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Belarmino Elgueta Becker nacié en 1921 y fue dirigente nacional, primero de la Federacién de la Juventud Socialista y posteriormente del Partido Socialista de Chile (1942-1973). Durante ese periodo fue jefe de la Brigada Parlamentaria Socialista, después de la victoria de Salvador Allende en 1971, y miembro de la Comisién Politica del Partido Socialista de Chile. Cultivé el periodismo politico tanto en su pais como en México durante su exilio (1973-1989), publicando numerosos articulos en diarios y revistas. Coautor con Alejandro Chelén de Breve historia de Chile (Siglo XX1); autor de Revolucion y contrarrevolucién en Chile (Universidad de Puebla); coautor con Pedro Vuskovic del ensayo Che Guevara en el presente de América Latina, ganador del Premio extraordinario otorgado conjuntamente por la Casa de las Américas y el Centro de Estudios sobre América Latina, de Cuba, en 1987, publicado en ese pais y en Argentina; autor de La cara oculta de la Historia. El legado intelectual de Julio César Jobet (Factum Editores, Chile, 1997) y de El swerio y la vida en Eugenio Gonzdles Rojas, publicado por la editorial Tierra Mia en 2004. Estudié Derecho en la Universidad de Chile (1942-1946). Ejercié docencia e investigacién en la ensefianza superior en México. Profesor de Historia Economica de América Latina en la Universidad Nacional Auténoma de México y profesor investigador en el Centro de Investigacién y Docencia de ese mismo pais (1975-1990). Ha participado en seminarios politicos en diversos paises de ‘América y Europa. Foto portada: Fernando Shultz Morales Disefio th EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX Experiencias de ayer para la construccién del futuro EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO Xx Experiencias de ayer para la construccién del futuro Belarmino Elgueta B. JBQA UNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOLITANA = weno ht Soe APALAPA Dv de Cl Primera edicion: 2007 © _ Belarmino Elgueta B. © Universidad Aut6noma Metropolitana Unidad Iztapalapa Division de Ciencias Sociales y Humanidades Coleccién Extensién Universitaria San Rafael Atlixco num. 186, C.P. 09340 Col. Vicentina, Iztapalapa 09340, México, D.F. Tel. 5804-4759, tel. y fax: 5804-4755 Correo electrénico: revi@xanum.vam.mx © Plaza y Valdés, S.A. de C.V. Manuel Marfa Contreras, 73. Colonia San Rafael México, D-F., 06470. Teléfono: 5097 2070 editorial @plazayvaldes.com Calle de Las Eras, 30, B. 28670, Villaviciosa de Odén, Madrid, Espaia. Teléfono: 91 665 89 59 madrid@plazayvaldes.com www.plazayvaldes.com Derechos exclusivos de edicién reservados para Plaza y Valdés, S.A. de C.V. Prohibida la reproduccién total o parcial por cualquier medio sin autorizacién escrita de los editores. ISBN: 978-970-722-586-2 Impreso en México/Printed in Mexico Dedico este libro a mi hijo Martin, detenido “desaparecido” por la dictadura dePinochet, como simbolo de los centenares de miles de chilenos que fueron victimas de crimenes contra la humanidad. A los que perdieron batallas, pero lucharon siempre, en muchos casos, hasta la muerte. En memoria también de Rail Ampuero y Pedro Vuskovic, dos de mis grandes camaradas y amigos, que me estimularon para escribir este libro. Agradecimientos del autor El presente libro recoge una reflexién de toda una vida de militancia en el Partido So- cialista de Chile: dirigente nacional miembro del Comité Central, que vivid la gloria de los 1 000 dias de Salvador Allende durante el gobierno popular; luego la tragedia la traumatica experiencia del Ps, en el exilio, la resistencia y lucha ideoldgica y po- denunciando la intervencién imperialista, en todos los foros y reuniones de lo que fue la solidaridad del pueblo chileno. También, reconozco la motivacién interna de escribir este libro, al tener un hijo detenido desaparecido por la dictadura de Pinochet; es la experiencia amarga y el conocimiento tacito acumulado en el exilio en México y en diferentes reuniones de lo que fue la solidaridad con el pueblo chileno, asi como del comportamiento del ps en la resistencia contra la dictadura militar, es decir del partido en el exilio y con- frontacién ideolégica y politica con los militares y sectores de derecha fascistas y generales genocidas que masacraron a compafieros y compafieras de la izquierda chilena. Luego el Partido en la Convergencia, una alianza politica que permitié ga- nar el plebiscito y sacar a Pinochet, aunque con un tutelaje militar que atin persiste. En este contexto, me estimularon en este trabajo muchos amigos y camaradas del Ps y de otros partidos de izquierda, lamentablemente, unos ausentes y afortunada- mente otros presentes. Por supuesto, este libro habria sido impensable sin el patrocinio de la Rectoria Ge- neral de la Universidad Autonoma Metropolitana (vam) y su rector Dr. José Lema La- badie, el apoyo de compaficros socialistas, radicados en diferentes paises, asi como los inolvidables camaradas de México: Adrian Vazquez Cerda, Luis Inostroza Fe- méndez, Jaime Ramirez Fatindez y José Vaccaro, quienes leyeron las versiones preli- minares del libro y de ellos recibi valiosas sugerencias y comentarios, los cuales fue- ron considerados en su versién final. También agradezco la lectura de mi trabajo y la apreciacién del politélogo Dr. Roberto Gutierrez Lépez, director de la Division de Ciencias Sociales y Humanidades de la vam, Unidad Azcapotzalco, asi como el inva- luable apoyo de la editorial Plaza y Valdés y del Dr. Daniel Toledo Beltran, historia- dor y asesor del rector general de la vam. Indice PRIMERA PARTE UNA LARGA MARCHA Umbbral del siglo xx... 6.6 c eee eee eee cee eee teeter nee eee eee 21 La conciencia socialista ...... 66.6.0 see e cece eee eee e eee eee eee 53 La lucha contra la corriente .............0 0 eee e cece e eee eee eee 119 Utopia y esperanza 2.02... 0e cece eee eee ee eevee eeeeneeeeneeees 183 Teoria y practica .... 06... 0c cee ceeeeeeee eee eeeeeeeeteeeeeeeees 241 Ficciones y realidades . 311 SEGUNDA PARTE LA ViA CHILENA AL SOCIALISMO, GOLPE DE Estabo, SU HERENCIA Y LOS DESAFIOS DEL SOCIALISMO La via chilena al socialismo ........ 2-06.00 e cece eee e eee ee eens eee 339 Dialéctica del proceso .... 6.6.0... cece eee erect teeter n eee 389 Terrorismo de Estado ........ 20. e cece cece ence ene e teen nnees 439 Capitalismo salvaje . 473, Hereucudeladictads 0 307 Crisis y renovacién en el Partido Socialista ............00eeeeeeeeuees 559 Simesistyconclusionccr 0 0 ee 601 Epilogo Mucvosdecsfiosdelsocialismo © 000 8 ee 655 Anexo Significado de algunos términos .........000ceccveeeeeeeee essen ers 707 La clase vengadora lleva a término la obra de la liberacién en nombre de generaciones de vencidos. WALTER BENJAMIN En 1913, Jean Jaurés expresé en Paris: ‘A medida que una clase social surge y afirma su fuerza, no busca solamente preparar el porvenir, sino que desea comprender el pasado e interpretarlo segin las nuevas luces de su conciencia. Ha Ilegado la hora para el proletariado obrero y campesino de tomar po- sesi6n, por su pensamiento, del siglo que ha terminado, asi como se apoderara, por la ac- cién de siglo que comienza... La historia continué durante el siglo xx, y se proyecta siempre hacia el futuro, porque la historia es la actividad de los seres humanos en persecucién de sus pro- pios fines, y para los socialistas, el mas grande de éstos es la busqueda de la igual- dad y Ia libertad, a través de la lucha de clases. No hay otro camino. Santiago, 2005 Prélogo lectiva sobre la lucha de la clase trabajadora chilena por el socialismo du- rante el siglo xx, en un escenario histérico conflictivo y polémico, tanto in- xerno como externo. Es un relato y andlisis del recuerdo, desde el punto de vista de la vigilia del presente, en busca del conocimiento del pasado en el continuo del tiempo social, que conduce al porvenir. El pasado, como producto de la accién hu- mana, es una base cierta y firme, que contribuye a darle contenido y forma al pre- sente y al futuro. Por eso, los historiadores de los “vencedores” falsifican el pasa- do, y los politicos oportunistas procuran olvidarlo, recomendando dar vuelta a la hoja para dirigir su mirada y accidn sélo al presente, en cuyo escenario son prota- gonistas. Los revolucionarios, en cambio, rescatan su pasado de “oprimidos”, de modo de vincularlo con el futuro, como una esperanza, porque si el pasado no exis- te ahora, sus efectos si gravitan en el presente. No se trata de vivir el pasado como nostalgia, sino de recuperarlo para reconstruir el presente y proyectarlo hacia el porvenir. En palabras de Walter Benjamin, “el presente se transforma en futuro por medio del pasado”, ya que la fuerza para luchar esta dada por los antepasados es- clavizados y no por los “nietos liberados”. En el caso chileno, es la relacién exis- tente entre los aplastados, cuyos huesos no se han encontrado, y los reconciliados que coadministran el sistema de dominacién. Esta no es, en estricto sentido, una historia del siglo xx, en ninguno de sus as- pectos, porque la obra de los historiadores se demorara todavia los aftos necesarios para adquirir la perspectiva del tiempo, que permita comprender e interpretar ese pasado correctamente. Es sélo la vision de quien vivid hechos importantes y desea recordarlos, reflexionando sobre ellos, como parte de la memoria colectiva. Vivi las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, las luchas del movimiento obrero y sus avances politicos y sindicales. Poco después, asumi también las repercusiones E: propésito de este libro es contribuir a la configuracién de la memoria co- 15 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX de la Guerra Civil espafiola y de la Segunda Guerra Mundial, que marcaron pro- fundamente el espiritu de mi generacién, Luego de la segunda gran posguerra Chi- le experimenté avances y retrocesos: el auge popular de 1970 y la caida de 1973, el gobierno de Allende y la dictadura de Pinochet, asumiendo el derrumbe del comu- nismo y el retroceso del socialismo en el mundo; acontecimientos que golpearon nuestra vida personal y el destino de varias generaciones, vencidas, pero no con- vencidas. Las luchas de los trabajadores de Chile por el socialismo se enmarcan en el des- arrollo nacional, tanto econémico y social como politico ¢ ideolégico, en cuyas olas a veces se elevan sus crestas y en otras se sumergen en el abismo. Estas mismas lu- chas no se presentaron en forma aislada, sino que se realizaron en el marco del des- arrollo mundial, por lo que recibieron la influencia de los grandes procesos de otros continentes y paises, particularmente de Europa, el mundo del que proviene parte de nuestra cultura. El socialismo y el comunismo vinieron de Europa, lo trajeron los inmigrantes y también la literatura y los medios de comunicacién de masas. En un campo mas amplio, la Revolucién rusa, a fines de la Primera Guerra Mundial y la Revolucién china, al término de la Segunda Guerra Mundial, condicionaron las lu- chas revolucionarias en Chile, asi como la Revolucién mexicana y la Revolucién cubana incidieron en estas mismas luchas. EI desarrollo del socialismo en Chile puede dividirse en tres grandes ciclos. El primero comprende los treinta y tres primeros afios, durante los cuales surgieron los primeros partidos obreros y sindicatos, se realizaron las grandes luchas sociales, con huelgas y masacres, aparecié el imperialismo (principalmente, inglés y nortea- mericano) y el antiimperialismo. El segundo comprende los treinta y siete afios si- guientes; se inicié con la fundacién del Partido Socialista y culminé con los mil dias de gobierno de Salvador Allende, en los que el movimiento popular tocé con sus manos los resortes del poder. El tercero comprende los iiltimos 27 afios, en los que, mediante un golpe militar, goberné una dictadura de derecha, imponiendo el mode- lo econémico neoliberal, acentuando la sobreexplotacién y la pobreza, al término de la cual se proyecté una transicién a la democracia que todavia no termina. Estos tres ciclos condicionan el contenido de esta obra. Este libro comprende, de acuerdo al marco sefialado, los siguientes aspectos: a) La cuenta regresiva, a manera de introduccién, que muestra en un breve ba- lance las condiciones sociales y politicas centrales que rigen la vida de los trabajadores, al finalizar el siglo xx, como punto de culminacién de una lar- ga marcha hacia la tierra prometida. Esta cuenta regresiva constituye, por lo 16 b) 4d PROLOGO mismo, el desafio que tienen hacia el futuro los socialistas del presente. Es la cara oscura del desarrollo nacional, por lo general, ocultada por la historia “oficial”; son los contrastes extremos del mundo de los ricos y del mundo de los pobres, con sus miltiples problemas. Entre ellos, la desigualdad y la po- breza, la injusta distribucién del ingreso, el desempleo y el subempleo, la ur- banizacién con su cortejo de fendmenos anexos, el deterioro del medio am- biente y la contaminacion, la marginacion de los pueblos originarios. Por en- cima de todo eso, la burla de una democracia subordinada al poder econémi- co de la clase dominante, incapaz de imponer la justicia en materia de dere- chos humanos y sociales, La primera parte se refiere a la larga marcha del pueblo chileno, que com- prende las grandes ideas y las luchas dirigidas hacia su liberacion, en el mar- co del desarrollo del socialismo en el mundo, hasta fines de la década de los sesenta. En medio del desarrollo de este pais, en poco mas de medio siglo, se analiza el movimiento obrero, tanto en su ambito sindical como politico, la difusin de las ideas anarquistas y socialistas, que nutren y dan sentido a las luchas de los sindicatos y partidos populares, a sus conquistas sociales y po- liticas hasta 1933. En este aio se refunda el Partido Socialista de Chile, que ofrece una nueva orientacion al movimiento popular hasta 1970, ya no sdlo en la critica social, sino también en la voluntad de lucha por la conquista del poder para realizar el ya viejo suefio revolucionario de transformar la socie- dad, sustituyendo el capitalismo por el socialismo. La segunda parte analiza el intento de acceder a la tierra prometida, que co- mienza con la victoria democratica del 4 de septiembre de 1970, los avances revolucionarios en los cambios de la sociedad, la economia y la posicién de Chile en el campo internacional, asi como en la democracia y la participacién popular. Son los mil dias mas gloriosos de los trabajadores chilenos, durante los cuales tocaron con sus manos el poder y la revolucién, pero al término de los cuales sufrieron también los rigores de la mas brutal represién de la bur- guesia y el capitalismo, levantados en armas, con el apoyo del imperialismo norteamericano. Este profundo retroceso obliga al pueblo de Chile a luchar, de nuevo, durante 17 afios, para terminar con la dictadura y abrir paso a una larga transicién a la democracia, que todavia no concluye. Como epilogo de esta memoria historica, desde el presente, mirando al futu- ro con las ensefianzas del pasado, se plantea la gran pregunta, la cuestion acerca de si hoy cabe formularse la duda acerca de los nuevos desafios del socialismo, en el marco de un mundo donde se derrumbé la Unién Soviética 7 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XxX —el llamado “socialismo realmente existente”, el comunismo— y en que la socialdemocracia se ha convertido en el més firme sostén del capitalismo. Pe- ro este sistema, de enorme poderio, no ha resuelto ni resolverd el problema de la pobreza de la mayoria de los seres humanos, lo que obligara a los tra- bajadores, empleados y desempleados, a volver a luchar por sus viejas rei- vindicaciones. En esta lucha habré que considerar la historia del socialismo en Chile, como una herencia yacente, para rescatar los principios y valores difundidos durante el siglo xx, que ain tienen validez hoy. 18 Primera parte Una larga marcha Umbral del siglo xx Historia y lucha de clases tegéricamente: “La historia de todas las sociedades existentes hasta el pre- sente es [a historia de luchas de clases”. A continuacién describié las clases que dividieron a las sociedades y las luchas que libraron entre si, unas veces ocul- tas y otras veces desembozadas, trayendo consigo transformaciones revolucionarias de las sociedades 0, en subsidio, las destrucciones de las clases beligerantes. En la Antigiiedad, en Roma, se opusieron patricios y caballeros contra plebeyos y es- clavos; en la Edad Media, sefiores feudales contra vasallos (maestros, oficiales y siervos), y en la Edad Moderna, la burguesia contra el proletariado. Engels, en una nota a la edicin inglesa de 1888, formulé una definicién de estas tltimas clases. E: Manifiesto Comunista de 1848, elaborado por Marx y Engels, sostuvo ca- Por burguesfa se entiende la clase de los capitalistas modernos, quienes son poseedores de los medios sociales de produccién y explotan el trabajo asalariado. Entiéndase por proleta- rios a la clase de los trabajadores asalariados modernos quienes, puesto que no poseen me- dios de produccién propios, dependen de la venta de su fuerza de trabajo para poder vivir La afirmacién precedente continita, por cierto, teniendo valor hasta hoy. De es- ta lucha y del nacimiento del socialismo en Chile, a fines del siglo xix y su des- arrollo en el siglo xx, voy a presentar una visién sintética, forjada entre la sangre derramada por la represién y la conciencia surgida en la lucha social. La introduccién de las ideas socialistas en Chile y, en general, en América Lati- na, est relacionada con el periodo comprendido entre Ia disolucién de la Primera Internacional hacia 1875 y la Primera Guerra Mundial. En este crucial periodo his- térico se desarrollaron numerosos acontecimientos en el marco de la Segunda In- 21 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX ternacional, aunque ésta no se constituyé formalmente hasta 1889. El punto de tér- mino de este proceso es la Revolucién rusa de 1917, con sus repercusiones en los diversos continentes, pasando el socialismo a ser un fenémeno universal, aunque su unidad teérica no existia. El esfuerzo de sus forjadores se concentraba entonces en la base obrera y la definicién de cambiar la sociedad capitalista. No obstante, eran muchas las corrientes ideolégicas que se movian entonces en su interior, particular- mente el marxismo y el anarquismo, que se enfrentaron desde el comienzo, y a su vez surgieron tendencias encontradas en cada una de ellas. E] anarquismo fue ex- pulsado de la Segunda Internacional en 1896. Entre 1875 y 1914 se pueden distinguir varias etapas. Desde el primero de estos afios y hasta 1895 e, incluso, en algunos aspectos, hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial “prevalece entre los socialistas la esperanza milenarista en una re- volucién inevitable que tal vez no verin ellos mismos, pero a la que asistirén sin ninguna duda sus hijos”.! Es la “buena nueva”, a imagen y semejanza de la reden- cién cristiana, que anuncia la superacién del mundo capitalista. Pero, desde 1895, el capitalismo experimentd una fase de prosperidad, que apagé aquellas esperanzas, lo que a su vez trajo consigo la critica revisionista al pensamiento de Marx. En efec- to, Eduardo Bernstein formulé Las premisas del socialismo, en 1899, obra en la cual sostuvo que la tarea de los socialistas no consistia en destruir el capitalismo, sino en reformarlo. En medio de la polémica interna en los partidos de la Segunda Interna- cional y la condenacién en sus congresos, el revisionismo influyé en aquéllos, so- bre la base de concentrar la atencién en la defensa de los intereses inmediatos de los trabajadores, en la alianza con los sectores ms progresistas de la burguesfa y en la participacién en los gobiernos. Pero poco después renacié la esperanza con la revo- lucién rusa de 1905, una vez que el marxismo se habia convertido en la teoria ofi- cial de la Segunda Internacional, en 1896. La larga discusi6n entre. 1889 y 1914 en aquella institucién presenté, en este ul- timo afio, tres grandes orientaciones principales. La primera, de clara tendencia re- visionista, representada por Bernstein, diseminada en los grandes partidos de Ale- mania, Francia, Italia y Rusia, concentraba en la via parlamentaria la lucha por el mejoramiento de las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera, asi como es- taba abierta al entendimiento con el nacionalismo y el imperialismo. La segunda, de caracter centrista, estaba personificada especialmente por Kautsky y los austromar- xistas, que no pudieron superar la contradiccién entre su ortodoxia revolucionaria y 1 Jacques Droz y otros, Historia General del Socialismo, de 1875 a 1918, Espafia, ediciones Des- tino S.A., 1985, pag. 8. 2 UMBRAL DEL SIGLO XX su inmovilismo practico. La tercera, de orientacién izquierdista, dentro de la cual destacaron los seguidores de Rosa Luxemburgo, en Alemania, y los bolcheviques encabezados por Lenin, en Rusia, que se diferenciaban fundamentalmente respecto a la concepcién del partido, a las alianzas de clases y a la importancia de los movi- mientos nacionales. La Primera Guerra Mundial represent6 un corte en la lucha por el socialismo en Europa. Los partidos socialdemécratas, que habian conquistado su existencia legal, apoyados por amplias masas asalariadas, no pudieron impedir la guerra y fueron so- metidos, con algunas excepciones, a la corriente arrolladora del “patriotismo”, im- pulsada por los gobiernos capitalistas. Era la politica de la “unién sagrada”, por en- cima de las clases. Las pequefias minorias, que luchaban por la paz sin anexiones ni indemnizaciones y por la transformacién de la guerra imperialista en revolucién so- cial, procuraron reconstruir una nueva organizacién intemnacional, a través de las reuniones de Zimmerwald y Kienthal, determinando otra vez nuevas divisiones en los partidos socialdemécratas de los paises mas importantes del continente europeo, comprometidos en la guerra. Esta situacién repercutié principalmente en Rusia, donde estallé en 1917 la Revolucién de Octubre dirigida por Lenin y un grupo des- tacado de lideres bolcheviques. La revolucién y la fundacién de la Tercera Interna- cional precipitaron la divisién en todos los partidos socialdemécratas, generando los nuevos partidos comunistas. En dicho marco general de la lucha por el socialismo en Europa, puede decirse que este movimiento tuvo escasa significacién en América Latina, ya que sélo dos paises de la regién, Argentina y Uruguay, participaron en la Segunda Internacional, aunque algunos otros, como Brasil y Chile, se hicieron representar ocasionalmente por observadores en sus congresos. El atraso econémico y cultural de esta area has- ta el término de la Primera Guerra Mundial no era propicio para un movimiento so- cialista como el que se habia desarrollado en Europa, pero los precursores de estas ideas en nuestros paises actuaban a imagen y semejanza del socialismo del viejo continente. Los primeros grupos revolucionarios se organizaron como movimientos urbanos, entre los trabajadores industriales, expandiéndose después de aquel con- flicto en el campo. México represent6, en cierto modo, una excepcién, dado que la Revolucién de 1909 a 1917 se inicié en el campo y se proyecté después a las ciu- dades, produciéndose una combinacién entre las clases campesina y obrera urbana. En las circunstancias socioeconémicas preexistentes, el socialismo fue animado en general por intelectuales, provenientes de la clase media ilustrada, apoyados por trabajadores calificados, como impresores, carpinteros, panificadores, mecanicos y empleados puiblicos, a los que se unieron mis tarde los mineros. En una primera eta- 23 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX pa, estos socialistas aparecieron como el ala izquierda de partidos reformistas de los sectores medios. Luchaban entonces contra el dominio de las oligarquias terratenien- tes y de la Iglesia, asociadas en los partidos conservadores gobemantes y en los apa- ratos del Estado. La més brillante elite de intelectuales socialistas en América Latina estuvo representada por el Dr. Juan B. Justo (1865-1925), médico y profesor de la Universidad de Buenos Aires, quien tradujo al castellano El Capital, de Marx. Fue uno de los organizadores del Partido Socialista, fundé el periédico La Vanguardia, repre- sento a su partido en el Congreso Nacional y concurrié en diversas oportunidades a los congresos de la Segunda Internacional, donde era una personalidad respetada. No es mucho lo que se puede decir sobre los primeros afios del Partido Socia- lista de dicho pais. GD.H. Cole sefiala que los socialistas de Argentina —y también los de Uruguay y, en considerable medida, los de otros patses latinoamericanos— encontraron parte de la respuesta en una politica agraria que debia més a Henry George que a Karl Marx o Bakunin. Demandaban una forma de impuesto sobre la tierra que devolviera las sumas que arrebataron como renta los terratenientes a la sociedad toda y, al mismo tiempo, planteaban que se cobrara un impuesto sobre la tierra no explotada ni mejorada por el valor que rendirian si fueran co- rrectamente trabajadas.? Por medio del “impuesto tinico”, aspiraban a impulsar una apertura forzosa de la tierra para el establecimiento de productores agricolas en pequefia escala. Contra es- ta formulacién agrarista se levant una tendencia que la consideré desviacién, en- cabezada por el senador Enrique del Valle (1877-1921). La otra tendencia de disensién surgida en ese partido fue la del nacionalismo, que se agudizaba por la penetracién del capitalismo extranjero. La raiz de su exis- tencia se encontraba en dos corrientes polarizadas. Por un lado, se postulaba la in- dustrializacién como medio de fortalecer al proletariado, ofrecer mds ocupacién y, por el otro, se resistia el enorme poder ejercido por los consorcios capitalistas bri- ténicos y estadounidenses, con practicas monopolistas y de explotacién de los tra- bajadores. En los afios que precedieron a la Primera Guerra Mundial surgié cierta forma de nacionalismo democratico, que alcanz6 un desarrollo mayor durante la conflagracién y con posterioridad a ella. En primer lugar, se produjo una pequefia escision bajo el liderazgo de Manuel Ugarte, pero en 1917 el sector de izquierda fund6 el Partido Socialista Internacional, que se convirtié enseguida en el Partido Comunista, con una disputa sobre los problemas de la guerra y la revolucién. 