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‘ia cultura de la pobreza Charles Valentine Amorrortu adlitores {Bs este un ensayo ambicioso. Lo es porque he tratado de superar ‘en dl todo lo dicho sobre los pobres y su manera de vivir —ese tema tan debatido—, Ademés, emprendi la dificil tarea de atibir como estudioso y como ciudadano, confiando en dirigit mi mensaje no solo at piiblico académico 0 especializado sino ‘también a mis coterrineos. Esta tentativa tiene sus orfgenes en ni solida conviccién de que hay dos esferas, artficialmente se- paradas a veces, que deben revestir importancia mutua: una de ellas es la esfera de le biisqueda de datos, el conocimiento sis- temitico y Ta elaboracién de teorfas en las ciencias numanas; la aia, la esfera de la politica social, los problemas politicos y las uestiones ideol6gicas, Las péginas siguientes contienen, pues, ran cantidad de comentatios sobre problemas sociales y juicios de valor vincalados con la pobreza. He tratedo de poner de relieve algunas de las muchas interconexiones entre estos asun- tos y las dificultades que plantea conocer y comprender a os pobres y el lugat que ocupan en la sociedad. El tema fundamen- tal aqui tratado es Ia labor de los especialistas profesionales en varias de las ciencias humanas, prestando particular atencién s las repercusiones de esta Tabor con respecto 2 problemas mis “ generales, que gravitan, en forma directa o inditecta, sobre todos Jos miembtos de la sociedad. Este esfuerzo no solo es ambicioso sino pot momentos presun- tu030, en la medida en que Jas afirmaciones que aqui se hacen Aesbordan los limites impuestos por la modestia habitual de los ssctitos académicos. A todas loces, muchos especialists, inclo- yendo a algunos cuyas obras se analizan ctiticamente en estas péginas, poseen sobre vatios de los temas analizados més cono- timientos y expetioncia que yo. Pese a ello, me he tomado ef Aevimino —Ia on, co oomiong— de conser cyst tes cientifices e ideolégicas planteadas en sus libros. Cuatro ‘onvicciones me impulsaron a ello. Primero, creo que los pro- blemas ideol6gicos y de politica prictica que desivan de Ia per- sistencia de [a pobreza en el mundo contemporaneo influirén 4, decisivamente en ef futaro inmediato de la sociedad. Segundo, 9 ngo Is esperanza de que Ja ciencia y el suber habréa de contr. buir a dar una solucién constructiva a tales problemas, aunque ‘me asiste el temor de que los resultados netos de la labor de Jos expettos profesionales en estos campos hayan sido hasta ‘ahora, en su mayorfa, perniciosos. Texcero, estoy conveacido de ‘que se ha prestado exigua atenciOn a esias difcultades, con I peligrosa consecuencia de que tanto el prblico como los encar. tgados de trazar las politicas aceptan las conclusiones y recomen- aciones mal fundamentadas de los expertos académicos y obran con arreglo a elles. Por tltimo, con muchas dudas y considera ble ansedad, he Tiga 0 pensar que mis, propios esudios y experiencia, pese a las brechas y deficiencies sustanciales que presentan, son suficientes, de modo que no puedo sehuir la obli- facidn que tengo de hablar en mi carfcrer de ciudadeno. Exe ltimo punto exige tal vez que proporcione al Jector algo més que Jos fundamentos minimos usuales para evaluar por su> ‘cuenta los méritos del autor. Me tefieto a ciertos datos que se fagregan a Ins referencias convencionales sobte Ia jerarquis for mal en el dmbito profesional o Jz evidencia intefnseca de las ‘paginas que siguen. Mi carrera profesional no abunda en investi aciones sisteméticas y directas enire los pobres. A partir de Ii nifiez, mi principal contacto directo con Ia pobreza en nues tra sociedad favo lugar gracias a mi patticipaciGn activa pot més de cinco ais en el movimiento por los derechos civiles, ea varias ciudades de Estados Unidos. Por supuesto, entre los in tegrantes de este movimiento poeas veces prevalecfan los pobres, ppeto a pesar de todo esta experiencia fue significative, Dentro de ese contexto Hlevé a eabo algunas investigaciones sisteméti- ‘as, inclusive algunos trabajos informales sobre el terreno. Sis’ fembargo, In mayor parte de mis conocimientos formales sobre Ja pobreza en Estados Unidos proceden de mis lecturas. ‘MMi experiencia einogréfica como antropélogo fue adquirida es tun medio bastante distinto, aunque no del todo desvineslada del tema, Participé de dos éxpediciones a una isla del Pacifico, el territorio de Nueva Guinea, que me permitieron estudiar los efectos de la pobreza y la privacién relativa sobte los natives en una sociedad pluralista colonial sumamente cstratificada Resulea claro que mis argumentos en, pro de los enfoques am tropolgicos en los estudios de Ia pobreza en sociedades com, plejas no cuentan con lo que serfa, quiz, su validacidn idea) Vale decir, no estoy todavia en condiciones de proporcionar lo resultados de un estudio etnogsifico urbano sobre los pobre reilizado por mi mismo, De aht que las sugerencias que ag ‘hago con respecto a la investigaciin tengan por fuera un c& 4 10 . sécerelgo prospective ypropramético, Se dist que deberi he ber realizado esa investigacién prospectiva antes de redactar este ensayo, Considero que ese argumento no carece de mérito, pero Ja uigencia de las preocupaciones y convieciones a las que he slucido me decidicron, en definitiva, a prescindir de él ‘Muchas personas me han brindado’gencrosa ayude, contribu: yendo con su tiempo y saber a examinar las euestiones agut sus {Gitadas. Cada una de ellas me brind6 alguna ensefianza, aunque bo siempre aceptara sus consejos acerea de Jas mejoras que de- ban introducirse en ef texto. En este sentido, debo destacar Ja colaboracién de John Atkins, Helen Gouldner, James y Rose Matie Jaquith, Joseph Kabl, Eleanor Leacock, Lee Rainwater, Keoneth Reed, Harry e Trma Rosen, Steven Schwartzchild, Mi chuel Seltzer, Edward y Joan Singles, Norman Whitten y Al- vin Wolfe, Beggy Stinsoa ¢ Trene Brown supervisaron 12 pre- patecién de Jos manusctitos con paciencia y eficacia, Estoy en deuda con el Departamento de Sociologia y Antropoiogia de la Woshington University por fos fondos que destin6 a esa tates, Pero ha sido siempre mi esposa, Betty Lou, la interlocutora nfs aplicada, ademés de eficiente correctora, mecandgrata in- ‘ansable y fuente permanente de apoyo. Charles A. Valentine in re 1, Introduccién. Usos y abusos de ia idea de cultura La antropologia y el significado de la cultura El concepto de cultura, tal como se lo emplea en el lenguaje de Jas ciencias humanas, tuvo sus origenes en una gran confronta- cidn humana. La nociéa de cultura fue uno de los principales resultados intelectuales de la confluencia mundial entre el Oeste espansionista y los pueblos extrafios del resto del globo. Esa confrontacién se inicié con les exploraciones y se convirtié en relaciones imperiales. EI mundo occidental dedajo de esta ex- peviencia su necesidad cada vez mayor de panet orden cn st reciente conocimiento de modalidades de vida humana enor. memente variadas. Fl concepto de cultara, desartollado por la incipiente ciencia ‘antropoldgiea, brinds un importante medic pata elcanzar este fin de deseabrir el orden en la variedad. Dicho concepto reunfa tres aepectos que haefan de él una nociéa valiosa, En primer lugar, su universalismo: todos los hombres denen cuaat, osx consbuye definr

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