159 173 PRO MIO Norcova civilizacién nace es Cada una de-ellas, corstituye un eslabén dentro de una larga cadena de brillantes realizaciones. Existe por lo comiin un auténtico lapso en et conoci- miento histérico 0 protohistérico del misterioso engranaje de las civitizaciones. gCual fue la madre del antiguo Egipto, esa remontisima, avanzada civilizacién nilética? zCudt la que otorgé tos gérmene: de aquella otra esplendorosa civi- Uzacién prebrahménica en ta antigua India? La tradicién esotérica o legendaria nos habla de la Atlintida, el continente sumergido durante la gran. conmo~ ibn. geolégica coincidente con el Diluvio Universal. Platén, et famoso filésojo heleno, nunca dijo en sus Didlogos Tinnco y Critias que su relato de la Ailéntida fue- ra una fibula, sino “auténtica verdad”. Ya la ciencia, sin olvidar las aportaciones de los re- nombrados arqueélogos Schlieman, abuelo y nieto, ¥ a trax vés de verificaciones dz numerosos geélogos, ama a las puertas de notabilisimos descubrimientos. Muchos de tales investigadores dan fe de la existencia de ese pretérito, flo~ reciente continente y de su precursora, avanzadisima civi- lizacién, madre a su vez de la primitiva colonia atlante que Jue Egipto en sus origenes, asi como de otras siete 8 SJOSEFINA MAYNADE civilizaciones mediterréneas, dejando aparte las antiquisi- mas det continente americano que tuvieron. por sede México, Guatemala y Peri. Mediante sus céleulos astrolégico-astronémicos, sus pro- digiosos adelantos cientificos y sus supersentides desarrolla- dos, Wegaron. algunos iniciados' atlantes, al conocimiento de la préxima catdstrofe cictica con el hundimiento de ta gran Isla Auantida Uamada por los griegos Poseidonis, a causa principalmente de su estado de decadencia. Entonces recibieron ta orden de los padres espirituales de Venus, venidos a la Tierra para impulsar sus eivilizaciones, de que tuna seleccién de tales iniciados emigraran, convenientemen- te pertrechados, a las “Tierras Puras de Khemi”, et bajo Egipto. A tal fin organizaron una expedicién de tres naves en las que se contenian los mas puros gérmenes de las subra- zas de la gran euarta raza allante, asi como una seleccién de animates domésticos, de semillas, de enseres, salvando ademds todo et caudal de su sabiduria, los instrumentos cientificos, las claves interpretativas det futuro, las piedras magnéticas o talismanes y lo més representativo de su re ligién solar y de su vida, Despegaron tales naves sigilosamente del lugar previsto en la fecha indicada por los invisibles Protectores de la expedicién y después de atravesar el entonces breve océano Ailéntico, Uamado por ellos “Gran Verde”, navegaron al vasto y poco profundo Mar de Libia, hoy desierto, camino de oriente, arribando por fin a la meta predestinada de sus designics, el bajo Esipto, donde establecieron una colonia ailante de elevado signo y adelantadisima civilizacién. categoria de iniciafo equivalia, en Ia sabia antigiedad, a a de “Univerato ntogafinurude’eaektncan aria cmatee dor le tn "waretos de iy Nigralny ower gta fo tudes y conocimients, abl inelectales como morales y eepitules. Devese moro, cl inilado forma en las eeucla anesas a Tot san tuasios ran,'a la vex, sabes Y santas, inteligentes pure, ASURAMAYA, EL GRAN ASTROLOGO ATLANTE. 9 La figura més representativa de aquella memorable ex- pedicién de los atlantes a Egipto, Jue “Asuramaya”, el gran astrélogo ¥ sacerdote del Sol, depositario de la més avan- sada ciencia y de la remota tradicién, descendiente de aque- Ua “raza sabia que nurca muere”. Asi Uamaban los ante sues egipcios a los descendientes de Isanas, uno de los Se fiores venidos de Venus, et planeta hermano de la Tierra, pero més avanzado que ésta en evolucién, con el fin de impulsar et progreso de la humanidad terrestre. Por elloy todas las representantes y sacerdotisas de Isis, la sabiduria oriunda de Sukra-Venus, Nevaban el nombre de aquel gran Maestro advenido det mundo hermano. Segiin ta tradicién, ia etimologia de Isis es Isa, nombre ‘auténtico de ta divinizada Isis antes de su latinizacién, Ast se Uamaba la