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Altea, Taurus, Alfguara, S.A. de Ediciones, 2011 Leandro N. Alem 720, (1001) Giada de Buenos Aves mafagvarn.comar IsmN-078987-04-20909) echo el depo que indica a ey 1,785 Iempreao en Ura Pinal Uraguay Primers edie octubre de 2011 Disco de apa: Adviana Yoel Imagen de ap: © Su Blache Bid of the Opn Foes Beles, Diana La pequefia 2 del mundo, - aed. - Buenos Aires: Aguiar, eas Taurus Alfaguara 2011 158 ps 2x3 em ISBN 975987-0620500 1. Ensayo Argentino. Tia, cop ates eli creme asec Sasa arn neni ‘mehr puce mr conte de ea en a propa neck Qa MCE Esa pequeia vor del sueiio o de la vgilia més atenta que la idiota de la familia escucha, los ojos fijos en la gloria de las formas. Intenta traducirla con las mismas herramientas inocentes del vulgo, pero la engola a ve- ces, la encierra y no deja a la gracil melodia fluir por donde quiera. Esa pequefia voz que escribe los poe- mas. Quién, sino ella, podria decir nadie se baiia dos ‘veces en el mismo rio, Arcaismo sutil de un pensamien- to que no desea ir mucho més alla de la ofrenda o la celebracién de diminutas revelaciones repetidas siem- pre, una y otra vez sobre la huella de la conciencia hu- mana, Pura emocién que se traduce, se enfria como condicién ineludible del recorte y vuelve a llamear, con fortuna, por gracia de resurreccién sonora a cuyas an- ‘cas sentidos y significaciones se tejen como jaez que permite la monta del caballito flameante. La vor del poema, la voz que el poeta cree su voz. Su condicién de vanguardia consiste en ser retaguardia, vigia del fondo, tragafuegos que se funde con la dti- ma silueta anénima del cortejo de la feria. Ella lo sos tiene, desde lejos, desde atrés, y lo impulsa a ser la ‘eresta, Fondo y figura moviéndose fugaces bajo el tambor del corazén. Las tareas de esta voz: permanecer atenta a lo initil, a lo que se desecha, porque alli, detalle infimo, se alza para ella lo que ella siente epifania, Las tareas de esta vor: deshacer las cristalizaciones discursivas de lo ttily tejer una red de cedazo fino capaz de capturar las asti- llas de aquello que se revela. Atenci6n y artesanfa. Las tareas de esta vor: desatarse de lo aprendido que debe previamente aprenderse, y disminuir asf los ecos de las, voces altas para dejar ofr la pequefia voz del mundo. La vor.es.a menudo correcta, es inteligente, es interesante, pero no es la vor del poema, se ha quedado en las fases, de su formacién, se ha desatado del fondo que le da su ser yya no fluye por el rio que a ambos alimenta. Se ha cortado, entonces, la marea, y la lengua es lengua ‘muerta, no importa cuan famosa sea la patética figura Si, yo es otra. Yo es en otras, No en mi voluntad de enunciacién. Pero quizis sien la crianza de mi alma. Si 1 estilo es el espiritu individual, éste es simplemente quien Hleva a cabo el recorte, quien rastrilla en el océa- no del gran rumor donde el vulgo canta, Yila epifanta de este canto es, a veces, sentido ya ve- ces herida del sentido. Si la orfebre engarza bien las ry sas de a hoguers,crdmenesIminows gus re dor volendo' ser materia opaa,entonees¢ pense compones el pocma, es una cenit que Fagot de quien lee, ante la esucha, wee & Iii ealcridaesplndeciente wielweaser de quien ee gel alg. Por un instante parade y da ent da meron dl ror Se cle el esa » ica poseeambignlavox pequetia Nice aerate rij, exit cerca, Construi espeismos Muicnosayaden avernos oh el ese. la poesia. i E Que decimos cuando decimos treo 0, mas bien, GileS son los ecos que la palabra porta como una este- la? Lirica es una vor desnuda en la impudicia de yolver- se sobre sf hallar, en lo profundo del yo, aquello que lo rebasa, aquello que ‘ambién le hace lugar de habla cuando se hablan las pequefias cosas, las pequefias vo- ces en concierto. Una voz siempre impiidica frente ala escena literaria, a sus modas, a sus diminutos pero po- derosos espacios medisticos donde se construye la eri- tica y la fama de la época. Impiidica por desatenta, por seguir su propio canon cuando siente que ya ha paga- do el peaje del entrenamiento y el saber, y le resta un saber de desobedecerse, de no ir por los caminos de su propia plusvalia: es decir, lo que ha demostrado, 0 lo que la escena espera wuelva a repetirse. No se desplie 82, se repliega. Yen este replegarse ahora de pudor ex- tremo, miisica y pensamiento bordean el vacio del si- lencio, Qué hace la voz lirica sino volverse a preguntar las mismas y viejas cosas que