La rehabilitacién de la cigarra:
una aproximacién critica a la literatura infantil
Todavia era muy pequeiio cuando por
primera vez escuché la fabula de “La
hormiga y la cigarra”, de La Fontaine.
La historia me impresioné profunda-
mente. No entendia, sin embargo, por
qué al final la pobre cigarra recibia un
terrible castigo. Como sin duda todos
Jo recuerdan, esta fabula presenta el
buen ejemplo de la hormiga que labo-
ra todo el afio y acumula provision
para el invierno, mientras la
se la pasa cantando. Al llegar los
primeros vientos invernales, la hormi-
ga se refugia en el calor de su
hormiguero y disfruta junto al hogar
el producto de su trabajo. La pobre
cigarra, en cambio, sufre frio y ham-
bre. Nadie le tiende la mano. No
alcanzaba a explicarme cémo podia
suceder esto, si la cigarra habia traba-
jado a su manera y habia alegrado el
trabajo de la hormiga a lo largo del
verano. La moraleja de la hormiga
laboriosa tuvo en mi un efecto con-
trario al perseguido por el fabulista, y
me perturbé al grado de barruntar
que algo andaba mal en el mundo.
Quizé esta misma inquietud se
plantea la literatura infantil y juvenil
en oposicién a la tradicién
1 desprende: en buena
parte de su funcién educativa para
avanzar mas modestamente hacia una
literatura que ante todo aspira a con-
vertirse en placer para sus lectore:
Ahora ya casi no se escriben historias
o rimas para aterrorizar a los
pequeiios e inducirlos a portarse bien.
No se desconoce, desde luego, que la
mayoria de los libros de literatura
infantil y juvenil actual procuran
expresar un mensaje positivo. Pese a
esto, ya no se trata de una exaltacién
de la virtud del héroe a costa de los
demas —como en el caso de la hormi-
ga y la cigarra—, pero tampoco se
ensalza el triunfo de la malicia sobre
la ingenuidad o la buena fe, como
sucedia en el Panchatantra, el fabu-
lario m4s antiguo de la India y del
mundo.
Hoy en dia, el objetivo primordial
de un cuento o un pooma para niiios
encuentra su ¢je en la pura intencién
también entran en juego, pero siempre
en una posicién subordinada al hecho
de hacer buena literatura. Ahora, si se
compara con la Hamada gran literatu-
ra, la literatura infantil y juvenil
resulta una literatura marginal. Pero
ninguna manera es una sublite-
ratura; no es, como ésta, el espacio
infimo que nos resta para sofar. La
literatura infantil es, a su maner:
una gran literatura, un mundo abierto
a las imaginaciones mas fértiles y mds
pure mntro de este mundo de conta-
minacién ambiental y contaminacién
interior. Nadie en su sano juicio
atreveria a calificar El Sefior de los
Anillos, de J, R. R, Tolkien, como sub-
literatura; se trata de una obra inscri-
ta en la gran literatura fantastica
donde los linderos con la literatura
infantil y juvenil terminan por vol-
verse brumosos.
Las definiciones tajantes se compli-
can aan més al considerar que clasicos
de la magnitud de La Odisea atraigan
a lectores de todas las edades, o que
novelas originalmente escritas para
167un pablico adulto (como Los viajes de
Gulliver, de Jonathan Swift) se hayan
colocado entre las lecturas preferidas
por nifios y adolescentes. También se
da el caso diametralmente opuesto:
Allicia en el Pats de las Maravillas, de
Lewis Carroll, ha dejado de ser s6lo
una lectura infantil y se ha erigido
como una de las favotiras de los adul-
tos inteligentes. Esto altimo puede
atribuirse al atractivo de que algunos
libros infantiles y juveniles sirven
como actos de iniciacién: a través de
ellos el nifo o el adolescente des-
cubren el mundo y a sus semejantes.
