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cus INACIONY =“ MESTIZAJE PREMIO UNEAC 1980 “ENRIQUE JOSE VARONA” (ENSAYO) OBRAS DE NICOLAS GUILLEN Motivos de son (1930) Séngoro cosongo (1931) West Indies, Led. (1934) Cantos para soldados y sones para turistas (1937) EI son entero (1947) La paloma de vuelo popular (1958) Tengo (1964) Poemes de amor (1964) EL gran 200 (1967) Prosa de prisa —tres tomos— (1972-1976) Obra poétiea —dos tomos— (1920-1972) La rueda dentada (1972) Fl diario que a diario (1972) El corazén con que vivo (1975) Poemas manusbles (1975) Por el mar de las Antillas anda un barco de papel (1978) Misica de cémara (1979) Sol de domingo (1982) Paginas vuclas (1982) 332 INDICE Explicacién del texto I. Transculturacién y mestizaje IL. El concepto de nacionalidad TIL. La cuestién racial IV, Lectura de «El apellido» V. En castellano: las Antillas Conclusiones un 7 95 151 223, 269 325 Explicacién del texto Este es un ensayo que pretende interpretar los conceptos de nacién y mestizaje en funcién del pensamiento que resulta de la poesia y la prosa periodistica de Nicoliés Guillén. Desde luego que, para lograr ese propésito, no hemos partido de tun éjercicio exhaustivo, ni totalizador; es decir, que no estamos ante un inventatio critico de cada uno de sus poemas, o de cada uno de sus articu- los reportajes, crénicas 0 ensayos breves, sino de Jos més reptesentativos. Se trata, en cambio, de un rastreo por todos los veticuetos y resortes que conforman, por otra parte, la ideologia del autor —siempre en conflicto con 1a ideologia do- minante en Cuba hasta el triunfo de la Revolu- y tealizada a plenitud, como.en los suefos, 11 en armonfa con la que predomina entre nosotros después de tan dristica fecha, Dada Ja naturaleza de este trabajo, nos fue ime prescindible establecer los vinculos entie el texto literario en cuestién y Ias estructuras sociohisté- ticas que operan sobre él, en espacio y tiempo, sujeto, como estd, a la’ ley de la lucha de clases. No por ello, sin embargo, el lector topard con un ensayo de interpretacién que se pudiera enmarcar, de manera ortodoxa, en el dmbito de la sociologia de la literatura, sin desdefiar muchas de sus se- fiales que, indudablemente, nos han sido muy productivas. En nuestro proyecto no hemos que- tido identificar —al menos concientemente—, de modo mecénico, la realidad textual con la soci Todo Jo contrario, La experiencia ha demostrado con creces el riesgo-que significa no saber trazar el Umite preciso entre una y otra. El contexto histérico, como es natural para un marxista, en nuestro medio, ha tenido el sitio idéneo; pero consideramos no haber desatendido ni traicionado el espfritu esencialmente poético —o literatio— que determina la creacién de Nicolés Guillén. Un etror, no poco frecuente en el mundo con- temporineo dé la’ critica’ y la investigacién lite” tarias, es el de’trittar de aislar al texto de su con- tomo sociohistético para” guardarlo, con celo en: fermizo, en una uta reservada ala esterilidad mids absoluta e°irritante, Ya: convencidos de que en Ia Isla de Cuba —y en toda Amériea— debe- 12 ear nuestro propio cuerpo de valores, nues- tee propio instromental de trabajo, para aquila- tar, como se merecen, nuesiras obras, ¢8 ecioso sefilar aqu{ la insuficiencia tedtica —y sobre todo, prictca— de no pocos sistemas de invest gacidn y critica, nacidos al amparo de socie is y momentos histdricos ottos, opuestos en su F & los que nos incumben. ‘Seguir patrones y mo- delos que, por supuesto, debemos conocer hasta el dedillo, no debe cegarnos, ni deslumbrarnos, hasta bacernos perder Ia nocién y la perspectiva de: muestras reales wngencas y sazones Augue imponga la confrontacién, lo cierto ¥ justo ue no debemos olvidar las acuciosas lamadas de Roberto Fernéndez Retamar cuando postula, aler- ta ante Jas redes eurocentristas, que no es posible seeptay BSateaaemne parE infcamente para nuestra literatura ca- tegotfas que se forjaran en relacin con literaturas metropolitanas.* Partiendo de la certeza de que no hay dicotomia entre la ideologfa del autor y 1a del texto, cudn retotcido serfa aplicar a la produccidn global de Nicolés Guillén, andlisis que obviaran el sentido taigalmente social ¢ histérico que esa produccién suya proclama desde sus comienzos. Forma y con- tenido son vasos comunicantes y partes de un * Para una tcorla de la literatura bispanoamericana 9 otras aproximaciones, La Habana, ed. Casa de las Amé- ticas, 1975, passim, y especialmente «Algunos problemas teGricos de Ia literatura hispanoamericana. 13 en armonia con Ja que predomina entre nosotros después de tan dristica fecha. Dada la naturaleza de este trabajo, nos fue im- prescindible establecer Jos vinculos entre el texto literario en cuestidn. y Jas estructuras sociohisté- ricas que operan sobre él, en espacio y tiempo, sujeto, como esté, a la ley de la Iucha de clases. No por ello, sin embargo, el lector topard con ua ensayo de interpretacién que se pudiera enmarcar, de manera ortodoxa, en el dmbito de la sociologia de la literatura, sin desdefiar muchas de sus se- fiales que, indudablemente, nos han sido muy productivas. En nuestro proyecto no hemos que- tido identificar —al menos concientemente—, de modo mecinico, Ia realidad textual con Ia social. Todo Io contrario. La experiencia ha demostrado con creces el riesgo que significa no saber trazar el Umite preciso entce una y otra, El contexto histético, como es nitural pata un marxista, en nuestro medio, ha tenido el sitio idéneo; peto consideramos no haber desatendido ni ttaicionado el espititu esencialmente poético —o literatio— que determina Ia. creacién de Nicolis Guillén. Un error, no poco frecuente en el mundo con- tempordneo dé fa’ critica” y Ia investigacién lite arias, es el de'tratar de aislaral texto de su con- torno soclohistéricé ‘para” guardarlo, con celo en: fermizo, en una urna reservada a la esterilidad més’ absoluta ’irritante. Ya convencidos de que en fa Isla de Cuba —y en toda Amétiea— debe- 12 ear nuestro propio cuerpo de valores, nues- to. propio instrumental de trabajo, para aquila- tar, como se merecen, nuestras obras, ¢s ae sefialar aqui la insuficiencia teérica —y sobre todo, préctica— de no pocos sistemas de investi- gacién y critica, nacidos al amparo de sociedades y momentos hist6ricos otros, opuestos en su raiz fos que nos incumben, Seguir patrones y, mo- delos que, pot supuesto,, debemos conocer hasta el dedillo, no debe cegarnos, ni deslumbrarnos, hasta hacernos perder la nocién y la perspectiva de-nuestras reales, vrgendas Y 4 Aunave imponga la confrontacién, lo cierto * i erachenca olvidar las acuciosas Ilamadas de Roberto Fernéndez Retamar cuando postula, aler- ta ante las redes eurocentristas, que no es posible aceptar mecinicamente para nuestra literatura ca- tegorfas que se forjaran en relacién con literaturas metropolitanas.* Partiendo de Ja certeza de que no hay dicotomia entre Ja ideologia del autor y Ia del texto, cudn retorcido serfa aplicar a la produccién global de Nicolés Guillén, anilisis que obviaran el sentido taigalmente social ¢ histérico que esa produccién suya proclama desde sus comienzos. Forma y con- tenido son vasos comunicantes y partes de un * Para una teoria de la literatura bispanoamericana y otras aproximaciones, La Habana, ed. Casa. de las Amé- tices, 1975, passim, y especialmente «Algunos problemas teGricos de 1a literatura hispanoamericanay. 13 todo pata él. Sus confluencias borran el antago- nismo texto-sociedad, aunque el autor haya pues- to en ellos su personal ¢ intransferible vivencia, La seleccién del material poético —hasta su vo- Juntad de estilo— esté subordinada a un crite. rio que se autonombra reflejo fiel de su experien- cia hist6tica. En este caso particular —el més préximo y vilido a nuestras ambiciones estéti- cas—, seria imposible cantarle al nuevo mundo —o al mundo que soi6 antes de 1959— con un andamiaje verbal caduco, tozdo, de shincos medievales. La més reciente poesia’ de Guillén ejemplifica, como pocas, esa necesidad del de- sarrollo. A un contenido, su forma, y_ viceversa. El tratamiento de la segunda, como algo sustan- cial a Ia creacién podtica revolucionaria, ha sido divisa inexpugnable del poeta de El son entero. La poesia de Guilléa es proteica en formas, me- tos, y es, por antonomasia, insurtecta, en el modo mismo con que se lanza a aventuras for- males —nunca formalistas—, que garantizan la pervivencia y juventud de su mensaje. A estas alturas no muchos podrian manifestarse en contra del acabado del verso libre, o asonantado, seme- jante por ello —no sin razén— al que reclama una joya, un armario 0 un pufal. La forma que, desde tiempos remotes fue 1a primera gran quere- Us entre clésicos y romntices, no ha cesado ja- més de presentar batalla luego de constituir un verdadero dilema pera el proceso creador a nivel “4 ‘universal. ¢Quién podria negar esta verdad de Perogullo? Asimismo, cada tiempo ae is poesia; por ende, toda su literatura, Ocurre ‘mismo con la critica que debe ir, porque lo mnece- Sita, a la par de su inevitable desplazamiento. tro tiempo reclama una poesia —y una lite- are: Eimimicas, desalienadas forjadoras d= hhermosura diaria, cuya creatividad estard resguar- dada por aquella que la cxiuen al uso sepa apor tarle en rigor. En nuestro caso, poesia, literatura J atitiea deben suministrar af hombre sus mis es- pléndidas y naturales definiciones. Consecuente- mente, los conceptos de nacién y mestizaje se han imbricado de tal manera que ocopan Zonas ptioritarias de la expresiéa podtica de Nicolés Grillén, lo que nos ha permitido acometer ext ensayo con admirada vocacién. No obstante, la Significacién textual en ella es miltiple y diver sa, y como tal, Ia hemos abordado. La Habana, octubre de 1980. 15 1. Transculturacién Y mestizaje Haciendo un rastreo del término transculturacién para aplictrlo a la poesfa y a la prosa_ periodts- tica (0 literatia) de Nicolds Guillén (Camagiiey, 1902) Weyarfamos, sin duda, a conjeturas despro- porcionadas. Quizi, de pronto, el lector se pre- igunte cudl podria ser el nexo o la identificecién de semejante término con una producciéa poética y literatig, que se inserta, por derecho propio, en fos valord clésicos de la lengua espafiola contem- porénea. Sin embargo, a medida que uno se fa- miliariza con el enorme cimulo de bibliografia pasiva de este autor, es insoslayable la debida atencién @ este concepto. Uno de los rasgos des- ‘collantes en Ia obra conjunta de Guillén es el pa- pel que desempefia la nacionalidad. En nuestros dias, equién no suscribe ese epfteto que lo carac- teriza y define como el poeta nacional? Esa con dicién suya expresa algo que va mucho més allé de las nomenclaturas para responder a una esen- dia inestimable, En el contexto de las Antillas, la categorfa de nacién nunca podré aprehenderse en 19 su totalidad, integral y dinémica, si no tomamos sn cuenta el proceso de transculturacién que la ha gestado, La cultura cubana, como parte integran- te de la cultura del Caribe, es decir, de Jas Anti- las —mayores y menores—, se distingue, en el momento actual, por una conciencia nacional que Gnicamente se concibe gracias a la accién de una Revolucién socialista que la determina. Esa con- ciencia descubre sus raices populares nutridas por ia savia ancestral de dos componentes bésicos el hispénico y el afticano; ambos determinan thuestro ser social y psiquico. Para nadie ¢s un secreto que tanto Ja poesia de Guillén como sus artfculos y ensayos breves, de tema diverso, pro- claman de manera mis que explicita una vocaciéa itrenunciable hacia el andlisis y la legitima asun- cién de esa naturaleza especifica de nuestra cul tura. Pero en Guillén el hecho de concebir nues- tra cultura de acuerdo a los postulados enumera- dos anteriormente no es suficiente. En él no sdlo se trata de haber plasmado, de haber disecciona- do tales elementos, sino de haberlos cantado en su proceso de transculturacién, Entremos, pues, sin mfs rodeos, en Ia historia del término, El sabio cubano Fernando Ortiz, quien inspiré entre nosotros de manera absoluta los estudios de antropologfa, lingiifstica, historia, etnograffa y so- ciologia, fue quien nios trajo dicho vocablo, el cual ya portaba su propia historia, Por supuesto que no fue un invento del gran poligrafo, pero 20 st fue d, con su indescriptible amor a lo cubs- ‘no, con ese afin suyo por descubtir la verdad de la Isla mayor, quien molded sus perfiles hasta