el espiritu humano borra m jiempre y nunca olvida? Por eso, con leves variaciones re la misma nota, esta voz es siempre arcaica. Reedi- 1 asombro primero, el asombro final frente al mun- jo atravesado por el tiempo. Y para hacerlo busca las viejas huellas. Rastrea tradi jones propias y ajenas de la mirada, de la lengua. Se eja levar por los caminos de la fe, fe que previamente hha desobedecido. Lo que resta, canta. Lo que se ha for- talecido en los desiertos de la duda volviéndose fe per- sonal, mitologia propia por tocar alguna variacién de Diografia y de época sobre la misma nota humana. Can- 1a, si, canto lirica, la vor como instrumento, trémolo, crescendo, diminuendo... Ganar 0 perder ya no hacen ‘eco, apretado contra el pecho el sentido se ha vuelto muisica, libre albedrio que quiere pertenecer al con- cierto, Confia, esta vor, en una cualidad de la em {ntensa y distanciada sin embargo, escucha su vibrato y allerta se deja ir cuando siente que se habla de lo otro y, asi, se habla de mi, Desfondada, como la ligrima en el ‘alma de Eckhart que roza a Dios, la voz lirica halla la {ntimidad del yo cuando en lo mirado lo extravia. Canta en la frontera, en el borde que medita entre la vida y la muerte y que jamas sutura, salvo en los instan- tes enamorados cuando cree percibir la unidad perdi dda en la conciencia, y siente a la muerte como el des- borde de la vida, su plenitud, el regazo que no deshace sino que envuelve y contiene en el vacio la perfec de las formas s6lo posibles en la continua transforma 6n que les ofrece el tiempo. El vacio como objeto de B J groseria de muesa aide y nuestro miedo. Man fe tendo y alg remoto de Ia vrdad mas Sipercnencia quis ena. por un insarte edo clayercon cl maranaenelcspacio dela er ates leyenda lav ea. Tan pererbada por el pth hecho su amante yen el climax mee a Meader voces deo viventeen wu dich a0 ren rept as misma cos en ev arian. Ave or acana como un mantra ona orion pero ascnpre sin saber, aqui ll, con los matics Tanehe oscar porque se que elebraoimpos- ents duraignTembla sy noshaceemblaresta y Nor recur Toque pornos y no haces, 10 ie queremon, lo que ereemos ser, hacer, HO To que tick Non eeuerda a otro, nesta infinite. la sabia artesanfa a la que la individualidad se aboca, €1 eco de los actos, un mapa, un holograma invisil para las formas venideras. El fulgor efimero de est instantes en que la voz se alza 0 se quiebra sin nada pa ganar ni nada para perder —Nietrsche lo lamaria ¢ espacio de la tragedia— esta colmado de amor, porqy el yo es visto desde lo otro, en la hermandad de lo viente, con la esperanza de la unidad o el horror de | ‘mortal y lo escindido, Uno en la cadena de lo otro y otra en la contemplacién o ilusién de ser desde lo mirado, Cada briza de hierba, el insecto, el humano, el gatito ronroneando se wuelven sagrados, fragiles y eternos porque desde alli, en magica transformacién, el yo nos mira, el yo es otro en cerrado circulo de amor: Si, Simo- ne Weil, nuestro derecho se transforma en obligacién voluntaria, ligera y sin peso, Recortados del ser retorna- ‘mos a su unidad, como diria Levinas, frente al rostro necesitado del otro, frente a la decision de sostenerto. En esos instantes donde la vor lirica canta, ella, no el poeta, ha rozado finuras del alma humana. Desapren- de después de haber aprendido, recuerda lo que no ha olvidado nunca, pero ahora tiene verbo, tiene musica y ‘wuelve a casa, al cauce profundo del rio donde la vor del mundo canta, Por eso se nos hace ajeno y retorna propio el poema yaescrito, en nuestra condicién de lector. Tan intima la subjetividad alerta a minucias de la vida cotidiana, tan sostenida por el yo la mirada, y se devela, sin embargo, distante a toda confesi6n, propia por extraiia, fina en i vay. EN LA INTIMIDAD DEL HABLA Liacxperiencia de ta poesia surge muy tempranamen- te en la vida del ser humano, un momento antes de la apropiacién del lenguaje, cuando agrestes atin nos ex- presamos en el grito, el Ilanto, la risa, las ecolalias con sus cacenas repetitivas llenas de matices y las primeras adquisiciones silabicas que se mezclan y se hibridan creando una lengua de frontera, duefia de capacidades ritmicas, de un poder significante que luego nunca po- dremos igualar. Alli sabemos que el Ienguaje canta y que no proviene sélo de nuestra cabeza, sino también de nuestro cuerpo, del rumor de la sangre y el halito de nuestra respiracién; una cosa viva en continuo movi- miento y consonancia