2 GDH. Cole, Historia del pensamiento socialista, tomo 1v, Fondo de Cultura Econémica, 1960, México, pags. 280 y 281 24 UMBRAL DEL SIGLO XX En el otro extremo del continente cabe mencionar el desarrollo de las ideas so- cialistas en México. El punto de partida fue 1900. En ese afio, los hermanos Flores Magn (Enrique y Ricardo) fundaron el vibrante periédico Regeneracién, en el que comenzaron la propaganda socialista, aunque el pensamiento alli difundido era mas bien anarcosindicalista. Clausurado el periédico, lo editaron en Texas, Estados Uni- dos, y lo introdujeron clandestinamente a través de la frontera. Algunos afios des- pués, en 1906, dieron a conocer un manifiesto, desde St. Louis, Missouri, fundan- do un centro de propaganda, que llamaron Partido Liberal, orientado a unir a los grupos de izquierda en tomo a un programa comin. Se trataba de un proyecto radi- cal (extremista). Este programa era un llamado a la revolucién, para derrocar a Ja dictadura de Porfirio Diaz y acabar con el poder de la Iglesia ¢ instituir un régimen liberal que Socializara los vastos dominios eclesiasticos y las tierras sin cultivar pertenecientes a grandes terrate- nientes, aboliera el trabajo obligatorio y estableciera un salario minimo para trabajado- res urbanos y rurales.3 Este es un anticipo de la Revolucién mexicana, iniciada en 1910 y culminada en 1917. Este manifiesto de los hermanos Flores Magén contenia todas las reivindicacio- nes sociales formuladas entonces por los trabajadores de América Latina, Conjun- tamente con las demandas anteriores, exigia jornada de ocho horas, igualdad de sa- larios entre extranjeros ¢ indigenas, educacién universal laica, autonomia municipal y sustitucién del ejército regular por una milicia de ciudadanos. Este manifiesto tu- vo una profunda repercusién. Fue como la chispa que encendié la pradera, tanto en los campos petroleros como en el este de México, hasta Yucatan. En el mismo afio 1906, estalld una huelga en las minas de propiedad estadounidense de Cananea, pré- xima a la frontera con Estados Unidos, exigiendo la igualdad de salarios entre trabajadores locales y extranjeros. Con un absoluto desprecio por la soberania te- rritorial, tropas yanquis reprimieron el movimiento, acentuando los sentimientos nacionalistas en México. No obstante la larga dictadura de Porfirio Diaz, las huelgas se generalizaron en las actividades textiles, las que fueron reprimidas violentamente, Dirigentes oposi- tores trataron de organizar la lucha armada en el campo contra Porfirio Diaz, hasta que Emiliano Zapata (1889-1919) encabez6 una rebelin campesina en el sur de 2 Ibidem, pig. 289. 25 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX México, con la cual los hermanos Flores Magén procuraron relacionarse. Surgieron entonces los programas de reforma agraria y la lucha armada contra la dictadura, que desencadenaria la caida de ésta y la mas cruenta guerra civil, por casi una dé- cada. Hasta que en 1917 se promulgé una nueva constitucién, que sirvié de base a un sistema politico estable, aunque represivo. No puedo dejar de mencionar la fi- gura roméntica de Felipe Carrillo Puerto, quien promovié en Yucatén un centro de rebeldia socialista hasta su muerte en 1924. Conjuntamente con Argentina y México, se desarrollaron movimientos socialis- tas en otros paises, como Uruguay, Brasil, Paraguay, Bolivia, Peri, Cuba y Chile, entre los iiltimos afios del siglo xix y los primeros del siglo xx. En Uruguay, des- pués de los prolongados conflictos entre los partidos rivales, blancos y colorados, el presidente de la Repiiblica José Batlle y Ordéfiez realizé una politica muy avanza- da y progresista, que abrié el paso a la fundacién del Partido Socialista en 1919, ba- jo la direccién de Emilio Frugoni, profesor universitario y poeta, quien fue en el afio siguiente su primer representante parlamentario, El Partido Socialista se fandé en Brasil s6lo en 1916, aunque durante la Primera Guerra Mundial tales ideales alcan- zaron un desarrollo notable, gravitando en rebeliones de negros y en un motin na- val en 1910, asi como en la generacién de un movimiento campesino en 1914. En Bolivia se creé en 1906, un centro social de obreros que realizé una intensa activi dad, y en 1912 se formé una federacién obrera, con la decisiva participacién de los trabajadores del estafio. Por su parte, en el Peri, la clase obrera experimenté un cre- cimiento en organizacién y conciencia de clase al término de la Primera Guerra Mundial, bajo la influencia de la Revolucién rusa y la reforma universitaria. En ese tiempo, estallaron grandes huelgas por reivindicaciones sociales, en Chicama, Tala- ray Lima, las que fueron reprimidas por el gobierno. El pensamiento socialista se desarrollé por fin con José C. Mariategui (1895-1930). La vigencia de la Revolucién cubana, al finalizar el siglo xx, hace necesario un alcance a sus antecedentes histéricos, tomando eni consideracién que Cuba fue la ul- tima colonia espafiola en América Latina que conquisté su independencia, en 1898, y la primera revolucién socialista, en 1959. La principal figura intelectual del mo- vimiento por la independencia fue José Marti (1853-1895), quien fundé el Partido Revolucionario Cubano y desembarcé en la isla en 1895, pero murié en las prime- ras escaramuzas, quedando a cargo de Maximo Gémez y Antonio Maceo la lucha militar y revolucionaria. En 1890, el poeta Vicente Tejera (1845-1905) habia fun- dado un club de propaganda socialista y continuado la organizacién sindical pro- movida por otros dirigentes. Después del término de la lucha por la independencia de Espafia y a contar de la constitucién que reconocfa la independencia de Cuba, pe- 26 UMBRAL DEL SIGLO Xx ro reservaba a Estados Unidos el derecho de intervencién, se precipitaron diversas huelgas de los trabajadores azucareros, que culminaron en un movimiento muy sig- nificativo en 1911. En el afio siguiente se produjo un levantamiento de negros. En suma, entre los afios 1895 y 1914, el pais se habia conmovido por muchos distur- bios sociales, lo que Ilevé a Estados Unidos a intervenir en repetidas ocasiones a fa- vor de las clases dominantes. La Primera Guerra Mundial produjo un debilitamiento del imperialismo inglés al tiempo que el auge de! imperialismo estadounidense, se hizo sentir de inmediato en los paises latinoamericanos y, particularmente, en Chile, alterandose de este mo- do el centro del poder capitalista mundial. El gobierno de Estados Unidos convoc6, en mayo de 1915, a la primera conferencia econémica panamericana con el objeto de agregar a la sujeci6n diplomatica de estos paises, el sometimiento a la nueva me- trépoli en el Ambito de la economia. A dicha conferencia asistieron representantes de los paises americanos, excepto México y Haiti. En ella se establecié la Alta Co- misién Internacional, llamada posteriormente Alta Comision Interamericana, desti- nada a estudiar la adopcién de ciertas medidas, como reglamentaciones aduaneras, certificados y facturas consulares, cargos portuarios, marcas registradas, patentes y arbitraje en las disputas comerciales, asi como otros asuntos relacionados con la misma materia. Las labores del mencionado organismo, que perduré hasta 1933, recuerdan que el Sistema Interamericano, manipulado por Estados Unidos, si bien desde el princi- pio se mostré interesado por asuntos comerciales que beneficiaban a ese pais, no se preocupé de los problemas econémicos mas acuciantes para los paises latinoameri- canos. El poderoso pais del norte, convertido de deudor en acreedor de las grandes potencias europeas, a través del abastecimiento de sus necesidades bélicas, apare- cia entonces como el tinico que podria resolver también la grave crisis de los paises latinoamericanos. Esta crisis se habia derivado de las dificultades generadas por la conflagracién mundial de 1914-1918, en la colocacién de sus materias primas y ali- mentos en los mercados europeos, en el propio abastecimiento de productos indus- triales y en la mantencién de sus habituales lineas de crédito internacional. Desde entonces comenzé la historia de las expectativas latinoamericanas frustradas. En este tiempo, la economia chilena experimenté trastornos muy profundos, pre- cisamente, debido a las dificultades surgidas en el comercio internacional por las hostilidades militares. La paralizacién de parte importante de las actividades sali- treras trajo consigo una considerable desocupacion y la consiguiente reduccién de los ingresos fiscales. Para enfrentar esta situacién critica, el gobierno increment la emisién de papel moneda, disminuyé las remuneraciones de los funcionarios publi- 27 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX cos y restringié la asistencia crediticia a las empresas que se encontraban en verda- dera falencia. La produccién de salitre se normalizé en el curso del conflicto mun- dial para adquirir de nuevo los caracteres de una crisis al término de éste, mientras las actividades extractivas de cobre pasaron a tener especial relevancia en el co- mercio de exportacién, Ambas explotaciones, como asimismo la del hierro, la elec- tricidad, los teléfonos, el transporte urbano de Santiago y la distribucién mayorista estaban controladas principalmente por consorcios estadounidenses. Como resultado de la larga interrupcién del abastecimiento de articulos manu- facturados desde los paises capitalistas comprometidos en la Guerra Mundial, el proceso de industrializacién experimenté un apreciable crecimiento, especialmente en los rubros de consumo, a través de empresas privadas con capitales nacionales y extranjeros. Este proceso y las nuevas funciones que empez6 a desempefiar el Esta- do impulsaron a los gobernantes, a partir de 1920, a abandonar la politica de libre cambio y a favorecer el desarrollo de la economia nacional mediante acciones pro- teccionistas. La agricultura experimenté también un notorio desarrollo a raiz de la incorporacién al cultivo de tierras en las provincias del sur, lo que permitié al pais continuar como exportador de algunos productos agropecuarios, a pesar de la cons- tante disminucién del precio de éstos en el mercado externo. La penetracién del capital estadounidense se acentué en Chile a partir de 1911, afio en que la Braden Copper Co., subsidiaria de la Kenekott Copper Co., inicié la explotacién del mineral de El Teniente. Dicha penetracida s* extendié en 1913 cuando la Chile Exploration Co., filial de la Anaconda, puso en actividad a Chu- quicamata, la mina a tajo abierto mas grande del mundo. De esta manera, la activi- dad extractiva de cobre, que habia declinado desde la Guerra del Pacifico, despla- zada por la de salitre, adquirié una extraordinaria intensificacién. El incesante incremento de las inversiones de Estados Unidos desencadené una lucha con el im- perialismo de Inglaterra, que influird en el desarrollo politico de nuestro pais desde 1920 y que conchuiré como ya se mencioné con la hegemonia definitiva del primero. Desde los escombros de la Primera Guerra Mundial surgié la Liga de las Nacio- nes, cuya existencia tuvo importantes implicaciones en el Sistema Interamericano. Los origenes de la Liga estuvieron vinculados a la llamada Doctrina Monroe y a las preocupaciones de Estados Unidos y de los paises latinoamericanos en todo lo con- cemiente a sus relaciones reciprocas. Su creacién parecié ofrecer a estos ultimos la esperanza de cierta proteccién contra dicho pais dominante. No obstante, para apa- ciguar a los sectores mas reaccionarios de Estados Unidos, que rechazaron enton- ces cualquiera limitacién de la Doctrina Monroe, a fin de asegurar su hegemonia en 28 UMBRAL DEL SIGLO Xx el hemisferio occidental, se agregé el articulo 21 al convenio de la Liga de las Na- ciones. Esta disposicién especial expres6 cinicamente: “Nada de lo que incluye este convenio se considerara que afecta la validez de los compromisos internacionales, tales como tratados de arbitraje o entendimientos regionales como la Doctrina Mon- Toe, para asegurar e] mantenimiento de la paz”. Esta referencia a la mencionada doctrina es por demas ambigua, ya que ella no es un entendimiento regional, cual- quiera que fuera el significado que se le haya querido dar a esos términos. El ar- ticulo 21 le parecié aun poco satisfactorio al Senado estadounidense, en tanto que los paises latinoamericanos, con gobiernos politicamente responsables, la conside- raron con inquietud. Dos de ellos —-Argentina y México— declararon, al adherirse al convenio de la Liga de las Naciones, que no reconocian la Doctrina Monroe co- mo entendimiento regional, por la sencilla razén de que ella era una decisién unila- teral de Estados Unidos. No obstante, desde entonces, los paises latinoamericanos se desarrollaron bajo la sombra de esta doctrina imperialista. Las huellas del imperialismo No se entenderia la historia de Chile en el siglo xx si no se consideraran las huellas del imperialismo desde fines del siglo xix. No retrocedo més por la época que cu- bre el presente ensayo. El destacado profesor de historia econémica y social en la Universidad de Chile, Hernan Ramirez Necochea, publicé un notable libro titulado “Historia del imperialismo en Chile”, que comprende todo el siglo x1x y hasta las dos primeras décadas del siglo xx, abarcando desde la presencia tanto de Inglaterra como de Estados Unidos en la independencia de las colonias espafiolas en América Latina con sus serias rivalidades interimperialistas y hasta las manifestaciones an- tiimperialistas entre 1891 y 1920. En la introduccién de su libro, Ramirez Necochea parte con una afirmacién categérica sobre la considerable relevancia de esta tema- tica. Escribe ese autor: El imperialismo constituye uno de los fenémenos mis significativos y trascendentales de la vida contemporanea. El acontecer histérico de los ultimos ochenta o noventa afios resulta incomprensible si no se le tiene a la vista. Grandes tensiones, dramaticos con- flictos, cruentas guerras, subordinacién directa o encubierta de enormes areas del globo 29 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX y perturbacién en la existencia y desarrollo de muchas naciones, son algunas de las pro- yecciones histéricas del imperialismo contemporineo.* {Quién lo puede negar? Supuestamente nadie que razone con rigor histérico. En ese periodo, el imperialismo estaba presente y tenfa una influencia clara en la economia y la politica de las nuevas naciones de este continente. Pero la idea y a conducta antiimperialista no eran tan claras, sino que constituian simples reac- ciones ante cada una de las acciones imperialistas. “Por lo general”, dice Hernan Ramirez. Necochea, “grupos econémico-sociales reaccionaban de un modo escueto y directo frente a muy determinados y concretos aspectos de la accién que el impe- rialismo realizaba en nuestro pais, y de las implicaciones de esa accién”.5 El mismo autor sefiala que esta situacién es comprensible, porque entonces no se habia for- mulado todavia una teorizacién sobre el imperialismo, lo que sucedié hasta 1900, cuando John Hobson publicé su libro, titulado Jmperialism. A Study. Esta teoria no la inventé, pues, Lenin, quien escribié su obra en 1916, como se verd mas adelante. El dominio del imperialismo inglés era brutal y descarado en las pampas salitre- ras a fines del siglo xix y comienzos del siglo xx, por lo que los trabajadores del norte del pais, inspirados en el socialismo, defendieron, desde entonces, sus intere- ses esenciales mediante la huelga y la lucha colectiva. Tan claro, tan definido carécter poseyeron esos movimientos que el 12 de marzo de 1895, a raiz de las huelgas en la oficina Buena Esperanza y otros lugares, el ministro de Inglaterra en Santiago indicé a nuestro gobierno que medidas inmediatas debian ser to- madas para asegurar la preservacién del orden. El imperialismo, como se ve, queria or- den para seguir explotando tranguilamente a Chile y, en primer término, a los trabajado- res chilenos.© Asi actuaban entonces las grandes potencias sobre la “soberania” chilena, con el apoyo de la derecha, fuerza politica representativa de la burguesfa interna. Si grave fue aquella intervencién extranjera, mas grave era todavia la débil res- puesta del gobierno de Chile. “Las autoridades, representativas de las clases explo- 4 Herman Ramirez N., Historia del imperialismo en Chile, La Habana, Edicién Revolucionaria, 1966, pag. 17. 5 Ibidem, pag. 247. © Public Record Office, F.O. 132. Vol. 49. Oficio presentado por el ministro de Inglaterra en Chi- le al ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, 12 de marzo de 1895. Citado por Hernan Rami- rezN. 30 UMBRAL DEL SIGLO XX tadoras nacionales, sumisa y solicitamente, acogieron la demanda”. Atendiendo a aquella peticién, informaba el ministro de relaciones exteriores al diplomitico in- glés: “El gobierno ha dispuesto el envio de mas fuerzas de linea a las localidades indicadas, las que ya han salido para el lugar de su destino, como fue manifestado a VS. por el ministro de Guerra”.’ La matanza de la escuela Santa Maria, de Iqui- que, en 1907, nos recuerda a lo que iban los militares. Me es imposible acumular los multiples antecedentes expuestos por los nuevos investigadores de nuestra his- toria, pero no puedo resistir el impulso de agregar otra cita relevante de Ramirez Necochea. En 1904, el diputado demécrata, Malaquias Concha, denunciaba que el cénsul britinico en Iquique participaba personalmente y con el respaldo de las autoridades locales, en la contratacién de rompehuelgas, a quienes protegia con su investidura y con la bandera de su pais, Sefialaba, ademas, que el gobierno, escuchando las peticiones de! ministro in glés, habia aumentado la gratificacién de que gozan los militares que prestan servicios de Taltal al norte, con el fin, se dijo, de mejorar al personal militar que a esas regiones se envia, porque el ministro inglés habia insinuado que no estaba suficientemente ga- rantizado el capital inglés invertido en la explotacién de las salitreras.* Histéricamente, este sistema de “gratificaciones” se empleé a menudo en Chile, Wegando al extremo durante la dictadura de Pinochet. ;Gratificacién para matar! El antiimperialismo, por eso, surgi primeramente en el proletariado del norte del pais, de la mineria del salitre, porque este sector de los trabajadores sufrié la ex- plotacién y represién de las empresas extranjeras coludidas con los gobiernos reac- cionarios de ese tiempo. En efecto, estos brindaban la proteccién indebida de las Fuerzas Armadas a los duefios de esas empresas foraneas. Los trabajadores, por su parte, contribuyeron a la formacién y crecimiento del movimiento antiimperialista, sucediéndose en el tiempo periods de lucha por sus reivindicaciones sociales, de afirmacién de su conciencia de clase y de denuncia publica del imperialismo. Des- pués de la Revolucién rusa, los obreros chilenos adquirieron una comprensién mas cabal de las fuerzas antagénicas que se movian en el combate por el socialismo. En general, se puede afirmar que toda la historia del mundo, durante el siglo xx, estu- ‘yo marcada por la lucha contra el imperialismo, la cual puso término al sistema co- Jonial y promovié la no alineacién en la Guerra Fria de las grandes potencias. 7 Ibidem F.O. 132. Vol. 50. Oficio del ministro de Relaciones Exteriores de Chile al ministro de Inplanerra, N° 814, 28 de marzo de 1895. " Caado por Fernando Ortiz, La cuestin social en Chile. Antecedentes 1891-1929, pag. 221. 31 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX El imperialismo penetré y se consolidé en los paises coloniales y semi-colonia- les con la complicidad de las clases dominantes. Su presencia en Chile se explica por diversos antecedentes y factores que configuraron el desarrollo de la nueva na- cién, desde fines del siglo xix y comienzos del siglo xx. Este imperialismo provie- ne de Inglaterra, Estados Unidos y Alemania, el que se apoderé de las riquezas na- turales, subordinando la economia chilena. Para eso depusieron sus rivalidades pre- liminares y constituyeron una fuerza avasalladora sobre la débil estructura econd- mica interna. Los tres imperialismos comprometieron en su favor a una mayor cantidad de elementos nacionales, dispusieron de los servicios de los mas amplios micleos de personalidades descollantes en la vida politica, trabaron relaciones con un mas vasto contingente de hombres de negocios, pudieron realizar un ablandamiento ideolégico més eficaz.? Esta penetracion y consolidacién del imperialismo se vali6, por tiltimo, de la co- trupcién politica, como lo han demostrado diversos investigadores de nuestra his- toria, a partir del término de la Guerra del Pacifico. Este proceso experimenté su maximo desarrollo, tanto en Chile como en el res- to del mundo atrasado, entre 1890 y 1914, arrasando con las débiles resistencias que se manifestaban en cada uno de los paises sometidos como colonias y semico- lonias. En Chile prevalecia un manifiesto retraso econémico-social, en el que fundamentaban su superioridad y predominio las clases dirigentes del pais, especialmente los terratenientes y los comerciantes. Como se ha seftalado en otras paginas, estos elementos eran esen- cialmente proimperialistas, es decir, sus intereses econémico-sociales y politicos con- cordaban natural o esponténeamente con los del imperialismo.1° Por el contrario, el antiimperialismo representé cambio y, por lo tanto, progreso, en abierta lucha contra las fuerzas que sostenian el retraso en todos los ambitos de la sociedad, la economia y la politica. Una confitmacién violenta de esta situacién fue la guerra civil de 1891, con diez mil muertos, y la matanza en la Escuela Santa Maria, de Iquique, en 1907, con dos mil aniquilados por la represién militar. La contradiccién esencial entre el proimperialismo y el antiimperialismo des- cansaba en las clases dominantes y las clases dominadas respectivamente. Por un 9 Ibidem, pag. 284. ‘© Ibidem, pag. 285. 32 UMBRAL DEL SIGLO XX lado, estrechamente asociadas a la penetracién y dominio econémicos extranjeros, estaban los grandes terratenientes, la burguesia comercial, sectores de la burguesia industrial, Todas estas clases sociales obtenian beneficios de la presencia del impe- rialismo. De estos mismos sectores surgian politicos, que actuaban como abogados y gestores al servicio de las empresas extranjeras, que llegaron a ocupar cargos de- cisivos en el Estado, desde donde favorecian a sus “empleadores”. Por el otro lado, en el polo opuesto, se ubicaba el proletariado y, en general, la clase trabajadora consciente, que asumié una posicién revolucionaria en too a la guerra civil de 1891, que se manifesté en los mismos afios del apogeo del imperialismo (1890- 1914), Al término de la Primera Guerra Mundial y el triunfo de la revolucién en Ru- sia, la lucha antiimperialista adquirié un mayor impu'so y relieve. Julio C. Jobet confirmé tambien el origen de la dominacién imperialista en el si- glo xix: Durante los gobiernos de Jorge Montt (1891-1896) y de Errazuriz Echaurren (1896- 1901) -afirma este autor~ se inicia la penetracién imperialista en forma intensa. Capta las finanzas nacionales por medio de cuantiosos empréstitos y se apodera del salitre y del cobre. El [ de enero de 1891 se habia creado la segunda combinacién salitrera bajo el exclusivo control de los capitales ingleses, los que terminaron por apoderarse de la re- serva del Estado. Esta politica suicida de los sectores sociales y politicos dominantes respondia al propésito de no pagar impuestos al Estado, porque el remate de las reservas salitra- les que pertenecian a todos los chilenos, después de la Guerra del Pacifico, fue el mas cémodo expediente para obtener recursos, llegéndose al extremo de casi ena- jenarlas al capital extranjero. Por ley del 29 de noviembre de 1893, se entregaba a la subasta piblica 23 destacamen- tos salitreros fiscales y 38 oficinas que eran de dominio del Estado, lo que significaba una verdadera pufalada al patrimonio nacional.! De esta manera, el imperialismo se apoderd de los recursos naturales de Chile, primero del salitre y después del cobre. " Julio C. Jobet, Ensayo critico del desarrollo econdmico social de Chile, Centro de Estudios del Movimiento Obrero Salvador Allende - Casa de Chile, México, 1982, pag. 116. 