adaptarlos a nuestros requerimientos, peculiari- dades y necesidades. Hoy, cuando tanto se ha ‘aavegado en aguas verdaderamente pitridas 0 in- iertas acerca de lo que sctualmente se conoce somo identidad, es imposible no reconocer la efi- ceacia y validen del estudio del proceso de trans- culturacién segtin Don Fernando. Los trasplantes de grandes poblaciones y los con- ‘secuentes cambios de cultura (o choques de cule tura), el impacto de una civilizacién sobre otra, recibieron una nomenclatura cuyo denominador | comin fue Ia desventajosa nocién de accultura- Hon (acalturacién). ‘La escuela de Bronislaw ywski acogié este término con beneplécito hasta Ia aparicién del término transculturacién | segtin ya Jo acufiaba, con su ingente genio in- } movador, nuestro Fernando Ortiz. La introduc- | dién de ‘este vocablo téenico en el marco de los 4 --estuidios sgciolégicos y aun antropolégicos se |. debe; pues,'a Don Fernando. Ahora bien, es préc- | ticamente imposible eatenderlo en toda su pre- | Gsiény vastedad sino entramos 2 analizar su 1 abtecedente que es el de acculturation. i i Termin muy apreciado por los especialistas not- eamericanos, tuvo, y tiene en primera instancia, .sarga evidentemente moral. Hoy no serfa Jimpropio asociat su significado elemental al con 24 cepto de asimilacién que tan sabiamente aplicé (para refutarlo) a nuestras sociedades antllanas Frantz Fanon. En ese encuentro, choque 0 cambio de cultures, como quiera que se le llame, uno de (os componentes deberé aculturarse, es decir, asi- milarse al otro; de modo que ese uno queda de- pendiente o, lo que es peor, inferiorizado, minimi- zado, ante el empuje de su oponente. Alguien que- da en un plano subalterno, De entrada; nos encon- ‘ramos ante un hecho que, como bien seiala Ma- linowski, es fandamentalmente eurocéntrico. Y si hhacemos un recuento minimo, por lo general, esa aculturacién (acculturation) esth destinda al inmi- grante y supone un grado bastante evolucionado de barbarie. El indigena, «el je» de ultramar, se acultura, se asimila, «se cristianiza», «se civiliza». Cuando’nos referiamos al eurocentrismo, sélo ahi- diamos a un fenémeno clave en la teorfa més tris- temente célebre, difundida como un estigma, 2 ultranza, de lo que en. realidad no es la gran cultura occidental. Acculturation significa, pues, convertirse en otro, echando a un lado su propia personalidad la cual sé ha sometido, mediante la fuerza 0 la improba- ble persuasidn, @ un conjunto de valores supetio- tes, virtuosos y ajenos, en su totalidad. Es la supuesta conversién de un salvaje en hombre civilizado, Pero semejante fenémeno no puede re- ducirse de manera tan simple, parcial y normativa. No se trata de una adaptacién, No es el agua de tna vasija echada sobre otra, hirviente, pera mol- 22 deatla a gusto del consumidor sino un proceso ingente, rico en alquimias, agente y receptor, con- dicionado, como es natural, por las leyes de la lucha de clases que resultan, desde hace mucho, inobjetables. Europa, en nuestras tierras america: aas, no sélo nos conformé e influyé sino que, a ‘a vez, ha sido influida y conformada por ellas. Sus comidas, sus tonedas, sus costumbres, su lengua je, su religidn son suyas no ya en la medida en que se originaron primariamente sino en aquélla que las amolda y renueva par transformarse en Transculturacién significa interaccién constante, trasmutacién entre dos 0 més componentes cul- turales cuya finalidad inconsciente crea un tercer conjunto cultural —es decir, cultura— nuevo e independiente, aunque sus bases, sus rafces, des- cansen sobre los elementos precedentes. La in- fluencia reciproca es aquf determinante. Ningiin elemento se sobrepone a otro; por el contrario, ‘ino se torna otro hasta convertirse en un tercero. Ninguno permanece inmutable, Todos cambian para crecerse en un «totia y daca» que en gendraré una novisima textura. ¢Quién podrfa argumentar en Ia actualidad que los espafioles Ile- gados a las Indias Occidentales no fueron traus- culturados? Al paso del tiempo, tanto en la lite tatura de los cronistas como en la de los conquts- tadores, comprobamos un influjo impredecible que primero ray6 en el deslumbramiento y huego 23 se romnd en Ja febril codicia por poseer no sélo aquellas tiesras feraces, aquellos.rios de oro, sino a espiritu,,el modo de sus. duefos.y habitants Todo proceso de transculturacién, pues, atiende —ey eémo no iba a hacerlo?— al ritmo éconé- mico, tan peculiar (y tan feudal) del Nuevo Mun- do, asumiéndolo como ua replanteo de sv orga nizacién social. Suscribiendo el término de transculturacién acu. jiado, genialmente, por. Fernando Ortiz, es que desarrollaremos este conceptg en funcidén, como ‘biamos anunciado al principio, de la chra de Nicolis Guillén, La verdadera historia de Guba es Ja historia de ous intrincadisimas transculturaciones.o! Este pos- talado de Don Fernando nos arroja, de cuajo, en un plano que sélo es viable mediante la elucida- ida de nuestro pasado cultural y sus progresivas composiciones, Queda, en primer térm'no, mues tro primer componente, el indigeaa que sufné el impacto violento de la Conguista trss haberse producido el Descubrimiento, Su desaparicién f- sica condujo a su climinacién total del panorama cultural en Ia nacién, sobre todo, en tiempos con temporineos, Luegc, podemos compzobar la in cesante inmigeaciéa de conquistadores espaficles, \ Fernando Oxtiz: Contrapunteo cubano del tabaco y el axicar. Introduccién de Bronislaw Malinowski. La Habana, ed, Consejo Nacional de Cultura, 1953, p. 99. 24 ‘A. Cuba llegaron, preferentemente, andaluces, wgueses, gallegos, vascos y catalmes, Y tam- Pega otros inmigrantes representatives de la mi Daria coltura mediterrénea, igualmente caracte tizada por cl mestizaje. Mientras unos blancos trajeron Ja econo- mia feudalesca, como conquistadores en bus- cade saqueo y de pueblos que so} hhacer pecheros; otros, blancos tambis nian movidos por la econom{a del capitalis- mo mercantil y aun del industrial que ya alboreaba” Al mismo tiempo, hay que entender con la mejor de las voluntades 1a procedencia de estos inmi- fgrantes blancos; aunque todos provinieran de la Peninsula ibérice, sebemos las miltiples culruras ‘que conformaron la incipiente nacién espafiola. Esta controvertida nacién, saliendo del letargo me - los tiempos, infundados en la divisa de la sed de ‘oro de las Indias, los segundos eran traidos a la fuerza, presas su biologia y su alma de una con dicién subordinada a los designios econémicos de sus compradores. Estas dos funciones se con vertirén Iuego en pura naturaleza de cada uno de estos componentes, teniendo en cuenta In dialéc- tica del tiempo y la incidencia en cada uno de cllos del fendmeno —o mejor dicho, ley— de la lucha de clases Los componentes bésicos resultan ser: el espaiiol y el afticano; pero no podemos desdorar otras ‘culturas, otros componentes que, en oleadas in- termitentes y minotitarias, sedimentaron muchas raices en suelo cubano y caribefio, para moldear el sustrato mayoritario de los componentes bisi- cos. En realidad, habria que hacer agué una di- resin. ‘Cuando en Cuba, y en las Antillas mayores, com- probamos que el componente espafiol es fuerte y ar determinante, estamos seguros de que Antillas menores -l: componente que equivaldria al espafiol serfa francés, inglés u holandés, De donde hay que inferir que, en general, la cultura de las islas se sustenta, irremisiblemente, en un componente de otigen europeo; bien se haya con- formado ya en nacidn en el momento de aparecer en el panorama del Nuevo Mundo o estuviese por forjarse. A esa fuente europea y a Ia africana, pucs, se suman de manera discrete pero firme, clementos de culturas hindées, asidticas y judias, fundamentalmente. En Cuba, el elemento asidti- co, en su mayorfa proveniente de Macéo y Can- s6n y otras regiones del que fue Impetio Celeste, ha tenido una importencia nada desdefable, aun. que nunca con a fuerza de los componentes bi- sicos. El chino, traido al Nuevo Mundo en un supuesto «nuevo» concepto de esclavitud —el coolie—, bien y pronto supo del oprobio de la explotacién esclavista. Imaginad, entonces, por uun solo momento, Jo que es la cultura del Nuevo ‘Mundo, ua verdadero jeroglifico de razas y cult. tas, un fresco, un cristal ahumado, conformados por las venas hirvientes de hombres y mujeres, descuajedos, como los potras de José Marti en Nuestra América caya savia. plural, ingente y re- secon nutritfa una nueva reza, una nueva cultura La evolucidn histéricd y social del pueblo cubano se afianza en este «toma y daca», en-ese sobre- 28 cogedor denominador comin a toda nuestra cul tura: el mestizaje, Es imposible concebir 0 plan- tearse Ie identidad nacional de Cubs, descono- ciendo o hasta relegando la condicién mestiza de su esencial naturaleza. Los diversos elementos for- mativos de la nacién cubana se funden en una so- Ja sustancia, en aquella que, precisamente, busca un rostro en la més legitima independencia na- ional. ‘Los cubanos, a més de enmarcarse en el contexto comin de los pobladores de las islas del Caribe, se caractetizan por haberse propuesto la gestaciéa de una nacién homogénea en su heterogencidad, eterminada por un fin politico y més alld de cutlguier céndida controversia cultural o racial, De ahi, Ia adecuada aplicacién del término de sransculturacion a muestra historia cultural. No nos asimilamos, es decir, no nos dculturamos a la cultura espafiola 0 a la africana; con un espi- rita altamente cteador, en una bisqueda constax- te del ser nacional, nos producimos como pueblo mestizo, heredero y sustentador de ambos com- ponentes, sin ser ya més ni espafioles, ni africa- nos, sino cubanos. ¢Tuvimos una edad de piedra? Seguro que si y seguro que no. Atin nuestra arqueologta se plan- tea reestructuras y replanteos acerca de las cul- turas ind{genas que anideron en. nuestro suelo en el instante de la Hegada de las tres carabelas de Cristabal Colén, Atin hoy no hay un consensus 29 generalizado en este sentido. Tuvimos indios, sf, de un desarrollo cultural muy por debajo de las grandes culturas que se asentaron alrededor de las grandes afluencias continentales, tanto en Mé- xico y Guatemala como en Perdi y Bolivia. Echar una hojeada sobre cualquier indice bibliogréfico de las culturas precolombinas, nos dejarfa aténi. tos con respecto a la magnanimidad y, sobre to- do, a la vigencia de esas culeuras en el mundo contempordneo de lo que es hoy América Latina, En este sentido Cubs, como integrante de la cul. tura caribefia y latinoamericana, es un cso excep- cional en donde el elemento indio no representa tun componente actual ni fuerte en Ja cultura is- Jefia. Como decia Fernando Ortiz, «un huracén de cultura»? cubrié nuestra Isla y las aledafias, A Ja vez, en un segundo histérico, fuimos testigos de que legaron al unisono Ia bréjula y el cabs. lo; Ja moneda y la iglesia; 1a pélvora y Ja letra Todo ello con el concurso de todos los compo. nentes refetidos hasta 1 liquidaciéa del compo- nente indio, Un cubano de cualquier ascendencia, incluso de cualquier clase social, presenta como signo distin- tivo el del mestizaje cultural. Con esa picardta crio- Ia muy. tipica de su prosa, Don Fernando decia «Hay cubanos tan: prietos’ que parecen negros y hhay cubsnos tan claros que parecen blancos.» La frase, realzada por lo incisive de su ingenio, 2 Onis: 30 hace alusién a una circunstancia insoslayable en nuestra Isla, Si no, recordemos aquel proverbio popular: «El que no tiene de congo, tiene de ca rabalf.» Un cubano, aunque pareciese racialmente tn yoruba o un catalén, responde al cardcter de su nacionalidad. Por encima de cualquier contin- gencia es, se siente y se proclama con orgullo: cubano. Be donde, la nacionalidad supone un ct sol de razas y una cultura mestiza, Y no un crisol de razas y un crisol de culturas, como ocurre en otros palses de cultura diversa, es decir, no trans- culturada, La vertiginosidad que sufrieron las culturas que entraron a formar el proceso de transculturaciéa, de Cuba fue alta. Cuatro siglos han bastado para moldear un espiritu nacional cuyas culturas raiga- Jes se depositaron aqui en sus diversos estadios: el conquistador con el denominador comtin del asalto, el poderio, la avidez de posesin y la aven- tura; el escavo igualado en un mismo régimen de esclavitud. Unos Iegaron para hacer trabajar; otros llegaron para ser presas del trabajo y engrosar las arcas del capitalismo moderno. Unos pot su