Por eso, con alguna formula arcana, el
escritor de literatura infantil y juvenil
sufre una metamorfosis al producir
sus textos. Este escritor sabe de la
necesidad de querer y respetar a los
nifios, de preocuparse genuinamente
por sus problemas y saber qué imén
los atrae mas. Algunos escritores bus-
can su inspiracién en las experiencias
personales de la infancia o la primera
juventud. De este viaje al pasado de la
propia vida, el escritor vuelve con la
mirada més cristalina: reconoce lo que
a veces angustia al nifio por no poder
articularlo. Llevar con inteligencia
esas inquietudes a la literatura puede
constituir uno de los méritos salientes
del escritor.
Asi pues, el autor de literatura
infantil y juvenil responde con fre-
cuencia a las necesidades imaginati-
vas y psicolégicas de su audiencia, y
las estimula hacia horizontes mas
lejanos, En este sentido, las inter-
pretaciones freudianas de la literatura
infantil (cria Freuds y te sacarén los
ojos) han probado su insuficiencia
hundir el cuento para nifios en oscuri-
dades obsesivas que muestran un
mundo maniqueo abatido por la lucha
eterna entre contrarios, del mismo
modo que lo proponian los andlisis
marxistas. Por necesidades emo-
cionales, los nifios pueden llegar a
crear monstruos en sus suefios, pero
ello no se deriva necesariamente de
las historias fantasticas, mas bien
surge como salida incruenta a las
emociones inconscientes de los
pequeiios. En todo caso, las inter-
pretaciones de Carl Gustav Jung
hacen més justicia al nifio y a su lite-
ratura: vencer a un monstruo para li-
berar a la doncella cautiva no se tra-
duce en términos de libido; se traduce
més bien como la necesidad del nifio
de identificarse con hechos y perso-
najes heroicos, a través de los cuales
va registrando su crecimiento interior.
Muy pronto los nifios descubren que la
fantasia literaria es precisamente eso,
fantasia, y que sus leyes no son aplica-
bles al dominio de la realidad,
Ademés, en la fantasia los nifios no
quedan aislados; se supone que sus
padres les prestan atencién y conve
san con ellos. En algunos casos, pues,
el problema no se deriva de la huella
que deja en el animo del nifio la im:
gen de un fantasma o de un personaje
capaz de volar, sino de que su entorno
familiar esta ayuno de afecto. Hay que
insistir entonces en que nadie tiene
derecho a destruir la imaginacié
los nifios hay que dejarlos vivir, y
sofiar. Hay que ir decididamente con-
tra la corriente que urge a los nifios a
que dejen de serlo sin demora y que
los hace niiios-adolescentes 0 adoles-
centes-adultos a quienes se inculca
que esas etapas de la vida resultan
una vergiienza intolerable. La facul-
tad de imaginar no s6lo estimula la
creatividad del nifio, sino que auxilia
la capacidad organizadora de su in-
168telecto. Gracias a la imaginacién
aparece el otro, el que siente, goza y
sufre como yo. La imaginacién hu-
maniza.
Por fortuna, ninguna preceptiva
norma la produccién de la literatura
infantil y juvenil, lo que no niega la
validez de ciertos requerimientos mini-
mos para considerarla dentro de ese
marco. El nifio, como lo sefialé Jean
Piaget, lee el mundo a través de las
acciones y no mediante considera-
ciones abstractas. Por esta raz6n, a los
pequefios les disgustan las disquisi-
ciones; prefieren sobre todo la accién y
el ritmo narrative que no se detiene
en consideraciones etéreas. Nunca
habra por eso una versién infantil de
La montafia magica, de Thomas
Mann, como si la hay en cambio de El
Quijote. Y tampoco los recursos retéri-
cos (parodia, sAtira o ironia) interesan
a los pequefios lectores —al menos en
las primeras etapas—, pues los con-
funden facilmente.