33 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX Un capitalismo incipiente Chile se asomé al siglo xx con una economia primaria exportadora, cuya fuente principal era el enclave salitrero que, después de la Guerra del Pacifico, se convir- tid en la base mas sélida del imperialismo briténico. Adems, resurgié la explota- cién de cobre a través de las inversiones estadounidenses, se increments la de car- bon, asi como disminuyé la de plata en relacién con el auge del siglo anterior. La actividad agropecuaria, por su parte, tuvo a su vez un lento crecimiento, particular- mente en fa ganaderia ovina de las pampas magallénicas, declinando en la tercera década. El carcter dependiente de la economia nacional, sensible por lo tanto a las fluctuaciones del mercado externo, determiné variaciones en la situacién del pais, alternandose lapsos de auge y de depresién. Los factores especificos de estos pro- cesos fueron diversos. De una parte, el incremento de la produccién salitrera y los precios altos en el exterior y, de otra, las crisis ciclicas del sistema capitalista y la disminucién de los precios de dicho producto al término de la Primera Guerra Mun- dial. En ese tiempo, el 85% del valor de las exportaciones provenia de la mineria. Los inversionistas ingleses, propietarios de los principales yacimientos salitre- ros, se apropiaban de una parte considerable del excedente econémico derivado de las exportaciones de este producto. El resto se distribuia entre la burguesia interna y el Estado, correspondiendo la participacién de este tiltimo a derechos de exporta- cién. Con sus ingresos, la burguesia promovié otros negocios lucrativos, por lo ge- neral de cardcter especulativo, en tanto que el Estado destinaba los suyos hacia la construccién de la infraestructura y al pago de los gastos de la nacién, civiles y mi- litares. No obstante, este baluarte minero se derrumbé a fines de la década de los afios veinte debido a la competencia del salitre sintético. Un proceso similar expe- rimenté la explotacién de cobre, ya que después de estar Chile a la cabeza como productor de este recurso natural en el mundo, fue desplazado de dicho lugar de pree- minencia debido a la carencia de una tecnologia moderna para aumentar la produc- cién y reducir los altos costos de explotacion. Posteriormente, las inversiones de capitales norteamericanos posibilitaron el resurgimiento de esta actividad minera, convirtiéndose en el segundo productor en el mundo..En la década de los afios trein- ta, el cobre desplazé definitivamente al salitre como fuente de ingresos fiscales. En este mismo periodo, la produccién agropecuaria present6 un crecimiento sig- nificativo, especialmente en trigo, vino y ganado, aunque su ritmo en general em- pezé a ser inferior al aumento de la poblacién, fenémeno que se agudizard con pos- terioridad. Por lo mismo, las exportaciones de estos productos descendieron con relacién al siglo anterior, destindndose por eso al mercado interno la mayor parte de 34 UMBRAL DEL SIGLO Xx la produccién. El crecimiento de las actividades agropecuarias encontré su funda- mento, aparte el latifundio de la zona central, en la incorporaci6n de las tierras de la antigua Araucania a la produccién de trigo y maderas. Estas tierras fueron arre- batadas a los mapuche y pequefios agricultores, obligando a muchos de sus primi- tivos duefios y colonos a radicarse en las pampas del territorio argentino de Neu- quen. Las tierras pasaron a manos de sociedades particulares y de altos funcionarios civiles y militares, Estas explotaciones agrarias se extendieron asimismo hacia el extremo sur del pais, esto es, Magallanes y Aysén. En el primer caso, ingleses y chilenos ocuparon en propiedad, arrendamiento y concesién, las fértiles pampas que permitieron la re- produccién de ganado ovino, el desarrollo de la industria frigorifica y la exporta- cién de cames. En el segundo, algo mas tarde, se generd un fenémeno de concen- tracién de la tierra similar, ya que poderosas sociedades se apoderaron de superfi- cies fiscales para explotar ganado bovino. Este proceso, particularmente en Maga- Manes, se realizé por medio de fraude, violencia, despojo y crimenes. La economia tural se desarrollé, desde entonces, a través de contradicciones que perduraran en el tiempo. Coexistieron entonces empresas capitalistas modernas con formas precapi- talistas de produccién. Agricultores ausentistas invirtieron utilidades arrancadas a la tierra y a los trabajadores en actividades urbanas o las gastaron en viajes turisticos a Europa y consumos suntuarios. Entre la baja tasa de inversion y la sobreexplota- cién de los campesinos, esta actividad crecié por la lenta expansién del area culti- vada, hasta su crisis en 1930. La industria manufacturera tuvo, por su parte, algtin desarrollo, en especial du- rante la Primera Guerra Mundial, por la necesidad de sustituir importaciones de pro- ductos de esta clase dadas las perturbaciones en el comercio internacional deriva- das de la conflagracién. Por cierto, se trataba todavia de actividades de cardcter ar- tesanal combinadas con fabricas de herramientas y repuestos para las labores mine- tas y agricolas, asi como de articulos de consumo. No obstante, esta produccién no llegé a satisfacer la demanda por lo que después de la guerra continué el flujo de importacién de mercancias. En sus origenes, las inversiones en este sector provi- nieron, por una parte, de los sectores agrario y financiero nacionales y, por la otra, de residentes extranjeros. Este proceso trajo consigo la estrecha alianza entre la bur- guesia agraria y la burguesia industrial, y de ambas con los inversionistas foraneos, si bien el capital imperialista todavia slo se interesaba por canalizar recursos hacia la explotacién de materias primas basicas, principalmente minerales. E] Estado fa- vorecié este proceso mediante leyes y politicas protectoras de la industria nacional. La sociedad chilena, tradicional y oligérquica, empez6 a experimentar algunos cambios en los afios veinte, cuando los trastornos producidos por la conflagracién 35 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO Xx mundial se hicieron sentir en todos los paises, atin en los mAs pequefios y atrasados, como Chile. Ninguno escapé, en efecto, al doble proceso de industrializacién y ur- banizacién, si bien en él no se observaba claramente igual complementariedad que en las economias de las naciones capitalistas avanzadas, sino que revestia caracte- risticas peculiares. En nuestro pais, la primera fase de su urbanizacién fue el resul- tado del desplazamiento de los trabajadores rurales hacia las ciudades, debido a las alteraciones negativas de la colocacién de los productos agricolas en el mercado mundial por las sucesivas crisis del sistema capitalista. Mas adelante, el proceso de industrializacién intensificara la urbanizacién y ésta influiré en aquel. En 1920 era ya considerable la marginalidad generada por los desocupados y la presién de este sector por empleos en la administracién del Estado. Esta situacién trajo aparejada la lucha politica contra la sociedad estatica proveniente del siglo anterior. Como ya se indicé, durante el primer gobierno de Arturo Alessandri (1920-1925) se inicié el desplazamiento del imperialismo inglés por el imperialismo estadouni- dense, de acuerdo con la readecuacién del poder trasnacional derivado de la Primera Guerra Mundial, lo que trajo consigo un cambio politico, La caida de la hegemonia inglesa determiné el descenso de la oligarquia agraria y el avance de la burguesia industrial y financiera, que terminard por sustituir a aquélla en la direccién del blo- que social dominante. En este sentido, el movimiento social de 1920 representé una ruptura en el desarrollo institucional. Enrique Mac Iver expresé entonces que Ales- sandri habfa interrumpido la continuidad de Ia historia politica de Chile. Por cierto, habla de Ia historia “oficial”. Medio siglo después, Eduardo Frei Montalva formulé idéntica afirmacién respecto a Allende. En este tiempo, el imperialismo estadouni- dense consolidé su dominio sobre el cobre, recurso natural que pas a reemplazar al salitre como fuente proveedora de divisas después de la consolidacién de la cri- sis que experimentara la explotacion de este ultimo mineral. Para enfrentar la crisis del nitrato, en 1930, se cre6 la Compafifa de Salitre de Chile (cosacu), empresa mixta entre el Estado y particulares (nacionales y extran- jeros), una especie de “chilenizacién”, como se harfa 36 afios después con el cobre. La ley que le dio origen establecia un capital de 3 mil millones de pesos en accio- nes de 100 pesos cada una. La mitad de este capital, es decir, 1 500 millones de pesos, lo aportaba el Estado, y la otra mitad los sectores privados, dentro de los cua- les participaba la empresa Guggenheim con 1 050 millones, dejando en manos de los socios particulares chilenos s6lo 418 millones. “La Guggenheim, por el meca- nismo de las patentes de su procedimiento, dominaba al resto de la compafiia y ob- tenia el derecho a elegir siete de los doce miembros del directorio, donde s6lo habia 36 UMBRAL DEL SIGLO XX cuatro representantes estatales”.!? Ademés, esta empresa contraté un empréstito de mil millones de pesos, que tenia que servir. Este negocio de la cosacu fracas6 por- que las cuentas alegres eran falsas. En efecto, se establecia previamente que “con una produccién de 2500 mil toneladas métricas se obtendria una utilidad de 270 millones de pesos y que con el procedimiento Guggenheim se podria llegar a pro- ducir 5 000 mil de toneladas con una utilidad de 718 millones de pesos”. La expli- cacién es muy clara. “Se trabajaba en estos calculos con el falso precio de 310 pe- sos por tonelada que, como se ha dicho, en 1931 llegd a 202 pesos. Ademés, no se mencionaba el hecho de que era preciso servir el empréstito de mil millones de pe- sos que la cosacu habia contratado”.!3 De acuerdo a este convenio, el Estado perci- biria tres quintos de las utilidades, pero al mismo tiempo renunciaba a los derechos de exportacién, con lo que experimentaba, al fin de cuentas, graves pérdidas en sus ingresos. Procedimientos tan absurdos como este se aplican hasta hoy en la gran mi- neria privada del cobre para burlar la tributacién al pais, como la amortizacién ace- lerada. La crisis de los afios treinta La exportacién de salitre, que habia sufrido una caida en la posguerra, tuvo un re- punte en el lapso 1929-1930 para volver a disminuir después. Desde entonces, esa riqueza basica aport6 poco a la economia nacional ya que la mayor parte del valor de la exportacién quedé en manos de los inversionistas extranjeros. La caida defi- nitiva del nitrato como producto de exportacién y la disminucién del precio del co- bre en el mercado mundial obligaron al gobierno de Chile a suspender el pago de la deuda externa. De inmediato, recibié como respuesta la suspensién de los emprés- titos en el exterior, lo que trajo consigo una secuela de efectos econdmicos y socia- les, tales como los despidos masivos y la reduccién del poder adquisitivo de todas las remuneraciones, los que perjudicaron gravemente a los trabajadores. La gran de- presién experimentada por el sistema capitalista en sus centros metropolitanos, ex- tendida automaticamente en su periferia a contar de 1929, agudizé aun mas la pre- caria situacién de la economia chilena. Esta nueva crisis revistié una profundidad y extensién desconocidas en la histo- ria del capitalismo. El desplome de la economia mundial trajo aparejada la desocu- 12 Fernando Casanueva y Manuel Fernandez, El Partido Socialista y la lucha de clases en Chile, ‘Santiago, Empresa Editora Nacional Quimanti Ltda., 1973, pig. 74 13 Tbidem, pag. 74 37 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX pacién, que alcanzé a 25% de la fuerza de trabajo. Tuvo su epicentro en Estados Unidos, pero se proyécté en forma automitica a los paises europeos y enseguida a todo el orbe. En este marco general, ¢l sistema financiero y comercial de las nacio- nes latinoamericanas fue afectado decisivamente por medio del deterioro de los tér- minos de intercambio y la paralizacién de las inversiones y préstamos extranjeros, con lo cual se redujo su capacidad de importacién y exportacién. Las repercusiones de esta crisis del capitalismo fueron asoladoras en Chile. La situacién sefialada de- terminé un grave déficit fiscal, a pesar de la reduccién del gasto publico. Se con- trajeron los medios de pago disponibles, bajaron los precios, decliné la actividad productiva y aumenté la desocupacién. Esta fase deflatoria de 1930-1931 afecté a todas las areas de la economia: mineria, agricultura, construccién e industria. La co- rriente de desocupacién de las minas del norte desplaz6 a los trabajadores hacia el sur, reubicdndose una parte en el campo y la mayoria en Santiago, donde carecian de todo. Los gobiernos que se sucedieron en este lapso realizaron diversos intentos para enfrentar la crisis. Sin capacidad financiera para atender el servicio de la deuda ex- terna y evitar el agotamiento de las reservas de oro del Banco Central, se establecié el control de cambios y se restablecié el régimen de papel moneda. El gobierno em- pez6 a emitir para financiar sus déficit, en una secuela que incluia cada vez mas préstamos del Banco Central al Fisco, el aumento del circulante y de los precios, y que generaba mas inflacién. Durante el periodo de “anarquia” politica (1931-1933) no se formularon programas organicos para abordar la crisis, sino que se adoptaron s6lo medidas aisladas. En esta fase inflacionaria de la crisis, continué el descenso de la produccién, excepto en la industria, la que comenzé a expandirse desde 1932 para satisfacer las nuevas demandas del mercado interno, favorecida por el control de cambios, la devaluacién monetaria y el aumento de las tasas arancelarias, Redu- cida la demanda externa de productos primarios, no pudo el pais tampoco mantener el flujo de importacién de productos manufacturados, lo que hizo necesaria una ma- yor sustitucién de importaciones. En el curso de la dictadura de Ibafiez, el Estado asumié un papel decisivo en el desarrollo econémico, por el impulso de la industrializacién mediante la inversion fiscal y construccién de obras piblicas, asi como con medidas proteccionistas, cré- dito e inversion extranjera. Se promulgé la ley de colonizacién agricola en 1928 con el objeto de impulsar la distribucién de tierras fiscales. Acentuando la intervencién del Estado en la economia, se crearon la Caja de Crédito Minero, el Instituto de Cré- dito Industrial, la Linea Aérea Nacional y el Ministerio de Desarrollo, bajo cuya de- pendencia surgieron ademas la Direccién de Industrias Fabriles y la Fabrica y 38 ‘UMBRAL DEL SIGLO Xx Maestranza del Ejército (FAMAE), que comenz6 a producir armas, pero también ma- quinarias y herramientas para la industria y la agricultura. Para contribuir a este proceso se modernizé la administracién publica, reorganizdndose el Servicio de Aduanas y la Direccién General de Impuestos Internos. El Estatuto Administrativo dictado en 1930 regulé la organizacién y funcionamiento de una burocracia en ex- pansién. Nacieron nuevos servicios publicos, como la Contraloria General de la Re- publica, el Cuerpo de Carabineros, la Fuerza Aérea de Chile y la Tesoreria General de la Republica. El Cédigo del Trabajo reunié la legislacién social vigente y el Es- tatuto de la Universidad de Chile definié el marco orgénico y funcional de la edu- cacién superior, asi como otras iniciativas impulsaron reformas en los demas nive- les de la ensefianza. Fue el primer proceso serio de modernizacién proveniente del Estado y no de la actividad privada. Primeros pasos del movimiento obrero Este desarrollo nacional trajo consigo el nacimiento y los primeros pasos del movi- miento obrero, que suele dividirse en dos grandes periodos: el de la llamada “épo- ca heroica” y el de la “época de la institucionalizacién”. El primero incluye los afios comprendidos entre 1881 y 1924. Fue el periodo mas duro y sangriento de la histo- ria de las luchas sociales en Chile. Las corrientes del anarquismo y socialismo ge- neraron las primeras organizaciones de clase. En sus origenes constituyeron una combinacién del sindicalismo con el sistema de ayuda mutua, presentando sucesi- vamente tres modalidades distintas: las sociedades mutualistas, con predominio del artesanado y las tendencias democriticas; las sociedades de resistencia, con la par- ticipacién de trabajadores inspirados en las ideas anarquistas, y las hermandades mancomunales, en las que destacaron los obreros mineros y portuarios, que empe- zaban a percibir la ideologia socialista. De esta manera, el movimiento sindical tu- vo una orientacién politica avanzada desde su nacimiento, que lo vinculé a la lucha revolucionaria durante el siglo xx. El segundo comprende de 1924, afio en el que se promulg6 el Cédigo del Trabajo, hasta hoy. Las sociedades mutualistas datan desde fines del siglo xx, aunque algunas de ellas existieron desde antes, como la Sociedad de Artesanos de Santiago, en 1847, y la del mismo nombre de Valparaiso, en 1858. De estas organizaciones, 13 habian sido reconocidas por el gobierno en 1870, 39 en 1880 y 600 en 1924, contando con 90 mil integrantes 0 socios. Todas ellas tenian como objetivos la cooperacién mu- tua, el suministro de algunos rudimentos de seguridad social en ausencia de la aten- 39 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX cin de los patrones y del Estado. En su comienzo participaban sélo artesanos, pero enseguida también lo hicieron otros trabajadores. Siendo su objetivo principal la cooperacién y no el enfrentamiento, en su primer congreso nacional celebrado en 1901, excluyeron a las sociedades de resistencia que se habian generado en su interior. Las sociedades mutualistas estaban vinculadas al Partido Demécrata, par- ticipando mas tarde en el movimiento populista de 1920, representado por Arturo Alessandri. Las sociedades de resistencia surgieron durante el mismo periodo, principal- mente entre los obreros industriales y portuarios, las que luchaban por la jornada de trabajo de ocho horas, mejoramientos de salarios y de condiciones de vida. Por el caracter de los trabajadores que formaban parte de ellas, se concentraban en la zo- na central, particularmente en Santiago y Valparaiso, si bien existian algunas tam- bién en el norte del pais. En relacién con estas sociedades se constituyeron los lla~ mados sindicatos para la proteccién del trabajador, los cuales totalizaron 30 al fina- lizar el siglo x1x. Diez de ellos se denominaban “sociedades de resistencia”. Estas organizaciones y los sindicatos mencionados entraron en decadencia, conjuntamen- te con el anarquismo, siendo sustituidos por un sindicalismo mas modemo, bajo el aliento de las ideas socialistas predominantes, aunque su estabilidad era por demas variable de acuerdo a la situacién social, es decir, a la sucesién de tranquilidad y protestas populares. Las hermandades mancomunales constituyeron después nuevas formas de sindi- calismo, que superaron a las sociedades mutualistas y de resistencia, y se concen- traron principalmente en el norte del pais. En esta zona, la fuerza de trabajo habia crecido notoriamente en las explotaciones salitreras hasta llegar a 48 476 en 1912, lo que representaba diez veces mds que la fuerza laborante en 1884. A pesar de las condiciones inhéspitas de vida, las ofertas de trabajo y los salarios relativamente mejores atraian a obreros del centro y sur del pais, asi como de paises vecinos (pe- tuanos, bolivianos) y también chinos. Por encima de sus diferencias étnicas, el mo- vimiento obrero concentraba sus demandas en las condiciones de vida y de trabajo. No existia estabilidad en las actividades laborales tanto por la fluctuacién de la ofer- ta de empleo de las empresas capitalistas, debido a diversas razones (variacién de la demanda del mercado mundial y limitacién de la produccién para mejorar los precios, entre otras), como por la busqueda por los obreros de mejores condiciones de vida y de trabajo. Esto tltimo provocaba un desplazamiento de una mina a otra, lo que dificultaba la formacién y subsistencia de las organizaciones sindicales. En Chile, el capitalismo establecié, a comienzos del siglo xx, condiciones de vi- da y de trabajo de extrema explotacién, las que eran especialmente ostensibles en la 40 UMBRAL DEL SIGLO Xx mineria, base de la acumulacién primitiva, con el agravante de que los excedentes se iban a los centros metropolitanos. Las empresas extranjeras contaban con el apo- yo de todas las instituciones del Estado (autoridades politicas y administrativas, tri- bunales, fuerzas armadas, policia, etcétera), en el control del salitre y del cobre, el que se extendia ademas al transporte, a los puertos y, en general, a la mayor parte de la estructura econémica de la zona. Los trabajadores percibian naturalmente es- ta situacién, segiin su grado de desarrollo. Los mas avanzados, con més clara con- ciencia de clase, se organizaban para enfrentar a los patrones y al Estado y exigir- les la satisfacci6n de sus reivindicaciones, al mismo tiempo que los mas retrasados alternaban la pasividad y el apoyo al movimiento organizado. Eran los comienzos de la lucha contra el imperialismo. Por lo mismo, en los primeros diez afios del siglo xx las mancomunales absor- bieron y superaron a las sociedades mutualistas, alcanzando un desarrollo notable. Estas nuevas organizaciones, surgidas en el norte del pais, se constituyeron territo- rialmente y no por tipo de trabajo, y sus objetivos fueron similares a los de las so- ciedades de resistencia. Su primera creacién fue en los centros de produccién y puertos de las zonas mineras de Tarapaca y Antofagasta, extendiéndose posterior- mente a las areas del carbén en Concepcién. Difundian sus ideas politicas y pro- graméticas en periddicos y revistas, llegando incluso a fundar un partido politico en 1903, de breve duracién. En 1901 se formé la primera de estas sociedades, conoci- da como la Mancomunal de Obreros, de Iquique, la que alcanzé en algunos afios en- tre 4-mil y 6 mil integrantes. En los sectores directivos penetraron las ideas socia- listas, provenientes de Europa, ya que la Mancomunal de Tocopilla manifesté su so- lidaridad con los obreros rusos en 1a Revolucién de 1905. Estas nuevas formaciones sindicales tuvieron una gran importancia en el des- arrollo del movimiento obrero. Las mancomunales ~dice Alan Angell~ eran la expresién de la cohesién social y la soli- daridad de sus miembros, y en este sentido siguieron el ejemplo de las sociedades mu- tualistas; pero también en sus demandas y acciones se adelantaron anticipandose a las de los sindicatos mas modernos.'* Como se verd més adelante, durante los primeros afios del siglo xx, en el norte del pais, las huelgas mAs importantes fueron promovidas por aquellas organizaciones, \ Alan Angell, Partidos Politicos y movimiento obrero en Chile, Ediciones exa, primera edicién emespaiol, México, 1974, pag. 32. Julio C. Jobet, Recabarren y los origenes del movimiento obrero y socialismo chileno, Santiago, es, segunda edicion, 1973, pag. 152. 4 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX que también participaron activamente en la Federacién Obrera de Chile y en el Par- tido Obrero Socialist. No obstante, las contradicciones politicas, emanadas de la influencia ejercida por los partidos Demécrata y Radical, al comienzo y, posterior- mente, por los primeros grupos socialistas y por el Partido Obrero Socialista, con- tribuyeron a su debilitamiento sindical. Pero las mancomunales se revitalizaron en la segunda mitad de la década de los veinte, proyectando un legado valioso al nue- vo movimiento sindical en materia de ideologia y organizacién. La lucha social: fines y medios La accién sindical desempefié un papel importante en las transformaciones experi- mentadas por la sociedad durante el siglo xx, particularmente la actividad huel- guistica, aunque esta no agota los medios de la lucha social. La huelga representa s6lo uno de los recursos utilizados por los trabajadores en la defensa de sus dere- chos y el mejoramiento de sus condiciones de vida y trabajo. La historia del movi- miento obrero revela que, en cada conflicto social, los trabajadores recurrieron siempre a la negociacién y conciliacién antes de promover la huelga. No obstante la importancia de ésta, existen otros medios de presién contra los patrones, como el trabajo lento, el boicot y el simple ausentismo. Pero cabe dejar establecido que los asalariados no limitaron la lucha social en las organizaciones sindicales, sino que la proyectaron también hacia los partidos politicos, representativos de sus intereses de clase. Por las consideraciones anteriores, la actividad sindical ha contribuido no sélo en el mejoramiento de su situacién subordinada y de extrema explotacién en la so- ciedad, sino que también ha influido en las conquistas politicas de mayor democra- tizacién de la vida nacional. Las principales demandas dicen relacionarse con el cumplimiento por los empleadores de todas sus obligaciones salariales; el aumento de las remuneraciones y otros beneficios econémicos; la reduccién de la jornada de trabajo y su reglamentacién. Ademis, exigian condiciones de seguridad ¢ higiene en el trabajo; regulaciones de las relaciones entre empleadores y asalariados, y cum- plimiento por los patrones de los convenios laborales. A estas demandas principa- les se agregan otras, de caracter mas general, como atenciones de salud, vivienda, educacién, comercializacién de productos de primera necesidad y regulacién de sus precios. Todas estas reivindicaciones inmediatas estaban, por cierto, relacionadas con una mayor democratizacién de la sociedad, a partir de la herencia colonial. EI punto de partida de este proceso fue la existencia de las.organizaciones sin- dicales y el ejercicio de su derecho a huelga, de hecho desde 1900 a 1924, y de de- 42 UMBRAL DEL SIGLO xx techo desde este ultimo afio hasta ahora, con suspensiones en los lapsos de dicta- dura. La democratizacién de la sociedad se condiciona favorablemente, en efecto, con la consolidacién de un sistema de relaciones contractuales, que si bien no su- prime la arbitrariedad tradicional de los patrones, la limita, a lo menos, y favorece la conquista de nuevos mejoramientos sociales. La conquista gradual, en el largo plazo, de estos beneficios, representa un progreso en la igualdad de oportunidades de Jos sectores subordinados, asi como un resguardo institucional de sus derechos en una sociedad de clases. Las grandes huelgas y represiones sangrientas, comparables estas ltimas a la violencia y crueldad del periodo de la Conquista, comenzaron a fines del siglo xix, desencadenandose conflictos y paralizaciones de labores en Iquique, que se exten- dieron a otros puertos y también Ilegaron a Santiago. De éstas, alcanzaron una gran magnitud las de diciembre de 1901 y enero de 1902 en dicho puerto, dirigidas por la Combinacién Mancomunal de Obreros, de Iquique. Sefiala Julio C. Jobet: “Du- rante 60 dias, se mantuvieron firmes los distintos gremios del puerto, a pesar de la prisién de Abdén Diaz, presidente de la Mancomunal, y de diversas medidas ensa- yadas para romperla”.'5 Las huelgas se repitieron, enseguida, en Santiago (abril de 1902), en la empresa de Traccién Eléctrica, “con mitines, desfiles, sablazos y heri- dos”, en Antofagasta y Lota (mayo de 1902), Valparaiso (agosto de 1902), Tocopilla (diciembre de 1902 y enero de 1903), donde jos lancheros permanecieron paraliza- dos mas de 30 dias. A fines de enero de 1903 se inicié una huelga general de 43 dias‘en la regién del carbén, que fue reprimida por fuerzas militares y marinerfa del navio de guerra Zenteno, con numerosos muertos y heridos. Las huelgas continuaron en ese mismo afio y en los siguientes. En efecto, el 15 de abril de 1903 comenz6 un nuevo proceso de movilizacién y protesta en Valpa- raiso, que comprometié sucesivamente a los estibadores, tripulantes, lancheros y jornaleros de aduana, paralizando el puerto. Este conflicto desencadené violentos ‘choques con los rompehuelgas, con muertos y heridos. Los huelguistas realizaron ademés incendios del edificio de la Compafiia Sudamericana de Vapores, del male- cén y otros locales. La represién militar produjo més de 50 muertos, 200 heridos y centenares de detenidos. Restablecido el “orden”, una comisi6n arbitral dictamindé a favor de los huelguistas. Nuevos paros laborales se desencadenaron en Antofa- gasta, Valparaiso (julio y agosto de 1903), Santiago, Coronel, Taltal y Chafiaral. En Lota (enero y febrero de 1904), los mineros estuvieron en huelga durante 30 dias; 45 Julio C. Jobet, Recabarren y los origenes del movimiento obrero y ef socialismo chileno, San- tiago, rua, segunda edicién, 1973, pag. 152. 