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CAPITULO IV LOS EPILEPTICOS Y LOS CRIMINALES I El problema importantisimo resuelto sola- mente 4 medias en el Congreso de Roma, de la concomitancia de la epilepsia con la erimina- lidad congénita, ha sido solucionado en nuestro tiempo totalmente por los estudios de Verga, Pinéro, Brunati, Marro, Gonzdlez, Tonnino, Lucas y por los mios (31). La serie de casos de epilepsia disfrazada, con conciencia casi perfecta, ha sido completada por los estudios genealdgicos de familias epi- lépticas, y por la filiacién (Marro) de crimi- nales, tisicos y parientes viejos (Marro). A estos estudios hemos de afiadir los novisi- mos realizados por Ventura, acerca de la locu- ra transitoria (1888) y por Krafft-Ebing so- bre las psicopatias sexuales, consultados por nosotros al tratar de la amnesia de los epilép- ticos. La semejanza de los criminales con los epi- lépticos hdllase manifestada también en el re- traso de la calvicie y canicie, y en las analo- gias de la economia molecular; la vemos ter- minada en la estadistica, que nos muestra, se- (3) Uoma delinguente, tomo I, 1899. 70 LOS CRIMINALES gin Alongi, un 14 por 100, segtin Marro un 12 por 100 y seein Ross hasta ‘wn 33 por 100 de epilepsia convulsiva en fos eriminales. He observado cn unos y otros la toudencia ila vagabundez, la obsceuidad, pereza, orgullo del delito, grafomantia, areot, tatuaje, disi- mulo, falta de earacter, inritubilidad instanta- nea, megalomania. intermitencia en los senti- mientos y en la inteligencin y vileza; igual atraso en orden 4 la ecuacién ‘personal de las gentes normalmente constituidas. Idéntica va- nidad, la misma propensién 4 contradecir y exagerarlo todo. Una comin irritabilidad mor- daz, canicter pernicioso, lundtico y desconfiado. Mi compafiero Frigerio y yo hemos observa- do que, durante los ‘dias tempestuosos, en que fos accesos de los epilépticos son mas frecuen- tes, los huéspedes de las prisiones inspiran ma- yores cuidados, desgarvan sus vestidos, destro- zan su mobiliario vy golpean 4 sux guardianes, En ciertos casox existe on Tos locos morales y en los criminales de nacimiento una especie de hdbito, que precede al delito haciéndole pre- sentir: sabemos, por ejemplo, de un joven cuya familia se daba cuenta de que meditaba un robo, cuando se llevaba continuamente la mano aja nariz, costumbre que acabé por deformar- sela. Bianchi ha observado en cuatro locos mo- rales la pérdida de la memoria, que suele acom- panar 4 los accesos furiosos, habiéndose com- probado asimismo que los nifios, como los cri- minales temporeros, olvidan facilmente sus enormidades. Agostini ha reecientemente Henado con sus observariones importantes la laguna que, aca- 0, pudiera hacer dudar de esta analogia. LOS CRIMINALES 71 Il Agostini (82) ha examinado la sensibilidad en 30 epilépticos, antes y después del acceso. El _niimero de sus obscrvaciones asciende 4 103. En conclusion: la sensibilidad general es me- nor on los epilépticos que en el hombre sano; ella presenta en aquétlos los fenédmenos de late- ralidad, relacionados con la plagiocefalia y con cl aumento de excitacién en uno de los hentis- ferios; esta diferencia aumenta después de las convulsiones. Las reflexiones cutanens son mas débiles, aunque después del acceso térnanse més vivas que en los individuos sanos. La sensibilidad del gusto, del tacto, del olfato es siempre menos intensa; otra tanto aeaece con la sensibilidad eléctrica. Muy al contrario, la acuidad visual y el sentido aromatico son casi normales, ex- cepeién hecha del decrecimiento del campo vi- sual & continuacién del acceso. Todo esto aseméjase 4 lo pbservada en los locos morales y en los criminales de nacimiento. Mas el dominio de Ia epilepsia abarca mayor oxtensién, en los alcobolizados, histéricos, psi- eépatas sexuales y locos; bastara jeer cuanto se ha escrito en otras ocasiones, acerea de los monomaniacos homicidas, pata conocer al pun- to los caracteres de la epilepsia psiquica. Su dominio comprende ain mas; Iega hasta dar- nos, si cabe cllo, la clave del misterio del ge- nio; lo que ha de sernos de grande é innegable utilidad para esclarecer los casos de crimina- les de genio, y las intermitencias geniales de los locos morales y de los culpables.. (32) Sur les variations de la sensibilit! génévale ches les épi- leptiques. Clotencia, 1889. 