primera enigrada de ta amenazada Atlintida, princesa y sacerdotisa, hija det rey Kron, et iltimo monarea adlante que eligié la muerte al frente de los trigicos des- tinos de su pueblo, sabiendo que era decreto ciclico su des- ‘aparieién en tas aguas procelosas det “Gran Verde” u Océano Atlintico, como asi ocurrié. Todo este trascendertal, emotivo relato, se sigue y va Tora a través de ta presente Biografia de “‘Asuramaya”, el gran astrdlogo atlante, a que evs consigo como el mayor tesoro, en su emigracién, a pais de Egipto, et zodiaco y a famoso tratado El Espe'o del Futuro, clave de interpreta: cién de los ciclos histéricos. Es fama que en él se ense- aban, desde Ia més remota antigiiedad, todos los avatares acaecidos a la humanided a través de las diversas civilize: ciones, @ partir de los origenes, asi como cuanto tendré lu- gar en nuestro planeta en et préximo y lejano porvenir, con sus respectivas fechas ¥ caracteristicas. Parece ser que en ese jundamental tratado se instruyé Claudio Tolomeo, el gran astrélogo-astrénomo alejandrino 10 JOSEFINA MAYNADE de principios de nuestra era ciclica, padre de la ciencia que ‘conocemes. Se supone que ese importantisimo tratado del espacio celeste denominado Espejo del Futuro, donde se definian todos los ciclos histéricos desde los origenes de la humani- dad, desaparecid en ta iiltima destruccién definitiva de ta Biblioteca de Atejandria cuando ta invasién de los érabes en el sigle noveno, al iniciarse para el mundo occidental {a dilatada Edad Media « través de la que se cernié sobre Ja humanidad, en nuestro ciclo, un denso velo de limitacién y de ignorancia, Actuatmente, en los albores del nuevo ciclo presidido por el signo zodiacal de Acuario, resurgen las verdades olvidar das, Fl signo opuesto y complementario de Acuario, Leo, trono det Sol, da la pauta de toda manifestacién espiritua, la ténica que debe encarnar la nueva humanidad sellada por la Era naciente. Ha sonado ta hora de dar, a manera de puente tendido entre la tradicién sabia det pasado y la esperanza de re surgimiento espiritual del préximo futuro, las sintesis vivi- ficadoras de las verdades eternas. Ya que en todos los pe- Hiodos de traspaso cictico o de entreeras, tal fendmeno de enriquecimiento de la conciencia de la humanidad ha te- nrido lugar. Asi se ha realizado en tiempos pretéritos y ast se realizaré en el futuro, porque es ley de los ciclos suce- sivos y del sabio engranaje de la gran cadena evolutiva en et planeta Tierra, Hallémonos, pues, atentos y avizorantes, con la mente licida y abierta, dispuestos a recibir las grandes revela ciones de un pasado que ya constituye el archivo del eterno presente, la experiencia preciosa de las edades, la memoria perenne ¥ viva, siempre actual, de la Naturaleca, la gran hherencia de la humanidad, Siga ahora el lector la presente ambientada biografia de “Asuramaya” y las drannéticas y elocuentisimas inciden- cias del éxodo de ta tierra condenada a desaparecer, ast ASURAMAYA, EL GRAN ASTROLOGO ATLANTE 12 cotho el relato de la fundscién de Egipto y los origenes de nuestro gran Ciclo de Rueda o Aiio Helical en que vivi- mos y nos desenvolvemos. iM. capiruLo 1 ADIOS A LA TIERRA DE MU Sobre el Gran Verde, el inmenso Mar Atlante en perfecta calma, comenzaba a insinuarse Ia alborada del primer dia de destierro para los navegantes del “‘Argha”, la nave guiadora. Y por vez primera también en su larga vida, Asuramaya, el sumo sacerdote del Templo del Sal de la Ciudad de las Puertas de Oro, experimenté una oleada secreta de dolor y de impaciencia. Como si empujara violentamente con ambas ma nos el barandar de popa donde permanecia apoyado de codos casi toda la noche avizorando el horizonte ide poniente, se hizo sibitamente atris y comenzé a andar a largos pasos de un extremo a otro de la cubierta de la embarcacién. Con aire contrariado, musité: —Parece como si hoy amaneciera mis tem: prano Sonrié del desatino de sus propias palabras. Movié negativamente la cabeza, y siguié deambulan- do nerviosamente por la eubieria. Por fin, detiivose frente al horizonte oriental. Sobre el