4B EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX en Tocopilla (septiembre del mismo afio) pararon las oficinas salitreras, cuya repre- si6n estuvo a cargo de tropas y barcos de guerra, con varios muertos, bajo el man- do del militar genocida Roberto Silva Renard. Este movimiento de protesta y resistencia alcanzé una extraordinaria intensidad y violencia en Santiago en el afio siguiente. Los trabajadores de esta ciudad, capital de Chile, realizaron el 22 de octubre de 1905 un concurrido mitin, con 30 mil per- sonas, convocado por el Comité Pro-abolicién del Impuesto al Ganado Argentino, del cual era miembro Luis Emilio Recabarren. Entonces, el ministerio estaba re- nunciado y el ejército realizaba maniobras en Quechereguas. En esta oportunidad, una muchedumbre traté de ingresar al palacio presidencial conjuntamente con la de- legacién que llevaba las conclusiones del comicio, produciéndose un choque con la Policia. En el curso del dia continuaron los incidentes y en el siguiente se declaré una huelga general que fue reprimida con 70 muertos, 300 heridos y 530 detenidos. “Sobrepasada por las multitudes, la policia se retiré de la capital a reunirse con el ejército; el pueblo tomé posesién de las comisarias. El martes (24) llegé el ejército a Santiago, siendo convertido en campo de batalla, No se supo el numero exacto de muertos y heridos”.'6 No obstante la brutal represién, nuevos paros se produjeron en Valparaiso, Pisa- gua, Coquimbo y Punta Arenas en ese mismo afio. En 1906 continué este proceso de lucha. Primero, los operarios del ferrocarril de Antofagasta a Bolivia se declararon en huelga el 3 de febrero, a la que se unieron los obreros de la Compafiia de Salitre y, enseguida, lo hicieron los obreros portuarios y fabriles. El crucero Blanco Enca- lada desembarcé tropas con ametralladoras, asi como se formaron “guardias de or- den” para enfrentar el conflicto. En efecto, el 6 de febrero estas fuerzas represivas atacaron al pueblo, concentrado en la plaza Colén, y las masas desesperadas que- maron agencias, almacenes y diarios. La represiOn dejé, en suma, mas de cien muer- tos. Ademés, se clausuré el periédico La Vanguardia y se detuvo a su personal y al del periédico E/ Maritimo. Apresado también Recabarren, candidato a diputado, fue de todas maneras elegido por el voto popular. Las huelgas continuaron, a pesar de la represi6n, en Santiago, Concepcién, Coronel y Valdivia. Este movimiento reivindicativo de los trabajadores no se detuvo porque la clase dominante, que controlaba el capital y el poder, no ofrecié ninguna satisfaccién sig- nificativa a las demandas sociales. Las huelgas siguieron en el afio 1907 en los prin- cipales centros de trabajo del pais hasta llegar a la masacre més brutal conocida entonces en la escuela Santa Maria, de Iquique. {Qué sucedié en la escuela Santa Maria? Jobet lo explica: '6 Ibidem, pag. 153. UMBRAL DEL SIGLO XX En diciembre de 1907 se desataron numerosas huelgas en el norte. El 13 paralizé la ofi- cina de San Lorenzo y pronto se propagé a las diversas zonas de la pampa. Los obreros abandonaron los campamentos y en columnas ordenadas bajaron a Iquique. Los obre- ros de Iquique también pararon. Se reunieron més de 20 000 trabajadores en tomo a la escuela Santa Maria, eligieron su comando, redactaron un pliego de peticiones, asegura- ron el normal abastecimiento de alimentos y el problema de la habitacién, e impidieron la alteracién de la tranquilidad. Estos hechos fueron, incluso, reconocidos por la prensa de derecha.!” Tales fueron las condiciones objetivas, indesmentibles, de dicho movimiento, inscritas en la historia real de 1a lucha social. Sin embargo, el gobierno de Pedro Montt ejecuté por medio del general Rober- to Silva Renard una masacre que manché de sangre obrera, una vez més, el unifor- me de los militares al servicio del imperialismo. Hay muchos testimonios de la €po- ca, asi como anilisis de historiadores, sobre la magnitud de la represién, pero me quedo con el juicio de Julio C. Jobet. Mas de 2.000 muertos, entre ellos varios obreros bolivianos, peruanos y argentinos, que- daron en las calles de acceso a la escuela Santa Maria. Rendidos los obreros se les tras- Jad6 al Club Sport, donde la masacre continu6; luego fueron embarcados en trenes al in- terior, con nuevos muertos, ante las numerosas negativas de volver al infierno blanco. Enseguida, agrega Jobet: La masacre silencié la pampa y significé un retroceso momentineo del movimiento obrero; pero pronto se desataron nuevas huelgas a lo largo del pais y prosiguié la tenaz lucha del proletariado por su emancipacién. El gobiemo imitaba la actitud del Presiden- te francés Thiers, quien después de la represién de la Comuna de Paris y orgulloso de su “victoria”, proclamaba: “el suelo esté cubierto con sus cadaveres; este espantoso espec- taculo servird de leccién”. No se conmovia frente a las justas exigencias de las clases po- pulares y trataba de acallarlas con Ia represién sangrienta, encomendada a las Fuerzas ‘Armadas.!® El capitalismo actuaba con la misma violencia en todo el mundo, En ese lejano tiempo, la clase trabajadora estaba sujeta a sobreexplotacién, con salarios de hambre y jornadas de trabajo de 9 a 12 horas diarias. "7 Ibidem, pag. 155. 9 Ibidem, pag. 157. 45 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX La lucha de clases, obreros contra capitalistas, surgié a raiz de esta dolorosa situacién econémica y social. La explotacién capitalista era despiadada, con bajos salarios, malas condiciones de trabajo, alto costo de la vida, traduciéndose en alimentacién deficiente, vestuario escaso, habitaciones insalubres, y una desvalorizacién sistematica de la mone- da, agravadora de las penalidades de la clase obrera.!9 Las reivindicaciones de los trabajadores insistian, por lo mismo, en aumento de salarios, término del sistema de las pulperias, limitacién de la jorada de trabajo. Los objetivos programaticos comprendian aspiraciones sociales mds vastas todavia, como prohibicién del trabajo nocturno y pago de las horas extraordinarias, seguri- dades en las faenas, limitacién del peso del saco de salitre y de los envases agrico- las, seguro por accidentes del trabajo y pensién de vejez, atencién médica gratuita y policlinicos, casas higiénicas para los obreros. Ante estas demandas, el gobierno no prestaba ningtin interés, sino que respondia con la represi6n: la violencia capita- lista. A pesar del impacto terrible de la matanza en la escuela Santa Marfa, de Iquique, la lucha obrera continué durante 1908, registrandose 29 huelgas importantes: tres en Antofagasta, once en Santiago, tres en Concepcién, tres en la zona carbonifera y las restantes en diversos centros de trabajo del pais. Las experiencias adquiridas por los obreros en estas movilizaciones de la primera década del siglo xx los conduje- Ton a la iniciativa de buscar su unidad en todo el pais, en su ¢nhle aspecto: sindical y politico. Para asegurar el primero de estos objetivos se fundé la gran Federacion Obrera de Chile el 18 de septiembre de 1909 sobre bases mutualistas y con fines de asistencia social, de mejoramiento econémico (formacién de cooperativas de con- sumo, crédito en dinero a sus asociados, fomento del ahorro, seguros contra enfer- medades, seguros de vida, de desocupacién forzosa) y de perfeccionamiento moral y cultural (lucha contra el alcoholismo, creacién de escuelas, teatros, bibliotecas, periddicos, realizacién de conferencias). Ademas, propiciaba objetivos sindicales mas modernos y permanentes, como creaci6n de tribunales arbitrales llamados a fa- Ilar las discusiones obrero-patronales, de una oficina del trabajo para facilitar la contratacién de los obreros y, por ultimo, la demanda de siempre, todavia no alcan- zada, de una jornada de ocho horas y de un salario minimo. EI primer presidente de la rocx fue Emilio Cambié, desempefiando este cargo de 1909 a 1919, si bien desde su primera convencién nacional, celebrada entre los 19 Ibidem. 46 UMBRAL DEL SIGLO Xx liltimos dias de diciembre de 1911 y los primeros de enero de 1912, se destacé Recabarren como su principal dirigente. EI recorrié el territorio del pais para des- pertar la conciencia de clase de los trabajadores, as{ como planteé la lucha sindical reivindicacionista, inseparable de la accién politica. La clase trabajadora debia realizar una doble lucha por medio de la organizacién sindi- cal para obtener conquistas inmediatas, un mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo, y otra politica, a través de un partido popular, orientada a despertar y definir la conciencia de clase de los trabajadores, y a librar un combate a fondo en contra de la cla- se dominante y el sistema capitalista.2° EI fin ultimo era la emancipacién econémica y social de los trabajadores me- diante la instauracién del socialismo, objetivo politico que se analizard més adelante. De la confrontacién a la negociacién Asta época heroica del movimiento obrero sucedié el periodo de institucionaliza- cién de la lucha de clases de 1924 hasta hoy que fue también muy conflictivo para los trabajadores. Desde la Unién Soviética llegaron los resplandores de la Revolu- cién Bolchevique, de un proceso revolucionario triunfante, que por cierto no pudo menos que impactar profundamente el medio social y politico chileno, como suce- diera en todo el mundo. Por primera vez se conocié en Chile la participacién de los trabajadores rusos, obreros y campesinos, en una revolucién social que conmovié a la humanidad, asi como el papel de los comités de fabrica y las funciones del control obrero de la produccién. Estas ideas produjeron una renovacién en los ob- jetivos de lucha del movimiento popular y, a la vez, desataron una aguda lucha ideo- Iégica en los partidos y sindicatos. El escenario nacional habia evolucionado tam- bién por la repercusién de los grandes cambios que habia experimentado el resto del mundo al término de la Primera Guerra Mundial. Como ya se indicé, el Estado oligarquico se sustentaba al comienzo del siglo xx en dos soportes socioeconémicos. El primero era una economia basada en el sali- tre, en torno a la cual se desarrollé principalmente la burguesia interna, y el segundo se referia a la debilidad de las clases subaltemas, esto es, el proletariado urbano y campesino, asi como la pequefia burguesia. Ambos factores experimentaron una modificacién profunda hacia fines de la década de los veinte, con lo que gravitaron ® Ibidem, pig. 173. 47 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX decisivamente en la transformaci6n econémica, social y politica de Chile entre 1920 y 1938. Los nuevos sectores de clase en que descansaré la lucha social y politica en este periodo experimentaron un crecimiento significativo. Conjuntamente con la ex- pansién de los trabajadores del salitre, el proletariado se extendié en las obras de construccién de ferrocarriles, en el carbén, en el cobre, en la industria manufactu- rera, contingente social diferenciado que acrecenté cada vez més su conciencia de clase. Por su parte, el desarrollo del aparato estatal, del comercio, de la educacién y los servicios precipité el desarrollo de la pequefia burguesia funcionaria y de los profesionales universitarios. Tales sectores no tenian ninguna participacién significativa en las decisiones po- liticas en el marco del Estado oligarquico, es decir, no s6lo sufrian las restricciones electorales, sino que estaban excluidos de toda expresién politica, marginados so- cialmente. La politica era una funcién reservada a las clases propietarias, y la for- ma del Estado, presidencial o parlamentaria, no tenia relacién con Ja pugna entre clases antagénicas, sino que tocaba a la manera de resolver los conflictos limitados entre las clases dominantes. E] Estado era, pues, excluyente y se sustentaba en una estrecha base social, actuacién que generé el proceso de su deslegitimacién. En los afios 20, nuevos grupos sociales se hicieron presentes en la vida publica en virtud de las transformaciones que experimentd la economia. Destacaron entre ellos los agricultores de las provincias del sur, los industriales, los comerciantes, los profe- sionales universitarios, los funcionarios del Estado y los artesanos. Todos ellos re- cibieron su inspiracién ideolégica del positivismo y de las doctrinas de solidaridad provenientes de Europa, reconociendo militancia por lo general en el Partido Radi- cal y en el Partido Demécrata. En el curso de este tiempo, el movimiento de masas experimenté una evolucién continua. Desde una orientacién de autonomia politica, que supone el enfrenta- miento del aparato estatal, a través de acciones directas, politicas y sindicales, se pa- s6 hacia la negociacién. Los sindicatos surgidos espontaneamente, sin sujecién al- guna a la ley, que tampoco existia, se institucionalizaron a través del Cédigo del Trabajo, promulgado en 1924, sometiéndose lentamente a sus disposiciones. A su vez, los partidos obreros, Comunista y Socialista, hicieron otro tanto, evolucionan- do de posiciones revolucionarias a la simple participacién en el juego politico de una democracia liberal todavia precaria y deformada. En el caso del primero, por Jos cambios bruscos de la politica soviética, que saltaba de la lucha por el poder de la primera fase de la Internacional Comunista a la de Frente Popular contra el fas- cismo. En el caso del segundo, se observa una alteracién parecida que va desde la Repiiblica Socialista al Frente Popular. 48 UMBRAL DEL SIGLO XX, No obstante, la ofensiva del movimiento obrero prosiguié durante la segunda dé- cada del siglo xx sin tregua alguna. Su movilizacién estuvo a cargo de los obreros portuarios en 1917, de los del carbon, de los de Santiago y de Magallanes en 1919. Entre este afio y 1923 se desencadené un movimiento huelguistico intermitente que coincidié, primero, con la campafia electoral que condujo a Arturo Alessandri al go- bierno y, segundo, con la ola de protesta que generé en los sectores populares el in- cumplimiento de las promesas politicas del nuevo presidente de la Republica. En la capital, la Asamblea Obrera de la Alimentacién realizé mitines de hambre con una enorme participacién de masas, cuyo punto culminante fue la huelga general de los dias 3 y 4 de diciembre de 1919. La situacién social se hizo critica en Santiago. El derrumbe de la actividad salitrera trajo consigo una gran desocupacién, invirtiendo el proceso migratorio interno producido en el lapso de bonanza minera. En este sen- tido, la afluencia de cesantes hacia la capital precipité una extraordinaria agitacién para obtener trabajo o Ja atencién por parte del Estado a través de subsidios espe- ciales. A las nuevas luchas obreras, el presidente de la Republica Arturo Alessandri res- pondid, como siempre, con la mds severa represién. Magallanes en 1920, Santiago en 1921, San Gregorio en el mismo afio, La Corufia en 1925 fueron otros tantos ac- tos represivos de una violencia brutal. En el norte se reprimié a los trabajadores des- pedidos que reclamaban desahucio. Es el caso de la oficina salitrera San Gregorio, de propiedad de capitalistas ingleses, donde el 4 de febrero de 1921 el regimiento Esmeralda maté a casi un centenar de obreros y dejé otros tantos heridos. Mas cruenta fue todavia la represién en la oficina de La Corufia, en la cual el ejército ata- ca 1 900 obreros mediante bombardeo de artilleria. Este fue el mas duro golpe re- cibido por la Fock que, para entonces, contaba con 200 mil afiliados. La resistencia obrera era conducida por la Federacién Obrera de Chile y el Par- tido Obrero Socialista, ambas organizaciones orientadas por Recabarren. En el pe- Tiodo de gobierno de Alessandri (1920-1925) se constituyeron estructuras de los tra- bajadores del campo —los consejos federales— asi como se realizaron huelgas de este sector bajo el aliento de la Focu. Sus demandas se referian, en general, al me- jeramiento de las remuneraciones y a tierras para producir por su cuenta. Un papel decisivo desempefiaron en este proceso los obreros del salitre, que habian perdido ‘sus empleos a raiz de la crisis de esta explotacién y que, por lo tanto, retomaron ha- a el centro y sur del pais, buscando trabajo nuevamente en el campo, de donde Procedian originariamente. La organizacién agraria continué su desarrollo ininterrumpido. En los ultimos as de octubre de 1921 se celebré la primera Convencién de Campesinos convo- 49 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX cada por la junta provincial de Santiago. Esta reunién acord6 luchar por la jomada de ocho horas; por un salario minimo uniforme para todos los trabajadores agrico- las, sin distincién de voluntarios e inquilinos; por la eliminacién de las pulperias de 10s latifundistas, por la abolicién de las multas y por el mejoramiento de la vivien- da. La Sociedad Nacional de Agricultura, el antiguo bastién de los terratenientes, re- clamé ante el gobierno contra la accién de las nuevas organizaciones campesinas. El Presidente Alessandri condené al movimiento, considerando a los dirigentes como enemigos del progreso del pais y exigiendo a los trabajadores rurales que no siguieron las directivas de los obreros urbanos, sino que se sometieran a sus patro- nes, los duefios de la tierra. Los sectores medios, que habian apoyado la postulacién presidencial de Ales- sandri, se incorporaron también al movimiento sindical. En 1924 se fundaron la Unién de Empleados de Chile y la Asociacién General de Profesores. Bajo el influ- jo del movimiento de reforma universitaria iniciado en Cérdoba, Argentina, en 1918, la Federacién de Estudiantes de Chile impulsé sus luchas en un doble senti- do. Consciente de que la reforma educacional sélo serd real en el amplio marco de la transformacién global de la sociedad, se vinculé estrechamente al movimiento obrero y radicalizé sus demandas. Esta Federacién se habia fundado en 1906 y, des- de entonces, congregaba en sus centros de estudiantes, a intelectuales, profesiona- les y en general trabajadores, que sustentaban ideas socialistas y anarquistas. Sin una teoria homogénea, esta organizacién rechazaba el sistema capitalista y difundia propuestas de cambios sociales. Por su solidaridad con los obreros sufrié los rigo- res de la represién en forma similar a éstos. Como expresién de los sectores medios ilustrados, la rect participé en el movimiento social iniciado en 1920, apoyando al caudillo de la Alianza Liberal, Alessandri, para romper con él a raiz de la masacre de San Gregorio. El gobierno se esforz6 por institucionalizar la protesta de los asalariados me- diante la promulgacién del Cédigo del Trabajo, cuyo proyecto fue presentado al Congreso Nacional el 8 de junio de 1921. El movimiento obrero habia logrado con anterioridad leyes sociales sobre habitaciones obreras en 1906, descanso dominical en 1907, proteccién a la infancia en 1912, obligacién de colocar asientos para los empleados de comercio en 1914, y accidentes del trabajo, en 1917. El Cédigo del ‘Trabajo sélo fue aprobado el 8 de septiembre de 1924 por el Congreso Nacional, ba- jo la presién de la juventud militar, liderada por los mayores Marmaduque Grove y Carlos Ibafiez. El movimiento obrero experiment6 un retroceso a raiz de la crisis econémica y la represién aplicada por la dictadura del general Ibéfiez. Pero se reorganiz6, apro- 50 UMBRAL DEL SIGLO Xx vechando la vigencia del Cédigo del Trabajo, resurgiendo la Federacién Obrera de Chile, que habia sido destruida por la dictadura, y constituyéndose la Confederacién General del Trabajo, de orientacién anarcosindicalista. En este periodo, el sectaris- Mo comunista impidié la unidad de la clase trabajadora, atacando al sindicalismo legal y dicha Confederacién, la que a su vez rechazaba el sindicalismo manipulado por el Partido Comunista. Era el tiempo del ultraizquierdismo de la Internacional Comunista. Estas contradicciones tenian un sustrato ideolégico, que llegé a Chile como el eco de resonantes controversias que surgieron en tomo a la Revolucién ru- sa, después de la muerte de Lenin. Se trata de la querella entre el estalinismo y el trotskismo, a la cual se sumé el anarquismo, que habia sobrevivido politicamente al periodo heroico de la lucha obrera y cuyas repercusiones en el pensamiento y la accién de los partidos obreros y el movimiento popular todavia no se apagaban. Entonces se discutieron con pasién concepciones encontradas sobre estrategia y tactica de la revolucién socialista, sobre organizacién y métodos de lucha. En este sentido, chocaron, primero, las visiones del proceso revolucionario de los anarquis- tas y de los comunistas. Los primeros partian de la necesidad imperiosa de destruir el Estado burgués y proyectaban el papel fundamental de la clase trabajadora, a tra- vés de sus organizaciones auténomas, en la estructuracién y control de la economia y de las instituciones politicas, para transformar la sociedad. Los segundos ex- clufan, después de la conquista del poder, toda organizacién paralela al partido, co- mo, entre otras, los comités de fabricas y sindicatos independientes, porque el par- tido representaba la voluntad de la clase, por lo que todas sus aspiraciones debian canalizarse a través de él. Los trotskistas sostenian a su vez que para evitar el capi- talismo de Estado y la burocracia debia asegurarse una forma de participacién y control a la clase obrera en el proceso revolucionario. Fue la primera advertencia sobre la degeneracién creciente de la Unién Soviética, con su secuela de explota- cién del trabajo humano y de represién terrorista. En este nivel ideolégico y organizativo, las luchas de los trabajadores se inten- sificaron de nuevo debido a la politica social de la segunda administracién de Artu- ro Alessandri, que favorecié al sector empresarial en desmedro de los asalariados. En 1933, apenas iniciada la restauracién oligarquica, se produjo la huelga general de los maestros, que originé la fundacién de la Unién de Profesores de Chile y ter- miné con la destitucién de centenares de ellos. Mas tarde, en febrero de 1936, esta- 6 la huelga de los ferroviarios, enfrentada por el gobiemo con administracién mi- Iitar de la empresa, estado de sitio, arrestos colectivos, relegaciones y también con Yactiminacién de muchos trabajadores. Sin embargo, fueron los campesinos quienes irrumpieron con la mayor violen- a en el escenario social, continuando el proceso de ascenso comenzado en la dé- 51 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX cada anterior. Ellos organizaron sindicatos agricolas, en los cuales participaron obreros, inquilinos, medieros y minifundistas. En sus plataformas de lucha exigie- ron término de los desalojos a los arrendatarios ¢ inquilinos, rebaja de las rentas de alquiler, mejoramiento de la vivienda, derecho a la sindicalizacién, salarios mi- nimos y, en general, respeto a la legislacién laboral. Una secuela de rebeliones campesinas, con participacién de sectores mapuches, en las provincias de Cautin, Valdivia y Magallanes, culminé en la region del Alto Biobio, donde se ejecuté la despiadada matanza de Ranquil. El gobierno de Alessandri, a pedido de los terrate- nientes de la zona, dispuso el lanzamiento 0 desalojo de un grupo de colonos que recién habian organizado un sindicato. Después de deambular en pleno invierno, in- citados por el hambre, asaltaron una pulperia. La brutal represién provocé la insu- rreccién de mas de un millar de campesinos, la mayoria de los cuales se rindié al término de una verdadera caceria humana en la que murié un centenar de ellos. Los demas fueron sometidos a proceso por “alzamiento a mano armada”, siendo conde- nados algunos a la pena de muerte, pero finalmente indultados. 52 La conciencia socialista La sangre y la letra pulsé su objetivo politico, esto es, la lucha por la transformacién de la socie- dad, para lo cual tuvo que forjar su pensamiento teérico: la formacién de la conciencia socialista. La burgues{a desarrollé su pensamiento a partir de la Epoca Moderna, en un mundo proveniente del feudalismo, en tanto que la clase obrera configuré el suyo posteriormente, en el mundo generado por el capitalismo. Duran- te el siglo x1x Illegaron hasta Chile las repercusiones de la accién y los argumentos esgrimidos en las luchas generalizadas en los paises europeos. Los nuevos términos de este combate fueron socialismo contra capitalismo. En paginas anteriores he se- fialado como se daba la lucha de clases en las primeras décadas del siglo xx, por lo que ahora procuraré exponer cémo la clase obrera revistié con una expresién filo- s6fica —la filosofia del marxismo— sus convicciones adquiridas en la vida coti- diana. Explicar su experiencia social, su forma de pensar, as{ como de discutir con la clase dominante la contradiccién de sus valores con los de sus adversarios socia- les, constituye la historia anénima de los trabajadores, que aspira a superar a la re- volucién capitalista por la revolucién socialista. Por eso, los sin voz, las masas hasta entonces mudas, tomaron la palabra y ex- pusieron sus principios y aspiraciones, sus desafios y tareas, que suponian no sélo luchar contra sus explotadores sino con ellas mismas, contra su pasado de subordi- nacién, del cual no podian emanciparse exclusivamente con su lucha social. Re- querian forjar, poco a poco, una nueva visién del mundo y la sociedad, contraria a Ja de la burguesia, con valores de vida que le confieren un sentido humano a esa lu- cha, Se trataba de una concepcién propia de su clase, que con el progreso de las co P= a paso, simulténeamente con la lucha sindical, el movimiento obrero im- 53 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX municaciones Ilegaba de otras latitudes, de paises mds desarrollados. Como el bur- gués moderno, el obrero contempordneo empezé a superar las fantasias de la Igle- sia para enfrentar el mundo real generado por la ciencia. En este medio se formé la conciencia de la clase obrera y su autonomia ideolégica y politica. Es la letra vi- brante que emana de la sangre derramada. En Chile se desarroll6é un pensamiento socialista entre fines del siglo xix y la ter- cera década del siglo xx, hasta la fundacién del actual Partido Socialista en 1933. En este proceso se distinguen diversos pasos de maduracién teérica, como se puede per- cibir en la antologia El pensamiento socialista en Chile, que cubrié el periodo 1893- 1933.1 En medio de las luchas reivindicativas del movimiento obrero surgieron uno tras otro numerosos dirigentes populares que difundieron sus criticas al capitalismo y sus propuestas positivas sobre el socialismo. Las fuentes de este movimiento te6- rico provenian de Europa, desde donde Santiago Arcos y Francisco Bilbao lo habfan recogido y expuesto anteriormente en Chile, en la mitad del siglo xix. Desde fuera del movimiento obrero, Victor José Arellano expuso su pensamiento con conoci- miento del nuevo concepto del socialismo cientifico formulado por Marx y Engels. Es notable la réplica de Arellano a la pastoral del arzobispo de Santiago, Maria- no Casanova. Su importancia radicé en el hecho de ser la primera reflexién funda- da desde el punto de vista socialista, de la relacion entre religion y ciencia, en la que rebate las ideas equivocadas de aquel jerarca de la Iglesia, sobre la naturaleza, el desarrollo histérico, la funcién de la Iglesia y los fines del socialismo. Sostuvo Are- Hano: “Vuestra iltima pastoral contiene errores tan graves que no puede un honra- do libre pensador dejarles pasar sin contestacién”. Comenzé por rechazar el origen divino que el arzobispo atribuye a la religion catélica. Segiin Moisés, seis mil afios ha que vuestro Dios cred fa tierra para colocar en ella a cria- turas formadas a su imagen y semejanza; seis mil aflos que creé asimismo el sol, la luna y los demas planetas —el cielo, en una palabra— para alumbrar la tierra y manifestar- nos su poder. En contraposicién a esa cita, sefiala con ironia que entonces China tenfa una ci- vilizacién de 54 mil afios, se desconocia la existencia de América y la extensién de Africa, Asia y Europa. Con un positivo conocimiento cientifico, Arellano describié la ignorancia y los crimenes de la Iglesia a través de su historia? ' Eduardo Deves-Carlos Diaz, El Pensamiento socialista en Chile, Santiago, Ediciones Docu- mentas, (987. 