72 LOS CRIMINALES En efecto, hoy (33), después de los estudios totalmente conformes de los clinicos y experi- mentadores, la epilepsia se reduce 4 wna irri- tacién localizada de la corteza cerebral, mani- festandose con accesos instantdnzeos 6 prolon- ados, pero siempre intermitentes y descansan- do en todos los casos sobre un fondo de dege- neracién, bien heredado 6 ya predispuesto 4 la excitacién por el alcohol 6 por las lesiones cra- neanas, etc. Nosotros hemos logrado esta otra conclusién, que yo intento demostrar en mi obra Homme de Genie; la creacién genial pue- de ser una forma de psicosis degenerativa per- teneciente 4 la familia de las epilepsias. Esto probaria que el hombre de genio deriva fre- cuentemente de aleoholizados, ancianos, lo- cos (84); es el genio como consecuencia de las anomalias de la cabeza y de modo muy especial de la asimetria craneana, por la que la capa- cidad del créneo es 6 demasiado grande 6 de- masiado débil; es la consecuencia de la locura moral en el genio, en virtud de Ja cual se su- eeden con mayor repeticién las alucinaciones, Ja precocidad venérea é intelectual y en, raras ocasiones, el sonambulismo; la frecuencia del suicidio (35), que es, por otra parte, muy co- mun entre los epilépticos, la intermitencia y so- bre todo las amnesias y analgesias, la frecuente tendencia 4 la vagancia, la religiosidad que se observa en los ateos, como en Comte, los extra- fios temores (W. Scott, Byrén, Haller) de que tantas veces se sienten poseidos, la doble per- sonalidad, la multiplicidad de delirios simulta- neos que tanto abunda en los epilépticos (36), y que nosotros hemos observado como casi cons- (33) Véase Lombroso. Homme de Génie, 1888. (3a) Véase Lombroso. F/omma Criminel, 1888, y Homme de Gé- nie, pag. to, 16, 187, 194, 196. (3s) Véase Homme criminel, phig. 601. (30) Encéphale, nam. 5, 1987 LOS CRIMINATES 73 tante entre ellos; la frecuencia de delirios pro- ducidos atin por motivos verdaderamente ni- mios, y hasta el misonismo y la misma relacién con la criminalidad, cuyo lazo de unién se encuentra en la locura moral. Afiadamos A todo esto el origen y la descendencia de los crimina- les & imbéciles (87), que hallamos constante- mente en las familias que vienen de genios 6 de epiléptices, conforme pueden ser demostra- dos en las tablas mencionadas de las familias de los Césares y de Carlos V (88); la rara pa- sién por las bestias que he observado con mucha frecuencia en los degenerados y sobre todo en los_epilépticos. Las distracciones célebres de los grandes hombres no son, ha escrito Tonnino (39), mds que simples accesos epilépticos. Esto demuestra todavia més esa insensibili- dad afectiva, esa falta de sentido moral tan generalizada en todos los genios alienados y no alienados, y que hace de nuestros mas grandes conquistadores unos bandidos en una esfera elevada (40). Estas conclusiones acaso parecerén extrafias 4 todos aquellos que no conozean cudn extenso es en la actualidad el campo de la epilepsia; hoy nadie duda que las hemicraneas, escialo- treas intermitentes y simples amnesias deben ser referidas 4 la epilepsia ; las numerosisimas formas monomaniacas no son sino epilepsias (37) Véase las tablas de Dejerine, obra citada. G8) Homme Criminel, p&g. 599. Mahoma sinti6 una predilec- cién extraia por su mono; Richelicn por su ardilla; Crebillén, Helvetio, Bentham y Erskine por los gatos: jeste fltimo la tuvo también por una sanguijuela! Schopenhauer por los perros, 4 los cuales nombré sus herederos, Byron tenfa una verdadera jauria: 10 caballos, 8 perros, 3 manos, 5 gatos, 5 paves, 1 Aguila, 1 030; Alfieri por sus caballos. (Smiles. Obra cit). (a9) Les Epilepsfes. pag. 