que se cruza en sineron‘a, conti- giiidad, asintonia con el vasto susurro que emite lo vi- viente y aun lo mecinico, Presos y salvos al mismo tiempo en la cercanfa de la voz. a El proceso de socializacién al que somos sometidos nos aleja progresivamente de esta experiencia prime- ra del habla y madre de la poesfa. Pero no del todo. Una de cal y otra de arena: es mucho lo que perdemos y mucho lo que obtenemos. La nostalgia de aquel mo- ‘mento primicial, nuestro nacer al lenguaje amarrados ala vor y al tiempo como presente, vuelve cada cada rato, y encuentra las maneras de expresarse en el habla cotidiana. Lo vemos en innumerables situacio- nes, cada ver que los cédigos formales de socializa- cién, ampliamente fundados y construidos para repri- mirla, se adelgazan, Vemos su reaparicién en espacios colectivos como las canchas de fiitbol y las moviliza- ciones masivas, las bailantas y los conciertos de rock, los recreos de las escuelas y de las fabricas y de las ca celes, el potrero de la esquina y los grupos adolescen- tes por la calle; pero también en su faz intima, cuando no tenemos nada que temer, cuando hay confianza y la lengua se desata, con los amigos, con los amantes; en la intimidad més profunda, el lenguaje enlaza su experiencia primera al presente y s6lo le importa el sentido como un sagrado secreto, hondo dentro nues- tro, que queremos dar o recibir de otro como si fuera una comunién: Y allf volvemos a experimentar, muy de cerca, eso que llamamos poesfa. Una de cal y otra de arena, dije, lo que perdemos no del todo— y lo que obtenemos. Mientras somos forzados, si, pero simultineamente y con suerte, si ogramos transformarlo en el largo acto de creacién que significa vivir con los otros —en el mundo que nos es dado y que también sofiamos modificar—, adquiri- ‘mos la historia entera de la especie humana, 0 sus va- riados relatos, y su sueio del futuro. Es decir, el tiem- po como extensién, el tiempo revelindose también como reflexidn sobre nosotros mismos y los demés, al- zndonos en el mundo infinitamente rico en su varia- in y siendo a la vez arrojados a él, con una concien- cia de pasado y de futuro que también puede mostrarse como pesadilla de la que querriamos despertar. Apren- demos a ser uno en la larga serie de los otros que nos otorga nuestra propia humanidad, por empatfa, iden- tificaciGn, discernimiento, compasin y, por sobre to- das las cosas, confianza y amor. Aprendemos el limite, la cartuja donde el alma, como el canario en su jaula, canta su libertad. Y alli volvemos a experimentar, muy de cerca, eso que llamamos poesia. éQué quiero decir entonces? Que el habla, zona de frontera del lenguaje que se niega a ser puro simbolo, ‘osu muerta abstraccién, y anhela permanecer més cer- cca de las cosas; que se realiza en un combate contra misma y las formalizaciones excesivas de la sintaxis; que ataca los significados a veces en rigor mortis de la mera comunicaci6n y apela a trastocarla para que hable de nuevo, dirigida al cuerpo, a la mente, al corazén de otro, es la cuna de la poesia. Hondo en los otros, nos encontramos a nosotros mismos; hondo en nosotros mismos, encontramos a los otros. Este parece ser el saber de la poesia, Para ello debe abandonar las superficies de la lengua; es alli cuando entabla batalla con sus normativas y, por su puesto, las usa al mismo tiempo, no se queda fuera de elas, como tampoco el habla lo hace, porque comple- tamente afuera no resta humanidad. Ambas deben aprenderlas para desaprenderlas y retenerlas a la vez, para ablandar las paredes del lenguaje y que éste sea, como la materia, aun la més inerte, pura energia co- nectada con la voz. La poesia tiene a su favor la misica, es decir, un recorte del rumor sin fin, La misica que aparece como ritmo yle da vida al verso, a la estrofa, al poema entero, volviéndolo un organismo viviente, otorgan- do mis y nuevo sentido a los significados. Miisica de base —tambores, contrabajos— que arma los cimien- tos, las paredes, que alza el techo, construyendo el co- mienzo y el final del poema. Podriamos llamarla ma- croestructura, sostenida por la duracin silabica de sus versos —aun fuera de las tradiciones métricas—, sus silencios representados por los cortes 0 cesuras y pro- longados por los espacios estréficos; encabalgamien- tosy sincopas haciendo su juego; y las glosas, acapites y codas silos hay. Por sobre todas las cosas son los acen- tos internos de un poema, en cada verso y en el