volun. tad; otros forzados. En semejantes circunstancias de amputacién social y mental, se crearon las raf- ces nacionales de Ja Isla, Traspasar el océano nun- ca fue mejor experiencia para Ja humanidad y el mundo, Sin embargo, la misma disociacién aleanzé a conquistadores y esclavos. Unos en sitios de su- perioridad, otros sometidos al yugo;, todos enaje- 3t nados, fuera de sf, imbuidos en el categérico fre- nest de la transculturacién, La poesta de Nicolés Guillén y ef pensamiento im- plicito en ella, asi como en su prosa periodistica revelan, de manera clara y didfana, aun consciente, su filiacién al concepto de transculturacién en el que hemos venido hurgando hasta aqui. El cuerpo maduro, 0 aun inicial de Ja obra integra de Gui Ilén, se revela deudor de esta nocién, y aunque no se lo haya propuesto de una forma programética, ilustra ejemplarmente todos los matices‘y sutilezas gue encierra el neologismo que creara Fernando Ortiz y bautizara Bronislaw Malinowski. Si_toméramos dos textos al azar: el _poema «West Indies, Ltd» y el prélogo a: Séngoro cosongo veriamos, a ‘simple vista, la -cotres- pondencia de planteamientos entre uno y otro, es decir, su interrelacién. Y, al mismo tiempo, la co- nexién de ambos textos —cada uno en su géne- ro— con el concepto de transculturacién. Recorde- 1mos fragmentos del primer canto de «West Indies, Ltd.» y veremos cémo las imagenes que escoge el poeta describen la composicién rica y diversa de Ja inmensidad de hombres —con sus respectivas calturas— que poblaron la Isla, Este es un oscuro pueblo sonriente, gente sencilla y tera, descendientes de esclavos 32 4 de aquella chusma incvit Ye variadisima calaia ue en el nombre de Espaha ; eGio Colén a Indias com ademén gentil. ‘Aqui hay Blancos y negros y chins mulatos. Desde luego, se trata de colores baratos, pues a través de tratos y contratos ve ban corrido los tintes y no bay un tono estable. EI que piense ofra cosa que avance un paso y bable, (West Indies, Lid.»)* Sin pasar por alto el fundamental y altisimo sen- tido antimpetialista que define a este gran poema uvial’ —cuyo mensaje primeto va dirigido hacia Ja denuncia de la presencia omnipotente del capital | Wicolds Guillén: Obra poética (1920-1972). Dos to- ‘mos. Prélogo y notas de Angel Augier. La Habana, ed. Unin, col. Bolsilibros, t. 1, 1974, p. 212. Todas las citas de poemas de Guillén cortesponderin a cata edicin 5 Otros poemas de Guillén ilustraran de igual modo ‘que hemos apuntado anteriormente. Entre ellos, po- dfamos detenernos, como haremos més adelante, en «La fancign del bongés, en Ja «Balada de los dos abuelos» Jen el «Son nimero G», Estos poemas expresan, cada uno tn se momento, Ja visién, 0 mejor, la tesis guilleniana fcerea de Ja nacionalidad que se_afinca, como hemos po- fido apreciar, en el fenémeno de transculturacién. 33 norteamericano en Cuba y las islas de todo el Caribe—, es obvio que en Ia concepcién gene: de Guillén sobre la historia y la naturaleza de Antillas se fundamenta en la aceptacién del f meno de transculturacién, Por otra parte, serfa ti diculo querer constrefiir el aleance inconmensu: ble de este gran fresco, este monumento patétic de un momento de la vida cubana, a toda la noci de un término. Inclusive, alguien’ podria argumen4 tar, en nombre de argucias justificables, que este poema posee una voceciéa antillana, caribefia, muy} espectfica y que a los efecios de ilustrar nuestra proposicida estarfa limitado por esta‘veta. Creo, justamente, que esa vocacién es antillana y que! por sezlo registra, como ninguna otra, Ie condicién de Ja cultura cubana como parte integrante de la cultura del Catibe. Si Guillén Heg6 a aprehender os mas puros destellos del ser de nuestras islas es orgue, sa dudes, Cuba forme parte enuafuble le A, La imagen de que las islas conforman un todo, indivisible, miltiple, unico, urgido por todos los szares y cambios culturales que lo asediaron en toda su constitucién, es clave para adentrarnos en la poética de Guillén y —gpor qué no?— en su estética. El concepto de transculturacién basamen- ta esa estética y es, quizis, el elemento que carac- terice y defina, de manera univeca, la obra de Nicolis Guillén en relacién con aquellas muchas que se escribieron, simulténeamente a la suya, tan- 34 ; ; Aer Jas Antillas y toda Hispanoamérica —in a América de expresién francesa, portaguest € Geslesa- como en infinidad de literatoras africa ‘nas contempordneas. El ePr6logo» al poemario Séngoro cosongo (1931) es ain mucho més explicito: Diré finalmente que éstos son unos versos sulatos. Participan acaso de los mismos ele- mentos que entran en Ia composicién éinica ide Cuba, donde todos somos un poco nispe- 0s. gDuele? No lo creo, En todo caso, preci- sa decitlo antes de que lo vayamos a olvidar. La inyeccién africana en esta tierra es tan profunda, y se eruzan y entrecruzan en nues- tra bien regada hidrograffa social tantas co- rrientes capilares, que serfa trabajo de minia- tutista desenzedar el jerog\fico. Opino por tanto que una poesia criolla entre nosotros no lo seré de un modo cabal con alvido del negro. El negro —a mi juicio— aporta esencias muy firmes a nuestro coctel. Y las dos razas que en Ia Isla salen a flor de agua, distantes en lo que se ve, se tien- den un garfio submarino, como esos puen tes hondos que unen en secreto dos conti- nentes. Por lo pronto, el espfritu de Cuba es mestizo. ¥ del espiritu hacia la piel nos ven- dré el color definitivo. Algin dia se dird: «color cubano. 35 Estos poemas quieren adelantar ese dfa* La posicién de Guillén esté definida a partic d este planteamiento del aio 1931. Como avisor, co mo zahorl, tal vez, el poeta cubano de més al conciencia nacional en el siglo xx, clama por la realidad mestiza de la cultura del pais. Y vemos que, luego de hacer un Iamado a buscar y dark el sitio adecuado al aporte africano, negro, dentro de la cultura nacional, Guillén exalta ta naturaleza mestiza de nuestra idiosincrasia. En} cuanto al aporte del elemento negro, nos parece justa Ia actitud defensiva de Nicolés. Si hiciéramos: historia —lo cual nos Ilevarfa a redactar varios: voliimenes— palpariamos la marginacién, la discri- minacién que en toda la vida nacional se adjudicé: al aporte africano en nuestra cultura. E] miedo al. negro marcé la economia y la politica de los siglos ‘XVII y XIX. El legado de esa herencia nos dejé un siglo xx leno de prejuicios. Las teorfas de un lustre patricio como José Antonio Saco predomi- naron en todo el siglo pasado. Poner al negro ea ‘su justo lugar cra un deber y una verdad revolu- cionaria, Guillén la acomete, peto,a la vez, no se estanca en ella y concibe ese aporte en su justo equilibrio, De ahf le trascendencia nacional de su mensaje. El hecho de combatir, por un lado, el desprecio y el odio al negro —arraigado en las clases dominantes— en la historia del pafs hasta Ia consecucién de la Republica, y de defender, por © Guilléa: Obra... & I, p. 176. 36 ot fo, el justo lugar que tiene su gestién y oe Ido, te ken ilies, oo Janz6 a Guillén por derroteros enajenados, que, como en muchos casos de escritores caribefios y africanos, hubiera podido dejarlo en callejones sin salida, aislados y encerrados en especulaciones de cardcter etnolégico —lo cual no los exime de una carga ideoldgica interesada, palpable en algunos cjemplos, al servicio de posiciones de derecha cuan- do no procolonialistas y reaccionarias—. Guillén supo situarse en la posicién mas objetiva. Ningtin esctitor o creador de nuestro tiempo, en nuestro ‘mundo de paises en vias de desarrollo, podria as- pirar a concebir una obra fructifera, veraz y eficien- te sin la pertinaz consideracién del papel que en nuestra historia mds reciente ha desempefiado la nacién como categoria politica, Al aspirar a un «color cubano», transculturado, Guillén aboga por Ja participacién de todas las clases populares en Ja gestidn de un futuro al servicio de todos, teniendo como divisa «la dignidad plena del hom- bre», como afioraba Marti. Guando Guillén afirma: «Opino que una poesia ctiolla entre nosotros no lo seré de ua modo ca- bal con olvido del negro. E\ negto —a mi jui- cio— aporta esencias muy firmes a nuestro coc- tel», no sdlo esti blandiendo una verdad que tenfa y tiene, a las claras, connotaciones de ca- deter racial sino que sustenta el gird de I cues- tién trascendiendo el fendmeno racial a7 Octisre que en algunos pafses de América al cho- que de culturas, al impacto de una cultura sobre otra, fueren de Ja initensidad que fueren, se le asighé la condicién de mestizaje inevitable; pero éste gued6 relegado, o restringido, al plano ra cial de la cuestién. En muchos casos, las culturas is fuértes coexistieron, aunque se fundieron ape- nas. En cambio, este proceso de transculturacién gue supone, ademés del mestizaje, todo lo que hhemio$ apuntado anteriormente, no se produce ea Ciba exclusivamente en el plano de Ja etnia y de la raza, sino, lo que es més profundo e irreversible, en él plano cultural. ¥ si a esto se agrega una de- terminante homogeneidad en el orden lingiiistico, tenemos, pues, a la sociedad cubana como hecho muy excepcional, En otras islas del Caribe encon- tramos la lengua del conquistador atin viva y ha- blada por las clases dominantes; las grandes masas Iaboriosas hablan, mediante su genio rebelde, una Tengua ofra que aunque se nutre de vocablos —e incluso de sintaxis— de Ia lengua europea, su sus- trato es ya algo imbricado que ostenta como clave Jos reductos de las lenguas autéctonas. El creole —y para nadie es un secreto— es la lengua ex- tendide popularmente en las Antillas. En Cuba, el espafiol es nuestra lengus, y fuera de los mo. ismos y acentos propios de toda regién hispano- . aatnericana, ella se conserva de manera ta! que nos “entendemos con nuestros hermanos hispano, lantes continentales y peninsulares, La cuestién de Ja Jengua es una prueba més de la tagedia 38 jifstica que impone Ia colonizacién. A partir ES hecho hist6rico, la lengua espafola en fmestro caso, conoce una dicotomfa: una lengua ideal y otra factual. El léxico y la fonética de los hispanoparlantes de América es la segunda; Ia de Jos peninsulares, Ia primera. ter irreversible de todo proceso de trans- ead es su cardcter més preciado, Lo que fue 0 ha sido ya no volverd a ser. Se trata de ak- go que si bien es dificil de explicar en el orden Eetricto de su signiticado, es facil de comprender quando recurrimos —para su claridad y mejor fonocimiento— a un ejemplo de Ja biologia thu- fpana muy comén « todos los seres. Cuando una pareja engendra un hijo y éte nace, el nifio toma fauchos rasgos fisicos y psiquicos de sus padres, pero nunca se repite hasta la copia al carbén, Dor el contratio, es un tercer producto que te- niendo como base a sus predecesotes, tiene per- sonalidad independiente y propia. Es conveniente insistir, pues, sobre la irreversi- ilidad del proceso de transculturacién. Para ih trar To que acabamos de anotar, regresemos al fragmento del «Prélogo» de Séngoro cosongo (1931) que citamos recientemente. Dice Guillén: La inyeccién africana en esta tierra es tan profun- de, y se cruzan y entrecruzan en nuestra bien re- gada hidrografla social tantas corrientes capilares, que seria trabajo de miniaturista desensedar el jetoglifico.» Pienso que ni un miniaturista po- 39 dirfa desenredat no ya el jeroglifico sino la made- ja. Ese es, ni mds ni menos, el cardcter irreversi- ble de un proceso semejante. Ninguno de los com- ponentes, nadie, vuelve a ser lo que fue. Al examinar el texto del «Prélogo», ¢ incluso el contenido total de Séugoro cosongo, siempre que- da ante el lector la duda de cierta exaltacién de Jos valores de Ja cultura cubana a través del ne- gro. Volviendo sobre cuestiones abordadas en. un principio, habria que afirmar que esa misma cul- cura cubana, mulata, mestiza, como quiera llamér- sele, fue proclamada como tal sia el concurso, sin el decisivo aporte del negro. Este postulado, presente hoy en nuestra Constitucién sociaista, To dams por sentado en nuestra época; pero era heroico quien insinuata la condicién de cubano de algtin negro esclavo, o de cualquiera de sus descen- dientes. El estigma de la esclavitud gravité siempre sobre nuestro pueblo. Y aquellos que osteataban con mas evidencias capilares o de piel su dependen- cia con aquel pasado, pasaron a ser ciudadanos de tercer grado, insertos en un universo que les era hostil, calificados de intrusos y nocivos en Jpiente cultura, Luego entonces, en