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FELIPE GUAMAN POMA DE AYALA NUEVA CORONICA Y BUEN GOBIERNO PROLOGO En 1908, Richard Pietschmann descubrid en la Biblioteca Real de Copenhague el manuscrito de Felipe Guaman Poma de Ayala, titulado Nueva Cordnica y Buen Gobierno, escrita por este hombre andino cntre los ultimos afios del siglo XVI y los primeros del siglo siguiente; en el XVITE Congreso Internacional de Americanistas CLondres 1912), el mismo Pietschmann presenté una ponencia en la cual hizo conocer a la comunidad cientifica americanista la existencia y el contenido de estc texto, que venia a proporcionar dimensiones exdticas a las tradiciones andi- nas y a sus estudios, y que daba una yersién larga y complicada del pasado y de los habitantes de Jos Andes, aunque también se referia dete- nida y criticamente a su presente colonial. Paco se sabia de su autor —poco es lo que se sigue sabiendo todavia hoy— salvo le que se podia y se puede desprender de sus propias afirmaciones y de algunas decumentos aparecidos en los ultimos tiempos. Las primeras fueron puestas raépida- mente en duda junto con cl relato de uma genealogia personal justifi- eativa y gloriosa que se remontaba no solamente a los incas del Cuzco, sino también a una aristocracia provinciana sometida al Tawantinsuyu, que no se limitaba a los antepasados inmediatos ¢ identificables sino que plantcaba Ja génesis colectiva de los habitantes del Nuevo Mundo como una rama cuasi perdida de los descendientes de Adan, en una forma que ho serd por cierto totalmente extrafia a los historiadores espafioles de fines del siglo XVI, y cspecialmente del siglo XVII, que getteralizaron diversas hipdtesis sabre el peblamiento de América Cver, par ejemplo, Jas obras de Fray Gregorio Garcia, de Fernando de Monte- sinos, de Diego Andrés de Rocha o de Antonio de Leén Pinelo), Sola- mente en 1936 la obra de Guaman Poma alcanzd los honores de una edicién facsimilar en Paris Ca través del Institut d'Fthnologic) gracias a los esfuerzos del insigne americanista Paul Rivet. Su descubridor, Pictschmann, incluyd entonces un estudio preliminar publicado anterior- Ix mente en (Nachrichten von kéniglischen Gesellschaft des Wissenchaften zu Géttingen Philologisch-historische klasse, Berlin 1908: 637-659), que recordé las palabras con-que hizo conocer el documento en Ja reunién de 1912, Conocido americanista y editor también de la Historia Indica de Pedro Sarmiento de Gamboa ', Pietschmann presenté una somera vision del Tawantinsuyu y de la vida andina a través del documento encon- trado por él, consultando a quechuistas y otros especialistas de la época. No deja de ser una aventura introducir al lector en la Nueva Corénica y Buen Gobierno de Felipe Guaman Poma de Ayala. La obra constituye un universo particular que rebasa Jas relacianes de heches notables y las historias clésicas que se hicieron comunes en los Andes de los siglos XVI y XVII, que nos hemos acostumbrado a llamar crénicas, términe que suele incluir desde los relatos mencionados hasta muchos de Jos mas aburridos informes buracraticos; se extiende hasta casi alcanzar una jerarquia enciclopédica andina, asombra a les eruditos por su precisién y su riqueza iematica, especialmente cuando ofrece aquella informacién andina menos “contaminada” con lo curopeo, a la vez que les abruma con un estilo que ha sido calificado en extremo de abigarrada y confuso, o aun de jerigonza ininteligibie. Aunque son relativamente poces los estudios que le han sido dedicados, sobre todo teniendo en cuenta el impacto que produjo su aparicién en los medias ancinas Cyéase la bibliografia al final de esta Introducciéu), sucle encontrarse en muchos de ellos una serie de acusaciones que transitan en torno a la “exactitud histérica” Cmejor dicho, la inexactitud) de sus afirmaciones, que no excluyen el provin- cialismo de su visién del Tawantinsuyu de los incas de] Cuzeo, o de los reinos existentes antes del mismo, cuya presencia y constante men- cién garantiza el ancestro personal glorioso y “noble” del autor; se le reprocha la pasién con que denuncid Jos atropellos del sistema colo- nial ~como si la pasién pudiera ser realmente excluida de ja vivencia personal— y los violentos actos de sus implementadorcs burocrdticos, evangclizadores, sefiores de diversos rangos; se le acusa facilmente de hacer “mala historia” al mismo tiempo que se reconoce el “valor histé- rico” que su obra representa, 0 aun se le sefiala como un case original que, junto al texto de la Historia de los Incas, escrita por el merce- dario Martin de Murta, constituyc el mas importante conjunto de representaciones gréficas de algiin tipo de documento andino durante Ja colonia espaiiola entre los afios finales del siglo XVI y los iniciales del XVIL CCfr. Mendizdbal 1961, Ballesteros 1953 y 1978, Adorno 1978). Sélo una obra muy posterior tiene dibujos competitivos que ilus- tran la vida andina: las acuarelas dicciochescas del obispo trujillano don Baltazar Jaime Martinez de Compan. EL PERSONAJE: LA TENTACION BIOGRAFICA Casi ne importa la fecha de su macimiento que, a falta de registros parro- quiales adecuados, queda librada casi necesariamente a las acostumbradas especulaciones que parten de las fechas, las edades y las multiples refe- rencias que escribe a lo largo de una obra que, por el hecho de haber sido trabajada durante un largo tiempo Ccalculado entre veinte y cuarenta afos por los comentaristas}, o por la dificultad de su autor para manejarse libre- mente en un determinado contexto calenddrico retrospective, no utiliza las mismas cifras para cl mismo hecho. Las discusiones sobre esto pueden ir desde anadir el reproche injustificado de querer confundir voluntariamente al lector, hasta el hecho mds seguro de haberse visto obligado —a lo largo de un proceso de aculturacién andina del cual formé parte activa y pasiva a Ja vez— a traducir en términos occiden- tales categorias de edad, de “acontecimiente” y de tiempo que no eran necesariamente compatibles. El hecho es que Guaman Poma debiéd de nacer pocos aos después de Ja invasién espafiola de Jos Andes ocurrida en 1532, posiblemente en el lugar que él identifica como San Cristébal de~ Suntunto, actual- mente parte del distrite de Cabana, en el departamento de Ayacucho; afirmé tener ochenta afios cuando termind su crénica (:1615?)%, y el 14 de febrero de ese mismo afio indicé tener precisamente esa edad cuando escribié una carta dirigida al rey de Espana desde Guamanga, y en la cual detallé el envio del manuscrito Co su intencién de hacerlo; A.G.L, Lima 154; publicada por Lohmann 1945), Sin embargo, por miiltiples referencias de su crdnica podria también entenderse que “ochen- ta afies” sdlo cumple una funcidn situacional: Ia del anciano que me- rece el respeto de los demas, no sclo por su edad, sino por Ja sabiduria que ha acumulado durante su vida (ver, por ejemplo, H-979 [997], 1108 [1218] y 1094 [1104)>. G. Lébsiger caleulé la fecha del naci- miento de Guaman Poma en 1545, en lugar de otra anterior (1535); Lobsiger 1963; 33; aqui el autor modificd una fecha anterior caleulada en 1526; vid Libsiger 1960: 12). Pero al margen de la exactitud real o ficticia de las fechas, intercsa precisar ciertos contextos que permitan analizar mejor su obra; en primer lugar, su itinerario biogrdfice lo hace tropezar con las situaciones conflictivas posteriores a las “guerras civiles” ocurridas entre los conquistadores entre los afios 40 y la mitad de Ja déeada siguiente en cl siglo XVI; vivid también la época del Taqui Ongoy, después de 1560 *, tal vez al lado de su extirpador, el clérigo Cristébal de Albornoz a quicn retraté en sus dibujos; sufrié como los demas hom- bres andinos de su tiempo las consecuencias de las reformas del virrey Francisco de Toledo (1569-1580) que incluyeron cl tributo, la mita y otras cosas, al Jado de las reducciones; cocxistié finalmente con las composiciones de tierras iniciadas en los aiios finales del siglo XVI Cque, XI precisamente afiadiran datos curiesos a su biografia) y con la crisis de- mografica que asold los Andes desde Jos afios del gobierno toledano men- eionado. Nueva documentacién permite asegurar que el visitador Gabriel Solano de Figueroa, quien hizo la primera composicién de tierras en Huamanga en 1594 “utilizé a un “Don Phelipe Guaman Poma” como “ynterprete de esta visita’... Cuando el juez amparé la posesién de tierras de unos yanaconas de Diego Gavilén en cl rio de Totora de Guamanga, fue Guaman Poma quien dio Ja notificacién a Ios indios. En otro expediente tenemos confirmacién del papel de Guaman Poma como ‘lengua desta visita’... (Stern 1978, vid. Zorrilla 1977: 50 y ss.). Un documento de 1595 lo indica firmando después del Oidor visitador Andrés de Vilela y del escribano Andrés de Wal de Pefia, lo que indica que es muy posiblemente intérprete (lAstima que el documento no haya sido atin pablicado en su integridad; cfr. Porras 1948: 72-73). Vale la pena destacar sus afirmaciones acerca de que tuvo una larga actividad al lado de los nuevos dominadorcs de los Andes en el siglo XVI (Padilla 1943, Porras 1948 y Ludefa 1975 se han ocupado detenida- mente de las afirmaciones de Guaman Poma sobre su propia biografia): fue aparentemente Teniente de Corregidor en la zona de Lucanas y fi- guré refrendando expedientes como secretario o escribano, después del juez o del visitador, quizds fue entonces intérprete*; ello lo vincula directamente con la admiuistracién colonial, Ya menciond antes que fue ayudante de visitadores eclesidsticos, particularmeme de Cristébal de Albornoz, con quien tal vez no sdlo se puso en contacto con cl Taqui Ongoy, sinc que posiblemente acompafid a Albornoz en sus largos viajes por la sierra sur del Perd, de Guamanga al Cuzco vy de aqui a Arequipa, en pos de la “idelatria” descubierta.y de sus ramificaciones atin no bien conocidas; con él) aprendié a “extirparla” y ciertamente a denunciarla come enemiga de la religién verdadera que adquiria, 6) mismo se encarga repetidas veces de afirmarlo asi. La relacién con este visitador quedo ratificada en el texto de la Nueva Cordnica, por ejemplo cuando el cronista precisa haber aprendido a calificar de hechiceria las practicas religiosas y medicinales andinas Cf. 280 [282]}. Junto con estas tareas fue in- térprete, como ya se dijo, y én algin momento se encargé de sefalar que se ocupd de ensefar (gprofesor de aculturacién?, pues sus discipulos eran “cristiancs y Iadinos”), y sindica a don Cristébal de Leén como que fue “discipulo del autor de este dicho libro; y tave otros muchos dis- cipulos y han salido cristianos y ladinos principales, amigos de defender a los pobres” Cf. 495 [499], este mismo don Cristébal de Ledn es el que aparece condenado al cepo por la autoridad cspaiiola, acusado de haber defendido a los hombres andinos, scgin afirmacién de Guaman Poma (f. 494 [498]); sin embargo, hacia el final del libro, Guaman Poma afirmara que don Cristobal de Leén cs uno de “los demas princi- pales que estén nombrados de indios tributarios vy bajos, don Carlos, don XxIL Cristébal de Leén, don Diego Suyca, sdlo quieren recibir cohechos” Cf. 1109 [1119]>, ¢se trata de una duplicidad, una oposicién situacional, o de una equivoca situacién olvidadiza? Cada una de estas actividades significa ana manera especifica de en- carat —o de consolidar, segin el caso, dado que se da por aceptada— la dominacién espafiola en los Andes. Al lado de todo ello, Guaman Poma se relacioné con funcionarios de muy diversa indole, vio Ja trans- formacién de los curacas —los sefiores étnicos de los Andes que los es- pafioles Wamaran “caciques", la actitud de las frailes y de los clérigos evangelizadores, conocié la misma evangelizacién y la informacién que se proporcionaba sobre cl pasado y el presente del munde europea y cristiano. Siendo auxilar de elevados funcionarios religiosos locales, era natural que se manifestara profundamente catélico y que redeara de un bafio de catolicismo toda manifestacién andina o personal de la cual hablara. Sin embargo, aunque consideré en la crémica a los pobladores andinos coma descendientes de Noé, no dejé de relacionar en una larga enumeracién de cierto origen biblico, a los antiguos gobernantes del mundo mediterranco. Todo ello se suma y le permitié escribir esa enor- me “carta al rey” de Espafia que es su obra* que, segtin su propia afir- macién estaba destinada a la enmienda de Ja vida de fos cristianos y andinos, encomenderos, sacerdotes, frailes, mineros, comerciantes y de- m4s personajes del mundo colonizador; pero también sc extenderd Ja influencia de sa obra —asi lo afirma él— a Ja poblaciGn sometida, es- pecialmente la andina, aunque sin olvidar a la africana introducida ya en los Andes: “A solo Vuestra Majestad incumbe el mirar por ellos Clos hombres andinos) como su rey y sefior natural que es de ellos, y se duela de sus miserias y calamidades, y malos tratamientos y peores pagas que continuamente reciben en general de todo género de gente, tratan- delos peor que a esclavos venidos de Guinea, que avin a estos les tratan mejor por costarles el precio que pagan por cello” (carta enviada al rey desde Guamanga, 14-11-1615, Lohmann 1945, reimpresa por Porras 1946; en adelante utilizaré la edician de Porras 1948). La Nueva Cré- nica es asimismo una “carta al rey” que plantea problemas, pero también sugiere soluciones para los mismos, relaciona situaciones ejemplares e introduce la colonizacién como un problema lumano; y por tado ello nos interesa prioritariamente establecer el contexto en el cual se movid; in- tentar precisarlo podria ayudar a perfilar mejor los problemas a que tuvo que enfentarse, las imagenes que se forméd de la sociedad colonial, y el papel que supo —que imagind tal vez— representar en ella. Se han propuesto algunos problemas en relacién con las afirmaciones de Guaman Poma; intercsa tenerlos en cuenta para intentar aproximarnos al peso que tienen sus asertos discutibles o discutidos, en el contexto de la obra. En primer lugar estaria la critica de Porras Barrenechea, quien pudo poner en duda toda la vinculacién —y los hechos novelescos que XU la adornan— con el capitan espafiel Luis Avalos de Ayala, relacidn que determind el origen de su apelativo hispanico. La versisn de Guaman Poma indica que Luis Avalos de Ayala era un soldado fiel a la corona espafola en Jas dificiles épocas de las guerras ocurridas entre los mismos espafioles, después de la invasiém, precisa el cronista que en la gran rebelisn de Gonzalo Pizarro —ocurrida entre 1543 y 1548— y durante la batalla de Huarina (1547) sostenida por Ias tropas de aquél con Jas leales al rey de Espafia comandadas por Diego Centeno, Avalos de Ayala fue derribado del caballo vy estuvo a punto de ser victimado alevemente por Martin de Olmos, pizarrista, fue