19, Turin, 1886. (40) Hamme de génic, pag. 53, s4-—-Newton, Darwin, Swift, W. Scott padecieron de vértigzs. (Smiles. Obra cit.). & 14 LOS CRIMINALES ocultas, puesto que su aparicién, segin ha de mostrade Lavage. hace desaparecer freenente- mente toda sefial de epilepsia preexistente. Serd suficiente recordar aquf la locura de los genios de primer orden, atacados de epilepsia motriz, de vértigo, 6 de esa rabia morbosa que son co- mo variantes 6 equivalentes de la primera: esos genios son: Napoledn, Moliére, Julio César, Petrarca, Pedro el Grande. Mahomet, Jaendel. Swift, Richelieu, Carlos V. Flaubert, Dosto- jewski, Suenvary y San Pablo (41). Tfoy para el que conoce la ley binaria de Ja estadistica, segun Ia cual no se produce fend- meno alguno, que no sea la expresién de una serie numerosa de hechos analogos, aunque distintos, una semejante frecuencia de la epi- lepsia en los hombres,—y principalmente en- tre los grandes,—debe hacernos sospechar uns difusién tan vastisima entre dichos genios, al- go dificil de crecr y ayudarnos d conocer el con- cepto de la naturaleza epiléptica del genio. ‘Teniendo presente todo esto, importa muy mucho notar, que también en los grandes hom- bres enfermos. Ia forma econvulsiva de la epi- lepsin se presenta muy rara ved; se sabe por consiguiente que los epilépticos enya convul- sidn es menos frecuente, presentan el equiva- lente psiquico, que es aqui la creaciéu genial nis freeuente y de mayor intensidad. Ahora bien, cl paralelismo del genio con la epilepsia nos consta principalisimamente por la analogia del acceso epiléptico con el momen- to de la inspiracién, y por esa inconsciencia activa y poderosa, que crea en el une y que en los otros es producto de las convulsiones. Completa y_perfecciona esta demostracién, el analisis de la inspiracién creadora, evidente aun para aquellos que ignoran los modernos (2) Vease Mamme Crintinel, p. UIT, pag. 625. LOS CRIMINALES 15 deseubrimientos acerca de la naturaleza de la epilepsia (2); no sélo se asocia ella con fre- cuencia 4 la insonsibilidad dolorosa, 4 la irre- gularidad del pulso 6 4 la inconsciencia cast siempre sonambilica de la instantaneidad y de la intermitencia, simo que va seguida de mo- vimientos convulsivos, de amuesin, siendo en muchas ocasiones provoeada por las substan- cias 6 cireunstancias que causan 6 aumentan la htperemia cerebral, 6 por sensaciones pode- rosas; finalmente, ella puede transformarse en alucinaciones 6 acompafiarse de ellas. Las confésiones de los grandes epilépticos constituyen para nosotros una prueba atin mas directa é intima de la semejanza de la inspira- cién con el acceso epiléptico; ellas nos han re- velado como la una se confunde completamente con la otra. Léanse si no las confesiones de Gon- court, Buffon, y sobre todo las de Mahomet y Dostojewski. «lay momentos, escribe este viltimo, cuya duracién no excede de cinco 6 seis segundos, en que os sentis de repente en presencia de la armonia eterna. Este fendmeno no es terrestre, ni celestial, pero cs algo que el hombre, bajo su cuerpo terreny, no puede soportar. Ks ne- cesario transformarse fisicamente 6 morir. Es (42) «Existe un fatalismo, escribe Goncourt, en la primer ca- stalidad que os dicta la idea. Después es una fuerza desconocida, una voluntad superior, tna especie de nccesidad de escribir que og encarga la obra y os teva la pluma; uo obstante, algunas veces el Hbro que sale de vuestras manos, no parece escrito pot vos- otros; él os sorprende cow algo que era en vosotros y de lo que sin embargo no tenéis conciencia, Esta es la impresién experimen- tada por wi delante de Sar Flomeran, fournal des Goncourt, Paris, 1898. Buffon ba dicho «gue ta invenciin depende de una dosis muy grande de paciencia; precisa considerar durante largo tiempo su asunto: luego 6] se desarrolla y desenvuclve poco 4 poco, sentis un pequetio golpe de electricidad, que os hiere en la cabeza, y que al mismo tiempo emociona vuestre corarén; he aqui ef momento del genio» 76 LOS CRIMINALES un sentimiento