con- junto, dndose santo y seiia de timbales y platillos, los que tejen este ritmo, los que hacen de este didlogo mé- sco, la poesta, en su extrema brevedad, algo de infini- tos matices que puede volver a leerse una y otra ver en la delicia de la repeticién y descubriendo siempre algo nuevo, algo que se nos escapara antes 0 que resuena ahora como nunca lo habia hecho. Y en este misterio- so goce musical, pleno de recursos dirigidos a la subje- tividad del que lee 0 del que escucha, con capacidad de resaltar ciertos espacios seménticos y desplazar otros, abriendo puertas y ventanas a la emocién aten- ta, se hacen presentes miriadas de imagenes que se en- cadenan, portadoras de sentido, de légica, de cohe- rencia, de voluntad de decir. Un tiempo més largo: la duraci6n del poema, y centenares de instantes que en su lectura a veces lo contradicen, lo desestabilizan, como sucede en el habla misma, y nos arrebatan. El habla y a poesia juegan poniendo cara de péquer con similares procedimientos, por eso la poesia es a menudo desderiada, vista como una nada; padece una precariedad cercana a la del habla misma, pero hay algo alli que busca presentarse, y hay una sed que la re- clama, En el habla, la entonacién, por ejemplo, puede desmentir lo que el enunciado légicamente construye como su afirmaci6n, y el poema hace eso de mil mane- ras, con algunos de los recursos que he mencionado antes, Puede haber un programa en la escritura de un libro de poemas, pero el poema es mas bien el acciden- te del programa, El habla y la poesia se hermanan en el asalto al tiempo; el tiempo donde el poema y el habla toman al yo por sorpresa. €Qué tiene de particular un poema? Es tan breve {que podria ser leido de a caballo, en el tranvia oa bor do del colectivo suburbano que va cada dia del desierto a la ciudad. Es tan pequefio y cabe un mundo, donde puede entrar un héroe a la intemperie, es decir el lec- tor anénimo, y encontrarse con los otros, los que le dan su humanidad, Ademés nuestro idioma respira en versos. Es por eso que tantas coplas y canciones popu- lares estin escritas en versos de ocho silabas, porque el, ritmo del idioma castellano tiende a hacer su pausa alli cuando lo hablamos, por eso es facil retener el oc- tosflabo, aprenderlo de memoria, yvade boca en boca, de oreja a oreja, En nuestra posicién de lectores, entonces, tenemos un largo y viejo trato con la poesia, actualizado cons- tantemente en el ejercicio del habla que, mientras més afectiva, mas se aleja del discurso formal y mas fulgura en la temporalidad del instante, Sin embargo, no va- mos a decir que es lo mismo. Aunque ambas son hijas de dos tradiciones que se cruzan y se renuevan conti- nua y mutuamente, yendo una por la pagina escrita, apelando al ojo tanto como a la oreja, yla otra, acampo traviesa, porque el habla corre como el torrente de un rio que no pretende fjaci6n; més atin, halla en la no fi- jaciOn su yacimiento de oro, su rica paradoja que le permite ser un esclavo liberto, un gaucho detris de la frontera, un compadrito en la cornisa del arrabal, una renegada que escapa del modelo tinico de familia. En su no fijaci6n, su velocidad, su chifladura en el aire, su capacidad de saqueo y reconversi6n, su ligadura con el cuerpo y la posibilidad de ser completada por el len- guaje de los gestos y los variados tonos de diccién, alza su brillo y su poder de resistencia. El poema, en cambio, pide ser escrito. Pero asf como tuna copla hace su largo camino hasta cerrarse en lo mejor de si, rueda como una piedrita que en su viaje se transforma en diamante duro y fino, leno de brillo y sentido; asi, de la mano de su autor, el poema busca es tabilizarse —desde su necesidad de decir y a través de los poderes del oficio especifico— en lo mejor de si. Es escrito, pero no nace muerto. Vuelve a abrirse en cada lectura, en la magia del dilogo secreto con su lector, el cual nunca existiria, Sélo solicita nuestra aten- ci6n, nuestra entrega por un momento, para que am- bos, poema y lector, bailen lenos de dicha en la pista Luego cada uno se replegara hasta que legue nueva- mente la cita, con el mismo © con otro, pero mas se baila, mejor se baila, y masse lo disfruta ‘Todos pasamos por la experiencia de la poesia des- de muy temprano, desde nuestra experiencia inicial cen el habla, y descubrimos allf nuestra sed de los otros y los limites que ello nos impone. El poema, quien lo escribi6 y quien lo lee se alzan en su intemperie, y tam- bién