salvado por la decidida interven- cién de Guaman Mallqui —el padre de nuestro cronista— quien matd a Olmos Cf. 16). De alli le vino a Guaman Mallqui Mamarse también “de Ayala”, apelativo que transmitié al cronista *. Porras discutié inicialmente estas afirmaciones autobiograficas y ge- nealdgicas, basdndose en los cronistas Diego Fernéndez, Namado “El Pa- lentino”, y Pedro Gutiérrez de Santa Clara: Martin de Olmos parece haber abandonado cl bando pizarrista rebelde después de la batalla de Huarina, no muriendo entonces en cella, puesto que figuré destacada- mente después; Lorede lo ha mencionado recibiende una renta en el Hamado “reparto de Guaynarima”, realizado una vez vencido y muerto Gonzalo Pizarro durante ¢l gobierno del Presidente La Gasca (1958: 361), y anos después aparecié figurando como capitan de las trapas espa- fiolas que por orden del virrey Francisco de Teledo fueron a Vilcabamba a someter al ultimo Ika, Tupac Amaru, en [os afios 70 del siglo XVI. De otro lado, sefialé asimismo Porras, Luis Avalos de Ayala llegé al Pert solamente en 1548 junto con el Licenciado Pedro de La Gasca, enviado por cl rey de Espaha para someter al rebelde Gonzalo Pizarro, esto es, un afio después de la mencionada batalla de Huarina (Porras 1948: 16-18; El Palentine [1571] 1964, I: 154, 199; Gutiérrez de Santa Clara [215612] 1964; 333, ciertamente, persiste la sospecha de un posible homénimo no aelarado). Sin embargo, no puede dejar de destacarse un elemento, no mencio- nado por Porras y, aparentemente, secundario: durante la batalla de Huarina, segiin la afirmacién de Guaman Poma, Luis Avalos de Ayala “eayé del caballo de una lanzada al suelo” Cf. 16); alli se habria produ- cido el salvamento del capitan Avalos de Ayala por Guaman Mallqui. El hecho e$ que quien aparece desmontado de su caballo en la batalla es el prepio Gonzalo Pizarre, quien al parecer pasé alli algunos momentos azarosos y fue salvado por la intervencién del capitén Sebastidn Garci- laso de la Vega, padre del autor de los Comentarios Reales de los Incas, seguin informan los cronistas Gémara ([1551] 1954, I: 309) y Zarate (1555, Lib. VI, cap. IL; 250-251); cfr. también E] Palentino €(256 1] 1964 1; 215) y Gutiérrez de Santa Clara ([{15617] 1964, IV: 12-13). En afios ulteriores, cuando Garcilaso de la Vega redacté la segunda parte XIV de los Comentarios Reales, desdijo esto y atribuyé el hecho a los mo- mentos posteriores a la batalla misma ([1616-17] 1960, III: 359°). Es posible que, con alguna informacién de este acontecimiento, Guaman Poma lo adoptara, de la misma manera que el patronimico, establecién- dose asi de facto una “legalizacién” de su status mediador entre la socie- dad andina (a la que pertenecia como descendiente de Jos incas y de las aristecracias locales, segtin su propio dicho) y la sociedad colonial Ca la cual se adscribe como “descendiente” también de un “valeroso conquis- tador”). Porras sefialé coro tampoco aclaré Guaman Poma la forma en que Luis Avalos de Ayala aparecié relacionado con su madre; el medio hermano del cronista, sacerdote, mestizo y santo vardén, parece ser tam- bién de esta manera un elemento mds en una composicién que deviene necesaria al considerar Guaman Poma un universo sincrético que su propia vida y obra ejemplifican. Cabe una pregunta inicial en torno a las afirmaciones de Guaman Poma, que IHevan a descubrir su relacién con el Tawantinsuyu y con los gobernantes Yarovilcas y Allauca-Gu4nuco*, que constituye la parte andi- ha de su genealogia: desciende, segtn propia afirmacién, de los sefieres étnicos de Yarovilca y de los Incas del Cuzco. Ultimamente se ha bus- cado una mayor precisidén en torno a los Yaro, una unidad de poder prehispanico, anterior a los Incas del Cuzco (creo que debemos resistir- nos a llamarla "reino” o “imperio”, a pesar de la extensién (de la impre- cisién] de estes términos), se afirma que “Yaro fue el nombre de un imperio de pastores de origen aymara (poblacién originaria del altiplano del Titicaca) que, a base de conquistas y de invasiones por la regién andina, logré extenderse hasta Cajamarca y Chachapoyas por el norte y hasta Ayacucho por el sur, englobando toda la parte serrana comprendida entre estos dos sectores” (Espinoza 1975: 17); se aiiade que “el imperio Yaro se desarrollé entre los siglos XII y XIII solamente (...}. Deses- tructurado el imperio Yaro a fines del siglo XII] —o quién sabe a co- mienzos del XIV— (€...} el Estado Imperial Yaro quedé circunscrito a una corta jurisdiccién que siguié conservando el nombre” (Ibidem: 18). Bajo Tupac Inca Yupangui (en 1463-1491, segun la cronclogia de Rowe, 1946), los incas del Cuzco conquistaron la regién; aqui es cuan- do Guaman Poma menciona que Cépac Apo Guaman Chaua, su abuelo, aunque alguna vez lo Hama bisabuelo, fue incorporado honorificamente a la burocracia del Cuzco dominante (le dieron el cargo de Incaprantin que los cronistas del siglo XVI, incluyendo al propio Guaman Poma asi- milaron a “virrey” o gobernador delegado; aunque el mismo Guaman Poma lo Hama en otra oportunidad “capitan general’, con un cargo di- ferente). Este abuelo del cronista seria después, cuando llegaran los espaficles, el encargado de darles la bienvenida, fue él quien —en el relato de Guaman Poma— entregé el Tawantinsuyu a Pizarro como “embajador” de Hudscar Inca. Avanzada la conquista, el cronista nos xv relata, sin rencor aparente, que “don Francisco [Pizarro] y don Diego de Almagro y les demas cristianos le mandaron tapiar al excelentisimo sefior Capac Apo Guaman Chaua” Cf. 397 [399]), en los momentos en que se buscaba incrementar el botin de la conquista. Uno de los hijos de éste —Guaman Mallqui— aparece casado con Curi Ocllo —despnés de cristianada Juana Curi Ocllo— “hija” del Inca Tupac Yupanqui, y estos fueron los padres del cromista. Es evidente que no vale la pena juzgar esta genealogia con cénones regulares occidentales; sé trata sin duda alguna de una forma simbdlica de representar y de fijar al mismo tiempo su relacién personal con e] Tawantinsuyu, explicable quizas por el prestigio que éste tuvo en Ja regién, y especialmente cori la “nobleva incaica”, después del momento inicial de represién posterior a la conquista; este prestigio duré prdcticamente durante el siglo XVI, aunque resucité posteriormente, al menos en una determinada forma (vid. Rowe 1951), Al mismo tiempo, esta relacidn estaba dirigida a salvaguardar sy vinculacién y preeminencia étnica, que le era imprescin- dible a un nivel distinto de la probanza de méritos y servicios personales que presentaba en su misma obra ante la burocracia colonial (cosa com- probada después por la carta publicada por Lohmann); el nivel Jocat estaria dado por su funcion como apoderado de comunidades andinas de la zona ayacuchana en litigios varios, y que se han mencionado anterior- mente, Lamentablemente no se conoce todavia esa documentacién en su integridad. Su biografia aparece en retazos en su crénica; también, como hemos dicho, en datos aislados que figuran en documentacién recientemente encontrada. Mencionara varias veces Guaman Poma que su experiencia colonial incluyd ef ejercicio de diferentes oficios en la administracién laica o eclesidstica, se ha apreciado su tarea de intérprete, se ha legado a insinuar que pudo ser intérprete en el Tercer Concilio Limense, al cual se refiere repetidas veces, asi como también menciona a los sacerdotes y tedlogos que participaron en él CAdorno 1978: 78). Luego de una larga vida cuyo seguimiento fatiga las pdginas de la Nueva Cronica, relata camo regresa a su casa y se encuentra desposeido de sus bienes. A la luz de la documentacién encontrada, se aprecia el conflicto, especialmente en el juicio que le siguen antiguos #zitmagkuna Chombres transplantados a otro lugar por decisién del poder, étnico o estatal; en este caso aparen- temente el Tawantinsuyu} de Chachapoyas, quienes lograron quedarse con las tierras discutidas y de paso consiguieron que el juez declarara a Guaman Poma falsario, reo de utilizar cargos v preeminencias que no tenia —de ser Chacerse amar) curaca sin tener derecho a ello—, de usurpar funciones diversas (vid. Zorilla 1977, passim). Sea cual fuere la realidad de todo esto, es evidente que nuestro autor alcga repetidas veces que ha sido desposeido de cargos a los que tenia derecho, mientras que la autoridad, en el unico documento conocido, avala el despojo y XVI lo condena por pretender funciones y cargos a Jos cuales, segtin afirmd la autoridad judicial y sus contrarios en el litigio, no tenia derecho. Este es sin duda alguna un problema solamente sugerido aqui y en ningun mado aclarado. Esté visto, por los aspectos hispénicos de su genecalogia, que Guaman Poma se acogid rdpidamente al vicjo sistema del plagio (no tan sancionado entonces como ahora), en este caso, la adapcidn de vidas y hechos ajenos; no existe documentacién fiable, hasta ahora, que permita una confrontacién real de su genealogia andina, ni tampoco, con Ja exi- gua documentacién de que se dispone, de su biografia personal. LOS TEMAS DE GUAMAN POMA Analizar detenidamente cada uno de los aspectos que Guaman Poma in- cluye en la Nueva Cronica levaria a una presentacién quizds inagotable, pues su obra quicre abarear una totalidad a la vez que configura la ma- nera de hacer idcal el universo que presenta y al que aspira. Oscila entre el “no hay remedio” que ha hecho teftir de lamentos sus palabras, y Ja receta conercta que remedie los males, garantice su papel en Ja vieja y la nueva sociedad, sanee la autoridad del rey a la cual apela en contra de los malos funcionarios, Jogre en buena cuenta cl buen gobierno de las Indias al que aspira. Dentro de esta temdtica tan amplia, buscaré algunas aspectos que inéroduzcan al lector en distintas niveles de la obra de Guaman Poma: cl tiempo y el espacio: las “edades del mundo”, su aporte geografico y su representacién, incluyendo alli la imagen de otra mundo: Guinea o el Africa; cl Tawantinsuyu, la invasién espanola y la coloni- zacion, Cierto que dentro de estos grandes temas caben otras muchos y que se puede imaginar facilmente una amplia tematica cspecifica que contemple todo 0 casi todo lo que una obra de aspiracién universal pre- tende abarcar. Cierto es también que requerir de Guaman Poma una imagen histé- rica. —es decir, occidentalmente histérica— del pasada andina es algo dficil de lograr, si no imposible. Su imagen del pasado estuvo sin duda en un conflicto —compensacién-traduceién— centre los criterios tradi- cionales andinos y los europcas importados en el sigko XVI. Es todavia muy reciente la discusion historiografica y antropoldgica sobre la imagen del pasado en el drca andina y sus pobladores Ccfr. Pease 1978 b); después de muchos afios de aceptacién de una imagen lincalmente “his- térica” recogida por los cronistas, comenzaron a sugerirse primero discre- pancias entre las mismas crénicas, después, a la par y ante el avance de una arqueologia que irrumpia las fronteras de un pasado remoto; algunos estudiasos como José Imbelloni cn la Argentina y Julio C. Tello en el Peru, iniciaren planteamientos en torno a una visidén del pasado més remoto que el de los incas mismos, a la mano del recuerdo de los hom- XVI bres andinos del siglo XVI que nutrieron la informacidn de los cronistas; aunque e] segundo autor mencionado profundizé notoriamente la arqueo- logia peruana, aporté también valiosas sugerencias en torno a los mitos andinos y a la informacién que encerraban, asi como en relacién con la vida religiosa en general de los hombres antiguos de la regidn, todo lo cual suponia revisar bajo la luz de informactones cercanas a la Megada de los espafioles tanto las creencias mas antiguas asequibles a través de las mismas informaciones documentales, como los elementos materiales que la arqueologia permitia analizar. A ello habria que afiadir, y Tello lo hizo a menudo, fa experiencia del morador contempordneo y su testi- monic; cuando John V. Murra ({1970] 1975) reclamé la tarea conjunta de una historia, una arqueologia y una etnologia andinas, hizo recordar que Julio C. Tello habia insistido particularmente en usar el conoci- miento tradicional de la gente para lograr una mejor aproximacién al medio ambiente (lo ecolégico, s¢ diria después). Tanto Imbelloni como Tello Cen 1939, en torno al XXVII Congreso Internacional de America- nistas de Lima) se preocuparon por Jas “edades del mundo” presentadas por los cronistas, especialmente por Guaman Poma, aunque Imbelloni publicé también sus anotaciones sobre Fray Buenaventura de Salinas y Cérdova, sabre el Licenciado Fernanda de Montesinos, y otros casos en les cuales se proponia también una versién de un pasado preingaico y, en el caso de Montesinos, mayor y mas amplio que el que las crdnicas cldsicas se permitian ofrecer, como cs el caso del Inca Garcilaso de la Vega, quien dividia cl pasado andino prehispdnico entre Jos incas del Cuzco y las behetrias anteriores a é1'°. Diversos autores posteriores se ocuparon de Ja forma como la obra de Guaman Poma y otros textos an- dinos permiten hablar de un régimen de cuatro 0 cinco “edades del mun- do”, diferenciadas las propuestas y cl mimero de las edades por diferentes mecanismes ¥ con distintos argumentos. LAS EDADES DEL MUNDO Cuatro o cinco edades del mundo pueden parecer a mucha gente ele- mentos de una discusién erudita, cuando no secundaria; sin. embargo los mites que las recogicron resumieron elementos importantes de la imagen andina del pasado, desde que esas versiones se remitcen a los origenes del tiempo y del hombre, asi como precisan las categorias que consideraban inmutables en su sistema de pensamiente. Los mitos recogidos por los cronistas de los siglos XVI y XVII resumian buena parte de la experiencia del pasado andino, aungue muchas veces reducida a la zona del Cuzco, de donde provino el mds amplio caudal de informacién, justamente por tratarse del centro del poder estatal previo a la Iegada de les cspaholes en el siglo XVI. a formacién de! munda XVHI y la creacién del hombre y de los demas seres vivientes, los origenes de Jas plantas y de las formas de organizacion eran sus temas. Sin embargo, los mismos cronistas incluyeron esta informacién historizada o reducida —en un scgundo caso— al nivel de los cuentos, las fabulas o las con- sejas populares. La versién de las edades del mundo pudo parecer “fal- sa" o ser facilmente considerada “idolatria” en un medio y en un momen- to en los cuales Ia imagen biblica del pasado continuaba siendo Ia Gnica historia antigua verdadera. Guaman Poma refleja en su crénica una visién del pasado que se puede considerar estable mientras no se produce el cataclismo de la in- vasion espafiola de les Andes; sin embargo cuando habla de ésta la mini- miza por motivos determinados de su presente, negando