epiblica, en un momento de confronta- I6gica —se aproximaba ya ln Revolacién de Rubén Martinez Villena—, atin se sentia sobre el ambiente intelectual —reflejo de las relaciones sociales— el fétido fantasma de prejuicios ra- ciales de todo tipo, En aquel entonces, 1a cubs nidad no eta el producto de un proceso de transcul- 40 turacién, Los cubanos eran os cxollos, los buenos Htondos eriollos, que babfan nacido de cunas aris- y orgticas e inmaculadas. El valor de Guillén es ober puesto el dedo sobre la llaga y el de tirar por las orejs a todo aquel que, de manera anti- Pentifica y regresiva, tratase de ocultar o empe- cer el verdadero papel del negro en nuestra cultura, lviendo a la aplicacién del concepto de transeul- vee © Segin el genio de Fernando Ortiz y la ‘robucén de Brovslaw Malinowski— a la obta integra de Nicolés Guillén, habria que legar ala conclusién de que el poeta avizoré nociones SMplicéndolas a sw propio pensamiento por imi ener que el cientifico confitmara luego de ex eereneias pruebas muy concretas Es decir que, en Guillén, transculturacién es imagen y deseo; Sugerencia y propésito, antes de. ser una concli- sién que determinara Ba ann a Cr jue cuando Ortiz, felizmente, da con su térmi- ave Jp aber usado como muestra, toda la obra podlea y la periodistica que ya, habla escrito ol eee autor de los Motivos de son. Aqui po- Gelamos asegurar Ios avatates y correspondencias ete suponen el pénsamiento légico y el pensamien- sor imdgenes, ‘Naturalmente que uno y of we Reponden, por antonomasia, «las vastas obras de Guillén y Ortiz. Sin embargo, en la fectura'detenida de una y otra, topamos con planteos que apuntan hacia la seme- janza y planteos que apuntan hacia Ia diferencia. Y “at no crco que ello se produjese de manera cons- ciente en cada uno de estos autores. Mas bien es producto de sensibilidades e historias personales muy conctetas y muy contrapuestas en Ia vida de la Repiblica neocolonial. Lo cierto es que, cada cual en su sitio y perspectiva, se sumié en hondu- ras que reclaman hoy el ojo ctitico més severo, Existiendo sutilezas entre las semejanzas, que son muchas, s{ es muy importante —por significati va~ Ia diferencia crucial que escinde los respec- tivos conceptos de transculturacién, tanto en Guillén como en Ortiz. ‘ Las semejanaas se refieren a Ja pluralidad de cul | tras, a la diversided, a las condiciones en que fueron traidas las razas que poblaron el Nuevo Mundo y, en especial, Cuba. El factor econémico, apreciado en su justa trascendencia, es otro cons- tituyente de Ia similitud de criterios ante el hecho del trasplante de diversos pueblos. Por unanimi- dad, Guillén y Ortiz descansan sus puntos de «. vista en la denominacién comin de las dos razas que constituyen la base del proceso de transcul- turaci6n en nuestra cultura, Para ambos, la cultura cabana es un complejo cultural conformado por elementos africanos y espafioles, creéndose, pues, una cultura cubana de antecedentes afrohispdnicos, De todos modos, para Ortiz el proceso de trans- culturacién que se asienta, fundamentalmente, en estas dos culturas, en estas dos razas, no llega a “a2 mento preciso de nacimiento. El-lec- rar ese sentido, no puede apreciar dela historia de Cabs cominza se. semejante proceso, Por imprecsiéa, Ue gue comienza desde el anne me ive el Almirante puso su pie sobre e mento on aS a ls provincias orientales. tenes un mi tor de Ortiz, fen qué momento fgesta ta) parece que puerto de Bariay, sto no se produce ast. Nopudo Come oe ce onocen es una evokiin q¥e aS Motel geeduslmente, pero que no se mantfene en oe fies estadio jamés. Claro que desde 1492 3m Fron todos los factores que, luego de una de- cantacién, entrarian a conformar lo que ue como el proceso. de iamscltuacién de Maestto pueblo, No obstante, es inisorio imag nar tal proceso como un todo homogéneo, ; cos vaivenes, desde las primeras inmigracio- cee espafioles —que, como se sabe, en muchos fear A contiban ‘entre sus huestes a esclavos Gircanos, traidos desde 1 Ensley Dee jnicios del siglo xvr el negro africano poblé, de w fete el Nocro Mundo, Lace, cor ave suscrbies cquemicn y mecinicament a con. tepio de porte aieano o presencia fina ea ‘América? América, el Nuevo Mundo, ‘no se exp! ‘ca sin el concurso ingente, activo, del Sr “fricano, negro.’ Si el espaiiol leg6 no antes de 1 eAntes de que Colén hubere dssabirto ef Nueva la ibéri- cone Sia eels neg er pena, Se Mee, Shonda Suey Inga, Sele San 43 1492, el afticano Jo hizo a partir ya de la se gunda década del siglo xvt. Lo cual nos dice que en menos de un -cuarto de siglo se die. ron cita —por distintas vias, impulsos y razones— Jos componentes que determinarian el perfil cultu- ral de Cuba y las Antillas, Somos un continente mestizo. Ningiin rasgo de América puede ya ais- Jase de Ia aglutinacién de etnias, razas y culturas. Nuestra cultura y nuestra biologia han vivido y casi viven bajo el signo de Ia inmigtacidn desde sus mds remotos origenes* 8 ata América nucstea c= sin duda una unidad, pero tuna unidad. dtamdtica y amenazads; yuna wnidad, tar. bin, integrads por partes que se artculan dilécticamen t. ‘Cualguier obsetvador atento distingue en lla tes onss mayores, que eaquemétieamene pueden ser lame dis Indoaméric, Atroomériea _y Earosmética: zomas que se comresponden, en nesta América, con las que el am tropélogo brasilefio Darcy Ribeiro ha Iamado Pueblos ‘Testimonios, Pacblos Nuevos y Pueblos Trasplantados TTodos tienen en comin ser pueblos colonizedos prime toy ncocolonizedos después, uncidos, como tiers de explotacin, al mereado capitasta mondial, Todos’ te F412, Ginoventa aiios antes de aquel acontecimiento, 1a Megada a Portugal de la primera partida de negros’¢s- clavos, Un tal Antonio Gonzélez. fue el gue la lev, puss. le iebfan prometido al Principe Enrique. cuatro ‘moros de regalo capturados ea un combate. Su Alteas Io cotvensié’ de que en Tugar de estos prisionetos le le- vvase diet negtos,afladiendo que asi “habria més almas que salvar.» José Antonio Fernéndez de Castro: Tema negro cn fas letras de Cuba (1608-1935), La Habans, ed, Mie fadot, 1943, p. 14, aa isién temporal de Ortiz se ve abstida La impresideraaion, de Guillén que, asnaue 50% fe co 34 vtlidad ls, planeamicnos de i" 1b a un dominio més ciert Preto ees deade el punto de vista social y " Sélo en la época en que se comienza a gestar la nacionalidad, «a fines det siglo xvi y comienzos del x1x», Guillén sitéa el inicio de ‘a ctistalizacién de algo que no cs otra cosa que el proceso de transculturacién que he- mos venido estudiando, La diferencia, o mejor, discrepancia, de Guillén con Ortiz en relacién con su valiosa teorfa de la % Guillén: Prose... t. IIL, p. 288. 46 ién del 1te en Ia evaluacién de Prarecoente con la tess de ie temporal del proceso de transcultu- ines epg ede raciGhy garollo. Lo cual presenta una légica muy foraro HS come deciamos, el proceso de transcul speci ra Ortiz comienza desde el instante €n tare puso primer. pe sobre las provincia ae Males Ge. Cubs, le adjudica, entonces, al in Grain lugar determinado en el proceso en curs dos “Tacluso, nuestro poligrafo llega a formular tie geceripcion bastante detallada de nuestro pi feolstico y nuestro Ce ia Coa eaeest rItura siboney y a Ja cultura ee de Mate, Die Ort «La verdadea itor BEGibe eve historia de ss insncaisias tn iIturaciones. Primero Ja transculturact payia Ge paleolitico al eoltco y ln desapavicién de ge pr ng acomodarse al impacto de la vew tura castellana.»! desaparicién stamos de acuerdo en gue la . fale sattoe —aborigenes o indigenas— en, Cuba sfc, exactamente, una desapercin por el lm pecto de una culvura sobre ot El ino fe an il rr ay sis un get io er eer al del Descubrimient, al Gobernador Rojas se qusabe al rey de ave siee fndios son acabados». En pleno siglo x08, Jost ‘Retenio Saco escribfa: «No pudiendo Ta agricul Ortiz: op. city Pr 9%. aT / fomentarse con Jos brazos blancos, fue cayendo m; y mis cada dia en manos de negros esclay bre todo en las Antillas por la muerte de indios...»"* Por otta parte, Ortiz —aungue fue como antecedente simbélico— concede al indi una porcién de influencia en nuestro proceso transculturacién; mientras que Guillén, al fung darse en su aplastante extincién por el yugo ex pllotador de los couquistadores, Io considera elemento completamente nulo. Dice todas suertes, el hecho cierto es que a causa d esa desaparicién fulminante, tanto como por escasa significacién cultural, el indio cubsno influyé en la formacién de nuestro cardcter; hhuellas son muy débiles en nuestro pattimonig! espititual.»® Y més adelante es todavia mas rotus, do: 0S, so En el siglo x1x, finalmente, sobze todo) después de le abolicién de la esclavitud, aparece un nuevo elemento humano, el chi no, Pezo su influencia es may débil, y no puede decirse que afade ningin rasgo im: portante al perfil espiritual de a Isla. In. dios, blancos, negros... Estos son los nie cleos sociales que figuran en el escenatio islefio desde los primeros momentos. Uno, el indio, haria mutis apenas levaniado el % Gitado por Guillén: Prose... t TL, p. 287. © Guillén: Prose... t. IML, p, 285. 48 telén paca el desempeiio del drama a ios ‘otros dos. ills d raya el fatal jntencién de Guillén no slo subtay 1 sl an del indio exerinad, sho ave 4 : ‘ i fenando eae de Castilla.® El negto sus- Ba vet indio y, al bacet'o —porque el primero fe inguido—, permanece. Apunta Guillén, a for extnpesbozo, la gestién de Bartolomé de mantGasss on este sentido. Todo ello, como se as ro dena polemic secular que ain nos See ey nos sume en un debate peligroso por ene del fendmeno en cues ruraleza irrevessibl “ vr Haciéndose ley la iesis del brasiletio Ds Ribcizo, sobre ‘a especificidad americana densro ide su unidad, comprobamos que, para el contexto de las Antillas inglesas, sin embargo, «el sucesor jnmediato del indio no fue el negro, sino el Blan 4 Guillén No ha de mali 49 co pobre». Las razones histéricas de Ia sustitu- cién del indio por el negro van més allé de la voluntad desolada de un fraile generoso yy, creo, soportan 1a implecabilidad de las leyes del dese- rrollo social. Mano de obra africana —esclava 0 Ebre— fue necesatia, de manera imprescindible, a la hora de crear los cimientos del capitalismo moderno: Si el dinero, segin Augier, “nace con manchas naturales de sangre en un carrillo”, el capital viene al mundo chorreando sangre y Jodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza.» También Marx previé cémo «la ‘gricultura de lés Antillas, que durante siglos engendré fabulo- sas riquezas, se tragé millones de individuos de Ja taza africanay.!” Wc Wis dtu etn svi Bann sas Stee el nse Se po ee rer eas Bante eel Aree ges CATE Te” is ee ry eee oan es aa feeriageen cpty et eee ge mee eee teae ae aaa pact estate aera dae entry crt ome a Neagle acl loeraan ae id, atest! Se? ales, 1975, p. 8 oe Gen ‘ or Cent apt ote dU com a ica, Prél. de F. Engels. La Habana, Yiencias So- ciales, 1973, t. I, p. 265. eae 50 De modo que sale a Ia palestra un hecho signi- ficativo, Tanto Guillén como Ortiz convienen en asentar Ja magnitud del componente africano en fa cubania de la cultura nacional; mientras que ambos s¢ distancian, para divergir, cn cuanto a fa valoracién del elemento indio, entre nosotros. Lo que trasciende en ambas actitudes, concreta mente en relaciéa con el antecedente indio, es que cada uno de ellos tiene un concepto del tiem. po. Ortiz como algo abstracto, sujeto a toda la Historia de Ja nacién. Guillén como algo concreto, sujeto a la contemporaneidad del siglo xx, con es- al énfasis en la reptiblica neocononial y depen- diente del capital norteamericano. Esta valoracién ‘es clave para interpretar el sentido de la moderni- ded que encarna en su rafz Ja obra de Guillén, La cuestién del indio es primordial ante muchas posiciones coloniales y racistas a lo largo de Ja his- foria de Cuba, Ea el Caribe tuvo una vida triste y extinguida, y su presencia —que acusa uno de jos etnocidios més grandes de Ia historia de la hu- manidad— debe ser considerada, pata muchos ca- sos islefios, precisamente como eso, un soplo vyago, una huella que debemos hacer sentir no en In medida de su vigencia sino de Ja leccién que ofrece, para la historia de las civilizaciones, su més cruenta extincién, Ya en un plano literario, conocemos de las bondades, aunque también de Jos estragos, del indigenismo. Claro esté que ha- blamos en especial de Cuba y no de Hispanoamé- rica, 5t Aquel movimiento hterario, que entre nosotros se’ ‘conoce més como siboneyismo, se impuso —gquién podifa negarlo?