2 Victor José Arellano, El catolicismo y el socialismo, folleto, Santiago, 1893. 54 ‘LA CONCIENCIA SOCIALISTA, En otra parte de su opiisculo, defendié al socialismo condenado por el arzobis- po. “La doctrina socialista es antisocial, habia dicho Casanova, porque tiende a tras- trocar las bases en que Dios, autor de la sociedad, la ha establecido.” Exclamé este hombre del siglo xix: La doctrina socialista tuvo por cuna a la Grecia. Fue Platén quien la presenté al mundo en sus libros memorables La Repiiblica y Las Leyes|...|En su libro Las Leyes, Platén pro- clama Ia igualdad absoluta por el orden, el amor a la justicia y la conciencia del deber. En seguida, arremetié contra otra de las falsedades del arzobispo. “Dice su re- verendisima que ‘la desigualdad de condiciones’ no es obra del hombre sino de la naturaleza, o sea, de Dios, que reparte desigualmente sus dones”, Pero él agregé que los socialistas no culpan a Dios de los males que aquejan al ser humano, sino a la divisién de la unidad del hombre con sus semejantes (la divisién de clases). Arellano prosiguié su razonamiento defensivo. “Su ilustrisima dice que ‘el so- cialismo tiene por consigna la destruccién o despojo de la propiedad particular{...]y el repartimiento igual entre todos los miembros de la sociedad de la riqueza”. Negé categéricamente esta afirmacién: Los socialistas no sélo no admiten sino que rechazan con todas sus fuerzas este reparti- miento igual de la propiedad, que constituiria a sus ojos una violencia mayor, una injus- ticia més indigna y escandalosa que el repartimiento desigual que tuvo lugar por Ja fuer- za de las armas y por la conquista. A lo que los socialistas aspiran, dice es a la abolicion de todos los privilegios de nacimiento, sin excepcién, y que los instrumentos de trabajo, tierras y capitales sean explotados por asociacién, de modo que haya una distribucién mas justa. Rechazé la afirmacién del jerarca religioso de los poderosos, cuando sostuvo: “Seguin la voluntad de Dios, lo superfluo de los ricos debe ser herencia de los po- bres”. Postulé por el contrario que “A los ojos del socialismo, ningun ser necesita de lo superfluo de los demas. Los bienes serén adjudicados ‘a cada cual segin su capacidad, a cada capacidad segin sus obras’. En eso consiste la justicia social”. Dejé para el final de su réplica la mas cinica de las afirmaciones religiosas de- fensoras de la sociedad de clases, expuesta por Casanova: “Nada tienen en este mundo (los pobres), pero pueden tener todos los tesoros del cielo en el otro”. Su res- puesta fue, en efecto, categérica: 55 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX Ah, sabia yo que habriais de llegar alli. ;Qué ingenio! Qué consuelos los de Su Seftoria: 0s quedais con todo lo que vale positivamente, disfrutdis de goces y comodidades, re- huis el trabajo, y, en cambio, nos dais a nosotros Jo superfluo de vuestra mesa, nos arro- jis de la sociedad, nos encomendais la carga del trabajo, nos condendis a la miseria y a las prisiones, y todo, a cambio de qué? jde los tesoros del otro mundo! De ese mundo que, a fines del siglo xx, el I Papa Juan Pablo II ha dicho que no existe. Expresa Arellano: Que nadie se elimine del trabajo; que las leyes tengan por objeto mejorar la clase indi- gente y establecer progresivamente la igualdad; nada de impuestos sobre la pobreza ni sobre los objetos de primera necesidad y el trabajo; instruccién obligatoria.jHe ahi lo que necesitamos, lo que pedimos los socialistas! Arellano fue sin duda un propagandista culto del socialismo. En un segundo ensayo, titulado El capital y el trabajo, publicado en 1898, se apoyé en el pensamiento de Marx y Engels, para sostener que existe un antagonis- mo entre ambos factores de la produccién, a la vista de la situacién de Chile enton- ces. Mencioné ademas a los mas notables economistas y pensadores de ese tiempo, desde Adam Smith a John Stuart Mill, para fundamentar sus observaciones. Cité El capital de Marx para demostrar el sometimiento de los trabajadores al sistema de explotacién: La ley de siempre equilibra el progreso y la acumulacién del capital y el exceso relativo de poblacién; sujeta mds sdlidamente el trabajo al capital que las cadenas de Vulcano que retenian a Prometeo en su roca. Esta ley establece una correlacién fatal entre la acumu- lacién del capital y la miseria, de tal suerte que la acumulacién de riqueza en un polo, implica igual acumulacién de pobreza, de suftimiento, de ignorancia, de embruteci- miento, de degradacién moral, de esclavitud en el polo opuesto, en la clase que produce su propio producto en forma de capital. La situacién de explotacién en que viven los trabajadores confirma el pensa- miento de Marx, lo que se expresa en bajos salarios, pago de éstos en fichas, exce- sivas jornadas de trabajo, altos precios de los articulos de primera necesidad, ele- vado costo de las importaciones de productos que podian fabricarse en el pais.3 3 Victor José Arellano, El capital y el trabajo (folleto), Tipografia Nacional de P. M. Pino, Valpa- raiso, 1886. J LA CONCIENCIA SOCIALISTA EI socialismo dcrata A la soledad de Arellano, le sucede el socialismo Acrata, difindido desde dos agru- paciones socialistas: el Centro Social Obrero.y la Agrupacién Fraternal Obrera, fun- dados en 1896. Ambas organizaciones difundieron las ideas generales del socialis- mo al mismo tiempo que plantearon problemas relacionados con la explotacién de los trabajadores, uniendo asi la teoria y la practica. En el afio siguiente se fusiona- ron, constituyendo la Union Socialista, que a su vez se convirtié en el Partido So- cialista en 1898. En esos afios, comenzé la generacién de la prensa obrera, desde cuyas paginas sus dirigentes difundian su pensamiento politico, la denominada “acracia socialista”, que planteaba la abierta lucha contra el capitalismo para cons- truir una nueva sociedad. Entre aquellos destacaron Luis Olea, quien diez afios des- pués tuvo una participacién especial en el movimiento reivindicativo que culminé en la masacre de la Escuela Santa Marfa, de Iquique, provocada por los militares. ‘También formaron parte de esa generacién Alejandro Escobar, Esteban Cavieres y otros, cuyas ideas comentaré en seguida. Luis Olea fue un continuador de la difusién del socialismo, ya iniciada en folle- tos y hojas sueltas. Para él “seria una vergiienza que al despuntar la aurora del siglo xx, los pueblos no hayan empezado la conquista de la Nueva Era de emancipacién social, en cuyo horizonte, hoy tan sombrio, alumbraré mafiana esplendoroso el sol de la libertad”. En primer lugar relativiz6 los valores de Dios, Patria, Ley y Propie- dad, que se utilizan para subyugar a los trabajadores en beneficio de sus explotado- res, para preguntarse, en seguida, de qué le sirven a los proletarios las “conquistas de las artes y el saber”, si ellas s6lo han beneficiado a los privilegiados. De nada les sirven, dijo, los pasos que se dan en el progreso material, el avance en el vapor y Ia electricidad, aplicados a la industria “mientras no haya conquistado primero la emancipacién bajo el régimen de la libertad sin trabas y de igualdad absoluta”. Has- ta que pueda exclamar “con nosotros” en presencia de tanta ignominia: “Filosofia humana, {cual es tu obra? jDerechos del hombre! gdénde os encontrais?” En este icipé ademas al fenémeno del desplazamiento del hombre (obreros) por la maquina, que explotaria en los paises avanzados después de la Primera Gue- rra Mundial, y que Chaplin inmortalizaria en su film Tiempos modernos. En el campo de la filosofia social, Olea reflexioné en torno a la libertad de pensa- miento y Ia tolerancia, esa gran palabra difundida en la época moderna, impugnando 4 Luis Olea, “Nuestra propaganda al proletariado”, E! Proletario, N° 2, de 10 de octubre de 1897, Santiago. ey EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX “el salvaje aforismo que sostiene ‘el que no piensa como pienso yo debe eliminar- se de la vida humana’ que impregna la politica de la burguesfa (la derecha chilena) durante todo el siglo xx”. Ademés de la critica social, formulé una cuestién de prin- cipios. Nosotros, los socialistas revolucionarios, no queremos contrariar el desenvolvimiento de las leyes de la naturaleza; no queremos la destruccién ni aun la lucha ardiente que suele conducir a fatales extremos, sino la lucha empefiada con los medios pacificos de la ra- z6n contra la imposicién{... queremos que se reconozcan nuestros derechos para pensar libremente y emitir nuestras opiniones con toda libertad, sin trabas que aherrojen la libre discusin{...]Pero, por acaso tenemos algin derecho desde el momento en que los go- biernos nos declaran fuera de la ley como sostenedores de doctrinas estrafalarias. Olea planted a fines del siglo xix un conflicto vigente hasta la dictadura de Pi- nochet, “porque la declaracién de dejar ‘fuera de la ley’ a la oposicién se impone como principio de autoridad, alli concluye la libertad”, Es la lucha por la toleran- cia, que pas6 por el rechazo de la ley “maldita” de 1948 y el Articulo 8° de la cons- titucién de 1980, que fuera derogado por la reforma constitucional de 1989. En el mismo afio 1897, otro dirigente obrero, Alejandro Escobar, unié a la criti- a social la afirmacién de la lucha por el poder. Para llegar a la meta de su proyec- to, el Partido Socialista, al que pertenecié Escobar, proclamé dicho objetivo, expli- cando a continuacién este proceso: La conquista del poder, no se hard por la guerra de cada explotado contra su explotador (atentado) ni por la de todos los explotados contra todos los explotadores (rebelin), si- No por la cientifica aplicacién combinada de las leyes naturales de Carlos Darwin, con las leyes econémicas de Carlos Marx, o sea, la proximidad de la ultima fase de la evo- lucién natural, la revolucién econémica, politico-social.$ En otros escritos, Escobar analizé los conceptos de patria y guerra, cuando re- cién habia terminado la contienda del Pacifico y explotaban otras conflagraciones en el mundo. Ironizé sobre el patriotismo de los capitalistas, que niegan este valor con su comportamiento social, como “...los banqueros que emplean sus capitales en otros paises, donde mayor interés le aporten, sin consultar para nada el adelanto de su patria, y los empresarios o agricultores colocan los productos de su suelo y el tra- bajo de sus connacionales, en los mercados extranjeros, donde alcancen mayor 5 Alejandro Escobar, “Nuestra respuesta", El Proletario, N° 2, de 10 de octubre de 1897. 58 ‘La CONCIENCIA SOCIALISTA precio”, sin considerar antes las necesidades de sus “compatriotas”. Este es ain un problema actual, del siglo xxi: jla fuga de capitales! La explotacién de los trabajadores y la acumulacién capitalista es otro tema que ocupé la atencién de estos luchadores sociales. Esteban Cavieres lo planted en 1902, expresando: Es admirable observar la facilidad que tienen para enriquecerse los capitalistas 0 explo- tadores del trabajo de los obreros, en todas partes del mundo, al mismo tiempo que los productores van arruinandose mas y més, hasta Ilegar al barbaro extremo de que en di- versas partes del globo, miles de trabajadores perecen de hambre. En este camino, sefiala la “negra historia” de los Edwards, Gallo, Matte, Besa, Cousifio, Subercaseaux, Vicuiia, etcétera. Todos ellos, dice, enriquecidos con la ex- plotacién del trabajo de los obreros, “que han dejado su existencia misma en las mi- nas, en la agricultura, en los ferrocarriles, en la industria fabril, etcétera, Para en- frentar esta situacién promueve las sociedades de resistencia que “imponen por medio de la unién un salario minimo y una jomada de trabajo ms en armonia con el cuerpo humano...” hasta alcanzar una sociedad en la que cada cual consuma se- gun sus necesidades y trabaje segun sus fuerzas. La visién que tuvo de la sociedad de clases, con la brutal explotacién del capitalismo, lo Ilevé a declararse un acrata. “$i, por todo esto, soy un libertario. Si, me Ilamo rebelde. Si, por esto, me llamo anarquista”.6 Desde el punto de vista colectivo, la definicién de por qué ser del Partido So- cialista de ese tiempo es digna de destacarse, y se publicé bajo el titulo de Somos socialistas. Las razones de esta posicién son varias. En primer lugar, “porque lu- chamos por la implantacién de un sistema social en que todos los medios de pro- duccién estén socializados, en que la produccién y el consumo se organicen libre- mente, de acuerdo con las necesidades colectivas, por los productores mismos, para asegurar a cada individuo la mayor suma de bienestar, adecuado en cada época al desenvolvimiento progresivo de la humanidad”. En segundo lugar, “porque consi- deramos que la autoridad politica representada por el Estado es un fenémeno resul- tante de la apropiacién privada de los medios de produccién, cuya transformacion en propiedad social implica, necesariamente, la supresin del Estado y la negacién de todo principio de autoridad” En tercer lugar, “porque creemos que a la supresién de todo yugo econémico y politico seguir necesariamente la de la opresién moral, © Esteban Cavieres, “Las sociedades de resistencia u", La Luz, N° 8, 2* quincena, 1902, Santiago. 59 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX caracterizada por la religion, la caridad, la prostitucién, la ignorancia, la delincuen- cia, etcétera”. En cuarto lugar, “porque, en resumen, concebimos al individuo libre de toda imposicién o restriccién econémica, politica y moral, sin més limite a su li- bertad que la libertad igual de los demas”.7 Es una definicién teérica correcta para su tiempo. En este mismo sentido, complementariamente se dio a conocer el Programa Mi- nimo del Partido Socialista, que comprendia las reivindicaciones laborales de los trabajadores, tales como la jornada de ocho horas, prohibicién de todo trabajo in- dustrial a menores de 12 afios, pago de doble remuneracién al trabajo nocturno, igualdad de salarios por un mismo trabajo, atencién preferente a los trabajadores agricolas y mineros, responsabilidad de los patrones en accidentes del trabajo. Ade- mas planteaba otras politicas y medidas para mejorar la situacién social del pais, ta- les como impuesto directo y progresivo sobre la renta; abolicién de los monopolios y privilegios; proteccién a las industrias y gravamenes a los articulos de lujo, ins- truccién laica, gratuita y obligatoria hasta los 12 afios, creacién de escuelas ¢ insti- tutos nocturnos, talleres profesionales y agricolas, sostenidos por el Estado, mejo- ramiento de la higiene y salubridad publica, mediante atencién médica y medicinas gratuitas para los pobres; proteccién de nifios y ancianos desvalidos, abolicién de la pena de muerte y de azotes, asi como reforma del sistema penitenciario, sustitu- yendo las cérceles por colonias de trabajo, reforma del Estado y separacién de éste y la Iglesia, eleccién del poder judicial por votacién popular y por tiempo determi- nado, sufragio universal y revocabilidad de los representantes en caso de no cum- plir el mandato de sus electores, y supresién de los ejércitos permanentes. Hacia un nuevo camino En este lejano tiempo, el movimiento obrero dio un nuevo paso, desarrollando el llamado socialismo “cientifico”, a través del Partido Obrero Francisco Bilbao y el Partido Socialista, que se organizé como continuacién y perfeccionamiento del an- terior. El primero se creé en 1898, generando una declaracién de principios y un programa. El segundo se fundé en 1900, agregando a su lucha contra la oligarquia su oposicién al anarquismo. En esta nueva experiencia destacé Alejandro Busta- mante como el principal inspirador. El programa del Partido Obrero Francisco Bilbao 7 Partido Socialista, “Somos socialistas”, EI Martillo, N° 1, de 3 de julio de 1898, Santiago. 60 ‘LA CONCIENCIA SOCIALISTA, comprendié una profesién de fe y en seguida las bases o plataforma programitica. En el primer aspecto, parte de la divisién de clases en la sociedad de su tiempo, des- tacando las desigualdades existentes. Por un lado, “la aristocracia dominante que, siendo duefia absoluta del suelo y de los elementos de trabajo, dispone de todas las fuerzas coercitivas del Estado para defender sus injustas regalias y privilegios...” y, por el otro, “el proletariado, que no poseyendo més que la fuerza vital de su brazo, es la clase oprimida”. Esta divisién impone la lucha de clases, para la cual el parti- do se dio un programa democratico en el que “pondra todos los medios que estén de su parte para obtener la emancipacién social, econémica, politica y religiosa de todos los habitantes del Estado”. El Partido Socialista, en su programa, mds amplio que el de su antecesor, incor- poré nuevas aspiraciones de los trabajadores. Estas fueron: reforma de la constitu- cién, que establezca un gobierno central y un congreso unitario; eleccién popular de intendentes, gobernadores y jueces; autonomia de los poderes del Estado. Eleccién simulténea de presidente de la Reptiblica, senadores y diputados, con duracién de tres afios en sus funciones. Completa libertad de imprenta, de conciencia, de reu- nién y de palabra. Disolucién del ejército permanente, condenacion de la guerra co- mo una calamidad publica. Justicia gratuita y jurados para fallar toda clase de deli- tos. Devolucién de los bienes de la Iglesia al Estado. Salario minimo de acuerdo con los precios de los articulos de primera necesidad, Construccién fiscal y municipal de casas para obreros, pagaderas con el arriendo a largo plazo. Responsabilidad pecuniaria de los patrones en los accidentes del trabajo. Remocién de los represen- tantes populares por el partido que los elige, si no representan el programa apro- bado. Establecimiento de un jurado permanente para dirimir los conflictos que se susciten entre los trabajadores y los patrones. Reforma agraria que proteja a los in- quilinos y limite la propiedad de la tierra, asi como promueva la colonizacién de te- rrenos baldios del Estado. Este programa fue perfeccionado en 1900. La figura mds importante de este partido fue Alejandro Bustamante, quien es- cribié en periddicos y folletos. El escrito principal fue el Catecismo Socialista, pu- blicado en 1900, en el que se realiza un didlogo, sobre la base de preguntas y respues- tas en el taller, entre un demécrata y un socialista. De este texto pueden inferirse diversas definiciones, como la de ser socialista en cuanto “ser partidario de la igual- dad del hombre y la mujer ante sus semejantes, para disfrutar con idéntico derecho de las leyes naturales, en raz6n directa de su trabajo o capacidad, pues el socialis- mo cientifico no acepta el injusto monopolio del capital...”. Distinguia tres tipos de socialismo: el revolucionario o anarquista (que preconiza la propaganda armada), el evolutivo, que “funda su resistencia a los abusos del capitalismo en la organizacién 61 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO Xx de gremios, para que impongan a los patrones sus pretensiones por medio de huel- gas y barricadas”, y el cientifico, que sostiene que “cada hombre debe poseer en re- lacién a su trabajo...” Este es conocido también como socialism democratico, que “no rechaza la organizacién de los gremios de resistencia, sino que por el contrario los fomenta... y en algunos casos justifica las huelgas como suprema y dolorosa ne- cesidad de defensa contra la explotacién”.* En seguida, en este catecismo se for- mularon definiciones sobre diversas materias relacionadas con la lucha por el so- cialismo, destacando la relacién con el socialismo de Argentina, representado por Juan B. Justo y José Ingenieros. Recabarren: un paso adelante El movimiento obrero experimenté con Recabarren un proceso de maduracién te6- rica que atraves6 la propia vida y accién de este lider revolucionario. En su trayec- toria se distinguen diversas fases, en las que va modificdndose su propia concepcién del socialismo. En sus primeros articulos, que datan de 1905, cuando Recabarren se desempefiaba como dirigente del Partido Demécrata y presidente de la mancomu- nal de Tocopilla, no diferenciaba con claridad las ideas de democracia, socialismo, acracia y comunismo. Rechazaba la “revolucién armada”, propiciando la “accién metédica y consciente del pueblo”. En una segunda fase, empez6 a considerar las diferencias entre democracia y socialismo, lo que lo Ilevé a separarse del Partido Demécrata para fundar el Partido Obrero Socialista. Su exilio en Argentina lo puso en contacto con el Partido Socialista de ese pais, donde conocié una brillante elite de intelectuales que influyé en su maduracién teérica. Su apertura a las experien- cias internacionales contribuy6, por tiltimo, a la formulacién del concepto de inde- pendencia de clase, de una politica de autonomia ideolégica, hasta llegar al comu- nismo, cuya causa victoriosa en la Revolucién de Octubre de 1917, en Rusia, él abrazo hasta su muerte ocurrida en 1924. En su larga e incansable lucha revolucionaria, Recabarren dio a conocer un tra- bajo de difusién doctrinaria de mayor alcance, bajo el titulo de El Socialismo. Este librito, como él lo Ilamara, tuvo una clara orientacién didactica, Por lo que parte con la pregunta: {Qué es el socialismo? Su respuesta es categérica: La base esencial del socialismo consiste en la abolicién o transformacién de lo que ahora se llama pro- piedad privada, planteando en su reemplazo la constitucién de la propiedad colectiva + Alejandro Bustamante, Catecismo Socialista, 1900, Santiago, Imprenta Franco-Chilena, 62 LA CONCIENCIA SOCIALISTA © comin, El socialismo, en suma, promueve el cambio de la sociedad para hacer po- sible una vida social mas justa que, eliminando el pauperismo o miseria de Ia in- mensa mayoria de la sociedad, de la clase trabajadora, establezca nuevas bases de trabajo y convivencia de los seres humanos. Para explicar histéricamente esta trans- formacién radical, Recabarren recurrié, como ejemplo, a los cambios sucedidos en el mundo moderno, a partir de la Revolucién francesa, a través de Ja cual la bur- guesia abolié el derecho “divino” de los reyes y expropié la propiedad feudal para imponer la propiedad individual. Confirma este fundamento de las revoluciones, se- fialando igualmente que en América la propiedad privada se constituy6 por medio de la violencia y el despojo, por la conquista de los pueblos aborigenes y, después de la independencia de Espafia, por la expropiacién de los monarquistas. En el camino histérico de los cambios constantes en las sociedades humanas, se detiene en su andlisis en diversos pasos sucesivos. La accién revolucionaria violen- ta, que predominé en el mundo en ciertos periodos, tiende a morigerarse, pasando a adquirir una modalidad legal. El socialismo es revolucionario, mas que por sus métodos, por sus transformaciones sociales, por su tendencia perenne al cambio, porque la historia del mundo es la historia de las transformaciones y del progreso. Este proceso, segtin el lider obrero, proyecta una perspectiva en el tiempo, “desde el pasado hasta hoy”, en que se habjan realizado avances tecnoldgicos y materiales (la revolucién industrial, de los transportes y las comunicaciones) al mismo tiempo que se avanzaba también en los cambios sociales. Para seguir progresando en los comienzos del siglo xx, “desde hoy hacia el futuro” se requieren nuevos medios, més faciles y favorables. 