mar se abrfa una dilatada franja de luz rosada, Era la promesa del di Se acaricié la canosa barba trenzada, aparté los cahellos que Ia brisa marina desperdigara sobre sti alta frente surcada, cefiida por una banda de tela de 16 JOSEFINA MAYNADE ino amarillo, y levanté los ojos al cenit, de un trans- parente tono cobalto, aun cuajado de estrellas, Del mediocielo al horizonte esclarecido de oriente, una gama maravillosa de colores turquesa, amarillo lechoso y malva, iba a fundirse con el rosa insinua- do del amanecer marino. Aquel bellisimo especticulo, tuvo la virtud de calmar los nervios sobreexcitados del anciano sacer- dote-astrélogo. Su mirada profunda se poss sobre la inmensa y radiante estrella matutina, Sukra veneranda, recién aparecida, la predecesora del Padre Sol. —10h, Hermana esclarecida de la Tierra! —ex- clamé con’ vor segura y grave, levemente temblorosa por la emocién—. {Que tu Espiritu de luz nos guie y proteja para que, en esta terrible hora de prueba del mundo, podamos salvar el divino caudal de tu herencia! Cerré los ojos breves instantes y luego paseé la magnética mirada en torno, como si todo lo envol- viera en su silente bendicién. ‘A pasos lentos se dirigié de nuevo hacia el extre- mo de popa y a la difusa claridad del naciente dia, escruté otra vez, ya con mirada serena, la lejania de poniente. La nave se deslizaba veloz, apenas movida por el inmenso mar tranquilo, dejando tras de si la sen- da plateada de su estela. A cierta distancia, bogaban al mismo paso, im- precisas atin, oscuras y enormes como domados mons- truos marinos, las otras dos embarcaciones del éxo- do, cargadas con Jas preciosas reliquias de la expe- dicién, ordenada por los Padres Espirituales de la Nueva Era. Porque en aquellos bultos flotantes que sumisamente les seguian, iba cargada le flor de la raza ario-atlante y de las més evolucionadas subra- zas de la raza-raiz, preparadas y seleccionadas por ASURAMAYA, EL GRAN ASTROLOGO ATLANTE IT el sabio Iegislador Manu que comandaba la expedi- cién. Familias completas, hombres, mujeres y_nifios sanos y hermosos, Ievaban sus estros, animales do- mésticos, aves y ganado seleccionados, asi como se- millas, herramientas, tiles y materiales diversos de trabajo. Todo menos armas. Las huestes dirigidas por Manu y Asuramaya, irfan al destierro, no como fue- ron las migraciones anteriores de los atlantes, como conquistadores, sino en son de paz. Este era el man- dato de los Guias celestes. E] gran sacerdote del Sol experimenté en aquel momento la plena confirmacién de la arriesgada y sloriosa empresa que le fuera encomendada y cuyo embarque se efectuara, con todo sigilo, la noche an- terior. Todo habia salido a la perfeccién. Respiré profundamente la brisa refrigerante del ‘mar, cuya superficie, levemente ondulada, se irisaba con las tempranas luces del alba. En Ja Tinea lejana del horizonte, aleanz6 a visar entonces Ia silueta oscura y alargada de la cos- ta de la gran Isla abandonada. Con un esfuerzo de la vista y de Ia voluntad, traté de descubrir, a la débil luz del incipiente dia y al amparo de la sinuosa cordillera del sur, la gran- de y en tiempo glorivsa Ciudad de las Puertas de Oro, capital de la Tierra de Mu, la Isla Atlante. Con la avida mireda del recuerdo, recorrié, sus anchas vias embaldosadas de marmoles, en euyas cu: netas discurrian las freseas aguas de las cumbres; volvié a ver sus jardines y sus fuentes, sus numero. sas quintas de recreo y, rodeando a la ciudad, la muralla de esmeralda viva de sus bosques, que le- gaban, siguiendo el declive de la urbana acrépolis, hasta los diversos brazos radiales de los muelles y los 1B JOSEFINA MAYNADE embarcaderos del puerto, que se adentraban en el mar. Pero con ser todo tan grandioso y bello, lo que realmente centraba la evocacién del anciano sacer- dote de la Ciudad de las Puertas de Oro, eran los Templos de muros transparentes y lumbres perpe- tuas, consagrados a la adoracién del Sol, de la Luna y. de los Astros; eran los altos y vedados observato- ios astronémicos, dotados de instrumental avanza- disimo, en posesién de aquellas