claro é indiscutible... Lo mas terrible es la abrumadora seguridad con que os acusa, y el gozo de que inunda vuestros seres. Si este estado durase mas de cinco segundos, el alma no pudiendo resistirle, desapareceria. »En medio del abatimiento, del marasmo mental, de la ansiedad que padece el enfermo, hay momentos en que su cerebro se inflama re- pentinamente, por decirlo asi, y en los que to- das sus energias vitales aleanzan de subito un grado prodigioso de intensidad. La sensacién de la vida, de la existencia consciente, se du- plica en estos instantes tan raipidos y fugaces como el relémpago.» (Dostojewski, Bési.) Zola, en su Romanciers naturalistes, nos des- cubre la siguiente confesidn de Balzac: «Bl artista crea, influfdo por ciertas circunstan- cias, cuya reunion es un misterio. E] entonces no se pertenece; goza de una fuerza eminente- mente caprichosa; en semejantes circunstan- cias, él no tocaria por todo un imperio su pin- cel, ni escribiria una linea». A esto aludia sin duda alguna el epiléptico Mahomet, cuando decfa que «él visitaba todas las moradas de Allah en menos tiempo que ne- cesitaba para vaciar su céntaro» (43). Relacionemos ahora esta descripcién del ac- ceso, que pudiera denominarse psico-epiléptica y_.que comprende exactamente 4 la idea fisiolé- gica de la epilepsia (irritacién cortical) con todas las descripciones que esos mismos auto- res nos han hecho de la inspiracién genial, y veremos cudn perfecta es la correspondencia que existe entre ambos fendémenos. No es, para algunos de los autores referidos, esto solamente un paroxismo extraiio, sino toda la existencia, que recuerda la sintomatologia psiquica del epiléptico. Bourget observa que (43) Th. Dostojewski, L'¥dsor, Paris, LOS CRIMINALES TT «para los Goncourt Ia vida se redueia 4 una serie de ataques de epilepsia entre dos nadas». (Nouveauc essais de psychologie, 1888, pagi- na 179). Lo mismo se adivina en las autobio- gratias de los Goncourt. Serd suficiente para todos examinar de una rapidisima ojeada el cuadro trazado por Taine, del mas ilustre de los conquistadores modernos, y el retrato que nos ha suministrado Renan del mas grande de los apéstoles. Todas estas analogfas nos expli- can como puede hallarse una inteligencia de altos vuelos entre los criminales de nacimiento que son, sin embargo, los imbéciles morales, los idiotas del sentimiento. It Estudiemos ahora 4 los criminales por impe- tuosidad, es decir, por impulsos pasionales. Su proporcién es bastante reducida, de un 5 4 6 por 100. Los ecriminales de esta categoria suelen ser muy jévenes, de diez y ocho 4 veinte afios de edad; mds numerosos entre las mujeres que en nuestro sexo; en el fondo, muy honrados y de una sensibilidad exquisita. Su arrepentimiento después del crimen llega hasta el suicidio. Mu- chos delincuentes politicos y madres infantici- das pueden ser colovadas entre los criminales de_esta clase. Estos son, con mucha frecuencia, epilépticos disimulados. Tal era aquel joven que para ven- garse de las reprimendas de su ama, Ja maté en pleno dia delante de sus amigos, arrojandose luego sobre el cadaver, que cubrié de besos y del que fué imposible separarlo en bastantes horas (44). (44) Archivio di Psickiatria, 1888. 78 LOS CRIMINAI La instantaneidad, la inconsciencia en el acio criminoso, el cretismo, lu exagerada sen- sibilidad de que estas gentes estén absoluta- mente dotadas, como algunos epilépticos, son los anillos que enlazan ambos fendmenos. Mas para conocer mejor esta analogia, pre- cisa recordemos el hermoso descubrimiente del doctor Ch. Féré. M. Ch. Péré (45) habia demostrado ya que, en los epilépticos. In presién arterial (medida con ayuda del sphymografo de M. Bloch) au- menta de 200 4 300 gramos. Esta fuerte pul- sidn se mantiene durante el periods convulsi- vo, después cuando éste ha terminade decrece hasta hacerse inferior & la normal, pudiendo tener durante muchos dias 300 6 -100 gramos menos que ésta. Las mismas modificaciones se observan en el simple vértigo epiléptico, si