en buena cuenta que hubiera una “conquista” y, en consecuencia, “vencidas”; de cesta ma- nera cesaban les derechos de los conquistadores originedos —cudntas veces se dijo asi— en un contexto de “guerra justa” (i.e. las eneomiendas, cfr. Adorna 1978), la imagen del pasado tradicional puede estar a la mano en su informacién. Como otros cronistas, Guamdn Poma de Ayala nos presenta una serie de cuatro cdades, la ultima de las cuales puede incluir a los incas, y que continga establecicndea una suerte de paralelo entre las edades curopeas (judeo-cristianas) y andinas, que finaliva con la invasién del siglo XVI y el tiempo que la sigue; las edades son las siguientes : Edades Andinas Edades Europeas 1 Wari Uiracecha runa CHIT) 1 Adan y Eva 24 Wari runa (IV) Il WNeé 34 Purun runa (CV) Wl Abrahdn 49s Auca runa CVI) IV David 59 Inea runa (VII) VY Jesucristo 6 ESPANA EN INDIAS (VII) Fstas, cn apariencia seis y cn realidad ocho, edades andinas y del mundo, seis puntos en realidad integrados de diversa manera, estén reu- nidas en el octavo que es comin ("Fspatia en Indias”}, donde a conse- cuencia de Ja inyasién espafiola los Andes vuxelven a ingresar en una linea original y cristiana (llamada asi por el cronista) que abandonaron solo por Ia ruptura Cel alejamiento) del origen y los principios biblicos. No debemos olvidar que al mismo tiempo que Guaman Poma presenta un paralelismo entre las edades andinas y curopeas o cristianas, cstablece simulténeamente una secuencia, pues los andinos son descendientes de Noé, por elle, en una versidén mds coherente, cl ticmmpo transcurrido entre la primera edad andina v la cuarta inclusive, se encuentra en ver- dad encuadrado entre Noé y Cristo, puesto que los Incas resultan con- XIX temporaneos de Jesucristo. Este conjunto de edades no nos dan necesaria- mente seis “cdades del mundo” en una cosmovisién andina vigente du- zante la colonia, ni tampoco cinco edadcs necesariamente (en realidad sicte antes de la conquista espaiiola). Mas bicn quedaria la impresién de que la suma de las edades y Ia acumulacién de los aiios de duracién de cada una (5.000 afios de Jas “edades de indios” y 1.500 de la de los incas) se inscribiria m4s claramente todavia deniro de una imagen histd- rica de corte occidental avalada ademas por el hecho de la identificacion (gforzada?) realizada entre los incas y la edad de Jesucristo, ya que los 1.500 afios de duracién atribuidos a los primeros son una forma de equivalencia para llegar junto con la “edad de Jesucristo” al momento de la invasién espafiola. La edad de los espafoles en el Pertti (67 y VIII cn la acumulativa imagen historizada que el cronista propone) es comin para ambos mundos, el espafol y el andino. Dentro de esta linea, una novena edad sélo podria ser asimilada al tiempo del segundo advenimien- to de Cristo. En las paginas finales de la Nueva Crénica, Guaman Poma licga a presentarse a si mismo como servidor de Cristo, y habla de si mismo como que “venia sirvicndo a un gran hombre grave Hamado Cris- tébal, por decir Cristo metia diciende bal, aunque dijo Cristébal de la Cruz, ... su amo, pregunta ¢no veremos a este hombre?, responde el autor: ahi viene alcanzdndome, ahi le cncontrard si le busca Vuestra Merced” Cf, 1108 [1118]); dos paginas atras invocaba: “Sefior: esperanza tengo que ha de venir Jesueristo otra vez...” Cf. 1106 [1116}>. De esta manera comprueba, en un contexto mesidnico (al anotar este punto, Porras no lo entendié asi, stno coma una muestra de dnimo cazurro, aunque reconace su valor simbdlico; 1948: 35), una imagen que hace ver que prevé una nucva edad del munde coicidente con la nueva venida de Cristo. Coincidentemente, también, esta nueva edad (la novena) co- rrespondcria a la imagen que identifica a Pachacuti Cel noveno Inka de la lista standard cuzquefia) con Manco Capac Cel primero); las cré- nicas identifican Pachacuti Ctanto coma términe, como en cuanto al Inca) con un caos césmico o una yuelva del mundo, y también hacen ver cémo los incas Pachacuti y Manco Capac son iguales entre si (Pease 1970: 71-72; 1973: 62; 1978 a: 66 y ss.}. Sc pucde suponer que, también en Guaman Poma, la nueva venida de Cristo pondrd al mundo en el estado perfecto del momento de la creacién de Adan y Eva. En la primera edad andina —Uxari Uiricocha runa—, Guaman Poma intenté relacionar al dios creador presentado por la mitologia de la sierra sur andina — Wiragocha— con cl creador cristiano, cosa natu- ral cn un cristiano nuevo como era el cronista; y cl paralelo con el cristianismo cs constante desde aqui en toda la extensién de Ja obra. En otro lado me ecuparé del cristianismo de Guaman Poma, que requiere realmente de un cstudio mas amplio en orden a la evangelizacién; sélo quiero precisar aqui que su imagen de Jas edades del mundo parte de XX una “inocencia primordial” en la cual el hombre tenia un conocimiento limitado -—-aunque genuino y adquirido dircctamente, come descen- diente “legitimo” de Noé-— del Creador (Runacdmac Viracocha), el cual no sdlo es presentado a la manera judeo-cristiana, sino asimilado al Yahvé biblico Cff. 49-505. Aqui vareccria haber una relacién con el paratso biblico, reforzada por Ia nocién de una “caida”, que se hace patente en forma gradual a través de las sucesivas edades andinas en Ja pérdida progresiva del conocimiento de Dios, del cual quedé a la larga tan sdlo una “sombra”, a la cual el cronista hard sucesivas referen- cias posteriores. Dicha “caida” cs mds notoria si se tiene en cuenta que la primera edad andina es posterior al diluvio biblico y al reparto de los seis hijos de Noé Cf. 912% [925]). Esta inocencia primordial —mas cristiana cn su imagen— motiva que en aquellos tiempos iniciales los naturales de los Andes no adorasen waq'a Cuaca, escribe el cronista, huaca © guaca escriben otros textos, cs decir “idolos”; cn realidad cs un término andino identificable con lo sagrado}, ni hicieron “idolatrias”. Guaman Poma incorpora de esta manera las nociones de pecado y de idolatria, no solamente a su vocabularic sing también a su explicacién andina. FE] hecho de haber transformado la “caida en el pecado” en uma caida cn “larga duracién”, identificada con la constante pérdida del conuci- miento del Creador, explica también por qué no aparecen més clara- mente caidas espeeificas o crisis destacadas —caos— entre las sucesivas edades del mundo andino. Podria pensarse —aunque el texto no Io consagre especificamente-— que quedaba abolido asi el esquema ciclico de las edades de] mundo o, a Jo menes, introducide en un esquema lineal iniciado con Ja creacion biblica, Ello no obliga a desechar un cierto con- texto mesidnica on la Neeva Crdénica, que ya se ha mencionado antes. El transito a la segunda edad, Uari runa, mantiene Ia inocencia pri- mordial en los hombres andinas, y la relacién “pura” con el Creador Wiragecha Cf. 54). Aqui intreduce el cronista la nocién de Trinidad: “habia un solo Dios, tres personas, de éste decia asi: que el padre era justicicro. .. el hijo caritativo, .. ¢l menor hijo que daba vy aumentaba salud, y daba de comer y enviaba agua del ciclo para darnos de comer y sustento..." CEE. 55-56); luego vinculard el culto a la Trinidad con el rayo, que a su vez configuraria otra triada Crayo-trueno-relampago "*. Fl paso a la tercera edad, Pury runa, significa uma serie de me- joras concretas en el orden material. y el cronista habla aqui de una organizacién legal de la vida diaria y de un incremento de los bienes econdmicos paralelo a la aparicién de los primeros problemas bélices; al mismo ticmpo deja constancia en la crénica de Jas cambios ocurrides con la invencién de la agricultura como Fuente de ingresos y su trans- formacién cn la principal tarea preductora de bienes Cf. 59-60) ™. XXI Finalmente, la cuatta edad de indios —Ancapacha runa o Auca runa— esta vertida en una més prolija relacién de las actividades de los hombres, en cuanto a la vida social y econémica, y se puede ya establecer relaciones con fo que posteriormente dia nuestro cronista acerca del periodo de los gobernantes del Tawantinsuyu. Entonces, la vinculacién del hombre andine con su Creador, cristianizado por el autor de la Nueva Crénica, comenzé a menguar seriamente después del teinado del “primer inca” Tocay Capac (f. 80). De aqui a la versién tradicionalmente conocida de Manco C4pac y Mama Ocllo como funda- dores miticos del Tawantinsuyu o “Imperio de los Incas”, y mencionados por otras cronistas de la época —especialmente por Garcilaso de la Vega— sdlo hay un paso que en el texto de Guaman Poma aparece sin trauma alguno, salvo que se precisa claramente la diferencia entre el “primer Inca” Tecay Capac, que pertenece a la calidad de los hombres antigues, descendientes de Uart Uiracocha runa, y Manco Capac que es una cosa diferente. Este ultimo cs precisado como el “Inca iddlatra” y vinculade ya muy claramente con el Sol (Inti); el cronista cuestiona su “legitimidad”, partiendo de la andmala relacién con su madre *, dicho concepto —inca iddlatra— estaria de acuerdo con la idea, gene- ralizada desde la época del virrey Toledo, que sindicaba a los incas del Cuzco como usurpadores del poder y opresores de la poblacién andina, al mismo tiempo que propagadores de la idolatria que encontraron los conquistadores espafioles; en ticmpos de dicho virrey se buscaba lograr de esta manera una justificacién de la conquista espafola ™, entendida como una “liberacién” que casi tiene Ios alcances de una redencién efec- tiva Ceque Wega acaso con Ja “vuelta” al cristianismo que Guaman Poma sugiere?);-en esta linea hay una consecuencia entre la acusacién de idolatria y la imagen que nuestro autor proporciona acerca de la can- quista misma, no como una invasién de un territorio antes gobernado por un poder autéctono y auténomo, sinc como una entrega voluntaria Cf. 81; cfr. Adorno 1978), que casi toma las caracteristicas de una “restitucién” Czal dueno legitimo y cristiano?). Es interesante anotar, para futuras investigaciones, que esta parte de Ja crénica incluye confusiones de redaccidn que no son frecuentes antes ni después en el manuscrito Chay, ciertamente, otras paginas en las cuales se ha afadido informacién o se han hecho tarjaduras, que no es lo mismo}; abundan aqui las repeticiones y las enmendaduras, que pueden sugerir les titubeos y los problemas que debid resolver e] autor para narrar el transito al periodo del Tawantinsuyu, incluyendo las difi- cultades para amoldar el texto a su nueva mentalidad cristiana. Antes de terminar,el relato de la tercera edad andina, Guaman Poma precisé la existencia de una peste que eliminéd a mucha gente en el mundo (es decir, en el Tawantinsuyu): “mira cudnta suma de indios podia haber en el reino, dicen que una vez con una pestilencia se murieron muy XXII mucha gente, y que seis meses comieron los buitres a esta gente, y no Ja podian acabar todos los buitres de este reino...” (f. 61). Aqui po- driamos tener ilustrado un “caos” césmico ~pachacuti— en el transite entre la tercera y la cuarta edades del munde mencionadas por el cro- nista para los Andes, del tipo que frecuentemente se presenta entre una y otra edad del mundo en otras mitologias. Esta relacién de las cuatro edades no pareceria estar vinculada con las cinco que pueden observarse en Mesoamérica y de las que se ha hablado para explicar jas edades andinas;!* no mencionan nuestros tex- tos, especificamente Guaman Poma, rupturas claras entre las edades; incluso la posible quinta edad —la de los incas—, aparece desdoblada en dos, de un lado Tocay CApac, de otro los demas incas, como en la generalidad de las crénicas se presenta en Guaman Poma una sucesién de Incas, pero esta edad, en la relacién acumulativa que arranca de Noé, seria la séptima, paralela ahora si a Ja de Cristo. Quizds pueda argu- mentarsc también que fa presencia de Manco Capac y sus contempo- raneos pareceria estar vinculada mas bicn a una edad productora de arquetipos y de héroes, que no al “puramente humano” ¢ iddlatra de la edad de los incas Cun presente anding) previo a la conquista o invasién y que configura —ésta— a su vez, un nuevo presente, el del cronista. Pareceria haber aqui una interpolacién, entonces, si consideramos que, para el cronista, los incas del Cuzco constituirian una edad nueva (Inca- pacha runa)'*, Sin embargo de todo esto, no deja de ser inquietante la distincién y ruptura que hace Guaman Poma entre “el primer Inca Tocay Capac Pinau Cépac” (¢Tocay Capac y Pinau Capac?) y los demas, a partir de Manco Capac, inaugurador de la idolatria que desbaraté un orden que el cranista insiste se mantiene por el recuerdo, por Ja exis- tencia de una “sombra” del conocimiento del verdadero Dios. En rela- eidén con Tocay Capac y Pinau Capac —separados—, Garcilaso de la Vega ofrece una versién similar y limitrofe: “Dicen, pues, que cesadas las aguas [del dituvio) se aparecié un hombre en Tiahuanacu, que esta all mediodia del Cuzco, que fue tan poderaso que repartié el mundo en cuatro partes, y las dio a cuatro hombres, que llamé reyes: el primero se Hamé Manco Capac, y el segundo Colla, y el tercero Tocay, y el cuatro Pinahua. Dicen que a Maneo Capac dio la parte septentrional y al Colla la parte meridional, de cuyo nombre se llamé después Colla aquella provincia, al tercero, llamado Tocay, dio la parte del levante, y al cuarto, que Haman Pinahua, Ja del poniente...” (Garcilaso de la Vega [1609] 1966, II; 29-30). No séle indica aqui Garcilaso que esta versién es extrana al Cuzco la atribuye a “los indios que caen al mediodia del Cuzco, que Haman Collasuyo, y a Jos del poniente, que aman Contisuyu"; es decir a la zona uvin, come luego se vera, en la distribucién espacial), sino que sugiere que esta divisién del mundo pudo servir de modelo para [a pos- terior que hicieron los incas al dividir el Cuzco y el Tawantinsuyu en XI Jes cuatro sey conocidos CChinchaysuyu, Antisuyu, Collasuyu y Cun- tisnyu). Tampoco establece una relacién especial Garcilaso con otra versién diferente, que ¢l mismo incluye a continuacién, la de los cuatro “hermanos” Ayar v sus esposas Clos ocho hermanos gue aparecieron en Pacaritampu, también en el texto de Guaman Poma), con la anterior donde aparecen Tocay Capac y Pinahua. Indudablemente nos encon- trames aqui en presencia de versiones Cvariantes)) que, al ser cscritas, reunicron rclaciones diferentes y separaron otras distintas, Los mismos personajes miticos, Tocay y Pinahua (Tocay Capac y Pinau Capac), cum- plen papeles diferentes en fos textos de ambos cronistas, respondiendo entonces a diversos criterios y maneras de adecuacién de similares o iguales tradiciones orales a un proceso de historizacién occidental, en el cual esté inmerso el cronista. Al estado actual de la investigacidn sobre mitologia andina, todavia es dificil moverse en el terreno de