inmensas esferas ar- milares movidas con fuerza atémica, y cuya maqui- naria ingente de precision, preveia todos los fen6- ‘menos celestes y terrestres; y eran las Escuelas de Sabiduria anexas a los Templos, donde se ensefiaban a los més aptos las Ciencias Iniciéticas, la quimica y Ta terapéutica, la fisica y la arquitectura, y las di- vinas artes de acuerdo con el arquetipo de perfec- cién, ademas de la escritura jeroglifica, cuyo saber fomentaba tantas otras dependencias nobles que cons- titufan la trama culta y legal de la sociedad. Cubriése con Ja diestra los ojos, intentando bo- rrar el recuerdo, zPor qué malversaste tan gloriosas dadivas? —murmuré—. ;Por qué, a pesar de tanto progreso material, caiste moralmente tan bajo? Oh, desgra- ciada Tierra de Mu! jA-qué tremendo desastre te haallas abocada! zA qué césmico castigo te has hecho acreedora por tus pecados, por tus terribles trans- gresiones a la divina Ley que rige Ia evolucién en el mundo y en el Universo? Suspird al rememorar las causas de aquellas tre- mendas transgresiones que conducfan a la perdicién Ta patria abandonada y sintié de nuevo que una pena ncontenible atenazaba su corazén. Prosigui6, en voz baja: —Y a pesar de todo, te amo tanto’ tras mi mente mantenga vivo tn recuerdo, Mien- te amaré Asuramaya, 20 JOSEFINA MayNADE siempre, joh, desgraciada Tierra de Mu, patria de mis mayores! EI venerable anciano apoyé la frente en sus dos brazos cruzados sobre el barandar y trat6 de anclar sus recuerdos en la pura luz de sus propios origenes, cuando ignoraba la maldad de los hombres y la hea. titud Jo Tlenaba todo de una doble luz. Y viése a si mismo, nifio ain, en los albores de la conciencia, solazandose por los prados y bosques que rodeaban la ciudad de Romakapura, su tierra nativa; se vio asistiendo, después, ya en la capital, a las clases en las aulas penumbrosas, anexas ai Templo del Sol, recibiendo las lecciones de los mas sabios sacerdotes-astrélogos, sobre la Ciencia Madre de todas las Ciencias. Alli, andando Jos afios, alcanzaria el méximo co- nocimiento a través del proseguido estudio y de las duras, graduadas pruchas de la iniciacién integral que pocos individuos resisten. Por sus merecimientos se le confiaron, con el tiempo, altos cargos sacerdo- tales, los archivos secretos del Templo con los Anales Astrolégicos que contenian las leyes que rigen el Universo y la sabiduria de los astros, con el Hamado “Espejo del Futuro”, el Libro atlante de las Pre- dicciones. ~_ Merced a su consagracién absoluta a la gran Giencia, y a su pureza y devocién, el Uno sin nom- bre le confié un dia el Poder y la Palabra, y le abrié con el talismén celeste, la Piedra del Cielo, el ojo de la frente. Desde aquel dia, vio. Mas vio todo: lo bueno y Jo malo del mundo y de los hombres. Vio el doble tenebroso de su raza en declive pervertir las verda- des eternas y transgredir las leyes y aplicar en pro. vecho propio los altos poderes transmitidos para el bien de la humanidad en aras del egofsmo y la sen- sualidad més desenfrenados. Vio torcer los pensa: ASURAMAYA, EL GRAN ASTROLOGO ATLANTE 21 ‘ientos y los deseos y manchar astralmente los 4ditos seeretos de los Templos consagrados a la deidad. Como una cinta magica, liicidamente iluminada Por la memoria, vio también, como otras veces, la consumacién dramatica de los mis horrendos casti- gos sobre aquellos que transgredieron los poderes y los conocimientos, convirtiendo la magia tedrgica en repugnante hechicerfa, torciendo las leyes de la evo- lucién en involucién, degenerando asi a los reinos inferiores para Ia satisfaccién de las propias pasio- nes y los inenarrables pecados, empleando los pode- res para el mal. Y vio de nuevo el trégico sino de la tierra maldita borrar el horizonte de poniente. EI habia hecho todo para neutralizar las fuerzas teliricas y universales provocadas por aquellos que tan hondamente la transgredieron, Viése a st mismo clamar a Ia Deidad burlada sobre los altares, invo- cando en vano a los Gufas protectores; vidse abra- zando el tesoro de las edades nobles: los Anales y os Archivos que