lo hacen el dolor, la dicha, el anhelo de justicia frente a la opresi6n, el suefio de una vida mejor, ser saciados en la confianza yen el amor que podemos dar cuando nos han sido dados. Ya en otra ocasién he comentado cuanto me intere- sa observar el retorno de expresiones y modalidades, de la lengua ligadas al pasado, “Releo a Payr6, a Lynch, a Fray Mocho... —me comentaba tiempo atras Jonio, Gonzélez, un amigo poeta que emigré a Barcelona a hace mas de veinte aftos—, y me quedo ahi, colgado de una expresi6n 0 de una frase.” Yo me decia: es el exilio, claro, la manera de aferrarse a un castellano re- gional en estado de peligro; es la edad, me decfa, si también yo lo siento aunque lo llame de otra forma, aunque lo lame cuestidn de clase y la lengua de mis mayores; no, es la tradicién del realismo, me deci ‘que vuelve para intentar alguna representacién de es- tos afios irrepresentables, la frontera, el desierto de la desocupacién y del hambre. Es un arreglo intimo, me dlecia; 0 no, es la vieja baraja de los que quedan senta- dos en la cornisa, del lado de la civilizacién queriendo hablar de la barbarie; el criollismo contraataca, me de- fa, siyo también puedo recitarle un verso de Ascasubi © de Hernandez, y asi... Unos aftos después, Nini Ber- nardello, poeta ala que admiro, me comentaba: “Ando con Juan Moreira”, la miré y prosigui6: “Extranamente viene con mi madre, 0 con la i debiera decir; cruza unos paisajes..”. Me quedé pensando que, a fi- nes de los noventa, Mate Cocido —ese bandolero qui- 74s vuelto anarquista por el imaginario popular—y toda mi parentela llegaron de visita; el fuera de la ley yun habla con rémoras del pasado familiar, marcada por una pertenencia de clase humilde y rural, un buen dia tocaron a mi puerta. No puedo dejar de asociar estas coincidencias que acabo de narrar con aquella litera- tura popular de altisimo consumo que hace mis de un siglo hacia su aparicién y ganaba un trono plebeyo cuestionado por la cultura letrada, mientras el pais se alfabetizaba aceleradamente. Ahora el proceso nacido de aquella ficcién liberal sobre un progreso ilimitado ‘muestra sus limites materiales en el desarmadero de la historia presente, No s6lo aumentaron los indices de e analfabetismo, sino que la escuela piiblica en su proce- so de destruccién tampoco puede garantizar la forma- ci6n de lectores. Y en la coyuntura de este desamparo que amenaza violentamente el equilibrio del tejido so- Gal, hizo su aparicién una poesfa urbana en la que fa erosi6n del lenguaje y de los cédigos que sustenta se volvieron ferozmente visibles; aquello que olfa mal su- bié a la superficie construyendo un espejo ante el cual era imposible denegar la imagen que reflejaba. Y al mismo tiempo, como un cedazo que recogia fragmen- tos del pasado, fuertes e6digos de la palabra parecie- ron volver a resonar en otras poéticas Reaparecfan en ellas frases entresacadas de una len- gua que invent6 en parte el criollismo, remedando el, habla popular, creadora de antihéroes legendarios, jus- ticieros de frontera fuera de la ley que robaban al pode- roso y al mismo tiempo repartian bienes y valores ins- criptos en la lengua. “Si, por ejemplo, 30 les garanto —dijimos casi simultineamente con mi amigo Jonio—; © leday mi palabra, cémo no,” Huellas de una lengua rebelde que ya habia librado esta batalla dentro de la misma tradieién, contra una tendencia que se proponta fijar el arquetipo de lo na cional afirmando en su decir el tinico modo de ser ar- ‘gentino, hasta culminar en el Lugones apolineo de La _guerva gewcha. Y contra la que también se al26, como con: tracara revulsiva, el desorden grotesco que hoy podria mos ligar al llamado realismo sucio de los noventa, En el mito personal, aquello que en un momento anterior a fuera tan reparadoramente visto como la recuperacién dle una sintaxis de familia y de clase se reabre ahora de forma inquietante, La apropiacién y reinvencidn del habla de los desposeidos, de los condenados a muerte de su tiempo, llevada a cabo por ambas tradiciones li- bertarias, tanto la parédica como la lirica, las hizo tran sitar por el mismo campo minado donde acechaba el peligro de afirmarse engafiosamente en esa apropia- ci6n. Alfin y al cabo, una se pregunta si no sera como el gaucho que escuchaba los versos de Hernéndez en la pulperia creyendo que hablaba de él, o que él mismo hablaba; o si una no sera como el propio Hernandez, ese sefiorito de ciudad realizando una operacién