versiones relacionadas Cvariantes}) que corresponden a Ja misma a similar infor- macidn, procesacla en forma distinta por diferentes autores. En un inte- resante articulo, Maria Rostworawski de Diez Canseco ha tratado fina- mente cl problema de Tocay Capac y Pinau Capac, mencionado por Guaman Poma y por otros cronistas que recogieron su informacién cn el Cuzco (Sarmicnto de Gamboa y Murtia, ademis de Garcilaso; también las Informaciones del Virrey Toledo), rastreande su continuidad hasta el siglo XVII; explica, finalmente, cémo pertenccieron a los grupos que la tradicién y la documentacién colonial permiten identificar, sefialando que formaban parte de un conjunto (de grupos de parentesco, de ayllus) establecide en la zona del Cuzeo al momento de la aparicién del Tawan- tinsuyu, e historizados por los cronistas Cubicades en contextos diacré- nices, cuando en realidad cran contemporanecos) CRoastworowski 1970: 59, 62, 65-66, 91; ver también Zuidema 1964; 127-128). Tampoco advierto una clara relacién entre el “pecado” del pueblo y el castigo divino, puede pensarse que faltaria precisién en ec] texte que estudiamos, pero también cs visible que no se trata simplemente de una “importacién” de la versién de las edades del mundo conocida en otros ambitos. No creo que la versacidén de Guaman Poma Cprecisada, de otro lado, por Adorno 1978, por ejemplo) " Jo Ilevara a suponcr siquiera Ja version hindi de Jas cuatro edades (yugas) del mundo, ni sus proyec- ciones conocidas o sus paralelismos; a ello se deberia justamente que la nocién de una caida Co de un caos casmico} no aparezca muy clara- mente definida, sinc que haya sido “diluida” a lo largo de las sucesivas edades presentadas por cl cronista Cpérdida progresiva de la nocién —del conocimiento— del Creador); por otro lado, en otro cronista CFernando de Montesinos, que escribié en cl siglh XVIL) si aparecen mas clara- mente indicadas las situaciones de sucesivos momentos de caos césmicos y creaciones subsiguientes Cefr, Imbelloni 1939, 1941, 1942, 1946; Zuidema 1965); pero es cl caso gue Montesinos tenia una formacién ntelectual curopea, reconocida desde Rivero y Tschudi (1851). XXIV Es necesario observar aqui que la gran crisis recordada en las historias de la humanidad judco-cristiana que fue cl diluvio, ha sido colocada por Guaman Poma ftera de ias edades andinas, pucsto que los hombres de la primera edad andina (Uari Uiracocha runa) “no se acordaron que vinieron de la descendencia de Noé del diluvio, aunque tienen noticia del diluvio, porque cllos Jo llaman uno yaco pachacuti, fue castigo de Dios...” Cf. 51); aqui bay acuerdo entre las versioncs de Guaman Poma y las de otros autores espafoles Ccfr., por ejemplo, Oliva [1631] 1895: 23), mientras que otros cronistas Negaron a inchiir claramente al diluvio biblico dentro del pasado andino, Hevando asi la difusién del hombre americano aceptada entonces, mas Jejos en el tiempo que el dilu- vio biblico; un buen cjemplo de esto es Sarmiento de Gamboa ([1572] 1943: 102-103), quien explicd el diluyio como um castigo general cnviado a los hombres por Viracocha Pachayachachi, enojado porque sus “criaturas” habian permitido que “entrellos macicsen vicios de soberbia y cudicia”, mencionando también el diluvio al relatar un mito de origen Cafar, referido a Tumipampa (ciudad ubicada donde esta actualmente la ciudad ecuatoriana de Cuenca); ctro cronista andino, Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamaygua, solamente relata la maldicién que la divinidad creadora hizo recaer como castigo sobre un pueblo, ocasio- nando un anicgo €[1613] 1950: 212), Aqui hay una segunda evidencia de acuerdo entre Guaman Poma y Montcsinos, puesto que este tltime llegé a afirmar que, después del diluvio, Noé viajé por toda el mundo Cincluyendo América entonces) para distribuir Ja poblacién CMonte- sinos [216442] 1957: 5). Ciertamente que esta ubicacién del diluvio fuera de las edadvs tradicionalmente andinas rcsponderia a una concep- cién del poblamicnte de América que, partiendo de Mesopotamia, fuera necesariamente posterior al mismo diluvie; los hombres andinos sen en- tonces posteriores a Noé. ¢Come entender y camo aceptar un patalelismo entre Jas “primeras edades” de Uari Uiracocha runa y Adén-Eva? iCéomo aceptar neecsariamente al artificio de las cinco edades? En su afin de lograr una “coherencia histérica”, Guaman Poma de Ayala se aleja de ella; no puede olvidarse que tanto él como el citado Santa Cruz Pacha- cuti son cristianos nuevos y acusan en consccuencia en sus obras la situa- cién conflictiva del converso, tantas veces mencionada por Américo Castro. Sin embargo, otro texto andino, el del informante del clérigo Francisco de Avila, no cludid cl diluvio, que aparece claramente en ‘as tradiciones orales recogidas en Huarochiri, en la sierra central del Peru. actual. En sus paginas notamos el relato del mismo bajo la forma del rebalsamiento del mar, donde sdlo se salvaron aquellos que se refugiaron en la cumbre del cerro Huilleaceto, y el informante de Avila termina asi su marracidn: “y nosotros bendccimos esta narracidn ahora; los cris- tiaros beudecimos ese tiempo del diluvio, tal como clhos Clos andines) narran y bendicen Ja forma como pudieron salvarse, cn la montaiia de Huillcacote” CAvila [¢1598?] 1966: 31, subrayado mio). XXV Una cuestién quizds marginal puede anotarse aqui, y es la curiosa mencién del Inca Garcilaso de la Vega, quien conocié algunas de las versiones contempordneas que relacionaban a Noé con les origenes de los hombres americanos; dice el Inca: “Algunos espafioles curiesos quieren decir, oyendo estos cuentos, que aquellos indios tuvieron noticia de la historia de Noé, de sus tres hijos, mujer y¥ nueras, que fueron cuatro hombres y cuatro mujeres que Dios yeservé del diluvic, que son Jes que dicen en la faébula, y gue por la ventana del Arca de Noé dijeron los indios ta de Pancartampu, y que el hombre poderoso que Ja primera fabula dice que se aparecié en Tia- huanacu, que dicen repartié el mundo en aquellos cuatro hombres, quie- ren los curiosos que sea Dios que mandé a Noé y a sus tres hijos que poblasen el mundo” (Garcilaso de la Vega [1609] 1960, II: 30-31). Garcilaso estaba hablando, inmediatamente antes de estas lineas, de las versiones de Jos cuairo hermanos que fundaron el Cuzco. Esto no es solamente un testimonio de una preocupacién comin del momento; tam- bién del hecho que los esfuctzos qué se realizaron para establecer para- lelismos © filiaciones biblicas no fueron privilegio exeepcional de algin cronista extraviado. Noé preside claramente los argumentos y las discu- siones entre los cronistas que hablaron del poblamiento de América, En 1968 publiqué un articulo en el cual insistia mucho en una ima- gen de jas cuatro edades andinas, a pesar de la “evidencia factual” exis- tente en los textos de Francisco de Avila o de Felipe Guaman Poma de Ayala, que he mencionado, y que hablaban aparentemente de cinco edades del mundo andino: cuatro preincaicas, a la que afadiriamos la de los Incas mismos, Pero lo que se estaba buscando, entonces como ahora, no era tal vez tanto una versién del pasado desde ia colonia espa- rola en la cual vivid Guaman Poma (y a la cual refiere su edad contem- pordnea), cuanto una versién del pasado desde los incas; no podria decir entonces con mucha facilidad si puede interpretarse directamente las afirmaciones de los textos de las crénicas, ello depender4 sin duda de Ja imagen que el cronista tenga del Tawantinsuyu. La imagen de las cuatro edades fue mantenida en un libro posterior (19733, aun Iaman- do la atenciédn en torno al problema de cuatro o cinco edades entre los griegos antiguos, mencionado por Finley (1961: caps. I y If). Afios después yine a conocer un articulo particularmente util de Augusto Car- dich (1971), que proponia ahora “seis edades”, particndo siempre del texto de Guaman Poma de Ayala, anadiéndose una antes de las cono- cidas y mencionando también a los incas del Cuzco. Diversos trabajos apoyaron Ia imagen de las cinco edades Cespecialmente Ossio 1970, 1973, 1976 y 1977 ay b). Ciertamente, tenemos aqui un apreciable conjunto de “lecturas” de los mismos textos con varios resultades. Guaman Poma distingue expre- samente una aparente quinta edad, la de Tocay Capac y Pinau Capac, XXXVI mencionada antes, en la cual “se acabé esta gemeracién y casta” Cf. 80), seguida después por Manco Capac quien, en cl pensamiento de Guaman Poma, habria transmitido a los incas posteriores su “ilegitimidad” Ccfr. nota 13, supra); aun considerando esto, es tal vez inevitable que Gua- man Poma considerase a los incas como una quinta edad, si recordamos el hecho de que una visién “histérica” (o en proceso de aculturacién histérica) como la que Guaman Poma denuncia en su obra, tenia que incorporar necesariamente a los incas, como un periodo completo y ter- minado, Vimos antes cémo incorporé a los espafoles, quedando una linea continua que arranca con las dos primcras edades biblicas: Adan y Eva, y Noé, continua luego con las cuatro edades tradicionales andi- nas, incorpora después, en séptimo lugar, a los incas Csefalande expresamente un paralelismo con la edad de Jesucristo), guedanda octa~ va edad la de “Espaiia en Indias”, y, finalmente, como una suerte de novena edad el tiempo de la segunda venida de Jesucristo. El cronista no puede romper la versién (que no solamente él conoce) de las cuatro edades pero, al pensarlas histéricamente, debe incorporar de hecho al Tawantinsuyu de Jos incas como si fucra una quinta edad, para poder continuar después con su explicacién. Justamente, en términos de la “continuidad” judeo-eristiana concebida por el cronista desde los ori- genes (con la desviacién, a partir de Nod, de las edades andinas) hasta la colonia espafiola, Ja irrupcién de la idolatria de los incas es lo nuevo y lo discutible, lo censurable, lo opuesto a la forma de vida tradicional; en cambio, el mismo Guaman Poma se presenta como la garantia de esa continuidad deseable, ya que i) desciende de los primeros cristianos, a través de la descendencia de Noé, de Yarovilca, de Uari Uiracocha runa, a pesar de los incas; es entonces —-segiin su argumento— cristiano viejo como los espanoles mds prestigiados de su tiempo; 2) su vinculacién con el Tawantinsuyu es producto de la “conquista” que los cuzquefios hicieron del area andina, es decir, practicamente es una vinculacién forzada por una invasidn Caunque paradéjicamente el cronista se enor- gullezca de ella en lo que cabe>; pero 3} finalmente, los espafioles no invadieron los Andes segun Guaman Poma, sino que la invasién misma es anulada mediante un ardid intelectual del cronista: el “embajador™ de Huascar Cel Itka “legitimo”} , que resulta ser su antepasado, le entrega a un “sucesor” del Inka, pero cristiano v no iddlatra Centonces, nuevamente legitime)}, los territorios y los hombres andinos. La conti- nuidad resulta un poco forzada, y queda siempre en pie Ja pregunta de si podemos entenderla como tal. Es en este contexto donde es menester decir que no es solamente Guaman Poma de Ayala quien nos presenta una imagen de cuatro eda- des del mundo; algunas de las mas conocidas versiones no cuzquenas de cronistas andincs, como el mismo autor de la Nueva Cronica, lo hacen, tal es el caso de Francisco de Avila, cuya recopilacién de textos XXVIT sobre Huarochiri constituye uno de Jos mds valiosos testimonies tradi- cionales andinos (no mencionaré aqui autores europeos, como Buena- ventura de Salinas o Montesinos, por ejemplo): GUAMAN POMA AVILA 1 Vari Uiracocha runa Yanafamca Tutafameca 2 Uari runa Huallallo Carhuincho 3) Puren runa Pariacaca 4 Auca runa Cuniraya-Wiragocha y los incas. 5 Inca runa o Incapacha roma ae ee Interesa saber entonces si, a fin de cuentas, no cstames ante un pro- blema distinto: la versién de Guaman Poma, justamente porque se eNcucntra en conflicto con (ingresa a) una mentalidad histdrica, se ve ante la necesidad de promover una “historizacién” de la imagen tradi- cional que reconoce en los Andes. De alli que la versién tradicional no se ofrezca al lector en los términos de los textes de Avila, donde Cuni- raya Cla divinidad creadora de la cuarta edad del mundo, confundida e identificada con el Wiraqocha cuzqueno) ** resultaria ser paralela al Tawantinsuyu; de otro lado también en Avila, los dioses (las waq’a) al margen de su identificaci6n con diferentes edades del mundo, son tam- bién contemporaneas del Iuka, lo cual ya no es posible en una menta- lidad histévica Cotra vez el traslape), donde las “edades” mencionadas resultan “anteriores” al Tawantinsuyu: Cuniraya habla con Huayna Capac, uno de los ultimos incas cuzquerios, luego se separan CAvila [¢1598?] 