clevaron a tan grande altura a la antigua Atléntida, otorgados como el mayor de los dones por los Padres venidos de Sukra-Venus para ofrecer al mundo los gérmenes de su avanzada evo- lucién y ayudar al planeta hermano. Y he aqui que aquella divina herencia, el gran legado celeste, habfa sido burlado, maldito y arrastrado por sus vulnera- dores al lodo de los mas bajos y tenebrosos fondos del alma humana. . Y vidse por fin, apartado de los hombres, ence- rrarse afios y afios en la alta torre inabordable del Templo del Sol, conversar con los Espiritus de los Astros y sus puros mediadores, hacer acopio de fuer- za y de sabidurfa, consagrado a Ia salvacién de la humanidad. Hasta que Hegé un dia en que recibié el mensaje directo de los Padres que rigen la evolucién de to- dos los seres y los cestinos de nuestro mundo, Y 22 JOSEFINA MAYNADE desde aquella hora gloriosa, él fue su confidente en el Templo del Sol de Ia desgraciada Ciudad de las Puertas de Oro, un tiempo cuna de una altisima ci- vilizacién, y degenerada ahora hasta la mayor hon- dura por los pecados cometidos por sus falsos sacer- dotes, los magos negros. Asuramaya sintié en aquel instante que un fuego de redencién ardia en su pecho y le subia oprimien- do y quemando su garganta. Y que aquel fuego que- brantaba su integridad y fortaleza. Y se abandoné al amargo Ianto. Lloré en silencio, intensamente, conyulsivamente, porque sabia la magnitud del fin y el abismo que iba a abrirse en aquel mar a la sazén tranquil cuando, agitado por las fuerzas revulsivas de lo pro- fundo, se consumarfa la accién purificadora de la Madre del Mundo, dispuesta al nuevo gran parto ciclico. Se enderez6, ya més tranquilo. Volviése de cara al oriente, como si desviara la propia faz interna del desolador recuerdo y aun la misma infausta pre- vis EI primer rayo de sol alumbré la nobilisima faz del anciano sacerdote. ‘A través de sus hiimedos ojos, el horizonte orien- tal se le aparecié como una apoteosis de esplendores. Los rayos de luz se transformaban en cfrculos vi- brantes que se dilataban concéntricamente en franjas gloriosas, con todos los colores del iris. —i0h, divino Osir! —exelamé, arrobado—, ;Se- fior de todas las Iniciaciones, Sol, oculto, Guia vivien- te de todos los santuarios secretos que han sido y que serén, en tanto los hombres obedezcan tu ley, ractiquen tu amor, administren para el bien tu sa- jidurfa y te adoren con absoluta fe! ;Ayiidanos a im- plantar el sfmbolo que tu nombre entrafia en las Ss ASURAMAYA, EL GRAN ASTROLOGO ATLANTE 23 tierras puras, para que por los siglos de los siglos sea venerado! ¥ tendiendo ambos brazos en direecién al Astro del dia, bendijo el ancho mar hasta el infinito. Ya reconfortado, miré en torno con los ojos en- ternecidos. Estaba solo. La puerta extrema que daha a las cabinas de fondo, permanecfa cerrada todavia. Ni siquiera el timonel, ni el guardian de turno sobre cubierta. Sélo el Sol, cuerpo celeste de la divinidad, y él, su hu- milde y obediente devoto, “En adelante —pens6— mi lugar sobre cubierta seré junto al Sol alado, el simbolo que sirve de di visa y que preside la proa de la nave misionera.” Para convencerse a sf mismo y a manera de for mal promesa, dijo en voz alta, con recio e impera- tivo acento: —La consigna fue dada desde el principi volver la vista atrds. La vista y el pensamiento no Declinaba la tarde del segundo dia de navega- cién, Sobre la cubierta del “Argha” se hallaban reu- nidos casi todos los hombres que formaban la tri- pulacién, Las mujeres, permanecfan en sus cabi La calma del mar corria parejas con 1a limpi dez del cielo, Todo se deslizaba de acuerdo con las, més optimistas previsiones. Por el costado de la embareacién que daba al norte, la segunda de las tres naves que constitufan la expedicién, acelerando la marcha, habia osado arrimarse tanto al flanco del “argha” guiadora, que ambas tripulaciones, abocadas a lo largo de los ba- randares, se hablaban en vor. alta, gesticulando e in- tercambiando objetos, expresiones y noticias. Todo marchaba normalmente, de acuerdo con el previo planteamiento de ambos