bien menos durables. Siguiendo estas indicaciones, M. Féré ha llegado, con la disminucién de la presién sanguinea por una aplicacién de la yentosa de Junod 6 por los bafios revulsivos 4 suspender los ataques en los epilépticos, en el curso de accesos continuados, deduciendo de los resultados asi observados esta conclusién: el aumento de presién parece ser una de las condiciones fisiolégicas de la produccién de paroxismos epilépticos bajo todas sus manifes- taciones. Luego las relaciones que existen entre los paroxismos epilépticos y el aumento de Ja pre- sion arterial, explican cémo los esfuerzos vio- lentos y Jas emociones fuertes pueden desem- pear un importantisimo papel como causa determinante de los aceesos. En efecto, hay, en estas condicicues, un aumento de presion bien conocido, cuando se trata del esfuerzo que M. Féré, en sus recientes investigaciones, ha (45) Reoue scientifique, 1889. LOS CRIMINATLES 79 igualmente demostrado y estudiado en deter- minadas emociones. De una parte, en estos movimientos de cé6- lera, tan frecuentes en los cpilépticos 4 cual- quiera provocacién, este observador ha podido registrar un aumento de presién que puede al- canzar las cifras halladas en los comienzos del acceso propiamente dicho, lo cual justifica la relacién, que establecié entre la eélera y los paroxismos psiqtticos en los epilépticos; mas ha confesado, por otra parte, que la modifica- cién de la tensidn arterial se encuentra en la célera simple en todos los individuos. Habien- do tenido ocasion, entre otras varias, de exami- nar 4 un cochero al término de una disputa, M. Féré observé que este hombre indicaba una presi6n_ de 1,100 gramos. Una hora antes mar- caba sélo 800. Estas cifras demuestran que, bajo la influen- cia de la cdlera, la presién arterial puede au- mentar en un crarto. Facil es comprender, por consiguiente, el oficio de esta y de otras emo- ciones andlogas en la ruptura de los vasos y del mismo corazén, cuando hay previamente alteraciones en la estructura de estos organos. Estas observaciones, que evidencian la seme- janza de los fenémenos fisiolégicos, que acom- pafian 4 los ataques emocionales y convulsivos, demuestran, con todo rigor, que no puede es- tablecerse una distincién fundamental entre dichas dos maneras de s Ventura prueba también esto (46), cn sus estudios, sobre lo que denomina temperamento epiléptico, exa- gerado y excesivo en todo; se ve, por tanto, que 4 los movimientos poco violentos, al rubor, 4 las lagrimas, 4 los juicios de las personas en su estado normal corresponden las convulsio- nes, alucinaciones, furor, congestion y el deli- (46) Archivio di Psichiatria, 1889. 80 LOS CRIMINALES rio del epiléptico. Es una verdadera cuestién de grados. Importa no olvidar que existe ademas una sola forma de epilepsia sin convulsién, consis- tente en los vértigos. Esta ultima, la mas pro- fundamente perturbadora, segiin Esquirol, sue- le acompaiiarse con mayor frecuencia que la otra, de tendencias deshonestas, homicidas, fraudulentas, incendiarias, en gentes reputa- das como honradas, antes de padecer esa enfer- medad. Cuantas veces se observa, sobre todo, en los delincuentes jdvenes una cierta periodici- dad intermitente de los impulsos pecaminosos, puede suponerse razonadamente su naturaleza epiléptica. Trousseau sostiene que siempre que un individuo comete sin motivo un homicidio, se puede afirmar que ha obrado bajo la influen- cia de la epilepsia. Iv Sergi, en una de sus uiltimas publicaciones: Les dégénerations humaines (47), coloca 4 los criminales en el niimero de los degenerados, Megando hasta decir que ellos son la sintesis de toda degeneracién ; la manifestacién de la cri- minalidad es multiforme y variada, desde sus expresiones mas simples 4 las mds acentuadas, como desde sus caracteres fisicos 4 sus condicio- nes psiquicas. Realmente, seguin él, no existe anomalia, enfermedad t otra cualquiera nota de degeneracién fisica y mental, que no se en- cuentren en el criminal. . Es necesario no obstante que advirtamos 