1966 93); Pariacaca se relaciona también con el Inka, aunque al parecer es “anterior” a Cuniraya, y el Inka dispone que la gente de Yauyos lo “sirva” (bident; 105); Tripac Inca Yupanqui, gobernante anterior a Huayna Capac, también convoca a Jas wag’a andinas... (Ibidem: 131). A partir de esto, se puede buscar la construccién de la imagen temporal del cronista y su interpretacién. LA GEOGRAFIA Y EL ESPACIO La geografia no constituye un dmbito especial en la obra de Guaman Poma, aunque el tema gcografico ha sido precisado por algunes autores Cefr. Labsiger 1963, Ossio 1970 y 1973, por ejemplo); ello no obsta para que a lo largo de ella nos encontremos con abundantes alusiones de cardcter geografico, gencralmente referenciales o comparativas. Es como si los hombres que, a nivel de la estructura social quisiera ver nuestro cronista ocupando compartimientos casi estancos que excluyan o eviten Ja movilidad social de la poblacién, debieran en alguna manera XXVIII refrendar un stati quo que mantuviera las diferencias sociales a nivel geografico; pero son categorias las que engloban por ello las imagencs geograficas, y han sido tratadas como tales: Castilla se identifica con Espafia y con la sede politica, Roma con el papado y el poder espiritual, Turquia con el Asia, Guinea con el Africa, las Indias son vistas con una personalidad ciertamente mas propia y definida; estos son los lugares Tepresentativos del “mapamundi” que el cronista compone Cff. 983-984 [100]-1002]). La alusién geogréfica no es excesiva, sefiala derroteros que indicaa orientacién pero que quedan muchas veces poco definidos: la Mar del Sur, Ja del Norte, algunos rios, etc. Ciertamente que la ima- gen geografica del cronista no reviste seguridades mayores de las espe- rables en su momento —donde aun los profesionales europeos del asunto, munides de diferente instrumental cartogrdfico, desbarraban diatiamen- te a ojos nuestres— ¥ contands con su informacién que apenas rebasa un etnocentrismo natural y esperable: ello se aprecia en sus afirma- ciones sobre unidades étnicas extrafias a los Andes mismos, por ejemplo los “Araugquas y Mosquitos” fueron ubicados por el cronista en las vecin- dades de Guinea (f, 982 [1000]), cuando debio referirse a poblaciones amazinicas, cuyos nombres no estan bien registrados, y pueden confun- dirse incluso con poblaciones de otros lugares Cvid, Loukota 1968: 194 y 250), Asimismo, el] mapamundi del reino de las Indias que dibujé, no responde tanto a una representacién peografica, cuanto a otra simbd- lica. Ossio considerd a este respecto que la actividad (la incertidumbre> de Guaman Poma al hablar de geografia es una consecuencia Cy no la unica) de la aplicacién de conceptes curopeos mal digeridos ¢“Asi, él nos dira que Castilla est4 a 700 leguas de Paraguay y que este pais es una isla que a su vez incluye a Panama, Santo Domingo, Tucuman, China y otros lugares. Ademds cree que esta isla esta situada mag alld de Chile, y este pais a su vez esta asociada con Ia selva", 1973: 177- 179}. La confusién geografica del cronista cs visible, aunque la imagen que produce bien puede ser una consccuencia directa de la dificultad de relacionar dos concepciones geopraficas na cquiparables, especial- mente a nivel de Ia representaciién. De otro lado, podria ser valida una pregunta acerca de Ja ubicacién geogrdfica “correcta” cn un momento en e] cual también los cosmégrafos especializados cometian errores que podian deberse a una informacién defectuosa, por ejemplo Cvéase mapas como les de Paulo di Forlani, incluido en el Atlas de Antonio de T.a- freri, impreso entre 1556 y 1572, dicho mapa estd repreducido en Nordenskidld [1889] 1973: 127, donde por ejemplo las ciudades de Tarma y Jauja, ubicadas a corta distancia del Océano Pacifico, aparecen situadas casi a la mitad de la América del Sur). De otro lado, puede hallarse también cn la Nueva Crénica una imagen que no se compadece con la geografia urbana de la dpoca, y es que Guaman Poma ubica a México y a Potosi entre las “ciudades pequenas” XXIX de las Indias, al mismo tiempo y al mismo nivel que Tucuman, Are- quipa o Hudnuco Cf, 700 [714], siendo asi que México tenia aproxi- madamente 90.000 habitantes esparioles, sin contar la poblacién nativa, en el primer cuarto del siglo XVII, en esa misma época, Potosi Ilegaba a los 150.000 habitantes en total, es decir, incluyendo a las trabajadores obligados de la mita minera (Sinchez Albornoz 1977: 102-103). Para- ddjicamente, Choclococha fue sefialado come lugar importante, paran- gonado con Huancavelica, e) nticleo minero de produccidn del azogue peruano; sin embargo, Choclococha era algun lugar muy secundatio, aunque posiblemente vinculado directamente con cl cronista; en el sigle XVIIW sdlo se le recerdaha como una laguna importante, aunque An- tonic de Alcedo menciona en su Diccionario que “Mr. de la Martinitre equivoca esta laguna que lama Chocolococha con la ciudad de Castro Virreina, diciendo que los indios la Haman asi, lo cual es falso” CAlcedo [1786-89] 1967, [: 321). Hay relatividad entonces no sélo en Ja infor- maciin histérica occidentalizada en el cronista, también en la geografica. Sin embargo, donde cahe mayor interés es en un comentario de la utilizacion que el eronista realiza de las categorias indicadas (Castilla, Roma, Guinea, Turquia, las Indias), donde la geografia parece trans- formarse en un indicador social y estructural, puesto que los cuatro ambitos indicados se organizan de acuerdo al modelo de la estructn- racién social del Cuzco. Esta ciudad estaba dividida en cuatro sectores, como precisan bien los cronistas y muchos estudieses contemporéneos Cefr, especialmente Zuidema 1964, Bostworowski 1970, Ossio 1970, Wachtel 1971, etc.}, el Cuzco y el Tawantinsuvu se dividian en dos mitades: hanan y urin Calto y bajo, derecha e izquicrda, dentro y fuera, cerca y lejos, en una particién ritual del espacio), que a su vez estaban subdivididas en otras dos; el mismo nombre del pais de los Incas otorga sentido a esta divisién cuatripartita: Tawentinsuyu es igual a “Tado el Peru, o las cuatro partes de él...” (Gonzdlez Holguin [1608] 1952; 336); dentro de esta imagen es que Guaman Poma ubica cuatro “rei- nos” subardinados en su propuesta al de Castilla: el de las Indias, el de Roma, el de Turquia y cl de Guinea. Dichos reinos representan ast en la obra del cronista la totalidad del mundo, desde el momento en que son equivalenies a la “totalidad” de. los cuatro swyx, y es natural que indique Guaman Poma que Castilla es preeminente frente a ellos, puesto que en su esquema el Rey espafol ha reemplazado al Iuka; sin embargo, Ja manera de ordenarlos de acuerdo a las cuatro partes del Cuzco puede dar lugar a mds de una combinacion. XEX DIAGRAMA [ ANTISUYU CHINCHAYSUYU COLLASUYD CUNTISUYO DIAGRAMA IL URIN REY DE TURQUIA REY DE GUINEA (Lejos) HANAN REY DE ROMA REY DE LAS INDIAS (Cerca) AN MONARCA DEL UNIVERSO CCE, Ossio 1970; Wachtel 1971; 1973: 216; Ossio 1973) DIAGRAMA Ii A A REY DE LAS INDIAS REY DE ROMA AN MONARCA DEL UNIVERSO REY DE GUINEA REY DE TURQUIA URIN HANAN Cnquierda) (Derecha}) Considerando que las cuatro partes del Cuzco estaban dispuestas de acuerdo al diagrama I, una primera forma de distribuir los reinos per- mite ver (Diagrama I} cémo las Indias y Roma estin ubicadas en hanan, mas cerca entonces al “Monarca del Universo” Ccl rey de Es- pana), mientras que Turquia y Guinea estarian “mds lejos’ Centonces, cn uri); pero también pueden ser ovdenadgs los reinos de otra manera, segiin las propias palabras de Guaman Poma: ‘y cuando salicron a pie Su Majestad Cel rey de Castilla, de Espana, Felipe III especificamente) monarca, salgan a pic, y si sale a caballo salgan a caballo con palios, en la mano derecha (hanan) cl rey cristiano (Roma, cs decir, el Papa), detras el rey moro (Turquia}, en la mano izquierda (urin) cl rey de las Indias, detras el rey de Guinea negro..." Cf. 949 [963]; cfr. Dia- grama III). Las dos posibilidades mencionadas en los Diagramas IT y II] sugicren un ordenamiento jerdrquico y también modificaciones en la jerarquia, segun y como sé enticnda el problema y se indique el orden; y es que las categorias duales que aqui se mencionan tienen fdcilmente un largo camino que discutir. De un lado, se viene afirmando con seguridad que la organizacién dual esta vigente en toda el drea andina, sin cmbargo, se han indicado variantes posibles e¢ incluso algunos autores sostuvieron que e] dualismo se perderia de vista en las regiones nortenas de los Andes peruanos, y que mas bien dicho dualismo seria uma estructura caracteristicamente “surefia’; la que en realidad parece ser mds seguro dentro de un horizonte de inseguridades en ¢] conocimienta de lo andino es que la preeminencia de hankan-arin Centendide casi dnicamente como alto-bajo por muchos autores, suprimiendo otras posibilidades compro- badas ctnograficamentc hoy) pareceria ser recmplazaca por otra equiva- lencia: alauea-ichae Cdevecha-iequicrda) “". La misma indicada relacién kanan-nrin figura en una de los dibujos del cronista, ahora en una inversién: “las Indias del Pert, en lo alto de Espafia” y “Castilla en lo abajo de las Indias” Cf. 42). Ciertamente que esta imagen podria ser tan sélo indicativa de una relacién alto-bajo, aunque hay que tener en cuenta que en la geografia colonial se “sube” hacia el sur, y esto podria ser una explicacién direccional, con refe- rencia a Espana; sin embargo, de Ja propia formulacién del cronista se pucde desprender otra imagen: “Fn este tiempo se descnbrid Jas Indias del Pert y hubo nueva en toda Castilla y Bema de cémo era tierra en el dia, India, mds alto grado que toda Castilla y Roma y Turquta; y asi fue Hamade tierra en el dia, India, tierra de riqueza, de oro, plata...” Cf. 43). Aparte de hacer un rodeo ctimoldgico, Guaman Poma parece querer prestigiar América frente al antiguo mundo, teniendo en consi- deracién especialmente su riqueza, tan importante para el mundo colo- nizador. XXXIIL Pero todo ello es indicativo de que la geografia de Guaman Poma no es Ja de los cronistas, aquella occidental generalizada luego en sus criterios; los cronistas —los espafoles en general— inauguraron una divisién territorial en costa (“los Nanos”), sierra y selva (‘los Antis”, la “montaiia”), no coincidente con Ja demarcacién de los hombres andi- nos que en realidad emplearon distintos criterios: de un lado podria- mos destacar una identificacién toponimica “local”, en una microescala que trabajaba con las variantes ecoldgicas y con el tipo de cultivo que cada una de ellas permitia o cxigia Csituacién que pucde hacer pensar en variaciones de los nombres cuando varian las actividades, o imcluso variaciones generacionales); de otro, una divisién simbélica del mundo, en una macroescala que consideraba cuatro grandes espacias centrados en el Cuzco, cuya divisién resultaba asi cjemplar, y !o constituia en centro y origen del mundo de los incas, consagrado como tal cn una mitologia que los cronistas recogieron y transformaron en historias. Los cuatro espacios, llamades sttyx, fucron conocidos como Chinchaysuyu, Antisuyu, Collasuyu y Contisuyu, distribuides cn cl sentido de las agu- jas del reloj, cmpezando con cl Chinchaysuyu hacia cl Oeste. Parece haber habido un régimen intermcdio de scfalizacién que permitia la distribucion territorial, por cjemplo dentro de un valle, y que utilizaba la misma terminologia (sey) emipleada cn la divisién simbélica del mundo *!. Esta ultima aparece relacionada con la divisién de un extenso valle, como lo es Cochabamba, ampliamente documentada en papeles de fechas tempranas publicados recientemente (Morales ed. 1977; cfr. Wachtel 1978); cn este caso, se atribuye al Inka Huayna Capac Cel nimero 12 de la gencalogia standard de los gobernantes del Cuzco} haber distribuido dicho valle entre diferentes grupos étnicas de la regién altiplinica que, de esta manera, podian producir el maiz necesario para alimentar Jos sistemas de redistribucién estatales. La mano de obra an- dina manejada asi por el*estado, se aplicaba a extensiones tcrritoriales —franjas— lamadas también sey. Al margen de esta informacidn, poco es lo que sabemos sobre la manera como los habitantes andinos (de entonces y de ahora) mancjaban su dmbito geogrdfico; desde el siglo XVI, una de las mecdnicas de la colonizacién ha sido, hasta nues- tros dias, la imposicidn de patrones geograficos y toponimicos que mu- chas veces ignoran los equivalentes andinos. Esa es una de las razones por la que la ecologia no se ha tomado en cuenta en sus verdaderos alcances en la regién, por ejemplo. Puede verse hasta dénde es diferente la nocién de “costa”, si se revisa la confusién existente entre ésta y la regién denominada Chinchaysuyu, a la que en algim caso Guaman Poma identifica con las ticrras produc- toras de maiz (¢solamente, entonces, aquellas ubicadas al NO del Cuz- ¢o?, go es que Guaman Poma identifica como Chinchaysuyu algo dis- tinto?; algo de esto deberemos tocar més adelante}: “Como aprobaba XKKXIV el Inga todas Ias cosas, ast de los hombres de la fuerza como en Jas mujeres, de su dnimo para pelear en las guerras, y lo hallo de fuerza de los indios de Chinchaysuyos, aunque son indios pequeiios de cuerpo, animosos, porque leg sustenta maiz y beben chicha de maiz que es de fuerza, y de los Collasuyos los indios ticnen muy poca fuerza y dnimo, y gran cuerpo y gordo, sebaso, para poce, porque comen tado chufo y beben chicha de chufio...” Cf. 336 [338]}. La confusién podria ha- Ilarse en el hecho de que las visitas administrativas, incluso aquellas realizadas en los primeros momentos de la colonizacién, destacaron clara- mente que los grupos étnicos de Ja costa no proporcionaban soldados a los ejércitos incaicos y, en cambio, si lo hacian les grupos de las regiones altas, por cjemplo, los Lupaga de Jas orillas del lago Titicaca, que con- tribuian con largueza a los cuerpos militares, al menos en las épocas finales del Tawantinsuyu CCarbajal y Rodrigues [1549] 1977: 77; Rosiworowski 1976: 107; Diez de San Miguel [1567] 1964: 106). Valdria la pena, de una parte, rastrear fos fundamentos de las afirma- ciones de Guaman Poma, cn relacién con aspectes militares, ya que resuléan contradichas por documentos como las mencionadas visitas espa- fiolas, que son testimonios “mds frios”, comprometidos de otro medo que ellas, ya que lo estaban con Ja administracién y no con la pasién personal, y altamente prestigiados en la investigacién desde los ultimes veinte afios. De otro lado, pareceria vincularse dicha distincién que apa- rece como geografica; Chinchaysuru Chacia cl Ocste del Cuzco) frente a Collasuyu Chacia cl Este del Cuvco) con un problema diferente que no excluye lo ecolégico, ya que el prestigio del maiz cra grande en la época del Tawantinsuyu, el cual se dedic6 a mejorar y a extender su cultivo (Earls 1976, ha dado nucvas perspcectivas a los estucios sobre el desarrollo de este cultivo durante los incas}; hay documentacién que seriala, de otro lado, cémo se consideraba “pobre” a aqucl que solamente comia papas CGonzilez Holguin [1608] 1952: 167, 548; Bertonio 1612, I: 270, 371; Avila [215987] 1966: 35). Cabe hacerse aqui la pregunta sobre si cra pobre aquel que no tenia acceso al maiz porque no disponia de la mano de obra necesaria para su cultivo (que incluia la provisién de mayores cantidades de agua, por ejemplo, que ctros cul- tivos) prevista por Ja reciprocidad comunal o de la familia extendida, o porque no accedia a Ja redistribucién realizada por el sehor ¢ctnico Ccu- raca) o por el Inca. También queda flotando la duda sobre si el pres- tigio social que el maiz conferia podria ser equiparado de alguna mancra con aguel gue provenia de Ja riqueza —inecluyendo entre ésta al mismo maiz— pues, de scr asi, evidentemente ¢l Chinchaysuyu pareceria ser Ja zona maiccra, siempre y cuando se ignorara el gran ambito productor ubicado al Este de los Andes bolivianas (Cochabamba por ejemplo}. Pero los Lupaga eran “ricos” cuando Hegaron los espafoles, aunque el maiz a que tenian acceso estaba lejos del Altiplano del lago Titicaca XXXV que era su habitat natural y nuclear, y habia que obtenerlo en los valles costefios de Sama, Moquegua, etc., v en Larecaja, Chicanoma, Cocha- bamba y otros lugares situados al oriente del altiplano mismo. Una Weima posibilidad a la vista ahora es que Guainan Poma, hombre del Chinchaysuyu, quisiera “ennoblecer” militarmente a los de su regién, al misme tiempo gue precisar su riqueza, Al final de todo este camino, Chinchaysuyu no es ya necesariamente equiparable a “costa” cn nuestro cronista, gignoraba acaso éste Ja riqueza agricola de los valles situados al oriente del altiplano del lago Titicaca?, si es asi gpor qué ewpobrece a los Lupaqa? ya que éstos eran conside- rados “ricos” en cl primer momento de la colonizacién espanola, si bien debe considerarse que después de los afios 70-80 del siglo XVI la