dirigentes: el sumo sacerdote Asuramaya y el gran legislador Manu. Luego, todo habia discurrido sin el menor tropiezo, desde el nocturno y sigiloso embarque en las tres, naves abastecidas y ataviadas, gracias a la guardia secreta prestada por el propio rey Kron, el ‘nico testigo alld en la gran Isla, hasta el desamarre y la fuga. Asi habfan podido zarpar en el més absoluto anonimato, del muelle extremo del arrabal del puer- to de la misma Ciudad de las Puertas de Oro. 28 JOSEFINA MLAYNADEE EI tiempo les favoreefa, ya que nada habia alte- rado el estado apacible del mar y ni una sola nube habia velado el sol de dia ni las estrellas de noche, Por vez primera, todos se sentian con 4nimo tran: quilo y optimista después del tenso, mantenido si. silo que debia rodear la noble aventura, segin la voluntad de los Padres celestes. Apoyado de codos en el barandar opuesto, de espaldas al mar, el anciano sacerdote departia con Manu, organizador y director de la expedicién, Mas al artimarse la segunda nave y alentizar la marcha, el piloto del “Argha”, los dos permanecieron silem. ciosos contemplando la perfecta maniobra, sonriendo a las amistosas efusiones de intercambio de ambas tripulaciones. Por fin ces6 el sordo rumor de los motores de las embarcaciones, impulsadas por fuerza atémica. Las hélices metdlicas batian, como en un tiltimo es. tertor, ya sin fuerzas, las postreras brazadas en el agua quieta. Ya sélo vibraban en el aire translicido, las palabras animadas de los alegres tripulantes y a regular distancia, el rumor acelerado de la tercera nave que bogaba a todo motor, insinuando una an- cha curva protectora en torno a las dos naves herma. nas, quietas y aproximadas, Cuando al fin, el sol comenzaba a hundirse en el mar incendiado del poniente, la nave cireunvalan. te cerré el breve periplo circular, dibujado por su propia estela, y el sonido prolongado de la caracola de mando surgid, potente, del “Argha” capitana. Simulténeamente las hélices de blanco metal re- soplaron ruidosamente casi en la superficie del agua formando un breve remolino de espuma, y Ia prime- ta embarcacién reinicié 1a marcha, dejando rezaga- da a la compaiiera. Tomé velozmente la delantera el “Argha” y una vez enfiladas de nuevo las tres naves, reemprendie- ASURAMAYA, EL GRAN ASTROLOGO ATLANTE 29 ron el previsto rumbo sobre el inmenso mar sin ori- Mas, bajo Ja guia de las primeras estrellas. Los hombres se desperdigaron, cada cual a su tarea. Sélo unos pocos permanecian ya sobre cu- bierta. Manu avanz6 unos pasos hacia el centro de la embarcacién, dio unas breves drdenes a un mocetén altisimo que a regular distancia las aguardaba, y se situ Iuego ante Asuramaya, que permanecta en idéntica postura, apoydo de codos en el barandar. Este contempl6 un buen rato la figura del legis lador erecto y reconcentrado ante sf, como evadido del medio en que se hallaba. ; iQué hermoso aparecia, sobre el fondo del cielo y del mar, a la vaga claridad opalina de la serena anochecidi : Su tez grave, de un claro moreno encendido, con- trastaba con el bozo negrisimo y la breve barba rala que lo enmareaba. Sus grandes ojos fijos, de un azul profundo, clavados en un punto de la Iejania, pare- cian escrutar més alli de las cosas y de los seres. Las aletas vibrantes de su nariz perfecta, denotaban una naturaleza activa, siempre alert Llevaba a la sazén una veste gris perla, sujeta a la cintura con un cefiidor de oricalco, taraceado con metales de distintos colores. Un gran collar enhe- brado de piedras raras de distintas formas e inserip- ciones, pendia sobre su ancho pecho. Cubria su ca- beza la toca cuadrada, habitual entre los atlantes de- elevada categoria, sin més adorno que un aro de oro que la sujetaba sobre su frente, semioculto por las dos bandas caidas de tela igualmente gris. Alto y majestuoso, era en verdad Manu digno de ser el heredero de aquellos sus venerables predece- sores que constituyeran la semilla perfecta de las ra- zas y subrazas humanas que se fueron desenvolvien- do en la remota Atlantida. 