You are on page 1of 10
EL CARLISMO EN LA CONSPIRACION Y GUERRA DE ESPANA Por MIGUEL AYUSO (*) 1. LOS REQUETES EN LA GUERRA Una de las escenas mds famosas de la guerra de Espatia es la de la Plaza del Castillo, de Pamplona, el 19 de julio de 1936, fecha del Alzamiento, atestada de hombres de todas las edades, cubiertos con boinas rojas. Como, después, los de unidades de voluntarios, tocados igualmente con la boina roja, con el Sagrado Corazén bordado en sus camisas, que enarbolaban banderas blancas con Ia cruz de Borgofia e iban precedidos por un crist6foro, Se trata de los requetés, carlistas encuadrados en Tercios ~como los viejos Tercios de Flandes- maovilizados a partir del 17 de julio en defensa de la Religign y de Espafia por tun Principe regente, Don Javier de Borbén Parma, en nombre de un anciano Rey de barba blanca que vive en Austria, Don Alfonso Carlos de Borbén y Austria-Este. Su papel fue fundamental, singularmente en los primeros momentos de la guerra, como lo habia sido antes en la conspiracién, durante la Reptblici, por el niimero y valor (pronto legendario) de sus efectivos, y por la importancia extratégica que tuvo el territorio en que se desplegaron, capital para el asegu- ramiento del frente del Norte, Aunque es diftcil distinguir procedencias entre los 35.000 voluntarios de la'primera hora, no es osado subrayar el papel deci- sivo de los requetés, quiza el mds importante, lo que resulta razonable si se piensa en la solera de la organizacién y su tradicional arraigo en importantes regiones, a empezar por Navarra, que tantos voluntarios dio. Tres meses des- pués, en octubre de 1936, con el General Franco aupado a la Jefatura del Estado, aunque inicialmente lo hubiera sido s6lo a la Jefatura del Gobierno, y la Falange convertida —para lamento quizé de los falangistas de la: primera (©) Universidad de Comillas (Madrid). 163 hora~ en codopoderosa, todavia representan cerca del 35% de los 65.000 voluntarios (1), frente al 50% de falangistas. Cifra que atin crecerfa hasta los 30.000 requetés al final de la guerra, eso si, con cerca de 100.000 voluntarios, de los que el 70% perenecia ya a la Falange. Esta proporcién, sin embargo, resulta engafiosa, ya que a partir de 1937, esto es, del Decreto de Unificacién, se crearon sobre todo unidades de la nueva organizacién nica franquista. Como quieta que sea, se calcula que a lo largo de los tres afios de guerra com- batieron una cifra cotal de unos 100.000 requetés (2), encuadrados en 43 uni- dades, en general tipo batall6n, aunque con algunas excepciones. Es decir, pese al auge temprano y luego incluso creciente de la Falange, las milicias carlistas nunca dejarin de ocupar numéricamente un segundo e impor- tante lugar. Era natural que las masas socialistas «reconvertidas» a la Espafia nacional, los jévenes idealistas de formacién «moderna» ¢ incluso los militares sin doctrina se sintieran atraldos por una Falange mds acorde que el vicjo legi- timismo carlista con los signos de unos tiempos marcados por el «fascism, Mientras que el carlismo, més allé del pueblo tradicional, no podia atraer sino a contingentes humanos de intensa motivacién catélica y mondrquica (3). No puede olvidarse tampoco que la Unificacién acordada por Franco de las fuet- ras politicas de la Espafia nacional el 19 de abril de 1937, y que en verdad a nadie gustaba, iba a suftirse por ello mds intensamente por el lado tradiciona- lisea que por el falangista, a la sazén en el cenit de su poder. Es cierto que el jefe falangista Manuel Hedilla también’ suftirfa persecucién, y de gran severi- dad, desde 1937, Pero mientras que la «nueva guatdia» del partido ocupaba la mayor parte de los puestos destacados y su frascologia y simbologia se impo- nian. Por el otro lado, Manuel Fal Conde, jefe-delegado del Rey Don Alfonso Carlos, quien entre tanto habia fallecido en Viena en septiembre de 1936, cho- carfa con Franco ya en el invierno de 1936, con motivo de la creacién de la Real Academia Militar de Requetés, siendo desterrado a Portugal y no acep- tando luego la Unificacién, por lo que sufrié confinamiento en Sevilla hasta 1945, En tanto que la presencia del carlismo, marginado del «nuevo Estado», quedaba reducida a un escaso niimero de personalidades «colaboracionistas», como el conde de Rodezno 0 Esteban Bilbao (4), en un primer momento, 0 (1) _Naimero impresionante en su conjunto, cuando el Ejército de Tierra estaba compues- to por 188.000 hombres. Puede verse el libro cisico de Rafael Casas de la Vega, Las miiias nacionale, 2 volimenes, Editora Nacional, Madrid, 1973. (2) Aréstegui, Julio, Lar combarientes caritas en la guerre civil epafiola (1936-1939), 2 Yokimens,Fundacin Hemando de Laramend, Mads) 1991 de Una, Franco fv ‘Precisiones y_amejoramiento de ln obra de Jalio Ardstegui sobre los requerée, Aporer (Madrid), n2 20 (1992), pégs. 62 y ss (3) Resulta muy aguds la carzcerizacién que hace Alvaro d’Ots, La violencia y ef orden, Madrid, 1987, parte 1. (En Ia’ magna recopilacién de Manuel de Santa Cruz, Apuntes y documentos pana la his- toria del tradcionalimo expafol (1939-1966), disintos edtores, Sevilla y Madrid, 29 volime- 164 ~luego- como Iturmendi u Oriol, por lo general colocados en la presidencia de las Cortes 0 en el ministerio de Justicia, Pero, gde dénde venta una tal fuerza?

You might also like