riqueza de esta etnia aymara debié decrecer fuertemente debido a la crisis demo- grafica, el tributo y la mita o trabajo forzado estatuide durante cl gobierno del virrey Francisco de Toledo. (Murra 1975, Pease 1978). En un ultimo caso, cs posible que ¢l cronista reprodujera de esta manera una oposicién visible atin boy dia cn la tradicién oral andina, entre la zona maicera €c] Cuzco y las tierras de quichua en las cuales esté ubi- cado> y la zona altipldnica y ganadera, ubicada al sur de la misma ciu- dad. La divisién esta en La Rava, clivisoria de las aguas entre Jas regioncs del Cuzco y cel altiplano; mitos actuales permiten ver esta oposicién, en la competencia de Iukarri (dios vinceulade con el Cuzco y el maiz) con Qoilart (dios relacionado con el altiplano y cl ganado}, puede ha- Ilarse un notable relate de una carrera entre ambos, donde gana cl primero, y a consecuencia de esta victoria el maiz y las ticrras que lo preducen y Is riqueva que simboliza qucdaron en las manos de Tnkarri y del Cuzco, micntras que las ticrras plamas y altas que se encuentran en Ja regién del lago Titicaca quedaron en manos de Qollari; la oposicién entre ambas regionces cs visible, no sdlo geografica sino ccolégicamente Cefr. Flores Ochoa 1973). Un tema que interesaria destacar, en una imagen espacial, es lo que Guaman Poma piensa del mundo que se encuentra mds alla del “rcino de Jas Indias” al cual pertenece un munde con el cual el cronista ha tomade contacto a través y a raiz de la invasidn espafiola. Al no ser ajeno a los escriros y las opiniones que sugerian cn su épaca un origen extraamericano de la poblacién, Guaman Poma se inscribe en un con- junto de hipitesis que fueron resumidas, por ejemplo, por Fray Gregorio Garcia en los aiios iniciales del siglo XVII, justamente cuando Guaman Poma estaria terminando su libro **; ciertamente que, al colovar esta procedencia directamente desde Noé sefalaba que Ja poblacién andina quedaba excluida de la acusacién de deicidio que se atribuia a los judios aun en csos tiempos CLavalle 1978: 286). A pesar de ello toca el mun- do mediterrineo haciendo referencias a la antigticdad clasica, pero sola- mente de paso. Rolena Adorno ha mencionado recientemente la posi- XXXVI bilidad de que Guaman Poma usara, entre otros libros de la época, una fuente determinada sobre la historia de la Iglesia Catolica, que Ie hizo posible presentar enumeraciones de pontifices y otras referencias: la Historia Pontifical y Cathélica de Gonzalo de Ilescas, impresa en Bar- celong cn 1596 (Adorno 1978: 141). Sin embargo, los destinatarios de Guaman Poma, sus lectores, no son los espafioles o los hombres andi- nos separadamente, quiere abarcar ¢l mundo colonial como una_tota- lidad; por cllo un punto esencial en su obra, y en una revisidn de ella, es también su abierta declaracién de que la misma esta destinada al buen gobierno, a la enmienda de la vila de los cristianos ¢ indios, enco- menderos, corregidores, sacerdotcs y demas personajes del mundo colo- nizador, incluye por cierto al colonizado, pero en este contexto Ultimo que englobaria fundamentalmente a Ja poblacién andina, no excluyce a la africana que los curopeos importaron. EL AFRICA, UNA FORMA DEL OTRO MUNDO Interesa especialmente la imagen espacial del cronista y el lugar que el Africa ocupa en ella; al margen de largas enumeraciones de gobernantes y de paises diversos del arca mediterranea donde hay referencias aisladas, es importante la categoria del “reino de Guinca” en una estructura dual y cuatripartita mencionada anteriormente. También es importante la forma como organiza nuestro cronista un modelo de sociedad colonial que propone al rey de l’spaiia para el buen gobierno de las Indias; por ella sugiere en una parte de su libro los elementos, ejemplares tambicn, para Ja poblacién negra que vino a les Andes como consccuencia de Ja invasién y Ja posterior colonizacién. No parece denunciar Guaman Poma, hasta donde una lectura de su libro permite ver, la actitad de los negros participantes en Ja invasién y en tas guerras civiles cntre los espanoles, donde otras erdnicas detallaron las cruelcs tareas que les cupo cumplir con la poblacién andina y también donde —cn las tiltimas guerras— se Negé a formar escuadrones de negros. Guaman Pema pensaba en un modelo social estatico ¥ rigidamente estratificada, lo cual excluye cierte tipo de demuncia y en cl cual quedaba garantizado no solamente el status colonial sino que se daban también las pautas para que Ja situacién preferencial que reclamaba para Ja élite andina quedara firme; no impor- taba a fin de cuentas si los espafioles decidian apoyar a los descendientes de la “antigua nobleza” ineaica despojada por la invasién, o si preferian respaldar en cambio a les sefores étnicos —curacas— que la misma administracién espafiola buscaba incorporar desde los inicios de la colo- nizacién, a una escala inferior de la burocracia colonial, encargandolos del reclutamicuto de la mano de obra para las minas y para otros que- haceres fabriles Cobrajes por ejemplo), del cobro de Jos tributos, del XXXVIT control directo de la poblacién. Al declararse Guaman Poma descendiente tanto de la élite incaica como de los sefores étnices anteriores a clla, garantizaba su propio status mediador. Nathan Wachtel, entre otros autores, ha Namado la atencién sobre que el mismo Guaman Poma llegé a propener que un hijo suyo fuera rey de jas Indias como descendiente legitimo del Inka Tipac Yupanqui ([1571] 1973: 312; Guaman Poma £. 949 [963]). Dentro de esta perspectiva de una sociedad rigidamente estratificada, Guaman Poma sugirié simultaneamente Ja estabilidad de la poblacién africana, siempre y cuando cumplicra con los principios de su orde- hamiento legal y con los del Cristianismo: “Humilde y cristiano, bien casado negro; como los dichos negros de Guinea, bozales, tomando Ja fe de Jesucristo y cristiandad, éstos son fieles y creen en Dios; guardan los santos mandamientos y sirven y obedecen a ssus amos” Cf. 704 [718]; continuando: “Que todas los negros han de ser casadas, lo primero, para el servicio de Dios y de Su Majestad, cl segundo para que multipliquen hijos... cl tercero para multiplicar Ia hacienda de sus amos...” (loc cit.). Consecuente con un régimen social rigido, Guaman Poma abomina de los mecanismos de movilidad social, especificamente del mestizaje, aun- que también repudia la imagen del hombre andino 0 africano “acrio- llado”, es decir, ameldado a Ja manera de vivir occidental (sin embargo, paradéjicamente, pinta a la nobleza incaiga sobreviviente con clegantes atavios coloniales). Esta critica es paralela a Ja exaltacién cle una pureza racial y cultural, mostrada en cl hecho de que “de bozales salen buenos esclavos porque San Juan Buenaventura salié de ellos” (f. 704 [718]), con lo cual quiere deeir que cl esclavo contaminade con la vida occi- dental Cacriollado) cs lo contrario; esto regir4 por igual para la poblacién andina. Ello le permitirg criticar tanto aqui, como cuando habla en general de Ja poblacién andina, a los espatioles que favorecian cl mesti- zaje y la movilidad social: “Dicen los espanoles Cque los} negros bozales no valen nada, no sabicndo lo que dicen” (fbidenz); y “como los negros y negras son bachilleres y revoltasos, mentirosos, ladrones, robadores, y salteadores, jugadores, borrachos, tabaqueros, tramposos, de mal vivir, de puro bellacos matan a sus amos... tienen rosario en la mano y lo que piensan es de hurtar... y no hay remedio, siendo negre o negra criolla... les ensefan a los bozalcs las mahas los indies vungas fen el contexto = habitanes de las tieeras bajas, de la costa}, yanaconas, chinaconas *4, son hegros peores que negros, toman este vicia en este reino” (Ibidem). La tragedia que ve en cl mestizaje hispano-andino est4 referida sin duda a que los mestizos desplazaban a la poblacién andina, especialmente a los sehores étinicos, de sus papeles de intermediarios privilegiados; el texto anterior demucstra cémo trasladé esta situacién también al caso de la poblacién de origen africano. XXXVI Sin embargo de su declarado aprecio por Jo no contaminado con Jo occidental, con lo no aculturado, Guaman Poma confirma el prejuicio extendida no sdlo en su tiempo, que ncgaba que los esclaves Co los hombres andinos, segtin fuese el caso) fucran trabajadores y confiables y, en cambio, como lo pensaban los curopeos, eran taimados, ociosos y poco veraces: “no hay que fiar de negros csclavos, es gran regalo tengan hierro en cl cuerpo por cencerro.. .” Cf. 705 [719]; cfr. también f. 535 [549] sobre la misma “holgazancria’”)}. Al mismo tiempo denuncia Ja pre- sencia de) cimarronaje (£. 705 [719] a 708 [722], aunque no tuve apa- yentemente informacién sobre los “palenques” de esclavos que se forma- ron en Jas cercanias de las ciudades como Lima, o en las vecindades de Jos lugares de concentracidn agraria en la costa (Mellafe 1973, Bowser 1977; para el siglo XVIII, posterior a Guaman Poma, ver Lazo v Tord 1977 y 1978). La vinculacién mas directa entre poblacién africana y poblacién andi- na no Mega en Guaman Pema a precisar Ja presencia de los primeros en Jas zonas altas, de laboreo mincro, salvo referencias aisladas (por ejemplo f. 523 [537]; cfr, Argins [1736] 1965; Mellafe 1973; Bowser 1977), y éste es un tema que preocupé a la burocracia colunial, asi como a los especialistas; si informé en cambio sobre la cancentracién de la mano de obra africana cn Jas ciudades como Lima y sus zonas agrarias aledahas, especialmente en Ja costa. Destaca también Guaman Poma la presencia de africanes en pueblos andinos, reclamando “Que los dichos negros en los pueblos de indios, que ninguno de ellos na meta Cel) corregidor, ni enco- mendero, padre, ni cacique principal, si no fuese casado con india lo cche fuera de la provineia. ..” Cf. 710 [724]). El tema de Ja presencia de africanos entre la poblacién andina ha sido estuciade recientemente, uti- lizando especialmente decumentacién notarial CHarth Terré 1973), revi- sando la presencia de pebladeres andinos gue paseian csclavos hacia los afios finales del siglo XV1; como resultado de esos estudios, puede aseve- rarsé que no sélo los curacas o sefiores étnicos, asi como los principales, Jos tenian, sino que poco a poco tuvieron lavos otros hombres anclizos, destacdndase no solamente Jos casos vbicados en las vecindades de las ciu- dades como Lima, sino también en las redueciones o “Comunidades de indios” creadas por la administracién colonial CHarth Terré 1973: 81-86; efr. también 1961). No quedaria lejos de esta situacién cl caso de los curacas que debieron contar con una canridsd de mano dé abra especiali- zada cn quehaceres agricalas o fabriles ne tradicionalmente andinos, como es cl caso de don Diego Caqui, curaca de Tacna, quien dejd al morir, en 1588, una importante herencia que incluia barcos (fragatas), tierras sembradas de vid en cantidades impresionantes, fabrica de vino, diversos negocios de trdfico de vine, reeuas de animales diverses, ete., para el la- boreo de las fabricas, de las tierras dedicadas a Ja vid, y cl manejo de XXXIX bareos, no fue ajena Ja mano de obra esclava cn cl Perd colonial y costera CCuneo Vidal [1919] 1977: 332 ¥ ss.}. No aceptaba Guaman Poma entonces e] contacto entre los pobladorcs andinos y los africanos, aun considerando su relativa identificacién en términos de espacio, de la cual hablamios antes; concrctamente pensaba que la presencia de pobladores ufricanos dentro de las poblaciones indige- nas era perjudicial, y ello no se refiere Gnicamente a posibles criterios de limpieza de sangre, la razGn que da cs otra: “Que le roban a los pobres indios de este reino” Cf. 533 [547]; esto incluird sin duda a las negros de Potosi y de otros centros mineros. Tal vez ¢l ver al negro como un com- petidor en términos de mano de obra le permite preferir a los andinos aun en el servicio daméstico, casi monopolizado en las ciudades por los afri- canos CE. 536 (550)}, aunque aqui habia otra paradoja: el acceso al servicio daméstico urbano, en términos generales, favorecia un tipo de mestizaje urbano, que no tenia por qué ser menos detestade por el cro- nista que cl mestizaje en general, tantas veces rechazado en la Nueva Cronica. Una iltima situacién requiere ser mencionada. Al hablar de los reyes magos que adoraron a Cristo en Belén, Guaman Poma identifica al “indio” como andine, criterie continuado actualmente; precisé que Crista “fue adorado de los tres Reyes de tres nacicnes que Dies pusa en el mundo. Los tres reves magos: Melehor indio, Baltasar espafiol vy Gaspar negro” Cf. 91). Versiones orales recogidas en la dltima década, en contextos rituales del altiplano del sur del Peri (Departamento de Puno), permi- ten ver una carrera en [a cual compiten los reyes: “La ercencia popular ha identificado a los reves de lu siguiente mancra: como rey indio al “Runarey”, native de la zona quechua. Si gana este rey habra abundante cosecha, buen afe para la agricultura. Si gana cl rey blanc, identificade como el rey mestizo “Mistirey”, labra abundante dincro y sera mal aio para Ja agricultuta y Tas cosechas. En cambio, si ganara cl rey negro “Negrorev” es anuncio de hambrana les habitanies del Altiplano. . - identifican al rey indio come Inkarri vy al rey negro como Qollari” (Va- lencia 1973: 285-286 **). La actitud de Guaman Poina frente a la poblacidn africana refleja entonces una situacién que séle se explica en el contexte del conflicto colonial, su inclusién dentro del criterio europea de la época no evita que, al mismo tiempo, el modelo que afvece Guaman Poma centradiga acremente la realidad y se transtorme realmente en una expresién mas de la resistencia andina. Dentro de Ja busqueda de un erden que justi- fique una rigida estratificacidn social, donde los mecanismos de movili- dad son los mas claramente criticados, como vimos Cespecialmente cl mestizaje en todas sus formas), lo que parece sugerir Guaman Poma es justamente una formula que permita aislar a la poblacién andina dentro de la colonia. Enterado sin duda de las disposiciones que limitaban Ja pre- xL sencia de espatioles en Jas comunidades de indios, el cronista cxtiende esta situacién a los africanos; teniendo en cuenta que también éstos in- gresaron a trabajar en las tierras altas de los Andes Cinclusive en Potosi, aunque preferentemente cn Jabores urbanas), v colisionaron también con la poblacién andina, Guaman Poma aboga por mantenerles aislados ¢ incluso porque —dentro del status colonial— los negros tuvicran el mismo tipo de autoridades existentes cn las comunidades andinas Ccuyas funcioncs cnumerara después como claramente defensores del aislamien- to y de los fueros cle los hombres andinos}: “Como en las dichas ciuda- des o villas, aldeas, o en ingenios, o en vifias, sementcras, adonde hu- biere