— como recurso literario que tras- uefa Tas ansias «independentistas» de la incipien- te burguesia criolla, Creyeron algunos poetes de aquel entonces que facturando un indio decafdo, maltrecho, sensual y portador de ais estaba en vias de conformacién, por supuesto, con el concutso insoslayable del esclavo africa: no. La actitud evasiva de los siboneyistas es dif- fana. ¢Cémo no haber denunciedo lds penurias y Jos horrores de la esclavitud cuando la tenfan tan cerca? Junto al suefio de edificar una isla, sobre las aguas caribefias, con el humus y la afioranza de un indio esquilmado y desaparecido a fuerza de una violencia econdmica, fisica y sistemética, bien pu- dieron sostener la imagen real del esclavo (del co- lor que hubiera sido, negro o amarillo) como titi mo reducto de la dignidad de aquel sistema que, aungue Jo intent, nunca pudo barrerlo, En este sentido, no s6lo Guillén ha mantenido un criterio firme y cerrado al respecte. Por ejemplo, Manuel Moreno Fraginals en su apasionante biogratia de José Antonio Saco acoge en su seno este reclamo: “No puede haber indigenismo donde no hay indios. Nuestros hacendados fueron siboneyistas porque Jos siboneyes no existian, De haber existido, en vez le componerles poemas y elevarlos a la categoria 52. es melancéli- 4 cos, podfa restaurarse algo que no existla y que | Jos hubiesen discriminado y explotado beso } discriminaron al negro.» cumo explotaron comprobar, también, c6mo el antece- Es cumje ests actitud de no contemplacién del Gfamento indio como componente de la naciona- mente gente en hombres como Nicolés Gui haa Manuel Moreno Fraginals, para no limicar- Hee Gato a Guilén— lo encontramos, paradéjica enie, en el propio José Antonio Saco, nuestra Taste figura del siglo pasado, Saco no cultivé el iulgenismo. El indio no aparece en Sico con Woyeccién creadora de nacionalided. El poema eros, de Pedro Santacili, no sélo suscita ‘rajades sino «cobardia y complejo de infero- fidado, segtin bien sefiala Moreno.” Frente al ix Ho. ef negro ere 10 real. Por Jo cual servia a cau sae inseneatas e] supuesto rescate de Jo que ya no fxistfa por Jo que si existia manando sangre ain por permanecer en un suelo que ya estaba eligien- do como su nacién, Ta nulidad cultural del indio es cierta en In vidé arinea de Cuba, no ya porque compare: 4 Manuel Moreno Fraginalss José Antonio Saco; ese fio) Diiopfia, La Tabane, cd. Universidad Cental 2 tas Ville, 1560, pp. B10 3 Mocs Feginals: 09. et, p. 30. Muchos sboneyix tytn de fli exon, jaa ara aoe Prion nexus, pare tafe en ch inde eedensta convene 83 mos sus escasos valotes con los portentos antro. poldgicos, lingiifsticos y plésticos de los centros culturales aztecas, mayas o incas. ePor qué afi iarnos a Jo que no es? Ni en esta época ni en la pasada contamos con el universo de Quetzalcoat ni con los papiros 'enos de hermoso lirismo que-| chua. El fenémeno siboneyista guardeba en su fuero interno Ia amarga intencién subrepticia de negat al negro, mediante Ja evasién més flagran- te, con el fin de instaurar una imagen supuesta- mente autéctona que sirviera a los intereses menos loables de Ia sacarocracia anexionis:a, Jal imagen para construir Jo que no tenfamos y lo que fbamos @ tenet; pata ser consumida por el monstruo del Notte. Aqui, Nicolés Guillén es austero y objetivo. breves ensayos y en articulos diversos ha dej do esclatecida su posicién no sélo sobre el indio sino sobre el indigenismo cubano del siglo xxx, es decir, el siboneyismo. Apunta Guillén, situan. do en su justo ugar a un poeta de no desdefia- bles calidades literarias: En lo que atafie a otro poeta popular, For- natis” cabe preguntarnos si una raza muer- % Cariosamente, Fornatis era un pocta apreciable, muy. estimado por las cxpas populares del pals. Muchos de. Jos tabaqueres organizados ea el exilio para el tbajo- independentisi, recitaben sas versos, como una mane- sa de rescatar Ia belleza del paisaje islefio, quizés perdido ppara siempre. José Marti, al resefiar en Patria los lie BA st, como es ls de los ptimeros habtanes de Cuba, puede dar vida a una poesfa flexi- ble y honda que aspire a expresar un sentitniento nacional, gDénde es posible ha- Var un siboney? ¢Quién seria capaz de de- cis, en Cuba, que lleva en su cultura, en su espititu, la més leve influencia de aque llos mansos desposefdos? ¢Quién ha de set: tir por su lejana tragedia otra cosa que una también Iejana compssién, a veces puramen- te literaria? El indio no cuenta en la compo- sicidn social cubana, porque no rebasé los primeros aos de Ia colonizacién, cediendo su terrible puesto como raza exploteda y do- Totosa a otra raza que iba a sobrepasarlo en el suftimiento y en la desventura: Ia raza ne- ‘grt. Por eso, Ja poesia de Fornaris es ain mucho més falsa que Ia de Vélez Hezrera, sin raiz que la sujete al demos lirico... ¥ fue- ra de esa manta indigenista, Fornaris es un ‘Ges de La Liga de Rafael Serra, colaborador suyo en Ja fundaciéa del Partido Revolucionario Cubano desde Cayo Hueso, subraya: «Fornaris fue el posta de la noche, porque [Arturo] Beneche ["el entusiasta beracociio"} se Ip tzeo todo en Ia memoria, con la pasién de quien ve en 4 (Fomaris] por sobre fas 9 nefas, el pintor criollo y filial de la naturaleea de Cuba» (Bl subreyado es nues tro), Citado por Pedro Deschamps Chapeeux en su bio- gratia Refeel_ Serre y Montalvo; obrero incansable de ‘mestra independencia. Premio UNEAC de Biografia Enrique Pifeiro. La Habana, ed. Unis, 1973, p. 58. 55 j poeta tan espafiol como sus demés comps fieros de Parnaso:? Siendo vital el negro —o sea, el componente afti: cano de nuestra cultura y su descendencia— a’ su expresién pottica y literaria, no se deja evar Guillén por posiciones apasionadas, desconocedo- ras cn primer Jugar del papel que desempefia La’ nacién en Ja sociedad contempordnea sino que, por el contrario, lo aborda desde un comporta: miento auténtico —en lo moral y en Jo social—, La experiencia vivida de un mulato gomo él, su- jetos su talento y profesién a los vaivenes de una férrea estructura de clases —revestida de un racimo desembozado 0 disfrazado—, no lo Tanzan al espejismo de una poesia que hubiera cantado tan sdlo al origen principesco de su raza sino que lo dejan, imperecedero, junto a todo el pasado de su pueblo, compuesto’ por dos razas que en su combustién produjeron uno de tos mes inreversibles del Caribe y de América tizajes mis Si Guilléa, en sus comienzos como periodista, declara un combatiente impar contra la discri- minacién racial, esto no lo ciega, no lo hace ais- Jarse y reducirse a un mundo tartamudo y manco. Todo lo contrario. No por azar su primer ar ticulo® denunciaba las atrocidades del régimen 21 Quizis tanco o mis que Zequcira o Rubslewa, 2 Guillén: Prosa... tI, p. 9%. 3 GE} camino de Harlem», en Prosa.., t. I, pp. 34. 56 politicosocial de los Estados Unidos con respecto worpegr®. Siempre luch6 Guillén por arrasar con sralguier vestigio de manifestacién segteyacio- vie Harlem fue un punto recurrente en su tt: bunt inicial del Diario de la ‘Marina. Por Jo pronto, no quedaria bien dilucidada esta cuestién si entrdramos a considerar tinicamente f aspecto cel concepto del negto que, en nues- ‘ea cultura, ha desarrollado Guillén a lo largo oda su obra, No creo que hhayan sido muchos foe estudiosos de la cubanidad en este siglo que fava definido su cardeter como el que define, Te jnanera real, nuestro perfil mestizo. En algdn we off testo, impugné —por razones que 20 cerfan pertinentes ttaet aqui— el término negro por estimarlo impreciso, inadecvado y anticien- Wiico, Preferi, en equella etapa, utilizar por su precisién y su connotacién Iégica (cientifica) el témino ajricano, Hoy por hoy, los dos vocablos resultan reducidos con respecto al dominio que hubrian de definir y/o abarcar. Curiosamente, hoy Gescabro que el téxmino negro, por ser el més impreciso, es el més ‘itil pues nos enuncia una definicién tan amplia como el contenido al que vamos a aplicarlo. Cuando digo negro estoy h blando en términos raciales. Cuando digo af cano estoy aludiendo a una condicién geografica y, sobre todo, cultural, Un afticano no es nece- ‘Satiamente siempre negro. Sin embargo, un ne- 10 si lleva implicito —en lo biolégico y en lo cultutal—una ascendencia africana, De ahi que 57 a los, efectos de nombar al resultado americano de lo que fue la trata y Ia esclavitud afticanas en ef Nuevo Mundo, tenga que recurtir al tér- mino de culturas megras para indicat mejor tan- to su procedencia como su estado real en evolu- cién, La porcién de América que conocemos sctualmente bajo el sello de Afroamérica no es otra cosa que el conjunto complejo de culeuras negtas ttasplantadas. En el Caribe se produce ‘este fenémeno de Ia forma més homogénea.* No ‘obstante, el caso de Cuba, por el mayor grado de poblacién blanca permanente en la Isla, tiene signos espectficos de excepcién* Lo negro no podria verse en funcién de s{ mismo, de su propia naturaleza, sino en funciéa de su complemento, lo blanco, Esta idea, esimilada mucho en nuestros dias, sobre todo después del triunfo de la Revo- lucién cubana, es absolutamente contemporénea, Durante el siglo x1x otto gallo cantatin Esta disquisicidn que, si bien nos dispersa nos auxilia, existe en virtud de un andlisis esquemd- tico del asunto. Cabria preguntarse, pues, gen qué medida podria separarse el elemento negro, * CE. Roger Bastide: Les Améviques noires; les civic tions fricaines dans le nouveau monde. Patis, ed. Pa. yot, 1967, % CE Ramiro Guerra: Azicar y poblacion en las Ansills, Prélogo de Manuel Moreno Fraginals, 48. ed., La Ha. bana, ed. Ciencias Sociales, 1970 y Juan Pétez de la Riva: Bl barracos y otros ensoyas, La’Habans, ed. Cien- cias Sociales, 1975, 58 scendencia afticana, del elemento blanco, de ce ‘espaiiola, en toda la poesia de Nico- Yi Guillén? En ninguna medida; serfa la res seta racional, 16gica, positiva. Pero resulta que Pefesitamos, seguro, de Ja imaginacidn para efec- Tur como una especie de corte transversal en el cuerpo de esta poss Haciéndolo, oe Jos contenidos enunciarian, aun en retial wansealturaciéa, ‘una carga inclinable hacia Jos valores y la problemética, estrictamente racial, de Jos negros y mulatos cubanos. En cuanto a lo formal, es decir la forma en que esos contenidos son expresades, topariamos con un lenguaje depu- rado —culto 0 popular— espafiol de ultramar, que ecogeria cit su seno Ia funcién de los contenidos fefalados més arriba junto al cuidado de una ler- gua que perteneceria, de hecho, al antecedente cu- bano de rafz hispénica. El corte transversal, como vemos, es contraprodu- cente e imposible La significacién de Motivos de son en Ia obra de Guillén reside en el descubrimiento y la apertura hacia ef dominio del hallazgo formal y conceptual. Ta frase, que se gana un buen puesto en la cola de Perograilo, debe ser repetida hasta el infinito; debe fijarse en cada estudio, en cada tesis de grado, en cada reseiia, en cada ensayo, en cada clase de ensefianza comtin o universitaria. En ef lenguaje de los Motivos, al reproducir el habla de los negros habaneros, estd implicito el 59 deseo del pocta de secuperar la «lengua perdidass como bien nombrara Ezequiel Martinez Estrada! Ja «lengua de los vencidos», El «Canto negrom. de Séngoro cosongo, es una verdadera incSgnita literatia, ¢Encantamiento cel poeta por la pala: bra? zVestigios lingiifsticos de otigen yoruba?’ eDeseo imperioso de refundar el mundo esfu mado, de restaurar la lengua de los ancestros ani- quilada ante Ia imposicién de otra? Los Motivos, estilisticamente, no tienen antece.. dentes en la historia de la poesta escrita (culta) de la nacién, aunque sf en Ta oral de antigua pro cedencia mestiza, Es evidentemente palpable la! presencia de letres de guarachas, pregones ca- Iejeros, comparsss y rumbas, descontando la de: los sones, por obvia. Algunos han sustentado la teorfa de una influencia en los Motivos del ten- tro y las letrillas de Lope y Géngora, Sin tener que descartar esa posibilidad, no creo que Guillén tuviera que recurrit a lo libresco, Jieeratio, cuando nos consta propia experiencia per sgaron dos tradiciones: 1a oral y Ia esctita, la sulta y la popular; una se integré a la otra. La reproduccidn de la lengua hablada de los ba- trios pobres habancros —que desciende de la lengua bozal de los esclaves africanos aglutinados en cllos—, es ya uno de los elementos constituti- vos de la expresién lingiifstica, agresiva e insurrec- ta, que diera a los Motivos su justo calibre, Esta forma de hablar del esclavo africano, que tan ge- 60 nialmente recoge Guillén, ha condicionado en gran arty cerias zones del habla popular cabana. Si fendemos al precepto de Edward Sapir de que Soda lengua es en si misma un arte colectivo de Ja expresién», tenemos que susccibir otra de si 5 mas agudas observaciones en relacién al poder del habla como fuente nutridora de la literatura como Ja exptesin humana no puede d2- jar de ser lo que es, los mfs grandes ar tistas literatios, 0, por mejor decir, los que més nos satisfacen, como Shal Heine, son aquellos que han logrado adaptar 6 ajustar subconscientemente Ja intuicién profunda a Ios acentos locales de su habla cotidiana, Su arte no_nos parece forzado. Su de los poetas cubanos, sin duda algu- pa. Ninguna influencia francesa; nia través sk Guiera de Darfo, ni por el reflejo de lo francés en espafiol. En él no se encuentran rasgos de su- rrealismo, ni dadaismo; aunque no dejé de cono- cerlos y apreciatlos, Sus lecturas formadoras y de- finitives fueron los clésicos espatioles: Quevedo, Géngora, Garcilaso, Fernando de Herrera, ,Cer- vantes.' La critica siempre ha marginado la veta clepfaca de Guillén y su, natural preferencia por 65 Jos clegiacos espafioles. Sé de su predilecci por Quevedo, en la medida en que la obre éste refleja Ia tragedia espafiola, en que su conciencia de Ja decadencia de Espafa, Po que como Marti, Guillén exige una funcién tof cial ala lengua que habria de reflejer, segin Me: rinello, alas condiciones miltiples y confuses de tana época».®! No vehiculo de vana superficialidad say maments Se Guillén ha ms que «en general [...] mucha poesia del Si de Oro es temendanente ronan hea Doe xy Ja poesia més pura dentro de aquel mar de retérica es en la del Quijote, que es un mar de Poesia, aunque esté escrito en_proste2* Slente una gfan admiacén por lor ports del Remi iento, por el Arcipreste de Hita; prefiere su e tilo directo, sateéstico, refranero, popular, Tie re que ver con su modo de ver In poesia, ¥ Ber ceo fe gusta porque, fundamentalmente, se aprox. ma a muchas maneras del decir contempordneo. La importancia de Guillén para la len ‘ Ja oo Tengu, ya fue decade por Migusl de Unamuno, quien hizo constar ea cara al poeta | la lecciGn lingistica que significabe su poesia: Hace ya tiempo, sefior mf ya tiempo, sefior mio y compatiero, desde que recy let —apengs rouble 3 Marinello: Mart, escritor americano... p. 228. 3 Giado por Nancy Mere} re : 3 Neny Morin. nau ePilogen 4 Main detector tore Meals Galler ges gu Séngoro cosongo, que me propuse escti- bitle. Después Jo he vuelto a leer —se Jo he Iefdo a amigos mfos— y he ofdo habler de usted 2 Garcia Lorca. No he de ponde- farle la profunda impresién que me produjo Bt libro, sobre todo «Rumba», «Velorio de Papé Montero» y los motives del [sic] son. ME penetrazon como a poeta y lingtiista. La fengua es pocsfa. Y mis que vengo siguien- do el sentido del ritmo, de Ja mtisica ver- pal, de los negros y mulatos. No sélo en los poctas negros norteameticanos, que gusto ‘con fruicién, sino hasta en Jos que cantan tn papiamento —Llengua, como sabe, de los de Curagio— que he aptendido, Es el es- piritu de la carne, el sentimiento de la vida Firecta, inmediata, verrenal. Es, en el fondo, foda una filosofia y toda una religién, Us- ted habla, al fin del prélogo, de «color cu- Bano», Llegaremos al color humano, univer- sal o integral, La raza espiritual humana s¢ esté siempre haciendo. Sobre ella incuba la poesia... La dlealtad amorost» de que hablara Marinello on respecto a Marti se cumple en Guillén, no “Slo en lo literatio, Con un alto sentido de lo Gque es la responsabilidad del eseritor en nues- fro tiempo, junto al propio Marinello, a Alejo Carpentier, Félix Pita Rodriguez y Leonardo Fer- 6 Eq Recopilacién de textos sobre Nicolisn, p. 324. 67 nindez Sanchez, Guillén integté la representaciéa de intelectuales cubanos que participara en ef Congreso de Escritores por la Defensa de Ja Cul: ura, celebrado ea enero de 1937 en las cludades de Valencia —donde milita oficialmente en el primer Partido marsistaleninista de Cuba—, Ma- drid, Barcelona y Paris; en ellas coriocié la expe riencia concreta de la guerra, Mejor leccién no pudo aprender del pueblo espatiol, su otro ances. to esencial., Los incidentes, hechos, personas, que marcaron su estancia en aquel tertitorio, los recogid, en colaboracién con Marinella, en Hom bres de la Espaia Leal, que vio la luz en 1938. Su poesia canta a Espafia de manera filial; para dejar sentado st amor que se inclina hacia Ia Es. pata popular «no Cortés, ni Pizarro», sino ma- dre nutricia de Ia libertad: Viendote estoy las venas vaciarse, Espafia, y siempre volver a quedar Henas; tus beridos risuefios; tus muertos sepultados en parcelas de suefios; tus duros batallones, hechos de cantineros, muleros y peones. Yo, hijo de América, hijo de ti y de Africa, 4 Guillén: Obra.., t Typ. 253. 68 ‘esclavo ayer de mayorales blancos dueiios de Ltigos coléricos; hoy esclavo de rojos yatiguis axucareros 9 voraces; so ebapoteando en Ia oscura sangre en que se ‘mojan mis Antillas; ahogado en el bumo agriverde de los cattaverales; sepultado en el fango de todas las cérceles; cercado dia y noche por insaciables bayonetas; perdido en las florestas ululantes de las sles ‘erucificadas en la cruz del Trépico; 30, hijo de América, Zorro hacia tk, mucro por ti. («La voz esperanzadav)* El término transculturacién vuelve cobrar vigen- ‘Ga ahora, Sélo entendiéadolo y comprendiendo Tos nis mfnimos detalles de su metaforfosis, podremos tener una cabal idea de Ja actitud moral y estética gue corona 'a poesfa de Nicolés Guillén, que ¢s la finagen artistica mis acabada y fiel —dejando a un fado su temprane geniaidad— de aquel fendmeno. ‘Alguien podria venir y reclamarnos, no abstante, y fgon alguna o mucha razén, que en esa poesia s610 pueden abarcarse las dimensiones de nuestro mesti- daje étnico (racial) y cultural. En verdad, lo cierto es que transculturacién y mestizaje son casi sinéni- 38 Guillén Obra... tT, pp. 258259, 69 mos en Guillén, Ahora bien, lo importante es que. su conciencia de hombre mestizo, transculturado —que en principio actué sélo tal vez por raras in- tuiciones 0 por los designios de su especialisima sensibilidad—, nos hace ver, nos prueba, de ma- nera fehaciente, que ningiin componente predo- mina desde el punto de vista cultural. Racialmen- te, la situacién es bien otra. El mestizaje, en nuestro cielo, inclina pero no obliga, No necesa- riamente un cubano ha de presentar rasgos a simple vista palpables de mestizaje racial en su pigmentacién, No es asi. Podemos encontrar en cualquier plaza o calle, en cualquier granja‘avicola en un cafiaveral, hombres y mujeres que osten- tan una pigmentacién que corresponde, perfecta- mente, a los caracteres que definen a las dos ra- zas que, en un abrazo, conforman la esencia primera de la Isla. Y todos somos cubanos y nos pteocupa cada dfa menos —salvo a las indeteni- bles huestes de los etnélogos— el deslinde entte ‘una raza y otra, Ese ambiente de tensién racial, de magnitudes férreas en la Repablica dependien- te y en la Colonia, ni siquiera en ellas pudo Me- gat a cristalizar en la mérbida segregacién que caracteriza a la sociedad surefia de Estados Uni- dos# % Hubo en las provincias orientales, ademis de las” an tiguas de Las Villas y Carag contra del precepto de las sociedades para gente de color ‘que propugnara Juan Gualberto Géaiez, En esas capi tales, aun en el Seno de la poblacién de color, quedaron, 70 segregacin racial; en sin embargo, hay que convenit en que ay 20nas Je la cultura cubsna en que se tevelan, o se mues- fran con mayor énfasis, rasgos que sabemos muy bien provienen del componente africano y no del espafiol. El caso de Guillén, en cuanto a Ja ex presién literaria, es tnico, Cuando oimos poe- Fras de Guillén dichos por él mismo, encontramos fee sentido del ritmo del cubano que —zquién Jo duda?— nos viene del abuelo esclavo. Por fllo mismo es que habria que insistir en que fhuestras, manifestaciones dnzarias —cultas © po- polares-— son de las primeras ‘en ostentat un in- Hiscutible aliento africtno. Lo mismo sucede con ta misiea, folklérica © popilar. En esta manifes- tacién especifica encontramos gue el ritmo es un don entre nuestros intérpretes y compositores, pues beben —ya de manera irracional— en las Fuentes de la tradicién anénima de nuestra msi ea y nuestra danza, Volverfa entonces 9 insistir sobre la homogenei- dad que han alcanzado las Hamadas cultaras ne- gras. Aun a pesar de las loables investigaciones fntropolégicas y etnogrificas hechas en Cuba y ‘en el resto del continente, ha sido y casi es hoy imposible, deslindat en cada producto transcultu- rado su determinada procedencia, Para el caso cubano, como se sabe, la influencia yoruba ba ‘sido la’ més fuerte y resistente al tiempo en sit Segregados os mulatos —segtin su grado de mestizaje— de Tos negros. n smiidad étnica; las dems, conga, arard, entre ‘ecas, se han detectado en centtos de poblacién emocretos, 10 cual no quita que podamos decir, a Gencia cierta, en donde est localizada cada una de ellas. Yorubas, congos y ararés se han fun- dido en vastas y poderosas culturas negras nu- tridas con el aporte, ya vueltos fenémenos qui- micos, de ellas mismas, Para la cultura de ante- cedente hispdnico ocurre otro tanto. Fuera deb sello distinguible que alcanaé nuestra arquitec. tura en ciudades como La Habana, Camagtiey y Santiago (la primera de influencia andaluza, la segunda castellana y la tercera catalana), gquién podria determinar en nuestro habla, en nuestra literatura o en las manifestaciones musicales de tigen hispénico, a huella exacta de lo catalén, lo castellano o lo andaluz? Podrfamos entrar a hablar ahora de Io que he querido lamar —no sin riesgo de caer en una hermosa trampa— «lengua transculturada», que seria la cubana, y por ende, la que se habla (y afortunadamente ya se escribe) en toda la Amé rica hispana, Y no se trata de que en nuestra produccidn literaria encontremos obras que «in- conporen», sin el menor sentido de la fluide, sia corganicidad, vocablos sacados de las lenguas, autécionas como quien saca palomas del sombre- ro de un mago. El drama de Calibin,” seguro que 31 eNuestro simbolo no es pues Ariel, como pensé Rod6, sino Calibén. Esto.es algo que vemos con particular ni tides Jos mestizos que habitamos estas mismas islas don- 2 nos concierne también como moradores del mar Caribe que somos, La lengua del espaiiol —des- de el Diario de Navegacién de Cristdbal Col6n, fasta El diario que a diario (1972), de Nicolés Guillén, pasando por los Diarios de campaiia Je José Marti—, bien que puede calificarse como un Whado reverdecido de lo que nunce imaginé Prospero que fuera Yoruba soy, Horo en yoruba Iucurat Como soy un yoruba de Cuba, iqucero que basta Cuba suba mi llanto yoruba, que suba el alegre Hanto yoruba que sale de mi Yoruba soy, cantando voy, Morando estoy, y cuando no soy yoruba, Soy congo, mandinga, carabali. FEW Calibin: Prospero invadis las isles, maré fuctros antepasidos,esclavin a Galibén y le ene {idioma para poder entenderse con él: gqué otra cose toede hacer Calibén sino utilizar exe mismo idioma —hoy Portjene otro — para inaldeciro, para desear que csign mee Ol la “roid. plaga”?» Roberto Fernéndez Retamat, Colibén y otros ensayos, Ta Habana, ed. Arte y Litera- tara, 1979, p. 32. Estamos juntos desde muy lejos, jévenes, viejos, nnegros y Blancos, todo mezclado; («Son ntimero 6>)* La «lengua transculturada» de Guillén, por vo luntad de estilo y justa visién de lo que seria 4 nuestra identidad, se muestra aqui en uno de sus momentos més radiantes, Este son tan impar, si ve al poeta no ya para cantar en el depurado | acento y en el ritmo asonantado de la lengua de Garcilaso o de Boscén, sino para esgrimirla como un arma aleccionadora —como queria y postu- laba el héroe haitiano Jacques Roumain—, en virtud de honrar su tradicién y, clato esti, de trascenderla en funcién de la busqueda de una exptesién poética estrictamente nacional que es- tuviera, a su vez, al servicio de las clases popula- res de un pafs pequefio, asolado por el colonia- lismo y la dependencia que ste supone donde y como quiera que se manifieste, Ese destino tan bellamente cantado por el poeta de El son entero (1947) clama por una