4 nuestros lectores que Sergi fundamenta su con- cepto de la degeneracién y de las causas que (a7) BibWothique scientifique intern., 1288, Mila. LOS CRIMINALES 81 la producen, sobre el principio darwiniano de la supervivencia, uno de los factores esenciales de la lucha por la existencia. El ha descubierto esta supervivencia atin en- tre los débiles que no perecen todos; los débiles supervivientes se contentan, sin embargo, con ocupar una posicidén inferior, y son, en su con- secuencia, seres inferiores relacionados con aquellos que Henan un lugar normal, es decir, los fuertes. Las condiciones exteriores de la degenera- cién se encuentran en el medio ambiente, tanto fisico como social, Entre lag causas internas, precisa mencionar la herencia. No obstante puede observarse que todas las causas exteriores é internas se umen y ejercen, juntas, una accién comin, de manera que es poco menos que im- posible precisar la actividad de cada una en particular. La degeneracién (al no ser fisica en el des- arrollo general del cuerpo 6 de alguna enfer- medad heredada 6 adquirida) es funcional y se manifiesta por las causas externas, que per- turban el funcionamiento regular de los ele- mentos vitales. Si Ja degeneracién no acusa condiciones externas inmediatas, revela heren- cia: y si ni la una ni otra de ambas causas se manifiesta de un modo aparente, otras condi- ciones habran de encontrarse en el medio social y en el curso de la vida individual, que influ- yan sobre la decadencia del cardcter psicolégi- co, hasta producir una decadencia fina! en las condiciones somaticas; por lo demas, dice Ser- gi, no hay en las relaciones sociales una, cir- cunstancia por infima que sea, que no ejerza una influencia fatal sobre la conducta. Afirmando que el criminal es un degenerado, prosigue Sergi, no hemos hecho otra cosa, que emplear una expresién esencialmente genérica para la etiologia del crimen; susteniendo que 6 82 LOS CRIMINALES existen causas exteriores é interiores que oca- sionan la degeneracién en que cae el delincuen- te, solamente hemos formulate una nocién ge- neral que puede aplicarse igualmente 4 las res- tantes categorias de degenerados no criminales. Ahora bien, cuando no se observen desérde- nes mentales en el delincuente, el proceso psi- quico del crimen deberd siempre ser conside- rado como morboso. Y faltando otras pruebas, se encontraré una de gran valor en la transfor- macién de los procesos psiquicos morbosos por medio de la herencia en virtud de la cual el crimen, la locura y el suicidio se hallan inti- mamente unidos entre ellos. Los criminales y los locos pueden descender de individuos pro- pensos al suicidio; los locos pueden engendrar criminales y suicidas; los criminales, en fin, pueden ser padres de suicidas y de locos; fre- cuentemente sin tipo especifico de enfermedad mental, ni de criminalidad. Todo lo cual vale tanto como afirmar que existe la_transforma- cidn del cardcter morboso, pero no la anulacién de la esencia morbosa. Esta forma ciclica, hereditaria, da cuenta de los hechos y de sus condiciones, acerca de las cuales se discute para la interpretacién de la naturaleza de la criminalidad. Es excesiva- mente raro hallar en la anamnesis de un delin- cuente una herencia morbosa que no sea del crimen, del suicidio, de la locura 6 de cual- quiera otra afeccién_ morbosa afin, por ejem- plo, 4 la epilepsia, al idiotismo 6 4 sus congé neres. La degeneracién mental escoge por consi- guiente en la herencia, formas multiples y va- riadas, para transformarlas en si misma. Hs un hecho singular, no obstante, que esta degenera- cidn se asocie 4 la degeneracidn fisica de todos los tipos y en particular 4 aquella que resu- me las formas patolégicas generales. TOS CRIMINALES 83 Demostrados estos fendmenos, surge un nue- vo_ problema. gEste proceso morboso del crimi- nal tiene un cardcter especifico determinado por la influencia de otras formas morbosas? ¢ Es un fendmeno psico-patolégico con caracteres propios, fenémeno que se presenta algunas