diez negros ha de haber alguacil mayor y menor, procurador y pre- gonero, alcalde, y estas justicias han de tracr armas defensivas, espada y alabarda corta” (f. 707 [721]}. La poblacién negra, cquivalente a la andina en términos del sometimicnto aunque no en séatus social ni en acceso a los bienes, debe tener las mismas limitaciones de uso de armas, y atenerse rigidamente al sistema de castas cerradas propuesto por el cronista. Tal vez se comprenda mejor el sistema cerrado que propone Guaman Poma para cada grupo social, si se tiene en cuenta que la acdopcidn de estos criterios propugnados por la administracién cspafhola son también los que permiten un contexto mesianico, donde lo andina y lo “espanol” — que en este caso ineluye a curopeos. africanos, y “turcos” © moros— son opucstos irreductibles. Cuando venga ¢l nuevo mundo las cosas cam- biaran: “El ciclo es exactamente igual que este mundo, con una sola di- ferencia: alli los indios se convierten en mistis v haven trabajar por la fuerza, vy hasta avotandolos, a quienes en este mundo fueren mistis, La division de la haumanidad en dos clases —indios y mistis— fue estable- cida por Dios ¥ sera eterna” (Mito de Adaneva de Vicos, version publi- vada cn Arguedas 1973: 16). Una contirmacién mis de esta separacién radical cntre andines y “espafioles” se encuentra en las siguientes frases de oun informante anding a un antrepdloge cenlempordnes; “Soy indio puro, legitime. Los de mi pucblo también. Ustedes no son peruanos, son espafiales o cruzados. Son familia de Pizarro. Yo soy Reves, familia de Jokarrey, Ipkarri cs hijo de la Madre Luna y del Padre Sol” (Ortiz 1970: 35; cfr. también sobre Lokarri, Ortiz, 1973, Pease 1973, 1977, 1978b). EL TAWANTINSUYU: EL PAIS DE LOS INCAS Y UNA FORMA DE ESTE MUNDO Uno de los puntos mds mencionades en la obra de Guaman Poma de Ayala es su imagen del Tawantinsuyu o, lo que no es lo mismo, cste es uno de los temas para cl] que mas se suele utilizar las afirmacioncs con- XLI tenidas en su crénica; sin embargo, cabe sefialar diferencias notorias de criterio y de la forma como se ha empleado Ia informacién que produce: los primeros historiadores que cstudiaxon su obra buscaron directamente en ella —asi como en otros cronistas— un conjunto de “dates histéricos” comparables, afiadibles u oponibles, a los que proporcionaban los cro- nistas tradicionales o cldsicos sobre el area andina; de alli que Pietschmann hiciera en 1908 y 1912 an recuento de sus informaciones en este sen- tido, compardndolo con otros escritores de su tiempo; también Markham y Julio C. Tello hicieron, en cl primer cuarto de este siglo, afirmaciones similares. Afics después, Raul Porras buscé asimismo cotejar los datos y las afirmaciones de nuestro cronista con otros tipos de datos e informa- ciones “mds seguras”; los resultadas de algunas confrontaciones de este tipo han side anotados anteriormente en este prélogo. En primer lugar, debemos considerar la imagen tradicional de la gesta de los gobernantes del Cuzco. La mayoria de los cronistas considerdé im- prescindible un relate de las conquistas, que servia de marco a las bio- grafias de los Incas de las dinastias cuzquefias; de acuerdo al uso de la época, relataron épicamente las hazahas y las actividades gubernativas de los principes, ya fuera para que cn una visién utépica favorable al Tawantinsuyu — camo la del Inca Garcilaso de la Vega— presentaran una historia de las conquistas realizadas mediante pacificos convenci- mientos, y donde las guerras y las batallas parecian ser recursos escénicos pata que no se olvidara cl heroismo de los principes; ya fuera para que en ctra utopia también retrospectiva se satanizara el pais de Jos Incas, convirtiéndole cn un universo sin paz ni justicia, donde los gobernantes encontraban su justificacién y su quehacer en la guerra y la conquista que asolaban los pucblos y que les servian para anexarse inexorablemente les tervitorios, los hombres y los reeursos; normalmente, esta ultima ten- dencia ha side personalizada en Pedro Sarmiento de Gamboa y en docu- mentos administrativos de la época del virrey Toledo (1569-1580) como ef “Anénimo de Yucay” de 1571 (1970). Se formd entances en la ge- neralidad de los cronistas clisicos una gesta que ordenaba asi los hechos de los Incas, estableciendo cronologias que han sido estudiadas y discuti- das por diversas espccialistas, y que estaban basadas ¢n la vida, los he- chos y la duracidn de Jos gobernantes del Cuzco. Frente a este esquema general, parece ciertamente breve y hasta se- cundatia la versién que Guaman Poma ofrece de una “historia de los incas”; se imita a sus biografias, sefAalando sus conquistas en forma es- cucta, asi como algunas caracteristicas personales; recuenta, eso si, Jos colores y los distintivos de sus “armas”. Porras (1948: 39 y ss.) Hamd ya la atencién sobre que no se siente en la Nueva, Cronica la imagen heroica de las conquistas, ni tampoco la “evolucién gradual del imperio"; todo ello es cierto, pero es necesario buscar mds, como sefalé el mismo Porras; Guaman Poma es un hombre que pertenecid —que dijo perte- XLII necer— a una élite desplazada por el desarrollo de la del Cuzco, que naciéd en un mundo que fue conguistado primero por el Tawantinsuyu y despues por los espafioles; sabe de conquistas y sabe también de some- timicntos cuando Iegan los espafioles en el siglo XVI, pero también sabe de recuerdos de antiguas esplondores, cuando habla del “antiguo imperio Yarovilca” **. Al presentarse como “bcredero” Ccome “garantia de continui- dad" ante los espaioles> de los sefisres locales preincaicos, Guaman Poma trata sin duda de presentar ante sus lectores una legitimidad histérica que niega a los incas del Cuzco Caunque, de otro lado, requiere, necesita, paraddjicamente, vincularse con ellos). Consideré que los curacas an- dinos —es decir, los descendientes de los antiguos scfiores éinicos que gobernaron los Andes antes de la expansién de Jos Incas— eran los legi- timos descendientes de los hombres de [as primitivas edades del mundo andino que anteriormente revisamos, ello los coloca en una situaeidin pri- vilegiada, similar a la de “cristiano viejo” dentro del mundo colonizador; recuerda que “antes que hubicse Inga habia en cada pueblo su Inga y Rey, sefior para acudirle. ..” Cf. 205 [207]), y “estos han de ser Cipac Apo y no se han de llamar [asi] otros ni ninguno...” Cf, 453 [455]. La legitimidad de los curacas no solamente es opuesta a la ilegitimidad de los incas, también ante los pretensores coloniales de sus cargos: “Como los dichos caciques principales y segundas personas... los dichos principales de su antiguo principal fueron reyes y sefiores que Dios les puso desde el primero que descendié de Addn-Eva, y de Noé, y de primer indio lamado Uati Uiracocha runa, Uari runa, Parun runa, Aucapacha tuna, Ingapacha runa; a estos les decian pacarimoc runa capac apo. Estos fueron de grande linaje y de sangre real y casta...” (f. 762 (766]; cfr, es adelante, donde se queja por el despojo que sufren los curacas: f. 969 987] 528, Pero una importante consecuencia de la Icgitimidad de los curacas andinos desde antes de los incas, cs la visible proyeceién de esa legitimi- dad a su propio tiempo, pero entonces con nuevos ingredientes, mas cer- canos a los idcales espanoles de limpicza de sangre. Al mismo tiempo que los curacas son presentados como legitimos des- cendientes del Noé biblico, aparece cn Guaman Poma una imagen dife- rente que considera simulténeamente a los Incas como ilegitimos (calidad esta entendida a partir de Manco Capac), como usurpadores de un poder que antes de ellos tuvicron los curacas; esta ultima idea estaba de acuerdo con la expresada por la administracidn cspafola de la época del virrey Francisco de Toledo (1569-803, que cntendid a los gobernantes del Cuzco como violentes usurpadarcs de los Andes, lo cual hacia posible considerar coma legitima y moralmente apreciable la invasién esparicla, permitfa a ésta restaurar a los hombres andinus su libertad de obedecer. Ya dijimos anteriormente cémo Ja ilegitimidad de los incas provenia —en Guaman Poma— fundamentalmente del origen incestuaso de su genealogia, puesto que “esta dicha mama (Mama Guaco-Mama Ocllo, ma- XLII dre y mujer de Manco Capac en Ja Nueva Cronica) fue llamada primero Mama, cuando entré a ser sefiora se Jlamé Mama Uaco después que se casé con sie hijo...” Cf. 81). Ademas, los ineas, con Manco Cdpac a la cabeza, son consiccrados “iddlatras” cn la Nueva Cronica, un pecado que resulta quizds anacrénico, pero que lleva consigo un anatema profun- do en Ja époea y en el mundo en que vive Guaman Poma. “Desde el primer Inga Mango Capac Inca, que reind cicnto sesenta amos con el comienzo, ¥ cen el postrer ‘Topa Cusi Gualpa Hudscar Inga, legitimo, y de su hermano bastardo Atahualpa Inga, y desde que comenzé a reinar los dichos ingas... comenzaron a adorar idolos, uacas v demonios, , .” Cf. 87), Los ineas fueron asf les que rompicron ta continuidad que venia desde Adin y Eva a través de Noé, contiuuidad que les curacas si man- tuvieron, como vimds, y que garantizaba la pertenencia de los hombres andinos al pucblo escogide y su acceso -—¢su derecho?— a Ja redencién iniciada come indica el cronista, por San Bartolomé, en época de los primeros Incas, aunque esta redencién tampoco fue comprendida por los hombres andinos, que si no se hicieron cristianos por ello, si tuvieron en cambio cl privilegio de un primer converso: Anti Lliracocha. Convienc, en una presentacién de la imagen del Tawantinsuyu por Guaman Poma, distinguir otros aspeetos que trasuntan conflictos idco- légicos, politicos o de sfatus, de Ja informacién objetiva que nos propor- ciona del estado cuzqueno y su estructura; de paso sera conveniente, una vez mas, revisar sus posibles fuentes, distintas de la tradicién oral. La presentacién de los gobernantes del Tawantinsuyu viene rodeada en la crénica de Guaman Poma, tanto de Ia constante aunque breve re- presentacién de la conquista que ellos hicieron de los Andes, como de otras caracteristicas que requieren mayor atcncién de la investigaciém que las que esta introduceién permite Cel valor simbdlico de Ia ropa, los ador- nus, los colores de todas cllos). Se menciona en Jas biografias escuetas que dedica a cada [ike los tervitorios Célos grupos étnicos?) que con- quisté ¢ incorporé al mundo gabernacde por ¢l Cuzco. No deja, por cierto, de sefialar correspondencias — como va lo hizo al hablar de Jas “edades del mundo” — con fa historia cristiana, y asi aparece una referencia al nacimiento de Cristo en época de Sinchi Roca, cl scgundo Inka de Ia capaccuna © lista de gobernantes del Cuzco, y Ja presencia de San Bar- tolomé, despucs, llegado a los Andes para evangclizar a sus habitantes. Aqui figura la ya mencionada conversi(n arquetipica de un hechicero, un sacerdote nativo que es bantizado y usa el nombre de Anti Uiracocha. éSe trata acaso de un intento mds de cristianizar los origenes, dando una imagen cristiana del nombre Wiragocha, que lleva a la mds antigua di- vinidad creadora del sur peruano? San Bartolome vino a los Andes entre los gobiernos de Sinchi Roca y Tloque Yupanqui Cel segunde y tercero en Ja lista de gobernantcs cuzquemos), poco después del nacimiento y vida de Cristo Cf, 91-93). Entonces, los hombres andinos que estaban XLIV imbuidos de Ja idolatria saténica inaugurada por los incas, quisieron matarlo a pedradas. San Bartolomé hizo aqui milagros e incendid pueblos como sefial de castigos divinos, dejando también Ia cruz de Carabuco como testimonio de su presencia cristianizadora tantas veces evocada por el cronista, asi como marcas de sus pics y manos en diversos lugares de su itineraria andino *". Las biografias de los incas aparccen complementadas por otras juegos similares de relatos de Jas vidas de Jas Coyas Cesposas de los Incas) co- rrespondientes; también aparece un segundo nivel biografico: los “capi- tanes”, que son quince, mientras les incas y las coyas fueron doce; lucgo aparecen cuatro “sefioras’, Cada uma de estas categorias merece alguna breve explicacién separada, pucs las dos primeras, Incas y Coyas son légicamente correspondientes entre si, no ocurriendo lo misma con los Capitanes y las Seforas. Los Incas aparecen rigidamente encuadrados en dos instancias; de un lado son presentados les de una “primera generacién”, que si estaria vineulada a los antiguos habitantes descendientes de Noé: “La primera historia de los primer rey Inga que fue de los diches legitimos descendientes de Adin y Eva y multiplico de Noé, y de primer gente Uari Uiracecha rana, y de Uari runa, y de Puron runa, y de Auca muna. De aqui salié Capac Inga Tocay Capac Pinau Capac (Tocay Capac y Pinau Capac), primer Inga. Y se ecabé esta generacién y casta, y de las armas propias que cllos pintaren y s¢ nombraron Jas mas yerdaderas, como del primer cronista, {ue declarado hijo del Sel; Intip Churin. Primero dijo que cra su padre el sol, y su madre Ja luna, y su hermano el lucero; y su idole fue Uanacauri; y a «onde dijeron que salicron fue Namado Tambo Toco y per otro nombre lo amd Pacaritarmbo; todo te dicho adoraron y sacrificaron, Pero el primer Inga Tocay Capac no tuvo idolo ni ceremo- nias, fue limpio de eso hasta que comenzdé a reinar su madre y mujer de Mango Capac Inga, y su casta fueron de Jos amaros y serpientes; que yodo lo demas cs cosa de burla Jo que dicen y pintan de los dichos ngas. ct Fatos diches Ingas acabaton y comenzé a reinar Manco Capac Inga..." .» BO). De esta manera, Guaman Poma establece una diferencia entre los Incas “del viejo orden”, legitimos y descendientes de los hombres origi- narios que vinieren de la poblacién proveniente de la dispersidn organi- vada por Noé luego del difuvio, y Jas usurpadores. Ciertamente, cl texto anteriormente transcrite no cs particularmente claro, pero sefala fun- damentalmente Ia diferencia; es interesante afadir, ademas, que segiin el mismo cronista afirma, Manco Capac Cel primer Inca de Jas genealo- gias conocidas) “no tuvo pueblo, ni tierra, mi chacara, ni fortaleza, ni casta, ni parientes antigualla...” (lec, cit.). Esta afirmacién podria ser interpretada al menos de dos maneras: 1) Manco Capac es un arquetipo, entonces no tiene Cno requierc, en puridad) un grupo de parentesco; si asi fuera, no cumpliria su funcién ejemplar de sefialar la forma como se debian organizac las panaga o grupos de parentesco de los Incas del XLY Cuzco Cel mismo Guaman Poma admitiria una opinién en contrario al incluir un resumen de Ja version cuzquena del origen de los incas)**; y 2) Manco Capac —y cn consecuencia los demas incas que vinicron después de éI— no tiene grupo de parentesco en el sentido de no tener derecho al acceso a la reciprocidad normal en Jos pueblos andinos; no pucde beneficiarse de la reciprocidad que significa participar en el trabajo y su producto. Esto explicaria la usurpacién y el uso indebido de poder y riquezas, pues los Incas eran originariamente “pobres”, no cran de “casta” de senores, como si Io fueron en cambio los curacas étnicos. La lista de doce (o catorce) incas aparece matizada por un conjunto de caracteristicas repetidas que se refieren a los diferentes distintivos que cada uno de ellos Ievaba, detallando cuidadosamente los colores de Ja ropa y los tocapu Cdibujos simbdlicos) que la decoraban; igual trata- miento realiza el cronista con las coyas Cesposas de los incas) que apa- recen cuidadosamente descritas en la Nueva Cronica. Los “capitanes” apa- receran cn cl relato subsiguiente como hijos de los ineas, aunque no todos, pues particularmente los ttimos son los que las crénicas cldsicas y conocidas sefialan como los que participaron en diferentes bandos en las luchas intestinas entre los ultimos Incas y en las guereas contra los conquistadorcs espafioles; incluso uno de ellos, el “décimo capitan’, ¢s un apartado que reine en realidad a varios que participaron en las men- cionadas campafas; el undécima CRumifahui) formd parte del mismo grupo, aunque Guaman Poma lo acusé de traicién por haber matado al “infante Ilescas’. En realidad, los demds cronistas clasicos mencio- nan que fue Chalcuchimae Cque en Guaman Poma figura entre los que ocupan cl lugar del décimo capitan} quien mandé matar o envenend a Toparpa o Tupac Huallpa, un hermano de Hudscar entronizado por les espanoles después de la ejecucién de Atahualpa en Cajamarca; a su muerte, los mismos conquistadores colocaron cn el poder a Manco Inca. FI duodécimo capitén cs un personaje aparte, se trata de “Capac Apo Huaman Chaua Chinchaysuyu, segunda persona del Inga, agiicle del autor de este dicho libro; fue capitan general de los Chinchaysuyos y de todo el reino. . .” C£. 