que, en su mejor alternativa, pareciera prestar ofdo, si, yen 4a peor, podria actuar de un modo paternalista acom- paiiando al proyecto dominante desde los arrabales que éste siempre admite La historia de la lirica parece referir a ciertos tpi os desplegados en el poema con relacién a la presen- cia de la subjetividad. Asi, lejos de sostener un yo inal- terado, carga con todas sus transformaciones; incluso las de un yo que se desarma a si mismo, que actia des- ereyendo de su unidad, descreyendo de su identidad, incluso en la duracién de un poema. Todos sabemos que el yo litico es una construcci6n, pero mientras al- gunos pretenden disolverlo, otros lo afirman en su. rearmado, pasando por un proceso dialéctico similar al de la destruccién y reconstruccién de una ética. Si pensamos entonces en la intimidad del habla, se abre uuna dimensi6n inquietante, y es ésta: que quizas haya poca intimidad, A su vez, sino hay un yo, dificilmente hhabré un nosotros Siel yo no logra darse un lugar en el poema, tampoco existiré un lugar para que entren otros en él. {Cémo pensaremos esta lengua que imagi- namos comtin y propia al mismo tiempo, con sus in- flexiones de época y de clase, pero que heredamos tan marcada por procesos poco santos, para dar lugar a decir yo? Da la impresin de que el yo tiene que reunir a ese nosotros, ylo hace desde una afirmacién que per- mite la existencia del poema. Pensar en la intimidad del habla es incluir esta espe- cie de lucha ética que se da en el espacio del poema y enelseno de la lengua. Una lucha de poder. No refiere a una relacién idiica con una verdad que siempre lo- graria traer, sino que el poema se alza en ella si abre un lugar de vacilacin, de ruptura y reunién incesantes. La parodia saca lo podrido de la herida, la mirada ino- cente y afirmativa la sutura, Dos movimientos que se necesitan entre sf. Quizas entonces la intimidad del ha- bla en el poema sea una guerra, y si algo vuelve a ella desde el pasado para representar el presente, es por- que se banca esta guerra ysoporta no ser Ginica, no defi- nirse como esenciay creer que trae la lengua del infier- no 0 del paraiso, Los pasillos que conducen del recinto de la inti dad a solas, su luz y su sombra, hacia aquellos espacios que compartimos con unos pocos, permanentes y cam- biantes a lo largo de la vida, parecen siempre comuni- ‘cados. No nos imaginamos sin los otros, y en los bas dores donde cuelgan los espejos de la casa, un pas de 7 ee dees los refleja acompaixindonos, a veces con gracia © con asfixia que se resuelve en la proximidad nueva mente enternecida 0 en la distancia intermitente Cuando estamos a solas, sus pequefios fantasmas cons tantemente nos atraviesan y convocan en la luz y en la sombra donde baila la pagina que escribimos. Ni atin en el delirio de sentir la soledad mas sola podriamos desatarnos de su compaitia que nos interpela ya la que interpelamos. Sabemos que pasillos més vastos en la penumbra ‘mas difusa se extienden hacia otros en espacios geogra- ficos, culturales, hist6ricos; que yo esta lleno de otros, y existe en las multiples mediaciones, no de una, sino de incontables relaciones jugadas en el presente, tanto como sobre las huellas del pasado y la tinta invisible de cualquier nocién de futuro que pudiéramos tener. Sin embargo, nos resulta facil suponer que, dada la miria- dda de emociones y sentimientos con que tejemos la red primaria de relaciones, su afectividad esta honestamen- te asegurada y entra asi a la pagina donde se escribe el poema. Nuestra sospecha hacia la llamada, de larga data ya, poesia social, cuyo adjetivo mismo parece alzar- se como un dinosaurio del Jurassic Park, €s fuerte ys0s- tenida. Parece aludir a una intencién voluntarista, asentada en principios, valores, ideologta, més que a esa materia, aunque clara, curbulenta y mas paradojal y misteriosa con la que se hace el arte, los poemas. Es cierto, muchos ejemplos lo refrendan. Pero también muchos ejemplos refrendan que cierta poesia, creada con los materiales que se le otorga a la intimidad, pro- duce una mera instancia confesional. El inicio del milenio nos encontrd, en el campo de Ia poesia argentina, con un soxtenido rechazo de dos décadas hacia lo que fueron los arquetipos de la poesia considerada necesaria por la mirada militante de losse- tenta, Lo extrafio es que la obra de algunos de ls gran- des poetas que producfan en los setenta y centraron mucho de su escritura en esos aiios no se