ye- ces aislado sin la consistencia de otras afeccio- nes fisicas 6 enfermedades congénitas 6 adqui- ridas? O ¢es sencilla y simplemente una conse- cuencia, un efecto de la influencia atolégica general sobre las funciones psico-cerebrales! abn aqui cémo Sergi responde 4 su propia jecion: © puede dudarse que todos los alienados no sienten impulsos criminales; al igual que los individuos que se encuentran en condiciones morbosas de una naturaleza diferente, no pre- sentan todos las tendencias al crimen. Sin em- bargo, existen criminales que, sin ofrecer in- dicios de enfermedades mentales, tienen no obstante anomalias patolégicas, atésicas 6 fun- cionales, que suponen naturalmente la existen- cia de confoxnaciones viciosas ocultas. De don- de Sergi deduce las siguientes conclusiones: 1.4 En ciertos individuos solamente los proce- sos morbosos determinan un nuevo proceso pa- tolégico, que tiene por efecto directo la crimi- nalidad. 2.* Lo que puede determinar este pro- ceso especial 4 la tendencia criminal, deriva directamente de las condiciones cerebrales, co- mo en las enfermedades mentales, é indirecta- mente de otras condiciones morbosas que influ- yen sobre las funciones del cerebro. 3." En otros individuos este proceso patolégico 4 la tendencia criminal se desenvuelve en concomi- tancia de las enfermedades mentales propia- mente dichas, y de la epilepsia, que turban las funciones normales del cerebro, deformandolas y causando mas aberraciones que las otras en- fermedades. 4. Este proceso patolégico del 84 LOS CRIMINALES crimen, como el de las restantes afecciones mentales, imposibilita la formaciém de un or- ganismo de caracter. De esta suerte el criminal pareceria tener una condicién patolégica especial, determina- da en la mayorfa de los casos por otros procesos 6 por diversas condiciones especiales, Este con- cepto estaria intimamente relacionado con el fendmeno de la transformacién en la herencia morbosa, locura, suicidio, epilepsia, crimina- lidad y restantes diferentes manifestaciones. Vv M. Virgilio, en un estudio realizado recien- temente sobre Passanante, el mattoide regicida cuya diagnosis hice hace doce aiios, establece las siguientes importantisimas conclusiones acerca de la naturaleza de la criminalidad (48) : 12 Las tendencias criminales se transmiten hereditariamente de los padres 4 los hijos, ¥ de los supervivientes 4 las diversas ramas di- rectas y colaterales: no hay, por tanto, dificul- tad en creer que las referidas tendencias son la revelacién de wna organizacién particular. 2.2 Esta organizacién debe ser considerada como anormal, en cuanto que ella lleva la se- ital de todas las marcas degenerativas, que de- muestran que la embriogenia y el desarrollo ulterior del hombre se alejan extremadamente del individuo fisiolégico. 3.2 La criminalidad obrando fuertemente con mucha frecuencia sobre tal terreno here- ditario mas 6 menos afin de la locura, suele, como esta ultima, pulular y elevarse frecuen- (a8) Giovannt Passanante + la natura morbosa del delitto, Ro- ma, Loescher, 1889. LOS CRIMINALES 85 temente desde lus mas lejanos fundamentos de una raza criminal; forzoso es por consiguiente admitir que el origen de ambos hechos es idén- tico y tiene su principio en un cardécter psiqui- co anormal, que se afirma tanto por la una como por la otra de estas manifestaciones. 4.* La verdad de todo esto se prueba por dos razones: porque la locura surge frecuente- mente en medio de una carrera criminal y ade- mds por la aparicién de tendencias criminales en el curso de diversas enfermedadcs mentales, que no encierran en si mismas ninguna razon patolégica para manifestarse por actos crimi- nales. 5.