Al entrar a un nuevo ciclo de ago-
tamiento del racionalismo, la fantasia
y lo insélito, como el encuentro espiri-
tual o el amoroso, vuelven a formar
parte de nuestras vidas. Sin embargo,
para que la fantasia rinda sus frutos
se requiere del desarrollo de cierta
légica interna en los cuentos infantil
y juveniles. No se conoce de formulas
universalmente validas, pero conviene
advertir que, hasta cierta edad, ios
nidios suponen que el mundo gira a su
alrededor, y que las leyes del universo
obedecen a una justicia perfecta que
premia el bien, lo mismo que castiga
el mal. Los nifios con carencias mate-
riales y afec descubren tal vez
demasiado pronto que el bien y el mal
se distribuyen al azar, y que la verdad
o la justicia no siempre triunfan. La
literatura puede representar asi un
mundo nuevo, poblado de afectos, sin
cerrar los ojos a los fantasmas de la
vida cotidiana.
Paradéjicamente, la literatura que
se enmarca en sitios tan ordinarios
como la casa, el vecindario, el parque
o la escuela, también invita a sofiar,
Inversamente, un cuento bien puede
ubicarse, con todo derecho, en el Tibet,
en las planicies africanas o en un
planeta artificial, siempre y cuando el
autor se pliegue a la légica de su esce-
nario.
De todas formas, los nifios adoran
leer historias sobre nifos como ellos
mismos, cuentos donde aparezcan ani-
males y también relatos fantésticos,
‘Los muy pequeiios se desviven por los
libros con ilustraciones de toda una
p&gina, y para ellos las rimas y las
aliteraciones constituyen un atractivo
adicional, Estos juegos ritmicos vuel-
ven el texto agil y gracioso, lo mismo
que las palabras cargadas de humor
fonético. También para los mas
pequefios cabe crear personajes con
menor conocimiento que el ya adquiri:
do por el nifto, lo cual le permite
reafirmar su crecimiento y entender a
Jos mas débiles. En el otro extremo, no
agrada a los nifios que los padres
aparezcan como los héroes que lo
resuelven todo: la figura autoritaria
que dice saber lo que nos conviene. Si
‘se escoge un animal como personaje,
le hacérselo hablar pero no para
distorsionarlo y convertirlo en la cari-
catura de una persona. El ratén que
habla debe seguir disfrutando de su
antojo por el queso y el monstruo de
sus galletas.
Valido para todos los héroes 0
heroinas resulta el que no sean perfec-
tos, sino que luchen por encontrar el
169equilibrio entre sus debilidades y sus
virtudes. Al final, l nifo habré com-
partido el crecimiento del héroe con su
propio crecimiento interior.
Un elemento del que debe tratar de
prescindirse es la violencia; sufrimos
una violencia con demasiados rostros
como para insistir con el tema en la
literatura infantil y juvenil; aun si es
para condenarla, hay que tomar todas
las precauciones.
Ya cuando se trata de literatura
para adolescentes, convendria tener
presente que el adolescente y la ado-
lescente buscan desesperadamente
una identidad, A esto se debe que la
novela realista para adolescentes pre-
fiera los temas de las relaciones
humanas, el problema de la autoridad,
los primeros encuentros amorosos, el
deseo de libertad y justicia, asi como
cualquiera otra de las dificultades a
que se enfrenta la sociedad de fin de
siglo. Las tramas para los adoles-
centes dejan de ser lineales y comien-
zan a dibujar un mundo sin la cAscara
protectora de las convenciones. A
estas alturas se explicitan las dificul-
tades de muchachos y muchachas
para adaptarse al mundo creado por
los adultos, sin que por esto dejen de
interesarles, quiz4 por los mismos
motivos, los relatos humoristicos y
fantasticos. Aqui resulta dificil
plantear la conveniencia de espe-
cializar la narrativa para adolescentes
entre muchachos y muchachas, porque
a cierta edad prcticamente ya len,
cuando leen, todo lo que les cae en las
manos. {No era acaso Arthur
Rimbaud un adolescente cuando
escribié Una sesién en el infierno?
Cabe distinguir, no obstante, que las
muchachas desarrollan mas temprano
intereses afectivos; ellas se dejan
cautivar por las historias de amor,
mientras que a ellos los seducen los
superhéroes y los antihéroes, el jus-
ticiero surgido de las sombras y el
rebelde. Por estos motivos las rela-
ciones interpersonales pueden ilus-
trarse y favorecerse, y facilitar 0 cues-
tionar la insercién en el medio social.