30 JOSEPINA MAYNADE En su belleza, en su apostura y especialmente en Ia expresién de su rostro, atisbaba Asuramaya la divina ascendencia venusiana de sus gloriosos ante- pasados Iegados del planeta gemelo de la Tierra Para impulsar la evolucién de 1a humanidad. iCudn imponente y majestuoso aparecfa en aque- Hos momentos, vuelta la faz de perfil, los brazos cruzados sobre el pecho! Tan extasiado se hallaba el sumo sacerdote del Templo del Sol, contemplando « su gran colaborae dor, diseipulo y compafiero, que no aleanzé a adivie nar, como otras veces, su preocupada actitud y su pensamiento. El legislador parecié de pronto salir de su abs- traccién. Miré en torno, y al cerciorarse de que na- die habia en la proximidad, dijo al anciano con vou mesurada, a la par que enérgica: iAsuramaya! No quisiera que cerrara la no- che sin transmitirte el secreto comunicado recibido por la venerable princesa y sacerdotisa, Ia flor de Jas mujeres que transportamos al éxodo de salvacién, Aquellas palabras de ansiedad contenida, deja- ron entrever al anciano sacerdote cierto grado de preocupacién por parte de Manu. Le pregunté anhelante: A qué mensaje te refieres? Precisamente, yo departi con la princesa Isa largo rato, a prima tar- de, y nada parecia alterar la hermosura de su sem- blante, ni Ia placidez de su alma. Sin embargo, no se me oculta que debe temer siempre por la suerte de su amado padre, el Rey, quien renuncié a com- Partir nuestra compafifa y nuestra aventura para no abdicar de su alto cargo responsable y no abando- nar a su pueblo en la tremenda catéstrofe que se avecina. .. Mas ella, como iniciada en los Grandes Misterios, posee el conocimiento directo de los he- chos y de sus causas, y por tanto, las claves de toda ASURAMAYA, EL GRAN ASTROLOGO ATLANTE 31 superacién personal en aras del bien de la humani- dad. Por lo demés. .. Manu le atajé, con ostensible inquietud: —No, no se trata ce ello, mi venerable Maestro. La razin de su temor estriba en Ia certeza del peli- gro que nos acecha a nosotros... —,Peligro? —susurré maquinalmente Asura- maya. si —se apresuré a reafirmar su hermoso in- terlocutor—. Peligro. Poco antes de venir a tu en- cuentro, cuando el sol se hallaba a media carrera centre el cenit y el poniente, halléndose la princesa, como acostumbra con frecuencia, en actitud laxada ¥ receptiva, capté telepéticamente un mensaje de su padre, el buen rey Kron, desde su Palacio de la Ciu- dad de las Puertas de Oro, advirtiéndola para que nos prevengamos contra un proyectado ataque aéreo contra nuestra expedicién, Nuestra fuga fue descu- hierta por el general de los ejércitos, a pesar de to- todas las precauciones tomadas. Amparado en leves sospechas, consults a los magos negros, hechiceros del Templo de la Madre Negra, y ast obtuvo los datos de nuestra partida y del lugar aproximado en que nos encontramos. —Entonces, de nada ha servido el Jema de si- Tenciar Ia lengua y el pensamiento desde mucho an- tes de nuestra salida —dijo, con gesto contrariado, Asuramaya—. Lo peor de todo es que al general le mueve el despecho y el deseo frustrado. El ama a Isa con apasionada, sensual vehemencia y sélo le obligé hasta ahora a frenar sus abyectas ansias el saberla la virgen méxima, la sacerdotisa confiada a mis drdenes y al exclusivo servicio del culto del Templo del Sol. —Asf es —confirms Manu—. Mas lo que impor- ta ahora es prevenirse sin perder tiempo. Parece ha fletado una nave aérea del ejército, armada con un 32 JOSEFINA MAYNADE estilete destructor, poderosa arma de guerra y que se dirige hacia esta latitud con el fin de localizar- nos, sorprendernos y destruimos. —Si, hay que prevenirse cuanto antes —respon- di6, decidido, después de una breve reflexién, el sus mo sacerdote. —En verdad —afiadié Menu— ti eres el tinico que puede evitar la fatal agresién, que proyectan Hevar a cabo con tan terrible arma. Ti tienes el po- der de hacerlo y por ello vine a advertirte. Por lo dems, contamos con la proteccién de los Espiritus de los Astros y con los Padres de la gran Era que comienza. —Asi es —aseveré el noble anciano—. Y la re- cepeién del aviso es una forma previa que paten- tiza tal