166 [168]). Con éste se inicia una serie de cuatro capitanes que corresponderdn a los cuatro si#yu o regiones basicas que configuraban cl Tawantinsuyu; lo mismo sucede con las cuatro “sefioras” que el cronista sefiala, las cuales aparecen vinculadas cada una de ellas aun suyu, como esposas de los cuatro “capitancs generales", mantenién- dose cl orden y el criterio; la primera de cllas -—al igual que en cl caso de tos “capitanes generales’— es Cépac Guarmi Gualca Chinchaysuyu, su abucla (f. 174 [176]). Pero es posible que una buena clave de la imagen del Tawantinsuyu —que ya no responde a la visién subjetiva del autor, sino que tiene que ver con la experiencia de su funcionamiento y quizds con una documen- tacién distinta de la tradicién oral de Ia regién nativa de Guaman Poma— XLVI esté constituida por las llamadas “Ordenanzas. El gran gobierno de los Ingas de cste reino, y demas sefores y principales grandes de este rei- no...” Cff. 182 [184] a 192 [194]). Se trata de un conjunte de nor- mas Icgales que aparecen atribuidas a Tupac Inca Yupanqui, uno de los ultimos gobernantes del Cuzco, y al cual las crénicas sindican siempre come uno de los principales responsables de las expediciones de conquis- ta que, con su éxito, marcaron los tiempos posteriores al del Trka Pa- chacuti. ‘Tupac Inca aparece aqui como autor o recopilader de una serie de disposiciones que afectan a muy diferentes érdencs de la vida del Tawantinsuyu, desde los principios de organizaciin del poder, a los regi- menes de cémputo de la poblacién y los mecanismos de funcienamiento de Ja burocracia estatal. En una larga cnumeracién que comentaré segui- damente se logra una visidén ccherente del estada ideal de las cosas. No cs, por cierto, Guaman Poma cl ainico cronista que habla de estas dispesiciones legales; otros, por cjemplo cl mercedario Fray Martin de Murtia Cque ha sido reiteradas veces relacionade con nuestro autor), hacen referencia también a la calidad Jegislativa del Inca Tiipac Yupan- qui (Muriia [1613] 1962, I: 65 y ss.3; mas aun, otro acreditado cronis- ta que recogié su infermacién predeminantemente en cl Cuzco, aunque viajé bastante por toda el drea andina durante Ja visita general organizada por el virrey Francisco de Toledo, Pedro Sarmiento de Gamboa, escribid “Y hizo este inga muchas ordenanzas a su modo de tirania, las cuales se pondrin en volumen particular..." C{1572] 1947: 232); con razén, Richard Pietschmann, al hacer Ja edicién principe de Ja obra de Sar- miento de Gamboa, se lamenté de Ja desaparicién de este volumen dis- tinto, que tampoco ha side hallado en otras investigaciones, ni publicado en las cecopilaciones de los escritos de Sarmiento, como aquellas destina- das a los infermes gue escribié sobre sus expediciones a la regién del Estrecha de Magallanes y sus navegaciones en busca de las islas de la Mar del Sur. Las “ordenanzas” que incluye Guaman Poma cn su Nueva Crdnica suponen un nivel de organizacién y un resumen coherente de lo que era el Tawantinsuyu a los ojos de un hombre provinciano, aun perteneciente a la clase dirigente local, que no ignoraba las tradiciones oficiales del Cuzco. Al margen de las disposiciones que obligaban su cumplimicnto, las que ciertamente apatccen adornadas con costumbres juridicas del viejo mundo, ya que por ejemplo, la pena posterior a Ja muerte infa- mante consiste en la destruccién de las casas del reo, y aun de su pueblo, en donde se ordena sembrar sal, condenando el terrena también a la con- dicién de montaraz (f. 182 [184]-183 [185]); las Ordenanzas regla- mentaban Ja vida religiosa, estableciendo en primer lugar las “fiestas de guardar” y los ayunos y sacrificios que obligaban a la poblacidn andina para con sus dioses. Disponese después en las mismas Ordenanzas la existencia de una jerarquia saccrdotal que resultaré paralela a la admi- XLVI nistrativa, pucs vimos antes que cada una viajd al norte del Tawantinsuyu CTumbes, Guancavilea) para “darse de paz” con cl “embajador” del rey de Espafia. Ambos “embajadores” se retinen y pactan la entrega del Tawantinsuyu al rey de Espafia, como una “donacién”, es decir, en forma pacifica. Lo mencionard el mismo cronista en otras ocasiones, cuando afirma repetidas veees que ne hubo conquista militar del Pert, es decir, que los hombres andinos “no se defendieron”, que fueron objeta de una donacién y, en consecuencia, no fueron “habides en guerra justa’; esto tiene ciertos atisbos lascasianos Cpor ejemplo, fF. 117, 162 [164], 393 [395], 477 [449]; cfr. Adorno 1978), La imagen lascasiana quedaria clara, en forma conercta, cuando se empleen argumcntos como este para negar las atribuciones Caun Ja justicia de la designacidn} d¢ los encomenderos (551 [565] y ss.>. Sin embargo, esta imagen no es tnica; de un lado, Guaman Poma sejfiala edmo el otro Ika rival CAtahualpa> hizo lo mismo, cn cuanta bused también una relaci’m inicial con el invasor. Atahualpa mandé, segin Guaman Poma afirma, a Rumifahui, uno de sus capitanes, “suplieando que se volviesen log eristianos a sus tierras, y le dije que le daria mucho oro y plata para que volviesen” (380 [382]}. No deja de ser coinci- dente Ja presencia de ambos relatos en la cronica de Guaman Poma; ellos dan una imagen distinta si sc piensa en otro tipo de explicacién: dentro de un critcrio pertenecic¢nte # una economia reciproca y redistri- butiva Cefr, Polanyi et. al. 1957) la donacién es el inicio de una rela- cidn obligatoria; la venta Cc! rescate) o la resistencia no lo hacen asi. La donacién era el tnico camino posible para permitir un razonamiento posterior, de corte lascasiano. Interesa una seguiida cuestion, y es que ya Rat Porras amd la aten- cién sobre el heeho de que el rclato que menciona a los “embajadores” resulté usado también por otros cronistas; de un lado cl P. Juan Anello LO Oliva, quien escribié hacia 1631 Cy cuya relacién personal con Guaman Poma considerdé posible Porras) un texto del cual sdélo conocemos la primera parte **, del cual extracta Porras el siguiente fragmento, que considerd desconcertante : “En este fin y blanco despaché Hudsear una embajada a Huaman Mallqui Topa Yndio Orején de la sangre real a don Francisco Pizarro pidiéndole que pués cra hijo del sol y venia a deshacer agravios, deshiciese el muy seseuame gue padecia de su hermano Atahualpa” (Oliva [1631] 1895: Aunque Porras afirmé que esta “embajada”, que los cronistas iniciales considerados “mas serios” omiticron, sdlo fue mencionada por “cronistas tardios y sospechosos” como son el citado Oliva, el Licenciado Fernando de Montesinos y Torres Naharro, no pudo dejar de recerdar que el Inca Garcilaso de la Vega la relaté también en sus Comentarius Reales de los Tacas, Ciertamente, Porras precisa el matiz de duda que se desprende del texto de Garcilaso, pero es posible que dicha duda se refiera no tanto al “envio” real del personaje en cuestién, cuanto al hecho de que realmente lo mandara Hudscar 0 uno de sus subordinacos; de ser asi, la duda es de menor cuantia (Porras 1948: 13). El Inca Garcilaso relaté cémo, estando de camino a Cajamarca, “tuvo el gobernador (Francisco Piza- rro) un embajador del desdichado Hudscar Inca que no se sabe cémo pudo enviarlo segiin estaba oprimide y guardado en poder de sus ene- migos; sospéchase que lo envid algtin curaca de los suyos de ldstima de ver cudl tenian jos tiranos al verdadero Inca, sefor legitimo de aquel imperio. Pedia... amparo de los hijos del dios Viracocha...” €Garei- laso de la Vega [1616] 1960, Il: 37). Aqui ef Inca Garcilaso no parece dudar de la embajada como tal, sino solamente del cnvio personal de Hudscar; no hay fundamento, de otro lado —y al margen de Jas casi siempre confirmadas intuiciones de Porras— acerca de que Guaman Poma hubiera estado en contacto con el P. Aneilo Oliva %, pera eviden- temente, la informacién de Garcilaso de la Vega no provino de alli. AA pesar de que esta larga digresién sobre la embajada casi es un lujo erudite, no deja de llamar la atencién una yez mas sobre las fuentes de informacién de Guaman Poma, también cn lo que se refiere a la época posterior a la invasién espafiola. Guaman Poma menciona explicitamente sus fuentes espafolas, o las denuncia cuando menciona a autores que produjeron informacién no sdélo sobre los Incas del Cuzco, sino sobre los afios iniciales del gobierno espafel en los Andes. Se ha recordado que es muy posible que Guaman Poma comenzara a escribir su larga y nutrida carta al rey después de los tiempos en que alcanzaron su auge Jas averiguaciones disefadas por la corona sobre el pasado andina Cque tanto apogeo tuvieron durante cl gobierno de Toledo, ya mencionado) y también después que muchos testigos de la invasién primero, y otros escritores, religiosos y administradores después, habian escrito diferentes LIV obras, especialmente entre 1567 y 1596 COssio 1976-77: 195). Ade- més, pueden verse referencias explicitas a otros autores, por ejemplo men- ciona a Agustin de Zdrate (f. 1078 [1088] cuya Historia del descu- brimiento y la conquista fue impresa en 1555, a “Gonzalo Pizarro de Oviedo y Valdez” (Gonzalo Fernandez de Oviedo) que habia impreso su historia general en 1535-1547 (f. 1078 [1088]); habla del Palen- tino (Diego Ferndndez de Palencia), aunque vimes antes cémo lo con- tradice (Cf. 1078 [1088]}; se ha destacado la presencia posible de autores como Enciso (cfr. Gerbi 1978 y supra), asi como dos textos de Domingo de Santo Tomas y el Padre Las Casas, se ve también la influencia de sermones, y textos conciliares diccionarios y confesionarios COssio 19:76- 77, Adorno 1978); puede referirse aqui, por ejemplo a las menciones especificas de Guaman Poma a Fray Luis de Granada Cf. 367 [369] 0 a Fray Domingo de Santo Tomds Cf. 912 [926], .y, finalmente, “escri- bis otro libro confisionario escribié fray Pedro y Geronimo (sic) de Ore’ padre de Ja Orden de San Francisco” Cf. 1080 [1090]. Finalmente, destacé que “cscribié otro libro fray Martin de Morita de la Orden de Nuestra Sefiora de Jas Mercedes derrencién (redencién) de cautivos, escribié Ja historia de los Ingas, escribid otro libro el padre Cabellos (Miguel Cabello de Balboa) de los ingas Centre lineas el subrayado) comenzé a escribir y no acabé, para mejor decir ni comenzé ni acabd porque no declara de dénde procedié cl Inga, ni cémo, mi de qué ma- nera, ni por dénde, no declara si fo venia el derecho y de céme Negaron a este rcino mas primero que los espafioles” Cf. 1080 [1090]). La imagen de los conquistadores cspafoles es diferente, segin y donde se ubique en el texto de Guaman Poma, lo que conformaria Ja presuncién de una Nueva Crénica escrita por partes y en tiempos distintos, De un lado, el cronista propone la “entrega” del ‘Tawantinsuyu al rey de Espana, pero no deja de anotar la paradoja que “en Ja conquista de estos reinos se perdieren Jos sefiores principales de casta y sangre...” Cf. 762 (776]™. La versién de los hechos de Cajamarca, donde se produjo la captara y ejecucién del Ixka Atahualpa, estaé rodeada de un largo texto que parte con Ja muerte del Izkg anterior, Guayna Capac, después de le cual viene el episodio de las embajadas enviadas donde Pizarro, tanto por Hudscar como por Atahualpa; Iuego de describir brevemente la entrada de Atahualpa en la plaza de Cajamarca, y hablando del “requerimicnto” **, menciona presuntas palabras de Atahualpa: “dijo gue sera la verdad que tan lejo tierra venia por mensaje, que lo crefa que Jo serd gran scitor Cel rey de Espafia}, pero no tenia que hacer amistad, que también era él gran sefior cn su reino” Cf. 385 [387]), y después precisa que, a los reclamos de Fray Vicente de Valverde “responde Atahualpa Inga y dice que no tiene que adorar a nadie sino al sol que munca muere, ni sus guacas, y dioses también tiene en su Icy, aquello guardaba. ..” (loc. cit.). Cierto que como didlago es impresionante, pero contraria la propia idea LY del cronista de que xo hbo guerra de conquista, ¥ autoriza Ja “guerra justa”. Contra “iddlatras” cabia ¢sta, v permitia ademds hacerlos escla- vos; mds adelante identificarg Guaman Poma al tributaria con el esclavo Cf. 903 [917]) No debid estar muy seguro de los kechos o de los personajes, a pesar de que su redaccién parece indicar lo contrario; inclusive encontramos que incluyé entre la némina de los cenquistadores que menciona, alguno gue no estuve en el Peri —aunque este es un error que no sélo él ha cometids—; por alguna rayén considerd a Martin Fernandez de Enciso, autor de la Suma de Geographia (19 ed. 1519, 2% ed. 1530, 34 ed. 1546), que fue el primer libro referente a la geoprafia de América impre- so en espafol. Es cierto que cuando Guaman Poma habla de Enciso le relaciona correctamente con Vasco Nunez de Balboa: “y asi don Francisca Pizarra y don Diego de Almagro, y su hermano Gon- zalo Pizarro, factor Gelin (Guillén Suarez de Carbajal), Martin Ferndn- dez de Enciso, v el

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