1 los sefialé explicitamente: “El libro, la tribuna, el pe- riddico, el diario, el folleto, la conferencia, el teatro, la organizacién, su representa- cién en congresos y municipios[...]todos esos medios cada dia mas poderosos, acer- can la era de Ja vida socialista...” Esta era la esperanza de Recabarren. Por cierto, se quedé corto, porque no alcanzé a conocer la radio, la television, la computacién, in- tenet y en general todo el fantastico mundo de las comunicaciones. Las razones histéricas que justifican la perspectiva del socialismo son comple- mentadas por las razones cientificas y econémicas, “que estan mas estrechamente ligadas a la vida presente”. La riqueza es producto comin del trabajo y Ja inteli- gencia de la humanidad, durante miles de afios, conjuntamente con el capital y la tecnologia. “El capitalismo contintia forméndose en el presente, y aumenténdose in- cesantemente con el fruto del trabajo que no se paga a los obreros, puesto que hoy dia a un obrero que produce diez le dan como salario dos. El resto pasa a ser capi- tal”. Este se formé en el pasado, expresé, con el trabajo realizado por millones de esclavos a quienes no se pagaba salario. De esta manera, el capitalismo se apropia 63 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO Xx de la mayor parte de la riqueza, destinando a los obreros lo estrictamente necesario para conservar su fuerza de trabajo y reproducirse. No s6lo la ciencia y la economia justifican el socialismo, sino también la moral, que emana de los sentimientos. “La doctrina socialista y el sentimiento de justicia son una misma cosa”. EI Partido Obrero Socialista Para cumplir mas cabalmente con el objetivo politico de ese movimiento obrero, se fundé el Partido Obrero Socialista, en 1912. Desde entonces, Recabarren dedicé su tiempo y esfuerzo a la difusién de sus ideas a través del discurso y los escritos pu- blicados en la prensa obrera. De la recopilacién de éstos tiltimos, destacan varios dados a conocer por el periédico La Aurora, de Taltal. En el primero, titulado “Qué es el Socialismo”, analiz6 este concepto definiéndolo como el progreso para todos, aunque se persigue primeramente el mejoramiento de los pobres. En esta lucha, el nuevo partido impartié instruccién, ilustracién y cultura por todos los medios de co- municacién conocidos entonces. La divisa consistié en que el socialismo adopta dos formas de lucha: la econémica y Ia politica. La primera persigue el mejoramiento de los salarios y el abaratamiento del costo de la vida, en tanto que la segunda pro- mueve la conquista de todo el poder, a través de las organizaciones sindicales (la Fock) y el partido (el pos).? En un segundo articulo, continué este andlisis. El propésito era hacer compren- der a los obreros lo que significaba el socialismo. Si la humanidad ha luchado tantos afios por mejorarse y progresar, y no lo ha consegui- do...preciso es abrir camino a este nuevo ideal que constituye una nueva estructura eco- némica, industrial y comercial totalmente diferente a lo que ha sido costumbre hasta la fecha, y que suprime la explotacién del hombre por el hombre, que es la causa de todas las miserias, de todos los vicios, de todas las ignorancias y de todos los crimenes que su- frimos. {Qué es el socialismo? repetia Recabarren. “El socialismo es la realizacién de todo progreso, tanto en el individuo como en la sociedad.” Es la abolicién de la mi- seria, la ignorancia, la explotacién, la tirania, el vicio y todos los defectos humanos que el buen sentimiento y la educacién puedan suprimir. Es el progreso, el bienestar, ° Luis Emilio Recabarren, “Qué es el Socialismo”, La Aurora, de 13 de octubre de 1916, Taltal. 64 LA CONCIENCIA SOCIALISTA, la alegria, el amor, la justicia, la comodidad... ,Cémo se realizaré el socialismo?, se pregunt6. La respuesta es “por medio de la organizacién de los trabajadores para lu- char por los objetivos sefialados anteriormente, en cada ciudad y faena”.19 El incansable propagandista volver a insistir en esta materia en nuevos articu- los. En esta campafia de educacién politica, propuso el cooperativismo como méto- do de transformacién socioeconémica. El desarrollo de la cooperativa socialista es, a nuestro juicio, el sistema mas apropiado para verificar lo que llamamos la “abolicién de la propiedad privada”, la “socializacion de la sociedad”, la “expropiacién capitalista”, e] establecimiento del “régimen colecti- vo”, la “verificacién del colectivismo”. Este seria el medio mas eficaz. Para eso, combina la accién gremial con la ac- cién cooperativa, y ambas las vincula a su vez con la accién politica, desarrollando la conciencia revolucionaria en el movimiento popular. Gremios, cooperativa y politica, dentro de todo organismo socialista, forman una escue- la positiva, de experiencia practica de lo que debe ser la vida, que educa a los afiliados cn las verdades necesarias para el presente y para el porvenir y son los planos de la so- ciedad futura. Estos elementos son, pues, medios de lucha, instrumentos de creacién, escuela en el desarrollo de la sociedad de mafiana. Demuestran que la accion gremial y la cooperativa, sin la doctrina socialista, no reportarian beneficios a los obreros orga- nizados, “no nos librarian jamas del régimen de explotacién y opresién”. Desde la fundacién del Partido Obrero Socialista se perfild un pensamiento més claro desde el punto de vista de la divisién de la sociedad en dos clases fundamen- tales: la burguesia y el proletariado. Asi lo planted el programa de aquel partido, en 1909, un documento anterior a su fundacién formal, que sostiene “la completa emancipacién de la clase trabajadora, es decir, la abolicion de todas las clases so- ciales y su conversién en una sola, de trabajadores, duefios del fruto de su trabajo, libres, iguales, honrados e inteligentes”. Mas importantes fueron todavia el progra- ma y reglamento del Partido Obrero Socialista, publicados como apéndice del fo- Neto El Socialismo, de Recabarren El programa, dado a conocer en 1909, fue formulado en un clésico marco mar- xista. Parte, en sus considerandos, sosteniendo que la sociedad de su tiempo “es in- 0 Luis Emilio Recabarren, de 20 de diciembre de 1916. 65 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX justa, porque divide a sus miembros en dos clases desiguales y antagénicas: una, la burguesia, que poseyendo los instrumentos de trabajo es la clase dominante; otra el proletariado, que no poseyendo més que fuerza vital, es la clase dominada”, La su- jecién econémica de ésta ultima “es la causa primera de la esclavitud en todas sus formas: la miseria social, el envilecimiento intelectual y la dependencia politica”. Estos privilegios de la burguesia “estén garantizados por el poder politico”, del cual se vale aquélla para dominar al proletariado. Ante esta situacién, “la necesidad, la raz6n y la justicia exigen que la desigualdad y el antagonismo entre una y otra clase desaparezcan reformando o destruyendo el estado social que los produce[...]transfor- mando la propiedad en comin de la sociedad entera”. Para producir dichos cambios, el proletariado debe conquistar el poder. Este programa describe a continuacién los distintos pasos revolucionarios."! En otro de sus andlisis, Recabarren comparaba la situacién de la vida de la cla- se dominante con la de la clase dominada, “repartiendo dadivas y tesoros a los unos, lagrimas y miserias a los otros”. Contrasté el lujo de los palacios de la burguesia con el “conventillo” de los proletarios. “Cuando vedis una casa en la que el lujo re- bosa hasta salir por los huecos de las paredes, pensad que en ella vive un holgazén esperando que vuestros cuerpos hayan sudado los productos para su riqueza y su lu- jo.” La desigualdad no puede ser, dice, mas grande y notoria: “jAun hay quien nie~ ga la lucha de clases!”!? Ante esta situacién, la clase trabajadora chilena destacaba, a través de sus voceros, la importancia que tienen en diversos paises de Europa, en Estados Unidos e incluso en algunos de América Latina, la promulgacién de leyes sociales que aliviaban las condiciones de explotacién del capitalismo. Por ejemplo, citaba la indemnizacién por accidentes 0 la muerte en el trabajo; la licencia de las mujeres dos meses antes del parto y dos meses después del mismo sin pérdida del empleo; la indemnizacién para los trabajadores incapacitados 0 ancianos, financia- da por los patrones, y el seguro de cesantia, igualmente pagado por los capitalistas. Esta legislacién, obtenida en los distintos paises, no resolvia las desigualdades sociales, pero atenuaba, a lo menos, los problemas més brutales del sistema capita- lista. iBsperdis que los gobiernos dicten leyes que eviten esta desigualdad? Pensdis que ellos puedan ocuparse alguna vez de mejorar vuestra situacién? No, eso no depende de ellos. Eso es cosa de los trabajadores. Para eso debemos unirnos y crear potentes asociaciones, 1" Luis Emilio Recabarren, “Programa del Partido Obrero Socialista’, El Socialista, de 7 de agos- to de 1909, Santiago. ? Luis Emilio Recabarren, “Las leyes sociales”, El Socialista, de 10 de julio de 1909, Santiago. 66 LA CONCIENCIA SOCIALISTA sostener un partido capaz de Ienar todas nuestras aspiraciones y que, mientras llega el dia de finalizar nuestro deseo, alcance las mejoras a que haya ocasién{...]En estas con- diciones esta e] Partido Obrero Socialista. El iinico que reconoce la lucha de clases, el ‘inico enemigo de la propiedad privada, el tinico que aspira a la completa igualdad, el tinico cuya politica es sincera y honrada, el tinico en fin capaz de alcanzar la emanci- pacién de la humanidad."? Esta es la concepcién del Partido Revolucionario, sujeto histérico de la trans- formacién de la sociedad, definido en ese tiempo. En la exposicién de principios del programa y reglamento del Partido Socialista Obrero, continué desarrollando los fundamentos tedricos del movimiento popular. Definié el socialismo como la “doctrina por la cual se aspira a transformar la cons- titucién de la sociedad actual por otra mas justa e igualitaria”. La sociedad de su tiempo es injusta porque “est dividida en dos clases: una, capitalista, que posee las tierras, las minas, las fabricas, las maquinas, las herramientas de labor, la moneda y, en fin, posee todos los medios de produccién; otra, la clase trabajadora que no po- see otra cosa mas que su fuerza muscular y cerebral, la cual se ve obligada a poner al servicio de la clase capitalista para asegurar su vida, mediante el pago de una can- tidad denominada salario. Los privilegios de la burguesia, agregé, estan garantiza- dos por el poder politico, el que tiene en sus manos, y con el cual dispone de las fuerzas opresoras: ejército, policias, legislaturas, etcétera. E] Partido Obrero Socia- lista reitera el fin contenido en su anterior programa en cuanto a propiciar la eman- cipacién total de la humanidad, culminando su planteamiento con un programa mi- nimo de mejoramiento social y medidas de orden politico y econémico. En suma, siguiendo la tendencia de la socialdemocracia europea, el nuevo parti- do adopté un programa minimo y un programa maximo, desconectados por lo ge- neral entre si. No fue capaz, en efecto, de superar las limitaciones del reformismo del viejo continente, pero al contrario de sus congéneres europeos, no olvidé facil- mente su programa maximo. Por eso, condené a la Primera Guerra Mundial y llamé a la unidad de los socialistas “por encima de la contienda”. En 1919, cuando confluyeron las luchas del movimiento obrero y maduré la teoria del nuevo par- tido, la Federacién Obrera de Chile dio a su vez un salto cualitativo al adoptar un programa socialista en su tercera convencién. Este programa tenia una orientacién sindicalista, que no planteé la conquista del poder por el Partido Obrero Socialista —el érgano politico de la clase— sino directamente por la central sindical. Esta re- '3 Idem. 67 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX solucién marcé, con todo, un corte en la historia del movimiento obrero chileno, en la medida en que significé un avance decisivo en el orden ideolégico. Dos afios mas tarde, la Federacién Obrera de Chile acordé en el Congreso de Rancagua, de 1921, adherir a la Internacional Sindical Roja. Como corolario de es- ta definicién se resolvié que ella sélo tendria relaciones, en lo sucesivo, con el Par- tido Comunista, nombre que adopté el Partido Obrero Socialista una semana des- pués, al incorporarse a la Tercera Internacional, aceptando las 21 condiciones de afi- liaci6n. ;Qué lejos estaba el movimiento obrero de su pasado inmediato! Entre los fundamentos de la ruptura de aquella Federacién con el Partido Demécrata, cabe re- cordar algunos que tienen validez hoy respecto de las relaciones de sectores del mo- vimiento obrero con la politica de grupos reformistas: . porque ¢l Partido Demécrata en su accién, durante toda su existencia, se ha unido a los partidos de la clase capitalista y enemigos del progreso de los trabajadoresf...)Porque mediante pactos comerciales con aquellos partidos, en cada campafia electoral, el Parti- do Demécrata ha contribuido a consolidar el poder de la burguesia capitalista en perjui- cio de la naciente organizacién de los trabajadores (puntos | y 2 de dichos fundamen- tos).!4 Dos lineas que se cruzan En sus affos de formacién, Luis Emilio Recabarren recibié la influencia del anar- quismo, pensamiento que en el periodo que va de 1896 a 1931 adquirié una signi- ficativa presencia en el movimiento obrero chileno. Esta corriente ideoldgica parti- , bajo su forma de anarcosindicalismo, en el desarrollo de las organizaciones sociales. En 1902 propicié la formacién de la Combinacién Mancomunal de Toco- pilla y otras que se constituyeron en el norte del pais, particularmente en las ofici- nas salitreras y los puertos de la regién. En los grandes centros urbanos, como San- tiago y Valparaiso, los anarquistas crearon centros de estudios sociales, desde los cuales difundieron sus ideas, formaron sus cuadros y editaron periddicos y revistas. La prensa obrera, hoy desaparecida. Pero no se redujeron a estas tareas ideoldgicas sino que promovieron, ademas, la organizacién de sociedades de resistencia. Estas formas primarias de los sindicatos que surgiran més tarde formularon sus reivindi- caciones econémicas a través de pliegos de peticiones a los patrones, asi como de- nunciaron los abusos y la explotacién de que eran victimas los trabajadores. \ Jorge Bartia, El movimiento obrero en Chile, Santiago, Editorial Universidad Técnica del Esta- do, 1971, pag. 44. 68 La CONCIENCIA SOCIALISTA Los anarquistas fueron precursores de ciertas formas de participacién y autoges- tién, que difundié mas tarde el Partido Socialista, en los afios 1970-1973. Ellos con- cebian estos conceptos dentro del esquema de una democracia de trabajadores. Es- ta podia imponerse por la lucha de las masas contra el poder de la burguesia. Sélo Por este medio seria posible transformar las relaciones sociales de produccién y el establecimiento de una sociedad sin clases. De acuerdo a esta concepcién, amplia- mente difundida en ese tiempo, la organizacién y el control de la produccién de- bian estar en manos de la clase trabajadora. Su posicién de principios era contraria a la colaboracién de clases antagénicas, ya que su objetivo central estaba orientado a destruir el Estado burgués y, con ello, el poder de la clase dominante. Rechaza- ban, por lo tanto, la concepcién que sostenia que primero habia que pasar por la revolucién democratico-burguesa para llegar después a la revolucién socialista. Pre- conizaban, en cambio, que la conquista del poder y la edificacién de la nueva so- ciedad dependia sobre todo de la voluntad revolucionaria de los trabajadores. Las formas de autogestién de aquellos afios consistian en administrar los fondos de las sociedades de resistencia y las organizaciones mancomunales, esto es: deci- dir respecto a sus inversiones, fijar las cuotas de ayuda social para los obreros en- fermos y accidentados, determinar los seguros para los socios damnificados por in- cendios y otras calamidades, hacer la contratacién de servicios juridicos para la defensa de sus miembros y otras manifestaciones. Las inversiones se referian a la instalacion de imprentas para imprimir diarios y tevistas, en los cuales plantear sus demandas e informar de sus actividades, a la mantenci6n de escuelas nocturnas para alfabetizar, educar y dar formacién a sus socios y a la creacién de cooperativas de consumo, entre otras. Estas formas pri- marias de autogestién practicadas por la clase obrera chilena se proyectaron poste- riormente a los sindicatos y federaciones, asi como en las leyes del trabajo. En la confrontacién politica y la lucha sindical de aquellos afios, el concepto de partici- pacién y autogestién no tuvo un desarrollo tedrico. Sélo después de la Revolucién de Octubre de 1917 se difundié el papel desempefiado por los séviets (consejos) en la lucha por el poder, en las fabricas, sindicatos y gobierno. Entonces se desarrollé una discusién y lucha ideolégica en torno a los problemas del control obrero y la gestin de las empresas, que se prolongé durante mucho tiempo. Como en otros paises de América Latina, los anarquistas jugaron un papel im- portante en los primeros afios del siglo xx en Chile, aunque no siempre habia clari- dad en las distinciones entre estas ideas y las socialistas. No obstante, los anarquistas estaban mejor organizados que los socialistas en sus primeros diez afios, destacan- do sus sociedades de resistencia, a través de las cuales luchaban contra los patrones 69 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX y el gobierno. Algunos de sus principales dirigentes provenian de la emigracién eu- ropea, particularmente de Espaiia, Italia y Alemania. Por el cardcter intrinseco de sus ideas, impugnaban a las organizaciones politicas, negandose a incorporarse por lo tanto en los partidos obreros. Esta posicién se acentué después de la Revolucion tusa, atacando al Partido Comunista con la divisa absoluta de “abajo todos los go- biernos, proletarios o burgueses”.15 La trascendencia de la accién de los anarquistas en las luchas obreras de ese tiempo no puede dejarse de remarcar. Su accién estuvo presente en los movimientos de protesta y de huelgas en 1903, 1905 y los afios siguientes, como en 1917 y 1918. Destacaron en las sociedades de resistencia, en el Comité para Abolir los Impuestos sobre la Carne Argentina, en la Federacién de Zapateros y en los comienzos de la Federacién Obrera de Chile. Fun- daron en 1913 el periédico La Batalla, que se publicé hasta 1925. Este movimien- to culminé su desarrollo con la creacién de la filial chilena de la Internacional Wor- kers of the World (1ww), cuyo primer congreso se celebré en 1919, donde se adop- taron nuevas tacticas de lucha, como, ademis de la huelga, el boicot y el sabotaje, y se definié al capitalismo, al gobierno y a la Iglesia como sus principales enemi- gos. El autor Alan Angell expresa: La tww chilena permanecié unida hasta 1925 y era fuerte entre los obreros portuarios de Iquique, Valparaiso y Antofagasta. Estaba compuesta de siete asociaciones, onganizadas por ramas industriales, con un numero de miembros que se calcula en 9 000. Suspendié todos los puestos pagados, con la tinica excepcién del cargo de secretario general, cuya funcién era convocar a junta a los miembros del ejecutivo.'6 Los anarquistas influyeron en los profesores y estudiantes, asi como en los obre- ros de diversas categorias, constituyendo sindicatos y federaciones, hasta culminar en la Confederacién General de Trabajadores en 1931. Ellos se opusieron a los sin- dicatos legales después de promulgado el Cédigo del Trabajo en 1924, asi como re- chazaban también la conciliacién y el arbitraje. La controversia europea entre Marx y Bakunin repercutio en América Latina y particularmente en Chile durante muchos afios. El anarquismo influy6 en el movi- miento socialista, pero éste terminé superdndolo. Entre los afios 1890 y 1910, con- juntamente con el anarquismo, surgieron diversos grupos y partidos socialistas, cuyos antecedentes eran ain mds lejanos. Su nacimiento provenia de un proceso 15 Osvaldo Arias, La prensa obrera en Chile, tesis de prueba, Santiago, Universidad de Chile, 1953, pag. 49. 18 Alan Angell, Partidos politicos y movimiento obrero en Chile, México, Ediciones Era, 1974, pag. 36, 70 ‘LA CONCIENCIA SOCIALISTA histérico que tuvo sus origenes en el desarrollo social y politico en la mitad del si- glo xrx: en la Sociedad de la Igualdad de 1856, pero por cierto también encontraba su antecedente en las luchas de las sociedades mutualistas y de resistencia; de las mancomunales y de las organizaciones politicas y sindicales del movimiento obre- ro. En 1881, inmigrantes europeos fundaron en Santiago y Valparaiso secciones de la Primera Internacional. Los aguafiestas del centenario En la primera década del siglo xx empezé a germinar una verdadera revolucién en los espiritus de la clase media ilustrada que, primero en el campo de las ideas, y des- pués en el de la accién contingente, entraron a disputar a la oligarquia el derecho a gobernar. Como en 1856 —afio en que florecié la Sociedad de la Igualdad, un mo- vimiento intelectual que tuvo una profunda influencia en el desplazamiento politi- co de los conservadores por los liberales— , en los dias del Centenario de nuestra independencia de Espafia resoné la voz de los pensadores politicos que reclamaban la democratizacién del pais. Son nuestros profetas olvidados. Entre éstos se destacan en el campo de las ideas, dos hombres eminentes: Va- lentin Letelier y Alejandro Venegas, ambos maestros. El primero, rector de la U; versidad de Chile y promotor de la fundacién del Instituto Pedagégico, y, el segun- do, integrante del primer curso egresado de este plantel que tanto prestigio daria a Chile en el futuro. Letelier se distinguié como jurista, profesor, filésofo del derecho y de la educacién y también como hombre de accién en la politica nacional; Vene- gas, como educador, sociélogo y severo analista de la sociedad chilena. El profun- do espiritu critico y las avanzadas ideas de ambos enriquecieron el pensamiento social de Chile y prepararon el clima colectivo para las reformas sociales que se abrieron paso con el movimiento politico de 1920. Ellos fueron precursores de las luchas populares que conmoverian al pais durante el siglo xx, levantandose como profetas de un nuevo evangelio que empez6 a recorrer también a Chile: el evange- lio del socialismo. Valentin Letelier (1852-1919) poseia una personalidad multifacética en la que se combinaban armoniosamente las condiciones del hombre de pensamiento y de accién. En ella no hay fisura alguna. Armado de una sélida formacién cultural e ins- pirado en los principios filoséficos del positivismo, Letelier examiné la realidad nacional y formulé conclusiones orientadoras principalmente en el campo de la educacién y la politica, las que expuso en numerosos escritos. Entre sus obras mas destacadas, no pueden olvidarse Filosofia de la educacién, en la que desarrollé la 7 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX teoria general de la ensefianza publica, que sirviera de guia a los profesores durante largos afios; La lucha por la Cultura, en la que desarrollé la doctrina del Estado do- cente, dispersa en articulos periodisticos, conferencias y discursos, ahora recopila- dos; Génesis del Estado y sus instituciones fundamentales, en la que exhibié el sen- tido social del derecho, asi como Génesis del Derecho y de las instituciones civiles fundamentales, en la que perseveré en este mismo esfuerzo en la aludida rama de la ciencia juridica; en Evaluacién de la Historia, atacé el dogmatismo y sefialé una nueva orientacién hacia la investigacién del pasado. La educacién fue su tema favorito. En sus escritos reiteré el lema alberdiano —gobemar es educar”— que més tarde se convertiria en la divisa del presidente Pedro Aguirre Cerda, maestro como él, Para Letelier, la educacién es un proceso so- cial que tiene por misién renovar la vida colectiva mediante la transmisién de valo- tes culturales, cuya direccién superior debe estar en manos del Estado. Por esta cir- cunstancia, un buen sistema de gobierno requiere de un buen sistema educacional y, a la vez, éste debe fundarse en un verdadero sistema democratico. La interrela- cién de uno y otro obliga al Estado a ejercer el control de la ensefianza, no pudien- do transferirlo a ningtin otro poder de la sociedad. He ahi planteados el laicismo y ¢l Estado docente, principios que seran sostenidos invariablemente por las nuevas generaciones de maestros chilenos, en denodada lucha contra la dominacién de la Iglesia en el sistema educacional. Este maestro precisé el concepto histérico de la libertad. Asi expresaba: Consideramos anticientifica la escuela que en nuestros tiempos ensefia que la libertad personal, la libertad de pensamiento, el derecho a trabajar y la igualdad, son derechos na- turales, inalienables e inherentes a la naturaleza humana. Segiin él, las libertades y derechos se conquistan en la sociedad, y su ejercicio depende de las circunstancias histéricas, ya que las instituciones sirven los fines de cada época. Agrega Letelier: ‘Seamos hombres de ciencia y como tales, tengamos siempre presente que el fin de la po- litica no es la libertad, ni ain la autoridad, ni es principio alguno de cardcter abstracto, sino es satisfacer las necesidades sociales para procurar el perfeccionamiento del hom- bre y el desarrollo de la sociedad.!” ¥” Valentin Letelier, La lucha por la cultura, Santiago, Imprenta y Encuadenacién Barcelona, 1895, pgs. 24'y 30. 72 ‘LA CONCIENCIA SOCIALISTA Medio siglo mas tarde, Eugenio Gonzalez, quien fuera rector de la Universidad de Chile y connotado intelectual socialista, expondra, a la luz del marxismo, este mismo concepto. La burguesia interna representada por los militares demostrara en los hechos cuan poco valen los derechos naturales, con un reguero de ctimenes con- tra la humanidad durante el siglo xx. Eugenio Gonzalez destacé la personalidad publica de Letelier'en discurso pro- nunciado en el Senado con ocasién del centenario del nacimiento del gran maestro. Hay en lo politico algunas actuaciones de Letelier que, para nosotros los socialistas,'re- visten calificada importancia, Letelier no fue politico en el mezquitio contenido que a es- te concepto suele darsele. Parlamentario, no tuvo actitudes de -especial relieve en los circulos del Congreso, donde prima, a menudo, la incompetencia audaz, que se disimu- la bajo ostentosa gartuleria, sobre la severa conciencia responsable del hombre de estu- dio. Letelier fue ante todo y por sobre todo, un maestro y, como tal, concibié la activi- dad politica como una forma superior de la funcién docente; pero él preferia ejercer esta Ultima por los medios regulares de la cétedra, la conferencia y el ensayo, antes que por el discurso de circunstancias, en que las palabras prevalecen sobre las ideas y el efecto en las. conciencias es tan volandero como el eco de aquéllas.16 Eles una de las figuras mds brillantes en la historia de Chile. En 1896, Valentin Letelier sostuvo la importancia que revestia en Chile la cons- titucién de partidos obreros, bajo el nombre de socialistas 0 democraticos, en un tiempo que la politica nacional estaba dominada s6lo por la “aristocracia” y la cla- se media, contradiciendo la historia de la humanidad. En efecto, el pueblo, la clase explotada, estuvo siempre presente en la lucha contra sus explotadores en el mun- do, contra los eupatridas en Grecia, contra los patricios en Roma, contra los baro- nes en la Edad Media, contra los nobles y los grandes en la Epoca Moderna. En to- das partes, dice Letelier, los partidos “histéricos” de las clases dominantes los enfrentaron como enemigo comin e irreconciliable y “para combatirle, vencerle y exterminarle”, unieron sus fuerzas celebrando pactos de alianza sin lograr tales ob- jetivos. En Chile este partido aparecié por primera vez como organo de las clases obreras hacia 1887. Aqui como en Europa, se hizo presente lanzando a los oligarcas una alarmante de- claracién de guerra, y aun cuando los partidos histéricos la recibieron o con desdén 0 1 Eugenio Gonzélez, Discurso pronunciado en homenaje al centenario del nacimiento de Valen- tin Letelier, en la sesi6n quinta del Senado, el 16 de diciembre de 1952. 