* Siendo la herencia el origen de los dos hechos, su naturaleza intrinseca deheré necesa- riamente ser idéntica. Luego, siendo la locura una enfermedad, la naturaleza de la criminali- dad no puede igualmente ser mas que morbosa. VI Los recientes estudios de M. Rossi nos _ense- flan con una precisién matematica (Arch. de psych., VIII), la concordancia exacta de los crimenes de rebelidn, homicidio y estupro con el grado de latitud, abstraccién hecha, bien entendido, de las grandes ciudades en las que se mezclan tantas influencias para impedir la accién del clima. Esta misma imfluencia apare- ce también en los motines, que no son otra cosa que rebeliones en grande escala. De dos magnificos estudios publicados por Corre, intitulados Les crimnels dans les pays créoles, 1889 y Archives d’Anthropologie crt- minelle, 1889, se deduce que la criminalidad es, en los paises calidos, dos veces més intensa durante la estacién invernal que en el periodo de los calores.. 86 LOS CRIMINALES Débese este exceso, segtin Corre, 4 un pre- dominio relativo de los crimenes propiamente dichos, si se tienen en cuenta los numerosisi- mos incendios; mas si 4 ejemplo de muchos criminalistas se hace un lugar especial al cri- men de incendio, atentado de naturaleza mix- ta, encaminado mas contra la persona que con- tra la propiedad, es por la notable importan- cia de la criminatidad personifieada que se dis- tingue en el invierno. La curva de la criminalidad esta sobre todo en relacién con la minima térmica; el parale- lismo de estas dos curvas puede asimismo refe- rirse 4 este punto, que se encuentra en la una y la otra; las mismas oscilaciones de marzo 4 mayo, y de junio 4 agosto, responden 4 los pe- riodos de termalidad regular en razén de la variacién de las brisas y las luvias. Aqui no puede decirse esto delante de las influencias socioldgicas derivadas de la accién climatérica, en cierto modo, reguladoras de la criminalidad. En las regiones intertropicales la suma de casos se mantiene igual, es decir, relativamente mds atenuada de un periodo ex- tremo 4 otro del afio. Bajo la influencia de un medio intertropical con una temperatura elevada y uniforme como la de la Guadalupe, el calor enerva mds que estimula, desazona mas que excita y entonces es precisamente cuando é] se torna, si no més atemperado en su medio, sf menos violentado, pareciendo como que el organismo renace 6 una vida activa; las energias cerebrales entorpeci- das de junio 4 noviembre, se reaniman de di- ciembre 4 mayo; aumentandose con las frescas brisas del primer semestre las impulsividades para el] crimen en las naturalezas predispuestas. M. Corre en otra obra suya, también muy recomendable (Les Criminels, 1888), ha des- cubierto, comparando los tipos de mi Atlas, 4 LOS CRIMJNALES 87 Jos locos y 4 los degenerados representados por Morel y Moreau, las numerosas analogias que ambas colecciones presentan. Corre concede en este orden de ideas, una grande importancia 4 la enorme proporcién de asimetrias craneanas y cerebrales que él y todos los observadores han encontrado tanto en los criminales como entre los alienados. Después hace ascender sus observaciones y las del doctor Rossel, practicadas sobre 200 su- jetos, 4 un 60 por 100 entre los homicidas, un 63 por 100 entre los estafadores y los banqueros declarados en quiebra y un 70 por 100 entre los autores de atentados contra las costumbres. M. Corre sefiala igualmente la influencia homicida de los relatos de la prensa sobre los cerebros predispuestos. Para un caso 6 esta in- fluencia es innegable y manifiesta como en el affaire Aubestin, y como éste se cuentan mu- chos, 6 pasa desapercibida sin ser atendida por nadie. El citado sabio explica ademds por el impulso de imitacién, el aumento de los rein- cidentes y su cada vez mds creciente precoci- dad. «En aquella edad, dice Corre, en que la experiencia falta todavia 6 en que el cerebro toma y conserva mejor las impresiones que re- cibe, i tendencia 4 la imitacién alcanza su mas alto grado, jugando el papel de mayor im- portancia en el progreso de la criminalidad». M. Tarde ha estudiado, en sus tiltimos traba- jos criminolégicos, con grande precisién, la in- fluencia de la imitacién (49). (49) Véanse La Criminalité comparet, 1887.~Revue philorephi- qua, 1885.—Philosophie pénale, 1850.

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