condice con ¢sosarquetipos ni se acomoda acilos, Pienso en Miguel ‘Angel Bustos, por ejemplo, o en Susana Thénon, yen Jos apenas mayores en plena prodictividad por enton- ces, como Madariaga o Giannuzzi 0 Biagioni, para nombrar algunos de una larga lista; o los nacientes en Ia década, como Perlongher 0 Carrera, yun collar de extraordinarias poetas en proceso de formacién que publicarfan sus ibros a principios de los ochenta, como Nini Bernardello, Maria del Carmen Colombo, Susana Villalba, Mirta Rosenberg, Irene Gruss, Alicia Genove- se, también en una larga lista Sin duda, cerrando los noventa, algo habia caido es tent6rea, dramaticamente en un agujero negro que se lev6 vidas, cuerpos, pensamientos y sueiios en esa cat da, Fue el precio exigido para instalar un modelo eco- némico y social que la resistencia de los setenta, bien 0 mal, avizoré e intenté detener. Algunos quedaron con tuna pata, no en la fuente, sino en los escombros del pasado, y con la otra en un presente dificil de digerir, al que se lam transiciim democrética. También estaban los otros, los que habian nacido en el nuevo munda, es de- ir, la dictadura, y todos se encontraron escribiendo como podian en los noventa, enfrentando una nueva devastacién, hija dilecta de la dictadura, la devastacién par econémica del liberalismo que hizo de la desocupa- cin y de la pérdida completa de una nocién posible de futuro sus grandes protagonistas; 0 su escenario, don- de los protagonistas anénimos debieron montar las, obras, vida y muerte, frenesi y melancolia, soltar la ‘mano por completo al pasado o retener algo de él, ya que por delante no aparecia nada de que asirse; pero aparecia, si, una ferocidad extraordinaria, principal- ‘mente en los mas jévenes, capaz de derribar la cosméti- ca maltrecha con que las clases medias en proceso de extincién y su dirigencia politica y mediitica preten- dian maquillarse, Creo que la poesia producida en Ar- gentina en esos afios lo representa especificamente en calidad y extension. El fin del milenio nos encuentra, repito, sobrevi- Vientes de la larga sombra sin fin, en plena discusién sobre los desechos, con valoraciones diferentes, pero abiertos y extraiiamente atentos unos a otros. Algo nuevo sucedia en el turbulento paramo de los sin vor que no habia mostrado la misma intensidad en los es- pacios letrados. Los cortes de ruta, la toma de fabri- cas cerradas o llevadas a la quiebra puestas a produ- «ir, las economias informales y de trueque, los asaltos, a supermercados, las redes solidarias de comedores populares, los acampes y largas marchas de trabaja- dores desocupados, iniciados en los noventa, lo pue- lan todo, son discurso, acto y pensamiento, final- mente ya con claridad en la superficie, a principios de 2000. 7 Y no era asunto de las ofres, sino de nosotros, todos afectados en la propia cacerola, haciendo malabaris- ‘mos como acrébatas sin red en las alturas para sobrevi- viry cuidar de los nuestra, aquellos integrados en la red afectiva primaria, interpelando el poema. Entonces la frontera se adelgaza y ya no se sabe qué es intimo ni qué es social. Todo se vuelve civil; la palabra, que pro- viene de la voz latina civis, ciudadano o ciudadana, nombra a la persona y le recuerda su condici6n prima- ria, la de vivir al amparo del derecho; ya desde el naci- miento uno entra en Io civil, el que nace es ya hijo de, se encuentra dotado de una filiacién, de un nombre. El derecho civil —aunque establecido bajo el imperio ro- mano como derecho de algunos, que no incluia, por ejemplo, ni a los esclavos ni a los barbaros— se ocupa del interés de los individuos tomados uno a uno, yavan- za tras innumerables luchas libradas en el terreno de la historia hacia un principio de igualdad universal, ofte- ciendo una nueva perspectiva de la civitas como dere- cho del ciudadano, del vecino. Ambas palabras deri- van, muy probablemente, del verbo ciew, que significa “poner en movimiento, agitar, convocar a la lucha”, Quebrado nuevamente este derecho basico, el de serci- vil, su ejercicio se vuelve comiin resistencia. Pensar en, lo civil es afirmar la necesidad de partir desde el cada uno para legar a lo social. En cierto modo, la poesia siempre contempla el mundo social como reunidn huma- ra, encuentro intimo con los otros. Lugar donde se ma- nifiesta “lo que hace rostro", parafraseando a Emma- nuel Levinas, por este ir desde cada uno hacia la trama mayor, por este carcter primario del encuentro que