Incluso puede prevenirse a los adoles-
centes contra el alcohol, el tabaco, las
drogas, los embarazos no deseados 0 el
SIDA. Otro de los cometidos de la lite-
ratura infantil y juvenil seria rescatar
la imaginaci6n de los nifios y adoles-
centes, encadenada y silenciada por
los frenéticos llamados al consumo. El
consumo, por desgracia, parece impo-
ner las dimensiones de la felicidad de
los nifos y adolescentes, aparte de
acentuar la fragmentacién social.
En la literatura infantil y juvenil,
como en la gran literatura, el tema no
es la historia sino apenas su vehiculo,
Asi, muchas obras para adultos
pueden adaptarse con bastante flexi-
bilidad a las necesidades de lectura de
los nifios. La ya mencionada Odisea o
el Mahabharata se han adaptado ya,
en miltiples versiones, al gusto infan-
til. Habria que recordar, por ejemplo,
la iniciativa de José Vasconcelos para
publicar en los afios 20 la coleccién
Lecturas clésicas para nifos. Lo
mismo puede hacerse con el Popol
Vuh, la cosmogonia azteca y las leyen-
das sin nimero de las culturas indige-
nas. Estas adaptaciones son aprecia-
das mejor por adolescentes de doce
aiios y mas, pues ya han desarrollado
sus facultades intelectuales al punto
de poder gozar estéticamente de una
cosmogonia. Los pasajes hist6ricos y
las biografias también parecen suscep-
tibles de adaptarse al formato de la
literatura infantil y juvenil. En este
170caso, el problema més serio para el
autor no consiste en rastrear a su
héroe en los profundos estudios
académicos, sino en hallarlo como per-
‘sonaje.
Las adaptaciones y las tradu-
cciones alcanzan validez en la medida
en que responden a las necesidades de
Ja psicologia infantil o juvenil,
Quienes se oponen con vehemencia a
las adaptaciones, tachando cualquier
intento en este sentido como una falsi-
ficacién y un desmantelamiento del
original, olvidan que las adaptaciones
para el pablico infantil y juvenil
estimulan el habito de la lectura y
Propician la frecuentacién de los origi-
nales en el futuro. Se trata de abrir
puertas y ventanas, no de cerrarlas.
Esto no es algo nuevo: muchos cuentos
infantiles han tenido que adaptarse y
hasta reescribirse por la crudeza de
sus originales: véanse algunas
primeras versiones de los hermanos
Grimm o hasta la Caperucita Roja. En
una de las versiones primitivas de
Caperucita, cuando la heroina llega
casa de su abuela, se encuentra al lobo
disfrazado con camisén de dormir y
todo. El lobo le dice:
—Anda, Caperucita, come de la
carne que te preparé: esté sobre
la mesa.
Y empieza Caperucita a dar
grandes bocados a un gran trozo de
carne colocado en una charola, hasta
que un gato le dice:
Cochina, te estas comiendo a tu
abuela! jE] lobo la cociné para
engafiarte!
Esto no sélo echa por tierra las
obsesivas y estériles interpretaciones
freudianas, sino que Ileva a pensar en
los motivos que condujeron a la
adaptacién. {Por qué no adaptar
entonces algunas obras para adultos
que resultaria espléndidas para niiios
y adolescentes?
En las traducciones de literatura
infantil y juvenil, habria que cuidar
que los textos originales se aclimaten
bien al espaiol. Conviene incluso sen-
sibilizar a los correctores que trabajan
sobre literatura traducida, porque no
es lo mismo traducir y corregir texto
de economia que un libro de cuentos
infantiles, El objetivo de las tradu-
eciones se encuentra en sacar el mejor
partido posible de la diversidad.