permanencia, una certi- dumbre caribefia, que se asientan en el mfs fino tono de Ia independencia politica y econémics que atin, desgraciadarnente, no alcanza a todas las islas ni a todas las naciones que conforman nues; tra América, blanca, negra e india, 8 Guilléo: Obra... tT, pp. 271-272, 4 ilema de Ja lengua de Calibén entra, en su Atal Hema de epan ara seme, &h in isfato definidor de Ja nacionalidad cubana. sera entrar ahora en un tema diffeil, porque, Gro, el lector ya se ha pregame: come Eis —"si se afima como oe ba afirmado aye © fd adalid del mestizaje y, Por codes ea wane culturacién en a forma lor west Sioa esrb enzonces psf NERC, PSS 1 coe oa en st isan de 0 bro para 2 " i ynvineentes. Dover llegar a conclusiones convin i se le conoce en el mun- sia negra, tal como se le conoee nel man: Fe Biter, sobre todo en Amare alo 10 Europa occidental (Francia y Espafia), © se ae ole movimiento Ticratio ue fore ao aetna escuela en ese sentido académi asi como Unt gets estudions de In ciencia Tite ee arse produjo en varios idiomas indocuzopees ees ny es de suponer, en todos aquellos palses end, de una fotma wots, se cancers alsin ipo de. poblacign negra extrditada de Tas costs Reman w occidentaes de Alias y de rebate, crmyue muestra el impacto de una cultura so cost el colonizador al colonizado’o viceverst, tr los pafses coloniales de esa Europa que con Gusts América, El caso mis prlifco en este ado es Espafia, seguida de Francia. No 18 q tante, hay que hacer la salvedad de que en cuane to a Francia, no sélo se produjo un fuerte movi. miento de este tipo en sus colonias de América sino, en primerisima instancia, en sus colonias afticanas, En aquellas tietras'tavo un nombre especifico: negritud, que hoy por hoy se ha con. Vertido en toda una ideologia de signo, en la ma. yoria de los casos, negativo cuando no reacciona, rio. Su nombre, para corroborar la amalgama de reflejos condicionados de Ia colonia, fue creado ‘en las Antillas via Patis por el gran martiniquefo Aimé Céssire (1912), que fuera profesor y amigo centrafiable de su compatriota Frantz Farion, De modo que 1a poesfa negra, en general, respon dia al renacimiento 0 al re-descubrimiento de los valores del hombre negro en muchos sitios del planeta; en aquellos donde habia suftido los em- bates de la opresiGn y Ia enajenacidn. Creo que €$ conveniente insistir sobre cl planteamiento de Carlos Marx, formulado en El capital, con res. Pecto a Jo que significaba para el sistema capita. lista la trata negrera y la esclavitud. Dice Mars = fue la agricultura de Jes Antillas, que duran. te siglos engendré fabulosas.riquezas, la que se tragé millones de individuos de la raza afticanay.” Europa, pues, no pudo librarse de la. presencia negra, por leve que ésta fuera, en su propia vida y cultura. De ahi la sorpresiva (11!) apaticién de personajes negros en algunas literaturas rena. > Marx: Ibid, 76 is 0 también atin antes ya del des- Srimiento d Se Aosa por Cristdbal Colén, en- fontramos presencia de esclavos aficanos ay fod de su costa occidental en la pentnsala it sca. le In Hamada poesia negra es contro- oe oncherale Ta enorme bibliografia que ha generado este movimiento nos hace = flexionar sobre el hecho de que han sido et Jas maneras y los métodos que se han sausol estudiar este producto.” La cuestién gs de no menclaturas. Y mis elt de ime ances de eel eames econfes ue eimeen intereses creadores de su existencia, oe oe se Neen et Jn Sieh ete sone eon" Bkgedipa gin re meine Mai, 1 de lato en la poesia cubana, Montevideo, ed. Ciudadela, 1970 fei ips igs ty ee Lexington, Massachusetts, Toronto, ed. Xerox, WP. Me ka Mansour y José Luis Gonzilez: Poesia negra de Amé: ses Ln ace ans cock Sensemayé, La poesta negra en el mundo Dekers Soong Pea, 7 En muchisimas ocasiones, bajo el epigrafe de poe- sfa negra hallamos estudios sobre temas litetatios que se constrifien al hombre negro, americeno 9 no, de ascendencia africana, Hay, innegablemen. te, una imagen previa del negro. Los temas pue- den partir de circunstancias reales o ficticias. Puc. do imaginar, mediante Ja lectura de miiltiples tra tados y compendios o historias de la esclavitud —tanto en Africa como en el tréfico hacia Amé rica—, la vida de un esdavo o su evolucién, des- pués de haber alcanzado su libertad —obtenida © regalada—, en 1a vida ciudadana dé cualquier rincén de la tierra en el mundo moderno. Cual- quiera de estas opciones me Ilevarian a incluir Ja obra en cuestién dentro del tema negro. Estos temas negros bien pueden ser escritos por escti- tores de Ja raza negra, naturalmente mestizos en el ambito ameticano sobre todo, © por aquellos que no lo fueren. Recuerdo infinidad de folletos, de historias literarias, de ensayos, de articulos en los que se media lo negro exclusivamente al ha- ber sido abordado dicho tema por negtos o mu- Jatos. Esta, que es una Posicién esquematica y subjetiva, no es funcional y restringe el radio de aceién de esa misma literatura y su mensaje y crea tuna mania de confusiones al margen, perjudiciales incluso, en Ia posible confeccién de un directorio © un manual con fines didécticos, Por otra par- te, a despecho de lo que propugna esta primeta opeién, topamos con una actitud amplia y objeti- vva, Es aquella que engloba el estudio de esos te- 78 i mas, 00 s6lo por el color de !a piel de sus crea- Gores, sino por el contenido implicito en sus tex- tos. En la situacién del escritor americano, mes- to, es decir, de ascendencia afrohispana —en io racial 0 en lo cultural—, es imposible entrar en tuna valoracién exclusivamente cutinea. Desde uego que los que han emprendido algin trabajo con ese espfritu, bien que nos han privado del sore de toda la complefidad y las contradicciones presentes en cl inmenso cuerpo literatio de nues- tro continente en cualquiera de Jas Ienguas en que se produjera. Por ello, la cuestién de la no: menclatura es importante, Si tenemos en cuenta estas desviaciones metodo- égicas, en el dngulo de la ciencia literatia, es porque, para el caso de Guillén, se han producido de manera obstinada y ciega, Un pocta de su magnitud se ha visto, en no pocas ocasiones, cons tefido, reducido, «marcos que su propia vocs- cién_y obra poética niegan de hecho, Nicolés Guillén, tanto por lo que se ha impuesto y pro- puesto, como por lo que ha logrado, es uno de los poetas del mundo colonial que més ha traba- jado por priorizar el orden de Ia nacién como va- lor ideolégico, politico y estético. La poesia negra, como movimiento en Cuba y en Hispano- américa, tuvo como figura central a Guillén, Su obra le brinda el més justo sentido. Es por eso que el lector deberé tener un panorama minimo de las relaciones reales de su poesia con aquel mo- 79 vimiento, De esa elucidacién obtendremos una leccién muy conveniente. Los estudios de la poesia negen han Mena in nito_mimero de cuartillas en el debate acerca de equidn fue el primer poeta negro? Bs decir, ef frimer escritor negro —o blanco, 0 mulato— que abordé el tema en su ‘obra, No les importé Bech si el conjunto de la obra del poeta elegido respondia a un nivel de calidad sostenido a lo Jargo de su producci6n; ni si rempoco ‘ellos ha- Wan incursionado en el eéebre temavde manera inegulat y esporidica. Lo més importante, para Ieeivorde de ellos, era determinar quién habia tenido la primogenitura. Visién més mecénica no} pudieron tener. La esencia, como se sabe, esti ba ote interesar. Al sefialar, en Cuba, la épo- ca de florecimiento de esta escuela, siempre habla de finales de la década del veinte ini de Ia del treinta, Ahora bien, gde dénde vino esta corriente? Ha habido dos actitudes: una que situaba el cen- tro de este entusiasmo literario fuera de Cuba, como a compertamiento tpico de Jos intelectoa ia de origen colonial ante Ja creacién artistica y fteraria de sus tespectivas metrépolis. La poesia negra para esta primera Tinea, era und mola que Seyuian nuestros poetas y escritores, Para deter- minada zona de esta creacién literaria tenian A z6n; no siet asf para el resto, La moda Je lo negro, deb descubrimiento de la eseltora 80 africana y de las anclares cvilizacionel dos ba fan permanecido en el suefio hasta Is Tegada de bian radios de la etnologia alemane, certanet favo que mantener un hélito de influencia, ys daro, avivd el espiritu de admiracién hacia Afri- a Algunos pafses ameticanos que se ‘caracteti- an por tener un Buen grueso de su poblaciéa ran antada de aguel continente, viefon, 9p wrap un verdadero acicate para acomelct, We mpresa literaria y artistica que S° avenfa a sus crm dades sin guizds haberlo sospechado, tat Habria que replantearse, sin dudas, si esto fue moda, 2Negamos por ello la situacién mimética del intelectual, Jatinoamericano 4 principios del Glo x? Seguramente que no. ero ng es Hnecy ‘ilo Mo, pensar gue una coincidencia de, contes, tos pudiese juzgarse tan solo come ‘el deseo de re Peal eatin coda produccién liteanis © 4 criea que Ilegara con ct sello, omniporsnte de Beuchat en algunos fue moda —¥ sent fécil earee teen muchos otros ——por suerte Je yorfa— fue voraciéa de encontrat ‘una legitima Mentidad para cada una de sus naciones Creo que el cultivo de Ia poesta negra entre nos- foros es un sintoma, y ademés de eso und de las eapresiones de Ia bisqueda de una identidad na- Se de raiz absolutamente popular, av ya se iba a expresar mejor en todo el movimien- ya se ioe Jowaro surgido alrededor de 1933. BI pueblo, desde sus estratos més {ntimos, hablaba Poser To. menos quertan los rebeldes de aquel ‘entonces que hablara. at Las diversas denominaciones que se han utilizado para nombrar esta modalidad de la poesia cuba- pa, resultan tan disfmiles que legen a producir ‘una inevitable confusién; pero esa misma confu- sida se revela no sélo en lo formal sino en el con tenido, Si hacemos un rastreo de tales denomi- naciones, veremos que las més generalizadas son: ‘epoesfa negra», «poesia negrista, «poesta afro- cubana», «poética afronegtista», «poesia afroctio- la», lirica afroantillanay, todas ellas encontra- das’ en textos diversos de Ramén Guirao. Fl critico y profesor José Juan Arrom préfiere le- marla de una manera homogénea y_coherente: ‘«poesfa afrocubana» Por su parte, Don Fernan- do Ortiz nos habla de «versos mulatos» y «poesia mulatan, aunque en muchos de sus ensayos in- sista, invariablemente, en el auge del «tema ne- groides o también de la «poesia afrocubana». El poeta Emilio Ballagas registra un sinfin de acep- clones .o como dicen algunos espafioles, «versos negtos», © como preferentemente se dice ya en América, «poesia mulata», Se usan tam- ‘bign términos més restringidos en cuanto a la temética que abarcan: «poesta afoame- 41 Su imprescindible ensayo «La afrocubanay es de, una vgencia meridian, @ mi juio, uno, de. ot trabajos més serios y_ profundos, no superado todavia en ‘este género. Atzom Io incloyS ‘en su libro Estudios de lastiteratura: bispanoamericane, La Habana, 1950, 82 ricana», «poesta afroantillana» y como de- Signaciéa de la escuela més relevante y difundida, «poesia afrocubana». Pero la denominacién de poesia negra, mds genera- lizada, supone en el lector nociones més 0 menos precisas sobre sa contenido, sobre todo cuando se hace referencia a América y al momento presente. Realmente, los tézminos més extendidos son los de «poesia negra y «poesia afrocubana». Nin- gino de los cuales se ajusta a una verdad dis- Fectca, porque este negrismo representa un esta- do de ta poesia cubana en su momento de biis- (queda de una legitinna identidad national. Sin J pargo, @s comprensible la marcada utilizacién del término afrocubana, Veamos por qué. Los estudios etnogrificos que inicié en nuestro pais el sabio poligrafo Fernando Ortiz, se centra- Jizaron en el estudio (y casi descubtimiento) 4s porte del exclave. africano a a cultura nacional Remitiéndonos al, concepto de transculturacién ya transitado en las primeras péginas de este capitulo—, tendsfamos que insistir en que la cul- ra cubana est integrada, dinimicamente, por | Settovenes afrohispanos: Ambos no se conciben Sino. transculturados, Cuba es uno y otro, como Tercera potencialidid,, En estos estudios etnogri- 2 Emilio Ballagas: «Situacién de 1a poesta_afroamerics: na, en Recista Cubana, La Habana, vol. XX1, ene-dic. de 1946, p. 5. 83 ficos se estilé siempre usar el prefijo afro para designar aquella zona de la cultura que presenta. 