otorga el reconocimiento del otro en su singularidad y, cen su ser semejante. % “Tavimos que cubrirnos la cara para que nos vieran el rostro”, decfa una pancarta en un acampe en Plaza de Mayo, La pérdida de los derechos civiles basicos in- visibiliza al que es sometido a ella, pero su reclamo acti- vista le devuelve una presencia actualizada en la denun- cia donde la palabra vuelve a tener sustancia moral. Lo civil no incluye s6lo las relaciones abstractas del derecho, sino vinculos que encarnan en compromisos y.acciones que no se pueden abandonar y que, si se abandonan, producen un desgarramiento en la natu- raleza misma de lo social. El derecho civil abarca rela- ciones que son centrales entre los sujetos, y que por eso mismo exigen ser continuamente revisadas, ya que se expresan y actian en infinidad de gestos, decisio- nes, pérdidas, que a diario se juegan en el centro de ese espacio al que tantas veces gustamos de lamar lo intimo. Lo que me lleva a pensar no en Ia herencia de la propiedad privada, sino en la herencia comiin que contempla, entre otros, el derecho a la salud, a la edu- caci6n, a una vida creativa, ete. ¥ que actualizan aque- lias frases reiteradamente escuchadas en la boca de los, protagonistas de la emergencia social, como por ejem- plo ésta: "La vida digna que nosotros y nuestros hijos Elamparo prometido porel derecho, y la posibilidad de trabajar y sustentarse como ley primera, fue roto por los planes del liberalismo y por sus hacedores que se han servido de él para naturalizar relaciones de injusti- cia e inequidad, y legitimar, a través de la filiacion, la % propiedad privada de unos pocos a costa dela privacién de los dems. Quienes reaccionaron plenamente a ello fueron las mayoriassilenciosas condenadas a muerte, no una vanguardia pensante o politica. Esaesla remen- da leccién de estos limos afios. Ya ella fue sensible el arte, In poesia, E1 2000 nos encontré acompaiiando —poetas de va- rias generaciones y diferentes experiencias hist6ricas y jogréficas— las marchas, los acampes, el sostén de las fabricas tomadas y puestas a producir, la creacién de comedores populares, etcétera. Quiero citar algunos versos de dos autores de mi generacién: "No era en la pantalla, era en Ia esquina, en la puerta, tampoco era una guerra, el huracdn ahora s{ arrancando una raizs {..] Seftor, recuérdanos el alma cada tanto. En tiempos is soleados, mas amables. En este afio si es posible. Si ¢s posible en esta vida”; pertenecen al libro Plegarias, de Susana Villalba. Y de Eduardo Mileo, versos de Poe ‘mas del sin trabajo: “Si tuviera un amor/ —piensa el sin trabajo—/ cantarfa una rumba./ Pero no tengo un centavo/ y canto una vidalita, [...] Brilla en la noche/ lacestrella del sin trabajo./ No forma una constelacién/ aunque mirfadas son los estrellados./ La cola del em- pleo es un cometa sin cabeza.// ;Oh, Kepler:/ inventa otro cielo!”. Los sucesos de diciembre de 2001 otorgaron mayor visibilidad y consenso a un proceso de devastacién pero también de resistencia que venia llevindose a cabo desde mucho antes. La poesia argentina lo escuché y multiplie6 a lo largo de la década de los noventa, espe- cialmente en la voz de los poetas mas jévenes. Carcaja- day horror venfan abriendo un cauce agudamente po- litizado. Pero lo que sucedié entonces fue que ¢l aire compareci6 con su cuerpo y'su propia vor a la intempe- rie. Volvié civil su biografia y mostré la urgencia de su. derecho desde Ia intimidad més desnuda, No fue el dis- curso, no fue la ret6rica militante la que oimos, sino el habla mas lirica, desgarrada, furiosa y politica a la vez. Los mejores versos que habia escuchado en mucho tiem- posalfan de la boca de la gente y me volvian a reunir con, una tradicién que me habia construido como poeta a fines de los sesenta. Algo de Bustos y algo de Gelman resonaba en mi cabeza, Y algo de todos mis parientes, en el torrente anénimo del habla que aparece y se va como un rasp6n de oro en la memoria. ¥ ese algo no esti reftido con la vision de las pequesias cosas del mun- do que nacen a la luz de la vida, 0 alzadas en su cenit 0 en su dulce declinacién, y mas atin en el espejo extraiio del recuerdo después, o en las aguas quietas del olvido. Ese lugar donde lo grande y lo pequefio cambian cons- tantemente de posici6n y de valoracién, y parece ser la fuente de la poesia, tan rara por lo préxima que es al habla de la gente comin,

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