Resulta provechoso, asimismo,
abrir los ojos a la realidad social: no
una aberraccién utilizar como pers:
naje a un ama de casa que {inicamente
cuida de su hogar, como tampoco lo es
presentar a una madre soltera que
debe trabajar fuera de casa, Me parece
también que no se trata de que la li-
teratura infantil y juvenil se vuelva el
inventario de las calamidades del
mundo. Y si algiin mensaje cabria tal
vez seria el de cuestionar la validez, y
viabilidad, de una sociedad que
legia el machismo, el culto a las
riencias y la acumulacién de bienes
materiales.
Bien se sabe que el desarrollo en la
produccién y consumo de la literatura
infantil y juvenil es un indicador muy
importante del grado de avance de una
cultura nacional. Esto me empuja sin
remedio al terreno ideolégico. La ideo-
logia, se quiera o no, esta presente en
Ia literatura infantil y juvenil, como en
cualquiera otra. Puede deslizarse
invisiblemente o irrumpir agitando
todas su bandera. El simple hecho de
que un autor se valga de la prosopo-
peya para humanizar a un coyote o a
una culebra y plantarlos en una
sociedad organizada, responde a la
171necesidad de ilustrar, en efecto, las vir-
tudes y los vicios de los seres huma-
nos. Por lo regular, al escribir para
nifios se adivina la intenci6n de incul-
carles virtudes de una moral y la con-
veniencia de apegarse a la norma,
aunque a veces también esta literatura
se utiliza como vehiculo de las preocu-
paciones e inconformidades del nifio.
Por otro lado, parece obvio que la
literatura a nifios y adolescentes
sirve a un tiempo como via de forma-
cién, de crecimiento personal y de
entendimiento de si mismos. Como en
la gran literatura, en este ambito la
magia de la lectura hace compatible la
imaginaci6n del lector con la del texto.
El nifio, o el adolescente, se identifica
con el héroe y lo reconoce como ejem-
plo a seguir. No obstante, existen poe-
mas, cuentos y novelas juveniles que
marcan muy bien las fronteras entre
los campos del lector y el texto: funcio-
nan como un intercambio que sub-
vierte algunas ideas preconcebidas del
lector y lo enfrenta a una perspectiva
distinta de la realidad. El significado
de los textos, en cualesquiera de sus
tendencias, se produce dentro del cir-
culo de la psicologia del individuo y
también fuera de él, en la érbita de su
contexto sociocultural. Por eso no son.
raros los libros infantiles y juveniles
que ilustran las relaciones de poder y
cuestionan su validez. Esta tendencia,
pese a las buenas intenciones, corre el
tataria, que se endilga a cierta lite-
ratura infantil y juvenil termina por
hacerla aburrida.
Por iltimo, no pueden cerrarse los
ojos a una verdad ineludible: la lite-
ratura infantil y juvenil se lee poco en
México. Es una verdad triste, pero es
nuestra verdad. Por eso hay que con-
tinuar el apoyo en favor de quienes
escriben para los nifios. Instituciones
culturales, editoriales, medios de
difusién han de unir esfuerzos en esta
lucha por la imaginacién. Y dentro de
la correspondiente estrategia habria
que crear estimulos para que los nifios
mismos escribieran. El esfuerzo, estoy
convencido, serd mejor si se respetan
las diferencias regionales y regional-
mente se responde a las necesidades
del piblico: en México, junto a la lite-
ratura infantil y juvenil en espaiol,
debiera existir la literatura infantil y
juvenil en lenguas indigenas.
Igualmente, cabria propiciar que
los nifios lean y visiten por placer las
bibliotecas, los nifios pueden escribir
—y mejor que muchos profesionales—
poemas, cuentos y critica literaria en
periédicos, revistas y suplementos cul-
turales. De hecho, sus testimonios
siempre noe han dado una leccién;
recuérdese tan sélo el Diario, de Ana
Frank, 0 mas recientemente el Diario
de Sarajevo, de Zlata Filipovic. Dejar
que los nifios y los jévenes articulen
en un texto su registro del mundo, su
humor y su imaginaci6n, es permitir-
les, y permitirnos, aceptar la vida.
Alejandro Pescador
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