4 ta con mayor relieve y claridad, cualquiera de los dos antecedentes. Es decir, que cuando Ortiz 0 Jos seguidotes de sus investigaciones se refieren a la miisica afrocubana estén, de hecho, Hamando la atencién sobre una realidad concreta que inclu. ye Ja miisica cubana donde predominan los ele- mentos de origen afticano. Cuando ellos mismos aluden a las manifestaciones hispanocubanas, es: tin deslindando dentro de esas manifestaciones aquellas de enfético origen espaiiol, Lo cual no quiere decit que estos prefijos (afro e hisparo) supongan exclusiéa uno de otro, Todo producto cultural cubano lo es por ser afrohispénico® Este deslinde, tan caro a la etnograffa, se trasladé, mecanicamente, a muchas otras disciplinas, en es. pecial a la literatura y al arte, credndose muchas ambigiiedades. Un lector avieso puede colegir cuando lee afrocubano, una incierta mezcla de clementos afticanos. —importados— con otros cubanos, No. Lo cubano supone, lleva implicito, Jo afticano y Jo espaiiol. Nicolés Guillén advertia a tiempo: «Nada més falso, por es0, que el tét- mino “‘afrocubano” para designar cietto arte, cierta miisica o cietta poesia: Io cubano, asf sea en 4, Ebel Maxie Ets sla oo Gia eeu La for spocons ce Nols Cau Habana, ed. Unién, col. Cuademos, 1967. a 84 : el negro como en el blanco, es lo espaol més lo afro, el amo més el esclavo. {Cémo surgié el movimiento de poesia negra o afrocubana entre nosotros? Por lo general, todos los estudios hechos en Cuba sobre éste, se remiten a la tesis de Ramén Guirao quien, junto a José ‘Antonio Portuondo, José Z. Tallet y Alejo Carpen- tier, se adjudica las primeras creaciones de esta mo- dalidad, Las caracteristicas de esta poesia, al menos en estos tres primeros exponentes, se temontan —o quisieron beber— a las fuentes de lo que podsfa- tos llamar nuestra poesfa popular anéaima. El can- to ritual o pagano, toda la tradicin oral que reza cen las letras de las comparsas, rumbas y sones de la imiisica folidérica cubana, mutrieron —equién po- drla negarlo hoy?— las formas métricas, los te- mas y los conflicts que conformaron todo el ar- senal de esta poesia. De todas formas, Guirao descuida un poco el cardcrer social de toda esta pocsfa e incurre en el error de excluir de su céle- bre Orbite a un nombre como el de Regino Pe- droso, poeta de temas sociales desde 1926, y eu- yo «Hermano negro» engrosaba de cierta manera las filas del negrismo. Si bien, como dijo José Juan Arrom, «para que Jos poetas afrocubanos encontraran el rico filén nativo, fue necesario un estimulo externo»,® ‘es decir, el europeo, nos resulta bien claro acep- # Guillén: Prosa.., tT, p. 299. 4% Arrom: op. cit, p. 12. 85 tar que, aunque el incentive no naciera de entre ‘nosotros mismos, no es menos cierto que tenia- mos qué ofrecer a aquel estimulo, habia qué brindarle, gNos volvimos hacia nosottos mismos? Si. Guillén nos previen : &.. de la periferia arran- 6 la marcha hacia Ia entrafias.¥ Con meridiana claridad, Arrom nos da una leccién de apreciacién certera cuando afirma: La moda negrista, empero, tuvo vida muy distinta en Cuba a la que llevd en Europa. Allg eran arios sorprendidos quienes vefan las cosas afticanas con la momentinéa cu- Niosidad del turista que mira, admira y anota en su diario de viajero apresurado. Aquellos cansados artistas europeos sélo buscaban una paletada de pigmento con que colorear sus destefidas inspiraciones; algo gue fuera novedoso, distinto, aunque adve- nedizo, transitorio, fugez. Y se ponen a observar tambores, flechas, lanzas, y olvidan mirarle el alma al negro y ver en ella refle- jos de Ja suya propia. El arte europeo an- siaba tinicamente sentir. su. to nigndose en contacto con e! ignoto arte del salvaje. ¥ nada més. En Cuba, por lo contratio, lo negro tenia raigambre de custro siglos. El cubano blan- co no veia en el negro al africano con © Guillén: Prosa.., tT, p, 100. 88 La subestimacién que, en muchos casos, suf esta poesia se debid a los infinitos prejuicios 4 collares de dientes de cocodrilo, sino 2 otro cubano, tan cubano como él, ciudadano de la misma repiblica que juntos habian forja- do a fuerza de machetazos. La moda euro- pee, en rigor, no hizo més que dar oportu- nidad al cubano negro de descubritse a sé mismo, y al cubano blanco de mirarlo con ‘ojos de entendimiento, de comprensién. Y ambos se fusionaron en lo artistico, como To habfan hecho en lo econémico y lo po- ftico, para producir esta modalidad litera- ria” ‘opacaron nucstro set real como naciéa, Con los ojos de hoy, a-veinte afios de Revolucién, en vias de construit el socialismo, podriamos decir que la poesia que generaron los poemas «Bailadora de rumba» (Ramén Guirao, abril de 1928), «La rumbar (José Zacarias Tallet, agosto de 1928) y aLiturgiay y «Cancién» (Alejo Carpentier, 1928), se produce de una manera externa, con cierta in: felicidad literaria que nadie podrla negar. Haya Tegado el estimulo del exterior, o hayan realizado sus creadores un examen de conciencia de la reali- dad nacional, lo indiscutible es que fueron me) res las intenciones que los resultados. Con Emi Ballagas, Regino Pedroso, Marcelino Arozarena, cuestién cobra un aspecto muy diferente. Arvom: op. cit, pp. 127-128, a7 En cualquiera de los dos micleos encontraremos que, de facto, el abordaje del tema negro en aque- ‘los momentos, representaba un paso hacia el progreso y hacia la denuncia de realidades amar- gas; y aunque algunos de esos autores se reg0- dearon exclusivamente en el justificable hechizo de ciertas tonadas —nacidas en el infinito arse- ral de nuestra poesfa popular anénima—, no hay ‘que desconocer que, en principio, aquello signi- ficaba sacar a primer plano un conflicto, suma- mente complejo, que respondfa a toda la inquietud politica y social que acompafia siempre a Tos mo- vimientos revolucionarios més radicales, Heguen a tomar el poder 0 no. En el caso de Ballagas, Pedroso y Arozarena, es innegable que hallamos tun acento de marcadisima ambicién social, No hay que olvidar que Regino Pedroso, para la fecha de auge de esta modalidad de nuestra poesia, ya era el poeta de més potencia en el tema social, y habia escrito, con vehemente espiritu de clase, su «Salutacién fraterna al taller mecdnico» (1927). También serfa sano tener en cuenta cier- ta festinacidn, cierto exotismo, sobre todo pre- sente en el propio Guirao quien, en su introduc- cién a su Orbita se proyecta, inconcientemente, como un seguidor con algiin sentido critico de los cultores del arte negro, via Europa Aun asf, «Conviene extruer esta frase espontines, exacta de Guillaume: “de la que hemos extrafdo In esencia pinto resca”, Y no eran otros los propésitoss; 0 «Por ultimo, Cocteau, banderillera feliz de todos los “ismor” de post: 88 esta poesfa vivid, coleando, mucho més de diez afios. Fue una experiencia civica y nadie dudaré que esos. poetas que enarbolaron sus, banderas QMolucionaron en sus obras —todas de alta fi- jacién nacional—, duras y firmes en nuestro pax norama literario, y que han servido a la causa na- Gonal que el socialismo sustenta en Cuba La poesia de Nicolés Guillén trasciende esta modalidad —llamémosle poesfa negra o afrocubs- ino sélo por sus Optimas calidades estéti- fas, sino por su ambicién social que ya levaba implicita el ansia de traducir las més puras esen- Gas populares de nuestra identidad. Oigamos al propio Guillén: El verso ya no cascabelea. El ritmo del bong6 que empezara enloqueciendo Ia fina cola de las batas, adquiere colérica profun- didad. El son no es s6lo del negro bembén, chulo, a quien sostiene la mujer, vistiéndo- Io de dril blanco y zapatos de dos tonos, si- no el del trabajador, que muere en una fa: ‘na cuya dureza bérbara no resiste su cuerpo HERG, incinera estas influencias remotas: cla crisis ne- fot s¢ ha tomado sburrida como el japonelsmo ma larmeano”»; 0, finalmente, «No se ha de pensar, pues, ‘que intentamos, apoyados ea estas muletillas anecds dais, probar la existencia de una tradicién francesa anti- negra. Andté Gide, a sw regreso del Congo, se ha ex: presado muy jastemente del negros. Tnicoduccién a Ia Orbita., pp. XVI, XVIL y XVII. 89 mal pagado, 0 que se desploma sin Jo trabajo, seco de hambre en les calles La exaltacién de los valores negros, en el pri mer cuaderno de Guillén, Motivos de son (1930), no excluye su irreversible integracién a la cubani. dad, Sus negros son cubanos y se expresan en una forma literaria que resulta de la simbiosis més ‘ransculturada de nuestra manifestacién cultural ms mestiza: el son. ¢O es que puede pensarse 0 concebirse hoy el son como un fenémeno tfpica- mente negro‘0, digamos mejor, africano? No hay ni que pensar la respuesta, : Aunque viejisimo en la historia musical del pals, el son ite sido siempre danzario acon- tecimiento popular mestizo de las regi sence oma mas be sabe smismos me eae Jo mismo que demo- raron mucho en admiti yup mucho onan a conga yore eb Fue preciso que George Gershwin hici eorge Gershwi iese det montuno de Echale salsita, de Ignacio Pifci- ro, tema fundamental de su Obertura cubana, y que el son desbordara las fronterasislefias y conquistase a las orquestas norteamericanas europeas, para que La Habana y, en general, Ja gente distinguida de San Antonio a Mais, se tindiera al fascinante atractivo de El que © Guilléa: Prose... t I, p. 236 90 pest siembra su matz, La mujer de Antonio o Son de la loma, de Miguel Matamoros; del Papé ‘Montero, de Eliseo Grenet, 0 del Bruca ma- nnigué, de Arsenio Rodriguez. La resistencia habia sido grande, pero, al fin y al cabo, el ritmo bullia en la sangre? “Aunque su autor reprodujera el habla caracterfstica de los negros bozales, recurso tipico de la modali- ddad pottiea que shora estudiamos, eso no queria Gectt exclusién de la identided nacional de aque] tpegro que tenfa ya un mundo de valores construi- dos y que, aunque se encontrara en lo més bajo de {a pirdmide estructural de aquella sociedad neo- colonial, por ello mismo constituia —junto al cu- Dano blanco (campesino u obrero)— su célula ge neradora y sustentadora de la economia del pals j {que todo lo determina en vltima instancia, Can- tarle al negro era, también, poner el dedo sobre ‘una de las gltimas Tlagas que atin nos herian como ‘maldita herencia del sistema esclavista que sélo habia desaparecido —en lo tebrico— muy a finales del siglo xrx, en 1886. En ese mismo afio, casi como una premonicién del drama racial que iba a sbordar esta poesia de Tallet, Arozarena, Pedroso, Guillén y Ballagas, aparecen publicadas estas cvar- tetas, tremendamente reveladoras, del poeta mula- © Mirta Aguitre: «El cincuentenario de Motivor de som». ‘Prilogo a Motivos de son, de Nicolis Guillén, La Habs tna, ed, Letras Cabanas, 1980, p. 8 of to Gabriel de a Concepcidn Valdés (Pliécido), 7 fusilado en el oélebre proceso de la Conspiracién de® a Escalera: Sia todos, Arcino, dices que son de baja ralea, cuando tienen @ Guinea en el pelo y las navices, Debes confesar, Arcino, que es demasiado probado, siendo de vidrio el tejado s tirar piedras al vecino, («Epigramea satiricon Ateniéadonos hoy al concepto de trenscultura- cin, tan explicito en la obra de Nicolés Guillén, habsfa que convenir que esta cotriente abrié el cat mino a Ia creacién de un lenguaje raigalmente cubano en nuestra poesia, Si volviéramos sobre el aporte del negro, crucial para nuestra cultura, tendrfamos que remitirnos a cietta afirmacion del propio Guillén, con respecto a esta situacién del hombre negro cubano: «Todavia después de 1880, cuando alcanza su libertad tedrica, ain “en pleito, el negro petmanece ausente, como tal ne- ato, de Ia poesia y del arte de Cubs, y lo mismo ccurre ya en plena repiblica.»® Hay que convenir 4 Recogido en Mapa de la poctia negra americana, de Enilio Ballagas. Buenos Aires, ed. Pleamar, 1946, 9°98, 2 Guillén: Prose., tT, pr 98 92 sue mediante la expresién de lo negro era posible ilegar a la expresién de lo cubano. Esa es la im- portancia primera de esta poesia, Su porvenir no ha sido otro que sedimentar las bases para la dpti- ca més integral y consecuente de los factores que, tras un proceso de transculturacién, componen 1a nacionalidad: En esta tierra, nrulata de africano ¥ espafiol (Senta Barbara de un lado, éel otro lado, Changs), siempre falta algin abuclo, cuando no sobra algin Don y bay titulos de Castilla on parientes en Bondé: vale mas callarse, amigos, y no menear la cuestion, Porque venimos de lejos, y andamos de dos en dos. (aLa cancién del bongdv)® 8 Guillén: Obra.., & I, pp. 178179. 93

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