73 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX con hostilidad, su desarrollo ha sido tan rapido cuanto las causas de descontento popu- lar y la restringida difusién de Ja instruccién pblica lo han consentido.'9 El pensador progresista destacé Ia significacién histérica de dicho proceso que considera a los pobres como una categoria social, En tal sentido, Letelier sefialé que donde quiera que se habia formado “el partido de los pobres”, los partidos re- accionarios se sintieron heridos, los gobiernos comenzaron a poner su atencién en los problemas sociales hasta entonces inadvertidos, la politica reorienté su preocu- pacién por estos problemas, y un nuevo derecho se ocupé de los intereses de los tra- bajadores frente a sus patrones capitalistas, “En Chile mismo, la constitucién del nuevo partido ha empezado a surtir efectos que, desarrollandose de dia en dia, es- tan llamados a alterar las fuerzas respectivas de los partidos histéricos, a imponer modificaciones sustanciales en los programas y a expulsar de la Moneda y del Con- greso la politica esencialmente negativa del libre cambio.” Producto de su accién, agregé, es quemuchos obreros “se hayan alejado de las cofradias de la reaccién, don- de se explota su sentimiento religioso en interés de la misma clase que los mantiene humillados{...]porque en muchos pobres se va sobreponiendo el interés de clase al interés personal”20 Es la nocién de justicia en vez de caridad, Ademés, sefial6, “el advenimiento al desempefio de las funciones electorales de numerosos ciudadanos que antes se abstenian porque se sentian impotentes para cambiar el rumbo de la po- litica”. Asumian la opcién del sufragio, con todas sus limitaciones, en vez de la abs- tencién, como sucede hoy en Chile. La burguesta defendia entonces, igual que ahora, las doctrinas del libre cambio y el individualismo. iQue es lo que necesitan los grandes para explotar a los pequefios, los fuertes a los dé- biles, los empresarios a los obreros, los hacendados a los inquilinos, los ricos a los po- bres? Sélo una cosa: libertad, y nada més que libertad, o sea, la garantia de que el Esta- do no intervendré en la lucha por la existencia para alterar el resultado final en favor de los desvalidos. Eso es lo que el libre cambio da a los burgueses. En contraposici6n a esta relacién injusta entre las clases antagénicas, el maestro Letelier agrega: 49 Valentin Letelier, “Los Pobres", publicado en La Ley, N°433, érgano del Partido Radical, de 1 de enero de 1896. 20 Idem. 14 LA CONCIENCIA SOCIALISTA GY qué es lo que necesitan los desvalidos para no sucumbir en esta contienda despiada- da, donde el egoismo prevalece contra la caridad, la inteligencia contra el corazé6n, la fuerza contra el derecho? Sélo proteccién, o sea, la garantia de que el Estado igualara las condiciones de los combatientes dando armas a los débiles para luchar con los fuertes. Esto es lo que el individualismo niega a los desvalidos.2" En estos términos se planteaba entonces la lucha de clases, los que poco han cambiado después de mas de un siglo. Los resultados de esta situacién eran, por cierto, deplorables. Todo lo que el liberalismo de nuestros dias ha hecho por los pobres se reduce substan- cialmente a la instruccién y al sufragio; esto es, a ilustrarle para que conozca su miseria y armarle para que pueda exigir por si mismo el remedio de sus males. Sorprenderse del aparecimiento del socialismo es sorprenderse de que la instruccién popular rinda su fru- to més genuino, el de dar capacidad al pueblo para estudiar sus propias necesidades.22 Letelier tuvo la inteligencia de comprender la causa de los pobres de su tiempo. “La causa de los pobres, dijo, debe ser la causa de los corazones generosos.” En tal posicién se preocupé por defender las demandas mas justas de la clase trabajadora, desde el Partido Radical, donde él militaba. En esos ajios, la realidad social de Chile era lastimosa. La oligarquia se consi- deraba duefia del pais y despreciaba a los trabajadores, verdaderos esclavos de su propiedad. Eduardo Matte decia en 1892: “Los duefios de Chile somos nosotros, los duefios del capital y del suelo; lo demas es masa influenciable y vendible; ella no pesa ni como opinion ni como prestigio”.23 Cuarenta afios antes, Santiago Arcos, en carta a Francisco Bilbao habia sostenido: “En todas partes hay pobres y ricos. Pero no en todas partes hay pobres como en Chile”.”4 La misma situacién social la ex- puso Héctor Rodriguez de la Sota, presidente del Partido Conservador, en 1933, el afio en que se fundé el Partido Socialista, con el decidido propésito de cambiar aquélla realidad, que exhibia la divisién profunda de la sociedad en dos clases con- trapuestas —la burguesia y el proletariado— que los dirigentes obreros venian de- nunciando desde fines del siglo xix. Héctor Rodriguez de la Sota, en la misma linea de pensamiento que el arzobis- po Casanova, basada en la Iglesia catélica, sostuvo: 21 Idem. 2 Idem. 3 Eduardo Matte, El Pueblo, Santiago, 19 de marzo de 1892. 24 Santiago Arcos, Carta a Francisco Bilbao, 1952. ee) EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX Para que los hombres puedan vivir sobre la tierra, es necesario, como dice Leén XIII, la diversidad de fortunas, que da lugar a la diversidad de oficios, es decir, es necesario que haya ricos y que haya pobres. Asi, unos trabajardn atrafdos por el incentivo de la rique- za y otros empujados por el aguijén de la pobreza. Agregé que el pobre no debe preocuparse, porque es el mas querido por su dios, el dios del capitalismo, en contraste con el rico. La pobreza, en nuestro concepto de cristianos, es el estado mas rico en medios para que el hombre alcance sus destinos eternos, y, en cambio, la riqueza est perpetuamente amargada por aquella terrible sentencia biblica que dijo: mas facil es que un camello pa- se por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los cielos.25 Este précer de la derecha nos induce a compadecer a los ricos por su aciago des- tino en ese otro mundo de la mitologia cristiana. Después de esta definicién, suprime las diferencias de clase y la lucha que esta. realidad imprime entre ellas, y proclama la unidad de todos, de “rics y pobres, los que ‘no han sido hechos por Ia naturaleza, como dijo Leén XIII, para estar pelean- do los unos contra los otros en perpetua guerra, lo cual es opuesto a la razén y a la verdad’ sino para marchar ‘juntos y concordes’ porque ‘la concordia engendra en las cosas hermosura y orden’ y de una perpetua lucha solo resultan la confusién y una salvaje ferocidad”. Este oligarca, portaestandarte de la derecha, extrae una conclu- sién de justicia muy caritativa para su tiempo: “Es muy justo y muy humano tratar de reducir las horas de trabajo, pero siempre que ello no implique una reduccién de la produccién, porque en tal caso sélo se obtendria un beneficio particular y un per- juicio social”. En otras palabras, trabajar ocho horas diarias, como lo exigian los obreros, pero rendir por diez, propésito que sigue vigente hasta hoy en este pais que mantiene una de las jornadas laborales mas largas en el mundo. Retornando a Letelier, cabe decir que su accién politica se realizé en el seno del Partido Radical, en cuyo sector de avanzada se mantuvo invariablemente. Diputado al Congreso Nacional en dos periodos, polemizé con Enrique Mac-Iver, lider del sector manchesteriano de ese partido. Su posicién renovadora se afianzé al finalizar el siglo xix. En la Revoluci6n de 1891 se equivocé, como lo reconocié noblemente mis tarde. Adversario declarado. del gobierno de Balmaceda, se opuso al régimen parlamentario instaurado por los vencedores en la guerra civil, al percatarse de la preeminencia alcanzada por los intereses oligarquicos. 25 Héctor Rodriguez de la Sota, discurso pronunciado en la convencién del Partido Conservador, celebrada en 1933. 76 ‘LA CONCIENCIA SOCIALISTA La convencién del Partido Radical de 1899 se convirtié por primera vez, en un tomeo en que se batieron sus dos més grandes adalides ideoldgicos: Enrique Mac- Iver y Valentin Letelier. Al frio individualismo liberal del primero, se opuso el cé- lido espiritu social del segundo, pero la controversia no terminé alli sino que conti- nuarA durante varios afios, como lo sefiala Julio César Jobet: Mac-Iver, en 1903, expresé que el socialismo en Chile no tenia raz6n de ser, por no vis- lumbrarse en la cuestién social, porque los obreros no tienen ideas, sino que sienten ne- cesidades, y de existir algin sector de proletariado seria tinicamente el de los peones campesinos que “constituyen una verdadera raza de ilotas”. Esta afirmacién tuvo un tré- gico desmentido con la iniciacién de los grandes movimientos obreros en 1903, 1905, 1906 y 1907 en Valparaiso, Santiago, Antofagasta ¢ Iquique.> Ademés revela el desconecimiento de Mac-Iver del pensamiento obrero, ex- puesto en la prensa de clase, dado a conocer en el capitulo anterior de este libro. Pero ademis de este desmentido por los hechos sociales, Letelier lo refuté, ini- ciandose una nueva controversia que alcanzé su mas dramatica expresién en la Con- vencién Radical de 1906. A la cabeza de la corriente mas avanzada de este partido, traté él, en efecto, de obtener una ampliacién del programa con el planteamiento de la necesidad de una legislacién social. No obstante la ardua lucha de Letelier, la de- claracién aprobada fue débil. Si bien reclamé habitaciones para los obreros, no se refirié al alza del costo de la vida, a la desvalorizacién monetaria y a los bajos sa- larios, cuestiones planteadas entonces por la clase trabajadora. Est4 lejos del pro- grama del Partido Demécrata y de las demandas formuladas por Recabarren en su folleto Ricos y Pobres, publicado en ese mismo tiempo. La cristalizacién politica del pensamiento social de Letelier se produciré en 1920, es decir, un afio después de su muerte. Contempordneo de Letelier, aunque més joven, Alejandro Venegas (1870-1922) fue otro de los mas destacados precursores del pensamiento social en Chile. De es- te hombre extraordinario, Enrique Molina, eminente educador y fundador de la Uni- versidad de Concepcién, dice: Venegas, aunque de ideologia avanzada, no milité en ningiin partido politico ¢ hizo siempre del magisterio una funcién con finalidades especificamente propias y libre de la influencia de logias, sectas y banderias. Pero sentia vivo el interés por los problemas de % Julio C. Jobet, Precursores del pensamiento social de Chile u, Valentin Letelier, Santiago, Edi- torial Universitaria, 1956, pag. 63. = EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX la vida piblica que, particularmente en su raiz econémica, miraba con honda inquietud. Frutos de esta patriética preocupacién fueron los libros Cartas a don Pedro Montt y Sin- ceridad, y no de otra cosa porque los dicté la més profunda honradez. Venegas no escri- bi6 para medrar ni para alcanzar el poder. La pureza y et valor de su actitud para decir Jo que estima la verdad, son inicos. Convivié con el pueblo y compartié sus miserias, no para pedirle su voto y encumbrarse sobre sus espaldas, sino para servirlo incégnita- mente, generosamente, como una invisible sombra del Evangelio.2” Este pensador singular publicé su obra fundamental, Sinceridad. Chile intimo en 1910, con motivo de la conmemoracién del centenario de la independencia del pais. Compuesto en forma de cartas, analiza diversos temas relacionados con el desarro- Ilo nacional, y propone un conjunto de reformas sociales. Estas cartas las dirigié a Ramén Barros Luco, a quien empezé por exponer su juicio lapidario sobre la elec- cién en la que éste fuera designado presidente de la Republica, agregando: Los politicos especuladores y corrompidos vencieron; pero, naturalmente, no deseaban tener que luchar otra vez y por eso pensaron llevar a la Moneda a un hombre que no fue- ra una amenaza para nadie (ni para los més rapaces), y volvieron los ojos hacia el Presi- dente Riesco, que los habia dejado ampliamente satisfechos en su pasada administracién, pero éste no podta ser reelegido ahora por prohibirlo un precepto constitucional.2* Por lo mismo, optaron por otra alternativa, que lo favorecieran igualmente. Como siempre, buscaron la mejor solucién en la decrepitud del gobernante, co- mo lo sefialé el mismo Venegas en su carta. Pensaron, entonces, en vos, sefior, confiando quizas en que los ochenta inviernos que gravitan sobre vuestras espaldas os impidieran fiscalizar y proceder con energia. Asi de- ben de creerlo, a juzgar por el jibilo con que ha sido recibida vuestra designacién para candidato a la Presidencia de la Republica por los traficantes politicos, los gestores ad- ministrativos y la parte més inescrupulosa y venal de la prensa" Este retrato anticipado del gobemnante que cubriria un nuevo periodo presiden- cial se corresponde exactamente con su gestién, caracterizada por la incapacidad y la abulia propias de la senectud. 7 Ibidem, pag. 62, Cita de Jobe. 8 [bidem, pag. 66 2 Idem. B LA CONCIENCIA SOCIALISTA Su anélisis se extiende a toda la vida de la nacién y de su crudo diagnéstico extrae las soluciones patridticas que sugeria. Receloso por el egoismo, espiritu de lucro y afin de poder que domina a los gobernantes de entonces, les sefial6 previamente cual es su filosofia politica. La obligacién de los estadistas, expres6 Venegas: No es hacer poderoso al pafs, como tampoco lo es el hacerlo agricola, 0 minero, 0 co- mercial, o fabril, porque todas esas cosas son medios y no fines[...]JEl ideal del gober- nante debe ser conseguir la felicidad de su pueblo y ésta no se alcanza sino libertando a todos los ciudadanos de la esclavitud econémica en la que los tienen las leyes que hoy rigen la sociedad y de la esclavitud moral a que les tienen condenados por la igno- rancia.3? Esta es una concepcién moderna de la politica, en la que asomaban las ideas revolucionarias que remecieron al universo en el curso del siglo xx, poniendo el én- fasis en la satisfaccién de las necesidades de los pueblos y no en el enriquecimien- to de las oligarquias. Para lograr estos objetivos, le preocupaba de sobre manera el desarrollo de la economia nacional. Algunas de las soluciones propuestas por él todavia son metas no alcanzadas por el movimiento popular. Ante una agricultura latifundaria, atrasa- da y sobreprotegida, plantea una verdadera reforma agraria. Ante una mineria que solo explotaba el salitre, exige el aprovechamiento de las inmensas riquezas mine- rales del subsuelo del pais, base segura del desarrollo industrial. Ante el proceso in- cipiente de industrializacién, preconiz6 el incremento del consumo popular para desarrollar el mercado, sefiala a la pesca como una industria esencial para alimen- tar al pueblo, vincula la industrializacién al incremento de la mineria. Ante el atraso general, sugiere la reforma de la ensefianza para darle una mayor orientacién técnica y econémica. Este diagnéstico, con las soluciones indicadas, representa un anticipo del camino recorrido por Chile durante el siglo xx, con avances y retrocesos. Con palabras de fuego se refirié a la situacién social de las masas populares, ex- plotadas por “capitalistas sin corazon”. El gobierno, como representante de esta cla- se vida de riqueza, no se preocupaba de ese pueblo que, después de un siglo de haber conquistado la independencia, continuaba dominado por la pobreza, la igno- rancia y los vicios, triste herencia de la sociedad colonial. La impresién més viva que recibe el viajero observador al estudiar nuestra organizacion social, dice Venegas, es la que le produce el contraste entre la clase adinerada y la clase 3° Ibidem, pag. 74. os EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX trabajadora, porque en Chile sdlo hay dos clases sociales, ricos y pobres, esto es, explo- tadores y explotados; no existe la clase media: los que no somos ricos ni menesterosos y aparentemente formamos el estado Ilano, somos gentes de trénsito, salida del campo de los explotados, y en camino para el de los opulentos.®! Esta afirmacién es, por cierto, justa sdlo en parte, es decir, relativa, por que ese sector en transito no siempre obtiene sus metas. Venegas se indigna por la represién de que son victimas los trabajadores, parti- cularmente los de la pampa salitrera, cuna del movimiento obrero chileno. La seve- ridad de su critica penetra profundamente en la desigualdad social y los métodos brutales empleados por las clases dominantes para defender su riqueza y poder. Agregé entonces: Aquellos desgraciados no tienen idea de lo que vale en nuestro pais la voz del pueblo y, creyéndose tal vez en una Republica Democritica de verdad, por tres veces han pedido seguridades por su vida, respeto al fruto de su improbo trabajo y educacién para sus hi- Jos, y por tres veces se les ha respondido fusilindolos del modo més salvaje: las matan- zas de Taltal, Antofagasta e Iquique han demostrado a los 60 mil obreros que producen la principal riqueza del pais, que no deben esperar nada del gobierno, porque esté for- mado de explotadores del pueblo que hacen causa comtin con sus duros sefiores, los due- fios del salitre.?® : Pero ni las luchas obreras de ese tiempo carecian de valor histérico, ni su sangre se derramé en vano. Por el contrario, de estos conflictos, que se multiplicaron a par- tir de los primeros afios del siglo xx, surgié la conciencia de clase, primero, y la lu- cha de clases después, como reconoce liicidamente y con indisimulado regocijo el mismo Alejandro Venegas. En las vibrantes paginas de su libro Sinceridad. Chile intimo en 1910, trazé un cuadro impresionante de Ja masacre en la escuela Santa Maria de Iquique, donde fueron asesinados mas de dos mil obreros por las fuerzas represivas del ejército. En su descripcién se refirié a los muros destruidos por los disparos de ametralladoras y a los alumnos hacinados en salas todavia cubiertas con las costras de la sangre de- rramada, que secé las plantas y endurecié la tierra. Su alma de maestro se condolié por la dolorosa obligacién impuesta a los nifios de remover esa sangre petrificada de los obreros cobardemente masacrados, algunos de los cuales eran sus propios fa- milliares. 31 Idem. 2 Idem. 3 Tbidem, pag. 73. 80 LA CONCIENCIA SOCIALISTA No excusé tampoco a la Iglesia catdlica por su incomprensién de los derechos del pueblo, asi como por su espiritu mezquino, orientado a obtener ventaja proseli- tista del dolor humano. Por eso expres6: Cuando los trabajadores de Tarapacd, exasperados por los abusos de los salitreros, deja- ron las oficinas y bajaron a Iquique a pedir respeto para su trabajo y educacién para sus hijos, audaz atentado que fue reprimido con el fusilamiento de dos mil de ellos en Ia es- cuela Santa Maria, ;sabéis seftor, a qué atribuyé la causa de tan nefanda desgracia el Vi- catio Eclesidstico de Tarapaca? A falta de fe religiosa entre los trabajadores de la pam- a, y naturalmente propuso, como tinico remedio, que el Estado dedicase algunos miles anualmente a aumentar el pago de los misioneros que llevasen a aquellos corazones em- pedernidos el benéfico consuelo de la religién.* He aqui la complicidad de la Iglesia con la represién gubernativa. El severo estudio de la cuestién social lo llev6 a formular un programa de refor- mas sociales, que van desde la modificacién de las relaciones econémicas hasta la dictacién de una legislacién social y una drastica extirpacién de los vicios que aque- jaban al pueblo. Sus generosas inquietudes se incorporaran, en lo sucesivo, en los programas del movimiento obrero, y fructificaran en leyes y medidas protectoras a partir de la década siguiente. En defensa de los trabajadores, plantea reformas que hasta entonces ningtin partido politico habia formulado de manera tan completa y orginica: limitacién de la jomada de trabajo, reglamentacién del trabajo de las mu- jeres y los nifios, responsabilidad de los patrones en los accidentes del trabajo; obli- gacién de los empleadores de prestar asistencia a los obreros enfermos y de velar por la educacién de sus hijos, fondo de cesantia, enfermedad y vejez, supresion de las pulperias y fichas, construccién de viviendas para obreros. Su programa conte- nia, en suma, la futura legislacién social chilena. Por lo mismo, él comprende que un programa como éste no puede ser realizado por un sistema politico como el que existia entonces en el pais. Por eso, ante los par tidos en decadencia, el espiritu de lucro de las clases dominantes, la manipulacién del régimen electoral, el fracaso del parlamentarismo, la corrupcién de la justicia y la insuficiencia de la ensefianza, considera indispensable resolver algunas defi- niciones basicas. Entre éstas, plantea el término del hibridismo politico (régimen presidencial o parlamentario), la reforma electoral, haciendo extensivo el sufra- gio universal a las mujeres; la purificacién de la democracia eliminando los vicios ¥ Martin Pino B., Alejandro Venegas y su legado de Sinceridad para Chile, Santiago, cooPecut~ Tera, 1985, pag. 382. 81 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX electorales y la dignificacién del régimen municipal, excluyendo de su seno la po- litiqueria. Venegas exige, en suma, un nuevo sistema politico que garantice el ca- ricter representativo del gobierno y la participacién de todos los chilenos en el pro- ceso de transmisién y ejercicio del poder democratico. En esta misma €poca, desde la banda oriental del Rio de La Plata, una voz pres- tigiosa trazé un retrato exagerado de las bondades institucionales de nuestro pais, que parece desmentir las lacras sociales denunciadas por espiritus mas criticos que el de nuestro visitante. “Chile es una nacién maestra de naciones”, afirmé en un re- cordado discurso pronunciado el 18 de septiembre de 1910, José Enrique Rodé, representando a Uruguay en la conmemoracién del centenario de la independencia de nuestro pais. Con esta exaltacién retérica, el orador quiso destacar el desenvol- vimiento politico mas ordenado que Jo habia singularizado en el conjunto de las na- ciones latinoamericanas. Al ilustre autor de Ariel, que no percibié en su propia pa- tria los problemas sociales, no se le podia exigir que penetrara con su fino espiritu literario en el coraz6n de 1a sociedad chilena que, precisamente, estallaba en esos mismos afios, en violentos conflictos internos. Como una réplica impensada a la caracterizacion de ese Chile ideal hecha por Rodé, el notable maestro Alejandro Venegas dio a la publicidad en el mismo afio del centenario, su libro ya citado, Sinceridad. Chile intimo en 1910, que produjo un pro- fundo impacto en la conciencia nacional. No obstante, esta voz acusadora y pa- triética no fue escuchada por los usufructuarios del poder, perdiendo su legitima resonancia entre la persecucién y el olvido, si bien el movimiento popular contem- pordneo la rescata. El profesor Martin Pino publicé en 1985 una biografia de Alejandro Venegas, de cuyas paginas cito una opinién que resume muy bien su pensamiento: Después de don Valentin Letelier, fue Venegas uno de los educadores que vio con més claridad la funcién del Estado en la construccién incesante de la democracia chilena, por medio de un sistema de educacién publica, y uno de los que trabajé con mayor abnega- cién y valentia en esa patridtica causa, Las proposiciones que estampé en las paginas de Sinceridad, referentes a las reformas que estimaba necesarias en las distintas ramas de la ensefianza, sirvieron en muchos aspectos de inspiracién al magisterio organizado gre- mialmente. Se puede observar que muchas de las medidas que los educadores chilenos examinaron en sus congresos y sus convenciones, que dieron a conocer en revistas y bo- letines, y las proposiciones que defendieron ante el gobierno para mejorar la educacién, son ideas congruentes y algunas coincidentes con las expresadas en Sinceridad. Muchas de aquellas iniciativas motivaron ampliaciones y proyectos reformistas que, enriqueci- dos con otras experiencias, se hicieron realidad en las décadas siguientes. 