protecci ‘Acto seguido, desaparecié por la portezuela de proa, cerrindola tras de si. Transcurrié un buen rato. Ya cerrada totalmente la noche, se encontraban otra vez juntos, bajo la sombra amparadora del Sol alado que exomnaba la proa del navio, atisbando el cielo de poniente, el sumo sacerdote y el gran legislador. Por fin rompié éste el espectante silencio pronun- ciando estas palabras, en voz baja: La oscuridad de la noche sin luna, les hard dificil la localizacién de las naves en pleno mar, con las Iuces totalmente apagadas. Miro inquisitivamente, con sus grandes ojos azu- les a Asuramaya, y afiadié con voz més dulce —Has velado durante tres noches consecutivas. Acuéstate un rato. Yo me quedaré vigilando. Creo que hasta que amanezca. —No importa —respondié con decisién el ancia- no—. Permaneceremos juntos en nuestro puesto de honor. Tengamos la seguridad, pase lo que pase, de ASURAMAYA, EL GRAN ASTROLOGO ATIANTE 38 que Hevaremos la empresa a buen fin, Asi esté pre- visto. {Qué se cumpla la divina voluntad! —Yo me someto a la tuya —dijo Manu. Y ambos permanecieron silenciosos, mirando el cielo. La noche transcurrié sin novedad. Al apuntar el alba, una doncella al servicio de a princesa abrié sigilosamente la portezuela que daba a las cabinas, miré en torno sin salir del um- bral y cerciorada de que nadie habia en Ia cubierta més que las dos personas a quienes buscaba, avanz6 resueltamente y a pascs ligeros y menudos se diri- gié hacia el angulo de popa donde se hallaban, a la sazén, Asuramaya y Manu, Se acercé al anciano, y musité a su ofdo unas palabras, Inmediatamente des- andé el camino y desaparecié de nuevo cerrando la puerta suavemente tras de si. Intercambiaron ambos hombres, entonces, algu- nas consignas y se dirigieron hacia el &ngulo de pro Y deshaciendo unos voluminosos envoltorios que alli tenfan preparados, tendié Manu a ambos lados del saliente que formaba el portal de las cabinas, dos toldos oscuros para no ser vistos. —iTodo previsto? —dijo entonces Manu. —Todo —respondié, con resolucién, Asuramaya. Efectivamente, la noticia de Ia Iegada de 1a na- ve aérea, no se hizo esperar. Mas en el gran radio de vuelo a que obligaron al piloto las tinieblas noc- turnas y la falta absoluta de puntos de localizacién, retrasaron sin duda el objetivo de la pesquisa, E] oscuro bulto flotante aparecié por fin, mas no por la direccién de poniente, sino por el lado sur. Al divisar el piloto, a la luz del temprano dfa, las tres naves emigradas, dio un rodeo y enfocé de frente al “Argha” que encabezaba la recua nave- gante. a4 JOSEFINA MAYNADE Una vez situada en el punto estratégico del ata- que, dibujé con extrema agilidad un esguince en el aire en direccién a la proa de la nave, y descendié Tentamente hasta que su. enorme bulto alargado y flotante, aparecié junto al “Argha” ante los ojos es- cudrifiadores de ambos vigilantes. Mas en el preciso instante en que Ja nave aérea apuntaba la mortifera arma con su enorme estilete, a manera de un monstruoso unicornio, a Ja armadura delantera de 1a embarcacién, extrajo Asuramaya de debajo de su manto la varilla que contenia el miste- ioso fuego blanco, sélo en_posesién de los altos iniciadores del Templo del Sol y cuyo poder, con- ducido por la voluntad adiestrada, nada ni nadie podia resistir. Y apuntando con ella al atacante mor tero aéreo, pronuncié unas extrafias palabras magi cas que cores Manu, en tanto éste adelantaba las pal- mas de ambas manos en direccién del temible ene- migo. Tnmediatamente, una chispa cegadora brot6, dis- parada, de la varilla talismanica. Y como por arte de encantamiento, a nave aérea apostada enfrente, dispuesta al ataque, estallé en el aire, incendiada, ¥ eayé verticalmente como un hdlido, con estruendo espantoso, en el mar. El “Argha”, salvada milagrosamente de aquella tremenda amenaza de destruccién, se desliz6 majes- tuosamente sobre las olas ritmicas en el momento en que cerraban el abismo donde fuera precipitado el terrible instrumento de destruecién. capiruto m1 UN SANTUARIO EN EL MAR

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