82 LA CONCIENCIA SOCIALISTA, En medio del jolgorio de la burguesia, Valentin Letelier y Alejandro Venegas fueron verdaderos aguafiestas en los dias del Centenario, esclareciendo las ideas de la clase obrera, expresadas por Luis Emilio Recabarren. EI mito del cielito lindo Durante las primeras décadas del siglo xx se realiz6 en Chile un proceso de demo- cratizacién, en el cual el Estado, hegemonizado por la oligarquia tradicional desde la independencia de Espafia, experimenté cambios que, aunque precarios, configu- raron una nueva modalidad de aquel. Este periodo de transicién exhibié diversas ca- racteristicas que le confirieron una notoria inestabilidad tanto en el Ambito socioe- conémico como en el politico, lo que tenia su origen en Ia estrecha base social en que se asentaba el viejo Estado. En efecto, éste excluia a los nuevos sectores de cla- se que habia traido consigo la evolucién de la sociedad y la economia, como eran la pequefia burguesia y los trabajadores (urbanos y rurales), que entonces no tenian ninguna participacién significativa en el proceso politico. Los factores que le confirieron esta inestabilidad al perfodo fueron, por una par- te, el ascenso de estos ultimos grupos sociales, lo que significé un cambio en la di- reccién del movimiento de masas. Este evolucioné del enfrentamiento al Estado oli- garquico hacia la negociacién dentro de los marcos de la nueva forma adoptada por aquel. Por otra parte, se produjo el agotamiento del sistema de partidos tradiciona- les y el quiebre de las alianzas politicas. Este proceso trajo los movimientos so- cioeconémicos y politicos que buscaron una representacién mas apropiada de las diversas clases y nuevas bases para asentar los compromisos entre aquéllas, en los que habrdn de sustentarse las modificaciones del Estado. En este movimiento juga- ron un papel importante las Fuerzas Armadas, compitiendo sus caudillos con los ci- viles en la conduccién del pais. Las clases dominantes tomaron conciencia de que debian afrontar un proceso de cambios y adecuaciones de su poder, aunque lo resistieron, por los medios a que es- taban acostumbradas. Este proceso paso por diversas alteraciones. De una parte, por Ja transformacién de la base material de dicho poder, debido a que la actividad sa- litrera habia experimentado su agotamiento, a partir de la Primera Guerra Mundial, y por la crisis capitalista de comienzos de la década de los treinta, que demostré la debilidad y afios de 1a dependencia de la economia nacional. De otra parte, por la modificacién del Estado oligarquico, de modo que éste, sobre una base social mds amplia, pudiera abordar y resolver las aspiraciones sociales y politicas de los nuevos sectores de clase surgidos en el pais. 83 EL. SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX Este doble proceso de cambios determiné contradicciones y desequilibrios tanto en el Ambito econémico como en el politico, por lo que puede considerarse el lap- so transcurrido entre 1920 y 1938 como un periodo de transicién. Entre la supera- cién del Estado oligarquico y la constitucién del Estado burgués de compromiso, que se prolongard hasta 1973, cuando la propia burguesia interna, asociada con el imperialismo, decidié prescindir de él. Los duefios de la riqueza y del poder opta- ron entonces por la dictadura. En este periodo se sucederan largas y apasionadas lu- chas sociales y politicas, con un elevado indice de violencia, que comprometeran a todas las clases, a sus organizaciones partidarias y gremiales, asi como a las Fuer- zas Armadas. Estas luchas provocaran controversias ideolégicas, contiendas electo- rales, huelgas generales y paros por objetivos especificos, como también golpes mi- litares, represiones obreras e insurrecciones revolucionarias. El proceso de cambio politico se presenté en general en América Latina, con ma- tices diferenciados en cada pais. En la década de los afios veinte se sucedieron, en efecto, diversos movimientos populistas, determinados por las consecuencias eco- némicas, sociales y politicas de la Primera Guerra Mundial, en los cuales se hizo sentir también la influencia de la Revolucién mexicana (1909) y de la Revolucién tusa (1917). De todos ellos, uno de los mas caracteristicos es el movimiento de ma- sas generado en Chile a partir de 1920, que luché por la democratizacién de las ins- tituciones, el ascenso de los sectores medios a las funciones de gobierno y el mejo- ramiento de las condiciones de vida de los trabajadores. La base social de este movimiento descans6 en el desarrollo de las nuevas frac- ciones de clase que disputaron a [a oligarquia el derecho a gobernar. Se traté de una revolucién en las aspiraciones de sectores medios que crecieron y formaron su con- ciencia ideolégica, y una clase obrera que se organizé y educé en el ejercicio de la lucha social. Ambos sectores tropezaron contra el régimen sociopolitico oligarqui- co, circunstancia que los uniré en la contienda comin por derrumbar los muros de la sociedad del siglo xix, herencia a su vez del sistema colonial que se habia abati- do un siglo antes. Los sectores medios de la sociedad, representados politicamente por la Alianza Liberal y con su candidato Arturo Alessandri, enfrentaron a la Unién Nacional, coalicién de ultraderecha, y con su candidato Luis Barros Borgofio, en la eleccién presidencial de 1920, arrastrando tras sus banderas reformistas a la ma- yoria de los trabajadores. Este fendmeno politico fue posible debido a que ellos todavia no tenian, por lo general, una clara conciencia de sus intereses reales y la consiguiente unidad y organizacién. Fue el temprano populismo que abriré las com- puertas a la primera crisis de la sociedad burguesa en el siglo xx. Las postulaciones programaticas de los candidatos no presentaban marcadas di- ferencias objetivas, como quiera que ambos recogian en general algunas aspiracio- 84 La CONCIENCIA SOCIALISTA nes comunes de las clases dominantes. Libertades de conciencia y electoral, fo- mento industrial, construccién de obras piblicas, estabilidad de la moneda, educa- cién primaria obligatoria y legislacién laboral. Las diferencias decian relacién mas bien con el diagnéstico de la realidad nacional y el pronéstico de su evoluci6n, asi como el estilo de hacer politica. Ante Barros Borgofio, hombre de negocios, de- fensor del orden establecido y contrario a la renovacién proveniente de la posgue- tra, Alessandri perseguia la canalizacién de ésta en una nueva institucionalidad que permitiera dar satisfaccién a las demandas populares. Para ello Hlevé la agitacién politica a las calles, fabricas y cuarteles, derrumbando los circulos estrechos en los que se movia la oligarquia. Entonces, la politica presentaba ademas dos grandes polos, determinados desde el siglo anterior por la controversia laico-religiosa: a la derecha, el Partido Conservador y a la izquierda el Partido Radical. El centro esta- ba representado por las diferentes fracciones liberales y el Partido Nacional, que oscilaba entre uno y otro extremo. El movimiento obrero luché durante este mismo periodo bajo la conduccién de Recabarren, por organizarse en torno a una politica clasista y aut6noma. Sus com- ponentes ideolégicos —anarquistas y socialistas— no le conferian ningun crédito al caudillo de la Alianza Liberal, considerando sus promesas electorales pura dema- gogia. Sin embargo, reconocian en este proceso las perspectivas de un cambio fa- vorable para la organizacién y lucha de los trabajadores, asi como de conquistas de mayores espacios de libertad. Conscientes de la virtualidad de este proceso, optaron por ocupar esos espacios a partir de la misma campafia presidencial. El Partido Obrero Socialista, con una nitida posicién de clase, no se sometié a la disyuntiva de hierro que se presentaba para la sucesién presidencial y por ello proclamé la candi- datura de Recabarren, definiendo su autonomia en términos inequivocos. Es conveniente, expresd, que la clase trabajadora sepa que la candidatura de la Alianza Liberal representa la ascensién al poder de una nueva oligarquia que, alucinando al pue- blo con falsas promesas de un falso evolucionismo, pretende por este camino conseguir el apoyo de las clases trabajadoras. Es el mito de los afios veinte, conocido como el “cielito lindo”, por el nombre de la cancién popularizada entonces por la campafia de Alessandri, La Alianza Liberal representaba, con todo, algunas aspiraciones comunes a los nuevos sectores sociales que la dinamizaban, como el rechazo al régimen parla- mentario (que se practicaba de hecho desde el término de la guerra civil de 1891), la separacidn de la Iglesia del Estado, la ensefianza laica y la llamada cuestién so- cial. La movilizacién politica desencadenada por la clase obrera agregé sus propias 85 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX demandas, que desde fines del siglo xix pugnaba por hacer efectivas, superando su marginaci6n del proceso nacional. Esta movilizacién se orient6, en fin, hacia la mo- dificacién del viejo Estado oligarquico. No obstante, Alessandri se convirtié en el intérprete de vastos sectores populares —obreros, artesanos, funcionarios publicos, profesionales y estudiantes — y de la burguesia liberal que perseguia abrir paso a un sistema politico mas estable. En esta convergencia se encontraba gran parte de la base social, derivada de una alianza de clases, en que se sustentaria la nueva mo- dalidad del Estado. El ascenso de Arturo Alessandri al gobierno significé una divisién de la burgue- sia, que a su vez posibilité 1a democratizacién del pais y el crecimiento politico y sindical del movimiento obrero. La limitacién mas grave de éste consistia en que no contaba con una politica para el campesinado, la mas importante reserva revolucio- naria. Esta incapacidad para forjar la alianza obrero-campesina sera una constante de los partidos populares durante mucho tiempo, hasta lograr un avance significati- vo en la confluencia de las décadas de los sesenta y los setenta. Alessandri frustré las esperanzas de las masas desposeidas, incorporandose al juego estéril del parla- mentarismo, aunque no puede desconocerse que fue el iniciador de las reformas so- ciales y juridicas mds anheladas por la mayorfa del pais. No logré la cristalizacién de las transformaciones fundamentales que agité como programa, debido a la enco- nada oposicién oligarquica en el Senado, asi como a la conspiracién constante para deponerlo del ejercicio del gobierno. Este objetivo reaccionario se logré por fin en 1924, con un golpe militar que lo obligé a abandonar la Presidencia de la Republi- cay el pais, en virtud de un “permiso” constitucional. Fue un golpe blanco, sin de- rramamiento de sangre. De este modo, a partir de 1920, se produjo una profunda crisis institucional. La economia se encontraba en franco retroceso, las clases dominantes ya no contaban con ese venero de ingresos que parecia inagotable —la mineria del salitre— ni tam- poco con la demanda incesante de exportaciones agricolas, cuyos precios se habian deteriorado en el mercado mundial. Las condiciones negativas de la situacién fi- nanciera se expresaban en un fuerte déficit fiscal y una devaluacién creciente de la moneda, debido a las emisiones y el endeudamiento siempre en aumento. La ma- yoria congresista, en abierta oposicién, bloqueaba diversas iniciativas imposterga- bles como la creacién del Banco Central, 1a implantacién de! impuesto progresivo a la renta y la aprobacién de una legislacién laboral. 86 LA CONCIENCIA SOCIALISTA La hora de la espada Desde comienzos del siglo xx se sucedieron conspiraciones en las Fuerzas Armadas para asumir el gobierno, manipulados sus altos mandos por las oligarquias reaccio- narias. Al finalizar el siglo, todavia actian sectores golpistas que ejercen presién so- bre el gobierno, en plena transicién a la democracia, después de una dictadura de 17 afios (1973-1989). Esta es una materia que oculta la historiografia oficial 0, cuando la trata, lo hace rodedndola de una aureola de falsa heroicidad, como ocurre con Pinochet, a quien se le rendia honores de “héroe nacional” por la burguesia, en ban- quetes anuales en el Club de la Unién, bajo el patrocinio del Rotary Club, siendo comandante en jefe del Ejército. La oligarquia se apropié del poder en diversas oportunidades, por la accién de las armas, desde la batalla de Lircay en 1829, has- ta el golpe militar de 1973, pasando por la guerra civil de 1891 y el golpe de Esta- do de 1924. En el siglo xx, las conspiraciones militares comenzaron en 1907, a raiz de la de- mora en la aprobacién de un proyecto de ley de ascenso en el Congreso Nacional. Oficiales de menor graduacién —capitanes y tenientes— se dieron cita en el cerro Santa Lucia, de Santiago, con el pretexto de tomar un trago de cerveza, pero con la intencién oculta de presionar al gobierno y al parlamento de esta manera, a fin de obtener la satisfaccién de sus demandas. Estas conspiraciones fugaces, con el uso abusivo de las armas que les entrega el conjunto de la sociedad, se repitieron una y otra-vez en 1912, 1917, 1919, 1924, 1931, 1935, 1937, 1939, 1964, 1969 y 1973. Las intervenciones militares de 1925 y 1932 presentaron un cardcter distinto. La primera tuvo por objeto poner término al golpe reaccionario del afio anterior y res- taurar a Arturo Alessandri en la Presidencia de la Republica y la segunda abrir ca- mino al socialismo. En ambas desempefié un papel decisive Marmaduque Grove, fundador del Partido Socialista de Chile. Carlos Charlin, ex oficial de Ejército, expone en su libro Del avidn rojo a la Re- piiblica Socialista, que los intentos de conspiracién desde 1907 a 1919 pueden ser calificados de simples ensayos frente a lo que sucedié durante el gobierno de Juan Luis Sanfuentes: Se organizé una sociedad secreta, la liga de salvacién nacional, con estatutos, juramen- tos y todo un aparato para impresionar a los incautos. Desde el nombre hasta sus fines, se identificaba con el sector mis reaccionario de la politica chilena.’s 35 Carlos Charlin, Del avién rojo a la Reptiblica Socialista, Santiago, Editorial Quimanti, 1971, pags. 27 y 28. 87 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX Esta numerosa banda de conspiradores, en la cual participaban las més altas je- rarquias de la guarnicién de Santiago, tenia tanta o mas capacidad de fuerza para derrocar al gobierno de Sanfuentes que las posteriores, pero fracasé por la delacién de uno de los conspiradores. Los cabecillas eran los generales Guillermo Armstrong y Manuel Moore. Su inspiracin consistia en aplastar al movimiento obrero para asegurar el dominio de la oligarquia. La utilizacién de las Fuerzas Armadas por sec- tores de distinto signo politico de esa misma clase hizo que el propio gobierno de Sanfuentes movilizara parte importante de aquéllas hacia el norte del pais, ante una supuesta amenaza peruana, en la comedia de la “guerra de don Ladislao”, el minis- tro de esta rama del gobierno, que aspiraba a la sucesién presidencial: Ladislao Errazuriz Lazcano. En ese mismo afio, el gobierno de Sanfuentes se caracteriz6 por una serie de ac- tos represivos, dirigidos a apagar algunos resplandores de la Alianza Liberal, que se venia abriendo paso. Los principales de estos actos fueron la destruccion del local de la Fecu en Santiago, el empastelamiento de la imprenta Numen, de los obreros € intelectuales anarcosindicalistas, el incendio del local de la Federacién Obrera de Punta Arenas y la masacre de trabajadores en esa misma ciudad. Ademas, cabe agre- gar la persecucién a los “subversivos” y la muerte del poeta Domingo Gémez Ro- jas, simbolo de una generacién heroica. En ese tiempo proliferaron las sociedades secretas Cons} vas, como una “moda”. {Una moda de la derecha! Durante la siguiente administracién, bajo la presidencia de Arturo Alessandri, la oligarquia reanudé su campaiia en los cuarteles militares para derrocar al gobierno. Con su vieja téctica, que reanudaré en el futuro contra Aguirre Cerda y Allende, uti- lizé su mayoria en el Congreso Nacional para impedir la aprobacién de nuevas le- yes-en beneficio de la comunidad y dificultar politicas y medidas sociales que requerian regulaciones parlamentarias. En las elecciones del 2 de marzo de 1924, el Presidente Alessandri obtuvo mayoria en la Camara de Diputados, con lo que sellé su destino, porque las Fuerzas Armadas conservadoras optaron por derribarlo. Co- mo siempre, la confabulacién correspondia a civiles y militares, al servicio del gran capital. Si bien la conspiracién era secreta en sus detalles, se registraba pUblicamente en sus propésitos generales. Asi lo establece el historiador Ricardo Donoso: En la empresa de mantener latente el descontento y avivar la llama de la oposicién, con propésitos ya abiertamente subversivos, cooperé una institucién cuya organizacién se mantuvo con gran sigilo, que decia responder a la inspiracién de Oscar Davila. Tomé por nombre la tea, cuyo lema era “quema y alumbra”, y a cuya existencia aludi6 abierta- mente El Diario Ilustrado el 3 de mayo: Detras de esas enigméticas iniciales se cobija 88 La CONCIENCIA SOCIALISTA un movimiento de reaccién que comienza. Es el emblema de la juventud sana y honra- da que se alza a combatir a la inmoralidad, la incompetencia y la dictadura.3> La chispa que encendié la mecha fue la aprobacién legislativa de la “dieta” par- lamentaria (una remuneracién para gastos de secretaria), el 2 de septiembre de 1924. En la sesién del Senado en que se aprobé esta ley, un numeroso grupo de ofi- ciales generé una manifestacién de rechazo. Este episodio se conocié como el rui- do de sables. Los provocadores se trasladaron enseguida al Club Militar, donde se celebré una asamblea politica. Como ya habia sucedido en otras conspiraciones, los peones de la “hazaiia” cas- trense fueron, en esta oportunidad, quienes invitaron a un té a los capitanes de la guamicién de Santiago en el club militar. No obstante, el capo de la conspiracién, el general Luis Altamirano, inspector general del ejército, fue invitado también, siendo aclamada su presencia. Expresa Charlin: El té continué en comida, y ésta en cena de amanecida. Los militares se declararon en sesién permanente. Pasadas varias horas del desayuno, casi préximo al mediodia del 5 de septiembre, llegé hasta el lugar de reuniones el edecdn militar del Presidente de la Re- piblica, capitan Pedro Alvarez Salamanca, para invitar a una delegacién de oficiales a conferenciar con S.E. don Arturo Alessandri, Inmediatamente se designé al capitan He- raclio Valenzuela y a los tenientes Victor Pimstein y Ricardo Contreras Macaya.7 El espiritu de esta entrevista es una pieza de teatro del absurdo, concebida por el ingenio de Alessandri, primer actor de esta tragicomedia. El encuentro se celebré en la noche del 4 y 5 de septiembre de 1924 y de él se dieron diferentes explicaciones. El astuto presidente sélo habria tratado de conocer directamente los propésitos de los conspiradores o presionar a los jévenes oficiales para dar un contragolpe. Los acontecimientos producidos en 1925 confirmarian es- ta altima versién. El hecho fue que Alessandri insinué a dichos oficiales que formaran un comité militar para que elaborara los proyectos de caracter “constitucional, econémico, social, educa- cional y militar”, y si no lograban que el Congreso los aprobara, éste seria clausurado. En ese caso se convocaria a una asamblea constituyente, que el propio Alessandri dirigiria, 36 Ricardo Donoso, Alessandri, agitador y demoledor, Tomo 1, México, Fondo de Cultura Econ6- mica, 1952, pag. 377. 37 Carlos Charlin, ibidem, pig. 34. 89 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX para crear un Chile Nuevo. Ademés les habria prometido que no se tomaria ninguna me- dida de represalia contra los oficiales insurrectos.2 De acuerdo al consejo de Alessandri, se formé el comité militar, que posterior- mente se denominé Comité Militar Revolucionario, integrado por el general Pedro P. Dartnell, los almirantes Dittborn y Acevedo, el comandante Félix Urculld, el ge- neral Arturo Ahumada y otros oficiales de menor graduacién. El ingenio no salvé a Alessandri en 1924, porque tuvo que abandonar el gobierno, pero s{ lo salvé un afio después, cuando lo recuperé por la accién de la juventud militar, en la cual é1 con- fiaba, y que tenia como lideres a Marmaduque Grove y Carlos Ibafiez. En Chile, la oficialidad de las Fuerzas Armadas provenia en general de sectores medios altos, particularmente de las provincias. El papel jugado por aquéllas du- rante la guerra por la independencia de Espafia, en las guerras externas (contra la Confederacién Pert-boliviana, la guerra con Espafia y la del Pacifico) y civiles (1828, 1830, 1851, 1859 y 1891), asi como en la lucha politica misma en ¢l curso del siglo xix, desarrollé tradiciones que pesaban en su conciencia colectiva. Desde 1900, cuando se aprobé la Ley de Servicio Militar Obligatorio, las Fuerzas Arma- das tomaron un contacto mas estrecho con la realidad social a través de la forma- cién de los reclutas, mirando con mayor interés los problemas relativos al desarrollo socioeconémico del pais, sin perder de vista los valores de su formacién profesio- nal, como la jerarquia y la disciplina. No obstante, estos valores empezaron a ceder ante la ineficacia gubernativa, la corrupcién politica, el debilitamiento de la autoridad, la insuficiencia de sus remu- neraciones y las influencias de los partidos politicos en la vida y carrera profesio- nales. Conforme a estas motivaciones surgieron grupos secretos en los cuerpos ar- mados, preocupados fundamentalmente de sus demandas econémicas, los cuales alcanzaron a configurar algunas acciones como el llamado complot de Armstrong en 1919. Estas actividades obligaron a los altos mandos militares a prohibir expre- samente esta clase de organizaciones, que generaban una profunda intranquilidad en la sociedad y desestabilizaban al gobierno. El agotamiento de la organizacién del Estado proveniente del siglo anterior, alcanzaba también a las Fuerzas Armadas, en su caracter de rgano integrante de aquél. Como otros funcionarios publicos, sufrian as estrecheces y carecian de perspectivas con una situacién de remuneraciones exiguas, falta de normas serias de ascenso y retiro, retraso en la percepcién de ellas. 38 Ibidem, pags. 35 y 36. 90 ‘LA CONCIENCIA SOCIALISTA, Las iniciativas del presidente Alessandri para resolver tales problemas encontraron la indiferencia de la oposicién parlamentaria de la oligarquia. En este periodo, las Fuerzas Armadas pasaron a desempefiar un papel decisivo en el reordenamiento del sistema politico del pais, con el requerimiento de diversos sectores sociales. Desde luego, las fracciones burguesas monopélicas utilizaron a los militares como instrumento para resolver no sdlo las crisis de dominacién, sino también sus discusiones en el interior de las clases que controlaban el poder. Las fracciones burguesas liberales encontraron a su vez principalmente en sectores del ejército y, mds tarde, de la aviacién, una representacién de sus intereses, en medio de la crisis del Estado oligarquico, como asimismo las fracciones burguesas defen- soras del sistema dominante. Por otra parte, la pequefia burguesfa, que a través de la ampliacién de las Fuerzas Armadas habia logrado influir en ellas, buscé también el apoyo a sus intereses, lo que hizo que la intervencién militar en la politica fuera contradictoria y fraccionada, comprometiendo mas a grupos y a caudillos que a la institucién. En suma, en respuesta a la crisis de representacién de la sociedad, sec- tores de la oficialidad —y también de Ia tropa en el caso de la insurreccién de la marineria y de la Republica Socialista— se constituyeron en los medios de expre- sién y de defensa de los intereses de diversos sectores de clase. Esta situacién con- dicioné, en alguna medida, el proceso de desorden y conflicto desencadenado des- pués de la caida del gobierno de Ibafiez en 1931. La realidad social hacia necesarios entonces cambios sustantivos, que requerfan la accién reguladora del Estado, impulsada por una voluntad politica que estaba au- sente. Como la misma institucionalidad era un obstaculo para modificar aquella re- alidad negativa, se recurrié a las Fuerzas Armadas. Su accién se hard presente de 1924 a 1933, es decir, durante una década. En ese proceso, Alessandri fue sustitui- do por un golpe de Estado el 5 de septiembre de 1924, abandonando el pais en vir- tud de un “permiso” constitucional. El Congreso, entre tanto, despaché el mismo dia, bajo presién de la juventud militar, diversos proyectos de ley que permanecian sin tramitacién desde hacia varios afios. Este periodo, que tuvo caracteristicas simi- lares en diversos paises de América latina, fue llamado la “hora de la espada” por el poeta socialista de Argentina, Leopoldo Lugones. Una avanzada legislacién social Entre las leyes aprobadas en 1924, se encuentran las que pasarian a constituir el Cé- digo del Trabajo. Estas leyes se referian a contratos de trabajo, sindicatos profesio- 1 EL SOCIALISMO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XX, nales, tribunales de conciliacién y arbitraje, indemnizacién por accidentes de traba- jo, caja de empleados particulares, Caja de Seguro Obrero Obligatorio, derecho a la huelga y a la formacién de cooperativas, asi como mejoramiento de las remunera- ciones de las propias Fuerzas Armadas. En general, estas leyes, junto con ampliar el consenso social, tenian por objeto sentar sobre nuevas bases los conflictos entre la burguesfa y el proletariado en cuanto a la distribucién del ingreso. La legislacién laboral promulgada en 1924 no fue, por cierto, una simple conce- sin de la clase dominante, sino el resultado de una larga lucha de los trabajadores. Dicha legislacién, al reconocer el derecho a la organizacién sindical y a la huelga, la limitacién de la jornada de trabajo a ocho horas, el descanso dominical, la indem- nizacién por accidente de trabajo, entre otros beneficios ya citados, respondié a las exigencias de los movimientos huelguisticos producidos entre 1890 y 1924. No sé- loa esos antecedentes, sino también a los conflictos desencadenados desde 1920 en- tre los sectores sociales y sus representaciones politicas. Ellos se agudizaron en los afios siguientes, especialmente desde las elecciones parlamentarias de 1924, hasta culminar con el golpe de Estado del mismo ajio y el contragolpe de 1925. Esta nueva legislacién autorizé la creacién de sindicatos de obreros y empleados para lo cual se requeria a lo menos 25 trabajadores en cada empresa, faena u ofici- na, La pertenencia a la organizacién sindical, una vez que su creacién era acordada por el 55% de los trabajadores, tenia el cardcter de obligatoria para los obreros, y de voluntaria para los empleados. El papel de los sindicatos consistia en representar los intereses de sus miembros 0 asociados en la discusién del pliego de peticiones y en las instancias de negociacién en las juntas de conciliacién y arbitraje, hasta acordar Ja huelga, mediante votacién en secreto, con el 75% a lo menos de los asociados. La organizaci6n a nivel federativo sdlo era permitida cuando provenia de la misma tama de actividades, en el caso de los sindicatos obreros, y del mismo oficio, en el caso de los empleados. Ademis, en general, las federaciones y confederaciones no tenfan derecho a representar a los sindicatos de base en la discusién de los pliegos de peticiones y en las distinta fases de la negociacién colectiva. Esta legislacién laboral excluyé expresamente de sus disposiciones normativas a las organizaciones de trabajadores de] Estado y asimismo no explicité la situacién de los asalariados agricolas, lo que impidié la constitucién de sindicatos campesi- nos. Por su parte, el personal de las empresas pequefias y los trabajadores por cuen- ta propia quedaron muy limitados en sus posibilidades de organizarse en sindicatos. Por ultimo, en tos hechos, las empresas mineras del salitre, cobre y carbén fueron las que lograron el mds alto grado de afiliacién, por su mayor empleo, seguidas por los trabajadores de las empresas de utilidad publica. No obstante estas limitaciones 92

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